La pobreza de tiempo. El caso de México Araceli Damián Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano El Colegio de México si el mínimo nivel de consumo para no ser pobre requiere tanto de dinero como producción doméstica, entonces los estándares oficiales de pobreza no miden correctamente las necesidades de los hogares (Vickery, 1977: 27). Introducción En los estudios de pobreza encontramos pocos que incorporan en el análisis la dimensión del tiempo que requieren los hogares para realizar las actividades económicas, de reproducción biológica y social de la fuerza de trabajo, y de esparcimiento. Para ilustrar la importancia de tomar en cuenta al tiempo como parte de la medición de la pobreza imaginemos dos hogares hipotéticos cuyo ingreso es igual a la línea de pobreza de $1,000.00 per cápita y, por tanto, desde el punto de vista de la pobreza por ingresos no serían considerados como pobres. El primer hogar está conformado por Juan, quien vive con su esposa e hijo de 3 años. Juan gana $3,000.00 y su esposa se hace cargo del cuidado del menor y del trabajo doméstico. El segundo hogar está conformado por Ana y su hijo de once meses. Ana es una trabajadora doméstica que gana $2,000.00. No tiene con quien dejar a su hijo, pagar una guardería está fuera de su alcance, por lo tanto tiene que amarrarlo para salir a trabajar. A pesar de que, desde el punto de vista del ingreso, estos dos hogares están en circunstancias similares, tienen diferencias 1 abismales en términos de su disponibilidad de tiempo y por tanto en su calidad de vida. El presente artículo tiene como objetivo, por un lado, comparar la forma como se ha analizado la problemática de los requerimientos de tiempo en los hogares para el cálculo de pobreza; por otro, presentar los cálculos de pobreza de tiempo para México. En la primera sección ubicaré al hogar como la unidad básica de producción y satisfacción de bienes y servicios que hace posible, a través del trabajo doméstico, la reproducción de la fuerza de trabajo. Posteriormente, analizaré cómo ha sido abordada la dimensión del tiempo en algunos trabajos sobre pobreza. En la tercera sección presento el índice de exceso de tiempo de trabajo (ETT, que forma parte del método de medición integrada de la pobreza – MMIP), el cual utilizo para el cálculo de la pobreza de tiempo. Le sigue un apartado en el que evalúo en qué medida los parámetros y las normas utilizadas en el ETT son útiles para calcular la pobreza de tiempo. Para ello me baso en la comparación con otros estudios y con encuestas de ingreso y gasto de los hogares (ENIGHs) y de empleo (ENE). En la quinta sección analizo la evolución de la pobreza de tiempo y de ingreso calculadas con el MMIP para el periodo 1984-2000. En la sexta sección describo las características demográficas de los pobres de tiempo. Por último presento las conclusiones del trabajo. La necesidad de tiempo para la producción y el consumo en los hogares El hogar ideal (en sentido Weberiano) para los economistas es aquel en que todos sus miembros son asalariados, realizan todas sus comidas fuera del hogar, y 2 contratan los servicios de lavado, planchado y aseo del hogar. Los requerimientos de tiempo para trabajo doméstico serían igual a cero, necesitándose únicamente tiempo para el trabajo remunerado y el consumo. Así las actividades realizadas por los hogares se llevarían a cabo exclusivamente en la esfera del mercado (la venta de fuerza de trabajo y la compra de mercancías para el consumo). De esta manera, los hogares se convertirían en unidades puras de consumo, mientras que las empresas se especializarían en la producción / comercialización y el estado sería el arbitro entre los demás agentes sociales y el encargado de proveer bienes públicos y servicios colectivos.1 Este modelo, sin embargo, tiene serias dificultades para funcionar, sobre todo por la existencia de hogares con requerimientos de crianza de menores, ya que la intervención de la fuerza de trabajo familiar es (prácticamente) inevitable, aunque el empleo de servidores domésticos o la crianza de menores en establecimientos especializados puede disminuir fuertemente esta necesidad (Boltvinik, 2001: cap. 3). Pero en el nuevo esquema neoclásico del modelo de la organización económica de los hogares2 se reconoce que éstos requieren de tiempo para realizar diversas actividades que quedan fuera del ámbito del mercado. Para este enfoque los hogares buscan el bienestar de sus miembros no sólo mediante la venta o renta de sus recursos para obtener el ingreso para comprar bienes y 1 Para una crítica a este modelo véase Boltvinik (2001, cap. 3.) 2 Este modelo analiza el comportamiento de los hogares con base en la teoría de asignación de tiempo (time allocation) desarrollada por Becker (1965). 3 servicios y medio ambiente que incrementen la satisfacción,3 sino que “sus recursos son utilizados dentro del hogar para producir bienes y servicios que contribuyan al bienestar de sus miembros: alimento, ropa, vivienda, servicios básicos de salud, socialización, cuidado, amor, esparcimiento, entre otros” (Bryant, 1990: 2). Por otro lado, los bienes y servicios que son intercambiados o distribuidos a los miembros del hogar mediante transacciones no mercantiles entre éstos. En este modelo el tiempo es uno de los principales componentes de los recursos físicos y humanos con los que cuentan los hogares para buscar su satisfacción (o bienestar). Dentro de lo que se denominan actividades de trabajo se encuentran las mercantiles y las no mercantiles (o también llamadas domésticas) (Bryant, 1990: 7). En este modelo la maximización de la satisfacción (o del bienestar) por parte de los hogares está sujeto a restricciones, entre las que destaca el tiempo. De acuerdo con Bryant (1990: 9) desde “los cincuenta y sesenta los economistas reconocieron la importancia del tiempo como una restricción del comportamiento. Debido a que el consumo involucra tiempo además de bienes y servicios, se dieron cuenta de que los hogares enfrentaban una restricción tanto de ingreso, como de tiempo limitado. Además, los recursos de tiempo y dinero están íntimamente relacionados debido a que el ingreso de los hogares aumenta a costa del recurso tiempo: los hogares intercambian su tiempo por sueldos y salarios en el mercado de trabajo.” 3 Una de las características de los hogares en este esquema es que deben tener recursos con los cuales la satisfacción pueda ser alcanzada y que estos recursos deben ser compartidos entre sus miembros. 4 Más allá de las innumerables debilidades de este modelo (por ejemplo, supone que los hogares son una unidad en donde a todos sus miembros les preocupa el bienestar de los otros, y que todos los recursos son compartidos para maximizar el bienestar de todos en el hogar), 4 lo que me importa resaltar aquí es que se reconoce la necesidad de tiempo que tienen los hogares para realizar diversas actividades vitales para el funcionamiento de la sociedad en su conjunto. A pesar de este reconocimiento, como veremos en la siguiente sección, la forma dominante de medir la pobreza, es decir por medio del ingreso, pasa por alto la necesidad de considerar al tiempo como un componente esencial del bienestar. En este sentido, el método de medición dominante de la pobreza estaría rezagado respecto a la teoría económica que la inmensa mayoría de sus practicantes profesa como adecuada. Los métodos de medición de pobreza y el tiempo 4 Otra debilidad importante es el hecho de que el modelo de organización de los hogares supone que éstos tienen formas alternativas de mejorar su bienestar y que por lo tanto la elección existe para ello. No obstante, es difícil hablar de elección cuando ciertos hogares pobres no tienen recursos suficientes para cubrir ni siquiera sus necesidades mínimas de alimentación, salud, vivienda, vestido, entre otras. Supongamos un hogar pobre que no tiene acceso a la seguridad social y que tiene un enfermo diabético. Comprar su medicina diariamente implica dejar sin suficiente alimento al resto de los miembros del hogar. ¿Podemos hablar en este caso de elección? 5 El enfoque dominante para la identificación de la pobreza en México y en el mundo basa su análisis en el método de la línea de pobreza (LP) o método del ingreso (véase World Bank, 1993; CEPAL-PNUD, 1992; INEGI-CEPAL, 1993; Lustig y Székely, 1997). Este enfoque considera como pobres a aquellos hogares cuyo ingreso está por debajo de una línea de pobreza . Por otro lado, también se han elaborado estudios basados en el método de NBI, en los cuales se definen las variables e indicadores (educación, vivienda, acceso a la salud, etc.) con las cuales se determinará si un hogar es pobre o no; el nivel mínimo para cada indicador y, los hogares que quedan por debajo de este umbral son considerados como pobres (véase Coplamar, 1982; Conapo, 1993; Mack y Lansley, 1985; Desai y Shah, 1988). Ambos métodos son incompletos. El primero ignora elementos tales como la educación, los servicios de salud o la calidad y el espacio de la vivienda. El segundo no considera al ingreso como parte de las fuentes de bienestar de los hogares. Pero más aún, ninguno de estos métodos describe cabalmente el nivel y calidad de vida de un individuo u hogar, ya que dejan de lado el tiempo que requieren los hogares para el trabajo doméstico, la educación, la recreación y el descanso. Existen pocos estudios que consideran al tiempo como un indicador de la pobreza. Dos de ellos desarrollados en los años setenta (Vickery, 1977 y Garfinkel y Haveman, 1977), y uno más recientemente en los noventa (Boltvinilk, 1992). En lo que sigue realizaré una revisión de los dos primeros trabajos, resaltando la forma en que incorporan el tiempo en su cálculo de pobreza y, posteriormente, analizaré la propuesta hecha por Boltvinik en el Método de Medición Integrada de 6 la Pobreza (MMIP), método que utilizo para calcular en este artículo los datos de pobreza de tiempo en México. Vickery (1977) y Garfinkel y Haveman (1977) propusieron formas alternativas a la oficial en los Estados Unidos para medir la pobreza. La principal preocupación en Vickery es que los esquemas oficiales de apoyo a hogares pobres están basados únicamente en el ingreso, cuando en realidad los hogares difieren en la cantidad de recursos monetarios y de tiempo con los que cuentan. De acuerdo con el autor esta situación desfavorece principalmente a los hogares monoparentales encabezados por mujeres, quienes deberían de recibir una mayor compensación dada su carencia de tiempo, medida en términos de número de horas-adulto disponibles en el hogar. Esta autora propone para remediar este problema medir la pobreza con base en el ingreso y el número de horas-adulto disponibles en el hogar: “los recursos de cada familia están determinados por sus activos y por el número de horas adulto disponibles para ganar ingreso en el mercado o para producir bienes y servicios de consumo fuera de éste.” Para ello definió lo que ella llamó el estándar generalizado de pobreza, el cual considera la carencia de ingreso y de tiempo (Vickery, 1977: 29). La definición de Vickery (1977: 28) enfatiza “la necesidad de producción doméstica para el bienestar de los miembros del hogar”. Para construir el índice del estándar generalizado, Vickery (1977: 29) asume que para alcanzar un umbral de pobreza el hogar requiere tener un mínimo de tiempo (T0), independientemente de la cantidad de dinero con la que cuente, y un mínimo de dinero (M0) independientemente de la cantidad de tiempo disponible en el hogar. Si el tiempo o el dinero cae debajo de estos niveles (T0 y M0), entonces el hogar sería considerado como pobre (véase gráfica 1). Un 7 segundo supuesto es que ninguno de los niveles mínimos de tiempo y dinero son suficientes por sí mismos para proveer un estándar de vida sin pobreza. Si sólo se cuenta con la cantidad de tiempo T0 (o de dinero M0), entonces el hogar necesita una cantidad de dinero M1 (o de tiempo T1) para alcanzar el umbral de pobreza (gráfica 1). La curva del umbral de pobreza que representa la combinación de dinero y de tiempo mínimos para tener un estándar de vida no pobre puede verse en la curva que forman los puntos AB de la gráfica 1. Para establecer las normas de tiempo mínimo requerido en el hogar se basó en una encuesta de presupuesto de tiempo realizada en Estados Unidos a 1400 hogares de clase media con la presencia de jefe de hogar y esposa en 1967. Las normas de requerimientos de trabajo doméstico están basados en los tiempos que dedican a las actividades domésticas los hogares con desempleados, dado que Vickery supone que los hogares pobres son “menos eficientes” que la clase media para realizar este tipo de actividades. Por otra parte, la norma de ingreso mínimo está basada en la “canasta alimentaria económica” definida por el departamento de Agricultura de los Estados Unidos como nutricionalmente adecuada para casos de “emergencia de uso temporal cuando los recursos están bajos” (itálicas agregadas). El costo de esta canasta es multiplicada por tres para obtener el ingreso total mínimo o M 0. El punto T1, M0 representa la combinación del mínimo de insumos de mercado con el correspondiente tiempo necesario para que el hogar sea no pobre. Por su parte M1, T0 corresponde a la situación en donde la máxima substitución de dinero por tiempo no mercantil se ha hecho para mantener el nivel de consumo del hogar en 8 el umbral de pobreza.5 T0 representa la cantidad de tiempo necesaria para supervisar a las personas contratadas para llevar a cabo las labores domésticas necesarias y para la administración del hogar en su conjunto. M1 es igual a M0 más la cantidad de dinero necesaria para comprar substitutos (es decir el tiempo de otros) para realizar las labores domésticas (Vickery, 1977 31-32). Vickery define un tiempo mínimo necesario para el mantenimiento físico y mental sano de una persona, el cual resulta en 81.4 horas a la semana (7.6 horas para dormir, 0.3 para descansar, 1.2 para comer, 1.1 para cuidados personales y 10 horas de tiempo libre).6 Tomando en cuenta que una semana tiene 168 horas, las disponibles por cada adulto en el hogar para realizar trabajo doméstico o extradoméstico son de 86.6 (Tm) (Vickery, 1977: 33). Para calcular la pobreza de tiempo, los requerimientos de trabajo doméstico (T 1) cuando el hogar cuenta con el ingreso mínimo (M0) son determinados de acuerdo con las características de los hogares (véase cuadro 1). Así por ejemplo, un hogar conformado por un adulto y un menor requeriría 57 horas a la semana de trabajo doméstico. Si el adulto trabajara 40 horas a la semana, descontando las 10 horas de tiempo libre, le quedarían 36.6 horas a la semana para dedicarse al trabajo doméstico. Por lo 5 M1 y M0 son calculados asumiendo un valor promedio de sustitución de trabajo doméstico de $2.0 y $2.5 dólares por hora. No obstante la misma autora reconoce que estos valores son “conservadores” para el año del cálculo (1973), dado que en otro estudio que cita, realizado en 1967, el valor del salario de una trabajadora doméstica era de $2.5. 6 Diez horas de tiempo libre a la semana es una cantidad muy por debajo de los estándares para los adultos en Estados Unidos a mediados de los sesenta, cuya media en la encuesta utilizada por el mismo autor era de 36 horas a la semana en 1966. 9 tanto el hogar requerirá, además del dinero para cubrir la canasta mínima (M 0), un ingreso adicional que le permitiera contratar el tiempo de una persona por cerca de 20 horas a la semana, o pagar los servicios que no puedan ser cubiertos dentro de las 36.6 horas (ejemplo, lavado de ropa, comidas fuera de casa, guardería, etc.) Si el hogar no cuenta con este ingreso adicional, entonces es considerado como pobre. Uno de los resultados de utilizar el estándar generalizado de pobreza es el aumento en el número de hogares pobres encabezados por mujeres con presencia de miembros menores de 18 años que se incrementa en 14 por ciento (o 272,000 hogares más con estas características), lo que a su vez aumenta el porcentaje total de pobreza de 8.8 a 9.3% del total de hogares en Estados Unidos en 1973 Vickery (1973: 34-35). La propuesta de Vickery es criticable desde diversos puntos de vista. En primer lugar el autor tiene una visión minimalista tanto de la línea de pobreza como de los requerimientos de tiempo en el hogar. La línea de pobreza que utiliza sólo debe ser consumida temporalmente o en caso de emergencia. El texto no define qué se entiende por temporal o emergencia. No obstante, la pregunta sería si los periodos de pobreza en los hogares se ajustan a tal temporalidad o tienen dicho carácter de emergencia. Además la canasta fue definida con los costos mínimos de los alimentos y bienes adquiridos, práctica ampliamente criticada ya que supone que tanto los hábitos alimenticios de las personas como los precios y disponibilidad relativos de los artículos son los mismos para toda la población de un país o, cuando más, se establece una diferencia entre áreas urbanas y rurales. Se ha señalado también que el ejercicio de establecer costos mínimos para 10 requerimientos mínimos ignora el hecho de que los hábitos de las personas no están determinados por tal ejercicio de minimización (Sen, 1984: 12). Además, la línea de pobreza utilizada por Vickery está totalmente alejada de la realidad ya que supone que los hogares pueden comprar muy pocos productos en el mercado y por tanto todos los alimentos consumidos por los miembros del hogar son preparados en casa (incluyendo los alimentos entre comidas o “snacks”). Esto requiere que al menos un miembro del hogar trabaje de tiempo completo domésticamente y que sea un eficiente administrador(a) y tenga tiempo y habilidades para comprar inteligentemente (Vickery, 1977: 30, itálicas agregadas), situación que no concuerda con la disponibilidad de tiempo-adulto en la mayoría de los hogares pobres. Por otro lado, en lo que se refiere al cálculo de la pobreza de tiempo Vickery asigna un valor de substitución del tiempo de trabajo doméstico por servicios adquiridos en el mercado o pago de servicio doméstico muy bajo ya que es menor al pagado a una trabajadora doméstica (véase nota 5). El cuidado de niños, por ejemplo, es una actividad que tiene por lo general mayores costos que el del pago al trabajo doméstico y por tanto los hogares con requerimientos de este tipo de servicio quedaría clasificados como no pobres a pesar de que su ingreso sea insuficiente para cubrir esta necesidad. Por último, cabe resaltar que Vickery no toma en consideración para el cálculo de pobreza otros indicadores incluidos en NBI. No obstante las críticas aquí señaladas, como veremos más adelante, el trabajo de esta autora tiene algunas aportaciones que nos serán útiles para la discusión sobre el cálculo de la pobreza de tiempo de acuerdo con el MMIP. 11 Garfinkel y Haveman (1977) tienen la preocupación de que los programas de transferencia de ingreso a los hogares pobres motiva que ciertos hogares trabajen extradomésticamente de menos, ya que si trabajaran más tiempo no recibirían el apoyo gubernamental debido a que saldrían de la pobreza por sí mismos. Proponen recalcular el porcentaje de hogares pobres en Estados Unidos con base en un índice que denominan “capacidad de generar ingreso”. De acuerdo con los autores la capacidad de generar ingreso en los hogares está en función de la disponibilidad de tiempo-adulto en un hogar. Suponen que el jefe o jefa del hogar y, en su caso el cónyuge, pueden dedicarse al trabajo remunerado de tiempo completo todo el año, es decir, que ambos trabajan ocho horas de lunes a viernes por 50 semanas.7 Dado que en la realidad no todos los adultos en todos lo hogares trabajan de esta forma, proponen que a la capacidad de generar ingreso se le reste un número de semanas de acuerdo con la probabilidad de que los adultos del hogar puedan sufrir periodos de desempleo ó que no puedan trabajar por alguna otra causa, como enfermedad. Además consideraron como un “costo” el hecho de que los hogares realicen otras actividades que disminuyen la posibilidad de que sus miembros participen en el mercado laboral (por ejemplo, el 7 De acuerdo con Garfinkel y Haveman la capacidad de generar ingreso en el hogar (o nivel de ingreso potencial) también depende de las características sociodemográficas de sus miembros (raza, edad, sexo, años de escolaridad, estatus marital, experiencia laboral y lugar de residencia). Asimismo, toman como parte de la capacidad de generar ingreso el dinero que el hogar recibe por intereses, dividendos, rentas, manutención y otros ingresos misceláneos, distintos a las transferencias gubernamentales (éstas no son incorporadas en el cálculo ya que no representan directamente la capacidad del hogar para generar su ingreso). 12 trabajo doméstico). Dada la necesidad de que los hogares realicen estas actividades su capacidad de generar ingreso se ve disminuida. No obstante, la única actividad que, de acuerdo con los autores, merma considerablemente la capacidad de generar ingreso, y varía considerablemente entre hogares, es la de cuidado de menores (con edades hasta de 14 años). Por consiguiente, atribuyen un valor monetario equivalente a lo que supuestamente costaría contratar los servicios de cuidado de menores (siendo mayor el costo del cuidado de menores de hasta 6 años). Dependiendo del número de menores en el hogar, el valor de lo que costaría contratar servicio de cuidado de menores lo deducen de la capacidad de generar ingreso en el hogar. Con base en su propuesta Garfinkel y Haveman presentan los cambios en la distribución del porcentaje de pobres según sus características demográficas, en comparación con los resultados obtenidos mediante la utilización de la medida oficial de pobreza. Por ejemplo, mientras que con la medida oficial el 30.8% de los pobres estarían en hogares con jefes de familia de color, con el índice de capacidad de generar ingreso este porcentaje aumentaría a 38.3. También aumentaría el porcentaje de personas viviendo en hogares cuya edad del jefe variara entre 22 y 40 años de 39.7 a 51%, mientras que el porcentaje de población viviendo en hogares con jefes de 65 años y más disminuiría de 20.9 a 13%. Estos cambios pueden deberse a que en la propuesta de Garfinkel y Haveman se da un peso importante a la existencia, número y edad de menores. Así tenemos que los hogares de personas de color tienden a ser más numerosos y en los hogares con jefes de entre 22 y 40 años tiende a haber una proporción mayor de menores en el hogar. Muestra de ello es el aumento en el porcentaje de hogares de 5 miembros 13 y más en el total de pobres que pasaría de 44 a 64.8% (Garfinkel y Haveman, 1977: cuadro 1, pp.56). El trabajo de Garfinkel y Haveman puede criticarse desde distintas perspectivas. En primer lugar, no capturan cabalmente la problemática del uso de tiempo en los hogares dado que suponen que cualquier adulto puede y está dispuesto a ofrecer su fuerza de trabajo por jornadas de tiempo completo indistintamente de las condiciones de la demanda o del nivel salarial prevaleciente. Por otro lado, suponen que actividades tales como la preparación de alimentos, limpieza, cuidado de ropa y casa, administración y abastecimiento del hogar, entre otras, no representan un obstáculo para la participación de los adultos en el trabajo extradoméstico de tiempo completo, particularmente en lo que se refiere a la participación femenina. Finalmente podemos criticar el hecho de que lo que están midiendo es la capacidad de generar ingreso, no la cantidad de dinero con la que realmente cuenta el hogar y por tanto no se mide si el hogar es o no pobre en un momento determinado. Por lo tanto, hogares cuyo ingreso esté por debajo de la línea de pobreza y que por razones de mercado experimenten periodos de desempleo más largos que los supuestos en el modelo quedarían fuera de los programas de apoyo. A principio de los noventa el trabajo de Vickery y de Garfinkel y Haveman fue retomado por un comité encargado de revisar nuevamente la medida oficial de pobreza utilizada por el gobierno de los Estados Unidos (Citro y Michael, 1995). Este comité reconoce la necesidad de incluir al tiempo como uno de los parámetros que modifican la calidad de vida. Más allá de ciertas críticas a los 14 trabajos de Vickery y Haveman y Garfinkel el comité no logra incorporar al tiempo en su propuesta de medición de pobreza. No obstante afirman que: El viejo adagio “tiempo es dinero” esencialmente lo dice todo, pero desafortunadamente no dice como medir el valor del tiempo cuando se miden los recursos económicos disponibles en una unidad familiar. Tampoco dice como tomar en cuenta el hecho de que dos familias con similares recursos económicos puedan tener una vasta diferencia en recursos de tiempo que de alguna manera debe ser tomada en cuenta para determinar su bienestar material (Citro y Michael, 1995: 422). En México Boltvinik (1992) desarrolló el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), el cual incluye, además del ingreso y las necesidades básicas, la necesidad de tiempo en los hogares. El cálculo de la pobreza de tiempo se hace por medio del índice de exceso de tiempo de trabajo (ETT). Este índice permite clasificar a los hogares entre pobres y no pobres por tiempo, de acuerdo con la disponibilidad de personas en el hogar para llevar a cabo el trabajo doméstico y extradoméstico (el cual depende de las características sociodemográficas del hogar). A continuación presentaré cuáles son los fundamentos básicos normativos del ETT, cómo se calcula y un análisis de los parámetros utilizados en este para el cálculo de la pobreza de tiempo. El índice de exceso de tiempo de trabajo La construcción del MMIP está basada en una definición de la calidad de vida de una persona u hogar la cual, de acuerdo con Boltvinik (1993: 608-609), “depende no sólo del acceso a mercancías, valores de uso comprados (...) sino también del acceso a valores de uso recibidos de terceros (vg., servicios educativos gratuitos), y a valores de uso autoproducidos (la sopa cocinada en casa.)” Con base en esta 15 definición el autor define las seis fuentes de bienestar de las cuales depende la calidad de vida: 1) el ingreso corriente (monetario y no monetario); 2) los derechos de acceso a servicios o bienes gubernamentales de carácter gratuito (o subsidiados); 3) la propiedad, o derechos de uso, de activos que proporcionan servicios de consumo básico (patrimonio básico); 4) los niveles educativos, las habilidades y destrezas, entendidos no como medios de obtención de ingreso, sino como expresiones de la capacidad de entender y hacer; 5) el tiempo disponible para educación, recreación, el descanso y, dependiendo de la definición operativa del ingreso corriente que se adopte, para las tareas domésticas,8 y 6) la propiedad de activos no básicos y la capacidad de endeudamiento del hogar Como se observa, el inciso cinco incorpora en la definición de la calidad de vida el tiempo que se requiere para diversas actividades que quedan fuera del ámbito mercantil, incluyendo el trabajo doméstico, el cual genera diversos productos y servicios que en la práctica, situación que no es calculada con el método de la LP. Cabe resaltar que una preocupación fundamental de Boltvinik al elaborar este índice fue considerar si los hogares cuentan con tiempo libre una vez que hayan cubierto sus actividades necesarias en el ámbito doméstico y éxtradoméstico. El autor considera que la cantidad de tiempo libre está, en parte, socialmente determinada ya que “depende de las costumbres sobre la duración de 8 Si en el ingreso se incluyen los productos del trabajo doméstico, de alguna manera valorados, no se requiere incluir el tiempo disponible para este fin en la fuente de bienestar que nos ocupa. 16 la jornada de trabajo, sobre los descansos semanales y anuales, inversamente de los ingresos del hogar (los hogares con problemas de ingresos se verán impulsados a intentar alargar las jornadas de trabajo o a incorporar más miembros a dicha actividad) y de preferencias individuales” (Boltvinik, 2001: 5.) El cálculo de la pobreza de tiempo considera el número de horas trabajadas extradomésticamente por todos los miembros del hogar y ciertos factores que determinan los requerimientos de tiempo de trabajo doméstico. La norma de tiempo para realizar trabajo extradoméstico o doméstico es de un máximo de 8 horas seis días a la semana; esta norma fue establecida con base en lo que la Constitución mexicana considera como la jornada laboral máxima. El índice de exceso de tiempo de trabajo, que es la base para medir la pobreza de tiempo, considera ambos tipos de trabajo (doméstico y extradoméstico), y de manera implícita reconoce un tiempo necesario para llevar a cabo otras actividades necesarias para el mantenimiento físico y mental de una persona (alimentación, sueño, aseo personal), así como para otras actividades (tiempo libre, de traslado, etc.). Boltvinik (2000) especifica los tiempos que supone se requieren para llevar a cabo este tipo de actividades. Supone un tiempo necesario para actividades de cuidado y mantenimiento personal (sueño, alimentación y aseo) de 10 horas diarias. Al sumar éstas con el tiempo para el trabajo doméstico y/o extradoméstico da como resultado una norma de 18 horas diarias que cada adulto puede realizar; tiempo que Boltvinik denomina necesario. De las restantes 6 horas por día se considera deseable, que el adulto dedique a tiempo libre entre 2 y 4 horas, y el tiempo restante (de 2 a 4 horas) implícitamente se supone está destinado a tiempo de traslado a escuela o trabajo 17 y otras actividades (trabajo comunitario, construcción vivienda, etc.). El autor considera al tiempo libre como la antítesis del tiempo obligado. Cabe resaltar que la definición de número de horas para cada actividad es normativa, es decir es lo deseable. En la práctica muchas personas trabajan extradomésticamente ó domésticamente más de 8 horas diarias y tienen poco, si no es que ningún tiempo libre, aún en fines de semana. En esta propuesta los requerimientos de trabajo doméstico aumentan con la presencia de menores de 10 años y la falta de acceso a guarderías. La necesidad de tiempo de recreación también varía de acuerdo con la edad de los miembros del hogar. Por ejemplo, el tiempo necesario para actividades lúdicas es mayor para los niños y adolescentes. A pesar de que existen ciertas similitudes entre la propuesta de Vickery y la de Boltvinik, los parámetros de tiempos dedicados a ciertas actividades varían considerablemente. Por ejemplo, ambos autores consideran que el tiempo dedicado a sueño, aseo y alimentación es de 10 horas diarias. No obstante Vickery considera un total de sólo 12 horas a la semana entre descanso y tiempo libre y Boltvinik le asigna a esta actividad entre dos y cuatro horas diarias en días laborales y podrían ser añadidas 14 horas los domingos. Otra diferencia sustancial es que Vickery supone que un adulto puede dedicar 49 horas a la semana al trabajo y traslado a éste y 36.6 horas al trabajo doméstico, Boltvinik, por su parte, considera que la jornada máxima de trabajo extradoméstico o doméstico (o combinados) es de 48 horas (aunque en ciertos casos se deberían considerar entre 2 y 4 horas más para transporte al trabajo). Los parámetro propuestos por Vickery dan como resultado que un adulto puede dedicarse aproximadamente 18 12.5 horas diarias de trabajo doméstico o extradoméstico siete días a la semana. En contraste, con la propuesta de Boltvinik resulta que una misma persona solo puede dedicarse a trabajo doméstico o extradoméstico o sumados ambos alrededor de 9 horas diarias (excluyendo domingos). Por tanto, existe una diferencia de alrededor de 3 horas diarias que Boltvinik supone cualquier adulto tendría derecho a disfrutar de tiempo libre. A continuación presento la fórmula del índice de ETT utilizada en el presente artículo para calcular la pobreza de tiempo: ETT= (1+W j) / (W* kj*) = (1+W j) / 48kj* | donde Wj: W*=48: kj*: horas semanales totales trabajadas extradomésticamente en el hogar j. Incluye las horas dedicadas al trabajo principal y secundario. norma constitucional de horas de trabajo semanales número de personas, en el hogar j que están disponibles para trabajar extradomésticamente, kj*= Nj15-69 - hj Nj15-69: h j: | donde (2) personas de 15 a 69 años de edad en el hogar j personas, en el hogar j, excluidas del trabajo extradoméstico, hj = ONTj + (0.5833) ESTj + INCj + (RJTDj -JSDj), ONTj: ETSj: INCj: RJTDj: JSDj: (1) | donde (3) ocupados que no trabajaron la semana de referencia estudiantes incapacitados requerimientos de la jornada de trabajo doméstico jornadas desempeñadas por servidores domésticos En la ecuación 1 el tiempo dedicado al trabajo extradoméstico por todos los miembros del hogar es sumado y luego dividido entre 48 (norma constitucional de 19 jornada máxima laboral), para obtener el número de jornadas que el hogar utiliza para el trabajo extradoméstico. En la ecuación 2 podemos observar que para el cálculo de la pobreza de tiempo, sólo se consideran a las personas de entre 15 y 69 años de edad, dado que se supone que los menores de esta edad deben dedicarse de tiempo completo al estudio y al juego hasta obtener educación secundaria. También están excluidos por razones de edad los miembros de 70 años y más. De la ecuación 3 se deduce que de los mayores de 14 años y menores de 70 que declararon ser estudiantes se adoptó la norma de 28 horas a la semana para el estudio (o 0.5833 de una jornada de 48 horas) y por tanto una disponibilidad para participar en el trabajo extradoméstico de 20 horas semanales como máximo.9 Asimismo en la ecuación 3 se excluye del trabajo extradoméstico un número de jornadas de trabajo domésticas requeridas normativamente en el hogar. Este número de jornadas se calcula a través del índice de requerimientos de jornadas de trabajo domésticas (RJTDj), que veremos más adelante. En la ecuación 3 también se descuentan los servidores domésticos que trabajan en el hogar j. Esto se hace cuando en la ENIGH se registra que el hogar hizo el pago de servicios domésticos o tiene la presencia de servidores domésticos residentes.10 9 Adicionalmente, se excluye del cálculo, además de los incapacitados permanentemente, a las personas que, a pesar de haber declarado estar ocupadas, no trabajaron la semana de referencia, dado que el número de horas trabajadas registradas en la encuesta es igual a cero en esos casos. 10 Existe un problema operativo con este cálculo. Cuando el hogar realiza el gasto en servicio doméstico, se descuenta una jornada de trabajo doméstico completa independientemente de que 20 Para calcular RJTDj se toma en cuenta el número total de miembros del hogar y la presencia de niños menores de 10 años de edad y el equipo ahorrador de trabajo doméstico con el que cuenta el hogar. De esta manera tenemos que RJTDj es función de: a) El tamaño del hogar b) Presencia de menores de 10 años c) El índice de intensidad del trabajo doméstico (ITDj). El ITDj combina tres indicadores: 1) necesidad de acarreo de agua (AAj); 2) carencia de equipo ahorrador de trabajo doméstico (CEATDj), donde se incluyen refrigerador, lavadora, licuadora y vehículos de motor, y 3) carencia de acceso a servicios de cuidado de los menores (CASCMj). El ITDj se calcula con una media aritmética simple de los valores de sus tres componentes (o dos si no hay menores). ITDj = (AAj + CEADTj + CASCMj) / 3 ITDj = (AAj + CEADTj) / 2 | | para hogares con menores (4) para hogares sin menores (5) el/la servidor(a) doméstico(a) no trabaje la jornada completa o seis días a la semana, ya que no se cuenta con esta información en la encuesta. Asimismo, cuando las personas dedicadas al servicio doméstico no residen en el hogar, la encuesta solo registra el gasto en este tipo de servicio y no el número de personas pagadas para ello. En estos casos sólo se descuenta una jornada, a pesar de que en algunos hogares puedan estar trabajando más de un(a) servidor(a) doméstica(a). Por tanto, la ayuda proporcionada por servidores domésticos estará sobre o subdimensionada en algunos hogares. 21 La intensidad del trabajo doméstico (ecuaciones 4 y 5) aumenta en los casos en los que los hogares tengan que acarrear agua. De la misma forma lavar a mano o no contar con un vehículo aumenta la intensidad del trabajo doméstico. La intensidad también puede disminuir cuando los hogares cuentan con servicio de guardería o los menores asisten a preescolar o primaria. El índice de intensidad de trabajo doméstico varía de 0 hasta 2 y se clasifica en 3 estratos: intensidad baja (de 0 a 1/2); intensidad media (de 2/3 a 3/2); y alta intensidad (5/3 a 2). El cuadro 2 muestra el número de jornadas requeridas de acuerdo al tamaño del hogar, la presencia de menores de 10 años y el valor de la intensidad de las jornadas de trabajo doméstico (baja, media y alta). 11 Por ejemplo, un hogar de hasta tres miembros sin menores de diez años requeriría de entre 0.3 a 0.7 jornadas de trabajo doméstico dependiendo de si cuenta o no con equipo ahorrador de trabajo doméstico y requiere o no acarrear agua. En el otro extremo tenemos un hogar conformado por nueve miembros o más que requerirá de entre 1.4 a 1.8 jornadas de trabajo doméstico dependiendo del valor de ITD j (véase cuadro 2). A nivel normativo, el índice ETT equivale a 1, esto significa que en los hogares donde tienen este valor no hay exceso de tiempo de trabajo extradoméstico, ni se trabaja por debajo de la norma. Los hogares donde hay exceso de tiempo de trabajo tienen un ETT superior a 1 y son pobres por tiempo. Cuando el ETT es inferior a 1 los hogares no son pobres por tiempo. 11 El número de jornadas requeridas de trabajo doméstico en los hogares están determinadas con base en los criterios propios de Boltvinik, por lo que su evaluación cobra particular importancia. 22 Análisis de los parámetros de la metodología para la medición de la pobreza de tiempo Existen diversas interrogantes sobre los parámetros normativos en los cuales se basa el cálculo de la pobreza de tiempo. Para analizar las normas utilizadas en esta metodología me basaré en el módulo de uso de tiempo que fue levantado por primera vez en la ENIGH de 1996 y la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) de 1996 con el fin de que las dos fuentes se refieran al mismo año. Asimismo analizaré algunos trabajos de autores que han medido el tiempo de trabajo doméstico.12 12 La dimensión del uso del tiempo en los hogares ha sido explorado básicamente por los estudios de género, haciendo énfasis en la cantidad de tiempo que las mujeres dedican al trabajo doméstico y/o extradoméstico (Barbieri, 1984; Blanco, 1989; Shelton, 1992, INEGI, 1998); algunos de estos trabajos tienen como antecedente los estudios que se hicieron en los setenta sobre el presupuesto de tiempo (budget-time) en las familias (véase por ejemplo Walker y Woods, 1976; Walker, 1973). Dada la importancia del trabajo doméstico para la reproducción de la fuerza de trabajo ha llevado a sugerir su inclusión en el Producto Interno Bruto (véase Gauger, 1973). Por otro lado, se ha propuesto que el trabajo doméstico sea considerado para fines del cálculo del tamaño de la fuerza de trabajo (para una discusión de este tema véase Turnham, 1993). Asimismo, se ha analizado el hecho de que el aumento de la participación femenina en el mercado de trabajo ha provocado que cada día más mujeres tengan que hacer frente a la doble demanda de trabajo: el doméstico y el extradoméstico, situación que se ve afectada por las crisis económicas (García y Oliveira, 1994; Oliveira, Eternot y López, 1999; García, Blanco y Pacheco, 1999). Existen también trabajos que hacen referencia a las diversas acciones, o estrategias de sobrevivencia que llevan a cabo los grupos domésticos de bajos ingresos para maximizar sus escasos recursos (González de la 23 Antes de proseguir con el análisis es importante mencionar que las encuestas presentan algunas problemas de información. Por un lado, tenemos la ENE que permite tener una idea aproximada del tiempo que las personas de 12 años y más dedican a los quehaceres del hogar y cuidado de niños, ancianos o enfermos; al estudio; a los servicios gratuitos a la comunidad y al trabajo principal. Uno de los problemas fundamentales que tiene esta encuesta es que en una sola Rocha, 1994). De acuerdo con estos análisis los cambios en las estrategias de sobrevivencia como resultado de la crisis de los ochenta incluyen procesos de intensificación del trabajo doméstico al producir bienes y servicios al interior del hogar que antes eran obtenidos en el mercado (González de la Rocha, 1988 y 1991, Tuirán, 1992). La dimensión de lo territorial, es decir los desplazamientos que se realizan para realizar el trabajo doméstico y extradoméstico, ha sido tratada por Salazar (1999). Por último tenemos una serie de documentos con información estadística con enfoque de género que nos permiten ver las diferencias en la cantidad de tiempo dedicada a estas labores entre mujeres y hombres, así como entre diversos miembros del hogar (INEGI, 1998, 1999 y 2000). Si bien estos estudios nos muestran las grandes diferencias de género, sobre todo en lo que se refiere al tiempo dedicado al trabajo doméstico y extradoméstico (situación que discutiremos más adelante), ninguno nos permite vislumbrar la pobreza de tiempo por hogar. Es decir, algunos hogares padecen una carencia seria en términos de tiempo para realizar actividades tales como el estudio, recreación, esparcimiento, etc. (hombres y mujeres requieren trabajar doméstica o extradomésticamente en exceso para cubrir sus necesidades mínimas de producción y reproducción; adolescentes no tienen tiempo para asistir a la escuela, ya que tienen que trabajar; los menores no son apropiadamente atendidos, ya que sus madres llevan a cabo trabajo doméstico y extradoméstico, etc.). En estos casos estamos hablando claramente de una pobreza de tiempo, la cual ha sido ignorada por la mayoría de los métodos de medición de la pobreza, aún cuando la calidad de vida depende enormemente de la disponibilidad de tiempo. 24 pregunta se pide especificar el tiempo que las personas dedican a los quehaceres domésticos y cuidado de otros (niños ancianos y enfermos). La información resultante es bastante general ya que, por un lado, no se enumeran las actividades a incluir dentro de las domésticas, y por otro, una sola persona en el hogar responde por el resto de los otros miembros. Probablemente, la percepción del ama de casa (o de quien responda la encuesta) en cuanto al tiempo que participan los distintos miembros del hogar en quehaceres domésticos sea bastante subjetiva y/o desinformada. La ENIGH de 1996, por su parte, tiene un cuestionario bastante detallado de las distintas actividades domésticas y extradomésticas que pueden ser realizadas durante la semana (planchado, lavado de ropa, recreación, trámites bancarios, cuidado de otros miembros, etc.) No obstante, tiene problemas de contabilización del tiempo dado que algunas actividades que se pueden realizar simultáneamente son registradas de manera separada. Por ejemplo, la encuesta tiene un pregunta para cuidado de niños, otra para ancianos y otra para enfermos; existen casos en los que al sumar estas tres actividades resulta que algunas personas les dedican más de 20 horas diarias a estas tres actividades en su conjunto. Lo mismo sucede con el trabajo doméstico, la recreación, etc.; cada actividad tiene una pregunta especifica y no podemos saber cuáles se realizaron simultáneamente, por ejemplo, tejer y mirar televisión son actividades que muchas mujeres realizan simultáneamente y sin embargo son contabilizadas por separado. Si sumamos todas las actividades de trabajo doméstico y de cuidado a terceros (sin pago) en el hogar algunas personas llegan a tener contabilizadas más de 30 horas diarias dedicadas a éstas actividades, lo que es evidentemente inconsistente. Para el análisis que se presenta a 25 continuación supuse un máximo de 16 horas diarias para la dedicación de cualquier tipo de actividad o conjunto de actividades. Iniciaré mi análisis tomando en cuenta el número de horas que normativamente deben dedicarse a trabajo extradoméstico o doméstico. Como vimos, el cálculo del ETT está basado en jornadas semanales de 48 horas indistintamente se trate de trabajo extradoméstico o doméstico. Esto significa que se pretende una igualación normativa del tiempo libre para todos aquellos que participan en cualquiera de los dos tipos de trabajo. Esta forma de calcular el número de jornadas dedicadas a trabajo doméstico y extradoméstico también fue utilizada por Barbieri (1984), en su estudio de mujeres y vida cotidiana. De esta forma la autora compara los tiempos dedicados a estas dos actividades (por separado y en su conjunto) por los diversos grupos de mujeres. 13 Analicemos ahora el tiempo que dedican al trabajo ó a los quehaceres domésticos aquellas personas que declararon dedicarse exclusivamente a cualquiera de estas dos actividades en la ENE y la ENIGH (véase cuadro 3). Ambas encuestas registran tiempos de trabajo extradoméstico promedio muy cercanos a la jornada de 48 horas, aunque en la ENIGH los tiempos promedio son más altos debido a que se incluye el tiempo dedicado al segundo trabajo, mientras que la ENE, a pesar de ser una encuesta de empleo, no cuenta con esta información. De esta forma tenemos que la ENE registra 47.6 horas a la semana 13 En este trabajo se concluye que de las mujeres entrevistadas (36) “todas las esposas de asalariados trabajan más de una jornada semanal entre ambos tipos de actividades, la remunerada y la doméstica” (Barbieri: 1984: 237). 26 dedicadas al trabajo principal y la ENIGH 49.6 dedicadas al trabajo principal y secundario. Los hombres dedican un poco más de tiempo a esta actividad en comparación con el promedio (47.7 y 49.9 horas de acuerdo a la ENE y ENIGH, respectivamente), mientras el tiempo dedicado por las mujeres que trabajan solamente extradomésticamente es menor (45.5 y 46.5 horas, respectivamente). En lo que se refiere al trabajo doméstico las encuestas presentan mayores diferencias. Así tenemos que la ENE registra un promedio de 42 y la ENIGH de 56 horas a la semana de trabajo doméstico para la población que declaró dedicarse exclusivamente a esta actividad. No podemos saber si esta variación se debe a los problemas de captación de información sobre tiempo antes mencionados ya que ambas encuestas capturan la información de distinta manera. La ENIGH incluye preguntas más específicas sobre las distintas actividades que conforman el trabajo doméstico, como compras para el hogar, pago de servicio y trámites bancarios, traslado de otros miembros del hogar, etc.14 La ENE por su parte captura el tiempo dedicado a esta actividad en una sola pregunta. Por otra parte, los promedios de horas dedicadas al trabajo doméstico se ven reducido debido a que los hombres que se dedican exclusivamente a esta actividad lo hacen muy por debajo de la norma. El número de horas semanales 14 Se incluye en las preguntas de la ENIGH sobre el trabajo doméstico las actividades de limpieza de casa, trastes, ropa, planchado, preparación de alimentos, tirado de basura, acarreo de agua, recolección de leña, cuidado de animales y parcela (estas actividades están contabilizadas dentro del trabajo doméstico en la publicación del módulo de tiempo), cuidado de niños, de ancianos, de enfermos, reparaciones en el hogar, confección de prendas de vestir, pagos bancarios, de luz, teléfono, etc., y compras para el hogar, traslado de otros a escuela, médicos, etc. 27 que los hombres dedican a trabajo doméstico (cuando sólo se dedican a éste) es de 16 horas o de 17.5 de acuerdo con la ENE y la ENIGH, respectivamente. En el caso de las mujeres la ENE reporta que dedican en promedio 44.3 horas y la ENIGH presenta un valor promedio de 60.8 horas a la semana (alrededor de 10 horas diarias seis días a la semana). Aún cuando los valores de la ENIGH son altos y están por encima de la norma de 48 horas a la semana, no tengo los suficientes elementos para asegurar que esto se debe exclusivamente a problemas de captación, lo cual me lleva a enfatizar la necesidad de realizar mayor investigación sobre el tema. No obstante, suponiendo que estos valores fueran ciertos, significaría que las personas que realizan exclusivamente trabajo doméstico lo hacen aproximadamente dos horas diarias por encima de la norma (según la ENIGH), tiempo equivalente a lo que algunos miembros del hogar que trabajan extradomésticamente tienen que invertir en transporte, sobre todo en las grandes ciudades.15 Por otro lado, el tiempo que registra le ENE queda por debajo de la jornada de 48 horas a la semana, aunque se acerca bastante a la norma (0.93 de una jornada). No obstante los problemas de captación mencionados, los datos aquí presentados me permiten afirmar que la norma de 48 horas se acerca bastante al tiempo promedio que dedican aquellos que sólo se dedican a una de las dos actividades más importantes en el hogar: el trabajo extradoméstico o el 15 Por ejemplo, en la investigación realizada por Salazar en cuatro colonias populares de la ciudad de México encontró que los trabajadores que utilizan transporte público realizan entre dos y tres transbordos, además de realizar esperas de hasta 30 minutos en cada uno (Salazar, 1999, pp.127130). 28 doméstico (a excepción de los hombres dedicados al trabajo doméstico), por lo cual esta norma resulta consistente con la práctica social. Pasemos ahora a analizar el tiempo que normativamente los hogares deben dedicar al trabajo doméstico. Este es un área donde es difícil encontrar consensos en términos de normas, dado que el tiempo dedicado a esta actividad depende de muchos factores difíciles de controlar empíricamente (entre otros, preferencia, habilidades, etc.) Por ejemplo, un persona puede considerar suficiente barrer su casa dos veces a la semana, mientras que otra considere necesario realizarlo diariamente. Por otro lado, este tipo de trabajo varía de acuerdo a las características demográficas del hogar (v.g. número de personas en el hogar, ciclo de vida, etc.). No obstante podríamos decir que las normas suponen los mínimos de limpieza. Como ya lo he mencionado, en el ETT los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico dependen del número de miembros en el hogar, presencia de menores de 10 años, acceso a cuidado de los mismos (guarderías y escuelas), disponibilidad de equipo ahorrador de trabajo doméstico y necesidad de acarreo de agua. Esto da como resultado un rango de jornadas de trabajo doméstico que va desde 0.3 en hogares con menos de 4 miembros y sin menores, hasta 1.8 en hogares con 9 miembros y con presencia de menores de 10 años (véase cuadro 2). 29 Comparando estos requerimientos de jornadas de trabajo con los calculados por Vickery16 encontramos ciertas diferencias. El número de jornadas domésticas requeridas en los hogares según Vickery varía de 0.65 en hogares unipersonales hasta 1.54 en hogares con 2 adultos y 6 o más menores de hasta 14 años de edad (véase cuadro 1). La cantidad requerida de tiempo de trabajo doméstico según los cálculos de Vickery es comparable con los rangos de alta intensidad de trabajo doméstico asignada por Boltvinik. Esto se debe a que la primera supone que los hogares con estos requerimientos de tiempo sólo cuentan con el ingreso mínimo necesario para no ser pobres y por tanto no tienen capacidad para adquirir ciertos bienes en el mercado (todos los alimentos son preparados en casa, no hay lavadora de ropa y no se paga por este servicio, no se contrata o paga por cuidado de menores, y en general no cuentan con automóvil) (véase Vickery, 1977:44). Por tanto, los requerimientos de jornadas de trabajo doméstico para hogares pequeños en ambos autores son casi idénticas (0.65 en Vickery y 0.7 en Boltvinik para hogares con requerimientos de trabajo doméstico intenso), aunque la composición de los hogares es distinta. Mientras que para Vickery se trata de hogares con un solo adulto, para Boltvinik pueden ser hogares de hasta tres adultos. Traducido en número de horas Vickery asigna como requerimiento de trabajo doméstico para una sola persona más de cinco horas seis días a la semana, lo que a mi juicio resulta excesivo. Si bien en el caso de 16 Los tiempos calculados por Vickery se basan en la observación del tiempo dedicado al trabajo doméstico tanto del esposo como de la esposa. Incluye preparación de alimentos, limpieza del hogar, limpieza de ropa, cuidado de otros miembros del hogar, administración y abastecimiento del mismo. 30 Boltvinik este tipo de hogares tendrían requerimientos similares, el porcentaje de éstos en el total nacional es de apenas 1.8%, mientras que los hogares sin menores de dos y tres personas, que si requerirían un tiempo de trabajo doméstico de esta magnitud representan 11.9%. Por tanto, podemos concluir que si bien la norma de trabajo doméstico para hogares unipersonales es alta en ambos autores, en los hogares de dos a tres miembros la norma de Boltvinik es más aceptable. Resalta de nuevo la necesidad de realizar mayor investigación sobre el tema para el caso de México. En el rango superior no hay grandes diferencia ya que Vickery supone que los hogares de 8 miembros y más (2 adultos y 6 niños) requieren 1.54 jornadas de trabajo doméstico (10.5 horas diarias) y Boltvinik supone para hogares con similares características (hogares de entre 4 y 8 miembros, con la presencia de menores de 10 años) 1.5 jornadas. No obstante, Boltvinik considera la existencia de hogares más numerosos y por tanto con mayores requerimientos de jornadas laborales (con hasta 1.8 jornadas). Por otro lado, es interesante observar que Barbieri (1984) encontró tiempos de dedicación a trabajo doméstico similares a los supuestos por los dos autores anteriores. De acuerdo con Barbieri de las 17 (de 36) mujeres en su estudio que no contaban con servicio doméstico o especificaron dedicarse al trabajo doméstico exclusivamente, declararon que dedicaban a esta actividad entre 0.85 a 1.54 de jornadas semanales, rango que varía de acuerdo al tamaño y ciclo de vida del hogar (véase Barbieri 1984, cuadro IV-4: 105 y cuadro 31 V-4: 185).17 Las normas de tiempo de trabajo doméstico requerido por los hogares establecidos por Vickery y los resultados observados por Barbieri me permiten afirmar que las normas para el cálculo de los requerimientos de trabajo domésticos incluidos en el cálculo de ETT están en el orden de magnitud correcta. No obstante me interesa examinar de que manera se os hogares sin menores. Es importante resaltar que dadas las características demográficas de la sociedad mexicana más del 70% de los hogares tenían un tamaño de entre 4 y 8 miembros en 1996, por tanto considero que requerían normativamente entre 0.6 a 1.5 jornadas de trabajo doméstico (véase cuadro 5). Otro parámetro a analizar en la fórmula de ETT es el de los límites de edad para ser considerado como miembro del hogar que puede participar en el mercado de trabajo. El rango de edad es de entre los 15 y 69 años. El límite inferior está basado en la norma educativa del propio MMIP, es decir para no ser considerado como pobre en materia educativa se debe contar al menos con secundaria, la cual es cubierta a los 15 años aproximadamente.18 De acuerdo con el módulo de uso 17 Se trata de mujeres de clase media que especificaron claramente si contaban o no con servicio doméstico y si tenían hijos o no, y de mujeres de la clase obrera dedicadas exclusivamente al trabajo doméstico. 18 La Constitución Mexicana establece como límite de edad para trabajar legalmente los catorce años de edad, el cual tiene una diferencia con la norma del MMIP de tan solo un año. Ésta dice así en su Artículo 123, Fracción III: “queda prohibida la utilización del trabajo de los menores de catorce años.” 32 de tiempo en los hogares de la ENIGH, de la población de entre 8 y 14 años de edad sólo el 9.7% realiza trabajo extradoméstico (6.2% estudia y trabaja y 3.5% sólo trabaja).19 La ENE sólo tiene información para la población de 12 a 14 años de edad y reporta una participación laboral del 17.3% comparada con 15.7% de la ENIGH para este mismo rango de edad en la base de datos sociodemográficos (véase cuadro 4).20 De este 17.3% la mayor parte (82%) corresponde a menores que trabajan en zonas menos urbanizadas donde su participación en actividades agropecuarias es más común. De hecho, en el caso de las áreas más urbanizadas, la tasa de participación para este grupo de edad es de 7.6%. Por otra parte, es importante considerar que en el siguiente grupo de edad, de 15 a 19 años de edad, la tasa de participación total aumenta considerablemente; a 44.3% en la ENE (incluyendo áreas más y menos urbanizadas) y a 42% en la ENIGH. Dado el bajo porcentaje de participación para los menores de 15 de edad y el fuerte cambio en la participación del siguiente rango de edad, la norma de 15 años se considera adecuada para el cálculo de la pobreza de tiempo en los hogares. En el caso del límite superior de edad encontramos una situación distinta. La ENIGH reporta un importante porcentaje de población de 70 años y más que aún son activos, el 29% (44.7% en el caso de los hombres y 14.6% en el de las 19 Como se aprecia, el dato fue obtenido del módulo de uso de tiempo de la ENIGH 1996, ya que la población de 8 a 11 años de edad viene caracterizada como inactiva en la base de datos correspondiente a las características demográficas de los individuos. No obstante, tiene información sobre el tiempo dedicado a trabajo extradoméstico para este grupo de edad. 20 Para el resto de los grupos de edad utilicé los datos correspondiente a la base de datos de individuos. 33 mujeres).21 No obstante, cabe mencionar que la tasa de participación de la población en la actividad económica se reduce considerablemente a partir de los 60 años de edad. Mientras que la tasa de participación más alta se da entre la población de 30 a 44 años de edad (oscila entre 72.3 a 73%, véase cuadro 4), ésta disminuye a 51% para el rango de edad de entre 60 a 64 años (79.3 la masculina y 26.4% la femenina) y para aquellos de 65 años y más baja drásticamente al 34.4% (54.1 la masculina y 17.7% la femenina). Los datos de la ENE de 1996 nos muestran que las tasas de participación más altas se dan entre la población de 30 a 44 años de edad (con variaciones de 69.3 a 70.3%.), a pesar de que la participación va disminuyendo paulatinamente, es partir del grupo de edad de 60 a 64 años de edad dicha participación baja considerablemente a 48.3% (74.1% la masculina y 23.8% la femenina) y para el rango de edad de 65 años y más desciende a 31.9% (52% la masculina y 14.1% la femenina, véase cuadro 4). A pesar de que la participación de la población de 65 años y más de edad en el mercado de trabajo es sustancial, ésta es mucho menor que la comparable con otros rangos de edad. De hecho, tanto la ENE como la ENIGH nos dan cuenta de que a partir de esta edad dicha participación tiende a bajar drásticamente. Por lo tanto se propone que la norma de 69 años como límite de edad máximo para la participación en el mercado de trabajo incluida en el ETT sea reducida a 64 años (aunque para las mujeres podría ser reducirse a los 59 años). No obstante, en los datos presentados más adelante se respeta el límite superior de edad para el cálculo de pobreza de tiempo. 21 Cálculos propios con base en la base de datos de la ENIGH 1996. 34 Por último me intereza analizar el supuesto de que los estudiantes deben dedicar 28 horas al estudio y por tanto disponen de 20 horas a la semana para trabajo extradoméstico. Los resultados de la ENIGH muestran que el promedio de horas dedicadas al estudio por todos aquellos que declararon hacerlo fue de un poco más de 29 en 1996. No obstante, de los que declararon estar trabajando y estudiando (sólo representan el 0.4% de la población de 8 años y más y 5% de los de entre 15 y 25 años de edad) dedican en promedio 25.7 horas al trabajo y 23.5 al estudio. La ENE, por otra parte, reporta no más del 1.2% de la población de 12 años y más que se dedican a ambas actividades, con 29.4 horas al estudio y 28.3 al trabajo. Por tanto, con base en esta evidencia podemos decir que la norma de estudio establecida en el ETT es consistente con los parámetros empíricos de tiempo dedicado a esta actividad. Hasta aquí he analizado las normas que a mi juicio son las más controvertidas en el cálculo de pobreza de tiempo con base en ETT. Los resultados obtenidos me permiten afirmar que los parámetros utilizados nos acercan en gran medida a la problemática de la carencia de tiempo en los hogares y que por tanto el índice nos permite clasificar con un alto grado de certeza a los hogares de acuerdo con su carencia de tiempo. Cómo modifica el cálculo de la pobreza de tiempo el porcentaje de pobres En esta sección analizaré como cambia el porcentaje de pobres si tomáramos al ingreso como único indicador para el cálculo de pobreza y después incorporáramos al tiempo (ambas dimensiones se derivan del cálculo del MMIP). 35 Para el año 2000 el porcentaje de población en condición de pobreza por ingreso en México era de 66.9 (sin ajuste a cuentas nacionales). Al incorporar el cálculo de la pobreza de tiempo, este porcentaje aumenta a 73 (véase cuadro 6).22 Esto significa que la pobreza se incrementa en más de nueve por ciento (o 6.1 puntos porcentuales) si incorporamos en el cálculo de pobreza por ingreso al tiempo.23 Esta forma de calcular la pobreza se ha denominado pobreza de ingreso-tiempo. Si bien el aumento en la porcentaje de pobres no es muy fuerte, el cambio en el porcentaje de indigentes más drástico.24 Si sólo se considera al ingreso como 22 Para calcular la pobreza ingreso-tiempo, el ingreso se combina con el tiempo dividiendo el ingreso del hogar entre el índice de Exceso de Tiempo de Trabajo (ETT) antes de compararlo con la línea de pobreza. A nivel normativo, el índice ETT equivale a 1, de manera que en los hogares donde no hay exceso de tiempo de trabajo extradoméstico, ni se trabaja por debajo de la norma, el ingreso permanece sin variación. Los hogares donde hay exceso de tiempo de trabajo tienen un ETT superior a 1, son pobres por tiempo y su ingreso se reduce al dividirlo entre el ETT. Cuando el ETT es inferior a 1, en los hogares el tiempo dedicado al trabajo extradoméstico está por debajo de la norma por lo que no son pobres por tiempo y su ingreso aumenta. Este último ajuste solo se realiza en hogares cuyo ingreso es igual o mayor a la línea de pobreza. Esto se debe a que en el caso de los hogares cuyo ingreso está por debajo de la línea de pobreza se considera que si se encuentran trabajando por debajo de la norma se debe a razones involuntarias (por ejemplo, desempleo), por tanto su ingreso no se ajusta. 23 Al incorporar a la pobreza por ingreso-tiempo, la dimensión de las necesidades básicas insatisfechas, con el fin de tener el porcentaje de pobres de acuerdo a los tres componentes del MMIP en el año 2000 este porcentaje sería de 76.9. 24 Se clasifican como tales, en el MMIP y en los otros métodos parciales, a todas las personas que vivan en hogares donde el valor de I(MMIP, u otros indicadores) es mayor que 0.50. Es decir, se 36 único indicador de bienestar el porcentaje de indigentes es de 36.4, no obstante pasa a 44.7% cuando incluimos al tiempo (véase cuadro 6). Esto significa que un gran porcentaje de pobres por ingreso (muy pobres y pobres moderados)25 tiene no sólo una gran limitación de este recurso sino también de tiempo. Con base en esta evidencia puedo afirmar categóricamente que la única forma de reducir la pobreza en estos hogares es mejorando los niveles de ingreso de sus trabajadores ya que no cuentan con tiempo disponible para tratar de aumenta el número de horas dedicadas a generar ingreso, debido a que son pobres de tiempo y ni siguiera cuentan con tiempo libre. El cálculo de pobreza resalta las dificultades que enfrentan los pobres cotidianamente en términos de su disponibilidad de tiempo y, por tanto, pone de manifiesto la precariedad en sus condiciones de vida no es sólo el resultado de bajos ingresos sino también de tiempo limitado. Evolución de la pobreza de tiempo entre 1984 y 2000 Con base en el índice de ETT demostré en otros trabajos que no existe suficiente evidencia para suponer que cuando la economía entra en crisis y el producto interno (PIB) se contrae, existe la posibilidad de que los hogares trata de hogares que cumplen, en promedio, menos de la mitad de las normas definidas, tanto las de ingresos como las de necesidades básicas. 25 Los muy pobres son los que obtuvieron valores de I(MMIP, u otros indicadores) mayores que 0.33 y menores o iguales a 0.50. Es decir, es población que cumple entre la mitad y dos terceras partes de las normas. Los pobres moderados son los que se ubican con valores de I(MMIP, u otros indicadores) mayores que cero pero menores o iguales a 0.33. 37 aumenten el uso de su fuerza de trabajo para contrarrestar la caída del ingreso. 26 Esta hipótesis no resultaba cierta ya que se observó que durante el periodo 19841992, a pesar de que el ingreso real de los hogares disminuyó de manera abrupta y la pobreza por ingreso registró un aumento pronunciado, se dio un incremento muy ligero del trabajo extradoméstico. En el periodo 1984-1992 la pobreza por ingreso aumentó de 41.3 a 57.8%. En este lapso el deterioro del ingreso fue superior al de la pobreza de tiempo ya que la brecha de privación del ingreso27 aumentó 13.6% (de 0.42 a 0.48), mientras que la del exceso de tiempo de trabajo sólo en 2.5%, (de 0.56 a 0.57, véase cuadro 7). El ligero aumento de la pobreza de tiempo podría interpretarse como un esfuerzo laboral adicional por parte de una minoría de hogares, que sin embargo estuvo muy lejos de evitar la caída del ingreso real. El cuadro 8 nos da otra perspectiva de este proceso. En sus renglones contiene los datos de las categorías de pobreza por ingreso y en sus columnas las de tiempo. En el renglón superior se encuentran los hogares pobres por ingreso, los cuales a su vez se dividen en columnas de pobres de tiempo y no pobres de tiempo. Los que son pobres por ingreso y por tiempo, es decir los consistentemente pobres, aumentaron de 20.5 a 26.6% de la población total entre 1984 y 1989. Por otra parte, el porcentaje de pobres por ingreso, pero que no lo son por tiempo aumentó aún más de 20.8% a 28.9 (o casi 40%, celdas sombreadas), lo que significa que el porcentaje de hogares con ingresos 26 Véase Damián, 2000 y en prensa 27 La brecha de pobreza nos da idea de que tan intensa es las carencias de los pobres. Mientras se acerca a 1 dicha carencia es más aguda. 38 insuficientes y tiempo disponible para participar en el mercado de trabajo tuvo un mayor crecimiento. Esto indica que estos hogares no lograron aumentar su participación en el mercado de trabajo y tampoco el número de horas trabajadas por quienes ya participaban en él. Esto se demuestra además por el hecho de que el índice de carencia de tiempo entre 1984 y 1989 se mantuvo casi constante (cerca de 0.56), es decir que la pobreza de tiempo no aumentó (véase cuadro 7). Para 1992, cuando la economía mostraba signos de recuperación, el porcentaje de población en hogares pobres por ingreso con tiempo disponible disminuye ligeramente (a 28.2%, cuadro 8). Lo que significa que los hogares pobres por ingreso lograron aumentar ligeramente su participación en el mercado de trabajo. De la misma manera la brecha de la pobreza de tiempo aumentó de 0.56 a 0.57, mientras que la del ingreso se mantuvo constante (en 0.48) en el periodo 1989-1992 (véase cuadro 7). Por tanto, con base en esta evidencia podemos decir que el cálculo del uso del tiempo en los hogares pone en duda la interpretación sobre el aumento contra-cíclico del trabajo extradoméstico adicional, es decir, que el esfuerzo laboral en los hogares aumenta a medida que se deteriora el ingreso (Escobar, 1996: 549; para una discusión sobre este tema véase Damián, 2002). Durante los noventa, los cambios en la pobreza de ingreso y de tiempo confirman que los hogares no tienen posibilidad de aumentar su esfuerzo laboral en periodos de crisis. El periodo 1994-2000 se caracterizó por la fuerte recesión económica sufrida a partir de la crisis financiera de diciembre de 1994. Cabe señalar que los datos presentados a continuación no son comparables con los del 39 periodo 1984-1992 dado que estos últimos están ajustados a Cuentas Nacionales, no así para el periodo 1994-2000.28 El cuadro 9 muestra los resultados de la pobreza de tiempo y de ingreso correspondientes al periodo 1994-2000.29 En 1996, año en el que las consecuencias de la crisis de diciembre de 1994 se reflejan claramente (la pobreza por ingreso aumentó de 64.3 a 74.7%), el porcentaje de hogares pobres por ingreso, pero no por tiempo se ubica en el nivel más alto de toda la década, llegando a casi el 40% de la población. A medida en que la economía se va recuperando el porcentaje de este tipo de hogares tiende a disminuir, pasando a 36.3% en 1998 y a 35.1 en 2000. Cabe resaltar que aún cuando la economía se recuperó para el año 2000, la pobreza por ingreso se ubicó por encima del 28 En otro trabajo (Boltvinik y Damián, 2001) realizamos el ajuste a cuentas nacionales para el año de 1998 con el fin de analizar los cambios en la pobreza nacional, urbana y rural entre fines de los ochenta y de los noventa. Concluimos que si bien los ochenta representaron una década perdida en términos de bienestar de la población, los noventa debe considerarse como una de agudización del deterioro de las condiciones de vida. Esto se debe a que el porcentaje de pobres en 1989 fue de 73.3, mientras que para 1998 había aumentado a 75.3. Esto quiere decir que el crecimiento económico y los beneficios alcanzado a finales de los ochenta y principios de los noventa fue anulado completamente por la crisis de mediados de esta década. En términos absolutos estamos hablando de 13.7 millones de personas más viviendo en la pobreza en comparación con 1989. 29 Es necesario recordar que sólo estoy presentando dos de los tres componentes del MMIP (ingreso y tiempo). Los porcentajes de pobreza de al incorporar la dimensión de las necesidades básicas insatisfechas son como sigue: entre 1994 y 1996 la pobreza aumenta considerablemente de 75.8% a 81.8; en 1998 ésta se reduce ligeramente, no obstante, continúa en más del 80%. Para el 2000 la economía muestra claros signos de recuperación y la pobreza declina a 77%, no obstante, su nivel es superiores al de 1994. 40 porcentaje observado en 1994, lo que quiere decir que a pesar de que las posibilidades de empleo hayan mejorado, y se haya observado un mayor número de miembros de los hogares utilizando su fuerza laboral, esto no compensó la caída en el ingreso sufrida a durante la crisis de los noventa. Los datos sobre las brechas de pobreza de ingreso y tiempo nos confirman la situación antes descrita. Mientras que la intensidad de la carencia por ingreso aumentó de 0.51 a 0.55 entre 1994 y 1996, es decir 7.4%, la de tiempo se elevó en tan sólo 1.5% (de 0.5232 a 0.5292, véase cuadro 10). Esto significa que los hogares tuvieron una escasa posibilidad de aumentar su fuerza laboral aún cuando hubo un significativo deterioro del ingreso. En 1998 el deterioro del ingreso se detiene y por tanto la intensidad de la pobreza por ingreso se mantiene constante (0.54), mientras que el indicador de carencia de tiempo disminuye ligeramente (a 0.5109). Para el año 2000 el cambio en el indicador de carencia de tiempo es significativo ya que aumentó a 0.6729. Esto quiere decir que no sólo aumentó el número de trabajadores, sino que aquellos que ya participaban en el mercado de trabajo también intensificaron su esfuerzo laboral. Al parecer este incremento es consistente con el crecimiento que registró el PIB en ese año, el cual alcanzó casi el 7% anual con respecto al año anterior. Esta evidencia nos confirma que la oferta laboral tiende a ser procíclica, los hogares pueden aumentar significativamente su esfuerzo laboral en la medida en que la economía se expande. Con base en los en los resultados empíricos de la década de los ochenta y noventa podemos afirmar que el modelo neoliberal adoptado por el gobierno mexicano (y muchos otros países en desarrollo) ha sido incapaz de sostener un crecimiento económico sostenido que permita absorber el esfuerzo de 41 trabajo adicional que muchos hogares requieren para mejorar sus condiciones de vida. Si consideramos además que cuando la economía se recupera, no se logra compensar el deterioro producido por las crisis la necesidad de replantear el modelo económico se hace evidente. Características sociodemográficas de los pobres de tiempo En esta sección analizaré algunas de las características sociodemográficas más sobresalientes que diferencian a los pobres de tiempo de los no pobres de tiempo, con base en la ENIGH 2000. Iniciaré por resaltar que la pobreza de tiempo afecta en similares proporciones a la población urbana y rural, aunque en este último ámbito territorial el porcentaje de pobres por tiempo es ligeramente mayor (47.2 en áreas rurales y 44.1 en las urbanas). En lo que se refiere al tamaño promedio de los hogares, los pobres de tiempo tienen un número es ligeramente mayor que el de los pobres de tiempo (4.4 contra 4.2 miembros en promedio). Por otra parte, la estructura por edades en ambos grupos es sustancialmente distinta; mientras que los hogares no pobres están compuestos por 1.4 menores de hasta 17 años y 3 adultos de 18 años y más de edad, los hogares pobres de tiempo tienen en promedio dos menores de hasta 17 años y 2.2 adultos (véase cuadro 11). Esto significa que los hogares no pobres de tiempo tienen una mayor disponibilidad de adultos para realizar tanto las tareas domésticas como extradomésticas. Una situación que dificulta aún más la situación de los pobres de tiempo es que tienen en promedio 1.5 menores de hasta 11 años, comparado con 0.8 miembros de esta edad en los hogares no 42 pobres por tiempo. Por lo tanto, los pobres de tiempo tienen mayores requerimientos de cuidado de menores. En términos del tipo de hogar, los pobres de tiempo tienen una mayor proporción de aquellos con jefatura masculina (84.2 contra 79.3%) y nucleares (77.6 contra 62.1%), esto puede deberse a que son hogares en etapas tempranas del ciclo de vida. Muestra de ello es que el 60% de los jefes de hogar en los hogares pobres de tiempo tiene entre 12 y 40 años de edad, mientras que en los no pobres de tiempo este porcentaje es de solo 25.5, mientras que el 74.5 de los jefes tiene más de 40 años de edad (véase cuadro 12). Por otra parte, la pobreza de tiempo afecta en mayor grado a los hogares con jefatura masculina con un 45.9% del total de este tipo de hogares, mientras que del total de hogares jefaturados por mujer el 38.4% son pobres de tiempo. En lo que respecta a la condición de actividad de los pobres de tiempo tenemos que el 66.7% de sus miembros de 12 años y más son activos, mientras que en los no pobres de tiempo este porcentaje se reduce a 49.1%. Más aún en lo que respecta al trabajo femenino, tenemos que en los hogares pobres de tiempo y con hijos menores de hasta 10 años de edad el porcentaje de participación laboral de las mujeres es de 47.3%, mientras que en los hogares no pobres de tiempo es de 22.7%. A pesar de su alto nivel de participación en el mercado de trabajo el ingreso de los pobres de tiempo es sustancialmente menor que el de los hogares no pobres de tiempo (con un ingreso mensual corriente por adulto equivalente de $2,346.5 en comparación con $3157.7 pesos en el 2000). Dada la alta participación en el mercado de trabajo de los pobres de tiempo sus inactivos representan 31.3% del total de la población en comparación con 43 50.9% en los hogares no pobres de tiempo. Adicionalmente, los pobres de tiempo tienen un menor porcentaje dedicado exclusivamente a los estudios (12.8 comparado con 17.5% de los no pobres de tiempo), a pesar de que tanto pobres de tiempo como no pobres de tiempo tienen similares proporciones de población en edad de estudiar (alrededor de 41% de población entre 6 y 25 años de edad en ambos grupos). Los pobres de tiempo también tiene un menor porcentaje de jubilados (0.4 comparado con 3.3% de los no pobres de tiempo). Resalta el hecho de que los pobres de tiempo tienen un menor porcentaje de personas dedicadas exclusivamente al trabajo doméstico (16.5 de los pobres de tiempo comparado con 26.3% de los no pobres de tiempo), por lo tanto, a pesar de sus mayores requerimientos de trabajo doméstico tienen una menor proporción de miembros que pueden realizarlo. Los datos hasta aquí analizados nos hablan de que la pobreza de tiempo está relacionada con una mayor necesidad de cuidado de menores, un menor número de adultos que puedan participar en el mercado de trabajo. A pesar de ello, en esto hogares se da una mayor participación laboral de los adultos en el hogar, pero con bajos salarios, y. En secciones anteriores me referí a la existencia de un grupo de hogares que ha sido clasificado como pobre por ingreso pero no por tiempo. Es decir que a pesar de que el ingreso de estos hogares es insuficiente, no todos los adultos disponibles están participando en el mercado de trabajo a pesar de que los requerimientos de trabajo doméstico y otras actividades como el estudio y el tiempo libre normativamente se encuentre cubiertas. Para el año 2000 el 35% del total de la población en México se encontraba en esta situación. No obstante, la pobreza de ingreso pero no de tiempo es un fenómeno predominantemente 44 urbano, ya que del total de la población urbana el 38% se encontraba en esta situación en comparación con el 9% de la rural. El ingreso promedio corriente mensual por adulto equivalente en estos hogares era de $1,130.1 pesos, muy por debajo de la línea de pobreza extrema utilizada en el MMIP para ese año ($1,773.0).30 El alto porcentaje de este tipo de hogares puede deberse a la imposibilidad real que enfrentan las personas para encontrar empleo sobre todo en las áreas urbanas, y tal vez, en menor medida no participan en el mercado de trabajo por razones culturales o de otro tipo. Si comparamos este tipo de hogares con el grupo consistentemente pobres (es decir pobres por ingreso y tiempo), observamos que los hogares pobres por ingreso pero no por tiempo tienen una menor proporción de menores (1.8), que los hogares consistentemente pobres (2.5). Además este ultimo grupo tiene una menor proporción de adultos de 18 años y más de edad (2.2 adultos en comparación con 3 en los hogares no pobres por tiempo pero si por ingreso), por lo tanto cuentan con menores recursos para hacerse cargo de las labores domésticas y el cuidado de menores. La participación laboral de los hogares pobres por ingreso y no por tiempo es menor (47.3%) que la de los consistentemente pobres (63.4%). Por otra parte, los no pobres de tiempo, pero si de ingreso, tiene una mayor proporción de personas que normativamente pueden dedicarse a las labores domésticas (29.2 comparado con 19.2%) y de estudiantes (17.1 en comparación con 14.5% en los hogares consistentemente pobres). Como 30 También es menor que la utilizada por CEPAL para los hogares urbanos que era de $1,478.0 pesos. 45 podemos observar las diferencias entre los pobres y no pobres de tiempo, pero que si lo son por ingreso son similares a las que encontramos cuando analizamos al conjunto de la población de acuerdo a pobres o no pobres de tiempo. Es decir, son hogares con fuertes requerimientos de cuidado de menores y una mayor participación laboral. No obstante, la gran diferencia es que, mientras la pobreza de tiempo en general afecta en igual proporción a áreas urbanas o rurales, el fenómeno de pobreza por ingreso pero no de tiempo es predominantemente urbano. Conclusiones La importancia de considerar los requerimientos de tiempo en los hogares ha quedado de manifiesto con el trabajo aquí presentado. La calidad de vida no sólo depende de los recursos económicos, o del acceso a los servicios públicos (educación, salud, etc.) sino de la cantidad de tiempo disponible para cubrir las necesidades de reproducción en el ámbito doméstico, laboral y de recreación y esparcimiento. Por lo tanto, el método dominante para medir la pobreza, es decir el de la línea del ingreso, es inadecuada para determinar los niveles de pobreza y la calidad de vida en los hogares. Es de fundamental importancia el incorporar el tiempo en una a medida oficial de pobreza, dado que los parámetros para determinar el apoyo que reciben los hogares sólo toman en consideración los recursos económicos, recibiendo igual compensación hogares con distintos requerimientos de tiempo, lo que aumenta la desigualdad en hogares con mayores necesidades de tiempo, por ejemplo. Por otra parte, al considerar en la medición 46 oficial al ingreso como única fuente de bienestar y a los pobres extremos como los únicos merecedores de la ayuda gubernamental, seguramente se está dejando fuera a una proporción de hogares pobres, “no extremos”, que se catalogarían como tales si se incorporara al tiempo como otra de las fuentes del bienestar para el cálculo de pobreza (por supuesto sin dejar a un lado los componentes de NBI). Prueba de ello es el aumento tan considerable de la indigencia cuando a la pobreza por ingreso le incorporamos la de tiempo (los indigentes aumentaron de 36.4 a 44.4% del total de la población). De igual manera el trabajo confirma que los hogares en periodos de crisis tienen escasas posibilidades, de aumentar su esfuerzo laboral y contrarrestar la caída de los ingresos. Además, la evidencia muestra que a pesar de que la economía recuperó su ritmo de crecimiento después de 1996, y con ello la posibilidad de aumentar la participación laboral, los hogares no han logrado recuperar los niveles de vida prevalecientes antes de las crisis de los ochenta y noventa, dado los bajos salarios prevalecientes. No obstante el aumento en la participación laboral en el 2000, la existencia de un considerable porcentaje de pobres, cuyo ingreso es insuficiente, pero que cuenta con recursos humanos disponibles (alrededor del 35% de la población en ese año) nos habla de la incapacidad del modelo económico neoliberal de generar los empleos requeridos. Podemos decir que se trata de un modelo excluyente, ya que no logra incorporar a una considerable proporción de la fuerza de trabajo, sobre todo urbana. Más importante es el hecho de que los hogares consistentemente pobres (es decir por tiempo y por ingreso) no lograrán mejorar sus condiciones de vida en tanto continúe la política salarial restrictiva que han adoptado los gobiernos desde los 47 ochenta. Estos hogares, que representan un poco menos del 50% de los pobres, no tienen posibilidad alguna de aumentar su esfuerzo laboral ya tienen una insuficiencia de recursos humanos para cubrir al menos sus requerimientos mínimos de trabajo doméstico y extradoméstico. Además, a pesar de que la pobreza se redujo al final de los años noventa, la recesión económica iniciada en el 2001 conllevará de nuevo a un aumento en la pobreza, dada la fuerte contracción del empleo. Las características demográficas de los pobres de tiempo resaltan el hecho de que son los hogares en etapas tempranas del ciclo de vida y con hijos los que sufren las mayores restricciones económicas y de tiempo. Tienen un alto nivel de participación laboral, un bajo porcentaje de miembros dedicados a trabajo doméstico y una mayor necesidad de cuidado de menores. Por tanto, es importante que el gobierno fomente el acceso a guarderías para los(as) trabajadores(as) de bajos ingresos, así como dotar de éstas la zonas de bajos recursos económicos. Es importante considerar también que el gobierno ha instrumentado un programa de ayuda a hogares con jefatura femenina, no obstante, la evidencia mostró que la pobreza de ingreso-tiempo afecta en mayor grado a los hogares con jefatura masculina y en etapas tempranas del ciclo vital (con presencia de menores), por lo que se hace necesario crear un nuevo programa o los mecanismos necesarios para apoyar este tipo de hogares. 48 Bibliografía Barbieri, Teresita de (1984) Mujeres y vida cotidiana, SEP/80, México, Fondo de Cultura Económica. 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Tiempo de trabajo doméstico En jornadas de 48 horas 2 adultos sin niños 1 niño 2-3 niños 4-5 niños 6 y + niños 43 62 66 68 74 0.90 1.29 1.38 1.42 1.54 1 adulto sin niños 1 niño 2-3 niños 4-5 niños 6 y + niños 31 57 61 63 69 0.65 1.19 1.27 1.31 1.44 Fuente: Vickery (1977) cuadro A-1, pp.45. Cuadro 2. Valores supuestos de RJTDj Con o sin menores Intensidad Sin menores de 10 años Baja Media Alta Con menores de 10 años Baja Media Alta Núm. Miembros menos de 4 4a8 9 y más 0.3 0.6 0.8 0.8 1.1 1.4 0.5 0.8 1.0 0.7 1.0 1.3 1.0 1.3 1.6 1.2 1.5 1.8 Fuente: Boltvinik (s/f) Cuadro 3. Tiempo utilizado por las personas que sólo trabajan o sólo realizan trabajo doméstico de acuerdo con la ENE y ENIGH 1996 Tipo de actividad Total Quehaceres Trabajo Hombres Quehaceres Trabajo Mujeres Quehaceres Trabajo Fuente: a ENE a ENIGH b Número de Equivalentes en Número horas jornadas de 48 horas horas de Equivalentes en jornadas de 48 horas 42.02 47.55 0.88 0.99 55.95 49.63 1.17 1.03 16.06 47.66 0.33 0.99 17.50 49.88 0.36 1.04 44.27 45.49 0.92 0.95 60.77 46.52 1.27 0.97 INEGI (1999), cuadros 2.5:75 y 3.5:123 y ENIGH 1996 b estimaciones propias con base en los microdatos de la 53 Cuadro 4. Tasas de participación total, masculina y femenina. ENIGH 1996 y ENE 1996 Total Edad Hombres ENIGH ENE Mujeres ENIGH ENE ENIGH ENE 12-14 15-19 20-24 25-29 30-34 35-40 41-44 45-49 50-54 55-59 60-64 65 y más 15.7 42.0 61.4 69.0 72.3 73.0 72.5 68.3 64.5 57.6 51.0 34.4 17.33 44.26 63.18 68.61 69.34 70.28 69.57 67.23 62.30 57.42 48.38 31.86 21.7 55.6 83.2 96.9 98.4 98.1 98.0 95.9 92.5 86.1 79.3 54.1 24.42 60.38 85.56 95.87 97.69 97.85 97.65 95.60 91.92 85.60 74.09 52.01 9.8 28.0 42.1 45.9 48.7 50.8 50.8 43.4 38.1 34.5 26.4 17.7 10.19 28.24 42.83 44.44 45.31 45.10 44.33 41.27 35.03 31.20 23.80 14.14 Total 56.0 55.39 77.0 77.71 37.0 34.80 Fuente: ENIGH cálculos propios, ENE cuadro en base de datos de disco compacto Cuadro 5. Porcentaje de la población en las celdas de los valores supuestos de RJTDj. ENIGH, 1996 Con o sin menores Intensidad Sin menores de 10 años Baja Media Alta Con menores de 10 años Baja Media Alta Núm. Miembros menos de 4 4a8 9 y más 6.74 11.52 0.42 1.72 21.28 2.93 3.58 4.47 0.19 0.31 0.40 0 3.23 28.04 7.85 1.11 4.65 1.55 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 1996 Cuadro 6. Distribución de la población de acuerdo al tamaño del hogar. ENIGH 1996 Número de miembros en el hogar Porcentaje de la población menos de 4 4a8 9 y más 16.3 70.6 13.1 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 1996 54 Cuadro 7. Distribución de la población de acuerdo a presencia y número de menores. ENIGH, 1996 Presencia de menores Porcentaje de la población Sin menores Con menores 27.5 72.5 Con 1 2 3 4 y más 24.2 22.8 13.9 11.5 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 1996 Cuadro 6. México: cálculo de pobreza por ingreso y de pobreza de ingreso y tiempo, 2000 Estratos de pobreza Indigentes Muy pobres Moderadamente pobres Total de pobres SRI/SRIT* Clase media Clase alta Total no pobres Población total Pobreza de ingreso Pobreza ingreso-tiempo 36.4 12.2 18.3 66.9 20.3 10.8 2.0 33.1 100.0 44.7 12.0 16.3 73.0 11.2 10.7 5.1 27.0 100.0 Fuente: cálculos propios con base en los microdatos de la ENIGH 2000 * Satisfacción de requerimientos de ingreso y de ingreso-tiempo Cuadro 7. México: cambio de estrato de pobreza de ingreso al incluir al tiempo, 2000 Estratos Ingreso-tiempo Indigentes Muy pobres Pobres moderados SRI* Clase media Clase alta Indigentes 100.0 100.0 Muy pobres 36.2 63.8 100.0 Ingreso Pobres moderados SRIT** 16.0 14.5 69.5 100.0 4.1 6.8 16.0 46.4 22.0 4.6 100.0 Clase media 0.4 0.6 2.0 17.6 57.1 22.3 100.0 Clase alta 0.1 7.0 92.8 100.0 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000,m módulo de uso de tiempo * Satisfacción de requerimientos de ingreso 55 ** Satisfacción de requerimientos de ingreso-tiempo Cuadro 7. México: brechas promedio de carencia por el MMIP, ingreso y tiempo. 1984, 1989 y 1992. Porcentaje de pobres (MMIP) Brecha de privación por MMIP (I) Brecha de exceso de tiempo de trabajo (ETT) Brecha de privación por ingresos (Y) 1984 1989 1992 68.4 0.3910 0.5578 0.4237 73.3 0.4352 0.5585 0.4781 74.2 0.4549 0.5726 0.4815 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH, 1984, 1989 y 1992 Cuadro 8. México: matriz de pobreza por tiempo e ingreso, 1984, 1989 y 1992. Porcentaje de población 1984 1989 1992 Pobres No pobres Pobres No pobres Pobres No pobres por tiempo por tiempo por tiempo por tiempo por tiempo por tiempo Porcentaje de población (H) Pobres por ingreso No pobres por ingreso 20.5 28.2 20.8 30.5 26.6 19.9 28.9 24.5 29.6 19.0 28.2 23.2 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de las ENIGHs de 1984, 1989 y 1992, INEGI. Cuadro 9. México: matriz de pobreza por tiempo e ingreso, 1994, 1996, 1998 y 2000. Porcentaje de población 1994 Porcentaje Pobre de la por población (H) tiempo Pobre por ingreso 28.9 No pobre por ingreso 14.2 No pobre por tiempo 1996 Pobre por tiempo No pobre por tiempo 1998 Pobre por tiempo No pobre por tiempo 2000 Pobre por tiempo No pobre por tiempo 35.4 35.3 39.4 36.6 36.3 31.7 35.1 21.5 9.8 15.5 11.6 15.6 13.7 19.5 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de las ENIGHs 1994, 1996, 1998 y 2000, INEGI. Cuadro 10. México: desagregación de la pobreza por el MMIP. 1994, 1996, 1998 y 2000. Brechas promedio de carencia 1994 1996 1998 2000 56 Porcentaje de pobres (MMIP) Brecha de privación por MMIP (I) Brecha de exceso de tiempo de trabajo (ETT) Brecha de privación por ingresos (Y) 75.78 0.4465 0.5232 0.5087 81.88 0.5144 0.5292 0.5461 80.33 0.5065 0.5109 0.5421 76.95 0.4796 0.6729 0.5143 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH, 1994, 1996, 1998 y 2000 Cuadro 11. Tamaño del hogar y estructura por edades según pobreza de tiempo. ENIGH 2000 Edad hasta 2 años 3 a 11 12 a 17 18 a 59 60 y más Total Pobres de tiempo No pobres de tiempo Total 0.3 1.2 0.5 2.0 0.2 4.2 0.2 0.6 0.6 2.5 0.5 4.4 0.2 0.9 0.6 2.2 0.4 4.3 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000 Cuadro 12. Edad del jefe del hogar según pobreza de tiempo. ENIGH 2000 12 a 20 21 a 30 31 a 40 Subtotal 41 a 50 51 a 60 61 y más Subtotal Total Pobres de tiempo No pobres de tiempo Total 1.2 22.0 36.7 60.0 19.5 9.9 10.7 40.0 100.0 0.8 8.1 16.6 25.5 26.2 22.1 26.3 74.5 100.0 1.0 14.8 25.7 41.5 23.0 16.4 19.1 58.5 100.0 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000 Distribución de la población de acuerdo a tipo de hogar y pobreza de tiempo 2000 Tipo de hogar Pobres No pobres Total Unipersonal Nuclear Ampliado compuesto 49.1 48.3 33.6 23.3 50.9 51.7 66.4 76.7 100 100 100 100 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000 57 Distribución de la población de acuerdo a jefatura y pobreza de tiempo 2000 Tipo de jefatura Masculina Femenina Pobres No pobres Total 46.6 38.6 53.4 61.4 100 100 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000 México: promedio de horas dedicadas a distintas actividades por miembros del hogar de 15 y más años de edad según pobreza de tiempo. ENIGH, 1996 Estratos de pobreza/ Tipo de actividad Quehaceres en el hogar Cuidado de otros Cuidado y arreglo personal Trabajo doméstico Trabajo Recreación Estudio Traslado escuela o trabajo Otras actividades Promedio Pobres No pobres 15.7 9.2 17.2 13.3 14.8 6.7 4.9 32.0 23.2 15.9 3.5 4.7 37.5 29.1 14.7 1.7 4.9 28.7 19.6 16.7 4.6 3.3 0.4 3.5 0.5 3.2 0.3 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000, módulo de uso de tiempo México: promedio de horas de uso del tiempo estandarizas por jornadas de 48. Población de 15 y más años de edad, según pobreza de tiempo. ENIGH, 1996 Estratos de pobreza/ Tipo de actividad Quehaceres en el hogar Cuidado de otros Cuidado y arreglo personal Trabajo doméstico Trabajo Recreación Estudio Traslado escuela o trabajo Otras actividades Promedio Pobres No pobres 0.33 0.19 0.10 0.67 0.48 0.33 0.07 0.07 0.01 0.36 0.28 0.10 0.78 0.61 0.31 0.04 0.07 0.01 0.31 0.14 0.10 0.60 0.41 0.35 0.10 0.07 0.01 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000, módulo uso de tiempo 58 México: relación del uso del tiempo pobres/no pobres. ENIGH, 1996 Tipo de pobreza/ Tipo de actividad Quehaceres en el hogar Cuidado de otros Cuidado y arreglo personal Trabajo doméstico Trabajo Recreación Estudio Traslado escuela o trabajo Otras actividades Tiempo 1.16 2.00 0.96 1.31 1.49 0.88 0.38 1.07 1.47 Fuente: estimaciones propias con base en los microdatos de la ENIGH 2000,m módulo de uso de tiempo 59