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CARTA DEL EDITOR
Hay tarea y es de todos
Las elecciones del 14 de enero a la presidencia del Consejo General de la
Abogacía Española no cierran un período sino que abren una etapa de enorme
trascendencia, como explica en este
número el reelegido presidente, Carlos
Carnicer. Son tantos los temas de máxima importancia que están encima de la
mesa, que era oportuno reiterar ante los
poderes públicos la voz unida de la Abogacía. Ese paso ya está dado. Ahora se
impone consolidar el presente y estar
atentos ante el futuro, una tarea que no
es de una sola persona ni de un equipo,
sino de todos. Y esa llamada a la colaboración y al empuje común es la que ha
realizado el nuevo presidente. “Lo que he
pretendido en estos casi diez años y lo
que seguiré persiguiendo, dice también
Carlos Carnicer, es que los abogados de
Calatayud, de Ferrol, de Madrid y del
resto de España tengan todos las mismas
oportunidades y herramientas y las mejores condiciones para el ejercicio de la
Abogacía”.
Sobre la mesa de trabajo está también el
todavía pendiente Reglamento de la Ley
de Acceso a la Abogacía y la Procuraduría, detrás del cual no hay ningún interés
corporativo en limitar el acceso a la profesión. La Abogacía lleva cien años
reclamando una ley de acceso y España
es el único país de Europa en el que no
existe. Lo que la Abogacía quiere es que
haya abogados mejor formados, y por
tanto con más oportunidades de trabajo, y que los ciudadanos tengan la garantía
de que elijan al abogado que elijan, tendrá la preparación suficiente para
defender adecuadamente sus derechos y
libertades.
El reciente e importante dictamen del
Consejo de Estado, que reconoce expresamente la labor de mejora desarrollada
por la Abogacía institucional en el desarrollo del debate, reitera la importancia
de la formación y pone el acento en enfatizar que el acceso a ese curso debe ser a
través del Grado de Derecho y no por
otras vías, y respalda el papel de los Colegios o la importancia de las prácticas. La
Ley de Acceso garantizará mejores abogados y eso hará que también mejore la
Justicia en su conjunto. Retrasar la entrada en vigor de esta ley, que ya tuvo una
mora de cinco años, no sólo sería un fraude. Como dice Carnicer en este número,
sería “una estafa a la sociedad”. Necesitamos abogados bien formados para
negociar y prevenir, evitar o reducir los
conflictos, abogados especializados, abiertos a otros conocimientos y a la
internacionalización. Pero abogados
libres, independientes y sometidos a un
estricto código deontológico. La Ley de
Acceso garantiza esos mejores abogados.
Pero hay muchas más cosas. La futura
Ley de Servicios Profesionales, que posiblemente afecte menos a la Abogacía que
a otras profesiones, de la que hasta ahora
apenas se conocen intenciones, pero que
en todo caso se está cociendo sin escu-
char a los Colegios Profesionales, puede
ser una oportunidad para modernizar
estas instituciones o, por el contrario, una
apuesta por el “control político” de las
profesiones liberales. Y puede poner en
riesgo aspectos fundamentales que garantizan los Colegios como son la capacidad
técnica, la formación, la independencia
y la deontología de los profesionales. De
esa ley depende también en buena medida, el nuevo Estatuto General de la
Abogacía Española, que debe adecuar
plenamente la profesión a la realidad
social.
Y, como otra gran preocupación, uno de
los servicios públicos que mejor funciona en España y que algunos quieren
reducir, tratando de ignorar que lo que
se limitan son derechos fundamentales
de los ciudadanos y que a eso se van a
oponer siempre los abogados. Tenemos,
posiblemente, la asistencia jurídica gratuita mejor del mundo, aunque podemos
mejorarla y a ello estamos siempre dispuestos. Lo primero que hay que mejorar,
como dice el presidente de la Abogacía,
es “la compensación de los abogados y
abogadas que lo prestan” 24 horas al día,
365 días al año, pero nunca, añade, “se
pueden reducir derechos fundamentales
con la excusa de la crisis”.
Hay muchos más problemas,como la
puesta en marcha de la Nueva Oficina
Judicial, que también está creando algunos problemas de adaptación que nos
afectan, y hay que explicar claramente a
los profesionales, a los futuros abogados
y a los ciudadanos lo que queremos hacer.
Si lo hacemos bien, los ciudadanos serán
“los mejores abogados de los abogados”.
Hay tarea y es de todos. l
Febrero 2011 / Abogados 3
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