PAX DEI

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PAX DEI
MUÑOZ, Francisco A. y LORENTE LI NDES, Marcelo
En la Europa de la Alta Edad Media la idea de PAZ, (PAX), heredada en gran
medida del mundo romano, sirvió de nuevo para buscar el reequilibrio político y la
ARMONÍA social. Este nuevo impulso adquirió una amplia dimensión, desde su
oposición al pillaje y la VIOLENCIA, hasta un rearme espiritual y cosmológico. La
Iglesia fue la institución que encabezó tal movimiento e intentó que tuviera repercusión
en todos sus ámbitos de influencia: el cuerpo, el alma y la sociedad. Además la Iglesia
era prácticamente la única institución que tenía capacidad para atravesar las fronteras
de los estados y poder servir de vehículo unificador de todo Occidente.
En estos tiempos se hicieron más palpables algunas tensiones y conflictos
sociales:
comenzando por la pobreza que sufría una parte de la población; entre
señores feudales; las relaciones entre la institución eclesiástica y los señores feudales;
etc.. De tal manera que la agudización de tensiones de tipo teológico, plasmadas en
diversas formas de rebelión, desobediencia y GUERRAS, podrían ser entendidas como
manifestaciones de la anteriores tensiones. En este panorama es donde la paz resulta
más reclamada, más querida, más necesitada, tanto por unos como por otros. De esta
perspectiva se retomaron las propuestas de paz presentes en las sagradas escrituras
(el pueblo de Dios como pueblo que debe permanecer en la alianza) y las propuestas
latino-paganas.
En este contexto, la Paz de Dios (Pax Dei) comenzó por limitar las acciones
violentas contra los componentes eclesiásticos y sus propiedades para después irse
extendiendo a otros actos de guerra y sectores como los agricultores y los pobres.
Parte de esta protección se manifestaba en la solicitud de una especie de
salvoconducto para todos los no combatientes y sus bienes (eclesiásticos, peregrinos,
eremitas, conversos, mercaderes, mujeres, ancianos, niños, etc.). Su predicamento
variaría, también, en función de la fortaleza de los estados para mantener el orden en
sus dominios. Por ejemplo, mientras que las formas imperiales, en Alemania, había
logrado una cierta «paz pública»; en el sur de Francia la autoridad de los reyes estaba
en franca competencia con la de los señores feudales, dando lugar a mayores
espacios para la arbitrariedad y el desorden. Esta puede ser la razón principal por la
cual la Paz de Dios consiguió iniciarse y continuarse con más éxito en este último
territorio.
Las discusiones al respecto quedaron reflejadas en las deliberaciones y los
términos de los debates sobre: pactum pacis, constitution pacis, retauratio pacis et
justiciae, pax reformanda, etc., de los concilios de Puy (975), Charroux (989), Narbona
(990), Limoges (997), Poitiers (1.000), Toulouges (1.027), Bourgues (1.038), Letrán
(1.139), etc..
También resultó importante la denominada Tregua de Dios (tregua Dei), que
limitaba en el tiempo la realización de actos violentos, impidiendo a los cristianos luchar
durante ciertos días de la semana (comenzando por fines de semana y ampliándose
hasta llegar a cuatro días semanales), o durante ciertas fechas muy señaladas del
calendario litúrgico o cristiano (Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Rogaciones,
Pentecostés, fiestas de la Virgen, etc.). Estas proposiciones tuvieron su primera
expresión en Provenza pero se expandieron hacia otros lugares de Francia (Aquitania,
Borgoña,
Normandía,
Vienne,
Besançon,
etc.)
e
Italia.
Finalmente
estos
acontecimientos tuvieron su repercusión en el conjunto de los poderes públicos,
especialmente reyes y príncipes. Al pasar de una paz personal y temporal (tregua)
hacia una paz territorial, se proclamaba triunfante el derecho público frente al derecho
privado.
En este movimiento participaron, no sólo las autoridades eclesiásticas, sino
también las autoridades políticas, pero también ciertos movimientos sociales e
institucionales (hermandades, municipios, etc.), lo que nos indica la permeabilidad de
estas ideas y la posible interacción en la toma de decisiones por parte de los
poderosos y el sentimiento popular. Prueba de ello son, también, las agrupaciones de
«herejes»: cátaros,
husitas, valdenses, etc., que de una u otra forma sí llevaban
hasta sus últimas consecuencias una interpretación del Evangelio, de la tregua y de la
paz de Dios, porque se oponían a todas las formas de guerra, a matar a sus
semejantes, e incluso predicaban la NOVIOLENCIA y el AMOR como eje central de la
convivencia política.
Una manifestación de estas controversias fue la promoción de los «caballeros
de la paz» y la creación de unas «milicias de la paz», llegando a ser auténticas Miles
Christi, hasta cierto punto motivadas por la oposición a los señores feudales y contra
los
poderosos que ejercían libremente su poder brutal sobre el conjunto de la
población, sin que atendieran a los llamamientos de las treguas o no sintieran como
suficientemente intimatoria la ex-comunión, por ello estas milicias se hicieron
protectoras de los pueblos y de los humildes. De esta manera la paz aparece como un
valor espiritual ligado a la EQUIDAD y la JUSTICIA, aunque ello a costa de que
finalmente la Iglesia terminara bendiciendo las armas (y las guerras) «justas»
(GUERRA JUSTA), llegando a elaborar, a lo largo de los años, todo un protocolo al
respecto, sobre el ius ad bellum y el ius in bello.
A pesar de reconocer la gran renovación pacifista de este movimiento es
necesario, también, reconocer sus limitaciones, sobre todo en cuanto que no
cuestionaba las formas de violencia más institucionalizadas como son las guerras, la
explotación y la desigualdad económica y social; en definitiva es retomar de nuevo el
debate de la «guerra justa». O, incluso, porque en su manifestación contemporánea
más negativa (de época medieval) sirvió para dar legitimidad a las Cruzadas, y aunque
muchos de estos llamamientos sirvieron para unir intereses cristianos -tradicionalmente
enfrentados- lo hicieron buscando un enemigo externo (infieles y herejes) y volcando
muchos recursos para imponer la voluntad católica, en Jerusalén, por la fuerza de las
armas.
Véase: Pax, paz, paz imperfecta, religiones y paz.
BIBLIOGRAFIA

FERNÁNDEZ UBIÑA, José (2000) Cristianos y militares : la iglesia antigua ante
el ejército y la guerra, Granada.

WENGST, Klaus (1987) Pax Romana: and the peace of Jesus Christ,
Philadelphia.
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