El futuro de Ciutadans Cárceles catalanas durante la Guerra Civil

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LA VANGUARDIA 33
O P I N I Ó N
JUEVES, 9 NOVIEMBRE 2006
FRANCESC DE CARRERAS
LLUÍS FOIX
El futuro de Ciutadans
Democracia
americana
T
ras haber obtenido tres escaños en
las recientes elecciones al Parlament de Catalunya, de repente todos opinan sobre el nuevo partido
Ciutadans. Al silencio le sucede la confusión:
unos dicen que es de extrema derecha y otros
de extrema izquierda; unos que está financiado por la FAES y otros por CiU; unos
que es un partido como los de Mario
Conde (?) o de Jesús Gil, otros que defiende el más rancio y cutre nacionalismo español. Se dice de todo. Sin
embargo, el asunto, a mi parecer, es
mucho más sencillo: para comprenderlo basta con contemplar la realidad, la realidad catalana.
Ciutadans nace porque existe en la
sociedad catalana una sensación de
fatiga respecto a unas claras insuficiencias de los sucesivos gobiernos de
la Generalitat debido a unas políticas
centradas obsesivamente en lo simbólico e identitario y no en aquello que
debe ocupar las preocupaciones de todo gobierno: proteger las libertades
individuales y procurar el bienestar
social. Estas circunstancias han generado una desconfianza respecto a todos los partidos que han gobernado
la Generalitat. Al cansancio respecto
a las políticas de CiU –que se plasmó
en un descenso continuado del voto a
partir de los años noventa– se ha añadido el desastre del tripartito, que se
ha limitado a redoblar el impulso de
los gobiernos pujolistas y, salvo excepciones, con peor calidad y estilo.
En consecuencia, muchos antiguos
votantes de todos estos partidos no
han sabido ahora a quién votar y han
optado por la abstención, por el voto
en blanco... o, si lo conocían, por un partido
nuevo que promete algo nuevo, es decir, por
Ciutadans. Ésta me parece una explicación
sencilla y lógica.
Ciutadans se ha propuesto desde el principio restablecer el sentido común en la política catalana. Sus impulsores consideraban
que las materias sobre las que discutían siempre los políticos importaban sólo a una parte
relativamente pequeña de la población. En
los últimos años, sólo se hablaba del nuevo
Estatuto, de si el valenciano debía denominarse catalán, de los papeles de Salamanca,
de las selecciones deportivas, como ejemplos
más notorios. En cambio, se obviaban las materias que realmente importaban: infraestructuras, protección social, seguridad pública,
enseñanza, vivienda, inmigración, sanidad.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático
de Derecho Constitucional de la UAB
y promotor de Ciutadans
En definitiva, se daba prioridad a las cuestiones simbólicas e identitarias y se postergaban o se gestionaban mal las demás, las que
afectaban a la libertad e igualdad de las personas, las políticas de bienestar social. Se gobernaba pensando demasiado en la Catalunya
nación –para muchos un ente imaginario y
JAVIER AGUILAR
CIUTADANS SE
ha propuesto desde
el principio restablecer
el sentido común
en la política catalana
excluyente– y poco en los catalanes, en los
ciudadanos de Catalunya.
El objetivo del nuevo partido fue responder a esta situación: constituir una formación de carácter no nacionalista, con una
ideología de centroizquierda basada en los
valores del liberalismo político y el socialismo democrático en la que predominara la razón sobre los sentimientos, los derechos de
las personas sobre los llamados derechos co-
lectivos, que propugnara el bilingüismo en
coherencia con la realidad social y, finalmente, que hablara desde la sensatez, algo que ha
abundado poco en los últimos tiempos.
Para todo ello el nombre de ciudadanos venía como anillo al dedo: Catalunya es ante
todo una comunidad autónoma compuesta
de ciudadanos dentro de una España
de ciudadanos, todos ellos iguales ante la ley. Los poderes públicos deben
limitarse a garantizar la libertad y la
igualdad de estos ciudadanos, dejando que ellos escojan libremente la adscripción ideológica, religiosa e identitaria que deseen. Los poderes públicos deben ser, en estas materias, estrictamente laicos, es decir, neutrales
y respetuosos con decisiones que pertenecen a un ámbito que es exclusivamente individual. Que un mensaje
de este carácter tenga eco en Catalunya no debería extrañar a nadie. Ciutadans se ha limitado a cubrir un espacio político abandonado: el centroizquierda no nacionalista, una combinación de socialismo y liberalismo,
de libertad e igualdad.
Probablemente el primer objetivo
que se propuso Ciutadans se ha cumplido: constituir un partido y dejar
oír su voz desde las instituciones.
Ahora se debe enfrentar a nuevos retos y sortear algunos peligros y tentaciones. En primer lugar, en coherencia con sus principios, Ciutadans debe mantenerse en los estrictos límites
del no nacionalismo sin caer en el
otro nacionalismo, en el nacionalismo español. No es cierto que se tenga
que ser forzosamente nacionalista, de
una u otra nación. El concepto jurídico y político de nación nada tiene que ver con
su concepto étnico, histórico y cultural: las democracias avanzadas están ya en un mundo
posnacionalista. En segundo lugar, Ciutadans debe evitar el populismo y la demagogia, planteando las cuestiones con rigor, seriedad y prudencia. El estilo y las formas, en política y en otros ámbitos, son a veces tanto o
más decisivos que el fondo. En el ambiente
en que ha nacido y por la expectación que ha
generado, ello es especialmente importante
para que este nuevo partido sea convincente.
¿Larga vida a Ciutadans? Veremos. En realidad, se trata de un partido cuya finalidad
primordial es rectificar el equivocado rumbo
de unas políticas que han situado a una buena parte de los ciudadanos de Catalunya de
espaldas a sus propias instituciones. A la larga, en definitiva, su gran triunfo sería que dejara de ser necesario, que influyera en la sociedad para que los demás partidos se adecuaran a la realidad.c
L
a democracia estadounidense es
tanto o más imperfecta que las
demás. Me atrevería a señalar
que es más imperfecta que las europeas y, precisamente por ello, es más sólida y perdurable. Es una democracia basada en los contrapoderes, en el control
de las instituciones, en el papel de los medios de comunicación que miran a los poderes desde la distancia y desde la frescura de la crítica en las informaciones y en
las opiniones. Prefiero periódicos sin gobierno que gobierno sin periódicos, decía
Thomas Jefferson hace más de dos siglos.
Alguien ha dicho que el sistema americano está diseñado por genios para que
pueda ser gestionado por imbéciles. Hay
muy pocas democracias modernas exentas de un golpe de Estado desde 1776.
Para lo malo y para lo bueno, Estados
Unidos es una democracia en acción dentro de su gran complejidad. El martes se
renovó toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, que estaban bajo el control del Partido Republicano de
George W. Bush. El control de la Cámara
ha pasado al Partido Demócrata y el del
Senado quedará, más o menos, en empate. Los norteamericanos votan muchas
cuestiones en las elecciones legislativas.
Pero el debate de fondo en esta ocasión
ha sido la guerra de Iraq, el más doloroso
episodio de la política exterior de Estados
Unidos en las últimas décadas. El electorado le ha pasado factura a Bush, como se
la pasó a Aznar y como se la está pasando
también a Tony Blair.
La primera víctima de las elecciones ha
sido el secretario de Defensa, Donald
Rumsfeld, cuyo entusiasmo en los primeros días de los bombardeos sobre Bagdad
y el derrocamiento del dictador Sadam
Husein recordamos.
Ha sido una guerra construida sobre
una gran mentira. Han muerto casi tres
mil soldados norteamericanos y se calculan en más de seiscientos mil los iraquíes
que han perdido la vida. Y lo más inquietante es que no se divisa en el horizonte el
final político y militar de la ocupación de
un país que está más cerca de la guerra
civil que de un sistema democrático.
Las elecciones del martes van a cambiar el curso y la estrategia de la guerra.
También obligarán a revisar la política exterior de los últimos seis años.
Lo más paradójico es que las críticas
que he formulado en estos años a la guerra de Iraq son mucho más suaves que las
que he leído en los periódicos norteamericanos. La democracia americana que describió Tocqueville goza de buena salud.c
ALBERT MANENT
Cárceles catalanas durante la Guerra Civil
E
l 19 de julio de 1936, aprovechando el caos del alzamiento militar y la revolución en la calle, hubo una
fuga masiva de presos de la Modelo
de Barcelona. Y ciertos delincuentes se enrolaron en los comités revolucionarios o en las patrullas de
control. La mayoría de los nuevos
funcionarios eran de la CNT o del
marxista POUM y la cárcel no se
normalizó hasta al cabo de tres o
cuatro meses.
La Generalitat, aprovechando la
coyuntura, se hizo cargo de los servicios penitenciarios, que comprendían también unas quince cárceles
fuera de Barcelona. Como observa
Pelai Pagès en su monografía sobre
la Modelo, editada en 1996, los sindicatos y partidos que dominaban
la calle tenían sus propios centros
de detención, especialmente los
anarquistas.
Había también cárceles flotantes
como los buques Argentina, Villa de
Madrid o el Uruguay, donde habían
estado los presos por los sucesos de
octubre de 1934 y pronto se llenaron de militares sublevados, aunque también los recluyeron en el castillo de Montjuïc.
Pero fue en 1937, después de la batalla de mayo entre los anarquistas y
poumistas de una parte y el gobierno central, la Generalitat y los comunistas, de otra, cuando el escritor
Rafael Tasis fue nombrado director
general de Serveis Correccionals.
En el exilio escribió una obra admirable, de un testimonio memoralístico directo, Les presons dels altres
(1990), lamentablemente agotada.
Tasis humanizó las relaciones internas, cortó abusos, pero no pudo evitar motines internos, evasiones, minas clandestinas para fugarse, que
no llegaron a buen puerto, y tuvo
que lidiar una situación con bombardeos franquistas y dificultades
económicas y de personal. En la Modelo había cuatro zonas. La de los
antifascistas, detenidos desde mayo
de 1937, especialmente CNT y
POUM; la de los considerados fascistas, que cantaban la Marcha real
y a los que se llamaba los caballeros;
los delincuentes comunes, y el monestir, que albergaba a sacerdotes,
religiosos y gente católica, que reza-
EL RÉGIMEN ERA
estalinista, sin piedad
y con represalias, como
fusilar a compañeros de
los que se evadían
ban en voz alta y organizaban ceremonias litúrgicas. Tasis tuvo que enfrentarse con el increíble caso de un
subdirector de la Modelo que, sobornado, huyó en coche oficial a Francia en compañía de dos anarquistas.
Cuando el vasco Manuel de Irujo
fue nombrado ministro de Justicia
consiguió en pocos meses excarcelar
a casi todos los clérigos con la sorpresa de que algunos no querían salir
porque temían por su seguridad. En
Catalunya no se asaltó, como en Madrid, ninguna cárcel, y el presidente
de la Audiencia, Josep Andreu i Abelló, reforzó la guardia para que los
extremistas de la FAI no entraran en
la prisión militar de Montjuïc o en
el Uruguay.
La Modelo estaba sobrecargada
de reclusos, pero en 1938 el Servicio
de Información Militar (SIM) creó
sus propias cárceles, las checas, sobre las que hace poco ha aparecido
una monografía. El SIM se encargaba sobre todo del socorro blanco o
quintacolumnismo y era implacable. Albert Balcells en su libro sobre
la justicia y las cárceles después de
mayo de 1937 lo atestigua basándose en la documentación de Bosch
Gimpera, conseller de Justícia. Pero
fue también el SIM, con predominio comunista, el que puso en marcha los campos de trabajo, estudia-
dos a fondo en la obra de Francesc
Badia i Batalla (2001). Los hubo en
l'Hospitalet de l'Infant, Aravell (en el
Pirineo), Els Omells de na Gaia, Clariana, Falset y Roses. Se entremezclaban presos anarquistas, del POUM,
desertores, quintacolumnistas, guardias civiles o católicos sorprendidos
en actos litúrgicos clandestinos. Trabajaban de sol a sol y el régimen era
estalinista, sin piedad y con represalias como fusilar a compañeros de
los que se evadían. Llegó a haber
unos dos mil presos y es un episodio
de la guerra que se subraya poco.
Como hecho anecdótico, pero significativo, está el caso de Càndid
Badal, que se hacía llamar Josep Solsona. Se evadió en 1936 pero al cabo de unos meses fue detenido por
atracador y en 1938 fue condenado
y fusilado en Montjuïc. Al entrar
los nacionales, su nombre fue inscrito en una placa de los “caídos por
Dios y por España”. ¡Confusiones y
paradojas de una Guerra Civil sin
entrañas!c
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