La empresa: Historia de una idea revolucionaria; John Micklethwait, Adrian Wooldridge

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ÃNDICE
Introducción
UtopÃ-a S.A.
1. Mercaderes y monopolistas (3000 a.C.− 1500 d.C.)
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El efecto RialtoÂ
La base de datos de DatiniÂ
Corporaciones y gremios
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 2. Imperialistas y especuladores (1500−1750)Â
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La honorable compañÃ-aÂ
Por la patria y el reyÂ
John Law y el dios Mammón
La burbuja del Mar del Sur y el carrusel de los tontos
Un cuerpo sin alma
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 3. Un parto largo y doloroso (1750−1862)Â
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Esclavistas e industrialesÂ
La alternativa estadounidense
Consolidación de la independencia empresarialÂ
E1 efecto Middlemarch
El gran debate de la era victorianaÂ
Un nuevo tipo de organización
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4. El ascenso de las grandes empresas en Estados Unidos (1862−1913)
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El ferrocarril vino primeroÂ
Minoristas frente a fabricantesÂ
Todo bajo un mismo techoÂ
La reacciónÂ
La popularidad de la compañÃ-a
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5. El ascenso de las grandes empresas en Gran Bretaña, Alemania y Japón (1850−1950)Â
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Tierra de esperanza e historia
Pocos pero buenosÂ
El surgimiento de la industria alemanaÂ
El zaibatsu japonés
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6. El triunfo del capitalismo gerencial (1913−1975)Â
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La revolución de SloanÂ
Los gerentesÂ
Tres debates definidores de la compañÃ-aÂ
Imperialismo empresarialÂ
El hombre de la organización y la benevolencia estadounidense
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7. La paradoja de la compañÃ-a (1975−2002)Â
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Viva la compañÃ-aÂ
La desarticulación de la compañÃ-aÂ
Redada de sospechosos habitualesÂ
Bárbaros y fondos de pensionesÂ
Silicon Valley
Desarticulada, plana y sin fronterasÂ
Capitalismo regulado
 8. Las multinacionales: agentes de influencia (1850−2002)
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Las primeras incursiones en el exterior
Un imperio propioÂ
La multinacional multiculturalÂ
La gran antipática
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Conclusión. El futuro de la compañÃ-aÂ
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Tres mundos posibles
Una franquicia amenazada
INTRODUCCIÓN
UTOPÃA S.A.
La noche del 7 de Octubre de 1893 se estrenó una opereta en un teatro abarrotado del West End Londinense.
William S. Gilbert y Arthur Sullivan eran los titanes de la cultura popular victoriana.
Para aumentar la expectación, los dos autores se habÃ-an peleado un par de años antes, en parte porque
Sullivan apuntaba más alto que la simple ópera cómica, y parecÃ-a que la larga colaboración de la
pareja tocaba su fin, pero entonces volvieron.
Uno de los objetivos de UtopÃ-a S.A., o Las flores del progreso, no era la risa fácil, sino la sociedad
anónima de responsabilidad limitada.
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La opereta de esa noche se burlaba de la idea de que las sociedades anónimas estaban barriendo todo lo que
tenÃ-an delante, enriqueciendo de paso a los inversores.
Pese a sus puyazos, UtopÃ-a S.A., llevaba implÃ-cita una clara nota de triunfo. Era una celebración de otra
de las curiosas invenciones victorianas que cambiaron el mundo. Las nuevas sociedades mercantiles
alumbradas por la Ley de 1862, y las imitaciones surgidas en otros paÃ-ses, daban paso a la primera gran era
de la globalización.
Arrancaban a millones de personas del campo, y cambiaban su modo de alimentarse, trabajar y divertirse.
ErigÃ-an los primeros rascacielos de oficinas en Manhattan y expoliaban el Congo Belga. CombatÃ-an con
los sindicatos y desafiaban a los polÃ-ticos.
Hegel predijo que el elemento esencial de la sociedad moderna serÃ-a el Estado; Marx, que serÃ-a la comuna;
Lenin y Hitler, que serÃ-a el partido. Antes que ellos, una serie de santos y sabios aseguraban lo mismo
respecto a la parroquia, el castillo feudal y la monarquÃ-a.
La gran afirmación de este libro es que todos se equivocaron.
La estructura más importante del mundo es la sociedad mercantil, la base de la prosperidad de Occidente y la
mejor esperanza para el futuro del resto del mundo.
De hecho, para casi todos los mortales, la única institución que disputa a la empresa nuestro tiempo y
energÃ-a es una que damos todos por sentada: la familia.
Las sociedades mercantiles han demostrado ser enormemente poderosas, no solo porque aumentan la
productividad, sino también por la posesión de casi todos los derechos sobre el ser humano, sin las
desventajas derivadas de la bilogÃ-a, es decir, no están condenadas a morir y pueden procrear a voluntad.
Esta condición de inmortalidad, por no hablar de la protección que organizaciones artificiales de este tipo
han proporcionado a muchas personas corruptas a lo largo de los tiempos, ha irritado a las sociedades y a los
gobiernos. Eso explica la gran cantidad de leyes que se han promulgado para poner coto a sus privilegios.
− Hay dos maneras de definir la sociedad mercantil.
La primera es, como entidad dedicada a los negocios.
La segunda es más concreta, la sociedad anónima de responsabilidad limitada es una entidad jurÃ-dica
autónoma, dotada por el Estado de ciertos derechos y responsabilidades colectivos.
Desde el comienzo de las actividades económicas, los mercaderes han buscado modos de compartir riesgos y
los frutos de sus transacciones. Una de las ideas fundamentales del derecho medieval era que las
corporaciones tenÃ-an una vida independiente de la de sus individuos.
Los victorianos, además de traer al mundo la empresa moderna, nos dieron muchas razones que la sustentan.
Hoy en dÃ-a se supone que la causa del capitalismo y de la empresa es inseparable. Pero muchos de los
crÃ-ticos más acérrimos de la sociedad anónima y del subsidio que es en realidad la responsabilidad
limitada eran liberales seguidores de Adam Smith, que los consideraba anticuados e ineficaces.
John Stuart Mill concluyó que para el nuevo capital sediento de negocios como el ferrocarril, la única
alternativa a la sociedad anónima era la empresa estatal.
Durante el siglo XX, la empresa ha forcejeado con el Estado que la concibió. Los estados europeos y
asiáticos intentaron crear un sector empresarial público y fracasaron estrepitosamente. Muchos
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izquierdistas argumentarán que las empresas montaron estados propios y triunfaron espectacularmente.
Entretanto se multiplican las vÃ-as por las que las empresas rigen sutilmente nuestra vida.
−Tres temas destacaron a lo largo de la historia.
En primer lugar, el pasado de la empresa es a menudo más difÃ-cil que el presente. Los libros modernos de
gestión empresarial tienen tÃ-tulos heroicos, como Bárbaros en la puerta y Solo los paranoicos
sobreviven, pero los mercaderes antiguos arriesgaban la vida además de su fortuna.
La segunda cuestión se relaciona con la primera, y es que las empresas se han vuelto éticas más
honradas, más humanas, más responsables socialmente. La historia de la compañÃ-a empieza a menudo
con imperialismo y especulación, horribles saqueos y hasta matanzas.
La tercera cuestión es que la empresa es una de las grandes bazas que ha tenido occidente para competir.
Desde luego, debe mucho de su éxito a los avances tecnológicos y a los principios liberales.
Los economistas han trabajado sobre la idea de que las compañÃ-as son vitales para el desarrollo
económico. Las compañÃ-as aumentan el fondo de capital disponible para inversiones productivas.
Básicamente este libro es un intento de mostrar el ascenso de esa extraordinaria institución. Pero
también nos hemos tomado la libertad de dedicar algún tiempo a indagar su futuro.
Pero la compañÃ-a no es tan poderosa como parece. Aunque su influencia mancomunada nunca ha sido tan
amplia, es evidente que el impulso de las grandes empresas se está debilitando.
En el siglo XXI, la tecnologÃ-a y la globalización están ayudando a eliminar las barreras que bloquean la
información, contribuyendo asÃ- a debilitar la unidad de la empresa.
Pero al rememorar el pasado vale la pena recordar las preguntas clave que se hacen los inversores, ejecutivos
y trabajadores modernos: ¿A qué se dedica esta empresa?¿Por qué trabajo aquÃ-?¿Ganará dinero?
CAPÃTULO 1. MERCADERES Y MONOPOLISTAS
(3000 a.C.−1500 a.C.)
Puede que la empresa moderna no haya madurado hasta el siglo XIX, pero tuvo una juventud
increÃ-blemente irresponsable. Los mercaderes y depredadores, los imperialistas y especuladores dominaron
el mundo de las actividades comerciales durante siglos.
Desde el año 3000 a. C. en Mesopotamia, se hacÃ-an tratos comerciales que iban más allá del trueque.
Idearon contratos que intentaban organizar la propiedad de la tierra. Los asirios (pueblo asociado a la
brutalidad bÃ-blica) fueron más allá. HabÃ-a unas asociaciones llamadas naruqqum y en una de ellas
vemos que catorce inversores pusieron monedas de oro en un fondo dirigido por un mercader, que a su vez
puso cuatro. El pacto duraba unos años y el mercader se quedaba con un beneficio de la actividad, unas
condiciones no muy diferentes del moderno capital de riesgo.
Fenicios, tirios y después los atenienses se embarcaron este estilo de capitalismo y fundaron sociedades
similares por el Mediterráneo. El comercio marÃ-timo hacÃ-a más necesaria esta clase de acuerdos
formales.
El modelo ateniense perduró porque reposaba en el imperio de la ley y estaba más abierto a los extranjeros.
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Las societates romanas, en concreto las de recaudadores de impuestos o publicani, con el crecer del imperio
empezaron a formar societates en las que cada socio tenÃ-a una parte. Los romanos crearon algunos de los
conceptos fundamentales de ley mercantil. Las empresas ya incluÃ-an en algún aspecto la noción de
responsabilidad limitada.
Cuando Roma se derrumbó, el centro de la vida comercial se trasladó a la India, particularmente a China, y
mundo islámico. Y aunque la religión islámica prohÃ-be la usura, fomentan ganancias responsables, y
tenÃ-an ventajas geográficas, primero porque se asentaban al Este y al Oeste, y segundo muchos vivÃ-an
entierras yermas, tenÃ-an poco que hacer si no se dedicaban al comercio.
Los chinos producÃ-an en las fábricas 125000 toneladas de hierro, inventaron el papel moneda. Llevaban un
enorme adelanto sobre occidente.
Hay un fuerte debate sobre por qué los chinos y árabes perdieron la carrera económica frente a
occidente. Aunque no haber creado compañÃ-as es una de sus más serias deficiencias. La ley islámica
permitÃ-a una especie de sociedad llamada muqarada, pero se apoya casi siempre en testimonio oral, no
escrito. Y el caso de China la interferencia del estado impedÃ-a la continuidad de la empresa. El asilamiento
de los chinos les resultó fatal. El imperialismo económico chino llegó al máximo a principios del siglo
XV, con la dinastÃ-a Ming.
EL EFECTO RIALTO
Dos clases de corporaciones medievales tomaron el relevo de los romanos: imperios mercantiles de Italia y las
empresas y gremios del norte de Europa con cédula o privilegio estatal.
Las empresas marÃ-timas surgieron en ciudades italianas como Amalfi y Venecia, a partir del siglo IX. En el
siglo XII emergió en Florencia y ciudades del interior la compagnia. Empezaba siendo una empresa familiar
que operaba según principios de mancomunidad.
La compagnia se fue haciendo complicada con el paso del tiempo, introdujeron contabilidad, se entrelazaron
con los banchi, bancos. Muchos banchi eran casas de empeño, pero los banchi Grossi eran bancos
internacionales, capaces de negociar letras de cambio en varias ciudades.
La banca Médicis, fue fundada por Giovanni di Bici de Médicis. Se aseguraron los negocios del papado
y a través del comercio de la lana, extendieron sus actividades a la industria textil y particularmente al
comercio de alumbre. Al expandirse, los Médicis, que abrieron sucursales en diez ciudades, cada sucursal
en una sociedad independiente. También idearon mecanismos de participación en los beneficios, lo que
proporcionaba a los socios un incentivo.
La guerra de las Dos Rosas le dejó deudas incobrables en Londres. En 1478 perdió su negocio bancario con
el Papa. En 1494, la familia fue expulsada de Florencia.
LA BASE DE DATOS DE DATINI
¿Hasta qué punto se parecÃ-an estas empresas a las empresas modernas?
En el siglo XIV, Francesco di Marco Datini, nació en la ciudad Toscana de Prato, se trasladó a Aviñón,
y su primera aventura fue el tráfico de armas, y pronto pasó a actividades como talleres, textiles y joyerÃ-a.
A finales del siglo, sus diversas compagnie comerciaban desde esclavos hasta mantos para peregrinos.
También se hizo banquero.
El mercader de Prato era un maniático del control: apuntaba todo. Notas y cifras, y sus agentes hacÃ-an lo
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mismo, mandaban cartas diarias informando de todo. Pero esta fue la época de la peste negra, del
levantamiento de los tejedores florentinos contra los gremios, de explosiones periódicas de fervor religioso,
contra los negociantes prósperos. Datini vivÃ-a en constante temor a la guerra, inestabilidad del gobierno,
etc. Y fueron esos temores los que le hicieron colocar su fortuna en la mayor cantidad posible de sitios, sin
confiar nunca demasiado en sus socios.
A pesar de su obsesión por controlarlo todo, Datini era partidario ferviente de la compagnia.
Su testamento disponÃ-a que las acciones de sus empresas se liquidaran a los 5 años de su muerte. La
permanencia era prerrogativa del Estado. Por eso no sorprende que el Estado tuviera un papel destacado en la
creación de sociedades.
CORPORACIONES Y GREMIOS
Es preciso recalcar que el norte de Europa no carecÃ-a de sociedades mercantiles, igual que a Italia no le
faltaban gremios. El norte de Europa copió muchos de los sistemas que pusieron en marcha los italianos. La
magna societas de Alemania, tres familias agrupadas tenÃ-an filiales en ciudades como Barcelona, Génova
y ParÃ-s, pero la aportación más importante fueron los gremios y las sociedades mercantiles creadas por
cédula real.
Los juristas de la Alta Edad Media, fueron reconociendo personas jurÃ-dicas o asociaciones de personas que
querÃ-an ser consideradas entidades colectivas. Las personas jurÃ-dicas podÃ-an ser municipios,
universidades, órdenes religiosas y también gremios de mercaderes y artesanos. Estas entidades se
insertaban en la sociedad ofreciendo seguridad y compañerismo. También eran un medio para transmitir
riqueza a las generaciones futuras. La Corporación de Londres, del siglo XII, aún posee una cuarta parte del
suelo de la ciudad, colegios y mercados. Otra compañÃ-a antigua que persiste es la Junta del Puerto de
Aberdeen, fundada en 1136. (La empresa más antigua de Europa es probablemente la sueca Stora Enso).
El estatuto intransformable de estas entidades preocupaba a la Corona. Burlaban las tasas feudales, porque no
morÃ-an, no envejecÃ-an ni se casaban. Eduardo I emitió el estatuto de Mortmain que limitaba el coste de
los derechos de paso a las entidades corporativas, en particular la Iglesia. PodÃ-a terminar en expropiación.
Las guildas fueron el sistema de entidad mercantil más importante en casi toda la Edad Media. SolÃ-a gozar
del monopolio del comercio dentro de la ciudad a cambio de una contribución al rey. Los maestros fijaban
las normas de calidad, enseñaban a los aprendices, nombraban notarios e imponÃ-an sanciones.
Las guildas eran más sindicatos de intereses que empresas mercantiles; dedicados a proteger los intereses de
sus miembros. Pero acabaron cayendo en el ludismo.
Éstas eran parientes cercanos de las sociedades mercantiles reguladas: mercaderes independientes con
monopolio concedido para comerciar con ciertos mercados extranjeros. Daban formación a aprendices y
realizaban exámenes periódicos entre iguales para eliminar a los miembros menos a capaces. También a
veces operaban como consorcios: los comerciantes se unÃ-an para conseguir mejor precio de las materias
primas y el transporte. La sociedad mercantil de mayor éxito fue la Staple de Londres, fundada en 1248
para dominar el mercado de la lana. Adquirió derecho de recaudar aranceles sobre la exportación de lanas a
cambio de ayudar a Eduardo III. Enrique IV le concedió autoridad sobre Calais.
La Corona tuvo un papel esencial en las corporaciones, ofrecÃ-a seguridad y un mercado garantizado. En los
siglos siguientes, el desarrollo de las compañÃ-as estuvo ligado a la expansión de la nación.
CAPÃTULO 2. IMPERIALISTAS Y ESPECULADORES (1500−1750)
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En los siglos XVII y XVIII surgieron las entidades comerciales más notables que se han visto, las chartered
companies (sociedades mercantiles creadas por cédula real). Estas compañÃ-as eran complejas. En 1700,
la británica compañÃ-a de las Indias Orientales. Duró 274 años. La compañÃ-a de la BahÃ-a de
Hudson fundada en 1670, existe todavÃ-a y se considera la multinacional más antigua del mundo.
Éstas eran un esfuerzo conjunto de estados y mercaderes para explotar las riquezas de los nuevos mundos
abiertos. PertenecÃ-an a la vez al sector público y al privado.
− Las compañÃ-as medievales se inspiraban en dos ideas medievales.
La primera; que las acciones podÃ-an venderse en un mercado libre y la segunda era la responsabilidad
limitada.
La primera sociedad de riesgo compartido privilegiado fue la CompañÃ-a de Moscovia. Con la cédula de
Moscovia, la compañÃ-a consiguió el monopolio temporal de la ruta comercial con ese puerto ruso
además de proseguir la búsqueda del paso por el norte. La compañÃ-a pudo reunir dinero para financiar
el largo viaje a Rusia vendiendo acciones negociables. Se convirtió con el tiempo en compañÃ-a regulada
cada socio comerciaba por su cuenta.
Los mercaderes de Londres, pusieron sus esperanzas en Edward Fenton, que cambió de planes y tomó la
isla de Santa Helena y se proclamó rey. Posteriormente apoyaron a James Lancaster. Los holandeses
eligieron a Cornelius Houtman que bombardeó Bantam, asesinó a nativos, etc.
Los promotores del viaje se salvaron por el alto precio de las especias, sirvió para cubrir gastos.
Los mercaderes holandeses decidieron que les convenÃ-a el patrocinio estatal, el estado concedió monopolio
en 1602, a la compañÃ-a Holandesa de las Indias Orientales, más conocida como VCO o los Diecisiete. Se
convirtió en el modelo de todas las compañÃ-as privilegiadas. Los inversores holandeses fueron los
primeros que negociaron acciones en una Bolsa de Valores formal, fundad en 1611.
Si los holandeses pusieron de moda la especulación bursátil en su paÃ-s también marcaron el paso de la
competencia imperial en el extranjero. La VCO se estableció como fuerza dominante en las islas de las
especias. Los holandeses fundaron el equivalente de la VCO para las Antillas, pero seguÃ-an centrados en las
especias.
Casi toda la actividad empresarial continuó en unidades menores. Pero eran las grandes compañÃ-as
privilegiadas las que dominaban la escena. Pero debido a los abusos en 1800 consideraban que las sociedades
anónimas eran peligrosas y anticuadas.
LA HONORABLE COMPAÑÃA
La compañÃ-a de las Indias Orientales era más que una compañÃ-a moderna, era la mayor sociedad de
mercaderes del Universo.
El 24 de septiembre de 1955, un grupo de comerciantes acordaron solicitar a Isabel I la creación de una
compañÃ-a para comerciar con las Indias Orientales. Además eligieron 15 directivos. HabÃ-a disputas
para nombrar el jefe de la expedición, la Corte querÃ-a a un aristócrata y los mercaderes, querÃ-an a uno
de su misma condición querÃ-an que la dirigiera J. Lancaster.
Ganaron los mercaderes. Se concedió una cédula y dio el monopolio por quince años del comercio con
las Indias Orientales, Asia, Ãfrica, América, y entre el cabo de Buena Esperanza y el estrecho de
Magallanes. Lancaster volvió triunfante.
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La compañÃ-a tenÃ-a problemas para satisfacer las demandas de los clientes extranjeros. Los primeros
viajes resultaron muy rentables, y pronto empezaron a programr viajes de dieciséis meses. El cargamento
principal era la plata, y también el plomo, estaño y mercurio. En la India cambiaban casi todo por telas de
algodón, que luego canjeaban en las islas de las Especias por pimienta, clavo y nuez moscada.
Todo esto, necesitaba una administración compleja. Los comerciantes de la CompañÃ-a de las Indias
Orientales crearon una estructura de dos niveles. La Asamblea General que se componÃ-a de los accionistas
con derecho a voto y la gestión diaria se confiaba a la junta directiva: 24 hombres elegidos por la Asamblea
General. El gobernador y el subgobernador asistidos por contables y cajeros que trabajaban en comisiones. La
junta directiva supervisaba también la red de factores, responsables de factorÃ-as, los establecimientos
comerciales locales de las colonias.
Esta compleja estructura estaba expuesta a toda clase de peligros; jefes locales, enfermedades, clima, y
constantes tentaciones, como la de enriquecerse ellos y no su patrón. La oficina central examinaba el
rendimiento de los factores a partir de promedios estadÃ-sticos.
POR LA PATRIA Y EL REY
Todo esto suena bastante organizado, pero es que la compañÃ-a por poco desaparece a mediados del siglo
XVII.
En Inglaterra, la policÃ-a estuvo a punto de acabar con ella, sobre todo durante la guerra civil y por Oliver
Cromwell, que se inclinaba más por el comercio libre.
A finales del siglo XVII, la compañÃ-a podÃ-a presumir de ser un monopolio bien organizado, que
proporcionaba a la Corona unas veinte mil libras en derechos de aduana; pero seguÃ-a siendo un monopolio
estatal. ¿ConvenÃ-a que un solo monopolio dominara casi la mitad del comercio británico? ¿DebÃ-an
los hombres de negocios británicos gobernar territorios extranjeros? ¿DebÃ-a una compañÃ-a poseer un
ejército privado?
Los revolucionarios whigs, en 1688, financiaron una compañÃ-a rival. En 1700 el gobierno prohibió la
venta en Inglaterra de sedas asiáticas y algodones vistosos, forzando a la compañÃ-a a buscar otra lÃ-nea
rentable: té de China. La compañÃ-a estaba también muy comprometida en la polÃ-tica india. Durante
mucho tiempo dudó entre colaborar con los nativos o imponer un dominio directo, frente a los nativos.
La figura decisiva en la evolución de la compañÃ-a fue Clive de la India. Robert Clive, fue uno de los
pocos empleados de la compañÃ-a que pudo escapar cuando los franceses tomaron Madrás en 1746. Los
británicos acosaban a Clive con preguntas sobre el expolio de Bengala. Ser empleado de la compañÃ-a era
sinónimo de ostentación y opulencia.
En 1767 la compañÃ-a se ganó a la oposición parlamentaria prometiendo a la corona 400.000 libras al
año a cambio de controlar Bengala sin obstáculos.
Hastings, primer gobernador general oficial de la India entre 1773−1784 y artÃ-fice del dominio británico
sobre el imperio mongol, fue procesado por el parlamento. No obstante bajo Clive y Hastings la compañÃ-a
se transformó en una especie de Estado.
No es sorprendente que los crÃ-ticos adujeran que esa entidad cada vez más polÃ-tica debÃ-a ser
nacionalizada. La decisión del parlamento en 1773 de dar a la compañÃ-a el monopolio del té en las
colonias americanas provocó el tea party de Boston y con ello el levantamiento de las colonias. En 1784 la
ley de la India impuso a la compañÃ-a una junta de control. La compañÃ-a también se vio envuelta en
el debate sobre la esclavitud.
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Durante el siglo XIX, el gobierno se valÃ-a de la renovación de la cédula de la compañÃ-a, válida por
20 años, para someterla a una vigilancia más rÃ-gida. En 1813 el gobierno abolió su monopolio
comercial. En 1833 le arrebató su derecho a comerciar. En 1853, al implantar las oposiciones para trabajar
en la compañÃ-a esta perdió las posibilidades de favoritismo que le quedaban. Cuando en la India estalló
el motÃ-n de 1857, la honorable compañÃ-a fue el chivo expiatoria. Su ejército pasó a depender de la
Corona y su flota fue disuelta.
JOHN LAW Y EL DIOS MAMMÓN
Las primeras sociedades anónimas fueron instrumentos de especulación financiera e imperialismo
económico.
A principios del XVII, Francia y Gran Bretaña se valieron de dos compañÃ-as privilegiadas (la
compañÃ-a del Mississippi francesa y la compañÃ-a del Mar del Sur inglesa) para reestructurar las
deudas de las guerras. El objetivo era reducir el coste de servicio de su deuda convirtiendo las obligaciones,
que tenÃ-an un interés fijo, en acciones, menos rentables. Pero el resultado fue la mayor burbuja financiera
de la historia, incluso mayor que la de los años veinte en Estados Unidos.
John Law provocó esta catástrofe. Era hijo de un escocés, pasó su juventud en Londres y tuvo que
escapar a Ãmsterdam. AllÃ- amasó una gran fortuna con especulaciones financieras. Posteriormente
regresó a Escocia y con planes de reforma económica.
En 1714, Felipe, duque de Orleans, sucedió a Luis XIV. Law consiguió que el duque le permitiera fundar la
Banque Gènèrale para emitir billetes y ofrecer servicios financieros. El plan de Law era salvar a Francia de
la inflación, de la escasez de moneda y la inestabilidad. El Banco se transformó en Banque Royale, en
1718. Law manejaba la moneda circulante en Francia.
Después Law pujó para obtener la concesión comercial que tenÃ-a la Compagnie d´Occident, a la que
rebautizó como Compagnie du Mississippi. Después la compañÃ-a del Mississippi obtuvo la
concesión de otros monopolios de comercio. A partir de entonces, solo un monopolio dominaba todo el
tráfico colonial de la nación más poderosa de la tierra.
Law emitió muchas acciones de sus empresas y mantuvo viva la fiebre especuladora. En 1719 propuso
convertir toda la deuda nacional en acciones de la compañÃ-a. El resultado fue la locura colectiva. Se
dirigieron a ParÃ-s más de 200.000 inversionistas, de Venecia, Génova, Alemania, etc. Law permitÃ-a la
compra de acciones a plazos. El precio de una acción de la compañÃ-a del Mississippi llegó a las 10.000
libras.
El control del banco emisor y de la bolsa permitÃ-a a Law evadir la cuestión de a qué se dedicaba su
compañÃ-a. Luisiana, la única posesión francesa de Estados Unidos, era bastante pobre y atrasada. Law
tenÃ-a que reclutar huérfanos, delincuentes y prostitutas para poblar la Tierra Prometida.
Era inevitable que la burbuja reventara. A principios de 1720, los inversores empezaron a abandonar la
CompañÃ-a del Mississippi. Law, valiéndose de sus poderes de interventor general, intentó frenar la
salida de capital. Pero el valor de sus billetes y acciones seguÃ-a cayendo y se vio obligado a abolir el papel
moneda y cerrar la Banca. En diciembre de 1720, huyó a Bruselas dejando a Francia en el caos.
LA BURBUJA DEL MAR DEL SUR Y EL CARRUSEL DE LOS TONTOS
La compañÃ-a del Mar del sur no alcanzó las proporciones del de la CompañÃ-a del Mississippi. La
compañÃ-a del Mar del Sur se fundó en 1711, para monopolizar el comercio con la América española.
En 1719 tas la guerra con España los administradores decidieron centrarse en la deuda pública. El
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artÃ-fice del proyecto fue John Blunt.
Antes de que el parlamento votara una medida para que la compañÃ-a se hiciera cargo de toda la deuda
nacional británica el precio de las acciones de la compañÃ-a del Mar del Sur subió rápidamente.
Inglaterra habÃ-a derrotado a Francia.
Los administradores de la compañÃ-a del Mar del Sur intentaron estimular el mercado con los mismos
trucos que Law y persuadieron a sus aliados polÃ-ticos para que votaran la ley de la burbuja. Esta ley hacÃ-a
difÃ-cil crear nuevas sociedades por acciones reduciendo el número de empresas que podÃ-an competir con
la compañÃ-a del Mar del Sur en la captación de capitales.
La ley fue desastrosa para el desarrollo de la compañÃ-a. El gobierno la nacionalizó dejando a los
inversores con grandes pérdidas, pero se salvó casi todo el sistema financiero.
UN CUERPO SIN ALMA
El daño que hicieron a las compañÃ-as tantos embustes era inmenso. Las compañÃ-as del Mar del Sur y
del Mississippi estafaron dinero a miles de inversores, fueron pioneras en la esclavitud, intimidaron a los
nativos, etc.
En América, a veces, las compañÃ-as privilegiadas desempeñaron un papel más ilustrado. En 1619 la
compañÃ-a de Virginia introdujo la democracia en las colonias.
Los partidarios de la economÃ-a liberal emitieron diferentes acusaciones. Adam Smith tenÃ-a dos quejas
fundamentales: primero; le disgustaba que las compañÃ-as privilegiadas tuvieran monopolios y segundo;
pensaba que las sociedades de riesgo compartido eran menos eficaces que los comerciantes independientes.
Pero la compañÃ-a de las Indias demostró que cuando la información es escasa y la lealtad es cara, una
compañÃ-a puede actuar en el mercado con más eficacia que un agente individual. La red de leales
factores reunÃ-a una información que no hubiera podido conseguir un negociante establecido en un único
mercado.
El otro gran paso de la compañÃ-a de las Indias Orientales fue crear un manto protector para sus empleados.
Sus administradores se llamaban civil servants (funcionarios).
CAPÃTULO 3. UN PARTO LARGO Y DOLOROSO
(1750−1862)
En 1733, el escritor satÃ-rico irlandés Samuel Madden publicó una de las primeras obras de ciencia
ficción, en la que predecÃ-a que dos empresas gigantescas dominarÃ-an el mundo en ese futuro lejano.
A las compañÃ-as privilegiadas le fue bastante mal durante el siglo siguiente. Los franceses e ingleses las
miraban con recelo. Se seguÃ-an concediendo cédulas a compañÃ-as nuevas, pero el proceso era arduo.
La empresa moderna no tomó forma hasta que se produjo una combinación de cambios legales y
económicos, a partir de los años 20 del siglo XIX.
ESCLAVISTAS E INDUSTRIALES
En Gran Bretaña, la prevención hacia las compañÃ-as de riesgo compartido como consecuencia de la
burbuja de la compañÃ-a del Mar del Sur se reforzó luego por los escándalos de la corporación de
beneficencia y de la compañÃ-a constructora de York.
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La ley exigÃ-a que todas las sociedades por acciones estuvieran autorizadas por el parlamento, lo que
significaba un gasto enorme de dinero y tiempo, además de incertidumbre.
Hubo varias rachas de creación de compañÃ-as por acciones, especialmente para construir canales. Las
guerras napoleónicas produjeron otra fiebre: en enero de 1802 se fundaron 42 compañÃ-as, un número
sorprendente de ellas relacionadas con el negocio de ayudar a los británicos a emborracharse.
Las dos áreas más dinámicas y controvertidas de la economÃ-a británica, la trata de esclavos y el
crecimiento de la industria, prefirieron las sociedades comanditarias a las sociedades por acciones. En 1750 el
gobierno abrió oficialmente la participación en el negocio británico de esclavos, que pasó a ser
controlado por un club, la compañÃ-a de mercaderes traficantes en Ãfrica.
Los esclavistas pronto rivalizaron en riqueza con los nabobs de la compañÃ-a de las Indias Orientales. En la
última década del siglo XVIII, tres cuartas partes de los ingresos extranjeros del paÃ-s provenÃ-an del
tráfico de negros.
Las sociedades por acciones tampoco eran populares entre los primeros industriales. Para algunos las
sociedades comanditarias tenÃ-an más sentido que las compañÃ-as por acciones. En cuanto a la
responsabilidad limitada se veÃ-a más como una debilidad que como una ventaja.
Casi todos los industriales, igual que los esclavistas, podÃ-an conservar la propiedad y la gestión de sus
negocios dentro de un cÃ-rculo reducido y al igual que los esclavistas los industriales contaban con cierto
grado de aprobación estatal.
LA ALTERNATIVA ESTADOUNIDENSE
La posición marginal de las sociedades por acciones en Gran Bretaña podÃ-a achacarse fácilmente a los
problemas originados por el mal precedente de la CompañÃ-a del Mar del Sur.
Los recién independizados Estados Unidos, en cambio, debÃ-an su existencia a las sociedades mercantiles
y los estados norteamericanos iniciales se sirvieron de corporaciones privilegiadas, dotadas de derechos
monopolÃ-sticos especiales, para construir la infraestructura vital de la nueva nación: universidades, bancos,
iglesias, ayuntamientos y carreteras.
Las cosas se aceleraron un poco después de la independencia.
El Banco de Norteamérica fue la primera sociedad anónima totalmente autóctona. En 1795, Carolina del
Norte votó una ley que permitÃ-a construir compañÃ-as de canales sin pedir permiso. En 1800 habÃ-a
335 sociedades anónimas en el paÃ-s. Las empresas de transportes eran las más comunes, seguidas de los
bancos.
Casi todas estas compañÃ-as tenÃ-an algún monopolio, pero los gobiernos eran sumamente arbitrarios y
modificaban los permisos a su capricho.
La lenta evolución de Wall Street no ayudó mucho. En Wall Street no se negociaron acciones de una
sociedad hasta 1798, cuando salió al mercado la New York Insurance Company.
CONSOLIDACIÓN DE LA INDEPENDENCIA EMPRESARIAL
El hecho de que a ambos lados del Atlántico los negocios siguieran apegados a las sociedades comanditarias
no quiere decir que dichas entidades fueran perfectas.
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La responsabilidad ilimitada reduce la capacidad de la empresa para conseguir capital. Las sociedades
comanditarias eran estructuras frágiles. El estado empezó a retirarse en la segunda mitad del siglo XIX; tres
motivos motivaron este cambio: ferrocarril, motivos jurÃ-dicos y polÃ-ticos.
La escritura para la construcción legal de un banco en New Jersey le exigÃ-a ayudar a las pesquerÃ-as
locales.
A lo largo del siglo XIX, las asambleas legislativas revocaban las cédulas cuando consideraban que una
compañÃ-a no estaba cumpliendo con sus obligaciones.
EL EFECTO MIDDELMARCH
También en Europa se debatÃ-a la conveniencia de cortar las ataduras entre empresas y obras públicas.
Francia relajó las normas de manera intermitente. Otro precursor fue Suecia, que ya en 1848 reconoció
legalmente la sociedad anónima. Realmente la empresa moderna surgió en la Inglaterra victoriana. El
parlamento hizo la divisa convertible en oro. Relajó el conjunto de leyes laborales restrictivas, abrió los
mercados de la compañÃ-a de las Indias Orientales a la competencia, y por ultimo abolió las leyes
proteccionistas de los cereales.
También empezó a abordar la cuestión de la ley de compañÃ-as. En 1825 el parlamento revocó la
irritante ley de la burbuja.
El cambio crucial lo provocaron los ferrocarriles, que demandaban gran acumulación de capital. Pero en
1836 el parlamento, intentando frenar la creciente locura ferroviaria, redujo el importe de los préstamos a
un tercio del capital de la sociedad. En la ley de ferrocarriles de 1844 el estado se reservaba el derecho de
comprar una lÃ-nea que hubiese estado en servicio 21 años.
Aunque estas compañÃ-as cotizaban en Bolsa, la mayor parte del dinero para las lÃ-neas ferroviarias lo
aportaban el gobierno y las empresas de las poblaciones por donde pasaban. Pero la importancia de las
acciones negociables aumentó. En 1849 las acciones preferentes representaban dos tercios del capital de los
ferrocarriles.
El ferrocarril no es la única fuerza que empujaba el cambio. Al ir liberalizándose la economÃ-a británica,
los dueños gerentes sentÃ-an que sus negocios se les iban de las manos.
EL GRAN DEBATE DE LA ERA VICTORIANA
Los polÃ-ticos de la década de los cuarenta del siglo XIX por fin entraron a fondo en las confusas leyes
mercantiles británicas.
Al principio de la década, el embrollo legal facilitó la aparición de fraudes, que no afectaron solo a los
ferrocarriles sino también a las compañÃ-as de seguros.
La responsabilidad limitada era todavÃ-a anatema para muchos liberales. Adam Smith, insistÃ-a en que la
empresa gestionada por el dueño era una unidad económica más pura, porque el único modo de que una
sociedad anónima pudiera competir era acogiéndose al subsidio de la responsabilidad limitada.
Algunos reformistas argumentaban que denegar a los empresarios la herramienta comercial de la
responsabilidad limitada era antiliberalismo.
Al gobierno también le preocupaba una cuestión menos abstracta: la fuga de negocios al extranjero. A
13
principios de la década de los cincuenta del siglo XIX, habÃ-a establecidas en Francia 20 empresas
inglesas en régimen de compañÃ-a en comandita.
Pleydell Bouverie hizo aprobar la ley de responsabilidad limitada, en 1855 que concedió el privilegio de la
responsabilidad limitada a las compañÃ-as registradas, según las definÃ-a la ley de 1844, cuyo capital
debÃ-a cumplir varios requisitos engorrosos.
En ese momento P. Bouviere fue sustituido por Robert Lowe, quien impulsó la ley de sociedades anónimas
de 1856. Si alguien merece el titulo de padre de la empresa moderna es Lowe. Es famoso por promover la
reforma educativa aduciendo que si Gran Bretaña tenÃ-a que ser una democracia debemos educar a nuestros
amos.
Pero Lowe no tenÃ-a dudas sobre las virtudes del mercado libre y sobre la necesidad de liberar las
compañÃ-as de la tutela del estado.
La ley Lowe de 1856, permitÃ-a a las compañÃ-as obtener responsabilidad limitada con una libertad
cercana al libertinaje. Estaban excluidos los bancos y las aseguradoras, pero no habÃ-a mÃ-nimos para emitir
acciones. Lo único que hacÃ-a falta era que siete personas firmaran el acta de constitución y que la
empresa anunciara su categorÃ-a poniendo S.A detrás del nombre. Esta ley entró a formar parte de la más
completa ley de sociedades mercantiles de 1862.
La legislación británica sobresalÃ-a por ofrecer poca protección a los accionistas.
Francia dictó una ley en mayo de 1863 que permitÃ-a formar sociedades por acciones con responsabilidad
limitada total, siempre que el capital no superara los veinte millones de francos. Cuatro años después se
suprimió el lÃ-mite y se instauró la libertad general para formar sociedades anónimas.
Alemania también facilitó la fundación de sociedades anónimas en 1870. El resultado fue una creación
masiva de las mismas.
UN NUEVO TIPO DE ORGANIZACIÓN
− Hay que destacar dos puntos.
En primer lugar; la compañÃ-a es una creación polÃ-tica, fue resultado de una batalla polÃ-tica, no la
consecuencia automática del avance tecnológico.
En segundo lugar; las republiquitas, como Robert Lowe las llamaba, tenÃ-an claramente un efecto polÃ-tico y
social en lassociedades que las criaban.
Es claramente una innovación, la primera entidad autónoma en cientos de años, la primera que crea un
centro de poder que, aunque dentro de la sociedad, es independiente del gobierno central del estado nacional.
La necesidad que tiene la industria de establecer economÃ-as de escala y de alcance empujará a la gran
empresa a la cabeza del capitalismo y de la sociedad, y lo hará muy especialmente en Estados Unidos.
CAPÃTULO 4. EL ASCENSO DE LAS GRANDES EMPRESAS EN ESTADOS UNIDOS
(1862−1913)
En la década de 1880, Richard Sears era un jefe de estación de ferrocarril en un pueblecito de Minnesota.
A falta de cosas que hacer, se puso a vender leña y carbón y a comprar relojes. Sears ofrecÃ-a a la
población rural un medio de eludir las tiendas locales, cuyos precios eran más elevados.
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En 1895 tenÃ-a un catálogo de 532 páginas que ofrecÃ-a desde armas hasta fogones.
Su compañÃ-a no hubiera crecido tanto sin el talento para la organización de Julius Rosenwald que se
convirtió en su socio en 1901.
En 1905 sacó su compañÃ-a a bolsa para conseguir más capital. Ese mismo año la compañÃ-a
invirtió 5 millones de dólares para construir la sede central en Chicago, el edificio más grande del mundo.
El sorprendente crecimiento del negocio de Richard Sears de ser un pasatiempo a convertirse en una gran
empresa moderna, con accionistas, unidades operativas independientes, una red nacional de proveedores y
gerentes profesionales a sueldo da una idea de la revolución que tuvo lugar en Estados Unidos a finales del
siglo XIX.
Por otra parte, los empresarios de 1840 pensaban que el mercado se encargarÃ-a de coordinar sus actividades
con las de sus congéneres en un territorio tan vasto como Estados Unidos. Casi todo el mundo en esa
época trabajaba en empresas pequeñas; y habÃ-a algunos negocios como los relacionados con la salud
que permanecieron extrañamente ajenos a las economÃ-as de escala. Pero cuando estalló la primera guerra
mundial, la compañÃ-a gigante se habÃ-a convertido en la institución mercantil dominante. Cuando se
celebró la Gran Exposición de Londres, en 1851, EEUU no fue capaz de llenar el espacio que tenÃ-a
asignado y sus curiosos inventos no impresionaron a la joven reina Victoria. En 1813 EEUU fabricaba un
36% de la producción industrial del mundo frente al 16% de Alemania y el 14% de Gran Bretaña.
Las grandes corporaciones que se crearon en esa época ayudaron a fundar EEUU tal como lo conocemos.
EL FERROCARRIL VINO PRIMERO
La empresa comercial moderna se hizo viable sólo cuando la mano visible de la dirección empresarial
demostró más eficacia que la mano invisible de las fuerzas del mercado.
Los ferrocarriles fueron algo más que los grandes favorecedores de las empresas modernas, ellos mismos
también eran empresas modernas.
Los ferrocarriles no tenÃ-an más remedio que ser las primeras empresas que empleaban grandes ejércitos
de gerentes a tiempo completo.
Esos gerentes eran una figura nueva en una sociedad agraria: individuos que no eran dueños de la
compañÃ-a pero le dedicaban su vida. Inventaron muchos de los instrumentos administrativos de la empresa
moderna.
La voraz necesidad de capital del ferrocarril llevó a la creación de la moderna Bolsa de Nueva York. Desde
el fin de la guerra de secesión hasta 1890, Wall Street existió casi exclusivamente para financiar los
ferrocarriles.
En el último cuarto del siglo XIX, más de 700 compañÃ-as ferroviarias, cayeron en bancarrota. Sin
embargo en Gran Bretaña, el ferrocarril creó la cultura del inversor.
En 1898 los ferrocarriles representaban el 60% del capital emitido por compañÃ-as cotizadas en bolsa en
EEUU.
Muchos magnates ferroviarios decidieron que unirse era el único modo de asegurar la fluidez del tráfico y
evitar las ruinosas guerras de precios.
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La fusión significó que hacia 1890 las compañÃ-as ferroviarias eran más grandes que las compañÃ-as
que abastecÃ-an de luz, calefacción y agua a Chicago y Nueva York.
Estos gigantes también ayudaron a poner en pie gran parte de la infraestructura de una economÃ-a
moderna. Los ferrocarriles unieron un paÃ-s tan extenso como EEUU.
MINORISTAS FRENTE A FABRICANTES
Las primeras empresas estadounidenses que aprovecharon la infraestructura ferroviaria fueron las de
distribución y venta al público.
Durante las décadas de 1850 y 1860 surgieron grandes mayoristas que compraban directamente a los
fabricantes y vendÃ-an a los minoristas. Posteriormente, nacieron las grandes empresas modernas de venta al
público; cadenas de tiendas, grandes almacenes y venta por correo.
Los nuevos minoristas dominaban el truco de reducir costes y a la vez aumentar la oferta. Montaron tiendas
enormes e introdujeron tecnologÃ-as nuevas.
La guerra de secesión supuso para las fábricas estadounidenses el primer gran empuje: el número de
empresas industriales creció el 80% en la década de 1860. Desde entonces, el gran empujón lo dio la
tecnologÃ-a. Pero las nuevas tecnologÃ-as eran inútiles sin un cambio organizativo.
Henry Ford perfeccionó el sistema de producción en serie. Su golpe de genio fue la cinta transportadora,
que desplazaba las piezas en la cadena de producción.
TODO BAJO UN MISMO TECHO
El éxito de Ford no se debÃ-a solo a que fabricara coches con más rapidez, sino también a que reunÃ-a
la producción en masa y la distribución en masa bajo una sola entidad.
La clave era controlar la mayor parte posible de este proceso.
En este sentido destacan nombres como los de James Buchanan Duke, George Eastman, y Rockefeller.
Para los robber barons, los trust eran un modo de torear la primitivas leyes que prohibÃ-an a las
compañÃ-as poseer acciones de otras.
La Standard Oil (de Rockefeller) fue solo uno de los muchos trust y negocios grandes que se establecieron en
New Jersey.
LA REACCIÓN
La cuestión es si estas nuevas compañÃ-as estaban convirtiendo EEUU en un lugar mejor. Los propios
robber barons encontraban una justificación de sus actos en el darwinismo social de Herbert Spencer.
A medida que las nuevas empresas cambiaban a la sociedad, la sociedad cambiaba a las empresas. Un ejemplo
es el crecimiento de los sindicatos. La década de 1890 marcó la maduración de los sindicatos y
también de las grandes empresas, además de una serie de choques sangrientos entre ambos.
En todos los conflictos, los tribunales solÃ-an apoyar la contratación libre más que los derechos de los
obreros.
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Los lÃ-deres sindicales se apoyaban en tragedias para movilizar la opinión pública a favor de condiciones
de trabajo más seguras.
Los polÃ-ticos sucumbieron lentamente a la presión popular para romper los imperios de los malhechores de
gran riqueza. La ley Sherman de 1890 amplió el espectro de lo que cabÃ-a definir como monopolio, pero no
estableció ningún mecanismo para impedirlos o castigarlos.
El gobierno de T. Roosevelt incoó en 1906 una querella por trust contra la Standard Oil y la ganó; en 1911
el Tribunal Supremo ordenó que se fragmentara.
LA POPULARIDAD DE LA COMPAÑÃA
La reacción a las corporaciones fue menos fuerte de lo esperado.
Los tribunales deshicieron solo los monopolios más visibles, por ejemplo American Tobacco fue dividido en
1911 en tres empresas.
La mayorÃ-a de los estadounidenses tenÃ-an sentimientos contradictorios acerca de las compañÃ-as. No
les gustaba la concentración del poder, pero admiraban el poderÃ-o global de los negocios.
−Tres factores evitaron que esa ambivalencia hacia las corporaciones se convirtieran en hostilidad.
El primero es que las grandes empresas aprendieron a intervenir en polÃ-tica.
El segundo fue el nacimiento de lo que hoy llamarÃ-amos responsabilidad social de la empresa.
El tercer factor, que supuso fortalecer el apoyo a las grandes empresas llegó de una realidad muy simple: las
empresas estaban enriqueciendo el paÃ-s.
La productividad de estas empresas solÃ-a relacionarse con el gigantismo.
La única manera de competir con una de estas compañÃ-as enormes era montar otra igual de grande. Pero
aunque pudiera reunirse el dinero y encontrar buenos gerentes, estaba el riesgo de poner tanta producción en
el mercado que éste se hundiera.
CAPÃTULO 5. EL ASCENSO DE LAS GRANDES EMPRESAS EN GRAN BRETAÑA,
ALEMANIA Y JAPÓN (1850 − 1950)
Estados Unidos se habÃ-a adelantado al resto del mundo, pero otros paÃ-ses también buscaban llegar a un
acuerdo con las grandes compañÃ-as.
Los tres más interesantes, Alemania, Gran Bretaña y Japón, pero el ascenso fue desigual entre ellas.
Las compañÃ-as alemanas y japonesas existÃ-an para servir a la sociedad, en tanto que las de los paÃ-ses
anglosajones buscaban el beneficio.
TIERRA DE ESPERANZA E HISTORIA
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La gran pregunta es porqué no explotó mejor sus compañÃ-as.
Gran Bretaña fue pionera en liberar las empresas del la tutela del Estado.
TenÃ-a muy pocas empresas que pudiesen enfrentarse a los inmensos gigantes estadounidenses como
consecuencia de ser una isla pequeña. Pero esta isla preferÃ-a las empresas familiares y la gestión familiar
provocando asÃ- un gran prejuicio contra la industria.
A lo largo de la Segunda Guerra Mundial la mayor parte de las empresas británicas estaban dirigidas por las
familias fundadoras que eran quien tenÃ-an la decisión. Estas familias no necesitaban organigramas
detallados ya que confiaban plenamente en las relaciones personales y tradiciones familiares.
Estas empresas familiares eran muy pequeñas y sus posibilidades de prosperar eran muy bajas.
Para los industriales británicos estas compañÃ-as familiares eran mas un medio que un fin. Se trataba de
un medio para conseguir una existencia civilizada.
Los británicos sentÃ-an un desprecio elitista por los negocios. En este sentido los intelectuales pensaban que
aquel que viviese de los negocios era alguien que vivÃ-a de un modo despreciable.
La gente acusaba a la industria de todos los males que existÃ-an prácticamente, como la contaminación del
campo o la degradación de la agricultura, pero sobre todo por interrumpir su paz y tranquilidad.
Evitaban todo contacto con ese mundo empresarial hasta el punto de carecer de personal cualificado dentro de
las empresas. Ante esta falta de conocimientos se justificaban despreciando los métodos extranjeros de
gestión empresarial, psicologÃ-a industrial y contabilidad.
SentÃ-an tal pánico a la industria que se manifestaba en la construcción de las ciudades factorÃ-a.
A pesar de su miedo incontrolable hacia la empresa, Gran Bretaña no podÃ-a quedarse mucho más tiempo
aislada en su isla. Las compañÃ-as cambiaron la vida de los británicos haciendo que creciesen los
sindicatos, revolucionando los hábitos de trabajo y dando la oportunidad de integrar a las mujeres al trabajo.
POCOS PERO BUENOS
Pese a todo, el panorama no era tan negro.
En lo que se refiere a la bolsa, los británicos destacaron por encima de todos.
Las grandes empresas que surgieron a partir de la primera guerra mundial se fortalecieron por la libertad de
comercio, al revés que los estadounidenses que no supieron beneficiarse de ello. Tal importancia adquirió
la empresa en Gran Bretaña que en 1951 el 71% de los beneficios obtenidos en la isla eran de firmas que
cotizaban en bolsa.
Después de la Primera Guerra Mundial ocuparon un puesto muy importante en la segunda revolución
industrial.
EL SURGIMIENTO DE LA INDUSTRIA ALEMANA
Alemania no se unificó hasta 1871.
Alemania desplazó a Gran Bretaña como una primera potencia industrial europea.
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Las compañÃ-as alemanas eran similares a las de Estados Unidos, centrándose en los metales, la
quÃ-mica y la maquinaria.
Las leyes alemanas no prohibÃ-an las asociaciones de empresas para restringir el comercio, tampoco habÃ-a
legislación antimonopolio.
List afirmó que la unidad económica básica era la nación, la tarea de los empresarios y polÃ-ticos era
unirse por el bien de la nación. Las empresas tenÃ-an el fin de proporcionar poder ala maquinaria bélica.
La caÃ-da económica en los últimos años del siglo XIX, forzó a las compañÃ-as alemanas a unirse
aumentando asÃ- el número de convenios que podÃ-an ir desde acuerdos informales hasta sindicatos
legalistas.
Uno de los factores importantes en Alemania fue la influencia que ejercÃ-an los bancos y banqueros que
optaron por formar bancos por acciones y sociedades limitadas que canalizaban el dinero de cualquier
ahorrador. Los mayores bancos eran los universales que financiaros la mitad de la inversión de Alemania.
Otra diferencia importante era el sistema de gestión empresarial de dos niveles que serÃ-an los consejos de
administración y las juntas supervisoras.
Las empresas alemanas colaboraban animadamente con los sindicatos.
El frente del trabajo de los nazis ayudó a mejorar la condición de los obreros en las fábricas.
Sus empresas eran tan sólidas y fuertes que resistieron dos guerras mundiales, el nazismo y la división del
paÃ-s.
−El éxito alemán se debió fundamentalmente a dos factores.
El culto a la formación cientÃ-fica y profesional
La elevada consideración de los directivos que disfrutaban de la misma categorÃ-a que los funcionarios
públicos.
EL ZAIBATSU JAPONÉS
Japón dio el salto adelante hacia 1870 y asimismo adoptó un concepto de la compañÃ-a que combinaba
la profesionalización más moderna con un nacionalismo acentuado y a veces atávico.
El Estado obligó a los samuráis a incorporarse al ritmo de vida occidental a la vez que abrÃ-a
oportunidades mercantiles dictando leyes para crear sociedades anónimas.
El crecimiento japonés ha sido el más sorprendente representando la cuarta parte de las exportaciones
mundiales de hilo de algodón. Posteriormente las empresas japonesas destacaron en la electrificación.
Mitsubishi fue el modelo de los grupos industriales japoneses que dominaron la vida económica del paÃ-s
hasta la Segunda Guerra Mundial. El holding captaba a los gerentes en la universidad que pasaban toda su
vida en la extensión familiar.
Los samuráis se hicieron leales a la empresa y hacÃ-an lo que fuese para que triunfara.
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CAPÃTULO 6. EL TRIUNFO DEL CAPITALISMO GERENCIAL
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, la gran empresa se habÃ-a convertido en la entidad definitoria de
la sociedad estadounidense, el motor de una de las épocas de crecimiento económico más rápido que
conoce la historia, una pieza dominante en la vida polÃ-tica y un factor decisivo de la transformación del
paÃ-s.
Lo más destacable de los sesenta años posteriores a la Primera Guerra Mundial fue la continuidad, en
particular el éxito ininterrumpido de los grandes negocios estadounidenses.
LA REVOLUCIÓN DE SLOAN
En las dos primeras décadas del siglo XX empezó una separación gradual de la propiedad de la empresa
de su dirección.
Las ciudades norteamericanas se transformaron y comenzaron con la creación de los imperiosos rascacielos.
Sloan llegó a presidente de la General Motors en 1923 y se convirtió en el referente de hombre de la
compañÃ-a.
Du Pont y Sloan al observar que las operaciones de la compañÃ-a eran dispares, decidieron convertirlas en
divisiones autónomas.
Esta estructura en divisiones fue adoptada por muchas grandes empresas porque era un instrumento ideal para
desarrollar la gestión.
Al ofrecer un coche para cada bolsillo y cada objetivo General Motors retendrÃ-a a los clientes toda su vida.
El sloanimos se basaba en una descentralización organizada. Los jefes de división atendÃ-an la parte del
mercado que les correspondÃ-a. En la cumbre un comité ejecutivo, encabezado por Du Pont y Sloan,
marcaba la estrategia empresarial descentralizada.
La estructura de la compañÃ-a era fácil de ampliar.
Otra ventaja del sistema de Sloan fue la innovación institucionalizada.
Solo una compañÃ-a de múltiples divisiones podÃ-a vencer a otra de su clase.
LOS GERENTES
Detrás del éxito estaba la nueva cultura de la gestión.
La enseñanza comercial a finales del siglo XIX consistÃ-a en poco más que tenedurÃ-a de libros y
secretariado.
Comienzan a tener una importancia superior los gerentes en este momento.
Harvard ofrecÃ-a cursos de marketing, finanzas y polÃ-tica comercial.
Hoover intentó aplicar la gestión empresarial en el gobierno.
Una escuela humanista rival se enfrentó a la escuela racionalista de Taylor.
20
Los gerentes eran el elemento fundamental de la industria.
La buena gestión atraÃ-a el crédito, a los trabajadores y a los clientes.
La lealtad al patrón equilibraba la solidaridad de clase.
Watson creo IBM en 1924 donde sus trabajadores eran hombres de la compañÃ-a que iban de uniforme y
no tomaban bebidas fuertes.
Procter & Gamble implantó seguros de invalidez y vejez, la jornada de ocho horas y garantizaba el trabajo de
48 semanas al año.
Heinz pagaba la formación a sus empleados.
TRES DEBATES DEFINIDORES DE LA COMPAÑÃA
Al intensificarse la presencia de la compañÃ-a en la sociedad, el debate sobre su papel también se
intensificó.
Tres textos publicados en 1930 y 1940 se plantearon preguntas sobre la compañÃ-a:
¿Por qué existe la compañÃ-a?
¿Para quién trabaja la compañÃ-a?
¿Qué pasa con los trabajadores
Coase publicó sus ideas en The Nature Of The Firm en 1937, asegurando en ella que la compañÃ-a
surgió para suprimir las imperfecciones del mercado, mas especÃ-ficamente los gastos en que los
empresarios incurrÃ-an para conseguir el mejor trato y coordinar los procesos de fabricación.
Berle y Jeans hablaron en The Modern Corporation and Private Property afirmaron que las mayores 200
compañÃ-as mas grandes poseÃ-an la mitad del total de los activos, aunque se suponÃ-a que las
compañÃ-as tenÃ-an que administrarse en interés de los dueños. Fueron los primeros en reconocer que
la dirección de la compañÃ-a era una cuestión práctica.
En 1933 la Bolsa de Nueva Cork exigió cuentas claras a las compañÃ-as cotizadas. Roosevelt creó la
Comisión de Valores y Cambios como arma contra los banqueros.
El último libro trata de la General Motors, the future of industrial man (1942).
En él Drucker afirmaba que las compañÃ-as tenÃ-an una dimensión social además de un fin
económico.
Sloan lo invitó a analizar la GM y el resultado fue The Concept of The Corporation en 1946. Drucker
aseguraba que la estructura descentralizada era el éxito claro de la General Motors.
En su segunda publicación, Drucker hacÃ-a un llamamiento a GM para que no utilizase a sus trabajadores
como un coste sino como un recurso ya que los más valioso de ellos es su cerebro.
IMPERIALISMO EMPRESARIAL
21
Durante la Segunda Guerra Mundial los gobiernos se impusieron sobre las empresas obligando a empresas y
sindicatos a colaborar para aumentar la productividad y evitar huelgas.
La guerra frÃ-a significó la consolidación del complejo militar industrial, según Eisenhower.
En Europa occidental los gobiernos de la posguerra nacionalizaban las empresas que estaban dominando la
economÃ-a.
Herbert Morrison dijo que la empresa pública debe ser más que un negocio capitalista, el principio y fin de
los beneficios y dividendos. Su consejo de administración y sus directivos deben considerarse los altos
custodios del interés público
Los gobiernos europeos y asiáticos volcaron recursos en sus campeones nacionales.
Las empresas de Estados Unidos se seguÃ-an extendiendo sobre el globo terráqueo.
Los bancos aumentaban las sucursales y el sector en alza de la informática y la tecnologÃ-a produjo varias
compañÃ-as nuevas como Xerox .
Muchos gerentes eran también accionistas, a pesar de que los dividendos pagaban más impuestos que los
beneficios.
Las compañÃ-as se hicieron más burocráticas y la descentralización se convirtió en un medio de crear
empleos para los gerentes.
EL HOMBRE DE LA ORGANIZACIÓN Y LA BENEVOLENCIA ESTADOUNIDENSE
Las empresas gozaban de estrechas relaciones con el gobierno y repartÃ-an el botÃ-n con los accionistas.
A los obreros se les proporcionaran manuales de empleo durante su vida útil y pensiones de jubilación,
tendrán las empresas relaciones con los sindicatos bastantes buenas y se comportarán como buenos
ciudadanos.
Los beneficiados más directos de todo este avance eran los gerentes, los hombres de la organización.
Estos hombres pasaban más tiempo en el trabajo que dentro de sus casas, incluso median su vida en
términos de ascenso en la jerarquÃ-a empresarial. Los ejecutivos gobernaban EEUU.
Las empresas americanas conquistaban todos los mercados europeos por donde pisaba.
Las empresas alemanas y japonesas siguieron en su capitalismo cooperativo.
La estructura sloanista sobrevivió al asalto con relativa facilidad. Pero deberÃ-a haber tomado buena nota
del aviso.
La compañÃ-a gerencial empezaba a estar en peligro.
CAPÃTULO 7. LA PARADOJA DE LA COMPAÑÃA
(1975−2002)
Las empresas estadounidenses dominaban el mundo, ¿Por qué no permitirse el exceso de tener una torre
22
de 110 pisos?
Paradójicamente, esa confianza en sÃ- mismo resultó estar totalmente justificada y a la vez se trataba de un
engaño irremediable.
Las razones de peso se fundaban en el triunfo del capitalismo privado, espoleado por la privatización y la
desregulación en todo el mundo.
En el 2000 se habÃ-a roto en pedazos la idea básica de la gran empresa: una institución formada por
múltiples divisiones y jerarquizada que ofrecÃ-a a sus empleados un puesto vitalicio.
VIVA LA COMPAÑÃA
La economÃ-a de muchos paÃ-ses estaba en una situación lamentable, Richard Nixon reguló los salarios y
los precios en 1971, también tomo medidas a favor de las minorÃ-as y creó algunos de los organismos
reguladores más poderosos como la Agencia de Protección Medioambiental y la Administración de
Seguridad e Higiene Laboral.
La revolución desreguladora empezó en Gran Bretaña cuando Margaret Thatcher fue aupada al poder en
1979 por los votantes hartos de huelgas y de estanflación.
En 1982 y 1984 el gobierno privatizó su participación en el petróleo y el gas del mar del Norte, seguido
por British Telecom, British Gas, British Airways y British Steel. Hasta la red de suministro de agua y
electricidad pasó a compañÃ-as privadas.
La privatización condujo invariablemente a la reducción de plantillas y la subida de sueldo de los
ejecutivos, dos cosas que provocaron la cólera de la opinión pública.
Los Gobiernos de Hispanoamérica y Asia sudoccidental también vendieron las compañÃ-as de
telecomunicaciones y servicios públicos, con demasiada frecuencia a aliados polÃ-ticos.
El Gobierno de Yeltsin emprendió un gran programa de privatización en 1992. Emitió vales a todos los
ciudadanos rusos para comprar acciones y el resultado fue que millones de personas perdieron su empleo.
Los chinos, por el contrario, permitieron abrir empresas pequeñas.
También crearon una clase restringida de fichas rojas, que eran compañÃ-as estatales privilegiadas que
podÃ-an cotizar en la bolsa de Hong Kong.
El Gobierno de Reagan, desmembró la mayor compañÃ-a regulada del paÃ-s, la AT&T.
Europa procuraba que fuera más fácil crear empresas. Incluso dentro del sector privado, la sociedad
anónima cotizada en bolsa consolidó su influencia en el capitalismo.
Las entidades de todo el mundo basadas en la asociación o mutualidad se convirtieron en sociedades
anónimas.
LA DESARTICULACIÓN DE LA COMPAÑÃA
Antes de que hubieran transcurrido diez años desde la inauguración de la torre Sears, la mayor vendedora
al por menor de Estados Unidos luchaba por su independencia.
23
El número de grandes compañÃ-as de EEUU que abandonaba la lista de las 500 de Fortune se
cuadriplicó entre 1970 y1990.
Muchas de las firmas que representaban la estabilidad empresarial, como Panamerican o el Barings Bank,
desaparecieron.
El gran tamaño, lejos de ser una ventaja, se convirtió en sÃ-mbolo de inflexibilidad.
La porción de la masa laboral y de los activos de esas compañÃ-as quedaron reducidos a aproximadamente
la mitad. Las grandes empresas crecieron aunque mucho más despacio que las pequeñas, que en esos
momentos creaban la mayorÃ-a de los puestos de trabajo en el mundo desarrollado.
Una empresa tan estable como IBM, que se negó a despedir empleados en la Depresión, entre 1990 y 1995
tuvo que despedir a la cuarta parte de la plantilla, aproximadamente 122.000 personas.
La historia de la compañÃ-a en el último cuarto del siglo XX es la de una estructura que está en
desarticulación. Las compañÃ-as se vieron forzadas gradualmente a centrarse en sus competencias
nucleares.
Los directivos de las empresas grandes afirmaban que gracias a las tecnologÃ-as nuevas resultaba más
eficaz articular negocios en una sola compañÃ-a.
Cada vez más gente se marchó de las grandes compañÃ-as para montar su propia empresa. Y a medida
que las grandes compañÃ-as se veÃ-an obligadas a centrarse en lo que podÃ-an hacer mejor o más barato,
descubrieron que esas competencias nucleares no eran cosas tangibles, sino valores intangibles: la cultura del
descubrimiento, por ejemplo los conocimientos de ingenierÃ-a de Mercedes Benz.
REDADA DE SOSPECHOSOS HABITUALES
HabÃ-a Algo anacrónico en todo esto.
Tres factores desempeñaron un primer papel de desarticulación de la compañÃ-a:
Los Japoneses, Wall Street y Silicon Valley.
El modelo de empresa de los japoneses resultó ser limitado, pero aún asÃ-, cambió la concepción de los
negocios en todo el mundo, sobre todo porque representaba una alternativa coherente al modelo occidental.
Hay otro aspecto del modelo japonés que podrÃ-a llamarse método a largo plazo, las empresas japonesas
creÃ-an en el empleo vitalicio para todos y la empresa se dirigÃ-a por consenso. Mientras que las empresas
de EEUU operaban como unidades independientes.
En los años noventa, Japón se habÃ-a estancado por varias razones: además de la mala gestión
macroeconómica, el ideal de capitalismo benefactor era una de ellas.
La gestión por consenso era una excusa para la parálisis, el puesto vitalicio era imposible de mantener y
además los jóvenes empresarios japoneses con talento emigraban a empresas occidentales que estaban
dispuestas a darles más responsabilidad, y por supuesto, mejor sueldo.
BÃRBAROS Y FONDOS DE PENSIONES
Mientras los accionistas estuvieran desunidos y sumisos la situación resultaba cómoda para las empresas.
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Pero en el siguiente cuarto de siglo el poder de las grandes entidades de inversión creció sin descanso.
Los gestores de fondos se desprendÃ-an de acciones rápidamente para aumentar las ganancias trimestrales.
Sin embargo, las figuras de Wall Street que infundÃ-an más temor a los gerentes eran los saqueadores de
empresas, particularmente ahora que se dedicaban a desmantelarlas aprovechando las deudas que tenÃ-an.
Casi todos los saqueadores, además, actuaban con mucha arrogancia.
En el fondo, la adquisición apalancada era un intento de hacer que los gerentes pensaran como dueños y el
éxito de éstas dependÃ-a mucho del precio que se pagara.
Estas adquisiciones se apoyaban en otro invento de Wall Street, los bonos basura pues en Wall Street siempre
se habÃ-an negociado bonos de compañÃ-as en apuros.
Con escasas excepciones destacadas, los inversores querÃ-an empresas que hicieran bien su trabajo y
castigaban sin piedad la debilidad burocrática.
No era casualidad que todos los grandes héroes empresariales de la época procedieran de un lugar
famoso por tener compañÃ-as pequeñas y ágiles, la estrecha franja de tierra entre San José u San
Francisco que en otros tiempos se llamaba Valle del Corazón Contento.
SILICON VALLEY
En 1996, cuando la revolución de internet se aceleraba, John Perry Barlow, emitió una advertencia
Gobiernos del mundo industrial, gigantes cansados de carne y acero: vengo del ciberespacio, el nuevo hogar
de la mente. Pido a los que sois el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros.
Las ideas comerciales de las que el Valle fue pionero, combinadas con la tecnologÃ-a que inventaba,
desarticularon aún más la compañÃ-a.
Su historia empieza en 1938 pero el Valle empezó a adquirir identidad en los años setenta.
El valle externalizó la fabricación y pasó de hacer chips a crear programas informáticos.
La red de empresas pequeñas de Silicon Valley concebÃ-a productos nuevos sin cesar.
Cambió la compañÃ-a de dos maneras, la primera por los productos que hacÃ-a que en el centro de casi
todos ellos estaba la miniaturización.
El otro cambio fue la creación de una forma distinta de vida empresarial.
También toleraba el fracaso e incluso la traición en un grado nada habitual.
Los jóvenes ascendÃ-an por su capacidad únicamente y el Valle estaba más abierto a los emigrantes de lo
habitual.
En 2001, un residente de cada tres era de origen extranjero.
DESARTICULADA, PLANA Y SIN FRONTERAS
Achacar a Silicon Valley, Wall Street y los japoneses todo lo que le ocurrió a la compañÃ-a en el último
cuarto de siglo XX serÃ-a una simplificación.
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Nada simboliza mejor la pérdida de confianza que la conversión de la teorÃ-a general en negocio. Las
compañÃ-as se lanzaron a subcontratar la producción de todo lo que hubiera.
Otras compañÃ-as, principalmente de tecnologÃ-a de la información y contabilidad, montaron negocios de
consultorÃ-a.
Mientras la compañÃ-a iba saltando vallas, su relación con el resto de la sociedad cambiaba otra vez. En
1990 las compañÃ-as empezaron a llevar sus sedes fuera del centro de las ciudades. En vez de exhibir su
pujanza ante el mundo, preferirÃ-an retirarse a las zonas industriales de los suburbios.
El héroe del mundo empresarial era ahora el emprendedor sin corbata, no el hombre serio con traje gris. Las
mujeres empezaron a competir a todos los niveles, ya no eran solo secretarias.
El hombre de la compañÃ-a ocultó su identidad. Las compañÃ-as triunfadoras solÃ-an poseer una
cultura de empresa potente, que es imposible mantener sin un núcleo duro de empleados.
El cambio más importante era psicológico, aunque la gente siguiera trabajando en las empresas, era patente
que la antigua seguridad en el empleo y el cargo ya no existÃ-a.
CAPITALISMO REGULADO
Estos cambios planteaban cuestiones sobre las relaciones con el Estado.
Por un lado, los gobiernos habÃ-an liberalizado la compañÃ-a, desregulado los mercados, reducido las
barreras al comercio y privatizado las empresas públicas.
Por otro lado, una gran variedad de grupos de presión, buscaban maneras para hacer que la empresa asumiera
fines sociales.
El gobierno de EEUU también apretó la mano reguladora, especialmente en sanidad, seguridad, medio
ambiente, empleo, derechos de los consumidores y discriminación positiva.
Las empresas estadounidenses tenÃ-an más restricciones que nunca para realizar una de sus funciones más
elementales, contratar y despedir.
Por otra parte, las leyes de comercio justo para evitar los males de la pobreza en el Tercer Mundo ejercÃ-an
una presión muy fuerte sobre las empresas de EEUU.
Se reanudó la vieja discusión acerca de si el fin de las empresas es solamente ganar dinero legalmente o ser
instrumento del bien común.
CAPÃTULO 8. LAS MULTINACIONALES DE INFLUENCIA (1850−2002)
Pocas compañÃ-as han despertado más antipatÃ-a que las multinacionales.
Las multinacionales siempre han levantado recelos, de las élites nacionales, que las consideraban una
amenaza a su legÃ-tima autoridad; de los populistas conservadores, que las condenaban por ser agentes del
cosmopolitismo, y de los socialistas, para quienes eran la última fase del capitalismo.
Las naciones−estado se sienten dueñas del paÃ-s; la lealtad de las multinacionales atraviesa las fronteras.
La única razón por la que una multinacional prospera en un paÃ-s, por medios lÃ-citos o no, es que vende
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mejor sus mercancÃ-as o los servicios que los competidores nacionales. Esa proposición no suele gustar.
LAS PRIMERAS INCURSIONES EN EL EXTERIOR
Inevitablemente, la historia de una multinacional refleja la de las compañÃ-as en su totalidad. La idea
empezó en Europa y floreció la primera vez en el siglo XIX en Gran Bretaña, pero luego la tomó
Estados Unidos.
Los primeros negocios cuyas actividades atravesaron las fronteras fueron los bancos.
Pero la historia de la multinacional moderna, empieza en Gran Bretaña con el ferrocarril.
La primera red de ferrocarriles era en su totalidad de propiedad británica, y los primeros enlaces ferroviarios
entre ParÃ-s y los puertos del canal de la Mancha los construyó la London and Southampton Railway
Company.
En EEUU las compañÃ-as británicas eran sobre todo inversores pasivos.
Las primeras compañÃ-as ferroviarias tenÃ-an a menudo dos consejos de administración: uno en Londres,
ocupado principalmente de la gestión financiera, y otro en el paÃ-s donde trabajaba, para dirigir las
operaciones sobre el terreno.
En el último cuarto del siglo XIX, la forma de las multinacionales evolucionó de dos maneras, en primer
lugar se liberó de su pesada envoltura y en segundo lugar tuvo que adaptarse a la negociación polÃ-tica,
especialmente en materia de aranceles.
La multinacional británica más sencilla era una empresa con éxito que salÃ-a al extranjero a buscar
mercados y materiales.
En Gran Bretaña habÃ-a otro grupo de compañÃ-as multinacionales fundadas especialmente para el
comercio exterior. El grupo más numeroso era el de las llamadas free standing companies, que normalmente
tenÃ-an su sede en Londres, pero actuaban en otro paÃ-s.
Pese a su espÃ-ritu pionero, los británicos cojeaban en el extranjero de lo mismo que cojeaban en casa,
gestión poco profesional.
Los alemanes eran más sistemáticos y menos aventureros. Alemania también tenÃ-a en el extranjero
muchas compañÃ-as comerciales o casas mercantiles, como las llamaban.
Pero la tÃ-pica multinacional alemana era una compañÃ-a triunfadora en su paÃ-s que salÃ-a al extranjero
para buscar mercados y materias primas, primero a Austria−HungrÃ-a y poco después a EEUU.
Alemania produjo multinacionales de alta tecnologÃ-a con mucho más éxito que Gran Bretaña,
especialmente en los sectores quÃ-mico y eléctrico. También empezó a crear marcas de bienes de
consumo de prestigio internacional.
Casi todos los paÃ-ses Europeos crearon multinacionales. Francia era el segundo exportador de capital de
Europa después de Gran Bretaña.
Muchas multinacionales del siglo XIX, en particular europeas, estaban ligadas al imperialismo, aunque
ninguna tanto como la compañÃ-a de las Indias Orientales.
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Casi toda la inversión directa de la época iba a parar a los paÃ-ses desarrollados más que a las colonias.
Las tribus empobrecidas de Ãfrica no estaban en condiciones de demandar productos occidentales. La
lógica del imperialismo del siglo XIX, en su mayor parte, era más estratégica que comercial.
UN IMPERIO PROPIO
Una señal directa de lo expuesto es que al mayor desafÃ-o de liderazgo británico no lo plantearon sus
compañeros imperialistas europeos, sino las empresas de EEUU.
Las compañÃ-as estadounidenses fueron las primeras que aprendieron a explotar una economÃ-a en la que
la mano de obra era relativamente escasa y los obreros razonablemente bien pagados; las primeras en dominar
la producción y la venta en masa.
Improvisaron departamentos de ventas en el extranjero para enfrentarse a la demanda espontánea de sus
productos.
Después de la Primera Guerra Mundial, los norteamericanos se hicieron más metódicos, pero ningún
arancel valÃ-a contra el ingenio estadounidense.
En los años de la postguerra EEUU aventajó a Gran Bretaña. La Segunda Guerra Mundial sirvió para
dar a las multinacionales de EEUU la ventaja definitiva sobre sus competidoras europeas.
El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) barrió casi todas las barreras y las
empresas de Estados Unidos se volcaron velozmente al exterior.
LA MULTINACIONAL MULTICULTURAL
La devaluación del Dólar en 1971 encareció los valores extranjeros para las empresas de EEUU y
abarató los valores estadounidenses para los extranjeros.
La inflación y la recesión quebranto más aún su confianza en sÃ- mismos. Al entrar los años ochenta,
los norteamericanos estaban a la defensiva, vencidos por los alemanes y humillados por los japoneses.
La geografÃ-a aún imponÃ-a sus lÃ-mites.
− Sucedieron tres cambios importantes que afectaron a todo tipo de multinacionales:
El primero fue el enorme aumento de su número. La inversión directa en el extranjero creció tres veces
más deprisa que el comercio mundial.
El segundo fue que las empresas pequeñas promovÃ-an la globalización tanto como las grandes. La rebaja
de los aranceles, la desregularización generalizada, la caÃ-da de los costes del transporte y las
telecomunicaciones hicieron posible que los David desafiaran a los Goliat.
El tercero fue que las compañÃ-as que operaban en todo el mundo se esforzaban por tratarlo como un
mercado único, poniéndose nombres como transnacionales, metenacionales y multinacionales.
Muchas de las actividades de esos años estaban movidas por el deseo de combinar la escala global con los
conocimientos locales.
Algunas compañÃ-as veÃ-an el mundo en desarrollo como fuente de mano de obra barata, no de ideas.
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Esta economÃ-a Nike, basada en obreros baratos del Tercer Mundo, alentó la reacción contra las
multinacionales.
LA GRAN ANTIPATÃA
Los antiglobalizadores se manifestaban en Seattle, Washington y Londres en protesta por el poder abrumador
de las multinacionales, lanzando consignas contra compañÃ-as como McDonal's que a mediados de los
noventa despachaba tres millones de hamburguesas en cien paÃ-ses.
La realidad es que las multinacionales eran bastante menos poderosas de lo que sus detractores pensaban.
Lejos de ganar poder económico, las principales multinacionales lo están perdiendo.
Además, hay que tener en cuenta, que la riqueza no es poder.
La historia de las multinacionales apunta a dos conclusiones contradictorias:
La primera es que en general se han convertido en una fuerza para hacer el bien, o por lo menos han dejado de
pecar tan escandalosamente.
Las multinacionales suelen aplicar normas más beneficiosas para los empleados que sus rivales del paÃ-s.
La clave de su éxito no está en los salarios bajos, sino en que aportan más capital, aptitudes e ideas.
La segunda es que nunca las multinacionales han gozado de aprecio, ni en su paÃ-s de origen ni en el
extranjero.
Es preocupante la idea de que el empleo de alguien depende de las decisiones que toman unos directivos que
viven muy lejos.
De modo que las multinacionales seguirán representando mucho de lo mejor de las compañÃ-as,
capacidad para aumentar productividad y, por consiguiente, el nivel de vida de la gente común.
Pero también seguirán personificando lo más inquietante de las compañÃ-as, y quizá también lo
más alienante.
CONCLUSIÓN
EL FUTURO DE LA COMPAÑÃA
En 1912 Woodrow Wilson se lamentaba del crecimiento de las grandes empresas, de cómo estaban
transformando a ciudadanos libres en meros engranajes de la gran máquina industrial.
La compañÃ-a está profundamente implicada en casi todas las grandes rupturas con el pasado, y aún
cuando no lo haya hecho ella misma, ha demostrado, una notable habilidad para condensar los cambios
sociales.
La compañÃ-a, en su historia ha demostrado capacidad para evolucionar, de hecho ese es el secreto de su
éxito.
En el siglo XIX la compañÃ-a se transformó de ser instrumento del estado pasó a ser una pequeña
república independiente, ocupada en administrar sus asuntos y enriquecer a sus accionistas.
−Desde el punto de vista económico se presentan tres futuros distintos para la empresa:
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El primero es que un grupo de compañÃ-as gigantes estuvieran dedicadas a apoderarse del mundo en
silencio.
El segundo es casi lo contrario que el primer planteamiento, sostienen que las compañÃ-as son cada vez
menos sólidas.
El tercero; es una derivación de la segunda, la compañÃ-a aislada ya no es el elemento básico de la
economÃ-a moderna y será sustituida por la red.
Ninguno de estos tres futuros parece inevitable aunque los dos últimos parecen más verosÃ-miles que el
primero.
La tendencia actual es que las organizaciones más grandes se dividan en unidades más pequeñas y
emprendedoras.
UNA FRANQUICIA AMENAZADA:
El defecto de estas tres previsiones económicas es que no tienen en cuenta una variable decisiva: la
polÃ-tica.
La empresa moderna no está en la misma situación que la compañÃ-a de las Indias Orientales, que
tenÃ-a que ir al Parlamento sombrero en mano a que le renovara la cédula cada veinte años.
Desde la mitad del XIX se viene librando una batalla entre dos conceptos de empresa: el ideal benefactor y el
ideal del interés.
Lo más probable es que el modelo anglosajón siga ganando terreno, aunque solo sea porque es más
flexible. Aunque las compañÃ-as anglosajonas no tengan alma, tienen cerebro.
Por otra parte, los capitalistas han aprendido el valor de obrar con responsabilidad ante una crisis.
Las dificultades futuras podrÃ-an venir menos de lo que las compañÃ-as influyen en la sociedad que de lo
que la sociedad influye en las compañÃ-as.
Los gobiernos han liberalizado los mercados, pero están regulando a las compañÃ-as más que nunca.
Todo esto ha favorecido la tendencia a una creciente responsabilidad social de las empresas, y de algún
modo, tienen la historia de su parte, pues para bien o para mal, el destino de las pequeñas repúblicas de
Robert Lowe ha estado siempre unido al Estado que las hizo libres.
La mayor contribución de la empresa a la sociedad es el progreso económico. Las empresas están
obligadas a cumplir la ley, pero están pensadas para hacer dinero.
Lo peculiar de la situación actual es que mientras que las empresas en conjunto nunca han parecido más
vigorosas, las empresas tomadas una a una nunca dan la impresión de ser más frágiles y efÃ-meras.
En un mundo de posibilidades ilimitadas ninguna empresa puede contar con un futuro seguro.
¿Encontrará la sociedad un nuevo modo de sacar partido de una entidad que se ha hecho colectivamente
indispensable pero individualmente impredecible? Esa pregunta deberÃ-a estar en el centro del debate sobre
el futuro de la compañÃ-a, mientras tanto hay mucho que aprender del pasado de la sociedad anónima.
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