Tema I - Universidad Autónoma de Madrid

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Tema II.
PRINCIPIOS PROCESALES Y CONSTITUCIONALIZACIÓN
DE LAS GARANTÍAS PROCESALES.
I.
PRINCIPIOS PROCESALES EN EL MARCO
DEL PROCESO PENAL.
En el estudio del Derecho procesal resulta determinante
el análisis íntegro de los principios que informan el proceso,
que en la actualidad han sido plasmados en la Constitución
Española de 1978, y que encuentran fiel reflejo en las leyes
de enjuiciamiento correspondientes.
Cada vez más las líneas estructurales del proceso
transcienden a las Constituciones, cuya regulación en efecto
perfila aquellos criterios que inspiran los rasgos intrínsecos
de los distintos procesos.
Los principios del proceso son el fundamento, la base
que subyace a un determinado modelo procesal y al que
responden las normas reguladoras del mismo.
Por tanto, estos principios procesales constituyen un
valioso acervo de interpretación para colmar las lagunas del
ordenamiento jurídico, o dicho de otra forma son los criterios
de interpretación que permiten integrar las lagunas legales.
De esta forma, estas garantías pretenden la tutela de
derechos fundamentales como es la libertad, la seguridad
personal, la defensa técnica, la presunción de inocencia, la
publicidad del proceso, el derecho de información del
acusado, etc.1.
1 SÁNCHEZ AGESTA, Sistema político de la Constitución española de 1978,
Madrid, 1987, p. 210, señala que el Tribunal Constitucional tiende a simplificar
todos estos derechos o requisitos en uno solo, como es la tutela judicial
efectiva, enunciada en el art. 24.1.
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Además de tener su proyección legal en los distintos
procesos, los principios que recoge nuestra Constitución son
valores que informan la actuación de los jueces, de forma que
los órganos judiciales deben controlar el respeto a estos
derechos y garantías constitucionales en su misma
actuación, y en la actuación de otros poderes del Estado.
En definitiva, los principios procesales que reflejan la
ideología socio-política dominante en un país determinado en
un momento concreto, pueden dividirse en dos grandes
grupos: por un lado, aquellos que afectan a su estructura, y
por otro aquellos relacionados con la pretensión y el derecho
material que subyace en el proceso.
II Son diversos los principios que son a su vez PRINCIPIOS INHERENTES
A LA IDEA MISMA DE PROCESO: DUALIDAD DE PARTES O
PRINCIPIO DE CONTRADICCIÓN; AUDIENCIA E IGUALDAD, todos
ellos contenidos en la expresión anterior.
1.) Principio de Contradicción y Principio de audiencia.
El principio de contradicción es inherente a la idea
misma de proceso, sin contradicción no cabe hablar de
proceso.
Este principio, aplicable a todos los órdenes jurisdiccionales,
tiene su origen en el aforismo romano audiatur et altera pars y
nemo inauditus damnari potest, que significa que nadie puede
ser condenado sin ser previamente oído y vencido en juicio.
El principio, denominado por DE LA OLIVA principio de
audiencia, generalmente se satisface con dar oportunidad a la
parte de ser oída, sin que sea necesaria realmente la presencia
activa de la parte en el proceso. Se trata de una garantía que
nuestro Tribunal Constitucional ha vinculado con la prohibición
de padecer indefensión reconocida en el art 24.1 CE, razón por la
cual cobra especial importancia la efectividad del acto procesal de
comunicación que implica el traslado por el juez al demandado de
la pretensión deducida por el actor (STC 97/1992, de 11 de junio).
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La jurisprudencia constitucional ha delimitado el alcance de
las notas esenciales del contradictorio. Así, el derecho de defensa
alcanza su máxima intensidad en el ámbito penal, por la
trascendencia de los intereses en juego y de los principios
constitucionales que lo informan.
En el proceso penal es donde se solicita la actuación del
poder del Estado en su forma más extrema, en cuanto que la
misma puede implicar una injerencia en la libertad del imputado y
en el ámbito más personal de sus derechos fundamentales.
En ningún caso se admite la indefensión, lo que significa que
todo proceso debe respetar el derecho de defensa contradictoria de
las partes, preservando la oportunidad de alegar y probar sus
derechos e intereses. Por ello, no halla justificación la resolución
judicial «inaudita parte», salvo que la incomparecencia sea
voluntaria (de forma expresa o tácita), o se deba a un
comportamiento negligente imputable a la parte.
Efectivamente en el proceso penal, el contradictorio cobra
mayor rigor por la imposibilidad de dictar sentencia sin la
presencia del acusado, y además como señala MONTERO, son
manifestaciones del principio contradictorio:
a) el derecho a ser informado de la acusación,
b) el derecho a la asistencia letrada,
c) el derecho a utilizar todos los medios de prueba
pertinentes,
d) Este principio significa que nadie puede ser vencido
en juicio sin antes ser oído.
Este principio está implícitamente reconocido en el art. 24 de
la CE que proscribe la indefensión y consagra el derecho
fundamental a un proceso con todas las garantías.
2). Principio de igualdad.
Por lo que hace al segundo de los principios mencionados,
esto es, al principio de igualdad de armas, tradicionalmente
considerado uno de los principios jurídico-naturales del proceso,
hoy se ha elevado al rango de derecho fundamental; y tiene su
proyección tanto en el ámbito sustantivo como en el procesal,
aunque en cada uno con peculiaridades distintas.
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Garantiza que todas las partes procesales gocen de los
mismos medios de ataque y de defensa para hacer valer sus
alegaciones y utilizar los medios de prueba que tengan por
conveniente. El Tribunal Constitucional lo vincula con la
prohibición de padecer indefensión consagrada en el art 24 de la
CE, porque toda desigualdad injustificada produce indefensión.
La vulneración del principio de igualdad puede producirse
por razones o en situaciones de diversa índole. Así, en la fase de
instrucción del proceso penal porque aún se encuentran
supuestos de supremacía del ministerio fiscal frente al acusado.
III. PRINCIPIOS RELATIVOS AL OBJETO DEL PROCESO.
Junto a los anteriores principios procesales que revisten
carácter necesario y configuran siempre los procesos existen
principios que hallan su expresión en función de la naturaleza
jurídica, pública o privada, del bien que se dilucida en el proceso,
que son aquellos principios que algún sector doctrinal ha dado en
llamar principios jurídico-técnicos.
Estos principios postulan una u otra construcción procesal
«según que los bienes jurídicos –satisfacción de derechos,
cumplimiento de deberes, exacción de responsabilidad por su
incumplimiento, etc.,- tengan una satisfacción netamente
individual o revistan, por el contrario, una predominante
dimensión de interés general o común». Así este gran grupo de
principios que rigen el proceso se halla en relación con el objeto o
con la relación material jurídica subyacente.
La diferencia se verifica primordialmente entre el proceso civil y el
penal, ya que el derecho aplicable en ambos casos presenta una
diferencia notable.
A)
EL PRINCIPIO ACUSATORIO
Tradicionalmente la formulación del principio acusatorio se
ha realizado por contraposición al inquisitivo. La cuestión surge
en la Edad Media, donde ya se diferenciaban los dos tipos de
procesos. Señalaba TOMÁS Y VALIENTE que en el Derecho local alto
medieval predominaba el sistema acusatorio. Y fue en el siglo XV
cuando se instauró en Castilla el procedimiento inquisitivo en
materia penal. «La introducción del procedimiento criminal de
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oficio era el necesario complemento para el nacimiento del
Derecho penal del Estado»2. Con este proceso se colocaba a la
justicia penal en el ámbito del interés público y bajo la tutela del
poder del Rey. Se pretendía obtener la verdad material frente a la
verdad admitida por las partes, quisieran o no éstas.
Y de esta manera se fortalecía, políticamente, el poder del
Rey por cuanto que se constituía en objeto de temor, consiguiendo
por esta vía el dominio. El proceso penal inquisitivo ha sido
siempre un arma autoritaria e intimidatoria 3.
En la actualidad, las características del proceso
acusatorio cabría sintetizarlas:
a) primero, en la necesidad de que la función acusadora y
decisora se encomiende a órganos distintos;
b) segundo, la división estructural y funcional entre
instrucción y juicio oral, y la distribución de la
competencia, para instruir y enjuiciar, en órganos
distintos y de distinta composición;
c) por último, y como manifestación más importante, el
órgano ha de fallar en base a los hechos acusados por
las partes; de ahí la necesaria correlación entre la
acusación y la sentencia.
Pero a diferencia de la congruencia, propia del principio
dispositivo, en estos casos la correlación entre acusación
y sentencia nunca se fundamenta en el respeto a la
autonomía de la voluntad, sino en la necesidad de
preservar la imparcialidad del tribunal, ya que si el
tribunal se pronunciase sobre hechos no alegados en el
proceso, las partes quedarían indefensas al no haber sido
oídas al respecto.
Como resulta evidente, ninguno de los principios del proceso
se manifiesta en estado puro y aislado. Y al igual que en el
proceso civil en cuanto se producen supuestos en los que existe
claro predominio del principio inquisitivo, en el proceso penal
también existen situaciones en las que se produce una merma del
acusatorio.
2 TOMÁS Y VALIENTE, El Derecho penal de la monarquía absoluta, cit., p. 156,
quien a su vez cita a LÓPEZ AMO, El Derecho penal español en la Baja Edad
Media, Anuario de Historia del Derecho Español, XXVI, 1956, p. 357.
3 TOMÁS Y VALIENTE, El derecho penal de la monarquía absoluta, cit., p. 157.
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En primer lugar, cabe analizar el principio acusatorio
dentro del esquema general del proceso penal; a saber, la
EXISTENCIA DE DOS FASES DIFERENCIADAS Y ATRIBUIDAS A
ÓRGANOS DISTINTOS. Así cada una de las fases en las que se
estructura el proceso penal, la instrucción y el juicio oral, se
encuentran informadas por principios netamente diferenciados, el
inquisitivo y el acusatorio, respectivamente.
Partiendo de esta estructura, el proceso penal ha sido
considerado como un sistema mixto, procedente de Francia, en el
que se dividía el mismo en dos grandes fases: la instrucción o
sumario, con notas básicas del procedimiento inquisitivo (secreto,
escrito, con iniciativa judicial), y el juicio oral, basado en las notas
del sistema acusatorio.
En segundo lugar, LA NECESIDAD DE QUE ACUSACIÓN Y
ENJUICIAMIENTO ESTÉN ENCOMENDADOS, IGUALMENTE, EN
ÓRGANOS DIFERENTES no debe llevar a la conclusión de que la
teórica iniciación del proceso de oficio merme este principio. Como
señala CORTÉS DOMÍNGUEZ, el juez en estos supuestos pasa
comunicación al Ministerio Fiscal para que éste presente en forma
la querella4.
Cada una de las manifestaciones del principio acusatorio ha
incidido de manera determinante en el sistema procesal penal
español. Las progresivas reformas han sido motivadas por la
aplicación de este principio. La primera idea que llevó al legislador
a modificar la LECRIM fue en 1988, donde se perfiló la separación
de la función instructora y la de enjuiciamiento, en el
procedimiento abreviado.
La Ley Orgánica 4/1992, de 5 de junio, dio un paso más al
regular la competencia y el procedimiento de los juzgados de
menores. Esta Ley, separó la función instructora, de un lado, y el
enjuiciamiento y decisión, de otro, encomendando la primera de
CORTÉS DOMÍNGUEZ, La cosa juzgada penal, Bolonia, 1975, p. 35, quien
apunta a un debilitamiento teórico del principio acusatorio ya que la acción
penal se ejercitará en cualquier caso, bien por querella, bien mediante la
petición de apertura del juicio oral.
Esta idea nada tiene que ver con los orígenes del proceso penal inquisitivo
(s. XV), en el que el juez se colocaba al lado de una parte procesal porque él
mismo era beneficiario de las penas pecuniarias impuestas a los condenados.
De este modo, la imparcialidad judicial quedaba en entredicho, porque además
debían constituirse en parte; TOMÁS Y VALIENTE, El derecho penal de la
monarquía absoluta, cit., p. 167.
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ellas al Ministerio fiscal y las otras dos al juez de menores. Con
esto se comprueba que este desdoblamiento y asignación de las
enunciadas fases procesales a dos órganos diferentes, reestablece
el principio acusatorio en un procedimiento reformador, como es
el caso del proceso de menores con anterioridad a la LO 4/1992,
que se encontraba informado por el principio inquisitivo 5.
En tercer término LA RESOLUCIÓN DEBE SER
CONGRUENTE. La incongruencia consiste en un desajuste entre
el fallo judicial y los términos en los que las partes han formulado
sus pretensiones o peticiones. En consecuencia la sentencia no
puede otorgar más de lo pedido en la demanda o acusación,
menos de lo admitido, ni cosa distinta.
En el ámbito penal a diferencia de la congruencia la
fundamentación de la correlación entre el escrito de acusación y la
sentencia nunca se fundamenta en el respeto a la autonomía de la
voluntad, sino en la necesidad de preservar la imparcialidad del
tribunal, ya que si el tribunal se pronunciase sobre hechos no
alegados en el proceso, las partes quedarían indefensas. Nadie
puede ser condenado si no se ha formulado contra el acusación de
la que haya tenido oportunidad de defenderse de manera
contradictoria.
Consecuencia de ello es que en el proceso penal el acusado
ha de conocer de la acusación formulada contra el en el curso del
proceso y el pronunciamiento del juez deberá efectuarse sobre los
términos del debate. Existe una vinculación del Tribunal a
algunos aspectos de la acusación:
a) A la identidad de la persona contra la que se dirige.
b) A los hechos que constituyen su objeto
La posibilidad el juez de menores, consistente en acometer determinadas
actuaciones preparatorias del juicio o de carácter aseguratorio, aparece
expresamente contemplada en diversos pasajes. Así, por un lado, el ministerio
fiscal ha de solicitar del juez de menores la práctica de diligencias que no
pueda efectuar por sí mismo, y por otro, le corresponde al juez la adopción de
medidas cautelares como es el depósito o internamiento provisional del menor.
Estos actos le están vedados legalmente al ministerio fiscal ya que no
constituyen en puridad actos de investigación o de instrucción, sino que son
única y exclusivamente limitativos de los derechos fundamentales, es decir,
actos puramente jurisdiccionales que la Constitución expresamente reserva a
jueces y magistrados.
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c) Y a la calificación jurídica de manera que no puede condenarse
por un delito más grave, o que aun no siéndolo, deberá ser
homogéneo con el contenido de la acusación.
Además el Tribunal no puede imponer una pena más grave a las
concretamente interesadas por las acusaciones, por lo que la
vinculación del Tribunal también se extiende a este aspecto ( Vid
STS 22-enero-2007 que se refiere al Acuerdo del TS celebrado 20
Diciembre 2006.)
En último término, el TC ha declarado que en virtud del
principio acusatorio, nadie puede ser condenado si no se ha
formulado contra él una acusación de la que haya tenido
oportunidad
de
defenderse
de
manera
contradictoria.
Consecuencia de ello es que, en el proceso penal, el acusado ha de
conocer la acusación formulada contra él en el curso del proceso
para poder defenderse de manera contradictoria, y que el
pronunciamiento del juez o tribunal ha de efectuarse sobre los
términos del debate, tal y como han sido formulados en las
pretensiones de la acusación y la defensa6.
Ello significa que ha de existir una correlación entre la
acusación y el fallo de la sentencia. La sentencia del juez penal
debe respetar los hechos considerados punibles, y para su
enjuiciamiento se halla vinculado por la acusación que mantienen
las partes.
No obstante, la calificación jurídica de tales hechos
corresponde en principio al tribunal que los juzga, si bien esta
calificación no es ajena al debate contradictorio en el proceso
penal. Este debate no recae sólo sobre los hechos, sino también
sobre su calificación jurídica.
El tribunal puede condenar por un delito distinto del
apreciado en los escritos de calificación, siempre y cuando lo haga
dentro de los límites sentados por la jurisprudencia. Tal
posibilidad requiere el cumplimiento de dos condiciones: la
primera, sería la identificación del hecho punible, de forma que el
hecho señalado por la acusación sea el mismo objeto de
pronunciamiento en la sentencia, y la segunda, es que la nueva
calificación sea homogénea, es decir, que tenga la misma
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SSTC 36/1996, 150/1996, 43/1997.
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naturaleza, porque el hecho que configure los tipos
correspondientes sea sustancialmente el mismo.
En caso contrario, o faltando uno de estos dos presupuestos,
la sentencia lesiona el principio acusatorio que la Constitución
garantiza7.
En definitiva, no puede hablarse de un proceso penal
acusatorio puro, por cuanto ello dependerá de determinados
aspectos, y podemos encontrarnos en alguna fase predominio del
principio contrapuesto. No obstante, sí cabe afirmar que el
principio acusatorio es característica esencial del proceso penal 8.
7 SSTC 95/1995, 225/1997, AATC 59/1997, 307/1997, 202/1998,
21/1999.
8 GARCÍA VALDÉS, Derecho Procesal Criminal, cit., p. 19; FAIRÉN GUILLÉN,
Doctrina general del Derecho Procesal, cit., p. 51; RAMOS MÉNDEZ, Derecho y
proceso, cit., p. 303.
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