La cocina de la escritura; Daniel Cassany

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SEGUNDA PARTE
El autor de La cocina de la escritura es el escritor catalán Daniel Cassany. Según él mismo publica en su
página web, su formación académica comienza a finales del franquismo en una escuela religiosa de Vic
(Barcelona) en la que aprendió gramática generativa, diseño gráfico y plástica y teoría de conjuntos. Además
de esto, tuvo tiempo para leer el Nuevo Testamento y relacionar la palabra de Dios con los problemas de la
adolescencia.
Forma parte de la generación que llegó tarde al Bachillerato tradicional y que experimentó por primera vez la
segunda etapa de EGB, BUP y COU. El interés por la literatura le llevó a colaborar con la revista de poesía
Clot, de la Plana de Vic, y a escribir cuentos y novelas. Se matriculó en la Facultat de Filologia de la
Universitat de Barcelona con la intención de convertirse en un escritor. Terminó su licenciatura en filología
catalana en 1984, con algunos conocimientos de lingüística y gran habilidad para interpretar textos. En el
último curso, había entrado en un programa de Formación de formadores en docencia de lenguas, de la
Direcció General de Política Lingüística del gobierno autónomo de Catalunya, que resultó decisivo para
orientar sus intereses: saltó de la literatura a la lengua y la didáctica, y del mundo académico al laboral.
Durante más de dos años se formó en lingüística del texto, lingüística aplicada, metodologías de aprendizaje
de idiomas, currículum y otras materias relacionadas con la enseñanza de la lengua. Por su cuenta estudió
terminología, análisis del discurso, psicología humanista, creatividad, psicoanálisis o bioenergética.
En 1987 regresó a la universidad para iniciar un doctorado en Enseñanza de lenguas y literatura, en el
Departament de Didàctica de la Llengua i la Literatura, de la Universitat de Barcelona. Ocho años después
defendió una tesis doctoral sobre lingüística aplicada a la empresa y actividades de formación de redactores
profesionales. Desde entonces, ha centrado su actividad en el ámbito universitario, en sus vertientes de
docencia e investigación. Desde 1993 es profesor titular de Análisis del Discurso en lengua catalana en la
Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Pertenece al Departamenet de Traducció i Filologia e imparte
docencia en la Facultat de Traducció i Interpretació, en materias de análisis del discurso, redacción, ciencias
del lenguaje y discurso especializado. También participa en varios posgrados del IDEC (Institut d'Educació
Contínua) del mismo centro. Ha impartido cursos de doctorado en tres universidades españolas.
También codirige la revista trimestral catalana Articles de didàctica de la llengua i la literatura, que ha
publicado unos 25 números misceláneos sobre didáctica de la lengua. Así mismo, asesora y codirige otras
publicaciones de lengua y su didáctica para la editorial Graó.
Durante los últimos años ha colaborado con Centros de Recursos de Cataluña, CEPS del estado español,
institutos Cervantes y universidades españolas, europeas, americanas y japonesas. La mayoría de estas
actividades son de docencia e investigación en su línea actual de trabajo: la comunicación escrita vista desde
varios ámbitos (L1 / L2, lengua ambiental / extranjera, infancia / adultos), géneros (discurso académico,
escritos empresariales, divulgación científica) y perspectivas (formulación teórica, análisis del discurso,
didáctica).
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La cocina de la escritura es casi como un curso práctico de redacción que Daniel Cassany dirige a cualquier
persona que pueda encontrarse alguna vez con la ardua o gratificante tarea (según la ocasión) de llenar con
palabras una página en blanco. El autor entabla un diálogo ficticio con el lector para mostrarle la forma más
adecuada de buscar, organizar y desarrollar ideas para componer un texto que se ajuste a sus propósitos. Este
recorrido por el arte de escribir es facilitado gracias a la gran cantidad de ejemplos, correciones, esquemas...,
algunos hechos a mano por Cassany o intercalados en el texto de la obra ( p. ej. pág.149, primer párrafo, pág.
151, tercero y cuarto), que nos ayudan a ver claramente la teoría que se nos está explicando. Por ello opino
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que este libro sin los ejemplos y ejercicios prácticos que incluye perdería toda su esencia y lo que es peor, su
eficacia.
Según la escritora Maria Teresa Serafini, autora del libro Cómo se escribe, otro manual que presenta las
técnicas básicas para componer un buen texto, las fases de producción de un escrito son las siguientes:
pre−escritura, redacción y revisión del texto. Así mismo, la lectura de La cocina de la escritura aconseja pasar
por estas tres etapas y él mismo las sigue en la construcción de su obra: los primeros capítulos los dedica a la
fase de pre−escritura, el último a la revisión del texto, mientras que los demás se encargan de mostrarnos
como redactar de forma adecuada.
Para Maria Teresa Serafini los aspectos importantes de la primera fase son la recolección de materiales según
el título o tema, la generación de ideas, la adecuación al tono y destinatario... Estos temas son tratados por
Cassany al principio de su libro y propone, entre otras soluciones, técnicas como la lluvia de ideas, la escritura
libre, las frases empezadas, los mapas conceptuales...
En cuanto a la segunda fase de escritura, Serafini defiende que todo texto posee una estructura interna
(introducción, nudo y desenlace) y una externa (en el caso de la cocina, por ejemplo, se compone de una
prólogo, dieciséis capítulos y un epílogo). También, destaca el párrafo como marca de unidad de un texto y
establece tres tipos: de introducción, de desarrollo y de conclusión. Cassany añade que el contenido determina
la organización del párrafo y los tipos que él distingue son los siguientes: de argumentación (con tesis,
argumentos y ejemplos), de narración (con frases ordenadas cronológicamente), de contraste, de enumeración,
etc.
Por lo que respecta al estilo, Serafini diferencia dos tipos, el fragmentado y el cohesionado. En el fragmentado
abundan los signos de puntación, la parataxis y la legibilidad es alta, mientras que en el cohesionado se
transmite más información con menos palabras y la legibilidad es menor, al igual que la presencia de signos
de puntuación. Mecanismos que propone para conseguir un estilo cohesionado son sustituir la coordinación
por la subordinación, el uso del participio absoluto, del gerundio y la sustantivación, así como la selección de
léxico y la adecuación del tono del discurso. Cassany también presta atención a estos temas. En el capítulo
diez nos sugiere diez reglas para elegir palabras y en el once trata propiamente la cohesión textual: los
múltiples lazos de unión que mantiene las frases; la textura escondida del escrito, destacando la anáfora como
uno de los más grandes dolores de cabeza del autor.
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Por último, los dos autores coinciden en los objetivos esenciales de la revisión del texto: obtener un lenguaje
claro, y preciso, eliminando las palabras superfluas, sin olvidar mantener la coherencia, cohesión y correción.
Otro defecto que ambos aconsejan combatir es la ambigüedad, pero mientras que Serafini propone la revisión
del texto mediante una lectura atenta al terminar el escrito, Cassany sugiere a sus aprendices una revisión
continua durante el proceso de producción del texto.
En mi opinión La cocina de la escritura es un libro eficaz, como decía anteriormente. Cassany consigue su
propósito de crear una obra asequible para todo tipo de público, gracias a los ejemplos y al carácter práctico
del libro. Sin estos aspectos, la cocina se hubiera quedado en un simple recogido de pautas a seguir para
escribir correctamente, muy difícil de leer y digerir.
Lo que hace especial este libro es el tono distendido y directo que utiliza el autor, el léxico comprensible para
todos con los mínimos tecnicismos, así como los imprescindibles ejemplos y correciones que nos ayudan a
seguir el camino. Otro aspecto a destacar son las citas con las que abre cada capítulo, a mi juicio, algunas
bastante acertadas: El que no és tradició és plagi; La imatge de les paraules val més que mil paraules; Els
escriptors diuen que escriuen perquè la gent els estimi més, per a la posteritat (...). Jo escric per totes
aquestes coses i perquè escrivintpuc ser jo mateixa; Per a mi escriure és un viatge, una odissea, un
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descobriment, perquè no estic mai segur del que trobaré; La persona que no fa faltes no sol fer mai res.
En general me ha gustado el texto que ha compuesto Cassany, porque es original y se aleja de las estrictas
formas de otros manuales, gramáticas... En este aspecto me recuerda a un libro del también catalán Jesús
Tuson, Mal de llengües, un ensayo irónico y divertido sobre los prejuicios lingüísticos, en el que también se
utilizan analogías tan originales como la que Cassany nos propone comparando el proceso de escribir con el
de cocinar, que da título al libro, o la comparación con la pintura, en el último capítulo.
Bueno, está claro que mi opinión sobre la obra de Cassany es bastante positiva, aunque eso no impide que
reconozca que en algunos capítulos el libro se vuelve denso y aburrido. Para mí, ejemplos son el capítulo 7,
dedicado a la frase, el 8, una lista interminable de incorrecciones, el 11, sobre la textura escrita, y el 14: la
oratoria de la frase..., haciendo estos capítulos muy difíciles de seguir, en comparación con el resto del libro.
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PRIMERA PARTE
La estructura externa de la obra es bastante clara: comienza con una dedicatoria del autor, un fragmento de
Ramon Vidal de Besalú y la presentación. A continuación los 16 capítulos que componen el tema, y para
cerrar, un epílogo y la bibliografía. Cada capítulo comienza con una cita y una introducción, pasando luego al
tema dividido en subapartados.
Por lo que respecta a la organización interna, Cassany secuencia los capítulos según las fases de escritura del
texto. La cocina está estructurada siguiendo los pasos que el autor nos indica para elaborar un escrito. Por
tanto, podemos dividir los dieciséis capítulos en tres bloques:
• El primero (los primeros tres capítulos) son una introducción que corresponde a la fase de
preescritura, donde Cassany nos muestra los pasos previos a la composición y redacción del texto: el
concepto de legibilidad, el material adecuado o formas para empezar el proceso de escritura.
• El segundo bloque, que ocupa hasta el capítulo 15, se encarga ya de la fase de escritura. Cassany traza
un recorrido lógico que sigue los pasos de la elaboración de un escrito: desde la lluvia de ideas y
mapas conceptuales, pasando por la construcción de frases y párrafos, hasta la elección correcta de
léxico, signos de puntuación, imágenes, etc.
• Por último, el capítulo 16 está dedicado a la revisión del texto.
En el principio de la obra, Cassany nos presenta conceptos importantes como legibilidad (grado de facilidad
con que se puede leer, comprender y memorizar un escrito), la preferencia de un lenguaje sencillo que
contribuya a una mayor legibilidad, o procesos de composición (lo que piensa, hace y escribe un autor desde
que se plantea escribir un texto hasta que acaba la versión definitiva). A continuación, del segundo capítulo
destacaría el apartado dedicado a la escritura respetuosa y, sobre todo, el cuadro que recoge ejemplos de usos
no sexistas.
Los tres siguientes capítulos suponen una ayuda en el momento de empezar a escribir. Cassany comienza
proponiendo el escrito como respuesta a una circunstancia concreta y por ello explorar las circunstancias es la
primera técnica que nos sugiere. Otras son desarrollar un enunciado o mantener un diario personal. En este
mismo apartado ya nos presenta los mapas, que se estudian más profundamente en el quinto capítulo. Pero
antes el autor explica qué es una lluvia de ideas (concentrarse en el tema y apuntar todo lo que se te ocurre en
un papel sin tener en cuenta el orden o la gramática). Para desarrollar los conceptos que se obtienen Cassany
sugiere las técnicas del cubo, que estudia las seis caras posibles de un tema apartir de seis puntos de vista
diferentes, o la estrella, derivada de la fórmula periodística de las noticias (quién, cómo, cuándo...). Otras
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técnicas son desnmascarar las palabras clave (con alta carga informativa), la escritura libre, acabar las frases
como lo más importante es..., o llevar siempre a mano un cuaderno y tomar notas de todo cuanto se te ocurra.
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Como decíamos, en el capítulo cinco se trata la elaboración de los mapas conceptuales, con la finalidad de
enseñarnos a ordenar ideas y hacer esquemas. Este tipo de esquemas tienen la ventaja de ser irrepetibles, y por
tanto más fáciles de recordar, y ser ilimitados. Sólo se utilizan sustantivos, adjetivos y verbos (palabras clave
o llenas) y se parte de un rectangulo central que determina el tema. A partir de ahí, los conceptos se sitúan
más cerca del centro dependiendo de su importancia.
El tercer subapartado de este capítulo se refiere a la estructura del texto, con el objetivo de que la organización
de las ideas quede reflejada en el escrito de alguna manera: cada división debe tener unidad de contenido y
debe ir marcada gráficamente. Y así llegamos al capítulo sexto, dedicado al párrafo (unidad intermedia,
superior a la oración e inferior al apartado o texto, con valor gráfico y significativo) y ya estamos plenamente
en el segundo bloque de la cocina dedicado a la fase de redacción. Este capítulo se divide en tres apartados:
uno teórico, en el que destacan las faltas que solemos cometer y un truco (poner título o resumir el tema de
cada párrafo), y dos prácticos, con ejemplos comentados y estropeados .
El séptimo capítulo está dedicado a la construcción de la frase. Primero se trata la extensión: se recomienda
brevedad, las frases largas son más dificiles de leer, y Cassany aporta multitud de datos y ejemplos (a lo largo
de este capítulo resultan excesivos). Después se dedica a la sintaxis de la frase y sus incisos y ofrece algunas
indicaciones: limitar los incisos, evitar lo irrelevante y unir las palabras relacionadas. Otras cuestiones son la
ordenación interna de la frase y la selección sintáctica (algunas construcciones son más claras que otras). Más
indicaciones a seguir: no esconder a los protagonistas de las acciones mediante construcciones impersonales,
no abusar del estilo nominal, limitar los gerundios, evitar las negaciones y buscar un estilo activo.
Al final, Cassany intenta arreglar este capítulo tan denso como sobrecargado con una lista de consejos para
escribir frases eficientes. Aunque también podría haber empezado por esto y haber resumido un poco más el
capítulo.
El capítulos 8 continua con las teorías e instrucciones. En este caso se trata de una lista de incorrecciones.
• Solecismos. Faltas contra la normativa de la lengua: barbarismos léxicos, frases incoherentes,
ausencia de concordancia...
♦ Silepsis. Concordancia de significado pero no de forma.
♦ Anacolut. Frases inacabadas o en las que la segunada parte no acompaña a la primera.
♦ Anantapodoton. Sólo se expone uno de los dos elementos correlativos.
♦ Zeugma. Adjetivo o verbo que concuerda con una palabra y se refiere también a otra anterior.
♦ Pleonasmo. Uso de más palabras de las necesarias para expresar una idea.
Otros defectos son la anfibología (ambigüedad), cacofonía, los tics personales...
El capítulo acaba con una serie de ejercicios.
El siguiente supone un alto en el camino. Con la excusa de los juegos sintácticos, Cassany nos da una
oportunidad para descansar de tantas teorías e instrucciones, y con un tono distendido y directo nos presenta
ejemplos entretenidos (destaca la frase de Thomas Bernhard de 150 palabras). También destaca una frase del
apartado de creatividad sintáctica: Quién puede decir lo mismo con otras palabras es libre de escoger las que
más le gusten para cada ocasión, pero a quien le cuesta acabar una única versión es un esclavo de sus
limitaciones expresivas.
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En el décimo capítulo seguimos tomando notas de los consejos de Cassany para completar una buena fase de
composición y redacción. En este momento su consejo se transforma en reglas para seleccionar vocabulario:
• No repetir.
• Evitar muletillas y comodines.
• Preferencia de palabras concretas, sencillas, cortas y populares.
• Evitar verbos predicativos.
• Vigilar los adverbios en −mente.
• Utilizar marcadores textuales. A continuación, un cuadro completo y útil de marcadores. El capítulo
finaliza con ejercicios.
El capítulo siguiente está dedicado a la cohesión textual. Está compuesto en su mayoría por ejemplos y
ejercicios y en la introducción se destaca la anáfora como elemento más importante. El objetivo es evitar las
repeticiones pero garantizando la comprensión: un ahorro excesivo provoca vacíos de significado y
desconcierto, pero la reiteración sistemática de las mismas palabras recarga la narración y le quita vigor.
El capítulo 12 es especialmente interesante porque, aún después de tanto tiempo de vida académica, los signos
de puntuación a veces siguen siendo para nosotros un misterio. Cassany en e primer apartado nos habla de su
importancia y de cómo ha sido maltratado (pocos hemos tenido la suerte de que nos enseñaran a puntuar en la
escuela). A continuación, las funciones (estructurar el texto, delimitar la frase, remarcar ideas,...), la jerarquía
de los signos (los más importantes son el punto y seguido y la coma), el uso de los más importantes con
originales ejemplos intercalados en el texto. Por último nos alerta de que relacionar puntuación y entonación
con finalidades didácticas es erróneo ya que lo único que produce es confusión. Los motivos para puntuar son
exclusivamente sintácticos.
El capítulo 13 comienza con unos ejemplos que incluso me parecen cómicos, al igual que los que siguen en el
capítulo. En cada situación se da un nivel de formalidad distinto y Cassany advierte que, a veces, no es fácil
encontrar el tono adecuado al texto y a nuestro interlocutor. Por ello nos explica que son las denominadas
marcas de [in]formalidad, los elementos que otorgan al escrito su nivel formal, y nos ofrece una lista y
numerosos ejemplos (tal vez demasiados, aunque son divertidos) para que nos quede claro.
El siguiente capítulo tiene como objetivo enseñar a los lectores cómo pueden utilizar recursos retóricos en sus
escritos y tenemos una muestra de la falta más básica que se suele cometer: ser repetitivos. A continuación
encontramos otra introducción, una lista de recursos retóricos y un apartado de ejemplos prácticos. Los
recursos retóricos que destaca son:
• Punto de vista. Adoptar el punto de vista del lector.
• Concreción. Los hechos concretos son más comprensibles y atractivos.
• Personalización. El tono personal es más interesante.
• Prosa coloreada: salidas de tono, cambios de ritmo, humor, ironía,...
• Decir y mostrar. Describir información desde una óptica personal.Desplazar una información
secundaria y autónoma del conjunto
• Piezas. Desplazar una información secundaria y autónoma del conjunto y presentarla como
complemento del texto principal.
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El último capítulo del segundo bloque habla de la imagen impresa: buscar el diseño más eficiente de la página
blanca, buscar la manera más fácil de presentar la imagen del texto a los ojos. El capítulo está dividido en tres
apartados:
• Ojos e imágenes. Las páginas ecritas son como imágenes y la publicidad y el periodismo son los ámbits que
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más han desarrollado el potencial comunicativo no verbal de la imagen impresa.
• La imagen organizada. La imagen de la página es la primera impresión y gracias a los programas
informáticos disponemos de muchas posibilidades, así que Cassany nos propone unas cuantas reglas para
organizar la página.
• Señales para leer. Podemos ayudar a leer al lector mediante una serie de recursos que el autor distribuye en
un cuadro dividiéndolos en:
♦ Señales de anticipación. Avisan de todo lo que habrá en el texto.
♦ Señales de resumen. Recuerdan qué ha sido lo más importante.
♦ Señales visuales. Resaltan fragmentos con medios no verbales.
♦ Señales verbales. Apuntalan el desarrollo de la lectura con información lingüística.
Así, llegamos al tercer bloque de la cocina, el último capítulo, la fase de revisión.
Cassny comienza diciendo que no está convencido de dejar este capítulo a l final del libro porque quiere
eliminar el prejuicio de que la revisión sólo debe hacerse al final. A continuación nos explica la diferencia
entra la revisión de un experto y de un aprendiz (en ningún otro proceso de redacción se nota tanto la
diferencia) mediante una analogía con la pintura: los aprendices dan una capa de pintura a la prosa, pero los
experto reconstruyen el texto desde sus fundamentos. Además adjunta un esquema en el que establece las
diferentes técnicas de los dos grupos.
De esta forma, viendo la forma de trabajar de los expertos, nos damos cuenta de cuál es la revisión ideal.
Antes de acabar afirma: revisar consiste en mucho más que una técnica o una supervisión final del texto:
implica una actitud determinada de la escritura y una manera de trabajar. Y, finalmente, nos propone una lista
de preguntas para revisar y tener en cuenta todos los aspectos del texto, ya trabajados a lo largo de la cocina:
enfoque del escrito, ideas e información, estructura, párrafos, frases,palabras, puntuación, nivel de formalidad,
recursos retóricos y presentación.
Por último Cassany nos ofrece en el cierre del libro un decálogo de la redacción que recoge los consejos más
importantes que han ido surgiendo en el libro, que pueden resumirse así y en los que después Cassany
profundiza:
• No tengas prisa.
• Utiliza el papel como soporte.
• Emborrona.
• Piensa en tu audiencia.
• Deja la gramática para el final.
• Fíjate en los párrafos.
• Repasa la prosa frase por frase.
• Ayuda al lector a leer.
• Deja reposar tu escrito.
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• Primera parte: Resumen por capítulos y exposición de ideas......................................p. 2
• Segunda parte: Recensión periodística........................................................................p. 6
• Bibliografía....................................................................................................................p.9
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