Orientaciones para atender a hijos de padres separados o divorciados

Anuncio
COLEGIO VIRGEN DE ATOCHA
PP. DOMINICOS
MADRID
AV. CIUDAD DE BARCELONA, 1
28007 MADRID
TELF. 91 552 48 04 FAX 91 552 96 43
http:// www.cvatocha.com
ORIENTACIÓN
ORIENTACIONES PARA ATENDER A HIJOS DE PADRES SEPARADOS O
DIVORCIADOS.
LA SEPARACION MATRIMONIAL EN NUESTRO ENTORNO SOCIAL.
El divorcio y la separación de personas adultas que viven en matrimonio
son decisiones amparadas por la legislación vigente en la mayoría de los países
desarrollados. En muchas familias europeas los hijos se ven implicados en
casos de separación y divorcio. Viven con un solo padre, se integran en familias
nuevas o experimentan cambios importantes en su vida por este motivo.
Generalmente, la separación de dos personas que han compartido
profundamente sus vidas durante un tiempo es una experiencia triste y
dolorosa. Es una crisis emocional provocada por una pérdida, sea gradual o
repentina e inesperada.
En algunas ocasiones, la separación es un proceso tranquilo y negociado
que minimiza los inconvenientes de un cambio de etapa en el ciclo de una vida.
En otras, constituye el último paso de una relación de pareja deteriorada, en la
que se han acumulado faltas de cariño y respeto mutuo, creando un clima de
hostilidad y rencor.
La mayoría de las parejas que deciden separarse necesitan uno o dos
años para superar el proceso de separación física, psíquica, legal y económica;
y restablecer una nueva relación entre los diferentes miembros del grupo.
Deben aceptar la realidad de la pérdida, vivir la confusión emocional que eso
supone, adaptarse a un nuevo ambiente, formar una nueva identidad y
encontrar un sentido distinto a su vida.
Si las cosas marchan bien, el resentimiento hacia el ex-cónyuge deja de
ser una obsesión, las quejas sobre los problemas pasan a ser búsqueda de
soluciones, se recuperan contactos con viejos amigos y se establecen nuevas
amistades, se asume que el divorcio o la separación no es un castigo al fracaso
sino una posible solución para un matrimonio destructivo o inviable, se toman
decisiones según los gustos propios, el sexo opuesto pierde carácter de
amenaza, uno acepta que no es la única persona en esta situación, sino que
otras personas normales han tenido el coraje de terminar una relación infeliz y
destructiva.
La separación o el divorcio de los padres crea un contexto de vida nuevo
para los hijos.
Aún realizada en las mejores condiciones, produce sufrimiento en ellos.
Generalmente no comprenden la decisión. Se sienten impotentes frente a un
acontecimiento que les afecta íntimamente y que ellos no promueven. Implica
la separación de las personas más queridas. Los niños y las niñas pueden
tener reacciones diferentes según su edad cronológica. Pueden considerarse
normales en esta situación reacciones de confusión, oposición, enfado,
ansiedad y tristeza.
En familias con un prolongado historial de relación deteriorada; en el
caso de niños o niñas con desarrollo emocional, social o escolar previo
inadecuado; o en separaciones mal resueltas..., las consecuencias pueden ser
más negativas. Pueden aparecer o intensificarse reacciones de enfado,
agresividad, mal humor, fatiga, desobediencia, depresión.
A veces, se atribuye a la separación matrimonial males psicológicos y
desastres sociales de los hijos basándose en estudios que no ponen suficiente
cuidado científico para aislar la variable principal (la propia separación) de
otros factores intervinientes (medio sociocultural, historia escolar, antecedentes
personales). En muchos de estos casos no hay fundamento para establecer la
relación causa-efecto entre ambos sucesos.
Otras veces, se ven los hechos con ciertos prejuicios ideológicos,
religiosos o culturales. Algunos padres y profesores, por ejemplo, dan por
descontado que si un hijo de padres separados tiene problemas de aprendizaje
o conducta, ello se debe forzosamente a la separación. Algunas personas
hablan de los hijos de separados como si fueran sujetos que irremediablemente
estuvieran destinados a tener problemas sociales, emotivos y de relación.
Cargar las tintas sobre los males que padecen los hijos del divorcio o la
separación no conduce a nada y produce un gran daño a los padres que se
separan y a sus hijos.
Por todas estas razones, los padres que se separan y los educadores que
trabajamos con hijos de padres separados tenemos la responsabilidad de
interpretar la realidad con seriedad, procurar que el proceso de separación sea
tranquilo, minimizar los efectos negativos de estas decisiones y contribuir a
crear un nuevo clima positivo y estimulante.
Un solo progenitor competente puede educar adecuadamente a su hijo.
Las familias nuevas que pueden formarse tras la separación o el divorcio
pueden ser funcionales si los padres cumplen sus responsabilidades
parentales. Si el conflicto entre padres separados no es áspero, por lo menos
uno de ellos establece una buena relación con sus hijos y las necesidades
socioeconómicas básicas están bien atendidas, estos niños pueden tener un
desarrollo psicológico similar al de los chicos que viven en familias unidas.
Probablemente supondrá un esfuerzo mayor para los padres. Todo lo
que hagamos para ayudarles será positivo para los hijos. Hay muchos medios
para atenuar los efectos negativos de la separación de los padres y para
transformar los obstáculos en oportunidades para crecer mejor.
¿QUÉ PODEMOS HACER DURANTE EL PROCESO?
Procurar que la separación sea pacífica, evitando controversias legales
que supongan una espiral destructiva de rencor y agresividad mutua.
Informar a los hijos de la decisión de separarse con claridad y
tranquilidad, a pesar de que es difícil hablar de decisiones conflictivas y
tristes con los hijos pequeños y queridos, y que no solemos estar
acostumbrados a charlar con ellos sobre asuntos que implican tanto
emocionalmente. El esfuerzo que esta comunicación requiere evitará
sensaciones mucho más incómodas en el futuro.
Si es posible, acordar entre ambos padres qué decir y cómo anunciarlo, y
preparar el momento adecuado para hacerlo.
Decir la verdad de manera apropiada a la edad y personalidad de los
hijos.
Explicar las razones de la ruptura con términos sencillos y
comprensibles, sin entrar en detalles que a los niños no interesan.
Dejar tiempo suficiente para que también los hijos puedan hablar y
expresar sus reacciones.
Dejar muy claro ante los hijos que los padres son los únicos
responsables de la separación; evitar que los chicos se sientan culpables
de la decisión.
Aclarar que la separación afecta directamente a la relación mutua de los
padres como marido y mujer, aunque va a tener repercusiones indirectas
en la relación futura entre padres e hijos.
Insistir en que no delegan ni renuncian a sus responsabilidades como
padres; que les siguen queriendo, a pesar de esta decisión; que siempre
tendrán un padre y una madre dispuestos a todo por ellos.
Animarles a que asuman la nueva situación y colaboren para que el
futuro sea tranquilo y seguro.
Informarles del lugar donde vivirá el padre o la madre que no convive con
él y decirle de qué modo seguirá viéndolo.
DESPUES DE LA SEPARACION.
Normalizar la nueva situación de modo que los hijos tengan cubiertas
sus necesidades como cualquier otro niño.
Acordar cuanto antes la forma de separación legal, división de bienes y
tutela de los hijos. Algunos niños dedican mucho interés y energía a
fantasear con el reencuentro idealizado de la familia. En la mayoría de
los casos, no conviene alentar falsas expectativas. Deben aceptar el
carácter permanente del divorcio o la separación.
Atender las necesidades materiales y garantizar la capacidad económica
del padre/madre que va a cuidar a los hijos. En el caso de que la
separación suponga un descenso en la capacidad económica de la
familia, explicarlo con serenidad y procurar la comprensión y
colaboración de todos.
En cuanto sea posible, mantener la residencia del hijo en el mismo
barrio, la misma casa y el mismo colegio.
Compartir las responsabilidades educativas, hablar con ellos y tomar
decisiones conjuntas.
Proporcionarles los bienes, los gestos y el tiempo de compañía que les
den sensaciones de cariño y seguridad. Aportar estabilidad emocional y
confianza en sí mismos.
Contar con la ayuda de abuelos, tíos, parientes y amigos. Procurar la
colaboración de las familias respectivas de cada padre; que respeten a
los padres que se separan y mantengan las relaciones que ambas ramas
familiares tenían con los niños, evitando que tomen partido en favor de
alguno de los dos padres y en contra del otro.
Cumplir el régimen de visitas acordado con flexibilidad y
responsabilidad. Permitir encuentros con el padre no custodio. Los hijos
menos afectados por la separación de sus padres son aquellos que están
contentos de vivir con el progenitor a quien han sido confiados y que
tienen la posibilidad de ver y oír al otro cuando lo desean; los que tienen
la sensación de no haber perdido a ninguno de sus progenitores.
Mantener lazos de comunicación flexibles y abiertos contribuye a hacer
manifiesto que la familia del niño perdura, a pesar de los cambios
introducidos, y aporta estabilidad a sus relaciones con el progenitor no
encargado de la custodia.
Adoptar actitudes serenas, optimistas, desprovistas de tensión y alegres
durante estas visitas por parte del padre/madre que no vive
habitualmente con el hijo.
No poner obstáculos físicos, ni barreras emocionales a las mismas por
parte del padre/madre que convive con él/ella.
Procurar que los hijos tengan oportunidades para relacionarse con otras
personas de distinto sexo y edad: profesores, vecinos, parientes,
amigos..., como cualquier otro niño; que pueda divertirse, formarse y
participar en actividades de ocio, cultura y deporte.
Mantener aspiraciones y expectativas saludables respecto a sus estudios
y ayudarle en las dificultades que pueda encontrar en el colegio.
Aplicar los principios que rigen la educación y el aprendizaje de
comportamientos sociales positivos y saludables respecto de uno mismo,
el grupo social en que vive, los proyectos profesionales y personales
futuros...
No aprovechar la situación de separación para sobornar, chantajear o
instrumentalizar emocionalmente a los hijos.
Controlar los intereses y las tensiones propias de los padres hasta donde
sea posible y dispensar el afecto y la atención que requieren los hijos,
siguiendo las rutinas de relación mutua que han predominado hasta
ahora o adaptándolas a las nuevas circunstancias. No involucrar a los
hijos en tensiones y conflictos propios de los padres que se separan.
Mantener el respeto y la consideración hacia el otro padre y hacia el
modo en que decida reorganizar su nueva vida. No desprestigiarlo ni
hablar injustamente de él/ella delante de los niños; no utilizar a los hijos
como mensajeros, cómplices, intermediarios o espías.
No cargar en los hijos, siempre que sea posible, responsabilidades de
mantenimiento de la casa que no les correspondan o que interfieran
negativamente en su desarrollo escolar o social: cuidado de hermanos,
trabajo...
No utilizar a los hijos como soporte emocional de los padres,
implicándoles en sus problemas personales más de lo debido o
solicitando de ellos consejo, orientación y apoyo en temas en que no
están preparados.
No permitir que el hijo instrumentalice la separación y chantajee a los
padres para conseguir objetivos que refuercen en él conductas
inadecuadas.
Fomentar la expresión de sentimientos y conflictos en el nuevo ámbito
familiar. Afrontar el enfado por la decisión que han tomado los padres.
Preparar a los hijos, en su caso, y explicarles las decisiones que puedan
tomar sus padres en relación con nuevas parejas. Ante hijos
adolescentes, sobre todo, tener en cuenta sus opiniones en los temas que
les conciernen, ayudarles a determinar sus propias necesidades y ofrecer
disponibilidad.
Aprovechar la eliminación de tensiones emocionales y fatiga psicológica
asociada a situaciones familiares de conflicto crónico y sistemático
anteriores.
Fomentar autonomía, independencia y optimismo ante la vida.
Utilizar los nuevos retos como oportunidades para ejercitar habilidades
de resolución de problemas. Las dificultades inherentes de la nueva
situación pueden servir para madurar, si están bien utilizadas.
Facilitar reflexiones y actitudes que ayuden a comprender el divorcio y
sus consecuencias. Afrontar la pérdida de la familia intacta y unida, y de
la presencia continuada de uno de los progenitores. Asimilar los cambios
que se van a producir en las relaciones entre padres e hijos a corto y
largo plazo. Tratar de comprender y aceptar con flexibilidad los nuevos
modelos de paternidad y de familia. En su caso, aprovechar la
experiencia pasada en el contexto de familias reconstituidas.
Solicitar la colaboración de los profesionales especializados cuando sea
necesario. Aprovechar las posibilidades que ofrecen los Grupos de
Autoayuda y los Centros de Mediación Familiar y los Grupos de
Encuentro.
Vicente Elustondo. Orientador.
1. ÁLVAREZ FERNÁNDEZ, Gloria y otros: Alumnos de padres separados.
FERE. Madrid, 1995.
2. MEDIAVILLA, Juan Luis: El lugar de los hijos en los procesos de
separación y/o divorcio. Colegio Virgen de Atocha. Madrid, 2008.
3. SACRISTÁN, Raúl y otros: La sociabilidad de hijos de padres separados.
Universidad Complutense de Madrid. Facultad de Psicología. Madrid,
1995.
4. VÁZQUEZ, Sonsoles y CASTELLS, Paulino: Mamá, papá, ¿por qué estáis
separados? TELVA. Madrid, 1997.
Descargar