Volumen18

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FRONTERA NORTE
PUBLICACIÓN SEMESTRAL DE EL COLEGIO DE LA FRONTERA NORTE vol. 9,
núm. 18, julio-diciembre de 1997
ÍNDICE
5
Presentación
9
Gilberto Giménez, MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES 29
Lawrence Douglas Taylor Hansen, LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE
LA IDENTIDAD CULTURAL MEXICANA EN CALIFORNIA: UNA VISIÓN HISTÓRICA
45
Norma Iglesias Prieto, RECONSTRUYENDO LO FEMENINO: IDENTIDADES DE GÉNERO
Y RECEPCIÓN CINEMATOGRÁFICA
63
Amelia Malagamba Ansótegui, A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL
CAPITAL: AFRICAN-AMERICAN ICONS AND SYMBOLS IN CHICANO ART
85
María Socorro Tabuenca Córdoba, APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS
LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
111
Otto Santa Ana A., MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN
CHICANA
127
Angie Chabram-Dernersesian, OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE: THE
OTHER DISCOURSE OF CHICANO-MEXICANO DIFFERENCE
145
Elaine M. Allensworth y Refugio I. Rochin, LATINO COLONIZATION IN RURAL
CALIFORNIA: THE EMERGENCE OF ECONOMIC PATCHWORK
159
Guillermo Delgado-P., TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO".
ENSAYOS SOBRE UNA ANTROPOLOGÍA DE LA FRICCIÓN
NOTAS CRÍTICAS
181
Arturo Zarate Ruiz, LA VÍA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA
PENA DE MUERTE
197
Augusto Arteaga Castro Pozo, NARRATIVAS ETNOGRÁFICAS EN LA SIERRA
TARAHUMARA RESEÑAS
BIBLIOGRÁFICAS
209
Patricia Fernández de Castro, THREAD OF BLOOD. COLONIALISM, REVOLUTION AND GENDER ON
MEXICO'S NORTHERN FRONTIER. HEGEMONY AND EXPERIENCE:
CRITICAL STUDIES IN ANTHROPOLOGY AND HISTORY, DE ANA MARÍA ALONSO
217
Mary O'Connor, REVIEW OF RETHINKING PROTESTANTISM IN LATIN AMERICA, DE
VIRGINIA GARRARD-BURNETT Y DAVID STOLL (EDS.)
221
Jorge Gustavo Mendoza, A LA BRAVA ÉSE! IDENTIDADES JUVENILES EN MÉXICO;
CHOLOS, PUNKS Y CHAVOS BANDA, DE JOSÉ MANUEL VALENZUELA ARCE
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Manuel Valenzuela Arce&C&
CONSEJO EDITORIAL: &C&Jorge
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Publicaciones, El Colef
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Presentación
Si en la actualidad se planteara la pregunta ¿qué son los estudios culturales hoy?, tendríamos que
subrayar las dificultades que implica tratar de definir este campo de estudio con precisión.
En cierto sentido, los estudios culturales están conformados por una gran variedad de ideas, métodos
y asuntos provenientes de la literatura, la sociología, la antropología, la historia y el área de la
comunicación. Su campo de análisis no se define con la elección de un único objeto de estudio, además
de que la existencia de varias perspectivas y supuestos ha favorecido el uso de diversos métodos de
aproximación hacia problemáticas culturales específicas, sin olvidar el peso de la historia de la
conformación de los estudios culturales en las ciencias sociales.1
De esta forma, para algunos la definición de los estudios culturales se encuentra en el estudio de "las
formas históricas de conciencia o subjetividad" (Johnson, 1997), 2 mientras que para otros el objetivo de
los estudios culturales es la búsqueda del equilibrio de los diferentes momentos de la producción
cultural, ya sea material, simbólica y textual, y su consumo. Bajo esta perspectiva, los estudios
culturales adquieren un cariz político, que revela la posición dominante y el conjunto de prácticas
contestatarias y conflictuales de representación en la sociedad, que limitan con el proceso de formación
y reconformación de los grupos sociales (Frow y Morris, 1997).
En décadas recientes uno de los aportes más importantes a este campo de estudios ha sido la
incorporación de la noción de cultura popular, a la que Stuart Hall (1981) definiría como una arena de
consenso y resistencia.
Precisamente, los trabajos de Stuart Hall representan un claro ejemplo de los importantes aportes del
marxismo a1 campo de los estudios culturales, principalmente en dos caminos. El primero fue
comprender que la cultura debe ser analizada en relación con la estructura social y su contingencia; el
segundo, comprender también que
1
2
Según algunos especialistas, los estudios culturales tuvieron origen a1 final de los años cincuenta y se institucionalizaron en el Center tor Contemporary Cultural Studies (CCCS) de la Universidad de Birmingham, en
1964. Desde entonces esta área de estudio ha sufrido constantes dificultades de continuidad institucional y en
relación con el rompimiento de marcos y esquemas; baste recordar los rápidos cambios en las condiciones
políticas de los intelectuales en Inglaterra entre las décadas de los sesenta y los ochenta, es decir, de Hoggart a
Gramsci. Subsecuentes momentos teóricos se encontraron directamente relacionados con el desarrollo del
culturalismo, el estructuralismo y el marxismo gramsciano, aunque los debates más recientes se han orientado
a1 postestructuralismo y a1 posmodernismo, sin olvidar la importante linea desarrollada por el movimiento de
los estudios culturales en Australia.
F.I texto original fue publicado en Social Text por la Duke University Press en 1987. Para esta introducción se
consultó la reproducción de dicho texto, "What is Cultural Studies Anyway?", publicada en 1997 por John
Storey.
5
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
los estudios culturales asumen que las sociedades capitalistas industriales son sociedades divididas
desigualmente a lo largo de líneas étnicas, de género, generacionales y de clase. De esta forma, la
cultura aparece como uno de los principales sitios en donde esta división es establecida y contestada:
la cultura es un terreno en el cual toma lugar una continua lucha en la cual los grupos subordinados
intentan resistir la imposición de los intereses de los grupos dominantes (Storey, 1997).
En el fondo, los debates e intentos por definir los estudios culturales replantean en sí mismos la
manera en que se piensa la cultura. La reconsideración de aspectos tales como la íntima vinculación de
procesos culturales y relaciones sociales (especialmente de clase y de división sexual, junto con la
existencia de una estructura racial de las relaciones sociales) fue fundamental3 para este campo de
conocimiento. Asimismo, el reconocimiento de que la cultura involucra poder, lo que propicia la
producción de asimetrías entre los individuos y en los grupos sociales en el ejercicio de sus necesidades.
Por lo tanto, un aporte relevante a1 debate de los estudios culturales ha sido considerar a la cultura,
no como un campo autónomo y externo, sino como un campo de diferencias sociales y de lucha
(Johnson, 1997).
En años recientes, los estudios culturales han estado cambiando radicalmente hacia debates sobre el
posmodernismo y la posmodernidad, enriqueciendo los debates iniciales sobre la ideología y la
hegemonía.
Cabe añadir el reciente fortalecimiento del debate sobre las subculturas como un intento de registrar
el mundo social contemporáneo y sus ejercicios de representación.
Este enfoque es especialmente interesante por el reconocimiento que hace de los procesos de
subordinación, de lo subalterno y de lo subterráneo en la sociedad. Algunos interpretan esta posición
como el estudio de los "desviados" o de los de "abajo", grupos que renegocian su posición subordinada a
través de su subcultura.
Los estudios sobre las subculturas han puesto atención en las culturas que han sido concebidas como
insignificantes, como la de los afroamericanos, la de los hispanos, la de la clase trabajadora, la de los
pobres y la de los jóvenes. La definición de los atributos de las "subculturas" pone acento en la
distinción entre un grupo particular y la gran cultura-sociedad (Thornton, 1997).
Esta vertiente ha añadido nuevas problemáticas a1 campo de los estudios culturales, reconociendo
procesos identitarios y de territorialización de ciertos grupos, a través de formas de apropiación espacial,
medios visuales y autorrepresentaciones, que marcan la pauta de las formas de interacción cotidiana de
estos grupos. De esta forma travestis, punks, zoot-suiters, hooligans, prostitutas y Star Trekers, entre
otros, conforman controvertidas presencias en el campo de los estudios culturales.
3
4
6
Por ejemplo, en el posterior desarrollo de los estudios feministas y de los estudios sobre los afroamericanos en
Inglaterra y en Estados Unidos.
La definición de las subculturas ha cambiado dramáticamente desde que me acuñado en la década de los cuarenta,
ampliando su panorama. Los dos legados académicos de los estudios sobre la subcultura provienen de la
tradición de Birmingham en los años setenta, más asociados a los estudios de la mass-media, el consumo y la
cultura de masas. El segundo legado proviene de la escuela marxista de Frankfurt, en relación con su visión de
una sociedad de masas, aunque algunos autores reconocen también la influencia de la escuela de Chicago, en el
desarrollo de estudios sobre subculturas pluralistas. Esto dio resultados ambivalentes acerca de la resistencia y
la subordinación (Thornton, 1997).
PRESENTACIÓN
Este número de la revista Frontera Norte se encuentra enmarcado en el debate señalado y pretende
ofrecer material de discusión sobre los procesos culturales en la frontera desde diferentes perspectivas y
disciplinas. No sólo se pretende polemizar en torno a1 debate metateórico de los estudios culturales,
sino también proporcionar elementos de análisis sobre las fronteras culturales en la región MéxicoEstados Unidos e identificar algunos de los principales procesos culturales, actores, sentidos de
pertenencia y exclusividad de los grupos que habitan esta región.
La contribución de este número a los estudios culturales radica en la ilustración que hace, mediante
diferentes opiniones y disciplinas, de la posibilidad de reconocer grupos y tendencias culturales
organizadas en un mundo global pero territorializado, en donde están presentes alianzas genéricas,
generacionales, étnicas y de clase. Precisamente, la frontera norte del país representa un intenso
conjunto de interacciones de estas formas sociales.
Este número de Frontera Norte se encuentra dividido en tres grandes secciones. En la primera se
abordan algunos de los principales supuestos teóricos en torno a la identidad y los procesos sociales
contemporáneos. El segundo conjunto de artículos está orientado a1 análisis de procesos históricos y
genéricos en el campo de los estudios culturales, a través del uso de archivos históricos y trabajo
empírico. Y el tercer bloque contiene interesantes artículos sobre la cultura chicana, los espacios y
fronteras culturales compartidas entre México y Estados Unidos, con base en las expresiones pictóricas,
literarias, sociolongüísticas y de vida cotidiana en la frontera norte.
El primer trabajo es de Gilberto Giménez, quien ofrece un interesante acercamiento a la teoría de las
identidades sociales en un marco de proliferación de movimientos sociales, globalización y crisis del
Estado-Nación. Nociones tales como "red de pertenencia social", "sistema de atributos y distintivos" y
"memoria colectiva" son elementos que permiten reflexionar sobre el concepto de "distintividad"
cualitativa y reconocer la utilidad teórica y empírica del concepto de identidad para tratar problemas
específicos como las migraciones internacionales o los procesos culturales en la frontera norte.
A continuación encontramos dos artículos, de Lawrence Taylor y Norma Iglesias, que están
orientados a1 análisis de procesos culturales específicos de la frontera entre México y California.
Mediante la reconstrucción histórica de la celebración de las fiestas patrias de los mexicanos en
California, Taylor muestra cómo esta celebración ha fungido como elemento de pertenencia y memoria
colectiva, contribuyendo, a la larga, a la preservación de la identidad cultural mexicana desde la
conquista estadunidense de este territorio en 1848 hasta la actualidad.
Norma Iglesias, por su parte, centra su reflexión en las manifestaciones discursivas genéricas y en la
recepción cinematográfica, en un intento por reconstruir lo femenino a partir de procesos de captación
visual y del entendimiento de la subjetividad de los sujetos. El artículo muestra cómo, a través del
análisis de los discursos de los sujetos, se pueden establecer relaciones entre la identidad de género y la
recepción cinematográfica.
Los trabajos siguientes, de Amelia Malagamba, Socorro Tabuenca, Otto Santana y Angie Chabram,
podrían inscribirse en la perspectiva de los estudios Chicana/Chicano con importantes aportes para los
análisis sobre las identidades transfronterizas. En conjunto, representan un importante esfuerzo por
conceptualizar el proceso de transformación y enriquecimiento cultural que han sufrido las dos
comunidades que comparten la frontera
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
desde el siglo pasado, y cuyo patrimonio se refleja ahora en los importantes movimientos muralistas y
literarios de los chicanos, y en los legados teóricos, que han sido fundamentales para la comprensión de
la diferencia cultural de esta región.
De esta forma, Amelia Malagamba proporciona un interesante recorrido sobre la conformación del
arte chicano, reconociendo sus diferentes herencias culturales, desde los iconos afroamericanos, la
litografía desarrollada durante la Revolución Mexicana, el movimiento muralista mexicano, el traslado
del capital cultural de los migrantes hasta el importante papel político que han desarrollado los
muralistas chicanos desde la década de los años sesenta.
Socorro Tabuenca, Otto Santana y Angie Chabram se ubican en el campo de los estudios literarios y
lingüísticos. La primera analiza la literatura producida en la frontera y saca a flote las principales
polémicas en el campo de la literatura de la frontera, el segundo profundiza en los modelos lingüísticos
que se han diseñado para tratar de explicar las particularidades del habla chicana, y Chabram examina el
movimiento intelectual y cultural que ha permitido la reconfiguración intelectual y teórica de lo
chicano/mexicano y sus diferencias, con especial énfasis en la importancia del discurso en el
Movimiento Chicano y sus rasgos de diferenciación.
Finalmente, Elaine M. Allensworth, Refugio I. Rochin y Guillermo Delgado estudian la importancia
de las comunidades transnacionales. Los dos primeros lo hacen con el análisis del proceso de
colonización latino en la California rural y Delgado reconociendo la importancia de la formación de
sociedades a1 interior y a1 exterior de los Estados nacionales tradicionales, lo que ha despertado un
notable interés cultural en fenómenos como la migración y la conformación de una identidad
comunitaria y nómada en un proceso claramente globalizante. La construcción de nociones "del otro
lado" desde varias perspectivas hace del artículo de Delgado un importante testimonio de la vida
cotidiana de los fronterizos.
Esperamos que este número de Frontera Norte, con tan enriquecedores estudios, contribuya a1
entendimiento de esta amplia región transfronteriza.
Bibliografía
Storey, John (comp.), What is Cultural Studies?, University of Sunderland, 1997. Sparks, Colin, "The
Evolution of Cultural Studies", en John Storey, op. cit. Johnson, Richard, "What is Cultural Studies
Anyway?", en John Storey, op. cit. Thornton, Sarah, The Subcultures Reader, Londres y Nueva York,
Routledge, 1997.
MARÍA EUGENIA DE LA 0
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FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Materiales para una teoría de las
identidades sociales
Gilberto Giménez*
Resumen
Aunque los lineamentos básicos de una teoría de la identidad ya se encuentran en filigrana en los clásicos, su
reactivación reciente coincide, en el plano teórico, con la revalorización de la "agency" ("retorno del sujeto"), y en el
plano político, con la proliferación de los movimientos sociales y la reafirmación de los particularismos étnicos
frente a la globalización y a la crisis del Estado-nacional. Esta teoría se encuentra desigualmente elaborada en las
distintas ciencias sociales, pero de modo general gira en torno a la idea de una distintividad cualitativa socialmente
situada y basada en tres criterios básicos: una red de pertenencias sociales (identidad de rol o de pertenencia), un
sistema de atributos distintivos (identidad "caracteriológica") y la narrativa de una biografía incanjeable ("identidad
íntima" o identidad biográfica) o de una memoria colectiva. Así concebida, la identidad tiene un carácter no sólo
descriptivo, sino explicativo, y ha revelado sus virtudes heurísticas contribuyendo a revitalizar diferentes campos de
estudios, entre ellos los referentes a los problemas fronterizos y a las migraciones internacionales.
Abstract
Although the basic rules of an identity theory can be found in filigree in the classics, their recent reactivation
coincides, in the theoretical field, with the reevaluation of the "agency" ("return of the subject"), and in the political
field, with the proliferation of social movements and the reaffirmation of ethnic particularities facing globalization
and the crisis of the national-State. This theory is unequally elaborated in the different social sciences, but generally
revolves around the idea of a qualitative, socially situated distinctivity, founded on three basic criteria: a network of
social belonging (role identity or belonging), a system of distinctive attributes ("characteriological" identity), and the
narrative of an unexchangeable biography ("intimate identity" or biographic identity), or colective memory. Thus
conceived, identity not only has a descriptive character, but an explicit one too, and reveals its heuristic virtues as it
contributes to revitalizing the different fields of study, among which are the ones that refer to border problems and
international migrations.
*Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de Mexico. E-mail:
[email protected].
9
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
cide, por cierto, con la crisis del Estado-nación y de
1. Introducción
su soberanía atacada simultáneamente desde arriba
Comencemos señalando una paradoja: la
aparición del concepto de identidad en las
ciencias sociales es relativamente reciente, hasta
el punto de que resulta difícil encontrarlo entre
los títulos de una bibliografía antes de 1968. Sin
embargo, los elementos centrales de este
concepto ya se encontraban —en filigrana y bajo
formas
equivalentes—
en
la
tradición
socioantropológica desde los clásicos (Pollini,
1987). ¿Qué es lo que explica, entonces, su
tematización explícita cada vez más frecuente en
los dos últimos decenios, durante los cuales se
han ido multiplicando exponencialmente los
artículos, libros y seminarios que tratan
explícitamente de identidad cultural, de identidad
social o, simplemente, de identidad (tema de un
seminario de Levi-Strauss entre 1974 y 1975, y
de un libro clásico de Loredana Sciolla publicado
en 1983)?
Partiendo de la idea de que los nuevos objetos
de estudio no nos caen del cielo, J. W. Lapierre
sostiene que el tópico de la identidad ha sido
impuesto inicialmente a la atención de los
estudiosos en ciencias sociales por la emergencia
de los movimientos sociales que han tomado por
pretexto la identidad de un grupo (étnico,
regional, etc.) o de una categoría social
(movimientos feministas, por ejemplo) para
cuestionar una relación de dominación o
reivindicar una autonomía.
En diferentes puntos del mundo, los movimientos de
minorías étnicas o lingüísticas han suscitado
interrogaciones
e
investigaciones
sobre
la
persistencia y el desarrollo de las identidades
culturales. Algunos de estos movimientos son muy
antiguos (piénsese, por ejemplo, en los kurdos). Pero
sólo han llegado a imponerse en el campo de la
problemática de las ciencias sociales en cierto
momento de su dinamismo que coin
10
(el poder de las firmas multinacionales y la
dominación hegemónica de las grandes potencias) y
desde abajo (las reivindicaciones regionalistas y los
particularismos culturales) (Lapierre, 1984, p. 197).
Las nuevas problemáticas últimamente introducidas
por la dialéctica entre globalización y neolocalismos,
por la transnacionalización de las franjas fronterizas y,
sobre todo, por los grandes flujos migratorios que han
terminado por transplantar el "mundo subdesarrollado"
en el corazón de las "naciones desarrolladas", lejos de
haber cancelado o desplazado el paradigma de la
identidad, parecen haber contribuido más bien a
reforzar su pertinencia y operacionalidad como
instrumento de análisis teórico y empírico.
En lo que sigue nos proponemos un objetivo
limitado y preciso: reconstruir —mediante un ensayo de
homologación y de síntesis— los lineamientos centrales
de la teoría de la identidad, a partir de los desarrollos
parciales y desiguales de esta teoría esencialmente
interdisciplinaria en las diferentes disciplinas sociales,
particularmente en la sociología, la antropología y la
psicología social. Creemos que de este modo se puede
sortear, a1 menos parcialmente, la anarquía reinante en
cuanto a los usos del término "identidad", así como el
caos terminológico que habitualmente le sirve de
cortejo.
2. La identidad como
distinguibilidad
Nuestra propuesta inicial es situar la problemática
de la identidad en la intersección de una teoría de
la cultura y de una teoría de los actores sociales
("agency"). O más
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
precisamente, concebir la identidad como
elemento de una teoría de la cultura distintivamente internalizada como "habitus"
(Bourdieu, 1979, pp. 3-6) o como
"representaciones sociales" (Abric, 1994, p. l6)
por los actores sociales, sean éstos individuales
o colectivos. De este modo, la identidad no sería
más que el lado subjetivo de la cultura
considerada bajo el ángulo de su función
distintiva.
Por eso, la vía más expedita para adentrarse
en la problemática de la identidad quizás sea la
que parte de la idea misma de distinguibilidad.
En efecto, la identidad se atribuye siempre en
primera instancia a una unidad distinguible,
cualquiera que ésta sea (una roca, un árbol, un
individuo o un grupo social). "En la teoría
filosófica" —dice D. Heinrich—, "la identidad
es un predicado que tiene una función
particular; por medio de él una cosa u objeto
particular se distingue como tal de las demás de
su misma especie" (Habermas, 1987, II, p. 145).
Ahora bien, hay que advertir de inmediato
que existe una diferencia capital entre la
distinguibilidad
de
las
cosas
y
la
distinguibilidad de las personas. Las cosas sólo
pueden
ser
distinguidas,
definidas,
categorizadas y nombradas a partir de rasgos
objetivos observables desde el punto de vista
del observador externo, que es el de la tercera
persona. Tratándose de personas, en cambio, la
posibilidad de distinguirse de los demás también
tiene que ser
1
2
reconocida por los demás en contextos de
interacción y de comunicación, lo que requiere
una "intersubjetividad lingüística" que moviliza
tanto la primera persona (el hablante) como la
segunda (el interpelado, el interlocutor)
(Habermas, 1987, II, p. 144). Dicho de otro
modo, las personas no sólo están investidas de
una identidad numérica, como las cosas, sino
también —como se verá enseguida— de una
identidad cualitativa que se forma, se mantiene y
se manifiesta en y por los procesos de interacción
y comunicación social (Habermas, 1987, II, p.
145).1
En suma, no basta que las personas se
perciban como distintas bajo algún aspecto;
también tienen que ser percibidas y reconocidas
como tales. Toda identidad (individual o
colectiva) requiere la sanción del reconocimiento
social para que exista social y públicamente.2
2.1 Una tipología elemental
Situándose en esta perspectiva de polaridad entre
autorreconocimiento y heterorreconocimiento —
a su vez articulada según la doble dimensión de
la identificación (capacidad del actor de afirmar
la propia continuidad y permanencia y de
hacerlas reconocer por otros) y de la afirmación
de la diferencia (capacidad de distinguirse de
otros y de lograr el reconocimiento de esta
diferencia)—, Alberto Melucci (1991, pp. 40-42)
elabora una tipología elemental que
Es decir, como individuo no sólo soy distinto por definición de todos los demás individuos, como una piedra o
cualquier otra realidad individuada, sino que, además, me distingo cualitativamente porque, por ejemplo,
desempeño una serie de roles socialmente reconocidos (identidad de rol), porque pertenezco a determinados
grupos que también me reconocen como miembro (identidad de pertenencia), o porque poseo una trayectoria o
biografía incanjeable también conocida, reconocida e incluso apreciada por quienes dicen conocerme
íntimamente.
"La autoidentificación de un actor debe disfrutar de un reconocimiento intersubjetivo para poder fundar la
identidad de la persona. La posibilidad de distinguirse de los demás debe ser reconocida por los demás. Por lo
tanto, la unidad de la persona, producida y mantenida a través de la autoidentificación, se apoya a su vez en la
pertenencia a un grupo, en la posibilidad de situarse en el interior de un sistema de relaciones" (Melucci, 1985,
p. 151).
11
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
distingue analíticamente cuatro posibles
configuraciones identitarias:
1) identidades segregadas, cuando el actor se
identifica y afirma su diferencia
independientemente de todo reconocimiento por
parte de otros;3
2) identidades heterodirigidas, cuando el
actor es identificado y reconocido como diferente
por los demás, pero él mismo posee una débil
capacidad de reconocimiento autónomo;
3) identidades etiquetadas, cuando el actor se
autoidentifica en forma autónoma, aunque su
diversidad ha sido fijada por otros;5
4) identidades desviantes, en cuyo caso
existe una adhesión completa a las normas y
modelos de comportamiento que proceden de
afuera, de los demás; pero la imposibilidad de
ponerlas en práctica nos induce a rechazarlos
mediante la exasperación de nuestra diversidad
(p. 42).
Esta tipología de Melucci reviste gran interés,
no tanto por su relevancia empírica, sino porque
ilustra cómo la identidad de un determinado actor
social resulta, en un momento dado, de una
especie de transacción entre auto y
heterorreconocimiento. La identidad concreta se
manifiesta, entonces, bajo configuraciones que
varían según la presencia y la intensidad de
3
4
5
6
12
los polos que la constituyen. De aquí se infiere
que, propiamente hablando, la identidad no es
una esencia, un atributo o una propiedad
intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter
intersubjetivo y relacional. Es la autopercepción
de un sujeto en relación con los otros; a lo que
corresponde, a su vez, el reconocimiento y la
"aprobación" de los otros sujetos. En suma, la
identidad de un actor social emerge y se afirma
sólo en la confrontación con otras identidades en
el proceso de interacción social, la cual
frecuentemente implica relación desigual y, por
ende, luchas y contradicciones.
2.2 Una distinguibilidad cualitativa
Dejamos dicho que la identidad de las personas
implica una distinguibilidad cualitativa (y no sólo
numérica) que se revela, se afirma y se reconoce
en los contextos pertinentes de interacción y
comunicación social. Ahora bien, la idea misma
de "distinguibilidad" supone la presencia de
elementos, marcas, características o rasgos
distintivos que definan de algún modo la
especificidad, la unicidad o la no sustituibilidad
de la unidad considerada. ¿Cuáles son esos
elementos diferenciadores o diacríticos en el caso
de la identidad de las personas?
Las investigaciones realizadas hasta ahora
destacan tres series de elementos:
Según el autor, se pueden encontrar ejemplos empíricos de esta situación en la fase de formación de los actores
colectivos, en ciertas fases de la edad evolutiva, en las contraculturas marginales, en las sectas y en ciertas
configuraciones de la patología individual (v.g., desarrollo hipertrófico del yo o excesivo repliegue sobre sí
mismo).
Tal sería, por ejemplo, el caso del comportamiento gregario o multitudinario, de la tendencia a confluir hacia
opiniones y expectativas ajenas, y también el de ciertas fases del desarrollo infantil destinadas a ser superadas
posteriormente en el proceso de crecimiento. La patología, por su parte, suele descubrir la permanencia de
formas simbióticas o de apego que impiden el surgimiento de una capacidad autónoma de identificación.
Es la situación que puede observarse, según Melucci, en los procesos de labeling social, cuyo ejemplo más visible
sería la interiorización de estigmas ligados a diferencias sexuales, raciales y culturales, así como también a
impedimentos físicos,
Por ejemplo, el robo en los supermercados no sería mas que la otra cara del consumismo, así como "muchos otros
comportamientos autodestructivos a través del abuso de ciertas substancias no son más que la otra cara de las
expectativas demasiado elevadas a las que no tenemos posibilidades de responder" (ibid., p. 42).
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
1) la pertenencia a una pluralidad de colectivos
(categorías, grupos, redes y grandes colectividades),
2) la presencia de un conjunto de atributos
idiosincráticos o relacionales, y
3) una narrativa biográfica que recoge la historia de
vida y la trayectoria social de la persona considerada.
Por lo tanto, el individuo se ve a sí mismo —y es
la amplitud de sus círculos de pertenencia (Pollini,
1987, p. 33). Es decir, cuanto más amplios son los
círculos sociales de los que se es miembro, tanto más se
refuerza y se refina la identidad personal.
¿Pero qué significa la pertenencia social? Implica la
inclusión de la personalidad individual en una
colectividad
hacia
la
cual
se
experimenta
un
reconocido— como "perteneciendo" a una serie de
sentimiento de lealtad. Esta inclusión se realiza
colectivos, como "siendo" una serie de atributos y
generalmente mediante la asunción de algún rol dentro
como "cargando" un pasado biográfico incanjeable e
de la colectividad considerada (v.g., el rol de simple fiel
irrenunciable.
dentro de una Iglesia cristiana, con todas las
expectativas de comportamiento anexas a1 mismo);
2.2.1. La pertenencia social
pero
sobre
todo
interiorización
La tradición sociológica ha establecido sólidamente la
tesis de que la identidad del individuo se define
principalmente —aunque no exclusivamente— por la
pluralidad de sus pertenencias sociales. Así, por ejemplo, desde el punto de vista de la personalidad
individual se puede decir que
el hombre moderno pertenece en primera instancia a
la familia de sus progenitores;
luego, a la fundada por él mismo, y por lo tanto,
también a la de su mujer; por último, a su profesión,
que ya de por sí lo inserta frecuentemente en
numerosos círculos de intereses [...]. Además, tiene
conciencia de ser ciudadano de un Estado y de
pertenecer a un determinado estrato social. Por otra
parte, puede ser oficial de reserva, pertenecer a un
par de asociaciones y poseer relaciones sociales
conectadas, a su vez, con los más variados círculos
sociales... (G. Simmel, citado por Pollini, 1987, p.
32).
Pues bien, esta pluralidad de pertenencias, lejos de
eclipsar la identidad personal, es precisamente la que la
define y constituye. Más aún, según G. Simmel debe
postularse una correlación positiva entre el desarrollo
al
mediante
menos
la
parcial
apropiación
del
e
complejo
simbólico-cultural que funge como emblema de la
colectividad en cuestión (v.g., el credo y los símbolos
centrales de una Iglesia cristiana) (Pollini, 1990, p.
186). De donde se sigue que el estatus de pertenencia
tiene que ver fundamentalmente con la dimensión
simbólico-cultural de las relaciones e interacciones
sociales.
Falta añadir una consideración capital:
la pertenencia social reviste diferentes grados, que
pueden ir de la membresía meramente nominal o
periférica
a
la
membresía
militante
e
incluso
conformista, y no excluye por sí misma la posibilidad
del disenso. En efecto, la pertenencia categorial no induce necesariamente la despersonalización y la
uniformización de los miembros del grupo. Más aún, la
pertenencia
puede incluso favorecer,
en
ciertas
condiciones y en función de ciertas variables, la
afirmación de las especificidades individuales de los
miembros (Lorenzi-Cioldi, 1988, p. 19). Algunos
autores llaman "identización" a esta búsqueda, por parte
del individuo, de cierto margen de autonomía con
respecto a su propio grupo de pertenencia (Tap, 1980).
Ahora bien, ¿cuáles son, en términos más concretos,
los colectivos a los que un individuo puede pertenecer?
de la identidad del individuo y
13
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE ÜE 1997
Propiamente hablando y en sentido estricto,
se puede pertenecer —y manifestar lealtad— sólo
a los grupos y a las colectividades definidas a la
manera de Merton (1965, pp. 240-249).7 Pero en
un sentido más lato y flexible también se puede
pertenecer a determinadas "redes" sociales
(network), definidas como relaciones de
interacción coyunturalmente actualizadas por los
individuos que las constituyen,8 y a determinadas
"categorías sociales", en el sentido más bien
estadístico del término.9 Las "redes de
interacción" tendrían particular relevancia en el
contexto urbano (GuIdicini, 1985, p. 48). Por lo
que toca a la pertenencia categorial —v.g., ser
mujer, maestro, clasemediero, yuppie—, sabemos
que desempeña un papel fundamental en la
definición de algunas identidades sociales (por
ejemplo, la identidad de género), debido a las
representaciones y estereotipos que se le
asocian.10
La tesis de que la pertenencia a un grupo o a
una comunidad implica compartir el complejo
simbólico-cultural que fun
ciona corno emblema de los mismos nos
permite reconceptualizar dicho complejo en
términos
de
"representaciones
sociales".
Entonces, diremos que pertenecer a un grupo o a
una comunidad implica compartir —a1 menos
parcialmente— el núcleo de representaciones
sociales que los caracteriza y define. El concepto
de "representación social" ha sido elaborado por
la escuela europea de psicología social (Jodelet,
1989, p. 32), recuperando y operacionalizando un
término de Durkheim por mucho tiempo
olvidado.
Se
trata
de
construcciones
sociocognitivas propias del pensamiento ingenuo
o del "sentido común", que pueden definirse
como "conjunto de informaciones, creencias,
opiniones y actitudes a propósito de un objeto
determinado" (Abric, 1994, p. 19). Las representaciones sociales serían, entonces, "una
forma de conocimiento socialmente elaborado y
compartido, y orientada a la práctica, que
contribuye a la construcción de una realidad
común a un conjunto social" (Jodelet, 1989, p.
36).11 Las repre-
7 Según Merton, se entiende por grupo "un conjunto de individuos en interacción según reglas establecidas" (p.
240). Por lo tanto, una aldea, un vecindario, una comunidad barrial, una asociación deportiva y cualquier otra
socialidad definida por la frecuencia de interacciones en espacios próximos serían "grupos". Las colectividades, en
cambio, serían conjuntos de individuos que, aun en ausencia de toda interacción y contacto próximo, experimentan
cierto sentimiento de solidaridad "porque comparten ciertos valores y porque un sentimiento de obligación moral los
impulsa a responder como es debido a las expectativas ligadas a ciertos roles sociales" (p. 249). Por consiguiente,
serían "colectividades" para Merton las grandes "comunidades imaginadas" en el sentido de 1$. Anderson (1983),
como la nación y las Iglesias universales (pensadas como "cuerpos místicos"). Algunos autores han caracterizado la
naturaleza peculiar de la pertenencia a estas grandes comunidades anónimas, imaginadas e imaginarias llamándola
"identificación por proyección o referencia", en clara alusión a1 sentido freudiano del sintagma (Galissot, 1987, p.
16).
8
Las "redes" suelen concebirse como relaciones de interacción entre individuos, de composición y sentido
variables, que no existen a priori ni requieren de la contigüidad espacial como los grupos propiamente dichos,
sino son creadas y actualizadas cada vez. por los individuos (Hecht, 1993, p. 42).
9
Las categorías sociales han sido definidas por Merton como "agregados de posiciones y de estatutos sociales
cuyos detentores (o sujetos) no se encuentran en interacción social; estos responden a las mismas características
(de sexo, de edad, de renta, etc.), pero no comparten necesariamente un cuerpo) común de normas y valores"
(Merton, 1965, p 249).
10 Por ejemplo, a la categoría "mujer" se asocia espontáneamente una serie de "rasgos expresivos" como pasividad,
sumisión, sensibilidad a las relaciones con otros; mientras que a la categoría "hombre" se asocian "rasgos
instrumentales" como activismo, espíritu de competencia, independencia, objetividad y racionalidad (LorenziCioldi, 1988, p. 41).
11 Debe advertirse, sin embargo, que según los psicólogos sociales de esta escuela los individuos modulan siempre
de modo idiosincrático el núcleo de las representaciones compartidas, lo que excluye el modelo del unanimismo
y del consenso. Por tanto, pueden existir divergencias y hasta contradicciones de comportamiento entre
individuos de un mismo grupo que comparten un mismo haz. de representaciones sociales.
14
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
sentaciones sociales así definidas —siempre
socialmente contextualizadas e internamente
estructuradas— sirven como marcos de
percepción y de interpretación de la realidad, y
también como guías de los comportamientos y
prácticas de los agentes sociales. De este modo
los psicólogos sociales han podido confirmar una
antigua convicción de los etnólogos y de los
sociólogos del conocimiento: los hombres piensan, sienten y ven las cosas desde el punto de
vista de su grupo de pertenencia o de referencia.
Pero las representaciones sociales también
definen la identidad la especificidad de los
grupos. Ellas
tienen también por función situar a los
individuos y a los grupos en el campo social
[...], permitiendo de este modo la elaboración
de una identidad social y personal gratificante,
es decir, compatible con sistemas de normas y
de
valores
social
e
históricamente
determinados (Mugny y Carugati, 1985, p.
183).
Ahora estamos en condiciones de precisar de
modo más riguroso en qué sentido la pertenencia
social es uno de los criterios básicos de
"distinguibilidad" de las personas: en el sentido
de que a través de ella los individuos
internalizan en forma idiosincrática e
individualizada las representaciones sociales
propias de sus grupos de pertenencia o de
referencia. Esta afirmación nos permitirá más
adelante comprender mejor la relación dialéctica
entre identidades individuales e identidades
colectivas.
2.2.2 Atributos identificadores
Además de la referencia a sus categorizaciones y
círculos de pertenencia, las personas también se
distinguen —y son distinguidas— por una
determinada
configuración de atributos considerados como
aspectos de su identidad. "Se trata de un conjunto
de características tales como disposiciones,
hábitos, tendencias, actitudes o capacidades, a lo
que se añade lo relativo a la imagen del propio
cuerpo" (Lipiansky, 1992, p. 122).
Algunos de esos atributos tienen una
significación preferentemente individual y
funcionan como "rasgos de personalidad" (v.g.,
inteligente,
perseverante,
imaginativo...),
mientras que otros tienen una significación
preferentemente relacional, en el sentido de que
denotan rasgos o características de socialidad
(v.g.,
tolerante,
amable,
comprensivo,
sentimental...).
Sin embargo, todos los atributos son materia
social: "Incluso ciertos atributos puramente
biológicos son atributos sociales, pues no es lo
mismo ser negro en una ciudad estadounidense
que serlo en Zaire..." (Pérez-Agote, 1986, p. 78).
Muchos atributos derivan de las pertenencias
categoriales o sociales de los individuos, razón
por la cual tienden a ser a la vez estereotipos
ligados a prejuicios sociales con respecto a
determinadas categorías o grupos. En Estados
Unidos, por ejemplo, las mujeres negras son
percibidas como agresivas y dominantes; los
hombres negros como sumisos, dóciles y no
productivos; y las familias negras como
matriarcales y patológicas. Cuando el estereotipo
es despreciativo, infamante y discriminatorio, se
convierte en estigma, es decir, una forma de
categorización social que fija atributos
profundamente
desacreditadores
(Goffman,
1986).
Según los psicólogos sociales, los atributos
derivan de la percepción —o de la impresión
global— que tenemos de las personas en los
procesos de interacción social; manifiestan un
carácter selectivo, estructurado y totalizante; y
suponen "teorías implícitas de la personalidad"
—variables en el tiempo y en el espacio— que
15
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
sólo son una manifestación más de las
representaciones sociales propias del sentido
común (Paicheler, 1984, p. 277).
es múltiple y variable. Cada uno de los que dicen
conocerme selecciona diferentes eventos de mi
biografía. Muchas veces son eventos que nunca
ocurrieron. E incluso, cuando han sido verdaderos, su
2.2.3. Narrativa biográfica:
historias de vida
En una dimensión más profunda, la
distinguibilidad de las personas remite a la revelación de una biografía incanjeable, relatada en
forma de "historia de vida". Es lo que algunos
autores
denominan
identidad
biográfica
(Pizzorno, 1989, p. 318) o también identidad
íntima (Lipiansky, 1992, p. 121). Esta dimensión
de la identidad también requiere como marco el
intercambio interpersonal. En efecto, en ciertos
casos éste progresa poco a poco a partir de
ámbitos superficiales hacia capas más profundas
de la personalidad de los actores sociales, hasta
llegar a1 nivel de las llamadas "relaciones
íntimas", de las que las "relaciones amorosas"
sólo constituyen un caso particular (Brehm, 1984,
p. 169). Es precisamente en este nivel de
intimidad donde suele producirse la llamada
"autorrevelación" recíproca (entre conocidos,
camaradas, amigos o amantes), por la que a1
requerimiento de un conocimiento más profundo
("dime quién eres: no conozco tu pasado") se
responde con una narrativa autobiográfica de
tono confidencial (selfnarration). Esta "narrativa"
configura o, mejor dicho, reconfigura una serie
de actos y trayectorias personales del pasado para
conferirle un sentido.
En el proceso de intercambio interpersonal,
mi contraparte puede reconocer y apreciar en
diferentes grados mi "narrativa personal". Incluso
puede reinterpretarla y hasta rechazarla y
condenarla. Pues, como dice Pizzorno,
en mayor medida que las identidades asignadas por
el sistema de roles o por algún tipo de colectividad,
la identidad biográfica
16
relevancia puede ser evaluada de diferentes maneras,
hasta el punto de que los reconocimientos que a
partir de allí se me brindan pueden llegar a ser
irreconocibles para mí mismo (Pizzorno, 1989, p.
318).
En
esta
especie
de
transacción
entre
mi
autonarrativa personal y el reconocimiento de la misma
por parte de mis interlocutores, sigue desempeñando un
papel importante el filtro de las representaciones sociales, como, por ejemplo, la "ilusión biográfica", que
consiste en atribuir coherencia y orientación intencional
a la propia vida "según el postulado del sentido de la
existencia
narrada
(e
implícitamente
de
toda
existencia)" (Bourdieu, 1986, p. 69);
la autocensura espontánea de las experiencias dolorosas
y traumatizantes, y la propensión a hacer coincidir el
relato con las normas de la moral corriente (es decir,
con un conjunto de reglas y de imperativos generadores
de sanciones y censuras específicas) (Pollak, 1986).
Producir una historia de vida, tratar la vida como una
historia, es decir, como el relato coherente de una
secuencia
significante
y
orientada
de
acontecimientos, equivale posiblemente a ceder a una
ilusión retórica, a una representación común de la
existencia a la que toda una tradición literaria no ha
dejado y no deja de reforzar (Bourdieu, 1986, p. 70).
2.3 ¿Y las identidades colectivas?
Hasta aquí hemos considerado la identidad
principalmente desde el punto de vista de las
personas individuales, y la hemos defi-
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
nido como una distinguibilidad cualitativa y
específica basada en tres series de factores
discriminantes: una red de pertenencias sociales
(identidad de pertenencia, identidad categorial o
identidad de rol), una serie de atributos
(identidad caracteriológica) y una narrativa
personal (identidad biográfica). Hemos visto
cómo en todos los casos las representaciones
sociales desempeñan un papel estratégico y
definitorio, por lo que podríamos definir
también a la identidad personal como la
representación
—intersubjetivamente
reconocida y "sancionada"— que tienen las
personas de sus círculos de pertenencia, de sus
atributos personales y de su biografía irrepetible
e incanjeable.
¿Pero podemos hablar también, en sentido
propio, de identidades colectivas? Este
concepto parece presentar de entrada cierta
dificultad derivada de la famosa aporía
sociológica que consiste en la tendencia a
hipostasiar los colectivos. Por eso algunos
autores sostienen abiertamente que el concepto
de identidad sólo puede concebirse como
atributo de un sujeto individual. Así, según P.
Berger "no es aconsejable hablar de 'identidad
colectiva' a causa del peligro de hipostatización
falsa (o reificadora)" (Berger, 1982, p. 363).
Sin embargo, se puede hablar en sentido
propio de identidades colectivas si es posible
concebir actores colectivos propiamente dichos,
sin necesidad de hipostasiarlos ni de
considerarlos como entidades independientes de
los individuos que los constituyen. Tales son los
grupos (organizados o no) y las colectividades
en el sentido de Merton. Tales grupos (v.g., mi
norías étnicas o raciales, movimientos sociales, partidos políticos y asociaciones varias...)
y colectividades (v.g., una nación) no pueden
considerarse como simples agregados de
individuos (en cuyo caso la identidad colectiva
sería también un simple agregado de identidades
individuales), pero tampoco como entidades
abusivamente personificadas que trascienden a
los individuos que los constituyen (lo que
implicaría la hipostatización de la identidad
colectiva).
Se trata más bien de entidades relacionales
que se presentan como totalidades diferentes de
los individuos que las componen y que en cuanto
tales obedecen a procesos y mecanismos
específicos (Lipiansky, 1992, p. 88). Dichas
entidades relacionales están constituidas por
individuos vinculados entre sí por un común
sentimiento de pertenencia, lo que implica, como
se ha visto, compartir un núcleo de símbolos y
representaciones sociales y, por lo mismo, una
orientación común a la acción. Además, se
comportan como verdaderos actores colectivos
capaces de pensar, hablar y operar a través de sus
miembros o de sus representantes, según el
conocido mecanismo de la delegación (real o
supuesta).12
En
efecto,
un
individuo
determinado puede interactuar con otros en
nombre propio, sobre bases idiosincráticas, o
también en cuanto miembro o representante de
uno de sus grupos de pertenencia.
La identidad colectiva —dice Pizzorno— es la que
me permite conferir significado a una determinada
acción en cuanto realizada por
12 Sobre el fetichismo, las usurpaciones y las perversiones potenciales inherentes a este mecanismo, ver Bourdieu,
1984: "La relación de delegación corre el riesgo de disimular la verdad de la relación de representación y la
paradoja de situaciones en las que un grupo sólo puede existir mediante la delegación en una persona singular
—el secretario general, el Papa, etc.—, que puede actuar como persona moral, es decir, como sustituto del
grupo. En todos estos casos, y según la ecuación establecida por los canonistas —la Iglesia es el Papa—, según
las apariencias el grupo hace a1 hombre que habla en su lugar, en su nombre —así se piensa en términos de
delegación—, mientras que en realidad es igualmente verdadero decir que el portavoz hace a1 grupo..." (p. 49).
17
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
un francés, un árabe, un pentecostal, un socialista, un
No dice otra cosa Carlos Barbé en el siguiente texto:
fanático del Liverpool, un fan de Madonna, un
miembro del clan de los Corleoni, un ecologista, un
Las representaciones sociales referentes a las
kuwaití, u otros. Un socialista puede ser también
identidades de clase, por ejemplo, se dan dentro de la
cartero o hijo de un amigo mío, pero algunas de sus
psique de cada individuo. Tal es la lógica de las
acciones sólo las puedo comprender porque es
representaciones y, por lo tanto, de las identidades
socialista (Pizzorno, 1989, p. 318).
por ellas formadas (Barbé, 1985, p. 275).
Con
excepción
psicológicos
exclusivamente
o
de
de
a1
rasgos
propiamente
No está de más, finalmente, enumerar algunas
personalidad
atribuibles
proposiciones axiomáticas en torno a las identidades
elementos
colectivas, con el objeto de prevenir malentendidos.
los
sujeto-persona,
los
centrales de la identidad —como la capacidad de
1) Sus condiciones sociales de posibilidad son las
distinguirse y ser distinguido de otros grupos, de definir
mismas que las que condicionan la formación de todo
los
grupo social: la proximidad de los agentes individuales
propios
límites,
de
generar
símbolos
y
representaciones sociales específicos y distintivos, de
en el espacio social.ls
configurar y reconfigurar el pasado del grupo como una
2) La formación de las identidades colectivas no
memoria colectiva compartida por sus miembros
implica en absoluto que éstas se hallen vinculadas a la
(paralela a la memoria biográfica constitutiva de las
existencia de un grupo organizado.
identidades individuales) e incluso de reconocer ciertos
3) Existe una "distinción inadecuada" entre agentes
atributos como propios y característicos— también
colectivos e identidades colectivas, en la medida en que
pueden aplicarse perfectamente a1 sujeto-grupo o, si se
éstas sólo constituyen la dimensión subjetiva de los
prefiere, a1 sujeto-actor colectivo.
primeros, y no su expresión exhaustiva. Por lo tanto, la
Por lo demás, conviene resaltar la relación dialéctica
identidad colectiva no es sinónimo de actor social.
existente entre identidad personal e identidad colectiva.
4) No todos los actores de una acción colectiva
En general, la identidad colectiva debe concebirse como
comparten unívocamente y en el mismo grado las
una zona de la identidad personal, si es verdad que ésta
representaciones sociales que definen subjetivamente la
se define en primer lugar por las relaciones de
identidad colectiva de su grupo de pertenencia.14
pertenencia a múltiples colectivos ya dotados de identi-
5)
Frecuentemente
las
identidades
colectivas
dad propia en virtud de un núcleo distintivo de
constituyen uno de los prerrequisitos de la acción
representaciones sociales, como serían, por ejemplo, la
colectiva. Pero de aquí no se infiere que toda identidad
ideología y el programa de un partido político
colectiva
determinado.
13
14
18
"Si bien la probabilidad de reunir real o nominalmente —por la virtud del delegado— a un conjunto de agentes
es tanto mayor cuanto más próximos se encuentran estos en el espacio social y cuanto más restringida y, por lo
tanto, más homogénea es la clase construida a la que pertenecen, la reunión entre los más próximos nunca es
necesaria y fatal [...], así como también la reunión entre los mas alejados nunca es imposible" (Bourdieu, 1984,
pp. 3 y 4).
"Incluso las identidades más fuertes de la historia (como las identidades nacionales, las religiosas y las de clase)
no corresponden nunca a una sene univoca de representaciones en Iodos los sujetos que la comparten" (Barbé,
1985, p. 270).
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
genere siempre una acción colectiva, ni que
ésta tenga siempre por fuente obligada una
identidad colectiva.15
6) Las identidades colectivas no tienen
necesariamente por efecto la despersonalización y la uniformización de los comportamientos individuales (salvo en el caso de las
llamadas "instituciones totales", como un
monasterio o una institución carcelaria).16
también los otros esperan de nosotros que seamos
estables
y
constantes
en
la
identidad
que
manifestamos; que nos mantengamos conformes a la
imagen que proyectamos habitualmente de nosotros
mismos (de aquí el valor peyorativo asociado a
calificativos
tales
como
inconstante,
versátil,
cambiadizo, inconsistente, "camaleón", etc.); y los
otros están siempre listos para "llamarnos a1 orden",
para comprometernos a respetar nuestra identidad
(Lipiansky, 1992, p. 43).
3. La identidad como persistencia en el
tiempo
Pero más que de permanencia, habría que hablar de
continuidad en el cambio, en el sentido de que la
identidad a la que nos referimos es la que corresponde a
Otra característica fundamental de la identidad
—sea ésta personal o colectiva— es su
capacidad de perdurar —aunque sea
imaginariamente— en el tiempo y en el
espacio. Esto quiere decir que la identidad
implica la percepción de ser idéntico a sí
mismo a través del tiempo, del espacio y de la
diversidad de las situaciones. Si anteriormente
la identidad se nos aparecía como
distinguibilidad y diferencia, ahora se nos
presenta (tautológicamente) como igualdad o
coincidencia consigo mismo. De aquí derivan
la relativa estabilidad y consistencia que suelen
asociarse a la identidad, así como también la
atribución de responsabilidad a los actores
sociales y la relativa previsibilidad de los
comportamientos. 7
También esta dimensión de la identidad
remite a un contexto de interacción. En efecto,
un proceso evolutivo18 y no a una constancia
sustancial. Hemos de decir, entonces, que es más bien
la dialéctica entre permanencia y cambio, entre
continuidad y discontinuidad, la que caracteriza por
igual a las identidades personales y a las colectivas.
Estas se mantienen y duran adaptándose a1 entorno y
recomponiéndose incesantemente, sin dejar de ser las
mismas. Se trata de un proceso siempre abierto y, por
ende, nunca definitivo ni acabado.
Debe situarse en esta perspectiva la tesis de Fredrik
Barth (1976), según la cual la identidad se define
primariamente por la continuidad de sus límites, es
decir, por sus diferencias, y no tanto por el contenido
cultural que en un momento determinado marca
simbólicamente dichos límites o di-
15 "Una verbena pluricategorial o una huelga pueden resultar muy bien (Je una coincidencia de intereses y hasta
de eventuales y momentáneas identificaciones, pero no de una identidad" (Barbé, 1985, p. 271).
16 Por lo tanto, no parece que deba admitirse el modelo del continuum de comportamientos —propuesto por
Tajfel (1972)—entre un polo exclusivamente personal que no implique referencia alguna a los grupos de
pertenencia, y un polo colectivo y despersonalizante, donde los comportamientos estarían totalmente
determinados por diversos grupos o categorías de pertenencia. Este modelo esta impregnado por la idea de una
oposición irreconciliable entre una realidad social coactiva e inhibidora y un yo personal en búsqueda
permanente de libertad y autorrealización autónoma.
17 Desde esta perspectiva, constituye una contradictio in terminis la idea de una identidad caleidoscópica,
fragmentada y efímera que sería propia de la "sociedad posmoderna", según el discurso especulativo de ciertos
filósofos y ensayistas.
18 Incluso esta expresión resulta todavía inexacta. Habría que hablar más bien de proceso dinámico, ya que
nuestra biografía, por ejemplo, es más bien un proceso cíclico, no según un modelo evolutivo y lineal, sino
según una dialéctica de recomposiciones y rupturas.
19
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
ferencias. Por lo tanto, las características
culturales de un grupo pueden transformarse con
el tiempo sin que se altere su identidad. O, dicho
en términos de George de Vos (1982, XII),
pueden variar los "emblemas de contraste" de un
grupo sin que se altere su identidad. Esta tesis
impide extraer conclusiones apresuradas de la observación de ciertos procesos de cambio cultural
"por modernización" en las zonas fronterizas o en
las áreas urbanas. Así, por ejemplo, los
fenómenos
de
"aculturación"
o
de
"transculturación" no implican automáticamente
una "pérdida de identidad", sino sólo su
recomposición adaptativa.19 Incluso, pueden
provocar la reactivación de la identidad mediante
procesos de exaltación regenerativa.
Pero lo dicho hasta aquí no permite dar cuenta
de la percepción de transformaciones más
profundas que parecen implicar una alteración
cualitativa de la identidad tanto en el plano
individual como en el colectivo. Para afrontar
estos casos se requiere reajustar el concepto de
cambio tomando en cuenta, por un lado, su amplitud y su grado de profundidad y, por otro, sus
diferentes modalidades.
En efecto, si asumimos como criterio su
amplitud y grado de profundidad, podemos
concebir el cambio como un concepto genérico
que comprende dos formas más específicas: la
transformación y la muta-ción (Ribeil, 1974, p.
142 y ss). La transformación sería un proceso
adaptativo y gradual que se da en la continuidad,
sin afectar significativamente la estructura de un
sistema, cualquiera que ésta sea. La mutación, en
cambio, supondría una alteración cualitativa del
sistema, es decir, el paso de una estructura a otra.
En el ámbito de la identidad personal, podrían
caracterizarse como mutación los
casos de "conversión" en los que una persona
adquiere la convicción —a1 menos subjetiva—
de haber cambiado profundamente, de haber
experimentado una verdadera ruptura en su vida,
en fin, de haberse despojado del "hombre viejo"
para nacer a una nueva identidad.20
En cuanto a las identidades colectivas, se
pueden distinguir dos modalidades básicas de
alteración de una unidad identitaria: la mutación
por asimilación y la mutación por diferenciación.
Según Horowitz (1975, p. 115 y ss), la
asimilación comporta, a su vez, dos figuras
básicas: la amalgama (dos o más grupos se unen
para formar un nuevo grupo con una nueva
identidad) y la incorporación (un grupo asume la
identidad de otro). La diferenciación, por su
parte, también asume dos figuras: la división (un
grupo se escinde en dos o más de sus
componentes) y la proliferación (uno o más
grupos
generan
grupos
adicionales
diferenciados).
La fusión de diferentes grupos étnicos
africanos en la época de la esclavitud para formar
una sola y nueva etnia, la de los "negros"; la
plena "americanización" de algunas minorías
étnicas en Estados Unidos; la división de la
antigua Yugoslavia en sus componentes étnicoreligiosos originarios; y la proliferación de las
sectas religiosas a partir de una o más "Iglesias
madres" podrían ejemplificar estas diferentes
modalidades de mutación identitaria.
4. La identidad como valor
La mayor parte de los autores destacan otro
elemento característico de la identidad: el valor
(positivo o negativo) que se atribuye
invariablemente a la misma. En efecto,
19 Para una discusión más pormenorizada de esta problemática, ver Giménez, 1994, pp. 171-174). 20
una discusión de este tópico en Giménez, 1993, p. 44 y ss.
20
Ver
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
existe una difusa convergencia entre los estudiosos
por consecuencia estimular la autoestima, la
en la constatación de que el hecho de reconocerse
una identidad étnica, por ejemplo, comporta para
el sujeto la formulación de un juicio de valor, la
afirmación de lo más o de lo menos, de la inferioridad o de la superioridad entre él mismo y el
partner con respecto a1 cual se reconoce como
portador de una identidad distintiva (Signorelli,
1985, pp. 44-60).
Digamos, entonces, que la identidad se halla
siempre dotada de cierto valor para el sujeto,
generalmente distinto del que confiere a los demás
sujetos que constituyen su contraparte en el proceso
de interacción social. Y ello es así, en primer lugar,
porque,
aun inconscientemente, la identidad es el valor
central en torno a1 cual cada individuo organiza su
relación con el mundo y con los demás sujetos (en
este sentido, el "sí mismo" es necesariamente
"egocéntrico").
Y en segundo lugar,
creatividad, el orgullo de pertenencia, la
solidaridad grupal, la voluntad de autonomía y la
capacidad de resistencia contra la penetración
excesiva de elementos exteriores.21 Pero en
muchos otros casos se puede tener también una
representación negativa de la propia identidad,
sea porque ésta ha dejado de proporcionar el
mínimo de ventajas y gratificaciones requerido
para que pueda expresarse con éxito moderado
en un determinado contexto social (Barth, 1976,
p. 28), sea porque el actor social ha introyectado
los estereotipos y estigmas que le atribuyen —en
el curso de las "luchas simbólicas" por las
clasificaciones sociales— los actores (individuos
o grupos) que ocupan la posición dominante en la
correlación de fuerzas materiales y simbólicas, y
que, por lo mismo, se arrogan el derecho de imponer la definición "legítima" de la identidad y la
"forma legítima" de las clasificaciones sociales
(Bourdieu, 1982, p. 136 y ss). En estos casos, la
percepción negativa de la propia identidad genera
frustración, desmoralización, complejo de
inferioridad, insatisfacción y crisis.
porque las mismas nociones de diferenciación, de
comparación y de distinción, inherentes [...] a1
concepto de identidad, implican lógicamente como
corolario la búsqueda de una valorización de sí
mismo con respecto a los demás. La valorización
puede aparecer incluso como uno de los resortes
fundamentales de la vida social (aspecto que E.
Goffman ha puesto en claro a través de la noción
de face) (Lipiansky, 1992, p. 41).
Concluyamos, entonces, que los actores sociales
—sean individuales o colectivos— tienden, en
primera instancia, a valorar positivamente su
5. La identidad y su contexto social más
amplio
En cuanto construcción interactiva o realidad
intersubjetiva, las identidades sociales requieren,
en primera instancia y como condición de
posibilidad, de contextos de interacción estables
constituidos en forma de "mundos familiares" de
la vida ordinaria, conocidos desde dentro por los
actores sociales no como objetos de interés
teórico, sino con fines prácticos. Se trata del
mundo de la vida en el sentido de los
identidad, lo que tiene
21 Como ya lo había señalado Max Weber, "toda diferencia de 'costumbres' puede alimentar en sus portadores un
sentimiento específico de 'honor' y 'dignidad'" (Weber, 1944, p. 317).
21
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
fenomenólogos y de los etnometodólogos, es
decir, "el mundo conocido en común y dado por
descontado" ("the world know in common and
taken for granted"), juntamente con su trasfondo
de representaciones sociales compartidas, es
decir, de tradiciones culturales, expectativas recíprocas, saberes compartidos y esquemas
comunes (de percepción, de interpretación y de
evaluación) (Izzo, 1985, p. 132 y ss). En efecto,
es este contexto endógenamente organizado lo
que permite a los sujetos administrar su identidad
y sus diferencias, mantener entre sí relaciones
interpersonales reguladas por un orden legítimo,
interpelarse mutuamente y responder "en primera
persona" —es decir, siendo "el mismo" y no
alguien diferente— de sus palabras y de sus actos.
Y todo esto es posible porque dichos "mundos"
proporcionan a los actores sociales un marco a la
vez cognitivo y normativo capaz de orientar y
organizar interactivamente sus actividades
ordinarias (Dressler, 1986, pp. 35-58).
Debe postularse, por lo tanto, una relación de
determinación recíproca entre la estabilidad
relativa de los "contextos de interacción" también
llamados "mundos de la vida" y la identidad de
los actores que inscriben en ellos sus acciones
concertadas.
¿Cuales son los límites de estos "contextos de
interacción" que sirven de entorno o "ambiente"
a las identidades sociales? Son variables según la
escala considerada y se tornan visibles cuando
dichos
contextos
implican
también
procedimientos
formales
de
inclusiónidentificación, lo que es el caso cuando se trata
de instituciones como un grupo doméstico, un
centro de investigación, una empresa, una
administración, una comunidad local, un Estadonación, etc. Pero en otros casos la visibilidad de
ios límites constituye un problema, como cuando
nos referimos a una "red" de
22
relaciones sociales, a una aglomeración urbana o
a una región.
Según el análisis fenomenológico, una de las
características centrales de las sociedades
llamadas "modernas" sería precisamente la
pluralización de los mundos de la vida en el
sentido antes definido, por oposición a la unidad
y a1 carácter englobante de los mismos en las
sociedades premodernas culturalmente integradas
por un universo simbólico unitario (v.g., una
religión universalmente compartida). Tal
pluralización no podría menos que acarrear
consecuencias para la configuración de las
identidades sociales. Por ejemplo, cuando el
individuo se confronta desde la primera infancia
con "mundos" de significados y definiciones de la
realidad no sólo diferentes, sino también
contradictorios, la subjetividad ya no dispone de
una base coherente y unitaria donde arraigarse, y
en consecuencia la identidad individual ya no se
percibe como dato o destino, sino como una
opción y una construcción del sujeto. Por eso "la
dinámica de la identidad moderna es cada vez
más abierta, proclive a la conversión,
exasperadamente
reflexiva,
múltiple
y
diferenciada" (Sciolla, 1983, p. 48).
Hasta aquí hemos postulado como contexto
social inmediato de las identidades el "mundo de
la vida" de los grupos sociales, es decir, la
sociedad concebida desde la perspectiva
endógena de los agentes que participan en ella.
Pero esta perspectiva es limitada y no agota
todas las dimensiones posibles de la sociedad. Por
eso hay que añadir de inmediato que la
organización endógena de los mundos
compartidos con base en las interacciones
prácticas de las gentes en su vida ordinaria se
halla recubierta, sobre todo en las sociedades
modernas, por una organización exógena, que
confía a instituciones especializadas (derecho,
ciencia, arte, política, media, etc.) la producción y
el man-
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
tenimiento de contextos de interacción estables.
Es decir, la sociedad es también sistema,
estructura o espacio social constituido por
"campos" diferenciados, en el sentido de
Bourdieu (1987, p. 147 y ss). Y precisamente
son tales "campos" los que constituyen el
contexto social exógeno y mediato de las
identidades sociales.
En efecto, las interacciones sociales no se
producen en el vacío —lo que sería una especie
de abstracción psicológica—, sino que se hallan
"empacadas", por así decirlo, en la estructura de
relaciones objetivas entre posiciones en los
diferentes campos sociales.22 Esta estructura
determina las formas que pueden revestir las
interacciones simbólicas entre los agentes y la
representación que éstos pueden tener de la
misma (Bourdieu, 1971, pp. 2-21).
Desde esta perspectiva se puede decir que la
identidad no es más que la representación que
tienen los agentes (individuos o grupos) de su
posición (distintiva) en el espacio social y de su
relación con otros agentes (individuos o grupos)
que ocupan la misma posición o posiciones
diferenciadas en el mismo espacio. Por eso, el
conjunto de representaciones que —a través de
las relaciones de pertenencia— definen la
identidad de un determinado agente nunca
desborda o transgrede los límites de
compatibilidad definidos por el lugar que ocupa
en el espacio social. Así, por ejemplo, la
identidad de un grupo campesino tradicional
siempre será congruente con su posición
subalterna en el campo de las clases sociales, y
sus miembros se regirán por reglas implícitas
tales como: "no creerse más de lo que uno es",
"no ser pretensioso", "darse su lugar", "no ser
iguales ni igualados", "conservar su distancia",
etc. Es lo que Goffman de
nomina "sense of one's place", que según
nosotros deriva de la "función locativa" de la
identidad.
Se puede decir, por consiguiente, que en la
vida social las posiciones y las diferencias de
posiciones (que fundan la identidad) existen bajo
dos formas: bajo una forma objetiva, es decir,
independiente de todo lo que los agentes puedan
pensar de ellas, y bajo una forma simbólica y
subjetiva, esto es, bajo la forma de la representación que los agentes se forjan de las
mismas. De hecho, las pertenencias sociales
(familiares, profesionales, etc.) y muchos de los
atributos que definen una identidad revelan
propiedades de posición (Accardo, 1983, pp. 56 y
57). Y la voluntad de distinción de los actores,
que refleja precisamente la necesidad de poseer
una identidad social, traduce en última instancia
la distinción de posiciones en el espacio social.
6. Utilidad teórica y empírica del
concepto de identidad
Llegados a este punto, podríamos plantear la
siguiente pregunta: ¿cuál es la utilidad teórica y
empírica del concepto de identidad en sociología
y, por extensión, en antropología?
No faltan autores que le atribuyan una función
meramente descriptiva, útil para definir, en todo
caso, un nuevo objeto de investigación sobre el
fondo de la diversidad fluctuante de nuestra
experiencia, pero no una función explicativa que
torne más inteligible dicho objeto permitiendo
formular hipótesis acerca de los problemas que se
plantean a propósito del mismo. J. W. Lapierre
escribía hace cierto tiempo: "El
22 Según Bourdieu, "la verdad de la interacción nunca se encuentra por entero en la interacción, tal como esta se
manifiesta a la observación" (1987, p. 151). Y en otra parte afirma que las interacciones sociales no son mas que
"la actualización coyuntural de la relación objetiva" (1990, p- 34).
23
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Comunicarse con otro implica una definición, a la
concepto de identidad no explica nada. Más bien
define un objeto, un conjunto de fenómenos sobre
los cuales antropólogos y sociólogos se plantean
cuestiones del tipo 'cómo explicar y comprender
que...'" (1984, p. 196).
Sin embargo, basta echar una ojeada a la
abundante literatura generada en torno a1 tópico
para percatarse de que el concepto en cuestión
también ha sido utilizado como instrumento de
explicación.
Digamos, de entrada, que la teoría de la
identidad por lo menos permite entender mejor la
acción y la interacción social. En efecto, esta
teoría puede considerarse como una prolongación
(o profundización) de la teoría de la acción, en la
medida en que es la identidad la que permite a los
actores ordenar sus preferencias y escoger, en
consecuencia, ciertas alternativas de acción. Es lo
que Loredana Sciolla denomina función selectiva
de la identidad (1983, p. 22). Situándose en esta
misma perspectiva, A. Melucci define la
identidad como "la capacidad de un actor de
reconocer los efectos de su acción como propios
y, por lo tanto, de atribuírselos" (1982, p. 66).
Por lo que toca a la interacción, hemos dicho
que es el "medium" donde se forma, se mantiene
y se modifica la identidad. Pero una vez
constituida, ésta influye, a su vez, sobre la misma
conformando
expectativas
y
motivando
comportamientos. Además, la identidad (por lo
menos la identidad de rol) se actualiza o se representa en la misma interacción (Hecht, 1993, pp.
46-52).
La "acción comunicativa" es un caso
particular de interacción (Habermas, 1988 II, p.
122 y ss). Pues bien, la identidad es a la vez un
prerrequisito y un componente obligado de la
misma:
23
24
vez relativa y recíproca, de la identidad de los
interlocutores: se requiere ser y saberse alguien para
el
otro,
como
también
nos
forjamos
una
representación de lo que el otro es en sí mismo y para
nosotros (Lipiansky, 1992, p. 122).
Pero el concepto de identidad no sólo permite
comprender, dar sentido y reconocer una acción, sino
también explicarla. Para A. Pizzorno, comprender una
acción significa identificar su sujeto y prever su posible
curso, "porque la práctica del actuar en sociedad nos
dice, más o menos claramente, que a identidades 11
corresponde una acción que sigue reglas R1" (1989, p.
177). Explicar una acción, en cambio, implicaría
reidentificar a su sujeto mediante el experimento
mental
de
hacer
variar
sus
posibles
fines
y
reconstruyendo (incluso históricamente) su contexto
cultural pertinente ("ricolocazione culturale"), todo ello
a partir de una situación de incertidumbre que dificulta
la comprensión de la misma ("intoppo").23
Pero hay más: el concepto de identidad también se
ha revelado útil para la comprensión y explicación de
los conflictos sociales, bajo la hipótesis de que en el
fondo de todo conflicto se esconde siempre un conflicto
de identidad.
En todo conflicto por recursos escasos siempre está
presente un conflicto de identidad: los polos de la
identidad (auto y heteroidentificación) se separan y la
lucha es una manera de afirmar la unidad, de
restablecer el equilibrio de su relación y la
posibilidad del intercambio con el otro fundado en el
reconocimiento (Melucci, 1982, p. 70).
Véase mu aplicación de estos procedimientos al análisis político en el mismo Pizzorno, 1994, particularmente en las pp. 11-13.
GIMÉNEZ/MATERIALES PARA UNA TEORÍA DE LAS IDENTIDADES SOCIALES
Situándose en esta perspectiva, Alfonso
Pérez Agote (1986, p. 81) ha formulado una
distinción útil entre conflictos de identidad e
identidades en conflicto:
Por conflicto de identidad entiendo aquel conflicto
social que se origina y desarrolla con motivo de la
existencia de dos formas —a1 menos— de definir
la pertenencia de una serie de individuos a un
grupo24 [...]. Por identidades en conflicto o
conflicto entre identidades entiendo aquellos
conflictos sociales entre colectivos que no implican
una disputa sobre la identidad, sino que más bien la
suponen, en el sentido de que el conflicto es un
reconocimiento por parte de cada colectivo de su
propia identidad y de la identidad del otro; un
ejemplo prototípico lo constituyen los conflictos
étnicos y raciales en un espacio social concreto,
como puede ser una ciudad estadounidense (p. 81).
En un plano más empírico, el análisis en términos
de identidad ha permitido descubrir la existencia de
actores sociales por largo tiempo ocultados bajo
categorías o segmentos sociales más amplios.25 También ha permitido entender mejor los obs
táculos que enturbian las relaciones interétnicas
entre la población negra y la de los americanoseuropeos en Estados Unidos, poniendo a1
descubierto los mecanismos de la discriminación
racial
y
explicitando
las
condiciones
psicosociales requeridas para una mejor relación
intra e inter-étnica (Hecht, 1993).
En fin, también parecen indudables las
virtudes heurísticas del concepto. El punto de
vista de la identidad ha permitido plantear bajo
un ángulo nuevo, por ejemplo, los estudios
regionales (Bassand, 1990, y Gubert, 1992) y los
estudios de género (Di Cristofaro Longo, 1993;
Balbo, 1983,26 y Collins, 1990), así como
también los relativos a los movimientos sociales
(Melucci, 1982 y 1989), a los partidos políticos
(Pizzorno, 1993), a los conflictos raciales e
interétnicos (Hecht, 1993, y Bartolomé, 1996), a
la situación de los Estados nacionales entre la
globalización y la resurgencia de los
particularismos étnicos (Featherstone, 1990), a la
fluidez cultural de las franjas fronterizas y a la
configuración transnacional de las migraciones
(Kearney, 1991), etc., por mencionar sólo
algunos de los campos de estudio que han sido
revitalizados por el paradigma de la identidad.
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24 El autor está pensando en los "nacionalismos periféricos" de España, como el de los vascos, por ejemplo. 25
Tal ha sido el caso de los rancheros de la sierra "jamilchiana" (límite sur entre Jalisco y Michoacán), categorixados
genéricamente como "campesinos" y "descubiertos" como actores sociales con identidad propia por Esteban
Barragán López en un sugestivo estudio publicado por la revista Relaciones (1990.pp.75-106), de El Colegio de
Michoacán.
26 "La identidad es un nudo teórico fundamental del `saber femenino'. La formación de identidades, colectivas e
individuales, de las mujeres constituye un dato emergente, problemático y disruptivo de nuestro tiempo.
Discutiendo sobre la identidad, no podemos menos que plantear la cuestión de las relaciones entre las
contribuciones del feminismo y las de otros enfoques y tradiciones de esludios" (Balbo, 1983, p. 80).
25
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28
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18 JULIO-DICIEMBRE
DE 1997
Las fiestas patrias y la preservación de la
identidad cultural mexicana en California:
una visión histórica
Lawrence Douglas Taylor Hansen*
Resumen
El artículo trata de la evolución histórica de las fiestas patrias en el estado de California, desde la conquista
estadunidense de 1846-1848 hasta las décadas más recientes. Al contrario de las expectativas por parte de la
comunidad anglocaliforniana de que los mexicanos de California, junto con su cultura, eventualmente
desaparecieran, se refortalecieron con la llegada, a partir de 1880, de varias olas de migrantes procedentes de México.
Aunque el gran aumento de la población mexicocaliforniana aceleró el proceso de formación de barrios o vecindades
compuestas por miembros de este grupo, que estallan segregadas socialmente y en términos de residencia, a1 mismo
tiempo también sirvió para revitalizar el sentido de orgullo en las raíces étnicas y culturales de este grupo. Las fiestas
patrias constituyeron un aspecto importante de este proceso, en vista de que, durante muchas décadas, estas
celebraciones eran las únicas ocasiones públicas en las cuales los mexicoestadunidenses podían mostrar su orgullo de
ser mexicanos. No sólo les proporcionaron una oportunidad para mostrar su identidad como grupo, sino también de
rendir homenaje a su herencia histórico-cultural.
Abstract
The article deals with the historical evolution of the fiestas patrias in the state of California, from the U.S. conquest
from 1846-1848 until more recent decades. Contrary to the expectations of the Anglocalifornian community that the
Mexicans of California, together with their culture, might eventually disappear, the latter were strengthened by the
arrival, from 1880 on, of several waves of immigrants from Mexico. While the great increase in the MexicanCalifornian population accelerated the process of the formation of barrios or neighborhoods composed of members
of this group, who were segregated socially and in terms of residence, at the same time it also served to revitalize the
sense of pride in the ethnic and cultural origins of this group. The fiestas patrias constituted an important aspect of
this process, in view of the fact that, during many decades, these celebrations were the only public occasions in
which the Mexican-Americans could demostrate their pride in being Mexicans. They not only provided them an
opportunity for revealing their identity as a group, but of also rendering homage to their historical and cultural
heritage.
*lnvestigador del Departamento de Estudios de Administración Pública de El Colegio de la Frontera Norte, E-mail:[email protected].
29
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Introducción
La posición del mexicano y de su cultura dentro
de la sociedad californiana fue determinada en
gran parte durante las primeras dos o tres décadas
del dominio estadunidense. Muchas de las
tendencias sociales y culturales de la comunidad
mexicocaliforniana de hoy en día se relacionan
directamente con la historia de California durante
este periodo.
Como consecuencia de esta época de
transición, se conservó una parte de la herencia
cultural mexicana. La parte que se logró
preservar fue sujeta, a lo largo de las décadas
subsecuentes, a un proceso de evolución
continua. Los cambios que ocurrieron con
respecto a la vida familiar, así como a las formas
de recreo y diversión, no fueron ni abruptos ni
radicales, sino paulatinos y con cierto grado de
continuidad. El resultado final consistió en la
creación de una nueva identidad, con sus propios
valores y modalidades.
El siguiente trabajo traza, como un aspecto de
este proceso, la evolución de las fiestas patrias
mexicanas en California, desde el fin de la guerra
entre México y Estados Unidos hasta las décadas
más recientes. En particular, se hace hincapié en
la relación entre la celebración de estos eventos y
la necesidad de los mexicoestadunidenses de
conservar su identidad cultural y los lazos con su
país de origen étnico.
1
2
3
4
30
El impacto de la conquista
estadunidense
Al cabo de un año del descubrimiento de oro en
California en enero de 1848, los californios, o
mexicanos nativos, de la parte septentrional del
territorio se habían convertido en una minoría.
Aunque para 1849 el numero de habitantes
mexicanos se había incrementado a 8 000 con la
inmigración de mineros procedentes de Sonora y
otras regiones del norte de México, este grupo
pronto quedó muy reducido respecto a1 flujo
gigantesco de los más de 100 000 inmigrantes
que llegaron de muchas regiones del mundo en
aquel año. Esta desproporción aumentó todavía
más a lo largo de la década de 1850, con la
llegada de flujos adicionales de mineros
angloestadunidenses y de otros países.3
Los mexicocalifornianos permanecieron
como grupo mayoritario únicamente en la parte
sur del territorio. Esta situación duró poco más
de un cuarto de siglo. La terminación de la
construcción de los ferrocarriles Southern Pacific
y Santa Fe hasta Los Ángeles en 1876 y 1887,
respectivamente, junto con la ampliación de la
red de rutas de diligencias, resultó en un flujo
sustancial de inmigrantes de otras regiones del
país, que pronto dejó a los mexicanos del sur de
California también en la condición de minoría.4
La llegada de los nuevos inmigrantes aceleró
grandemente el proceso de la di-
Este artículo constituye una versión ampliada y modificada de una ponencia presentada por el autor en ''México
en Fiesta: XVIII Coloquio de Antropología e Historia Regionales", realizado en Zamora, Michoacán, del 16 a1
18 de octubre de 1996.
Aunque algunos escritores han utilizado el termino "californio" para referirse exclusivamente a un miembro del
grupo de terratenientes —es decir, los hacendados y rancheros— de ascendencia española que existía en
California antes y después de la guerra de 1846-1848. ha sido empleado mas comúnmente para denominar a
una persona nacida en dicha región de padres de habla española. Véase Leonard Pitt, The Decline of the
Californios: A Social History of the Spanish-Speaking Californians, 1846-1890, Berkeley, Cal., University of
California Press, 1966, p. 309.
Alberto Camarillo, Chicanos in California: A History of Mexican Americans in California, San Francisco, Boyd
& Fraser Publishing Company, 1984, p. 14, y Andrew F. Rolle, California: A History, Nueva York, Thomas Y.
Crowell, 1963, pp. 211 y 309.
Pitt, op. cit., pp. 122, 123 y 249; Richard Griswold del Castillo, The Los Angeles Barrio, 1850-1890: A Social I
History, Berkeley, Cal., University of California Press, 1979, pp. 34 y 35.
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
visión y fragmentación de los ranchos que se
había iniciado con la conquista estadunidense.
El desplome de la industria ganadera tuvo
consecuencias muy graves para los mexicanos
que vivían en las áreas rurales. La pérdida de
sus tierras comunales ancestrales y el
debilitamiento de la economía pastoril en
general significaron que los vaqueros, artesanos
y otros trabajadores que anteriormente
desempeñaban tareas relacionadas con la redada
y la matanza de ganado ya no pudieron ganarse
la vida de esta manera. Hubo, por ende, un gran
incremento en el desempleo, la depresión
económica y la pobreza entre la población
mexicocaliforniana en general.
La pérdida de la fuente de riqueza de los
californios también fue acompañada por una
correspondiente decadencia en términos de su
poder político. La colonización del norte del
estado por un gran número de colonos anglos
resultó en su desplazamiento de los puestos en
el gobierno. Aun cuando los mexicanos
conservaron cierta representación local en las
comunidades del sur durante las primeras dos
décadas posteriores a la conquista, para la
década de 1870 ya no constituían un factor
relevante en términos de la votación.6
Para mediados de los años setenta,
aproximadamente, los patrones de vida
5
6
7
8
"anglosajona" estaban firmemente establecidos y
en una posición dominante, mientras que la
cultura hispanomexicana había sido relegada a
una especie de subnivel, correspondiente a la
posición que la población mexicoestadunidense
ocupaba dentro de la sociedad californiana en
general.
Estas tendencias, agregadas a1 surgimiento de
una economía agrícola en las áreas rurales y una
economía urbana ligada a la construcción y a1
sector de servicios, resultaron en un cambio
sustancial en los patrones de trabajo de los
mexicocalifornianos. Durante las décadas de
1880 y 1890, comenzaron a ser contratados para
trabajar en tipos de trabajo manual no
tradicionales o pastorales. Para 1900, la mayoría
desempeñaba labores permanentes o por
temporada como peones en la industria de la
construcción o como jornaleros en la agricultura,
sobre todo en esta última actividad, puesto que
dependía del trabajo no sólo de hombres sino
también de niños y mujeres.7
La expansión de la economía también dio
lugar a un flujo considerable de migrantes de
México. Los granjeros y capitalistas anglos,8
para garantizar la obtención de grandes
ganancias, se vieron obligados a contratar a un
cuerpo enorme de mano de obra barata. Durante
el periodo anterior
Griswold del Castillo, op. cit., pp. 30-51.
Earl Pomeroy, "California, 1846-1860: Politics of a Representative Frontier State", en California Historical
Society Quarterly, vol. 32, núm. 4 (diciembre de 1953), Pp. 297 y 298; Richard Morefield, The Mexican
Adaptation in American California, 1846-1875, San Francisco, R. and E. Associates, 1971, pp. 44-52; Pitt, op.
cit., pp. 123-127, 131-147 y 269-274; Alberto Camarillo, Chicanos in a Changing Society: From Mexican
Pueblos to American Barrios in Santa Bárbara and Southern California, 1848-1930, Cambridge, Mass.,
Harvard University, 1979, pp. 74-76 y 112-113, y Griswold del Castillo, op. cit., pp. 150-160.
La única actividad de tipo pastoral en la cual todavía participaban los mexicanos en esta época fúe la del esquileo
de carneros. Griswold del Castillo, op. cit., pp. 51-61 y 185-187, y Camarillo, Chicanos in a Changing
Society..., pp. 166 y 284n.1.
Los términos "anglos" y "angloestadunidenses", que se utilizan comúnmente en la región del suroeste de Estados
Unidos para referirse a personas de ascendencia u origen no mexicano, no son muy apropiados, debido a que la
población actual del país ha sido conformada durante más de un siglo por una multiplicidad de grupos étnicos y
raciales diferentes. No obstante, para el propósito de este trabajo, se ha retenido el uso de tales expresiones
dado que la herencia cultural de origen británico referente a1 idioma, a las costumbres, etcétera, de Estados
Unidos ha ocupado una posición predominante a lo largo de casi toda la historia de este país.
31
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
a la Primera Guerra Mundial, los indios
californianos y los obreros importados de los
países y territorios del Pacífico (chinos, hindúes,
japoneses, kanakas, etcétera) constituían la
porción más grande de esta mano de obra. No
obstante, debido a la decadencia de la población
indígena de California y a la exclusión de los
trabajadores chinos por contrato a partir de 1882,
los empresarios dependieron cada vez más de la
contratación de trabajadores migrantes mexicanos
para satisfacer sus demandas de trabajadores no
capacitados y semicapacitados.9 La participación
de los mexicanos como "braceros" (literalmente,
los que trabajan con sus brazos) para ayudar en el
cultivo de frutas y verduras data del auge de la
venta de tierras durante la década de 1880,
cuando los grandes terratenientes de los valles
San Joaquín e Imperial comenzaron a importar
trabajadores temporales de México. Durante la
década de 1890, los mexicanos, como en el caso
de los chinos en las décadas anteriores, también
fueron
reclutados
por
las
compañías
ferroviarias.10
La cifra de inmigrantes mexicanos gradualmente aumentó, y, para 1900 se igualaba
aproximadamente a la de los habitantes
mexicocalifornianos del estado.11 Para aquella
fecha, los mexicanos se desempeñaban no sólo
como obreros en la agricultura y en los
ferrocarriles, sino también en una variedad de
empleos de carácter urbano. Trabajaban, por
ejemplo, como albañiles en la construcción de
edificios y casas, de jardineros, de porteros, de
mensajeros y de entregadores de productos, así
como en equipos de mantenimiento de caminos y
rutas de tranvía.12
Al mismo tiempo que ocurría esta inmigración de mexicanos a California y otros
estados del suroeste de Estados Unidos, que se
aceleró durante las primeras tres décadas del
siglo XX,13 hubo un incremento en la densidad
de la población mexicana en las áreas del sur de
California, particularmente en los condados de
Los Ángeles, Santa Bárbara, San Bernardino y
San Diego. Para 1930, Los Ángeles poseía la
colonia mexicana más grande de Estados Unidos, con más de 100 000 integrantes.14
9 Glen S. Dumke, The Boom of the Eighties in Southern California, 4ta. ed., San Marino, Cal., Huntington Library,
1955, pp. 157, 163, 165, 173, 264 y 276.
10 Samuel Bryan, "Mexican Immigrantes in the United States", artículo originalmente publicado en la revista The
Survey, 7 de septiembre de 1912, y reproducido en Wayne Moquin (ed.), Makers of America v. 6.: The New
Immigrants, 1904-1913, s/l, Encyclopedia Britannica Educational Corporation, 1971, pp. 150 y 151, y Rodolfo
Acuña, América (ocupada: los chicanos y su lucha de liberación, México, Ediciones Era, 1976, p. 159.
11 Pitt, op. cit., p. 266.
12 Camarillo, Chícanos in a Changing Society..., pp. 210 y 211. Cabe señalar que, para esta misma época, las
mujeres mexicanas también participaban cada vez mas en el mercado laboral californiano, sea de tiempo
completo, medio tiempo o por temporada. La gran mayoría de ellas desempeñaban labores como sirvientas,
lavanderas y cocineras en los servicios domésticos, como obreras en las empacadoras de carne, las fábricas de
productos de enlatado y de textiles, o como jornaleras agrícolas. Para 1910, con el gran crecimiento de la
población mexicana en las ciudades del sur de California, muchas mujeres también encontraron empleo como
vendedoras y cajeras en las tiendas de barrio que manejaban los comerciantes mexicanos o, en algunos casos,
como personal bilingüe en las tiendas que pertenecían a angloestadunidenses y que vendían productos
principalmente a clientes de habla española. Camarillo, Chicanos in a Changing Society..., pp. 220 y 221, y
Chícanos in (California..., pp. 28, 29 y 40.
13 Aunque durante mucho tiempo Texas había sido el destino preterido de los inmigrantes mexicanos, el papel de
California en este sentido aumentó eon cada decada que pasaba. Mientras que en 1910 Texas recibió el 56 por
ciento de la totalidad de la población de inmigrantes mexicanos, para 1930 el porcentaje se había bajado a1 42
por ciento. Cfr. Mexicans in California: Report of Governor C.C. Young's Mexican Fact-Finding Committee,
San Francisco, R. and E. Research Associates, 1970, pp. 29-37; Ricardo Romo, "Mexican Workers in the City:
Los Angeles, 1915-1930", tesis doctoral, Los Ángeles, University of California at Los Angeles, 1975, pp. 47 y
48, y Camarillo, Mexicans in California..., p. 33.
14 Romo, "Mexican Workers...", p. 5.
32
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
El aumento en la población mexicoestadunidense aceleró, a su vez, el proceso de
"bamotización", es decir, la formación de
barrios o vecindades compuestas por miembros
de este grupo, que estaban segregadas
socialmente y en términos de residencia. En la
medida en que se incrementaba la población de
angloestaduni-denses en las comunidades
urbanas y rurales de California, Texas y otros
estados del sur de Estados Unidos, hubo una correspondiente concentración de los mexicanos,
tanto de los que habían nacido en Estados
Unidos como de los que habían llegado como
inmigrantes, en los barrios. Este proceso de
segregación tendría fuertes repercusiones
económicas, sociales y políticas a lo largo de las
décadas subsecuentes.
En el caso específico de California, el
proceso de sectorización por barrios fue mucho
más rápido en el norte del estado, donde había
comenzado a partir de la década de 1850. En el
sur del estado no ocurrió sino hasta las décadas
de 1870 y 1880, cuando, atraídos por el auge de
la venta de terrenos urbanos y rurales en la
región, decenas de miles de anglos y otros
inmigrantes de ascendencia europea del este de
Estados Unidos se dirigieron a California.'5
Si bien los barrios surgieron en parte debido a
los intentos de los anglos de crear secciones
"americanas" en las ciudades, también sirvieron
como especies de refugio para la preservación
de una parte de la herencia cultural de los inmigrantes mexicanos. La mayoría de los
mexicanos raramente interactuaban con anglos y
pasaban poco tiempo, cuando no estaban
trabajando, fuera de los confines de sus barrios.
Por lo tanto, se
estrecharon los lazos familiares y culturales
durante un periodo en el que la pobreza y las
migraciones de trabajadores por temporadas
tendían a debilitar tales rela
ciones.
Los efectos de la bamotización sobre las
festividades tradicionales
A1 mismo tiempo, el proceso de la barriotización alteró el carácter de las relaciones
sociales entre los miembros de las comunidades
mexicanas de Estados Unidos.
A lo largo del periodo de cambio, hubo una
decadencia de la influencia de la Iglesia católica
en la vida de los mexicoes-tadunidenses.'' Hasta
cierto punto, esta decadencia se debió a una
pérdida del poder de los clérigos mexicanos
como resultado de la conquista. Por un lado, la
religión constituyó uno de los pocos sectores de
la vida de los californios en los cuales los anglos
no intervinieron. Los diferentes grupos
protestantes del estado no llevaron a cabo una
campaña en contra de la Iglesia católica como
sus contrapartes habían hecho en otras regiones
de la nación durante los diferentes periodos de la
historia del país. No obstante, a raíz de la
hegemonía ejercida por los clérigos irlandeses en
el norte de California, junto con las nociones de
entonces referentes a la superioridad racial de los
anglos, los sacerdotes mexicocalifornianos en
general ocupaban una posición subordinada
dentro de la jerarquía eclesiástica local. Sus
feligreses, por su parte, constituían una minoría
étnica dentro de las parroquias de las
comunidades en donde vivían, en lugar de ser
miembros de una parroquia "nacional",
is Griswokl del Castillo, op. cit., pp. l'íl-150, y Pedro G, Castillo y Antonio Ríos Hu.stainantc, México en Los
Andeles: una historia social y cultural, 1781-IW5, Mexico, Ali;in/;i l-'.clitori;il Mexiran.i/Con.scjo Nacional
para la Cultura y las Artrs, 19H9, pp. 163-1K4. ifi
dnswold del Castillo, op. cit., p. l.-Ci.
33
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
como en el caso de los estadunidenses de orígenes
europeos.
También hubo cierta actitud de indiferencia
por parte de los mexicoestaduni-denses hacia la
Iglesia
católica.
Como
el
historiador
estadunidense Leonard Pitt lo expresó en su libro
clásico, The Decline of the Calífornios, durante el
periodo de posguerra los californios "no
volvieron a la religión como fuente de consuelo
para sus nuevos problemas sociales, ni se
separaron de la Iglesia a causa de las tentaciones
de la nueva vida".18
Este alejamiento, a su vez, tuvo una
repercusión importante en lo concerniente a la
celebración de los días festivos religiosos.
Durante la época colonial y el régimen mexicano,
la mayoría de las celebraciones comunitarias de
la Alta California habían sido religiosas. Después
de
la
conquista
estadunidense,
los
mexicocalifornianos mantuvieron su adhesión a
los ritos de la Iglesia católica. En las antiguas
comunidades cercanas a las misiones se seguían
llevando a cabo las festividades religiosas
tradicionales, tales como la Pascua (en marzo o
abril), el Día de Corpus Christi (el último jueves
de mayo), el Día de San Juan Bautista (el 24 de
junio), la Asunción de la Virgen (el 15 de
agosto), el Día de la
Inmaculada Concepción (el 8 de diciembre) y la
Navidad (el 25 de diciembre).19 Hubo
importantes excepciones en este sentido, como en
el caso de la celebración del cumpleaños del santo
patrón de Montecito, un suburbio de Santa
Bárbara, que fue adaptada para facilitar la
celebración de una reunión compuesta
exclusivamente por integrantes de la población
hispana de la región. En general, sin embargo, las
festividades de carácter religioso perdieron su
importancia en la época posconquista.20
La estructura de clases y la lealtad hacia el
grupo terrateniente, como elementos unificadores
para la comunidad hispana, también se
debilitaron. Para mediados de la década de 1870,
el poder económico y político de los
terratenientes californios se había desvanecido en
gran parte. Como consecuencia, muchas de las
festividades y celebraciones asociadas con la
vida pastoral de la época anterior de la conquista
terminaron o sufrieron modificaciones.21
Desde tiempos de la Colonia, los californios
acaudalados y mestizos se habían acostumbrado
a llevar a cabo, por lo general los domingos,
ciertos espectáculos tales como las carreras de
caballos, las corridas de toros, las peleas entre
osos y toros, y los palenques de gallos.22 En
1855, la legis-
17 William Hanchett, "The Question of Religion and the Taming of California, 1849-1854" en California Historical
Society Quarterly, vol. 32, núm. 2 (1953), pp. 121-123; John Bernard McGloin, "The California Catholic Church in
Transition, 1846-1850", en California Historical Society Quarterly, vol. 42, núm. I (niara) de 1963), pp. 39-48:
Antonio R. Soto, "Chicanos and the Church in San Jose, California", en Proceedings of the Pacific Coast Council on
Latin American Studies, 23rd. Annual Meeting, vol. 7 (1980-1981), pp. 67-72.
18 Pitt, op. cit., p. 215.
19 The San Diego Union, 2 de abril y 25 de mayo de 1872; Harris Newmark, Sixty Years in Southern California,
18'53-] 913...the Reminiscences of Harris Newmark, Nueva York, Knickerbocker Press, 1916, pp, 101 y 102;
Zephyrin Englehardt, Santa Bárbara Mission, .San Francisco, James H. Barry, 1923, pp. •104 y 406; Mareo R.
Newinark, "Tile Story oí' Religion in I.o.s Alíseles, 1781-1900", en Historical Society of Southern California
Quarterly, vol. 28, núm. I (mar/o de 1946), p. 37; Pin, op cit., pp. 216 y 217, y Camarillo, Chícanos in a
Changing Society..., p. 6.3.
2(1 Mary C.I-'. Hall-Wood, Santa Barbara As II Is, Santa Barbara, Independent Publishing Company, 1884, p. 30.
21 Griswold del Castillo, op. cit., p. 135.
22 Theodore H. Hittell, History'of California, 4 vols., San Francisco, Pacific Press Publishing House y Occidental
Publishing Company, 1886, vol. 2, pp. 497-512; Hubcrt Howe Bancroft, California Pastoral, San Francisco,
The History Company, 1888, pp. 406-4.36; Newmark, op. cit., pp. 160 y 161; Horace Bell, Reminiscences of a
Ranger, o Early Times in Southern California, Santa Barbara, Cal., Wallace Hibberd, 1927, p. 197; Christina
Wielus Mead, "Las Fiestas de l.os Angeles: A Survey of the Yearly Celebrations, 1894-1898", en Historical
Society of Southern California Quarterly, vol. 31, núms. 1 y 2 (marzo y junio de 1949),
34
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN OE LA IDENTIDAD NACIONAL..
latura de California promulgó una ley que
prohibía algunas de estas diversiones domingueras tradicionales. Se impuso una multa
de entre diez y 500 dólares por el delito de
haber participado en lo que los anglos tachaban
como "diversiones bárbaras y ruidosas".23
Aunque el estatuto fue revocado tres años más
tarde, en 1858, el ayuntamiento de Los Ángeles
publicó una nueva serie de leyes que vedaban
las corridas de toros y aplicaban ciertas restricciones en torno a la celebración de otras fiestas.
A pesar de estos reglamentos, las corridas de
toros en Los Ángeles se estuvieron celebrando
durante más de una década después de esta
fecha (hasta 1872), pero no se mataba el toro.24
Además, para la década de 1870, los
colonizadores anglos habían introducido sus
propias versiones de las carreras de caballos,
tales como los llamados steeplechase (el salto
de vallas) e Irish hurdles (el salto de vallas
irlandés), que eran deportes de carácter
altamente comercial. En vista de que a
relativamente pocos mexicocalifornianos les
interesaban estas formas del deporte, las
carreras de caballos se convir
23
24
25
26
27
tieron casi exclusivamente en fuentes de
diversión para la comunidad angloestadunidense.
Como respuesta a estas innovaciones, los
mexicanos comenzaron a llevar a cabo las
corridas de toros y peleas de osos a beneficio de
los miembros de su propia comunidad. Para
1880,
empero,
se
habían
prohibido
definitivamente estas formas de diversión.25
Después de esta fecha, se limitaron a llevar a
cabo únicamente las tradicionales peleas de
gallos y la charreada. Respecto a ésta, se
destacaban las competencias en torno a la
equitación y el amansamiento de caballos
salvajes.26
Las festividades familiares también experimentaron ciertos cambios durante este
periodo. Las grandes bodas y fandangos del
pasado, a las cuales se invitaba a todo mundo, en
gran parte desaparecieron y fueron remplazados
por el tipo de reunión —sobre todo en la forma
de una "barbacoa" o "carne asada"— en la cual
participaba una sola familia o familia extensa. En
cambio, el tradicional baile de los domingos en la
tarde se siguió llevando a cabo en las diversas
comunidades del sur de California.27
pp. 62 y 63; Henry Winfred Splitter, "Los Angeles in the 1850's As Told by Early Newspapers", en Historical
Society of Southern California Quarterly, vol. 31, núms. 1 y 2 (marzo y junio de 1949), p. 115; Robert Glass
Cleland, The Cattle on a Thousand Hills: Southern California, 1850-1880, San Marino, Cal., Huntington Library, 1951, pp. 87-90; Henry Winfred Splitter, "Los Angeles Recreation, 1846-1900. Part I", en Historical Society of Southern California Quarterly, vol. 43, núm. 1 (marzo de 1961), pp. 35-40, y Pitt, op. cit., pp. 128 y
129.
Legislatura de California, The Statutes of the Sixth Session, 1855, Sacramento, Cal., B.B. Redding, 1855, p. 50.
Hay que señalar que tales reglamentos no fueron novedosos para los californios, dado que el ayuntamiento de
Los Ángeles había promulgado restricciones semejantes desde 1838. Estas leyes, empero, habían sido creadas
para controlar a la población indígena del territorio. Véase James M. Guinn, "The Old Pueblo Archives", en
Historical Society of Southern California Quarterly, vol. 4 (1896), pp. 37-42.
Mead, "Las Fiestas...", pp. 63 y 64; Thomas H. Thompson, Augustus West y J. Albert Wilson, History of Los
Angeles County, California, with Illustrations, 2da. ed.. Berkeley, Cal., Howell-North, 1959, p. 101.
James Woods, "Los Angeles in 1854-1855: The Diary of Reverend James Woods", edición de Lindley Bynam,
en Historical Society of Southern California Quarterly, vol. 23, núm. 2 (junio de 1941), pp. 83 y 84. La
imposición cultural por pane de las autoridades estadunidenses fue particularmente ilustrada por la prohibición
de la corrida de toros en Los Ángeles en 1860, a1 tiempo que se organizaba un club de beisbol municipal.
Patricia Bowie, "From Spanish Guitar to Pioneer Banjo to Symphonic Strings: A Cultural Transformation in
Southern California", en The Californian, vol. 1, núm. 3 (mayo-junio de 1983), p. 23.
The San Diego Union, 12 de abril y 28 de junio de 1874; Thomas M. Storke, California Editor, Los Angeles,
Westernlore Press, 1958, p. 41, y John 0. West, Mexican-American Folklore, Little Rock, Ark., August House
Publishers, 1988, pp. 166-171.
The San Diego Union, 10 de diciembre de 1873; Bancroft, op. cit., p. 408; Newmark, op. cit., pp. 71 y 135;
Nellie Van de Grift Sánchez, Spanish Arcadia, Los Angeles, Powell Publishing Company, 1929, p. 321;
35
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
El surgimiento de las fiestas patrias como
factor de la unidad social
Paulatinamente, las comunidades mexicanas de
Estados Unidos llegaron a depender cada vez más
de la celebración de las fiestas patrias mexicanas
—el 16 de septiembre y el 5 de mayo— para
fortalecer y mantener los lazos sociales entre sus
miembros.
Los antecedentes de las celebraciones en
torno a1 primero de los eventos mencionados —
el del 16 de septiembre— se remontan a la
conmemoración especial que ocurrió en Los
Angeles en abril de 1822.2S Después de la
conquista estadunidense de California, sin
embargo, muchos mexicanos, ; al querer mostrar
su lealtad a1 nuevo gobierno, celebraban el 4 de
julio con notable gusto. J. Lancaster Brent, un
escritor angloestadunidense de este periodo,
informó que las festividades que los californios
llevaban a cabo en torno a este evento duraban en
ocasiones hasta tres dias. A lo largo de la década
de 1850, los californios participaban en los
desfiles del 4 de julio. También publicaban
anualmente en español la Declaración de Independencia en forma de folletos para ser
distribuidos entre la población de origen
mexicano.29
Para principios de la década de I860 la
celebración del 16 de septiembre se había vuelto
más popular y significativa para los californios
que el 4 de julio, que se siguió conmemorando
sólo de manera nominal.
En parte, este cambio se debió a1 hecho de
que el día festivo mexicano constituía no sólo
una expresión de su propio sentimiento
nacionalista, que se había mantenido vivo a lo
largo de este periodo de acomodo difícil, sino
también una forma de contrapeso a la
conmemoración del 4 de julio por parte de los
anglos.30
Más importante, sin embargo, fue el impacto
entre los californios de la guerra civil entre los
liberales y conservadores en México de 1858 a
1867. En 1864, después de la ocupación de la
mayor parte de la República Mexicana por el
ejército francés, el gobierno juarista envió a los
generales Plácido Vega y Gáspar Sánchez Ochoa
a California para buscar apoyo financiero y
voluntarios.31 Los esfuerzos de Vega resultaron
en el establecimiento de juntas patrióticas y de
beneficencia entre las comunidades mexicanas,
así como la recaudación de más de 200 000
dólares para la causa. También se unieron a1
ejército liberal cientos de voluntarios anglos y
mexicanos, no todos los cuales llegaron a
México.32 El triunfo final de los juaristas
Mead, "Las Fiestas...", pp. 61-63; Cleland, op. cit., pp. 83 y 84; Camarillo, Chicanos in a Changing Society...,
pp. 64 y 65, y West. op. cit., pp. 147-150,
28 Castillo y Ríos Bustamante, op. cit., p. 109.
29 Robert Willis Blew, ''Californios and American Institutions: A Study of Reactions to Social and Political Institutions", tesis doctoral, Los Ángeles, University of Southern California, 1973, pp, 188 y 189. Véase también J.
I). Borthwick, Three Years in California: 1851-1854, Edimburgo, W. Blackwood and Sons, 1857, pp. 353-358;
Walter Lindley y J. P. Widney, California of the South, Nueva York, Appleton, 1896, pp. 205 y 206;
Hell, op. cit., pp. 126 y 127; Newmark, op. cit., pp. 157 y 163, y Pitt, op. cit., pp. 126 y 127.
30
The San Diego Union, 17 de septiembre de 1871 y 12 de junio de 1872. Véase también la observación de
William Streeter en William A. Streeter, "Recollections of Historical Events in California. Part III", editado por
William H. Ellison, en California Historical Society Quarterly, vol. 18. núm. 3 (septiembre de 1939), p.
31
Eustaquio Buelna, Breves apuntes para la historia de la guerra de intervención en Sinaloa, Mazatlán, Imprenta
y Estereotipia de Retes. 1884, pp. 22 y 245-247; Eustaquio Buelna, Apuntes para la historia de Sinaloa, 18211882, Mexico: Departamento Editorial de la Secretaría de Educación, 1924, p. 94, y Pitt, op. cit., pp. 242-244.
.32 El dinero nunca fue entregado a los juaristas. Uno de los agentes liberales que lo llevaban a México lo enterró
secretamente. Se murió poco después, sin haber revelado su ubicación. Circulares y otras publica-
36
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
sobre las fuerzas imperiales fortaleció todavía
más estos lazos de patriotismo e identidad entre
los mexicoestadunidenses.33
Otro factor que sirvió para cimentar los lazos
de los californios con México consistió en la
inmigración de sonorenses a California, que
había comenzado a1 iniciarse la fiebre de oro
de 1848. Este movimiento, que duró de 1848 a
1854, fue en gran parte de carácter estacional, y
terminó con el regreso eventual de la mayoría
de los mineros sonorenses a México a1
agotarse los yacimientos de oro. No obstante,
la migración de individuos y familias de
Sonora a California continuó a lo largo de las
siguientes
décadas.
Estos
inmigrantes
mantuvieron su sentido de lealtad y patriotismo
referente a su país natal, a1 mismo tiempo que
sirvieron para reforzar las tradiciones culturales
mexicanas en California.35
Los numerosos periódicos en español que
surgieron en California durante el periodo entre
1851 y 1900 también ejercieron un papel
importante en este
proceso. Los fundadores y editores de
estos órganos de difusión, que surgieron en
aquellos poblados en los que existía un número
sustancial de lectores potenciales,37 a menudo se
veían como los defensores de los derechos y de
la cultura de los mexicanos en Estados Unidos.
Además de publicar noticias sobre México e
información respecto a actividades de índole
cultural, literaria y social, también intentaban
desarrollar un sentido de comunidad a1 hacer
conscientes a los estadunidenses de origen
mexicano y a los migrantes mexicanos de su herencia histórico-cultural. Exponían los puntos de
vista de la minoría que representaban, a1 mismo
tiempo que denunciaban los actos cotidianos de
discriminación y racismo cometidos en su contra
por los anglos.38 En aquellas comunidades que
contenían una mezcla de poblaciones anglo e
hispana, los principales periódicos publicados en
inglés, tales como el Los Angeles Star, incluían
una edición en español o una hoja impresa en
este idioma.39 Aun cuando una mayoría de los
dones hechas por la legación mexicana en Washington durante la guerra de intervención, 1862-1867 (2 vols.),
México, Imprenta del Gobierno, en Palacio, 1863, vol. I, pp. 475 y 476; Horace Bell, On the Old West Coast:
Being Further Reminiscences of a Ranger, edición de Lanier Bartlett, Nueva York, Grosset & Dunlap, 1930,
pp. 67-69; Robert Ryal Miller, "Californians against the Emperor", en California Historical Society Quarterly,
vol. 37, núm. 3 (septiembre de 1961), p. 236, y Francisco Arturo Rosales, Chicano! A History of the American
Civil Rights Movement, Houston, Arte Público Press, University of Houston, 1996, p. 75.
33 Morefield, op. cit., pp. 92, 93, 102 y 108.
34 José Francisco Velasco, Noticias estadísticas del estado de Sonora, México, Imprenta de Ignacio Cumplido,
1850, pp. 288-291; Hubert Howe Bancroft, History of the North Mexican States and Texas, San Francisco,
Cal., The History Company, 1889, vol. II, pp. 670 y 671; James M. Guinn, "The Sonoran Migration", en Annual Publications of the Historical Society of Southern California, vol. 8 (1909-1910), pp. 31-33; Herbert
Eugene Bolton, An Outpost of Empire, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1939, p 152, y William Robert Kenny,
"Mexican-American Conflict on the Mining Frontier, 1848-1852", en Journal of the West, vol. 6 (octubre de
1967), pp. 582 y 583.
35 Matt S. Meier y Feliciano Rivera, The Chícanos: A History of Mexican Americans, Nueva York, Hill and
Wang,1972, p.85.
36 Entre 1850 y 1970 se fundaron más de 500 periódicos mexicoestadunidenses. Herminio Ríos y Lupe Castillo,
"Towards a True Chicano Bibliography: Mexican-American Newspapers, 1848-1942", en El Grito, vol. 3, núm. 4
(verano de 1970), pp. 17-24.
37 Como en el caso de muchos periódicos de los estados del oeste, la mayoría de estos órganos de difusión no
duraron mucho tiempo. Esto fue particularmente el caso de los periódicos publicados en español, debido a1
relativamente pequeño número de personas que podían leer o comprarlos diariamente. Griswold del Castillo,
op. cit., p. 127.
38 Griswold del Castillo, op. cit., pp. 124-138; Camarillo, Chicanos in California..., pp. 25-28; Castillo y Ríos
Bustamante, op. cit., pp. 155-162 y 186-199.
39 Julia Norton McCorkle, "A History of Los Angeles Journalism", en Historical Society of Southern California
37
FRONTERA NORTH, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
mexicanos en Estados Unidos era analfabeta,
aquellos individuos que sabían leer comunicaban
a los que no los datos de manera oral. 40
Los periódicos hispanos de la época en
cuestión están particularmente repletos de
noticias sobre la celebración de las fiestas patrias
en California. No sólo se anunciaban con
anticipación las festividades programadas, sino
que los artículos escritos en torno a ellas con
frecuencia ocupaban una plana completa. En
cuanto a las celebraciones del 5 de mayo, por
ejemplo, el periódico Las Dos Repúblicas a veces
imprimía la primera plana en rojo, verde y
blanco, los tres colores nacionales mexicanos. 41
El establecimiento de nuevas organizaciones
políticas, sociales y culturales por parte de los
mexicanos en Estados Unidos también
contribuyó a1 fortalecimiento de la cultura local
y a mantener vivo el sentimiento del patriotismo
mexicano. Durante la segunda mitad del siglo
XIX se organizaron por lo menos 15 grupos
comunitarios. La mayoría, tales como el Club
Político
Independiente
Hispanoamericano
(Spanish American Independent Political Club),42
de San Francisco, eran de carácter político.43 Las
asociaciones de carácter no político también
desempeñaron una función importante en la vida
de la comunidad. Entre ellas, se pueden citar los
Caballeros del
Trabajo (Knights of Labor), el Club Musical
Hispanoamericano (Spanish American Musical
Club) y la Orden Fraternal de la Corte de Colón
(Fraternal Order of the Court of Columbus).44
La organización cultural más influyente entre
los mexico-estadunidenses fue la Sociedad
Hispanoamericana de Beneficencia Mutua
(Hispanic American Mutual Aid Society),
fundada en 1875 y sucesora de Los Amigos del
País, que había sido formada por un grupo de
hacendados californios durante la década de
1840. La asociación Los Amigos del País, que
había sido establecida con el propósito de crear
un
sistema
de
pensiones
para
los
mexicoestadunidenscs así como para estimular el
hábito de la lectura entre ellos, había sido
disuelta durante la guerra entre México y Estados
Unidos.45 Tales organizaciones funcionaban
como sociedades de apoyo mutuo, muy a1 estilo
de los tong de los barrios habitados por los
inmigrantes chinos. No sólo prestaban dinero a
comerciantes mexicoestadunidenses, sino que
también proporcionaban una variedad de
servicios sociales que la comunidad necesitaba.
El trabajo de la Sociedad Hispanoamericana
incluía la venta de pólizas de seguro a bajo
precio, la recolección de fondos para propósitos
caritativos, la edificación de un hospital para los
pobres y de una escuela para la enseñanza de
materias en español, así como el mejoramiento
en general del
Quarterly, vol. 10 (1915-1916), p. 25, y William B. Rice, The Los Angeles Star, 1851-1864: The Beginnings of
Journalism in Southern California, edición de John Walton Caughey, Berkeley, Cal., I University of California Press,
1947, pp. 14 y 15. 40 Camarillo, Chicanos in California..., p. 27.
41 Michael C. Neri, "A Journalistic Portrait of the Spanish-Speaking People of California, 1868-1925", en Southern
California Quarterly, vol. 55, núm. 2 (verano de 1973), P. 195; Romo, "Mexican Workers", p. 174, y Griswold del
Castillo, op. cit., pp. 131 y 1.32.
42 De aquí en adelante se proporcionan, entre paréntesis, los nombres de estas organizaciones en inglés,
dado que en Estados Unidos también eran conocidas en ese idioma. 43 The San Diego Daily Union, 3 de abril
de 1874. 44 Camarillo, Chicanos in a Changing Society..., pp. 147-154; Camarillo, Chicanos in California..., pp, 26
y
27; Griswold del Castillo, op. cit., pp. 134-136, y Castillo y Ríos Bustamante, op. cit., pp. 160-162. 45 Hubert
Howe Bancroft, History of California (7 vols.), San Francisco, The History Company, 1886, vol. IV,
p.629n. 10.
38
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
nivel de vida de los mexicoestadunidenses.46
Además de los grupos que estuvieron
organizados formalmente para cumplir tales
funciones, también existía una plétora de
organizaciones efímeras que auspiciaban a los
grupos musicales y teatrales, los bailes y carnes
asadas domingueras, los circos y equipos de
acróbatas que hacían recorridos por las
diferentes comunidades, entre otros eventos.
Todos estos clubes y asociaciones, a1
auspiciar actividades de tipo político y social,
proporcionaron cierta estructura y cohesión
interna a la vida de las comunidades de
mexicanos en Estados Unidos. Fomentaron el
desarrollo de una conciencia étnica entre los
mexicanos y la identificación de La Raza como
una entidad cultural distinta. También instaron a
los mexicoestadunidenses a buscar maneras de
luchar contra el estatus que guardaban como
miembros de una minoría victimada por la
discriminación.48
Las organizaciones étnicas también participaron en la organización anual de las fiestas
patrias.49
La
asociación
directamente
responsable de la planeación de las festividades
fue la Sociedad Patriótica Juárez (Juárez
Patriotic Society), una organización mexicana
nacionalista, que también se conocía como la
Junta Patriótica de Juárez (Juárez Patriotic
Committee). Los líderes
46
47
48
49
50
51
comunitarios y otras asociaciones voluntarias
trabajaban bajo la dirección de estas
organizaciones en la mayoría de las regiones en
que operaban. A lo largo de los años, se
establecieron varias asociaciones patrióticas de
este tipo que estuvieron encargadas del
cumplimiento de esta responsabilidad.50
El periodo del florecimiento de las
celebraciones
Aun cuando abiertas a1 público en general y que
no se excluía la participación de miembros de
otros grupos culturales, las fiestas patrias estaban
dirigidas a la comunidad mexicana. La mayoría
de las personas que asistían a las actividades
relacionadas con estos eventos eran mexicanos.
Aunque se enarbolaban las banderas de México y
Estados Unidos y se cantaban los himnos
nacionales de los dos países, se hablaba
únicamente el español en los discursos y en la
conducción de las ceremonias. Las festividades
se orientaban, sobre todo, hacia la familia y los
jóvenes, siendo éstos los que tendrían que
mantener las costumbres y tradiciones del
grupo.51
A menudo, un miembro o representante del
consulado mexicano trabajaba con los
organizadores de los eventos. Algunos funcionarios consulares también asistieron a
Jose A. Rivera, Mutual Aid Societies in the Hispanic Southwest: Alternative Sources of Community
Empowerment, reporte de investigación presentado a1 Alternative Financing Project of the Office of the
Assistant Secretary for Planning & Evaluation, U.S. Department of Health & Human Services, Washington,
D.C., 1984, pp. 25-33.
Camarillo, Chicanos in California..., p. 27.
Griswold del Castillo, op. cit., pp. 134, 135 y 138.
David G. Gutiérrez, Walls and Mirrors: Mexican Americans, Mexican Immigrants, and the Politics of Ethnicity,
Berkeley, Cal., University of California Press, 1995, p. 98.
Pitt, op. cit., p. 266, y Griswold del Castillo, op. cit., pp. 134 y 135.
Romo, "Mexican Workers", p. 175: Margarita B. Melville, "The Mexican-American and the Celebration of the
Fiestas Patrias: An Ethnohistorical Analysis", en Grito del Sol, vol. 3, núm. 1 (enero-marzo de 1978), p. 114;
Laurie Kay Sommers, "Symbol and Style in Cinco de Mayo", en Journal of American Folklore, vol. 98, núm.
390 (octuhre-diciembre de 1985), p. 477, y Laurie Kay Solmmers, Fiesta, Fe, y Cultura, Detroit and East
Lansing, Mich., Casa de Unidad Cultural Arts and Media Center/Michigan Stale University Museum, 1995 p.
19.
39
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
las festividades como invitados especiales en
representación de la patria.
A pesar del fuerte espíritu nacionalista
manifestado por medio de estos eventos, se
invitaba a participar en su celebración a
miembros destacados de la comunidad
angloestadunidense, tales como el alcalde u otro
funcionario cívico importante. Para finales de la
década de 1870, los estadunidenses se habían
vuelto más receptivos con respecto a la
celebración de estas festividades, dado que
consideraban que el establecimiento de un
régimen de estabilidad bajo el presidente Porfirio
Díaz constituía la inauguración de un periodo
próspero y armonioso en las relaciones entre su
país y México.53
La práctica de invitar a estadunidenses a
participar en estos eventos tenía sus desventajas.
Con respecto a las festividades en torno a la
celebración del 16 de septiembre de 1919 en Los
Ángeles, por ejemplo, el comité de planeación
invitó a1 general Frank C. Prescott, quien
cometió una indiscreción a1 declarar a las
aproximadamente 5 000 personas que
participaron en el evento que, si no se terminaba
pronto la lucha interna en México, el gobierno de
Estados Unidos se vería obligado a intervenir
militarmente.54 Esta costumbre de invitar a los
angloestadunidenses a las celebraciones patrias
también resultaría, como se verá más adelante, en
su contaminación por elementos foráneos.
Los desfiles que marcaban el inicio de las
festividades eran encabezados por el gran
mariscal y sus ayudantes, seguidos,
en este orden, por los principales oradores de la
comunidad mexicana en cuestión, algunos
representantes del gobierno municipal y los
miembros de la Junta Patriótica. La última
sección del desfile estaba constituida por
unidades integradas por miembros de la clase
acaudalada, así como por las diversas
organizaciones
sociales
y
políticas
mexicoestadunidenses, que marchaban o
cabalgaban como parte de una larga columna
detrás de la procesión formal.55 A los desfiles
normalmente seguían varios discursos y, en la
tarde, un baile y un concurso de belleza, a1 final
del cual se coronaba a una "reina". 56'
A partir de la década de 1880, las celebraciones anuales del 16 de septiembre se
volvieron cada vez más grandes y suntuosas. Los
desfiles eran comparables a los del 4 de julio
estadunidense en cuanto a1 tamaño y decoración
de las carrozas, las muchachas bonitas, los
discursos, la música de las bandas y el número de
personas que participaban en las marchas.
Durante las conmemoraciones de 1882 en Los
Ángeles, por ejemplo, el desfile, que tuvo lugar a
lo largo de las calles Spring y Broadway, fue
encabezado por la policía montada de la ciudad,
seguida por el gran mariscal Eulogio F. de Celis y
sus ayudantes, J. D. y Alacala Machado, así como
por el jefe de estado Bernardo Yorba y sus
ayudantes. Después de este primer grupo venía
una banda musical, seguida por una segunda
sección compuesta del presidente de la Sociedad
Patriótica Juárez y varios portaestandartes. La
segunda sección fue
52 Sommers, "Symbol and Style...", p. 477.
53 Los Angeles Times, 18 de septiembre de 1883,
54 Los Angeles Times, 17 de septiembre 1919. A1 año siguiente (1920) el expositor seleccionado para el evento
urgía a los miembros de la comunidad hispana a inscribirse en los denominados programas de
"americanización", así como "aprovecharse de la oportunidad para recibir una educación en las escuelas
públicas" de la nación. Los Angeles Times, 17 de septiembre de 1920.
55 Actualmente, las fiestas patrias en Estados Unidos son organizadas principalmente por representantes de la clase
media y del sector comercial y empresarial de las comunidades mexicanas. Melville, "The MexicanAmerican...", p. 114.
56 Griswold del Castillo, op. cit., p. 135.
40
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
seguida por un carruaje que llevaba como
pasajeros a1 senador Reginaldo del Valle, a1
poeta Gregorio González y a los oradores F. H.
Howard y J. M. Ovando. La tercera sección se
componía de un grupo de miembros de la
Sociedad Progresista Mexicana (Mexican
Progressive Society) y un carro alegórico que
llevaba a tres señoritas cuyos trajes tenían
bandas sobre las cuales estaban inscritas las
palabras "América", "Libertad" y "Justicia". A
este grupo le seguía una cuarta sección
integrada por tres carrozas: una que llevaba a1
juez Ignacio Sepúlveda, otra en la que viajaban
doncellas que representaban a los 27 estados y
territorios de la República Mexicana y quienes
saludaban afectuosamente a la gente, y una en la
que viajaban el alcalde de la ciudad y el cónsul
francés. Estas secciones principales eran
seguidas por una carroza que llevaba a algunos
miembros de la Vigilance Hook and Ladder
Company y por un carro alegórico dedicado a1
"Progreso", lema que representaba el espíritu de
la época. Después iba una unidad compuesta de
los Lanceros Mexicanos (Mexican Lancers), un
cuerpo de caballería organizado por el californio
Refugio Botello. La última sección del desfile
estaba integrada, como ya se indicó, por
unidades de miembros de la clase alta y de las
diferentes organizaciones políticas y sociales
mexicoestadunidenses.57
El 5 de mayo, cuando se conmemora el
combate histórico de 1862 en que las fuerzas
juaristas encabezadas por el general Ignacio
Zaragoza rechazaron el ataque inicial de la
fuerza de invasión francesa dirigida por el
conde de Lorencez, había sido celebrado en
diferentes ciudades de Esta
dos Unidos desde 1863. Fue únicamente,
empero, a partir de la década de 1890 cuando
comenzó a cobrar una importancia para la
población de mexicanos en Estados Unidos
semejante a la del 16 de septiembre.M Mientras
que para los ciudadanos de México el 5 de mayo
simbolizaba su autodeterminación y lucha contra
la
agresión
extranjera,
para
los
mexicoestadunidenses adquirió el significado
adicional de su resistencia continua contra la
intromisión en sus vidas por parte de los anglos y
su cultura.59
En Los Ángeles, en donde se concentraba la
gran mayoría de los mexicanos de California, el
carácter de las fiestas patrias sufrió un cambio
durante el periodo subsecuente a la Primera
Guerra Mundial. Esto se debió en parte a la
dispersión de los inmigrantes mexicanos en la
ciudad. En lugar de ser organizadas por las
asociaciones de voluntarios bajo la dirección
general de la Comisión Honorífica (Honorary
Commission), un club semejante a la Junta
Patriótica Juárez, las fiestas patrias fueron
controladas desde entonces por varias asociaciones latinoamericanas, cuyo interés en llevar
a cabo las celebraciones era principalmente de
carácter comercial. Las festividades, en
consecuencia, adquirieron cada vez más el
aspecto de una feria rural. En el caso de las
celebraciones en torno a1 l6 de septiembre de
1919, por ejemplo, que se llevaron a cabo en el
Parque Lincoln de la ciudad, el carrusel
constituyó la atracción principal del evento.60
Como otro ejemplo, el punto focal de la
celebración de 1920 fue un enfrentamiento de
lucha libre organizado por Lloyd E. Ireland.61
Eventos similares se llevaron a cabo en las
57 Los Angeles Times, 15-17 de septiembre de 1882.
58 Camarillo, Chicanos in a Changing Society..., pp. 62 y 63.
59 Hennig Cohen y Tristam Potter Coffin, America Celebrates: A Patchwork of Weird & Wonderful Holiday
Lore, Detroit, Visible Ink, 1991, p. 174. 60 Los
Angeles Times, 17 de septiembre de 1919. 61 Los Angeles
Times, 17 de septiembre de 1920.
41
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. I8, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
celebraciones relativas a la conmemoración del 5
de mayo de 1922.62
Las celebraciones del 5 de mayo en Estados
Unidos durante los años veinte también
proporcionaron a los mexicanos residentes una
oportunidad para establecer lazos informales con
el gobierno federal mexicano. En 1921, por
ejemplo, varias de las asociaciones mexicanas de
Los Ángeles solicitaron a1 gobierno mexicano algún tipo de apoyo con el propósito de llevar a
cabo la celebración anual de dicho festival. El
gobierno de México, a través de su consulado en
Los Ángeles, realizó los trámites y preparativos
necesarios para el envío de una orquesta militar
con el objeto de que tocara en distintos lugares de
la ciudad durante el periodo de las festividades.
Las ganancias obtenidas por medio del recorrido
musical fueron entregadas a los distintos comités
locales, que habían sido establecidos con el
propósito de apoyar a aquellos mexicanos que se
encontraban en circunstancias económicas
precarias a consecuencia de la recesión de aquel
año.63
El mantenimiento de tales lazos con México y
el fomento del patriotismo hacia este país fueron
también importantes, a1 considerar que la
mayoría de los inmigrantes mexicanos de Los
Ángeles contemplaba regresar algún día a su
tierra natal. Con este objetivo, se fundó el Club
Independencia (Independence Club) en Los
Angeles en 1920, con el objeto de proteger los
derechos de los mexicanos en Estados Unidos y
protestar contra la intervención de éste en
México. Esta organización también intentaba
reducir la mala publicidad que algunos sectores
de la sociedad esta
dunidense difundían en contra de México.
Otra asociación semejante fue la anteriormente
mencionada Comisión Honorífica, que también
fungía como un club patriótico para los
inmigrantes mexicanos en California. La
Comisión, cuyo presidente por lo general era un
cónsul o vicecónsul mexicano de alguna de las
ciudades en las cuales dicha organización tenía
sus oficinas, se comprometía a "ser
representativa de todos los mexicanos de la
ciudad y de proteger con ánimo la dignidad de la
nación [es decir, México]".64
Durante la Gran Depresión de 1929-1940, una
porción del dinero recabado como resultado de
las celebraciones anuales de las fiestas patrias en
Los Angeles otra vez fue destinada para apoyar a
miembros de la comunidad mexicana, muchos de
los cuales se encontraban sin empleo a causa del
estancamiento económico. Este dinero provino
del Comité Oficial de los Festejos Patrios
(Official Committee for Patriotic Festivals),
establecido por el consulado mexicano de Los
Angeles en 1931. Esta organización auspiciaba
los programas en conmemoración de las fiestas
patrias, que eran gratuitos para los residentes
mexicanos de la ciudad. Un apoyo adicional para
los mexicanos desempleados fue proporcionado
por el Comité Mexicano de Beneficencia
(Mexican Welfare Committee), creado en aquel
mismo año, cuyo trabajo complementaba el de la
organización mencionada anteriormente.65
A pesar de este trabajo caritativo, las
celebraciones relativas a las fiestas patrias
durante las décadas de 1930 y 1940 generaron
cierta crítica por parte de observado-
62 Los Angeles Times, 2, 5, 11 y 15 de mayo de 1922.
63 Los Angeles Times, 13 de marzo de 1921, y Rosales, Chicano..., p. 78.
64 Extracto de La Prensa de Los Ángeles del 29 de enero de 1921, reproducido en Romo, "Mexican Workers",
p.174. 65 Los Angeles Times, 2 y 6 de mayo de 1931, y Francisco E. Balderrama. In Defense of La Raza: The
Los Angeles
Mexican Cosulate and the Mexican Community, 1929 to 1936. Tucson, Ariz., I University of Arizona Press,
1982, pp. 45 y 46.
42
TAYLOR HANSEN/LAS FIESTAS PATRIAS Y LA PRESERVACIÓN DE LA IDENTIDAD NACIONAL..
res mexicanos y estadunidenses. Algunos
ciudadanos mexicanos que se encontraban en
Los Ángeles durante este periodo se quejaron
formalmente a1 consulado de México respecto
a la celebración del 5 de mayo en los salones
de baile de la Calle Principal (Main Street).
Dirigieron sus críticas, específicamente, contra
las elevadas entradas que se cobraban, el
ambiente de cantina que existía en los salones y
la manera no muy respetuosa en que las
orquestas tocaban el himno nacional."
En su libro North From Mexico, Carey
McWilliams, el destacado periodista y reformista laboral estadunidense, caracterizaba las
celebraciones en romo a1 5 de mayo durante la
década de 1940 como "una herencia de
fantasía". La gran mayoría de los "californios
nativos" que fungían como dirigentes y
participantes en los desfiles, aseveraba
McWilliams, eran en realidad anglos. Con
relación a las celebraciones del 16 de
septiembre en algunos pueblos del sur de
California, agregó el periodista, algunas de las
"señoritas" coronadas como reinas también eran
representantes
de
la
población
angloestadunidense.67
Tales críticas revelaron la creciente comercialización de las fiestas patrias, sobre todo
la del 5 de mayo, así como el hecho de que se
estaban convirtiendo en eventos fuertemente
influidos y controlados por miembros de la
comunidad angloestadunidense. Durante los
años recientes en Los Ángeles, por ejemplo, los
esfuerzos por parte de los comerciantes de la
Calle Olvera para promover la celebración de
ciertas tradiciones mexicanas han sido
obstaculizados por los administradores del
Parque
El Pueblo, quienes transformaron la celebración
del 5 de mayo en una gran "hora feliz", a1
otorgar permiso a las empresas cerveceras y
tabacaleras para distribuir entre los asistentes a1
evento muestras gratis de sus productos. El
conflicto entre estos intereses antagónicos ha
mostrado que, para mucha gente, la "herencia de
fantasía" es, a menudo, más atrayente que la
verdad y mucho más lucrativa.68
A1 dejar por un lado estas críticas, hay que
reconocer que, durante muchos años, las fiestas
patrias constituyeron las únicas ocasiones
públicas en las cuales los mexicoestadunidenses
podían mostrar su orgullo de ser mexicanos. Les
proporcionaron no sólo una oportunidad para
mostrar su identidad como grupo, sino también
de rendir homenaje a su herencia históricocultural.
La celebración del 5 de mayo se ha vuelto
particularmente importante en este sentido,
debido en gran parte a1 surgimiento del
movimiento chicano a mediados de la década de
I960. Al resaltar este destacado ejemplo de la
lucha de un pueblo contra una intervención
militar desde afuera, los dirigentes chícanos
podrían señalar las similitudes entre el
imperialismo francés y la posición subordinada
que ocupaban los mexicoestadunidenses dentro
del país dominante en el mundo actual. La
adopción del 5 de mayo por los chicanos como
punto focal para afirmar públicamente sus
principios ideológicos y su identidad como grupo
constituye, hasta cierto punto, una continuación
del trabajo de sus predecesores del siglo XIX que
intentaban defender los derechos y la cultura de
los mexicanos en Estados Unidos.69
66 Balderrama, In Defense..., p. 45. 67 Carey McWilliams, North from Mexico: The Spanish-Speaking People of
the United States, Nueva York,
Greenwood Press, 1968, pp. 36-41. 68 Rodolfo F. Acuña, Anything, But Mexican: Chicanos in Contemporary
Los Angeles, Londres, Verso, 1996,
pp. 31 y 32. 69 Jose Ángel Gutiérrez, "Ondas y Rollos: The Ideology of Contemporary Chicano Rhetoric", en
John C. Hammersback, Richard J. Jensen y Jose Ángel Gutiérrez (eds.), A War of Words: Chicano Protest in the 1960s and
1970s, Westport, Conn., Greenword Press, 1985, p. 123, y Sommers, "Symbol and Style...", pp. 478-481.
43
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Conclusiones
Contra las expectativas de la comunidad
anglocaliforniana de que la población
mexicoestadunidense, junto con su cultura,
gradualmente irían desapareciendo, éstas se
refortalecieron con la llegada a partir de 1880 de
varias olas de migrantes procedentes de México.
Si bien este gran aumento de la población
mexicocaliforniana aceleró el proceso de
formación de barrios o vecindades compuestas
por miembros de este grupo, que estaban
segregadas socialmente y en cuanto a su
localización, a1 mismo tiempo también sirvió
para revitalizar el sentido de orgullo por las raíces
étnicas y culturales de este grupo.
Las fiestas patrias constituyeron un aspecto
importante de este proceso, a1 ofrecer a los
integrantes de las comunidades mexicanas en
Estados Unidos una oportunidad para reunirse
como grupo étnico y
44
proporcionar una expresión visible de sus
sentimientos en este sentido. Como símbolos
del patriotismo, llegaron a resaltar el carácter
distintivo de los residentes de estas
comunidades.
En la actualidad, los mexicoestadunidenses
del estado de California, que cuentan alrededor
del 25 por ciento de su población, constituyen la
minoría más grande de esta entidad. Si siguen
los índices actuales de crecimiento, llegará un
momento, más o menos para mediados del siglo
próximo, cuando se convertirán en el grupo
étnico más grande del estado y uno de los
principales de la nación en general. Dada esta
circunstancia, únicamente queda la esperanza de
que, como el destacado californio Mariano
Vallejo y otros declararon hace más de un siglo,
llegará el día en que sus miembros serán
reconocidos por su propio valor y formarán una
parte integral de la sociedad nacional.
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Reconstruyendo lo femenino:
identidades de género y recepción
cinematográfica
Norma Iglesias Prieto*
Resumen
Este artículo es una reflexión y una justificación de tono teórico y metodológico sobre la importancia de estudiar la
identidad de género en la recepción cinematográfica. Las problemáticas y conceptos que se discuten son, por tanto,
los de las identidades sociales, las identidades de género, la recepción de cine y el lenguaje. El estudio de la
recepción de cine exige el análisis de los procesos interpretativos de los espectadores. Los procesos interpretativos
están marcados por el género, ya que éste no es sólo una categoría analítica, sino se constituye también en una
especie de código para interpretación, o, dicho de otra forma, en aparato semiótico que otorga y delimita el sentido
del mundo. El reconocimiento de esto exige una reflexión de tono epistemológico, puesto que involucra a1 mismo
sujeto investigador. El género, como forma primaria de relaciones significantes, está presente en el propio proceso
analítico-interpretativo. En palabras de Mabel Piccini, el análisis de la recepción por género "es la lectura de la
lectura, es pregunta y respuesta de preguntas anteriores, es, por consiguiente, un momento estructurante y
estructurado de la recepción".
Abstract
This paper, written in a theoretical and methodological tone, is a reflection and a justification of the importance of
studying gender identity in film reception. Problems and concepts discussed here are, therefore, those of social
identities, gender identities, film reception, and language. The study of film reception demands an exam of the
interpretive processes of spectators. These processes are marked by gender because gender is not only a category for
analysis, but constitutes a kind of interpretation code, or, in other words, a semiotic apparatus that grants and bounds
the sense the world makes. The recognition of this fact demands a certain reflection of an epistemological kind
because it involves the research subject. Gender, as a primary form of significant relationships, is present in the
analytic-interpretive process itself. In the words of Mabel Piccini, the analysis of film reception by gender "is the
reading of the reading, the question and answer of previous questions, and, therefore, a structuring moment and the
structure of reception".
*Investigadora del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte. E-mail:
[email protected].
45
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
es justamente en este ámbito concreto en donde se
Nuestra identidad, eso que somos, lo que nos
distingue de otros, se manifiesta y se expresa en
todas las actividades que realizamos. Por esa
razón, es de suponer que el acto de ver una
película, de apropiarse de ella y hacerla parte de
nuestra experiencia, también está marcado por
nuestra identidad. En este trabajo se busca hacer
una reflexión y una justificación de tono teórico
sobre la siguiente pregunta: ¿qué importancia
tiene la identidad de género en la recepción de
una película? La pretensión en este artículo no es
presentar los hallazgos —que aún se encuentran
en proceso—, sino entrar en la discusión teórica,
metodológica y incluso política para justificar la
incorporación de la teoría de género en el estudio
de la recepción cinematográfica. Es evidente,
entonces, que las problemáticas y conceptos que
se discuten son los de la identidad (y más
concretamente la identidad de género) y la recepción de cine. Sin embargo, como la captación del
proceso de recepción de cine se hace a través de
discursos, se incorpora también una pequeña
discusión sobre el lenguaje. Sólo mediante el
lenguaje se puede acceder a1 mundo subjetivo de
la recepción de cine, vincular las relaciones que
existen entre identidad de género y recepción de
cine, e incursionar en las identidades de género y
en las formas en que se asume lo femenino y lo
masculino en y desde el cine.
abordará la problemática de las identidades y los
discursos de género. En primer lugar, hay que decir que
el estudio de la recepción en los medios de comunicación se ha centrado mucho más en la televisión que
en el cine, y que se requiere hacer varios ajustes para
adecuarlo a1 caso de la recepción cinematográfica, ya
que se trata, sin duda, de procesos distintos. Hay que
reconocer también que la preocupación por el estudio
de esta parte del proceso comunicativo ha sido muy
extensa e incluso dispersa. Como señala Mabel Piccini:
La dispersión se manifiesta no sólo en la diversidad
de preguntas que se formulan acerca del problema
sino en la propia definición o delimitación de los
objetos de estudio. Según sea la perspectiva teórica
utilizada, veremos desplegarse un mapa semántico
que alude a este campo con las más diversas
designaciones. Se hablará ya sea de los efectos de
ciertos mensajes sobre las audiencias o de la
constitución de la opinión pública, ya de procesos de
desciframiento, reconocimiento o decodificación de
textos y mensajes o de lecturas como actividad
productiva; a veces se preferirá la orientación
económica y se hablará de consumo y apropiación de
los objetos simbólicos, y, en caso contrario, con una
mayor fidelidad informática, de receptor y receptores
ante obras de diversa naturaleza; por último, también,
de la formación del gusto como sentido de la
orientación social, de comunidades interpretativas y
Identidades y recepción de cine
Antes de desarrollar algunos puntos sobre la
identidad, y particularmente sobre la identidad de
género, es importante analizar el tema de la
recepción de cine, pues
1
46
hasta
de
comunidades
hermenéuticas
de
consumidores.
Ante este panorama y dada la pregunta central del
trabajo, la preocupación se
Mabel Piccini, "La sociedad de los espectadores. Notas sobre algunas teorías de la recepción", en Versión.
Estudios de Comunicación y Política, núm. 3, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, abril
de 1993, p. 14.
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
ubica en el ámbito del análisis de la recepción,
definida por Lauro Zavala como "los procesos
interpretativos de los espectadores"2 como sujetos
sociales y de género. Pareció pertinente retomar
en primer lugar la problematización que hace
Guillermo Orozco de los "procesos de recepción"
de la televisión, ya que ésta retoma y se deriva de
la revisión y crítica de otros autores importantes
en este campo de estudio, como son Hall, Morley,
Lull y Fuenzalida, entre otros muchos. A1 igual
que ellos, el punto de partida aquí es que la
recepción de cine, como la de televisión, no es un
acto mecánico ni homogéneo, y que no lo es,
entre otras cosas, por las identidades de los
receptores y por los contextos sociales y
culturales. Contra lo que se pensaba hace unos
años sobre la incuestionable direccionalidad y
poder de los medios de comunicación frente a
receptores homogéneos y pasivos, hoy se sabe, y
se parte del hecho de, que la recepción de cine,
como la de cualquier otro medio, es un acto
activo, dinámico e interpretativo que exige, sin
duda, una participación clara por parte del
receptor, en el que incluso sus "deseos (...)
moldean el producto".3 El proceso de recepción o
de "lectura" de una película (como texto, según
Bajtin) es quizá la parte más subjetiva del proceso
de comunicación. La película se recrea en la
mente del público y tiene tantas variaciones como
espectadores haya, pero esto no significa que la
percepción y la interpretación sean arbitrarias ni
infinitas. Los diferentes ámbitos de la identidad
juegan un papel bási
co en ese proceso, pues son justamente los que
permiten objetivar esta experiencia subjetiva. En
otras palabras, la subjetividad es objetivada por
la misma realidad social, por lo que el género, la
clase social, la etnia, la nacionalidad, el lugar de
origen, las preferencias sexuales, la edad, entre
otros factores, marcan los límites en la recepción.
Además de las propias características
identitarias del sujeto receptor, la recepción de
cine está mediada por una amplia gama de
variables, factores, instituciones, situaciones y
disposiciones, tanto de índole individual como
social. No se trata, desde luego, de un acto pasivo
o lineal, sino, por el contrario, de un proceso
múltiple y contradictorio en el que entran en
juego una variedad de mediaciones determinadas
tanto por el género como por la posición social,
cultural e histórica.4 El receptor es un sujeto
activo, condicionado socioculturalmente, y capaz
de crear, recrear y negociar los contenidos de los
mensajes. El receptor no es una víctima de los
medios de comunicación; más bien, se
transforma en protagonista a través de la creación
de nuevos significados y mediante la inserción de
éstos en la cultura cotidiana en la que está
inmerso. Por otro lado, es importante considerar
que, a1 igual que el autor, el receptor, como
lector de la película, no está en el vacío, ni parte
de cero; se encuentra lleno de información y
experiencia tanto individual como social. De esta
forma, también es importante considerar dos
cuestiones en el análisis: la intertextualidad y la
intersubjetividad.
2
Esta definición de Zavala es recuperada de autores como Suleiman y Crosman, y Rall, entre otros. Lauro Zavala,
Permanencia voluntaria. El cinc y su espectador, Xalapa, Universidad Veracruzana/Universidad Autónoma
Metropolitana-Xochimilco, 1994, p. 87.
3 John Updike, "Filmar la rosa", en Nexos, núm. 126, junio de 1988, pp. 16 y 17, citado por L. Zavala, op. cit., p. 21.
4 Mercedes Charles y Guillermo Orozco, Educación para la recepción. Hacia una lectura crítica de los medios,
México, Trillas, 1990, y Guillermo Orozco, Recepción televisiva. Tres aproximaciones y una razón para su
estudio, México, Universidad Iberoamericana, 1991.
47
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Por otro lado, se reconoce que la recepción es
un proceso mediado y que además trasciende a1
mero acto de estar frente a la pantalla. Es decir, la
película, como texto interpretable, ya estaba antes
y sigue estando después del acto receptivo. La
interpretación de la película va cambiando junto
con nosotros. En otras palabras, el proceso interpretativo supone una apropiación: el texto forma
parte de nuestra experiencia y, como tal, es
vivido, recreado y reinterpretado constantemente.
Se trata de un proceso que de ninguna manera es
unívoco ni transparente, sino, por el contrario,
complejo y hasta contradictorio.5 Es importante
recordar también que la apropiación-interpretación de los mensajes por los receptores es un
proceso negociado que en muchos casos lleva a la
resistencia y a la generación de contrapropuestas.
Siguiendo la línea de Orozco, también hay que
considerar que en el proceso de recepción
ocurren importantes mediaciones.6 Una de ellas
es la cognoscitiva, que incluye tanto el proceso
lógico de la información como la generación de
creencias y su valoración afectiva por parte del
sujeto. Por consiguiente, el proceso cognoscitivo
no es meramente racional, sino también emotivo
y valorativo. Una segunda mediación importante
es la cultural. La relevancia o no de ciertos
aspectos, elementos y temas de una película en
buena medida es condicionada por la cultura o
subcultura concreta a la que pertenece el receptor.
Una tercera mediación es la de referencia, puesto
que los diversos campos identitarios del sujeto
receptor marcan y diferencian los procesos de
recepción. Desde la perspectiva de este trabajo, el
género,
5
además de una mediación de referencia, es un
aparato semiótico que otorga sentido a1 mundo.7
Otras mediaciones importantes son las
institucionales, que nos indican que el sujeto
ocupa un lugar e interactúa en y con diferentes
instituciones sociales, las cuales intervienen en la
producción de sentidos y significados. El ser
miembro de una familia, un vecindario, una
ciudad, un grupo de trabajo, una religión, una escuela, una empresa, etc., marca a1 proceso de
recepción ya que las instituciones sociales son
también productoras de sentido. Además de la
institución en sí, hay que considerar las relaciones
(de poder, en la mayor parte de los casos) y el
lugar que se ocupa con relación a los otros
miembros que constituyen cada una de estas
instituciones. Bennet (1982) afirma que la
importancia de las instituciones sociales en los
procesos de recepción de los mass media se debe
a que son ellas quienes hacen las veces de
códigos de interpretación y apropiación.
Además, en el proceso de recepción de cine es
importante reconocer la importancia de las
estructuras narrativas características de los
géneros cinematográficos, que funcionan también
como mediadores o como modelos de
interpretación. Como señala Lauro Zavala, en el
cine contemporáneo "el espectador ya no sólo
observa a los personajes, sino que se observa a sí
mismo en el proceso de reconocer las
convenciones genéricas",8 ya que "cada película
es un conglomerado de alusiones a películas
producidas anteriormente en distintas tradiciones
genéricas"9 Es decir, el género cinematográfico
moldea la interpretación como elemento clave de
la intertextualidad.
Idem. (6 Orozco define la mediación como el conjunto de influencias que estructuran el proceso de aprendizaje y
sus resultados, provenientes tanto de la mente del sujeto como de su contexto sociocultural. 7 Teresa de
Lauretis, Alicia ya no. Feminismo, semiótica, cine, Madrid, Cátedra (Feminismo), 1992. 8 Lauro Zavala, op. cit.,
p. 20. 9 Ibidem, p. 21.
48
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
Sobre el concepto de identidad
Parece claro que gran parte de los límites y
posibilidades de la lectura, interpretación y
apropiación de una película están determinados
por la identidad del sujeto receptor. Sciolla define
la identidad como
un sistema de significaciones que comunica a1
individuo con el universo cultural —valores y
símbolos sociales compartidos— y que otorga
sentido a la acción, permite realizar elecciones
y dar coherencia a la propia biografía. 10
La identidad, en términos sencillos, es aquello
que nos caracteriza como seres humanos y que a1
mismo tiempo nos permite identificarnos y
distinguirnos de otros. Ampliando la definición
de Sciolla, diremos que la identidad no es algo
estático, por lo que es importante hablar de
procesos
identitarios.
Todos
cambiamos
constantemente, pero esa misma identidad que irá
cambiando es lo que constituye nuestro marco de
referencia y nuestro límite de acción. Es entonces
importante reconocer, como lo hace Gilberto
Giménez, que toda identidad es dialéctica; esto
quiere decir que se mueve entre la permanencia y
el cambio. Estamos hablando de un proceso de
transformación constante de toda identidad.
Antonio Prieto señala que la identidad se
constituye y se despliega con base en nociones
del yo que el sujeto va construyendo en su interac
ción con los demás," y José Manuel
Valenzuela, por su parte, asevera que la identidad
no es esencialista sino relacional, y que cobra
sentido en la interacción social; constituye,
entonces, un acto de auto y heteroapropiación
simbólica.12 Como señala Valenzuela, las
identidades también son expresiones de la
relación entre el individuo y la colectividad y se
encuentran definidas por posiciones relacionales
de poder.13 Habría que agregar aquí que "el
género es el campo primario dentro del cual o
por medio del cual se articula el poder".14 En
estas definiciones de identidad se reconocen
implícita o explícitamente las siguientes
funciones. En primer lugar, la identidad nos
permite ubicarnos y situarnos en un espacio
social determinado y dentro de una escala
social.15 Esto ha sido definido por varios autores
como la función locativa. Como señala Bourdieu,
la identidad es una especie de representación del
lugar que ocupamos en el espacio social.16
Evidentemente, las mujeres y los hombres no
ocupamos el mismo lugar social. La sociedad
patriarcal ha marcado siempre un lugar inferior y
de dependencia a la mujer. La sociedad entera, y
con ella nosotras mismas, espera que ocupemos
nuestro lugar, el cual se asigna y se reconoce
socialmente con relación a nuestro sexo-género,
clase social, etnia, edad, etc. Por otro lado, como
la identidad se transforma constantemente, se
requiere de la función integra-
10 Citado por Makowski, "Identidad en cárceles de mujeres", en Estudios Sociológicos, vol. XIV, núm. 40, Mexico,
enero-abril de 1996, p. 54.
11 Antonio Prieto Stambaugh, "La actuación de la identidad a través del performance chicano gay", en Debate
Feminista, año 7, vol. 13, Mexico, abril de 1996, p. 290.
12 José Manuel Valenzuela Arce, "Introducción", en Decadencia y auge de las identidades, México, El Colegio de
la Frontera Norte/Programa Cultural de las Fronteras, 1992, p. 24.
13 Idem.
14 Scon, 1986 (citado en Lamas, 1995).
15 Y me refiero a escala porque en la ubicación hay una valoración. La escala valorativa responde a la perspectiva
masculina de una sociedad patriarcal. 16 Pierre Bourdieu, "La dominación masculina", en La Ventana, núm. 2,
Guadalajara, Universidad de
Guadalajara, 1996, pp. 7-95.
49
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
tiva, que nos permite vincular sin problemas el
pasado, el presente y el futuro. Esto es, nos
permite hacer coherente lo que hemos sido con lo
que somos y con lo que vamos a ser. Otra función
básica de la identidad es la selectiva, que nos
posibilita seleccionar las preferencias a partir de
lo que se es. La identidad permite que se realice
una acción y que a1 mismo tiempo el sujeto se
responsabilice de ella. Es justamente frente a sus
acciones que conecta los cambios y ajustes
constantes de su identidad. Esto quiere decir que
la identidad nos permite tomar la iniciativa y
marcar y justificar nuestras acciones. Estas
acciones se justificarán frente a la sociedad en su
conjunto, y frente a1 propio sujeto, en función de
la identidad y por el lugar que a través de ella se
ocupa socialmente.
Por otro lado, la identidad, como señala
Parson, tiene y mantiene una valoración, a1
mismo tiempo que genera y justifica ciertas
actitudes. Como alguna vez señaló Giménez, se
espera que cada sujeto actúe conforme a su
investidura.17 Una actitud se calificará de
adecuada o no según la identidad del sujeto en
cuestión, y en esto la identidad de género es
fundamental. A las mujeres se les permiten,
incluso se les fomentan, ciertos comportamientos
y actitudes que son calificados como
inapropiados en los hombres, y viceversa.
Además, las identidades sociales son altamente
valorativas. El ejercicio de valorar una identidad
frente a otras nos permite, como analistas y
sujetos sociales, hablar de niveles de la identidad,
y éstos no son ni estáticos ni permanentes. La
escala valorativa se mueve y ajusta dependiendo
del
sujeto y de su interlocutor, así como del momento
histórico y de la situación concreta. Algunos
autores, como Valenzuela, prefieren hablar de
campos identitarios puesto que esta clasificación
no necesariamente exige una valoración. Sin
embargo, para el caso concreto de las identidades
de género es conveniente hablar de niveles de la
identidad, ya que la propia identidad de género se
define hoy en día dentro de una escala valorativa
en la que lo femenino es generalmente inferior a
lo que se valora como masculino. La identidad
femenina es socialmente reconocida como
dependiente de la masculina. Es más, la propia
construcción de lo femenino en nuestra sociedad
se ha hecho a partir de lo masculino; en otras
palabras, lo femenino se define como lo "no
masculino".la
En los niveles de la identidad hay otras
clasificaciones que a priori se definen socialmente como negativas en contraste con las
positivas. Algunas de las identidades con mayor
valoración son precisamente las de género, las
étnicas y las sexuales.
Por otro lado, la identidad se inscribe en
espacios estructurados social y culturalmente, es
decir, existe una relación entre los individuos y la
sociedad.
La
identidad
es
también
multidimensional, lo que no significa que
tenemos identidades múltiples —algo que podría
sugerir un universo de esquizofrénicos—, sino
que nos reconocemos a nosotros mismos por el
cambio y con relación a varios "otros" también
cambiantes.19
Tal como ocurre con las posibilidades de
recepción de una película por parte de un sujeto,
nuestra identidad no es infinita
17 Ejemplo utilizado por Gilberto Giménez en el seminario sobre identidades ofrecido en El Colegio de la Frontera
Norte, Tijuana, B. C., en febrero-marzo de 1992.
18 De Beauvoir, Simone, El segundo sexo, Buenos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1975,
19 Existen varios tipos de cambios en las identidades, tanto individuales como sociales, que se clasifican según su
envergadura. Están las transformaciones son los cambios o mutaciones adaptativas o lineales que no implican
modificaciones en el sistema. Son generalmente graduales y se refieren a las redefiniciones, ajustes o
adaptaciones. También están las denominadas mutaciones, que implican alteraciones del sistema identitario.
Son cambios radicales que se pueden dar por fusión o fisión. Se manifiestan en integraciones o conversiones.
50
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
sino limitada. Como señalan Marta Lamas y
Hortensia Moreno, "la primera evidencia
incontrovertible de la diferencia humana la
encontramos en la diferencia sexual, manifiesta
en el cuerpo".20 Es precisamente el cuerpo y sus
funciones biológicas las que marcan el primer y
más obvio límite. Sin embargo, también hay que
reconocer que las categorías de "mujer" y
"hombre", como algo biológico, son insuficientes
para cualquier investigación pues no hacen
referencia a sujetos históricos, sociales y
culturales, sino a modelos.
Sobre las identidades de género
Una de las mayores contribuciones de la teoría
feminista fue el reconocimiento del sexo como
elemento central de la opresión, como resultado
de la subordinación de la mujer en una estructura
de poder patriarcal. Sin embargo, esta posición
implicaba la idea de universalidad de la problemática de la mujer. Más tarde, con la teoría del
género, se planteó la existencia de un
ordenamiento social respecto a la diferencia
sexual y se llegó a definir a1 género como una
categoría social impuesta a los cuerpos sexuados.
La categoría de género hizo énfasis en todo un
sistema de relaciones en las que se incluyen el
sexo y la sexualidad, pero que no está únicamente
determinada por ellos.21 La definición de la
categoría de género como categoría analítica
permitió el avance explicativo más allá de las
características puramente
20
21
22
23
24
biológicas, puesto que la categoría de género
hace referencia a la construcción social y
cultural del sexo. De esta manera, la propia
categoría de género se constituyó en una especie
de código para la interpretación, ya que delimita
incluso el propio sentido del mundo, con el que
los seres se reconocen como socialmente
sexuados. Es decir, el género es tanto un
constructo sociocultural e histórico como un
aparato semiótico o sistema de representación
que asigna sentido a los individuos. En palabras
de Lamas, "la cultura marca a los seres humanos
con el género y el género marca la percepción de
todo lo demás: lo social, lo político, lo religioso,
lo cotidiano".
La identidad de género es una construcción
social y cultural que se da mediante procesos
simbólicos. Es una construcción histórica, y por
lo
tanto
cambiante
y
dialéctica.
El
reconocimiento de la identidad de género como
un constructo sociocultural evidenció la
conciencia de la alteridad, de la diferencia, de la
desigualdad, no sólo entre lo femenino y lo
masculino, sino también entre las propias
mujeres.23 Esto trajo como consecuencia que se
pensara más en la especificidad que en la universalidad, lo que volvió importante el reconocimiento de las diferencias y las particularidades en la construcción de las subjetividades
y de la identidad.24 Teresa de Lauretis afirma que
la construcción del sexo en género es el producto,
a la vez que el proceso, de su representación pero
también de su autorrepresentación. Con base en
esta afirmación Millán llama la atención
Marta Lamas y Hortensia Moreno, "Editorial", en Debate Feminista, año 7, vol. 13, México, abril de 1996. p. ix.
Este número de la revista estuvo dedicado a la discusión de la otredad.
Joan W. Scott, "Gender: A Useful Category of Historical Analysis", en American Historical Review, núm. 91,
1986.
Marta Lamas, "Usos, dificultades y posibilidades de la categoría de genero", en La Ventana, núm. 1, Guadalajara,
Universidad de Guadalajara, 1995, p. 33.
Patricia Ravelo B., "En busca de nuevos paradigmas: algunas reflexiones en torno a la categoría de genero", en
Acta Sociológica, núm. 16, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-Coordinación de Sociología-UNAM,
México, enero-abril de 1996, pp. 11-39.
Idem.
51
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
sobre dos puntos fundamentales de las propuestas
de De Lauretis que son centrales en este trabajo.
Primero, la aseveración de que el género es
producido por varias tecnologías sociales (o
"tecnologías de género", como las denomina De
Lauretis), entre las que se encuentran el cine y los
discursos instituidos, razón por la que el cine de
mujeres y la perspectiva "femenina" son en sí
mismos subversivos, ya que cuestionan, por su
simple existencia, el poder del orden social y
simbólico masculino. Segundo, la posibilidad y
necesidad de trabajar desde el feminismo en una
política
de
autorrepresentación
que
25
de(s)construya a1 género. De esta manera, la
teoría de género no sólo se propuso como un
modelo explicativo sino como una praxis, en
donde se sugiere que el conocimiento producido
por esta línea y perspectiva de estudio está
reconstituyendo a la mujer, tanto como sujeto
social como sujeto del conocimiento.
Además, la teoría de género permitió hablar
—teóricamente—
de
maneras
de
ser
culturalmente femeninas y masculinas, lo que nos
hace pensar que —hoy por hoy— existen formas
femeninas y masculinas de hacer y ver el cine.
Sin embargo, lo femenino y lo masculino, como
constructos históricos y culturales, varían y
tienen matices, por lo que se hace necesario
trabajar con otros niveles o ámbitos de la
identidad, de tal manera que evitemos hablar de
lo femenino en abstracto o de "la naturaleza de
las mujeres", y lo mismo
para el caso de lo masculino. Se exige, entonces,
hablar de sujetos de género concretos. Se
reconoce también que lo femenino y lo masculino
son categorías cambiantes y relacionales, que son
conflictivas y que representan incluso
contradicciones. Otra consideración muy valiosa
para el estudio de las identidades de género es la
exigencia de salirse del convencionalismo que
entiende que "una mujer es un ser humano cuyo
sexo es hembra y cuyo género es femenino, y un
hombre es un macho masculino".26 Se requiere la
ampliación conceptual de las identidades de género con el cuestionamiento del carácter
institucional de la heterosexualidad,27 es decir, de
lo que algunas autoras han llamado
heterosexismo.28 De esta forma, es necesario
incluir la sexualidad en el análisis como un
elemento clave de las identidades y
subjetividades de género, consideradas una
constelación de formas de comportamiento, de
relación con los demás individuos y de acción
sobre el medio. Así, no se habla de una sola
categoría femenina y otra masculina, ni tampoco
de algo estático e independiente, sino de varios
"femeninos" y "masculinos". Es decir, el
reconocimiento de la multidimensionalidad de las
identidades nos exige ir más allá de lo femenino
o lo masculino en abstracto. De modo muy
esquemático, se entiende que la noción de
identidad de género, como la de cualquier otro
ámbito identitario, se adquiere por un proceso
mediante el cual se distingue la diferencia. Para
saber quién
25 Márgara Millán, "Género y representación: El cine hecho por mujeres y la representación de los géneros", en Acta
Sociológica, núm. 16, Mexico, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-Coordinación de Sociología-UNAM,
enero-abril de 1996, p. 178.
26 María Jesus Izquierdo, Las, los, les (lis, lus). El sistema sexo-género y la mujer como sujeta de transformación
social, Barcelona, Ediciones de les dones, 1983.
27 Como señala Raquel Osborne en su libro La construcción sexual de la realidad, tanto la heterosexualidad como el
lesbianismo se han definido exclusivamente con relación a1 patriarcado, y por ello la sexualidad fue entendida
primordialmente en su dimensión política, perdiendo importancia la experiencia erótica. La resolución
conflictiva que para muchas mujeres tiene la sexualidad está íntimamente ligada a este hecho y por eso incluso
la opresión de la mujer se manifestó en la represión y autorrepresión del deseo femenino.
28 Por heterosexismo se entiende "la discriminación que impregna el modelo heterosexual de la sexualidad a1 uso".
Carol Vence y Ann Snitow, citados por Osborne, 1993.
52
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
soy yo es necesario darse cuenta, sentir, que yo
no soy las otras y que las otras no son yo.29 El
factor común que forma el nosotras y las otras
puede generalizarse a partir de elementos muy
dispares (nosotras las vecinas, las mujeres, las
mexicanas, las chicanas, las jóvenes, las madres,
las homosexuales). Estos elementos pueden ser
circunstanciales y se manifiestan, dependiendo de
los interlocutores,30 en una especie de juego de
espejos. Desde el punto de vista de la teoría de
género, el primer aspecto del yo que se constituye
en nosotras es el del género. El lenguaje, las
representaciones culturales, los comportamientos,
los campos laborales, etc., nos evidencian los
ámbitos específicos para los sujetos de género. La
identidad de género atraviesa e incluso permea a
otros ámbitos, campos y/o niveles de la identidad.
Es una identidad de niveles tan básicos y primarios, tan impuesta como "natural" o naturalizada,
tan asociada a1 cuerpo y sus usos, que tiene hoy
en día un carácter estructurante a pesar de las
múltiples y amplias diferencias en otros ámbitos
identitarios. Sin embargo, y a pesar del rol central
del género dentro de los campos identitarios, es
importante el cuestionamiento de las dicotomías
para dar paso a los diferentes "femeninos" y
"masculinos", sin perder de vista los aspectos de
desigualdad y de poder entre hombres y mujeres
que caracterizan a las sociedades actuales.
Como señala Osborne, uno de los primeros
objetivos de la crítica feminista contemporánea
fue el esquema conceptual de la ciencia moderna,
basada en una serie de dualismos concebidos
como polos opuestos: los pares mujer-hombre,
naturaleza-cultura, privado-público, sub-
29
30
31
32
33
jetividad-objetividad, pasión-razón, etcétera.
Se entendía que esta forma dicotómica de
conceptualizar el mundo, dividido así en dos
partes que no se consideran superpuestas,
favorecía una visión esencialista de los sexos.
La división sexual del trabajo se hacía derivar
"naturalmente" de las diferencias biológicas de
los mismos.31
Como también señala Osborne, las dicotomías
absolutas con las que se ha buscado explicar el
mundo y la sociedad se sustentan en un sistema
más amplio de oposiciones y mandatos que las
legitiman y que, desde luego, no son inocentes.
Esta linealidad y el reconocimiento de sólo dos
lados de cada cosa —bueno o malo, libertad
sexual o represión sexual, dama o prostituta, cielo
o infierno— deniegan la interacción y la
dialéctica, no hacen honor a1 cambio, a la
complejidad o a1 crecimiento e imponen falsas
categorías.32 Por otro lado, el esquema
dicotómico parte de una concepción ontológica
entre naturaleza y cultura, a1 tiempo que insiste
en mostrar como naturales las relaciones sociales
de poder. La asociación de la mujer con la
"naturaleza", y su presentación como ser nutricio
y pasivo, y la del hombre con la cultura, asociada
a su vez con la acción y el control, aseguraban la
complementariedad de los sexos en la unión
heterosexual. La situación universal de
marginación y opresión de la mujer ha originado
su asociación con la naturaleza, y por ende, con
algo que puede ser controlado.33
La teoría de género tiene como punto de
partida la relación entre lo biológico y lo social y
desarrolla el brillante plantea-
Izquierdo, 1983.
Idem.
Raquel Osborne, La construcción sexual de la realidad, Madrid, Cátedra, 1993, P. 55.
Ibidem, p. 59.
Ibidem, p. 75.
53
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
miento original de Simone de Beauvoir de que no se
femenino y lo masculino? ¿Cómo se expresa y qué
nace mujer sino hembra y de que por el hecho de ser
importancia tiene esto en el acto de ver-leer una
hembras nos convertimos en mujeres. Es decir, nos con-
película? En una ocasión, a1 salir de la proyección de
forma tanto el cuerpo como la percepción que de él
Lola, la película de María Novaro, me sorprendió la
tenemos. Somos sujetos materiales, pero sobre todo
discusión que se dio entre un grupo mixto de amigos.
simbólicos. Como hubiera dicho De Beauvoir. el
Cuando intentó cada uno de ellos hacer una síntesis de
proceso
la
la trama, parecía que las mujeres del grupo habían visto
"internalización" de lo femenino, se va adquiriendo y
una película y los hombres otra. La discusión fue
modificando durante toda la vida. Los géneros no se
todavía más fuerte cuando se hablaba de lo positivo y de
conciben como entidades separadas y opuestas, sino
lo negativo de la historia y sus personajes, cuando se
inmersas en un sistema de relaciones sociales. Es justa-
trataba de hacer juicios morales. En ese momento me
mente esta propuesta la que
percaté de la importancia de hacer un análisis de la
de
convertirnos
en
mujeres,
o
relación entre el género y la recepción de cine, como
nos permite identificar las variaciones y limitaciones
una vía para abordar la problemática más amplia de la
de las relaciones de poder y opresión entre las
identidad, la subjetividad y los discursos de género.
mujeres y varones en las sociedades concretas. Si se
Comprendí que el cine es una forma muy directa de
define a la mujer como lo opuesto a1 varón, ensalzar
abordar esta amplia problemática, ya que
la femineidad porque representa la diferencia no hace
más que continuar con el hombre como referente de
el espectador es interpelado personalmente por la
nuestra definición y perpetuar la susodicha oposición.
película y está subjetivamente comprometido en el
34
proceso de recepción; están ligados a las imágenes no
sólo los valores sociales y semánticos, sino también
Es
necesario
trabajar,
entonces,
en
las
el afecto y la fantasía.35
representaciones, percepciones y vivencias de lo
femenino y lo masculino en nuestras sociedades y en el
análisis de cómo éstas se están modificando con el
De esta forma se puede entender la representación
cinematográfica más específicamente
tiempo. Esto supone poner el énfasis no sólo en el
cuerpo sino en los usos y sentidos de éste, reconociendo
como un tipo de proyección de la vida social sobre la
en todo momento su dimensión de poder.
subjetividad. En otras palabras, el hecho de que el
cine asocie la fantasía a imágenes significantes
afecta a1 espectador como una producción subjetiva,
Recepción de cine y subjetividades de
género
y por ello el desarrollo de la película inscribe y
orienta, de hecho, el deseo. De esta forma, el cine
participa poderosamente en la producción de formas
¿Qué significa ser mujer en nuestra sociedad?
¿Cómo vivimos e interpretamos esta experiencia?
¿Qué y cómo definimos lo
34 Ibidem, p. 88. 35
1984, p. 19.
54
de subjetividad que están
Teresai de Lauretis, Alicia ya no. Feminismo, semiótica, cine, Madrid, Cátedra,
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
modeladas individualmente pero que son
inequívocamente sociales. 36
Una primera consideración teórico-metodológica fue hacer el análisis de una película
que de alguna manera favoreciera una
subjetividad ajena a las promovidas por las
formas de significación dominantes. Todo ello
con el fin de radicalizar las posiciones y los
discursos de género. Se eligió Danzón, de la
realizadora mexicana María Novaro, por varias
razones. En primer lugar, porque es una película
que quebranta las formas tradicionales de representación, es decir, favorece relaciones de
subjetividad ajenas a las promovidas por las
formas de significación dominantes, pero que lo
hace aparentemente de manera poco agresiva y
menos "militante" que otras películas de mujeres,
lo que ayuda a no inhibir el discurso, especialmente el de los receptores masculinos. Se trata de
una película en la que todos los personajes
centrales son femeninos. Se trata de mujeres
fuertes que se desarrollan en ambientes y
problemáticas típicamente "femeninas", pero que,
a diferencia de otras películas, son vistas desde el
punto de vista de las propias mujeres. No son
miradas de afuera para adentro, sino de adentro
hacia afuera. A1 mismo tiempo, Danzón
invierte y por lo tanto subvierte las clásicas
representaciones de género, y reubica y
cuestiona los roles de género. A diferencia de
las representaciones de la mujer en el cine
mexicano anterior, en esta cinta lo femenino no
se define en oposición a lo masculino.37
De hecho, los hombres casi no aparecen.
Cuando lo hacen, aparecen como constructos de
los discursos y de la imaginación femeninos, o
como sujetos feminizados. Como también
menciona Hershfield, tradicionalmente, el exceso
narrativo y visual que caracteriza a1 melodrama
se manifiesta a través del cuerpo de la mujer. En
Danzón, en cambio, es el cuerpo del travesti Susi
el que es decorado y fetichizado; es el cuerpo de
Rubén, el joven amante de Julia, el que aparece
como objeto del deseo, y es el deseo no sexual de
Julia por la figura misteriosa de Carmelo lo que
sirve de motivo a la narrativa. Además, Julia
ocupa y desarrolla el rol de seductora,
conquistadora, poseedora del deseo y la mirada,
que en la cinematografía tradicionalmente es un
rol masculino.38 Otro elemento central del
quebrantamiento de las formas tradicionales de
representación es no sólo el hecho de que las
figuras femeninas sustituyan a las masculinas y
sus roles, sino el que la película documenta,
"narrativiza" y representa la subjetividad y la
realidad social de la experiencia de las mujeres.
El hecho de que Danzón presente una forma
no tradicional de subjetividad, articulando
relaciones femeninas de subjetividad y
privilegiando la voz y mirada femeninas,
favorece la diferenciación de las lecturas de
género. Esto facilita el análisis puesto que
evidencia las diferencias de género en la relación
espectador-texto.39
Ciertamente,
Danzón
radicalizó las posiciones y los discursos de
género e invitó a la discusión.
Es importante recalcar que el objetivo de esta
investigación no es precisamente
36 Ibidem, p. 19.
37 Joanne Hershfield, "Mexican Women's Pictures: Reconsidering the Relation Between Gender and Representation
in El secreto de Romelia, Danzón, and Novia que te vea", The University of North Carolina, Chapel Hill, 1995
(ponencia).
38 Ibidem, p. 15.
39 Annette Kuhn, Women's Pictures. Feminism and Cinema, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1982. Traducido a1
español con el título Cine de Mu/eres. Feminismo y cine, Madrid, Cátedra (Colección Signo e Imagen, 25),
1991.
55
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
definir las formas en las que el cine de mujer está
proponiendo maneras de representación diferentes
a las tradicionales, ni tampoco discutir sobre la
"estética femenina" en el cine,40 sino analizar
cómo estas nuevas formas de representación,
entendidas como trasgresiones a1 orden del
discurso, son leídas, reinterpretadas y apropiadas
por los distintos auditorios según el género. Es
decir, el trabajo busca conocer las características
de la recepción cinematográfica por géneros, así
como las prácticas discursivas con las que se
construyen y manifiestan los diferentes ámbitos
de la identidad.
En el nivel teórico se dice que la incorporación
de la perspectiva femenina y/o feminista en el
cine ha contribuido a la satisfacción del placer de
las miradas femeninas como alternativa a la
supuesta mirada hegemónica del espectador
masculino, pero se ha trabajado poco en el terreno
empírico, por lo que un trabajo de esta naturaleza
es pertinente.
Una segunda consideración en nuestro estudio
fue trabajar con una metodología cualitativa que
permitiera recuperar a los sujetos y sus
subjetividades.
Evidentemente,
por
las
características y el objetivo del proyecto, se
requería trabajar fuera de las salas de cine, en
situaciones un tanto experimentales que
permitieran recuperar la experiencia de
apropiación-interpre-tación de determinados
receptores. Por esta razón se decidió trabajar
finalmente con la técnica de "grupos de
discusión", que hizo posibles la producción de
discursos con cierto grado de espontaneidad (ya
que la discusión se suscitó y se abrió después de
la proyección de la película) y el control de
ciertas variables, a1 definir perfiles muy
específicos de receptores en cada grupo de
discusión. La técnica de
40
56
"grupos de discusión" se inscribe en un campo de
producción de discursos. La actuación del grupo
produce un discurso —discurso de grupo— que
sirve de materia prima para el análisis. Si se
reconoce que en la sociedad hay un ordenamiento
social con respecto a la diferencia sexual, y que
ha habido una construcción social y cultural del
género, el propio discurso evidenciará este hecho,
no sólo por lo que se habla y por la forma en que
se estructura internamente el discurso, sino también por la situación en la que se habla y se
genera lo hablado. De esta forma, la propia
perspectiva de género se manifiesta tanto en el
contenido del discurso como en la propia forma
de elaborarlo y en las relaciones que se establecen
entre los participantes en el proceso de
elaboración del discurso. En otras palabras, el
lenguaje mismo, además de su contenido, muestra
una forma de articular y organizar el mundo, y
por lo tanto, también la forma en que las personas
se vinculan, interpretan y se apropian de la
película. El lenguaje mismo se convierte en una
forma de representación del mundo simbólico y
de las subjetividades de género.
El discurso producido después de ver la
película en grupo permite también hacer un
análisis de las posiciones ideológicas de y con
respecto a1 género. La premisa es que el grupo de
discusión produce un discurso ideológico. El
grupo habla desde el horizonte del consenso. El
discurso es la piel del grupo, su superficie de
contacto con el mundo, la frontera entre interior y
exterior. El discurso es el lugar de interpretación
de las identidades y los roles de género para los
que lo emiten, y es también el objeto de análisis
para el que lo recibe. El análisis se apoya tanto en
las partes racionales como emocionales del
discurso, incluyen-
Estas cuestiones han sido estudiadas por varias autoras: Hershfield (1995), Kuhn (1982 y 1988), Koch (1985),
Brückner (1985), Penley (1989), De Lauretis (1986 y 1987), Millán (1995), entre otras,
IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
do los huecos del habla, las discontinuidades e
incluso los silencios.41
La fuerza metodológica de esta técnica es que
el discurso que se genera puede ser verosímil
porque ha sido producido en grupo, porque es la
producción imaginaria de un grupo. Los
discursos se consideran representaciones del
universo simbólico. Como señala Jesús Ibáñez, la
"verdad" del discurso y la realidad del grupo
descansan en el mismo soporte: el consenso. Se
reconoce que el discurso del grupo de discusión
es una representación del discurso social, o de la
ideología en su sentido más amplio —conjunto
de producciones significantes que operan como
reguladoras de lo social—.42 Uno de los puntos
importantes del grupo de discusión es que en la
situación discursiva que crea las hablas
individuales tratan de acoplarse entre sí a1
sentido social, y por eso se puede decir que el
grupo opera en el terreno del consenso.3
Una tercera consideración en el estudio fue
trabajar con grupos que permitieran contrastar
distintas construcciones de lo "femenino" y lo
"masculino", por lo que se formaron grupos
tomando en cuenta el género, la orientación
sexual, la genera-ción-grupos de edad y
nacionalidad. Como la primera variable
importante en la constitución de los grupos fue
evidentemente el sexo-género, se convocaron
grupos de mujeres y grupos de hombres. Pero la
división era incompleta, por lo que se trabajó con
la variable edad-generación, y se constituyeron
dos bloques contrastantes: aquellos mayores de
40 años, marcados por los movimientos
estudiantiles, de liberación de la mujer y de
"liberación sexual", entre otras cosas, y los
jóvenes entre 18 y 25 años, para quienes algunos
de los planteamientos básicos de los anteriores
movimientos sociales no son importantes o no
están en su agenda. El cuestionamiento teórico de
la heterosexualidad obligó a considerar en la
formación de los grupos la orientación sexual,
por lo que también se trabajó con grupos de
homosexuales y heterosexuales. La nacionalidad
fue tomada en cuenta en el análisis, como un
punto que permitiera el contraste cultural, por lo
que se incluyeron algunos grupos de españoles
(de Madrid) además de los mexicanos (de
Tijuana y Ciudad Juárez). Cabe hacer notar que
el análisis por clase y nivel socioeconómico no se
pudo realizar fundamentalmente por lo
problemático y básico que resulta el discurso
cinematográfico en los sectores populares. No
obstante, se integró un grupo piloto con un grupo
de colonos de un barrio marginal de Tijuana,
quienes se circunscribieron a comentarios a1
estilo de "me gustó", "está bonita", sin que se
pudiera construir un discurso más elaborado. Por
esta razón, en todos los casos, se trabajó con un
sector de las clases medias, con niveles altos de
educación formal (profesionistas o estudiantes de
nivel medio y superior, según la edad) y con
cierta cultura cinematográfica que permitiera la
elaboración de discursos más amplios en relación
con la película. De esta forma, se constituyeron
los siguientes 12 grupos de discusión:
Grupo 1. Mujeres heterosexuales entre 18 y
25 años, mexicanas (Tijuana).
Grupo 2. Mujeres heterosexuales entre 40 y
55 años, mexicanas (Tijuana).
Grupo 3. Mujeres homosexuales entre 18 y 25
años, mexicanos (Tijuana).
Grupo 4. Mujeres homosexuales entre 40 y 55
años, mexicanas (Tijuana).
41 Jesús Ibáñez, Más allá de la sociología. El grupo de discusión: Técnica y crítica, 3a ed., Madrid, Siglo XXI,
1992.
42 Idem. 43 Idem.
57
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Grupo 5. Mujeres heterosexuales entre 20 y 30
años, españolas (Madrid).
Grupo 6. Hombres heterosexuales entre 18 y
25 años, mexicanos (Tijuana).
Grupo 7. Hombres heterosexuales entre 40 y
55 años, mexicanos (Tijuana).
Grupo 8. Hombres homosexuales entre 18 y 25
años, mexicanos (Tijuana).
Grupo 9. Hombres homosexuales entre 40 y 55
años, mexicanos (Tijuana).
Grupo 10. Hombres heterosexuales entre 20 y
30 años, españoles (Madrid).
Grupo 11. Hombres y mujeres heterosexuales
entre 20 y 30 años, españoles (Madrid).
Grupo 12. Hombres y mujeres heterosexuales
entre 40 y 50 años, españoles (Madrid).
Una cuarta consideración teórico-metodológica es la que se refiere a la propia
perspectiva de género en el análisis sobre los
discursos de género. Es decir, siguiendo la
propuesta de Scott (1986), el género, como
elemento constitutivo de las relaciones sociales
basadas en las diferencias que distinguen los
sexos y el género, y como forma primaria de
relaciones significantes, está presente en el
propio proceso de investigación. La investigadora
(yo) es un sujeto genérico e histórico que
interpreta (analiza) discursos de género (resultado
de los grupos de discusión) sobre otro discurso de
género (película). En otras palabras, el "grupo de
discusión" se inscribe en un campo de producción
de discursos. El discurso producido sirve de
materia prima para el análisis. En el caso concreto
de este proyecto, el discurso de grupo fue generado por un "texto" que podría incluso reconocerse
como otro discurso de género —la película—. A
su vez, el discurso de grupo
44
58
—ya como texto— es utilizado para producir otro
discurso —el análisis—. Lo cual hace referencia a
un proceso meta-meta-lingüístico y metametacomunicativo. En otras palabras, mi análisis,
ya como un texto, "es la lectura de la lectura, es
pregunta y respuesta de respuestas y preguntas
anteriores, es por consiguiente, un momento
estructurado y estructurante de la recepción".44 En
este planteamiento se reconoce a la investigadora
como sujeto de género, como el lugar donde la
información (los discursos) se traduce en significación y en sentido, lo que evidentemente tiene
implicaciones en dos planos: en el teóricometodológico y en el epistemológico-político. La
investigadora pertenece a1 mismo orden de la
realidad que se investiga. Como señala Jesús
Ibáñez, la observadora es ella misma una parte de
su observación. Sin embargo, esto, que se podría
ver como un obstáculo metodológico, dentro de la
teórica crítica feminista y de género se percibe
como una ventaja que funda la posibilidad de su
conocimiento, a1 extender el campo de
observación y análisis a su propia subjetividad,
que es objetivada con el seguimiento de una metodología.
Las diferencias de interpretación por género se
manifiestan tanto por el lugar que ocupa el que
habla —con respecto a1 que le habla y de lo que
habla— (función expresiva), en la relación que
establecen los hablantes con sus interlocutores
(función apelativa), como en los que se habla o
los tópicos que se tratan (función representativa).
Además, las diferencias de género se manifiestan
también en la "forma" de hablar, en los "códigos"
que se utilizan a1 hablar y en los "medios" por los
que se habla, cubriendo de esta forma las tres
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IGLESIAS PRIETO/RECONSTRUYENDO LO FEMENINO..
funciones complementarias propuestas por
Jackobson —"poética", "metalingüística" y
"fátíca"—.
Los discursos sobre Danzón también permiten
reconocer las posiciones ideológicas, retomando
la producción, circulación e interpretación del
sentido. Pero hablamos más del sentido global de
las producciones discursivas. Los discursos de
género marcan tendencias discursivas que
evidencian campos ideológicos. Las estrategias
argumentativas y procedimientos discursivos
muestran los prejuicios y las posiciones
ideológicas de y sobre el género. Los discursos
manifiestan y descubren no sólo lo que los
hablantes afirman sentir o hacer, sino lo que de
hecho sienten y
hacen. El lenguaje, como apunta Bajtin, está
poblado de las intenciones de los otros; la entrada
a1 mundo de los discursos nos descubre las
asimetrías y las relaciones de poder en relación
con el género.45 El discurso generado por la
película Danzón permite recrear las ideas de lo
masculino y lo femenino, sus movimientos y
conflictos, así como acceder a1 mundo de las
construcciones subjetivas de género. El
conocimiento de todo esto puede contribuir en la
tarea de deconstrucción de lo que se nos ha
marcado como "femenino" y "masculino". Esta
deconstrucción cuestiona las relaciones sociales
existentes y es una tarea central en la búsqueda
de una sociedad más justa.
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A Note on Chicano-Mexicano Cultural
Capital:
African-American Icons and Symbols in Chicano
Art
Amelia Malagamba Ansótegui*
Abstract
This article forms part of a longer research project in progress. It argues that the "transportation" of "cultural capital"
by the migrants found fertile ground among the Mexican-American population already established in the border states
between Mexico and the United States. Cultural capital is understood as the historical bag-gage and daily practices
and production of symbolic goods that legitimate and give coherence to a community. This cultural capital has
undergone a process of transformation in the Mexican-American communities. Many of the early symbolic practices
have been adapted to new circumstances. The use by several Chicano artists of icons and symbols of African-Mexican
heritage on the one hand, and of social and political issues from an African-American cultural location on the other,
have become part of the cultural capital of Mexican-American communities. To understand the translation and
interpretation of the use of these symbolic goods key aspects of history must be highlighted.
Resumen
Este artículo forma parte de un proyecto de investigación más amplio en proceso. En él se argumenta que la
"transportación" de "capital cultural" por los migrantes encontró tierra fértil entre la población mexicoestadunidense
ya establecida en los estados fronterizos entre México y Estados Unidos. Se entiende como capital cultural el bagaje
histórico, las costumbres y la producción de bienes simbólicos diarios que legitimizan y dan coherencia a una
comunidad. Este capital cultural ha pasado por un proceso de transformación en las comunidades
méxicoestadunidenses. Muchas de las costumbres simbólicas tempranas han sido adaptadas a circunstancias nuevas.
El uso de iconos y símbolos de herencia africomexicana por artistas chicanos, por un lado, y las discusiones sociales y
políticas de una localidad cultural africoestadunidense, por otro, se han convertido en parte del capital cultural de las
comunidades méxicoestadunidenses. Para entender la traducción y la interpretación del uso de estos bienes
simbólicos, deben rescatarse algunos aspectos históricos claves.
*Investigadora de la Universidad de Texas en Austin. E-mail: [email protected].
63
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Muchas gracias
Mexicans in their migration to the United States
Deanna, Víctor
during the past 150 years.
and Gil
The cultural presence of people of African
descent in Mexico has been a permanent feature
of Mexican society since colonial times and one
that has been mostly overlooked. This presence
began with the institutionalization of slavery in
New Spain, extended into the Mexican
Revolution and was finally re-established through
the migration of black Cuban artists in the
nineteen forties and nineteen fifties.
Although this African presence has been
continuous, it is difficult to understand why it has
been so resilient, considering that the number of
African-Mexicans in Mexico has been relatively
small. This contrasts with other Latin American
countries where large numbers of Africans were
brought to their shores by the system of slavery.
The impact of slavery in me Caribbean and in
countries such as Peru and Brazil in the southern
continent fashioned their cultures in distinct ways
across time. Despite their limited number,
African-Mexicans have contributed to Mexican
culture in areas ranging from music to healing,
and this influence is most noticeable in popular
culture.1 This African-Mexican cultural contribution to society at large has been "transported" as
part of the cultural capital brought by
This article forms part of a longer research
project in progress. It argues that this
"transportation" of "cultural capital" by the
migrants found fertile ground among the
Mexican-American
population
already
established in the border states between Mexico
and the United States. Cultural capital is
understood as the historical baggage and daily
practices and production of symbolic goods that
legitimate and give coherence to a community.2
This cultural capital has undergone a process of
transformation in the Mexican-American communities. Many of the early symbolic practices
have been adapted to new circumstances.i The use
by several Chicano artists of icons and symbols of
African-Mexican heritage on the one hand, and of
social and political issues from an AfricanAmerican cultural location on the other, have
become part of the cultural capital of MexicanAmerican communities. To understand the
translation and interpretation of the use of these
symbolic goods, key aspects of these histories
must be highlighted.4
In discussing the cultural capital of Chicano
artists who integrate aspects of the AfricanAmerican experience into their iconographies,
one must first address key features of the
historical experiences of
1
Gonzalo Aguirre Beltrán, Medicina y magia. El proceso de aculturación en la estructura colonial, Instituto
Nacional Indigenista, Secretaría de Educación Pública, Colección SEP/INI, México, 1980.
2
Bourdieu defines "symbolic capital" as; economic and political capital that is disavowed, misrecognized and
thereby recognized, hence legitimate. He further argues that symbolic capital is a "credit" which under certain
conditions, and always in the long run, guarantees "economic profits". Cultural and symbolic capital have been
the sources of strength in the every day lives of the Mexican and Mexican-American comunities in the United
States. See Pierre Bourdieu, Outline of a Theory of Practice, Cambridge University Press, 1992, pp. 171-183.
3 In an exploration of a mythical figure of a healer in the South of Texas, some of these cultural practices that mix
the knowledge of the African-Mexicans and Mexicans in South Texas still can he seen. See Amelia Malagamba,
"Don Pedrito Jaramillo, una leyenda mexicana en el sur de Texas", in José Manuel Valenzuela (comp.), Entre la
magia y la historia, Programa Cultural de las Fronteras/El Colegio de la Frontera Norte, 1992, pp. 63-73.
4 Some of the most obvious sources of continued cultural presence of people of African descent in Mexico in recent
times are the strong diplomatic relationship between governments and the direct relations among the peoples of
Mexico and Cuba-
64
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
Mexican slavery. The continued presence of the
African-Mexicans and the social and cultural
issues they shared with the other marginalized
people that participated in the Mexican
Revolution is key. This will be explored visually
by reference to works produced by the master
printer José Guadalupe Posada.
Another important factor present in Chicano
cultural capital is the influence that AfricanCuban music and art has had this century on
Mexican culture. The presence of Afro-Cuban
culture in Mexico has contributed in
strengthening an African-Mexican presence in
the country; "transported" later by immigrants
into Chicano communities in the United States.
African-Mexican culture has been adapted and
adopted, translated and forged to such a degree
that it has become an intrinsic component and
referent of Mexican-American popular cultures.
Migration from Mexico to the United States
has been constant since the late nineteenth
century. When the gente de carne y hueso,
people in the flesh, cross the Mexico-United
States border, not only do they bring their bodies
across but also their cultural capital, particularly
rich aspects of their popular culture. Mexicans
influence, transform and reinforce the cultures of
the Mexican-American communities in the
United States. Tomás Ibarra-Frausto, a Chicano
cultural critic and historian discusses as a
defining characteristic of the Chicano aesthetic
its process of tradition and innovation.5 Memory
has played a crucial role, it makes possible for
traditions to continue and innovations to be
"archived", which in some cases with time
become part of the
5
6
tradition. Immigrants have an important role in
the development of this aesthetic process in direct
or indirect manners and to greater or lesser
degrees.
The Early Days
The institutionalization of African slavery in
Mexico in the early years of the colonial period
was undertaken at almost the same time that the
Spaniards were institutionalizing slavery among
pre-Hispanic cultures. Africans were brought to
Mexico because the native population was
decimated due to the trauma of the conquest,
labor conditions, and illness brought to the
Americas by the Europeans. The Conquistadores
did not have enough hands for the hard and
forced labor destined for the Indigenous
population. Native populations were dying by the
hundreds of thousands. Spaniards who wanted to
establish the sugar economy in New Spain sought
to solve the labor shortage by the implementation
in Mexico of the model of Black slavery, already
underway in other parts of the Americas. The
most important regions in Colonial Mexico for
the importation of African slaves were the
present-day states of Veracruz, Guerrero and
Yucatán. Other Mexican regions, including the
present-day states of Michoacan, and Tabasco
utilized African slaves though they were fewer in
number. Nonetheless it is significant that slavery
as a system was directed first towards the
"Indians" who were regarded as the primary
source of slave labor before the importation of
Africans.6
For a detailed discussion of the Rascuache aesthetic, a concept developed by lbarra-Frausto, see "Rasquachismo:
A Chicano Sensibility", in CARA. Chicano Art: Resistance and Affirmation. An Interpretive Exhibition of the
Chicano Art Movement, 1965-1985, UCLA, Wight Art Gallery, Los Angeles, 1991, and "The Chicano
Movement/The Movement of Chicano Art", in Exhibiting Cultures. The Poetics and Politics of Museum
Display, ed. by Ivan Karp and Steven I). Lavine, The Smithsonian Institution Press, Washington, D.C., 1991,
p.p. 128-150.
Gonzalo Aguirre Beltrán, Población negra de México, segunda edición, Fondo de Cultura Económica, México,
1972.
65
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Africans and Indians alike were subjected to and
leadership of the movement he "went beyond
suffered under the slavery system. When the Indian
Hidalgo's program of colonial reform. After 1813,
population rebounded through the development of a
natural immunization process to European illnesses, the
importation of black slaves decreased until it finally
stopped. However, the demographic process did not
Morelos whose own family was of AfricanMexican descent, called for independence and
among other things, reiterated Hidalgo's abolition
of slavery."10
happen homogeneously. In the present-day state of
Veracruz, African slavery ended first in the cities of
Jalapa, Veracruz and Coatepec. Whereas in other cities
such as Córdoba and Orizaba, where the elite refused to
cease the slavery system even though it had become
unprofitable, it did not end until much later.7 Rebellions
from Africans, Mulattos and Indians took place in this
region until the system was ultimately abandoned. As
Carrol observes:
Afro-Veracruzanos social ties with other groups
varied over different points in time... These patterns
persisted into the early eighteenth century. Negros
displayed the greatest shift by moving away from
social links with whites and toward associations with
Indians. ...By 1715, the proportion of slaves within
the Negro population diminished, and whites cared
less about controlling the lives of the few slaves that
remained.
The Independence Movement which began in the
first decade of the 1800s was composed mainly of nonWhite agricultural labor. Miguel Hidalgo y Costilla, one
of the most important leaders in the Independence
Movement "appealed to the masses of Indians, and
Blacks, (to the castas) He abolished the yearly head tax
and called for an end to slavery."9 When José María
Morelos y Pavón took over
7
The Mexican Revolution
During the dictatorship of Porfirio Díaz from
1877 until he was ousted in 1911, the Mexican
elite turned their eyes once again to European
cultures. As in the colonial period before the
Independence Movement, when only Europe was
considered cultured and civilized, this new elite
gave the Europeans, particularly the French, the
status of "high cultures". It was believed that
Mexico had to emulate the Europeans in order to
become a "modern" country. This situation was
translated to a demeaning and highly exploitative
treatment of those who did not belong to the elite.
Those most negatively affected were the nonwhite populations, mainly Indians, Pardos and
Blacks: "las clases bajas" —the lower classes—.
Among other atrocities commited against the
native populations, Díaz implemented the killing
of thousands of Yaqui Indians, with his plan to
bring them to the Parque Nacional, on the Southern Peninsula of the Yucatán to work in slaverylike conditions. The situation was no better for
African-Mexicans.
In a speech read by Alberto M. Carreño at the
Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística,
on April 28, 1910, titled "El peligro negro", he
addressed Porfirio Díaz:
Patrick J. Carrol, Blacks in Colonial Veracruz, Race, Ethnicty, ana Regional Development, University of
Texas Press, Austin, 1991. 8 Patrick J.
Carrol, ibid., p. 88. 9 Patrick J. Carrol, ibid.,
p. 99. 10 Patrick J. Carrol, ibid., pp. 99-100.
66
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
...Hemos de confesar que tuvimos vacilaciones
no puede negarse la inferioridad de la raza negra...
respecto de cuál tema podría ser más apropiado,
Bastante arduo es ya el problema indígena que
tanto para la fiesta que celebramos, como para los
México tiene que resolver, y respecto del cual nos
fines de nuestro instituto. ...Nos referimos a lo que
hemos ocupado más de una vez en esta misma
pudiéramos llamar el peligro negro, esto es, a la
tribuna, para que lo compliquemos con la peor de las
inmigración de hombres de ese color que, a1 decir
complicaciones.12
de la prensa de estos últimos días, pretenden venir
This ideology was widespread among the Mexican
a establecerse en México.
elite that aspired to be White and European. But for the
We do not know which migration Carreño was
poor and non-White population that is, what was left of
referring to, but his speech certainly reflects the
the castas system, los indios, those mestizos with dark
racism prevalent at the time among the elite. He
skin or poor or even worse, those who happened to be
proposes to "analyze" the United States and Cuban
poor with dark skin, and mulatos, this ideology was op-
situation with respect to Blacks, referring to the
pressive.
slavery system in the United States where the slaves
communities political work was underway to try to
were "transportados para trabajar". He continues by
change the situation. The revolutionary winds were
describing the problems of the United States
spreading. While the non-Whites and poor were not
government with African slaves and the country's
invited to the table of the elites to celebrate, they were
"good nature" in bringing about the abolition of
having their own party through the prints of José
slavery. In doing so he asks:
Guadalupe Posada.
In
many
circles
of
these
marginal
José Guadalupe Posada, whose art work addressed
¿Pero la libertad que alcanzó (el Afro-Americano) y
the masses, produced images that expressed the social
la igualdad que las leyes le dieron respecto de los
and political conflicts during Díaz dictatorship. He
demás
elevaron
achieved this through rolantes, small broadsides sold at
sensiblemente el muy bajo nivel del negro? De
very low prices in the poor barrios in Mexico City.
ninguna manera, y esto es lo que nos lleva a estudiar
Among the several themes addressing the social
si el fenómeno se debe a inferioridad de la raza y a
conditions in the country that his work depicted, is the
su imposibilidad de luchar con éxito con los
corruption of the elite including the government, and
hombres blancos.
the exploitation of the masses.
ciudadanos
americanos
Further on he adds that
11 Alberto M. Carreño, "El peligro negro", discurso, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, April 28, 1910,
México, p. 1. "...We have to confess that we had doubts about which theme could be the most appropriate to
discuss in today's celebration, and to the end objectives of our institute. ...We are refering here to what we can
denominate the black threat, that is, the immigration of men with that skin color who want to come to establish
themselves in Mexico, as reported by the press of the last few days."
12 Ibid. "But was the gained freedom (by the African-Americans) and the equality of the laws given to them with
respect to the rest of the American citizens any help in elevating the very low standard of living of the Negro?
Definitively not, and that forces us to consider if the phenomenon is caused by the inferiority of that race and
their imposibility to struggle with success with the White race." Later in his speech he asserts that "the
inferiority of the Black race cannot be denied. It is hard enough to have to take care of the Indian problem,
which Mexico needs to resolve, and which we have addressed before in this same forum, to have to
complicate ourselves with the worst of complications."
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
In the Calavera de Don Folías y el Negrito
(nd), Posada uses one of his most popular images,
la calavera (see plate 1). In this particular print he
depicts an African-Mexican calavera couple in a
posture that can be read as demanding or protesting, while the figures of two white elite calaveras
—don Folías and his wife, are presented with a
gesture of hatred. Posada usually depicted the
figures of the powerful patrón and the worker in a
humorous but conflicting situation. In this
particular calavera, don Folías is the patrón, and
el negrito the worker. In the middle of the scene
is a tomb surrounded by skulls, and a pair of
calaveras are found laying at the tomb's side in a
position of despair. One can read this Posada
scene as a confrontation between the poor and
exploited, and the elite. In this case, el negrito
represents the despair of the population that is
surrounded by hunger and pain, while don Folías
represents the rich and powerful elite.
On the song book cover of Colección de
Canciones para 1, No. 2 (1900), Posada depicts
another African-Mexican couple (see plate 2).
Posada produced several book covers for A.
Venegas Arroyo, the publisher with whom the
artist worked many years.13 In the case of this
particular genre, a book was published every
year, with a selected compilation of the popular
songs of the year. These humble books, produced
in cheap paper were destined for the consumption
of the popular classes. The African-American
couple is portrayed in working class attire and
surrounded by
palm trees that make reference to the Mexican
tropics such as the coasts of Veracruz and
Guerrero. Posada chose to depict the couple
dancing framing the content of the book. For
Posada, the wide spectrum of his subject matter
not only included national events, politics,
disasters and social commentary but he also gave
much attention to popular entertainment. He
understood well the importance these celebratory
cultural practices had for the people. The AfricanMexican couple dancing is a lively image, a
celebration of popular culture.
The Mexican Revolution which was fought
mostly by the exploited and marginal social
classes included the urban poor, the campesinos
and the African-Mexicans. In a photo from the
Archivo Casasola, a young African-Mexican
soldadera (nd) testifies to this fact (see plate 3).
We do not know how many African-Mexicans
participated but this is a strong statement of their
presence in the Movimiento Revolucionario.
Furthermore, Elizabeth Salas' work on the
soldaderas, the women who participated as
soldiers in the Revolution, addresses the presence
of African-Mexican soldaderas14 She discusses
the work of Francisco Rojas González La Negra
Angustias.15 Salas reads this novel as
...a psychological study of a female revolutionary. The central figure, Angustias Farrera,
is a mulatta whose mother died early and
whose father went to prison. She and her father
join the Zapatistas in the state of Guerrero.16
13 See José Guadalupe Posada. Messenger of Morality, ed. by Julian Rothenstein, Moyer Bell Limited, N.Y., 1989;
Posada's Popular Mexican Prints. 273 Cuts by José Guadalupe Posada, Selected and edited by Roberto
Berdecio and Stanley Appelbaum, Dover Publications, New York, 1972; Edward Larocque Tinker, Corridos &
Calaveras, Harry Ransom Center, University of Texas, Austin, 1961; México en el Arte, No. 5, INBA,
November 1948; Las obras de José Guadalupe Posada, Grabador Mexicano, with introduction by Diego
Rivera, Mexican Folkways, Talleres Gráficos de la Nación, Mexico City, 1930.
14 See Elizabeth Salas, Soldaderas in the Mexican Military. Myth and History, University of Texas Press, Austin,
1990.
15 See Francisco Rojas González, La Negra Angustias, Ibero-Americana de Publicaciones, Mexico, 1944.
16 Salas, op. cit., p. 87.
68
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
1. José Guadalupe Posada, Calavera de Don Folías y el Negrito (Calavera of Don Folías and
the Negro) (engraving, reproduced in Ilustrador, nd).
2. Jose Guadalupe Posada, Colección de canciones para 1, no. 2, La Cubanita
(engraving, reproduced in Ilustrador, 1900).
69
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
3. Fondo Casasola, Afro-Mexican Woman Revolutionary from Michoacán (Fototeca del Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Pachuca, Hidalgo, nd).
4. Manuel Covarrubias, Caribbean Dance, the Malecón, Havana, Cuba (gouache Harry Ramson Humanities
Research Center, The University of Texas, Austin, 1928).
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
can-Mexican cultures. This is also true when
The fact that a mulatta soldadera is the novel's
main protagonist speaks both to the importance
of the African-Mexicans in the Revolution as
well as the importance they had in the historical
memory of people like Rojas, who's novel was
published in 1944.
Covarrubias creates the Harlem Series in the 1920s and
early 1930s. When he arrived in New York in 1924, he
found that...
It was not an entirely unfamiliar world:
Harlem was a had grown up. Both were gathering
places for intellectual, artists, and personalities of the
After the Revolution
A strong Mexicanista movement took place after
the Revolution. The need to create a new
ideology that reflected the ideals of the armed
movement was developed. The arts, particularly
the visual arts, helped achieve this Mexicanismo
that had begun its development long before the
lucha armada. Saturnino Herran and Dr. Atl were
the precursors of this artistic movement. After the
Revolution, artists such as José Clemente Orozco,
Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Frida
Kahlo, María Izquierdo and others created a new
Mexicanista aesthetic language.
In the 1920s and 30s, the Mexican artist
Manuel Covarrubias created a series of works
depicting different aspects of the African
influence in the Caribbean, as well as life in
Harlem. His gouache Caribbean Dance, the
Malecón, Habana Cuba, from 1928 recreates
popular dance in Cuba (see plate 4). When
Covarrubias decided to do a portrait of a Cuban
women, he chose an Afro Cuban as his model for
Cuban Women, a gouache from the same year
(see plate 5). His oeuvre on Afro Cubans reflects
the interest he had on the Afro-Latino Culture,
but at the same time it also reflects the continuum
of cultural capital in Mexican culture of AfroLatino and Afri
day, and during the period in which Manuel knew
them, both were center for a renaissance of first
cousin to Mexico City's bohemian section, where
Miguel's spirit that had to do with cultural
rediscovery, with a search for elemental self.17
During the 1940s and 1950s an important influence
in the popular cultural scene was felt both from the
Afro-Cuban artists who came to Mexico, and from
Mexican artists like Roberto Montenegro who continued the tradition of working with the African
presence in Mexico. His Tres Hombres y una Mujer(nd)
is a good example.1H Nonetheless, the Afro-Cuban
influence was most relevant in the expressive culture of
the culturas populares. The music of Celia Cruz, Pérez
Prado, Bienvenido Granda, Beny Moré and the big
band orchestras, such as that of Jorrín, and la Sonora
Matancera, were embraced in the poor barrios of
Mexico. Famous popular singer, Toña la Negra sang the
work of Andrés Eloy Blanco and Maciste, Angelitos
Negros. This song became one of the most popular
songs of its time, and through the years is now
considered part of the Golden Age of Bolero music in
Mexico. The words of this song made direct reference
to those visual artists with a European influence. The
words of the song are a denunciation
17 In Adriana Williams, Covarrubias, University of Texas Press, Austin, 1994, p. 37.
18 Lithograph, not dated. This piece is part of the collection of El Museo Nacional de I.I Estampa, in Mexico City.
71
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
of racism in "high art". The song addresses the foreign
bachano.20 These and other films were an
brush in the hands of those artists:
important contribution to the expressive popular
Angelitos negros
Pintor nacido en mi tierra, con el pincel extranjero,
pintor que sigues el rumbo de tantos pintores viejos,
aunque la Virgen sea blanca, píntame angelitos
negros;
que también se van a1 cielo, todos los negritos
buenos.
Pintor si pintas con amor, por qué desprecias su
color,
si sabes que en el cielo también los quiere Dios.
Pintor de santos de alcoba, si tienes alma en el
cuerpo,
¿por qué a1 pintar en tus cuadros, te olvidaste de los
negros?
Siempre que pintas iglesias pintas angelitos
bellos,
culture (see plate 6).
In Mexico, African culture remained active
and very much alive mostly among those of the
lower classes, "los de abajo". Popular culture
expressions along with the Black presence was
considered part of the culture of los pelados21
The designation of African- Mexican to the
culture of los pelados by the elite was not an
accident. By and large, African-Mexicans, were
part of the army of the marginal and unwanted
but necessary populations. They belonged to the
vast underprivileged sectors of the populations:
the campesino, the indio, the obrero, and el
pelado. The presence of culture of los de abajo,
in the fine arts and in the popular art forms during
this period in the Mexican history can be
conceptualized as part of an uninterrupted class
struggle from the oppressor and the oppressed.22
This struggle is some times obvious yet at other
times not so visible.
pero nunca te acordaste de pintar un ángel
negro.19
The African-Cuban presence also made its mark in
the popular films of this time. Such is the case of
Mulata, directed by Martínez Solares. Another film
from 1959 was Cuba Baila, directed by Julio García
Espinoza, co-produced by the Mexican Manuel Bar-
The Mexican Migrant and The Chicano.
The transportation of Cultural Capital
While some Mexicanos were made second class
citizens by force with the Tratado de Guadalupe
Hidalgo of 1848 in the United States, others
came to the United States at the beginning of this
century fleeing from
19 The translation of the song Angelitos Negros: "You, painter born in my land, with the foreign brush, you, painter
that follows the path 01 so many old painters . Even if the Virgin is white, paint me little black angels. Because
all good blacks also go to heaven. You, painter, if you paint with love, why do you despise their color, if you
know that in heaven also God loves them? You, painter of bedroom saints, if you have soul in your body, why
did you forget blacks when you painted your art? When you paint churches you always paint beautiful little
angels, but you never remember to paint a black angel".
20 In Manuel González Casanova, "El cine en el Caribe", in Cultura del Caribe III, Memorias del 2do. Festival
Internacional de Culturas del Caribe, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Programa Cultural de las
Fronteras, México, 1989, pp. 393-400.
21 Term given to the lower classes by the elite. A despective term that literally means the pealed ones, those naked,
without skin, in the castas paintings Indians were depicted with their heads shaved
22 Fredric Jameson, The Political Unconscious, Narrative as a Socially Symbolic Act, Cornell University Press,
New York, 1991, p. 20,
72
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
5. Manuel Covarrubias, Cuban Woman (gouache, 1928).
6. Dámaso Pérez Prado, Al son del mambo (film, Chano Urueta, dir., 1980).
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
7. Malaquías Montoya, En el Libro tu Libertad/In Knowledge There is Liberation
(mural, Oakland, 1979, 1980).
8. Malaquías Montoya and Students, CCAC Mural, Oakland, 1981. 74
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL...
were subjugated and in many cases expelled.23
the terrors of the Mexican Revolution. Later,
Mexicans continued migrating as a result of
severe socio-economic conditions prevalent in
Mexico.
Historically, for the majority of the immigrants, the conditions in the United States have
been difficult. For some, such as those who were
here before this territory became part of the US,
the new imposed culture forced them to use their
cultural capital in new and creative ways. This
was necessary in order to keep it and maintain
some sense of community coherence. Those that
followed brought with them their cultural capital,
adding to the already existing cultural capital of
the Mexican-American experience.
This cultural capital included first hand
knowledge of social inequalities, racism, and a
lack of opportunities. It also included among
other qualities the dignity of their cultural
practices, their family values, and a sense of
pride no matter what they had been through. The
experience of exploitation that made the AfricanMexican Soldadera join the Mexican Revolution
was also shared by the Mexicans who found
themselves as "territorial minorities" in the
United States.
How did the situation differ for Mexicans in
the United States, before and after the Treaty of
Guadalupe Hidalgo? A culture of segregation in
the United States became the status quo for those
who did not belong to the Anglo community.
Discussing this culture of segregation in Texas in
the 1830's and 1840's, David Montejano states:
The bitter aftermath of the Texas Revolution was felt
most directly by the Mexican settlements along the
Guadalupe and San Antonio rivers. Here the Mexican
communities
This historian also quotes from an interview carried
on by Taylor of an Anglo almost one century later in
1930. When questioned if skin color made equality
possible between the Mexican and the White Anglo,
whether educated or not, he quotes a Nueces County
professional man:
Not as a rule, you can't give them social equality.
Any other dark-skinned, off-color race is not equal to
us. I may be wrong ...but I feel, and the general
public here, feels the way. They are not so good as
Americans.24
Montejano refers to the culture of segregation in the
period between 1920-1940:
In the Winter Garden, observed an approving
official, the Mexicans were considered almost as
trashy as the Negroes and the white boys are quick to
knock their block off they —the Mexicans— get
obstreperous. The white child looks on the Mexicans
as on the Negro before the war, to be cuffed about
and as an inferior people.
He than adds that:
There was no constitutionally sanctioned 'separated
but equal' provision for Mexicans as there was for
blacks. According to the prevailing jurisprudence,
Mexicans were 'Caucasian'. But in political and
sociological terms, blacks and Mexicans were
basically seen as different aspects of the same race
problem.
In 500 Years of Chicano History in Pictures, the socalled "race problem" was
23 David Montejano, Anglos and Mexicans in the Making of Texas, 1836-1986, University of Texas Press, Austin,
1989, p. 26.
24 David Montejano, Ibid., p. 221.
25 David Montejano, Ibid., p. 231.
26 David Montejano, Ibid., p, 262.
75
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE OE 1997
presented in very different light. Elizabeth Martínez
"I'm proud to be Chicano!" Con estos gritos, our
states:
minds were liberated from years of brainSometimes the native people enabled the invaders to
survive life in the harsh Southwest; more often they
washing, not knowing our own history and
culture, hating ourselves and our language,
wanting to be white.
fiercely. They and the mestizos, along with the
mulattos, far outnumbered whites everywhere.
We do not want to suggest that conflicts and
contradictions did not exist among African-American
and Mexican-American populations, but that they did
share from each other's cultural capital. In the process of
recognizing their similarities, solidarity came about,
giving way to the uninterrupted, at times hidden, other
times open class and race struggle from the oppressor
and the oppressed.28
The word resistance started to have a sweet ring to
Mexican-Americans during the social upheaval of the
1960s. Although protest movements existed in cultural
and political practices of this community was in this
decade that the term became part of its vocabulary.
Since then (referring to the early years of the
Mexican-American communities), Raza resistance
has never died. ...In the early 1960's we became part
of a great wave of mass movements that swept the
world, from Los Angeles to Paris to Tokyo. Here in
the US great numbers of African Americans first took
to the streets against the same enemies as ours. ...and
Chicanos began a militant, new liberation movement,
...As in other movements, ours reached a high tide of
self-affirmation:
It is in this context of militancy that Chicano
art was born. Although a great number of
Chicano artists flourished during this period, this
article focuses on works produced in the 1960s
and 1970s by Bay Area artists Malaquías
Montoya and Rupert García and from Los
Angeles based artist Judy Baca. The pieces
surveyed in this paper were selected for their
depiction the icons and symbols drawn from the
African-American experience.
Malaquías Montoya was one of the founding
members of MALAF —Mexican American
Liberation Art Front. Formed in the late 1960s,
this collective considered themselves political
artists. Some of the first political murals in the
Bay Area date from 1968-1969, and Montoya was
the most prolific muralist in this region.30 The
two murals (1979 and 1981), discussed in this
work were executed in the Oakland area (see
plates 7 and 8). Both murals address the
importance of education and depict Mexicanos,
Chicanos and African Americans as part of an
inclusive community. Montoya's portraits are
filled with pride, hope and ganas. To better
understand this artist's work it is important to
know his position in regards to his art:
I feel that my political beliefs and be an art of
protest. The struggle of all people must become
part of our being as artists, and we must
27 500 Años del Pueblo Chicano/500 Years of History in Pictures, Elizabeth Martínez, ed. Southwest Organizing
Project (SWOP), Albuquerque, New Mexico, expanded ed. 1991, p. ii.
28 Fredric Jameson, op. cit., p. 20. Jameson does not include race and the experience that the struggle to overcome
racism brings to this proposition. But together with social class, gender, sexual orientation and ethnicity, race is a
fundamental variable wich has to be part of this statement, in order to understand the reasons why struggles some
times are open and sometimes are hidden.
29 500 Años del Pueblo Chicano, p. iii.
.30 Timothy W. Drescher, San Francisco Murals, Community Creates its Muse, 1914-1990, Pogo Press, 1991, p. 52.
76
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
9. Rupert García, No More o 'This Shit (color sikscreen on white wove paper, 1969).
10. Rupert García, Down with the Whiteness (color silkscreen on white wove paper, 1969).
77
11. Rupert García, Libertad para los Prisioneros Políticas (color silkscreen on white wove paper, 1971).
12. Rupert García, Free Nelson Mandela and All South African Political Prisoners
(color offset lithograph on white wove paper, 1981).
78
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
express it in our work. I agree with Pedro
Rodríguez, director of the Guadalupe Cultural Arts
Center
In
San
Antonio,
Texas,
That,
"Fundamentally, artistic expression, or culture in
general, reaches its highest level of creation when it
Child Care Center in 1981. This same poem was
used later in several of his serigraphs, as well as a
mural in Tijuana, Mexico, in 1987 which portrays
the history of Tijuana.33
The Frederick Douglas poem reads:
reflects the most serious issues of a people, when it
succeeds in expressing the deepest sentiments of a
people, when it returns to the people their ideas and
feelings translated in a clearer and creative way."
Through our images we are the creators of culture,
The limit of tyrants
are prescribed
by the endurance
of those
whom they oppressed
and our images must reflect our times. Our images
must speak of injustices and expose the creators of
those injustices.31
Montoya has found in the words of Frederick
Douglass a shared cultural capital. He describes
Douglass as a Black fighter, a runaway slave from the
1840s, who ran North and established a newspaper in
the culture of the underground railroad. Montoya
pointed out that Douglas was an advocate for women's
right as well. When asked why he had chosen to use a
poem by Douglass in several of his murals, Montoya
replied that
it applies to our communities, because as long as we
put up with injustices from the dominant culture, as
long as we give them that right, Douglass words will
have to be remembered.32
The poem was used by Montoya for the first time in
a mural assisted by students in Oakland executed for
the Black
Another artist who has used icons and
symbols from the African-American experience
widely in his work is Rupert García. In most of
his prints and posters he addresses social issues.
"Garcia's posters read like a history of the
political events and causes that have marched
through our lives from the sixties through the
eighties."34 In No More O'This Shit, and Down
with the Whiteness, both from 1969, García
makes a clear statement against racism (see plates
9 and 10). In No More 0' This Shit, he depicts an
African-American in a stereotypical racialized
occupation, that of a cook, and situates him in a
format of well known cereal brand ad. Lippard
interprets this piece as a rejection of whiteness.35
I would argue that more than that, this piece
criticizes the commercial use of racism. Thus, in
an ironic twist the artist uses the images produced
by the system that creates these racist image to
give another meaning to them.
Down with the whiteness depicts an AfricanAmerican with a raised first used
31 In CARA, Chicano Art: Resistance and Affirmation, An Interpretive Exhibition of the Chicano Art Movement,
1965-1985, Wight Art Gallery, University of California, Los Angeles, Index of Artists, p. 351, 1991.
32 Personal communication with the artist, April, 1993.
33 Amelia Malagamba Ansótegui and Gilberto Cárdenas, "Imágenes de la frontera", in Imágenes de la Frontera:
Monotipia/Monoprint Images of the Border, Festival Internacional de la Raza 1992, Tijuana, B. C., and Nuevo
Laredo, Tamps., México, 1992.
34 Lucy R. Lippard, "Rupert García", in Rupert García, Prints and Posters/Grabados y Afliches, 1967-1990, The
Fine Arts Museums of San Francisco, Centro Cultural/Arte Contemporáneo and Fundación Cultural Tele-visa,
A. C., Northeastern University Press, Boston, 1991, p. 34.
35 Lippard, op. cit., p. 31.
79
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE. DE 1997
often in the 1960s as a symbolic gesture of Black
Power. In ¡Libertad Para los Prisioneros
Políticas! (1971), and Free Nelson Mandela and
All South African Political prisoners (1981),
García makes use of the most recognized militant
leaders of the struggle against racism (see plates
11,12).
In ¡Libertad Para los Prisioneros Políticas!,
the entire space is covered with the face of
Angela Davis, who at the time was in prison
because of her association with Black Panthers.
The twist that García gives to his call to freedom
references the participation of women in the Civil
Rights Movement and struggle of other AfricanAmerican movements. He does this by taking
advantage of the Spanish language, which
contrary to the English language is gender
specific. When referring to the prisioneros (male
prisoners) and políticas (female for political) he is
being inclusive of the female participation in the
call to freedom. By doing this and utilizing the
Spanish language, he includes the powerful
image of an African-American militant, the
Chicano presence, and the Latin American
presence. This is a reminder of a common
statement of freedom made by oppressed peoples
of the Americas, and it in turn recognizes the
powerful role of women in its political message.
In Free Nelson Mandela García takes the plight
of struggle of minorities in the United States, and
universalizes it. He uses the image to go beyond
the borders of the United States to a country in
Africa which was living under a system of
apartheid at that time.
In 1967 in Los Angeles, California, Judy
Baca, a Chicana muralist, started an on-going
mural project called The Great Wall (19671984). To date, the mural measures 2,500 feet
long by 13 feet high. "Baca chose to portray the
little-kown ethnic history of Los Angeles and
sought out historians to establish the themes of
an era." Her crews, which consisted mostly of
teenagers "represented the
13. Judy Baca, The Great Wall of Los Angeles. Forebearers of Civil Rights
(panel, mural, San Fernando Valley, Ca., 1967-1984).
80
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL
CAPITAL..
81
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JIJLIO-DICIEMBRE DE 1997
15. Roberto (Tito) Delgado, A Blues Musician and Singer
(mural, Inner City Cultural Center, Los Angeles, nd).
82
MALAGAMBA ANSÓTEGUI/A NOTE ON CHICANO-MEXICANO CULTURAL CAPITAL..
16. James Luna, What Goes Around, Comes Around (installation: Photography with mixed media, 1991).
LA population. "36 She dedicated one of the
panels to Forbearers of dril Rights (see plate 13).
In it, she depicts Paul Robeson in the front of a
bus, and sitting in the back, is Rosa Parks. One of
the bus panel reads:
"My father was a slave, my people died to build
this country, I am going to stay here, and have a
part of it." As the mural suggests, the forbeares of
the civil rights movement arc declaring this, but
the artist who is behind the brush by the act of
painting it, is also articulating it as well.
In recent years, works such as the collaboration
of Elizabeth Sisco, Luis Hock
and David Avalos in Welcome to America's
Finest Tourist Plantation of 1988 (see plate 14),
or Tito Delgado's mural in East Los Angeles
Musician and singer in the inner City (nd, see
plate 15), make use of the imagery and
expressive culture of the African-American.
When Sisco, Hock and Avalos decided to make a
relationship between the working hands of the
undocumented immigrant in California with the
concept of the plantation, the foremost image of
African-American slavery, they are directly
addressing both the African-American experience
and present day
36 Melba Levick and Stanley Youns, Murals of Los Angeles, The Big Picture, A New York Graphic Society Book,
Liltle, Brown and Company, New York, 1988, pp. 86-87.
83
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
practices of exploitation suffered by Mexican
immigrants in the United States. This image
clearly presents the triangulation of Mexican,
African-Mexican
-Chicano-Afri-can-American
aspect of Chicano cultural capital. These are
examples that testify to a continuous and
permanent presence of the African-American
symbols and icons in the narrative produced by
the Chicano artist.
Other artists like the Native American artist,
James Luna, brings the image of Nelson Mandela
to his work in What Goes Around Comes Around,
from 1991 (see plate 16). He shares his Native
American cultural capital with Mexican,
Chicanos, African- American in this particular
piece. He further uses this work to criticize the
Gulf War, questioning the ideology of Manifest
Destiny and the peoples who suffer because of its
implementation. In his work he suggests that this
policy results in aggression against peoples of
other countries and reinforces the policies
condoning blunt and silent systems of apartheid.
This narrative by Chicano artists speak of the
injustices produced by the system as well as the
struggle of African-American and other minorities
in the United States. The use of African-American
icons and symbols allow the Chicano artists to
unveil
84
the sometimes hidden and some times in your
face narrative of racism in the United States.
Chicano artists carry in their cultural capital
the traditions from their ancestors, as well as the
traditions and cultural capital from the different
migratory waves of Mexicanos. This transference
also includes those cultural elements still present
from the African-Mexican experience. This Chicano cultural capital also includes their own
experiences, the knowledge of social inequalities,
racism, lack of opportunities, as well as the will
to fight for dignity. An undercurrent theme which
includes the struggles of African-Americans in
the United States are also part of this cultural
capital. This is apparent altough briefly seen in
this essay.
Without this cumulative cultural capital which
includes the historical experiences of the various
groups such as the African-Mexican, the AfroCuban, the Mexican migrant and the MexicanAmerican community in the United States, the
use of symbols and icons of African-Americans
would not be depicted by the Chicano artist. It
would not make any sense. But it does, it touches
the hearts of both Chicanos and AfricanAmericans. In doing so, this narrative has great
meaning for both minorities.
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Aproximaciones críticas sobre las literaturas de
las fronteras
María Socorro Tabuenca Córdoba*
Resumen
En este ensayo se revisa la bibliografía que comprende los textos considerados dentro del discurso teórico-critico
referente a "la frontera" en las letras chicanas, pues es a partir del discurso de esta crítica que la noción de frontera
se torna popular. No se tomaron en cuenta, por lo mismo, la gran cantidad de escritos creativos en los cuales se
elabora sobre la frontera geográfica. Tampoco se revisaron los ensayos o la creación de otras manifestaciones
culturales latinoamericanas ni de otras minorías étnicas que tienen tal noción. En la revisión referente a la frontera
norte mexicana se dejaron fuera algunos artículos, prólogos y reflexiones por los mismos motivos.
Abstract
This paper examines the bibliography of texts considered within a theoretical-critical discourse that refer to "the
border" in terms of Chicano literature, since it is from the discourse of this critique that the notion of border becomes
popular. The greater body of creative writing that refers to the geographical border was not taken into account.
Neither were those essays and creations from other cultural manifestations of Latinamerica or other ethnic minorities
that hold the same notion. For the same reason, some papers, prefaces, and thoughts referring to the northern
Mexican border were left out.
*Coordinadora-investigadora de El Colegio de la Frontera Norte en Ciudad Juárez. E-mail: [email protected].
85
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18 JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Hoy en día, la crítica literario-cultural parece
resistirse a las taxonomías fijas pero, a pesar de
múltiples esfuerzos, no ha logrado escaparse del
todo del antiguo arte de catalogar. Sin embargo,
ahora se recurre a tropos que permiten que el
objeto (o sujeto) de estudio —a clasificar— pueda
mantener cierto dinamismo y con ello evitar, en
gran medida, el encasillamiento. Metáforas como
"migrante" (Hall, 1987),1 "nómada" (Bradotti,
1994), "diáspora" (Grosberg, 1992), "hibridez"
(Bhabha, 1994) y "frontera" sirven de apoyo a
teóricos y académicos para intentar explicar los
fenómenos socioculturales del mundo actual. Una
de las figuras retóricas más solicitadas en el
discurso teórico literario es la metáfora de "la
frontera" o "lo fronterizo", y desde hace una
década en Estados Unidos se vinculan términos
como "literatura de la frontera", "escritura
fronteriza o de frontera" y "crítica en la frontera"
a la literatura y crítica producidas principalmente
por escritores y críticos chicanos de ambos
sexos,2 aunque tal término se utilice para
resquebrajar el discurso monolítico de la
American Literature. Esta nueva taxonomía de la
escritura y de la teoría chicanas ha permitido una
percepción más vasta de la cultura chicana, así
como de otras culturas no anglosajonas de
Estados Unidos. Empero, a1 mismo tiempo, dicha
rearticu
lación ha motivado la invisibilización de la
literatura que se origina en la frontera norte
mexicana.3
Si se estima que la discusión teórica sobre la
metaforización de "la frontera" dentro de la
literatura chicana aparece en 1987, con el libro
de Gloria Anzaldúa Borderlands/La Frontera,4 y
se dice que el movimiento literario en la frontera
norte de México empieza a mediados de los años
ochenta, considero indispensable anotarla
diferencia entre el punto de vista mexicano sobre
la llamada literatura de la frontera y el no
mexicano.5 Esta tarea se antoja problemática ya
que, por un lado, comparar siempre crea una
jerarquía de valores y, por otro, se estarán
exponiendo dos expresiones culturales diferentes,
las cuales comparten algunos rasgos que
parecerían ser similares, sólo que por su posición
geopolítica se distancian y entran en contradicción.
No obstante algunos rasgos que parecieran
"hermanarlas", si ponemos en perspectiva "lo
global" y "lo local", la asimetría entre Estados
Unidos y México marca también la diferencia en
ambos proyectos y expresiones culturales. Los
fenómenos globales de transnacionalización se
vuelven binacionales y locales a1 referirse a la
zona fronteriza México-Estados Unidos. Por
consiguiente, tal disparidad coloca a
1 Además de Hall, otros académicos y artistas poscoloniales que usan la metáfora del migrante son Homi Bhabha,
Carole Boyce Davies, Elleke Bohemer, Timothy Brennan y Guillermo Gómez-Peña.
2 Como ejemplos principales tenemos a Gloria Anzaldúa, Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987);
la edición de Héctor Calderón y José David Saldívar, Criticism in the Borderlands (1991); Jose David Saldivar,
The Dialectics of our America. Genealogy, Cultural (1991); el artículo de Rolando Romero, "Border of Fear,
Border oí Desire' (1993), y el de Juan Bruce-Novoa, "The I US-Mexican Border in Chicano Testimonial Writing:
A Topological Approach to Four Hundred and Fifty Years of Writing the Border" (1996).
3
Sólo hay que hacer una revision de los estudios llevados a cabo en los últimos diez años con referencia a1
fenómeno de "la literatura de la frontera" en las universidades estadunidenses, para darse cuenta del silencio con
respecto a la literatura que se produce en el norte de México.
4 Véanse los comentarios de Rolando Romero en "Border of Fear", asi como en "Postdeconstructive Spaces", Siglo
XX/20th Century, 11 (1993), pp. 225-233.
5 En "Viewing the Border", que aparece en Discourse. Theoretical Studies in Media and Culture, 18,, 1&2 (otoño e
invierno de 1995-1996). doy una visión panorámica con respecto a ambas literaturas y, sobre todo, me detengo
a dar una explicación extensa de cada artículo que considero importante dentro de la literatura de la frontera
norte. Sin embargo, por su carácter descriptivo, el artículo adolece de un cuestionamienio mayor, en especial
con ¡a colección Letras de la República, el cual propongo en este estudio.
86
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
las referidas manifestaciones culturales de ambos
países en distintas posiciones de poder: la
literatura de la frontera en Estados Unidos seria
la dominadora y la de México, la dominada. En
este sentido, no hay duda de que la literatura
chicana es una expresión de un grupo minoritario
en Estados Unidos; sin embargo, cuando se
ponen en perspectiva el proyecto literariocultural chicano y el de la frontera norte
mexicana, la disparidad es evidente, dadas las
políticas culturales, de difusión y mercadotecnia
tan distintas en ambos países.
En un trabajo más extenso analizo a
profundidad las comparaciones que en este
momento, por razones obvias, no es posible
exponer; así que en este ensayo me limito a
revisar únicamente la bibliografía que comprende
aquellos textos considerados dentro del discurso
teórico-crítico referente a "la frontera" en las
letras chicanas, pues es a partir del discurso de
esta crítica que la noción de frontera se torna
popular. No se tomaron en cuenta, por lo mismo,
la gran cantidad de escritos creativos en los
cuales se elabora sobre la frontera geográfica.6
Tampoco se revisaron los ensayos o la creación
de
otras
manifestaciones
culturales
latinoamericanas ni de otras minorías étnicas que
tienen tal noción. En la revisión referente a la
frontera norte mexicana se dejaron fuera algunos
artículos, prólogos y reflexiones por los mismos
motivos.
En el repaso bibliográfico de las literaturas de
las fronteras de 1986 a 1994 destacan dos puntos
de vista muy definidos:
la perspectiva mexicana, que se enfoca hacia la
literatura producida en esa zona y se caracteriza
por ser más descriptiva que teórica, y la
estadunidense, que analiza las letras chicanas y
latinoamericanas dentro
6
de un discurso teórico bien delineado. En Estados
Unidos la metáfora de la frontera ha constituido
la ruptura de estructuras monolíticas. Lo que
definimos como border literature or border
writing la mayoría de las veces se refiere a
conceptos, más que a una región geográfica. No
obstante, para quienes hacemos estudios de este
tipo en el lado mexicano nos es difícil pensar en
la frontera sólo como metáfora, precisamente en
estos momentos en los que buscamos marcos
conceptuales para el análisis de esta literatura
regional. Y en el caso de que en México las
expresiones literarias de la frontera sean
planteadas como mera metáfora, nos es necesario
encontrar hacia dónde se orienta dicha metáfora y
cuál es la dosis de verdad científica que contiene,
como recomendaría Bajtin (1989).
Esto no significa que mi perspectiva se afane
en percibir a la frontera como "la posesión de un
lado o del otro" (Bruce-Novoa, 1991, p. 13). Pero
es importante señalar que para concebir a la
frontera "como una línea compartida por los
habitantes de los dos lados [para que sea] una
línea abierta a1 tránsito..." (Bruce-Novoa, 1991,
p. 13) es esencial tomar en cuenta los dos lados
del territorio; de lo contrario, se seguirá
propiciando la invisibilidad o el colonialismo
intelectual que hasta la fecha han sobrellevado la
frontera norte mexicana, sus referentes y su
literatura. Entiendo por "colonialismo o
hegemonía intelectual" a la apropiación de la
frontera y el cruce de fronteras en la crítica
posdeconstructivista, la cual en ocasiones da pie
para excluir a sus referentes primarios, como en
el caso que nos ocupa.
Uno de estos discursos se refleja en los primeros
performances de Guillermo Gó-
Entre los autores que evocan, de una u otra forma, la frontera en sus textos se encuentran Rudy Anaya, Miguel
Méndez, Rolando Hinojosa-Smith, Rosaura Sánchez, Norma Cantú, Josefina Niggli y Aristeo Brito, entre un
enorme etcétera. V.I ensayo de Bruce-Novoa "The US-Mexican Border" hace un recorrido por diversos autores a
través de 400 años de "escribir la frontera".
87
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
mez-Peña, en los que se asume y presenta como
"El Migrante" y compara Manhattan, Montreal,
Washington, la ciudad de México y el centro de
Los Ángeles con el centro de Tijuana un sábado
por la noche (1992). Para Gómez-Peña, García
Canclini y Homi Bhabha, Tijuana ya no es the
Frontier (la frontera bárbara) sino "el laboratorio
de la posmodernidad". Este cambio abrupto de
ciudad fronteriza a metrópoli, esta promoción de
Gómez-Peña ante un público primordialmente
académico y la autorización que recibe él de
García Canclini y Bhabha ha permitido el
desplazamiento de la frontera geográfica y todo lo
que contiene.
La frontera de Gómez-Peña y la de los
mexicanos, especialmente la de los mexicanos
fronterizos, son muy diferentes. Es verdad que
una de las innovaciones en esta reinterpretación
de la frontera es el intento por situar los confines
del continente americano como límites que se
transforman, que son menos firmes y que esto
puede permitir una mejor comprensión
intersubjetiva e intercultural; empero también es
cierto que en nuestra época, con el fin de la
Guerra Fría y aun con la firma del Tratado de
Libre Comercio (TLC/NAFTA), ya en la práctica
social Estados Unidos ha resuelto ver a las y a los
migrantes (in)documentados/as como uno de los
enemigos públicos principales, ha fortalecido sus
confines geopolíticos hacia el sur, ha tomado a
los/as migrantes como chivos expiatorios y ha
reelaborado un discurso antiinmigrante. Por
consiguiente, en este caso, el performance de
Gómez-Peña, en vez de ser una "realidad alternativa" o crear un diálogo internacionalista, se
vuelve riesgoso. Cuando el artista proyecta la
imagen de un migrante y desplaza a1 referente de
carne y hueso, "lo/a
7
88
deja ante el bloqueo real y la 187 más solo/a y
explotado/a tras haber explotado la plusvalía
existencial" (Barrera, 1995, p. 16). De la misma
forma, su representación artística de la frontera
desvanece y oprime las otras muchas representaciones artísticas fronterizas.7
El ejemplo que acabo de exponer con GómezPeña podría servir para ilustrar los discursos
contradictorios que se hacen presentes en las
fronteras. Tales discursos presentan un problema
de representación y autorización de voces, como
en las palabras de Barrera. Es decir, por un lado,
tenemos la imagen del migrante, el cual, como
articulación autorizada por el canon no sólo en
Estados Unidos sino en México, asume la voz de
un migrante que ha perdido su Identidad —la fija
del proyecto nacional—. Gómez-Peña, como El
Migrante, se escapa discursivamente de una
identidad nacional mexicana muy firme y de la
misma manera juega con la chicana —que en el
sistema legislativo es norteamericana—. Esta
burla identitaria le permite evadir a los dos
regímenes políticos, pues con su discurso
desarticula la noción de ciudadanía y, con ella, la
de la legalidad. Esta "pérdida de identidad" y esta
visión "falseada" del migrante la cuestionan los
mexicanos porque "rechazan la celebración de
las migraciones causadas muchas veces por la
pobreza, que se repite en el nuevo destino"
(García Canclini, 1989, p. 302). Pero por el otro
lado tenemos a quienes no tienen voz —los
referentes reales—, quienes día a día intentan,
por medio de diferentes juegos y arriesgando la
vida a veces, burlar ambos sistemas para lograr
su objetivo: cruzar la frontera geográfica.
No es sólo la hegemonía intelectual, como
vimos en el ejemplo de Gómez-Peña, la que ha
provocado que la crítica
El ejemplo de Gómez-Peña con las representaciones artísticas podría encontrar un paralelo entre las editoriales
minoritarias de Estados Unidos y las mexicanas. Mientras que en México los apoyos para artistas e intelectuales
son escasos, en Estados Unidos, a pesar de los cortes presupuestales a las artes y humanidades, los subsidios
abundan.
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE IAS FRONTERAS
especializada se fije en las manifestaciones
literarias surgidas en la frontera mexicana, sino
que también ha contribuido, como ya mencioné,
la reconceptualización del discurso teórico
chicano de fines de los años ochenta y principios
de esta década. Este discurso ha privilegiado el
icono de La Frontera/The Borderlands sobre el
símbolo de Aztlán, en un afán por aprehender
perspectivas globales y por abarcar, como
proponen Héctor Calderón y José David Saldívar
en Criticism in the Borderlands (1991),
...to remap the borderlands of theory and
theorists. Our work in the eighties and nineties, along with that of postcolonial intellectuals moves, travels, as they say, between first
and third worlds, between cores and peripheries, centers and margins. The theorists in
this book see their text always "written for" in
our local and global borderlands (7).
En efecto, el libro se dedica a desarticular las
fronteras del discurso monolítico de la 'American
Literature" por medio de análisis literarios
principalmente. Sin embargo, la distribución de
planos de ese mapa global se ciñe sólo a lo local:
a Estados Unidos, y su "criticism on the
borderlands" se restringe a las fronteras del
sistema sociopolítico estadunidense. En este
caso, lo que podría preguntársele a los editores y
editados/as, ya que han asumido la
responsabilidad de ser las voces marginadas que
se han institucionalizado en la academia, es:
¿Creen que este libro, dentro de su función como
texto en las universidades estadunidenses,
apoyará a las políticas pedagógicas para ver no
sólo el tercer mundo local sino también el
global? (Mo-hanty, 1994, p. 149). ¿O qué
propuestas tendría para bosquejar más planos
dentro del mapa?
Otro libro clásico sobre este tema es
Borderlands/La Frontera (1987), de Gloria
Anzaldúa. En él hay una intención descolonizadora de la frontera y en su concepto se
adivina "a longing for unity and cohesion"
(Romero, 1993b, p. 229). Para Anzaldúa, La
Frontera —sin bordes— de la crítica chicana
experimenta la búsqueda de ese sitio
mítico/mágico en Borderlands. En la frontera de
Anzaldúa confluyen tanto la zona geopolítica
como espacio fronterizo y los discursos de
etnicidad, clase, género/sexo y preferencia
sexual, como la producción de un texto que cruza
las posibles fronteras de los géneros literarios. Su
libro manifiesta una crítica hacia el autoritarismo
norteamericano y en su escritura reta a la
hegemonía
del
discurso
monolítico
estadunidense.
En el texto de Anzaldúa, a pesar de que se
cruzan fronteras entre culturas y mundos
diferentes —del étnico a1 feminista, a1
académico, a1 del mercado de trabajo, etcétera—,
la frontera geográfica y las relaciones entre
México y Estados Unidos se esencializan. En él
se presentan a los blancos estadunidenses como
"ellos" y a las minorías como "nosotros". Su
frontera "es una herida abierta where the Third
World grates against the first and bleeds" (3). Y,
en medio de estos dos mundos, surge un tercer
país, "a border culture" (3). Pero ese tercer país,
esa cultura de la frontera de Anzaldúa, es también
una cultura metafórica narrada desde el primer
mundo. Es una historia menos lúdica que la de
Gómez-Peña y más apegada a los referentes
reales (por usar el término de Barrera), pero estos
referentes son únicamente los outcast. Anzaldúa
olvida otras múltiples otredades relacionadas con
las fronteras que tan atinadamente menciona. No
sólo es la oposición "nos/otros", ya que ese "nos"
se tendría que problematizar y poner más en el
plano geográfico. El "nos" podría referirse a los
fronterizos mexicanos, que también son "los
otros" del blanco norteamericano; pero también
son "el otro" de
89
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
los chicanos o de los fronterizos estadunidenses.
De igual forma, en esta zona podríamos pensar en
varios "nos" que a la vez son "otros"; por
consiguiente, la oposición se ve demasiado
simple para un área tan complicada como ésta.
Tal generalización, su visión de la frontera como
un área de unión, y la misma posición ahora
canonizada de Anzaldúa, a pesar de ella misma,8
silencian, de facto, a1 resto de la frontera
geográfica y a las literaturas que se dan del otro
lado de la misma.
Ambos modelos nos permiten observar
también la asimetría que se marcaba en cuanto a
que no es lo mismo pertenecer a un grupo
minoritario oficial en Estados Unidos que en
México. De igual forma que se señalaban las
contradicciones con el ejemplo de Gómez-Peña y
su discurso de El Migrante, éstas se repiten con
Anzaldúa y La Frontera. Anzaldúa y GómezPeña (entre otros), a1 hablar desde los intersticios
de la cultura estadunidense, han autorizado su
hibridez en el discurso social de la diferencia. Sin
embargo, a1 autorizarse y canonizarse, como diría
Carole Boyies Davies, se alian a las prácticas del
poder político y económico a nivel internacional,
a pesar de que su escritura o su toma de acciones
resistan dichas prácticas. Y, como sucede con
toda consagración de unos/as, apoyan el
silenciamiento de otros/as. En este sentido,
podemos advertir la tensión y la distancia entre
teoría y práctica, a pesar de las negociaciones
textuales de estos/as y otros/as escritores/as.
Asimismo, tal distanciamiento se ve incluso más
marcado por las prácticas sociales en cuanto a la
difusión y distribución de libros en el primer
mundo.9
En The Dialectics of Our America (1991),
José David Saldívar parece rastrear un espacio
impregnado de latinidad, de aquella que
promovieron los escritores latinoamericanos
decimonónicos,10 para alcanzar ese sitio utópico
en donde se borran las fronteras geopolíticas.
Saldívar parte de un intento por articular "a new,
transgeographical conception of American
culture —one more responsive to the hemisphere's geographical ties and political crosscurrents
than to narrow national ideologies" (xi). Sin
embargo, la frontera de Saldívar es la académica,
la metafórica, y todo afán de cuestionamiento se
lee a través del discurso literario canónico.11
La conclusión de José David Saldívar es útil e
importante para este estudio. Propone que en la
actualidad es muy difícil teorizar ya que la teoría
que se escribe hoy en día no se hace tomando una
"distancia" crítica, sino que se lleva a cabo desde
"a place of hybridity and betwenness in our
global Borderlands composed of historically
connected postcolonial spaces" (152). Las
palabras de Saldívar me resultan de gran utilidad,
pues desde mi posición geográfica de
enunciación, la frontera Ciudad Juárez-El Paso,
los espacios (pos)coloniales se vuelven más
cercanos, más reales. Desde esta posición
privilegiada de habitante transfronteriza de la
zona, desde el in-between de varias culturas,
expreso lo problemático de los esfuerzos por
desdibujar los límites geopolíticos y de los intentos por articular nuevas concepciones
8 Véanse sus declaraciones en la introducción de Making Face (1990).
9 En Culturas híbridas; García Canclini dedica una gran parte a1 arte apoyado por las industrias culturales. Ángel
Rama, en su momento. dedicó un ensayo a la importancia de las industrias culturales y la mercadotecnia en los
escritores del boom latinoamericano.
10 En 1990, aunque no con el concepto exacto de "la tierra prometida", pero en la búsqueda de establecer un diálogo
Norte-Sur, apareció la edición de Gustavo Pérez Firmat Do the Americas Have a Common Literature?
(Durham-Londres,Duke Up. 1990).
11 Saldívar menciona a Martí, Fernández Retamar. García Márquez, Carpentier y Rubén Blades, de Latinoamérica,
y a los chicanos Hinojosa, Rivera, Paredes, Gómez-Peña y Anzaldúa.
90
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS IRAS DE LAS FRONTERAS
transgeográficas de la cultura estadunidense,
chicana o mexicana. Desde este sitio intermedio
es difícil conciliar la teoría con la práctica, sobre
todo cuando cada día son más largas las horas de
espera para cruzar "legalmente" hacia Estados
Unidos, cuando hay más soldados estadunidenses
en los puentes internacionales, cuando se planea
la ampliación de la malla a lo largo de toda la
frontera, cuando se mantiene una vigilancia de la
Patrulla Fronteriza cada 500 metros en las
ciudades de la frontera y cuando los discursos
políticos se vuelven más violentos de un lado y
del otro.
Rolando Romero es otro académico chicano
que se ha preocupado por articular conceptos
sobre la frontera. En "Border of Fear, Border of
Desire" (1993a), del que se toma el epígrafe,
manifiesta los distintos tópicos tratados por la
crítica reciente sobre la frontera. Expresa que
dichos temas hablan tanto de discursos
minoritarios versus discursos mayoritarios como
de asuntos que tienen que ver con conflictos dialécticos y heteroglosia cultural. Conflictos que
sugieren que la gente proyecta sus deseos hacia la
frontera, en donde "[t]he dominant culture's
nostalgia for purity manifests itself in a discourse
of fear pollution, whether it be of language, of
race. . ., of ethnic nationalism. . ." (36). Esta idea
desarrollada por Romero había sido insinuada
apenas, antes de la implosión de los discursos de
frontera, por Juan Bruce-Novoa en "Metas
monológicas, estrategias dialógicas: la literatura
chicana".
El ensayo de Romero es por demás
iluminador, ya que por medio del contrapunto
"frontera del miedo/frontera del deseo", que toma
de Homi Bhabha, elabora un discurso teórico en
el cual aprehende las metáforas creadas con base
en dicho contrapunteo. Su análisis se basa en la
premisa de que la frontera no es más que una
construcción retórica, un espacio de miedo y
deseo en donde el contacto con
el Otro sólo sirve para delinear las fronteras y las
posibilidades del ser. La frontera de Romero
siempre estará viendo la relación MéxicoEstados Unidos y los textos que utiliza son
interdisciplinarios. La metodología de Romero
establece la frontera como un lugar de
traducción, de construcción de puentes hacia la
otredad. La estética contemporánea de la frontera
señala la necesidad de estar en contacto con el
Otro y, para Romero, "only those people who are
in the position to cross the line and take chances
in the understanding of alterity. . . will triumph at
the end" (p. 62).
En la visión de la frontera de Rolando Romero
la literatura chicana no se detiene en los 3 000
kilómetros de frontera geopolítica, sino que abre
un espacio para que la frontera se convierta en un
sitio de sinergia en el cual dos culturas se
combinan para formar una tercera: la chicana. A
pesar de que la frontera de Romero sigue siendo
la metafórica y la describe como "a Chicano
Eden", procura que trascienda la oposición
binaria entre nos/otros en la que si sitúa la
frontera de Anzaldúa. Las identidades que
presenta en conflicto no son únicamente el
blanco contra el chicano o el mexicano, sino que
hay conflictos interétnicos con gente en distintas
posiciones de poder. Otro punto innovador de las
propuestas de Rolando Romero es que en sus
ejemplos no utiliza sólo a1 canon literario o los
textos autorizados, sino que incluye autores consagrados y desconocidos, y también utiliza
diarios y películas de Hollywood. La frontera
textual de Romero es más inclusiva que la de
los/as otros/as teóricos/as estudiados/as aquí.
Finalmente, como un acierto más, apunta que
varios/as académicos/as han olvidado que la
gente construye sus identidades en el contexto de
las negociaciones discursivas, y concluye que, a
pesar de que sigamos estudiando y elaborando
teorías sobre la identidad, ésta en sí misma no se
ha podido identificar del todo.
91
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Un último texto que menciono en esta
revisión de textos chicanos es "The US-Mexican
Border in Chicano Testimonial Writing: A
Topological Approach to Four Hundred and Fifty
Years of Writing the Border" (1996), de Juan
Bruce-Novoa. En este artículo, Bruce-Novoa
intenta estudiar ejemplos específicos "of writing
set on the border, or that evoke the border in
specific terms, as a geographic location or as an
experience of/in the location" (34). Al estudiar
estos ejemplos, tendrá a la zona fronteriza como
un elemento constante y verá cuáles han sido sus
conversiones topológicas. Lo anterior, a fin de
contrastar textos que considera esencialistas,
como los de Pat Mora, Anzaldúa y Hicks, quienes
marcan
la
frontera
como
difference/
differánce(34). En su ensayo, con una revisión
que abarca 400 años de crónicas hasta textos
literarios, Bruce-Novoa desarticula la visión de la
frontera como utopía. Según él, para algunos
escritores la frontera será la tierra prometida; para
otros será el paraíso perdido, y para otros más se
convertirá en un infierno. Este escrito de BruceNovoa empieza a jugar, dentro y desde el
discurso crítico chicano, con la idea que se viene
planteando desde el inicio de este trabajo: no ver
la frontera sólo de un lado, ni pensar en un
discurso exclusivamente metafórico. Sobre la
frontera o desde la frontera podemos tener varias
visiones, diferentes discursos y otorgarle un
significado distinto según la vayamos atravesando.
Como se ha observado en esta revisión
bibliográfica del discurso teórico-crítico, la
frontera percibida desde Estados Unidos es una
frontera textual —teórica— más que geográfica.
Sus estudiosos y estudiosas utilizan la metáfora
fronteriza con la intención de abrir un espacio a
lo multicultural de ese país y borrar los límites
geográficos por medio de los textos o por medio
de performances. Otros/as transforman el espa
92
cio del Aztlán de los años sesenta y setenta en
la frontera, dados los múltiples límites
geográficos, culturales, ideológicos y lingüísticos
que se han cruzado. Otros/as más utilizan la
frontera real para construir un discurso
alternativo chicano y denunciar la hegemonía
centralista tanto de Estados Unidos como de
México; su frontera es "una herida abierta", como
menciona Anzaldúa, y además un sitio de
búsqueda de las raíces. Las últimas percepciones,
como las de Rolando Romero y Bruce-Novoa,
consideran a la frontera un sitio dinámico tanto
geográfica como textualmente, sin necesidad de
ser "ni una cosa", "ni la otra" —ni edén, ni
infierno, ni únicamente tropo, ni sólo geografía—
.
En estos discursos sobre la frontera hay una
constante: the Borderlands para la mayoría de las
y los chicanos es la tierra prometida, el regreso a
la tradición mexicana o latinoamericana, el
asiento de la identidad deseada. Es un sitio a
donde se acude, generalmente, a través del
recuerdo, de la lectura o de la escritura; es un
lugar, empero, que raramente visitan o en el que
pocas veces se establecen los promotores de
dicho discurso. Lo anterior me sirve para exponer
uno de los conflictos de pensar fronterizamente y
enunciar desde la frontera geográfica: para
quienes estudiamos, cruzamos y vivimos la
frontera geográfica tanto en los discursos como
en la cotidianidad resulta problemático verla
como metáfora o como utopía, aunque estemos
de acuerdo en no poseerla y en que nuestra
percepción no es la única, ni mucho menos "la
correcta". Sabemos que a la frontera, como
sujeto colonial o como repetición constante, no
podremos ni abarcarla ni representarla nunca.
En territorio mexicano el estudio de la
llamada literatura de la frontera norte empezó,
como ya se dijo, aproximadamente a mediados de
los años ochenta, debido a diferentes factores.
Francisco Luna (1994)
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
y Rosina Conde (1992), entre otros, coinciden en
que el interés por la cultura fronteriza y, por
ende, su literatura se acentuó en esa época dada
la preocupación del centro "por reforzar el fardo
romántico de la identidad nacional" (Luna, p.
79), por "cultivar y nacionalizar a los estados
fronterizos, dándose a conocer lo que consideró
la esencia de lo mexicano" (Conde, p. 52) o,
como diría Minerva Villarreal, "por darles
chamba a los cuates"12 en el entonces Programa
Cultural de las Fronteras.
A fin de contextualizar las declaraciones
anteriores y observar cómo se construye el
diálogo social, recordemos que el Programa
Cultural de las Fronteras se crea bajo el gobierno
de Miguel de la Madrid y llega a las ciudades
fronterizas en 1985. En resumen, el plan oficial
ofrecía apoyar a las ciudades de la frontera norte
para que se hicieran propuestas en las que se
rescataran y destacaran "los valores y tradiciones
nacionales". El proyecto se recibió en algunos
lugares con buenos ojos, pues "finalmente el
Centro se ha dado cuenta que en la frontera
también hay cultura y no somos unos
vendidos".13
En el caso de plazas como Tijuana y
Hermosillo, la preocupación principal del
Programa era "nacionalizar" a los habitantes de
la frontera norte del país, a quienes todavía a
mediados de los años ochenta consideraban
como una población "des-
culturalizada-híbrida" en peligro de ser absorbida
por la cultura anglosajona (Nelson, 1994, p. 1).
En este punto es curioso observar la manera en la
que se presentan los discursos de las diferencias
culturales entre el centro de México y la frontera
norte. Por una parte, se tiene el discurso
hegemónico que pretende llevar a cabo un
proceso de homogeneización con una política
muy definida. Por el otro, se cuenta con que la
cultura minoritaria resiste dicha totalización.
¿Cuáles serían los intereses del gobierno de
De la Madrid para tener un país "muy
mexicano"?, ¿qué les llevaba a querer "reforzar
la mexicanidad"?, ¿por qué, después de más de
20 años de olvido —desde el Programa Nacional
Fronterizo—, se volvían los ojos a la frontera
norte?, ¿dónde se colocaba ésta en el contexto
nacional y dónde estábamos en el contexto
internacional o global de las transnacionales?
En esos momentos México no lograba salir de
la crisis de 1982 y el Estado mexicano tendría
que convencer una vez más que Él y por ende El
Partido eran inquebrantables. Habría que hacerse
realmente visibles, con hechos, ante las
"personas olvidadas" de la frontera norte. El
Programa Cultural de las Fronteras serviría para
autorizar e incluir a la población fronteriza
dentro de "lo nacional". ¿Otra intención? Tal vez
demostrarle a la ciudadanía que "el país no
estaba en venta" —como se mur-
12 Minerva Margarita Villarreal, en entrevista personal el 20 de febrero de 1995
13 Fue la opinión generalizada de todos los asistentes a la primera junta oficial en Ciudad Juárez, en la cual se
nombro el comité organizador y de recepción de proyectos. El comité local tendría como tarea principal
seleccionar las mejores propuestas para que el apoyo se fuera desde la frontera y no tuviera que pasar por la
censura de "nadie del Distrito federal". El dinero llegaría, o por la representación de la Secretaria de Programación y Presupuesto o por Hacienda, directamente a las ciudades de la frontera. Entre los concurrentes
estaban, con la representación del Programa y el aval del D.F., por el Centro de Estudios Fronterizos del Norte
de México (Cefnomex), la desaparecida Guillermina Valdés-Villalva, quien presidía el comité, y el licenciado
Enrique Moreno, representante de la Secretaría de Programación y Presupuesto. Entre los promotores culturales
oficiales e independientes se encontraban el arquitecto José Diego Lizárraga (del INBA), la profesora Margarita
Ishida (de la UPN), la pintora Ofelia Alarcón (del INAH), Socorro Tabuenca (por el Cefnomex), el escultor
Benito Díaz, el profesor Robles (director del Museo del Valle de Juárez), y otros representantes de instituciones
educativas de nivel medio y superior, los cuales estallan dispuestos a demostrarle a1 centro que en Ciudad
Juárez "sí había cultura".
93
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
muraba— y, sobre todo a la inversión extranjera y
a las transnacionales, que "en casa todo estaba
bien". El proyecto oficial parecía necesitar "an
originary narration of fulfillment" (Bhabha, 1994,
p. 51). Requería esbozar a ese sujeto ausente y
hacerlo presente. Precisaba identificarse con la
frontera salvaje o identificar a la salvaje con el
proyecto nacional (Bhabha, 1994, p. 53). Urgía
civilizarla para imponerle otro discurso,
transformar el sistema de clasificación, cambiarle
de categoría. La faja fronteriza oficialmente se
cambiaría de vestido.
No considero que en aquel entonces la
administración central planteara una "democratización de la cultura" (García Canclini,
1989, p. 132), como aparentó en un principio, ni
tampoco una descentralización, como parece que
sucede hoy día. Quizá en su propuesta cultural el
gobierno de Miguel de la Madrid pensaba en un
diseño más a largo plazo. Tal vez, aunque suene
demasiado aventurado suscribirlo, con el
lanzamiento del Programa Cultural de las
Fronteras en 1985 se proyectaba exhibir un
México "nacional", "culto" y "educado" ante la
inminencia de las futuras pláticas y la eventual
firma del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLC/NAFTA), mediante el cual
México aseguraría su entrada a1 primer mundo.
Tal parece que, aun antes del surgimiento y
promoción de la llamada literatura de la frontera
norte y las posturas políticas de sus escritores, el
momento ya estaba politizado. El Estado, en
crisis, calculaba su coyuntura con la frontera y
con el exterior. Los/as escritores/as de la frontera
norte aprovechan ese instante de transformación
histórica, ese tiempo doble, esa fisura en el
discurso de la nación para negociar con ella y
autorizar entonces su hibridez cultural (Bhabha,
1994, p. 60). Se valieron del discurso nacional
para echar a andar un movimiento que hacía
tiempo se gestaba
94
a lo largo de la frontera y que sólo esperaba el
instante preciso para surgir, para hacerse presente.
En esta contextualización nos podemos dar
cuenta que, desde el inicio del Programa Cultural
de las Fronteras, hubo resistencia por parte de
los/as mismos/as fronterizos/as. Pero también el
contexto social de las ciudades nos permite notar
que hubo otras causas sociales que permitieron un
mayor desarrollo de las letras en la zona que en
años anteriores, aparte de que en buena medida la
postura oficialista impulsó programas de apoyo
para poner un "cinturón de castidad a la
nacionalidad... para resguardarnos de la influencia
extranjera" (Luna, 1994, p. 80) y quiso obligar a
los fronterizos y fronterizas "a asumir un papel
dictaminado sobre la base de prejuicios falsos,
que no aceptan . . . [que en el norte] no se dé el
huitlacoche ni se coma la flor de calabaza" (Conde, 1992, p. 52).
Francisco Amparán, Humberto Félix Berumen,
Sergio Gómez Montero y Gabriel Trujillo tocan
otros motivos que abrieron paso a1 rápido
desarrollo de las letras en los estados fronterizos
del norte. Entre ellos están el auge de las clases
medias (antes de 1982) y sus demandas por más y
mejores servicios educativos; el que muchos/as de
los/as escritores/as se quedaran a hacer sus
estudios en sus lugares de origen y decidieran
crear desde ahí también y desde ahí promover su
obra; el que se establecieran talleres literarios que
permitían a los/as escritores/as ser más críticos/as;
el aumento de publicaciones sobre cultura y
literatura a nivel local y regional;
el fácil acceso a la información nacional e
internacional y, como ya se dijo, el que varias de
las ciudades fronterizas alcanzaran cierta
relevancia en el plano nacional. También el
crecimiento dinámico y significativo que
experimentaron los estados fronterizos durante la
década anterior fa-
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
voreció, en cierta medida, a las letras regionales.
Las declaraciones expuestas de los ensayistas
y escritores/as reflejan dos tendencias: una de
rechazo hacia la administración central y otra
que resulta en una afirmación de "lo regional",
todo lo cual puede resultar paradójico. La
contradicción estriba en que, por una parte, los
discursos mencionados de norteños y norteñas
rearticulan y recrean paradigmas locales, los
cuales se distancian del centro y de las políticas
oficiales que pretenden "domesticar a los
bárbaros del norte y enseñarles qué es la
cultura", políticas que demuestran el total
desconocimiento y respeto a la otredad. Pero por
otra parte, estos mismos escritores y críticos de
ambos sexos han hecho posible su presencia en
determinada medida a través de los foros de
literatura de la frontera norte,14 impulsados por
los proyectos oficiales. No obstante, sería
demasiado ingenuo pensar que en un país como
México con tan poca autonomía de los estados,
se pueda promocionar algún fenómeno
artístico/cultural —o de cualquier tipo— sin
tener, por lo menos en el momento de su inicio,
la bendición (o maldición) del Estado mexicano.
Difícilmente se estaría hablando de la visibilidad
de la producción cultural de las zonas fronterizas
sin que de alguna forma se hubiera pasado por
uno o dos escritorios de la burocracia defeña. Por
consiguiente, se considera preciso revisar el
punto de vista mexicano tocante a esta literatura
fronteriza, ya que hay cierta controversia en
cuanto a decir si existe o no una literatura de la
frontera, incluso entre los/as mismos/as
autores/as.
Algunos escritores de ambos sexos nacidos en
la frontera o cuya obra se produjo en los estados
fronterizos, como Rosina Conde, se niegan a que
se les llame "escritoras o escritores fronterizos"
como rechazo a1 Programa Cultural de las
Fronteras y a1 Border Arts Workshop/Taller de
Arte Fronterizo (BAW/TAF), encabezado por
Guillermo Gómez-Peña. Para Rosina Conde,
admitir ser llamada "escritora de la frontera" es
asumir
el
estereotipo
que
pretendió
institucionalizar el proyecto oficial, perpetuándolo a través de los mecanismos del aparato
estatal (Nelson, 1994, p. 1). Su rechazo hacia el
BAW/TAF se debe a que el grupo de GómezPeña pretendía que los mexicanos aceptaran sus
proyectos fronterizos como únicos, "como si
fueran nuestros... Querían que aceptáramos a los
luchadores y a otros iconos de moda como si
fueran de nuestra cultura; en otras palabras,
querían que falseáramos quiénes somos".15 José
Javier y Minerva Margarita Villarreal piensan
que ser catalogados como "escritores de la
frontera" los excluye de las posibilidades de
entrar a "la literatura mexicana". Rosario
Sanmiguel considera que reconocerse como
escritora de la frontera es aceptar su posición
marginal en la literatura del país:
El día que me publique una editorial fuerte y
que mi trabajo se difunda como el de Campbell
o Gardea, dejaré de ser de la frontera para ser
del centro; la frontera y lo fronterizo es estar
fuera del ejercicio del poder.16
Francisco Amparán, Guadalupe Aldaco,
Humberto Félix Berumen, Sergio Gómez
14
Subrayo de ya que en Ciudad Juárez. se lleva a cabo el Encuentro de Escritores en la Frontera Norte, a1 que
asisten, principalmente, escritores y escritoras del centro-sur de la República, o autores del estado que hicieron
su carrera literaria en la ciudad de México. También asisten reconocidos autores, autoras, críticos y críticas de
las letras chicanas.
15 En entrevista personal el 23 de junio de 1995.
16 En entrevista personal el 17 de mayo de 1996.
95
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Montero, Francisco Luna, Inés Martínez de
Castro, Leobardo Saravia y Gabriel Trujillo, entre
una gran mayoría, conciben la literatura de la
frontera norte como algo propio. No la perciben
como una imposición, pues desde antes de los
apoyos del centro ya se escribía, ya se publicaba y
ya se hacían investigaciones desde acá. La
clasificación no implica estar fuera de la
"literatura mexicana".17 La literatura de la frontera
norte ha servido para reafirmar más el sentido
regional, para reconocerse en lo local. Como diría
Francisco Luna,
[l]a narrativa norfronteriza de México ha dado
más que cualquier otro ícono autenticidad y
legitimidad a nuestro Ser norteño. Ha
delineado nuestra geografía, nuestro espacio y
nos ha heredado historicidad, tiempo y
ubicuidad... (81)
Como podemos observar, cada persona tiene
sus distintas opiniones con respecto a1 posible
"encasillamiento" o tipología de la literatura
producida en el norte del país, pero, de alguna
manera, todos compartieron a mediados de los
años ochenta una preocupación: el tema regional
de "lo fronterizo" (Nelson, 1994, p. 1) y, además,
se reunieron a leer sus textos. Las estrategias de
negociación individuales, entonces, se vuelven
colectivas. Conde rechaza la categoría, pero
participa activamente en encuentros, publicaciones, entrevistas y foros, queriendo evadir la
representación totalitaria del centro. Los Villarreal
acuden a los encuentros de escritores de la
frontera, sin perder sus lazos con el D. F.
Incansablemente producen, publican y envían sus
textos a concursos "para que en el Distrito Federal
no se olviden de que en la provincia también hay
escrito-
pero apoya a quienes escriben y hacen crítica
para publicar en revistas de difusión nacional y
regional. El resto, desde sus instituciones —como
Trujillo, Luna, Aldaco, Martínez de Castro y
Gómez Montero— o como independientes —
Amparan, Berumen, etc.—, llevan a cabo una
labor de investigación y de difusión como nunca
antes se había visto.
Durante el movimiento literario en la frontera
norte, en los textos y declaraciones de las y los
participantes, parecería que el tiempo se
concretara en el cronotopo de lo local "which
transforms a part of terrestrial space into a place
of historical life for people" (Bajtin, 1983, p. 34).
Sin embargo, a decir de cada instante en los que
articulan las y los participantes, el cronotopo, en
vez de concretarse, se desliza. La frontera geográfica desde donde enuncia la mayoría se resbala
a Torreón, se extiende hasta Monterrey, se mueve
a Tijuana, se traslada a Mexicali, a Tecate, a
Piedras Negras, a Matamoros o a Ciudad Juárez.
Encuentra una manera de hacerse presente, una
forma de vivir oscura y ubicua. No habita dentro
del espectro del discurso nacional con el cual
juega y del que se mofa, sino en "the locality of
culture" (Bhabha, 1994, p. 140). Las posturas no
oficialistas de los fronterizos en los encuentros
auspiciados por el Programa Cultural de las
Fronteras y, más aún, de las propuestas propias e
innovadoras de una literatura que se aleja de la
representación hegemónica de las letras del
centro, posibilitaron la articulación de un discurso
emergente, de otra narración nacional.
De los textos que se revisaron para la
discusión y que no se incluyen entre los que tomo
para delimitar, describir o conversar sobre la
literatura de la frontera
17 Gabriel Trujillo incluso ha declarado "que al cabo que nada les debemos, ni los necesitamos para escribir
desde acá". En "Mi generación...", p. 13.
18 Minerva Margarita obtuvo el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines en 1995. 19 Minerva
Villarreal, en entrevista personal el 20 de febrero de 1995.
96
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
norte, merecen la atención dos: "Literatura en la
frontera" (1990), de Ignacio Betancourt, y El
signo y la alambrada. Ensayos de literatura y
frontera (1990), de Patricio Bayardo. Al primero
lo estimo importante porque, a pesar de que las
conclusiones del ensayo apenas se sostienen por
falta de rigor en el análisis, el trabajo de
Betancourt sugiere en su idea de frontera ambas
regiones —la de México y la de Estados
Unidos— y, como consecuencia, dos expresiones
literarias: la chicana, que se da del otro lado, y la
bajacaliforniana, en la cual participa activamente.
Su aportación es además valiosa por la escasez
de estudios comparativos entre ambos tipos de
escritura.20
La recopilación de ensayos de Patricio
Bayardo en La alambrada es interesante porque
el autor muestra su inquietud por aclarar el
panorama de la cultura de Baja California dentro
de tres temas principales, los cuales apoyan el
estereotipo del fronterizo: la literatura, el
lenguaje y la identidad cultural. Su libro está
compuesto por una serie de artículos pioneros
que empezaron a publicarse a partir de 1973 y
que se revisaron y actualizaron para dicha
edición. A pesar de que mi acercamiento a la
literatura no concuerda con la percepción
tradicional y purista de Patricio Bayardo con
respecto al fenómeno literario, apunto lo que
considero como aciertos en sus ensayos: Bayardo
busca una posible
práctica literaria en la zona anterior a la época
del auge de la literatura de la frontera norte.
Señala la falta de una "tradición literaria
regional", censura a las mafias de los talleres y la
ignorancia del centro ante el fenómeno literario
de la frontera, y muestra un gran interés por no
dar juicios definitivos sobre la producción
literaria bajacaliforniana.
Entre los desaciertos de Bayardo están las
"lamentables omisiones" (7) de autores y autoras
relevantes de la última época que estudia, la falta
de constancia ante lo que es literatura de y sobre
Baja California, la inconsistencia crítica de
algunos periodos o de la producción por género
literario: en ocasiones la crítica de Bayardo es
demasiado severa y en otras es nula. Por último,
en todos sus escritos se observa un verdadero
empeño por indicar los valores literarios
nacionales y universales como discursos
monolíticos, justo en esta época en que el
concepto de Nación enfrenta un proceso de
disemiNación, según explica Homi Bhabha
("DissemiNation", 1994), y se derrumban los
absolutos. Entonces, si la noción universal de la
Ilustración, como parece ser la de Bayardo,
"could ever actualize itself in the real world as
the truly universal, it would in fact destroy
itself".21
También consideré dentro de la revisión
bibliográfica sobre la literatura fronteriza la
colección Letras de la República. Esta colección
se seleccionó por ser la "voz ofi-
20
Una de las críticas más fuertes que se hizo a1 ya comentado III Coloquio Fronterizo "Mujer y Literatura Mexicana y Chicana: Culturas en Contacto", llevado a cabo en Tijuana en mayo de 1989, fue, precisamente, la
falta de análisis comparativos entre mexicanas y chicanas. Para ampliar más la información, véase, de
Guadalupe Huerta y Virginia Bautista, "Un coloquio sin algunas respuestas", en Cultura Norte, año 2, vol. 2,
núm. 8 (febrero-mayo de 1989), pp. 52 y 53. En una búsqueda de bibliografía, si no exhaustiva, extensa sobre
este tópico, sólo se hallaron los artículos de Elena Poniatowska:"Puentes de ida y vuelta" (ponencia presentada
en dicho coloquio y publicada en Esquina Baja, 7, abril-junio de 1989, pp. 9-14) y "Escritura chicana y
mexicana" (La Jornada, Sección Cultura (México, D. F., 28 de junio de 1993); de Carlos Monsiváis:
"Literatura comparada: literatura chicana y literatura mexicana" (Fomento literario, I 3, 1983, pp. 42-49), y de
María Socorro Tabuenca Córdoba: "Apuntes sobre dos escritoras de ambos lados del Río Bravo" (Cultura
Norte, año 6, núm. 26-27, octubre de 1993-enero de 1994, 35-38), "Sandra Cisneros y Rosario San-miguel:
encuentros y desencuentros" (Rutas. Forum for the Arts and Humanities, 2, primavera de 1994, pp. 27-31) y
"Viewing the Border".
21 Partha Chatterjee, citado en Bhabha, p. 293,
97
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
cial" de las literaturas regionales, ya que fue
promovida por el Consejo Nacional de la Cultura
y las Artes (Conaculta), y por tratarse de una serie
que habla de las literaturas regionales. De dicha
colección se escogieron, por cuestiones obvias,
únicamente las antologías que pertenecen a los
estados fronterizos del norte, de las cuales sólo se
encuentran publicadas las de Baja California,
Sonora, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. La
intención de revisar estos volúmenes fue para
establecer un diálogo entre los publicados desde
la frontera —aún con fondos de la administración
federal— y aquéllos que correspondían a1
proyecto nacional. Además de buscar el diálogo,
se revisó en los prólogos de la colección si existía
alguna referencia sobre "una literatura de la
frontera", a fin de ver si dentro de esa literatura
regional era importante la fronteriza.
La colección vino a formar parte de los
llamados proyectos de descentralización del
Conaculta, y aunque la serie se comenzó a
publicar durante el gobierno salmista, a la fecha
no han salido todos los números, a pesar de que
los manuscritos están en poder de esa institución.
Si tomamos este plan editorial y lo cotejamos con
el Plan de Desarrollo Nacional —de Salinas y
Zedillo—,22 parecería que la publicación de la
serie y dicho proyecto tuviesen cierta semejanza.
La colección, como el país, se encuentran en
crisis; ambos proyectos se han quedado
inconclusos y han dejado a mucha gente
sorprendida e insatisfecha. A1 observar la
intención de la serie, la cual aparece en todas las
contraporradas, podríamos notar el parecido entre
ambos discursos:
Letras de la República se propone sistematizar
el conocimiento de la literatura con
antologías rigurosas que reúnan lo mejor de la
producción literaria de todos los estados del
país y ser un puente para el diálogo cultural
entre las diversas entidades.
La promesa de la colección, como el proyecto
nacional, no ha convencido por distintas razones.
Humberto Félix Berumen dice que la intención de
la serie es buena, "aunque insuficiente para
profundizar el conocimiento de las literaturas de
tierra adentro" (1994, p. 201). Una de las
insuficiencias que menciona Berumen es que, en
algunos de los casos, los antologadores o
antologadoras son impuestos directamente desde
el Distrito Federal y, en ocasiones, a1 hablar de lo
contemporáneo se dan graves omisiones por el
hecho de que quien prepara el tomo no está
dentro
del
movimiento
actual.
Este
cuestionamiento de Berumen hace visible el
problema de la voz autorizada. ¿Quién debe ser
esa voz?, ¿quiénes pueden o deben contar las
historias?
Otra percepción que tienen algunos interesados e interesadas en la colección es que "el
centro impuso los criterios y dictaminó a quién se
antologara", impresión que fue negada por mis
entrevistados, con excepción de dos. La duda fue
aclarada por el desaparecido Edmundo Valadés,
director de Conaculta y encargado de sus
publicaciones durante el Encuentro Binacional:
Ensayo sobre la Literatura de las Fronteras
(1994). El maestro Valadés aseguró que en su
concepción de la serie estaba dejar en libertad a
cada persona para que incluyera los géneros que
deseara, la época y a los autores y autoras que
considerara importantes, precisamente con un
afán muy específico de "quitar el estigma del
centralismo".23
22 Aunque la lectura se podría recorrer a sexenios como el de Miguel Alemán, o, por hablar de los más actuales,
desde Luis Echeverría hasta la administración actual, que, a decir de quienes saben de política, "no
marcha". 23 Palabras de don Edmundo en el
Encuentro.
98
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
A decir de los prólogos de los tomos
consultados, parece que Valadés no mintió, pues
se observa gran libertad para llevar a cabo el
trabajo. Tal libertad cuestiona el propósito de la
colección en dos niveles. Primero, dentro del
"proyecto nacional", Letras de la República tiene
una función muy específica: registrar la patria a
través de sus letras regionales. "Sistematizar el
conocimiento", incluir, ordenar, autorizar,
homogeneizar, alfabetizar, civilizar. Precisa dejar
constancia de su existencia, y ¿qué mejor
constancia para la propuesta neoliberal que un
país ordenado en unas Letras de la República?
Sin embargo, el plan nacional sexenal se quedó
sin concluir y los tomos no han terminado de
publicarse. En segundo plano, la crítica llega
pues en "el proyecto civilizador" se excluye o se
intenta domeñar a1 Otro24 Y, en esta serie, para
Berumen, Luna, Trujillo, Martínez de Castro,
Sanmiguel, Ortiz y Gómez Montero, entre varios
más, ese Otro se inscribe y enuncia desde su
tercer espacio (Bhabha, 1994, p. 37). No se
registra en las Letras de la República. Por el
contrario, desde su espacio híbrido negocia en un
instante de transformación del significado de "lo
regional" dentro del contexto político del país. Se
articula tomando elementos que no son ni "lo
uno" ni "lo otro", sino otra cosa más que debate
las condiciones y los territorios de ambos
(Bhabha, 1994, p. 28). Esa otredad
contradictoria, oficializada y no, se reconoce a sí
misma como literatura de la frontera norte de
México.
Dentro de la colección, las antologías que se
estudiaron fueron dos tomos existentes de Nuevo
León: uno sobre cuento,
antologado por José Javier Villarreal (1993), y el
otro sobre poesía, preparado por Minerva
Margarita Villarreal (1994). La de Coahuila
comprende la narrativa, poesía y ensayo de 1847
a 1991, y los autores fueron seleccionados por
Fernando Martínez Sánchez (1993). La de
Tamaulipas le correspondió a Orlando Ortiz
(1993), y en ese volumen se repasa la poesía y la
prosa del estado de los siglos XIX y XX. La de
Sonora incluye poesía, narrativa y teatro de 1936
a 1992 y fue preparada por Gilda Rocha (1993).
Y la de Baja California, que se hizo en dos
volúmenes que comprenden prosa y poesía de los
siglos XVII a1 XX, fue elaborada por Luis
Cortés Bargalló (1993).
A la fecha es un enigma para Ysla Campbell,
antologadora del volumen correspondiente a
Chihuahua, y para el público que ha seguido la
colección el porqué el volumen no se ha
publicado todavía, aunque la ausencia del tomo
de Chihuahua nos permite regresar a la comparación que se hacía entre la edición de la serie
y la conclusión exitosa del proyecto nacional. El
que la colección presente una ruptura en la
publicación
evidencia
una
crisis,
por
insignificante que sea, y en ese instante se
silencia "oficialmente" la voz de un estado. Se
interrumpe el "diálogo entre todos", ya que por lo
menos uno está ausente y la presencia del resto
es la que hace más evidente su omisión (Bhabha,
1994, p. 51). En el proyecto nacional, esta crisis
equivaldría a la serie de discontinuidades y
fisuras que se han venido marcando o que se han
dado a través de la existencia del país como
tal.25
24
Recordemos el proyecto civilizador de Rómulo Gallegos (Doña Bárbara) o Domingo Faustino Sarmiento
(Facundo), por mencionar a los más reconocidos en su intento.
25 Para ilustrarlo, se podría reflexionar sobre el sexenio de Carlos Salinas. Durante los cinco primeros años se creyó
que el proyecto neoliberal sacaba a1 país del subdesarrollo e ingresaba, con todos/as a1 primer mundo, La
firma del TLC y el apoyo "incondicional" de Estados Unidos eran el aval mayor del plan nacional. Sin embargo,
durante el ultimo año del mandato se observaron las fisuras del sistema, las cuales se han prolongado en el
régimen actual: la guerra en Chiapas; los asesinatos del cardenal Posadas Ocampo, del candidato presidencial
por el partido oficial Luis Donaldo Colosio y del secretarlo general del PRI José Eran-
99
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
De Letras de la República no me detendré a
desarrollar cada uno de los prólogos dadas las
restricciones de espacio, sino que el comentario y
las reflexiones las baso en las preguntas
principales que me llevaron a su consulta.
¿Conversan éstos con los de los encuentros? ¿Se
menciona siquiera la literatura de la frontera? A
pesar de que los llamo "la voz oficial", ¿articulan
un discurso innovador con respecto a1 del
pasado?
Los prólogos de los volúmenes revisados en la
colección Letras de la República poco hablan de
una literatura que tenga que ver específicamente
con la zona fronteriza o que surja como una
literatura de la frontera, salvo en el caso de
Coahuila. Sin embargo, en todos se expone una
constante que podría leerse como una
rearticulación de las letras mexicanas que se
planteaba con anterioridad: la necesidad del
reconocimiento de la región/estado por parte de
la misma comunidad y el reclamo que se hace a1
centro por la exclusión, el olvido o el abandono.
También coinciden en que el momento de mayor
producción y difusión empezó a finales de los
años ochenta y en que las revistas culturales y los
talleres han sido de gran utilidad para las letras de
la región. A pesar de que esta serie es la voz
autorizada por el Estado mexicano, pareciera
mostrar que el sistema no es tan hegemónico, ya
que en cierta medida habla de una "vocación
testimonial en cuanto a1 paisaje natural y
humano" (Cortés Bargalló, 1993, p. 63), de un
"interés por estructurar un discurso en el que
puedan
resolverse
o
subrayarse
las
contradicciones de una identidad cultural" (63).
Es ésta, si nos basamos en los tomos de los
estados de la frontera
norte, una identidad que se encuentra en tensión
con el centro del país, la cual, a pesar del
proyecto oficial, se escapa de articular un
discurso del pasado y de ser representada en su
totalidad.
Para concluir con este examen de las
propuestas para la delimitación del fenómeno
literario de la frontera norte, incorporo las de
Sergio Gómez Montero, Humberto Félix
Berumen, Leobardo Saravia, Gabriel Trujillo
Muñoz y Francisco Luna, pues estos ensayistas
convergen en la mayoría de sus puntos. Ellos son
quienes han inscrito este movimiento literario en
distintos foros. A Gómez Montero se deben los
estudios más teóricos a1 respecto y a Félix
Berumen las visiones panorámicas más
completas de la narrativa de la frontera norte. Es
interesante resaltar que de los cinco sólo Luna es
de Sonora, mientras que el resto pertenece a1
movimiento literario de Baja California, por lo
que es extraño que Cortés Bargalló omita en su
estudio sobre literatura de Baja California la
mención de dicha literatura como producto de un
movimiento literario en la frontera norte a partir
de la década de los ochenta.
Dentro de su descripción, dichos ensayistas
previenen que, para estudiar la literatura de esta
zona del país, la expresión literaria, a1 igual que
su realidad geográfica, ni existe como un todo, ni
es homogénea. Tal realidad incorpora diversa
topografía, recursos naturales, clima, e incluso el
desarrollo urbano es completamente variado de
acuerdo a sus estados. De ese modo, la literatura
aparece como una manifestación activada por los
distintos factores culturales que se producen a lo
largo de la franja fronteriza. Se considera como
literatura de la frontera norte a la que surge
cisco Ruiz Massieu. Estos hechos de violencia hicieron públicos un sistema de partido que se desquebrajaba y
una nación que se iba a la ruina en todos los sentidos. Aunado a esos actos de violencia, aumentaron los
crímenes por narcotráfico. Ya en el gobierno de Zedillo, la devaluación a1 100 por ciento del peso frente a1
dólar, las ligas de altos funcionarios con el narcotráfico y un sistema judicial en crisis exhiben un país que ha
vivido una sene de discontinuidades aparentando ser "un puente para todos".
100
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
y se consolida durante los años setenta,
esencialmente en los centros urbanos más
relevantes de los estados fronterizos. Su
producción (y en incontables ocasiones su
publicación) se hace desde las ciudades situadas
en la línea divisoria, o en los sitios importantes de
las entidades federativas. La narrativa y la poesía
sobresalen como las formas más recurridas, y
dentro de los diversos temas en ambos géneros la
realidad geográfica (sierra, mar, desierto, ciudades, o la frontera misma) es fundamental. La
tendencia coloquial y vernácula del lenguaje
permite mostrar una realidad lingüística propia de
la zona. Se privilegia la recreación de la
cotidianidad, sin caer en el costumbrismo
provinciano de épocas pasadas, y la
representación del espacio urbano conforma otra
de sus peculiaridades.
Las autoras y autores que se incluyen en esta
literatura nacieron, en su mayor parte, en la
década de los cincuenta y su obra comienza a
publicarse a partir de los años ochenta. Dichos
escritores y escritoras se encuentran en tres
grupos diferentes: los que poseen una literatura
sólida y son reconocidos tanto en el centro de
México como a nivel internacional. Entre ellos se
encuentran Gerardo Cornejo, Jesús Gardea,
Ricardo Elizondo Elizondo, Alfredo Espinosa,
Rosina Conde, Daniel Sada, José Javier Villarreal
y Minerva Margarita Villarreal. Después vendrían quienes empiezan a lograr un espacio en la
llamada literatura nacional, como son Mario
Anteo, Francisco Amparan, Inés Martínez de
Castro, Luis Humberto Crosthwaite, José Manuel
Di Bella, Patricia Laurent, Margarita Oropeza,
Rosario Sanmiguel, Micaela Solís, Regina Swain,
Federico Schafler y Gabriel Trujillo. Y en un
tercer término se encontrarían los que principian
en la labor creativa de sus comunidades.26
26
De estas características generales valdría la
pena enfatizar que no todos los escritores
fronterizos de ambos sexos siembran sus raíces
sólo en lo regional. Varios de ellos se alejan de la
temporalidad y de los conflictos sociológicos que
aquejan a esta zona del país. Por ejemplo, hay
quienes prefieren la literatura fantástica, de
ciencia ficción y policiaca como su principal medio expresivo y quienes favorecen las visiones
intimistas y la trascendencia amorosa en su
escritura. Lo anterior da pie a que la serie de
cuestionamientos sobre una posible definición, o
unas "señas particulares", que han venido
haciéndose sobre esta literatura desde los
primeros encuentros de escritores, escritoras y
ensayistas de la zona, siga siendo vigente: la
multiplicidad expresiva rebasa cualquier intento
dictaminador totalizante.
Dentro de los rasgos generales que menciona
Sergio Gómez Montero en varios de los ensayos
que integran su Sociedad y desierto(l995), me
detengo ante uno que, por lo estereotipado,
considero que no se puede pasar sin hacer un
comentario. Extraña que cuando Gómez Montero
habla del lenguaje en la frontera haga
comentarios que parecieran salir de los discursos
centralistas y no de alguien tan riguroso en la
crítica y tan a la vanguardia en la teoría como lo
es él. No se explica por qué cae en observaciones
cuyas bases no están fundamentadas, a1 decir
que el habla cotidiana en la frontera norte se ve
invadida "indiscriminadamente de neologismos y
anglicismos" (13) dada la convivencia con el país
del norte. Lo anterior, para Gómez Montero,
"contribuye a que de manera paulatina ciertos
valores propios de la sociedad nacional y de la
cultura regional sufran deterioro y derrumbe"
(13).
Dado que estos/as últimos/as están comenzando a tallerear y sus trabajos se encuentran publicados en plaquetas
de poca circulación o en revistas locales y regionales cuya difusión no es muy buena, evito una lista que seria
por demás injusta para quienes empiezan a desarrollar las letras fuera de Ciudad Juárez.
101
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Sorprende este comentario porque de sus ensayos
y entrevistas se infiere que es un critico que evita
caer en opiniones totalizadoras, como parece ser
la anterior.27
Una segunda observación con respecto a las
reflexiones de Gómez Montero es que cuando
habla de los "fenómenos fronterizos" reafirma,
apoyado en Harry Polkinhorn y Emily Hicks, el
biculturalismo y bilingüismo de la zona. Para
Sergio Gómez Montero tengo el mismo
comentario que para con los anteriores. Es
interesante marcar estos fenómenos cuando se
habla de la frontera metafórica. Empero, existe el
riesgo de que a1 articular tales discursos sin
elaborar sobre lo que se entiende por esas
nociones se esencialice a los habitantes de la
zona, negándoles el juego de ir, como tal vez
muchos lo hacen, de una a varias culturas, y no
sólo a dos como lo sugieren estos críticos. La
última aclaración sobre las ideas de Gómez
Montero es señalar que el intercambio entre
chicanos y mexicanos, en general —incluyendo a
escritoras y escritores—, no es tan común como
se piensa. Si bien es cierto que en Baja California
hay una mayor comunicación entre artistas,
escritores y escritoras de un lado y del otro —
contando chicanos y anglosajones— que en otras
ciudades fronterizas, también es cierto que ésta no
es tan fuerte como para que haya una "influencia"
entre unos y otros.28
Dentro de las limitantes principales para la
posible demarcación de la literatura de la frontera
norte se encuentra la falta de académicos y
académicas que se dediquen a estudiar las
múltiples expresiones literarias por género. En la
actualidad son más las investigaciones que se han
hecho sobre narrativa, aunque la poesía es la más
favorecida por los creadores.29 Los estudios sobre
teatro son prácticamente inexistentes, a pesar de
que en las entidades fronterizas hay dramaturgos
y críticos —mujeres y hombres— de teatro.30
Aunque los centros de educación superior
cuenten con investigadores e investigadoras en
literatura, no se promueven seminarios especializados en crítica literaria sobre literatura regional
contemporánea que permitan llevar a cabo este
tipo de análisis. Salvo los casos del Departamento
de Humanidades en Hermosillo, Sonora, que se
ha dedicado a1 estudio minucioso de la
producción literario-cultural del estado, y el de la
Universidad Autónoma de Baja California, en la
que se imparte la cátedra de literatura regional,
no se tiene cuenta en ninguna otra entidad
fronteriza de la existencia de algún seminario
permanente o curso que incluya las letras
regionales contemporáneas.31
Otra dificultad con la que nos hemos
enfrentado es la definición del límite terri-
27 Si bien es cierto que hay estudios comparativos entre las ciudades de la frontera norte, varias ciudades del centro
de la República y el Distrito Federal sobre uso de anglicismos, o por darle otro nombre, de "contaminación del
lenguaje", en las cuales se prueba que el uso de neologismos, anglicismos y cambio de código es mas alto en el
Distrito Federal que en cualquier lugar del país y que la variante clase social es muy importante. Ese fenómeno
es más frecuente en la clase media y en la alta. Para más información, véase, de Jorge A. Bustamante, "Uso del
idioma español e identidad nacional. Encuesta en siete ciudades; Acapulco, Cd. Juárez, Matamoros, México, D.
F., Tijuana, Uruapan y Zacatecas", reporte, Cefnomex (julio de 1982).
28 Véase, de Saravia "Cultura y creación", de Gómez Peña Warrior, y las entrevistas realizadas tanto con escritores
y escritoras chicanas y mexicanas. Tal vez lo que más se resiente es, precisamente, esa falta de comunicación
entre ellos y ellas.
29 Es probable que esto se deba a que la narrativa ha sido la que ha tenido más reconocimiento a nivel nacional e
internacional.
30 En el Encuentro Nacional de Escritores en la Frontera Norte celebrado en Ciudad Juárez. en mayo de 1996, José
Joaquín Cosío leyó un trabajo muy iluminador con respecto a1 movimiento teatral y a la dramaturgia juarense.
31 Merece la pena recordar el trabajo de Grabriel Trujillo, Un camino de hallazgos, patrocinado por la Univer-
102
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS
FRONTERAS
torial que comprende la "frontera norte". En sus
trabajos sobre narrativa, Berumen incluye tanto
a escritores que viven y producen en los centros
urbanos fronterizos, como a quienes habitan a
más de 700 kilómetros de la línea limítrofe
México-Estados Unidos. Uno de los argumentos
que emplea para su selección es que a1 hablar
del fenómeno literario no se debe aproximar la
zona por sus características administrativas sino
por sus rasgos socioculturales (1990). Éste es el
punto menos convincente de la reflexión de
Berumen, pues quizá existan más diferencias
que semejanzas de esa clase. Además de pensar
en el crecimiento y desarrollo de las ciudades y
en la idiosincrasia y el regionalismo de sus
pobladores, se deben tener presentes los
discursos que hasta hace apenas un par de
décadas se tenían sobre la frontera y siguen
siendo vigentes en muchos de sus habitantes,
entre ellos sus escritores y escritoras.32 La
problemática de esta delimitación la marca
también Luis Leal a1 describir la literatura de los
estados del norte (1996). Leal argumenta que es
difícil definir el espacio geográfico ya que
incluso los mismos geógrafos no se han puesto
de acuerdo con respecto a los límites de la
región. Agrega que fácilmente se podría hablar
de los estados fronterizos, pero que esa frontera
surgió hace relativa
mente poco tiempo, después de la guerra entre
México y Estados Unidos (116). Considero que
la noción de la frontera de Leal es muy
interesante, pero en la actualidad hay un confín
geopolítico que divide a los dos países y en cada
uno se dan expresiones literarias y culturales
distintas, a pesar de que, en efecto, como señala
Leal, "[t]he literature of Northern Mexico
originated precisely in the territories that Mexico
lost to the United States" (117). Entonces, el
límite geográfico de esta literatura es arbitrario;
tanto, que Leal incluye a Baja California Sur
dentro de la literatura del norte porque
comprende una unidad geográfica con la del
norte (117). A lo que preguntaría ¿y Sinaloa,
Zacatecas y Durango, no forman una unidad
geográfica con Sonora, Chihuahua y Coahuila?
Es decir, hablar de geografías es algo
problemático porque "[w]hen we write our
geographies, we are creating artifacts that impose
meaning on the world" (Cosgrove y Domosh,
1994, p. 37), y en este momento la literatura de la
frontera norte ha adquirido cierto significado en
distintos niveles y regiones.
Podríamos pensar que la definición que utiliza
Rosario Sanmiguel sería apropiada en esta
tipificación, sólo que su reflexión también
complicaría el límite geográfico. Es decir,
cualquier escritor o escritora que no hubiera
publicado en una editorial fuer-
sidad Autónoma de Baja California, el cual, sin ser un examen crítico de textos, da una visión panorámica de la
poesía bajacaliforniana. Se sabe también que la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez está llevando a cabo
una investigación sobre las letras regionales, pero más que un estudio de los textos, es sobre movimientos
culturales de 1986-1996.
32 Durante el Encuentro Binacional mencionado se discutió la delimitación geográfica de "la frontera", y uno de los
autores que no sentía que tal tipología o clasificación lo definiera fue Francisco Amparan, de Torreón, quien
expresó; "yo no puedo decir que soy fronterizo, o que soy de la frontera; tengo exactamente la misma distancia
de Torreón a Juárez que a México; ahora bien, si no soy fronterizo, menos soy chilango. Más bien, soy del norte,
¿por qué no mejor la llamamos literatura del norte?". A la fecha he realizado entrevistas grabadas con 14
escritores/as de los estados fronterizos en los que incluyo a quienes habitan en Monterrey y Chihuahua, y
éstos/as han declarado que, en efecto, hay una diferencia entre la gente de la frontera y ellos, así como entre las
ciudades fronterizas y las comunidades no fronterizas. Estas grabaciones están en proceso y se contempla
entrevistar a por lo menos cinco de los escritores más representativos de cada ciudad. Las ciudades que se
piensan incluir son: Tijuana, Mexicali, Hermosillo, Ciudad Juárez, Chihuahua, Torreón, Monterrey, Piedras
Negras, Matamoros y Ciudad Victoria. Asimismo, he llevado a cabo seis entrevistas con escritoras y escritores
chicanas, quienes hablan de lo problemático de esta nueva fronterización.
103
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
te de la ciudad de México seria "de la frontera", o
"fronterizo/a". "Ser de" significa, gramaticalmente
y dentro del discurso común, pertenecer a algún
lugar o estar hecho —fabricado— de algún
material o materiales. Por consiguiente, "ser de la
frontera" connotaría que la gente —autoras,
autores, críticos, críticas— o nació y se crió en la
frontera geográfica, o, aunque no hubiera nacido
ni crecido ahí, considera que en esa localidad
específica ha sembrado sus raíces. Hago un
paréntesis para aclarar que hablo de un discurso
ancestral de localidad y no de la nueva
connotación teórica que se le ha dado a la frontera
cultural. Por consiguiente, la frontera —la
geográfica— adquiere un significado especial de
pertenencia, de comunidad. Sin embargo,
automáticamente a1 especificar "geográfica" se
hacen presentes el resto de las nociones —la de
género, clase, raza, etnia, orientación sexual,
etc.—, a las que también se les da un significado
de pertenencia y comunidad.
La re-elaboración que hace Sanmiguel del
espacio geográfico en el cual nació, creció, lleva a
cabo sus actividades de escritora y, además, sirve
de marco para todos sus relatos adquiere un
significado metafórico cuando se trata de exponer
las políticas culturales del país. Dichas políticas
culturales influyen en casi toda la República
Mexicana, por lo que podríamos pensar que los
escritores de provincia son también escritores de
la frontera. Para Rosina Conde, por el contrario,
ser escritora de la frontera se aleja del estereotipo
nacional que ya se mencionó y se inscribe en una
frontera también conceptual: la de género. Conde
ha dicho que no descubrió "la frontera hasta que
no llegué a estudiar a México en los setenta; pero
esta frontera era muy violenta y muy difícil de
cruzar. Ser
mujer en el Distrito Federal es muy difícil".í3 Sin
embargo, a pesar de su resistencia a ser
catalogada como "escritora fronteriza", le es
imposible dejar de "ser de la frontera".
Otro cuestionamiento que se ha dado con
respecto a esta literatura se refiere a1 límite
geográfico y a la posición de enunciación que
tienen escritores y escritoras de la faja fronteriza,
frente a los que habitan en los tradicionalmente
considerados centros culturales del norte, como
son Monterrey y la ciudad de Chihuahua. La
discusión se dirige en dos direcciones: de una
parte, la literatura que se produce en ambos
lugares no puede ser considerada fronteriza, es
decir, marginal, dados los apoyos de los que han
gozado ambas ciudades en cuanto a políticas
culturales, por más que Minerva Margarita
Villarreal mencione la tensión Monterrey-Distrito
Federal. En este caso, y comparada con la
promoción literario-cultural de otras ciudades
fronterizas hasta antes de los años ochenta, se
puede decir que la tensión Chihuahua-Distrito
Federal y, en especial, Monterrey-México se
traduce como centro del norte vis-à-vis centro del
país. De otra parte, hay quienes alegan que, dada
la distancia entre dichas ciudades y la frontera, la
visión de ésta no puede ser plasmada tan
fielmente por alguien que no vive la problemática
fronteriza todos los días.
Las dos posturas anteriores se interpretan
como regionalistas y esencialistas. La primera
refleja un desprecio de quienes han hecho estas
observaciones3 hacia las instituciones norteñas en
cuanto a1 casi exclusivo apoyo brindado a los
centros de poder, así como una posición
antagónica entre los y las que pertenecen a los
centros culturales y quienes habitan en las fronteras. De ahí que la sugerencia de Berumen
33 En entrevista personal el 23 de junio de 1995.
34 Seria difícil mencionar los nombres de los/as escritores/as, artistas y promotores/as culturales que han hecho
esta primera observación, dado que es un sentir generalizado que he venido escuchando desde mucho antes del
"boom" literario fronterizo.
104
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
en dividir a la frontera por sus características
socioculturales resulte poco convincente. La
visión esencialista tendería a pretender que la
literatura de los autores y autoras de la frontera
fuera fija y tuviera una sola esencia. Por
consiguiente, los escritos necesariamente
tendrían que aferrarse a un impulso documental
de realismo y "reflejar lo fronterizo", todo lo
cual resulta problemático e ilógico. El escritor,
escritora, investigador, investigadora, dentro de
sus postura privilegiada con respecto a1 común
de las personas, pero a1 igual que ellas, son
sujetos históricos que están sometidos a ciertos
discursos ideológicos y preferencias, y sus
historias serán expuestas hasta donde alcance el
ángulo de visión del ojo con que están mirando.
Es decir, los escritores y escritoras de la frontera
no están limitados ni limitadas a una sola
temática, y cuando hablan de la frontera, la
representación corresponde a1 momento, a1
tópico, a1 espacio fronterizo y a la ciudad que
deseen narrar.
Por estos cuestionamientos, si analizamos tal
fenómeno literario como un evento sociocultural
en esta área del país y se insiste en identificarlo
de alguna manera y darle un espacio específico,
se podría adecuar el nombre a su región y llamar,
para efectos operativos, "literatura de los estados
de la frontera norte" a la que abarca las ciudades
no limítrofes, vis-à-vis la "literatura de la
frontera norte" a la de los centros urbanos que
colindan con Estados Unidos. La especificación
de "estados fronterizos" se debe a que, como ya
se mencionó, no todo el norte del país lo
comprenden dichos estados y a que el fenómeno
literario no surgió de la misma forma o no tuvo
tal promoción en las otras entidades federativas.
Así que las refle
xiones y el repaso sobre tal fenómeno en los
estados de la frontera norte sugieren que la
delimitación geográfica, además de arbitraria, es
difícil de ubicar, a pesar de que la propuesta del
ecotono de Gómez Montero en "Espacio, tiempo
y posmodernidad" sea por demás iluminadora.35
Un punto también interesante del debate se
relaciona con la clasificación misma y que se ha
venido marcando en cursivas a lo largo del
segmento. ¿Literatura fronteriza, de frontera, de
la frontera, sobre la frontera, en la frontera, o
desde la frontera? Para quien haya acuñado en
México el nombre "literatura de la frontera" o
"fronteriza" y para quienes nos encontramos
inmersos en estos estudios, nos es fácil relacionar
el término con la literatura cuyos rasgos ya se
mencionaron. Sin embargo, todavía existe mucha
confusión a1 respecto, pues en muchas ocasiones
se piensa que esta manifestación literaria se ciñe
sólo a la temática de la zona. El desconcierto
radica en que hay escritores y escritoras del
centro que escriben sobre la frontera y se les
llega a ubicar dentro de la expresión que se ha
venido estudiando.
En tal sentido, si bien es cierto, como dice
Danny Anderson, que las visiones de dichos
autores y autoras constituyen un cúmulo
histórico de representaciones que
distinguir la originalidad y el peso
veces contestatario de la producción
que está proliferando hoy en día en la
y en los estados de la frontera (6),
permite
muchas
cultural
frontera
también es cierto que relacionar a Laura
Esquivel, Carlos Fuentes, Ethel Krauze y Paco
Ignacio Taibo II, entre otros/as, como
escritores/as de la frontera da paso a1
35 En ella el crítico elabora que "Un ecotono es una transición entre dos o más comunidades diversas (...) Es una
zona de unión o cinturón de tensión que podrá tener acaso una extensión lineal considerable, pero es más
angosta, en todo caso, que las comunidades mismas. La comunidad ecotonal suele contener muchos de los
organismos de cada una de las comunidades que se entrecortan y, además, organismos que son característicos del
ecotono y que a menudo están confinados en el" (101).
105
colonialismo intelectual del cual se hablaba dentro
de la literatura chicana. Dicho colonialismo se
refleja a1 tomar las obras de estos consagrados
escritores y escritoras como representativos de la
frontera y desplazar en mayor medida con ello a
los referentes reales, los trabajos de quienes están
haciendo carrera desde la frontera. Por lo tanto, es
importante señalar cuándo se habla de la frontera
en la literatura —como lo hace Anderson— y
cuándo de la literatura que surge en la zona; de lo
contrario, se continuarán dando las prácticas
hegemónicas dentro de la escala local, nacional e
internacional, a pesar de que la producción de
escritores y escritoras de la frontera norte lo
resistan desde su espacio geográfico. El
comentario anterior nos regresa a1 momento en el
que se exponía sobre los cambios en el sistema de
clasificación y el proyecto que hay detrás de estos
cambios. Hasta mediados de la década pasada, la
frontera norte mexicana seguía siendo "tierra de
bárbaros" en el discurso nacional. Sin embargo, se
sugirió que en el país se dio una transformación,
por razones económicas, políticas y sociales, y la
frontera norte experimentó una metamorfosis. De
ser "la tierra de nadie", se volvió "la casa de toda
la gente".36
Las discusiones anteriores nos remiten de
nuevo a1 artículo "DissemiNation" de Bhabha, en
el que la Nación se propone en términos de la
diferencia y en donde se abren paso los discursos
de emergencia. Entonces, la literatura que surge
desde los estados del norte o desde la frontera
norte del país se propondría como un discurso
liminal, el cual a1 articular su diferenciación da
pie a una negociación compleja y continua que
busca autorizar su hibridez cultural (Bhabha,
1994, p. 2).
La literatura de la frontera norte se ha
considerado hasta el momento más como un
36
106
movimiento sociopolítico, como una respuesta a
la tensión existente entre el centro y el margen,
entre las voces autorizadas y las subversivas, que
como una pieza literaria más en el vasto paisaje
de la literatura mexicana. Un buen ejemplo de
esta situación lo da Luis Cortés Bargalló en la
introducción a Baja California piedra de serpiente (1993), de la colección Letras de la República,
a1 seguir las propuestas de Deleuze y Guattari
sobre las literaturas menores:
...una literatura menor es... la literatura que una
minoría hace dentro de una lengua mayor...
[S]u primera característica es que, en ese caso,
el idioma se ve afectado por un fuerte
coeficiente de desterritorialización... esta
minoría produce una escritura desvinculada, en
su expresión colectiva, de la alta cultura de una
tradición central (66).
Sin embargo, lo interesante de la "literatura
menor" de la frontera norte es que, más que una
desterritorialización, muestra una cierta dosis de
reterritorialización. Esa reterritorialización se da
tanto a nivel textual como a nivel geográfico. La
literatura que se produce en la frontera norte se
expresa, entonces, desde su espacio cotidiano y, a
diferencia de la propuesta de Gayatri Spivak, el
subalterno desde acá sí puede hablar y desde este
espacio liminal construye sus ficciones.
Escritores, escritoras, críticas y críticos de la
frontera norte, como colectividad dinámica,
trabajan y enuncian desde este tercer espacio,
desde los intersticios de las culturas
hegemónicas.
El movimiento literario en la frontera norte de
México, dentro de su marginali-dad, como las
literaturas menores señaladas por Deleuze y
Guattari, ha dado pie a una rearticulación de la
literatura regional mucho más extensa que la que
nos ofrece cada estado fronterizo en particular.
La región
Lo tomo del título de un libro sobre las investigaciones de García Canclini en Tijuana.
TABUENCA CÓRDOBA/APROXIMACIONES CRÍTICAS SOBRE LAS LITERATURAS DE LAS FRONTERAS
geográfica que estaría proponiendo sería el
norte fronterizo, como un lugar que enfatiza el
proceso de descentralización en México y el
paso a nuevas producciones culturales en el
norte. Para esto, se hablaría de una expresión
literaria que empezó a reconstruirse
textualmente a finales de los años setenta y que
aún está en desarrollo. Se trataría de una
literatura en un territorio desmitificado,
retomado y rearticulado por los escritores
norteños de ambos sexos, a decir de las
expresiones de Luna y Trujillo. Se pensaría en
Otras Letras de la República que intentan
presentar manifestaciones culturales diversas,
que se encuentran en tensión y en relación con
el centro. Se articularía una frontera textual
similar a la de la literatura chicana, en la cual el
espacio geográfico mexicano adquiriría también
un valor identitario de enlace entre los estados
fronterizos. La diferencia principal que se vería
entre la literatura de la
frontera de un lado y del otro es que, mientras
para las letras chicanas la frontera es "el paraíso
original", un tema inagotable en los textos, para
las letras fronterizas mexicanas es un espacio
rutinario, un sitio que en múltiples ocasiones ni
se representa ni se menciona en la escritura
siquiera.
En este trabajo hemos visto varios temas de
debate con respecto a la literatura de la frontera
en Estados Unidos y a la llamada literatura norte
de México; se han señalado los principales
cuestionamientos que se han hecho sobre ellas, y
se han apuntado las diferentes restricciones que
se tienen para el estudio y delimitación de la
literatura fronteriza en México. Sin embargo,
estoy consciente de que este "otro" discurso
fronterizo, que intenta negociar la teoría con la
práctica,
comprende
apenas
algunas
preocupaciones sobre esta corriente literaria
mexicana que, como la frontera misma, está en
constante desarrollo, es pasajera y cambiante.
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110
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Modelo lingüístico proporcional de la
población chicana
Otto Santa Ana A.*
Resumen
No hay acuerdo sobre qué modelo sociolingüístico resulta adecuado para explicar las variedades lingüísticas utilizadas
por los chicanos, en particular sobre las variedades del inglés empleadas por este grupo étnico. El desacuerdo es
resultado de distintos presupuestos, a veces equivocados, de los investigadores. Tampoco existe un modelo que
represente las proporciones demográficas de las distintas variedades lingüísticas. En este artículo, después de analizar
dos modelos, nos apoyamos en uno que contiene criterios lingüísticos y demográficos. Para el efecto, nos servimos de
cinco gráficas, cuatro de estados estadunidenses y una de toda la población chicana. Dichas gráficas se fundamentan
en principios lingüísticos y sociolingüísticos explícitos y en datos demográficos del censo nacional de 1980.
Abstract
An agreement as to which sociolinguistic method is adequate in explaining the linguistic varieties used by Chícanos,
particularly in regards to the varieties of English employed by this ethnic group is nonexistent. This disagreement is
the result of the different and sometimes wrong assumptions of researchers. A model representing the demographic
proportions of the different linguistic varieties is also nonexistent. In this paper, after criticizing the established
models, I present a model that contains both linguistic and demographic criteria. 1 also present five charts, of four
different American states and one of the whole Chicano population. These charts are founded on explicit linguistic
and sociolinguistic principles and demographic data taken from the 1980 national census.
*Investigador del Centro César Chávez de Estudios Chicanos, Universidad de California en Los Ángeles. E-mail:
[email protected].
Ill
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
otros indican que son hablantes nativos de inglés;
Introducción
otros más se describen como hablantes de los dos
Si comprender los elementos del heterogéneo
pueblo chicano es un inmenso reto para los
investigadores
especializados,
para
los
encargados de la educación de los chicanos es
formidable. La escuela pública es un microcosmo
de la compleja heterogeneidad chicana, y en lo
relativo a ella es necesario tomar decisiones
cruciales que afectan a los individuos más
vulnerables de la sociedad: los niños. Por ello,
intento proveer un modelo que aclare la complicada naturaleza sociolingüística chicana, además
de proponer una explicación de los supuestos
lingüísticos de las variedades del habla chicana,
con el objeto de ayudar a entenderla.
Los maestros de chicanos frecuentemente se
enfrentan con asuntos de pedagogía y evaluación
de los alumnos que se complican debido a1
comportamiento sociolingüístico tan heterogéneo
de este grupo. Los educadores de alumnos de
cualquier minoría étnica siempre enfrentan
dificultades culturales y socioeconómicas, pero
en los salones de clase en que hay chicanos
además se usa el español y el inglés con
diferencias de uso, dialectales y de capacitación,
lo cual puede confundir a los educadores;
La
población
chicana
es
lingüísticamente
heterogénea, pues llena el espectro de hablantes
monolingües de español, de hablantes monolingües
de inglés y de bilingües de diversos niveles. Algunos
idiomas desde los primeros años. Frecuentemente el
resultado es una capacidad lingüística mínima en los
dos idiomas. Los maestros de las escuelas públicas
encargados de la enseñanza de estos alumnos suelen
quedar confusos y frustrados a1 cumplir con las
necesidades de este grupo (González, 1988, p. 72).2
Esta heterogeneidad, que puede confundir a1
maestro, es propia de todas las situaciones donde se
hallan en contacto dos idiomas, y por ello existe en
todos los grupos minoritarios lingüísticos.
Además de la educación, hay muchos otros
fenómenos que competen a las ciencias sociales y a la
política que requieren de un modelo que capture la
heterogeneidad sociolingüística de los chicanos. Este
tipo de modelo, para divulgar sus parcialidades teóricas,
se debe basar en presupuestos lingüísticos explícitos,
así como proveer las proporciones demográficas de la
población que utiliza los distintos idiomas y dialectos.
Además, para facilitar la comparación, el modelo debe
poder transferirse a otras situaciones multilingües. En
este trabajo pretendemos presentar dicho modelo, que
abarca
la
naturaleza
tan
heterogénea,
sociolingüísticamente hablando, de la comunidad
chicana.
No obstante que han aumentado los estudios
sociolingüísticos sobre los chícanos, los investigadores
no están de acuerdo en ciertos puntos fundamentales de
los dialectos. Por ejemplo, en cuanto a1 carác-
se refieren ai español corno su idioma primero y más
fuerte;
1
2
112
Agradezco el apoyo del Instituto de Investigaciones Hispánicas Suroeste (SHRI) de la I Universidad de Nuevo
México, Ademas, agradezco a mi colega doctora Claudia Parodi y a mi suegra, señora Maña Esther Meléndez,
por su ayuda en la preparación del manuscrito. Cualquier error es mio.
Las traducciones son del autor, En cuanto a las citas, es erróneo sugerir que ios resultados bajos en los exámenes
son a causa del bilingüismo. Ademas, no es correcto representar la capacidad lingüística mínima (minimal
lingustic proficiency) de los alumnos que son hablantes nativos de un dialecto no-estándar. El error es mayor
porque la evaluación es una decisión administrativa. hecha con un instrumento diagnóstico basado en
presupueslos lingüísticos controvertidos. Desgraciadamente, la evaluación de la capacidad lingüística llega a ser
la descricpión que caracteriza a los alumnos. Véase, por ejemplo, Edelsky et al. (1983).
SANTA ANA/MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
FIGURA 1.
El modelo sociolingüístico del inglés afroamericano, según Baugh (1983).
ter lingüístico del Chicano English, el inglés de
los chicanos, continúa discutiéndose acerca de si
es una parte secundaria del aprendizaje del inglés
como segundo idioma (por ejemplo, Sawyer 1973,
y Frazer, 1996), o si es un dialecto no-estándar
autónomo. A pesar de las serias implicaciones que
se derivan de esta disputa, la naturaleza del
Chicano English sigue siendo discutida.
Una fuente de desacuerdo es la naturaleza de
la heterogeneidad multilingüe de los chicanos,
aun más complicada que la de la comunidad
afroamericana (Baugh, 1984). El modelo
lingüístico afroamericano se ha definido en
términos sociológicos como un continuo de sólo
un
parámetro
de
contacto
dialectal:
específicamente, la porción de contacto que tienen
los afroamericanos con la "cultura vernácula" en
contraste con el contacto que tienen con la cultura
estadunidense no-afroamericana (véase la figura
1).
El modelo de contacto dialectal está
diagramado como un triángulo que representa a
todos los afroamericanos dentro de un rectángulo
de no-afroamericanos. La parte más ancha del
triángulo representa la definición sociolingüística
de Black English Vernacular [BEV], African
American Vernacular English [AAVE], o Ebonics
(ebony + phonics), el dialecto de los afroamericanos más característico. El AAVE ha sido
objeto
de
muchas
investigaciones
sociolingüísticas. Se define como el dialecto de
los afroamericanos que tienen un mínimo de
contacto social con no-afroamericanos. A la
inversa, la parte delgada representa a los
afroamericanos que tienen contacto constante con
no-afroamericanos y, por consiguiente, utilizan
un dialecto no-estándar no-afroamericano, o
inglés estándar.
Como está presentado, un aspecto de la gráfica
puede informar mal, porque pone a1 inglés
estándar en el extremo derecho del continuo. La
parte derecha de la pendiente del contacto quizá
pueda caracterizarse como un estándar regional,
más que como un dialecto monolítico del inglés
estándar.
A pesar de ello, el modelo de Baugh es válido
porque define el criterio de este dialecto étnico
como parte integral del esquema, o sea, el
contacto con no-afroamericanos. De esta manera,
la definición técnica de AAVE, como un dialecto
de personas que están en contacto diario con noafroamericanos, se representa claramente. El
modelo de Baugh representa los grados y la
diversidad del Black English. Cada afroamericano
puede encontrar su
113
FRONTERA NORTH, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
lugar en este modelo. Finalmente, como modelo
explícito, está abierto a la crítica, reformulación o
rechazo.
El modelo bilingüe de los chicanos, con una
heterogeneidad lingüística comparativamente más
rica, no puede representarse tan fácilmente. Basta
escuchar su habla en los barrios chicanos, en el
parque, en el supermercado, o en el salón de clase,
para darse cuenta de ello. Por ello, la heterogeneidad bilingüe de los chicanos requiere de un
modelo que integre los diversos dialectos y sus
diferencias a fin de reflejar su situación en Aztlán.
Varios investigadores han propuesto distintas
tipologías y modelos para las variedades
lingüísticas de los chicanos. Los mejores se
presentan en la sección 1. En contraste con el
elegante modelo de Baugh con que se cuenta para
describir los dialectos afroamericanos, no existe
un modelo sociolingüístico adecuado de los
dialectos chicanos.
Otros modelos
Penfíeld y Ornstein-Galicia estudiaron las
variedades lingüísticas de los chicanos en su
monografía sobre el inglés que éstos
emplean (1985). Ofrecieron una "clasificación
ideal", o sea una tipología diseñada como cajas
ligadas por un continuo desde el inglés estándar
norteamericano hasta el español estándar de los
mexicanos norteños (véase la figura 2).
Penfield y Ornstein-Galicia propusieron que el
origen del español estándar del norte mexicano se
encuentra en un dialecto no-estándar de
colonizadores del siglo XVI, que incorporaba un
buen número de voces indígenas. Aparte de este
dialecto del español existe e) español de] norte de
Nuevo México Y del sur de Colorado, que es un
dialecto arcaico por haberse mantenido aislado y
por preservar el habla de los conquistadores
españoles de los siglos XVI y XVIl. En su
clasificación, estos autores combinan el dialecto
arcaico con el dialecto del español que se usa en
el suroeste de Estados Unidos, el cual, según
Penfield y Ornstein-Galicia, es un dialecto
"enteramente bilingüe", o sea, un dialecto con
normas y estructuras que reflejan el contacto
íntimo con el inglés (lo que se manifiesta, por
ejemplo, en la refonemización y en el cambio
semántico de palabras españolas que adquieren un
significación del inglés).
Siguiendo e] continuo hacía el inglés, la
siguiente variedad de español es el caló, el
FIGURA 2. Tipología de las variedades lingüísticas chicanas, según Penfield y OrnsteinGalicia (1985).
114
SANTA ANA/MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
argot del hampa, al que sigue el Code-switching,
que es el habla de las personas que, a1 igual que
otros bilingües, mezclan el inglés y el español en
un discurso o en una frase. Por último, está la
variedad del Chicano English, o inglés chicano,
caracterizado como un dialecto étnico distinto.
En el texto de PenfIeld y Ornstein-Galicia no
se aclaran las relaciones que hay entre los otros
dos dialectos, el inglés afroamericano y el inglés
no-estándar regional, a los que se liga con el
inglés chicano sin ninguna explicación.
Los problemas de esta tipología continúan con
la quinta variedad, el Code-switching. Según los
lingüistas, la mezcla de los dos idiomas entre
oraciones o en una oración es un proceso natural
y común que puede ocurrir en cualquier situación
bilingüe. No aceptan que el Codeswitching sea un
dialecto distinto (Poplack, 1980;
Bentahila & Davies, 1983; y Di Sciullo, Muysken
& Singh, 1986).
El problema central de la tipología de Penfield
y Ornstein-Galicia es el criterio utilizado para
distinguir variedades. Los autores apuntan que las
variedades lingüísticas que están describiendo no
son necesariamente distintas en términos de
ciencia lingüística descriptiva, sino "solamente en
el sentido de los miembros [de los grupos]
chicanos y norteamericanos, los cuales las
designan separadamente". El criterio empleado
para distinguir las variedades lingüísticas es la
percepción. Desafortunadamente, Penfield y
Ornstein-Galicia utilizan inconsistentemente este
criterio. Por ejemplo, combinan el dialecto
arcaizante de Nuevo México con el español del
suroeste,
3
a pesar de que los investigadores y los propios
hablantes los han reconocido como dialectos distintos.
Otro ejemplo es la definición dudosa del caló como
dialecto. Esta definición ha sido refutada por varios
investigadores, entre ellos Webb, quien dice:
El caló no es un [dialecto distinto], porque en sus
niveles más profundos retiene gran parte de la
sintaxis, morfología y fonología del español que lo
rodea. ...El caló, en la [región] del español del
suroeste, sólo puede ser definido por un hablante
nativo, porque frecuentemente representa minúsculas
desviaciones de los patrones [del español vernáculo]
de sintaxis, morfología, fonología y semántica (1974,
pp. 149 y 152).
Si Webb está en lo correcto, el caló no debe
considerarse equivalente a otros dialectos, como el
español del suroeste de Estados Unidos.
Además, para distinguir un dialecto u otro, el
criterio de percepción no ofrece una solución en cuanto
a1 inglés chicano, porque éste es una variedad
controvertida. La percepción no puede servir como
criterio básico, porque no explica cómo se perciben los
distintos dialectos. Específicamente, no aclaran si sus
principios son formales o funcionales.
Curiosamente, Penfield y Ornstein-Galicia no
proponen una definición explícita del inglés chicano.
Distinguen, sin embargo, entre el inglés chicano y el
inglés con interferencia de español (o sea, el habla de
nativo-hispanoparlantes que están aprendiendo inglés
ya adultos).3 Dicen:
Penfield (1984) describe a1 ingles chicano como contact vernacular, o sea, dialecto de contacto. Señala que "El
inglés chicano puede definirse como una variedad del ingles que se origina por el contacto con el español y con
otros dialectos sociales y regionales del ingles, incluyendo el inglés norteamericano del sur y el inglés afroamericano... Es una variedad no-estándar que contiene normas lingüísticas propias, las cuales se han
desarrollado a través del contacto con otras variedades de inglés. Naturalmente, algunas de las normas, que se
han desarrollado diacrónicamente como normas de la comunidad, reflejan interferencia lingüística] entre el
español y el inglés. Sin embargo, otras normas reflejan lo contrario, quizá un esfuerzo de hipercorrección que
demuestra la no-interferencia" (1984, p. 72).
115
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
FIGURA 3. Bilingüismo chicano, según Baugh (1984).
La diferencia más significativa entre el inglés chicano
El modelo de Baugh
y el inglés con interferencia de español es una
diferencia social. Los hablantes de inglés con
interferencia de español no comparten la identidad
social ni forman parte de una misma comunidad de
habla, como los hablantes del inglés chicano (p. 17).
Así, para estos estudiosos es evidente el hecho de
que el barrio chicano se divide en dos comunidades de
habla, la chicana y la mexicana. Su presupuesto parece
deberse a un criterio funcional para distinguir las
variedades lingüísticas de los chicanos. No responden,
sin embargo, a la pregunta:
¿Qué constituye el inglés de los chicanos? Por nuestra
parte, como alternativa a esa división del barrio chicano,
proponemos definir las variedades lingüísticas en términos formales, o sea, con reglas y patrones lingüísticos
(por ejemplo, con reglas sintácticas o fonológicas
distintas). Con este criterio formal podemos distinguir el
inglés chicano del inglés con interferencia de español;
en términos de competencia lingüística, el inglés
chicano es un dialecto de hablantes nativos. Con el
criterio formal podemos empezar a construir un modelo
más adecuado.
116
Un modelo sociolingüístico chicano de líneas
distintas a las de Penfield y Ornstein-Galicia fue
propuesto por el propio Baugh, quien presentó el
modelo útil del habla de los afroamericanos
(citado arriba). En contraste a la tipología de las
variedades lingüísticas de los chicanos, el modelo
de Baugh trata de representar los procesos de
aprendizaje de idiomas a1 modelo étnico (véase
la figura 3).
El triángulo representa a la población entera
de los chicanos. Cada rincón corresponde a uno
de los cuatro dialectos que se distinguen
formalmente: español estándar, inglés estándar,
español no-estándar e inglés no-estándar
(chicano). Baugh pone énfasis en la naturaleza
pendiente de la lingüística chicana con tres
continuos: los dos ejes verticales representan los
continuos de estándar a no-estándar; la línea
vertical punteada que divide los dominios del
español y del inglés también representa el
continuo de personas bilingües balanceadas, o
sea, aquellos individuos con dominio total del
español y del inglés.
Los procesos mencionados se representan con
flechas. Las mayores, con origen en el continuo
de las personas bilin-
SANTA ANA/MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
gües balanceadas, representan el aprendizaje de segundo
idioma. El aprendizaje de los adultos de un segundo
idioma contrasta con la adquisición automática de los
idiomas por niños. En principio, los niños adquieren los
idiomas completa y perfectamente, con la competencia
lingüística de un nativohablante. Por otro lado, loa adul-
Como un instrumento para planear la
educación o para enseñar a1 público y a los
maestros, temo que el modelo de Baugh tendría un
éxito limitado. Sin embargo, tiene ventajas
importantes que aprovecharemos en nuestro
modelo.
tos tienen dificultades cuando quieren dominar otro
idioma, y no llegan a tener la competencia de los
desarrollado por los adultos cuando aprenden un se-
Presupuestos lingüísticos y
sociolingüísticos
gundo idioma (Selinker, 1972).
Ya que hemos comentado sobre dos tipos del modelo
nativohablantes. Llamamos interlengua a1 código
Baugh centra su análisis en el proceso de aprendizaje
lingüístico chicano, ahora propondremos las siete
constante de segundos idiomas dentro de la comunidad
premisas de nuestro modelo, que representan un intento
chicana. Los inmigrantes monolingües se orientan a1
por fundamentar el modelo en supuestos explícitos.
aprendizaje del inglés. También hay la tendencia entre
los chicanos monolingües de inglés a interesarse por el
1. El modelo del contacto de dialectos e idiomas de los
español. Además, las flechas menores parecen referirse
chicanos puede considerarse como un fenómeno
a1 desarrollo del bilingüismo más balanceado en todos
coherente, que abarca la variación regional, el mo-
los ámbitos de la comunidad.
nolingüismo en dos idiomas y los distintos grados de
Hay cierto valor en el enfoque de los procesos de
aprendizaje comunes en el modelo lingüístico chicano.
bilingüismo. La base de la unidad del modelo
sociolingüístico es la etnicidad chicana.
Este modelo también hace las distinciones formales de
los dialectos en toda la población. Sin embargo, como el
La existencia de rasgos únicos regionales no se
modelo de procesos, depende demasiado en las flechas.
discute. Por ejemplo, la presencia en el inglés de los
Éste no contiene una gradación de bilingüismo a
chicanos texanos de la variable sociolingüística conocida
monolingüismo, ni sus proporciones, ni ninguna
como la neutralización de los fonemas /ch/ y /sh/ (o sea,
indicación del proceso de pérdida del español entre los
cuando las palabras choose/chuz/ y shoes/shuz/ se
chicanos. La población se representa fija y sin
pronuncian como homónimas) no existe en el inglés de
influencias ajenas a la forma rectangular. finalmente,
los chicanos de California (Ornstein, 1974, y Wald,
Baugh no incorpora su propia innovación (figura I,
1981). Por otro lado, varios investigadores se refieren a
arriba): el criterio para clasificar el habla vernácula en el
un dialecto del inglés característico de todos los
grado de contacto con personas no-étnicos. Tampoco se
chicanos (por ejemplo, Peñalosa, 1980) o un dialecto del
puede inferir la definición del inglés chicano o su
español que hablan todos los chicanos (Sánchez, 1972 y
relación con otros dialectos. En este modelo el inglés
1983). Con la premisa de que el lenguaje refleja
chicano esta incluido sin comentario alguno.
estructuras sociales en las cuales se practica, aquí se
propone que existe un modelo sociolingüístico unitario
en las regiones y comunidades chica-
117
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JIJLIO-DICIEMBRE DE 1997
nas, porque existe un grupo étnico llamado
chicano.
2. Dos elementos ligan a los grupos étnicos a
través de regiones dispersas. Uno es el origen
cultural e histórico compartido y el otro es la
característica de ser un grupo minoritario étnico
que se distingue de la matriz cultural, o sea, de
la cultura estadunidense. Las distinciones
culturales se corresponden con las distinciones
lingüísticas. Los patrones lingüísticos en el
habla cotidiana de los chicanos serán distintos
de los del habla cotidiana de los estadunidenses
sin esta afiliación étnica, que participan únicamente como miembros de la cultura
norteamericana. De esta manera, el inglés de
los chicanos se caracteriza en términos de
grados de contacto con personas afiliadas
solamente con la cultura norteamericana.
Igualmente, el español de los chicanos se
caracteriza en términos de grados de contacto
con hablantes de español mexicano.
El punto de referencia compartido por los
chicanos a lo largo de regiones diversas es el
contacto con no-chicanos de la matriz cultural.
Como se puede ver en la figura 1, se utilizó este
criterio para describir el modelo sociolingüístico
de los afroamericanos en términos de grados de
contacto. Utilizamos este mismo criterio en el
modelo sociolingüístico chicano. Penfield y
Ornstein-Galicia, Baugh y otros han notado que el
modelo sociolingüístico chicano es mas
complicado porque abarca dos idiomas. Mejor
dicho, tiene dos puntos de referencia: el español
mexicano y el inglés no-étnico de la región. Por
otro lado, el bilingüismo es rasgo importante,
pero no esencial, en el modelo lingüístico
chicano, como se puede apreciar en jóvenes
mono-lingües de inglés que son, sin duda,
chicanos no asimilados a la cultura estaduniden
118
se y que forman parte integral del grupo étnico.
3. Durante el periodo de adquisición de un
idioma, el círculo de individuos con los que se
identifica la persona con el contacto diario (o
sea, la red social) es la unidad efectiva de
socialización. Los patrones compartidos del
uso e interpretación de las variables
sociolingüísticas son reflexiones lingüísticas
del proceso de socialización. El resultado
lingüístico colectivo de la socialización local
es la comunidad de habla (speech community).
4. Tanto los idiomas como los dialectos se
definen formalmente, es decir, se definen en
términos de reglas lingüísticas de fonología o
de sintaxis. Esta premisa se formula para
mantener la utilidad de un modelo lingüístico
heterogéneo.
El
criterio
excluye
la
consideración de variedades lingüísticas
definidas en términos de su función, o sea, de
dialectos definidos en términos de grupos de
hablantes.
No se puede negar el valor de los estudios
enfocados en las distintas funciones y variedades
lingüísticas y sociales de los chicanos, y muchos
de los mejores estudios del habla de los chicanos
están orientados a las funciones (por ejemplo, el
de Barker, 1947). Pero es necesario mantener la
distinción formal y funcional para prever
asignaciones inconstantes en la tipología.
Además, utilizar el criterio formal puede resolver
la contraversia sobre la naturaleza del inglés
chicano.
5. El multilingüismo de una comunidad no es
criterio de definición del modelo lingüístico
chicano, sino una consecuencia (cf. Sawyer,
1959, 1973 y 1975). Por ejemplo, el cambio
de códigos (Co-
SANTA ANA/MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
deswitching) es un proceso que resulta del
contacto de los idiomas, y no un criterio
definicional.
6. El inglés chicano es el habla de los hablantes
nativos de inglés, sean monolingües o bilingües,
y contrasta con la forma de hablar de
hispanohablantes nativos que están aprendiendo
el inglés como segundo idioma. En general, los
chicanos hablan el inglés nativamente porque
han sido expuestos a él desde niños. En
contraste, la forma de hablar de las personas que
como adultos comienzan a aprender un segundo
idioma, como el inglés, se llama una
interlengua, o sea una de las variedades del
inglés que hablan las personas que no
adquirieron el idioma.
Se debe notar que normalmente se habla de
"inglés con acento español" a1 referirse a las dos
distintas formas de hablar. Se hace referencia a1
habla de los hispanohablantes nativos que están
aprendiendo inglés ya de adultos. También se
puede hacer referencia a1 dialecto de los
hablantes nativos de un dialecto del inglés que
contiene rasgos del español. La distinción entre
hablantes nativos y no-nativos es básica para un
análisis coherente del heterogéneo modelo lingüístico chicano.
7. El inglés chicano vernáculo (Vernacular
Chicano English), el inglés no-estándar y étnico
de los chicanos, es definido como el habla de
chicanos con un contacto mínimo con nochicanos en su vida comunicativa diaria.
Aquí utilizo el criterio de grados de contacto
iniciado por Baugh (1983) en referencia a1 habla
de los afroamericanos. La definición propuesta de
inglés chicano vernáculo es concisa y no es
lingüísticamente compleja. Hay un gran número de
chicanos que vive sin contacto significativo con
los no-chicanos. Hace 60 años los chicanos vivían
por lo general en comunidades rurales aisladas. La
población ha sido trasladada a barrios en las
ciudades, y otra vez está aislada a causa de la
segregación. Por ejemplo, las escuelas secundarias
a las que asisten los chicanos de Los Ángeles
tienen cifras de hasta el 95 por ciento de
estudiantes chicanos (Woo, 1987, y Mathews,
1988).
Descripción del modelo
En esta sección describiremos nuestro tipo del
modelo lingüístico chicano. Comenzando con las
ideas de Baugh (1983,1984), representamos a la
población chicana mediante un parámetro de
contacto: el grado de contacto que tienen con
personas no-
119
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
chicanas. La gradación puede ir del contacto
mínimo hasta el contacto exclusivo con personas
que no son chicanos. Agregamos las proporciones
verdaderas de la población que utiliza los
dialectos que se distinguen formalmente. De tal
manera, el caló, como argot que se describe por su
función, no lo hemos representado. El caló es simplemente una lista de palabras y frases que se
añaden a1 dialecto español cotidiano. No es un
dialecto formalmente distinto.
Hay otros rasgos interesantes del modelo
sociolingüístico chicano que pueden ser representados. Como ya se indicó (en la premisa 5),
el bilingüismo no es un criterio crucial.. De todos
modos, la proporción de bilingüismo y
monolingüismo es un rasgo interesante como otra
parte de una representación de la población
chicana (véase la figura 4).
La figura 4 se divide en dos partes. En los
cuadros de abajo tenemos la escala pendiente de
contacto comunicativo con personas que no son
chicanas. La porción de arriba, con la curva doble,
representa proporcionalmente a toda la población
chicana. La curva representa las proporciones de
chicanos que hablan un idioma "dominante". La
línea vertical ancha separa a1 grupo de dominantes de inglés de los chicanos dominantes de
español. La determinación de dominancia se
deriva de las respuestas proporcionadas a las
preguntas del censo.
En el modelo, el bilingüismo se distingue del
monolingüismo entre los chicanos, y se representa
en la gráfica 4. En la parte superior de ésta la
porción bilingüe de la población se indica en la
parte sombreada. La curva sin sombrear
corresponde a. la población monolingüe. Las
personas bilingües balanceadas no se distinguen
en este modelo de las personas bilingües, dominantes en uno de los dos idiomas. Tampoco se
representa la proporción de personas que hablan
una interlengua.
Para poner énfasis en el continuo que Penfield y
Ornstein-Galicia y otros destacan
120
a1 describir el modelo sociolingüístico chicano,
en la figura 4 se incluyen las cifras de población
que están representadas con una curva. La curva
es una interpolación de las cifras del censo
nacional de 1980, utilizando las descripciones del
censo como personas que hablan el español en su
casa, frente a las que hablan el inglés en su casa.
Es importante señalar que el censo norteamericano tiende a disminuir drásticamente el número
absoluto de chicanos y mexicanos (Santa Ana,
1991, p. 24).
Hay dificultades para determinar las cifras de
los subgrupos de dialectos relevantes de los
datos. Una pregunta sobresaliente en este modelo
es: ¿Cuántos chicanos hablan como dialecto
dominante el inglés estándar de la región? No hay
una respuesta demográfica directa. De mi trabajo
de campo en Los Ángeles me quedó la impresión
de que hay más chicanos dominantes en inglés
estándar que los dominantes en español estándar.
Para sustentar esta impresión, es necesaria una
medida con aplicabilidad lingüística. Empezamos
con una correlación sociolingüística establecida:
en todas las comunidades de habla previamente
estudiadas, los hablantes de las clase media y
media-alta utilizan frecuencias más altas de
variables estándares que los hablantes de la clase
obrera. Como medida inicial, dividimos la
población por un factor de clase: los chicanos que
viven en una familia que cuentan con más ingreso
que la media nacional constituyen el subgrupo de
hablantes del inglés estándar, mientras que los
chicanos que viven en una familia con un ingreso
menor que el mediano constituyen los hablantes
del inglés chicano no-estándar. Esta división por
ingresos familiares no toma en cuenta la cantidad
de miembros de la familia ni otras factores, pero
es una medida provisional para representar las
distinciones de aplica-bilidad lingüística en una
representación proporcional de la población.
SANTA ANA/MODELO LINGÜISTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
CUADRO 1.
Dialecto
La población chicana en cinco regiones, 1980.
Estados Unidos
Texas
Nuevo México
Arizona
California
español estándar
101 453
10230
3019
1438
38648
español chicano
745 042
156 136
22 837
12676
278 696
inglés chicano
inglés estándar
1 390 950
845711
164 872
75364
307 432
130 505
40513
19999
334 937
189 775
español estándar
321 251
30465
2503
4644
62 036
español chicano
1 131 555
241 743
18927
23329
371 475
inglés chicano
inglés estándar
4 277 227
2 185 751
1 082 783
358 049
180 373
76345
146 770
72 143
1 052 720
618 721
E
MONOLINGÜ
BILINGÜE
FUENTE: Detailed population characteristics, 1980 U.S. Census, cuadro 199: "Selected social and economic
chracteristics of persons in households by language spoken at home and ability to speak english" ("Las características
sociales y económicas selectas de familias, por idioma hablado en la casa y habilidad para hablar inglés"). Texas, pp.
45-35; Nuevo México, pp. 33-20; Arizona, pp. 4-22; California, 6-51, y 61 por ciento de la cifra de la población total
de Estados Unidos, pp. 1-19. El porcentaje corresponde a las personas de origen mexicano del total de la población de
origen latino (García y Montgomery, 1991, p. 12). El hablante de un dialecto estándar es aquel que gana más del
salario medio nacional, y el de un dialecto no-estándar es el que gana menos de ese salario; el monolingüe de inglés es
el adulto que sólo habla inglés y que tiene por lo menos una persona que habla español en la familia; el bilingüe de
inglés dominante es el adulto que habla español en casa y es capaz (según él) de hablar bien o muy bien el inglés; el
bilingüe de español dominante es el adulto que habla español en casa y no es capaz de hablar bien el inglés, y el
monolingüe de español es el adulto que habla el español en casa y que no habla inglés.
Muchos refinamientos pueden instrumentarse.
La medición de los ingresos para determinar los
hablantes de los dialectos estándares puede ser
remplazada por un índice que incorpore el
empleo y la educación, además del sueldo. Tales
refinamientos caracterizarán mejor las proporciones dialectales del modelo sociolingüístico
chicano.
En la figura las líneas que dividen los
dialectos estándares de los no-estándares están
punteadas para indicar que son menos precisas en
estos datos. Aparte de contrastar la distinción
entre "dominante de español" y "dominante de
inglés", no podemos ir más allá con estos
limitados datos. Sin embargo, esperamos proveer
un modelo con definiciones y presupuestos que
represente un modelo sociolingüístico
relativamente complicado de modo comprensible.
Las regiones fronterizas
El modelo puede utilizarse para representar el
modelo sociolingüístico chicano en áreas
delimitadas, en comunidades de habla o en
regiones. A veces los datos demográficos son
más amplios en regiones menos extensas. Esta
sección provee gráficas de los cuatro estados
fronterizos: California (figura 5), Arizona (figura
6), Nuevo México (figura 7) y Texas (figura 8).
En este punto, se tuvieron que hacer algunas
modificaciones para utilizar los datos del censo.
Como indiqué arriba, las división de los dialectos
fue hecha midiendo el ingreso
121
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
122
FIGURA 5.
Modelo lingüístico chicano de California.
FIGURA 6.
Modelo lingüístico chicano de Arizona.
SANTA ANA/MODELO LINGÜÍSTICO PROPORCIONAL DE LA POBLACIÓN CHICANA
FIGURA 7.
Modelo lingüístico chicano de Nuevo México.
FIGURA 8.
Modelo lingüístico chicano de Texas.
123
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM, 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
familiar anual: las personas de las familias que
ganan más del ingreso medio nacional se
designan hablantes de los dialectos estándares y
las personas de familias que ganan menos del
ingreso medio nacional se designan hablantes de
los dialectos no-estándares. Además, nótese que
los niños menores de 15 años de edad no se incluyen en estos datos del censo.
Las cifras del cuadro 1 se interpolaron con una
línea curva para indicar el continuo natural del
modelo sociolingüístico chicano. Las figuras se
diseñaron con las mismas dimensiones para
facilitar la comparación, por lo que los ejes
verticales llevan escalas diferentes. También
algunos detalles se pierden en las figuras con
cifras bajas.
De las figuras se deducen ciertas generalizaciones. En los estados, las diferencias más
grandes están en la población dominante de
español; la población dominante de inglés es
relativamente semejante. Más importante aún, la
proporción más grande de chicanos es la de los
hablantes nativos de inglés chicano. En el censo
éstos indicaron que hablaban inglés "bien" o
"muy bien". Otra generalización es que no se
pierde el bilingüismo con la adquisición del
inglés estándar. Además, los estados registran
más bilingüismo que monolingüismo. Existe un
cálculo de un 23 por ciento de chicanos hablantes
monolingües de inglés. Sin embargo, los datos
indican una disminución en los números de bilingües conforme aumentan los sueldos. Nótese que
en la información de los cuestionarios, cuando el
censado habla de sí mismo, es a veces
problemática, especial
mente con respecto de la noción de "bilingüismo". El término causa problemas por ser
polisémico y por abarcar muchos niveles de
conocimiento.
En cuanto a lo que atañe a los modelos
lingüísticos de los estados particulares, Texas
cuenta con la proporción más baja de hablantes
de inglés monolingüe, mientras que California
tiene la proporción más alta y el número absoluto
más alto de monolingües de español. Nuevo
México tiene la proporción más baja de hablantes
de español, y por eso cuenta con una proporción
altísima de hablantes dominantes de inglés. Las
diferencias entre California y Nuevo México
tienen su origen en las cantidades de inmigración
mexicana. California ha atraído más inmigración
durante este siglo (Massey et al., 1987), aun más
que Texas, y durante el mismo periodo Nuevo
México no ha mantenido una inmigración amplia.
Sin embargo, Nuevo México retiene más
bilingüismo sin importar el aumento en los
ingresos.
Conclusión
Este modelo (que puede ser mejorado, sin duda)
es una representación más adecuada del modelo
sociolingüístico chicano que los que han
propuesto otros. Hemos presentado un juego de
presupuestos, y una definición del inglés chicano,
para llegar a una representación lingüísticamente
coherente, y demográficamente proporcional de
la heterogeneidad multilingüe de los chicanos.
Este tipo de modelo puede ser útil para otros
grupos lingüísticos minoritarios del mundo.
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126
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Out of the Labyrinth, Into the Race:
The Other Discourse of Chicano=Mexicano
Difference
Angie Chabram-Dernersesian*
Abstract
In an issue of Inscriptions entitled "Traveling Theory, Traveling Theorists," James Clifford and Vivek Dhareshwar
alternately pose the questions: What counts as theory in specific traditions? Who counts as a theorist? How do
different populations, classes and genders travel? What kinds of knowledges, stories and theories do they produce? In
this essay I will address some of these questions within a specific Chicano context by examining an intellectual and
cultural movement that follows a semi-public route;
reconfigures the intellectual/theoretical; transports populations, classes, nations, and genders "selectively;" and lays
one of the foundations for an authoritative tradition and epistemology in Chicano Studies. As my title suggests, I am
referring here to me movement "out of the labyrinth into the race" that enabled a selective incorporation of Octavio
Paz and his essay, THE Labyrinth of Solitude (1961) into a Chicano movement discourse which featured Difference.
Resumen
En un artículo de registros titulado "Teoría Viajante, Teóricos Viajantes", James Clifford y Vivek Dhareshwar
exponen alternadamente las preguntas: ¿Qué vale como teoría en tradiciones específicas? ¿Quién vale como teórico? ¿
De que manera las diferentes poblaciones, clases sociales y géneros viajan? ¿Qué tipos de conocimientos, historias y
teorías producen estos? En este ensayo, me referiré a algunas de estas preguntas dentro de un contexto chicano
específico, examinando un movimiento intelectual y cultural que sigue una ruta semipública, reconfigura lo intelectual/teorético, transporta poblaciones, clases sociales, naciones y géneros "selectivamente", y presenta una de las
fundaciones para una tradición autoritaria y epistemología en estudios chicanos. Como mi título sugiere, me refiero
aquí a1 movimiento "fuera del laberinto hacia dentro de la raza" que posibilita una incorporación selectiva de Octavio
Paz. y de su ensayo El laberinte de la soledad ( 1961) a1 discurso de un movimiento chicano signado por la Diferencia
*lnvestigador del Centro de Estudios Chicanos de la Universidad de California en Davis. E-mail: [email protected].
127
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
To Ana Nieto Gómez, Women Struggle!
I. Introduction
Intellectual, Generational, and
Contextual Frames
In an issue of Inscriptions entitled "Traveling
Theory, Traveling Theorists," James Clifford and
Vivek Dhareshwar alternately pose the questions:
What counts as theory in specific-traditions? Who
counts as a theorist? How do different
populations, classes and genders travel? What
kinds of knowledges, stories and theories do they
produce?3
In this essay I will address some of these
questions within a specific Chicano context by
examining an intellectual and cultural movement
that follows a semi-public route;
reconfigures the intellectual/theoretical;
transports populations, classes, nations, and
genders "selectively"; and lays one of the
foundations tor an authoritative tradition and
epistemology in Chicano Studies. As my title
suggests, I am referring here to the movement 'out
of the labyrinth into the race' that enabled a
selective incorporation of Octavio Paz and his
essay, The Labyrinth of Solitude (1961)4 into a
Chicano movement discourse which featured
Difference.
1
The choice to remember this circulation of
intellectual practices was inspired by a series of
conversations that I had with Chicano critics in
the eighties they went to great lengths to claim
Octavio Paz as the (intellectual) precursor and to
establish an uninterrupted Mexican tradition on
this side of the U.S.-Mexican border even though
such an appropriation necessarily meant once
again reinventing his political and textual
personas. One of the most memorable
conversations that 1 had about Paz's legacy was
with a critic who tried to impress upon me the
necessity of contextualizing generational
movements and influences when organizing an
alternative
ethnography
of
Chicana/o
intellectuals.5 Without taking into account that 1
myself had read The Labyrinth of Solitude in an
undergraduate Chicano Studies Course at U.C.
Berkeley in the early seventies but fully cognizant
of the fact that I had pursued graduate study
within the Literature Department at U.C. San
Diego, he said to me: "Paz was important to us,
the way Foucault or Jameson are important to you
younger critics...Mexican literature was all the
context we had."6
While there arc many things that can be
engaged and disputed here (not the least of which
is the unqualified linkage be-
1 would like It) thank my brother, Rafael Chabrán. tor taking me to UC Berkeley; my sister, Yolanda Chabram-Butler, and my mother, Lila González
Chabram, tor teaching me what it means to be a woman and an adult survivor of divorce; my tía Myrtha tor introducing me to Chicano Studies; my
brother Ricardo ( habrán for helping me to locate these materials; my compañero Zaré Dernersesian tor the editorial help; and the group at UCSD tor
providing an atmosphere conducive to critical thinking. In particular I would like to acknowledge productive conversations with Rosaura Sánchez,
Carlos Blanco Aguinaga, and Sylvia Lizárraga around the idealism of culturalist constructions. Carlos Blanco Aguinaga formulated an early critique
of Octavio Paz. entitled "EI laberinto fabricado por Octavio Paz," in Aztlán, Vol 3. 1 (1973): 1 12 Finally 1 would like to acknowledge the writers
whose works are critiqued in this essay (hey have provided my generation with a lot to contemplate.
2 James Clifford and Vivek Dhareshwar, "Preface," Inscriptions, 5: 1 (1989): y
3 lames Clifford, "Notes on Travel and Theory," Inscriptions, p. 183.
4 Octavio Paz, The Labyrinth of Solitude: Life and Thought in Mexico. Translated by Lysander Kemp (New York: Evergreen Press, 1961).
5 I do not mean to suggest that this critic offered the type of 'uninterrupted Mexican legacy that 1 describe above.
6. Juan Rodríguez, Interview by Angie Chabram, May, 1986 This is an abbreviated response. Rodríguez. also referred to other writers in his insightful
recollection. 1 would like to thank him for reflecting on the critical trajectory of other members of his generation and lor offering me this interview
128
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE.
tween Foucault, Jameson and Paz and the
identification of Mexican literature with a high
brow masculine tradition) this observation is
important because it confirms important shifts in
theoretical
preferences
and
conceptual
movements, shifts which are largely ignored
within U.S. based representational landscapes of
transnational global theories and movements.
Within these landscapes intellectual and
theoretical travels continue to be severely
restricted particularly travels through a MexicoU.S.-Chicana/o context notwithstanding the
unprecedented reception of a book such as
Borderlands, La Frontera (1987) and the
dynamic circulation of Chicana/o Mexicana/o
Latina/o productions across intellectual and
international borders. The result of this is that our
knowledge about the changing idioms and faces
of theoretical travel is itself very limited,
particularly in the cases of informal networks of
cultural theory that migrate through alternative
social and linguistic spaces.
At this time in history when Mexicans in the
borderlands are being constructed as sources of
cheap deportable labor, not makers of intellectual
traditions that encourage area studies and theories
in the U.S.; when Chicanas/os, Mexicanas/os,
Latinas/os are once again subjected to
7
8
9
cruel forms of surveillance and impov-erishmentbecause thei rAmericanness is suspect;
and when a nationalistic form of strategic
essentialism is once again the selected program
for struggle, it is important to remember that not
only people but also ideas travel across MexicanAmerican borders. Similarly, it is important to
examine those intellectual circuits/pathways that
move Chicanas/os and Mexicanas/os beyond
state sanctioned limits into particular social and
intellectual partnerships.
As a way of drawing attention to some of the
early intellectual partnerships and discursive
repertoires that walked a "semi" public path
across the border in the seventies, I examine a
particular circulation of "native" theories that
attempted to write "nuestra" diferencia chicanamexicana from a Chicano movement discourse
that projected itself transnationally upon intersecting with Octavio Paz and The Labyrinth of
Solitude.8 It is important to clarify that I do not
examine this convergence of lo chicano/lo
mexicano because it enacts a form of travel that
we would do well to emulate — on the contrary,
it crosses state sanctioned international borders9
while restricting social possibilities and social
movements. Thus, it furnishes a mode of travel
that we need to destabilize, an emergent canon
formation that we need to
I do not mean to suggest that all Chicanas/os promoted Paz universally in this way but rather to highlight the fact
that for many Pax was an important theorist and the fact that this theoretical preference has gone undetected
within mainstream representations. Finally, I would like to clarify that while the interest in Paz has subsided a
bit, culturalist representations are still the staple of nationalist ideologies which cross borders in political and
cultural discourses.
I do not examine all of the literature which promotes a connection to Paz. This literature counts with numerous
interpretations and revisions which cannot he reduced to what is examined here. Nonetheless male centered
representations of lo chicano and lo mexicano abound, however there are conflicting representations of Pax
within these works which include: David Porath, "Existentialism and Chicanos. De Co-lores, Vol 1: 2 ( Spring
1972); 6 30; Eliu Carranza, Pensamientos on los Chicanos: A Cultural Revolution. (Berkeley: California Books,
1969); Armando Rendon, Chicano Manifesto (New York; Collier, 1971). Works which refuted the historical
basis of Paz's representation of Chicanismo but nonetheless incorporate some elements from The Labyrinth
include: Arturo Madrid Barela, "In Search of the Authentic Pachuco." Aztlán, 4: 1 (1973):31 60, and Octavio
Romano V, "The Anthropology and Sociology of Mexican-Americans: The Distortion of History, El Grito, 2
(Winter 1968):13 26. For a more complete listing of these works, sec Porath's bibliography.
It crosses some state sanctioned borders and not others.
129
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
debunk, and a social identity that we need to
challenge.10
Drawing from the idea that theoretical work
can be a form of struggle," I not only unearth but
I also scrutinize one of the most problematic
legacies of this intellectual partnership— the
"collaborative" production of a patriarchal
(trans)nationalist discourse that references an
essential Chi-cano=Mexicano (masculinist and
hetero-sexist) Difference. In my analysis, which
is multi-sited, I target the broad range of social,
political, cultural and theoretical practices that
construct and promote this discourse of
Chicano=Mexicano Difference, and I point to
alternative Chicana practices that forcefully
opposed it from other discursive fields.
The primary focus of my critical endeavor is a
cluster of texts (a formal essay, a transcribed
interview, and travel notes) that were authored,
organized and published by José Armas, the
managing editor of De Colores, a journal of
emerging Raza philosophies," in 1975.'2 Together
these texts offer a double-voiced representation
of lo chicano/lo mexicano (The Chi-cano/The
Mexican): José Armas recovers Octavio Paz (as a
precursor) and Chicanes (from the pages of The
Labyrinth of Solitude) in an introductory essay,
and later, Annas and Octavio Paz reflect on
Chicano Mexicano social identities and dynamics
(including
Chicano
liberation,
women's
liberation, La Familia and more) in a tran
scribed interview that is prepared by De Colores.
n. The Enabling Conditions
¿Ve usted cómo todo se junta:' On the Road to
Octavio Paz/On the Road to Nationalism:
Lessons in Patriarchal Connectivity,
Chicano=Mexicano Style
Entonces usted es el Chicano y yo soy el
Mexicano. Pertenecemos a una nación, a una
familia, a un barrio, a una época. ¿Ve usted
cómo todo se junta?
(Octavio Paz as transcribed in De Colórese
At first glance, José Armas introduction to
Octavio Paz appears to be your standard literary
biography that once again re-anoints the great
writers of Latin American Literature in the U.S.
However this introduction, which appears in a
journal that is defined as a "forum for
controversial ideologies" and proposes to explain
"what it means to be a Chicano," also lapses into
telling Chicano differences— politics, national
identity, cultural history, marginalization, border
crossings, and struggles. This "submerged" narrative is the narrative that emerges with full
force, embarks on the Chicano "journey" to
Octavio Paz, facilitates the encounter between
Chicanos and Octavio Paz, and ultimately
partners Chicanos and Octavio Paz
10 Pax's theoretical legacy continues to be strong in Spanish Departments and in the political discourses of Chicanos
Mexicanos who appeal to the idea of a family of Mexicans as a way of creating unity.
11 I am inspired by Stuart Hall here who proposed: "I want to suggest a different metaphor for theoretical work: the
metaphor of struggle.." I give the metaphor of struggle a different connotation here liecause in struggling with
nationalism 1 do not struggle with "angel.s." l-'or lii.s discussion see: "Cultural Studies and Its Theoretical Legacies,"
In Cultural Studies (eds) Lawrence Grosslx-'rg, Cary Nelson, Paula Treichler (Rout-ledge; New York, 1992): 280.
12 Jose Armas, "Octavio Pax: On the Journey to Octavio Pax," and "Entrevista con Octavio Pax." De Colores, Vol.
2; 2 (1975): 4 10 and 11 22, respectively.
¡í This is a summary of Octavio Pax which incorporates a universalist perspective. Because this summary incorporates Pax's view of the family, which I discuss later, I cite it here as a Mexican representation of fa-milism
even though I have extracted this quote from a different context. I quote directly from the transcribed interview,
"entrevista," without "correcting" (lie popular representation ofChicanol.
130
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE..
within a movimiento discourse that references
Difference.
While this sixtyish "travel" narrative deviates
from mainstream canonical representations
because it refuses to police the borders between
the literary, the cultural, and the political, and it
endeavors to lay the foundation for an
"alternative" intellectual tradition via Paz, it
nonetheless engages in an all too familiar social
and academic practice: patriarchal connectivity.
From another context, the anthropologist Suad
Joseph14 suggests that patriarchal connectivity
refers to a "patriarchal relational construct of the
self' and to "connective relationships" that are
organized in the context of patriarchal societies
which promote male domination over females
and "the mobilization of kinship structures,
morality, and idioms to institutionalize and
legitimate these [patriarchal] forms of power." In
the case at hand, patriarchal connectivity
manifests itself at the discursive level through a
series of exchanges between masculine
intellectual figureheads/native ethnographers
(José Armas and Octavio Paz) who mobilize patriarchal kinship structures as a way of reconfiguring Chicana/o-mexicana/o cultural and
intellectual traditions, social identities, and
political contestations.
In his introduction José Armas sets into
motion a "native" dynamic of "patriarchal
connectivity" by reclaiming Paz as a "surrogate
father" of the Chicano intellectual and political
movement.15 With this dramatic gesture he
reinscribes a cycle of masculine fertility and
succession that was widely promoted by early
representations of mestizaje which selectively
targeted male
bodies and identities as sites of masculine
"Chicano" reproduction without attending to the
presence of the female bodies or the concrete
historical realities of female reproduction. Armas
representation of Chicana/o Mexicana/o legacies
also incorporates a familiar reversal of traditional
Western patriarchal relations. Because of the
devastating effects of colonialism, it is the
Chicano son who must anoint (give birth to) his
Mexican (surrogate) father and name him as the
figurehead of a Chicana/o Mexicana/o
intellectual tradition/family. However, it is
understood that this arrangement is temporary;
the consolidation of a full blown intellectual
tradition that is Chicano will allow the son to
occupy his rightful place at the head of the
intellectual "family" here in Aztlán.
This is of course a highly symbolic reconstruction of the intellectual order that lurks
behind José Armas positioning of Octavio Paz
and Chicana/o productions within a patriarchal
order. The gut-wrenching postmodern testimony
of his failed attempts to set up meetings with
Octavio Paz reveals the difficulties of achieving
this type of patriarchal connectivity from Armas
particular social and intellectual location. In fact,
this testimony, which borders on a confessional,
inadvertently exposes a number of glaring social,
cultural, and political differences that almost
threatened to disband a transnational patriarchal
intellectual and political alliance that Annas
assumed as a way of lifting Chicanos out of their
marginal status within U.S. society and culture.
Although the trickle up theory that provided
the impetus for the appropriation of
14 Suad Joseph, "Relationality and Ethnographic Subjectivity: Key Informants and the Construction of Person-hood
in Fieldwork." In (eds) D. Wolf and C.D. Derre, Feminist Dilemmas in Fieldwork (Westview: Harper Collins,
1996): 108.
15 Octavio Paz propels this dynamic later on in a transcribed interview by tacitly accepting the idea that he is in fact
a Chicano intellectual precursor (a role he flatly denies to the pachuco) and extending a paternal lineage of
succession to his grandfather and his father. Jose Annas actually states that "Itjhe groping Chicano embraced
Paz. as their surrogate father who gave their identity some reassurance and offered some guidance from which
to build their movement." Annas, p. 6.
131
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
a figure of "great stature" such as Octavio Paz
(who purportedly "flattered" Chicanos) did not
deliver the desired familial connection or
legitimate Chicano studies in the mainstream
cultural institutions of the Americas, it did
provide a conceptual framework from which to
consolidate a Chicano Studies intellectual agenda
that offered a necessary (Mexican) resemblance
to dominant culture's selective tradition.16
However, actually promoting this agenda and
reaping whatever cultural and institutional capital
that could be derived from it meant cultivating a
(trans)nationalist17 affilation to Octavio Paz that
could link him to Chicanos/as and the Chicano/a
Movement.
José Armas achieves this type of a connection
by activating
a
series
of imaginary
disidentifications that were widely popularized
within Chicano nationalist movement discourses.
After introducing Octavio Paz as a leading Latin
American spokesman and informing the readers
of this non-profit bilingual forum (De Colores)
that The Labyrinth of Solitude is widely read in
Chicano Studies courses and is considered to be a
"modern classic of critical interpretation by the
establishment literary community," José Armas
provides an impressive list of Paz's "Chicano"
credentials:
his residence in the U.S; organic connection to
binational traditions; popularity among Chicanos;
and role as the intellectual precursor who
purportedly "wrote about Raza in this country
before they were writing about themselves."
While the ethnographic dimensions of his
travel narrative reveal that this 'Chi-
canoization' of Paz is largely a product of Armas
wishful thinking, Armas nonetheless seals a
Chicano connection to Paz at the symbolic level
by drawing from another poplar nationalist
strategy: he boldly declares that". . . Paz
represents our roots, our cultural base and history
as a people"18 In this way Armas proposes a
fusion between Chicanos, Paz, and Mexicans that
conceals geopolitical, cultural, and institutional
roadblocks, the presence of competing social and
intellectual identities on both sides of the border;
me monumental effects of 1848; and the
differences between Chicano movement and
mainstream intellectuals. If this were not enough,
he delivers the necessary "political" connection
with Paz with his own grito de independencia
intelectual that appears to be lifted straight out of
El Plan Espiritual de Aztlán:
We [Chicanos and Mexicanos] are the same
people. We are the northern region of a nation
of 400 million MESTIZOS; the bronze nation.
We are hermanos in blood, culture and
language.
These imaginary disidentifications move an
appropriated Octavio Paz from a "Mexican he" to
a "Chicano we," from México into Aztlán, from a
high brow tradition into the throes of a Chicano
nationalist discourse. In the process, Paz is
enjoined to Chicanos via a political narrative and
he and his Labyrinth are enlisted in the local
struggles against Anglo encroachment.19 At the
symbolic-ideological level, Octavio Paz is thus
converted into a revolutionary Mexican icon,
occupyng a
16 I am referring his to a patriarchal, class based connection.
17 I put the "trans" before nationalist in order to reinforce the idea that Chicano nationalist formations do move
across the geopolitical, social, and textual borders.
18 Annas, p. 6. Italics are mine.
19 This "conversion" of Octavio Pax is not surprising since within early nationalist epistemologies it is the Mexican
who marks the opposition to the Anglo. This representation of Chicanos and Mexicanos suggests that Mexicans
are "all the same among themselves" and that they are "all different from the Anglo."
132
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACK.
place within the pantheon along with Pancho
Villa, Che Guevara, and Emiliano Zapata.20
Armas appeal to this type of Mexican
Similarity
does
provide
an
imaginary
(trans)nationalist connection to Paz but it does not
achieve the complete erasure of all ChicanoMexicano differences. A number of differences
appear through the back door of this narrative that
struggles with multiple separations; that
recognizes that the conquest produced an eclipse
in the consciousness of la Raza; that distinguishes
itself within a travel narrative that reaffirms not
only
geopolitical
but
also
conceptual
differences,21 and that privileges Chicano
identities and dynamics while editing Mexicans
and subsuming them into a homogenized variant
of Chicano: Chicano=Mexicano.
The Differences that enter through the front
door and are openly celebrated by José Armas are
those
Differences
that
reposition
Chicanos=Mexicanos within a U.S. context in
relation to other groups, that put form and
structure into the (trans)nationalist definition of
the race, and that are traced directly to Octavio
Paz who receives acknowledgment for providing
Chicanos with a necessary "intellectual" "frame
work" from which to determine for themselves
"what were some of the things that made the
Chicano a Chicano and different from the Anglo,
the Black and other peoples."22
Though rudimentary and formulaic and
overwritten with essentialism, this nationalist
conceptualization of Chicano identity as a
relational Difference is itself a theo
retical expression because it provides a group
of general propositions, a proposed mode of
explanation, and a conjectural response23 —a
path for conceptualizing Chicano within political
and intellectual discourse. In addition, this
theoretical expression is a blended one because it
incorporates elements from Paz's cultural theory
as well as elements from Chicano nationalist
epistemologies. Finally, this path incorporates the
desired patriarchal lineage: here the son emerges
as the native theorist/pensador. He draws on the
intellectual insights of his father but assumes the
charge of determining for himself some of the
things that make the Chicano a Chicano and the
charge of projecting his own legacy. The question
is: what is this early Chicano=Mexicano path to
identity? (How does it frame Chicano Difference
within discourse? How does it differentiate
Chicanas/os? How does it incorporate The
Labyrinth of Solitude as a vehicle for masculine
introspection and political affirmation? How does
it incorporate or disengage local ethnoscapes?
struggles? women?)
III. The Theoretical Legacy, Writing
Chicano: Long Live His (Essential)
Chicano=Mexicano Difference!
Although there is the tendency to undermine the
complexity of nationalist epistemologies, it is
clear that in the case of Armas formulaic notion
of identity arriving at the essence of the Chicano
double (some of the things that make the Chicano
20 This is a symbolic reconstruction of the cultural imaginary of nationalism. These particular icons are not named
in the text.
21 José Armas incorporates a number of critiques of The Labyrinth of Solitude that center on its representation of the
pachuco and mythic dimensions. However, like many of his predecessors, he forgives Paz. See, Armas 7 y 8.
22 Emphasis mine. Armas, p. 6.
23 I drew from The Random House Dictionary of the English Language, College Edition (New York: 1968:
1362), for this explanation.
133
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
a Chicano) is a fairly complicated matter;
it means not only answering the question "Who
am I" but also the question "Who are We." As
Armando Rendon elaborates in Chicano
Manifesto (1971) in reference to Chicano identity,
"to pose the dilemma of self identity from this
nationalist epistemology is to pose "not merely a
dilemma of self-identity but, of self-in-group
identity."24 This implies not only attending to a
Chicano group identity (men and women) but to
other multiethnic, multiracial, and multicultural
contexts and to a suggestion of competing
political and intellectual traditions.
In the case of Armas construction of Chicano,
this type of reckoning ultimately means
determining some of the things that make the
Chicano himself and no other; it involves a highly
problematic doubling that suggests that all
peoples of color are similar to the Anglo but
different from the Chicano. This construction of
Chicano identity robs other people of color of
their social and political agency as well as of their
"differences," and it threatens to submerge them
into the dreaded melting-pot. In addition, this
notion of identity promotes the kind of separatist
logic that is apparent in this passage from
Chicano Manifesto without marking these
particular racial negations:
The Chicano to state the obvious, is in essence
himself and no other. He is not a Negro and cannot be
like a Negro. He is not an Indian in the way native
tribesman are in the United States. He is not an Anglo
even when he resembles the Anglo in coloring and
speech. Thus he should not and cannot act like the
black, the red, or the white man, nor does he view his
condition in the same way that they do." 25
Armas's
conceptualization
of
Chicano
as
a
relational Difference severs the dynamic relations
between
Chicanas/os
and
other
ethnic
groups,
suppresses the internal differences between Chicanas/os, and assumes that we Chicanas/os are all
identical to Him. Here masculinity is the invisible
universal norm. Because of its dominance, this
masculinity does not have to name the other brown
gender in order to constitute itself as a discourse;
it can draw on a patriarchal legacy which is selflegitimating and self-affirming, a tradition of male
intellectuality —the (male-authored) Mexican essay—
which incorporates a male prerogative to define
thought,26 and on a widely disseminated nationalist
epistemology that suggests that "to be a Chicano is a
new way of knowing your brown brother and
understanding our brown race."27 In retrospect, it is
clear
24 Rendon also provides an important insight into the role of early pensadores in promoting these essentialist
constructions upon suggesting that: "Perhaps the answer to developing a total Mexican American concept must be left
in the hands of the artist, the painter, the writer and the poet who can abstract the essence of what it is to be a Mexican
in America." Sec Chicano Manifesto, p. 324. Originally quoted in Chicano Manifesto from "The Other Mexican
American", March, 1966.
25 While Rendon admits that Chicanos "owe a great debt to the black people of America for striking out against
oppression, he also proposes that "if it were not for color there would be little to distinguish black from white". If this
were not enough he identifies us with his perspective: "We Chicanos see the Negro as a black Anglo," Suffice it to
say that this line of thinking is very offensive and tahat he does not speak lor everyone. Rendon's representation of the
black anglo bears a striking resemblance to the Chicana malinche who also figures in this work. For more on his
construction of ethnic groups, sec Chicano Manifesto, pp. 1-4.
26 For this discussion I am drawing from Mary Pratt's essay, "Don't Interrupt Me", The Gender Essay as Conversation and Countercanon." In Dorris Meyer (ed.), Reinterpreting the Spanish American Essay (Austin;
University of Texas Press, 1995): 10-26. The final section of my essay incorporates Chicanas into the
countercanon through Pratt's recovery of Victoria Ocampo's Testimonio. For more on this recovery, see Pratt, p.
13.
2- Emphasis mine. Rendon, p. 320.
134
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE.
that the proposed theoretical construction of the
Chicano as an "enormous" (race-based,
gendered) "totalization" is itself an impossibility
given that Chicana/o is complexly constructed—
it is constructed within a range of other
multicultural and multiracial categories, with
class and gender, and sexuality, and with the
theoretical insights of competing political and
intellectual legacies.28
Armas notion of Chicano identity as an
"internal conversion" also suffers from the
limitations identified with respect to essayistic
representations of Mexican national culture: it
promotes a culturalist, idealist and subjectivist
notion of history and reduces history to cultural
practices
and
existential
psychodrama.29
Affirming social and political identities through
these traditions often boils down to enumerating
or synthesizing "unique" character traits, cultural
practices or profiles; creating larger than life
mythic prototypes; delivering a unitary image of
political strug-gle, national culture, and identity.
In the most popular variants, individual
reassessments of Chicano personalities lead to
the unanimous conviction that all Chicanas/os
have traveled the same paths, experienced much
of the same indignities, rebelled in much the
same ways, simply because they are Chicanos.30
In reference to a Mexican context Claudio
Lomnitz-Adler (1992) has pointed out that "the
works of the Mexi
can pensadores rarely provoke empirical
research"; that these works are "synthesis meant
to be consumed in particular political
conjunctures"; and that within these works
"knowledge created is knowledge politically
used, exploitedand (eventually) discarded into a
pool of reusable symbols."31 To some extent his
critique is valid within U.S. context because these
essentialist constructions of Chicano identity and
the revolt have generated an arsenal of reusable
political symbols while allowing for little
accumulation of knowledge of the diverse social
identities which intersect with Chicanas/os and
help to reconstitute them within the social
formation and within discourse. However there
are different political dimensions attached to the
Mexican production of lo mexicano and the
Chicano production of lo chicano=mexicano.
For instance, Roger Bartra (1987) identifies
cultural representations of lo mexicano with those
dominant forms of subjectivity that are circulated
within a Mexican hegemonic political culture in
the post-revolutionary period.32 Within a U.S.
context these dimensions of the narrative of lo
mexicano are ignored—the theorists of lo chicano
often assumed that texts such as The Labyrinth of
Solitude delivered an authentic representation of
the Mexicano (the Mexican, Mexican-ness)
although they took issue with its representation of
the pachuco.33 In con-
28 For this critique I have drawn from Ruth Frankenherg's discussion of social identity in The Social Construction
of Whiteness: White Women, Race Matters (Minneapolis: University of Minnesota Press, 1993): 23 38.
29 I have incorporated some elements of Claudio Lomnitz.-Adler's critique. See, Exit From The Labyrinth: Culture
and Ideology in The Mexican National Space (Berkeley; University of California, 1992): 2.
30 I am rephrasing Rendon, p. 113, to suit the purposes of my discussion.
31 Exit from The Labyrinth: Culture and Ideology in the Mexican National Space (Berkeley: University of California: 1992): 9. Lomnitz Adler also explains that "[t]he "tradition" consists more in posing an identity problem
than of an increasingly precise theory of the ways in which a cultural and historical dialectic has played out into
Mexico's present."
32 Roger Bartra. La jaula de la melancolía. (México: Grijalbo, 1987), See pp. 1-7.
33 I do not mean to homogenize Chicano revisions of The Labyrinth hut to point to general trends that were apparent
in culturalist existentialist perspectives that interfaced with Chicano nationalism. An example which addresses
the point at hand can he found in Eliu Carranza's Pensamientos. He quotes extensively
135
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
trast to contemporary critics of Mexican
nationalism who have linked these forms of
subjectivity with "una voluntad de poder
nacionalista ligada a la unificación e
institucionalización del Estado capitalista moderno,"34 these pensadores "chicanos" (who
dreamed with the idea of a different Chicano
nation) framed The Labyrinth of Solitude in
response to national dynamics on this side of the
international border such as colonization, racism,
and social and cultural dispossession. These
pensadores were also responding to other social
movements in the U.S., especially to the towering
presence of African Americans in struggles for
civil rights, and to the social and political
demands of women and other marginalized
groups.35
In this sense it is of supreme importance that
Armas himself prefaces his formulaic discussion
of a Chicano ethnic distinction by alerting his
readers that "the movement of the Chicano in the
1960's" searched to articulate and to identify
Chicanismo and that "[f]or a long time (and even
today in many places) the activist, the vocal Chicano, identified his struggle as the same as the
Black man in this country."36 While Armas admits
that some of the causes of "their oppressed and
colonized condition" are the same, he nonetheless
marks their distinction upon highlighting "subtle,
yet definite differences" that "began to take
Blacks and Chicanos" by different paths in route
to cultural, political and economic liberation.
It is The Labyrinth of Solitude that provides
Armas with a necessary conceptual springboard
for jumping from what he constructs as an
artificial Chicano Black similarity to an essential
Chicano Black difference, (within his particular
nationalist epistemology this is tantamount to a
Chicano double). For Armas The Labyrinth of
Solitude complies with this function because it
provides Chicanos with intellectual "insights into
the makeup" of the Mexicano that are relevant for
the Chicano, including his "familiar traits" and
"the existential nature of la Raza."37 Here The
Labyrinth of Solitude functions as a substitute for
a socially grounded analysis of Chicana/o
Mexicana/o relations and subjectivities—it is the
"artificial entelechy" that Bartra refers to within
another context which "exists" primarily in the
books and discourses of those who describe and
exalt it."38
While Armas particular appropriation of The
Labyrinth of Solitude duplicates many of the
limitations of Mexican character studies reviewed
earlier, the introduction of this essay at this point
in Armas biography/travel narrative is important
because it is this constructed Mexican identity
that symbolically disengages Chicanos from the
from The Labyrinth of Solitude and punctuates Paz's text in this way: "Such a view may have been or may be true
of the Mexican, but it is no longer true of the Chicano....For the Chicano has shown his face at last! He has shed
the "servant mentality" and denied the validity of the "psychology of the master". He no longer shuts himself
away from the stranger nor does he seek to disguise himself...," pp. 8-10. From another perspective Porath
rejected an easy Faz Chicano identification upon suggesting that "[n]ot only is he (Pax) Mexican, he is highly
sophisticated, world traveled, and successful." However, he continues: "We might question the suggestion that
his conclusions have anything to do with the Chicano, or even parallel Chicano thought. Yet, Paz- is a shrewd
observer, and he is very cognizant of Anglo character and how it differs from Mexican character....It is
interesting that what Paz notes as primary differences between the Mexican and the Anglo character are similar
differences to those underscored by students of the Mexican American..." De Colores, p. 25.
34 Bartra, p. 17.
35 This is particularly true in the case of Armas and Rendón.
36 Armas, p. 5.
37 Armas not only highlights these Mexican (raits but also suggests that Chicanos "identify" with them. 38
Translation mine, p. 17.
136
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE..
struggles of other people (and women) of color.
Thus The Labyrinth of Solitude offers the desired
form of political exceptional-ism; it symbolically
articulates the singular Chicano= Mexican /
White Difference that is so prevalent within
nationalist epistemologies.
This is the Difference that reverses the terms
of the white non-white binary, identifies and
polarizes the two major forces of racial and
political contention, and articulates the other
(Chicano=Mexicano) national question at the
level of cultural political representation. Through
its projected reconfiguration of a national identities, The Labyrinth of Solitude itself is associated
with
an
essential
Chicano=Mexicano
resemblance.39
In and of itself Armas's introduction does not
offer the type of pseudo-scientific ethnographic
support for this type of Mexican resemblance that
is often featured in the literature of lo mexicano.
While he breaks with his Mexican forefathers on
this count, this type of ethnographic support is
supplied in the interview
(which
features
another appropriation of Paz that may or may not
correspond to what was actually voiced in the
exchange between Paz and Armas). Within this
interview Armas assumes ethnographic authority:
he organizes the interview, serves as the
authenticating voice, incorporates an unruly form
of Chicañol, and uses the opportunity to ask Paz
to elaborate on the differences between
Mexicans, Anglos and Chicanos. After multiple
setbacks, Paz graciously accepts the invitation to
elaborate.
IV. The Interview With Octavio Paz
Rotating
Essential
Chicano=Mexicano
Differences and Speaking in the Name of the
Familia
In contrast to what occurs with the pachuco in
The Labyrinth of Solitude, in this interview
Octavio Paz identifies Chicanos on the basis of a
number of relational differences that assign to the
Chicano a much desired positive Mexican
resemblance. Paz rejects the assimilationist
framework that mediates his vision of the
pachuco as a pocho in this famous essay, and he
qualifies any identification of the Chicano with
the Anglo as a stupid form of ignorance. If this
were not enough, he reaffirms difference as a
highly prized form and structure for speaking
Chicano upon suggesting to Armas that the
Chicano is not only different but very different.
In addition, Octavio Paz finally satisfies Armas
nationalist appetite for ethnic and national
difference by affirming that there is more
likeness between a Chicano and a Mexican than
between a Chicano and an Anglo-American.
It is within this context that an essential
Mexican resemblance surfaces as Paz elaborates
on the survival of Mexican culture —especially
the Spanish language- in the United States. Paz
explains that what enables this linguistic survival
is the familia and not just any familia: a familia
that upholds "la moral tradicional mexicana."
This morality is described being so uniquely
Mexican that it conserves "certain values" which
aren't even apparent in Mexico City." 41 Here
Paz espouses a "Mexican" rendition of familism
that finds its comple-
39 This is the flipside of the Chicano Anglo difference.
40 José Armas and Octavio Paz discuss a number of social, political and cultural dynamics that I have not incorporated here. All of the statements made by Paz and Armas are cited from the interview, which is a
"construction" of their discursive exchanges and social identities. I am drawing from Judith Stacey's important
work in the subtitle of this section. See note 43.
41 Translation, Interview, pp. 12 y 13
137
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
ment in a local nationalist ideology on this side of the
international border once Armas jumps on the family
values bandwagon and links Paz directly to his own
communitarian interpretation of familial-ism. Armas
seizes the moment and intervenes in this way:
This is the concept that we want to advance. The
concept of the family and the values that can be
found in the family have maintained us while we live
in an Anglo American society.42
Armas enlists the traditional patriarchal
heterosexist family in the struggle against further
Anglo encroachment without confronting the
disturbing contradiction that historically stable
marriage systems of this nature have rested upon
coercion and upon inequality, without redressing
marital inequality, and without taking into
account
the
fact
that
women
bear
disproportionate responsibility for their children.
s In addition to the fact that this "political"
construction of the family leaves gender roles and
economic divisions intact and reinscribes
compulsory forms of heterosexuality, this
construction also sidesteps larger social
conditions in its formulation of domination and
resistance to domination.44
Notwithstanding the fact that Armas'
communitarian talk about the family and family
values was itself being widely disputed within a
Chicana discourse at the time in which he
published his interview, Armas makes no
mention of this fact. Instead, he broaches the
question of women's liberation with Octavio Paz
in this way: "And speaking of this aspect, (the
traditional family) what do you think of women's
lib?"
This is a loaded question given the fact that it
comes after Armas explains to Paz that Anglo
society is in a state of decomposition (we can
suppose this is due primarily to a lack of strong
Christian family values provoked by the sixties
counter cultural revolt) and after he has already
argued in favor of political familism. Although
Paz acknowledges that the family itself has come
under fire, he does not initially endorse Annas'
position. However, Armas links Paz with his
negative view of women's liberation in this summary of their conversation: "We talked about the
women's liberation movement being an extension
to the white man's tentacles." 46
We don't read this exchange in the
transcription of the interview, there is enough in
Paz's commentary on the family to suggest that
women's liberation is not at
42 Translation, original reads: "Éste es un concepto que queremos avanzar nosotros. El concepto de la familia y los
valores que se encuentran en la familia nos han mantenido mientras que vivimos en una sociedad anglo
americana," p. 13. Aída Hurtado's comments are instructive here; she points out that; "La familia, which is
patriarchal in nature, is considered a support group...a catalyst for political migration." See: The Color of
Privilege (Ann Arbor: University of Michigan Press, 1996): 75.
43 I am drawing from Judith Stacey's critique of the supposedly voluntary companionate nature of the traditional
nuclear family. See In the Name of the Family (Boston: Beacon Press, 1996): 68 72.
44 Judith Stacey's contemporary critique of familism is instructive on this point- She proposes that "[d]espite the
collectivist aspirations of communitarian ideology, the political effects of identifying family breakdown as the
crucible of all social crises that have accompanied postindustrialization and the globalizaton of capitalism are
privatistic and profoundly conservative," p. 74.
45 Translation mine. Original reads: "Y hablando de este aspecto, como ve Usted el movimiento femenino que se
conoce aqui como El "Women's Lib?"
46 Armas, p. 10. When Armas asks Pax about Women's Lib, Paz answers: 'Bueno, yo creo que depende del
contexto. A mi me parecía positivo en general." Sec p. 14. However, he also states: "En este siglo se habla
mucho de la familia como un centro de opresión. Bueno, yo creo que la familia es muy importante y que en el
mundo chicano ha representado un factor positivo." Octavio Paz, p. 13.
138
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACK.
all desirable for Chicanos or Chicanas, In Paz's
moralistic rhetoric, which tempers Chicano
nationalism with a universalist discourse, it is the
Chicana Mexicana who provides the essential
Mexican resemblance because she is the one who
is the center of family life and the one who has
conserved Chicano language and traditional
Mexican family values. Paz refers here to certain
values that have been deposited in the family,
values that have to do with good, bad, the attitude
of the youth in the face of sex.47 Suffice it to say
that Paz's representation of the Chicana offers an
uncanny resemblance to with those nationalist
representations of the family — the Chicano holy
(patriarchal, heterosexist, Christian) family—
featured in De Colores in which the Chicana is
cast as the super Mexican Virgin.
Armas' silence around Chicana feminism is
not innocent given that it is contextualized by a
social ambient in which Chicanas were defending
themselves against the malinche label within
Chicano political arenas that promoted the idea
that defending women's issues at home and at
work was tantamount to promoting an
assimilationist agenda. Armas' disidentification
of Chicanas Mexicanas from women's issues
speaks volumes to the serious play of Difference
that
enables
his
highly
problematic
transnationalist vision of lo chicano lo mexicano.
This vision erases Chicana subjects and their
social differences and delivers a patriarchal
construction of the
Mexican family, Chicana/o identity, and the
Chicana/o Mexicana/o intellectual tradition.
It is no wonder that in the graphic
representations of la familia the Chicana
Mexicana cannot meet her visual public one on
one, that she is interwined with her man, and that
she blends into a familial portrait which does
privilege a Chicano male spectatorship through
the frontal portrait of the Chicano father. In this
exchange women are symbolically "left at home"
while the men construct the intellectual and
social legacy—there is not a hint of the fact that
Chicanas and Mexicanas travel spatially or
intellectually toward a different kind of
individual or self representation. 8 They are
absented from the transnationalist monologue
that constructs a Chicana/o Mexicana/o
tradition—they are silenced within a discursive
exchange that is punctuated with a lingering
(spoken or unspoken) command that has been
identified with respect to a male-centered Latin
American Essay: "Do not interrupt me!"49
V. Chale, I'll Interrupt You! Lessons in
the Chicana Gender Essay
"Vale más un taco en casa Que cien platos
en la ajena." "La Casada," sung in Tejano
Roots50
Fortunately the masculine prerogative
to reproduce patriarchal connectivity
at the discursive and political levels
did not go
47 Translation mine, Interview, p. 12.
4s I have incorporated the phrase "space travel" from Minrose Guin, "Space Travel: The Connective Politics of
Feminist Reading," Signs, vol. 21: 4 (1996): 870 909, although I do not incorporate her perspectives as a way of
defining Chicana travel. I am grateful to Inés Hernández-Ávila for sharing this citation with me and for her
insights about connective politics. She shared these insights with us in a wonderful presentation, entitled
"Grounding and Localizing Narratives: Native American/Chicana Connective Politics," given at the
conference," Coloring of the Humanities: (Inter)Disciplinary/Intertribal Discourses," UC Davis, May 15, 1997.
49 For more on this tradition, see Mary Pratt's recovery of Ocampo, p. 13.
50 "La Casada," sung by Las Hermanas Guerrero on Tejano Roots: The Women: 1946 1970) Arhoolie, CD 343,
1991.
139
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
uncontested. Without asking permission and
without making any apologies, Chicanas boldly
interrupted the male monologue. They took to the
road intellectually, politically, and sexually,
exploring multiple social identities and practices,
and speaking as "pensadoras" within what has
been termed as the "analytical gender essay" (in
the Latin American tradition) and within creative
productions which theorized social dynamics.51
From these locations they reimagined complex
relations between Chicanas and ChIcanos,
Chicanas/os and Mexicanas/os, and the relations
between Chicanas and Mexicanas and other
people of color. While they did not speak with
one voice or move through one circuit, they
responded to Paz and to the ChIcanos who
appropriated him, both directly and indirectly.
In contrast to the majority of critics who
centered their critique on scrutinizing The
Labyrinth of Solitude for its faulty representations
of pachuco males, the majority of Chicana
creative writers and critics who responded to this
essay tended to scrutinize its psycho-social and
sexual interpretations of Mexican history;
52 its masculinist heterosexist viewings of
Chicana Mexicana bodies; and its failure to
recognize the agency of Chicana Mexican
women.
One of the most forceful responses to The
Labyrinth was delivered by Dotti
Hernández, who responded to Paz before the
publication of Armas' interview and introduction.
She not only rejected the claim that Paz
represents our culture and roots but also rejected
the idea that his gender identity could be
universally enlisted in the service of everyone's
liberation. Without any apologies, she forcefully
tells us that "I came to the realization that 'the
solitude of man' Octavio Paz is analyzing in his
book', The Labyrinth of Solitude, is truly the
solitude of Mexican male species..."53
Hernández insinuates that because Paz has
not elaborated on the Mexican woman's
predicament, he cannot be considered as a role
model or an intellectual precursor; that because
he subjects women to a man's reality and to the
role that men give her, his patronage and
traditions are oppressive and reinforce the
historical legacies that configure men as earthly
gods, here "número uno." Hernández proposes
that another Mexican intellectual tradition needs
to be consolidated which analyzes women's
thoughts and doubts" about the realities to which
they are subjected. But here it is also suggested
that Mexican and Chicana women need to go
further: they need to shed the patriarchal mask
and expose their personhood and uniquely
feminine epistemologies.
Hernández was not alone in forging a political
contestation; from other quarters Chicana critics
and cultural practitioners
51 I am incorporating Chicanas into the countercanon tradition described by Mary Pratt in reference to the Latin
American essay.
52 For an early revision of Malintzin, see Adelaida del Castillo, "MalintzÍn Tenépal: A Preliminary Look into a
New Perspective." In eds. Rosaura Sánchez and Rosa Marínez Cruz, Esssays on La mujer (Los Angeles:
Chicano Studies Research Center, 1977): 123-149.
53 Dotti Hernández, "Número Uno." Northridge, Ca: El Popo Femenil, May, 1973. It is important to note that De
Colores dedicated an issue to chicanas entitled: "La cosecha/The Harvest: The Chicana Experience." 4:3 (1978).
This issue carried an introduction which proposed that "there is an inmediate task for La Chicana and that is the
self-definition of being a woman in a new era." De Colores, 3: 3 (1977), also included "Literatura y la Mujer
Chicana" edited by Linda Morales Armas and Sue Mo. For a contemporary critique of Paz's cultural theory, see
Emma Pérez, "Speaking from the Margin; Uninvited Discourse on Sexuality and Power," 57-74. In Building
with Our Hands, and Norma Alarcón, "Traddutora, Traditora: A Paradigmatic Figure of Chicana Feminism." In
(eds) McClintock, Mufti, and Shohat, Dangerous Liaisons (Minneapolis:
University of Minnesota Press, 1997): 278-297.
140
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE..
offered analytical paradigms for understanding
the triple nature of Chicana oppression. They
articulated elaborate constructions of Chicana
feminism and mujeres/women within a broad
spectrum of social, sexual, political and
intellectual practices.54 They delivered poetic
representations that proposed that the women of
the race needed to "SHOUT OUT" their social
conditions and celebrate the explosive potential
of "ideas" which "overtake" lives, "reach minds"
and "open eyes."55 They authored artistic representations that displaced a notably artificial
statuesque heterosexist portrait of the Chicana
Mexicana Virgin and re-imaged the Guadalupe
for contemporary mujeres seeking liberation
from oppressive male-oriented images of
Chicana women and transnational brown and
white patriarchal alliances.56 They militated
against the colonial legacy of the Spanish
language, which wrote the collective in the
masculine form (chi-
cano/mexicano), and against the colonial legacy
of English which coupled "you" (la chicana) to
compulsory heterosexuality.57
They drew on theatrical devices to "reintroduce" the Mexican women (deleted from the
official histories of Chicanos/Mexicanos) within
alternative representations in which Chicanas
came knocking at the door with Mexicana
historical figures "to be part of the insurrection."
5fi They formed colectivas—such as Mujeres en
Marcha—which addressed the issues of gender
inequality that were "unsettled" and which
"challenged the notion that there is no room for a
Chicana
movement
within
our
own
community."59
VI. Exiting the Labyrinth:
Critical Reflections on the Future
If we are to properly scrutinize the
transnationalist movement that moves Chicanos
out of the labyrinth into a local race-based patri-
54 For more on this Chicana Feminism, see Alma García, "The Development of Chicana Feminist Discourse;
1970 1980." In (eds) Ellen Carol Dubois and Vicki L. Ruiz Unequal Sisters (Routledge: London, 1990): 418431; Norma Alarcón, " The Theoretical Subject of this Bridge Called My Back and Anglo American Feminism,"
and Sonía Saldívar Hull," Feminism on the Border: From Gender Politics to Geopolitics," both in (eds) Héctor
Calderón and José David Saldívar, Criticism in the Borderlands (Durham: Duke, 1991); 29-42 and 189-202
respectively.
55 See Dorinda Moreno, "Mujer de la Raza," in La Mujer es la tierra/La tierra da vida (Berkeley: Casa Editorial,
1975): 27.
56 I am referring here to the Guadalupe revisions of Yolanda López and Ester Hernández. For more on these
Chicana artistic productions as well as other Chicana poetic and political endeavors of the seventies and eighties, see
my essays: "I throw punches for my Race, but I don't Want to Be a Man," in (eds) L. Grossberg, C. Nelson and P.
Treichler, Cultural Studies (New York: Routledge, 1992): 81-95, and "...And, yes the Earth Did Part," in (eds) L. De
La Torre and B. Pesquera, Building With Our Hands (University of California Press, 1993): 34 56. For an all
important example of feminist contestations of the eighties, see: (eds) Cherríe Moraga and Gloria Anzaldúa, This
Bridge Called My Back: Writings by Radical Women of Color (Kitchen Table:
Women of Color Press, 1983) and Cherríe Moraga, Loving in the War Years, lo que nunca pasó por sus labios
(Boston: South End Press, 1983).
57 See Veronica Cunningham "ever since" (1976, original, in Capirotada, Los Angeles), reprinted in (eds.) Tey
Diana Rebolledo and Eliana S. Rivero, Infinite Divisons (Tucson: University of Arizona Press, 1993): 101. 58 See
Lydia Camarillo, "Mi Reflejo" (1980, original, La Palabra), reprinted in Infinite Divisions, pp. 268 -271.
59 See "Mujeres en marcha," Teresa Córdova and Gloria Cuadras, Preface, Unsettled Issues (Berkeley: Chicano
Studies Library Publications, 1983): 1-2.
60 While I propose to exit the labyrinth in a different way that Lomnitz Adler proposes to exit, I would like to
acknowledge the importance of his work in contributing to the semantic path of my symbolic departure. I would
also like to recognize the works of Cherríe Moraga, Gloria Anzaldúa, Inés Hernández-Ávila, and Ella Shohat
which reference transnational and global coalitions between "radical" women and people of color.
141
FRONTERA NORTH, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
archal heterosexist discourse featuring lo
chicano=mexicano, we need to recover the broad
range of critical responses that move us from an
affirmative monologue to a critical dialogue with
these essentialist constructions. We need to offer
a more sustained analyses of the larger social and
political currents and positionings that enabled
this particular intersection of lo chicano/mexicano
as well as other more contemporary renditions
that continue to make their way into our living
rooms via the political discourses of Mexicans on
both sides of the border.
In this essay I have illuminated the farreaching effects of transnationalist epistemologies
by guiding my reader through the types of
national, gender, and ethnic and intellectual
exclusions that accompanied the movement 'out
of the labyrinth into the race.' It is important to
"connect these exclusions" and to reinforce the
idea that they implicate not only Chicanas and
Mexicanas but also other women and people of
color. I would be remiss if I didn't also address
the fact that many times unearthing the
foundational texts associated to the area studies in
which we work and struggle means encountering
a number of disturbing contradictions—the fact
that those who sought to cultivate "alternative
geopolitical and intellectual relations" often wrote
new stories into old frameworks, traded
revolutionary (political) identities for mainstream
(intellectual) ones, and reproduced hegemonic
forms of travel which are profoundly disturbing.
However, the fact that transnationalist constructions of identity and intellectual work are
profoundly disturbing to many of us should not
prevent us from re-encountering their "forbidden"
languages of difference or from re-imagining
other forms of
61
142
travel that do not exclude this way. At the very
least this type of critical reflection on the
movements of the past can provide us with an
indication of how far many of our predecessors
traveled in opposing these frameworks and how
far we must continue to travel as we attempt to
practice a critical transnationalism that "connects"
the progressive social movements of Chicanas,
Mexicanas, women of color, Chicanas/os and
Mexicanas/os, and other people of color against
oppression, exploitation and against the lack
access to social institutions as well as social, cultural, and economic resources. If we are to exit
the labyrinth we need to form new intellectual
and social partnerships and we need to re-engage
liberatory theories of social intersection that move
us through other social, political, economic,
sexual, and geographical landscapes toward substantive social —not just discursive— change.61
We need to militate against the theoretical
signposts of dominant culture that continue to
read, "No Mexicans allowed," "No Chicanas
Mexicanas Here," "No People of Color Here,"
"No Unconventional Families Here," "No
difference Here," and to steer clear of the transnationalist bandwagon —and its dynamic of
patriarchal connectivity— even though it is much
in vogue these days, notwithstanding the fact that
it is dated.
Finally, we need to stop celebrating
transnationalism just because it crosses borders.
Celebrating transnationalist frameworks simply
because they are Mexican or because they are
mobile often encourages people to leave their
critical arsenals at home, as if the complex social
arenas only exist on this side and not on that side,
and as if we could will away the manner in which
race, class, gender and
I am responding to some of Teresa Ebert's concerns in "Ludic Feminism, the Body, Performance and Labor:
Bringing Materialism Hack into Feminist Cultural Studies," Cultural Critique 23 (1993): 5-50.
CHABRAM-DERNERSESIAN/OUT OF THE LABYRINTH, INTO THE RACE.
sexuality intersect with one another within
transnational global capitalism. This environment suggests that we cannot go at
intellectual work alone, that we have to
develop new global networks if we are to
produce a form of critical cultural studies
that truly crosses social, international and
state sanctioned borders.62
Bibliography
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(62
This type of analysis cannot make 'caso omiso' of those women who labor in homesites, factories, hospitals,
fields, educational and socio political institutions. Their bodies have been targeted and retargeted by Proposition
187, and The California Civil(?) Rights Initiative. Unfortunately, Chicanas Mexicanas also have been targeted
within critical discourses that reference Chicano Studies within contemporary works and reinscribe; the ghosts of
the past by suggesting that "[r]adical Chicana and lesbian scholars" have moved away from the community." See
Ignacio García, "Juncture in the Road: Chicano Studies Since "El Plan de Santa Barbara," in (eds) David Maciel
and Isidro Ortíz, Chicanas Chicanos at the Crossroads. (Tucson: University of Arizona Press, 1996): 191.
However, "[t]here's no going back" to race based familial constructions of Chicano studies that promise to take us
to a new cross roads while failing to register the tactical revisions registered by Cynthia Orozco en "El Plan de
Santa Barbara" and by other mujeres who put gender hack into class and race and sexuality and take note of the
fact that systems of oppression also promote hegemonic notions of masculinity and patriarchal forms of power.
143
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
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144
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Latino Colonization in Rural California:
The Emergence of Economic Patchwork
Elaine M. Allensworth*
Refugio I. Rochin**
Abstract
In USA, communities with higher concentrations of Latinos tend to have greater poverty, lower median incomes, and
smaller proportions of residents with high school or college degrees. Most studies have focused on immigration from
Mexico and other parts of Latin America as the cause of these correlations. However, these studies have neglected the
concurrent changes that are occurring with the non-Latino white population. Therefore, this paper examines both the
growth and loss of non-Hispanic white population and the growth of Latino population, to better understand the
relationship between ethnicity and community economic well-being. We find that it is not increasing Latino
population, but Non-Latino white population growth and loss that accounts for the increasing inequality among rural
places. This suggests that policies to limit white emigration, rather than programs focusing on Latino immigration,
would better address the increasing socio-economic inequalities between rural places.
Resumen
En Estados Unidos, las comunidades con altas concentraciones de hispanos tienden a ser más pobres, a tener un
ingreso medio menor y menores proporciones de residentes con educación media y superior. La mayoría de los
estudios se han concentrado en ver a la inmigración de México y otras partes de Latinoamérica como la causa de estas
correlaciones. Sin embargo, estos estudios no han tomado en cuenta los cambios concurrentes que suceden con la
población blanca no hispana. Así pues, para comprender mejor la relación entre etnicidad y bienestar económico de la
comunidad, este trabajo examina tanto el crecimiento y la pérdida de población blanca no hispana, como el
crecimiento de la población hispana. Hemos encontrado que no es el crecimiento de la población hispana, sino el
crecimiento y pérdida de la población blanca no hispana, la que causa la creciente desigualdad en áreas rurales. Esto
sugiere que las políticas para limitar la emigración de blancos, en vez de los programas enfocados a la inmigración
hispana, abordarían mejor las crecientes desigualdades socioeconómicas que existen entre las áreas rurales.
*Investigador del Julian Zamora Research Institute de la Universidad Estatal de Michigan. E-mail:
[email protected].
**Investigador del Julian Zamora Research Institute de la Universidad Estatal de Michigan. E-mail: [email protected].
145
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
In 1950, rural communities in California were
largely populated by non-Hispanic white persons.
But beginning in 1970, and especially during the
1980s and 1990s, the white/Latino proportions
changed dramatically, so that some places became
almost completely composed of Latino residents.
While Latinos have lived as numerical minorities
within "barrios" of rural California communities
for many decades, they are now becoming the
numerical majorities in many locations (Rochin
and Lopez, 1995).
Comparison of economic indicators of rural
places by their ethnic composition reveals
disturbing conditions in communities with higher
proportions of Latino residents. Both the 1980 and
1990 census showed that communities with higher
percentages of Latino residents were significantly
more disadvantaged than communities with lower
percentages of Latino residents in terms of
educational attainment, unemployment, selfemployment, and poverty (Allensworth and
Rochin, 1995; Castillo, 1991; Rochin and Lopez,
1995; SCR 43 Task Force, 1989). In 1990, for
example, the average per capita income among all
rural places in California was $12,461. But in
places that were over 50 percent Latino, the mean
per capita income was only $7,011. The mean
poverty rate of rural places was 15 percent, but in
Latino communities the mean poverty rate was 28
percent. The mean percentages of adults with high
school and college degrees across all rural places
were 69 percent and 13 percent, respectively.
Across places that were over 50 percent Latino
these means were only 37 percent, and four
percent, respectively.
Furthermore, the relationships between
ethnicity and these socio-economic indicators
were stronger in 1990 than in 1980
1
146
(Rochin and Lopez, 1995). In 1980 a one percent
increase in Latino population was associated with
.173 percent more people in poverty, while in 1990
the percentage of people in poverty increased by
.285 for each percentage of the population that was
Latino. In 1980, a one percent increase in Latino
population was associated with an average of .51
percent fewer adults with a high school degree,
and .08 percent fewer adults with some college
education. By 1990, these coefficients had
increased to .64 and .15, respectively (Rochin and
Lopez, 1995).
The assumption of most research on conditions
in rural California has been that places with larger
proportions of Latinos have lower socio-economic
well-being because of increasing Latino
farmworker population (e.g., Palerm, 1991; Rochin
and Lopez, 1995; Taylor, 1995). However, the
ethnic composition of these communities is
determined not only by the size of their Latino
population, but also by the size of their non-Latino
white population.1 Obviously, Latino concentration
would increase over the decade with decline in
non-Latino population, even if there was no growth
in Latinos. It is possible that the correlations
between Latino population concentration and
community economic well-being are a result of
declining non-Latino white population rather than
increasing Latino population, or a combination of
the two processes. While Latino population grew
between 1980 and 1990 in virtually all rural places
in California, non-Latino population growth varied
greatly, declining in most places, but growing
dramatically in others (Allensworth and Rochin,
1996). Analysis of patterns of Latino and nonLatino population growth among rural California
places shows three general patterns: 1) places that
lost non-Latino population while gaining
Over 95% of the population of these rural communities are either "white, non-Latino" or "Latino."
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
Latino population (about 50% of places);
2) places that gained both Latino and non-Latino
population, but experienced disproportionately
more Latino population growth (about 25% of
places); and 3) places that experienced
proportional increases in both Latino and nonLatino population (22% of places).
Therefore, we pose the following questions:
1) Is the relationship between community
well-being and ethnic composition associated
only with increasing Latino population, or is it
related to changes in both Latino and non-Latino
population?
2) How do economic conditions differ in
places that lost non-Latino population, compared
to places that gained non-Latinos? And
3) Which best explains the relationship
between ethnicity and community economic
well-being: loss of non-Latino population, or
disproportionate growth 01 Latino population?
Theoretical
Explanations
for
Relationship Between Ethnicity
Community Well-Being
the
and
Immigration-Blame
Perspective:
Agricultural
Restructuring,
Farmworker
Exploitation, and Wage Competition
While rural Latino communities show high
poverty and unemployment rates, most are
located within one of the most profitable
agricultural regions of the country. Crop
industries within the top three California farm
counties generate over seven billion dollars in
annual agricultural revenues, but these same
counties contain some of the
2
poorest communities in California (Kriss-man,
1995). Dependency theory explains that
development or economic advantage of one area
or group is achieved at the expense of another.
From this perspective, the success of California's
food industry can be viewed as developing from
the exploitation of farm laborers.
Goldschmidt in 1947 documented the social
consequences of industrialized agriculture,
suggesting that large farms with hired labor
promote community inequality and lower
community well being. He found that the
socioeconomic relations in one small town
(Arvin) had become more like those
characteristic of a highly differentiated urban
economy than an agricultural town, due to its
dependence on large farms with hired labor. His
comparison town (Dinuba) was supported by
smaller, family-operated farms. Arvin farms
were bigger and farm revenue was six times
more, but Dinuba had twice the local commerce,
20% higher median incomes, over twice as much
self-employment, more advanced community
infrastructure, more and better schools, more
democratic local institutions, and more civic
organizations (Goldschmidt, 1978).
Goldschmidt suggested that farm labor
become professionalized, like manufacturing
labor was. However, just as manufacturing work
is becoming increasingly informalized through
contract work, so agricultural labor in California
is becoming even less formal through the use of
farm labor contractors (Krissman, 1995; Martin,
1995).2 Agriculture in California has long relied
on a mobile, flexible labor force, a labor model
which is increasingly embraced by all economic
sectors (Galarza, 1977). These past several
decades have seen a shift from core sector
employment
Growers use labor contractors to undermine laws pertaining to documentation, wages, benefits, and un
employment insurance (Krissman, 1995; Martin, 1995).
147
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
to more secondary sector employment, and
formal sector work to more informal sector work.
The restructuring of agricultural labor can,
therefore, be viewed as part of a general trend
observed in industrial restructuring, in which
production
is
becoming
increasingly
decentralized, contracted out to peripheral firms.
There is evidence that rural communities are
especially vulnerable to trends in restructuring
because of their lack of economic power, lower
educational levels, and less diversity in
employment (Davidson, 1990; Flora et al., 1992).
From this perspective, Latino population
growth is seen to lower community economic
health
through
wage
competition
and
encouragement of further restructuring, both in
agriculture and industry. According to the
subordination
thesis,
increasing
minority
population can accentuate competition for
particular jobs, so that minority workers are more
easily exploited as a source of cheap labor
(Tienda and Lii, 1987). Such a perspective is
consistent with a neoclassical economic view of
labor supply and demand, that a constantly
increasing supply of low-wage labor lowers
wages for both new and established migrants. As
a result, immigration has been blamed for the low
earnings and unstable employment of California's
farm workers (e.g., Krissman, 1995; Martin,
1995; Rochin and Lopez, 1995). Recent economic
research has shown that immigration can have
negative effects on local communities, slightly
increasing underemployment, poverty, and public
assistance use, although raising mean incomes
(Taylor,
i
1995). In other words, the employment
opportunities and earnings of low-skill workers
are slightly reduced with increased immigration,
although the prospects for economic growth of
the community as a whole (especially those who
can take advantage of cheap and abundant labor)
are increased.
If it is immigration that is making communities
poor, then there should be strong correlations
between growth in Latino population and
communities'
socio-economic
indicators.
Therefore,
HI: Those places that experienced the most
growth in Latino population from 1980 to 1990
showed the largest growth in poverty rates and
the smallest growth in median income and
education levels over the same period.
Ethnic Conflict— White Exodus
In rural California, Anglo reactions to increased
Mexican immigration have historically brought
about two trends, both with negative
implications: economic and divisions based on
ethnicity, and white flight. Several case studies
show evidence that established white residents
often do not recognize immigrants as part of their
community, and do not recognize their needs in
community development efforts (e.g., Palerm,
1991; Runsten, Kissam, and Intili, 1995). Ethnic
and class divisions between local elites and
immigrants have resulted in fractured
communities, within which the elite has tried to
develop the local economy not through residents'
demands for
The towns of Fillmore and McFarland are two examples of this process. While the Latino populations of both
communities have grown, strict boundaries exist between the Latino and white sides of town, and community
development moneys have been spent predominantly on the white side of town (Palerm, 1991). Parlier, another
farm worker town, is almost entirely Latino, and has been politically controlled by local Chicanos for 20 years.
Economic power, however, is held by Anglo and Japanese growers, so that Chicano leadership in government
led to increased community services, but not to economic growth, better wages, or better working conditions for
Latino farm workers (Rusten, Kissam, and Intili, 1995).
148
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
social equity, but through real estate speculation,
and their own self interest (Krissman, 1995).
Furthermore, there is reason to believe that
white migration from many of the rural places
where Latinos are settling is due, at least in part,
to anti-immigrant, anti-Latino, or antifarmworker feelings. Three of four rural Latino
communities profiled by Palerm (1991) indicate
increased ethnic conflict between whites and
Latinos as the Latino population increased in
size. In one community, the white population
seemed to leave as the Latino population moved
in. Two others divided into distinct ethnic
neighborhoods, with most of the community
resources invested in the white side of town, and
conflict
erupting
based
on
ethnicity.
Furthermore, the hypothesis that increasing
minority representation in a place encourages
outmigration of majority group members is not
new. "White flight" from urban areas has been
consistently blamed on whites' fear of integration
with Blacks, and their fear that property values
will decline with greater numbers of minority
residents (Fox, 1985; James, 1990).
In both central city and rural areas,
outmigration of middle-class residents has been
seen to cripple local communities (Luloff, 1990;
James, 1990; Flora et al., 1992). White residents
tend to be more affluent and better educated than
Mexican-origin residents (Bean et al., 1994;
Taylor, 1995), so communities that experience
outmigration of whites lose financial capital for
potential community investment, and human
capital for future growth. Furthermore, any
economic gains brought by immigration
(loosening of human resource constraints, farm
and firm profitability) would not accrue to a
community if the farm and business owners
profiting from immigrant labor resided in a
different place than their workers. While Latino
population grew in almost all communities in
California between 1980 and 1990, non-Latino
population declined in over half of those places.
112: Those places that experienced the most
growth, and the least decline, in non-Latino
population from 1980 to 1990, showed the
smallest growth in poverty rates and the largest
growth in median income and education levels
over the same period.
Data and Methods
Data for this paper are taken from the 1980 and
1990 United States Census of Population and
Housing (STF3 files) for the state of California,
at the level of "places." "Places" include all
incorporated places and census designated places.
Census designated places are densely settled
concentrations of population that are identifiable
by name, but are not legally incorporated (Bureau
of the Census, 1993). Because Latinos are
concentrated in specific communities within the
state, the well-being of non-Latino communities
is less relevant to the Latino population.
Therefore, a sample of 126 communities was
selected to highlight the situation of most rural
Latinos for this study. The 126 communities in
the sample were selected because they each have
an agricultural basis of employment, exhibit rural
characteristics and histories, and were at least 15
percent Latino in 1980. Data on all variables are
not available for all cases, so the sample size for
each statistic is listed within each table.
Comparison of the relationships between
Latino/Non-Latino population growth and the
socio-economic well-being of places is achieved
through 1) correlations of Latino/non-Latino
population growth with 1990 levels of socioeconomic indicators, and with changes in these
indicators from 1980 to 1990; and 2) multiple
149
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
regression direct-entry equations predicting 1990 levels
are compared in terms of mean change in economic
of socio-economic indicators, and changes in these
indicators through ONEWAY ANOVA and post-hoc
indicators from 1980 to 1990, with growth in both
Sheffé tests.
Latino and non-Latino population. While correlations
and regression equations discern the relationships
between population growth and changing economic
Variables
well-being, they do not discern the situation of
Latino population concentration is measured by the
communities based on actual patterns of population
percentage of the population that reports themselves as
growth. Therefore, comparisons are also made based on
Spanish-origin. The growth in Latino concentration
these patterns. Rural Latino communities can be
from 1980 to 1990 is measured as the increase in the
classified into three types, based on growth or loss in
percentage
Latino and non-Latino population from 1980 to 1990:
themselves as Spanish-origin. For example, if 50
1) those that lost non-Latino population while gaining
percent of the residents of a community reported
Latino population; 2) those that gained both Latino and
themselves as Hispanic in 1980, and 75 percent
non-Latino population but experienced much larger
reported themselves Hispanic in 1990, the value of this
gains in Latino population, and 3) those that
variable for this community would be 25.
experienced
fairly
equal
gains
in
both
of
the
population
that
categorizes
ethnic
Latino and non-Latino population growth are
populations (Allensworth and Rochin 1996). These
measured as the percentage increase in each population
three types of communities
from 1980 to 1990.4 For example, if the number of
Latino
TABLE 1. Correlations of Community Well-Being Indicators with Latino and Non-Latino Population
Growth.
n
Economic Indicators
Latino Population Growth
Non-Latino Population
Growth
1
58
1980-90 Growth in Poverty
-.04
-.38"
7
89
1980-90 Growth in Median
.21'
.60***
3
86
School Graduates
.16
.64***
4
86
1980-90 Growth in College Graduates
10
.56***
5
123
1990 Percent of the Community
in Poverty
-.16
-.33***
6
89
1990 Median Household Income
.16
.50***
7
123
1990% High School Graduates (Adults)
.22* .43***
8
123
1990 % College Graduates (Adults)
.15
Household Income
1980-90 Growth in High
.42***
*< 05, **<.01, "*<.001
4
Non-Latino population growth is used in place of non-Latino white population loss to minimize confusion, as Latino population change is discussed in
terms of growth instead of loss.
150
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
residents of a community increased from 1000 to
1500 between 1980 and 1990, that community
had a 50% growth in Latino population. Because
some communities lost Latino or non-Latino
white population over this decade, the population
growth variables have some negative values. For
example, a community that experienced a drop in
non-Latino population, from 1000 non-Latino
residents in 1980 to 500 non-Latino residents in
1990 had a -50% population growth. The terms
"non-Latino" and "Latino" are used rather than
"white" or "Mexican-origin" so that the label
corresponds to the definition used to create the
population variables. However, over 95 percent of
the non-Latino population is "white" and over 95
percent of the Latino population is of Mexican
origin.
Socio-economic indicators used as dependent
variables are: the percentage of the population in
poverty, the percentage of adults over age 25 with
a high school degree, the percentage of adults
over age 25 with a college degree, the median
household income, and the change from 1980 to
1990 in each of these indicators. For example, if
10 percent of the residents in a community were
in poverty in 1980, and 20 percent were in
poverty in 1990, the value for the variable
representing the percentage change in poverty
would be 10. Change in median income is
measured in dollars.
Results
Question 1: Is the relationship between
community well-being and ethnic composition
associated only with increasing Latino population,
or is it related to changes in both Latino and nonLatino population?
Table 1 displays correlations of Latino and nonLatino population growth from 1980
to 1990 with changes in community well-being
variables, and with 1990 levels. The first row of
Table 1 shows that there is no significant
correlation between growth in Latino population
and growth in poverty between 1980 and 1990.
However, there is a significant negative relationship between growth in non-Latino
population and growth in poverty (r = -.38).
There is also no significant relationship between
Latino population growth and growth in the
percentage of either high school or college
graduates in the community. There are strong
relationships, however, between growth in nonLatino population and rising education levels in
places from 1980 to 1990. Correlations between
non-Latino population growth and growth in the
percentage of adults with high school and college
degrees are r = .64 and r = .56, respectively.
There is a significant correlation between Latino
population growth and median household income
growth (r = .21). However, it is in the opposite
direction of that expected by Hypothesis 1. Furthermore, the correlation between non-Latino
population growth and median household income
growth is much stronger (r = .64).
Rows 5 through 8 show that current (1990)
levels of socio-economic indicators are also
strongly correlated with non-Latino population
growth, but are mostly uncorrelated to Latino
population growth. Communities that saw the
largest gains in non-Latino population from 1980
to 1990 currently have significantly smaller
poverty rates (r = -.33), higher median household
incomes (r = .50), and higher percentages of
adults with high school and college degrees (r =
.43 and r = .42, respectively). Places that
experienced the largest gains in Latino population
have significantly higher percentages of adults
with high school degrees (r = .22), but this
correlation is only marginally significant.
151
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
TABLE 2.
Regression Equations Predicting Community Economic Indicators with Growth in Latino and
Non-Latino Population.
Dependent Variables
n
Coefficient
Standardized Coefficient Intercept
Latino Population
Growth
.016
.2.36
-.026***
-.507*** 4.26***
Latino Population
Growth
Non-Latino
Population Growth
-11.3
-.153
36.8***
.683*** 12 541***
Latino Population
Growth
Non-Latino
Population Growth
-.019*
-.252*
.042***
.775*** 4.94***
Latino Population
Growth
-.012"
-.281"
86
Non-Latino Population
Growth Latino
Population Growth
.022*** .00.3
.707*** 1,00*** .002
.35
123
Non-Latino
-.030***
-.344*** 21.8***
.10
-16.2
-.155
44.9***
.585*** 26 920***
Latino Population
Growth
Non-Latino
Population Growth
-.002
-.011
.064***
.435*** 48.9***
Latino Population
Growth
Non-Latino
-.007
-.101
Population Growth
.024***
.470*** 7.36***
1980-90 Poverty
58
Growth Rate
1980-90 Household
Income
89
Growth
1980-90 Growth in
86
H.S. Graduates
1980-90 Growth in
College Graduate
1990% of Population
Non-Latino
Population Growth
Population Growth
in Poverty 1990 Household
90
Median Income
1990 % High
123
School Graduates
1990 % College
123
Graduates
Latino Population
Growth
Non-Latino
Population Growth
Two important conclusions can be made from
this table. First, those communities that are
experiencing the most growth in population, both
Latino and non-Latino, are doing the best in
terms of economic health. Second, increase in
Latino population does not account for the
152
Adjusted Ri.
Predictor Variables
.16
.36
.44
.25
.17
17
declining economic conditions in rural California
communities. Places that have experienced the
most growth in Latino population have seen
relatively more growth in median household
incomes, while not experiencing any decline in
education rates or any increase in poverty
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
rates. While the places where Latinos are more
concentrated are those that are doing more poorly,
it is not increasing Latino population that is
making them poor. Instead, these correlations
suggest that it is relative differences in nonLatino population growth and loss that explain
the relationships between community ethnicity
and economic well-being.
It is possible, however, that, controlling for
changes in non-Latino population, Latino
population growth does bring worsening
economic conditions to communities. Therefore,
Table 2 displays the results of multiple regression
equations predicting socio-economic conditions
with growth in both Latino and non-Latino
population. The first four rows (the shaded area)
display equations predicting the change in socioeconomic indicators from 1980 to 1990, while the
final four rows display predictions of the 1990
levels of these indicators. Coefficients represent
the change (in percents or dollars) associated with
a one percent increase in either Latino or NonLatino population growth from 1980 to 1990,
controlling for the other predictor. Standardized
coefficients represent the change in standard deviations of the dependent variable, with an
increase in the predictor variable (Latino or nonLatino population growth) of one standard
deviation. Standardized coefficients are used to
compare the relative importance of each
population growth variable in predicting the
socio-economic variable. The intercept represents
the value the dependent variable would have if
there were no growth in either predictor. The R2
is the variance explained by the model.
Rows one and two show that, controlling for
non-Latino population growth, there is no
significant relationship between growth in Latino
population and growth in either poverty or
median household income between 1980 and
1990. Non-Latino population growth, however,
strongly pre
dicts both growth in poverty and growth in
income, controlling for Latino population growth.
Controlling for Latino population growth, a one
percent increase in non-Latino population is
associated with a growth in poverty that is .026
percent smaller than average, and an increase in
median household income that is $36.80 larger
than average. While this may seem small,
remember that this is only the incremental change
associated with a one percent growth of nonLatino population. A 100 percent increase in nonLatino population is associated with an average
of 2.6 percent less people in poverty, and an
increase in median income of $3,680.
Latino population growth does significantly
predict changes in education rates, controlling for
non-Latino population growth. Places that
experienced more growth in Latino population
experienced relatively smaller growth in the
percentages of their adults with high school and
college degrees. Each percentage increase in
Latino population is associated with a growth in
high school completion rates that is .019 percent
smaller than average, and a growth in college
graduation rates that is .012 percent smaller than
average, controlling for growth in non-Latino
population. However, non-Latino population
growth is much more strongly predictive of
growth in the percentages of adults with high
school and college education than is Latino
population growth. Comparison of the
standardized coefficients shows that the effect of
non-Latino population growth is three times
stronger than that of Latino population growth in
predicting growth in the percentages of high
school graduates, and two and a half times
stronger for predicting growth in the percentages
of college graduates.
Rows five through eight show that non-Latino
growth alone significantly predicts 1990 levels of
all socio-economic indica-
153
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
tors, when both Latino and non-Latino population
growth are entered as predictors. Current socioeconomic conditions of rural places in California
cannot be attributed to past growth of Latino
population. Instead, they should be attributed to
growth and loss of non-Latino population.
Hypothesis 1 is not supported with respect to
growth in median household income and poverty
rates. It is slightly supported with respect to
changing education levels. Hypothesis 2 is
strongly, and fully, supported. The relationship
between the economic well-being and ethnic
composition of places is best explained by
growth and
loss in non-Latino population, rather than growth
of Latino population.
Questions 2 and 3: How do economic conditions
differ in places that lost non-Latino population,
compared to places that gained non-Latinos?
Which best explains the relationship between ethnicity and community economic well-being: loss
of non-Latino population, or disproportionate
growth of Latino population?
Table 3 compares the changes in community economic
indicators from 1980 to
TABLE 3. Economic Indicators by Patterns of Growth in Latino and Non-Latino Population
(1980 - 1990).
Group 1 Decrease in NonLatinos Increase in Latinos
(n=62)
Group 2 Small Increase Group 3 Similar Increase
in Non-Latinos Large in Both Populations
increase in Latino
(n=28) n.
(n=32)
1 1980-90 Change percentage in Poverty***
12.9i% 2.3
7.8%'
4.1%'
118
2 1980-90 Change in Median Household
Income***
$10,325 33
$10,8961
$17,514''2
89
3 1980-90 Change in High School Graduates***
0.4%2.31
6..W)'
9.9%'
86
4 1980-90 Change in College Graduates'
-0.6%2.3
1.3%'
1.9$%'
86
5 1990 Percent of the Community in Poverty
26.6%21
]8.4%1-1
13.8%' 12
118
A 1990 Median Household Income***
$24,319 31
$24,6251
$.-i5,817'-2
89
7 1990 % High School Graduates (Adults)***
39.4%21
('>().4%'
65.1%'
118
8 1990 % College Graduates (among Adults)***
5.W1
9,9%'
10,8%'
86
*p<.05, "p<.01, ***'p<001 — Asterisks indicate that at least two groups are significantly different, based on
ONEWAY ANOVA tests.
Superscript numbers indicate which groups each figure is significantly different from (p<.05), determined
through post-hoc 2-tail t-tests.
154
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
1990, as well as the 1990 levels, based on the
community typology developed by Allensworth
and Rochin (1996). This typology groups
communities by the growth and loss in Latino
and non-Latino population they experienced from
1980 to 1990. All but four of the places under
study fall into one of three categories. The first
group consists of places that lost non-Latino
population between 1980 and 1990, but gained
Latino population. The second group consists of
places that gained both Latino and non-Latino
population, but experienced much larger gains in
Latino population. The third type of place experienced gains in both populations at relatively
similar rates. By comparing changes in the socioeconomic indicators among these types of
communities, the correlations described above
can be interpreted in terms of the actual changes
that have occurred in rural places.
Row 1 of Table 3 shows that, on average, all
three types of places experienced growth in the
percentage of residents in poverty between 1980
and 1990. However, places that experienced
declining non-Latino population (Group 1)
experienced much larger increases in poverty
rates than did places that gained non-Latino
population (an increase of 12.9%, compared to
gains in poverty of 7.8% and 4.1% in Groups 2
and 3, respectively). Similarly, while all three
types of places experienced increases in the
percentage of adults who had graduated from
high school, these gains were, on average, much
smaller in communities that lost non-Latinos
(0.4%, compared to 6.3% and 9.9%,
respectively). Furthermore, Group 1 places
experienced a decline in the percentage of adults
with college degrees between 1980 and 1990,
while places with growing non-Latino population
experienced an increase in this measure,
regardless of their changing ethnicity. Therefore,
loss of non-Latino popu
lation clearly is associated with worsening
poverty rates and education levels more so than
changing ethnicity.
Growth in median income, however, shows a
different pattern than the other socio-economic
indicators. Communities that experienced
increasing "Latinization" between 1980 and 1990
showed much smaller increases in median
income, regardless of whether they gained or lost
non-Latinos, than did places that showed similar
gains in both populations. Furthermore, this is not
due to a higher median income level among
Group 3 places in 1980. Subtracting the growth
in median income (Row 4) from the 1990 median
income levels (Row 8) shows that in 1980 the
average median income was similar in all three
types of communities. However, between 1980
and 1990 communities that experienced
proportional increases in both Latino and nonLatino population saw much larger gains in
income.
Rows 6 and 7 show that 1990 levels of education
have the same pattern among the types of places
as do changes in education levels from 1980 to
1990. Places that lost non-Latino population have
significantly lower levels of education than do
places that gained non-Latino population. Poverty
levels, however, are significantly different in all
three groups — highest in places that lost nonLatinos in the 1980s, and lowest in places with
proportional ethnic gains.
In summary, loss of non-Latino population, rather
than growth of this population or growth of
Latino population, best explains relative
differences among rural places in the growth of
their poverty and education levels from 1980 to
1990. Growth of non-Latino population, however, better explains which communities
experienced the largest gains in median
household income. Poverty rates, which are
affected by both education and income
155
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
levels, are related to both growth and loss of nonLatino population. In other words, people with
higher levels of education are leaving Type 1
places and settling in Type 2 and 3 places. Most
likely Type 1 places are seen as deteriorating
communities with little opportunity for skilled
work. People with the highest incomes, however,
are moving to type 3 places — places of more
Anglo (less Latino) ethnicity. These Type 3
places might be booming because of greater
employment opportunities. But they might also
be perceived as higher status places, attracting
people who can most afford to live there.
Discussion and Conclusions
Contrary to popular opinion, increasing Latino
population is not the cause of the lower socioeconomic conditions in communities with higher
percentages of Latinos. Instead, it is non-Latino
population growth and loss that best explains the
relationship between community ethnicity and
socio-economic well-being. Loss of non-Latino
population means loss of better-educated, higher
earning residents. Gains in non-Latino population
mean gains in higher-earning residents. Latinos
are more likely to be located in communities that
are doing poorly, but it is not increasing Latino
population that has made them poor.
We can not say, however, what the causal
order is between changing ethnicity and
economic well-being. It is possible that the
changing ethnicity reflects changing economic
conditions. That is, residents with more education
and higher incomes (i.e., non-Latinos) moved
disproportionately to places with better economic
prospects. Poor economic conditions in Group 1
communities might have prompted non-Latinos
(whites) to leave them, while good
156
economic conditions in Group 3 communities,
such as the installation of a new factory or prison,
attracted people to these places. It is also possible
that it is the changing ethnicity of the
communities that has brought the changing
economic conditions. Places that experienced
growth of non-Latinos experienced better
economic conditions because of this population
growth, while places that lost non-Latinos
experienced worsening economic conditions. If
this is the case, Group 3 communities would be
those that have been able to attract people with
the highest incomes, while "keeping out" those
with lower incomes, perhaps by building higherpriced housing while neglecting the growth and
rehabilitation of lower-priced units. Given that
economic conditions are regional (drawing
workers from a broad area rather than a specific
town), and that ethnic population growth patterns
vary dramatically in neighboring communities,
this second scenario seems the most likely. This
is substantiated by qualitative interviews which
suggest that it is an ethnic conflict, rather than
employment, that is encouraging white
outmigration from places with high proportions of
Latinos (Allensworth and Rochin 1996).
However, both scenarios may exist.
These findings have implications for studying the
growth of Latino population in other areas of the
country that have not traditionally had large
concentrations of Latinos. Research is currently
emerging on rural Midwest and Eastern places
that are becoming increasingly Latino (e.g.,
Martin, Taylor and Fix 1996; Gouveia and Stull
1996). It is possible that similar dynamics are
occurring in these places in terms of ethnic
population growth patterns, and the economic
conditions of places. However, if non-Latino
population is not studied simultaneously with
Latino population, these phenomena will be
missed.
ALLENSWORTH-ROCHIN/LATINO COLONIZATION IN RURAL CALIFORNIA
Several policy implications also arise from these
findings, both for places in California, and for
other rural areas that might want to avoid recreating the spatial ethnic and economic divisions
that have developed in rural California. Whether
or not non-Latino white settlement patterns are a
result of ethnic conflict or economic changes,
efforts need to be made to: 1) slow down or stop
the process of white flight from communities
experiencing immigration, and 2) work to reduce
the increasing inequality between Latino and
Anglo towns. In places where ethnic transformation is beginning to occur, it seems possible
that if established residents faced the problems of
prejudice and poverty, and included the needs of
newcomers as part of community planning,
community deterioration and white flight might
be mini
mized. For example, communities might work
towards ensuring that quality low-cost housing is
available, and that housing codes are maintained,
as a means of preventing crowding and
deterioration of neighborhoods. Efforts to receive
grants for programs serving minority and
immigrant children might be pursued to reduce
the costs of increasing school enrollment. Efforts
could also be made to increase understanding and
trust between established residents and newcomers, and to incorporate newcomers into
community clubs and activities, such as Spanish
language classes for established residents, and
Spanish language newspapers for newcomers.
Most importantly, community members need to
be assured of steady employment at livable
wages. This is the most effective means of
ensuring community viability.
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158
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
Tres instancias sobre "El Otro Lado". Ensayos sobre
una antropología de la fricción
Guillermo Delgado-P. *
Resumen
Este artículo está dividido en tres partes. En cada una de ellas se pretende problematizar el viaje etnográfico con el
objeto de documentar la experiencia del nomadismo, el roce humano, los encuentros, entre espacios físicos e
interacciones mediadas por la condición humana que ha sido limitada en el tiempo. Se subraya el hecho de que son las
gentes las que definen los espacios. Son ellas las que lo ocupan, las que le dan sentido, las que desentierran
constantemente la memoria y la lengua para renovarla, y las que registran su existir, su ser, en un trasfondo de lectura
de cronotopos y toponimias. A este respecto, sigo la reflexión de James Clifford cuando nos dice: "Una forma de
escritura etnográfica, la descriptiva, ha sido considerada a menudo por todo el proceso etnográfico. Pero, ya sea
escribir subestimando, escribir exagerando o corrigiendo, el trabajo etnográfico es intertextual, de colaboración y
retórico. Se puede ser serio, verdadero, factual, completo, escrupuloso, referencial —sin pretender describir algo".
Abstract
This paper is divided in three sections, each of which aims to better understand the ethnographic journey in order to
document the experience of nomadism, human contact, and meetings between physical spaces and interactions
touched by human condition that has been limited in time. The fact that it is the people who define spaces is
underlined. People are the ones who take care, give sense, and constantly unearth memory and language in order to
renew them, and those who record their existence and their being in a background of chronotopies and toponymies. In
this respect, I follow James Clifford's thoughts when he writes: "A form of ethnographic writing, descriptive writing,
has often been considered by the ethnographic process as a whole. But even if the writing is understated, exagerated,
or corrected, the ethnographic work is intertextual, collaborative, and rethorical. One can be serious, truthful, factual,
complete, scrupulous, referential - without pretending to describe something".
*Investigador del Programa de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de California en Santa Cruz E-mail:
[email protected].
159
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
Si las teorías ya no totalizan, viajan. De hecho,
en sus diversos enraizamientos y
desenraizamientos las teorías constantemente
se traducen, apropian, desafían, injertan. Las
teorías viajan, también lo/as teórico/as...esa
misma movilidad y movimiento plantean
cuestiones no resueltas, en necesidad de
sistemático examen. (.1. Clifford y Vivek
Dhareshwar, 1989)
Introducción
En años recientes, el reconocimiento de evidentes
e interminables formaciones diaspóricas de
sociedades al interior y exterior de los Estados
nacionales tradicionales ha despertado el interés
general de la investigación en el área de las
ciencias sociales, los estudios culturales y otras
disciplinas. Al tratar de entender esos grandes
procesos de migración y desplazamiento humanos
en el contexto de la (pos)modernidad, los
elementos limítrofes de las naciones-Estado
sufren un desfasamiento en el imaginario como
consecuencia del desbordamiento poblacional.
Tal desfasamiento revela una dinámica cultural
antes ignorada:
la persistencia de un ethos que se renueva o reinventa entre transmigrantes. Me refiero a lo/as
que vamos y venimos. Ese ethos funciona a
manera de estrategia de adaptación a medida que
se repiensa intentando una búsqueda o definición
de una identidad comunitaria. Esa identidad
comunitaria que se inventa en la distancia
contribuye a que las poblaciones que
experimentan el nomadismo y la diaspora
re/creen sus comunidades enteras, de las que
transmigraron para asentarse en otras ciudades,
tierras y territorios.
En la América Latina de los años sesenta, se
consideraba que la migración rural-ur-bana era
indirectamente incitada por procesos exógenos.
En efecto, el pensamiento modernizador —
cuando todavía
160
se enmarcaba en el ámbito desarrollista— era una
especie de entrada (supuestamente, por la puerta
frontal) al "banquete de la civilización" que,
desafortunadamente,
concluía.
Todo
ese
desplazarse, que equivalió a un vaciamiento
poblacional del área rural hacia la ciudad, fue
motivado, o sucedió, en respuesta a presiones
estructurales de diferente origen;
por ejemplo: una dictadura, el colapso de un
nicho ecológico, la crisis de la unidad doméstica,
los sistemas políticos excluyentes y racistas, el
cambio de un modelo económico por otro, el
renacimiento de antiguas rencillas históricas, un
conflicto de tierras, el colapso de un sistema
mono-productivo, la industrialización capitalista
de la agricultura, etc. En 1974, algunos
estudiosos del tema, hoy ya anacrónicos,
pudieron decir que
las migraciones hacia los grandes centros
urbanos pueden ser más bien encaradas como
productos de la terciarización que como causas,
en la medida en que este aumento crea
condiciones de supervivencia en el medio
urbano a los que no logran integrarse a la
economía capitalista (Muñoz et al., 1974, p.
122).
En este vaivén de migraciones, el siglo XX ha
sido diaspórico por excelencia, y demuestra,
paradójicamente, lo opuesto que afirma la cita de
arriba consignada en 1974. Y esto, porque las
llamadas "migraciones internas" eran —
precisamente— respuestas de adaptación a una
economía capitalista. Es bueno no olvidar que
América Latina se constituyó en un receptáculo
de poblaciones que escapaban de las guerras
mundiales euroamericanas, y que continuó
recibiendo a través del siglo varias ondas
migratorias europeas. Representativos de esa
memoria dejaron rastros en los mausoleos
exclusivos: de alemanes, eslavos, franceses,
ingleses, en suelo in-
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO"
El resultado de estos desplazamientos humanos
doamericano. Paralelamente, a manera de otro
ejemplo y no tan lúgubre, el barrio Liberdade en
Sao Paulo es hoy símbolo de la comunidad de
origen japonés más numerosa que vive fuera del
Japón. Lo mismo se podría decir de otras
comunidades que entraron en un proceso de
readaptación saltando los obstáculos del celo
legalista de los desplazamientos poblacionales
desde el sur, esta vez hacia el norte, a otros países
latinoamericanos, o a Europa.
Después de los turbulentos años sesenta,
momento cumbre de la Guerra Fría, los dictadores
militares latinoamericanos ocasionaron la
expulsión masiva de nacionales (indiferentemente
acusados
de
"revolucionarios"),
creando
situaciones tales que, en un momento, cada país
tuvo entre un diez y algo por ciento de su
población expulsada o viviendo en otro lugar
fuera del Estado nacional soberano. Si en esos
años las políticas de resistencia ocasionaron una
continua represión militar de corte dictatorial, el
exilio, eufemismo por emigración forzada, se
constituyó en solución temporaria que para
muchos se hizo permanente.
Los modelos económicos llamados a
modernizar el campo y la ciudad al interior de la
nación-Estado tuvieron resultados coadyuvantes
del mismo fenómeno de desplazamiento
poblacional. Los casos más ejemplares de esa
expulsión poblacional fueron las migraciones
indígeno-campesinas que se dieron en llamar
"internas". Los ejemplos más trágicos lo
constituyen aún la migración maya (GuatemalaMexico), la de varias etnias de México para
trabajar en la agricultura mecanizada de Estados
Unidos, las migraciones hacia las urbes de un
sinnúmero de sociedades similares en la
Amazonia, los Andes y las costas del Pacífico, y
la persistente emigración de población procedente
de las islas del Caribe a Estados Unidos.
plantea interrogantes para el entendimiento de la noción
de una cultura nacional hermética y anacrónica, pues
desafía situaciones que se redefinen por el tamiz de la
emigración. Afirma el antropólogo Stefano Várese:
Las viejas unidades, circunscripciones y niveles de
análisis antropológico —la comunidad agrícola rural,
la región indígena, las áreas multiétnicas e incluso el
espacio del Estado-Nación— se están volviendo
estrechas e insuficientes para la comprensión de
etnicidades y movimientos sociales en los que se
combinan la defensa de la soberanía local con la
lucha por derechos humanos, laborales, culturales,
ambientales
a
escala
étnica
y
multiétnica
transnacional (1996, p. 16).
El
etnólogo
David
Maybury-Lewis
(1994)
reflexionó recientemente sobre el conflicto étnico como
lugar o espacio visible en la unificación de las
Alemanias, la nueva África del Sur y los intentos de
acuerdos entre Israel y Palestina. Algo inconcebible
tienen estos ejemplos vistos diez años atrás; sin
embargo, hoy parecieran tomar un curso positivo en el
espíritu de paz. Empero, la actual disipación de tales
prospectos sostenibles son más reales en otros lados que
en los ejemplos mencionados. Regresan las amenazas
de la problemática étnica y la estrechez de nociones
anacrónicas
tales
como
la
del
Estado-Nación
tradicional. Pregunta el antropólogo de Harvard: "¿Es
éste el Nuevo Des-orden Mundial?" Se refiere a la ex
Yugoslavia, a la unificación alemana y a la Europa del
este, es decir, a los lugares donde la Guerra Fría no
pudo eliminar la memoria. Estos conflictos, en menor
escala, existen en prácticamente todos los países
latinoamericanos. También son materia de disputa
diaria en los Estados Unidos respecto de la población
de origen mexicano
161
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
e hispanohablante en general. Existe como
novedad, para añadir una variable, una reciente
diáspora brasileña.
Pero no muy lejos del observador, en
California, en la primera semana de noviembre de
1994 se gestó una lucha que —es predecible—
definirá un modo de operar la cuestión étnica y
los problemas relativos al multiculturalismo
estadunidense. Es difícil saber si, en efecto, esa
lucha comienza o termina. Si fuéramos adictos a
los ciclos a la Kondratiev diríamos que esa lucha
va y viene, en ciclos. El antropólogo John BrownChilds escribió de esta situación, evocando a
Gramsci, refiriéndose a un "aspecto mórbido"
(1996) para entender la emisión de una ley
californiana que endosó la suspensión de
servicios
estatales
para
trabajadores
indocumentados. Uno podría pensar que dichos
trabajadores son irlandeses, canadienses o chinos.
Sin embargo, es necesario indicar que los blancos
visibles son los de habla hispana, en su gran
mayoría. Es la lucha de lenguas, la lucha por el
derecho a ser considerado hispanohablante. No es
necesario ir tan lejos, como sugiere el etnólogo de
Harvard, para darse cuenta de la intensidad del
conflicto étnico en Estados Unidos. A propósito
de la presencia de hispanohablantes en ese estado
(recuérdese que California, Oregon, Arizona,
Texas y Nuevo México tienen viejas toponimias
no precisamente anglófonas), una nueva generación de racistas anglos promovieron un
artículo estatal que, de aprobarse, coartaría el
derecho a la educación, a la salud y a la
ciudadanía. No sólo eso: si se aprobara dicha ley,
hallaría en niños y niñas de simples trabajadores
migrantes a los chivos expiatorios. Pues la "caza"
de indocumentados en una economía regionalizada, globalizada, como es la nueva área del
Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá
y Estados Unidos, desdice los derechos humanos
mínimos con los
162
que —supuestamente— contamos como seres de
carne y hueso. "California produce —dice Carlos
Fuentes— una tercera parte de la riqueza agrícola
en los Estados Unidos, pero 90 por ciento de ese
producto es cosechado por brazos mexicanos."
Esta ley ha sido considerada temporalmente
inconstitucional.
Las contribuciones académicas que nos
permitieron entender que los procesos de
urbanización eran complejos e interminables,
también nos decían que la pobreza se hacia
inerradicable de las urbes. De hecho, si echamos
un vistazo a la condición humana de las urbes de
la América Latina (de las Américas),
observaremos que el evidente carácter de la
pauperización recicla estrategias de sobrevivencia
que responden a la constante transformación del
espacio urbano y el flujo demográfico, pero
también al indetenible proceso de colapso
ecológico y a la continua integración de áreas
rurales,
otrora
insignificantes
y
ahora
urbanizadas, al mercado de propiedades.
Tras observar la crisis urbana desde el ámbito de
Medellín (Colombia), Héctor Abad Gómez
(1984) sugirió aproximarse al complejo urbano
con una estrategia que remeda la relación
médico/paciente y que él llama poliatría (del
griego polis, ciudad, más iairía, prevención,
tratamiento). La poliatría, en este caso, sería el
tratamiento de ciudades, en la misma forma en
que la medicina preventiva se aproxima a los
nuevos conceptos del tratamiento curativo. La
poliatría sugeriría la temprana intervención para
evitar el colapso del paciente, en este caso, la
ciudad. Si la poliatría será una nueva disciplina o
no dependerá de la práctica de los médicos de lo
urbano. La poliatría proveería el bienestar de la
ciudad, esperando —hay que pensar lo impensable— que la ciudad no muera.
Un ejemplo más clásico de la emergencia de
nuevas urbes como consecuencia de
DELEGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO".
los grandes procesos de migración y desplazamiento
la antropología está pasando por una etapa de
humano lo constituye el área fronteriza entre Estados
reevaluación de sus propios instrumentos de
Unidos y América Latina. Esa área se encuentra en un
investigación... Sin estas nuevas maneras de conocer
espacio cuya centralidad acaba definiendo a dos
nos estaríamos remitiendo nuevamente a viejos
Estados Unidos: el anglohablante pero también el
códigos coloniales de "reconocimiento" equiparables
mexicano. Y es central la frontera porque traduce un
a una "rehegemonización" intelectual. De allí el
espacio a dos niveles. Uno, el oficial, rígido e histórico,
ejercicio autorreflexivo que tanto entusiasmo está
objeto de políticas bilaterales; y el otro, la frontera
despertando, pero que puede llevar a extremos de
informal, más flexible y de constante creatividad en
autoexilio intelectual.
cuanto a la producción de cultura.
necesario destacar la importancia del diálogo con los
En un estudio innovador, para el que viajaron dos
Asimismo,
por ello
es
sujetos de estudio (1993, p. 16).
mil millas de frontera, Daniel D. Arreóla y James R.
Una tendencia actual de la antropología disciplinaria ha
Curtís concluyen diciendo:
sido la de promover y/o responderá la crítica de la
...en las últimas tres décadas el corredor fronterizo
representación. Esta crítica se la ha hecho tanto interna
emerge corno una de las regiones más urbanizadas de
como externamente. Me suscribo aquí a una sugerencia
México. Sus grandes ciudades están entre las de
de Michael Taussig en la que el antropólogo pareciera
crecimiento más rápido del hemisferio occidental.
proponer que el lenguaje sin su capacidad de transmitir
Las seis más grandes en orden de grado —Ciudad
profundas intenciones, en el que lo sensorial es un
Juárez, Tijuana, Mexicali, Matamoros, Reynosa y
aspecto importante, empobrecería a la antropología,
Nuevo Laredo— tienen poblaciones que van desde
limitándola a moverse en una especie de círculo donde
200 000 hasta 800 000, de acuerdo a los censos de
sólo existe la tarea de construir significados sociales en
1990 (1993, p. 3).
narrativas
inaccesibles,
alegóricas
y
artificiales
(Taussig, 1992, pp. 8-14).
Larry Herzog ha creado el concepto del border
commuter worker (trabajador de frontera que se
desplaza sobre un radio extenso) en el contexto de lo
que él llama la "estructura metropolitana de transfrontera" (1990, pp. 1-20). El término inglés commuter
describe
un
fenómeno
postindustrial.
Ilustra
la
experiencia del trabajador de urbe que se desplaza
largas distancias en auto, bus o avión. Regresa a
descansar al suburbio alejado de los males ekísticos del
downtown, ahora infestado de oficinas.
Lourdes Arizpe, en un breve texto introductorio a una
compilación suya, escribe que
La etnografía, el diálogo y la entrada a los espacios en
cuestión
dependen
siempre
del
proceso
de
textualización, basado en el intercambio de ideas y en el
rescate de la memoria. Aquí se intenta dar sentido
antropológico a un espacio que es un locus vital en la
experiencia de la crítica literaria Norma Klahn, quien
ha documentado la representación del concepto de
frontera —un habitus— en la rica literatura que estudió
ella desde un juego de percepciones simbólicas a través
de la ficción (1994, pp. 460-480).
Este artículo está dividido en tres partes. En cada una
de ellas se pretende problematizar el viaje etnográfico
con el objeto de documentar la experiencia del noma-
163
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
dismo, el roce humano, los encuentros, entre espacios
varios sitios (la frontera como locus) que capturo
físicos e interacciones mediadas por la condición
en un viaje etnográfico.
humana que ha sido limitada en el tiempo. Se subraya el
hecho de que son las gentes las que definen los
espacios. Son ellas las que lo ocupan, las que le dan
sentido, las que desentierran constantemente la memoria
y la lengua para renovarla, y las que registran su existir,
su ser, en un trasfondo de lectura de cronotopos y
toponimias. A este respecto, sigo la reflexión de James
Clifford cuando nos dice:
Una forma de escritura etnográfica, la descriptiva, ha
sido considerada a menudo por todo el proceso
etnográfico. Pero, ya sea escribir subestimando,
escribir
exagerando
o
corrigiendo,
el
trabajo
etnográfico es intertextual, de colaboración y
retórico. Se puede ser serio, verdadero, factual,
completo, escrupuloso, referencial —sin pretender
describir algo (Clifford, 1990, p. 68).
George E. Marcus elaboró similares ideas al
comentar cómo otras ciencias humanas, tales como la
historia, retuvieron un aire de autoridad, para luego
subrayar que: "La antropología perdió su especificidad
de canon, absorbió la crítica, mientras que la ideología
del canon textual permaneció fuerte entre historiadores"
(1992, p. 117). Deseo expresar aquí que cuando represento (porque existe el rayar de otros lápices) lo
"esencial" de un lugar o unas culturas que se
desenvuelven en ella deseo habitaren la temporalidad
de dichas ideas y de los
1
2
I. El "Otro Lado":
una visión desde el Sur
El tema es inagotable y ubicuo; de hecho, es
uno de los tres o cuatro grandes temas del
México contemporáneo. ¿Como describir a la
red de vínculos culturales de dos países que
comparten tres mil kilómetros de frontera?
¿Cuál es la historia del impacto de una cultura
sobre otra, de las resistencias, de las transacciones, de las asimilaciones? La interrelación
cultural está en todo y lleva ya dos siglos de
acción tenaz y cotidiana. (Carlos Monsiváis,
1994, p. 435)2
Al hablar de la frontera México-Estados Unidos,
Carlos Fuentes la piensa como una herida
profunda en el sentido del tiempo, una cicatriz.
En su libro Gringo Viejo (México, 1985), entre
otras cosas, Fuentes, fascinado por la vida del
periodista Ambrose Bierce —un enigmático
muerto de la Revolución de 1910—, escribe esa
voz que dice:
"Hay una frontera que sólo nos atrevemos a
cruzar de noche... la frontera de nuestras
diferencias con los demás, de nuestros combates
con nosotros mismos". Otro de los personajes de
Fuentes, el coronel Frutos García, dice: "Ellos los
gringos sí, ... se pasaron la vida cruzando
fronteras, las suyas y las ajenas, y ahora el viejo
la había cruzado hacia el sur porque ya no tenía
fronteras que cruzar en su propio país" (p. 13).
Me inspiró a menudo una rara curiosidad el
concepto de "frontera", porque las
Deseo agradecer a Norma Klahn que me inició en el viaje etnográfico de la frontera, su locus y su habitus, y al
Chicano/Latino Research Center de la Universidad de Calitornia en Santa Cruz, del que Norma es codirectora.
El CLRC jugó de auspiciador del encuentro UCSC/EI Colegio de la Frontera Norte en el verano de 1996. Varias
de estas ideas fueron comentadas con las antropólogas Patricia Zavella, Olga Nájera-Ramírez, Ann Kingsolver
y John Brown-Childs. Ana Rebeca Prada y Jesús Urzagasti me alentaron a compartir extractos de este texto
entre lectores de Presencia Literaria (La Pax, Bolivia).
Ver el artículo de Carlos Monsiváis "Interrelación cultural entre México y Estados Unidos", pp. 435-458), y el de
Norma Klahn, "La frontera imaginada" (pp. 460-480), en el libro compilado por Ma. Esther Shumacher, Mitos
en tas relaciones México-Estados Unidos, México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 528 pp.
164
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO"...
tuve que cruzar varias veces y en diferentes
partes, y porque siempre son las mismas. Las
fronteras son líneas imaginarias resguardadas por
visibles y hoscos guardias, implacables
aduaneros, alevosos crápulas, y pasajeros que son
al mismo tiempo transeúntes-víctímas de
subjetivas arbitrariedades. "Víctimas" porque,
aunque no siéndolas, cruzar fronteras —
dependiendo del azar— denigra, para bien o para
mal. Hoy en día, la lógica neoliberal subraya que
"ya no existen fronteras". Afirmación absurda
ésta, se refiere sólo a los modos de inversión de
capital que, en efecto, no poseen frontera alguna.
Para los individuos que se desplazan "por tierra",
de un lugar a otro, empero, esa muletilla de fin de
siglo no significa, necesariamente, lo que intenta
expresar.
En ninguna otra época sino en ésta, los grandes
desplazamientos humanos están transpirados de
la lucha por la sobrevivencia para hacer más
llevadera la vida. El desplazamiento humano
masivo, el latinoamericano sobre todo, tiene en
su historial una densa angustia.3 Desde el perseguido exiliado por las dictaduras pasadas, hasta
los recientes migrantes voluntarios que se
desplazan por las Américas, todos lo hacen
buscando "un campito bajo el sol". Digo
migrantes voluntarios, porque existe en la
presencia histórico-cultural un gran ejemplo de
una sociedad que emigró a tierras americanas, en
efecto, involuntariamente. Es la presencia afro al
interior de este continente.
Los retornos son pocos. Los regresos no existen.
Quienes han echado raíces en otros parajes crean
(los que crean) al mismo tiempo una familia
joven cuyos hijos experimentarán otro tipo de
exilio: el saberse nacionales a distancia, una
especie de seres metanacionales preservados cual
3
fuego primordial. Los hijos están, sin embargo,
dispuestos a adoptar culturas y lenguas que se los
tragan. La nación, "la patria" de los
ultranacionalistas,
existe
para
esos
metanacionales como una distante imagen
siempre borrosa, intangible. Cuando se enfrentan
a la misma realidad, esa opaca patria se
derrumba. Se revela que el concepto de
nacionalidad es efímero. Lo único susceptible de
salvedad es "la cultura que permea todo" —a
decir de Renato Rosaldo—. Es decir, un modo de
ser, ver y hacer, aliñado de unos fonemas de la
lengua, quizá un sabor culinario, y la necesidad
de religiosamente volver al lugar de origen, lugar
ya diferente a la nostálgica "patria" de los
progenitores, puesto que la cultura es dinámica y
no estancada. Los hijos inventan así los orígenes
que ellos mismos desean. Dependerá de ellos
reestablecer contacto con lo que les dijeron era
suyo, o medio suyo. El resultado no es siempre
alegre, porque se experimenta una individual
reinvención de la cultura, e incluso es
esquizofrénico. En otros casos se recrea un exilio
de hijos, porque los lugares a los que regresan los
padres no siempre son los de los hijos. El exilio
crea exilio.
Ahora que el siglo XX se cierra, los
desplazamientos humanos, y entre ellos el exilio,
han producido entre otras cosas grandes
subculturas de desplazados, física pero también
metafóricamente. Se han producido evidentes
procesos de hibridación. La demografía,
combinada con otras ciencias sociales, pudo, en
algún momento, registrar la certeza de esos
cambios (aunque no la certeza estadística). El
resultado es que la mayoría de los habitantes de
los países del globo —por volición o
necesidad— han rebasado sus fronteras y las
rígidas identidades. En algunos casos
El tema está siendo abordado con perspectivas históricas. Ver el texto de Erasmo Sáenz Carrete, El exilio
latinoamericano en Francia: 1964-1979, Mexico, UAM-Iztapalapa, 1995, 309 pp.
165
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
tales fronteras fueron corregidas o diseñadas otra
vez. Ambas situaciones, rebasar y desdibujar la
frontera colonial, han hecho que cada día sea
menos posible definir con la emotiva carga
anacrónica "la nacionalidad" de las lecciones de
"la prepa", el liceo, la propedéutica, o lo que
desee llamarse.
Es más, en muchas experiencias del presente,
cuando se habla de "cruzar fronteras" no se está
hablando necesariamente de alguien que lleva un
pasaporte, sino de las barreras que las
circunstancias imponen sobre este maremágnum
de anónimos transeúntes en la villa global. Las
lealtades ya no se inspiran en la afinidad
"nacional" sino en otras razones; lo "nacional" es
prescindible. La afinidad podría ser ahora generacional, horizontal, jóvenes que utilizaron el
corte Beatle, pantalones pata de elefante.
Rockeros en Londres, Nueva York, el DF,
Caracas. Chavos-banda en ciudad de México,
Monterrey, Tijuana, San Diego.
Recientemente, tuve la oportunidad de cruzar la
frontera en la punta sur del hoy estado de Texas,
más precisamente el área cuya silueta de filuda
daga en el mapa representa Padre Island.
Contigüos están Brownsville y Harlingen, y hacia
el sur Matamoros, Valle Hermoso, en el estado de
Tamaulipas, México, que, formando frontera,
colindan con los primeros. Esta área correspondió
al colonial Nuevo Santander, puesto que los
españoles deseaban emular, siempre emular. La
región registró en la memoria de los
tamaulipecos, y también en la de los texanos, el
célebre paso del extraviado Alvar Núñez Cabeza
de Vaca, aunque ambos yerran en precisar la
histórica ruta.
Primera lección: el español tiene antigua
presencia en ese territorio, anterior al inglés. Es
culturalmente latinoamericano, y específicamente
mexicano; en razón de la presencia del inglés,
esta lengua reaparece intermitentemente entre los
mexicanos del
166
sur texano, que pueden jugar varias partidas de
naipes intercambiando ambas lenguas. Es como
si escogieran de ellas los recónditos gustos
expresivos más próximos a la emoción y la razón.
Segunda lección: éste es un caso en el que "la
frontera" cruza a las personas y comunidades.
Suele pensarse en que uno/a cruza la frontera; en
este caso fue la frontera que los cruzó. Amoldo
Treviño es un agricultor tamaulipeco que nos dio
la bienvenida. Aunque residente de Valle
Hermoso, en territorio mexicano, Amoldo va y
viene. En ningún momento él dijo que cruzaba la
frontera. Ésa era imagen nuestra. Lo que sí decía
Amoldo, y luego su compañera Onelia, era que
"iban píal otro lado". Por Amoldo supe que el
Tratado de Libre Comercio devastó a los
agricultores de maíz y sorgo; ahora "incluso los
repuestos para los tractores están a precios desorbitantes". También recordaron él y su hermano
Everardo que "papá grande" (es decir, el abuelo),
y el papá de papá grande, siempre iban "píal otro
lado". El "otro lado" resultó ser Brownsville,
Padre Island, o Harlingen en el hoy estado de
Texas. De hecho, esa familia: Amoldo y
Arnoldito, las dos Onelias, Everardo, Everardito,
Myrna, Amparo, Berenice, María Benedicta,
Lucinda y Lucindita, y Diana, mira ese territorio
desde un centro muy propio.
La frontera es un fonema innecesario para
quienes siempre deambularon esas cálidas tierras.
Generaciones tras generaciones siempre fueron y
vinieron,
están
yendo
y
viniendo,
incansablemente. La cercanía es tan palpable que
María de los Angeles, compañera de Régulo, un
sábado se dirigía a comprar un traje de novia en
preparación de un ritual vital de pronta
celebración. Dijo: "Iré píal otro lado a comprar
un traje". Y lo dijo con tanto apresto que enunciar
su propósito sonaba a la misma disposición que
tiene mi tía Raquel Santa Cruz cuando se dirige
al
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO"...
Mercado de la Cancha en Cochabamba. Y así
aprendí que la frontera les cruzó, pisando árboles
genealógicos cuyas raíces se hallan entre aquellos
primarios
desplazados
españoles,
judíos
conversos, y los posteriores, alemanes, suizos,
franceses e italianos que subieron al área como
primerizos colonizadores. Habían transcurrido
cinco siglos. Pero el español, la lengua, tiene una
voluntad de sí porque Valle Hermoso o
Matamoros son la conciencia de su presencia en
el último rincón del Norte de México. Son
espacios urbanos que continúan haciéndose, están
inacabados y sin prisa. Queda mucho por hacer.
Ya satisfechos como tíos, optamos por regresar
píal otro lado. Onelia, para despedirnos, cocinó
un famoso bocado norteño:
carne seca con huevos, chile jalapeño, una
tajadita de aguacate (que en Suramérica suele
llamarse "palta"), tortillas de maíz y de harina, y
unos frijoles refritos (llamados "porotos" en
Suramérica). Sin embargo, las tortillas de maíz
van desapareciendo a medida que uno se desplaza
al sur de América. Como todo pueblo tocado por
el gran proceso de transculturación (ese término
que nos dejó en herencia el escritor uruguayo
Ángel Rama), su cordialidad no tiene fin. Antes
de llegar a lo de Onelia, otro "almuerzo" nos fue
obsequiado por Myrna: papaya, unas gotas de
jugo de limón sobre piña, manzanas y plátanos.
Cuando uno entra a territorio texano, el español
se achica un poco, por así decir, pero no
desaparece. Es más, ya en pleno Brownsville uno
escucha un rítmico intercambio de tonos: unas
veces inglés, otras español. Es un juego de voces,
un idioma en sí mismo. Sólo los ortodoxos evitan
mezclar. Los oídos no acostumbrados, sin
embargo, registran los neologismos y el nuevo
vocabulario: "déme ese bonche de flores",
"póngale las maneas a la troquita". Los
hispanoparlantes el inglés, y los anglófonos el
español. Es un diario convenio de
lenguas, contexto que inspira el siguiente dictum:
"el nacionalismo del mañana será bilingüe" —
apunta Monsiváis.
Al final del viaje, A. M. Zárate y su compañero,
J. Rivera, nos invitan a conocer su fábrica de
cerámica y azulejos que se encuentra en
Brownsville. Mientras paseamos el taller,
apuntando una esquina Joe me dice: "Éste es el
carro presidencial que utilizó Don Porfirio Díaz,
el seis veces presidente de México". Lo dice sin
que se le mueva una pestaña. El sorprendido soy
yo. Para Rivera siempre fue historia, su historia
visible e invisible. En la distancia, el "Puente
Internacional" está invadido de camiones de gran
tonelaje. El tráfico es infernal. Incesante la
isocronía de rugientes motores que van y vienen,
"cruzando la frontera". Las callejuelas que
conducen al puente para cruzar a México o
viceversa están repletas de librecambios y tiendas
liberadas de impuestos. Mallas con alambre de
púas se han levantado para detener el flujo
migratorio indocumentado. Tres banderas
flamean anunciando el Tratado de Libre
Comercio (TLC) entre México, Canadá y Estados
Unidos. La fuerza de la historia, sin embargo, es
profunda y certera. Un radio transmite el
invariable despliegue del acordeón y los bajos del
tololoche, es... el conjunto music. La voz de la
malograda Selena —que en inglés suena a Celina
y en chicano a Salinas— se desparrama alentando
la vida del TexMex. Un entusiasmado vende
diminutas banderas mexicanas "píal coche,
porque ya es Septiembre". Para esos habitantes
ambos lados de la frontera son siempre "el otro
lado". Lejos, en la distancia, se ve venir una
sombra que ojalá nunca reconstruya la fatuidad
del Muro de Berlín sobre ese extenso hito que
sugiere separar dos pueblos. Las culturas, no
obstante, se han permeado entre ellas. Los
lenguajes penetran en ambos lados. Siguen
renovándose entre los diaspóricos que negocian
los espacios.
167
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
II. El "Otro Lado" del "Otro Lado":
un lenguaje como fobia
Cada hombre nacido en el sur [de Estados
Unidos] lleva en sí un fantasma que, de alguna
manera, queda cual amo de sus acciones. Y
ese fantasma es el viejo hombre defensivo. (de
un artículo del antropólogo Glynn Custred,
nacido en Alabama)
Custred no entiende lo que significa ser negro.
Se siente amenazado, pero yo no entiendo por
qué (Andre Duke, estudiante de 22 años)
I
Este título pareciera contradictorio aunque no por
ello imposible. ¿Quién podría sentir aversión a
una lengua, y por qué? Depende del contexto
geográfico hablar de toda fobia lingüística. Es un
espacio en el que se elabora el temor por la
experiencia humana cuya emisión fonética
comienza con el primer nalgazo, segundos
después de venir al mundo. Es similar la aversión
racial que nace de percibir una diferencia, de
construir un Otro. En ambos, el racismo es el
resultado extremo de un temor, de la inhabilidad
de dialogar, de cruzar mundos.
En el contexto del mundo globalizado de hoy
se encuentra, sobre todo en el mundo anglófono,
un monolingüismo especialmente provincial y
cerrado, aquel que nunca tuvo la oportunidad de
encontrarse con otros parlantes que emiten palabras en otros sistemas de comunicación
(llamados lenguajes). Una persona educada, aquí,
y en la experiencia vital de cualquier cultura, era
una persona capaz de comprender las diferencias
lingüísticas, cuando no podía comunicarse en
varios idiomas. Es paradójico que hoy en día esa
4
168
apreciación hubiera perdido razón, y esto porque
mientras por un lado de la boca se articula la
palabra "globalización", por otro una anglofilia
surge entre los discursos de los líderes políticos
estadunidenses. Tal pareciera que existe una
correlación mecánica entre monolingüismo y
neonacionalismo.
Recuerdo que cuando el fallido candidato
presidencial Michael Dukakis optó por
expresarse en varias lenguas, el "estadunidense
promedio" vio esa cualidad con desconfianza,
una rémora. Demás sería decir que Dukakis es un
apellido griego. Nunca más escuché hablar del
señor Dukakis. Ahora, cada época electoral en
Estados Unidos arranca "el problema" del
"lenguaje". Surge otra vez como una víctima que
hay que atormentar. Y no es cualquier lengua, la
teutona, las nórdicas, las asiáticas, sino la de
Cervantes, aquella cuyo mayor logro nos lo
entregara el Manco de Lepanto, y sus cultores
desde entonces.
Quizá el recalcitrante monolingüismo de los
políticos republicanos —y por ende su fobia— se
ve traslucir por la ola de hispanoparlantes que en
Estados Unidos ya llegaron a unos 23 millones.4
Comienza uno a comprender, súbitamente, el
desprecio histórico con que la norteña Nueva
Inglaterra tildó al Sur Profundo de "Dixie" de
Estados Unidos. La bandera cruzada del Sur, de
los Dixie, simbolizó el esclavismo;
hoy, esa bandera es también icono del
neorracismo y de la prerrogativa blancuzca en ese
país. En efecto, si la Nueva Inglaterra aún genera
el intelecto desde sus varias e históricas
universidades (su racismo es menos notable,
aunque no por ello prescinde de él), el Sur
prosigue siendo un espacio donde caldea una de
las angustias raciales más profundas entre
blancos y
Para el año 2080, mas de la mitad de la población estadunidense de origen angloeuropeo pertenecerá a grupos
étnicos no-blancos, y la población angloeuropea habrá rebajado a menos de la mitad. Sera una sociedad
transracial.
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO".
afroamericanos. De ahí esas dos notas
introductorias al comienzo del artículo, que
ilustran las imágenes de dos tipos, dos historias,
dos generaciones distintas, dos hombres (sería
diferente si fueran mujeres) que se miran tratando
de entenderse.
No es una casualidad que los proponentes del
tormento lingüístico vengan de esas áreas.
Gingrich es del sur; Dole, del oeste medio; el
texano parlanchín Perot no se salva, y varios de
los recalcitrantes sermones de teleevangélicos son
también originarios de esas tierras del "Bible
belt", donde las iglesias de todo matiz se
reproducen ad infinitum, como en la calle 16 de
Washington, D. C., conocida también como
"Church Row". Estos concuerdan en que hablar
otro idioma podría situarlos entre los
discapacitados mentales. Piensan que otra
protráctil lengua que no sea el inglés podría
terminar desintegrando al coloso. En su libro To
Renew America [Para Renovar America, es decir,
Estados Unidos], Gingrich, en un momento de la
historia de ese país portavoz del Congreso
estadunidense, haciendo gala de su miopía
académica escribe: "La educación bilingüe
entorpece y confunde a las personas en su
búsqueda de nuevas formas de pensar". Pero ya
decía Carlos Fuentes que si un país convoca a
elecciones para votar por una lengua oficial es
que ese hecho, a priori, registra un anacronismo
del prejuicio monolingüe de los politiquillos de la
Unión Americana. Razón tiene el autor de Terra
Nostra.
En este caso, la intentona de prohibir hablar
específicamente en español, como acaba de hacer
un juez de Texas (¡¡un juez!!) es absolutamente
anacrónica. El español ya es un idioma de uso
común, y de facto se renueva con o sin programas
oficiales. Eliminar su uso sería negar todo
concepto de globalización, de intercambio, de
interacción. Como muestra de ese fenómeno, sólo
en el área de Washington,
D. C., existen 12 periódicos que publican en
español (dirigidos por gallegos, mexicanos,
bolivianos, peruanos, y otros), amén de radios,
programas de televisión, discos, cassettes,
revistas, espacios públicos, etc. Generalmente,
los periódicos se mantienen con el apoyo de
negocios latinos, que hoy en día suman nada
menos que un millón y que en el futuro podrían
generar unos 90 mil millones en ventas brutas.
Aparentemente, la realidad llega lejos, mucho
más lejos que aquella circunscrita a los
neoconservadores sureños o del oeste medio.
//
Los camioneros sureños (supuestamente de un
grado de escolaridad elemental para los niveles
aceptados en Estados Unidos), que transportan
mercancías por ese Sur Profundo estadunidense,
sin temor ni temblor, se deslizan por las grandes
carreteras batiendo aquella bandera cruzada, la
racista, como representando una especie de
derrota interna y nostálgica de un pasado
añorado. Y como les recuerda una humillación, la
hiel es amarga. Quedaron por ahí, sembrados,
resabios de la historia. Clarence M. Spalding, un
afroamericano de la ciudad de Nueva Jersey (no
recuerdo el número de salida en la carretera que
lleva a su vecindario), al cruzar el triste pueblo de
Macon, Georgia, me dijo que los afroamericanos
del sur tenían todavía una mentalidad de
plantación. Fueron ellos los oprimidos por la
bandera cruzada de la confederación, y aunque
libertos del esclavismo, esa bandera aún está ahí,
como una permanente bofetada de la historia
contra ellos, pero también contra judíos, católicos, indios, hispanos y homosexuales. En filmes
ahora célebres, tanto Costa-Gavras (Betrayed,
Traicionado) como Alan Parker (Mississippi
Burning, Mississippi en llamas)
169
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
divulgaron en 1988 las profundas tensiones que
—a decir de Geoff Andrew, el crítico de cine—,
"admirablemente expone(n) la enfermedad moral
que infecta al corazón del oeste medio
conservador", y que continúan alimentando la
historia del racismo en esos lugares.
Pues bien, en estas regiones, tan densamente
racializadas, las distinciones fonéticas se dan al
interior del inglés, del inglés sureño (como en la
película El color púrpura), del inglés blanco y del
inglés afro, también llamado "negro" o "ebonics".
Son de alguna manera muy parecidas a las zonas
racializadas de Chiapas (México), donde los
"auténticos coletos", es decir, los mestizos que
claman la pureza racial como la clamaban los
conquistadores españoles, subestiman como una
práctica diaria la presencia de indígenas
pertenecientes al complejo lingüístico maya.
Bolivia, que comparte con Chiapas similar
contexto, también racializa a los suyos (como en
la película Yawar Mallku, o La nación clandestina). El concepto de la "democracia racial" en
el Brasil (como en la película Bye, Bye Brazil)
ilustra el mismo proceso. En ese espacio sureño,
volviendo a Estados Unidos, no existe otro
idioma que también sea un sistema aceptable de
comunicación. El inglés afroamericano es
cerrado, y los blancos aprendieron a asimilar (sin
darse cuenta) su cadencia en el suyo, ambos
detestables en la Nueva Inglaterra. Esa dinámica
explica la emergencia de intelectuales sureños
(blancos) cuya añoranza por la Secesión la
circulan hoy en revistas como Southern League
(Liga Sureña), que traducen esas ideas. Esta
situación da para pensar en los efectos de la
globalización sobre la población estadunidense,
sobre todo la monolingüe y hermética de las áreas
que fueron otrora plantaciones esclavistas. La
pregunta es: ¿puede sobrevivir un ethos, en este
caso un ethos de la prevalencia racial, de las
prerrogativas cutáneas?
170
III
En el mes de noviembre de 1994, Norma Klahn y
yo tuvimos oportunidad de presentar un trabajo
en la XCIII Reunión de la Asociación Americana
de Antropología, organizada en la ciudad de
Atlanta, Georgia. No pasó ni un día cuando uno
de nuestros anfitriones, a nuestra pregunta de
¿qué significaba MARTA?, con una insinuación
irónica nos dijo: "Bueno, es el sistema más rápido
de transporte para los afroamericanos". Nos decía
con ello que quienes utilizaban ese sistema eran
en su mayoría aquéllos. Cordial en su trato, hasta
nos deletreo MARTA: Moving Afro-Americans
Rapidly Through Atlanta. Una mujer chicana que
escuchaba la explicación se horrorizó, mientras
nosotros optamos por utilizar MARTA para llegar
al aeropuerto. Nuestro anfitrión, que también era
antropólogo (angloeuropeo), nunca más supo de
nosotros, y esto porque nosotros —latinos—
éramos también, en ese contexto, mimesis de
aquellos afroamericanos. Otra colega neoyorkina
nos dijo que "en el sur de los Estados Unidos las
cosas, respecto al choque racial, no habían
cambiado mucho". Este tema nos empujó a hablar
de acentos y tonalidades. Se refería, sin duda, a
los grandes disturbios de Alabama en los años
sesenta, a la marcha de los derechos civiles de
Luther King.
Los pesados acentos del sur, por otro lado,
debido a la fonetización del lenguaje vía la
televisión, tienden a desaparecer, aunque no tanto
como el ethos racial marcado por esa historia.
Además, a la manera de un acto de resistencia, en
otros lugares ni siquiera la televisión ha logrado
derrotar las cadencias lingüísticas, y menos el
racismo. En cambio, contra el trasfondo de la
globalización, en esos mismos lugares existe la
creencia de que el desempleo ha sido generado
por la ocurrencia de firmar un Tratado de Libre
Comercio con México
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO".
y Canadá. En respuesta, surge un interesante
neorregionalismo de carácter secesionista. Éste es
un tira y afloja entre blancos y afroamericanos, al
menos así lo percibe la ensayista bell hooks (no
utiliza mayúsculas), cuando habla de los extremos
cutáneos y de sus implícitos político-culturales.
Para la ensayista no existe ningún otro color sino
el blanco y el negro, sufre de daltonismo
[enfermedad de la vista que impide distinguir
ciertos colores], y sus ensayos apenas insinúan la
presencia latina entre la complejidad racial
estadunidense. Es el problema de muchos intelectuales afroamericanos, para quienes es
inaccesible, como ocurre con su contraparte
blanca wasp, la incursión a otras lenguas, otros
mundos, otras culturas.
Respecto al español, ojalá provoque una apertura
de mundos. En Estados Unidos esta lengua fue
encasillada entre las antigüas regiones
colonizadas por los españoles hoy en territorio
estadunidense. Joel Garrau, periodista del
Washington Post, llamó Mexamérica a esta
región. No será sorpresa que la lengua se
fortalezca mucho más, pues en estas
circunstancias ya es abrumadora su presencia, al
extremo de que grandes empresas gráficas han
comenzado a publicar libros en español en
Estados Unidos abriendo un mercado que antes
dominaban las prensas españolas, argentinas,
mexicanas y colombianas. El problema es que
Mexamérica rebasa los límites que Garrau
propone. Los bancos [léase bien, bancos, no
blancos] ya entraron en un proceso abiertamente
global y el español es una lengua con gran
demanda. En las transacciones de la bolsa de
Wall Street los jóvenes se codean con riesgosos
coetáneos latinos, y muchos gringuitos andan
mejorando su español a diario. Un gran afiche de
Juan Gabriel anuncia la venta de su biografía en
plena Quinta Avenida de Nueva York, y el
mariachi canta "La canción 187" y "El México
que se nos
fue". El Museo de Arte Moderno (MOMA)
exhibe los diseños a lápiz del español Francisco
Goya, y los programas obtusamente modernos en
las universidades empiezan a cambiar sus
perspectivas buscando nuevas formas de
problematízar el mundo global y el rol
latinoamericano en ese mundo. Acaba de salir un
libro cuyo título es AmericaS, y otro aún titulado
Latinos. Las viejas monografías nacionales son
inservibles, a no ser que se les vea en
comparación, tomando en cuenta a todas las
diásporas e historias hasta hoy negadas.
La generación de los políticos de la
globalización como Gingrich y el mismo Bill
Clinton, y otros, creció con el famoso ®Teflon y
las cosas que ocurren en la realidad (real y
virtual) no se les pega. Son ellas, esas cosas, las
que construirán las sociedades multiculturales
con un futuro tolerante. Es una lástima que la
educación, ahora que jóvenes imágenes y voces
nos invaden, sufra un retroceso y se torne en
privilegio antes que en derecho. Una luz se ve al
final del túnel. El camino es arduo. ¿Existe el
prototipo de la comunidad global? ¿Dónde?
III. La frontera como centro Tijuana; una
visión de Flâneur
El individuo se forma luchando contra la necesidad de
la identidad. Me parece que el único medio de oponerse
a la exclusión es enfrentarse a la cuestión de la libertad
de exponerse. Richard Senett, 1994
Se podría aplicar al espacio fronterizo
Tijuana/San Diego una interrogante planteada
por García Canclini que dice: "Me pregunto si en
el desplazamiento de las monoidentidades
nacionales a la multiculturalidad global, el
fundamentalismo no intenta sobrevivir ahora
como latinoameri-
171
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
canismo" (1995, p. 94). Como una tarea clave de los
espacio está cargada de mucha historia y de una
estudios culturales, García Canclini recomienda
reciente personalidad. Los estudiosos que
"entender cómo se las arreglan las industrias culturales
deambulan el área, los más apasionados, para
y la masificación urbana para preservar culturas locales
y
a
la
vez
fomentar
la
mayor
apertura
y
transnacionalización de ellas que conoce la historia"
(1995, p. 95). En lo que sigue narro tres momentos a
través de los cuales quisiera entender un espacio en el
que, para utilizar una frase de Gramsci, privilegio el
acceso
al
lenguaje
como
(visión
de
mundo)
denominador de una cultura latinoamericana que otorga
un signo de distinción frente a un coloso cuya imagen
pensamos anglófona y adversa. Al mismo tiempo, este
mismo espacio ya sugiere una identidad transnacional y
lo adverso deviene una capa más, cultural e
intermitente. No hay órdenes fijos, sino posibilidades.
La posibilidad ofrecida a un individuo de ingresar en
otra cultura le sería quitada si ya no hubiera un lugar
definido donde entrar o del cual salir. La civilización,
en suma, trasciende las culturas por el hecho de no
ser ni la afirmación ni la negación sino la circulación
de las diferencias entre los grupos históricos (Debray,
1996, p. 66).
Primer momento
Matamoros no es lo mismo que Tijuana. Quienes
hubieren observado detenidamente el mapa habrán visto
que la línea divisoria entre Estados Unidos y México
tiene
exactamente
18
ciudades
fronterizas
que
comienzan con Tijuana en el oeste y terminan con
Matamoros en el noreste. Corren casi oblicuamente
desde el Pacífico hasta el Golfo de México. La frontera
como
5
172
mejor entenderla han caminado toda la línea
fronteriza, o en cambio, han conducido un
vehículo para poder documentarla en toda su
extensión. De todas las áreas de México, esta
frontera —que ahora constituye un centro de sí—
es la zona más urbanizada y, por ello, es
sinécdoque de una imagen de frontera ya no sólo
mexicana, sino latinoamericana. Por esa frontera
entramos, en efecto, a la América Latina. En I960
su población no pasaba del millón, para 1990 el
censo de las 18 ciudades registra casi cuatro
millones. Los geógrafos Daniel D. Arreola y
James R. Curtis han documentado la morfogénesis urbana y consideran a "la frontera" un
tercer lugar, un centro mismo, uno de los más
diversos subsistemas urbanos de México. Sólo
Tijuana posee ya cerca del millón de personas. Se
encuentra a escasos diez minutos de la ciudad de
San Diego, California, paradójicamente la ciudad
más rica de Estados Unidos. En la perspectiva
latinoamericana, Tijuana y San Diego simbolizan
la separación de dos colosos.
En América Latina la palabra "maquiladora",
que nació, precisamente, en esa frontera, ha
definido un tipo de economía y de cultura obrera.
Existen en el corredor fronterizo México/Estados
Unidos tres mil maquiladoras con cerca de un
millón de trabajadores de ambos sexos, aunque en
su mayoría son mujeres jóvenes. Las maquiladoras son propiedad de consorcios
transnacionales. Son acéfalas si consideramos
esta palabra literalmente. Este modelo de la
maquiladora se ha desplazado al sur. El término
es cuño de México (De la O Martínez, 1994, pp.
37-71), significa la exportación de un modo
industrial para el
Ver su libro: The Mexican Border Cities. Landscape Anatomy and Place Personality, Tucson, The University of
Arizona Press, 1993.
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO"...
resto de América Latina, donde se asume que la
maquiladora es engendro cósmico de la relación
México-Estados Unidos. A tan lejos llega el
folklore obrero de la maquila que una, donde las
obreras lograron constituirse en sindicato, además
de presentar un pliego de peticiones para,
naturalmente, mejorar las condiciones de trabajo,
optó por desaparecer de la noche a la mañana.
Abandonó el lugar y dejó a las obreras sin opción
alguna. Luego, la palabra acéfala tiene sentido;
en el momento del reclamo nadie conocía a los
dueños ni el lugar de su residencia. Se piensa
que, haciendo cifras, resulta más barato cerrar la
maquiladora, trasladándose a otro lugar, antes
que pagar beneficios sociales. Brecher sugiere
que es de conocimiento público el hecho de que
las maquiladoras aún deben crear ambientes
confiables para trabajar, condiciones de
seguridad, y alza del nivel de vida en esas zonas
fronterizas de exportación (1993, p. 10).
El equipo que posee una maquiladora es de
precisión (monitores de computación y rebótica),
y el trabajo es extremadamente detallado y
paciente, y funciona las 24 horas. El trabajo de
una persona es monótono y delicada, y requiere
de certera atención. La intensidad agrava la
paciencia, razón por la que ese trabajo sólo se
puede ejecutar por un promedio de tres meses. Es
rara la trabajadora que esté uno o dos años. Y en
general, se dice que una trabajadora que hubiere
resistido cinco años sufre pérdida de la vista y
pérdida del control motor de las manos. La
mayoría de los trabajadoras de una maquiladora
son mujeres. De acuerdo con el trabajo de
investigación sociológica (Peña, 1997; De la O
Martínez, 1994, pp. 93-102, y Fernández-Kelly,
1983), es que son menos susceptibles de
organizarse y demandar derechos laborales
colectivamente. Se registra también un fuerte
grado de acoso sexual.
Para lograr una mejor imagen frente al público,
la industria maquiladora opta a menudo por
cambios en sus métodos. El folklore obrero, y la
ciencia social, registra la creación de familias
afines ("equipos") de trabajadores, una estrategia
implementada por el control gerencial japonés,
en la que dicho control social lo crea la supuesta
familia ("el equipo"), y la "pariente" es la
responsable por la recién contratada. Helen
Ingram y Robert G. Varady han llamado a este
complejo tema Borders Create Perverse
Economic Opportunities.
Segundo momento
La imagen que los gringos tienen de Tijuana no
es la imagen que Tijuana tiene de sí misma.
Desde Tijuana hasta Matamoros, las siguientes
son las ciudades fronterizas restantes, sin
olvidarnos de que a través de ellas se registran
alrededor de 400 millones de cruces al año. Cada
una de ellas dirá lo que Tijuana dice de sí misma:
Tecate, Mexicali, San Luis Río Colorado,
Sonoíta, Nogales, Naco, Agua Prieta, Las
Palomas, Ciudad Juárez, Ojinaga, Ciudad Acuña,
Piedras Negras, Nuevo Laredo, Miguel Alemán,
Camargo y Reynosa. Todas a su vez tienen un
equivalente urbano en el lado gringo:
Brownsville-Matamoros, San Diego-Tijuana,
Laredo-Nuevo Laredo, Lukeville-Sonoíta, El
Paso-Ciudad Juárez, Rio Grande City-Camargo,
Columbus-Las Palomas, Del Rio-Ciudad Acuña,
Nogales-Nogales, Naco-Naco, Douglas-Agua
Prieta, Presidio-Ojinaga, Eagle Pass-Piedras Negras, Hidalgo (McAllen)-Reynosa, Roma-Miguel
Alemán. Para pronunciar las ciudades de nombre
castellano en el lado gringo es necesario torcer la
boca a un lado y repetir, por ejemplo: Lereydo,
Tiuana, Preysiydiu. Las ciudades fronterizasmexicanas, como prueba de la influencia hispana,
tienen una plaza con su kiosko. Una
173
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
¿Sabías que
que otra construyó una plaza de toros, una
el viejo puente del Río Grande
catedral de limitadas proporciones, la casa de
como un indio analfabeto está
gobierno, un monumento patrio, un cementerio
sentado
con mausoleos, y todas aún se están
y fuma su pipa
construyendo.
y mira
Fue Adolfo Castañón el que alentó a Federico
el agua del río que pasa?
Campbell a leer un texto del escritor chicano
Richard Rodríguez, y Campbell escribió lo
siguiente como reacción a la lectura:
¿Sabías que
por Estados Unidos de América y Estados
Unidos de México todo pasa? Pero aunque pase
Se queda uno con la sensación de que todo México es
el agua del río el río no pasa.
frontera, de Tijuana a Tapachula:
es un país frontera... una gruesa línea divisoria entre
Dice
Alberto
Blanco
que
—utilizando
una
Estados Unidos y Latinoamérica, entre el mundo
tautología— ya se podría antologar a los poetas
anglosajón y el indoiberoamericano, entre el
fronterizos:
catolicismo político latinoamericano y la ética
protestante del capitalismo, entre los productores y
los consumidores de droga. Todo México es Tijuana.
...la poesía fronteriza es aquella que desarrollan, de
un modo u otro, los poetas de la frontera. Punto y
seguido. Otra posibilidad:
Luego, Rodríguez: "Tijuana es un parque industrial
la poesía de la frontera es aquella que se escribe en la
en las afueras de Minneapolis. Tijuana es una colonia
frontera, no importa quién o quiénes sean los poetas.
de Tokio. Tijuana es un mercado taiwanés".
Punto y aparte.
Una mirada de paseo por la ciudad, de flâneur,
sugiere sumergirse en busca de cultura y de vates. Los
hay, en el café de una calle de América Latina que está
en Tijuana unos poetas leerán sus textos. La mayoría
son mujeres. Un pintor será maestro de ceremonias; ha
decidido donar un óleo a la causa. El tiraje es reducido.
Presentarán la obra, y siguiendo una nueva modalidad
neoyorkina, las poetisas decidieron publicar sólo diez
ejemplares a un precio de mercado que tasa alto la
creación artística, en este caso no sólo de ellas, sino
también del pintor. La sala se asemeja a un antiguo
espacio del Latin Quartier de París. Tiene paredes
plomizas con vivos blancos y negros. En las paredes se
También dice Blanco que:
La poesía de la frontera tiene que ver, de un modo u
otro —o mejor aún, de muchos modos—, con la vida
y la realidad de la frontera. Pero ¿de qué realidad
estamos hablando? ¿De una frontera entre un mundo
industrial —o postindustrial— y uno subdesarrollado
o —como les gusta decir a los políticos— en vías de
desarrollo? ¿O hay algo más? Porque es evidente que
los modos de abordar la realidad y su respectiva
irrealidad, la realización y la desrealización de una
frontera o de una obra de arte son innumerables.
exhiben fotografías y pinturas originales al óleo. Como
los cuadros, el tiraje es escaso. "Sin Título", por Rafaela
Sippo:
Una antropóloga me recuerda de otra lista de
nombres. En medio de las 18 ciudades hay otra lista que
es necesario
774
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO"
recordar. Son aquellos nombres de las viejas
culturas que, para no desaparecer porque sí,
incólumes observan el pasar y el retornar del
tiempo: los pai-pai, k'miai, kiliwas, cochimíes,
cucapás, yaquis, seris, mayos, rarámuris y
mexicaneros. En el "otro lado": yavapai,
kumeyuay, cocopah, apaches, denéh, javusupai.
Otra vez la poeta que pregunta ¿qué es la
frontera? Gabriel Trujillo Muñoz, un poeta,
define:
"Es un espejo que refleja nuestras virtudes y
carencias/con nítida exactitud, con lacerante
ironía".
Tercer momento
José Manuel Valenzuela es un sociólogo
mexicano que investiga los temas fronterizos ya
desde hace tiempo. Nació en Tecate, émulo de la
marca de cerveza. Formado en sociología clásica,
incursionó a fines de los años ochenta en el
campo de los estudios culturales. Puesto que es
conocedor de primera mano de la cultura fronteriza, es quizá el más indicado investigador que
estudia el fenómeno con nuevas metodologías: el
nomadismo urbano, la periferia como centro, la
urbanización híbrida, las formaciones de bandas
como nuevas culturas de jóvenes, el área de
producción de la quebradita (un género musical
de síntesis híbrida), las celebraciones en torno a
las culturas excluidas, la resemantización de la
identidad y la constitución de nuevos centros con
eje propio. También es profundo conocedor del
"cholismo" —o como subraya Guillermo Nugent,
de la Choledad—, "fenómeno de juventudes,
cultura híbrida que produjo su propia lengua. Si el
hooligan europeo tiene parecido con el
6
vato, o cholo fronterizo, en lo que se distingue
éste de aquél es en la carencia de la
individualidad y en el énfasis de lo colectivo y la
lealtad. Valenzuela está consciente de que el
cholismo fronterizo, el pachuco, los pochos, los
funkies, los punks y los chicanos pertenecen a
culturas flexibles, culturas de síntesis.
El Colegio de la Frontera Norte de Tijuana es
un centro académico donde se realizan estudios
de frontera;6 es un organismo de educación
superior similar a El Colegio de México del
Distrito Federal. Debido a la influencia de las
transformaciones globales, y en respuesta a la
perspectiva innovadora de los estudios de Valenzuela, agrega una estrategia para poder
estudiar la transculturación alentada por el
impacto del Tratado de Libre Comercio. Debido
al TLC,
las identidades aluden a configuraciones
cambiantes influidas por las transformaciones
intragrupales... los ámbitos de interacción entre
el individuo y los grupos permiten nuevas y
plurales
adscripciones
subjetivas.
Las
identidades se conforman precisamente en esta
relación semantizada entre lo individual y lo
social.
José Manuel Valenzuela absorbe con pasión la
literatura sobre la multiculturalidad. En México
ha contribuido a debatir tres conceptos: la
identidad nacional, la identidad cultural nacional
y la identidad étnica. Es un lector empedernido
de Carlos Monsiváis, Américo Paredes, Anthony
Smith, Renato Rosaldo y de intelectuales
chicano/as como José Limón. Norbert Elias,
Benedict Anderson, Daniel Bell, García Canclini
no están ausentes. No han sido
La clasificación de las ciencias sociales fue construida sobre dos antinomias que ya no tienen el amplio apoyo que
una vez tuvieron: la antinomia entre pasado y presente y la antinomia entre las disciplinas ideográficas y
nomotéticas. Una tercera antinomia, aquella entre el mundo civilizado y el bárbaro, tiene, menos mal, ya pocos
defensores, sin embargo, en la práctica, todavía habita en la mentalidad de varios académicos (Wallerstein,
edición de la Gulbenkian Commission, 1996, p. 95).
175
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
fáciles las cosas para este investigador. Mientras
escribía estudios complementarios en las favelas
de Río de Janeiro, fue atracado y casi
desaparecido. Escribir e investigar sobre la
violencia nunca será una tarea simple. Estamos en
el centro mismo de una "etnografía de la
violencia", como nos recuerdan Robben y
Nordstrom (1995, p. 5). Un texto titulado Vida de
barro duro: cultura popular juvenil en el Brasil
es producto de esa experiencia. Le antecede su ya
conocido ¡A la brava ése!: cholos, punks y
chavos banda. Últimamente ha incursionado en la
literatura para escribir una memoria de juventud.
Es importante aclarar que el trabajo de
Valenzuela es aplicable a varias zonas de síntesis
de América Latina. Zonas éstas que tienen
paralelos extraordinarios con una fricción en "la
frontera".
Así
como
el
pasado
no
sobrevive
como
supervivencia, lo regional no se borra ante lo
nacional que lo sucedería, lo que tampoco se resuelve
en lo mundial como última instancia... Extraño
entrecruzamiento: a la creciente fluidez de los flujos
de mercancías e informaciones responde una neurosis
territorial obsesiva (Debray, 1996, pp. 63 y 64).
Estos tres momentos fronterizos fueron inspirados
en la gentil invitación de José Manuel Valenzuela a
visitar El Colegio de la Frontera Norte en Tijuana, y a
entra al mundo latinoamericano, al mundo
mágico de los milagros del santo popular Juan
Soldado, al mundo del arte inverosímil de la
Mona de Tijuana que, gigantesca, alba e
incólume, es una vigía desnuda que se alza sobre
el patio de la casa de artista. Es el único
monumento al aire libre que forma parte de un
barrio en las laderas de un cerro de Tijuana. La
Mona es blanca, y habitable, está resquebrajada
por el accionar del tiempo, podría simbolizar el
Otro Lado. El muralista chicano Malaquías
Montoya, inspirado en el arte del México revolucionario, pintó una alegoría fronteriza en pleno
comedor universitario. Los iconos chicanos
lentamente adquieren presencia en un espacio que
les permite el viaje hacia el sur por vez primera.
La Casa de la Cultura es un centro dinámico que
exhibe un homenaje a Mario Moreno
"Cantinflas", la arqueolítica Maya, fotografías en
blanco y negro y la infaltable pantalla cinematográfica de proporciones reales, que requiere un
visor para acercar la imagen a la misma retina de
los ojos. Y una sorpresa:
la visita a un Rodeo de Media Noche, en un club
que, sin duda, inspiró al morboso de Quentin
Tarantino.7 Tras cruzar unos andamios obtuvimos
un lugar para presenciar el rodeo. La banda
celebra la entrada de un novillo. La algazara
popular y juvenil exalta a los jinetes.
conocer tan mítico lugar de la mano de uno de sus más
compenetrados
estudiosos.
La
calle
Revolución,
Colofón
trasfondo que sirvió a una película del malogrado Orson
Welles hacia los años cuarenta, ese ambiente diseñado
para los rituales del caos que se piensa es Tijuana, no la
define. Una vez que uno abandona esa calle,
A modo de respuesta al planteamiento inicial de
García Canclini en esta tercera parte, podemos
decir que Tijuana reproduce una cultura en un
lenguaje: el español. Las industrias culturales
están intermedia-
Quentin Tarantino, excéntrico cineasta estadunidense, escribió el libreto para la película dirigida por Robert
Rodriguez titulada From Dusk to Dawn (Del anochecer al amanecer, 1995) El trasfondo simbólico muestra un
mundo caótico y fuera de orden que sugiere ser la frontera, una despiadada ilustración de la conversión
grotesca de sus personajes y de la salvación mesiánica de una familia que emerge de los escombros.
176
DELGADO-P./TRES INSTANCIAS SOBRE "EL OTRO LADO",
das por esta lengua. Y aunque la transnacionalización
fluido de transformación y traducción en vez del
existe en sus calles, el lenguaje no parece ser parte de
recinto
la negociación.
existir
historias autónomas, culturas auto-contenidas, e
transnacionalización en español. Por otro lado,
identidades fijas. Esto me alienta a contemplar el sin
invitando unas ideas de Debray, "Cada nuevo
fin sentido de morar en una cultura que mira la
dispositivo de desarriago libera un mecanismo de
perspectiva de unos hábitats con goteras (1994, p.
contra-arraigo territorial (real o simbólico)" (1996, p.
247).
También
puede
ontológico
de
tradiciones
separadas,
65). Luego, existen lugares definidos. Al frente de
Tijuana, San Diego es un lugar definido, como lo es
Si nos alejamos de la modernidad etnográfica, tan
Tijuana vista desde San Diego. Afirma lain Chambers
rígida, y reconocemos los límites del discurso
que
autorizado
y excluyente,
lo
que
resta
es
un
descentramiento posmoderno; la contemplación de los
El equipaje con el que partimos sugiere ya que no
actos para re-presentar, sin proponer una forma de
podemos confiar en los polos rígidos de centro y
hacerlo, sino permitiendo la polifonía de otras re-
periferia como nuestra única brújula. Entre nuestras
presentaciones. En este sentido, James Clifford es un
pertenencias hemos adquirido un entendimiento más
notable crítico de la epistemología antropológica por su
dúctil, asociado a los poderes asimétricos y a los
percepción que alienta la emergencia de identidades
incompatibles sentidos de lugar, donde se considera
multivocales como parte complementaria de una
a la cultura un sitio flexible y
realidad, aunque compleja y múltiple, finalmente nunca
aprehensible.
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179
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
NOTA CRÍTICA
La vía judicial en el debate fronterizo en torno a la
pena de muerte
Arturo Zárate Ruiz*
En 1997, la justicia estadunidense puso término a dos procesos de pena capital de una forma que, al
parecer, sorprendió a muchos mexicanos. Como no creyéndolo, cientos de regiomontanos salieron
jubilosos a las calles para recibir al recién liberado Ricardo Aldape Guerra, quien, tras permanecer 15
años en el pabellón de la muerte, por fin vio el día en que las cortes texanas no pudieron sostenerle más
los cargos de asesinato. Como no creyéndolo, también cientos de matamorenses salieron meses más
tarde a la calle, pero con frustración, tristeza e incluso ira —entre otras acciones, bloquearon los puentes
internacionales—, tras conocer la noticia de que el reo Irineo Tristán Montoya finalmente había sido
"puesto a dormir" en la cámara de ejecuciones de Huntsville, no obstante los esfuerzos del gobierno
mexicano por conseguir el perdón del gobernador Bush, o por conseguir tan siquiera una revisión más
del caso en cuanto que, según se adujo, Texas no cumplió con ciertas obligaciones procesales emanables
de los tratados internacionales. Expulsado de Estados Unidos por haber sido durante todo ese tiempo un
"ilegal", Aldape pudo regresar a México no sólo para disfrutar de su vida y de su libertad, sino además
—con la atención nacional encima— para convertirse en una "estrella" de telenovelas y así dramatizar en
las pantallas el trato que, según el libreto, sus paisanos mexicanos reciben en el país vecino. Trasladado
su cuerpo a Matamoros, Irineo Tristán Montoya no contó con más suerte que el ser velado gratuitamente
y el ser cubierto con banderas mexicanas que expresaban la "afrenta" que no sólo él, sino también toda la
nación, había sufrido.
Si bien fue entonces cuando sus casos merecieron las ocho columnas, eso no quiere decir que éstos
hayan sido conocidos hasta dicho momento por los grupos abolicionistas de ambos lados de la frontera.
Por ejemplo, en 1993, varios de ellos organizaron una serie de marchas y foros en Reynosa, Ciudad
Victoria, Matamoros y Houston con el fin de que el público tomase conciencia de las sentencias
capitales, y aun de las ejecuciones, que afectan a varios
*Investigador de El Colegio de la Frontera Norte en Matamoros, Tamaulipas. E-Mail: [email protected].
181
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
mexicanos en Estados Unidos.1 En Ciudad Victoria, la promotora de los derechos humanos María Elena Castellanos
explicó la naturaleza de estas marchas y foros a la prensa:
Los derechos humanos de millones de trabajadores mexicanos migratorios en los Estados Unidos están vinculados a
estos casos de pena de muerte... Hay treinta mexicanos en espera de su ejecución en los Estados Unidos... Ocho
mexicanos se hallan ahora en el pabellón de la muerte en Tejas... 2 como hemos visto con la ejecución de Ramón
Facundo Montoya...1 él fue ejecutado infringiendo la Declaración de Derechos de los Estados Unidos... Si las
violaciones contra los derechos humanos de los condenados a muerte continúan, entonces se va a permitir también
la violación de derechos humanos de millones de trabajadores migratorios de sangre mexicana.
1 El 25 de marzo estos grupos organizaron una marcha en el cruce internacional de Reynosa para recibir los restos
mortales de Ramón Montoya, tras su ejecución en Huntsville, Texas. La Asociación Mexicana para las Naciones
Unidas, el Centro de Derechos Humanos Yax Kin, A. C., la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Tamaulipas y
el Centro de Estudios Fronterizos organizaron dos foros cívicos el 23 y el 24 de septiembre, primero en Victoria y
luego en Matamoros. Allí un grupo de jurisperitos, algunos familiares de los reos de muerte y los promotores de los
derechos humanos compartieron sus puntos de vista con la prensa, con estudiantes y maestros de la Universidad
Autónoma de Tamaulipas, y con el público en general. Celebridades como Rigoberta Menchú, premiada con el Nobel
de la Paz, hicieron llegar cartas para expresar su solidaridad con dichos foros; es más, algunos grupos de ciudadanos
respondieron a la convocatoria de los patrocinadores de los foros creando organizaciones de derechos humanos, tales
como el Comité Irineo Tristan Montoya, con la meta de defender a los mexicanos reclusos en el pabellón de la muerte
texano, En Houston, los activistas de los derechos humanos y algunos parientes de los condenados a los distintos
patíbulos de la Unión Americana organizaron una marcha para dar realce a la audiencia de evidencia concedida al
sentenciado a muerte Ricardo Aldape Guerra, la cual empezaría al día siguiente en la corte federal, y donde se dieron
cita importantes figuras del gobierno mexicano, como el ex secretario de Relaciones Exteriores Santiago Roel y la
diputada federal por Nuevo León Liliana Guerra, para presenciar el desarrollo de la audiencia.
2 Ricardo Aldape, Irineo Tristan, Cesar Roberto Fierro, Francisco Cárdenas Arreola, Miguel Ángel Flores, Javier
Suárez Medina, Héctor Torres García, y Roberto Moreno Ramos. Ver, por ejemplo, El Bravo (Matamoros, 25
de agosto de 1993).
3 La ejecución de Ramón Facundo Montoya fue un hito en el proceso de reinstauración de la pena de muerte en
Estados Unidos, pues fue él el primer mexicano en quien se cumplió la sentencia tras volverse a autorizar los
procesos capitales en 1976. Este proceso puede remontarse a 1967, cuando el amontonamiento de apelaciones
constitucionales contra la pena de muerte produjeron una moratoria en su aplicación en ese año y que la
Suprema Corte la declarase inconstitucional en 1972, con su decisión Furman v. Georgia 33 I- Ed 2d .346, con
base en la manera caprichosa y arbitraria en que esta pena se aplicaba. Con todo, la reinstauración de la pena
capital fue posible en 1976 tras el reconocimiento que la Suprema Corte hizo en Gregg v. Georgia 49 L Ed. 2d
859 de la constitucionalidad de los nuevos códigos penales (ni arbitrarios ni caprichosos) de Georgia, Florida y
Texas. Las ejecuciones se reanudaron en Utah en el año siguiente, con el fusilamiento de Gary M. Gilmore.
Para no transgredir la Declaración de Derechos con castigos crueles e inusitados, Texas reanudó las ejecuciones
en 1982 recurriendo por primera vez a la inyección letal (una combinación de sedantes con venenos), para así
eliminar limpiamente a Charlie Brooks. Cuando ejecutaron a Montoya, Texas ya tenía buen rato de mantener el
campeonato en sentencias de muerte (374, que era un 14 por ciento del total, 2 693, en Estados Unidos desde
que se reautorizó la pena de muerte) y el más alto número de ejecuciones (73, desde la decisión Gregg v.
Georgia, que era un 33 por ciento del total, 220, en la Unión Americana). En noviembre de 1995 Texas rompió
la marca de las 100 ejecuciones al eliminar a Harold Joe Lane. Inscrita en un tiempo a partir del cual se
acelerarían y aumentarían los procesos capitales texanos hasta rebasar en 1997 los ritmos punitivos de países
bárbaros como Iraq o Irán, la ejecución de Ramón Facundo Montoya constituyó en su momento una advertencia
de que los mexicanos que ahora están condenados a muerte y los que en un futuro lo sean más probablemente
tengan que encarar, como Irineo Tristán Montoya, el cumplimiento final de tan extrema sentencia. [Ver, por
ejemplo, La pena de muerte en los EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987) y Stephen A.
Flanders, Capital Punishment (New York, Oxford, Facts on File, 1991); fuentes de información recientes lo son,
por ejemplo, las estadísticas facilitadas por el Consulado de México en Brownsville, algunos datos recopilados
en la Corle Federal de Brownsville, y la información compilada de los participantes en los foros y marchas, y de
algunas notas y artículos periodísticos, etc. Especifico más adelante las distintas fuentes según sea necesario en
cada lugar.l
182
ZÁRATE RUIZ/LA VIA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
El mensaje de los foros y las marchas abolicionistas fue principalmente para apremiar a los
ciudadanos, las organizaciones civiles y el gobierno mexicanos a que se unieran para defender a sus
paisanos reclusos en el pabellón de la muerte, en tanto que se les transgreden sus derechos humanos y en
tanto que con estas transgresiones podría facilitárseles cada día más a los estadunidenses violar los
derechos humanos de muchos otros mexicanos inmigrantes en Estados Unidos. Si para muchos
activistas, como Castellanos, las ejecuciones legales siempre constituyen una violación de los más
elementales derechos humanos, éstas horrorizan especialmente a los mexicanos, cuya tradición legal ha
proscrito desde hace décadas la pena de muerte de su territorio.5
La estrategia general abolicionista
No obstante su preocupación especial por los derechos humanos de los trabajadores migrantes, la
retórica contra la pena de muerte de las marchas y foros de 1993 se aprecia mejor en el contexto del
esquema general de persuasión del movimiento abolicionista en Estados Unidos.
Stephen A. Flanders reconoce el origen de este esquema en la siguiente propuesta:
El fiscal de Los Ángeles Gerald Gottlieb publicó una reflexión legal en el número primaveral de la Southern
California Law Review [abril de 1961]. En su reflexión, "Testing the Death Penalty", Gottlieb sugiere que la táctica
tradicional abolicionista de persuadir a las legislaturas de los estados de que le pongan término a la pena de muerte
sólo había alcanzado resultados muy limitados. Arguye que, en cambio, debe combatirse la pena de muerte en el
sistema de las cortes de justicia con base en que viola la prohibición, contenida en la Octava Enmienda, de castigos
crueles e inusitados.6
La propuesta de Gottlieb tuvo eco en varias organizaciones abolicionistas, tales como la National Association for
the Advancement of the Colored People y la American Civil Liberties Union. Estas organizaciones y otros grupos de
asistencia legal cambiaron su estrategia contra la pena de muerte:
4
5
6
Aquí puedo iniciar una lista de Las virtudes y defectos de la retórica abolicionista, Un problema básico y no poco
común de esta retórica consiste en la petición de principio, es decir, partir en su argumento del punto mismo
que está en debate: la extrema inmoralidad de la pena de muerte.
La popularidad de la pena capital en Texas contrasta con la tradición legal de su estado vecino, Tamaulipas. Éste
ha sido el líder en la abolición de la pena de muerte en México. De hecho, el Congreso estatal de Tamaulipas
proscribió la pena de muerte en 1873. Es más, el presidenle de México Emilio Portes Gil, un tainaulipeco, fue
el encargado de promover los cambios en el Código Penal federal para horrar la pena de muerte de sus paginas.
Pudiera parecer que la pena de muerte en México todavía es plausible constiucionalmente por contemplarse, en
los artículos 14 y, sobre todo, 22 de la Carta Magna, su aplicación en casos extremos. Sin embargo, según
señala el comisionado de derechos humanos de Tamaulipas Rafael Torres-Hinojosa, el gobierno mexicano ha
suscrito tratados internacionales, como el de la Convención Americana de Derechos Humanos del Pacto de San
José, en donde las partes firmantes se comprometen a jamás reinstaurar la pena de muerte en sus códigos si
estuviese entonces ya prohibida. [Sobre estos asuntos, ver 6" Congreso Constitucional del Estado Libre y
Soberano de Tamaulipas, Decreto Número 59 (Ciu-dad Victoria, 11 de junio de 1873); ver también Rafael
Torres-Hinojosa, "México ante la pena de muerte", ponencia al Foro Contra la Pena de Muerte" (Matamoros,
24 de septiembre de 1993), of. Secretaria de Relaciones Exteriores. Limites de la Jurisdicción Nacional.
Documentos y Resoluciones judiciales del caso Álvarez Macháin (Mexico, 1992).]
Stephen A.Flanders 44
183
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
La nueva estrategia consistió en trasladar la batalla contra la pena de muerte a la arena judicial...
[...]
En dos años, y con una serie de acciones legales coordinadas a lo largo y ancho de la nación,
[estos grupos] habían ya conseguido congelar las ejecuciones en los Estados Unidos. Por primera
vez desde que se empezaron a llevar estadísticas en 1930, a nadie se le llevó al patíbulo en
1968.7
Así, hasta el día de hoy, la táctica principal sigue siendo empantanar los procesos judiciales con una muy
creciente serie de apelaciones. Con esta táctica se pretende prevenir concretamente las ejecuciones
injustas, además de que, en el contexto nacional, causaría un caos total en el sistema de justicia penal,
que se vería sometido a tal parálisis por las diferentes acciones legales y, aún más, por las apelaciones
constitucionales, que eventualmente habría de ceder y aceptar la abolición de la pena de muerte,8 como
de cierto modo ocurrió ya de 1967 a 1976. Elementos adicionales e importantes, pero secundarios, de
esta estrategia abolicionista han sido concretar coaliciones que aseguren los votos de los legisladores en
los congresos y permitan "desarrollar e implementar programas de información al público y campañas en
los medios masivos sobre aspectos específicos relevantes a la pena de muerte, tales como la equidad en
las sentencias".9
La retórica de los recientes foros y marchas en Tamaulipas y en Texas encaja bien en este esquema
general de persuasión abolicionista. Ciertamente, hubo preocupación por llamar la atención del público
hacia la pena de muerte en Estados Unidos y por informarle de las sentencias "injustas" contra varios
mexicanos y otros reos en el pabellón de la muerte. Es más, se buscaron alianzas entre las distintas
organizaciones abolicionistas y promover la creación de nuevos grupos. Sin embargo, el núcleo de su
mensaje fue que "estas personas no merecen la pena de muerte", lo cual en sí es una propuesta que se
inscribe en el asedio judicial —caso por caso— que sigue caracterizando a la persuasión abolicionista.
Según los abolicionistas, los condenados cuyos casos se presentaron en los foros, o eran inocentes, o
fueron injustamente procesados y sentenciados, o todo a la vez. Tal ha sido lo que aducen los
abolicionistas para señalar que estos reclusos no merecen o merecían la pena de muerte:
• Así, Ramón Facundo Montoya, ya ejecutado, fue víctima de un proceso injusto.
• Ricardo Aldape Guerra era inocente, objetivo del hostigamiento, las golpizas y las balaceras
policiacas, y chivo expiatorio de vengativos agentes de seguridad, de un jurado racista, de un fiscal y una
corte sedientos de sangre, del periodismo xenofóbico de Houston," y de una población aterrorizada por
la violencia callejera.12
7 Stephen A. Flanders 10. 8 Ver American Civil Liberties Union, Capital Punishment
Project (Washington).
9 Ver American Civil Liberties Union, Capital Punishment Project (Washington).
10 Conferencia de prensa de María Elena Castellanos en Ciudad Victoria, 23 de septiembre de 1993. Gente
recibiendo los restos mortales de Ramón Facundo Montoya a su llegada a Reynosa, el 25 de marzo de 1993.
11 Uno de los actos más relevantes en la marcha de Houston el 14 de noviembre fue montar guardia frente a las
oficinas del Houston Chronicle.
12 María Elena Castellanos, durante su participación en los foros de Ciudad Victoria y Matamoros. Además, el
video sobre el caso de Ricardo Aldape Guerra, que ella exhibió al público entonces.
184
ZÁRATE RUIZ/LA VÍA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
• César Fierro era inocente, la víctima de represalias y la tortura policiacas y el blanco de una
conspiración internacional.
• Irineo Tristán Montoya —si se entiende de lleno a sus defensores— fue un tonto que se presentó en
el momento equivocado en la escena de un asesinato que él no cometió, pero del que fue forzado a
confesarse culpable, para posteriormente ser privado de su derecho de defenderse con las apropiadas
acciones legales. Descanse en paz.
• Humberto Álvarez Macháin sufrió cargos de asesinato y la posibilidad de ser sentenciado a muerte
tras ser secuestrado en su hogar en Guadalajara por delincuentes mercenarios de la oficina antinarcóticos
de Estados Unidos (Drug Enforcement Administration).15
• Manuel Salazar Cabriales11 era inocente. Fue injustamente hostigado y luego golpeado por un
policía borracho, el cual finalmente se mató a sí mismo durante una riña que provocó y en la que
desafortunadamente enfrascó a Salazar. Salazar fue, además, otra presa de malhechores
cazarrecompensas que lo secuestraron, sacaron de México (a donde Salazar había huido) y entregaron a
los racistas oficiales policiacos que en Chicago lo esperaban deseosos de venganza. Salazar también fue
víctima de la supresión de evidencia a su favor. Además, he allí su genio artístico, el que fuese un joven
tranquilo, una persona ejemplar: ¡imposible que cometiese el crimen por el cual había sido culpado!
Salió libre en 1996, tras no poderle sostener más, las cortes de Illinois, los cargos.18
• Leonel Torres Herrera19 fue inocente. Aun así, se le privó del derecho de presentar evidencia a su
favor sólo porque no pudo cumplir las fechas límites tan apretadas de las cortes de justicia.20
\¡
14
15
16
17
18
19
20
Los familiares de Cesar Fierro afirman que la policía (Je Ciudad Juárez, en colaboración con la de El Paso,
secuestró a los papas de César y los torturó, mientras este los escuchaba gritando y aullando, vía telefono, en la
cárcel de El Paso; que fue de esta manera que la policía de El Paso pudo obtener la confesión de Fierro. El caso
de Cesar fue presentado por su hermano Sergio en el foro de Ciudad Victoria. Algunos detalles muy interesantes
y más balanceados sobre este caso pueden hallarse en Graciela Barabino, "Habla un condenado a muerte", en
Contenido (México, enero de 1991), pp. 26-35.
Honorio Tristán Tristán, papá de Irineo, durante su participación en el foro matamorense.
Marlene Kamish, en el foro de Matamoros, quien calificó el secuestro de Álvarez Macháin como una infame
violación a la Declaración de Derechos de Estados Unidos. Con todo, la controversia sobre Álvarez Macháin en
las cortes de justicia giró en torno a la letra del tratado de extradición entre México y Estados Unidos. IVer
United States v Humberto Álvarez-Macháin 119 L Ed 2d 441 (15 de junio de 1992)]. Para la Suprema Corte, el
secuestro de Álvarez Macháin no rompió ninguna cláusula específica expresada por el lenguaje del tratado. Con
todo, para México el secuestro de Álvarez Macháin por cazadores de recompensas rompe con los más básicos
principios del derecho internacional. El magistrado discrepante John Paul Stevens llegó a calificar a la decisión
de sus colegas de la Suprema Corte como "monstruosa". Aunque Álvarez Macháin fue finalmente liberado, aun
antes de deliberar su culpabilidad y su posible sentencia de muerte en el estado de California, aun así su caso no
deja de representar una afrenta a la soberanía mexicana. [Ver, por ejemplo, Newsweek 119:68 (29 de junio de
1992).]
Un mexicoestadunidense con padres mexicanos.
Los abolicionistas frecuentemente relacionaron la brutalidad policiaca como causa de la violencia y las muertes
que se les han imputado a muchos sentenciados a muerte. Específicamente, señalaron que tales han sido los
casos de Ricardo Aldape Guerra, César Fierro y Manuel Salazar Cabriales. Sobre la brutalidad policiaca en
Estados Unidos, véase, por ejemplo, Elizabeth Gleick, "The Crooked Blue Line", en Time (11 de septiembre de
1995).
Marlene Kamish, en el foro matamorense. Véase Marlene Kamish, "Hoja informativa sobre Manuel Salazar
Cabriales".
Un mexicoestadunidense.
Marlene Kamish, en el foro matamorense. La Corte Suprema de Estados Unidos resolvió, en su decisión Herrera
v. Collins 122 L Ed 2d 203, que los condenados a muerte no tienen un derecho automático a una audiencia
federal con sólo presentar "evidencia" de su inocencia de ultimo minuto y traída de los cabellos, para lograr así
no ser ejecutados.
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
• McClesky21 fue víctima de discriminación en tanto que fue declarado culpable por un jurado racista
y sediento de sangre.22
• Lloyd Schiup fue inocente y el chivo expiatorio de unas cortes que querían probar que también
sentencian a muerte a reclusos blancos. De hecho, Schiup sufrió lo que se llama "discriminación
inversa". 23
• José Moisés Guzmán24 no fue liberado sino hasta el último minuto antes de su ejecución.
Providencialmente, las acciones legales de la abogada María Elena Castellanos demostraron que los
traductores de las cortes de justicia mintieron al transcribir el testimonio de Guzmán.25
• Gary Graham 26 fue inocente.27 Según él mismo señaló en una publicación distribuida por sus
parientes en Houston, fue sentenciado a la pena capital porque sus características físicas coincidían con
la mayoría de los ya reclusos en el pabellón de la muerte:
...un joven convicto afroamericano, un jurado racista, el testimonio cuestionable de un solo testigo (y
éste quizá influenciado por la policía), el descartar cualquier evidencia en favor del acusado, y la
lamentablemente ineficaz asesoría judicial.28
• Robinson no era un asesino sino un loco. Aunque sus papás advirtieron al menos cuatro veces a las
autoridades de que su hijo necesitaba urgentemente asistencia médica, porque no sólo era un retrasado
sino además un enfermo mental muy peligroso, las autoridades no quisieron oír esas advertencias. Por lo
tanto, no había razón para sentenciarlo culpable de los homicidios que posteriormente cometió contra
cuatro
21 Un afroamericano de Georgia.
22 Marlene Kamish, en el foro matamorense. Dijo que los miembros del jurado, durante sus deliberaciones, hicieron
bromas sobre la raza del acusado y jugaron con dibujos de afroamericanos siendo ejecutados en la horca. Con
todo, el asunto que se debatió en McClesky v. Kemp 95 L Ed 2d 262 fueron los hallazgos estadísticos conocidos
como el estudio Baldus [David C. Baldus, Charles Pulaski, y George Woodworth, "Comparative Review of
Death Sentences: An Empirical Study of the Georgia Experience", en Journal of Criminal Law and
Criminology 74 (otoño de 1983), pp. 661-753], que mostraron una disparidad racial en las sentencias de muerte
contra blancos y contra negros, relativa al agravante de haber ellos violado, durante su asesinato, o a blancas o a
negras. La Suprema Corte resolvió el 23 de abril de 1987 que, aunque el estudio estadístico era confiable, no
demostraba una intención específica de discriminación por parte de los legisladores, ni de los jurados, ni de las
cortes respecto a McClesky o algún grupo racial en particular. [Véase Stephen A. Flanders 56, 73 80.]
McClesky perdió otra apelación en 1991 con la decisión McClesky v. Zant 113 L Ed 2d 517 de la Suprema
Corte de Estados Unidos. Según la decisión, McClesky no estaba autorizado a incluir una demanda específica
en una segunda petición de habeas corpus (audiencia judicial concedida al reo para revisar la evidencia —
"corpus"— u otros aspectos procesales para así determinar la liberación del reo, si es que sufrió una detención o
proceso ilegal), pues en su primera petición de "habeas corpus" falló en hacer esa demanda.
23 Grupo de seguidores de LaRouche en Houston. Hasta cierto punto, con sus proclamas en grandes mantas
pidiendo "Liberen a LaRouche" asociaron el caso de Schlup con el del "prisionero político" LaRouche. Cf.
James Willwerth, "Invitation to An Execution", en Time, 22 de noviembre de 1993.
24 Un salvadoreño.
25 María Elena Castellanos, en su conferencia de prensa en Ciudad Victoria.
26 Un afroamericano que es presidente del "Proyecto Esfuerzo" de los reclusos en los pabellones de la muerte
estadunidenses.
27 El testimonio lo dio en Houston el padre de Gary; Willie Graham. 28 Gary T. Graham, "Gary Graham s Own
Story", en Endeavor, vol. 3, núm. 2 (primavera-verano de 1993), p. 13.
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ZÁRATE RUIZ/LA VÍA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
personas durante un arrebato maniaco.29 Aun así, Robinson ha de esperar en la celda su turno de ejecución.31
Los distintos participantes en los foros cívicos ciertamente denunciaron en forma general y según diversos enfoques
por qué la pena de muerte es injusta. Por ejemplo, algunas celebridades, como Rigoberta Menchú —premiada con el
Nobel—, se hicieron presentes en los eventos a través de cartas o enviados suyos y señalaron, en cierto modo, que los
delincuentes no son los responsables de sus crímenes, sino el entorno social:
...acabamos de presenciar la muerte legal del mexicano Ramón Montoya...
Antes de pensar en dar muerte a quienes constantemente se les han negado oportunidades, es nuestro deber atacar
las causas que generan la pobreza, el hambre, las enfermedades, el analfabetismo, las inconformidades de los que
han sido obligados a delinquir. No hacerlo es legitimar la muerte de las sociedades mismas. 31
Así, el lugar de los más terribles delincuentes no era el patíbulo, ni siquiera la cárcel; lo sería acaso el centro de
readaptación social, pero más que todo una sociedad regenerada y con oportunidades para todos —una que no orillara
a los marginados a los estallidos de delincuencia—.32 La injusticia de la pena de muerte se agravaba en tanto que
seguía patrones de sentencia discriminatorios: se aplicaba, decían, desproporcionadamente a los grupos débiles,
marginados, y se hacía respondiendo a prejuicios raciales, étnicos, de lenguaje, de
29
No lo entiende así la Suprema Corte de Estados Unidos, que decidió en Penry v. Lynaugh 106 L Ed 2d 256
(1989) que la Octava Enmienda no ofrecía protecciones especiales contra la pena de muerte a enfermos
mentales, a retrasados mentales ni a personas de 16 años o más.
30 Los papas de Robinson, durante la marcha de Houston. Debe notarse que el principal argumento de los papas de
Robinson no se centró en la inocencia de Robinson, sino en la proposición de que "las ejecuciones no son
soluciones".
31 Rigoberta Menchú, "Pena de muerte y derecho a la vida" (México, 6 de abril de 1993). Mensaje de solidaridad a
los activistas abolicionistas en Tamaulipas, tras la ejecución de Ramón facundo Montoya.
32 Véase el ensayo de Miguel Concha Malo, "Marginación étnica y pena de muerte" (Matamoros, 24 de septiembre
de 1993); cf. la carta de Rigoberta Menchú del 28 de julio de 1993. El ensayo de Concha Malo fue leído por
Francisco Sánchez en el foro victorense. La carta y otros materiales de Menchú fueron fotocopiados y
distribuidos al público en los puestos de información de los eventos abolicionistas. A la línea retórica que
atribuye en primera instancia la delincuencia a circunstancias sociales, y minimiza la responsabilidad personal,
cabe identificarla con un problema muy serio. Pretendiendo atacar a la pena de muerte, acaba atacando
cualquier esfuerzo por establecer la justicia. Si se presume que cualquier persona no es responsable de sus
actos, no sólo es un sinsentido llevarla convicta a las cortes para hacerle responder por un crimen de que se le
acusa: es incluso un sinsentido que un jurado y unos jueces se sienten frente a ella y se piensen capaces de
emitir juicios responsables sobre su caso (si también ellos son personas, sigue en ellos vigente la presunción;
son ellos individuos "no responsables" de sus actos). [Sobre el detenninismo social y la justicia criminal, véase,
por ejemplo, Sergio García Ramírez, El sistema penal mexicano (México, Fondo de Cultura Económica, 1993),
pp 46 y 47.1 El deterninismo social es un sinsentido en cualquier sistema de justicia criminal, incluso si el
sistema está fundado en principios de reforma y readaptación. [Véase la opinión del magistrado supremo
Brennan en Furman v. Georgia 33 L Ed 2d R369, citando el caso Robinson v. California 8 L Ed 2d 758,
relativa a que rehabilitar a un enfermo no puede consistir en lo mismo que rehabilitar a un criminal: "...incluso
un día en prisión sería un castigo cruel e inusitado por el 'crimen' de un resfriado"]. Entonces, este sistema
requeriría que un grupo de gente pudiera trascender las determinaciones sociales —sus miembros, no extraídos
del común de los humanos—, para así poder responsablemente establecer los estándares de reforma. De otra
manera, la reforma o readaptación no sería un caso de justicia, sino un caso de cálculo de probabilidades, donde
meros químicos por suerte apaciguan o excitan conductas individuales carentes de ningún sentido, y que son
propias de aquellos que habitan un manicomio —un manicomio que no sólo encierra a los convictos sino
también a todos nosotros—.
187
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
sexo, de edad, de salud mental, o de clase social o económica. Paradójicamente, la discriminación se
daba por la inhabilidad —generalizada en las cortes— para discriminar las distintas circunstancias
sociales que habían moldeado la conducta de cada acusado, o que le hacían difícil defenderse a sí mismo
(por ejemplo, no hablar inglés o no tener dinero para disfrutar del apoyo de buenos abogados). El
sistema penal de Estados Unidos era muy inconsistente en sus sentencias contra los convictos, y
abandonaba a los acusados al amplio poder discrecional de los fiscales, quienes caprichosamente podían
decidir a quién acusar o no de crímenes capitales. Estas inconsistencias y otros errores del sistema penal
de Estados Unidos hacían a la pena de muerte particularmente criticable por su irreversibilidad, puesto
que, ciertamente, algunas personas inocentes habían sido ejecutadas por error.36
De todo esto, lo inútil que resultaba la pena de muerte en Estados Unidos fue un blanco no difícil para
los ataques abolicionistas. Este castigo no intimidaba a ningún criminal, mientras que sí promovía el
odio, la venganza y la violencia por presentarla como justificable.37 Es más, la pena de muerte era mucho
más cara para el erario público que la cadena perpetua,38 ya que, una vez pronunciada la sentencia
capital, le seguía un
33 Ya como intolerancia racial, ya como falta de sensibilidad hacia otras circunstancias sociales, la discriminación
fue frecuentemente denunciada en los foros contra la pena de muerte como al acecho en los procesos capitales
de Estados Unidos. Véanse, por ejemplo, la carta de Menchú del 6 de abril de 1993 y el ensayo de Concha
Malo. Además, véanse David Cilia Olmos, "José Juan Estrada, nuevo símbolo de lucha chicana contra el
genocidio yanqui", en Cómo, Pilar Noriega García, La pena de muerte y las irregularidades en el proceso;
Rafael Torres Hinojosa, México ante la pena de muerte; Marlene Kamish, "Hoja informativa sobre Manuel
Salazar Cabriales", y los discursos de Kamish, María Elena Castellanos y otros participantes. En los distintos
actos abolicionistas, los activistas distribuyeron una monografía de Amnistía Internacional que discutía, entre
otros temas, la discriminación racial en los procesos capitales: La pena de muerte en los EE. UU. (Londres,
Anmesty International Publications, 1987). En Furman v. Georgia 33 L Ed 2d 346 (1972), los magistrados
supremos Douglas, Brennan y Marshall coincidieron en encontrar patrones discriminatorios en las sentencias
capitales estadunidenses, no así el resto de los magistrados, aun cuando una mayoría de ellos nulificó los
códigos y las sentencias capitales por no ofrecer garantías de equidad.
34 Tras el espectacular juicio del astro afroamericano O. J. Simpson, el 85 por ciento de los estadunidenses opinó
que en Estados Unidos hay una justicia diferente para los que tienen y para los que no tienen dinero. La
absolución de Simpson les hizo, sin embargo, más difícil el percibir si la diferencia de justicia se debe a la
discriminación racial. Véase, por ejemplo, Betsy Streisand, "The O. J. Simpson Trial. And Justice for All?", en
U. S. News & World Report (9 de octubre de 1995).
35 Pilar Noriega, La pena de muerte y las irregularidades en el proceso. Véase también La pena de muerte en los
EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987). La resolución de la Corte Suprema Furman v.
Georgia 33 L Ed 2d 346 (1972) buscó combatir los patrones inconsistentes de sentencias de muerte.
36 Véase Rafael Torres Hinojosa, México ante la pena de muerte, y también La pena de muerte en los EE. UU.
(Londres, Amnesty International Publications, 1987).
37 Las líneas más comunes de argumentación utilitaria a favor o en contra de la pena de muerte giraron en torno de
su poder intimidante contra criminales, su poder educativo acerca de los valores y estándares de una sociedad, la
protección de la sociedad contra delincuentes peligrosos y la corrección de los individuos de conducta desviada.
Véase, por ejemplo, Stephen Flanders, así como a Nigel Walker, Why Punish? (Ox-ford University Press,
1991). Cf. La pena de muerte en los EE.UU. (Londres:, Amnesty International Publications, 1987, y las
decisiones de la Suprema Corte Furman v. Georgia 33 L Ed 2d 346 (1972) y Gregg v. Georgia 49 L Ed 2d 859
(1976), las cuales en forma muy interesante revelan el gran peso que tienen los topoi utilitarios en la
determinación de los castigos contra los criminales. No debe pensarse, sin embargo, que los principios utilitarios
son por sí suficientes y principales en la impartición de justicia penal. Una resolución judicial debe
esencialmente fundarse en la justicia en sí, siendo sus bases la retribución, la equidad y la proporcionalidad,
entre otros topoi judiciales.
38 El término "cadena" perpetua significa "cárcel" perpetua, según una metáfora que deriva del uso contemporáneo y
ordinario del lenguaje. Viene al caso recordarlo porque la "cadena" perpetua —en su sentido literal—existió
efectivamente en otras épocas. Las estrechas mazmorras de muchos castillos antiquísimos nos lo ilustran. Allí
prácticamente se abandonaba a los reos, dejándolos morir colgados de los grilletes. Tal castigo hoy está
proscrito tanto de México como de Estados Unidos por inhumano.
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ZÁRATE RUIZ/LA VIA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
complicadísimo proceso de apelaciones, según una garantía especial del Estado a los condenados a muerte antes de
que llegase la fecha de su ejecución:39
Un estudio realizado en 1982 en Nueva York, por ejemplo, calculó el costo de la retención de la pena de muerte,
llegando a la conclusión de que el juicio y la primera etapa de apelaciones de un caso que conlleva la pena capital
tendría un costo para el contribuyente de, aproximadamente, 1.8 millones de $USA, es decir, más del doble de lo
que cuesta mantener a una persona en prisión de por vida.
Jueces, fiscales y otros funcionarios judiciales se oponen a la pena de muerte en base al costo financiero,
considerando que la enorme concentración de los servicios judiciales en torno a una cantidad relativamente
pequeña de casos, muchos de los cuales tendrán como resultado, de todos modos, una pena de cadena perpetua,
desvía recursos valiosos de otros sectores, más efectivos, relativos al cumplimiento de la ley.
Los abolicionistas llegaron incluso a cuestionar la utilidad de cualquier castigo como medida de protección de una
sociedad contra los criminales: nadie puede determinar el riesgo real que representa un convicto para la sociedad, en
meros términos de su conducta en el pasado, como para recluirlo por años o, es más, eliminarlo con la pena capital:
De 2 646 asesinos puestos en libertad en 12 estados entre 1900 y 1976 inclusive, solamente 16 —o un 0.6 por
ciento— volvieron a ser condenados posteriormente por un homicidio en primer grado. 41
Durante los foros y las marchas abolicionistas, los participantes, por supuesto, repudiaron la pena capital por su
injusticia intrínseca. Entonces sacaron a luz los códigos de las Naciones Unidas y abundaron en puntos de vista
religiosos, culturales, morales, de solidaridad, de derechos humanos, de niveles de civilización, de la naturaleza y
dignidad humanas, de verdadera lealtad a la nación y al pueblo, etc., para dejar en claro su absoluta oposición a la
pena de muerte.
Todos estos argumentos enfocados en la injusticia intrínseca de la pena de muerte, o en su inutilidad general, o en las
condiciones frecuentes de inequidad que corrompen los procesos capitales, se dieron en los foros y marchas
fronterizas. Sin embargo, su asunto primordial fue la injusticia particular que sufrían los ahora reclusos en el pabellón
de la muerte, específicamente la lista de mexicanos considerada durante estos eventos abolicionistas. Ocurriendo estas
injusticias en casos particulares, lo que el público debía exigir, entonces, era la revisión de tales casos en las cortes
para conmutar una por una las sentencias capitales, o aun absolver a los condenados.
39 Algunos oradores en la marcha de Houston.
40 La pena de muerte en los EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987). Cf. las opiniones de los
magistrados supremos White y Marshall en Furman v. Georgia 33 L Ed 2d 390 393, 417 (1972).
41 La pena de muerte en los EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987), p. 23. Esta linea de
argumentación destacó en el foro de Ciudad Victoria.
42 Una premisa fundamental del "Foro Contra la Pena de Muerte" en Ciudad Victoria y en Matamoros fue que la
pena capital transgrede el más básico de los derechos humanos: el derecho a la vida. El recurso a la religión y al
sentido patriótico imperó en Reynosa, aprovechando, los aboilicionistas, el funeral de Ramón Facundo
Montoya en su llegada a México, El recurso a la religión se desbordó en Houston, quizá porque el meter a Dios
dentro de los discursos políticos no constituye una falta de etiqueta oratoria en Estados Unidos.
189
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
No era, pues, el punto inmediato y mayor de este ataque abolicionista la injusticia, inutilidad e inequidad
existentes en Estados Unidos en forma generalizada, por ser legal la pena de muerte. Si así hubiera sido,
entonces los abolicionistas considerarían como su audiencia principal a las legislaturas y a los votantes
competentes, que son los encargados de desechar cualquier ley perversa. Fue otro el frente de batalla
principal: los abolicionistas repitieron en la frontera la estrategia que manejan desde 1961, consistente en
que, en la revisión de los casos por las cortes judiciales, lo importante no es la reforma legislativa, sino la
defensa de los convictos.
Ciertamente, en estas cortes el procedimiento es resolver caso por caso según leyes generales ya
existentes. Esto exige de los abolicionistas demostrar la injusticia particular en cada uno de los
sentenciados, pero según dichas leyes. Parecería, entonces, que los abolicionistas aspiran a poco.
Parecería que sólo defienden a unos cuantos reclusos de sentencias equivocadas, sin impugnar, 4 tratar de
abolir, los códigos mismos que permitieron la sentencia de muerte. Entonces, aun dando por contado el
vínculo causal entre su retórica y algunas defensas exitosas de condenados a muerte —por lo cual
cupiera reconocerles a los abolicionistas en la frontera el que consiguieran la suspensión indefinida de la
pena de muerte contra César Fierro; el que lograran, al menos por un tiempo, la anulación de la
culpabilidad y de la sentencia de muerte de Irineo Tristán, 46 y el que obtuvieran primero una audiencia
de evidencia, después la suspensión temporal, y luego la definitiva de la sentencia que pendía contra
Ricardo Aldape Guerra—, 47 identificando tras estos éxitos un esfuerzo de informar y persuadir al
público48 y así organizar y revitalizar grupos de activistas que se comprometiesen a promover la revisión
de casos específicos de reclusos en el pabellón de la muerte —como lo intentaron los grupos de apoyo a
Aldape o a Irineo Tristán, tales como la Coalition of Mexican Workers of North America, la National
Mexican Alliance for Human Rights, las asociaciones de Amnistía Internacional en Houston y en Dallas,
las San Antonio Mothers of Men on Death Row, las Murdered Victims Families for Reconciliation, el
Center for Refugee Rights, el Mid-Valley Organizing Commitee, el integrado en 1993 Comité Irineo
Tristán Montoya contra la Pena de Muerte y por los Derechos Humanos, y "muchos otros", según
reporta
43
44
45
46
47
48
Las asambleas competentes son las sedes del Poder Legislativo, pues ellas son las que establecen las leyes
generales. Véase la opinión del magistrado supremo Powell en Furman v. Georgia 33 L Ed 2d [467. Cf.
Aristóteles, Retórica.
Muchas de las ideas expresadas en los foros sobre la injusticia intrínseca, la inutilidad y la inequidad y las fallas
procesales en las sentencias de muerte, por resultar mera opinión y oponerse a una ley vigente, no podrían
esgrimirse como argumento dentro de las cortes de justicia. Respecto a la retórica judicial y sus argumentos, cf.,
por ejemplo, el clásico texto de Retórica de Aristóteles.
Cf. El Norte, Monterrey, 21 de enero de 1994.
28 de abril de 1994.
La suspensión no implicó por buen tiempo la revocación de la sentencia contra Aldape. Para Dan Morales, fiscal
general de Texas, Aldape continuó hasta el último momento siendo un asesino condenado a muerte que en algún
día u otro habría de ser ejecutado. [Véase El Bravo, Matamoros, 27 de enero de 1996, pp. 1A y 3A.J Con el fin
de conseguir la libertad de Ricardo Aldape, sus defensores llegaron a manejar detallitos tan técnicos como
considerar si mantenerlo en el territorio de Estados Unidos podría transgredir las leyes de inmigración de ese
país, Cf. Ana Cecilia Terrazas, "¿Nueva esperanza para Aldape?", en El Norte, Monterrey, 20 de marzo de 1994.
Los abolicionistas suelen atribuir a la ignorancia del público el que siga en vigor la pena de muerte en un país.
Véase la "Tesis Marshall" en Furman v Georgia 33 L Ed 2d 419, que resolvería este problema educando al
público sobre lo inútil e injusto de este castigo. A tono con esta tesis, los foros fronterizos fueron
"informativos". Supusieron que muchos mexicanos no se adhieren aún lo suficiente a la causa abolicionista
porque la desconocen y porque desconocen la suerte de sus compatriotas en el pabellón de la muerte.
190
ZÁRATE RUIZ/LA VÍA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
la activista María Elena Castellanos,49 como pudieron serio estudiantes y la facultad misma de Leyes de
la Universidad Autónoma de Tamaulipas, escribiendo cartas a la entonces gobernadora Ann Richards, en
Texas, o al gobernador Jim Edgar, en Illinois,50 para conseguir la revisión de algún caso o incluso el
perdón para un reo—, aun así la lucha abolicionista seguiría pareciendo empequeñecida y centrada en
defender nomás a unos cuantos reclusos cuyos casos son potencialmente defendibles, y con una
efectividad, sin embargo, quizá no mayor que la de "una docena de manifestantes contra la pena de
muerte... gente de Amnistía Internacional", quienes celebran "sobrias vigilias de velación" fuera de la
prisión de Huntsville cada vez que allí ejecutan a un reo, y a quienes no pocos paseantes insultan
gritándoles "¡Consíguete un trabajito!";51 en fin, una lucha abolicionista que no parecería aspirar
verdaderamente a la abolición de la pena de muerte por no centrar las demandas, como correspondería,
en las legislaturas, sino en los jueces y en las autoridades administrativas.52
Sin embargo, la estrategia general abolicionista sí pretende proscribir la pena capital de los códigos. En
su incursión en las cortes los abolicionistas no buscan sólo salvar a un recluso específico. Buscan además
que, con su procesamiento, se establezca algún precedente judicial que beneficie a todos los condenados.
Y, como señalé, buscan apilar este proceso a otros muchos a tal punto que eventualmente el sistema de
justicia penal estadunidense se congestione, se paralice o incluso se declare incompetente para seguir
practicando la pena de muerte. 3
limites de la estrategia abolicionista
Este ánimo de congestionar el sistema de justicia criminal muestra que el esfuerzo abolicionista sí busca,
de alguna forma, proscribir la pena de muerte. Con su estrategia, los abolicionistas esperan que los
estadunidenses evenrualmente se convenzan de que su sistema judicial no funciona, y reducirlos así a la
necesidad de desechar dicha pena. Con todo, esta estrategia ataca a la pena de muerte en forma indirecta,
y no en lo esencial. No busca directamente cambiar leyes inhumanas, sino estrujar esas leyes hasta que
revienten por ineficaces.
Es cierto que esta estrategia ha tenido sus éxitos, pero éstos, por no tocar lo esencial, han sido
temporales. La montaña de apelaciones constitucionales contra sentencias de muerte específicas produjo,
en 1967, una moratoria en las ejecuciones, y en 1972 que, resolviendo el caso Furman v. Georgia,54 la
Suprema Corte declarara a la pena de muerte
49 Fax del 23 de octubre de 1993.
50 Durante los foros y marchas abolicionistas se distribuyó al público papelería para escribir peticiones a las
autoridades que tienen poder de ordenar la revisión de casos o el perdón de reos.
51 Susan Blaustein, "Witness to Another Execution. In Texas, Death Walks an Assembly Line", en Harper's (mayo
de 1994), p. 54. En el original ingles la expresión "¡Consíguete un trabajito!" fue "Get a life!" Aunque mi traducción
española captura hasta cieno punto el sentido del insulto, no da pie al juego de palabras que permitió a los
abolicionistas una retorta: "¡Estamos tratando de salvar una!"
52 Cf. Aristóteles, Retórica I, 1: "...aun siendo el mismo el método de la oratoria política [legislativa] y la judicial...
la primera es más noble, más apropiada para un ciudadano, que la que resuelve asuntos particulares... La razón
es que en la oratoria política hay menor recurso al hablar de lo que no es esencial. La oratoria política es menos
dada a las prácticas inescrupulosas de la oratoria forénsica [de las cortes judiciales] porque los asuntos que trata
son más amplios".
53 Ver American Civil Liberties, Union Capital Punishment Project Washington).
54 Furman v. Georgia .3.3 L Ed 2d 346 (1972).
191
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
inconstitucional según las prácticas de entonces: la manera de sentenciar y de aplicar la pena capital era
tan arbitraria y caprichosa que debía considerarse un castigo cruel e inusitado, lo cual está prohibido por
la Octava Enmienda. Aun así, varios estados reaccionaron contra esta decisión, notando que ésta no
establecía la inconstítucionalidad de la pena de muerte en sí, sino la de los reglamentos vigentes que
permitían sentenciar y ejecutar en modos no aceptables. Texas, Georgia y Florida encabezaron la
corrección de estos reglamentos para que ya no fueran arbitrarios ni caprichosos. En 1976, con la
decisión Gregg v. Georgia, la Suprema Corte reconoció la constitucionalidad de los nuevos
reglamentos, y así se reiniciaron las ejecuciones al año siguiente. 56
De hecho, la estrategia abolicionista contenía desde su inicio las semillas de este desarrollo. Los
activistas eligieron como campo de batalla las fallas en los procesos capitales, no la pena de muerte en sí.
No debe causar sorpresa, entonces, que el contraataque de los retencionistas consistiera en corregir esas
fallas, de tal manera que la pena de muerte se aplicase correctamente y así siguiese vigente. Es más,
reconociendo la exacta amplitud del desafío abolicionista, los legisladores pro pena de muerte y, en su
medida, las cortes respondieron no sólo depurando los procesos penales para hacerlos equitativos y
consistentes, luego válidos; además respondieron preocupándose por descongestionar el sistema judicial
tumefacto bajo montañas de apelaciones, y preocupándose por evitar convertir a la Corte Suprema en una
asamblea constitucional.57
Así, a la controversia McCIesky v. Kemp58 la consideraron no sólo una disputa constitucional alrededor
de varias reglas procesales en Georgia; de alguna manera, los retencionistas también vieron en ella el
peligro de que los magistrados se arrogaran facultades legislativas y salieran con novedades legales como
restringir las sentencias penales a cuotas estadísticas. l En esta situación, los magistrados supremos se
vieron constreñidos no sólo a resolver el asunto directo de la apelación, es decir, los alegados procesos
discriminatorios de Georgia; también, hasta cierto punto, respondieron a la cuestión encubierta sobre su
función de dar forma y sentido a las leyes estadunidenses:
decidieron permanecer en el ámbito estrictamente judicial requiriendo que las demandas legales en las
cortes jamás se quedaran en meras generalidades, sino que tocaran un caso concreto para que la
resolución judicial se individualizara.10
Las reacciones al congestionamiento en las cortes tampoco se hicieron esperar. Los magistrados y los
legisladores retencionistas han tratado de poner un coto a las apelaciones ilimitadas que azolvan el
sistema de justicia penal. En la decisión Strickiand v. Whashington (1984), la Corte Suprema de Estados
Unidos reconoció un doble peso de probar que recae en el sentenciado si alega que su asesor legal fue
inefectivo. El sentenciado debe demostrar tanto que este asesor legal no se portó "en forma razonable"
55 Gregg v. Georgia 49 L Ed. 2d 859 (1976).
56 Gary Gilinore fue fusilado en Utah en enero de 1977, según el método que el mismo eligió para ser ejecutado, tras
negarse a continuar con su proceso de apelaciones. Véase Stephen A. Flanders 11, 51, y también La pena de
muerte e los EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987).
57 En cuanto a que se legisle vía precedente judicial y no vía legislatura.
58 McCIesky v. Kemp 95 L Ed 2d 262 (1987).
59 Para evitar la "presunción" de racismo judicial, una posible cuota estadística consistiría, por ejemplo, en castigar
proporcionalmente a criminales negros o blancos según su porcentaje en el número total de habitantes.
60 En McCIesky v. Kemp (2 de abril de 1987), el alegato general de racismo practicado en forma muy extensiva en
las cortes de Georgia debía anclarse en una demanda y evidencia específicas; que el convicto McCIesky fue
particularmente víctima de un proceso judicial discriminatorio. Cf. Stephen A. Flanders 77 80.
192
ZÁRATE RUIZ/LA VIA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
como que tal comportamiento tan incompetente perjudicó su defensa a tal grado que hizo del proceso
penal uno inevitablemente injusto.61 La Corte Suprema declaró, además, que la evidencia en favor de
Leonel Torres Herrera, posiblemente exculpante pero de último minuto y muy traída de los cabellos, no
lo hacía acreedor al derecho automático de una audiencia federal previa a su ejecución. 62 Es más, en la
decisión McCIesky v. Zant, la Corte Suprema resolvió que si el convicto no presentaba sus querellas
contra posibles transgresiones de nivel constitucional en la primera petición de habeas corpus,63 se vería
impedido para presentar querellas de ese nivel en una segunda petición de ese recurso.64
A todo esto hay que agregar que William H. Rehnquist, presidente de la Suprema Corte, arremetió
contra el congestionamiento del sistema judicial, informando sobre éste al Congreso de Estados Unidos
el 21 de septiembre de 1989. Para ello creó un comité de jueces federales que evaluaron la crisis del
sistema judicial en su manejo de los casos capitales. Un pánel, presidido por el ya retirado magistrado
supremo Lewis F. Powell Jr., recomendó entonces imponer límites estrictos a las apelaciones múltiples
presentadas por los reclusos en el pabellón de la muerte. Rehnquist, formalmente comunicó la propuesta
del pánel para que la considerase el Comité Senatorial sobre el Sistema Judicial.65 Rehnquist, en
ocasiones posteriores, ha insistido en denunciar los peligros de azolvar el sistema judicial estadunidense
con apelaciones. Recientemente identificó las causas del congestionamiento. En los últimos 40 años,
dijo, la población de Estados Unidos pasó de 154 a 250 millones de personas. Aun así, en el mismo
periodo, el Congreso ha permitido, con una serie interminable de generosos reglamentos, que se
multipliquen las apelaciones en su número y en su altísimo costo. Un sistema judicial eficiente,
concluyó, debe aprender a manejarse con un presupuesto limitado, especialmente en el nivel de las
cortes estatales."
Un truco que ha permitido a las cortes mantenerse dentro de los límites de su presupuesto ha sido el
imponer discrecionalmente la pena de muerte a un número muy limitado de reos. Sólo el 3 por ciento de
los asesinos condenables a muerte finalmente son sentenciados a la pena capital, y de esta porción sólo
un 8 por ciento llegan a ser ejecutados.67 Hasta cierto punto, esta reducción en las sentencias y
ejecuciones ha sido posible tras varias decisiones de la Corte Suprema de Estados Unidos, las cuales
resolvieron que no es obligatorio imponer las sentencias capitales a una misma clase de criminales
simplemente porque hayan cometido una misma categoría general de crímenes. Deben antes discernirse
las circunstancias individuales de cada crimen para penalizarlo apropiadamente.
61 Véase Strickland v. Washington 80 L Ed 2d 674 (1984). Véase también David J. Gross, "Sixth AmendmentDefendant s Dual Durden in Claims of Ineffective Assistance of Counsel", en The Journal of Criminal Law and
Criminology, vol. 75, núm. 3, Northwesterrnn University School of Law, 1984, pp. 755-778.
62 Véanse Herrera v. Collins 122 L Ed 2d 203 y Time, 8 de febrero de 1993, 63 Habeas corpus: audiencia judicial
concedida al reo para revisar la evidencia —"corpus"— u otros aspectos procesales para así determinar la liberación
del reo si es que sufrió una detención o proceso ilegal.
64 Ver McCIesky v. Zant 113 L Ed 2d 517 (1991).
65 Ver Stephen A. Flanders 58.
66 Ver El Norte (Monterrey: 22 de octubre de 1993).
67
Ver, por ejemplo, Stephen A. Flanders 57; ver La pena de muerte en los EE. UU. (Londres: Amnesty
International Publications, 1987)6.
68 Véanse, por ejemplo, Woodson v. North Carolina 49 L Ed 2d 944 (1976), Roberts v. Louisiana 49 L Ed 2d
974 (1976), Roberts v. Louisiana 52 L Ed 2d 637 (1977), Sumner v. Shuman 97 L Ed 2d 56 (1987); cf. la opi-
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
No obstante la reducción del porcentaje potencial de ejecuciones, los abolicionistas abominan estas
decisiones judiciales porque ven en ellas refrendarse el poder discrecional del fiscal —un poder que
consideran la misma fuente de la caprichosa y discriminatoria aplicación de la pena de muerte, y aun
más, el método para preservar vigente este castigo sin que el público llegue indirectamente a aborrecerlo
por escrúpulos presupuestarios—.1i) Los retencionistas, sin embargo, se encargan de recordarles a los
abolicionistas que su indignación ataca la misma esencia del sistema judicial estadunidense. Dotar al
sistema de justicia penal de la necesaria discrecionalidad y así alcanzar resoluciones individualizadas
según cada caso, dicen, es un principio fundamental de la jurisprudencia estadunidense.70
Es más, la misma Corte Suprema de Estados Unidos ha identificado en algunas posturas abolicionistas
no sólo una ofensiva contra la pena de muerte, sino incluso un asalto contra todo el sistema penal. En la
decisión Gregg v. Georgia71 los magistrados supremos White, Burger y Rehnquist concurrieron en este
dictamen:
El argumento del demandante acerca de que existe un rango inconstitucional de discrecionalidad en el sistema el
cual separa a aquellos sospechosos que llegan a recibir la pena de muerte de aquellos que sólo llegan a recibir
prisión de por vida —que es una pena menor— o de aquellos absueltos o nunca procesados, parece, en un análisis
final, una acusación contra todo nuestro sistema de justicia... Esto no puede ser aceptado como proposición de ley
constitucional.72
Aun así, la abogada Marlene Kamish lanzó esa acusación en Matamoros durante su análisis de la situación de los
reclusos en el pabellón de la muerte, y recomendó a su audiencia no confiar nunca más en las cortes de Estados
Unidos ni en su justicia. Es más, para la promotora de los derechos humanos María Elena Castellanos, la justicia sólo
podrá darse, en cambio, si las masas se movilizan, toman las calles y así ejercen presión en las cortes de justicia para
que cambien sus patrones discriminatorios de sentencias. De hecho, Castellanos fue uno de los principales
organizadores de las manifestaciones en Reynosa y en Houston, las cuales incluyeron el bloqueo del puente
internacional de Reynosa y el montar una guardia a la entrada del Houston Chronicle para repudiar visiblemente,
según dijo, la parcialidad de este periódico ante el caso de Ricardo Aldape Guerra.
¿Existen otras posibles estrategias para abolir la pena de muerte en Estados Unidos y corregir las fallas de su sistema
penal? La Corte Suprema de Estados Unidos parece dar una pista a los abolicionistas al respecto:
El valor de la pena de muerte... es un asunto... complejo cuya resolución pertenece propiamente a las legislaturas...
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71
72
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nión discrepante del magistrado supremo Burger en Furman v. Georgia 33 L Ed 2d 435, donde explica el
principio de discrecionalidad (o de individualización de la justicia) apoyándose en McGautha v. California 28 L
Ed 2d 727. Véase también Stephen A. Flanders 51 52, 56, 65 67.
Entre los trabajos de los foros fronterizos, Pilar Noriega presentó "La pena de muerte y las irregularidades en el
proceso". Cf. La pena de muerte en los EE. UU. (Londres, Amnesty International Publications, 1987), p. 3 10.
Véase Stephen A. Flanders 33.
Gregg v. Georgia 49 L Ed. 2d 859 (1976).
Gregg v. Georgia 49 L Ed. 2d 903 (1976).
ZÁRATE RUIZ/LA VÍA JUDICIAL EN EL DEBATE FRONTERIZO EN TORNO A LA PENA DE MUERTE
Consideraciones sobre el federalismo así como respeto a la habilidad de una legislatura para evaluar, según los
términos de cada estado particular, el consenso moral respecto a la pena de muerte y su utilidad social como
castigo, requieren de nosotros el concluir, faltándonos evidencia adicional convincente, que la imposición de la
pena de muerte como castigo por asesinato no carece de justificación y que por lo tanto no es inconstitucionalmente
severa.73
Los magistrados sugieren aquí que la táctica abolicionista de proscribir la pena de muerte en Estados Unidos a través
de convertir las cortes judiciales en su campo de batalla no es la correcta. Sugieren que no son los jueces sino los
legisladores en las asambleas quienes pueden modificar apropiadamente las leyes de una nación, incluso sus estatutos
sobre lo que son los delitos y las penas.
Con todo, los abolicionistas quizá no yerren en considerar a las legislaturas su público más difícil: cuatro de cada
cinco estadunidenses apoyan la pena de muerte.74
No obstante, los abolicionistas sí yerran si no ven en la vía judicial escogida y practicada aun en la frontera —
¡Estreñid a las cortes con apelaciones!— una en la cual ellos mismos han quedado empantanados, y no el sistema
judicial estadunidense. Así, su lucha parece por ahora atrapada en un pabellón, digo, callejón sin salida.
73 Gregg v. Georgia 49 L Ed. 2d 882 (1976).
74 Véase Stephen A. Flanders 18. A mediados de la decada de 1960, la opinión publica en favor o en contra de la
pena de muerte estaba casi dividida en mitades. A mediados de la década de 1970, los proponentes ya habían
avanzado en un margen de dos contra uno. Alrededor de 1985, ese manden llegó a ser de tres contra uno.
Flanders asegura que el apoyo a la pena capital continúa cada día a la alza.
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FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
NOTA CRITICA
Narrativas etnográficas en la Sierra
Tarahumara, México
Augusto Urteaga Castro Pozo*
Para Petronilo, Juan y Mariquita y para Lola y Feliz; Toña y Miguel, de
Yeguachique-Aboreachi/, Chihuahua-México, mis compadres.
Entrada
Es bien sabido que el discurso etnográfico, principalmente descriptivo, persigue mostrar y demostrar el
"hecho social total", eminentemente a través de la escritura. La construcción de escenarios narrativos se
convierte en una atmósfera/espacio privilegiada para el antropólogo (y también para el historiador, el
sociólogo, el psicoanalista, el escritor o el comunicólogo) para la recreación selectiva y clasificatoria de
hechos y fenómenos sociales observados, vivenciados y registrados en la secuencia o flujo de la vida social
e individual cotidiana.
El discurso etnográfico y sus posibles propuestas narrativas, no obstante, no pueden ser elaborados al
margen de la observación de los hechos sociales mismos, de su aparente concatenación inverosímil y, por
supuesto, de los múltiples, diversos y encontrados discursos que los mismos protagonistas sociales
elaboran y representan en sus propias prácticas, actitudes y opiniones de ocasión (Goffmann, 1969).
Además, el proceso de elaboración de discursos o narrativas etnográficas ha padecido, siempre, de
mediaciones o sesgos producto de la contradicción alteridad/otredad, o mejor dicho, de la confrontación de
sistemas culturales que portan —cada uno con su propia acumulación histórica y su propia construcción
identitaria— valorizaciones alternas sobre el pasado, el presente y el futuro. La etnografía proviene —para
bien o para mal— de la narrativa, tanto oral como escrita, y, por supuesto, de las contradicciones propias
del complicado pasaje de la memoria oral a sus representaciones gráficas (Goody, 1977, y Le Goff, 1991).
De esta
*Director del centro Instituto Nacional de Antropología e Historia en Chihuahua, Chih. E-mail: [email protected]. F.I presente trabajo fue una ponencia al simposio "La Novela en la Historia y la Historia en la Novela",
realizado en Lima, Pen'1, del 19 al 21 de octubre de 1995.
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
manera, también, toda reconstrucción de la historia —tanto propia como ajena— plantea de entrada un
rotundo diálogo de sordos; no siendo originarios, todos somos los otros, los visitadores o los
extranjeros.
Pero tal vez gracias a este ya originario e histórico etnocentrismo es que se han podido elaborar las
primero tímidas y después actuales encrucijadas críticas del conocimiento y la comunicación
intercultural: la antropología contemporánea arranca de los empecinados relatos de viajeros,
coleccionistas, aventureros y literatos entregados a las texturas de la vida social en tanto fuentes del
conocimiento mismo, fueran ellos conscientes o no de este afor/desafortunado resultado. El ahora
considerado sacrosanto quehacer etnográfico no fue inventado todavía sino hasta la segunda década del
presente siglo. Por supuesto, es claro que se formuló a partir de ese ethos de curiosidad, tal vez propio de
la humanidad, que recorrió rutas, mares, continentes, estableció contactos, realizó viajes, así como
conoció las inconmensurables particularidades de sociedades y culturas. En este maravilloso proceso de
reconocimiento —que por cierto no ha finalizado aún—, no podemos excluir a las complejas, densas y
hasta terribles narrativas de conquista, evangelización y colonización (Lafaye, 1977).
Recordemos que no fue sino hasta la aparición de las "grandes" monografías antropológicas
(aproximadamente entre los años 1922-1950) cuando el estudio de la diversidad social y étnica (es decir,
el hacer etnográfico) se realizó al margen de la profesión antropológica y se inspiró básicamente en la
histórica y vital necesidad de elaborar estrategias discursivas que permitieran comunicar estos
conocimientos al sistema cultural de Occidente, ya entonces plenamente hegemónico en la escala
internacional (Geertz, 1989; Boom, 1990, y Pearson, 1993).
La fórmula histórica de creación de la Nueva España se ha constituido ya en un claro ejemplo de este
tipo de confrontaciones históricas. Sin embargo, la ocupación europea del actual territorio norteño de
México tuvo características y patrones que la hicieron distinta al proceso seguido en el centro y el sur de
ese país. La conquista del septentrión (denominado después Nueva Vizcaya) significó el avasallamiento
de una población que obedecía a una matriz cultural distinta a la enfrentada (casi un siglo antes) en las
regiones localizadas en el centro y el sur del México contemporáneo. Nómadas, seminómadas, cazadores
y recolectores, agricultores de maíz sedentarizados y semisedentarizados, al mismo tiempo que bandas
guerreras, pululaban por ese extenso territorio. (González Rodríguez, 1990).
La Sierra Madre Occidental, ubicada en los estados de Sonora, Chihuahua, Durango, Nayarit y
Jalisco, en México, y en los de Arizona, Colorado y Nuevo México, en Estados Unidos, constituye un
corredor geográfico y un conglomerado étnico producto de una matriz historicocultural específica
(Sauer, 1934; Beals, 1932; Kirchoff, 1943 y 1967; Spicer, 1962; González R., 1982; Urteaga, 1992, y
Weaver, 1993), y en cuyo habitat se desarrollaron las principales culturas productoras de maíz en el
actual norte de México, representativas del área árido-oasisamericana, algunas sobrevivientes en
nuestros días y hablantes de la familia lingüística utonahua. Cuando los europeos llegaron a esta región
encontraron —según estimaciones de la demografía histórica— a más de 200 mil indios y al menos 45
etnias diferenciadas que practicaban alrededor de 20 lenguas (Miller, 1983, y Weaver, op. cit.).
Este inmenso territorio cultural ha sido y es depositario de muchos desarrollos culturales en sus
escenarios de cumbres, cañones profundos y laderas o serranías bajas;
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URTEAGA CASTRO POZO/NARRATIVAS ETNOGRÁFICAS EN LA SIERRA TARAHUMARA
de un sin fin de recursos biótícos —amenazados hoy por la depredación del bosque conífero y de encino,
la ganadería extensiva y los cultivos dedicados al narcotráfico—, y, también, de complejos sistemas
socioeconómicos diferenciados que atienden, simultánea y combinadamente, a una accidentada y
contrastante ecología, al tiempo que lograron crear un conjunto étnico similar pero de múltiples salidas
laborales, coreográfico-rituales y de cohesión sociopolítica que goza de una permanencia y vinculación
que debe ser necesariamente hurgada en la historia, dados los distintos pero tan relacionados rumbos de
desarrollo asumidos por estas dos naciones limítrofes (Spicer/Thompson, 1972, y Byrkit, 1992).
Este somero perfil se complica más dado que el conjunto étnico al que aludimos padeció también la
conquista anglosajona y su posterior expansión, que dio origen al territorio actual de Estados Unidos;
asimismo, en él persisten arraigadas tradiciones de movilidad territorial, penetración de las acciones
misioneras de jesuitas y franciscanos, repoblamientos de origen colonial y migraciones estacionales (y
también definitivas) que, indudablemente, han sido acicateadas por los "ciclos de contacto" (Spicer, op.
cit.) Sin embargo, el abanico de prácticas concretas y las contradicciones que motivaron y motivan estos
ciclos en el presente cuadro de los sistemas culturales indios es muy parcialmente conocido por quienes
actualmente nos dedicamos a la investigación de los procesos étnicos en el norte mexicano. Y más bien
parecería que, a diferencia de otras situaciones de desarrollo en la Sierra Madre Occidental (como la
severa evangelización abanderada por los jesuítas desde 1604, la explotación minera colonial y
republicana, la construcción del ferrocarril a fines del siglo pasado, la incentivación de la explotación
forestal desde la primera década del presente siglo hasta nuestros días y la introducción de prácticas
indigenistas como resultado de la Revolución Mexicana de 1910-1930), en nuestros días sucede que, en
la medida en que se estrechan los contactos necesariamente desiguales entre sociedad nacional y
sociedades indígenas, se amplían, especifican, recrean y profundizan las diferencias etnicoculturales
(Urteaga, 1993).
Sin embargo, se reconoce que, salvo excepciones notables (Basauri, 1929; De la Peña, 1946, y Planearte,
1954), la investigación antropológica mexicana ha preferido ignorar los territorios indios de la región
norteña actual, permitiendo así, por inexplicable omisión, la apertura de un peligroso frente de supresión
étnica localizado, precisamente, en las estribaciones fronterizas con la potencia vecina. Por estas y otras
razones que no viene al caso desarrollar aquí, la ponencia que expongo intenta sintetizar las experiencias
de Carl Lumholtz, noruego y viajero profesional, y de Antonin Artaud, dramaturgo y escritor francés,
quienes recorrieron la Sierra Madre Occidental y convivieron con los tarahumaras a finales del pasado
siglo y principios del presente. Como se podrá observar, ambos elaboraron estrategias narrativas para
transmitir esa diversidad humana y cultural, que si bien fueron radicalmente distintas, abonaron y mucho
en las actuales obsesiones de las ciencias humanas.
Pero habría que señalar, en honor a la verdad, que, en el horizonte de 40 años en que ambos transitaron
por la Tarahumara, hubo otros viajeros —por ejemplo, Schwatka entre 1889 y 1890 (en González
Rodríguez, 1988)—y algunos antropólogos —tanto mexicanos como extranjeros (sobre todo Basauri, op.
cit., y Bennett & Zingg, 1935)— que desde finales de la segunda década del siglo habían ya convertido
al país de los tarahumaras en un objeto de estudio (González Rodríguez, ibidem). Asimismo, hay que
agregar que entre la elaboración de ambos relatos México se sacudió de una dictadura (la de Porfirio
Díaz) e ingresó —por medio de la primera revolución social del presente siglo— en la obstinada
búsqueda de creación de un "modelo" moderno de Estado-nación. Es evidente
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
también una necesaria contextualización histórica, que aquí no podemos desarrollar por razones de
espacio, de ambas narrativas.
La narrativa de Cari Lumholtz
Realizada en las postrimerías del pasado siglo y en los albores del presente, esta obra constituye un hito
de arranque en lo que a la imagen contemporánea de lo indio refiere (Lumholtz, 1902/1904). Su vasta
"exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental; en la Tierra Caliente de Tepic y Jalisco y
entre los Tarascos de Michoacán" culminó en una obra fundamental para el futuro de las ciencias
antropológicas, tanto en México como en el mundo. Ciertamente, El México deconocido (Unknown
Mexico), confeccionado por Lumholtz, es un libro básico para la investigación sobre la historia y el
presente cultural de los grupos indios del noroeste de México, que, por cierto, están incluidos en el área
cultural denominada "gran suroeste" (great Southwest) por los especialistas (Beals, 1932; Bennett &
Zingg, op. cit.; Spicer, 1962; Pennington, 1969, 1974 y 1980; Fontana et al., 1977; González Rodríguez,
1981 y 1988; Miller, 1983; Braniff, 1985, etcétera).
Este aspecto nos lleva directamente a destacar uno de los aspectos más vivos de esta obra seminal: la
etnografía que se desprende del relato viajero, una escritura que debemos a Lumholtz, ya que después de
"la expedición" (1892-1900) fue quien ensambló, escribió y editó la totalidad de esta obra, aun cuando en
sus correrías colaboraron hasta 40 personas. Nuestro autor (Geertz, op. cit.) le otorga al libro un sentido
unitario, superando así las limitaciones de contar con informes provenientes de un grupo polivalente de
colaboradores. Además, con la publicación temprana de esta obra en versión castellana (1904), Lumholtz
nos ubica ante la posibilidad de acceder a una imagen de conjunto sobre los grupos étnicos de la Sierra
Madre Occidental (o Tarahumara) y, travesía narrativa mediante, a una escenografía ciertamente
fantástica, pero sobre todo ilustradora de una realidad sobre la cual se había dejado de tener registros
históricos, al menos desde la expulsión de los misioneros jesuitas en 1776 (León G., 1992).
Resueltos los problemas financieros que una expedición de esa magnitud requería, Lumholtz y su
equipo (en realidad, un grupo de científicos que, como él mismo los denominó, eran "talentosos e
imaginativos", entre los que se encontraban geógrafos, arqueólogos, botánicos, zoólogos, dibujantes,
minerólogos, fotógrafos, lingüistas, etcétera) emprendieron camino por un conjunto de rutas que —
aunque convenidas de antemano— fueron corrigiéndose en la medida que la curiosidad, la pasión viajera
y la resistencia física de los expedicionarios fueron permitidas por el accidentado y cambiante escenario
de la naturaleza serrana. Por ello, su mirada fue y es todavía un privilegio de la vista: durante el siglo y
medio transcurrido después de la expulsión jesuíta las culturas indias de la Tarahumara habían cambiado
biológica, social, étnica y culturalmente.
Gran parte de la importancia de este trabajo radica en que está concebido en torno a un enfoque
totalizante, mismo que le imprime al conjunto de su cuerpo narrativo la fuerza y vitalidad necesarias para
una—todo depende del lector— comprensión contemporánea de, al menos, los grupos étnicos rarámuri
(tarahumar), o 'dami (tepehuán), huichol y cora, que actualmente representan un aproximado
demográfico de 200 mil habitantes. Esta mirada global, sin embargo, no elimina la posibilidad de
focalizar las particularidades
200
URTEAGA CASTRO POZO/NARRATIVAS ETNOGRÁFICAS EN LA SIERRA TARAHUMARA
de grupos étnicos hoy ya desaparecidos y las de los más o menos integrados a la dinámica mexicana del
mestizaje integracionista, y las diversidades intrínsecas en ellos (como los propios tarahumaras), lo que
termina constituyéndose en un estímulo a la imaginación etnográfica condimentada con una suficiente
dosis de aventura, exploración y descubrimiento (Lionnet, 1972).
Fundamental resulta en el relato las relaciones interétnicas establecidas entre indios tarahumaras y
chabochi (cuyo significado es el de extranjeros, barbados o mestizos mexicanos). Lumholtz las describe
como un verdadero cuello de botella que siempre favorece (al menos en el tiempo en que pudo
apreciarlo) a los chabochi, gracias a su ligazón orgánica con la institucionalidad civil y política
nacionales, localizada en los centros urbanos, y a su actitud individualista, opuesta a la significación
cultural indígena, predominantemente grupal —y aquí coincide con Artaud—. Ante esta difícil situación,
el viajeró adoptó una posición ética que tal vez hoy siga vigente: "los tarahumares [sic], son mucho
mejores moral, intelectual y económicamente que sus hermanos civilizados; pero los blancos no les
dejan reposo mientras tienen algo que quitarles..." A la superación de estas "dificultades" en la
convivencia étnica contribuye, sin duda, esta obra, que penetra en este laberinto conflictivo que expresa,
hasta la actualidad, la tensa vecindad de grupos étnicos diversos en un contexto territorial específico.
A un siglo de que se demarcaran por la pluma de Carl Lumholtz los escenarios etnográficos de su
expedición, éstos todavía nos permiten adoptar una visión verosímil y dinámica de los tarahumaras
actuales. Al menos, su ferviente y tierna postura etnográfica nos lo sigue demostrando: "las futuras
generaciones —dijo— no encontrarán otros recuerdos de los tarahumares que los que logren recoger los
científicos de hoy, de labios de este pueblo y del estudio de sus utensilios y costumbres..."
Un proceso de involucramiento etnográfico atrapa a nuestro autor a medida que se suceden los capítulos,
sobre todo cuando se ocupa de los tarahumaras en el primer volumen de la obra señalada. Así,
atravesamos desde el ciclo de vida hasta la compleja ritualidad, la curación y la danza del peyote (jícuri),
el orden político y la festividad, pasando por la etiqueta y cotidianidad domésticas. Después y antes, el
apunte del viajero en tránsito capacitado para la iconografía: grabado, dibujo y fotografía permiten
asomarnos a la sinuosa y tropical profundidad de las barrancas y también a la callada frescura de las
cumbres: "tres semanas a pie por la barranca de Urique/ antiguos sepulcros atribuidos a los indios
tubares/ carreras de los tepehuanes/ vista de Huérachi/ la cascada de Basaseachi/ rancho tarahumar junto
a la Barranca del Cobre con terrazas sembradas/ castigo a los enamorados". Faltaría mencionar la
acuciosidad descriptiva de la cotidianidad india: vestido, cerámica, aperos, utensilios, arquitectura, baile,
canto, música y adorno. En fin, faltaría nombrar a todos los hombres y mujeres relatados en una
espacialidad etnográfica que sólo esta obra nos induce claramente a confundir —a pesar del siglo
transcurrido— con los actuales habitantes de la Sierra Tarahumara (Urteaga, 1994).
La narrativa de Artaud
En el año 1936, y cuando en Europa se publicaba El teatro y su doble, Antonin Artaud realizó un viaje a
México con el claro objetivo de conocer "el imperio del rito" y lograr, de acuerdo a su compleja teoría
del teatro de la crueldad, "una poesía en el espacio... [es
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
decir de] las diez mil expresiones reproducidas en máscaras [que] podrán titularse y catalogarse para que
participen en el lenguaje directo y simbólicamente concreto de la escena". Siguiendo un movimiento
intelectual peculiar en su época (como Breton, Trotski, Eisenstein, Lawrence, Lowry, entre muchos otros
intelectuales, tanto europeos como estadunidenses y latinoamericanos), Artaud decidió salir de Occidente
en busca de la "otredad" mexicana, poseedora de culturas supuestamente auténticas e incontaminadas, y
—además, de estar casi medio año en la capital azteca— vivió aproximadamente un mes y algunos días
entre los tarahumaras de Chihuahua.
Como se señala en la edición española de Los tarahumara (1972), y como lo corrobora la mexicana
(Schneider, ed., 1984), es muy probable que Artaud escribiese "La montaña de los signos" durante el
transcurso del periplo que realizó entre los tarahumaras y que austeramente fue financiado por la
Universidad Nacional de México y el Instituto de Bellas Artes: el recorrido empezó a finales del mes de
agosto de 1936 y duró hasta la primera semana de octubre de ese mismo año, cuando el autor fechó una
carta en la ciudad de Chihuahua. Una vez de regreso a la capital, el 16 de octubre de 1936, el texto fue
publicado en el periódico El Nacional con el título ya consignado. Aunque la producción narrativa sobre
este viaje se prolongó prácticamente hasta el fallecimiento del escritor francés (1948), tomaré este
artículo, así como "El país de los Reyes Magos" (ibid., 14 de octubre de 1936) y "Una raza principio"
(ibid., 17 de noviembre de 1936), como representativos de un momento intelectual crucial para su vida y,
dado el significado que él les otorgó (incluso corrigiéndolos obsesivamente), como verdaderas
representaciones narrativas de un autor que, como cualquier antropólogo, observó, participó e interactuó
en una espacialidad cultural distinta a la propia. Es más, de una vez por todas introdujo una imagen de lo
tarahumar en el circuito intelectual internacional (por supuesto que principalmente europeo) asociada al
mundo de creencias, la ritualidad, lo onírico y lo simbólico propias de esta importante cultura indígena
del norte mexicano.
Sin duda, serán sus referencias narrativo-vivenciales al peyote (cuya designación botánica es
Lophophora lemaire, aunque la palabra original proviene del náhuatl), al que los rarámuri nombran
jícuri/jículi (warura= el más grande), las que le ofrecerán a su obra un escenario literario cercano al best
seller de nuestros días. El peyote es un cactus pequeño, sin espinas y en forma de zanahoria de cabeza
verde dividida en gajos, con vellosidades y flor blanco-rosada que crece en las llanuras desérticas y
semidesérticas del suroeste de Estados Unidos y el noroeste de México, mas no en la Sierra Tarahumara
(Cardenal, 1993). Contiene nueve alcaloides narcóticos de la serie isoquilina, con efectos parecidos a los
de la estricnina y la morfina. En la época prehispánica muchas poblaciones consumían esta planta, ya
fuera verde o seca: tanto en las crónicas como en la etnografía actual está documentada su utilización
ceremonial, su valoración curativa o maligna y sus propiedades religiosas; culto o ceremonial que a partir
del siglo XVIII se extendió a todo el gran suroeste norteamericano. En nuestros días persiste
generalizadamente el hecho de que el peyote se consume con tesgüino (cerveza o chicha de maíz) y
mezcal (aguardiente de agave) (La Barre, 1980).
Para Artaud,
el país de los tarahumara está lleno de signos, de formas y efigies naturales que no parecen nacidas del
azar, como si los dioses... hubiesen querido significar sus poderes en esas extrañas firmas en las que la
figura del hombre aparece perseguida desde todas partes... aunque la
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URTEAGA CASTRO POZO/NARRATIVAS ETNOGRÁFICAS EN LA SIERRA TARAHUMARA
mayoría de los miembros de la raza tarahumara son autóctonos y, según dicen ellos mismos, cayeron del cielo a la
tierra, podemos decir que cayeron en una naturaleza ya preparada. Y esa Naturaleza ha querido pensar como un
hombre. De la misma forma que ha evolucionado a unos hombres, así también ha evolucionado a unas rocas... el
Hombre dejó de elevarse hasta la Naturaleza para atraerle a su talla, y la consideración exclusiva de lo humano hizo
perder lo Natural. [...]
En todos los recodos de los caminos —mientras caminaba a través de la montaña— se ven árboles quemados
voluntariamente en forma de cruz, o en forma de seres, y muchas veces esos seres son dobles y están uno frente al
otro, como para manifestar la dualidad esencial de las cosas... Y se me ocurrió pensar que ese simbolismo
disimulaba una ciencia... Quizá nací con un cuerpo atormentado, falsificado como la inmensa montaña, pero sus
obsesiones sirven:
y en la montaña me di cuenta de que de algo sirve tener la obsesión de contar... la Sierra Tarahumara es el país
donde se han encontrado... esqueletos de hombres gigantes y que en el instante mismo en que escribo se siguen
descubriendo todavía sin cesar; entonces es cuando muchas leyendas pierden su aspecto de leyendas y se
convierten en realidades... La Naturaleza ha producido a los bailarines en su circulo de la misma forma que produce
el maíz en su círculo y a los signos en los bosques. [...]
Los tarahumara... rinden culto a un principio trascendente de la Naturaleza, que es Macho y Hembra, como debe de
ser... no es para afirmar la dualidad de las dos fuerzas contrarias, es para señalar que en el interior de la raza
tarahumara, el Macho y la Hembra existen simultáneamente, y que ellos disfrutan de los beneficios de sus fuerzas
aunadas... [Ellos] no temen a la muerte física: el cuerpo, dicen, está hecho para la desaparición; lo que temen es la
muerte espiritual, y no la temen en el sentido católico, a pesar de que los jesuitas pasaron por allí. Es falso decir que
no tienen civilización, cuando se reduce la civilización a puras facilidades físicas, a comodidades materiales que la
raza tarahumara ha despreciado desde siempre." (Artaud, op. cit..; subrayados y mayúsculas del autor).
Por supuesto que he seleccionado estos fragmentos con la intención de demostrar que Artaud no sólo estuvo allí, entre
los tarahumaras, sino que también —y a diferencia de la expedición científica encabezada por Lumholtz— elaboró su
propia, peculiar y personal narrativa sobre el viaje que emprendió a la Tarahumara y que ésta, aunque no ortodoxa y
mucho menos sistemática desde el punto de vista cientificista hoy tan en boga, expresó y sigue manifestando un
código de significaciones que reflejan una experiencia empírica e interactuante entre los rarámuri —incluso cuando
relata el "descubrimiento" de esqueletos de gigantes, una verdadera creencia y mito fundacional propio de los indios,
de su época y actuales—, aunque aquí hay que agregar que la narrativa cotidiana de éstos es prolija e inventiva en la
medida en que a este tipo de historias y tabulaciones frecuentemente se acercan hoy antropólogos, periodistas,
turistas, etcétera.
Sin entrar en los detalles de la experiencia personal de Artaud con el peyote/jícun, los fragmentos seleccionados
demuestran un indudable diálogo con la cultura observada, y también una intensa empatía pocas veces lograda en los
aspectos relativos a la cosmovisión, los rituales y las creencias de los grupos indígenas (al menos en México).
Ciertamente, los rarámuri no lo decepcionaron, ya que le comunicaron —como a Lumholtz— fragmentos
significativos de su propio corpus narrativo y, después de
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
"veintiocho días [en que] todos los torbellinos de la tierra que la enloquecen y le impiden mantenerse
derecha, lo hicieron participar del rito y de la danza del peyote que lo "quemará de por vida... con vistas
a una combustión pronto generalizada".
En breve —y aunque la etnografía contemporánea haya preferido ignorarlos (v.gr., Merrill, op. cit.), los
textos seleccionados de Artaud nos remiten al sistema religioso tarahumara actualmente vigente: la
pareja divina o dualidad esencial, que habita en el Mundo de Arriba (Rayénari/Metchaka, el sol y la
luna), puso a los gigantes (canó, ganóko) en el Mundo de Enmedio para combatir al Señor de Abajo y
equilibrar el cosmos: estos gigantes —"los antiguos rarámuri o anayábuari", los "esqueletos
gigantescos"— fueron incapaces de realizar la voluntad sagrada, así que tuvieron que ser petrificados en
la montaña de signos descrita alucinadamente por Artaud. El Padre (Onorúame) y la Madre (Metchá o
Yeyé), es decir, los principales seres que "están arriba", decidieron entonces crear a los tarahumaras
actuales para que desempeñaran dignamente el papel divino de "sostenedores" o columnas del cosmos y
habitantes del Mundo de Enmedio, "cual bailarines en su círculo de la misma forma que produce[n] el
maíz en su círculo y los signos en los bosques que habitan". De esta manera, si la tierra es cultivada ya
no se convertirá en un páramo y permanecerá como muro de contención de la fuerza negativa y maligna
(serpientes y ojos de agua en los cerros, principalmente) del Señor de Abajo.
Además, para conservar este equilibrio cósmico, los tarahumaras están obligados a sacrificar animales,
elaborar y beber tesgüino para trabajar y compartir juntos, cumplir las obligaciones civiles y políticas
que su pueblo o comunidad les encomienda, contentar al sol estando contentos, ofrendándole a través de
oraciones, organizando frecuentes borracheras grupalmente laborales y compartiendo intensamente
música, canto y danza. La alegría y la jocosidad constituyen verdaderos valores morales para este grupo
étnico (Kennedy,1978).
Salida
Ambos escritores demostraron una posición a toda prueba frente al mundo rarámuri, con el que
compartieron, cada uno, sus propias pasiones—y, en general, en relación con las culturas étnicas de
México y de otras latitudes—. Si bien sus estrategias de "contacto" difirieron radicalmente, en ellos
coincidió el vital afecto, también científico, de encontrar los asideros de un mundo cultural disperso,
oficialmente negado y fragmentado en múltiples posibilidades o estrategias de cohesión/sobrevivencia y
reproducción de sistemas de conocimiento agredidos frontalmente por el proceso de universalización de
las pautas occidentales del orden sociocultural: en este sentido, sus testimonios narrativos se funden en
uno. Aunque el de Artaud esté más cargado u orientado a la "ruptura" o deconstrucción del discurso
unilateral del progreso y el evolucionismo mecánico, está situado en el de la perspectiva de "rebúsqueda
del tiempo dialógico perdido" y en el malestar por la cultura que lo condenará, hasta su muerte, a las
complicadas atmósferas de los hospitales psiquiátricos occidentales en las que, paradójicamente, nunca
perdió la lucidez que lo llevó a la tumba. Todavía unos días antes de morir redactó una alegoría sobre el
tutuguri o yúmari (un ritual y danza tarahumar que recrea el mito fundacional de esta cultura, que tanto
significó para él en su último y tan vital impulso creativo.
204
URTEAGA CASTRO POZO/NARRATIVAS ETNOGRÁFICAS EN LA SIERRA TARAHUMARA
El noruego Lumholtz se empecinó en la publicación de los volúmenes de su descomunal El México
desconocido (después de emprender otra asombrosa odisea en Borneo), y con ellos demostró que,
también, las vías del conocimiento etnográfico interpretativo —de las cuales él fue un indudable
pionero— pueden transitar por el ordenamiento y sistematización de los datos, sin descuidar la
experiencia lúdica del viajero avezado y experimentado. Por cierto, nos legó un impresionante cúmulo
de experiencias e informes escritos, injustamente aún no publicados (así como una vasta colección de
objetos arqueológicos y piezas etnográficas recopiladas en su largo viaje, actualmente custodiadas por la
institución Smithsoniana), tanto en el inédito tintero como en sus múltiples expresiones narrativas que
hoy serían, de publicarse, de una gran utilidad para la investigación etnográfica contemporánea.
Con la manufactura de estas dos obras se empiezan a combatir (y/o, tal vez, a quebrar) estereotipos
acerca de los territorios indios del norte de México y su presunta condición de barbarie, autismo y
despoblamiento por desidia propia. Estas obras demuestran, cada una en su propia realidad textual y
narrativa, los objetivos, tal vez en demasía muy ansiados, sobre el nuevo producto social de la
Revolución Mexicana: ese criollo-mestizo ("el de razón") que casi-casi por destino manifiesto debía de
encargarse de liderear los frentes de trabajo para explotar los recursos considerados "de interés
nacional": tierras, aguas, petróleo, minas, bosques y la abundante y muy barata mano de obra indígena y
agraria. La narrativa legada por estos viajeros, además, se traduce hoy en día en una lectura obligada
para el flujo permanente de turismo cultural que, al menos en intenciones, busca establecer un diálogo
con la cultura rarámuri, aunque preferentemente canalice esta intención en la filantropía y en el
distribucionismo populista, y muy de vez en cuando en el apoyo a proyectos auténticamente indígenas
(Wheeler, 1992).
Ambos transitaron por una misma espacialidad, pero sobre todo por una vehemencia:
por la todavía y aún necesaria vitalidad humana de las ciencias sociales. Como ellos felizmente no
tuvieron nada que ver con las complicaciones que hoy aquejan a nuestras disciplinas, no sólo habría que
eximirlos al respecto de toda responsabilidad técnica, ética, metodológica o teórica, sino más bien darles
las gracias por permitirnos leer algo en la montaña y su inconmensurable bosque de señales.
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207
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Ana María Alonso
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Patricia Fernández de Castro*
En la historia mexicana de este siglo, el Norte ha tenido un papel —o, mejor aún, varios papeles— de
singular importancia. Polo de desarrollo industrial desde la década de 1880, punto focal de encuentro y
vinculación con la sociedad y economía estadunidenses, eje de la revolución que transformó al Estado
nacional y cuna del proyecto que moldeó el sistema político que nos rige, el Norte ha jugado un papel
protagónico en la historia reciente del país. Buscando una explicación para las "peculiaridades" históricas
del Norte, en un artículo que ha tenido gran influencia, Barry Carr planteó hace más de veinte años la
hipótesis de que la cultura norteña, para fines del Porfiriato, había desarrollado, en mayor grado que el
centro del país, ciertas características "modernas", como el nacionalismo, el anticlericalismo y el
oportunismo político que permitieron a los impulsores del proyecto político norteño tomar la delantera al
cerrarse el ciclo revolucionario a fines de la década de 1910.1 Cerca de diez años después, FrancoisXavier Guerra volvió a interrogar la cultura política del Norte en busca de explicaciones sobre el
desarrollo del Estado mexicano. Guerra retomó la idea de que en el Norte se había desarrollado una
cultura política moderna para apoyar su interpretación del Porfiriato y la Revolución como una batalla
civilizacional en la que se enfrentaban formas modernas de sociabilidad con formas tradicionales de
relación, prevalentes las primeras en el Norte y las segundas en los pueblos del Sur y del Centro. Ahora,
con base en el estudio de los efectos en la estructura social de la región del estado de guerra endémico en
el que se desarrrolló el Norte desde su inicial ocupación en la Colonia hasta principios del Porfiriato, Ana
María Alonso nos
*Investigadora del Departamento de Estudios Culturales de El Colegio de la Frontera Norte en Tijuana, Baja
California. E-mail: [email protected].
1 Barry Carr, "Las peculiaridades del Norte mexicano, 1880-1927. Ensayo de interpretación", en Historia Mexicana,
22 (3), 1973, pp. 320-346.
2 François-Xavier Guerra, México: De! Antiguo Régimen a la Revolución, México, Fondo de Cultura Económica,
1988, passim.
209
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
presenta en su libro un novedoso y provocativo análisis del uso de conceptos de género por parte del
Estado y de las clases subordinadas en la configuración de las relaciones de poder, a través de una
etnohistoria de las relaciones de subordinación y de la construcción de subjetividades en el norte de
Chihuahua, en relación con dos procesos más amplios: primero, el desarrollo del Estado nacional y,
segundo, la participación norteña en la Revolución.
A nivel teórico, la preocupación de Alonso es indagar qué vínculos existen entre la producción y
reproducción de subjetividades sociales en términos de género, étnia y clase, por un lado, y los procesos
de formación del Estado, por el otro. A partir de una crítica teóricamente sofisticada tanto de los estudios
de género como de los trabajos sobre la construcción de la hegemonía, la autora señala que la restricción
del concepto de género a las mujeres y al ámbito doméstico ha hecho difícil establecer vínculos entre la
estructura social de las diferencias sexuales con la dialéctica más amplia de la construcción de las
relaciones de dominación y subordinación, de manera que el análisis del patriarcado, en lugar de
examinar cómo las formas y tecnologías del poder han producido efectos de género históricamente
situados, frecuentemente ha tenido que apoyarse en premisas esencialistas y ahistóricas que plantean una
necesidad universal masculina de dominar y explotar a las mujeres, al tiempo que esquivan la discusión
del género como "un sitio primario para la producción de efectos de poder y significado más generales". 3
Alonso incorpora en su trabajo el concepto de género como una categoría central para el análisis de la
dominación en relación con la construcción histórica de las subjetividades, las formas del poder, las
jerarquías sociales y la condición de persona (personhood). Citando a Joan W. Scott, Teresa de Lauretis,
Roland Barthes y Maurice Godelier, plantea que
el género no es sólo la construcción social de la diferencia sexual, sino también un sitio primario para
la producción e inscripción de efectos más generales de poder y significación, una fuente de tropos
que son claves para la configuración de la dominación y la sujeción, (p. 76).
Partiendo, entonces, de que asignar/arraigar significados en los cuerpos es simultáneamente un
proceso de inscripción del poder en sujetos/subditos, Alonso incorpora la dimensión del poder público al
análisis de la construcción de identidades de género, mostrando de esa manera cómo, al propugnar una
construcción de la identidad de los colonos militares que enviaba al Norte en términos de género y
honor, el proyecto estatal de conquista territorial también fue un proceso de formación hegemónica.
El libro se divide en dos secciones, la primera de las cuales trata sobre el uso, por parte del Estado y a
la vez por los grupos y clases subordinadas de Chihuahua, de los discursos sobre honor y género para
construir y regular la subjetividad, generatividad y reproducción social. La segunda examina cómo los
procesos interrelacionados de formación del Estado y desarrollo capitalista que transformaron a la
sociedad mexicana entre las décadas de 1850 y 1910 redefinieron las formas de
subjetividad/subordinación en ese estado, minando el estatus y la posición de clase de los campesinosguerreros en los que hasta fines del Porfiriato el Estado se apoyó para someter a los indígenas apaches.
3
P. 230, Alonso señala como excepción los estudios marxista-femistas que, sin embargo, al confundir los límites
entre género y clase, entienden aquel como una función de los modos de producción o como exclusivamente
basado en el control masculino de la mano de obra femenina (p. 76).
270
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Con base en una investigación etnográfica y de archivo, la autora muestra que el estado de guerra
endémico que caracterizó a la región norte de la Nueva España tuvo consecuencias significativas para la
estructura de la sociedad norteña. A pesar de haber penetrado profundamente en territorio norteño, ni el
Estado colonial ni el Estado mexicano preporfiriano lograron establecer una presencia fuerte en el Norte.
Hasta 1885, la insubordinación de las tribus indígenas fue el problema principal del Estado en esa
región, y esta falta de sometimiento de la población nativa impidió que aquél tuviera el monopolio de la
fuerza. Especialmente a partir de la Independencia, cuando se retiraron las fuerzas armadas del Norte, el
Estado se vio obligado a depender de campesinos armados para defender los territorios conquistados de
las incursiones apaches. Alonso muestra cómo, en respuesta a esa necesidad de mantener una guerra
constante, se desarrolló una forma carismática de organización militar campesina y con ella una versión
regional de la ideología ibérica de género/honor que, como bien anota Alonso, subyugaba a los colonos
tanto como legitimaba la conquista y domesticación del "bárbaro".
Una de las aportaciones más interesantes de esta investigación es que plantea la especificidad de la
ideología de la identidad y la jerarquía social que surgió en el Norte. En efecto, en Chihuahua la
ideología del honor/género que dominaba en la sociedad colonial fue revaluada de varias maneras. La
rígida lógica racial que prevalecía más al sur dio lugar a una lógica más fluida, en la que las diferencias
culturales (definidas alrededor de la oposición barbarie-civilización) devinieron los criterios
primordiales para determinar la afiliación étnica y, por lo mismo, el valor y estatus de los
sujetos/súbditos. Tal como nos la describe Alonso, en esta ideología, de origen fundamentalmente
español, el honor tanto femenino como masculino tenía dos dimensiones, una natural y otra cultural.
Aunque analíticamente separables, en la práctica estas dos dimensiones estaban tan mezcladas y sus
límites tan difusos como opuestas y encontradas. La dimensión "natural" de la masculinidad era el
machismo, entendido como la capacidad de dominación; el valor, la virilidad, la autonomía y el don de
mando eran las bases "naturales" del poder y del honor-precedencia en los hombres. En su dimensión
cultural, el honor-virtud masculino estribaba en la socialización de las cualidades "naturales", esto es, en
la capacidad de controlar los instintos y pasiones naturales por medio de la razón y la moral. Esta
construcción de la masculinidad moldeaba la construcción de las relaciones de autoridad y obediencia; la
legitimidad del uso del poder público (y privado) estaba predicada sobre estos principios contradictorios,
en tanto que la autoridad legítima debía ejercer el mando recurriendo tanto al consentimiento como a la
fuerza.
Con el fin de promover su proyecto de conquista, el Estado procuró fomentar entre los campesinos que
envió a colonizar el Norte un espíritu guerrero, para lo cual impulsó la construcción de una versión
regional de la ideología ibérica de honor/género que vinculaba la reputación y el honor masculinos, el
acceso a la tierra y la membresía en la comunidad a la participación en la guerra contra los "indios
bárbaros". De esa manera, la construcción de la masculinidad "natural" en el Norte se elaboró en
términos del valor guerrero, mientras que en su dimensión cultural la masculinidad socializada,
"civilizada", quedó vinculada a la posesión y transformación de la tierra y a la membresía en la polis.
Sobre esta misma ideología se construía la noción de etnicidad y la distribución de virtud y precedencia
étnica que estaba en la base de la jerarquía social. En el Norte, en donde los conquistadores de
Mesoamérica se encontraron con un mundo cultural y ecológicamente más hostil y difícil de subyugar,
el proyecto estatal colonial promovió un
211
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
concepto de civilización que se definió en términos de una noción de cultura como un proceso de
apropiación y transformación de la naturaleza salvaje y, simultáneamente, de domesticación de los
instintos y pasiones naturales. En ese proyecto, la civilización se planteó como predicada sobre la
existencia de una polis, entendiéndose ésta como el cimiento de la vida plenamente social. De esa
manera, en contraste con la forma de vida de los apaches, la producción civilizada que venía a imponer
el Estado colonial por medio de colonos y milicias presidiales presumía una socialización del espacio
productivo y una relación de propiedad con el espacio. Los derechos de propiedad resultaban signo de
trabajo, de la actividad civilizadora que transformaba a la naturaleza. Por contra, la trashumancia de los
apaches era uno de los signos privilegiados de su condición y calidad bárbara, de su ubicación fuera de
la sociedad de la gente política, y su forma de producción, una prueba más de su salvajismo, que
legitimaba su conquista y subyugación.
Así, en términos de la cultura política norteña y de la apropiación y reproducción de la ideología del
honor/género por las clases y grupos subalternos, la organización para la guerra apache a partir de
milicias campesinas tuvo consecuencias significativas. El estado de guerra endémico favoreció un
ejercicio del poder simultáneamente carismático e igualitario. Por un lado, la militarización de la
población civil —el hecho de que tuviera acceso a, y usara comúnmente, armas para la defensa de sus
comunidades— impidió eficazmente que en el Norte la autoridad civil y militar (y aun la privada) se
ejerciera con el mismo énfasis en la jerarquía que en el Centro y en el Sur. Por otro, el hecho de que el
liderazgo se constituyera, no a partir de la autoridad que confería el Estado, sino del ejercicio carismático
de la violencia, reforzó esa cultura democrática en las comunidades norteñas.
Alonso muestra convincentemente que esa ideología del honor/género creó una relación entre
sujetos/subditos y el Estado articulada como un contrato social que vinculaba la guerra de conquista y
sujeción contra los indígenas al derecho de los campesinos-guerreros a la tierra, de modo que la
participación en la guerra, a más de ser la actividad que definía la membresía en la comunidad y la
justificación de la existencia misma de la comunidad, se convertía en una vía privilegiada para adquirir
prestigio y estatus social, tierra y la oportunidad para acumular riqueza. De esa construcción de la
relación entre el Estado y el sujeto resultó que, a diferencia del Centro y el Sur del país, en el Norte la
forma en la que el Estado utilizó el discurso sobre la identidad de género abrió el acceso al honor militar,
y por lo tanto a la jerarquía social y a los medios de producción, a las clases y grupos subordinados.
De este análisis de la relación de los campesinos-guerreros de Chihuahua y sus comunidades como un
flujo recíproco de obligaciones y derechos que simultáneamente sometía y daba acceso al poder
(empowered) a aquéllos, deriva Alonso su novedosa reinterpretación de la participación de los serranos
de Chihuahua en las revueltas que estremecieron al estado entre 1886 y 1897 y posteriormente en los
ejércitos revolucionarios maderista y villista. De acuerdo con la autora, con la construcción social del
pasado guerrero de la región y de las nociones de género, etnicidad y clase inicialmente propuestas y
promovidas por el Estado y después apropiadas y reproducidas por las clases y grupos subordinados, los
campesinos de la Sierra de Chihuahua construyeron una ideología de la historia que articuló su
resistencia a los procesos (analíticamente distinguibles pero históricamente interrelacionados) de
formación del Estado y desarrollo capitalista. A partir de 1855, y especialmente en la segunda mitad de
la década de 1880,
212
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
la resolución de los conflictos que mantuvieron al país en un estado de guerra civil constante desde su
independencia creó un espacio favorable para la centralización del poder público, la construcción del
Estado nacional y el desarrollo de una economía capitalista vinculada principalmente al mercado
estadunidense. En el Norte, la derrota final de los apaches, con la muerte de Victorio en 1886 a manos
del indígena tarahumara Mauricio Corredor, fue el hecho que marcó la apertura de la región al proceso
de integración a los mercados internacionales y al Estado-nación mexicano y el fin de la posición
privilegiada de los campesinos-guerreros de Chihuahua frente a ese Estado.
En el curso de este proceso, simultáneamente político y económico, de formación del Estado y
desarrollo capitalista, la redefinición de las formas de subjetividad/subordinación —i.e., la construcción
de la hegemonía— cumplió la función crucial de legitimar las transformaciones sociales que eran causa
y efecto del proceso. En sustitución de las ideologías de la historia promovidas por el Estado colonial y
por el proyecto liberal de la primera mitad del siglo XIX, el Estado porfirista impulsó una "biología
social" que planteaba los privilegios de clase como una necesidad social. En ella, observa Alonso,
la alternativa a la jerarquía era el caos... esta ideología de la historia hizo de los agentes del "orden" y
el "progreso"... los verdaderos y únicos representantes de la sociedad nacional. Era su función crear las
condiciones para el desarrollo político y económico de México ordenando y controlando las vidas,
identidades y cuerpos de los más débiles, esto es, de los campesinos y trabajadores... 4
En ese esquema de cosas, los campesinos-guerreros de Chihuahua venían redefinidos, en su función
militar, como una amenaza al "orden" que intentaba imponer el Estado y, en su función económica,
como un obstáculo al "progreso" que éste trataba de impulsar. Alonso plantea que, concomitantemente a
la expropiación de las tierras campesinas por parte de las élites nacional y regional y sus aliados locales e
inversionistas extranjeros, la exacerbación de los conflictos de clase al interior de las comunidades y la
creciente presencia del Estado en los otrora relativamente autónomos pueblos del Norte (que han
documentado, entre otros, Friedrich Katz, Carlos González, Jane-Dale Lloyd, Daniel Nugent y Mark
Wasserman), la ideología de la historia que propugnó el Estado porfirista minó el control de los
campesinos sobre la producción y reproducción de los significados y valores que articulaban la vida
social y que en gran medida giraban alrededor del género y el honor. De manera más específica, la
redefinición de las formas de subjetividad/subordinación que hizo el Estado porfiriano tuvo una serie de
consecuencias negativas para las clases y grupos subordinados de la Sierra. Al eliminar la relación de
reciprocidad que vinculaba a los campesinos-guerreros al Estado, negó a los primeros el acceso, por
siglos privilegiado, al honor social, el estatus y la tierra (y por lo mismo a la movilidad social). La nueva
ideología reformuló la jerarquía social en términos más puramente clasistas (en los que la ideología
colonial incorporaba elementos de estatus y prestigio social), encerrando a los campesinos en una
estructura social por un lado más rígida y por otro más deshonrosa para sus personas que la que había
promovido el propio Estado en el Norte.
4
Pp. 128-130),
213
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
El tratamiento que le da Alonso a la disyunción ideológica en que se encontraron los campesinosguerreros y el Estado y las clases dominantes es notable. La autora examina las consecuencias materiales
y simbólicas del nuevo esquema de desarrollo político-económico enfocando las varias dimensiones de
las formas de construir la subjetividad-subordinación del Estado porfiriano. Así, plantea que el ejercicio
de la autoridad arbitraria y ajena a los intereses de la comunidad, llevado a cabo por caciques cuyo poder
provenía ya no de la gallardía en batalla sino de vínculos con la oligarquía regional y las autoridades
estatales y nacionales, emasculaba, enajenaba y deshonraba a los campesinos, mientras que la pérdida de
las tierras comunitarias, a más de la erosión del estatus y la situación de clase que implicaba (la
"descampesinización" de la población rural), ponía en peligro no sólo la base material de la comunidad
sino la raíz del cuerpo social y ofendía el honor de los hombres que se habían mostrado incapaces de
defenderlas. De tal manera, la autora concluye que entre 1855 y 1910 la ideología que vinculaba los
derechos a la tierra y el honor social con el cumplimiento de las obligaciones militares entró en conflicto
con la ideología capitalista, que redefinió a la tierra (y, valdría añadir, al trabajo) como una mercancía
más, poseída y poseíble sólo por individuos y adquirible sólo por compra, y muestra que la imposición de
esa nueva visión sobre la tierra y la relación con el Estado tuvo importantes consecuencias para el sentido
de identidad de los serranos de Chihuahua, que tenía sus raíces en comunidades terratenientes y en la
autorrealización del individuo socializado por medio del trabajo no servil de la tierra, convirtiéndose en la
fuerza motriz de su resistencia al proyecto porfirista. De este modo, Alonso logra articular la crítica de las
clases y grupos subordinados de la sierra de Chihuahua a los procesos de desarrollo capitalista y de
formación del Estado. En este sentido, demuestra convincentemente que, tanto a nivel simbólico como a
nivel material, la expropiación de tierras comunales fue una de las causas más importantes del
descontento entre los serranos contra las autoridades porfirianas. En efecto, si la tierra era necesaria para
la reproducción simbólica de la comunidad, la familia y el individuo, la expropiación implicaba una
redefinición negativa de la subjetividad y una enajenación del honor y el valor social a los que habían
tenido acceso los campesinos de la sierra.
La reinterpretación de la participación serrana en la Revolución y en la anterior rebelión de 1886-1897
como una disputa por los significados y los valores que orientan la producción y reproducción de la vida y
la identidad sociales, y no sólo como una lucha articulada alrededor de la propiedad de la tierra, los
derechos electorales o los impuestos, es el resultado de un análisis fino y perspicaz que, a la vez, es una
de las contribuciones más sugerentes del libro y uno de sus puntos débiles. Las 20 páginas que Alonso
dedica a la discusión de las formas y organización de la resistencia violenta y no violenta de los serranos
al triple proceso de centralización del poder, desarrollo capitalista y redefinición de las formas de
subjetividad/subordinación se antojan insuficientes, entre otras cosas, por la riqueza del análisis que nos
dejan ver. El proceso de resistencia de largo plazo que montaron los serranos de Chihuahua a los reveses
simbólicos y materiales que había traído consigo el porfiriato ameritaría un examen más detallado de la
ideología, las formas, la organización y las tácticas de la resistencia serrana, así como de sus vínculos con
la ideología del honor y con la visión que los serranos construyeron de su propio pasado. Ocasionalmente
se deja sentir la necesidad de más evidencia, de material que nos permita escuchar con mayor claridad las
voces de las clases subordinadas articulando su ideología de la historia y del honor. Esto es especialmente
notable en las secciones sobre la
214
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
resistencia de fines del Porfíriato, que, como se ha dicho, apenas echan un veloz vistazo a las revueltas
de 1887-1896 y a las guerrillas revolucionarias de principios de siglo. Esta debilidad tiene que ver con la
temática misma, pues es notablemente difícil documentar el discurso y la ideología de una población
predominantemente iletrada.
Estas críticas no le restan méritos a una investigación sobresaliente, que ilumina múltiples facetas del
largo y complejo proceso histórico por el que el Estado mexicano ha ido constituyendo subjetividades
subordinadas y los modos en que la cultura popular se ha apropiado de las formas hegemónicas
reproduciendo algunas e impugnando otras. La argumentación de Alonso es poderosa y ciertamente
provocativa, y nos ofrece un estudio no sólo novedoso sino muy redondeado sobre un tema
notablemente difícil de investigar: la construcción de la hegemonía por parte del Estado y su uso y
reconstrucción por parte de las clases subordinadas.
215
FRONTERA NORTE VOL. 9, NÚM. 18, JULIODICIEMBRE DE 1997
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Virginia Garrard-Burnett and David Stoll (Ed.), Review of
Rethinking Protestantism in Latin America, Philadelphia: Temple
University Press, 1993
Mary O'Connor*
U.S. social scientists have only just begun to notice the emergence of popular Protestantism in Latin
America, and already the editors of this book are recommending that we re-think the phenomenon. This
view results perhaps from the tendency in some prior works on the subject to see Protestantism as a
single entity, a force imported from the United States,with essentially similar results throughout the vast,
presumably homogeneous, region to the south.
To be sure, there are many similarities among the nations of Latin America, not the least of which
are their historical ties to the Iberian peninsula and the Catholic Church. The region as a whole has also
been relegated to Third World status by ongoing processes of the Modern World System. The
consequences of this status have included, since 1950, rapid socio-economic change resulting in an
increase in economic inequality and the fragmentation of traditional social relations. This process has
accelerated since 1980, when very serious economic crises began to affect all of the nations of the area.
The growth of Protestantism parallels this decline in social and economic stabilty.
It is tempting to explain the one process in terms of the other, not only because of their simultaneity but
also because Protestantism first emerged in the context of rapid socio-economic change and the
breakdown of traditional society in Europe. The editors of Rethinking Protestantism ask us to re-think
such easy comparisons between Europe and Latin America, as well as assumptions about the
homogeneity of the latter. We are asked to look rather at the diversity of contexts where Protestantism is
emerging as an important social force, and at the diversity of the processes involved in that emergence.
In his introduction, Stoll delineates the major patterns of Latin American Evangelical Protestantism. Like
the book's other contributors, he uses the word evangélicos as the umbrella term for all the new
Protestant sects which, despite their differences, have much more in common than any have with
mainstream "historical" denominations such as Methodists and Presbyterians. Stoll also gives a useful
review of the literature, placing this
*Assistant Researcher, Institute for Social, Behavorial and Economic Research, University of California at Santa
Barbara. E-mail: [email protected].
217
FRONTERA NORTE, VOL. 9, NUM. 18, JIJLIO-DICIEMBRE DE 1997
new work in its context. He goes on to state that "[e]xplaining why so many Latin Americans join
Protestant churches is not the object of this collection" (p. 7). Stoll instead sets out two main issues
addressed in the book. First, how are evangelicals responding to the social crises in Latin America, and
second, how are they affecting the societies around them? In answering these questions, the authors
demonstrate that a great deal more research on the subject remains to be done before we can begin to
generalize. These articles point out the directions such research might fruitfully take, however, and
provide a solid basis for future work.
The first three articles, on Brazil, do much to portray the great diversity of religious identities and social
behavior in the continents's largest nation. In his piece on small towns in the vecinity of Rio de Janeiro,
John Burdick takes aim at some of the more widespread stereotypes of Brazilian Protestants, with a view
to exploding these myths. The prevailing opinions about crentes, as they are called in Brazil, are that
they are politically conservative, they do not participate in local community organizations, and they are
not active in labor unions. Using the anthropological field methods of participant observation and openended informant interviews, Burdick found variations in levels and types of political activism from one
community to another. The author shows that statements from pastors and church literature, the bases for
many contemporary social science analyses of Protestantism in Brazil, are not sufficient sources of
information. It is important to analyze behavior at the local community level, using intensive field
methods, in order to get at the day to day realities of Protestantism.
Ireland's work in Campo Alegre, a town near Recife, is even more local and more intensive than
Burdick's. Like Burdick, Ireland calls into question the assumption that crente sare apolitical,
demonstrating that even in a community of 12,000 they are politically quite diverse. He delineates two
types of evangélicos in the town: church crentes, who are pro-government, and sect crentes, who are
against all forms of hierarchy and reject politics as part of the world and the Devil. Even this typology
has its drawbacks, however, as the reality is "a repertoire of myths, symbols, and doctrines" (p. 61), in
the contexts of which individuals negotiate their lives.
Freston's article has a much broader basis than the previous two, focusing on Protestant political
action in Brazil's national elections. He describes three historical phases in the emergence of Brazilian
Protestantism, spanning the period 1910 to 1990. The political behavior of Protestants has varied
depending on the histories of the congregations to which they belong. Freston minutely analyzes
national-level elections in terms of Protestant participation, pointing out that since 1986 they have
become an important, albeit quite diverse, force to be reckoned with on the Brazilian political stage. The
author points out that although some Protestants are similar politically to the religious right in the U.S.,
Brazilian conservatism is quite distinct from it. The complexity and diversity of denominations and the
political history of the nation are quite sufficient for the analysis of the many variations on the national
political theme.
Coleman et al. also use national-level data to analyze politcial behavior among Protestants, focusing
on El Salvador. Like other articles in the book, this one criticizes conventional wisdom about
evangélicos. Coleman et al. base their arguments on an analysis of data from a public opinion poll
conducted in 1989 by the Central American University. The poll includes data on Protestants, Catholics
and non-believers. The main findings of this research are that Protestants are among the poorest
Salvadoreños, and
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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
that a majority felt that the existing political system was unjust. Protestants also were less likely to have
voted for the U.S.-backed conservative ARENA party in the 1989 election. The authors conclude that
their data contradict prevailing views that Protestants are upwardly mobile, polically conservative, and
heavily influenced by conservative U.S. missionaries.
Brusco's article takes to task the assumption that Protestant women have little power in their churches.
She criticizes earlier authors for limiting their analyses of women's power to the authority structure of
the church, thus ignoring the importance of women's roles within their own domain—the family
household. She reports that her work in Colombia demostrates that "evangelicalism reforms gender roles
in a way that enhances female status" (p. 144). She found that conversion to evangelicalism causes men
to change their behavior and attitudes in ways that enhance the well-being of their families.
Abstention from alcohol, as well as the other vices of machismo, which Brusco identifies as "smoking,
gambling, and visiting prostitues" (p. 147), redirects money as well as the husband's attention to the
household as a whole. This change, in turn, results in women having resources not availabale to their
Catholic sisters. Brusco implies that this advantage in an important motivation for women to convert,
and explains the higher conversion rate for women.
Linda Green's study is the only one in the book which focuses on Protestantism in rural areas; in this
case, Guatemala. The economic crisis in Latin America generally has been accompanied in Guatemala
by the ruthless destruction of traditional rural society by the military.
As part of their campaign against "subversion", the army has murdered many Catholic clergymembers
and lay leaders. This helps to explain the high rate of Protestantism in Guatemala: Protestants are seen
by the military as non-subversive. Like Brusco, Green studied women, but her work does not examine
gender relations. Rather, she reports on the lives of widows, of whom there are a great many in
Guatemala due to the wholesale slaughter of men by the army. Green finds that widows tend to move
from one religious organization to another based on their pragmatic perceptions of the benefits available
in each. In fact, the women see no contradiction in belonging to more than one church at the same time.
In the end, Green finds that evangelical churches provide widows and their families with one means to
"recapture control over their lives" (p. 175) in a context of extreme social upheaval and unpredictabilty.
Gill's work on evangélicos in La Paz, Bolivia, echoes Green's theme of shifting religious affiliations
based on pragmatic concerns. She describes La Paz as "a vibrant religious marketplace where
practitioners of various sorts compete for the souls of Bolivians" (p. 181). Bolivia has always been one
of the poorest countries in the region, but in the 1980s it reached "the brink of chaos" (p. 181), with
annual inflation at 14,000 percent and with the cocaine trade providing the only source of hard currency.
Austerity measures imposed by the International Monetary Fund in 1985 only made things worse for
ordinary Bolivians, and it is in this context that the rate of conversion to Protestantism began to increase.
Like the widows in Guatemala, residents of La Paz change religious identity frequently, and many
subscribe to more than one doctrine at a time. Illustrating her points with individual case studies, Gill
finds that religious change is a dynamic process of reinterpreting the meanings of religious symbols over
the span of an individual's lifetime.
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
In her conclusion, Garrard-Burnett asks whether the surge in Protestantism represents Latin
America's Reformation. She points out that the articles in the collection demonstrate that such
comparisons with Europe are not useful in this new context. In fact, there is no cohesive pattern of the
"spirit of capitalism" among Protestants in the region. She concludes that the emerging face of
Protestantism is "corporate, nucleated, flexible, and responsive to local conditions and circumstances"
(p. 205). It remains for future researchers to document the ways that these conditions and circumstances,
and the responses to them, vary from one part of Latin America to another.
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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
Valenzuela Arce, José Manuel A la brava ése. Identidades
juveniles en México:
cholos, punks y chavos banda, México, El Colegio de la Frontera
Norte/Escuela Nacional de Trabajo Social de la Universidad
Nacional Autónoma de México, 1997
Jorge Gustavo Mendoza*
Augusto Monterroso escribió que las mujeres y las moscas son los temas sempiternos. Habría que
agregar (tal vez, conste, tal vez) a la juventud en el listado de los temas de la philosophiaperennis. Y es
que se ha convertido en un incentivo maravilloso (y lucrativo) para los moralistas/novelistas, o para los
empresarios del éxito. Desafortunadamente, la juventud como concepto mercadológico ha sido entendida
y sigue siendo vista como un contingente homogéneo de individuos que debe reproducir las preferencias
axiológicas más diversas. ¿Le gustaría saber cuál es el destino de toda esa bibliografía bestseleriana,
plagada de juventudes extasiadas o de líderes para el porvenir? Se lo diré, y no por ser profeta... pero
antes quiero hacer otras consideraciones.
La juventud también ha sido motivo de reflexiones más serias, mejor documentadas y no por ello
acartonadas. Las identidades juveniles se han constituido como un área de la investigación social durante
los últimos 15 años en nuestro país, lo cual puede constatarse en la diversificación de los enfoques y de
los estudios de casos que ha hecho crecer el acervo bibliográfico de esta temática.
Y si bien los libros que hacen los investigadores no venden decenas de miles de ejemplares, de vez en
cuando se dan excepciones, eso sí, con tirajes y resultados económicos más modestos. Tal es caso de este
trabajo de José Manuel Valenzuela Arce, que después de diez años de su primera edición en 1987 ha sido
reeditado.
Pensado originalmente como un trabajo que documentara las inconveniencias de reducir la mayoría de
edad a 16 años en Baja California, con la finalidad de procesar penalmente a los menores infractores, una
investigación sobre los cholos y punks tijuanenses fue convirtiéndose paulatinamente en una perspectiva
comparativa sobre los grupos de jóvenes de Ciudad Juárez, Guadalajara, Culiacán y el Distrito Federal.
Así fue tomando forma un trabajo (pionero en lo que a línea de investigación toca) sobre los
*Profesor de historia en la Escuela de Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California, Tijuana, Baja
California. Tel.: (9166) 821919.
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FRONTERA NORTE, VOL. 9, NÚM. 18, JULIO-DICIEMBRE DE 1997
jóvenes que desde el punto de vista económico están condenados a llevar una vida de barro duro.
Y es que este aspecto de cómo fue haciéndose lo que llegaría a ser A la brava ése está profundamente
vinculado con lo que sucedía en Tijuana en la década de los ochenta. La juventud se hizo motivo de
reflexión y discusión en las tribunas radiofónicas, en los diarios y en los colegios de abogados. La razón
fue la práctica masiva de un estilo peculiar de vestir, comportarse y hablar que fue adoptada por los
jóvenes de las clases sociales más débiles. El cholo low rider, en una sociedad sin memoria histórica, fue
convertido en el prototipo del delincuente por el solo hecho de vestir raro.
Y es que nadie, en 1987, entendía que el cholo de la frontera norte mexicana era descendiente del
pachuco, no del pachuco literario del que habló Octavio Paz en El laberinto de la soledad, sino del
pachuco mexiconorteamericano nacido en East L. A. o llegado como migrante en la década de los
cuarenta. Receptores del racismo y la discriminación de la sociedad anglosajona de California, los
pachucos inventaron su propio caló, su propia indumentaria... el zoot-suit, ése (que en México fue
introducido por Tint Tan y su carnal Marcelo).
Desde la etimología de la palabra cholo, de los Zoot-Suits Riots de junio de 1943, hasta la presencia del
cholo en El Salvador, Honduras o Guatemala, el trabajo de Valenzuela Arce nos permitió ver cómo se
entreveran la historia cultural de la población de origen mexicano en Estados Unidos, la migración, las
crisis económicas y los diferentes discursos sobre la juventud con la formación de las identidades
juveniles.
El libro cuenta con cinco capítulos y un glosario de términos. La primera parte, titulada "El slam de la
vida", es un amplio prólogo escrito por el autor para esta segunda edición y que sirve como prontuario de
sus conclusiones teóricas sobre las identidades juveniles, como resumen de las infaustas crisis
económicas en América Latina y sus consecuencias en la oferta de empleo, y como inventario detallado
de los productos de las industrias culturales que en los últimos 15 años se han distinguido por estar
orientados al sector juvenil. Todo esto brutalmente inmerso en la violencia, la delincuencia organizada,
el narcotráfico y una movilidad social cada vez más improbable, si no es hacia abajo.
En la segunda parte Valenzuela ensaya una conceptualización no esencialista, ni ontogénica, sino
históricamente contextuada de dos categorías claves para su trabajo, al reelaborar con fines heurísticos
las consideraciones de Marx o Gramsci sobre las determinaciones que las clases sociales tienen en la
orientación, contenidos y funciones de la cultura, sin reducir a la juventud a una categoría con diferentes
variables e indicadores sociodemográficos, para enseguida ofrecer los antecedentes sobre el pachuco y su
aparición en las ciudades fronterizas del norte mexicano.
La tercera, cuarta y quinta secciones presentan fragmentos de las entrevistas etnográficas realizadas en
Tijuana, Guadalajara, Ciudad Juárez y el Distrito Federal.
La tercera, referente a los batos y morras de la vida loca, permite apreciar las innumerables variantes de
una vida familiar que lleva las improntas del subempleo o el desempleo y como consecuencia la pobreza;
la violencia intrafamiliar e interbarrial; el acoso, la corrupción y las arbitrariedades de las fuerzas
policiacas; el uso y abuso de drogas; el machismo.
La cuarta parte es un breve itinerario por el mundo visto desde la perspectiva de los punks, de los feos y
curiosos, como fueron calificados por un diario tijuanense. De los grupos juveniles, quizá los punks son
los que cuentan con una visión del mundo
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RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
políticamente más informada, por así decir. Sus fanzines, grupos musicales, idearios y manifestaciones
creativas evidencian la búsqueda de un estilo de vida alternativo, que para ellos significa evitar el
consumo de las mercaderías o propuestas de las industrias culturales. Su discurso en contra del
armamentismo, su definición del anarquismo, ciertas actitudes ecologistas, son atisbos de una ingeniería
social que los diferencia de los cholos o de los chavos banda, con quienes comparten, sin embargo, las
improntas mencionadas anteriormente.
La quinta sección describe la vivencia de los jóvenes del Distrito Federal y Guadalajara. Bajo el
precepto de que la banda vive de noche, tenemos acceso a estilos de vida que —como señala una
canción— invitan al exceso y al reventón.
La diversidad de testimonios es utilizada modularmente en todo el trabajo, por lo que leemos un texto
polifónico que tiene por leitmotiv la desesperanza que se asocia con naturalidad al rencor, al dolor por
las golpizas o por las arbitrariedades de los cuerpos policiacos. Estas historias de vida dan cuenta de los
conflictos por la delimitación territorial del barrio, de la práctica del robo y de otras formas de
delincuencia, que de ninguna manera son la actividad única ni mayoritaria de cholos, punks o chavos
banda.
El hecho de ser joven en México y en América Latina en general invita a innumerables reflexiones.
Sobre todo cuando no perdemos de vista que los proyectos de desarrollo han condenado al desempleo o
subempleo a millones de mexicanos. Los jóvenes ya viven tiempos crueles. Reflexionar y escribir sobre
ellos, responsablemente, debería hacerse a partir de trabajos como los de Valenzuela Arce, Rossana
Reguillo Cruz (En la calle otra vez. Las bandas: identidad urbana y usos de la comunicación, México,
ITESO) y José Marcial (Desde la esquina se domina. Grupos juveniles, identidad cultural y entorno
urbano en la sociedad moderna, Zapopan, El Colegio de Jalisco).
¡Ah... se me olvidaba! ¿Qué le espera a la literatura best-seller sobre los jóvenes? ¿Quiere saberlo?
Muy sencillo. ¿Sabe usted quién fue Samuel Smiles?... ¿No?... Ándele, haga un poco de memoria. Le
ayudaré un poco. En Estados Unidos vendió miles de ejemplares de su libro Self-help, en la década de
1870. ¿No lo recuerda? Ésa es la respuesta...
223
Normas de presentación de colaboraciones a la revista Frontera Norte
Frontera Norte es una publicación bilingüe, editada semestralmente por El Colegio de la Frontera
Norte, con el fin de difundir trabajos de investigación que aborden la problemática fronteriza, los cuales
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referencia bibliográfica deberá incluir, en este orden: apellido y nombre del autor (o de los autores),
título (en cursivas), traductor, número de edición (a partir de la segunda), ciudad, editorial y año.
Ejemplo:
Valenzuela Arce, José Manuel (coord.), Decadencia y auge de las identidades, Tijuana, El Colegio
de la Frontera Norte, 1992.
En caso de citarse un artículo de revista, deberá incluir apellido y nombre del autor (o de los
autores), título del artículo (entrecomillado), nombre de la revista (en cursivas), número, volumen, fecha
y páginas. Ejemplo:
Zenteno, René, "El uso del concepto de informalidad en el estudio de las condiciones del empleo
urbano. Un ejercicio para la frontera norte y principales áreas metropolitanas de México", en Frontera
Norte, núm. 9, vol. 5, ene.-jun. de 1993, pp. 68-80.
7. Los gráficos (mapas, ilustraciones, figuras) deberán ser enviados, en diskette, en su formato
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