Principios Básicos del Proceso Penal Oral “Visión histórico-crítica.” Desgrabación de la Conferencia a cargo del Dr. Leopolodo H. Schiffrin Organizado por los Institutos de Derecho Penal y Procesal Penal. Jueves 8 de Noviembre de 2001 Desnaturalización de los principios básicos del Juicio Oral. - Los conceptos de oralidad, contradicción, y publicidad. En general, nuestro proceso se dice público, acusatorio, contradictorio, y ello implica los resultados lógicos que emergen de estas situaciones. Pero también es cierto que en la práctica federal se ha desvirtuado mucho esta serie de preceptos, tanto por deficiencias del Código, como por deficiencias de los propios sujetos actuantes: jueces y partes. Es decir, lo que se juzga como parámetro ideal es un perfecto acusatorio consistente en un proceso donde no exista un expediente que domine la causa, porque esto pone en riesgo de desaparición los cuatro postulados que vamos a tratar, ya que todo se reduciría a un examen del mismo, que desvirtuaría el juicio garantista. Tal es el caso de la República de El Salvador que, cuando por allí estuve estudiando el sistema, comprobé en oportunidad de un juicio por jurados que: el juez estaba en su escritorio; el imputado (que de haber estado se habría colocado) en frente de él; y luego los secretarios, abogados defensores y fiscales. Pero los testigos no estaban y el imputado no pudo ser habido a la audiencia por dificultades de transporte, y todo el proceso se redujo a que el fiscal diera lectura del expediente, y a que el defensor contradijera en base a otra declaración que obraba en el mismo expediente y que, por supuesto, era opuesta a la recientemente leída, y a que el juez, mientras esto, firmara el despacho. Por ello es necesario que las partes y el tribunal conozcan el expediente y no se llegue a esta situación. - Oralidad El juicio oral conlleva un proceso de esa naturaleza, es decir, oral. Pero aquí, cometiendo un gran error se ha creído que no debe ser registrado. Y a esto se suma la inexistencia de una disposición procesal que mande protocolizar todo lo que se pueda del debate, porque luego la memoria suele fallar, y nos obliga a apelar a la del secretario dejando la suerte del proceso en mano de factores humanos incontrolables. No se entiende porque ha escapado una cuestión tan elemental a nuestros codificadores. Esto, en países con una tradición procesal oral arraigada, no acontece. Allí, el sistema de la oralidad actuada se ha llevado a sus máximas consecuencias y por ello se guarda celoso protocolo de todo lo vertido en la audiencia. Lo contrario (que es nuestra situación), implica frustrar el derecho de apelación de antemano y de forma total. Así, estando en Inglaterra, noté como ante la corte criminal en el castillo de Lincoln, dos secretarios con la vestimenta que la ocasión impone, tomaban celosa nota de todo por medio de sistemas de taquigrafía especial, tales como aquel (utilizado en varios países) que convierte automáticamente los signos taquigráficos en palabras por ante monitores en el estrado de los jueces, de manera que ellos mismos van corroborando lo que está ocurriendo, sin necesidad de tomar apuntes y así se hace mas fácil la tarea del juez al momento de preguntar, por la razón de sus dichos, al testigo o perito que deponga. En nuestro país hay una enorme confusión, porque, “juicio oral” no significa que por ello no vamos a registrarlo, sino mas bien que la regla es la exactamente opuesta. - Publicidad. Este punto tiene el interés de que cuando más se filmen los juicios, y más se transmitan, mejores serán los resultados. Esto es así, incluso en la Biblia, donde el juicio público, que tiene una raíz sacra, se realiza en las puertas de la ciudad. Por ejemplo, hallamos los antecedentes en expresiones como la del profeta Mohs: “estableced justicia en vuestra puerta”, indicando la locación del tribunal en un lugar donde todo el mundo lo viera. Lo mismo en la civitas Romana o en la polis Griega. La publicidad es la visibilidad del juicio. Esto es importantísimo porque así todo el que toma parte en él se siente controlado. Y, por si fuera poco, podemos decir que el rito es un reaseguro de la publicidad. Tanto es así que en lugares como Inglaterra el sentido del rito conserva las características que en la antigüedad le eran propias. Así, son importantes a modo ilustrativo, las reverencias de que son objeto los jueces por parte de los abogados al retirarse de la sala de audiencias; los vestidos de rigor, etc. En cambio, nuestros tribunales tienden a cerrarse mucho sobre si mismos, y ello quita poder de convicción al rito y, por consiguiente, afecta la publicidad. Por supuesto que todo depende del interés que el juicio concite en la sociedad, porque es este interés el que transforma la publicidad en una garantía. - Contradicción y principio acusatorio. Estos principios, me suscitan ciertos reparos, a saber: Un juicio contradictorio perfecto, es decir, aquel en donde alguien sustenta una pretensión y otro la rechaza, concibe al juez como un árbitro; un personaje meramente técnico que presencia un combate judicial; un duelo, en donde su intervención se limita a observar si las reglas del juego están siendo cumplidas y, en su caso, hacerlas cumplir y luego “que gane el mejor.” Lamentablemente, esta concepción alumbrada por Rudolph von Ihering en su libro “La finalidad del derecho”, está bastante arraigada entre nosotros. Anotaba el autor, que el juez es la contracara del jurado en el sentido de que éste es un cuerpo de legos con emociones, y aquel es un aplicador del derecho que por fuerza de la dureza que la carrera judicial implica, ha perdido toda capacidad de asombro y conmoción. Así, la emoción y el afecto son los enemigos del buen juicio de los magistrados. Esto es un punto bastante cuestionable. No creo que existan tales jueces. Lo que sí existen, son seres humanos dotados de la investidura judicial que simulan no tener sentimientos. Pero lo cierto es que, por ser humanos, están, como todos, cargados de prejuicios, de sentimientos. Y este actuar autómata se ha dado en llamar objetividad, pero es claro y natural, que como manifestación de imparcialidad, no existe tal cosa. Entonces, la misión del juez, no se puede definir en términos de un arbitro imparcial, simplemente porque el juez no es un árbitro. El es un actor como todos los que intervienen en el proceso, y este proceso es un intercambio, una actuación. Ser juez quiere decir defender al mas débil, de acuerdo al sentido bíblico del vocablo. De ahí que se llamara juez a Sansón, por ejemplo, significando con ello que es juez quien se levanta contra la opresión, quien se alza con indignación, por lo que es imposible que el juez no se comprometa con la causa y adopte el papel de mero observador. También en la Biblia dice: “Dios viene a juzgar la tierra”. Esto corrobora y afirma lo que venimos diciendo. El papel del juez (Dios en este caso) no es estático; no viene a sentarse para oír alegatos, viene a “pelearla”. No es desacertado decir, como alguien lo ha hecho con anterioridad, que lo que el juez necesita, mas que saber derecho es tener capacidad de indignación. Valga la misma reflexión para todos los operadores del sistema procesal y del sistema jurídico en general. Ahora bien, esta posición activa que propugnamos reconoce dos limites fundamentales: La relación del juez con alguna de las partes, mas allá del proceso en cuestión, o un vinculo anterior con el asunto. El voto del juez que ya emitió su opinión con respecto al mismo caso de manera definitiva o semi definitiva. (Por ejemplo en el caso de un tribunal que juzga un hecho, y luego alguno de sus integrantes es llamado a integrar el superior que decidirá sobre el mismo caso, en oportunidad de un recurso). Estos son los sentimientos que no deben entrar en el proceso; los que comprometen al juez. El Código Procesal de la provincia de Buenos Aires, a diferencia del Nacional se ha enrolado en esa tendencia que criticamos, limitando las facultades de los jueces de los tribunales orales a un derecho de pregunta complementaria. Esto, como forma de ordenar el proceso está bien; pero en la verdad de las cosas impide y obstaculiza su carácter dialógico. El proceso esta ligado al descubrimiento de la verdad; de la “verdad” con mayúsculas lo que, por lo general, ocasiona desconfianza y rechazo porque esta idea de “verdad” está ligada al antiguo tema de la confesión; así es que lo relevante no es saber una “verdad” las mas de las veces imposible de reconstruir, sino que lo que realmente importa es sólo cómo ocurrieron y se desenvolvieron los hechos. Ello es así porque, normalmente, el material con que se llega al proceso está preparado de manera tal que no se sepa cómo ocurrieron los hechos. Esto se ve en la practica diaria de los tribunales federales, donde los jueces comprueban que no les es asequible el conocimiento de los hechos, sino a fuerza de preguntas y repreguntas, y de hablar con las partes. Se demuestra así que no hay que entrar en un esquema de pasividad que criticamos, y que coloca al juez como observador de la cuestión. Porque todos deben tratar de aportar datos para resolver lo que sea del caso de acuerdo a la necesidad que tenga cada uno de encontrar algún grado de reconstrucción del hecho para sustentar su pretensión a través de testimonios, u otro medio de prueba. Creo, que el proceso no puede dividirse en función de roles, pasivos por un lado, y activos por el otro, sino que todos tienen que ser activos en el marco de un dialogo abierto e informal que nos permita llegar a conocer como fue el hecho y, a su vez, mantener incólumes las garantías. Así habrá una especie de aflojamiento que propicie un marco para el trabajo en común, que es infinitamente mejor de lo que a diario son las audiencias. Incluso esta participación tiene la virtualidad de mejorar las condiciones de legitimación desde que favorece la intervención de todos los involucrados, la del imputado incluida, lo cual puede ser a su favor. Ahora bien: personalmente, no estoy a favor de los interrogatorios al imputado; es mas, nunca los he hecho porque soy de la idea de que toda materia que tienda a provocar una confesión es inconstitucional, o bien, es rayana con ese supuesto. - El expediente que amenaza con absorber el proceso Es conveniente que echemos una mirada al sistema Italiano, que es en donde mas se observa la evolución del sistema de la Europa Continental, que tiene a su vez, rasgos del sistema anglosajón. El modelo italiano establece tres momentos en el juicio penal (en sentido lato): el primero es el da la primera comparecencia del imputado (después de que ha sido detenido por el ministerio público), por ante el juez, donde ese ministerio propone que el juez dicte el arresto en base a una serie de constancias que obran a favor de esa posibilidad, que son pruebas elementales y simples. Entonces, habiendo algún fundamento se puede dar la orden judicial para el caso. Apresurémonos a decir desde ya que en este ordenamiento, el Ministerio Publico Fiscal no es un órgano instructor propiamente dicho, sino que es mas bien un órgano pesquisidor de tipo policial cuyas decisiones son ad referéndum del juez, por lo que no puede juntar prueba que pudiere ser usada en la audiencia, sino solo antecedentes para si mismo, para decidir si va o no a ejercitar la acción publica. Así es que mientras el fiscal junta pruebas, debe rendir cuentas permanentemente al juez, porque de lo que se trata es de evitar la concentración de poderes y mantener el equilibrio entre fiscal y juez. También el defensor tiene un papel activo porque tiene que estar desde la realización de los primeros actos. El fiscal puede también interrogar al imputado, pero solo de manera informal. El interrogatorio formal lo hará - si cabe -, el juez. Y digo “si cabe”, porque al momento de ser llevado ante el juez, este le preguntará si quiere manifestar algo, y el imputado puede tomar o rechazar la oferta. Observamos entonces, que toda producción de prueba hecha por el fiscal debe estar judicializada, para tener validez. Es decir, necesita la intervención del magistrado y su protocolización, de acuerdo sistema que los italianos llaman: de las “incidencias probatorias de la investigación preliminar”. Ahora bien, en Argentina, el principio es el totalmente opuesto. Se ha convertido al fiscal en juez, lo que es contrario a derecho. Asimismo el Ministerio Publico Fiscal es tan poderoso que la gente común no puede distinguir entre un juez de instrucción y un fiscal. Y es de esa manera como, en la investigación penal preparatoria, produce constantemente pruebas, y hacen un juicio en forma inquisitiva, y después, como decía Carrara, en expresión figurada e irónica: “El juicio será excelente, porque permitirá que en publico sea revisado el expediente”. Ciertamente estamos en un momento donde la gente (los operadores) parece haber olvidado la necesaria separación de roles; y que el control es fundamental en orden a proteger las garantías, por lo que el proceso tiene que contar necesariamente con órganos diferenciados. “ Le pouvoir arret le pouvoir”. (El poder frena al poder) Luego, viene la segunda etapa, (esta es una institución fundamental y muy antigua), donde el fiscal quiere acusar, quiere citar a juicio. Y, para esto, deberá ocurrir ante otro tribunal, para explicar en audiencia pública, por qué él quiere iniciar la acción pública; con qué elementos cuenta como afirmantes de su petición; que indicios lo mueven, etc. Acto seguido la defensa contestará, y hasta es posible que ambas partes propongan la producción de prueba de lo que sea necesario para llevar a convencimiento al juez en orden a que decida si habilitará o no el proceso (di batimento). En esta audiencia deben producirse todas las pruebas. No se incorporan pruebas por lectura (testimonios, pericias), a menos que se trate de una imposibilidad de asistencia del perito o testigo. La prueba que vale es la que se produce en la audiencia, ya que es mas asequible a todos, distinto a lo que acontece con la lectura, por ejemplo de los dictámenes. Y lo cierto es que todos lo que intervienen en el juicio están obligados a entender, y para ello, nada mas importante que presencia física del deponente, que puede explicar mejor las cosas. En el derecho Inglés, conservado en el derecho federal Norteamericano, se miraba el proceso como un acto de gran riesgo para el imputado, ya que estaba en peligro su integridad física. Se trataba de una situación muy delicada para confiarla a la voluntad de una sola persona, por lo que se recurría a la institución del jurado, conformado entonces por veinticuatro personas. Se llamaba al fiscal para que accione en virtud de la carga de juicio con todos los documentos que hubiera podido recolectar hasta el momento y se los certificaba por escribanos o jueces de paz, para sustentar su bill ( derecho a la acusación). Notemos que el defensor no cuenta para nada en esta representación del proceso que es de tono fuertemente inquisitivo. Así las cosas, el debate se reducía a la argumentación del fiscal por ante el jurado, y si este quedaba convencido lo manifestaba por medio de la escritura detrás de los documentos acusatorios, de la palabra “True” (verdadero), o “Not True”, para el caso contrario. Hoy en día este sistema ha desaparecido a favor de una institución muy parecida a la Italiana, que acabamos de describir. El caso francés es de notar. Ellos, luego de la revolución, pasaron sin mas, al sistema inglés que, por cierto, no les funcionaba muy bien. Entonces, al momento de redactar el Código de instrucción criminal, había una tendencia fuerte a suprimir el jurado. Y por influencia de Napoleón, se optó por un sistema mixto de acusación e inquisición, manteniéndose el jurado para la condena, e instituyéndose una cámara de jueces profesionales para la acusación. Lo que debe quedar claro es que si hay una pieza fundamental en el proceso, es la etapa intermedia; el momento en que se arma el juicio y nace la posibilidad de que pueda terminar. Aquí reside la importancia del juicio abreviado por que si, hecho el previo debate rodeado de todas las garantías y con los elementos fundamentales que señalamos más arriba, las partes llegan a la conclusión de que no vale la pena seguir con la cuestión, y a eso sumamos que la pena que se ha pedido no es alta, ahí puede terminar el juicio. Por otro lado, la etapa intermedia sirve como “gran colador” de causas, habida cuenta de que los juzgados están atestados de trabajo. El fortalecimiento de la etapa intermedia, como es el caso italiano, le permite tener un sistema de juicio abreviado sin mayores reproches. Su oportunidad es esa, la etapa intermedia, y es por lo demás muy sencillo y corto. Mención aparte merece el caso de flagrancia en el Código de Procedimientos Italiano donde se ha suprimido la “indagilli preliminari” (investigación preparatoria), porque se supone que el fiscal ya cuenta, por ser tal el caso, con todos los elementos, por lo que se va directamente a juicio. Aparte, en esos casos, la investigación podría constituir un tormento innecesario que afecte las garantías del imputado. De todas formas estas instituciones se encuentran lejos de ser aplicadas con todo su rigor. - Los riesgos y la verdadera importancia de las incorporaciones por lectura Hay que eliminar toda confrontación del testigo, con cualquier declaración suya anterior, así sea de las que toma el magistrado de instrucción. Ayudan a esto las disquisiciones de Carrara, sobre el delito de falso testimonio: Se preguntaba, el autor, si este delito puede cometerse antes de audiencia, y llega a la respuesta negativa dado que el testimonio que tiene valor es el de la audiencia, entonces no habrá interesado todo lo que anteriormente dijo, beneficie a quien beneficie o perjudique a quien perjudique. El testigo es testigo porque declara en la audiencia. No antes. Pero la ley no es terminante al respecto. No quiere decir esto, que las declaraciones escritas carezcan de valor. Ciertamente lo tienen y es grande cuando el testigo no puede ser habido por cualquier razón. Es decir, que funcionan justamente como una medida de prevención o aseguramiento de una prueba que se podría perder, y a la vez son el fundamento de alguna medida de coerción. Pero si tenemos al testigo sano y bueno, y ante nosotros, entonces no habrá porque confrontarlo con lo que dijo antes. Como todos sabemos, la justicia penal nuestra está acostumbrada a funcionar sobre la base de testimonios tomados por personal policial, que agrega (interpretando) a la declaración lo que les parece del caso. Prestemos atención al ejemplo del metalenguaje policial. Este es de difícil acceso para el común de la gente. No lo puede hablar nadie y, muchas veces, ni ellos mismos. Y sobre esa base se redactan las declaraciones que se leerán en juicio, y ahí se le hace ratificar lo que dijo al testigo, cuando en realidad, lo que dijo dista de ser lo que esta escrito. Todo esto no puede tener valor alguno. La única forma de saber algo de lo que el testigo conoció, es la confrontación directa porque si se sigue con el sistema que combatimos, el testigo siempre tendrá que cuidarse para no contradecir su anterior declaración. El juicio oral en serio, tiene que fundarse en la confrontación y el dialogo procesal en el sentido mas auténtico entre todos los actores. Lo mismo vale para las pericias. Solo deberían incorporarse por lectura cuando el perito no pueda razonablemente asistir a la audiencia. Nótese la importancia de lo que venimos diciendo: muchas veces, la condena dependerá de un “papelito” que escribió un agente de policía, y que habremos incorporado por lectura. Procesalmente hablando, esta es una excelente oportunidad que tiene el defensor para oponerse. Eso es lo que yo haría. Jamás aceptaría tal tipo de incorporaciones. Así evitaríamos que se “cuelen” pruebas escritas que no presentan un sustento fáctico. No olvidamos, por ello, que el proceso oral es en realidad un proceso escrito, en el sentido de que se protocoliza. Cuanto con mas integridad, mejor, porque eso permite fundar mejor las sentencias, y una eventual adecuada revisión - Tiempo para la preparación de la defensa. Esta es una cuestión que yo llamaría “etérea”, porque la defensa es un asunto que se va preparando en el diálogo procesal; surge en él, y es el diálogo mismo. Las conclusiones finales del juicio no son mas que un resumen de lo dicho en él después de que, en un primer termino, se delinearon la acusación y la defensa, y se edificó el dialogo procesal. Así mismo, en el caso del juez anglosajón, él mismo esta obligado a hacer su resumen; su conclusión; la manera en que ve la causa, cosa que no acontece en nuestro derecho y coloca a los jueces en una posición sumamente cómoda. Pues bien. Esta conclusión del juez anglosajón, viene de un único lugar posible: el protocolo. Además debe estar fundada en un sistema de prueba que no es el de la libre convicción, sino que la misma ley indica las reglas de mensuración genérica y especifica de las pruebas que deben producir convicción en el juez, a modo de: “está si..., está no...”. En un sistema de libre convicción, todas las etapas del proceso podrían “pasarse” graciosamente con un solo testigo que fuera a la vez denunciante, y se llegaría a la condena con la sola denuncia, lo que no puede ser de ninguna manera. En primer lugar diremos que el sistema de la libre convicción es el resultado de una interpretación que data de tiempos de la revolución francesa, y se entendió en el sentido de que los jurados podían hacer lo que les pareciera del caso, en virtud del sentimiento democratizante que imperó en la época. Los constituyentes temieron que de no ser así, la institución no funcionara. Y en segundo lugar, la libre convicción nace como contrapartida al sistema tarifado de las pruebas, que era propio del antiguo régimen autocrático. Pero un sistema de justicia elemental obliga a tener reglas de prueba, sin que esto derive en el sistema de la prueba tarifada. Creo que el sistema de la libre convicción es profundamente contrario a un sistema de garantías individuales. El ideal del juicio garantista está en que se respeten etapas básicas establecidas por la experiencia jurídica de nuestro círculo cultural, que son precisamente las del procedimiento inicial ante el magistrado instructor, el impulso por el Ministerio Publico, la etapa intermedia como etapa fundamental en la cual es de esperar en muchos casos la finalización del conflicto, y la etapa del debate concebida como diálogo muy coparticipado entre todos sin la posibilidad de que alguien sea sujeto pasivo del mismo, y que toda adquisición procesal se efectúe en el debate, salvo las excepciones que nombramos hoy al referirnos a las incorporaciones por lectura Es decir: de todo lo que el fiscal ha podido juntar en la investigación, solo muy poco podrá llegar a juicio oral y su protocolización. Creo que con esta visión del asunto, que exige un cambio profundo hasta en la forma de disponer el recinto, pueden cambiar muchas cosas. Así, por ejemplo, recordemos que la posición de quien sea que tenga que deponer, en el debate, no es la mas recomendable, debido a que rompe el contacto entre los que están en la audiencia, y los mismos deponentes se ven confundidos al no saber, como ocurre casi siempre, de dónde vienen las preguntas; si del fiscal o del defensor, por lo que se dan vuelta y tratan de averiguarlo y es ahí donde el tribunal lo reprende recordándole que para todo efecto debe dirigirse a los jueces. Esto es así por lo disparatado de la posición. Entonces yo me pregunto: ¿ Algún articulo del Código dice que los que depongan tienen que estar enfrentados al tribunal?. No. Pero es un uso. Un uso autoritario que debemos corregir con urgencia para permitir la visualización del testigo por todas las partes del diálogo procesal. Por otro lado, y en referencia al sistema todo, pienso que él no es aplicable a todos los delitos que alguien se decida a investigar. Es posible que gran cantidad de delitos (los de poca monta), queden fuera. Para ello es menester el diseño de procesos de conciliación para los casos de menor cuantía, etc. No pueden, estas cuestiones, entrar en las complejidades de un proceso que tiende a abarcar casos graves. La solución exigiría una amplia descriminalización. Otra probable solución es la puesta en marcha de una modalidad de “probation” mas bien amplia, con más facultades otorgadas al fiscal y al juez para determinar la factibilidad de la procedencia de una medida como esa. Por último, cabe destacar que el juicio abreviado puede convenir para delitos de cierta importancia en la medida en que se desarrolla en el ámbito que antes mencionamos, que en sí, es el del juicio oral. Es decir, constituyendo un pre-juicio oral. En cambio, el arreglo entre fiscal, defensor e imputado es una institución que , en definitiva se funda en la confesión; en que el imputado pueda “transar” con el fiscal y esto, en realidad, es establecer un sistema incompatible con los principios de la acción publica, etc., la cual no admite transacciones, no obstante que se halla recurrido al argumento del artículo 842 del Código Civil, que desde ya decimos, no tiene ese alcance. El juicio abreviado es un procedimiento en el cual se dicta una sentencia fundada únicamente en un expediente escrito, donde lo único que queda, después de desaparecida la oralidad, la inmediación, la publicidad, es la contradicción del proceso acusatorio entendido como si fuera un proceso de derecho privado. No asombra el juicio penal anglosajón, que es similar al proceso civil-privado, porque está fundado en la idea de la litis contestatio. Desde otro punto de vista, el proceso abreviado, constituye una abuso de la oralidad contradictoria que puede desvirtuar el proceso penal garantista, ya que si los sujetos procesales de la acusación y la defensa, se han puesto de acuerdo, el papel del juez queda sensiblemente reducido. Como si hubiera tratadose del proceso civil. Y esa no es la naturaleza del proceso acusatorio. Su esencia, al decir de Ferraioli, estriba en que los órganos acusatorio y de decisión, no sean el mismo. Nuestro Código, sigue el viejo modelo Cordobés, empeorado por Levene, con más una idea alemana que es la cuasi instrucción fiscal, que otorga a este los poderes que se reflejan en nuestro Código, con respecto al largo procedimiento de acopio de pruebas. Esta es una institución de la Inglaterra antigua, donde existía una suerte de juez coadyuvante para la instrucción que era el mismo juez de paz, quien podía producir una serie de actos con cierta validez ante el jurado. Pero esta figura, en nuestro caso, degeneró en la del fiscal que asume forma de “acusador privado que va juntando sus papelitos”, aunque con la diferencia que este acusador, es un funcionario de alta jerarquía dotado de poderes enormes. Por lo que la igualdad de las partes puede ser, en el proceso, ilusoria. Y como si todo fuera poco, lo convertimos en juez al darle potestades que son por naturaleza de éste, como la indagatoria, o el armado del expediente con prueba de cargo. Estos rasgos son de un fuerte autoritarismo. Francia, en este sentido, se mantuvo aferrada a la institución del juez de instrucción controlado por el fiscal. De acuerdo a la idea de Montesquieu, de que el poder frena al poder. Alemania tiene un sistema doble que se integra por un juez de instrucción para las causas importantes, y un fiscal para las menos importantes, pero poco a poco el ámbito de los fiscales empezó a arrinconar al de los jueces de instrucción, que existen sí, pero se parecen mucho a los jueces de garantías, tanto, que la instrucción ha ido desapareciendo del sistema procesal alemán hasta convertirse en algo raro. Para cambiar estas realidades, en nuestra provincia, haría falta un arduo trabajo intelectual. Por lo pronto, podemos buscar modelos donde se encuentren los elementos procesales que tratamos, en forma pura. El modelo anglosajón, que responde a lo que venimos impugnando como incorrecto,( un Ministerio publico fuerte, casi policíaco, donde la declaración policial del testigo es muy importante), tiene aspectos terribles que desembocan en soluciones injustas. Aunque lo cierto es que no se pueden “implantar” modelos, porque responden a cuestiones culturales.