1 DOS RESPUESTAS FRENTE AL EVANGELIO (Juan 6:60

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DOS RESPUESTAS FRENTE AL EVANGELIO
(Juan 6:60-71)
INTRODUCCIÓN.Hoy terminaremos el capítulo 6 del evangelio de Juan. En los próximos meses iremos viendo
otras partes de la Biblia antes de volver de nuevo a continuar con Juan.
El pasaje que tenemos delante es la conclusión de esta larga conversación de Jesús con los
judíos y con sus discípulos, que fuimos viendo en días pasados. Y el desenlace tiene dos caras.
Una consiste en que muchos de sus discípulos dejan de seguirle. La otra es la declaración de
los doce, que afianzan aún más su relación con Jesús.
El término discípulo, que significa uno que aprende, un aprendiz, uno que sigue a un maestro
se aplica, no solamente a los doce que tenían una relación personal estrecha con el Señor, sino
también a muchos que le seguían por razones muy diversas. Bien por los milagros que hacía,
bien porque conectaban con algunas de sus enseñanzas, bien porque veían en Él alguien que
los podía librar de los romanos, etc. A todos estos que seguían a Jesús de un lado a otro, por
los motivos que fueran, se les denomina también discípulos.
Lo que vemos en este pasaje es la respuesta que dan unos y otros frente al mensaje del
evangelio que Jesús les acaba de exponer. Y creo que también este pasaje nos puede dar a
nosotros hoy día algunas claves. Por un lado ¿cómo es que algunas personas se interesan
aparentemente por Jesús por un tiempo pero llega un momento en que algo no les cuadra y
dejan de seguirle? Por otro lado nos permite entender ¿por qué, quienes han tenido un
conocimiento personal de Jesús, no se separan de Él contra viento y marea? Estas son las dos
cosas que aprendemos en este pasaje. Se trata de reflexionar sobre qué respuesta damos ante
el mensaje del evangelio.
Recordemos que Jesús les había estado hablando de Él mismo como el pan del cielo que da
vida a las personas. Y les dice que tendrán que comerlo si quieren tener vida eterna. En el v. 35
se aclara que por supuesto no se trata de comer físicamente, les está hablando
metafóricamente. Se trata de acudir a Jesús, de creer en Él. Como les dice en el v. 35: “Yo soy
el pan de vida –declaró Jesús–. El que a mi viene nunca pasará hambre, y el que en mi cree
nunca más volverá a tener sed”. (Jn 6:35). Es decir, se trata de apropiarse por fe del alimento
que supondrá su cuerpo entregado en la cruz, su vida derramada para perdón de los pecados.
Era y es absolutamente imprescindible creer en Él y en lo que haría mediante su muerte y
resurrección.
Veamos las dos respuestas que dan sus seguidores a este mensaje del evangelio.
I.- LA RESPUESTA DE MUCHOS DISCÍPULOS.Toda esta explicación de Jesús produce un conflicto en la mente de muchos de sus seguidores,
de sus discípulos. Fue demasiado para ellos la insistencia de Jesús de que tendrían que comer
su carne y beber su sangre. Para un judío, lo de comer la carne de una persona y sobre todo
beber su sangre, les ponía de los nervios.
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Y aunque, como hemos visto en el v. 35, Jesús les aclara que se trata de creer en Él, la mente
de ellos sigue bloqueada y su conclusión es que esta enseñanza de Jesús es muy difícil, es
decir, es inasumible para ellos (v. 60).
Jesús les había aclarado que muchas cosas se las decía en forma de comparaciones, de
metáforas, de parábolas. Por ejemplo, en Juan 16:25 les dice: “Os he dicho todo esto por medio
de comparaciones, pero viene la hora en que ya no os hablaré así…” Y no importa que les siga
aclarando que les está hablando metafóricamente. “El Espíritu es el que da vida; la carne no
vale para nada (es decir, lo físico no es lo que alimenta para vida eterna, así que no entendáis
que es mi carne física lo que tenéis que comer) Las palabras que os he hablado son espíritu y
son vida” ( Jn. 6:63). O sea, en este caso no las toméis literales tienen un significado detrás son
metafóricas. Y si las entendéis bien, estas palabras mías, mi evangelio, os darán vida eterna.
Sin embargo, Jesús no cree que el problema de estos discípulos, en el fondo, sea de tipo
intelectual, sino espiritual: la cuestión es que no creen en Él (leed v. 64). No han llegado a un
conocimiento de Él que les de confianza de poner su salvación y toda su vida en sus manos. Esa
es la cuestión, y la razón última de su abandono. No digo que no les chocaran las palabras de
Jesús, que no las entendieran, pero tampoco las entendieron probablemente los doce, en
cambio ellos se unieron aún más a Jesús.
Quienes se unen a Jesús no es porque tengan claro todo lo que Él diga, sino porque han
experimentado un conocimiento espiritual de Él que les ha dado vida eterna. Es una fe que
viene de Dios (v. 65) cuando, conscientes de nuestra situación pecadora clamamos a Él.
Entonces se nos muestra, mediante alguna palabra suya, y nos alumbra y trae a nuestro
corazón confianza en su persona, aunque no entendamos aún muchas cosas.
Pero estos seguidores de Jesús no habían experimentado ni esa situación previa de conciencia
de pecado, ni esa fe en el Señor que, tras nuestro clamor, surge en nosotros. Por tanto su
respuesta al evangelio la vemos en el v. 66: “Desde entonces muchos de sus discípulos le
volvieron la espalda y ya no andaban con Él”
¿Dónde te encuentras tú? Tratas de seguir a Jesús porque algunas o muchas de las cosas que
dice conectan con lo que tú piensas, o has llegado a experimentar que realmente es alguien en
quien puedes confiar, y por tanto confías en Él.
II.- LA RESPUESTA DE LOS DOCE.En los v. 67 a 71 vemos la otra respuesta al mensaje del evangelio. La respuesta de los doce.
Aunque Jesús sabe que ellos seguirán con Él, les deja a ellos que decidan. Este es el sentido de
su pregunta en v. 67: ”¿También vosotros queréis marcharos?” Y la respuesta de Pedro, como
portavoz de los doce (menos uno), y por eso expresada en plural, no se hace esperar: “Señor –
contestó Simón Pedro–, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos
creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (Jn. 6:68,69)
¿A quién iremos? El inicio de su contestación con esta pregunta indica varias cosas. Pedro es
consciente de que en sí, o por sí mismo no puede resolver las cuestiones importantes de la
vida. No es que sea un perezoso dependiente de los demás; humanamente es un hombre
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activo y con decisión. Pero él sabe que es un pecador; y sobre todo, cuando ha estado a la luz
del Señor, es aún mucho más consciente de su condición caída. Recordemos el episodio de la
pesca milagrosa. Cuando vio que por la palabra de Jesús la red se llenó de peces en el mismo
sitio donde ellos, marineros avezados, no habían pescado nada en toda la noche, cayó a sus
pies totalmente impresionado diciendo: “Apártate de mí Señor, porque soy hombre pecador”
(Luc. 5:8)
Así que con esta clara conciencia de pobreza espiritual sabe que necesita acudir a alguien que
le resuelva ese serio problema de su pecado. Y él no ha conocido en toda su vida a nadie como
Jesús, con el poder que mostró en tantísimas ocasiones, pero sobre todo con el amor
perdonador y compasivo que el Señor le mostró. A quién iría entonces para resolver su
fundamental necesidad, sino a Jesús.
Además Pedro y los doce habían encontrado que las palabras de Jesús traían vida eterna. No
solamente prometían esa vida eterna, sino que esas palabras habían iluminado muchas veces
su interior dándole vida eterna. No sólo eterna en su duración sino en su calidad, porque era la
misma vida de Dios que sus palabras le habían aportado. “Tú tienes palabras de vida eterna”.
Creo que hoy en día pasa algo parecido. Muchos tomamos conciencia de nuestro pecado, de la
insatisfacción humana, del vacío interior que por estar separados de Dios experimentamos en
este mundo. Y al mismo tiempo también oímos sus palabras que nos dicen: ‘No temas, Yo he
llevado la insatisfacción en la cruz por ti; el vacío de la separación de mi Padre, por ti; tu
pecado y el castigo que mereces, en lugar de ti; no te preocupes, cree solamente, confía en Mí’.
En fin, quienes han experimentado el poder de Dios transformando sus vidas, poniendo allí
cosas que no había en ellos, estos confían en el Señor y saben que no hallarán a nadie mejor
que Él.
Estos, igual que los doce, creen y seguirán creyendo, aunque a veces no entiendan bien lo que
está pasando, no tengan todas las respuestas o las razones intelectuales para explicar lo que
sucede. Estos ‘a veces se verán atribulados, pero no abatidos; es posible que perplejos, pero no
desesperados; en ocasiones perseguidos, pero no abandonados; incluso algunas veces
derribados, pero nunca destruidos’ (2 Cor. 4:8,9)
Estos han hallado su satisfacción en el Señor, así que a quien van a ir sino a Él.
CONCLUSIÓN.Cuál es nuestra respuesta al evangelio. ¿Hemos encontrado ya en el Señor nuestra
satisfacción? Todavía sigue en pie la oferta del Señor: “Ya todo está hecho. Yo soy el Alfa y la
Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed le daré a beber gratuitamente de la fuente del
agua de la vida” (Ap. 21:6)
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