Los pobres, lugar epistemológico de Fe y Alegría

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Los pobres, lugar epistemológico de Fe y Alegría
Introducción:
En primer lugar, quiero agradecer la invitación de Fe y Alegría a formar parte de
este panel con un tema que, además de central en su misión, es de mi gusto. Me da la
posibilidad de saludarlos, de felicitarlos por los 50 años y de desearles lo mejor en la
apasionante tarea que tienen entre manos.
Voy a organizar el tema solicitado siguiendo este derrotero:
1.
2.
3.
4.
Todavía los pobres.
Los pobres, lugar social del Evangelio
El Evangelio según san Ignacio
Los pobres, lugar epistemológico o una espiritualidad encarnada
Mi intención es muy simple y espero cumplirla en el breve tiempo que se me
ofrece: mostrar la raíz evangélica de la opción, presentar la relectura ignaciana y ver las
consecuencias que ello tiene para una “espiritualidad encarnada”. De ese modo, me
acerco a textos fundantes para personas como el P. José María Vélaz, jesuita y
sacerdote, y planteo un estilo de estar en el mundo y en la Iglesia que da lugar a frutos
como los que ahora celebramos.
1. Todavía los pobres, “nuestra querencia irrenunciable”:
El objetivo de este primer punto es afirmar una convicción: los pobres son, dice
el documento de trabajo, “nuestra querencia irrenunciable, el lugar epistemológico de
nuestra comprensión del mundo y de nuestra propia identidad y el objetivo tanto de
nuestra acción educativa directa como de la acción pública para proponer
transformaciones en la educación y en la sociedad” (n. 18).
Afirmación que no es de ahora. Esta opción por los pobres tiene, en nuestro
continente, una ya larga historia conocida por nosotros. Las connotaciones de esa
opción así como la misma comprensión del término “pobre” han ido variando de
acuerdo a las circunstancias sociales, políticas o eclesiales de las últimas décadas del
continente.
El documento de trabajo se hace eco de esa evolución: “desde la diversidad de
nuestras experiencias hemos enriquecido y profundizado la comprensión de la pobreza:
nos hemos abierto a nuevas formas de pobreza y exclusión; nos hemos hecho más
presentes en la palestra pública para que nuestra acción educadora sea más eficazmente
transformadora” (nº 17).
Nuestra última Congregación General 34 (1995) lo expresaba de este modo: “La
promoción de la justicia tiene un carácter progresivo e históricamente evolutivo según
va afrontando las cambiantes necesidades de este y aquel pueblo, cultura y época”. En
esa línea, destaca como desafíos: la creciente conciencia internacional por los derechos
humanos (individuales, económicos, sociales, culturales, ecológicos), la mayor
1
interdependencia global, la protección del medio ambiente, la promoción de una cultura
de la vida. El cambio social no se reduce a la transformación de las estructuras políticas
y económicas “puesto que éstas tienen sus raíces en valores y actitudes socio culturales”
(CG 34, d. 3 Nuestra misión y la justicia, nn. 5-10).
En esta opción permanente por los pobres, Fe y Alegría no se encuentra sola. En
Principio y Horizonte de nuestra misión en América Latina (2002), los provinciales nos
dicen: “los signos de esperanza, la creencia de que un mundo mejor es posible, surgen
sobre todo de aquellos mismos que son víctimas de esos procesos. En esa línea,
destacamos las contribuciones de los pueblos indígenas y afro-americanos, de tantos
jóvenes sensibles a los nuevos problemas culturales y ecológicos, de mujeres que por su
proximidad al misterio de la vida son capaces de frenar la cultura de la muerte (que
tiene su germen en el empobrecimiento y la violencia), de desplazados, refugiados,
emigrantes que en sus nuevos lugares buscan afirmar su identidad” (nº 8).
Finalmente, reunidos en abril de este año en Florianópolis, la CPAL aprobó el
Proyecto Educativo Común que parte de la misma opción: “la opción por los pobres es
una característica de nuestra identidad; además de opción evangélica, es un compromiso
solidario urgido por la justicia y por el aumento de la pobreza en nuestros países”
(Identidad en la misión).
2. Los pobres, lugar social del Evangelio:
a. El “valor agregado”:
Antes de ser un lugar epistemológico, los pobres son y siguen siendo para la
Compañía de Jesús y las instituciones que promueve, nuestro lugar social. Desde ahí, y
con ellos, queremos seguir viendo la realidad de nuestro continente y actuando sobre
ella para producir conjuntamente justicia, paz, solidaridad.
En estos años no sólo ha cambiado la comprensión de la pobreza y de los pobres
entre nosotros. Ha cambiado también la comprensión de nuestra fe. En uno de los
párrafos más bellos de su documento programático, la CG 34 reconoce: “Nuestro
servicio, especialmente el de los pobres, ha hecho más honda nuestra vida de fe, tanto
individual como corporativamente: nuestra fe se ha hecho más pascual, más compasiva,
más tierna, más evangélica en su sencillez” (d. 2, nº 1).
No es posible, por ello, separar opción por los pobres y experiencia de fe. “No
hay posibilidad de que Fe y Alegría pueda mantener su espíritu y dinamismo sin una
continua profundización de esa fe en Cristo. La fe en Cristo les capacita y prepara para
estar a la escucha permanente de las necesidades más hondas que aquejan a los
desposeídos de este mundo, y les comunica la sensibilidad y sabiduría para generar
respuestas adecuadas.
Esta fe asumida les ha conducido a la opción por los pobres, como expresión
viva de esa vivencia. Esta no es una opción que nace de la sabiduría de este mundo, sino
que alcanza y nace del encuentro con Cristo en los rostros de los "Cristos pobres" de
nuestros barrios y nuestros campos. Dios se nos manifiesta en esos rostros que nos
llevan a preguntarnos constantemente con San Ignacio: ¿qué hemos hecho por ellos?
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¿qué hacemos por ellos? ¿qué vamos a hacer por ellos?” (P. Kolvenbach, respuesta a la
presentación de FyA en la UCAB, 2 de febrero de 1998). Opción, sí, pero opción de fe,
nacida del Evangelio, seducida por Cristo. Opción que marca una visión y una misión,
desde las cuales puede entrar en diálogo con quienes, desde otras motivaciones, desean
incorporarse a la tarea de educar con excelencia y equidad.
La experiencia de fe no es aleatoria en el trabajo educativo; aporta un valor
agregado. El mismo P. General en su “Alocución con motivo del 50º Aniversario del
"Instituto Técnico Jesús Obrero (Caracas, 8 de Febrero de 1998) dice lo siguiente: “hay
algo característico en nuestra práctica de la educación popular, que la distingue de otras
prácticas. La diferencia está en la mirada de la Trinidad al mundo, en la contemplación de
la Encarnación de los Ejercicios de San Ignacio: "Hagamos redención del género
humano" [EE.107]. Por la Encarnación, el Hijo de Dios asume la condición humana,
desde la realidad de un pueblo pobre y excluido y hace suya la causa de los pobres.
Este es el valor agregado que tratamos de añadir a nuestra práctica de la
educación popular. En definitiva, para nosotros la Educación Popular es una forma
concreta de hacer presente el misterio de la Encarnación en nuestro mundo. San Ignacio
tiene una frase curiosa en los Ejercicios, cuando nos hace pedir "seguir e imitar al Señor
Nuestro así nuevamente encarnado" [EE.109]. A este Cristo nuevamente encarnado lo
reconocemos fácilmente en nuestros barrios y por nuestras calles. Con estos nuevos
Cristos queremos identificarnos; a ellos queremos hacer llegar el mensaje liberador del
Evangelio a través de nuestra educación.
Tanto si trabajamos en la educación tradicional como en la popular; en la formal
como en la no formal o informal; en la escuela, en el colegio, en la educación técnica o
en la universidad, la educación de la Compañía debe estar ungida con el signo de los
pobres. De la misma manera que Cristo fue ungido por el Espíritu para dar la Buena
Noticia a los pobres”. Un breve recorrido por el texto evangélico nos puede ayudar a
comprender mejor esta afirmación del P. Kolvenbach.
b. La perspectiva de san Lucas:
Al evangelista Lucas le debemos una atención particular a los misterios de la
Encarnación y del Nacimiento.
Lucas construye su texto en dípticos: dos anuncios angélicos (a Zacarías y a
María); dos nacimientos; dos himnos. Este paralelismo subraya las diferencias: en el
segundo caso, el receptor del anuncio no es un hombre sino una mujer; la objeción no es
la de esterilidad o la vejez sino una opción libre, previamente determinada, de
virginidad; por ende, el embarazo no responde a una petición insistente (como el caso
de Zacarías e Isabel) sino aparece como pura iniciativa de Dios subrayada por el hecho
de que la concepción será obra del Espíritu Santo.
El anuncio no se produce en el santuario, junto al altar del incienso (recordemos
que Zacarías era sacerdote e Isabel descendiente de Aarón) sino en el lugar “donde ella
estaba” que la tradición ha interpretado como su casa e Ignacio, siguiéndola, como “la
casa o aposentos de ella”.
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En esta segunda parte del díptico, Lucas subraya, pues, a la mujer y su
protagonismo, la profanidad del espacio en que se produce la concepción inmaculada de
María y la iniciativa gratuita de Dios en esta acción. Una iniciativa que respeta, sin
embargo, la libertad humana. También en este caso funciona la contraposición: mientras
María acepta colaborar en esta acción salvífica, Zacarías muestra desconfianza, pide
garantías ante lo insólito del anuncio y su resultado es la mudez. Se queda sin palabra.
María, en cambio, procede con otra palabra: la del servicio. Se fue a casa de Isabel, se
quedó con ella tres meses y después volvió a casa.
Hay, pues, un movimiento de continuidad y contraste entre el anuncio del ángel
a Zacarías y el de María. Si bien, ambas concepciones son extraordinarias, en el caso de
Jesús tendrá matices particulares que Ignacio va a recoger desde su perspectiva en esa
actualización permanente (“ansí nuevamente encarnado”) que van a expresar estas
primeras contemplaciones de la segunda semana.
3. El Evangelio según san Ignacio:
Son contemplaciones muy importantes que contienen la petición propia de todos
los misterios de la vida de Cristo: “conocimiento interno del Señor que por mi se ha
hecho hombre, para que más le ame y le siga” (EE 104). Estas bina de verbos -amar y
seguir- que tanto gusta a Ignacio, se va luego explayando en otras: “seguir e imitar” (EE
109), “servir y seguir” (EE 130) para acabar en el “en todo amar y servir” de la última
contemplación (EE 233).
Son ejercicios en vistas al seguimiento de Jesús y a tomar decisiones, opciones
preferenciales. Recordemos que vienen inmediatamente después de la oblación en la
que el ejercitante ha expresado “quiero y deseo y es mi determinación deliberada...” y
que todas estas contemplaciones van dirigidas a “investigar y demandar en qué vida o
estado de nosotros se quiere servir su divina majestad” (EE 135).
Aparecen en estas contemplaciones (EE 101 – 134) tres interesantes
contraposiciones que expresan el modo ignaciano de entender la realidad:
a. “suma pobreza...para morir en cruz” - “infinita suavidad y dulzura”, son
expresiones extraídas de la contemplación del nacimiento, normalmente
asociada a sentimientos suaves, serenos, calmos. Ignacio, en cambio, parece
deseoso de extremar la dureza de la situación. El ejercitante debe contemplar
a la virgen “grávida cuasi de nueve meses”, considerar el camino que pasa
también “por valles y cuestas”, el lugar del nacimiento “cuan pequeño y
cuan bajo”. Añade al Evangelio el dato de José llevando un buey para pagar
el tributo. Todo esto “para que el Señor sea nacido en suma pobreza y al
cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de calor y de frío, de injurias y
afrentas, para morir en cruz...”. La cruz está presente desde el nacimiento (el
“escándalo del pesebre”). Sin embargo, el proceso no queda ahí. El
ejercitante debe llegar a experimentar “la infinita suavidad y dulzura de la
divinidad del ánima, de sus virtudes y de todo...” pero sólo después de que
ha repetido dos veces las contemplaciones y ha trabajado sus sentidos para
ser capaz de ver, en la crudeza de la realidad, la presencia del mismo Dios.
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b. “ la grande capacidad y redondez del mundo” - “particularmente la casa y
aposentos de nuestra Señora en la ciudad de Nazaret, en la provincia de
Galilea...” corresponden a un texto muy breve: la composición de lugar de la
contemplación de la Encarnación (EE 103). Aunque hay expresiones
similares que se repiten en otros momentos del texto, quiero subrayar el
mensaje ignaciano que en la concesión de la cita aparece aún más claro. Se
trata de lo que hoy llamaríamos “visión global – acción local”. Ignacio
proyecta en cinco líneas ese modo propio de entender la acción en bien de
los hombres que parte de una visión de conjunto (“la grande capacidad y
redondez del mundo”, “toda la planicia o redondez de todo el mundo llena de
hombres”, “la haz y redondez de la tierra y todas las gentes”) en función de
realidades o situaciones muy concretas y particulares (”la casa y aposentos
de nuestra Señora, en la ciudad de Nazaret, en la provincia de Galilea”).
c. “salvar el género humano” - “el niño Jesú”. Esta tercera contraposición es
más general y engloba ambas conemplaciones, Encarnación y Nacimiento.
Revela el “modo de proceder de Dios” para bien de los hombres, según la
visión ignaciana; el estilo de la salvación de Dios. De una parte, la Trinidad
se determina a “salvar el género humano” que va de caída en caída. La
humanidad no sale bien parada en esta situación: es una grande diversidad en
la que hay gente en guerra, llorando, enferma, muriendo, jurando y
blasfemando, hiriendo, matando y por todo ello, yendo al infierno. Frente a
tan tremendo panorama, la Trinidad decide: “Hagamos redención del género
humano”. Lo paradójico viene ahora. Ante este diagnóstico terrible,
catastrófico, lo que cabría esperar es una acción que se corresponda a la
gravedad de la situación, el envío de un ejército de ángeles por ejemplo. Sin
embargo, no es ése el modo de proceder de Dios. La salvación del género
humano tiene su lugar social: comienza a realizarse en “la casa y aposentos
de nuestra Señora, en la ciudad de Nazaret, en la provincia de Galilea” (EE
103), en un lugar apartado del rincón del imperio.
En resumen: estas primeras contemplaciones son fundamentales para la
espiritualidad ignaciana porque define dos puntos básicos: el “desde dónde” y el
“cómo” de la acción de Dios en bien de los hombres. ¿Desde dónde? Desde los pobres;
¿cómo? Al estilo de Jesús, quien, como nos aclara el himno de Filipenses, “siendo rico
se hizo pobre para enriquecer a los pobres”.
Son dos cuestiones inseparables: el “desde dónde” y el “cómo”. No se trata sólo
de trabajar “desde los pobres” sino de hacerlo “como Jesús”, al estilo del Señor. Cuando
esto se olvida y la tensión se diluye no será difícil que la espiritualidad se convierta en
espiritualismo desencarnado, lleno de palabras pero hueco de mordiente.
4. Una espiritualidad encarnada:
¿Qué significa hablar de “los pobres como lugar epistemológico”, expresión que
da el título a esta intervención? La palabra episteme tiene que ver con “ciencia,
conocimiento”. La epistemología estudia nuestros modos, procesos, condicionamientos
y aplicaciones del conocer para encontrar la verdad. Para nosotros, conocer la verdad o
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mejor, hacer la verdad remite a un camino y a una vida (Jn 14, 6), es decir a una
espiritualidad, a un modo de hacer presente la vida de Dios hoy en el mundo. Una
espiritualidad encarnada.
a. La verdad se hizo historia:
En primer lugar, para afirmar que hay una “verdad” insoslayable en esta opción
y determinación de la Trinidad en el modo de realizar la salvación. “Se reza a un niño
nacido en un establo. No cabe una mirada a las almas hecha desde más cerca, desde más
abajo, desde más en casa. Por eso es verdadero el pesebre: un origen tan humilde para
un Fundador no se lo inventa uno. Las sagas no pintan cuadros de miseria y, menos aún,
los mantienen durante toda una vida. El pesebre, el hijo del carpintero, el visionario que
se mueve entre gente baja y el patíbulo al final…todo eso está hecho con material
histórico, no con el material dorado tan querido por la leyenda” (Ernest Bloch, El
principio esperanza). El autor de este texto no es un hombre de Iglesia; procede más
bien de una tradición humanista marxista. Por ello, su afirmación conlleva aún más
valor. Si todo conocimiento se dirige a la búsqueda de la verdad, estamos ante una
verdad que da lugar a otros modos de percibir, conocer, valorar la realidad. Una verdad
histórica que no sólo es meta de conocimiento sino su condición de posibilidad.
b. Una realidad cruda y dura:
Los énfasis ignacianos en los aspectos más duros nos impiden toda idealización
o romanticismo ante el mundo de lo popular. Un teólogo norteamericano, Robert
Schreiter, en un trabajo sobre la reconciliación, habla de los diversos pecados contra la
alteridad que nos impiden un encuentro auténtico con el otro tal como éste es. La
idealización (los otros son buenos), la satanización (son malos), la homogenización (son
todos iguales)... forman parte de las estrategias que nos terminan alejando de una
comprensión adecuada de realidad, particularmente aquellas más duras o complejas.
La aceptación de la crudeza de la realidad y la experiencia de ella es,
paradójicamente, el único camino para “conocer” la realidad tal como es y también para
experimentar su “suavidad y dulzura”, es decir, todo aquello que tiene de bueno, de
bello y de verdadero pero que no aparece sino cuando “el barrio se nos pega”, en
lenguaje del P. Vélaz.
c. La profanidad de la realidad:
Dios decide entrar en la historia del hombre: de todos los hombres y de todo el
hombre. Según la más clásica teología, a la Iglesia, “experta en humanidad”, nada de lo
humano le es ajeno ni queda fuera de la salvación porque lo que no es asumido no es
redimido. Toda la realidad es espacio de la acción de Dios. También la realidad que
tiene que ver con la educación de las personas en el ámbito público o privado.
Esto no autoriza, sin embargo, a saltarse las normas propias de estos ámbitos
como ya nos lo recordó el Concilio al hablar de la autonomía de lo temporal. Por el
contrario, una espiritualidad encarnada respeta esas normas, sus procesos y sus ritmos
sin por ello refugiarse en espacios o tiempos sagrados, en paralelo o desligados de la
historia real de las personas.
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d. Una opción por lo marginal:
Una espiritualidad encarnada no sólo opta por los pobres sino que revisa y
actualiza permanentemente su contenido en función de los cambios históricos y
sociales. Mantiene el eje vertebral: el desde donde y el cómo. Los más pobres, situados
en el margen, se mantienen siempre como criterio de opción. Decidir, optar, como
resultado de un proceso de conocimiento, de ponderación de alternativas diversas, de
discernimiento. Dice el P. Kolvenbach: “Sólo cuando la contemplación nos identifica
con Cristo pobre que se ha identificado a sí mismo con los más desprovistos…se
realizan las opciones necesarias en nuestro modo y estilo de vida”. El documento de
trabajo, en esta misma línea, recoge también la experiencia de Fe y Alegría: “La
cercanía afectiva y efectiva al mundo de los pobres…ha dado a Fe y Alegría un lugar
epistemológico privilegiado…para conservar la sensatez y capacidad de discernimiento
en medio de los naturales -¡y enriquecedores!- debates internos” (nº 14).
e. La tensión: componente inevitable
Finalmente, una espiritualidad encarnada sabe que la tensión es parte de la vida
y el motor de su desarrollo. Lo hemos visto en Ignacio. Visión global y acción local,
extrema dureza e infinita suavidad, diagnóstico universal y opción marginal pueden ser
polos que se sostienen sin anularse; por el contrario, generan dinamismo para el
presente (“nuevamente encarnado”) y para el futuro (“investigar y demandar en qué
vida y estado se quiera servir de mi su divina majestad”).
El modo de vivir la tensión y la capacidad de sostenerla es fuente de audacia e
iniciativa apostólicas. Dice el P. Kolvenbach hablando de la Compañía: “Toda su
radicalidad apostólica se expresa en el vigor con que vive como creadoras las tensiones
que provienen de su fidelidad a Dios en su fidelidad a los que están en el mundo. Su
visibilidad no puede fundarse en rupturas radicales con el mundo, sino en una presencia
viva que habla y actúa, exponiéndose a las angustias y contestaciones de quienes están
en el mundo, solidarizándose con ellos en sus alegrías y tristezas, esperanzas y
sufrimientos, en el nombre de un Señor que con un amor casto, pobre y obediente los ha
amado hasta el extremo.
Por Él y por ellos sobrellevamos estas tensiones que deben hacer creativa y
fructuosa nuestra vida en misión, pero que pueden fácilmente paralizarnos o desunirnos
si no nos atrevemos a tomar como nuestras las cuestiones planteadas por el mundo y las
dudas con las que sufre el pueblo de Dios, y si no las afrontamos para discernir los
comportamientos que se han de seguir y las opciones que se han de tomar” (Alocución
Loyola 2000).
Una espiritualidad encarnada permite una clara opción por los pobres sin por
ello excluir a todos los sectores sociales en la construcción de un proyecto de nación;
que se preocupa por reforzar la representación política de los marginados en un esfuerzo
por generar plataformas de diálogo equitativo y realmente democrático; que apuesta a
un proyecto educativo de país, afirmando la educación como bien público sin caer en la
estéril confrontación entre educación pública - educación privada.
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Conclusión: la espiritualidad encarnada como utopía divina
El P. Vélaz en una de sus últimas cartas desde el Masparro dirige una oración a
Dios: Le pido a Dios, finalmente, que Fe y Alegría nunca abandone la utopía divina de
la caridad y que los sueños de amor y de servicio a los Más Pobres sean la columna de
fuego que nos guíe en el desierto..." (16-IV-85).
Los más pobres como “columna de fuego” que guíe la “utopía divina” de Fe y
Alegría en el desierto. La expresión aparece en Exodo 13 en un contexto de particular
significación para el pueblo elegido. Dios se ha determinado sacar al pueblo de Israel de
Egipto – tierra de esclavitud- para darle una tierra de “leche y miel”, la “utopía divina”
en palabras de Vélaz.
Pero Dios no se engaña, sabe que el camino será difícil. Se debe cruzar el
desierto y en él aparecen todo tipo de obstáculos: por ejemplo, los filisteos. Dios
conduce al pueblo por el camino más largo para apartarlo de estas tribus no vaya a ser
que, al verse atacado, el pueblo se arrepienta y desee regresar a los ajos y cebollas de
Egipto. Sabiendo de las dificultades, Dios se coloca al frente del pueblo, “de día en
columna de nube para guiarlo por el camino, y de noche en columna de fuego par
alumbrarlos de modo que pudiesen marchar de día y de noche. No se apartó del pueblo
ni la columna de nube por el día ni la columna de fuego por la noche” (Exodo 13, 1722).
Vélaz tampoco se engaña y sabe que el camino de una educación de excelencia
para los más pobres, como derecho y bien público, que derive en autonomía y
participación política…tiene muchas dificultades. Ustedes las conocen mejor que nadie:
los problemas económicos, las trabas burocráticas, los celos de la administración, las
diferencias internas, etc. La tentación de volver atrás o de perderse en debates sin futuro
es siempre una posibilidad. El criterio final es ese Dios “nuevamente encarnado” en
medio de sus pobres que continúa aportando energía a esta obra fecunda.
Ernesto Cavassa, S.J.
Noviembre 2005
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