A MODO DE CONCLUSIÓN

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EVOLUCIÓN DEL MANEJO ALTERNATIVO DEL CONFLICTO
TERRITORIAL EN EL PACÍFICO VALLECAUCANO – COLOMBIA
RAÚL MAURICIO RODRÍGUEZ GONZALEZ
Santiago de Cali, Octubre 27 de 2001
I. RESUMEN
El manejo de los conflictos sobre la posesión del territorio y el uso de los recursos
naturales en el Pacífico Vallecaucano, Colombia, ha evolucionado históricamente del
fortalecimiento de posiciones unilaterales, defendidas en muchos casos por la vía
armada, a la conformación de alianzas entre sectores o grupos étnicos en virtud de
coincidencias entre sus intereses e interpretaciones culturales, y de estas a la apertura de
espacios de construcción colectiva en el que participan la totalidad de sectores sociales e
institucionales públicos y privados. Durante el período transcurrido entre la conquista y
la colonia, los pueblos indígenas nativos se enfrentaron a los españoles a través de
múltiples guerras que condujeron a la casi extinción de la población aborigen y al
desplazamiento de los supervivientes a las zonas más inalcanzables de las selvas. Los
pueblos negros secuestrados del Africa, ocuparon el territorio en cuadrillas de esclavos
sometidos a la extracción del oro. Los Cimarrones, escapados de la esclavitud,
colonizaron las selvas y, junto con los pueblos indígenas, establecieron las primeras
alianzas en pro de su interés común por la libertad y el derecho al territorio. Con el
inicio de la República de Colombia y la abolición de la esclavitud, los intereses y
conflictos sobre el territorio y sus recursos se incrementaron por el surgimiento de la
empresa privada, los entes territoriales Municipales y Departamentales, y las
concesiones territoriales para la explotación de los recursos naturales entregadas a
empresas multinacionales extranjeras. Durante ese lapso de tiempo los pueblos
indígenas y negros desarrollaron estrategias individuales de adaptación y fortalecieron
alianzas culturales, mientras el Estado intervenía en el territorio a través de las
concesiones a la empresa privada. A partir de mediados del siglo XX, en virtud de su
posición geopolítica y de su reconocida riqueza natural, la región de Bahía Málaga en el
Pacífico vallecaucano fue adquiriendo cada día mayor valor frente a los intereses de los
sectores institucionales y empresariales de la comarca, con lo cual se incrementó el
conflicto sobre la posesión del territorio y el uso de sus recursos naturales. Surgieron
entonces alianzas institucionales validadas mediante la construcción de planes de
desarrollo, ordenamiento ambiental y territorial, y se fortalecieron las alianzas
interétnicas para la defensa del territorio reconocido como propio, y para el manejo de
sus recursos. A finales del siglo XX, el nuevo marco constitucional y legal del país
reconoció los derechos ancestrales que sobre los territorios tenían los pueblos indígenas
y negros de la región, y se constituyó en el escenario en el cual debían debatirse todos
los intereses sectoriales. El anuncio y emplazamiento de megaproyectos viales,
portuarios y energéticos en la región de Bahía Málaga generaron impactos sociales,
culturales y ecológicos que llevaron a puntos críticos el conflicto de intereses sobre la
posesión del territorio y el uso de sus recursos, y motivaron la conformación de las
primeras “mesas de trabajo intersectorial” para buscar soluciones concertadas o
negociadas al conflicto entre todos los actores regionales. La evolución del reciente
marco constitucional y legal del país generó nuevas reglas de juego y nuevas estructuras
de poder que obligaron a los actores regionales a la apertura de espacios alternativos a
las instancias formales para la construcción colectiva de propuestas de ordenamiento
territorial, manejo ambiental y desarrollo regional. Nuevamente el manejo alternativo de
los conflictos sobre el territorio y los recursos naturales de la región de Bahía Málaga
marcaron la línea evolutiva hacia la formalización de estos espacios de construcción
colectiva en el cual hoy en día tienen asiento los representantes de todos los sectores
sociales e institucionales públicos y privados reconocidos en sus propios derechos e
intereses.
II. UBICACIÓN DEL ESTUDIO
CONTEXTO Y ANTECEDENTES
El Pacífico vallecaucano es quizá la zona que presenta el mayor dinamismo
socioeconómico, cultural y político de toda la Región Pacífico Colombiana en lo que
tiene que ver con su ordenamiento territorial y manejo ambiental. Esta misma condición
motiva el que en ella se den con mayor intensidad los conflictos sobre la posesión de la
tierra y el uso de sus recursos naturales, de acuerdo con los intereses, lógicas y
cosmovisiones de cada sector. A lo largo de la historia los diferentes actores sociales e
institucionales públicos o privados han intentado resolver sus diferencias siguiendo
diferentes estrategias que surgen como alternativas a los esquemas meramente formales
pero que se cristalizan en propuestas o estructuras formalizadas desde la propia práctica
del manejo de conflictos.
Actualmente se encuentran en marcha numerosos procesos de ordenamiento territorial,
manejo ambiental, desarrollo regional, y políticas sectoriales cuya discusión puede
agudizar el conflicto vigente si antes no se visualiza un camino para abordar dichas
discusiones desde una perspectiva de construcción colectiva que conduzca a estados de
convivencia social e institucional de mayor armonía.
El estudio realizado pretende identificar la línea evolutiva que ha seguido, a través de la
historia, el manejo del conflicto sobre la posesión del territorio y el uso de sus recursos
naturales, de modo tal que, desde el análisis retrospectivo de aciertos y desaciertos, sea
posible avanzar en los procesos de construcción colectiva capitalizando la experiencia
pasada e ideando nuevas formas alternativas para la negociación de intereses.
Geográficamente el estudio involucra toda la región Pacífico colombiana, especialmente
en las primeras etápas históricas abordadas en el análisis, pero se centra en la región de
Bahía Málaga, Pacífico vallecaucano, en donde, como se ha señalado ya, ha tenido lugar
desde los últimos 15 años la más alta dinámica social, institucional y política en relación
con la reclamación de la propiedad sobre el territorio, el manejo de sus recursos
naturales y la formulación de propuestas de ordenamiento territorial, manejo ambiental,
y desarrollo local.
Puesto que se trata de un análisis histórico, los antecedentes del estudio están
contenidos en su propio desarrollo, especialmente en el numeral IV “Descripción
Histórica del Conflicto”. Sin embargo, como antecedente a la realización del estudio
vale la pena señalar que la Fundación Cenipacífico, en razón de su calidad de actor
regional, con intereses propios sobre el territorio y el manejo de sus recursos naturales,
ha formado parte permanentemente de las distintas comisiones, comités, y colectivos
interinstitucionales e intersectoriales destacados para avanzar en la discusión y
construcción de los distintos programas, planes y proyectos de ordenamiento territorial,
manejo ambiental y desarollo local propuestos para la región de Bahía Málaga. Dicha
trayectoria, unida al reconocimiento colectivo de su papel como actor regional y de sus
intereses en favor de la conservación de la naturaleza y la equidad social, en cuanto a la
posesión de la tierra y el manejo de sus recursos naturales, ha permitido a la Fundación
abordar con criterio esta investigación, al mismo tiempo que garantiza que sus
resultados tengan audiencia en el colectivo de organiaciones sociales y entidades
estatales que actualmente debaten la construcción del Plan de Manejo Integrado de la
Zona Costera Vallecaucana.
El presente documento consigna los resultados de la investigación sobre la “Evolución
Histórica del Manejo Alternativo de Conflictos sobre la Posesión y Uso del Territorio y
sus Recursos Naturales en el Pacífico Vallecaucano, Estudio de Caso a partir de
Análisis Comparativo”, investigación financiada por la Universidad para la Paz de
Costa Rica, en el marco del convenio entre el CIID y La UPAZ denominado “Conflict
and Collaboration in Natural Resources Management: A Small Grants Program for
Research in Latin America”.
III. PROCESO DE INVESTIGACIÓN - ACCIÓN
Como se manifestó en el numeral anterior, la Fundación Cenipacífico, desde el año
1985 se ha constituido como un actor regional de Bahía Málaga con intereses muy
claros en favor de la conservación de la naturaleza y el manejo sostenible de sus
recursos, en lo cual está inmerso un compromiso con la equidad social del desarrollo
local. A partir de su papel institucional, Cenipacífico ha formado parte de los distintos
comités técnicos y colectivos interinstitucionales e intersectoriales, convocados para la
discusión y construcción de programas, planes y proyectos de ordenamiento territorial,
manejo ambiental y desarrollo local para Bahía Málaga. En el marco de dichas
discusiones se han puesto en evidencia las divergencias culturales entre las
cosmovisiones de la naturaleza y las interpretaciones del territorio, reflejados en
conflictos de interés entre los distintos actores institucionales y sociales sobre la
posesión del territorio y el uso de sus recursos naturales.
Al abordar el trabajo investigativo se tenía conciencia del doble papel institucional
como actor regional y como observador del proceso político. Esta doble connotación,
lejos de convertirse en un obstáculo, perimitió dinamizar el trabajo en razón del
compromiso que implicaba (e implica) la aplicación de sus resultados, a fin de
contribuir a la identificación de estrategias para manejar el conflicto sobre la posesión
del territorio y el uso de sus recursos naturales. Por otra parte, la trayectoria institucional
como actor regional facilitó el acopio de información necesaria para la investigación
histórica (mucha de la información citada pertenece a la Fundación Cenipacífico), y
agregó como valor significativo al estudio no solo lo conceptual o perceptual, sino,
sobretodo, lo vivencial de los distintos espacios de construcción colectiva en que se ha
buscado un manejo a los conflictos de interés.
El estudio se realizó a partir del análisis de información secundaria, realización y
participación en talleres regionales sobre los asuntos en conflicto, y entrevistas
personales formales e informales. Era claro, especialmente en los espacios de discusión
regional sobre los asuntos en conflicto (talleres), el “conflicto” entre el papel de actor y
el de investigador (observador). Sin embargo, como lección de trabajo aprendida se
destaca que el análisis retrospectivo permite contextualizar y poner en una perspectiva
de mayor neutralidad incluso los aportes más personales. Si tan solo el análisis se
hubiese centrado en la situación actual quizá hubiese sido más difícil tener claridad
sobre ese doble papel.
El siguiente asunto a destacar dentro del proceso de investigación – acción es la relación
permanente de la Fundación Cenipacífico con las comunidades locales, especialmente
con el Consejo Comunitario de la Ensenada de Málaga, con quien está vigente un
trabajo conjunto dirigido a la obtención de la titulación colectiva del territorio para la
comunidad negra, y al perfeccionamiento del Plan de Bienestar Etnico y Territorial de la
Ensenada de Málaga. Dicho trabajo conjunto condujo a que el proceso investigativo y
los resultados del mismo se distanciaran de las meras especualciones teóricas y, en
cambio, tuvieran como foco una reflexión del crecimiento como organización social en
cuanto a la capacidad de abordar las discusiones colectivas y de manejar conflictos de
interés, y a la obtención de instrumentos viables para continuar con éxito con el proceso
sociopolítico en pro del reconocimiento legal de posesión del territorio y del control
social de sus recursos.
IV. DESCRIPCIÓN HISTÓRICA DEL CONFLICTO
Período Colonial
La conquista española iniciada a finales del siglo XVI tuvo su auge en el Pacífico
colombiano durante el siglo XVII. La ocupación del territorio por parte de los españoles
encontró una fiera resistencia por parte de los pueblos indígenas (Pedrosa, 1996) e
insuperables obstáculos climáticos y ambientales que impidieron la construcción de
ciudades o villas y redujeron su presencia a unos pocos “reales” cuando no simples
caseríos (Aprile-Gniset, 1993). El enfrentamiento entre aborígenes y conquistadores
poco a poco condujo al casi exterminio de la población indígena y de su cultura. De una
población total estimada de más de 600.000 indígenas en el Pacífico colombiano a
comienzos del siglo XVII, se pasó en el término de doscientos años a menos de 5000
(Rueda, 1993), (Friedemann y Arocha, 1995).
La necesidad de mano de obra para la extracción del oro de la Nueva Granada estimuló
el tráfico de esclavos negros secuestrados del Africa a América. Desde la llegada de los
primeros esclavos se inicia también la ocupación del Pacífico colombiano por parte de
los negros cimarrones o esclavos escapados de las cuadrillas sometidas a los trabajos de
minería (Arocha, R., 1996). Indígenas y negros se encuentran en medio de las selvas
acosados por un enemigo común que ha vulnerado sus derechos fundamentales a la
vida, la libertad, el territorio y la cultura. Surgen entonces las primeras alianzas entre las
dos etnias para la ocupación mutua del territorio sin que en ello medie la supresión o
absorción de una cultura por la otra. Los pueblos indígenas deciden aislarse aún más en
las cabeceras de las cuencas hidrográficas litorales, mientras que los pueblos negros se
establecen en las partes bajas (Biopacífico, 1995). Formas culturales como el
compadrazgo llegaron a perdurar en el tiempo como estrategias que mediaran en el
conflicto territorial interétnico. De acuerdo con Pardo (1996), “es costumbre
generalizada en el Pacífico que los indígenas busquen padrinos de bautismo para sus
hijos entre sus vecinos negros o entre habitantes de los poblados, sean negros o blancos.
El compadrazgo relaciona a las familias de los padrinos con las de los ahijados, creando
un lazo de parentesco ritual equivalente a la consanguinidad inmediata”; y, agrega,
“indudablemente el compadrazgo ha sido un medio para acrecentar la coexistencia de
los dos grupos y ha proveído a los indígenas puentes par acercarse a la a menudo hostil
sociedad exterior.”
Las relaciones interétnicas entre indígenas y negros, dadas desde muy temprano con la
aparición de los primeros negros libres (cimarrones), involucran también intercambios
de conocimiento que cada cultura ha desarrollado en su relación con la naturaleza, sin
bien, para el caso de los pueblos negros, la diferencia geográfica de las selvas húmedas
tropicales debió significar nuevos aprendizajes y adaptaciones al ecosistema tropical del
nuevo continente. De este modo, el intercambio del acerbo cultural relativo a las formas
de producción en el medio selvático, así como los conocimientos médicos y
etnobotánicos suponen “vínculos que hablan de la consolidación de una convivencia
dialogante entre los afrobaudoseños [negros] y los Embera [indígenas]” (Arocha, 1996).
Pero el conflicto territorial entre indígenas y españoles también encontró opciones
alternativas para evitar su intensificación. Los primeros resguardos indígenas surgieron
como decisiones de la corona española para respetar territorios de ocupación exclusiva
por parte de los pueblos aborígenes.
Igualmente, el conflicto armado encontró en ocasiones la posibilidad de establecer
convenios de no agresión por parte de los españoles, a cambio de alimentos
suministrados por los indígenas para el sostenimiento de los conquistadores y las
cuadrillas de esclavos negros forzados a la extracción del oro.
Es innegable que para la época colonial la capacidad para enfrentar el conflicto
territorial surgía de la preeminencia y resistencia en el conflicto armado entre indígenas
y españoles, así como entre negros cimarrones y esclavistas. De hecho, en el marco del
“Encuentro de Organizaciones de Comunidades Negras y Comunidades Indígenas del
Pacífico Colombiano”, sostenido en Junio de 1995, las comunidades negras expresaban
que, “analizando las estrategias de resistencia de los pueblos negros nos damos cuenta
que cuando la opción ha sido militar el grupo ha sido fuerte, cuando la opción ha sido lo
económico se ha sido débil, y cuando se ha optado por poner espacio territorial entre los
otros y los negros también se ha sido fuerte” (Territorio, Etnia, Cultura e Investigación
den el Pacífico Colombiano, 1995).
No obstante lo evidente es el conflicto físico-espacial por el territorio y sus recursos, es
necesario poner de relieve el conflicto resultante del choque violento entre
cosmovisiones distintas, que son las que finalmente determinan las interpretaciones
culturales que dan lugar a la pugna por la tierra. Se trata del choque entre la
cosmovisión espiritual de la naturaleza de los pueblos indígenas y negros, y la
interpretación positivista europea más en función de su dominación y usufructo.
Período de Inicios de la República a Mediados del Siglo XX
Con el inicio de la República de Colombia en 1819 desaparecen del escenario del
conflicto territorial los intereses españoles más no su interpretación positivista de la
naturaleza entendida como recurso. Por otra parte aparecieron nuevos actores que
suplantaron el poder que detentaban los conquistadores y mantuvieron una estructura
jerárquica en la que no se reconocían los derechos territoriales de las etnias negra e
indígena, ni se valoraban sus interpretaciones culturales de la naturaleza. El Estado
colombiano, representado por su propia legitimidad, y la empresa privada, representada
por empresas multinacionales extranjeras, ocupaban el mayor nivel jerárquico en la
toma de decisiones sobre el territorio y sus recursos y validaban su actuación en el
pacífico colombiano a través de la concesión de amplias extensiones de tierra y de la
explotación (extracción) intensiva de sus recursos naturales (Uribe, 1992). En 1851 se
promulgó la Ley de emancipación de los esclavos más no se reconoció derecho alguno a
los negros sobre la tierra.
A medida que la modernidad se abría paso en el Pacífico colombiano a través del
avance de la economía de mercados, el conflicto de interpretaciones culturales de la
naturaleza se manifestaba bajo nuevas formas en las que se despreciaba como “inculta”,
“salvaje” o, en el mejor de los casos, “mítica” las relaciones de uso que a lo largo de los
siglos habían construido con el entorno los pueblos indígenas y negros. Desde esta
subvaloración cultural se desconocieron los derechos territoriales de las etnias
minoritarias llegando a considerarse como “invisibles” como lo denomina Friedemann
(1984).
El Pacífico vallecaucano inició entonces un proceso acelerado de “desarrollo” mediado
por el acometimiento de megaproyectos viales, portuarios y ferroviarios que permitieron
la conexión de esta región con el “interior” del país, es decir, con la región andina desde
donde se tomaban las decisiones y a donde finalmente retornaba el producto de la
actividad comercial exportadora. A partir de finales del siglo XIX el puerto de
Buenaventura empiezó a adquirir supremacía sobre los demás puertos del país, situación
que se vio fortalecida especialmente por la construcción del Ferrocarril del Pacífico en
1915 y por la apertura del Canal de Panamá. Sin embargo, “la región se configuró
históricamente sin autonomía, impedida para determinar sus alternativas, puesto que las
opciones y políticas más importantes le han sido impuestas desde centros de decisión
externos a ella y desde los cuales se administra la relación de dominio” (Uribe, 1996).
El ímpetu comercial del país, la presencia del Estado colombiano en la región a través
de las concesiones a las empresas multinacionales extranjeras para la extracción de los
recursos naturales del Pacífico, y el desconocimiento de los derechos territoriales de los
pueblos indígenas y negros condujo a la apropiación legal del territorio bajo la
denominación de “baldíos” o a través de la asignación de títulos a los entes territoriales
Municipales, Departamentales y a las entidades del Estado. Frente a esta situación los
pueblos indígenas decidieron aislarse aún más al interior de las selvas, en las partes altas
de las cuencas litorales, mientras que las comunidades negras optaron por una doble
opción en la que, por un lado, ocupaban las partes bajas de las cuencas litorales y las
playas costeras siguiendo con su cultura rural campesina, y, por otro, habitaban las
ciudades costeras mestizas sin mezclarse pero agregando a sus valores y tradiciones
culturales las expresiones culturales urbanas en lo que podría denominarse como una
especie de sincretismo cultural (Pardo, 1996). Por su parte, los referentes espaciales
territoriales entran en conflicto ante el surgimiento de la división político-administrativa
del país en Departamentos y Municipios principalmente. Concepciones espaciales
construidas desde lógicas culturales de apropiación – uso del territorio, así como
unidades ecológicas se fracturan ante la imposición de límites abstractos asumidos
desde intereses políticos y económicos.
Más localmente en Bahía Málaga, durante la primera mitad del siglo XX el proceso de
ocupación y tránsito del territorio por parte de comunidades negras determinó un patrón
de asentamiento itinerante que solo llegó a transformarse en formas de ocupación
permanente a partir de la década de 1930 (Primer Encuentro Comunitario para la
Recuperación de Saberes Locales, 1993). El pueblo indígena Wawnan que
tradicionalmente ocupaba la cuenca media y alta del Río San Juanchaco, al Norte de
Bahía Málaga, hacía uso de los recursos naturales de la región pero sin establecer
ningún centro poblado en sus inmediaciones. Con el desarrollo del puerto de
Buenaventura, tan solo 30 Kilómetros aproximadamente al Sur de Bahía Málaga,
mestizos del interior del país tuvieron la oportunidad de desplazarse a Bahía Málaga y
disfrutar de la belleza de sus paisajes y riqueza natural para la caza y la pesca,
manifestando algunos de ellos su interés por adquirir terrenos para la construcción de
cabañas para “veraneo” en sus épocas vacacionales. Finalmente, el Estado colombiano
hizo las primeras asignaciones territoriales a la Gobernación del Valle y a la Marina de
Guerra, reservando el resto del territorio como de uso público. Sobra decir que en estas
asignaciones territoriales no fueron considerados los nativos indígenas ni los pobladores
negros de la región de Bahía Málaga. Se configuraban así las bases del conflicto
territorial que años más tarde convertiría a esta región en referente obligado en cuanto a
la evolución de alternativas para la discusión de intereses sobre la posesión de la tierra y
el uso de sus recursos.
Si bien durante esta época no es posible identificar con claridad las formas alternativas
asumidas por los actores regionales para abordar el conflicto sobre la posesión de la
tierra y el uso de los recursos naturales, en cambio si es evidente la coexistencia espacial
de lógicas y prácticas culturales antagónicas en las cuales aparecerían inscritos los
sectores que, de acuerdo con sus intereses individuales, conformarían alianzas tácitas
practicadas desde el quehacer cotidiano. En este sentido la iniciativa empresarial y la
intervención estatal llegaron a construir una propuesta común que partía de la
suposición de que el Pacífico era una tierra sin dueño, no ocupada, y que la explotación
intensiva (extracción) de sus recursos naturales era el camino válido y seguro hacia la
implantación de un modelo de desarrollo cuyos paradigmas eran asumidos como
verdades incuestionables, independientemente de los escenarios ecológicos, sociales o
culturales en que se impusieran. De esta manera la economía de mercados irrumpía
abruptamente en una región cuyo aislamiento cultural y ecológico históricos eran
presentados como propios de una región sin propuestas autóctonas ni dirección alguna
en su evolución social y económica. De ahí que solo desde un análisis retrospectivo
histórico es posible reconocer la permanencia de la opción alternativa a la propuesta
economicista importada desde contextos ajenos a la región. Las construcciones
culturales de los pueblos indígenas y negros, expresadas como relaciones de uso de la
naturaleza sincronizadas con los ritmos y ciclos climáticos y ecológicos, mantuvieron y
probaron su vigencia en el territorio precisamente a través de la supervivencia de los
pueblos indígenas y negros que, desde su práctica, mostraban la posibilidad de
establecer una relación distinta con el entorno. Alrededor de esta propuesta cultural es
que surge una segunda alianza tácita entre los pueblos indígenas y negros, alianza cuya
formalización sería uno de los principales hechos en la evolución del manejo alternativo
del conflicto sobre el territorio y sus recursos.
El conflicto generado por el choque de estas dos formas de interpretación y uso de la
naturaleza, mediadas por “modelos” económicos, no encontró espacios comunes que
facilitaran al menos la discusión entre el modelo de economía de mercados y el de
subsistencia adaptada a las condiciones naturales. Por ello, más que un manejo
alternativo del conflicto lo que se da es una convivencia simultánea de dos propuestas
económicas abiertamente contrarias, donde ninguna termina por dominar la otra (si
bien la extracción masiva de recursos avasalla vastas extensiones de territorio y ocupa
amplios espacios de uso cultural). Al igual que en el caso del conflicto territorial, surge
una estrategia no elaborada intelectualmente sino adoptada colectivamente de conservar
y fortalecer a través del intercambio inter-étnico las prácticas culturales de
aprovechamiento de la naturaleza que habían asegurado hasta entonces la adaptación y
supervivencia de la población al entorno.
Período 1950 – 1990 Enfoque Local
A medida que el puerto de Buenaventura adquiría la supremacía comercial en la
exportación e importación de mercancías, el Pacífico vallecaucano en su conjunto
aparecía en el concierto nacional como el llamado a liderar el “desarrollo” integral de la
región, sin que estuviese muy claro ni el concepto ni el tipo de desarrollo deseado o
deseable para el Pacífico, más aún cuando no existía una comprensión real del
funcionamiento de sus ecosistemas costeros, ni el reconocimiento ni la valoración de las
propuestas construidas desde la cosmovisión de las etnias indígena y negra. Se trataba
pues de un proceso inconsulto y desarticulado de los contextos ecológicos y culturales
de la región
En 1983, el Departamento Nacional de Planeación – DNP –, la Corporación Autónoma
Regional del Cauca – CVC – y la UNICEF formularon el Plan de Desarrollo Integral
para la Costa Pacífica Colombiana – PLADEICOP –, primer plan que pretendía atender
todos los aspectos socioeconómicos de la región, desagregados en “sectores” de
infraestructura física, del área productiva y del área social. El Plan reflejaba intereses y
visiones institucionales que no necesariamente reflejaban las expectativas e
interpretaciones que del territorio y sus recursos tenían las comunidades indígenas y
negras, principales pobladores del Pacífico colombiano.
En la escala local, la cercanía de Bahía Málaga del Puerto de Buenaventura motivó el
“reflejo” de los intereses sectoriales sobre su territorio y sobre el uso de sus recursos
naturales. Sumado a esto, las asignaciones territoriales conferidas por la ley a los entes
territoriales y a las entidades estatales, y el desconocimiento de los derechos territoriales
de los pueblos indígenas y negros de la zona crearon un escenario para la discusión de
intereses territoriales, único en la región. Durante este período se realizaron en Bahía
Málaga las mayores inversiones en infraestructura vial, energética y portuaria, pensando
en que la convirtiesen en el nuevo “polo de desarrollo” de la región. La construcción de
la Base Naval de Bahía Málaga, la apertura de la carretera de acceso a la Base Naval y
la interconexión eléctrica al sistema nacional se cuentan entre los principales
megaproyectos acometidos. Es innegable que la interconexión eléctrica, el
mejoramiento de las telecomunicaciones y algunos servicios derivados de la operación
de la Base Naval beneficiaron ostensiblemente a las poblaciones locales. Sin embargo,
los mayores impactos ecológicos, socioeconómicos y culturales ocurridos en la zona a
lo largo de toda su historia se dieron como consecuencia de la ejecución de estas obras.
Las múltiples expectativas derivadas de estas acciones multiplicaron los intereses sobre
la propiedad de la tierra y sobre el uso de sus recursos naturales. Desde las instituciones
del Estado, desde la empresa privada, desde las ONGs ambientalistas de la zona y desde
las formas de organización y representación de las comunidades indígenas y negras
surgieron diferentes propuestas para el Ordenamiento Territorial y ambiental de Bahía
Málaga, formalizadas a través de programas, planes o proyectos. A partir de estas
propuestas es que es posible identificar formas alternativas para el manejo de los
conflictos sobre el territorio y sus recursos.
La primera de ellas tiene que ver con la alianza entre instituciones del Estado que se
integraron en un trabajo colectivo y propusieron una alternativa de Ordenamiento
Territorial en la cual “cabían” los actores locales (institucionales y sociales) con
territorio reconocido por Ley, y se incluían usos del suelo tan diversos como intereses
existían sobre el territorio.
El “Estudio de Ordenamiento Ambiental de la Zona Bahía Málaga – Calima”, (1990),
propuso dividir el territorio en cinco zona, destinadas a cuatro categorías de uso del
suelo (preservación, protección, producción y recuperación), lo cual expresa un esfuerzo
evidente por conciliar las discusiones territoriales e intentar un consenso alrededor del
ordenamiento ambiental de la zona. Si bien no hubo participación ciudadana en el
proceso de formulación del Estudio (situación que finalmente condujo a su fracaso), es
importante destacar el esfuerzo realizado para poner de acuerdo a las principales
autoridades regionales sobre el uso del territorio y sus recursos naturales. En ese
ejercicio hubo, de hecho, conciliación de intereses y fue posible avanzar en una
propuesta institucional unificada.
En segundo lugar, al mismo tiempo en que se elaboraba una propuesta de ordenmiento
ambiental del territorio concertada entre las instituciones públicas, las comunidades
indígenas y negras conformaron una alianza estratégica entre sus organizaciones para
defender sus derechos territoriales y su visión de lo que debería ser el desarrollo
regional. El primer “Encuentro por la Unidad y la Defensa de la Tierra de las
Comunidades Indígenas y Negras del Pacífico” marca un hito en la historia de las
organizaciones étnico – territoriales ya que plantea de modo integral la visión de los
habitantes tradicionales del territorio en relación con el desarrollo regional, la propiedad
de la tierra, su propuesta política, y el manejo de los recursos naturales.
Dicha alianza resultó igualmente trascendente en razón de que las comunidades
indígenas, cuyos derechos territoriales se reconocieron durante la década de los 80 a
través de la conformación de sus resguardos, respaldaron los derechos territoriales de la
etnia negra y exigieron su reconocimiento al Estado colombiano. Puesto que las
propuestas planteadas en el encuentro inter-étnico definían posiciones políticas
conjuntas, se puede hablar de una conciliación de intereses sobre el territorio y el uso de
sus recursos que agotaba instancias de discusión y se presentaba como un “bloque
común” frente a la propuesta institucional (concertada entre las entidades públicas).
Entre las conclusiones del primer Encuentro Inter-étnico se establece que “la tierra del
Litoral Pacífico siempre ha sido nuestra, porque en ella hemos vivido las Comunidades
Indígenas y Negras, como nativos de la región.” Fruto de esta alianza inter-étnica se da
un proceso de organización interna y se organizan comisiones dedicadas a asuntos
específicos, las cuales contribuyen a precisar la discusión de intereses y abordarla desde
sus distintos aspectos. Así, se conforman la Comisión de Desarrollo, la Comisión de
Tierras, la Comisión Política y la Comisión de Recursos Naturales. En la medida en que
el conflicto sobre el territorio y sus recursos se aborda de modo estratégico, analizando
sus diferentes ángulos, la resolución del conflicto puede agilizarse ya que se va
agotando por etapas precisas.
La tercera forma a destacar y que se identifica como elemento que contribuía a la
posibilidad de resolver el conflicto territorial es el reconocimiento de la mayor parte de
los actores institucionales y sociales acerca del valor estratégico de la riqueza
paisajística y natural de la región. Aunque dicho reconocimiento partía de valoraciones
muy distintas, era clara la necesidad de conservar y dar un manejo especial al territorio
y a sus recursos naturales. Excepción hecha de la empresa privada, se puede identificar
como un referente común la valoración de la particularidad natural de Bahía Málaga.
Por último pero quizá lo más importante, el impacto social, cultural y ecológico
ocurrido a raíz de la apertura de la carretera de acceso a la Base Naval de Bahía Málaga
llevó a la conformación de la “primera mesa de trabajo intersectorial” para la discusión
de intereses sobre el territorio y sus recursos, y cuyo fin último era la resolución del
conflicto existente. En el marco de las reuniones desarrolladas por esta mesa
participaron entidades públicas regionales y nacionales, ONGs, organizaciones de
comunidades indígenas y la empresa privada. Dicho espacio permitió el reconocimiento
de todos los actores sociales e institucionales involucrados en el territorio. A pesar de
que las decisiones tomadas en el seno de esta mesa no lograron impedir el grave
deterioro ambiental del territorio y el impacto sobre las comunidades indígenas y
negras, se logró detener el avance del proceso de colonización y negociar la “salida” del
territorio de un alto porcentaje de colonos migrantes interesados únicamente en la
extracción del recurso forestal.
Al identificar las formas de manejo alternativo del conflicto territorial para este período
histórico se han señalado los espacios de construcción colectiva de propuestas de
ordenamiento ambiental (de carácter institucional), de defensa de la tierra (de los grupos
étnicos), y de manejo del impacto ecológico, socioeconómico y cultural del
megaproyecto vial regional. Si se quiere intentar una secuencia histórica de estos
procesos puede afirmarse que los dos primeros suceden en forma casi simultánea,
seguidos casi inmediatamente del tercero en que se da el encuentro entre todos los
actores.
En esa misma medida, cada uno de los sectores debió negociar sus intereses en dos
niveles de discusión distintos pero complementarios. En el primer nivel el debate se da
entre “iguales” en el sentido de que son las instituciones por un lado, y las comunidades
locales, por otro, quienes en espacios independientes negocian intereses particulares,
debaten conflictos internos y construyen una propuesta conjunta que parte de la
concertación. En el segundo nivel los dos “bloques” se encuentran nuevamente e
intentan resolver un conflicto que por igual afecta los intereses de uno y otro sector. En
ambos espacios la capacidad de negociación se fortalece en virtud del conocimiento que
adquieren unos y otros, de la claridad con que deben ser construidas sus propuestas a fin
de que puedan ser escuchadas y comprendidas, de la identificación de puntos comunes
que permiten allanar obstáculos y del reconocimiento de la presencia de los demás
actores también con derechos e intereses propios en el territorio.
No todos los sectores participaron de este proceso de aprendizaje en la capacidad de
negociación. La empresa privada con inversiones en el territorio participó en los
espacios de análisis del impacto generado por la apertura de la carretera pero no contaba
con una propuesta sectorial sobre la visión del territorio y su desarrollo, distinta de la
propia actividad industrial de sus empresas. Contrario a lo que pueda parecer, este
hecho, lejos de facilitar la negociación de intereses a favor de uno u otro sector, dilata
los procesos de negociación y agudizan el conflicto.
El fortalecimiento de la capacidad de negociación de las comunidades negras se apoyó
en la capacidad de negociación que habían desarrollado hasta entonces las comunidades
indígenas y que estaba atada a la legalización de sus territorios colectivos en la región y,
por ende, al reconocimiento de sus derechos y propiedad sobre la tierra.
Recíprocamente, la capacidad de negociación de las comunidades indígenas se vio
fortalecida por la identidad de criterios e intereses alcanzada con las comunidades
negras que eran mayoría poblacional en el territorio y ocupaban la mayor extensión del
mismo.
A medida que se iba avanzando en los espacios de negociación alternativo de los
conflictos territoriales, las instituciones y las comunidades locales fueron construyendo
las estrategias e instrumentos que con mayor idoneidad les permitieran abordar con
éxito dichas negociaciones. Se trata de instrumentos ya utilizados en otros contextos
pero que se reconocen como novedosos y oportunos en la negociación del conflicto
regional. El primero de ellos es la construcción formal y escrita de propuestas
concertadas en niveles primarios de negociación. Uno de los principales obstáculos
encontrados en muchos espacios abiertos para la resolución de conflictos es la
inexistencia de una base de discusión distinta de los argumentos vivenciales,
perceptuales o conceptuales de cada una de las partes, argumentos que por su relatividad
e individualidad corren el riesgo de convertirse en posiciones sin ninguna objetividad.
Al permitirse un ejercicio de construcción conjunta de propuestas formalmente
estructuradas (como lo fueron el “Encuentro por la Unidad y la Defensa de la Tierra de
las Comunidades Indígenas y Negras del Pacífico” y el “Estudio de Ordenamiento
Ambiental de la Zona Bahía Málaga – Calima”), se tiene como producto una base de
discusión que precisa los conflictos de interés, agiliza el proceso y que implica el haber
agotado debates previos sobre otros asuntos que, en el marco de negociaciones más
amplias, generarían resistencia y desgaste.
El segundo instrumento aportado por los espacios identificados como negociación
alternativa de conflictos es la formación de alianzas estratégicas. En este caso, si bien no
se puede hablar de alianzas estratégicas entre las instituciones del Estado, si resultó
importante el que sectorialmente se hubiese construido una propuesta de ordenamiento
ambiental para el territorio, así este no fuere el propósito real, que apuntaba más a
validar un proyecto formulado sin la participación de las comunidades locales.
En cambio, la alianza estratégica establecida entre las organizaciones indígenas y las
organizaciones negras se convierte en un hecho histórico, no por la alianza inter-étnica
en sí misma que, con se ha visto, es recurrente a lo largo de la historia, sino por el
enfoque formal que se le imprime como instrumento para la defensa del territorio y para
la autodeterminación acerca del desarrollo que se quería para la región.
Período 1991 – 1996
Durante este lapso de tiempo se dio en Colombia una transformación política y jurídica
motivada por la Reforma Constitucional de 1991, con la cual se abrieron nuevos
espacios de participación ciudadana en la toma de decisiones acerca de la vida
económica, política, administrativa y cultural de la Nación. Igualmente la Constitución
de 1991 inscribió entre sus artículos transitorios el artículo 55 el cual estableció que
“dentro de los dos años siguientes a la entrada en vigencia de la presente Constitución,
el Congreso expedirá, previo estudio por parte de una comisión especial que el
Gobierno creará para tal efecto, una ley que reconozca a la comunidades negras que han
venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas de los ríos de la Cuenca
del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas tradicionales de producción, el derecho a la
propiedad colectiva sobre las áreas que habrá de demarcar la misma ley.” En
cumplimiento de este mandato constitucional, en 1993 se decretó la Ley 70 de
Comunidades Negras, la cual hace un reconocimiento no solo a los derechos de las
comunidades negras sobre los territorios ocupados sino también a su identidad cultural,
a sus derechos como grupo étnico y al fomento de su desarrollo económico y social con
el propósito de garantizar que estas comunidades logren condiciones reales de igualdad
en cuanto a las oportunidades frente al resto de la sociedad colombiana. El texto de la
Ley 70/93 vincula al reconocimiento de los derechos sobre el territorio las prácticas
tradicionales de producción de las comunidades negras, resultantes del uso sostenible
que consuetudinariamente han hecho de los recursos naturales.
El nuevo marco constitucional y legal otorgó igualmente derechos a la ciudadanía para
su participación en la formulación y ejecución de los planes de desarrollo de la Nación,
los Departamentos y los Municipios, estructuró y ordenó las distintas formas de
participación ciudadana y ratificó el Convenio No 169 sobre Pueblos Indígenas y
Tribales en Países Independientes, adoptado por la 76 reunión de la conferencia general
de la O. I. T., en Ginebra 1989.
A partir de este orden Constitucional y legal, regionalmente en el Pacífico colombiano,
y localmente en Bahía Málaga, se intensifican los conflictos sobre la propiedad del
territorio y sobre el uso de sus recursos naturales. El hecho de mayor trascendencia lo
constituyó el debate abierto al proyecto energético “Poliducto Pacífico y Terminal de
Combustibles de Bahía Málaga”, con el cual se pretendía adecuar en Bahía Málaga un
muelle para el arribo de buques tanqueros petroleros y extender la red de distribución de
combustibles fósiles a un terminal de almacenamiento en el mismo muelle. La gravedad
de los potenciales impactos ecológicos, socioeconómicos y culturales motivó el que,
apoyados en los nuevos derechos otorgados por la Constitución y la Ley, se abriera un
debate público en el que se evaluara la conveniencia de su ejecución y en el cual, por
primera vez en la historia del país, participaron de modo activo las organizaciones de
comunidades negras. En los espacios de discusión participaron igualmente las entidades
del Estado, la empresa privada, las ONGs ambientalistas de la región, las
organizaciones indígenas, la academia y, por supuesto, la empresa estatal de petróleos
comprometida con el proyecto. Este proceso vivo de aprendizaje, que concluyó con la
exclusión del proyecto, constituyó el primer escenario para la aplicación de los derechos
ciudadanos recientemente adquiridos, y marcó la pauta para la discusión local y regional
de futuros programas, planes o proyectos, ya fuesen estos de carácter estatal o privados.
El interés suscitado sobre el territorio a raíz de estos hechos condujo a la formulación de
nuevas propuestas locales de Ordenamiento Territorial y manejo ambiental, las cuales
evolucionaron a la apertura de nuevos espacios de discusión y negociación de intereses
en conflicto entre los distintos actores regionales. Paralelamente, a escala regional
avanzaban procesos étnicos como el “Segundo Encuentro por la Unidad y la Defensa de
la Tierra de las Comunidades Indígenas y Negras”, y el espacio de construcción
denominado “Territorio, Etnia, Cultura e Investigación en el Pacífico Colombiano”. De
todos estos procesos es posible identificar las estrategias seguidas para el manejo de los
conflictos sobre el territorio y sus recursos, y entre los cuales se destacan:
1) Constitución y fortalecimiento del Comité Intersectorial para la administración del
territorio. Aunque efectivamente operó como espacio de discusión para la
construcción de las “Pautas de Ordenamiento Territorial y Manejo Ambiental de la
Región de Bahía Málaga”, no llegó a proyectarse más allá en cuanto su ejecución.
La no inclusión de las comunidades indígenas y negras, la promulgación de la Ley
70/93 y el proceso vivido alrededor del proyecto Poliducto Línea Litoral Pacífico y
Terminal de Combustibles de Bahía Málaga impidieron su evolución. Sin embargo,
se rescata el hecho de su continuidad como colectivo institucional interesado en
construir una propuesta concertada para el desarrollo sostenible de la región. En
general, las mismas instituciones que conformaron el comité intersectorial
estuvieron presentes en la mesa de concertación intersectorial para resolver el
conflicto territorial suscitado por la apertura de la carretera de acceso a la Base
Naval de Bahía Málaga en 1989.
2) Fortalecimiento de la alianza inter-étnica entre comunidades negras e indígenas para
la defensa de la tierra. A partir del Primer y Segundo Encuentro por la Unidad y la
Defensa de la Tierra de las Comunidades Indígenas y Negras del Pacífico,
encuentros que reunieron comunidades indígenas del Bajo San Juanchaco agrupadas
en la Organización Regional Indígena Emberá Wawnán – OREWA – y
comunidades negras agrupada en la Asociación Campesina del San Juanchaco
ACADESAN, las relaciones inter-étnicas se habían fortalecido significativamente.
Por ello no fue extraño que, en el marco de las discusiones sostenidas en relación
con la viabilidad del proyecto Poliducto del Pacífico, la alianza inter-étnica de
pueblos indígenas y negros surgiera como una estrategia alternativa para resolver
conflictos territoriales internos y defender la tierra de las amenazas externas. Por
otro lado, como resultado del Seminario – Taller “Territorio, Etnia, Cultura e
Investigación en el Pacífico Colombiano” las comunidades indígenas y negras
establecieron los principios básicos para orientar la relación entre sus pueblos, y de
estos con el Estado y los demás actores sociales.
3) Establecimiento de alianzas entre las organizaciones de los pueblos indígenas y
negros con las organizaciones no gubernamentales ambientalistas que trabajaban en
la zona de Bahía Málaga. Los procesos de educación ambiental y formación
ciudadana aportados por la Fundación Cenipacífico y la Corporación Asesorías para
el Desarrollo – Asdes – crearon lazos estrechos entre estas organizaciones
ambientalistas y sectores de las comunidades negras de Bahía Málaga. Los
conocimientos adquiridos y la conciencia despertada acerca del valor estratégico de
la diversidad biológica de la región, y de los derechos ciudadanos adquiridos para la
participación en la toma de decisiones que pudieran afectar su vida crearon unidad
de criterio entre las comunidade negras y las organizaciones mencionadas, y
facilitaron su alianza en las discusiones acerca de la viabilidad del proyecto
Poliducto del Pacífico. Dicha alianza constituyó igualmente un espacio para la
resolución de conflictos entre los dos sectores convocados.
4) Establecimiento de espacios de formación y capacitación en derechos ciudadanos y
en liderazgo par las comunidades locales: Como se mencionó en el punto anterior, la
Fundación Cenipacífico y la Corporación Asesorías para el Desarrollo – Asdes –
aportaron espacios de formación y capacitación en derechos ciudadanos y liderazgo
para las comunidades negras de Bahía Málaga. Esta formación aportó instrumentos
valiosos para la negociación de intereses y la resolución de conflictos, constituyendo
una estrategia alternativa para abordar con criterio debates acerca de los derechos
de las comunidades negras y la forma de relacionarse con las entidades del Estado.
5) Establecimiento de espacios de diálogo de saberes y de formación en educación
ambiental. En sí misma, la educación ambiental creó un espacio de diálogo entre las
comunidades negras de la región de Bahía Málaga y las organizaciones
ambientalistas, espacio que permitió el intercambio de interpretaciones acerca del
territorio y las valoraciones de sus recursos naturales. El enriquecimiento mutuo
derivado de este proceso pedagógico también facilitó la resolución de conflictos en
cuanto que se modificaron mutuamente construcciones conceptuales acerca de la
naturaleza y de la relación del hombre con esta. En esa misma medida, conflictos de
origen conceptual, perceptual, o vivencial acerca de los recursos naturales pudieron
ser expresados y discutidos en una primera instancia.
6) Valoración conjunta de la riqueza de biodiversidad faunística y florística de Bahía
Málaga en su zona continental y estuarina, y acuerdo entre actores acerca de la
necesidad de construir un modelo de desarrollo sostenible para la región. A pesar de
que la valoración de la naturaleza, referida como recursos naturales, biodiversidad,
oferta ambiental o extensión cultural por los distintos actores, respondía a los
intereses particulares de cada sector, era claro que empezaba a haber consenso en
cuanto a la necesidad de conservar, proteger y recuperar los distintos ecosistemas de
la región de Bahía Málaga (incluyendo las cuencas bajas de los ríos San Juanchaco y
Calima), en razón de su excepcional riqueza y de los servicios o usos que de ellos se
podía obtener. Quizá el primer elemento común para todos los actores del conflicto
territorial era el reconocimiento de las especiales condiciones naturales de la región
de Bahía Málaga y la importancia de mantener a largo plazo las condiciones
ecológicas que permitieran su perpetuidad y uso sostenible. Como referente común,
la concientización colectiva sobre la necesidad de conservar y proteger los
ecosistemas de Bahía Málaga significó un manejo alternativo del conflicto sobre la
posesión del territorio y el uso de sus recursos naturales ya que convocó todos los
intereses hacia un propósito conjunto.
7) Apertura de espacios de discusión y concertación intersectorial. En estos espacios se
consolidan las demás estrategias para el manejo alternativo de conflictos. A medida
que asuntos coyunturales tales como el anuncio de proyectos energéticos o
portuarios, o asuntos legales como la formulación de políticas, planes o programas
de desarrollo, o la promulgación de leyes, fueron motivo de interés para las partes en
conflicto, y que existía la decisión de todos de participar en su debate, se fue
consolidando una cultura de diálogo pluralista cuyo espacio era la mesa de
concertación intersectorial. La asistencia permanente a esta mesa de las mismas
personas en representación de las distintas organizaciones, contribuyó a establecer
relaciones de confianza e incluso amistad entre algunas de las partes.
Indudablemente en cada espacio de capacitación, en cada encuentro inter-étnico, con
cada reunión del comité interinstitucional y en cada espacio de concertación
intersectorial se fue cualificando cada vez más la capacidad de negociación de cada una
de las partes. Las estrategias acordadas por las comunidades negras e indígenas y la
ONGs en la reunión preparatoria de la mesa de concertación de Isla Cangrejo, para
abordar la discusión sobre el proyecto energético en Bahía Málaga con los demás
actores, es una prueba fehaciente del aprendizaje alcanzado en cuanto a la capacidad de
negociación. Igualmente, la disposición de las entidades del Estado a abrir los espacios
de participación, así en su inicio hubiese sido a partir de los derechos de petición
interpuestos por las comunidades, constituye también un avance en la capacidad de
negociación escuchando sus cuestionamientos y propuestas.
Quizá el principal aprendizaje consistió en el desarrollo de la capacidad de negociar, en
un primer nivel, en alianza o por sector, y, en un segundo nivel, asociadamente entre
sectores. Tanto las comunidades negras como las comunidades indígenas estuvieron
representadas en los espacios de discusión por distintas organizaciones. En el caso de
las comunidades indígenas estas organizaciones correspondían a los diferentes pueblos
nativos del Pacífico, cada uno con ubicación geográfica diferente e intereses muy
propios sobre el territorio y sus recursos en virtud de la particularidad de su vivencia.
Las comunidades negras, igualmente diversas, en las discusiones regionales que
incluían todo el Pacífico colombiano, también estaban representadas por organizaciones
que aglutinaban al menos a la población negra de cada uno de los Departamentos
litorales (las organizaciones negras agrupadas por ríos o cuencas litorales estaban
apenas iniciando su propia definición).
De modo que, previo a un posicionamiento político étnico acerca de los asuntos en
discusión, fue necesario un trabajo intenso de negociación de intereses entre las distintas
organizaciones a fin de identificar referentes culturales comunes, así como
interpretaciones y visiones colectivas del territorio y sus recursos naturales con las
cuales conformar una propuesta étnico-territorial. El siguiente paso fue la negociación
de intereses entre los grupos étnicos del Pacífico, orientada a la fijación de una posición
política colectiva en defensa de los derechos ancestrales sobre el territorio y en
reivindicación de la diversidad étnica y cultural de la región. No es extraño entonces
que el conflicto territorial inter-étnico quedara disminuido frente a la “amenaza externa”
de ocupación de las tierras y de imposición de modelos de desarrollo ajenos a su
idiosincrasia. El último nivel de negociación de intereses se da entre los acuerdos interétnicos y las propuestas de los sectores estatal y empresarial en espacios de discusión
más amplios.
Período 1998 – 2001
El último período analizado se caracteriza por la dinámica social y política que
imprimió al país en general, y a la región del Pacífico colombiano en particular, la
promulgación de la Ley 388 de 1997 sobre Ordenamiento Territorial Municipal. Si bien
se trataba de una reforma de ley con un enfoque muy urbano, la Ley 388/97 permitió
abrir el espacio para la discusión de las interpretaciones territoriales que, en el caso del
Pacífico colombiano, tenían los distintos actores con titularidad o intereses particulares
sobre la tierra y el uso de sus recursos naturales.
En el ámbito local de Bahía Málaga, el proceso de Ordenamiento Territorial se encontró
con el fortalecimiento de las nuevas formas de organización social promovidas por la
Ley 70/93 y su encargo de construir los planes de manejo de los territorios solicitados
en propiedad colectiva. Dicho encuentro sacó a la luz el conflicto de visiones que sobre
el territorio tenían los diferentes actores sociales e institucionales e intensificó el
conflicto sobre la posesión de la tierra. Las distintas interpretaciones jurídicas de la Ley
70)93 y 388/97 pusieron en discusión la validez de una frente a la otra. Además, las
asignaciones territoriales vigentes empezaron a ser cuestionadas desde dichas
interpretaciones, haciendo que la reclamación de títulos de propiedad particular e
individual de la tierra por parte de mestizos chocara con los procedimientos para la
solicitud de títulos de propiedad colectiva de las comunidades negras.
Paralelamente avanzaba la construcción de políticas nacionales sectoriales como la
“Política Nacional Ambiental para el Desarrollo Sostenible de los Espacios Oceánicos y
las Zonas Costeras e Insulares de Colombia”, la “Política del Sistema Nacional de Areas
Protegidas” y el “Plan Colectivo Ambiental” perteneciente al “Plan Nacional de
Desarrollo”. Igualmente se inició y desarrollo la construcción de la Agenda Pacífico
XXI, la cual pretende recoger las interpretaciones y aspiraciones de las organizaciones
étnico – territoriales en relación con la promoción de la seguridad territorial para los
grupos étnicos del Chocó Biogeográfico y el Ordenamiento Territorial regional; el
reconocimiento étnico de los pueblos tradicionales del Pacífico; el fortalecimiento
institucional para una adecuada administración de lo público desde lo local y promover
el desarrollo; y fomentar la paz y la convivencia en la región. Finalmente empezaban las
discusiones para el desarrollo de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial del país
en la cual se reavivaba el concepto de “región” como unidad básica de planificación.
Y es precisamente desde las diferentes propuestas de unidad básica de planificación del
territorio desde donde se da el conflicto de visiones sobre la definición de sus límites y
el manejo de sus recursos naturales. La Ley 388/97 establece como unidad de
planificación territorial los límites político-administrativos que definen los municipios
del país y por lo tanto no incluyen como parámetros o criterios las lógicas culturales ni
las relaciones ecológicas de un espacio dado. La Política Nacional Ambiental de
Desarrollo Sostenible de los Espacios Oceánicos y las Zonas Costeras e Insulares de
Colombia propone como unidad básica de planificación a los ecosistemas y sugiere el
establecimiento de Unidades Ambientales Costeras. La Política del Sistema Nacional de
Areas Protegidas, perteneciente a Plan Nacional de Desarrollo, presenta como unidad
básica de planificación las eco-regiones, cuya delimitación empieza desde un proceso
participativo con los distintos actores regionales pero que finalmente aborta en el
Pacífico ante la oposición a su avance por parte de las organizaciones étnicoterritoriales. Finalmente, las organizaciones étnico-territoriales proponen como unidades
de planificación a sus propios territorios colectivos, constituidos desde sus
interpretaciones culturales y relaciones de uso, los cuales en ocasiones, ante la propia
división interna de sus comunidades, llegan a fraccionar relaciones ecológicas
espaciales respondiendo más a intereses políticos.
En medio de estas discusiones, y en desarrollo de la Ley 388/97, se conformó en Bahía
Málaga la “Mesa de Trabajo para el Ordenamiento Territorial de Bahía Málaga”
constituida por representantes de todos los sectores sociales e institucionales, públicos y
privados, con intereses en la región. Las comunidades negras estuvieron representados
inicialmente bajo las formas de organización social que precedieron a la Ley 70/97.
Ante la vigencia de dicha Ley, y ante la conformación de los Consejos Comunitarios
Negros como nueva forma de organización social, la participación de las comunidades
negras en la “Mesa de Trabajo” concluyó y decidieron construir independientemente sus
propios Planes de Vida o Bienestar. El colectivo de instituciones públicas y ONGs
ambientalistas que permaneció, inició las primeras discusiones de la entonces naciente
Política para el Manejo Integrado de las Zonas Costeras de Colombia. Con el avance de
dichas discusiones se decidió que la “Mesa de Trabajo” se constituyera como el Comité
Interinstitucional para el Manejo Integrado de la Zona Costera Vallecaucana. Hoy en
día dicho Comité incluye espacios de representación de todos los sectores sociales e
institucionales de la región y se halla en vías de formalización como ente asesor de las
decisiones que sobre el manejo del territorio y sus recursos naturales se adopten en el
Pacífico vallecaucano.
Como para el período anterior, la identificación de estrategias utilizadas en el manejo de
conflictos está referida principalmente a las experiencias locales de la región de Bahía
Málaga en donde la trayectoria de los procesos y las dinámicas sociales, culturales y
políticas continúan consolidando propuestas colectivas de trabajo y abriendo nuevos
escenarios para la negociación y concertación de intereses.
Quizá una de las principales alternativas para el manejo alternativo del conflicto sobre
la posesión del territorio y el uso de sus recursos naturales sea la consolidación de los
espacios conformados en la “Mesa de Trabajo para el Ordenamiento Territorial de
Bahía Málaga”, la cual derivó en la constitución de la Comisión Interinstitucional para
el Manejo Integrado de la Zona Costera Vallecaucana CI – MIZCV.
La primera de ellas contó con la participación de todos los actores locales pero tuvo que
enfrentar la transición de las formas de organización social y representatividad de las
comunidades negras que conformaron los Consejos Comunitarios Negros dejando de
lado las Juntas de Acción Comunal. Dicha transición dio como resultado su
marginamiento del proceso.
Por su parte, la CI – MIZCV, que ha contado con la participación de todos los sectores
institucionales, se conformó con la ausencia de la representación de las comunidades
negras e indígenas de la región, situación que respondió a un mandato emanado de las
propias comunidades en el sentido de que las instituciones se pusieran de acuerdo entre
sí antes de avanzar en procesos de negociación con las comunidades locales.
Actualmente, la CI – MIZCV se halla en proceso de reglamentación y formalización y
a ella se están integrando representantes de las comunidades negras e indígenas. La CI –
MIZCV se ha propuesto como espacio colectivo para la concertación o negociación de
intereses y para la articulación de procesos, basada en el concepto de que el manejo
integrado de la zona costera, más que una propuesta de planificación del territorio, es un
instrumento de planificación que intenta articular los procesos en marcha.
Como un caso de especial relevancia se destaca la estrategia seguida por el Consejo
Comunitario de la Ensenada de Málaga en su proceso de reclamación de su territorio
colectivo en Bahía Málaga. A partir del reconocimiento de los derechos legales
otorgados a la Armada Nacional y a la Gobernación del Valle, los representantes del
Consejo Comunitario han solicitado y abierto espacios de diálogo con cada uno de estos
actores institucionales en los que se han planteado abiertamente los mutuos intereses
sobre el territorio y se han encontrado fórmulas para el reconocimiento de los derechos
colectivos que sobre la tierra reclaman las comunidades de Bahía Málaga. En desarrollo
de este proceso el Consejo Comunitario de la Ensenada de Málaga construyó el “Plan
de Bienestar Etnico y Ordenamiento Territorial de la Ensenada de Málaga.”
A escala regional, los espacios de participación ciudadana para la construcción de los
planes de Ordenamiento Territorial de los municipios, los planes de desarrollo
Municipal y Departamental, y la discusión de políticas sectoriales como la “Política
Nacional Ambiental para el Desarrollo Sostenible de los Espacios Oceánicos y las
Zonas Costeras e Insulares de Colombia” se han convertido en espacios alternativos par
el manejo del conflicto territorial y de uso de los recursos naturales del Pacífico
colombiano, sin que sus resultados necesariamente hayan sido los mejores. Sin
embargo, la cultura del diálogo que han promovido tales espacios de participación
ciudadana ha sido quizá la mayor ganancia lograda en cuanto a la forma de aproximarse
a la resolución de conflictos.
Con todas las fallas y dificultades que implican la multiplicidad de espacios de
participación ciudadana, el hecho de que se reconozca la necesidad de contar con la
presencia activa de las comunidades locales, de sus organizaciones sociales y de las
ONGs, y la continuidad de sus representantes en dichos espacios han facilitado la
evolución de formas dialogadas para el manejo del conflicto territorial, lo cual no deja
de ser de extremo valor en un país que actualmente se desangra en medio del conflicto
armado entre sectores al margen de la ley.
El proceso de construcción de la Agenda Pacífico XXI puede distinguirse regionalmente
como una estrategia de discusión colectiva que, a partir del reconocimiento de la
diversidad cultural del Pacífico colombiano y de la discusión dialogada de los distintos
intereses en conflicto, logró constituirse en un referente común con miras a “la
construcción y consolidación de un proyecto de región del Chocó Biogeográfico y a la
adecuación y mejoramiento de su articulación con la sociedad nacional”, y a la
“consolidación de un modelo de desarrollo pertinente y apropiado para la región.”
(Agenda Pacífico XXI, 2001).
La multiplicidad de espacios de planificación regional y la permanencia de algunos de
los representantes de los actores locales y regionales ha propiciado dos hechos que en sí
mismos se constituyen en medios alternativos para el manejo del conflicto sobre el
territorio y sus recursos naturales. El primero de ellos es la relación de confianza y, en
algunos casos, amistad que se ha desarrollado entre los representantes de los distintos
sectores.
La continuidad en los procesos de planificación territorial crea entre los participantes
una familiaridad que permite compartir espacios distintos a los meramente formales y
en los cuales muchas veces se han resuelto diferencias que no habían podido ser
negociadas anteriormente. El desplazamiento de los actores locales a sitios en donde
necesariamente deben permanecer con posterioridad al espacio formal de negociación
abre la posibilidad de que compartiendo momentos más lúdicos se reenfoquen las
discusiones y se encuentren fórmulas para superar las diferencias. Aunque este aspecto
es considerado la mayor parte de las veces como marginal, la verdad es que su
importancia no ha sido debidamente valorada ni se han desarrollado metodologías de
trabajo conducentes a sacar mejor provecho de él .
El segundo hecho lo constituye la aproximación a referentes comunes que si bien parten
de interpretaciones culturales particulares, poco a poco se van convirtiendo en los ejes
alrededor de los cuales se entretejen los procesos regionales de planificación. El
reconocimiento y respeto de los derechos culturales y territoriales de las etnias indígena
y negra, el reconocimiento y valoración de la riqueza biótica del Pacífico colombiano
como patrimonio ambiental de la región, del país y del planeta, y, finalmente, la
convicción de la necesidad de abordar un trabajo colectivo para la construcción de un
modelo alternativo de desarrollo sostenible para el Pacífico colombiano son actualmente
puntos de referencia obligados en todos los procesos de planificación regional. En la
medida en que avanzan los procesos de negociación y se discuten las distintas
interpretaciones culturales de territorio y recursos naturales, es cada vez más posible
aproximarse a un lenguaje común semántico y conceptual.
En medio de la construcción de estas alternativas para el manejo del conflicto territorial,
la capacidad de negociación de los actores regionales se ha fortalecido en la medida en
que los procesos son cada vez más exigentes y es necesario mejorar las formas de
organización interna de las instituciones, revisar las estrategias de interacción con los
demás actores a la luz del nuevo esquema de relación sociedad – Estado, asumir debates
sectoriales internos para definir la representatividad ideal y real del sector frente a la
toma de decisiones o la fijación de posiciones políticas, y construir propuestas técnicas
que aporten asuntos concretos a los procesos de negociación en marcha.
Todos los aspectos anteriormente mencionados han debido asumirlos, en menor o
mayor proporción, cada uno de los actores representados en los procesos colectivos de
planificación territorial en marcha. Cada sector ha podido fortalecer su capacidad de
negociación en aspectos distintos del otro. Las instituciones del Estado comprometidas
con los procesos colectivos han optimizado su estructura interna, programática y
operativa a fin de responder a los compromisos adquiridos en los espacios de
negociación. Igualmente las instituciones estatales y las ONGs han desarrollado la
capacidad de formular propuestas técnicas de planificación territorial que sirvan como
base de discusión con los demás sectores.
Las organizaciones de comunidades indígenas y negras también incrementaron su
capacidad para formular sus propios proyectos o planes de vida involucrando aspectos
no solo del orden social sino económico, ecológico y político. La brecha entre la
representatividad ideal y la real o posible de cada sector en los espacios de negociación,
especialmente de las organizaciones de comunidades negras, ha llevado a que estas se
ideen formas alternativas como los Consejos Mayores de Río o los Palenques del
Proceso de Comunidades Negras para atender con posibilidad de incidencia todos los
espacios de participación ciudadana que tocan con intereses territoriales, culturales,
socioeconómicos o ambientales del Pacífico colombiano.
Desde este fortalecimiento en la capacidad de negociación se ha evolucionado a la
constitución y formalización de espacios de construcción colectiva en los que, más que
la defensa de intereses particulares o propuestas individuales, se busca la aproximación
a referentes comunes o acuerdos que faciliten la estructuración de conceptos, principios,
criterios, objetivos, estrategias y acciones para el ordenamiento del territorio y el
manejo de sus recursos naturales.
Finalmente, frente al conflicto armado que se vive en el Pacífico colombiano y frente a
la magnitud de sus impactos se empiezan a proponer alternativas como la construcción
de redes solidarias d información y apoyo a las poblaciones afectadas y a los
desplazados, la recuperación del tejido social y la seguridad alimentaria en las
poblaciones que permanecen en el territorio en clara actitud de resistencia, y la
vinculación a redes de organizaciones internacionales que apoyen la protección de la
vida y los derechos humanos y territoriales de las comunidades indígenas y negras.
Se trata de propósitos incipientes que deben superar el temor y las amenazas pero que
avanzan como único camino posible para lograr el respeto de la vida en todas sus
manifestaciones y de los procesos sociales cuya construcción, fruto del devenir histórico
nacional y regional, se ve hoy seriamente amenazada y cuyo impacto, si bien tiene sus
primeros efectos terribles en la escala local, resulta impredecible y grave en escalas
superiores de la vida nacional.
V. RESULTADOS
El propósito fundamental del análisis histórico abordado es el rescate y valoración de
las estrategias que evolutivamente han surgido para el manejo de conflictos de interés
frente al territorio y a los recursos naturales en la región Pacífico Vallecaucana, a partir
de un doble enfoque, regional y local.
Como resultado principal del análisis se puede afirmar que el manejo del conflicto sobre
la posesión del territorio y el uso de los recursos naturales en el Pacífico Vallecaucano,
Colombia, ha evolucionado históricamente del fortalecimiento de posiciones
unilaterales, defendidas en muchos casos por la vía armada, a la conformación de
alianzas entre sectores o grupos étnicos en virtud de coincidencias entre sus intereses e
interpretaciones culturales, y de estas a la apertura de espacios de construcción colectiva
en el que participan la totalidad de sectores sociales e institucionales públicos y
privados con intereses en la región.
En razón de que se trata de un análisis histórico, no puede afirmarse que haya habido un
cambio en el conflicto mismo sobre la posesión del territorio y el uso de sus recursos
como consecuencia del proceso de investigación – acción. Sin embargo, lo que si es
claro es que la reflexión planteada en la investigación histórica y la propuesta de manejo
de conflictos descrita a continuación buscan generar un impacto sobre el modo en que
los actores regionales se aproximen a los espacios de construcción colectiva, en los que
están inmersos intereses en oposición, impacto que solo será posible medir en plazos
que superan con creces el lapso de tiempo en que se realiza la investigación – acción.
En la medida en que los actores regionales reflexionen sobre la evolución histórica del
conflicto territorial y de uso de los recursos naturales, y se apropien de los instrumentos
propuestos para el manejo de dicho conflicto, será posible establecer cambios
significativos en el modo en que se abordan los procesos de construcción colectiva.
A continuación, a modo de propuesta, se enumeran una serie de estrategias extraídas del
análisis histórico, con las cuales, más que pretender construir un esquema metodológico
(impensable en el manejo de conflictos), se busca aportar luces para recorrer caminos
que tengan como meta la aproximación a construcciones colectivas a partir de la
diferencia.
Propuesta Alternativa Para El Manejo De Conflictos
•
La base fundamental para el Manejo de Conflictos es el reconocimiento del
conflicto mismo como algo inherente a toda construcción colectiva. Reconocido el
conflicto, el fin último de los espacios de negociación no es eliminarlo a través de
“técnicas” o metodologías formuladas por “expertos”. En cambio, el reconocimiento
y valoración de las distintas interpretaciones, actitudes o posiciones políticas frente
a un hecho o una situación dada deben hacer del manejo alternativo de conflictos un
arte que permita, a partir de la diferencia, aproximarse a formulaciones conjuntas.
En la medida en que sea posible valorar el conflicto de intereses como una
oportunidad permanente para la creación de nuevas interpretaciones de realidad, que
enriquecen al colectivo que participa de ella, será posible transformar la reacción de
“eliminar” dicho conflicto, a causa del temor o incomodidad que produce asumirlo,
en una actitud positiva que lo valora como herramienta fundamental de convivencia.
•
Reconocer y valorar experiencias pasadas capitalizando “pequeños avances” o pasos
significativos son dos condiciones que permiten dar continuidad a procesos de
negociación de largo plazo, enviando señales claras a las partes en conflicto en el
sentido de que su presencia y permanencia en los espacios abiertos al debate se
traducen en resultados positivos concretos. Si hay algo que rompe los procesos de
negociación, generando desaliento y desconfianza, es abordar las discusiones sin
reconocer y valorar los “pequeños-grandes” pasos dados a la consecución de metas
comunes. Expresiones como “esto no va para ningún lado”, “estamos comenzando
de cero nuevamente”, “llevamos n días (semanas, meses, años) discutiendo siempre
lo mismo sin avanzar”, etc., se convierten en lastres que no permiten valorar con
objetividad la evolución de los procesos. Dicha evolución no necesariamente está
representada por acuerdos logrados entre las partes; con anterioridad a los acuerdos
deben evolucionar otros asuntos a escala individual tales como el enriquecimiento
conceptual o la posibilidad de ampliar el espectro perceptual de realidades. En
realidad, el período de esta evolución individual es el que determina el ritmo de
avance de las acciones colectivas. El análisis retrospectivo (como el que se ha
intentado en este libro) es en sí mismo un instrumento valioso que permite examinar
y valorar los éxitos y fracasos de las distintas alternativas seguidas para manejar
conflictos de interés, arrojando luces sobre el camino a seguir frente a las nuevas
situaciones que se presenten.
•
Frente al conflicto de intereses siempre será importante abrir espacios alternativos a
las convocatorias formales para su negociación. En la medida en que exista un
espacio en el cual sea posible ser escuchado y escuchar, la probabilidad de
aproximarse a acuerdos será mayor. En tal sentido, las reglas de juego que plantean
muchos de los espacios formales de participación ciudadana (en el caso de
conflictos de intereses entre el Estado y la Sociedad Civil) no tienen la capacidad de
atender la diversidad, complejidad y particularidad de los distintos procesos en
marcha. Por esa razón es importante mantener abierta la posibilidad de crear nuevos
espacios, alternativos o paralelos, en los cuales se establezcan reglas de juego
negociadas entre las partes y ajustadas a las condiciones particulares del conflicto
abordado. Es posible que en un comienzo no todos los actores en conflicto ocupen
dicho espacio; en todo caso es posible crear tantos espacios alternativos como sea
necesario para lograr avances entre las partes. Una vez se consolidan acuerdos o se
logran decisiones entre sectores o grupos de actores, es posible integrar esos
espacios alternativos en foros que acojan a la totalidad de actores y aproximarse así
a acuerdos conjuntos.
•
Identificar y rescatar particularidades que hagan de cada manejo alternativo de
conflictos un aprendizaje cuyos resultados aporten elementos valiosos a otros
procesos locales o regionales y de este modo se conviertan en referentes
pedagógicos que justifican su propia continuidad. En el caso del conflicto de
intereses sobre el territorio y el uso de los recursos naturales en Bahía Málaga, la
presencia de las etnias indígena y negra, de organizaciones no gubernamentales y de
entidades estatales, y la existencia de ecosistemas continentales, estuarinos,
insulares y marinos ha permitido que su caso sea tenido en cuenta como una de las
“experiencias locales” a partir de las cuales se adquieran aprendizajes valiosos en la
aplicación de la “Política Nacional Ambiental para el Desarrollo Sostenible de los
Espacios Oceánicos y las Zonas Costeras e Insulares de Colombia”.
Las particularidades locales de cada conflicto otorgan también “identidad” a los
espacios creados para su manejo y de ese modo “cohesionan” a los actores
involucrados en él.
•
Abordar el manejo de conflictos a partir de asuntos coyunturales o sinérgicos que
permitan lograr resultados positivos concretos en el menor plazo posible y fortalecer
así los procesos de negociación de largo plazo. En muchas ocasiones, la discusión
de grandes planes o programas hace que no sea posible identificar un asunto
concreto alrededor del cual iniciar la negociación. Igualmente, el debate de
conflictos de escalas mayores (como lo puede ser la propiedad del territorio) puede
conducir a “puntos muertos” o generar desconfianza y desaliento entre los actores
convocados. Una estrategia que puede ayudar a agilizar los procesos es iniciar la
negociación de intereses tratando asuntos de menor nivel, con mayor probabilidad
de éxito, que permitan ganar confianza y pertinencia; (en su proceso de reclamación
de los territorios colectivos negros, el Consejo Comunitario de la Ensenada de
Málaga propuso alternativas de administración que, aunque reconocían los derechos
de los entes estatales que poseían títulos sobre la tierra, permitían su acceso a los
espacios continentales y estuarinos y el uso sostenible de sus recursos).
La promulgación de políticas sectoriales, el surgimiento de proyectos sociales,
empresariales o de infraestructura, y la construcción de planes o programas de
desarrollo, Ordenamiento Territorial o manejo ambiental se convierten en asuntos
coyunturales que deben ser contextualizados en la escala local a fin de hacer
productiva su discusión y lograr avances reales en la negociación de intereses. (La
propuesta de Plan de Ordenamiento Territorial de la Zona de Bahía Málaga,
contextualizada con la realidad local, sugirió la inclusión de los espacios estuarinos
y marinos como parte del área a ordenar, teniendo en cuenta que en ellos se dan los
mayores usos y expresiones culturales de las comunidades locales).
•
Reconocimiento de elementos que den identidad colectiva y actúen como principios
rectores del Manejo de Conflictos. Toda negociación de intereses en conflicto tiene
la posibilidad de establecer, junto con las reglas de juego, los principios
fundamentales a partir de los cuales sea posible debatir propuestas. Se trata de
asuntos no negociables que se convierten en el marco común de las discusiones. La
defensa de las culturas tradicionales, la supervivencia humana, el respeto por la
vida, la protección de las minorías y grupos más vulnerables, y la protección de la
naturaleza son algunos de los asuntos fundamentales reconocidos en el manejo de
conflictos. En ocasiones es necesario articularse a principios fundamentales
acordados en otros niveles de discusión tales como el derecho internacional
humanitario o los principios fundamentales de la Constitución Política. Lo
importante es poder establecer unos parámetros de actuación común que por su
calidad y dimensión sean acogidos por las partes en conflicto.
•
Establecimiento de alianzas estratégicas que permitan agotar el debate por niveles, a
partir del reconocimiento de valores, conceptos o intereses comunes. Cuando se
trata de la negociación de intereses entre tres o más sectores siempre será posible
establecer alianzas estratégicas entre dos o más actores identificados por sus
interpretaciones de realidad, sus expectativas frente a las propuestas discutidas o los
valores culturales con los cuales se aproximan al debate.
Al interior de estas alianzas es posible agilizar la consecución de acuerdos que
fortalezcan a las partes aliadas a fin de presentarse con posiciones comunes en el
foro al que asisten la totalidad de actores en conflicto. Esta ha sido la estrategia
histórica y consuetudinaria de las comunidades indígenas y negras en la reclamación
de sus derechos culturales y territoriales; inicialmente frente al conquistador
español; posteriormente frente al Estado y las organizaciones privadas y
empresariales. Sin embargo, la posibilidad de establecer alianzas estratégicas está
atada al reconocimiento de los propios valores e intereses individuales y a la
capacidad de establecer, a partir de ellos, vínculos con otras interpretaciones de
realidad que, aunque se manifiesten a través de expresiones diferentes, finalmente
logren significados comunes. Quiere ello decir que la aproximación a alianzas
estratégicas con otros actores exige una reflexión interna en la que son revisados,
reformados, reafirmados o establecidos conceptos, percepciones, valores, actitudes y
posiciones políticas frente a los asuntos debatidos. En la medida en que sea posible
establecer niveles de discusión de menor a mayor complejidad, que orienten y
agilicen la negociación de intereses, es dable que se entretejan alianzas que vayan
sumando en cada nivel a nuevos actores en conflicto hasta la aproximación a
decisiones aceptadas colectivamente.
•
Estructurar propuestas que expresen ordenadamente los intereses a negociar y
puedan ser comprendidos y revisados por las demás partes. Una de las mayores
dificultades encontradas en el manejo de conflictos es lograr que las partes muestren
abiertamente sus intereses y lo expresen ordenadamente en formatos al alcance de
los demás actores. La experiencia demuestra que quien elabora un documento, un
programa o una audiencia, en la que se presenta a los actores en conflicto los
intereses construidos desde su interpretación de realidad, está aportando la base de
discusión sobre la cual es posible formular nuevas propuestas. De hecho, las
políticas sectoriales, los planes de desarrollo o de Ordenamiento Territorial, los
planes de vida y los proyectos de inversión se han convertido en los escenarios
sobre los cuales se debaten los intereses de los distintos actores. Por esta razón es
fundamental desarrollar estrategias de comunicación y lenguajes que estén al
alcance de todas las construcciones culturales, y acordar mecanismos de
información y capacitación que admitan la traducción de expresiones y símbolos
propios de élites intelectuales o culturas aisladas.
•
Reconocimiento y valoración de referentes comunes. Junto con los principios
rectores, el reconocimiento y valoración de referentes comunes es una de las
estrategias de manejo de conflictos que mejor puede contribuir al avance de las
discusiones. Una vez las partes en conflicto logran identificación en relación con
algún asunto concreto, dicha identificación se convierte en un acuerdo o en la base
de un acuerdo. El reconocimiento de la importancia estratégica que tiene la
biodiversidad del Pacífico colombiano en términos de sus altos índices es un
argumento que igualmente puede ser “utilizado” por las comunidades indígenas y
negras para la defensa de sus territorios, por los sectores académicos y de ONGs
ambientalistas para la conservación de la naturaleza, y por las entidades estatales
encargadas de la administración de los recursos naturales para demandar que de
ellos se haga un uso sostenible. Así, desde distintas visiones se logra un fin común
como es garantizar la continuidad de los ecosistemas responsables de los procesos
naturales de la región.
Los referentes comunes pueden estar inscritos en niveles conceptuales, perceptuales
o vivenciales, y, a partir de ellos, propiciar alianzas estratégicas entre los actores que
comparten cualquiera de dichos niveles de identidad. En parte, la posibilidad de
alianza que han mostrado históricamente las comunidades indígenas y negras en el
Pacífico colombiano surge del hecho de que comparten referentes vivenciales de la
naturaleza responsables de sus interpretaciones y expresiones culturales. Sin
embargo, el reconocimiento y valoración de referentes comunes puede lograr
menores o mayores grados de identidad según se inscriba en el nivel conceptual,
perceptual o vivencial. Si bien lo vivencial puede lograr mayores grados de
identidad, lo conceptual tiene la facultad de ser permanentemente revisado y
enriquecido a partir de nuevas percepciones y vivencias. De ahí que en los procesos
de negociación resulta clave el desplazamiento de todos los actores a la zona objeto
de conflicto a fin de que logren una percepción directa y construyan un concepto
más claro a partir de la vivencia individual de la realidad local. Lo importante es
destacar que, así existan interpretaciones distintas de realidad (y por lo tanto
diversas construcciones culturales), siempre es posible aproximarse a referentes
comunes teniendo como punto de partida conceptos, percepciones o vivencias. La
clave puede estar en lograr reconocer y valorar como referente común aquel asunto
que simultáneamente convoque el mayor interés, despierte la mayor sensibilidad y
esté directamente vinculado con alguno de los principios rectores o asuntos “no
negociables”. No se trata de que las partes necesariamente tengan un mismo
concepto, percepción o vivencia de realidad, sino de poder hacer de ese referente
común una construcción colectiva que guíe el manejo del conflicto y posibilite la
aproximación a acuerdos (todos tenemos conceptos, percepciones y vivencias
distintas del amor y, sin embargo, reconocemos y valoramos el amor como la fuerza
que guía nuestras vidas).
•
Fortalecer las relaciones humanas entre las partes en conflicto. Una buena
proporción de los intereses en conflicto ha sido resuelta en espacios informales, a
partir de la amistad o confianza creada entre los representantes de los sectores
convocados. Si bien la importancia y complejidad de los intereses en conflicto
exigen formalidad y prudencia en su manejo, no puede dejarse de lado la
importancia fundamental que tienen las relaciones humanas en todo proceso de
negociación. Actitudes arrogantes o agresivas cierran toda posibilidad de acuerdo,
aún antes de que se puedan expresar las propuestas llevadas a la mesa. Así mismo,
la empatía que eventualmente surge entre los grupos o entre dos o más actores en
conflicto es un elemento que promueve significativamente la aproximación a
acuerdos. De ahí la importancia de que en todo proceso de negociación se diseñen y
promuevan estrategias orientadas a establecer y fortalecer relaciones humanas de
confianza, respeto, reconocimiento del otro y amistad. En muchas ocasiones el
conflicto de intereses surge del temor a la propuesta del otro (sin que en profundidad
se conozca o valore dicha propuesta). El temor tiene su origen en la ignorancia y se
traduce en desconfianza, agresión y rechazo. En la medida en que el manejo de
conflictos admita estrategias que motiven el conocimiento de la persona “detrás” del
representante, por parte de las demás personas convocadas al debate, con mayor
facilidad nacerán relaciones de confianza, respeto y amistad que soporten la
intensidad de las discusiones y se esfuercen por encontrar caminos de concertación y
acuerdo.
•
Establecer un equilibrio entre lo formal y lo informal. Se ha hecho énfasis en la
importancia de los espacios alternativos para la negociación de conflictos, espacios
que, por no estar vinculados a normas o leyes, tienen un carácter de informalidad,
así sus decisiones sean formalmente respetadas por todos. Sin embargo, es
importante lograr acuerdos “amarrados” a mecanismos formales/legales de
cumplimiento, ya que de otro modo se corre el riesgo de llegar a propósitos de
buena intención pero sin ninguna posibilidad de ejecución, seguimiento o
evaluación. Los propósitos, estrategias, metas y acciones propuestas en relación con
el manejo de las zonas costeras colombinas en el marco de talleres regionales y
nacionales finalmente se tradujeron en una Política Nacional Ambiental. Es deseable
lograr un equilibrio entre la formalidad y la informalidad de los distintos espacios
para el manejo de conflictos, de modo tal que se agilicen los procesos pero que al
mismo tiempo exista la facultad de exigir su cumplimiento y evaluar su ejecución.
VI. RESPUESTA A LAS PREGUNTAS DE LA CONVOCATORIA
•
Que impactos está teniendo el Manejo Alternativo de Conflictos (MAC) sobre los
actores, sobre sus interrelaciones y sobre los recursos naturales?
La respuesta a este interrogante está inmersa en la descripción histórica del conflicto y
se detalla en la obra “Territorio y Recursos Naturales en Conflicto”, la cual forma parte
de los productos obtenidos con la presente investigación. Con el propósito de atender el
formato de informe final, en este numeral se hace una síntesis de los impactos que el
MAC ha tenido sobre los actores, sus interrelaciones y sobre los recursos naturales a lo
largo de la historia.
Sobre los Actores:
En primer lugar los actores del conflicto territorial y de uso de los recursos naturales no
siempre fueron reconocidos como tales y solo el devenir histórico y la evolución de los
procesos de reivindicación de derechos étnicos lograron finalmente que las
comunidades indígenas y negras, especialmente, aparecieran ante los demás actores
como agentes sociales con intereses propios, mediados por construcciones culturales y
cosmovisiones particulares. A través de la historia, comunidades negras e indígenas
pasaron de ser “parte desconocida del paisaje” a propietarios del territorio, identificados
por culturas propias y con planes de vida autónomos, estructurados en respuesta a sus
expectativas como pueblos.
En segundo lugar, el reconocimiento del otro también pasa por la aceptación de todos
los actores como colectivo con intereses diversos pero con la posibilidad de
aproximarse a construcciones colectivas. Al seguir los diferentes momentos históricos
analizados en la investigación, es posible distinguir como el desconocimiento del “otro”
no es una condición exclusiva del Estado y la empresa privada frente a las comunidades
indígenas y negras sino que también, en algunos momentos, ha ido de las propias etnias
hacia las instituciones estatales o privadas. Sin embargo, la constitución de comités
intersectoriales para el debate de asuntos coyunturales como estrategia para manejar el
conflicto, así como la estructuración de propuestas de ordenamiento territorial y manejo
ambiental en las que es necesario describir situaciones de contexto han conllevado al
mutuo reconocimiento de todos los actores regionales y a hacerse conscientes de que
solo a partir de dicho reconocimiento es que ha sido posible avanzar en propuestas de
mayor viabilidad y posibilidad de éxito.
Otro aspecto importante que resulta del reconocimiento del otro es el fortalecimiento de
las organizaciones, especialmente de las organizaciones étnico territoriales que desde
estrategias autónomas, inicialmente, hasta el amparo y desarrollo del nuevo orden
Constitucional y legal del país han logrado conformar formas de gobierno propias,
mecanismos de representación autónomos y estrategias de participación que no se
limitan a la mera presencia sino que avanzan a la construcción y discusión de propuestas
en las que expresan sus intereses como culturas.
Todo esto se traduce en autonomía y autodeterminación. Los manejos alternativos al
conflicto territorial han partido de la apertura de espacios de discusión en los que se
reconocen los intereses de los distintos actores y han evolucionado al fortalecimiento de
las organizaciones sociales, a la cualificación de las propuestas institucionales y
comunitarias y a la capacidad de asumir responsabilidades frente a las decisiones
adoptadas, todo lo cual son expresiones de cómo cada uno ha ganado en términos de su
autonomía.
Sobre las Interrelaciones entre Actores:
Quizá es aquí en donde ha sido más evidente el impacto de los MAC adoptados a lo
largo de los distintos períodos históricos analizados. Quizá también se trata de que
dichos impactos se traducen realmente en las propias estrategias asumidas para manejar
el conflicto territorial.
Para comenzar, las interrelaciones entre actores evolucionan paralelamente con el
reconocimiento del otro y con el fortalecimiento de sus formas de organización y
autonomía. En el caso más conspicuo, los pueblos indígenas y negros, desde la época
colonial, establecieron alianzas interétnicas orientadas más que todo a la posibilidad de
supervivencia en el territorio frente a un enemigo común. De dichas alianzas surgieron
nuevas estrategias que significaron redistribuciones del territorio en cuanto a su
ocupación, intercambio de saberes relacionados con el uso de los recursos naturales, e,
incluso, el estrechamiento de relaciones sociales tales como el compadrazgo que
establecía lazos familiares entre los dos grupos étnicos. A medida que ha avanzado la
historia los pueblos indígenas y negros han repetido como estrategia para manejar el
conflicto territorial el establecimiento de alianzas interétnicas. En gran medida, la
consolidación de la ley 70 de 1993 que otorga derechos territoriales y culturales a las
comunidades negras resulta de procesos anteriores en que las comunidades indígenas,
ya reconocidas por el Estado como entes territoriales (a través de sus resguardos),
reclaman igualdad de derechos para la etnia negra e insisten en la defensa común de la
tierra y sus recursos naturales.
Por otro lado, en la discusión de asuntos coyunturales en los que ha sido posible
identificar coincidencias en los intereses de algunos de los actores regionales, han
surgido alianzas entre organizaciones étnico territoriales y ONGs lo cual ha dado pie
para el intercambio de saberes, el fortalecimiento de las formas de organización social
(a través de capacitaciones técnicas), y la apropiación de elementos conceptuales
construidos desde las propias interpretaciones culturales del territorio y sus recursos.
No todas las relaciones positivas entre actores se han dado entre las organizaciones
étnico territoriales o entre estas y las ONGs. De hecho, las primeras relaciones entre
actores regionales expresadas mediante propuestas claramente estructuradas en relación
con el ordenamiento del territorio y el manejo de sus recursos naturales se dio entre las
instituciones del Estado. Ante el desconocimiento que existía a mediados del siglo XX
de los derechos territoriales y culturales de los pueblos indígenas y negros por parte del
Estado y los demás actores, lo que quedaba era un colectivo de instituciones
gubernamentales que intentaban, desde su función y competencia, hacer una
intervención más o menos coherente en el territorio. Para entonces ni la empresa privada
ni las ONGs habían logrado posicionarse en el territorio y ser reconocidas como actor
regional.
Ante la potencialidad de desarrollo de la región de Bahía Málaga, y en razón de los
múltiples intereses sobre como orientar dicho desarrollo, las instituciones del Estado
decidieron estructurar las primeras propuestas de ordenamiento territorial y manejo
ambiental, tratando de inscribir en ellas, como en un caleidoscopio, las distintas
expectativas institucionales. En la medida en que los comités interinstitucionales
tuvieron evidencia clara acerca de que el desconocimiento de los derechos territoriales y
culturales de los pueblos indígenas y negros impedía el que pudieran ser puestos en
práctica los objetivos trazados en dichas propuestas, se evolucionó a la conformación de
comités intersectoriales en los que si tenían presencia los grupos étnicos, y en los que
las decisiones adoptadas sí respondían a discusiones verdaderamente democráticas.
Aunque estas interrelaciones han surgido como alternativas para el manejo del conflicto
territorial se ha visto como necesario avanzar en su formalización, ya que solo así se ve
como posible que las decisiones adoptadas encuentren mecanismos eficaces para su
cumplimiento y evaluación. Actualmente, la Comisión Intersectorial para el Manejo
Integrado de la Zona Costera Vallecaucana se está conformando como una instancia
formal para asesorar los procesos de ordenamiento territorial, manejo ambiental y
desarrollo regional del Pacífico vallecaucano.
Sobre los Recursos Naturales:
El principal impacto de los MAC identificados históricamente en la región de Bahía
Málaga sobre los recursos naturales ha sido quizá el de la valoración, desde cada
cosmovisión cultural, de su papel como espacio de vida que posibilita al mismo tiempo
la vida de los grupos humanos que lo habitan. Dicha valoración sin embargo es el
resultado de la reflexión sobre numerosas decisiones equivocadas, intervenciones
destructivas, planeaciones incompletas y negaciones de saberes culturales y científicos,
no solo por parte del Estado y la empresa privada sino también de las propias
comunidades indígenas y negras involucradas en empresas extractivas intensivas de los
recursos forestales, mineros y pesqueros.
Los espacios alternativos para la discusión de intereses, abiertos como alternativas para
el manejo de conflictos sobre el uso de los recursos naturales, han permitido conocer las
interpretaciones culturales de la naturaleza tanto de los grupos étnicos como de la
comunidad científica y de las instituciones. Esto ha conducido al intercambio de
saberes, que pasa por la apropiación de elementos conceptuales que enriquecen el
conocimiento parcial o disciplinario que de los recursos naturales se tiene, y que
conduce a la transformación de las propuestas de ordenamiento territorial, manejo
ambiental y desarrollo local construidas para la región. Entre las apropiaciones
conceptuales están los términos “biodiversidad” y “desarrollo sostenible” que surgen
como nuevos paradigmas de la intervención antropogénica. Aunque se trata de “terrenos
comunes” a estos conceptos subyacen las mismas interpretaciones que han conducido a
las construcciones culturales de los diferentes actores regionales. Esto quiere decir que
sigue en conflicto el modelo o esquema bajo el cual se relaciona el hombre con la
naturaleza. Por un lado la economía de mercados demanda bienes e insumos para que la
cadena productiva atienda las expectativas de los consumidores, a expensas de la
capacidad de regeneración de la naturaleza. Por otro lado, visiones distintas intentan
construir formas de uso ligadas a la capacidad de carga de los ecosistemas, a la
autonomía alimentaria de las poblaciones nativas y a la responsabilidad demográfica.
Fruto de esta discusión, en los espacios de construcción colectiva, establecidos como
mecanismos alternativos para el manejo del conflicto de uso de los recursos naturales,
se ha logrado consenso sobre la necesidad de adoptar medidas colectivas que conduzcan
a la recuperación de los ecosistemas gravemente intervenidos, a la conservación de las
especies de fauna y flora que aún prevalecen en el territorio, así como de los procesos
ecológicos que las sustentan, y a la construcción de formas alternativas de uso que
admitan el incremento en la calidad de vida de la población local (básicamente a través
de su autonomía alimentaria), el mejoramiento de su economía local, la diversificación
de los recursos naturales aprovechados y la perpetuidad de los mismos.
Finalmente, el impacto de los MAC sobre los recursos naturales de Bahía Málaga se ha
traducido en un cuestionamiento del modelo de desarrollo imperante que ha conducido
al orden de cosas que actualmente se tiene en la región. Tal cuestionamiento abre un
nuevo espacio de discusión de mayor amplitud y alcance en el que están inmersos
conflictos de interés mucho más profundos y de orígenes y repercusiones que escapan a
la capacidad de incidencia directa de los actores regionales. Sin embargo, en la medida
en que la construcción colectiva de un modelo de desarrollo alternativo resulta como
consecuencia de una decisión local, es posible afectar otras esferas que indirecta pero
necesariamente tocan el ámbito local.
•
Como interactúa el MAC con los marcos culturales, institucionales y políticos
(local, nacional e internacional) y qué incidencia han tenido estos marcos sobre los
resultados de los procesos MAC?
El Manejo Alternativo de Conflictos MAC, más que interactuar con, se desarrolla, entre
otros, a partir de marcos culturales, institucionales y políticos de orden local, nacional e
internacional. Y ello quiere decir que no puede establecerse un orden jerárquico, ni
siquiera secuencial, en el que una etapa conduce a la siguiente permitiendo en cada
estadio una situación de conflicto más o menos negociada.
Para el estudio de caso de la presente investigación, el marco cultural ha permitido y
conducido el MAC hacia estadios cada vez más democráticos y participativos. En ese
sentido lo que se da es una relación biunívoca en la que el marco cultural determina
unas formas de abordar los conflictos (fruto de etologías centenarias), y el MAC a su
vez conlleva a la transformación de las formas de organización social, representación o
representatividad. La escala desde la cual se da esta relación es meramente local. Sin
embargo, el reconocimiento y valoración de las culturas nativas, si bien se da en escalas
locales, se configura desde los niveles nacional e internacional en cuanto que se
convierten en condiciones impuestas por los agentes externos para apoyar o proseguir
con la negociación e intereses en conflicto. Ahora bien, los marcos culturales local,
nacional e internacional pueden ser tan distintos unos de otros que ni siquiera logren
ponerse de acuerdo sobre el cómo abordar el conflicto o considerar, separadamente, que
en realidad no existe un conflicto de intereses sino espacios o escalas de discusión,
agotadas las cuales es posible llegar a consensos (la imposición de un modelo de
desarrollo parte de la consideración de que lo que en realidad está en discusión es el
modo de aproximarse a su aplicación más que a su aplicación misma). Del mismo
modo, los marcos cultural, institucional y político se entrecruzan determinando
escenarios particulares en los cuales se desarrolla una u otra forma de MAC que
responde a singularidades de contexto local e impacto nacional y/o internacional.
El marco institucional, para el caso del conflicto territorial en Bahía Málaga, también ha
permitido el desarrollo de los MAC en la medida en que convoca a espacios de
construcción colectiva a instituciones con visiones, funciones y competencias tan
diversas como los propios intereses en conflicto. En este marco, las instituciones
reunidas representan intereses estatales y sectoriales de escala local, nacional e
internacional. En general no podría afirmarse que de esta complejidad institucional
finalmente resulte un orden jerárquico que oriente la toma de decisiones. Lo que está
ocurriendo es un intercambio de conocimientos y experiencias que cada vez cualifican
mejor a los actores del conflicto y permiten la construcción de propuestas de
ordenamiento territorial, manejo ambiental y desarrollo local de mayor coherencia y
aceptación por parte de todos los actores regionales. El marco institucional ha sido (y
sigue siendo) el mecanismo por excelencia de representación y representatividad de los
actores en conflicto. Intereses individuales o colectivos solo se validan a través de la
institucionalidad. De allí que el marco institucional sea quizá la base sobre la cual se
desarrollan todos los MAC, y por ende su evolución afecta directamente las estrategias
seguidas para el manejo de conflictos. De formas de representación individuales o
indirectas frente al Estado, los pueblos indígenas y negros evolucionaron a formas
institucionales de gobierno autónomo, a través de las cuales se reconocen y representan
en los espacios de toma de decisiones. A partir de esas formas autónomas de gobierno,
las organizaciones étnico territoriales han obligado a replantear las reglas de juego en
los espacios de discusión y han inclinado la balanza del esfuerzo institucional hacia la
satisfacción de sus expectativas como comunidad.
Por su parte el marco político, a diferencia del marco cultural e institucional, se ha
desarrollado más desde la escala internacional a la local, pasando por lo local, y en esa
misma medida ha propiciado el desarrollo de manejos alternativos del conflicto
vinculados a dichas políticas. Para nadie es desconocido que la conferencia de las
Naciones Unidas sobre el medio ambiente y el desarrollo, realizada en Río de Janeiro en
1992, estableció un nuevo paradigma político que indica los principios a considerar por
parte de los Estados en cuanto a la integridad y armonía entre su base natural y
desarrollo socioeconómico. Del mismo modo, el reconocimiento de los derechos
ancestrales de los pueblos nativos tuvieron como referente global el Convenio 169 sobre
Pueblos Indígenas y Tribales en países independientes, adoptado por la 76 Reunión de
la Conferencia de la O.I. T. en Ginebra en 1989. Estos dos hechos políticos de
trascendencia mundial condujeron a que en Colombia, como en otros países, la
legislación ambiental se desarrollara y se crearan nuevas políticas para la conservación
y manejo sostenible de los recursos naturales. Igualmente la Constitución y las leyes
reconocieron los derechos territoriales y culturales de las comunidades indígenas y
negras y facilitaron instrumentos para su participación en la toma de decisiones que
afectaran su vida en cualquier modo. A partir de estos instrumentos jurídicos, se crearon
nuevos espacios de construcción colectiva y en ellos se verificaron nuevas formas de
manejar el conflicto territorial y de uso de los recursos naturales. Recíprocamente, la
evolución de los espacios de discusión local de políticas ambientales o sectoriales
nacionales ha retroalimentado la estructuración de dichas políticas, incorporando en
ellas objetivos, estrategias o acciones propuestas desde lo local. El marco político se
convierte entonces en la vía a través de la cual se consolidan las negociaciones o
acuerdos de los espacios de manejo alternativo de conflictos.
VII. OBSERVACIONES METODOLÓGICAS
La primera observación metodológica es que en realidad no es posible establecer una
metodología para el manejo de conflictos. La particularidad de cada contexto en el cual
se desenvuelve el conflicto lo hacen impensable. Más allá, lo que queda es el
reconocimiento y valoración de las estrategias construidas para cada caso, intentando
quizá la universalización de aquellas coincidentes bajo principios y criterios comunes.
A diferencia de la mayor parte de los proyectos apoyados por la convocatoria, el
presente fue un análisis histórico de la evolución del MAC frente al conflicto territorial
y de uso de los recursos naturales en una zona del Pacífico colombiano. En esa misma
medida la metodología seguida para su ejecución difiere sustancialmente de las demás.
Sin embargo, por tratarse de un análisis retrospectivo fue posible distinguir como en
cada período histórico se formularon distintas estrategias para abordar los conflictos y
como la ausencia de metodologías o esquemas establecidos facilitaron la creatividad y
el ajuste a las condiciones y contexto particulares.
Vale la pena sí hacer énfasis en la importancia que en el trabajo tuvo el hecho de que el
investigador u observador formara parte de la discusión con intereses propios. Esto
comprometió el proceso a largo plazo y lo enriqueció a partir de lo vivencial.
Igualmente fue clave la vinculación directa de las comunidades locales o grupos
minoritarios más vulnerados o vulnerables por el conflicto. El MAC debe tener una
responsabilidad social y ambiental. No puede ser solamente un instrumento aséptico
disponible para resolver situaciones de conflicto en privilegio de quienes generan
inequidad. Y si bien es cierto que esto es inevitable, es por eso mismo importante
avanzar en la construcción de una ética propia que junto con lo procedimental o técnico
regule la aplicación de los MAC.
Otro asunto que es importante reconocer y resaltar es como el impacto del MAC solo es
observable en el largo plazo, superando en la gran mayoría de los casos los plazos
contractuales de proyectos financiados a ese propósito. De algún modo las metodologías
planteadas en las propuestas de MAC deben incorporar sistemas de evaluación y
seguimiento en el más largo plazo, con base en indicadores flexibles que puedan ser
reajustados con los cambios de contexto, y prever mecanismos de apoyo, también en el
largo plazo, para poder continuar con el proceso. Para el caso de esta convocatoria sería
recomendable que al apoyar la segunda fase de los proyectos se incorporara en ellos esta
condición.
VIII. OBSERVACIONES – SUGERENCIAS AL PROGRAMA
Las sugerencias al programa se derivan sobretodo de las observaciones metodológicas
expresadas en el punto anterior. En primer lugar sería recomendable que el esfuerzo del
programa no se orientara tanto a la estructuración de una metodología o un esquema
metodológico para el Manejo de Conflictos sino que, en cambio, se dirigiera más a la
identificación de principios, criterios y estrategias que apoyaran el desarrollo de los
MAC.
El contexto en el que nace un conflicto no es igual al contexto en el que se desarrolla y
aún este último puede cambiar con un alto dinamismo, lo cual obliga al replanteamiento
de estrategias y acciones. Por esta razón, las estrategias propuestas por los MAC deber
ser altamente flexibles y el programa puede apoyar los procesos en marcha difundiendo
información acerca de casos en los que las estrategias utilizadas hayan tenido un
porcentaje de éxito aceptable. Dichas estrategias pueden ser adaptadas y adoptadas por
los MAC que así lo requieran constituyéndose en una base de datos que alimenta la
flexibilidad de las alternativas propuestas para manejar conflictos.
Lo siguiente es poder avanzar en la construcción de una ética de los MAC. Como
resultado del taller realizado en Costa Rica, una de las inquietudes expresadas apuntaba
a la identidad latinoamericana de los MAC. Recomendaría al programa que dicha
identidad estuviese ligada a la construcción de una ética de los MAC, basada en la
responsabilidad social y ambiental que les compete. Tal vez la construcción de
principios y criterios recomendados al inicio de este punto sean un insumo para ello.
Igualmente es recomendable que la siguiente convocatoria incorpore mecanismos de
evaluación y seguimiento de los MAC mucho más allá del plazo de ejecución de los
proyectos. No podría precisarse un lapso de tiempo determinado pero lo importante es
tener claridad en cuanto al alcance real de las acciones financiadas y acerca su impacto
inmediato sobre los conflictos abordados. A partir de dicha claridad sería más fácil
prever mecanismos de evaluación y seguimiento en el largo plazo y ser benévolo con
los resultados del corto plazo.
IX. BIBLIOGRAFÍA
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Tomo 2. Pgs: 572 – 577. Editor Pablo Leyva.
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Carrizosa, V. Julio, 1993. Impactos Ambientales en el Pacífico En “Colombia Pacífico”
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Correspondencia enviada por el Departamento Nacional de Planeación, Marzo 2 de
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Correspondencia enviada por la Fundación para la Comunicación Popular – FUNCOP -,
Marzo 2 de 1993. (Documento de Consulta Interna Cenipacífico).
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Correspondencia enviada por la Junta Administradora Local del Municipio de
Buenaventura, Abril 28 de 1993. (Documento de Consulta Interna Cenipacífico).
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Correspondencia enviada por la Empresa Colombiana de Petróleos – ECOPETROL -,
Mayo 12 de 1993. (Documento de Consulta Interna Cenipacífico).
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Correspondencia enviada por el Senado de la República, Mayo 17 de 1993. (Documento
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Correspondencia enviada por la Organización de Comunidades Negras, Mayo 28 de
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Correspondencia enviada por la Fundación Natura, Junio 2 de 1993. (Documento de
Consulta Interna Cenipacífico).
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Correspondencia enviada por la Procuraduría Delegada para Asuntos Agrarios, Junio 30
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Correspondencia enviada por el Consejo de Estado – Sala de Consulta y Servicio Civil
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Decreto 1025 de 1929 “Que reserva como área de uso público los terrenos baldíos que
circundan la Bahía de Buenaventura”.
Decreto 2416 de 1934 “Que reserva como área de uso público los terrenos baldíos que
en el Departamento del Valle circundan la Bahía de Málaga.”
Decreto 98 de 1947 “Por el cual se destinan a la Marina de Guerra una zona de terrenos
baldíos en el Departamento del Valle.”
Decreto 1753 de Agosto de 1994 “Por el cual se reglamentan parcialmente los títulos
VIII Y XII de la Ley 99 de 1993 sobre Licencias Ambientales.”
Decreto 1745 de Octubre de 1995 “Por el cual se reglamenta el Capítulo II de la Ley 70
de 1993, se adopta el procedimiento para el reconocimiento del derecho a la propiedad
colectiva de las “Tierras de Comunidades Negras” y se dictan otras disposiciones.”
Decreto 045 de Enero de 1998 “Por el cual se reglamenta la titulación y venta de
predios del Departamento del Valle por la Ley 55 de 1966.”
Decreto 879 de Mayo de 1998 “Por el cual se reglamentan las disposiciones referentes
al ordenamiento del territorio municipal y distrital y a los Planes de Ordenamiento
Territorial.”
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–. Resolución 0739 de Septiembre 21 de 1993 “Por la cual se fijan unos términos de
referencia.
Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente – INDERENA
–. Resolución 1197 de Diciembre 3 de 1993 “Por la cual se fijan unos términos de
referencia”.
Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente – INDERENA
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Ley 19 de 1919, “Por la cual se reservan terrenos de la Nación para uso público y
define las áreas consideradas como bosques nacionales.”
Ley 200 de 1936, “Sobre Régimen de Tierras.”
Ley 2 de Diciembre 16 de 1959, “Sobre Economía Forestal de la Nación y
Conservación de Recursos Naturales Renovables.”
Ley 55 de 1966, “Por la cual se dictan medidas para el fomento del turismo y la
colonización en la Costa Pacífica, se declara de utilidad pública la construcción de
unas obras, y se ordenan otras, se hace una cesión y se dictan otras disposiciones.”
Ley 21 de Marzo de 1991, “Por medio de la cual se aprueba el Convenio No 169 sobre
Pueblos Indígenas y Tribales en países independientes, adoptado por la 76 Reunión de
la Conferencia de la O. I. T., Ginebra, 1989.”
Ley 70 de Agosto de 1993, “Por la cual se desarrolla el Artículo Transitorio 55 de la
Constitución Política.”
Ley 99 de Diciembre de 1993, “Por la cual se crea el Ministerio del Medio Ambiente,
se reordena el sector público encargado de la gestión y conservación del Medio
Ambiente y los Recursos Naturales Renovables, se organiza el Sistema Nacional
Ambiental – SINA –, y se dictan otras disposiciones.”
Ley 134 de Mayo de 1994, “Por la cual se dictan normas sobre Mecanismos de
Participación Ciudadana.”
Ley 152 de Julio de 1994, “Por la cual se establece la Ley Orgánica del Plan de
Desarrollo.”
Ley 160 de Agosto de 1994, “Por la cual se crea el Sistema Nacional de Reforma
Agraria y Desarrollo Rural Campesino, se establece un subsidio para la adquisición de
tierras, se reforma el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria y se dictan otras
disposiciones.”
Ley 165 de 1994, “Por medio de la cual se ratifica el Convenio Mundial sobre la
Diversidad Biológica.”
Ley 388 de 1997, “Por la cual se modifica la Ley 9 de 1989 y la Ley 3 de 1994 y se
dictan otras disposiciones.”
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