4to. Domingo de Adviento (Ciclo B)

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REFLEXION
Invitación a vivir
El relato evangélico de la anunciación a María, que se lee en este último
domingo de Adviento, es una invitación a despertar en nosotros las
actitudes básicas con las que vivir no sólo las fiestas de Navidad ya
próximas, sino la vida entera. Basta recorrer el mensaje que se pone en
boca del ángel.
Meditando el Evangelio
Alégrate. Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos
de escuchar también nosotros. «Alégrate»: ésa es la primera palabra de
Dios a toda criatura. En medio de estos tiempos de incertidumbre y
oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que
sorprendentemente se nos pide es no perder la alegría. Sin alegría la vida
se hace mucho más dura y difícil.
21 de Diciembre
4to. Domingo de Adviento (Ciclo B)
«No temas, María,
porque Dios te ha favorecido.
Concebirás y darás a luz un hijo,
y le pondrás por nombre Jesús;
él será grande y será llamado
Hijo del Altísimo»
Del Evangelio según san Juan (Jn 1, 6-8.19-28)
El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen
que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El
nombre de la virgen era María. El ángel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena
de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se
preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: "No temas, María, porque Dios
te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será
grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al ángel:
"¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?". El ángel le respondió: "El
Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el
niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar
de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay
nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se haga en
mí según tu Palabra". Y el ángel se alejó.
El Señor está contigo. La alegría a la que se nos invita no es un optimismo
forzado ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior y la confianza que
nace en quien se enfrenta a la vida con la convicción de que no está solo.
Una alegría que nace de la fe. El Dios de la Vida nos acompaña, y quiere
siempre nuestro bien. Podemos quejarnos de muchas cosas, pero nunca
podremos decir que estamos solos porque no es verdad. Dios habita en lo
más profundo de nuestro ser, y desde allí nos impulsa a vivir en plenitud.
No temas. Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros.
Miedo al futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir,
sentirnos solos, no ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras
contradicciones e incoherencias. El miedo es malo y nos hace daño. El
miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos impide caminar. Lo que
necesitamos es confianza, seguridad, luz.
Dios te ha favorecido. No sólo María, también nosotros podemos
escuchar estas palabras porque todos vivimos y morimos sostenidos por la
gracia y el amor de Dios. La vida sigue ahí con sus dificultades y
preocupaciones. La fe en Dios no es una receta mágica para resolver los
problemas cotidianos. Pero todo es diferente cuando uno vive buscando
en Dios la luz y la fortaleza para enfrentarse a ellos.
Llega la Navidad. No será una fiesta igual para todos. Cada uno vivirá en
su interior su propia navidad. ¿Por qué no despertar en estos días la
confianza en el Dios de la Vida y la alegría de sabernos amados
incondicionalmente por Él? ¿Por qué no liberarnos un poco de miedos y
angustias enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios cercano y
amigo? ¿Por qué no animarnos, aun en medio de las dificultades y
problemas que podamos tener, a creer que Dios quiere nuestra felicidad y
nos invita a encontrarla en nuestro propio corazón aquí y ahora?
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