Consideraciones etnolinguísticas en la traducción

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Consideraciones etnolingüísticas en la búsqueda de equivalencias
léxicas.
Profesor Alejandro Parini
Universidad de Belgrano
26 de agosto de 2006
Las lenguas suelen tener similitudes y al mismo tiempo diferencias que muchas
veces resultan significativas. Cuando hablamos de equivalencias entre dos lenguas,
especialmente de aquellas del tipo léxico, generalmente tomamos el aspecto
semántico como un factor determinante. Sin embargo, lo semántico está inmerso en
un contexto sociocultural que condiciona el uso del lenguaje en todo momento ya
que es difícil pensar en éste como un fenómeno autónomo, aislado del contexto en el
que se usa.
Toda lengua está arraigada a una determinada cultura y actúa a su vez como
vehículo de esa cultura. Es por ello que en nuestro afán por la búsqueda de
equivalencias léxicas resulta imperiosa una mirada etnolingüística que nos ayude a
entender la interrelación entre el lenguaje y los rasgos culturales y sociales de sus
hablantes.
Así, este trabajo tiene por objeto contribuir con un análisis léxico-semántico de la
relación entre los elementos lingüísticos y los socioculturales que se ponen de
manifiesto en el estudio comparativo de dos lenguas con características
etnolingüísticas diferentes. Por léxico nos referimos no sólo a vocablos sino también
a frases hechas que forman una unidad semántica
Una perspectiva etnolingüística se caracteriza por rehusarse a la
descontextualización del lenguaje y, lejos de querer ofrecer una alternativa
reaccionaria a la lingüística formal, busca lograr una mejor comprensión del
fenómeno del lenguaje en relación a sus hablantes considerados como agentes
sociales, a la dinámica interna de las comunidades de habla y a las condiciones
situacionales en las que el lenguaje se materializa.
Desde los tiempos de la antigua Roma los teóricos de la lingüística y más
precisamente de la traducción han sido siempre conscientes de los problemas que
surgen como consecuencia de las diferencias culturales entre los pueblos. Inclusive
durante el período del Renacimiento, algunos opositores de la traducción de textos
en forma literal acusaron a los traductores medievales de desconocer esas
diferencias culturales. Sin embargo, estudios posteriores revelaron que los
traductores medievales tenían conocimiento de las diferencias culturales entre las
comunidades que hablaban distintas lenguas pero que debido a las tradiciones
hermenéuticas en las que trabajaban y al público para quien traducían se veían
obligados a obviar esas diferencias culturales y proceder como si no existieran.
Las diferencias culturales entre dos lenguas también le plantean interrogantes y
dificultades al aprendiz de un idioma extranjero: el potencial expresivo de la nueva
lengua, el tropo o uso figurativo de las palabras y las metáforas preferidas por los
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hablantes nativos de esa lengua (pensemos en la frase inglesa “sleeping policeman”
y su equivalente en español “lomo de burro”), las diferentes formas del arte verbal y
los géneros conversacionales. El antropólogo y lingüista norteamericano Edward
Sapir una vez expresó que “la comprensión de un simple poema implica no sólo la
interpretación de las palabras que lo conforman sino el conocimiento de la vida de
la comunidad que se refleja en ellas”.
Una lengua es, por naturaleza propia, una competencia compartida por toda una
comunidad; un sistema fonológico, gramatical y lexical estructurado de manera tal
que resulta comparable y a su vez diferente a otras lenguas; un medio expresivo y
constitutivo a través del cual presentamos, representamos y hacemos así posible
nuestra forma de ser en el mundo.
Paul Friedrich (2006: 219) hace referencia al término “lenguacultura”, un
neologismo que tiene por finalidad capturar el hecho fundamental de que la cultura
es parte del lenguaje así como el lenguaje es parte de la cultura. Por cultura
entendemos el conjunto, asociaciones, regularidades, símbolos y valores ya sean
conductuales, lingüísticos, ideológicos, explícitos e implícitos, racionales y
emocionales compartidos de diferentes formas, transmitidos a través de la historia y
creados (o recreados) por los miembros de una sociedad situada en un tiempo y
espacio determinado.
Pensemos en el acto ilocucionario transmitido por la frase “Fetch my slippers,
Eliza” (o su equivalente en español “Traeme las pantuflas, Eliza”), frase usada por
el famoso Profesor Higgings en la obra Pygmalion de Bernard Shaw. Henry Higgins
usa este enunciado con el propósito de ofrecerle matrimonio a Eliza, la vendedora de
flores a quien Higgins quiere convertir en una dama de sociedad. Ciertamente la
forma de estructurar el mensaje y su intención son apropiadas para la sociedad de
principios del siglo XX en donde el papel de la mujer en el matrimonio se limitaba a
cuidar de la casa y de su esposo e hijos. Estas conductas sociales han sufrido
cambios con el transcurrir del tiempo, cambios que se ven reflejados en la formas y
funciones lingüísticas. En nuestro tiempo y espacio no sería apropiado verbalizar
una proposición de matrimonio haciendo uso de esta frase. Sin duda, recurriríamos a
otras con formas lingüísticas diferentes pero con el mismo valor funcional.
Una de las formas de comportamiento humano en donde el lenguaje presenta
diferentes matices según las culturas son los saludos: esas transacciones sociales y
lingüísticas que aceitan nuestra relación con los demás de manera cotidiana.
Los saludos constituyen una parte importante de la competencia comunicativa que
se necesita para ser miembro de una comunidad de habla. Son rutinas verbales que
forman parte del aprendizaje de los niños y uno de los primeros temas que se
enseñan en el aprendizaje de una lengua extranjera.
Alessandro Duranti (2001: 211) hace referencia a la universalidad de los saludos y
aclara que si bien debemos aceptar todo tipo de frase inicial en interacciones
sociales como casos potenciales de saludos, tenemos que tener en cuenta que
algunas comunidades de habla tienen elementos específicos para vehiculizar los
saludos (como ser Hi! en inglés u ¡Hola! en español) pero otras carecen de estas
expresiones y lo que los hablantes dicen durante los saludos puede ser igual a lo que
dicen en otros tipos de actividades de habla. Tomemos, por ejemplo, la expresión
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inglesa How´re you doing? Por esta razón, explica Duranti, centrar la atención
exclusivamente en elementos léxicos o frases hechas llevaría a admitir que algunas
lenguas no hacen uso de saludos, lo que es ciertamente erróneo.
Lo que si podemos decir es que diferentes comunidades hacen uso de diferentes
mecanismos para expresar saludos y que aunque si bien es posible encontrar
equivalencias entre dos frases pertenecientes a dos lenguas distintas, estas
equivalencias pueden compartir una estructura similar y un valor semántico similar
pero un significado pragmático diferente. Tal es el caso del sintagma inglés How are
you” y su equivalente en español ¿Cómo estás? How are you? es esencialmente una
fórmula de transacción desprovista de todo tipo de contenido proposicional. El uso
de este saludo presupone que el hablante no está realmente interesado en una
respuesta precisa o sincera, lo que nos lleva a justificar lo que Sacks (1975) describe
como la justificación social de la mentira. Es así que se espera que el interlocutor
ofrezca una evaluación positiva (very well, fine, good, okay) independientemente de
cómo se sienta en ese momento.
Si bien este significado pragmático también se hace presente en el equivalente en
español, ¿Cómo estás? también puede referirse, y de hecho en muchos casos lo
hace, a su contenido proposicional que llevaría a considerar al siguiente diálogo
como una interacción socialmente aceptable:
A.
B.
A.
B.
A.
B.
A.
B.
¿Cómo estás?
Y, no sé….Vos sabés, tengo un dolor acá atrás en la espalda..
¿Te hiciste ver?
No. Mirá. No tuve tiempo. Todo esto de la mudanza….
Bueno, pero, escuchame. Tenés que hacerte tiempo para vos también.
Sí, ya sé. Vos, ¿cómo andás?
Mirá. Si te digo bien te miento.
¿Por qué? ¿Qué te pasa?...............
El uso de How are you? como disparador de un intercambio verbal similar es
inusual en el comportamiento anglosajón. Cabe entonces preguntarnos hasta qué
punto son How are you? y ¿Cómo estás? siempre equivalentes si bien, al tratarse de
expresiones o fórmulas que indican un saludo, ambos son constitutivos del
reconocimiento público mutuo que tienen los hablantes en el mismo campo
perceptivo como se observa en el hecho de que ambas expresiones son presentadas
una vez que los participantes han establecido el contacto visual.
Esto también ocurre con otras expresiones tales como Hiya!, How´s things?, How´s
tricks? y sus posibles equivalentes en español ¿Qué tal?, ¿todo bien?, y con las
fórmulas Hey! o su equivalente ¡Eh! en español que si bien se utilizan para llamar la
atención su significado pragmático hace posible la interpretación de estas frases
como disparadores conversacionales que confirman la presencia física de los
hablantes y por ende constituyen un tipo de saludo.
Otro es el caso del saludo de despedida Nice talking to you en una interacción verbal
y su equivalente en español Me alegro de que andes bien.
Si bien aquí la equivalencia se produce tanto a nivel semántico como pragmático o
funcional, es importante destacar que la frase en inglés sugiere la actitud del
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hablante hacia el encuentro o la situación mientras que la frase en español hace
referencia al bienestar del interlocutor. Con el fin de compensar esta diferencia de
actitudes se podría pensar en frases alternativas como I’m glad to see you are OK en
inglés y Fue lindo hablar con vos en español. Pero estas frases no constituyen
enunciados válidos en ninguno de los dos idiomas a pesar de ser lingüísticamente
correctas.
También podemos incluir la frase All right? en su uso como saludo y cuyo
equivalente más cercano en español sería ¿Qué tal?
A pesar de la similitud semántica estas dos expresiones no son idénticas en su forma
de uso ya que al utilizar All right? el hablante rara vez recibe una respuesta a su
enunciado. Es decir, el par de adyacencia como formato prototípico de los saludos
en este caso no se cumple. En español, por el contrario ¿Qué tal? requiere de su
correspondiente respuesta por parte del interlocutor. Esto nos lleva a concluir que
todo análisis semántico contrastivo de los recursos lingüísticos utilizados por
diferentes comunidades para verbalizar un saludo debe ir acompañado de
información etnográfica que nos permita llevar a cabo un análisis pragmático de las
actividades de habla y del comportamiento de los hablantes dentro de una misma
comunidad y entre comunidades o culturas diferentes.
Un análisis de las equivalencias a nivel del léxico también debe tener en cuenta
factores lingüísticos y extralingüísticos que afectan el uso de un determinado
vocablo en una lengua y en otra. Dentro de los factores lingüísticos podemos
mencionar como importantes la tecnicalidad de una palabra, su frecuencia de uso y
su registro o nivel de formalidad. Tomemos por ejemplo la palabra cadáver y su
equivalente en inglés cadaver. En inglés el grado de tecnicalidad de esta palabra es
alto ya que forma parte de la jerga médica forense. Se practica una autopsia a un
cadáver. Se extirpa un órgano de un cadáver.
Su frecuencia de uso es baja debido a que sólo se usa en determinados contextos
técnicos o específicos. Su registro es, sin dudas, formal.
A diferencia del inglés, el español hace uso de la palabra cadáver en contextos tanto
médicos como generales. De ahí que es posible encontrarla en enunciados tales
como:
El cadáver permaneció en la morgue hasta el día siguiente.
Se realizó una autopsia al cadáver.
Se encontró un cadáver en un basural.
Vemos entonces que la palabra en español no posee un grado de tecnicalidad tan
alto ya que puede aparecer en textos médicos y también periodísticos. Su aparición
en diferentes tipos de géneros discursivos hace que su frecuencia de uso sea mayor
que la de su equivalente en inglés, a pesar de que su registro es formal. El idioma
inglés opta por el uso de otros vocablos como ser body, corpse en contextos no
técnicos como por ejemplo en la prensa. Entonces ¿hasta qué punto son cadáver y
cadaver equivalentes?
Tomemos como otro ejemplo la palabra inglesa quid (libra). ¿Podemos pensar en la
palabra mango o mangos como su equivalente en el español rioplatense?
Ciertamente estas dos palabras son frecuentemente utilizadas y quizá compartan un
mismo tipo de registro: ambas son informales, aunque la diferencia del grado de
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informalidad entre un vocablo y el otro es difícil de determinar, es decir, ¿es mangos
más informal que quid? Por supuesto que estamos hablando de dos palabras que
hacen referencia a dos signos monetarios diferentes. Sin embargo, ambas pueden
aparecer en contextos lingüísticos similares en donde se especifica una determinada
cantidad de dinero:
You owe me 10 quid
= Me debés 10 mangos
pero no en contextos en los cuales la implicatura va más allá del significado literal:
¡No tengo un mango! no es equivalente a I haven´t got a quid! En inglés este
enunciado hace referencia a su significado literal o particular, es decir, no tengo una
libra. El sentido más general en inglés estaría dado por frases como I´m broke!, I´m
skint!
Dentro de los factores no lingüísticos podemos mencionar dos de aquellos que
actúan como variables extralingüísticas en todo estudio sociolingüístico de una
lengua. Ellos son la edad y el sexo del hablante. Estos dos factores condicionan un
gran número de usos lingüísticos. Ahora bien, ¿condicionan de forma igual un
mismo elemento lingüístico en dos lenguas diferentes? El diccionario nos dice que
gorgeous significa hermoso, bueno, lindo (calidad), magnífico, estupendo. Nos
preguntamos entonces, ¿son las siguientes frases equivalentes?:
¡Qué zapatos buenos que tenés!
What gorgeous shoes you´ve got!
Para dar una respuesta debemos saber quién es el que emite el enunciado y quién es
el que lo recibe. Si el emisor es mujer y el receptor es también mujer, las frases
pueden ser consideradas equivalentes. Si el emisor es mujer y el receptor es hombre,
las frases también pueden ser consideradas equivalentes. Pero si el emisor es
hombre y el receptor es también hombre, las frases ya no son equivalentes. Es decir,
lo son desde lo semántico pero no desde lo que se considera socialmente aceptable.
No lo son porque el uso de gorgeous está restringido por el sexo del hablante, no así
el uso de buenos. Valer decir, gorgeous aparece con mayor frecuencia en el habla
femenina que en la masculina y en colocaciones sintagmáticas más diversas. Para un
hombre una mujer puede ser gorgeous, un auto puede ser gorgeous, el tiempo puede
ser gorgeous, mientras que la mujer hacer uso de gorgoeus para calificar todo tipo
de sustantivo.
Desde luego que hay excepciones en las que entran en juego las intenciones del
hablante y los diferentes contextos situacionales. Es decir, un hombre puede usar
gorgeous con la intención de producir un efecto humorístico o para burlarse de
alguien.
La influencia del factor o variable sexo del hablante puede ir más allá de los
elementos léxicos ya que en algunos casos también condiciona el uso de
determinadas frases hechas o estructuras sintagmáticas pre-establecidas. Veamos a
modo de ejemplo el uso de las siguientes frases en inglés:
Would you be awfully sweet to give this book to Tom?
Be an angel and finish this for me.
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Como posibles equivalencias en español podríamos pensar en las frases: ¿Serías tan
amable de darle este libro a Tom? y Sé bueno y terminame esto. Estas son las
equivalencias que nos da el diccionario.
Si analizamos los ejemplos observamos que existe equivalencia semántica y
funcional ya que en ambos casos las frases en inglés y en español cumplen con su
propósito comunicativo. Sin embargo, las frases en inglés se encuentran
condicionadas por un elemento extralingüístico y social como es el sexo del
hablante y revelan información sobre éste: nos dice que debe ser mujer.
Es decir, las asociaciones que hacemos de estos dos sintagmas, especialmente de sus
componentes awfully sweet y angel, tienen que ver con la forma en que se
representan los estilos conversacionales o discursivos de un género o sexo. No
asociamos a estas formas como parte de los estilos conversacionales de los hombres.
Tengamos en cuenta que si establecemos una diferencia entre sexo y género
decimos que el sexo es un atributo biológico dado mientras que el género es un
atributo o condición social que se construye. En esta construcción el lenguaje
cumple un papel fundamental.
A diferencia de lo que ocurre en inglés, las frases equivalentes en español no están
estereotipadas: el uso de los adjetivos amable y bueno no dan lugar a asociaciones
que tengan que ver con el género del hablante.
Tomemos ahora la palabra inglesa wicked en uno de sus usos y significados
relativamente más recientes en el Reino Unido, es decir como adjetivo con
connotación positiva. El diccionario nos da como equivalentes en español para este
uso las palabras estupendo y maravilloso; también podríamos agregar bárbaro.
¿Podríamos decir entonces que las siguientes frases son equivalentes?:
That´s wicked!
¡Está bárbaro! o inclusive ¡Bárbaro!
La respuesta dependerá, al igual que en el caso anterior, de quién es el hablante.
Wicked en inglés, al igual que bárbaro es español, posee un valor estilístico
informal pero además, wicked, a diferencia de bárbaro, aparece como elemento
lingüístico discursivo con un nivel de frecuencia de uso elevado en el habla de
los jóvenes y no en la de los hablantes adultos. Podríamos decir que su uso se
encuentra estereotipado. El uso del adjetivo bárbaro no se ve afectado por la
edad del hablante y no está estereotipado en nuestra sociedad.
Algo similar ocurre con la expresión inglesa Beddy-byes. El diccionario nos presenta
la traducción ¡Es hora de acostarse! Ciertamente éste es el significado.
Ahora bien, tomando en cuenta los diferentes contextos situacionales podemos
concluir que, a diferencia de beddy-byes, ¡Es hora de acostarse! no necesariamente
constituye un enunciado dirigido a un niño sino que también puede ser utilizado en
una conversación entre hablantes adultos y sin la intención de crear efectos
adicionales como sería el humor. Beddy-byes, por el contrario, forma parte del
repertorio lingüístico usado por los niños y por los adultos para dirigirse a ellos. Su
uso en interacciones entre adultos tiene un dejo o trasfondo humorístico.
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En algunos casos ambos factores, edad y sexo, se conjugan y se correlacionan con el
uso de un determinado elemento lingüístico. Ese es el caso del sintagma inglés be
like usado para introducir una cita textual, como por ejemplo: He comes to me and
he asks me about Nora and I´m like “I don´t know”.
Se podría pensar en un equivalente en español como Se acercó a mí y me preguntó
por Nora y le contesté ( o le dije) “No sé.”. ¿Son be like y contestar o decir
términos equivalentes? Desde el punto de vista semántico y como se observa en la
traducción del ejemplo lo son. Sin embargo be like posee valores estereotipados
asociados con la edad y el sexo de los hablantes, características que ni contestar ni
decir tienen en español.
El estudio realizado por Dailey-O´Cain (2000) en los Estados Unidos revela que el
80% de sus informantes encuestados asocian el uso de be like con hablantes
femeninos y jóvenes. Resultados algo similares obtuvo Buchstaller (2006) en su
muestra realizada en el Reino Unido. En resumen, el uso de be like revela
información sobre el hablante mientras que sus equivalentes semánticos en español
contestar y decir sólo comparten el contenido proposicional ya que se encuentran
libres de todo valor asociativo con la edad y el sexo. Así, nos encontramos una vez
más haciendo la distinción entre lo que Trujillo (1996) denomina uso semántico o
aquél que emana de la naturaleza propia de las palabras o de los textos y uso
simbólico aquél que depende de convenciones sociales ajenas a la esencia misma de
la lengua.
Toda lengua desarrolla criterios o convenciones sociales que, como explica Pierre
Bourdieu en su obra ¿Qué significa hablar?: Economía de los intercambios
lingüísticos (2001: 87), son objetos de representaciones mentales, es decir de actos
de percepción y de apreciación, de conocimiento y de reconocimiento en los que los
agentes invierten sus intereses y presupuestos.
¿Cuál es la representación mental que un californiano tiene de un commuter en la
ciudad de Los Angeles? y ¿cuál es la que tiene un londinense de un commuter en
Londres?: simplemente diferente. La representación mental de un commuter en Los
Angeles es la de un conductor que pasa horas de su día en los freeways y sufre todo
tipo de embotellamiento de tránsito. El commuter londinense es alguien que viaja en
tren, lee en su viaje y no habla con nadie.
Desde luego, éstos son también estereotipos, pero es así como representamos
mentalmente a un commuter en un lado y en el otro del Atlántico.
Cabría también preguntarse hasta qué punto las frases Go on be a devil, have
another one! y ¡Dale comete otro, no seas tonto! son equivalentes más allá de lo
semántico. En inglés la frase hace alusión al diablo como tentación y pecado en lo
referente a la comida o más precisamente a la cantidad de lo que se come y la
estructura afirmativa en la que aparece parecería confirmar esa tentación. En español
tonto da la idea de desacierto o de desaprovechar una situación por falta de criterio;
el hablante no espera que su interlocutor rechace su oferta siendo ésta una especie de
reto o desafío y por ello el uso de la frase imperativa y negativa.
Por extensión, esto nos lleva a preguntarnos ¿cuándo es uno greedy en inglés y
cuándo glotón o angurriento en español? ¿Qué pautas culturales manejamos en lo
que se refiere a la cantidad de comida que ingerimos en una cultura y en la otra?, es
decir lo que nos califica de greedy en un contexto cultural y de angurrientos en otro.
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Cuando comparamos dos palabras en dos lenguas diferentes podemos observar, a
veces, que a pesar de existir un valor semántico común estas palabras tienen como
referentes dos representaciones mentales distintas. La representación mental de toast
es la de un objeto de forma triangular mientras que la de tostada es la de un objeto
de forma cuasi cuadrada. Podríamos decir que esta diferencia de representación hace
que toast y tostada no sean equivalentes en un cien por ciento. ¿Cuál es la
representación mental de house y cuál es la de casa?, ¿cuál es la de asado y cuál es
la de barbecue?
Muchas veces estas características prototípicas de las cosas van acompañadas de
valores asociativos que tienen por finalidad atribuir al referente ciertas propiedades
estereotípicas culturalmente asociadas con ese referente. Por ejemplo, nadie diría
que tea no es equivalente a té. Sin embargo, la bebida a la que llamamos té en
español muchas veces se la asocia con enfermedad, de ahí que tengamos una gran
variedad de distintos tipos de té digestivos. La palabra inglesa tea no tiene esa
asociación. Tea es una bebida que constituye uno de los componentes más
importantes en la forma de socializarse de la gente en Inglaterra (como lo es el café
para los porteños). Tea normalmente implica té con leche, de lo contrario es
necesario aclarar que se lo quiere tomar sólo usando el modificador black. Té en
español no tiene ninguna de estas asociaciones.
De forma similar, puré de zapallo despierta en el hispano hablante asociaciones que
tienen que ver con dieta, enfermedad, comida para bebés. Su equivalente en inglés
pumkin puree por tratarse de una combinación y de un tipo de comida poco usual da
la idea de plato exótico.
Las asociaciones que hacemos como hablantes de una lengua están fundadas en
valores o apreciaciones culturales que se transmiten de una generación a otra y van
más allá de lo meramente léxico. Funcionan también a nivel discursivo. Es así que si
comparamos dos lenguas como el español y el inglés a nivel discursivo encontramos
entre otras diferencias la estructuración de enunciados que reflejan la verbosidad del
español y la precisión y el pragmatismo del inglés en un mismo género discursivo.
Tomemos como ejemplo los siguientes enunciados:
Me dirijo a Ud. a los efectos de comunicarle tenga a bien enviarme una copia de su
catálogo de libros.
Could you please send me a copy of your book catalogue?
Podemos observar que estos dos enunciados son estructuralmente diferentes pero
funcionalmente iguales. El primero no es mejor que el segundo por ser más
explicativo y formal, y el segundo no es mejor que el primero por ser más preciso o
conciso. Ambos enunciados funcionan en dos culturas diferentes en las cuales los
hablantes asignan a su lengua distintos valores pragmáticos.
Todos los enunciados, aclara Bajtín en su obra Estética de la Creación Verbal (2002:
248), “constituyen los vehículos a través de los cuales se lleva cabo el uso de la
lengua en las diferentes esferas de la actividad humana. La riqueza y diversidad de
los géneros discursivos es inmensa porque las posibilidades de la actividad humana
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son inagotables y porque en cada esfera de la praxis existe todo un repertorio de
géneros discursivos que se diferencia y crece a medida de que se desarrolla y se
complica la esfera misma”.
Estos enunciados se comportan a veces de forma caprichosa y no obedecen a ningún
tipo de regla lingüística. ¿Por qué está mal referirse a la esposa de uno en inglés con
la frase my woman? y ¿porqué es español es perfectamente aceptable utilizar la frase
mi mujer con el mismo propósito? ¿Por qué sería extraño para nosotros contestar el
teléfono diciendo nuestro número telefónico mientras que en el Reino Unido esta es
una de las formas más comunes de iniciar una conversación telefónica?
Vemos aquí la importancia de considerar a la lengua como un hecho social, y no
como la propiedad de un individuo. El concepto de la lengua como un hecho social
tiene su origen en Saussure para quien una lengua constituye un ejemplo de la clase
de entidad a la que algunos sociólogos llaman hechos sociales. Saussure toma el
término hechos sociales de Durkheim quien en su trabajo Rules of Sociological
Method (Reglas del Método Sociológico, 1895) lo define como las representaciones
en la mente colectiva de una sociedad. Para Durkheim esta colectividad tiene que ver
con una forma de vida compartida y no simplemente con una descendencia genética
en común. Esta forma de vida compartida es la que da lugar a la comunicación como
un fenómeno de interacción que funda la sociedad. Cada miembro de una sociedad
transmite y recibe información de los demás y esta acción refuerza entre otras cosas
las actitudes hacia el lenguaje y hacia el comportamiento social de sus hablantes.
Cada sociedad se comporta culturalmente y socialmente de una determinada forma.
La lengua no puede sino reflejar esa diferencia y manifestarse más allá de su
estructura meramente lingüística, estructura que por si sola no logra explicar el
comportamiento del hablante: sus elecciones, preferencias y expectativas
lingüísticas que a su vez forman las elecciones, preferencias y expectativas
lingüísticas de la comunidad de habla a la que él pertenece.
Finalmente, todo análisis de la interrelación entre lengua y cultura, y en nuestro caso
en particular entre dos culturas y dos lenguas distintas, nos permite entre otras cosas
ver al léxico no sólo como una manifestación semántica perteneciente a dos
estructuras lingüísticas sino también como una reflexión y representación de los
valores culturales y de las actitudes lingüísticas y prácticas discursivas de dos
comunidades de habla diferentes.
Referencias
Bajtín, M. (2002) Estética de la creación verbal. Buenos Aires: Siglo Veintiuno
Editores.
Bourdieu, P. (2001) ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios
lingüísticos. Madrid: Ediciones Akal.
Buchstaller, I. (2006) Social stereotypes, personality traits and regional perception
displaced: Attitudes towards the “new” quotatives in the UK. Journal of
Sociolinguistics 3 pp 362-381.
Dayley-O´Cain, J. (2000) The sociolinguistic distribution and attitudes towards
focuser like and quotative like. Journal of Sociolinguistics 4 pp 60-80.
10
Duranti, A. (2001) Universal and culture-specific properties of greetings. En
Duranti Alessandro (ed.) Linguistic Anthropology. Pp208-238. Oxford:
Blackwell.
Durkheim, E. (1895) The Rules of Sociological Method, edición en inglés,
Collier-Macmillan, 1966.
Friedrich, P. (2006) Maximizing ethnopoetics: fine-tuning anthropological
experience. En Christine Jourdan y Kevin Tuite (eds.) Language, Culture, and
Society. Pp 207-228. Cambridge: Cambridge University Press
Sacks, H. (1975) Everyone has to lie. En M. Sanchez y B. G. Blount (eds.)
Sociocultural dimensions of language Use. Pp 57-80. New York : Academic
Press.
Trujillo, R. (1996) Principios de semántica textual. Madrid: Arco Libros.
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