CALLEJON DEL CRIMEN Una historia de amor detrás de un

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CALLEJON DEL CRIMEN Una historia de amor detrás de un nombre Las viñas de Finca La Luz se encuentran en el Valle de Uco, Mendoza, en la precordillera de Los Andes, a 1100 metros de altura sobre el nivel del mar. Los viñedos se han plantado en hileras paralelas y desde ellas, se puede ver todo el año la cercana Cordillera de los Andes y los imponentes Cerros Tupungato y Aconcagua. En la finca, para que transiten las personas y las maquinas, se forman caminos anchos a los costados de las vides, a los que popularmente se les llama “Callejones”. Hace poco menos de cincuenta años, pero no muchos menos, en el amanecer soleado de un 7 de sepLembre, se encontró en uno de esos Callejones a una pareja joven –ella tenia 23 años y el 25-­‐ estaban abrazados, con sus caras apoyadas con fuerza, besándose, y.... muertos. Cada uno tenía un puñal en la mano, hundido en el cuerpo del otro. La expresión de sus rostros no era de dolor, trasmiVan una sensación de paz que alejaba cualquier suposición de tragedia. En minutos y de boca en boca, ya había corrido la noLcia que se había comeLdo un Crimen en el Callejón de la Luz. Esa misma noche todos sabían la historia real. Hacías dos años que amándose, debían encontrarse en secreto, escondiéndose entre las viñas, porque los dos eran casados. Se amaban, pero cada uno estaba unido a otra persona desde que sus familias habían elegido, por clase social y por fortuna, quien era conveniente para sus hijos. Las familias, la “alta sociedad” del pueblo, las costumbres conservadoras, y las tradiciones de esos años, transformaban para ellos lo que mas deseaban en la vida, en un amor imposible. Ya habían decidido que sin ese amor no podía haber vida, y eligieron unirse muriendo juntos. Extrañamente, los únicos tesLgos fueron los seis integrantes de una familia de búhos blancos que estaban posados en los alambres de las viñas, mirando fijamente el lugar. Luego la historia creció en el corazón de los pobladores y los viñateros. Cada 7 de sepLembre en ese preciso lugar del Callejón, los peregrinos llegan dejando bajo las hojas de las plantas, al pie de los parrales, pequeños papeles escritos pidiendo por el amor que no llega, por el amor que se fue, o por el amor que se Lene. Los búhos blancos, descendientes de aquellos callados tesLgos, siempre están parados en el alambre cercano. La gente los llama Guardianes del Amor. Nosotros le rendimos homenaje al amor, dándole al vino el nombre que eligió la gente: Callejón del Crimen. 
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