Adolescentes que ponen apodos y profesorado que

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INSTITUCIÓN DE PROCEDENCIA: Escuela Normal Superior de México y Facultad de
Estudios Superiores Aragón, UNAM.
Nombre de las ponentes:
Candidata a doctora en Pedagogía. Edith Gutiérrez Álvarez
Estudiante de la ENSM: Erika Vázquez Martínez
Estudiante de la ENSM: Brenda Jazmín Jiménez Boyoli
Eje temático: Investigación educativa
Categoría: resultados y conclusiones de investigación
RESUMEN
En las escuelas secundarias es muy común escuchar apodos que los
adolescentes les asignan a sus profesores, sin embargo, pocas veces nos hemos
ocupado en analizar porqué realizan esas construcciones y cuáles son las
opiniones de los docentes afectados.
Reconocemos que existen planteamientos institucionales que regulan la vida de
los que habitan en los escenarios escolares, sin embargo, aunque no les restamos
importancia, también compartimos la visión de que los miembros de una
comunidad educativa comparten significados que les sostienen.
El propósito de este estudio fue aproximarnos a un análisis de los significados que
motivan a los adolescentes para asignar apodos a su profesorado, además de
analizar cuáles son las visiones y las actitudes que asumen los profesores cuando
reconocen que tienen sobrenombres.
Los hallazgos dan cuenta de un entramado de lenguajes: los adolescentes dan
cuenta de las formas en que los profesores los provocan y ellos responden
asignándoles apodos, pero, además, expresan la existencia de otros factores que
no necesariamente tienen que ver con actos de venganza, en tanto, el
profesorado tiene argumentaciones sobre los apodos que no se aleja de la versión
de los adolescentes.
PALABRAS CLAVE
APODOS
ESTIGMAS
MALESTAR
HEREDEROS
IDENTIFICACIÓN CON SUS IGUALES
ABSTRACT
In secondary schools is very common to hear teenagers nicknames assigned to
their teachers, however, we seldom look busy because they make these buildings
and
what
are
the
views
of
the
affected
teachers.
We recognize that institutional approaches exist which regulate the lives of those
living in school settings, however, if not obscure, we also share the view that
members of a learning community share meanings that sustain them.
The purpose of this study was to approach an analysis of the factors that motivate
adolescents to assign nicknames to their teachers, as well as analyze what are the
attitudes that teachers take when they recognize they have nicknames.
The findings account for a lattice of languages: teenagers realize the ways in which
teachers to lead and they respond by giving then nicknames, but also express the
existence of other factors not necessarily have to do with acts of revenge;
meanwhile, teachers have arguments about the nicknames that do not withdraw
from the adolescent version.
KEY WORDS
Nicknames
Estigmas
Discomfort
Heirs
Identification with the same
SINTESIS CURRICULAR
PONENTE: MTRA. EDITH GUTIÉRREZ ÁLVAREZ
ESTUDIOS REALIZADOS:
LICENCIATURA EN EDUCACIÓN MEDIA EN EL ÁREA DE PEDAGOGÍA.
INSTITUCIÓN: ESCUELA NORMAL SUPERIOR DE MÉXICO
GRADO DE MAESTRA EN PEDAGOGÍA DE LA FES-ARAGÓN, UNAM
GRADO DE MAESTRA EN: INVESTIGACIÓN EDUCATIVA, ESCUELA NORMAL.
CANDIDATA A DOCTORA EN PEDAGOGÍA, FES-ARAGÓN
DESEMPEÑO LABORAL
Docente de la Escuela Normal Superior de México
INVESTIGACIONES REALIZADAS
PONENCIA: CARRERA MAGISTERIAL Y PROCESOS DE ACTUALIZACIÓN Y
CAPACITACIÓN DOCENTE.
NOMBRE DEL EVENTO: IX CONGRESO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN
EDUCATIVA.
LUGAR: MÉRIDA, YUCATÁN.
FECHA: NOVIEMBRE 2007.
PONENCIA: LAS REPRESENTACIONES SOCIALES DE LOS ACTORES
EDUCATIVOS.
NOMBRE DEL EVENTO: IX CONGRESO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN
EDUCATIVA.
LUGAR: MÉRIDA, YUCATÁN.
NOMBRE DEL EVENTO: IX CONGRESO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN
EDUCATIVA.
LUGAR: MÉRIDA, YUCATÁN.
FECHA: NOVIEMBRE 2007.
PONENCIA: DEL MESABANCO DE ESTUDIANTES A LA TARIMA DEL
MAESTRO: JORNADAS DE PRÁCTICAS ESCOLARES EN LAS ESCUELAS
SECUNDARIAS.
NOMBRE DEL EVENTO: V ENCUENTRO MULTIDISCIPLINARIO DE
INVESTIGACIÓN.
LUGAR: FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES ARAGÓN
FECHA: OCTUBRE, 2008
PONENCIA: LOS ADOLESCENTES DE LA ESCUELA SECUNDARIA: ¿QUÉ
DICEN Y HACEN EN LOS BAÑOS?
NOMBRE DEL EVENTO: X CONGRESO NACIONAL DE INVESTIGACIÓN
EDUCATIVA.
LUGAR: VERACRUZ, VERACRUZ.
FECHA, SEPTIEMBRE, 2009.
PONENCIA: EL PLAN DE ESTUDIOS 1999 DESDE LA VERSIÓN DE LOS
NORMALISTAS.
NOMBRE DEL EVENTO: CONGRESO INTERNACIONAL DE EDUCACIÓN.
LUGAR: TLAXCALA
FECHA: NOVIEMBRE, 2009.
.
ADOLESCENTES QUE PONEN APODOS Y PROFESORADO QUE ES
APODADO: UN ENCUENTRO CON DOS VOCES.
La educación secundaria en México actualmente es la etapa de cierre de la
educación básica obligatoria e implica que el Estado proporcione las condiciones
necesarias para asegurar el ingreso y la permanencia de los egresados de las
escuelas primarias. En el momento actual, se rige por el Plan de estudios 2006 y
los adolescentes que asisten a ella tienen edades que oscilan entre 12-16 años
aproximadamente.
Nuestro interés por centrarnos en el escenario descrito, es porque reconocemos
que algunos profesores de la escuela secundaria independientemente de su edad,
sexo o estatus, son presas de las percepciones ásperas de los adolescentes.
Ejemplo de ello, se concreta cuando algún adolescente es llevado al departamento
de orientación educativa acusado por un docente que fue víctima de algún apodo
u sobrenombre; tampoco es raro que algunos jóvenes reunidos en algún espacio
de la escuela secundaria se refieran burlonamente a su profesorado mediante un
apodo, o que incluso algunos profesores conocedores de que tienen motes,
muestren animadversión por los adolescentes que así lo han expuesto.
El panorama vertido se torna desafiante, y reconocemos que nos demanda
visibilizar los esquemas de significados que definen las orientaciones de los
adolescentes y los profesores, pues ambos actores poseen rastros de
sedimentaciones elaboradas dentro de su propio grupo social.
En palabras de Berger y Luckman (1999) en el curso de la socialización se
aprende una realidad objetiva que cobra forma de verdad objetiva y a su vez la
conciencia sedimenta una parte de la totalidad de las experiencias. En ese
sentido, entendemos que durante sus interacciones cotidianas, los adolescentes
comparten opiniones que han legitimado sobre su profesorado y que luego,
visibilizan mediante el pronunciamiento de varios apodos.
Compartimos la versión de que las estipulaciones institucionales son importantes,
pero, no son necesariamente los que regulan las prácticas de sus actores al
interior de los recintos escolares. Tampoco olvidamos que los rasgos de las
percepciones de los adolescentes y profesorado son sedimentaciones derivadas
de las experiencias compartidas de quienes las expresan. Como afirman Berger y
Luckman (1999) los miembros de una comunidad lingüística comparten
experiencias afines y objetivan reiteradamente sedimentaciones internalizadas.
Atendiendo a la lógica expresada:
¿Qué significado le atribuyen los adolescentes al profesorado al que le asignan
apodos?
¿Qué puntos de vista emite el profesorado en torno a su apodo y qué anuncian
sobre los adolescentes que han contribuido en ello?
Es importante tener en cuenta que los apodos adjudicados al profesorado no
necesariamente son elaboraciones de los miembros del grupo de adolescentes
actuales, también son legados de sus predecesores que las han transmitido a la
generación inmediata, y que los contemporáneos _los adolescentes_ se lo han
apropiado como verdades que no se refutan y por ende siguen reproduciendo una
visión deteriorada del maestro. Sin embargo, aunque hemos anunciado que los
adolescentes del pasado han aportado algunos motes que también abanderan los
adolescentes actuales, a nosotros sólo nos interesan los asuntos que se
desarrollan con los estudiantes del presente.
De ahí, se desprende nuestro interés por acudir al encuentro con las voces de los
profesores que han sido marcados con apodos y la de los adolescentes,
considerados por nosotros piezas clave que dan significado a las marcas que les
adjudican a sus profesores.
PROPÓSITOS
Analizar los significados que motivan a los adolescentes a poner apodos a su
profesorado y las visiones y actitudes que estos últimos asumen cuando
reconocen que tienen sobrenombres.
METODOLOGÍA
El enfoque de investigación es la perspectiva cualitativa en consonancia con la
fenomenología. La investigación cualitativa se desprende de posicionamientos
inflexibles y se instala en un fundamento humanista para aprehender las distintas
dimensiones que envuelven las experiencias que reiteran sus informantes. De la
misma manera, el investigador tiene que apartar sus propios juicios de valor para
dar cabida a los testimonios de sus informantes; centrarse en su experiencia y
analizarlos desde un contexto compartido que resulta cognoscible para los que
interactúan en él.
Cook y Reichardt (2000:63) “consideran que las auténticas palabras de los sujetos
resultan vitales en el proceso de transmisión de los sistemas significativos de los
participantes” así el punto central de esta perspectiva es que su carácter inductivo
nos proporciona los lenguajes necesarios para interpretar sus significados.
A propósito de la fenomenología el filósofo social Schutz (1993) se interesa por las
relaciones intersubjetivas en el mundo de la vida y sostiene que los integrantes de
un grupo social atienden a una acción porque se reconocen como parte de ella y
por ende la pueden interpretar.
Para el fenomenólogo, lo más importante se centra en la comprensión de las
creencias y motivos, esto es, las experiencias que exponen sobre lo que piensan y
hacen. Estudia a los involucrados tratando de interpretar todo aquello que
justifique sus acciones o maneras de pensar. Para Schutz (1993) el mundo de la
vida es un mundo compartido con los otros.
En este trabajo apuntamos a la subjetividad de los adolescentes y profesorado,
comprendiéndolos desde sus posiciones, ubicándolos en un contexto, en una
temporalidad y en su relación con los otros. No tratamos de asumir posiciones
polarizadas de bueno o malo, simplemente nos centramos en exponer sus
referencias empíricas.
UNIVERSO DE ESTUDIO
El estudio se realizó con 14 adolescentes de distinto grados y 5 profesores; todos
pertenecientes a una escuela secundaria Diurna de la Delegación Gustavo A.
Madero del Distrito Federal
INSTRUMENTOS DE ACOPIO DE INFORMACIÓN
La investigación de campo se desarrolló mediante el diseño de dos instrumentos
cualitativos: la entrevista semiestructurada y el cuestionario abierto. En ambos se
plantearon preguntas directamente vinculadas con la temática estudiada.
Los instrumentos fueron distribuidos de siguiente manera: de los 14 adolescentes a
5 se les aplicó el cuestionario abierto y los 9 restantes fueron entrevistados.
Mostramos en el siguiente cuadro la composición de nuestros informantes y el
instrumento que se les aplicó.
Adolescentes
Adolescentes
Profesorado
Cuestionario
abierto
Entrevista
semiestructurada
Cuestionario
abierto
Total 5
Total 9
Total 5
Los indicadores contenidos en el cuestionario abierto así como el guión de
entrevista se vincularon con las características del profesorado al que se le ponen
apodos; los motivos que tienen para hacerlo, así como pronunciar cuáles son los
apodos más frecuentes y de dónde provienen; por último, les solicitamos
mencionar las consecuencias que les genera cuando un profesor se entera que le
han dicho un sobrenombre.
El tiempo utilizado para responder el cuestionario osciló entre 20-25 minutos, en
tanto, la entrevista estuvo en consonancia con la cantidad de información
verbalizada por cada informante; el tiempo utilizado fue entre 40-45 minutos.
Es necesario anunciar que una vez finalizada la aplicación del cuestionario nos
dimos a la tarea de realizar el concentrado de respuestas y realizar un minucioso
análisis para recuperar las categorías empíricas y en relación con las entrevistas,
hicimos una transcripción fiel de las grabaciones realizadas, para luego proceder a
un meticuloso análisis.
En tanto, a los 5 profesores se les sugirió responder un cuestionario que contenía
preguntas vinculadas con las medidas que toman cuando conocen que tienen un
apodo; los motivos por los que consideran que los adolescentes les ponen
sobrenombre y las características que ellos piensan posee el alumnado que
anuncia los apodos. Los docentes utilizaron alrededor de 20 minutos en
responder.
Organizamos la información de la siguiente manera:
Cuestionario aplicado al adolescente colocamos el código CAA en orden
progresivo del 1-5.
Cuestionario aplicado al profesorado le colocamos el código CAP y enseguida
colocamos la numeración del 1-5.
Entrevista aplicada a los adolescentes se colocó EAA y luego, pusimos los
números del 1-9.
La aplicación de los instrumentos se desarrolló en el mes de mayo de 2010.
HALLAZGOS
DEFECTOS FÍSICOS, MAL CARÁCTER Y PÉSIMO GUSTO PARA VESTIR SON
LAS CARACTERÍSTICAS PERFECTAS PARA PONER APODOS
Los adolescentes expresan que ponen apodos crueles a sus profesores porque
estos reúnen algunas características que las hacen merecedores de los mismos;
visten extraño, algunos no muestran vestimentas atractivas, tienen hábitos fuera
de lo común y rasgos muy marcados como un abultado abdomen u obesidad, así
como verrugas que les causan repulsión.
En palabras de Goffman (1998: 11):
“Los griegos, (…) crearon el término estigma para referirse a signos corporales
con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de
quien los presentaba”.
“[…] El término estigma será utilizado, pues, para hacer referencia a un atributo
profundamente desacreditador […]”.
Otro defecto más, fue la voz de los profesores que les causa irritación, sobretodo,
cuando se tartamudea, se utilizan exageradas muletillas o bien cuando ésta sea
chillona, ronca, chistosa. La tartamudez fue criticada porque reconocen que el
profesor da muestras de inseguridad y falta personalidad para ejercer cierta
autoridad sobre ellos. Otra actitud que genera que pongan apodos es que los
profesores se muestren inflexible, estrictos y que tengan la tendencia a gritarles
así como asumir actitudes poco amigables.
Para Huberman y Schapira (1986: 51):
[…] la multiplicidad de las tareas que hay que llevar a cabo provoca
ansiedad y rigidez en el enseñante y se intensifican al comprobar el docente
que no logra crear un clima afectivo con los alumnos.
Otro defecto que hace presa fácil a los docentes son características físicas: algo
chaparros, tengan una boca grande, ojos sumidos, extrema delgadez y, además,
sean enojones.
Aparecieron apodos vinculados con profesores que tienen mucho tiempo de dar
clase y su rostro se encuentra marcado por las arrugas que provoca que los
adolescentes le digan la pasita. Otra cuestión que no pasó por alto fue el estilo de
caminar del profesorado pues a una de ellas la nombraron la charra pues según
los testimonios da la apariencia de una mujer que se masculiniza y en su caminar
dice: yo mando. No fue raro escuchar que la falta de higiene disgusta a los chicos,
entonces, cuando miran a un maestro que no se asea le dicen el cochino.
Mencionan que las actitudes malvadas de sus maestros los lleva a vengarse de
ellos o bien otra posibilidad para poner apodos es por los nombres que les suenan
chistosos o que riman con algo y mencionan que la maestra Ávalos le cambian su
apellido por óvulos o bien sustituyen el nombre y apellido de una profesora _que
omitimos_ que rima con simia elegante y dicen de manera despectiva que parece
chango.
En resumen los adolescentes colocan marcas a su profesorado por múltiples
factores que a continuación clasificamos:
Características físicas: obesos, flacos, chaparros, arrugas, boca muy grande, ojos
sumidos y por tener verrugas y edad avanzada.
Descuido de su apariencia: desaseados, mal vestidos y desgarbados. Defectos en
su lenguaje: mala dicción y tartamudeo.
Problemas con su carácter: malhumorado, estricto, inflexible, gritón, en términos
generales poco amables. Al respecto, Goffman (1998) los anuncia como “defectos
de carácter del individuo”
Además, otros dos últimos factores fueron: tener nombres chistosos y caminar de
manera incorrecta.
DIVERSIÓN, VENGANZA, ABURRIMIENTO E IDENTIFICACIÓN CON SUS
PARES SON MOTIVOS PARA PONER APODOS
Los adolescentes expresan que los motivos que los alientan a poner apodos a sus
profesores son la diversión, el ocio o por echar relajo con los amigos, porque el
docente les encarga mucha tarea, además, de que su clase se torna aburrida
puesto que usa poco material didáctico. Otros, exponen que les resulta divertido
poner apodo como una forma de desquitarse y desahogar su enojo porque el
docente tiene serios conflictos con su grupo.
También opinan que menospreciar a los maestros mediante apodos, es una forma
de identificarse como miembro de un grupo de compañeros; de esa manera,
vociferando un sobrenombre es una forma de adentrarse a un lenguaje común de
su grupo de amigos.
Otra cuestión que refieren, es que los profesores les caen mal o porque tienen una
cara o un cuerpo chistoso; o porque los reprueban o porque los regañan y asumen
actitudes groseras con ellos.
Algunos adolescentes suelen vincular los rostros y los cuerpos de su profesorado
con algún personaje de caricatura y no falta el adolescente que de manera
ocurrente lo exponga públicamente para que luego, de manera natural cobre vida
como un lenguaje común para todos los miembros del grupo y luego de la
comunidad escolar.
Otros de los motivos que exponen para poner apodos, están vinculados con las
tareas escolares de su profesorado: clases aburridas, dejarles trabajos excesivos
y porque los reprueban.
Además, exhiben que poner apodos es una forma de tomar venganza y desquitar
su enojo cuando algunos profesores les faltan al respeto. Agregan, que decir
apodos los identifica como miembro de un determinado grupo de jóvenes que
muestran antipatía por el maestro. Y para finalizar, les motiva poner apodos a los
profesores que sean poseedores de cuerpos graciosos y de actitudes que se
parezcan a los personajes de caricaturas o bien de la farándula.
APODOS, APODOS Y MÁS APODOS
Ante la pregunta sobre los apodos más recurrentes que han escuchado sobre sus
profesores mencionan: el dodo, la charra, la costeña, la poquevola, la fleco; estos
apodos claramente aluden a características físicas.
Los jóvenes suelen comparar a sus maestros con personajes de caricaturas o
algunas especies de animales, ya que encuentran semejanzas físicas o en su
forma de ser. Cuando uno de los adolescentes menciona: poquevola (poquebola)
se refiere a una persona gordita, redonda; cuando dice la fleco, es muy probable
que aluda la manera en que se peina la profesora. Por otro lado, cuando dice la
costeña puede que se refiera a una característica racial, ya sea el color de piel o la
manera de hablar. El dodo, como sabemos, es un animal extinto; aunque bien el
joven podría relacionar la imagen del dodo vinculada con “la manera de hablar, a
su voz”; pues, existe una película animada en la que algunos de los personajes
son dodos, éstos hablan, tienen una voz muy peculiar. La charra puede referirse a
la manera de caminar. En este sentido, Amiel, Misrahi, Labarte, et. al. (1986: 60,
61) consideran que:
“Al perder su prestigio, el maestro pierde también su condición de modelo y
puede llegar a ser considerado como el “detestado”, la víctima propiciatoria,
no por lo que él es, sino por lo que representa en la sociedad, sobre todo
cuando ésta es vehículo de estereotipos negativos frente al poder”.
Se mencionaron apodos como beiff (probablemente se refiera a Babe, el puerquito
valiente), Sergio Andrade, Celia Cruz, putis, María y la negra; estos informantes
hacen referencia a personajes de películas, personas famosas o, simplemente, a
sobrenombres despectivos o graciosos. Beiff puede ser que lo asocie con la
obesidad de una persona, puesto que hace la comparación con un cerdo. En
cuanto a Sergio Andrade y Celia Cruz, sabemos que son personajes famosos y
puede que halle semejanzas físicas, una personalidad misógina o por el color de
piel.
Es posible que putis y el jotito hagan alusión a las preferencias sexuales del
docente. Por otra parte, María y la negra, nos hacen pensar en características
raciales que suelen ser objeto de burla como el color de la piel, la manera de
hablar o la forma de vestir, entre otros.
Otros apodos: guazón, mounstroya, zombie, Podemos decir que los tres primeros
se refieren a personajes malvados de películas, bien podrían los jóvenes encontrar
en éstos, alguna semejanza física con sus profesores, o simplemente que lo
asocien a que sus maestros pueden ser tan malos (refiriéndose al carácter:
enojón, regañón, amargado…)
CONSECUENCIAS POR DECIR APODOS
Los adolescentes mencionan que decir apodos le genera mala fama con las
autoridades educativas y que a veces sin existir pretexto algunos han sido objeto
de regaños y de sanciones.
En el mismo orden, los adolescentes que nombran con algún apodo a sus
profesores, expresan que va a depender de la manera de asumirlo de cada
profesor; algunos, optan por abordar el tema de frente al hablar con ellos en un
tono sereno sobre la importancia que tienen los valores concretamente el respeto;
pero, aún así insisten en caer en el error y decirle nuevamente su apodo, porque
lo consideran ya es un sello característico de ese maestro, que es casi imposible
para ellos quebrantar, incluso, anuncian que si les nombraran por su nombre no
sentirían que se refieren a la misma persona; pues consideran que su apodo es
una herencia que les han dejado otros compañeros que ya se marcharon.
Algunos adolescentes exponen que algunos profesores prefieren dejar el
problema en manos de la orientadora educativa misma que dicen: resuelve el
conflicto de la mejor manera posible; haciéndoles algún reporte y citando a los
padres de familia según se considere la gravedad del caso, y luego, termina
regañándolos.
Sobre ese mismo tópico los adolescentes mencionan que decir sobrenombres no
les acarrea ninguna consecuencia con su profesorado, y los que las ha tenido
solamente los han sacado del salón y los envían directamente a la oficina de
orientación educativa o, en su defecto, a la dirección o subdirección escolar, lugar
donde las autoridades tomarán las medidas más convenientes.
Por último, los alumnos mencionan que existen docentes que no se dan cuenta
que ellos los llaman por un sobrenombre; pues consideran que para no ser
descubiertos, inventan códigos de comunicación que los profesores desconocen;
entre ellos expresan a manera de burla, que a una maestra no le ha caído el
veinte cuando le dicen: pásele maestra o por qué no pasa maestra y es que ella,
desconoce que le dicen las pasita.
Para resumir este apartado. Las consecuencias que se generan por decir apodos
a su profesorado en primer lugar es culparlos inmediatamente sobre cualquier
cuestión conflictiva que se generé en su grupo; en ese sentido, las autoridades
también les adjudican marcas a los adolescentes.
En segundo lugar: regañarlos, aconsejarlos y retirarlos del salón de clase para
enviarlos a orientación o con los directivos de la escuela.
En tercer lugar: algunos aclaran que no han sido objeto de sanción porque han
sido cautelosos al elaborar códigos de comunicación para que el profesor que es
víctima de sus comentarios no descodifique lo que están anunciado sobre él.
Por último, quedó claro que los estudiantes no necesariamente han elaborado un
estigma sobre su profesorado, sino que es una cuestión heredada por
generaciones predecesoras; sin embargo, la fuerza de la costumbre los ha
imposibilitado a borrar esa imagen, y porque el profesor justifica con sus actitudes
el apodo heredado.
QUÉ MEDIDAS TOMAN LOS PROFESORES QUE SON SABEDORES QUE
TIENEN UN APODO
Cuando se preguntó a los docentes si alguna vez han escuchado a sus alumnos
referirse a ellos mediante un apodo algunos contestaron afirmativamente, y en
relación con las medidas tomadas al respecto; los profesores develaron que
algunas veces prefieren solamente sensibilizarlos sobre la forma hiriente en que
se expresan de él; otros, toman medidas más drásticas como abordar
directamente el tema con los padres de familia.
Otro profesor, agrega que la resolución que abordó fue la de hablar con los
miembros de los grupos de la existencia del respeto mutuo (maestro-alumno); sin
embargo, añade el maestro; no mermó que los jóvenes se refirieran a él, con el
apodo acostumbrado.
Uno de los profesores explica que prefiere encarar la situación (pero no de manera
neurótica) y aunque a los adolescentes les parece gracioso de momento, él está
consciente de que no deben dejar que la situación se les vaya de las manos; pero,
luego, cuando los jóvenes siguen pronunciando su sobrenombre ha preferido no
hacerles caso.
Otro, consideran que los alumnos le han faltado gravemente al respeto y ha
puesto en práctica mandar a llamar a los padres de familia. En el mismo tenor un
profesor expresa que reconoce su apodo, pero, como nunca se lo han dicho de
frente, prefiere ignorar a los estudiantes.
En términos generales, algunos profesores afirmaron que tienen sobrenombres y
como consecuencia para encarar el problema dialogan con ellos y tratan de
sensibilizarlos de lo que implica el respeto, o bien hacen un llamado a los padres
de familia para que intercedan por él.
Otros profesores los justifican, por los cambios que están padeciendo y prefieren
no hacerles caso, asimismo, aclaran que los estudiantes no respetan a los
profesores que no se revisten de poder o bien asumen una posición de jugar o
llevarse pesado con los adolescentes. Finalmente mencionan que hablar con los
grupos, no les garantiza que los estudiantes vuelvan a mencionarle su apodo.
LOS PROFESORES EXPRESAN LOS MOTIVOS QUE GENERA QUE LOS
ADOLESCENTES LES PONGAN APODOS
Respecto a la cuestión de cuáles son las causas, es decir, a qué se debe que los
alumnos asignen apodos a sus maestros, estos últimos lo trasladan a
circunstancias tales como su inmadurez y a la antipatía que sienten por ellos,
entre otros.
Uno de los profesores anuncia que juegan un papel fundamental la cultura donde
proviene el adolescente así como el temperamento que en ese período no puede
contener. Por su parte, otro testimonio da cuenta que los alumnos ponen apodos a
sus maestros porque tratan de hacerse los graciosos y simpáticos y así generar
momentos de diversión entre los miembros de su grupo que se encuentran
aburridos; o bien, señala otro, lo hacen sólo para fastidiar a los maestros que los
aburren o les exigen tareas y buena conducta.
Otro maestro, menciona que cuando el docente no le cae bien al alumno, éste
busca la manera de molestarlo, y ¡qué mejor que burlándose de él! el informante
considera que ponerles apodos, es una clara muestra del rechazo a la autoridad
que ellos representan.
En el mismo sentido, refieren que algunos de sus compañeros tienden a ser
exigentes e intolerantes; y quizá los adolescentes manifiesten su descontento
poniéndoles apodos.
Para otro informante, es evidente que cuando los docentes les caen mal a los
alumnos surge la idea de poner apodos; también agrega que muchas veces los
apodos son circunstanciales y refiere que un momento o una situación cualquiera
en el aula pueden ser determinantes para asignarles un apodo; influyen dice el
profesor: nuestro comportamiento y actitud.
Otro más, opina que la manera de hablar, de vestir y de comportarse; son unas de
las características a las que más interés prestan los alumnos. Por último, un
profesor considera que es algo muy común en la edad de los alumnos, puesto que
no solamente ponen apodos a los profesores, sino a sus iguales y a personas que
no se hallan en el contexto educativo.
CARACTERÍSTICAS DE LOS ALUMNOS QUE PONEN APODOS SEGÚN LA
VERSIÓN DEL PROFESORADO
Cuando se preguntó a los docentes acerca de las características particulares de
los alumnos que les asignan apodos, éstos manifestaron que suele influir la
conducta, el rendimiento académico, la búsqueda de reconocimiento y hasta el
propio ejemplo de los maestros, entre otras características no menos importantes.
Un profesor opina que los alumnos que muestran actitudes de distracción y poca
atención son los que llegan a poner apodos a sus profesores, mientras que otro,
piensa que según sus observaciones, los alumnos que muestran mala conducta y
un bajo aprovechamiento escolar son lo que comúnmente dicen apodos. Por su
parte, otro profesor cree que los alumnos muchas veces muestran características
que poseen sus profesores y entonces se proyectan diciéndoles apodos que quizá
les apliqué también para ellos.
Otro, supone que algunos profesores no ha sabido establecer sus barreras con los
adolescentes y eso le trae consigo que les juzguen por su apariencia física y por
sus actitudes de llevarse pesado con ellos y eso deriva que le pongan apodos.
Por último, un profesor dice que los alumnos están en busca de reconocimiento y
aprobación y, además, quieren ser parte de un grupo determinado y ello lo obliga
a la asunción de actitudes de rebeldía en contra de sus maestros y encuentra en
la asignación de apodos, una manera divertida de caerle bien a los demás y ser
aceptado.
CONCLUSIONES
Los motivos para otorgar sobrenombres a su profesorado se generan como un
malestar derivado de las prácticas monótonas y rutinarias del profesorado que
terminan por abrumar a los adolescentes.
Por otra parte, es una forma de mostrar su irritabilidad por las sanciones a las que
su profesorado los ha sometido; o bien aunque no exista motivo alguno, surge la
necesidad de algunos estudiantes en penetrar y ser aceptado por un determinado
grupo que muestra antipatía por el profesor estigmatizado.
Otra razón, son diferencias físicas muy marcadas que salen del cauce normal y
que los adolescentes asocian con actitudes malévolas y cuerpos graciosos que
también tienen algunos personajes que aparecen en los medios de comunicación
masiva.
Por otra parte, uno de los aspectos sustantivos que les acarrea consecuencias al
adolescente por decir apodos a su profesorado, es el deterioro de su imagen
frente a las autoridades educativas, es decir, se desplaza de un rol de marcador al
papel de discriminado.
Una cuestión interesante es que los adolescentes han descubierto un modo de
protegerse sin que el profesorado pueda descubrirlos, consiste en esconder los
estigmas mediante el uso de conversaciones normales que el profesorado no
termina por interpretar.
Se ha señalado también que las marcas del pasado atribuidas a su profesorado se
extienden en la época actual, pues coinciden en mencionar que el mote del
maestro les hace reconocer que están hablando justamente de él, y que si lo
anunciarán por su nombre y apellidos difícilmente lo relacionarían con la misma
persona.
En tanto, las apreciaciones de los maestros nos remiten que en ocasiones asumen
una postura de reconciliación con los estudiantes al tratar de ofrecerles una
explicación de la importancia que tienen los valores. Sin embargo, otros añaden,
que acuden a las autoridades y padres de familia para que sean ellos los que
aborden el asunto de la indisciplina de los jóvenes.
Frente a las maniobras de los adolescentes, otro profesor subraya que los modos
de comportarse de sus alumnos obedecen a su estado de constantes cambios, y
por ello, prefiere no presta atención alguna a sus comentarios. Sin embargo, hace
un llamado a sus compañeros de trabajo para que asuman una actitud más
distante con los adolescentes, pues ello, genera un clima envueltos en faltas de
respeto.
Los profesores refieren que son víctimas de los apodos porque existen situaciones
multifactoriales entre ellos: antipatía por ellos, los ambientes familiares donde
provienen los adolescentes son disfuncionales, los jóvenes están atravesando por
un período de desarrollo en que desafían a todo lo que sea autoridad, se muestran
graciosos para ser aceptados por un determinado grupo de muchachos, además,
porque algunos profesores son descuidados en su arreglo personal.
Sin embargo, aunque en algunos testimonios de adolescentes y profesorado se
conjugaron algunas visiones, también fue notorio que fueron muy pocos los
profesores que dieron cuenta de algunas limitaciones de su desempeño frente a
grupo; esto es, los adolescentes mostraron un desencanto por sus prácticas
rutinarias o por sus actitudes despóticas, así como el poco uso de sus recursos
didácticos.
En ese sentido, la enorme paradoja que envuelve a los profesores y adolescentes
es que se muestran como enemigos convencidos de que ninguno se autodefine
como un miembro que puede gestar el cambio. Sin embargo, las medidas
correctivas para modificar algunas actitudes, siempre van dirigida para los
agresores que ponen apodos y habría que resaltar que si existen voces que
contestan es porque también existen voces que provocan.
Entender el panorama referido, implica que los adolescentes y profesorado han
visibilizado algunos rasgos subjetivos de aquello que se localizaba en lo
subterráneo Los sobrenombres, apodos o motes son elaboraciones de los
adolescentes, que insatisfechos por su estancia en la escuela secundaria buscan
la manera de resistirse a una organización institucional que los condiciona
mediante reglas inflexibles o rígidas, funciones y roles que no provocan el
desarrollo de su autonomía, ni estimula la comunicación con su profesorado.
Otro aspecto importante, es que toda referencia a los sobrenombres implica un
ordenamiento mental sobre ese profesor que ha sido constituido así en función de
los distintos modos que disponen los adolescentes para conocerlo.
Las interacciones y los intercambios comunicativos entre los adolescentes
denotaron un lenguaje en común sobre el profesorado que tenía un apodo, por
ello, es casi imposible imaginar que un profesor puede utilizar las sanciones como
una medida correctiva, toda vez que ese lenguaje no lo construyó el joven de
manera individual y en privado sino es consecuencia de un sentir colectivo
elaborado en interacción con los demás adolescentes e incluso, es una
construcción heredada por otros jóvenes que en el pasado habitaron esa
institución. De ese modo, las relaciones e interacciones entre iguales cobra un
sentido natural de apropiación que marca a un determinado profesor y éste
colocado en una posición incómoda asume una acción vinculada con reprender al
estudiante, pero, que en palabras de los mismos implicados denotan una tarea
intrascendente porque los adolescentes siguen posicionados en el mismo lenguaje
sobre ellos.
En ese sentido el cúmulo de esquemas de significado sobre un determinado
profesor que se transmite de una generación de adolescentes a otra será una
condición que vulnerará aún más al implicado cuando éste no desvanezca
mediante sus actitudes y posiciones las marcas del pasado. Esto, el apodo, el
sobrenombre, el mote son una constante legitimada por algunos profesores y por
ello, los esquemas de significado de los adolescentes sobre ese profesor aún
están presentes.
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