EL DESTIERRO A BABILONIA

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U.D. 6
TEMA 1
EL DESTIERRO A BABILONIA
1 Judea durante el destierro
Después de la deportación, sólo las clases más pobres quedaron en Judea (campesinos) y la
economía se redujo a pura economía de subsistencia. En cualquier caso, no fue deportada toda la
población, y sobre todo no parece que los babilonios favorecieran nuevos asentamientos de
poblaciones extranjeras dentro del reino de Judá, como habían hecho los asirios en el caso de
Samaría.
Las autoridades de Babilonia nombraron una especie de virrey, a un cierto Godolías, quien
se preocupa en seguida de poner en práctica un programa de reconstrucción y de normalización. Sin
embargo, el intento de Godolías se ve frustrado por la sublevación de un oficial israelita, un cierto
Ismael, descendiente de la familia de David, comandante de algún contingente militar desbandado,
que de algún modo había sobrevivido a la invasión babilónica. Quizás pensaba que podía restaurar
la monarquía, y ordenó asesinar a Godolías. Babilonia tomó nuevas medidas represivas que
obligaron a los rebeldes a darse a la fuga. Con ellos otros muchos jefes militares, temiendo la
reacción babilónica, huyen a Egipto llevando consigo al profeta Jeremías.
El templo de Jerusalén había sido destruido y la mayor parte de los sacerdotes desterrados,
desplazando el eje espiritual de Israel a Babilonia y convirtiéndose la catástrofe nacional en motivo
de profunda reflexión teológica. Los profetas habían establecido una estrecha correspondencia entre
el destino del pueblo y la fidelidad a Dios, de modo que la ruina de Jerusalén puede leerse como
castigo por las reiteradas infidelidades de Israel. Ante esta desesperada situación serán justamente
los desterrados los que no perderán la esperanza; comenzarán a considerarse a sí mismos como la
parte elegida del pueblo, aquel "resto" del que hablan los profetas, que tendrá la misión de
reconstruir a Israel.
2 La situación de los desterrados
Además del destierro babilónico, algunos grupos de israelitas se habían establecido en
Egipto, dando allí origen a florecientes comunidades. El número total de los deportados se acercaba
a los 20.000, un número considerable. Todas aquellas personas fueron agrupadas en aldeas cerca de
Babilonia, como la de Tel-Aviv (la "colina de la primavera").
No hay que figurarse estos grupos de desterrados como si fuesen esclavos. Disfrutaban de
una relativa libertad: la de trabajar, conservar sus tradiciones, adquirir casas y terrenos, seguir
reuniéndose para celebrar sus fiestas y usos religiosos propios. La posición de algunos de los
desterrados debía ser realmente buena: varios de los ricos hacendados locales eran judíos. El mismo
rey Jeconías, desterrado en el curso de la primera deportación, fue indultado, probablemente hacia
561-560 a.C., y tratado con benevolencia. Este indulto fue considerado como señal de esperanza
para el futuro. Así pues, la situación de los exiliados no era insoportable.
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3 La reflexión en el destierro
En los años del destierro, entre el 593 y el 571 a.C., se ubica la obra del profeta Ezequiel,
sacerdote de Jerusalén llegado con la primera oleada de deportados. Ezequiel se preocupa de
condenar las prácticas idolátricas y sincretistas de los israelitas, consideradas como causa de la
ruina nacional, pero al mismo tiempo anuncia un mensaje de esperanza. En la perspectiva de
Ezequiel, el retorno está condicionado a una renovada fidelidad a Yahvéh que, vista la precedente
infidelidad, no podrá ser más que un don del mismo Dios.
La predicación de Ezequiel y la del profeta anónimo que le sigue poco después, llamado
comúnmente el Segundo o Déutero-Isaías, autor de Is 40-55, el "libro de la consolación", nos
permiten comprender el valor teológico que adquiere el exilio babilónico. El hecho de encontrarse
en un país extranjero, expuestos al peligro de contagiarse de sus hábitos, especialmente los
religiosos, lleva a los desterrados a reforzar los lazos internos del pueblo judío. Es éste el período en
el que usos como la circuncisión, la observancia del sábado y las leyes de pureza ritual adquieren
una importancia muy particular como signo distintivo de la pertenencia al pueblo de Israel.
El exilio puede considerarse, pues, una etapa fundamental en la vida de Israel; la experiencia
de la destrucción del templo, de la deportación, de la catástrofe nacional podían conducir al final del
judaísmo. La historia deuteronomista, iniciada probablemente en la época de Josías y completada
justamente en la época exílica, relee toda la historia de Israel como la historia de la fidelidad de
Dios y de la infidelidad del pueblo.
La obra de reflexión de los desterrados debió condensarse además en estos años en otra serie
de textos, la denominada primera redacción sacerdotal del Pentateuco; los sacerdotes hebreos,
convertidos en guías espirituales del pueblo desterrado, comienzan a escribir una colección de las
tradiciones más antiguas sobre el pasado de Israel, desde la creación del mundo al camino del
desierto, releyéndola a la luz de su situación de exiliados. El pasado se convierte en modelo del
presente y en signo de esperanza para el futuro; en esta clave hay que leer muchos de los textos del
Pentateuco, cuya base más importante es la redacción sacerdotal.
Tampoco en este caso entramos en los detalles relativos a los aspectos histórico-literarios de
la tradición sacerdotal, indicada comúnmente con la letra P (del alemán Priesterkodex, "código
sacerdotal"). De todas formas se estima que hubo una primera redacción sacerdotal durante el exilio
y sucesivas relecturas después del retorno.
Otro aspecto que caracteriza al período del destierro es el contacto directo de los israelitas
con la cultura y la religión babilónicas. Ese influjo se dejó ya sentir en la lengua: el hebreo es poco
a poco abandonado en favor del arameo, la lengua internacional de la época. La redacción
sacerdotal intenta responder también a este problema: se puede recordar, por dar un ejemplo, que el
capítulo primero del Génesis, el poema de la creación, se escribió también como respuesta a los
mitos babilónicos sobre el origen del mundo.
También durante el destierro se desarrolla definitivamente el monoteísmo hebreo: frente a
las religiones paganas, Israel no cae en el sincretismo, sino que refuerza aún más su fe en el único
Dios. Especialmente el Déutero-Isaías insiste con gran decisión en la unicidad de Yahvéh y en su
absoluta superioridad sobre cualquier otro dios falso. Sólo en este momento parece que se puede
hablar de un verdadero paso al monoteísmo en sentido estricto; también en este caso el destierro
marca una etapa fundamental en la historia de Israel.
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