LICENCIA DE ACTIVIDAD Y DISTANCIA MÍNIMA DE DOS MIL METROS: APLICACIÓN JUDICIAL Y PROBLEMAS COMPETENCIALES *. Iñigo Lazcano Brotóns ∗ Profesor Asociado de Derecho Administrativo. UPV/EHU I. Planteamiento del problema. El Reglamento de Actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas (RAMINP) de 1961 incorporó a su articulado (art. 4) la conocida norma de que “en todo caso, las industrias fabriles que deban ser consideradas como peligrosas o insalubres sólo podrán emplazarse, como regla general, a una distancia de 2000 metros, a contar del núcleo más próximo de población agrupada”. La aplicación de esta previsión ha dado lugar, desde su entrada en vigor, a una abundante jurisprudencia, sobre todo teniendo en cuenta dos factores. En primer lugar, la norma de los dos mil metros se incluye en el RAMINP tras afirmar éste que las actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas “deberán supeditarse, en cuanto a su emplazamiento, a lo dispuesto sobre el particular en las Ordenanzas municipales y en los Planes de urbanización del respectivo Ayuntamiento”. Por otra parte, tanto en la regulación de las distancias relativas a actividades insalubres y nocivas (art. 15.1 RAMINP), como en las relativas a actividades peligrosas (art. 20 RAMINP), se incluye la previsión de que sólo en casos excepcionales o muy especiales (respectivamente) podrá autorizarse un emplazamiento distinto del que, según el artículo 4 de este Reglamento, haya de venir impuesto por las Ordenanzas municipales y Planes de Urbanización, respecto de las industrias fabriles 1. Las Comunidades Autónomas, tras asumir competencias en materia de medio ambiente en los términos constitucionalmente previstos, han ido dictando en los últimos años una normativa singular sobre actividades clasificadas. Normativa que, en principio, ha venido a sustituir a la vetusta regulación establecida por el RAMINP. Es un dato fácilmente constatable * ∗ Publicado en la Revista Vasca de Administración Pública, 70, 2004. El autor quiere expresar su agradecimiento a Mar Aláez y José Maraña por facilitar algunas de las sentencias aquí tratadas y por las abundantes sugerencias sobre la cuestión. 1 La más reciente jurisprudencia del TS sobre la cuestión es analizada en LASAGABASTER HERRARTE, Iñaki y ARRESE IRIONDO, Mª Nieves, “La jurisprudencia del Tribunal Supremo en materia ambiental”, IeZ (Ingurugiroa eta Zuzenbidea), 1, 2003, pp. 167 a 168, e . IeZ (Ingurugiroa eta Zuzenbidea), 2, 2004, 157 a 168. que varias de esas leyes autonómicas sobre actividades clasificadas no incluyen ninguna referencia explícita a una regla de distancia mínima para industrias fabriles insalubres o peligrosas respecto de los núcleos próximos de población agrupada. Es lo que sucede, por ejemplo, en el caso de la CAPV. En efecto, la Ley 3/1998, de 27 de febrero, general de protección del medio ambiente del País Vasco (LMA), al establecer, en el capítulo III de su título III, la regulación de las actividades clasificadas en esta Comunidad Autónoma, silencia toda referencia a distancia mínima alguna. Planteada la situación normativa en estos términos surge, a continuación, una importante duda jurídica. ¿Es aplicable la regla de los dos mil metros en la CAPV o ha quedado desplazada por la nueva regulación autonómica? El problema no es en absoluto baladí, dado que en varios de los conflictos ambientales surgidos en los últimos años en la CAPV la norma en cuestión ha sido uno de los principales focos de atención y debate jurídico y social, dándose distintas interpretaciones en torno a su subsistencia. El objeto de estas líneas no es otro que plantear los términos del debate jurídico en torno a la aplicabilidad de la regla de la distancia de los 2000 metros, en especial, analizando una serie de decisiones judiciales recientes (y contradictorias) que han sido dictadas sobre este problema, pero realizando este análisis exclusivamente desde un punto de vista de relación entre ordenamientos. Esto es, se trata de analizar la corrección o no de las argumentaciones proporcionadas en sede judicial, con referencia a los principios básicos que articulan la relación entre el ordenamiento estatal y el autonómico en la materia ambiental. II. La regla de la distancia mínima de dos mil metros como norma básica estatal. El Tribunal Supremo ha debido enfrentarse al problema planteado en los párrafos precedentes en la STS de 1 de abril de 2004 (Ar. 1562, Ponente Segundo Menéndez). El asunto tiene su origen en la Comunidad Autónoma de Castilla y León. El ayuntamiento de Aranda de Duero otorga licencias de actividad y de obra a un proyecto de obras del emisario y estación depuradora presentado por la Confederación Hidrográfica del Duero. Contra tal actuación se interpone recurso contenciosoadministrativo ante la sala correspondiente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, considerando que no se ha cumplido (entre otras cosas) la norma de la distancia mínima de los 2000 metros, exigida por el art. 4 RAMINP, respecto de otra localidad (Villalba de Duero) diferente de la otorgante de la licencia. Este órgano judicial estima el recurso en base al motivo reseñado, pese a que en la citada Comunidad Autónoma existe una legislación específica en materia de actividades clasificadas (la Ley 5/1993, de 21 de octubre) que omite toda referencia al régimen de distancias mínimas. La decisión del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León es objeto de recurso de casación ante el Tribunal Supremo, planteado tanto por la Administración del Estado, como por Ayuntamiento de Aranda de Duero. Conviene separar los argumentos que son utilizados, de manera dispar, en el recurso de casación, así como sus respuestas: a) En primer lugar, el Ayuntamiento alega falta de legitimidad procesal en el recurrente, una empresa mercantil propietaria de un establecimiento hotelero sito a 150 metros del lugar elegido para el emplazamiento de la depuradora. A su juicio, tal entidad carece de interés legítimo para exigir que ésta se separe más de 2000 metros del pueblo de Villalba de Duero, del que no es siquiera vecino, correspondiendo la defensa de los intereses de tal municipio a su Ayuntamiento (f. 2º). Sin embargo, el TS considera (f. 3º) procedente la desestimación de este motivo. Y no sólo porque hay que distinguir entre el interés legítimo (determinante de la legitimación procesal y concurrente, como parece obvio, en quien ve perjudicado su interés empresarial) y los motivos que pueden alegarse para impugnar el acto (todos los que, a su juicio, determinan la disconformidad a Derecho del acto impugnado), sino también porque en el procedimiento judicial previo esa cuestión no se había discutido y se introduce como novedad en la casación. b) A continuación el TS ha de abordar directamente el tema de la aplicabilidad o no de la regla de los 2000 metros en Castilla y León, señalando lo siguiente: “La norma de aquel artículo 4 referida a la distancia mínima exigible engarza directamente con los títulos competenciales relativos (1) a la protección del medio ambiente, en el que las CCAA tienen atribuida la facultad de establecer normas adicionales de protección (art. 149.1.23º de la Constitución), con la consecuencia, en lo que ahora importa, de que el apartamiento de aquella norma en el territorio de una Comunidad Autónoma exigirá que la normativa propia de ésta la haya sustituido, sin duda alguna, por otra cuya potencialidad protectora no sea menor, lo cual no se aprecia en aquella Ley autonómica 5/1993; y (2) a la sanidad, en el que la redacción entonces vigente del artículo 27.1.1ª (hoy artículo 34.1.1ª) de la Ley Orgánica 4/1983, de 25 de febrero, sobre el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, disponía que en la materia “Sanidad e higiene. Promoción, prevención y restauración de la salud”, la competencia de la Comunidad de Castilla y León lo era para el desarrollo y ejecución de la legislación del Estado, lo cual excluye, también, el apartamiento en su territorio de aquella norma del artículo 4 por el solo hecho de que dicha Comunidad hubiera dictado su propia Ley sobre Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas” (f. 4º). La cita ha resultado larga pero del todo necesaria. En el estado actual de la jurisprudencia del TS la regla de los 2000 metros del RAMINP es norma básica. No obstante, han de hacerse varias observaciones en relación a lo afirmado por el TS. Obsérvese que se utilizan dos títulos competenciales diferentes para justificar la aplicabilidad de la regla de los 2000 metros, en tanto que norma estatal básica. Por un lado está la referencia al título competencial en materia de sanidad, en el que el Estado dispone de la competencia sobre las bases y la coordinación general (art. 149.1.16 de la Constitución). La regla de la distancia sería, a su entender, norma básica estatal en materia de sanidad. Y lo mismo puede decirse respecto a las competencias ambientales, aunque con un añadido. Dado que, según el sistema de reparto competencial en materia ambiental, corresponde también al Estado dictar las bases en la materia, la regla de los 2000 metros encaja en esa categoría de norma básica ambiental 2. La posibilidad, constitucionalmente establecida, de que las CCAA puedan dictar normas adicionales de protección, solo permite en esta materia dictar otra norma de distancias “cuya potencialidad protectora no sea menor” (f. 4º). La solución que da el TS a la cuestión es sencilla, aunque puede que también un poco simple, pues parece estar referida a un mero cálculo lineal. Si una Comunidad Autónoma, por ejemplo, estableciera una distancia mínima, por poner un dato, de 3000 metros, a juicio del TS nos hallaríamos ante una norma adicional de protección que sí permitiría desplazar la aplicabilidad de la norma estatal. ¿Y si la distancia que se fijara en la norma autonómica fuera menor que los 2000 metros pero fuera acompañada de un régimen que en su conjunto resultara bastante más protector para el entorno que el que se deriva de un simple cálculo lineal de distancias?¿Y si dicho régimen más protector (en todos los parámetros ambientales) se exigiera siempre, existiera o no una distancia mínima, no podría apreciarse la existencia de 2 El carácter del RAMINP, en su totalidad, como legislación básica del medio ambiente ya había sido admitido en varias ocasiones por el TS. Por todas, pueden citarse la STS de 22 de septiembre de 1990 (Ar. 8241) y la STS de 15 de abril de 1993 (Ar. 2628). Sobre el tema ver: PEREZ MARTOS, José, “Jurisprudencia ambiental del Tribunal Supremo”, Revista de Derecho Urbanístico y Medio Ambiente, 192, 2002, pp. 306 y 304. una norma adicional de protección? No parece claro que haya siempre de concebirse la norma adicional de protección, en este caso, como una regla meramente cuantitativa de metros de distancia. Habrá de valorarse el régimen jurídico ambiental de la actividad clasificada en su conjunto. Y, además, no parecería tener demasiado sentido que la regla de los 2000 metros pudiera ser, excepcional o muy especialmente, modificada por la propia Administración motivándolo adecuadamente (como lo permite, por ejemplo, el RAMINP) y que, sin embargo, se impidiera realizar esa misma conducta al legislador autonómico, de una manera general para un determinado tipo, más o menos amplio, de instalaciones sometidas a licencia de actividad. Sobre todo teniendo en cuenta que la regla podría ser excepcionada sencillamente por el legislador estatal, en relación a determinado tipo de proyectos, sin tanto género de condicionantes, pues si difícil es constreñir a los poderes estatales a respetar sus propias bases, mucho más lo es si éstas se encuentran en normas preconstitucionales de carácter reglamentario. La consideración de la regla de los 2000 metros como norma básica estatal plantea, por lo tanto, ciertos problemas de interpretación. c) Ha de concluirse esta referencia a la sentencia del TS, con otras apreciaciones complementarias que se encuentran en los fundamentos jurídicos de la citada resolución judicial. El hecho de que el emplazamiento del proyecto viniera indicado en el Plan General de Ordenación Urbana del municipio es un argumento que se considera insuficiente. La expresión “en todo caso”, que aparece incluida en el art. 4 RAMINP al establecer el criterio de la distancia mínima de los 2000 metros, “conduce a entender que las ordenanzas municipales y los planes urbanísticos del municipio no pueden desoir la regla general establecida en ese último inciso” (f. 5º) 3. El Tribunal Supremo también aprecia que la expresión “industrias fabriles” ha de ser empleada en un sentido amplio, lo cual permite, perfectamente, incluir instalaciones como una estación depuradora de aguas residuales o un vertedero de residuos sólidos urbanos (f. 6º), y que las excepciones previstas a la regla de distancias mínimas (ya citadas), partiendo de una interpretación del derecho al medio ambiente adecuado proclamado en el art. 45 de la Constitución, no deben ser objeto de interpretaciones extensivas 4. Esto último significa, en particular, que el previo informe 3 La jurisprudencia de Tribunal Supremo es reiterativa en este sentido: STS de 29 de mayo de 1980 (Ar. 2846); STS de 8 de marzo de 1996 (Ar. 2422); STS de 31 de enero de 2000 (Ar. 375). Aunque hay alguna resolución aislada en sentido contrario que, por las circunstancias del caso (se trataba de una explotación minera que no puede elegir el lugar de emplazamiento: se elige en función de la existencia del yacimiento), parece primar el planeamiento urbanístico sobre la regla de los 2000 metros. Se trata de la STS de 25 de enero de 2000 (Ar. 662). 4 En el mismo sentido: STS de 18 de julio de 1994 (Ar. 5542); STS de 28 de marzo de 2000 (Ar. 4915) y STS de 23 de marzo de 2004 (ar. 2292). Aunque, en cualquier caso, la existencia de favorable de la Comisión provincial de Servicio Técnicos (según denominación del RAMINP), “ha de referirse, específicamente, al tema de la distancia, razonando cuales son las circunstancias del caso concreto que justifican dispensar la regla general” 5 y que “esa singular motivación de la decisión que autoriza la dispensa debe permitir apreciar que las medidas correctoras impuestas no son sólo las que demanda el tipo de actividad de que se trate, sino, además, singularmente las exigibles por la concreta circunstancia de la reducción de la distancia” (f. 7º). En suma, la decisión del TS considera vigente y aplicable la regla de la distancia de los 2000 metros (con su particular régimen de excepciones, aplicable en los términos ya señalados), al considerar esa norma como una norma básica estatal en materia de medio ambiente (y de sanidad) 6, que no puede ser desplazada por la legislación autonómica correspondiente, salvo que ésta estableciera una normativa “cuya potencialidad protectora no fuera menor”, y que debe ser respetada (“en todo caso”, señala el art. 4 RAMINP), por el planeamiento urbanístico y las ordenanzas municipales aplicables a la instalación en cuestión. Existe una segunda resolución del Tribunal Supremo en esta misma línea. Se trata de la STS de 19 de julio de 2004 (Ar. 5405, Ponente Pedro José Yagüe Gil). En este asunto se ponía en cuestión, por varios Concejos y Ayuntamientos navarros, la legalidad del Plan Gestor de Residuos Especiales de Navarra, por contradecir, entre otras cosas, la regla de los 2000 metros del RAMINP. El TS reproduce, a estos efectos, la fundamentación dada en la STS de 1 de abril de 2004 y, en consecuencia, al situar aquél Plan una planta de tratamiento físico-químico de residuos especiales, tóxicos y peligrosos, en un lugar muy concreto, en la estación de depuración de aguas residuales de Arazuri, situado a menos de la distancia de 2000 metros de varios núcleos de población agrupada, el Plan queda anulado en relación a este extremo. No obstante, esta STS de 19 de julio de 2004 plantea, en este punto, alguna duda interpretativa. Su viviendas dispersas a menos de 2000 metros no se entiende como núcleo agrupado de porblación, como señala la STS de 12 de marzo de 2001 (Ar. 6600). La imposibilidad de una interpretación extensiva de las excepciones no puede llevar a desnaturalizar el concepto de núcleo agrupado de población. 5 Igualmente: STS de 4 de diciembre de 1981 (Ar. 5364); STS de 19 de abril de 1982 (Ar. 2422); STS de 28 de marzo de 2000 (Ar. 4915). 6 Había defendido con anterioridad esta tesis: DOMPER FERRANDO, José, “Control ambiental y autonomía local”, Anuario de Gobierno Local 1998, Marcial Pons-Diputació de Barcelona, Madrid-Barcelona, 1999, p. 188 y YAÑEZ VELASCO, Igor, “Relaciones entre el Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y Peligrosas y el Urbanismo”, Revista de Derecho Urbanístico y Medio Ambiente, 179, 2000, pp. 159 y 160. Una postura crítica manifiesta BETANCOR RODRIGUEZ, Andrés, Instituciones de Derecho Ambiental, La Ley, Madrid, 2001, p. 989. fundamento jurídico séptimo trata, en cierta forma, de justificar la aplicación de este punto del RAMINP, no tanto (aunque también) como norma básica estatal (utilizando la expresión “por lo demás”), sino más bien como consecuencia del hecho de que la legislación navarra no ha pretendido desplazar íntegramente la aplicación de dicha normativa sino, más bien, completarla o desarrollarla. Veáse esto en su tenor literal: “El Reglamento de Actividades Clasificadas 2414/61, de 30 de noviembre es de aplicación en Navarra, ya que la propia Ley Foral 16/89, de 5 de diciembre, de Actividades Clasificadas y Control para la Protección del Medio Ambiente parte, en su Exposición de Motivos, de la total vigencia y efectividad en Navarra de aquel Reglamento, y llama en su apoyo las competencias que la Ley Orgánica 13/82, de 10 de agosto, de Reintegración y Amejoramiento del Régimen Foral, atribuye a la Comunidad Autónoma en su art. 57-c) para el desarrollo legislativo y la ejecución en materia de medio ambiente y ecología y en su art. 58-h) para la ejecución de la legislación del Estado en materia de vertidos industriales y contaminantes. La propia Exposición de Motivos de la Ley 16/1989 dice que su finalidad es «actualizar y desarrollar la normativa vigente» (no, por lo tanto, una regulación «ex novo»), en especial, «en los aspectos referentes a las facultades inspectora y disciplinaria de la Administración», todo lo cual indica bien a las claras la voluntad del legislador navarro de desarrollar, y sólo en aspectos parciales, aquel Reglamento estatal (Conviene precisar que esta interpretación que hacemos de la Ley Foral 16/1989 no está vedada en casación porque de ella depende la aplicación o no de una norma estatal)”. En consecuencia, el fundamento de la decisión del TS no es exactamente (o, por lo menos, no sólo) el mismo que el dado en la STS de 1 de abril de 2004, en la cual no se planteaba esa función de complemento o desarrollo que la legislación autonómica puede jugar respecto del RAMINP. III. La regla de la distancia mínima de dos mil metros como norma estatal supletoria. Existe una segunda vía argumental judicial que, en ocasiones, es utilizada para justificar en un caso concreto la aplicación de la regla de los 2000 metros. Se trata de llegar a fundamentar la aplicabilidad de esta norma en base al principio de supletoriedad del derecho estatal respecto del derecho autonómico. El argumento es el siguiente: si la legislación autonómica sobre actividades clasificadas no ha dicho nada respecto del régimen de distancia mínima de determinadas instalaciones fabriles respecto a núcleos agrupados de población, se aplicará supletoriamente la regla de los 2000 metros establecida en el RAMINP. A favor de esta tesis juega el hecho indudable de que estamos hablando aquí de una normativa estatal de carácter preconstitucional (RAMINP), lo que impide considerar que el Estado haya dictado una regulación (en este caso, ambiental) con un carácter meramente supletorio, algo, como es sabido, vetado por la jurisprudencia constitucional en la materia. Un ejemplo de esta línea argumental lo encontramos en la Sentencia nº 241/03, de 11 de diciembre de 2003, dictada por el Juzgado de lo Contencioso-administrativo nº 3 de Bilbao, en el caso de la impugnación de la licencia de actividad otorgada por el Ayuntamiento de Bilbao a Zabalgarbi S.A. para la instalación de una planta de valorización energética de residuos solidos urbanos (mediante incineración). En la citada Sentencia, ante la alegación por parte del recurrente (una asociación ecologista) del incumplimiento de la regla de los 2000 metros, se afirma lo siguiente: “en lo tocante a la falta de respeto de la distancia mínima exigida por el art. 4 RAMINP, debe tenerse en cuenta que el desplazamiento de la norma estatal por la autonómica sólo se produce respecto a aquellas normas que regulan las mismas materias, por lo que el citado Reglamento será aplicable en lo no regulado en la Ley Autonómica, por aplicación del principio de Supletoriedad del artículo 149.3 de la Constitución. Así, en concreto, la Ley 3/1998 de 27 de febrero de Protección del Medio Ambiente no regula nada sobre emplazamientos y distancias, debiendo acudirse para llenar esa laguna al art. 4 RAMINP” (f. 6º). Antes de continuar con el resto del fundamento jurídico ha de hacerse una breve consideración. Los argumentos de que la regla de los 2000 metros es aplicable por ser norma básica estatal (como afirma el TS, en la sentencia anteriormente comentada) o que ha de aplicarse por ser norma supletoria del Estado (como afirma el Juzgado de lo Contencioso de Bilbao), no son adicionables, sino que se excluyen. El art. 4 del RAMINP, si es norma básica no puede tener carácter de norma supletoria, y si tiene carácter supletorio no puede en ningún momento ser considerado básico. Lo básico y lo supletorio se excluyen por definición. Aunque, como veremos, también sería posible que la regla en cuestión ni fuera básica, ni fuera supletoria. Lo que queremos decir con todo ello es que el argumento de la supletoriedad del derecho estatal no es un argumento que válidamente pueda sumarse al argumento del carácter básico del precepto para justificar la aplicación de la regla. Más bien pone en duda su aplicabilidad. Y la duda se plantea porque, si afirmamos que el art. 4 RAMINP puede jugar como norma estatal supletoria (nunca, por lo tanto, básica), para que, según la jurisprudencia del Tribunal Constitucional pueda aplicarse supletoriamente una norma estatal, además de que ésta ha de ser preconstitucional (lo que en el caso del RAMINP se cumple), ha de constatarse la existencia de una auténtica laguna del derecho 7. Si el legislador autonómico no incluye referencia alguna a un régimen de distancias mínimas, ¿constituye ese vacío, por sí mismo, una laguna jurídica que ha de colmarse por el operador jurídico mediante la aplicación del criterio de la supletoriedad del derecho estatal? Evidentemente la duda expuesta no se plantearía si el legislador autonómico hubiera establecido un régimen de distancia similar o diferente al del RAMINP, o si de manera expresa hubiera afirmado que en la CAPV no existe régimen alguno de distancias mínimas. Pero si, como es el caso, no ha dicho nada, ¿puede hablarse con propiedad de una laguna del derecho? La dificultad de responder con rotundidad a las anteriores preguntas puede observarse volviendo al caso concreto de esta sentencia nº 241/03. Si la referencia citada de la sentencia parecía dirigirse a aplicar la regla de los 2000 metros, aunque sea obtenida su aplicación por mor de la supletoriedad del derecho estatal, a continuación, en el mismo fundamento jurídico de esa decisión, se observa una cierta desviación en el objeto de la argumentación. Estos son los términos que utiliza la Magistrada-juez: “ No obstante el propio Reglamento en el artículo citado, dispone que el emplazamiento de las actividades debe supeditarse a lo dispuesto sobre el particular en las Ordenanzas Municipales y en los Planes de Urbanismo, siendo que en el caso que nos ocupa, está fuera de toda duda que la instalación de una planta de valorización energética de residuos sólidos urbanos (…), no se opone a lo previsto en el planeamiento urbanístico, al estar autorizado el emplazamiento por el Plan 7 La bibliografía sobre el principio de supletoriedad es, a fecha de hoy, abundantísima. Ver, sobre el tema de las lagunas del derecho en relación a este principio, LASAGABASTER HERRARTE, Iñaki, “La interpretación del principio de supletoriedad y su adecuación a los principios constitucionales rectores del Estado de las autonomías”, Revista Española de Derecho Constitucional, 55, 1999, pp. 45 a 51. Especial para desarrollo de infraestructuras de Valorización de Residuos en Arraiz, Bilbao (…), por lo que el único obstáculo que podría oponerse a la actividad sería el de la insuficiencia de las medidas correctoras propuestas, y concretamente, no en su generalidad sino en su particularidad de la existencia de núcleos de población más próximos, circunstancia ésta que modo alguno (sic) puede suponer obstáculo alguno al otorgamiento de la licencia, dada la suficiencia de las medidas correctoras propuestas y que sirven para excepcionar la regla de los 2000 metros exigida por el citado artículo, ya que el mismo no establece dicha distancia con carácter imperativo sino como regla general que admite excepciones”. Como puede observarse, el tenor de este argumento no es el mismo que el proporcionado por la STS de 1 de abril de 2004. Si en ésta decisión el TS subrayaba que la expresión “en todo caso” que aparece en el art. 4 RAMINP afectaba incluso a los planes urbanísticos y municipales, en la sentencia nº 241/03, del Juzgado de lo Contencioso-Administrativo de Bilbao, la solución parte directamente de lo que establece el planeamiento urbanístico. Lo cual no deja de tener bastante lógica. Si el RAMINP admite excepciones a la regla de los 2000 metros (con ciertas condiciones), ¿cómo no admitir que las excepciones se incorporen directamente al planeamiento urbanístico o a las ordenanzas municipales, que son instrumentos cuya elaboración cumpliría de sobra, y al alza, las mínimas exigencias que el propio RAMINP establece para tal excepción, además de establecer mecanismos de participación pública en su elaboración? Lo que sucede es que esta opción interpretativa pone en cuestión el alcance de la efectividad de la previsión “en todo caso” a que hace referencia el art. 4 RAMINP. En suma, la regla de la aplicación supletoria de la distancia de 2000 metros no parece resolver el problema planteado en todas sus vertientes. La cuestión parece, en la práctica, remitirse a lo que establezca el planeamiento territorial y el urbanístico 8, los cuales, al abordar la regulación de la totalidad del suelo en cuanto a los usos y actividades admisibles, deja poquísimo margen para considerar que en un caso 8 Como, por otra parte, ya había sugerido en fecha tan lejana como 1973 el profesor Tomás Ramón FERNANDEZ, en su clásico libro El medio ambiente urbano y las vecindades industriales, IEAL, Madrid, 1973, pp. 171 y ss. Sobre el tema ver también: LOPEZ-NIETO, Francisco, Manual de actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas, Tecnos, Madrid, 2ª ed., 1986, p. 86; DOMPER FERRANDO, Javier, El medio ambiente y la intervención administrativa en las actividades clasificadas. Volumen II. La normativa del Estado y de las Comunidades Autónomas, Cívitas, 1992, 164 y 165; así como AGOUES MENDIZABAL, Carmen, El Régimen Jurídico de la Planificación Territorial: Conflictos Competenciales y Aspectos Jurídicos, IVAP, Oñati, 1996, pp. 115 y 116. concreto nos podemos hallar en una laguna de derecho, que es el requisito legitimador para aplicar una norma estatal como supletoria. Solamente la carencia de planeamiento territorial o urbanístico (algo difícilmente planteable en el caso de la CAPV) tendría sentido acudir a la regla de los 2000 metros como norma supletoria. IV. La regla de la distancia mínima de dos mil metros frente al planeamiento territorial y urbanístico. La zonificación establecida en el planeamiento territorial y urbanístico como alternativa al régimen de distancia mínima de 2000 metros ya había sido sugerida hace bastantes años por la doctrina administrativista más autorizada 9. Dicha alternativa evitaba, también, los inconvenientes derivados de la proximidad del núcleo urbano de población como consecuencia de la expansión territorial de este último, habiéndose de establecer en todo caso, cómo no, las medidas correctoras pertinentes en función de la distancia entre la instalación fabril y el núcleo habitado, como condicionante para el otorgamiento de la licencia de actividad. La opción por la zonificación puede constituir también, a nuestro entender, la solución idónea a la cuestión planteada de la regla de la distancia mínima desde el punto de vista competencial, evitando los problemas que se derivan de su concepción, tanto como norma básica estatal, como, en su caso, de norma estatal supletoria. Aunque es cierto que la mencionada jurisprudencia del TS no asume plenamente esta opción. De ser admitida, el debate pasaría, entonces, a centrarse en el grado de precisión con que el planeamiento ha de incorporar la ubicación de determinadas instalaciones fabriles insalubres o peligrosas. Las referencias demasiado genéricas, vagas o imprecisas (por ejemplo, que el uso no se hallare expresamente prohibido en el planeamiento) no parecerían suficientes, debiendo estas grandes instalaciones ser objeto de una previsión específica y concreta que permitiera abordar el debate ambiental en el mismo momento de elaboración del propio planeamiento. Además, en el caso vasco, el hecho de disponer desde 1997 de unas Directrices de Ordenación del Territorio 10 que establecen el régimen de usos y actividades del suelo no urbanizable con un cierto grado de detalle (en la matriz de ordenación del medio físico, incluida en su capítulo 9 FERNANDEZ RODRIGUEZ, op.cit., pp. 171 y ss Aprobadas definitivamente por Decreto 28/1997, de 11 de febrero. 10 octavo) 11, unido al hecho de que los municipios de la CAPV disponen de instrumentos de planeamiento urbanístico general (que regulará, con bastante minuciosidad, los usos y actividad a desarrollar en cada término municipal, tanto en suelo no urbanizable, como en urbano o urbanizable), permitiría entender como razonable el hecho de considerar el régimen de la distancia mínima de 2000 metros como desplazado por la Ley 3/1998 de Medio Ambiente, al considerarse que el conjunto del sistema protector (la normativa territorial y urbanística, los planes que la desarrollan y las propias previsiones de esa Ley 3/1998) establece, en los términos exigidos por el TS, una normativa propia con una “potencialidad protectora” no menor que la derivada del régimen de distancia mínima del RAMINP. Para concluir esta reflexión ha de resaltarse un especial elemento o factor también digno de valoración por los tribunales. En la Sentencia 21/04, de 7 de enero de 2004, dictada por el Juzgado de lo ContenciosoAdministrativo nº 3 de Bilbao, en otro de los recursos planteado contra la concesión de la licencia de actividad a Zabalgarbi S.A. y la Declaración de Impacto Ambiental de la Viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno Vasco en relación al proyecto de incineradora, se dice literalmente (f. 6º.4), en relación al art. 4 RAMINP, que: “ hay que recordar que aquella normativa ha quedado sustituida por la Ley Vasca 3/1998, de 27 de febrero, arts. 55 y ss. y Real Decreto Legislativo 1302/1986 y Real Decreto 1131/1988, que no contemplan distancias mínimas en atención a que este dato ha dejado de tener entidad como medida correctora –su implantación implicaría de hecho la imposibilidad de ubicación en nuestra Comunidad de un gran número de instalaciones industriales- a favor de las condiciones y medidas correctoras de DIA, de tal forma que la distancia a zonas habitadas es un parámetro considerado en la EIA del proyecto de autos”. 11 El hecho de que algunas normas de esa matriz de usos sean vinculantes y otras se consideren jurídicamente, en los términos de la Ley 4/1990, de 31 de mayo, de ordenación del territorio del País Vasco, “simples recomendaciones”, no es un obstáculo para esta apreciación. Las simples recomendaciones obligan a la Administración competente, cuando se aparten de la misma, a “justificar de forma expresa la decisión adoptada y su compatibilidad con los objetivos que en cada caso informan la recomendación de que se trata” (art. 8.4.d). Motivación que no tendría que ser menor que, por ejemplo, la que se exige en el RAMINP para excepcionar el régimen de distancia mínima. Sobre el tema ver: LASAGABASTER HERRARTE, Iñaki, “En torno al valor jurídico de la Directrices de Ordenación Territorial (DOT). Nota a la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco 1033/2000”, RVAP, 60, 2001, pp. 242 a 244. Sin perjuicio de que la afirmación se realice respecto de proyectos sometidos a EIA, la sentencia parece propugnar el necesario abandono de esta técnica de alejamiento en cualquier proyecto sometido a licencia de actividad. La dificultad de aplicar este régimen de distancia mínima en nuestro país es evidente en cualquier caso y podrían ser perfectamente abordados los problemas derivados de la proximidad de un núcleo urbano a través de la declaración de impacto ambiental o del informe del órgano ambiental para la imposición de medidas correctoras en una licencia de actividad 12, declaración o informe que, de resultar contrarios al proyecto que se pretende, así como respecto de las medidas que propusiese, tendrá en principio, no se olvide, carácter vinculante. 12 Aunque el TS no siempre admite esto. Por ejemplo, la STS de 7 de octubre de 2003 (Ar. 8231) afirma que “la dispensa de la distancia de dos mil metros (…) no es una mera cuestión de medidas correctoras del impacto ambiental, que siempre deberán se adoptadas (…), sino que, para que (…) sea admisible reducir esa distancia de 2000 metros es necesario que concurran circunstancias excepcionales debidamente justificadas”. En la STS de 28 de marzo de 2000 (Ar. 4915) se afirma que “las medidas correctoras señaladas (..) son de aplicación a ese proceso de fabricación con independencia de la distancia del núcleo urbano a que se encuentre, y por sí mismas no justifican la razón de la no observancia de la distancia exigida por el art. 4 del RAMINP”.