LEGÍTIMA DEFENSA - judicialdelnoa.com.ar

Anuncio
LEGÍTIMA DEFENSA:
Restricciones a los ataques de inimputables e inculpables.-
Introducción:
El ejercicio de la legítima defensa por las agresiones
ocasionadas por un inimputable o un inculpable, es el objeto de este trabajo.
Según algunos autores, esta circunstancia pone un límite al
ejercicio de la legítima defensa y eso será materia de análisis en esta tesina.
Desde ya adelanto mi opinión formada de que no resultan
convincentes algunas reflexiones -a mi modo de veragresión es de
cuando el grado de
tal envergadura que se pueda restringir el derecho a
defenderse con total plenitud a quien se ve agredido o avasallado por una
agresión ilegitima de un inculpable o inimputable.Concepto:
Como primer esbozo me aventuraré a formular una primera
aproximación del instituto en estudio dejando para más adelante definiciones
de carácter técnico-jurídicas, una primera formulación que la tomaré de lo que
se desprende de la construcción del Art. 34 Inc. 6 del C.P. Argentino.“Habrá
legítima
defensa
cuando
una
persona
obrare
defendiéndose a sí mismo o a un tercero de una agresión ilegítima, actual o
inminente usando los medios racionales para repelerla o impedirla y no haya
causado o provocado el mismo esa agresión”
El Código Penal Argentino:
La legítima defensa se encuentra prevista en el inc. 6° del Art.
34 de Nuestro Código Penal Argentino, el cual reza:” El que obrare en defensa
propia o de sus derechos, siempre que concurrieren las siguientes
circunstancias a) Agresión ilegítima, b) necesidad racional del medio empleado,
para impedirla o repelerla y c) falta de provocación suficiente.
La legítima defensa es repulsa de la agresión ilegítima, actual o
inminente, por el atacado o tercera persona, contra el agresor, sin traspasar la
necesidad de la defensa (“defensa necesaria”, como la denomina Bacigalupo,
en el derecho Español), y dentro de la racional proporción de los medios
empleados para impedirla, repelerla o hacerla cesar.
Diferencias entre
legítima defensa y el estado de
necesidad:
Oportuno resulta citar las consideraciones vertidas por el
profesor Raúl Zaffaroni en lo referente a la diferencia entre estos institutos: “La
diferencia con el estado de necesidad es notoria. En el estado de necesidad el
orden jurídico acepta la producción del mal menor y, por ello, el límite de la
justificación esta dado por la determinación de este. En la legítima defensa no
existen límites que provengan de la ponderación de males propios del estado
de necesidad, sino los que impone la racionalidad como ausencia de disparidad
escandalosa; en la legítima defensa solo se cuida que en la balanza no tenga
cargado solo un platillo y salte por completo hacia un lado”.-
Eugenio Raúl Zaffaroni, Alejandro Alagia, Alejandro Slokar, manual de derecho
penal parte general editorial Ediar , sexta reimpresión actualizado a diciembre
de 2006 pag 477
CONSTRUCCION FUNCIONALISTA DE LA LEGITIMA DEFENSA.Claus Roxin:
Un acápite especial merece la construcción moderna del
profesor Claus Roxin, iluminado por lo que la doctrina llama “las posiciones
funcionalistas”.
Fundamentos genéricos de los tipos permisivos:
Los “principios ordenadores sociales“, según Roxin, en los que
se basa la antijuricidad material –conforme a la cual, la exclusión del injusto
depende en última instancia de la falta de dañosidad social de la conducta
típica- se presentan en número y combinación diferente en las diversas causas
de justificación y operan como “directrices interpretativas” para concretar el
contenido de éstas delineando tanto su estructura como su contexto.
El citado profesor construye la legítima defensa sobre dos
pilares fundamentales:
1) La protección individual.
2) El prevalecimiento del derecho.
Dicha construcción de excelencia académica y precisión resume
en dos ideas la construcción precisa del instituto de la legítima defensa.
Roxín busca explicar la legítima defensa a través del “principio
de protección individual”, por ser un presupuesto de esta causal de justificación
que la acción típica sea necesaria para impedir o repeler una agresión
antijurídica a un bien jurídico.
Este interés de autoprotección justifica la concesión de un poder
desde el momento en que el Estado ya no puede garantizar al agredido –
mediante un poder de policía o actividad jurisdiccional – el cese inmediato o
bien la omisión de aquella agresión antijurídica, y por tanto debe dejarle abierta
a aquél, al menos la posibilidad de defenderse por sí mismo.
Roxín, funda el “principio de prevalecimiento del derecho” (el
cual responde a la máxima “nadie esta obligado a ceder ante lo injusto”), en el
hecho de que la comunidad tiene interés en que se prohíban, en principio
agresiones ilegítimas y concede al agredido, el derecho a defender tal interés
público. Es consecuencia de la aplicación de estos principios que el daño
causado en legítima defensa, resulta exento de todo juicio de proporcionalidad.
Elementos esenciales de la legítima defensa:
La Agresión debe provenir de una conducta humana. Esta
construcción deja fuera a los ataques de los animales, y de las personas
jurídicas (contra una opinión muy extendida en el derecho civil), los cuales no
podrán ampararse con la utilización del presente instituto.
Todo ello se explica, en razón de que no pueden actuar en el
sentido del Derecho Penal; no son acequibles a la eficacia preventivo general y
del prevalecimiento del derecho.
Si bien las personas jurídicas, quedan fuera porque las mismas
no pueden ejercer acciones propias del derecho penal (acciones humanas);
para algunos autores, no obsta al ejercicio de la legítima defensa frente a las
personas que la integran.
Es claro que el instituto de la legítima defensa sólo es oponible
frente a otra conducta humana (acción) como primer extracto de la teoría del
delito. Esta última consideración también dejaría fuera del instituto la falta de
acción, por ejemplo, en los supuestos de
ataques epilépticos o ataques
producidos durante un sueño profundo.
Estos supuestos resultan claros a saber ya que el sujeto actúa
sin voluntad, sin determinación, sin manifestación de su personalidad; y,
considero, siempre quedarán ubicados como remanente o subsidiario del
estado de necesidad.
Las agresiones mediante omisiones han generado grandes
debates y posturas contrapuestas en la doctrina, una parte ha considerado que
las omisiones deben ser de un hacer activo, argumento que no resultó
suficiente.
Roxín, por su parte considera que las omisiones propias no
bastan para autorizar a la procedencia de la legítima defensa, a raíz de lo cual
si se aceptaría tal postura se llegaría al extremo de aceptar que se pueda dar
muerte a quien no quiere prestar auxilio. Aquí también el profesor deja abierta
la posibilidad de encuadrar la situación en el estado de necesidad.-
Necesidad y defensa:
La justificación por legítima defensa presupone que la acción
típica sea necesaria para impedir o repeler una agresión antijurídica a un bien
individual.
En principio es suficiente que el sujeto actúe objetivamente en
el marco de lo justificado y con conocimiento de la situación justificante. En tal
caso, tiene dolo de hacer algo objetivamente conforme a Derecho.
La conciencia de producir algo conforme a Derecho elimina el
desvalor de la acción y por tanto el injusto. No es necesario además que el
sujeto obre además en virtud de la finalidad de justificación.
En la legítima defensa –reitero-, si bien media una situación de
necesidad, no hay ponderación de bienes, como ocurre en el estado de
necesidad - donde el mal que se causa o que se evita, debe ser mayor al que
se quiere evitar-. Sin embargo, la ponderación de males en la legítima defensa
sólo puede funcionar como “correctivo”, como límite.
Es así, que el empleo de una escopeta para evitar que un niño
se apodere de una manzana, por mucho que sea necesario, como sucedería
en el caso del que es propietario de la manzana fuese un paralítico y la
escopeta fuese el único medio que tuviese al alcance de su mano (ejemplo de
Mezger), no puede ser tolerado por el derecho, pero no porque el bien jurídico
vida tenga superior jerarquía que el bien jurídico propiedad, sino porque el
orden jurídico no puede tolerar que la lesión a la propiedad de tan pequeña
magnitud justifique el empleo de un medio que, aunque necesario, sea tan
enormemente lesivo, como es un disparo mortal.
La conducta de disparar, en el ejemplo del paralítico, es
necesaria para defender el bien jurídico agredido injustamente, pero contraría
el objetivo de seguridad jurídica como forma de posibilitación de la
coexistencia.
La necesidad de la defensa como un elemento esencial del
presente instituto, a mi modo de ver, resulta cuestionable frente al ataque de un
inimputable, que a simple vista, ex ante, tiene todas las características de una
persona limitada, o inmadura, sumado a las circunstancias de tiempo, modo y
lugar, en que se desarrollan los hechos. Las defensa tiene que ser idónea, lo
más benignas posibles, para repeler la agresión entre todas las posibles
defensas.Ahora bien, el principio del medio menos lesivo resulta
relativizado por el hecho que el agredido no tiene porque correr riesgos, por
ello no es necesario luchar a golpes de puño si peligra la vida del que se
defiende.
Las acciones necesarias para la defensa son los que deben
juzgarse con baremos objetivos, es este un parámetro cierto de valoración del
instituto en estudio.Tampoco debe vincularse la necesidad de la defensa con la
proporcionalidad de la misma pues equipararla sería entrar en una confusión
que sólo traería error en la valoración de la procedencia del instituto de la
legitima defensa.
No debe vincularse con la posibilidad de salir escapando del
agredido y sustraerse de la agresión. Haciendo referencia al código alemán el
mismo permite la defensa necesaria para repeler la agresión y escapar no es
repeler.Cuando el grado de agresión ilegítima de un inculpable, menor
o inimputable es de tal envergadura que se pueda restringir o poner en peligro
un bien jurídico protegido, de quien se ve avasallado, no queda otra que
encuadrar el hecho con el tipo permisivo de la legítima defensa. Más no,
cuando sólo se trate de una injuria que afecte el honor de la persona, por
cuanto faltaría una necesidad racional de la conducta, atendiendo la calidad de
la persona que los infiere.-
La antijuridicidad de la agresión:
Para entender sobre la naturaleza de la agresión debemos
señalar que la misma debe ser antijurídica. Dicho concepto va de la mano de la
teoría general del delito, por lo tanto, supone tanto un desvalor de acción como
de resultado, por ello no estará insumida en la antijuridicidad cuando la acción
desplegada se encuentre amparada por una causa de justificación.
Hay que dejar aclarado que no existe legítima defensa de
legítima defensa en mérito que si se permitiera la superposición de tales
institutos, colisionarían ocasionando un grave desajuste en el espíritu de la
norma de excepción. De Perogrullo se desvirtuaría sobre manera el
prevalecimiento del derecho.
Un punto a reflexionar también sería si cabe legítima defensa
cuando hay consentimiento, por supuesto a estas alturas y a la luz de la
corriente funcionalista seguida en este acápite, la respuesta sería negativa, por
lo cual quedaría sostenido que cuando existe consentimiento no hay legitimas
defensa.También se excluye la legítima defensa, solamente con que una
actuación, aún sin estar cubierta con un derecho de intromisión, si no vulnera el
cuidado debido en el tráfico, pues falta ya el desvalor de acción y por ende la
antijuridicidad de la agresión.-
La actualidad de la agresión:
Aquí las consideraciones del Profesor Roxín aclaran que ha de
entenderse como actualidad al manifestar: “… que una agresión es actual
cuando es inmediatamente inminente, o precisamente esta teniendo lugar
(cuando todavía prosigue).Roxín considera que en el ámbito de los actos preparatorios
próximos a la tentativa ya encuentra fundamento la legítima defensa. Esta
última postura resulta un gran avance en el análisis del instituto en cuestión, no
parece ser una postura tradicional sino por el contrario es un análisis de la
dogmática que resulta de gran novedad.-
La jurisprudencia alemana considera que hay agresión actual en
una conducta que, aún no lesiona ningún derecho puede transformarse
inmediatamente en una lesión, de tal manera que aplazar la acción defensiva
también podría hacer peligrar el éxito de esta.Según Pavón Vasconcelos Manuel, “Actual” quiere decir que
ocurra en el Presente, de lo contrario, podría considerarse una reacción en
venganza; sin embargo, si fuese futura, se estaría en aptitud de preparar la
defensa mediante la intervención de la autoridad o de evadirla por cualquier
otro medio.
La agresión antijurídica no significa necesariamente lesión al
derecho atacado, pues siendo la defensa legitimada una repulsa de aquella,
tendiente a evitar la violación del bien protegido, basta se haya emprendido la
acción en forma injusta, esto es, sin derecho, o se esté en un estado inmediato
anterior que la haga inminente, haciendo igualmente inminente el peligro de
lesión al bien jurídico.
La legítima defensa y las restricciones éticos sociales:
Límites al ejercicio de la legítima defensa:
Hasta aquí se ha dado una idea del instituto de la legítima
defensa a fin de mantener una coherencia con el trabajo plasmado por el
maestro alemán Roxín, uno de los grandes penalistas de los últimos tiempos,
que advirtió esta situación de los inimputables o inculpables como generadores
de la agresión y de las restricciones al instituto de la legítima defensa.Si bien es cierto que el instituto no puede ser usado de manera
arbitraria ni abusiva, este punto merece una especial mención ya que la
legítima defensa no puede ser opuesta ante todos por igual, tiene limitaciones
ético sociales.
El ejemplo más citado es el caso de la agresión proferida por
parte de un enfermo mental. Según la construcción dogmática del profesor
Roxín, en este caso no hay prevalecimiento del derecho, y por ello faltaría uno
de los sostenes del instituto, el segundo pilar fundamental de la legítima
defensa.
El maestro proporciona alternativas ante estos casos como ser
el pedido de auxilio a terceros o de extremar los recaudos para evitar
ocasionarle un daño a quien agrede de manera no culpable, esto sí, aclarando,
que no es que se le exija huir, si esto supone dejar en manos del agresor el
dominio de la situación, pero sí, evitar por todos los medios alternativos para
ocasionarle un daño al agresor.Aquí merece también mencionar las agresiones no culpables
provenientes de los niños, enfermos mentales, ebrios, o de personas en error
invencible.
En estos últimos casos, el agredido tiene que esquivar cuando
le sea posible hacerlo sin peligro, por lo tanto se podrá empujar al agresor a un
lado, pero le estará restringido el matarlo de un disparo cuando le sea
imposible sustraerse a la agresión sin peligro.
También quien es agredido por parte de estos sujetos no
culpables debe pedir el auxilio de terceros si con ello puede repeler con menor
dureza la agresión.
El ejemplo más usado es el que sufre una agresión por parte de
una patota de niños, deberá llamar a la policía pero le estará restringido
defenderse con un cuchillo.
En el supuesto que no pueda eludir la agresión ni conseguir
ayuda, se puede hacer lo necesario para protegerse frente a los agresores no
culpables, pero a contrario de lo que sucede con el agresor malicioso, hay que
tener consideraciones o restricciones, si eso es posible sin un peligro propio
considerable, de modo que hay que asumir el riesgo de sufrir pequeños daños
para mantener la coherencia en estos supuestos especiales.-
La agresión no culpable o con culpabilidad sustancialmente
disminuida:
Siguiendo al maestro Roxín en las reflexiones sobre este tema
tomaré sus ideas a fin de plasmar con total claridad su pensamiento, del que
comparto plenamente: Las agresiones no culpables también dan derecho a la
legítima defensa, pero el interés en el prevalecimiento del Derecho es
sustancialmente menor, lo cual decanta el que dicho instituto se ve limitado en
su ejercicio.
De ahí se derivan tres topes que hay que observar: en la
defensa frente a agresiones de niños, enfermos mentales, ebrios sin sentido,
personas que obren en error invencible, en estado de necesidad disculpante,
en exceso disculpado en la legítima defensa o en cualquier otra situación de
inculpabilidad.El agredido tiene que esquivar cuando sea posible hacerlo sin
peligro y mediante una defensa se le habrían de causar daños graves al
agresor.
Por tanto, se puede por ejemplo empujar a un lado al agresor
enfermo mental; pero no está "requerido o indicado" matarlo de un disparo
cuando sería posible sustraerse sin peligro a la agresión.
También es lícito darle "una simple bofetada" a un niño (menor
de 18 años en nuestro Digesto legal) para impedir sus insultos contra
extranjeros, pero no se le pueden causar lesiones de consideración.
Hay que buscar el auxilio ajeno si con ello se puede repeler con
menos dureza la agresión. Por tanto, quien frente a una horda de niños pueda
llamar al maestro o a la policía, no podrá defenderse con el cuchillo.
Cuando no se pueda ni eludir la agresión ni conseguir ayuda, se
puede hacer lo necesario para protegerse también frente a agresores no
culpables; pero a diferencia de lo que sucede frente al agresor malicioso, hay
que tener consideraciones si eso es posible sin un peligro propio considerable.
Por tanto hay que asumir el riesgo de sufrir daños leves (vgr.
algunos golpes) antes de pasar de la defensa con los puños al uso de armas
de fuego.
Sin embargo ese deber de "trato considerado arriesgado" tiene
límites estrictos: pues nadie tiene por qué dejarse apalear aunque sea por un
enfermo mental o por un menor no responsable penalmente.
También en la jurisprudencia
Alemana
se reconocen en
principio las restricciones a la legítima defensa frente a agresores inculpables,
aunque aún no es perceptible.-
Una posición contraria sostenida por Spendel:
Spendel " rechaza cualquier restricción a la legítima defensa; pero cuando dice
que no es preciso "tener ninguna consideración especial con agresores no
culpables sólo porque sean menores o estén ebrios", está desconociendo la
graduabilidad del interés en el prevalecimiento del Derecho y la voluntad
expresa del legislador.
No está suficientemente aclarada la cuestión de si las indicadas
restricciones de la legítima defensa también rigen cuando el agresor actúa
culpablemente, pero con una culpabilidad sustancialmente disminuida.
Así ocurre p.ej. si un borracho no es inimputable pero actúa bajo
los presupuestos de semi-imputabilidad o si alguien agrede a otro sin hostilidad
al Derecho en un error de prohibición vencible, o también en caso de acciones
peligrosas imprudentes.
A veces se rechaza en tales casos una restricción de la legítima
defensa
o se exige sólo "una cierta proporcionalidad”
entre agresión y
defensa.
Pero con la opinión predominante también deben guardarse en
esos casos los límites a la legítima defensa que rigen frente a agresiones
inculpables; pues la sustancial rebaja de la sanción penal prueba ya un menor
interés en el prevalecimiento del Derecho y exige consideraciones.
Además cualquier otra solución sería impracticable: el agredido
podrá darse cuenta en muchos casos de si el agresor manifiesta anomalías
psíquicas, actúa sin dolo o cree actuar lícitamente, pero no será capaz de
juzgar si su culpabilidad está excluida o sólo sustancialmente atenuada.
La posición de Jakobs:
Gunter Jakobs, admite la “representación no segura de la
situación”, respecto a los elementos de justificación para los que rige la
perspectiva ex ante.
En estos casos, agrega, “las dudas sobre la exigencia del
riesgo, en la consideración de lo necesario, se han de tener en cuenta tanto
más cuanto más leve sea la responsabilidad del ocasionante. Ejemplo: en caso
de agresión de un sujeto culpable, el agredido no tiene que hacer peligrar la
efectividad de la defensa por no herir al agresor, pero en caso de ataque
inculpable, por ejemplo, en un ataque de un niño, los riesgos no han de ser
desproporcionados, de modo que en caso de probabilidad sólo insignificante de
consecuencias de la agresión dignas de mención está permitida menos
defensa que en caso de mayor probabilidad”.Jakobs solo excluye la legítima defensa
ante agresiones
evidentemente inculpables para no cargar el riesgo de error sobre el agredido.-
Nuestros autores nacionales:
Andrés José D¨alessio argumenta sobre la legitima defensa
contra niños e inimputables y con buen criterio considera que es aceptado que
puede proceder una agresión de un inimputable o un inculpable dando por
ejemplo el ataque de niños enajenados.
Según Fontán Balestra, la mayoría de los autores se
pronuncian por la afirmativa, esto es, que es lícita la defensa opuesta a la
agresión de un inimputable.
El interés en el prevalecimiento del derecho es sustancialmente
menor que en los casos normales y por razones éticos sociales también se
entiende que la defensa ha de mantenerse dentro de ciertos límites de
protección del agredido.
Guiados por esta consideración social quedará reducida en
tales casos a la facultad de auto defensa.
Conviene así mismo citar la posición de Jescheck quien se
considera que el agredido solo debe limitarse a la protección de los bienes y
solo se haya autorizado para lesionar al agresor cuando no puede rehuirle sin
abandonar el interés protegido.
Otro autor que realiza consideraciones sobre este tema es
Malamud Gonti quien expone que el derecho importa un orden configurador
de conductas y que deben imperar criterios funcionales para admitir acciones
justas
descartándose ideas universales o abstracciones que definan estas
categorías sin un contenido real.
Así sostiene el mencionado autor que si evitar la agresión no es
posible o resulta difícil, la defensa solo reconocerá como límite la de detener al
agresor o hacer cesar el menoscabo cuando los bienes expuestos son vitales.
El autor pone un límite a la legítima defensa de inimputables e inculpables
basada en el anterior criterio expuesto de restricciones éticos sociales.
Gonti también expresa, que, cuando los intereses sean de otra
naturaleza como ser los de naturaleza patrimonial, la necesidad ha de ceder
ante la exigencia de cierta proporcionalidad.Jurisprudencialmente, también se ha señalado que “Frente a
agresiones de inimputables o borrachos, donde el valor de la protección jurídica
pierde parte de su importancia justificante, el agredido debe actuar con
moderación al elegir la forma de defenderse, procurando otorgar a su conducta
una dimensión no ofensiva, de mera protección, y que tienda, de ser posible, a
esquivar la agresión”. (T Casación Penal Buenos Aires, Sala Ia. 2003/12/30, “Abreo
Ferreira, Ángel” disidencia del Juez Natiello, quien a su vez cita la causa: n°3128, caratulada:
“Roldán Horacio Diógenes”, 2000/12/27) D’Alessio Andrés José, Código Penal de la Nación,
tomo I parte general – artículos 1 a 78 bis - Editorial La ley, año 2005 , pag.406. Rivacoba y
Rivacoba, op.cit. p.728. En igual sentido, Fontán Balestra, y Nuñez. Jimenez de Asúa se funda
en que el Cód. Penal no exige agresión culpable sino injusta; op.cit., p.109. Malamud Goti,
“legítima defensa…”, pag.50. En sentido similar; Zaffaroni, Alagia y Slokar, pag. 585.-
CONCLUSIONES:
La legítima defensa, como fuera analizado, no supone la
obligación de huir (fuga) o de pedir socorro a terceros. De esta manera, la mera
posibilidad de huir no excluye la legitimidad de la defensa, pues nadie está
obligado a huir ante una agresión injusta, sin embargo esto puede exigirse
cuando el ejercicio de la defensa, conduzca a una desproporción aberrante
entre la conducta lesiva y la conducta defensiva, mientras que la renuncia a la
defensa por parte del agredido implique simplemente una lesión a sus
derechos, como sucede en el supuesto de que el sujeto sea agredido por un
enfermo mental o por un niño y tenga la posibilidad de huir o de retirarse. En
estos casos, no se trata de rechazar la legítima defensa contra injustos
menores, pues si caben defensas legítimas frente a injustos menores, sino de
confirmar que el derecho no puede tolerar actos que sean aberrantes frente a
los más elementales principios de la co-existencia humana.
Como dijo Carrara, debe distinguirse entre la agresión que
procede de un loco o en general de un ser irracional, ante lo cual es preferible
huir si es posible, antes que matar a ese ser desgraciado, mientras que en el
caso de que la agresión proceda de un malvado que nos amenaza, no estamos
obligados a huir y tenemos todo el derecho de defendernos; de igual modo, la
mínima relevancia del riesgo debe limitar el ejercicio del derecho de defensa,
sobre todo cuando el único medio de eliminarlo es causar al agresor un grave
daño, por ejemplo a su vida o integridad corporal. Deberá analizarse en cada
caso cuando era necesario eludir el ataque, y cuando era necesario afrontarlo,
para rechazar en el primer caso la reacción violenta del agredido y reconocerlo
en el segundo la legítima defensa.
Las agresiones contra bienes jurídicos protegidos de la
propiedad, ya sea que se trate de delitos de bagatelas o agresiones
insignificantes de parte de sujetos inimputables no justifica la legítima defensa
del agredido, si las consecuencias de la defensa para el agresor resulten
manifiestamente desproporcionadas, coincidiendo en este caso con la
limitación del derecho de defensa.
Así el caso del paralítico, entiendo, éste defendió la propiedad
utilizando el medio más grave y lesivo, cuando se tuvo la posibilidad de
disparar al aire, a los pies o a otra zona del cuerpo que no le produjera
irremediablemente la muerte al ofensor (un menor), opción no elegida por el
agredido.
La
admisibilidad
de
la
muerte
en
defensa
de
bienes
patrimoniales, tiene ciertamente límites, los que provienen del requisito de la
defensa necesaria y racional, de este modo, no se admiten los casos en los
que existe una escandalosa desproporción de la defensa respecto a la
agresión, tal como sucedió en el supuesto comentado.-
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
1-
ROXIN CLAUS, “Derecho Penal. Parte General. T.I,
Fundamentos. La estructura de la teoría del delito”, págs. 579 y ss. 611 y
ss., Ed. Civitas, Madrid, 2003.2. Eugenio
Raul Zaffaroni, Alejandro Alagia, Alejandro
Slokar, Manual de Derecho Penal parte general,
Editorial Ediar, sexta
reimpresión actualizado a diciembre de 2006 .3- Enrique Bacigalupo, Derecho Penal Parte General, 2
Reimpresión, Editorial Hammurabi, año 2009.4-
DERECHO
PENAL,
PARTE
GENERAL
TOMO
I,
FUNDAMENTOS. LA ESTRUCTURA DE LA TEORÍA DEL DELITO,
Traducción de la 1ª edición alemana y notas por Diego-Manuel Luzón
Peña, editorial civitas
5- Carlos Chiara Díaz, Ricardo Alberto Grisetti, Daniel H.
Obligado, Derecho Penal parte general editorial la ley año 2011, capítulo
10 Antijuricidad y las Formas de justificación, pags. 411/431.
6.- D´ Alessio Andrés José, código penal de la nación, 2
reimpresión, tomo I parte general,
Editorial la ley ,pag.611,612 ; y D´
Alessio Andrés José, Código Penal de la Nación, tomo I parte general –
artículos 1 a 78 bis - Editorial La ley, año 2005 , pag. 406
7.-
Jakobs, Gunter, “Manual de Derecho penal….” Ed.
Civitas Madrid, 1997, pág. 437/438.-
8.- REYES ECHEANDÍA, Alfonso, Antijuridicidad, Cuarta
edición, Bogotá, Editorial Temis, 1999, p. 98-99.
9.- HURTADO POZO, José. Manual de Derecho Penal. Parte
General I, Lima, Editorial Grijley, 2005, p. 532.
10.- SUAREZ- MIRA RODRIGUEZ, Carlos, Manual de
Derecho Penal. Tomo I. Parte General, tercera edición, Editorial Thomson
Civitas, 2005, p. 222;
11.- ZAFFARONI, Eugenio Raúl, Tratado de Derecho Penal,
p. 591- 593.12.- Pavón Vasconcelos, Manuel, Manual de Derecho Penal.
“Causas de Justificación: Legítima Defensa”. Ed. Porrúa, México, Pág.
341, 342 y 343.-
Dr. Fernando Rodolfo Rivera
Documentos relacionados
Descargar