: ESPACIO PARA PENSAR Yo soy el PAN de VIDA Meditando el Evangelio 31 de Agosto 22º Domingo durante el año (Ciclo A) «¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?». EVANGELIO REFLEXION «Que cargue su cruz y me siga…» Pocos aspectos del mensaje evangélico han sido tan distorsionados y desfigurados como la llamada de Jesús a «cargar la cruz». De ahí que no pocos cristianos tengan ideas bastante confusas y decididamente erróneas sobre la actitud cristiana a adoptar ante el sufrimiento. Por eso es importante señalar algunos datos que no hemos de ignorar si queremos seguir al Crucificado-Resucitado con mayor fidelidad. En Jesús no encontramos ese sufrimiento que hay tantas veces en nosotros, generado por nuestro propio egoísmo o nuestra manera equivocada de vivir. Jesús no conoció los sufrimientos que nacen de la envidia, del resentimiento, del odio, del vacío interior o del apego egoísta a las cosas y a las personas. En este sentido y a la luz de la experiencia de Jesús, deberíamos darnos cuenta de que en nuestra vida hay una buena dosis de sufrimiento perfectamente evitable y que es posible superar si de verdad nos decidimos a seguir a Jesús, asumiendo y haciendo nuestros sus criterios, sus convicciones y su manera de ir por la vida y de relacionarse con las personas. Del Evangelio según san Mateo (Mt 16, 13-20) Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: "Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá". Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, rodeado de sus ángeles, y entonces pagará a cada uno de acuerdo con sus obras". Por otra parte, ante la mentalidad y la visión tan deformada y retorcida de muchos cristianos frente a este tema, nunca se insistirá lo bastante en que Jesús jamás buscó el sufrimiento por el sufrimiento mismo y de manera masoquista y enfermiza, ni para Él ni para los demás, como si el sufrimiento por sí mismo y en sí mismo fuera fuente de virtud o encerrara algo especialmente grato a Dios. El Dios de Jesús es el Dios de la Vida, que quiere que todos los seres humanos vivan con la mayor felicidad y plenitud posibles, y no un personaje sádico y siniestro que se complace en ver sufrir a sus hijos. Es una tremenda equivocación y es tergiversar el mensaje evangélico el creer que uno sigue más de cerca a Jesús o «sirve» más y mejor a Dios porque busca sufrir arbitrariamente y sin necesidad alguna. Lo que agrada a Dios no es el sufrimiento, sino la coherencia y la serenidad con las que una persona creyente es capaz de asumir y afrontar el sufrimiento cuando este viene como Consecuencia del seguimiento de Jesús, del esfuerzo cotidiano por vivir según el Espíritu de las Bienaventuranzas y del compromiso por hacer realidad el Reino, es decir, del hacer realidad el Reino, es decir, del compromiso por un mundo más humano, más justo, más fraterno, más compasivo y más solidario. Porque por otra parte, y volviendo a la experiencia de vida del mismo Jesús, nunca debemos perder de vista que Él se comprometió con todas sus fuerzas en el empeño de liberar a las personas de sus males y de hacer desaparecer el sufrimiento que encontraba a su paso. Toda su vida ha sido una lucha constante por arrancar al ser humano de ese sufrimiento que se esconde en la enfermedad, la indigencia, la injusticia, los abusos y humillaciones, el pecado, la muerte. Por eso, quien de verdad quiera seguir a Jesús no podrá ignorar a los que sufren. Al contrario, su primera tarea y su mayor esfuerzo será aliviar el sufrimiento de la vida de las personas con las que comparte día a día y el de aquellas que va encontrando en su camino. Como ha dicho un teólogo, «no hay derecho a ser feliz sin los demás ni contra los demás». Por último, hay que decir también que cuando Jesús se encuentra con el sufrimiento provocado por quienes se oponen a su misión, no lo rehúye, sino que lo asume en una actitud de total fidelidad y coherencia para con sus convicciones más profundas y como una consecuencia (no deseada, por cierto, pero evidentemente inevitable) de su deseo de servicio y entrega incondicional a los demás. De ahí entonces que, en definitiva y dicho con total claridad, a la luz del Evangelio «cargar la cruz» es algo que está ligado estricta y exclusivamente al seguimiento de Jesús en la vivencia de las Bienaventuranzas y en la tarea de construir el Reino, aceptando las consecuencias dolorosas y conflictivas que sin duda se seguirán de este seguimiento si efectivamente es radical y hasta las últimas consecuencias. Hay rechazos, incomprensiones, tensiones y conflictos que necesariamente van a estar presentes en la vida del cristiano, como de hecho lo estuvieron en la vida de Jesús y permanentemente. Pero es a ése sufrimiento y no a ninguna otra cosa a lo que se refiere Jesús cuando habla de «cargar la cruz».