Suplencia perversa en un sujeto psicótico Jean-Claude Maleval Desde hace poco tiempo tienen cierto desarrollo los estudios sobre las modalidades de suplencia elaboradas por los psicóticos para remediar la forclusión del Nombre del Padre. Estos han sido suscitados por investigaciones tardías de Jacques Lacan, que en 1976 aísla la función de para-psicosis* cumplida por la escritura para James Joyce. Ahora bien, la correspondencia del escritor irlandés da testimonio de la existencia de ciertas inclinaciones perversas en su vida sexual (pedido a su mujer de pegarle con un látigo, fetichismo respecto de la material fecal de ella)1. Por cierto, no parecen haber tenido una importancia decisiva en su economía subjetiva. Lacan escribe: “El masoquismo no está para nada excluido de las posibilidades de estimulación sexual de Joyce, él ha insistido bastante en ello en lo concerniente a Bloom”2. Sin embargo, su idealización de Nora no es compatible con una posición perversa, siempre con la marca de la ironía con respecto al partenaire. No obstante, la asociación de la estructura psicótica a prácticas perversas me parece constituir un dato que la clínica permite constatar con frecuencia, de la misma manera que la presencia de trastornos psicosomáticos y la tendencia a escribir. Según mi experiencia, cuando un sujeto psicótico se dirige a un analista y no hay alucinaciones ni delirio, es raro que no presente alguna de estas tres características. Lo mismo ocurre con Joyce que combina las tres. Además, en cuanto a este último, Lacan pone el acento sobre un episodio autobiográfico relatado en El retrato de un joven artista, que describe una paliza que le dieron los camaradas, después de la cual el narrador experimentó una rara indiferencia. Escribe que había sentido que “cierto poder lo despojaba de esa cólera bruscamente elaborada, con la misma facilidad con la que se desprende la suave piel de un fruto maduro”3. Además, tales experiencias no fueron únicas para el escritor irlandés 4. El desprendimiento del propio cuerpo como una cáscara y el “dejar-caer” de éste constituyen datos clínicos totalmente sospechosos para un analista que, según Lacan, llaman la atención sobre una falla en la estructura del sujeto, en la cual el elemento imaginario habría quedado libre. La forclusión del Nombre del Padre radica estructuralmente en una carencia del anudamiento borromeo, y es allí donde encontraremos un indicio. Existen formas extremas de masoquismo, en cuyo estudio nos detendremos aquí, que dan testimonio de un fenómeno similar de puesta a distancia del cuerpo. Cuando lo imaginario falla y el psicótico no logra armar una suplencia, el ser de desecho del sujeto, la sustancia de objeto caído de lo simbólico tiende a revelarse. “Carroña” claman entonces las alucinaciones verbales de Schreber. “Carne sangrante” escribe Artaud para designar su propio cuerpo. Cuando se impone la presencia del objeto a surgen sentimientos de angustia y de horror. * pare-psychose: protección contra la psicosis 1 JOYCE J., cf por ejemplo las cartas a Nora del 2 y 13 de diciembre de 1909, Oeuvres Paris, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, 1982, I, p.1275 y p.1282. 2 LACAN J, El Seminario, Libro 23. Clase 11 de mayo de 1976. 3 JOYCE J., “Le portrait de l’artiste en jeune homme”, Ouevres, op.cit. 4 Cf. MALEVAL J.-C y CREMNITER D., “Contribution au diagnostic de psychose”, Ornicar? Nº 48, Paris, Navarin, 1989, pp.69.89 1 Una observación de masoquismo atípico Nadie mejor que el Sr. M. sabe servirse de estos fenómenos. Aunque sólo fuese en lo que concierne a la materia fecal, su masoquismo, con respecto al de Joyce, ya aparece sin común medida. Es sorprendente, señala Michel de M’uzan, quien realiza la observación, que su organismo haya soportado sin perjuicio la ingestión diaria de orina y de excrementos durante varios años5. Sin embargo, no son esas prácticas las que nos dejan atónitos y horrorizan al confrontarnos con el examen de una de las formas más radicales de reducción de un sujeto a su ser de desecho. Hay que destacar que el mismo analista ha experimentado cierta angustia, puesto que confiesa no haber querido prolongar las entrevistas más allá de la segunda, cuando eso hubiera sido posible. Por otra parte, postergó más de diez años el momento de relatar por escrito una observación a propósito de la cual utiliza el término de “monstruosidad” de las practicas perversas. Si hubiera tenido noticia de una reflexión de Lacan dirigida a algunos psiquiatras, que afirma que “es porque el loco es el hombre libre” que “ustedes están en su presencia a justo título angustiados”6, hubiera podido encontrar un índice diagnostico en su malestar, que lo habría apartado de teorizar sobre la perversión en este material particular. Veremos como la afirmación cobra aquí su pertinencia. La falla de lo imaginario se discierne en el Sr. M. no sólo por cierta puesta a distancia del cuerpo, que le permitía por ejemplo soportar de manera estable las agujas de fonógrafo en los testículos y en el pene -lo cual fue revelado en las radiografías- sino además de M’uzan señala la existencia de una carencia imaginativa y destaca que el sujeto debía “buscar ‘ideas’ por todas partes, en los libros acerca del masoquismo y la Inquisición, en el ejemplo de otro, etc.”7. Cuando la imagen narcisista forma una casulla precaria en el cuerpo, éste tiende a reducirse a un objeto caído. La originalidad del Sr. M. consiste en poner en evidencia este fenómeno, logrando tomarlo en un escenario imaginario. El Sr. M tiene sesenta y cinco años cuando se encuentra con Michel de M’uzan, y ha cesado sus prácticas masoquistas hace veinte años. Le presenta un cuerpo totalmente cubierto, con la excepción del rostro, de tatuajes y de marcas los cuales no dejan ninguna duda respecto de su búsqueda de la degradación. Múltiples inscripciones humillantes lo ofrecen al Otro en tanto que objeto feminizado: “Soy una puta: sírvanse de mí como de una hembra, gozarán bien”, “Soy una puerca: culéenme”, “soy un retrete vivo”, “No soy ni varón ni mujer, sino una puerca, una puta, una carne de placer”, etc. Por otra parte, las cicatrices y los rastros de sevicias no son menos sobrecogedores. “La tetilla derecha, comenta de M’uzan, ha desaparecido literalmente, quemada con un hierro al rojo, atravesada con púas, arrancada. El ombligo ha quedado transformado en una especie de cráter, le introdujeron plomo fundido y lo mantuvieron […] mediante un palo metálico calentado al rojo. En la espalda le habían cortado tiras de piel para pasar por ellas unos ganchos a fin de que el Sr. M. pudiera estar suspendido mientras un hombre lo penetraba. [...] Le introdujeron agujas por todos partes, en el tórax [...]. El aparto genital no había escapado a las prácticas [...]. Un anillo de acero, de varios centímetros de diámetro, había sido colocado de manera fija en la extremidad de la verga, después de haber hecho del prepucio una especie de cojín lleno de parafina. En el cuerpo del pene habían clavado una aguja imantada; era, si me atrevo a decir -comenta de M’uzan- un rasgo de humor negro, pues el pene, en una demostración de su potencia, M’UZAN M. de, “Un caso de masoquismo perverso. Bosquejo de una teoría”. La sexualidad perversa. Granica 6 Cf. LACAN J., “Pequeño discurso a los psiquiatras”, Conferencia en Sainte-Anne el 10 de noviembre de 1967 (inédito) 7 M’UZAN M. de 5 2 tenía el poder de desviar la aguja de la brújula”8. Los objetos introducidos en el cuerpo del Sr. M., tal como esta última característica lo testifica, contribuyen a subrayar su virilidad. Sin embargo, es muy sorprendente que pueda conservarlos permanentemente sin un sufrimiento intolerable. Los hechos relatados son tan insólitos que se podría llegar a poner en duda su autenticidad. Ahora bien, este carácter extremo retuvo la atención de algunos médicos que tuvieron la ocasión de encontrar a este mismo sujeto. Nada indica que de M’uzan haya tenido conocimiento de ese trabajo, a pesar de que había sido publicado doce años antes que el suyo. “Cincuenta años de mutilaciones monstruosas en un masoquista, hijo de masoquista” aparece el 2 de abril de 1960 en La Presse médicale bajo la pluma de L. Michaux, G. Rapaud y L. Moor. En un trabajo conjunto del servicio de neumotisiología del Hospital Boucicaut y del servicio de psiquiatría del Hospicio de la Salpêtrière, los autores declaran haber encontrado al Sr. M.9 a la edad de 66 años, es decir, sin duda un año después que de M’uzan. Confirman completamente las observaciones de este último. Su mirada médica no se detiene en el texto de los tatuajes: no los leen, sin embargo sus descripciones de las mutilaciones dan cuenta de una gran precisión. La presencia de púas de fonógrafo y de agujas en la pared torácica y en los dos testículos fue puesta en evidencia en las radiografías. Agregan otra observación sorprendente: el orificio urinario del Sr. M. había sido cortado ampliamente con una gillette para permitir la introducción de embudos y poder volcar líquidos corrosivos (ácido, alcohol, líquidos calientes) en el conducto uretral10. Se vuelve evidente que no se produjo un vaciamiento de goce del cuerpo y de modo que aparece casi ilimitado, lo cual testimonia de que la función paterna no intervino para localizar el goce en un fuera de cuerpo fálico. El fantasma psicótico apunta a objetos que se caracterizan por no incluir el limite fálico; ahora bien, aquellos que se ubican en el cuerpo del Sr. M., incapaces de magullarlo, poseen evidentemente esta característica. Las anestesias psicóticas son exactamente el opuesto de las hiperestesias histéricas en las que el menor daño toma el valor de una mutilación imaginaria. Queriendo presentificar el falo, el cuerpo de la histérica se encuentra amenazado por intrusiones angustiantes, mientras que nada de esto puede alcanzar el cuerpo de M. que rechaza absolutamente la castración simbólica. Las dos extensas entrevistas que el Sr. M. tuvo con de M’ uzan revelan no haber estado motivadas por la búsqueda de cuidados, sino que parecen apuntar desde el primer momento a satisfacer la demanda del Otro: es un radiólogo quien, después de haber constatado las marcas en el cuerpo del paciente, le sugirió dar testimonio a un analista. El Sr. M. lo hizo con el objetivo de “comprender su extraño estatuto”, así como también esperaba encontrar allí una nueva ocasión de ser humillado. Michel de M’uzan no deja de constatar que se trata de una observación de masoquismo atípico: “las leyes generalmente enunciadas sobre el masoquismo perverso no se verifican”, escribe haciendo referencia a los clásicos estudios de Theodor Reik11. “Por ejemplo, los órganos genitales de M. no están para nada preservados. Asimismo en su caso no es cierto que las torturas masoquistas reales sean menos graves que las crueldades imaginadas. En fin, tampoco encontramos en su vida la mujer cruel y autoritaria de la cual el masoquista hace habitualmente su pareja, sino por el contrario, otro sí-mismo, masoquista como él.”12 Del mismo modo, Léon Michaux califica al Sr. 8 Ibid. En su trabajo es nombrado Señor L. o más frecuente “el enfermo”. 10 Cf. MICHAUX L., RAPAUD G., MOOR L., “Cinquante ans de mutilations monstrueuses chez un masochiste, fils de masochiste”, La presse médicale, Paris, 1960 11 REIK T., Le masochisme, Paris, Payot, 1953 12 M’UZAN M. De, op.cit. 9 3 M. como masoquista, sin embargo, a él también le pareció algo atípico: se sorprende de “la ausencia de todo sentimiento de culpa basal” y “de toda aspiración subsiguiente a la autopunición”. Ahora bien, a pesar de la originalidad de estos datos clínicos, de M’uzan considera haber encontrado un verdadero “caso de masoquismo perverso”, no uno de esos masoquistas morales que a veces atraviesan la puerta del consultorio del analista, sino un auténtico masoquista, ése en quien “las sevicias son realmente actuadas”13, no quedando en el nivel de puestas en escena fantasmáticas. La falla de lo imaginario, que lo conduce a poner en acto lo que otros teatralizan, parece, por el contrario, un índice importante a favor de un masoquismo que descansa sobre un funcionamiento psicótico. Es por ello que termina confirmando la aserción de Lacan relativa al sujeto perverso, según la cual “el masoquismo es puro camelo”14. La identificación con el objeto a De M’uzan observa que las realizaciones de las prácticas perversas del Sr. M. “sobrepasaban en mucho la concepción de estas prácticas. En este caso es imposible, agrega, considerar el fantasma como el motor primero del acto perverso. […] Esto no quiere decir que la actividad fantasmática sea completamente inexistente, sino que es rudimentaria y sólo interviene secundariamente.”15 Parece totalmente justificado discernir en estas líneas que el fantasma perverso en este sujeto se acopla a una lógica de otro orden; pero la ausencia de una concepción estructural de las psicosis impide identificar la estructura de la que se trata, imposibilitando así un distanciamiento de las conductas. Es notable que aquello que en el perverso es simulacro de castración en el Sr. M. devenga mutilación real. Así “le falta el dedo meñique del pie derecho” porque habría sido amputado por el propio sujeto con una sierra de metal y por orden del compañero. Y como la superficie de sección del hueso quedó irregular, se igualó con una escofina.”16 Ya se ha mencionado también que la tetilla derecha había sido arrancada. Al mismo tiempo, Michaux nos enseña que en el momento de la inserción de una “voluminosa aguja imantada” en el cuerpo cavernoso, un estudiante de medicina había realizado una ligadura de las arterias “provocando la supresión casi total de la erección”. Tales fenómenos de automutilación son bien conocidos en los psicóticos, mientras que la clínica clásica de los perversos, tal como la establece Krafft-Ebing17, apenas ofrece unos pocos ejemplos. Además, allí donde algunos se feminizarían colocándose las vestimentas de una mucama, el Sr. M. no siempre parece poder recurrir a la imagen, de manera que se hace alargar el recto “para que parezca una vagina”. Sólo el temor por las complicaciones médico-legales lo incita a retroceder ante la amputación de la verga. En los juegos sexuales él adoptaba una posición exclusivamente femenina: “Era resueltamente una ramera, confiesa, y eso me satisfacía.”18 Desde luego, la sumisión masoquista tiende a feminizar al sujeto, pero este fenómeno en el Sr. M. ¿no puede considerarse como un esbozo de empuje a la mujer? Por otra parte, la excepcional cualidad del lazo que lo une a su esposa evoca la relación sin mediación que haría advenir la relación sexual si existiera. “Ocho años de matrimonio, refiere, ocho años de felicidad sin una nube.” Se casa a los 25 años con una prima que sólo tiene 15 años, y después de haber obtenido una dispensa. Al descubrir su masoquismo común se acercaron el uno al otro. Desde luego se infligían recíprocamente Subrayado por DE M’UZAN LACAN J., El Seminario, Libro XXI (inédito) clase del 19 de febrero de 1974 15 M’UZAN M. De, op.cit 16 M’UZAN M. De, op.cit 17 KRAFFT-EBING R.von, Psychopathia sexualis (1923), Paris, Payot, 1963 18 M’UZAN M. De, op.cit 13 14 4 algunas sevicias “por mutuo afecto”, pero esas prácticas eran secundarias. Las mayores satisfacciones las obtenían recurriendo a los buenos oficios de terceros sádicos. “El lugar de la víctima lo ocupaban tanto M. como su mujer. Ella soporta tales torturas, se siente a tal extremo dominada por la exigencia de perversión que toda su energía se pierde en ello. Muere a los 23 años de tuberculosis pulmonar. A título de ejemplo de sus prácticas, sólo diré, escribe de M’uzan, que se hacía poseer por el sádico una vez que se la había colgado de los pechos, atravesados por ganchos de carnicero. Varias veces se la había crucificado “en el piso, pues en posición vertical se habría corrido el riesgo de asfixia”19. El funcionamiento perverso de esta mujer que hace primar la puesta en acto sobre la puesta en escena, da cuenta de una carencia de lo imaginario, similar a la de su marido. En la encarnación del objeto a, en los límites de una posición melancólica, ella fue más lejos que su marido, hasta una muerte prematura, a la que los malos tratos seguramente no han sido ajenos. Cuando el sujeto, por su estructura, es llevado a liberarse del semblante, se ve conducido a desnudar lo que hay de su ser “que viene a tomar su lugar entre los desechos donde sus primeros retozos encontraron su cortejo, por cuanto la ley de la simbolización en la que debe entrar su deseo lo prende en su red por la posición de objeto parcial en la que se ofrece al llegar al mundo, a un mundo donde el deseo del Otro hace la ley”20. Esta relación “articulada claramente por Schreber”, constata Lacan, no aparece menos discernible en el funcionamiento del Sr. M. y de su mujer. El Sr. M. estuvo muy afectado por la desaparición de su compañera. Todo indica que se identificaba con ella, no tanto como una imagen femenina sino en tanto objeto caído: las humillaciones que ella sufría eran también las suyas y después de su muerte contrajo la misma enfermedad. Esa pareja funcionaba bajo una atracción recíproca de la humillación mutua, tal como los cadáveres leprosos de Schreber se agarraban de la mano. Desde entonces, no existía diferencia entre ellos, y esos han sido “ocho años de felicidad sin una nube”. Durante tres años tuvieron una vida sexual normal y satisfactoria, mientras que continuaron paralelamente las prácticas masoquistas. En esa época tuvieron una hija y renunciaron al coito luego de una prohibición ordenada por un sádico. Una pareja así fundada sobre una suerte de adecuación de la relación sexual por la degradación común de los protagonistas, se encuentra a veces en la existencia de algunos sádicos psicóticos. Antes de haber sido condenado a muerte por haber degollado a varias decenas de mujeres y de niños, Peter Kürten ya había estado muchos años en prisión. Durante un periodo de libertad se casó con una mujer de un físico poco afortunado a la cual estaba muy apegado. Antes de que él la encuentre ella estaba condenada a cinco años de prisión por el asesinato de un hombre. Sin duda los unía una posición común de exclusión y de revuelta sociales, al igual que al Sr. M y a su mujer. Es notable que durante los últimos tiempos Kürten haya caído en la vertiente masoquista cuando se confesaba ante su esposa y la incitaba a entregarlo a la policía. Ella lo hizo.21 Cuando el sado-masoquismo se engancha al fantasma psicótico, quienes experimentan su funcionamiento, como Eppendorfer, tienen la intuición de que eso puede llegar hasta “querer vivir el aniquilamiento de sí”22. Adivina entonces que esta suerte de sacrificio tiende a ser vivido como un “acto sagrado”, estructuralmente reclamado al psicótico por el Otro oscuro. Sacrificio que se realiza golpeando en el 19 Ibid. LACAN J., “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis”, Escritos. Siglo Veintiuno. pp. 563-564 21 WILSON C., PITMAN P., Encyclopedia of murder, London and Sidney, PAN BOOKS, 1984, P.384 22 EPPENDORFER H., L’homme de cuir, Paris, èditions libres Hallier, 1980, p.110 20 5 espejo a semejantes, por medio de un homicidio inmotivado en Eppendorfer23, y en Kürten cometiendo crímenes sádicos24. Fantasma perverso y estructura psicótica La encarnación del objeto a llevada a cabo por el Sr. M le hace buscar, como lo señala de M’uzan, todo aquello que es propicio para un “verdadero suicidio moral” producido por una “fecalización de sí mismo, expresada de manera explícita”25. Además, su insistencia sobre la aniquilación completa de su voluntad en la relación sado-masoquista traduce de otra forma su búsqueda de reducción al estado de un objeto26. Sin embargo, su caída no es la de un melancólico, no se le impone: él la organiza. Enmarcándola en el fantasma perverso27 obtiene satisfacción, y la utiliza para manejar el deseo del Otro. Además, el Sr. M. habla de mejores propuestas y exige sin cesar un incremento de las torturas, hasta que el sádico retrocede frente al carácter extremo de la demanda. “En el último momento, afirma, el sádico siempre se achica”. De acuerdo a la lógica perversa, subraya que él es el organizador de la división del Otro, de manera que él no le teme a nada. No está aún marcado por la castración. Es “insumergible”, según el calificativo empleado por Lacan para designar la posición de un psicótico28, a tal punto que aceptaría la mayoría de las mutilaciones reales antes que asumir una perdida simbólica. Arraiga en su masoquismo extremo el sentimiento de ser casi único: “solo había oído hablar de una sola persona más fuerte que él, alguien que vivía en una jaula erizada de púas.”29 A semejanza de algunos delirantes él logra ubicarse en una posición de excepción donde el goce se encuentra capitalizado. La profunda convicción de su omnipotencia, al no conocer casi limites, le da la garantía de estar fuera del alcance de cualquier eventual malignidad del Otro. Cuenta que una vez fue víctima de una agresión nocturna “y reaccionó, al parecer, tomando por la garganta a su agresor, de modo que lo abandonó moribundo. Pensaba incluso que lo había matado ya que al día siguiente se habría descubierto el cadáver de un hombre con rotura de laringe”30. Nuevamente se constata que un sujeto así no le teme a nada. Es así porque se muestra capaz de exponerse voluntariamente a la amenaza de castración, sirviéndose de su ser como de un instrumento para dominarla y dividir al Otro. Desde allí, sus compañeros sádicos son disminuidos al rango de incapaces y despreciados de manera evidente. Incluso no recuerda el nombre de aquellos que durante varios años habían compartido su vida. La extrañeza de su relación con el cuerpo, al igual que su carencia imaginativa, constituyen un indicio de que en este sujeto el elemento imaginario se desprende, pero todo indica que la puesta en juego de un fantasma perverso parece ser apta para remediar la falla del anudamiento borromeo. Resulta que la humillación de su ser se encuentra velada para él por una imagen narcisista de omnipotencia. MALEVAL J-C, “Logique du meurtre immotivé” Psychose naissante, psychose unique? Sous la direction de Henri Grivois, Paris, Masson, 1991, pp.43-67 24 MALEVAL J-C., “Clinique du désir pur”Actes de la première journée de travail de P.E.R.U, Rennes [Psychanalyse et recherches universitaires 1993, PP23-47 25 M’UZAN M. De, op.cit 26 Ibid. 27 La estrategia perversa se determina por una inversión de la estructura del fantasma, de manera que el sujeto se hace instrumento de la división del Otro. 28 MILLER J. A., “Enseñanzas de la presentación de enfermos”, Matemas 1, Buenos Aires, Manantial, p.166 29 M’UZAN M. De, op.cit 30 Ibid 23 6 Si aún es necesario dar argumentos que permitan demostrar la estructura psicótica del Sr. M, podría señalarse las incertidumbres que se ligan a su aprehensión de la mediación simbólica en el campo de la paternidad: “desde luego, escribe de M’uzan, hacía cierta distinción entre su padre y su madre, pero era una distinción basada en elementos caracterológicos; sólo reconocía las leyes de la filiación en el plano biológico -padre masoquista y prima igualmente masoquista- y las negaba en el orden relacional.”31 Además el autor observa una confusión en las identificaciones que da cuenta de una carencia de la identificación con el rasgo unario: “las personas se confunden: él es como su mujer y su mujer es como él; ella es su pariente y él es como sus padres. No son, comenta, identificaciones en el sentido activo y diferenciado que adquiere el proceso en las estructuras neuróticas, sino fenómenos puramente reduplicativos. En tales condiciones se concibe que su personalidad se haya estructurado de manera esencial al margen de la problemática edípica.”32 Luego de esta ultima constatación y después de haber discernido con precisión la naturaleza imaginaria y no simbólica de las identificaciones, es sorprendente que el autor continúe ignorando la estructura psicótica del sujeto, pero su abordaje lo obstaculiza al limitarse a una aprehensión de la perversión en términos de fijación a un mecanismo “arcaico” correlativo a un “mecanismo fisiológico ultra precoz”33. Advertimos que en esos niveles de profundidad del análisis hace ya mucho tiempo que no se comprende nada. Es necesario señalar aún que las prácticas masoquistas fueron interrumpidas veinte años antes que las entrevistas por las que el Sr. M se dio a conocer. 34 En esa época, a los cuarenta y seis años, se casó con una prostituta pero se sintió ofendido por la falta de moralidad de esta mujer y sobre todo por sus actividades de celestina, las cuales la condujeron a la cárcel. Por ese motivo se divorció bastante rápido, ya que no quería estar expuesto a persecuciones judiciales a ningún precio. Durante ese período sus prácticas perversas comienzan a declinar; las prolonga un tiempo más con algunas aventuras homosexuales y después cesan por completo. “Sin embargo, subraya de M’uzan, cosa notable, frecuentes poluciones nocturnas se siguen produciendo como consecuencia de sueños eróticos cuyo contenido ha pasado a ser absolutamente heterosexual y cada vez más raramente masoquista. M. me dice que en sus sueños se encuentra con una mujer “voluptuosa, con la que las relaciones sexuales se aproximan al amor normal”. Y agrega: “El interés se ha apagado. Yo había evolucionado y, a juzgar por los sueños, había vuelto a ser normal”. (En efecto, sus antiguos sueños tenían un carácter estrictamente masoquista)”35. Semejante disipación de un fantasma perverso merece ser subrayada: revela a este último como siendo tan sólo un montaje precario alrededor del cual la estructura del sujeto no se organiza. Que falte la estabilidad de un fantasma fundamental marca de nuevo la estructura psicótica. 31 Ibid Ibid 33 Ibid 34 Desde este punto de vista las opiniones parecen divergir puesto que Michaux y sus colaboradores titulan el artículo; “Cincuenta años de mutilaciones monstruosas”, remontando el comienzo de las prácticas a la edad de trece años. “Actualmente, -observan cuando el Sr. M. tiene sesenta y seis años- él envejece y constata no sin cierta melancolía que se acaba su gusto por el martirio. Pero está el placer vivo de evocar con nostalgia las hazañas de su juventud y su madurez”. De M’Uzan parece haber escuchado más extensamente al Sr. M, de modo que las confidencias que él obtuvo parecen ser más precisas tanto en este punto como en la mayoría de los otros. 35 Ibid 32 7 Sujeto del goce y rasgo unario La modalidad propia del Sr. M. de encarnar el “sujeto del goce”, fórmula por la cual Lacan circunscribe la posición del psicótico36, no es desde luego la posición de Schreber; él no se cree La mujer de Dios, no obstante, las inscripciones en su cuerpo dan testimonio de ello, también él aspira a hacerse la puta del Otro. Se ofrece completamente al goce del Otro con la única protección del fantasma perverso. “Toda la superficie de su cuerpo, afirma, era excitable por el dolor”. En ese sentido -señala de M’uzan a justo título- ningún límite se le impone. En su escalada en cuanto a las sevicias y al dolor físico, el sujeto manifestaba una aptitud hacia un goce sin límite, rasgo característico de un goce no regulado por la ley del significante. Sin duda, las agujas que tiene clavadas lo demuestran, el cuerpo del Sr. M. no fue sometido a la castración simbólica cuya intervención produce un vaciamiento de goce que permite su localización en objetos fuera del cuerpo. El goce del Otro domina su economía libidinal, a la cual no llegó a imponerse el límite fálico. De M’uzan mismo observa que el sujeto “permanece al margen de todo verdadero valor simbólico en el que se exprese el primado del falo.”37 Sin embargo, de M’uzan duda de la veracidad de los dichos del Sr. M. cuando menciona su capacidad de “recorrer caminando, durante sus vacaciones, distancias que alcanzan centenares de kilómetros.”38 El fenómeno podría parecer anecdótico, pero para el sujeto tiene una importancia nada despreciable, mientras que la reacción negativa del analista indica que no se trata de un aspecto menor. El Sr. M. consideraba que las caminatas solitarias que llenaban sus vacaciones eran una forma de expresión de su libertad, a la cual estaba particularmente apegado. Confiesa a de M’uzan que durante toda su vida había rechazado la autoridad: recibir órdenes o impartirlas le parecía algo de índole apropiada para alienar su libertad.39 La observación es paradójica al provenir de un sujeto cuya aniquilación de la voluntad era llevada al extremo en las prácticas masoquistas, pero pone en evidencia que él tenía la impresión de ser el organizador de la situación. Se sentía el amo de los sádicos y los ponía al servicio de su goce. Es manifiesto que en toda circunstancia y de manera fundamental se confirma como un hombre libre. No está lastrado por un fantasma fundamental que la castración simbólica habría permitido advenir, separándolo del objeto a. Ahora bien, cuando el ser del sujeto no es localizado por el significante, la sintomatología de las psicosis ofrece numerosos ejemplos de cierta incapacidad para fijarse, que conducen a la errancia o a la fuga. El psicótico, subraya Lacan, es el hombre libre porque guarda el objeto a en su bolsillo.40 Desde entonces nada me incita a poner en duda la propensión del Sr. M. a esas deambulaciones fuera de lo común. Se impone ahora una interrogación acerca de la manera en que llegó a estabilizar su estructura desde que dejó de recurrir a las prácticas perversas. Parece haber llevado una existencia conformista y tranquila en un pequeño chalet de las afueras de París, en compañía de su hija adoptiva, el marido de ella y los dos hijos. Su entorno familiar ignoraba su perversión pasada. Según los documentos de que disponemos, su principal originalidad parece ser su complacencia a exhibir su cuerpo y su propensión a testimoniar ante los médicos sus prácticas perversas anteriores. “El enfermo, observa LACAN J., “Présentation des Mémoires d’un névropathe” Cahiers pour l’analyse nª 5, Paris, 1966, p.70 37 M’UZAN M. De, op.cit 38 Ibid 39 “Su vida profesional (instalación de cableado- radioelectricista), escribe Michaux, se desarrollaba sin incidentes y hay que señalar que el enfermo exigía no ser molestado en su trabajo”. 40 LACAN J., “Pequeño discurso a los psiquiatras”, op.cit. 36 8 Michaux, se deja examinar y filmar sin ninguna incomodidad. Parece estar a gusto y relata su historia con facilidad. Incluso parece que se complace”. Escuchemos a de M’uzan relatar aquello que de entrada impresiona al testigo: “sea, para comenzar, escribe, la nómina de tatuajes observados con precisión y que cubren prácticamente todo el cuerpo, exceptuando el rostro.”41 No hay duda que en primer lugar este sujeto llama la atención del otro por las marcas que lleva en su cuerpo, e incluso incita al analista a observarlas “con precisión”. Es innegable que llenan su discurso, el que, en lo concerniente a la vida sexual y ante la ausencia de estas marcas nos parecería a la mayoría de nosotros dar cuenta de una fabulación. El Sr. M. parece indicar de entrada que lo más precioso que posee consiste en una escritura grabada en su cuerpo. No se trata como en el caso de Eppendorfer, del arnés de cuero que constituye una “segunda piel” viril42, sino de una trama de letras en las cuales la tinta se mezcla con la sangre. Es notable que la mayoría de los tatuajes lo feminizan y fecalizan, sin embargo, más allá de esas significaciones, la existencia misma de las marcas lo ubica como un sujeto de una virilidad excepcional: “había oído hablar de una sola persona más fuerte que él.”43 Las letras que lleva en su cuerpo constituyen un esfuerzo para producir una escritura real del trazo unario cuya función simbólica falta. De M’uzan observa que “el sufrimiento soportado representaba en realidad un falo potente.”44 Es manifiesto que todo el cuerpo del Sr. M. apunta a esa encarnación, pero hay que precisar que se trata de un falo imaginario en el cual falta la función de negativización de la castración. Todo indica que el sujeto se ha envuelto en una trama de letras escritas en su carne que eterniza su actitud masoquista frente al Otro, sin que el recurso a una práctica perversa sea necesario, incluso cuando la exhibición ante los médicos parece constituir un escenario de recambio. Reconoce que esperaba encontrar en esa situación “alguna ocasión de ser humillado”45. Michaux destaca aún más que de M’uzan la presencia “flagrante” de un elemento de exhibicionismo: “su presentación, escribe, era la de un sujeto abierto, espontáneo: ninguna dificultad sino, al contrario, una complacencia incansable para exponer el extenso periplo de sus anomalías. Se complace en mostrar sus mutilaciones, como un soldado lo hace con las lastimaduras recibidas en el combate, y muestra el gigante anillo metálico clavado en el prepucio como un trofeo glorioso.” La mostración de la humillación sobre la piel del sujeto señala una falla en el proceso de alienación-separación. Sin embargo es notable que el Sr. M. busca remediar esa falla tomando su cuerpo a la letra en las inscripciones que intentan paliar la carencia del trazo unario. El sentido que se desprende, obsceno y megalomaníaco, procura una casulla fálica a su ser gracias a la cual él logra localizarse y regular su goce. Una de las funciones principales de la exhibición de su cuerpo, posterior a las prácticas masoquistas, reside muy probablemente en la búsqueda de confirmación de su identificación fálica, cuya precariedad lo incita a solicitar la aprobación del Otro. Su actitud fundamental masoquista no deja de sostener una magnificación de su degradación como objeto. Además, en el campo imaginario, para paliar la carencia de la identificación primordial, el Sr. M. parece haber estado siempre en la búsqueda de identificaciones conformistas. Se casó con su primera mujer “para tener un interior” 46; y se separa de la segunda desde que ella demuestra no tener una conducta irreprochable. Luego de este episodio, adopta a una chica de catorce años, que vivía en su hogar a título de M’UZAN M. De, op.cit EPPENDORFER H, op.cit. 43 M’UZAN M. De, op.cit 44 Ibid 45 Ibid 46 MICHAUX L., RAPAUD G., MOOR L., op.cit. 41 42 9 “mucamita” para “estar seguro de no tener problemas”. Jubilado, vive con ella, su marido y los dos hijos cuidándose de no dejar adivinar nada de su vida sexual anterior. Incluso le confía a Michaux que hace poco intentó sacarse los tatuajes, aunque fuera doloroso, porque no quiere que los niños los vean cuando se higieniza. “Pero ya no busca ese dolor y no encuentra ninguna satisfacción en eso”. Búsqueda de identificaciones conformistas, tentativas de inscribir el rasgo unario en el cuerpo, exhibicionismo ante los médicos, y magnificación de su degradación objetal parecen haberse conjugado para estabilizar al sujeto. Las prácticas masoquistas no constituían ciertamente la única defensa de la que disponía. Por más excepcionales que sean las modalidades de la “perversión” del Sr. M. No dejan de observarse sin embargo en otros sujetos. Ahora bien, es interesante señalar que se encuentran casi únicamente en sujetos muy desorganizados cuya psicosis parece comprobada. Hans L. fue arrestado en 1953 por haber profanado varias sepulturas, mutilado cadáveres y haberse entregado a contactos sexuales con ellos.47 La pericia psiquiátrica, realizada en Alemania, en Husterllingen, presenta un diagnóstico de “psicópata perverso esquizoide que evoluciona hacia una esquizofrenia”. Además, la observación de los trastornos del lenguaje, fundada sobre la extrañeza del comportamiento, la constatación de intentos de auto-mutilación (cortes, quemaduras) y el relato de prácticas canibalísticas realizadas con un objetivo suicida (ingestión de un pedazo de hígado extraído de un cadáver). Asimismo este sujeto se introducía cuerpos extraños en la uretra. Comparándolo con los procedimientos del Sr. M., parecía casi anodino; sin embargo testimonia, de manera similar, acerca de un goce ligado al cuerpo propio y al dolor que no está regido por el límite fálico. En cuanto a las sevicias ejercidas contra sí mismo, las prácticas de Albert Fish se acercan aún más a las del sujeto observado por de M’Uzan. Al igual que este último, tenía la costumbre de clavarse agujas en distintas partes del cuerpo. Después de su arresto, una radiografía, el 28 de diciembre de 1934, mostró la presencia de 27 agujas en su cuerpo, algunas de ellas partidas por la corrosión. No habían sido ingeridas sino insertadas en la piel. Algunas se encontraban en zonas extremadamente peligrosas para su salud: muy cerca del colon, del recto o de la vesícula.48 Además su sadismo y su masoquismo llegaban a extraños extremos, hasta el homicidio o el canibalismo. Fue juzgado en Estados Unidos por el asesinato de una niña de diez años, Grace Budd, de la que se alimentó durante nueve días, después de haber cocinado sus restos con zanahorias y cebollas. Por otra parte, había castrado a dos jóvenes para obedecer a las alucinaciones que le ordenaban hacerlo en nombre de Dios. El sacrificio de un niño le había sido ordenado por Dios para purgarse de sus iniquidades. El delirio místico pareció evidente a los expertos.49 Sin embargo fue condenado a muerte y ejecutado. No nos detendremos en Hans L. ni en Albert Fish. Sólo son evocados en estas líneas por lo que confirman de las connivencias de la estructura psicótica con actos sadomasoquistas extremos. No obstante es importante señalar que tanto en uno como en otro se asocian a trastornos psicóticos manifiestos: es evidente que no forman parte de una suplencia. En ellos, la introducción de agujas y de diversos objetos en el cuerpo es correlativo a las prácticas masturbatorias: éstas no necesitan la presencia de un partenaire, en lo cual se discierne la ausencia de un escenario regulado por el fantasma DEROSIÈRES P., À propos d’un cas de nécrophilie, place du corps mort dans les perversions: nécrophilie, nécrosadisme et vampirisme, Thèse de médecine, Créteil, 1974. 48 BOURGOIN S., Serial killers. Enquête sur les tueurs en série, Paris, Grasset, Fasquelle, 1993, p.111 49 WILSON C., PITMAN P., Encyclopedia of murder, op.cit. 47 10 perverso. Entonces esos sujetos se encuentran confrontados sin mediación al deseo del Otro y a sus exigencias sacrificiales. A pesar de la escasez de los estudios dedicados a la perversión como posibilidad de remediar la psicosis – a penas podemos mencionar en la literatura analítica un artículo de Glover50 - la observación del Sr. M.51 me parece que tiene el mérito de establecer la existencia de defensas perversas que permiten a sujetos psicóticos enfrentarse con el deseo del Otro sin que eso ocasione el marasmo de la psicosis declarada. En el campo del sadomasoquismo, sin embargo, a veces pueden conducir a lo peor, dada su combinación con el fantasma psicótico que se caracteriza por ignorar el limite fálico. En la vertiente masoquista, corren el riesgo de llevar al sujeto hasta el sacrificio de su ser. Se comprende que testimonios que conciernan a este fenómeno son muy difíciles de obtener. Eppendorfer se declara convencido por su experiencia y por su frecuentación del ambiente “del cuero”, que existen seres que pueden llegar a encontrar placer en la aniquilación de si mismos52. Interpreta la muerte de Pier Paolo Pasolini en esta perspectiva: según él, el organizador de la escena condujo voluntariamente a su asesino a matarlo53. Algunas muertes provocadas en casos de asfixias autoeróticas parecen confirmarlo: cuando el sujeto se había trabado de tal manera que el método utilizado no podía dejar de parecer fatal ante los mismos ojos de la víctima54. Por otra parte, en la vertiente sádica, las defensas perversas articuladas a la estructura psicótica a veces pueden, paradójicamente, dar origen a conductas mucho más peligrosas para la sociedad que las psicosis clínicas. Sería posible demostrar que algunos de los más grandes asesinos de la historia (Pilles de Rais, Erzébeth Bathory, Peter Kürten) llevaban a cabo sus actos criminales a los fines de obtener goce de la extracción de la sangre, buscando así arrancar en el espejo del otro el objeto a que los estorbaba. No obstante, hay que destacar que estos ejemplos excepcionales aportados en este trabajo no deben de ninguna manera incitar a despreciar el valor de las defensas perversas para remediar la forclusión del Nombre-del-Padre. El testimonio de Eppendorfer indica que el fetichismo, la homosexualidad y algunas formas atenuadas de sadismo a veces participan de construcciones fantasmáticas eficaces para este fin. La asociación clínica de conductas perversas y estructura psicótica continúa teniendo una frecuencia que carece de proporción con la escasez de estudios que le son dedicados. Traducción: María Laura Valcarce Revisión: Nieves Soria Dafunchio GLOVER E., “The relation of perversion-formation to the development of reality-sense”, International Journal of Psychoanalysis,1993, XIV, pp.486-504 Ornicar? Nº43, Paris, Navarin, 1987, pp.17-37 51 La de Hans Eppendorfer en este aspecto también se muestra convincente. 52 EPPENDORFER H, op.cit. 53 Ibid 54 KNIGHT B., “Fatal masochism-accident or suicide?” Mod.Scien.Law, 1979, 19, pp. 118-120. 50 11