Las lesbianas también existen

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En lucha Septiembre 2005
ue queremos
tra todo lo contrario. La laicidad,
que todavía no ha sido alcanzada y
que estuvo a punto de ser suprimida
por el PP, es una pequeña muestra,
pero hay más. El desnivel social
existente entre la escuela pública y
la privada es evidente: mientras que
la escuela pública se elige en función de la proximidad al domicilio,
la privada se elige según su calidad.
Además, es la escuela pública que
acoge a la mayoría de inmigrantes
e hijos de padres sin recursos, sin
que ello se vea compensado por un
aumento significativo de medios,
cosa que acaba deteriorando el sistema público.
La ansiedad que sufren los alumnos ante los exámenes, que algunos
estudios cifran en un 53%, es síntoma de una educación fundamentada
en el premio-castigo. Quien aprueba, es premiado con alabanzas y
sonrisas. Quien suspende, como
mucho es animado por sus compañeros ante el evidente fracaso. La
escuela racionalista rehusó los exámenes como método de evaluación
por considerar que uniformaban y
que ejercían una presión moral sobre el educando. En su lugar, los
alumnos publicaban trabajos en la
revista escolar y desarrollaban sus
aptitudes a un ritmo natural, sin estándares que dictaran cual tenía que
ser su trayectoria.
Experiencias más contemporáneas e igualmente exitosas como
Summerhill en Inglaterra, Buenaventure en Francia o Paideia en el
Estado español, nos muestra que un
modelo educativo democrático y
libre es posible. Desgraciadamente,
estos modelos no son aceptados por
los Estados actuales, que no entienden la educación como un fin en sí
mismo, sino como algo subordinado a las necesidades sociales, y
dichos centros son de carácter privado y no homologados, aunque sí
tolerados.
Violencia en las aulas
El acoso que algunos profesores
sufren por parte de sus alumnos
es, hasta cierto punto, un reflejo
de la falta de comunicación entre
profesorado y alumnado. Obviamente, no pueden menospreciarse
todas las problemáticas sociales
que giran alrededor de este gravísimo problema, como el desinterés
creciente de la familia en la educación de los hijos, las dificultades
de congeniar vida laboral y familiar, las pocas expectativas que
ofrece el mercado laboral y la propia estructura del sistema escolar,
rígida y uniformadora, que genera
apatía y desinterés en los alumnos
menos motivados. La escuela actual no ofrece ningún espacio de
intercambio entre alumnado y profesorado, por lo que los conflictos
son resueltos de forma autoritaria
y dictatorial, con castigos, separación del grupo y, si conviene, la
expulsión. Ante tal panorama, es
lógico que el alumno frustrado responda violentamente, y más aún
cuando a lo largo de su vida escolar no ha tenido la oportunidad de
discutir libremente sobre las causas de su frustración. La educación
actual consiste en “poner orejas” e
“hincar codos”, cuando debería
tratarse de “descubrir” y “poner en
práctica” los conocimientos adquiridos.
La violencia forma parte de un
círculo vicioso. Generalmente, no
hay un alumno “violento”, sino
un alumno altamente frustrado. Y
la frustración puede provenir de
muchas fuentes distintas, pero si la
escuela, lugar donde el joven pasa
más horas al día, no dispone de métodos pedagógicos adecuados para
que el alumno se libre de ella y la
transforme en una actividad creativa e intelectual, la escuela tiende a
convertirse en un campo de batalla entre el mundo infantil/juvenil
del alumno y el mundo adulto del
profesor, ajeno completamente a
las problemáticas de sus educados
y enfrascado en la inútil tarea de
llenar recipientes. En el Casal del
Raval, donde realicé mis prácticas
como Integrador social, nunca recurrimos al castigo ante un comportamiento violento o una mala
conducta. En su lugar, hablábamos
con las partes implicadas y juntos
pactábamos una solución. Si pudimos hacer eso, fue porque todo
nuestro método pedagógico giraba
alrededor de una premisa: el protagonista de su educación debe ser
el educado. Nuestro día empezaba
y acababa con una asamblea de ni-
ños y monitores donde decidíamos
y evaluábamos las actividades del
día. No fueron pocas las veces en
qué los educadores tuvimos que
pedir excusas por nuestros errores
e incluso cambiar nuestros planes
ante las quejas y demandas de unos
niños que estaban aprendiendo que
ellos también son elementos activos de la sociedad.
Acabar con el ciclo de violencia
requiere mucho más que estrategias
frente el conflicto que ya existe. De
hecho, requiere de toda una estrategia educativa en que el alumno
pueda ser partícipe de su propia
formación y en que el profesor sea
a la vez emisor y receptor. Entender
el mundo del educando es indispensable para llevar a cabo una buena
actividad como educador. De lo
contrario, sólo conseguiremos que
aquél nos culpabilice de sus frustraciones y responda agresivamente
ante nuestra indiferencia.
La escuela que
queremos
Las reformas en marcha no plantean grandes cambios en estas
áreas, simplemente continúan en
la línea de reformas anteriores de
ofrecer alternativas de formación
profesional a los alumnos con
menos éxito académico e intentar
mantener a los buenos estudiantes,
sin abordar la raíz del fracaso escolar. La LOE, como sus predecesoras, se ha hecho sin un diálogo
real con la comunidad educativa.
En un debate real sobre reformas en el sistema educativo, todas
estas son cuestiones que no pueden
dejarse al margen y cuya solución
no pasa por la clásica estrategia de
amputación que pretende extirpar
el tumor sin plantearse el estado de
salud del cuerpo. Si vamos a tratar
el tema seriamente, tendremos que
pensar en aplicar no sólo reformas
escolares, sino también algunas
que otras reformas sociales. La
mayor participación del alumnado
en las escuelas sería, por ejemplo,
un buen principio.
* Sindicalista e integrador social,
ha trabajado como educador en el
barrio del Raval de Barcelona.
9
Mujeres y resistencia
Las lesbianas
también existen
El matrimonio homosexual se
ha convertido en un hecho mediático de tal importancia que
ha llevado a que toda la ciudadanía tuviera, quisiera o no, que
debatir sobre los derechos de
lesbianas y gais. Estamos en un
momento histórico, sobre todo
a los ojos de quienes han visto
cambiar esta sociedad en los últimos treinta años, y de quienes
nos miran desde otros lugares
del planeta y para quienes hacer
frases como “España y Suecia
tienen un gobierno paritario” les
resulta inconcebible.
Para quienes estamos aquí,
los cambios son importantes,
pero no por ello dejamos de tener una mirada crítica, con perspectiva de género sobre cómo
influyen estos hechos sobre la
realidad de las lesbianas. La invisibilidad lésbica sigue siendo
el mayor de los problemas a los
que nos enfrentamos, a menudo
motivada por la exclusión de
todo aquello que ha sido definido como de “mujer”, y pienso
en las políticas de igualdad de
género al uso, manifestaciones
culturales, acciones públicas. Y
una doble ausencia en el conjunto del movimiento LGTB
(lesbianas, gays, transexuales
y bisexuales), que sigue siendo
mayoritariamente masculino.
En ambos espacios podemos encontrar excepciones —el V Plan
catalán de igualdad, las “secciones femeninas” de los grandes colectivos…—, por las que
trabajamos con mucha energía
desde muchos colectivos, pero
sigue tratándose de cuestiones
todavía minoritarias.
Sexismo y lesbofobia
A menudo se utiliza la expresión “doble discriminación”
para referirse a la realidad de
las lesbianas, o de las mujeres
con discapacidad, como si se
pudiera trazar una línea nítida
entre aquellas experiencias y
exclusiones que tienen que ver
con una definición determinada
de género o por tu identidad o
prácticas sexuales.
Creo que la expresión “discriminación múltiple” hace un
poco más de justicia a la lesbofobia y el sexismo que todas
vivimos. Se trata de todas aquellas situaciones, no sólo de clara
ausencia y de discriminación
directa, en las que vivimos formas sutiles de exclusión. Desde
la calificación de las mujeres en
singular, ¿quién es “la mujer” de
todas esas políticas y acciones?,
que mantiene la invisibilidad de
otras realidades fuera de la heterónoma, hasta el uso de “lesbiana” como elemento decorativo
del conjunto LGTB, en el que
se diluye las acciones y reivindicaciones de las lesbianas, en
plural. Ni todas las mujeres tenemos las mismas necesidades,
ni todas las lesbianas reclamamos lo mismo.
Sé que no digo nada nuevo,
pero dada la escasez de caras
públicas, referentes, líderes o
Raquel Platero*
diversidad de discursos, es necesario
que hablemos de
qué queremos las
lesbianas más allá de
lo que a través de los
medios de comunicación las lesbianas parecen ser o demandar.
De momento, además de poder
casarnos y ser “señora de” y
madres, como todas las demás
mujeres, tenemos la experiencia
de poder ser objeto “marginal”
del mercado gay, ser “grandes
hermanas” o “contertulias televisivas”.
Hacer oir nuestra voz
Creo que es hora de que se nos
oiga mucho y con muchos discursos distintos sobre qué queremos las lesbianas, qué necesitamos transformar de nuestros
entornos próximos para poder
vivir mejor. Desde los protocolos médicos y ginecológicos
que asumen constantemente
nuestra heterosexualidad, hasta
la transformación de los modelos sociales que asumen que las
mujeres —y por extensión las
lesbianas— tenemos que ajustarnos a determinados patrones
de conducta, aspecto, etc.
Es hora de que se
amplíen la cantidad y
calidad de imágenes
sobre el lesbianismo
Es hora de que se amplíen la
cantidad y calidad de imágenes
y voces que se divulgan sobre
el lesbianismo, desde las mujeres que simplemente tienen
sexo con mujeres, hasta quienes
reclaman el matrimonio —y si
quieren por la iglesia.
Es importante dar cabida a la
diversidad que formamos, desde los colectivos de lesbianas,
de feministas, del movimiento
LGTB, desde todo tipo de organizaciones pero también de
personas que desde sus acciones
cotidianas podamos transformar
nuestra realidad.
Es importante hacer un esfuerzo para que no se catalogue
el matrimonio gay como el fin
de las reivindicaciones LGTB y
nos preguntemos si con esto ya
están cumplidas las demandas
de las lesbianas o si debemos
hacer una reflexión más profunda del efecto perverso de invisibilización que puede tener.
Desde RQTR invitamos a la
reflexión colectiva y a la acción
directa para visibilizar a las lesbianas, facilitando el liderazgo
de quienes están trabajando por
esta labor y contar con todas/os
los posibles aliados que podamos hacer en esta lucha.
* Investigadora de la UCM
y Presidenta de RQTR
—Asociación de Lesbianas,
Gais, Transexuales y Bisexuales
de la Universidad Complutense
de Madrid— www.rqtr.org
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