Ortega y Gasset. El tema de nuestro tiempo (1923). Resumen. (basado en lecciones dadas en 1921-22 1.- La idea de las generaciones. El pensamiento persigue la verdad, y cada época la persigue de una forma diferente. Hay épocas cuyo pensamiento lo viven como continuación del de la época pasada, pero otras sienten que han de reformar urgentemente todo lo dicho por épocas anteriores. Para comprender una época, atenderemos a cambios industriales o políticos, que dependen de los cambios ideológicos, y éstos de la sensación radical ante la vida, de la sensibilidad vital que cada época tiene, y que se cristaliza en la generación, que es un cuerpo formado por las élites y sus masas (que no son separables entre sí), es un compromiso dinámico entre masa y élite. Cada generación representa una sensibilidad vital, cierta altitud vital. Ésta puede definirse como la forma de vivir, de faenar entre dos dimensiones: cómo se recibe lo heredado, y cómo deja fluir su propia espontaneidad. El espíritu de cada generación depende del balance entre estas dos dimensiones, por lo que hay generaciones acumulativas (en las que predomina la continuidad con el pasado) y otras son eliminatorias y polémicas (que sienten que han de revolucionar lo pasado, de construir sobre fundamentos nuevos) 2.-La previsión del futuro. Puesto que la vida es un proceso sujeto a leyes, es posible prever el futuro. Pero hay épocas que renuncian a cumplir su misión. La previsión del futuro es tarea de los que piensan, no de los activos, porque hay actividades primarias en las épocas que determinan las actividades secundarias, y es tarea de los pensadores averiguar cuáles son las primarias. [lo primario a la base de todo es cómo se siente la vida, y es secundaria la actividad de cómo nos organizamos política o industrialmente] 3.- Relativismo y racionalismo. El relativismo mantiene que la verdad no existe, sólo hay verdades relativas a la condición de cada sujeto. El racionalismo, por el contrario, aspira a conocer verdades inmutables, y comienza con Descartes. Nuestra época siente que hay que dejar de someterse al dilema “o relativismo o racionalismo”, porque el mundo es complejo, como la historia y la vida. 4.- Cultura y vida. Ante el problema de la verdad, nuestro tiempo no puede satisfacerse con “o relativismo o racionalismo”. Lo mismo sucede con otras cuestiones morales, políticas, religiosas, culturales, en definitiva. Hemos de partir de la base de que pensar es una función vital, como lo es respirar, porque un juicio es un acto de vida, lo mismo que caminar. Pensar es un instrumento para mi vida, un órgano de ella. La función del pensar es reflejar el mundo de las cosas. El pensamiento, pues, tiene una doble misión: 1.- ser algo útil al sujeto y 2.- adecuarse a la realidad de las cosas. Este pulso vital del pensamiento también se ve en la volición, por medio de la cual el individuo satisface, corrige y amplía sus necesidades. Cuando se quiere algo, se lo quiere porque se cree que es lo mejor, y esa es la norma de la voluntad, que podemos interpretar como absoluta o relativa. Este doble carácter no sólo lo tienen los fenómenos intelectuales y volitivos, sino también los estéticos, emotivos y religiosos. Es decir, un pensamiento se refiere a algo trascendente a él, y, a la vez, yo tengo que pensarlo. Por tanto, hay un yo y un objeto implícitos en todas esas actividades. Es decir, como dice Simmel, la vida es algo inmanente que exige trascender más allá de ella misma. La cultura es una parte del conjunto de funciones vitales (subjetivos) que cumplen leyes objetivas que en sí mismas llevan la condición de amoldarse a un régimen transvital. Hay funciones vitales que son espirituales, que nos remiten a la justicia o a la verdad, que valen por sí mismas, no como los productos biológicos de otras funciones vitales como la digestión. El racionalismo tiende a pensar que la razón no es una función vital, no lo es menos que una función vital orgánica. 5.- El doble imperativo. [objetivo y subjetivo] El fenómeno vital humano tiene dos caras: la biológica y la espiritual, y esta es parte de nuestra sensibilidad vital, propia de nuestra generación. Por eso, la cultura no debe ser regida sólo por sus leyes objetivas transvitales. El hombre deber ser bueno (espiritual), y lo bueno tiene que ser compatible y necesario a la vida. “La vida ha de ser culta, y la cultura ha de ser vital..(..) La vida inculta es barbarie, y la cultura desvitalizada es bizantinismo” 6.- Las dos ironías, o Sócrates y Don Juan. La vida siempre ha gozado de espontaneidad y de razón, pero fue Sócrates el primero en darse cuenta de que la razón nos acerca a un nuevo universo superior al espontáneo que encontramos en nuestro entorno. [Sócrates cumplió con el tema de su tiempo] que consistía en suplantar con la razón pura lo espontáneo de la vida. El racionalismo es un gigantesco ensayo de IRONIZAR la vida espontánea mirándola desde el punto de vista de la razón pura. Pero esa vida de la razón no se basta a sí misma, ni puede desalojar completamente la espontaneidad de la vida, sino que la razón es sólo una forma y función de la vida. El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón pura a la vitalidad, supeditarla a lo espontáneo, y contiene una nueva IRONÍA, inversa a la socrática, representada por Don Juan, que se revuelve contra la moral porque la moral se había revuelto contra la vida. Esto significa una nueva cultura: la cultura biológica, donde la razón pura cede su imperio a la razón vital. 7.- Las valoraciones de la vida. ¿Qué significa que el tema de nuestro tiempo es ordenar el mundo desde el punto de vista de la vida? Se trata de consagrar la vida, haciendo de ella un principio y un derecho, es declarar que la vida es un valor superior, que vale más que las otras cosas, que la preferimos a todo lo demás, y todo lo demás le queda subordinado. Estimar es respecto de los valores lo que el ver a los colores. Los valores tienen contravalores, valores negativos, como la injusticia. Pero los valores positivos están jerarquizados. Ortega hace un repaso de las valoraciones que a lo largo de la historia se han hecho de la vida. Lo que a nosotros más nos importa es que el racionalismo, el culturalismo, ha puesto la vida al servicio de la cultura, de lo bueno, lo bello y lo verdadero. El culturalismo es un cristianismo sin Dios. De esta manera, la vida está al servicio de la cultura, como un bien trascendente a la vida y superior a ella. El tema de nuestro tiempo es invertir esto, y decir: la cultura para la vida. 8.- Valores vitales. El deseo es la función vital que mejor simboliza la esencia de todas las demás funciones: nos moviliza hacia algo más allá de él. La vida, todas sus funciones, apuntan a algo distinto de ella, como un sagitario (arquero). La vida no es egoísta, sino altruista, nos remite a otro que ella. es una continua emigración del Yo hacia lo Otro. Este es el carácter transitivo de lo vital. Se hace evidente la superioridad de los valores vitales sobre los otros. 9.- Nuevos síntomas. El descubrimiento por parte de Goethe y de Nietzsche del valor de la vida, fue un descubrimiento genial, y anticipa que ese descubrimiento sería parte de la sensibilidad vital de nuestro tiempo. Ahora (1922) nos encontramos en periodo de crisis, desorientados. Todavía seguimos valorando la cultura, creyendo en esos valores transvitales, pero estamos ya produciendo un arte incomprendido para los anclados en el pasado artístico, y eso es un síntoma de que la tarea de nuestro tiempo es distinta. Otro síntoma es que ya no valoramos el trabajo por él mismo, sino un sentido más deportivo del esfuerzo. En conclusión, los valores de la cultura no han muerto, pero sí han variado de rango. 10.- La doctrina del punto de vista. No se niega el valor de la cultura, sino que se niega su exclusivismo. Se sigue afirmando que la vida necesita de la cultura, y ahora se mantiene con fuerza que la cultura necesita, también, de la vida. Los dos poderes -inmanente de lo biológico, y trascendente de la cultura- quedan colocados jerárquicamente en su justo sitio. Se prepara una síntesis entre culturalismo y vitalismo. Las posturas racionalistas, para aceptar la cultura niegan la vida, y el relativismo, acepta la vida y niega la cultura. Hay que buscar una síntesis que supere los dos polos. Esto lo vemos en el caso de la función vital que es el conocimiento: a) el racionalismo acepta que si hay conocimiento, es puro, porque hay un sujeto puro, transparente, invariable. b) el relativismo, niega el conocimiento, porque acepta que el sujeto deforma la realidad que contempla. c) la tercera vía, síntesis de ambas, consiste en: –aceptar que el sujeto selecciona, no deforma –lo mismo sucede con cada pueblo y cada época, que selecciona sus objetos, siendo ciego a algunos de ellos. –pero, por el hecho de que sólo veamos lo que seleccionamos previamente, no implica que lo que vemos sea falso. En efecto, vemos desde una perspectiva, desde un punto de vista, que determina lo que vemos y lo que no, y “es uno de los componentes de la realidad. –No hay puntos de vista abstractos, privilegiados, utópicos, contra lo que piensan los racionalistas. Si existiera, slo nos proporcionaría abstracciones, no realidades. –Lo que se ve desde una perspectiva´, complementa lo que se ve desde otra, no lo contradice o falsea.. –“Cada vida es un punto de vista sobre el universo... insustituible”. De esta manera, la verdad se concibe desde cada vida, adquiere una dimensión vital. –El error de los racionalistas consiste en creer que la realidad es independiente del sujeto, del punto de vista, o que hay un punto de vista abstracto que es el único verdadero, y esto es falso, porque la verdad no es utópica, sino localizada, referida a un punto de vista. Por eso, la razón pura tiene que ser sustituida por la razón vital. Y toda filosofía antigua nos parece un poco ingenua, primitiva, porque no acoge la complejidad de la realidad, y se conforma con un esquema abstracto, simplista. –La razón vital evita que el horizonte (que varía con el sujeto que lo mira), se convierta en mundo (lo objetivo independiente de todo sujeto). –La verdad integral se obtiene complementando las diferentes vistas parciales. Y estas vistas parciales son verdaderas. Ese es el tema de nuestro tiempo, superar el racionalismo y el relativismo con el perspectivismo, situar valorativamente la vida en el lugar que le corresponde frente a lo cultural transvital, sustituir la razón pura por la razón vital, concebir la razón como una función de la vida.