La UE y Canadá hacia una zona de libre cambio

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EUROPA Y CANADÁ ABREN EL CAMINO HACIA UNA ZONA DE LIBRE
CAMBIO
Ramón Lavín.
Periodista. Corresponsal en Bruselas
Ha sido el conejillo de indias de lo que puede venir más tarde. La Unión
Europea y Canadá han concluido después de cuatro años de difíciles negociaciones un
Tratado de libre cambio entre dos de los gigantes del comercio mundial. En 2011 el
valor de sus intercambios se elevó a 86.000 millones de euros y se espera que este
acuerdo los incremente en más de un 20%. Además se espera que este compromiso
pueda ser modelo para otro similar, pero mucho más esperado, el que han
comenzado a negociar la UE y Estados Unidos. Sería la zona de libre cambio más
grande del mundo.
Sin embargo todavía queda un largo trecho antes de que este acuerdo entre en
vigor. Tienen que aprobarlo todos los Estados miembros, ser ratificado por sus
parlamentos nacionales y además, por el lado europeo, también debe obtener la luz
verde del Parlamento Europeo.
Es el primer acuerdo de este tipo que la UE firma con uno de los países socios
del G8, los países mas industrializados del mundo y su logro no ha sido una sinecura,
pero con las consecuencias que se esperan el esfuerzo ha valido la pena. Según
estimaciones europeas, este acuerdo puede incrementar los intercambios comerciales
entre las dos zonas de un 20% por lo menos. Sin embargo este acuerdo no satisface a
todas las partes implicadas y tiene no pocos enemigos en cada campo, tanto por el
lado europeo como por el lado canadiense, grupos que ejercerán toda su influencia
para que no se ratifique y por lo tanto que no pueda entrar en vigor. Curiosamente es
el sector agrícola, tanto del lado europeo como americano, el que se siente mas
agraviado con el compromiso.
Los obstáculos más importantes que ha habido que superar en la negociación
con Canadá han sido los temas relativos a los productos lácteos y la apertura del
mercado europeo a la carne de vacuno canadiense por parte europea. El acuerdo
permite a las empresas canadienses acceder a un mercado de 500 millones de
consumidores, a cambio de lo cual Canadá eliminará el 98% de sus aranceles para las
importaciones de la UE, el segundo socio comercial canadiense después de Estados
Unidos.
Canadá teme sobre todo por la llegada de productos lácteos europeos, y en
concreto el queso. Los productores canadienses de quesos temen que su producción
local se vea desplazada por la llegada de quesos europeos subvencionados, lo que
puede llevar a la quiebra a los pequeños productores de ese país. Por su lado los
europeos temen la llegada de miles de toneladas de carne de vacuno, en concreto
30.000 toneladas suplementarias, lo que representa aproximadamente el 3-4% del
mercado europeo, lo que no debería suponer un grave perjuicio para el mercado de
vacuno de la UE.
Todo esto será algo casi insignificante cuando se trate de negociar un acuerdo
con Estados Unidos, que tiene una talla similar a la europea, mientras que la economía
canadiense es la décima parte de la UE. En la negociación con Estados Unidos tendrán
de nuevo una importancia capital los temas agrícolas. Se tratará entonces de
cantidades y temas mucho más peliagudos, como todo el tema de los productos
genéticamente modificados, al orden del día en Estados Unidos y prácticamente
inexistentes en Europa. La llegada a las estanterías de los supermercados europeos del
pollo limpiado con cloro, etc., inquieta mucho a los consumidores europeos no
acostumbrados a este sistema.
Para la UE, el próximo objetivo claro es negociar este acuerdo de libre cambio
con Estados Unidos, y que tampoco será el último en una perspectiva a medio plazo.
En curso hay ya negociaciones con MERCOSUR y de manera inmediata la UE acaba de
recibir el mandato para iniciar negociaciones con China para un acuerdo sobre
inversiones, cierto más modesto que un acuerdo de libre cambio, pero será al menos
la apertura de este tipo de negociaciones con China. La UE desea que el gigante
asiático se comprometa a una mayor disciplina en diversos campos, como por ejemplo
en lo relativo a las subvenciones, a los precios a la exportación, las tasas arancelarias,
etc., y mientras que esto no se resuelva, Europa no irá más lejos.
Los socios europeos ganan siempre con la apertura comercial, pues consideran
que el proteccionismo no favorece el crecimiento económico, y los hechos lo
demuestran. La UE con su larga experiencia comercial en ese campo, lo que confirma
su balanza comercial tradicional, excluye o no tiene razones suficientes para inclinarse
por el proteccionismo. “Estos acuerdos crean empleo, favorecen el crecimiento y
además estamos en una posición para hacer de estos acuerdos un gran éxito
económico” decía el comisario de Comercio de la UE, Karel De Gucht.
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