Los fenicios

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Los fenicios
¿Quiénes eran los fenicios?
Cananeos, fenicios, púnicos, cartagineses, términos distintos que aluden a un
mismo pueblo a lo largo de los siglos. ¿Por qué existen nombres distintos para
denominar a las mismas gentes?, en parte porque su historia está envuelta en el misterio.
No conservamos casi nada de lo que los fenicios escribieron sobre sí mismos. Las
escasas noticias escritas que tenemos sobre ellos provienen de sus enemigos: griegos y
romanos, que, consiguientemente nos dan una visión interesadamente manipulada de su
historia. Así, los fenicios y sus descendientes, los cartagineses, eran pérfidos,
sanguinarios, gente bárbara en la que no se podía confiar. Los romanos hicieron bien en
eliminarlos de la faz de la tierra.
La consecuencia de esto, es que las fuentes escritas sobre los fenicios son vagas e
imprecisas. Por eso, la arqueología se ha convertido en la principal fuente de
conocimiento sobre este pueblo.
Antes de nada vamos a aclarar lo de los nombres:
Cananeos: es el término con el que los fenicios se conocen a sí
mismos en su propio idioma (el fenicio es un idioma semítico similar al hebreo).
San Agustín nos dice en pleno siglo IV que los campesinos de Túnez aún
hablaban cananeo y se llamaban a sí mismos cananeos en su época a pesar de
que la provincia de Cartago había sido intensamente romanizada. Los
historiadores actuales suelen utilizar el término “cananeo” para referirse a los
fenicios de Siria, Líbano y Palestina durante la Edad del Bronce (es decir,
durante el segundo milenio antes de Cristo).
Fenicios: es el término con el que los griegos conocían a los
fenicios en la Edad del Hierro (primer milenio a. de Jc.), Homero también les
llama sidonios (de la ciudad de Sidón). El origen del término “fenicio” no está
nada claro, parece ser que puede provenir del color rojo con el que los fenicios
teñían sus afamadas telas. Los historiadores lo utilizan hoy en día para
identificar a los fenicios de El Líbano y de la Península Ibérica-Marruecos en la
Edad del Hierro (siglos XI-VI a. de Jc.)
Púnicos: deriva del anterior y era el nombre con el que los
romanos conocían a los descendientes de los fenicios en el Mediterráneo
Occidental (de ahí viene el término Guerra Púnicas). Hoy en día los
historiadores utilizan este término para referirse a los fenicios del Mediterráneo
Occidental (Península Ibérica, Túnez, Sicilia, Cerdeña) entre los siglos V-II a. de
Jc.
Cartagineses: en un principio son los habitantes de Cartago,
colonia fenicia fundada en Túnez en 814 a. de Jc., sin embargo, a partir de los
siglos IV-III a. de Jc., Cartago expandió su imperio por Sicilia, Cerdeña y
España, extendiendo también el término (en este sentido púnico-y cartaginés se
pueden admitir como sinónimos).
Como ya he dicho, los cananeos, o sea fenicios antiguos o fenicios de la Edad del
Bronce, poblaban durante el segundo milenio a. de Jc. la costa del Mediterráneo
Oriental: Siria, El Líbano y Palestina. No formaban un estado unificado, sino que
estaban organizados en ciudades-estado. Las dos más importantes de esta época eran
Biblos (Líbano) y Ugarit (Siria) y estaban gobernadas por reyes y por una rica
oligarquía comercial. Ya en esta época tan antigua resalta su habilidad como
comerciantes y artesanos. Su principal socio comercial era Egipto (el Egipto de
Akhenaton y Nefertiti) y una de las mercancías que proporcionaban a los egipcios eran
los famosos cedros de El Líbano.
El mundo de la edad del Bronce entró en crisis hacia 1200 a. de Jc. Todo el
Mediterráneo Oriental se vio sometido a invasiones exteriores (los dorios, los famosos
“pueblos del mar”), y crisis internas. Cayeron varios imperios (Micenas, Troya, los
hititas, etc.). También las ciudades cananeas sufrieron fuertes convulsiones, sin embargo
no sabemos muy bien lo que ocurrió en los siglos XII y XI a. de Jc. Se trata de una
auténtica “Época Oscura” con muy pocos datos.
A partir del siglo X a. de Jc. volvemos a tener datos sobre los fenicios. En este
momento su territorio se ve reducido al Líbano, una franja costera limitada de tierra por
una elevada cordillera . esta situación avoca a estas ciudades a la expansión marítima
pues se encuentran en plena expansión demográfica. Ahora las ciudades fenicias más
importantes son Tiro y Sidón y probablemente formaron un solo reino.
La Biblia nos informa de que durante los reinados de David y Salomón (950-900
a. de Jc.) el rey Hiram de Tiro firmó una alianza con ambos reyes de Israel. A cambio
del trigo israelí de la llanura de Acre Hiram prestó sus artesanos y arquitectos para
construir el gran templo que Salomón mandó erigir a Yahvé en Jerusalén. Asimismo, la
Biblia nos cuenta que Hiram y Salomón llevaron a cabo varias expediciones
comerciales a un lugar cuya ubicación aún desconocemos: Tarsis. ¿Se refiere el mítico
Tarsis al mismo lugar que el Reino de Tartessos citado por los griegos?.
Tras la muerte de Salomón, el reino de Israel se dividió, y en el siglo IX a. de Jc.
un nuevo estado, el Imperio Asirio, se convirtió en el nuevo poder del Próximo Oriente.
Los asirios eran conquistadores brutales que sojuzgaron por la fuerza y el terror a los
pueblos de Mesopotamia, Siria-Palestina y Egipto. Entre los siglos IX-VII también
dominaron a las ciudades fenicias, sin embargo, tuvieron un comportamiento
relativamente “benévolo” con el reino de Tiro-Sidón, pues permitieron que siguiera
siendo un reino independiente a cambio de que pagara tributo. La explicación de este
comportamiento extraño es que los fenicios proporcionaban a los asirios mercancías
estratégicas y de gran valor que obtenían en sus colonias del Mediterráneo Occidental
(plata, hierro, cobre, etc.).
La colonización
Los fenicios cruzaron el mar Mediterráneo de punta a punta y establecieron sus
colonias en el Mediterráneo Occidental: Chipre, Malta, Sicilia Occidental, Cerdeña,
Cartago, el norte de Marruecos, Argelia y el sur de España. Hay que tener en cuenta que
esto ocurrió más de 500 antes que la expansión del Imperio Romano e incluso años
antes que la colonización griega. Por tanto, la colonización fenicia de todos estos
lugares debe ser considerada como un acontecimiento histórico de gran envergadura
comparable a la Colonización de América por los europeos en la E dad Moderna.
¿Cuándo se inició la colonización fenicia del Mediterráneo? . Responder a esta
pregunta no es fácil, sobre todo por la falta de coherencia entre las fuentes históricas y
los datos que proporciona la arqueología.
Tradiciones históricas tardías (y por tanto, poco fiables) consideran a Cádiz como
la colonia fenicia más antigua y sitúan la fecha de su fundación en 1100 a. de Jc. Sin
embargo, los hallazgos fenicios más antiguos encontrados en Cádiz no son anteriores al
siglo IX a. de Jc. (250 años posteriores a su supuesta fundación). Cierto que la
arqueología en un núcleo urbano actual es muy difícil, pero los hallazgos fenicios en
otros yacimientos de Andalucía y territorios cercanos tampoco son anteriores a los
siglos IX-VIII a. de Jc. por lo que corroboran la cronología que por ahora proporcionan
las excavaciones en la ciudad.
Ante esta contradicción entre las fuentes escritas y la arqueología se han tomado
dos posturas
La tradición escrita que resalta la antigüedad de Cádiz es falsa y
surge por un tardío interés de manipular la historia y resaltar la gran antigüedad
de la ciudad de Cádiz.
Al principio, los fenicios realizaron exploraciones y viajes
puntuales hacia occidente que la arqueología no puede detectar pues no dejaron
restos de entidad. Cádiz fue fundada en 1100 a. de Jc. pero esta primera
fundación no ha dejado elementos físicos reconocibles.
La cuestión sigue abierta hoy en día aunque es de una gran complejidad y no voy
a profundizar más.
¿Por qué se produjo la Colonización Fenicia?.
Por lo que respecta a las causas de la Colonización Fenicia, se resaltan las
siguientes:
1.
La presión del Imperio Asirio sobre los territorios fenicios llevaría
a éstos a emigrar a ultramar en búsqueda de nuevas tierras y un modo de vida
más libre.
2.
El desarrollo económico del Próximo Oriente durante la Edad del
Hierro haría que aumentase la demanda de ciertas mercancías y, sobre todo, de
metales como la plata, el hierro y el cobre. Estos metales se podían obtener en el
Mediterráneo Occidental dado que en occidente habían surgido grandes focos
metalúrgicos como Cerdeña, Tartessos o las islas Británicas que comerciaban
entre sí. Uno de los puntos clave para controlar este comercio era el Estrecho de
Gibraltar, de ahí la importancia de Cádiz.
Como vemos, la primera causa parece abogar por una colonización agrícola con
grandes contingentes de población fenicia moviéndose hacia occidente. La segunda, en
cambio, tiende a resaltar las actividades comerciales y artesanas en pequeños enclaves
costeros. Tradicionalmente se ha considerado que la colonización fenicia adquirió esta
segunda forma como contraste con la colonización griega. Esta última sería una
colonización agrícola formada por grandes núcleos de población interesados en
controlar el territorio circundante arrebatándoselo incluso a los indígenas.
La arqueología está demostrando que estas presuntas diferencias entre fenicios y
griegos no son reales pues las colonias fenicias del Mediterráneo Occidental son núcleos
de población frecuentemente fortificados y de una envergadura considerable. Cierto que
los fenicios suelen instalarse en las costas y sólo esporádicamente se asientan en el
interior, sin embargo, la densidad del poblamiento costero fenicio debió ser muy grande
para la época.
Los fenicios en la Península Ibérica. Tartessos.
Un ejemplo de esto es el alto grado de ocupación de las costas de la Península
Ibérica por parte de los fenicios. La arqueología está descubriendo un rosario de
asentamientos fenicios costeros en España y Portugal que van desde la desembocadura
del Mondego, (unos kilómetros al norte de Lisboa), del Tajo, del Sado, el Algarve, la
desembocadura del Guadiana, Huelva, Cádiz, Málaga, Granada, Almería, Murcia hasta
Alicante e Ibiza.
Es evidente que este especial interés de los fenicios por la Península Ibérica (la
otra punta del Mediterráneo) no puede ser casual. Ya hemos dicho antes que el Estrecho
de Gibraltar era el pasillo por el que se tenían que canalizar todas las mercancías que se
movían entre el Atlántico y el Mediterráneo Occidental, pero además de eso, junto a
Cádiz se encuentra el mítico Tartessos.
Tartessos responde a una realidad histórica que no conocemos demasiado bien,
pues en él se mezcla la realidad histórica y el mito. Este nombre lo conocemos a través
de los relatos que nos transmiten los griegos a partir de los siglos VI-V a. de Jc. Los
griegos nos dicen que era un reino (sus reyes eran Gerión, Gárgoris, Habis y sobre todo,
Argantonio, “el hombre de la plata”) y que dicho reino tenía una capital también
llamada Tartessos. Aunque los griegos nos transmiten una visión mítica de Tartessos
como un reino de fabulosas riquezas, la arqueología está descubriendo que en Andalucía
Occidental (Huelva, Sevilla, Cádiz) existió una cultura prehistórica relativamente
desarrollada y con una gran riqueza metalúrgica a la que hoy en día los historiadores
denominan justamente “Tartessos”.
Tartessos tenía importante minas de plata en la Serranía de Huelva y Sierra
Morena, sin embargo, no debían valorar mucho este metal pues no lo explotaron
masivamente hasta la llegada de los fenicios. La riqueza de Tartessos estribaba más bien
en los yacimientos locales de cobre y el control del estaño que llegaba desde las Islas
Británicas, esto le convirtió en una importante cultura de la Edad del Bronce (fíjate que
Cerdeña también era un gran productor de cobre pero necesitaba el estaño que le llegaba
gracias a Tartessos para producir bronce).
La relación comercial de Cerdeña con Tartessos ha sido muy resaltada en los
últimos años. Antes de la llegada de los fenicios se han encontrado cerámicas nurágicas
(sardas) en Huelva y espadas atlánticas y andaluzas en Cerdeña. Además, una tradición
escrita considera que la ciudad de Nora en el sur de Cerdeña fue fundada por el héroe
tartésico Norax. No es extraño que los fenicios decidieran instalarse en Andalucía y
Cerdeña para controlar en su provecho una ruta comercial ya existente entre estos dos
puntos.
Nuevamente, y aunque las fuentes escritas resaltan la relación de Tartessos con los
griegos, la arqueología ha demostrado que esta relación comercial es tardía y
minoritaria si la comparamos con la que mantuvieron los fenicios con esta cultura
indígena. Las fuentes escritas nos mienten una vez más sobre la verdadera importancia
de los fenicios.
Ya en los siglos IX y VIII a. de Jc. nos encontramos a los fenicios sólidamente
instalados en Cádiz donde fundaron su principal colonia en occidente. Sin embargo,
también parecen haber existido comunidades fenicias integradas en asentamientos
indígenas tartésicos: Huelva, Sevilla, Carmona, etc.
La colonia antigua de Cádiz debió ser muy distinta a la Cádiz actual. En primer
lugar era una archipiélago de tres pequeñas islas y no una península como en la
actualidad. Los fenicios instalaron su colonia (Gadir-literalmente “la fortaleza”) en la
isla septentrional, y la necrópolis en la isla larga. Entre ambas situaron dos puertos
comunicados entre sí por un canal interior (igual que en Tiro). En la isla meridional se
situó el templo de Melkart, la divinidad más importante de la ciudad que velaba por la
paz y la honestidad en las transacciones comerciales. Cadiz tuvo un puerto en tierra
firme que hoy conocemos mejor que la propia ciudad gracias a las excavaciones del
Castillo de Doña Blanca en el Puerto de Santa María.
¿Existió una ciudad llamada Tartessos que podamos localizar hoy en día?. Yo creo
que hay dos posibles candidatas.
La más probable es la actual ciudad de Huelva, donde se detecta un asentamiento
indígena de gran tamaño, con una acrópolis indígena, una rica necrópolis orientalizante
y un barrio portuario con actividades artesanales vinculadas a la plata. También se
detecta una posible concesión a comerciantes y artesanos fenicios y posteriormente
griegos.
Algo menos clara, (aunque en los últimos años se están produciendo hallazgos
espectaculares) es Sevilla, la romana Hispalis o la fenicia Spal (literalmente “la baja, la
de abajo”). En Sevilla se encuentra un yacimiento tartésico, pero al oeste de la ciudad, al
otro lado del Guadalquivir se encuentra el Carambolo, una de las últimas alturas del
Aljarafe sevillano donde desde 2001 se ha estado excavando un gran templo, al parecer
fenicio, dedicado a la diosa Astarté (sería el santuario más antiguo encontrado en
España y dataría del siglo VIII a. de Jc. al menos).
Es evidente que los fenicios estaban muy interesados por controlar la
desembocadura del Guadalquivir y los territorios adyacentes. Las investigaciones
geológicas han demostrado que la zona baja del Guadalquivir (el Coto de Doñana)
formaban un gran golfo en época fenicia. De hecho, el Guadalquivir desaguaba al mar
en Coria del Río (70 km. más al norte que hoy en día). Precisamente, en Coria se ha
encontrado otro templo fenicio. Los alrededores de Sevilla están salpicados de estos
santuarios fenicios o de influencia fenicia (Carmona, por ejemplo).
¿Cómo influyó la colonización fenicia en las comunidades indígenas de la
Península Ibérica?
La presencia fenicia fue un auténtico revulsivo para los modos de vida de las
comunidades indígenas de la Península, y a la larga, generó un proceso de cambio
cultural rápido que dará lugar a la Cultura Ibérica a partir del siglo VI a. de Jc. Sin
embargo, no conviene exagerar esta influencia.
Algunos historiadores tienen un punto de vista un poco sesgado sobre este proceso
de cambio cultural o aculturación. Influídos por el modelo colonialista del siglo XIX
consideran a las sociedades indígenas peninsulares como entes pasivos que se limitan a
aceptar la cultura y los avances técnicos fenicios como algo positivo en sí mismo. En
realidad es una visión muy simplista del proceso, pues los indígenas tomaron un papel
activo en su relación con los fenicios y lo mismo que aceptaron algunas novedades,
rechazaron otras y reinterpretaron las influencias culturales fenicias a su propia
conveniencia.
Un ejemplo de esto es el rito funerario de la incineración. A pesar de que hasta los
años 80 existía una gran falta de datos sobre el particular, se asumía sin más que los
indígenas inhumaban a sus muertos antes de la llegada de los fenicios (inhumar es
enterrar el cuerpo del difunto en tierra). Las incineraciones indígenas posteriores eran
pues la prueba de que los indígenas habían tomado el rito funerario de los fenicios.
Dicho de otro modo, los fenicios habrían influido decisivamente en algo tan personal y
profundo como las creencias religiosas y los ritos funerarios de los indígenas (se
supone que los indígenas tendrían sus propias creencias de ultratumba y las
abandonarían para adoptar las fenicias). Una mirada más atenta a los hallazgos de los
años 80 descubría que en realidad los indígenas ya incineraban a sus muertos antes de la
llegada de los fenicios, con lo que las incineraciones indígenas posteriores son la
demostración de que éstos mantenían fielmente sus ritos funerarios tradicionales,
aunque para ello utilizaran objetos de origen fenicio. La lectura es entonces la opuesta,
los fenicios influirían en cuestiones externas y superficiales mientras que los elementos
más profundos de la cultura indígena permanecerían fieles a la tradición.
Lo que sí tenemos claro es que los fenicios introdujeron en la Península Ibérica
nuevas técnicas, tecnologías, modas, etc. Por hacer una relación:
• Introdujeron nuevas especies agrícolas como la vid y el almendro, nuevas
especies animales como la gallina, el asno, etc.
• También desarrollaron la producción del vino, el aceite, la pesca y la
salazón del atún.
• Introdujeron la metalurgia del hierro e impulsaron una masiva
producción de plata..
• También introdujeron el torno de alfarero y complejos hornos de
producción de cerámica en dos cámaras. La actividad indígena alfarera se
transformó así radicalmente pasando de ser una actividad doméstica a una
producción semiindustrial masiva.
• Los fenicios fueron famosos por sus objetos de lujo que eran consumidos
por las élites tartésicas: orfebrería, joyería, ricas telas rojizas teñidas de púrpura,
aceite perfumado, muebles recubiertos de placas de marfil, pequeñas esculturas,
cerámica pintada con motivos naturalistas, etc.
• También importaron objetos de lujo provenientes de oriente como vasos
de alabastro, escarabeos y amuletos producto del saqueo de tumbas egipcias,
cerámica griega de lujo, aceite y vino griego de gran calidad, etc.
• Una de las aportaciones más importantes de los fenicios fue la escritura
alfabética. Como sabes, los sistemas de escritura que existían antes de los
fenicios eran muy complicados, tenían cientos o miles de signos y era muy
difícil dominarlos, de manera que la escritura quedaba reservada a los
especialistas. La escritura alfabética fenicia sólo tenía 22 signos y era de fácil
aprendizaje y utilización. Seguramente los fenicios la desarrollaron por
necesidades mercantiles (contabilización, registro). Dado que en sus viajes se
encontraban lejos de templos y palacios y , por tanto, de los escribas, era
necesario que alguno de los comerciantes fuera capaz de escribir. Esta sencillez
en la escritura fenicia facilitó su adopción por los pueblos que entraron en
contacto con los fenicios: griegos, etruscos, íberos y tartésicos. Sin embargo,
hay que recalcar que los íberos adoptaron el alfabeto fenicio para escribir su
propia lengua.
En los yacimientos fenicios de Andalucía ha aparecido escritura fenicia y las
primeras inscripciones tartésicas empiezan a aparecer ya en el siglo VII a. de Jc..
Asimismo, se han encontrado ponderales (pesos y medidas), marcas de alfarero, etc.
Todo indica que los fenicios introdujeron y practicaron complejos sistemas de
contabilización y registro en sus transacciones comerciales con los indígenas.
Una de las transformaciones más espectaculares que experimentaron las
comunidades indígenas que entraron en contacto con los fenicios afecta a sus propios
asentamientos. Antes de la llegada de los fenicios la población indígena se dispersaba en
pequeños poblados de cabañas y probablemente los habitantes de cada poblado estaban
ligados entre sí por lazos de parentesco. Tras la llegada de los fenicios estos poblados se
aglutinan en pequeñas ciudades donde se apiñan casas de muros de piedra rectilíneos y
varias habitaciones. A veces se amurallan y se dotan de edificios públicos como
santuarios, almacenes, asimismo especializan funcionalmente el espacio con áreas de
taller y de vivienda separadas entre sí.
La sociedad indígena se debió jerarquizar y aumentaron las diferencias sociales
como demuestra la convivencia de tumbas principescas de gran riqueza con tumbas
mucho más sencillas.
La crisis del siglo VI
En el siglo VI a. de Jc. se produjeron una serie de hechos que los historiadores no
alcanzan a entender completamente y que han sido denominados “la crisis del siglo VI”.
1.
Por un lado, la colaboración entre Tiro y los asirios terminó al
caer el Imperio Asirio en manos de los persas y babilonios (caída de Nínive en
612 a. de Jc.).
2.
Poco después los babilonios asediaron y conquistaron la propia
Tiro (573 a. de Jc.). Según algunos historiadores, la caída de esta metrópoli
fenicia condujo a la ruina a muchas colonias fenicias occidentales.
3.
Entre 630-570 a. de Jc. se detecta un importante comercio griego
en el sur de la Península Ibérica. Algunas teorías consideran que esta intromisión
de los griegos en Tartessos rompió el monopolio fenicio en esta zona y acabó
con sus actividades económicas más lucrativas.
4.
La caída de Tiro llevó a que Cartago, otra colonia fenicia situada
en Túnez, asumiera un papel de control de las colonias fenicias occidentales.
Algunas teorías trasladan a la Cartago del siglo VI a. de Jc. el carácter
imperialista y militarista que tuvo posteriormente en el siglo III a. de Jc. esto es
un error, aunque sí se aprecia una mayor influencia de Cartago sobre la
Península Ibérica y aún mayor sobre las islas de Cerdeña y Sicilia.
5.
Otras explicaciones hablan de cambios de rutas de comercio,
agotamiento de las minas de plata, conflictos sociales, etc.
El caso es que la crisis del siglo VI no acabó con los fenicios, muchas ciudades
fenicias de la Península Ibérica (Cádiz, Málaga, Almuñécar, Ibiza) transformaron sus
bases económicas y sobrevivieron como centros de población occidentales hasta la
conquista romana.
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