"La inconstitucionalidad sobrevenida como consecuencia lógica y

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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL
"La inconstitucionalidad sobrevenida como consecuencia lógica y necesaria de la mutación
constitucional."
TESIS DE POSGRADO
DIANA PAOLA DE MATA RUIZ
CARNET 24165-12
GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, MAYO DE 2014
CAMPUS CENTRAL
UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
MAESTRÍA EN DERECHO CONSTITUCIONAL
"La inconstitucionalidad sobrevenida como consecuencia lógica y necesaria de la mutación
constitucional."
TESIS DE POSGRADO
TRABAJO PRESENTADO AL CONSEJO DE LA FACULTAD DE
CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
POR
DIANA PAOLA DE MATA RUIZ
PREVIO A CONFERÍRSELE
EL GRADO ACADÉMICO DE MAGÍSTER EN DERECHO CONSTITUCIONAL
GUATEMALA DE LA ASUNCIÓN, MAYO DE 2014
CAMPUS CENTRAL
AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR
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VICERRECTORA ACADÉMICA:
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VICERRECTOR DE
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DIRECTORA DE CARRERA:
MGTR. AIDA DEL ROSARIO FRANCO CORDÓN
NOMBRE DEL ASESOR DE TRABAJO DE GRADUACIÓN
LIC. CARLOS GILBERTO CHACON TORREBIARTE
TERNA QUE PRACTICÓ LA EVALUACIÓN
DRA. AYLIN BRIZEIDA ORDÓÑEZ REYNA
MGTR. EDGAR ORLANDO RUANO GODOY
MGTR. PABLO FRANCISCO FUENTES DESTARAC
INDICE
PRESENTACIÓN
1
CAPÍTULO I:
2
NOCIONES GENERALES
I.1
Jurisdicción Constitucional
2
I.2
El Control de Constitucionalidad
5
I.3
Modelos de Justicia Constitucional
6
I.3.1
Modelo Difuso
7
I.3.2
Modelo Concentrado
8
I.4
La Inconstitucionalidad
10
I.5
Tipos de Inconstitucionalidad
13
I.5.1
Inconstitucionalidad de leyes, reglamentos
y disposiciones
I.5.2
de carácter general
Inconstitucionalidad de Ley en Casos Concretos
CAPÍTULO II:
13
15
18
LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA
II.1
El Supuesto Mito de la Inconstitucionalidad Sobrevenida
18
II.2
Órgano competente para declarar la Inconstitucionalidad Sobrevenida
19
II.3
La declaratoria de la Inconstitucionalidad Sobrevenida en Guatemala
21
II.4
La inconstitucionalidad Sobrevenida en Derecho Comparado
25
II.4.1 La Inconstitucionalidad Sobrevenida en Chile
25
II.4.2 La Inconstitucionalidad Sobrevenida en España
27
II.4.3 La Inconstitucionalidad Sobrevenida en Portugal
29
CAPÍTULO III:
31
LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
III.1
La Naturaleza Dinámica y Mutable del Texto Constitucional
31
III.2
La Reforma “No Formal” del Ordenamiento Constitucional
33
III.3
El Origen de la Mutación Constitucional
36
III.4
La Mutación Constitucional frente a la Reforma Constitucional
38
III.5
Vías para la Mutación Constitucional
42
CAPÍTULO IV:
48
LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA COMO CONSECUENCIA
LÓGICA Y NECESARIA DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL.
CAPÍTULO V:
63
LA ADECUADA FORMULACIÓN DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
Y DE LA DECLARATORIA DE INCONSTITUCIONALIDAD
SOBREVENIDA COMO CONSECUENCIA DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL.
CONCLUSIONES
77
RECOMENDACIONES
80
REFERENCIAS
82
ANEXOS
87
I. Sentencia dictada el 24 de noviembre de 1992 por la Sala Constitucional
de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica dentro del Expediente
número 0266-P-91, voto número 3550-92.
II. Sentencia dictada el 28 de octubre de 1993 por la Corte Constitucional
de Colombia dentro del Expediente número C-486/93.
III. Sentencia dictada el 5 de septiembre de 1990 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 267-89.
IV. Sentencia dictada el 26 de septiembre de 1996 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 305-95.
V. Sentencia dictada el 28 de noviembre de 1990 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 276-90.
VI. Sentencia dictada el 18 de marzo de 2009 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 536-2007.
VII. Sentencia dictada el 4 de noviembre de 1998 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 482-98.
VIII. Sentencia dictada el 30 de noviembre de 2010 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro de los Expedientes Acumulados
número 1373, 1412-2009 y 1413-2009.
IX. Sentencia dictada el 17 de julio de 2012 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 1822-2011.
X. Sentencia dictada el 8 de febrero de 1999 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 931-1998.
RESUMEN EJECUTIVO DE TESIS
“LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA COMO
CONSECUENCIA LÓGICA Y NECESARIA DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL”
Generalmente, se acepta y afirma que la naturaleza y esencia misma de toda
Constitución es la estabilidad, la permanencia, la supervivencia a lo largo de la vida de
los Estados y que es solamente en aquellos momentos en los que sus disposiciones
normativas quedan cortas u obsoletas para contemplar aquellos nuevos valores o
principios que deben ser protegidos en la sociedad, cuando la misma debe ser reformada
a través de los procedimientos formales y solemnes previamente contemplados para ello.
Las reformas a una Constitución no siempre se realizan mediante el procedimiento
formal previamente establecido, existe un mecanismo a partir del cual los jueces
constitucionales, como máximos intérpretes de la Constitución, cambian el sentido de
una norma constitucional sin alterar su texto, a este fenómeno se le conoce como
mutación
constitucional.
Derivado
de
este
segundo
mecanismo
de
reforma
constitucional, aparece una situación que debe ser analizada, ¿qué pasa cuando una
norma jurídica infra constitucional, originalmente conforme al texto constitucional,
deviene contraria al nuevo sentido conferido a una norma constitucional mediante
mutación constitucional? ¿Se podría catalogar como un caso de inconstitucionalidad
sobrevenida por mutación constitucional? He ahí la razón del presente trabajo de
investigación, el cual partió del análisis de los fenómenos de la inconstitucionalidad
sobrevenida y de la mutación constitucional, para posteriormente concluir con el análisis
de todos aquellos cuestionamientos que se derivan de la coexistencia de ambos
fenómenos constitucionales, así como de sus consecuencias en el ordenamiento jurídico.
PRESENTACIÓN
Es principio generalmente aceptado en el Derecho Constitucional que
cuando los valores constitucionales que sustentan la estructura institucional de un
país dejan de responder a la realidad social, es necesaria y obligatoria su reforma
mediante los procedimientos constitucionalmente preestablecidos. Sin embargo, y
al menos en el estudio del Derecho Constitucional en Guatemala, se ha obviado
aquel fenómeno en virtud del cual se reforma la Constitución sin alterar su texto
normativo. Un tipo de reforma constitucional que propugna por la preservación del
texto constitucional, en lugar de su mutilación.
Derivado de este mecanismo de reforma constitucional, surge una situación
que debe ser analizada, ¿qué pasa cuando una norma jurídica infra constitucional,
originalmente conforme al texto constitucional, deviene contraria al nuevo sentido
conferido a una norma constitucional mediante mutación constitucional? ¿Se podría
catalogar como un caso de inconstitucionalidad sobrevenida por mutación
constitucional? He ahí la razón del presente trabajo de investigación.
El presente trabajo de tesis tiene como objetivo general analizar la
inconstitucionalidad sobrevenida de una norma infra constitucional derivada de una
mutación constitucional, y como objetivos específicos los siguientes: I) identificar los
casos en los que se produce una mutación constitucional; II) identificar los casos de
inconstitucionalidad
sobrevenida
de
normas
infra
constitucionales
como
consecuencia directa de una mutación constitucional; III) establecer la forma de
proceder frente a un caso de inconstitucionalidad sobrevenida de una norma infra
constitucional como consecuencia directa de una mutación constitucional; y, III)
determinar las consecuencias y/o efectos que podrían producirse o derivarse en el
ordenamiento jurídico a partir del surgimiento de una inconstitucionalidad
sobrevenida de una norma infra constitucional como consecuencia directa de una
mutación constitucional.
1
CAPÍTULO I
NOCIONES GENERALES
Un primer tema que debe ser abordado en la elaboración del presente trabajo
de tesis es el de la inconstitucionalidad, pero previo a establecer su significado y
alcances, es preciso desarrollar y analizar ciertos conceptos íntimamente
relacionados con la misma.
I.1
JURISDICCIÓN CONSTITUCIONAL
Dentro de los conceptos señalados se encuentra el de “jurisdicción
constitucional”, ya que es de este tipo de jurisdicción de la que derivará la
declaración de inconstitucionalidad como se podrá observar más adelante. Para
Fayt se denomina jurisdicción constitucional a la potestad que tienen los jueces de
controlar e interpretar la supremacía de la Constitución nacional1. Es importante
advertir que a partir de la concepción de Fayt, los jueces ordinarios en Guatemala
ejercen jurisdicción constitucional cuando en virtud del artículo 204 de la
Constitución Política de la República, en toda resolución o sentencia deben observar
obligatoriamente el principio de que la Constitución de la República prevalece sobre
cualquier ley o tratado, toda vez que al cumplir este mandato constitucional, los
jueces están ejerciendo la potestad que les ha sido conferida por disposición
constitucional para “controlar” la supremacía de la Constitución.
María Mercedes Serra, por su parte, brinda un concepto más técnicoespecializado al referirse a la jurisdicción constitucional. Serra sostiene que existen
dos posiciones doctrinares respecto a esta: a) una corriente material en la que se
concibe a la jurisdicción constitucional como la actividad estatal de índole
jurisdiccional encargada de resolver los problemas de materia constitucional,
verbigracia, control de constitucionalidad de las leyes y otras normas y defensa de
1
FAYT, Carlos, La Supremacía Constitucional y la Independencia de los Jueces, Buenos Aires, editorial
Depalma, 1994, p. 32.
2
los derechos públicos subjetivos constitucionales; y b) una corriente orgánica, en la
que se considera que la jurisdicción constitucional se conforma solamente cuando
se atribuye el conocimiento de pretensiones fundadas en normas de derecho
constitucional a órganos jurisdiccionales independientes a la común organización
judicial. En esta última corriente se concibe a la jurisdicción constitucional no solo
como una verdadera jurisdicción, sino como una jurisdicción especial, toda vez que
generalmente se encuentra separada del Poder Judicial, independiente de los
demás órganos constitucionales y solo se someten a la constitución2.
Respecto a las dos corrientes doctrinarias referidas, no es posible ni
conveniente separar drásticamente dichas posturas ya que por una parte, no se
puede negar que la jurisdicción constitucional tiene como característica especial la
materia sobre la que recae, pero por otra parte, tampoco se puede obviar el hecho
que la jurisdicción constitucional es desempeñada o ejercida por órganos judiciales
a los que se le exige una serie de parámetros y requisitos distintos que al resto de
funcionarios judiciales, en cuanto a la preparación y conocimiento exhaustivo sobre
los métodos de interpretación constitucional, así como sobre los principios y valores
que consagra cada una de las normas constitucionales y por consiguiente, se les
ubica, dentro de la estructura orgánica del Estado, en un plano distinto al resto de
los funcionarios quienes desempeñan la judicatura. Sin perjuicio de lo anteriormente
expuesto, es preciso advertir que en virtud del artículo 204 de la Constitución
Política de la República de Guatemala, los tribunales de justicia en toda resolución
o sentencia observarán obligadamente el principio que la Constitución de la
República prevalece sobre cualquier ley o tratado, circunstancia que supone que
todos los jueces, en el desarrollo de su función jurisdiccional, desempeñaran cierto
grado de jurisdicción constitucional al preservar el principio de
supremacía
constitucional en sus resoluciones. . Ninguna de estas dos corrientes doctrinarias,
individualmente consideradas, contempla a cabalidad la naturaleza especial de la
jurisdicción constitucional. A partir de lo establecido se puede advertir que la
2
SERRA, María Mercedes, Procesos y recursos constitucionales, Buenos Aires, editorial Depalma, 1992, p. 4.
3
jurisdicción constitucional tiene como objetivo principal, el control de la
constitucionalidad de las normas o actos administrativos.
Conforme a lo anterior, la jurisdicción constitucional no debe ni puede
limitarse únicamente a aquella que ejercen los magistrados del Tribunal
Constitucional en el desempeño de sus funciones, o a los jueces ordinarios cuando
conocen un caso de inconstitucionalidad de normas en casos concretos, también
debe reconocerse cuando los jueces ordinarios resuelven y dictan resoluciones en
observancia del principio de supremacía constitucional, ya que, si bien es cierto que
no están resolviendo un conflicto o litigio en materia constitucional, en el ejercicio
de su función judicial están velando por el debido respeto y cumplimiento del
principio que establece que la Constitución Política de la República es la norma
suprema y por consiguiente, de observancia obligatoria para todos los ciudadanos
dentro de un Estado de Derecho. Siempre que un juez más allá de aplicar la norma
al caso concreto y resolver el litigio presentado, vela por el debido cumplimiento del
principio de supremacía constitucional, se encuentra ejerciendo una forma de
jurisdicción constitucional.
La jurisdicción constitucional llevada a cabo por los jueces ordinarios en el
caso anteriormente establecido encuentra su fundamento en el artículo 204
constitucional y en el artículo 114 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad. Por su parte, la jurisdicción constitucional en su máxima
expresión, que es la ejercida por la Corte de Constitucionalidad encuentra su
fundamento constitucional en el artículo 268 de la Constitución Política de las
República cuando establece que La Corte de Constitucionalidad es un tribunal
permanente de jurisdicción privativa, cuya función esencial es la defensa del orden
constitucional.
4
I.2
EL CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
El control de constitucionalidad, constituye otro concepto básico dentro del
estudio analizado en el presente trabajo por lo que requiere también ser precisado.
Velásquez Turbay indica que cuando se trata el tema del control de
constitucionalidad se está haciendo referencia a un mecanismo orientado a
garantizar e imponer la superioridad de la norma constitucional, sin embargo
advierte que en la doctrina no existe aún uniformidad de criterio entre autores en
cuanto a determinar la naturaleza exacta de este mecanismo de control. Algunos,
lo conciben como un control de carácter político, mientras que otros, lo catalogan
más como un control eminentemente jurídico, es decir, un control de legalidad3.
Desde el punto de vista de la autora, para poder determinar la naturaleza del
control de constitucionalidad se debe determinar previamente la naturaleza de: a) el
objeto sobre el cual recae dicho control; y, b) el órgano que tiene a su cargo dicho
control. Respecto a la naturaleza del objeto sobre el que recae el control de
constitucionalidad, es preciso señalar lo siguiente: si el control de constitucionalidad
tiene como fin último salvaguardar la supremacía del texto fundamental, significa
que el objeto del que se ocupa este mecanismo de control, es la Constitución, texto
supremo dotado de una naturaleza jurídica y política. Por su parte, los jueces
constitucionales, como órgano que lleva a cabo este control, derivado de la
naturaleza mixta del objeto sobre el cual recae su función, la Constitución, debe
entenderse que éstos también tienen una naturaleza política y jurídica
simultáneamente. De lo expuesto se concluye que el control de constitucionalidad
tiene una naturaleza tanto política como jurídica.
Para María Mercedes Serra, el control de constitucionalidad es el medio que
sirve para asegurar la supremacía de la ley fundamental del Estado sobre el resto
del ordenamiento jurídico4. Serra, al igual que Velásquez Turbay conceptualiza el
3
VELÁSQUEZ TURBAY, Camilo, Derecho Constitucional, tercera edición, Bogotá, editorial Universidad
Externado de Colombia, 2004, p. 47.
4 SERRA, María Mercedes. Op. Cit. p. 1.
5
control de constitucionalidad con la adecuación entre las normas jurídicas y la norma
suprema dentro del ordenamiento jurídico de un Estado, la Constitución. A partir de
lo indicado, se puede inferir que el control de constitucionalidad implica una defensa
constitucional, es decir, una protección del texto fundamental frente a normas
ordinarias que podrían en algún momento dado restringir o tergiversar lo
contemplado en normas constitucionales, situación que deviene inaceptable,
especialmente, en materia de derechos humanos en la que en todo caso, se debe
procurar una aplicación e interpretación amplia y no restrictiva de las normas
constitucionales.
La expresión “defensa constitucional” denota un conjunto de actividades
encaminadas a la preservación o reparación del orden jurídico establecido por la
Constitución, y en particular, a la Constitución misma, que en cuanto a ley suprema,
vincula a los ciudadanos y poderes públicos5. Para Almagro Nosete, citado por
Serra, la defensa constitucional, en sentido restringido, debe entenderse como el
conjunto orgánico de instituciones y actividades que tienen como fin directo
remediar los agravios generales o particulares cometidos contra la Constitución. Es
en esta concepción restringida donde se suele identificar el concepto de “defensa
constitucional” con el de “control de constitucionalidad”6.
I.3
MODELOS DE JUSTICIA CONSTITUCIONAL
Sería un estudio y análisis incompleto sobre el tema de la jurisdicción
constitucional y el control de constitucionalidad si no se hace referencia a los
modelos clásicos de justicia constitucional. El tema de la protección jurisdiccional
de los derechos fundamentales ha derivado dos grandes modelos en el derecho
constitucional comparado, siendo éstos los siguientes:
5
6
SERRA, María Mercedes. Op. Cit. p. 3.
Loc. cit.
6
I.3.1 SISTEMA
AMERICANO
O
DIFUSO
–CONTROL
JUDICIAL
NO
ESPECIALIZADO-:
El origen de la justicia constitucional se puede situar en el constitucionalismo
norteamericano, este constitucionalismo se funda y estructura sobre la base de
considerar a la Constitución como “norma jurídica superior”, es decir, aquella situada
por encima de todas las demás leyes existentes en el ordenamiento jurídico,
determinando cuáles son los valores supremos del mismo y es en función de esta
supremacía que la concepción norteamericana significó un profundo cambio frente
a la tesis tradicional que veía en la ley una manifestación absoluta o acto primario
del Estado, en cuanto a expresión del soberano. La concepción norteamericana de
la
Constitución
como
“norma
jurídica
superior”,
originó
dos
elementos
fundamentales en la teoría de la justicia constitucional: a) la idea de la concreción
de la ley suprema en un documento escrito: y b) la técnica del “judicial review”,
donde verdaderamente va desarrollarse la técnica referida como control judicial
sobre la constitucionalidad de las leyes. Es en 1803, en el caso “Marbury versus
Madison” (Caso 5 US 137), fallado por el juez John Marshall, en donde el Tribunal
Supremo extrae los presupuestos de la doctrina del control de constitucionalidad
sobre las leyes de la Federación. Por primera vez en la historia, en un
pronunciamiento judicial, no fue aplicada una ley federal bajo el fundamento lógicojurídico elaborado por Marshall en virtud del cual, cuando una ley está en
contradicción con la Constitución, la alternativa es muy simple, o se aplica la ley, en
cuyo caso no se aplica la Constitución, o se aplica la Constitución, circunstancia que
obliga a no aplicar la ley, decidiéndose Marshall por esta última opción. El sistema
difuso presenta las siguientes características: a) se trata de un control difuso toda
vez que la apreciación de la constitucionalidad de las leyes, no corresponde a un
solo órgano jurisdiccional, sino que a todos los jueces ordinarios – sin distinción de
grados – se encuentran facultados para no aplicar las leyes cuando resulten
contrarias a la Constitución; b) implica un control ordenado en virtud del principio
7
stare decisis, en virtud del cual los tribunales inferiores quedan vinculados a la
jurisprudencia de la Suprema Corte7.
De lo expuesto se advierte que el sistema difuso propugna por un modelo de
justicia constitucional “absoluto”, en cuanto a que es destinado u ordenado a todos
los jueces que conforman el organismo judicial del Estado. De esa cuenta, y sin
perjuicio de los inconvenientes que pudieran derivarse en este sistema por la
diversidad de criterios que pudieran existir en cuanto a determinar la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley, este sistema representa una
protección real y efectiva al respeto y observancia de las disposiciones
constitucionales.
I.3.2 SISTEMA
EUROPEO
O
CONCENTRADO
–
MAGISTRATURA
CONSTITUCIONAL ESPECIALIZADA-:
La doctrina norteamericana del control judicial de las leyes fue adoptada en
Europa en la primera posguerra (1919-1920) a través de la obra de Kelsen que
introduce la llamada “jurisdicción concentrada” para llevar a cabo el control de
constitucionalidad de las leyes, en oposición al sistema de “jurisdicción difusa”
norteamericano. Para Kelsen, el Tribunal Constitucional no debía ser propiamente
un tribunal, toda vez que no juzgaba hechos concretos, sino que se limitaba a
efectuar un control de compatibilidad entre dos normas igualmente abstractas, la
Constitución y la ley. En ese sentido, debía existir un único tribunal en el orden
nacional al que los demás tribunales debieran de delegar la resolución de ese tipo
de problemas, de tal forma, que la decisión que pronunciaría el Tribunal
Constitucional estructurado de esta forma, sería de decisiva incidencia en la
solución del conflicto concreto en donde se originó la duda de constitucionalidad.
Para Kelsen, el Tribunal Constitucional debía conceptualizarse no como un órgano
jurisdiccional, sino como un órgano legislativo y más específicamente, como un
7
SERRA, María Mercedes. Op. Cit. pp. 23-28.
8
legislador negativo en el entendido que su función se limita única y exclusivamente
a declarar si una ley es o no compatible con la Constitución, eliminando aquellas
que no son compatibles. De esta cuenta, el poder legislativo se divide en dos tipos:
a) el poder legislativo positivo: que es el que toma la iniciativa de dictar e innovar
las leyes: y, b) el poder legislativo negativo: encargado de eliminar aquellas leyes
que no son compatibles con la superior norma constitucional8.
En la actualidad, es notable la preferencia por superar esta clásica distinción
de los modelos de justicia constitucional y optar por un tercer modelo o sistema de
tipo mixto. En el sistema mixto, generalmente, corresponde a un tribunal
constitucional especializado el conocimiento y pronunciamiento sobre la
inconstitucionalidad de cierto tipo de disposiciones normativas, por lo regular de
aquellas de aplicación general, mientras que es función de los jueces ordinarios
conocer y declarar la inconstitucional de aquellas disposiciones normativas que se
pretenden aplicar en los casos concretos que están conociendo.
Respecto a los modelos de justicia constitucional, es importante identificar el
tipo de modelo que se adoptó en Guatemala, toda vez que, como ya se estableció,
la presente investigación se encuentra circunscrita a la República de Guatemala.
No existe un criterio unificado respecto al tipo de modelo de justicia constitucional
que se adopta en nuestro país. En Guatemala existe un modelo concentrado toda
vez que es la Corte de Constitucionalidad, como máximo tribunal constitucional, la
que conoce todas las apelaciones de inconstitucionalidad en caso concreto y la que
conoce con exclusividad las inconstitucionalidades generales.
No obstante lo anterior, en Guatemala existe un modelo difuso considerando
que todos los jueces están facultados para conocer, dentro del caso que conocen,
la inconstitucionalidad en caso concreto que se les plantee. El modelo que existe en
Guatemala no puede catalogarse como un sistema concentrado puro, pero tampoco
como un sistema difuso, resulta más preciso catalogarlo como un sistema mixto
8
SERRA, María Mercedes. Op. Cit. pp. 28-32.
9
toda vez que si bien es cierto que la Corte de Constitucionalidad, como máximo
tribunal en materia constitucional, es la única que puede conocer de las
inconstitucionalidades planteadas en contra de normas y disposiciones normativas
de carácter general, también conoce y resuelve las apelaciones de las
inconstitucionalidades planteadas en casos concretos, las cuales son conocidas y
resueltas, en primera instancia, por los jueces ordinarios.
No obstante el control constitucional no radica únicamente en la Corte de
Constitucionalidad, es preciso advertir que este máximo tribunal constitucional es el
que sin lugar a dudas traza los criterios jurisprudenciales en materia constitucional
en Guatemala, es la que tiene, en última instancia, las decisiones que marcan el
rumbo de la justicia constitucional. Desde este punto de vista se podría establecer
que en Guatemala existe un sistema mixto de control constitucional con una
inclinación o preponderancia al sistema concentrado.
De lo establecido se puede advertir el papel fundamental que la Corte de
Constitucionalidad, como máximo tribunal en materia constitucional desempeña
para lograr la efectividad de las normas constitucionales. Corresponde a esta Corte
llevar a cabo la interpretación última del texto constitucional, y por consiguiente,
adecuar los valores y principios contemplados en la Constitución a las necesidades
que se presenten en la sociedad en un momento dado. En otras palabras, será a
partir del desarrollo de la jurisprudencia de la Corte de Constitucionalidad en la
protección de los derechos, valores y principios fundamentales sobre los que se
cimenta la estructura política y jurídica del Estado, que se derivara en algún
momento dado, la mutación constitucional, tema que se abordará más adelante.
I.4.
LA INCONSTITUCIONALIDAD
Una vez abordado lo anterior, es dable profundizar sobre el tema de la
inconstitucionalidad. Para ello, es preciso partir de la concepción del orden jurídico
como un sistema escalonado en el que la norma superior determina los contenidos
10
y procedimientos de creación de las normas inferiores, es pues, el presupuesto del
control jurídico de las normas. En ese orden de ideas, la Constitución se ubica como
la norma suprema por ser la primera norma positiva del sistema que establece los
procesos y órganos de creación, así como los contenidos debidos de las normas
inferiores, configurándose así en parámetro de validez formal y material del sistema
jurídico. Esta concepción es la que permite hablar de un control de la
constitucionalidad de las normas. La fuerza normativa de una Constitución radica
tanto en su capacidad de adaptación a los cambios que se producen en la realidad
que regula, como en su permanencia, la cual no se garantiza con su inmutabilidad
sino en su aplicación y se salvaguarda mediante el establecimiento de sistemas de
control de la constitucionalidad de las normas, ya que así se impide la aplicación de
normas que contravienen los contenidos de la norma suprema9.
La “inconstitucionalidad” es el adjetivo que se le otorga a una norma, a través
de una declaratoria realizada por un juez constitucional, por contrariar el texto, el
espíritu o los principios que la Constitución contempla. Respecto a la
inconstitucionalidad, José Arturo Sierra sostiene que un auténtico asunto de colisión
entre una norma de inferior jerarquía con la carta suprema que merece ser objeto
de análisis por el tribunal específico, sólo es aquel en donde se vislumbre un choque
frontal, a fondo y sin lugar a dudas con la norma constitucional, ya sea porque las
normas inferiores tergiversen, restrinjan o disminuyan derechos, principios o valores
protegidos por la norma suprema, o porque trastoquen la estructura organizativa
fundamental del Estado y sus organismos o la distribución y ejercicio de las
competencias o poder público. De ahí que no puede haber inconstitucionalidad
declarada, ni es deber del tribunal detectar las meras incongruencias puramente
formales o aparentes, menos en los casos de duda o colisión que caen en la zona
de penumbra de la interpretación normativa10.
9
HUERTA OCHOA, Carla, La acción de Inconstitucionalidad como control abstracto de conflictos normativos,
Boletín Mexicano de Derecho Comparado, año XXXVI, número 108, septiembre-diciembre, México, 2003, p.
932. Disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/90956.pdf
10 SIERRA, José Arturo, Derecho Constitucional Guatemalteco, Corte de Constitucionalidad, editorial Piedra
Santa, Guatemala, 2000, p.162.
11
De conformidad con lo expuesto, es importante establecer que la declaratoria
de inconstitucionalidad debe ser considerada como una herramienta de última ratio
dentro de un Estado de Derecho. Al confrontar cualquier norma del ordenamiento
jurídico con el texto fundamental, debe partirse de la presunción de legalidad y
legitimidad de la norma, pues se supone que el Organismo Legislativo ha emitido la
norma de forma congruente no sólo con la estructura constitucional del Estado, sino
con los principios, valores y derechos protegidos por el texto constitucional.
La expulsión de una norma jurídica del ordenamiento jurídico vigente a partir
de la declaratoria de inconstitucionalidad por el juez competente, sólo se hará si su
texto contradice de forma evidente la Constitución. La declaratoria de
inconstitucionalidades desmedidas e injustificadas por parte del juez constitucional,
devendría en un caos jurídico plagado de inseguridad jurídica para el ciudadano en
detrimento del Estado de Derecho que se pretende construir.
La defensa jurídica de la Constitución mediante las declaratorias de
inconstitucionalidad, no pretende, por parte del juez constitucional, acumular cierto
número de normas jurídicas expulsadas del ordenamiento jurídico, tal trofeo o
galardón jurisdiccional. Hoy en día tal y como establece Alejandro Maldonado
Aguirre, la defensa jurídica de la Constitución ha recuperado el valor que ella tiene
como norma; deja de ser entendida solamente como referencia a la voluntad auto
limitativa del poder público frente a los derechos ciudadanos, repartidora de las
atribuciones estatales e instrumento programático, para afianzarla como norma de
normas, que debe estar presente en su diaria aplicación en la mente del legislador,
en la decisión judicial y en los actos de ejecución11.
11
MALDONADO AGUIRRE, Alejandro, Convicción de Justicia, Proyecto para el Desarrollo de la Justicia
Constitucional y los Derechos Humanos en la República de Guatemala, Corte de Constitucionalidad,
Guatemala, p. 15.
12
I.5.
TIPOS DE INCONSTITUCIONALIDAD
La Constitución tiene jerarquía de ley suprema y prevalece sobre cualquier
otra ley o acto de autoridad y es función esencial de la Corte de Constitucionalidad
la defensa del orden constitucional, para tal fin existe la inconstitucionalidad de
carácter general y la inconstitucionalidad en casos concretos como mecanismos
establecidos en la misma Constitución y desarrollados en la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad. Conforme el artículo 133 de la ley
citada, pueden plantearse ante la Corte de Constitucionalidad los vicios que
contengan las leyes, reglamentos o disposiciones de carácter general que
signifiquen una contravención a la Constitución, para que este Tribunal se
pronuncie al respecto y de ser procedente, se declare inconstitucional la
disposición impugnada, declaratoria que la dejará sin efectos erga omnes. Y
conforme los artículos 120 y 123 de la ley anteriormente relacionada, en casos
concretos, la persona a quien afecte directamente la inconstitucionalidad de una
ley puede plantearla ante el tribunal que corresponda según la materia y podrá
promoverse cuando la ley de que se trate hubiese sido citada como apoyo de
derecho en la demanda, en la contestación o que de cualquier otro modo resulte
del trámite del juicio; si se declara procedente, el tribunal resolverá la inaplicabilidad
de la ley únicamente al caso concreto, pero ésta no pierde su vigencia. En ambos
tipos de inconstitucionalidad la acción intentada tiene como objeto el control de la
constitucionalidad de las normas de carácter general12.
En Guatemala existen dos tipos de inconstitucionalidad con características y
naturaleza diferentes:
I.5.1 INCONSTITUCIONALIDAD
DE
LEYES,
REGLAMENTOS
Y
DISPOSICIONES DE CARÁCTER GENERAL:
Es la también llamada “inconstitucionalidad directa o en abstracto”, tiene
ascendencia austriaca inspirada por Hans Kelsen incorporada a las Constituciones
12
Corte de Constitucionalidad, dictada dentro del expediente número 783-95 el 9 de mayo de 1996.
13
de Austria y de Checoslovaquia de 1920 y aceptada luego en ordenamientos de
Europa continental, se centró en un Tribunal constitucional con facultad privativa
para resolver sobre la adecuación de las leyes a la Constitución, esto es, el
enjuiciamiento del apego a la ley fundamental de las normas emitidas por el órgano
encargado de la emisión de leyes, con la atribución de declarar su nulidad13.
En
Guatemala,
la
facultad
de
impugnación
en
este
tipo
de
inconstitucionalidad esta concedida a cualquier persona (“acción popular”) y
solamente puede instaurarse directamente ante la Corte de Constitucionalidad. La
declaratoria de inconstitucionalidad en este caso surte efectos a partir del momento
de la publicación de dicha declaratoria, es decir, no tiene aplicación retroactiva por
lo que los resultados producidos antes de la declaratoria serían consumados y por
ende, irreparables. Los efectos definitivos en este tipo de inconstitucionalidad se
generan cuando la Corte de Constitucionalidad emite sentencia declarando la
inconstitucionalidad total o parcial de la ley, reglamento o disposiciones generales,
es en este momento que queda sin ninguna vigencia definitiva, por nulidad de pleno
derecho, las leyes o disposiciones en todo o en la parte declarada inconstitucional 14.
La inconstitucionalidad de leyes, reglamentos y disposiciones de carácter general
se encuentra regulada a partir del artículo 133 al 142 de la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad.
Respecto a este tipo de inconstitucionalidad la Corte de Constitucionalidad
en reiteradas ocasiones ha establecido que sólo es viable cuando se advierta, con
certeza y fundamentada convicción jurídica, su contradicción con las normas de
suprema jerarquía que han sido expresamente invocadas por el accionante, como
sustento de su pretensión, señalamiento que debe ser concreto, razonable,
individual respecto a cada norma cuestionada, jurídicamente motivado, de modo tal
que permita al tribunal llevar a cabo, orientado por los argumentos del postulante,
13
Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México,
SÁENZ JUÁREZ, Luis Felipe, La Inconstitucionalidad de leyes en casos concretos en Guatemala, México, 2002
p. 91. Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2001/pr/pr8.pdf
14 SIERRA, José Arturo, Derecho Constitucional Guatemalteco, Corte de Constitucionalidad, editorial Piedra
Santa, Guatemala, 2000, p.161 y ss.
14
el estudio comparativo entre las normas ordinarias objetadas y las disposiciones
fundamentales que él considera violadas, tergiversadas o restringidas; si esto último
no ocurre, la acción de inconstitucionalidad general no puede prosperar15.
Resulta interesante advertir como la Corte de Constitucionalidad en su
jurisprudencia ha dotado a este tipo de inconstitucionalidad de un carácter de ultima
ratio en cuanto a establecer que su declaratoria no se hará por un simple
señalamiento del por qué se considera que determinada disposición normativa de
carácter general contraría el texto constitucional, sino que la misma derivará de una
confrontación clara y precisa entre la norma cuestionada de inconstitucionalidad con
el texto fundamental a partir de la cual se advierta, de forma irrefutable, una
vulneración al contenido y principios constitucionales.
I.5.2 INCONSTITUCIONALIDAD DE LEY EN CASOS CONCRETOS:
La facultad exclusiva de la anulación de la que se atribuyó al Tribunal
Constitucional en la inconstitucionalidad directa mostró una dificultad importante, a
saber, el hecho de que la inconstitucionalidad de normas sólo podría advertirse en
su aplicación a los casos concretos, ello dio origen a considerar la introducción del
sistema de “control difuso” o “inconstitucionalidad indirecta”, esto es, la de examinar
la denuncia de leyes, de aplicarse a conflictos pendientes de fallarse en la
jurisdicción ordinaria resultaran ser inconstitucionales, persiguiendo obtener ese
pronunciamiento del Tribunal Constitucional antes de decidirse el caso o conflicto
concreto. Bajo esta idea comenzó a concretarse su aceptación, principiándose con
la modificación de 1929 a la Constitución austríaca, con posterioridad y ya con
perfiles más definidos se acoge en Italia y Alemania y después en España y en
Portugal16.
15
Corte de Constitucionalidad, sentencia dictada dentro del expediente número 4469-2009 el 12 de mayo de
2010.
16Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México,
SÁENZ JUÁREZ, Luis Felipe, La Inconstitucionalidad de leyes en casos concretos en Guatemala, México, 2002
p. 92. Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2001/pr/pr8.pdf
15
En Guatemala, la inconstitucionalidad de ley en caso concreto es una acción
que puede hacerse valer en todo tipo de proceso de cualquier competencia o
jurisdicción, en cualquier instancia, incluso en casación, hasta antes de dictarse
sentencia. Se puede plantear por cualquiera de las partes como acción, excepción
o incidente, y debe ser resuelta por el propio tribunal que conoce la controversia. La
resolución definitiva admite el recurso de apelación, conociendo en segunda
instancia la Corte de Constitucionalidad. El efecto que puede lograrse mediante este
tipo de inconstitucionalidad, es la declaratoria de inaplicabilidad al caso concreto o
particular de las normas señaladas de vicio de inconstitucionalidad. En este tipo de
acción no se da el efecto general de erradicar del ordenamiento jurídico la ley
inconstitucional, como en la de tipo general o directa, sino sólo un efecto interpartes,
por lo que solo vale para las partes y en el caso concreto en donde se resuelve la
inaplicabilidad17.
Es en este tipo de acción que el sistema constitucional guatemalteco opta por
el modelo difuso o americano del control de constitucionalidad antes referido, toda
vez que faculta a todos los jueces para que, en el caso concreto que se les presente,
resuelvan sobre la aplicabilidad o inaplicabilidad de una norma señalada de vicio de
inconstitucionalidad, es por ello que se establece que en Guatemala existe un
modelo mixto de control de constitucionalidad.
La acción de inconstitucionalidad de ley en caso concreto equivale a la
modalidad que la doctrina y legislaciones de otros países se le conoce como medio
o vía de carácter incidental o prejudicial. Como el objeto de esta modalidad es
provocar un estudio de la justicia constitucional, contrastando la ley suprema con la
ley ordinaria a efecto de determinar si existe colisión, para el interponente, rige el
requisito ineludible de exponer en forma razonada y clara los motivos jurídicos en
que descansa la impugnación18.
17
SIERRA, José Arturo, Derecho Constitucional Guatemalteco, Corte de Constitucionalidad, editorial Piedra
Santa, Guatemala, 2000, p.166 y ss.
18 SIERRA, José Arturo, Derecho Constitucional Guatemalteco, Corte de Constitucionalidad, editorial Piedra
Santa, Guatemala, 2000, p.167.
16
La inconstitucionalidad de ley en casos concretos se encuentra regulada a
partir del artículo 116 al 132 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad.
Respecto a esta acción la Corte de Constitucionalidad ha sostenido que en
todo proceso, de cualquier jurisdicción o competencia, en cualquier instancia y en
casación, hasta antes de dictarse sentencia, las partes podrán plantear como
acción, excepción o incidente, la inconstitucionalidad total o parcial de una ley a
efecto de que se declare su inaplicabilidad para ese caso concreto. Este es un
mecanismo jurídico procesal que mantiene la jerarquía constitucional y orienta la
selección adecuada de normas aplicables a los casos concretos; por ello, su
procedencia está sujeta a la determinación, por parte del tribunal constitucional, de
la incompatibilidad de la norma atacada con la Constitución19.
19
Sentencia de la Corte de Constitucionalidad dictada dentro del expediente número 1855-2004 el 2 de
diciembre de 2004.
17
CAPÍTULO II
LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA
Una vez establecidas las nociones generales, es preciso determinar cuándo
se produce un caso de “inconstitucionalidad sobrevenida”.
II.1 EL SUPUESTO MITO DE LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA
La “inconstitucionalidad sobrevenida” es el término que se utiliza para
identificar aquel fenómeno en virtud del cual una ley deviene inconstitucional por
contrariar una norma contenida en el texto fundamental, por la reforma de éste
último. En ese sentido, generalmente, se habla de inconstitucionalidad sobrevenida
en relación a aquellas normas o leyes “pre-constitucionales”, es decir, aquellas
disposiciones normativas cuyo contenido se adecuaba perfectamente al espíritu y
principios contemplados en una Constitución anterior, o a los contemplados en ésta
antes de su reforma.
Doctrinarios como Jesús María Casal20, consideran que no es técnicamente
correcto hablar de la “inconstitucionalidad sobrevenida” toda vez que la misma no
existe, real y efectivamente, en el mundo del Derecho Constitucional ya que no es
más que un mito popular. Quienes defienden este criterio señalan que no es dable
hablar de inconstitucionalidad sobrevenida en el entendido que aquellas leyes o
normas que contravengan el nuevo espíritu de la Constitución, serán eliminadas
automáticamente del ordenamiento jurídico que se trate por la fuerza derogatoria
con que toda Constitución
cuenta. Casal establece que el mito de la
inconstitucionalidad sobrevenida se produce en la medida que no existe ninguna
justificación de derecho positivo que sustente la pretensión de resolver el conflicto
normativo (entre las normas preconstitucionales y la Constitución), mediante la
aplicación de este instituto, toda vez que la derogación viene impuesta por la fuerza
20
CASAL H., Jesús María, Constitución y Justicia Constitucional, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas,
2004, p. 307.
18
normativa del Texto Fundamental. La existencia de la inconstitucionalidad
sobrevenida se justificaría solamente en una debilidad, esta debilidad consiste en la
inseguridad jurídica que se puede generar si se deja a los tribunales ordinarios la
posibilidad de decidir si una norma ha sido derogada o no por la fuerza normativa
de la Constitución. Si bien el control de constitucionalidad únicamente se puede
realizar sobre las normas vigentes o postconstitucionales (dado que las
preconstitucionales han sido derogadas por la fuerza normativa de la Constitución),
también es lícito que se realice ese control sobre los efectos de las normas pre y
post constitucionales que sobreviven a esa derogación y que regulan las situaciones
que han nacido a la vida jurídica durante el período de su vigencia21.
Si bien es cierto que las Constituciones cuentan con una fuerza derogatoria
propia derivada de su naturaleza de norma suprema dentro del ordenamiento
jurídico, en algún momento dado dicha fuerza derogatoria podría ser cuestionada,
por ignorancia o por conveniencia, originando un estado de incertidumbre jurídica.
En ese orden de ideas, la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida se hace
necesaria, no para lograr y obligar a la inaplicabilidad de aquella norma contraria a
la Constitución, sino para “oficializar” su expulsión del ordenamiento jurídico en aras
de preservar el valor de la seguridad jurídica dentro de un Estado de Derecho.
II.2
ÓRGANO
COMPETENTE
PARA
DECLARAR
LA
INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA
Si se admite la existencia de la inconstitucionalidad sobrevenida como una
declaratoria judicial constitucional esencial en la preservación del principio de
seguridad jurídica que debe existir en todo Estado de Derecho, surge el
cuestionamiento sobre quién será el órgano jurisdiccional competente para declarar
la inconstitucionalidad sobrevenida de una norma, y si en relación a este aspecto,
21OROZCO
SOLANO, Víctor Eduardo, La fuerza normativa de la constitución frente a las normas
preconstitucionales, Castilla, 2010, tesis de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad
Castilla-La Mancha para optar al grado académico de Doctor en Derecho Constitucional, pp. 93 y ss.
19
será posible y conveniente que este examen especial de constitucionalidad se
realice a través del sistema del control difuso de la constitucionalidad de las leyes.
Casal sostiene que, en cuanto a las leyes viciadas de inconstitucionalidad
sobrevenida, también ha de afirmarse la procedencia del control difuso porque al
derivarse su derogación de su incompatibilidad con la Constitución nos situamos
ante un examen de constitucionalidad similar al que se ejerce sobre leyes
posteriores a la modificación constitucional correspondiente. El asunto, sin
embargo, no está exento de controversias, sobre todo en sistemas concentrados de
jurisdicción constitucional; mientras que en algunos se ha estimado que el control
de la inconstitucionalidad sobrevenida de una ley corresponde con exclusividad a la
Corte Constitucional, en otros se ha sostenido que el reconocimiento de la
derogación de tales leyes no implica un control de la constitucionalidad reservado a
la Corte o Tribunal Constitucional, sino que se trataría más bien, de la simple
aplicación del derecho vigente a la controversia objeto del proceso, razón por la cual
los
jueces
ordinarios
podrían
perfectamente
inaplicar
aquellas
leyes
preconstitucionales contrarias a la Constitución 22.
Resulta muy interesante la discusión doctrinaria a la que se hace referencia
en el párrafo anterior, toda vez que el impedir que los jueces ordinarios declaren la
inconstitucionalidad sobrevenida de una norma o de una ley, sería como impedirles
la aplicación del derecho vigente por un lado, así como la defensa del orden
constitucional a la que están y deben estar sujetos todos los jueces en el ejercicio
de sus funciones, por el otro. En Guatemala, de conformidad con lo establecido en
los artículos 203 y 267 de la Constitución Política de la República, el tratamiento
que se le debe dar a la inconstitucionalidad sobrevenida debiera ser el siguiente:
idealmente, y por tema de seguridad jurídica, la inconstitucionalidad sobrevenida de
las normas o leyes debiera ser declarada, cuanto antes, por el máximo Tribunal
Constitucional, es decir, por la Corte de Constitucionalidad, esta declaratoria se
22
CASAL H., Jesús María, Constitución y Justicia Constitucional, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas,
2004, p. 161.
20
debe hacer inmediatamente después de realizada la respectiva reforma
constitucional, y por consiguiente, inmediatamente después de originada la
inconstitucionalidad
sobrevenida,
claro
está,
como
consecuencia
de
un
planteamiento de inconstitucionalidad previamente planteado por algún ciudadano.
No obstante lo anterior, en caso la Corte de Constitucionalidad no hiciera
dicha declaratoria de forma inmediata o, en el peor de los casos, nunca la hiciera,
no significaría ni justificaría que los jueces ordinarios siguieran aplicando la norma
ahora inconstitucional, toda vez que estos están llamados, por disposición
constitucional, a respetar y velar por la estricta observancia del principio de
supremacía constitucional en el ejercicio de sus funciones. Si bien es cierto que los
jueces ordinarios no “declararían” la inconstitucionalidad sobrevenida, porque no se
encuentran facultados, legal ni constitucionalmente para emitir tal declaración, sí se
encuentran autorizados y obligados, como ciudadanos por el artículo 135 inciso d)
constitucional, y como jueces por el artículo 203, a defender la supremacía
constitucional y por consiguiente, a no aplicar dicha norma en la resolución de las
controversias que se les planteen.
II.3
LA DECLARATORIA DE INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA EN
GUATEMALA
La
Corte
de
Constitucionalidad
de
Guatemala
ha
conocido
inconstitucionalidades sobrevenidas de varias normas, entre ellas, las promovidas
en contra de: la Ley de Protección al Consumidor (Decreto Ley 1-85) dentro del
Expediente 12-86; el Código Penal (Decreto 17-73 del Congreso de la República)
dentro del Expediente 936-95; y el Código Civil (Decreto Ley número 106 de Enrique
Peralta Azurdia) dentro del Expediente número 84-9223.
23
Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Autónoma de México,
DIGHERO HERRERA, Saúl, El control de la constitucionalidad de las leyes en Guatemala, México, 2002 p. 253.
Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2002/ pr/pr12.pdf
21
A manera de ejemplo y para conocer cómo la Corte de Constitucionalidad se
ha pronunciado al declarar la inconstitucionalidad sobrevenida de distintas
normativas, se citan los abstractos conducentes de las siguientes sentencias:
1.
Sentencia dictada el 26 de septiembre de 1996 dentro del Expediente 305-
95, sobre el planteamiento de inconstitucionalidad total de los Decretos 2 de la Junta
de Gobierno y 68 del Presidente de la República por violar los derechos de
propiedad privada, debido proceso, principio de separación de poderes e
independencia
de
la
función
jurisdiccional
(como
consecuencia
de
los
acontecimientos políticos acaecidos en mil novecientos cincuenta y cuatro, el cinco
de julio de ese mismo año la Junta de Gobierno emitió el Decreto número 2 en el
cual en su artículo primero ordenó intervenir los bienes, congelar e inmovilizar los
depósitos, acreedurías, valores y cuentas corrientes de las personas que figuraban
en ese entonces en las listas formuladas por el Ministerio de Hacienda y Crédito
Público): “(…)En conclusión, los artículos primeros de las leyes cuestionadas Decreto número 2 emitido por la Junta de Gobierno de la República de Guatemala
el cinco de julio de mil novecientos cincuenta y cuatro y Decreto número 68 dictado
por el Presidente de la República el seis de agosto del mismo año- están afectadas
de ilegitimación constitucional sobrevenida, lo que así debe declararse, a efecto de
que cese su vigencia desde el día siguiente de la publicación de esta sentencia en
el Diario Oficial”.
2.
Sentencia dictada el 1 de febrero de 2006 dentro del Expediente número
1122-2005, sobre el planteamiento de inconstitucionalidad general parcial de los
artículos 411, 412 y 413 del Código Penal por contrarias el segundo y tercer párrafo
del artículo 35 Constitucional referente a la libertad de emisión del pensamiento:
“(…)Al atender las citas doctrinarias y jurisprudenciales antes citadas, y aplicar lo
extraído de ellas en función de lo regulado en los artículos 411 y 412 del Código
Penal, este tribunal concluye indefectiblemente que tal regulación no guarda
conformidad con el contenido del artículo 35 constitucional; y de ahí que por tratarse
aquéllos de normas preconstitucionales, se determina que estos contienen vicio de
22
inconstitucionalidad sobrevenida, por lo cual deben ser excluidos del ordenamiento
jurídico guatemalteco y así debe declararse al emitirse el pronunciamiento
respectivo”.
3.
Sentencia dictada el 5 de septiembre de 1990 dentro del Expediente número
267-89, sobre el planteamiento de inconstitucionalidad parcial del artículo 11 del
Reglamento de la Ley de Inversiones de Reservas Técnicas y Matemáticas de las
Empresas de Seguros (Acuerdo Gubernativo M. de E. 22-74) por contrariar el inciso
e) del artículo 183 constitucional, referente a la salvaguarda de la superioridad
jurídica de las normas de orden legal con respecto de las normas de orden
reglamentario: “(…) Esta Corte en reiteradas oportunidades ha sostenido que las
normas contrarias a la Constitución pueden ser excluidas del ordenamiento jurídico,
sin que sea óbice el hecho de que hayan sido emitidas con anterioridad a la vigencia
de la Constitución. Lo anterior se apoya en un criterio jerárquico y temporal, porque
siendo la Constitución la Ley Suprema del Estado no tiene relevancia que la fecha
en que entrase en vigor, sea posterior a la de la norma ordinaria. La inconformidad
de la Constitución vigente con una norma preconstitucional, puede dar lugar a la
derogatoria de esta última, que al ser declarada por esta Corte, surte efectos desde
el día siguiente al de la publicación de la declaratoria de inconstitucionalidad en el
Diario Oficial”.
4.
Sentencia dictada el 27 de marzo de 2001 dentro del Expediente número
1103-200, sobre el planteamiento de inconstitucionalidad total del Acuerdo
Gubernativo de 22 de junio de 1953 emitido por el Presidente de la República que
contiene Modificación y Creación de Partidas en la Tarifa de Arbitrios Municipales
para la Ciudad Capital: “Esta Corte ha aceptado la inconstitucionalidad sobrevenida
de normas pero por incongruencia material, no así la referente a aspectos formales
o de creación. Todo ello determina la improcedencia de la inconstitucionalidad
planteada en cuanto al acuerdo estudiado se refiere. (…)”.
23
De la jurisprudencia citada, en relación a la naturaleza y a la forma en la que
opera la declaratoria de Inconstitucionalidad Sobrevenida en Guatemala, se puede
concluir lo siguiente:
I.
Las normas contrarias a la Constitución pueden ser excluidas del
ordenamiento jurídico independientemente de que las mismas hayan sido emitidas
con anterioridad a la vigencia de la Constitución, en virtud del criterio jerárquico y
temporal especial del texto fundamental en virtud del cual, por ser la Constitución la
ley suprema del Estado, no importa que una norma ordinaria haya sido emitida con
anterioridad a la Constitución, su validez siempre deberá ser examinada de acuerdo
a su conformidad con ésta última.
II.
La inconstitucionalidad sobrevenida constituye un vicio de las disposiciones
normativas, en virtud del cual éstas deben ser necesariamente excluidas del
ordenamiento jurídico vigente.
III.
La ilegitimación o inconstitucionalidad sobrevenida de una norma debe ser
declarada por la Corte de Constitucionalidad a efecto de que cese su vigencia el día
siguiente de la publicación de la sentencia que declare su inconstitucionalidad en el
Diario Oficial. De esa cuenta, mientras la inconstitucionalidad sobrevenida de una
norma no sea declarada por la Corte de Constitucionalidad, la norma estará vigente
dentro del ordenamiento jurídico guatemalteco. No obstante, como ya se estableció,
esto no significa, o al menos, no debiera significar, inseguridad jurídica o una posible
aplicación de la norma que adolece de inconstitucionalidad sobrevenida por los
jueces ordinarios al resolver los casos que se les presenten, toda vez que éstos se
encuentran obligados, por disposición constitucional, a defender el principio de
supremacía constitucional (artículo 204 de la Constitución Política de la República),
razón por la cual se encuentran facultados y obligados a no aplicar una norma que
adolezca de inconstitucionalidad sobrevenida, aunque la misma no haya sido
declarada por la Corte de Constitucionalidad y por consiguiente, forma parte del
ordenamiento jurídico vigente.
24
IV.
En
Guatemala,
la
Corte
de
Constitucionalidad
ha
aceptado
la
inconstitucionalidad sobrevenida únicamente por incongruencia material con el texto
constitucional, no así la referente a aspectos formales o de creación de las normas.
De esa cuenta, en Guatemala una norma preconstitucional cuyo contenido no
contraria
el
texto
constitucional
no
podrá
ser
señalada
del
vicio
de
inconstitucionalidad sobrevenida aunque el proceso formal de su creación haya sido
diferente o incluso contrario a los principios de formación y sanción de la ley
contenidos en la Constitución actual bajo el amparo de la cual se examina la norma
preconstitucional.
II.4
LA
INCONSTITUCIONALIDAD
SOBREVENIDA
EN
DERECHO
COMPARADO
Una vez establecido el tratamiento que se le otorga a la Inconstitucionalidad
Sobrevenida en Guatemala, se abordará, de forma breve y concisa, la forma en la
que la misma opera en otros países, para efectos de conformar un panorama más
amplio y completo de esta institución.
II.4.1
LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA EN CHILE
En un principio, la Corte Suprema de Chile se inclinó por la tesis que
establece que cualquier norma anterior que esté en pugna con la Constitución de
1980, se entiende, automáticamente, derogada por ésta y por consiguiente se
puede prescindir de dicha norma, en el entendido que este tipo de pugna normativa
constituye un simple problema de derogación de leyes, que corresponde estudiar a
los jueces sentenciadores. No obstante lo anterior, en sentencias de junio y agosto
de 1990, la Corte Suprema resolvió que sí era procedente el recurso de
Inaplicabilidad por inconstitucionalidad de leyes anteriores a la Constitución,
acogiendo la otra tesis que establece que estos casos de incompatibilidad normativa
constituyen una “inconstitucionalidad sobrevenida” que debe ser declarada por la
25
Corte Suprema de Justicia. En Chile, la posición que señala que es la Corte
Suprema la que debe pronunciarse en el caso de inconstitucionalidad sobrevenida
se funda en las siguientes razones: 1) El artículo 80 de la Constitución entrega a la
Corte Suprema la facultad de declarar la inaplicabilidad de preceptos legales
contrarios a la Constitución, sin hacer distinción alguna; 2) En estos casos no existe
un simple problema de derogación de una norma por otra, ya que es necesario
previamente constatar la contradicción entre un precepto legal y la Constitución, y
la derogación o nulidad de dicho precepto es una consecuencia de la ilegitimidad
constitucional que, por supuesto, corresponde hacerla a la Corte Suprema; 3) Es
principio general del derecho que la norma de superior jerarquía no deroga a otra
de menor jerarquía, sino que simplemente prevalece sobre ella, por lo que no
pueden los jueces de la instancia declarar tal derogación; y, 4) Si se persiste en la
tesis contraria, se crearía una grave inseguridad jurídica sobre todo el ordenamiento
jurídico legal precedente, por la automática multiplicación de los centros de decisión,
constituidos en esta hipótesis no sólo la Corte Suprema y por todos los tribunales
de la República, sino, además, por cualquier autoridad pública o administrativa. La
sola enunciación de las consecuencias de esta teoría es suficiente para
desecharla24.
Es importante advertir un punto respecto a la necesidad de la declaratoria de
inconstitucionalidad sobrevenida que no había sido abordado hasta este momento
y que, resulta muy interesante e importante analizar. Este punto es el referente a
que es principio general del derecho que la norma de superior jerarquía no deroga
a otra de menor jerarquía, sino que simplemente prevalece sobre ella, por lo que no
pueden los jueces de la instancia declarar tal derogación. En Guatemala, en virtud
de lo dispuesto en el artículo 8 inciso d) de la Ley del Organismo Judicial, Decreto
2-89 del Congreso de la República, las leyes se derogan por leyes posteriores, entre
otros casos, total o parcialmente, por declaración de inconstitucionalidad dictada
en sentencia firme por la Corte de Constitucionalidad. Por la forma general y
24
COLOMBO CAMPBELL, La Declaración Judicial de Inconstitucionalidad, Revista Electrónica de Derecho de
la Universidad Austral de Chile, volumen XII, Chile, pp. 27 y28. Disponible en:
http://mingaonline.uach.cl/pdf/revider/v12n1/art02.pdf. Consultada el 9 de junio de 2013.
26
abstracta en la que se encuentra dispuesta esta norma (al igual que el artículo 267
de la Constitución Política de la República anteriormente referido), se puede
establecer que la misma constituye un fundamento legal más que confirma la
necesidad de la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida por parte del
máximo
tribunal en materia
constitucional, es decir, por la
Corte de
Constitucionalidad para expulsar “oficialmente” del ordenamiento jurídico una norma
contraria a la Constitución y preservar la seguridad jurídica que exige la vida en
sociedad.
El caso de Chile es un claro ejemplo de cómo, tarde o temprano, dentro de
un Estado de Derecho, se llegará a comprender que el aceptar la tesis que
establece que es necesario que exista una declaratoria de inconstitucionalidad
sobrevenida, no implica subestimar la fuerza derogatoria que detenta todo texto
constitucional, sino que, al contrario, implica confirmar su suprema jerarquía
normativa, “oficializando” la expulsión del ordenamiento jurídico de aquella norma
contraria a la Constitución.
II.4.2 LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA EN ESPAÑA
En España, el Tribunal Constitucional ha declarado que así como frente a las
leyes postconstitucionales el Tribunal ostenta un monopolio para enjuiciar su
conformidad con la Constitución, en relación a las preconstitucionales los jueces y
Tribunales deben inaplicarlas si entienden que han quedado derogadas por la
Constitución, al oponerse a la misma; o pueden, en caso de duda, someter este
tema al Tribunal Constitucional por la vía de la cuestión de inconstitucionalidad. Esta
alternativa de soluciones entre inaplicación por los jueces y tribunales ordinarios de
la ley preconstitucional que contradiga la Constitución según el argumento de la
derogación, y decisión del propio Tribunal Constitucional cuando dichos jueces y
tribunales ordinarios planteen una cuestión de inconstitucionalidad, produce una
única diferencia: que la sentencia del Tribunal Constitucional tendrá fuerza erga
omnes, cumpliendo la importante función de depurar el ordenamiento jurídico,
27
resolviendo de manera definitiva y con carácter general las dudas que puedan
plantearse, lo que no es el caso naturalmente de las estimaciones de derogación
que puedan hacer los tribunales ordinarios, toda vez que sus resoluciones surten
sus efectos solamente en el caso concreto y entre las partes implicadas en dicho
caso. El sistema parece consagrado, y según él los jueces y tribunales ordinarios
podrán apreciar por sí mismos la derogación por la Constitución de las leyes
precedentes o, si la conclusión les parece problemática, remitir la cuestión como
“cuestión de inconstitucionalidad” al Tribunal Constitucional25.
Resulta interesante advertir como el Tribunal Constitucional Español ha sido
más “atrevido” al establecer, de forma tan clara y precisa, el tratamiento que debiera
dársele a aquellos casos en los que una norma pre constitucional resulte contraria
a la norma fundamental. Tal y como lo considera el Tribunal Constitucional de
España, el permitir, e incluso obligar, a que los jueces o tribunales ordinarios, en los
casos concretos, dejen de aplicar aquellas normas preconstitucionales que resulten,
a
todas
luces,
contrarias
independientemente
de
a
que
los
principios
exista
y
previamente
normas
una
constitucionales,
declaratoria
de
inconstitucionalidad por parte del máximo tribunal constitucional, constituye un acto
judicial justificado y fundamentado en su obligación de preservar el principio de
supremacía constitucional en el desempeño de sus funciones. No obstante, para
que la “inaplicabilidad” de dicha norma sea general y por consiguiente, su
contradicción con el texto fundamental no pueda ser cuestionada por ninguna
autoridad, deberá existir una declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida por
parte del máximo tribunal constitucional, en virtud de la cual la norma atacada de
inconstitucionalidad sea apartada definitivamente del conjunto de normas vigentes
y vinculantes para los ciudadanos, preservando la seguridad jurídica, como se ha
venido reiterando.
25
GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal Constitucional, editorial Civitas,
1985, Universidad de Educación a Distancia, Madrid, pp. 63-103. Disponible en: http://www.uned.es/dptoderecho-politico/V._Eduardo_Garcia_de_Enterria_1_%20bis.pdf. Consultada el 9 de junio de 2013.
28
II.4.3 LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA EN PORTUGAL
El artículo 282º, nº 2 de la Constitución Política Portuguesa dispone que la
declaración de inconstitucionalidad por infracción de un precepto constitucional
posterior, solo produce efectos desde la entrada en vigor de este último. Es decir,
los efectos de la declaración de inconstitucionalidad de una ley anterior a la
Constitución o a una revisión constitucional no será ex tunc, sino que se limitarán a
retroceder hasta la entrada en vigor de la Constitución o del nuevo precepto
constitucional introducido a través de la revisión. Gracias a la claridad y objetividad
de esta disposición, la inconstitucionalidad sobrevenida prácticamente no ha sido
motivo de polémica en Portugal. Aún así pueden encontrarse divergencias
doctrinales en cuestiones como la derogación, la caducidad o la efectiva
inconstitucionalidad de la norma anterior incompatible. En la inconstitucionalidad
sobrevenida se establece un régimen intermedio entre la eficacia ex tunc absoluta
y la eficacia ex nunc26: a) no se tratan de efectos absolutos ex tunc, porque dichos
efectos no retroceden al momento de la entrada en vigor de la norma declarada
inconstitucional, sino al del comienzo de la vigencia del parámetro normativoconstitucional posterior; b) no se trata de efectos ex nunc, porque la declaración no
vale solo pro futuro, sino que retrocede al momento de la entrada en vigor de la
norma constitucional sobrevenida. Es por ello que la inconstitucionalidad
sobrevenida nunca tiene el efecto de rehabilitar la disposición legal anterior, como
26
La autora comparte la tesis sustentada por el constitucionalista anteriormente citado en cuanto a que a la
declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida no puede otorgársele de manera absoluta, efectos ex tunc, ni
efectos ex nunc, de conformidad con lo siguiente: 1) En cuanto a los efectos ex tunc: la norma que adolece
inconstitucionalidad sobrevenida tiene dos etapas, una etapa previa a la promulgación del nuevo texto o norma
constitucional y otra posterior a éste último acontecimiento. Antes de la promulgación del nuevo texto o norma
constitucional, la norma no adolecía de vicio alguno, de ahí que su vigencia y sus efectos durante esta etapa
no puedan ser alterados. Una vez promulgado el nuevo texto constitucional, la norma que antes era
constitucionalmente congruente, se convierte inconstitucional por lo que su vigencia y efectos durante esta
segunda etapa deben ser anulados. De ahí, que la derogación de la norma que adolece de inconstitucionalidad
sobrevenida no puede surtir efectos desde el nacimiento de la norma, sino solamente a partir de la vigencia del
nuevo texto o norma constitucional; 2) En cuanto a los efectos ex nunc: en el caso que la norma que ahora
adolece de inconstitucionalidad sobrevenida, no sea derogada inmediatamente después de que haya entrado
en vigencia el nuevo texto o norma constitucional, sino hasta mucho tiempo después, existirá un lapso de
tiempo, previo a la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida, que deberá, necesariamente, ser afectado
por tal declaratoria, ya que de no ser así, se aceptaría la existencia y los efectos de una norma inconstitucional
por un período de tiempo. En ese sentido, los efectos ex nunc de la declaratoria de inconstitucionalidad
sobrevenida no se pueden entender solamente a partir de dicha declaratoria, sino que deberá surtir efectos
retroactivamente, sobre el período de tiempo en el que la norma ya era inconstitucional, pero aún no había sido
declarada como tal.
29
pude ocurrir, y de forma automática, cuando la inconstitucionalidad es originaria.
Por otro lado, un tribunal no puede aplicar una norma de derecho pre-constitucional
contraria a la Constitución, puesto que ha dejado de estar en vigor, pero solo la
puede considerar derogada o caducada después de haberla considerado contraria
a la Constitución27.
Resulta muy importante e interesante advertir como la Constitución de
Portugal presenta un gran avance en cuanto a regular, expresamente, dentro de sus
disposiciones normativas, lo referente a la declaratoria de inconstitucionalidad
sobrevenida y sus efectos. De ahí que en este país, los debates doctrinarios no
radican en cuanto a determinar si debiera o no existir una declaratoria de
inconstitucionalidad sobrevenida frente a la fuerza derogatoria del texto
fundamental, sino más bien, en cuanto a determinar desde qué momento surtirán
los efectos de esta declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida. En Portugal, la
necesidad de una declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida es un asunto ya
zanjado por disposición constitucional, de ahí que la discusión se centre en
determinar, temporalmente hablando, los efectos de dicha declaratoria, tema que
hasta este momento, así como el de la inconstitucionalidad sobrevenida, no se han
desarrollado y profundizado en Guatemala.
2
BRUST, Léo, La Sentencia Constitucional en Brasil, tesis de la Facultad de Derecho de la Universidad de
Salamanca para optar al grado académico de Doctor en Derecho Constitucional, Salamanca, 2011, pp. 231 y
ss.
30
CAPÍTULO III
LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
III.1
LA NATURALEZA DINÁMICA Y MUTABLE DEL TEXTO CONSTITUCIONAL
Hoy en día las Constituciones, textos supremos dentro de los Estados, ya no
se conciben como simples catálogos de derechos y normas relativas a la
organización de los mismos, es una época en la que los textos constitucionales
conforman un verdadero cuerpo de normas jurídicas, vinculantes y destinadas a una
permanente tarea de desarrollar los derechos y garantías que contemplan y
reconocen. Una Constitución debe, necesariamente, responder a las necesidades
de sus destinatarios sin importar las circunstancias de tiempo o espacio, para ello,
es fundamental que la misma no se conforme solamente de simples disposiciones
normativas, sino de verdaderos principios y valores que tracen el camino de los
Estados en la salvaguarda de los derechos humanos. El que una Constitución se
estructure y desarrolle sobre un conjunto de principios y valores supremos a los que
aspira un Estado, no implica su estatificación o petrificación. Si bien es cierto, que
los principios y valores son conceptos que por lo general evocan ideales estables
de aceptación general, es preciso reconocer que estos pueden variar conforme la
sociedad humana evoluciona y es por esta razón que hasta aquellas Constituciones
que conforman un verdadero catálogo de principios, más que de normas, necesitan
ser reformadas en algún momento.
Generalmente, se acepta y afirma que la naturaleza y esencia misma de toda
Constitución es la estabilidad, la permanencia, la supervivencia a lo largo de la vida
de los Estados y que es solamente en aquellos momentos en los que sus
disposiciones normativas se vuelvan insuficientes para contemplar aquellos nuevos
valores o principios que deben ser protegidos en la sociedad, cuando la misma debe
ser reformada a través de los procedimientos formales y solemnes previamente
contemplados para ello. Las reformas a una Constitución no siempre se realizan
mediante el procedimiento formal previamente establecido para ello, existe un
31
mecanismo a partir del cual los jueces constitucionales, como máximos intérpretes
de la Constitución, otorgan a una disposición normativa constitucional un sentido
diferente al que originalmente se le otorgó, es decir, mediante interpretación
constitucional se reforma un artículo del texto constitucional sin alterar su texto. A
este fenómeno se le conoce como mutación constitucional, hoy en día este
mecanismo de reforma constitucional ha adquirido más fuerza que nunca toda vez
que la función de los jueces constitucionales representa en la actualidad una
incidencia directa e inmediata no sólo en la efectividad, sino en la estabilidad de los
textos constitucionales. La mutación constitucional conforma, actualmente, uno de
los temas más interesantes dentro del ámbito constitucional como fenómeno
excepcional en virtud del cual, el sentido de una norma constitucional evoluciona sin
que su texto sufra modificación alguna. En ese sentido, opina Adriano Sant’Ana
Pedra al señalar que actualmente, apartada de su pasado preponderante político,
la mutación constitucional dejó de funcionar como una influencia del mundo fáctico
sobre la Constitución y se tornó legítima en la medida en que se mantiene en los
marcos normativos establecidos por la Constitución28.
Las Constituciones son mutables por naturaleza, hoy en día ya se ha
desechado de la doctrina constitucional la tesis de la inmutabilidad absoluta de las
Constituciones, ya que, aunque parezca contradictorio, la modificabilidad de la
Constitución constituye la garantía de su permanencia y estabilidad, en la medida
que constituye un mecanismo de articulación entre la realidad social y la realidad
jurídica y política de un Estado29. En ese sentido, Nogueira Alcalá, establece que la
Constitución constituye un cuerpo sistemático de normas de máximo rango que
utilizan un lenguaje sintético o de textura abierta que establecen valores, principios
y reglas y que es esa amplitud y textura abierta de sus normas la que posibilita su
actualización constante a través de la interpretación constitucional, la cual no sólo
SANT’ANA PEDRA, Adriano, Mutación Constitucional y Concreción Normativa: Cómo la estructura de la
norma se relaciona con los cambios informales, Estudios Constitucionales, Año 10, No. 2, Chile, 2012, p. 387.
Disponible en: http://www.cecoch.cl/docs/pdf/revista_10_2_2012/mutacion_SantAna.pdf
29Biblioteca Jurídica Virtual –Cuestiones Constitucionales –Revista Mexicana de Cuestiones Constitucionales-, ALFONSO DA SILVA, José, Estabilidad y cambio de las Constituciones, México, disponible en:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/cconst/cont/1/tes/tes1.htm. Consultada el 24 de septiembre de 2012.
28
32
cumple una función de presupuesto de aplicación de un enunciado normativo, sino
también en elemento de renovación y actualización del orden jurídico adaptándose
a la nuevas contingencias de la realidad social30. Karl Lowenstein, citado por Falla
Casanova, señala que las Constituciones integran el status quo al momento de su
nacimiento, posteriormente se acomodan a la realidad constitucional a través de la
reforma constitucional y de la mutación constitucional. La mutación constitucional
constituye la transformación constitucional en la realidad31.
Se advierte la importancia de reconocer la naturaleza mutable y dinámica del
texto constitucional. Como se estableció anteriormente, las Constituciones
conforman hoy en día verdaderas normas jurídicas vinculantes, cuyos valores y
principios, como parámetros generales sobre los que se estructura la organización
estatal, deben ser observados sin importar la época que se trate. Para alcanzar la
eficacia de las normas constitucionales, estás deben ser interpretadas según las
necesidades y características de la sociedad de cada momento, deben irse
moldeando a las exigencias de la época, es de esta adecuación constitucional a la
realidad imperante que se origina la llamada mutación constitucional.
III.2
LA REFORMA “NO FORMAL” DEL ORDENAMIENTO CONSTITUCIONAL
La adaptación de la Constitución a las nuevas circunstancias puede
acontecer por dos vías principales: la reforma y la mutación constitucional o reforma
no formal de la Constitución. Fernando Santaoalla, concibe la mutación
constitucional como una variación del significado de las normas constitucionales sin
que varíe su redacción32. José Manuel Vera Santos, indica que es aquella situación
30,Scielo
–Estudios Constitucionales-, NOGUEIRA ALCALÁ, Humberto, Las mutaciones de la constitución
producidas por vía interpretativa del Tribunal Constitucional. ¿El Tribunal Constitucional poder
constituido o poder constituyente en poder permanente?, Santiago de Chile, 2009. Disponible en:
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S0718-52002009000200016&script=sci_arttext. Consultada el 24
de septiembre de 2012.
31 Eucario –Constitucionalismo, Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho-, FALLA CASANOVA, Faiber
Eucario,
Las
mutaciones
constitucionales,
disponible
en:
http://fallacasanova.blogspot.com/2010/08/las-mutaciones-constitucionales.html. Consultada el 24
de septiembre de 2012.
32 SANTAOLALLA LÓPEZ, Fernando, Derecho Constitucional, Madrid, editorial Dykinson, 2004, p. 608 .
33
en la que la Constitución se ve afectada por una modificación tácita en su vigencia
y aplicabilidad efectiva, sin que el texto de la norma constitucional haya sido
sometido a una reforma expresa. Se trata de modificaciones no formales del
ordenamiento constitucional, es decir, de cambios operados en el texto
constitucional sin seguir el procedimiento más agravado y difícil establecido para
reformar la Constitución33. Peter Haberle, por su parte, establece que la mutación
constitucional acaece cuando el texto constitucional es reformado de manera
relativamente discreta y sin formalización alguna, por la sola vía de la interpretación,
ya sea de los tribunales, de la práctica estatal, de la opinión pública, de la doctrina,
o como producto de la combinación de ellas, resultando en el otorgamiento de un
nuevo y diferente significado a la norma constitucional34. Andrés De Blas, indica que
la mutación constitucional es una modificación no formal de la Constitución, es decir,
un cambio sustancial de la misma que no sigue los cauces previstos para la reforma
y mantiene inalterada la letra del texto constitucional35.
De las definiciones expuestas se puede establecer que la mutación
constitucional, al igual que la reforma constitucional, es consecuencia lógica y
normal de la naturaleza evolutiva que debe caracterizar a todo texto constitucional
en aras de alcanzar su máxima efectividad y que se constituye como la vía informal
de reforma constitucional, a través de la interpretación de las disposiciones
normativas que conforman el texto fundamental.
En cuanto al valor o importancia que se le ha otorgado a la mutación
constitucional como medio legítimo informal de reforma del texto constitucional, es
preciso advertir que, la teoría francesa, en razón de su visión fundamentalmente
normativa de la Constitución, le prestó poca atención al considerarla como un
fenómeno meramente sociológico, cuyos efectos no podían trascender ese ámbito
social. La teoría alemana, en cambio, le atribuyó una importancia creciente en la
33 VERA
SANTOS, José Manuel, La Reforma Constitucional en España, España, editorial La Ley, 2007, p.38.
HABERLE, Peter, El Estado Constitucional, Perú, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003, p. 62.
35 DE BLAS, Andrés y Ma. Josefa RUBIO LARA, Teoría del Estado I –El Estado y sus Instituciones-, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Madrid, p. 276.
31
34
doctrina de las fuentes del Derecho al considerar que sus efectos trascendían al
ámbito normativo. Antes, predominaba el criterio que una modificación material de
la Constitución sólo podría producirse por vía de una revisión formal de la misma,
sobre todo para el jurista positivista consecuente, para el que la afirmación de una
mutación
constitucional
no
significaba
jurídicamente
otra
cosa
que
un
quebrantamiento de la Constitución. Actualmente, sin embargo, las normas creadas
por vía de una mutación constitucional se interpretan como Derecho de pleno
valor36. De ahí la importancia que tiene el estudio e investigación de los efectos
normativos que podría acarrear una mutación constitucional, no solo en cuanto al
cambio en la interpretación de los alcances
de determinado supuesto
constitucional, sino también en lo referente a la posible contradicción que podría
originarse entre una norma ordinaria emitida de acuerdo al texto constitucional,
previo a la mutación constitucional, con el nuevo sentido otorgado al supuesto
normativo constitucional vía la mutación constitucional, aporte que pretende brindar
el presente trabajo de investigación.
En ese orden de ideas, puede decirse que la adaptación de la Constitución a
las nuevas circunstancias puede acontecer por dos vías: a) la principal, es la que
se realiza a través del procedimiento preestablecido de reforma constitucional; y b)
la mutación constitucional, que consiste en una variación del significado de sus
normas pero sin que varíe su redacción37. En ese sentido, Andrés De Blas refiere
que la doctrina italiana ha puesto de relieve que el fenómeno de las modificaciones
tácitas de la Constitución, o mutaciones constitucionales, se verifica en la fase que
media entre el ordenamiento formal y su evolución continua y real, en la cual se crea
un “hiato”, que, sin embargo, no obliga necesariamente a una sustitución del texto
originario por otro nuevo, ni a la abrogación expresa de algún precepto
constitucional38.
KAGI, Werner, La Constitución como ordenamiento jurídico fundamental del Estado – Investigaciones sobre
las tendencias desarrolladas en el moderno Derecho Constitucional, Dykinson, Madrid, 2005, p. 165.
37 SANTOALLA LÓPEZ FERNANDO, Derecho Constitucional, Madrid, editorial Dykinson, 2004, p.608.
38 DE BLAS GUERRERO, Andrés, Teoría del Estado I – El Estado y sus Instituciones, Universidad Nacional de
Educación a Distancia, Madrid, 2013, p. 276.
36
35
En ese sentido, se advierte que la mutación constitucional o reforma no
formal del texto constitucional se presenta como la herramienta en virtud de la cual
un Estado logra la regulación y protección de un supuesto de hecho nuevo que se
da en la sociedad, mediante su inclusión en el texto constitucional vía cambio de
interpretación de una norma específica del mismo. En ese orden de ideas, es lógico
y necesario concluir que vía mutación constitucional, los Estados solo podrán
ampliar el ámbito de aplicación del supuesto normativo del texto constitucional, no
así, restringirlo o sustituirlo por otro totalmente diferente, ya que de ser así, dicho
cambio debiera ser operado vía reforma constitucional, a través de los
procedimientos previamente establecidos para el efecto.
III.3
EL ORIGEN DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
La mutación constitucional no se origina como consecuencia de un cambio
injustificado o antojadizo del juez constitucional en la forma de interpretar el texto
fundamental. Este fenómeno deriva de un proceso complejo de cambio y evolución
de la realidad social en la que dicha Constitución debe imperar. De ahí que la
mutación constitucional sea el resultado de un cambio, ya sea en la práctica política
de un Estado, o en el desuso de una competencia constitucional39. En el estudio
clásico, se describe la posibilidad que la mutación constitucional se produzca por la
incidencia de factores diversos como: la práctica parlamentaria, la actividad de la
Administración, la interpretación judicial, la necesidad, las prácticas convencionales
y el no ejercicio de una competencia constitucional40.
En ese sentido, se ha establecido que la mutación constitucional, según su
origen, puede ser de dos tipos: (i) Praeter Legem: Es aquella que se limita a aclarar,
completar o adaptar el significado de un precepto constitucional, no se opone a él
sino que lo desarrolla para su mayor eficacia. Se diferencia de la simple
NAVAS CASTILLO, Antonia y NAVAS CASTILLO, Florentina, Derecho constitucional –Estado
constitucional-, Madrid, editorial Dykinson, 2005, p. 250.
39
40
DE BLAS GUERRERO, Andrés, Teoría del Estado I – El Estado y sus Instituciones, Universidad Nacional de
Educación a Distancia, Madrid, 2013, p. 276.
36
interpretación de la Constitución en que con ésta última no se pretende cambiar
nada, sino únicamente aclarar el significado de un precepto antes oscuro. La
mutación praeter legem implica una aclaración nueva que contradice la común
opinión hasta entonces existente sobre un precepto constitucional; y, (ii) Contra
legem: Es la mutación que de forma clara contradice lo establecido en el texto
constitucional, derogándolo. Una forma particular dentro de este grupo de
mutaciones son aquellas que consisten en el simple desuso de un precepto
constitucional41.
La mutación constitucional presenta un abanico de posibilidades de reforma
constitucional en diferentes grados y sentidos, es por ello, que puede acarrear
consecuencias desde las más sencillas hasta las más complejas para la realidad
constitucional de un Estado42. En ese sentido, Álvarez Conde, señala el riesgo de
que en un
sistema democrático, la mutación constitucional pueda servir para
adecuar la realidad constitucional a la maldad política sin necesidad de acudir al
mecanismo de la reforma constitucional43. Por su parte, Andrés De Blas, respecto a
la naturaleza y al ámbito de acción de la mutación constitucional y la posibilidad de
que la utilización de la misma sea tergiversada, indica que el campo de actuación
de las mutaciones constitucionales es el de la realidad y la práctica política, no el de
la normatividad, y que por consiguiente, una ley con contenido contrario a la
Constitución nunca generará una mutación constitucional, sino un supuesto de
inconstitucionalidad44.
Es importante advertir un aspecto de la mutación constitucional que debe ser
precisado en este momento, y es el del límite que la misma encuentra en los
principios y valores contemplados en el mismo texto fundamental sobre el cual
recae. La adopción de conductas, normativas o usos contrarios a los valores y
GARCÍA CUADRADO, Antonio M., Derecho, Estado, Constitución –El Estado científico y otros temas
fundamentales de Derecho Constitucional, España, editorial Club Universitario, 2010, p. 293.
42 SANTOALLA LÓPEZ FERNANDO, Derecho Constitucional, Madrid, editorial Dykinson, 2004, p.608.
43 NAVAS CASTILLO, Antonia. Op. Cit. p. 250.
44 DE BLAS GUERRERO, Andrés, Teoría del Estado I – El Estado y sus Instituciones, Universidad Nacional de
Educación a Distancia, Madrid, 2013, p. 276.
41
37
principios consagrados en la Constitución, no podrán dar lugar nunca a la mutación
constitucional aunque dichas conductas sean generalmente aceptadas por la
sociedad. La mutación constitucional, como ya se indicó, es una herramienta
destinada para preservar la efectividad de los derechos, principios y valores
contenidos en la Constitución (mediante la ampliación de su alcance y aplicación) y
no para vulnerar o tergiversar los mismos. En virtud del principio de Supremacía
Constitucional, consagrado en los artículos 44, 175 y 204 de la Constitución Política
de la República de Guatemala, cualquier disposición que disminuya, restrinja o
tergiverse los derechos que la Constitución garantiza, será nula ipso jure, de ahí
que la mutación constitucional no puede ser utilizada como un medio para “validar”
o “justificar” disposiciones o actuaciones inconstitucionales, sino al contrario, debe
ser adoptada como un medio para exaltar y preservar los valores constitucionales,
atendiendo a las circunstancias y necesidades de cada época.
Queda claramente establecido que la mutación constitucional, al igual que la
reforma constitucional, debe tener siempre un fundamento o una justificación, clara
y evidente, reflejada en la inoperancia e inefectividad de una norma constitucional
derivada de su discrepancia con la realidad social que está destinada a regular,
siempre que esta realidad social no implique vulneraciones a los principios y valores
constitucionalmente protegidos. Así como la mutación constitucional puede
constituir la herramienta más valiosa y efectiva para preservar la eficacia y
legitimidad de las normas constitucionales, también puede convertirse en el arma
más nociva para el ordenamiento constitucional de un Estado si se utiliza de una
manera indiscriminada e irresponsable por parte de los jueces constitucionales, de
ahí la importancia del estudio y la investigación del tema.
III.4
LA
MUTACIÓN
CONSTITUCIONAL
FRENTE
A
LA
REFORMA
CONSTITUCIONAL
Por reforma constitucional se entiende la técnica por medio de la cual se
modifica el texto, tal como existe en el momento de realizar el cambio de la
38
Constitución. Técnicamente, una reforma constitucional solamente puede
configurarse cuando se añade algo al texto existente en el momento de realizar la
modificación –suplemento- o bien, se suprime algo –supresión- o bien, se sustituye
el texto por otro –cambio-. El procedimiento puede extenderse a varios artículos o
tan sólo a uno, a una parte de un artículo (párrafo o frase) o a varias palabras, o tan
sólo a una palabra dentro de una frase. Por su parte, en la mutación constitucional
se produce una transformación en la realidad de la configuración del poder político,
de la estructura social o del equilibrio de intereses, sin que quede actualizada dicha
transformación en el documento constitucional, ya que el texto de la Constitución
permanece intacto45 .
En este primer análisis se advierte el primer punto de divergencia entre la
reforma y la mutación constitucional, que es la alteración del texto constitucional en
la primera y su conservación en la segunda. Si bien es cierto que esta diferencia
constituye la más obvia y tal vez la más relevante para efectos de distinguir ambos
fenómenos constitucionales, existen otros factores que deben ser analizados como
puntos de divergencia entre ambos.
Frente a la reforma, que implica una alteración formal del texto constitucional
a través del procedimiento constitucionalmente previsto, la mutación constitucional
se produce cuando la modificación constitucional no va acompañada de la alteración
formal del texto escrito de la Constitución. Jellinek, concibió a la mutación
constitucional como una modificación que deja indemne el texto constitucional
formalmente y se produce por hechos que no tienen que ir acompañados por la
intención, o consecuencia, de tal mutación. Desde esta perspectiva, Gómez Lobo,
indica que una reforma constitucional es producto de la intención deliberada del
reformador, cumple con los procedimientos previstos en la propia Constitución para
la concreción de ese propósito y su resultado es un nuevo texto constitucional. La
mutación constitucional por su parte, aunque también deriva en un cambio material
45
GONZALEZ SCHMAL, Raúl, Programa de Derecho Constitucional, Limusa, Universidad Iberoamericana,
México, 2007, pp. 52 y ss.
39
de la Constitución, formalmente no significa ninguna variación de su texto y se
incorpora en el ordenamiento jurídico del respectivo Estado, sin haber surtido el
procedimiento constitucional de reforma y por lo tanto, sin que pueda ser sometido
al control de validez jurídica, al menos formal, por parte del tribunal constitucional.
En este orden de ideas, el jurista referido plantea la necesidad de preguntarse si las
mutaciones constitucionales implican una “traición a la voluntad del constituyente o
una modificación fraudulenta a la Constitución”, y por tanto, si debieran ser
repelidas, o si se trata de un fenómeno inherentes a la existencia misma de las
constituciones, cuyos operadores, los legisladores y los jueces, y eventualmente la
propia administración, la van moldeando en función del ejercicio de las atribuciones
que el propio texto constitucional les asigna y según su criterio de interpretación
jurídica, para hacerla aplicable de acuerdo con su parecer político en un momento
histórico determinado, y por lo tanto, sí debieran ser admitidas46.
Si se opta por la primera postura, es decir, por considerar que las mutaciones
constitucionales representan una contraposición entre la realidad jurídica y la
realidad política, cabe asumir dos posiciones: una, aceptar la prevalencia de lo
fáctico sobre lo normativo, lo cual significa la admisión de la pérdida de la capacidad
ordenadora de la sociedad por parte de la propia Constitución; otra, resolver la
dicotomía suscitada por esta contraposición mediante la incorporación formal de la
mutación al texto constitucional, por medio del procedimiento de reforma, en cuyo
caso la tensión se resolvería a favor de la norma. Esta posición no acepta la validez
de la transformación de la Constitución por ninguna vía que no sea el procedimiento
de reforma previsto en ella misma, ya que, de aceptar lo contrario, ello supondría
resquebrajar el principio de supremacía constitucional, que es una de las bases
fundamentales del Estado constitucional; de esta manera, frente a la existencia de
la mutación constitucional solamente hay dos posibilidades; tornarla en norma por
medio de la reforma o negarle valor jurídico a favor de la legalidad imperante. La
adopción de la segunda postura implica aceptar el valor jurídico de las mutaciones
46
GÓMEZ LOBO, Alirio, Ideas políticas, filosofía y derecho: El Maestro, Bogotá, editorial Universidad del
Rosario, 2006, pp. 88 y ss
40
constitucionales para lo que se consideraría que la Constitución no es estática, sino
dinámica y que, por consiguiente, permite ser adaptada a las circunstancias
actuales que no tuvieron por qué ser contempladas por el constituyente, aunque sin
llegar al extremo de convertirla en una simple referencia histórica, pues ello le
negaría todo valor ordenador jurídico de la sociedad. En ese sentido, las mutaciones
constitucionales no deberían “alcanzar” los principios o valores superiores, ni las
instituciones estructurales que la Constitución contempla, pues, en tal caso, se
trataría no de una mutación, sino de un auténtico cambio de Constitución, no
obstante, sí son útiles para lograr su adaptación a nuevas exigencias sociales y
garantizar, de esta manera, que se mantenga su fuerza jurídica vinculante47.
Respecto al cuestionamiento sobre la “legitimidad” de la mutación
constitucional fundamentado en la existencia de una posible “traición a la voluntad
del legislador constituyente” al que se hizo referencia anteriormente, es importante
advertir que si bien es cierto que cualquier reforma constitucional, ya sea formal o
no formal, entendida ésta última como la mutación constitucional, pueden ser, en
algún momento dado, el resultado de maniobras fraudulentas por parte de
cualquiera de los actores políticos del Estado destinadas a favorecer sus intereses
y conveniencias, esta circunstancia no puede y no podrá ser nunca el fundamento
o justificación para negar la posibilidad de la reforma constitucional. La reforma
constitucional, entendida ésta como el mecanismo a través del cual las
disposiciones normativas de la ley fundamental se adaptan a las necesidades de la
época, es un presupuesto necesario, e incluso podría decirse que intrínseco, de
todo texto constitucional, todas las constituciones han sido creadas o promulgadas
con un deseo de que las mismas perduren a lo largo de los siglos. Reformar las
constituciones, a través de los mecanismos legales y legítimos preestablecidos, no
implica una traición, sino una confirmación de la voluntad de los constituyentes,
mientras que negar la naturaleza “abierta” o “flexible” de una Constitución, sería
47
GÓMEZ LOBO, Alirio, Ideas políticas, filosofía y derecho: El Maestro, Bogotá, editorial Universidad del
Rosario, 2006, pp. 88 y ss.
41
negarle su esencia de texto fundamental, su esencia de constitución viviente con la
que debe nacer toda Constitución.
III.5
VÍAS PARA LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
En cuanto a las vías para la mutación constitucional, Antonio Cuadrado,
establece que existen tres caminos diferentes para llegar a una mutación
constitucional: la legislación, la jurisprudencia y la práctica política generadora de
costumbre constitucional: a) La mutación constitucional por vía legislativa: ocurre
cuando la Constitución ha dejado sin resolver algún tema polémico o ha regulado
de forma ambigua, incompleta o contradictoria, cuando esto sucede es frecuente
que el poder legislativo rellene las lagunas y solucione los fallos del ordenamiento
constitucional. Para ello, las leyes de desarrollo de algún precepto de la
Constitución, necesitan interpretarlo, adaptarlo y completar su significado y en
muchos casos sucede que este desarrollo legislativo modifica de algún modo el
sentido de la Constitución. En principio, por esta vía sólo pueden producirse
mutaciones praeter legem ya que, en rigor, cualquier ley que se oponga a la
constitución será declarada nula por los órganos encargados de velar por la
supremacía constitucional. Pero el planteamiento teórico falla a veces en la práctica
y, en ocasiones una ley así permanece indefinidamente en vigor; b) La mutación
constitucional por vía jurisprudencial: Los tribunales de justicia y sobre todo los
tribunales constitucionales y similares, en la medida en que aplican la Constitución
como verdadera norma jurídica, se ven en la necesidad de interpretar sus preceptos.
Pero como la jurisprudencia es evolutiva, es decir, dinámica sucede con frecuencia
que los tribunales dan a un precepto constitucional un sentido diferente del que
hasta ese momento tenía. Esto sucede sobre todo cuando la constitución utiliza
términos amplios y abstractos, como libertad, igualdad, justicia, autonomía, etc.; y,
c) La mutación constitucional por vía de la práctica política: Muchas veces la
mutación constitucional tiene lugar por la introducción en la vida política de ciertas
prácticas contrarias a lo establecido en la constitución sin que exista procedimiento
jurídico alguno para evitar tal incumplimiento. Aquí, naturalmente es posible
42
encontrar mutaciones contra legem, pues los gobernantes que ocupan los cargos
superiores pueden acordar incumplir algún precepto constitucional contando con el
compromiso de sus opositores de no recurrir judicialmente tales incumplimientos, o
la imposibilidad de los tribunales (especialmente el de garantías constitucionales o
equivalente) de corregir sus comportamientos (por ejemplo por no existir
procedimiento jurisdiccional alguno previsto en el ordenamiento jurídico para
corregir tales incumplimientos) 48.
Es preciso advertir que en Guatemala, la vía jurisprudencial es la única en
virtud de la cual podría darse la mutación constitucional, toda vez que, de
conformidad con el artículo 43 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad, la Corte de Constitucionalidad es la máxima interprete de la
Constitución y por consiguiente, la única que en algún momento dado podría variar
el sentido en el que debe entenderse o interpretarse alguna disposición
constitucional. Que en Guatemala la mutación constitucional pueda derivarse
solamente de un pronunciamiento interpretativo de la Corte de Constitucionalidad
sobre el texto de un precepto normativo constitucional, no significa que la misma
sea el resultado de una decisión injustificada por parte de los magistrados
constitucionales
ya
que,
como
se
estableció,
su
acaecimiento
supone
necesariamente un cambio previo importante en la realidad social o política del
Estado, en cualquiera de sus ámbitos o expresiones, que haga inefectiva o
insuficiente la norma constitucional y por consiguiente, una nueva interpretación de
la misma se haga necesaria para preservar su aplicabilidad.
El que sea la Corte de Constitucionalidad
o el máximo Tribunal
Constitucional de un país y no cualquier otra entidad, organismo, autoridad,
funcionario o empleado público, el que determine “oficial y legítimamente” la
existencia de una mutación constitucional, genera un ambiente de certeza jurídica
para los ciudadanos, toda vez que no será hasta que el máximo tribunal en materia
constitucional se pronuncie sobre la nueva interpretación que se le debe otorgar a
48
GARCÍA CUADRADO, Antonio. Op. Cit. pp. 77 -79.
43
determinada norma constitucional, que dicha interpretación deberá ser acatada
tanto por los funcionarios y empleados públicos, como por los ciudadanos en
general. Mientras la Corte de Constitucionalidad no se haya pronunciado
oficialmente sobre la nueva interpretación que debe otorgársele a determinada
norma constitucional, dicha interpretación no sería obligatoria, ni vinculante para la
población. Si bien es cierto que la mutación constitucional constituye “la reforma no
formal ó tácita” del texto constitucional, la misma tiene efectos de una reforma y por
consiguiente, en aras de preservar la seguridad jurídica y los derechos
fundamentales, deberá existir un pronunciamiento oficial sobre la misma a partir del
cual inicie la vigencia de la nueva interpretación con todos sus efectos. No obstante
lo referido, es preciso advertir que la seguridad jurídica a la que se hizo referencia
se alcanzará también en la medida de la prudencia y responsabilidad con la que la
Corte de Constitucionalidad lleve a cabo éstos pronunciamientos de mutación
constitucional, un desempeño antojadizo de esta función o facultad podría convertir
al máximo tribunal en materia constitucional en un poder Constituyente paralelo,
para lo cual ésta no tiene legitimación. Daniel Mendonca, sostiene que si bien es
cierto que la naturaleza de los textos constitucionales es evolutiva, esto no justifica
que no se busque la “estabilidad del contenido constitucional”, toda vez que ésta es,
desde luego, especialmente importante en función de su aplicación en la justicia
constitucional. Y esta estabilidad viene dada o se vincula con las decisiones
interpretativas de los tribunales constitucionales, las cuales postulan el ideal de la
igualdad como sustento de las decisiones judiciales y de ahí radica su relevancia
frente a cualquier otra decisión interpretativa que se emita dentro de un Estado49.
En ese sentido, Werner Kagi, sostiene que cuando no es el juez, sino los
poderes políticos quienes determinan el sentido y alcance de la alteración de las
normas constitucionales, la mutación constitucional lleva, casi forzosamente, a un
desmontaje de la fuerza normativa de la Constitución50. De conformidad con la
MENDONCA, Daniel, Análisis Constitucional – Una Introducción- Cómo hacer cosas con la Constitución,
segunda edición, Universidad del Rosario, Bogotá, 2008, p.33.
50 KAGI, Werner, La Constitución como ordenamiento jurídico fundamental del Estado – Investigaciones sobre
las tendencias desarrolladas en el moderno Derecho Constitucional, Dykinson, Madrid, 2005, p. 165
49
44
forma en la que se encuentra estructurado, normativa y políticamente, el Estado de
Guatemala, la mutación constitucional solamente podría determinarse por vía de la
interpretación emitida, confirmada o validada por la Corte de Constitucionalidad,
como máximo intérprete del texto constitucional dentro del Estado. Si bien es cierto,
que tanto la reforma, como la mutación constitucional derivan de la necesidad de
preservar la eficacia de las normas constitucionales mediante su adecuación a la
realidad social de cada época en la que rige, la reforma constitucional implica una
alteración al texto de la norma constitucional y como tal, supone la realización del
trámite preestablecido en la misma Constitución para su reforma (artículos del 277
al 281 de la Constitución Política de la República de Guatemala). Por su parte, la
mutación constitucional, como cambio en los alcances interpretativos o en el sentido
del texto de la norma constitucional, no debe corresponderle al Congreso, sino al
máximo intérprete del texto constitucional dentro del Estado, que en el caso de
Guatemala es la Corte de Constitucionalidad, que dicho sea de paso, es también la
defensora del orden constitucional.
Respecto hasta qué punto puede el máximo intérprete constitucional, en el
caso de Guatemala, la Corte de Constitucionalidad, variar el sentido de una norma
del texto fundamental mediante mutación constitucional, resulta interesante advertir
el análisis que realiza Adriano Sant’Ana Pedra a partir del concepto de “elasticidad
de interpretación”. El referido autor señala que el significado de un enunciado
normativo es lo que éste suscita en la mente del sujeto conocedor, por lo tanto,
cuando se afirma que el texto posee una elasticidad de interpretación, lo que se
quiere decir es que no se puede extraer del texto aquello que él no suscita en la
mente del intérprete. En ese orden de ideas, la interpretación de un texto normativo
debe tener como parámetro el propio texto51. La autora comparte el criterio del autor
referido respecto a que el texto de la norma constitucional determinará en gran
medida los límites dentro de los cuales el intérprete constitucional podrá llevar a
cabo la mutación constitucional. La reforma informal a la Constitución no debe ni
SANT’ANA PEDRA , Adriano, La elasticidad del texto de la Constitución como límite para las mutaciones
constitucionales,
Estudios
Avanzados
17,
2012,
p.
45.
Disponible
en:
http://www.revistaidea.usach.cl/ojs/index.php/ideas/article/download/519/493.
51
45
puede entenderse, en ningún caso, como la interpretación antojadiza e ilimitada del
juez constitucional, en el entendido que la interpretación parte, necesariamente, de
un supuesto normativo con una carga significativa e histórica previa. El juez
constitucional pues, debe otorgar un nuevo sentido a la norma constitucional
tomando en cuenta no solamente las nuevas exigencias de la realidad social, sino
también la historia, el espíritu y la esencia de la norma constitucional cuyo sentido
cambiara, dentro de los parámetros, claro está, que impone el principio de
supremacía constitucional.
Se deduce que la necesidad de interpretar la Constitución radica
fundamentalmente en la dimensión sociológica de esta, el texto fundamental no sólo
se encuentra dotado de una esencia eminentemente jurídica y política, sino que,
en gran medida, se estructura sobre una realidad social, de ahí que la interpretación
constitucional sea la herramienta fundamental a través de la cual se alcance la
aplicación efectiva de las normas constitucionales mediante la adecuación de estas
con la realidad social imperante en algún momento dado.
En ese sentido, se expresa Rodolfo Luis Vigo, al establecer que es indudable
que la realidad social, en general, con su estructura, relaciones y diversos factores,
se hace presente al momento de la creación, de la interpretación o de la aplicación
de la Constitución. Importantes politólogos y constitucionalistas contemporáneos,
como Burdeay y Hennis, han llamado la atención sobre la distancia que puede llegar
a comprobarse entre el texto constitucional y la realidad constitucional, en tanto que
la dinamicidad de ésta impide conciliarse con el inmovilismo de aquél. Al respecto,
Hesse, siguiendo a Muller, distingue entre el “programa normativo” (el mandato
contenido básicamente en el texto de la norma) y el “ámbito normativo” (sector
concreto de la realidad acotado por la norma sobre el que se pretende incidir). En
ese orden de ideas, Hesse indica que la Constitución viene condicionada por la
realidad histórica, por ello la Constitución no puede ignorar las circunstancias
concretas de una época, de forma que su pretensión de vigencia sólo puede
realizarse cuando toma en cuenta dichas circunstancias. Pero como la Constitución
46
no es sólo expresión de la realidad de cada momento, gracias a su carácter
normativo ordena y conforma a su vez la realidad social y política. De esta
coordinación correlativa entre ser y deber ser se derivan las posibilidades y, al
mismo tiempo, los límites de la fuerza normativa de una Constitución52.
La interpretación constitucional no sólo es conveniente para adecuar la
norma jurídica constitucional con la realidad, sino necesaria para que la norma
constitucional sea efectiva y vinculante en la regulación de la conducta de los
ciudadanos a los que se encuentra dirigida. De ahí que la mutación constitucional
por interpretación, no se debiera configurar o contemplar como una posibilidad
remota en la vida de un Estado, sino como una posibilidad latente derivada de una
actividad incesante y concienzuda de los magistrados constitucionales en procurar
la permanente observancia y efectividad de las normas constitucionales. En ese
orden de ideas, podría concluirse que la mutación constitucional es la máxima
expresión de la actividad interpretativa que llevan a cabo los tribunales
constitucionales en la búsqueda de la perpetuidad y respeto del texto constitucional.
52
VIGO, Rodolfo Luis, Interpretación Constitucional, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1991, p. 56.
47
CAPÍTULO IV
LA INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA COMO CONSECUENCIA
LÓGICA Y NECESARIA DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
En el presente capítulo, más que desarrollar y analizar conceptos e
instituciones jurídicas con base en estudios y trabajos doctrinarios, legales o
jurisprudenciales, se pretende exponer la hipótesis personal propuesta por la autora
respecto a que la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida puede ser la
consecuencia lógica y necesaria de la mutación constitucional, de acuerdo a un
análisis lógico-jurídico integral propio de lo que se ha desarrollado y analizado en
los capítulos anteriores.
Si la mutación constitucional es el proceso informal de reforma constitucional
en virtud del cual cambia el sentido de una norma constitucional sin alterar su texto,
debe advertirse que aún y cuando la mutación constitucional no implique el
procedimiento constitucionalmente establecido de reforma constitucional, acarrea
los mismos efectos que ésta; por ello, en otras palabras, podría decirse que la
mutación constitucional es la vía “más fácil y cómoda” para reformar el texto
constitucional. No obstante la simplicidad con la que, a primera vista, se configura
el fenómeno de la mutación constitucional, ésta implica situaciones y circunstancias
mucho más complejas, y hasta peligrosas, de las que representa la reforma
constitucional.
Cuando la realidad social supera el alcance gramatical con el que fueron
configuradas las normas constitucionales, es preciso que éstas sean reformadas
para que los principios y valores que consagran sigan siendo observados por los
ciudadanos y el texto constitucional no pierda eficacia ni validez. Un primer aspecto
que debe ser zanjado en este escenario, es la decisión de si esta reforma necesaria
al texto constitucional debe hacerse por el procedimiento preestablecido de reforma
constitucional o mediante mutación constitucional. Como ya se indicó, a primera
vista podría considerarse que optar por la mutación constitucional es la vía más
48
rápida y sencilla para reformar el texto constitucional, sin embargo, esta decisión,
más que basarse en la sencillez del mecanismo de reforma, debe basarse en los
límites y alcances que cada uno de éstos representa y en el grado de cambio o
alteración que se le quiere dar a la norma constitucional.
La reforma constitucional implica una alteración radical al texto de la norma
constitucional, es decir, una eliminación o una adición que dota al texto
constitucional de una estructura ó configuración completamente distinta a la que
tenía anteriormente, de ahí que para reformar la Constitución se requiera,
necesariamente, el agotamiento del procedimiento previamente establecido en la
misma Constitución para su reforma. La reforma constitucional no tiene más límite
que el mismo procedimiento preestablecido para llevarse a cabo, en el entendido
que no importa qué tan radical sea la reforma constitucional, siempre que la misma
se haya llevado a cabo mediante el procedimiento constitucionalmente
preestablecido, será válida,
legítima y así deberá considerarse. La mutación
constitucional, por su parte, al no tener procedimiento preestablecido alguno, más
que el propio de la interpretación constitucional, debe someterse a juicios de
razonabilidad, legitimidad activa (entendida esta como la que se refiere a quién
ostenta la facultad de llevar a cabo la mutación) y justificación suficiente. De ahí que
lo que aparentemente representaba la vía de reforma constitucional más fácil, se
torne en el mecanismo de reforma constitucional más complejo e incluso peligroso
de llevar a cabo.
La mutación constitucional puede ser la consecuencia o la desembocadura
de un cambio o alteración en la actitud, pensamiento o conducta de cualquiera de
los actores sociales en algún momento dado, pero esto no significa que ésta ocurra,
oficialmente hablando, por la decisión tomada por cualquiera de estos actores
sociales. En Guatemala, por disposición de una norma de categoría constitucional,
la Corte de Constitucionalidad es la máxima intérprete de la Constitución, de ahí
que debiera entenderse que sea ésta la única facultada para llevar a cabo la
mutación constitucional, sin perjuicio que ni la Constitución, ni la Ley de Amparo,
49
Exhibición Personal y de Constitucionalidad contemplan de forma expresa dicha
facultad. Para mutar la Constitución no solo hace falta contar con la potestad
constitucional o legalmente otorgada para ello, sino deben considerarse también
otros elementos esenciales que se constituyen como límites a la reforma informal a
la Constitución. Además de contar con la facultad legal para ello, para mutar la
Constitución, al igual que como sucede con la reforma constitucional, debe existir
una necesidad imperante de salvaguardar la eficacia de una norma constitucional
que ha quedado rezagada o superada por la realidad social. Una vez identificado el
peligro latente en el que se encuentra la eficacia de una norma constitucional debido
a su desfase con la realidad social, es preciso analizar la “elasticidad interpretativa”
de la norma constitucional en cuestión, es decir, determinar con base en los
antecedentes históricos, principios y valores que la norma constitucional resguarda,
si es posible, bajo criterios suficientes de razonabilidad y en observancia del
principio de supremacía constitucional, dotarla de un sentido o alcance distinto al
que su configuración gramatical representa. Si de este análisis se concluye que la
elasticidad interpretativa de la norma es insuficiente para albergar un sentido
diferente dentro de los parámetros de lógica y razonabilidad, se deberá recurrir a la
reforma constitucional. Por el contrario, si del análisis referido se desprende que la
configuración de la norma constitucional permite una interpretación extensiva
suficiente para dotarla de un sentido distinto dentro de los parámetros razonables,
se podrá recurrir a la mutación constitucional.
Con la reforma constitucional, ya sea formal o informal, es muy probable que
algunas disposiciones normativas ordinarias que en su momento nacieron
congruentes con el texto constitucional, devengan inconstitucionales, es decir,
contrarias a la nueva norma del texto constitucional. La inconstitucionalidad
sobrevenida derivada de los casos de reforma constitucional, es más clara y no
presenta mayores problemas, toda vez que la confrontación entre la norma
constitucional y la norma ordinaria será evidente a partir de la contradicción que
existirá entre las configuraciones gramaticales y semánticas de las normas. En
estos casos, al presentarse la acción de inconstitucionalidad correspondiente, el
50
juez constitucional podrá, de la simple lectura e interpretación gramatical de las
normas, deducir la confrontación que existe entre la norma ordinaria y la norma
constitucional y por consiguiente, declarar la inconstitucionalidad sobrevenida de la
norma en cuestión. En el caso de la mutación constitucional, por el contrario, la
declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida de las normas ordinarias se
presentará de forma compleja y requerirá de otros elementos previos a su
pronunciamiento.
Como la mutación constitucional, a diferencia de la reforma constitucional,
supone un cambio del sentido de la norma constitucional sin alterar su texto, se
advierte un primer factor que cambia el escenario de la inconstitucionalidad
sobrevenida en este caso y lo hace más complejo. Este primer factor es que la
contradicción entre la norma ordinaria y la norma constitucional no será evidente,
como sí sucede con la reforma, toda vez que el texto de la norma constitucional no
es alterado, sigue siendo el mismo texto de siempre pero su sentido, por mutación
constitucional vía interpretación, ahora es diferente, esto significa que a primera
vista, la norma ordinaria será congruente con la norma constitucional y por tanto, no
aparentará adolecer de inconstitucionalidad alguna. En ese orden de ideas, como
ya se expuso, este peculiar fenómeno de la mutación constitucional supone,
necesariamente, la existencia de un pronunciamiento de la autoridad facultada para
llevar a cabo la mutación constitucional, mediante el cual se establezca de forma
clara, razonada y con efectos generales, el nuevo sentido con el que se deberá
interpretar la norma constitucional de ahora en adelante.
Este pronunciamiento oficial de mutación constitucional con efecto erga
omnes por parte de la autoridad facultada para llevar a cabo la mutación
constitucional, servirá no solamente para demarcar el momento a partir del cual la
norma del texto supremo deberá interpretarse de forma distinta, sino también para
preservar la seguridad jurídica. Resultaría sumamente peligroso y en detrimento de
los derechos fundamentales de los ciudadanos, que la mutación constitucional se
llevara a cabo de manera paulatina mediante distintos pronunciamientos de la
51
autoridad competente, en momentos y casos distintos, considerando que, por las
características peculiares de la mutación constitucional, si ésta no se hace de
conocimiento público, de forma general y oficial, se podría seguir considerando que
determinada norma ordinaria es congruente al texto constitucional, cuando la misma
adolece de inconstitucionalidad sobrevenida por vulnerar el nuevo sentido que se le
otorgó a la norma del texto supremo, mediante mutación constitucional. Al existir un
fallo o un pronunciamiento oficial de la autoridad competente mediante el cual haga
del conocimiento de la población que de ahora en adelante determinada norma del
texto constitucional deberá interpretarse de manera distinta, se obligará, no
solamente a los ciudadanos, sino a los funcionarios y empleados públicos, a
interpretar y aplicar la norma constitucional de esa manera, lo que permitirá a los
ciudadanos, en observancia del principio de supremacía constitucional, depurar del
ordenamiento jurídico vigente todas aquellas normas ordinarias que adolecen de
inconstitucionalidad sobrevenida por contrariar el nuevo sentido que se le otorgó a
determinada norma constitucional.
Existe un aspecto muy importante que debe ser analizado por la incidencia
que tiene en el tema de análisis y es la diferencia entre la interpretación
constitucional ordinaria o común que lleva a cabo la Corte de Constitucionalidad y
la mutación constitucional. La Corte de Constitucionalidad, al igual que cualquier
otro juez en el desempeño de sus funciones jurisdiccionales, interpreta diariamente
la ley y la Constitución, en ese orden de ideas, surge el cuestionamiento de cuándo
la interpretación de la Corte de Constitucionalidad constituye mutación
constitucional. En Guatemala, la Corte de Constitucionalidad es la máxima
intérprete de la Constitución, de ahí que la interpretación que de las normas
constitucionales lleve a cabo la Corte en sus sentencias, constituya una guía o un
parámetro fundamental de entendimiento de las normas del texto supremo, no solo
para los jueces que conforman el Organismo Judicial, sino para los ciudadanos en
el ejercicio y protección de sus derechos fundamentales.
52
Generalmente, en los fallos de la Corte de Constitucionalidad se advierte
fácilmente como ésta establece los alcances o parámetros de aplicación de la norma
constitucional en cuestión según el caso concreto. Si bien es cierto que la tarea de
interpretar la Constitución Política de la República no es exclusiva de la Corte de
Constitucionalidad, sino de todos quienes ejercen la función jurisdiccional de
conformidad con lo establecido en el artículo 204 del texto constitucional, el cual
establece que los tribunales de justicia en toda resolución o sentencia observarán
obligadamente el principio de que la Constitución de la República prevalece sobre
cualquier ley o tratado, la Corte de Constitucionalidad es el órgano jurisdiccional
abanderado en materia interpretativa constitucional, de ahí que lo que ella interprete
y analice de las normas constitucionales será determinante.
Ahora bien, cuando la Corte de Constitucionalidad desarrolla el alcance y los
parámetros de aplicación de las normas constitucionales lleva a cabo una tarea
interpretativa normal u ordinaria, propia de su naturaleza y su función otorgada
constitucionalmente como máxima interprete del texto constitucional y defensora del
orden constitucional. En ese orden de ideas, en estos casos, cuando la Corte
determina la forma en la que deben aplicarse las normas constitucionales en aras
de preservar y proteger de los derechos fundamentales, no realiza mutación
constitucional, porque no señala una interpretación nueva y distinta de la que se
obtiene de la configuración gramatical y semántica del supuesto normativo
constitucional, sino que simplemente desarrolla, explica y analiza el supuesto
normativo constitucional aplicado al caso concreto. En esos supuestos, no es dable
considerar que la Corte lleva a cabo una reforma informal del texto constitucional
mediante la interpretación, ya que si bien es cierto que interpreta, no lo hace para
variar el sentido de la norma constitucional, sino para confirmar su sentido correcto
mediante el desarrollo y ampliación de sus alcances y parámetros de aplicación en
aras de proteger y preservar derechos fundamentales.
No se debe confundir la tarea común, natural y cotidiana de interpretación
que lleva a cabo la Corte de Constitucionalidad con la mutación constitucional, toda
53
vez que ésta última, como ya muchas veces se ha expuesto, implica una reforma
tácita, discreta o informal de la Constitución, que resulta en una interpretación
nueva, distinta y totalmente diferente a la que supone la configuración gramatical de
la disposición normativa constitucional. Aunado a lo anterior, es preciso advertir que
la interpretación común y cotidiana que lleva a cabo la Corte de Constitucionalidad,
implicará una ampliación de los términos en los que la norma constitucional puede
ser interpretada, es decir, no descartará la interpretación originaria o normal del
supuesto normativo constitucional, sino solamente ampliará las posibilidades de su
comprensión y entendimiento. En la mutación constitucional, por el contrario, la
Corte sustituirá la interpretación originaria o normal del supuesto normativo
constitucional por otra nueva y diferente, dando como resultado una reforma
constitucional sin alterar su texto.
En Guatemala existen ya varios casos de mutación constitucional y a manera
de ejemplo, se señalan, entre otros, los siguientes:
I.
Artículo 5 de la Constitución Política de la República de Guatemala, mediante
la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 18 de marzo de 2009
dentro del expediente número 536-2007:
El artículo 5 de la Constitución establece: “ARTICULO 5. Libertad de acción.
Toda persona tiene derecho a hacer lo que la ley no prohíbe; no está obligada a
acatar órdenes que no estén basadas en ley y emitidas conforme a ella. Tampoco
podrá ser perseguida ni molestada por sus opiniones o por actos que no impliquen
infracción a la misma.”
La Corte de Constitucionalidad, en la sentencia referida, estableció que “la
disposición fundamental utiliza el concepto ley en sentido material, no formal, es
decir, atendiendo no al órgano emisor del precepto normativo de que se trate, sino
a la naturaleza de éste, comprendiendo toda norma jurídica de carácter general,
emitida con el objeto de regular las relaciones sociales a fin de asegurar la pacíficas
54
convivencia, siendo indiferente el órgano de que haya emanado. De esa cuenta,
dentro del concepto de ley contenido en el artículo cinco de la Constitución, tienen
cabida, además de los Decretos del Congreso de la República (leyes ordinarias),
entre otras clases de normas, los Reglamentos emitidos por la autoridad municipal”
53,
por ejemplo.
La Corte de Constitucionalidad en este caso, mediante mutación
constitucional, otorga un sentido diferente al que gramatical y semánticamente
representa la palabra “ley” al establecer que dicho concepto no se deberá interpretar
referente únicamente a las disposiciones normativas emitidas del Congreso de la
República, sino a todas aquellas disposiciones normativas con carácter general y
válidamente emitidas con la finalidad de regular la convivencia pacífica entre la
población.
II.
Artículo 266 de la Constitución Política de la República de Guatemala,
mediante la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 28 de noviembre
de 1990 dentro del expediente número 276-90:
El
artículo
266
de
la
Constitución
establece:
“ARTICULO
266.
Inconstitucionalidad de las leyes en casos concretos. En casos concretos, en todo
proceso de cualquier competencia o jurisdicción, en cualquier instancia y en
casación y hasta antes de dictarse sentencia, las partes podrán plantear como
acción, excepción o incidente, la inconstitucionalidad total o parcial de una ley. El
tribunal deberá pronunciarse al respecto.”.
Al igual que en el caso anterior, el máximo Tribunal en materia constitucional
estableció que “la referencia a la "ley" que contiene el artículo 266 citado deberá
entenderse en cuanto a sus características de generalidad y obligatoriedad que
corresponden a las normas, porque resultaría contrario a los fines que la misma
Sentencia de la Corte de Constitucionalidad dictada el 18 de marzo de 2009 dentro del
Expediente número 536-2007. Ver anexo número 6.
53
55
Constitución propugna, el que instrumentos normativos de inferior rango que las
leyes ordinarias emitidas directamente por el Congreso de la República, resultaran
privilegiadas de inatacabilidad en casos concretos por su eventual contravención a
la Constitución. En consecuencia, la dicción "ley" utilizada en el precitado artículo
266, para que guarde congruencia con el principio de constitucionalidad que
proclama la supremacía y autotutela de la Carta Magna, es la "regla, norma,
precepto de la autoridad pública, que manda, prohíbe o permite algo." y,
ampliamente, "todo reglamento, ordenanza, estatuto, decreto" o disposición de
carácter general. Entendida así la expresión "ley", resulta viable la impugnación de
la norma sub judice por la vía de la inconstitucionalidad en caso concreto”54.
Se advierte que en dicho pronunciamiento la Corte llevó a cabo una mutación
constitucional del término “ley” contemplado en el artículo 266 de la Constitución al
establecer que por “ley” deberá entenderse toda "regla, norma, precepto de la
autoridad pública, que manda, prohíbe o permite algo.", en aras de respetar,
proteger y hacer efectivo el verdadero espíritu de dicha norma constitucional en
cuanto al control de constitucionalidad de las normas para preservar el principio de
Supremacía Constitucional. La Corte de Constitucionalidad reformó de manera
tácita o indirecta la Constitución al darle un sentido distinto al que semántica y
gramaticalmente refiere la palabra “ley” contenida en el artículo 266 constitucional.
III.
Artículo 23
de la Constitución Política de la República de Guatemala,
mediante Opinión Consultiva emitida por la Corte de Constitucionalidad el 4 de
noviembre de 1998 dentro del expediente número 482-98:
El artículo 23 de la Constitución establece: “ARTICULO 23. Inviolabilidad de
la vivienda. La vivienda es inviolable. Nadie podrá penetrar en morada ajena sin
permiso de quien la habita, salvo por orden escrita de juez competente en la que se
especifique el motivo de la diligencia y nunca antes de las seis ni después de las
Sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 20 de noviembre de 1990 dentro del
Expediente número 276-90. Ver anexo número 5.
54
56
dieciocho horas. Tal diligencia se realizará siempre en presencia del interesado, o
de su mandatario.”
La Corte de Constitucionalidad al emitir la opinión consultiva planteada se
refirió de la siguiente forma: “esta Corte estima que aunque esta norma se
circunscribe a la vivienda, la previsión debe extenderse a la esfera privada de acción
de las personas, tales como el de sus actividades profesionales, negocios o
empresas”55.
En este caso resulta muy interesante como la Corte de Constitucionalidad
utiliza la mutación constitucional para variar el sentido de la palabra “vivienda” al
establecer que dicho concepto no solo debe interpretarse como el lugar de
habitación del individuo sino como toda aquella esfera o espacio privado en la que
se desarrolla el mismo, tales como los lugares de negocios u oficinas profesionales,
esto en aras de preservar el derecho a la privacidad y dignidad de las personas.
IV.
Artículo 30
de la Constitución Política de la República de Guatemala,
mediante la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 30 de noviembre
de 2010 dentro de los expedientes acumulados número 1373-2009, 1412-2009 y
1413-2009:
El artículo 30 de la Constitución establece: “ARTICULO 30. Publicidad de los
actos administrativos. Todos los actos de la administración son públicos. Los
interesados tienen derecho a obtener, en cualquier tiempo, informes, copias,
reproducciones y certificaciones que soliciten y la exhibición de los expedientes que
deseen consultar, salvo que se trate de asuntos militares o diplomáticos de
seguridad nacional, o de datos suministrados por particulares bajo garantía de
confidencia.”.
55
Opinión Consultiva emitida por la Corte de Constitucionalidad el 4 de noviembre de 1998 dentro del
Expediente número 482-98. Ver anexo número 7.
57
En la sentencia referida la Corte estableció “la apropiada exégesis del artículo
30 de la Ley Fundamental, a la luz del principio pro homine y de la jurisprudencia y
estándares internacionales en materia de derechos humanos aplicables, conduce a
establecer que el referido precepto constitucional encierra el reconocimiento
expreso de que todos los actos de la administración son públicos (…) es en esto
que se entiende configurado si interés (…) y no en la acepción netamente procesal
del vocablo, que queda descontextualizada al ser desechada la tesis de que la
publicidad de los actos administrativos es el único objeto de la disposición de
mérito”56.
En este caso la Corte, vía mutación constitucional, explica el sentido que
deberá otorgársele al acápite de esta norma constitucional, a pesar de su carencia
de contenido normativo, cuando hace referencia a los “actos administrativos” y no a
los “actos de la administración pública” como debiera ser con la finalidad de que
quede claro que la publicidad a la que se refiere al texto constitucional no es
solamente la referente a los actos administrativos propiamente dichos, sino a todos
los actos que emanan del poder público, en aras de preservar el principio de
legalidad en materia administrativa y la seguridad jurídica de los ciudadanos.
V.
Artículo 46
de la Constitución Política de la República de Guatemala,
mediante la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 17 de julio de
2012 dentro del expediente número 1822-2011:
El artículo 46 de la Constitución establece: “ARTÍCULO 46. Preeminencia del
Derecho Internacional. Se establece el principio general de que en materia de
derechos humanos, los tratados y convenciones aceptados y ratificados por
Guatemala, tienen preeminencia sobre el derecho interno”.
56
Sentencia de la Corte de Constitucionalidad dictada el 30 de noviembre de 2010 dentro de los expedientes
acumulados número 1373-2009, 1412-2009 y 1413-2009. Ver anexo número 8.
58
En esta sentencia la Corte de Constitucionalidad lleva a cabo una de las
mutaciones constitucionales más importantes en la historia de Guatemala, toda vez
que da respuesta a la problemática acerca de la recepción en el orden interno
guatemalteco de los tratados en materia de derechos humanos , al establecer que:
“el bloque de constitucionalidad se refiere a aquellas normas y principios que
aunque no forman parte del texto formal de la Constitución, han sido integrados por
otras vías a la Constitución y que sirven a su vez de medidas de control de
constitucionalidad de las leyes como tal (…) por vía del artículo 44 y 46 (…) se
incorpora la figura del bloque de constitucionalidad (…) de carácter eminentemente
procesal, es decir, que determina que los instrumentos internacionales en materia
de derechos humanos que componen aquél son también parámetro para ejercer el
control constitucional del derecho interno. Así, a juicio de esta Corte, el artículo 46
constitucional denota la inclusión de los tratados en el bloque de constitucionalidad,
cuyo respeto ser impone al resto del ordenamiento jurídico, exigiendo la adaptación
de las normas de inferior categoría a los mandatos contenidos en aquellos
instrumentos”57.
La mutación constitucional fue utilizada en este caso por la Corte para otorgar
al artículo 46 constitucional un sentido distinto al que su disposición gramatical o
semántica dispone, al incluir dentro de la interpretación del mismo una figura
constitucional novedosa -bloque de constitucionalidad- que deberá ser considerado
parte de este artículo como un nuevo parámetro de control de constitucionalidad de
las normas de inferior categoría que configuran el derecho interno al que se refiere
la Constitución.
VI.
Artículo 136 inciso b)
de la Constitución Política de la República de
Guatemala, mediante la sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 8 de
febrero de 1999 dentro del expediente número 931-98:
Sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 17 de julio de 2012 dentro del Expediente
número 1822-2011. Ver anexo número 9.
57
59
El artículo 136 inciso b) de la Constitución establece: “ARTÍCULO
136.Deberes y derechos políticos. Son derechos y deberes de los ciudadanos:
(…)b) Elegir y ser electo; (…)”.
La Corte de Constitucionalidad, utilizando la mutación constitucional,
estableció que “si bien puede suponerse que el derecho y el deber político de elegir
previsto en el inciso b) del artículo 136 de la Constitución, hace referencia a la
elección de personas, no puede descartarse que la misma libertad debe tener el
ciudadano en cuanto a la elección de asuntos, sustentada en el sistema de valores
y principios del régimen democrático y personalista de la Constitución guatemalteca,
que se encuentran expresados en el Preámbulo y en los artículos 1,2,3,4 y 44 del
precitado texto.”58.
En este último ejemplo resulta muy interesante advertir como vía mutación
constitucional, la Corte de Constitucionalidad dota al término “elegir”, contenido en
la disposición normativa constitucional en cuestión, de un sentido totalmente distinto
al que transmite en el contexto de la norma. Es decir, lo dota de un alcance mucho
más amplio y beneficioso para el ciudadano del que podría significar a partir de su
interpretación gramatical y contextual.
De los casos señalados se advierte como la interpretación normal de la Constitución
no implica una reforma tácita constitucional, como sí lo implica la mutación
constitucional, es por ello que su tratamiento será y debe ser distinto. Cuando exista
una mutación constitucional, sin importar el grado de cambio en el sentido de la
norma del texto supremo, debe existir un pronunciamiento oficial con efectos
generales por parte del ente facultado que así lo dispuso, para que sea a partir de
ese momento que se interprete la norma en el nuevo sentido y se pueda llevar a
cabo el control de constitucionalidad de las normas ordinarias con base en ese
nuevo parámetro de constitucionalidad. Es en este momento cuando la
58
Sentencia dictada por la Corte de Constitucionalidad el 8 de febrero de 1999 dentro del Expediente número
931-98. Ver anexo número 10.
60
inconstitucionalidad sobrevenida se constituye como la consecuencia lógica y
necesaria de la mutación constitucional, respecto de aquellas normas ordinarias
que, en observancia del principio de supremacía constitucional, deben ser
expulsadas del ordenamiento jurídico por devenir contrarias al nuevo sentido
otorgado a la norma constitucional mediante mutación constitucional, no obstante la
adecuación aparente de la norma ordinaria con el texto de la norma constitucional
con la que se efectúa el control de constitucionalidad. Zanjar la distinción entre
interpretación y mutación constitucional será determinante para poder identificar
más adelante, si en Guatemala han existido casos de mutación constitucional y en
caso de ser positiva la respuesta, establecer si la forma en la que se ha configurado
la misma ha sido la más conveniente o favorable para el orden constitucional y
ordenamiento jurídico del país.
De lo anteriormente expuesto y analizado, vale la pena en este momento llevar a
cabo una reflexión que hasta este punto no había sido puntualizada y es la referente
a la necesidad imperante y cada vez más común que tienen los operadores de
justicia de interpretar las disposiciones constitucionales más allá de lo que refleja o
representa su estructura semántica o gramatical. Es decir, la necesidad de
abandonar el método gramatical de interpretación constitucional y optar por la
aplicación de aquellos métodos interpretativos que resulten más eficientes para
preservar y maximizar los principios y valores constitucionales, evitando
arbitrariedades y aplicaciones poco razonables de las disposiciones normativas que
regulan la vida en sociedad. Hoy en día, las Constituciones ya no pueden ser
interpretadas única y exclusivamente de acuerdo a lo que gramaticalmente éstas
suponen o representan, por la rápida evolución y constantes cambios de las
relaciones humanas, se hace necesaria una aplicación directa de las normas
constitucionales mediante la aplicación de otros medios de interpretación (finalista,
integral, histórico, etcétera) que permitan alcanzar los principios que pretende
preservar el texto constitucional.
61
Esta peculiar circunstancia deriva en la necesidad de un cambio de
percepción en la forma en la que se configura el fenómeno de la “mutación
constitucional”, toda vez que ésta ya no se conforma, como general y
doctrinariamente se ha establecido, cada vez que el máximo tribunal constitucional
otorga a la norma constitucional un sentido distinto del que su estructura gramatical
representa (en el entendido que esta interpretación, fuera de la esfera gramatical
de la norma constitucional, deriva de la aplicación de otros métodos de
interpretación constitucional cuya implementación resulta necesaria para maximizar
y preservar los valores y principios constitucionales), sino cada vez que el criterio
sostenido por la jurisprudencia, en cuanto a cómo debe interpretarse una norma
constitucional, se modifica por otro criterio distinto, lo cual supone que la
determinación de la existencia de la mutación constitucional derivará de la
confrontación del criterio jurisprudencial nuevo versus el criterio jurisprudencial
previo (de interpretar una norma constitucional), entendiendo que el criterio
jurisprudencial previo u original no será necesariamente acorde a la literalidad o
gramatical de la norma, no por mutación constitucional, sino por aplicación de otros
métodos de interpretación constitucional en aras de alcanzar una efectiva
protección al principio de supremacía constitucional.
62
CAPÍTULO V
LA ADECUADA FORMULACIÓN DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL Y DE
LA DECLARATORIA DE INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA COMO
CONSECUENCIA DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
De conformidad con lo expuesto y analizado en el capítulo anterior, así como
del estudio de la jurisprudencia emitida por la Corte de Constitucionalidad, se
advierte que en Guatemala hasta la fecha, existen varios casos de mutación
constitucional. Esta aseveración deviene, como se advirtió anteriormente, del
reconocimiento de la diferencia que existe entre la interpretación y la mutación
constitucional. La Corte de Constitucionalidad, desde su nacimiento, se ha dedicado
a desentrañar el sentido y alcance de las normas constitucionales, como parte de
su tarea propia y ordinaria de interpretación constitucional partiendo de la naturaleza
abierta
o
incompleta
de
las
normas constitucionales,
la
cual
supone,
necesariamente, una labor interpretativa continua del juez constitucional para
efectos de poder extraer sus distintos parámetros de aplicación y los alcances de la
carga axiológica que contienen, de acuerdo a las necesidades de la realidad social
que se presente en algún momento dado y esto ha resultado en algunas ocasiones
en lo que se denomina mutación constitucional.
La tarea interpretativa normal o cotidiana que lleva a cabo la Corte de
Constitucionalidad, no debe confundirse con la mutación constitucional. En otras
palabras, el que el máximo tribunal en materia constitucional, dote a las normas
constitucionales, vía interpretación, de un alcance normativo más amplio o
desarrolle sus supuestos y parámetros de aplicabilidad en cada caso concreto, no
significa que esté llevando a cabo una mutación constitucional, simplemente está
desempeñando su tarea interpretativa, normal y esperada, en aras de optimizar la
efectividad de los valores y principios que consagran las normas constitucionales.
Si se considerara lo contrario, es decir, que dicha labor interpretativa sí constituye
verdaderas mutaciones constitucionales, se estaría desnaturalizando la institución
de la mutación constitucional por un lado, y subestimando o mutilando la función
63
interpretativa propia del juez constitucional, por el otro. Es preciso recordar y advertir
en este momento, que para que exista mutación constitucional, de acuerdo a De
Blas, debe existir un cambio sustancial de la Constitución sin que se sigan los
cauces previstos para la reforma, manteniendo inalterada la letra del texto
constitucional59. Para que exista mutación constitucional debe existir pues, una
interpretación normativa constitucional tal, que dote a la norma de un sentido
totalmente distinto al que presenta la disposición gramatical y semántica de las
palabras que configuran su estructura, produciendo una reforma constitucional
tácita o informal. Si bien es cierto que en Guatemala existen ya varios casos de
mutación constitucional, no existen hasta la fecha, casos de planteamientos de
inconstitucionalidad sobrevenida por mutación constitucional. En Guatemala pues,
no existen casos de expulsión de normas del ordenamiento jurídico por devenir
inconstitucionales como consecuencia de una mutación constitucional.
Esta conclusión resulta razonable toda vez que, como se expuso al inicio de
este trabajo de investigación, tanto la mutación constitucional como la
inconstitucionalidad sobrevenida, constituyen fenómenos relativamente novedosos
en los sistemas de justicia constitucional. Si bien es cierto que existen estudios,
opiniones y análisis respecto del tema, éstos no han sido lo suficientemente
profundizados y, lo que es peor aún, el acercamiento al tema solamente se ha
quedado en el ámbito de lo doctrinario o teórico y no se ha logrado en el ámbito de
la práctica judicial en materia constitucional, especialmente. De esa cuenta, se
advierte que el análisis que presenta este trabajo de investigación – la
inconstitucionalidad sobrevenida como consecuencia lógica y necesaria de la
mutación constitucional - se enfoca, más que en una realidad actual dentro del
sistema constitucional guatemalteco, en una propuesta para una realidad futura que
el sistema deberá enfrentar tarde o temprano, cuando la cultura en materia
constitucional sea tal, tanto a nivel de jueces como a nivel de ciudadanos, que la
mutación constitucional sea reconocida como verdadera fuente de nuevos
DE BLAS, Andrés y Ma. Josefa RUBIO LARA, Teoría del Estado I –El Estado y sus Instituciones-, Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Madrid, p. 276.
59
64
parámetros de control constitucional, efectivos y vinculantes para todos los
ciudadanos.
En Guatemala ya existen planteamientos de inconstitucionalidades por omisión
originados a partir de la concepción, reciente en nuestra historia constitucional, del
denominado “bloque de constitucionalidad” el cual conformó o dio nacimiento a
nuevos parámetros de control de constitucionalidad vía mutación constitucional.
Esta circunstancia denota no solo como el máximo tribunal en materia constitucional
del país ya se encuentra resolviendo constantemente con base en las directrices o
fundamentos constitucionales que se han derivado de la mutación constitucional,
sino también como los ciudadanos guatemaltecos se involucran, conocen y
cuestionan cada vez más todas aquellas disposiciones normativas que pudieran
contener vulneraciones a derechos o principios constitucionales derivadas no
solamente de una confrontación literal o gramatical con el texto constitucional, sino
de una confrontación con aquellos criterios jurisprudenciales, que sobre la
interpretación de las normas constitucionales, se han derivado a lo largo del tiempo
en aras de preservar el principio de supremacía constitucional.
Se estima importante que en Guatemala se profundice en el estudio,
investigación y formación
del Derecho Constitucional y de sus figuras jurídicas
trascendentales tales como la mutación constitucional. Si todos los ciudadanos
guatemaltecos están obligados, por mandato constitucional,
a velar por el
cumplimiento y respeto de la Constitución, todos debieran de conocer al menos las
cuestiones o aspectos básicos de las distintas posibilidades o formas de activar el
control de constitucionalidad de las normas del ordenamiento jurídico, entre ellas, el
planteamiento de la acción de inconstitucionalidad sobrevenida por mutación
constitucional. Es preciso reconocer el gran reto que tiene por delante el sistema
constitucional guatemalteco en cuanto a profundizar en el estudio y análisis sobre
la mutación constitucional, sus implicaciones y efectos dentro del orden
constitucional de un Estado para poder aprovecharla como la herramienta para
lograr la eficacia del texto constitucional.
65
Una vez expuesto lo anterior, para efectos de poder plantear la propuesta de
la autora respecto a la forma en la que debiera proceder la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala frente a la incongruencia resultante de una norma
ordinaria con una norma constitucional, como consecuencia de una mutación
constitucional, se analizarán distintos fallos tanto de la Corte de Constitucionalidad,
como de Tribunales Constitucionales extranjeros, haciendo referencia a aquellos
elementos importantes para el análisis en cuestión.
V.1
FORMULACIÓN DE LA MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
Como ejemplo o parámetro de lo que debe conceptualizarse por “mutación
constitucional” de acuerdo al Derecho Comparado, se encuentra lo sucedido en el
artículo 78 constitucional de Costa Rica. El artículo 78 de la Constitución Política de
la República de Costa Rica60, ubicado dentro del Título VII de la Constitución
referente a “La Educación y La Cultura”, establece:
“Artículo 78.- La educación preescolar y la general básica son obligatorias. Estas y
la educación diversificada en el sistema público son gratuitas y costeadas por la
Nación.
En la educación estatal, incluida la superior, el gasto público no será inferior al seis
por ciento (6%) anual del producto interno bruto, de acuerdo con la ley, sin perjuicio
de lo establecido en los artículos 84 y 85 de esta Constitución.
El Estado facilitará la prosecución de estudios superiores a quienes carezcan de
recursos pecuniarios. La adjudicación de las becas y los auxilios estará a cargo del
Ministerio del ramo, por medio del organismo que determine la ley”.
La Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica, en la
sentencia dictada el 24 de noviembre de 1992 dentro del Expediente número 026660
Constitución Política de la República de Costa Rica, Asamblea Nacional Constituyente, 1949.
66
P-91, Voto número 3550-9261, en el que se planteó la inconstitucionalidad en contra
del Decreto Ejecutivo #20108 que reglamenta los Establecimientos Privados de
Enseñanza, estableció dentro de sus considerandos que, no obstante el artículo 78
constitucional se refiere a la educación como una “obligación”, debe entenderse que
la misma es un “derecho” por lo que debe dotársele de todas las connotaciones
relativas a una garantía y a una libertad y no de una obligación como se establece
en el texto constitucional. Dentro de los razonamientos y argumentaciones que la
Sala Constitucional utiliza para llevar a cabo la mutación constitucional del artículo
78, se encuentra el siguiente:
“(…) El hecho de que la enseñanza sea, precisamente, un derecho de
libertad, implica entre otras cosas: a)Que se trata, por su naturaleza, por su
ubicación y contenido constitucionales y por su posición en el Derecho de los
Derechos Humanos – tanto interno como internacional-, de un verdadero derecho
fundamental, por ende derivado de la intrínseca dignidad del ser humano – en la
expresa definición de la Declaración Universal -, no de la voluntad del Estado ni de
ninguna autoridad política o social, los cuales tienen el deber – y solamente el deber,
no el derecho ni la opción – de reconocerlo como tal derecho fundamental, a favor
de todo ser humano, en condiciones de igualdad y sin discriminación alguna (…)”.
Resulta sumamente interesante como la Sala Constitucional de Costa Rica,
mediante la sentencia referida, lleva a cabo una mutación constitucional del artículo
78 de la Constitución al señalar que no obstante dicho artículo se refiere a la
educación como una “obligación”, ésta debe reconocerse como un “derecho” y por
consiguiente, deben dársele todas las prerrogativas que como derecho se merece.
La mutación constitucional en este caso es evidente toda vez que la Sala
Constitucional al señalar que la educación es un derecho y no una obligación como
consta en el texto del artículo 78 de la Constitución, dota de un sentido totalmente
diferente a la disposición constitucional sin alterar su texto. Es importante advertir
en este caso como se está frente a una verdadera mutación del texto constitucional
61
Ver Anexo 1.
67
toda vez que la Sala Constitucional más que establecer los parámetros o alcances
de aplicación de la norma, vía interpretación constitucional, está dotándola de un
sentido distinto a aquel que su estructura semántica y gramatical supone. En otras
palabras, la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica
hubiera podido lograr el mismo efecto -cambiar el sentido de la norma
constitucional-
reformando su texto, es decir, eliminado el apartado “son
obligatorias” e introduciendo en su lugar “son un derecho”. De ahí que la mutación
constitucional se configure como una reforma informal o tácita del texto
constitucional.
Otro ejemplo de mutación constitucional en el Derecho Comparado es el
referente al artículo 230 de la Constitución Política de Colombia62, ubicado dentro
del Título VIII referente a la “Rama Judicial”, el cual establece:
“Artículo 230. Los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al
imperio de la ley.
La equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la
doctrina son criterios auxiliares de la actividad judicial”.
La Corte Constitucional de Colombia en la sentencia dictada el 28 de
noviembre de 1993, dentro del Expediente número C-486/9363 referente al proceso
ordinario de constitucionalidad planteado en contra del Decreto 410 de 1971, la Ley
04 de 1989 y los artículos 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, y 98 al 514 del Código de Comercio,
estableció que si bien es cierto que el artículo 230 constitucional establece que los
jueces solamente se encuentran sometidos al imperio de la “ley”, el término “ley”
debe entenderse como “ordenamiento jurídico”. El razonamiento que la Corte
Constitucional de Colombia expuso dentro de esta sentencia para justificar la
mutación constitucional llevada a cabo fue el siguiente:
62
63
Constitución Política de Colombia, Asamblea Nacional Constituyente, 1991.
Ver Anexo número 2.
68
“El cometido propio de los jueces está referido a la aplicación del
ordenamiento jurídico, el cual no se compone de una norma aislada – la ley captada
en su acepción puramente formal – sino que se integra por poderes organizados
que ejercen un tipo específico de control social a través de un conjunto integrado y
armónico de normas jurídicas. El ordenamiento jurídico, desde el punto de vista
normativo, no puede reducirse a la ley. De ahí que la palabra ley que emplea el
primer inciso del artículo 230 de la C.P. necesariamente designe “ordenamiento
jurídico”. En ese mismo sentido se utilizan en la Constitución las expresiones Maco
Jurídico y orden jurídico”.
En el caso del artículo 230 de la Constitución Política de Colombia, además
de advertir como la Corte Constitucional dota de un sentido totalmente diferente a
la norma al establecer que la palabra “ley” deberá interpretarse como “ordenamiento
jurídico”, suponiendo efectos y consecuencias totalmente distintas a las que
implicaba el artículo en su interpretación original, es importante hacer notar el
atrevimiento de la Corte Constitucional colombiana en
reformar, vía mutación
constitucional, un artículo tan trascendental en el orden constitucional de un país y
de una Constitución Política nueva, recién entrada en vigencia. Como ya quedó
establecido, una adecuada utilización de la mutación constitucional como
herramienta para preservar los valores y principios constitucionales, supone,
necesariamente, un examen serio de razonabilidad el cual implica un análisis sobre
la “elasticidad interpretativa” de la frase o palabras de la norma constitucional sobre
la que recaerá la mutación. En este caso, , es importante advertir y reconocer que
el desempeño de la función jurisdiccional no puede ni debe sujetarse o someterse
única y exclusivamente a la ley, sino que debe responder a la totalidad de los
parámetros valorativos que se imponen en la totalidad del ordenamiento jurídico del
país, desde la Constitución, hasta las leyes, reglamentos y demás disposiciones
normativas de carácter general. De esa cuenta, tal como lo determino la Corte
Constitucional colombiana, la interpretación extensiva del término “ley”, vía
mutación constitucional, era necesaria y de gran importancia para hacer de
69
conocimiento general que el desempeño y ejercicio de la judicatura debe estar
condicionado al respeto y cumplimiento de todo el ordenamiento jurídico sobre el
que se estructura la vida de un país, en cada uno de sus niveles jerárquicos, en aras
de preservar principios y derechos. .
De conformidad con lo expuesto y en el entendido que en este caso la
intención de la Corte Constitucional de Colombia era salvaguardar el orden
constitucional del Estado, sometiendo el desempeño de los jueces a la Constitución
Política Colombiana, así como a cualquier otra disposición normativa derivada de
ella, lo más prudente debió haber sido reformar el texto constitucional de acuerdo al
procedimiento previamente preestablecido para ello, es decir, mediante la reforma
expresa del texto constitucional y no vía mutación constitucional como se hizo en
este caso.
De los dos casos de Derecho Comparado referidos y de los ya expuestos en
el caso de Guatemala, sobre la manera en la que se debe formular la mutación
constitucional, es preciso advertir los siguientes aspectos: I) Debe existir un
pronunciamiento del máximo tribunal en materia constitucional quien sea el que,
mediante un pronunciamiento o resolución de carácter general, establezca el nuevo
sentido que se le dará a determinada norma constitucional; II) Previo a reformar, vía
mutación constitucional, una norma del texto supremo, es preciso llevar a cabo un
examen sobre la elasticidad interpretativa de la norma para luego poder determinar
si dicha reforma tácita o informal de la Constitución encuadrará o no dentro de los
parámetros de razonabilidad que exige el principio general de seguridad jurídica. En
caso la respuesta a este cuestionamiento sea negativa, se deberá optar por la
reforma formal del texto constitucional; III) Para que exista una verdadera mutación
constitucional debe existir un cambio significativo en el sentido de la norma
constitucional, confrontando con el sentido que representa la estructura semántica
y gramatical original de la disposición normativa en cuestión.
70
V.2
DECLARATORIA DE INCONSTITUCIONALIDAD SOBREVENIDA POR
MUTACIÓN CONSTITUCIONAL
Una vez analizado el caso de mutación constitucional en el Derecho
Guatemalteco y ciertos casos de mutación constitucional en Derecho Comparado,
es preciso señalar y profundizar sobre la forma en la que se debiera de declarar la
inconstitucionalidad sobrevenida de una norma como consecuencia de una
mutación constitucional. Como parámetro para determinar la forma en la que
debiera declararse la inconstitucionalidad sobrevenida como consecuencia de la
mutación
constitucional,
se
analizarán
algunos
fallos
de
la
Corte
de
Constitucionalidad en los cuales ésta ha declarado la inconstitucionalidad
sobrevenida de determinadas normas preconstitucionales.
En la sentencia dictada el 5 de septiembre de 1990, dentro del Expediente
número 267-8964 referente a la acción de inconstitucionalidad planteada en contra
del artículo 11 del Reglamento de la Ley de Inversiones de Reservas Técnicas y
Matemáticas de las Empresas de Seguros, Acuerdo Gubernativo M. de E. 22-74, la
Corte de Constitucionalidad, previo a resolver el planteamiento en cuestión, analiza
las implicaciones de la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida de una
norma preconstitucional, razonamiento importante para efectos del análisis que
supone el presente trabajo de investigación.
En su razonamiento, la Corte de Constitucionalidad establece que las normas
contrarias a la Constitución pueden ser excluidas del ordenamiento jurídico, sin que
sea óbice el hecho de que hayan sido emitidas con anterioridad a la vigencia de la
Constitución. Lo anterior se apoya en un criterio jerárquico y temporal, porque
siendo la Constitución la Ley Suprema del Estado no tiene relevancia que la fecha
en que entrase en vigor, sea posterior a la de la norma ordinaria. La inconformidad
de la Constitución vigente con una norma preconstitucional, puede dar lugar a la
derogatoria de ésta última, que al ser declarada por esta Corte, surte efectos desde
64
Ver Anexo número 3.
71
el día siguiente al de la publicación de la declaratoria de inconstitucionalidad en el
Diario Oficial. De acuerdo al razonamiento expuesto por la Corte de
Constitucionalidad en este caso, es factible, jurídicamente hablando, cuestionar la
constitucionalidad de una norma preconstitucional en atención al carácter jerárquico
supremo que detenta la Constitución dentro del ordenamiento jurídico del Estado.
En ese sentido, se puede establecer que cuando se lleva a cabo el análisis sobre la
constitucionalidad de una norma, como consecuencia de una mutación
constitucional, y se determina que es contraria al nuevo sentido otorgado a la
disposición constitucional (parámetro de constitucionalidad), se está frente a un
caso de “inconformidad de la Constitución vigente con una norma preconstitucional”
lo que podrá dar lugar a la derogatoria de ésta última, en el entendido que la
mutación constitucional desemboca en la creación indirecta de una nueva norma
constitucional que será parámetro de constitucionalidad como el resto de normas
que conforman el cuerpo del texto constitucional.
En la sentencia dictada el 26 de septiembre de 1996 dentro del Expediente
número 305-9565, referente al planteamiento de inconstitucionalidad total de los
Decretos 2 de la Junta de Gobierno y 68 del Presidente de la República, la Corte de
Constitucionalidad, respecto a su función como defensora del orden constitucional
y a la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida, estableció que la Corte de
Constitucionalidad tiene como función esencial la defensa del orden constitucional
y, congruente con ello, la de conocer en única instancia las impugnaciones hechas
contra leyes, reglamentos y disposiciones de carácter general objetados, total o
parcialmente, de inconstitucionalidad, a fin de mantener el principio de supremacía
de la Constitución que sujeta a su conformidad todo el resto de la normativa legal,
siendo facultad de esta Corte declarar afectadas de nulidad aquéllas que carezcan
de concordancia con la misma. Esa afectación alcanza también a las leyes,
reglamentos y disposiciones de carácter general preconstitucionales vigentes que
no guarden concordancia o conformidad con los principios adoptados en la vigente
ley fundamental del Estado, en cuyo caso por ministerio legis son susceptibles de
65
Ver Anexo número 4.
72
llegar a ser declaradas sin validez, por sobrevenir ilegitimación en su confrontación
con dicha ley.
De conformidad con la jurisprudencia citada, se puede advertir que si bien es
cierto que las declaraciones, así como los planteamientos de “inconstitucionalidad
sobrevenida” que se han resuelto y planteado, respectivamente, hasta el día de hoy
en Guatemala, son respecto a disposiciones normativas “preconstitucionales”, es
importante reconocer que este tipo de planteamiento y declaratoria proceden
también para los casos de normas que devienen contrarias al texto constitucional
como consecuencia de la mutación constitucional. Como ya se expuso, la mutación
constitucional implica un cambio en el sentido de una norma constitucional sin
alterar su texto y esto supone que, no obstante el texto de la norma constitucional
permanezca intacto, su sentido ya no es más el que gramatical y semánticamente
representan las palabras o términos que la configuran. Este cambio en el sentido de
la norma, aunque solo tenga efectos de interpretación y no literales, implica una
reforma informal o tácita de la Constitución, en otras palabras implica el nacimiento
de una “nueva norma constitucional”, la cual podrá y deberá ser parámetro de
constitucionalidad como el resto de las normas que conforman el texto
constitucional.
En ese orden de ideas, de la misma forma como sucede cuando se emite
una nueva Constitución, al reformarse una norma constitucional, ya sea formal o
informalmente, disposiciones normativas que originalmente eran congruentes con
el texto constitucional, podrán adolecer de vicio de inconstitucionalidad sobrevenida
por resultar contrarias al nuevo sentido otorgado a la norma constitucional en
cuestión (en el caso de la mutación constitucional). Es así como ésta última puede
derivar en la necesidad de someter determinadas disposiciones normativas
ordinarias, originalmente acordes a la Constitución, al examen de control de
constitucionalidad por ser contrarias al nuevo espíritu o sentido de la norma
reformada tácitamente. De ahí que la Corte de Constitucionalidad podrá y deberá
expulsar del ordenamiento jurídico vigente todas aquellas normas que devengan
73
inconstitucionales como consecuencia de una mutación constitucional. Como el
título del presente trabajo de investigación lo refiere, la declaratoria de
inconstitucionalidad sobrevenida es y debe ser concebida como la consecuencia
lógica y necesaria de la mutación constitucional para salvaguardar el principio de
supremacía constitucional en aquellos casos en los que normas que originalmente
eran congruentes con el texto supremo, devienen contrarias al mismo por vulnerar
el nuevo sentido otorgado a determinada norma de la Constitución, vía la mutación
constitucional.
Respecto al momento a partir de cual la declaratoria de inconstitucionalidad
sobrevenida como consecuencia de la mutación constitucional, deberá empezar a
surtir sus efectos, es preciso señalar que de acuerdo a la forma en la que la Corte
de Constitucionalidad ha resuelto las declaratorias de inconstitucionalidad
sobrevenida de normas preconstitucionales, una vez establecida su incongruencia
con el texto constitucional, éstas son expulsadas del ordenamiento jurídico, quedan
sin vigencia y dejan de surtir efectos desde el día siguiente de la fecha de la
publicación del fallo en el Diario Oficial. No obstante lo anterior y sin perjuicio de que
esta es la forma normal en virtud de la cual se determina el momento a partir de
cual surten sus efectos los fallos que declaran la inconstitucionalidad de las normas
en el sistema constitucional guatemalteco, como se estableció en el capítulo
referente a la Inconstitucionalidad Sobrevenida, resulta interesante considerar la
forma en cómo se determina este momento en el derecho portugués.
En
Portugal,
por
disposición
constitucional,
la
declaración
de
inconstitucionalidad sobrevenida produce efectos desde la entrada en vigor del
nuevo sentido o la nueva norma constitucional. Los efectos de la declaración de
inconstitucionalidad de una ley anterior a la Constitución o a una revisión
constitucional no será ex tunc, sino retrocederán hasta el momento de la entrada en
vigor de la Constitución o del nuevo precepto constitucional introducido a través de
74
la revisión, es decir, al momento del comienzo de la vigencia del parámetro
normativo-constitucional nuevo o posterior66.
La autora comparte la tesis sustentada por el constitucionalista Léo Brust, ya
citado, en cuanto a que a la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida no
puede otorgársele de manera absoluta, efectos ex tunc, ni efectos ex nunc. En
cuanto a los efectos ext tunc, la norma que adolece inconstitucionalidad sobrevenida
tiene dos etapas, una etapa previa a la promulgación del nuevo texto o norma
constitucional y otra posterior a éste último acontecimiento. Antes de la
promulgación del nuevo texto o norma constitucional, la norma no adolecía de vicio
alguno, de ahí que su vigencia y sus efectos durante esta etapa no puedan ser
alterados. Una vez promulgado el nuevo texto constitucional, la norma que antes
era constitucionalmente congruente, se convierte inconstitucional por lo que su
vigencia y efectos durante esta segunda etapa deben ser anulados. De ahí, que la
derogación de la norma que adolece de inconstitucionalidad sobrevenida no puede
surtir efectos desde el nacimiento de la norma, sino solamente a partir de la vigencia
del nuevo texto o norma constitucional. En cuanto a los efectos ex nunc, en el caso
que la norma que ahora adolece de inconstitucionalidad sobrevenida, no sea
derogada inmediatamente después de que haya entrado en vigencia el nuevo texto
o norma constitucional, sino hasta mucho tiempo después, existirá un lapso , previo
a la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida, que deberá, necesariamente,
ser afectado por tal declaratoria, ya que de no ser así, se aceptaría la existencia y
los efectos de una norma inconstitucional por un período de tiempo. En ese sentido,
los efectos ex nunc de la declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida no se
pueden entender solamente a partir de dicha declaratoria, sino que deberá surtir
efectos retroactivamente, sobre el período de tiempo en el que la norma ya era
inconstitucional, pero aún no había sido declarada como tal, claro está, sin perjuicio
de respetar los derechos adquiridos y/o posiciones jurídicas adquiridas por los
ciudadanos durante dicho periodo de tiempo, ya que de lo contrario, en lugar lograr
BRUST, Léo, La Sentencia Constitucional en Brasil, tesis de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Salamanca para optar al grado académico de Doctor en Derecho Constitucional, Salamanca,
2011, pp. 231 y ss.
66
75
certeza jurídica, se vulneraría la misma en perjuicio de los ciudadanos, tal y como
lo estableció la Corte de Constitucionalidad dentro de la sentencia dictada el 17 de
junio
de
2013,
dentro
del
Expediente
2849-2012
al
indicar
que
la
inconstitucionalidad de una norma implica su expulsión del ordenamiento jurídico a
partir del día siguiente de la publicación íntegra de la sentencia correspondiente en
el Diario Oficial, y la cual (la expulsión) es sin perjuicio de dejar a salvaguarda de
las situaciones jurídicas consolidadas bajo la vigencia de la norma cuestionada,
solución que resulta plenamente compatible con el efecto ordinario ex nunc de las
resoluciones emitidas en esta materia. Esto preserva la seguridad y certezas
jurídicas que son inherentes a los actos del poder público, debido a que, si ocurriera
una situación contraria, es decir, que la derogatoria por el vicio de nulidad que afecta
a la norma hiciera perder sus efectos jurídicos desde el momento en que la misma
adquirió vigencia, provocaría un caos de impredecibles consecuencias.
76
CONCLUSIONES
De acuerdo a lo estudiado, investigado y analizado a lo largo de la
elaboración del presente trabajo de investigación científica, la autora arribó a las
siguientes conclusiones.
I.
La salvaguarda del principio de supremacía constitucional no es una
atribución propia o exclusiva de los jueces constitucionales como defensores
del orden constitucional, ni de los jueces ordinarios como ministros de justicia
en casos concretos. Defender el orden constitucional, procurando el respeto
y cumplimiento de las normas constitucionales, es deber de todo ciudadano
de conformidad con el artículo 135 inciso b) de la Constitución Política de la
República de Guatemala. De ahí la importancia de profundizar en los distintos
casos de cuestionamiento constitucional a los cuales pueden someterse las
normas ordinarias, especialmente los pocos explorados como el que se
deriva de la mutación constitucional.
II.
Si bien es cierto que el control de constitucionalidad se configura como una
atribución de todo ciudadano por mandato constitucional, es preciso advertir
y
reconocer
el
papel
fundamental
que
desempeñan
los
jueces
constitucionales y, especialmente, la Corte de Constitucionalidad en la
defensa del orden constitucional. Son los jueces constitucionales sobre
quienes recae la decisión o determinación de la adecuación o no de una
norma al texto constitucional, es decir, son quienes deciden finalmente si una
norma es o no constitucional y por consiguiente, si debe seguir formando
parte del ordenamiento jurídico vigente. La Corte de Constitucionalidad por
su parte, además de impartir esta justicia constitucional en forma definitiva,
lleva a cabo la interpretación última del texto constitucional, y por
consiguiente, adecua los valores y principios contemplados en la
Constitución a las necesidades que se presenten en la sociedad en un
momento dado. De ahí que sea a partir del desarrollo de la jurisprudencia de
77
la Corte de Constitucionalidad que se configure en algún momento dado la
mutación constitucional.
III.
La declaratoria de inconstitucionalidad sobre una norma constituye la
materialización del respeto y defensa del principio de supremacía
constitucional. Cada vez que una norma es expulsada del ordenamiento
jurídico, debe celebrarse no la expulsión de la norma, sino el triunfo de la
defensa
del
orden
constitucional.
Por
ello,
la
declaratoria
de
inconstitucionalidad sobrevenida, como un tipo de declaratoria de
inconstitucionalidad, no debe entenderse como una subestimación a la
fuerza derogatoria propia del texto constitucional, sino como un medio para
oficializar o legitimar, con efecto erga omnes, la expulsión de la norma
contraria al texto supremo.
IV.
Los textos constitucionales tienen una naturaleza mutable y dinámica por
naturaleza. Pretender petrificar las normas constitucionales a lo largo del
tiempo, es sentenciar a muerte una Constitución, éstas deben ser
interpretadas según las necesidades y características de la sociedad de cada
momento, para alcanzar la plena eficacia de los valores y principios que
consagran.
V.
Para que la mutación constitucional, como reforma tácita o informal del texto
constitucional, sea una herramienta válida y legitima de adecuación de la
Constitución a la realidad social de un Estado, debe llevarse a cabo mediante
el cumplimiento de una serie de requisitos, tales como: a) Por la necesidad
real e imperante de actualizar una norma constitucional a la realidad social,
bajo amenaza inminente de la vulneración o pérdida de un valor o principio
consagrado en el texto constitucional; b) Mediante la realización de un
examen lógico-jurídico sobre la elasticidad interpretativa de la norma cuya
mutación se pretende llevar a cabo con la finalidad de determinar si es
78
posible, mediante parámetros objetivos de razonabilidad, si lo más
conveniente es mutar o reformar la norma constitucional en cuestión.
VI.
En Guatemala, por disposición de una ley constitucional, corresponde a la
Corte de Constitucionalidad ser la máxime intérprete del texto constitucional,
de ahí que debiera entenderse que sea facultad exclusiva de ésta llevar a
cabo la mutación constitucional, sin perjuicio de que ni la Constitución, ni la
Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad contemplen
dicha facultad expresamente. El desempeño normal, natural u ordinario de
interpretación que lleva a cabo la Corte de Constitucionalidad no debe
confundirse con el fenómeno de mutación constitucional. Ésta última implica
una alteración al sentido original de la norma, no una ampliación o desarrollo
de los parámetros o alcances de la misma.
VII.
Cuando derivado de una mutación constitucional, una norma ordinaria que
nació congruente al texto constitucional, deja de serlo por devenir contraria
al nuevo sentido otorgado a la norma constitucional, se hace necesaria la
declaratoria de inconstitucionalidad sobrevenida. La declaratoria de
inconstitucionalidad sobrevenida en este caso, se hace aún más necesaria
que en los casos de inconstitucionalidad sobrevenida de normas
preconstitucionales (normas nacidas durante la vigencia de un texto
constitucional anterior al vigente), toda vez que en la mutación constitucional
la incongruencia con el texto constitucional no será evidente por lo que la
declaratoria de inconstitucionalidad será esencial para preservar el principio
de seguridad jurídica.
VIII.
De lo anterior se evidencia que la declaratoria de inconstitucionalidad
sobrevenida debe ser la consecuencia lógica y necesaria de la mutación
constitucional, no solo para salvaguardar el orden constitucional, sino para
preservar la seguridad jurídica de los ciudadanos.
79
RECOMENDACIONES
A continuación se señalaran una serie de recomendaciones que a juicio de
la autora deben considerarse respecto al tema toral del presente trabajo de
investigación.
I.
La mutación constitucional configura una herramienta de gran valor como
mecanismo para salvaguardar la vigencia y respeto de los valores y principios
sobre los que se estructura un Estado. Si bien es cierto que su
implementación, lejos de ser fácil y práctica, supone grandes retos y la
implementación de requisitos y conocimientos muy especializados, esto no
es justificación para obviarla y darse el lujo de perder los tantos y buenos
frutos que puede traer para la vida constitucional de un Estado. En
Guatemala ya existen planteamientos de inconstitucionalidades por omisión
originados a partir de la concepción, reciente en nuestra historia
constitucional, del denominado “bloque de constitucionalidad” el cual
conformó o dio nacimiento a nuevos parámetros de control de
constitucionalidad vía mutación constitucional. Esta circunstancia denota
como los ciudadanos guatemaltecos se involucran, conocen y cuestionan
cada vez más todas aquellas disposiciones normativas que pudieran
contener vulneraciones a derechos o principios constitucionales derivadas no
solamente de una confrontación literal o gramatical con el texto
constitucional,
sino
de
una
confrontación
con
aquellos
criterios
jurisprudenciales, que sobre la interpretación de las normas constitucionales,
se han derivado a lo largo del tiempo en aras de preservar el principio de
supremacía constitucional, es por ello que resulta importante y necesario
formar al ciudadano guatemalteco cada vez más en el Derecho
Constitucional y, especialmente, en aquellas figuras tan importantes, como
la mutación constitucional, que implican una reforma tácita y constante de la
ley suprema dentro del ordenamiento jurídico y que por consiguiente, su
80
desconocimiento podría acarrear graves perjuicios al principio de supremacía
constitucional que todos los ciudadanos están obligados a preservar.
II.
Si bien es cierto que el objeto de análisis del presente trabajo de investigación
supone un fenómeno novedoso, inexplorado e incluso inexistente aún en la
vida constitucional de Guatemala, es importante reflexionar sobre el mismo
y sobre sus particularidades en el entendido que es responsabilidad de todos
como ciudadanos guatemaltecos cumplir y velar porque se acate la
Constitución. Existe un gran reto por delante para la vida constitucional del
país y solamente mediante el estudio y la exploración del tema, éste podrá
ser superado.
III.
Finalmente, como el título del presente trabajo de investigación lo refiere, la
recomendación principal que la autora pretende trasladar al lector del
presente
trabajo
de
investigación,
es
que
la
declaratoria
de
inconstitucionalidad sobrevenida es y debe ser concebida como la
consecuencia lógica y necesaria de la mutación constitucional para
salvaguardar el principio de supremacía constitucional en aquellos casos en
los que normas que originalmente eran congruentes con el texto supremo,
devienen contrarias al mismo por vulnerar el nuevo sentido otorgado a
determinada norma de la Constitución vía la mutación constitucional, no solo
en cumplimiento y observancia del principio de supremacía constitucional, es
decir, en defensa del orden constitucional, sino para preservar la seguridad
jurídica que supone el ordenamiento jurídico en atención a los ciudadanos.
81
REFERENCIAS
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Católica Andrés Bello, Caracas, 2004.
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2013.
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Jueces, Buenos Aires, editorial Depalma, 1994.
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editorial Club Universitario, 2010.
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editorial Universidad del Rosario, 2006.
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Estado – Investigaciones sobre las tendencias desarrolladas en el moderno
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18. VIGO, Rodolfo Luis, Interpretación Constitucional, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1991.
83
II. LEGALES:
1. Constitución Política de la República de Guatemala, Asamblea Nacional
Constituyente, 1985.
2. Constitución Política de la República de Costa Rica, Asamblea Nacional
Constituyente, 1949.
3. Constitución Política de Colombia, Asamblea Nacional Constituyente, 1949.
4. Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, Decreto
número 1-86 de la Asamblea Nacional Constituyente, Guatemala, 1986.
5. Ley del Organismo Judicial, Decreto 2-89 del Congreso de la República,
Guatemala, 1989.
III. TESIS:
1.
OROZCO SOLANO, Víctor Eduardo, La fuerza normativa de la Constitución
frente a las normas preconstitucionales, tesis de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Universidad Castilla-La Mancha para optar al grado
académico de Doctor en Derecho Constitucional, Castilla, 2010.
2.
BRUST, Léo, La Sentencia Constitucional en Brasil, tesis de la Facultad de
Derecho de la Universidad de Salamanca para optar al grado académico de
Doctor en Derecho Constitucional, Salamanca, 2011.
IV. ELECTRÓNICAS:
1. Prensa Libre, Los tres poderes del Estado avalan reformar la Constitución,
Guatemala, 1 de junio de 2012. Disponible en: ttp://www.prensalibre.com/
84
noticias/política/poderes-avalan-reformar-Constitucion_0_710928912.html.
Consultada el 1 de junio de 2012.
2. Biblioteca Jurídica Virtual –Cuestiones Constitucionales- Revista Mexicana
de Derecho Constitucional, AFONSO DA SILVA, José, Estabilidad y cambio
de las Constituciones, disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/
rev/cconst/cont/1/tes/tes1.htm. Consultada el 24 de septiembre de 2012.
3. Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la
Universidad Autónoma de México, SÁENZ JUÁREZ, Luis Felipe, La
Inconstitucionalidad de leyes en casos concretos en Guatemala, México,
2002
4. COLOMBO CAMPBELL, La Declaración Judicial de Inconstitucionalidad,
Revista Electrónica de Derecho de la Universidad Austral de Chile, volumen
XII,
Chile.
Disponible
en:
http://mingaonline.uach.cl/pdf/revider/v12n1/art02.pdf.
5. DIGHERO HERRERA, Saúl, El control de la constitucionalidad de las leyes
en Guatemala, Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones
Jurídicas de la Universidad Autónoma de México, 2002.
6. Eucario –Constitucionalismo, Teoría del Derecho y Filosofía del Derecho-,
FALLA CASANOVA, Faiber Eucario, Las Mutaciones Constitucionales,
disponible en: http://fallacasanova.blogspot.com/2010/08/las-mutacionesconstitucionales.html. Consultada el 24 de septiembre de 2012.
7. GARCÍA DE ENTERRÍA, Eduardo, La Constitución como norma y el Tribunal
Constitucional, editorial Civitas, 1985, Universidad de Educación a Distancia,
Madrid.
Disponible
en:
http://www.uned.es/dpto-derecho-politico/V._
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85
8. HUERTA OCHOA, Carla, La acción de inconstitucionalidad como control
abstracto de conflictos normativos, Biblioteca Jurídica Virtual, Instituto de
Investigaciones
Jurídicas
de
la
UNAM,
2011,
disponible
en:
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/boletin/cont/108/art/art6.htm.
Consultada el 26 de septiembre de 2012.
9. HUERTA OCHOA, Carla, La acción de inconstitucionalidad como control
abstracto
de
conflictos
normativos,
Biblioteca
Jurídica
Virtual,
de
Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, año XXXVI, número 108, septiembre-diciembre , 2003.
Disponible en: http://www.biblioteca.org.ar/libros/90956.pdf Consultada el 14
de abril de 2013.
10. SANT’ANA PEDRA, Adriano, La elasticidad del texto de la Constitución como
límite para las mutaciones constitucionales, Estudios Avanzados 17, 2012,
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Disponible
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http://www.revistaidea.usach.cl/ojs/index.php/ideas/article/
download/519/493. Consultada el 19 de octubre de 2013.
11. SANT’ANA
PEDRA, Adriano, Mutación Constitucional y Concreción
Normativa: Cómo la estructura de la norma se relaciona con los cambios
informales, Estudios Constitucionales, Año 10, No. 2, Chile, 2012, p. 387.
Disponible
en:
http://www.cecoch.cl/docs/pdf/revista_10_2_2012/mutacion_SantAna.pdf.
Consultada el 19 de octubre de 2013.
86
ANEXOS
I.
Sentencia dictada el 24 de noviembre de 1992 por la Sala Constitucional de la
Corte Suprema de Justicia de Costa Rica dentro del Expediente número 0266P-91, voto número 3550-92.
II.
Sentencia dictada el 5 de septiembre de 1990 por la Corte Constitucional de
Colombia dentro del Expediente número C-486/93.
III.
Sentencia dictada el 5 de septiembre de 1990 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 267-89.
IV.
Sentencia dictada el 26 de septiembre de 1996 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 305-95.
V.
Sentencia dictada el 28 de noviembre de 1990 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 276-90.
VI.
Sentencia dictada el 18 de marzo de 2009 por la Corte de Constitucionalidad
de Guatemala dentro del Expediente número 536-2007.
VII. Sentencia dictada el 4 de noviembre de 1998 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro del Expediente número 482-98.
VIII. Sentencia dictada el 30 de noviembre de 2010 por la Corte de
Constitucionalidad de Guatemala dentro de los Expedientes Acumulados
número 1373, 1412-2009 y 1413-2009.
IX.
Sentencia dictada el 17 de julio de 2012 por la Corte de Constitucionalidad de
Guatemala dentro del Expediente número 1822-2011.
87
X.
Sentencia dictada el 8 de febrero de 1999 por la Corte de Constitucionalidad
de Guatemala dentro del Expediente número 931-1998.
88
ANEXO I
SENTENCIA DICTADA EL 24 DE NOVIEMBRE DE 1992
POR LA SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE COSTA RICA
DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 0266-P-91, VOTO NÚMERO 3550-92
EXP N° 0266-P-91 VOTO Nº 3550–92
SALA CONSTITUCIONAL DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, San José, a las dieciséis horas del veinticuatro de noviembre de mil novecientos noventa y dos.
Acciones de inconstitucionalidad acumuladas (expedientes #266-91 y #451-91) interpuestas por
Marta Elizabeth Rojas Rodríguez, en su condición de Presidente de la Asociación Nacional de Educación Católica (ANADEC), y Luis Andrés Cordero Cordero en su calidad de Presidente de la Junta
Directiva de la Asociación de Centros Educativos Privados (ACEP). Figuran, como Apoderados de
la primera los Lics. Eduardo Ortiz Ortiz y Manuel Montealegre Quijano, y de la segunda el Lic.
Marvin Matthews Edwards.
a)
La acción # 266-91 impugna por inconstitucional la totalidad del Decreto Ejecutivo #20108MEP, sin fecha, publicado en La Gaceta #3 del 4 de enero de 1991, que reglamenta los Establecimientos Privados de Enseñanza; y, en especial, sus artículos 4º, 7º, 12, 14, 15, 16, 18, 19, 20, 22, 28,
29, 30, 38, 39 y Capítulo V, artículos 40 a 53.
b)
La acción #451-91 demanda, además, la nulidad de las siguientes normas:
1.
Del Decreto Ejecutivo citado, #20108-MEP, en general y prácticamente en la totalidad de su
texto (a partir de su artículo 4º y con excepción de los 16, 23 a 26, 34 y 37);
2.
Del Decreto Ejecutivo #6687-E de 12 de enero de 1977 y sus antecedentes —los Decretos
#9 de 17 de marzo de 1953, #2 de 18 de enero de 1957, #2 de 15 de febrero de 1958 y #1 de 14 de
junio de 1960—; y
3.
Del Decreto Ejecutivo #11 del 20 de marzo de 1969, específicamente su artículo 1º.
RESULTANDO:
I — Las demandas fueron presentadas, por su orden, el 6 y el 27 de febrero de 1991; la primera,
directamente, sin proceso o procedimiento previo, invocando la religiosa Rojas Rodríguez “un interés que no es individual, sino social y sectorial”; la segunda, sobre la base, como asunto previo,
del amparo #449-E-91, interpuesto por la Asociación de Centros Educativos Privados contra el
Presidente de la República y el Ministro de Educación Pública, pero también invocando el señor
Cordero Cordero la “defensa de intereses difusos y (sic) que atañen a la colectividad en su conjunto”.
II — En cuanto al fondo, ambas demandas reclaman la inconstitucionalidad del Reglamento de
Establecimientos Privados de Enseñanza y sus antecedentes, en su totalidad, así como la de prácticamente todas sus disposiciones individuales, alegando, en resumen, que, al concebir la educación
privada como un “servicio público”, valga decir, como una actividad propia fundamentalmente del
Estado, en la que los particulares colaboran mediante una especie de “concesión”, y la autorizada
por el Estado como una forma de “enseñanza oficial”, sometida a regulación, dirección, incluso jerarquía, y disciplina, del Ministerio de Educación Pública y del Consejo Superior de Educación, se
violan gravemente: la libertad de educación garantizada por el artículo 79 de la Constitución, en
relación con la reserva de ley y limitaciones impuestas por el derecho general de libertad del 28 idem; la li bertad de empresa del artículo 46; y los principios generales de legalidad e igualdad de
los artículos 11 y 33; así como el derecho de los padres a disponer la educación que hayan de recibir sus hijos, conforme a los artículos 26.3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
y 13.3 y .4 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en relación
con el 51 de la propia Constitución, en cuanto proclama “la familia, como elemento natural y fundamento de la sociedad”. Complementariamente, se mencionan las normas constitucionales de los
artículos 25 —sobre libertad de asociación— y 29 —sobre libertad de expresión—.
III — La Presidencia dio curso a la acción #266-91 por resolución de las 10:00 horas del 26 de fe-
brero de 1991. La #451-91 se acumuló a la primera por resolución de las 10:00 horas del 18 de setiembre de 1991. Los avisos de ley se publicaron en los Boletines Judiciales #59, #60 y #61 de 26
y 27 de marzo y 1º de abril de 1991, y #143, #144 y #145 de 28, 29 y 30 de julio de 1992.
IV — Las audiencias fueron contestadas por el Procurador General de la República el 10 de abril
y el 6 de noviembre de 1991, objetando la legitimación de los actores, y rechazando la inconstitucionalidad de los Decretos Ejecutivos #11 de 20 de marzo de 1969 y #6687-E de 12 de enero de
1977, por no encontrarse vigentes ni existir asunto pendiente en que se discuta su aplicación, y
globalmente la inconstitucionalidad alegada del Decreto Ejecutivo #20108-MEP, aunque allanándose a la pretensión de la de los artículos 22, 28 y 40 a 53 del mismo.
V — La audiencia oral se celebró a las 8:20 hs. del 16 de enero de 1992, con asistencia de los apoderados judiciales de los accionantes, Lics. Manuel Montealegre Quijano y Marvin Matthews Edwards, por una parte, y del Procurador General de la República, Lic. Adrián Vargas Benavides,
por la otra.
VI — Esta sentencia se dicta sin sujeción a plazo, dentro de la autorización otorgada por el transitorio II párrafo 3º de la Ley de la Jurisdicción Constitucional.
Redacta el Magistrado Piza Escalante:
CONSIDERANDO:
A - Sobre la Legitimación de los Actores:
I — La acción de inconstitucionalidad #266-91 se interpuso directamente, sin el asunto previo requerido por el artículo 75 párrafo 1º de la Ley de la Jurisdicción Constitucional; la #451-91, tiene
como asunto previo el amparo #449-E-91; sin embargo, en ambas acciones acumuladas se invoca
la titularidad de un interés colectivo, circunstancia que, a juicio de los actores, los sitúa dentro de
los supuestos de excepción a la exigencia de un asunto previo, establecidos por el mismo artículo
75 párrafo 2º. El Procurador General objetó la pretendida legitimación de los actores por considerar que no son titulares de intereses colectivos ni se trata de un caso en que no se pueda configurar
el proceso previo pendiente, conforme a la regla general, y agregó que para poder invocar la lesión
de un interés de la colectividad en su conjunto es necesario estar en presencia de una afectación a
“toda la colectividad costarricense”, no a un sector o categoría dentro de ella.
II — En criterio de la Sala, tanto la Asociación Nacional de Educación Católica como la de Centros Educativos Privados están legitimadas para accionar directamente en esta vía, prescindiendo
del asunto previo, porque las asociaciones son típicas enti dades corporativas, y como tales lo están para demandar la declaración de inconstitucionalidad en defensa de los intereses de los gremios o sectores por ellas representados. En la especie, nos encontramos frente a intereses que atañen a una colectividad, la de los Centros que imparten enseñanza privada, y son ellos quienes pueden —y deben— salir en defensa de aquellos intereses corporativos.
El hecho de que las actoras estén o estuvieran legitimadas también para la acción corporativa autorizada para ante la Jurisdicción Contencioso Administrativa por su Ley Reguladora (arts. 14 y
20.1), no empece el que lo están también para accionar directamente ante la Constitucional, conforme al artículo 75.2 de su Ley. Interpretar que el supuesto de éste se refiere a casos en que se afecte a toda la colectividad costarricense, sería admitir que ese artículo consagra una legitimación
ilimitada al modo de una acción popular, tesis que ha sido descartada por esta Sala reiteradamente
(ver sentencias #550-91 de 18:50 hs. de 15 de marzo y #980-91 de 13:30 hs. de 24 de mayo, ambos de 1991).
B - La Eventual Inconstitucionalidad de Normas Derogadas:
III — Ambas Asociaciones han impugnado el Decreto #20108-MEP, al igual que la Nacional de
Educación Católica, por ampliación, la del Decreto #6687-E de 12 de enero de 1977 y sus antece-
dentes, así como la del artículo 1º del Decreto #11 de 20 de marzo de 1969. El Procurador General
alegó que los Decretos impugnados en la ampliación no se encuentran vigentes ni existe asunto
pendiente de resolución en que se discuta su aplicación, por lo que solicitó declarar sin lugar la acción a ese respecto.
IV — La Sala concluye que la acción debe considerarse en cuanto al fondo, en vista de que aun
las normas derogadas pueden ser impugnadas y eventualmente declaradas inconstitucionales, sea
por los efectos que hubieran causado durante su vigencia, o sea, incluso, por la posibilidad de que,
al declarse la nulidad de la norma que las derogó, resurjan a la vida jurídica.
C — Sobre la Libertad de Enseñar y la Libertad de Aprender:
V — No cabe duda de que el Derecho de la Constitución, tanto directamente, por el texto mismo
constitucional, cuanto mediante la incorporación de los derechos fundamentales consagrados por
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos (art. 48, recogido, además, por los 1º, 2º inciso
a) y 29.1 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional), reconoce como un principio básico de su régimen de educación y de cultura la existencia de un derecho fundamental —o garantía, en el lenguaje constitucional— a la libertad de enseñanza, incluso reforzándolo con el deber del Estado de
estimular la iniciativa privada en el campo de la educación. Como rezan textualmente los artículos
79 y 80 de la Carta:
“Artículo 79
“Se garantiza la libertad de enseñanza. No obstante, todo centro docente privado estará bajo la inspección del Estado”.
“Artículo 80
“La iniciativa privada en materia educativa merecerá estímulo del Estado, en la forma que indique
la ley”.
VI — La libertad de enseñanza se bifurca, a su vez, como ocurre con todas las libertades que suponen una relación de “alteridad” —entre quienes las ejercen, activamente, y quienes las reciben,
pasivamente—, en dos sentidos o direcciones correlativos o solidarios, en cuanto que no sería posible atentar contra uno de ellos sin dañar el otro:
a)
Por una parte, el derecho de aprender, eligiendo libremente a los maestros; consagrado para los niños, a través de sus padres, quienes tienen el derecho fundamental de escoger la educación
de sus hijos, y para los adultos mismos;
b)
Por la otra, la libertad que tienen los particulares de fundar, organizar, dirigir y administrar
centros docentes —privados— que el Estado está obligado a estimular, según el citado artículo 80
Constitucional.
VII — El derecho —y libertad— de aprender, especialmente para los menores, está, asimismo,
consagrado en diversos instrumentos internacionales vigentes en nuestro país, con valor incluso
superior a las leyes que les reconocen los artículos 7º y 48 de la Constitución Política; entre ellos,
en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que en su artículo 26.3 dispone:
“Artículo 26………
“3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos”;
o en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, que en su artículo
13.3, agrega:
“Artículo 13………
“3. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y,
en su caso, de los tutores legales de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Esta-
do prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones”.
Este derecho de toda persona a educarse y educar a sus hijos en un centro de enseñanza que considere acorde con sus creencias no podría garantizarse si sólo hubiera disponible una opción educativa o, lo que equivaldría a lo mismo, si el Estado ejerciera sobre la educación privada un control
tal que implicara identificarla o uniformarla, de derecho o de hecho, con las instituciones de enseñanza estatal. Con otras palabras, no sería sino con grave cercenamiento de la libertad de elegir el
que sólo pudiera hacerse respecto de instituciones privadas cuya enseñanza fuera equivalente o
prácticamente equivalente a la oficial o pública.
VIII — Incluso cabe decir, aunque no forme parte del objeto de esta acción, que el derecho —y
libertad— de aprender es de tal modo fundamental, que deben procurarse los medios y garantías
para que también la educación pública, además de excelente y accesible, de derecho y de hecho, a
toda la población, se dé efectivamente “para la libertad”, en el sentido de que los beneficios de una
educación en libertad, esenciales para la existencia y desarrollo de una sociedad verdaderamente
libre y democrática, no sean sólo para quienes puedan acceder a escuelas o colegios privados, sino
también para quienes se eduquen en los públicos.
IX — La libertad de aprender se complementa, a su vez, con el derecho de enseñar, consagrado en
la Constitución y en los ins trumentos internacionales, así, el artículo 13 del Pacto Internacional citado, luego de establecer el derecho de los padres y tutores a escoger escuelas diferentes a las creadas por el Estado, estipula en su párrafo 4º:
“4. Nada de lo dispuesto en este artículo se interpretará como una restricción de la libertad de los
particulares y entidades para establecer y dirigir instituciones de enseñanza, a condición de que se
respeten los principios enunciados en el párrafo 1 y de que la educación dada en esas instituciones
se ajuste a las normas mínimas que prescriba el Estado”.
El derecho de las personas a escoger la enseñanza que deseen no podría garantizarse si no hubiera
libertad para crear y organizar instituciones de enseñanza con capacidad para decidir libremente su
actividad académica y docente, administrativa y financiera, cultural y espiritual, sometidas tan sólo
la intervención necesaria de las autoridades públicas, apenas para garantizar los derechos de los educandos y los valores fundamentales del orden social; de otro modo, la libertad de elegir se vería
seriamente lesionada, pues la única opción disponible sería la del Estado o la impuesta por él.
D — La Libertad de Enseñanza es un Derecho Fundamental:
X — El hecho de que la enseñanza sea, precisamente, un “derecho de libertad” implica, entre otras
cosas:
a)
Que se trata, por su naturaleza, por su ubicación y contenido constitucionales y por su posición en el Derecho de los Derechos Humanos —tanto interno como internacional—, de un verdadero “derecho fundamental”, por ende derivado de la “intrínseca dignidad del ser humano” —
en la expresa definición de la Declaración Universal—, no de la voluntad del Estado ni de ninguna
autoridad política o social, los cuales tienen el deber —y solamente el deber, no el derecho ni la
opción— de reconocerlo como tal derecho fundamental, a favor de todo ser humano, en condiciones de igualdad y sin discriminación alguna; de respetarlo ellos mismos, sin violarlo, ni manipularlo, ni escamotearlo por medios directos o indirectos, desnudos o encubiertos; y de garantizarlo
frente a todo y frente a todos, poniendo a su disposición los mecanismos jurídicos y las condiciones materiales necesarios para que esté al alcance de todos y por todos pueda ser gozado efectivamente;
b)
Que, por ser precisamente un derecho humano fundamental, quien lo actúe lo hace a nombre propio, en ejercicio de una actividad de la que es titular y no de una concesión o permiso del
poder público, el cual puede, a lo sumo, y siempre que lo haga por los órganos competentes y mediante el ejercicio de simples poderes de tutela, “inspeccionarlo”, valga decir, vigilar su ejercicio
para garantizar, precisa y únicamente, el equilibrio armónico entre la libertad de educación del que
la ofrece —educador— y la libertad de educación del que la recibe —educando—, así como fiscalizar su cumplimiento y eventualmente sancionar su incumplimiento;
c)
Que el mismo equilibrio armónico entre la libertad del educador y del educando faculta y
obliga al Estado, dentro de rigurosos límites de razonabilidad y proporcionalidad, a exigir a los establecimientos privados de enseñanza requisitos y garantías mínimos de curricullum y excelencia
acadé mica, de ponderación y estabilidad en sus matrículas y cobros a los estudiantes, de una normal permanencia de éstos en los cursos y a lo largo de su carrera estudiantil, del respeto debido a
sus derechos fundamentales, en general, y de otras condiciones igualmente necesarias para que el
derecho a educarse no se vea truncado o gravemente amenazado; pero, eso sí, sin imponerles a los
primeros fines ni contenidos rígidos ni invadir el campo razonable de su autonomía administrativa,
económica, ideológica, académica y docente —recuérdese que no hay autonomía mayor que la de
la libertad—;
d)
Que por ser, a su vez, una “libertad” —un “derecho de libertad”— le convienen las condiciones, atributos, efectos y garantías de la libertad en general, la cual, entendida como ausencia de
coacción arbitraria, es uno de los derechos humanos fundamentales —o más fundamentales—, como que se asienta en la base misma de todo el sistema democrático–constitucional—. Ella significa, desde el punto de vista jurídico, que existen actos de los particulares que el Estado no puede
suprimir, alterar, restringir ni controlar, aun mediante o con fundamento en una ley. Estos actos
son, en primer lugar, los aludidos por la Constitución como “acciones privadas que no dañen la
moral o el orden público, o que no perjudiquen a tercero”.
E — La Libertad de Educación es una “Libertad”:
XI — El artículo 28 de la Constitución Política recoge así el principio y derecho general libertad:
“Artículo 28
“Nadie puede ser inquietado ni perseguido por la manifestación de sus opiniones ni por acto alguno que no infrinja la ley.
“Las acciones privadas que no dañen la moral o el orden público, o que no perjudiquen a tercero,
están fuera de la acción de la ley...”.
XII — Es decir: de conformidad con el párrafo 1º, las personas —léase “privadas”— están facultadas para hacer todo aquello “que no infrinja la ley”, expresión totalmente equivalente al llamado
principio de libertad, según el cual, para el ser humano, “todo lo que no está prohibido está permitido”. Por ello, nadie puede ser privado de hacer lo que la Constitución o la ley no prohiban o, por
lo menos, lo que no habiliten expresa y taxativamente a prohibir.
XIII — Pero es que el mismo artículo 28, en su párrafo 2º, todavía llega a más: a armonizar aquel
principio general de libertad, todavía meramente formal, con una concepción materialmente democrática que lo llena de contenido, colocando en su base lo que puede llamarse el “sistema de la libertad”. Según éste, ya el ser humano, no sólo puede hacer todo lo que la ley no le prohiba, sino
que tiene también la garantía de que ni siquiera la ley podrá invadir su esfera intangible de libertad
y, por ello, de autonomía e intimidad, fuera de los supuestos previstos taxativamente por la propia
Constitución, supuestos excepcionales y, por ende, de interpretación restrictiva, que pueden resumirse en el concepto de “bien común” rectamente entendido.
XIV — Por otra parte, tanto el principio como el sistema de la libertad imponen una serie de consecuencias formales y materiales directamente aplicables al caso en estudio, vinculadas todas ellas
al “principio general de legalidad”, que es su contrapar tida necesaria, consagrado y recogido espe-
cialmente en los artículos 11 de la Constitución y de la Ley General de la Administración Pública,
así:
“Artículo 11 (Constitución Política)
“Los funcionarios públicos son simples depositarios de la autoridad y no pueden arrogarse facultades que la ley no les concede. Deben prestar juramento de observar y cumplir esta Constitución y
las leyes. La acción para exigirles la responsabilidad penal de sus actos es pública”;
“Artículo 11 (Ley Gral. de la Admón. Pública)
“1. La Administración Pública actuará sometida al ordenamiento jurídico y sólo podrá realizar aquellos actos o prestar aquellos servicios públicos que autorice dicho ordenamiento, según la escala jerárquica de sus fuentes.
“2. Se considerará autorizado el acto reglado expresamente por norma escrita, al menos en cuanto
a motivo o contenido, aunque sea en forma imprecisa”;
principio de legalidad condicionado, a su vez, en relación con el régimen de las libertades y derechos fundamentales, por el de “reserva de ley”, derivado de aquél, según el cual, conforme a la
misma Ley General:
“Artículo 19
“1. El régimen jurídico de los derechos constitucionales estará reservado a la ley, sin perjucio de
los reglamentos ejecutivos correspondientes.
“2. Quedan prohibidos los reglamentos autónomos en esta materia”.
XV — Lo anterior da lugar a cuatro corolarios de la mayor importancia para la correcta consideración de la presente acción de inconstitucionalidad, a saber:
a)
En primer lugar, el principio mismo de “reserva de ley”, del cual resulta que solamente
mediante ley formal, emanada del Poder Legislativo por el procedimiento previsto en la Constitución para la emisión de las leyes, es posible regular y, en su caso, restringir los derechos y libertades fundamentales —todo, por supuesto, en la medida en que la naturaleza y régimen de éstos lo
permita, y dentro de las limitaciones constitucionales aplicables—;
b)
En segundo, que sólo los reglamentos ejecutivos de esas leyes pueden desarrollar los preceptos de éstas, entendiéndose que no pueden incrementar las restricciones establecidas ni crear
las no establecidas por ellas, y que deben respetar rigurosamente su “contenido esencial”; y
c)
En tercero, que ni aun en los reglamentos ejecutivos, mucho menos en los autónomos u otras normas o actos de rango inferior, podría válidamente la ley delegar la determinación de regulaciones o restricciones que sólo ella está habilitada a imponer; de donde resulta una nueva consecuencia esencial:
d)
Finalmente, que toda actividad administrativa en esta materia es necesariamente reglada,
sin poder otorgarse a la Administración potestades discrecionales, porque éstas implicarían obviamente un abandono de la propia reserva de ley.
XVI — La libertad de enseñanza, garantizada por el artículo 79 de la Constitución, se relaciona,
pues, esencialmente, con el 28 ídem, que consagra el principio y derecho general de libertad, con
sus consecuencias, también generales; las cuales, por cierto, ya han sido expuestas y recalcadas en
otras oportunidades por esta Sala, incluso remitiéndose a antecedentes de la Corte Plena en función de tribunal constitucional (por ejemplo, según sesión extraordinaria #51 de 13:30 hs. del 26
de agosto de 1982), en términos como los siguientes:
“…el artículo 28 de la Constitución Política preserva tres valores fundamentales del Estado de Derecho costarricense: a) el principio de libertad que, en su forma positiva implica el derecho de los
particulares a hacer todo aquello que la ley no prohíba y, en la negativa, la prohibición de inquietarlos o perseguirlos por la manifestación de sus opiniones o por acto alguno que no infrinja la ley;
b) el principio de reserva de ley, en virtud del cual el régimen de los derechos y libertades fundamentales sólo puede ser regulado por ley en sentido formal y material, no por reglamentos u otros
actos normativos de rango inferior; y c) el sistema de la libertad, conforme el cual las acciones privadas que no dañen la moral, el orden público o las buenas costumbres y que no perjudiquen a tercero estan fuera de la acción, incluso, de la ley. Esta norma, vista como garantía implica la inexistencia de potestades reglamentarias para restringir la libertad o derechos fundamentales, y la pérdida de las legislativas para regular las acciones privadas fuera de las excepciones, de ese artículo en
su párrafo 2º, el cual crea, así, una verdadera “reserva constitucional” en favor del individuo, a
quien garantiza su libertad frente a sus congéneres, pero, sobre todo, frente al poder público. La inmediata consecuencia de esto es que, si bien existe una potestad o competencia del Estado para regular las acciones privadas que sí dañen la moral o el orden público, o perjudiquen los derechos iguales o superiores de terceros; sin embargo, como ya lo había dicho la Corte Plena en el fallo citado, no es cualquier tipo de disposición estatal la que puede limitar esas acciones privadas dentro
de las excepciones previstas por dicho artículo 28, sino únicamente las normativas con rango de
ley, excluyendose así, expresamente, los “decretos” o “decretos reglamentarios” dictados por el
Poder Ejecutivo, y los “reglamentos autónomos”, dictados por el mismo Poder Ejecutivo o por las
entidades descentralizadas para la autoregulación de sus funciones, o servicios, lo mismo que por
cualquier otra norma de igual o menor jerarquía” (ver voto de esta Sala#1635-90 de 17:00hs. 14
de noviembre de 1990).
F — Las Limitaciones Legítimas de la Libertad:
XVII — Desde luego, los derechos y libertades fundamentales están sujetos a determinadas restricciones, las necesarias, pero nada más que las necesarias a la vigencia de los valores democráticos y constitucionales. No obstante, como han dicho el Tribunal Europeo (caso The Sunday Times, pgr. 59) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos (OC–5/85, pgr. 46), para que una
restricción sea "necesaria" no es suficiente que sea "útil", "razonable" u "oportuna", sino que debe
implicar la "existencia de una necesidad social imperiosa" que sustente la restricción. Por ello, para que las restricciones a la libertad sean lícitas constitucional e internacionalmente,
“deben estar orientadas a satisfacer un interés público imperativo. Entre varias opciones para alcanzar ese objetivo debe escogerse aquella que restrinja en menor escala el derecho protegido... la
restricción —por otra parte— debe ser proporcionada al interés que la justifica y ajustarse estrechamente al logro de ese legítimo objetivo” (Corte Interam., OC–5/85, id.).
Estos criterios de interpretación, que han mantenido también los grandes tribunales supremos o
constitucionales —por ejemplo, los europeos, el de los Estados Unidos de América, el de la Argentina—, son una aplicación moderna de la vieja regla de las Partidas, según la cual:
“Cuando en pleito sobre libertad o servidumbre discorden los jueces, siendo tantos los que sentencien por la primera como los que sentencien por la segunda, valdrá lo favorable a la libertad” (Partida III, título 32, ley 18).
XVIII — Ello implica, por una parte, que la restricción debe ser imperiosa socialmente y, por ende, excepcional, como tal de interpretación restrictiva, de manera que en caso de duda debe preferirse siempre la libertad; por la otra, que la misma interpretación del “bien común” ha de hacerse
en el contexto del orden constitucional como un todo, de conformidad con su sistema de valores
fundamentales —en Costa Rica, en resumen, los de la democracia, el Estado de derecho, la dignidad esencial del ser humano y el “sistema de la libertad”—. No fue por mero accidente que la Ley
General de la Administración Pública, cuyo sentido principista es evidente, definiera el interés público como
“la expresión de los intereses coincidentes de los administrados” (art. 113.1);
imponiendo, como criterios para su apreciación,
“los valores de seguridad jurídica y justicia para la comunidad y el individuo, a los que no puede
en ningún caso anteponerse la mera conveniencia” (art. 113.3),
y distinguiéndolo claramente del interés transitorio o subjetivo de la Administración, valga decir,
del de los administradores públicos (art. 113.2).
XIX — En verdad, los conceptos de moral, de orden público o de la necesaria protección de los
derechos de terceros, como indeterminados, autorizan una cierta flexibilidad, pero que no implica
en ningún caso arbitrariedad y que está sujeta, como lo está la misma discrecionalidad, al contralor
jurisdiccional; contralor que, según lo han reconocido invariablemente la jurisprudencia y la doctrina, tiene que ejercerse según criterios de racionalidad y razonabilidad (arts. 15 y 16 L.G.A.P.);
flexibilidad, o discrecionalidad, pues, que en ningún caso pueden implicar arbitrariedad.
XX — El orden público, la moral y los derechos de terceros deben ser interpretados y aplicados rigurosamente, sin licencias que permitan extenderlos más allá de su sentido específico; sentido que,
a su vez, debe verse en armonía con el principio pro libertate, el cual, junto con el principio pro
homine, constituye el meollo de la doctrina de los derechos humanos: según el primero, debe interpretarse extensivamente todo lo que favorezca y restrictivamente todo lo que limite la libertad;
según el segundo, el derecho debe interpretarse y aplicarse siempre de la manera que más favorezca al ser humano. De acuerdo con ello, el orden público, la moral y los derechos de terceros que
permiten, al menos a la ley, regular las acciones privadas tienen que interpretarse y aplicarse de tal
manera que en el primer caso, se trate de amenazas graves al orden público, entendido como la integridad y supervivencia de los elementos fundamentales del Estado; o como
“…el conjunto de principios que, por una parte, atañen a la organización del Estado y a su funcionamiento, y, por otra, concurren a la protección de los derechos del ser humano y de los intereses
de la comunidad, en un justo equilibrio para hacer posible la paz y el bienestar de la convivencia
social” (Corte Plena, sesión extraordinaria del 26 de agosto de 1982);
XXI — Por su parte, la moral no puede concebirse más que como el conjunto de principios y de
creencias fundamentales vigentes en la sociedad, cuya violación ofenda gravemente a la generalidad de los miembros de esa sociedad; y los derechos de terceros necesariamente tienen que jerarquizarse, tanto en sí mismos, como en su dimensión concreta, en el sentido de que sólo se justifica
regular y eventualmente limitar la libertad para proteger derechos de igual o mayor rango, frente a
amenazas de igual o mayor intensidad. Así, el sistema de la libertad costarricense, deja fuera del
alcance de la ley —léase, de la acción del Estado— una esfera intangible de libertad, la cual no
puede ser tocada por ninguna autoridad, porque es el hombre, no la sociedad, quien tiene dignidad
y consiguientes derechos y libertades fundamentales. El artículo 79 constitucional es claro al establecer la enseñanza como una libertad y no como un servicio público; en consecuencia y en virtud
del artículo 28 constitucional, la ley no puede invadir la esfera de la actividad privada de enseñanza, si ésta no causa perjucio a terceros, a la moral o al orden público, en losalcances restrictivos señalados.
G — La Enseñanza Privada es de Interés Público:
XXII — No se discute que la enseñanza privada es una actividad de interés público, y es precisamente por ello que está sujeta a regulaciones generales en beneficio de la colectividad; sin embargo, esto no la convierte en una actividad ni en un servicio públicos —que se ejerce por el Estado o
por concesión del Estado—: es, como se dijo, una libertad del ciudadano, sometida únicamente a
la fiscalización tutelar del Estado. Esto, al punto de que la pretensión de algunos sectores de incluir en la Constitución de 1949 el concepto de que “la educación es función esencial del Estado”,
provocó violentas reacciones siendo derrotada en la Asamblea Constituyente, ante el temor de que
se interpretara la educación como una función pública y no como una libertad. El Licenciado Volio Sancho, objetó la moción de comentario señalando que calificar la educación como una función esencial del Estado sería darle un carácter fundamentalmente estatista, en perjuicio de la iniciativa privada, y agregó:
“Si la Asamblea declarase que la educación es una función esencial del Estado, la iniciativa privada quedaría en segundo plano. Está bien que la acción del Estado se haga sentir en materia educacional, siempre y cuando esa acción sea supletoria de la iniciativa particular” .(Actas, Imprenta
Nacional 1957, tomo III #154, 155, 156, 157, 158, pags.309 y ss.).
XXIII — Lleva razón la Procuraduría General de la República al indicar que la inspección del Estado sobre el ejercicio de la libertad de enseñanza es una limitación que existe por el evidente interés general que encierra la enseñanza. Sin embargo, no cabe admitir su tesis de que corresponde al
Estado garantizar que el proceso de formación de los niños y jóvenes responda a contenidos claramente predeterminados (folios 61 y 152 de la acción). Acoger ese argumento sería creer que existe
sólo un sistema educativo y que la única enseñanza válida y posible es aquélla predeterminada por
el Estado. Ya esta Sala, señaló:
“Tampoco es de recibo la tesis de la Procuraduría de que, conforme con el artículo 77 constitucional, la educación debe ser organizada como un proceso integral correlacionado. Es evidente de la
sola lectura del citado numeral que se refiere a la educación pública, no a la privada” (sentencia
#1874-90 de las 16:15hs del 18 de diciembre de 1990).
XXIV — Argumentar que la educación debe responder a contenidos claramente predeterminados
por el Estado, es afirmar que éste debe garantizar una enseñanza totalmente igualitaria, lo que tergiversa evidentemente el ideal democrático: en una democracia auténtica la igualdad ante la ley es
siempre, igualdad en libertad, en consecuencia, un Estado democrático como el nuestro lo que debe garantizar son las condiciones que permitan la efectiva igualdad de derechos y oportunidades
para todas las personas, con el fin de que vivan en libertad, ejerciendo plenamente su personalidad
y el derecho no de ser iguales sino, precisamente diferentes a los demás, una de las cualidades esenciales de que goza todo ser humano.H — La Fiscalización de la Enseñanza Privada.
XXV - Hasta hoy la normativa, principalmente reglamentaria, que se ha dictado y la acción administrativa que se ha llevado a cabo en lo que se refiere a la enseñanza privada demuestran que el
criterio imperante entre las autoridades de educación ha sido el de considerar, por una parte, la enseñanza, en general, no como una libertad sino como un “servicio público”, del cual el Estado, no
cada ser humano, es titular, y en el cual, por lo tanto, los centros privados participan, no a título
propio, en ejercicio de su derecho de liberttad, sino vicariamente, por una especie de “concesión”
del Estado; y, por la otra, al Consejo Superior de Educación como el órgano competente para fiscalizarlos, a nombre del Estado, y no sólo para fiscalizarlos, sino incluso para dirigirlos y disciplinarlos.
Todo esto se comprueba con las opiniones e interpretaciones dadas en diferentes administraciones
por los propios Ministros de Educación, por los miembros del Consejo e incluso por los asesores
legales de unos y otro; concretamente, según las actas sobre la discusión del proyecto del Decreto
Ejecutivo #20108-MEP, el Ministro, Presidente del Consejo, Lic. Marvin Herrera:
“…se refiere al artículo 79 de la Constitución Política que declara la libertad de enseñanza con
inspección del Estado. El Artículo 81, a su vez, declara, es clarísimo, habla de que la competencia
del Consejo Superior de Educación es la dirección general de la enseñanza. Si la misma Constitución dice cual es la competencia del Consejo Superior de Educación, y por dirección no puede entenderse dirección y supervisión (sic), entonces estamos bien fundamentados” (expediente admi-
nistrativo de la reforma al Reglamento de Establecimientos Privados de Enseñanza, que se ha tenido a la vista, acta #40-90 de 29 de mayo de 1990, art. II, folio 131);
o en palabras del Asesor Legal del Consejo, Lic. Celín Arce:
“Se trata de instituciones privadas reconocidas, quiere decir esto que son oficiales, por lo tanto están enmarcadas en el mismo marco jurídico que las públicas. Al ser instituciones oficiales están en
igualdad de condiciones y tienen que irse orientando hacia el servicio público” (id., folio 132);
o de un dictamen rendido por la División Jurídica del Ministerio de Educación, el 10 de octubre de
1990:
“En fin, ese Consejo por expresa disposición constitucional, gobierna y rige la educación oficial
en este país para lo que puede adoptar todas las medidas que estime a bien, independientemente de
que esa enseñanza oficial, esté en manos privadas o estatales… En suma, existe amplio y profuso
fundamento constitucional y legal para que ese Consejo pueda emitir válidamente el Reglamento
en cuestión, no siendo atendibles los trasnochados argumentos de reserva de ley” (ibid., folios 304
y 306)
XXVI — Como se ve, el Consejo parece fundarse en una complacida aceptación de la opinión de
sus asesores, cuyo eco impregnó también las respuestas de la Procuraduría a las presentes acciones
de inconstitucionalidad, en el sentido de considerar, como se dijo, que la tarea de la educación es
un servicio público, propio del Estado, y los establecimientos privados apenas sus colaboradores.
La libertad de enseñanza, en particular, y el Derecho de la Constitución, en general, imponen todo
lo contrario: educarse, y educar, es un derecho fundamental de todo ser humano, y un derecho precisamente “de libertad”, esto es, de autonomía o autodeterminación, que un Estado democrático
debe estimular y, a lo sumo, complementar, así como, en todo caso, respetar y garantizar “en libertad”, es decir, en la diversidad cuantitativa y cualitativa, de medios y de fines, que es propia de la
libertad. La uniformidad, la univocidad, la eficiencia, el mismo orden y la misma paz, son más posibles o más fácilmente alcanzables en el totalitarismo y la dictadura que en la democracia y en la
libertad; en éstas, no sólo reina lo contrario: la diversidad, la discusión, una cierta dosis de ineficiencia, de desorden y de conflicto, sino que todo esto es precisamente lo que las hace más humanas, más justas, incluso más hermosas y dignas de vivir.
I — Sobre el Organo de Inspección de la Enseñanza Privada:
XXVII — Dicho lo anterior, resulta prioritario determinar cuál es el órgano autorizado constitucionalmente para fiscalizar los centros de enseñanza privada. Por una parte, el artículo 79 de la
Constitución otorga al Estado el poder de inspeccionar los centros docentes privados; por la otra,
el artículo 81 ídem establece que la dirección general de la enseñanza oficial corresponde a un
consejo superior. Una interpretación armónica de ambos artículos tiene que discurrir sobre las siguientes bases:
a)
Cuando la Constitución habla del Estado se refiere al Estado considerado como persona jurídica, o bien a un concepto global que incluye a esa persona jurídica y a las demás personas públicas —entes menores—. En ambos supuestos la persona jurídica Estado es fundamental, tanto que
los entes menores se definen justamente como desplazamientos del poder del Estado que éste realiza en ejercicio de su potestad soberana —en unos casos, mediante el Poder Constituyente; en otros, mediante el Poder Legislativo ordinario—;
b)
Ese Estado persona jurídica sólo actúa mediante órganos, constitucionales o legales, éstos
últimos en la medida en que estén autorizados a su vez por la Constituciòn. Los primeros, los
constitucionales, son precisamente los poderes públicos y otros órganos establecidos por la Constitución, pero con la particularidad de que la competencia de éstos últimos tiene que ser a texto expreso, de manera que las potestades genéricas y residuales corresponden a los primeros y, concre-
tamente, al Judicial, la totalidad de las jurisdiccionales, salvo texto expreso constitucional (p.ej.
sent. #1148-90 de 17:00 hs. de 21 setiembre 1990); al Ejecutivo, la generalidad de las administrativas, ídem salvo texto expreso constitucional o desplazamiento autorizado por la Constitución (p.ej.
instituciones autónomas, municipalidades, etc.); y al Legislativo, todas las de carácter legislativo,
también salvo texto expreso constitucional (p.ej. art. 121 inc. 1º, respecto del Tribunal Supremo de
Elecciones); con la particularidad de que en nuestro sistema, como en los de todas las democracias
occidentales, con excepción de la República de Francia, no hay reserva de reglamento frente a la
ley, de manera que ésta puede regular normativamente cualquier materia.
XXVIII — El Consejo Superior de Educación es un órgano constitucional excepcional, al que corresponde
“la dirección general de la enseñanza oficial” (art. 81 Const.);
y no puede ser investido por la ley ordinaria, mucho menos por un reglamento, de potestades del
Estado no autorizadas expresamente por el texto constitucional, de manera que si, como se ha dicho, la enseñanza privada no es educación pública, nada tiene que hacer el Consejo en relación
con ella. En consecuencia, la inspección del Estado en materia de educación privada, por ser una
potestad administrativa, sólo puede ser ejercida por la Administración Central, valga decir, el Poder Ejecutivo —Presidente y Ministro del ramo, art. 140 Const.—, con la ayuda y, en su caso, el asesoramiento que consideren conveniente de sus dependencias, incluído el mismo Consejo Superior de Educación; y todo ello, desde luego, de acuerdo con la ley, la cual no puede, empero, delegarla en un órgano diferente, porque violaría el principio de legalidad y, por ende, la propia Constitución.
Prueba de que la intención de esta última y la inteligencia inmediatamente posterior a ella fue la
que se ha dicho, es que el artículo 2º de la Ley #1362 del 8 de octubre de 1951 integró el Consejo
Superior de Educación exclusivamente con representantes de la enseñanza pública, en la forma en
que se ha definido supra, es decir, con exclusión y sin ninguna participación de la privada; además, el artículo 4º de la Ley Orgánica del Ministerio de Educación Pública, #3481 de 13 de enero
de 1965, consecuente con ello, señala que:
“Corresponde al Ministro coordinar e inspeccionar la educación que se imparta en todo centro docente privado, así como la vigilancia administrativa de toda forma de estímulo que el Estado brinda a la iniciativa privada en materia educativa”
—desde luego, el verbo “coordinar” debe entenderse dentro de los límites rigurosos de la “inspección” autorizada por el texto constitucional—.
XXIX — Lo anterior se confirma de las discusiones recogidas en las Actas de la Asamblea Nacional Constituyente que dieron nacimiento a los referidos artículos constitucionales y que ya fueron
analizados por esta Sala en su sentencia #1873-90 de 15:45 hs. de 18 de diciembre de 1990, como
sigue:
“En la sesión #158 del 27 de setiembre de 1949 (pag.374 Tomo III) se presentó una moción por
los Diputados Baudrit Solera y otros, para que se adicionara un artículo con el siguiente texto: ‘La
dirección general de la enseñanza oficial y de la autorizada oficialmente, estará a cargo de un Consejo Superior que se integrará en la forma que señale la ley’ (el subrayado no es del texto original).
Inmediatamente el diputado Volio Sancho advirtió que ya se había resuelto que… tratándose de
instituciones docentes privadas, el Estado ejercerá tan solo la vigilancia y la inspección de las mismas, mas no la dirección’. A continuación, los proponentes solicitaron que se suprimiera la frase
‘y la autorizada oficialmente’, lo cual se hizo (ver discusión en páginas 374-375 del Tomo III de
las Actas de la Asamblea Nacional Constituyente).
“¿Puede existir alguna duda de que el concepto de oficial se refiere exclusivamente a la enseñanza
del Estado, y que no tiene ninguna relación con la educación privada, sometida sólo a la inspección estatal y no a su dirección?. Es evidente que no. Así pues, no es de recibo el argumento de la
Procuraduría en el sentido de que el sistema educativo es uno solo, y de que la enseñanza oficial
comprende la privada. Inclusive la Ley de Creación del Consejo Superior de Educación, #1362 del
8 de octubre de 1951 se refiere solamente a la orientación y dirección de la enseñanza oficial, es
decir de la impartida por los establecimientos del Estado, tal como lo establece la Carta Fundamental”.
J — Sobre las Normas Impugnadas.
XXX — A la luz de las anteriores consideraciones, es evidente que los decretos impugnados así
como sus antecedentes, violan varios principios y normas constitucionales, principalmente por tres
razones fundamentales:
a)
Parten de una aplicación indebida del artículo 81 de la Constitución Política en cuanto extienden indebidamente el concepto de educación pública y, consiguientemente, las potestades del
Consejo Superior de Educación ahí enumeradas. En efecto, los Reglamentos de Establecimientos
Privados de Enseñanza derogados, así como el que se encuentra actualmente en vigencia, le otorgan al Consejo Superior de Educación la potestad, entre otras, de “inspeccionar” los centros docentes privados. Por idénticas razones, y de conformidad con lo dispuesto en el artículo 89 de la
Ley que rige esta Jurisdicción, deben declararse inconstitucionales, por conexión y consecuencia,
las siguientes normas: el artículo 34 de la Ley Fundamental de Educación, #2160 de 5 de setiembre de 1957, adicionada por la ley #2298 de 22 de noviembre de 1958; el artículo 4º inciso h) de la
Ley de Creación del Consejo Superior de Educación, #1362 de 8 de octubre de 1951, y el artículo
4º inciso h) del Reglamento del Consejo Superior de Educación, Decreto #14 de 31 de agosto de
1953, reformado por el #3 de 23 de enero de 1967.
b)
Proceden y son, o han sido, concebidos, inspirados y administrados por un órgano sin potestades constitucionales, conforme a lo expuesto ampliamente supra, que, además, se comprueba
con la simple lectura de los propios Reglamentos sobre Enseñanza Privada dictados hasta la fecha.
Así, por ejemplo, según el artículo 1º del decreto #1 de 14 de junio de 1960 se pretendió que
“corresponde al Consejo Superior de Educación, de acuerdo con los artículos 79 y 81 de la Constitución Política, la dirección general de la enseñanza reconocida por el Estado e impartida por instituciones privadas”;
o en el Decreto #6687-E de 12 de enero de 1977, derogado por el decreto #20108-MEP,
cuyo artículo 4º establece:
“El Consejo Superior de Educación ejercerá la vigilancia necesaria y dispondrá las medidas pertinentes a fin de que en las actividades de estos centros, prevalezca el criterio de servicio público sobre el espíritu de lucro, cualquiera que sea el tipo de entidad que los organice o administre”.
XXXI — Como consecuencia de los errores de aplicación e interpretación señalados, los decretos
en comentario atribuyen al Estado y, concretamente, al Consejo Superior de Educación una serie
de potestades públicas que exceden los límites del concepto de inspección; por ejemplo: el capítulo V (artículos 40 a 53) del Decreto #20108-MEP —cuya inconstitucionalidad reconoce la propia
Procuraduría General—, donde se establecen sanciones a aplicar por el Consejo a los centros privados de enseñanza que infrinjan el Reglamento o la normativa jurídica aplicable; o el Decreto Ejecutivo #11 de 20 de marzo de 1969, que modificó el Reglamento General de Establecimientos
Oficiales de Educación Media y que se dictó
“con base en lo dispuesto por el Consejo Superior de Educaciòn en forma definitiva en sesión 2969, artículo 2º”,
y en cuyo artículo 1º dispone que se aplicará a los establecimientos particulares de educación me-
dia, con excepción de lo que atañe a ser instituciones oficiales dependientes del Ministerio de Educación. Cabe señalar que ese Reglamento de Establecimientos Oficiales de Educación Media regula la organización y funcionamiento de las instituciones de enseñanza pública de segunda enseñanza, reglamentando sus órganos, ámbitos de competencia, funciones y atribuciones de los servidores y funcionarios. En consecuencia y en virtud de las consideraciones anteriores sobre el derecho de libertad, en general, y, especialmente, sobre las implicaciones de la libertad de enseñanza,
imponer a las instituciones privadas el esquema de organización y funcionamiento que el Estado
disponga para sus propios centros de educación oficial es inconstitucional, y así debe declararse.
XXXII — De lo expuesto, y sin necesidad de considerar el contenido de cada una de las disposiciones reglamentarias objetadas individualmente por las recurrentes, la Sala concluye que los Decretos Ejecutivos #20108-MEP, #6687-E y sus antecedentes, así como los artículos 1º del Decreto
Ejecutivo #11 de 20 de marzo de 1969, 34 de la Ley Fundamental de Educación, 4º inciso h) de la
Ley de creación del Consejo Superior de Educación y 4º inciso h) de su Reglamento violan los
principios y normas de la Constitución Política:
a)
De los artículos 7º y 48, que consagran el principio de supremacía de los convenios internacionales sobre la legislación ordinaria, en relación con los 26.3 de la Declaración Universal de
los Derechos Humanos y 13.3 y .4 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales;
b)
De los artículos 28, 79 y 80, que consagran la educación como una libertad, revestida de
todas las garantías que establece, en general, el 28, ampliamente consideradas supra;
c)
Del artículo 46, que garantiza la libertad empresarial, también en relación con el 28;
d)
De los artículos 9º, 11 y 121 inciso 1º, que disciplinan, los dos primeros, las potestades de
los poderes públicos conforme al principio de legalidad, y el tercero reserva la potestad de legislar
a la Asamblea Legislativa; y
e)
Del artículo 82, en cuanto extienden indebidamente el concepto de educación pública u oficial y las potestades del Consejo Superior de Educación ahí enumeradas.
POR TANTO:
Se declaran con lugar las acciones acumuladas y en consecuencia, se anulan:
a)
El Decreto Ejecutivo #20108-MEP, sin fecha, publicado en La Gaceta #3 de 4 de enero de
1991; el artículo 1º del Decreto Ejecutivo #11 de 20 de marzo de 1969; y Decreto Ejecutivo
#6687-E de 12 de enero de 1977, y sus antecedentes —Decreto #9 de 17 de marzo de 1953, Decreto #2 de 18 de enero de 1957, Decreto #2 de 15 de febrero de 1958 y Decreto #1 de 14 de junio
de 1960—; de manera que, mientras no se promulguen otras normas legales y reglamentarias acordes con lo dispuesto y considerado en esta sentencia, la inspección de los establecimientos privados de enseñanza se hará por el Poder Ejecutivo, mediante la cartera de Educación Pública, de
conformidad con los principios consagrados en los artículos 79, 80 y 28 de la Constitución Política
y las normas legales aplicables.
b)
De conformidad con el artículo 89 de la Ley de la Jurisdicción Constitucional se declaran
inconstitucionales y se anulan, por resultar evidentemente necesario por conexión y consecuencia:
el artículo 34 de la Ley Fundamental de Educación, #2160 de 5 de setiembre de 1957, adicionado
por la #2298 de 22 de noviembre de 1958; el artículo 4º inciso h) de la Ley de Creación del Consejo Superior de Educación, #1362 de 8 de octubre de 1951; y el artículo 4º inciso h) del Decreto Ejecutivo #14 de 31 de agosto de 1953, reformado por el #3 de 23 de enero de 1967.
c)
Dados los términos de este fallo, la Sala omite por innecesario pronunciarse sobre cada una de las normas concretas tachadas del Decreto #20108-MEP.
De conformidad con el artículo 91 de la Ley de esta Jurisdicción, esta sentencia tiene efecto decla-
rativo y retroactivo a la fecha de vigencia de las normas anuladas, todo ello sin perjuicio de derechos adquiridos de buena fe. Debe entenderse que la nulidad declarada lo es, además, sin perjuicio
de las situaciones definitivamente cumplidas al amparo de aquéllas, y que respecto de las pendientes solamente se aplicará a sus efectos futuros, a partir de la primera publicación del aviso a que alude el artículo 90 de la misma ley.
Notifíquese, comuníquese y publíquese.
Luis Paulino Mora M.Presidente/R. E. Piza E./Jorge E. Castro B./Luis Fernando Solano
C./Eduardo Sancho G./Carlos Arguedas R./José Luis Molina Q.
ANEXO II
SENTENCIA DICTADA EL 28 DE OCTUBRE DE 1993 POR LA CORTE CONSTITUCIONAL
DE COLOMBIA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO C-486/93
Sentencia No. C-486/93
TRANSITO CONSTITUCIONAL
La expedición de una nueva Constitución Política que, como la de 1991, introdujo cambios sustanciales en materia de
concepción del Estado, de principios y derechos fundamentales y de organización estatal, hacía imperativa la derogatoria de la
Carta vigente hasta entonces, como lo ordena el artículo 380 de la CP, amén de que ello se sujetaba al arbitrio del
Constituyente. Otra cosa acontece con la legislación preconstitucional, la que conserva su vigencia pese a la derogatoria de las
normas constitucionales a cuyo abrigo se expidieron, debiendo en todo caso conformarse en su interpretación y aplicación al
nuevo orden constitucional.
TRANSITO CONSTITUCIONAL/CODIGO-Expedición
La Corte Constitucional ha señalado, en relación con el examen de inconstitucionalidad de Decretos-leyes expedidos con base
en leyes de facultades extraordinarias conferidas bajo la anterior normatividad constitucional, que éste se adelanta en dos
fases. Una se ocupa de la competencia y, la otra, recae sobre el contenido material de la norma acusada. No puede exigirse al
legislador se someta a reglas que, como la prohibición de la concesión de facultades para expedir códigos, eran inexistentes
para la época del otorgamiento y del ejercicio de las facultades extraordinarias.
COSTUMBRE/JUEZ-Interpretación
La costumbre puede fungir como fuente material o cognitiva de la actividad que despliega el legislador al hacer las leyes como
del juez al dictar sus providencias. Sin perjuicio de la existencia de instancias y recursos, el juez aplica el derecho de acuerdo
con su propia conciencia y convencimiento, basado desde luego en una determinada cultura científica y observando las reglas
de la sana crítica. No está atado el juez por los precedentes judiciales ni, en principio, por las órdenes de sus superiores. La
aplicación preferente de la Constitución, de otra parte, debe llevarlo a inaplicar las normas jurídicas que sean incompatibles con
aquélla.
LEY-Alcance
El cometido propio de los jueces está referido a la aplicación del ordenamiento jurídico, el cual no se compone de una norma
aislada - la "ley" captada en su acepción puramente formal - sino que se integra por poderes organizados que ejercen un tipo
específico de control social a través de un conjunto integrado y armónico de normas jurídicas. El ordenamiento jurídico, desde
el punto de vista normativo, no puede reducirse a la ley. De ahí que la palabra "ley" que emplea el primer inciso del artículo 230
de la C.P. necesariamente designe "ordenamiento jurídico". En este mismo sentido se utilizan en la Constitución las
expresiones "Marco Jurídico" y "orden jurídico.
COSTUMBRE COMO FUENTE DE DERECHO
La invocación que la ley hace de la costumbre reafirma su pertenencia al sistema jurídico y su naturaleza normativa. La
costumbre se mantiene como fuente de derecho y aporta al sistema jurídico flexibilidad y efectividad. Entre la ley y la
costumbre justamente se ha observado la existencia de una relación dialéctica que es indisociable del fenómeno jurídico.
ESTADO DE DERECHO/PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL JUEZ
El estado de derecho no se concibe si la función judicial no se ejerce de manera independiente y si las normas que componen
el ordenamiento dejan de vincular a los órganos que las ponen en vigencia. La aplicación judicial del ordenamiento es el
momento en el que se prueba asímismo el estado de derecho en cuanto que sus normas cobijan por igual a gobernantes y
gobernados. El juez, órgano autónomo e imparcial, debe apelar únicamente al ordenamiento - desligado de toda injerencia de
los demás poderes - para definir la causa si lo que se quiere es que el estado de derecho adquiera en verdad el sentido de
garantía y de objetividad que lo justifican históricamente.
DERECHO A LA PERSONALIDAD JURIDICA
El derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica a que se refiere el artículo 14 de la Carta Fundamental es
un derecho exclusivo de la persona natural; y el Estado, a través del ordenamiento jurídico, tan sólo se limita a su
reconocimiento sin determinar exigencias para su ejercicio, y ésta es una de las constituciones políticas donde la inmensa
mayoría de los derechos se otorgan sin referencia a la nacionalidad. No puede haber personas a quienes se les niegue la
personalidad jurídica, ya que ello equivaldría a privarles de capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones."
REF: Demanda Nº D-244
Actores: Alfonso E. Rodríguez y José Ruiz López
Demanda de inconstitucionalidad contra el Decreto 410 de 1971, la Ley 04 de
1989 y los artículos 3 a 9 y 98 a 514 del Código de Comercio
Costumbre mercantil y sociedades unipersonales
Magistrado Ponente:
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Santafé de Bogotá, D.C., Octubre veintiocho (28) de mil novecientos noventa y tres (1993)
Aprobado Por Acta Nº 65
La Sala Plena de la Corte Constitucional integrada por su Presidente Hernando Herrera Vergara y por los Magistrados Jorge
Arango Mejía, Antonio Barrera Carbonell, Eduardo Cifuentes Muñoz, Carlos Gaviria Díaz, José Gregorio Hernández Galindo,
Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Vladimiro Naranjo Mesa
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso ordinario de constitucionalidad contra el Decreto 410 de 1971, la Ley 04 de 1989 y los artículos 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
y 98 a 514 del Código de Comercio.
I. TEXTO DE LAS NORMAS ACUSADAS
El tenor literal de la Ley 04 de 1989 es el siguiente:
LEY 04 DE 1989
(enero 4)
por la cual se conceden facultades extraordinarias al Presidente de la República para reformar los artículos 981 a 1035
y 1117 a 1126 del Código de Comercio
EL CONGRESO DE COLOMBIA
DECRETA:
Artículo 1º Revístese al Presidente de la República de Colombia de facultades extraordinarias, por el término de un (1)
año, contado a partir de la vigencia de la presente Ley para modificar el Título IV del libro IV sobre las normas "del
Contrato de Transporte", artículos 981 a 1035 y la Sección III del Capítulo II, Título V del Libro IV en lo relacionado con
"El Seguro de Transporte", artículos 1117 a 1126 del Código de Comercio, teniendo en cuenta las siguientes
orientaciones:
1. Determinar un tratamiento igualitario al transporte automotor de carga en relación con los demás modos de
transporte, el cual comprenderá los siguientes aspectos:
a) Una adecuada responsabilidad de las partes contratantes estableciendo un límite a la misma, imponiendo el
señalamiento de tales límites en el tiempo, la cuantía y la precisión de circunstancias eximentes, tales como la fuerza
mayor y el caso fortuito;
b) Establecer el monto de la obligación por la cual debe responder el transportador en el evento del siniestro de la
cosa transportada, para evitar el concepto de responsabilidad incierta e ilimitada;
c) La responsabilidad de los terceros frente al desarrollo del contrato de transporte;
d) En lo que respecta al transporte de pasajeros, establecer un régimen que delimite con precisión la responsabilidad
emanada de esta modalidad de transporte, cuya finalidad principal sea proteger al usuario de los riesgos a que está
expuesto;
e) Establecer causas de exoneración de la responsabilidad.
2. Armonizar las normas del Código de Comercio con las del Código de Procedimiento Civil en el aspecto relacionado
con el derecho de retención, dándole dinamismo y cumplimiento.
3. Reformar la reglamentación del seguro, delimitando las condiciones y requisitos de éste, para adecuarlo a los
nuevos presupuestos que regirá al contrato de transporte.
Artículo 2º Para asesorar al gobierno en el estudio de que trata la presente Ley, intégrase una Comisión constituida
por:
1. 3 Representantes y 2 Senadores, designados por las Mesas Directivas de la Comisión Primera Constitucional
Permanente respectiva.
2. El Ministro de Obras Públicas.
3. El Director General del Intra.
4. Un delegado del gremio de transportes terrestres designado por el señor Presidente de la República.
Artículo 3º La presente Ley rige a partir de la fecha de su publicación".
El tenor literal de los artículos 3 a 9 del Código de Comercio es el siguiente:
DECRETO-LEY 410 DE 1971
TITULO PRELIMINAR
DISPOSICIONES GENERALES
...
Artículo 3º La costumbre mercantil tendrá la misma autoridad que la ley comercial, siempre que no la contraríe
manifiesta o tácitamente y que los hechos constitutivos de la misma sean públicos, uniformes y reiterados en el lugar
donde hayan de cumplirse las prestaciones o surgido las relaciones que deban regularse por ella.
En defecto de costumbre local se tendrá en cuenta la general del país, siempre que reúna los requisitos exigidos en el
inciso anterior.
Artículo 4º Las estipulaciones de los contratos válidamente celebrados preferirán a las normas legales supletivas y a
las costumbres mercantiles.
Artículo 5º Las costumbres mercantiles servirán, además, para determinar el sentido de las palabras o frases técnicas
del comercio y para interpretar los actos y convenios mercantiles.
Artículo 6º La costumbre mercantil se probará como lo dispone el Código de Procedimiento Civil. Sin embargo,
cuando se pretenda probar con testigos, éstos deberán ser por lo menos, cinco comerciantes idóneos inscritos en el
registro mercantil, que den cuenta razonada de los hechos y de los requisitos exigidos a los mismos en el artículo 3º;
y cuando se aduzcan como prueba dos decisiones judiciales definitivas, se requerirá que éstas hayan sido proferidas
dentro de los cinco años anteriores al diferendo.
Artículo 7º Los tratados o convenciones internacionales de comercio no ratificados por Colombia, la costumbre
mercantil internacional que reúna las condiciones del artículo 3º, así como los principios generales del derecho
comercial, podrán aplicarse a las cuestiones mercantiles que no puedan resolverse conforme a las reglas
precedentes.
Artículo 8º La prueba de la existencia de una costumbre mercantil extranjera, y de su vigencia, se acreditará por
certificación del respectivo cónsul colombiano o, en su defecto, del de una nación amiga. Dichos funcionarios para
expedir el certificado solicitarán constancia a la Cámara de Comercio local o de la entidad que hiciere sus veces y, a
falta de una y otra, a dos abogados del lugar, de reconocida honorabilidad, especialistas en derecho comercial.
Artículo 9º La costumbre mercantil internacional y su vigencia se probarán mediante copia auténtica, conforme al
Código de Procedimiento Civil, de la sentencia o laudo en que una autoridad jurisdiccional la hubiere reconocido,
interpretado o aplicado. También se probará con certificación autenticada de una entidad internacional idónea, que
diere fe de la respectiva costumbre.
(Los artículos 98 a 514 del Código de Comercio, dada su extensión, no se transcriben)
II. ANTECEDENTES
1. El Código de Comercio, Decreto ley 410 de 1971, fue expedido con base en las facultades extraordinarias concedidas en la
Ley 16 de 1968.
En su título preliminar, sobre disposiciones varias, otorga a la costumbre mercantil fuerza de ley, siempre que no contraríe a la
ley comercial ni expresa ni tácitamente, y que los hechos constitutivos de la misma tengan la calidad de públicos, uniformes y
reiterados en el lugar en que deban cumplirse las prestaciones o donde haya nacido la obligación. Las demás normas que se
ocupan del tema, indican su función auxiliar de interpretación y la forma en que se debe probar la costumbre nacional,
extranjera e internacional.
Por su parte, el libro segundo del mismo código, está dedicado a la reglamentación de las formas societarias. El artículo 98
define el contrato de sociedad como aquél por el cual dos o más personas se obligan a hacer un aporte en dinero, trabajo u
otros bienes apreciables en dinero, con el fin de repartirse entre sí las utilidades obtenidas en la empresa o actividad social. Los
demás capítulos de este libro regulan la forma de su constitución, los aportes, las utilidades, su transformación y fusión, sus
órganos directivos y ejecutivos, los controles y órganos de inspección y vigilancia, la disolución y liquidación y las diversas
formas societarias, que en nuestro país coinciden con cuatro tipos: la sociedad colectiva, la comanditaria - y sus especies de
sociedad en comandita simple o por acciones -, la de responsabilidad limitada y la sociedad anónima. Por último reconoce
determinados efectos a la sociedad de hecho.
2. La Ley 04 de 1989, expedida el 4 de enero, concedió facultades extraordinarias al Presidente de la República para reformar
el Código de Comercio en relación con el contrato de transporte y el contrato de seguro de transporte, en aspectos tales como
el tratamiento igualitario a las diversas modalidades de transporte, la responsabilidad de las partes en el transporte de carga y
sus límites en el tiempo, la cuantía y las circunstancias eximentes; el monto de la obligación del transportador en caso de
siniestro de la cosa transportada y la responsabilidad de tercero (art. 1-1, ordinales a, b y c). En el contrato de transporte de
pasajeros, se propone la determinación de la responsabilidad del transportador encaminada a proteger los riesgos de los
usuarios y las causales de exoneración (art. 1-1, ordinales d y e). De igual forma se conceden facultades para armonizar las
normas del Código de Comercio con las del Código de Procedimiento Civil en relación con el derecho de retención que se
reconoce al transportador, para dotarlo de dinamismo y cumplimiento (art 1-2). Por último se autoriza a reformar la regulación
del contrato de seguro de transporte para adecuarlo a los nuevos parámetros del contrato de transporte (art. 1-3). Para efectos
del ejercicio de las facultades, el Congreso ordena la conformación de una Comisión, integrada por miembros del Congreso, el
Ministro del ramo, el Director del Instituto Nacional de Transporte y un delegado del gremio de transportadores terrestres,
designado por el Presidente de la República (art. 2). El término concedido para el ejercicio de estas atribuciones se fija en un
año, contado a partir de la publicación de la Ley.
CARGOS Y DEFENSAS:
3. Los ciudadanos Alfonso Rodríguez Pizarro y José Ruiz López formularon diversos cargos contra las normas del Código de
Comercio reseñaladas. Dentro del término de fijación en lista de las normas acusadas se recibieron, según informe de
Secretaría General, dos escritos en los que se defiende la constitucionalidad de dichas disposiciones. Uno de ellos fue
presentado por la Dra. Margarita Rosa Hernández Valderrama, en calidad de apoderada del Ministerio de Desarrollo
Económico. El segundo, fue remitido por el Dr. Raúl Alejandro Criales Martínez, obrando como apoderado del Ministro de
Justicia y del Derecho. Por razones de metodología, los diferentes cargos y las correspondientes defensas, se presentan
agrupados de acuerdo con el concepto respectivo de la violación alegada.
Derogatoria del Código de Comercio:
- Los demandantes solicitan a esta Corte la declaratoria de inconstitucionalidad del Decreto 410 de 1971, en su integridad,
pues, en su concepto ha dejado de regir "por abrogación del constituyente". El fundamento de su cargo consiste en el hecho de
que la expedición de una nueva Constitución, que expresamente declara derogada la anterior, "deja en el pasado lo pasado y
sin vigencia lo transcurrido en ese período y se inicia una nueva era constitucional, ...". La derogatoria de la Constitución
de 1886, dispuesta en los artículos 380 y 59 transitorio de la CP de 1991, equivale a la derogatoria de "la legislación a que
ésta se subordinaba", como es el caso del Código de Comercio, en aplicación del principio según el cual, lo accesorio sigue
la suerte de la principal. En este orden de ideas, concluyen, lo procedente es la expedición de un nuevo Código de Comercio.
- La apoderada del Ministerio de Desarrollo Económico sostiene que la entrada en vigor de una nueva Constitución, aunque
conlleva la derogatoria de las normas que le sean contrarias, no llega al extremo de derogar todas las disposiciones anteriores.
Una interpretación en tal sentido, advierte, dejaría "sin piso jurídico al Estado colombiano". Apoya su afirmación en una cita de
la sentencia C-014/1993 de la Corte Constitucional, en la que se niega el pretendido efecto de derogatoria en bloque del
ordenamiento jurídico preconstitucional.
- El Dr. Raúl Alejandro Criales se expresa en idéntico sentido. Cita en apoyo de su aserto la sentencia Nº 85 de la Corte
Suprema de Justicia, Magistrado ponente Pedro Escobar Trujillo, en donde se reconoce el efecto retrospectivo del nuevo
ordenamiento constitucional, aunque se inadmite la tesis extrema de la derogatoria en bloque del ordenamiento inferior, según
interpretación del art. 9 de la Ley 153 de 1887.
Concesión de facultades extraordinarias:
- En opinión de los actores, la Ley 04 de 1989, que concedió facultades al Presidente de la República para reformar el Código
de Comercio, se torna igualmente inconstitucional, toda vez que contradice lo dispuesto en el art. 150-10 de la CP, que prohibe
expresamente la delegación de facultades extraordinarias para la expedición de códigos.
- El Dr. Criales Martínez, para contradecir este cargo, se remite a lo expresado en varias sentencias, tanto de la Corte Suprema
de Justicia como de la Corte Constitucional, en las que se precisa que, el examen del ejercicio de las facultades extraordinarias
concedidas al Presidente de la República debe realizarse bajo las reglas constitucionales de competencia vigentes en el
momento de su expedición. Indica que, en todo caso, la expedición del Código de Comercio se sujetó a las normas vigentes en
dicho momento.
La costumbre mercantil:
- La costumbre mercantil, elevada por el Código a rango legal, también fue derogada con ocasión de la expedición de la CP de
1991, por virtud de su artículo 230, argumentan los demandantes. Esta norma señala a los jueces su sometimiento al imperio
de la ley, y les permite acudir a los criterios auxiliares de la equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la
doctrina, en su función de administrar justicia. Consideran que la no inclusión de la costumbre mercantil como uno de aquellos
criterios, equivale a su desconocimiento por parte de la Constitución, con lo que implica que los jueces están impedidos para
utilizarla como fuente de derecho.
- La Dra. Hernández Valderrama indica que el derecho mercantil, por la naturaleza cambiante de las relaciones que regula,
debe contar con mecanismos ágiles que le permitan responder eficazmente a la realidad económica. La costumbre, como una
de las fuentes con que cuenta el derecho comercial, permite al derecho acomodarse a los hechos y a su evolución.
Señala que el art. 228 de la CP establece la primacía del derecho sustancial en la administración de justicia. Conforme al art.
13 de la Ley 157 de 1887, la costumbre forma parte de ese derecho sustancial que la Carta protege, pues constituye derecho a
falta de legislación positiva. Además, agrega, el art. 230 de la CP al referir la fundamentación de los fallos de los jueces al
imperio de la ley, alude a ésta en un sentido material y no formal, donde la ley "no es solamente la emanada del legislador
sino todo aquéllo que constituye derecho positivo por tener fuerza vinculante". Por consiguiente, señala que la
costumbre hace parte de la ley en sentido material, con lo que "no es dable entender que dicho artículo pretenda derogar
las normas del Código de Comercio sobre costumbre y proscribir su aplicación como fuente de derecho". Cita además,
en apoyo de su afirmación, la sentencia de la Corte Constitucional del 11 de marzo de 1993, en la que se interpreta el artículo
230 de la CP, y se señala que dicha disposición no ha operado un cambio en materia de fuentes formales del derecho, pues
subsisten las fuentes principales - la ley en sentido material -, y las auxiliares.
Adicionalmente, indica, la costumbre no es ajena a la Constitución, que reconoce, por ejemplo en materia indígena, el valor de
los usos y costumbres. Concluye su exposición señalando características de la costumbre que, en su opinión, resultan
conformes al ordenamiento constitucional:
"- Al acudir a la costumbre el juez aplica la ley que se remite a aquélla.
"- La costumbre y los demás instrumentos de integración del derecho son mecanismos necesarios para hacer
posible un orden justo y permitir el acceso a la justicia.
"- La aplicación de la costumbre corresponde a los principios que inspiran la democracia participativa.
"- Al reconocer el valor de la costumbre se asegura el respeto de la buena fe".
- El apoderado del Ministerio de Justicia advierte, por su parte, que las costumbres, incluso las mercantiles, hacen parte de
nuestras creencias y cultura y como tal están protegidas por la Constitución (art. 2º), lo que desvirtúa las pretensiones de los
demandantes.
En su opinión, no es correcto afirmar que los jueces no pueden aplicar la costumbre para resolver conflictos comerciales. La
ley, sostiene, autoriza su uso según determinadas reglas, lo cual de suyo es necesario por no poder el legislador prever o
regular todas las situaciones empíricas posibles generadas en la evolución social, siendo la costumbre la llamada a llenar los
vacíos que se puedan presentar. En consecuencia, el art. 230 no prohibe su uso, pues la misma ley lo autoriza, con lo que el
juez, al aplicarla, se somete al imperio de la ley. La costumbre, agrega, "se convierte en un instrumento de hecho utilizado
por el legislador para integrar o complementar el contenido de la ley escrita, para que el juez no deje sin solución
ningún asunto sometido a su estudio, pues su deber primordial en todo conflicto de intereses es restablecer el
equilibrio jurídico, garantizando real y efectivamente el principio constitucional consagrado en el artículo 229 del
acceso a la administración de justicia".
Al igual que la apoderada del Ministerio de Desarrollo Económico explica que tanto la costumbre como las estipulaciones
contractuales hacen parte de la democracia participativa que, de conformidad con el artículo 2º de la Carta, es un fin esencial
del Estado, lo que asegura, además, el respeto al principio de la buena fe.
Las sociedades:
- Los demandantes acusan de inconstitucional en su integridad el Libro Segundo del Código de Comercio, relativo a las
sociedades, por contravenir los arts. 14, 38, 84 y 333 de la CP. Señalan que el derecho fundamental que tiene toda persona al
reconocimiento de su personalidad jurídica (art. 14 CP), posibilita la existencia de sociedades unipersonales, desconocidas por
el Código, el cual sólo autoriza la creación de sociedades en que intervengan dos o más personas. Con ello se violan
igualmente los artículos 38 y 333 de la CP, pues la prohibición para la creación de sociedades unipersonales, "coarta la
actividad económica del país, por cuanto limita al individuo en su forma de asociación". Además se vulnera el art. 84 de
la CP, porque se exigen permisos y requisitos previos para el ejercicio de la actividad económica no previstos en la Carta, y sin
que haya disposición legal vigente que los regule.
- Al respecto, la apoderada del Ministerio de Desarrollo Económico considera pertinente referirse a los tratados sobre derechos
humanos para permiten lograr una adecuada interpretación de este derecho fundamental. Cita concretamente el art. 16 del
Pacto de Derechos Civiles y Políticos, que lo establece como un derecho de los seres humanos. Concluye que su finalidad es
la de "prohibir la existencia de instituciones como la muerte civil, que de alguna manera desconozcan el carácter de
sujeto de derechos de la persona humana". De otra parte, indica, tradicionalmente se ha aceptado que las personas
jurídicas derivan su existencia del ordenamiento que las reconoce y no se reconocen como anteriores al mismo, por lo cual no
se les puede dar el alcance pretendido por los actores. Por último, concluye, para que la Carta reconozca este derecho a entes
distintos de las personas humanas, se requiere que el mismo ordenamiento señale cuándo comienzan a existir, que es el
efecto que persiguen las normas acusadas.
- Por su parte, el Dr. Criales estima que el verdadero alcance del artículo 14 de la CP puede encontrarse en el informeponencia para primer debate en plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente, el cual cita en la parte pertinente. El
apoderado llega, en virtud de lo anterior, a idéntica conclusión que la Dra. Hernández, en el sentido de advertir que el propósito
de la consagración de este derecho es el de proteger a la persona humana, y proscribir así instituciones como la muerte civil.
En relación con los entes colectivos señala que éstos, para poder gozar de personalidad jurídica, "deben lograr determinados
fines colectivos diferentes de los fines de los miembros que los forman o gobiernan". La realización de determinados
fines obliga al hombre a actuar colectivamente. Es por ello que la Carta Política menciona varios tipos de personas: naturales,
jurídicas - de derecho privado y derecho público -, exigiendo para las segundas tan sólo el requisito del acta de constitución
para la obtención del reconocimiento jurídico, hecha la excepción de los sindicatos y asociaciones de trabajadores o
empleadores, como lo dispone el artículo 84 de la CP.
La libertad económica que consagra la Constitución, advierte la defensa, está sujeta a los límites del bien común y, en
consecuencia, puede la ley exigir permisos previos al igual que otros requisitos para su ejercicio. Las normas acusadas
guardan perfecta armonía con lo anterior, pues se limitan a reglamentar la actividad de los comerciantes en beneficio de toda la
sociedad.
4. El Señor Procurador solicita a esta Corte declarar exequible el Decreto 410 de 1971, la Ley 4ª de 1989 y los artículos 3º a 9º,
y 98 a 514 del Código de Comercio.
En relación con el cargo de derogatoria en bloque de la legislación preconstitucional - en este caso del Código de Comercio -,
el Señor Procurador advierte que, con ocasión del tránsito constitucional, tanto la Corte Suprema de Justicia como la Corte
Constitucional han prohijado la tesis según la cual, en principio, la nueva Constitución no ha derogado la legislación
preexistente. En materia de facultades extraordinarias tampoco el cambio de normatividad genera un vicio de
inconstitucionalidad formal, cuando su ejercicio se ha realizado conforme al ordenamiento vigente en ese momento, pues,
citando la sentencia Nº 87 de la Corte Suprema de Justicia, "... mal podrían enervarse los efectos de lo que en su
oportunidad estuvo correctamente ejercido desde el punto de vista de la competencia, por el sólo hecho de que en un
momento ulterior se produjere un cambio normativo, pues ello equivaldría a asignarle efectos retroactivos al nuevo
ordenamiento respecto de actos cuya emisión dentro del término y con los demás requisitos exigidos por el antiguo,
ya se habría consumado o agotado el ejercicio de la competencia correspondiente". Por lo anterior, el concepto fiscal
considera que los cargos contra el Decreto 410 de 1971 y la Ley 4ª de 1989, no deben prosperar.
En opinión del Ministerio Público, "la costumbre es ley con plena eficacia jurídica, siempre que reúna los requisitos
establecidos para su validez, y en consecuencia no es una fuente de derecho incompatible con el artículo 230
constitucional", en cuanto que es ley vinculante para los jueces dentro de sus providencias.
A renglón seguido procede a señalar los elementos que le dan eficacia jurídica dentro de la normatividad colombiana, en virtud
de los artículos 13 de la Ley 153 de 1887 y 3º del Código de Comercio:
"a. Generalidad.
"b. Que sea conforme a un mínimo ético de convivencia.
"c. Que no sea contraria, expresa o tácitamente, a la ley mercantil.
"d. Que los hechos constitutivos de la costumbre, sean públicos, reiterados y uniformes.
"e. Que rijan en el lugar donde deben cumplirse las prestaciones pactadas o donde surjan las relaciones que
deben regularse por ella, y
"f. Que esté debidamente probada".
Indica a continuación, las tres funciones que desempeña la costumbre: interpretativa (art. 5º, C. de Co.), integradora - cuando
la ley le otorga el carácter de norma obligatoria -, y una función supletoria en casos no contemplados por la ley escrita (art. 3º,
C. de Co.), que le confiere prelación frente a las normas dispositivas y supletivas de la ley civil. Lo anterior le permite afirmar
que la costumbre está prevista en el artículo 230 de la CP en su carácter de ley, vinculante para los jueces, razón por la cual
solicita no se acojan los cargos de la demanda contra los artículos 3 a 9 del Código de Comercio.
En lo que hace al tema de la personalidad jurídica, el Procurador advierte que el artículo 14 de la CP y el Libro Segundo del
Código de Comercio regulan temas diversos. Señala que el derecho consagrado en el artículo 14 de la Carta busca reconocer
a todas las personas naturales su personalidad jurídica, y en su opinión, resulta un desarrollo del principio de la igualdad,
pretendiendo evitar el caso de la antigua Roma, "en donde las personas eran consideradas hombres libres, mientras que
los esclavos, objetos". Por el contrario, el reconocimiento de la personalidad jurídica a las colectividades de personas es un
desarrollo del artículo 38 de la Constitución, como instrumento que permite a las personas desarrollar actividades que, por su
naturaleza, se facilitan en forma asociada. Concluye su concepto solicitando la declaratoria de exequibilidad del Libro II del
Código de Comercio, dado que no se configura ninguna "incompatibilidad entre las disposiciones que lo conforman y el
Estatuto Supremo, en lo atinente a la personalidad jurídica".
III. FUNDAMENTOS
Competencia
1. Esta Corporación es competente para decidir en forma definitiva sobre el asunto planteado, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 241-4 y 5 de la CP. En efecto, las normas demandadas son el Decreto ley 410 de 1971 en su integridad,
expedido con base en las facultades extraordinarias otorgadas mediante Ley 16 de 1968; la Ley 04 de 1989, expedida por el
Congreso de la República, y por medio de la cual se conceden facultades extraordinarias para modificar el Código de
Comercio, y los artículos 3 a 9 y 98 a 514 del Decreto ley 410 de 1971.
Derogatoria del Código de Comercio
2. Los demandantes sostienen que la cláusula derogatoria dispuesta en los artículos 380 y 59 transitorio de la Constitución
Política de 1991, acarrea la pérdida de vigencia de toda la legislación dictada al amparo del anterior ordenamiento superior.
Según este razonamiento, el tránsito constitucional operado por la expedición de una nueva Carta Política, que expresamente
ordena la derogatoria de la "Constitución hasta ahora vigente con todas sus reformas", implícitamente conlleva la
abrogación de todas las leyes preconstitucionales, en aplicación del principio según el cual, lo accesorio - la legislación -, sigue
la suerte de lo principal -la Constitución de 1886 y sus reformas-.
3. La expedición de una nueva Constitución Política que, como la de 1991, introdujo cambios sustanciales en materia de
concepción del Estado, de principios y derechos fundamentales y de organización estatal, hacía imperativa la derogatoria de la
Carta vigente hasta entonces, como lo ordena el artículo 380 de la CP, amén de que ello se sujetaba al arbitrio del
Constituyente. Otra cosa acontece con la legislación preconstitucional, la que conserva su vigencia pese a la derogatoria de las
normas constitucionales a cuyo abrigo se expidieron, debiendo en todo caso conformarse en su interpretación y aplicación al
nuevo orden constitucional. Es así como el artículo 4º de la CP ordena que, en caso de incompatibilidad entre la Carta y la ley u
otra norma jurídica, prevalecen las disposiciones constitucionales, dado su carácter de norma superior. En este orden de ideas,
sólo en la medida en que una norma sea incompatible con el nuevo orden constitucional, deviene contraria a la Carta, y debe
entenderse derogada. Repetidamente la Corte Constitucional ha coincidido en la doctrina que sobre esta materia dejó sentada
la Corte Suprema de Justicia que, a continuación, se cita:
"La nueva preceptiva constitucional lo que hace es cubrir retrospectivamente y de manera automática, toda la legalidad
antecedente, impregnándola con sus dictados superiores, de suerte que, en cuanto haya visos de desarmonía entre una
y otra, la segunda queda modificada o debe desaparecer en todo o en parte según el caso; sin que sea tampoco
admisible científicamente la extrema tesis, divulgada en algunos círculos de opinión de acuerdo a la cual ese
ordenamiento inferior fue derogado en bloque por la Constitución de 1991 y es necesario construir por completo otra
sistemática jurídica a partir de aquella. Tal es el caso que debe darse al conocido principio de que la Constitución es ley
reformatoria o derogatoria de la legislación preexistente, acogido explícitamente entre nosotros por el artículo 9º de la
Ley 153 de 1887, el cual, como para que no queden dudas, añade: "Toda disposición legal anterior a la Constitución y
que sea claramente contraria a su letra o a su espíritu, se desechará como insubsistente" (Corte Suprema de Justicia,
Sala Plena, sentencia Nº 85 de 1991).
En punto a los alcances del efecto retrospectivo de la Constitución, como bien lo recuerda el Procurador, esta Corte expresó:
"Puesto que por la razones aducidas, la regla general es la de subsistencia de la legislación preexistente, la diferencia
entre la nueva Constitución y la ley preexistente debe llegar al nivel de una incompatibilidad real, de una contradicción
manifiesta e insuperable entre los contenidos de las proposiciones de la Carta con los de la ley preexistente. por tanto no
basta una simple diferencia.
Es esto lo que en forma clara y contundente consagra el texto del artículo 9º de la Ley 153 de 1987, norma que ha
resistido airosa el transcurso del tiempo y que resuelve problemas derogados de la vigencia de la Carta de 1991 sin
contradecir su espíritu, sino muy por el contrario, de acuerdo con el mismo, tal como se desprende de su texto:
'La Constitución es ley reformatoria y derogatoria de la legislación preexistente. Toda disposición legal anterior a la
Constitución que sea claramente contraria a su letra o a su espíritu, de desechará como insubsistente'. (subraya la
Corte).
Es claro que la norma transcrita consagra también como principio general la insubsistencia de la legislación preexistente.
Esta sólo desaparece del ordenamiento cuando entre ella y la nueva Carta exista un grado de incompatibilidad tal que se
traduzca en una abierta contradicción entre el contenido material o el espíritu de ambas normas.
Todo lo anterior supone un análisis de profundidad realizado por el juez competente quien será, en últimas, el llamado a
determinar la naturaleza y alcance de la contradicción. No toda diferencia, se repite, implica contradicción de la voluntad
del Constituyente" (Corte Constitucional, sentencia C-14 de 1993).
Por las razones expuestas, no procede el cargo contra la integridad del Decreto 410 de 1971.
Concesión de facultades extraordinarias
4. El cargo que se endereza contra la Ley 4ª de 1989, por la cual se otorgaron facultades extraordinarias al Presidente de la
República para reformar el Código de Comercio, se fundamenta en una supuesta contradicción con el artículo 150-10 de la CP,
que prohibe el otorgamiento de facultades extraordinarias para la expedición de códigos.
La Ley 04 de 1989, que otorgó al Presidente facultades extraordinarias para "reformar los artículos 981 a 1035 y 117 a 1126
del Código de Comercio", se expidió con fundamento en el artículo 76-12 de la Constitución de 1886. La correcta formación
de normas jurídicas tiene como referente de validez la normatividad constitucional vigente en el momento de su expedición. A
la luz de las reglas que regulan la vigencia de la ley en el tiempo, no sería lógico ni razonable condicionar la constitucionalidad
de una norma a la observancia de un marco jurídico inexistente en el momento de su expedición. La máxima jurídica del
derecho privado "impossibilium nulla obligatio est" bien puede ser invocada aqui tratándose del ejercicio de las facultades
extraordinarias.
La Corte Constitucional ha señalado, en relación con el examen de iconstitucionalidad de Decretos-leyes expedidos con base
en leyes de facultades extraordinarias conferidas bajo la anterior normatividad constitucional, que éste se adelanta en dos
fases. Una se ocupa de la competencia y, la otra, recae sobre el contenido material de la norma acusada.
"En efecto, para ejercer la primera de aquellas tareas, se tiene que las reglas constitucionales sobre la
competencia vigentes al momento de la expedición del acto acusado son las que sirven para juzgar su
constitucionalidad. En otros términos, las nuevas reglas constitucionales sobre competencia de los órganos
legislativos ordinarios o habilitados de modo extraordinario, no se aplican para juzgar la inconstitucionalidad
por este aspecto de la legislación anterior, ya que lo que impera en dicho aspecto es la norma constitucional
antecedente"1
No puede exigirse al legislador se someta a reglas que, como la prohibición de la concesión de facultades para expedir
códigos, eran inexistentes para la época del otorgamiento y del ejercicio de las facultades extraordinarias.
1
Corte Constitucional, sentencia C-435/92
La costumbre como fuente de derecho
5. Según el demandante los artículos 3, 4, 5, 6, 7, 8 y 9 del Código de Comercio, dado que confieren a la costumbre mercantil
"la misma autoridad que la ley comercial", violan el artículo 230 de la C.P. que, de una parte, ordena a los jueces, en sus
providencias, someterse sólo al imperio de la ley y, de otra, al enunciar los criterios auxiliares de actividad judicial, no incluye la
costumbre.
Los actores asumen que la materia de las fuentes de derecho, tanto formales como materiales, ha sido regulada directamente
por el Constituyente, excluyendo de las mismas la costumbre y circunscribiéndose aquéllas a las específicamente nombradas y
que corresponden a la "ley" - fuente principal - y a la "equidad", la "jurisprudencia" y la "doctrina", como criterios auxiliares.
6. Se discute si el derecho que debe aplicar el juez se limita al que emana exclusivamente del legislador y que se presenta bajo
la forma de "ley" luego de haberse surtido un procedimiento consciente y formalizado y, consiguientemente, si no puede ser tal
el que se elabora como fruto de la costumbre de manera natural, informal, inconsciente, espontánea, impersonal y que hunde
sus raíces en la tradición y de ella deriva su legitimidad.
7. El órgano legislativo proyecta en las disposiciones que elabora un determinado saber social. La función prescriptiva está
indisolublemente ligada a una interpretativa. Las normas legales pretenden gobernar el devenir social y es por ello imposible
que no se tome en consideración, se pondere y sopese en cada caso una serie de conocimientos relativos al presente y al
pasado de la sociedad, máxime si se parte de la premisa de que existe un proceso consciente de creación del derecho.
Entre las fuentes de conocimiento de las que extrae su material el legislador, no puede excluirse la costumbre internacional,
nacional o local. La costumbre, como objetivación de una determinada práctica social, muchas veces ha sido incorporada por la
ley. De hecho, la legislación comercial, en buena parte responde a la codificación de la costumbre mercantil que, así, ha
ganado más estabilidad y generalidad. La Constitución no coarta la libertad del legislador y no aparece en ella precepto alguno
que prohiba que la costumbre, surgida en cualquiera de los ámbitos de la vida social, pueda servir de nutriente de su concreta
labor legiferante. De otra parte, sería inconveniente e impensable imponer una veda semejante a esta actividad que, como
manifestación de la cultura de un pueblo, debe consultar sus hábitos, creencias y valores, casi siempre encarnados en sus
costumbres y tradiciones.
8. Si el antecedente inmediato de una determinada ley puede estar constituido por una práctica social desarrollada como
costumbre, su interpretación y aplicación por el juez, de presentarse dificultades cognoscitivas sobre su correcta inteligencia,
no puede realizarse sin adentrarse en el conocimiento de dicha práctica y de los comportamientos que la integran. Muchas
veces, por ello, puede ser relevante apelar a la costumbre para aprehender la esencia misma de la ley. Aquí la costumbre,
objeto de estudio, suministra elementos de juicio para tomar la decisión y sirve, por tanto, como criterio auxiliar de la actividad
judicial. Si en esta situación se negare la invocación de la costumbre como medio cognitivo, se arriesgaría la cabal y justa
aplicación de la ley. También, en otros eventos, la costumbre puede estar inextricablemente unida al entendimiento adecuado
de una ley o a la aplicación de la equidad y, prescindir de ella en esas condiciones, significaría ni más ni menos desatender el
sentido de aquélla o abandonar ésta última.
De lo dicho hasta este punto se desprende que la costumbre puede fungir como fuente material o cognitiva de la actividad que
despliega el legislador al hacer las leyes como del juez al dictar sus providencias. Si bien el segundo inciso del artículo 230 de
la C.P. sólo menciona como criterios auxiliares de la actividad judicial a la equidad, la jurisprudencia y los principios generales
del derecho, no excluye en modo alguno otros criterios que sea indispensables en relación con la materia sujeta a su decisión
y que a este respecto revistan utilidad como apoyo de la misma. La mención que la Carta hace de aquéllas, no se orienta a
asignarles el papel de únicos criterios auxiliares del juez, sino a calificarlas justamente como auxiliares y, por esta vía,
despojarlas de cualquier posibilidad de servir como fuentes directas y principales de las providencias judiciales.
9. La Corte procede ahora a analizar si la costumbre, además de poder ser utilizada como criterio auxiliar de la actividad
judicial, puede servir como fuente de producción jurídica, esto es, constituirse en hecho generador de normas jurídicas que el
juez pueda y deba, en ciertos casos, aplicar y con base en ellas resolver las controversias sometidas a su decisión.
10. De acuerdo con la tesis de los actores, la costumbre nunca podría ser aplicada como fuente formal de derecho, pues "los
jueces - así reza el artículo 230 de la C.P. - sólo están sometidos al imperio de la ley". El precepto, a juicio de los demandantes,
indica que los jueces sólo están autorizados a aplicar las leyes dictadas por el Congreso.
Limitar el universo de las fuentes del derecho, como se propone, a la ley entendida en su acepción formal, conlleva una serie
de consecuencias absurdas que le restan al planteamiento toda plausibilidad. En efecto, la Constitución, norma de normas (CP
art. 4), por no ser equiparable formalmente a la ley, no podría ser aplicada ni observada por la jurisdicción (1); las leyes, no
obstante que pudieran vulnerar la Carta, en todo caso deberían acatarse y ejecutarse, y no podrían ser inaplicadas por los
jueces (CP art. 4) (2); los derechos fundamentales de aplicación inmediata requerirían de una ley previa para poder ser
aplicados por los jueces en los diferentes procesos (CP art. 85) (3); los valores y principios constitucionales, no estando
incorporados en leyes ni necesitándolo, podrían ser dejados de lado por los jueces (4); los decretos del Presidente, las
ordenanzas de las Asambleas, los acuerdos de los Concejos y, en general, todas las normas jurídicas, diferentes de las leyes,
cuyo proceso de creación y cuya existencia se regula y reconoce en la Constitución, pese a su pertinencia para solucionar el
asunto o controversia, no podrían aplicarse por los jueces (5); los contratos y demás actos con valor normativo, fruto de las
relaciones intersubjetivas del orden privado, quedarían por fuera de la función jurídica (6); los derechos y garantías no
consagrados expresamente en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes, pese a ser inherentes a la persona
humana, no podrían ser reconocidos judicialmente (CP art. 94).
Podría continuarse la enumeración de consecuencias irrazonables que se derivarían de dar curso favorable a la tesis
formulada. Sin embargo, las esbozadas son suficientes para concluir que el cometido propio de los jueces está referido a la
aplicación del ordenamiento jurídico, el cual no se compone de una norma aislada - la "ley" captada en su acepción puramente
formal - sino que se integra por poderes organizados que ejercen un tipo específico de control social a través de un conjunto
integrado y armónico de normas jurídicas. El ordenamiento jurídico, desde el punto de vista normativo, no puede reducirse a la
ley. De ahí que la palabra "ley" que emplea el primer inciso del artículo 230 de la C.P. necesariamente designe "ordenamiento
jurídico". En este mismo sentido se utilizan en la Constitución las expresiones "Marco Jurídico" (Preámbulo) y "orden
jurídico(Cart. 16).
11. La doctrina es conteste en definir la costumbre, en términos generales y sin abarcar a la internacional y a la que puede
germinar en el contexto de las instituciones públicas, como una práctica o comportamiento social que se repite durante un
período de tiempo con características de generalidad - acción o conducta predicable de una pluralidad de sujetos -, uniformidad
- semejanza del hecho en la situación contemplada -, constancia - sin solución de continuidad o interrupciones -, frecuencia reiteración de los actos que la constituyen en breves intervalos - y publicidad - transparencia y recognoscibilidad del proceder
en el ámbito social.
La costumbre, elemento imprescindible de la cultura de un pueblo - inclusive, tejido conjuntivo necesario para la Constitución
de una Nación -, puede tener relevancia en el mundo del derecho y dar lugar a reglas de comportamiento que tengan la
connotación de normas jurídicas y conformar, por lo tanto, el ordenamiento jurídico.
12. Pese a que en términos generales se acepte que en ciertos casos y bajo ciertas condiciones, la costumbre general puede
llegar a adquirir fuerza jurídica, se controvierte en la doctrina el fundamento de su juridicidad. Es esta una materia en la que
difícilmente se puede alcanzar el consenso, pues cada postura sobre el concepto y la naturaleza del fenómeno jurídico, apareja
una visión diferente y correlativa de la costumbre como fuente de reglas jurídicas.
Para la doctrina tradicional el fundamento jurídico de la costumbre radica en la voluntad tácita del pueblo que como ente
político puede manifestarse tanto de manera formal - ley escrita - como informal - costumbre jurídica. Dentro de esta línea de
pensamiento SANTO TOMAS DE AQUINO, en el TRATADO DE LA LEY, expone (Suma. I-II, questio 97 artículo 3): " (...) De
ahí que, aún cuando una persona particular no tenga potestad en absoluto para instituir una ley, sin embargo todo el pueblo
unido, mediante la costumbre, sí tiene tal poder". Una variante relativamente moderna de esta línea de pensamiento, prefiere
referirse al pueblo en cuanto formación social y natural que refleja y vierte en la costumbre su espíritu.
Sin duda la doctrina más extendida, de impronta psicologista, se coloca en el área visual del destinatario de la costumbre y
desde allí percibe que su juridicidad proviene de la creencia arraigada sobre la obligatoriedad del comportamiento que ella
indica (opinio iuris et necessitatis) y la consecuencia jurídica negativa que acompaña a su inobservancia.
En un plano objetivo se ha dicho que la costumbre se torna jurídica si recae sobre una esfera de la vida que tenga relevancia
para el derecho y sea pasible de una disciplina jurídica, lo que puede advenir allí donde resulte necesario configurar prácticas
uniformes para constituir o conservar el grupo o una determinada actividad social.
Desde otra vertiente del pensamiento se ha sostenido que la juridicidad de la costumbre se supedita a que el juez la acoja
como fuente y la aplique a la solución de la controversia.
13. No es función de la Corte dirimir un asunto que tiene cariz marcadamente doctrinario. La escueta relación de tesis sobre la
costumbre ha servido, sin embargo, para poner de presente su relevancia jurídica y la importancia que para la sociedad ha
tenido y sigue teniendo mantenerla como fuente, lo que ha sido oportuno subrayar dado que el argumento central de la
demanda se endereza a excluirla como fuente de reglas jurídicas válidas.
Lo que si resulta decisivo desde el punto de vista constitucional es que la costumbre pueda ser considerada parte integrante
del ordenamiento jurídico que se estructura orgánica, material y formalmente a partir de la Constitución como norma de
normas. Establecido este punto lo concerniente a su relación con otras fuentes, especialmente con la ley en sentido formal, es
una materia que en su interior define ese mismo ordenamiento con base en las reglas de prelación y jerarquía que
históricamente se hayan adoptado.
Si bien en la costumbre podrían identificarse las notas que caracterizan a una norma jurídica, lo determinante es que pueda
plantearse su pertenencia al sistema jurídico. Para tal efecto es importante considerar si la Constitución, máxima norma de
reconocimiento, la toma en consideración o si otra norma, integrante del sistema, autoriza a hacerlo. Definida su inclusión
dentro del ordenamiento, se precisará su ubicación y relaciones con otras fuentes.
14. La Constitución de manera específica reconoce el valor jurídico de las costumbres cuando se refiere a las comunidades
indígenas. En efecto, dispone el artículo 330 de la Carta: "De conformidad con la Constitución y las Leyes, los territorios
indígenas estarán gobernados por consejos conformados y reglamentados según los usos y costumbres de sus
comunidades (..)". La fuerza prescriptiva de los usos y costumbres de las comunidades indígenas se relieva aún más en el
artículo 246 de la C.P. que señala que "Las autoridades indígenas podrán ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su
ámbito territorial, de conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a la
Constitución y leyes de la República (...)".
La función productora de derecho de la costumbre también tiene claro fundamento en los tratados internacionales de derechos
humanos incorporados al orden jurídico interno en virtud del artículo 94 de la Carta. Sobre el particular dispone el artículo 5
numeral 2º del Pacto Internacional de Derechos Políticos y Civiles, aprobado por Ley 74 de 1968: "No podrá admitirse
restricción o menoscabo alguno de ninguno de los derechos humanos fundamentales reconocidos o vigentes en un Estado
Parte en virtud de leyes, convenciones, reglamentos o costumbres, so pretexto de que el presente pacto no los reconoce o los
reconoce en menor grado". Adicionalmente, el Convenio 169 de la O.I.T., relativo a pueblos indígenas, ratificado por ley 21 de
1991, también le otorga a la costumbre pleno valor normativo, cuando establece:
"Artículo 8.- 1. Al aplicar la legislación nacional a los pueblos interesados deberán tomarse debidamente en
consideración sus costumbres o su derecho consuetudinario.
"2. Dichos pueblos deberán tener el derecho de conservar sus costumbres e instituciones propias, siempre que
éstas no sean incompatibles con los derechos fundamentales definidos por el sistema jurídico nacional ni con
los derechos humanos internacionalmente reconocidos. Siempre que sea necesario, deberán establecerse
procedimientos para solucionar los conflictos que puedan surgir en la aplicación de este principio.
"3. La aplicación de los párrafos 1 y 2 de este artículo no deberá impedir a los miembros de dichos pueblos
ejercer los derechos reconocidos a todos los ciudadanos del país y asumir las obligaciones correspondientes".
Los principios sobre los que se funda el Estado y la organización social, a partir de la premisa de respeto a la Constitución y a
la ley - lo cual es congruente con la construcción democrática y unitaria del Estado colombiano - brindan suficiente fundamento
jurídico a la costumbre.
La soberanía popular (CP art. 3) no puede, en efecto, reducirse a una mera proclamación retórica. Ella en últimas suministra
la base de legitimidad a la entera actividad de producción de normas jurídicas, sea ésta formalizada - como acontece con las
leyes que se adoptan a través de los representantes del pueblo - o informalizada como la costumbre que se remite a un
proceso primario y directo de creación normativa.
El Estado social de derecho (CP art. 1), de otra parte, no responde a un diseño orgánico de neta diferenciación y
contraposición del Estado y la sociedad sobre la cual se erige. En esta forma política el Estado no se superpone a la sociedad
como estructura aislada y dominante de poder. Por el contrario, el Estado se edifica a partir de la sociedad - de la que "emana
el poder público" - cuyos miembros participan en su construcción y su función y justificación no es otra que la de servir y
proteger a la comunidad y darle efectividad a su ordenamiento. El reconocimiento de las múltiples organizaciones y
formaciones sociales es consustancial al estado social de derecho, lo que involucra - dentro del marco de la Constitución y de
la Ley - la aceptación de ámbitos de autonomía y de interacción social que bien pueden proyectarse en prácticas colectivas técnicas de comunicación social de naturaleza prescriptiva indispensables para dotar de cohesión o funcionalidad a un grupo o
a una actividad social - de las que se deriven comportamientos sujetos a grados variables de control social.
El principio pluralista que define al Estado colombiano se manifiesta en el respeto y protección de la diversidad y riqueza
étnica y cultural de la Nación (CP arts. 1, 7, 8, 70, 330). Las costumbres constituyen una de las principales manifestaciones de
la cultura de un pueblo que, inclusive, se toman en cuenta para indentificar una Nación y, dentro de ésta, para reconocer una
expresión singular de diversidad digna de ser amparada y promovida. No hay razón válida para excluir a la costumbre jurídica
de la tutela constitucional que la Constitución extiende a la cultura, máxime cuando ella representa una de sus manifestaciones
más conspicuas.
La libertad (Preámbulo, arts. 1, 2, 28 y 95 de la C.P.) se encuentra en la base de los derechos que se reconocen a las
personas y no se entiende ni garantiza si no se ejerce en armonía con los derechos de los demás y de manera responsable.
La costumbre - como también puede deducirse del contrato - supone reglas de obligatorio cumplimiento, puestas y creadas
espontánea y libremente por la sociedad, a través de las cuales sus miembros se autolimitan en aras de una sociabilidad
deseable y de la protección de sus propios espacios de acción. De ahí que la juridicidad de la costumbre sea una forma de
garantizar la autonomía y la libertad de la sociedad misma y de su sana y fecunda capacidad creadora.
La vigencia de un orden justo (CP art. 2) es una finalidad que no solamente compromete al Estado sino a toda la comunidad y
a cada uno de sus miembros. Tradiciones, usos y costumbres sociales, pueden ser la expresión viva de un sentimiento y una
creencia arraigada de justicia. De otra parte, renovadas visiones de la justicia social pueden apelar al vehículo de la costumbre
con miras a su entronización. Excluir a la costumbre como fuente de derecho, en estos casos, significaría privar al juez de
preciosos elementos para dictar un fallo que consulte la justicia material. No se compadece con la ubicuidad de la justicia la
idea de que ella sólo se manifiesta a través de la ley formal.
15. La ley es una de las principales normas que pertenecen al ordenamiento y la Constitución la reconoce como fuente válida
de derecho. La ley a su turno admite y autoriza a la costumbre jurídica (Ley 153 de 1887, art. 13; C de Co art 3; C de P C art.
189), con las limitaciones que ella establece, como fuente de derecho. La invocación que la ley hace de la costumbre reafirma
su pertenencia al sistema jurídico y su naturaleza normativa.
En el derecho privado - civil y comercial -, la costumbre cumple una función de vital importancia para el tráfico jurídico. El
carácter dispositivo de gran parte del ordenamiento legal permite concluir que la costumbre y las estipulaciones contractuales
son consecuencia de la libertad económica y de la iniciativa privada, garantizadas constitucionalmente, y su exigibilidad judicial
se torna imperativa en virtud del interés social de un intercambio económico transparente y fluido y de la racionalización de la
economía (CP arts. 333 y 334).
En materia penal, en cambio, lejos de un desplazamiento de la legalidad en favor de prácticas o fenómenos sociales reiterados,
el fundamento de la acción estatal es la propia ley (CP art. 29). En consecuencia, los jueces en sus providencias no podrían
invocar la costumbre para sancionar una acción que por sí misma no ha sido tipificada como delito en una ley formal (nullum
crimen nulla poena sine lege). Igualmente, no sería jurídicamente admisible que el infractor pretendiera justificar una conducta
típica, antijurídica y culpable sancionada legalmente recurriendo al expediente de actuar según una práctica social
generalizada.
Por lo expuesto, en el derecho privado la costumbre ha sido recepcionada en mayor medida. Corrobora la anterior apreciación
las normas legales citadas que definen el ingreso de la costumbre al ordenamiento jurídico.
16. De los principios democrático y unitario conforme a los cuales se configura el estado colombiano y de la primacía de la
Constitución (CP arts. 1 y 4), puede desprenderse que en ningún caso la costumbre puede contrariar la Constitución y las leyes
de la República. Esta regla de prelación de la Constitución y de la Ley, de otra parte, se consagra de manera contundente en
los artículos 246 y 330 de la CP respecto de las comunidades indígenas, aunque cabe advertir que la mencionada regla
jerárquica tiene valor general y cobra todavía más fuerza tratándose de otro tipo de costumbres. En efecto, el artículo 8º del
C.C señala que "la costumbre en ningún caso tiene fuerza contra la ley. No podrá alegarse el desuso para su inobservancia, ni
práctica, por inveterada y general que sea". En estos términos, claros y perentorios, se proscribe en el ordenamiento jurídico la
costumbre contra legem.
La legislación, en términos generales, acepta la costumbre secundum legem y la praeter legem, en este caso siempre que
sea general, no vulnere la Constitución, y a falta de legislación positiva (Ley 153 de 1887, art. 13).
El primado de la ley escrita, - mejor sería hablar de "Derecho legislado" - en nuestro sistema, es innegable y se manifiesta
como factor que controla los ámbitos donde permite, prohibe, reduce o extiende el terreno de la costumbre. Respecto de la ley,
pues, la costumbre es una fuente subordinada y subsidiaria.
No obstante el predominio incontrastable de la ley, la costumbre se mantiene como fuente de derecho y aporta al sistema
jurídico flexibilidad y efectividad. Entre la ley y la costumbre justamente se ha observado la existencia de una relación dialéctica
que es indisociable del fenómeno jurídico.
La costumbre prepara y abona la materia sobre la que luego actúa el legislador dotando de estabilidad, certeza y mayor
generalidad los dictados primarios de la práxis social. A su vez, la obra legislativa aspira a convertirse en comportamiento
repetido y uniforme. Con pocas palabras, costumbre y ley son dos formas de ser del derecho. La exclusión de la costumbre, de
ser ello posible, equivaldría a la deformación y empobrecimiento de la experiencia jurídica o a la supresión de una
característica esencial de su dinámica.
La independencia judicial
17. Rechazada la tesis de los actores de limitar el vocablo "ley" que aparece en el primer inciso del artículo 230 de la CP al
concepto de ley en sentido formal y establecido que su campo semántico no es otro que el de la totalidad del ordenamiento
jurídico, resta precisar el propósito de la norma constitucional.
18. La enfática prescripción del artículo 230 de la CP -"los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al imperio de la
ley" -, tiene el sentido de rodear a la actividad judicial de una plena garantía de independencia funcional frente a la intromisión
de cualquier otro órgano público o privado. La factura reactiva de la garantía revela el indicado designio. La necesidad de la
independencia judicial se deriva del sentido y alcance de la actividad sentenciadora de los jueces, la que se sujeta únicamente
al ordenamiento jurídico estructurado a partir de la Constitución, sus principios y valores superiores y aplicado al caso concreto
en términos de verdad y de justicia.
La misión que la Constitución confía a los jueces de aplicar el derecho con miras a la vigencia de un orden justo (CP art. 2),
sólo es posible si ellos no son objeto de interferencias, presiones, instrucciones procedentes del ejecutivo, del legislativo, de los
partidos, de las partes, en suma, si se asegura que la única voz que pueden escuchar y atender sea la voz del ordenamiento
jurídico. De ahí que la garantía se construya proclamando que la única fidelidad que liga al juez en su delicada tarea de
investigar la verdad y decir el derecho se aquélla que lo vincula con el ordenamiento jurídico.
Sin perjuicio de la existencia de instancias y recursos, el juez aplica el derecho de acuerdo con su propia conciencia y
convencimiento, basado desde luego en una determinada cultura científica y observando las reglas de la sana crítica. No está
atado el juez por los precedentes judiciales ni, en principio, por las órdenes de sus superiores. La aplicación preferente de la
Constitución, de otra parte, debe llevarlo a inaplicar las normas jurídicas que sean incompatibles con aquélla.
La independencia de los jueces no tiene el significado de privilegio ni de abierta exoneración de responsabilidad. Esa
independencia, lejos de ser una invitación a la arbitrariedad, es el medio que resguarda su autonomía e imparcialidad para
poder proferir sentencias justas y conforme a derecho.
19. El estado de derecho no se concibe si la función judicial no se ejerce de manera independiente y si las normas que
componen el ordenamiento dejan de vincular a los órganos que las ponen en vigencia. La aplicación judicial del ordenamiento
es el momento en el que se prueba asímismo el estado de derecho en cuanto que sus normas cobijan por igual a gobernantes
y gobernados. El juez, órgano autónomo e imparcial, debe apelar únicamente al ordenamiento - desligado de toda injerencia de
los demás poderes - para definir la causa si lo que se quiere es que el estado de derecho adquiera en verdad el sentido de
garantía y de objetividad que lo justifican históricamente.
20. La garantía funcional aquí tratada es complementada en la Constitución con otra de tipo orgánico que se instituye a través
de la asunción de las tareas administrativas y disciplinarias de la rama judicial por un órgano perteneciente a ésta - Consejo
Superior de la Judicatura -, la organización de la carrera judicial, la forma de designación de los jueces, las normas sobre
impedimentos e inhabilidades, así como de otras previsiones de naturaleza semejante que en su conjunto aseguran la
independencia y autonomía de los jueces frente a las restantes ramas del poder público.
21. Como garantía institucional de la independencia judicial el principio de sometimiento del juez al imperio de la ley
consagrado en los artículos 228 y 230 de la C.P., incorpora una regla de aplicación del derecho y tiene, por tanto, como
destinatario de la misma a la autoridad judicial.
No obstante esa garantía de igual manera entraña una seguridad para las personas que pueden contar con la independencia
de los jueces y la previsibilidad cierta de que sus providencias sólo se dictarán a la luz del ordenamiento jurídico. En caso
contrario, las personas pueden, en los términos de la ley, recurrir esas providencias y a través de los jueces competentes
ejercer un control sobre las mismas.
Lo expuesto es suficiente para desestimar la demanda de inexequibilidad de la normas analizadas. La Corte, adicionalmente,
acoge la argumentación expuesta por el Ministerio Público y los defensores, sintetizada en otro lugar de esta sentencia.
El derecho a la personalidad jurídica
22. Los demandantes solicitan se declare la inexequibilidad de los artículos 98 a 514 del Código de Comercio. La pluralidad de
sujetos exigida como requisito esencial de la sociedad comercial sin la cual no se entiende constituida legalmente y no forma
una persona jurídica distinta de los socios (C de Co., art. 98), a juicio de los demandantes, vulnera el artículo 14 de la C.P. que
reconoce personalidad jurídica al individuo, lo mismo que el artículo 84 de la Carta en cuanto se requieren permisos previos y
condiciones que "no contempla la Constitución".
El Ministerio Público y los defensores de la ley, por su parte, replican los confusos argumentos de los demandantes. El derecho
fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica - aducen - sólo se predica de las personas naturales, en tanto que la
personalidad de otros entes está condicionada a su reconocimiento legal y, las restricciones y permisos que se instituyen,
consultan el bien común.
23. Los demandantes pretenden que la sociedad comercial pueda ser unipersonal y como tal formar una persona jurídica,
distinta del individuo que la constituye. La inconstitucionalidad del libro segundo del Código de Comercio radicaría en atribuir
personalidad jurídica únicamente a las sociedades conformadas por una pluralidad de socios, prescindiendo de las
unipersonales. Este raciocinio es sin duda el resultado de extrapolar el derecho fundamental a la personalidad jurídica al
campo de las formas asociativas reguladas por el Código de Comercio.
24. Como quiera que el Código de Comercio atribuye personalidad jurídica a las sociedades comerciales que reúnan los
requisitos legales para el efecto, no puede aseverarse que se viole el derecho a la libertad de asociación consagrado en el
artículo 38. Por el contrario, el beneficio de la personificación jurídica es una forma de promover el ejercicio de esta libertad. No
se concibe la libertad de asociación cuando la misma se plantea consigo mismo. Si lo que se propone la ley es regular la
actividad comercial asociada - la que se cristaliza en un contrato de colaboración -, no puede pretenderse que la misma viole la
libertad de asociación porque sus disposiciones no se aplican a la actividad individual.
25. La ley podría hipotéticamente permitir la existencia y funcionamiento de patrimonios de afectación; autorizar la
desmembración del patrimonio individual, de acuerdo con diferentes finalidades; prohijar la Constitución de entes comerciales
formados por un sólo individuo. Se trata de materias propias de la legislación que, en principio, carecen de relevancia
constitucional y entran en el campo de la política normativa y de la conveniencia. El sólo hecho de que el legislador, al regular
la materia comercial, haya desechado en su arbitrio las anteriores opciones no entraña ningún vicio de constitucionalidad.
26. Las personas jurídicas y, en general, los entes y asociaciones que convencionalmente conforman los individuos, son
esquemas y fórmulas abreviadas del lenguaje jurídico que, en los términos de la ley, pueden ser centros de imputación de
relaciones jurídicas; pero fuera del orden jurídico y antes de los actos que de acuerdo con él son necesarios para configurarlos,
pertenecen a la nada. Es un contrasentido y no pasa de ser una inapropiada proyección antropomórfica pensar que tales entes
ideales posean derechos congénitos y sea consustancial a ellos el reconocimiento de la personalidad jurídica. En su caso, esa
es una cuestión librada enteramente a la regulación legal.
Igualmente, resulta inaceptable el presupuesto del que parten los demandantes y que consiste en considerar que el atributo de
la personalidad que la Constitución reconoce incondicionalmente a la persona humana pueda por ésta ser proyectado a su
arbitrio a cualquier ente u organización que conciba. Sobra reiterar que el alcance del reconocimiento de la personalidad
jurídica formulado en el artículo 14 de la C.P. no se extiende más allá de la persona natural y se funda en el valor trascendente
de su dignidad y en ser ella la razón última y la clave central de todo el ordenamiento que a partir de la Constitución se
establece. La regulación del proceso de formación y reconocimiento de la personalidad jurídica de entes, organizaciones y
patrimonios, es función propia del legislador. A este respecto la consagración de requisitos y permisos, no viola el artículo 84
de la C.P. pues ello se hace por el legislador y, de otra parte, se integra a la regulación general.
27. El único sujeto al cual se refiere el artículo 14 de la C.P. es a la persona natural. Ante ella se inclina la Constitución - como
de otra parte también lo ha hecho la declaración universal de los derechos humanos (art. 6), el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (art. 16) y la Convención Americana sobre Derechos Humanos (art. 13) -, para reconocer su
personalidad jurídica. El acto de reconocimiento atestigua que la personalidad es un atributo congénito a la persona que
precede al mismo ordenamiento que se limita a declararlo.
La personalidad jurídica indica en el caso de la persona natural su idoneidad para ser titular de todas las posiciones jurídicas
relacionadas con sus intereses y actividad. El reconocimiento que extiende la Constitución a la capacidad jurídica general de
todas las personas naturales, es una concreción necesaria del principio de igualdad, que es compatible sin embargo con las
formas de incapacidad jurídica que puede consagrar la ley en aras del interés de la persona misma o de un superior interés
público.
El derecho a la personalidad jurídica reconocido a toda persona postula, como se ha dicho, una radical reivindicación del
principio de la igualdad jurídica, y se endereza a hacer de todo miembro de la sociedad - independientemente de su raza, sexo,
edad y condición - un sujeto dotado de capacidad jurídica e inmune a la degradación legal de su indisputada personalidad, lo
que no fue así históricamente en la sociedad esclavista y en los oprobiosos regímenes totalitarios de este siglo. Del mismo
modo el derecho fundamental a la personalidad jurídica no se concilia con las limitaciones generales a la capacidad general y
la consagración de incapacidades especiales que en cierta época se predicaron de la mujer casada y de los hijos
extramatrimoniales.
Sobre el contenido y alcance de este derecho ha sostenido esta Corte, lo siguiente:
"3. Del derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica
El sujeto razón y fin de la Constitución de 1991 es la persona humana. No es pues el individuo en abstracto,
aisladamente considerado, sino precisamente el ser humano, en su dimensión social, visto en la tensión
individuo-comunidad, la razón última de la nueva Carta Política.
El artículo 14 de la Constitución establece:
"Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica".
3.1. Titular del derecho.
El derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica a que se refiere el artículo 14 de la Carta
Fundamental es un derecho exclusivo de la persona natural; y el Estado, a través del ordenamiento jurídico, tan
sólo se limita a su reconocimiento sin determinar exigencias para su ejercicio, y ésta es una de las
constituciones políticas donde la inmensa mayoría de los derechos se otorgan sin referencia a la nacionalidad.
Esta afirmación se comprueba al estudiar los instrumentos internacionales sobre el reconocimiento de la
personalidad jurídica interpretados a la luz del artículo 93 de la Constitución que determinan quién es el titular
del derecho constitucional fundamental establecido en el artículo 14 de la Constitución.
El artículo 93 constitucional le confiere a los tratados internacionales sobre derechos humanos el carácter de
norma prevalente en el ordenamiento interno, si se ajustan al orden constitucional, y les otorga la condición de
criterio de interpretación constitucional para buscar el sentido de los derechos y deberes consagrados en la
Carta Fundamental.
El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ratificado por Colombia en virtud de la Ley 74 de 1968, en
su artículo 16 establece:
"todo ser humano tienen derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica".
La razón jurídica del derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica la encontramos en el
Preámbulo del Pacto Internacional que reconoce: "que estos derechos se derivan de la dignidad inherente a la
persona humana".
A la misma conclusión se llega por vía de la Convención Americana sobre Derechos Humanos que en su artículo
1º numeral 2º dice que para los efectos de esta Convención "persona es todo ser humano", y el artículo 3º
consagra, "que toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica".
Como fundamento ideológico orientador de las disposiciones sobre derechos humanos en el mundo, es
imperativo hacer mención a la Declaración Universal de Derechos Humanos, que en su artículo 6º establece:
"todo ser humano tiene derecho, en todas partes al reconocimiento de su personalidad jurídica".
Así pues, para la interpretación del artículo 14 de la Constitución se hace necesario recurrir al análisis de los
Instrumentos Internacionales y de ellos se deduce claramente que el derecho al reconocimiento de la
personalidad jurídica es un derecho inherente a la persona humana y que la labor del Estado es de constanción
y no de creación.
El tema de discusión se ha centrado en si la personalidad jurídica la reconoce el Estado o éste en un acto de
poder, la crea.
El positivismo extremo, teniendo como principales exponentes a Hans Kelsen y Giovanny Gentile, consideraron
que el Estado como personificación del orden jurídico total (Kelsen) y como todo moral y absoluto ( Gentile), es
el creador, a través de las leyes, desde la fundamental hasta la codificada, de toda realidad jurídica, de tal
manera, que si algo no es instituido dentro de la categoría personal, en el mundo jurídico no existe.
Rene Casin inspirado en Radbruch (Alemania), del Vecchio
(Italia), Holmes, Frank, Cardozo (Realismo
Norteamericano), Hart (Inglaterra) y otros en los proyectos de redacción y unificación de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, llegó a la siguiente conclusión doctrinaria: El Estado no crea la
personalidad jurídica, porque sería absurdo que una entidad cultural como el Estado sea la creadora de una
entidad natural como la personalidad jurídica; de tal manera, que el Estado debe reconocer la realidad
preexistente al mismo Estado: la personalidad jurídica del ser humano.
El reconocimiento jurisprudencial del raciocinio anterior impide la arbitrariedad que se presentó en los
regímenes totalitarios, en cuyas legislaciones la personalidad jurídica estaba restringida a determinados seres
humanos.
3.2. La personalidad jurídica de la persona natural.
Es necesario que los seres humanos se les reconozca la cualidad de personalidad jurídica en su sentido
jurídico-político es decir que el primer derecho de todo hombre es el derecho que le define el estatus de persona
jurídica, como lo considera Karl Larenz "la condición de persona es la cualidad que distingue al hombre sobre
todos los demás seres vivientes..."2 .
El estudio del concepto de persona en la ciencia del derecho civil y en la ciencia del derecho natural nos permite
advertir que el concepto jurídico de persona es el más abarcante de los conceptos jurídicos, por ser,
precisamente, el fundamento de toda la realidad jurídica.
El problema está en definir a la persona si es "ser ante" o "ser por". Si se admite que la persona es un alguien
para el derecho, debe de igual modo, aceptarse que su personalidad jurídica simplemente le es reconocida por
el ordenamiento jurídico positivo3 .
Es decir el derecho no le agrega nada a la estructura óntica de la persona humana, le reconoce y le protege su
titularidad natural, así como la dignidad que le corresponde por el derecho de ser persona. En definitiva una
persona es una realidad única e irrepetible filosófica y jurídicamente.
4. Argumento subjetivo.
En el informe-ponencia4 para primer debate de la Carta de Derechos, Deberes, Garantías y Libertades
presentado por el Constituyente Diego Uribe Vargas se expresa que:
"El eje primordial de la democracia radica en reconocerle a los ciudadanos y personas que habitan en Colombia,
un conjunto de garantías que no sólo dignifiquen el contenido de la vida, sino que favorezcan progresivamente
la formulación de las nuevas libertades que la evaluación contemporánea han ido poniendo en evidencia .
Este artículo que aparece en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y que se reproduce igualmente en
el Pacto de San José de Costa Rica y en los instrumentos referentes a la materia, expresa el reconocimiento del
individuo como sujeto principal del derecho, cuyos atributos tienen valor remanente.
Los atributos que la doctrina reconoce a la persona son: el nombre, el domicilio, el estado civil, el patrimonio, la
nacionalidad y la capacidad. No puede haber personas a quienes se les niegue la personalidad jurídica, ya que
ello equivaldría a privarles de capacidad para ejercer derechos y contraer obligaciones."
(subrayas fuera del texto)
5. El atributo de la personalidad jurídica de la persona moral.
La condición de personalidad jurídica hace del hombre categoría de sujeto de derecho, no es un estatus
exclusivo, la puede otorgar el Estado a otras realidades producto del ser humano en su tensión individuosociedad que genera el derecho a la libre asociación para el desarrollo de las distintas actividades que las
personas realizan en sociedad y tal como lo establece el artículo 38 de la Constitución Política, lógicamente este
derecho estará sometido a las condiciones que el ordenamiento jurídico exige para su otorgamiento5 ".
A la luz de lo anterior es evidente que los cargos no pueden prosperar.
IV. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional
RESUELVE
Declarar exequibles la Ley 04 de 1989, el Decreto 410 de 1971 y los artículos 3 a 9 y 98 a 514 del mismo, únicamente por los
aspectos considerados en esta sentencia.
NOTIFIQUESE, COMUNIQUESE, CUMPLASE, INSERTESE EN LA GACETA DE LA CORTE CONSTITUCIONAL Y
ARCHIVESE EL EXPEDIENTE.
2
3
LARENZ, Karl. Derecho Civil. Parte General (Madrid 1.978), Ed. Revista de Derecho Privado. P. 44.
Cfr, HOYOS CASTAÑEDA, Ilva Myriam. El Concepto de persona y los derechos humanos. Universidad de la Sabana. Santa Fe de
Bogotá. 1.991. En la obra citada la autora hace una análisis del concepto jurídico de persona y su dimensión jurídica en las varias teorías.
4 Gaceta Constitucional No. 82, página 10 a 16
5 Corte Constitucional. Sentencia SC-476/1992.
Salvamento de voto a la Sentencia No. C-486/93
COSTUMBRE (Salvamento de voto)
Dentro de un sistema legislado, la costumbre puede consagrarse expresamente como fuente formal subsidiaria y autónoma
(como en Colombia durante la vigencia de la Constitución de 1886), tolerarse en esa misma condición (como en Inglaterra) o
excluirse. Empero, cuando se consagra expresamente o se tolera, está subordinada a la legislación mas no deriva de ella. En
eso consiste su status de fuente a la vez subsidiaria y autónoma (no reductible a la legislación). Desde esta particular
perspectiva, entonces, la costumbre no sólo no queda comprendida dentro del concepto ley sino que se le opone, del mismo
modo que el proceso consuetudinario, inconsciente, se opone al proceso legislativo en tanto que ejercicio de la reflexión,
encaminado a la creación de la norma.
COSTUMBRE COMO FUENTE DE DERECHO/PLEBISCITO/REFERENDUM (Salvamento de voto)
Carece de fuerza convincente el argumento aducido en la sentencia, según el cual resultaría incongruente que una
Constitución informada de una filosofía de participación democrática, excluyera la costumbre como fuente formal de derecho.
Precisamente, la diferencia más significativa entre la Constitución anterior y la actual, consiste en la mayor participación que
ésta le confiere al pueblo, en tanto que sujeto del poder soberano, para contribuir de manera efectiva a la formación de la
voluntad estatal, concretada en la iniciativa legislativa y en las demás instituciones propias de la democracia directa recogidas
en nuestra Carta Política, tales como el plebiscito y el referéndum, encaminadas a crear derecho por la vía que el Constituyente
juzgó más adecuada y pertinente, a saber: la legislativa. Porque no hay duda, en mi sentir, de que ante el dilema de cuál es el
camino más expedito hacia la regulación justa de la conducta humana, el racional o el instintivo, el Constituyente optó por el
primero. Resulta claro que es la legislación la que puede responder ágil y oportunamente a las necesidades sociales nuevas,
que permanentemente se suscitan y que no pueden esperar al lento discurrir del tiempo generador de la costumbre, porque
cuando ésta llega a ser tal, ya las necesidades son otras.
DERECHO-Factor de Progreso (Salvamento de voto)
El derecho ha de ser no sólo factor de conservación sino también -y ante todo- de progreso. No ha de consistir su función en
preservar supersticiones insensatas sino en propiciar pautas razonables de conducta que contribuyan a informar de mayor
reflexión y de menos instinto la acción humana.
Ref.: Expediente No. D-244
Decreto 410 de 1971, Ley 04 de 1989 y los artículos 3 a 9, 98 y 514 del Código de
Comercio.
Con todo respeto, me he permitido disentir de la decisión mayoritaria, por las consideraciones que a continuación expreso
sintéticamente:
1. Me parece claro que el artículo 230 de la Carta Política hace alusión a las fuentes formales del derecho con el objeto de
fijarlas de modo taxativo y de conferirles rango constitucional. Cuando dice, entonces, que "Los jueces, en sus providencias,
sólo están sometidos al imperio de la ley" (subrayo) se refiere a la norma jurídica que surge del proceso legislativo, acepción
ésta que no comprende la costumbre, norma resultante del proceso consuetudinario, sino que precisamente la excluye.
En el inciso segundo, el mismo artículo se refiere a la equidad, la jurisprudencia, los principios generales del derecho y la
doctrina, para atribuirles la función de "criterios auxiliares de la actividad judicial", no de fenómenos capaces de generar
normas válidas. Desde luego, habría podido reconocerles esa capacidad generadora, pero justamente se abstuvo de
hacerlo, proclamando el carácter eminentemente legislativo de nuestro ordenamiento. Tal decisión de la voluntad
constituyente puede enjuiciarse como plausible o censurable, según las preferencias, pero no es descabellada ni carente de
consistencia lógica.
2. Argüir que cuando la ley consagra la costumbre praeter legem como fuente formal subsidiaria, al aplicar ésta el juez se
fundamenta en la autoridad de aquélla, es desconocer el tipo de relación jerárquica que existe entre ley y costumbre cuando
ambas se consagran como fuentes, la primera como principal y la segunda como subsidiaria.
En una obra, aún joven y no obstante ya clásica, "El concepto de Derecho" H.L.A. Hart esclarece el punto en los siguientes
términos: "Es importante distinguir entre esta subordinación relativa de un criterio a otro y la derivación, ya que como
consecuencia de confundir estas dos ideas se ha logrado algún fundamento espurio para el punto de vista de que todo el
derecho es "esencialmente" o "realmente" (aunque más no sea que en forma tácita) el producto de la legislación. En nuestro
sistema la costumbre y el precedente están subordinados a la legislación, puesto que las reglas consuetudinarias y las
reglas del common law pueden verse privadas de su status de derecho, por una ley" (tal como ha sucedido hasta ahora en
Colombia con la costumbre). Y continúa: "Sin embargo ellas no deben su status de derecho, por precario que éste sea, a un
ejercicio tácito de potestad legislativa, sino a la aceptación de una regla de reconocimiento que les acuerda ese lugar
independiente aunque subordinado."1
Entre nosotros, esa regla de reconocimiento está explícitamente formulada. Es el artículo 13 de la Ley 153 de 1887, que por vía de disposición general- estatuye: "La costumbre, siendo general y conforme a la moral cristiana, constituye derecho,
a falta de legislación positiva". Es claro que en otros ordenamientos (en el inglés v.gr.) no está explícitamente formulada,
1
El concepto de derecho, Abeledo - Perrot, 1968, págs. 126 y ss.
pero no está excluida por el derecho legislado como juzgo que ha ocurrido en Colombia, precisamente, en virtud del artículo
230 de la Carta.
En síntesis: dentro de un sistema legislado, la costumbre puede consagrarse expresamente como fuente formal subsidiaria
y autónoma (como en Colombia durante la vigencia de la Constitución de 1886), tolerarse en esa misma condición (como en
Inglaterra) o excluirse (como a mi juicio ha sucedido bajo la vigencia de la actual Carta Política). Empero, cuando se
consagra expresamente o se tolera, está subordinada a la legislación mas no deriva de ella. En eso consiste su status de
fuente a la vez subsidiaria y autónoma (no reductible a la legislación). Desde esta particular perspectiva, entonces, la
costumbre no sólo no queda comprendida dentro del concepto ley sino que se le opone, del mismo modo que el proceso
consuetudinario, inconsciente, se opone al proceso legislativo en tanto que ejercicio de la reflexión, encaminado a la
creación de la norma.
3. Es que por más que se estime importante la operancia de la costumbre dentro de un ordenamiento, ella no deja de ser un
factor meramente contingente del mismo. Su existencia está condicionada a que la forma de creación consuetudinaria del
derecho esté reconocida expresa o tácitamente como un mecanismo apto para incorporar nuevas normas al sistema jurídico
o para privar de ese status a las ya existentes, bajo determinadas condiciones. Afirmar que ella es inherente a cualquier
ordenamiento, equivale a postular limitaciones de orden metafísico a la voluntad del constituyente, lo que se aviene mal con
una concepción del derecho racional y desacralizada.
4. De ordinario, a las posturas que proclaman la inherencia de la costumbre a cualquier sistema de derecho positivo, subyace
el misticismo sociológico de la escuela historicista, que tras un lenguaje pretendidamente científico y de vocación
democrática, escamotea un trascendentalismo vergonzante de inequívoco signo retardatario. Basta recordar la célebre
controversia entre Antonio Thibaut y F.C. Savigny2 (a principios del siglo XIX), en la que el segundo entona el epinicio del
derecho consuetudinario cifrando la búsqueda de la justicia no en un proceso intencional, consciente y deliberado,
emprendido por los hombres, sino en un oscuro discurrir subterráneo e instintivo del "espíritu del pueblo" que de modo
imperceptible iría señalando los cauces indiscutibles de la conducta humana.
Los argumentos de Savigny, en su replica a Thibaut, son reproducción fidedigna, en el reino de lo jurídico, de los que había
utilizado Edmund Burke en su requisitoria contra el racionalismo triunfante en la revolución francesa, tan brillantemente
defendido por Thomas Paine, en un plano estrictamente político.
Que Burke, visible adalid del moderno conservadurismo, defendiera las instituciones decantadas de un proceso milenario,
puede controvertirse desde una perspectiva ideológica, pero no exige mayores esfuerzos explicativos en presencia de los
hechos históricos. Más complejo, sin duda, es defender la acción benéfica de los procesos irracionales en comunidades que
aún no han logrado, por razones que ni siquiera es preciso aducir, su identidad cultural. En estas, parece razonable pensar
que la reflexión aplicada a la búsqueda de formas adecuadas de relación y convivencia, constituya un factor de progreso
más eficaz que el ciego instinto.
5. En ese orden de ideas, carece de fuerza convincente el argumento aducido en la sentencia, según el cual resultaría
incongruente que una Constitución informada de una filosofía de participación democrática, excluyera la costumbre como
fuente formal de derecho.
Es que, precisamente, la diferencia más significativa entre la Constitución anterior y la actual, consiste en la mayor
participación que ésta le confiere al pueblo, en tanto que sujeto del poder soberano, para contribuir de manera efectiva a la
formación de la voluntad estatal, concretada en la iniciativa legislativa y en las demás instituciones propias de la democracia
directa recogidas en nuestra Carta Política, tales como el plebiscito y el referéndum, encaminadas a crear derecho por la vía
que el Constituyente juzgó más adecuada y pertinente, a saber: la legislativa. Porque no hay duda, en mi sentir, de que ante
el dilema de cuál es el camino más expedito hacia la regulación justa de la conducta humana, el racional o el instintivo, el
Constituyente optó por el primero.
6. Es altamente controvertible el argumento, invocado por el ponente, de que la costumbre flexibiliza el derecho positivo. Más
bien los hechos parecen abonar la conclusión contraria. Basta con examinar la noción de costumbre jurídica en función de
sus dos elementos constitutivos: inveterata consuetudo et opinio juris seu necesitatis, para advertir que la condición esencial
para que ella surja es, justamente, el transcurso de un largo tiempo en virtud del cual se crea en la conciencia de los
individuos que constituyen la comunidad, la convicción de que la práctica largamente repetida es jurídicamente vinculante.
En respaldo de la tesis contraria es pertinente citar a Hart, quien al analizar el paso gradual de un ordenamiento jurídico
primitivo e imperfecto, constituído sólo por reglas primarias de obligación (casi siempre de carácter consuetudinario) a uno
evolucionado y maduro, integrado no sólo por éstas sino también por las secundarias o de reconocimiento, luego de
examinar un primer defecto del hipotético ordenamiento primitivo, consistente en la falta de certeza, derivada de no saberse
a ciencia cierta cuáles son las reglas aplicables a una situación concreta, observa: "Un segundo defecto es el carácter
estático de las reglas. El único modo de cambio de éstas conocido por tal sociedad será el lento proceso de crecimiento,
mediante el cual líneas o cursos de conducta concebidos una vez como optativos, se transforman primero en habituales o
usuales, y luego en obligatorios; y el inverso proceso de declinación, cuando las desviaciones, tratadas al principio con
severidad, son luego toleradas y más tarde pasan inadvertidas. En tal sociedad no habrá manera de adaptar
deliberadamente las reglas a las circunstancias cambiantes, eliminando las antiguas o introduciendo nuevas; porque,
también aquí, la posibilidad de hacer esto presupone la existencia de reglas de un tipo diferente a las reglas primarias de
obligación, que son las únicas que rigen la vida de esta sociedad".3
2
3
Tribaut - Savigny, La Codificación, Aguilar, 1970.
Hart, El concepto de derecho, pág. 115.
Resulta claro, entonces, que es la legislación la que puede responder ágil y oportunamente a las necesidades sociales
nuevas, que permanentemente se suscitan y que no pueden esperar al lento discurrir del tiempo generador de la costumbre,
porque cuando ésta llega a ser tal, ya las necesidades son otras.
7. Desde luego, no puede tampoco dejar de mencionarse la desventaja (también aludida por Hart) de las normas
consuetudinarias con respecto a las legislativas, consistente en que las primeras son, con mayor frecuencia, generadoras
de incertidumbre, mientras las segundas aportan seguridad jurídica y no es ésta, ciertamente, un valor desdeñable.
Si aún acerca del llamado corpus de la costumbre (la práctica antigua) pueden suscitarse dudas: ¿sí existe la práctica?
¿Desde cuándo? ¿Puede considerarse antigua su existencia? ¿A partir de cuándo puede decirse que una práctica es
antigua?, muchas más dudas, desde luego, plantea el animus o elemento psicológico: ¿En qué consiste la convicción de
obligatoriedad? ¿Si se trata de una convicción social, que tan extensa ha de ser? ¿Puede sentirse una persona
jurídicamente obligada (dentro de un sistema predominantemente legislativo) por una regla cuya existencia misma es
cuestionable y que no ha sido formulada por el legislador? ¿Debe el juez compartir esa convicción o, mejor aún, ha de ser
ésta preferentemente suya?.
Las anteriores preguntas son apenas una pequeña muestra de las incertidumbres que el derecho consuetudinario puede
originar y que refuerzan las razones que subyacen a una norma como el artículo 230 superior, según la interpretación que
de él se hace en el presente salvamento de voto, que puede no ser del todo descabellada.
8. Empero, vale la pena aclarar que las precedentes argumentaciones, no afectan en nada la verdadera función que la
costumbre (a secas), cumple en el derecho, a saber, la de servir de fuente material de primer orden. Porque si el legislador
pretende que su tarea tenga sentido y que las normas que formule incidan en la realidad (sean eficaces) ha de estar atento
a la realidad social cuyo control le incumbe. Y esa realidad se manifiesta de modo preponderante en prácticas sociales que
van arraigando y cuya conveniencia y rectitud compete evaluar al legislador, en función de los fines que, dentro del amplio
esquema que la constitución le ofrece, juzgue conveniente perseguir. Porque no todas las prácticas han de ser propiciadas,
así tengan la virtualidad de generar esa situación gaseosa e inasible nombrada con palabras que participan de esa misma
connotación: Opinio juris. El derecho ha de ser no sólo factor de conservación sino también -y ante todo- de progreso. No ha
de consistir su función en preservar supersticiones insensatas sino en propiciar pautas razonables de conducta que
contribuyan a informar de mayor reflexión y de menos instinto la acción humana.
Me parece que así puede interpretarse la voluntad constituyente y que esa voluntad es plausible, progresista, propiciatoria
de certeza y nada incompatible con la búsqueda de un orden justo dentro de un ambiente participativo y democrático.
Fecha ut supra.
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
ANEXO III
SENTENCIA DICTADA EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1990 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 267-89
EXPEDIENTE No. 267-89
INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Integrada con los Magistrados Edgar Enrique
Larraondo Salguero, quien la preside, Edmundo Quiñones Solórzano, Héctor Horacio
Zachrisson Descamps, Adolfo González Rodas, Alejandro Maldonado Aguirre, José
Roberto Serrano Alarcón y Edgar Alfredo Balsells Tojo. Guatemala, cinco de septiembre
de mil novecientos noventa
Se tiene a la vista para resolver el planteamiento de inconstitucionalidad presentado
ante esta Corte por Aseguradora Guatemalteca de Transportes, Sociedad Anónima;
Compañía de Seguros Generales Granai & Townson, Sociedad Anónima, Seguros El
Roble, Sociedad Anónima; Aseguradora La Ceiba, Sociedad Anónima; Seguros
Universales, Sociedad Anónima; Comercial Aseguradora Suizo Americana, Sociedad
Anónima; Seguros de Occidente, Sociedad Anónima; Compañía de Seguros
Panamericana, Sociedad Anónima; Aseguradora General, Sociedad Anónima;
Seguros Cruz Azul, Sociedad Anónima; La Alianza, Compañía Anglo-Centroamericana
de Seguros, Sociedad Anónima; La Seguridad de Centroamérica, Compañía de
Seguros, Sociedad Anónima. Las accionantes actuaron representadas por César
Augusto Ruano Sandoval, Mario Granai Arévalo, Ricardo Alberto Erales Cóbar, Rodolfo
Juan Francisco Catalán Molina, Francisco Javier Valls Planas, Mario Héctor Aguilar Solís,
Pedro Aguirre Fernández, José Antonio González Arévalo, Enrique Juan Neutze
Aycinena, Brian Arthur Murphy Rich, Rudy Herman Gándara Merkle y Ernesto Edgardo
Wagner Durán, respectivamente; quienes en ejercicio de sus representaciones,
unificaron personería en Rudy Herman Gándara Merkle y comparecieron con el
patrocinio de los Abogados Eduardo Mayora Dawe, Eduardo René Mayora Alvarado y
Héctor Gabriel Mayora Dawe.
ANTECEDENTES:
A. INCONSTITUCIONALIDAD:
A) Norma Impugnada: Las formulantes pretenden que se declare la
inconstitucionalidad parcial del artículo 11 del Reglamento de la Ley de Inversiones de
Reservas Técnicas y Matemáticas de las Empresas de Seguros (Acuerdo Gubernativo
M. de E. 22-74); en los siguientes pasajes: "a) (...) dichos bonos o títulos deberán ser de
los que gocen de la garantía de recompra acordada por la Comisión de Valores
conforme al artículo 114 de la Ley Orgánica del Banco de Guatemala. En igualdad de
condiciones, debe darse prioridad a aquellos valores que se destinen al
financiamiento de obras de mayor importancia para el desarrollo económico nacional
a juicio de la Comisión de Valores (...) En caso de agotamiento de estos valores en el
mercado, la inversión de la parte faltante se debe ajustar a una escala descendente
en importancia económica (...)".
B) Fundamento Jurídico de la Impugnación: Las accionantes sostienen: a) La norma
impugnada se opone a lo dispuesto en los artículos 4 y 6 de la Ley de Inversiones de
Reservas Técnicas y Matemáticas de las Compañías de Seguros (Decreto 854 del
Congreso de la República); b) El espíritu de dicha ley "es justamente éste: la solvencia
de las compañías aseguradoras en el cumplimiento de sus responsabilidades u
obligaciones ante sus asegurados". Es por ello que el artículo 4. de esa Ley establece
que: "En ningún caso será procedente la inversión de las reservas en bonos o títulos de
cualquier clase, si éstos no devengan un interés mayor del que sea técnicamente
necesario para la debida capitalización de las mencionadas reservas". Con lo anterior
y lo que establece el artículo 60. de la Ley mencionada, "resulta claro" que el espíritu
de esta es lograr la solvencia de las aseguradoras en el cumplimiento de sus
obligaciones ante sus asegurados; c) El objeto del "Reglamento" debió circunscribirse a
los aspectos que menciona el artículo 9 de la Ley", de lo contrario se incurre en una
violación al principio de legalidad, íntimamente ligado a la teoría de separación de
poderes, que es lo que a juicio de las accionantes, sucedió en este caso. Expresan que
la inconstitucionalidad parcial del artículo impugnado, consiste "Fundamentalmente"
en lo que dispone el inciso e) del artículo 183 constitucional, que salvaguarda la
superioridad jerárquica de las normas de orden legal, con respecto de las normas de
orden reglamentario; d) El vicio en el que incurre la norma impugnada consiste, dicen,
en haber introducido como normas de observancia obligatoria, una serie de supuestos
jurídicos no contemplados en el artículo 4 de la "Ley", pues el mismo no indica que los
bonos o títulos a adquirir deban ser de los que gozan de garantía de recompra, ni le
da atribución alguna a la Comisión de Valores para señalar en qué tipo de valores
debe efectuarse la inversión de las reservas, ni habla de inversión de valores que
contribuyan mejor al desarrollo nacional; e) El legislador no previó la posibilidad de que
las inversiones en reservas técnicas y matemáticas de las compañías de seguros se
tuviera que efectuar en valores que gozaran de la garantía de recompra, pues de ser
así "cualquier compañía aseguradora no tendría que acudir ni al mercado de valores,
ni al Fondo de Regulación de Valores para obtener liquidez y hacer frente a sus
obligaciones (mediante la venta parcial o total de los valores en que se encuentra su
inversión de reservas). Sencillamente, en un caso tal, se acudiría al emisor de los bonos
o títulos para obtener la recompra de los mismos; f) La razón de ser de las reservas
técnicas no es el de contribuir "per se" al financiamiento de obras para el desarrollo
económico de la Nación; este efecto, generalmente será consecuencia natural de la
inversión en valores públicos, pero no es la razón de ser de las inversiones de reservas
matemáticas de las compañías de seguros; g) La inconstitucionalidad acusada
conduce a "serias consecuencias concretas", pues las autoridades imponen a las
compañías de seguros la obligación de invertir en valores de bajísimo rendimiento,
atentándose contra su solvencia, "cuando la Ley precisamente persigue lo contrario";
h) La disposición reglamentaria impugnada, en la forma que actualmente se
encuentra, viola el texto, sentido y espíritu de su ley fundante, con lo cual, a su vez,
viola lo que en materia de "legalidad" dispone la Constitución en el artículo 183 inciso
e).
II- TRAMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD:
Habiéndose integrado el Tribunal como lo estipula la ley de la materia, no se decretó
la suspensión provisional solicitada, se dió audiencia por quince días comunes al
Ministerio de Economía, Ministerio Público y Superintendencia de Bancos. Transcurrida
la misma, se señaló día y hora para la vista.
III- ALEGACIONES DE LAS PARTES:
A) El Ministerio Público expresó: a) La industria de seguros no goza de libertad irrestricta,
porque el artículo 43 constitucional establece que puede ser afectada por la ley
cuando haya motivos de interés nacional; y por ser la actividad de seguros, una
actividad económica de negocios en masa, el Estado ejerce vigilancia, control,
fiscalización "y atribuciones" (sic) de tales compañías a través de la Superintendencia
de Bancos, de acuerdo al artículo 6 del Decreto 935 del Congreso de la República; b)
El fin primordial de la Ley de Inversiones Técnicas y Matemáticas es resguardar los
intereses de los asegurados, pero no es el único fin, porque la inversión en bonos
permite al Estado la adquisición de medios económicos para ejecutar proyectos
diversos; c) La obligación de invertir un cuarenta por ciento en bonos o títulos emitidos
por el Estado, Municipalidades o entidades autónomas o semiautónomas del Estado,
es muy general, por ello, la especificación y clasificación que se adopte son
disposiciones de tipo reglamentario, siendo "antitécnico" que la ley contemple estos
aspectos de tipo reglamentario; d) La norma contenida en el artículo 6 de la Ley
previene "hasta la eventualidad" que los bonos adquiridos por las compañías
aseguradoras sean readquiridos por el Banco de Guatemala, si ello no fuese posible en
el mercado de valores, de manera que exista fluidez inmediata en caso de necesidad
urgente; e) En conclusión, dice, no se constata que la norma impugnada exceda los
límites que conforman los presupuestos generales que contempla la Ley. Pide que se
declare sin lugar la acción intentada.
B) La Superintendencia de Bancos expuso: a) Sus atribuciones las establecen los
artículos 133 constitucional, 44 de la Ley Orgánica del Banco de Guatemala y 2 de la
Ley de Inversiones Técnicas y Matemáticas; b) Se debe descartar que el Reglamento
de la controversia haya sido dictado sin una ley fundante, porque éste se basa en el
artículo 9 del Decreto 854 del Congreso y en el artículo 189 incisos 4 y 20 de la
Constitución vigente a la fecha de su emisión (la promulgada el quince de septiembre
de mil novecientos sesenta y cinco). Afirman que el texto de la última norma citada es
exactamente igual a la literal "d), artículo 183 de la Constitución Política en vigor"; c)
Del artículo 4 de la Ley antes referida se extrae el procedimiento para la inversión de
las reservas técnicas, siendo condición indispensable para la aprobación de los planes
de inversión que presenten las compañías aseguradoras, que éstos contengan un
mínimo de inversión de cuarenta por ciento del total de las reservas, en bonos o títulos
emitidos por el Estado, Bancos Nacionales del Estado, Municipalidades o entidades
autónomas o semiautónomas del Estado. Las inversiones fuera o dentro del mínimo del
porcentaje señalado deben devengar un interés mayor del que sea técnicamente
necesario (en nuestro medio, afirman, es un porcentaje del cuatro punto cinco), para
la debida capitalización de las reservas; d) Canalizar parte de las reservas en bonos o
títulos del Estado, tiene los siguientes propósitos: d.a) Los bonos son una sólida inversión,
que garantizan la liquidez de las compañías aseguradoras a efecto de que éstas
puedan cumplir con su obligación principal en el contrato de seguro, o sea el pago
inmediato de la indemnización. Por ello, la inversión en bonos de recompra inmediata
adquiere importancia conforme a la ley, pues el Estado protege los intereses de los
asegurados y provee de la liquidez necesaria a las aseguradoras; d.b) Las reservas
técnicas y matemáticas son ahorros provenientes de los asegurados, es "justo" que
cumplan con el requisito de utilidad económica; e) Sin las partes del artículo II que se
objetan, la Comisión de Valores del Banco de Guatemala ya no tendrían ninguna
connotación y ello "haría aún más imperiosa la necesidad" de exigir que los bonos o
títulos gocen de la "garantía de recompra inmediata", pues solamente con ellos se
protegerían los intereses de los asegurados. Piden que se desestime la
inconstitucionalidad.
C) El Ministerio de Economía: no presentó alegación alguna.
D) Las Accionantes, en ocasión de la vista, expusieron: a) El Ministerio Público
considera que hubiera sido antitético que la ley, al establecer la obligación de las
compañías de seguros de invertir en bonos públicos, hubiese hecho referencia a
aspectos relacionados con las características específicas de éstos, pero afirman, que
el problema no es de esa índole, sino de límites constitucionales al ejercicio de los
poderes del Estado, porque la Ley exclusivamente autorizó la reglamentación de sus
preceptos por parte del Organismo Ejecutivo, sin alterar su espíritu, y no dispuso que las
características particulares de los valores a adquirir, serían fijados por el Reglamento; b)
El artículo 6 de la Ley impuso al Fondo de Regulación de Valores del Banco de
Guatemala la obligación de liquidar a la par los valores que adquieran las compañías
de seguros; esta norma se refiere tanto a valores con garantía de recompra como a
otros; c) No es a través de la función reglamentaria que pueden corregirse las
deficiencias de la legislación; existen métodos correctivos vía la interpretación de la
ley o incluso, la enmienda o modificación de la misma.
CONSIDERANDO:
-ILa Constitución Política de la República instituyó la Corte de Constitucionalidad como
un Tribunal de jurisdicción privativa, cuya función esencial es la defensa del orden
constitucional. Ello es porque la Constitución como fuente unitaria del derecho de una
nación es la génesis del ordenamiento jurídico, ya que algunas veces regula en forma
directa ciertas materias y, en otras oportunidades, al establecer los órganos y
procedimientos que determinan la creación de la norma jurídica, se constituye como
norma reguladora de las demás fuentes de derecho. De lo anterior deviene que
formalmente la razón de validez del orden jurídico se deriva de una sola norma
fundamental, esto es, la Constitución Política de la República, cuya supremacía ha
sido reconocida en la propia Constitución (artículos 175 y 204) y como corolario de
esto, ninguna autoridad del Estado tiene poderes o facultades superiores a las que le
otorga la carta fundamental. La creación de las normas jurídicas está regulada por
otras normas jurídicas y de conformidad con la Constitución vigente la potestad
legislativa le corresponde al Congreso de la República (artículo 157 constitucional); al
Presidente de la República compete dictar decretos, acuerdos, reglamentos y
órdenes, para el estricto cumplimiento de las leyes, desarrollándolas sin alterar su
espíritu, para lo cual, necesariamente, debe contar con el refrendo ministerial
respectivo -artículos 183 inciso e) y 194 inciso c)-. Ahora bien, para la eventualidad de
que alguna ley, reglamento o disposición de carácter general contenga vicio parcial
o total de inconstitucionalidad la misma Constitución prevé que las acciones
respectivas se planteen directamente ante esta Corte de Constitucionalidad, la que
en ejercicio de las competencias que le han sido otorgadas, dilucidará si acoge o no
la pretensión actuada.
-IIEn el caso bajo estudio se denuncia la inconstitucionalidad parcial del artículo 11 del
Reglamento de la Ley de Inversiones de Reservas Técnicas y Matemáticas de las
Empresas de Seguros, (el Reglamento), aduciendo básicamente que los pasajes
impugnados de dicha norma no son congruentes con el espíritu de la ley fundante,
específicamente dicen que no se conforma con lo dispuesto en los artículos 4 y 6 de la
misma ley. La Corte, en su sentencia del treinta de diciembre de mil novecientos
ochenta y ocho, sostuvo el criterio de que "la facultad reglamentaria no puede
entenderse limitada al desarrollo de un apartado de un artículo de la ley, sino al
conjunto de ella, dado que el enfoque sectorial y fragmentario, vis a vis, puede
conducir a errores interpretativos" (Gaceta 10, página veinte), por lo que es de
acuerdo con esta metodología que debe hacerse el examen respectivo. Pero como
cuestión de orden previo, se establece que el Acuerdo Gubernativo "M. de E. 22-74",
que contiene la norma específicamente impugnada, entró en vigor durante la
vigencia de la Constitución que fuera promulgada el quince de septiembre de mil
novecientos sesenta y cinco; es decir, que los accionantes pretenden que esta Corte
declare la inconstitucionalidadsobrevenida de una norma preconstitucional. Esta
Corte en reiteradas oportunidades ha sostenido que las normas contrarias a la
Constitución pueden ser excluidas del ordenamiento jurídico, sin que sea óbice el
hecho de que hayan sido emitidas con anterioridad a la vigencia de la Constitución.
Lo anterior se apoya en un criterio jerárquico y temporal, porque siendo la Constitución
la Ley Suprema del Estado no tiene relevancia que la fecha en que entrase en vigor,
sea posterior a la de la norma ordinaria. La inconformidad de la Constitución vigente
con una norma preconstitucional, puede dar lugar a la derogatoria de esta última,
que al ser declarada por esta Corte, surte efectos desde el día siguiente al de la
publicación de la declaratoria de inconstitucionalidad en el Diario Oficial.
-IIICon base en lo anterior, la Corte entra a conocer del fondo de la inconstitucionalidad
denunciada. Para tal efecto, debe hacerse el análisis respectivo inquiriendo cuál fue la
finalidad que persiguió el legislador al regular las operaciones de seguro y emitir la Ley
de Inversiones de Reservas Técnicas y Matemáticas de las Compañías de Seguros lo ha
hecho para garantizar, lo mejor posible, el pago de las indemnizaciones cuando
ocurran los siniestros y así determinar si la norma del Reglamento, cuya
inconstitucionalidad se denuncia, excede el espíritu de la ley fundante y si, con ello,
contraviene normas constitucionales. Porque si bien es cierto que la interpretación de
la Constitución no debe hacerse sujetándose a lo dispuesto en leyes de rango inferior,
también lo es que cuando se denuncia la inconstitucionalidad de una norma
reglamentaria, previo al examen de la inconstitucionalidad debe analizarse el espíritu,
alcance y efectos de las normas fundantes de rango inferior. Así, tenemos que la
finalidad del seguro consiste en reducir los efectos negativos que produce en el
patrimonio de un sujeto (beneficiario), el acaecimiento de una eventualidad dañosa
(siniestro); esto es, a través de una cobertura económica que le permita al asegurado
prever el daño que podría causar el acaecimiento de un riesgo potencial.
Consecuentemente, las obligaciones que devienen del contrato de seguro,
principalmente son dinerarias, ya que, por una parte, el asegurado o tomador se
compromete al pago de una prima, (prima pura), que se calcula en función de la
gravedad y la frecuencia del riesgo, al que se le suma una serie de previsiones
técnicas, de tal suerte que su cobro resulte rentable al asegurador y, por la otra, este
último se ve obligado a resarcir un daño o a pagar una suma de dinero al realizarse la
eventualidad prevista en el contrato contenido en la póliza. Debido al volumen de los
importes involucrados, al número de personas afectadas y a largo tiempo al que se
extienden las obligaciones, el seguro es un negocio que necesita de la confianza
pública y ello ha motivado al Estado a garantizar su efectividad, regulándola por
normas imperativas (Art. 876 Código de Comercio), que determinan que sólo las
empresas autorizadas y controladas por el propio Estado pueden reglamentar sus
inversiones a efecto de garantizar que en el futuro se cumplirá con el pago de lo
asegurado. Del examen de las consideraciones hechas por el legislador al emitir la ley
antes referida, es decir, el Decreto 854, modificado por el 935, ambos del Congreso de
la República, se extrae que existen otras motivaciones significativas, como son las
siguientes: a) Orientar la economía nacional "en beneficio del pueblo" conforme el
artículo 88 de la Constitución de la República de Guatemala, decretada por la
Asamblea Nacional Constituyente en once de marzo de mil novecientos cuarenta y
cinco, vigente a la fecha de promulgación del decreto 854 del Congreso de la
República y el 118 de la Constitución vigente; b) Procurar que la estabilidad monetaria
no sea afectada por la balanza de pagos evitando que las reservas técnicas y
matemáticas sean depositadas en el extranjero y con ello provoquen una injustificada
fuga de divisas; c) El legislador concibe las reservas técnicas y matemáticas como
"ahorros acumulados por la población", que constituyen fondos guardados por las
compañías de seguros "con el fin de destinarlos exclusivamente al pago de las
obligaciones contraidas con los asegurados o sus beneficiarios"; d) Dar a las
aseguradoras las mayores facilidades para el progresivo desenvolvimiento de sus
actividades, particularmente en lo que se refiere al propósito fundamental de las
inversiones de reservas en el país, sin perjuicio del interés nacional; e) Por último, con un
carácter temporario, en tanto se emite una "legislación general" que regule la materia,
establecer un adecuado sistema de control y fiscalización de las compañías de
seguros. (Los fines contenidos en los items d) y e) anteriores, se extraen del Decreto 935
del Congreso de la República). De consiguiente, esta Corte advierte que las reservas
técnicas y matemáticas son sumas dinerarias anticipadas por los asegurados con el fin
de pagar las reclamaciones futuras por el acaecimiento del riesgo asegurado. De
conformidad con la ley, el total de dichas reservas debe ser invertido por las
Compañías de Seguros que operen en la República, en el tiempo, forma
y condiciones que ésta determina (Artículo 2 de la Ley). La misma ley dispone que el
asegurador debe presentar para su aprobación sus respectivos planes de inversión
ante la Superintendencia de Bancos, los cuales deben contener, para lo que aquí
interesa, un mínimo de cuarenta por ciento del total de las reservas indicadas, en
"bonos o títulos emitidos por el Estado, Bancos Nacionales del Estado, Municipalidades
o entidades autónomas o semiautónomas del Estado". Los bonos o títulos de "cualquier
clase" tienen que devengar un interés suficiente para capitalizar las reservas referidas,
pues, en caso contrario, la inversión "en ningún caso será procedente". Los planes de
inversión que sean aprobados, "por ningún motivo" deben dejar de resguardar los
beneficios y obligaciones garantizados en las respectivas pólizas de seguros. Asimismo,
el artículo 6 de la Ley establece que: "Cuando las Compañías de Seguros tengan
necesidad urgente de liquidar parte del total de los Bonos o Títulos de los
comprendidos en el inciso a) del artículo 4 en que hayan invertido sus Reservas
Técnicas y Matemáticas, para dar inmediato cumplimiento a las obligaciones que
hubieren contraído con sus asegurados o sus beneficiarios, y esto no fuere posible en el
mercado de valores, el Fondo de Regulación de Valores del Banco de Guatemala,
liquidará a la par dichos Bonos o Títulos en la cantidad necesaria. Para efectuar esta
negociación, las Compañías de Seguros deberán requerir autorización previa a la
Superintendencia de Bancos". Sin embargo, el artículo 4 de la Ley, modificado por el
Decreto 935 del Congreso de la República, no está subdividido en incisos; por ello,
acudiendo a las normas interpretativas de las leyes ordinarias (artículo 5 de la Ley del
Organismo Judicial), debemos establecer la historia fidedigna de la institución, por lo
que conviene recordar que el artículo 4. del Decreto 854 del Congreso de la
República, si estaba subdividido en incisos; y, el "a)", precisamente, se refería a la
obligación de las Compañías de Seguros de invertir un porcentaje no menor del
cuarenta ni mayor del cincuenta de las reservas, en Bonos o Títulos emitidos por "El
Estado, Bancos Nacionales del Estado, Entidades Autónomas o semiautónomas y
Municipalidades", es decir, básicamente en los mismos titulos valores mencionados en
el artículo 4 del Decreto 935 del Congreso de la República. Por ello, se puede afirmar
que los artículos 4 y 6 de la Ley, deben ser interpelados ilustrándose con el conjunto de
esa Ley y las demás que regulan la materia. Lo anterior evidencia que la finalidad
principal del Legislador al emitir la ley era procurar la solvencia del asegurador en el
cumplimiento de las obligaciones adquiridas con el tomador o con el beneficiario del
seguro, las cuales, específicamente en el seguro de vida, están sujetas a una larga
duración de tiempo, y, para ello el Estado le otorga, por medio del fondo de
regulación de valores del Banco de Guatemala, la garantía de liquidación de los
bonos en forma inmediata y a la par, garantía que no podría prestar si no interviene en
la escogencia de tales bonos, lo que explica que, para la valuación de las reservas la
ley prevea, "en primer término" el dictamen de la Junta Monetaria. El legislador previó
que cuando el asegurador tenga necesidad de liquidar parte o el total de los bonos o
títulos con el fin de cubrir obligaciones urgentes, contraidas con sus asegurados o sus
beneficiarios, previa autorización de la Superintendencia de Bancos debe acudir al
mercado de valores para la realización de los mismos; y ante la imposibilidad de
hacerlo, le es dable acudir al Fondo de Regulación de Valores del Banco de
Guatemala, quien
tiene la obligación de "liquidar a la par" e inmediatamente en la cantidad necesaria. Si
bien en la ley no se establece que algún porcentaje de dichas reservas deba invertirse
en bonos o títulos "que gocen de garantía de recompra" acordada por la Comisión de
Valores, esta disposición reglamentaria es consecuencia lógica de la obligación que la
Ley impone a dicho Fondo. Tampoco estipula la ley que deba darse prioridad a los
valores que se destinen al financiamiento de obras de mayor importancia para el
desarrollo económico nacional a juicio de la misma Comisión; ni que en caso de
agotamiento de estos valores, la inversión faltante se deba ajustar a una escala
descendente en importancia económica. Pero como que el legislador concibió las
reservas técnicas y matemáticas de las compañías de seguros, como "ahorros
acumulados por la población nacional" y se basó al emitir la ley en la disposición
constitucional vigente a la fecha de su promulgación, en cuanto al régimen
económico y hacendario del Estado, es decir,el deber de éste de orientar la
economía nacional "en beneficio del pueblo", el reglamento contiene preceptos
normativos conformes a la norma constitucional vigente en la fecha en que se emitió,
así como a la disposición que la substituyó, en la de mil novecientos ochenta y cinco,
así como al espíritu de la ley fundante determinando el tipo de bonos en los que las
compañías aseguradoras pueden invertir sus reservas Técnicas y Matemáticas,
orientando éstas a los indicados fines, ya que conforme al artículo 118 de la
Constitución vigente el régimen económico y social de la República de Guatemala se
funda en principios de justicia social, e impone al Estado la obligación de orientar la
economía nacional para lograr la utilización de los recursos naturales y el potencial
humano, con el fin de Incrementar la riqueza y tratar de lograr el pleno empleo y la
equitativa distribución del Ingreso nacional.
-IVCongruente con lo anterior, habiéndose hecho un análisis confortativo integral de la
Ley fundante con las normas reglamentarias impugnadas, en lo pertinente para el
estudio de la inconstitucionalidad denunciada, la Corte estima que el Organismo
Ejecutivo no se excedió en el ejercicio de la potestad reglamentaria que le confirió el
artículo 9 de la Ley, por lo que no contraviene lo dispuesto en el artículo 183 inciso e)
de la Constitución Política de la República, puesto que no se altera, sino se sigue, el
espíritu de la ley, y, por lo mismo, no restringe la Libertad de Industria, Comercio y
Trabajo que el artículo 43 de la misma Constitución garantiza, en el que se establece
una reserva de ley para que esta libertad pueda ser limitada por motivos sociales o de
interés social, porque las limitaciones a la actividad del seguro han sido impuestas por
leyes, entre ellas la fundante de la disposición reglamentaria atacada, siendo las
partes impugnadas del inciso a) del artículo 11 del Reglamento, consecuencia de
ellas; por ende, no procede declarar la inconstitucionalidad solicitada.
LEYES APLICABLES:
Artículos 1, 4, 5, 118, 141, 152, 157, 171 inciso a), 175, 267, 268 y 272 inciso a) de la
Constitución Política de la República; 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 133, 134, 137, 139, 140, 141, 142,
149, 150, 163 inciso c) y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad; 11, 98 inciso f), 104, 105, 106, 107, 108, 112, 113, 114 y 115 de la Ley
Orgánica del Banco de Guatemala; 10 y 11 del Decreto Ley 473; 1 y 3 de la Ley de
Inversiones de Reservas Técnicas o Matemáticas de las Compañías de Seguros.
POR TANTO:
La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes citadas, declara: I.
Sin lugar la Inconstitucionalidad planteada por Aseguradora Guatemalteca de
Transportes, Sociedad Anónima; Compañía de Seguros Generales Granal & Town-son,
Sociedad Anónima, Seguros El Roble, Sociedad Anónima; Aseguradora La Ceiba,
Sociedad Anónima; Seguros Universales, Sociedad Anónima; Comercial Aseguradora
Suizo Americana, Sociedad Anónima; Seguros de Occidente, Sociedad Anónima;
Compañía de Seguros Panamericana, Sociedad Anónima; Aseguradora General,
Sociedad Anónima; Seguros Cruz Azul, Sociedad Anónima; La Alianza, Compañía
Anglo-Centroamericana de Seguros, Sociedad Anónima; La Seguridad de
Centroamérica, Compañía de Seguros, Sociedad Anónima; II Condena en costas a las
interponentes; III. Impone a los abogados patrocinantes, Eduardo Mayora Dawe,
Eduardo René Mayora Alvarado y Héctor Gabriel Mayora Dawe, la multa de mil
quetzales a cada uno, que deberán hacer efectiva dentro de los cinco días siguientes
de la fecha en que quede firme el fallo en caso contrario se procederá a su cobro por
la vía legal que corresponda. Notifíquese.
EDGAR ENRIQUE LARRAONDO SALGUERO, PRESIDENTE. EDMUNDO QUIÑONES
SOLORZANO, MAGISTRADO HECTOR ZACHRISSON DESCAMPS, MAGISTRADO. ADOLFO
GONZALEZ RODAS, MAGISTRADO. ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, MAGISTRADO.
EDGAR ALFREDO BALSELLS TOJO, MAGISTRADO. JOSE ROBERTO SERRANO ALARCON,
MAGISTRADO. RODRIGO HERRERA MOYA, SECRETARIO GENERAL.
EXPEDIENTE No. 267-89
INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD:
novecientos noventa.
Guatemala,
veinte
de
septiembre
de
mil
Se tiene a la vista para resolver, la solicitud de Aclaración de la sentencia dictada por
esta Corte el cinco de septiembre del año en curso, presentada por Rudy Herman
Gándara Merkle, en la calidad con que actúa.
CONSIDERANDO:
El artículo 147 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad,
establece: "Contra las sentencias y autos dictados en materia de inconstitucionalidad
se puede pedir aclaración o ampliación. Para el efecto se estará a lo dispuesto en los
artículos 70 y 71 de esta ley". Por su parte el precitado artículo 70, en su parte
conducente, preceptúa: "Cuando los términos de un auto o de una sentencia, sean
obscuros, ambiguos o contradictorios, podrá pedirse que se aclaren". En el presente
caso, las accionantes de la inconstitucionalidad solicitan que se aclare diversos
pasajes contenidos en la parte considerativa del fallo antes referido; además expresan
que "resulta inexplicable" que se haya impuesto la multa máxima a los abogados
patrocinantes y condenado en costas a las interponentes, siendo el tema legal
analizado en sentencia "sumamente discutido". Esta Corte advierte que en el presente
caso las propias argumentaciones de las promoventes evidencian la claridad del fallo
y en lo referente a la imposición de multa y condena en costas, no son materia de
aclaración. Al no concurrir los supuestos de procedencia de la aclaración, ésta debe
ser declarada sin lugar.
CITA DE LEYES
Artículos 1, 5, 71, 149, 185 y 186 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con fundamento en lo considerado y leyes citadas,
resuelve: Sin lugar la solicitud de aclaración. Notifíquese.
EDGAR ENRIQUE LARRAONDO SALGUERO, PRESIDENTE. EDMUNDO QUIÑONES
SOLORZANO, MAGISTRADO. HECTOR ZACHRISSON DESCAMPS, MAGISTRADO. ADOLFO
GONZALEZ RODAS, MAGISTRADO. ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, MAGISTRADO.
JOSE ROBERTO SERRANO ALARCON, MAGISTRADO. EDGAR ALFREDO BALSELLS TOJO,
MAGISTRADO. RODRIGO HERRERA MOYA, SECRETARIO GENERAL.
ANEXO IV
SENTENCIA DICTADA EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 1996 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 305-95
Expediente No. 305-95
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS LUIS FELIPE
SAENZ JUAREZ, QUIEN LA PRESIDE, ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, RUBEN HOMERO
LOPEZ MIJANGOS, JOSE ARTURO SIERRA GONZALEZ, CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS,
CARMEN MARIA GUTIERREZ DE COLMENARES Y JOSE ROLANDO QUESADA FERNANDEZ.
Guatemala, veintiséis de septiembre de mil novecientos noventa y seis.
Se tiene a la vista para dictar sentencia la inconstitucionalidad total de los Decretos 2
de la Junta de Gobierno y 68 del Presidente de la República, promovida por el
Licenciado Arnoldo Ortíz Moscoso, en su carácter de mandatario de la señora María
Cristina Vilanova Castro viuda de Arbenz. El accionante actuó con su auxilio y el de los
abogados Oscar Augusto Rivas Sánchez y Dora Lizett Nájera Flores.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTO JURIDICO DE LA IMPUGNACION:
El accionante afirma que los Decretos impugnados son inconstitucionales por violar los
derechos de propiedad privada y al debido proceso, el principio de separación de
poderes e independencia de la función jurisdiccional y la prohibición de confiscación
de bienes, garantizados en las Constituciones promulgadas en los años 1945, 1956,
1965 y 1985: y expuso: a) como consecuencia de los acontecimientos políticos
acaecidos en mil novecientos cincuenta y cuatro, el cinco de julio de ese mismo año
la Junta de Gobierno emitió el Decreto número 2 en el cual en su artículo primero
ordenó intervenir los bienes, congelar e inmovilizar los depósitos, acreedurías, valores y
cuentas corrientes de las personas que figuraban en ese entonces en las listas
formuladas por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público; al emitirse este Decreto
estaba vigente la Constitución decretada en 1945, la que en sus artículos 90 y 92
reconocía la existencia de la propiedad privada y establecía que ésta sólo podía ser
expropiada previa indemnización y que por causa de delito político no podía ser
limitada en forma alguna. Al confrontar las disposiciones constitucionales citadas con
lo dispuesto en el Decreto 2 impugnado se está ante una arbitraria limitación y
negación al derecho reconocido en el texto constitucional citado; además en los
artículos 124 y 125 de la Constitución de 1956; 69 de la Constitución de 1965 y 39 y 40
de la actual Constitución se mantuvieron los principios de respeto y protección a la
propiedad privada y a la libre dispocisión de los bienes, por lo que la contradicción
entre el Decreto 2 y la Constitución actual se mantiene, debiendo declararse
inconstitucional; b) posteriormente en el Decreto número 68 del Presidente de la
República, en el artículo primero, se adjudicó al patrimonio del Estado a título
compensatorio y en vía de indemnización, todos los valores, acciones, derechos,
activos y bienes de toda clase, sin excepción alguna, que por cualquier concepto
estuvieran bajo el dominio, posesión, tenencia y usufructo de los exfuncionarios y
empleados del régimen depuesto que figuraban en las listas formuladas conforme lo
dispone el Decreto 2 de la Junta de Gobierno; este decreto hace extensiva la
disposición anterior a los cónyuges, parientes legales, socios, comuneros y partícipes
de las personas que aparecieran en las listas indicadas, lo que significa que todo lo
expuesto en relación con el Decreto 2 de la Junta de Gobierno, le es aplicable al
Decreto número 68, el cual viola en forma más grave el derecho de propiedad ya que
confiscó los bienes y los adscribió al patrimonio del Estado, violando los artículos 92 de
la Constitución de 1945; 126 de la Constitución de 1956; 69 de la Constitución de 1965 y
41 de la Constitución vigente, prohibiendo este último la confiscación de bienes; c) las
normas impugnadas violan los derechos de defensa y al debido proceso, contenidos
en los artículos 52 de la Constitución de 1945; 60 de la promulgada en 1956; 53 de la
promulgada en 1965 y 12 de la Constitución vigente, porque al momento de su
emisión únicamente privó la voluntad de la autoridad que las emitió, sin que se diera a
los afectados la oportunidad de defenderse porque no se les citó, oyó ni venció en
juicio; d) la Junta de Gobierno al emitir el Decreto número 2 se arrogó funciones de
carácter jurisdiccional, invadiendo el ámbito de acción del Organismo Judicial,
violando con ello los principios de separación de poderes e independencia de la
función jurisdiccional, contenidos en los artículos 2 y 165 de la Constitución
promulgada en 1945; 2 y 187 de la promulgada en 1956; 1 y 240 de la Constitución de
1965 y 141 y 203 de la Constitución actual, prohibiendo estos últimos la subordinación
entre los organismos del Estado y regulando que es potestad del Organismo Judicial
impartir justicia; e) las normas impugnadas violan también la Constitución en aquélla
parte que se orienta a impulsar la plena vigencia de los derechos humanos, la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en sus artículos 10 y 17 y la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en sus artículos 8 y 21, por cuanto el
derecho a la propiedad privada y al debido proceso son derechos inherentes a la
persona, garantizados en estos tratados internacionales. En conclusión las normas
impugnadas constituyen una aberración que forma parte de nuestra historia y que por
las formalidades legales que nos rigen aun forman parte del derecho vigente del país,
por lo que es necesaria su declaración de inconstitucionalidad para que dejen de
tener vigencia. Solicita que se declare con lugar la inconstitucionalidad.
II. TRAMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD.
No se decretó la suspensión provisional. Se dio audiencia al solicitante, al Presidente de
la República y al Ministerio Público.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES DE LAS PARTES
A) El Presidente la República indicó: a) la Junta de Gobierno de la República de
Guatemala por medio del Decreto 2 de cinco de julio de mil novecientos cincuenta y
cuatro, intervino, congeló e inmovilizó los bienes del ex-Presidente Jacobo Arbenz
Guzmán; posteriormente el Presidente de la República emitió el Decreto 68 por el cual
ordenó adjudicar e inscribir como patrimonio del Estado, a título compensatorio y en
vía de legítima indemnización por los daños, perjuicios, sustracciones y demás hechos
lesivos a los caudales públicos, presuntamente cometidos por prominentes figuras de la
política de esa época; b) en el artículo 7o. del Decreto 68 impugnado, se reconoció el
derecho de todas las personas afectadas por el mismo a pedir su exclusión de las listas
formuladas por el Ministerio de Hacienda y Crédito Público para recuperar los bienes
que hayan sido adjudicados al patrimonio del Estado. El artículo 8o. determinó que las
personas que consideraran que ese Decreto no les era aplicable, podían presentar al
Presidente de la República recurso de revisión. Finalmente el artículo 9o. fijó un plazo
para que las personas afectadas hicieran uso del recurso de revisión, el cual una vez
vencido, los bienes que no hubiesen sido devueltos o cuya devolución no estuviese
pendiente del recurso de revisión mencionado quedarían definitivamente
incorporadas al patrimonio del Estado y caducada cualquier acción reivindicatoria a
que el interesado creyere tener derecho; c) considera que cualquier acción que se
intente relacionada con los bienes afectados, ha caducado puesto que los
interesados no ejercieron las acciones legales pertinentes en el término que la misma
ley les otorgaba. B) El Ministerio Público indicó: a) la base principal del Decreto 2
impugnado la constituye el artículo 1o. ya que los siguientes establecen los
mecanismos de aplicación del Decreto; la Constitución garantiza la propiedad
privada y regula la forma en que podrá ser expropiada previa indemnización. En el
presente caso la expropiación que se hizo con base al Decreto 2 no fue por alguno de
los supuestos contemplados en la ley, si no por enriquecimiento indebido, que si bien
es cierto constituye actividad ilícita no puede a las luces de las normas constitucionales
vigentes permanecer regulado en esa forma, dentro del Decreto que se impugna, en
consecuencia, sí se da la inconstitucionalidad que se reclama, ya que el Decreto 2
entra en contradicción con normas constitucionales vigentes; b) el Decreto 68 del
Presidente de la República viola el artículo 41 de la Constitución que regula la
prohibición de la Confiscación de bienes, porque éste adjudicó al Estado los valores,
bienes, derechos y acciones que por cualquier concepto estuvieren en posesión,
dominio, tenencia y usufructo de los exfuncionarios y empleados de los regímenes
gubernativos presididos por Arévalos y Arbenz, así como de los cónyuges, parientes
legales, socios, comuneros y partícipes de aquéllos, y a los particulares a quienes se
comprobare connivencia con ellos para encubrirlos; además colisiona con el artículo
41 constitucional que protege el uso, goce y disfrute de los bienes, valores, derechos
activos y acciones a las personas a las que se refiere el Decreto 68; de esa cuenta es
necesarios que la ley impugnada desaparezca del ordenamiento jurídico, ya que no
encuadran sus disposiciones en los parámetros que establece la Constitución vigente;
dándose lo que se denomina inconstitucionalidad sobrevenida. Solicita se declare con
lugar la inconstitucionalidad.
IV. ALEGATOS EL DIA DE LA VISTA
A) El accionante solicitó que se declare con lugar la inconstitucionalidad. B) El
Ministerio Público reiteró lo expuesto en la audiencia que se le confirió y solicitó que se
declare con lugar la inconstitucionalidad.
CONSIDERANDO
-ILa Corte de Constitucionalidad tiene como función esencial la defensa del orden
constitucional y, congruente con ello, la de conocer en única instancia las
impugnaciones hechas contra leyes, reglamentos y disposiciones de carácter general
objetados, total o parcialmente, de inconstitucionalidad, a fin de mantener el principio
de supremacía de la Constitución que sujeta a su conformidad todo el resto de la
normativa legal, siendo facultad de esta Corte declarar afectadas de nulidad aquéllas
que carezcan de concordancia con la misma.
Esa afectación alcanza también a las leyes, reglamentos y disposiciones de carácter
general preconstitucionales vigentes que no guarden concordancia o conformidad
con los principios adoptados en la vigente ley fundamental del Estado, en cuyo caso
por ministerio legis son susceptibles de llegar a ser declaradas sin validez, por sobrevenir
ilegitimación en su confrontación con dicha ley.
Por la naturaleza de la justicia constitucional, el tribunal solamente puede entrar a
conocer y hacer declaración respecto de normas y disposiciones expresamente
impugnadas por la parte accionante y debidamente razonadas en su exposición.
-IIEl solicitante formula petición para que se declare la inconstitucionalidad total del
Decreto número 2 de la Junta de Gobierno de la República de Guatemala, emitido el
cinco de julio de mil novecientos cincuenta y cuatro, y del Decreto número 68 dictado
por el Presidente de la República el seis de agosto del mismo año, aduciendo su
contravención no sólo con la Constitución de 1985, vigente, sino con los textos
constitucionales decretados en los años 1945, 1956 y 1965.
Por el artículo 1o. del primero de los Decretos impugnados se intervinieron los bienes y
se congelaron e inmovilizaron los depósitos, acreedurías, valores y cuentas corrientes
de las personas que figuraron en las listas formuladas por el Ministerio de Hacienda y
Crédito Público; se alega que ese decreto contravino el derecho de propiedad que
reconocía la Constitución de 1945 (artículo 44) vigente al emitirse esa ley y mantenido
en los subsiguientes Estatuto Político (artículo 15), Constitución de 1956 (artículo 124),
Constitución de 1965 (artículo 69) y en la Constitución vigente, agregándose que con
su emisión la Junta de Gobierno se arrogó funciones de carácter jurisdiccional, como
lo fue la de juzgar, que competía con exclusividad a los tribunales de la República.
Por el artículo primero del segundo de los decretos citados se adjudicaron al
patrimonio del Estado, a título compensatorio y en vía de indemnización, todos los
valores, acciones, derechos, activos y bienes de toda clase, sin excepción alguna, que
por cualquier concepto estuvieran bajo el dominio, posesión, tenencia y usufructo de
los exfuncionarios y empleados que figuraran en las listas formuladas conforme lo
dispuesto en el citado Decreto número 2 de la Junta de Gobierno. Se expresa que esta
norma contrarió la prohibición de incautar bienes establecida en la Constitución de
1945 (artículo 92) vigente al dictarse la misma y la mantenida en las subsiguientes
constituciones de 1956 (artículo 126) y 1965 (artículo 69), porque al dictarla el
Presidente de la República se arrogó funciones jurisdiccionales asignadas sólo a la
Corte Suprema de Justicia y demás tribunales.
Como se ve la objeción alcanza los artículos primeros de dos leyes estrechamente
vinculadas y dependientes entre sí por su común orientación y efectos, cuyos
destinatarios han sido y pueden seguir siendo personas que aparezcan mencionadas
en listas que aun pueda formular el despacho del Organismo Ejecutivo que asumió las
funciones del que se denominó Ministerio de Hacienda y Crédito Público, lo que les
dota de carácter general y, por ello, susceptibles de ser examinadas mediante la
acción que se resuelve. Sin embargo, dicho examen no puede hacerse respecto a la
denuncia de violación a los preceptos contenidos en los textos constitucionales
decretados en los años de 1945, 1956 y 1965, puesto que el control de
constitucionalidad que esta Corte hace se basa en el principio de supremacía de la
Constitución actual, sustentado en los artículos 44, párrafo tercero, y 175, párrafo
primero, de la misma, por lo que el examen de las leyes atacadas es permisible sólo
con relación a la Constitución vigente.
III
Respecto al artículo primero del Decreto número 2 de la Junta de Gobierno, se le
atribuye transgredir el derecho de propiedad que garantiza la Constitución. El artículo
39 de la ley matriz, en efecto, garantiza la propiedad privada como derecho inherente
a la persona humana, a fin de que, con sujeción a la ley, pueda disponer libremente
de ella.
La propiedad privada se reconoce como un derecho inherente a la persona, por
concurrir al desarrollo de la persona y, por ende, de su familia, a quienes el Estado
dispensa protección primaria; ello sin perjuicio, claro está, de que por ley, pueda ser
limitada su disposición cuando sea contraria a los fines sociales o necesaria a la
realización del bien común o interés social, que se erige en prevalente como
especialmente lo señala el artículo 44 constitucional. Al hacer el estudio del artículo 1o.
del Decreto 2 que se impugna resulta evidente que la congelación e inmovilización de
los bienes derivado, como lo dice el primero de los considerandos que le sirven de
apoyo, de la presunción de haberse obtenido contraviniendo "leyes de probidad y
normas de honradez cívica", se regula sin normar esa ley un previo juicio que así lo
declare, atribuyendo tal conducta a personas que habrían de ser incluidas en listas
que serían formuladas a posteriori, lo cual constituye una limitación a la garantía del
derecho de propiedad que establece la norma constitucional invocada, razón
suficiente para tenérsela por nula de pleno derecho y, por ende, excluida del
ordenamiento legal vigente.
IV
Con relación al ataque que se hace al artículo 1o. del Decreto número 68, en cuanto
adjudica al patrimonio del Estado los bienes que, por efectos del Decreto número 2 ya
examinado en el apartado anterior, fueron congelados o inmovilizados o aquéllos por
congelar e inmovilizar, aduciéndose como fundamento el hecho de haber sido los
afectados exfuncionarios o empleados de dos regímenes gubernativos determinados,
esta Corte realiza el estudio de la inconstitucionalidad aducida, partiendo de la
prohibición de confiscar bienes que establece el artículo 41 de la Constitución. Esta
garantía, en cuanto traduce la prohibición de apoderamiento ilegítimo de los bienes
de otro, sin mediar juicio previo, tiene también aneja existencia en el desarrollo del
derecho constitucional de la República.
La propiedad privada, como quedó dicho, es un derecho que sólo puede limitarse e
incluso expropiarse en atención al interés social que priva sobre el particular, siempre y
cuando esa conducta implique tanto el previo y debido proceso como la obligada
indemnización, que resultan imperativas por virtud de lo dispuesto en los artículos 12 y
40 de la Constitución.
El artículo 1o. del Decreto número 68 impugnado se orienta a hacer viable un ilícito
apoderamiento de propiedad reservada a personas cuyos bienes fueron objeto de
congelación, por haber sido exfuncionarios o empleados dentro del aparato
gubernativo que ejercía el poder público en tiempo inmediatamente anterior a la
fecha de emisión de la ley, presumiéndose en las razones dadas para dictar el
decreto, su obtención mediante "enriquecimiento indebido, por medios repudiables o
delictuosos", lo cual se regula sin juicio previo que así lo declare, es decir, que legaliza
una ilícita apropiación de bienes. Una conducta tal es equivalente a la confiscación
de bienes que el artículo 41 de la Ley Fundamental proscribe, resultando por ello
violatorio de la garantía expresada en dicha norma, circunstancia que obliga a
acceder a la petición de declararla eliminada del ordenamiento legal.
V
En conclusión, los artículos primeros de las leyes cuestionadas -Decreto número 2
emitido por la Junta de Gobierno de la República de Guatemala el cinco de julio de
mil novecientos cincuenta y cuatro y Decreto número 68 dictado por el Presidente de
la República el seis de agosto del mismo año- están afectadas de ilegitimación
constitucional sobrevenida, lo que así debe declararse, a efecto de que cese su
vigencia desde el día siguiente de la publicación de esta sentencia en el Diario Oficial.
VI
La parte interponente no hizo razonamientos jurídicos específicos respecto de
inconstitucionalidad del resto de las disposiciones de los Decretos atacados,
basándose en una proposición de su lógica particular de que estas normas resultaban
con ese vicio por derivar ello de la inconstitucionalidad de los artículos primeros de
cada decreto. La suposición de la parte accionante no la exime de la obligación
impuesta por el artículo 135 del Decreto 1-86 de la Asamblea Nacional Constituyente,
por lo que esta Corte se ve limitada, en razón del principio dispositivo que rige la
materia, a resolver sobre lo expresamente impugnado en "forma razonada y clara",
aun cuando, si el sustentante estima que el resto de disposiciones solamente
constituyen reglas o mecanismos operativos de las intervenciones y expropiaciones
halladas inconstitucionales, serán entonces inaplicables por carecer de base, pero no
puede emitirse oficiosamente por esta Corte declaración derogatoria porque, no le es
dable suplir las omisiones incurridas por el accionante que activa esta jurisdicción,
cuya competencia se encuentra limitada por el rigor de la ley.
LEYES APLICABLES:
Artículos citados y 268 y 272 inciso b) de la Constitución; 1o., 3o., 114, 115, 133, 134
inciso d), 140, 141, 142, 143, 144, 145, 146, 149, 163 inciso a) y 183 de la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 31 y 32 del Acuerdo 4-89 de la Corte de
Constitucionalidad.
POR TANTO:
La Corte de Constitucionalidad con base en lo considerado y leyes citadas, resuelve: I)
Con lugar la inconstitucionalidad del artículo 1o. del Decreto número 2 emitido por la
Junta de Gobierno de la República de Guatemala el cinco de julio de mil novecientos
cincuenta y cuatro, el cual queda sin vigencia y deja de surtir efectos desde el día
siguiente al de la fecha de publicación de este fallo en el Diario Oficial; II) Con lugar la
inconstitucionalidad del artículo 1o. del Decreto número 68 emitido por el Presidente
de la República el seis de agosto de mil novecientos cincuenta y cuatro, el cual queda
sin vigencia y deja de surtir efectos desde el día siguiente al de la fecha de
publicación de este fallo en el Diario Oficial; III) NOTIFIQUESE y públiquese en el diario
oficial dentro del término legal.
LUIS FELIPE SAENZ JUAREZ
PRESIDENTE
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE RUBEN HOMERO LOPEZ MIJANGOS
MAGISTRADO MAGISTRADO
JOSE ARTURO SIERRA GONZALEZ CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS
MAGISTRADO MAGISTRADA
CARMEN MARIA GUTIERREZ DE COLMENARES JOSE ROLANDOQUESADAFERNANDEZ
MAGISTRADA MAGISTRADO
MANUEL ARTURO GARCIA GOMEZ
SECRETARIO GENERAL
»Número de expediente: 305-95
»Solicitante: Arnoldo Ortíz Moscoso
»Norma impugnada: Decreto 2 de la Junta de Gobierno; Decreto 68 del Presidente de
la República
»Clase de Documento: Inconstitucionalidades Generales
»Tipo de Documento: 1996
»número de expediente: 305-95
»solicitante: Arnoldo Ortíz Moscoso
»norma impugnada: Decreto 2 de la Junta de Gobierno; Decreto 68 del
ANEXO V
SENTENCIA DICTADA EL 28 DE NOVIEMBRE DE 1990 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 276-90
EXPEDIENTE No. 276-90
INCONSTITUCIONALIDAD DE LEY EN CASO CONCRETO
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Guatemala, veintiocho de noviembre de mil novecientos
noventa.
En apelación y con sus antecedentes, se examina el auto del dieciséis de agosto del año en
curso, dictado por la Corte Suprema de Justicia, en carácter de Tribunal Constitucional, al
resolver el incidente de inconstitucionalidad parcial de ley en caso concreto, planteado por
Oswaldo Salazar Vaides, Juan Antonio Gómez Monterroso, Sergio René Díaz Izquierdo y
Rogelio Salazar De León. Los incidentantes comparecieron con el patrocinio del primero de
los mencionados.
ANTECEDENTES:
I- LA INCONSTITUCIONALIDAD
A) Caso concreto en que se plantea: Amparo cincuenta y uno guión noventa (51-90),
promovido por los impugnantes contra la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones.
B) Ley que se impugna de inconstitucional: Artículo 11 de las Disposiciones Reglamentarias
y Complementarias 1-89, Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad;
C) Normas constitucionales que se estiman violadas: Artículos 12, 14 y 265 de la
Constitución Política de la República.
D) Hechos que motivan el incidente: De los expuestos se resume: a) que dentro del amparo
que contra la mencionada Sala interpusieran, señalaron como actos reclamados cuatro
autos del trece de octubre de mil novecientos ochenta y ocho, por los que se revocan las
órdenes de libertad decretadas a su favor en sendas resoluciones dictadas por el Juzgado
Segundo de Primera Instancia del Ramo Penal de Instrucción de este departamento, dentro
del proceso penal seis mil treinta y cuatro diagonal ochenta y ocho que en su contra se
instruye; y b) que en dicho amparo, por resolución del trece de julio del presente año, la
Corte Suprema de Justicia dispuso "por un lapsus" que los expedientes del proceso penal
referido fueran remitidos al tribunal de origen "dejándolos certificados en autos",
fundamentándose en el artículo por ellos denunciado como inconstitucional.
E) Fundamento Jurídico invocado por los Incidentantes: De lo manifestado se extrae: a) que
la disposición del artículo 11 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad se inspira a
su parecer, en lo que para el caso de certificar actuaciones de los procesos establece la Ley
del Organismo Judicial; b) que el problema surge en el caso concreto cuando se promueve
amparo contra una resolución específica, cuya ejecución pueda causar un daño irreparable
antes que el proceso sea resuelto en definitiva; c) que habiendo ellos impugnado mediante
amparo "violaciones derivadas" de los autos señalados como actos reclamados, si se remite
el citado proceso penal a la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones, y como consecuencia
se ejecutan las revocatorias de las órdenes de libertad, "se nos causaría daño irreparable y
se estaría violando y burlando el espíritu del amparo", porque, agregan, en el supuesto que
el amparo fuera declarado procedente, tal declaración no tendría objeto al haber perdido
ellos su libertad y, por ende, haberse consumado la violación a sus derechos; y d) que con
la remisión del proceso penal a la indicada Sala, se coloca en peligro, a su parecer, la
credibilidad y eficacia del amparo, violándose los artículos 12 y 265 de la Constitución
Política de la República. Concretamente, pretenden que se declare la inaplicabilidad al caso
concreto del artículo 11 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad, (Disposiciones
Reglamentarias y Complementarias 1-89), y, consecuentemente, la inconstitucionalidad "de
la parte conducente identificada" de la resolución del trece de julio del año en curso, dictada
por la Corte Suprema de Justicia dentro del amparo al inicio identificado.
F) Resolución de Primer Grado: Al resolver, la Corte Suprema de Justicia, en carácter de
Tribunal Constitucional, estimó que "...hay que tomar en cuenta que de conformidad con el
artículo 266 de la Constitución, el planteamiento que hacen los interponentes es
improcedente, ya que la inconstitucionalidad se debe referir, cuando se interpone en caso
concreto, a una ley con el fin de que se declare su inaplicabilidad, ya parcial o totalmente,
situación que no se da en autos, y sin que los nombrados hayan cumplido en forma precisa,
con señalar las normas constitucionales que supuestamente se han violado. Por todo lo
anterior, procede declarar sin lugar el incidente referido, condenar en costas a los
interponentes e imponer la multa al abogado que lo patrocinó."; y en la parte resolutiva
declaró: "1) Sin lugar el incidente de inconstitucionalidad de que se ha hecho mérito. 2)
Condena a los interponentes del incidente al pago de las costas respectivas e impone al
abogado Oswaldo Salazar Vaides, quien lo patrocina, la multa de un mil quetzales que
deberá hacer efectiva donde corresponde, dentro de los cinco días siguientes de la fecha en
que quede firme esta resolución.
II- DE LA APELACION
Contra el auto antes relacionado apelaron los incidentantes, argumentando que,
contrariamente a lo afirmado por el Tribunal Constitucional, sí solicitaron se declarara la
inaplicabilidad de la norma tachada de inconstitucional y señalaron como normas violadas
los artículos 12 y 265 constitucionales, lo cual, afirman, evidencia "el desapego que con la
realidad tiene la resolución recurrida". En ocasión de la vista en esta instancia no se
presentaron alegatos.
CONSIDERANDO:
-ILa resolución apelada declara sin lugar el incidente de inconstitucionalidad promovido, con
base en que el artículo 266 de la Constitución Política se refiere a la impugnación de una
ley, situación que no se da en autos, y en que no fueron señaladas las normas
constitucionales que supuestamente se han violado.
En efecto, en el citado artículo se preceptúa que las partes podrán plantear la
inconstitucionalidad de una ley, lo que podría implicar que excluye lo relativo a
"reglamentos o disposiciones de carácter general", como de manera más completa lo
expresa el artículo 267 de la Constitución al establecer el control de carácter directo,
general o abstracto de constitucionalidad. En este aspecto, la referencia a la "ley" que
contiene el artículo 266 citado deberá entenderse en cuanto a sus características de
generalidad y obligatoriedad que corresponden a las normas, porque resultaría contrario a
los fines que la misma Constitución propugna, el que instrumentos normativos de inferior
rango que las leyes ordinarias emitidas directamente por el Congreso de la República,
resultaran privilegiadas de inatacabilidad en casos concretos por su eventual contravención
a la Constitución. En consecuencia, la dicción "ley" utilizada en el precitado artículo 266,
para que guarde congruencia con el principio de constitucionalidad que proclama la
supremacía y autotutela de la Carta Magna, es la "regla, norma, precepto de la autoridad
pública, que manda, prohibe o permite algo." y, ampliamente, "todo reglamento,
ordenanza, estatuto, decreto" o disposición de carácter general. Entendida así la expresión
"ley", resulta viable la impugnación de la norma sub judice por la vía de la
inconstitucionalidad en caso concreto.
-IILos incidentantes señalaron que la norma impugnada, el artículo 11 del Acuerdo 4-89 de la
Corte de Constitucionalidad, contraviene los artículos 265 y 12 de la Constitución Política. El
citado artículo 265 es el que instituye el amparo y el 12 se refiere al derecho de defensa y a
un debido proceso. Estos preceptos no se encuentran vulnerados por el artículo 11 del
Acuerdo relacionado, porque el amparo por su solo planteamiento no produce un efecto
suspensivo de la resolución reclamada, puesto que para ello está específicamente regulada
esa posibilidad en los casos de suspensión provisional, que se encuentra en los artículos 24,
27, 28 al 32 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad.
-IIIPor lo considerado, procede confirmar la parte resolutiva del auto apelado, con la sola
modificación de precisar el lugar en que debe cancelarse la multa impuesta al Abogado
auxiliante y lo relativo a su incumplimiento.
LEYES APLICABLES:
Las citadas y los artículos 268 y 272 inciso d) de la Constitución Política de la República; 1,
2, 5, 7, 57, 116, 120, 123, 124, 126, 127, 130, 131, 143, 144, 148, 149, 163 inciso d) y
186 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 157 y 159 de la Ley
del Organismo Judicial; 24 y 27 de las Disposiciones Reglamentarias y Complementarias 189 (Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad) .
POR TANTO:
La Corte de Constitucionalidad, con fundamento en lo considerado y en las leyes citadas,
resuelve CONFIRMAR la parte resolutiva del auto venido en grado, con la modificación en su
punto dos de precisar que la multa con que se sanciona al Abogado auxiliante deberá ser
cancelada en la Tesorería de esta Corte, pues en caso contrario se hará efectiva por la vía
legal que corresponda. Notifíquese y, con certificación de lo resuelto, devuélvase los
antecedentes al Tribunal de origen.
EDGAR ENRIQUE LARRAONDO SALGUERO, PRESIDENTE. EDMUNDO QUIÑONES
SOLORZANO, MAGISTRADO. HECTOR ZACHRISSON DESCAMPS, MAGISTRADO. ADOLFO
GONZALEZ RODAS, MAGISTRADO. ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, MAGISTRADO.
FERNANDO BARILLAS MONZON, MAGISTRADO. JOSE ROBERTO SERRANO ALARCON,
MAGISTRADO. RODRIGO HERRERA MOYA, SECRETARIO GENERAL.
ANEXO VI
SENTENCIA DICTADA EL 18 DE MARZO DE 2009 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 536-2007
INCONSTITUCIONALIDAD TOTAL Y PARCIAL
EXPEDIENTE 536-2007
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS GLADYS
CHACÓN CORADO, QUIEN LA PRESIDE, JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ,
ROBERTO MOLINA BARRETO, ALEJANDRO MALDONANDO AGUIRRE y MARIO PÉREZ
GUERRA: Guatemala, dieciocho de marzo de dos mil nueve.
Se dicta sentencia en la acción de inconstitucionalidad general total y parcial promovida
por Ceferino Carrillo Reyes, Santos Hernández Salazar, Carlos Gerardo Pozuelos Morales,
Reinelia Maritza España León, Emiliano Rodríguez Choquín, Ottoniel Guevara Ávila, María
Magdalena Bran de Pozuelos, Magdaleno Chavarría Barrera, Raúl Mauricio Medina Amaya y
Juventino Chavarría Chavarría, quienes unifican personería en los dos primeros, contra el
“Reglamento para el Arrendamiento, Manejo y Uso de las Áreas de Comercialización con que
cuenta la Central de Mayoreo, CENMA”, emitido por el Concejo Municipal de Guatemala, el
veintidós de agosto de dos mil. Los solicitantes actuaron bajo el patrocino de los abogados
Julio de Jesús Locón Velásquez, Gustavo Adolfo Gudiel Valenzuela y Milton René Sandoval
Recinos.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN
Lo expuesto por los accionantes se resume: a) el “Reglamento para el Arrendamiento,
Manejo y Uso de las Áreas de Comercialización con que cuenta la Central de Mayoreo, CENMA”,
emitido el veintidós de agosto de dos mil por el Concejo Municipal de Guatemala, violenta los
artículos 1o, 2o, 5o, 12, 23, 39, 43, 44, 101, 118, 119, 175, 239, 243, 255 y 257 de la
Constitución Política de la República de Guatemala; 30, 40, incisos j), s), v) e y); 85, 86, 97 y
107 del Código Municipal, Decreto 58-88 del Congreso de la República, ya derogado; 7, 17, 35,
36, 42, 62, 67, 72, 101, 134 y 154 del Código Municipal vigente, Decreto 12-2002 del Congreso
de la República. El cuerpo reglamentario en mención adolece de vicios de forma y fondo que
evidencian la inconstitucionalidad que se argumenta; b) en cuanto a los motivos de forma, cabe
indicar que mediante la aprobación del Reglamento objetado se inobservó la normativa
constitucional para su emisión, violando los artículos 44, 140, 175 y 204 de la Constitución
Política de la República. Si bien el artículo 253 constitucional otorga a las municipalidades la
facultad de emitir los reglamentos y ordenanzas respectivos, debe tenerse presente que el
citado artículo 140 establece claramente que se garantiza a los habitantes el goce de los
derechos, situación que se veda con la emisión del reglamento que se impugna. El vicio de
forma que se denuncia deviene total, pues si se observa el cuerpo reglamentario impugnado, es
evidente que sus enunciados sirven únicamente para cometer arbitrariedades mediante
mandatos autoritarios que discriminan a quienes pretenden arrendar y arrendan un puesto para
la comercialización de productos de primera necesidad, impidiendo que se ocupen más de dos
puestos, lo que resulta violatorio a la libertad de comercio, entre otras situaciones. Dicho
reglamento fue elaborado en contraposición a los artículos 1o, 2o, 5o, 12, 23, 39, 43, 44, 101,
118, 138, 140, 175, 176, 177, 180, 239, 240, 243, 255 y 257 de la Constitución; 26, 30, 40,
incisos d), j) s) e y); 49, 50, 51, 62, 97 y 99 del Código Municipal derogado; 7, 17, inciso m);
35, incisos e) y m); 36, numeral 8); 42, 62, 67, 72, 78, 101 y 134 del Código Municipal vigente,
pues mediante su aprobación se violó el procedimiento establecido en la norma ordinaria y, por
ende, en la norma suprema, ya que no se discutió, sino que únicamente fue copiado de uno o
varios análogos, como el del Mercado Central; asimismo, en dicho reglamento no existe artículo
alguno que indique que fue discutido y aprobado por el cincuenta más uno de los miembros del
Concejo Municipal. El Reglamento, en sus artículos 1o, 2o, 3o, 4o, 5o, 6o, 7o, 8o, 9o, 10o, 11o,
12o, 13o, 14o, 15o, 16o, 17o, 18o, 19o, 20o, 21o, 22o, 23o y 24o infringe preceptos de la
Constitución; además, no cumple con el requisito de vigencia, ya que, según se dispone,
comenzaría a regir un día después de su publicación, cuando el plazo debe ser de ocho días,
por ser norma general; c) en lo que respecta a los motivos de fondo, es preciso señalar que se
denota el vicio de inconstitucionalidad total que se denuncia, al existir conculcación a normas de
la Constitución, del Código Municipal derogado y del Código Municipal vigente, conforme los
argumentos siguientes: i) el artículo 1o del Reglamento impugnado resulta inconstitucional,
pues la Municipalidad de Guatemala debe la protección de los derechos de los vecinos,
debiendo impedir las prácticas que conduzcan a la concentración de bienes en detrimento de la
colectividad, lo que no cumple con la normativa impugnada, pues concentra el bien para uso y
disfrute exclusivo de la autoridad municipal. El mencionado artículo 1o transgrede el Código
Municipal vigente, que determina la protección de los derechos de los vecinos y la prohibición
de prácticas excesivas en detrimento de la colectividad. La norma contraviene los artículos 2o,
12, 44 y 175 de la Constitución, ya que viola y restringe los derechos de los ciudadanos
guatemaltecos, cuya protección es deber del Estado; ii) el artículo 2o del cuerpo reglamentario
objetado colisiona con preceptos constitucionales, como se determina con la norma ordinaria
que sirvió para su creación, es decir, el artículo 40, inciso n), del Código Municipal derogado;
asimismo, transgrede el Código Municipal vigente en sus artículos 17, incisos a), f) y l); 35,
inciso e), y 78. El referido artículo 2o restringe y tergiversa los preceptos constitucionales,
olvidando que existe justicia, desarrollo integral y obligaciones del Estado, violentando los
artículos 44 y 175 constitucionales, pues dicho precepto reglamentario indica que se arrendará
a aquellas personas que llenen los requisitos señalados en el propio Reglamento, cuando en
éste no se establece requisito alguno; iii) el artículo 3o del cuerpo normativo impugnado, al
indicar: “La adjudicación de las áreas de comercialización corresponde al Director de Servicios
Públicos a propuesta de la Administración de CENMA, atendiendo a los siguientes criterios: 1.
Se le dará prioridad a los solicitantes guatemaltecos. 2. Que existan áreas disponibles para ser
arrendadas de acuerdo al producto que se pretenda comercializar.”, resulta contradictorio al
Código Municipal derogado y al Código Municipal vigente, lo que causa colisión con las
disposiciones de la Constitución, pues restringe los derechos mediante un procedimiento
inexistente y carente de legalidad, al hacer al Director de Servicios Públicos juez y parte en el
mismo asunto, pues recae en él también el cargo de administrador de la Central de Mayoreo.
Lo anterior violenta los artículos 1o, 2o y 12 constitucionales, pues la normativa pretende
contener un procedimiento que en forma alguna puede ser preestablecido o autorizado
legalmente, dada la evidente contradicción que regula; iv) el artículo 4o del Reglamento
contiene error sustancial en su creación, en contraposición al Código Municipal derogado y al
Código Municipal vigente. En la norma reglamentaria se indica que el interesado en obtener un
área para la comercialización de sus productos deberá llenar un formulario y los requisitos que
se soliciten, los que no se ponen de manifiesto en el Reglamento ni se hacen públicos, violando
de esta forma el principio de publicidad, el derecho al trabajo y la seguridad, lo que atenta
contra los artículos 2o, 40, 101 y 175 constitucionales; v) el artículo 5o del Reglamento que se
impugna establece: “La Dirección de Servicios Públicos, podrá adjudicar en arrendamiento hasta
dos áreas de comercialización a personas individuales o jurídicas, velando porque la distribución
sea equitativa, de acuerdo a las áreas disponibles.” Después de seis años de haberse
adjudicado locales comerciales de la Central de Mayoreo por parte de la antigua administración
municipal, se sorprende a los locatarios con la existencia del referido cuerpo reglamentario, del
que no sabían de su existencia y que otorga a las autoridades municipales la supuesta ventaja
de hacer cobros excesivos, intentos de desalojo de los locales, cortes de agua, luz, vigilancia y
suspensión del servicio de sustracción de basura, presionándoles para ponerlos en situación de
zozobra, lo cual viola, restringe y tergiversa la ley suprema, así como la norma ordinaria que
sirvió de base para su creación, la que se encuentra derogada, haciendo nulo el Reglamento de
mérito en su totalidad. El Reglamento viola la libertad de comercio y de trabajo, pues regula el
otorgamiento de hasta dos áreas de comercialización, lo que deviene restrictivo y en perjuicio
de los comerciantes que trabajan y comercializan en la Central de Mayoreo, que como su
nombre lo indica es para una venta al por mayor de productos de primera necesidad, al punto
que la cantidad considerable de mercadería hace necesario una mayor extensión de metros
cuadrados de plaza para su preservación. Al concretarse el traslado de la Terminal de la zona
cuatro a la Central de Mayoreo, las autoridades municipales otorgaron a algunos arrendatarios
más de dos puestos para la comercialización de productos, celebrando un contrato verbal que
les daba la seguridad de que no se les perjudicaría ni se les restringiría en sus derechos
constitucionales, lo que ahora se transgrede mediante un cuerpo normativo que coarta la
certeza jurídica que la ley debe otorgar. El referido artículo, por ende, viola los artículos 5o, 43,
44, 119 y 175 constitucionales; vi) el artículo 6o del Reglamento dispone que los contratos de
arrendamiento suscritos entre la Municipalidad y los arrendatarios tendrán un plazo de tres
años, regulación que es contraria a preceptos constitucionales, ya que existen contratos de
arrendamiento vigentes que se suscribieron verbalmente con la antigua administración de la
Municipalidad por tiempo indefinido, causando que el artículo citado resulte violatorio a la ley
suprema. Lo anterior denota una violación a la persona y a los fines que la Constitución
establece, en vista de contradecir el Código Municipal derogado y el Código Municipal vigente,
así como los artículos 39, 44, 119, 175 y 260 constitucionales; vii) el artículo 7o del
Reglamento de mérito establece: “Los arrendatarios gozarán del derecho preferencial de
renovación de contratos, siempre y cuando durante la vigencia del anterior contrato, hubieren
cumplido satisfactoriamente y con puntualidad todos sus pagos y obligaciones”. La norma
otorga una autorización disfrazada para despojar a los arrendatarios de sus derechos
comerciales, pues existen contratos indefinidos, deviniendo inconstitucional la aplicación que de
dicha normativa pretende hacer la Municipalidad de Guatemala, lo que restringe y tergiversa los
derechos de la persona, en clara violación a los artículos 39, 44, 119, 175 y 270
constitucionales. La norma reglamentaria es eminentemente autoritaria y restrictiva, ya que se
pierde la libertad de comercio y la libre competencia, permitiendo a las autoridades que en
cualquier momento despojen de sus locales a comerciantes y vendedores de la Central de
Mayoreo, sin otorgar garantía o derecho alguno por el tiempo que se tiene de poseer un local
comercial; viii) el artículo 8o del cuerpo normativo objetado señala: “Además de la renta
mensual por área arrendada, el arrendatario está obligado a pagar la cuota de mantenimiento
de gastos comunes que fije por área arrendada la Administración de CENMA, previa aprobación
de la Dirección de Servicios Públicos, y dependiendo de los gastos comunes que éstas originen
como: agua, luz y vigilancia.” Dicha norma apareja un doble cobro tributario, como arbitrios y
tasas e inclusive intereses, los cuales no podrían ser cobrados por el Estado en contra de los
particulares, violándose por parte de la Municipalidad de Guatemala su obligación de
proporcionar al vecindario la sustracción de basura, agua, luz y vigilancia que claramente le
establece la Constitución Política de la República, el Código Municipal derogado y el Código
Municipal vigente. La norma reglamentaria viola los artículos 44, 239, 243 y 255 de la
Constitución, al disponer que será el arrendatario el obligado a pagar la cuota de arrendamiento
de gastos comunes que se fije por parte de la administración, siendo éstos agua, luz y
vigilancia, los que revisten asuntos que el Estado paga por medio de una partida específica
otorgada a todas las municipalidades del país, además de haberse establecido dicho cobro sin
una base legal para ello; ix) el artículo 9o del Reglamento en mención adolece de
inconstitucionalidad, creado con inobservancia y por medio de una ley que se encuentra
derogada. Se evidencia el vicio denunciado ya que la citada norma trae aparejado consigo un
doble pago, al igual que el citado artículo 8o, situación que el orden constitucional prohíbe,
siendo obligación de la Municipalidad de Guatemala otorgar luz, agua, extracción de basura y
vigilancia dentro de su circunscripción municipal sin cobro alguno. La norma viola el Código
Municipal derogado y el vigente, así como los artículos 44, 239, 243 y 245 de la
Constitución; x) el artículo 10o del cuerpo normativo objetado establece: “El arrendatario está
obligado a pagar intereses sobre el saldo deudor que tenga por concepto de rentas y gastos
comunes de mantenimiento, de conformidad con la tasa de intereses anual que determine la
Junta Monetaria, para efecto tributarios.” Dicho artículo resulta inconstitucional, pues va en
detrimento del Código Municipal derogado y del vigente, así como de los artículos 44, 118, 119,
239 y 243 constitucionales, resultando contrario a estas disposiciones el cobro de intereses, al
ser prohibida una acción usuraria como ésta; además, corresponde únicamente al Congreso de
la República la facultad de decretar impuestos, arbitrios y tasas, y el arbitrio creado no fue
autorizado por dicha autoridad. El artículo de mérito viola el principio de capacidad de pago,
pues los arrendatarios de la Central de Mayoreo son personas que luchan por una mejor vida y
carecen de una economía sustancial como para un pago injusto de intereses que ocasiona una
múltiple tributación; xi) el artículo 11o del Reglamento establece: “El arrendatario que tuviera
dos cuotas por rentas o gastos comunes de mantenimiento en mora, previo apercibimiento de
la Dirección de Servicios Públicos, se le rescindirá el contrato respectivo y se ordenará la
desocupación inmediata del área arrendada por el Juez de Asuntos Municipales.” Dicha norma
es inconstitucional, pues dictamina un procedimiento autoritario e inquisitivo que viola la
legítima defensa y el régimen económico del municipio, a la vez que desvía la obligación del
Estado con los ciudadanos, transgrediendo el debido proceso por medio de procedimientos
prohibitivos que no tienen lineamiento alguno. Es el Código Civil y el Código Procesal Civil y
Mercantil el marco legal que establece los mecanismos por los cuales se puede rescindir un
contrato y desalojar a un inquilino. La regulación deviene contraria al Código Municipal
derogado y al vigente, así como a los artículos 12, 118 y 119 de la Constitución; xii) el artículo
12o del cuerpo normativo impugnado contiene un mandato injusto e inquisitivo, en menoscabo
de la equidad y justicia, pues regula que la administración de la Central de Mayoreo podrá
ordenar la remodelación de áreas arrendadas, estando obligados los arrendatarios a trasladarse
a las nuevas áreas asignadas. La norma deviene inconstitucionalidad pues los arrendatarios
han invertido en cada uno de sus locales, los que día a día se hacen inherentes a cada
propietario como un derecho de propiedad privada; asimismo, al imponer la obligación de
desocupar los locales sin procedimiento o consulta previa, se violan los derechos de defensa y a
la propiedad privada, olvidando la Municipalidad sus obligaciones como administrador y
representante del Estado. En tal virtud, el referido artículo resulta contrario a los artículos 12,
39 y 119 constitucionales; xiii) el artículo 13o del Reglamento que se impugna, al disponer: “El
área arrendada por personas individuales o jurídicas no podrá subarrendarse, cederse o
heredarse. En el caso del fallecimiento de un arrendatario individual, tiene opción prioritaria
para arrendar el área ocupada, un hijo o el cónyuge o el conviviente del causante, siempre y
cuando se llenen los requisitos establecidos por la Administración de CENMA.”, conlleva una
eminente violación al derecho de suceder contemplado en la ley ordinaria civil y procesal civil,
pues si los arrendatarios tienden a constituirse como propietarios de conformidad con el
impulso constitucional que el Estado ha determinado para la subsistencia del ser humano, es
evidente la violación al derecho de goce y disfrute de la cosa, lo que viola garantías
constitucionales. En tal sentido, la norma objetada viola el Código Municipal derogado y el
vigente, así como los artículos 39, 44 y 119 de la Constitución; xiv) el artículo 14o del
Reglamento en cuestión establece: “El arrendatario que subarrendare su área o parte de ella a
un tercero, le será rescindido su contrato y se ordenará la desocupación inmediata del área
ocupada.”. Dicho artículo colisiona con preceptos constitucionales, ya que los arrendatarios de
la Central de Mayoreo, al momento de efectuar la negociación para el traslado, celebraron
contratos indefinidos con las prerrogativas de subarrendamiento, y de conformidad con el
Código Civil y el Código Procesal Civil y Mercantil, para rescindir un contrato se tiene que llevar
un procedimiento judicial en el que se declare tal extremo; asimismo, para la desocupación de
los diferentes inmuebles arrendados se tiene que proporcionar un procedimiento por la vía civil
y otorgar el respectivo derecho de defensa a las partes. Ante ello, existe eminente violación e
inobservancia de los artículos 12, 39 y 119 constitucionales, pues el artículo impugnado está
desprovisto de procedimientos que den seguridad jurídica, violentando el derecho a la
propiedad privada y el derecho de defensa; xv) el artículo 15o del cuerpo reglamentario que se
objeta señala: “La Administración de CENMA fijará los horarios para los arrendatarios como
para el público usuario, tomando en consideración las distintas necesidades, con el objeto de
prestar un mejor servicio.” Dicho artículo vulnera la ley suprema, al querer la administración de
la Central de Mayoreo fijar los horarios para los arrendatarios y para el público usuario,
situación que constituye una práctica excesiva de concentración de los bienes del Estado, en
detrimento de la colectividad, ya que los centros de acopio fueron creados en todos los países
con funcionamiento las veinticuatro horas del día. La norma, en tal virtud, contraviene los
artículos 29 y 119 de la Constitución; xvi) el artículo 17o del cuerpo normativo impugnado
obliga a los arrendatarios a acatar ciertas disposiciones que resultan autoritarias y que, en
realidad, constituyen obligaciones a cargo del Estado, pretendiendo hacer cobros dobles de una
forma disfrazada. En tal sentido, se viola el artículo 2o de la Constitución; xvii) el artículo 18o
del Reglamento en mención adolece de inconstitucionalidad, pues la Municipalidad de
Guatemala, por medio de la Dirección de Servicios Públicos, pretende prohibir cuestiones que
quedan fuera del contexto legal y que se encuentran dentro de un derecho consuetudinario por
parte de todos los arrendatarios de la Central de Mayoreo, en violación al artículo 5o del texto
constitucional, pues en apartado alguno de la ley ordinaria y superior existe prohibición de no
hacer lo que el Reglamento impugnado está prohibiendo;xviii) el artículo 19o del cuerpo
normativo que se ataca dispone: “Los arrendatarios que contravengan las disposiciones
contenidas en el presente reglamento, serán amonestados la primera vez por la Administración
de CENMA, en caso de reincidencia o de comisión de faltas graves la administración de CENMA
podrá pedir la rescisión del contrato de arrendamiento y ordenar la desocupación del área
arrendada, sin perjuicio de la sanción que pueda imponer el Juzgado de Asuntos Municipales.”
Dicha norma adolece de vicios graves, pues establece que los arrendatarios, en caso de faltas,
serán amonestados, pero no regula qué sanciones serán aplicables, lo que contraviene el
debido proceso y la presunción de inocencia. De igual forma, no se indica cuándo existe
reincidencia ni cuándo hay existencia de falta grave; asimismo, el artículo contiene los
conceptos de rescisión, orden de desocupación e, incluso, sanción por el Juzgado de Asuntos
Municipales, no estableciéndose en el mismo un procedimiento claro y seguro que otorgue
certeza jurídica a los arrendatarios. De tal forma se consideran violentados los artículos 1o, 2o,
12 y 14 de la Constitución; xix) el artículo 20o del Reglamento que se objeta establece: “Se
fijan las siguientes tasas en la Central de Mayoreo: A. Por metro cuadrado arrendado, una tasa
diaria de Q0.50, la cual será pagada en forma mensual de conformidad con el contrato de
arrendamiento suscrito. B. Tasa por estacionamiento. (…)”. De esa cuenta, en la norma se
establecen cobros de tasas que carecen de legalidad, pues no se utilizó el procedimiento
respectivo para la autorización de arbitrios, impuestos y contribuciones, ya que el único
facultado para imponer tasas es el Congreso de la República de Guatemala. En tal virtud, se
violan los artículos 239, 243, 255 y 257 de la Constitución, contraviniendo los principios de
legalidad y capacidad de pago, los recursos económicos del municipio y el presupuesto para las
obras del municipio, al imponer tasas que no están apegadas a la ley; y xx) de lo expuesto con
anterioridad, a lo que debe agregarse que los artículos 21o y 22o del Reglamento contienen
violaciones al texto constitucional, se establece clara y notoriamente la existencia del vicio que
se denuncia. Solicitaron que se declare con lugar la acción promovida, que se expulse del
ordenamiento jurídico el Reglamento cuya inconstitucionalidad se denuncia y que se ordene a la
Municipalidad de Guatemala la emisión de un nuevo cuerpo reglamentario que se ajuste a
derecho (sic); para el efecto, transcribieron el texto que podría utilizarse para modificar el
cuerpo normativo objetado.
II. TRÁMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD
No se decretó la suspensión provisional del Reglamento impugnado. Se
confirió audiencia por el plazo de quince días a la Municipalidad de Guatemala y al Ministerio
Público. Oportunamente se señaló día y hora para la vista.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES
A) La Municipalidad de Guatemala, por medio de su mandatario especial
judicial con representación, Daniel Matta Consuegra, manifestó: a) la autonomía
municipal constitucionalmente reconocida confiere a los Concejos Municipales la facultad de
emitir ordenanzas y reglamentos, siempre que se trate de asuntos de competencia del
Municipio, siendo los mercados un servicio público inherente a éste. En tal contexto, el Concejo
Municipal de Guatemala emitió el “Reglamento para el Arrendamiento, Manejo y Uso de las
Áreas de Comercialización con que cuenta la Central de Mayoreo, CENMA”, como instrumento
elaborado para proporcionar las condiciones mínimas que deben regir las relaciones entre los
arrendatarios de las áreas comerciales de dicho mercado y la Municipalidad de
Guatemala;b) del contenido del planteamiento de la acción de inconstitucionalidad se evidencia
que los impugnantes se encuentran extraviados en la interpretación jurídica que exponen, pues
requieren que el Tribunal Constitucional, al resolver la expulsión del ordenamiento jurídico del
cuerpo reglamentario en cuestión, ordene a la Municipalidad de Guatemala la emisión de un
nuevo Reglamento e, incluso, pretenden que se tome en consideración un proyecto de
reglamento elaborado por ellos, sin advertir que el único efecto del planteamiento sería la
pérdida de vigencia de la norma atacada, sin que ello conlleve una conminación al ente
gubernativo creador de ésta para que emita nuevas disposiciones; c) los accionantes invocan
una serie de compromisos verbales que, según indican, se habían respetado hasta la fecha,
siendo evidente que tales compromisos no conllevan relación alguna con la existencia de una
disposición de carácter general que resulte contraria a la Constitución, pasando por alto que al
plantear una acción de tal naturaleza no existen hechos controvertidos que entrar a valorizar de
forma subjetiva (cuestiones de hecho), pues sólo pueden someterse a examen cuestiones de
derecho, las que simplemente consisten en la determinación de una confrontación entre la
norma inferior y la Constitución; d) lo expuesto en el escrito de interposición más pareciera el
planteamiento de una queja, pues contiene una cantidad exagerada de denuncias de supuestos
actos que aducen ser perjudiciales para los solicitantes, lo cual no ha de dirimirse mediante la
interposición de una acción de inconstitucionalidad; y e) los interponentes asumen como
argumento primordial de su impugnación, la confrontación entre artículos del Reglamento
atacado con el Decreto 58-88 del Congreso de la República, a sabiendas que dicho decreto se
encuentra derogado, cuando el examen de inconstitucionalidad sólo es posible en relación a
disposiciones generales vigentes confrontadas con la Constitución. Del planteamiento se
advierte que en ninguno de sus pasajes se confrontan real y directamente los artículos tildados
de inconstitucionales con la Constitución, pues los accionantes se limitaron a confrontar
artículos reglamentarios con disposiciones jurídicas derogadas y a citar normas constitucionales,
sin exponer cuáles son los puntos de derecho en los que descansan sus aseveraciones;
asimismo, omitieron hacer el análisis categórico de las confrontaciones existentes entre las
disposiciones reglamentarias y las normas constitucionales que estiman vulneradas, lo que
impide emitir un pronunciamiento de fondo, en concordancia con los artículos 135 de la Ley de
Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad y 29 del Acuerdo 4-89 de la Corte de
Constitucionalidad, y la jurisprudencia existente al respecto. Solicitó que se declare sin lugar la
acción planteada. B) El Ministerio Públicoindicó que para la procedencia de la acción de
inconstitucionalidad de carácter general es menester que la norma ordinaria que se impugna
presente una confrontación directa con la Constitución, deviniendo indispensable que el
accionante realice un análisis técnico-jurídico de la norma atacada con la norma
constitucional, del que sea factible establecer el vicio que se denuncia. Señaló que la
confrontación debe ser entre el precepto ordinario y la Constitución, no así con otra de la
misma jerarquía. Refirió que en el caso concreto, los accionantes aducen la violación del
Decreto 58-88, ya derogado, y del Decreto 12-2002, ambos del Congreso de la República, lo
que conlleva a establecer la ineficaz motivación que requiere este tipo de acciones y que
imposibilita al Tribunal Constitucional establecer si efectivamente la norma que se objeta
confronta precepto de rango constitucional o no; por su parte, cuando se alega
contravención al texto constitucional se omite realizar la debida motivación mediante la cual
cabría establecerse el vicio de inconstitucionalidad, lo que hace improcedente el
planteamiento. Solicitó que se declare sin lugar la acción promovida.
IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA
A) Los accionantes ratificarón lo expuesto en su escrito de interposicion, agregando
que el Ministerio Público y la Municipalidad de Guatemala manifestaron una serie de
argumentos, pero en ningún apartado de su exposición negaron que el Reglamento impugnado
sea inconstitucional. Alegaron que cumplieron con los requisitos exigidos para esta clase de
planteamientos, habiendo efectuado el debido análisis que evidencia el vicio denunciado.
Solicitaron que se declare con lugar la acción de inconstitucionalidad interpuesta. B) El
Ministerio Público y la Municipalidad de Guatemala ratificaron los argumentos expuestos
al evacuar la audiencia que les fuera conferida, solicitando que se declare sin lugar el
planteamiento.
CONSIDERANDO
-IEs función esencial de esta Corte, la defensa del orden constitucional, siendo el órgano
competente para conocer de las acciones promovidas contra leyes, reglamentos o disposiciones
de carácter general objetadas total o parcialmente de inconstitucionalidad.
En su labor, el Tribunal, con el único objeto de hacer prevalecer la supremacía de la
Constitución como norma fundamental del ordenamiento guatemalteco, procede al estudio
analítico requerido, sobre la base de los argumentos expuestos por el accionante y por los
órganos y entidades a quienes se confiere audiencia por ley o por disponerse así en el trámite
del proceso, a fin de determinar si la norma impugnada contraviene o no las disposiciones de
aquélla.
La magnitud que la declaratoria de inconstitucionalidad conlleva, al revestir un medio de
control de la función ejercida por los órganos con competencia normativa, que es una de las
más importantes manifestaciones de las potestades del Estado, requiere que en su
planteamiento el accionante exprese, con claridad y precisión, los motivos jurídicos que
evidencien la disconformidad de la norma impugnada con las disposiciones de la Constitución
Política de la República, siendo un requisito cuya omisión impide un pronunciamiento de fondo.
No obstante, la desestimación de la pretensión no corrobora, por sí misma, la validez de la
normativa que se denuncia inconstitucional, pudiendo provocarse, mediante un nuevo
planteamiento que cumpla con los requisitos exigidos, el ulterior conocimiento del asunto.
- II Ceferino Carrillo Reyes, Santos Hernández Salazar, Carlos Gerardo Pozuelos Morales,
Reinelia Maritza España León, Emiliano Rodríguez Choquín, Ottoniel Guevara Ávila, María
Magdalena Bran de Pozuelos, Magdaleno Chavarría Barrera, Raúl Mauricio Medina Amaya y
Juventino Chavarría Chavarría, quienes unificaron personería en los dos primeros, promovieron
acción de inconstitucionalidad general total contra el “Reglamento para el Arrendamiento,
Manejo y Uso de las Áreas de Comercialización con que cuenta la Central de Mayoreo, CENMA”,
emitido por el Concejo Municipal de Guatemala, el veintidós de agosto de dos mil.
Refieren los solicitantes que el cuerpo reglamentario que atacan contiene vicios de forma
y de fondo que determinan su inconstitucionalidad.
En cuanto a los motivos de forma, afirman que el Reglamento de mérito viola los
artículos 1o, 2o, 5o, 12, 23, 39, 43, 44, 101, 118, 138, 140, 175, 176, 177, 180, 239, 240, 243,
255 y 257 de la Constitución Política de la República de Guatemala; 26, 30, 40, incisos d), j), s)
e y); 49, 50, 51, 62, 97 y 99 del Código Municipal, Decreto 58-88 del Congreso de la República,
ya derogado; 7, 17, inciso m); 35, incisos e) y m); 36, numeral 8); 42, 62, 67, 72, 78, 101 y
134 del Código Municipal vigente, Decreto 12-2002 del Congreso de la República. Argumentan
que si bien el artículo 253 constitucional otorga a las municipalidades la facultad de emitir los
reglamentos y ordenanzas respectivos, debe tenerse presente que el citado artículo 140
garantiza a los habitantes el goce de los derechos, lo que se incumple con la emisión del
Reglamento impugnado. Indican que el vicio de forma que se denuncia deviene total, pues
mediante la aprobación del mencionado cuerpo reglamentario se violó el procedimiento
establecido en la norma ordinaria y, por ende, en la norma suprema, ya que no se discutió, sino
que únicamente fue copiado de uno o varios análogos, como el del Mercado Central; asimismo,
aducen que en dicho Reglamento no existe artículo alguno que indique que fue discutido y
aprobado por el cincuenta más uno de los miembros del Concejo Municipal, y que la normativa
no cumple con el requisito de vigencia, ya que, según se dispone, comenzaría a regir un día
después de su publicación, cuando el plazo debe ser de ocho días, por ser norma general.
Como cuestión previa, es menester señalar que los interponentes alegan que el cuerpo
reglamentario objetado adolece de vicios que determinan su discrepancia, en forma total, con
disposiciones de la Constitución, situación que amerita indagar sobre los supuestos procedentes
para una declaratoria en tal sentido. De esa cuenta, cabe precisar que la inconstitucionalidad
total de determinado cuerpo normativo deviene de la divergencia entre la totalidad de sus
normas, o de aquella específica que contemple la esencia de su regulación –sin cuya existencia
se hace inoperante–, y los preceptos recogidos en la Constitución Política de la República; así
como de la inobservancia de las disposiciones constitucionales relativas a la emisión del cuerpo
normativo impugnado, es decir, por haberse aprobado sin atender a los procedimientos
regulados en la norma suprema del ordenamiento jurídico, o bien, por referirse a materias que
la Constitución reserva para una clase distinta de normas. En estos últimos casos, siempre que
el vicio que se denuncie recaiga en el conjunto normativo como tal, y no en ciertos preceptos
concretos de éste. El criterio anterior fue recogido en sentencia de esta Corte de veintisiete de
septiembre de dos mil siete, dictada dentro del expediente mil doscientos uno - dos mil seis
(1201-2006).
Conforme lo anterior, los únicos argumentos que permitirían deducir el vicio denunciado
en forma total son aquéllos que atañen a la inobservancia de la normativa establecida para la
emisión del cuerpo reglamentario que se ataca, en tanto la denuncia respectiva encuentre
sustento en una tesis que permita apreciar, a partir del procedimiento empleado para su
aprobación, la contravención a preceptos de la Constitución Política de la República.
En ese orden de ideas, vale acotar que la denuncia relativa a que el Reglamento
impugnado no se discutió, sino que fue copiado de uno o varios análogos, no sólo no se funda
en norma jurídica alguna que se considere inobservada y que, a la vez, permita al tribunal
determinar la contravención a principios y mandatos de orden constitucional, sino que de lo
expuesto en el planteamiento pareciera basarse en aseveraciones propias de quienes accionan,
pues no ahondan en los motivos de la impugnación, debiendo prevalecer, ante esa clase de
denuncias, la regla según la cual la declaratoria de inconstitucionalidad se supedita, siempre, a
la cierta y evidente transgresión a la norma suprema del ordenamiento, debiendo desestimarse
aquel planteamiento que no revele de forma indubitable tal contravención (regla in dubio pro
legislatoris).
En cuanto a que no existe artículo alguno que mencione que el Reglamento fue discutido
y aprobado por el cincuenta más uno del total de miembros del Concejo Municipal, cabe
precisar que la simple ausencia de un artículo concreto de tal carácter no refiere la
inconstitucionalidad que se acusa. En todo caso, el vicio invocado, para provocar el examen de
rigor, ha de basarse en la efectiva violación al procedimiento establecido legalmente para la
aprobación del cuerpo reglamentario, pero con sustento en aquella norma constitucional que,
directa o indirectamente, determine su observancia como requisito de validez, cuestiones que al
haber sido omitidas por los impugnantes determinan la improcedencia del análisis pretendido.
En lo que corresponde a la denuncia relativa a que el Reglamento no cumple con el
requisito de vigencia, pues ordena que debe regir un día después de su publicación, cuando tal
plazo debe ser de ocho días por ser norma general, es preciso indicar que conforme al artículo
42 del Código Municipal, los acuerdos, ordenanzas y resoluciones del Concejo Municipal que
sean de observancia general comenzarán a regir ocho días después de su publicación en el
Diario Oficial, a menos que la norma de que se trate amplíe o restrinja dicho
plazo, regulación que guarda congruencia con el mandato establecido en el artículo 180 de la
Constitución y con la norma del artículo 6 de la Ley del Organismo Judicial. En tal caso, es
evidente que el artículo 24 del Reglamento impugnado no contiene el vicio denunciado, pues
dispone su entrada en vigencia un día después de su publicación en el Diario Oficial, es
decir, restringiendo el plazo que en forma supletoria establecen los preceptos antes citados.
Por su parte, tomando en cuenta lo expuesto por los solicitantes, es menester señalar
que la invocación de violación a una ley ordinaria, como el caso del Código Municipal, haría
factible el análisis de compatibilidad con la Constitución tan sólo a partir de la denuncia de
contravención a la disposición fundamental que contenga el mandato de observancia de aquélla
por un cuerpo normativo de inferior jerarquía como el que se objeta, debiendo concretarse en
el planteamiento el precepto o preceptos de este último que adolezcan del vicio. En el caso
concreto, se impide a esta Corte un pronunciamiento al respecto, por cuanto los interesados no
expusieron una tesis concreta, en concordancia con lo expuesto, ni determinaron qué norma
específica del Reglamento conlleva contradicción al Código Municipal que rige, Decreto 12-2002
del Congreso de la República.
En lo concerniente al Decreto 58-88, derogado por el artículo 177 del Decreto antes
citado, al constituir una norma no vigente en el ordenamiento nacional, la denuncia de su
violación, en lo que atañe al control abstracto de constitucionalidad, resulta improcedente de
ser alegada, precisamente, por ser un texto que no surte ya efectos jurídicos. De esa cuenta,
no obstante que el Reglamento que se ataca fue emitido durante la vigencia del Código
Municipal derogado, sus disposiciones, como requisito de validez, han de acoplarse al cuerpo
legal que ahora rige, por ser el conjunto normativo cuya regulación determina, en la actualidad,
el ámbito de competencia del órgano emisor y las disposiciones generales de la materia
específica que aquél pretende desarrollar.
En lo tocante al resto de argumentos expuestos por los solicitantes, es concluyente que
el vicio que se imputa al Reglamento de mérito determinaría, de ser el caso, la procedencia de
la declaratoria de inconstitucionalidad de manera parcial, por cuanto no se invocó alguno de los
supuestos enunciados con anterioridad para la declaratoria total, derivándose que el
planteamiento se contrae a la impugnación de determinados artículos del cuerpo reglamentario,
con lo cual, serían únicamente éstos los objetados y no la totalidad de su regulación.
En efecto, la base del planteamiento se sustenta en la supuesta contravención a
preceptos de la Constitución –artículos 1o, 2o, 5o, 12, 23, 39, 43, 44, 101, 118, 138, 140, 204,
239, 240, 243, 255 y 257– que contienen mandatos cuya violación, de ser el caso, daría lugar a
la inconstitucionalidad tan solo de aquellos artículos del Reglamento que, en lo individual, es
decir, cada uno y por separado, se aprecien contrarios a dichos mandatos.
Así las cosas, se advierte que los interesados omitieron realizar una exposición de las
razones que permitirían evidenciar la contravención a la Constitución de cada uno de los
artículos del Reglamento impugnado (en lo individual), limitándose a enumerar, sin mayores
argumentaciones, la totalidad del articulado, situación que genera la imposibilidad de efectuar
el análisis de fondo pretendido, pues a partir de los argumentos expuestos no es dable
establecer qué disposiciones reglamentarias específicas adolecen de los vicios que se
denuncian.
- III Corresponde ahora dar respuesta a la impugnación de determinados artículos del
Reglamento en cuestión, contenida en los que en el escrito de interposición se denominan
como motivos de fondo.
De esa cuenta, respecto del artículo 1o del cuerpo reglamentario impugnado, aducen los
accionantes su inconstitucionalidad, pues la Municipalidad de Guatemala debe la protección de
los derechos de los vecinos, debiendo impedir las prácticas que conduzcan a la concentración
de bienes en detrimento de la colectividad, lo que no cumple con la normativa impugnada, pues
concentra el bien para uso y disfrute exclusivo de la autoridad municipal. Dicho artículo, según
argumentan, transgrede el Código Municipal vigente, que determina la protección de los
derechos de los vecinos y la prohibición de prácticas excesivas en detrimento de la
colectividad. La norma, manifiestan, contraviene los artículos 2o, 12, 44 y 175 de la
Constitución, ya que viola y restringe los derechos de los ciudadanos guatemaltecos, cuya
protección es deber del Estado.
Ante la argumentación citada se hace obligatorio denotar que, como lo ha señalado esta
Corte en anteriores oportunidades, en las acciones de inconstitucionalidad resulta
imprescindible, para provocar el examen requerido, la exposición del respectivo estudio jurídico,
traducido en los motivos que de manera clara, precisa y razonada demuestren el sustento de la
impugnación, sobre la base de la comparación entre la disposición constitucional que se
denuncia violada y la norma que se objeta. La omisión de tal requisito resulta insubsanable por
el tribunal, pues al hacerlo abandonaría su necesaria imparcialidad, argumentando lo que
corresponde al accionante. El criterio anterior encuentra respaldo, entre otras, en la sentencia
dictada el cuatro de noviembre de mil novecientos noventa y nueve, emitida al resolver el
expediente identificado con el número cuatrocientos seis - noventa y nueve (406-99); así como
en los fallos de veintinueve de mayo de dos mil dos y catorce de marzo de dos mil seis,
proferidos dentro de los expedientes quinientos diez - dos mil uno (510-2001) y tres mil
ochenta y ocho - dos mil cinco (3088-2005), respectivamente.
Sobre la base de lo anterior, ante la falta de un razonamiento preciso y congruente del
que pueda advertirse la discrepancia de las normas reglamentarias con las disposiciones de la
Constitución que se estiman violadas, deviene improcedente el examen de compatibilidad
pretendido en lo que atañe a la impugnación del artículo 1o citado.
Igual suerte corre la objeción a los artículos 2o, 6o, 15o, 21o y 22o del referido cuerpo
reglamentario, apreciando esta Corte que, derivado del defecto en que se incurre en el
planteamiento, se encuentra impedida de emitir un pronunciamiento de fondo sobre las
denuncias de inconstitucionalidad, deviniendo pertinente, a fin de apreciar la omisión de la
debida argumentación, transcribir los motivos aducidos por los solicitantes en su planteamiento.
En lo que concierne al artículo 2o señalaron que colisiona con preceptos constitucionales
y del Código Municipal vigente, olvidando que existe justicia, desarrollo integral y obligaciones
del Estado, lo que viola los artículos 44 y 175 de la Constitución, pues dicho precepto
reglamentario indica que se arrendará a aquellas personas que llenen los requisitos señalados
en el propio Reglamento, cuando en éste no se establece requisito alguno.
En cuanto al artículo 6o indicaron que, al disponer que los contratos de arrendamiento
suscritos entre la Municipalidad y los arrendatarios tendrán un plazo de tres años, su regulación
resulta contraria a preceptos constitucionales, ya que existen contratos de arrendamiento
vigentes que se suscribieron verbalmente con la antigua administración de la Municipalidad por
tiempo indefinido. Lo anterior, a su juicio, denota una violación a la persona y a los fines que la
Constitución establece, en vista de contradecir el Código Municipal derogado y el Código
Municipal vigente, así como los artículos 39, 44, 119, 175 y 260 constitucionales.
Por su parte, en cuanto al artículo 15o expusieron que, al regular: “La Administración de
CENMA fijará los horarios para los arrendatarios como para el público usuario, tomando en
consideración las distintas necesidades, con el objeto de prestar un mejor servicio.”, la norma
reglamentaria vulnera la ley suprema, pues hace recaer en la administración de la Central de
Mayoreo la función de fijar los horarios para los arrendatarios y para el público usuario,
situación que constituye una práctica excesiva de concentración de los bienes del Estado, en
detrimento de la colectividad, ya que los centros de acopio fueron creados en todos los países
con funcionamiento las veinticuatro horas del día. La norma, en tal virtud, contraviene los
artículos 29 y 119 de la Constitución.
Por último, en lo que atañe a los artículos 21o y 22o reglamentarios, los impugnantes se
limitaron a mencionar que contienen violaciones al texto constitucional, sin especificar el motivo
de su impugnación ni las normas fundamentales infringidas.
De esa cuenta, resulta evidente la falta de confrontación suficiente que amerite un
pronunciamiento de fondo por parte del tribunal, haciendo inviable el análisis de compatibilidad
entre las normas reglamentarias citadas y las disposiciones de la Constitución que se denuncian
contravenidas.
No obstante, es preciso indicar que el planteamiento defectuoso no inhibe la posibilidad
de promover nuevamente la impugnación ante este tribunal, a efecto de que, cumpliendo con
los requisitos exigidos, se emita un pronunciamiento de fondo sobre la pretensión ejercida.
- IV Respecto del artículo 3o del Reglamento impugnado, refieren los accionantes que, al
regular: “La adjudicación de las áreas de comercialización corresponde al Director de Servicios
Públicos a propuesta de la Administración de CENMA, atendiendo a los siguientes criterios: 1.
Se le dará prioridad a los solicitantes guatemaltecos. 2. Que existan áreas disponibles para ser
arrendadas de acuerdo al producto que se pretenda comercializar.”, resulta contradictorio al
Código Municipal derogado y al Código Municipal vigente, lo que causa colisión con las
disposiciones de la Constitución, pues restringe los derechos mediante un procedimiento
inexistente y carente de legalidad, al hacer al Director de Servicios Públicos juez y parte en el
mismo asunto, pues recae en él también el cargo de administrador de la Central de Mayoreo.
Lo anterior, según indican, violenta los artículos 1o, 2o y 12 constitucionales, pues la normativa
pretende contener un procedimiento que en forma alguna puede ser preestablecido o
autorizado legalmente, dada la evidente contradicción que regula.
De lo expuesto, aunado a que la argumentación invocada no evidencia en forma clara y
precisa el vicio que se aduce, vale acotar que el planteamiento de inconstitucionalidad debe
fundarse, exclusivamente, en motivos de orden meramente jurídico, los que han de denotar la
contravención a los preceptos fundamentales que se denuncien violados a partir del contenido
mismo de la norma objetada, es decir, del ámbito de su regulación, sin acudir a
interpretaciones particulares o a circunstancias de orden fáctico que no encuentren respaldo en
los supuestos que recoge. Lo anterior, dado que el examen que deberá efectuar el tribunal
para resolver el planteamiento debe revestir un análisis de estricto derecho, como lo exige el
artículo 143 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad.
En tal sentido, el argumento que aducen los impugnantes, en cuanto a que en la
persona que ejerce el cargo de Director de Servicios Públicos recae la función de administración
de CENMA, aunado a que no demuestra el vicio imputado, no deviene de la regulación
contenida en la norma que se ataca, refiriendo elementos de orden fáctico cuya comprobación
se hace inviable en esta vía y que, por ende, no resultan atendibles en una acción como la que
se resuelve, con lo cual, el planteamiento no puede ser estimado.
-VEn lo que atañe al artículo 4o del Reglamento que se objeta, argumentan los interesados
que contiene error sustancial en su creación, en contraposición al Código Municipal derogado y
al Código Municipal vigente, pues se indica que el interesado en obtener un área para la
comercialización de sus productos deberá llenar un formulario y los requisitos que se soliciten,
los que no se ponen de manifiesto en el Reglamento ni se hacen públicos, violando de esta
forma el principio de publicidad, el derecho al trabajo y la seguridad, lo que atenta contra los
artículos 2o, 40, 101 y 175 constitucionales.
Ante ello, cabe señalar que el único motivo que amerita un pronunciamiento por parte
del tribunal es el que atañe a la violación del artículo 2o constitucional, por cuanto las demás
argumentaciones resultan imprecisas, incongruentes y carentes de confrontación como para
permitir el análisis demandado.
El artículo 4o impugnado establece: “El interesado en obtener un área para la
comercialización de sus productos, deberá presentar ante la Administración de CENMA la
solicitud respectiva, debiendo llenar el formulario y los requisitos que para tal efecto se le
soliciten.” A partir de dicha regulación se concluye que los requisitos de mérito serán exigidos
al momento en que el interesado solicite el arrendamiento, oportunidad en la cual la autoridad
administrativa le deberá informar sobre ellos. Si bien en la norma reglamentaria, como
manifiestan los accionantes, no se ponen de manifiesto dichos requisitos, ello no genera falta
de seguridad jurídica, pues la autoridad, como antes se ha mencionado, estará obligada a
ponerlos en conocimiento del interesado oportunamente, a efecto de que éste acceda a su
cumplimiento, deviniendo que, en caso de exigir requisitos infundados o irrazonables, el
agraviado estará en posibilidades de instar la garantía específica que proteja su derecho ante el
acto arbitrario de que se trate. De esa cuenta, el referido artículo 4o no denota la
inconstitucionalidad que se denuncia.
Respecto del artículo 5o del Reglamento que se impugna, señalan los accionantes que,
al establecer: “La Dirección de Servicios Públicos, podrá adjudicar en arrendamiento hasta dos
áreas de comercialización a personas individuales o jurídicas, velando porque la distribución sea
equitativa, de acuerdo a las áreas disponibles.”, se violenta el texto constitucional, pues
después de años de haberse adjudicado locales comerciales por parte de la antigua
administración municipal, se sorprende a los locatarios con la existencia del referido cuerpo
reglamentario, otorgando a las autoridades la supuesta ventaja de hacer cobros excesivos,
intentos de desalojo de los locales, cortes de agua, luz, vigilancia y suspensión del servicio de
sustracción de basura, lo cual tergiversa la ley suprema y la norma ordinaria que sirvió de base
para su creación, la que se encuentra derogada, haciendo nulo el Reglamento de mérito en su
totalidad. La norma, a su juicio, viola la libertad de comercio y de trabajo, pues regula el
otorgamiento de hasta dos áreas de comercialización, lo que resulta restrictivo y en perjuicio de
los comerciantes que trabajan y comercializan en la Central de Mayoreo, que como su nombre
lo indica es para una venta al por mayor de productos de primera necesidad, al punto que la
cantidad considerable de mercadería hace necesaria una mayor extensión de metros cuadrados
de plaza para su preservación. El referido artículo, por ende, viola los artículos 5o, 43, 44, 119
y 175 constitucionales.
Ante las denuncias invocadas, se considera pertinente señalar que, como antes se
indicó, no es dable aducir, como motivo de inconstitucionalidad directa, la contravención a una
ley derogada, pues su falta de vigencia en forma alguna determina la invalidez del cuerpo
reglamentario objetado, ya que, como se indicó, éste debe acoplarse a la nueva regulación
legal sobre la materia, es decir, en el caso concreto, a las normas del Código Municipal vigente.
Asimismo, se reitera que el planteamiento de inconstitucionalidad no cabe ser fundado
en supuestos no contemplados en la norma objetada; de esa cuenta, lo relativo a cobros
excesivos, cortes de servicios e intentos de desalojo, al no devenir del ámbito de regulación de
la norma impugnada, no permiten efectuar el análisis de fondo demandado.
Por su parte, en lo que concierne a la supuesta restricción a los derechos al comercio y
al trabajo ante la limitación de arrendamiento de no más de dos áreas de comercialización,
considera el tribunal que la denuncia no revela la contravención a preceptos fundamentales,
apreciándose que la norma que se impugna emanó de la autoridad municipal en uso de la
facultad que la Constitución le confiere de emitir las ordenanzas y reglamentos respectivos, en
orden a las funciones y servicios que debe cumplir y prestar, conforme al artículo 253
constitucional, derivando en una regulación que no sólo no limita la libertad de comercio de los
actuales arrendatarios, sino que promueve y hace factible que más personas se involucren en la
actividad económico-mercantil, al permitirles el arrendamiento de locales en la Central de
Mayoreo, evitando, al contrario de lo manifestado por los impugnantes, el acaparamiento y
concentración en unos pocos arrendatarios de las áreas con que cuenta dicha Central. En tal
sentido, no se evidencia la inconstitucionalidad que se atribuye.
Argumentan los solicitantes que el artículo 7o del Reglamento de mérito, al establecer:
“Los arrendatarios gozarán del derecho preferencial de renovación de contratos, siempre y
cuando durante la vigencia del anterior contrato, hubieren cumplido satisfactoriamente y con
puntualidad todos sus pagos y obligaciones”, otorga una autorización disfrazada para despojar
a los arrendatarios de sus derechos comerciales, pues existen contratos indefinidos, deviniendo
inconstitucional la aplicación que de dicha normativa pretende hacer la Municipalidad de
Guatemala, lo que restringe y tergiversa los derechos de la persona, en clara violación a los
artículos 39, 44, 119, 175 y 270 constitucionales.
La denuncia de inconstitucionalidad, como se aprecia, se funda en la supuesta aplicación
que de la norma objetada podría realizar la autoridad municipal, argumento que hace
improsperable el planteamiento, pues, como se ha indicado, una acción de tal naturaleza ha de
fundarse en motivos estrictamente jurídicos, resultantes del ámbito de regulación de la
normativa que se impugna, sin atender a elementos de orden fáctico ajenos a los supuestos
contenidos en ésta.
- VI El artículo 8o del cuerpo normativo objetado, según lo accionantes, al señalar: “Además
de la renta mensual por área arrendada, el arrendatario está obligado a pagar la cuota de
mantenimiento de gastos comunes que fije por área arrendada la Administración de CENMA,
previa aprobación de la Dirección de Servicios Públicos, y dependiendo de los gastos comunes
que estos originen como: agua, luz y vigilancia.”, apareja un doble cobro tributario, como
arbitrios, tasas e, inclusive, intereses, los cuales no podrían ser cobrados por el Estado en
contra de los particulares, violándose por parte de la Municipalidad de Guatemala su obligación
de proporcionar al vecindario la sustracción de basura, agua, luz y vigilancia que claramente le
establece la Constitución Política de la República, el Código Municipal derogada y el Código
Municipal vigente. La norma reglamentaria, por ende, viola los artículos 44, 239, 243 y 255 de
la Constitución.
Por su similitud en el planteamiento, vale traer a colación las denuncias de
inconstitucionalidad relativa a los artículos 9o, 10o y 20o del Reglamento objetado.
En cuanto al artículo 9o, indican los impugnantes que se evidencia el vicio denunciado,
ya que la citada norma trae aparejado consigo un doble pago, al igual que el artículo 8o,
situación que el orden constitucional prohíbe, siendo obligación de la Municipalidad de
Guatemala otorgar luz, agua, extracción de basura y vigilancia dentro de su circunscripción
municipal sin cobro alguno. La norma viola el Código Municipal derogado y el vigente, así como
los artículos 44, 239, 243 y 245 de la Constitución. Respecto del artículo 10o, aducen que, al
establecer: “El arrendatario está obligado a pagar intereses sobre el saldo deudor que tenga por
concepto de rentas y gastos comunes de mantenimiento, de conformidad con la tasa de
intereses anual que determine la Junta Monetaria, para efecto tributarios.”, el precepto va en
detrimento del Código Municipal derogado y del vigente, así como de los artículos 44, 118, 119,
239 y 243 constitucionales, pues el cobro de intereses conforma una acción usuraria prohibida
constitucionalmente; además, indican que corresponde únicamente al Congreso de la República
la facultad de decretar impuestos, arbitrios y tasas, y el arbitrio creado no fue autorizado por
dicha autoridad. En lo que ataña al artículo 20o indican que, al regular: “Se fijan las siguientes
tasas en la Central de Mayoreo: A. Por metro cuadrado arrendado, una tasa diaria de Q0.50, la
cual será pagada en forma mensual de conformidad con el contrato de arrendamiento suscrito.
B. Tasa por estacionamiento. (…)”, la norma establece el cobro de tasas que carecen de
legalidad, pues no se utilizó el procedimiento respectivo para la autorización de arbitrios,
impuestos y contribuciones, ya que el único facultado para imponer tasas es el Congreso de la
República de Guatemala; en tal virtud, se violan los artículos 239, 243, 255 y 257 de la
Constitución.
Ante ello, aprecia este tribunal, en primer término, que los accionantes incurren en error
al calificar el pago de la renta por arrendamiento de las áreas de comercialización o de las
tarifas por la utilización de los estacionamientos para vehículos en la Central de Mayoreo, así
como el pago de los servicios de agua, energía eléctrica y vigilancia que preste la autoridad
municipal en dicho lugar, como un mero impuesto o un arbitrio, cuando constituyen verdaderas
tasas. En tal sentido, dichos cobros contienen los elementos inherentes al concepto de tasa, los
que, según se ha considerado en diversas oportunidades, se determinan en la forma
siguiente: a) se trata de unaprestación dineraria, a diferencia de los arbitrios que, al tenor
del artículo 9 del Código Tributario (como norma general que recoge las distintas clases de
tributos y sus elementos), bien podrían no ser de tal naturaleza; b) voluntariamente
pagada, pues aquel locatario o usuario que no desee pagar podrá voluntariamente no arrendar
el local, no estacionar el vehículo o no hacer uso de los servicios prestados, sin que la autoridad
esté facultada para obligarlo a ello, como sí sucede con los arbitrios, los que pueden ser
exigidos coactivamente al contribuyente, según dispone el artículo 14 del Código Tributario;
y c) exigida por la contraprestación de una actividad pública relacionada
directamente con el solicitante, derivándose que el pago aludido se exige ante la utilización
del local, del área de estacionamiento o del servicio de que se trate, con el objeto específico de
sufragar el monto erogado para su administración, mantenimiento y prestación, según sea el
caso.
De esa cuenta, la tasa reviste un concepto no comprendido en la enumeración de
tributos que hace el artículo 239 de la Constitución y, por ende, no resulta aplicable a ésta el
principio de legalidad recogido en dicho precepto, de lo que se deriva la inexigibilidad de que
sea el Organismo Legislativo el que las decrete, quedando tal potestad dentro de la
competencia de la autoridad administrativa que presta el servicio de que se trate, como el caso
de las Municipalidades, según lo regula el artículo 72 del Código Municipal, Decreto 12-2002 del
Congreso de la República, el que alude, para la fijación de las tasas por la prestación de
servicios municipales, al costo de operación, mantenimiento y mejoramiento de calidad y
cobertura de éstos.
Así las cosas, si bien el artículo 253, inciso c), constitucional impone al municipio la
obligación de atender los servicios públicos locales, no es dable afirmar que la prestación de
éstos deba hacerse en forma gratuita para los beneficiarios. Por el contrario, el citado artículo
72 del Código Municipal expresamente determina no sólo la obligación del municipio de regular
y prestar los servicios públicos municipales dentro de su circunscripción municipal, sino la
competencia de éste para determinar y cobrar las tasas respectivas. Tal situación deviene
de que, como es obvio, la prestación del servicio de que se trate (apertura y mantenimiento de
mercados, abastecimiento de agua y energía eléctrica o vigilancia en un área comercial
específica, por citar algunos ejemplos), acarrea una serie de erogaciones que inciden en la
continuidad de su facilitación, a tal punto que sin recursos económicos que cubran esos gastos,
la prestación no puede proporcionarse, recayendo en la persona directamente beneficiada la
obligación de pagar por el servicio que le haya sido proveído, en la medida de su
aprovechamiento, es decir que en los casos de servicios cuyo consumo sea cuantificable (como
el caso del agua o la energía eléctrica, e incluso la vigilancia, en orden al número y tamaño de
las áreas arrendadas por el locatario de que se trate), el usuario no pagará más de lo que le
haya sido proporcionado, conforme la tasa que para el efecto se determine.
De esa cuenta, ante la omisión de pago de la tasa correspondiente por parte del
obligado (a quien se prestó el servicio) en el plazo fijado para ello, la autoridad que lo
proporciona está facultada al cobro de los recargos causados por dicho incumplimiento, como
consecuencia que sobreviene por el hecho de no realizar el pago respectivo habiendo utilizado y
aprovechado los beneficios del servicio, y en compensación por los daños y perjuicios que
puedan causarse ante el impago, pues la erogación respectiva para generar y proveer el
servicio ha sido efectuada, con anterioridad y de manera oportuna, por la autoridad que lo
facilita. En el caso de los servicios públicos municipales, debe entenderse que la norma del
artículo 72 del Código Municipal, al determinar la función reguladora del Concejo Municipal,
facultándole para el cobro de los servicios que preste, le confiere también la potestad de
establecer los recargos (en el caso concreto intereses, correspondientes a los que la doctrina
clasifica como resarcitorios, que se originan por la falta de pago de la obligación desde que era
exigible) que devienen del impago de la tasa. A lo anterior cabe agregar que el artículo 105 del
mismo cuerpo legal confiere al Concejo Municipal la facultad exclusiva de condonar o rebajar
recargos por falta de pago de tasas, concluyéndose que la norma reconoce la existencia
del recargo por el impago de la tasa, y así como únicamente dicho órgano puede eximir
legalmente su pago, total o parcial, es obvio que es éste el facultado para establecerlo, como
cuestión accesoria y derivada del concepto de tasa. En tal sentido, no existe un doble pago ni
un cobro ilegal, como afirman los solicitantes.
Conforme lo indicado, no se advierten los vicios que se imputan a las normas
impugnadas, deviniendo improcedente el planteamiento de inconstitucionalidad.
- VII En cuanto al artículo 11o del Reglamento, argumentan los impugnantes que, al
establecer: “El arrendatario que tuviere dos cuotas por rentas o gastos comunes de
mantenimiento en mora, previo apercibimiento de la Dirección de Servicios Públicos, se le
rescindirá el contrato respectivo y se ordenará la desocupación inmediata del área arrendada
por el Juez de Asuntos Municipales.”, la norma dictamina un procedimiento autoritario e
inquisitivo que viola la legítima defensa, el régimen económico del municipio y desvía la
obligación del Estado con los ciudadanos, transgrediendo el debido proceso por medio de
procedimientos prohibitivos que no tienen lineamiento alguno. Indican que es el Código Civil y
el Código Procesal Civil y Mercantil el marco legal que establece los mecanismos por los cuales
se puede rescindir un contrato y desalojar a un inquilino. En tal sentido, refieren que la
regulación deviene contraria al Código Municipal derogado y al vigente, así como a los artículos
12, 118 y 119 de la Constitución.
Por la similitud del planteamiento, cabe resolver, conjuntamente, la impugnación de los
artículos 14o y 19o del Reglamento en cuestión. En tal sentido, respecto del citado artículo 14o
aducen los solicitantes que, al regular: “El arrendatario que subarrendare su área o parte de
ella a un tercero, le será rescindido su contrato y se ordenará la desocupación inmediata del
área ocupada.”, la norma colisiona con preceptos constitucionales, ya que los arrendatarios de
la Central de Mayoreo, al momento de efectuar la negociación para el traslado, celebraron
contratos indefinidos con las prerrogativas de subarrendamiento, y de conformidad con el
Código Civil y el Código Procesal Civil y Mercantil, para rescindir un contrato se tiene que llevar
un procedimiento judicial en el que se declare tal extremo; asimismo, para la desocupación de
los diferentes inmuebles arrendados se tiene que proporcionar un procedimiento por la vía civil
y otorgar el respectivo derecho de defensa a las partes. Ante ello, aducen que existe eminente
violación e inobservancia de los artículos 12, 39 y 119 constitucionales, pues el artículo
impugnado está desprovisto de procedimientos que den seguridad jurídica, violentando el
derecho a la propiedad privada y el derecho de defensa.
En cuanto al artículo 19o del cuerpo reglamentario objetado, argumentan que, al
disponer: “Los arrendatarios que contravengan las disposiciones contenidas en el presente
reglamento, serán amonestados la primera vez por la Administración de CENMA, en caso de
reincidencia o de comisión de faltas graves, la Administración de CENMA podrá pedir la rescisión
del contrato de arrendamiento y ordenar la desocupación del área arrendada, sin perjuicio de la
sanción que pueda imponer el Juzgado de Asuntos Municipales.”, el referido artículo adolece de
vicios graves, pues establece que los arrendatarios, en caso de faltas, serán amonestados, pero
no regula qué sanciones serán aplicables, lo que contraviene el debido proceso y la presunción
de inocencia. De igual forma, no se indica cuándo existe reincidencia o cuándo habrá falta
grave; asimismo, el artículo contiene los conceptos de rescisión, orden de desocupación e,
incluso, sanción por el Juzgado de Asuntos Municipales, no estableciéndose en el mismo un
procedimiento claro y seguro que otorgue certeza jurídica a los arrendatarios. En tal virtud,
consideran violentados los artículos 1o, 2o, 12 y 14 de la Constitución.
Ante dichas denuncias, aprecia el tribunal que los vicios imputados son inexistentes,
pues las normas que se objetan no conllevan las violaciones aducidas.
En efecto, la regulación contenida en el citado artículo 11o determina que, ante la
omisión de pago de dos cuotas por rentas o gastos comunes, previo apercibimiento de la
Dirección de Servicio Públicos, es decir, previo requerimiento de pago por parte de dicha
autoridad, advirtiendo al locatario omiso sobre las consecuencias que podrían sobrevenir, se
consumará una causal de rescisión del contrato de arrendamiento, quedando la orden de
desalojo a cargo del Juez de Asuntos Municipales.
Por su parte, según el artículo 14o, el arrendatario que subarrende el área que le haya
sido designada o parte de ella, incurrirá, por igual, en causal de rescisión, ordenándose la
desocupación de manera inmediata.
Por último, en el caso del artículo 19o, la norma se refiere a los casos en que el
arrendatario falte a las obligaciones que le impone el propio Reglamento en su artículo 17o o
cometa alguna de las conductas prohibidas por el artículo 18o. En tales supuestos, la
administración de CENMA, previo a ejercer cualquier acción con ulteriores consecuencias,
amonestará al interesado, advirtiéndole sobre las medidas que pueden ser tomadas. Señala la
norma que en caso de reincidencia, es decir, si el locatario incurriere de nuevo en el
incumplimiento de la obligación o en la contravención a la prohibición, o de cometer una
conducta que por sus repercusiones ha de considerarse de suma gravedad, al punto que se
hace imprescindible requerir la desocupación del local, podrá solicitarse la rescisión del
contrato y la consecuente desocupación del área arrendada, todo ello, sin que el Juez de
Asuntos Municipales se encuentre impedido de imponer las sanciones respectivas.
Al respecto, cabe acotar que en el caso de los bienes municipales, como acaece con las
áreas de comercialización que se ubican en la Central de Mayoreo –CENMA–, son, por
disposición del artículo 121, inciso c), de la Constitución, bienes del Estado y, por ende, sujetos
a protección y regulación especial por la ley (artículos 260 de la Constitución y 106 del Código
Municipal). Conforme ello, corresponde con exclusividad al Municipio la administración de sus
bienes, sin más limitaciones que las que disponga el régimen jurídico (artículos 253
constitucional, 107 y 108 del Código Municipal). Sobre la base de lo expuesto, en lo que
concierne al arrendamiento de los bienes del municipio, todo lo relativo a los supuestos que
hacen viable la celebración del contrato respectivo, la fijación de sus condiciones (entre las
cuales se ubican las obligaciones y prohibiciones que pesan sobre el arrendatario, como la
imposibilidad de subarrendar el área asignada) y la determinación de los supuestos que dan
lugar a la rescisión, entre otras cuestiones, se enmarcan en el ámbito de competencia de la
autoridad administrativa municipal, en observancia de las normas legales aplicables. No
obstante, es claro que las decisiones que en tal sentido se asuman pueden ser sometidas a
control jurisdiccional conforme las disposiciones constitucionales.
De esa cuenta, la norma del artículo 11o atacado no viola precepto constitucional
alguno, confiriendo al Juzgado de Asuntos Municipales la función de determinar la procedencia
del desalojo del locatario, según el requerimiento que le formulen las autoridades de CENMA,
quedando a su cargo decidir, como órgano constitucionalmente instituido para la ejecución de
las ordenanzas y el cumplimiento de las disposiciones del municipio (artículo 259
constitucional), si se ha consumado o no la causal de rescisión a que alude la norma, a partir de
lo cual emitirá, de ser el caso, la orden de desocupación respectiva; lo anterior, conforme los
lineamientos que para el procedimiento administrativo regula el Código Municipal. En el
ejercicio de su función, el órgano municipal deberá actuar en observancia de los derechos que
el marco constitucional consagra, en especial aquellos referidos a la defensa en juicio y al
debido proceso, conforme lo determinan los artículos 12 de la Constitución de la República y 4o
de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad.
Igual situación se aprecia en cuanto al artículo 14o del Reglamento, pues, por
integración con el citado artículo 11o, y conforme a las normas que regulan la función del Juez
de Asuntos Municipales, es claro que es a éste a quien compete, luego de determinar la
concurrencia del supuesto de hecho que establece la norma, emitir la orden de desocupación
cuando se falte a la prohibición de subarrendar (artículo 13o del referido Reglamento), cuya
consumación dará lugar a la rescisión del contrato. Para ello, conforme lo antes expuesto, la
autoridad de mérito, en la tramitación del procedimiento administrativo a su cargo, deberá velar
por la observancia de los derechos inherentes a la persona.
Por su parte, lo mismo cabe indicar respecto del artículo 19o, en el que se regula que la
falta de acatamiento de las obligaciones que recaen en los arrendatarios o la contravención a
las prohibiciones a éstos impuestas conllevará, la primera vez, la necesaria amonestación por
parte de las autoridades de CENMA, y en caso de reincidencia o de comisión de faltas graves,
podrán aquéllas requerir al Juez de Asuntos Municipales la rescisión del contrato de
arrendamiento y la consecuente emisión de la orden de desocupación, para lo cual este último
deberá conducirse en forma cautelosa, a efecto de no transgredir los derechos de los
administrados.
Cabe indicar que cuando la norma se refiere a “faltas graves” incide en la constatación,
por la autoridad administrativa sancionadora correspondiente, de la consumación de
infracciones administrativas que denoten, a partir de la contravención a las condiciones
pactadas o a la normativa reglamentaria, un inminente perjuicio a los intereses del municipio,
del resto de arrendatarios o del público usuario, como para hacer meritoria y más beneficiosa la
rescisión del contrato. Es claro que dichas faltas graves, conforme lo indica el artículo 17
constitucional, que consagra el principio de legalidad, deben estar contenidas en una ley
emanada del Congreso de la República, no así en el Reglamento objetado, de donde no se
evidencia la infracción al texto fundamental que se denuncia.
Sobre la base de lo considerado, la norma determina que no obstante la rescisión del
contrato, en los casos en que proceda, el Juzgado de Asuntos Municipales, en ejercicio de las
funciones que le son propias, impondrá las sanciones que se originen a partir de la
consumación de la infracción administrativa correspondiente (grave o no), conforme lo
estipulan los artículos 150, 151, 165, incisos a) y h); 167, 168, 169 y 170 del Código Municipal,
correspondiendo a dicha autoridad determinar la infracción administrativa cometida y la sanción
a imponer, en observancia estricta del principio de legalidad.
Sobre la base de lo expuesto, no se evidencian las transgresiones constitucionales
denunciadas.
- VIII Señalan los accionantes que el artículo 12o del cuerpo normativo impugnado contiene un
mandato injusto e inquisitivo, en menoscabo de la equidad y justicia, pues regula que la
administración de la Central de Mayoreo podrá ordenar la remodelación de áreas arrendadas,
estando obligados los arrendatarios a trasladarse a las nuevas áreas asignadas. La norma,
indican, deviene inconstitucional, pues los arrendatarios han invertido en cada uno de sus
locales, los que día a día se hacen inherentes a cada propietario como un derecho de propiedad
privada; asimismo, al imponer la obligación de desocupar los locales sin procedimiento o
consulta previa, se violan los derechos de defensa y a la propiedad privada, olvidando la
Municipalidad sus obligaciones como administrador y representante del Estado. En tal virtud, el
referido artículo resulta contrario a los artículos 12, 39 y 119 constitucionales.
A partir de los argumentos expuestos, se advierte la improcedencia del planteamiento,
pues, al contrario de lo expuesto por lo interesados, es evidente que el arrendamiento de las
áreas de comercialización de CENMA en forma alguna confiere a los locatarios un derecho de
propiedad sobre el local arrendado; en efecto, si bien el arrendamiento atribuye derechos que
son susceptibles de ser exigidos ante la autoridad (como la preferencia para la renovación del
contrato conforme al artículo 7o del Reglamento), de ningún modo cabe afirmar que el contrato
de arrendamiento acarrea las facultades de disposición y goce inherentes a la propiedad. Para
el efecto, basta referirse a los artículos pertinentes del Código Civil, como norma supletoria
común, en la que se determinan las potestades y limitaciones devinientes del derecho real de
propiedad y del contrato de arrendamiento, debiendo agregarse que, como bien público, las
áreas de comercialización de CENMA están sujetas a protección especial, en armonía con lo
antes expuesto. De esa cuenta, no cabe hablar de violación al derecho de propiedad privada
mediante la regulación que se impugna.
Por su parte, la potestad de la autoridad administrativa de determinar qué áreas serán
objeto de remodelación, ordenando el traslado del locatario o locatarios de que se trate, no
conlleva violación a los derechos de éstos, pues tal decisión deviene del fin último de prestar un
mejor servicio al arrendatario y usuarios del lugar, disponiendo la mejora de las instalaciones
arrendadas, situación que en no pocas ocasiones se hace imprescindible en lugares como la
Central de Mayoreo, cuyo uso constate y ocupación continua denotan la necesidad de prestar el
mantenimiento adecuado. En tal sentido, la remodelación de las áreas que así lo requieran
conlleva un beneficio para los locatarios y público usuario, conllevando, como derecho que
deriva del contrato de arrendamiento, el traslado a un lugar que llene las mismas o mejores
condiciones que el originalmente arrendado, conforme las necesidades y requerimientos del
arrendatario y de la actividad comercial que éste desarrolle.
Conforme lo anterior, no se evidencia la violación a precepto constitucional alguno.
- IX Refieren los interesados que el artículo 13o del Reglamento que se impugna, al disponer:
“El área arrendada por personas individuales o jurídicas no podrá subarrendarse, cederse o
heredarse. En el caso del fallecimiento de un arrendatario individual, tiene opción prioritaria
para arrendar el área ocupada, un hijo o el cónyuge o el conviviente del causante, siempre y
cuando se llenen los requisitos establecidos por la Administración de CENMA.”, conlleva una
eminente violación al derecho de suceder contemplado en la ley ordinaria civil y procesal civil,
pues si los arrendatarios tienden a constituirse como propietarios de conformidad con el
impulso constitucional que el Estado ha determinado para la subsistencia del ser humano, es
evidente la violación al derecho de goce y disfrute de la cosa, lo que viola garantías
constitucionales. En tal sentido, la norma objetada viola el Código Municipal derogado y el
vigente, así como los artículos 39, 44 y 119 de la Constitución.
Vale aquí traer a colación el argumento expuesto al resolver el planteamiento
concerniente al artículo 12o, respecto a la inexistencia de un derecho de propiedad a favor de
los arrendatarios de las áreas de comercialización de CENMA. En tal sentido, por economía
procesal no se cita lo antes considerado, debiendo tenerse por reiterado y, con ello, por
desvirtuada la argumentación referente a un supuesto derecho de sucesión, el que,
consecuentemente, no existe, determinándose la improcedencia de la denuncia de
inconstitucionalidad.
-XIndican los accionantes que el artículo 17o del cuerpo normativo impugnado obliga a los
arrendatarios a acatar ciertas disposiciones que resultan autoritarias y que, en realidad,
constituyen obligaciones a cargo del Estado, pretendiendo hacer cobros dobles de una forma
disfrazada. En tal sentido, se viola el artículo 2o de la Constitución. Aducen también que el
artículo 18o del Reglamento adolece de inconstitucionalidad, pues la Municipalidad de
Guatemala, por medio de la Dirección de Servicios Públicos, pretende prohibir cuestiones que
quedan fuera del contexto legal y que se encuentran dentro de un derecho consuetudinario por
parte de todos los arrendatarios de la Central de Mayoreo, en violación al artículo 5o del texto
constitucional, pues en apartado alguno de la ley ordinaria y superior existe prohibición de no
hacer lo que el Reglamento impugnado está prohibiendo.
Al respecto, advierte el tribunal que los solicitantes incurren, de nueva cuenta, en falta
de confrontación respecto de la denuncia de inconstitucionalidad de los referidos artículos 17o y
18o, pues omiten exponer una tesis concreta que evidencie la confrontación del Reglamento
impugnado con normas fundamentales, lo que determina la inviabilidad de proceder al análisis
de fondo demandado.
En lo atinente a la supuesta violación al artículo 5o constitucional, deviene imperativo
acotar que al disponer que toda persona tiene derecho a hacer lo que la ley no prohíbe, la
disposición fundamental utiliza el concepto ley en sentido material, no formal, es decir,
atendiendo no al órgano emisor del precepto normativo de que se trate, sino a la naturaleza de
éste, comprendiendo toda norma jurídica de carácter general, emitida con el objeto de regular
las relaciones sociales a fin de asegurar la pacífica convivencia, siendo indiferente el órgano del
que haya emanado. De esa cuenta, dentro del concepto de ley contenido en el artículo 5o de la
Constitución, tienen cabida, además de los Decretos del Congreso de la República (leyes
ordinarias), entre otras clases de normas, los Reglamentos emitidos por la autoridad municipal,
como el que se impugna, deviniendo que la libertad de acción consagrado por el citado
precepto fundamental puede ser limitada por aquellas prohibiciones que aquél imponga a los
administrados. En tal sentido, no se evidencia el vicio imputado al artículo 18o reglamentario.
- XI Sobre la base de los argumentos expuestos, la acción intentada debe ser declarada sin
lugar, haciendo recaer en los abogados patrocinantes, por ser los responsables de la juridicidad
del planteamiento, la multa a que se refiere el artículo 148 de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad; sin condenar en costas a los accionantes por no existir, en el
presente proceso, sujeto legitimado para su cobro.
DISPOSICIONES LEGALES APLICABLES
Artículos citados, 1o, 2o, 29, 44, 118, 134, 140, 152, 153, 154, 157, 221, 254, 255, 267,
268, 272, inciso a), de la Constitución Política de la República de Guatemala; 2o, 3o, 6o, 10,
inciso e); 114, 115, 133, 139, 142, 144, 147, 149, 150, 163, inciso a); 183, 185, 186 y 190 de
la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 2, 3, 5, 7, 9, 33, 35, inciso i);
67, 68, inciso a); 73, 90, 99. 100, incisos e), i) y s); 101, 102, 108, 150, 151, 154, 158, 161,
162, 163, 165 y 171 del Código Municipal, Decreto 12-2002 del Congreso de la República; 9,
10, 11 y 16 de la Ley del Organismo Judicial; 442, 456, 464, 471, 934, 1435, 1583, 1880, 1890,
1903 y 1907, 1930 del Código Civil; 31 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con base en lo considerado y leyes citadas, declara: I)
Sin lugar la acción de inconstitucionalidad general total y parcial promovida por Ceferino
Carrillo Reyes, Santos Hernández Salazar, Carlos Gerardo Pozuelos Morales, Reinelia Maritza
España León, Emiliano Rodríguez Choquín, Ottoniel Guevara Ávila, María Magdalena Bran de
Pozuelos, Magdaleno Chavarría Barrera, Raúl Mauricio Medina Amaya y Juventino Chavarría
Chavarría, quienes unifican personería en los dos primeros, contra el “Reglamento para el
Arrendamiento, Manejo y Uso de las Áreas de Comercialización con que cuenta la Central de
Mayoreo, CENMA”, emitido por el Concejo Municipal de Guatemala, el veintidós de agosto de
dos mil. II) No se hace especial condena en costas. III) Se impone multa de mil quetzales
(Q1,000.00) a cada uno de los abogados auxiliantes, Julio de Jesús Locón Velásquez, Gustavo
Adolfo Gudiel Valenzuela y Milton René Sandoval Recinos, la que deberán hacer efectiva dentro
del plazo de cinco días de estar firme este fallo, y que, en caso de incumplimiento, se hará
efectiva por la vía legal correspondiente. IV) Notifíquese.
GLADYS CHACÓN CORADO
PRESIDENTA
JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ
MAGISTRADO
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
ROBERTO MOLINA BARRETO
MAGISTRADO
MARIO PÉREZ GUERRA
MAGISTRADO
MARTÍN RAMÓN GUZMÁN HERNÁNDEZ
SECRETARIO GENERAL
ANEXO VII
OPINIÓN CONSULTIVA EMITIDA EL 4 DE NOVIEMBRE DE 1998 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 482-98
OPINION CONSULTIVA
Expediente No. 482-98
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Guatemala, cuatro de noviembre de mil novecientos
noventa y ocho.
Consulta.
El Presidente de la República ha dirigido a esta Corte solicitud para que emita Opinión
Consultiva acerca de la siguiente pregunta concreta: "Si el contenido de los artículos 12, 15, 64,
75, 90, 86, 87, 93, y 103 del Protocolo de Modificación al Código Aduanero Uniforme
Centroamericano, contravienen principios constitucionales, especialmente los contenidos en los
artículos 4, 9, 12, 108, 157 y 171 de la Constitución Política de la República de Guatemala, con
el objeto de determinar la conducta que deberá adoptar el Organismo Ejecutivo en cuanto a la
ratificación y/o reserva del instrumento legal multilateral antes citado".
Competencia.
Conforme artículo 272 inciso e) de la Constitución Política de la República, es función de
la Corte de Constitucionalidad emitir Opiniones Consultivas sobre la constitucionalidad de los
tratados, convenios y proyectos de ley, a solicitud de cualquiera de los organismos del Estado.
La pregunta transcripta en el apartado anterior se considera enmarcada dentro del ámbito de
competencia del Tribunal.
Legitimación.
El Presidente de la República, como Jefe del Organismo Ejecutivo, tiene legitimación
para solicitar que esta Corte emita la opinión indicada, conforme la norma precitada.
La Corte de Constitucionalidad, según lo previsto en el artículo 184 de su ley reguladora,
es juez de su propia competencia, por lo que, estimando que la materia objeto de la consulta
corresponde a la esfera de sus atribuciones, procederá a examinarla y hacer la declaración
correspondiente.
Cuestiones de orden general
La República de Guatemala, organizada como Estado democrático, pertenece a la
comunidad de países que se rigen por los valores, principios y normas del Derecho
Internacional (convencional y consuetudinario). Ha plasmado su adhesión a este sistema
suscribiendo -como parte fundacional- la Carta de las Naciones Unidas y varios instrumentos de
organizaciones internacionales regionales. Asimismo ha celebrado tratados, acuerdos, o
convenciones multilaterales y bilaterales con otros Estados. Al interior, reconoce, por mandato
del artículo 149 de la Constitución, su deber de normar sus relaciones con otros Estados de
conformidad con los principios, reglas y prácticas internacionales. Reconoce explícitamente la
validez del Derecho internacional convencional en los preceptos contenidos en los artículos 46 y
204 del máximo código jurídico del país.
Guatemala constituye parte vinculada a la Convención de Viena sobre el Derecho de los
Tratados, de veintitrés de mayo de mil novecientos sesenta y nueve, por lo que, de
conformidad con las reglas que regulan el perfeccionamiento de los tratados y la posibilidad de
formularles reservas que contiene, procede examinar el Protocolo de Modificación al Código
Aduanero Uniforme Centroamericano, acerca del cual se formula la solicitud de Opinión
Consultiva.
El artículo 19 de la indicada Convención de Viena reconoce el derecho de los Estados
para formular reservas en el momento de firmar, ratificar, aceptar o aprobar un tratado o de
adherirse al mismo, a menos: a) que la reserva esté prohibida por el tratado; b) que el tratado
disponga que únicamente pueden hacerse determinadas reservas, entre las cuales no figure la
reserva de que se trate; o c) que, en casos no previstos en los apartados a) y b), la reserva sea
incompatible con el objeto y fin del tratado.
Análisis particular de los artículos objeto de la consulta.
Artículo 12.- En cumplimiento de sus facultades, la autoridad aduanera podrá citar e
interrogar personas, recibir y certificar declaraciones, requerir la exhibición de libros, registros u
otros documentos, levantar actas; realizar investigaciones y practicar reconocimientos en
cualquier local, edificio o establecimiento de las personas naturales o jurídicas; para comprobar
el cumplimiento de las obligaciones tributarias aduaneras y demás relativas al comercio
exterior.
El Dictamen de la Comisión de Relaciones Exteriores del Congreso de la República (que
en esta Opinión Consultiva podrá ser designada como "la Comisión del Congreso" o "la
Comisión") estima que este artículo podría estar contraviniendo las normas contenidas en los
artículos 9º. Y 12 de la Constitución y 708 del Código Procesal Penal. La Dirección de Asuntos
Jurídicos y Tratados del Ministerio de Relaciones Exteriores (que en esta Opinión Consultiva
podrá ser designada como "la Cancillería" o "el Ministerio") disiente de esa apreciación,
estimando, por su parte, que el vocablo "interrogar" debe entenderse como sinónimo de
inquirir, preguntar, averiguar, y que lo preceptuado en el artículo que se comenta es de
carácter general, por lo que al ser desarrollado reglamentariamente deberá ser compatible con
las disposiciones constitucionales de cada Estado.
Esta Corte estima que las disposiciones convencionales de Derecho Internacional deben
interpretarse conforme los principios pacta sunt servanda y de buena fe, por lo que, salvo una
confrontación abierta con el texto constitucional interno, su intelección deberá hacerse del
modo que más armonice con la finalidad del instrumento que las contiene. De esta manera, si
bien el artículo 9º. constitucional dispone que las autoridades judiciales son las únicas
competentes para interrogar, la norma se refiere claramente a la materia procesal penal. De
suerte que en lo atinente a cuestiones administrativas aduaneras no puede haber
inconstitucionalidad en la facultad que se le reconoce a la autoridad competente para interrogar
a personas naturales o jurídicas, siempre que se enmarque estrictamente en el ámbito de su
competencia y el contenido de las preguntas tenga relevancia exclusiva a su materia. Esta
facultad es semejante a la que pueda contenerse en otras cuestiones en las que la
Administración requiera información pertinente que el administrado esté en capacidad y
condiciones de proporcionar, puesto que es lógico que la relación dinámica de la función pública
y de la gestión particular requiere la colaboración mutua de la autoridad con el usuario del
sistema.
El artículo 12 de la Constitución contiene un derecho que es a la vez garantía de otros
derechos, no encontrándose que el artículo 12 de Protocolo analizado lo contravenga, por
cuanto las diligencias que faculta realizar a la autoridad aduanera solamente cabe hacerlas con
las garantías del debido proceso: como mínimo, citación o audiencia, oportunidad de probar y
alegar, e impugnar.
Probablemente podría hallarse alguna dificultad al tratar de hacer compatibles las
facultades señaladas con el principio de inviolabilidad de correspondencia, libros y documentos
de las personas. Sin embargo, tratándose de una regulación convencional con fuerza de ley,
que se refiere a materia aduanera vinculada al pago de impuestos y contribuciones, su
constitucionalidad queda cubierta por lo dispuesto en el párrafo segundo del artículo 24 de la
Constitución.
También podría suponerse alguna contravención al principio de inviolabilidad de la
vivienda que proclama el artículo 23 constitucional. Al respecto, esta Corte estima que aunque
esta norma se circunscribe a la "vivienda" la previsión debe extenderse a la esfera privada de
acción de las personas, tales como el de sus actividades profesionales, negocios o empresas. La
protección constitucional del domicilio de las personas implica claramente que el ingreso por
parte de la autoridad no puede hacerse sino con autorización del dueño, y, a falta de dicha
licencia, por orden de juez competente que especificará el motivo de la diligencia, que nunca
podrá practicarse antes de las seis ni después de las dieciocho horas. De manera que la
facultad concedida para "realizar investigaciones y practicar reconocimientos en cualquier local,
edificio o establecimiento" debe entenderse limitada a cumplirlas como la Constitución dispone.
Debe, entonces, tenerse presente que para ingresar a la vivienda ajena, salvo orden judicial
correctamente emitida, será siempre necesaria la autorización del morador, y que no es
indispensable que la oposición se manifieste de manera expresa, sino basta que conste o se
revele de algún modo. Al respecto, en lo aplicable, téngase presente la doctrina contenida en la
Sentencia de esta Corte de veintiséis de mayo de mil novecientos ochenta y ocho en cuanto al
análisis del artículo 16 del Acuerdo Gubernativo de veintiséis de junio de mil novecientos treinta
(expediente 25-88).
En relación a la acusada contravención al artículo 708 del Código Procesal Penal no hay
caso de análisis, en tanto que esta ley, aparte de su naturaleza ordinaria, tiene jerarquía inferior
al Tratado o Convenio Internacional y, por tanto, no es parámetro de constitucionalidad.
Artículo 15.- Los servicios Aduaneros Nacionales establecerán su propio estatuto de
carrera administrativa, tendiente a garantizar la estabilidad laboral así como el sistema de
reclutamiento, promociones y demás garantías que aseguren un eficaz desarrollo de la
organización aduanera.
El Dictamen de la Comisión estima que este artículo se opone al 108 de la Constitución
en virtud de que el servicio aduanero está sujeto a la Ley de Servicio Civil. El Memorándum de
la Cancillería no comparte este criterio y alude a que otros regímenes están sujetos a su propia
legislación (por caso, el magisterial, el judicial, el congresil) y no puede considerarse que se
haya quebrantado el artículo constitucional citado.
La Corte aprecia que la completa lectura del artículo 108 del caso demuestra la
constitucionalidad del artículo comentado, puesto que en aquél se prevé la posibilidad de que
se establezcan excepciones por medio de leyes o disposiciones propias de entidades
descentralizadas, condición que puede tener el régimen aduanero de un país, bien sea por
regulación interna o por acuerdo internacional, según convenga a la finalidad del servicio.
Artículo 64.- La importación y exportación que se efectúe por los pobladores de las zonas
limítrofes entre países; se podrá eximir total o parcialmente de los tributos que gravaren la
importación o exportación para consumo, conforme Acuerdos o Negociaciones Bi o
Multilaterales. Esta modalidad excluye su uso con fines comerciales o industriales.
La Comisión estima que, por otorgar beneficios para ciertos sectores de la población
guatemalteca, se viola el artículo 4º. De la Constitución. El Dictamen del Ministerio opina que
esta preocupación es infundada pues es similar a la situación migratoria de que gozan esas
personas, reguladas en la Ley de Migración.
La cláusula precitada reconoce la igualdad humana como principio fundamental, que ha
sido estimado en varias resoluciones de esta Corte. Al respecto debe tenerse en cuenta que la
igualdad no puede fundarse en hechos empíricos, sino se explica en el plano de la ética, porque
el ser humano no posee igualdad por condiciones físicas, ya que de hecho son evidentes sus
desigualdades materiales, sino que su paridad deriva de la estimación jurídica. Desde esta
perspectiva, la igualdad se expresa por dos aspectos: Uno, porque tiene expresión
constitucional; y otro, porque es un principio general del Derecho. Frecuentemente ha
expresado esta Corte que el reconocimiento de condiciones diferentes a situaciones también
diferentes no puede implicar vulneración del principio de igualdad, siempre que tales diferencias
tengan una base de razonabilidad. En el caso analizado tal diferenciación es explicable, tanto
por la situación geográfica en la que se encuentran situadas las personas ("pobladores de las
zonas limítrofes") como por la costumbre establecida en sus relaciones particulares, que es
generalmente aceptable en el Derecho Internacional y que tiene adecuada fundamentación
sociológica. Arjona Colomo, se refiere a esta particularidad, diciendo: "una separación
demasiado rigurosa sería extraordinariamente molesta para los individuos que viven próximos a
la frontera o límite jurisdiccional, y, al mismo tiempo, se originarían dificultades a los servicios
públicos, que justamente en esta zona es donde deben alcanzar mayor grado de eficacia. Se
trata, pues, de impedir que surjan tales dificultades, lográndose por medio de convenios
bilaterales una regulación estricta de los límites territoriales y una serie de prerrogativas a los
individuos que habitan estas zonas, estableciéndose así una colaboración mas estrecha entre
los servicios públicos." (Nueva Enciclopedia Jurídica, Editorial Seix, tomo X, 1985, página 178)
Artículo 75.- El Aforo de las mercancías podrá efectuarse por los Agentes de Aduanas
bajo la modalidad de la autodeterminación y liquidación de los tributos aduaneros y otros
cargos fiscales, pagándose la cantidad autoliquidada en las Instituciones autorizadas y
cumpliendo con las demás formalidades que para este efecto señale la legislación nacional.
El Dictamen de la Comisión hace reparo en la posible discrepancia del sistema "con
reglamentos internos". El Memorándum de Cancillería no lo comparte indicando: "que el aforo
de las mercaderías se hace en relación con su calidad y origen preestablecido (...) no crea
disparidad con reglamentos internos."
La Corte estima que, sustancialmente, no hay posibilidad alguna de colisión
constitucional en el artículo comentado, porque la jerarquía del convenio internacional está por
encima de la reglamentación interna, por lo que, en caso de encontrarse discrepancias (que
tampoco se advierten), no hay parámetro para determinar el conflicto acusado.
Artículo 86.- Con las mercancías se responderá directa y preferentemente al Fisco, con
privilegio de prenda aduanera a favor de éste por los tributos, multas y demás cargos que
causen y que no hayan sido cubiertos total o parcialmente debiendo la Aduana retener la
mercancía. Si ya hubieren sido despachadas podrá perseguirlas y aprehenderlas a efectos de
reintegrarlas a la custodia aduanera, sin perjuicio de la ejecución que por vía de apremio puede
recaer sobre el patrimonio de los sujetos pasivos y de los terceros responsables del pago de las
obligaciones tributarias aduaneras.
La certificación del adeudo extendida por la Dirección General de Aduanas, constituirá
título ejecutivo para ejercitar las acciones y procedimientos correspondientes.
La Comisión del Congreso señala: "El hecho de la constitución de prenda aduanera sobre
las mercancías requiere de un estudio más profundo, por lo que se sugiere emitir reserva a este
artículo." La Cancillería no halla justificado el argumento y asegura que se trata de una
disposición que se ha aplicado sin ninguna dificultad desde 1995, pues con la constitución de la
prenda a que se refiere el artículo se garantiza al fisco el pago de los impuestos aduaneros.
La duda de constitucionalidad planteada por la Comisión del Congreso no se apoya en
algún precepto concreto, y esta Corte, facultada para suplir esa omisión, no encuentra que el
artículo comentado contenga contravención alguna, en tanto que el sujeto obligado a la
prestación tributaria quedaría vinculado a la garantía que implica la ley de manera voluntaria y
anticipada, porque al decidirse a internar mercancías al país estaría sabido de la forma como
legalmente se le exigiría garantizar las cargas correspondientes.
Artículo 87.- Las mercancías abandonadas o decomisadas podrán ser vendidas en
pública subasta por la aduana o sometidas a alguna forma de disposición legalmente
autorizada.
Mientras no se haya verificado el remate, el consignatorio o el que comprobare derecho
de ella, podrá recuperar las mercancías caídas en abandono cancelando previamente las
cantidades que se adeuden por concepto de derechos e impuestos, servicio y otros.
La legislación nacional establecerá los casos de abandono, de disposición así como el
procedimiento de remate y adjudicación.
El producto de la subasta, hechas las deducciones correspondientes, se otorgará a la
aduana para constituir un fondo especial, con fines de mejoramiento administrativo de la
misma.
La objeción formulada por la Comisión consiste en que el destino que podría darse a los
artículos subastados podría darse a los artículos subastados podrían estar en contraposición con
el sistema aduanal interno. El Ministerio disiente de este criterio y cita, como apoyo, los
artículos del 108 al 120 del Código de Aduanas.
Esta Corte estima que tanto la objeción como la defensa relacionadas no son pertinentes
por cuanto la confrontación que deba hacerse es con normas constitucionales y no con
preceptos de jerarquía inferior que no constituyen, por sí, parámetros de constitucionalidad.
Artículo 90.- Se crean a nivel nacional un comité Arancelario y un Comité de Valoración
dependientes del Poder u Organismo Ejecutivo, en el Ramo de Hacienda o Finanzas.
La legislación nacional establecerá la forma de organización y funcionamiento del Comité
Arancelario.
En cuanto al Comité de Valor Aduanero, se estará a lo dispuesto en la Legislación
Centroamericana sobre el Valor Aduanero de las Mercancías.
La Comisión estima que debe hacerse reserva porque la creación del citado comité
implicaría ampliación presupuestal. La Cancillería es opuesta a esa opinión, estimando que las
ampliaciones presupuestarias no son inconstitucionales.
La Corte estima que la objeción expresada carece de sustancia por cuando se refiere a
una cuestión interna de administración financiera perfectamente compatible con la Constitución.
Artículo 93.- De las decisiones del Director General de Aduanas, se podrá reclamar
conforme a los recursos ordinarios y extraordinarios que establezca la legislación nacional,
excepto en materia de clasificación y valoración que serán conocidos por los órganos técnicos
correspondientes con la facultad de conocer en última instancia administrativa.
La Comisión del Congreso expresa que debería formularse reserva por la división del
conocimiento en caso de reclamo que contiene la disposición arriba transcrita. El Memorándum
de Cancillería comenta que el conocimiento por los órganos técnicos correspondientes de los
asuntos de clasificación y valoración aduaneras se encuentra en consonancia con los artículos
150 y 171 literal l) de la Constitución.
Esta Corte determina que, aunque la redacción del artículo 93 citado no es la más
adecuada para su inmediata intelección, no puede deducirse que el atribuir como última
instancia administrativa el conocimiento de determinados asuntos (por cierto de carácter
especial) a una comisión técnica no contraviene la Constitución, en tanto que las resoluciones
de tal comisión puedan quedar sujetas a control de legalidad por los órganos jurisdiccionales
correspondientes, en nuestro caso, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo, posibilidad que
la norma no excluye y, por consiguiente, se entiende que el derecho de las personas a la tutela
judicial efectiva no se encuentra vulnerado.
Artículo 103.- Para los efectos de mantener la unidad y la constante y permanente
compatibilidad del régimen, se faculta al Consejo Arancelario y Aduanero Centroamericano para
que en base a las atribuciones que le confieren los artículos 6 y 7 del Convenio sobre el
Régimen Arancelario y Aduanero Centroamericano, pueda aprobar y poner en vigencia las
modificaciones que requiera el presente Código.
La Comisión del Congreso señaló que por este artículo se "delega de cierta manera"
funciones legislativas al Consejo mencionado, contraviniendo el artículo 171 inciso l) número 2)
de la Constitución. La Cancillería no sustenta dicho criterio porque, según argumenta, de
conformidad con los artículos 6 y 7 del Convenio se le transfirió y atribuyó competencia al
Consejo Arancelario y Aduanero Centroamericano para que sea el órgano encargado de dirigir y
administrar el mencionado régimen.
La Corte advierte que el Derecho comunitario que se perfila a los finales del siglo XX no
sólo admite sino estimula la perfección de acuerdos internacionales que progresen de la
cooperación a la integración entre las naciones. El derecho constitucional guatemalteco
contiene claras indicaciones orientadas hacia la integración centroamericana. En primer
término, en el artículo 150 se preceptúa el mandato para que el Estado adopte "las medidas
adecuadas para llevar a la práctica, en forma parcial o total, la unión política o económica de
Centroamérica". En el artículo 171, que regula atribuciones del Congreso de la República, en el
inciso l) número 2), se establece su competencia de aprobar, antes de su ratificación, los
tratados, convenios o cualquier arreglo internacional cuando: "...establezcan la unión
económica o política de Centroamérica, ya sea parcial o total, o atribuyan o transfieran
competencias a organismos, instituciones o mecanismos creados dentro de un ordenamiento
jurídico comunitario concentrado para realizar objetivos regionales y comunes en el ámbito
centroamericano."
La interpretación del artículo 103 del Protocolo que se examina es que la asignación de
competencias de tipo legislativo al Consejo Arancelario y Aduanero Centroamericano tiende a
explicitar mecanismos efectivos y concretos de integración económica, y que esto se apoya en
los mandatos constitucionales citados, lo que resulta compatible con los principios del Derecho
comunitario que la Constitución reconoce en dos campos exclusivos y excluyentes: (a) por
razón de la materia, que se refiera a la integración económica o política; y (b) por razón política
y territorial, únicamente a Centroamérica. En lo específico de la materia aduanera y arancelaria
que se examina, la futura normativa que pudiese emitirse debe basarse en la equidad, y,
aunque la norma (parte final del artículo 150 citado) no lo señale, a la estricta reciprocidad, que
obviamente forma parte del concepto general de lo equitativo.
OPINION DE LA CORTE DE CONSTITUCIONALIDA D
La Corte de Constitucionalidad, con base en el estudio anterior, leyes citadas y en lo
establecido en los artículos 268 y 272 incisos e) e i) de la Constitución Política de la República,
se pronuncia en los términos expuestos y Opina :
a) que los artículos 12, 15, 64, 75, 86, 87, 90, 93 y 103 del Protocolo de Modificación al
Código Aduanero Uniforme Centroamericano de 7 de enero de 1993, aprobado por el Congreso
de la República por Decreto 105-97 de veintiocho de octubre de mil novecientos noventa y
siete, no contravienen la Constitución Política de la República;
b) que no hay fundamento constitucional para formular reservas a los artículos citados
en el apartado anterior.
POR LO TANTO
A) Hágase el pronunciamiento en audiencia pública solemne con citación del Presidente
de la República o, en su defecto, los altos funcionarios, representantes suyos, que se sirva
designar; B) Para el efecto anterior, se señala la audiencia del doce del mes en curso a las doce
horas en la Sala de Vistas Públicas de esta Corte; C) Publíquese en el Diario Oficial dentro de
tercero día de haber sido hecho el pronunciamiento en audiencia pública solemne.
JOSE ARTURO SIERRA GONZALEZ
PRESIDENTE
CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS
MAGISTRADA
LUIS FELIPE SAENZ JUAREZ
MAGISTRADO
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
AMADO GONZALEZ BENITEZ
MAGISTRADO
MANUEL ARTURO GARCIA GOMEZ
SECRETARIO
ANEXO VIII
SENTENCIA DICTADA EL 30 DE NOVIEMBRE DE 2010 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DE LOS EXPEDIENTES ACUMULADOS
NÚMERO 1373-2009, 1412-2009 Y 1413-2009
INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL TOTAL Y PARCIAL
EXPEDIENTES 1373-2009, 1412-2009 Y 1413-2009
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS, ROBERTO
MOLINA BARRETO, QUIEN LA PRESIDE, ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, MARIO
PÉREZ GUERRA, GLADYS CHACÓN CORADO, JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ,
HILARIO
RODERICO
PINEDA
SÁNCHEZ
Y
VINICIO
RAFAEL
GARCÍA
PIMENTEL: Guatemala, treinta de noviembre de dos mil diez.
Se tienen a la vista para dictar sentencia: A) la acción de inconstitucionalidad de
carácter general parcial promovida por Carlos Enrique Velásquez Calderón, con su propio
patrocinio y el de los abogados Ana Fabiola Cuyún González y Sergio José Ortiz Zepeda, contra
los artículos: 1, numerales 1, en la frase “Garantizar a toda persona interesada, sin
discriminación alguna…”, 2, 3, 5, en la frase “Establecer, a manera de excepción y de manera
limitativa, los supuestos en que se restrinja el acceso a la información pública…”, y 7, en la
frase “… garantizar que toda persona…”; 2, en la frase “… para garantizar a toda persona…”; 4;
5, en la frase “… Es toda persona…”; 8; 9, numeral 3, en la frase “derecho que tiene toda
persona”; 16, en la frase “Toda persona…”; 21, en la frase “… la que por disposición expresa de
una ley sea considerada confidencial, la información clasificada como reservada de conformidad
con la presente ley y las que de acuerdo a tratados o convenios internacionales ratificados por
el Estado de Guatemala tengan cláusula de reserva.”; 22, numerales 1 al 5; 23, numerales 3 al
7 y 9; y 41, último párrafo; de la Ley de Acceso a la Información Pública (Decreto 57-2008 del
Congreso de la República); B) la acción de inconstitucionalidad de carácter general total
promovida por Marco Antonio Chávez Tejada, con el patrocinio de los abogados Rafael
Humberto Paredes Kress, Luz María Espinoza Vega y Daniela Alejandra Godínez López, contra el
cuerpo legal identificado en la literal anterior; y C) la acción de inconstitucionalidad de carácter
general parcial promovida también por el postulante identificado en la literal anterior, con el
patrocinio de los mismos abogados, contra los artículos: 10, numeral 4, en la frase
“… incluyendo salarios que corresponden a cada cargo, honorarios, dietas, bonos, viáticos o
cualquier otra remuneración económica que perciban por cualquier concepto…”; 11, numeral 2,
en la frase “… con sus respectivas remuneraciones de cada una de las instituciones
mencionadas en el numeral anterior;”; 12, numeral 5, en la frase “… con sus respectivas
remuneraciones de cada uno de los tribunales mencionados en el numeral anterior;”; y 13,
numeral 2, en la frase “... con sus respectivas remuneraciones;”, de la ley ya citada. Es ponente
en este caso el Magistrado Vocal I, Alejandro Maldonado Aguirre, que expresa el parecer de
este Tribunal.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTO JURÍDICO DE LA IMPUGNACIÓN
Lo expuesto por los postulantes se resume: A) Carlos Enrique Velásquez Calderón:
A.1 Respecto a la violación al artículo 30 de la Constitución Política de la República,
que le endilga a los artículos: 1, numerales 1, en la frase “Garantizar a toda persona
interesada, sin discriminación alguna…”, y 7, en la frase “… garantizar que toda
persona…”; 2, en la frase “…para garantizar a toda persona…”; 5, en la frase “… Es
toda persona…”; 9, numeral 3, en la frase “derecho que tiene toda persona”; 16, en
la frase “Toda persona…”; y 41, último párrafo; del cuerpo legal cuestionado: En el
considerando tercero de la ley impugnada se lee “Que la Carta Magna establece con absoluta
determinación la publicidad de los actos y la información en poder de la administración pública,
así como el libre acceso a todas las instituciones /dependencias y archivos de la misma, sin más
excepciones que las previstas en el citado texto constitucional”; aunque no es cierto que en la
Ley Fundamental exista referencia expresa a la publicidad de la información en poder de la
administración pública, se deduce que se alude al artículo 30 constitucional [“Todos los actos de
la administración son públicos. Los interesados tienen derecho a obtener, en cualquier tiempo,
informes, copias, reproducciones y certificaciones que soliciten y la exhibición de los
expedientes que deseen consultar, salvo que se trate de asuntos militares o diplomáticos de
seguridad nacional, o de datos suministrados por particulares bajo garantía de confidencia.”],
que es atinente a la publicidad de los actos administrativos; éstos últimos se caracterizan por
ser declaraciones de naturaleza unilateral emanadas de las entidades públicas, que en una
situación concreta recaen sobre derechos, intereses y obligaciones de los administrados. Lo
anterior evidencia que la gran importancia que en esa norma posee la palabra interesados, que
en su acepción jurídica –no común, ordinaria o coloquial– se refiere a aquellos que tienen un
interés legítimo, personal y directo, es decir, personas físicas y jurídicas a las que los actos o
disposiciones administrativas afecten o puedan afectar; definición que aparece reflejada en el
Diccionario de la Lengua Española y en el artículo 31 de la Ley 4/1999, Régimen Jurídico de las
Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, de la legislación española,
y en varios preceptos del ordenamiento jurídico guatemalteco, tales como los artículos 4º., 23,
40, 117 y 137 de la Constitución Política de la República; 10, 26, 29, 34, 35, 50, 109 y 194 de la
Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 65, 66, 116, 117, 138 y 182 de la
Ley del Organismo Judicial; 3 y 22 de la Ley de lo Contencioso Administrativo; 39 de la Ley de
Contrataciones del Estado; y 13 del Código Procesal Penal. Por el contrario, cuando el legislador
ordinario o constituyente ha querido generalizar, ha utilizado pronombres como “cualquier”,
como por ejemplo en los artículos 134 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad [“… d) Cualquier persona con el auxilio de tres abogados colegiados
activos…”]; 12 de la Ley de Emisión del Pensamiento [“… Dichos originales no podrán ser
exhibidos o extraídos del archivo, sin el consentimiento de su autor, salvo cuando fueren
requeridos por los tribunales en un juicio de imprenta (…) Cualquier persona podrá solicitar
copia certificada de dichos artículos o escritos a su costa.”]; 297 del Código Procesal Penal
[“Cualquier persona deberá comunicar, por escrito u oralmente, a la policía, al Ministerio Público
o al tribunal…”; y 171 de la Ley del Organismo Judicial [“Los expedientes de las actuaciones
que practiquen los tribunales no deben salir fuera de la oficina, pudiendo darse a quienes lo
soliciten, fotocopias simples o certificaciones…”]. Queda corroborado entonces que el artículo
30 constitucional se refiere a la publicidad de los actos administrativos para los interesados en
los mismos, y no para cualquier persona curiosa de tales actuaciones; de haber sido otra la
intención del constituyente no habría utilizado la palabra interesado, sino habría redactado
aquel precepto como aparece en las Constituciones de otros países, tales como: i. Constitución
Portuguesa de mil novecientos setenta y seis, en su artículo 268: “… 2. Los ciudadanos [no los
interesados] tendrán derecho de acceso a los archivos y registros administrativos, sin perjuicio
de lo dispuesto por la ley en materias relativas a la seguridad interna y externa, la investigación
criminal y la intimidad de las personas.”; ii. Constitución Española de mil novecientos setenta y
ocho, en su artículo 105: “La ley regulará: (…) b) El acceso de los ciudadanos [no de los
interesados] a los archivos y registros administrativos, salvo en lo que afecte a la seguridad y
defensa del Estado, la averiguación de los delitos y la intimidad de las personas.”; iii.
Constitución Brasileña de mil novecientos ochenta y ocho, en su artículo 5: “… XXXIIITodos[no los interesados] tienen derecho a recibir de los órganos públicos informaciones de su
interés particular, o de interés colectivo o general que serán suministradas dentro del plazo de
ley, bajo pena de responsabilidad, salvo aquellas cuyo sigilo sea imprescindible para la
seguridad de la sociedad o del Estado.”; iv. Constitución Colombiana de mil novecientos
noventa y uno, en su artículo 74: “Todas las personas [no los interesados] tienen derecho a
acceder a los documentos públicos salvo los casos que establezca la ley.”; v. Constitución
Peruana de mil novecientos noventa y tres, en su artículo 2, numeral 5): “A solicitar sin
expresión de causa [sin necesidad de demostrar la legitimación activa] la información que
requiera y a recibirla de cualquier entidad pública, en el plazo legal, con el costo que suponga el
pedido. Se exceptúan las informaciones que afectan la intimidad personal y las que
expresamente se excluyan por ley o por razones de seguridad nacional.”; vi. Constitución de la
Ciudad de Buenos Aires de mil novecientos noventa y seis, en su artículo 26, párrafo cuarto:
“Toda persona [no los interesados] tiene derecho, a su solo pedido, a recibir libremente
información sobre el impacto que causan o pueden causar sobre el ambiente actividades
públicas o privadas.”; vii. Constitución de Ecuador, en su artículo 81: “El Estado garantizará el
derecho a acceder a fuentes de información; a buscar, recibir, conocer y difundir información
objetiva, veraz, plural, oportuna y sin censura previa, de los acontecimientos de interés general,
que preserve los valores de la comunidad, especialmente por parte de periodistas y
comunicadores sociales. No existirá reserva respecto de informaciones que reposen en los
archivos públicos, excepto de los documentos para los que tal reserva sea exigida por razones
de defensa nacional y por otras causas expresamente establecidas en la ley.”. A.2 Respecto a
la violación al artículo 278 de la Constitución Política de la República, que le endilga
a los artículos: 1, numeral 5, en la frase “Establecer, a manera de excepción y de
manera limitativa, los supuestos en que se restrinja el acceso a la información
pública…”; 21, en la frase “… la que por disposición expresa de una ley sea
considerada confidencial, la información clasificada como reservada de conformidad
con la presente ley y las que de acuerdo a tratados o convenios internacionales
ratificados por el Estado de Guatemala tengan cláusula de reserva.”; 22, numerales
1 al 5; 23, numerales 3 al 7; y 9 del cuerpo legal cuestionado: en el artículo 30
constitucional se establecen como excepciones al principio de publicidad de los actos
administrativos: i. asuntos militares de seguridad nacional; ii. asuntos diplomáticos de la misma
naturaleza; y iii. datos suministrados por particulares bajo garantía de confidencia; excepciones
que deben ser tenidas como numerus clausus. Sin embargo, en el Capítulo V de la ley
impugnada, relativo a la Información confidencial y reservada, el legislador ordinario fijó
limitaciones adicionales a dicho principio en los artículos 21 al 23, con lo cual se arrogó la
categoría de constituyente y conculcó el artículo 278 de la Carta Magna, en el que se le confiere
en forma exclusiva a la Asamblea Nacional Constituyente la facultad para reformar el Capítulo I
del Título II de la preceptiva constitucional –dentro del cual se ubica el referido artículo 30–.
Esto además permite que la definición de qué es información confidencial o reservada quede a
criterio de las autoridades de turno, con el peligro de manipulación política o anómala que ello
implica. Solicitó que se declare con lugar la inconstitucionalidad planteada. B) Marco Antonio
Chávez Tejada: B.1 En su primer planteamiento, en que le endilga
inconstitucionalidad general total al cuerpo legal cuestionado: De acuerdo a lo
preceptuado en el artículo 134 de la Constitución, interpretado en repetidas oportunidades por
la Corte de Constitucionalidad, se requiere el voto de dos terceras partes del Congreso de la
República para crear o suprimir un ente autónomo, con la finalidad de proteger su estructura,
funciones y competencia; por ende, la misma mayoría es necesaria cuando se pretenda
modificar tales elementos. No obstante, en la ley reprochada se establece: i. la creación de
normas y procedimientos para que todas las personas puedan tener acceso a la información de
registros, archivos, bancos o sistemas de datos en general, en todas las dependencias del
Estado, incluyendo entidades descentralizadas y autónomas; ii. que todos los sujetos obligados
deben actualizar su información en el plazo de treinta días; iii. el procedimiento para obtener de
las instituciones respectivas la información; y iv. el deber de los sujetos obligados de tomar
medidas de cuidado y conservación de los documentos, así como de instalar una unidad de
información y rendir un informe anual al Procurador de Derechos Humanos. Con ello se realizan
modificaciones a la estructura de las entidades que, gozando de autonomía, son parte de los
sujetos obligados de esa ley, sin que la referida ley haya sido votada con la mayoría requerida
para el efecto; consecuentemente, se evidencia su inconstitucionalidad formal, por lo que en
resguardo del principio de supremacía constitucional, deben hacerse las declaraciones que en
Derecho corresponden. Pidió que se acoja su planteamiento de inconstitucionalidad total. B.2
En su segundo planteamiento, en que le endilga inconstitucionalidad general parcial
a los artículos: 10, numeral 4, en la frase “… incluyendo salarios que corresponden a
cada cargo, honorarios, dietas, bonos, viáticos o cualquier otra remuneración
económica que perciban por cualquier concepto…”; 11, numeral 2, en la frase
“… con sus respectivas remuneraciones de cada una de las instituciones
mencionadas en el numeral anterior;”; 12, numeral 5, en la frase “… con sus
respectivas remuneraciones de cada uno de los tribunales mencionados en el
numeral anterior;”; y 13, numeral 2, en la frase “... con sus respectivas
remuneraciones;”; del cuerpo legal cuestionado: Las referidas disposiciones hacen
obligatorio que se proporcione indiscriminadamente información relativa a salarios, honorarios,
dietas, bonos, viáticos o cualquier remuneración económica que perciban los funcionarios,
servidores públicos, empleados y asesores que laboren en el Estado y sus dependencias. Ello
vulnera los artículos 1º., 2º. y 3º. constitucionales, pues se somete a dichas personas y sus
familias a un trato discriminatorio, así como a un grave riesgo en su patrimonio e integridad
personal, al ser esa información propicia para que el crimen organizado, la delincuencia común
y las estructuras de maras estén en la posibilidad de hacerlos objeto de extorsiones, secuestros,
amenazas y atentados; el Estado, destinado a la protección de la persona y la familia –sin
excepción–, de la vida, la libertad, la justicia, la seguridad y la paz, se convierte entonces en
cómplice de esos ilícitos, ya que facilita la información necesaria para su comisión. En
conclusión, en aras de la pretendida transparencia se sacrifican cándidamente los más
importantes valores de la nación, debido a que el legislador, en aquel afán, no evaluó la grave
situación de inseguridad que se vive en el país, descuidando los bienes jurídicos fundamentales
a cargo del Estado. Solicitó que se declare la procedencia de su acción de inconstitucionalidad
general.
II. TRÁMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD
No se decretó la suspensión provisional del cuerpo legal impugnado. Se confirió audiencia por
quince días al Presidente de la República, al Congreso de la República, al Procurador de los
Derechos Humanos y al Ministerio Público. Oportunamente se señaló día y hora para la vista.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES
A) El Presidente de la República manifestó: a) los accionantes en ningún momento hacen
relación de la ley ordinaria con la ley superior, pues se concretan a transcribir artículos
constitucionales; la labor de interpretación comprende tanto la formalidad legal como la
realidad legal y no puede existir un distanciamiento tal entre el formalismo constitucional y la
realidad constitucional que ponga en peligro la institucionalidad; b) los legisladores están
legitimados para dictar las medidas que, dentro de su concepción ideológica y sin infringir
preceptos constitucionales, tiendan a la consecución del bien común, como expresión de la
voluntad soberana del pueblo; c) por acto de la administración debe entenderse toda decisión,
general o especial, de una autoridad administrativa en ejercicio de sus funciones y que se
refiere a derechos, deberes e intereses de entidades administrativas o de los particulares
respecto de ellas; d) el derecho a la información ha sido reconocido como un derecho humano
universal constituido sobre el derecho a la libertad, según el tenor del artículo 19 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos; la doctrina, en su mayoría, enmarca en dicho
derecho la transparencia de la administración pública y, además, lo toma como una
característica fundamental del Estado de Derecho; e) el derecho de acceso a la información
pública se basa en tres principios básicos: i. la transparencia, que con el paso del tiempo ha
pasado a ser una exigencia que debe observar el Estado frente a todos los ciudadanos; ii. la
publicidad, entendida como la accesibilidad general de las actuaciones administrativas, es un
elemento del orden jurídico, que persigue lograr el conocimiento y control de tales actuaciones;
y iii. la rendición de cuentas, que es la obligación de que los Organismos del Estado se
controlen entre ellos para mantener el equilibrio en sus actuaciones; f)en cuanto al alcance de
los términos “interesados” e “interés legítimo”, cabe comparar su aplicación en otras
legislaciones, como las de Estados Unidos de América y Francia, que utilizan de manera
extensiva las palabras “persona” y “beneficiarios”, bastando la mera curiosidad del administrado
para poder hacer valer el derecho de acceso a la información pública y obtener la
documentación que sea necesaria. Ya que se trata de un derecho que emana de la libertad
misma, puede razonarse que al momento en que cualquier persona lo invoca, se transforma en
un interesado sobre el tema o acto administrativo; es decir, todo individuo en su calidad de
administrado en un territorio soberano posee un interés legítimo en conocer la manera en que
se manejan sus autoridades; g) el espíritu de la Ley de Acceso a la Información Pública es
salvaguardar el derecho al libre acceso a la información protegido precisamente en el artículo
30 de la Constitución Política de la República, contrario a lo afirmado por uno de los
postulantes, de que entre ambos cuerpos existe colisión, al enumerarse algunas causas de
excepción al principio de publicidad; en todo Estado democrático es normal que sea necesario
mantener en secreto cierta documentación para asegurar su existencia, pero la regla general es
la publicidad; y h) la Corte de Constitucionalidad en reiterados fallos ha expresado que la
declaración de inconstitucionalidad general sólo es viable cuando se advierta con certeza y
fundamento suficientes la contradicción de las normas atacadas con las normas de superior
jerarquía invocadas por medio de un estudio comparativo; no obstante, en los planteamientos
que se analizan, los accionantes se limitan a relacionar una serie de artículos constitucionales,
sin que de manera clara, concreta, razonada, individualizada y jurídicamente motivada expresen
en qué radica la contravención del texto constitucional. Pidió que se declaren sin lugar los
planteamientos de inconstitucionalidad general objeto de pronunciamiento. B) El Congreso de
la República expuso: B.1 Respecto al planteamiento formulado por Carlos Enrique
Velásquez Calderón: a) el artículo 30 de la Carta Magna es claro en establecer que todos los
actos de la administración son públicos, y que los interesados tienen derecho a obtener en
cualquier tiempo, informes, copias, reproducciones y certificaciones que soliciten y la exhibición
de los expedientes que deseen consultar, determinando con precisión las excepciones a ese
mandato; es decir, no se refiere a lo que se conoce como la materialización de la administración
pública mediante el acto administrativo propiamente dicho, que según Canasi, constituye la
base esencial de la actividad jurídica del Estado, en sentido lato, y regula la función
administrativa, ya sea en forma de actos jurídicos o actos materiales. Según Cermesoni, acto
administrativo es aquella manifestación unilateral y externa de voluntad que expresa una
decisión de autoridad administrativa competente, que en ejercicio de la potestad pública crea,
reconoce, modifica, transmite o extingue derechos u obligaciones, generalmente es ejecutivo y
se propone satisfacer el interés general; por su parte, la administración pública a que se refiere
la norma constitucional es un concepto más amplio, tiene que ver con el manejo de la cosa
pública, que interesa a todo ciudadano, al que se reconoce un derecho subjetivo que conlleva
como único presupuesto acreditar que deriva del propio albedrío del gobernado, congruente
con el principio de transparencia de los actos públicos; y b) la Ley de Acceso a la Información
Pública no contiene ninguna vulneración al artículo 278 constitucional, pues, por el contrario, lo
que el legislador persigue con dicho cuerpo legal es precisamente regular la manera de hacer
efectiva la obligación de publicidad de los actos administrativos. B.2 Respecto a los
planteamientos formulados por Marco Antonio Chávez Tejada: los señalamientos de
inconstitucionalidad son superficiales y no conllevan análisis que evidencie una verdadera lesión
de normas constitucionales; carecen de la expresión del interponente en forma separada,
razonada y clara de los motivos jurídicos en que descansa su planteamiento. Solicitó que las
referidas acciones de inconstitucionalidad sean declaradas sin lugar. C) El Ministerio
Público expresó: C.1 Consideraciones generales: a) La promulgación, sanción y
publicación de la Ley de Acceso a la Información Pública representa un esfuerzo efectuado por
la población guatemalteca y por entidades nacionales e internacionales con el propósito de
transparentar los actos de la administración pública y consagrar el derecho de las personas a
acceder a la información en poder de la administración pública y a todos los actos, entes e
instituciones que manejan recursos del Estado bajo cualquier concepto; b) debe destacarse que
el movimiento originado con el fin de obtener el libre acceso a la información pública no es
exclusivo de Guatemala, es el resultado de la preocupación a nivel internacional por el tema; de
hecho, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos creó una Relatoría Especial para la
Libertad de Expresión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos estableció, en la
sentencia dictada en el caso Claude Reyes y otros vs. Chile, que toda persona, sin necesidad de
acreditar un interés especial, tiene el derecho de acceso a la información que el Estado
administre o produzca o que deba administrar o producir; asimismo, la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos se ha pronunciado reiteradamente sobre la importancia
del derecho de acceso a la información y el Comité Jurídico Interamericano aprobó en su
septuagésimo tercer período ordinario de sesiones una resolución en la que se reconocen los
estándares interamericanos acerca de la materia; y c) en toda Latinoamérica han sido
sancionadas leyes que garantizan dicho derecho; en Chile recién entró en vigencia la Ley sobre
Transparencia de la Función Pública y Acceso a la Información del Estado, ejemplo que se suma
a nueve países de la región que cuentan con una ley nacional que regula el acceso a la
información pública: Colombia, Ecuador, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú,
República Dominicana y Uruguay. C.2 Respecto al planteamiento formulado por Carlos
Enrique Velásquez Calderón: a) no se aprecia confrontación necesaria para que pueda ser
analizada la constitucionalidad que se denuncia, pues únicamente se hace alusión a cuestiones
subjetivas de interpretación, sin indicar en forma técnica razón jurídica alguna que justifique su
impugnación; b) tanto el artículo 30 constitucional como el 1, numeral 1, de la Ley de Acceso a
la Información Pública, garantizan el derecho de los interesados de acceder a la información in
concreto; sin embargo, el derecho a la información pública lo ejercita cualquier persona in
genere, convirtiéndose la persona en interesado cuando concretiza su petición; c) en el artículo
13, numeral 1, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos está preceptuado que
“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho
comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por
cualquier otro procedimiento de su elección”, es decir, contempla un derecho general, no
limitado a los interesados; en el ya citado caso de Claude y otros vs. Chile, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos declaró [en el párrafo setenta y siete del fallo] que “… el
artículo 13 de la Convención, al estipular expresamente los derechos a ‘buscar’ y a ‘recibir’
‘informaciones’, protege el derecho que tiene toda persona a solicitar el acceso a la información
bajo el control del Estado, con las salvedades permitidas bajo el régimen de restricciones de la
Convención. Consecuentemente, dicho artículo ampara el derecho de las personas a recibir
dicha información y la obligación positiva del Estado de suministrarla, de forma tal que la
persona pueda tener acceso a conocer esa información o reciba una respuesta fundamentada
cuando por algún motivo permitido por la Convención el Estado pueda limitar el acceso a la
misma para el caso concreto. Dicha información debe ser entregada sin necesidad de acreditar
un interés directo para su obtención o una afectación personal, salvo en los casos en que se
aplique una legítima restricción…”; d) si bien es cierto que existen excepciones al derecho de
acceso a la información, deben cumplir con determinados requisitos, tales como que tienen que
estar fijadas en la ley, no en actos administrativos, y que las causales deben ser compatibles
con el funcionamiento de una sociedad democrática fundada en la transparencia; y e) no se
lesiona el contenido del artículo 278 de la Constitución Política de la República, por cuanto no se
está reformando ésta, sino que se desarrolla el derecho de acceso a la información pública
previsto intrínsecamente en el artículo 30 constitucional y en el 13, numeral 1, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos. C.3 Respecto al primer planteamiento formulado
por Marco Antonio Chávez Tejada: a) en el presente caso debe observarse el principio de
supremacía constitucional, que sujeta la normativa legal a la Ley Fundamental, aplicado en
innumerables ocasiones por la Corte de Constitucionalidad; b) no debe confundirse autonomía
con autarquía funcional, pues aunque en el artículo 134 de la Constitución Política de la
República expresamente se les reconoce autonomía a los municipios y a otras entidades
estatales, esto no significa que puedan actuar con total desvinculación del sistema político o el
ordenamiento jurídico, pues no dejan de pertenecer al Estado, siendo que actúan por
delegación de éste y deben coordinarse con su política general; por ello, no se evidencia
vulneración al referido artículo constitucional, máxime si se toma en cuenta que no conlleva
modificaciones que alteren su esencia, estructura, funciones o competencia, ni ninguna reforma
que conculque el principio de rigidez –requerimiento de mayoría de dos terceras partes–;
y c) por el contrario, con la normativa cuestionada se está acatando uno de los diez estándares
mínimos que deben ser cumplidos en América Latina para respetar el derecho al acceso a la
información pública de los ciudadanos, emitidos por la Relatora para la Libertad de Expresión de
la Organización de Estados Americanos en la Primera Conferencia Nacional sobre Acceso a la
Información: “8. Las entidades públicas deben implementar mecanismos permanentes y
accesibles de transparencia y difusión de la información, que permitan el acceso rápido y a bajo
costo de la información pública”.
C.4 Respecto al segundo planteamiento formulado por Marco Antonio Chávez
Tejada: a) la información que posee el Estado es pública, por lo que su actuar debe
encontrarse regido por los principios de publicidad y transparencia en la gestión pública, a fin
de combatir la corrupción e impulsar la rendición de cuentas; es por ello que se ha establecido
la publicidad de los salarios que se devengan en puestos estatales, los cuales pueden ser
conocidos por los ciudadanos conforme el derecho que les asiste al tenor del artículo 30
constitucional; yb) sobre el particular, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en el
citado caso Claude y otros vs. Chile, declaró [en el párrafo noventa y dos del fallo] que: “… en
una sociedad democrática es indispensable que las autoridades estatales se rijan por el principio
de máxima divulgación, el cual establece la presunción de que toda información es accesible,
sujeto a un sistema restringido de excepciones”; de suerte que el acceso a la información de
salarios no violenta lo preceptuado en el artículo 30 de la Carta Magna y se encuentra acorde
con otras legislaciones latinoamericanas de la materia, además de estar en armonía con lo
dispuesto en el ya citado artículo 13, numeral 1, de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. Pidió que las acciones intentadas sean declaradas improcedentes. D) El Procurador
de Derechos Humanos no alegó.
IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA
A) El Presidente de la República, el Congreso de la República y el Ministerio
Público reiteraron lo expuesto y solicitado con ocasión de la audiencia que les fuera conferida
anteriormente dentro del trámite de la inconstitucionalidad. C) Carlos Enrique Velásquez
Calderón, Marco Antonio Chávez Tejada –postulantes–, y el Procurador de los Derechos
Humanos no alegaron.
CONSIDERANDO
---I--Al tenor de lo preceptuado en los artículos 267 de la Constitución Política de la República
y 133 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad, la Inconstitucionalidad
de leyes, reglamentos y disposiciones de carácter general es el instrumento destinado al control
directo, abstracto y reparador de constitucionalidad, sobre las normas infraconstitucionales que
conforman el ordenamiento jurídico guatemalteco. Su conocimiento se ha encomendado con
exclusividad a este tribunal, responsable de la defensa del orden constitucional y del principio
de supremacía constitucional.
---II--Una percepción integral de las presentes acciones de inconstitucionalidad, incoadas
contra la Ley de Acceso a la Información Pública (Decreto 57-2008 del Congreso de la
República), permite advertir que la materia del fallo de mérito está constituida por cuatro
puntos: primero, el acuse de violación al artículo 30 de la Carta Magna que Carlos Enrique
Velásquez Calderón formula con relación a sus artículos: 1, numerales 1, en la frase “Garantizar
a toda persona interesada, sin discriminación alguna…”, y 7, en la frase “… garantizar que toda
persona…”; 2, en la frase “… para garantizar a toda persona…”; 5, en la frase “… Es toda
persona…”; 9, numeral 3, en la frase “derecho que tiene toda persona”; 16, en la frase “Toda
persona…”; y 41, último párrafo; de la referida Ley. Segundo, la vulneración del artículo 278
que el mismo postulante atribuye a sus artículos: 1, numeral 5, en la frase “Establecer, a
manera de excepción y de manera limitativa, los supuestos en que se restrinja el acceso a la
información pública…”; 21, en la frase “… la que por disposición expresa de una ley sea
considerada confidencial, la información clasificada como reservada de conformidad con la
presente ley y las que de acuerdo a tratados o convenios internacionales ratificados por el
Estado de Guatemala tengan cláusula de reserva.”; 22, numerales 1 al 5; 23, numerales 3 al 7;
y 9. Tercero, el vicio de inconstitucionalidad formal que Marco Antonio Chávez Tejada endilga a
la totalidad de su articulado. Y cuarto, la contravención material de los artículos 1º., 2º. y 3º.
de la Constitución Política de la República que este último le reputa específicamente a sus
artículos: 10, numeral 4, en la frase “… incluyendo salarios que corresponden a cada cargo,
honorarios, dietas, bonos, viáticos o cualquier otra remuneración económica que perciban por
cualquier concepto…”; 11, numeral 2, en la frase “… con sus respectivas remuneraciones de
cada una de las instituciones mencionadas en el numeral anterior;”; 12, numeral 5, en la frase
“… con sus respectivas remuneraciones de cada uno de los tribunales mencionados en el
numeral anterior;”; y 13, numeral 2, en la frase “... con sus respectivas remuneraciones;”.
El primero de los solicitantes antes mencionados indicó en su escrito inicial que también
reprochaba inconstitucionalidad a los artículos 1, numerales 2 y 3; 4; y 8; del cuerpo legal
cuestionado; sin embargo, ninguna argumentación desplegó respecto a estos preceptos, por lo
que esa falencia insubsanable impide que este Tribunal realice análisis alguno sobre los
mismos.
---III--Por cuestión de método, se dispondrá en primer lugar el estudio del tercero de los
puntos enumerados en el apartado precedente, por referirse a un presunto vicio de
inconstitucionalidad total, de naturaleza interna corporis. Marco Antonio Chávez Tejada alega
que en la ley cuestionada se realizan modificaciones a la estructura de las entidades que,
gozando de autonomía, son parte de los sujetos obligados de esa preceptiva, sin que ésta haya
sido votada con la mayoría requerida para el efecto; pues establece: i. la creación de normas y
procedimientos para que todas las personas puedan tener acceso a la información de registros,
archivos, bancos o sistemas de datos en general, en todas las dependencias del Estado,
incluyendo entidades descentralizadas y autónomas; ii. que todos los sujetos obligados deben
actualizar su información en el plazo de treinta días; iii. el procedimiento para obtener de las
instituciones respectivas la información; y iv. el deber de los sujetos obligados de tomar
medidas de cuidado y conservación de los documentos, así como de instalar una unidad de
información y rendir un informe anual al Procurador de Derechos Humanos.
Sobre el particular es oportuno resaltar que esta Corte ha sostenido reiteradamente,
mediante ejercicio interpretativo de lo preceptuado en el artículo 134 de la Carta Magna, que la
previsión especial que atañe a las entidades dotadas de autonomía, en cuanto al modo en que
es dable que se produzca su creación y supresión –por decisión tomada por el Congreso de la
República con el voto favorable de la mayoría de dos terceras partes de sus miembros–, debe
entenderse extendida al supuesto de que se pretenda variar a tal grado su regulación, que
conlleve mutación de su estructura, funciones y competencia; esto es, una alteración de su
esencia institucional dentro del entramado estatal.
Siguiendo esa línea jurisprudencial ha declarado la inconstitucionalidad de decretos
mediante los cuales, verbigracia, se pretendió modificar, sin cumplir con el procedimiento
necesario para ello: la integración de la Junta Directiva del Instituto Nacional de Bosques
[Expedientes acumulados tres y trece-dos mil uno (3/13-2001)]; el tiempo de duración y
calidades requeridas para optar al cargo, de los miembros del órgano homólogo del Fondo de
Inversión Social [Expediente ciento noventa y nueve-dos mil dos (199-2002)]; y las funciones
propias del Banco de Guatemala [Expedientes acumulados novecientos noventa y cuatro,
novecientos noventa y cinco y mil nueve-dos mil tres (994/995/1009-2003)]. De igual manera,
este tribunal ha denegado las pretensiones de inconstitucionalidad incoadas contra
disposiciones a las que no ha reconocido incidencia relevante en los aspectos antes
relacionados
–estructura, funciones y competencia– de las instituciones autónomas o
descentralizadas respectivas; tal fue el caso, por ejemplo, de la impugnación intentada contra la
Ley General de Electricidad, en la que por la razón indicada no prosperó la tesis de vulneración
de la autonomía del Instituto Nacional de Electrificación aducida [Expediente ochenta y cinconoventa y siete (85-97)]; así como con ocasión de planteamiento promovido contra el
Reglamento de la Junta de Exclusión de Activos y Pasivos, al que se le reputó sin éxito la
afectación de las funciones propias de la Superintendencia de Bancos y la Junta Monetaria
[Expediente dos mil setecientos trece-dos mil nueve (2713-2009)].
Es en la última categoría descrita que se enmarca el cuestionamiento objeto de estudio,
pues la creación de normas y procedimientos para que todas las personas puedan tener acceso
a la información que obra en registros, archivos, bancos o sistemas de datos de las
dependencias del Estado es un mandato general que concierne a todo estamento del poder
público, y no repercute en la esfera de atribuciones, ámbito de competencia o estructura
esencial de las entidades descentralizadas o autónomas. La sola circunstancia de que deba
implementarse una oficina o unidad destinada al cumplimiento de ese deber, junto con
determinados formularios o procedimientos internos –para operativizar su funcionamiento–, no
puede considerarse como causa de alteración de aquellos aspectos.
De esa suerte, no era necesario que el organismo parlamentario contara con el voto
favorable de la mayoría calificada para concretar válidamente la aprobación de la ley
cuestionada y, por ende, carece de sustento la afirmación de que ésta adolece de vicio de
inconstitucionalidad formal.
Superado ese punto, a continuación se abordarán los restantes en el orden en que
fueron enumerados al inicio del considerando II.
---IV--Carlos Enrique Velásquez Calderón le atribuye violación del artículo 30 de la Ley
Fundamental a los artículos: 1, numerales 1, en la frase “Garantizar a toda persona interesada,
sin discriminación alguna…”, y 7, en la frase “… garantizar que toda persona…”; 2, en la frase
“… para garantizar a toda persona…”; 5, en la frase “… Es toda persona…”; 9, numeral 3, en la
frase “derecho que tiene toda persona”; 16, en la frase “Toda persona…”; y 41, último párrafo,
de la ley impugnada.
Afirma que la significación del referido precepto constitucional debe estimarse
circunscrita a la publicidad de los actos administrativos y que, en todo caso, de ésta solamente
deben beneficiarse los que tengan interés personal, legítimo y directo en dichas actuaciones;
por lo que, al obviarse esos extremos en los pasajes cuestionados, en los que se hace
referencia al acceso a la información pública en general y se le concede esa prerrogativa a
cualquier ciudadano, se contraviene lo dispuesto en la Constitución Política de la República.
Para analizar tal apreciación conviene acotar que en el contexto de la interpretación
constitucional siempre debe privilegiarse la intelección que capte de mejor manera la dimensión
material de la preceptiva fundamental y, por ende, coadyuve a proteger eficazmente los
derechos, valores y bienes jurídicos inmersos en ésta, en abono de su fuerza normativa. En lo
que concierne concretamente al artículo 30 de la Carta Magna [“Publicidad de los actos
administrativos. Todos los actos de la administración son públicos. Los interesados tienen
derecho a obtener, en cualquier tiempo, informes, copias, reproducciones y certificaciones que
soliciten y la exhibición de los expedientes que deseen consultar, salvo que se trate de asuntos
militares o diplomáticos de seguridad nacional, o de datos suministrados por particulares bajo
garantía de confidencia.”], esta Corte identifica en su contenido, desde la perspectiva amplia y
tutelar que aconseja el principio pro homine, el reconocimiento constitucional del derecho al
acceso a la información pública en el ordenamiento jurídico guatemalteco, que supone la
posibilidad para cualquier ciudadano de obtener información de la Administración Pública, sin
otro interés que acreditar que el que proviene de su propio albedrío como administrado, en
conexión con el principio de transparencia de la gestión pública [Sentencia de trece de
septiembre de mil novecientos ochenta y nueve, dictada por este tribunal dentro del expediente
ciento setenta y ocho-ochenta y nueve (178-89)].
De igual manera, con esos alcances figura concebido el indicado derecho en varios
instrumentos de derecho internacional surgidos en el marco de instancias regionales y
mundiales de protección de Derechos Humanos, a las que Guatemala está adscrita, en los que
se le alude como componente de la libertad de expresión y, como tal, elemento primordial de la
vocación democrática de los Estados.
Así, dentro del Sistema de la Organización de las Naciones Unidas, vale destacar lo
enunciado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: “Todo individuo
tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser
molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir información y opiniones, y el de
difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”; postulado recogido
en el artículo 19, numeral 2, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: “Toda
persona tiene derecho a la libertad de expresión, este derecho comprende la libertad de buscar,
recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea
oralmente, por escrito o en forma impresa o artística o por cualquier otro procedimiento de su
elección.”. Con mayor especificidad, en el artículo 10 de la Convención de las Naciones Unidas
contra la Corrupción está plasmada la incidencia del acceso ciudadano a la información pública,
en función de asegurar la transparencia en el manejo de los asuntos del Estado: “Información
pública. Habida cuenta de la necesidad de combatir la corrupción, cada Estado Parte, de
conformidad con los principios fundamentales de su derecho interno, adoptará las medidas que
sean necesarias para aumentar la transparencia en su administración pública (…) instauración
de procedimientos o reglamentaciones que permitan al público en general obtener, cuando
proceda, información sobre la organización, el funcionamiento y los procesos de adopción de
decisiones de su administración pública (…)simplificación de los procedimientos administrativos,
cuando proceda, a fin de facilitar el acceso del público a las autoridades encargadas de la
adopción de decisiones….”; lo cual es complementado con lo dispuesto en el artículo 13 del
mismo cuerpo normativo, en cuyo inciso b se precisa que garantizar el acceso eficaz de la
población a la información fomenta la participación activa de personas y grupos que no
pertenezcan al sector público, en la prevención y la lucha contra la corrupción.
En el plano de la Organización de los Estados Americanos y el Sistema Interamericano
de Protección de los Derechos Humanos, el texto del artículo 13, numeral 1, de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, prácticamente replica el del ya citado artículo 19, numeral
2, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Y en la Declaración de Principios sobre
la Libertad de Expresión, elaborada por la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la
Organización de Estados Americanos y aprobada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, el acceso a la información pública es taxativamente catalogado como un derecho
fundamental que los Estados están obligados a garantizar; en el estudio
denominado Antecedentes
e
Interpretación
de
la
Declaración
de
Principios[http://www.cidh.org/relatoria/showarticle.asp?artID=132&lID=2], numerales 18 y
19, la relacionada Relatoría puso de relieve la estrecha vinculación de dicho derecho con la
necesidad de la población de fiscalizar las acciones del aparato gubernamental, como
manifestación de su poder soberano: “… Este derecho cobra aún mayor importancia por
encontrarse íntimamente relacionado al principio de transparencia de la administración y la
publicidad de los actos de gobierno. El Estado, en este sentido, se constituye como un medio
para alcanzar el bien común. Dentro de este contexto, el titular de la información es el individuo
que delegó en los representantes el manejo de los asuntos públicos (…) Sin esta información,
no puede ejercitarse plenamente el derecho a la libertad de expresión como un mecanismo
efectivo de participación ciudadana ni de control democrático de la gestión gubernamental…”.
Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en sentencia de
diecinueve de septiembre de dos mil seis, se apoyó en las citadas Convenciones Americana
sobre Derechos Humanos y de las Naciones Unidas contra la Corrupción, además de otros
instrumentos como la Carta Democrática Interamericana, la Declaración de Nuevo León y varias
resoluciones de la Asamblea de la Organización de Estados Americanos, para resolver el
caso Claude Reyes y otros versus Chile [mencionado por el Ministerio Público al evacuar la vista
que le fuera conferida dentro del presente proceso]. Con esa base, definió expresamente al
acceso a la información pública como derecho humano integrante del derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión, sin reserva de acreditación de interés directo –como norma
general–: “… el artículo 13 de la Convención, al estipular expresamente los derechos a ‘buscar’
y a ‘recibir’ ‘informaciones’, protege el derecho que tiene toda persona a solicitar el acceso a la
información bajo el control del Estado, con las salvedades permitidas bajo el régimen de
restricciones de la Convención. Consecuentemente, dicho artículo ampara el derecho de las
personas a recibir dicha información y la obligación positiva del Estado de suministrarla, de
forma tal que la persona pueda tener acceso a conocer esa información o reciba una respuesta
fundamentada cuando por algún motivo permitido por la Convención el Estado pueda limitar el
acceso a la misma para el caso concreto. Dicha información debe ser entregada sin necesidad
de acreditar un interés directo para su obtención o una afectación personal, salvo en los casos
en que se aplique una legítima restricción (…) De esta forma, el derecho a la libertad de
pensamiento y de expresión contempla la protección del derecho de acceso a la información
bajo el control del Estado…[Párrafo setenta y siete (77)]”; y patentizó la importancia de ese
derecho como vehículo de participación ciudadana dentro de un sistema democrático, orientado
a garantizar la transparencia de las actividades del gobierno: “… La Asamblea General de la
OEA en diversas resoluciones consideró que el acceso a la información pública es un requisito
indispensable para el funcionamiento mismo de la democracia(…) el actuar del Estado debe
encontrarse regido por los principios de publicidad y transparencia en la gestión pública, lo que
hace posible que las personas que se encuentran bajo su jurisdicción ejerzan el control
democrático de las gestiones estatales, de forma tal que puedan cuestionar, indagar y
considerar si se está dando un adecuado cumplimiento de las funciones públicas. El acceso a la
información bajo el control del Estado, que sea de interés público, puede permitir la
participación en la gestión pública, a través del control social que se puede ejercer con dicho
acceso (…) Al permitir el ejercicio de ese control democrático se fomenta una mayor
participación de las personas en los intereses de la sociedad… [Párrafos ochenta y cuatro (84),
ochenta y seis (86) y ochenta y siete (87)]”. Y sobre el interés público como factor que
determina la publicidad de la información, puntualizó, en pronunciamiento de veinte de
noviembre de dos mil nueve, dictado en el caso Usón Ramírez versus Venezuela: “… en una
sociedad democrática las instituciones o entidades del Estado como tales están expuestas al
escrutinio y la crítica del público, y sus actividades se insertan en la esfera del debate público.
Este umbral no se asienta en la calidad del sujeto, sino en el interés público de las actividades
que realiza (…) Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad democrática, que
requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre asuntos de interés público…”.
En conclusión, la apropiada exégesis del artículo 30 de la Ley Fundamental, a la luz del
principio pro homine y de la jurisprudencia y estándares internacionales en materia de derechos
humanos aplicables, conduce a establecer que el referido precepto constitucional encierra el
reconocimiento expreso de que todos los actos de la administración son públicos –pese al
equívoco que puede propiciar su epígrafe, que en todo caso carece de contenido normativo–;
así como del derecho de la población de acceder a esa información, como titular de la soberanía
nacional, de la que sus poseedores son sólo mandatarios. Ello explica que para ejercerlo el
ciudadano no tenga más que manifestar su legítima voluntad de conocer la organización, el
funcionamiento y los procesos de adopción de decisiones del aparato gubernamental destinado
a procurar su bienestar y el de sus pares; es en esto que se entiende configurado
su interés sobre el asunto de que se trate, y no en la acepción netamente procesal del vocablo,
que queda descontextualizada al ser desechada la tesis de que la publicidad de los actos
administrativos es el único objeto de la disposición de mérito.
De esa suerte, no adolecen de vicio de inconstitucionalidad alguno los fragmentos
conducentes de los artículos 1, numerales 1 y 7; 2; 5; 9, numeral 3; 16; y 41, último párrafo;
de la ley impugnada –que tienen por elemento común la expresión “toda persona–”; que
acertadamente retratan el carácter universal del derecho de acceso a la información pública, en
concordancia con lo antes apuntado.
---V--Es menester precisar que el contorno del derecho de marras está definido también en
función de ciertas limitaciones, que constituyen salvedades al principio de máxima
divulgación que en general lo informa [positivado en los artículos 3, inciso 1; 8; y 9, numeral 8,
de la ley impugnada, con la denominación de principio de máxima publicidad], como lo
asentaron el Relator Especial de las Naciones Unidas para la Libertad de Opinión y Expresión, el
Representante de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa para la Libertad
de los Medios de Comunicación y el Relator Especial de la Organización de Estados Americanos
para la Libertad de Expresión, en declaración conjunta publicada en dos mil cuatro: “El derecho
de acceso a la información en poder de las autoridades públicas es un derecho humano
fundamental que debería aplicarse a nivel nacional a través de legislación global (por ejemplo,
las Leyes de Libertad de Acceso a Información) basada en el principio de máxima divulgación,
el cual establece la presunción de que toda la información es accesible, sujeto solamente a un
sistema restringido de excepciones (…) cuidadosamente adaptado para proteger los intereses
públicos y privados preponderantes, incluida la privacidad. Las excepciones se aplicarán
solamente cuando exista el riesgo de daño sustancial a los intereses protegidos y cuando ese
daño sea mayor que el interés público en general de tener acceso a la información. La
autoridad pública que procure denegar el acceso debe demostrar que la información está
amparada por el sistema de excepciones…”; conceptos que quedaron reflejados en similares
términos en el ya aludido fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el
caso Claude Reyes y otros versus Chile [Párrafos noventa y dos (92) y noventa y tres (93)] .
En el caso de Guatemala, algunas de esas limitaciones o excepciones al principio de
máxima divulgación están explícitamente previstas en la propia Carta Magna; concretamente,
en la parte final de su artículo 30, que describe dos supuestos: i) asuntos militares o
diplomáticos de seguridad nacional; y ii) datos suministrados por particulares bajo garantía de
confidencia. Como puede verse, ambos son correlativos a intereses públicos y privados
preponderantes –para usar la terminología de los relacionados relatores–: por un lado, la
seguridad nacional como componente primordial de la institucionalidad misma del país; y por el
otro, la información entregada por particulares con reserva de confidencialidad como cuestión
conectada directamente con el derecho a la intimidad o vida privada, protegido en los artículos
23, 24 y 44 de la Constitución Política de la República; 12 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos; y 14 y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
Son intereses preponderantes como los mencionados los que constituyen, taxativamente
positivados o no, los límites naturales del acceso a la información pública, en el entendido de
que dicha expresión evoca principios, valores y derechos fundamentales que igualmente se
encuentran tutelados a nivel constitucional y que, por ende, deben ser ponderados en forma
armónica con aquél.
Para robustecer lo anterior, cabe apuntar que el Comité de Derechos Humanos de la
Organización de las Naciones Unidas [en su observación general número diez, numeral cuatro
(4)], la Corte Interamericana de Derechos Humanos [al emitir la sentencia del casoClaude
Reyes y otros versus Chile, párrafos ochenta y ocho (88) a noventa y uno (91)] y la Relatoría
Especial para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos [en su informe
general sobre el derecho de acceso a la información de dos mil nueve, numerales veintinueve
(29) a treinta y dos (32)], coinciden en afirmar que en la limitación al derecho que se estudia
deben concurrir tres requisitos: i) que sea fijada en ley; ii) que obedezca a una de las dos
razones precisadas en los artículos 19, tercer párrafo, del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y 13, numeral dos, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos: el
respeto a los derechos o a la reputación de los demás; o la protección de la seguridad nacional,
el orden público o la salud o la moral públicas; y iii) que sea necesaria para satisfacer los
propósitos antedichos, como un interés público imperativo; en el sentido de que sea
conducente para el efecto, proporcional al interés que la justifica, y que interfiera en el menor
grado posible en el ejercicio efectivo del derecho.
---VI--Una vez fijados de ese modo los parámetros que rigen el régimen de excepciones al
principio de máxima divulgación, puede abordarse el análisis de los motivos de contravención al
artículo 278 constitucional que Carlos Enrique Velásquez Calderón reputa a los artículos: 1,
numeral 5, en la frase “Establecer, a manera de excepción y de manera limitativa, los supuestos
en que se restrinja el acceso a la información pública…”; 21, en la frase “… la que por
disposición expresa de una ley sea considerada confidencial, la información clasificada como
reservada de conformidad con la presente ley y las que de acuerdo a tratados o convenios
internacionales ratificados por el Estado de Guatemala tengan cláusula de reserva.”; 22,
numerales 1 al 5; 23, numerales 3 al 7; y 9 de la ley impugnada.
Debe iniciarse por puntualizar que tanto el principio de rigidez constitucional como el de
supremacía constitucional obedecen al valor superior que dentro del ordenamiento jurídico
entraña la Ley Fundamental; uno a nivel formal y el otro, material. No cabe endilgar pretensión
modificatoria de su texto a una norma legal que, al regular un determinado aspecto de la
convivencia social, desarrolla congruentemente su contenido. Ergo, la sola circunstancia de que
en el artículo 1, numeral 5, del cuerpo legal impugnado se indique que en éste se describirán
los supuestos en que puede válidamente restringirse el acceso a la información pública no
atenta contra el principio de rigidez constitucional, en la medida en que tales supuestos se
limiten a pormenorizar las condiciones en que pueden configurarse los postulados generales
demarcados en la Carta Magna. Este argumento se hace extensivo al fragmento cuestionado
del artículo 21 ibídem, que se limita a enunciar una clasificación cuyos componentes son
desplegados en los dos artículos subsiguientes, también refutados en esta vía –en el párrafo
posterior se analizarán los supuestos específicos bajo cuestionamiento–; salvo lo relativo a
cláusulas de reserva establecidas en tratados o convenios internacionales, que en todo caso
podrán ser sometidas al control preventivo de constitucionalidad cuando se presente alguna en
particular, antes de que el instrumento de que se trate sea ratificado y se perfeccione como
obligación internacional para el Estado de Guatemala.
En el artículo 22 están enumerados una serie de casos en que a juicio del legislador la
información se engloba en el concepto deinformación confidencial, que de acuerdo al artículo 9,
numeral 5, de la misma ley, “Es toda información en poder de los sujetos obligados que por
mandato constitucional, o disposición expresa de una ley tenga acceso restringido, o haya sido
entregada por personas individuales o jurídicas bajo garantía de confidencialidad”; respecto a
cinco de ellos versa el planteamiento que se resuelve, por lo que acto seguido se examina su
compatibilidad constitucional:
A.
“La expresamente definida en el artículo veinticuatro de la Constitución Política de la
República de Guatemala [numeral 1]”. Se recoge el principio constitucional de inviolabilidad de
correspondencia, documentos y libros, que constituye una vertiente del derecho a la intimidad y
vida privada que está protegida, no sólo en el precepto citado, sino en los artículos 12 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos.
B.
“La expresamente definida como confidencial en la Ley de Bancos y Grupos
Financieros [numeral 2]”. Caso de excepción que remite al artículo 63 de la Ley de Bancos y
Grupos Financieros (Decreto 19-2002 del Congreso de la República), en el que está
preceptuado que, salvo que medie orden de juez competente, los miembros de la Junta
Monetaria y las autoridades, funcionarios y empleados del Banco de Guatemala y de la
Superintendencia de Bancos tienen proscrito revelar la información que les es suministrada por
los bancos del sistema para el ejercicio de las funciones que les encomienda la ley, y que a su
vez proviene de la entrega que de la misma hacen los cuentahabientes con la implícita
convicción de que será resguardada su confidencialidad, protegida por el artículo 30
constitucional y las disposiciones de derecho internacional nombradas en la literal anterior.
C.
“La información calificada como secreto profesional [numeral 3]”. Restricción que debe
entenderse orientada a los profesionales que desarrollan sus actividades dentro de la estructura
estatal –verbigracia, un abogado de la defensa pública penal o un facultativo de un centro de
salud público– y que por virtud de cuestiones propias de su labor tienen conocimiento de
información personal que es compartida por los ciudadanos bajo garantía de confidencia y, por
ende, está tutelada por los preceptos relacionados en la literal precedente. La inobservancia de
ese deber –tanto en el campo privado como en el público– inclusive es penalmente punible, de
conformidad con lo establecido en el artículo 223 del Código Penal.
D.
“La que por disposición expresa de una ley sea considerada como confidencial [numeral
4]”. Previsión genérica para la cual resulta igualmente atinente lo argumentado antes respecto
a los artículos 1, numeral 5, y 21 de la ley reprochada de inconstitucionalidad.
E.
“Los datos sensibles o personales sensibles, que solo podrán ser conocidos por el titular
del derecho [numeral 5]”. En el artículo 9, numeral 2, de la ley impugnada se definen datos
sensibles como “Aquellos datos personales que se refieren a las características físicas o morales
de las personas o a hechos o circunstancias de su vida privada o actividad, tales como los
hábitos personales, el origen racial, el origen étnico, las ideologías y opiniones políticas, las
creencias o convicciones religiosas, los estados de salud físicos o psíquicos, preferencia o vida
sexual, situación moral y familiar u otras cuestiones íntimas de similar naturaleza.”; en evidente
alusión a los elementos que integran el contenido esencial del derecho a la intimidad
entronizado en los preceptos nacionales e internacionales ya individualizados.
Por otro lado, en el artículo 23 están enumerados una serie de casos en que a juicio del
legislador la información se engloba en el concepto de información reservada, que de acuerdo
al artículo 9, numeral 7, de la misma ley, “Es la información pública cuyo acceso se encuentra
temporalmente restringido por disposición expresa de una ley, o haya sido clasificada como tal,
siguiendo el procedimiento establecido en la presente ley”; esto es, la restricción es igualmente
justificada, pero para cumplir eficazmente su cometido de proteger otros valores
constitucionales sólo requiere perdurar un determinado período de tiempo. El planteamiento
que se resuelve versa respecto a seis de dichos supuestos, por lo que acto seguido se examina
su compatibilidad constitucional:
A.
“La información relacionada con la propiedad intelectual, propiedad industrial, patentes o
marcas en poder de las autoridades; se estará a lo dispuesto por los convenios o tratados
internacionales ratificados por la República de Guatemala y demás leyes de la materia”
[numeral 3]. En primer lugar es necesario enfatizar que la Ley de Propiedad Industrial (Decreto
57-2000 del Congreso de la República) fue promulgada teniendo como antecedentes el
Convenio de París para la Protección de la Propiedad Industrial y el Acuerdo de la Organización
Mundial del Comercio sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados
con el Comercio, por lo que debe entenderse que constituye la principal normativa de referencia
sobre esa temática; claro está, sin perjuicio de la aplicabilidad de las normas de derecho
convencional internacional pertinentes. Por otro lado, vale puntualizar que en este contexto la
reserva de publicidad es constitucionalmente legítima en tanto persiga guarecer –durante el
tiempo previsto en la ley mencionada– la información recibida por las autoridades competentes
que esté aparejada al derecho de inventor [reconocido en los artículos 42 y 63 de la
Constitución Política de la República; 27, numeral 2, de la Declaración Universal de Derechos
Humanos; y 15, numeral 1, inciso c, del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales], la denominada información no divulgada o datos de prueba relativos a la
aprobación de un nuevo producto farmacéutico o químico agrícola para su comercialización y,
en general, aquella que por su naturaleza haya sido entregada por los particulares bajo garantía
de confidencialidad; habida cuenta que en ese caso se sitúa amparada por lo dispuesto en los
artículos 30 constitucional, 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos y 17 del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Es con esa significación y respecto a esas
circunstancias que debe ser interpretada la restricción a la publicidad contemplada en la
disposición que se examina, a efecto de considerarla acorde con los enunciados
constitucionales.
B.
“Cuando la información que se difunda pueda causar un serio perjuicio o daño a las
actividades de investigación, prevención o persecución de los delitos, la relacionada a los
procesos de inteligencia del Estado o a la impartición de justicia [numeral 4]”. Caso de
restricción temporal que encuentra asidero válido en las nociones de persecución penal de las
conductas ilícitas y la aplicación de la ley como intereses superiores de la sociedad, en sintonía
con el deber estatal de garantizar la seguridad, la justicia y la paz social, mediante las actividad
desplegada por el Ministerio Público y el sistema de administración de justicia; ello, al tenor de
los mandatos constitucionales establecidos en los artículos 2º., 203 y 251 de la Carta Magna.
C.
“Los expedientes judiciales en tanto no hayan causado ejecutoria, de conformidad con
las leyes especiales [numeral 5]”. De acuerdo al principio de máxima divulgación, debe tenerse
por regla general que las actuaciones judiciales son de acceso público. En el artículo 14,
numeral 1, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se le asocia con la noción de
debido proceso: “… Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas
garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la
substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la
determinación de sus derechos u obligaciones de carácter civil. La prensa y el público podrán
ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por consideraciones de moral, orden público o
seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de la vida privada
de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por
circunstancias especiales del asunto la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la
justicia, pero toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos
en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las actuaciones referentes a
pleitos matrimoniales o a la tutela de menores.”; precepto que está reproducido parcialmente
en el artículo 8, numeral 5, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, como una
de las garantías judiciales del proceso penal. Empero, conviene matizar que, como es lógico, el
acceso a la información judicial está igualmente sujeto al régimen de limitaciones expuesto al
inicio del presente apartado considerativo, que tiene raigambre en intereses preponderantes de
índole pública, como la moral, el orden público, la seguridad nacional y la administración de
justicia; o privada, como el respeto a la intimidad. Esto último tiene especial incidencia en la
modulación del acceso a la información judicial, como se explica a continuación.
Debe partirse de la premisa de que en este ámbito el principio de transparencia en la
gestión pública comporta la posibilidad de vigilancia ciudadana sobre el modo en que los jueces
ejercen la potestad jurisdiccional, y no respecto a los asuntos particulares que motivan que los
administrados acudan al poder judicial, que forman parte de la esfera de privacidad de éstos.
Los procedimientos que se sustancian en esa sede tienen lugar como consecuencia del ejercicio
del derecho de petición reconocido en el artículo 28 constitucional y usualmente obedecen a
pretensiones que sólo atañen a un número determinado de sujetos. Por ende, en su mayoría,
los expedientes que documentan dichos procedimientos, accesibles, eso sí, a quienes son parte
legitimada dentro de los mismos, no trascienden a un plano de auténtico interés público sino
hasta que los jueces competentes resuelven en definitiva las cuestiones sometidas a su
conocimiento, pues es mediante dichas determinaciones –una vez que adquieren la autoridad
de cosa juzgada– que los referidos funcionarios generan efectos materiales, oponibles erga
omnes ante la sociedad, en las relaciones jurídicas de las personas; es decir, es en ese
momento en el que queda perfeccionada la intervención del sistema de administración de
justicia en cada caso concreto. Tal es la idea plasmada en la disposición que se examina, que
guarda congruencia con el artículo 171 de la Ley del Organismo Judicial (Decreto 2-89 del
Congreso de la República y sus reformas), en el que está dispuesto que mientras las causas
judiciales no hayan causado ejecutoria, los expedientes que las documentan deben estar bajo la
escrupulosa custodia de los funcionarios que los tienen a su cargo.
En todo caso, la reserva a la que se alude no resulta aplicable cuando se trate de
procesos o procedimientos que entrañen evidente interés público, aún desde su mera
tramitación, ya sea por motivos de orden objetivo, atinentes a la materia que se elucida –
verbigracia, una inconstitucionalidad de carácter general–; o bien, de índole subjetiva, es decir,
relacionadas con la calidad con la que intervienen las partes –tal es el caso de un juicio de
responsabilidad de funcionario público–.
Asimismo, también cabe puntualizar en los expediente judiciales confluyen, con las
resoluciones de los juzgadores, actos procesales en los que las partes eventualmente vierten
información personal cuya publicidad, según las características del caso, inclusive puede
ameritar ser restringida de forma indefinida, a fin de preservar el honor y el pudor de las
personas [sobre todo en casos de menores, cuestión que se aludirá con mayor detenimiento en
la literal E].
Es con esos alcances y en esas condiciones que debe ser interpretada la restricción a la
publicidad establecida en la norma que se analiza, a fin de estimársele enmarcada dentro de la
constitucionalidad.
En una sociedad es indispensable contar con el contralor de la opinión pública de los
actos del poder, y de ello no puede quedar excluida la actividad de los jueces. Pero cabe
advertir que las expresiones de los componentes de la sociedad civil deben ser coherentes con
los fines del Estado constitucional, con el ánimo de que el ejercicio de esa libertad no resulte
contrario al bien público, que tiene derecho adquirido a su seguridad, garantizada por el
cumplimiento de las resoluciones judiciales.
Como colofón de este tema vale destacar, acerca de la trascendencia del contralor
ciudadano sobre la justicia, que la transparencia no sólo es importante sino indispensable para
la vigilancia de su actividad, aunque la cuestión que preocuparía a quienes asuman un
compromiso serio y ecuánime con la democracia, que es tanto decir con el desarrollo normal de
sus instituciones de justicia, es aquella que haga compatibles los mecanismos sociales externos
de contralor de sus órganos estatales con la ponderación suficiente para descartar la vulgaridad
de enjuiciar las decisiones sin examen de su razonabilidad, explicada en el contenido de las
resoluciones. Estas fueron las motivaciones que tuvo esta Corte con la emisión del Acuerdo 132010, que introduce normas que, más allá de las previstas en la Ley de Acceso a la Información
Pública, procuran abrir al público el conocimiento de cuestiones importantes, siempre, desde
luego, cuando la reserva no sea obligada por las mismas limitaciones constitucionales ya
acotadas.
D.
“La información cuya difusión antes de adoptarse la medida, decisión o resolución de que
se trate pueda dañar la estabilidad económica, financiera o monetaria del país, así como aquella
que guarde relación con aspectos de vigilancia e inspección por parte de la Superintendencia de
Bancos [numeral 6]”. Previsión que, al igual que en la analizada en la literal B del presente
apartado, alude a intereses públicos superiores. En este caso, en conexión con los deberes
estatales de orientar y desarrollar la economía nacional; formular y ejecutar la política
monetaria, cambiaria y crediticia del país; y velar por la solvencia del sistema bancario; como
está preceptuado en los artículos 118, 119, 132 y 133 constitucionales, mediante las funciones
asignadas al Ministerio de Economía, la Junta Monetaria y la propia Superintendencia de
Bancos.
E.
“La información definida como reservada en la Ley de Protección Integral de la Niñez y la
Adolescencia [numeral 7]”. Como grupo vulnerable, los menores que se vean involucrados en
procedimientos judiciales –ya sea por amenaza o violación de sus derechos humanos, o bien
por estar en conflicto con la ley penal– requieren un trato especial acorde a las implicaciones de
su condición etaria, a fin de preservar adecuadamente su dignidad humana; la discreción en el
manejo de la información es vital en función de este objetivo. En la Ley de Protección Integral
de la Niñez y la Adolescencia (Decreto 27-2003 del Congreso de la República y sus reformas)
está establecida, como obligación del Estado y de la sociedad, “velar por la dignidad de los
niños, niñas y adolescentes, como individuos y miembros de una familia, poniéndolos a salvo de
cualquier tratamiento inhumano, violento, aterrorizador, humillante o constrictivo [Artículo 16]”;
y en consonancia con ese mandato general, dentro de los derechos y garantías fundamentales
que deben observarse en el proceso de la niñez y adolescencia amenazada o violada en sus
derechos humanos, figura la discreción y reserva de las actuaciones [Artículo 116, inciso h]; así
como dentro de los derechos y garantías fundamentales a atender en el proceso de
adolescentes en conflicto con la ley penal, se les reconoce a éstos el derecho a que se les
respete su vida privada y la de su familia, siendo prohibido divulgar la identidad de un
adolescente sometido a proceso [Artículo 152] y, además está establecido el principio de
confidencialidad, en los siguientes términos: “Serán confidenciales los datos sobre los hechos
cometidos por adolescentes sometidos a esta Ley. En todo momento, deberá respetarse la
identidad y la imagen del adolescente. Los Jueces de Adolescentes en Conflicto con la Ley Penal
deberán procurar que la información que brinden, sobre estadísticas judiciales, no contravenga
el principio de confidencialidad ni el derecho a la privacidad, consagrados en esta Ley [Artículo
153].”, lo cual conlleva que en determinados casos la información puede incluso encajar en lo
preceptuado en el artículo 22, numeral 4, de la ley imputada de inconstitucionalidad.
Estas previsiones legislativas de orden interno encuentran respaldo en la Convención
sobre los Derechos del Niño, que en su artículo 16 replica lo dispuesto en los artículos 12 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos y 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos [derecho a la intimidad], específicamente respecto a los menores, y en su artículo 40
preceptúa que “1. Los Estados Partes reconocen el derecho de todo niño de quien se alegue
que ha infringido las leyes penales o a quien se acuse o declare culpable de haber infringido
esas leyes a ser tratado de manera acorde con el fomento de su sentido de la dignidad y el
valor (…) en la que se tengan en cuenta la edad del niño (…) 2. Con ese fin, y habida cuenta de
las disposiciones pertinentes de los instrumentos internacionales, los Estados Partes
garantizarán (…) b) Que a todo niño del que se alegue que ha infringido las leyes penales o a
quien se acuse de haber infringido esas leyes se le garantice, por lo menos (…) vii) Que se
respetará plenamente su vida privada en todas las fases del procedimiento…”. En su
observación general número 10, el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de las
Naciones Unidas puso de relieve los efectos nocivos que puede conllevar para los menores el
manejo irresponsable de la información, al asentar: “…En este contexto, el objetivo es evitar
que la publicidad indebida o el proceso de difamación causen daño. No se publicará ninguna
información que permita identificar a un niño delincuente, por la estigmatización que ello
comporta y su posible efecto en la capacidad del niño para acceder a la educación, el trabajo o
la vivienda o conservar su seguridad (…) El juicio público en la justicia de menores sólo debe
ser posible en casos muy precisos y previa autorización por escrito del tribunal. Esa decisión
deberá poder ser apelada por el niño (…) El derecho a la vida privada (art. 16) exige que todos
los profesionales que intervengan en la ejecución de las medidas decididas por el tribunal u otra
autoridad competente mantengan confidencial, en todos sus contactos externos, toda la
información que pueda permitir identificar al niño (…) que los registros de menores
delincuentes serán de carácter estrictamente confidencial y no podrán ser consultados por
terceros, excepto por las personas que participen directamente en la investigación y resolución
del caso [Párrafos sesenta y cuatro (64) a sesenta y seis (66)]”.
F.
“La que sea determinada como reservada por efecto de otra ley [numeral 9]”. Previsión
genérica para la cual resulta igualmente atinente lo argumentado antes con relación a los
artículos 1, numeral 5; 21; y 22, numeral 4, de la ley reprochada de inconstitucionalidad.
Para concluir este apartado deviene pertinente puntualizar que, como es natural, en
cada caso concreto la autoridad a cargo de la información, de las previstas en el artículo 6 de la
ley impugnada como sujetos obligados, deberá ponderar las circunstancias propias del mismo,
teniendo como ineludibles premisas los cánones y alcances antes subrayados; para así
determinar con apego a los postulados constitucionales si la información que le está siendo
requerida contiene elementos que justifiquen, como excepción al principio de máxima
publicidad o divulgación, su confidencialidad o reserva.
---VII--Por último, Marco Antonio Chávez Tejada denuncia la presunta contravención material de
los artículos 1º., 2º. y 3º. de la Constitución Política de la República, provocada, a su juicio, por
lo normado en los artículos: 10, numeral 4, en la frase “… incluyendo salarios que corresponden
a cada cargo, honorarios, dietas, bonos, viáticos o cualquier otra remuneración económica que
perciban por cualquier concepto…”; 11, numeral 2, en la frase “… con sus respectivas
remuneraciones de cada una de las instituciones mencionadas en el numeral anterior;”; 12,
numeral 5, en la frase “… con sus respectivas remuneraciones de cada uno de los tribunales
mencionados en el numeral anterior;”; y 13, numeral 2, en la frase “... con sus respectivas
remuneraciones;”, del cuerpo legal al que se imputa inconstitucionalidad.
En el artículo 10 de este último está preceptuado que existe un mínimo de información
que los sujetos obligados deben mantener actualizada y disponible, en todo momento, de
acuerdo con sus funciones y a disposición de cualquier interesado, para ser consultada de
manera directa o mediante los portales electrónicos de dichos sujetos. Como puede inferirse, lo
que el referido postulante cuestiona es que se incluya dentro de esa información pública de
oficio, el importe pecuniario que perciben las personas que laboran en las entidades previstas
en el artículo 6 ibídem; ya sea como salario, honorarios, dietas, bonificaciones, viáticos o
cualquier otro concepto.
Sobre el particular es necesario apuntar que tales cantidades están sujetas al interés
público por razón de su origen, que es el erario nacional, formado a partir de la carga tributaria
absorbida por los ciudadanos para el sostenimiento financiero del Estado. Como ya se explicó
antes, siendo la población la detentadora de la soberanía delegada en el poder público, cuenta
con la prerrogativa de acceder a la información administrada por éste en y para el ejercicio de
sus funciones –a fin de verificar su eficaz cumplimiento–, incluyendo la manera en la que se
invierten los recursos estatales; las remuneraciones de los funcionarios, empleados, servidores
y asesores a disposición del sector público constituyen, sin duda, un rubro importante en ese
sentido. En esto radica el punto de inflexión que valida el trato normativo diferenciado que
atañe a las personas que pertenecen a esa categorización, en cuanto a la publicidad de sus
remuneraciones, respecto a aquellas que están adscritos a relaciones de trabajo en la iniciativa
privada.
Asimismo, de ello se extrae que no se trata de un dato comprendido dentro del núcleo
de intimidad personal protegido constitucionalmente; y dado que tampoco comporta cuestiones
de seguridad nacional o intereses públicos superiores, se concluye que ese tipo de información
no encuadra dentro de ninguno de los supuestos del régimen de limitaciones legítimas
delineado en al apartado considerativo precedente, asociados a los denominados intereses
preponderantes.
Si bien esta Corte no es indiferente al clima de inseguridad que aqueja a la sociedad
guatemalteca en la actualidad, estima que tal situación no es atribuible a la decisión legislativa
de garantizar la publicidad de las retribuciones y emolumentos que corresponden a los que
prestan sus servicios en los distintos niveles del aparato estatal, que es el objeto directo del
examen de constitucionalidad que realiza.
Los anteriores razonamientos guardan coherencia, además, con el tenor de la Ley
Modelo Interamericana sobre Acceso a la Información, aprobada por la Asamblea General de la
Organización de Estados Americanos en resolución de ocho de junio de dos mil diez, haciendo
acopio de la plataforma de estándares de derecho internacional consolidada a la fecha sobre la
materia. En el artículo 12 de dicho instrumento se incluye dentro de las clases de información
clave sujetas a diseminación de manera proactiva por una autoridad pública –expresión que se
refleja en el concepto de información pública de oficio utilizado en la ley nacional bajo
escrutinio– a las calificaciones y salarios de los altos funcionarios, así como a las escalas
salariales, incluyendo todos los componentes y subcomponentes del salario total,
correspondientes a todas las categorías de funcionarios y consultores que trabajan en la
autoridad pública.
En suma, este tribunal no advierte inconstitucionalidad en el cuerpo legal impugnado, con
base en las consideraciones apuntadas en el presente pronunciamiento, por lo que así será
declarado en el apartado correspondiente; debiéndose imponer a cada uno de los abogados
patrocinantes la multa a que se refiere el artículo 148 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal
y de Constitucionalidad, incluyendo al abogado Carlos Enrique Velásquez Calderón, por ser
responsable de la juridicidad del planteamiento, juntamente con los restantes abogados
auxiliantes. En cuanto a la condena en costas, no procede decretarla, por ausencia de sujeto
legitimado para su cobro.
LEYES APLICABLES
Artículos aplicables y 268 y 272 inciso a de la Constitución Política de la República de
Guatemala; 114, 133, 137, 149, 150, 163 inciso a), 183 y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad; y 31 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad con base en lo considerado y leyes citadas
declara: I. Sin lugar las acciones de inconstitucionalidad de carácter general: A) Parcial,
promovida por Carlos Enrique Velásquez Calderón, contra los artículos 1, numerales 1, en la
frase “Garantizar a toda persona interesada, sin discriminación alguna…”, 2, 3, 5, en la frase
“Establecer, a manera de excepción y de manera limitativa, los supuestos en que se restrinja el
acceso a la información pública…”, y 7, en la frase “… garantizar que toda persona…”; 2, en la
frase “… para garantizar a toda persona…”; 4; 5, en la frase “… Es toda persona…”; 8; 9,
numeral 3, en la frase “derecho que tiene toda persona”; 16, en la frase “Toda persona…”; 21,
en la frase “… la que por disposición expresa de una ley sea considerada confidencial, la
información clasificada como reservada de conformidad con la presente ley y las que de
acuerdo a tratados o convenios internacionales ratificados por el Estado de Guatemala tengan
cláusula de reserva.”; 22, numerales 1 al 5; 23, numerales 3 al 7 y 9; y 41, último párrafo; de la
Ley de Acceso a la Información Pública (Decreto 57-2008 del Congreso de la República). B)
Total, promovida por Marco Antonio Chávez Tejada, contra el cuerpo legal identificado en la
literal anterior. Y C) Parcial, promovida también por el postulante identificado en la literal
anterior, contra los artículos 10, numeral 4, en la frase “… incluyendo salarios que corresponden
a cada cargo, honorarios, dietas, bonos, viáticos o cualquier otra remuneración económica que
perciban por cualquier concepto…”; 11, numeral 2, en la frase “… con sus respectivas
remuneraciones de cada una de las instituciones mencionadas en el numeral anterior;”; 12,
numeral 5, en la frase “… con sus respectivas remuneraciones de cada uno de los tribunales
mencionados en el numeral anterior;”; y 13, numeral 2, en la frase “... con sus respectivas
remuneraciones;”, de la ley ya citada. II. No se hace especial condena en costas, por la razón
indicada en la parte considerativa. III. Se impone multa de mil quetzales (Q1,000.00) a cada
uno de los abogados auxiliantes: Carlos Enrique Velásquez Calderón, Ana Fabiola Cuyún
González, Sergio José Ortiz Zepeda, Rafael Humberto Paredes Kress, Luz María Espinoza Vega y
Daniela Alejandra Godínez López; la que deberán hacer efectiva dentro del plazo de tres días de
estar firme este fallo, y que, en caso de incumplimiento, se hará efectiva por la vía legal
correspondiente. IV. Notifíquese.
ROBERTO MOLINA BARRETO
PRESIDENTE
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
GLADYS CHACÓN CORADO
MAGISTRADA
HILARIO RODERICO PINEDA SÁNCHEZ
MAGISTRADO
MARIO PÉREZ GUERRA
MAGISTRADO
JUAN FRANCISCO FLORES JUÁREZ
MAGISTRADO
VINICIO RAFAEL GARCÍA PIMENTEL
MAGISTRADO
MARTÍN RAMÓN GUZMÁN HERNÁNDEZ
SECRETARIO GENERAL
ANEXO IX
SENTENCIA DICTADA EL 17 DE JULIO DE 2012 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 1822-2011
INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL PARCIAL
EXPEDIENTE 1822-2011
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS MAURO
RODERICO CHACÓN CORADO, QUIEN LA PRESIDE, HÉCTOR HUGO PÉREZ
AGUILERA, ROBERTO MOLINA BARRETO, GLORIA PATRICIA PORRAS ESCOBAR,
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE, JUAN CARLOS MEDINA SALAS Y RICARDO
ALVARADO SANDOVAL: Guatemala, diecisiete de julio de dos mil doce.
Para dictar sentencia, se tiene a la vista la acción de inconstitucionalidad general parcial
promovida por el abogado Najman Alexander Aizestatd Leistenschneider contra el artículo 201
Bis del Código Penal, en el cual se tipifica el delito de tortura, por la omisión legislativa de
incluir: “el castigo”, “cualquier tipo de discriminación”, “o con cualquier otro fin”, como
finalidades del delito de tortura, y “la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no
causen dolor físico o angustia psíquica”, supuestos contenidos en el artículo 1 de la Convención
contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y en el artículo 2
de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. El postulante actuó con
su propio auxilio profesional y el de los abogados Hernán Antonio Herrera González y Marjorie
Bosque Domínguez. Es ponente en el presente caso, el Magistrado Presidente, Mauro Roderico
Chacón Corado, quien expresa el parecer de este Tribunal.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN:
Lo expuesto por el accionante se resume: a) interpone acción de inconstitucionalidad parcial de
ley de carácter general por: “omisión al no incluirse al castigo, la discriminación o cualquier otro
fin como finalidades de la tortura, ni a la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no
causen dolor físico o angustia psíquica, en la tipificación del delito de tortura en el artículo 201
Bis del Código Penal”, por violar los derechos constitucionales a la integridad y seguridad
(artículos 2º y 3º), a la igualdad (artículo 4º), la preeminencia de los tratados internacionales
en materia de derechos humanos (artículo 46) y la obligación de tipificar penalmente graves
violaciones al ius cogens y a los derechos humanos como deber del Estado de normar sus
actuaciones con el propósito de contribuir a la paz y defensa de los derechos humanos y como
un derecho humano inherente a la persona aunque no figure expresamente en la Constitución
(artículos 44 y 149, todos de la Constitución Política de la República de Guatemala); b) si bien
el poder legislativo tiene un margen de acción en la configuración de las normas penales, ese
margen de discrecionalidad del legislador no puede concebirse en términos absolutos, pues la
actividad punitiva del Estado encuentra límites formales y materiales que se derivan tanto de la
Constitución como de las normas que se integran a ella por medio del bloque de
constitucionalidad;c) la tortura es uno de los crímenes que mayor regulación y prohibición
encuentran en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, está específicamente
definida por la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes y en la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, dos
tratados internacionales debidamente aceptados y ratificados por el Estado de Guatemala;d) el
artículo 2 de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes señala que la definición de tortura "se entenderá sin perjuicio de cualquier
instrumento internacional o legislación nacional que contenga o pueda contener disposiciones
de mayor alcance". La Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura amplía
las finalidades por las cuales un acto debe de considerarse tortura, estableciendo, entre otras,
que el delito de tortura se comete como medio de castigo personal o con cualquier otro fin, lo
que conlleva un tipo abierto en cuanto a la finalidad del crimen; no obstante, el Código Penal
guatemalteco es muy restrictivo y no las contempla. De ahí que pueda apreciarse la
incongruencia entre la norma que se estima inconstitucional y la definición de tortura aceptada
por la comunidad internacional. El castigo, la obtención de una falsa confesión, la renuncia o la
discriminación (entre otras) han sido históricamente motivos que han llevado a la tortura.
Además, la citada Convención expresamente establece que también se considera tortura "la
aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a
disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica".
Impedir conciliar el sueño, sometimiento constante a música estridente, ser obligado a realizar
conductas humillantes o denigrantes, la amenaza de tortura (mostrando implementos de
tortura) o la profanación de objetos de gran valor religioso frente a la víctima, entre otros, son
métodos de tortura que no causan grave dolor físico y que se encuentran prohibidos por la
definición internacional de tortura; sin embargo, escapan de la definición de tortura contenida
en la norma impugnada en esta acción. La definición de tortura constituye un estándar mínimo
acerca de una correcta tipificación de esta clase de conductas y de los elementos que ésta debe
observar. El Código Penal, en su artículo 201 Bis, únicamente contempla como tortura actos
que conlleven dolores o sufrimientos graves, razón por la cual es evidente la contradicción con
la normativa internacional, es incongruente con la definición de la tortura, pues únicamente
contempla la "información y confesión" e "intimidar o coaccionar" entre las finalidades de la
tortura, no incluye la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o angustia psíquica; e) la prohibición de la tortura ha sido reconocida como una de las
pocas normas que han alcanzado el carácter de ius cogens; es decir, como una "norma
imperativa de derecho internacional general aceptada y reconocida por la comunidad
internacional de Estados en su conjunto como una norma que no admite acuerdo en contrario",
por lo tanto, su regulación no permite derogación o reducción alguna en los elementos de su
tipificación, pues viola derechos humanos garantizados por disposiciones constitucionales,
tratados internacionales en materia de derechos humanos y normas internacionales imperativas
de ius cogens; f) el derecho constitucional a la integridad requiere que el Estado tome las
acciones necesarias para que no se dañe física o mentalmente a sus habitantes, y el derecho a
la seguridad implica que el Estado tome las acciones necesarias para garantizar que los
ciudadanos no se vean arriesgados o colocados en situaciones de peligro. En resguardo de
estos derechos, las violaciones más graves deben ser castigadas por medio de sanciones
penales. En casos como la tortura –en que el sujeto activo actúa con el apoyo, autorización o
aquiescencia de un agente estatal– el objetivo de la tipicidad es indicar a los ciudadanos, y
agentes del Estado, qué comportamientos están prohibidos y que con la conminación penal
contenida en los tipos penales, se abstengan de realizar la conducta prohibida. Al no hacerlo,
los pone en riesgo e incumple con su obligación de proteger y garantizar sus derechos
fundamentales. No basta establecer un tipo penal y denominarlo tortura, deben incluirse como
parte del tipo penal todos sus elementos. La norma impugnada, en la tipificación de la tortura,
no incluye todos los elementos de la tortura, al omitir el castigo, la discriminación y cualquier
otro fin como parte del tipo penal, la aplicación de métodos tendientes a anular la personalidad
de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o
angustia psíquica, lo que conlleva excluir de la protección del tipo penal esas conductas, pues
con ello el Estado excluye la protección contra todo acto de tortura que se realice con esa
intencionalidad. Según lo establecido en la norma impugnada, infligir dolores o sufrimientos
graves, físicos o mentales, con el objetivo de castigar, discriminar o cualquier otro fin, pueden
realizarse en Guatemala sin que constituyan tortura, así como la realización de actos que
tiendan a disminuir o anular la personalidad de la víctima, los que, si no causan dolores graves,
no constituyen tortura para Guatemala. Ello contraviene derechos constitucionales de todos los
habitantes. La desprotección de tales actos en el tipo penal de la tortura no puede suplirse
acudiendo a otros tipos penales, como las lesiones, pues ambos delitos protegen distintos
bienes jurídicos. La naturaleza única y especial de la tortura implica que su tipificación
deficiente no pueda suplirse con otros tipos penales, pues hay una sustancial diferencia de
fondo entre condenar por lesiones e imputar responsabilidades por el delito de tortura; g) el
artículo 4º constitucional señala que todos los seres humanos son libres e iguales en dignidad y
derechos. La protección contra la discriminación es precisamente uno de los valores
fundamentales reconocidos por la Constitución; para ello, debe adoptar medidas legislativas que
prohíban actos discriminatorios. El género, la raza, la nacionalidad, la religión, la orientación
sexual o la situación de extranjería son comúnmente motivos en que los victimarios
fundamentan actos de tortura (tal como el caso de la Masacre de las Dos Erres Vs. Guatemala);
sin embargo, en Guatemala la tortura con esas finalidades no se encuentra contemplada por la
tipificación de ese delito en la norma impugnada, pese a que la Convención contra la Tortura y
Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, ratificada por el Estado de
Guatemala, incluye a la discriminación como uno de los elementos de la tortura;h) el artículo 46
constitucional señala que en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones
aceptados y ratificados por Guatemala tienen preeminencia sobre el derecho interno; la norma
establece una jerarquía normativa entre los tratados internacionales y la legislación nacional.
Por medio de los instrumentos internacionales contra la tortura, se persigue castigar a los
responsables de las más graves violaciones a los derechos humanos y, por ende, deben
considerarse como convenios internacionales en materia de derechos humanos. La suscripción y
ratificación de esos tratados internacionales en materia de derechos humanos conlleva que el
Estado de Guatemala reconozca y acepte la definición de la tortura con todos sus elementos de
tipicidad, incluyendo la finalidad de castigo, discriminación y cualquier otro fin, y la aplicación de
métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o disminuir su capacidad; por ello, el
compromiso adoptado por el Estado de Guatemala es establecer el delito de tortura dentro de
su legislación penal con todos los elementos del tipo penal en la definición internacional, lo cual
debe cumplirse respetando los elementos de tipicidad y la definición establecida por las
convenciones. El Código Penal, en su artículo 201 Bis, establece el delito de tortura, pero no
incluye los mismos elementos del tipo penal reconocidos en las convenciones internacionales
sobre la materia, sino que se trata un tipo penal más restrictivo que no incorpora los elementos
acordados en los instrumentos internacionales, lo cual evidencia la incongruencia entre la
definición nacional y la contemplada en las normas internacionales, contraviniendo el artículo 46
constitucional; i) para la tipificación de delitos con fuente internacional, la preeminencia
establecida en el artículo 46 constitucional no puede poseer únicamente el efecto de que ante
un conflicto normativo prevalezca la norma internacional. La colisión en casos penales presenta
una circunstancia única y distinta que no puede ser evaluada de la misma forma. La norma
internacional solamente establece la obligación de tipificar la norma penal en el derecho
interno, pero no establece el delito per se, ni regula sanción penal. Además, la simple
prevalencia no da efectividad real a la disposición constitucional ni a los derechos humanos
garantizados por el tratado, derivado del principio de legalidad que determina que no hay
crimen ni pena sin ley anterior, en congruencia con el mandato del artículo 17 constitucional.
Un juez en un caso penal, al evidenciar el conflicto que existe entre la definición del artículo 201
Bis del Código Penal y la definición de la tortura en el ámbito convencional internacional y
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, se vería imposibilitado de
aplicar la definición contenida en el tratado internacional a pesar de que ésta prevalezca. No
puede un juez condenar a una persona que haya cometido tortura con la finalidad de castigar,
ya que ese sujeto pasivo no está contemplado en la norma inferior, a pesar de que así lo
dispone la definición de tortura contenida en un tratado internacional prevaleciente en materia
de derechos humanos. Así como tampoco podría aplicar la obligación de ajustarse a esa
definición en la legislación penal de cada Estado. En su aplicación real y concreta, declarar que
un tratado internacional en materia de derechos humanos establece que un delito prevalece
sobre la legislación ordinaria carece de contenido real. Por lo tanto, el conflicto de normas que
establecen disposiciones penales con tratados internacionales en materia de derechos humanos
constituye una circunstancia limitada, especial y extraordinaria que justifica un trato específico.
En estos conflictos normativos en concreto, debidamente circunscritos al establecimiento de un
tipo penal, para la aplicación real y eficaz del principio de preeminencia del derecho
internacional de los derechos humanos debe utilizarse el contenido del tratado para evaluar el
vicio de inconstitucionalidad de la norma inferior según el artículo 46 constitucional. Atendiendo
a esto, el artículo 201 Bis del Código Penal que establece el delito de tortura contraviene el
artículo 46 constitucional debido a su colisión con los artículos 1, 2, numeral 1, y 4, numeral 1,
de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes;
1, 2, 6 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura; 2 y 5, numeral 2,
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; y, j) la omisión de elementos esenciales
en la tipificación de la tortura en el ordenamiento nacional es una grave violación a derechos
constitucionales y normas internacionales. La defensa del orden constitucional implica sujetar al
control de constitucionalidad a los órganos del poder público en sus actos como en sus
omisiones, lo que conlleva la adecuación de las normas nacionales a los parámetros mínimos
establecidos por el derecho internacional de los derechos humanos. Solicitó que se declare con
lugar la presente acción de inconstitucionalidad por omisión y, en consecuencia, que se exhorte
al legislador a adecuar el tipo penal de la tortura a los estándares internacionales, fijándole
plazo para el cumplimiento del fallo.
II. TRÁMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD:
No se decretó la suspensión provisional del artículo 201 Bis del Código Penal. Se tuvo como
intervinientes al Congreso de la República, al Procurador de los Derechos Humanos, al
Procurador General de la Nación, a la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para
los Derechos Humanos en Guatemala y al Ministerio Público. Oportunamente se señaló día y
hora para la vista.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES:
A) El Procurador General de la Nación expuso: a) el postulante no efectuó confrontación
en forma clara y precisa que permita advertir la supuesta omisión de requisitos que la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes
establece, así como lo que manifiesta la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura. Se limitó a transcribir una serie de aspectos doctrinarios de algunos tribunales
constitucionales sobre la forma de la reparación en las inconstitucionalidades por omisión; b)el
requerimiento de omisión del accionante podría ser subsanado por los jueces del orden penal
en sus sentencias sobre la tortura, aplicando lo establecido en las convenciones de carácter
internacional; es decir, bastaría con hacer valer esos planteamientos en casos concretos ante
los tribunales penales, pues la Corte de Constitucionalidad no puede asumir una función
legislativa. Solicitó que se declare sin lugar la acción de inconstitucionalidad general parcial
planteada. B) La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos en Guatemala expresó: a) conforme con los instrumentos
internacionales, los actos que constituyen tortura deben realizarse "intencionalmente" y deben
consistir en "dolores o sufrimientos" (Convención Internacional contra la tortura) o "penas o
sufrimientos” (Convención Interamericana contra la Tortura) "físicos o mentales". A diferencia
de la Convención Interamericana contra la Tortura, la Convención Internacional contra la
Tortura señala que los dolores o sufrimientos deben ser "graves"; b) conforme con los citados
instrumentos internacionales y la doctrina internacional, los elementos constitutivos de tortura
son: i’ cometer intencionalmente actos que produzcan graves dolores o sufrimientos físicos o
mentales, penas o bien que sin causar angustia psíquica o dolor físico tiendan a disminuir la
capacidad física o mental de la víctima; ii’ realizar esos actos con la participación o aquiescencia
de las autoridades del Estado; iii’ cometerlos con un propósito, motivación o finalidad específica.
La finalidad perseguida puede ser la de obtener de la víctima o de un tercero información o
confesión, castigarla por un acto que haya cometido o que se sospeche que ha cometido,
intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, por cualquier razón basada en cualquier tipo de
discriminación; y, por cualquier otro fin; c) la prohibición de discriminación constituye una
noción fundamental de Derechos Humanos. La Convención Internacional contra la Tortura
recoge la discriminación como uno de los elementos fundamentales constitutivos de la
definición del delito, el uso discriminatorio de la violencia o el maltrato mental o físico es un
factor importante para determinar si un acto constituye tortura. Es obligación de los Estados
Parte velar porque se establezcan medidas de protección para las personas o poblaciones
minoritarias o marginadas que corren mayor peligro de sufrir tortura, además de enjuiciar y
castigar cabalmente todos los actos de violencia y maltrato cometidos contra esas personas. En
este sentido, el Comité contra la Discriminación Racial ha expresado que los Estados Parte
deberían prevenir y castigar severamente la violencia, los actos de tortura, los tratos crueles,
inhumanos o degradantes y todas las violaciones de los derechos humanos cometidos por
agentes del Estado contra las personas pertenecientes a grupos raciales o étnicos, en particular
los no ciudadanos (incluidos los inmigrantes, los refugiados, los solicitantes de asilo y los
apátridas), los romaníes/gitanos, los pueblos autóctonos, las poblaciones desplazadas, las
personas discriminadas a causa de su ascendencia, así como los demás grupos vulnerables,
prestando especial atención a la situación de las mujeres y los niños, que podrían ser objeto de
una doble discriminación por su raza y su sexo o su edad; d) de conformidad con el artículo 4
de la Convención Internacional contra la Tortura, los Estados tienen la obligación de tipificar y
sancionar el delito de tortura en su legislación penal. La obligación de los Estados de tipificar y
sancionar el delito de tortura en la legislación penal requiere que como mínimo se incluyan los
elementos que definen la tortura de acuerdo con los instrumentos internacionales, incluyendo la
discriminación como motivación de la tortura. En el caso de Guatemala, el Comité contra la
Tortura reiteró, en las observaciones finales correspondientes al año dos mil seis, su
preocupación porque aún no se ha ajustado la tipificación del delito de tortura que figura en el
Código Penal a las disposiciones de la Convención Internacional contra la Tortura,
recomendando que se enmienden, con carácter prioritario, las disposiciones pertinentes del
Código Penal, en particular los artículos 201 Bis y 425, para tipificar penalmente la tortura
según se define en el artículo 1 de la Convención Internacional contra la Tortura; e) la sola
vigencia de una norma que tipifique de alguna manera el delito de tortura, no es
necesariamente consistente con las obligaciones internacionales que los Estados han adquirido
respecto a la adopción de las medidas legislativas necesarias para hacer efectivos los derechos
humanos. Es indispensable que los elementos del tipo penal definido en la ley o código
respectivo sean consistentes con los elementos exigidos por el Derecho Internacional de los
Derechos Humanos. Por consiguiente, la tipificación de dicho delito debe incluir como "mínimo"
los elementos que constituyen tortura de acuerdo con los estándares internacionales, ya que
cada uno de éstos persigue proteger bienes jurídicos esenciales para garantizar plenamente la
dignidad humana, tal es el caso de la "discriminación como una de las motivaciones de la
tortura". Lo contrario deriva en una grave afectación al deber de los Estados de garantizar el
combate a la impunidad, así como el deber de prevenir, investigar, juzgar y sancionar este tipo
de violaciones a los derechos humanos. C) El Ministerio Público señaló: a) el ordenamiento
jurídico guatemalteco no contempla legislación que regule la procedencia de
inconstitucionalidad por omisión, cuya estimativa conlleve la exhortación al Congreso de la
República para que legisle en determinado sentido, tal y como se ha instado el presente
planteamiento; no obstante, se debe tomar en cuenta que la Constitución es la norma
jerárquicamente superior del ordenamiento jurídico y se tiene como normas de rango
constitucional a las contenidas en regulación internacional en materia de derechos humanos,
por lo que se encuentran sobre la legislación ordinaria, exigiendo que ésta última no sea
contraria a la normativa dada en la Constitución y a la contenida en instrumentos
internacionales de derechos humanos. Si el legislador con su silencio generara situaciones
contrarias a dichas regulaciones, este silencio sería una causa posible de declarar la
inconstitucionalidad por omisión, cuando se constituya una violación a la Constitución; en
consecuencia, en el presente planteamiento de inconstitucionalidad convergen los elementos
esenciales para la procedencia de la acción de inconstitucionalidad que permita analizar el
fondo del asunto; b) con relación a lo dispuesto por la normativa internacional, el contenido de
la norma impugnada, que regula el delito de tortura, no recogió todos los supuestos que debía
contener, tales como el castigo, la discriminación y cualquier otro medio con finalidades
penalizadas en dicho delito, así como la aplicación de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o angustia psíquica, como supuestos normativos integrantes del elemento antijurídico de
mérito, lo que trae como consecuencia que no se penalicen como tortura esa clase de
acciones; c) ello redunda en contravención a derechos humanos garantizados por normas
constitucionales, dado que es obligación del Estado de Guatemala proteger y garantizar la
integridad y seguridad de las personas, así como la igualdad, al tenor de lo que establecen los
artículos 2º y 4º de la Constitución Política de la República de Guatemala, pues la regulación
impugnada es deficiente, por no ser congruente con la protección que el Estado debe procurar,
entre otros, mediante la emisión de normas penales a las que se ha obligado conforme al
Derecho Internacional; además, se advierte la inobservancia de los artículos 46 y 149
constitucionales, que señalan el principio de la preeminencia que poseen los tratados y
convenciones en materia de derechos humanos, aceptados y ratificados por Guatemala, sobre
el derecho interno, así como el de cumplimiento de compromisos internacionales por parte del
Estado de Guatemala, de conformidad con los principios y prácticas internacionales con el
propósito de contribuir al mantenimiento de la paz y la libertad, al respeto y defensa de los
derechos humanos. Solicitó que se declare con lugar la acción de inconstitucionalidad general
interpuesta.
IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA
A) El accionante alegó: a) tal y como destacó la Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Guatemala, al evacuar la audiencia concedida,
la omisión en incluir todos los elementos necesarios para la tipificación del delito de tortura
constituye una contravención a los derechos humanos reconocidos por el ordenamiento
internacional y la Constitución; b) el Ministerio Público también apoya la presente acción
destacando que la Corte de Constitucionalidad puede resolver inconstitucionalidades por
omisión y que la omisión contenida en la norma impugnada contraviene los preceptos
constitucionales señalados; c) la Procuraduría General de la Nación señaló que no existe una
confrontación clara y precisa de la norma impugnada con un precepto constitucional; no
obstante, la presente acción se fundamenta en la violación a preceptos constitucionales, siendo
éstos los artículos 2º, 3º, 4º, 44, 46 y 149 de la Constitución, los cuales fueron oportunamente
establecidos, explicando “de manera clara y precisa” cómo la norma impugnada por omisión
contraviene cada una de esas normas constitucionales, incluyendo una confrontación entre
cada una, de tal forma que se pudiera apreciar la colisión. Asimismo, indicó que la Corte de
Constitucionalidad no es competente para conocer inconstitucionalidades por omisión; sin
embargo, la Corte ha reconocido expresamente que es competente para resolverlas por omisión
(específicamente en sentencias dictadas en los expedientes 2242-2010 y 2229-2010). Solicitó
que se declare con lugar la inconstitucionalidad general parcial por omisión que interpuso
contra
el
artículo
201
Bis
del
Código
Penal. B)
El Congreso de la
República indicó: a) cumple con la potestad legislativa que constitucionalmente tiene
asignada, procurando que todos sus actos y disposiciones estén revestidas de coherencia e
inteligibilidad para el conocimiento y cumplimiento ciudadano y, por supuesto, adecuada a la
legislación vigente y de manera especial a las disposiciones constitucionales; b) la potestad
legislativa es una actividad dinámica, cuyo nacimiento a la vida jurídica tiene diversas
alternativas, a usarse por el ente legislador, entre las que cabe mencionar la gestión efectuada
por el ciudadano interponente de la presente acción, con la que pretende que el artículo 201 Bis
del Código Penal señale y contenga más elementos de tipificación del delito de tortura, con el
objeto de que dicho precepto esté conforme con los tratados internacionales de Derechos
Humanos, que sobre tal delito han sido debidamente firmados y ratificados por Guatemala; sin
embargo, debe tenerse presente que no es posible en circunstancia alguna dejar en suspenso
por algún momento lo actualmente legislado, ya que en aplicación de principios universales y
constitucionales se daría lugar a impunidad, y a alegar beneficios para las personas que
actualmente están sujetos a procedimientos o condenados por la comisión del delito de tortura.
Solicitó que se dicte la sentencia que en derecho corresponde. C) El Procurador General de
la Nación, y el Ministerio Públicoreiteraron las argumentaciones que respectivamente
presentaron al evacuar la audiencia concedida por quince días durante el trámite de la presente
acción, y solicitaron que se tomen en cuenta las peticiones de fondo realizadas en esa
oportunidad procesal.
CONSIDERANDO
-ILa Corte de Constitucionalidad tiene como función esencial la defensa del orden
constitucional y, por ello, debe conocer de las impugnaciones interpuestas contra leyes,
reglamentos y disposiciones de carácter general a las que se ha formulado reproche de
inconstitucionalidad, total o parcial.
Dentro de los principios fundamentales que informan al Derecho guatemalteco, se
encuentra el de supremacía constitucional, que significa que en la cúspide del ordenamiento
jurídico está la Constitución y ésta, como ley suprema, es vinculante para gobernantes y
gobernados, de modo que entre dicha ley y las normas de inferior jerarquía debe existir
completa compatibilidad. En consecuencia, ante un planteamiento de inconstitucionalidad se
debe proceder a estudiar, confrontar e interpretar las normas cuestionadas con las
disposiciones constitucionales que los accionantes denuncian vulneradas.
Es viable el conocimiento y resolución por parte del máximo Tribunal Constitucional, de
las inconstitucionalidades producidas por la omisión legislativa cuando ésta redunde en violación
al texto constitucional y supremacía de la Constitución, al regular de forma incompleta una
norma o la ausencia de ésta.
-II-
En el presente caso, se trae a examen la omisión legislativa de incluir: “el castigo”,
“cualquier tipo de discriminación”, “o con cualquier otro fin”, como finalidades del delito de
tortura, y “la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la
víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia
psíquica”, en el delito de tortura contenido en el artículo 201 Bis del Código Penal, por lo que se
solicitó a esta Corte que en función de la defensa del orden constitucional, exhorte al Congreso
de la República de Guatemala para que cumpla con su deber constitucional de legislar
correctamente el tipo penal de tortura en congruencia con las normas del Derecho Internacional
de los Derechos Humanos. Aduce el solicitante que dicha omisión o desobediencia desarmoniza
los principios constitucionales de integridad y seguridad (artículos 2º y 3º), igualdad (artículo
4º), la preeminencia de los tratados internacionales en materia de derechos humanos (artículo
46) y la obligación de tipificar penalmente graves violaciones al ius cogens y a los derechos
humanos como deber del Estado de normar sus actuaciones con el propósito de contribuir a la
paz y defensa de los derechos humanos y como un derecho humano inherente a la persona
aunque no figure expresamente en la Constitución (artículos 44 y 149, todos de la Constitución
Política de la República de Guatemala).
-IIIEsta Corte, al analizar las exposiciones de las autoridades y entidades a quienes se les
confirió audiencia, así como los argumentos del accionante en su tesis de inconstitucionalidad,
considera que para el desarrollo del presente tema es imperativo establecer si es dable conocer
y resolver sobre las omisiones legislativas denunciadas mediante la acción de
inconstitucionalidad.
Es oportuno citar el fallo de ocho de febrero de dos mil once, emitido por éste Tribunal
Constitucional dentro del expediente dos mil doscientos veintinueve – dos mil diez (2229-2010),
en el que se pronunció respecto de la posibilidad de impugnar una norma por omisión
legislativa, señalando en sus partes conducentes, lo siguiente: “…El pasaje transcrito evidencia
el reconocimiento de la inconstitucionalidad por omisión por parte de doctrinarios, pero debe
entenderse que ésta se concreta no sólo cuando concurre omisión de legislar, sino que cuando
exista una regulación insuficiente o discriminatoria (…) se advierte que sí es posible instar la
acción de inconstitucionalidad denunciando una omisión cuando se impugne ´una regulación
insuficiente o discriminatoria´, ya que en esos casos sí concurre el señalamiento concreto de la
norma, reglamento o disposición de carácter general sobre la cual se pretende el examen y por
medio de la cual se concreta la omisión denunciada…”.
El instituto jurídico de la inconstitucionalidad por omisión, tal como lo afirma el autor
Víctor Bazán, se presenta cuando: “…no se actúa a pesar de la expresa previsión constitucional
dirigida a que se lo haga o cuando se regula de modo deficiente plasmando una regulación
insuficiente o discriminatoria al preferir dotar a algunos de los que, en igualdad de condiciones
o circunstancias, acuerda a otros.” (Bazán, Víctor, “Jurisdicción constitucional local y corrección
de las omisiones inconstitucionales relativas” en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal
Constitucional. Proceso y Constitución. No. 2, Ed. Porrúa, México, 2004. Pág.199). El pasaje
transcrito evidencia el reconocimiento de eventos en que puede concurrir en una norma, vicio
de inconstitucionalidad por omisión, pero debe entenderse que, según el autor citado, ésta se
concreta cuando concurre omisión de emitir determinada normativa que mande la Constitución
y, también cuando exista una regulación insuficiente o discriminatoria.
El precitado autor, al aludir a la tipología de omisiones inconstitucionales, citando a
Wessel, distingue entre omisiones absolutas y relativas. Indica que en las primeras hay
ausencia total de la norma que debería regular una determinada situación jurídica fijada
constitucionalmente; en tanto que en las segundas (que es la que al caso concreto interesa, o
sea las relativas), propone como fórmula para su determinación la de que “habrá omisión
relativa toda vez que, en el cumplimiento del mandato constitucional (o, añadimos, del tratado
internacional sobre derechos humanos con jerarquía constitucional en los sistemas jurídicos
que […] le acuerden tal valencia), el órgano legislativo o la autoridad pública encargados de
efectivizarlo quiebren –en forma no intencional, pero produciendo un resultado discriminatorio
y/o arbitrario— el principio de igualdad, o cuando se produzca una regulación deficiente
gestada por la norma incompleta. En este supuesto (omisión relativa), el control de
constitucionalidad […] sale al rescate de la supremacía constitucional que ha sido
momentáneamente neutralizada. Naturalmente, no cualquier omisión viabilizará el control; sólo
aquella cuya textura y efectos sean constitucionalmente relevantes o no concreten en forma
completa una determinada imposición constitucional (o de un tratado internacional que recepte
la valencia expuesta supra)” (Bazán, Víctor. “Algunos problemas y desafíos actuales de la
jurisdicción constitucional en Iberoamérica”, en Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano, año 13, Tomo I, Konrad Adenauer Stiftung, Montevideo, 2007, página 55).
Conforme al ordenamiento jurídico comparado, existe la omisión legislativa total, que en
la jurisprudencia constitucional colombiana se denomina Inconstitucionalidad por omisión
absoluta, y la llamada omisión parcial, referida a la denuncia en la emisión de la norma de
forma incompleta, que puede generar el conocimiento de ésta última inconstitucionalidad,
conforme lo afirmado por el jurista Víctor Bazán en el párrafo precedente.
Resulta pertinente citar ejemplos de ese tipo de acciones en el Derecho Comparado; así,
el caso especial de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en el artículo
336, numeral 7), faculta a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia a: “…Declarar
la inconstitucionalidad de las omisiones del poder legislativo municipal, estatal o
nacional cuando haya dejado de dictar las normas o medidas indispensables para garantizar el
cumplimiento de esta Constitución, o las haya dictado en forma incompleta, y establecer el
plazo y, de ser necesario, los lineamientos de su corrección…”. Es por la norma precitada que la
Sala Constitucional venezolana ha realizado el control de la constitucionalidad de las leyes por
omisión, ya sea absoluta o relativa.
Por su parte, la evolución de la jurisprudencia de la Sala Cuarta de la Corte Suprema de
Justicia o Sala Constitucional costarricense ha sido permisible en analizar planteamientos en
cuanto a las inconstitucionalidades por omisión, tal como la resolución dos mil cinco – cero
cinco mil seiscientos cuarenta y nueve (2005-05649) de once de mayo de dos mil cinco, dictada
dentro del expediente cero cuatro – cero cero ocho mil seiscientos cincuenta y tres – cero cero
cero siete – CO (04-008653-0007-CO) en el marco de la inconstitucionalidad interpuesta por el
defensor de los habitantes –Ombudsman-, en la que declaró la omisión absoluta de la Asamblea
Legislativa en el ejercicio de su poder normativo y en el cumplimiento del mandato expreso
impuesto por el poder constituyente derivado en la reforma parcial a la Constitución Política y
conminó al poder legislativo para dictar las leyes de desarrollo del referéndum y de iniciativa
popular en la formación de la ley.
La Corte Constitucional de Colombia ha desarrollado ampliamente doctrina
jurisprudencial sobre las "omisiones legislativas relativas", ejemplo de ello es en el caso de la
sentencia C – quinientos cuarenta y tres (C-543) de mil novecientos noventa y seis, en la que
se denunció la ausencia de un elemento que la Ley debía incluir para garantizar el derecho a la
igualdad y el derecho al debido proceso de los particulares, y fue mediante la
inconstitucionalidad relativa que se modificó esa ley para protección de todos por igual. El autor
Bazán, en la obra antes indicada, evidencia la producción jurisprudencial de este tribunal al citar
las sentencias dictadas en los casos C-080/99, C-1433/2000, C-007-2001, C-1064-2001, C185/2002, C-871-2002 y C-402-2003.
Lo expuesto en los dos párrafos que preceden es congruente con la finalidad de la
inconstitucionalidad por omisión, tanto absoluta como relativa, y es la pérdida de la eficacia
normativa de la Constitución, pues impide la realización de la voluntad popular, plasmada en la
ley fundamental, por la inacción de los poderes constituidos.
En estos casos de la omisión relativa, a que hace referencia el citado autor Víctor Bazán,
en la emisión de una norma, puede ocurrir una transgresión a la igualdad cuando el legislador
establece determinados supuestos que favorecen a ciertos grupos y olvida otros que provocan
una norma desigual e incompleta. Sin embargo, la omisión legislativa puede ser denunciada
también cuando se estima la transgresión a normas constitucionales como las contenidas en los
artículos 44 y 46 de la propia Constitución, vinculada tal omisión a la prohibición de una
protección deficiente en materia de derechos humanos. Especial relevancia tiene una denuncia
de violación a esa preceptiva constitucional, sobre todo si la omisión consiste en o configura un
incumplimiento de una obligación o deber originado como consecuencia de la celebración o
ratificación de un tratado internacional en materia de derechos humanos, cuya preminencia
sobre el derecho interno se contempla en el precitado artículo 46. Ese incumplimiento, y como
consecuencia, en incurrir en la prohibición antes dicha, puede evidenciarse cuando se omite,
por regulación insuficiente, la debida adecuación, en la emisión de la legislación interna, de
estándares normativos mínimos contemplados en la normativa convencional internacional, que
posibilitan el cumplimiento de los compromisos adquiridos por un Estado, a la luz de esta última
normativa. En ese sentido, para esta Corte es insoslayable la observancia del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos al momento de emitirse un precepto normativo, en
atención a que los principios fundamentales de carácter material en los que se apoya ese
Derecho son expresión de un orden objetivo de valores de la comunidad jurídica internacional, y
de ahí el carácter vinculante hacia todos sus miembros, de manera que su inobservancia,
genera responsabilidad internacional en aquel que no cumpla con observar tales principios.
Siendo que aquellos valores objetivos se fundan en reglas imperativas de Derecho
Internacional (ius cogens), son a estas normas a las que pertenecen los derechos humanos más
elementales, y como dentro de esas reglas ellas están contempladas, entre otras, las de
prohibición a la tortura o a la esclavitud, la proscripción del genocidio o de la discriminación
racial, por mencionar algunos ejemplos, que también constituyen garantías fundamentales que
se derivan del principio humanitario, reconocido en el derecho internacional contemporáneo, no
puede entonces admitirse, en el desarrollo legislativo interno de un Estado, una regulación
insuficiente que limite aquellas garantías, pues ello tornaría no sólo incumplimiento de
compromisos internacionales aceptados por el Estado de Guatemala, sino, de igual manera,
podría generar responsabilidad internacional dimanante de aquel incumplimiento. Es tal omisión
(relativa, por regulación insuficiente), la que puede válidamente repararse si se acude a la vía
de inconstitucionalidad general abstracta, denunciando que en un precepto se ha omitido el
cumplimiento de un deber previsto en la Constitución.
Con lo anterior, se advierte la posibilidad de instar la acción de inconstitucionalidad
denunciando una omisión, cuando se impugne“una regulación insuficiente”, ello derivado de
que la propia Constitución, en su artículo 267, establece: “…Las acciones en contra de leyes,
reglamentos o disposiciones de carácter general que contengan vicio parcial o total de
inconstitucionalidad, se plantearán directamente ante el Tribunal o Corte de
Constitucionalidad.” (Lo resaltado no aparece en el texto original). En el caso concreto, se
posibilita el control de constitucionalidad, en tanto el accionante ha señalado la concurrencia de
una omisión con relevancia constitucional, en la norma jurídica sobre la que ha de recaer el
examen, siendo ésta el artículo 201 Bis del Código Penal.
Atendiendo a la doctrina y jurisprudencia citada, así como lo establecido en el artículo
267 de la Constitución, es viable el conocimiento de la inconstitucionalidad por omisión que se
plantea.
-IVEn el presente caso, la acción de inconstitucionalidad general parcial promovida en
contra del artículo 201 Bis del Código Penal, en el cual se tipifica el delito de tortura.
En el texto de este articulo se determina que: “Comete el delito de tortura, quien por
orden, con la autorización, el apoyo y la aquiescencia de las autoridades del Estado, inflinja
intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales con el
fin de obtener de ella o de un tercero información o confesión, por un acto que haya cometido
o se sospeche que hubiere cometido, o que persiga intimidar a una persona o, por ese medio, a
otras personas.
Igualmente cometen el delito de tortura los miembros de grupos o bandas organizadas
con fines terroristas, insurgentes, subversivos o de cualquier otro fin delictivo.
El o los autores del delito de tortura serán juzgados igualmente por el delito de
secuestro.
No se consideran torturas las consecuencias de los actos realizados por autoridad
competente en el ejercicio legítimo de su deber y en resguardo del orden público.
El o los responsables del delito de tortura serán sancionados con prisión de veinticinco a
treinta años”.
El accionante denuncia la omisión legislativa: “al no incluirse [en aquel precepto] al
castigo, la discriminación o cualquier otro fin como finalidades de la tortura, ni a la aplicación
sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir
su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”.
La incorporación del delito de tortura a nuestro ordenamiento jurídico penal obedeció a
la suscripción por el Estado de Guatemala de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la cual fue aprobada por el Decreto 58-95 del
Congreso de la República, el diez de agosto de mil novecientos noventa y cinco y publicado en
el Diario de Centro América el once de septiembre de ese mismo año, entrando en vigencia el
diecinueve de septiembre de mil novecientos noventa y seis.
En el artículo 1 del tratado internacional en mención se indica: “1. A los efectos de la
presente Convención, se entenderá por el término ´tortura´ todo acto por el cual se inflija
intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales,
con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un
acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa
persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No
se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas. 2. El presente artículo se
entenderá sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación nacional que
contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance.”
Así, en cuanto a ese delito, en el artículo 2 de la Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura, se contempla como estándares mínimos para la tipificación del
elemento objetivo (actus reus) del delito, lo siguiente: “Para los efectos de la presente
Convención se entenderá por tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan
a una persona penas o sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal,
como medio intimidatorio, como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con
cualquier otro fin. Se entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de
métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o
mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica. No estarán comprendidos en el
concepto de tortura las penas o sufrimientos físicos o mentales que sean únicamente
consecuencia de medidas legales o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización
de los actos o la aplicación de los métodos a que se refiere el presente artículo.”
La denuncia de inconstitucionalidad por omisión parcial radica en que, a juicio del
accionante, la norma penal contenida en el artículo 201 Bisdel Código Penal fue creada de
forma incompleta, pues en ésta se omite contemplar dentro del elemento objetivo del delito a
los actos de tortura que se realicen “por cualquier razón basada en cualquier tipo de
discriminación”, según lo indicado en el artículo 1 de la Convención contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y en ese mismo encuadramiento típico, a
los actos realizados sobre una persona “sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o angustia psíquica”, que constituyen estándares mínimos para la tipificación del delito de
tortura, según previsión contenida en el artículo 2 de la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la Tortura. De ahí que se hace necesario determinar si el tipo penal que
describe la conducta de tortura a sancionar carece de los elementos objetivos que tornan a la
norma en incompleta (insuficiente) y generan una protección deficiente respecto de los bienes
jurídicos tutelados de la libertad y de la seguridad de las personas.
La norma penal –aduce el interponente– transgrede el contenido de los artículos
constitucionales siguientes: 2º y 3º (integridad y seguridad), 4º (igualdad), 46 (preeminencia
de los tratados internacionales en materia de derechos humanos y la obligación de tipificar
penalmente graves violaciones al ius cogens) y 44 y 149 (a los derechos humanos como deber
del Estado de normar sus actuaciones con el propósito de contribuir a la paz y defensa de los
derechos humanos y como un derecho humano inherente a la persona aunque no figure
expresamente en la Constitución).
Afirma el accionante que la base sobre la cual se incorporó al sistema penal el delito de
tortura creó de forma incompleta ese tipo penal, pues incumple con el artículo 1 de la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y con
el artículo 2 de la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura, porque no
incluyó ciertos elementos que son necesarios para la completa descripción del delito.
Las argumentaciones del interponente determinan que el problema que debe ser
abordado por este Tribunal Constitucional, es el que se concierne a la posibilidad de que en el
sistema guatemalteco se impugne de inconstitucional una norma ordinaria por haber sido
emitida de forma no acorde ser incompatible con estándares mínimos contemplados en un
tratado internacional en materia de derechos humanos, es decir, si tales instrumentos son o no
parámetros de constitucionalidad, para lo cual se hace necesario analizar cuál es la valencia
recepción que, desde la Constitución, se da en el derecho interno a dichos tratados.
En anteriores oportunidades, la Corte de Constitucionalidad ha negado que los
instrumentos internacionales en materia de derechos humanos sean parámetro para ejercer el
control de constitucionalidad, verbigracia el fallo de veintiséis de marzo de mil novecientos
noventa y seis, dictado dentro del expediente trescientos treinta y cuatro – noventa y cinco
(334-95), que señaló: “…al analizar la violación del artículo 46 que invoca el accionante, se
concluye que dicha disposición tampoco se
pues en aquel únicamente se establece el
humanos, los tratados y convenciones
preeminencia sobre el derecho interno. Es
ha violado con la emisión del artículo impugnado,
principio general de que en materia de derechos
aceptados y ratificados por Guatemala tienen
decir, que en presencia de un eventual conflicto
entre normas ordinarias del orden interno y los tratados y convenios sobre derechos humanos
prevalecerían éstos últimos, pero como ya se dijo estos no son parámetros de
constitucionalidad…” (El resaltado no aparece en el texto original).
Sin embargo, en otros fallos, este mismo Tribunal Constitucional, como garante de la
supremacía constitucional, se ha apoyado en tratados internacionales en materia de derechos
humanos para los efectos de afirmar la contravención a los preceptos constitucionales,
reconociendo su fuerza normativa. Tal es el caso del fallo de siete de julio de dos mil nueve,
dictado dentro del expediente de inconstitucionalidad de ley en caso concreto, novecientos
veintinueve – dos mil ocho (929-2008), que se pronunció respecto de la constitucionalidad del
delito de desaparición forzosa e indicó: “…De hecho, vale destacar que el carácter permanente
con el que aparece tipificada la desaparición forzosa en el Código Penal se encuentra en
consonancia con el contenido de la Convención Interamericana sobre Desaparición
Forzada de Personas –ratificada por Guatemala el veinticinco de febrero de dos mil–, en cuyo
artículo III (…)Conteste con ello, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha afirmado en
su jurisprudencia que la desaparición forzada de personas constituye, salvo la existencia de
prueba en contrario, un delito de carácter permanente y continuado, que como ello indica, y
valga la redundancia, aún hoy se está cometiendo [Sentencias de veintinueve de julio de mil
novecientos ochenta y ocho y dos de julio de mil novecientos noventa y seis, dictadas con
ocasión de los Casos Velásquez Rodríguez vrs. Honduras y Blake vrs. Guatemala,
respectivamente] (…) De lo relacionado precedentemente se colige que el hecho de que el
legislador haya fijado la permanencia como un elemento constitutivo del delito de desaparición
forzosa no se traduce en lesión al principio de irretroactividad entronizado en el artículo 15 de la
Constitución Política de la República, por cuanto la continuidad en el tiempo inherente a tal
acción ilícita permite que su comisión se prolongue hasta un momento posterior al inicio del
ámbito temporal de validez del precepto que le regula, pese a haber podido tener origen en un
momento anterior…”. (El resaltado no aparece en el texto original).
De acuerdo a lo resaltado en los párrafos anteriores, para dar respuesta a la
problemática acerca de la recepción en el orden interno de los tratados en materia de derechos
humanos, otros ordenamientos han acudido a la figura del bloque de constitucionalidad, el que
ha sido parte de anteriores pronunciamientos de la Corte de Constitucionalidad (verbigracia los
expedientes 90-90, 159-97, 3004-2007, 3878-2007, auto de 4 de octubre de 2009, expediente
3690-2009, 1940-2010 y 3086-2010, entre otros), aunque en ninguno de éstos se ha definido
su contenido y alcances.
Ello implica realizar el análisis confrontativo que requieren acciones de
inconstitucionalidad como ésta, por el que se posibilite verificar si en el ejercicio de la función
legislativa, existe conformidad en adecuación de tipos penales con no sólo conforme a normas
de la Constitución Política de la República de Guatemala, sino también con los estándares
internacionales en materia de derechos humanos que impulsaron los compromisos estatales
para la tipificación de la tortura, cuestión que ha sido consentida por la doctrina y la
jurisprudencia constitucional extranjera por la figura del "bloque de constitucionalidad",
institución que ha permitido realizar dicha integración de la Constitución material, pues de no
advertirse lo anterior, la omisión relativa determinada implicaría, por sí sola, contravención de
los artículos 44, 46 y 149 de la Constitución Política de la República.
El bloque de constitucionalidad se refiere a aquellas normas y principios que aunque no
forman parte del texto formal de la Constitución, han sido integrados por otras vías a la
Constitución y que sirven a su vez de medidas de control de constitucionalidad de las leyes
como tal. La conceptualización del "bloc de constitutionalité" surgió en Francia, gracias a la
intervención consultiva del Consejo Constitucional francés en la década de los setenta y la labor
investigativa doctrinal acerca de la justicia constitucional desarrollada, especialmente, por el
profesor Luis Favoreau, así como la carencia de reconocimiento expreso de derechos
fundamentales en la Constitución que les rige desde mil novecientos cincuenta y ocho (1958),
por lo que con esas opiniones, se integró al bloque de constitucionalidad la Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano de mil setecientos ochenta y nueve (1789) y el
Preámbulo de la Constitución francesa de mil novecientos cuarenta y seis (1946).
Luego esta misma doctrina se extendió a varios países con el fin de contribuir a
formalizar y consolidar los Estados Constitucionales de Derecho surgidos después de la Segunda
Guerra Mundial. Diversos autores concuerdan con el concepto doctrinal del bloque de
constitucionalidad, al señalar que éste es un conjunto normativo que contiene principios o
disposiciones materialmente constitucionales, tanto las contenidas expresamente en el Texto
Fundamental como las existentes fuera de éste, pero que desarrollan o complementan el
catálogo de derechos fundamentales contenidos en la Constitución formal.
Su función esencial es la de valerse como herramienta de recepción del derecho
internacional, garantizando la coherencia de la legislación interna con los compromisos
exteriores del Estado y, al mismo tiempo, servir de complemento para la garantía de los
Derechos Humanos en el país.
El bloque de constitucionalidad surge por remisión expresa y directa de la Constitución
(arts. 44 y 46), la que configura y perfila su contenido, alcances y eficacia:
“Artículo 44. Derechos inherentes a la persona humana. Los derechos y garantías
que otorga la Constitución no excluyen otros que, aunque no figuren expresamente en ella, son
inherentes a la persona humana. El interés social prevalece sobre el interés particular. Serán
nulas ipso jure las leyes y las disposiciones gubernativas o de cualquier otro orden que
disminuyan, restrinjan o tergiversen los derechos que la Constitución garantiza.”
“Artículo 46. Preeminencia del Derecho interno. Se establece el principio general
de que en materia de derechos humanos, los tratados y convenciones internacionales
aceptados y ratificados por Guatemala, tienen preeminencia sobre el derecho interno.”
Es por ello que por vía de los artículos 44 y 46 citados, se incorpora la figura del bloque
de constitucionalidad como un conjunto de normas internacionales referidas a derechos
inherentes a la persona, incluyendo todas aquéllas libertades y facultades que aunque no
figuren en su texto formal, respondan directamente al concepto de dignidad de la persona,
pues el derecho por ser dinámico, tienen reglas y principios que están evolucionando y cuya
integración con esta figura permite su interpretación como derechos propios del ser humano.
El alcance del bloque de constitucionalidad es de carácter eminentemente procesal, es
decir, que determina que los instrumentos internacionales en materia de derechos humanos
que componen aquél son también parámetro para ejercer el control constitucional del derecho
interno. Así, a juicio de esta Corte, el artículo 46 constitucional denota la inclusión de los
tratados en el bloque de constitucionalidad, cuyo respeto se impone al resto del ordenamiento
jurídico, exigiendo la adaptación de las normas de inferior categoría a los mandatos contenidos
en aquellos instrumentos.
El contenido del bloque de constitucionalidad está perfilado por la Constitución, y esta
Corte, como máximo intérprete de la norma suprema, cuyas decisiones son vinculantes a los
poderes públicos, es la competente para determinar, en cada caso, qué instrumentos se
encuentran contenidos en aquél. En orden a la materia de estudio, se determina que los
instrumentos internacionales en materia de derechos humanos aplicables son la Convención
contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y la Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Esa inclusión se realiza por remisión del
artículo 46 y, consecuentemente, por el carácter de ius cogens que tienen las normas de estos
instrumentos que, como tal, asumen categoría de compromisos internacionales adquiridos por
el Estado (art. 149 constitucional). Lo que involucra, en el caso concreto, verificar el
cumplimiento de los compromisos adquiridos en normas internacionales en materia de
Derechos Humanos, para evidenciar si existe una omisión legislativa parcial en la creación de la
figura tipo de “tortura”.
-VPara determinar la concurrencia de la inconstitucionalidad por omisión aludida, esta
Corte estima pertinente realizar un análisis comparativo o factorial entre la norma impugnada –
artículo 201 Bis del Código Penal- con la Convención de Naciones Unidas contra la Tortura y
otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes y la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la Tortura:
A) El artículo 201 Bis del Código Penal, indica: “Comete el delito de tortura, quien por
orden o con la autorización, el apoyo o aquiescencia de autoridades del Estado, inflija
intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales con el
fin de obtener de ella o de un tercero información o confesión, por un acto que haya cometido
o se sospeche que hubiere cometido, o persiga intimidar a una persona o, por ese medio, a
otras personas. Igualmente cometen delito de tortura los miembros del grupo o bandas
organizadas con fines terroristas, insurgentes, subversivos o de cualquier otro fin delictivo. El o
los autores del delito de tortura serán juzgados igualmente por delito de secuestro. No se
consideran torturas las consecuencias de los actos realizados por autoridad competente en el
ejercicio legítimo de su deber y en el resguardo del orden público. El o los responsables del
delito de tortura serán sancionados con prisión de veinticinco a treinta años.”.
B) La incorporación del delito de tortura a nuestro ordenamiento jurídico penal obedeció
a la suscripción por el Estado de Guatemala de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o
Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, la cual fue aprobada por el Decreto 58-95 del
Congreso de la República, el diez de agosto de mil novecientos noventa y cinco y publicado en
el Diario de Centro América el once de septiembre de ese mismo año, entrando en vigencia el
diecinueve de septiembre de mil novecientos noventa y seis.
El artículo 1 del tratado internacional en mención indica: “1. A los efectos de la presente
Convención, se entenderá por el término ´tortura´ todo acto por el cual se inflija
intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales,
con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un
acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa
persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando
dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el
ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No
se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de
sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas. 2. El presente artículo se
entenderá sin perjuicio de cualquier instrumento internacional o legislación nacional que
contenga o pueda contener disposiciones de mayor alcance.”
C) Así, en cuanto a ese delito, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar
la Tortura, refiere: “Artículo 2. Para los efectos de la presente Convención se entenderá por
tortura todo acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o
sufrimientos físicos o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio,
como castigo personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se
entenderá también como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no
causen dolor físico o angustia psíquica. No estarán comprendidos en el concepto de tortura las
penas o sufrimientos físicos o mentales que sean únicamente consecuencia de medidas legales
o inherentes a éstas, siempre que no incluyan la realización de los actos o la aplicación de los
métodos a que se refiere el presente artículo.”
La denuncia de inconstitucionalidad por omisión parcial radica en que, a juicio del
accionante, la norma penal fue creada de forma incompleta, por lo que es necesario determinar
si el tipo penal que describe la conducta de tortura a sancionar carece de los elementos básicos
y necesarios para ser constitucionalmente válida, en congruencia con las Convenciones contra
la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, e Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura, las que, como quedó sentado, integran el contenido del bloque
de constitucionalidad.
El tipo penal es la descripción detallada de la conducta prohibida, es un instrumento
legal o dispositivo plasmado en la ley, que también es lógicamente necesario para saber si una
conducta es delictuosa. Describe aquellos comportamientos que se estiman dañosos, utilizando
verbos, los cuales se denominan verbos rectores. Lo fundamental es que la redacción debe ser
compatible con la exigencia del principio de taxatividad.
El tipo tiene en el derecho penal una función triple: una función seleccionadora de los
comportamientos humanos penalmente relevantes, una función de garantía en la medida en
que solo los comportamientos subsumibles en éste pueden ser sancionados penalmente y una
función motivadora general, por cuanto la descripción de los comportamientos en el tipo penal
indica a los ciudadanos qué comportamientos están prohibidos.
La estructura del tipo está compuesta por i. sujeto activo, ii. conducta, y iii. bien
jurídico. El sujeto activo es aquél que precisamente realiza la acción penal prohibida u omite la
acción esperada. La conducta, entendida como comportamiento humano (acción u omisión) que
viene descrita por medio de un verbo, y el bien jurídico que tiene la función protectora de los
valores considerados como fundamentales para la persona humana o sociedad, y que la norma
penal quiere proteger de comportamientos humanos que puedan dañarlo. Este valor es una
cualidad que el legislador atribuye a determinados intereses que una sociedad considera
fundamental para el vivir bien.
Los tipos penales, al ser conductas prohibidas que constituirán figuras sancionadoras,
deben cumplir con los principios constitucionales, dentro de los que se encuentra el de
legalidad, que refiere que no son punibles las acciones u omisiones que no estén calificadas
como delito o falta y penadas por ley anterior a su perpetración, el cual va aparejado a la
libertad de acción de la que goza todo ciudadano, al principio de proporcionalidad, entre otros;
razón por la que la conducta prohibida debe ser concreta, porque si no se consignan
íntegramente los elementos específicos del supuesto de hecho, no se cumplirían con los
parámetros constitucionales para la creación de los delitos.
La norma que contiene el tipo penal de tortura, señala que es aquella acción humana
voluntaria cometida por orden o con la autorización, apoyo o aquiescencia de autoridades del
Estado, que ocasione intencionalmente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean
físicos o mentales, teniendo como finalidad la obtención, por parte de esta persona o de un
tercero, información o confesión por un acto que haya cometido o se sospeche que hubiere
cometido, o persiga intimidar a una persona o, por ese medio, a otras personas. También
establece esa norma penal que se considera delito de tortura aunque no haya autorización de
las autoridades del Estado, cuando las acciones relacionadas las cometan miembros de grupos
o bandas organizadas con fines terroristas, insurgentes, subversivos o cualquier otro fin
delictivo.
La Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, en su artículo 1), indica: “A los efectos de la presente Convención, se entenderá
por el término ´tortura´ todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona
dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un
tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se
sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier
razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean
infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a
instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los
dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean
inherentes o incidentales a éstas”.
Por su parte, la Convención Interamericana para la Prevenir y Sancionar la Tortura en el
artículo 2, refiere: “Para los efectos de la presente Convención se entenderá por tortura todo
acto realizado intencionalmente por el cual se inflijan a una persona penas o sufrimientos físicos
o mentales, con fines de investigación criminal, como medio intimidatorio, como castigo
personal, como medida preventiva, como pena o con cualquier otro fin. Se entenderá también
como tortura la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad
de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o
angustia psíquica.”
Atendiendo a la descripción anterior, se establece que en la tipificación del delito de
tortura, contenida en el artículo 201 Bis del Código Penal, no se incluyen todos los elementos
descritos en los tratados internacionales que regulan esa conducta antijurídica, pues se omite:
“el castigo, la discriminación y cualquier otro fin” como parte del tipo penal, así como “la
aplicación de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a disminuir su
capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”, por lo que excluir
de la protección del bien jurídico tutelado esos elementos objetivos, provocaría que en el
precepto, cuya inconstitucionalidad se denuncia, se haya incurrido en omisión de tipificar actos
altamente lesivos a la integridad moral y física de los individuos, necesarios para complementar
el tipo delictivo previsto en el artículo 201 del Código Penal, contraviniéndose así el artículo 1 de
la Convención Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura, disposición convencional
que, por ser protectora de derechos humanos fundamentales, prevalece sobre el derecho
interno guatemalteco, conforme lo preceptúa el artículo 46 de la Constitución Política de la
República de Guatemala.
Conforme a lo manifestado, el legislador en materia penal no ejerce su función sin
límites, sino debe constreñirse a determinar las acciones u omisiones que conformaran los tipos
penales, en cumplimiento con los compromisos internaciones adquiridos por el Estado, en la
suscripción de los Tratados Internacionales que al respecto adopte, estando obligado a observar
la compatibilidad de la normativa interna con esos instrumentos internaciones; siendo un
compromiso del Estado de Guatemala tipificar y sancionar el delito de tortura en la legislación
penal, fundamentado en la interpretación más garantista de la persona, incluir como mínimo los
elementos que definen la tortura de acuerdo con los instrumentos internacionales.
Como un antecedente del caso que ocupa a esta Corte, se puede citar la Observación
General Número Dos, realizada por el Comité contra la Tortura de la Oficina del Alto
Comisionado de Naciones Unidas, de la que se puede extraer que se manifestó que los Estados
Partes deben tipificar y castigar el delito de tortura en su legislación cumpliendo con los
elementos que define el artículo 1 de la Convención y los requisitos del artículo 4; por su parte,
en el caso de Guatemala, el Comité contra la Tortura, en sus observaciones finales
correspondientes al año dos mil seis, indicó que el Estado aún no había cumplido con ajustar su
legislación interna a los requerimientos internacionales. La falta de adecuación de la legislación
guatemalteca al estándar internacional propuesto en el artículo 2 de la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura, que como antes se dijo, configura una
violación de lo establecido en los artículos 44, 46 y 149 constitucionales, es lo que se pretende
reparar al declararse la procedencia de la acción de inconstitucionalidad general abstracta
promovida por Najman Alexander Aizestatd Leistenschneider.
La desprotección de tales actos en el tipo penal de la tortura no puede suplirse
acudiendo a las normas internacionales, pues aunque son normas de ius cogens que son de
aplicación universal, con base en el principio de legalidad, tal como se refirió en párrafos
precedentes, para que un tipo penal pueda ser aplicado a la comisión de hechos delictivos,
debe ser plenamente descrito en una norma, pues de lo contrario, violaría la libertad de acción
de la que gozan los ciudadanos del país, tomando en cuenta la prohibición de analogía y de
interpretación extensiva que opera en materia penal.
La naturaleza única y especial de la tortura implica que su tipificación deficiente no
pueda suplirse con otros tipos penales, y la finalidad de establecer la discriminación como
parte del tipo penal de tortura es esencialmente la de proteger a los miembros de grupos
vulnerables contra esa forma especial de tortura.
Este Tribunal estima que para cumplir con la tipificación necesaria y en aplicación a
los estándares internacionales en materia de derechos humanos, debe establecerse
concretamente la descripción de las conductas que constituyen “tortura”, por lo que es
necesario introducir por vía de reforma a la norma penal contenida en el artículo 201 Bis
del Código Penal las frases de: “el castigo”, “cualquier tipo de discriminación”, “o con
cualquier otro fin”, como finalidades del delito de tortura, y expresamente se regule que
también constituye este delito “la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a
anular la personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no
causen dolor físico o angustia psíquica”.
Además, las obligaciones del Estado de Guatemala frente al cumplimiento de los
estándares internacionales en la creación de la norma penal – Convención contra la
Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes y Convención
Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura- quedarían a salvo, regulando de
manera integral la conducta prohibida, que cumpla con los elementos suficientes para su
correcta interpretación y aplicación por los órganos jurisdiccionales.
Lo anterior permite concluir en la existencia de la inconstitucionalidad por omisión
parcial del artículo 201 Bis del Código Penal,tomando en cuenta que su regulación
incompleta trasgrede el artículo 46 de la Constitución Política de la República de Guatemala,
que recoge la preeminencia de los tratados internacionales en materia de derechos
humanos, y el artículo 149 del mismo cuerpo normativo supremo, en cuanto a que señala la
obligación de que Guatemala norme sus relaciones con otros Estados, de conformidad con los
principios, reglas y prácticas internacionales con el propósito de contribuir al mantenimiento
de la paz y la libertad, al respeto ydefensa de los derechos humanos; por lo que debe
declararse con lugar la acción instada, exhortando al órgano correspondiente a que realice
lo legalmente pertinente de conformidad con sus facultades, a efecto de regular
nuevamente la materia que el artículo cuestionado desarrolla. La nueva regulación deberá
observar los criterios vertidos en el presente fallo.
-VIAdmitida por la doctrina del derecho constitucional moderno, la posibilidad de
declarar infracciones a la normativa suprema por omisión legislativa en la expedición de
leyes que haya ordenado la Constitución, o bien por la dejación administrativa para la
reglamentación de las leyes establecidas, el problema se traslada a determinar formas de
obligar a ese cumplimiento. En este aspecto procesal no existe en la jurisprudencia
externa una posición uniforme, porque si en algunos sistemas se procede a ordenar la
expedición legislativa e inclusivo a fijar un plazo; en otros, las facultades del tribunal
constitucional solo llegan a dictar una sentencia interpretativa, que determina parámetros
para adjudicación jurídica al supuesto de hecho que carezca de norma, o bien de tipo
exhortativo, por el cual urgiría al órgano legislador o al regulador, suplir el silencio
causado por la falta de norma aplicable.
Como una forma de solución para el evento de la inconstitucionalidad por omisión
relativa, el autor Víctor Bazán indica que “para controlar las omisiones legislativas
relativas […] es dable verificar la utilización de remedios unilaterales, que suponen la reparación
inmediata de la omisión por la propia resolución del tribunal constitucional […]y de remedios
bilaterales, o de reparación mediata, que entrañan la necesidad de colaboración entre el
tribunal constitucional y el legislador” (Bazán, Víctor. “Jurisdicción constitucional local y
corrección de las omisiones inconstitucionales relativas”, Op. Cit. Pág. 201).
Mediante la función pretoriana que tiene la Corte de Constitucionalidad, en algunos
casos, ha emitido sentencias con apartado recomendatorio hacia el Congreso de la República, a
efecto de interesar a dicho órgano del Estado a emitir leyes que figuran como remisiones
constitucionales pendientes de cumplir. El caso es que, cuando el constituyente no fijó plazo, es
difícil determinar alguno que, respetando la esfera de acción del legislativo y sus propias
agendas, lo prevenga acerca de cumplir con mandatos de la ley suprema. En el caso
examinado, ese imperativo de completitud deriva de lo preceptuado en el artículo 46 de ésta,
que sobrepone, la convencionalidad de los derechos humanos al derecho interno, razón por la
que la legislación ordinaria debería adecuarse a esos parámetros del derecho internacional.
Adviértase que, en cuanto a la razón de la inconstitucionalidad examinada, se hace
referencia a un precepto del Código Penal, que no puede ser suplido por vía de
interpretación ni por analogía, puesto que el principio de legalidad penal exige que el tipo
a sancionar sea debidamente establecido en el derecho positivo. De manera que no existe
otro órgano capaz de cumplir el compromiso internacional más que el Congreso de la
República, activado para el caso por los sujetos individuales o jurídicos dotados de
iniciativa legislativa. Para el asunto específico, que es de naturaleza penal y, por
consiguiente, únicamente posibilitado de adquirir carácter preceptivo por medio de una
ley, tendría esa iniciativa, conforme al artículo 174 de la Constitución, los diputados al
Congreso de la República, el Organismo Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia. De
manera que, al dictarse una sentencia que declare con lugar la inconstitucionalidad
planteada y, para su efectividad, que sea cubierta la omisión legislativa por medio de la
ley correspondiente, deberá individualizarse los sujetos a quienes se dirigía un exhortativo
solemne para cumplirlo.
Además, debe precisarse que el artículo 201 Bis del Código Penal no es el afecto
del vicio de inconstitucionalidad, que por sí mismo, como está actualmente redactado es
perfectamente compatible con la normativa suprema. Lo que resulta es una
inconstitucionalidad por omisión en el artículo citado, que deberá ser subsan ada por el
Congreso de la República adicionando en su redacción, las frases de: “el castigo”,
“cualquier tipo de discriminación”, “o con cualquier otro fin”, como finalidades del delito
de tortura, y determinar expresamente que también constituye este delito “la aplicación
sobre una persona de métodos tendientes a anular la personalidad de la víctima o a
disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor físico o angustia psíquica”;
la observancia de lo anterior, atiende al ejercicio de la función que le confiere el artículo
171, inciso a), de la Constitución Política de la República, y así cumplir con la obligación
que al Estado de Guatemala le impone el artículo 1 de la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la Tortura, en cuanto a “ sancionar la tortura en los términos de la
presente Convención” . Es por lo antes expuesto, que la norma –artículo 201 Bis del
Código Penal- no se expulsa del ordenamiento jurídico, sino únicamente se declara la
inconstitucionalidad de la omisión de regular las conductas punibles que adecuen el tipo
penal de tortura a los estándares internacionales indicados.
LEYES APLICABLES
Artículos citados, 267 y 272, inciso a), de la Constitución Política de la República de
Guatemala; 115, 133, 143, 148, 163 inciso a), y 186 de la Ley de Amparo, Exhibición
Personal y de Constitucionalidad, y 31 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con fundamento en lo considerado y leyes citadas,
resuelve: I) Con lugar la acción de inconstitucionalidad por omisión planteada por el
abogado Najman Alexander Aizestatd Leistenscheneider. II) El artículo 201 Bis del Código
Penal conserva su vigencia, por no adolecer de vicio intrínseco en su actual contenido,
aunque deberá ser completado por la acción legislativa con las adiciones que resulten de
las disposiciones contenidas en la Convención de Naciones Unidas contra la Tortura y
otros Tratados o Penas Crueles o Degradantes y en la Convención Interamericana para
prevenir y sancionar la tortura y que, conforme lo considerado, han sido omitidas en la
legislación penal vigente. III) En consecuencia: a) que, conforme la Constitución Política
de la República, entre otros, tienen iniciativa de ley para el efecto los diputados al
Congreso de la República, el Organismo Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia , por lo
que la presente sentencia deberá notificársele a dichos órganos del Estado; b) que, no
obstante no tener fijado plazo en la Constitución Política de la República para la emisión
de la legislación señalada, se exhorta a los indicados órganos del Estado dotados de
iniciativa legislativa a asumir la responsabilidad institucional que corresponde para suplir
la omisión señalada en la presente sentencia; c) recibidas y admitidas iniciativa o
iniciativas de reformaal artículo 201 Bis del Código Penal por el Congreso de la República,
que, conforme los trámites previstos en la Constitución Política de la República y la Ley
Orgánica del Organismo Legislativo, proceda a su discusión y aprobación
correspondientes; d) por
la
naturaleza
del
caso,
no
hay
condena
en
costas. III) Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los tres días
siguientes de la fecha en que la misma quede firme. IV) Notifíquese y publíquese.
MAURO RODERICO CHACÓN CORADO
PRESIDENTE
HÉCTOR HUGO PÉREZ AGUILERA
MAGISTRADO
GLORIA PATRICIA PORRAS ESCOBAR
MAGISTRADA
ROBERTO MOLINA BARRETO
MAGISTRADO
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
JUAN CARLOS MEDINA SALAS
MAGISTRADO
RICARDO ALVARADO SANDOVAL
MAGISTRADO
MARTÍN RAMÓN GUZMÁN HERNÁNDEZ
SECRETARIO GENERAL
AMPLIACIÓN
EXPEDIENTE 1822-2011
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD: Guatemala, veinte de julio de dos mil doce.
Se tiene a la vista para resolver, la solicitud de ampliación del fallo dictado por esta Corte
el diecisiete de julio de dos mil doce, planteada por el Procurador de los Derechos Humanos,
dentro del expediente arriba identificado, formado por acción de inconstitucionalidad general
parcial planteada por Najman Alexander Aizenstatd Leistenschneider.
ANTEDECENTES
I) DEL PLANTEAMIENTO DE LA INCONSTITUCIONALIDAD Y RESOLUCIÓN DE ESTA
CORTE: El solicitante promovió acción de inconstitucionalidad general contra el artículo 201 Bis
del Código Penal, en el cual se tipifica el delito de Tortura, por la omisión legislativa de incluir
“el castigo”, “cualquier tipo de discriminación”, “o con cualquier otro fin”, como finalidades del
referido ilícito, y “la aplicación sobre una persona de métodos tendientes a anular la
personalidad de la víctima o a disminuir su capacidad física o mental, aunque no causen dolor
físico o angustia psíquica”, supuestos contenidos en el artículo 1 de la Convención contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes, y en el artículo 2 de la
Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura.
Esta Corte, al conocer del expediente en mención, dictó sentencia de diecisiete de julio
de dos mil doce, por la que declaró con lugar la acción de inconstitucionalidad por omisión
planteada, declarando –entre otros aspectos positivos- que el artículo 201 Bis del Código Penal
conserva su vigencia, por no adolecer de vicio intrínseco en su actual contenido, aunque deberá
ser completado por la acción legislativa con las adiciones que resulten de las disposiciones
contenidas en la Convención de Naciones Unidas contra la Tortura y otros Tratados o Penas
Crueles o Degradantes y en la Convención Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura
y que, conforme lo considerado, han sido omitidas en la legislación penal vigente.
II) DE LOS ARGUMENTOS DE LA AMPLIACIÓN: El Procurador de los Derechos Humanos
plantea solicitud de esa naturaleza, manifestando que en el contenido de la sentencia
cuestionada no se incluyó el escrito que presentó al evacuar la audiencia que por el plazo de
quince días que se le confirió.
CONSIDERANDO
-IDe conformidad con el artículo 147 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad “Contra las sentencias y autos dictados en materia de inconstitucionalidad se
puede pedir aclaración o ampliación. Para el efecto, se estará a lo dispuesto en los artículos 70
y 71 de la esta ley”.
Por su parte, el segundo párrafo del artículo 70 de la referida ley señala que podrá
plantearse ampliación si se hubiera omitido resolver alguno de los puntos sobre los que versó el
proceso.
-IILa ampliación, conforme a la norma invocada en el considerando anterior, tiene por
finalidad corregir la omisión en que hubiere incurrido el tribunal en la decisión sometida a su
conocimiento, al no haber dado respuesta a todos los puntos que fueron objeto de juzgamiento.
En el presente caso, esta Corte al realizar el análisis correspondiente, advierte que en el
escrito por el que el solicitante evacuó la audiencia que por quince días se le confirió, señaló lo
siguiente: “por este medio comparezco y manifiesto que el alegato correspondiente se dará en
su oportunidad procesal”; circunstancia por la que se consideró irrelevante referirse a lo
manifestado en el relacionado escrito porque éste no contiene alegaciones que ameritan un
pronunciamiento de esa Corte. Por otra parte, se estima que en la sentencia cuestionada, no
se dejó de resolver sobre ningún punto sobre los que versó el planteamiento, sino más bien se
atendieron todas las denuncias formuladas por el accionante.
Por las razones anteriores, la solicitud formulada resulta improcedente, debiéndose hacer
la declaratoria correspondiente en la parte resolutiva del presente auto.
LEYES APLICABLES
Artículo citado y 267, 268, 272 inciso a), de la Constitución Política de la República de
Guatemala; 1, 8, 71, 149, 163 inciso a) y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad, con fundamento en lo considerado y leyes citadas,
resuelve:I) Por ausencia temporal de la Magistrada María de los Ángeles Araujo Bohr integra el
Magistrado Ricardo Alvarado Sandoval. II) Sin lugar la solicitud de ampliación planteada por
el Procurador de los Derechos Humanos contra la sentencia de dieciséis de julio de dos mil
doce, proferida por este Tribunal. III) Notifíquese.
MAURO RODERICO CHACÓN CORADO
PRESIDENTE
HÉCTOR HUGO PÉREZ AGUILERA
MAGISTRADO
GLORIA PATRICIA PORRAS ESCOBAR
MAGISTRADA
JUAN CARLOS MEDINA SALAS
MAGISTRADO
ROBERTO MOLINA BARRETO
MAGISTRADO
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
RICARDO ALVARADO SANDOVAL
MAGISTRADO
MARTÍN RAMÓN GUZMÁN HERNÁNDEZ
SECRETARIO GENERAL
ANEXO X
SENTENCIA DICTADA EL 8 DE FEBRERO DE 1999 POR LA CORTE
DE CONSTITUCIONALIDAD DE GUATEMALA DENTRO DEL EXPEDIENTE NÚMERO 931-1998
INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL PARCIAL
EXPEDIENTE No. 931-98
CORTE DE CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS RUBEN
HOMERO LOPEZ MIJANGOS, QUIEN LA PRESIDE, JOSE ARTURO SIERRA GONZALEZ,
CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS, LUIS FELIPE SAENZ JUAREZ, ALEJANDRO
MALDONADO AGUIRRE, CARMEN MARIA GUTIERREZ DE COLMENARES Y FERNANDO
JOSE QUEZADA TORUÑO: Guatemala, ocho de febrero de mil novecientos noventa y nueve.
Se tiene a la vista para dictar sentencia la acción de inconstitucionalidad parcial del
numeral segundo del Acuerdo 41-98 emitido por el Congreso de la República, promovida por
Gladys Annabella Morfin Mansilla y el Centro para la Defensa de la Constitución "CEDECON".
Los postulantes actuaron con el auxilio de los abogados Gladys Anabella Morfin Mansilla, Hugo
Leonel Maul Figueroa y Edgar de León Sotomayor.
ANTECEDENTES
I. FUNDAMENTOS JURIDICOS DE LA IMPUGNACION
Lo expuesto por los accionantes se resume: a) el Congreso de la República por medio de
Decreto sin número de dieciséis de octubre de mil novecientos noventa y ocho aprobó la
reforma de cuarenta y cuatro artículos de la Constitución Política de la República y adicionó seis
artículos transitorios nuevos; b) en la misma fecha, emitió el Acuerdo 41-98, que consta de dos
considerandos y tres numerales; el segundo considerando del acuerdo relacionado expresa que
como requisito previo a su entrada en vigencia, la Constitución ordena que "las reformas que se
planteen al texto constitucional, deben ser sometidas a la aprobación del pueblo", lo cual es
inexacto, ya que según lo establece el artículo 280 de la Constitución, el pueblo debe "ratificar"
las reformas, no "aprobarlas", por ser esta última una función exclusiva del Congreso; c) en el
primero de los numerales del acuerdo relacionado, se ordena publicar íntegramente el texto que
reforma la Constitución en el Diario Oficial por lo menos tres veces con intervalos de ocho días y
cinco veces en los diarios de mayor circulación del país, en radio y televisión y en idiomas
indígenas, dentro de los treinta días siguientes a su aprobación, obligación con la cual no se ha
cumplido; d) el numeral segundo del Acuerdo 41-98 del Congreso indica que debe consultarse a
la ciudadanía sobre la ratificación o no del total de las reformas a través de la formulación de
"una pregunta consignada en una papeleta electoral", lo cual se aparta y viola el mandato
constitucional que ordena que se fije con precisión la o las preguntas que se someterán a los
ciudadanos, establecida en el artículo 173 de la Constitución. La precisión -que según el
Diccionario de la Real Academia Española, significa determinación, exactitud, puntualidad,
concisión- se cumpliría al formularse varias preguntas, no necesariamente una por reforma sino
una por cada tema objeto de reforma; de lo contrario, la Consulta Popular, que es la más alta
expresión de democracia directa, se vuelve imprecisa e inconstitucional, ya que el ciudadano
con su voto afirmativo aceptaría la totalidad de las reformas, incluyendo aquellas con las que no
esté de acuerdo; y con su voto negativo rechazaría aquellas con las que sí estuviere de
acuerdo; e) en relación al tercer numeral del Acuerdo impugnado, que se refiere a su
publicación y vigencia, a la fecha el Tribunal Supremo Electoral aún no ha convocado a Consulta
Popular, debido al estado de calamidad pública decretado por el Organismo Ejecutivo; f) la
norma impugnada disminuye, restringe y tergiversa los artículos 140 y 136, inciso b) de la
Constitución, ya que al formular una sola pregunta se priva al ciudadano de su derecho de
elegir con libertad entre lo que acepta y lo que rechaza de las reformas que se le consultan,
violando con ello el derecho a elegir consagrado en el artículo 140 de la Constitución. Solicitan
que se declare con lugar la acción de inconstitucionalidad planteada.
II. TRAMITE DE LA INCONSTITUCIONALIDAD
Se decretó la suspensión provisional del párrafo "y se consulte a la ciudadanía sobre la
ratificación o no del total de las reformas, a través de la formulación de una pregunta
consignada en una papeleta electoral, a la que el ciudadano pueda responder con un SI, con lo
cual expresará su ratificación; o con un NO, con lo cual expresará su no ratificación al total de
las reformas a la Constitución Política de la República de Guatemala aprobadas por este alto
Organismo del Estado."
Se dio audiencia al Congreso de la República, al Procurador General de la Nación, al Tribunal
Supremo Electoral y al Ministerio Público.
III. RESUMEN DE LAS ALEGACIONES DE LAS PARTES
A) El Congreso de la República alegó: a) el artículo 173 de la Constitución otorga una
facultad discrecional al Presidente y al Congreso de la República, a efecto de que en su
iniciativa para convocar a consulta popular "fije con precisión la o las preguntas que se
someterán a los ciudadanos"; la potestad así regulada les brinda la opción para que decidan
cuál de los mecanismos es el idóneo para ser utilizado en la consulta: una sola pregunta o
varias. De ello se desprende que la inconstitucionalidad en cuanto a este punto carece de base
jurídica, porque al establecer en el Acuerdo impugnado un mecanismo preestablecido en la
Constitución únicamente adecuó la norma impugnada a lo preceptuado en esa disposición; b)
en cuanto a la supuesta violación al artículo 136 de la Constitución, tal contravención no se
produjo, pues el hecho de que tal consulta se realice por medio de la formulación de una
pregunta que acepte dos posibles respuestas, cumple cabalmente lo dispuesto en dicha norma
constitucional al otorgar libertad de escoger entre aquellas dos disposiciones, y aún entre una
tercera y una cuarta, mediante las cuales se puede anular o dejar en blanco el voto; c) en lo
relativo a la afirmación de que se incurre en inconstitucionalidad al utilizar en el considerando
segundo el término "aprobar", siendo el correcto "ratificar", es importante resaltar que la parte
considerativa de un cuerpo legal no tiene efectos vinculantes, por lo que su redacción no puede
incidir en la inconstitucionalidad o no del cuerpo legal que se trate; d) existen antecedentes
sobre casos similares, entre los cuales cabe mencionar: 1) el rompimiento del orden
constitucional ocurrido el veinticinco de mayo de mil novecientos noventa y tres generó una
reforma constitucional que contenía diversos tópicos que tenían relación en su contenido y
redacción, lo que hizo necesario que se ratificaran a través de una sola pregunta, ya que si se
hubiere hecho en una forma parcial, por tópicos o por temas, habría creado incongruencia entre
las normas vigentes y las normas reformadas, tal y como sucede en el presente caso; 2) el
veinte de agosto de mil novecientos noventa y tres la Corte de Constitucionalidad emitió opinión
consultiva respecto a si era posible reducir el período constitucional para el que fueron electos
los Diputados del Congreso de la República (legislatura 1991-1996); si era posible adelantar el
proceso para la integración de una nueva legislatura y cuáles serían los mecanismos legales y
constitucionales aplicables a dicho proceso. En el numeral V) de dicha opinión consultiva la
Corte reconoció la posibilidad de que, en la consulta popular, se dirija a la población una
pregunta, y en la literal f) del mismo consideró "La Constitución establece que la pregunta o
preguntas se fijarán con precisión; por lo mismo, deben redactarse de tal manera que sean
claras, con un fin exactamente determinado". Asimismo, dentro del expediente trescientos
cuarenta y uno - noventa y cuatro, expresó: '...sin embargo, cuando la consulta popular se hace
con el fin de ratificar o no las reformas a la Constitución, lo genérico de la consulta según el
artículo 173 citado, desaparece para dar lugar al asunto específico de ratificación en el que el
asunto era conocer si el pueblo de Guatemala decía "no" o decía "sí" a las reformas; y así fue
como se hizo. De ahí que la pregunta a formular era obvia'. En tal sentido, hay antecedentes
constitucionales que permiten establecer claramente que no existe inconstitucionalidad en
dirigir una única pregunta a la ciudadanía para que manifieste su ratificación o no ratificación a
las reformas constitucionales aprobadas por el Congreso de la República; e) en mil novecientos
noventa y cuatro el Centro para la Defensa de la Constitución emitió una publicación en la cual
no se manifestó sobre la inconstitucionalidad de dirigir una única pregunta, y a pesar de ser
nueve temas constitucionales a reformar en ese entonces, interpretó que las reformas
aprobadas por el Congreso eran integrales y no podían darse por una ratificación parcial; f) en
el presente caso, algunos de los factores que prevalecieron para realizar la consulta a través de
una sola pregunta fueron el grado de analfabetismo que aqueja a la población; que con la
formulación de una sola pregunta se facilita el procedimiento de consulta y con ello se reduce la
posibilidad de obtener altos porcentajes de abstencionismo; y que cada una de las reformas
guarda íntima relación con las otras, de tal manera que si un tema no se ratifica, se produciría
incoherencia con las demás modificaciones; g) además, las modificaciones propuestas tienen
como fin esencial reformar estructuralmente el Estado, impedir la reproducción de aquellas
condiciones que provocaron el conflicto armado interno y superar las asimetrías económicas,
políticas y sociales que lo originaron. Solicitó que se declare sin lugar la inconstitucionalidad
planteada. B) El Estado de Guatemala manifestó: a) según el Diccionario de la Real
Academia Española la palabra "precisión" contenida en el segundo párrafo del artículo 173 de la
Constitución significa determinación (fijar los términos de una cosa); exactitud (puntualidad y
fidelidad); puntualidad (cuidado y diligencia) y concisión (brevedad y economía); de lo
argumentado se colige que la forma en que los accionantes señalan que no hay certeza,
puntualidad y determinación en la forma de hacer la consulta está alejada de la verdad jurídica
y del aspecto puramente gramatical; b) además, es importante resaltar que el artículo
constitucional antes citado contiene una proposición disyuntiva: "o", cuando indica "fijarán con
precisión la o las preguntas que se someterán a los ciudadanos". Esa letra denota diferencia,
separación o alternativa entre dos o más personas, cosas o ideas, lo cual es precisamente lo
que quedó plasmado en el numeral segundo del acuerdo impugnado. Al haber utilizado esa
facultad para formular una sola pregunta, no se viola el artículo 173 de la Constitución, más
bien se está permitiendo a la ciudadanía guatemalteca que se pronuncie sobre las reformas
constitucionales sin que exista una engorrosa lista de preguntas que, a la postre, vendrían a
confundirla; c) en cuanto a la violación del artículo 136 literal b) de la Constitución, el derecho y
deber de elegir y ser electo no debe entenderse que se aplica para una consulta popular, donde
los ciudadanos se pronuncian sobre la ratificación de las reformas aprobadas previamente por el
Congreso, ya que ese derecho se refiere únicamente a las elecciones generales donde los
guatemaltecos tienen el deber y el derecho de elegir a las corporaciones municipales, a los
diputados del Congreso, a los representantes ante el Parlamento Centroamericano y al
Presidente de la República; d) la Corte de Constitucionalidad, en el expediente trescientos
cuarenta y uno - noventa y cuatro, consideró que el hecho de formular una pregunta en este
tipo de consultas no implica inconstitucionalidad alguna; de esa cuenta, al existir un fallo de
orden constitucional sobre el mismo asunto, la Corte no puede variar su criterio en caso
posterior, ya que eso implicaría una violación al principio de seguridad jurídica. Solicitó se
declare sin lugar la inconstitucionalidad. C) El Tribunal Supremo Electoral al evacuar la
audiencia que le fue conferida, remitió fotocopia certificada del expediente que obra en ese
tribunal relacionado con las reformas constitucionales. D) El Ministerio Público alegó: a) ante
la falta de regulación en la Ley Electoral y de Partidos Políticos, el Congreso de la República al
emitir la norma impugnada se limitó a dar cumplimiento a lo establecido en el segundo párrafo
del artículo 173 de la Constitución, el cual lo faculta mediante disposición potestativa para
formular la o las preguntas a los ciudadanos para que ratifiquen o no las reformas
constitucionales; además, en mil novecientos noventa y cuatro se realizó un procedimiento de
consulta, en el que se formuló una única pregunta para ratificar las reformas constitucionales
de ese entonces, lo cual constituye un antecedente válido que sustenta la tesis de inexistencia
de inconstitucionalidad en la norma impugnada; b) en relación a la contravención del artículo
136 de la Constitución, el derecho de elegir de los ciudadanos no sufre menoscabo, ya que el
hecho de formular una sola pregunta al votante no disminuye su derecho de sufragio, como lo
pretenden aparentar los accionantes, puesto que la pregunta que se les formulará es precisa y
directa. Solicitó se declare sin lugar la inconstitucionalidad.
IV. ALEGATOS EN EL DIA DE LA VISTA
A) Los postulantes ratificaron los argumentos vertidos en su escrito inicial y alegaron: a) el
Ministerio Público, la Procuraduría General de la Nación y el Congreso de la República, al
evacuar la audiencia por quince días, no presentaron argumentos para desvirtuar el
fundamento jurídico de la presente acción en cuanto a que se debe fijar con precisión la o las
preguntas que se someterán a los ciudadanos; más bien, aducen como causa de inexistencia de
la inconstitucionalidad planteada la supuesta "potestad legislativa", eminentemente discrecional
que otorga el artículo 173 de la Constitución; sin embargo, la alternativa descrita se dá porque
en algunos casos podrá reformarse un sólo artículo de la Constitución o un solo tema, para lo
cual se requerirá una sola pregunta, pero en otros casos como en el presente son varios los
temas a reformar, siendo, por consiguiente, imperativa la formulación de varias preguntas; de
lo contrario, la imprecisión en el planteamiento de la o las preguntas atenta contra el postulado
fundamental de la democracia consagrado en el artículo 141 de la Constitución; b) en cuanto al
argumento de que la reforma constitucional es integral y por ello puede hacerse una sola
pregunta a los ciudadanos, cabe señalar que la propia Constitución en su artículo 280 al
referirse a "las reformas", lo hace en plural y no en singular, ordenando que sean sometidas a
la ratificación de la población a través de la consulta popular; por consiguiente, si el Congreso
decretó varias o muchas reformas, es necesario que para el efectivo ejercicio de esa soberanía,
se formulen varias preguntas atendiendo a la precisión que exige la Constitución, por constituir
cada reforma un asunto de especial trascendencia para el ciudadano; c) en relación a que la
consulta popular realizada en mil novecientos noventa y cuatro se hizo mediante "una sola
pregunta" y que dicho procedimiento se impugnó de inconstitucionalidad (expediente
trescientos cuarenta y uno - noventa y cuatro de la Corte de Constitucionalidad), debe
recordarse que dicha sentencia no causa excepción de cosa juzgada y tampoco tiene los efectos
jurisprudenciales que se le atribuyen, ya que, al no haber tres fallos "contestes" no puede
hablarse de jurisprudencia, sino de un "antecedente". En todo caso, el hecho de que la consulta
popular de mil novecientos noventa y cuatro se haya efectuado mediante un "sí" o un "no",
constituye un error anti-democrático y violatorio de los artículos 136, incisos b) y c) y 173 de la
Constitución; d) en lo que se refiere a que existen dos posiciones o disyuntivas "si o no" y aún
existe "una tercera y una cuarta, mediante las cuales puede dejar en blanco su voto o anularlo",
debe señalarse que la teleología de la ley no es votar nulo o en blanco, o abstenerse de votar,
que sería una quinta alternativa según el criterio sostenido, sino votar sí o no con preguntas
lógicamente formuladas; e) en cuanto a la cita que hace el Congreso respecto a la publicación
de "CEDECON", con motivo de las reformas a la Constitución ratificadas en mil novecientos
noventa y cuatro, en esa oportunidad únicamente se analizó la parte sustantiva de las reformas
y no los aspectos de procedimiento; por consiguiente, lo expuesto por el Congreso no puede
invocarse como antecedente para que la Corte desestime la acción de inconstitucionalidad
ahora promovida; f) en relación a que "la consulta no puede segmentarse en temas o en una
votación por cada artículo que se reforma porque cada una de las reformas guarda íntima
relación con las otras, de tal manera que uno sólo de los temas que no sean ratificados
produciría incoherencia con las demás modificaciones dado que la reforma es integral", no
puede tomarse como válido por ilegal y alejado de la realidad, ya que si la reforma fuera
integral, estaríamos ante una reforma constitucional total y no es así; por ello se hace necesario
traer a la vista los antecedentes, dictámenes y opiniones existentes en el Congreso,
consistentes: en actas de sesiones de la Comisión de Legislación y Puntos Constitucionales
relacionados con las reformas constitucionales; los dictámenes emitidos por la referida comisión
sobre las propuestas de reformas a la Constitución presentadas al Congreso de conformidad
con el artículo 277 constitucional y los Diarios de Sesiones del Pleno del Congreso que
contengan la discusión y aprobación de las reformas constitucionales, en los cuales se podrá
establecer que las reformas constitucionales que se pretenden ratificar constituyen cada una de
ellas asuntos de especial trascendencia, que no sólo deben someterse en forma separada a la
ratificación de la ciudadanía, sino que, además, sí son susceptibles de dividirse por temas con el
objeto de que el ciudadano ejerza libremente su derecho de elegir con libertad, lo que
garantizará la efectividad del sufragio y la pureza del proceso de consulta popular. B) El
Congreso de la República reiteró los argumentos vertidos en la audiencia que le fuere
conferida y agregó: a) el Acuerdo 41-98 del Congreso, se publicó en el Diario Oficial el seis de
noviembre de mil novecientos noventa y ocho; sin embargo, debido a que las garantías y
derechos constitucionales estuvieron limitados en todo el territorio nacional por la declaratoria
de Estado de Calamidad Pública, el doce de noviembre de ese mismo año el Tribunal Supremo
Electoral, con base en el artículo 174 de la Ley Electoral y de Partidos Políticos "dispuso
abstenerse de resolver sobre la convocatoria a consulta popular solicitada por el Congreso de la
República mientras esté vigente el Estado de Calamidad Pública y restringidos los derechos
constitucionales"; tal suspensión continúa vigente a la fecha, pero ahora, por el auto de cinco
de enero de mil novecientos noventa y nueve dictado por la Corte de Constitucionalidad, en el
que se dejó en suspenso el numeral segundo del acuerdo referido, con lo cual se encuentra en
suspenso el proceso de consulta popular y, por consiguiente, la obligación de dar publicidad a la
misma dentro de los plazos estipulados en dicho acuerdo; b) la reforma es integral y no puede
dividirse en partes o temas, ya que ello incidiría en generar una Constitución de vacíos e
incongruencias; además, el artículo 280 de la Constitución sólo admite la posibilidad de ratificar
o no las reformas aprobadas por el Congreso y en ningún momento observa la posibilidad de
una ratificación parcial. Solicitó se declare sin lugar la inconstitucionalidad. C) El Procurador
General de la Nación reiteró los alegatos expuestos al evacuar la audiencia por quince días y
agregó: a) según lo establecido en el artículo 173 de la Constitución, es lícito que el Congreso
opte por una o varias preguntas, ya que ese es el Organismo al que la Constitución atribuye la
competencia de decidir sobre tal punto, según su prudencia política, por estar conformado de
los legítimos representantes del pueblo; b) además, ni el cuerpo electoral ni la Corte de
Constitucionalidad pueden enmendar lo resuelto por el Congreso cuando éste ha adoptado una
decisión que se halle en el ámbito de su competencia discrecional, ya que, si ello sucediera, se
tergiversaría el sistema de gobierno representativo y de separación de poderes. Solicitó se
declare sin lugar la acción intentada. D) El Ministerio Público reiteró los argumentos
expuestos al evacuar la audiencia que le fuere conferida y solicitó se deniegue la
inconstitucionalidad planteada.
CONSIDERANDO
-IEl principio fundamental del control constitucional es la supremacía de la Constitución,
conforme el cual ésta prevalece sobre cualquier ley o disposición general y sanciona con nulidad
aquéllas que violen o tergiversen las normas constitucionales. Según ese principio, todas las
normas del ordenamiento jurídico deben adecuarse a la Constitución, que prevé su propio
mecanismo de defensa cuando alguna de ellas viole o tergiverse sus preceptos. Es a esta Corte
a la que, dentro de su función esencial de defensa del orden constitucional, le corresponde la
facultad de conocer las impugnaciones contra leyes, reglamentos y disposiciones de carácter
general, objetados parcial o totalmente de inconstitucionalidad. En esta función realiza una
tarea de interpretación sistemática e integral, que toma en cuenta todas las normas
constitucionales y sus múltiples interacciones, de acuerdo al principio de unidad de la
Constitución. Esta Corte ha considerado que las normas constitucionales deben tenerse como
un conjunto armónico en el que cada parte se interpreta en forma acorde con las restantes;
que ninguna disposición debe considerarse aisladamente y que debe preferirse la conclusión
que armonice y no la que coloque en pugna a los distintos preceptos del texto constitucional.
Se busca así la solución interpretativa que maximice la eficacia de la Constitución para que, en
caso de concurso de normas, se produzca una ponderación de los valores y principios que ésta
reconoce, de tal modo que conserven su armonía sistemática, sin sacrificar unos en beneficio
de otros.
-IILos postulantes plantean la inconstitucionalidad del numeral segundo del Acuerdo
Legislativo número 41-98 del Congreso de la República, en la parte que dice "y se consulte a la
ciudadanía sobre la ratificación o no del total de las reformas, a través de la formulación de una
pregunta consignada en una papeleta electoral, a la que el ciudadano pueda responder con un
SI, con lo cual expresará su ratificación; o con un NO, con lo cual expresará su no ratificación al
total de las reformas a la Constitución Política de la República de Guatemala aprobadas por este
alto Organismo del Estado." Argumentan que "Al formularse una sola pregunta al ciudadano
para que ratifique o no la totalidad de las reformas aprobadas (50 en total), sobre tantos y tan
variados temas, se aparta y viola el mandato constitucional, que ordena que se FIJE CON
PRECISION LA O LAS PREGUNTAS QUE SE SOMETERAN A LOS CIUDADANOS, desde luego que
la intención del constituyente fue dotar al ciudadano de la facultad de discernir y decidir sobre
todos y cada uno de los asuntos de especial trascendencia y ratificarlos o no a través del
mecanismo constitucional de la Consulta Popular." Añaden que: "Contener el conjunto de las
reformas en una sola pregunta es tan impreciso e inconstitucional que el ciudadano con su voto
afirmativo estará aceptando la totalidad de las reformas, incluyendo aquellas con las que no
esté de acuerdo; y con su voto negativo estará rechazando también aquellas con las que sí
estuviere de acuerdo. Por lo tanto, la Consulta Popular -la más alta expresión de democracia
directa- no reflejará la opinión de la ciudadanía. Todo ciudadano tiene el derecho de elegir con
libertad entre lo que quiere y lo que no quiere, de discriminar su voto. Negarle ese derecho es
atentar contra el principal de sus derechos políticos y en el caso concreto violar el derecho
consagrado en el artículo 173 constitucional". Indican, por otra parte, que "Por las mismas
razones, el Acuerdo Legislativo No. 41-98 del Congreso de la República también disminuye,
restringe y tergiversa el inciso b) del artículo 136 de la Constitución Política de la República, que
contiene, entre otros, el derecho y deber político de ELEGIR". (Subrayados de los accionantes)
El Congreso, autoridad emisora del Acuerdo impugnado, asevera que el artículo 173 de
la Constitución le da una facultad discrecional para formular una sola pregunta o varias, de
manera que no hizo más que adecuar la disposición impugnada a lo preceptuado en la norma
constitucional que denuncia violada.
La Procuraduría General de la Nación expresa que el Congreso tiene facultad para
formular una sola pregunta, sin que constituya violación al artículo 173, evitando así una
engorrosa lista de preguntas que confundirían al ciudadano, principalmente a los analfabetos; y
que el derecho que se establece en el inciso b) del artículo 136 constitucional se refiere a la
elección de personas y no es aplicable a la consulta popular.
El Tribunal Supremo Electoral se limitó a enviar copia de documentos referidos al tema.
Por último, el Ministerio Público pide que la acción se declare sin lugar, porque el
Congreso actuó de conformidad con lo que el artículo 173 de la Constitución, de carácter
facultativo, prescribe, agregando que el Acuerdo tampoco contraviene el artículo 136
constitucional porque el derecho a elegir no sufre menoscabo.
Se trata, como se ve, del examen de la objeción que se hace contra el Acuerdo número
41-98, mediante el cual el Congreso emite disposiciones de carácter general y obligatorio y
ordena que se hagan publicaciones del texto que contiene las reformas aprobadas a la
Constitución Política de la República, y que el Tribunal Supremo Electoral realice la convocatoria
a consulta popular sobre las reformas para que por medio de una pregunta, a la que el
ciudadano pueda responder, con un sí o un no, representativos de su decisión, si ratifica o no el
total de las reformas.
Como es la defensa del orden que la Constitución establece lo que constituye la función
esencial que el artículo 268 de la Ley Fundamental asigna a esta Corte, es obligado el estudio
de todos los elementos -jurídicos, políticos, sociales- que concurren en un acto de tal
naturaleza, a fin de abordar, posteriormente, el caso concreto sometido a la consideración del
tribunal.
La Constitución. Se expresa de ella que constituye la norma fundamental del Estado,
el centro jurídico que encarna el diseño institucional de la Nación; es Pacto Social como
resultante del proceso de confluencia entre sus diferentes fuerzas políticas que llevan a crear y
establecer un orden normativo acerca de la forma del Estado, el sistema político que se adopta,
el ejercicio del poder, la protección de derechos, valores y cuestiones básicas que afectan la
convivencia de la sociedad, que es su germen; "la Constitución -ha expresado este Tribunalcomo fuente unitaria del derecho de una nación es la génesis del ordenamiento jurídico, ya que
algunas veces regula en forma directa ciertas materias y, en otras oportunidades, al establecer
los órganos y procedimientos que determinan la creación de la norma jurídica, se constituye
como norma reguladora de las demás fuentes de derecho. De lo anterior deviene que
formalmente la razón de validez del orden jurídico se deriva de una sola norma fundamental,
esto es, la Constitución Política de la República, cuya supremacía ha sido reconocida en la
propia Constitución (Arts. 175 y 204) y, como corolario de esto, ninguna autoridad del Estado
tiene poderes o facultades superiores a las que le otorga la carta fundamental. La creación de
las normas jurídicas está regulada por otras normas jurídicas y, de conformidad con la
Constitución vigente, la potestad legislativa le corresponde al Congreso de la República (Art.
157 constitucional);" (sentencia de 5 de septiembre de 1990. Exp. 267-89. Gaceta XVII).
La Constitución no sólo es norma suprema, sino cualitativamente distinta de las demás
normas, al incorporar a la vida nacional los valores y principios fundamentales de convivencia
socio-política, así como presidir e informar el ordenamiento jurídico. Para lograr la operatividad
de los mandatos constitucionales es imprescindible su adecuado conocimiento y que la sociedad
lo aprecie como algo valioso y beneficioso, porque la eficacia de un orden jurídico depende
preponderamente del apoyo, convicción y acatamiento voluntario de la población.
Sustentada en la soberanía del pueblo (artículo 141), que delegó su ejercicio en la
Asamblea Nacional Constituyente, la Constitución de Guatemala se emitió para regir un Estado
libre, independiente y soberano, organizado para garantizar a sus habitantes el goce de sus
derechos y libertades, adoptando para su gobierno el sistema republicano (en tanto exige una
distribución del poder), democrático (basado en la soberanía del pueblo) y representativo
(soberanía delegada para ser ejercida responsablemente en los Organismos Legislativo,
Ejecutivo y Judicial).
La Soberanía del Pueblo. Tal expresión que evoca la idea de un gobierno del pueblo,
de acuerdo a la teoría democrática, es el poder supremo del Estado, poder del que provienen
todos los demás poderes; lo detentan o pertenece indivisamente a todos los ciudadanos de una
Nación. La soberanía es la colectividad de ciudadanos, estimada como un ser real distinto de las
individualidades que la componen. Como Nación o ente soberano puede instituir el poder
constituyente originario, con potestades para crear la norma fundante y fundamental, cuya
estructura sólo podría ser variada conforme el procedimiento y límites fijados en la misma
norma fundante. De manera especial, corresponde a esa colectividad ciudadana dar o negar su
respaldo a la propuesta de variar la estructura de tal norma fundante, para cuya realización se
precisa de instrumentos que garanticen y tutelen la efectiva participación de la población que
reúna los requisitos necesarios para poder expresarse políticamente.
La reforma constitucional. La posibilidad de acudir a la reforma, total o parcial, de la
normativa constitucional lleva a advertir la línea que separa al poder constituyente del poder
constituido o de reforma, partiendo del principio de que ambos tienen diferente sustento. En
efecto, el primero es el poder originario en sentido estricto, creador del texto fundamental por
un acto unilateral supremo, de carácter predominantemente político, en tanto que el segundo
es poder derivado o constituido, creado por el primero y, por ende, con limitaciones de carácter
jurídico por su vinculación con los límites de procedimiento que, para la reforma constitucional,
es preciso respetar. De ahí que para reformarla se deba cumplir con el procedimiento
establecido y respetar los límites que la propia norma fundamental establece. Esta distinción
entre poder constituyente y poder constituido viene precisada no sólo por la doctrina
contemporánea (Tratado de Derecho Constitucional. Miguel Angel Ekmekdjian. Tomo III. Págs.
156 a 159. Ediciones De Palma, Buenos Aires. 1995) sino por jurisprudencia de tribunales en
países de similar estructura constitucional que el nuestro, a cuyo efecto puede citarse la
sentencia setenta y seis diagonal mil novecientos ochenta y tres (76/1983) de cinco de agosto
de mil novecientos ochenta y tres del Tribunal Constitucional de España, que afirmó: "Lo que
las Cortes (equivalentes de Congreso) no pueden hacer es colocarse en el mismo plano del
poder constituyente realizando actos propios de éste, salvo en el caso en que la propia
Constitución les atribuya alguna función constituyente. La distinción entre poder constituyente y
poderes constituidos no opera tan sólo en el momento de establecerse la Constitución; la
voluntad y racionalidad del poder constituyente, objetivadas en la Constitución, no sólo fundan
en su origen sino que fundamentan permanentemente el orden jurídico y estatal y suponen un
límite a la potestad del legislador. Al Tribunal Constitucional corresponde, en su función de
intérprete supremo de la Constitución (art. 1 de la LOTC), custodiar la permanente distinción
entre la objetivación del poder constituyente y la actuación de los poderes constituidos, los
cuales nunca podrán rebasar los límites y las competencias establecidas por aquel”.
La Consulta Popular. Denominada en la doctrina "Referéndum Consultivo", significa
las funciones de sufragio y ejercicio del voto en virtud del cual el pueblo, mediante el cuerpo
electoral, decide en última instancia resoluciones que le afectan en forma directa. Tiene, en
general, dos componentes: a) el órgano facultado que acepta, discute y aprueba una decisión
política importante, que habrá de reflejar sus efectos en la estructura normativa del Estado y,
por tanto, en la población; y, b) el pueblo, en el que radica la soberanía, que por medio del
voto acepta o rechaza la propuesta aprobada, de donde deriva su voluntad de adoptar o no la
decisión sobre la que se pronuncia en las urnas.
La Consulta requiere, de la previa, suficiente y comprensiva información que debe darse
a la población, para que concurra al acto electoral con pleno conocimiento de su propósito.
Cabe, a este respecto, la cita del profesor Antonio E. Pérez Luño, quien sobre el particular
expresa: "El principio de la soberanía popular se realiza así en la práxis a través de un proceso
dialéctico en el que el momento de la decisión mayoritaria no tiene por qué excluir el momento
previo de la orientación de la decisión, que puede corresponder a una élite o minoría
intelectual. Siempre que dicha élite se halle comprometida con la masa en la elaboración común
de un determinado programa de acción. De ahí que sea falsa la tesis de que la soberanía
popular está abocada a degenerar en decisionismo político, al sacralizar la suma de un conjunto
de voluntades arbitrarias. Frente a ella cabe aducir que su valor como criterio de legitimación
democrática del poder, estriba en que el acuerdo o consenso sobre el que se articule la decisión
mayoritaria sea -a tenor de un conocido planteamiento de Jürgen Habermas- el producto de
una deliberación racional alcanzada bajo condiciones formales que permitan una situación
comunicativa ideal y tenga por objeto intereses generalizables o necesidades que puedan ser
compartidas a través de la comunicación. La racionalidad a la que aquí se alude no consiste en
un principio absoluto e inmutable, sino en un criterio abierto a una constante revisión y crítica.
El consenso racional se da cuando existe una comunicación ideal, esto es, aquella que no se
haya deformada por la persistencia de situaciones de dominación. Por ello, sólo puede
conseguirse donde se dé una forma de vida caracterizada por los valores de verdad, libertad y
justicia y donde, en suma, se haya producido una completa emancipación humana". (Derechos
Humanos, Estado de Derecho y Constitución, Tecnos. 3a. edición 1995. Pags. 201 y 202). De
manera que, dentro de los límites jurídicos que las leyes matrices concretan, son susceptibles
de acomodar exigencias normativas, sociales y políticas devenidas posteriormente, que no fue
posible prever al poder constituyente originario, para mantener, sin embargo, su prevalencia,
en la forma y fondo, de leyes fundamentales, proceso que Rudolf Smend ha caracterizado así:
"La Constitución es la ordenación jurídica del Estado, de la dinámica vital en la que se desarrolla
la vida del Estado, es decir, de su proceso de integración. La finalidad de este proceso es la
perpetua reimplantación de la realidad total del Estado; y la Constitución es la plasmación legal
o normativa de aspectos determinados de este proceso" (Constitución y Derecho Constitucional.
Pag. 135. Madrid 1985).
-IIIPor el Decreto que aprobó las reformas a la Constitución, el Congreso de la República
estimó "Que para la solución pacífica de la problemática nacional por medios pacíficos, se
suscribieron los Acuerdos de Paz, que es imperativo preservar y consolidar, mediante reformas
constitucionales oportunas y convenientes"; y que para su vigencia deben ser ratificadas
mediante consulta popular. Este procedimiento se viabiliza en el Acuerdo número 41-98 en su
segundo apartado que dice: "y se consulte a la ciudadanía sobre la ratificación o no del total de
las reformas, a través de la formulación de una pregunta consignada en una papeleta electoral,
a la que el ciudadano pueda responder con un SI, con lo cual expresará su ratificación; o con
un NO, con lo cual expresará su no ratificación al total de las reformas a la Constitución Política
de la República de Guatemala aprobadas por este alto Organismo del Estado.", que es objeto
de la impugnación de inconstitucionalidad bajo examen.
Sobre el particular se debe, en primer lugar, reconocer que el Congreso de la República
tiene facultad para constituirse en poder constituyente derivado, con capacidad para aprobar
textos de reforma de la Constitución Política, exceptuando los referidos en el Capítulo I del
Título II y sus artículos 278 y 281. Su actuación, que tiene una demarcación jurídica que no le
es permisible rebasar, alcanza su objetivo cuando por la mayoría de votos requerida aprueba
aquellos textos que introducen enmiendas a los ya existentes, cuyo fondo se orienta en sentido
distinto, aceptando la incorporación de elementos ideológicos o normativos no considerados o
previstos en la concepción original del texto matríz; tal acontece con los compromisos
contenidos en los Acuerdos de Paz. A la comprensión y toma de conciencia de lo que conlleva la
reforma aprobada está dirigido el punto primero del Acuerdo, en cuanto a su divulgación se
refiere; a este respecto la Corte ha dicho que "un proceso de educación cívica, unas formas de
preparación política a cargo de los partidos y comités cívicos electorales, unas formas
adecuadas de comunicación e información, y un método hábil de formular la consulta, podrían
permitir a gran cantidad de ciudadanos manifestarse en voto secreto." (Dictamen de 25 de
noviembre de 1986. Exp. 96-86. Gaceta II)
Es la segunda parte del punto segundo del mencionado Acuerdo lo que se cuestiona, en
tanto dispone que el Tribunal Supremo Electoral formule a la ciudadanía una sola pregunta,
cuya respuesta -si o no- expresará su parecer, positivo o negativo, "al total de las reformas a la
Constitución Política de la República de Guatemala..."; y la objeción radica en que, a juicio de
los accionantes, hacer una sola pregunta "sobre tantos y tan variados temas, se aparta y viola
el mandato constitucional" que ubica en el artículo 173 de la norma matríz; y agrega que
"también disminuye, restringe y tergiversa el inciso b) del artículo 136 de la Constitución Política
de la República que contiene entre otros, el derecho y deber político de elegir".
El Congreso estima, en cuanto a lo primero, que "al establecer en el Acuerdo Legislativo
impugnado un mecanismo preestablecido en la misma Constitución no hizo más que adecuar la
norma impugnada a lo preceptuado en esa disposición constitucional", agregando, como
"sustento social", que los factores más importantes de su criterio radican en "El grado de
analfabetismo que aqueja a la población", que una sola pregunta "facilita el procedimiento de la
Consulta y con ello se evita la generación de confusiones innecesarias", y que es factor de
mayor importancia "el hecho de que la consulta no puede segmentarse en temas o con una
votación por cada artículo que se reforma... porque cada una de las reformas guarda íntima
relación".
Adicionalmente el Congreso expresa que, al responder a una consulta suya (Exp. 26893. Gaceta XXIX. Págs de la 3 a la 12), esta Corte no estimó inconstitucional dirigir una sola
pregunta; y que, al resolver en una acción de inconstitucionalidad que atacó el proceso de
consulta de las reformas constitucionales del año mil novecientos noventa y tres, no la declaró
con lugar por el hecho de haberse formulado una sola pregunta.
El parecer anterior es apoyado por la Procuraduría General de la Nación y por el
Ministerio Público. El Tribunal Supremo Electoral no hace pronunciamiento al respecto.
La norma específica que se refiere al procedimiento de reforma de la Constitución por el
Congreso es el artículo 280, que, en su párrafo segundo dispone, que "Las reformas no
entrarán en vigor sino hasta que sean ratificadas mediante la consulta popular a que se refiere
el artículo 173 de esta Constitución"; el texto de este último es el siguiente: "Las decisiones
políticas de especial trascendencia deberán ser sometidas a procedimiento consultivo de todos
los ciudadanos. La consulta será convocada por el Tribunal Supremo Electoral a iniciativa del
Presidente de la República o del Congreso de la República, que fijarán con precisión la o las
preguntas que se someterán a los ciudadanos. La Ley Constitucional Electoral regulará lo
relativo a esta institución".
La Consulta Popular, entonces, es el procedimiento obligado que debe aplicarse, bien
para que los ciudadanos se expresen con relación a "decisiones políticas de especial
trascendencia" o para que las reformas a la Constitución que aprueba el poder constituido "sean
ratificadas" como única posibilidad de cobrar vigencia.
La cuestión concreta que se debate es la inteligencia del segundo párrafo del citado
artículo 173, en la parte que expresa que el "Presidente de la República o del Congreso de la
República (...) fijarán con precisión la o las preguntas que se someterán a los ciudadanos". Para
el organismo emisor del Acuerdo basta que se ponga atención a la fracción "la o las" para
arribar a la conclusión de que, facultativamente, puede decidirse por una sola pregunta o
varias.
Por una parte, debe ponerse atención en que la opinión consultiva a la que se alude
tuvo un propósito distinto de lo que ahora se debate y que en la acción de inconstitucionalidad
que se menciona, resuelta en agosto de mil novecientos noventa y cinco, se impugnó el hecho
de que hubiese sido el Tribunal Supremo Electoral -no el Congreso- el que fijó la pregunta a ser
respondida por el cuerpo electoral. Sobre el extremo lo que el Tribunal expresó fue lo siguiente:
"se denuncia la inconstitucionalidad de las reformas porque el Tribunal Supremo Electoral fijó la
pregunta que sirvió para recabar la voluntad popular. A este respecto, el procedimiento de
Consulta Popular previsto en el artículo 173 de la Constitución, es genérico y se aplica a todas
aquellas decisiones políticas de especial trascendencia y, como no tiene orientación específica,
se previó que las preguntas las podía fijar el Presidente de la República o bien el Congreso,
dependiendo del asunto de que se tratara; sin embargo, cuando la Consulta Popular se hace
con el fin de ratificar o no las reformas a la Constitución, lo genérico de la consulta según el
artículo 173 citado, desaparece, para dar lugar al asunto específico de ratificación, en el que el
asunto era conocer si el pueblo de Guatemala decía "no" o decía "si" a las reformas; y así fue
como se hizo. De ahí que la pregunta a formular era obvia y por ello la fijó el Tribunal Supremo
Electoral, conforme a lo previsto en la propia Constitución en el artículo 43 de las Disposiciones
Transitorias y Finales. En consecuencia, la inconstitucionalidad por este motivo tampoco puede
prosperar." (Exp. 341-94. Gaceta XXXVII. Págs. 24 y 25). De ahí que no pueda afirmarse la
existencia de precedentes a seguir, dado que fueron distintos los cuestionamientos que se
sometieron a la decisión de este Tribunal.
Por otra, la tesis del Congreso carece de sustento porque el examen gramatical que
hace omite la relevancia que conlleva el procedimiento consultivo, que es someter a
conocimiento e interrogación de todos los ciudadanos, esto es, del cuerpo en quien radica la
soberanía (artículo 141), su apoyo o rechazo a decisiones trascendentales, cuyos efectos
incidirán a futuro en la sociedad; o bien, para hacerle conocer la aprobación por el Congreso de
reformas a la Constitución que estima pertinentes, a fin de ratificarlas o desecharlas, por cuanto
que la reforma constitucional significa una alteración al texto normativo primario y, por
consiguiente, al diseño originario del Estado.
Es por ello que la reforma a la Carta Magna de parte del poder constituyente derivado
está sujeto a un procedimiento agravado, que si bien faculta al Congreso para tomar la
iniciativa (artículo 277, inciso b), mediante un proyecto de texto que debe ser aprobado con
mayoría calificada de votos (artículo 280), éste carece de significación jurídica en tanto no
obtenga la sanción de los ciudadanos (artículo 173) que pueden optar entre su ratificación o no
aceptación. Este procedimiento agravado constituye una garantía para evitar que el contenido
de la norma matríz sea alterado por circunstancias pasajeras, y para conseguir que la adopción
de una reforma sea producto, con su sanción, de la voluntad popular.
Si tal es el propósito del procedimiento de reforma, no puede menos que advertirse que
al votante debe preguntársele con precisión, o sea, de manera inequívoca, lo que constituya la
decisión política o la reforma de la Constitución a sancionar; de ahí que si, en uno u otro caso,
la cuestión o reforma no es simple sino compleja, las preguntas deben ser equivalentes, en su
número, por lo menos, a los temas implicados. De esa manera se obtendrá legítimamente la
respuesta, positiva o negativa, de quien tiene, en última instancia, la potestad de decisión.
Esta forma de ejercer el acto de sanción aparece ya formulada en el texto de reforma al
artículo 254 de la Ley Electoral y de Partidos Políticos, sometida por el Tribunal Supremo
Electoral al Congreso, y avalada por la Comisión de Reforma Electoral, integrada por
magistrados de aquel órgano, diputados y exdiputados al Congreso y delegados de los partidos
políticos que en él tienen representación. En efecto, se ha propuesto que su texto sea el
siguiente: "Del contenido de las preguntas. En caso de llevarse a cabo una consulta popular
para reformar la Constitución Política de la República, se deberán formular tantas preguntas
como artículos se pretendan reformar. En caso de que los artículos se refieran al mismo tema y
estén íntimamente ligados podrán contenerse en una sola pregunta. En caso de promoverse
una consulta popular con relación a una decisión de especial trascendencia, el Tribunal
Supremo Electoral podrá solicitar al proponente de la misma, que amplíe o restrinja la pregunta
que se presente como motivo de la consulta, o bien, que redacte, más de una o una nueva, si
la presentada no fuere suficientemente precisa." Esta propuesta de reforma, está
fundamentada en la exposición de motivos de la Comisión aludida, que sobre ese particular
expresó: "Tomando en cuenta que el Tribunal Supremo Electoral debió llevar a cabo una
Consulta Popular de Reforma Constitucional, sin estar ésta expresamente regulada en la ley y
con base al principio de autoaplicación del texto constitucional, la Comisión de Reforma
Electoral sugiere la inclusión de un capítulo específico que regule el tema y que desarrolle los
principios fundamentales de tal procedimiento. El artículo lo comprenden los artículos 253, 254
y 255, toda vez que oportunamente la Comisión estimó que los textos actuales de los referidos
preceptos, debían ser suprimidos puesto que eran regulaciones propias del delito electoral, que
por técnica jurídica debe constar en el Código respectivo. Así, al primero de los preceptos se le
bautizó con el acápite de "Convocatoria y Procedimiento", y en el mismo se señalan los
principios generales del procedimiento, tales como que las normas específicas de elecciones son
aplicables a este instituto. Dos supuestos distintos son regulados por el artículo 254, al
señalarse en su primer párrafo el procedimiento a seguirse en una consulta popular convocada
en virtud de una reforma constitucional y el segundo párrafo que regula la consulta popular
para una decisión de especial trascendencia. Para la reforma constitucional se contempla la
posibilidad de que se deberán formular tantas preguntas como artículos se pretendan reformar
y en caso los preceptos estén íntimamente ligados podrán contenerse en una sola pregunta. La
reforma se encuentra motivada, en virtud de que debe garantizarse al ciudadano que su
pronunciamiento sobre la reforma al texto constitucional sea lo más transparente posible y que
el conjunto de reformas no se vea adulterado, por la presentación en una sola pregunta de una
serie de preceptos que no se encuentran concatenados. Asimismo, en caso una reforma se
intente por virtud de una relación estrecha de conceptos, las preguntas pueden ser agrupadas
por temas, toda vez que se prevé la posibilidad operativa y de aplicación de cualquier posible
reforma. Para una Consulta Popular motivada por una decisión de especial trascendencia, se
establece que la autoridad electoral tenga la potestad de indicar al proponente de la misma que
amplíe o restrinja la pregunta que se presente para consulta, o bien que redacte más de una o
una nueva, si la presentada oportunamente no es suficientemente precisa. En este precepto se
garantiza que la pregunta que se le formule a los ciudadanos implique nitidez en su contenido y
precisión en cuanto a sus conceptos, siendo el Tribunal Supremo Electoral, la autoridad que
tendrá la facultad de solicitar aclaraciones o nuevas interrogantes. Cabe hacer notar que no
quedará a criterio del Tribunal Supremo Electoral la convocatoria o no a una Consulta Popular,
en menoscabo de las facultades constitucionales del Organismo Ejecutivo y el Organismo
Legislativo, sino que únicamente tendrá potestades operativas con el objeto de garantizar la
eficiencia del proceso. Por último la inclusión en el artículo 255 de la propuesta legislativa, de la
obligación del Tribunal Supremo Electoral de difundir el contenido de la consulta, así como de
su potestad a crear procedimientos de comprensión para personas analfabetas, tales como
imprimir colores, símbolos o figuras en boletas de elección, es con el objeto de garantizar la
eficiencia del procedimiento." (Guatemala, Paz y Democracia, Informe de la Comisión de
Reforma Electoral. Pags. 23, 56, 57 y 180. 1998).
Como se ve, el temor del órgano emisor del Acuerdo impugnado acerca del
analfabetismo que ha traído a colación, puede ser superado con "procedimientos de
comprensión" que el órgano electoral puede poner en funcionamiento en el acto de sufragio.
-IV-
La cuestión de si es potestad discrecional del Congreso formular una o varias preguntas
para someter su iniciativa a la ratificación popular debe matizarse conforme a la lógica de lo
razonable, puesto que, en la medida en que se le permita al cuerpo electoral tomar una
decisión libre e inteligente basada en la diferente naturaleza de las propuestas sobre las que
debe pronunciarse; de modo que, cuando la probable ratificación de una y la probable no
ratificación de otra no produzca incompatibilidades, resulta más conforme a los valores de
dignidad humana -libertad e igualdad- hacerlo de esa manera. Si bien puede suponerse que el
derecho y el deber político de elegir, previsto en el inciso b) del artículo 136 de la Constitución,
hace referencia a la elección de personas, no puede descartarse que la misma libertad debe
tener el ciudadano en cuanto a la elección de asuntos, sustentada en el sistema de valores y
principios del régimen democrático y personalista de la Constitución guatemalteca, que se
encuentran expresados en el Preámbulo y en los artículos 1o., 2o., 3o., 4o., y 44 del precitado
texto. Por eso esta Corte, en dictamen acerca de reformas a la Ley Electoral y de Partidos
Políticos, emitido hace más de doce años, expresó: "La potestad de elegir, escoger, enmarca
dentro de los derechos subjetivos y debe interpretarse en consonancia con el pluralismo
político..." (Expediente 96-86, Gaceta II, Pag. 3).
El estudio factorial de las reformas a la Constitución aprobadas por el Congreso permite
suponer que, no obstante su extensión, podrían agruparse por temas o títulos diferenciados,
cuya aprobación particularizada no sería susceptible de producir incompatibilidad normativa y,
como consecuencia, tendrían validez intrínseca. Por ejemplo, y dicho esto de manera
puramente indicativa y no vinculante, los artículos reformados podrían ser agrupados bajo los
siguientes temas:
Tema uno (1): Nación guatemalteca y derechos sociales y políticos. Artículos 1o., 66, 70,
94, 110, 135, inciso g), 143; y 13, 30 y 32 Transitorios.
Tema dos (2): Organismo Legislativo. Artículos 157, 164, penúltimo párrafo, 166, 167,
171 inciso n), 173, 176, 251; y 28 transitorio.
Tema tres (3): Organismo Ejecutivo. Artículos 182, 183 suprime literal r) y reforma literal t); y
33 transitorio.
Tema cuatro (4): Organismo Judicial. Artículos 203, 204, 205, 206, 207, 208, 209, 210,
213, 214, 215, 216, 217, 219, 222; y 29, 31 y 34 transitorios.
Tema cinco (5): Sistema de Consejos de Desarrollo. Artículo 225
Tema seis (6): Ejército de Guatemala y Fuerzas de Seguridad Civil. Artículos 244, 245,
246, 248, 249, 250; y la denominación del Capítulo V del Título V, la adición de la sección
primera (Del Ejército de Guatemala) y de la sección segunda (Fuerzas de Seguridad del
Estado).
La distribución de las reformas constitucionales en temas resultaría razonablemente
comprensible para el cuerpo electoral, especialmente si se toma en consideración lo
dictaminado por esta Corte en el citado expediente 96-86, relativo a la necesaria información
objetiva y neutral a los ciudadanos, con adecuados recursos financieros del Estado, acerca del
contenido de cada tema. Respecto del voto de los ciudadanos analfabetos, es también
razonable suponer que la sencilla y memorizable grafía de los números (1, 2, 3, 4, 5, 6) a cuyo
margen los vocablos "si" o "no", impresos en color y formato distintos, los puede hacer
entendibles, para que cada ciudadano pueda marcar claramente su intención de ratificarlos o
no, total o parcialmente. Estas estimaciones permiten compatibilizar la necesaria facilidad para
el ejercicio del sufragio con la mayor libertad de criterio y de disposición de los ciudadanos
dentro del concepto pluralista que enuncia la Constitución.
En resumen: el procedimiento consultivo para posibilitar la sanción de la iniciativa de
reforma a la Constitución aprobada por el Congreso de la República requiere, en el acto de
decisión, que el votante se exprese, con el número de preguntas que sean necesarias y de
modo inequívoco, sobre la disposición o disposiciones que constituyan cada tema de la
institución normativa de la Constitución a la que se le llama a sancionar mediante la ratificación.
Siendo distinto lo dispuesto en la parte cuestionada del punto segundo del Acuerdo
Número 41-98 del Congreso de la República, está afectada de inconstitucionalidad, procediendo
la declaratoria solicitada.
LEYES APLICABLES
Artículos citados y 267 y 272 inciso a) de la Constitución Política de la República y 115,
133, 143, 148, 163 inciso a) y 185 de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y de
Constitucionalidad y 31 del Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad.
POR TANTO
La Corte de Constitucionalidad con base en lo considerado y leyes citadas DECLARA: I)
Con lugar la inconstitucionalidad del numeral segundo del Acuerdo número 41-98 del Congreso
de la República, en la parte que dice "y se consulte a la ciudadanía sobre la ratificación o no del
total de las reformas, a través de la formulación de una pregunta consignada en una papeleta
electoral, a la que el ciudadano pueda responder con un SI, con lo cual expresará su
ratificación; o con un NO, con lo cual expresará su no ratificación al total de las reformas a la
Constitución Política de la República de Guatemala aprobadas por este alto Organismo del
Estado"; en consecuencia, queda sin vigencia la disposición legal indicada, en la parte que
quedó transcrita, a partir del día siguiente de la publicación del auto de esta Corte que decretó
su suspensión provisional. II) Publíquese esta sentencia en el Diario Oficial dentro de los tres
días siguientes de la fecha en que la misma quede firme. III) Notifíquese.
RUBEN HOMERO LOPEZ MIJANGOS
PRESIDENTE
JOSE ARTURO SIERRA GONZALEZ
MAGISTRADO
CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS
MAGISTRADA
Voto Razonado
LUIS FELIPE SAENZ JUAREZ
MAGISTRADO
ALEJANDRO MALDONADO AGUIRRE
MAGISTRADO
CARMEN MARIA GUTIERREZ DE COLMENARES
MAGISTRADA
FERNANDO JOSE QUEZADA TORUÑO
MAGISTRADO
AYLIN BRIZEIDA ORDOÑEZ REYNA
SECRETARIA GENERAL
EXPEDIENTE No. 931-98. OFICIAL 3o.
VOTO DISIDENTE DE LA MAGISTRADA CONCHA MAZARIEGOS TOBIAS.
Disiento de la decisión dictada por la mayoría el cinco de enero de mil novecientos noventa y
nueve, ya que, según mi criterio, al caso que se juzga no concurren de manera inescindible los
elementos que, de acuerdo con lo establecido en el artículo 138 de la Ley de Amparo,
Exhibición Personal y de Constitucionalidad, hacen procedentes suspender provisionalmente la
vigencia de la norma que se impugna por presuntos vicios de inconstitucionalidad. Mi posición
la basó en los siguientes argumentos:
A) El Acuerdo Legislativo 41-98 del Congreso de la República, específicamente en la parte final
de su artículo SEGUNDO, no adolece de notoria inconstitucionalidad puesto que, contrario a lo
que afirma la interponente de la acción, el mismo atiende cabalmente a lo dispuesto en el
artículo 173 de la Constitución Política de la República. Tal aspecto se puede apreciar en que
dicha norma fundamental establece la opción de que la consulta ue sefrmule a los ciudadanos
respecto de la ratificación o no ratificación de las reformas que habrán de introducirse al texto
constitucional pueda realizarse mediante la elaboración de UNA SOLA PREGUNTA o de VARIAS
PREGUNTAS. En el momento en que el Congreso de la República redactó y aprobó el artículo
SEGUNDO contentivo de la norma impugnada, optó por dejar establecido que la consulta de la
reforma propuesta se formule por medio del primero de los mecanismos aludidos, es decir, con
la elaboración de una sola pregunta que acepte dos respuetas; de esa manera ajustó dicha
norma al precepto constitucional referido. La notoria inconstitucionalidad podría percibirse,
entonces, sólo si dicho artículo 173 no contuviera la opción de elegir entre las dos formas
descritas, o sea, que estableciera un asola taxativa y exclusiva.
B) Respecto del argumento de que la norma impugnada contraviene también lo establecido en
el artículo 136 inciso b) de la Constitución, en tanto que, a juicio de la accionante, no se brinda
al ciudadano la oportunidad de "elegir", la misma no implica una notoria inconstitucionalidad ni
la posible susceptibilidad de que se cause gravamen irreparable, ya que precisamente el hecho
de que la pregunta que se formule genere, tal como está redactado el precepto, una dicotomía
en cuanto a las posibilidades de respuesta, produce el efecto de que la posición optativa que
asume el ciudadano al momento de votar y deponer cualquiera de las respuestas posibles,
genere aquella elección que la accionante presume obstaculizada.
Guatemala, cinco de enero de mil novecientos noventa y nueve.
CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS
MAGISTRADA
EXPEDIENTE No.: 931-98. OFICIAL 3o.
VOTO DISIDENTE DE LA MAGISTRADA CONCHA MAZARIEGOS TOBIAS.
Disiento de la decisión de la mayoría expresada en la sentencia de ocho de febrero de mil
novecientos noventa y nueve, por las razones siguientes:
A) Como lo expresé al razonar voto en el momento de decidirse la suspensión provisional
decretada el cinco de enero pasado, el Acuerdo Legislativo 41-98 del Congreso de la República,
específicamente en la parte final de su artículo SEGUNDO, no adolece de inconstitucionalidad
puesto que, el mismo atiende cabalmente a lo dispuesto en el artículo 173 de la Constitución
Política de la República que establece la opción de que la consulta que se formule a los
ciudadanos respecto de la ratificación o no de las reformas que habrán de introducirse al texto
constitucional pueda realizarse mediante la elaboración de UNA SOLA PREGUNTA.
Cuando el Congreso de la República redactó y aprobó el artículo SEGUNDO contentivo de la
norma impugnada, optó por dejar estalbecido que la consulta de la reforma propuesta se
formulara por medio de ese mecanismo, es decir, con la elaboración de una sola pregunta que
acepte dos respuestas; de esa manera ajustó dicha norma al precepto constitucional. La
inconstitucionalidad podría percibirse, entonces sólo si el artículo impugnado no contuviera la
opción de elegir entre las dos formas descritas por el artículo 173 constitucional.
B) En cuanto a que la onrma impugnada contraviene también lo establecido en el artículo 136
inciso b) de la Constitución, porque a juicio de la accionante, no se brinda al ciudadano la
oportunidad de "elegir", la misma no implica inconstitucionalidad, ya que precisamente el hecho
de que la pregunta que se formule produzca, tal como está redactado el precepto, una
dicotomía en cuato a las posibilidades de respuesta, produce el efecto de que la posición
optativa que asume el ciudadano al momento de votar y deponer cualquiera de las respuestas
posibles, genere aquella elección que la accionante presume obstaculizada.
C) No obstante que considero que la naturaleza jurídica de la norma constitucional deviene de
situaciones reales de la estructura de poder en un momento determinado, comparto con el
maestro Hans Kelsen su visión de que la norma constitucional es integral y como tal debe ser
analizada bajo una concepción unitaria del orden jurídico; precisamente porque regula la
estructura social del Estado mediante la creación y ordenamiento de sus instituciones,
representando por ello, como lo decía el maestro Luis Sánchez Agesta el nivel más alto del
sistema jurídico de la organización social, y no podría ser de otra manera, puesto que recoge y
afirma los derechos de los pueblos, instituyendo que solamente existen dos medios básicos
para asegurar la perpetuación de tales derechos, que son: respetar la ley fundamental y
asegurar su cumplimiento.
La hermenéutica del texto constitucional sólo puede hacerse en forma integral y partiendo de
que la Constitución recoge las ideas y anhelos de los pueblos y crea las instituciones
encargadas de velar porque esas ideas y anhelos se transformen en realidades; los cuales
pueden sintetizarse en la norma prima de carácter preponderantemente axiológico de que el fin
supremo del Estado guatemalteco, es la realización del bien común.
Este fin supremo establecido en el primer artículo de la Constitución, se mantiene en todo el
texto en forma coherente y aporpiada; los títulos, capítulos, secciones y artículos de ella tienden
a desarrollar ese fin supremo; por ello, la norma prima no puede contener artículos
contradictorios entre sí, sino solamente complementarios, haciendo posible que de principio a
fin guarde concordancia, coherencia e integralidad. Es por eso, que el cuerpo de reforma
constitucional debe responder a ello, y constituirse en un todo integral y no estar compuesto
por diversos segmentos diseminados sin que entre éstos existan vasos comunicantes, por lo
que toda Constitución y modificación que de ella pretenda hacerse, exige, como lo dijera Piero
Calamandrei, ansia filosófica de justicia democrática, para cumplir con este cometido; y, así
lograr que el texto que se pretende incluir en el vigente, se acomode armónicamente a éste.
Sin embargo, permitir una ratificación parcial como lo orienta la sentencia, supone la posibilidad
de incluir dentro del texto constitucional un cuerpo mutilado de normas, con el riesgo de que
éstas ya no se acoplen con aquéllas con las que va a coexistir. La sentencia desatiende, en
nombre de lo que denomina expresión genuina de democracia popular, que el cuerpo de
reformas fue ampliamente discutido por el órgano político del Estado, cuya legitimación
responde a la intención del constituyente, de atribuirle al Congreso de la República la
responsabilidad de ser el artífice de una reforma como la que nos ocupa, y que por su
legitimidad, el pueblo sólo deberá ratificar o no según su conveniencia.
La discusión del asunto acá tratado, debe centrarse no solamente en elc ontenido humano que
hace necesaria e imprescindible la reforma constitucional para la realización de la teleología del
estado, que es la realización del bien común, sino demás en aras de no alejarnos de ese
aspecto teleológico, la discusión se debe centrar en la necesidad de una reforma integral y
coherente, que impida a futuro tener escalas contradictorias en un mismo texto que pretende
un solo fin.
El artículo 173 constitucional es expresamente claro, el sentido de sus palabras es franco, llano
y explícito, por lo que pretender darle una interpretación distinta a la que tiene, significa tratar
de generar otra norma constitucional alejada del texto vigente, sin que la Corte de
Constitucionalidad tenga facultad para hacerlo.
La complementariedad a que me he referido reiteradamente, es la que permite explicar que es
el artículo 280 constitucional el que priva en el presente asunto, porque es el que, en forma
expresa, determina que la reforma realizada por el Congreso de la República entrará en
vigencia cuando sea RATIFICADA en consulta popular.
necesariamente debe entenderse que la reforma constitucional es el resultado de un solo
proceso y que, aunque sean varios los artículos a modificarse en elt exto de la norma prima, su
cuerpo es único e indivisible, y por lo tanto, no cabe sino ratificarlo o no, única e
indivisiblemente. No existe pues la posibilidad de ratificación parcial.
D) El artículo 173 de la Constitución expresa cómo debe hacerse el procedimiento consultivo de
decisiones políticas de especial trascendecia, no siendo privativo de reformas constitucionales,
pues puede utilizarse para otros asuntos; es por ello que el constituyente sabiamente pensó en
la posibilidad de que se hicieran una o varias preguntas en dicho procedimiento consultivo,
dependiendo de la decisión que tome el Presidente de la República o el Congreso de la
República en su caso, quienes tendrían que fijarla o fijarlas con precisión; y siendo su contenido
muy claro, no admite más interpretación que la que del mismo se deriva.
La precisión a que se refiere la norma constitucional, debe entenderse como la certeza y
exactitud con la que debe formularse la o las preguntas, de manera que acepten una o varias
respuestas igualmente ciertas y exactas. En este caso, sinedo que la consulta va orientada a
obtener una ratificación o no al texto de reformas aprobado por el Congreso de la República, la
precisión se advierte en que la pregunta será una y no aceptará más que una respuesta, sea
ésta negativa o positiva. De ahí que la tesis de la accionante, en cuanto a que si no se formulan
varias preguntas, la consulta popular sería imprecisa e institucional, no tiene sustentación,
puesto que la norma constitucional, al referirse a la precisión se refiere a la concreción que
debe observarse en la pregunta, que ocmo se dijo, en este caso, debe orientarse solamente a
consultarse si se ratifica o no el texto de reformas.
E) Por otra parte, esa integralidad y coherencia a la que me he referido en este voto, lleva a
homologar la reforma realizada por el Congreso de la República, al proceso de formación y
sanción de una ley ordinaria, en el sentido de que ésta es aprobada por el Congreso de la
República pero sancionada y promulgada por el Organismo Ejecutivo, en clara aplicación de la
teoría constitucional sostenida por el Varón Montesquieu en el capítulo XI de su obra "El Espíritu
de las Leyes", cuando se refirió a la división de poderes del Estado y sus propias competencias.
Es precisamente esa división y ese sistema de pesos y contrapesos, sobre la que se ha basado
la democracia moderna, tanto de tipo liberal como socialista, la que permite el derecho a voto
contenido en el artículo 178 de la Constitución.
Haciendo una interpretación integral del texto constitucional, debemos expresar que la sanción
y promulgación reguladas en el artículo 177, es la que corresponde hacer, mediante la consulta
popular, en la que deberá ratificarse o no, en su totalidad, la reforma aprobada por el
Congreso.
En caso no se ratifique totalmente la reforma, equivaldría al veto que de una ley puede hacer el
Ejecutivo de conformidad con lo establecido en el artículo 178 constitucional, que preceptúa
que las leyes no podrán ser vetadas parcialmente. Así como las leyes ordinarias no pueden ser
vetadas parcialmente, tampoco lo puede ser, con mucha más razón, la reforma a la norma
jerárquicamente superior, por lo que permitir que la consulta popular sobre la reforma
constitucional, se haga por temas como pretende la accionante, equivale a desnaturalizar el
espíritu de las normas contenidas en los artículos 173 y 280 constitucionales, lo que daría como
resultado, un texto constitucional carente de integralidad y coherencia.
Permitir que la consulta popular sobre la reforma constitucional se haga en la forma pretendida
por la accionante y aceptada en el fallo en el que razono este voto, es equivalente a permitir la
posibilidad de un voto parcial por parte de la ciudadanía a la reforma constitucional. Por estas
razones la presente acción debió ser desestimada, y son las que me permiten apartarme del
voto de la mayoría.
Guatemala, ocho de febrero de mil novecientos noventa y nueve.
CONCHITA MAZARIEGOS TOBIAS
MAGISTRADA
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