la enfermedad del p.champagnat

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La enfermedad del Padre Champagnat
PATRIMONIO ESPIRITUAL MARISTA
CEPAM/abm
TEXTOS VARIOS SOBRE
LA ENFERMEDAD DEL P.CHAMPAGNAT
1. El buen Padre hizo estas visitas a pie [finales de 1825] y con un tiempo bastante malo. Le resultó singularmente pesado el viaje a Charlieu por las lluvias torrenciales que habían caído y que hacían intransitables los caminos. Además, el Padre Champagnat, que era muy rigurosos para consigo mismo, no se
andaba con miramientos ni se cuidaba lo más mínimo en los viajes. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 140).
2. Tal era el régimen de vida que llevaba el Padre Champagnat en sus viajes. ¿extrañaremos que la constitución robusta con que la naturaleza lo había dotado se deteriorase tan pronto y que muriese relativamente joven? (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 141).
3. Estos disgustos y sinsabores (con el Padre Courveille), que el piadoso Fundador trataba cuidadosamente de ocultar y cuyo amargor saboreaba en la soledad, unidos a las fatigas de los largos y penosos
viajes que acababa de realizara, le hicieron contraer una enfermedad que lo llevó a las puertas del sepulcro. Durante su viaje a Charlieu se encontraba ya muy mal, pero no dio importancia alguna a su indisposición, y en vez de cuidarse, en cuanto regresó, se dedicó a trabajos muy duros. A pesar de que
se sentía consumido por una ardiente fiebre, quiso estar presente en el oficio y la misa del gallo, y también en la misa solemne y en las vísperas de Navidad. Y sólo al día siguiente, fiesta de san Esteban,
después de celebrar la santa misa, no pudiendo aguantar más, se acostó. Le enfermedad se agravó, y,
pocos días después, llegó a tal extremo de gravedad que sed perdió la esperanza de curación. (VIDA
DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p.
142).
4. Durante una enfermedad grave y larga, grandes deudas pesaban sobre mi cabeza, quiero hacer al Sr.
Terraillon mi heredero universal, el Sr. Terraillon rehusa mi herencia diciendo que no tengo nada, lo que
no deja de decir a los Hermanos junto con el Sr.Courveille: Los acreedores vendrán dentro de poco a
echaros de aquí. No tenemos más que aceptar un curato y abandonaros. En fin, Dios en su misericordia, quizá en su justicia, me devuelve finalmente la salud. (030, 25-32, CHOLLETON JUAN, VICARIO
GENERAL, 1833-08).
5. Me propongo ver al Sr. Prefecto dentro de breves días y conservar con él sobre los medios que podemos tomar. Sin una indisposición que me sobrevino le hubiera respondido de viva voz. (064B, 31-36,
ARQUILLIERE CARLOS, SEGLAR, 1836-04-13).
6. Después de tres días y tres noches de marcha en diligencia, hemos llegado a París sanos y determinados a intentarlo todo para acertar cada cual en sus asuntos. Nuestro viaje se realizó sin que yo haya
experimentado, como temía, los dolores que siento de ordinario; gracias sean dadas a Jesús y a María.
(067, 05-09, FRANCISCO, HERMANO, 1836-08-28).
7. No se preocupen por mí. Estoy muy bien. Encuentro al pueblo de París muy honesto. No nos han lanzado ninguna palabra malsonante. (067, 18-20, FRANCISCO, HERMANO, 1836-08-28).
8. Le agradezco la botella, que me ha hecho mucho bien, aunque haya hecho poco uso de ella. (072, 1617, MAZELIER FRANCISCO, SUPERIOR SPTCH, 1836-11-04).
9. Una indisposición, que espero no sea muy grave, acaba de impedirme seguir mi camino y me obliga a
volver a casa. Dios sea mil y mil veces bendito; ese soberano Maestro tiene muy buenas razones. Yo
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no le pido más que una cosa, que pueda cantar eternamente sus misericordias. (122, 14-18,
MAZELIER FRANCISCO, SUPERIOR SPTCH, 1837-07-26).
10. Henos aquí ya desde hace ocho días, no sin haber sufrido de diversos modos, como se puede figurar.
(170, 07-08, FRANCISCO, HERMANO, 1838-01-25).
11. Yo estoy bien y el Sr, Chanut también. Sólo el frío nos molesta a causa de la carestía del combustible.
Nos calentamos corriendo de un lugar a otro. No paramos de correr desde que hemos llegado. No hay
nieve, pero el hielo no falta. El agua que nos ponen en nuestras habitaciones se hiela noche y día. El
hielo vuelve cada pocos días. (170, 19-25, FRANCISCO, HERMANO, 1838-01-25).
12. No se preocupe por nosotros, estamos bien, pero frígidamente alojados. (172, 46-47, FRANCISCO,
HERMANO, 1838-02-04).
13. Recomiende a mi pobre hermano a las oraciones de la comunidad. Ahora soy el único que quedo de
toda la familia, de los diez que éramos; espero que mi turno no estará lejos. Que Dios me conceda prepararme bien, eso es todo lo que le pido. Después de todo, me encuentro desde que estoy en París
como jamás estuve. Casi nunca tomo las “eaux chaudes”. Tengo muy buen apetito. (174, 52-58,
FRANCISCO, HERMANO, 1838-02-24).
14. Nuestros asuntos siguen lo mismo. No sé qué aguijón empleara para hacerlos ir más de prisa. Bendito
sea Dios. Ahora es cuando no voy a dejar de decir: “Super flumina Babilonis”. Por otra parte sería muy
feliz en mi situación teniendo poco que hacer y con muy buena salud. Esta cuaresma va a pasar sin
que me dé cuenta. Lo que me inquieta es más que suficiente para emponzoñarlo todo: es el estancamiento pesado en que están los asuntos que persigo. Una vez más, bendito sea Dios. (176, 06-14,
FRANCISCO, HERMANO, 1838-03-12).
15. Se me olvidan muchas cosas. (177, 28, FRANCISCO, HERMANO, 1838-03-13).
16. Ya llevo dos meses en París; y yo había calculado estar sólo uno. Mis asuntos aún no los termino. Es
probable que aquí me quede hasta las fiestas de Pascua. Pienso poder tener éxito en mis gestiones,
con la ayuda de Dios. Estoy bien de salud. El tiempo no se me hace largo. Si fuese la voluntad de Dios,
me quedaría aquí hasta el fin de mis días. El frío se está haciendo sentir en París, aunque no ha habido
nevadas. Han vendido el balde de agua hasta en quince centavos. Varias personas han sido halladas
muertas a causa del frío. (180, 51-59, VIUDA CHAMPAGNAT MARIA, SEGLAR, 1838-03-16).
17. Yo me encuentro bien; el tiempo no me pesa sino sólo porque no estoy con vosotros. (181, 26-27, HILARION, HERMANO, 1838-03-18).
18. Yo sigo con buena salud. Deseo que usted y toda la casa estén lo mismo bajo todos los aspectos. No
creo que esté de vuelta antes de Pascua. Mientras tanto procure arreglarlo todo lo mejor posible. (182,
24-27, FRANCISCO, HERMANO, 1838-03-22).
19. Gozo de muy buena salud en París. Estoy alojado en el Seminario de Misiones Extranjeras, en donde
gozo infinito. Le aseguro que si no supiese que hago algo de falta en el Hermitage, pediría terminar
aquí mis días. Sigo el reglamento de la casa en cuanto mis salidas me lo permitan. Me levanto al toque
de campana, asisto a la meditación y a los otros ejercicios espirituales, a las comidas, a los recreos.
Estoy edificado hasta el extremo por la generosa abnegación de los que se destinan a misiones lejanas. (183, 33-41, ANTONIO, HERMANO, 1838-03-24).
20. Mi salud sigue bien; casi no he experimentado dolores de estómago. Si no me diese cuenta de que mi
presencia es exigida por varios asuntos, no tendría prisa en partir. Espero por lo demás que nuestro
gran problema no sufrirá nada, estando como está demasiado adelantado. El H. Juan María me presentará las cuentas bien en regla; así lo espero. (185, 30-34, FRANCISCO, HERMANO, 1838-06-12).
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21. Llegué más o menos como partí, a ratos bien, a ratos mal. El tiempo no me alcanza, porque me ocupo
de nuestro gran problema. (193, 11-13, FRANCISCO, HERMANO, 1838-05-20).
22. de mayo Aunque me siento bien, el tiempo comienza a pesarme. Debe usted haber recibido una carta
del Sr. Delbeque. Me gustaría mucho saber cómo está concebida. Envíeme copia, si la tiene. Aquí no
para un día de llover. (193, 39-42, FRANCISCO, HERMANO, 1838-05-20).
23. Ya podrá imaginarse lo largo que se me hace el tiempo, añorando mis ocupaciones ordinarias. Sin embargo, a pesar de mis problemas en París, mi salud va mejor que en Nuestra Señora del Hermitage.
(194, 20-23, POMPALLIER JUAN BAUTISTA, VICARIO APOST., 1838-05-27).
24. Quisiera encontrar un reemplazante. Ore por mí, tengo muchas necesidades. Estoy muy persuadido de
que sus oraciones son agradables a Dios. (194, 98-99, POMPALLIER JUAN BAUTISTA, VICARIO
APOST., 1838-05-27).
25. Mi salud está más mal que bien desde hace unos días. Los viajes me hacen daño. (197, 54-55, FRANCISCO, HERMANO, 1838-06-23).
26. El padre Champagnat nunca se había repuesto totalmente de la enfermedad que había padecido en
1825. Durante varios años sufrió un persistente dolor de costado que se intensificaba cuando se ocupaba en trabajos pesados o tenía que caminar largo rato. A todo esto se le añadió una debilidad de estómago que pronto degeneró en gastritis, perfectamente definida. Dicha gastritis seguramente fue consecuencia de las privaciones diarias y de los prolongados ayunos del buen Padre. Ya hemos indicado
que en los muchos viajes, que se veía obligado a realizar, con frecuencia pasaba días enteros sin tomar casi nada. Por otra parte, su espíritu de penitencia y mortificación lo llevaban a elegir los alimentos
más ordinarios y lo peor que hubiese en la mesa. Este régimen de vida agravó rápidamente su gastritis
hasta hacerla crónica, por lo que se perdió toda esperanza de curación. Anteriormente a su estancia en
París, padecía frecuentes vómitos, y no toleraba determinados alimentos; es más, cualquier alimento le
producía bascas y su estómago se hallaba siempre lleno de flemas blanquecinas que expulsaba por
expectoración y vómitos casi permanentes. Las fatigosas caminatas por París y los desengaños de todo tipo que allí tuvo que soportar, terminar por minar su organismo y agotar las pocas fuerzas que le
quedaban, de modo que a su regreso no era difícil adivinar que no llegaría muy lejos. El Padre Colin, el
primero en darse cuenta y preocuparse por la enfermedad del Fundador, pensó con razón que, para
tranquilidad de los Hermanos, y en previsión de cualquier incidente, habría que pensar en sustituirlo eligiendo a un Hermano como sucesor. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan
Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 223).
27. Me proponía ir a Puy a presentarle la petición que la ciudad de Craponne nos ha dirigido para tener
Hermanos nuestros, pero una indisposición bastante grave unida a la multitud de asuntos que ocasionan nuestras colocaciones me ponen en la imposibilidad de llevar a cabo ese proyecto. (280, 02-06,
LEGOUX JULIAN CAMILO, PREFECTO, 1839-10-00).
28. Aunque el Padre Champagnat notaba cómo sus fuerzas disminuían y su enfermedad se iba agravando
día a día, nunca se resignó a cuidarse y descansar. Y así, pocos días después de terminar el retiro de
los Hermanos, se fue con otro Padre a La Côte-Saint-André [noviembre de 1839] para dar un retiro a
los internos. Se hallaba tan extenuado, tan débil, que cuantos lo veían se sentían movidos a profunda
compasión. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 228).
29. Queridos Hermanos: Respondemos a un ferviente deseo de sus corazones e invitamos a todos a unirnos a los pies de Jesús y de María para rogar por la conservación de nuestro buen Padre Superior, cuya salud sigue siendo muy delicada. Durante nueve días rezaremos las letanías de la Santísima Virgen
y el Acordaos, asistiremos a la Santa Misa y haremos nuestras comuniones a esta intención. Que nuestros alumnos se interesen en esta obra de agradecimiento y piedad. Su Hermano que los estima, Francisco. (313, 107-116, INSTITUTO, HERMANOS, 1840-01-10).
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30. Esperaba llevar yo mismo la respuesta a la carta oficial que usted ha tenido la amabilidad de escribirme
con fecha 3 de abril, pero ahora veo que tengo que renunciar a ese proyecto; mis indisposiciones me
ponen en la imposibilidad de emprender ese viaje. (333, 02-06, TACHON JUAN, ALCALDE, 1840-0425).
31. Todos estos viajes, en los que sufría sobremanera, terminaron por agotar sus fuerzas y arruinar la poca
salud que le quedaba. No podía ser menos, pues a menudo pasaba días enteros sin apenas probar bocado, ya que su estómago no soportaba ningún género de alimento [...] “Por lo que a mí se refiere, parece que estoy reñido con el alimento, ya que, lejos de aprovecharme y fortalecerme, me agobia y me
pesa como una montaña. No puedo tomar nada, ni siquiera verlo; es el anuncio de que me hallo al fin
de mi carrera.” Pasó muy mal el invierno. Su alimentación se limitaba a caldos, algo de leche u otros
alimentos ligeros que sólo podía tomar en pequeña cantidad; y, aun así, a menudo se veía obligado a
devolverlos [...] Unos días antes de verse obligado a guardar cama, aún quiso ir a trabajar con los canteros; y aunque se hallaba tan débil que apenas podía caminar, tomó las herramientas con la energía
de siempre y se puso a trabajar hasta que le cayeron de las manos. Los Hermanos y obreros, que presenciaron la escena y le habían rogado que no se le ocurriese trabajar y que se conformase con mirar,
se conmovieron hasta llorar. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista,
Edición del Bicentenario, 1989, p. 230).
32. El Miércoles de Ceniza [4 de marzo de 1840] sufrió un violento ataque de riñones que ya no le abandonó hasta su muerte. El dolor se hizo tan intenso que apenas podía permanecer acostado. Ya durante el
invierno se le hinchaban las piernas de vez en cuando; pero ahora aumentó considerablemente la hinchazón que tampoco le abandonó más [...] Pese a los dolores nefríticos y a la hinchazón de las piernas,
seguía, en lo posible, acompañando a la comunidad. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 231).
33. Entretanto, la situación del enfermo se agravaba día a día. Su estómago no toleraba casi nada, ni siquiera las natillas más ligeras. Un fuego devorador consumía sus entrañas. Los vómitos se hicieron
más pertinaces y le ocasionaban tremendos dolores. Ya sólo devolvía sustancias sanguinolentas, en
ocasiones en forma de bolas duras y de considerable tamaño. A veces exclamaba el buen Padre: “Pero, ¿de dónde puede venir tanta podredumbre, y qué es lo que ha podido encender en mis entrañas un
fuego tan devorador? Sólo agua fría, que tomaba por obediencia, y la aplicación de hielo al estómago
mitigaban algo sus dolores. En medio de tanto sufrimiento, deseaba ardientemente recibir otra vez el
santo viático. “Ya ha transcurrido tiempo suficiente decía con frecuencia y podría recibir a Nuestro Señor por segunda vez, si no fuera por los vómitos.” Parecía, efectivamente, que los vómitos constantes
iban a privarle definitivamente de esa gracia [...] “Que me traigan una estampa del Angel de la guarda:
voy a pedirle que me alcance este favor tan insigne” [...] Efectivamente, los vómitos desaparecieron por
completo, y se quedó tranquilo y sosegado como si nunca hubiese padecido del estómago. (VIDA DE
JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 250).
34. Recibió al Señor con vivos sentimientos de fe, tierna piedad y extraordinaria devoción [...] Luego permaneció más de una hora sereno y sin devolver. Pero pronto la enfermedad reanudó su curso con mayor virulencia que nunca. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista,
Edición del Bicentenario, 1989, p. 251).
35. Los sufrimientos iban en aumento. No se atenuaban cualquiera que fuese la postura que tomase. Nada
podía aliviarlo. Se cumplió así lo que había predicho en la inauguración del mes de María: que sus sufrimientos serían agudísimos a finales del mes. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 252).
36. El viernes, sus sufrimientos fueron insoportables. El fuego interior que lo devoraba y los vómitos le ocasionaban tales dolores, que se desmayó varias veces. Por eso el médico quedó sorprendido viendo que
se prolongaba aquella situación tan desesperada y tan grave. “De veras, decía, no me explico qué es lo
que lo puede sostener y le impide morir.” Hacía ya diez días que había diagnosticado que no duraría
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veinticuatro horas. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan Bautista, Edición
del Bicentenario, 1989, p. 255).
37. Uno de los Hermanos le aproximó la lámpara, pero el buen Padre no la distinguió. Entonces, con un hilo de voz, exclamó: “¡Ah, ya comprendo, la que se apaga es mi vista. Ha llegado la hora: bendito sea
Dios!” Aún susurró algunas oraciones. Poco después entraba en agonía. Duró ésta aproximadamente
una hora, pero fue suave y tranquila. Los vómitos habían cesado, pues la naturaleza se hallaba totalmente agotada. A las cuatro y veinte, la respiración se hizo más lenta y fatigosa; y sólo a intervalos. La
comunidad se hallaba en esos momentos reunida en la capilla para el canto de la Salve Regina. Inmediatamente empezaron a rezar las letanías de la Santísima Virgen, y mientras las rezaban, el piadoso
Fundador se dormía apaciblemente en el Señor sin la menor violencia ni convulsión. Era sábado, seis
de junio, víspera de Pentecostés. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT, H. Juan
Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 256).
38. Estaba palidísimo, pero nada desfigurado. Su rostro había conservado los rasgos varoniles y el aspecto
bondadoso y digno que tanto ascendiente le habían proporcionado en vida y tantos corazones le conquistaron. Su vista no inspiraba temor alguno; al contrario, todos se encontraban a gusto junto a él; por
eso querían contemplarlo y besarle los pies. (VIDA DE JOSE BENITO MARCELINO CHAMPAGNAT,
H. Juan Bautista, Edición del Bicentenario, 1989, p. 257).
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