Obligaciones que nacen de los delitos-Dra. Calvo

Anuncio
XVI ENCUENTRO NACIONAL DE PROFESORES DE
DERECHO ROMANO
22 AL 24 DE MAYO
FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS SOCIALES
UNIVERSIDAD NACIONAL DE CORDOBA
2003
OBLIGACIONES QUE NACEN DE LOS DELITOS
Trabajo de Investigación realizado por la
Docente de la Facultad de Derecho de la
Universidad Nacional de Córdoba María
Angélica Calvo Leal.
SUMARIO
I.
Introducción conceptual
II.
Delitos del Derecho Civil. Ley de las XII Tablas
III.
Fuentes
IV.
Damnum Iniura Datum
V.
Ley Aquilia
VI.
Conclusión
VII.
Bibliografía
OBLIGACIONES QUE NACEN DE LOS DELITOS
I.-INTRODUCCION CONCEPTUAL
En oportunidad del XVI Encuentro Nacional de Profesores de
Derecho Romano, decidimos abordar la temática de las Obligaciones que
nacen de los delitos, (delictum maleficium) que son todos los hechos ó
actos violatorios del derecho y que éste sanciona con una pena.
Se agrupaban en dos grandes categorías: I.- La de los delitos
públicos (crimina pública) y II.- La de los delitos privados (delicta privata).
Los primeros interesaban directamente a la sociedad porque afectaban
primordialmente el orden social y en consecuencia, su persecución podía
ser intentada por cualquier miembro de la comunidad y la pena que
imponían los tribunales creados por el Estado significaba un castigo que se
daba al delincuente para a los particulares y por ésa razón solamente podían
ser perseguidos por las personas que reparar la ofensa inferida a la
sociedad.
II.- Los segundos eran aquellos actos que afectaban
directamente a los habían sufrido las consecuencias del delito, entrañando
la pena un resarcimiento por los daños que el acto ilícito acarreaba a los
damnificados.
Nos avocaremos a los delitos privados, dado que fueron fuente
creadora de obligaciones desde que el ofendido tenía acción para exigir del
ofensor el cumplimiento de una prestación que consistía en el pago de una
pena pecuniaria, por lo general, equivalente al perjuicio causado.
En materia delictual se presenta un fenómeno semejante a la
esfera del derecho civil, al admitirse otros actos ilícitos generadores de
obligaciones que no eran reconocidos como delicta, pero que el derecho
pretoriano sancionó con acciones “in factum”..
II.- DELITOS DEL DERECHO CIVIL.- LEY DE LAS XII
TABLAS
El delito privado encuentra su primera reglamentación legal
en la Ley de las XII Tablas que prácticamente contenía un catálogo de
delitos con sus correspondientes sanciones. Del análisis de sus normas se
desprende que el vetusto código permitía que la víctima de un delito, en
determinados casos pudiera ejercer la venganza privada limitándose la ley a
reglar la forma de aplicar el castigo.
Es así que cuando se trataba del delito de injurias autorizaba
la aplicación de la ley del talión que daba derecho al ofendido a inferir al
ofensor otro daño de igual naturaleza al que él hubiera experimentado.
(Tabla VIII, 2.)
“Contra el que rompe un miembro y no transige, la
pena del talión”
En el caso del delito de “furtum”, castigaba al ladrón
sorprendido “in fraganti” con la pena de azotes, autorizando al damnificado
a retenerlo en calidad de esclavo
(Tabla VIII, 15.).
“Disposición que condena el hurto manifiesto con pena
con pena de flagelación y entrega a la víctima, si el ladrón es libre y
púber; con flagelación y composición si es impúber y si es esclavo debía
ser azotado con varas y precipitado a la roca Tarpeya”.
Deviene así que, en cuanto a la responsabilidad por los delitos
privados, la legislación decenviral tendió sobretodo, a fijar una pena a
favor del ofendido, que a consagrar un castigo que sancionara la
culpabilidad del delincuente.
En la evolución del delito privado, conforme a los principios
dados por la jurisprudencia clásica, la graduación de la pena se regula
teniendo en cuenta la intención criminal del autor del hecho, tratando de
que el castigo signifique un resarcimiento equitativo del perjuicio que el
delito hubiera provocado a la víctima.
A pesar de este evidente avance con relación a la época de la
Ley de las XII Tablas, el delito continúa desarrollándose dentro de la esfera
del “ius privatum” tanto que el ofendido debía recurrir a las reglas del
procedimiento civil para obtener la condena del culpable.
Con el derecho imperial se introduce la modalidad de reprimir
los delitos privados con la acción civil ordinaria y de perseguir
criminalmente a los ofensores mediante la aplicación de penas especiales.
Este progreso en el campo delictual hizo que la víctima
pudiera optar entre exigir el resarcimiento pecuniario dado por el daño
sufrido ó demandar el castigo del delincuente subscribiendo la acusación
criminal por el procedimiento de la “cognitio extraordinem”.
III. FUENTES. Las fuentes romanas señalan como típicos
delitos privados del derecho civil I.- al hurto “furtum”, II.- a la rapiña (vi
bona rapta), III. al daño injustamente causado “damnum iniura datum” y
IV.- a la injuria “iniura”.Las encontramos citadas en Gayo, III, 182.
“Pasemos ahora a las obligaciones que nacen de un
delito, tales como las de quién hiciera un furtum, la de quién
arrebatara violentamente los bienes (rapiña), la de quién causara
algún daño, la de quién cometiera alguna iniura, las cuales todas ellas
forman un único género de obligación, mientras que las obligaciones
nacidas de un contrato se agrupan en cuatro géneros ...”
Inst., 4, 1 pr.,
“(Pasemos ahora a hablar de las acciones. Si
preguntáramos) cuantos de géneros de acciones existen, se considera lo
más correcto responder que hay dos, las acciones in rem y las acciones
in personam. En efecto, aquellos que han dicho que son cuatro debido
a que existen cuatro géneros de sponsio, no han advertido que han
clasificado en la categoría - géneros – ciertas - especies de acciones”.
Gayo, IV, 112;:
“No todas las acciones que le competen a favor ó en
contra de alguien, ya sea ipso iure ó concedidas por el pretor,
competen equitativamente al heredero ó suelen ser dadas contra él. En
efecto, hay una precisa regla de derecho según la cual las acciones
penales nacidas de los delitos no competen contra el heredero ni le son
dadas contra él, como por ejemplo, la actio furti, la actio vi bonorum
raptorum, la actio iniuriarum, la actio damni iniuriae. Pero al
heredero del mismo – es decir del actor - estas acciones le competen y
no le son denegadas, excepto la actio iniuriarum y alguna otra similar
que se encuentre”
Paulo, Dig., 37, 6, 2, 4
“El hijo emancipado, si tiene acción de injurias, no debe
llevar nada a colación, porque tiene más bien la persecución de la
vindicta, que la de una cantidad, pero si tuviera la acción de hurto, la
deberá llevar a la colación”
Gayo, IV, 75;
“Los delitos de los filiifamilias ó de los esclavos como
por ejemplo si hicieran un furtum ó cometieran una iniuria han dado
nacimiento a las acciones noxales, por las cuáles resulta lícito al pater ó
al dominus ó soportar el tener que pagar lo que se estime en el juicio ó
hacer el abandono en noxa. En efecto, resultaba inicuo que la malicia
de ellos resultara más dañosa para los patres ó los domini que el valor
de sus propios cuerpos”.
Inst, 4, 8 pr;
De las acciones noxales.- “Por los delitos de los esclavos,
como si hubiesen cometido un hurto, ó arrebatado bienes, ó causado un
daño, ó inferido una injuria, se han establecido las acciones noxales,
por las que se permite al dueño condenado, ó que se pague la
estimación del litigio, ó que dé el esclavo en noxa”.
Inst., 4, 8, 4;
“Más las acciones noxales han sido establecidas, ó por
las leyes, ó por el edicto del pretor; por las leyes, como la del hurto por
la Ley de las XII Tablas, y la de daño injusto por la Ley Aquilia; por el
edicto del pretor, como la de las injurias y la de los bienes arrebatados
con violencia”.
Ulpiano, Dig., 9, 4, 2, pr.:
“Si un esclavo mató sabiéndolo su dueño, obliga al
dueño por el todo, porque se entiende que el mismo dueño mató; pero
si ignorándolo, hay la acción noxal, porque por el delito del esclavo no
debió quedar obligado a más, que ha entregarlo por el daño”.
Ulpiano, Dig., 9, 4, 2, 1:
“... Opinó Celso, que si en todo ó en parte hubiere sido
enajenado el esclavo ó manumitido, el daño no sigue al causante;
porque el esclavo no delinquió en nada, si obedeció a su dueño que se lo
mandaba. Y, a la verdad, si se lo mandó, puede decirse esto, pero si no
se lo prohibió ¿de qué modo excusaremos el hecho del esclavo? Pero
Celso hace la diferencia entre la Ley Aquilia y la de las XII Tablas;
porque por la ley antigua, si el esclavo cometió un hurto sabiéndolo su
señor, ó causó algún otro daño, hay la acción noxal a nombre del
esclavo, y el dueño no queda obligado en su propio nombre, más en la
Ley Aquilia, dice, el dueño se obliga en su nombre, no en del esclavo.
Da la razón de una y otra ley: La de las XII Tablas, como si hubiere
querido que en este particular los esclavos no obedecieran a sus
dueños; de la Ley Aquilia somo si perdonare al esclavo que obedeció a
su señor y hubiera de haber perecido, si no lo hubiera hecho. Pero si
pareciera bien lo que escribe Juliano en el libro octogésimo sexto, que
si el esclavo cometió un hurto, ó causó un daño, esto corresponde
también a las leyes posteriores, podrá decirse, que también en nombre
del esclavo se puede intentar en contra del dueño la acción noxal, de
suerte que el que se da contra el dueño de la Ley Aquilia, no excuse al
esclavo, sino que grave al Señor. Pero nosotros aprobamos la opinión
de Juliano, cuya opinión está fundada en razón, y es aprobada por
Marcelo en sus notas a Juliano”
Paulo, Dig., 9, 4, 4, 2:
“Cuando el dueño se obligue por razón de su
conocimiento, se ha de ver si se ha de dar acción también en nombre
del esclavo, si acaso el Pretor no quiso que se exigiera al dueño una sola
pena; ¿luego quedará sin castigo el dolo del esclavo? Esto es injusto, y
antes bien se obligará de ambos modos el dueño, pero exigida una
pena, que el actor hubiera elegido, se extingue la otra”.
Las acciones emergentes de los delitos privados que entran
dentro del marco del “ius civile” tenían el carácter de perpetuas, lo que
hacía que el ofendido pudiera accionar en cualquier momento, sin que el
transcurso del tiempo afectara su derecho.
En cuanto a las acciones que sancionaban los delitos
pretorianos, escapaban a la regla de la perpetuidad, porque normalmente se
extinguían por el transcurso de un año, que debía contarse desde el
momento en que se cometió el delito ó desde que el ofendido se encontraba
en condiciones de ejercitarlas. La prescripción anual, típica de las acciones
creadas por el derecho honorario, no jugaba cuando se tratara de aquellas
acciones criminales otorgadas por el magistrado “ad exemplum iuris
civilis”.
La encontramos en Gayo IV, 111.
“A veces sin embargo, (las dá a perpetuidad cuando)
imita el derecho legal: tales son las acciones (que atribuye) a los
(bonorum ) possessores y a los otros que están en lugar del heredero”.
También la actio furti manifesti, no obstante que está fundada en la
iurisdictio del propio pretor es dada a perpetuidad, y esto con razón,
puesto que substituyendo a una pena capital se ha constituído una pena
pecuniaria.”
A los fines de avanzar en ésta pesquisa tratararemos a
continuación
IV.- “DAMNUM INIURA DATUM”, ubicado como ya lo adelantáramos
dentro de la tríada de delitos privados del “ius civile” ó sea el daño en
propiedad ajena.
Es el acto ilícito ejecutado por una persona con ó sin intención
de dañar que ocasionare un perjuicio a otra. Para Arangio Ruiz, más que un
daño, debió ser calificada de acción de dañar, es considerada como el más
interesante de los delitos privados en razón de que la jurisprudencia romana
elaboró las normas que lo regulan demostrando un alto grado de casuística,
lo que ha hecho que ocupe una posición destacada en la legislación
justinianea y que su desarrollo haya permitido que la doctrina moderna
asentara sobre sólidas bases la teoría del delito civil.
Esta
materia fue reglamentada en un plesbicito de
probablemente 286 a. de J.C., la Lex Aquilia. Esta vino a sustituir, como
una reglamentación general, las diversas reglas para determinados casos de
daños en propiedad ajena que encontramos dispersas en la Ley de las XII
Tablas:
I.- “la actio de pauperie”, para daño causado por un
“quadrupes”, si el comportamiento del animal había sido “contra naturam”,
ó sea, contrario a la manera normal de comportarse el animal; la
encontramos en
D. 47.2.68.2.:
“Respondieron los antiguos, que está sujeto a la acción
de hurto el que con dolo malo hubiese llamado a juicio a un mulatero,
si mientras tanto se hubiesen perdido las mulas”.
D 9.1.1.pr.
“Si se dijere que un cuadrúpedo había causado daño,
derivase una acción de la Ley de las XII Tablas; cuya ley quiso ó que se
diese lo que causó el perjuicio, esto es, el animal que hizo el daño, ó que
se ofreciese el importe del daño”.
II.- La “actio de pastu pecoris”, para el daño causado por el
ganado de uno en el predio de otro.
D. 19., 5, 14,3:
“Si de un árbol tuyo cayera la bellota en mi fundo, y yo
la consumiera habiendo introducido ganado para que paste, escribe
Aristón, que no le parece que haya acción legítima, que yo pueda
ejercitar, porque no puede intentarse ni la de la Ley de las XII Tablas
sobre el pasto del ganado porque no pasta en lo tuyo, ni la de
pauperies, ni la de daño con injuria; y así se habrá de ejercitar la del
hecho”.
III. - La “actio de arboribus succisis”, para el caso de la tala
de árboles ajenos (PLINIO, op.cit., 17.1.7).
IV.- La “actio de aedibus incensis”, en el caso de que se
causara el incendio de una casa ajena.
D. 47, 9, 9:
“El que hubiere incendiado una casa, ó un montón de
trigo puesto junto a la casa, se manda que atado y azotado sea
quemado vivo, si a sabiendas y deliberadamente hubiere hecho esto;
pero si por casualidad, esto es, por negligencia, se manda a que se
resarza el daño; ó, si no fuera solvente, es castigado con más tenidad,
más en la denominación de casa se comprende toda especie de
edificios”.
V. LA LEY AQUILIA. Se componía de tres capítulos. I.- El
primero trataba de la muerte dada a esclavos ó animales ajenos.- II.- El
segundo, del fraude cometido por el “adstipulator” que perdonaba la deuda
al sujeto pasivo de
la obligación correal. III.- El daño causado, en
propiedades ajenas, con consecuencias distintas a las previstas en el primer
capítulo.
En los casos referentes al primero, la indemnización era el
valor más alto que el esclavo ó el animal hubieran tenido en el último año,
lo cuál podía ser superior al daño sufrido (piénsese en un esclavo que
hubiera contraído, los últimos doce meses, una enfermedad incurable).
La encontramos en D. 9, 2, 2 :
“Dispónese en el capítulo primero de la Ley Aquilia:
que el que hubiere matado con injuria al esclavo ó a la esclava ajenos a
un cuadrúpedo, ó a una res, sea condenado a pagar al dueño el precio
mayor que aquello tuvo en aquél año”.
En Gayo III, 210:
“La acción por daños causados injustamente entre
(actio damni iniuriae) está reglado por la Ley Aquilia, en cuyo primer
capítulo está establecido que: si alguien matara injustamente un
esclavo ajeno ó un cuadrúpedo que se halle comprendido en un rebaño,
sea condenado a dar al dueño tanto cuánto fuera el máximo valor que
hubo tenido dicha cosa en ése año”.
La indemnización fijada para casos del tercer capítulo era el
valor más alto en los últimos treinta días. También en éste caso, la
indemnización podía exceder considerablemente del daño sufrido, ya que,
aún habiéndose causado un daño parcial, parece que se debía una
indemnización por el valor total del objeto, sin que en los textos se
encuentre mención alguna que el culpable podía reclamar, cuando menos,
los restos del objeto dañado.
Pare el cálculo del daño, se tenía en cuenta no sólo el valor
comercial general, sino también las circunstancias especiales del caso,
como el hecho de que la muerte de un esclavo podía dejar incompleta la
orquesta privada del señor. La encontramos en
D. 9.2.22:
“Por lo tanto, si matase al esclavo que bajo pena
prometió entregar, la utilidad viene comprendida en este juicio”
D. 9. 2. 27. 5:
“Más en el tercer capítulo dice la misma Ley Aquilia:
Respecto a las demás cosas, excepto el esclavo y las reses que hayan
sido muertos, si alguien hiciese daño a otro, porque hubiere quemado,
quebrado ó roto alguna cosa con injuria, sea condenado a pagar al
dueño tanto cuanto aquella cosa valiere en los treinta días próximos”.
En Gayo lo encontramos en III, 217:
En el capítulo tercero se preveé toda otra clase de daño.
Así, en éste capítulo se establece una acción para el caso de que alguien
hubiera causado heridas a un esclavo ó a un cuadrúpedo que se halle
comprendido en un rebaño ó matare ó causare heridas, como por
ejemplo: un perro ó una bestia feroz – como un oso ó un león -.
Tambien el daño causado injustamente a los otros animales, lo mismo
que en todas las cosas que carecen de ánima, resulta vindicado por ésta
parte de la ley. En efecto, la acción de éste capítulo se ha establecido
para el caso de quemaduras, ruptura ó fractura, aunque en realidad
podría haberse dicho solamente ruptura ya que ésta denominación
comprende todas éstas causas; en efecto, se entiende por ruptum todo
aquello que de algún modo resulta físicamente dañado ...”
Así, todo “quod interest” entra en el cálculo del daño, pero sin
incluir consideraciones puramente sentimentales, como el hecho de que el
perro accidentado fuese el animal predilecto de la señora de la casa.
Posteriormente a la recepción la jurisprudencia alemana
comprendió en la indemnización aquiliana también una suma “por el dolor
físico y por deformaciones corporales”. Sin embargo, los juristas, trataron
primero de fundar tales indemnizaciones en consideraciones pecuniarias,
como “por esta deformación esta mujer necesita una dote superior para
poder encontrar marido ...”, a la cual los autores inconformes con esta
innovación revolucionaria contestaban que, desde luego, “non forma, sed
virtute sibi maritum quaerere debet” (la mujer debe buscarse a un marido,
no con ayuda de su belleza, sino por medio de su virtud).
De todos modos, a fines del siglo XVIII, ya existía una
“communis opinio” de que el dolor y las deformaciones, merecen una
indemnización, independiente de todo perjuicio patrimonial.
A mediados de éste siglo, se nota la tendencia de añadir, a las
indemnizaciones por el daño material y el dolor físico, otra indemnización
por el daño psíquico. Contrariamente al principio romano, enunciado en
D. 9. 2. 33 pr,:
“Si mataste a mi esclavo, opino que no se ha de apreciar
la afección, como si alguno hubiere matado a tu hijo natural, que tú
quisieras estimarlo en mucho, sino en cuánto valiera para todos.
También dice Sexto Pedio que las cosas se aprecian no según la
afección, ni la utilidad de cada cual, sino con arreglo a lo común. Así
pues, que el que posee a su hijo natural, no es con él más rico, porque
hubo de comprarlo en muy grande precio; si otro lo poseyera; y que
aquel que posea un hijo ajeno, no tiene el importe en que podría
venderlo a su padre; porque por la Ley Aquilia conseguimos el daño, y
decimos que se perdió lo que ó pudimos percibir, ó nos vemos
obligados a gastar”
Ya anteriormente a nuestro siglo, encontramos un divertido
ejemplo de daño psíquico al revés, cuando la Universidad de Tubinga negó
en 1628, una indemnización al padre y a la viuda de la víctima, por ser ésta
un hombre a todas luces insoportable.
De esta excursión al derecho romano postjustinianeo,
regresemos ahora a la Lex Aquilia clásica.
Para completar el perfil de la aplicación de ésta ley, debemos
añadir todavía que ella se refiere únicamente al “damnum iniura datum”, es
decir el daño causado en forma antijurídica. Por tanto la defensa legítima
(siempre que en ella se haya observado la moderatio). C. 8. 4. 1. y el
consentimiento de la víctima:
D. 9. 2. 4. 7.:
“Dice Juliano que aquel a quién se le prestaron vestidos,
no puede, si se les hubieren rasgado ejercitar la acción de la Ley
Aquilia, sino que ésta compete al dueño”
Colocan fuera del alcance de la Lex Aquilia el daño causado.
El campo original de este “damnum iniura datum” se extiende,
poco a poco, por influencia del pretor.
a) En primer lugar, mientras que el antiguo derecho exigía la
comisión de un acto positivo para que procediera la “actio
legis Aquiliae”, el derecho clásico extendía ésta acción aún a
casos de omisión (como cuando alguien mataba de hambre a
un esclavo ajeno que se hallaba a su cuidado).
b) Mientras que el antiguo derecho exigía un acto doloso para
la existencia de éste delito, el pretor admitía ya en tiempos
preclásicos que incluso los actos meramente culposos, frutos
de imprudencia ó impericia, se sancionaran mediante la
“actio Legis Aquiliae”.
c) En cuanto a la culpa, para la Lex Aquilia bastaba la “culpa
levissima in abstracto”. Observemos, empero, que no se
concedía la “actio legis Aquiliae” contra la persona que
hubiere causado un daño en propiedad ajena en un intento de
salvar su vida ó de evitar un daño propio muy superior al
causado, como resulta de
D. 9. 2. 45. 4 (estado de necesidad):
“Los que no pudiéndose defender de otro modo,
hubieran contraído la culpa de un daño, son irresponsables, porque
todas las leyes y todos los derechos permiten repeler la fuerza con la
fuerza. Pero si por defenderme hubiere yo tirado una piedra a mi
adversario, pero no a éste, sino a un transeúnte hubiere yo herido,
quedaré obligado por la Ley Aquilia, porque se concede herir a aquel
sólo que emplea la fuerza, y esto, si se hubiera hecho tan sólo qu
emplea la fuerza, y esto, si se hubiera hecho tan sólo por causa de
defensa, no también por la de venganza”.
Sin embargo, si una persona había llegado por propia culpa a
una situación difícil, respondía plenamente
del daño causado en sus
tentativas de salvarse ó de salvar sus bienes, como surge de
D.9.2.29.1:
“Si hubieses cortado el alero de tejado, que sin ningún
derecho tenía yo sobre tu casa, escribe Próculo, que puedo ejercitar
contra ti la acción de daño con injuria, porque debiste intentar contra
mí la acción de que yo no tengo derecho para tener el alero del tejado y
no es justo que yo padezca daño habiéndose cortado por ti mis vigas.
Otra cosa se ha de decir en virtud del rescripto del Emperador Severo,
quién respondió a uno, por cuya casa se había pasado un acueducto sin
deber la servidumbre, que por su propio derecho podía cortarlo; y con
razón, porque hay diferencia, pues éste procuró en lo suyo, y aquél
obró en lo ajeno”.
d) Un interesante problema al respecto nos ofrece
D. 50. 17. 50, al decir:
“Carece de culpa el que sabe una cosa y no puede
prohibirla”.
¿Cómo debemos interpretar aquí la palabra “puede”? ¿Cómo
posibilidad
física ó como posibilidad también reconocida por el sentido
común?. Muchas veces, cuando presenciamos un delito, podemos
físicamente intervenir, pero nuestra intervención sería un acto insensato
que solo nos causaría daños a nosotros mismos, sin aprovechar a nadie.
Baldo opinaba que quiénes únicamente por su oficio debían
defender a otros, incurrían en culpa si no impedían un delito intencionado
que llegara a su conocimiento, opinión que parecía tan perversa a Baldo
que nos asegura que por tal monstruosidad el alma de su famoso maestro
está ardiendo en los infiernos.
e) El pretor extendía el objeto de la acción desde los meros
daños hasta los “daños y perjuicios”, es decir incluyendo el
beneficio perdido (lucrum cessans), según resulta de
Gayo, 3, 212:
“Y en la acción de ésta ley no se estima solamente el
valor del cuerpo, sino que razonablemente, si el esclavo muerto
experimenta para el dominus un daño mayor que el precio del esclavo,
éste también es estimado, como por ejemplo, si un esclavo mío que fue
instituído heredero por un tercero, hubiera sido muerto antes de que
por mi orden hubiera hecho la cretio de la herencia, entonces, no se
estima el daño por el sólo precio, sino también por el monto de la
herencia perdida. También si uno de los gemelos ó un miembro de un
grupo de músicos, fuera muerto, no se hace solamente, la estimación
por el muerto, sino que de manera más amplia se computa, la
depreciación que sufren los otros miembros que sobreviven. Lo mismo
ocurre, si de un par de mulas ó de una cuádriga de caballos, sólo una
muriera”.
y de D. 9. 2. 21. 2.
“Pero ¿estimamos acaso su cuerpo sólo, en cuánto
valiere cuando fuere muerto, ó más bien en cuanto nos importó que no
hubiese sido matado? Y usamos de este derecho, que se haga la
estimación de lo que importa”.
f) Mientras que el derecho antiguo exigía un “damnum corpore
datum”, con efecto físico del culpable sobre su víctima, el
derecho clásico admite también una acción por “damnum
iniura datum”, contra la persona que causara la muerte de un
esclavo ajeno, asustándolo, sin tocarlo.
g) Si el antiguo derecho exigía un daño físico en una propiedad
ajena “damnum corpori datum”, el pretor incluía en el
“damnum iniura datum” también diversos casos en que no
hubiera un daño material en objeto de propiedad de la
víctima (como cuando arrojo al río un anillo ajeno ó procuro
que se escapen los esclavos de mi vecino). Inst. 4. 3. 16;
debajo del agua el anillo está intacto; los esclavos gozan de
la misma salud que antes.
h) Por esta extensión del daño “nec corpori datum”, la persona
que corta el cable que sujeta un barco al muelle, no solo
responde del valor del cable (al que causó un damnum
corpori datum), sino también del valor del barco (ya que este
lo perdía la víctima, aun sin haber un verdadero damnum
corpori).
En estos casos, no hay daño en un objeto, sino solo en un
patrimonio (aunque siempre a través de incidentes relacionados con los
objetos que al mismo pertenecían) En los citados supuestos, el pretor
admitía una “actio in factum”, ligada al principio aquiliano.
Este grupo de casos de “damnum nec corpori” ha sido el
punto de partida de un desarrollo que ocurrió, sobre todo en el derecho
romano de la época de la recepción y en el “Usus Modernus Pandectarum”.
Finalmente, surgió así el principio de la responsabilidad por
daños directamente patrimoniales. En aquellas fases de la evolución
romanista, se comienza a aplicar el principio aquiliano a la pérdida de
clientela por difamación dolosa, el daño causado por imprudencia de un
funcionario público en relación con el otorgamiento de una hipoteca, al
daño causado por la indiscreción de un secretario ó por la “impericia” de
los abogados, hasta llegar finalmente a la regla general de que “DAMNA
SUNT PRAESTANDA” (Los daños deben ser indemnizados). Digno
paralelo del otro principio general: “Pacta Sum Servanda” (Todo daño
causado dolosa ó culpablemente a otra persona, debe indemnizarse).
Esta enorme extensión del principio aquiliano ha hecho surgir
otro problema: ¿hasta donde debemos permitir una relación causal entre un
hecho culpable ó doloso y un resultado perjudicial? Por error de un
porteador, llega a Lisboa un paquete destinado a Londres, y se pierde en el
gran terremoto de 1755. ¿Procede entonces la reclamación aquiliana?
Este problema de la limitación de la causalidad se presenta
también en materia penal, donde es importante el principio:
D.50.17.138.1: (Paulo)
“Nunca crece en virtud de hecho posterior la estimación
de un delito pasado”.
“La calificación de un delito nunca se agrava con un hecho
posterior”. Por ejemplo, si una herida que originariamente no era mortal,
degenera por causas externas ó por descuido del paciente ó de su médico,
no debemos fundar el castigo en el posterior carácter de la herida, sino sólo
en su gravedad original.
En prudente labor, los tribunales de cada país, buscan la
delimitación actualmente aconsejable a esta causalidad aquiliana.
La actio Legis Aquiliae era sólo poenae persecutoria. A su
lado no se permitía, por ejemplo, una “actio rei persecutoria” en contra del
comodatario que hubiere destrozado el objeto del comodato. Esta última
acción sería superflua: la víctima podía obtener suficientes ventajas por
medio de la “actio poenae persecutoria”.
Ya hemos visto que la indemnización legal podía exceder del
importe del daño, y además, si el culpable negaba haber causado el daño y
perdía el proceso, su mala fé se castigaba con una condena al doble de la
indemnización legal.
Esta acción por daños y perjuicios no sólo correspondía al
propietario del objeto en cuestión, sino a toda una serie de interesados
(poseedor de buena fé, acreedor prendario, usufructuario, enfiteuta, etc.),
sin que el Corpus Iuris nos presente una regla general para el reparto de la
multa privada, en el caso de concurrir varios intereses.
De todos modos, la suma de las indemnizaciones debidas a los
diversos interesados no debía exceder del daño aquiliano que el culpable
hubiera debido pagar al propietario del objeto dañado.
Lo encontramos en D. 9. 2.30. 1: Paulo
“Si hubiera sido dado muerto el esclavo dado en prenda,
compete acción al deudor. Pero, preguntase, si se ha de dar la acción
útil también al acreedor, porque puede interesarle, porque el deudor
no sea solvente, ó porque por el lapso de tiempo perdió el pleito. Pero
en este caso es injusto que uno quede obligado al dueño y al acreedor, a
no ser que alguno juzgare que en este negocio el deudor no habrá de
padecer injuria alguna, porque le aproveche para la cuantía de su
deuda, y haya de conseguir de aquél lo que de más valiera, ó que desde
el principio se ha de dar al deudor acción por el sobrante que hubiera
de su deuda. Y por lo tanto, en estos casos, en los que se ha de dar
acción al acreedor por causa de la pobreza del deudor, ó porque perdió
el litigio, el acreedor tendrá la acción de la Ley Aquilia ciertamente
hasta que el importe de la deuda, para que esto le aproveche al deudor,
y a este mismo deudor le compete la acción de la Ley Aquilia por lo
que excede de la deuda”.
Un interesado sin legitimación activa al respecto, era el que
tuviera solo un derecho personal en relación con el objeto en cuestión, es el
caso del comprador antes de la “traditio”.
Lo vemos en D. 9. 2. 11. 9.
Desde la fase clásica, se extendió considerablemente el campo
de los “crimina extraordinaria”, que cubren también varios casos ya
comprendidos en el “damnum iniura datum”, siempre y cuando se
encuentre en ellos un elemento de dolo. Paralelamente a la acción penal
pública, subsistía entonces, la “actio Legis Aquiliae”.
Aún en la actualidad, el “daño en propiedad ajena” es una
figura repartida entre los códigos civil y penal.
La doctrina moderna, en función de la teoría de la
responsabilidad, ha ampliado la funcionalidad del instituto integrándolo, no
sólo con las consecuencias que se siguen de la actividad del sujeto, sino
también por su inactividad, ya sea propia ó de terceros sobre quienes el
agente tuviere autoridad (hijos menores de edad, obreros, el Estado por sus
empleados y funcionarios, etc.); por las cosas de que se sirve; de animales.
VI. CONCLUSION
Queremos insistir en esa filosofía que se esconde detrás de la
noción de daño; no está en discusión un tema de gabinete sino uno de
repercusión en aspectos prácticos, que hacen al otorgamiento ó no del
resarcimiento peticionado.
Nuestra aspiración es tener muy presente el principio de la
solidaridad social con arreglo al cuál deberán precisarse las situaciones
jurídicas relevantes desde el punto de vista resarcitorio.
Afirma Mosset Iturraspe que se trata de una cambio
revolucionario. De una modificación que dice del humanismo del engoque
actual y de la deshumanización del derecho anterior.
La tendencia actual del derecho rescata al hombre como
persona, de manera integral, en la totalidad de sus valores intrínsecos,
relacionales ó productivos.
No sólo resguarda el bienestar material sino, con mucha
mayor amplitud, la dignidad y plenitud de vida. Interesa la protección del
“ser”
de
la
persona,
no
sólo
como
fundamentalmente, por “lo que vale en sí”.
medio
de
obtener,
sino
El derecho es vida y como tal debe evolucionar a la par de
ella, no puede permanecer ajeno a la evolución de ideas que, al modificar la
realidad, transforman también las necesidades del grupo, haciendo
imperiosa la necesidad de nuevas normas, ó la adaptación de las existentes,
con miras a la satisfacción de los requerimientos concretos del grupo.
VII. Bibliografía
Fuentes
• Cuerpo del derecho civil romano. A doble texto, traducido por
Ildefonso L. García del Corral. Barcelona. Jaime Molina, 1889-1898.
• Institutas de Gayo.- Texto traducido, notas e introducción por
Alfredo Di Pietro, 3ª. ed., Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1987.
Tratados y Textos
• Peña Guzmán, Luis A. y Arguello, Luis R. Derecho Romano. T.E.A.
(2ª. Ed.), Buenos Aires. 1966
• Di Pietro, Alfredo. Derecho Privado Romano. Ed. Depalma. Buenos
Aires. 1996.
• Petit, Eugene. Tratado elemental de Derecho Romano. Ed. Albatros.
Buenos Aires. 1954.
• Ghirardi, J.C.; Santillán Núñez, M.; Alba Crespo, J.J.; Rolfo de
Costamagna, M.L.; Di Pietro, A. Profundización en Derecho
Romano. Ed. Alveroni. Córdoba. 1998.
• Arangio Ruiz, Vicente. Historia del Derecho Romano. Reus. Madrid.
1943.
• Alba Crespo, Juan José: La influencia jurisprudencial y pretoriana en
el desarrollo de la responsabilidad aquiliana. Derecho Civil y
Comercial. Cuestiones actuales. Córdoba, Advocatus. 1990.
• Margadant, Guillermo Floris. Derecho romano. Esfinge. México.
1960.
• Zavala de González, Matilde: Personas, casos y cosas en el derecho
de daños. Buenos Aires. Hammurabi, 1991.
• Mosset Iturraspe, Jorge: Estudios sobre responsabilidad por daños.
Rubinzal Culzoni.Santa Fé. 1982.
• Diccionario de Derecho Romano. Vázquez, Humberto. Ed. Zavalía.
Buenos Aires. 1998.
• Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas, Sociales y de Economía.
Editorial Universidad. Buenos Aires. 1996.
Descargar