cuando los pies se pegan al suelo

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CUANDO LOS PIES SE
PEGAN AL SUELO
Dr. Valentín Mateos, neurólogo
Coordinador del Servicio de Neurología del Centro Médico de Asturias y Jefe de Servicio de la Unidad Integral de Neurología de la Clínica La Luz, en Madrid
Los motivos por los que una persona de tercera
edad camina mal pueden ser muy variados. Los
más comunes son los de naturaleza osteoarticular, esto es, en relación a problemas en los huesos y articulaciones implicados en el mecanismo
de la marcha (columna, caderas, rodillas, pies), en
general por efecto de una artropatía degenerativa
(la popular artrosis). En otros casos el problema
no está tanto en la estructura física o armazón del
“edificio” como en su “abastecimiento energético”.
A modo de ejemplo, esto es lo que sucede en la
“claudicación intermitente”, entidad que conllevapara quien la sufre, la necesidad de detenerse cada
cierto trecho (“enfermedad del escaparate”) como
única forma de aliviar el dolor que aparece en las
pantorrillas a consecuencia de la isquemia (falta de
riego) secundaria a una arteriosclerosis subyacente.
En una tercera categoría, incluiremos aquellos en
los que el fallo está en los “circuitos eléctricos” del
edificio, esto es, en las estructuras encargadas de
transmitir las órdenes desde el computador central (cerebro) a los encargados finales de ejecutarlas
(músculos y articulaciones). Englobaremos aquí todas las etiologías (causas) neurológicas, que pueden
ser debidas tanto a fallos en el propio ordenador
central (enfermedades primariamente cerebrales)
como a problemas en el cableado distal (enfermedades medulares, polineuropatías, …). El título
de esta colaboración, “cuando los pies se pegan al
suelo”, ya orienta al lector sobre la patología que
abordaremos, la enfermedad de Parkinson.
Descrita en el año 1817 por el médico británico
James Parkinson, la enfermedad que hoy lleva su
nombre es, tras la de Alzheimer, la segunda patología neurodegenerativa más frecuente en el mundo occidental. Se estima que en España hay unos
150.000 afectados (a un ritmo de unos 10.000
nuevos diagnósticos al año). La edad media de
inicio de los síntomas está entre los 60-70 años,
aunque algunos pacientes desarrollan la enfermedad en épocas más precoces de la vida. Su etiología (causa) sigue siendo aún motivo de estudio y
discusión. Como en muchas otras enfermedades,
posiblemente la combinación de factores genéticos
(predisposición individual) y ambientales representen el mecanismo de ignición de la enfermedad, en
gran medida edad-determinada.
En la práctica clínica, el diagnóstico de enfermedad
de Parkinson no suele conllevar mayores problemas
para el neurólogo,incluso a veces puede hacerse a
simple vista. Así, es característica la inexpresividad
facial de las personas afectadas, el parpadeo escaso,
la presencia de un lenguaje monocorde (en casos
avanzados difícilmente comprensible), una lentitud
generalizada en sus movimientos, una postura corporal típicamente en anteflexión (paciente encorvado hacia adelante) y una marcha también característica, con pasos cortos (en fases más avanzadas
con arrastre de pies), ausencia de braceo, lentitud
en los giros y puntuales bloqueos, bien al iniciar la
marcha o bien al intentar atravesar sitios angostos
(puertas o similares).
Estos hallazgos exploratorios pueden aparecer también en otras patologías que, aunque parecidas a la
enfermedad de Parkinson, no lo son en realidad.
Es lo que conocemos como “parkinsonismos”,
de los cuales el vascular (en general producido por
microinfartos cerebrales múltiples) y el farmacológico (en relación a fármacos habitualmente utilizados
para procesos psiquiátricos o para otros más banales como los “mareos” y el vértigo) son los más comunes en la tercera edad. La simetría exploratoria
(en la enfermedad de Parkinson auténtica los datos
son más floridos en una parte del cuerpo que en
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otra), la ausencia de temblor, el neto predominio
del problema en la mitad inferior del cuerpo, las
caídas precoces y la pobre o nula respuesta a la
medicación base de la enfermedad de Parkinson (la
levodopa) suelen ser las pistas en las que fundamentar la sospecha diagnóstica.
El tratamiento base de enfermedad de Parkinson
viene representado por la levodopa (que en el organismo se convertirá en dopamina, neurotransmisor deficitario en el cerebro de estos pacientes
con una respuesta en general muy positiva durante
los primeros años de evolución. Con el paso del
tiempo serán necesarios múltiples ajustes de dosis,
asociaciones de fármacos o recurrir a técnicas neuroquirúrgicas. El objetivo último por parte del médico es que el paciente mantenga la mayor y más
completa autonomía posible. Este tratamiento no
debe terminar en la consulta del neurólogo en tanto muchos pacientes se beneficiarán de la intervención, puntual o continuada, de otros profesionales
de la salud (logopedas, terapeutas ocupacionales,
fisioterapeutas, neuropsicólogos). Este aspecto ha
sido bien percibido por los pacientes y las asociaciones que los representan que
han montado
dispositivos
asistenciales en
los que ofrecer
a sus afiliados
estas prestaciones, siempre
útiles en tanto
complementarias, que no
alternativas,
al tratamiento
farmacológico
propiamente
dicho, hoy por
hoy imprescindible.
Imagen típica de un paciente parkinsoniano (escasa expresividad facial, cuerpo inclinado hacia adelante, brazos pegados al
tronco y paso corto, con puntual arrastre de los pies).
Estudio DATscan que muestra las diferencias entre un individuo normal (izquierda) y un paciente con enfermedad de
Parkinson (derecha) en el que se aprecia una pérdida (depleción) dopaminérgica en algunas estructuras cerebrales claves
en esta patología (ganglios de la base).
LOS 10 MANDAMIENTOS
PARA PREVENIR CAÍDAS EN EL
DOMICILIO
t Quitar alfombras o asegurarlas fijándolas al
suelo.
t Mantener los suelos siempre secos y en la
cocina evitar los restos de grasas o aceites.
t Evitar muebles u otros obstáculos en los
pasillos.
t Eliminar cables en los suelos.
t Iluminar bien los pasillos, en especial el
trayecto del dormitorio al baño, incluso
manteniendo una “luz de noche” en ese
trayecto.
t Colocar abrazaderas y pasamanos en áreas
de tránsito y escaleras. Igualmente barras
de agarre junto al inodoro y en la bañera.
t Utilizar calzado antideslizante y con agarre
firme al pie, evitando las “pantuflas”.
t Ayudarse de bastón o, si es el caso, utilizar andador para desplazarse en el propio
domicilio.
t No levantarse bruscamente desde la posición de sentado y, especialmente, desde la
de acostado.
t Evitar coger objetos situados en altura. Los
de uso más común colóquelos en los muebles a la altura de la cintura.
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