Jurisdicción y Competencia LUIS GIL SUÁREZ * 1. CONCEPTOS GENERALES P ara Gómez Orbaneja «la Jurisdicción es la función del Estado que se desarrolla en el proceso», explicando así mismo que «la Jurisdicción es una función de la soberanía del Estado, y por tanto, exclusivamente suya». Jaime Guasp entiende por Jurisdicción «la función específica estatal que tiende a la satisfacción de pretensiones». En sentido similar Moreno Catena manifiesta que «la jurisdicción constituye una potestad del Estado, atributo de la soberanía y dimanante de ella», y añade a continuación que «esta potestad comprende tanto la emisión del juicio jurisdiccional como la ejecución de lo juzgado, y se actúa exclusivamente por los Juzgados y Tribunales determinados por las leyes, según las normas de competencia y procedimiento que las mismas establezcan». Por su parte Montero Aroca considera que la Jurisdicción es la «potestad dimanante de la soberanía del Estado, ejercida exclusivamente por Tribunales independientes y predeterminados por la ley, de realizar el derecho en el caso concreto, juzgando de modo irrevocable y ejecutando lo juzgado, para satisfacer pretensiones y resistencias». Si en un determinado país sólo existiese un único Tribunal de Justicia, es obvio que toda la potestad jurisdiccional se residenciaría en ese único Tribunal, con lo que, en tal caso, no sería necesario hacer referencia al- * Presidente de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. guna a la competencia. Como dice Moreno Catena, «en tal caso resultaría imposible plantear siquiera el estudio de la competencia». Pero tan particular situación es sumamente difícil que se dé actualmente en algún país; en la gran mayoría de naciones existen distintos Tribunales, de lo que se deriva la necesidad de distribuir entre ellos el conocimiento de los diferentes asuntos o procesos. Aparece así la idea de «competencia», dado que la diversidad de Tribunales exige la existencia de reglas o normas que repartan entre ellos el conocimiento y resolución de los litigios que se susciten. La potestad jurisdiccional, sin duda, es única e indivisible; pero ésto no impide que dicha potestad sea distribuible entre los diferentes Juzgados y Tribunales, distribución que se ha de llevar a cabo por medio de las pertinentes reglas o normas de competencia. Según Gómez Orbaneja la competencia puede ser definida como «el conjunto de procesos en que un Tribunal puede ejercer conforme a ley, su jurisdicción». Para Prieto Castro, «en un sentido objetivo, competencia será ... la regla que se sigue para asignar a los distintos órganos jurisdiccionales el conocimiento de los asuntos»; y en sentido subjetivo es para el Juez el «deber y derecho de otorgar justicia en un caso concreto con exclusión de otros órganos jurisdiccionales; y para las partes de cada asunto, el deber y el derecho de recibir la justicia precisamente del órgano específicamente determinado y no de otro alguno». Y Miguel Ángel Fernández, a este respecto, afirma «en rigor, competencia es la exacta me- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 17 ESTUDIOS dida en que se atribuye jurisdicción a un determinado órgano (a los Jueces españoles, o a los extranjeros; a los civiles o a los penales; a los de Primera Instancia o a los de Paz)»; y a continuación puntualiza: «sirve así la competencia, diversamente calificada (objetiva, funcional, territorial), para determinar cuándo y en qué medida un determinado Juez puede conocer de un cierto asunto». Es necesario advertir que, en no pocas ocasiones, tanto las leyes como la doctrina utilizan de forma un tanto confusa e imprecisa estos términos a que venimos haciendo mención: jurisdicción y competencia. Pues, no es infrecuente utilizar el vocablo «jurisdicción» como sinónimo de competencia. Como dice Miguel Ángel Fernández; «El problema es, como tantos en nuestro Derecho, de terminología; creada por la imprecisa dicción de las Leyes procesales ..., pero grave, pues aboca a confusión. La LEC y la LOPJ hablan de competencia en relación con temas que afectan, también a la jurisdicción; hablan de jurisdicción cuando deberían utilizar el término competencia y, en ocasiones, por descuido o por agnosia, se sirven de ambos términos como sinónimos». En una primera aproximación a toda esta problemática se pueden fijar las siguientes pautas clarificadoras: a) Competencia internacional. Sirve para determinar qué asuntos deben ser conocidos y resueltos por los Tribunales españoles, frente a los Tribunales extranjeros. b) Jurisdicción de los Tribunales españoles. Precisa los criterios separadores que deslindan los asuntos que están atribuidos al Poder Judicial (los Juzgados y Tribunales), de aquellos otros cuyo conocimiento y decisión compete a otros poderes del Estado. c) Competencia por razón de la materia. Dentro de todos los asuntos y cuestiones cuya resolución corresponde a los Tribunales de Justicia de nuestro país, la competencia por razón de la materia delimita el ámbito de actuación 18 de los diferentes órdenes jurisdiccionales: civil, penal, contencioso-administrativo y laboral. 2. OBJETO DEL PRESENTE TRABAJO No se pretende aquí, en forma alguna, llevar a cabo un estudio completo y detallado de los conceptos expresados; lo que se persigue en este comentario es exponer y examinar los problemas y puntos críticos que la regulación de la LEC-2000 sobre Jurisdicción y competencia produce en el ámbito del proceso laboral; o dicho con otras palabras, la incidencia que esa nueva regulación provoca en la normativa de la LPL. La LEC-2000 trata «de la jurisdicción y de la competencia» en el Título II de su Libro I, que comprende los arts. 36 a 70. Este Título II está dividido en cinco capítulos, el primero de los cuales se compone de dos secciones y el segundo de tres. Sin duda, los preceptos que se contienen en este Título II no alteran de forma drástica el tratamiento que hasta ahora se venía aplicando a las materias comentadas en el proceso de trabajo. Pero es claro que esa nueva regulación sí produce determinados cambios y efectos de interés que deben ser examinados. Al análisis de esta incidencia se dedica este trabajo. Pero antes de entrar en el examen de las diferentes cuestiones que esta problemática plantea, creo conveniente exponer la siguiente regla básica que se desprende de lo que establecen la Disposición Adicional Primera, num. 1, de la LPL y el art. 4 de la LEC-2000: si una materia concreta está regulada explícitamente por la LPL, no cabe aplicar lo que respecto a la misma prescribe la LEC-2000; pero si la LPL no contiene regulación alguna de la misma, es claro que han de entrar en acción las normas de la referida LEC; y lo mismo sucederá en aquellos casos y situaciones REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ en que la LPL regule de forma no completa ni exhaustiva una determinada institución, y la LEC-2000 la completa, perfila o matiza. Evidentemente esta regla básica, en mi opinión, se debe de tener en cuenta en relación con toda la problemática, amplia y compleja, que suscita la concurrencia de estas dos Leyes procesales. Creo conveniente iniciar este comentario dejando clara constancia de la misma, pues estimo que es la pauta orientadora esencial para el tratamiento de la problemática que aquí se aborda. 3. FALTA DE COMPETENCIA INTERNACIONAL, FALTA DE JURISDICCIÓN Y FALTA DE COMPETENCIA POR RAZÓN DE LA MATERIA 3.1. Falta de competencia internacional 3.1.1. Pocos son los ordenamientos jurídicos que recogen en normas de carácter interno la regulación de esta materia. En nuestro país, se llevó a cabo tal regulación, por vez primera, en los arts. 21 al 25 de la LOPJ; y ahora la LEC-2000 le dedica, fundamentalmente, el art. 36. Constituye, sin duda, un acierto este tratamiento de la competencia internacional de los Tribunales españoles en normas internas, pues simplifican en gran medida los problemas que esta cuestión suscita y aclaran en alto grado la solución de los mismos. Conviene resaltar que a pesar de que la LEC-2000 habla, en el rótulo o titulación del art. 36, de «falta de competencia internacional», esta situación constituye, en realidad, un supuesto de falta de jurisdicción, no de falta de competencia; toda vez que la jurisdicción de los Tribunales españoles (de todos ellos) no alcanza a aquellos asuntos que han de ser resueltos por Tribunales de otro país diferente. La situación que se produce es similar a aquélla otra en que, en razón a su potestad jurisdiccional, los Tribunales españoles ven delimitadas sus facultades y posibilidades de actuación frente a otros poderes del Estado. No se trata aquí de determinar qué Tribunal español, o qué tipo o clase de los mismos, ha de asumir la facultad de resolver un concreto asunto; la cuestión consiste en dilucidar si tal conocimiento corresponde o no a la Administración de Justicia española, lo cual, repito, afecta a la Jurisdicción, no a la competencia. Esto se corrobora por las expresiones que la propia LEC-2000 utiliza al comienzo del número 1 del art. 36 (a pesar de haber empleado poco antes la frase «falta de competencia internacional»), en donde se habla de «la extensión y límites de la jurisdicción de los Tribunales civiles españoles». Este número 1 del art. 36 precisa que esa «extensión y límites», a que se acaba de aludir, «se determinará por lo dispuesto en la Ley Orgánica del Poder Judicial y en los tratados y convenios internacionales en los que España sea parte». Es obvio que esta disposición es totalmente aplicable a los Tribunales laborales en nuestro país, al no existir en la LPL ninguna regla similar. El precepto de la LOPJ que regula la jurisdicción internacional de los Tribunales españoles del Orden Social es el art. 25 de la misma, el cual sigue plenamente vigente. Ahora bien, es obvio que esta norma está vigente en nuestro país desde la puesta en observancia de la LOPJ, y que por consiguiente la LEC-2000 no introduce ni establece en este punto ninguna novedad; se limita a reiterar o corroborar lo que ya se aplicaba antes de su promulgación. No es propio de este trabajo detenerse en el examen del contenido y mandatos del art. 25 de la LOPJ. Tan sólo me limito a remitirme al mismo. 3.1.2. El núm. 2 del art. 36 de la LEC2000 recoge una serie de puntualizaciones o supuestos particulares, que modalizan o condicionan la regla general que se acaba de comentar (y que se recoge, fundamentalmente para los Tribunales laborales en el art. 25 de la LOPJ, como se acaba de decir); particula- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 19 ESTUDIOS rismos y puntualizaciones que son aplicables al proceso laboral, al completar o perfilar las soluciones que dicho art. 25 prescribe. Por ello, se exponen seguidamente las reglas que este num. 2 del art. 36 estatuye. Según, este precepto los Tribunales españoles se abstendrán de conocer de aquellos asuntos en que se produzca alguna de las circunstancias siguientes: a). Cuando se haya formulado demanda con respecto a sujetos o bienes que gocen de inmunidad de jurisdicción o de ejecución conforme a las normas de derecho internacional público. Lo mismo se hará cuando se haya solicitado ejecución con respecto a dichos sujetos o bienes. b) Cuando el asunto de que se trate se halle atribuido a la jurisdicción de otro Estado, en virtud de un tratado o convenio internacional en el que España sea parte. c) En los casos en que la competencia internacional de los Tribunales españoles únicamente puede fundarse en la sumisión tácita de las partes, si no comparece el demandado emplazado en debida forma. Repito, que, en mi opinión, este num. 2 del art. 36 de la LEC-2000 es aplicable en el campo de acción del proceso laboral. 3.2. Falta de jurisdicción Se produce esta situación, como se desprende de lo que manifiesta el art. 37-1 de la LEC-2000, cuando el asunto de que se trate haya de ser conocido y resuelto por la Administración pública, por el Tribunal de cuentas o por la Jurisdicción militar. En estos casos este precepto dispone que el Tribunal correspondiente, ante el que se haya planteado tal asunto, «habrá de abstenerse de conocer». 3.3. Falta de competencia por razón de la materia También se abstendrá el Tribunal de que se trate, según se infiere del art. 37-2, «cuan- 20 do se le sometan asuntos de los que corresponda conocer a los Tribunales de otro orden jurisdiccional». Este art. 37-2 explica que «cuando el Tribunal de cuentas ejerza funciones jurisdiccionales se entenderá integrado en el orden contencioso-administrativo». 3.4. Tratamiento procesal Como se ha expresado, en todos los supuestos a que se acaba de hacer mención, la LEC-2000 establece que el Juez o Tribunal de que se trate se abstendrá de conocer del asunto. Estos mandatos tienen plena operatividad también, en mi opinión, en el ámbito del proceso de trabajo. Es cierto que el art. 5 de la LPL recoge una serie de disposiciones relativas a estas cuestiones, lo que podría hacer pensar que no cabe tener en cuenta en tal ámbito lo que se prescribe en los preceptos citados de la LEC-2000. Pero, no puede olvidarse que los arts. 36 y 37 de esta ley contienen disposiciones de carácter general, las cuales no se encuentran exactamente expresadas en la LPL; por ello, entiendo que estos arts. 36 y 37 son de aplicación en el radio de acción de esta última ley. Ahora bien, la solución que, según estos dos preceptos, se ha de aplicar en tales casos (la abstención de conocer el asunto), es similar a la que se deduce del art. 5 de la LPL. Más aún, los cauces procesales que se han de seguir para adoptar tal clase de decisión en el proceso laboral, no resultan modificados realmente por lo que en relación a estas cuestiones prescriben también los arts. 38 y 39 de la LEC2000, en conexión con los arts. 63 y siguientes de la misma y con los arts. 12 a 14 de la LPL. Teniendo en cuenta todas estas normas, debe concluirse que el tratamiento procesal de las situaciones que estamos comentando, no ha experimentado modificación importante en virtud de la LEC-2000. A este respecto se expresan las siguientes consideraciones: 3.4.1. El art. 38 de la LEC-2000 dispone que, en los casos aludidos de falta de competencia internacional, y falta de jurisdicción REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ (obviamente se ha de incluir aquí también la falta de competencia por razón de la materia) la decisión de abstenerse de conocer del correspondiente asunto, la «acordará de oficio» el Tribunal. Indudablemente, el art. 5-1 de la LPL también ordena esa apreciación de oficio, que se llevará a cabo mediante el pertinente auto «declarándolo así y previniendo al demandante ante quién y cómo puede hacer uso de su derecho». Es cierto que este art. 5-1 habla sólo de incompetencia «por razón de la materia o de la función», no aludiendo ni a la falta de competencia internacional ni a la falta de jurisdicción. Sin embargo, lo lógico es considerar incardinados también estos supuestos en ese artículo. Pero, si existía alguna duda respecto a tal incardinación, la LEC-2000 ha venido a despejarla, al ser aplicable supletoriamente al proceso laboral, como hemos visto. Por ello, ahora parece claro que tanto la falta de competencia internacional como la de jurisdicción dan lugar a que entre en acción el mecanismo que prevé el art. 5-1 de la LPL. 3.4.2. El art. 5-1 de la LPL dice que los órganos jurisdiccionales del Orden Social, en los casos comentados, dictarán el correspondiente auto declarándose incompetentes, «acto seguido» de la presentación de la demanda. Sin embargo, el art. 38 de la LEC2000 dispone que la abstención del Tribunal se acordará «tan pronto como sea advertida» la falta de competencia o de jurisdicción. A pesar de que la literalidad de estos dos preceptos puede dar lugar a considerar que sus mandatos no son coincidentes, en realidad las soluciones que en ellos se disponen no dejan de encontrarse muy próximas. Es cierto que según la LEC-2000, al disponer la declaración de incompetencia del Tribunal «tan pronto como sea advertida», permite adoptar tal decisión en cualquier momento del proceso; y que, en cambio, la LPL parece reducir tal posibilidad al instante inicial del pleito, esto es «acto seguido» de la presentación de la demanda. Pero, de hecho no es tanta la divergencia de soluciones, toda vez que, a la luz del art. 5-1 de la LPL, debe aceptarse, que el auto en que se declare la incompetencia en el proceso laboral, se dicte después de admitida la demanda,, sobre todo si todavía no se ha celebrado el acto de juicio. Téngase en cuenta que los arts. 238 y 240 de la LOPJ, parecen avalar tal posibilidad. Es más, una vez entre en vigor la LEC-2000 creo que la matización temporal del comentado art. 38 de la misma, es de aplicación supletoria a la LPL, pues modaliza o perfila lo que prescribe el art. 5-1 de la misma. 3.4.3. Tanto el art. 5-4 de la LPL como el art. 38 de la LEC-2000 exigen, como trámite previo al auto declaratorio de la competencia, la «audiencia de las partes y del Ministerio Fiscal». También el art. 9-6 de la LOPJ establece igual mandato. El incumplimiento de esta exigencia puede ser razón bastante para que se declare la nulidad del citado auto, sobre todo si se ha causado por ello indefensión a alguna de las partes. Aunque todos estos preceptos hablan de «partes» en general, parece lógico reducir tal audiencia a las partes personadas en la litis en el momento en que se dicte el auto. Y así, si éste se pronuncia inmediatamente después de presentada la demanda parece correcto oír únicamente al actor y al Ministerio público. 3.4.4. El art. 5-2 de la LPL admite explícitamente que la declaración de incompetencia efectuada por el Juzgado o Tribunal, se realice en la sentencia correspondiente que tal órgano judicial dicte. Este precepto no establece distinción alguna y por ello debe entenderse que ese pronunciamiento puede llevarse a cabo en la sentencia, tanto cuando alguna de las partes ha formulado alguna alegación a tal respecto, como si lo hace de oficio el Tribunal. El art. 39 de la LEC-2000 prevé que el demandando denuncie la falta de jurisdicción o de competencia, estableciendo que tal denuncia se hará «mediante declinatoria». Ahora bien, el art. 14-a) de la LPL dispone que en el proceso laboral «las declinatorias se propon- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 21 ESTUDIOS drán como excepciones perentorias y serán resueltas previamente en la sentencia, sin suspender el curso de los autos». Es claro que este art. 14-a) no ha resultado alterado ni quebrantado por la LEC-2000, debiendo seguir siendo aplicado en el proceso de trabajo. De ahí que la solución que se seguiría en caso de tomar en consideración los mandatos del art. 39 de la LEC-2000, en relación con el art. 14-a) de la LPL, no se diferenciaría sustancialmente de la que se deriva de lo dispuesto en el art. 5-2 de la LPL. 3.4.5. Debe entenderse, por consiguiente, que la declaración de falta de jurisdicción o falta de competencia, puede efectuarse en los procesos laborales bien por Auto, generalmente dictado inmediatamente después de la presentación de la demanda, bien en la sentencia que se dicte en tal proceso. Diferenciar en qué casos se ha de hacer esa declaración mediante auto y en qué otros por sentencia es materia altamente delicada y por ello es preciso que los órganos judiciales actúen con suma precaución y prudencia. En primer lugar, es forzoso tener presente que sólo en los casos en que los propios términos de la demanda pongan de manifiesto, con toda evidencia, la falta de competencia, procede dictar el auto declarándola «acto seguido» de la presentación de tal demanda. Si se suscita la más mínima duda al respecto, sea de carácter fáctico, sea de carácter jurídico, lo más sensato es admitir a trámite demanda, proseguir el curso del procedimiento y resolver la cuestión en la sentencia. Montero Aroca destaca que «con muy buen sentido el TS ha venido sosteniendo que las declaraciones de incompetencia ‘ab initio’ no son aconsejables, sobre todo en asuntos de gran complejidad (s. de 9 de julio de 1973)»; y añade luego, «la gravedad que supone la inadmisión de la demanda en el momento inicial del proceso, provocando una actuación anormal, … obliga a que la facultad-deber se use con prudencia». Debe tenerse presente además que es muy frecuente que no sea fácil deducir de los pro- 22 pios términos de la demanda la incompetencia de la jurisdicción social. Ello es así por cuanto que el demandante presenta su demanda ante los Tribunales del Orden Jurisdiccional Social, porque considera que a éstos les corresponde el conocimiento de la pretensión ejercitada en tal demanda; y por ende lo lógico es que la redacción de ésta se haya efectuado del modo más favorable a la apreciación de la competencia de estos Tribunales. En consecuencia, será difícil que la sola lectura de esa demanda conduzca a la convicción de la falta de competencia de los mismos. Así pues, lo más frecuente será que la correspondiente decisión sobre tal cuestión no se lleve a cabo, sino después de tramitado el procedimiento y celebrado el preceptivo acto de juicio, en la sentencia que ponga fin a dicho proceso. Así Vicente Conde ha explicado que «la claridad de la incompetencia no será normal que conste desde el primer momento, de ahí que en la práctica lo más corriente será que la exacta concreción del orden jurisdiccional competente o del órgano judicial dentro del social sólo pueda establecerse después de la intervención procesal contradictoria (excepciones) del demandado, intervención para la que no existe un trámite separado, sino que tiene lugar de modo concentrado en el juicio, y que por tanto la declaración de incompetencia se produzca en sentencia». 3.4.6. A la vista de lo que establecen los arts. 5-4, 184, 185 y 189-4 de la LPL, resulta que contra el auto que decida sobre la competencia, es posible formular recurso de reposición si lo dicta un Juzgado de lo Social, o de súplica si lo pronuncia una Sala de lo Social. A su vez, contra el auto del Juzgado que resuelve el recurso de reposición declarando la incompetencia de jurisdicción, se puede entablar recurso de suplicación (art. 189-4); si se trata del auto que resuelve el recurso de súplica, con igual contenido, el recurso que corresponde entablar contra esa decisión de una Sala de lo Social, es el de casación ante el T.S.. (art. 204-3). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ Si la declaración de incompetencia se recoge en sentencia, tanto si se ha hecho de oficio como a instancia de parte, los recursos que cabe entablar contra esa sentencia son los mismos que cabe formular contra cualquier sentencia dictada por la Jurisdicción de trabajo, de conformidad con lo que prescriben los arts. 188 y siguientes, 203 y siguientes y 216 y siguientes de la LPL. preceptos de la LEC-2000 que tratan estas cuestiones prejudiciales (arts. 40 a 43) en principio y con carácter general se han de considerar inaplicables en dicho ámbito; sin perjuicio de que determinados aspectos o precisiones contenidos en estos preceptos puedan ser tomados en consideración como complementadores o integradores de los mandatos que recogen aquellas normas esenciales. Los criterios que se acaban de exponer no resultan alterados por el art. 66 de la LEC2000. Estos criterios vienen establecidos por las normas propias del proceso laboral, las cuales son las que rigen, en principio, este concreto proceso. Partiendo, pues, de lo que se establece en los citados art. 10 de la LOPJ y arts. 4 y 86-2 de la LPL, y teniendo en cuenta las posibles consecuencias que sobre ellos produzcan los arts. 40 a 43 de la LEC-2000, se puede afirmar que una vez que ésta entre en vigor, los principios reguladores en el proceso laboral de las cuestiones prejudiciales serán los siguientes: A pesar de ello, conviene destacar que el art. 66-2 de la LEC-2000 dispone que «contra el auto que rechace» la falta de competencia o de jurisdicción, «solo cabrá recurso de reposición». Por tanto, si el Juez o Tribunal acepta su competencia, según este precepto, el único recurso posible es el de reposición (sería de súplica si el órgano es colegiado). Sin duda esta norma está pensada para el procedimiento civil, pero del texto y expresiones de los arts. 189-4 y 204-3 de la LPL se infiere que en el proceso laboral se aplican unas soluciones análogas; por ello parece lógico tener en cuenta en este proceso de trabajo las prescripciones del art. 66-2 de la LEC-2000 en tanto en cuanto completen o aclaren los criterios impuestos por los arts. 189-4 y 204-3 de la LPL. 4. CUESTIONES PREJUDICIALES 4.1. Las normas básicas que en el proceso de trabajo regulan las cuestiones prejudiciales son, de un lado, el art. 10 de la LOPJ y, de otro, los arts. 4 y 86-2 de la LPL; normas que conservarán plena operatividad y vigencia en dicho proceso laboral después de la puesta en observancia de la LEC-2000, dado que seguirán teniendo la condición de normas esenciales reguladoras de esta materia en el ámbito del Orden Jurisdiccional Social. Por tanto, los 4.1.1. Tanto las cuestiones prejudiciales civiles o administrativas, como las penales referentes a cualquier hecho delictivo distinto a la falsedad de documentos, «serán decididas en la resolución judicial que ponga fin al proceso», como prescribe el art. 4-2 de la LPL; siendo claro que esta frase se refiere, fundamentalmente a la sentencia que recaiga en tal proceso. Se trata, pues, en todos estos supuestos de cuestiones prejudiciales no excluyentes o no devolutivas. 4.1.2. Así pues, el Juez o Tribunal laboral resolverá esas cuestiones tan sólo con el carácter de «incidenter tantum», lo que supone que su decisión «no producirá efecto fuera del proceso en que se dicte», como indica el art. 42 de la LPL, y confirma el art. 42-2 de la LEC2000. 4.1.3. Las cuestiones prejudiciales penales que tienen por objeto esclarecer si ha exisitido una falsedad documental, tienen un especial tratamiento en la LPL, tal como se deduce de los arts. 4-3 y 86-2 de la misma. Es necesario que la solución de esa falsedad documental «sea de todo punto indispensable para dictar sentencia» o «de notoria influen- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 23 ESTUDIOS cia en el pleito», como indican estos preceptos. Son estas normas, y no el art. 40 de la LEC-2000, las que rigen estas cuestiones prejudiciales penales dentro del proceso de trabajo. Estas concretas cuestiones prejudiciales penales se diferencian de las antes comentadas, en su carácter excluyente o devolutivo; pues no son resueltas por el Juez laboral, sino que los trámites del juicio laboral se suspenden, quedando a la espera de la decisión que se adopte al respecto por el Tribunal penal. Ahora bien, dado lo que se declara en los comentados arts. 4-3 y 86-2 de la LPL, debe concluirse que para que estas cuestiones prejudiciales penales a que ahora nos referimos, produzcan en el ámbito del proceso laboral el efecto devolutivo o excluyente que les es propio, es de todo punto necesario que se cumplan los trámites que prevé el art. 86-2. Sólo a través de este cauce procesal, pueden tener lugar en el proceso laboral tales efectos suspensivos. Como es sabido, los trámites que este precepto impone, en síntesis son los siguientes: 1) alegación por una de las partes de la falsedad de un documento; 2) una vez finalizado el acto del juicio verbal, el Juez concederá a esa parte un plazo de ocho días, para que acredite haber presentado la correspondiente querella iniciadora de la pertinente causa penal; 3) presentada tal acreditación, se suspenderá el trámite del proceso laboral «hasta que se dicte sentencia o auto de sobreseimiento en la causa criminal». 4.1.4. Parece claro que el sistema de recursos que establece el art. 41 de la LEC-2000 en relación con la decisión de suspensión de los trámites del proceso civil, no tiene aplicación en el ámbito laboral. Debe tenerse presente que en el proceso de trabajo la decisión sobre la suspensión del mismo, que se ha de efectuar conforme al art. 86-2 de la LPL, necesariamente ha de dar lugar a un pronunciamiento en forma de providencia o de auto (en la práctica totalidad 24 de casos se utiliza la forma de providencia), y que los recursos que contra tal decisión caben son lo que se prevén en los arts. 184 y 185, en relación con el art. 189, números 2, 3 y 4, de la LPL. Así pues, contra esa decisión solo es posible entablar recurso de reposición o de súplica (según haya sido adoptada por un Juzgado de lo Social o una Sala de lo Social) y contra el auto que resuelva estos recursos no es posible formular ningún recurso. Ello, claro está, sin perjuicio de las impugnaciones que con respecto a esa decisión se puedan efectuar en el recurso que se entable contra la sentencia que en tal caso se dicte. 4.1.5. El art. 40-7 de la LEC-2000 establece que «si la causa penal sobre falsedad de un documento obedeciere a denuncia o querella de una de las partes y finalizase por resolución en que se declare ser auténtico el documento o no haberse probado su falsedad, la parte a quien hubiere perjudicado la suspensión del proceso civil podrá pedir en éste indemnización de daños y perjuicios, con arreglo a lo dispuesto en los arts. 712 y siguientes». No es contrario a razón sostener que esta norma debe también producir efectos en el proceso laboral, pues en ella se trata de un extremo concreto no previsto en la LPL. Ahora bien, este precepto exige, como condición necesaria para su aplicación, que la causa penal se haya iniciado por denuncia o querella de una de las partes del proceso civil; y por su parte el art. 86-2 de la LPL dispone que el Juez conceda a la parte un plazo de ocho días para que interponga la correspondiente querella. Y, en mi opinión, no resulta muy coherente ni compaginable esta invitación del Juzgador a la formulación de la querella y la posterior exigencia de responsabilidad si la misma no prospera. 4.2. Examen del mandato del art. 42-3 de la LEC-2000 4.2.1. Este precepto admite que el proceso civil se suspenda, por causa de la cuestión REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ prejudicial en él planteada, cuando concurran los siguientes requisitos: a) Que la decisión del asunto que constituye la cuestión prejudicial, corresponda por propia naturaleza, bien a la Administración pública, bien al Tribunal de Cuentas, bien a un Tribunal perteneciente a un Orden jurisdiccional distinto del civil. b) Que la Ley establezca tal suspensión en el supuesto concreto de que se trate, o que dicha suspensión sea pedida por «las partes de común acuerdo» o por «una de ellas con el consentimiento de la otra». 4.2.2. Cuando se den los presupuestos que se acaban de indicar, el Tribunal civil que conozca del asunto principal, suspenderá «el curso de las actuaciones, antes de dictar sentencia, hasta que la cuestión prejudicial sea resuelta» por la Administración pública o Tribunal pertinente. El Tribunal civil quedará vinculado por la decisión que éstos últimos adopten. 4.2.3. ¿Es aplicable este art. 42-3 de la LEC-2000 en el campo de acción del proceso laboral?. Estimo que no es posible dar una contestación tajante e incondicionada a esta interrogante. Como regla general puede sostenerse la inaplicación de este precepto en el proceso de trabajo, pues no parece compatible con el principio de celeridad del mismo que proclama el art. 74-1 de la LPL. Sin embargo, cabe pensar en la posibilidad de admitir algunas excepciones a esa regla general. Si la suspensión se pide de mutuo acuerdo o con la voluntad concorde de las partes, podría no descartarse por completo ni de forma absoluta la aplicación del artículo comentado. Es obvio que esta aplicación no puede aceptarse en aquellas modalidades procesales en las que la incidencia del principio de celeridad es especialmente fuerte, como puede ser en los proceso de despido; en esta clase específica de procedimientos, o en cualquier otro que también requiera una tramitación rápida, debe re- chazarse la suspensión comentada. Pero en otros procesos distintos, no parece excesivo ni descabellado conceder algún margen para que la misma tenga lugar, cuando las partes la piden de consuno. De todos modos, aún en estos casos, en que las exigencias de celeridad del proceso no sean especialmente intensas, el Juez debería siempre aplicar esta medida con gran cautela, ponderando con esmero y detalle las consecuencias beneficiosas y perjudiciales que de la misma puedan derivarse. 4.3. La «prejudicialidad civil» del art. 43 de la LEC-2000 4.3.1. Se refiere este precepto a lo que algunos autores denominan «prejudicialidad homogénea», que se produce, precisamente, cuando la cuestión prejudicial y la principal pertenecen a la misma rama del Derecho, siendo competentes para resolverlas los Tribunales de un mismo orden jurisdiccional. Montero Aroca no se muestra partidario de la diferenciación entre cuestiones prejudiciales homogéneas y heterogéneas, pues considera que complica la distinción entre cuestiones prejudiciales, cuestiones incidentales y cuestiones previas, sin que de ello se derive ningún beneficio. Sin duda, las cuestiones a que alude este art. 43, constituyen supuestos de litispendencia, de acuerdo con el nuevo concepto de esta figura que se desprende de la LEC-2000. Antes de la promulgación de esta Ley, aún cuando los conceptos de cosa juzgada y litis-pendencia están sumamente vinculados y conectados entre sí, tal conexión se manifestaba con plenitud en cuanto al efecto o función negativa de la cosa juzgada, pero en cambio no aparecía con tanta claridad en relación con el efecto positivo o prejudicial de dicha cosa juzgada. Así lo explicó la sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo de 30 de junio de 1994. Pero la LEC-2000 ha venido a delimitar con indiscutible acierto, en mi opinión, todos estos conceptos; por ello estimo conveniente hacer con respecto a los mismos algunas precisiones, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 25 ESTUDIOS aún cuando excedan del marco propio de este trabajo: a) El art. 222 regula la cosa juzgada material, dedicando al efecto negativo de la misma los números 1 al 3, y examinando el efecto positivo el número 4. Este número 4 del art. 222 prescribe: «Lo resuelto con fuerza de cosa juzgada en la sentencia firme que haya puesto fin a un proceso vinculará al Tribunal de un proceso posterior, cuando éste aparezca como antecedente lógico de lo que sea su objeto, siempre que los litigantes de ambos procesos sean los mismos o la cosa juzgada se extienda a ellos por disposición legal». Este número 4 del art. 222 extiende su fuerza vinculante al proceso laboral. b) Los arts. 410 a 413 versan sobre la litispendencia y los efectos de la misma en el propio proceso. El art. 410 precisa que la litispendencia «con todos sus efectos procesales, se produce desde la interposición de la demanda, si después es admitida». c) Los arts. 416 y 421 de la LEC-2000 determinan la forma, trámites, alcance y consecuencias de la resolución que sobre litispendencia recaiga en el juicio ordinario civil. Y así, conforme al art. 421-1, si el Juez considera que la litispendencia se refiere al efecto negativo de la cosa juzgada (nums. 1, 2 y 3 del art. 222), dictará auto de sobreseimiento. Pero si entiende que se trata de la litispendencia atinente al efecto positivo de la cosa juzgada (num. 4 del art. 222), no sobreseerá el proceso. d) En este último caso, es cuando normalmente se produce la situación que regula el comentado art. 43, el cual dispone, para tal supuesto, «la suspensión del curso de las actuaciones». La Sala de lo Social del Tribunal Supremo se anticipó en la aplicación de esta solución suspensiva, en su mencionada sentencia del 30 de junio de 1994, si bien se trató de una cuestión muy característica del Derecho de Trabajo. 26 4.3.2. La situación regulada en el art. 43 de la LEC-2000 y sus mandatos se resumen del siguiente modo: a) Ha de tratarse de una cuestión prejudicial civil homogénea, como se ha explicado. b) La cuestión prejudicial ha de constituir el objeto principal de otro litigio distinto, que esté en trámite ante el mismo o diferente Tribunal Civil. c) Que no sea posible la acumulación de unos y otros autos. De esta regla, se infiere, «a sensu contrario», que si es posible esa acumulación, la misma deberá efectuarse. d) Que pidan la suspensión del pleito ambas partes o una de ellas, con audiencia de la parte contraria. Parece, pues, que no cabe adoptar esta decisión de oficio. e) Cumplidos los condicionamientos expuestos, el Tribunal «podrá ... decretar la suspensión del curso de las actuaciones, en el estado en que se hallen, hasta que finalice el proceso que tenga por objeto la cuestión prejudicial». Se destaca que este precepto faculta al Juez para, a su arbitrio y criterio, disponga o no la suspensión de ese pleito. Este art. 43, no utiliza a este respecto términos conminativos o imperativos como el art. 42-3 antes comentado, sino que habla de que dicho Juez «podrá decretar». f) La resolución que se dicte a tal fin, reviste forma de auto. 4.3.3. Como se desprende de las consideraciones anteriores, este art. 43 que se comenta, no obliga imperativamente al Juez a suspender las actuaciones del pleito principal (como parece que impone el art. 42-3 ), pues deja a la facultad discrecional del mismo la posibilidad de adoptar o no esa decisión. Por ello parece más hacedero extender al proceso de trabajo este art. 43, que el 42-3. De todos modos, debe tenerse en cuenta que la admisión de decisiones que suspendan el trámite de este proceso, se enfrenta al principio de celeridad que impera en él; por ello, si se consi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ deran admisibles, sólo podrán ser tomadas en casos excepcionales, en los que la suspensión reporte más ventajas que perjuicios, dadas las circunstancias concurrentes; siendo evidente e inconcuso que no cabe aplicar este art. 43 en los procesos de despido, ni en ningún otro en que el principio de celeridad presenta una exigencia especialmente intensa. 4.3.4. El párrafo segundo del art. 43 determina los recursos que pueden formularse contra las resoluciones dictadas por el Juez civil en aplicación de lo que prevé el párrafo primero del mismo. Pero si en el proceso laboral un Juez social deniega la suspensión pedida por las partes, el auto que tal cosa disponga es susceptible de ser recurrido en reposición, dado lo que establecen los arts. 184 y 189, números 2, 3 y 4, de la LPL, y contra el auto que resuelva la reposición no cabe entablar recurso alguno. Lo mismo sucederá si esa denegación de la suspensión se lleva a cabo por una Sala de lo Social, con la única diferencia que entonces se trataría de un recurso de súplica (arts. 185 y 204 de la LPL). Por consiguiente, la solución que se aplica en estos casos es sustancialmente igual a la que dispone el párrafo segundo del art. 43 de la LEC-2000. En cambio, cuando el Juez acepta la suspensión del procedimiento, este último precepto prescribe que contra el correspondiente auto cabe presentar recurso de apelación. Parece claro, en principio, que esta concreta norma no encuentra posibilidad alguna de traslación al proceso laboral. Aparte de que en él no existe recurso de apelación y el recurso de suplicación es de naturaleza manifiestamente distinta de la apelación, es obvio que conforme a las normas propias de este proceso social (arts. 184 y 185, en relación con los arts. 189, números 2, 3 y 4, y 204, de la LPL), el único recurso admisible en estos casos es el de reposición, o el de súplica. Sin embargo, no parece razonable que una decisión de tal importancia, que deja en suspenso la tramitación del pleito de que se trate, pudiendo dilatarse la duración de tal suspensión, se deje exclusivamente en las manos del Juez o la Sala que la adoptó, sin que se admita un recurso que permita a un Tribunal superior examinar tal cuestión. Por ello, pudiera pensarse, haciendo uso de una interpretación, sin duda forzada, de los artículos que hemos venido mencionando, en admitir la interposición de recurso de suplicación contra el auto resolutorio de la reposición en estos casos; o de casación contra el auto que recaiga al resolver la súplica. Se trataría, repito, de una solución basada en una interpretación que fuerza de alguna forma la letra de todos estos preceptos, pero que responde más claramente a los imperativos de la razón y de la tutela judicial. 5. COMPETENCIA OBJETIVA Y COMPETENCIA FUNCIONAL 5.1. Conceptos generales Miguel Angel Fernández considera que «son normas de competencia objetiva aquéllas que permiten determinar qué tipo o clase de Juez, de entre los que tienen jurisdicción en (la) materia ..., debe conocer de un determinado asunto en primera instancia». Por su parte Moreno Catena manifiesta que «la competencia objetiva determina, en razón del objeto del proceso propuesto por el actor en la demanda, cuál es el órgano que debe conocer de la primera instancia con exclusión de cualquier otro». Más difuminadamente Almagro Nosete entiende que «la competencia objetiva se determina por razón de la materia, acotada dentro de los límites de la rama social del Derecho, de cuyos litigios conocen los órganos jurisdiccionales del orden social». Miguel Angel Fernández, después de indicar que la competencia funcional «es algo aún no nítidamente definido», mantiene que «son normas de competencia funcional las que atribuyen a determinados Jueces o Tribunales el conocimiento de ciertas materias», REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 27 ESTUDIOS cuando se trate del conocimiento de los recursos que quepa entablar contra la sentencia dictada en la instancia, de tramitar la ejecución de una sentencia, o cuando se planteen en un proceso cuestiones distintas de aquélla que es objeto del pleito principal, pero conectadas con ella, como incidentes, reconvención, tercerías, etc. Según este autor «sólo estos tres grupos de supuestos tienen el fundamento común que define a la competencia funcional: el conocimiento de un asunto se otorga porque existen ya determinadas actuaciones anteriores realizadas por un Juez o Tribunal perfectamente identificado». Moreno Catena parte de los diversos tipos de Tribunales que integran un determinado Orden jurisdiccional y de las distintas instancias y grados que en el mismo existen, llegando a la consideración de que el concepto de competencia funcional «determina cuáles sean en concreto los Tribunales que han de conocer a lo largo de un proceso ... en curso». Por ello precisa que «la nota más significativa de la competencia funcional es su carácter derivado»; toda vez que «para fijar la competencia funcional hay que partir siempre de la pendencia de un proceso», siendo dos los datos de los que se deriva esta competencia funcional: el órgano de primera instancia y el cauce procedimental de que se trate. Almagro Nosete determina que «la competencia funcional viene dada por el régimen de instancias e impugnaciones ante órganos jurisdiccionales diferenciados». De acuerdo con lo que se dispone en los mencionados arts. 6, 7, a) y c), y 8 de la LPL, la distribución de la competencia objetiva entre los órganos judiciales del Orden Social de la Jurisdicción, se puede resumir de la forma que se expone en los párrafos que siguen: A) Según el art. 6 de la LPL, los Juzgados de lo Social «conocerán en única instancia de todos los procesos atribuidos al orden jurisdiccional social salvo los mencionados en los arts. 7 y 8 de la presente Ley»; es decir, salvo aquéllos asuntos que estos artículos asignan a la competencia objetiva de las Salas de lo Social de los TSJ y a la Sala de lo Social de la A.N. Resulta, por tanto, que en relación a la competencia para resolver en la instancia los litigios laborales, la regla general es su atribución a los Juzgados de lo Social, con las excepciones que se contienen en dichos arts. 7 y 8. B) Los asuntos que han de ser conocidos en única instancia, por las Salas de lo Social de los TSJ, de un lado, y por la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional, de otro, son los que se recogen en los apartados g), h), i), k), l) y m) del art. 2 de la LPL. Tales asuntos son los siguientes: — Los procesos «sobre constitución y reconocimiento de la personalidad jurídica de los Sindicatos, impugnación de sus estatutos y su modificación» (apartado g). 5.2. Competencia objetiva — Los que se planteen «en materia de régimen jurídico específico de los Sindicatos, tanto legal como estatutario, en lo relativo a su funcionamiento interno y a las relaciones con sus afiliados» (aptdo. h). 5.2.1. Los preceptos de la LPL que regulan la competencia objetiva son los arts. 6, 7a) y 8, los cuales contienen las reglas básicas que, en relación a esta materia, rigen en el proceso laboral. No se aplican, en absoluto, a éste los arts. 45, 46 y 47 de la LEC-2000, que contienen disposiciones que sólo alcanzan a los Jueces y Tribunales civiles. — Los litigios «sobre constitución y reconocimiento de la personalidad jurídica de las asociaciones empresariales en los términos referidos en la disposición derogatoria de la Ley Orgánica 11/1995, de 2 de Agosto, de libertad sindical, impugnación de sus estatutos y su modificación» (aptdo. i). 28 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ — Los procesos «sobre tutela de los derechos de libertad sindical» (aptdo. k). — «En procesos de conflictos colectivos». (aptdo. l). — Aquellos que versen «sobre impugnación de convenios colectivos» (aptdo. m). C) A la vista de lo que establecen los referidos apartados g), h), i), k), l) y m) del art. 2 de la LPL, así como los arts. 6, 7 y 8 de la misma ley, resulta que la competencia objetiva para el conocimiento de los asuntos comprendidos en esos seis apartados, queda estructurada de la siguiente forma: a) Cuando los efectos de tales litigios no excedan de la circunscripción de un Juzgado de lo Social, la competencia aludida se residencia en el correspondiente Juzgado de lo Social. b) Si esos efectos sobrepasan el ámbito territorial propio de un Juzgado pero no superan el territorio de una Comunidad Autónoma, será competente la Sala de lo Social del TSJ de tal Comunidad Autónoma. c) Si los efectos del asunto sobre el que versa el proceso rebasan el territorio de una Comunidad Autónoma, dicho asunto tiene que ser conocido y resuelto, en única instancia, por la Sala de lo Social de la AN. D) Además, el apartado c) del art. 7 otorga también a las Salas de lo Social de los TSJ el conocimiento «de las cuestiones de competencia que se susciten entre los Juzgados de lo Social de su circunscripción».- 5.2.2. Tratamiento procesal El art. 5-1 de la LPL establece que «si los órganos jurisdiccionales se estimaren incompetentes para conocer de la demanda por razón de la materia o de la función, ... dictarán auto declarándolo así ...». Aún cuando este precepto no menciona expresamente a la competencia objetiva, la práctica totalidad de la doctrina, tanto científica como jurispru- dencial, entiende que la misma está incluída en él. Téngase en cuenta que lo lógico es estimar que la expresión competencia «por razón ... de la función» alude o engloba también a la competencia objetiva, no refiriéndose exclusivamente a la competencia funcional. Por consiguiente, tal como se desprende de lo que establece este art. 5-1 de la LPL, la falta de competencia objetiva puede ser apreciada de oficio por los Tribunales laborales. Esto coincide con lo que ordena el art. 48-1 de la LEC-2000, según el que «la falta de competencia objetiva se apreciará de oficio, tan pronto como se advierta por el Tribunal que está conociendo del asunto». Se recuerda así mismo que el art. 49 de la LEC-2000 puntualiza que «el demandado podrá denunciar la falta de competencia objetiva mediante la declinatoria». Resulta claro, por tanto, que el tratamiento procesal de la falta de competencia objetiva es sustancialmente igual al tratamiento procesal de la falta de competencia internacional, de la falta de jurisdicción y de la falta de competencia por razón de la materia, de que se trató en el número 3.4 precedente. Me remito, pues, a todo lo que allí se dijo, si bien, siempre habrá que acomodar esas consideraciones a las particularidades de la competencia objetiva. Los números 2, 3 y 4 del art. 48 de la LEC2000 establecen diversas pautas que, lógicamente, se ha de considerar que inciden y repercuten también en el área del proceso laboral. Estas reglas son las que siguen: a) El Tribunal antes de dictar el auto sobre la falta de competencia, «oirá a las partes y al Ministerio fiscal por plazo común de diez días». El art. 5-3 de la LPL fija, a este respecto, un «plazo común de tres días»; es evidente que este plazo de tres días es el que ha de ser cumplido en el proceso laboral. b) El auto que declare la falta de competencia objetiva ha de indicar «la clase de tribunal al que corresponde el conocimiento del asunto» (num. 4 del art. 48). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 29 ESTUDIOS c) El núm. 2 del art. 48 precisa que si el Tribunal civil que conociese del recurso de apelación, o del recurso extraordinario de infracción procesal, o del recurso de casación, «entienda que el Tribunal ante el que se siguió la primera instancia carecía de competencia objetiva, decretará la nulidad de todo lo actuado, dejando a salvo el derecho de las partes a ejercitar sus acciones ante la clase de tribunal que corresponda». Parece claro que esta norma es sustancialmente trasladable al proceso laboral aunque tendrá que ser acomodada a la naturaleza y particularidades de los recursos propios de la Jurisdicción Social. A) Las sentencias que dicten los Juzgados de lo Social son recurribles en suplicación ante la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justicia que corresponda. 5.3. Competencia funcional B) Las sentencias dictadas en única instancia por las Salas de lo Social de los TSJ o por la Sala de lo Social de la Audiencia Nacional pueden ser recurridas en casación (mediante el recurso de casación normal o clásico) ante la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. 5.3.1. El art. 61 de la LEC-2000 dispone que el tribunal que tenga competencia para conocer de un pleito, la tendrá también: — para resolver las incidencias que en el mismo pudieran presentarse, — para cumplir y ejecutar las providencias y autos que se dictaren en dicho pleito, — para ejecutar la sentencia en él recaída, o los convenios y transacciones que aprobare. — Este artículo debe ser asumido también en el campo de acción de la Jurisdicción Social. 5.3.2. Como ya se ha consignado poco más arriba, la competencia funcional también precisa qué Tribunales han de conocer y resolver los diferentes recursos que puedan suscitarse. Y así en el proceso laboral tratan de esta materia los arts. 7, apartados b) y c), y 8, apartados a) y b) de la LPL, así como también hay que tomar en consideración a este respecto a los arts. 189, números 2, 3 y 4, 203 y siguientes, y 216 y siguientes de la misma Ley procesal laboral. Con arreglo a estas normas, la competencia funcional dentro del Orden Social de la Jurisdicción, se estructura de la siguiente forma: 30 También cabe interponer recurso de suplicación contra los autos dictados por los Juzgados de lo Social, que se indican en los números 2, 3 y 4 del art. 189 de la LPL. Las sentencias de las Salas de lo Social de los TSJ que resuelvan los referidos recursos de suplicación, son susceptibles de recurso de casación para la unificación de doctrina ante la Sala de lo Social del Tribunal Supremo. C) La Sala de lo Social del Tribunal Supremo también conoce de los recursos de revisión formulados contra sentencias firmes dictadas por los órganos jurisdiccionales del Orden Social. 5.3.3. Tratamiento procesal Siempre se ha considerado que el Tribunal «ad quem» ante el que se formulaba un recurso, podía y debía examinar de oficio su propia competencia funcional. Este criterio se refrenda por el art. 5-1 de la LPL que alude a la competencia por razón «de la función». En cualquier caso los Tribunales del Orden Social nunca han tenido dudas sobre sus plenas facultades para decidir de oficio sobre su competencia funcional, por tratarse de una cuestión de derecho necesario que afecta al orden público del proceso. Además la LEC-2000, en su art. 62, establece diversas reglas que confirman la apreciación de oficio de la falta de competencia REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ funcional. Estas reglas, claramente extensibles, en mi opinión, al proceso de trabajo, se pueden resumir en los siguientes puntos: a) Los recursos dirigidos a un Tribunal que carezca de competencia funcional para conocer de ellos, no serán admitidos a trámite. b) Pero si, habiéndose admitido un recurso, el Tribunal ante el que se hubiese interpuesto, considera que no tiene competencia funcional a tal fin, dictará auto absteniéndose de conocer de tal recurso. Se trata, obviamente, de una decisión adoptada de oficio por ese órgano judicial. Ahora bien, antes de dictar ese auto, se ha de oír a las partes personadas por el plazo común de diez días. c) Notificado ese auto, los litigantes podrán interponer o anunciar correctamente el recurso, ante el Tribunal que realmente sea competente, dentro del plazo de cinco días. El art. 62-2 de la LEC-2000 dice que estos cinco días «se añadirán al plazo legalmente previsto para dichos trámites». Se trata de una frase excesivamente confusa y oscura; no se alcanza a comprender si lo que en ella se quiere decir es que el litigante interesado en recurrir de nuevo tiene, para llevar a cabo esa segunda interposición o ese segundo anuncio del recurso, el plazo propio de estos trámites (como si no hubiese efectuado ninguna formulación previa de tal recurso) aumentado en cinco días; o si lo que se incrementa en cinco días es el resto del plazo inicial que no se hubiese consumido, por haberse anunciado o formalizado el primer recurso (presentado ante Tribunal incompetente) antes de finalizar dicho plazo; o si se dispone otra solución distinta, que no se sabe muy bien en qué consiste. Sea cual sea el plazo que este artículo concede, si los litigantes lo dejasen transcurrir sin recurrir en forma, quedará firme la resolución contra la que en un principio se había dirigido el recurso defectuosamente entablado. 6. COMPETENCIA TERRITORIAL 6.1. Miguel Angel Fernández manifiesta: «El derecho asigna a las normas de competencia territorial una misión muy concreta: deben ser suficientes para fijar, con la mayor claridad y de la forma más rápida posible, cual de entre los distintos jueces del mismo grado... debe conocer de un determinado litigio»; añadiendo que «la competencia territorial es una cuestión de preferencia (de un Juez sobre otro, ambos de igual rango), no de exclusividad (como lo son los demás criterios de competencia)». Moreno Catena a este respecto parte del hecho de que «en aplicación de las normas sobre competencia objetiva... resulta establecido cuál sea el tipo de órgano jurisdiccional que debe conocer de la pretensión actora en primer grado o primera instancia»; pero como «generalmente existen un buen número de Tribunales del mismo tipo..., la predeterminación del juez ordinario (artículo 24.2 CE) exige una mayor concreción hasta llegar con exactitud y fijeza a precisar el Juzgador llamado a resolver en primera instancia»; por ello, según este autor, «la atribución del conocimiento del proceso a un determinado órgano jurisdiccional de los varios existentes del mismo tipo se lleva a cabo precisamente mediante la aplicación de las normas de competencia territorial, que no depende de la competencia objetiva, sino que, juntamente con ella y en paridad, permiten fijar el tribunal competente». Almagro Nosete habla de «los criterios (fueros) que sirven para la fijación del Juzgado de lo Social con competencia territorial para conocer de un asunto (una vez establecida la atribución «in genere» por razón de la materia) con exclusión de otro del mismo grado y orden jurisdiccional». 6.2. Las normas que rigen, en el área de la Jurisdicción Social, la competencia territorial se recogen en los arts. 10 y 11 de la LPL. En el art. 10 se determina tal competencia en REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 31 ESTUDIOS relación con los Juzgados de lo Social, y el art. 11 señala la correspondiente a las Salas de lo Social de los Tribunales Superiores de Justicia. Se trata de normas muy diversificadas y complejas, y por ello no las reproduzco aquí; me limito a remitirme al texto de estos preceptos. Tan sólo aludiré a la regla general de competencia territorial, relativa a los Juzgados de lo Social, que se expresa en el num. 1 del art. 10, la cual se expone en los siguientes párrafos: a) Con carácter general, será Juzgado competente para conocer de un asunto, el del lugar de prestación de los servicios del trabajador o el del domicilio del demandado a elección del demandante. b) Si los servicios se prestaron en lugares de distintas circunscripciones territoriales, el trabajador puede elegir aquél de ellos en que: — tenga su propio domicilio, — se trate del lugar del contrato, si el demandado se hallase en ese lugar y pudiera ser citado, — tenga su domicilio el demandado. c) Si son varios los demandados, y se optare por el fuero del domicilio de ellos, el actor podrá elegir el de cualquiera de los mismos. d) Si la demanda se dirige contra las Administraciones públicas, será Juzgado competente el del lugar de prestación de los servicios o el del domicilio del actor, a elección de éste. 6.3. La LEC-2000 dedica a la competencia territorial sus arts. 50 al 60. Muchas de estas disposiciones no son extensibles al proceso laboral que, como se ha dicho, cuenta con sus propias normas al respecto; por ello no existe razón para que se lleve a cabo su examen en este trabajo. Ahora bien, hay diversas disposiciones de la LEC-2000 que pueden complementar o integrar los mandatos de los arts. 10 y 11 de la LPL, o que plantean dudas 32 en cuanto a esa complementariedad o integración. A ellas me refiero seguidamente. 6.3.1. Entiendo que la posibilidad que admite el art. 50-2 de la LEC-2000, de que quienes no tengan domicilio ni residencia en España, sean demandados «en el lugar en que se encuentren dentro del territorio nacional o en el de su última residencia en éste», no tiene cabida en el proceso de trabajo; como tampoco la tiene la del «lugar del domicilio del actor» que, en último extremo, permite este mismo art. 50-2. Debe tenerse en cuenta que todas estas normas se derivan del hecho de que el art. 501 fija un único fuero básico de competencia: el del domicilio del demandando; y el art. 50-2 salva aquellos supuestos en que ese domicilio no existe o no se encuentra en territorio nacional. Pero en el proceso laboral la regla general de competencia se basa en un doble fuero a elección del actor, como se ha visto: el lugar de la prestación de servicios o el del domicilio del demandado. Si este último no puede determinarse, lo lógico es formular la demanda en el lugar en que se prestaron los servicios. Es más, si en tal caso el actor no presenta la demanda en este lugar, y acude a las reglas del art. 50-2 de la LEC-2000, parece claro que con tal modo de proceder se vulnera el mandato del art. 10-1 de la LPL. 6.3.2. Tampoco me parece trasladable al proceso laboral el art. 50-3 de la LEC-2000, referente a las demandas que se dirijan contra «empresarios y profesionales en los litigios derivados de su actividad empresarial o profesional», pues en este proceso del trabajo nos tenemos que atener a los criterios que fijan los comentados arts. 10 y 11. Además, la regla del art. 50-3 referente al lugar donde se desarrolle la actividad empresarial, se sustituye en el Derecho del Trabajo por el lugar de prestación de los servicios. Igual postura debe mantenerse en lo que respecta al art. 51-1 de la LEC-2000, cuando, en relación a las demandas dirigidas contra las REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ personas jurídicas, fija criterios sustitutivos al lugar del domicilio de las mismas. Razones similares a las que se acaban de expresar en cuanto al art. 50-3, excluyen la posibilidad de extender aquella disposición al proceso laboral. 6.3.3. Creo en cambio que es aplicable dentro del área del Orden Social de la Jurisdicción, la disposición contenida en el art. 512 de la LEC-2000, al no existir en la LPL ningún precepto similar; téngase en cuenta que el art. 16-5 de la LPL habla de la comparecencia en juicio de las comunidades de bienes y grupos, pero no fija ninguna regla de competencia territorial respecto a ellos. Pues bien, el art. 51-2 de la LEC-2000 dispone que «los entes sin personalidad podrán ser demandados en el domicilio de sus gestores o en cualquier lugar en que desarrollen su actividad». 6.3.4. En la LPL, la norma que determina la competente territorial, en los casos en que existan varios demandados, se contiene en el párrafo tercero del número 1 del art. 10. Por eso, entiendo que el art. 53 de la LEC-2000 no es aplicable en las actuaciones de los Tribunales laborales, pues las situaciones a que éste se refiere, están precisamente reguladas en ese art. 10-1. Es cierto que el número 1 de este art. 53 alude también a los supuestos de acumulación de acciones en que hay un sólo demandado, pero en tales supuestos la determinación de la competencia territorial en el proceso de trabajo se efectuará, en mi opinión, por las propias reglas de los arts. 10 y 11 de la LPL, no por este art. 53-1. 6.4. Sumisión expresa y sumisión tácita Los arts. 55 y 56 de la LEC-2000 fijan los conceptos de sumisión expresa y sumisión tácita. Se trata, por tanto, de preceptos de carácter conceptual, que, obviamente, han de ser asumidos también en el proceso de trabajo. Se entiende por sumisión expresa «la pactada por los interesados designando con precisión la circunscripción a cuyos tribunales se sometieren». La sumisión tácita se produce en los siguientes casos: a).- En relación con el demandante, «por el mero hecho de acudir a los tribunales de una determinada circunscripción interponiendo la demanda o formulando petición o solicitud que haya de presentarse ante el tribunal competente para conocer de la demanda»; b).- En relación con el demandado, «por el hecho de hacer, después de personado en el juicio tras la interposición de la demanda, cualquier gestión que no sea la de proponer en forma la declinatoria». Cuando en una misma circunscripción existan varios Tribunales, las partes no podrán someterse a uno de ellos, con exclusión de los demás. Hemos dicho que los conceptos de sumisión expresa o tácita que se manejan en estos artículos de la LEC-2000, también han de ser tenidos en cuenta, en cuanto ideas o concepciones, en el proceso laboral. Pero esto no significa que los mismos tengan plena operatividad y efectividad real en este proceso. La sumisión expresa muy difícilmente tiene cabida en él; y, aunque en mi opinión sí debiera ser admisible la sumisión tácita, no pocos autores rechazan tal admisibilidad. Sobre estas relevantes cuestiones se trata en los párrafos que siguen. 6.5. Tratamiento procesal de la competencia territorial en la LPL la posible ilegalidad de su art. 5-1 6.5.1. La Base Segunda de la Ley 7/1989, de 12 de abril, de Bases del Procedimiento Laboral dispone que «la competencia de los órganos jurisdiccionales del orden social es improrrogable. Los Juzgados y Tribunales examinarán de oficio su propia competencia...». Sin embargo, el art. 5-1 de la LPL, aunque establece que cuando los órganos jurisdiccionales se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 33 ESTUDIOS estimaren incompetentes, dictarán de oficio auto declarándolo así (lo que concuerda totalmente con el mandato de la citada Base Segunda), sólo alude, a tal respecto, a la falta de competencia «por razón de la materia o de la función»; no incluye por tanto, al menos explícitamente a la falta de competencia territorial. Por ello, un sector de la doctrina (fundamentalmente Montero Aroca y Vicente Conde) entiende que este art. 5-1 incurre en «ultra vires», únicamente en el sentido de no haber comprendido en la norma que contiene, a la competencia territorial. Es evidente que el tratamiento procesal de esta clase específica de competencia será muy distinto, según se acepte o se rechace la ilegalidad referida del art. 5-1 de la LPL. Esto es claro, habida cuenta que: A) Si se mantiene tal ilegalidad, dicho tratamiento procesal en el Orden Social de la Jurisdicción será el siguiente: a) la competencia por razón del territorio es improrrogable; b) por ello, ha de ser examinada de oficio por el Juez; c) no se admite en el proceso de trabajo la sumisión expresa ni la sumisión tácita. B) Si se estima que la dicción literal del art. 5-1 de la LPL es correcta y no incurre en ninguna ilegalidad, resultaría el siguiente tratamiento de la competencia territorial: a) la misma es prorrogable, pues la improrrogabilidad se limita a la competencia «por razón de la materia y de la función»; b) el Juez no puede examinar de oficio si se cumplen o no las normas que regulan dicha competencia territorial; c) se admiten tanto los pactos de sumisión expresa como la sumisión tácita. 6.5.2. En mi opinión, cualquiera de estas dos soluciones produce quiebras y perjuicios relevantes en la marcha del proceso social. Creo que era mucho más acertado el criterio que se seguía en el Texto Refundido de la LPL de 13 de junio de 1980 (que regulaba esta materia en sus arts. 2 y 3), según la interpretación que entonces mantuvieron al respecto, los Tribunales de Justicia. Así el TCT, en sus 34 sentencias de 13 de noviembre de 1984, 31 de marzo de 1986 y 9 de diciembre de 1987, llegó a la conclusión de que en el proceso laboral no podía admitirse la sumisión expresa, pero sí era válida la sumisión tácita. En mi opinión, prescindiendo de lo que se establece en la citada base segunda de la Ley 12/1989 y del art. 5-1 de la vigente LPL, la solución teóricamente acertada del problema que tratamos, es la que aplicaba la doctrina judicial expuesta; y por ello creo que debió haber sido recogida en las normas actualmente vigentes. Es cierto que un sector de la doctrina sostiene que la sumisión expresa y la tácita van unidas, que han de tener un tratamiento idéntico, de forma que no puede negarse la validez de la primera y admitir en cambio la segunda. No comparto tal criterio. Sin duda, esa necesidad de soluciones coincidentes para ambas puede justificarse si nos movemos en planos de una total abstracción, y también en buena parte de los ámbitos en que se desenvuelve el Derecho Civil; pero no cabe aplicarla en el área del Derecho del Trabajo. En éste se encuentra perfectamente justificada la posibilidad de tratar de forma diferenciada la sumisión expresa y la sumisión tácita. La posición de superioridad en que el empresario se encuentra frente al trabajador en todo contrato de trabajo, es razón que impide la validez del pacto de sumisión expresa en el marco de las relaciones de trabajo. En cambio, esa especial situación de superioridad no justifica, la inadmisibilidad de la sumisión tácita. A este respecto, se destaca que en el proceso laboral en la gran mayoría de supuestos los demandantes son los trabajadores, es decir la parte más débil del contrato de trabajo, de ahí que, si se permite a éstos formular su demanda en la localidad en donde les parezca conveniente (sin perjuicio de la exigencia posterior de la sumisión tácita), con ello no sólo no se aumentan las consecuencias negativas de aquella superioridad, sino que incluso puede ser un sistema que favorezca una mayor igualación en la situación de esas partes. Pero es que además, tampoco REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ el demandado ve perjudicados sus derechos con la admisión de la validez de la sumisión tácita; esta clase de sumisión se produce cuando el concreto proceso judicial ya se encuentra en trámite, y entonces dicho demandado puede evaluar perfectamente, sobre datos reales y totalmente constatables, si le conviene o no aceptar la competencia territorial elegida por el demandante; por consiguiente, se someterá tácitamente a la competencia del Juzgado o Tribunal elegido por el actor, si le conviene o sí, al menos, no le causa perjuicio; pero si le perjudica siempre puede hacer uso de los remedios que estatuyen los arts. 12 y siguientes de la LPL, planteando la correspondiente cuestión de competencia. Por todo ello, no parece muy conforme a razón imponer un tratamiento igualitario aplicable tanto a los pactos de sumisión expresa como a los supuestos de sumisión tácita; la diferencia entre aquéllos y éstos es manifiesta, sobre todo en lo que concierne a conflictos derivados de las relaciones de trabajo. Como se ha indicado, los pactos de sumisión expresa pueden servir al empresario para prevalerse de la situación de superioridad y preeminencia que le otorga la relación laboral, y así poner trabas y obstáculos al acceso del trabajador a los Tribunales de justicia; lo cual no aparece, en forma alguna, en los supuestos de sumisión tácita. Además, en las cláusulas y acuerdos de sumisión expresa se decide, con carácter general, sobre todo conflicto que en el futuro pueda producirse en relación con la materia a que tales pactos se refieren, por lo que se fijan, definitivamente y sin posibilidad de rectificación (si se admite la validez de tales pactos), unas pautas que van a incidir decisivamente en muy distintas situaciones que se van a producir en el futuro, cuyo sentido y consecuencias es imposible prever con exactitud en el momento actual; nada de esto acontece en la sumisión tácita, dado que la misma opera en relación con un proceso concreto ya existente, siendo totalmente factible valorar y calibrar las consecuencias, favorables o desfavorables, que se derivan de este modo de proceder; además, el demandado es libre de efectuar o no esa sumisión tácita. En mi opinión, por ende, en el área del proceso laboral la estructuración más acertada y correcta de la competencia territorial, supone negar la validez de los pactos de sumisión expresa, pero admitir la sumisión tácita. Por eso creo que la regulación que, con respecto a esta materia, se contenía en la LPL de 1980 era más atinada y certera que la actual. 6.5.3. Pero lo cierto es que, a la vista del texto actual del art. 5-1 de la LPL y de la Base segunda citada, difícilmente se puede seguir manteniendo la posición que propugnaban las sentencias del TCT citadas. Lo malo es que, ante los fuertes inconvenientes que se derivan de cualquiera de las dos posturas enfrentadas a que conduce el texto de estos preceptos (posturas que se exponen en los apartados A y B del punto 6.5.1 anterior), no es fácil decidirse en favor de ninguna de ellas. Así se explica perfectamente la diversidad de criterios de las Salas de lo Social de los TSJ a la hora de abordar estos temas. El TSJ de Murcia, en su sentencia de 7 de abril de 1998, y el TSJ de Asturias, en la suya de 21 de julio de 1995, mantienen que la declaración de oficio de la falta de competencia que establece el art. 5-1 de la LPL, no alcanza a la competencia territorial; en cambio las sentencias del TSJ de Galicia de 24 de enero y 13 de febrero de 1991, y 7 de agosto de 1996 consideran que «la competencia por razón del territorio puede ser objeto de examen de oficio». Por otra parte, la sentencia del TSJ de Andalucía-Granada de 3 de julio de 1996 admite la procedencia tanto de la sumisión expresa como de la sumisión tácita; a su vez, la sentencia del TSJ de Valencia de 24 de octubre de 1997 estima que «no cabe sumisión expresa aunque sí tácita». 6.6. Tratamiento procesal de la competencia territorial en la LEC-2000 De lo que establecen los arts. 54, 58 y 59 de esta Ley, se deducen las siguientes pautas sobre este tratamiento procesal. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 35 ESTUDIOS 6.6.1. Se ha de distinguir, como punto de partida, entre normas dispositivas de competencia territorial y normas imperativas. En principio, estas reglas son dispositivas, salvo que la ley declare expresamente lo contrario. El art. 54-1 considera que son imperativos los mandatos de los números 1º y 4º a 15º del apartado 1 del art. 52 y del apartado 2 de ese mismo art. 52, así como cualquier otra norma a la que «ésta u otra Ley atribuya expresamente carácter imperativo». 6.6.2. Las normas dispositivas, «sólo se aplicarán en defecto de sumisión expresa o tácita». 6.6.3. Si la competencia territorial viene fijada por reglas imperativas, el Tribunal la examinara de oficio. De lo que dispone el art. 58 de la LEC2000, se deduce que: a) Dicho examen de oficio se efectuará por el Juez inmediatamente después de presentada la demanda. b) Antes de pronunciarse, el Juez o Tribunal oirá al Ministerio Fiscal y a las partes personadas. c) Si entiende el Juez que carece de competencia territorial, lo declarará así mediante Auto. d) En tal caso, ordenará remitir las actuaciones al Tribunal que considere competente. e) Si fuesen de aplicación fueros electivos, el Juez requerirá al actor para que lleve a cabo tal elección, debiéndose estar a lo que de ella resulte. 6.6.4. Cuando la competencia territorial no esté determinada por reglas imperativas, el Tribunal únicamente podrá apreciar la falta de la misma, cuando «el demandado o quienes puedan ser parte legítima en el juicio, propusieron en tiempo y forma la declinatoria». 36 6.6.5. Debe destacarse especialmente que el art. 54-1 de la LEC-2000 dispone que no «será válida la sumisión expresa o tácita en los asuntos que deban decidirse por el juicio verbal». Resalto de forma particular esta disposición dado que puede tener una gran trascendencia en el proceso de trabajo, ya que, como es obvio, el mismo sigue siempre los trámites del juicio verbal. 6.7. Incidencia del tratamiento procesal de la LEC-2000 en el proceso de trabajo 6.7.1. Sin duda la repercusión que en el campo del proceso laboral puedan producir las disposiciones contenidas en los arts. 54, 58 y 59 de la LEC-2000, depende de la postura que se mantenga en relación con el problema de la legalidad o ilegalidad del art. 5-1 de la LPL. Si se sostiene la ilegalidad de este precepto, de ello se desprende que las reglas que sobre competencia por razón del territorio de los Tribunales laborales se contienen en los arts. 10 y 11 de la LPL, son de carácter imperativo, por lo que la correspondiente carencia de competencia de tal clase puede y debe ser apreciada de oficio por los mismos, en base a lo que prescribe el art. 5 de la LPL mencionado. Esta norma es de contenido muy similar al antedicho art. 58 de la LEC-2000; si bien, es obvio que en el proceso de trabajo la que se ha de aplicar es el art. 5 de la LPL. Ello no empece que alguna de las prescripciones de dicho art. 58 (como la remisión de actuaciones al Tribunal que se considere competente y el requerimiento al actor en los casos de fueros electivos), deba ser también acogida en aquél. Si se afirma que el art. 5-1 de la LPL no incurre en «ultra vires», se tienen que admitir la sumisión expresa y la tácita, lo que impediría al Juez llevar a cabo de oficio el control de su competencia territorial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ Pero para resolver todas estas complejas cuestiones, creo que tiene una gran importancia una concreta disposición del número 1 del art. 54 de la LEC-2000, a la que se acaba de aludir. Me refiero a la afirmación de este precepto de que no «será válida la sumisión expresa o tácita en los asuntos que deban decidirse por el juicio verbal». Si tenemos en cuenta que el procedimiento laboral es, evidentemente, un juicio verbal; si además la Ley de Bases de Procedimiento Laboral proclamó el carácter improrrogable de la competencia (en general, sin distingos ni exclusiones) de los Tribunales del Orden Social de la Jurisdicción y dispuso que los mismos la examinarían de oficio, parece que es obligado disipar las dudas y oscuridades que se desprenden del texto literal del art. 5-1 de la LPL, interpretándolo de conformidad con la disposición concreta del art. 54-1 de la LEC2000 que se acaba de reseñar. Parece, pues, que a la vista de todas estas disposiciones y problemas, lo más sensato es considerar que la nueva LEC-2000 ha venido a reforzar la tesis de la ilegalidad del art. 5-1 de la LPL, y que la falta de competencia por razón del territorio de los Tribunales laborales puede ser apreciada de oficio por éstos. ministrativas». El art. 167 de la LOPJ establece que «donde hubiere dos o más Juzgados del mismo orden jurisdiccional, los asuntos se distribuirán entre ellos conforme a normas de reparto prefijadas»; disponiendo además a continuación que estas «normas de reparto se aprobarán por la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia, a propuesta de la Junta de Jueces del respectivo orden jurisdiccional». 7. REPARTO DE ASUNTOS 7.1. Cuando haya más de un Juez o Tribunal en una determinada circunscripción, todos los asuntos presentados en ese ámbito serán repartidos. El art. 10 de la LPL, al que hemos aludido poco más arriba, regula la competencia por razón del territorio, pero no contiene ninguna disposición relativa al reparto de los asuntos entre los Jueces de lo Social que tengan una misma competencia territorial. Es sabido que, conforme admite el art. 92-1 de la LOPJ, es posible que en una misma circunscripción territorial haya varios Juzgados de lo Social con competencia para resolver los asuntos que en ella se planteen; es una situación sumamente frecuente. Para distribuir entre ellos los distintos asuntos se acude a las correspondientes reglas de reparto; pero, como precisa Montero Aroca, estas «normas de reparto no son procesales sino simplemente ad- Cuando se trate de asuntos cuyo conocimiento corresponde en la instancia a las Salas de lo Social de los TSJ, si los efectos de la cuestión debatida en el litigio alcanzan un espacio superior a la circunscripción de una Sala de lo Social, pero no superan el de la Comunidad Autónoma, dicho litigio será conocido por la Sala de lo Social que corresponda conforme a las reglas de reparto que haya aprobado la Sala de Gobierno del TSJ de esa Comunidad Autónoma. Así lo dispone el art. 11-3 de la LPL. Pero a su vez los arts. 68, 69 y 70 de la LEC-2000 establecen una serie de normas reguladoras del reparto de asuntos, las cuales estimo que han de ser seguidas y cumplidas también en los procesos laborales. Los mandatos que estas normas contienen son, en esencia, los siguientes: 7.2. Efectuada la presentación del correspondiente escrito o la solicitud de incoación de actuaciones, se efectuará el reparto de los mismos dentro de los dos días siguientes. 7.3. Los Tribunales no cursarán ningún asunto sujeto a reparto, si no consta en él la diligencia correspondiente. Si no consta esa diligencia, se anulará, a instancia de parte, cualquier actuación efectuada que no consista en ordenar que el asunto pase a reparto. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 37 ESTUDIOS 7.4. Contra las decisiones relativas al reparto de asuntos no cabe formular la declinatoria; pero cualquiera de los litigantes puede impugnar la decisión por infracción de las normas de reparto correspondientes. 7.5. La parte a quien perjudiquen las resoluciones dictadas por Tribunal, al que no correspondía el conocimiento del asunto de acuerdo con las normas de reparto, podrá pedir la nulidad de las mismas. Esta petición de nulidad se tiene que formular en el trámite procesal inmediatamente posterior al momento en que esa parte hubiese tenido conocimiento de la infracción de dichas normas de reparto, y la misma no se hubiese corregido conforme a ley. Formulada tal solicitud, el Tribunal declarará la nulidad de aquellas resoluciones. 7.6. Los Jueces decanos y los Presidentes de los TSJ podrán, a instancia de parte, adoptar medidas de carácter urgente en los asuntos no repartidos, cuando de no hacerlo, pudiera quebrantarse algún derecho o producirse algún perjuicio grave o irreparable. 8. CUESTIONES DE COMPETENCIA. LA DECLINATORIA 8.1. La LPL dedica a las cuestiones de competencia los arts. 13 y 14 de la LPL La LEC-2000 regula las declinatorias en sus arts. 63 a 65. Como es sabido, estos preceptos han modificado de forma muy relevante la regulación de las cuestiones de competencia que establecía la vieja LEC. El art. 72 de esa Ley precisaba que «las cuestiones de competencia podrán promoverse por inhibitoria o por declinatoria», dedicando los numerosos artículos que seguían a éste, hasta llegar al art. 115, a tratar con detalle estas dos figuras. La LEC-2000 suprime la inhibitoria, de forma que a partir de su puesta en observancia solo existirá un cauce para formular dichas cuestiones: la 38 declinatoria. La regulación de la misma se contiene en los referidos arts. 63, 64 y 65. El problema principal que se plantea en el campo de acción de la Jurisdicción Social, es el de esclarecer si esa importante novedad ha de ser aplicada en él; es decir, si también en el proceso laboral la única vía de las cuestiones de competencia es la declinatoria. La solución de esta relevante cuestión presenta algunas dificultades. Como se ha venido repitiendo, en aquellas materias que se encuentran específicamente reguladas por la LPL, no debe entrar en juego la LEC-2000; y el art. 14 de la LPL trata de la inhibitoria, fijando las reglas por las que se ha de regir en el proceso de trabajo. A pesar de ello, creo que la supresión de la inhibitoria también alcanza a la Jurisdicción laboral. Téngase en cuenta que el párrafo primero del art. 14 de la LPL establece que «las cuestiones de competencia se sustanciarán y decidirán con sujeción a lo dispuesto en la Ley de Enjuiciamiento Civil». Por tanto, si en la nueva LEC ha desaparecido la inhibitoria, también tiene que desaparecer en el proceso de trabajo. Es verdad que ese párrafo primero del art. 14, completa dicho mandato añadiendo la frase «salvo lo dispuesto en las siguientes reglas», y que en esas reglas se recoge la regulación de la inhibitoria. Pero esta especial referencia a la inhibitoria responde al hecho evidente de que, en el momento en que se redactó la LPL, la LEC estructuraba el tratamiento de las cuestiones de competencia diferenciando las declinatorias y las inhibitorias. Estas últimas han sido eliminadas por la LEC-2000, luego también se han de eliminar de la LPL, dada la incuestionable remisión que a esa ley procesal civil se hace en el párrafo primero del citado art. 14; remisión que se ha de entender referida a la LEC vigente en el momento de que se trate, sin que estas conclusiones puedan verse alteradas por la salvedad aludida. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ 8.2. La declinatoria en el proceso laboral 8.2.1. El hecho de que se considere que la inhibitoria haya quedado suprimida también en el proceso social, no significa que en él se tengan que aplicar en plenitud los mandatos de los arts. 63, 64 y 65 de la LEC-2000. A tal respecto, hay que examinar con detenimiento el contenido de los mismos, debiéndose llegar a las siguientes conclusiones: a).- Conserva plena efectividad y vigencia el especial tratamiento de la declinatoria que se prescribe en el apartado a) del art. 14 de la LPL; b).- De los citados artículos de la LEC-2000 tan sólo se aplicarán en la Jurisdicción de trabajo, aquéllos que complementen, rematen o perfeccionen lo dispuesto en la LPL; c).- De ahí que, en mi opinión, sí tienen incidencia en los pleitos laborales el art. 63 y los números 2, 3, 4 y 5 del art. 65; creo que no deben ser tenidos en cuenta en tales asuntos los arts. 64 y 65-1. De la aplicación de las normas referidas resulta que el tratamiento de las declinatorias, en el Orden Social de la Jurisdicción es el que se consigna en los párrafos que siguen. 8.2.2. Tanto la vieja LEC como la LPL limitan el ámbito de las cuestiones de competencia a aquéllas que se suscitan entre órganos de un mismo orden jurisdiccional. En cambio en la LEC-2000 recoge en los citados arts. 63, 64 y 65 no sólo esta clase de conflictos, sino cualquier otro que haga referencia a la Jurisdicción y «competencia de todo tipo» de los Tribunales. Se amplía, pues, en gran medida, o mejor dicho se unifica el tratamiento de todas estas cuestiones. Por eso la LEC-2000 abandona la expresión «cuestiones de competencias», utilizando únicamente el término «declinatoria». Entiendo que este tratamiento unitario se extiende también al proceso laboral. Por consiguiente ha de respetarse en él lo que prescribe el art. 63-1 de la LEC-2000, del que se desprende que se tendrá que realizar me- diante la formulación de la pertinente declinatoria formulada ante el Juez que está conociendo del asunto por haberse presentado ante él la demanda, la alegación de cualquiera de los siguientes defectos de competencia: — La falta de competencia internacional de los Tribunales españoles. — La falta de competencia por razón de la materia, por corresponder el conocimiento a los órganos de otro Orden Jurisdiccional, o por haber sido sometido el asunto a arbitraje. — La falta de competencia objetiva y funcional. — La falta de competencia territorial. En este caso quien formule la declinatoria habrá de indicar el Tribunal que se considera competente. 8.2.3. Lo establecido en este art. 63-1 y siguientes de la LEC-2000, se refiere sólo a la formulación de la declinatoria, y por ello conservan pleno vigor y efectividad el art. 12 de la LPL y los arts. 38 a 50 de la LOPJ. 8.2-4. También mantiene su vigencia el art. 13-1 de la LPL y el art. 52 de la LOPJ, y por ello es claro que no pueden suscitarse cuestiones de competencia entre jueces y tribunales subordinados entre sí. El Juez o Tribunal superior fijará, en todo caso y sin ulterior recurso, su propia competencia; para ello oirá previamente a las partes y al Ministerio Fiscal por plazo común de diez días. 8.2.5. La declinatoria se propondrá ante el Juez que esté conociendo del asunto, que será el que la resolverá. Sin perjuicio de ello, la declinatoria se puede presentar ante el Juez o Tribunal del domicilio del demandado. Dicho Juez o Tribunal lo hará llegar al Tribunal que conociese de la demanda, por el medio de comunicación más rápido posible; en todo caso se remitirá la declinatoria por oficio al día siguiente de su presentación. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 39 ESTUDIOS 8.2.6. Los trámites de la declinatoria en el proceso laboral son los que se fijan en el art. 14-a) de la LPL. Así pues, las declinatorias, en este orden Jurisdiccional Social, «se propondrán como excepciones perentorias y serán resueltas previamente en la sentencia, sin suspender el curso de los autos». Si se estima la declinatoria, el demandante podrá presentar la demanda ante el órgano territorialmente competente. Si la acción estuviese sometida a un plazo de caducidad, dicho plazo se entenderá suspendido 40 desde que se presentó la demanda hasta que quede firme la sentencia que estime la declinatoria. 8.2.7. Los números 2, 3, 4 y 5 del art. 65 de la LEC-2000 fijan los efectos de las resoluciones que acojan las distintas declinatorias. Lo que en ellos se dispone es extensible al proceso de trabajo, siempre que sea compatible con lo que prescribe en el párrafo segundo del apartado a) del art. 14, cuyo contenido se ha expuesto en el punto 8.2.6 inmediato anterior. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 LUIS GIL SUÁREZ RESUMEN En este trabajo se realiza un examen de los problemas y puntos críticos que la regulación de la LEC 2000 sobre Jurisdicción y competencia produce en el ámbito del proceso laboral. La falta de competencia internacional, la falta de jurisdicción y la falta de competencia por razón de la materia pueden ser declaradas de oficio por el Juzgado o Tribunal que conozca del asunto. Según el art. 5.1 de la LPL mediante auto dictado «acto seguido» de la presentación de la demanda; según el art. 38 de la LEC 2000 el auto se dictará «tan pronto sea advertida» la falta de competencia o de jurisdicción. Las normas que regulan en el proceso laboral las cuestiones prejudiciales son, de un lado, el art. 10 de la LOPJ y, de otro, los arts. 4 y 86.2 de la LPL. Estas normas siguen siendo aplicables en el proceso laboral después de la puesta en observancia de la LEC 2000. Los arts. 40 a 43 de esta última que tratan de estas cuestiones prejudiciales, no pueden, en principio, entrar en acción en el área del proceso de trabajo. Los Tribunales laborales pueden apreciar de oficio su falta de competencia objetiva y su falta de competencia funcional, dado lo que prescribe el art. 5.1 de la LPL, pues la expresión de éste que habla de competencia «por razón... de la función» ha de entenderse en el sentido de incluir en ella también la competencia objetiva, no referida exclusivamente a la competencia funcional. Además, deben ser tenidos en cuenta también, en el Orden Social de la Jurisdicción, el art. 48 de la LEC 2000 en lo que respecta a la competencia objetiva, y el art. 62 en cuanto a la funcional. La vieja doctrina del TCT, basándose en los arts. 2 y 3 de la LPL 1980, admitía en el proceso laboral la sumisión tácita, en materia de competencia territorial, pero no la sumisión expresa. La publicación de la LPL 1990 dio lugar a un interesante debate doctrinal, afirmándose por un sector de la doctrina que el art. 5.1 de la LPL incurría en ultra vires, al haberse excedido de lo que ordenaba la Base Segunda de la Ley 7/1989, de 12 de abril; manteniendo estos autores que en el proceso laboral no cabe admitir la sumisión expresa, ni la sumisión tácita. Las Salas de lo Social de los TSJ han sometido a este respecto criterios opuestos. Quizá haya venido a zanjar este debate el art. 54.1 de la LEC 2000 que declara la carencia de validez en el juicio verbal de la sumisión expresa y de la tácita. En el art. 10 de la LPL no se contienen disposiciones relativas al reparto de asuntos. Sí regulan la forma y condiciones de tal reparto los arts. 68, 69 y 70 de la LEC 2000, los cuales deben considerarse aplicables, en mi opinión, en el proceso laboral. En razón a lo que ordenan los arts. 63, 64 y 65 de la LEC 2000 las cuestiones de competencia se promoverán únicamente mediante declinatoria, formulada ante el Juez que está conociendo del asunto; desaparecem pues, la inhibitoria del proceso civil español. Estimo que esta solución es aplicable también al proceso laboral, y por tanto tampoco en él cabe entablar hoy en día inhibitoria. Sin embargo, la declinatoria, en este proceso laboral, tal como prescribe el art. 14.a) de la LPL, se ha de proponer como excepción perentoria y debe ser resuelta en la correspondiente sentencia. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 28 41