Primeros Mártires claretianos de Barbastro

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Primeros Misioneros Mártires de Barbastro
Beatos Mártires Claretianos de Barbastro
“Si se diese el trance supremo de darnos muerte ¡qué
alegría, qué gloria y qué honor dar la vida por Jesús!”
Beato Juan Díaz
La noche del 1 al 2 de agosto de 1936 comienza para la Comunidad Claretiana de Barbastro su Viacrucis martirial, en el que serían sacrificados sus
tres primeros Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María: el Padre Superior Felipe de Jesús Munárriz, el Padre Prefecto Juan Díaz Nosti y
el administrador Padre Leoncio Pérez. Pronto les iban a seguir otros 48
Misioneros más en los días 12, 13, 15 y 18 del mes.
Una lápida en el lugar de la detención del antiguo patio del Seminario, dice
en latín:
“En la tarde del 20 de julio de 1936, tras soportar con entereza las
amenazas de los marxistas, fortalecidos con el Pan de los Mártires, y
bajo la mirada maternal de la Virgen, salió de este lugar hacia la
cárcel la Comunidad de Misioneros con gran fortaleza de ánimo, para derramar luego su sangre, por Cristo Rey y el Corazón Inmaculado de María.”
La Comunidad Claretiana de Barbastro el 18 de julio de 1936 la
componían 60 misioneros: 9 Sacerdotes, 12 Hermanos y 39 Estudiantes a punto de recibir el Sacramento
del Orden, recién llegados del seminario de Cervera. De los 60 iban a
ser martirizados 51, el 90%.
Estudiantes de Cervera en 1936,
llegados a Barbastro
Beato Felipe de Jesús Munárriz Azcon
Nació en Allo (Navarra) en 1875. Sus dos hermanos fueron
también sacerdotes claretianos: Julián y Saturnino. Siendo los
tres hermanos muy niños sus padres emigraron a Barcelona
Ingresó en el colegio claretiano de Barbastro. Ordenad sacerdote, fue formador de seminaristas en Cervera, Barbastro y Alagón, y superior de las comunidades de Barcelona,
Cartagena, Zaragoza y Barbastro. En julio de 1936 tenía 61
años, y era el superior de la Comunidad de Barbastro.
Beato Juan Díaz Nosti Nació en Oviedo en 1880. Fue el pri-
mer asturiano claretiano. Sus padres se trasladaron a vivir a
Barcelona. Allí conoció a los claretianos. Ingresó en el colegio
de Barbastro, y continuó en Cervera y Alagón. En el verano
de 1936 tenía 56 años y era prefecto y profesor de moral de
los estudiantes teólogos de Barbastro
Beato Leoncio Pérez Ramos Nació Muro de Aguas (La Rioja)
en 1875denado sacerdote en 1901. Ingresó en el colegio claretiano de Alagón. Ocupó los cargos de superior y de ecónomo en Barcelona, Tarragona, Lérida, Játiva, Alagón y Barbastro. Tenía 60 años.
Barbastro el 18 de julio
En Barbastro se halla un cuartel del Ejército con su guarnición al mando
del Coronel Villaba, tenido por derechista y cristiano. En el seminario claretiano se respiraba un clima de seguridad. El 8 de julio, unas semanas antes de su detención y martirio, el seminarista Agustín Viela, escribía a su
madre: “Aquí estos de Barbastro creo que no son muy atrevidos, además como
hay ejército y los jefes son muy buenos, creo que no se atreverán a molestarnos... ».
El Coronel Villaba pasó indeciso el 18 de julio pegado a la radio en espera
del desenlace del alzamiento militar, pues las guarniciones de Zaragoza,
Huesca y Lérida lo habían secundado, pero en Barcelona había fracasado.
A la vista de los acontecimientos, al cabo de unos días se quitaría el uniforme y desfilaría en mangas de camisa con las turbas al grito de ¡Viva la
Revolución!
“No hay que preocuparse, aquí no pasará nada”
El domingo 19 de julio, tras los primeros desmanes, Villalba llama al P.
Munárriz para tranquilizarle: “No hay que preocuparse, estando yo aquí no
pasará nada”. Pero ya aquella mañana los escopeteros se paseaban por las
calles y detenían al sacerdote de la Catedral José Martínez.
El Vicario General en nombre del Obispo, con sotana y manteo, se abrió
paso entre la multitud que llenaba la plaza mayor, y entró en el Ayuntamiento donde se había instalado el Comité Antifascista, a protestar por la
detención. Le dijeron se trataba solo de declarar, que estuviera tranquilo,
pero al volver a su domicilio fue también él detenido y llevado a la cárcel
junto con el Párroco Don Mariano Frago. Aquella tarde era confinado en
su Palacio el Obispo Florentino Asensio.
“Si se diese el trance supremo de darnos muerte ¡qué alegría, qué
gloria y qué honor darla vida por Jesús!” Beato Juan Díaz
En la mañana del lunes 20 de julio el Prefecto Padre
Juan Diaz reunió a la Comunidad, y el estudiante
Parussini escribe que les dijo: “animémonos en estas
circunstancias tan inciertas a una mayor oración y a
echarnos en manos de la Providencia, pues lo que Dios
nos envíe será lo más provechoso para nosotros; y si
llegasen a encarcelarnos, sería una gran gloria sufrir
persecución por causa de Dios; y si se diese el trance
supremo de darnos muerte ¡qué alegría, qué gloria y qué
honor darla vida por Jesús! ¡Total unos momentos de dolor, y luego el Cielo! Todos nos juntaríamos de nuevo allá en el Cielo…”
A media tarde era asaltado el Seminario claretiano por un grupo de escopeteros dirigidos por el secretario del Comité Antifascista Eugenio Sopena, anarquista de valimiento en Barbastro.
Dos estudiantes Pablo Hall y Atilio Parossini, testigos presenciales, supervivientes por su condición de nacionalidad argentina, relatan los hechos.
Bajo el consabido pretexto de busca de armas, fue registrado, infructuosamente. Interrogan al Padre Díaz:
-¿dónde tenéis escondidas las armas?
El Padre, tranquilo, se mete la mano en el bolsillo, y responde:
“Aquí”, al tiempo que sacaba su rosario:
“ésta es nuestra arma, no tenemos ni queremos otra.”
Registraban la iglesia, y un miliciano pretendió abrir el Sagrario cerrado,
forzándolo con su bayoneta. Otro le dice:- ¡Cuidado, esto sólo lo puede abrir
un cura! Y fueron a buscar a un sacerdote que se lo abrió. Esperaban hallar
allí un tesoro, pero lo hallaron vacío; el tesoro lo habían consumido como
Viático poco antes los seminaristas.
« ¡Id a donde os lleven, pero siempre con vuestra sotana! »
Sopena, pensando así poder convencer a los jóvenes de que apostataran y
salvaran así su vida, ordenó separar a los tres superiores de los estudiantes y hermanos. Los ancianos y enfermos fueron trasladados al Asilo y al
Hospital. Los demás fueron conducidos al Colegio de los Escolapios, en
cuyo salón de actos quedarían encerrados hasta el día de su ejecución.
En el momento de la despedida un seminarista le preguntó al P.Munárriz si
habían de seguir con la sotana, o dejarla y vestir traje civil. El P. Munárriz,
enérgico, dio su última orden: « ¡Id a donde os lleven, pero siempre con vuestra sotana! ». Los estudiantes obedecieron alegres la última orden de su
superior; con ella vivir presos sus últimos días y con ella habían de morir
todos.
Los tres superiores se despidieron: “Si no nos vemos más, ¡hasta el Cielo!”, y
vestidos con su sotana, rodeados de una cincuentena de guardias, atravesaron las principales calles de la ciudad hasta la cárcel, entre la expectación
de unos y los improperios de otros.
Aspecto que ofrecía el Ayuntamiento en
julio de 1936, ocupado por Comité Antifascista.
El edificio de la izquierda es el del asilo
de las Hermanitas y el de la derecha Los
Escolapios, habilitado como cárcel en
que los Misioneros estuvieron presos 5
días.
La pequeña cárcel, adosada al Ayuntamiento en la plaza, estaba ya llena de
presos, y cuando llegaron los tres misioneros los encerraron en el tercer
piso junto a los canónigos Félix Sanz y Mariano Sesé en una sórdida celda
de unos 5 metros de lado con un ventanuco enrejado. En pleno verano, y
con un calor atosigante, llegaron a convivir en ella hasta 21 presos.
Según testigos supervivientes, entre ellos José Subías, el Gorrión, que estuvo con ellos los cinco días, “los tres misioneros nunca se quejaban… animaban a los detenidos… seguían su horario riguroso de religiosos: oración intensa,
breviario, rosario, silencio, confesiones... Cuando los otros presos les ofrecían su
turno para respirar junto a la tronera aire menos viciado, ellos rehusaban.”
Ante el continuo ingreso de nuevos detenidos, como el número de presos
excedía ya de los 300, el Comité resolvió enviarlos al Convento de las
Capuchinas a las afueras. El traslado se hizo el 25 de julio ante los gritos
de las turbas apostadas en el camino:”Para qué os los lleváis, ¡que los maten
ya aquí¡”
Columna Ascaso el día de su
partida desde Barcelona el día
25 de Julio de 1936 hacia el
frente de Huesca
Aquel atardecer llegaba a
Barbastro la primera columna anarquista salida de
Barcelona hacia el frente
de Huesca.
A su paso por Cervera el día 23, por Lérida el 24 y aquella mañana por
Monzón, había dejado un reguero de muerte e incendio. En Barbastro se
recibió a los bravos combatientes antifascistas con banderas, banda y
música. A su llegada, tras los discursos de bienvenida, las turbas se sintieron ya seguras, y el saqueo, pillaje e incendio en conventos e iglesias se
hizo general. Se veía a gentes destrozando imágenes en plena calle a golpe
de hacha entre risotadas y blasfemias. Los recién llegados propusieron
asaltar la cárcel y asesinar a los presos, pero los del Comité les disuadieron, diciéndoles les dejasen el trabajo a ellos que ya lo realizarían en su
momento.
En la mañana del día 26 con los primeros asesinatos se desató el terror. A
los civiles se les llevaba antes al tribunal, pero a los sacerdotes no era necesario, el mero hecho de serlo ya comportaba pena de fusilamiento. El
camión de la muerte iba y venía sin descanso, y los presos de la Capuchinas oían las descargas y los ayes de las víctimas, asesinadas en un cercano
campo de olivos.
“Vale por 20 presos que pide el Pueblo”
En la noche del1 al 2 de agosto se presentaron el Comité de Enlace Antifascista un
grupo de milicianos al mando de Ginesta,
exigiendo presos para fusilar. Se les dio un
Vale por 20 hombres. Bajo el encabezamiento de “presos que pide el Pueblo”, les
pusieron nombres, y con él se presentaron
en la cárcel.
Fotocopia de la saca de 20 presos
Entre dos y tres de la madrugada despertaron a los misioneros:
-Aprisa, levántense, les están esperando.
– Bien, pero al menos déjenme que me ponga
la sotana, respondió el Padre Díaz.
– Donde va a ir no la necesita.
El Padre Díaz sabía adónde iba a ir, y se la puso.
Habían elegido a ocho seglares y a 12 sacerdotes: los tres Misioneros del
Corazón de María, Padres Felipe de Jesús Munárriz, Juan Díaz y Leoncio
Pérez; los canónigos D. Mariano Sesé y D. Tomás Ardanuy, el beneficiado
D. Mariano Puy, el ecónomo de la Catedral D. Victoriano Puyol, el de
Pozán de Vero D. Manuel Arnal, el párroco de la Puebla de Castro D. Juan
Manuel Frago y su hermano D. Mariano, párroco de Huerta de Vero, y el
escolapio P. Crisanto Domínguez y el Benedictino Padre Mariano Sierra.
Fusilados en la tapia del cementerio
Puerta del cementerio de Barbastro
Alrededor de las tres de la madrugada, una
enfermera de Angüés, Amparo Esteban Fantova, los vio, atados de dos en dos y rodeados de gente armada, atravesar con dificultad
la carretera de Huesca y cruzar por detrás
del viejo hospital, hacia el cementerio.
A esa misma hora confluyó en el mismo cementerio otro grupo de sacerdotes y seglares. Entre éstos había un gitano simpático, Ceferino Jiménez
Malla, el Pelé, detenido pocos días antes por haber querido defender a un
sacerdote acosado en plena calle y por llevar un rosario.
Allí, junto a su tapia cayeron acribillados todos los condenados menos
uno, un Guardia civil del puesto de Albalate de Cinca, Camilo Sabater,
quien herido, logró saltar la tapia del cementerio y perderse en la noche.
Sería uno de los testigos del martirio de nuestros Misioneros. En abril de
1940 fueron reconocidos sus cadáveres exhumados de una fosa común del
cementerio de Barbastro. Serían beatificados como mártires por el Papa
Juan Pablo II el 25 de octubre de 1992.
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