La responsabilidad patrimonial de la administración. Legislación

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 LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACIÓN. LEGISLACIÓN ESPAÑOLA: ANTECEDENTES Y REGULACIÓN ACTUAL. PROCEDIMIENTO GENERAL. PROCEDIMIENTO ABREVIADO. LA RESPONSABILIDAD DE LAS AUTORIDADES Y PERSONAL. RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN POR ACTOS DE SUS CONCESIONARIOS Y CONTRATISTAS. LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO LEGISLADOR. LA PROGRESIVA CRIMINALIZACIÓN DE ESTAS PRETENSIONES. 1. LA RESPONSABILIDAD PATRIMONIAL DE LA ADMINISTRACIÓN 1. Introducción. La responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas es una institución esencial en el Derecho Administrativo, cuya finalidad consiste en la reparación de los daños causados a los ciudadanos por el ejercicio de actividades administrativas. Deriva de los efectos anormales de la actividad administrativa, por cuanto la actividad planificada que lesiona a los particulares da lugar a otro tipo de indemnizaciones (ejemplo típico; la expropiación). Para que pueda darse esta responsabilidad se precisa de la concurrencia de las siguientes notas: 1.Que la lesión sea imputable a una Administración pública. Y 2. Que la lesión no derive de relaciones contractuales. No obstante, el artículo 1.3 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, de Procedimientos en materia de responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas, dispone que "se seguirán los procedimientos previstos en los capítulos II y III de este Reglamento para determinar la responsabilidad de las Administraciones públicas por los daños y perjuicios causados a terceros durante la ejecución de contratos, cuando sean consecuencia de una orden directa e inmediata de la Administración o de los vicios del proyecto elaborado por ella misma, con arreglo a la legislación de contratos de las Administraciones Públicas, sin perjuicio de las especialidades que, en su caso, dicha legislación establece. En todo caso se dará audiencia al contratista, notificándole cuantas actuaciones se realicen en el procedimiento, al efecto de que se persone en el mismo, exponga lo que a su derecho convenga y proponga cuantos medios de prueba estime necesarios". 3. Responsabilidad objetiva de carácter general. La Ley 30/1992 somete a un mismo régimen la responsabilidad, cualquiera que sea la causa determinante. 4. Responsabilidad derivada de actividad sujeta tanto al Derecho Administrativo como a normas de derecho privado. 2. Naturaleza. A. Evolución. En la esfera del derecho público la afirmación de una responsabilidad patrimonial del soberano, por los daños resultantes de la actuación de sus agentes, pugnaba con una tradición multisecular que encontró su expresión clásica en el principio formulado por los juristas ingleses, según el cual «the king can do not wrong», ya que lo propio de la soberanía es imponerse a todos sin oposición. Con esta concepción se produce el reconocimiento de la responsabilidad de la Administración en el derecho comparado, a través de dos modelos, según sea la vía de progreso legislativo o jurisprudencial. Al primero de ellos, se ajustan los ordenamientos anglosajones en los que la ruptura del viejo principio del »common law» de irresponsabilidad del poder público se produce bruscamente, a través de una rectificación legislativa. La ruptura jurisprudencial lleva a resultados semejantes a los del derecho anglosajón (derecho francés y alemán). -­‐ Ruptura legislativa: Dio paso a la crown proceedings act de 1947 que sometió a la Corona a la misma responsabilidad que si fuere una persona privada capaz. En el derecho norteamericano la evolución fue similar y se aprobó la «Federal Tort Claims Act» de 1946, que reconocía la responsabilidad del Estado. -­‐ Ruptura jurisprudencial (francesa y alemana): El Consejo de Estado francés reconoció el principio general de responsabilidad patrimonial de la Administración, de acuerdo con normas propias y no con normas de derecho Civil, como ocurrió en el famoso «Arret Blanc» de 1873. B. Tesis actuales 1ª) Responsabilidad de la Administración por daños causados por el ejercicio ilegal de su actividad. Es preciso subdistinguir: a) Según ZANOBINI es la simple ilegalidad del acto dañoso la que fundamenta la responsabilidad de la Administración, responsabilidad objetiva. b) Para otros autores, ALESI, la Administración ha de responder únicamente cuando se pruebe la existencia de culpa del funcionario. Es la tradicional doctrina de la culpa civil aplicada a este ámbito. Pronto se desplaza la responsabilidad a la Administración, mediante una ficción jurídica, esta ficción es el principio de la culpa administrativa «in eligendo» o «in vigilando» y que acaba por cristalizar en la doctrina de la falta del servicio. 2ª) Responsabilidad de la Administración por daños causados en el ejercicio legal de su actividad: a) La doctrina de enriquecimiento indebido: Algunos autores como LOMBARDI sostienen que el deber de indemnizar se basa en el enriquecimiento directo o indirecto que la lesión causada al particular produce en la Administración. b) La doctrina de la igualdad ante las cargas públicas: Se basa en que, si bien el administrado debe soportar las cargas generales, está facultado para reclamar y la Administración debe responder cuando se le hiciere un daño específico y singular (MICHOUD). c) Como doctrina más avanzada se formula la del riesgo social, tan amplia que explica, incluso, la indemnización por los daños de carácter fortuito (DUGUIT: Esta teoría edifica la responsabilidad del Estado sobre un fundamento objetivo, el riesgo social). Otras posiciones de Tribunales: -­‐ La doctrina del Tribunal alemán, recogida por GARRIDO FALLA: Estos autores entienden que deben distinguirse dos institutos jurídicos: La indemnización y la responsabilidad patrimonial de la Administración. La primera correspondería a aquellos casos en virtud de una actividad lícita; la segunda a aquéllos en que se produce en virtud de una actividad ilícita. -­‐ La posición de la mayoría de la doctrina, TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ, entre otros, entienden que desde el punto de vista jurídico-­‐positivo la distinción anterior carece de relevancia, por lo que resulta aconsejable estudiar bajo el común epígrafe de responsabilidad de la Administración todas las hipótesis en que ésta se encuentra obligada a indemnizar a particulares como consecuencia de la lesión extracontractual de sus derechos. 3. LEGISLACIÓN ESPAÑOLA: ANTECEDENTES Y REGULACIÓN ACTUAL 1. Antecedentes. La afirmación de un principio general de responsabilidad patrimonial del Estado, en el derecho español, se ha producido con particular retraso. Existen a lo largo del siglo XIX textos concretos que reconocen la responsabilidad del Estado por los daños producidos a los ciudadanos. La Ley de 9 de abril de 1842 declara la obligación de la Nación a indemnizar los daños materiales causados así en el ataque como en la defensa de las plazas, pueblos, edificios, (...). Sólo en casos singulares y en virtud de texto legal expreso (artículo 14 de la Ley de Policía de Ferrocarriles e Instrucción de Sanidad de 1904, artículo 84 de la Ley de lo Contencioso de 1888-­‐1894, artículo 3 de la Ley de 7 de agosto de 1899, Leyes de 31 de diciembre de 1945,...), asume el Estado el deber de indemnizar los daños imputables a sus servicios, deber que no en otro caso se reconoce e, incluso, se excluye expresamente. En este clima general de irresponsabilidad patrimonial, no puede extrañar que quedasen prácticamente inéditas las posibilidades que encerraba el Código Civil de 1889, cuyo artículo 1902 consagró el principio general de que toda persona responde de los daños que por acción u omisión causa a otro, interviniendo culpa o negligencia. Responsabilidad que, según el artículo 1903, es exigible, no sólo, por los actos y omisiones propios, sino por los de aquellas personas de quienes se debe responder. Este último precepto es aplicable al Estado cuando obra por mediación de un agente especial pero no cuando el daño hubiese sido causado por el funcionario a quien propiamente corresponde la gestión practicada, en cuyo caso será aplicable lo dispuesto en el artículo anterior. El juego combinado de estos dos preceptos permitía declarar la responsabilidad del Estado por actos propios, según el artículo 1902, cuando obrase a través de funcionario a quien propiamente corresponda la gestión practicada. La Constitución republicana de 1931 dio, por primera vez, rango constitucional al instituto resarcitorio, afirmando la responsabilidad subsidiaria del Estado o la Corporación a quien sirviera el funcionario público, que en el ejercicio de su cargo, infringe sus deberes con perjuicio de tercero (artículo 41). La Ley Municipal de 1935 señaló la responsabilidad directa o subsidiaria, según los casos, de las Entidades municipales. La Guerra Civil impuso un corte en la evolución legislativa, que se reanudó en 1950 con la Ley de Régimen Local, cuyos artículos 405 a 409, recogieron la regulación de la Ley Municipal republicana. La Ley de Expropiación Forzosa de 16 de diciembre de 1954 consagró, en términos más amplios, la responsabilidad patrimonial de la Administración. El artículo 121 de la Ley de Expropiación Forzosa formula con carácter general la siguiente cláusula: "Dará también lugar a indemnización con arreglo al mismo procedimiento toda lesión que los particulares sufran en los bienes y derechos a que esta Ley se refiere, siempre que aquélla sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos, o por la adopción de medidas de carácter discrecional no fiscalizable en vía contenciosa, sin perjuicio de las responsabilidades que la Administración pueda exigir de sus funcionarios con tal motivo". La limitación a los bienes y derechos a que esta Ley se refiere, quedó corregida de inmediato por el Reglamento de Expropiación Forzosa en su artículo 133 y por el artículo 40 de la Ley del Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 26 de julio de 1957. 2. Regulación actual. A. Régimen jurídico. Respecto a la regulación actual, el artículo 149.1.18º de la Constitución española incluye entre las materias de competencia exclusiva del Estado, el sistema de responsabilidad de todas las Administraciones públicas. Éste debe ponerse en relación con lo dispuesto en el artículo 106.2 de la Constitución que consagra el principio general de responsabilidad patrimonial de la Administración pública: "Los particulares, en los términos establecidos por la ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos". La Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones públicas y del Procedimiento Administrativo Común regula, dentro del Título X, la responsabilidad de las Administraciones públicas y de sus autoridades y demás personal a su servicio (artículos 139 a 146), derogando los artículos 40 y siguientes de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado. •
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El artículo 142.3 remite a un Reglamento la regulación de un procedimiento general para determinar la responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas, éste fue aprobado por Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo. El artículo 139.3 y 4 de la Ley 30/1992 reconocen la responsabilidad, por ampliación, de actos legislativos y la responsabilidad por el funcionamiento de la Administración de Justicia, remitiéndose, en cada caso, a los actos legislativos y a la Ley Orgánica del Poder Judicial. Por último, respecto a las Corporaciones Locales, el artículo 54 L.B.R.L. dispone que "las Entidades locales responderán directamente de los daños y perjuicios causados a los particulares en sus bienes y derechos como consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos o de la actuación de sus autoridades, funcionarios o agentes, en los términos establecidos en la legislación general sobre responsabilidad administrativa". B. Elementos de la responsabilidad patrimonial. 1. Daño: Se ha de tratar de un daño imputable a la Administración, entendiendo servicio público como toda actividad administrativa. El artículo 139.2 LRJAPyPAC prevé: “En todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas.” El título de imputación puede ser: 1) Una acción formal, como la ejecución de un acto administrativo, válido o invalido 2) Una actuación material, como el uso de la fuerza para disolver una manifestación o unos vertidos incontrolados. 3) Una inactividad formal, ya sea general (la falta de emisión de un reglamento), o singular (la falta de resolución de una petición), 4) Una inactividad material, siempre en relación con la lex artis de la actividad de la que se hace dejación y la previsibilidad del riesgo (Defectuoso estado de mantenimiento o falta de vigilancia de las vías públicas, accidentes en centros escolares, lesiones en centros penitenciarios, negligencias sanitarias y otros horrores), o 5) el enriquecimiento injusto, como ocurrió con profesores de medicina de la universidad que practicaron, en hospitales del sistema nacional de salud, operaciones quirúrgicas por las que la Administración se negó a retribuirles. Hoy se ha ampliado el concepto de legitimación, incluyendo la defensa de intereses morales, o de vecindad, o puramente de carrera o profesionales. La ampliación, sin embrago, reconoce límites: el TS repudió expresamente el mero interés por la legalidad. En cuanto los intereses col·∙lectives, si se les quiere diferenciar con nitidez de los meros intereses difusos es preciso reconocer en ellos los que corresponden a los entes, asociaciones o corporaciones representativas o depositarias de los intereses de grupos profesionales y económicos. A diferencia de los colectivos, los intereses difusos no tienen depositarios concretos. De esta forma la Audiencia Nacional ha reconocido la legitimación de una Organización de Consumidores y Usuarios para ejercitar una acción de reclamación de responsabilidad patrimonial contra AENA por el retraso de diversos vuelos, sinó que incluso estima parcialmente la demanda reconcociendo el derercho a percibir determinades cantidades. 2. Elementos subjetivos: a) Administración Pública causante: será responsabilidad de la Administración pública, a la que es imputable la lesión patrimonial, independientemente de ésta, que se cita en la Ley 30/1992. En caso de responsabilidad concurrente, las diversas Administraciones intervinientes responderán de forma solidaria (artículo 140). En otros supuestos de concurrencia de varias Administracions en la producción del daño, la responsabilidad se fijará para cada Administración según los criterios de competencia, interés público tutelado e intensidad en la intervención, siendo solidaria sinó es possible esa determinación. Enlos supuestos de competencias transferidas, el Tribunal Supremo tiene establecido que el particular no debe suportar los efectos negativos que puedan surgir respecto de las dudas sobre el alcance de la titularidad de la competencia: la transferencia de competencias comporta la asunción por el ente que la recibe de todas las potestades, deberes y cargas inherentes a su ejercicio, salvo disposición en contrario existente al respecto. Cabe hacer una referencia también al problema de la ultraterritorialiedad, significando que no se puede confundir la base territorial de la Administración Pública responsable con el alcance de su responsabilidad. Son muchos los supuestos resueltos por nuestros tribunales sobre esta cuestión referentes a militares en el extranjero o representacions diplomáticas en el extranjero. b) Interesados: es el artículo 139.1 LRJPAC, el que en términos similares a la CE en su artículo 106.2, establece: “Los particulares tendrán derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes, de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos.” Además, como veremos, también puede iniciarse de oficio el procedimiento. c) Competencia: es el artículo 142.2 LRJPAC el que determina la competencia: “Los procedimientos de responsabilidad patrimonial se resolverán, por el Ministro respectivo, el Consejo de Ministros si una Ley así lo dispone o por los órganos correspondientes de las Comunidades Autónomas o de las Entidades que integran la Administración Local. Cuando su norma de creación así lo determine, la reclamación se resolverá por los órganos a los que corresponda de las Entidades de Derecho Público a que se refiere el artículo 2.2 de esta Ley.” 3. Elementos objetivos. Se ha implantado un sistema de responsabilidad objetiva que recoge expresamente el artículo 141 de la Ley 30/1992, redactado por la Ley 4/1999, y el artículo 21 del Real Decreto de 26 de marzo de 1993. Señala el artículo 141.1 que "sólo serán indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la Ley. No serán indemnizables los daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubiesen podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciencia o de la técnica existentes en el momento de producción de aquéllos, todo ello sin perjuicio de las prestaciones asistenciales o económicas que las leyes puedan establecer para estos casos". En cuanto al estado de la técnica, la más copiosa (y contradictoria) jurisprudencia se refiere a los casos de transfusiones de sangre infectada con el VIH o con la hepatitis C antes de que estas enfermedades fueran conocidas. En la mayor parte de los casos se desestimó la pretensión indemnizatoria. Es el llamado “riesgo del progreso”. Por la misma razón, el desarrollo de una actividad empresarial supone assumir un riesgo que puede denominarse riesgo de negocio: en la medida en el daño pueda entenderse producido en el ámbito, o a consecuencia, de ese riesgo, el perjudicado tendrá el deber jurídico de soportarlo. Así, en una reclamación por daños derivados de la normativa que imponía a los Laboratorios la obligación de retirar del mercado las unidades de plasmano sometidas a las pruebas de detección de anticuerpos de SIDA. El Tribunal Supremo desestimó la reclamación al entender que los Laboratorios debieron adoptar medidas preventives o correctores, aun sin intervención administrativa, y, por ende, tal daño ha de anudarse al riesgo comercial o industrial derivado de su pròpia y peculiar actividad. En cuanto a que el interesado tenga la obligación de soportar el daño, esto ocurrirá si: -­‐ Se ha producido por su culpa. -­‐ La ley así lo determina. El ejemplo característico es el del daño originado por el cese en un puesto de libre designación. -­‐ Ha consentido el riesgo: por ejemplo, paciente que insistió en que se le practicase una cesárea médicamente innecesaria y peligrosa; o cuando el lesionado participó en una manifestación ilegal y violenta. Ahora bien, debe señalarse que, la aplicación del principio del riesgo como título de imputación en ningún caso puede suponer que la Administración se convierta en una aseguradora universal de todos los riesgos sociales, dada la amplitud de los servicios que prestan y de las competencias que ostentan, pues ello es lo más perturbador para una correcta realización y progresiva ampliación de tales servicios públicos, pues el principio de solidaridad de riesgos, que late en el sistema de responsabilidad patrimonial de la Administración, con el fin de lograr un mejor reparto de los beneficios y cargas sociales, puede verse frustrado con interpretaciones extensivas del requisitos del nexo causal. Por último, cabe analizar si el enriquecimiento injustificado en el Derecho Administrativo puede constituir un título de imputación de responsabilidad patrimonial. El TS ha reconocido la aplicación de la doctrina del enriquecimiento injusto en el Derecho Administrativo, doctrina nacida en la Jurisprudencia civil y derivada de Las Partidas medievales, si bien aun admitiendo que puedan exitir supuestos en que la Administración se haya enriquecido injustamente, ha considerado que puede no dar lugar a exigir responsabilidad patrimonial de la misma, entre otras cosas porque aunque existiera empobrecimiento, no puede hablarse de daño, o porque puede que no sea consecuencia del funcionamiento de un servicio público, o incluso porque se deba a fuerza mayor. En estos casos sólo se peticionará directamente la restitución de aquello en lo que sin causa se enriqueció la Administración. Son los supuestos, a título de ejemplo de prestaciones a favor de la Administración (incluidas las profesionales) sin contrato o con contrato nulo o los casos de utilización de bienes de particulares por la Administración sin causar daño alguno. 4. Plazo para reclamar: El artículo 142.5 LRJPAC señala: “En todo caso, el derecho a reclamar prescribe al año de producido el hecho o el acto que motive la indemnización o de manifestarse su efecto lesivo. En caso de daños, de carácter físico o psíquico, a las personas el plazo empezará a computarse desde la curación o la determinación del alcance de las secuelas.” La regla general es que el plazo se computa a partir del día siguiente al hecho o acto de la manifestación de su efecto lesivo. Sin embargo, hay casos especiales: 1. El previsto en el artículo 142.4 es decir, el de la anulación de un acto o disposición por razón de su fondo o forma en donde el derecho a reclamar prescribe al año de haberse dictado la sentencia definitiva. 2. Si los hechos determinantes del daño han dado lugar a un proceso penal, el plazo no empieza a correr hasta que termine el mismo. Reglas de valoración: artículo 141.2 LRJPAC: “La indemnización se calculará con arreglo a los criterios de valoración establecidos en la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscal y demás normas aplicables, ponderándose, en su caso, las valoraciones predominantes en el mercado.” La cuantía se calculará con referencia al día en que la lesión efectivamente se produjo, sin perjuicio de su actualización a la fecha en que se Ponga fin al procedimiento (artículo 141.3). Artículo 141.4 LRJPAC: “La indemnización procedente podrá sustituirse por una compensación en especie o ser abonada mediante pagos periódicos, cuando resulte más adecuado para lograr la reparación debida y convenga al interés público, siempre que exista acuerdo con el interesado.” 5. Relación de causalidad. Para poder llegar a determinar la relación causa-­‐efecto entre una actividad de la Administración y un resultado lesivo, es necesario seguir y demostrar una doble vía, o entre otras palabras, se necesitan dos elementos: el puramente fáctico y el valorativo. 1. El nexo causal es, ante todo, una concatenación de hechos. Desde la actuación se suceden una serie de hechos que desembocan en el resultado dañoso. Pues bien, lógicamente, esta realidad fáctica debe ser probada y acreditada por la persona que alega la existencia de responsabilidad. 2. Sin embargo, no basta con lo anterior, sinó que es necesario realizar una apreciación jurídica de los hechos, de manera que objetivamente podamos imputar el resultado a la actuación inicial, ya que junto a la sucesión de condiciones es necesario que la causa sea relevante o próxima a la verdadera producción del daño, extremo éste que también debe ser probado por el reclamante. En el Derecho procesal español, la determinación de la existencia del elemento puramente fáctico es cuestión que compete en exclusiva al jugador de instancia, y no puede ser revisda por el tribunal de casación. Por el contrario, valorar la existència de adecuación o rellevància de la causa es un juicio jurídico, y por tanto, revisable por el Tribunal se Casación (el TS). Por otra parte, tanto la Jurisprudencia del TS, como el Consejo de Estado han admitido la posibilidad de que se den supuestos de concurrència de causes con efectos de moderar la responsabilidad de la Administración, procediendo incluso en determinados casos a la exoneración total de la misma.En íntima relación con lo anterior, están los supuestos de posible intervención de terceros, e incluso la víctima, en la causación del daño, y los efectos que ello tiene respecto a la responsabilidad de la Administración, y así se puede distinguir: •
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Casos en que la conducta negligente del perjudicado o de un tercero es codeterminante en la producción del daño, en cuyo caso se debe procedir a moderar la responsabilidad. Casos en que la conducta de la víctima o de un tercero es lo único relevante para la producción del daño, en cuyo caso no se genera responsabilidad de la Administración. Así, en los supuestos de un accidente de circulación en que el conductor iba con velocidad excesiva, sin atender a las medidas de precaución ante la señalización de unas obras existentes en una carretera nacional. A continuación, cabe hacer una referencia a determinados ámbitos del actuar administrativo o Servicios públicos donde el deber de supervisión se impone a la Administración, lo que ha permitido a la Jurisprudencia introduir en el sistema de causalidad. En concreto, la manifestación más común de este principio se da en el ámbito de la Administración penitenciaria, donde se exige a la Autoridad que adopte las medidas de vigilancia y seguridad necesarias, tendentes a protegir a los recluidos de agresiones por parte de otros compañeros, puesto que los reclusos no son extraños al funcionamiento del Centro Penitenciario, sinó que están integrados en su organización y disciplina. La Jurisprudencia pràcticament ha establecido en este ámbito un régimen de responsabilidad subjetivo, donde el objeto de la prueba serà el constatar el fracaso del deber de vigilància y supervisión. De especial interés resulta la llamada “culpa in vigilando” donde se integran no solo las actuaciones positivas de la Administración, sinó también las omisiones de ésta cuando tiene el deber jurídico de actuar en el ejercicio de sus funciones de control, policía e inspección. Como supuesto extremo en que la infracción del deber de vigilancia se constituye en causa exclusiva del resultado lesivo, puede citarse los casos de especial negligencia de la Administración, como puede ocurrir en los accidentes ocurridos en los denominados “puntos negros” de la circulación. 6. Causas excluyentes de la responsabilidad. Ya en el articulo 1105 del Código Civil se establece con caràcter general que “fuera de los casos expresamente mencionados en la ley, y de en que así lo declare la obligación, nadie responderá de aquellos sucesos que no hubieran podido preverse o, que, previstos, fueran inevitables”. Otors preceptos del mismo cuerpo legal mencionan expresamente el caso fortuito y la fuerza mayor como causas de exclusión de la responsabilidad, así los artículos 1602, 1625, 1784, 1905 y 1908. Por su parte la LRJAPyPAC dispone en su articulo 141.1 que “no seran indemnitzables los daños que se deriven de hechos o circunstancias que no se hubieren podido prever o evitar según el estado de los conocimientos de la ciència o de la técnica existentes en el momento de producción de aquellos, todo ello sin perjuicio de las prestaciones asistenciales o económicas que las leyes puedan establecer para estos casos”. También, aunque excepcional y justificadamente, podrá excluirse la responsabilidad de la Administración mediante acto legislativo específico: así lo hizo, por ejemplo, el Real Decreto Ley 10/1976, de 30 de julio, sobre Amnistía, estableciendo su Disposición Adicional Primera que “no procederá indemnización ni restitución alguna en razón de las sentencias penales o resoluciones, penes o sanciones administratives comprendidas en la amnistia”. Pues bien, en cuanto al caso fortuito y la fuerza mayor, partiendo de su diferenciación (en el caso fortuito hay indeterminación e interioridad, mientras que en la fuerza mayor hay determinación irresistible y exterioridad), la ruptura del nexo causal que, de otra manera, permitiría eximir a la Administración de la responsabilidad por el daño, no se producirá en el supuesto del caso fortuito, a tenor del caracter objetivo de la responsabilidad y por no tratarse de daño producido por agente exterior, imprevisible o inevitable, científica o técnicamente. En todo caso, será la Administración la llamada a justificar en cada supuesto concreto la aplicación adecuada de la ciència o de la técnica a su alcance. 7. La indemnización o reparación. Existen unos principios básicos en materia de responsabilidad patrimonial, que sirven para fijar el importe de la indemnización una vez que se reconoce la procedència de la misma: 1. La reparación integral del daño: consecuencia de este principio es la que permite compatibilizar la indemnización por responsabilidad patrimonila con otro tipo de prestacions que tanga derercho a percibir el afectado como las pensiones extraordinarias derivades del ordenamiento de clases pasivas del Estado, pensiones de mutualidades... 2. La prohibición del enriquecimiento injusto del interesado, y así, en el supuesto de compatibilidad de la indemnización de responsabilidad patrimonial con otras prestaciones, el importe recibido por este último concepto debe ser tenido en cuenta para cuantificar el importe de la indemnización. Un aspecto essencial en materia de responsabilidad patrimonial es la necesidad de acreditar la realidad del daño por parte del perjudicado, debiendo ser el mismo, como ya se ha dicho, efectivo y real, ya que en otro caso se estaría produciendo un enriquecimiento injusto. En cuanto a los concpetos indemnitzables, se incluyen el daño emergente (la disminución efectiva o pérdida consecuencia de la lesión sufrida) y el lucro cesante (la ganancia dejada de percibir), si bien, se excluyen las meras expectatives o ganancias dudosas, así como la posibilidad de que a través del concpeto del daño emergente y del lucro cesante se produzca un enriquecimiento injusto. El principal problema que plantea el lucro cesante es el diferenciar una verdadera ganancia dejada de ingressar de lo que no es más que una mera expectativa, carente de concrección.Por ello, la práctica forense ofrece un criterio restrictivo. Se admiten los daños Morales que haya podido sofrir el perjudicado, si bien su apreciación no se traduce necesariamente en una indemnización. Por último, en cuanto a los criterios de valoración el articulo 141.2 de la LRJAPyPAC se remite a los crietrios de valoración establecidos en la legislación de expropiación forzosa, legislación fiscla y demás normas aplicables, ponderándose, en su caso, las valoracions predominantes en el mercado. 4. PROCEDIMIENTO GENERAL El Reglamento de Procedimiento de las Administraciones públicas en materia de responsabilidad Patrimonial, de 26 de marzo de 1993, se estructura como sigue: -­‐ procedimiento general, en su Capítulo II -­‐ procedimiento abreviado, en su Capítulo III. -­‐ procedimiento en caso de responsabilidad concurrente, Capítulo IV -­‐ procedimiento para exigir responsabilidad de autoridades y funcionarios, Capítulo V. 1. Iniciación Según el artículo 142.1 "los procedimientos de responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas se iniciarán de oficio o por reclamación de los interesados". La iniciación de oficio se regula en el Reglamento, estableciendo que "el acuerdo de iniciación del procedimiento se notificará a los particulares presuntamente lesionados, concediéndoles un plazo de siete días para que aporten cuantas alegaciones, documentos o información estimen conveniente a su derecho y propongan cuantas pruebas sean pertinentes para el reconocimiento del mismo" (artículo 5.3). El escrito de reclamación, cuando el expediente se inicia por los interesados, debe especificar: -­‐ las lesiones producidas -­‐ la relación de causalidad -­‐ la evaluación económica de la responsabilidad -­‐ el momento en que la lesión efectivamente se produjo (artículo 6.1 Reglamento). 2. Instrucción. -­‐ Regla general: El órgano ante el que se tramite el procedimiento, realizará los actos de instrucción necesarios para la determinación, conocimiento y comprobación de los datos (artículo 7 Reglamento). El artículo 8 del Reglamento prevé la posibilidad de un acuerdo indemnizatorio, en que el órgano competente, a propuesta del instructor, acordará con el interesado la terminación convencional del procedimiento, si el interesado aceptare los términos de la propuesta, se pasará directamente a la fase de terminación del procedimiento. -­‐ Práctica de pruebas: En el plazo de treinta días se procederá a practicar las pruebas que sean pertinentes. Sólo se pueden rechazar, mediante resolución motivada, las que sean manifiestamente improcedentes o innecesarias (artículo 9). -­‐ Trámite de audiencia: Una vez instruido el expediente y antes de redactarse la propuesta de resolución, se pondrá aquél de manifiesto, a los interesados, por un plazo no inferior a diez ni superior a quince días. Dentro de dicho plazo, puede el interesado proponer, al órgano instructor, una terminación convencional, fijando los términos del acuerdo que estaría dispuesto a suscribir (artículo 11). -­‐ Dictamen del Consejo de Estado o en su caso del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma: Cuando sea preceptivo según la Ley Orgánica del Consejo de Estado, que se emitirá en el plazo máximo de dos meses, y cuya omisión determina la nulidad de actuaciones (Sentencia del Tribunal Supremo de 17 de julio de 1992). 3. Terminación. a) En la terminación normal, la resolución correspondiente se pronunciará necesariamente sobre la existencia o no de la relación de causalidad y, en su caso, sobre la valoración del daño causado y la cuantía de la indemnización (artículo 13.2 Reglamento). b) La terminación anormal se produce, con arreglo a la Ley, en los casos de desistimiento, renuncia y por caducidad. c) La terminación por silencio, prevista en la Ley 30/1992, se recoge en el Reglamento, cuyo artículo 13 prevé un plazo de seis meses desde la iniciación del procedimiento, para que, en caso de falta de una resolución expresa, deba entenderse que la misma es contraria a conceder la indemnización, como así estima también el artículo 142.7 LRJPAC. En todo caso el artículo 142.6 LRJPAC señala que la resolución de estos procedimientos pone fin a la vía administrativa. 5. PROCEDIMIENTO ABREVIADO Junto al procedimiento general que hemos visto, tanto la Ley como el Reglamento, contemplan la posibilidad de un procedimiento abreviado. Así el artículo 143 Ley 30/1992, preceptúa: “Iniciado el procedimiento general, cuando sean inequívocos la relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público y la lesión, así como la valoración del daño y el cálculo de la cuantía de la indemnización, el órgano competente podrá acordar la sustanciación de un procedimiento abreviado, a fin de reconocer el derecho a la indemnización en el plazo de treinta días”. En tales circunstancias, el órgano instructor podrá abrir, de oficio, el procedimiento abreviado, necesariamente antes del trámite de audiencia, que se regirá por lo dispuesto en el Capítulo III del Reglamento, y cuyas notas específicas son: a) El plazo para el trámite de audiencia será de cinco días como máximo. b) El plazo máximo para la emisión de dictámenes es de diez días. c) El plazo para la terminación del procedimiento por silencio administrativo, es de treinta días desde su iniciación, sin que haya recaído resolución expresa. Se entiende también aquí como silencio negativo. Dos apuntes procesales: •
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El fuero único para la reclamación jurisdiccional es el Contencioso-­‐Administrativo. Pese al carácter puramente revisor de la Jurisdicción Contenciosa, las pretensiones de anulación o de plena jurisdicción pueden acompañarse de una solicitud de resarcimiento de daños sin necesidad de que la indemnización se haya solicitado en vía administrativa. 6. LA RESPONSABILIDAD DE LAS AUTORIDADES Y PERSONAL El artículo 145.1 LRJPAC prevé: “ Para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial a que se refiere el Capítulo I de este Título, los particulares exigirán directamente a la Administración pública correspondiente las indemnizaciones por los daños y perjuicios causados por las autoridades y personal a su servicio.” La responsabilidad de autoridades y personal, contemplada en este artículo 145.1 se desarrolla en el Capítulo V del Reglamento. 1. Modalidades. A) La responsabilidad por daños causados a la propia Administración pública (artículo 145.3), cuando hubiera concurrido dolo o negligencia grave. Tratamiento diferente tiene en nuestro Derecho la acción administrativa cuando los daños causados a la Administración lo han sido en caudales o efectos públicos por aquellas personas que los tengan a su cargo. En este caso, la exigència de la llamada responsabilidad contable se articula a través de un procedimiento administrativo regulado en el Real Decreto 700/1988, de 1 de julio, que regula los Expedientes Administrativos de Responsabilidad Contable. B) La responsabilidad por daños a terceros (artículo 145.2 Ley 30/1992), en la que podemos diferenciar dos supuestos: 1º. Que el lesionado hubiese exigido la responsabilidad a la Administración (artículo 145.2). 2º. Que el lesionado se dirija directamente a la persona física titular del órgano (artículo 146). Se han planteado dudas sobre la subsistencia de las normas relativas a la responsabilidad directa de las autoridades y funcionarios ante el lesionado, a la vista de que la Ley 30/1992 (artículo 145.1) y el Reglamento (artículo 19) establece que "los particulares exigirán directamente a la Administración Pública correspondiente las indemnizaciones por los daños y perjuicios causados por las autoridades y personal a su servicio". No obstante, la mayoría de nuestra doctrina, por todos RAMÓN PARADA, acepta la pervivencia de la responsabilidad directa ante el lesionado sobre la base del artículo 146.1 de la Ley 30/1992 en el que se establece "la responsabilidad penal del personal al servicio de las Administraciones Públicas, así como la responsabilidad civil derivada del delito se exigirá de acuerdo con lo previsto en la legislación correspondiente". Es decir, en el orden civil, tal legislación haría referencia a la vieja Ley MAURA de 5 de abril de 1904. Sin embargo, la Ley 4/1999, que modifica, entre otros, el artículo 146 de la Ley 30/1992, y como dice su Exposición de Motivos, elimina de ésta toda referencia a la responsabilidad civil del personal al servicio de las Administraciones públicas por daños causados en el desempeño del servicio, clarificando el régimen instaurado por la Ley 30/1992, de exigencia directa de responsabilidad a la Administración. En consecuencia, con ello, la Ley 4/1999 deroga la Ley de 1904 y su Reglamento del mismo año. En el orden penal, mediando dolo o culpa del funcionario, hay una responsabilidad directa del mismo y una responsabilidad subsidiaria del Estado, regulada hoy en el artículo 121 del Código Penal de 1995. 2. Elementos. 1. Requisitos subjetivos: -­‐ Competencia: Corresponde a la propia Administración que sufrió el daño (artículo 19.2 Reglamento). -­‐ Es responsable la persona física que preste el servicio a la Administración, cualquiera que sea el tipo de relación y le sea imputable el hecho causante del daño. 2. Requisitos objetivos: -­‐ Se exige la presencia de dolo, culpa o negligencia grave (artículo 19 Reglamento). -­‐ Si el daño se hubiera ocasionado a un tercero, para que la Administración pueda repetir contra su servidor, es necesario que, previamente haya indemnizado aquél. -­‐ El plazo para la exigencia de responsabilidad será de un año (artículo 1968.2 Código Civil) que se contará desde el pago de la indemnización (supuesto de daños a terceros) o desde que se hubiese causado la lesión (supuesto de daños a la Administración). 3. Procedimiento: -­‐ El procedimiento para exigir la responsabilidad patrimonial a las autoridades y el personal al servicio de las Administraciones públicas, se contiene en el artículo 21 del Reglamento, siendo de aplicación, además, las reglas generales del Título VI de la Ley 30/1992. -­‐ El procedimiento se inicia por un acto motivado del órgano competente, que se notifica a los interesados, concediendo un plazo de quince días para aportar documentos e informaciones que se estimen pertinentes. -­‐ En todo caso se debe solicitar un informe al servicio en cuyo funcionamiento se haya ocasionado la presunta lesión que deba ser indemnizable. -­‐ Celebradas las pruebas que se consideren oportunas, se abre el trámite de audiencia por un plazo de diez días, y a su término se procede a dictar la propuesta de resolución, en el plazo máximo de cinco días. -­‐ La resolución que se dicte pone fin a la vía administrativa, pudiendo impugnarse en vía contencioso-­‐administrativa (artículo 145.4 Ley 30/1992), pasando el tanto de culpa a los Tribunales competentes, cuando resulte procedente (artículo 145.5). Del régimen general expuesto, escapa el tratamiento que recibe en nuestro Derecho la responsabilidad patrimonial de los Jueces y Magistrados, para los que la Ley Orgánica del Poder Judicial (LOPJ) mantiene la posibilidad de ser demandados para la exigencia de responsabilidad civil para el resarcimiento de los daños y perjuicios que causen, cuando en el desempeño de sus funciones incurrieren en dolo o culpa (articulo 411 LOPJ), si bien el Estado también responderá frente a los ciudadanos por lo daños causados por Jueces y Magistrados cuando el nivel de culpa de estos sea grave o concurra dolo, sin perjuicio del derercho que le asiste a repetir contra los mismos (articulo 296 LOPJ). 7. RESPONSABILIDAD DE LA ADMINISTRACIÓN POR ACTOS DE SUS CONCESIONARIOS Y CONTRATISTAS 1. Concesionarios. La regla general es que los daños producidos a terceros, en el ámbito de un servicio concedido, no se imputan a la Administración concedente, sino a los propios concesionarios, salvo en el caso de que el daño tenga su origen en alguna cláusula impuesta por la Administración al concesionario y que sea de ineludible cumplimiento para éste (artículo 121 de la Ley de Expropiación Forzosa). Los perjudicados deberán dirigir su reclamación ante la propia Administración, que otorgó la concesión, la cual resolverá sobre la procedencia de la indemnización y sobre quien debe pagarla (artículo 147 del Reglamento de Expropiación Forzosa). Contra la resolución cabe recurso contencioso-­‐administrativo, tanto por parte del perjudicado como por parte del concesionario. En idéntico sentido la vigente Ley de Contratos del Sector Público , Texto Refundido aprobado por Real Decreto Legislativo 3/2011, de 14 de noviembre, obliga al concesionario, en un contrato de gestión de servicios públicos, a indemnizar los daños que se causen a terceros como consecuencia de las operaciones que requiera el desarrollo del servicio, excepto cuando el daño se ha producido por causas imputables a la Administración, y lo mismo ocurre en el caso del contrato de concesión de obra pública. 2. Contratistas. La vigente Ley de Contratos del sector público, TR 3/2011, señala en su artículo 214 que: “1. Será obligación del contratista indemnizar todos los daños y perjuicios que se causen a terceros como consecuencia de las operaciones que requiera la ejecución del contrato. 2. Cuando tales daños y perjuicios hayan sido ocasionados como consecuencia inmediata y directa de una orden de la Administración, será ésta responsable dentro de los límites señalados en las Leyes. También será la Administración responsable de los daños que se causen a terceros como consecuencia de los vicios del proyecto elaborado por ella misma en el contrato de obras o en el de suministro de fabricación. 3. Los terceros podrán requerir previamente, dentro del año siguiente a la producción del hecho, al órgano de contratación para que éste, oído el contratista, se pronuncie sobre a cual de las partes contratantes corresponde la responsabilidad de los daños. El ejercicio de esta facultad interrumpe el plazo de prescripción de la acción. 4. La reclamación de aquéllos se formulará, en todo caso, conforme al procedimiento establecido en la legislación aplicable a cada supuesto.” 8. LA RESPONSABILIDAD DEL ESTADO LEGISLADOR Se ha discutido mucho acerca de la posibilidad de que los particulares tengan derecho a la percepción de una indemnización como consecuencia de la aplicación de los actos legislativos que les afecten. La Ley 30/92 estipula en su artículo 139.3 que: “Las Administraciones Públicas indemnizarán a los particulares por la aplicación de actos legislativos de naturaleza no expropiatoria de derechos y que éstos no tengan el deber jurídico de soportar, cuando así se establezca en los propios actos legislativos y en los términos que especifiquen dichos actos.” Requisitos: 1. Que se trate de aplicación de actos legislativos de naturaleza no expropiatoria. Se debe tratar de normas con rango de ley. Quien indemniza es la Administración que aplica, con independencia de cual sea el órgano legislativo que aprueba la norma de la que se deriva el daño. Este requisito obliga a plantearse qué actos legislativos tienen naturaleza expropiatoria. Según nuestro TC (STC 227/1988) son aquellos que suponen un “despojo de situaciones jurídicas individualizadas”, aunque tal despojo se produzca por una norma con rango de Ley. Un ejemplo de esto lo encontramos en la demanialización de determinadas propiedades privadas sobre aguas que se operó en virtud de la Ley de aguas de 1985. En este caso, si el acto legislativo expropiatorio no contempla una indemnización en favor de los afectados, es inconstitucional por vulneración del art. 33.3 de la CE. 2. Que los administrados no tengan el deber de soportar el daño y que esté patrimonializado. Este requisito nos lleva a la interesante cuestión de la indemnización producida por los cambios normativos que afectan a un colectivo y la diferenciación entre los derechos consolidados y las meras expectativas. Con anterioridad a la entrada en vigor de la Ley 30/92, en algunas ocasiones el TS reconoció una indemnización como consecuencia de la variación en las expectativas de los administrados producidas por cambios legales. Así, a los armadores de barcos que confiando en la promoción que el Gobierno había hecho de las pesquerías realizaron fuertes inversiones en la flota. Cuando como consecuencia de la aplicación de los cupos pesqueros de la UE estos barcos dejaron de faenar, los armadores reclamaron invocando la “confianza legítima” quebrantada y el TS les reconoció la indemnización. Sin embargo, muy pronto tanto el TS como el TC, siguiendo las tesis de García de Enterría, que a su vez se inspira en León Duguit, comenzaron a negar la indemnización por las expectativas quebradas como consecuencia de un cambio legislativo. Para Duguit existen situaciones jurídicas abstractas y generales de sujeción y observancia del Ordenamiento que no necesitan de ningún acto particular para existir, y situaciones concretas, que nacen de actos particulares amparados por el Ordenamiento pero no integrados en él. Las segundas son intangibles a los cambios legislativos, pero las primeras no, y ese cambio no da lugar a indemnización. Así, ambos órganos negaron indemnizaciones en el caso de la supresión del monopolio del servicio público mortuorio, del adelanto de la edad de jubilación de maestros, funcionarios o jueces, o de la desaparición de los agentes de aduanas como consecuencia de la supresión de fronteras entre los miembros de la UE. Tras la promulgación de la Ley 30/92, no cabe duda de que esos daños sólo se van a reconocer si está así previsto en la norma y de la manera en ella determinada, por lo que la jurisprudencia ha rechazado las peticiones de resarcimiento fundamentadas en las alegaciones de ruptura de la confianza legítima, como ha ocurrido recientemente con las modificaciones al sistema de prima que bonifica a los productores de electricidad en régimen especial. Un ejemplo de responsabilidad del estado legislador puede ser la entrada en vigor de Ley Balear 1/2000, de 25 marzo, de espacios naturales y régimen urbanístico de las áreas de especial protección que calificó como no urbanizable suelo que antes lo era. Los perjuicios causados como consecuencia de imposibilidad de ejecución de convenio urbanístico aprobado previamente, y la pérdida de aprovechamiento urbanístico y gastos de urbanización ya realizados dieron lugar a indemnización, así lo declararon las sentencias del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares núm. 533/2006 (Sala de lo Contencioso-­‐Administrativo, Sección 1), de 8 de junio o STSJ Baleares núm. 697/2005 (Sala de lo Contencioso-­‐Administrativo, Sección 1ª), de 27 julio). Lo que es acorde con el artículo 35 de la nueva ley de suelo RDL 2/2008: “Dan lugar en todo caso a derecho de indemnización las lesiones en los bienes y derechos que resulten de los siguientes supuestos: a. La alteración de las condiciones de ejercicio de la ejecución de la urbanización, o de las condiciones de participación de los propietarios en ella, por cambio de la ordenación territorial o urbanística o del acto o negocio de la adjudicación de dicha actividad, siempre que se produzca antes de transcurrir los plazos previstos para su desarrollo o, transcurridos éstos, si la ejecución no se hubiere llevado a efecto por causas imputables a la Administración. Las situaciones de fuera de ordenación producidas por los cambios en la ordenación territorial o urbanística no serán indemnizables, sin perjuicio de que pueda serlo la imposibilidad de usar y disfrutar lícitamente de la construcción o edificación incursa en dicha situación durante su vida útil. b. Las vinculaciones y limitaciones singulares que excedan de los deberes legalmente establecidos respecto de construcciones y edificaciones, o lleven consigo una restricción de la edificabilidad o el uso que no sea susceptible de distribución equitativa. c. La modificación o extinción de la eficacia de los títulos administrativos habilitantes de obras y actividades, determinadas por el cambio sobrevenido de la ordenación territorial o urbanística. d. La anulación de los títulos administrativos habilitantes de obras y actividades, así como la demora injustificada en su otorgamiento y su denegación improcedente. En ningún caso habrá lugar a indemnización si existe dolo, culpa o negligencia graves imputables al perjudicado. e. La ocupación de terrenos destinados por la ordenación territorial y urbanística a dotaciones públicas, por el período de tiempo que medie desde la ocupación de los mismos hasta la aprobación definitiva del instrumento por el que se le adjudiquen al propietario otros de valor equivalente. El derecho a la indemnización se fijará en los términos establecidos en el artículo 112 de la Ley de Expropiación Forzosa.” 9. LA PROGRESIVA CRIMINALIZACIÓN DE ESTAS PRETENSIONES. La criminalización de los supuestos en los que la Administración puede tenir responsabilidad por la causación de daños personales o materiales por sus agentes es, sencillamente, un hecho incontestable. Son numerosos los casos de gran rellevància social y mediàtica, que sitemáticamente, nunca se tratan por la vía de la responsabilidad administrativa por funcionamiento normal o anormal, sinó siempre ante la Jurisdicción Penal. Las razones que han motivado que los daminificados por daños imputables indiciariamente a la Administración Pública acuden cada vez más a la Jurisdicción Penal, en lugar de a la contencioso-­‐administrativa, se puede enumerar de forma no exhaustiva de la siguiente forma: 1. La idea de reprensión o castigo propia de la Jurisdicción Penal. Es el concepto de obtenir no solo una compensación econòmica, sinó además el castigo de quyien se comportó, o se tien la idea de que se comportó, negligente o dolosamente, causando con su conducta el siniestro. 2. Las normes de competència territorial de las leyes procesales penales frente a las contenciosas. En efecto, cuando de la Administración General del Estado se trata, el procedimiento administrativo de reclamación de responsabilidad patrimonial corresponde al Consejo de Ministros o al Ministro del departamento correspondiente, frente a cuya decisión podrá deducirse recurso contencioso-­‐administrativo ante el TS o ante el Juzgado Central de lo Contencioso-­‐Administrativo si la pretensión no supera los 30.050 euros. En cambio, en el proceso penal, de acuerdo con el criterio de competencia territorial del lugar donde sucede el daño, la instrucción y el enjuiciamiento tendrá lugar ante el Juez de Instrucción del propio partido (si de una falta se trata) o ante el Juez de lo Penal y la Audiencia Provincial. 3. Otro motivo es el relativo a la mayor apidez, a priori, de la tramitación de las causes penales, frente a la propia de la vía administrativa previa y recurso contencioso-­‐
administrativo posterior. 4. Los hechos declarados probados en la sentencia penal son indiscutibles en otra jurisdicción que posteriorment pudiera venir a conocer de los mismos hechos, bien porque la sentencia terminara con pronunciamiento absolutorio y dejara abierta la vía al perjudicado para reclamar, bien porque el interesado entendiera que el resarcimiento no es íntegro y pretendiera completarlo mediante el ejercicio de una segunda acción. 5. En la Jurisdicción Penal que está conociendo de los hechos o conductes existent muy pocas cuestiones prejudiciales devolutivas, de obligatoria remisión a la jurisdicción competente para conocer sobre aspectos parciales del hecho enjuiciado. Las únicas excpeciones son las relatives a la validez del matrimonio, al estado civil en general y a la existenciao no del derercho de propiedad que no se funde en documentos auténticos o en actos indubitados de posesión. Ahora bien, frente a dichas ventajas existen una serie de riesgos para la víctima como consecuencia de una incorrecta elección de la vía penal frente a la administrativa y la contenciosa-­‐administrativa que se pueden resumir: 1. La possible prescripción. 2. La necesaria culpabilidad penal. Las situacions de responsabilidad objetiva, en las que no concurre ni dolo ni culpa del agente en grado suficiente para constituir una falta penal que lleve consigo la responsabilidad civil subsidiaria de la Administración, en los términos ya señalados de los artículos 120 y 121 del Código Penal, ello determinarà el sobreseimiento o la aboslución y la imposibilidad de obtenir por esta vía el resarcimiento de los daños causado a la víctima, la cual podrá o no ir, a continuación, a pretender y obtener la indemnización a la segunda vía, dilatando enormemente la reparación del daño; es el denominado “peregrinaje de jurisdicción” causado por la propia víctima. La única excepción a esta regla, es la representada por el accidente de circulación en el que, el hecho de que termine la causa penal sin condena lleva consigo que el órgano jurisdiccional tanga que “dictar titulo”, el denominado auto de cuantía màxima, en el que señala la cantidad màxima en la que la víctima del accidente podrá ser indemnitzada en la vía civil, constituyendo este auto en titulo directmente ejecutivo en la vía civil. 3. La prueba de cargo en el Derecho Penal, la cual debe ser contundente más allá de la duda razonable, dentro de la cual el Juez está obligado a absolver o sobreseer por mor del derecho fundamental de la presunción de inocencia reconocido en el articulo 24 de la Constitución Española. 4. Finalmente, en la vía penal, hay que demostrar la autoria de persona física concreta, mientras que en la administrativa, la Administración responde aunque no exista la individualización del agente de la Administración, siempre que quede claro que los daños se causaron por el funcionamiento del Servicio público. Por último, citaré a continuación algunos de los procesos penales en los que se ventilaban principalmente pretensiones de naturaleza económica o indemnizatoria: 1. El proceso de la presa de Tous, derivada de la catástrofe ocasionada el 20 de octubre de 1982 por el derrumbamiento de la presa de Tous, ell odio lugar a la instrucción de un sumario, con celebración de jucio en la Audiencia Provincial de Valencia que dictó sentencia absolutoria. Recurrida en casación, el recurso fue estimado por el TS en sentencia de 15 de abril de 1997 en el sentido de condenar al funcionario acusado, el director de las obres de la presa, como autor de una falta de imprudència, declarándose la responsabilidad civil subsidiaria del Estado. 2. El proceso del aceite de colza, en el que tras un primer juicio contra los fabricantes y vendedores de aceite por el envenenamiento masivo provocado por el aceite de colza adulterado, se abrió un segundo proceso contra ciertos funcionario presuntamente responsables de negligencia administrativa en relación con la importación y/o comercialización del aceite envenenado, proceso qu epretendía exclusivamente la obtención de las correspondientes indemnizaciones a cargo del Estado. 3. El naufragio del AEGEAN SEA o proceso MAR EGEO, como consecuencia del naufragio de dicho buque en las costes coruñesas. La sentencia penal condena al capitán y al práctico del Puerto, como responsables Civiles directos y solidaries a la compañía asseguradora y finalment declara la responsabilidad civil subsidiaria del Estado. 4. El derumbamiento de la presa de Aznalcóllar, balse de contención de residus, dando lugar a un gran desastre ecológico en las aguas y terrenos de la ribera del río Guadiana, afectando incluso al Parque nacional de Doñana, que finalizó con el archivo de actuacions por no apreciarse la existencia de hechos constitutives de delito. 5. El buque Prestige. La situación de los processos judiciales derivados de la catástrofe del petrolero Prestige es muy compleja xisteindo varios procedimientos: uno penal en España, en el que, junto a la responsabilidad de las empreses del entorno del buque, se enjuicia la actuación de la Administración espanyola en la gestión de la emergencia; processos en los Estados Unidos frente a la Sociedad clasificadora del buque; y procesos en Francia por diverses Asociaciones de Ostricultores de Oleron frente al Estado espanyol, junto a la Sociedad classificadora y propietaria del buque. 6. Sin duda en esta lista de procesos, hay que citar ya al abierto por el desgraciado accidente de tren ocurrido en Santiago este verano. En Palma de Mallorca, a 12 de noviembre de 2013. Mª Dolores Ripoll Martínez de Bedoya. 
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