In Memoriam Angel Acosta León

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In Memoriam Angel Acosta León
Desde 1961 en que expuso en La Casa de las Américas, no teníamos
la oportunidad de ver reunidas un buen número de obras de Acosta
León. Por lo que la reciente exposición póstuma de este pintor cubano
en el Museo Nacional constituye un acontecimiento plástico de gran
importancia.
La Exposición presenta a nuestro juicio algunos puntos débiles. La
colocación de los cuadros ( aunque en el catálogo estén en orden crono­
lógico) no nos parece la más acertada. Además, el presentar muchas
obras de sus inicios, lesiona un tanto al artista, aunque la exposición
tenga un carácter retrospectivo.
Es muy de lamentar, el que haya sido imposible hasta ahora, conse­
guir cuadros hechos en París y Amsterdam. Obras seguramente de gran
calidad, de acuerdo con la crítica europea publicada en la revista Islas.
Acosta León era sin duda un pintor joven, dotado de un gran
talento y "logrador" de un universo plástico original y de mucha fuerza
poética. Pertenece a lo que pudiera llamarse en nuestro país la "Nueva
Figuración", posterior a la experiencia abstracta dominante en gran
parte de nuestro arte entre 1950-1959 aproximadamente.
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Esa "Nueva Figuración" o vuelta al mundo objetivo, para llamarle
de algún modo, ( la Abstracción en muchos casos es el ahondamiento,
intuitivo a veces, de la estructura de la materia) motivada en nuestro
país por el trascendental fenómeno social que es la Revolución cubana.
La "Nueva Figuración", que con ese nombre hace años existe en varios
países así como en el nuestro, según la opinión del crítico italiano Mario
de Micheli que hace meses estuvo en la Habana, obedece a lo que él
llama ·el encuentro con "las ideas generales", es decir las nuevas concepciones producto del avance del socialismo.
En Cuba tenemos dentro de esa "Nueva Figuración" a pintores tan
importantes como Antonia Eiriz, Raúl Martínez, Servando Cabrera, Umberto Peña y otros. A pesar de que muchos o todos han logrado una
personalidad plástica relevante, es Acosta León uno de los que con su
pintura se nos impone en mayor medida por su fantasía y por la fuerza
de su impacto.
Gran cantidad de artistas en Cuba expresan el difícil tránsito, lleno
de complejidad y rico en contradicciones, del capitalismo al socialismo.
Pero Acosta León es tal vez uno de los testimonios más conmovedores
de este tránsito. Sobre él pesaban su vida bohemia, y precaria, sus problemas en gran parte producto del medio social anterior al 1959. Sin
embargo, supo agarrarse a lo naciente, sin oportunismo. Vio sinceramente
el porvenir entre las ruinas. Su sensibilidad le hacía sentir repulsión ante
la guerra y la explotación. Su mural "La Guerra y la Paz", "La Palma
Bélica" y otras obras suyas, son magníficos ejemplos de un arte nuevo.
En entrevista hecha por Samuel Feijóo para la revista Islas, Acosta León
se expresó del momento actual en la siguiente forma:
"Ahora la Humanidad atraviesa un momento de raíces; ha habido
muchas raíces mutiladas pero hay muchas nacientes y ocultas por tierras
manchadas de sangre, de sangre sobre sangre de muchos pueblos . ..
Pero hay otras visiones. Veo también mares llenos de espigas que quizá
sean reflejo de cristales y de costas. . . No sé. . . No puedo explicarlo.
Pero quiero pintar eso ... "
La problemática central de la pintura -de Acosta León es, como en
muchos artistas de nuestro siglo, Hombre vs Máquina. Sin embargo, en
él, esta problemática adquiere aspectos novedosos. Su maquinaria no es
el objeto reluciente y nuevo que el hombre o domina o por la que es
dominado, sino la máquina usada, el cacharro desvencijado por el tiempo
y el uso. Anima a sus máquinas de una vida mezcla de ternura, ingenuidad y una agresividad casi diabólica.
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En sus carricoches sentimos el mundo del pobre que usa objetos ya
vencidos, envejecidos por el uso y el abuso y que, sin embargo, todavía
viven y se mueven. Su visión del mundo tiene mucha relación con la
magia o el ocultismo.
• Las grúas, guaraperas y juguetes mecánicos tienen la grandeza, solemnidad y hechizo de las primeras o antiguas deidades trasladadas al
Caribe subdesarrollado pero en la Era de la Máquina. Mueven sus
creaciones a la compasión pero saben agredir con sus pinchos o derretirse bajo el calor de una pasión no registrada.
Angel Acosta León nació un día del año de 1932, en el mundo pobre
del aristocrático Vedado. Vivió en Buenavista y la Ceiba, conoció desde
pequeño el mundo rodante en los paraderos de guaguas. El mismo dijo
una vez que había trabajado como conductor de guaguas y como aprendiz de chapistero. Otros amigos suyos me dicen que trabajaba como
mecánico. Fuera lo que fuere, el mundo rodante le era algo cotidiano.
Las guaraperas y cafeteras según él, eran como madres mecánicas
que marcaban sus pausas en los viajes que hacía como conductor.
De muchacho y todavía de adulto fue débil, nervioso e inclinado
a una tristeza exacerbada. Su imaginación encontraba gozo en añadirle
cosas a sus juguetes hasta convertirlos en adefesios e, impresionado, los
abandonaba. Otro elemento de su infancia y que aparecerá más de una
vez en sus cuadros, era una tapa de alcantarilla existente frente a su casa
y motivo de su curiosidad. Más de una vez nos hablará de las alcantarillas, ese mundo subterráneo y misterioso que debió ejercer desde pequeño
gran fascinación en su mente sensible.
Las guaguas desvencijadas por el abandono, que circulaban por La
Habana, los autos que por el bloqueo y escasez de piezas, son seres
híbridos, llenos de parches y partes de otros carros, la invasión de tractores que aparecían por todos lados en 1959, los botelleros, sus caramelos
y mochos de escobas, los cementerios de automóviles más, su ojo alerta,
su mente y manos hábiles, conformaron el mundo plástico de
Acosta León.
Sin que lo vegetal, animal o humano dejen de verse en su pintura,
en ese mundo mecánico con caracteres de todo lo anterior el que domina.
El descubrir esas vivencias refrenadas por la óptica académica impuesta
por San Alejandro en la cual entró a los 19 años, le fue dado en gran
medida por el Surrealismo, aunque A~osta no conociera profundamente
este movimiento. Fue, tal vez, un proceso que tuvo mucho de intuición.
Acosta puede emparentarse en este sentido a lo que se ha dado en llamar
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"Los Continuadores del Surrealismo" entre los cuales se encuentran Lam
y Matta y que a pesar de su contacto con el método surrealista de crear
una nueva realidad producto de una fusión de lo real y lo subconsciente
ofrecen una pintura que tiene muy poco de relamida, literaria o, de la
superficialidad de un realismo fotográfico. Ellos incorporan las conquistas
del arte abstracto, el expresionismo y otras tendencias de nuestra época,
logrando un arte original y personalísimo.
Después de estas digresiones necesarias para una mayor comprensión
del arte de Acosta, pasemos a tratar de seguir un recorrido un tanto
rápido, por la obra expuesta en el Museo Nacional, estableciendo, no
una rígida clasificación estilística sino una guía para comprender un
poco su trayecto plástico.
Esta exposición echa por tierra algunas ideas acerca del paso de
Acosta, de un academicismo realista a un arte totalmente personal. Si
bien su carrera fue rápida, no quiere esto decir que no hubiera un período
de tanteo, aunque fugaz e interesante, de mucha menor calidad que sus
obras más maduras.
Las obras más antiguas presentadas son sus "Autorretratos" de entre
1954 y 1958. Son de gran lastre académico, pero en algunos se vislumbra
tímidamente el genio plástico que desarrollará más tarde. En casi todos le
concede una importancia grande a los ojos; este elemento aparecerá,
solo, en muchos cuadros posteriores.
Después de los retratos, pinta paisajes, lugares de la Habana, naturalezas muertas y otros temas que muestran un colorido rico a pesar de que
siempre el color gris se convierte en un color reiterado y de gran importancia para él, pues con él puede representar la tristeza. Procedimientos
cubistas; fragmentación del espacio continuo del cuadro y la simultaneidad de planos son características comunes al período. La gran cantidad de símbolos como cruces blancas, jeringuillas, ojos, clavos, etc. se
hace reí terada.
La "Familia en la Ventana", obra que acusa la influencia de Raúl
Milián es, a nuestro juicio, una de las mejores obras de esta época, que
durará hasta fines de 1959. Rostros tristes, tras una ventana, contemplando melancólicamente el vacío, ese _gris perlado siempre y oscuro a
veces con pequeños y leves pero brillantes toques de rojo, verde, azul
y amarillo, no logran apagar la atmósfera de tristeza y melancolía trasmitida por el cuadro. Esta obra permitió, según el propio Acosta, romper
con la influencia académica.
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Un Cristo retorcido con acentos de Grünewald y Dalí nos llamó la
atención por la monumentalidad dada a la figura y la colocación de
la misma en un fondo neutro que acentúa dicha monumentalidad. Esta
forma de componer aparecerá más tarde en obras tan importantes como
"La Grúa", "El Yunque" y otros cuadros, de 1961 y 62.
A fines de 1959 comienza a pintar sus conocidas guaraperas y cafete•
ras. Formas desarticuladas que irán poco a poco integrándose en un ser
monumental. El color con predominio todavía del gris se va haciendo
más rico hasta llegar a la "Cafetera Roja" ( 1960), obra en la que se
nota que no llegó a dominar acertadamente ese color, del cual decía que
era terrible pero del que no podía prescindir.
En esta etapa se notan las influencias de las transparencias del cubano
Carlos Enríquez y los pequeños objetos; clavijas, ruedita~, banderitas,
etc., del catalán Joan Miró, pero todo está retorcido y con sus contornos
difuminados por un calor que sólo le pertenece a Acosta León aunque
aún este mismo pueda tener un antecedente en la "Naturaleza muerta
con zapato viejo" (1937) del ya citado Miró.
El influjo de este importante pintor español es más evidente, no sólo
en las formas de los pequeños objetos, sino también en un color más
plano, en el cuadro "Fragmentos" ( 1960) y también en "Visión o Colgante" ( 1960) . Esta época parece ser de una relativa alegría en la vida
del pintor y el tránsito hacia un nuevo estilo.
En 1961 pinta sus obras más importantes, "La Grúa", "El Semáforo",
"La Nave", el titulado "Cristal de Azúcar", verdaderamente un trozo de
hielo agarrado por una tenaza y otros, que alargarían demasiado su
enumeración, pues Acosta León pintó una enorme cantidad de cuadros
en pocos años. Pintar se convirtió en una fiebre. Todos ellos fueron realizados al óleo, bien sobre lienzo, masonite o sobre cualquier tabla, que
tuviera a mano. La monumentalidad, el empleo de fondos neutros y trabajados con variados y casi imperceptibles tonos, el colocar una sola
figura dominante ,en el centro del cuadro son carácteres comunes a sus
obras de esta época. Ya aquí Acosta se nos muestra en plena posesión de
un estilo.
En 1962 continúa ahondando en el mismo estilo. Su "Juguete Mecánico' es, a nuestro juicio, una obra de gran calidad. La violencia de ese
gran pájaro mecánico es un tanto atenuada por el lirismo de los variadísimos y delicados tonos de las piezas que componen su cuerpo. El fondo
es de color ocre con las iridiscencias del ópalo. Todo el cuadro tiene
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una gran unidad tonal. El ave se apoya sobre una base redonda o tapa
que bien puede ser el recuerdo de la tapa de alcantarilla de su niñez.
En algunas partes el cuadro está arañado, simulando muelles o rollitos
que el pájaro tiene en su cuerpo un poco estropeado. La firma está
también arañada, mostrando rasgos nerviosos y retorcidos, cosa rara en
su firma, siempre clara y en letra de molde. Sin embargo, estos estados
de ánimo eran frecuentes y más de una vez su salud mental estuvo
en serio peligro.
Las grandes colombinas muestran una monumentalidad acentuada,
están cargadas de sugerencias poéticas. Es la exaltación de la cama del
pobre. Vistas de lejos lucen monocromas, pero al acercarse muestran
l~s ya citados toques de color casi imperceptibles. En su soledad angustiosa y casi cósmica, estas colombinas nos recuerdan "La Silla" de Van
Gogh.
En la Exposición hay también varios dibujos hechos a tinta y creyón
que muestran la influencia de los pintores populares de Las Villas, tanto
del grupo de Cienfuegos como del de Santa Clara. Son dibujos alucinados que reflejan el ánimo del pintor antes de marcharse a Europa.
Un retrato en blanco, negro y amarillo del pintor Sosa Bravo, dice:
La ruina se va a París . . .
Relativamente poco sabemos de su estancia en Europa, sólo unas
cartas de él y las críticas de sus exposiciones en Holanda, es casi todo
lo que tenemos. Recientemente conversábamos con el pintor Roberto
Matta sobre Acosta León. Nos hablaba de su talento, sus problemas
psíquicos que limitaron mucho su trabajo, pues Acosta León no cumplió
como debía un contrato conseguido por Matta con una afamada galería
francesa. Matta lo acogió y ayudó como hace siempre con pintores latinoamericanos jóvenes que tratan de abrirse paso en un mundo tan difícil
como. París.
Acosta tuvo un éxito enorme en Amsterdam donde la crítica llegó
a decir que era "grande entre los grandes", colocando así en un puesto
importante al pintor cubano. Expuso en la Galería D'Eendt (Sala de
Honor) 1964.
En diciembre de ese año, en el viaje de regreso a Cuba intentó varias
veces suicidarse. Finalmente desapareció en el mar, en ese azul que él
consideraba tan falso y que tantas veces apareció en sus cuadros.
BIENVENIDO
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A.
RODRÍGUEZ.
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