LA ESCRITURA DE RAMÓN ACÍN Yo, al escribir no hago literatura

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LA ESCRITURA DE RAMÓN ACÍN
Yo, al escribir no hago literatura; escribo sujetándome el hígado o apretándome el corazón. Si canto suave
o fuerte, canto sin saberlo, como los buenos árboles cuando les sopla el céfiro o les azota el aquilón.
Ramón Acín
En el transcurso de su vida, Ramón Acín Aquilué (1888-1936) compaginará su actividad de profesor de
Dibujo de las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Huesca con la de humorista gráfico, pintor,
dibujante, escultor, sindicalista, conferenciante y un largo etcétera. Actividades a las que hay que sumar la
de escritor. Desde 1913 escribirá regularmente en diversas publicaciones y periódicos de Huesca, Zaragoza,
Lérida y Barcelona.
Su primer escrito publicado en prensa data de julio de 1913. Ramón Acín, con apenas 25 años, decide marchar a París pero al pasar por Barcelona su amigo Ángel Samblancat le convence para quedarse y colaborar
en la fundación de un periódico semanal. Así pues, el 18 de julio de 1913, junto con Samblancat, Federico
Urales, Fernando Pintado, Tomás Tusó, entre otros, sacan a la calle el primer número de La Ira (Órgano de
expresión del asco y de la cólera del pueblo) en cuya portada aparece una viñeta de Acín titulada Hacia otros
cielos y en el interior su artículo Id vosotros, invectiva contra los hijos de las familias ricas que pagando
una cuota no son alistados en el ejército, evitando de este modo ser enviados a morir en la guerra que libra
España con Marruecos. Dice así:
Id vosotros, soldados de cuota, a Marruecos, a la guerra; sentad plaza, jóvenes hijos de capitalistas, sportmans adinerados, y marchad con vuestros hermanos los de cuota.
Id vosotros que no hacéis falta a vuestros padres, sino para las excursiones de verano, las reuniones de
etiqueta y los retratos en grupo.
Id vosotros, que en vuestros paseos militares por Alhucemas o por Tetuán podréis elegir lugar donde instalar algún hotel para querida mora o moro abultadamente bragado.
Id vosotros que no sentiréis dolor al gastar un dineral en cada disparo de cañón; que no tendréis que dejar
el fusil de las manos para rascar las picaduras de los parásitos, gracias a vuestras mudas propias.
Id vosotros que estáis acostumbrados delante de las prostitutas a encender vuestros cigarrillos con billetes de Banco, y podréis hacer la razzia, quemar las cosechas, derrumbar aduares y conseguir menores sin el
menor esfuerzo.
Id vosotros, que gustosos formaréis en las filas del general Alfau.
Id vosotros que conocéis el sacrificio estéril, que sois boy-scouts o alpinistas, y os expusisteis más de una
vez, al subir a los montes, a dejar vuestro seso de carnero entre las piedras por donde sólo corren las salamandras, por el gusto de poner a modo de cimera en vuestro sombrero un ramo de tomillo.
Id vosotros, que gustosos iréis con generales como Pintos.
Id vosotros y dejad, dejad en paz a vuestros lejanos parientes los pobres, que los necesitan sus padres para
que se les haga menos pesada la carga de la vida; que no tienen que construir ningún hotel en la falda del
Gurugú; que no subieron a los montes más que para hacer la leña que quemáis en vuestras cocinillas, mientras leéis las citas de vuestras novias.
Dejad en paz a los pobres, que les será muy doloroso gastar mucho dinero en disparos conociendo el sacrificio que cuesta ganarlo; que tendrán que dejar el fusil de las manos para rascarse las picaduras de los piojos
por falta de ropa para mudarse; que les será más doloroso aún hacer la razzia y el quemar las cosechas, ellos
que saben que cada grano de trigo cuesta una gota de sudor.
Id vosotros, soldados de cuota, jóvenes hijos de capitalistas, sportmans adinerados, que aunque muráis
con diez tiros en la espalda o pidiendo perdón ante la gumía de un árabe, estáis seguros de que saldrán en
los semanarios ilustrados retratados vuestros marciales tipos y vuestros bigotes a lo kaiser, y hasta de que os
pondrán una lápida (como a Cervantes) en la casa donde nacisteis.
Id vosotros sólo, que apenas vale el sacrificio de vuestra vida el afán de conseguir un terreno del cual a lo
más se podrá sacar esencia de higos chumbos para el teñido cabello de color de mazorca de vuestras cocottes.
En el segundo número de La Ira, de 26 de julio de 1913, dedicado íntegramente a los sucesos de La Semana Trágica de 1909, escribe No riáis, una mordaz crítica hacia los representantes de la Iglesia:
No riáis, agustinos, escolapios, agonizantes, capuchinos, trapenses, dominicos, cartujos, carmelitas, jesuitas.
No riáis, los de los pies al aire con roña entre los dedos; los de los zapatones grandes y destartalados; los
de las botas lustrosas con hebillas relucientes; los de las barbas como anunciantes de específicos; los de las
caras afeitadas como toreros, y ademanes de sarasa de cine; los de las narices grandotas, salpicadas de granos como puño de bastón claveteado; los de la nariz afilada como picos de ave de rapiña; los del burdo sayal
cuyo tosco tejido es nido de porquería; los de la sotana mugrienta manchada como trapo de cocina; los del
manteo de rico merino como el manto de viuda joven; los del cordel de cáñamo, que hoy es cinturón y mañana convertiremos en dogal; los que dejasteis la choza de Pedro el Pescador para instalaros en palacios de
mampostería; los que abandonasteis el desierto de la Tebaida y los montes Armenios por las grandes urbes;
los que arrancasteis los dientes a la calavera de San Jerónimo para ponéroslos postizos, engarzados en oro,
y poder sonreír delante de las señoronas que os visitan; los que tiráis como desperdicios en vuestras cocinas
lo que fue el único alimento de vuestros fundadores; los que quemasteis las antiguas cruces de madera para
fundir la plata de los modernos crucifijos que os regalan vuestras clientes de confesionario; los que dejasteis
de hacer rosarios debajo de un árbol de amable sombra y junto a una fuente de clara agua para instalar fábricas de licores y chocolates.
No riáis, no riáis con vuestras bocazas grandes con dientes carcomidos, por donde eructan vuestros estómagos ahítos; no riáis agustinos, escolapios, agonizantes, capuchinos, trapenses, dominicos, carmelitas,
jesuitas, que no siempre el humo que salga por vuestras aspilleras, por vuestras rejas, por debajo de vuestras
puertas blindadas, por los respiraderos de vuestros subterráneos, no siempre ese humo será de incienso; que
día llegará en que de nuevo vuestras celdas, vuestras salas de rezos, vuestros comedores, vuestros salones de
recibir, aparezcan culotados de humo y de llama como las pipas viejas de los viejos marinos.
Años después, en 1928, dirá Acín sobre esta publicación: “El primer número cayó como una bomba; Francos Rodríguez, gobernador de Barcelona a la sazón, dudando si llevarnos al manicomio o a la cárcel, son
palabras suyas, nos dejó en libertad. Al segundo optaron, sin dudar, por llevarnos a la cárcel; si sale el tercer
número, ya en prensa, ¡pum, pum!, nos fusilan, con trinos de dulces pajaritos, en mitad de la Rambla de las
Flores. Desde luego un bello morir, mas mejor es poderlo contar”.
También, en 1931, comentará a su correligionario Félix Carrasquer: “...cuando yo tenía la edad que ahora
tú tienes, junto con Samblancat y otros amigos sacamos en Barcelona, allá por el año 1913, una publicación
intitulada ‘La Ira’. Ya puedes deducir por el simbolismo de esta palabra cual sería el contenido de nuestro anhelado periódico, del que nos servíamos para poner en la picota injusticias, abusos y cuantos males
sociales llegaban a nuestros oídos; pero no es de esto de lo que hoy me reprocho. Me entristece, eso sí, el
recuerdo de aquel lenguaje; un lenguaje insultante, impregnado de agresividad y casi en los lindes de lo
grosero y soez algunas veces. Equivocadamente creíamos en nuestro «sublime» papel de agitadores cuando
sólo éramos pobres seres agitados por un impulso incontrolado que restaba valor informativo al mensaje y
descalificaba a quienes lo emitían. Te cuento esto por si de algo puede servirte el fruto de mis experiencias
y reflexiones; porque aun admitiendo que pueda ser cierto lo de que ‘nadie escarmienta en cabeza ajena’, he
pensado que tratándose de un joven inquieto como tú, deseoso de ver incrementado el nivel cívico y cultural
de su pueblo y que al mismo tiempo participa con ilusión en el proyecto libertario, entenderá a la perfección
que con nuestra expresión violenta e incongruente, lo que conseguíamos era asustar a la gente y suscitar su
rechazo hacia los ideales de liberación y de solidaridad humana que decíamos defender. A mí me parece que
es más rentable y a la vez susceptible de aportarnos íntima satisfacción, intentar atraernos a las gentes por la
fuerza de nuestros razonamientos, y que expuestos con ademán seguro y resuelto pero exento de nerviosismos y estridencias y permaneciendo abiertos siempre al diálogo con todo el mundo, nos harán acreedores a
la confianza y respeto de quienes no nos comprenden todavía y habremos ganado la batalla al egoísmo y a la
indiferencia que predominan por doquier”.
Desde enero de 1912 Acín se había hecho cargo de la sección de Notas humorísticas del recién remodelado
El Diario de Huesca -cuyo nuevo director era Luis López Allué- en la que se publicaban sus colaboraciones
gráficas aunque de tono más moderado que el empleado en sus viñetas para otros periódicos como El Porvenir, El Pueblo, Vida Socialista, etc. Será en agosto de 1913, durante las fiestas de San Lorenzo en Huesca, cuando Ramón Acín envíe desde Barcelona su primera colaboración escrita para El Diario de Huesca y
titulada Claveles:
Y estaba yo en el puerto, lápiz en ristre, dibujando las caras foscas y las manos encallecidas de los emigrantes a la Argentina, y las caras plácidas y ensortijadas manos de los veraneantes que parten a las playas
francesas, y se acercó, y paró junto adonde yo me encontraba, un barquichuelo de velas blancas y limpias
como sábanas de cama de recién casados, tripulado por hombres de tez tostada y pies descalzos, como descalzos irán y tostada tendrán la tez los que rieguen con el canal de La Sotonera. Y donde otras veces coleteaba el pescado y sus escamas brillaban al sol, había una masa roja que parecía habían mezclado, coagulada,
sangre de Cristo, y de Espartaco, y de Lucrecia , y de Séneca, y que la traían para ponerla en redomas, que
habían de ser reliquias.
Y lo que llevaba aquel barco de aquellas velas y de aquellos hombres eran claveles, claveles valencianos,
rojos como los labios de las muchachas jóvenes, como los pimientos de las huertas que riega la fuente de la
Salud, como la muleta de los toreros, como las heridas de los soldados, como los zagalejos de las baturras,
como las amapolas de los campos del Somontano, como las banderas que coronan las barricadas. Y al ver
aquellos hombres que los sacaban a brazadas y a capazos, y pensando en mi pueblo y en sus fiestas, sentí
envidia y hubiese querido llevarlos todos a Huesca y hacer con ellos guirnaldas, y ponerlas en el Coso, y en
San Martín, y en la Malena, y colocar en las solapas de los buenos amigos, y junto con la albahaca en las
orejas de los mozos bien plantados, y en los cordones de las guitarras, y en las barandillas de los palcos de
la plaza de toros, donde cuelgan los goyescos mantones y sus hermanas las capas toreras y se apoyan los
brazos blancos, como leche, de las hermosas paisanas, y en las cabezanas, y en los tirantes, y en las baticolas de las mulas de Barrio Nuevo que arrastran al toro. Y poner un ramo en la cabeza, peinada con rosca,
de las hortelanas, que no conocen más bandolina que el agua del Ángel, ni más esencia que la hierbabuena,
que se lavan la cara al amanecer con agua de lechuga. Y coger una brazada de los más grandes y alfombrar
los patios de las amigas, y subir por la escalera derramándolos, como gotas de sangre de reventada nariz de
moza andaluza, y cubrir el teclado de sus pianos, y poner (para envidia de los rubíes) en sus joyeros, y como
brocha en sus polveras, y en sus libros de lectura (libros que hablan de noches de luna, de rejas, de locuras),
y poner en sus pechos, que son jarrones donde estarán siempre frescos y rojos, como la sangre en las llagas
de los Santocristos milagrosos. Y hacer ramos grandes y ponerlos en las sencillas jarras de las humildes
mesas de las Hermanitas y el Amparo, y ponerlos como tapón en lo porrones de la taberna de Gilé y del
Pácharo, y en los voladores de los fuegos para que llegasen a las campanas de mi parroquia, y en los encajes
de los danzantes, y en las pelucas blancas como la de los patriarcas y postizas como las de los comediantes, de los maceros del Ayuntamiento, y tirarlos, y con honda como David, a los gigantes de la comparsa, y
espantar con ellos las abejetas que pican las uvas de San Lorenzo, y llenarle la peana (esto sin que se enteren
mis compañeros de La Ira), y atar una docena a la punta de un palo y emplearlos como plumero para quitar
el polvo a los cuadros del conde Aranda, los poetas Argensolas, Cardedera el pintor, y poner en los sombreros de los revolucionarios a modo de escarapela jacobina, y en el tintero de mi padre, y en las avemarías del
rosario de mi madre.
Y querría subir a la torre de la Catedral y tirar muchos miles, y que cayesen en toda la ciudad hasta que entrasen por las estrechas ventanas de la Campana, y alfombrasen la calle de Costa, y la de los Fueros, y fuese
como una nevada en los tejados de los ricos y de los pobres, y pusiese los campos como bancales de fresones, y cayesen en el Isuela para que los llevase al Flumen, y se llenasen con ellos los olvidados nidos de los
ruiseñores de la olvidada Alameda, y fuese como lluvia de Mayo que hiciese fructificar la cosecha de cariños
que en mi pueblo yo sembrara.
El 10 de septiembre de 1913 aparece publicado en El Diario de Huesca Yo en Barcelona en el que habla de
sus vivencias en esa ciudad:
Quiero mandaros (me leáis que no me leáis) unas impresiones mías de Barcelona.
Primero subiré al Tibidabo, que como sabéis por las postales y los cosmoramas de las ferias, es un monte
que está situado respecto a la ciudad en que nació Pí Margall, lo mismo que el tozal de Las Mártires respecto
al pueblo donde Vilas (don Raimundo) abrió los ojos por vez primera a la luz del quinqué. Claro está que el
Tibidabo es un poco más grande que nuestro tozal, tiene más arbolado y cuenta con mayor numero de hotelitos de recreo.
De lo más alto del monte echaré un vistazo, y luego, a pie, y muy poquito a poco, iré bajando por el pinar,
me internaré en la ciudad, y más tarde me zambulliré en el mar; siempre a pie, que mucho me agrada ver
saltar a mis plantas las perdices, y me regalan el cuerpo las fuentes frescas de los pinares; y en las ciudades
me gusta deambular por las grandes rúas, que son recreo de mis ojos, y alégranme el ánimo los automóviles
aristocráticos que en bomboneras convierten las muchachas bonitas; y no me tengo a menos de ir por las
calles estrechas donde el sol no entra, y los andrajosos y los perros hurgan con sus manos y sus hocicos en
las basuras del suelo; y en el mar... bueno, nada menos iba a decir que también me agrada ir a pie sobre las
aguas, cosa que según referencias sólo lo hizo Cristo en el lago Tiberíades cuando Pedro dudaba de su divinidad, ni más ni menos que cualquier pescador lerrouxista de la Barceloneta dudaría.
Mis artículos tendrán estribillo: serán sonetos con estrambote; cantarán la belleza del paisaje, la excelencia
del clima, lo suntuoso de la edificación, la aplicación y el talento de los hombres, la hermosura de las mujeres, el florecimiento del comercio, el encanto del vivir moderno, la grandiosidad del mar, pero al final diré
lo que aquel baturro que le enseñaban cosas muy grandes y muy maravillosas: “Todo está muy majo, pero
comparau con lo que hay en mi pueblo...”
El 28 de septiembre de 1913 se estrena en el Centro Aragonés de Barcelona la obra teatral de López Allué
“Buen Tempero”. Acín, que todavía permanece en Barcelona, asume la dirección de los ensayos por encargo de su autor y escribe la crítica que El Diario de Huesca publicará el día 3 de octubre con el título “Buen
Tempero” en Barcelona:
Es día festivo y son las nueve de la noche; las Ramblas a esa hora y en ese día tienen su más grande animación. Un murmullo grande óyese en ellas; gente de todos los colores, de todos los países, accionan de todas
las maneras y hablan en todos los idiomas; diríase que aquella muchedumbre venía de la Torre de Babel después de la confusión de lenguas. Yo paso ligero entre esa multitud, abriéndome paso con mis codos, como
los mambises cubanos se abrían paso con sus machetes entre los cañaverales de la manigua. Paso ligero por
las Ramblas porque al final de ellas está el Centro Aragonés, y en ese Centro se representa Buen Tempero de
López Allué.
La sala está ya llena de aragoneses; los pulmones respiran fuerte, allí esta Aragón; llevaron las muchachas en sus ojos el cielo, el aroma de los montes lo da la hierbabuena prendida en sus pechos, hierbabuena
arrancada de una maceta que tiene tierra de Aragón; en sus cuellos como un abrazo, llevan collares de perlas
rubias y redondas como granos de uva; en sus labios las cerezas de Monzón y la miel de los panales; en sus
caras morenas el color del pan; en el chorro de su risa fresca los arroyos saltarines de los pinares; en sus
pechos amplios y en sus caderas macizas la fortaleza de la raza.
Tienen ellos el cuerpo fuerte y recio como las encinas, sus brazos de venas retorcidas y músculos salientes
son como ramas, sus cabelleras de pelo basto como el esparto, asoman por los cacherulos como nidos de
picaraza, y a ese cuerpo y a esos brazos los sostienen dos piernas que se clavan en tierra como los estribos de
un puente.
El telón sube, y empieza Buen tempero. La escena una cocina del Alto Aragón, Juanica viene del horno
“dispués de amasase seis hanegas; y sola pa reparar, sola pa enfornar y sola (como ella dice) pa carriase a
casa el pan”, un pan caliente aún del calor de los bojes verdes.
Por la puerta parece entrar el cierzo con olores de tomillo. Entra Rebesildo con la jada y las alforjas al
hombro; en las alforjas una bota de vino; la azada está reluciente de tanto trabajar; la rosca del brocal de la
bota está gastada de tanto trasegar vino.
Rebesildo quiere a Juanica, se lo dio a entender aprendiendo a tañer la vigüela pa acompañala con la ronda
el año que fue mairalesa; llenándole las pochas de naranjas y litones en la virgen de Monflorite; esperando
en los bailes que hay bastonero, más plantau que un ajo, a que le tocase la vez; pero decírselo claro no se lo
había dicho.
Juanica también quiere a Rebesildo, pues es modoso y trabajador y además le señalaron ocho onzas en el
día; pero su cortedad de genio para hablarle claro y decirla que se quiere casar con ella, le hace estar de mal
talante y despreciativa con él. Y entonces oís a Rebesildo que le dice a Juanica allí, a dos pasos de las Ramblas, donde dejasteis una multitud cosmopolita, oís a Rebesildo en un lenguaje baturro que consuela:
—¿Sabes una cosa?
—Tú dirás.
—Que t’alcuentro un poquico josca de carauter.
Sin darme cuenta estaba haciendo la reseña del sainete, cosa que no es necesaria pues todos lo conocéis y
no me propuse más al tomar la pluma que enviar al autor los muchos aplausos que sus baturros recibieron;
sus baturros, que son distintos que todos los baturros de los otros escritores; sus baturros, de los que me hablaba en una carta encargándome la dirección de los ensayos del Buen Tempero:
“Por Dios te pido (decíame el querido don Luis) que no me apayasen mis matracos; que tengan en cuenta
que el baturro no es un pazguato, ni en el pensar, ni en el decir, sino un humorista todo ingenuidad, ingenuidad brusca pero sincera.” Por eso, porque sus baturros no son payasos, ni pazguatos, porque son ingenuos y
porque son sinceros, sus baturros son distintos a los de los otros escritores.
Y se bajó el telón. Y a los baturros de López Allué (miel sobre hojuelas) siguieron las notas de la Jota
aragonesa; de esa divina Jota, dulce y melosa como la gallegada, retozona y mansa como las sardanas,
quejumbrosa y triste como las soleares, inquieta y alegre como las sevillanas, sencilla y evocadora como los
zorcicos, brillante y rebelde como el himno de Riego; de esa divina Jota más heroica que el Pean y la danza
Pizzica de los helenos, más grande que el Ocaso de los Dioses de Wagner, más hermosa que las Sinfonías
del inmortal Sardo, más arrebatadora que la Carmañola y la Marsellesa de los franceses, más humana que
los villancicos que le cantaban a Jesús los pastores de Belén.
El día que se publica este artículo, aparece también en el mismo periódico una reseña en la que se dice que
la Diputación de Huesca ha concedido a Ramón Acín una pensión para ampliar sus estudios artísticos. Acín
aún seguirá unos días en Barcelona y a mediados de octubre marchará a Madrid a preparar los asuntos del
pensionado.
A primeros de diciembre de 1913 regresa a Huesca y unos días más tarde, el 15 de diciembre, publicará en
El Diario de Huesca Yo no he estado en Madrid en el que también aparece una autocaricatura:
Yo no he estado en la Puerta del Sol a las doce de la mañana cuando cae la bola del reloj de Gobernación,
ni he reído por las calles la bufonadas del borracho “Garibaldi”, cien veces más popular en Madrid que en
Roma lo fuera el auténtico héroe; yo no asistí los días 11 de cada mes y los días 20 y los días 31 a ningún
sorteo de lotería con un décimo en la mano y con el corazón hecho un higo seco como si me sorteasen para
Marruecos; yo no subí las dos docenas de escalones del Senado ni la docena y pico del Congreso; yo no
escuché las músicas deL relevo de Palacio ni vi asomarse a Sus Majestades al balcón, ni he pedido a ninguna
amiga de ministro ni a la amante esposa de portero alguno un empleo en Hacienda para entrar a las doce,
leer la Prensa y salir a la una; yo no bajé al Rastro, especie de inmensa buhardilla del todo Madrid, a comprar un Greco o un Murillo por dos pesetas, ni estuve en La Bombilla a marcarme una habanera en media
baldosa, ni jugué al corro en el Retiro con las niñeras, ni tomé café en Fornos en la mesa que Zorrilla lo
tomaba, ni comí pájaros fritos en las tabernas, ni lloré en la calle de Sevilla la cogida en Méjico de Vicente
Pastor. Yo no he estado en Madrid.
Sí he estado en Madrid: recuerdo que pasaba muchos ratos en un Museo; allí a la entrada estaba el paisano
Goya en bronce duro como su carácter, sordo como en vida lo fue, revolviendo incansable su paleta mágica;
allí está como un cancerbero guardando sus joyas, tozudo y fuerte al tiempo como el Moncayo y los Mallos
de Riglos, más aragonés que ellos y a un tiempo (que todo cabe) más madrileño que don Ramón de la Cruz.
Un día me paró y me dijo: “pasa y cuenta en tu pueblo cómo es mi Maja”. Y así es el cuadro la Maja desnuda de mi paisano Goya:
Desnuda, desnuda como pocos días antes de bautizarla en La Paloma la parió su madre; sin un paño siquiera anudado debajo del ombligo, como el Cristo de Velázquez; sin una gasa por los hombros y por los tobillos
como las Gracias de Rubens; sin un mal trapo y una correa a la cintura como el San Sebastián de Van Dyck;
sin una diadema en la cabeza como las Venus del Ticiano; sin una triste gorrilla y unos zapatos como las jo-
vencitas de Madrazo; ni pendientes lleva, y si los lleva los ocultan unos rizos que caen por sus mejillas como
cortinillas del Santísimo, como toldo abierto para que pase el sol; ni pendientes lleva ni los necesita, que si
joyas buscáis y a pares, allí tenéis dos ojos que no sé cómo miran, y dos ventanas de nariz que respiran de no
sé qué manera, y dos brazos que no se sabe qué quieren hacer, y dos pezones que son, como no sé qué, por
no decir que los ojos miran con mimo de quince años, y las ventanas respiran con aire de quince primaveras,
y los brazos quieren abrazaros con fuerza de tres lustros, y los pezones son como granos salidos en el mes de
Mayo.
¡Dios mío, Dios mío, eso no es lienzo y coloretes, eso es carne, carne, como la carne de nuestras novias!
Yo la he visto en verano sudar como sudan las flores y mover los brazos para espantarse las abejetas que
acuden a sus labios; yo la he visto dar vueltas entre sus almohadones buscando frescura, como un calenturiento; yo la he visto sonreír a un empleado cuando abría una ventana y entraba a saludarla el fresco del
Guadarrama; yo la he visto en invierno con los brazos cruzados abrigándose los pechos y con las rodillas
junto al cuello, hecha un ovillo, tiritando, con la carne de gallina y cayéndosele la moquita, gota a gota,
como la esencia de los frascos cuentagotas; yo la he visto como una novia desairada, la cara descompuesta,
con ojos de gata en celo, castañeteándole los dientes y con los puños cerrados, menudos como nueces gordas, decirme: “¡cobarde! ¡cobarde!” por no saberla robar como a su amiga La Gioconda. ¡Dios mío, Dios
mío, eso no es lienzo y coloretes, eso es carne! Yo la he visto los días de romería y los días de toros vestirse
delante de los empleados que la contemplan con ojos grandes y sosos como culos de vaso y con la lengua
fuera, atontados y tiesos como serpientes que les tocan una flauta mora; yo la he visto ponerse una falda
ajustada a las caderas que ensanchaba luego como un clavel boca abajo y un mantón ceñido al cuerpo como
las alas de las palomas quietas, de flecos nerviosos como cintas de panderetas y castañuelas andaluzas, y
unos zapatos más chicos que sus pies chicos; yo la he visto bajar saltando las escalerillas del Museo, como
las cardelinas en las ramas de un manzano; yo la he visto saludar con la mano, como los toreros a su padre Goya, y he visto a Goya tirarle un pincel tintado en oro y echarle su clásica chistera para poner medias
suelas a los estuches de sus pies; yo la he visto, yo la he visto subir a una calesa enjaezada con madroños
alegres y rojos como cerezas en orejas de chiquillos y con campanillas que repican a Pascua, y sentarse a
la derecha de un gitano de sombrero ancho como plaza de toros que a los dos quita el sol (bajo palio como
dicen los Cuevas), y la he visto con la nariz metida en el nudo de su corbata mientras él le leía al oído todo
un diccionario de galanterías.
Yo he estado en Madrid: he visto el cuadro “la Maja desnuda” de mi paisano Goya. ¡Dios mío, dios mío,
eso no es lienzo y coloretes, eso es carne, carne como la carne de nuestras novias!
Posiblemente de 1913 sea también el artículo titulado Así soy yo del que se desconoce la fecha exacta de
su publicación y el periódico oscense que lo insertó. Dice el escrito:
Odio todas las cosas, que las cosas todas tienen su lado odioso; las amo a todas, que todas tienen algo que
las hace amables. Por eso mi lápiz y mi pluma (los dos torpes, de principiante) se mojan en dos colores: uno
rosa, como las mejillas de las adolescentes; el otro negro rojizo, como el color de los ataúdes a medio pudrir
y las gangrenosas heridas de puñalada. Si alguna vez hubiese de dibujarme un ex-libris, sería este una chulona tocando unas castañuelas, y bailando sobre el agujereado cráneo de un uncido.
El término medio en todo, donde están los horteras, los prácticos, los adaptados me asquea; si alguna vez
dejase de ser revolucionario, con la puntera de la bota metido en la anarquía, sería para irme a un monte, a
vivir en una ermita y llamar, como el místico, al agua “hermana agua”, y al lobo “hermano lobo”. Soy español, y como si no fuese bastante esto para estar orgulloso, soy aragonés.
El 1 de enero de 1914, con motivo de la reciente aparición del famoso cuadro de Leonardo robado dos
años antes en El Louvre, Acín publica en El Diario de Huesca La Gioconda, lo encabeza una reproducción
de la pintura y dice así:
Sonríe siempre. En el museo del Prado, en Madrid hay una Gioconda. Sonríe siempre. Es bella, y tranquila, y fresca, y rosada como un amanecer en el campo cuando callan los búhos y empiezan a cantar los gallos
para despertar a los pastores. Un día, como otros muchos días, comtemplábala yo, cuando se acercaron dos
muchachos que la cara dábales lo refinado de su espíritu, y lo variado de su indumentaria las correrías por
esos mundos de Dios.
Vedla, vedla, decíale el uno al otro, vedla si es bella; pues es una mala copia comparada con la Gioconda
del Louvre de París.
Monna Lisa (que así se llama la Gioconda) sonreía, sonreía como perdonando el insulto. Yo sentí ganas de
arañarle. Más bella, más bella, decir eso es decir que hay una madre más buena que la vuestra; más bella,
más bella, ¿cómo será la madonna que enamoró a Maupassant, la que Gautier le dijo esfinge de belleza, la
que llamó Vasari desesperación de los pintores?
La Gioconda de París la robó Perugia. Dos años la tuvo en su cuchitril de bohemio, esos sextos pisos con
entresuelo y sin ascensor, que son los primeros en dorar el sol y los primeros en platear la luna; esos cuchitriles de una cama siempre deshecha, porque nunca falta humor para deshacerla, y una estufa por cuya boca
asoman unos zapatos de tacones gastados como pezuñas traseras de bueyes viejos y aneas de asientos de
sillas, como pelucas de condenados y libros y mangos de pincel y mástiles de violín; esos cuchitriles de un
sólo ventanucho en el tejado, que mira siempre al cielo como los telescopios, por donde se escapan las risotadas alegres de las queridas, como silbidos de locomotora en días de fiestas.
Te envidio, te envidio, Perugia. Dos años fuiste el dueño de la madonna Lisa; a ti sólo te sonreía la bella,
las manos cruzadas, encuadrada en su marco como una novia en el marco de una ventana; tú te esforzarías
por distraerla con piruetas y chascarrillos como los bufones que Leonardo encargaba la distrajesen en sus ratos de pose. Te envidio, te envidio, Perugia, aunque como tú hubiese de estar hoy en una cárcel más húmeda
y obscura que el vientre de la ballena donde estuvo Jonás. Te envidio, Perugia, aunque te den a comer un pan
no más blando ni más esponjoso que la piedra pómez, y te den a beber un agua donde se lavaron los pies las
mujeres zafias de los zafios empleados. Te envidio, Perugia, aunque los ratones se coman las suelas de tus
zapatos, y las arañas tejan sus telas desde las guías de tu bigote hasta los barrotes de las rejas, y las lagartijas
te hagan momos con sus colas de látigo por entre las grietas de las piedras, y tu petate esté salpicado de chinches como lentejuelas oxidadas, y no tengas otra distracción que amaestrar cucarachas y moscas de mula.
Te envidio, te envidio, Perugia, y en tu caso sacaría de la cárcel tranquilo el ánimo, como Fray Luis de
León de su encierro el día anterior al que sentóse en su cátedra de Salamanca.
Te envidio, te envidio, Perugia; a poco me sabrían todas tus calamidades si dos años hubiese sido el dueño
de la madonna Lisa y sólo a mí me hubiese sonreído, con las manos cruzadas, encuadrada en su marco como
una novia en el marco de una ventana mientras le regalaba el oído con toda una letanía de cosas bellas:
Stella Matutina.— María Cruz Bescós: Estrella del amanecer.
Turris Davídica.— Emilia de Caso: Torre de David.
Domus Aúrea.— María Lafarga: Casa de Oro.
Vas Spiritual.— Gracia Miranda: Vaso espiritual.
Jannua Coeli.— Narcisa Pano: Puerta del Cielo.
Rosa Mística.— Carmen Anadón: Rosa mística.
Consolatris Afflictorun.— Pilar Marcuello: Consuelo de afligidos.
Causa nostrae lititiae.— María Vallés. Causa de nuestra alegría.
El 18 de febrero de 1914 aparece en Huesca el primer número del semanario republicano de extrema
izquierda El Talión, fundado por Joaquín Maurín, Ángel Samblancat, Salvador Goñi, entre otros, y editado
en la imprenta de Justo Martínez. Según Felipe Alaiz, Acín colaboraría en esta publicación, pero al no existir
ningún ejemplar no se tiene la certeza de que así fuera. Este semanario se publicará hasta mediados de 1915.
Joaquín Maurín en una carta a Ramón J. Sender en abril de 1953 dice: “Talión fue el primer semanario que
yo contribuí a fundar (...) El periódico, muy radical, muy subido de tono, nos entusiasmaba a los que lo
hacíamos; pero no lo leía nadie. Después ocurrió un choque entre el grupo de Talión y los requetés, hubo
sangre, un herido (nuestro), y en Huesca por poco no ocurre una revolución local. Los redactores de Talión
fuimos perseguidos por la justicia, procesados, y finalmente, Talión murió y nuestras familias recobraron la
paz espiritual que habían perdido”.
El 25 de febrero de 1914 Acín escribe en El Diario de Huesca Revoltijo:
Félix Lafuente, que ya nos demostró siempre lo bien que pinta y que ahora nos va a demostrar lo bien que
escribe, arremete en una revista contra Aragón (de la manera, que un aragonés tan de verdad como él puede
arremeterle) y le echa en cara que siempre se protege más aquí al forastero que al de casa.
Ten en cuenta, amigo, que tal vicio o virtud es propio de la España toda, y no te extrañe que en nuestra
tierra esté doblemente en arraigo, pues por algo dijo Costa que somos los aragoneses dos veces españoles.
Unos músicos paisanos quejábanse de que, teniendo en Huesca elementos suficientes para formar una
buena orquesta (no banda) gracias a la Asociación Musical, se haya echado mano de artistas de fuera para
los bailes de Carnaval.
- A espuertas tienen los tales paisanos la razón.
- Querido Lafuente, ¿a que resultamos los oscenses tres veces españoles?
- Dicho sea con miedo, pero la verdad, no sería mucha ganga.
Cuentan los papeles, que un millonario norteamericano que se encuentra bastante delicado de salud, está
viajando en su yate acompañado de dos médicos, cuatro enfermeros y un ataúd.
Desgraciado, acaso pensará sanar con tan desagradable compañía. Yo en su estado, y con su yate y sus
millones, haríame acompañar de una cupletista y mejor si era una de esas cantaoras andaluzas que mientras
cantan que se mueren ellas y su hermanito y su madre y toda la vecindad, os entran ganas de comerle los
ojazos y el moño con claveles y todo, y los zapatos repiqueteros; y no se acuerda uno del ataúd aunque lo
hayan sacramentado por tercera vez.
Por estas, que son cruces, que lo hacía como os lo cuento.
El 19 de marzo de 1914, encabezado por una reproducción del cuadro de Velázquez que da título al artículo, publica en El Diario de Huesca Venus y Cupido:
Ya está aquí otra vez Acín. Perdonadle, no es toda la culpa suya, cábele y no poca al director, que en lugar
de lanzar sus cuartillas a un cesto ancho de boca que a la diestra de su mesa tiene, pregónalas en su DIARIO
como bando de alcalde.
Ya esta aquí de nuevo Acín, pluma en mano; bártulo ese que no le está menos postizo que florete de esgrima o hisopo de bendecir. De nuevo llega a amargaros con su prosa loca y desaliñada siempre, con irreverencias las más veces.
Ya está aquí otra vez Acín; a las espaldas trae un saco, del fondo al atador repleto de Arte. ¡Dios qué
saco!, ni se ve ni se toca, y es duro de llevar y pesa como plomo. En su nariz caballeros van dos cristales
que su amada Belleza le prestara. ¡Cristo qué antiparras!, de aire son no más, y ciegan y hacen ir de tumbo
en tumbo por los caminos de esta vida. En un brazo trae coronas para las muchachas bellas, de mariposas
ensartadas en juncos tiernos. ¡Virgen qué coronas!, de poco aprecio son, que el oro y la plata de sus purpurinas no son acuñables. Bajo el otro brazo, un brazo pegado al cuerpo como en amago de parálisis, dice lleva
un cuadro y os quiere cantar sus excelencias. No os asustéis, no os asustéis, no lo pintó él, que harto sabe lo
poco que su mercancía vale para mostrárosla.
¡Cielos que carga la de Acín en tiempos estos de no más ideal que llenar los bolsillos hasta que salten las
pesetas y atiborrar el estómago hasta que suelte flatos!
En la National Gallery de Londres figura el cuadro Venus y Cupido. No otro es su autor que don Diego
Rodríguez Silva y Velázquez.
Habíanos pintado nuestro don Diego la carne de trabajador, de músculos salientes, puntiagudos y fuertes
coma las piezas de la coraza que forjan los cíclopes aquellos de su cuadro aquél, en que Apolo le lleva a Vulcano la no muy grata nueva de la fuga de su esposa Venus con Marte el belicoso. Habíanos pintado nuestro
don Diego la carne de luchador, apretada como de jabalí, del color del bronce, pringosa de unturas de gladiador y refulgente al sol como las espadas, en su Dios de la Guerra. Habíanos pintado nuestro don Diego la
carne nerviosa, intranquila del mal obrar y congestionada de tragarse el aliento, en su Mercurio, dios de los
ladrones y de los comerciantes. Habíanos pintado nuestro don Diego la carne fofa, perezosa en movimientos y de color de nabo en el Baco, de mirada de besugo muerto y vientre caído como de mujer parida de sus
Borrachos. Habíanos pintado nuestro don Diego la carne de tormenta, amoratada, desgarrada y triste como
túnica de santo viejo, en su Jesús atado a la Columna. Habíanos pintado nuestro don Diego la carne muerta,
tranquila, amarillenta y transparente como cirio que arde, en su Cristo en la Cruz. Ese Cristo cien veces divino y cien veces humano, ante el cual, si no se reza, ya no se reza nunca.
Faltábale a nuestro don Diego pintar la carne de hembra bella, que apenas si la dejó adivinar en las caras y
manos de sus princesitas, y en los descotes de sus damas enlutadas, y en los tobillos y brazos al aire de sus
hilanderas. Faltábale pintar esa carne amasucada con claveles, y con azucenas, y con miel y leche y rayos
de sol y soplos de Dios, pasto de abejetas, y de calenturas y de mordiscos largos; y un día pintó nuestro don
Diego su Venus y Cupido; y ya no pintó más, que poco después murió, si no en regia morada, punto menos,
pues médicos de don Felipe IV le asistieron, y no pasaba hora en el reloj de su majestad sin que pidiese nuevas de la salud del pintor.
No ha muchos días, una sufragista que nombrarla habíase de prohibir como al incendiario del Parthenón,
tan tremendas brechas causó en el lienzo Venus y Cupido, que difícil será su restauración. Dijo la tal, que
hacíalo para vengarse de la prisión de una compañera. Mentira, mentira, fue la envidia la causante del crimen, pues jamás Cupido, el dios Amor, enfiló sus flechas a sufragista alguna, ni atreviéronse ellas a asomar
a ningún espejo sus caras de comadreja, ni que mostrar encantos tuvieron sus cuerpos de abadejo, tan flacuchos en todo, que para llevar las faldas cortas, según es moda, vénse precisadas para disimular la flaquez de
su pantorrillas como sarmientos, a echarse los once pares de medias que cuentan se echaba para más abrigo
Malesherbes, en los tiempos aquellos de calzas de seda, corto calzón, zapato de roseta, rizada peluca y cuello
de rotonda que tan blanco tan blanco solía llevar el pobre señor, literato y defensor de Luis XVI y que tan de
rojo lo tiñó un día la guillotina.
En abril de 1914 Acín colabora activamente en la organización de un festival taurino a beneficio del
Sindicato de Iniciativas y él mismo es designado para participar como picador. El 21 de mayo, jueves de la
Ascensión, se celebró la Becerrada, la cual debió impresionar a Ramón Acín por la extremada y sangrienta
violencia desarrollada en el ruedo, especialmente por el sufrimiento de los caballos, ya que unos días después, el 4 de junio, publica en El Diario de Huesca Nuestros caballos de picar:
Para una becerrada que anunciaron, y que novillada y bien cumplida, con agrado mío, resultó luego, se
compraron tres caballos viejos ¿Eran andaluces, bretones, berberiscos, de los poneys de los suffolk? No más
que tres ruinas eran los pobres jamelgos.
Llegaron sin nombre; ellos que un día pensaron legarlo glorioso, en pagas a sus aventuras pasadas, como
el Bayarte de Rinaldos de Montalván o el Rocinante del Quijote. Los designaremos por los colores de sus
pieles, mal cuidadas, sin más limpieza ha tiempo que los palos de sus amos últimos.
El de mi amigo Andrés era royo; negro el de mi amigo Telmo; el mío pardo.
¡Pobres caballos nuestros de picar! Llegamos a quererlos como a parientes próximos. Cuando les mirábamos, mirábannos ellos como queriéndonos contar sus pasadas fatigas. No tenían que hablar; decían más
que las palabras, sus cabezas caídas, sus miradas tristes de ramera vieja, sus orejas intranquilas donde se
escuchaba como sonsonete de caracol marino, resonar de juramentos y chasquidos de látigo; sus espinazos
curvos como guirnaldas por las grandes cargas; sus ancas descarnadas que servían de percha a las gorras
de nuestros monosabios; sus costillas, podían contarse bajo la piel, como varillas de miriñaque bajo faldas
de seda en día de viento; sus bocas desgarradas del frenar sin tasa, y sus patas fogueadas para el andar sin
ganas.
¡Pobres caballos nuestros de picar! A veces, las menos, mal erguían la cabeza, intentaban cabriolas, iniciaban galopes, membraban los nobles brutos sus años mozos.
Era un encanto, y una pena a un tiempo, el verles a solas. El royo, que un día debió ser caballo de labranza,
daba pasos con brío, recordando su pisar en las losas de los patios lugareños, cuando sus cascos eran duros
como los del caballo de Atila; andaba luego inclinando el pecho hacia adelante, cual si arrastrase carretadas
de heno oloroso; sus orejas, que movía alegres, parecían escuchar el campanilleo de su collerón que acompañaba las coplas del gañán; castañeteábanle sus escasos dientes como en las cuadras de los mesones cuando mordía con su boca dura la cebada tierna. Un trecho andaba con aire de sandunga; creíase camino de la
ermita, portador del amo joven junto al cuello, mientras allá en la grupa la futura dueña contaba los pasos en
sus patas traseras con el golpetear de su zapatos nuevos.
¡Pobre caballo royo! Cuando la mucha hambre y el mucho cansancio le tendían en los corrales de la plaza,
entre las banderillas y el arrastre, y le levantaban con no más mimo que a varada limpia, recordaría los tiempos de cuando la hartura le postraba enfermo y a cada resoplido suyo saltábanle lágrimas a la dueña de la
casa, mientras el marido de ella caminaba presto en busca del albéitar.
El caballo royo murió a los dos días de celebrada la corrida. Murió de los trotes forzados, de las embestidas de los novillos, de la montura; esas sillas de picador que torturan a los viejos caballos como potros de
inquisición, y al jinete cortan las espinillas como si fuesen nabos tiernos los estribos que pesan cuatro kilos,
y ponen la rabadilla y el ombligo de color y blandura de tomate pasado lo que llaman el barren delantero y el
barren de atrás.
El caballo negro debió ser de guerra. Era brioso el caballo negro; unos años antes no le iría a la zaga en
genio a Brillandodoro el de Orlando.
Marchaba con aire de pasodoble militar; de pronto, emprendía un galope de coracero francés; diríase que
atendía los toques de un cornetín de órdenes. Levantaba en alto la cabeza como Bucéfalo el caballo del
Magno Alejandro, y la giraba a uno y otro lado, indicando seguir los movimientos de dos ejércitos, mostrando interés como si allí donde se ganase la batalla hubiesen de levantar una ciudad (¿recordaba a Bucefalia?)
que llevase su nombre. Como aquel Babieca, rocín de nuestro Cid, creía contar los metros que ensanchaba la
España por las pisadas de su mano derecha. Orgulloso era a ratos ni que anduviese entre dos mariscales y en
sus lomos fuese la generala de Montpensier, aspirante a la mano (mano regordeta de Capeto) de Luis XIV.
¡Pobre caballo negro el de los sueños bélicos! Creía el noble bruto lucir sobre el negro marco de su piel,
las condecoraciones de oro del caballo de Robert y no encontró otra que la certera cornada del novillo tercero, que atravesando el pulmón le hizo rodar por tierra.
Mi caballo pardo fue de lujo, de casa grande debió ser mi caballo pardo. Presumido como una vieja, de
joven guapa y muy cortejada.
Tenía porte de grandeza. Pasaba grandes ratos parado, bien cuadrado, como si le pintasen, al pintar a Isabel
la primera mujer de Felipe IV. Subía y bajaba la cabeza, como corresponde a caballo de majestad, cual si
agradeciese saludos y vítores; movía la crin (un día limpia y sedosa) como pluma grande de chambergo de
mosquetero; volvía a la izquierda su mirar como para ver la saya noguerada y recamada de oro de su dueña,
y hacía esfuerzos, por demás inútiles, para contemplar la cara de la reina que se perdía en la gorguera de
abundante gasa.
En aquellas mascaradas de Florencia de que nos habla Taine, siendo comparsa, gozara a sus anchas, y en la
entrada en Roma de Lucrecia Borgia acompañada de doscientas damas en montura todas, no habría podido
andar de puro hinchado, al verse tomar la brida por un gentilhombre.
En el palacio que Calígula instalara a Cincinato su caballo hubiese estado a maravilla, y aquel verso de
uno de los Moratines que habla de larga cola recogida, vista encendida, narices dilatadas y gallardo ademán,
estoy seguro lo sabe de memoria y créelo dedicado a alguno de sus antepasados.
¡Pobre mi caballo pardo de picar! El segundo bicho que se llamaba Pandereto, y contaba más arrobas que
un búfalo, a él y a mí, como a una sola pieza nos derribó en la arena y cuando el novillo pasaba y traspasaba aplastando con sus pezuñas anchas y pesadas nuestras espaldas y nuestra cabezas como pisador de uvas,
mi caballo, aristócrata siempre, de los del bel morire, echaría de menos no ser el caballo de Jerapica en la
fiesta de toros que a todo lujo y con asistencia de Su Santidad León X, cuenta Panluzo, secretario del duque
de Ferrera, se celebró en Roma. No así yo, mejor adorno no hiciera el mismo Botticelli de la plaza; era todo
amarillo y rojo, colores de mi bandera, en cuanto a los ayes de angustia que León X exclamase en tan duro
trance no las encontré en falta; salieron de los pechos de mis paisanas, flores que son ellas del jardín de mi
patria; ya que de amor no había de encogerles el corazón el pobre y desmedrado tipo mío, zuluaguesco tipo,
que fuese al menos de caridad; sino más, tan hermosa como el amor y que tanto vale.
No fueron nuestros caballos como más de una vez lo soñaran modelos de Millet, el pintor de las apacibles campestres escenas, ni de Meissonier el de las batallas, ni de Velázquez el de los arreos principescos
y posturas de media corveta; tan sólo el gran Zuluaga, el pintor de nuestra tragedia taurina, habrían podido
aprovechar. Ni creyeron los desdichados en plazas de toros terminar sus días. El royo de mi amigo Andrés,
soñaría morir en aquel campo viña de junto a la sierra que con su trabajo de erial transformó en vergel y a la
tierra dar su cuerpo, para que el trigo crezca y las uvas maduren. El negro de mi amigo Telmo, creería morir
reventado de galopar y el llamar con sus patas delanteras en la puerta de una ciudad rendida, o como Orelia,
el caballo de don Rodrigo, acabar con él todo un reino y toda una raza de reyes.
Mi caballo pardo no murió aún; se venderá, le darán fuego en sus patas cansadas para poder pasar el
verano, luego lo comprará Zaldívar el de los caballos de toros, y allá al Octubre, un fiero miura o un corpulento zalduendo lo despanzurrará de una cornada. Hasta entonces trillará, las horas de sol, correrá en las eras
por el camino de oro de la mies segada; sobre el trillo, una moza de tobillos fuertes, de caderas anchas y de
pechos duros, coronada con las espigas de Ceres, cantará con voz fresca y sonora, como una cascada entre
pinares, cantos de amor y de alegría.
Mi caballo pardo, el de los sueños con carrozas regias, arrastrará un trillo; la sencilla, sencilla y divina
carroza de la salud y de la vida.
A partir de ahora, hasta enero de 1915, salvo alguna excepción, los artículos de Acín en El Diario de
Huesca saldrán publicados en la sección “Con cursiva del diez”. El primero de ellos, el 17 de junio de 1914,
titulado Mis años de chiquillo:
Como cuando era niño, la noche pasada soñé con terribles gigantes; al levantarme andaba de medio lado
como el hidalgo manchego, de puro molido que me dejaron los que no eran otra cosa que molinos de viento.
Estábamos esperando el paso de la procesión del Corpus en la parte de Coso que va de Porches a Compañía, Ber, Serrano y yo. Antes de que llegaran a nuestros oídos las notas de la gaita de la comparsa, asomaron a nuestros ojos los gigantones. Venían rodeados de chiquillos, como si éstos pretendiesen exagerar su
pequeñez y aquéllos su altura. Majestuoso el de la maza, venía primero como un rey de armas o un heraldo
que anunciase la fiesta. Luego, después, la Fragatina, con su mantilla dominguera que ocultaba su moño de
picaporte y con sus faldas anchas como boca de campana, bajo las cuales movíanse las piernas del llevador
como dos badajos mudos. Seguíale la Chesa: sobacos abajo caíale el sayo formando pliegues de un verde
esmeralda su color como monte de rico pasto de nuestro Pirineo y por entre los bullones de lino blanco de
la camisa, que semejaban nubes que caminaban bajas, asomaba su cuello y su cabeza con orgullo de buena
moza. El de la cuchilla, una cuchilla hecha con la hoja de una guadaña, frío y duro de cara, iba el último,
como un enviado de la Muerte, que nunca hicieron falta estos enviados a cortejo alguno. Al verles pasar
junto a mí, recordaba las palabras que aquellos doce israelitas de las doce tribus dijeron a Moisés: “Hemos
visto monstruosos hijos de Enac, el gigante de la Palestina; a su lado parecíamos langostas.” En esto oí una
voz que me decía: “Acín, espero un artículo tuyo pidiendo quemen estos adefesios”.
De intento os nombré a Ber y os nombre a Serrano para que sean testigos de la verdad de lo que os digo,
no fueseis a creer me valgo de ese ardid o engaño más bien, para endosaros de nuevo el chorro de mi prosa.
¡Dios, Dios! Pedir que quemen los gigantones sería renegar de mis años de chiquillo; aquellos años, más
lejanos de lo que en realidad están, que si no cuento con más que veinticinco, le pesan a uno como doblados
lo menos.
¡Olvidar la noche anterior al Corpus y el día del Corpus!
¡Olvidar la noche anterior a San Lorenzo y el día de San Lorenzo!
¡Que pesadillas tan horribles las noches aquéllas! Desfilaban por nuestra alcoba todos los gigantes de los
cuentos de hadas; largos y desgarbados unos como álamos viejos, asomaban sus ojos grandotes como huevos
fritos por los huecos de las chimeneas; otros terribles tragachicos, llevaban unas escarcelas grandes como
mundos de viaje, y en ellas guardaban a los niños que habían de servirles de almuerzo; éstos reñían batallas
con cientos de hombres y los chamuscaban blandiendo una rama de encina que manejaban como trompa de
elefante y con sus pisadas de paquidermo; aquéllos eran dueños de palacios guardados por dragones de tres
cabezas, donde había encerradas seis princesitas rubias y buenas como el trigo que morían de miedo mientras allá en sus cortes morían de amor unos donceles valientes y nobles y gallardos como un toro.
Qué de vueltas a la almohada, qué de engullir saliva para ahogar sollozos, qué tardo el reloj en cantar las
horas, qué perezoso el sol... qué noche tan larga la anterior al Corpus y la anterior a San Lorenzo.
Qué día el de San Lorenzo y qué día el del Corpus. Apenas levantarnos y escuchar el gaitero de los gigantones acudíamos a sus llamadas entre alegres y medrosos como a llamada de engañosa sirena. Recordábamos los sueños de la noche pasada y recelábamos se tornasen nuestros gigantes de cartón y trapo en aquel
gigante Briareo y nos hiciese papilla con sus cien brazos, o en aquel colérico Anteo, y al tener la osadía de
medirnos con él nos destrozase para colgarnos de los muros del templo de Neptuno su padre, o nos tomase
con sus dos mazas y nos condujera al Infierno como a Virgilio y Dante. Mas luego, al ver su armazón de
palo y el asomar de las cabezas de los llevadores por entre los vestidos como crías de canguro, nos sentíamos fanfarrones, y con unas piedras picudas y pesadas, como elegidas por el propio David en el valle de
Teribinto, y una honda que creíamos manejar como un balear, les creíamos Goliat y desafiábamos a todos
sus codos y a todos sus palmos de estatura.
Más tarde, cuando ellos caminaban, caminábamos nosotros junto a ellos; y no solo los chicos debieran
caminar a su lado, también los hombres, los sabios y los pobretes de cerebro, los artistas y los que no fueron
alumbrados por el sol de la Belleza, los buenos y los malos, los de músculos de acero y los de músculos de
merengue, todos junto a los gigantones de cartón y trapo para recordar nuestra pequeñez junto a su grandeza;
que ellos son la Fantasía y son el Recuerdo y son el Ideal.
¡Dios, Dios! Pedir que quemen los gigantones sería renegar de mis años de chiquillo; aquellos años en
que al escuchar el cuento del terrible gigante Veintiuno nos temblaban las pantorrillas como los flecos de un
mantón y el miedo nos tenía sin alentar y nos abrazábamos unos con otros por temor a quedar solos, hasta
que de un corro de niñas que se deshacía como un collar de perlas que se rompió el engarce, llegaba a nosotros una, corriendo como una cabritilla y con la cabellera suelta y luminosa como la de un cometa y dando
una palmada en nuestras espaldas decía entre risas: tú la llevas. Y olvidando el cuento triste, que las tristezas
en los niños duran poco, mudábamos de juego y nos desparramábamos por las plazas y por los jardines de
las plazas, por las calles y por las aceras de las calles, por los caminos y por los huertos de los caminos, por
los ríos y por las riberas de los ríos y por todo, que todo era nuestro, porque nosotros éramos la alegría y
sólo, sólo en la alegría está Dios.
Tres días después, el 20 de junio, escribe La Pastora y el Gallo:
Ayer hablaron los periódicos, con motivo de la cogida del Gallo, de la Pastora Imperio, su esposa; y hablan
hoy y hablarán mañana; y que hablen cien días y que hablen más de cien días, que por mucho que lo hagan
no terminarán de contar la sandunga que tiene y la sal que derrama y su tronío y su aquél, y no sabrán decir
cuándo se cansarán sus pies, y sus piernas, y sus caderas, y su boca, y su moño, y sus ojos; ¡qué ojos!, unos
ojos de un brillar así, así como brillan al sol, unas punteras de unas botas nuevas de charol.
Que hablen cien días y más de cien días, no sabrán decirnos cuando se rendirá, porque es todo fuego (la
escultura de una hoguera como dijo Benavente), es todo fuego y fuego que no se apagará hasta que sus vestales que son las flores, y son los pájaros, y es la gracia, y es el sol, la dejen morir de tanto envidiarla.
Que no se corte la coleta el Gallo ni la Pastora se retire como tiene ofrecido. Hoy por hoy, fuera de unos
pocos sabios que ostentan el rojo y gualda de nuestra bandera en los lomos de sus libros, sólo ellos la ponen
en alto y obligan a saludarla; él en las plazas sobre la arena amarilla aprisionada por el rojo de las barreras,
desplegando su capote de cara roja y envés amarillo; ella en los escenarios ciñéndose el mantón de flecos de
seda, amarillos y pegajosos como hebras de confitura de cabello de ángel y con unas rosas grandes y rojas
bordadas en el fondo amarillo, como si hubiese querido detener con su pañolón la hemorragia de un toro
después de un golletazo de su marido.
Que torne él a hacer el paseo de las cuadrillas con la bandera de su capote ceñido a su cuerpo de gitano
a los sones de un pasodoble. Que torne ella a pisar los escenarios con la bandera de su mantón ceñido a su
cuerpo de gitana a los sones de un pasodoble y lleve a los pueblos el brillo de sus ojos; ¡qué ojos!, unos ojos
de un brillar así, así como brillan al sol unas punteras de unas botas nuevas de charol.
Y el 25 de junio Somos cigarras:
En una cabalgata que organizó Lorenzo de Médicis, una carroza artística y lujosa como pintada y adornada
por el Pontormo y por Bandinelli, representaba el triunfo de la edad de oro. Sobre un inmenso globo de oro
había extendido un cadáver revestido de una armadura de hierro enmohecido. Del costado de ese cadáver
salía un niño desnudo y dorado. Unos coros cantaban en derredor de la carroza unos versos que terminaban
así:
Que el que quiera ser feliz lo sea en seguida.
No hay certidumbre para mañana.
El niño que habían dorado murió de resultas de esa operación.
En Jaca están de fiestas y luego lo estaremos en Huesca. A reír, a reír fuerte y cantar y bailar y pellizcar
y comer y beber y vomitar; también en Lugo y en Madrid y en Salamanca y en Granada y en Valencia y en
Teruel hubo fiestas, y también rieron y cantaron y bailaron y pellizcaron y comieron y bebieron y vomitaron.
Que el que quiera ser feliz lo sea en seguida.
No hay certidumbre para mañana.
La cabalgata que organizó Lorenzo el duque de Urbino, vive en nosotros los españoles. Somos el cadáver de la armadura enmohecida como la del Cid, como la del Quijote, como la de Berenguer II, el de las
Cruzadas. Somos el niño dorado que sale del costado del cadáver; un día nos doramos con la purpurina de
la alegría que luego nos embota los sentidos, y nos enflaquece el ánimo, y nos atoniza los músculos, y nos
relaja los esfínteres, y nos envenena las fauces, y nos quita la vida. Somos cigarras. Somos los coros de la
cabalgata y cantamos con la escasa voz que nos queda:
“Que el que quiera ser feliz lo sea en seguida.
No hay certidumbre para mañana”.
El lunes 28 de septiembre de 1914 se estrena en Huesca la pieza teatral de López Allué “La firmeza del
querer”. Acín asiste a la representación y el día 30 de septiembre publica Rengloncico aparte:
Todo muy bien y dicho ya en la Prensa con la oportunidad debida, pero yo no quiero pasar sin dedicar unos
rengloncicos a las nuevas cómicas, que con candil buscadas, no se las encuentra más apropiadas al caso.
De La firmeza del querer no digo nada; ya sabe Juan del Triso que la sola noticia de que escribe un entremés me hace pasar la lengua por los morros como si acabase de comer mostillo.
Lolita Sesé, en su papel de Elenita, un encanto; tan natural y en su punto, que diríase que había asistido de
madrugada con Pepito a misa en la Parroquieta, y mosén Valentín tuvo la humorada de casarlos para toda la
vida y sin casi ellos notarlo.
¡Que desconocimiento de la vida! ¡Que idea del valor del dinero! ¡Que vivir en las nubes...!
Veréis, veréis si la elección fue acertada para tal papel de muchacha feliz.
Me encontraba entre bastidores. Elenita está de monos con su esposo y tiene que llorar; Trapisondas el
apuntador y Lloréns el traspunte le gritan: llore usted, llore usted, y Lolita, por lo bajo y disimulando con el
pañuelo su agradable sonrisa, les contesta: si no puedo llorar, no sé.
Que vivir tan en alto, feliz eres, muchacha, que en tus recuerdos todos no encuentras uno tan solo digno de
llorarle un rato cada día.
Blanquita Brandaris era la doméstica de Elenita. Eso es una chica con disposición y con garbo; de las que
llegan a todo, como dicen las dueñas. Vosotros sólo la visteis en la sala con el señorito Pepe y la señorita,
pero hay que verla en la cocina. Enciende el fuego, se cose un delantal, da amor a las palmatorias y habla
con el novio por la ventana; todo a un tiempo y sin romper un plato.
Encantado yo de tanta ganga y encontrándome en pleno San Miguel, le hice a la salida, entre dulce y dulce
y entre copa y copa, la siguiente proposición, que os la digo para que veáis me pongo en razón: ocho pesetas
de salario, salir cada quince días y tres libres para ir a Adahuesca a la fiesta, pero nada de novios, porque no
paran cuenta en lo que hacen y el aceite lo llevan como el agua del botijo y se dejan somarrar las cenas.
Lo dicho, Blanquita; yo no reblo, como decía la Sidora.
Esta Sidora era Luisita Cardedera. Tan largo escribiría de esta baturrica, que no dejaría sitio en EL DIARIO para decir si los franceses arremeten y reculan los alemanes, o si se rempujan éstos y reculan los otros.
Ya conocéis a Luisita, sus simpatías y lo agradable de su charla.
Entrar Luisita en una habitación, es abrir una ventana para que entre el sol, y echar a cantar el canario, y
dar cuerda al gramófono, y derramar un frasco de esencia. Es entrar la alegría, y cuando la alegría se toca
como ayer con unos pendientes largos como racimicos del Somontano, sayicas cortas, el moño a rosca y los
brazos en jarra como las asas de los cántaros de Bandaliés, ¡rediós!, hay que callarse o dar vivas a Cariñena,
y al Ebro, y a los Mallos, y a la Jota, y al vino tinto, y a todo lo nuestro.
Decía al comenzar que con candil buscadas no se encuentran otras muchachas como ellas. Con candil
se buscaron; un candil que arregló el gobernador, señor Perea, y que alumbró la fiesta; un candil que lució
como un sol, porque echó por aceite Caridad, y puso por torcidica Patriotismo.
El 1 de octubre de 1914 acude al acto de apertura del curso en su antiguo Instituto y al día siguiente publica un escrito aludiendo a dicho acto y titulado Primavera es eterna:
Ayer se celebró la apertura de curso en nuestro Instituto. Si en mi pueblo me encuentro, jamás falto a tal
acto, ni me olvido jamás de sentarme con los estudiantes, pues recuérdame todo ello años pasados, y cuando
un muchacho asciende los escalones en busca de un diploma, al ensancharse su pulmón, el mío se ensancha
recordando cuando yo los subí, y al nombrar los suspensos, aun sin citar los nombres, con los que bajan los
ojos los bajo yo, que sin citar mi nombre, también me contaron entre ellos; porque gusté todas las notas,
porque la vida es variedad y la vida me agrada, y me agrada el vivir y el vivir es emoción.
Al acto asistió el mundo todo. Las macetas, en ancha balaustra colocadas, eran como ofrendadas de la
madre Tierra; el sol caía por los ventanales rubio como trigo nuevo; los Argensolas, de Barbastro y el conde
de Aranda, de Siétamo, y el padre Ramón, de Huesca y todo nuestro viejo saber, asomaban a través de sus
dorados marcos, ventanas que son por donde miran los pasados tiempos. La belleza estaba representada por
nuestras paisanas; la Esperanza en la juventud, en cuyas tersas frentes besóles ella; un Claustro representaba
el saber; un Concejo el pueblo; una Diputación la provincia; un gobernador al Rey; un soldado a la Patria;
un obispo a Dios; y, como prólogo a la fiesta, los solemnes sones de un viejo timbal y las agudas voces de
dos cornetines, recuerdo de los pífanos de más caballerescos tiempos.
El mundo, el mundo todo que venía a saludar a la primavera del cerebro; que la primavera será eterna
mientras haya tierra, y mientras haya sol, y viejo saber, y mujeres bellas, y hombres fecundos, y pueblos, y
Patria, y Dios; y así como al invierno de la Tierra sigue la primavera de la Tierra, al invierno de la vacación
sigue la primavera del estudio; así como al invierno de una mujer hermosa sigue la primavera de sus hijas,
al invierno terrible de la guerra seguirá luego la primavera de la paz; alegre como un crío que nace, como un
libro que se abre, como un capullo que se despereza, alegre y fresca como una jovencita que salta del lecho y
se zambulle como un cisne en el agua fresca que besó la Luna.
El 4 de octubre de 1914 el titulado Profetas:
Pí y Margall, el viejo austero de la cansada vista, que tampoco veía las pequeñas cosas y tenía pegados a
sus gafas los futuros sucesos, había escrito años antes las ocurrencias todas de la lucha balcánica. El comandante De Civrieux relató años hace la lucha actual, y señaló batallas que ya se efectuaron y previó resultados que se acercan. Nogi, el japonés, escrutó con sus ojos chicos y oblicuos de pájaro agorero, la catástrofe
europea. Víctor Hugo, el poeta que creaba en una hora un héroe mundial, fue no menos adivino.
Como las profecías de dolor de Isaías y Daniel, los bíblicos profetas, así llegaron las profecías de dolor de
los modernos profetas.
En el siglo de hoy, sólo es realidad el canto del búho a la caída de la tarde, cuando la tierra toma tintes morados como las ojeras de un moribundo, y no más que un canto es el canto del gallo a la mañanada, cuando
asoma el sol y sonríe la tierra.
En este siglo de hoy, las profecías de amor y de paz no son más que bellos sueños.
¿Es que Jaurés, y Bebel, y Tolstoi, y los modernos apóstoles de la paz predicaron en el desierto estéril de
los cerebros analfabetos y en el desierto helado de los fríos corazones?
¿Es que la palabra de Pablo de Tarsis, y Pedro el pescador, y Santiago, y los viejos apóstoles no llegaron a
la Germanía, y a la Galia, y a las Casitérides, y predicaron sólo en los desiertos de la Tebaida?
¿Es que Cristo, el apóstol de la paz y del amor, no predicó en la montaña, y en el lago, y en Jerusalén, y en
Galilea, y no llegó su nueva al mundo todo?
¿Es que también Cristo predicó en el desierto no más, donde las voces no se escuchan, y el simoun borra
imposible las huellas santas de los santos peregrinos...?
El 10 de octubre de 1914 escribe Bellas Esperanzas:
Allá en Lucerna, una ciudad que la besa un lago y que dicen que es bella porque sus casas blancas son
como manada de patos que salen del agua, existe un palacio que llaman de la Paz.
De la xilesca hacha al moderno schneider, vense allí las armas de los tiempos todos; será un triste museo
donde se verá la marcha del progreso y el estancamiento del corazón.
Días serán de algazara y contento en el palacio, estos de guerra que corremos, y sueños no faltarán a sus
bélicos habitantes; de salidas aventureras al campo de batalla soñará el ariete, tozudo que tozudo dará con su
cabezota dura de carnero en los muros de una ciudadela. La catapulta lanzará las piedras con manotadas de
oso perseguido. Las flechas surcarán el aire, flacas como zancudas desplumadas. Los venablos se clavarán
furiosos en las espaldas de los que huyen como en piel de venado. Las picas de Tolosa estarán afiladas como
fizón de áspid. Las hondas baleares silbarán con silbido de serpiente. Los mandobles pesados lucirán al sol
como centellas y desgajarán hombres como a la encina un rayo. Las bombardas tronarán orgullosas, con
orgullo de madre de los cañones todos. Los arcabuces fanfarrones y los fanfarrones mosquetes de nuestros
tercios estarán alerta, creyendo escuchar órdenes de nuestro duque de Alba.
Soñarán todos, soñará todo en aquel palacio.
Sobre el portalón del palacio de la Paz esculpieron estas palabras de Víctor Hugo y que tienen la bella
poesía de las bellas esperanzas:
“Llegará día en que los hombres se horrorizarán de que hayan existido tales elementos de tortura”
Los hombres de hoy contestarán a las palabras del pórtico del palacio de la ciudad bella y blanca como manada de patos que salen del agua, agrandando el portalón y echando abajo las piedras esculpidas con bellas
esperanzas para dar paso a los enormes morteros de 42.
Durante las fiestas del Pilar de 1914 está en Zaragoza y allí asiste, en el Teatro Circo, a la ópera “Las
Golondrinas” de Usandizaga. De regreso a Huesca publica el día 18 de octubre a modo de crítica Las golondrinas:
Estas golondrinas de que os voy a hablar, no son los amables pájaros anunciadores del buen tiempo; no son
las golondrinas amables de quienes dijo Shakespeare, eterno huésped del verano, moradora de las iglesias,
que pone en la arquitectura de sus nidos un vago recuerdo del cielo, que de todo pilar, de todo alero, suspende su prolífico lecho, y que donde ellas anidan parece que vive la alegría.
Las golondrinas estas, son la ópera de Usandizaga, de la que escuché tan sólo el final del tercer acto, entre
opereta y opereta a la moda, en el Teatro Circo de Zaragoza.
Tan grandioso final, deja a uno con ganas no pocas de ver representada la obra toda, aunque a decir verdad,
si la compañía del Circo es la encargada de ello, más que risotadas de auténticas golondrinas escucharíanse
chillidos de humildes falcetas.
No soy autoridad ninguna en cosas de música, pues si bien me pasé alguna que otra hora echando bendiciones, como un obispo, ante el método Eslava, no más para mi uso particular llegan mis conocimientos
musicales.
Navarro y Ledesma, hablando del poeta italiano conocido por Metastasio, dice lo que sigue:
“Abominemos, abominemos de Metastasio como padre de ese engendro antiartístico, llamado ópera italiana, que ni es música ni poesía”.
Muy bien, muy bien, abominemos de Metastasio, pero escuchar, wagnerianos, los wagnerianos por moda,
escuchar a Valle-Inclán, que en cosas de arte no es manco como en cuestión de brazos, y dice que tan sólo
dos cosas han permanecido siempre arcanas para él; una de ellas, la música de ese teutón que llaman Wagner.
Abominemos, abominemos con Ledesma de la ópera italiana, pero repitamos también los más, con ingenuidad, lo que dice don Ramón el de las sonatas.
Las notas de la obra del joven vasco me parecieron cantos de golondrinas anunciando el buen tiempo de la
música española. Aquellas melodías dulces, sin dulzura de confitero, formando un todo con notas vibrantes,
rebeldes y solemnes, así lo hacían esperar.
Se encontraba allí lo poco bueno de la música italiana y lo mucho bueno de la alemana, aquélla sin empalagos, ésta con algo menos de sabiduría.
La partitura no la conozco, pero creo hubiese sido más indicado algún otro escritor de más altos vuelos,
pues con todo su bien escribir, no creo que Martínez Sierra hiciese Las golondrinas, dignas de las notas de
Usandizaga y dignas de las palabras que a tan amables pájaros dedica Shakespeare en las trágicas páginas de
su Macbeth.
Y ahora perdonadme el pecado grande de haberme echado a crítico. Conociendo un sólo trozo de la obra, y
tener la osadía de negar vuelos quien no vuela más alto que un pobre pato, con las alas rotas por añadidura.
El 24 octubre de 1914, señalando la necesidad de construir un Canal para los Riegos del Alto Aragón, publica Las vacas flacas y las vacas gordas:
Yo he visto allá en lo alto de mi provincia, donde termina la lengua de los Cervantes y comienza la lengua
de los Moliers, unos picachos cara el cielo siempre y de blanco vestidos como novicias.
Yo he visto en esos picachos blancos y cara al cielo siempre, nacer unos ríos azules de color, como las
flores de las plantas forrajeras, unos ríos amarillentos como los trigos segaderos, unos ríos verdes como los
cebadíos en Abril.
Yo he visto esos ríos allá en lo alto de mi provincia, saltar en las cascadas alegres y estrepitosos como
jovencitas jugando a la comba, y los he visto deslizarse veloces por los prados suaves como chiquillos en
tobogán de feria, y los he visto ocultarse bajo los peñascos como jugando al escondite.
Yo he visto esos mismos ríos, aquí en los llanos de mi provincia, y caminaban mansos con murmullo de
procesión, y caminaban tardos como rueda de condenados, y caminaban tristes con caminar de entierro.
Caminaban mansos, caminaban mansos porque atravesaban unas tierras fuertes, fuertes y agrietadas como
pieles de cocodrilo, porque atravesaban unas tierras sueltas, sueltas y secas como caspa de leproso.
Caminaban con murmullo de procesión, canto de impotentes, porque una sola gota no podían dar de sus
cauces hondos a los campos altos.
Caminaban tardos, caminaban tardos porque ante una presa, los remansaban días y días, en cuyo espejo se
miraban unos altozanos mondos, mondos como calaveras viejas, de unas cuevas sin luz como órbitas vacías,
y unas torrenteras descarnadas como encías de momia.
Caminaban como rueda de condenado avergonzados de no dar más provecho en su camino que pasar por
unos molinos de muelas no más en movimiento que en boca de mendigo y mover unas turbinas para alumbrar las caras angustiosas de los lugareños.
Caminaban tristes, caminaban tristes porque a su paso no encontraban sino campos desolados, con raíces
que asoman calcinadas como fémures y tibias, porque no encontraban sino campos tétricos que están pidiendo cruces y cipreses y lápidas.
Caminaban con caminar de entierro porque aquel silencio de camposanto sólo lo turbaban los sones pesados, roncos y lúgubres como toques de funeral de los esquilones de las siete vacas flacas del sueño de Faraón, que años y años hace pasean con andar de paralítico, sus huesarrones tísicos, sus ubres exhaustas y sus
pezones secos.
Comencemos, comencemos cueste lo que cueste nuestro Canal, y ahora que los Marne, y los Oise, y los
Aisne, son ríos de muerte con sus rojas aguas, hagamos nuestro río de vida y de salud, y llevemos a su cauce
las aguas de aquéllos que son azules de color, como las flores de las plantas forrajeras, que son amarillentos
como los trigos segaderos, que son verdosos como los cebadíos en Abril, que nacen de la nieve blanca de
unos picachos de blanco vestidos y cara al cielo siempre como novicias.
Comencemos, comencemos nuestro Canal, y entonces, en lo que antes fueron desolados campos que pedían cruces, que pedían cipreses y que pedían lápidas, entonces, las siete vacas del sueño que descifró José,
pasearán por los rubios trigales sus bragueros llenos y rociarán de leche la tierra madre como hisopos de
bendición.
Y el 31 de octubre de 1914 Mañana Todos Santos:
Hoy es día en los camposantos de renovar las purpurinas que ennegreció el olvido y de humedecer con
lágrimas las plantas que el olvido agostó, y de encender los cirios por olvido apagados. Manos piadosas, manos amigas se encargarán de ello que mañana es Todos Santos, y mañana es día de visitar los muertos y de
llorarles; que la Humanidad señaló días de luto como marcó días de alegría, haciéndonos llorar y reír como a
comediantes asalariados.
Yo recordé un instante, un instante no más como visión de fantasma, los anchos cementerios de los campos
de batalla europeos, y a falta de amigas y piadosas manos que acaricien las cruces, sencillas como lo fueron
los funerales, vi a la madre Naturaleza consolarlos piadosa, ofreciendo no olvidarles y enviarles a la primavera la purpurina de sus mariposas, y las lágrimas de su rocío, y las luminarias de sus estrellas, y la luminaria de su sol.
A primeros de noviembre de 1914, sin que se conozca el día exacto, publica Pobretes y desaprensivos:
Esto que sigue no es paradoja.
Cada año parece aumentar los defectos del Tenorio de Zorrilla y cada año nos es más agradable y más
solemne; sucede a sus personajes como a las esculturas de los capiteles románicos, y de los pórticos góticos,
y de los patios platerescos; los años les come como un cáncer la nariz, y les agujerea como polilla sus vestiduras, y pone en la comisura de sus labios muecas grotescas.
Cada año aumentan los defectos de esas estatuas, y cada año nos son más agradables y más solemnes.
A veces, en esos capiteles (¡ah, mi San Pedro el Viejo!), en esos pórticos, en esos patios, ponen sus manos
pecadoras unos arquitectos desaprensivos y unos pobretes picapedreros que dicen van a presentarnos su
natural belleza y su primitiva ingenuidad. Y hacen bufonadas caricaturas de lo que fueron, y menoscaban su
belleza, y profanan su ingenuidad.
Así con el Tenorio pasa. Unos cómicos pobretes y desaprensivos, como aquellos arquitectos y picapedreros
de que os hablé, por mediados de Octubre suelen juntarse en histrionesca compañía, cuadrilla fuera mejor
decir, y deshojando con sus manos de pecador el Don Juan de nuestro castizo don José, dícennos van a mostrar en la noche de Ánimas su ingenuidad y belleza, mal ensayando para ello, porque ¿quién es el galán que
no recitó sus versos? ¿qué damita no leyó la carta aquélla donde se encuentra esto? perla sin concha escondida entre las algas del mar... ¿quién no haría un admirable apuntador? ¿quién no sabrá hacer de estatua? Y
así mal ensayando, llega la noche de Ánimas y don Juan se turba, y doña Inés deletrea en la carta y pierde el
tino el apuntador, y las estatuas se mueven a destiempo; y la compañía termina como el rosario de la aurora, porque no lograron estar acordes de quién lo hizo peor, y el día que sigue a la noche del debut torna de
nuevo a sus antiguos quehaceres, si es que hacían algo, y no sueñan con escénicos laureles hasta mediados
del Octubre próximo, en que al formarse una nueva compañía, para menoscabar la belleza y profanar la
ingenuidad al Tenorio romántico, el don Juan o el don Luis o Avellaneda, aquéllos que abuchearon, y que
vestían percalinas y alpargatas, se acudirán al futuro director, y mostrándole un programa de su presentación
en Huesca, dirán con énfasis: el público se rindió de aplaudir; yo lucí un terno como aquél que Gisbert pintó
en un trágico cuadro a Padilla el comunero.
A mediados de noviembre de 1914 Acín marcha a Madrid para iniciar un periplo artístico aprovechando
su pensionado. Desde allí enviará un escrito nostálgico de las ferias de San Andrés que El Diario de Huesca
publicará el 4 de diciembre con el título No os olvido:
¡Ferias de mi pueblo, no os olvido!
Son los fenicios, son los fenicios y los cartaginenses que acuden conquistadores a fundar una nueva Guadix y una Cartago Nova, emporios de riqueza. Son la aristocracia del comercio, son los mejores, son la
bohemia de los comerciantes, si bohemia en ellos cabe, que llevan su peana a su dios Mercurio, patrón de
ladrones y especuladores, pero que llevan también a Momo, dios de risas, y de a1egrías, y de locuras.
Pausados borricos, caballos percherones, mulas trentenas del ferial de Santa Clara o del ferial de Capuchinas, no os olvido, locomotoras del tren de la vida, arrastradoras de arados y carros de mies, y coches funerarios.
Garitas, garitas frágiles y amables como las casetas de los belenes de Navidad.
Caballitos, caballitos, devanadera de ilusión que dais vueltas y vueltas tejiendo la madeja de los sueños. De
chiquillos, subimos a ellos, y bajando los párpados, sencilla y amorosa venda de la juventud, montados entre
las jorobas de un dromedario, nos creemos peregrinos camino de la Meca y camino del cielo de las huríes
cachondotas. Sujetamos las melenas de un león de cartón-piedra y nos sentimos Malleus, domadores intrépidos. Sobre los lomos de los elefantes somos rajás indios en días de bodas. Las barcas que se mecen como
cunas, parécennos góndolas que bogan por veneciano canal.
No os olvido, caballitos de la feria de mi pueblo.
No os olvido, plaza de Camo, porches de Vega Armijo; os recuerdo al recordar a mis paisanas, las muchachas guapas. Sus ojos, y sus labios, y sus orejas, y sus manos, son las joyas de las vitrinas de Lassere; sus
carcajadas son los redobles de los tambores; sus citas son puntuales como los timbres de los despertadores
de la rifa; son esbeltas y tienen el alma de cristal como los jarrones de las barracas; sus bocas son dulces
como el jijona de los alicantinos; la sangre mocica hierve en sus venas y en sus corazones como el aceite de
los puestos de churros, y sus palabras son la música de los órganos de cine, y sus alegrías son como películas
de gracia y sol, y el mirar o no mirar de sus ojos negros o azules es ganar o perder a la ruleta del amor.
Son las pichonas tímidas, níveas cono cisnes chicos, del tiro al blanco, donde los jóvenes enfilan los dardos
del carcaj de Cupido; son las jugadoras del pim pam pum que enloquecen nuestra cabeza y nublan nuestros
ojos de monigote con las pelotazos de sus desaires, pero que luego nos sanan las heridas con el árnica bendita de sus risotadas.
Son las muñecas de los estantes de las garitas, siempre encarnadas las mejillas como azoradas al escuchar
palabras de enamorado; siempre las manos con los dedos abiertos como varillas de abanico y dispuestas a
palmoteos de regocijo; siempre sonrientes como agradeciendo lisonjas o como pretexto para lucir sus dientes
blancos como los piñones de los turroneros...
No os olvido, ferias de mi pueblo, porque sois el recuerdo grato, aunque triste, de las pasadas ferias, donde
las muñecas de biscuit sonreían siempre, y los caballos de cartón estaban siempre quietos, y las escopetas no
mataban, y los polichinelas eran de trapo.
Quién pudiera dejar el caminar por el mundo a cambio de aquellos viajes de los caballitos, en que, sin
alejarnos más allá de donde llegan las voces de la familia, bajábamos los párpados, ¡amorosa vereda ya
perdida!, y parecíanos que el mismo Julio Verne nos acompañaba a dar la vuelta al mundo; y ora asíamos
por las melenas un león africano; ora navegábamos por veneciano canal, o cabalgando entre las jorobas de
un dromedario cruzábamos desiertos y desiertos, extasiados en la lectura de Las mil y una noches, y camino
hacia la Meca, y hacia el cielo de las huríes cachondotas, y tranquilas y enjoyadas como noche de estío...
Desde Madrid seguirá enviando esporádicamente sus colaboraciones escritas a El Diario de Huesca. Así el
día 21 de diciembre de 1914 publica Horas de paz:
¡Benditas sean nuestras horas de paz!
En tanto allá, por la vieja Flandes, miles y miles de hombres destruyen sus canales con el rodar de los pesados carromatos blindados y los disparos de sus cañones gigantescos, aquí, por nuestra patria, en el Senado,
unos pocos hombres de buena voluntad echaban los jalones de un nuevo canal para el Alto Aragón.
En tanto a los hogares de los pueblos en lucha llegarán noticias de muerte que harán surgir las canas a
puñados en las cabelleras, y pondrán las caras rugosas como fruta vieja, y harán abrir los ojos espantados,
como de mochuelo enlucernado, a los hogares de Aragón, mi tierra, llegarán noticias que refrescarán la cabeza y alegrarán los ojos, como lavatorio en mañanica de verbena.
En tanto en las casas de los pueblos en guerra en el fogón no hay fuego, y los pucheros todos están alineados y tristes en los aparadores, y las rejas de los arados se encuentran arrinconadas y oxidadas como espadones antiguos, y las corvas hoces cuelgan de adorno en la paredes, como las corvas gumías moras en las
panoplias de los despachos ricos; en tanto que la miseria pone sus plantas descarnadas y sucias por Bélgica,
la desdichada, en mi tierra campará la dicha, alegre y fecunda como una primavera y los pucheros, en derredor del fuego, runrunearán contentos como chiquillos jugando al corro, y las rejas de los arados arañarán la
tierra con arañazos de titán, y al estío las hoces morderán afanosas por los trigales rubios como cabelleras de
oro.
Caminemos, caminemos hacia la vida por senderos de amor y de paz, y en tanto miles y miles de hombres
emponzoñan con las piltrafas de sus cuerpos los canales de la vieja Flandes, encaucemos las aguas puras y
claras de nuestros ríos para más purificarlas en el filtro sagrado de la tierra fecunda.
¡Benditas sean nuestras horas de paz!
Convirtamos en jardín nuestro erial, y en tanto las sombras del Greco y Ribera y Zurbarán, nuestros pintores del dolor, marchan hacia el Norte en busca de sus visiones de muerte, Rubens, el pintor de la salud,
llegará a nosotros a solazarse con los rostros de contento y los pechos turgentes y las nalgas coloradotas y
redondas, como enormes manzanas, de nuestras garridas lugareñas.
Caminemos por senderos de amor y de paz y de trabajo, en tanto que las naciones en lucha, con sus aventuras y sueños de grandeza, por exceso de cariño a la vida -como decía un escritor de Don Quijote-, van
caminando hacia la muerte.
A mediados de diciembre de 1914 Acín marcha a Toledo. Durante su estancia, el 17 de diciembre, es
aprobado en el Senado el proyecto de Ley de Grandes Riegos del Alto Aragón, y con este motivo envía un
artículo que El Diario de Huesca publicará el día 23 de diciembre con el título Por fin se aprobó:
Os juro por la cabeza de Neptuno que no creí yo pasarían tan estrechos por el Senado los Grandes Riegos,
pues no pensé jamás haríanlo pasar por gatero de riojanos, ni catalanes, ni murcianos.
Pero ya se aprobó. La paz sea con todos y tornen los ánimos a la tranquilidad, como las aguas de nuestro
Gállego hallan sosiego en los remansos, luego de rápida pendiente.
Pero os juro de nuevo, y ahora por el resto del dios del agua, que yo no supuse habríase de hilar tan delgado, porque ya escribí (y vosotros leeríais de no tener la precaución de comenzar por mirar la firma), ya
escribí que en una reunión de jefes de minoría, que es lo mismo que asistir los senadores todos, a mi tierra la
levantaban en brazos como quien toma un hijo, y nombrábanla como quien nombra un hijo: ¡Aragón! ¡Aragón!...
Mas escuchar, cuando esto recordaron, lo que Allende Salazar contestó:
“Es que entonces, en aquella reunión, hablaba el corazón y ahora habla la cabeza”.
¡Ah! señor Allende, señor Allende, cuando el corazón dijo una cosa, ni el cerebro con ser quien es tiene
derecho a contradecirle.
Mas la paz sea con todos.
En una de las sesiones a que asistí pronunció un discurso nuestro don Máximo Escuer. Bien se notaba en
sus palabras, que uno a uno fueron grabándose en su corazón, los lamentos de los sedientos campesinos y su
discurso era a un tiempo argumento en la discusión y desahogo del alma.
Hablaba del Somontano y los Monegros y Sobrarbe, que perecían desiertos, donde se echaba de menos el
lento caminar de los camellos de las caravanas. Y sus palabras lanzábalas como puñados de esas tierras secas
a los ojos del Senado, y en lugar de cegar, abrióles los párpados, porque primero abrían el corazón. Y siempre modesto, por si poco parecían sus palabras, citaba párrafos de Costa, que citar a Costa es citar versículos
del Evangelio.
Yo calificaría el discurso, mas me detiene aquello:
“Si el sabio aplaude, está bien; mas si aplaude el necio...”
*Creo fue San Bernardo quien dijo así:
“Serás mártir sin derramamiento de sangre si ejercitas de veras la paciencia cuando se ofrezca la ocasión.”
Estas palabras, creído estoy si las repetía en los oídos del ministro de Fomento el mismo San Bernardo al
comienzo de cada sesión, pues no más el que lo vio pudo apreciar el gasto de paciencia que hubo de hacer el
honorable señor.
Yo, el nombre de Ugarte (y nadie me tachará de conservador ni amigo del exfiscal del Supremo), lo pondría desde la más grande compuerta del más grande de los embalses a la tajadera más chica de la más chica
de las acequias para que a diario las aguas pusieran en él un beso de plata; y lo escribiría el nombre con color de arrebol, ese color que al despedirse el sol pone como un beso de oro en los campanarios de las aldeas
y en las coronas de los altozanos.
Desde Toledo volverá a enviar otro escrito en tono más jocoso, que se publicará el día 28 de diciembre de
1914, con el título En broma y en serio. Yo en Toledo:
Soy una verdadera calamidad. Me explicaré, aunque la cosa no necesita explicación, por sabida ya.
Me encuentro en Toledo, quizás la más triste de las ciudades españolas. Sus montes pelados semejan calvarios, y sus calles, solitarias, son calles de Amargura; en su ambiente, pesa la historia de muchos santos y el
recuerdo de muchos sacrificios.
Pues bien, con todo ello no se me ocurre escribir nada si no es en tono alegre. Yo creo que si voy a Sevilla
en tiempo de fiestas, dejaría los Gallos y su alegre feria con las sevillanas de olé para comenzar en la Catedral una novena a San Fulano o San Mengano. Bueno, yo creo que esto es un decir.
Y no será ello por no darme cuenta, me encuentro en la imperial ciudad, pues las noches son tan frescas
que resultan toledanas, como suele decirse: además, con esto de la Navidad, no hay escaparate ni tenderete
alguno donde no se lea el rotulito: Mazapán de Toledo, y para más recordármelo, una calle por donde con
frecuencia paso, tiene este nombre extraño: Esta calle es de Toledo. Podía el Ayuntamiento haberse ahorrado
el azulejo que lo indica, pues no necesita pregonar de qué población es siendo tan estrecha, que parece la
hicieron para Manolo Labora, pues sólo os diré que para cruzarla tengo necesidad de quitarme el sombrero
(que no es muy ancho ¿verdad Laiseca?) y pasarlo de perfil como se mete una mesa camilla por estrecha
puerta.
Los toledanos se van a suponer que Huesca es un plantel de gitanos garbosos, pues se encuentra en ésta el
que allí fue catedrático de francés señor Martínez Jarabo, del cual no habréis olvidado de aquellas patillas,
como las lleva Santarrata, el cañí de Barrio Nuevo; yo, en cuento a patillas, no ando mal tampoco. Lo de
garbosos, lo decía por un par de cadetes oscenses que estudian aquí: Pepe Luis Bercial y Julián Miranda. Los
vi pasar en formación con todos los alumnos de la Academia Militar, y los conocí por el garbo ¡cualquiera
diría les había dado lecciones de marcial andadura nuestro paisano mosén Tropezones!
Y ya que salió un mosen a cuento, os diré que por aquí hay una porción de ellos. Dicen que cuando uno
se encuentra tres curas reunidos, haciendo un nudo en el pañuelo le regalan luego algo; pues bien: todos los
días llego a casa con las cuatro puntas hechas nudos, y más puntas que hubiese; como que de ser cierto lo del
regalo, para la noche de Reyes voy a tener que alquilar en Madrid los balcones de La Equitativa.
De la población, del Greco, no os digo nada, pues ya en estas mismas columnas escribí, sin haber estado,
lo que ahora podría deciros; que antes de pasear por aquí mis pies y mis ojos, había paseado mi espíritu con
el cicerone de los amados libros; por cierto que más me gustó antes que me gusta ahora, que las cosas, en la
realidad, por bellas que sean, lo son más en sueños...
Por eso amo yo mucho a una novia que ni conozco ni conoceré; se llama Ilusión, y es tan mía y me quiere
tanto, que morirá cuando yo muera, cuando terminen mis pequeños sueños y se cierren mis párpados para
comenzar el sueño grande, el eterno sueño.
¡No podía ser menos! Al fin tenía que llegar la parte triste, la muerte. Greco el místico, el decapitado
Padilla, Villena el brujo, María Pacheco la heroína, Rojas el dramaturgo, los cardenales, las viejas piedras,
Toledo todo, quiso castigar mis chanzonetas.
Lo que daría yo por escuchar un organillo y tener a mano una madrileña garbosa (con decir madrileña
bastaba), para decirle:
¿Quiere usted que nos marquemos un chotise?, prenda...
Ramón Acín.
Toledo, a 22... bajo cero.
El 7 de enero de 1915 sale publicado en El Diario de Huesca el artículo El mejor de los regalos:
Es el día de la Adoración de los Magos. Mi pueblo, que acabó de nacer, está en el pobre lecho de unas
matas de esparto. Acompáñanle un borrico viejo que filosofa de puro hambriento y una vaca tísica de tanto
tirarle los pezones sin haber rumiado bocado de forraje. Tres camellos llegan con su largo cuello erguido
como el de un avestruz y andar de contento, que las tierras llanas y estériles que pisan sus patas, tráeles añoranzas del desierto en que nacieron. Caballeros en ellos vienen los santos Reyes, de rostros amables como
rostros de abuelo, sentados en el alto trono de la joroba de sus cabalgaduras. La diestra mano, temblorosa,
empuña las riendas lujosas de regios y orientales arreos; la otra mano, sujeta y abarca el cuello de un ánfora,
vieja, pero esbelta.
Un ánfora, la que lleva Melchor, es aquélla que guardó un día el agua esenciada donde María Magdalena
mojó la brocha hermosa de su cabellera pecadora para perfumar los pies del divino Jesús. La otra, la que
abraza Gaspar, es aquélla de la joven de Samaria, donde el Redentor refrescó sus labios y apagó la sed de su
precioso cuerpo. La tercera, la que abarca Baltasar por su cuello delgado con su negra mano, es aquélla que
en las bodas de Canaán contenía agua y convirtióse en vino al milagroso mandato del Hijo de Dios.
Apéanse los ancianos viajeros, y en tanto los camellos de duros huesarrones mal intentan saltos en el suelo
arenoso como de arábigo desierto, mostrando los Magos sus presentes al niño de las matas de esparto, y al
borrico filósofo, a la vaca tísica hablan de esta guisa:
“Estos reyes, achacosos ha tiempo, no son los Guillermos, ni los Nicolás, ni los Franciscos-Josés de los
grandes imperios y de los sueños con imperios más grandes aún; somos los reyes de los belenes y de los sueños de los niños, y como aquella reina gentil que cantaba Alejandro Sawa, vuestro pobre y difunto Alejandro
Sawa, no queremos reinar, sino en los corazones... Nuestra ciencia es vieja, de nuestro tiempo; ignoramos
los ochenta cuerpos simples de vuestra química moderna, desde el Hidrógeno, suave como una caricia,
hasta el Urano, pesado como un dolor; ni pretendemos descubriendo otros nuevos, llenar los huecos de la escala Mendéléeff el sabio, bástanos para ser felices los cuatro elementos del viejo saber; vosotros tenéis tres:
tenéis la Tierra, panza arriba siempre como una esposa en celo; tenéis el Sol que le da calor y le pone fiebre
de los pies a la nuca; tenéis el Aire, que le cosquillea en los sobacos y le sopla en las ventanas de la nariz y
le canta zalamerías en los oídos; para que fecunde la semilla que derramasteis esperanzados al clavar la reja
hasta las entrañas, os falta el Agua, que le dé humedad y que la bese con amor... Tomadla, tomadla...”
Así hablaron los Reyes Magos en este año venturoso de 1915 al niño que lloriquea sobre el pobre lecho de
unas matas de esparto, al borrico filósofo de puro hambriento y a la vaca tísica de tirarle en demasía los pezones sin rumiar bocado, mostrándoles el presente de las tres ánforas, tan repletas, que a sus bocas asomaba
el Agua; el mejor de los regalos.
A primeros de agosto de 1915, con motivo de las fiestas de Huesca, Acín envía desde Madrid una carta a
Luis López Allué junto con unos cantares, los cuales pone a disposición de la Junta de Festejos para que las
edite y las venda en la Fiesta de la Jota y el dinero recogido se lo dé a los pobres de Huesca. Pero la Junta ya
no dispone de recursos para imprimirlas y estas coplas, junto con la carta a López Allué, serán publicadas el
día 12 de agosto en El Diario de Huesca con el título Abrazos y cantares:
Mi querido Juan del Triso: Unos renglones para pedir a usted perdón por mi atrevimiento; tan grande, que
estuve a punto de llamar osadía. Se trata nada menos que de cosas baturras (coplicas no más), que sin el
plácet de usted envío a ésa, y con la agravante de ser destinado ello al pueblo donde nació Lastanosa y nació
usted, y no digo que también yo, por haber nombrado a tan altos varones.
No se me escapa que al arreglar el equipo para el otro mundo, “con el pie ya en el estribo”, mejor dicho,
habrá de colgar la péñola en la espetera, y para que nadie ose tocarla, repetirá aquel verso cervantino que así
comienza:
Tate, tate, folloncicos
..............................
pues la empresa de pintar el Aragón tal cual es, para usted, y sólo para usted, estaba guardada.
Quiera Dios que ese trance que dieron en llamar duro se retrase cuanto más mejor, para contento de todos;
y aun a trueque de verse amargado con coplas, historietas con dibujos de añadidura y cuentos de baturros,
pues tanto me animará a ello el cariño a la tierra, como el contar de antemano con su benevolencia y saber
de fijo que a cada pecado mío habrá de seguir la absolución de usted, pontífice máximo en estos menesteres.
Soy más oscense que la placeta de Lizana, y creo que si no en cuerpo y alma, en este cuando menos me
tendrán allí estos días y los que vinieren tras de ellos. La distancia, antes que restar cariño, lo dobla para mí.
Acontece con las personas y las cosas igual que con los montes; por pedregosos y parduscos y faltos de verdor que ellos sean, en lejanía toman tintes azules y rosadas y viloleta, y no digamos cuando el monte rebosa
de exuberancia y apuntan filones de metal y asoman los mármoles, lo que ello habrá de parecer.
Monte de estos últimos es Huesca para mí, y para vosotros lo creo de igual modo, pues si no mejor nacidos
que yo, tan bien, cuando menos, os considero.
No llevan otro fin mis coplas sino que vean mis paisanos no olvido a la vieja Osca en lugar alguno; igual
me encuentre en los madriles, que siente mis reales en el Perú o la China.
Más de uno, al seguro, habrá de reírse de mi recuerdo, y parodiando al camello de la fábula, habrá de
decirme a mí que pulga y bien pulga soy en cuanto a pequeñez de méritos: “Gracias, señor elefante”. Pero
habré de contestarle, a quien eso dijere, que el patriotismo más digno es de loa en los pobretes que nada
tenemos ni figuramos, que en potentados que ponen ojos en tierras suyas y casa propia de cimiento a tejado
y en hombres de valía que el tufillo del agasajo les hace enfilar la nariz a donde agasajaron.
Esta carta y los cantares que la siguen, con algo más de largura y con la adherencia (de pecar, pecar gordo) de unos dibujos más o menos buenos, o por mejor decir, más o menos malos, hícelas con el fin de que
se vendieran en las fiestas de la Jota, y caso de sacar algún real, destinarlo a Hermanitas y Amparo; no tanto
para pasar por filántropo (bueno fuera con todo donativo) como para tapar todo ánimo de lucro, aunque dado
lo que mi firma habrá de cotizarse, con apuros hubiera dado la cosa para tal cual ramo de albahaca, que a falta de sabroso manjar por mí costeado, hubieran puesto las dulces monjas de la Caridad en los ruegos de los
humildes y en unas jarras modestas, limpias como plata, con agua del Ángel cristalina y pura, bouquet éste
que, a su vista el salmorrejo insípido, tendrá, al catarlo, sabores de bien condimentado faisán.
Las mieses fueron bien, según cuentan; las uvas pintarán mejor que mejor, como lo habrán pregonado los
racimos de la peana de San Lorenzo; las azadas, antes sin más empleo que abrir huesas, estuches de la muerte, cortan la tierra para hacer acequias, caminos de salud; las vihuelas y las gargantas entonan la Jota, ¡divina
Jota!, para recreo de Dios; las paisanas, más majas cada día, estarán cien veces más majas que al dejarlas
yo, y Gaona y Belmonte (como quien dice nada en estos tiempos trágicos y goyescos) fueron de ensayo por
circos y circos, sin otro objeto que para más lucirse en la plaza donde murió Pelón el picador, y estuvo en un
tris finase sus días el picador (¡!) Acín, un jueves (la Ascensión) que relumbraba más que un sol.
La Dicha es hoy vuestra huésped; quieran la Casualidad y el Tiempo (éstos son mis penates) que os hagáis
gratos a ella y allí siente sus plantas la que fue de paso y que a esta alta dama nombren en mi pueblo hija
adoptiva.
Al abrazar a usted, sé que abrazo a mis paisanos todos, paisanas aparte, no escandalicemos, y de este modo
me bastan mis dos brazos y no hecho en falta los de Briareo el gigante.
A las paisanas bellas un piropo en mi nombre (corto será aun siendo largo y surtido su repertorio) y cuando
quiera a Lloréns.
Esperando que a su primer pecado no habrá de faltarle su primera absolución, aun a costa de grande penitencia que bien merecida la tengo, le abraza su amigo del alma.
CUATRO JOTICAS
Por dos cosicas tan sólo
vale la pena nacer;
por abrazar a los padres
y oír la Jota tañer.
Si de mi parte al Patrón
alguno quiere rezar
que le cante unas coplicas
de éstas que vienen detrás.
Oscense nací hace años
y oscense yo continúo;
no me gana a ser oscense
ni el torreón del trasmuro.
Que el diez en Madrí haya cierzo
u bochorno igual me da,
la rondalla y las campanas
y la gaita he de escuchar.
M’acuerdo del de la maza,
y m’acuerdo de la chesa,
del Tintin güey, del tiñoso
y de toda la caterva.
De blanco van los danzantes
y de azul van los musícos
y en la Catedral vestís
de rojo a los del portíco.
Carderera fue pintor
y el de Aranda politíco
el Pulido es recadero
y Corrusco es un musíco.
Suprimieron los portales
y antes la vaca ensogada;
me paice que a este pasico
Yo me escribo las canciones
y el Chino luego las canta;
yo soy quien pone la tinta
y él quien pone la garganta.
Escomencé en Capuchinas
el Coso un día a medir
y amolau de caminar
no pasé del Almudí.
Las chicas son como soles
y el Canal sus regará,
(..) sois mostillas ú ahora
no sus tendréis que quejar.
En que se llega a los Porches
pecho arriba está el Mercau
y el Coso a drecha y a zurda
hay un piazo a cada lau.
De la huerta del Pingache
vale más la col de grumo
que todas las zarandajas
que hay en restauran ninguno.
Una cosa hay que de gusto
el verla me hará llorar;
cirgolleros en Tardienta
cuando la riegue el Canal.
Me dijo Dios que un espejo
el doce el cielo iba a ser
pa veros desde mi estudio
sin tenerme que mover.
La calle Alcalá y el Coso
vienen a ser tal pa cual
y paice al Casino Oscense
un poco al Palacio.
Pa saber donde hi nacido
naide me pide cedúla,
l’adivinan en que charro
u la gente es sordo muda.
Te afeitas en casa Jaime,
te bañas en San Julián,
te confiesas en San Pedro
y sin roña te verás.
La Campana ya no toca,
Montearagón está en ruinas
la Alameda sin arbóles
que hace brincar las lágrimas.
Con maseta han hecho un puente
y con ruedas de tonel;
¡rediós, más majo y más duro
era el puente San Miguel!
El Amparo y los Hermanos
que llaman de caridá
me paice lo mejorcico
que tiene nuestra ciudá.
A bueno me ganáis todos
y a tozudo no hay que icir,
pero a baturro, rediosla,
nadie me ganáis a mí.
Que no sepa despedirme
tendréis que disimular,
como no entiendo de modos
no sus tiene que chocar.
Tras sus dos años de idas y venidas -Zaragoza, Madrid, Toledo y Granada- con motivo de su pensionado,
a primeros de enero de 1916 Acín regresa definitivamente a Huesca y el día 18 de enero ocupa la plaza de
profesor especial interino de Dibujo de las Escuelas Normales de Maestros y Maestras de Huesca.
En febrero de 1916 Acín pide a su amigo, el periodista Fritz, que le preste unos días su columna “Día tras
día” que diariamente publica en El Diario de Huesca; así el 8 de febrero publica en ella un artículo recordando a Joaquín Costa en el V aniversario de su muerte y titulado El del maestro:
Todos derramamos lágrimas por ti, maestro, pero nuestras lágrimas son de cocodrilo. Nacen en nuestras
órbitas de ciego y asoman por nuestros lagrimales de plañidera y se deslizan por junto a la nariz y las mejillas y dan un brinco en nuestro belfo sin acariciar nuestro corazón y se evaporan antes de llegar a nuestro
zapatos, sin besar la tierra, vuestra tumba, maestro Costa.
Lágrimas son éstas en tu muerte, de la misma traza que fueron nuestros cantos en vida tuya. Los fabricaban nuestros pobres sesos y los disparaba nuestra gastada laringe, sin que antes las tamizase el corazón.
Lágrimas de cocodrilo son las nuestras que habrían de afligirte si otras más humanas y mejor nacidas no te
llorasen. Son las aguas del Ésera que, junto a tu celda de Graus, entonaban su cantinela plena de salud. Son
las aguas del Gállego, que llevan en su verdor el color de los cebadíos en Mayo y en sus tonos amarillentos
el tinte de los trigales segaderos. Son las aguas del Canal Imperial que trazó Pignatelli con la contera de su
bastón, milagroso como la vara de Moisés. Son las aguas del Ebro las que te lloran; ese Ebro que tú decías
tenía delta como el Nilo, era glorioso como el Tíber, como el Támesis navegable; ese Ebro con reflejos de
bien templado acero “que fue antemural de las invasiones del septentrión, que detuvo a las huestes de Carlo
Magno y a los ejércitos de Napoleón”.
Son esos ríos, son todos los ríos, maestro, los que te lloran; esos ríos alegres que asoman su sonrisa en los
frutos de los ganados, como una fresca boca luciendo dientes de rubí. Esos ríos que son cantores y pulsan
por arpas los viejos pinares.
Esos ríos que son pródigos y nos dan a brazadas el fruto divino de los trigos, fruto de nieve encerrado en
molde de oro. Esos ríos amables que muestran sus lágrimas en el fruto dulce de los parrales.
¿Qué te importan, maestro, nuestras lágrimas de cocodrilo, si te lloran sinceros esos ríos, más humanos
que nosotros, que tienden sus brazos con amor por las tierras pobres a la diestra y siniestra de sus cauces?
¿Que te importan, maestro, nuestras lágrimas que nacen junto a la nariz y cerca de nuestros pobres sesos, y
asoman a falta de lagrimales de macho en nuestros lagrimales de plañidera?
¿Qué valen nuestras lágrimas junto a las de los ríos que nacen de unos copos de nieve, albos, albos y puros
como Espíritus Santos que fueron posándose en la cima de unos picachos altos?
Pero volver a escribir al día siguiente parece que se le hace difícil a Ramón Acín y publica en la columna
prestada ¡Difícil tarea!:
¿Me prestas tu sección, amigo Fritz? Te juro por los pechos de Venus que no habrá de ser por muchos días;
tan pocos, que puede no me de tiempo a desacreditar tu “Día tras día” y, por tanto, habrá de ser del todo
inoportuno aquel cliché de que si para mí la puse mal, para ti quedó no menos averiada.
Sección harto difícil es la tuya, amigo. Contar un día a la mañana lo que fue el pasado día. Cantar la
alegría de uno y lamentar la tristeza de otro, siendo que los días son iguales todos, eslabones que son de la
cadena del tiempo. Unas veces nos pasan junto al cogote y nos es el airecillo de su caminar, grato como brisa
de primavera; se acercan más esos eslabones de esa cadena y nos liman el cráneo y ponen dolor en nuestras
sienes; se acercan más esos eslabones y nos destrozan los ojos y nos tronchan la yugular y nos arrastran
hechos pingajos.
Son los días iguales, el tiempo es la cinta de plata de un arroyuelo, siempre igual a lo largo de su cauce
pero que unas veces se desliza suave por un prado acariciando flores, y otras salta impetuoso por las cortaduras de los montes, sesgando pétalos y horadando peñas.
Los días son iguales, el tiempo es uno, pero a nosotros se nos antoja varío y los días se nos hacen tristes o
alegres, según el estado de nuestro ánimo. Se deslizan tranquilos y amables los días cuando tenemos sano
y dulce el espíritu. Pasan impetuosos y arrolladores cuando les oponemos el valladar de nuestra locura. Si
serenos y firmes esperamos los días, pasan confortables como brisa de primavera que nos orea el cogote; si
nos bamboleamos como muñecos, nos arrastra la cadena del tiempo como a pingajos.
Difícil tarea es la tuya, Fritz amigo, la de contar los días alegres y lamentar los tristes, haciéndolo como
lo haces de tan amable modo, que nos recuerdas el que pasamos con alegría y nos endulzas el que finó con
llanto.
El día 10 Acín falta a su compromiso y no aparece la columna diaria así que el día 11 se justifica ante Fritz
con el artículo ¿Que traes para el Ogro, mi señor?:
Escucha, Fritz amigo, tan amigo, que encuentras castiza y amena mi pobre prosa, cuando nunca pasó de
atrabiliaria. Cierto es que no llegaron por la redacción mis más o menos cansados pies, ni asomó mi más o
menos abultada y talentuda cabeza.
Mas, escucha, caso de ir yo.
Hubiese entrado, el director, el secretario particular del Ogro (el Ogro es el periódico) y habríame dicho:
-¿Qué traes para el Ogro, mi señor? ¿No traes nueva alguna? ¿No quiere morir nadie por miedo a ser nido
de gusanos? ¿Nadie se casa, no hay himeneos por temor a fabricar chiquillos? ¿No hay tiros, no hay riñas
que demuestren existen pasiones y que no se acabó la vida?...
-Señor, hubiera tenido que contestar, señor, decir al Ogro, vuestro señor (todos somos señores con otros
señores sobre nuestras espaldas), decir al Ogro que no más pasa en Huesca el Tiempo, grande, grande, ante
nuestros ojos, chicos, chicos...
Y qué decir al lector si el tiempo fue húmedo, si notó la humedad en los alfilerazos del reuma; y qué decir
al lector que pesaba la atmósfera, si díjoselo el pobre fuelle de sus pulmones asmáticos; y qué decir al lector
que había barrizales si el lodo le llenó los bolsillos; y qué decir al lector que no lució el sol si pasó el día con
el gaznate en alto, esperando ansioso la sonrisa de un rayo de su luz.
Pero el amigo Ber tiene que alimentar al Ogro, y quieras que no me hubiera hecho sentar y tomar la pluma
y emborronar cuartillas, y no hay por qué decir cómo hubiese ello andado; si remo mal cuando por distracción lo hago, calculad forzado y en galera.
¿De qué iba a escribir? Nuestra guerra es ruin para mentarla; han de pasar los siglos que la ennoblezcan.
En los restoranes españoles se preparaban los manteles para conmemorar el aniversario de la República.
Pero da pena hablar de esos actos donde se solemniza un ideal con los eructos de estómagos ahítos.
Rubén Darío ha muerto, pero Rubén, como los Baudelaires y los Lautreamond de su libro “Los Raros”, no
pueden llegar, ni aun cadáveres, por estas poblaciones, chicas de perímetro y de espíritu; habitaron siempre
en París o en Nueva York, o de un salto se plantaron en el Himalaya o en los picos de Europa.
¿De qué echar mano, mi señor director, para alimentar a tu señor el Ogro?
En la fecha de ayer, no más el calendario me brindaba el nombre humilde de unos pobres santos: Cirilo de
Alejandría, obispo y doctor; Nicéforo, mártir, y Apolonia, mártir y virgen.
Sus vidas me eran ignoradas, tan gratas de leer las más de ellas.
Ignoraba la de aquel Cirilo, que se ganaría el cielo, como San Isidoro, con sabias sentencias y bendiciones
santas. Ignoraba la de ese Nicéforo, que ascendería a la celeste mansión, sangrante como San Esteban. Ignoraba la vida de esta Polonia, que sentárase a la diestra de Dios, porque cual Irene la santa, no más conoció a
los hombres como atormentadores suyos.
Ni de esos pobres santos que humildes mostraban su nombre, pude hablar.
No conocía ni de qué dolencia les hicieron los hombres sus abogados, que abogados serán de algún dolor,
pues si los santos son innumerables, innumerables son las dolencias, y antes hubieron de agotarse los hombres benditos que escasearon los endemoniados dolores.
El 23 de julio de 1916 se publica en El Diario de Huesca una aclaración de Acín por “algo” que ha sucedido con un cartel suyo colocado en el Coso y que otro periódico oscense ha vertido unos comentarios que
no son del agrado de Acín. Se desconoce el incidente y la identidad del periódico local. El escrito lleva por
título Comunicado y dice así:
Sr. Director de EL DIARIO DE HUESCA.
Muy señor mío: Le ruego de cabida en el periódico de su digna dirección a las siguientes líneas, por cuyo
favor le anticipa las gracias su afectísimo amigo q.l e.l.m.,
Ramón Acín.
En la «Voz de la calle», de un periódico local, se habla de un cartel colocado en la calle del Coso, entre las
casas de La Ceres y don Mariano Barbero.
En su colocación habré de decir que no tengo arte ni parte, pues ni siquiera me cuidé de si enfocaban o no
al dibujo las “lucecicas” de los ángulos. Sobre lo del tinglado, pues, allá mi amigo Paco Lacarte.
En cuanto a la pintura de uno de los lados, ya es otro cantar. A juzgar y criticar todo el mundo tiene derecho, pero lo hecho con mi cartel no sólo no es crítica, sino grosería; habré de decir que el mamarracho es el
autor de tales líneas, y esa palabra se la traslado con toda su significación y bajo firma, como se deben hacer
las cosas.
Los elogios, como las censuras, deben ir firmados; podrían venir tanto unos como otros de un Jaime o un
Salomón Reinach, y entonces tendríanse en cuenta sus juicios, o llegarían de manos de un pelagatos, en cuyo
caso no hay que hablar.
Sepa el articulista anónimo que las más de las veces cree uno mojar la pluma en buena sal y amanece pringada de chabacanería.
Ramón Acín.
El pintor Félix Lafuente regresa a Huesca a finales de 1915 o principios de 1916, aquejado de una parálisis progresiva, y se dispone a abrir una academia de dibujo en el Coso Bajo. Con este motivo Ramón Acín,
antiguo discípulo suyo, publica en El Diario de Huesca de 28 de julio de 1916 el artículo El pintor Lafuente:
Lafuente, el pintor, de nuevo está entre nosotros. Todos encantados de ello. El silencio oscense a machamartillo, no digamos; su familia con la estima en que le tienen, no hay que decir, y los amigos con el aprecio
que le guardamos (no más correspondiendo al suyo), no hay por qué hablar. Mas con todo su oscensismo y
estima y aprecio de suyos y no suyos, trájole a su pueblo una maldita dolencia de muslos o calcaños, tan a
las vistas ella, que anda de piernas mi amigo y maestro tan torpe, como hábil de manos se conserva, y con
esto comprenderán lo bien que pinta los que andar le vieren, y verán los que conocían sus buenos dibujos lo
mal que va de pinreles, como se dice hoy a las extremidades inferiores en jerga de varietés.
Tiene ya del todo instalado un estudio-academia que será de desear no le sople más viento que el de popa,
para provecho del artista y prez y honra de la población que saldrá ganando con ello algo de tufillo de buen
tiempo Florentino.
Trabajar con Lafuente es grato y entretenido. A los discípulos, entre tachón y tachón al dibujo de principiante, parece bañarles con palabras sacadas de su pozo de ciencia pictórica; con los amigos, en el campo,
al comenzar una acuarela, da principio a un cuento, y en tanto al papel lléganle brochazos frescos y transparentes, al cuento no le faltan, de vez en vez, dedadas de fina pimienta de fino cuentista italiano, de aquellos
amenos por demás y por demás desenfadados y picarescos.
El estudio lo instaló en el Coso bajo, y en un principal, con un par de inocentes y bien proporcionados
escalones, mas antójasele a él, y por mor de las piernas, un bien cumplido quinto piso.
Que si no este año el venidero, veamos tomar parte a Félix Lafuente en el festival de Jota de San Lorenzo
(Zuloaga la bailó en Remolinos); así veremos que llevóse al traste su dolencia el diablo, y que más fue nube
de verano aquello que le aquejaba de muslos a calcañar.
Salud, maestro.
Su hermano en Goya (punto menos que decir en Cristo).
En octubre de 1916 Acín marcha a Madrid a preparar oposiciones para su plaza de profesor de Dibujo de la
Normal y no escribirá más artículos de prensa durante este año. Será de nuevo el 6 de enero de 1917 cuando
El Diario de Huesca publique en su portada una gran ilustración a color de Acín, “La verdadera cabalgata de
Alejandro Ber” y en las páginas interiores el artículo Juguetes y martillos:
Ha dicho Selgas, que una casa sin niños es un tiesto sin flores. Yo os digo por mi cuenta, que un niño sin
juguetes es una jovencita sin novio; guitarra sin tañedor; golondrina con dos perdigonadas en las alas.
La voluntad es grande como Dios; si se pone terca, hace palpar las mismas fantasías, Todos vimos la bella
farsa de los Reyes Magos bellamente presentada por Alejandro Ber. Las criaturas, pudieron zambullir sus
manecitas de rosa en las barbas de nieve de los buenas monarcas.
Me apena ver que regalaron mil setecientos juguetes, y no hubo siquiera uno que regalara una docena de
martillos.
El que dijo que al niño con el juguete debía entregársele el martillo para destrozarlo, estaba bien lejos de
ser tonto. Un martillo en manos infantiles es algo más noble que un martillo: es reactivo, escalpelo, piedra de
toque, balanza. Los padres muchas veces, santa simplicitas, castigan el ansia de saber. Los niños, no saben
por qué canta y corre un gallo de carne y plumas y por qué no corre ni canta un gallo de plumas y cartón,
mientras no rajan los dos y ven arrastrar al primero el tirabuzón de las tripas y contemplan la panza vacía
del segundo. Miguel Servet, sabiondo, buscó en la sangre la vida: un niño, ingenuamente, la adivina en los
intestinos.
Admiro a Alejandro Ber por su amor a las niños. Ese es también mi amor, amigo mío; mas el nacimiento
de un crío me entristece; veo a la Vida y a la Muerte bailar, sonrientes, una danza. Cuando encienden las
luminarias de un bautizo, veo encender los cirios de un funeral.
El 29 de noviembre de 1917 publica en El Diario de Huesca un artículo aludiendo al mal emplazamiento
de las atracciones infantiles durante las ferias de San Andrés, donde en estas fechas de invierno se siente con
crueldad el frío y especialmente los niños. El escrito lleva por título Las barcas de Caronte:
Para la Junta de protección a la infancia.
Todos los oscenses habéis visto unos columpios a manera de barcas, situados en la plaza de Camo y junto a
la carretera de Zaragoza. Nadie desconoce lo cruel de ese lugar en los días fríos y en las noches todas desde
el Noviembre al Marzo, echando por lo corto. Pararse unos instantes en tal sitio o tan sólo cruzarle sin llevar
a casa una pulmonía en el bolsillo, o cincuenta alfilerazos en los riñones, o el moquiteo de tres meses, o sin
engullirse cuatro pares de anginas, es suerte no poca.
Pues en ese lugar (como escogido por la Descarnada) se instalan todas las ferias de San Andrés, las distracciones de la gente menuda.
¿Es poca la ventolera y poco cruel el lugar para quintaesenciar sus malas cualidades con el vertiginoso
mover de tío vivos y columpios y toboganes?
¿Es que no contentos con amargar a los pequeñuelos en los colegios, cortos de higiene y largos de letanías,
queremos poner en sus distracciones el amargor de las dolencias y la muerte?
¿Es que al impuesto de instalación de tales armatostes quiere sumar el excelentísimo Ayuntamiento un
sobreimpuesto en el enterramiento de mortijuelos?
¿Es que no hay otro lugar donde colocar esos trastos en este mes crudo de las ferias? Pues que no se instalen; que los toboganes, columpios, tíos vivos los planten en Málaga, donde en todo tiempo agrada el balanceo y es grato el frescor en la nuca de la brisa del mare nostrum. (1)
Por ese lugar desfila toda nuestra chiquillería. Los afortunados que cuentan con una perra chica suben a
ellos; los pobretes que no, revolotean en derredor con la inconsciencia de palomicas junto a luces, y a los
chiquitines que no campan a sus anchas, embárcanlos las niñeras que hacen galas de tobillos y aspavientos y
chillerías en tanto se pasma el pequeñuelo.
Cuando veo a las niños que alegres e ingenuos entregan su moneda y suben a las barcas con el fuerte y frío
viento al uso en tal lugar, paréceme entregan el óbolo a Caronte, el fatídico barquero de la Estigia.
Hace tres años, cuando un carrousel destrozó y mató una criaturita, todos pusieron el grito en el cielo.
¿Pero es que no mueren también, ¡ángeles de Dios!, en las cunas?
¿Es que ha de ser aquello de “ojos que no ven, corazón que no siente”?
¿Es que para afligirnos y poner en el Cielo el grito necesitamos ver a las criaturas en banastos, hechas papilla y chorreando su sangrecita roja de zumo de jazmines?
(1). Claro está que nos referimos para años sucesivos, pues para este año tiene perfectísimo derecho al
papel de ellos.
A finales de abril de 1917 inicia sus colaboraciones gráficas en Ideal de Aragón. Este periódico, órgano del
Partido Republicano Autónomo Aragonés, estará dirigido por su amigo Gil Bel desde abril de 1917 a enero
de 1918.
El 15 de diciembre de 1917, desde sus páginas, Ideal de Aragón dedica un homenaje al oscense Manuel
Cubero -militar, orador, poeta, republicano,...- que había muerto en las trincheras francesas en 1915. Entre
otros artículos firmados por Samblancat, Gil Bel, Silvio Kossti, etc. aparece uno de Ramón Acín titulado
Cubero, el rezagado:
Para Ángel Samblancat.
Y pensar tiernamente en mí: y cuando os toque el turno de beber, acordaos de aquél que fue y ya no existe.
OMAR-AL-KHAYYAN.
Llegó al mundo con bien cumplido medio siglo de retraso; pero mozo arrogante y de talento, pudo llevar el
pecado con la cabeza en alto.
Era un romántico, y le cupo en suerte asomar a la vida en época que el romanticismo se refugia en horteras enamoradizos y escribidores, o en damas que ante el pavor de las canas que apuntan echan a contar los
otoños por primaveras, para ahorro de pisar inviernos.
Apuesto y galanteador y poco melindroso,tuvo amores, muchos amores el romántico mozo: mas sabía que
los pájaros que anidaban en su cabeza eran de fauna ya perdida, y que hervía en sus venas sangre de tiempo
atrás, y que a sus nervios movían los resortes viejos para los menesteres del moderno amor, y así a las Maritornes no dio tratamientos de Dulcineas, sino pescozones de mesón, y en las damas de por arriba entrevió el
histerismo y la neurastenia en sus pujos románticos, y las trató con indiferencia de médico o con recetar de
veterinario.
Decía, no sé si Dumas, no sé si Víctor Hugo, que la cadena del matrimonio era tan pesada, que hacían falta
dos personas para llevarla y a veces tres.
Mi amigo Cubero cargó con no pocos eslabones de esas cadenas de mal amor, y fue el cirineo ¡bello cirineo! aliviador de cruces matrimoniales.
Era aficionado a representar farsas teatrales; mas a fuer de rebelde, resultaba en sus papeles amanerado.
Hacíalo todo a la manera suya; pasión, ampuloso, sin énfasis, mostrando la gallardía y el amor y la salud por
sus poros, y por sus ojos y en su tono y en su decir y en su manoteo y en su caminar.
Ese exceso de vida, pondríalo, quizás, en el teatro, en pagos al tanto de teatro que nos vemos precisados a
poner en la vida...
Don Juan Tenorio, Juan José: sus creaciones habían de ser como éstas; locos de amor y de pasión.
En el Oswaldo, de Espectros, le hubiera dolido su propia médula y se hubiera ahogado en la locura quieta
y gris del pobre pintor. Aquel fuego, aquella pasión, aquellos nervios de meridional no cabían en los dramas
ibsenianos, donde al decir de Vargas Vila, todo en ellos es frío, hasta el beso tiene frialdad, como el ala del
ánade húmeda de cierzo.
Era un rezagado; era biznieto de los capitanes de los tercios de Flandes y a ellos había salido dando un
salto atrás; salto de tigre en la llanura del tiempo.
Se hizo, pues, militar; mas la teresiana no iba bien en aquella cabeza moldeada para chambergo plumeado,
y las polainas ceñidas andaban azarosas en las piernas, hechas y plantadas para el libre campar de bota de
comunero castellano, ni su sangre y brío de potro joven se avenían con nuestras guerras en caricatura y falta
de enjundias para pronunciamientos.
Un día, desilusionado por el fracaso de una intentona revolucionaria, abandonó la guardia, y tomando del
talle, al azar, una de sus amantes, sintióse cirineo una vez más, y aliviando el peso de una de aquellas cadenas que Hugo decía o decía Dumas, pasó la frontera y se instaló en París.
Años después regresó a su pueblo; ganaba cumplidamente el pan de cada día en un taller de maquinaria
agrícola; de tanto en tanto hacía correrías aquel mozo cosmopolita de lugarejo en lugarejo vendiendo máquinas agrícolas, bellas y apacibles, como estrofas de virgiliano poema.
Una noche de vino y de zarabanda de mujeres, noche de prostíbulo y de verleniana taberna, que pasámosla
juntos Cubero, Roig, el músico, Añoto, el escritor, y yo, decía el primero a voz en grito en la rúa más ancha
de la población: “¡Somos lo más sano de la capital!” ¡Cristo qué cuatro éramos para llevar una peana de
virgen sin que llegara a santa, en el camino entre eructos de libaciones!
Fue de nuevo a París; allí le sorprendió la guerra, y alistóse en las filas de la Francia revolucionaria.
¡Bello gesto más desafortunado que el de Byron en Misolongi y Espronceda en Polonia!
De los primeros fue ¡oh pioner! que posaron sus plantas en esa selva de los tanques- reptiles y de los
hombres-topos, enmarañada de bayonetas, regada por arroyos de sangre y abonada con piltrafas de rebaños
mansos.
Walt Withman, el cantor de los pioners, de los que hollaron los primeros la virginidad de las selvas, habría
de cantarte ¡oh, pioner de la selva, de los esputos de hierro y eructar asfixiante, de los árboles esqueléticos de
ramas flacuchas como húmeros roídos y carpos mondos y falanges lirondas! ¡Oh, pioner, como Dante, de la
nueva selva de las cittas dolentes, por docenas y las lobas hambrientas y los canes Cerveros y Furias volanderas y Minos de cien colas y círculos y tormentos de mil modos!
Una granada le destrozó las piernas y lleváronle a un hospital, donde las amputaron junto a las ingles, de
aquel potro sin domar.
Dicen que cuando despertó del cloroformo, viéndose en tal guisa, se disparó un pistoletazo.
Así murió Manolo Cubero; aquel mozo rubio, bello, valiente, aventurero, audaz, enamorador. No era su
temple para llevado en carromato, ni caminar a gatas con la carga de la vida a la espalda, entre mendrugos
de pan, implorando misericordia quien tiró las monedas y derrochó salud, rebeldías y amor.
ENVÍO
Diéronme la noticia de su muerte hallándome en un baile en el Centro Aragonés, de Madrid, rodeado de
bellas amigas, y atolondrados los sentidos de luminarias y piruetas y músicas y risotadas. Fui cobarde, hice
corto de ánimos y me faltó valor para tomar del talle una jovencita y zambullirme en el vórtice abigarrado y
cachondo de la danza. Hubiera sido la más bella manera de honrar aquel gallardo mozo de temple de acero.
Fui cobarde; las piernas hubiéranme fallado entonces, mas hoy, cuando me toca el turno de beber no me
tiembla la mano al levantar mi copa, y pienso tiernamente en él, y me acuerdo de aquel amigo que fue y ya
no existe.
Unos días después, el 22 de diciembre, sale publicada en Ideal de Aragón una pequeña nota de su amigo
Ángel Samblancat titulada “Tarjeta Postal. A Ramón Acín” que dice: “He leído tu ‘Cubero, el rezagado’. Un
trabajo perfecto, acabadísimo. Un primor todo él. Tú, Acín, eres un morral, y como de una vez no te pongas
a trabajar seriamente -a pintar o a escribir- te voy a pegar un tiro. A ver si así te desentumezco y te quito la
modorra. Ángel Samblancat.”
Ramón Acín le contestará en el mismo diario el 5 de enero de 1918 con Tarjeta postal. A Samblancat:
Enterado de tu grata y agradeciendo el tiro que algún día te rogaré hagas efectivo, favor que espero no me
negarás en pago a nuestra sincera amistad.
En cuanto a que pinte o escriba, escucha:
Hokusai, el maravilloso creador de la escuela que los japoneses llaman “espejo de lo que en el mundo
pasa” (Hkujoye), lleno de talento y largo en ganas de trabajar, se despidió de la vida a los ochenta años, con
estas palabras:
“Si la muerte hubiese esperado cinco años más, yo hubiera llegado a ser un gran pintor”
¡Ay! amigo, por mucho que mi parca retrase el hilar y llegue tardo ese trance que dieron en llamar duro los
blandos de ánimo, ¿a qué habré de llegar, corto de caletre que soy y de añadidura apático y desordenado en
el trabajo?
En literatura, otro que tal baila. Puliría y repuliría y pasaría uno y otro día palabras y oraciones, y llevaría
unos y otras en zarandeo días y más días (así cuentan hacía Flaubert) y aun resultaría la cosa deslabazada y
ayuna de sustancia...
Item más, y no es mal item éste. Los cucos de la desidia se me comen y llevo a cuestas el cadáver de mi
propia voluntad que si no huele, será porque al igual que el bicho capricornio (macuba en nuestra tierra) la
embalsama su propia pobredumbre.
Mas a pesar de los pesares, trabajaré y saldrás con la tuya; mas cuando me llamen a juicio para responder
de mis pecados al Arte, mostrando lo del tiro de tu grata, diré al tribunal:
Miserere Miserere, compadécete de mí. Pequé, mas a ello me arrastró miedo insuperable.
Y en este modo las Musas compasivas me enviarán al quinto Cielo y de allí contemplaré el círculo octavo
del Infierno, el de los malos consejeros donde tú te quemarás per sécula seculorum. Amén.
P.S. Te agradezco lo de morral hasta sin mayúscula...
El 2 de febrero de 1918, de nuevo en Ideal de Aragón, Acín publica un artículo recordando a Joaquín Costa
en el VII aniversario de su muerte y titulado La lápida:
Éste es nuestro Hombre. Es un gigante, dijo el pueblo. Como los de Israel de Enac el gigante, decía:
Es tan grande, que a su lado parecemos langostas.
Éste es el gigante de la Despensa y de la Escuela, dijo el pueblo-. Este Atlante nos trae a las espaldas el
mundo oriente de las vacas gordas y los graneros rebosantes del Egipto de Faraón y los jardines sabios y
bellos de Academos.
Este gigante, dijo el pueblo, será el Cirineo que haga ganar la cumbre a Sísifo-Español.
Éste es el Savonarola de nuestra España-Florencia, dijo el pueblo.
Éste es nuestro cirujano-carnicero y nuestra enfermera amorosa, dijo el pueblo. Éste es nuestro Dantón y
nuestra Isabel de Hungría. Éste trae en las manos los rayos de Júpiter soberbio y las llagas de Francisco el
humilde.
Éste es nuestro David, dijo el pueblo. Éste es nuestro David. Trae el arpa sonora de su elocuencia musical,
y la honda, y las piedras picudas del valle de Terebinto para derribar a Goliat-Cacique.
Éste es nuestro León; salió con Daniel del pozo de leones del rey babilónico, dijo el pueblo.
Éste es Pablo, dijo el pueblo. Éste es nuestro apóstol; éste es el de las cartas a los césares y a los pueblos.
Éste es Ezequiel, y Nahúm, y Malaquías, dijo el pueblo. Éste es nuestro profeta.
Éste es nuestro Moisés, dijo el pueblo. Con la vara milagrosa de su política del agua humedecerá las secas
fauces de nuestra Tierra-Tántalo.
Yo soy vuestro Moisés, le dijo al pueblo. Seguidme y vuestra será la Tierra de Promisión.
Y el pueblo siguió a su Moisés; mas fallóle volar para cruzar el Mar Rojo de la Revolución, y temblando
desbandóse como comadrejas y abandonó el pueblo a su Moisés.
Y entonces, el Gigante, el Cirujano, el León, el Apóstol, el Profeta, el Moisés, en un vuelo de águila, asentóse en un picacho del Pirineo que fue monte Sinaí y monte Calvario.
Y en la zarza ardiendo de su propia cólera habló al pueblo de comadrejas, y le llamó eunuco, y díjole no
tenía más hombres que sus mujeres.
Y el profeta murió, dejando esculpida la lápida de su pueblo de comadrejas:
“AQUÍ YACE ESPAÑA.
DEJÁRONLA MORIR SUS HIJOS,
QUE NO SUPIERON ODIAR Y MALDECIR.”
El 19 de febrero de 1918 publica en El Diario de Huesca el artículo Cristos-Judas. Para Demócrito, escrito
que reproducirá Ideal de Aragón cuatro días después, donde muestra una postura contraria al centralismo;
hace una crítica severa al regionalismo catalán propugnado por Cambó y defiende el federalismo:
Conforme con las ideas expuestas en su artículo “¿Regionalismo o federalismo?”
Silvio Kossti leyóme, aun en borrador, el manifiesto regionalista aragonés, cuya redacción habiánle encomendado. Indíquele yo, disentía de aquella orientación. Con gentes de las derechas, ni regionalismo ni nada
de este mundo: pronto o tarde, la ayuda prestada cobraríanla restando libertad al cerebro y ración a la andorga.
Las ovejas, los fanáticos, los esclavos, los capitalistas, nunca fueron regionalistas. Guiados por un pastor
zafio las primeras, los segundos tras un sacerdote visionario, siguiendo aquéllos el carro victorioso de un
caudillo déspota y los últimos tras las ancas rubias de un becerro de oro, son capaces, sin acordarse del terruño en que nacieron, de dar al mundo siete vueltas.
Como Verhaeren el poeta, “amo violentamente el lugar en que nací”, pero ese lugar lo quiero con libertad;
donde falte la libertad, es tierra siempre propicia para que levanten en ella una cárcel o abran una tumba.
¿Regionalistas sinceros? No podéis serlo, catalanistas, comerciadores con las ideas y con las cosas. Lo
pudo ser Mistral, cantor de los amores de dos rapaces a través de los campos de la bella Provenza. Pudo
serlo Fray Luis de León, que todo su gozo lo veía cumplido con un huerto en la ladera de un monte plantado
por su propia mano. Las flores de ese huerto y de esos campos tenían para ellos otro aroma que las otras flores, y posados los pájaros en esos campos y en ese huerto, parecíales cantaban mejor. Las monedas, comerciadores con las ideas y con las cosas, tintinean igual en todos los mármoles de este mundo...
En lugar de coger el cadáver de Pí Margall y llevarle a ganar batallas políticas como dicen las ganó guerreras el Cid ya difunto, comerciantes al fin, los catalanistas falsificaron las ideas del apóstol de la democracia y
del federalismo, y aguadas con los caldos pútridos de la reacción y la plutocracia, llévanlas de feria en feria,
anunciando a bombo y platillos un nuevo maná.
¿Redentores vosotros, Cristos-Lázaros? ¿No veis vuestra lepra, difuntos metidos a resucitadores?
¿Redentores vosotros, Cristos-Mercaderes? ¿Entraréis al templo enarbolando un látigo vosotros que lleváis
el rostro cruzado de viejos latigazos?
¿Redentores vosotros, Cristos-Judas, que vendisteis a la Asamblea-Mesías por las treinta monedas de las
dos carteras?
¿Redentores vosotros, Cristos-arrepentidos, que os quedasteis en la cena sin valor para llegar al Gólgota?
Hasta que cante el gallo, muchas veces os negaremos, en tanto no os veamos caminar sobre las aguas del
Tiberiades de la decencia.
¿Cambó regionalista sincero? ¿Habéis leído esa interviú de La Esfera, donde el semita catalanizado cuenta
la “irresistible atracción” que el Oriente ejerce en su espíritu? ¿No visteis cómo añora la vieja Judea, como
añoran la selva los leopardos enjaulados?
¿No retendrá el vuelo de ese pajarraco, mejor que las barras catalanas, la abundancia del comedero?
Con ese mal pastor de los prados catalanes, lleven ojo avizor los guardas de los vecinos predios. La vaca
ciega de Maragall, valido de su nobleza y de su ceguera, llevarála a pastar más allá de los linderos de su
heredad.
Vaya el leader de los regionalistas plutócratas y reaccionarios paseando en sus correrías su porte judío (no
de los judíos de Avicebrón, sino de los judíos de Sylok) y su traza de reyezuelo de taifa, que no logrará olvidemos la fuerte y humilde figura de Pí Margall.
El nombre de Pí ha de ser el “Jesús” que ahuyente el Cambó-demonio de nuestros pecados.
Con salmodia federal hemos de exconjurar a esos malos brujos del aquelarre catalanista.
Con hisopos mojados en aguas federales aspergiaremos a esos trasgos con barretina.
*
¿Regionalismo o federalismo?
Federalismo sano y fuerte. Las regiones, hoy, llevan una vida simbiótica o parásita; son organismos inferiores que no pueden por sí procurarse los elementos vitales necesarios.
Sería un suicida el hongo, falto de raíz y ayuno de hojas, si renegaba del árbol a cuya sombra y expensas
vive.
Bien columbró esto el sagaz de Cambó cuando envió a los archivos de la historia todo el mamotreto del
separatismo catalán.
Harto caras resultaríanles las fiestas de cuatro días celebrando una independencia mal soñada, si luego
encontrábanse con la muralla de las aduanas y tenían que sacar sus paños a luchar en quijotesca y desigual
batalla con los tejidos de la Albión.
Entonen un yo pequé esos pseudo apóstoles redencionistas; desanden el camino pasado y tomen la vereda
por donde tan amistosamente caminan Spencer y Darwin (el uno con su evolución de las sociedades; el otro
con su evolución de las especies); lleven los pueblos “a la luz de los principios de la evolución espenceriana” como indica “Demócrito”, y cuando aquel organismo de que antes hablamos haya seguido las leyes de la
evolución darwiniana; cuando aquel vegetal ayuno de raíz y falto de hojas tenga éstas y aquélla que le proporcionen el nitrógeno y elaboren la clorofila necesarios, cuando en el huerto de cada uno tengamos nuestro
árbol que nos preste la sombra y nos dé el fruto que necesitemos, entonces aserraremos el árbol nacional,
que por añoso y desmedrado y corto en savia que sea, todos necesitamos por hoy la poca sombra y el poco
fruto que puede darnos.
Cortar la cabeza del centralismo, pero decapitarlo con la daga de las ideas libres. Presentarnos la cabeza de
ese Holofernes, déspota, en la bandeja de las teorías de Henri George, del libre cambio y del impuesto único,
y entonces caminaremos a vuestro lado, heroicas y patriotas Judits.
¿Regionalismo o federalismo?
Federalismo fuerte y de buena voluntad.
Nuestra península no es Brahma, el dios que paría por la boca y por los brazos y por el vientre y por los
pies. Podremos esperar frutos óptimos tomando todos parte en las desazones del embarazo y en los dolores
del alumbramiento.
Váyanse norabuena los curanderos catalanistas, que si hay que echar el fórceps en la matriz cansada de la
vieja España, no faltarán curanderos, que si curanderos al fin y no doctores, a lo menos serán más parcos en
honorarios y no amargarán con poses de afamados tocólogos.
Váyanse norabuena catalanistas y catalanizantes a sus propios lares y duerman tranquilos y no les desvele tan desinteresadamente el porvenir de las demás regiones, que aunque ellos no se engarben ni cacareen,
como acontece con el gallo dormilón de la comedia rostaniana, no por ello faltará en nuestra España el sol
de cada día.
El 1 de marzo de 1918 escribe en El Diario de Huesca, con motivo de la celebración de la Fiesta del Árbol,
Elegía de las arboledas tronchadas:
¡Oh bosques rumorosos y frescos de la Flandes y la Champagne!
Arboledas de la Champagne y de la Flandes centenarias y altivas.
Bosques de árboles de troncos anchos y fibras duras segados como mieses de tallos febles.
Rastrojeras de campos de sembradura de titán.
Bosques sagrados; sagrados todos como el bosque Ortigia que vio nacer al hijo de dios de los bellos dioses
y de Latona.
Árboles Briareos. Gigantes Briareos de los cien brazos, los cien nervudos y sudorosos.
Árboles cortados como cuellos cercenados borbotando la blanca noble sangre de la savia fecunda.
Almas buenas y humildes; vuestros verdugos serán malditos cual los verdugos cercenadores de las gargantas de las vírgenes y de los santos.
Árboles. Vuestros taladores y la descendencia de vuestros taladores recibirán castigos. Desoyeron las
voces suplicantes de las hamadriadas, las ninfas del boscaje, que tenían el hilo de su vida devanado en la
maraña de vuestro ramaje.
Árboles. En el cilindro rugoso de vuestra piel curtida lleváis escrito un noli me tangere que parece clamar:
Ten tu hacha, talador. ¿Quién dice que este árbol oloroso y esbelto no es aquél en que Dafne metamorfosose huyendo de Apolo el dios?
Guarda tu sierra, serrador. ¿Quién dice que el corazón de este árbol hospitalario no ocultó en sus entrañas
viejas a Isaías el bueno, perseguido de los esbirros de Manasés?
Noli me tangere. Ten tus manos; no desgajes las ramas de este árbol retorcido en espasmos de dolor.
¿Quién dice no cobijó el alma rebelde y bella de un suicida?
Ten tus manos; ¿Olvidaste el doloroso lamentar de los suicidas, convertidos en árboles del círculo dantesco?
“¿Por qué me tronchas? ¿Por qué de esta suerte me arrancas? ¿No tienes ningún resto de piedad?
Tu mano debiera ser más piadosa, aunque hubiésemos sido almas de reptiles.”
Arboledas de la Champagne y de la Flandes.
Bosques de la Flandes y la Champagne.
Árboles.
Laurel de Apolo, mirto de Venus, álamo de Hércules, olivo de Minerva, encina de Júpiter, pino de Cibeles.
Árboles.
Bajad en almadía por el río sangriento de la Europa en guerra para levantar con vuestras osamentas el
catafalco de vuestros funerales.
Al día siguiente, el 2 de marzo, El Diario de Huesca publica un artículo de Acín sobre la procesión de Salas, ermita situada a las afueras de Huesca, cuyo título es El nazareno abandonado:
Hemos visto la procesión de Salas. Esta procesión cristiana, es la más cristiana de las procesiones de nuestro pueblo. Si en alguna de ellas va el espíritu del Cristo, será en ésta.
A la diestra y siniestra de un camino polvoriento y guijarroso, unas cruces de piedra, toscas y averiadas,
levántanse como piedras miliarias de vía dolorosa.
La tarde nubosa, sin sol, con airera de azote disciplinando el sayal de una tierra parda y seca, era como
anuncio de crucifixión de redentores.
La procesión hace alto ante las cruces del camino, y arrodillados ante ellas, rezan los misterios de la pasión
del Galileo.
Componen la comitiva más cristiana de la capital un Nazareno desmayado bajo el peso de una negra cruz,
tres curas justos y cabales, una docena corta de entunicados y cuatro pares de llorosas Marías, humildes
mujerucas.
En la procesión más cristiana de la capital no se ven luises endomingados, ni Concejo con bandas, ni señoronas ni señorones. El camino de Salas donde se arrodillan los acompañantes del de Nazaret es polvoroso y
guijarrento y cardos espinosos menudean en él.
En esa vía dolorosa de las cruces de piedra, desmochadas, nadie asoma por balcones entapizados ni por
ventanas ataviadas con colchas de faralares.
En la vía dolorosa del camino de Salas, no más Dios asoma por el ventanal de la Naturaleza, y eso es
poco...
El Nazareno caminaba abandonado de sus ovejas; teníanlas en su aprisco los hijos de Loyola, que ante
unos iconos no ciertamente de Berruguete ni de Forment, mostrábanles otras “Pequeñeces” de otros Colomas.
En marzo de 1918 realiza un corto viaje a Madrid por cuestiones sindicales. Durante su estancia es testigo
de una huelga (huelga de las veinticuatro horas) y la describe en el artículo que publica el El Diario de Huesca el día 22 de marzo con el título Del Goya de los aguafuertes:
Notas inéditas escritas en Madrid antes de
la huelga, en la huelga y después de la huelga
llamada de las veinticuatro horas.
En los soportales duerme más gente que de ordinario. Están hechos ovillos; la panza vacía, pegada a los
muslos y la nariz helada, aprisionada entre las rótulas como en un alicate. Tiritan como pajarracos en mañana de nieves.
Hay gentes ahora que piden limosna sin cantilena de pedigüeños. Se les ve azoramiento en el rostro y se
adivina ira en los puños. La ristra de lástimas que nos cuentan no están cortadas con patrón de mendigo; uno
es el lenguaje de la necesidad y otro el de la hamponería y la desvergüenza.
Anda la gente por esas calles de Dios o del Demonio, abriéndoseles la boca acompasadamente como a cú
cú de reloj; parecen admirados de algo extraordinario; es como si les hiciese muecas la Luna o viesen a Santiago que bajaba en una brazada otra vez a la Pilarica.
Juan y Pedro se encuentran, van a saludarse. Juan comienza con un bostezo; Pedro bosteza también. Antes
de despedirse Pedro bosteza de nuevo y hace lo propio Juan. Dicen uno y otro que es de sueño, que la pasada
noche fueron de picos pardos..., pero el sueño es de dientes...
Los obreros huelgan y los comercios y las industrias pararon su trajín en son de protesta a la carestía de la
vida. Obreros y patronos coinciden una vez. Estos últimos no creyeron en el escarabajo del hambre, hasta
que le sintieron garrapatear en sus propias barrigas.
El Gobierno ha tomado medidas salvadoras...
Unos viejos, sin el recuerdo de que fueron hombres, y unos chavales que según van a hombres no llegarán,
siembran arena en los asfaltos para que los centauros no se rompan sus preciosas crismas.
Esos desgraciados recogerán el fruto de su siembra; con esa arena dura y sucia amasarán la hogaza que les
tiren a los hocicos.
Por las calles cabalgan soldados y guardias civiles y guardias de seguridad. Los primeros, con gayos uniformes, llevan toda la gallardía de los veinte años y requiebran las mozas desde sus alazanes. Los de seguridad y los de montera de negro color y silueta de tape de ataúd... ya es otro cantar.
Los grupos quedan prohibidos, dice la ley marcial.
En una calle, por no decir en todas, vi éste:
Un viejo, astroso y viejo como los apóstoles de Rivera (piojosos de vía romana); una mujer hética con un
crío en brazos, blando y pálido como de Morales, mordiendo más que chupando el pezón de una teta fofa.
Entonando el cuadro, un lisiado de Stteinel con las piernas en una sacramental, y un perro flaco y sarnoso
como el de Alcibíades.
¡He aquí un grupo tolerado por las leyes de paz y de revuelta!
Yo no creí en la generación espontánea hasta llegar a este Madrid de nuestros pecados. En lanzando un
grito de los que dieron en llamar subversivos, surgen guardias y policías de los adoquines de las calles y de
las paredes de las casas y del aliento de los pencos de los carruajes.
Todos los estudios microbiológicos de Pasteur, échanlos por tierra estos macro organismos enmonterados y
con sable.
¿Estamos en vísperas de cosa grande o no más será templar sin ronda luego? Veremos: La Enciclopedia
hubo de matrimoniar con el hambre para parir la revolución. Hambre tenemos para desposar... Viendo enarenar las calles había hombres que no enarenan; si de las Cortes no sale un Mírabeau, de la calle puede surgir
un Desmoulins.
Ha lucido el sol unos instantes, asomando su faz dorada y rechoncha por un desgarrón del cielo nublado.
Yo temo que este buen sol ponga tibieces de un mal cocido en la andorga de los madrileños...
En pleno invierno nos regaló Cronos un día robado a la guirnalda florida de la Primavera.
La gente inundó las calles con cara de bullanga y de kermesse.
Pasa una boda; caminan a pie; son pobres gentes que no sienten la vanidad de la carroza ni en día de himeneo.
Se contentan con folgar, mal comidos, entre dos sillas viejas y fabricar unos críos de chicha y nabo.
Ante un cartelón abigarrado y lleno de majeza, una multitud comenta sobre toros y lidiadores la Pascua
vecina y ansiada.
Este Madrid habremos de trasladarlo a la ciudad de Quito, o habremos de mover el mundo hasta que pase
el ecuador por la calle de Alcalá.
Entonces comenzará la temporada taurina una Pascua de Resurrección y finará cuando nos cite al Valle de
Josafat el ángel de la trompeta.
Para cosas de sustancia y energías, a este pueblo simpático y tumbón, pongámosle un R.I.P. de camposanto.
El 1 de mayo de 1918 publica en Ideal de Aragón 8-8-8. A Luis Bonafoux sobre la jornada laboral de ocho
horas e ilustrado con dos dibujos suyos:
A Luis Bonafoux
Tres ochos; he aquí el lábaro de la religión (de religo, religas, religare, unión, atadijo) socialista.
He aquí el lábaro de la vida feliz; tres signos de infinito cara arriba, símbolo del bienestar en esta nuestra
vida tan corta, tan finita...
Ocho horas para trabajar. El trabajo es bello, el trabajo es noble, el trabajo es salud, es cultura, el trabajo es
santo...
Ocho horas de asueto. El asueto, tras el trabajo, es amor, es poesía, es misticismo, es higiene en el alma...
Ocho horas descansar, descansar sosegado y dulce en lecho blando a la vera de compañera garrida y de
niñitos fuertes. El descanso es trabajo en potencia, poesía en potencia, en potencia amor...
Tres ochos.
Libertad.
Igualdad.
Fraternidad.
Trabajo.
¡Monsergas!
Castillo de naipes que se fue al traste con el resoplido de la primera trompeta militar y patriotera...
Atadijo, nudo gordiano deshecho al sablazo del primer tenientillo metido a Alejandro.
He aquí los tres ochos.
He aquí el nuevo lábaro.
Ocho horas fuego de fusilería y ataques a la bayoneta.
Ocho horas distracciones de cañón; desmoche de museos y bibliotecas y escuelas y catedrales.
Ocho horas dormir en lecho de sangre y fango, sin críos y sin hembra...
Y entre ocho y ocho, para tomar ánimos, al son de los respectivos himnos nacionales, buena sartenada de
higadicos de compañeros de “La Internacional”.
El 1 de junio de 1918, acompañado de una ilustración, publica un artículo en Ideal de Aragón donde critica
la Fiesta de la Flor. Lleva por título Flores de trapo
-Toma una Flor y dame unas monedas, joven ¡Por los pobres tísicos!
-Por tu donaire, tu sandunga, morucha, morucha.
-Calderilla siquiera, caballero. ¡Por los héticos desgraciados!
-Por tu carne blanca, que será sabrosa como el pan moreno, gitana.
-¡Por los infelices tuberculosos! Una moneda chica...
-Toma, serrana, esta grande y dorada del tres de los Carlos, que pende en mi cadena.
Por la sandunga.
Por los ojazos negros.
Por las mieles de una boca.
Por la color de un rostro.
Por las carnes blancas y por las carnes morenas y apretadas...
¿Y por los héticos y los tísicos y los tuberculosos?
Fiesta de la Flor! No tienen valor esas gentes para llamarla Fiesta de la Tisis. Tienen miedo a esa palabra,
como si cada letra fuera un vivero de bacilos de Koch.
¡Fiesta de la Flor! Un día al año se recuerdan de las pobres ruinas, flacuchas y febricientes, y los trescientos y pico días restantes olvidan que media Humanidad habita en pocilgas y engulle
bazofia y no ve el sol y le regatean el oxígeno.
Como un día celebran la fiesta del Árbol, y los trescientos y pico días que restan contemplan el desmoche
de los robledales y la tala de las pinares verdes y saludables.
Como un día al año celebran la Fiesta de la Raza, los trescientos y pico que le siguen viendo como depaupera, deprisa, deprisa...
Como un día celebran la Fiesta de la Agricultura y otro la Fiesta de los Niños y otro la Fiesta de la Independencia...
¡Fiesta de la Flor! El químico Locomaco, de la Universidad de Roma, nos salve con sus inyecciones subcutáneas de azúcar y sacarina, que con las florecicas de estas muchachas relamidas, gazmoñeras y guapas,
para días hacen presa en nuestras pocas carnes los lebreles de Koch.
El 13 de junio de 1918, día de San Antonio de Padua, Acín pasa la jornada en Angüés acompañando a los
músicos de la Capilla de la catedral de Huesca. Con motivo de esta excursión, el día 16, escribe en El Diario
de Huesca Un día en Angüés:
La del alba sería (lo ya manido, remanido, es aquello de la del alba sería) cuando los expedicionarios
emprendimos la marcha en amplio familiar del Navarrico. EL viaje era a la villa de Angüés. Una cofradía
celebra anualmente la fiesta del santo de Padua y cada año vanle dando tanta importancia que, habiendo
comenzado en misa rezada o sin más adobo que cantores de casa, aumentaron de año en año las añadienzas
de tal modo, que para éste, el simpático y rumboso violinista Mavilla, conocido de sobra en toda la redolada,
llevó nada menos que la Capilla de nuestra Catedral.
Dentro del coche tomaron asiento el maestro y director señor Llauradó, mosén Cecilio Acín, don Rafael
Mavilla y los cantores mosén Eusebio Paraíso, Mauricio Coral y como infante el saladísimo Boleré. En la
vaca, alta y descarada como asiento de romería, acomodáronse, sin miedo al fresco mañanero y sin importarles más bledos que uno, el ponerse afónicos (que eso andaba de cuenta de los cantores) el violinista Joaquín
Roig y Agustín Soler, el del violoncello; en el pescante, Capella, que había de entendérselas con la viola, y
el humorista Ramón Acín, que no habrá que decir no tocaba ni pito ni flauta en tal fiesta, mas a instancias de
los buenos amigos que en la villa tiene y con la gran amistad que con los músicos excursionistas cuenta, se
encaminó á saludar a aquéllos en compañía de éstos.
De auriga llevamos al simpático Alberto Navascués, que si en apolíneo ganóle su colega el de Delfos, en el
manejo de las riendas no le va en zaga.
La mañana estaba tranquila y fresca; los primeros ruiseñores hacían coro con los últimos búhos; a poco
de caminar destacóse la silueta amable de Monte Aragón; camino adelante, pasamos junto a los muros del
palacio donde en Siétamo nació el ministro de Carlos III; poco después, un gallo canta-claro engarbóse en el
tapial de una corraliza y anunció con fanfarria la salida de nuestro amigo el Sol.
Al entrar en la villa, animada y alegre, Alberto el cochero fustiga los jacos con caricias de tralla, animándoles con pintoresco vocerío. Los animales cruzan pujantes y briosos las callejas estrechas, retorcidas y
guijarrosas. Al parar en la puerta de nuestra hospedería, se encara Alberto, risueño y bien plantado, y dice:
“!Esto es entrar con diznidad! ¡eh!”
La escena ha sido bella y de sabor clásico. Torquino el Soberbio no llevara con más destreza y con mayores vuelos su cuadriga, que éste nuestro Alberto su coche de los cuatro caballos.
Ya en Angüés comienzan los agasajos y atenciones de todos. Se almuerza en casa de don Rafael Mavilla,
un almuerzo largo, sabroso y bien servido, instando siempre el anfitrión a repetir de uno y otro plato, como
si en el resto del día no se hubiera de catar bocado alguno.
Y luego de charlar con los buenos amigos fue la misa, en la que ofició el virtuoso párroco de la villa, estando la iglesia adornada con gusto y profusión de luminarias de cera y electricidad y gran concurrencia de
fieles, pues a los del pueblo se sumaron los muchos forasteros que cada año va aumentando el número con
motivo de la ya renombrada fiesta de San Antonio.
Los kiries fueron de Gorriti y el resto de la misa de Hernández, interpretado de modo acabado por la
capilla de nuestra Catedral, pronunciando una elocuente oración sagrada el coadjutor don José Borobio. No
había que decir que la fiesta, aun siendo de larga duración, hízose corta, pues con tan notables elementos no
esa misa, sino aquélla de veintitrés horas del famoso hereje portugués Francisco Méndez hubiera transcurrido sin pesadez.
Después de la ceremonia, nuevas atenciones de los amigos, entre ellos los señores médico, farmacéutico,
maestro, veterinario, practicante y los hermanos López y otros más, y comer en casa de Mavilla, que había
dispuesto el segundo banquete, donde se hizo los de su rumbo y buena disposición de su atenta esposa y
simpática hija.
A la tarde se bailó animadamente y con lindas muchachas en la casa del farmacéutico don Dámaso Galindo; más tarde hízose un rato de música en la casa de la señora viuda de López, donde saludamos a sus bellas
hijas y hermanas y muchas y muchas más que sentimos no recordar sus nombres, interpretándose el cuarteto de Fesca y composiciones para canto; se paseó después, gozando del ambiente amable y encantadores
panoramas y dando fin a día tan complaciente con una cena opípara en la casa del señor Galindo sin parar
mientes en los banquetes de almuerzo y comida y en complicidad con su señora, tan amable siempre y su
hija Felicitas, tan obsequiosa como linda.
A los postres bebiéronse tan variados y sabrosos vinos que la plaga de la filoxera por aquellos términos
parecía pura leyenda. Hízose gala de buen humor y fina gracia, gozándose de aquel ambiente digno de los
tiempos del Renacimiento allá por los días del Papa León X.
La expedición se puso en marcha, sin ganas de comer para una semana y con hambre de sueño para cuatro
días y sintiendo el cronista ser tan flaco de memoria como enjuto de carnes, que lo es mucho, por no poder
nombrar a ellos y ellas, habiendo de mostrar el contento de los excursionistas por delegación y que el amable
médico señor don José Mateos se encargue de los caballeros y la simpática Basilisa Lafarga de las muchachas del baile de la tarde, y de las forasteras, la bella señorita de Lascellas Natividad Guiral, de una belleza
clásica, serena, como un amanecer tranquilo con dos luceros del alba...
En diciembre de 1918, junto con otros compañeros, publican un manifiesto que hace un llamamiento a los
jóvenes oscenses para formar una Agrupación Libre en Huesca. Por el tono y estilo del escrito se podría afirmar casi con seguridad que está redactado por Ramón Acín. El título de este manifiesto es Jóvenes Oscenses:
JÓVENES OSCENSES: por Vicente Campo, Ramón Acín, Miguel Frago, José Jarne, Eugenio Lergurburu
Vidosa, Lorenzo Avellanas, Jacinto Biarge, Florencio Olivera, Félix Gil, Felipe Ascaso, Juan Arnalda, Calix-
to Valero, Juan Jalle, Ramón Rodríguez, Luis Maynar, Ramón Espluga, Luis Amella.
A vosotros principalmente nos dirigimos en este manifiesto para que, si estáis conformes con su contenido
ideológico, prestéis apoyo y colaboración a la obra que nos proponemos realizar. Somos también jóvenes los
que estampamos nuestras firmas al pie de este escrito y esta circunstancia nos da motivo para pensar y creer
que nuestras ideas habéis de verlas desde el mismo plano en que nosotros estamos colocados, y por tanto, es
más fácil y posible la coincidencia. El que nos dirijamos a los jóvenes no quiere decir que excluyamos a los
viejos de nuestra obra; hay viejos físicamente que conservan su espíritu con reciumbre de joven, que tienen
energías y virilidad más que suficientes para luchar contra todo lo que no sea justo, noble y elevado, que es
precisamente nuestro programa, y a éstos, a éstos sí que los recibiremos en nuestra agrupación con los brazos abiertos y dispuestos a tener muy en cuenta sus consejos y su experiencia para luchar con más fe y para
tener más seguridad en los medios que han de ponerse en práctica para llegar al fin que nos proponemos.
Está en la conciencia de todos vosotros que nuestra patria tiene actualmente que afrontar y resolver problemas político-sociales de extrema gravedad e importancia, cuya resolución lo exigen imperiosamente las
circunstancias creadas por la gran guerra y los nuevos valores de vida que han surgido de la misma, y la
mayor parte de vosotros ha llegado al convencimiento de que estos problemas no pueden ser solucionados
satisfactoriamente por los hombres que rigen en la actualidad los destinos de España, que son los mismos
hombres de la catástrofe y cuya ineptitud, ambición y mala fe, la han puesto de manifiesto en cien ocasiones
y ahora más que nunca: son los que sacrificándose por la patria (como ellos dicen) la motejan y escarnecen
de continuo, son los vividores de hace medio siglo, son los politicastros que han hecho de la política un negocio sucio y del régimen un medio de continuar negociando sin ninguna exposición.
Creemos llegado ya el momento en que todos los ciudadanos de corazón y buena fe se lancen a actuar en
la vida pública, haciendo uso de sus derechos de ciudadanía, si no quieren ser cómplices por su pasividad
del desquiciamiento de la patria. Hombres que hasta hoy habéis permanecido alejados de la política porque
os asqueaba el ambiente en que aquélla se desarrollaba, jóvenes que empezáis a ejercitar vuestros derechos
ciudadanos, lanzaos todos a la lucha y tened la seguridad de que con vuestro esfuerzo será posible levantar
la losa de plomo que oprime a nuestro pueblo y le impide desenvolverse, desarrollar sus iniciativas, vivir,
en una palabra. ¡Seréis unos cobardes si así no lo hicierais y las futuras generaciones tendrían motivo para
maldecir de vosotros!
Vientos hasta ahora desconocidos e ideas nuevas soplan y se agitan actualmente en Europa y en el mundo
entero; no pretendemos ir contra los primeros porque, como el navegante, nunca llegaríamos a puerto seguro; no desdeñemos las nuevas ideas, porque éstas tienen siempre tal fuerza de expansión que los hombres,
con todos los medios materiales que les ha proporcionado su inteligencia, no son capaces de detenerlos en
su avance. Triunfan de la fuerza y de los hombres y si se les intenta poner dique, se les detiene momentáneamente para luego desbordarse con más ímpetu y arrollar a su paso cuanto encuentran, y un ejemplo claro y
reciente tenéis en Rusia, cuya gloriosa revolución, santa mil veces santa revolución, aurora de días mejores
para la Humanidad, representa el triunfo de las ideas contenidas durante mucho tiempo por la fuerza de las
bayonetas y que al hacer irrupción lo han hecho de una manera violenta y salvaje.
En esta ciudad, cuna de oligarcas y testigo como ninguna de las malas artes puestas en práctica por la política al uso, se va a constituir y organizar una “Agrupación libre”, compuesta principalmente de jóvenes, que
no tendrá otra finalidad que luchar contra todo lo viejo y caduco, contra la injusticia y la inmoralidad, contra
los políticos de la vieja escuela, contra todo aquello que no puede redundar en beneficio de España, contra
los que se opongan al avance de las nuevas corrientes democráticas que invaden el mundo y que son savia y
vida para los pueblos. Podrán formar parte de nuestra agrupación, todos aquellos que vengan a ella libres de
prejuicios, desligados de todo partido y banderín político que no encaje dentro de la forma republicana de la
cual se han de hacer profesión de fe, indiferentes a las ortodoxias y ritualismos de nuestro tiempo. Cabrán
en ella desde los republicanos de Lerroux, que es en nuestro concepto la forma más conservadora de republicanismo, hasta los socialistas a lo Lenin y lo Trostki: no desdeñaremos a los primeros, porque la política
lerrouxista representa un paso de gigante, dadas nuestras actuales instituciones políticas, y no nos asustan
los segundos porque tenemos la convicción de que sus ideas, que han levantado protestas sin cuento, que
han despertado furiosamente las iras de la burguesía y que han llenado de pánico a los pobres de espíritu,
llegarán a triunfar, como triunfaron las ideas de Cristo en aquellos tiempos de corrupción, tiranía y riqueza
acumulada, a pesar de que contra ellos se levantaron todas las furias romanas, porque eran ideas de paz, de
igualdad y fraternidad, si bien no prevalecieron en toda su pureza porque, al morir Cristo en manos de los
fariseos, los hombres las desvirtuaron a su antojo.
Los que como nosotros piensen, vengan en buena hora a engrosar nuestra Agrupación, y como quiera que
nos proponemos realizar una labor cultural honda y constante para que los individuos que de ella formen
parte sean conscientes de sus deberes y derechos, respetuosos con las ideas y creencias ajenas, honrados,
educados, buenos y libres, invitamos de una manera especialísima a los intelectuales para que nos asesoren y
nos guíen con sus conocimientos y su saber.
Tenemos por bandera el amor a la cultura, el culto de la fraternidad y de la libertad y así el fracaso nunca
será con nosotros: podremos ser pocos, mas entonces tocaríamos a más amor.
NOTA. Se ruega a los que piensen como nosotros concurran el lunes 23, a las nueve de la noche, a la calle
Zaragoza, 17, bajos, Sociedad (“Nueva Bohemia”), para tratar detalles de organización y otros asuntos de
interés.
El 19 de febrero de 1919 aparece en Huesca el primer número de la revista decenal Floreal, órgano de la
Agrupación Libre, que se publicará hasta 1920. Según Ricardo Del Arco, su primer director fue Vicente
Campo y se imprimió en casa de Modesto Aguarón. Ramón Acín estuvo muy vinculado a esta revista y hay
motivos para pensar que fue su director durante algún tiempo y su “alma mater” mientras se publicó.
Según Ángel Samblancat (España Nueva, Madrid. 20/III/1919), este decenario nace “bajo la advocación
y espiritual patrocinio de Santa Rosa Luxemburgo, madre y mártir alemana. Es el órgano de la Agrupación
Libre, que es un avance o ensayo de soviet, compuesto de intelectuales y obreros, que se ha constituido en
Huesca para tomar posesión, cuando la hora suene, de la tierra y demás bienes que los ladrones propietarios,
que los malvados ricos detentan”.
En julio de 1919 también colabora en Revista de Aragón, fundada por Felipe Alaiz, y de la que tan sólo
saldrán dos números. Se sabe que Acín publicó un artículo en el primer número pero no se ha localizado
ningún ejemplar hasta la fecha. También desde finales de este año hasta 1922 colaborará asiduamente con el
semanario sindicalista de Lérida, dirigido por Joaquín Maurín, Lucha social. Acín firmará con su nombre o a
veces con el seudónimo de “Espartaco”.
Durante las Navidades de 1919 publica en Floreal un artículo criticando las obras de caridad que se realizan en los días de Navidad. Acín tiene una sección fija con el encabezamiento Espigas rojas que es el único
título que tiene este escrito:
Estamos en los días críticos en que una caridad cruel y cínica, acogota a la Justicia despiadadamente.
A todos los hogares de los miseriosos, de los que no comen o comen bazofia durante el año, llegan estos
días llevados nada menos que por señoronas o por arte de birli birloque (“Que no sepa tu mano izquierda lo
que da la derecha”) ricos presentes. Turrones, buenos vinos, hasta carne... Hay que insultar a los pobres el
día del nacimiento del Ex redentor haciéndoles comer un sólo día lo que los ricos comen todo el año.
“Arregle una cestita bien surtida, no escatime nada... es para una familia muy pobre... no es cosa se tengan
que acostar sin cenar la noche del nacimiento del Niño Dios...”
Sí, y las trescientas y pico noches que siguen a la del nacimiento del Ex redentor ¡que los parta un rayo!
*
A fines de Enero, cuando se hayan gastado los zapatitos de cartón y los caballitos de cartón también que
los Magos pusieron para los niños pobres en los balcones de las señoras ricas; cuando en las boquitas de
los pequeñuelos quede el recuerdo tan sólo de las golosinas regaladas por las señoritangas en las fiestas de
caridad; a fines de Enero, los niñitos pobres, débiles y frioleros como pájaros, con caritas de listos porque
el hambre hasta que mata hace el regalo de la sabiduría, contemplando los escaparates de confituras y los
escaparates de bazar, dirán:
“No más faltan once meses ya. Los pies irán calientes con zapatos de color de carne -los pobres aprenden
en la Nochebuena el color de la carne- y diez días seguidos guardará mi boquita el dulzor del mazapán”
¿Qué decís, que decís? ¿Que cada día hay menos miseria? Cierto, señores, señorones y señoronas y señoritas señoritangas, cada día hay menos miseria porque se acerca la Justicia acogotando caritativos sin caridad.
Cada día hay menos miseria porque todos los días queremos celebrar comiendo y trabajando y cantando el
nacimiento del Sol; Redentor nuestro. Pan nuestro de cada día...
En vida de mi abuela Rita que era de Loarre, algunos ancianitos asilados, paisanos suyos, venían de quince
en quince días -los ancianitos asilados sufren quincena tras quincena como los carteristas reincidentes-; de
quince en quince días, decía, los ancianitos asilados paisanos de mi abuela Rita, venían a quitarse unos años
con el recuerdo de los tiempos mozos y a alegrarse las penas de la vejez con unos chupitos de vino claro.
Un día mi abuela, muchos muchos años hace y parece que fue ayer, preguntó a uno de sus paisanos, como
ella ochentón, sordo y rugoso.
—¿Y qué tal, qué tal coméis?
—Mira Rita. A los que estamos acostumbrados a comer mal, no se nos hace hoy cuesta arriba...
Yo era muy chico muy chico, pero se adentraron esas palabras en mis oídos, que siempre las llevo como un
sonsoneo...
Todos los ancianitos de que os hablo han muerto. A mi abuelita le faltaban tan sólo dos años para los
noventa; a los otros, si los vemos en junto les sobraba unos cuantos del medio millar. Hace muchos años,
muchos años, pero yo abría mucho los ojos cuando llegaba la caravana de ancianitos y parece que los veo
curvos, rugosos, arrastrando los pies, y con el insulto sobre sus espaldas y sus cabezas de unos chaqués y
unos sombreros pasados de moda que las monjitas les pusieron con santa ingenuidad —¡Santa simplicitas!—
regalos de usureros que quieren comprar el cielo a Dios con el donativo de cuatro pingos.
Ya habréis leído el artículo del camarada Chueca “La Sociedad Herodes”.
El infanticidio brusco; el infanticidio a lo griego, tirando un pequeñuelo de lo alto de una roca; el infanticidio violento, el infanticidio apretando la garganta de un niño, débil como la de un pichón, no debe castigarlos tan duramente una sociedad que deja impune el infanticidio lento por falta de higiene, de alegría, de
amor, a vistas de inspecciones de sanidad y juntas de protección y discípulos y discípulas del maestro del
“Dejad que los niños se acerquen a mí”.
¿Es que no os salta el corazón cuando leéis que en las inclusas y en los asilos muere el sesenta por ciento
de los niños asilados y de los niños incluseros? ¿Es que el corazón no os dice que hay que pensar en algo
más justo y más eficaz que la caridad oficial y cristiana?
Yo tengo un dibujo inédito que lleva por título las palabras de Cristo: “Dejad que los niños se acerquen a
mí”. Una fila enorme de monjas de tocas blancas y de sayales negros, como palomicas injertas en cuervos,
tienden las manos regordetas a unos pequeñuelos que van pasando bajo el arco ojival de los pubis grandes,
mondos y lirondos, de un enorme esqueleto.
También de las Navidades de 1919 se conserva un recorte de prensa, se desconoce el periódico de que se
trata, en el que se ve un pavo con sombrero de copa firmado por Acín y un breve texto con el título El señor
don Pavo de Navidad:
He aquí la figura de la temporada. Durante el año engordando para morir, y de Pascuas a Reyes, diñándola
a manos de una cocinera; eso sí, acabando sus días con más orgullo que don Rodrigo en la horca.
Tráenlo del pueblo, y pasea su cuerpo orondo y redondo de nuevo rico por la ciudad.
Un señor lo merca y lo envía a otro señor en pago de atenciones habidas; éste lo envía a otro señor y este
señor a don Fulano que a la vez lo envía a don Perengano que lo remite al señor Perico de los Palotes donde
termina su calvario y en donde lo ahorcan, lo despluman, lo cuecen, lo trinchan, lo minchan y se chupan los
dedos.
Y al siguiente año, a los hijos de sus padres les acontece lo propio y lo propio sucederá a los nietos de sus
abuelos que durante el año engordarán para morir y la diñarán de Pascuas a Reyes a manos de una cocinera;
eso sí, con más orgullo que don Rodrigo en la horca y en tanto la humanidad no se haga vegetariana, que va
para largo...
A finales de marzo de 1920 publica un artículo en Floreal en su sección Espigas rojas, que no se conserva,
pero que el 3 de abril reproducirá el semanario zaragozano El Comunista, en el que apoya a los compañeros
anarquistas encarcelados por realizar campaña en defensa de los participantes del asalto al cuartel del Carmen de Zaragoza el 9 de enero de 1920. Dice así:
Los camaradas y amigos nuestros de EL COMUNISTA, Zenón Canudo, Manuel Albar y Moreno García,
contestando al saludo de Floreal, nos escriben desde la cárcel una carta llena de humor, de jovialidad y de
firmeza. “Aquí pasamos la vida –dicen- leyendo, escribiendo, jugando a la pelota, cantando, y recordando
a los buenos amigos. A pesar de la piojina que nos pica, no perdemos nuestro buen humor, ni la firmeza en
nuestros ideales. Esto último, aunque nos asen como a vuestro San Lorenzo.”
He aquí unos jóvenes, unos muchachos (Moreno y Albar no llegan a los veinte) firmes y joviales. He
aquí la nueva generación que ha de traer un mundo nuevo. He aquí unos jóvenes que saben de firmeza y de
jovialidad; que se chancean hoy en la cárcel de la piojina que les pica y que mañana si les llega la hora de
extender los brazos en la cruz de un Gólgota, sin habérselas dado de redentores ni esperar la recompensa de
la gloria, no serán sus últimas palabras para echar cobardemente en cara al Padre el abandono en que dejó a
su Hijo.
El anarquista Malatesta ha dicho: Un químico vale por diez generales.
Los kaiserianos de por acá tienen fe en el triunfo del militarismo alemán; dicen que Alemania es la nación
de los mejores generales.
Nosotros, los espartaquistas de por acá, tenemos plena fe en el triunfo del espartaquismo alemán; decimos
que Alemania es la nación de los mejores químicos.
El triunfo será de los que pensamos a lo Malatesta, porque los generales necesitan a los dinamiteros y los
dinamiteros para tres puñetas necesitan a los generales.
Tal vez por este escrito es procesado, tal como cita en su artículo publicado en El Diario de Huesca (19/
IX/1930) y titulado Recuerdos. Diez años atrás, en el que dice: “...pues a la sazón me hallaba procesado por
el fuero de guerra, teniendo que presentarme cada quince días en la Comandancia de la guardia civil y sin
poderme alejar de la capital”.
El 30 de abril de 1921 escribe desde Madrid, para el semanario sindical leridano Lucha Social, el artículo
Otra procesión, en el que se refiere a la celebración del 1º de Mayo en esa ciudad:
Hay quien se cree anarquista y no lo es y hay quien es anarquista sin saberlo. Varios años me ha cogido
aquí en Madrid el primero de Mayo, al ver el desfile de la manifestación obrera, actuaban sobre mi espíritu de Juventud dos fuerzas contrarias. El amor a la rebeldía y a la emancipación pugnaba por sumarse a la
muchedumbre proletaria. Mi odio a las bandericas, al rebaño que paseaba sus lanas lacias y puercas ante los
ojos de quienes lo habían luego de trasquilar, impedíanme ser uno más en aquella procesión bufa, famélica,
sin nervio, antes que coco de poderosos, motivo de regocijos o de lástima, que es algo peor.
Aquí en Madrid, celebrarán una vez más la fiesta del trabajo al modo socialista y madrileño; después de la
procesión, se lanzarán al campo a comer una paella de mal arroz y llenos de fantasía, a los cuatro chupitos
de valdepeñas, los piltrafas de vaca tísica se les antojarán higadicos y criadillas de burgués.
Ramón Acín.
Madrid, 1921.
El 18 de junio de este mismo año escribe en Lucha Social, firmando como “Espartaco”, el artículo La
represión, forja de héroes:
Quisiéramos que este escrito hiciera el efecto de un latigazo en pleno rostro al que lo leyere; quisiéramos
que todavía no repuesto de la brutal prevención, sus oídos escuchasen estas palabras nuestras como imprecaciones, como insultos, como blasfemias; quisiéramos que nuestro lenguaje despertase en el lector la cólera,
la ira, la acometividad ; pero a falta o en vez de estas manifestaciones viriles, momentáneas, ineficaces,
queremos ver asomar a los rostros el rojo de la vergüenza y en las almas el noble sentimiento de humanidad
y de justicia social. Queremos, en fin, despertar conciencias. Y si para ello recurrimos al grito como los energúmenos y los posesos, es porque nuestros nervios vibran en su máxima tensión, y porque nuestros corazón
y cerebro congestionados en fuerza de acumular serenidad y paciencia, saltan y se desbordan por cima del
cauce regular y ecuánime.
Vergonzosa e inicua es la represión que actualmente llevan a cabo los gobernantes azuzados por la fiera
capitalista. Pero más vergonzosa es todavía la pasividad con que se contempla y la cobardía que supone el
silencio de aquéllos que están llamados a protestar si aún les quedan vestigios de eso que llaman libertad y
derecho.
Ante el suicidio de la dignidad humana, ante la criminal indiferencia con que se acogen el dolor y el humillante éxodo de nuestros hermanos trabajadores, no queremos nosotros sumarnos al ambiente borreguil y
lacayuno.
Elevemos nuestra voz de protesta iracunda y aportemos nuestro magnífico óbolo espiritual para hacer que
nuestros camaradas y hermanos perseguidos tengan un lenitivo y un estimulante en su triunfal peregrinación
de rebeldía.
En cierta ocasión leímos un libro del escritor ruso Korolenko en el que describía de un modo tan magistral y realista la represión tiránica de los zares con sus prisiones fortalezas, sus deportaciones a través de la
estepa, sus tormentos, sus degradaciones y ejecuciones, que todo aquello nos parecía terrible pesadilla, fruto
no más que de la imaginación fogosa de Korolenko.
Tan trágicos, tan inhumanos eran los cuadros que el escritor nos muestra en su libro “El Terror en Rusia”,
que nuestra sensibilidad herida violentamente, hacía que no pudiéramos proseguir la lectura, húmedos los
ojos, atenazada la garganta, agarrotados los nervios, oprimido el corazón.
Y, sin embargo, aquello no era sólo literatura. Era la realidad en aquella época del imperio de los zares.
La realidad que cuando se acierta a plasmarla en el lenguaje escrito, da lugar a ese sublime género literario
capaz de hacer a los hombres pensadores y héroes. Vosotros sensitivos, jeremíacos, que plañéis como mujerzuelas por la actual suerte de Rusia, y por la suerte de los que en Rusia imperaron. Sois pobres víctimas
de esta sociedad que os ha robado hasta la facultad de sentir, haciéndoos insensibles al inmenso dolor del
antiguo mujik, e incapaces de comprender el valor y la grandeza de alma de un rebelde ruso de la época del
imperio.
Nosotros, que la hemos vivido, por que la hemos sentido, toda esa grandeza y todo ese dolor del pueblo
ruso despotizado, no podemos hacer otra cosa que compadecer vuestra incomprensión si existe, despreciar
vuestra mala fe, si la hay, y justificar, santificar los medios empleados por los revolucionarios rusos pata
extirpar tanta maldad e injusticia. Alguien ha dicho de la venganza que era placer de Dioses. Nosotros somos
humanos y la saboreamos también. El hecho de la revolución rusa, nos parece divino.
Conocemos un país cuyos gobernantes se asemejan a los rusos en lo ineptos y sanguinarios.
Conocemos un pueblo esclavizado que guarda en potencia enormes sumas de rebeldías.
Conocemos Korolenkos capaces de escribir libros que hagan estallar la santabárbara.
Conocemos y creemos en el aforismo de que «la historia se repite».
Apresuremos el momento acumulando dinamita cerebral, y que las calorías obren a modo de fulminante.
Espartaco.
Huesca.
El 19 de diciembre de 1921 hace su aparición en Huesca el primer número de La Prensa, semanario de los
lunes con ilustraciones gráficas, del cual saldrán unos pocos números -hasta febrero de 1922-; redactado por
periodistas afiliados a la Asociación Provincial de Periodistas, presidida por Ricardo del Arco, y cuyo director será Manuel Casanova, que también lo es en estas fechas de El Diario de Huesca. Acín escribe en este
primer número el artículo E pur si muove:
Esta frase, es de Luis López Allué:
“Periodista en Huesca, chaufeur en Santolarieta”.
Santolarieta, como sabéis, es un pueblecito en plena sierra de Guara y a la vera del Salto del Roldán. No ya
los autos, las cabras monteras para llegar a él necesitan caminar con los cinco sentidos.
Pues bien, vamos a ver si dejamos en mal lugar a López Allué, y todos somos unos Chanfor y unos Menchetas, y unos Banafous y unos Julio Camba y hacemos una PRENSA que sea el Daily Mayly y el The
Thimes y el Vogue y el Simplicisimus en una sola pieza.
Por éstas, que son cruces, que lo conseguimos.
El primer lunes que los periódicos dejaron de salir por obra y gracia del descanso dominical fue un mal día
para el periodismo. Vamos a explicarnos cumplidamente.
Todos conocéis el Chauteclair de Rostand.
Todo el gallinero y demás animales de la corraliza donde el gallo canta claro anunciaba la salida del sol,
estaban creídos que no asomaba el astro rey su rubicunda faz hasta que el gallo fanfarrón lanzaba a los vientos en sonoro ¡kikiriki!
Y un día el gallo tardó en despertar más de lo prudente y vieron que asomaba el sol sin cantos cantadores
su ¡kikiriki!
Así aconteció a la prensa el primer lunes que dejó de salir; todo el mundo pensaba que sin prensa un día el
mundo terminaba y el mundo siguió dando vueltas como los martes y los jueves.
He aquí que Huesca con esta hoja de los lunes vamos a justificar las volteretas a la Tierra por los mundos
de Dios...
El 27 de diciembre de 1921 Acín da una conferencia en el Salón de Fiestas del Mercantil de Zaragoza, con
motivo de la clausura de la Exposición de Arte Aragonés, donde proyecta también sus dibujos de Las corridas de toros en 1970. El 2 de enero, el semanal oscense de los lunes, La Prensa, publica este artículo: Del
arte, el humor y otras zarandajas
Nuestro compañero Ramón Acín, leyó el pasado día 27, en la Exposición de pintores aragoneses, verificada en Zaragoza, una interesante conferencia, titulada Del arte, del humor, de la gloria, de los toros y otras
zarandajas, obteniendo un franco triunfo.
De su disertación, publicamos seguidamente el comienzo.
En Huesca se llama a Zaragoza la hermana mayor. Yo, oscense que soy, permitid que os salude a los zaragozanos llamándoos mis hermanos mayores.
Esto que dimos en llamar conferencia, porque de algún modo tenía que llamarse, no más son que unas notas sueltas, intrascendentes desde luego y quizás quizás sin pizca de amenidad. Notas de humor, de rebeldía
y de pasión, a modo de cuentas de un rosario engarzadas con la benevolencia de vuestro silencio. Quiera el
Cielo que de tanto en tanto engarcéis también unos glorias patri de aprobación.
Son ideas que echo al viento las más, sin definir ni explicar. En unas sería cosa larga y en otras me vería
negro para hacerlo. Aquí podría yo decir como aquel personaje de un cuento Oscarwildiano: “Tengo tanto
talento, que a veces, ni yo mismo comprendo lo que digo”.
Y en pago a esta chanzoneta que me gasto a mí mismo, bien podréis perdonar las chanzonetas que gasto a
los demás.
Y basta de preámbulos al modo corriente y moliente; no más repetiré que no pretendo hablar ex cátedra.
Diré lo que pienso y lo diré del mejor modo que pueda y con la más grande voluntad.
Las grandes artes son cinco y van así: Música, poesía, pintura, escultura y arquitectura.
Para nosotros la música es el punto, la poesía la línea, la pintura la superficie, la escultura el volumen y la
arquitectura la cuarta dimensión y la quinta y la sexta y todas la dimensiones conocidas y por conocer.
En arte como en todo, no más hay geometría. La escala de los pesos atómicos de Mendeleef en Química; la
órbita de Andrómeda en las cosas del cielo, como la revolución rusa en las cosas de la tierra, todo es geometría.
Los dibujos de Miguel Ángel, son geometría elegantizada y rebelde que se fugó de la matemática.
Vamos a decir cuatro cosas de la arquitectura y los arquitectos.
Como veis comienzo por el final, pero mi método es no tener método. Para emplear este método de no
tenerlo, ha dicho un escritor que hay que confiar en sí mismo y no temer al fracaso, pero la gracia está en
confiar a medias en uno y emplearlo, aunque luego se hunda el Cielo y nos tiemblen las pantorrillas por
miedo a fracasar.
La arquitectura, dimensión de dimensiones, síntesis de todas las artes amparadas por todas las ciencias, es
el arte por excelencia. Un pueblo culmina su civilización cuando levanta sus monumentos representativos.
Los dioses como sabéis solo temen del mundo las torres de Babel.
Mas no vamos a hablar de arquitectura. Es tema éste que por corto que uno quisiera ser y por ignorante que
fuera, había para hablar cuarenta días con sus cuarenta noches; todo un diluvio de cosas más o menos bellas
y más o menos sabias y más o menos interesantes.
En esta exposición, a juicio nuestro, son los arquitectos los que vienen maravillosamente.
Vamos a hacer, pues, el elogio de estos arquitectos de un modo un poco raro; haciendo constar la prevención y antipatía que sentimos por ellos en general.
Acontece con los arquitectos como con los curas. Comienzan unos y otros a estudiar de muy chicos,
cuando todos queremos ser obispos y nos gusta levantar castillos de naipes y echar bendiciones y jugar con
arena; y luego en unos viene la falta de vocación y en otros la falta de aptitud. Y es que los curas debían comenzar los estudios a los treinta años, luego de haber pasado con decencia y orgullo por todas las vanidades
y todos los prostíbulos, y los arquitectos debieran comenzar sus carreras a los cuarenta años los que pasaran
con amor y provecho por todas las ciencias, y todas las artes, y todas las filosofías.
Pero nuestra antipatía especial y grande tiénenla los arquitectos metidos en oficios de restauración.
Tenemos una caricatura inédita de la posguerra en que un Febo representando el arte se encara con un
enorme cañón del 42 y dícele: No es tu daño, con ser inmenso, el que me aflige, sino el que luego habrán de
causarme los arquitectos cuando llegue la hora de la restauración.
“!Conservad, no restaurar!” gritó Ruskin.
Y digo yo: si no podemos conservar los monumentos con dignidad hay que dejarlos que se desmoronen.
Antes que verlos morir a mano airada por arquitectos desaprensivos, hay que dejarlos que los acabe el tiempo que a lo menos concede a la piedras largas y bellas agonías.
La restauración no deben hacerla los arquitectos, sino cada visitante a fuerza de cultura y sensibilidad.
Muy certeramente se ha dicho, que muchos arquitectos debieran tener en sus memorias este capítulo:
“Gastos empleados en el afeamiento”.
Pensando en esto y en los claustros de San Pedro el Viejo de Huesca, bárbaramente profanados y afeados
con un románico del siglo XIX, pensamos también en San Juan de la Peña, en manos de arquitectos. Desmontar los capiteles de un claustro que habiéndose calcinado en dos incendios, se están haciendo añicos,
costó 13.000 pesetas. Para levantarlos luego malamente, se gastarán lo menos 50.000. He aquí justas y cabales 63.000 pesetas, dignas de ocupar en la memoria del restaurador el capítulo de gastos por afear.
Inicióse una campaña en pro de lo que llamaban pomposamente “Panteón de Reyes”, el Covadonga de
Aragón y el guardador un día del Santo Graal, concediéndole con un falso cariño, el agasajo de una profana-
ción.
Pensando en esto y en tantos San Juanes de la Peña como en el mundo son, nos han entrado ganas de publicar un folleto en defensa de las piedras viejas y dedicárselo al autor de “Las siete lámparas de la arquitectura” y que habría de titularse así:
La lámpara del falso amor
Octava lámpara de la arquitectura que dejóse
la alta mentalidad de John Ruskin
en los gavilanes de su egregia pluma,
Sírvanme estas palabras contra unos arquitectos, de saludo para los arquitectos que vinieron a esta exposición, tan bien orientados, tan deseosos de levantar sobre cimientos propios en lugar de fabricar pesetas a
costa de las piedras milenarias y nobles. Jóvenes plenos de buena orientación y buenos deseos que saben de
sobra que de nada sirven las academias y los títulos si fuera de ellas no se doctora uno en sensibilidad, en
cariño a las cosas y en desinterés
En marzo de 1922 se celebra en Huesca una Exposición de postales a beneficio de los niños rusos, organizada por Acín junto con María Luisa Baquer y Jaime Pastor. En la velada de clausura de la Exposición,
el día 6, hubo varios discursos y el último fue el de Acín. El Diario de Huesca del 8 de marzo publica una
reseña del acto:
[...] Puso término a la velada que, repetimos, resultó muy feliz, la lectura de unas impresiones, de Ramón
Acín, al margen de la Exposición, en la cual -dijo- han destacado dos notas: el amor al detalle y el odio al
natural.
Escritas con galanura y con ingenio la lectura de las cuartillas fue acogida con una cariñosa ovación.
A continuación publicamos un fragmento de la disertación de Acín:
He aquí que el sueño, el “manjar más grato que se sirve a la mesa de la vida”, como dice Shakespeare, ha
huido de nosotros ante la visión dantesca de la Rusia hambrienta.
Os voy a contar el argumento de un cuento de Chejov, un escritor ruso:
Una niñera jovencita, durante el día, aparte de atender al niñito, tiene que ocuparse en las faenas domésticas de la casa en que sirve. A la noche, cansada del ajetreo y los quehaceres demasiado grandes para sus
fuerzas chicas, tiene que seguir atendiendo al niñito enfermo y raro de por sí. Los días de cansancio se
suceden y las noches de martirio se suceden también una tras otra. Una noche, la niñera, sin fuerzas ya para
velar y con deseos grandes de dormir, aprieta la garganta del chiquitín, tierna y débil como la de un pichón,
y duerme tranquila a la vera del niño difunto.
Si los gobiernos por altas razones de Estado y para dormir tranquilos, como la niñera del cuento de Chejov
van acabando con los niños rusos, nosotros, los que no tenemos que atender a más razones que a las altas razones de humanidad, para dormir tranquilos necesitamos salvar la vida de millares y millares de pequeñitos
que mueren de hambre en las estepas rusas.
He aquí que nosotros queremos dormir tranquilos, pero no como las niñeras del cuento de Chejov a la vera
de miles y miles de mortijuelos...
El 10 de marzo en El Diario de Huesca aparece una nota firmada por la Comisión organizadora de la Exposición de postales, firmada por María Luisa Baquer, Jaime Pastor y Ramón Acín, titulada La Exposición de
postales. Punto final, en la que se hace un balance económico y de participación:
La recaudación total obtenida en la Exposición de postales celebrada a beneficio de los niños rusos, ha sido
de 2.517 pesetas que hoy mismo serán giradas al Banco de Bilbao, que es el encargado de remitir a Londres
las cantidades recaudadas en toda España para los hambrientos rusos. Parodiando la frase del doctor N... ,
decíamos que ni una sola peseta de las recaudadas dejarían de destinarse a la obra de caridad. Así ha sucedi-
do. Para ello, el Círculo Oscense cedió, galantemente, el local, luz y dependencia.
La imprenta de la señora viuda de don Justo Martínez no cobró las tarjetas de invitación para la sesión de
clausura, ni las octavillas que fueron repartidas para anunciar la suspensión de la sesión de cine del Teatro
Principal anunciada para el día de clausura, cosa que hicieron los señores de Aventín por simpatía a dicho
acto.
Isidro del Castillo, joven limpiabotas, generoso y activo para todo cuanto sea obra de caridad, se prestó
gratuita e incondicionalmente para ayudar a la comisión, como así lo hizo de modo admirable.
Las telas y muebles que decoraban el salón fueron también gustosamente prestados por sus propietarios
para dar más realce a la instalación.
Si algún gasto hubo, desde luego pequeño, los sufragó la comisión al objeto de no distraer un solo céntimo
de lo recaudado. Gracias a todos: a los artistas, en especial a las señoritas que enviaron lindísimas postales;
a los adquirentes que de modo tan espontáneo y con tanta largueza dieron su dinero; a la Prensa toda que tan
buena acogida dio a la Exposición; al grupo de artistas zaragozanos que acudió en ayuda de nuestra obra, ya
que nada hay tan común y universal como el arte y el dolor...
A todos las gracias en nombre de esos pobres niñitos rusos que desde las revistas nos miran con caritas de
hambre en brazos de sus madres, esqueléticos y moribundos, por haberles dado la última gota de su sangre.
El 3 de junio de 1922 publica en el semanario leridano Lucha Social el artículo Claveles:
Si hemos de hacer lo mismo que antes, me jubilo. Lo pasado, pasado, bien está, pero hoy es otro cantar.
Dice Vargas Vila, que la Vida tiene dos cosas igualmente amables; la madre que la da, y la pistola que la
quita.
Hay que reconocerlo: tiempo atrás, hasta la gente de más sensibilidad de la organización hemos estado a
punto de meternos a pistoleros.
Y eso está bien, pero de Pascuas a San Juan.
Todo, menos por amor a la Vida, salpicar de cadáveres, sin ton ni son, la Vida misma.
Bien que se cotice, pero no que los sindicatos sean únicamente una especie de oficina de recaudación de
contribuciones. Todo, ¡recristo!, menos por odio al mundo de las contribuciones meternos a contribucioneros.
La palabra compañero, vino a significar algo así, no como don, sino como excelentísimo. Por odio a los
títulos, se creó uno con tantos pelendengues como el que más.
El camarada que ha estado en la cárcel por amor a la causa de la revolución, es digno de aprecio y ejemplo constante y vivo de luchadores. Pero la cárcel no supone nunca capacidad para orientar las masas ni tan
siquiera para desempeñar la conserjería de un sindicato.
Todo se puede tolerar, menos que por amor a un ideal sin redentorismos ni apostolados, nos sintamos apóstoles y redentores.
Mal camino querer olvidar las llagas de Jesús, mostrando los cintarazos de civil.
Ramón Acín
Huesca MCMXXII.
El 22 de junio del mismo año publica un artículo en El Diario de Huesca en el que alude al homenaje al jotero Teodoro Sanagustín, “el Chino”, con motivo de su marcha de Huesca. Dos días después aparece reproducido en Heraldo de Aragón:
De regreso de Barcelona me encuentro formando parte de una simpática comisión para un homenaje al
cantador de Jota “El Chino”.
No hay que insistir en que Teodoro San Agustín “El Chino” se merece ese homenaje y mucho más, llevó la
jota en su garganta y en su vestir con toda la honradez y cariño de buen baturro; ni puso una sola lentejuela a
sus calzones, ni un solo gorgorito en sus labios.
Con sus ojillos alegres y azul claro como arroyuelos y con su cara picaresca, cantaba en la huerta trabajando las frescas lechugas y los pimientos colorados; y así, sin afectaciones, con la misma ingenuidad sencillez, cantaba luego en las rondas y el los festivales y en todo lugar.
...
Encantado de formar parte de la comisión, pero teniendo en cuenta que las cosas no sólo se han de hacer
bien, sino requetebién, y para ello nada mejor que no olvidar las sentencias de Pitarco y Cleobulo, nada
menos que dos de los siete sabios de Grecia, que el no decía “mira el tiempo” y el otro “guarda medida”, o
lo que es igual, tener concepto claro de la proporción y la distancia. Dicho esto, porque parece que comienza a enredarse la cosa y luego no se sabrá si es homenaje al “Chino” o a la Jota lo que va a hacerse, siendo
dos cosas distintas. Lo del “Chino” puede prepararse en pocos días y es cuestión de unas jotas, una comida,
cariño hacia él, y unos duros; todo ello, y aun siendo en tono menor, puede quedar no sólo bien, sino requetebién, pero tratándose de un homenaje a la Jota, y ya es otro cantar; tiene que ser en tono mayor y con la
debida preparación.
Desde luego hay que pensar en ello; en Granada se ha celebrado la fiesta del “cante jondo” con toda pompa
y éxito.
A la sombra de lo flamenco, tan castizo y sentimental y digno de aprecio, había nacido la mala hierba del
flamenquismo.
También a la sombra de la Jota nació la hierba mala del jotismo, y a la sombra de lo castizamente baturro,
nació el más desconsolador y zafio de los baturrismos, y hay que cantar y dignificar la Jota en Aragón, como
dignificaron y cantaron lo Flamenco en Andalucía.
Pero hay que hacerlo por todo lo alto y empleando el tiempo y el esfuerzo necesarios.
Ningún punto más indicado para ello que nuestro Alto Aragón; la gracia de la huerta fragatina (pórtico del
Mediterráneo llamó muy bien a Fraga Felipe Aláiz); las baturras del secano de los Monegros, pardas y moñudas como alondras; la rudeza señoril y picaresca del Somontano de los olivares; esos ansotanos y chesos,
que pasan y vuelven a pasar La Canal, como dice la copla...
...
Queridos hermanos en la Jota: Preparémonos con el tiempo y entusiasmo debidos a celebrar un homenaje a
la Jota de Aragón, que se va, que se va, como todo lo nacido. Si algún nombre ha de ligarse al homenaje, que
sea el de López Allué, que está fuerte y recio como los olivos, pero que también los olivos recios y fuertes
se van. Preparemos con tiempo, y para ese día, una exposición de Arte aragonés; representaciones del teatro genuinamente baturro; organicemos una sala en nuestro Museo Provincial, con los trajes característicos
del Alto Aragón; dediquemos unos días a engalanar nuestros carros y nuestras mocicas, hagamos nuestras
rondas y nuestros dances, y cantemos unos días con alegría de buen vino y olor de albahaca y calor de Sol,
despidamos dignamente lo que se va, dejemos al marchar nosotros, para consuelo nuestro y ejemplo de los
demás, dejemos de nuestro paso por la vida un rastro de belleza y un rastro de amor a la verdadera Patria; a
la tierruca que nos vio nacer
El 24 de junio de 1922 nueva colaboración, firmando como “Espartaco”, para el semanario sindical Lucha
Social con el artículo Lenguaje iconoclasta:
Estamos de chin-chin y de guiñapos hasta lo coronilla. Esos desfiles marciales que la multitud estúpida
contempla embobada, nos fastidian e irritan como todo lo uniforme y como la igualdad social métrica con la
que sueñan los socialistas de alma esclava con mecanismo automático.
Nos da horror pensar en el triunfo de la uniforme-igualdad como horror nos daría ver aparecer el arco-iris
de un solo colorido.
Lo Bello es vario, y las facetas y los puntos de vista múltiples son las inquietudes que nos propulsan a la
consecución de un Ideal, que es más hermoso cuanto más lejano.
Las masas sublevadas son bellas porque las impulsa un anhelo común, libre como su voluntad soberana,
que no responde a voces de mando ni se presta a alineaciones borreguiles.
Hay personas serias, cultas, que nos cautivan con su conversación y trato, pero que al abordar el temo
«Socialismo» ponen de relieve una incomprensión supina. Hablan entonces de lo absurdo del reparto, y nos
hacen el mismo efecto de un buen dialéctico, que, sin embargo, usa la palabra «haiga».
Los atavismos caciquiles, perduran a través de las generaciones. Vivimos en una capital infestada por
caciques desde hace cincuenta años, y, a pesar de haber sujetos que se llaman anticaciquistas, es lo cierto que
piensan y obran en cacique. No conciben agrupaciones pensantes sin programa definido, ni santones, y se
escandalizan de nuestras fallas de respeto y de nuestra rebeldía jovial.
Es que han pensado siempre por boca de ganso, y no comprenden ni saben que nada hay más demoledor
que el propio y Iógico pensamiento. Por algo se llamó «fatal» a lo manía de pensar.
La política democrático-burguesa, es lo mismo que el caballo de un nuestro amigo.
Vosotros, tocad y atacad todos los puntos de los programas políticos y religiosos; tocad y atacad asimismo
por todo el cuerpo al caballo de mi amigo, y ni los unos ni el otro os harán un caso mayor; pero cuidad de no
atacar ni tocar la propiedad sagrada de los burgueses, ni atentéis contra lo bolsa sagrada del caballo, porque
unos y otro os cocearán terriblemente y sin piedad.
Hoy cosas intangibles y muy consagradas.
Los trabajadores nos pasamos el tiempo adjetivándonos, y nos lanzamos los adjetivos a guisa de proyectil.
Y esto es lamentable y es complicado. Al decir complicado, queremos decir reaccionario y burgués.
La vida sería mejor si fuese sencilla, y creemos que si perdura el régimen capitalista es por lo complicado, absurdo y difícil de su mecanismo... Nosotros nos empeñamos en ver el porvenir a través de la máquina
burguesa, y de ahí lo difuso y vario de nuestras exposiciones doctrinarias.
El capitalismo es el enemigo común de todos los trabajadores y el confusionismo nuestro es el arma más
poderosa que contra nosotros esgrimen los clases explotadoras.
El juego, la prostitución, el alcoholismo y los toros, son formidables aliados de la reacción, porque esos
vicios contribuyen a la depauperación y embrutecimiento del pueblo.
No esperéis, pues, que nuestros gobernantes atenten contra sus propios medios de gobierno.
Espartaco. Huesca.
En 1923, desde marzo hasta septiembre, en que se produce el golpe de estado de Primo de Rivera, Ramón
Acín publica asiduamente sus Florecicas (de colaboración) en el periódico barcelonés Solidaridad Obrera.
Las primeras que se conocen las publica el 23 de marzo y en las que recuerda a Salvador Seguí, asesinado
en Barcelona unos días antes:
Nosotros no tenemos santos, no; nosotros no tenemos apóstoles, no; nosotros no tenemos ni mártires, pero
nosotros somos amigos del amigo y camaradas del camarada; nosotros somos del pueblo y decimos seriamente aquellas palabras semi en broma del Julián de “La Verbena”: ¡También la gente del pueblo tiene su
corazoncito!.
Ha dicho Vargas Vila que la Vida tiene dos cosas igualmente amables: “La madre que la da y la pistola que
la quita”.
No, no y no. La vida solamente tiene una cosa amable, es la Vida misma, madre de nuestra madre y madre
nuestra, madre de todos y de todo.
Nadie puede condenar ni ejecutar a otro, ni en nombre de la ley ni en nombre de nada. Ni con el requisito
de folios y folios y folios de papel sellado y empuñando la balanza, que no puede ser justa atentando a la
Vida, ni sin requisito alguno empuñando la pistola, que atentando a la Vida no puede ser justiciera.
Pero hay que tener el valor de decirlo. La organización, no; pero los organizados, aun aquéllos de más
sensibilidad, hemos estado a punto de meternos a pistoleros.
Y ha llegado la hora de que aun no siendo cristianos, en estos días de cuaresma y beatería, nos calemos
un bonete en nuestras cabezas y nos confesemos con nosotros mismos y hagamos examen de conciencia y
propósito de firme arrepentimiento.
Había llegado la Vida a un punto en que se amaba más a la pistola que la quita que a la madre que nos la
dio.
Camarada Seguí: hombre de corazón y de ideal que diste tu vida por amor a la Vida.
Camarada Seguí, que todo tu valer y todo tu valor, y eran mucho tu valer y tu valor, lo pusiste al servicio
del pueblo.
Camarada Seguí, tribuno de los desgraciados, que hablabas como si amasaras, como si forjaras; a veces
como decía Rubén de Jaurés, en un gesto largo como si sembraras. Tribuno grande y bueno que pusiste tu
verbo y tu elocuencia al servicio del pueblo.
Camarada Seguí, que por amor a la Vida libre, te pasaste tu vida en las cárceles; que por amor a una vida
más amable, pasaste tu vida llena de sacrificio y que por amor a la Vida diste tu vida misma.
Camarada Seguí, nosotros, que no asistimos al entierro de tu cuerpo fuerte y dulce como de chico grande
que hubo de escatimarnos un gobernador, abrimos nuestra alma y cobijamos la tuya que nadie puede escatimárnosla, el alma tuya llena de amor a la Vida, de sacrificio y de ideal.
Camarada Seguí, sombra y recuerdo del camarada Seguí, nosotros no tenemos santos, nosotros no tenemos
apóstoles, nosotros no tenemos ni mártires; pero tenemos corazón y somos amigos del amigo y camaradas
del camarada.
Florecicas (de colaboración) del 30 de marzo de 1923:
Ramón Pérez de Ayala en su artículo «España desencadenada», del semanario “La Democracia”, de Zaragoza, comienza así:
«Todavía se continuará diciendo que el problema religioso es monserga y antigualla, garzota de morrión de
progresista.
...
Combatir el clericalismo es malgastar energías contra el fantasma de una ideología obsoleta; así afirman
algunos que han sacado cédulas de intelectuales, de liberales y de radicales; cédula que es una suplantación
de estado civil. ¿Qué intelectuales son esos que no utilizan el instrumento de su profesión cuya finalidad
(citemos a Tomás de Aquino que está de moda) consiste “en adecuar el intelecto a la realidad”; qué liberales,
que no sienten la ausencia de la más esencial libertad humana; qué radicales, que siempre se andan por las
ramas, sin preocuparse de inquirir dónde se esconden las raíces?»
Estamos en la Semana Santa. La ocasión, pues, es de las que pintan calvas para hacer unos ejercicios espirituales. Palabra que no vamos a proponer un banquete de promiscuación; más sandio que comer pescado
solamente por mandato divino, nos parece el comer alternadamente ternera mechada y bacalao a la vizcaína
en nombre de la Nueva Humanidad.
El tema de hoy bien podría ser sobre el ayuno; ningún otro más indicado en estos tiempos de subsistencias
caras y paro forzoso con tantos millares de trabajadores a media ración o sin ración. El ayuno, que bien mirándolo y gracias a la sabiduría de la santa madre iglesia, más que sacrificio es salud y economía para quien
lo practica. De sobra sabéis lo conveniente de una cena frugal porque «de cenas buenas, sepulturas llenas»
como reza el refrán,
Claro está, que los más de quienes recomiendan o practican el ayuno se comen antes de levantarse de la
cama un capón cocido con azúcar, especias y leche, como cuentan se comía antes de saltar de su regio lecho
Carlos V, emperador que fue nuestro por la gracia de Dios.
Ahora, un golpe de erudición para uso de ayunadores religiosos que por fortuna serán los menos y para uso
de ayunadores forzosos que por desgracia serán los más.
Los Mufulús, unos salvajes, creo que de la Melanesia, llevan un cinturón de bejuco trenzado. Cuando hay
escasez de alimento, y, sobre todo, cuando se ayuna en víspera de alguna ceremonia religiosa, estos cinturones se ciñen apretadamente al cuerpo para acallar los retortijones del hambre.
Antes de ocho días, va a haber en la península más cinturones de bejuco, que tricornios de civil.
Pero basta de chanzonetas que la cosa no es para tomarla a broma. El problema religioso, como dice bien
Pérez de Ayala, no es monserga, ni antigualla, ni garzota de morrión de progresista y no puede irse por las
ramas, sin inquirir dónde se esconden las raíces. Cierto. El espíritu del Sindicato Libre, es el mismo espíritu
del Sindicato Católico, es el mismísimo espíritu del Requeté, es el espíritu intransigente de las sectas religiosas, sean de donde fueren y se llamen como se llamen.
Los camaradas de otros pueblos que se las compongan con sus dioses; aquí, camaradas del Pirineo a Cádiz,
tenemos que desclericalizar, tenemos que descatolizar, tenemos que descristianizar. Hay que devolver a
Jesús el cetro de caña que un día en el patio de Pilatos púsole en sus manos un judío socarrón, tatarabuelo de
Voltaire.
Florecicas (de colaboración) del 17 de abril de 1923:
Tiros por aquí, tiros por allá; los periódicos todos van a tener que abrir una sección que lleve por título
!Pim! !Pam! !Pum!
Los revolucionarios franceses del 93, eran unas sans-culottes, unos descamisados. Los contrarrevolucionarios de hoy, los fascistas italianos no son sans-culottes; llevan una camisa negra; se la hicieron de un pingo
de su propia conciencia.
El general Arlegui, dicen los médicos, se halla gravísimo del corazón. Mira por donde nos enteramos de
que Arlegui tiene corazón.
El obispo de Sión, se ha suicidado segando de un tajo con navaja barbera su ilustrísima yugular.
Ya ni la gente de casa cree en el infierno.
En el paraninfo de la Universidad de Valladolid se celebró una asamblea pro-cultura organizada por el Magisterio y con asistencia de toda clase de autoridades. Un maestro habló del dinero que inútilmente se gasta
en Marruecos y esto molestó grandemente, al allí presente, capitán general. Otro maestro combatió la falta
de tolerancia y el arzobispo, allí presente, abandonó el local.
Pero ¿qué papel pintan los obispos y los generales en las asambleas pro-cultura?
Al general Navarro lo procesan y a otros generales dicen que los van a fusilar y en Rusia condenan a diez
años al arzobispo Cieplak y han fusilado a su colega Butkiewiez.
Y no para allí la cosa; se pica más alto todavía. Prieto en el Ateneo ataca y pone como un peal al rey Alfonso, y los soviets han acordado juzgar en rebeldía al propio Papa como jefe de complot revolucionario y
antiproletario.
Al paso que vamos, no va a quedar títere con cabeza.
Florecicas (de colaboración) del 20 de abril de 1923:
Con motivo de un folleto de Carlos Pí y Suñer, SOLIDARIDAD OBRERA encarecía una vez más la necesidad de elevar el nivel cultural de la clase obrera.
Debemos estudiar siempre, debemos estudiar toda la vida y a nuestra muerte los demás deben estudiar en
nosotros mismos. Debemos ser todos carne de clínica. Hay algo más noble que un cadáver embalsamado con
su cortejo de goris goris; es un cadáver destrozado en el quirófano de una facultad, rodeado de estudiantes,
escalpelo en ristre, que entre chanza y chanza de juventud van hurgando en la muerte buscando la vida.
Cuando busquéis un maestro, camaradas, no busquéis un título; buscad un cerebro pleno, buscad un corazón bueno y una voluntad firme.
A la máxima de la vieja escuela clerical de la letra con sangre entra, hay que oponer esta otra máxima de
nuestra escuela nueva y laica: “no pegarás al niño ni con una flor”.
Ha dicho un escritor francés que el canto de la libertad no es la Marsellesa; es lo que cantan los niños al salir de la escuela. Hay que sacar la escuela al bosque, al jardín, al huerto. Hay que pegar fuego a esas escuelas
pocilgas memoristas y rutinarias de los mapas con sus océanos colgados en la pared y su Cristo difunto. Hay
que llevar a la escuela belleza, alegría y salud.
Dicen que Aristóteles dijo: “Verdad no existe en la inteligencia que antes no haya pasado por los sentidos”.
Por eso, el niño no es humano antes de conocer la naturaleza, ponerle un dios en la cabeza como se le ponen un par de zapatos en los pies. Que conozca la vida; que viva la vida y luego, allá él, escogiendo entre la
Santa Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo o la Santísima Trinidad de la eterna materia, la eterna
energía y el eterno tiempo.
No creemos pedagógico enseñar al niño una ristra de misterios sin haber aprendido antes una cadena de
verdades.
Uno y uno son dos y uno más son tres y tres juntos nunca podrán ser uno sólo y uno sólo jamás llegará a
ser tres a la vez. Porque hay una ley de impenetrabilidad de los conceptos como hay una ley de impenetrabilidad de la materia.
El temor de Dios, dicen los católicos, es el principio de la sabiduría. No el ateísmo y la osadía: “De los dóciles y humildes, pueden salir los santos, pocas veces los sabios”, dice Ramón y Cajal. Y Cajal tiene razón,
Camaradas, no os dejéis engañar con el espejuelo de los santos que fueron sabios; decir que en su tiempo
nosotros hubiéramos caminado junto a ellos y que ellos caminarían a nuestras avanzadas hoy.
Dicen que Leibtniz tenía un Cristo a la vera del encerado, no debe haber más que una “pell de cunill”, una
piel de conejo que borre los cálculos que se hicieron para dejar paso a los cálculos que se harán.
Ha pocos años, para andar por los caminos de la tierra había que pagar en los portazgos situados en los
umbrales de las carreteras; hoy, para avanzar por los senderos del saber, hay que pagar en los portazgos que
se llaman universidades, mas luego desaparecerán éstos como aquellos desaparecieron, porque el hombre
debe tener expeditos los caminos todos, los de la cabeza y los de los pies.
... entonces, ellos dirán que son fuertes porque ellos tienen un bastón con borlas y un báculo y una espada,
mas podremos decirles, que nosotros somos más fuertes, porque frente al bastón de un gobernador y al báculo de un obispo y a la espada de un general, hemos levantado una escuela libre y nueva y laica y contra ella
se tornarán en cañas la espada del general, el báculo del obispo y el bastón borlado del gobernador. Nosotros
venceremos porque nuestra fuerza será la razón y ellos no tendrán otra razón que la razón de la sinrazón que
es la fuerza.
Florecicas (de colaboración) del 27 de abril de 1923:
Ha venido Lerroux a nuestro pueblo a celebrar un mitin electoral. Aquel Lerroux enemigo un día, un día
y otro día, un año y otro año por mejor decir; aquel Lerroux enemigo, tozudamente enemigo, de la grande
Solidaridad Catalana de salmeronianos, regionalistas, reaccionarios y católicos, ha venido a mi pueblo a
defender una petita solidaridad; una solidaridad de tercera clase con catalanistas de tercera fila y católicos y
reaccionarios y terratenientes de tercera también y a modo de símbolo y recuerdo de ayer, cuenta esta petita
y mezquina solidaridad de provincia de tercera clase con el hijo tercero de Solferino de la gran “Solidaritat”.
Lerroux vino a presentar como candidato agrario al simpático y tiroteado abogado Pepe Ulled, que no
conoce más tierras que en las escrituras de sus pleitos o vistas desde la ventanilla del expres y en los jardines
de la Plaza de Cataluña; que no sabe si los ajos se plantan en diciembre o en mayo y que se encuentra de
agrario tan postizo como el poeta Dante se encontró de pelaire cuando los florentinos (entonces no había un
gremio de oficios varios ni de artes liberales), le hicieron ingresar en el gremio de pelaires.
Ha hablado de nuevo Lerroux predicando la república, pero los trabajadores ya saben de sobra que la tal
república no significa un escalón más para la emancipación del proletariado, sino que es el mismo escalón de
la monarquía pintarrajeada de colorado.
Ha hablado de nuevo, como alegato de fe republicana, del desastre del 98, como si no pudieron los monárquicos a las Cristinas de los desastres oponer las Isabeles victoriosas del 492. Ha hablado de nuevo para
alegato de fe republicana de nuestro Alfonso XIII, de los Ciervas y vizcondes de Eza, como si los monárquicos no pudieron oponer a éstos el Carlos II, los condes de Aranda y los Campomanes y los Floridablanca.
Saben de sobra los trabajadores, que la república no es sustancialmente distinta de la monarquía. La república no pasa de ser una monarquía con un rey menos que las monarquías; la monarquía no pasa de ser una
república con un rey más que las repúblicas. Allí tenemos la muestra en la más flamante de las repúblicas:
los Estados Unidos. No tienen ciertamente el rey coronado de los pueblos viejos y legendarios, pero tienen
los reyes del acero y los reyes del petróleo y los reyes del cobre y cien y cien reyes ciñendo su corona de
poderío, explotando el sudor y la vida de millones y millones de trabajadores. Las repúblicas burguesas,
incapaces de derribar los monarcas que reinan sobre el dolor y la miseria, engañó a los trabajadores destronando los reyes que ingenuamente dícense descendientes de la Divinidad, más decorativos, menos crueles,
con serlo mucho, que los reyes del cuero, los reyes del hierro y de la sal.
Nosotros, lo decimos con la mano puesta en el corazón, no querríamos el destronamiento de nuestra bella
reina, para elevar a presidenta de la república la mujer basta y zafia de un burgués de Cambó.
De nuevo ha venido Lerroux, como hace veinte años, a que nos calemos el gorro frigio, pero hoy no
encuentra un dios que se lo cale; están en quiebra las boinerías, las coronerías, las morrionerías, las gorrofrigerías (pasen las palabrejas) porque estamos en tiempos de llevar la cabeza despejada y libre, sin enseñas
carnavalescas, distintivos de la misma farsa y disfraces del mismo baile.
Los trabajadores saben de sobra que igual matan las balas en los campos de batalla y en las rúas y en las
Ramblas al son de la Marsellesa que al son de la Marcha Real.
El que más y el que menos, hoy, sabe que la república no puede hacer más sino secularizar los camposantos, y a las gentes de ahora, don Alejandro, luego de muertos, tanto nos da que se nos coman nuestras flacas
carnes cucos bendecidos o cucos sin bendecir.
Florecicas (de colaboración) del 3 de agosto de 1923:
El último Congreso nacional de la Confederación estaba lleno de buenas intenciones, pero ya sabemos que
de éstas están empedrados los infiernos.
De que no pasaran de buenas intenciones han sido causa principal la gran guerra, que dicho sea de paso
duró un par de años menos de lo que debió durar (unos millones menos de esclavos qué importaban al mundo), y la revolución rusa o lo que sea, porque ese es un lío que ni Dios lo entiende: unos cantan así y otros
cantan asá. La gran demanda de producción, que permitía al patrono después del gasto de los autos, cuatro
criados y seis queridas, un margen para conceder unas migajas al trabajador, fue motivo del auge inconmensurable de los Sindicatos, que con huelgas fáciles de ganar, por la razón apuntada de la demanda de producción al precio que fuere, consiguió la organización elevar los jornales por término medio en pesetas cuatro
cincuenta. Como es natural, años atrás se contaba en la Confederación Nacional del Trabajo con un sector
sindicalista de un sindicalismo que podemos llamar de cuatro cincuenta.
Hoy, con la gran oferta de producción, o crisis de producción, como queráis, nacen las más de las huelgas
ya fracasadas, sobre todo en las grandes poblaciones, porque los patronos, en su mayoría, van empeñando
los autos, duermen con la esposa santa (legalmente), se van haciendo al servicio de una sola maritornes y
luego, si Dios o el diablo, quien fuere, no lo remedia, si se les cuelga boca abajo no les van a caer dos gordas
de los bolsillos. Hoy, pues, hemos de descontar de la organización el sector integrado por los sindicalistas de
cuatro cincuenta, que fueron a la organización lo que la comparsería en los coros de ópera: golpe de efecto
para gente sencilla y nada más.
Por otro lado, la revolución rusa, que dicho sea también de paso nos entusiasmó demasiado deprisa y quizá
demasiado ligeramente, nos ha dejado de entusiasmar (cuando menos por lo que de ella nos pudiéramos
servir), iluminó fuertemente a la organización y hasta puso resplandores de heroísmo al sector de las cuatro
cincuenta. Los patronos también se enlucernaron y atontaron un tanto con la gran llamarada moscovita.
La organización, pretendiendo aprovechar el enlucernamiento de unos y la comparsería de los otros, contando, además, como era natural, con una gran fuerza efectiva y lo propicio de las circunstancias, mirando al
momento que pudo ser decisivo, dejó que quedaran no más que en buenas intenciones lo que del Congreso
debió salir para convertirse en realidades.
La organización, hoy, está en mejores condiciones que nunca; no recibe la luz ni el calor de fuera, sino que
espera y confía en su propia luz y su propio calor; va teniendo conciencia de que no es problema de aumento
de jornal, sino de dignidad, de comprensión, de firmeza y de capacidad. El Sindicato Libre, por otro lado,
ha limpiado a la organización de la pistolería andante y de sindicalistas de cuatro cincuenta, en una ocasión
(aviaditos vais, queridos camaradas), en que los patronos no van a tener ni dos pesetas con que pagar los
tiros de los unos ni poder tolerar a los otros el ganar alguna huelga de tanto en tanto.
Hace unos días me decía un camarada de aquí, de mi pueblo, de Huesca: ¿Sabes, Acín, que hoy, con menos
ruido, se cuenta con más organización? Así, así, díjele yo: más valen pocas nueces que mucho ruido. Y es
que ayer teníamos un “Floreal” encendido al calor de la hoguera rusa y se ganaban las huelgas, no tanto por
nuestros merecimientos, sino debido a la lucha tremenda de Europa en guerra, y hoy en mi pueblo, como en
todos los pueblos de los camaradas, se van alumbrando con su propia luz.
He aquí los puntos sobre los cuales giró el Congreso que fue y girará el que será y girarán los que hayan
luego de ser: Cultura y acción. Cultura que no solamente es saber, y acción que no solamente significa hacer.
Otro día, Dios mediante, como dijo un ateo, seguiremos con temas del futuro Congreso.
Florecicas (de colaboración) del 11 de agosto de 1923:
Hace no mucho tiempo publicamos un álbum de caricaturas que lleva por título “Las corridas de toros en
1970”. Es una visión creíamos dislocada y creíamos más aún, inverosímil, de lo que serán las corridas de
toros de aquí a medio siglo.
Uno de los dibujos que más dislocado e inverosímil nos pareció, es aquél en que los espectadores aparecen
empuñando un teléfono y dice al pie que entonces, en 1970, “Las orejas se concederán por riguroso sufragio;
cada espectador tendrá un teléfono en comunicación con la presidencia”.
Días pasados, con motivo de la corrida de toros celebrada a beneficio de la Asociación de la Prensa, sucedió algo que viene a darme visos de profeta en cuanto a las cosas de nuestra flamante flamenquería. Por plebiscito público, por riguroso sufragio y no ya por teléfono, sino del mismísimo modo que se eligen nuestros
salvadores “padres de la patria”, ha sido otorgada al matador de toros aragonés (aun somos gente, mañicos),
una oreja modelada en oro y guardada en riquísimo estuche, preciada, castiza y españolísima joya que fuele
entregada al torerillo con grandes discursos, banquete y agasajos en la Asociación de la Prensa y recibido
por el toricida con lágrimas en los ojos y sobresaltos en el corazón: ofreciendo éste, formalmente, que a su
llegada a Zaragoza habría de regalar tan lindo y valioso presente a la Virgen del Pilar.
Si la cosa terminase aquí, no era gran cosa que digamos, pues de sobra sabemos que en nuestra patria lo
dislocado tiene trazas de natural y solamente lo inverosímil alcanza la gracia de la verosimilitud.
En los mismos periódicos y el mismo día que relataban la escena emocionante de la entrega de la oreja de
oro en estuche de seda al arlequín de seda y oro, comentaban los periodistas de la Asociación, con grandes
titulares, la hazaña de un flamenco más o menos auténtico por la tierra de Norte América:
“LOS QUE FUERA DE ESPAÑA NOS PONEN EN RIDÍCULO”
Todo este titulazo y otros más con motivo de un tal Enrique Robles (a) Chicorrito, flamenco de exportación, el cual, en New York City, dijo ser amigo de don Alfonso XIII y doña Victoria Eugenia, reyes de Espa-
ña, con los cuales dijo había estado muchas veces juntos y que cuando él toreaba llamábanlo al palco regio y
le agasajaban por todo lo alto.
“El Chicorrito” resultó ser un frescales que celebró una corrida de toros con una vaca suiza y mansa por
añadidura, por lo cual los neoyorkinos timados armaron un escándalo más que regular, y lo que fue más de
lamentar es que el pabellón español, según los cronistas, quedó por los suelos merced al fracaso de tan castiza fiesta nacional.
Pero vamos a cuentas, porque estamos más locos que una cabra. ¿Quiénes nos dejan más en ridículo fuera
de España, los flamencos de mentirijillas, vagos y frescales, que fuera de ella dan tres pases de pecho sin
gracia ni salero, a una vaca cansada de parir, unos flamencos de ocasión que bien pueden faltarles cuatro
tornillos a su mollera, o la gente que lleva la fama de tener los tornillos seguros y que porque un flamenco de
verdad, salvajote y majetón, baturro o cañí, parta de una estocada certera el corazón de un noble bruto, se le
llama a los palcos para agasajarlo, y las asociaciones que obsequian con orejas de oro en estuches de seda, y
las vírgenes que sin protesta alguna las guardan en su joyero para ser contempladas por un pueblo ignorante,
miserioso, sin honor y sin valor?
Florecicas (de colaboración) del 19 de agosto de 1923:
UNA PALABRA
-Justicia. ¿Qué es eso de justicia? -Justicia es una j, una u, una s, una t, una i, una c, otra i y una a. -¿Nada
más? -Nada más; el tiempo lo dirá.
DOS AÑOS
-Dos años. ¿Cuánto son dos años? ¿Deben ser muchos dos años?
-Sí. Son mucho dos años. Dos años son veinticuatro meses; noventa y tantas semanas; más de setecientos
días; setecientos y pico días y si uno de los años es bisiesto, setecientos y pico días y un día más. -¡Qué buena memoria habrá de tener para recordar lo que aconteció dos años antes!...
GRABADO
Unos arenales sueltos y candentes. Aquí un muerto, despatarrado y a medio desnudar. Las tripas secas
asoman por una rasgadura de gumía. Se nota que faltan intestinos. Se los robaron al soldadito, aprovechando
su sueño eterno, para cuerdas de una guzla mora. Más allá, no un muerto, dos abrazados y a medio podrir;
buenos camaradas que juntos llegaron del lugarejo donde vieron la primera luz y juntos, con algazara juvenil
y rondadera ¡divinos veinte años!, quisieron atravesar los umbrales del otro mundo. Más allá, no un muerto
ni dos; un montón de muertos con los cuerpos a medio vestir y con los huesos a medio mondar. Y otro montón, y otro montón de muertos, y un muerto y otro y otro y cien y mil sueltos o abrazados despatarrados y
desparramados por la llanura suelta y candente de Monte Arruit; inmenso camposanto sin fosas ni cruces ni
cipreses. El general Berenguer, alto comisario a la sazón, con un pañuelo en las narices, líbrase de la hienda
de aquella carroña a medio podrir.
Es un viejo grabado de la entrada de nuestras tropas en Monte Arruit, luego de la tragedia, y que un semanario madrileño que se titula “¡Justicia!” (una j, una u, una s, una t...) publica con motivo del segundo
aniversario. ¡Segundo aniversario! ¡Dos años! ¿Quién se recuerda de lo que aconteció dos años ha? El pueblo español ha celebrado el segundo aniversario de la enorme tragedia fabricando en las noches veraniegas
nuevos críos, para que de aquí a veinte años, al ensayar todavía un protectorado civil, pongan a secar sus
patrióticas tripas al Sol marroquí para cuerdas de guitarra mora.
Florecicas (de colaboración) del 25 de agosto de 1923:
Las tropas entran triunfantes en Tifarauin
El ministro de la Guerra dijo a los periodistas:
-Señores: Me complazco en recibir nuevamente a ustedes con un ¡viva a España y otro al Ejército!
El alto comisario me acaba de comunicar lo siguiente:
“El comandante general de Melilla termina de participarme que ha entrado el convoy en Tifarauin, y que
en esta posición y en las de al lado, las bandas del regimiento interpretan la Marcha Real.”
Piano, piano. No hay que entusiasmarse demasiado, señor ministro. No tanta Marcha Real. De Margallo
acá, pasando por Pintos y Silvestre, con tres Marchas Reales mal contadas hemos tenido bastantes, y aun de
sobras. Por cada Marcha Real ha habido en Marruecos tres docenas de Marchas Fúnebres. Comenzando por
la de Wagner, todas han sido tocadas y vueltas a tocar. Luego habrá que echar mano de la “Marcha fúnebre
de las marionetas”, de Gounod...
*
El bombardeo contra las posiciones enemigas
Los cañones del “Alfonso XIII” dispararon 231 granadas de 101. Los del “España”, 237 de 121. El “Reina
Regente”, 45 granadas, y los cañones y guardacostas también hicieron fuego nutridísimo contra las costas
enemigas.
Las cuadrillas de aviación arrojaron sobre el territorio de Alhucemas unas 120 bombas.”
Esas doscientas treinta y una granadas de ciento uno que dispararon los cañones del “Alfonso XIII” deben
ser ciento un maestros que largaron a los moros analfabetos en cada cañonazo. Esas doscientas treinta y siete
de ciento veintiuno del “España” deben ser ciento veintiún médicos que dispararon a los aduares sin higiene.
Esas cuarenta y cinco granadas del “Reina Regente” debían ir cargadas de libros y de pan: la escuela y la
despensa que tanto se cacarea. Ese fuego nutridísimo de los cañoneros y guardacostas serían arados para los
campos, y vestidos para las moras, y juguetes para los moritos. Esas cien bombas que los aviones lanzaron
sobre el territorio de Alhucemas, estaban preñadas de flores y banderitas, saludos y golosinas, como los presentes que lanzan los aviadores en nuestras ciudades para la fiesta del santo patrón, en tanto dan volteretas, y
rizan el rizo, y suben y bajan llevando el contento y la alegría a chicos y grandes.
Y si así no fuera, si los disparos hubieren sido de metralla, habrán salido más caros que de arados, y médicos, y libros, y en verdad os digo que eso sería llevar civilización; y con los hijos y los nietos de los moros
que matemos hoy, nunca jamás podremos tener paz.
Florecicas (de colaboración) del 2 de septiembre de 1923:
EL ESTADO
El Estado sería una cosa pintoresca si no fuera algo peor. En Málaga se sublevaron unos soldados, que
además de ser teóricamente, como todos, enemigos de la guerra de África, demostraron su enemistad de una
manera práctica: Mueras a la guerra, silbidos a la Marcha Real ¡pum, pum! oficiales muertos. Pero el Estado,
además de ser pintoresco, es previsor, y ha ordenado que los soldados salgan de las poblaciones de veinte en
veinte y sin armamento, que les será entregado a su llegada a Marruecos.
EL PUEBLO
El Estado, además de pintoresco y otras cosas peores, es previsor, como hemos dicho; pero el Pueblo que
al ver los embarques de los muchachos le extraña que no se subleven, y si sublevan le extraña luego que
se hayan sublevado, el Pueblo es pillín y le dice al Estado: Bueno, está bien; embarcarán sin armas, pero al
llegar a África se sublevarán en cuanto se las den...
El Estado que además de pintoresco y previsor y otras cosas, es también pillín, ha contestado al Pueblo:
Cuando sea preciso, al desembarcar en África se les entregarán los sables de hoja de lata, y los cartuchos, sin
bala.
DISTINGAMOS
Hay dos clases de Pueblo. El enemigo de las guerras en plenas VICTORIAS guerreras y el enemigo de
la guerra después de las DEBACLES. El enemigo de los Wellington y Prim triunfantes y el enemigo de los
Silvestres y Berengueres derrotados. Como hay dos clases de enemigos del Estado: los del Estado pobre,
calamitoso y derrotado como el de hoy, y los enemigos del Estado, aunque éste fuera regido por un Carlos
III, con sus conde de Aranda y sus Campomanes y sus Floridablanca.
INDULTO
Los dos Pueblos pidieron el indulto del cabo Sánchez Barroso, sublevado en Málaga, y enemigo de la guerra de Marruecos. Bien venido sea ese indulto, y todos celebremos el haber respetado la vida de ese bravo
muchacho. No tanto pudo conseguir nuestro Pueblo con el cabo Godoy, sublevado en Zaragoza en el cuartel
del Carmen, y enemigo que era de todas las guerras.
PASIÓN Y COMPRENSIÓN
Estos dos cabos, Barroso y Godoy, representan bien claramente los dos Pueblos.
Barroso es la viva representación del Pueblo enemigo de la guerra en derrota, de la guerra como mal negocio para la patria. Es la viva representación del Pueblo enemigo del Estado pobre y mal llevado. Por ello su
misión queda cumplida, respecto a la guerra, no embarcando para Marruecos, y respecto al Estado, deseando otra modalidad de él o llevando otros hombres al actual. Así, una vez negados a embarcar, y estando en
Madrid y San Sebastián, a cientos de kilómetros, los representantes del Estado, se dedican a vagar desorientados por las calles de Málaga, sin decirle nada a su rebeldía pasional los Bancos de negocios, los palacios
de las autoridades, los almacenes de los acaparadores, las iglesias...
El cabo Godoy representaba el Pueblo enemigo de todas las guerras, victoriosas o no; de todos los Estados,
bien o mal regidos. Por ello no se subleva camino de una mala guerra, sino en el goce tranquilo de la paz del
cuartel. El cabo Godoy, en su rebeldía comprensiva, tenía esperanza de llegar a Madrid y a San Sebastián
poniendo la mirada y la voluntad en las iglesias, y en los almacenes, y en las autoridades, y en los Bancos de
Zaragoza...
El cabo Barroso, valiente y pasional, representa al Pueblo que se ceba, luego de las derrotas, en los hombres caídos. El cabo Godoy, comprensivo y valiente, representa al Pueblo que luego de las victorias quiere
pasear en la punta de una pica las cabezas de los vencidos.
EL ESTADO
El Estado sería una cosa pintoresca si no fuera algo peor. En Málaga se sublevaron unos soldados, que
además de ser teóricamente, como todos, enemigos de la guerra de África, demostraron su enemistad de una
manera práctica: Mueras a la guerra, silbidos a la Marcha Real ¡pum, pum! oficiales muertos. Pero el Estado,
además de ser pintoresco, es previsor, y ha ordenado que los soldados salgan de las poblaciones de veinte en
veinte y sin armamento, que les será entregado a su llegada a Marruecos.
EL PUEBLO
El Estado, además de pintoresco y otras cosas peores, es previsor, como hemos dicho; pero el Pueblo que
al ver los embarques de los muchachos le extraña que no se subleven, y si sublevan le extraña luego que
se hayan sublevado, el Pueblo es pillín y le dice al Estado: Bueno, está bien; embarcarán sin armas, pero al
llegar a África se sublevarán en cuanto se las den...
El Estado que además de pintoresco y previsor y otras cosas, es también pillín, ha contestado al Pueblo:
Cuando sea preciso, al desembarcar en África se les entregarán los sables de hoja de lata, y los cartuchos, sin
bala.
DISTINGAMOS
Hay dos clases de Pueblo. El enemigo de las guerras en plenas VICTORIAS guerreras y el enemigo de
la guerra después de las DEBACLES. El enemigo de los Wellington y Prim triunfantes y el enemigo de los
Silvestres y Berengueres derrotados. Como hay dos clases de enemigos del Estado: los del Estado pobre,
calamitoso y derrotado como el de hoy, y los enemigos del Estado, aunque éste fuera regido por un Carlos
III, con sus conde de Aranda y sus Campomanes y sus Floridablanca.
INDULTO
Los dos Pueblos pidieron el indulto del cabo Sánchez Barroso, sublevado en Málaga, y enemigo de la guerra de Marruecos. Bien venido sea ese indulto, y todos celebremos el haber respetado la vida de ese bravo
muchacho. No tanto pudo conseguir nuestro Pueblo con el cabo Godoy, sublevado en Zaragoza en el cuartel
del Carmen, y enemigo que era de todas las guerras.
PASIÓN Y COMPRENSIÓN
Estos dos cabos, Barroso y Godoy, representan bien claramente los dos Pueblos.
Barroso es la viva representación del Pueblo enemigo de la guerra en derrota, de la guerra como mal negocio para la patria. Es la viva representación del Pueblo enemigo del Estado pobre y mal llevado. Por ello su
misión queda cumplida, respecto a la guerra, no embarcando para Marruecos, y respecto al Estado, deseando otra modalidad de él o llevando otros hombres al actual. Así, una vez negados a embarcar, y estando en
Madrid y San Sebastián, a cientos de kilómetros, los representantes del Estado, se dedican a vagar desorientados por las calles de Málaga, sin decirle nada a su rebeldía pasional los Bancos de negocios, los palacios
de las autoridades, los almacenes de los acaparadores, las iglesias...
El cabo Godoy representaba el Pueblo enemigo de todas las guerras, victoriosas o no; de todos los Estados,
bien o mal regidos. Por ello no se subleva camino de una mala guerra, sino en el goce tranquilo de la paz del
cuartel. El cabo Godoy, en su rebeldía comprensiva, tenía esperanza de llegar a Madrid y a San Sebastián
poniendo la mirada y la voluntad en las iglesias, y en los almacenes, y en las autoridades, y en los Bancos de
Zaragoza...
El cabo Barroso, valiente y pasional, representa al Pueblo que se ceba, luego de las derrotas, en los hombres caídos. El cabo Godoy, comprensivo y valiente, representa al Pueblo que luego de las victorias quiere
pasear en la punta de una pica las cabezas de los vencidos.
Florecicas (de colaboración) de 1923 pero sin fecha exacta:
Y dijo San Clemente a los ricos:
Común debió haber sido a todos los hombres el uso de cuanto hay en el mundo. Y únicamente se dividió
entre los mortales para poder cada cual creer suyo lo que posee.
Y dijo San Ambrosio a los ricos:
Todo lo puso en común la Naturaleza; sólo de la usurpación ha nacido la propiedad privada.
Y dijo el prelado de Hipona a los ricos:
La propiedad no es un derecho natural; sólo en el poder civil descansa.
Y dijo San Juan Crisóstomo a los ricos:
Sin razón se consideran inocentes los que se apropian de bienes comunes. Con no darlos a los pobres se
hacen asesinos de los que mueren por falta de alimentos. No es acto de misericordia darlos, sino pago de una
deuda.
*
Y dijo San Basilio el Grande a los ricos:
¡Desgraciados! ¿Qué responderéis el día del Juicio al Juez Supremo? Cubrís de tapices la desnudez de
vuestras paredes y no de vestidos la de los hombres. Adornáis con ricos caparazones vuestros caballos y
despreciáis a vuestro padre, que va andrajoso. Dejáis que se pudra el trigo en vuestras trojes y no os dignáis
echar una mirada a los que carecen de pan... Si ninguno tomara más de lo que necesita no habría ni ricos ni
pobres.
Los santos llevan siglos y siglos diciendo a los ricos: Dad vuestros bienes y vuestras tierras a los pobres.
Dad vuestros bienes y vuestras tierras a los pobres. Dad vuestros bienes y vuestras tierras a los pobres. Y los
pobres siguen pobres y los ricos se guardan sus tierras y sus bienes.
Nosotros, que no somos santos ni pretendemos serlo, decimos a los pobres: Quitad los bienes y las tierras
a los ricos. Quitad los bienes y las tierras a los ricos. Quitad los bienes y las tierras a los ricos. Y antes de un
siglo, mucho antes de un siglo, de aquí a un medio siglo, quizá antes de un cuarto de siglo, y antes y antes,
los pobres quitarán las tierras y los bienes a los ricos, y para que los ricos no queden entonces pobres, vendrá una ordenación equitativa de los frutos y así, como pedía San Basilio el Grande, en el mundo no habrá
pobres y ricos, sino solamente hombres que no explotarán a otros.
En 1923 también colabora en el semanario republicano zaragozano La Democracia.
En abril de 1923, tras muchas vicisitudes, logrará publicar su libro Las corridas de toros en 1970 en cuyo
prólogo escribe Acín:
A modo de prólogo
Palabras pronunciadas en un festival organizado para la creación de un campo de deportes
Hace siglos, cuando los toreros caminaban en malas carretas para cumplir sus compromisos taurinos, las
gentes de mi patria gritaban en las plazas con inaudito desafuero ¡caballos! ¡caballos! Más tarde, cuando ya
los diestros caminaban en cascabelera diligencia, nuestro pueblo siguió gritando ¡caballos! ¡caballos! Y llegó
el ferrocarril, y los flamencos iban raudos en él, de plaza a plaza donde los españoles seguían pidiendo caballos y más caballos. Y llevó la torería sus cuerpos sandungueros en automóvil a los cosos taurinos y en ellos
proseguía la eterna canción de los pobres caballos. Y ayer Belmonte, Fortuna hoy, todos luego, trasladarán
sus cuerpos salerosos en aeroplano para el cumplimiento de sus contratos y seguimos pidiendo caballos y
más caballos, y surcarán un día los espacios la gente coletuda a horcajadas en las ondas hertzianas ¡oh sueño
más allá de Vells! y seguirán los españoles pidiendo caballos y caballos.
He aquí por qué en estos tiempos de renovación nos hemos metido a reformar las corridas de toros. Nada
se reforma y varía en un pueblo sino aquello que interesa al pueblo grandemente y nada interesa aquí grandemente, según las trazas, más que la cosa flamenca.
Ayer la Europa en guerra podía estar representada por este cuadro de FRANZ STUCK. Un hombre sereno
y fuerte con espadón al hombro y cabalgando en caballo grande y pezuñón, paseábase por los campos en
lucha buscando, siquiera fuese por senderos de muerte, una nueva vida y una nueva civilización.
En nuestra patria, de Norte a Sur y de Oriente a Poniente, fue cruzando como un espectro sobre ese caballejo medio muerto, este viejo a medio morir; pobre nieto del Cid, que va viendo cómo se achica Castilla
delante de su caballo.
Fijaos bien en este cuadro de Zuloaga.
Son Rocinante y don Quijote con los huesos desclavijados al caer con desamparo de las aspas de todos los
molinos.
Es don Quijote que se ha calado el castoreño en la sesera que sostenía el yelmo de Mambrino y que no
resignándose a morir del todo, se vio precisado a sentar plaza de picador de toros, y cansado y triste, sin fe
ya en Dulcinea, sin amor ni esperanza, sale del inútil y cruel esfuerzo de una corrida para entrar en el baldío
esfuerzo de otra corrida.
Mas confiemos en que el esfuerzo inútil y el dolor inútil pasarán. En los circos romanos luchaban unos
hombres contra otros para recreo de la multitud que aplaudía gozosa cuando un gladiador mostraba en la
mano los higadicos de un camarada. Aquello ya pasó.
Hoy, en nuestros circos, también luchan los hombres con los animales para recreo de esa multitud que
sigue aplaudiendo al matador que le ofrece las criadillas de un noble bruto.
Confiemos en que esto pasará también. Llegará día en que no solamente nos llamaremos los hombres hermanos los unos a los otros, sino que como el Santo de Asís llamaremos hermanos a los animales. Llegará día
en que seremos los hombres vegetarianos, no tanto por temor a una mala digestión cuanto por el temor de la
conciencia a privar de la vida a un cabritillo y a un pichón.
En la buena época de Grecia, no había ciudad sin gimnasio; era uno de los signos por el cual se reconocía
una ciudad griega. En la época mala nuestra, no hay una ciudad en España sin circo taurino; es uno de los
signos por los que se reconoce una ciudad española.
Digo mal, hay una ciudad española que no tiene circo taurino: esa ciudad es la nuestra.
Esa plaza derruida no debe levantarse; esa plaza no se levantará jamás.
En su lugar levantaremos un campo de deportes, y el calor y el color y el movimiento y la alegría y la
pasión y la energía brutal de los cosos taurinos, ese esfuerzo inútil, ese esfuerzo por el esfuerzo mismo, será
reemplazado por una pasión y una energía más nobles y elevadas.
Vamos a levantar un campo de deportes donde los muchachos han de hacerse fuertes. Mas esto no basta; el
leopardo es fuerte y el leopardo no puede servirnos a los hombres como tipo de nuestra aspiración. La energía no basta; la fuerza sola es perjudicial. La belleza con ser quien es tampoco basta; el pavo real es bello
y cuando abre el pico toda la belleza y el orgullo de su plumaje ahógalo su aullido áspero y chillón de gato
en celo. Hay que saber cantar y ser alegre; pero no bastan la alegría y el canto tampoco. El ruiseñor tiene un
pico de oro, pero el ruiseñor es canijo, pardo y chiquitín como una rata.
Y nosotros hemos de tener la fuerza de un leopardo y la belleza de un pavo real, y el canto y la alegría del
ruiseñor y aún debemos caminar hacia la cultura y buscar y poseer la bondad y el amor.
He aquí por qué no debemos hacer las cosas aisladas y a medias. Los griegos asistían a sus gimnasios diestros en la orquéstrica; maestros en el canto y el baile, y los griegos antes de cantar y bailar habían pasado por
los sabios jardines de Academos.
No olvidemos, pues, que para llegar al campo de deportes, al antiguo gimnasio, hemos de hacer antesala en
las estancias del Ritmo y de la Armonía, de la Gracia y del Arte.
No nos hagamos tan sólo leopardos, porque entonces tendríamos que entendernos a zarpazos.
En Esparta, pueblo educado y moldeado para la lucha, en las fiestas que llamaban los “gymnopedies” y en
las que figuraba toda la nación formando coros, el de los viejos cantaba: “Hemos sido antes hombres jóvenes
llenos de fuerza”. Y el de los hombres respondía: “Nosotros somos fuertes ahora”. Y añadía luego el de los
niños: “Y nosotros, nosotros seremos algún día aún más valerosos”.
Hagamos todos porque nuestra ciudad sea la primera que tornó su españolísima plaza de toros en el helénico gimnasio y que un día superando a Esparta, educando y moldeando a nuestro pueblo para la paz y para el
amor, luego de haber cantado los coros de los viejos y de los hombres canten las vocecitas de nuestros niños:
“Y nosotros algún día seremos más fuertes, y más bellos, y más alegres, y más cultos, y más buenos aún”.
El 11 de noviembre de 1923 publica en El Diario de Huesca Carta abierta a don Luis Mur donde habla de
las sesiones infantiles de cine y del nuevo alcalde Silvio Kossti:
Querido amigo: Hace dos, tres, cuatro años, ni recuerdo, ni la fecha hace al caso, en estas columnas de EL
DIARIO publicaste unos artículos pro-infancia en los que te dolías de que el cinematógrafo que debiera ser
escuela de cultura, educación y buenas costumbres, sea justa y cabalmente todo lo contrario, y preguntabas
si funcionaban o no las Juntas de defensa de la infancia encargadas de la censura de las películas.
Pasado algún tiempo, publicaste en este mismo DIARIO otro artículo, “La censura en el cine», y te dolías de no haber obtenido más recompensa a tu labor que un artículo de Acín en Floreal aplaudiéndote, pero
indicando a la vez que habías ingresado en la Orden de predicadores en desierto. Así ha sido, buen amigo. A
los empresarios no hemos de decirles nada; en su papel de tales, atendieron, como es natural, al negocio, y si
organizaron sesiones infantiles se distinguieron de las otras en que se celebraban a primera hora y la entrada
costaba unos céntimos menos. Franck Freeman, definidor y organizador del cine para la infancia, no supo
dar con tan sencilla fórmula.
En cuanto a los señores que componen la Junta de protección a la infancia, suponemos aceptarían el cargo
como adorno para colgar el título en su despacho junto a la panoplia de viejas espadas y pistolones de chispa, retratos de familia, etcétera, etc.
Confiemos, amigo Mur, en nuestra primera autoridad local, «Silvio Kossty», que si supo ordenar cuando
debían terminar las sesiones, sabrá también agenciárselas del mejor modo para que del comienzo al final
sean éstas lo que debieran ser; además, que sabe de sobras que en países cultos, hasta los quince años no se
permite la entrada a los niños en los cines si no es a las sesiones infantiles, que están organizadas algo más
pedagógicamente que las primeras y costar unos céntimos menos.
Hay una moral unilateral, beata; pero hay otra moral universal y comprensiva que consiste en el cariño a la
naturaleza y el respeto al individuo y a la especie. Seamos moralistas de esta moral.
Tuyo y a tu lado en estas cosas,
Ramón Acín.
El 22 de noviembre de 1923 publica en El Diario de Huesca el artículo La villa de Ansó, la Comisaría Regia del Turismo, el ansotano Miguel Navarro y otras cosas, comentando su estancia por el Pirineo aragonés y
señalando la necesidad de crear un Museo para el Altoaragón:
Sin duda alguna, dos de las emociones estéticas más intensas que se pueden sentir y gozar en la vida, son
las visitas a las villas altoaragonesas de Fraga y Ansó. Ésta, honda por lo fuerte del paisaje y el carácter y
vestimenta de sus habitantes; aquélla alegre por la gracia de unos y otro.
Cuando abandoné a Fraga, bendita tierra de los higos dulces y las mozas garbosas, envidiaba a mi amigo el
pintor Viladrich, que podía vivir y trabajar allí en un castillo viejo y legendario que le donó el Ayuntamiento
de la villa.
Cuando abandoné Ansó, sentí una más grande pena al tener que dejar aquel paisaje recio, con aquellos
hombres de tal planta y aquellas mujeres que embutidas en aquellos sayales maravillosos caminan cachazudas, con majestad de reinas y con unción de monjas; que palacio y convento a un tiempo parece la villa de
Ansó; ideal palacio, convento ideal, llenos y vivientes, pero sin monjas y sin reinas...
Al instituir la Comisaría Regia del Turismo unos diplomas y premios en metálico anuales a la constancia
en el uso del traje regional español, nuestra provincia ha recibido el honor de ser en ella donde se comience
a otorgarlos. Esto está bien y agradecidos debemos estar a los de fuera que en tanto estiman lo nuestro (algo
más que nosotros) y tan buen ejemplo nos dan. Pero esto no basta, y como la Comisaría Regia del Turismo
tiene que atender a toda la península y no se le puede pedir más, creemos que nosotros debemos ampliar y
continuar su buena obra, instituyendo premios con el mismo fin para distribuirlos en años sucesivos, para lo
cual creo estaríamos un puñado de altoaragoneses dispuestos a dar un par de duros al año, o si se cree más
oportuno, celebrar anualmente, como decía en su panorama mi primo Simón, una fiesta netamente baturra
(dances, dichos, morismas, rondas, teatro baturro, filología), fiesta que habría de organizarse todo lo mejor
que se pudiese, anunciar su celebración cuando se hallare todo organizado, pero cuya fecha de celebración
debería ser, para contar con éxito seguro, una vez vendidas todas o una gran mayoría de las localidades.
Y lo mejor para todo ello sería la creación de un organismo, llámesele Universidad de estudios aragoneses
o como se le llame, al igual que en otras regiones, entidad subvencionada por el Ayuntamiento o la Diputación o ambos a la vez, y cuyo presidente indiscutible, hoy por hoy, creemos habría de ser López Allué.
*Podrá decirse que estos premios de hoy y esas fiestas y esas Universidades de mañana, no pasarán de
ser como balones de oxígeno para alargar unos días la vida de un moribundo. Cierto. La civilización, o la
pseudo civilización, que esto habría que discutirlo, lleva trazas de dar al traste con todo esto tan amado y tan
bello; mas tengamos en cuenta que estos días que podemos prolongar la vida de lo castizo del Alto Aragón,
pueden ser, como los días bíblicos, años, lustros, décadas, siglos quizás, y pues que el mundo parece que
chochea y se resquebraja, a poco interés que pongamos no sería extraño que nos despierte el ángel de la
trompeta y nos presentemos en el Valle de Josafat vistiendo a lo cheso, a lo fragatino, al modo de Gistaín, de
Ansó, del Somontano o los Monegros, y siempre nos cabría a los de hoy la gran satisfacción de haber conseguido conservar lo bello y sano de nuestra tierra hasta el fin del mundo.
Y volviendo nuevamente a lo de los premios en metálico y diplomas. Tenemos un candidato para un diploma, ya que el premio por fortuna no le es necesario, y que esperamos tendrá en cuenta el presidente del
Turismo don Máximo Escuer para los efectos consiguientes. Es un ansotano mocetón, fuerte y jovial, asiduo
llevador del traje castizo de su pueblo. Don Miguel Navarro, hombre rico y amigo de viajar, motivos ambos
que demuestran bien a las claras que no viste el calzón y la blusica y calza alpargatas abiertas y se toca con
el pañuelo y el sombrero típicos por razones de economía ni espíritu de rutina ni limitación de horizontes,
sino por amor a lo suyo; por saber armonizar el confort que trae el progreso de hoy (en su casa no falta detalle de bienestar) con lo sano y fuerte y bello que queda de ayer.
Podrá haber candidatos con tantos méritos como don Miguel Navarro, con más no, y este convencimiento
ni nos lo dio su buena amistad ni el reconocimiento a sus atenciones; no fue nunca norma de los Acines el
pagar con adjetivos y lisonjas los buenas hospedajes.
N. del A. - Hay que crear en nuestra capital el museo del traje provincial; en Ansó ya tenemos noticias que
va a crearse el Museo Ansotano.
El 15 de febrero de 1924 Acín viaja a Ansó para asistir al entierro del ansotano Miguel Navarro. Con este
motivo el día 21 de febrero publica un artículo en El Diario de Huesca titulado Un entierro en Ansó:
A Rafael Otal, de Ayerbe.
“Silvio Kossti”, de regreso un día de la villa de Ansó, me dijo: He presenciado un espectáculo maravilloso;
un espectáculo fuertemente estético y pleno de emoción; he presenciado un entierro en Ansó. Y entre chanzas y veras, decíame que si al llegar a Ansó no da la casualidad de encontrarnos con un difunto, valía la pena
de matar a alguien para presenciar sus funerales.
En la villa de Ayerbe ha muerto don Miguel Navarro, una de las más prestigiosas figuras de Ansó. Ansotano por dentro y por fuera, tenía el carácter, la claridad de inteligencia, la fortaleza y el rumbo de su raza y
vestía siempre las galas severas y entonadas del típico traje de sus padres y sus bisabuelos.
Se organiza la caravana de automóviles que ha de acompañar al difunto a su pueblo para inhumarlo en el
panteón de la familia. Tocan las cinco de la mañana en el reloj del esbelto campanil, cuasi veneciano de la
plaza de Ayerbe. Los gallos aún han de echar el último sueño antes de que anuncien el nuevo día. Los faros
de nuestros coches, son guía nuestra en la noche sin luna y sin estrellas. El buen Gállego, que lleva agua a
los campos y luz a las ciudades, canta a nuestro paso un raro responso de vida y de salud. Al hacerse de día,
se descubren los picos blancos del Pirineo. Diríase que levantan más que de costumbre para ver al hijo agradecido que quiere descansar para siempre en el regazo amoroso donde se crió... Ahora es el Aragón el que
va a la vera nuestra entonando su canto de fortaleza y de esperanza; luego es el Veral, que por el escenario
magnífico de la Foz de Viniés, nos baja el llanto rumoroso de la villa enlutada.
A la vista de estos ríos que han acompañado la fúnebre comitiva a lo largo de las carreteras, hemos recitado los versos de nuestro clásico:
“Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar”
Hemos llegado a la villa; las mujeres lloran y a algunos hombres, altos y fuertes, sáltanles las lágrimas, que
es como el deshielo de picachos nevados. Todo el pueblo salió a recibir al hombre que salió animado y jovial
como siempre y para siempre torna silencioso. Los curas cantan las estrofas del latín bello y bárbaro, como
decía Pompeyo Gener, del Dies Irae.
Las ansotanas van llegando a la iglesia ataviadas con trajes de funeral. La mujer de Ansó tiene galas distintas para cada una de las ceremonias de la vida. Traje de boda, de bautizo, de fiesta, de domingo, de entierro;
y dentro de éste el de mortichuelo, distinto del de entierro de persona mayor, y así dentro de éste, el mayor o
menor grado de parentesco con el finado hace que sean más o menos ricas las tiras bordadas de los sayuelos
amplios y plisados.
Antes del entierro, las parientes más allegadas se han vestido en la casa del muerto. Sobre la basquiña verde y la camisa abullonada y de gorguera, que no pesan poco, hanse puesto otro traje de más pliegues y más
varas y más peso, y sobre éste, el sayuelo que pesa más que ambos y tiene más varas de tela, y más lujo, y
más pligues aún. De una arroba no baja el peso de la vestimenta de la ansotana en mañana de funeral.
Luego del entierro se reza en la casa del muerto. A lo largo de la escalera, en el patio, en la calle, mujeres
acurrucadas y hombres bien plantados piden a lo alto la buena acogida en el otro mundo del alma del finado.
El cuadro no es para ser descrito, sino para verlo y gozarlo.
Las parientes próximas líbranse luego de la carga enorme de sus bellas ropas de funeral que dejan en la
casa del muerto para vestirlas de nuevo a la hora del rosario y al día siguiente y al siguiente, y al otro harán
lo propio para asistir a las misas que han de celebrarse.
En la casa del difunto todo ha quedado en silencio; ha comenzado un luto que va a durar según costumbre
cuatro años; generalmente cinco, en pago a las omisiones que en el curso de él se hubieren podido cometer.
La caravana, cumplida su misión, está de regreso. A la vista del veral que nos acompaña de nuevo, seguimos recitando los famosos versos:
“Como los ríos en veloz corrida
Van a la mar,
Tal soy llevado al último suspiro de mi vida.”
Mas consolémonos. En las nieves de los altos picachos del Pirineo nace el Veral, cuyas aguas van al Aragón y después al Ebro que las deja en el mar, para luego evaporándose tornar de nuevo en albos copos a los
picachos pirenaicos. Consolémonos; la muerte no existe; no es más que renovación de vida; bellamente lo
dijo Valle Inclán:
“Todo en la vida es mudanza,
Hasta ser muerto.”
El 5 de abril de 1924 sale publicado en El Diario de Huesca un escrito solicitando el indulto de Juan
Bautista Acher “Shum”, escritor y dibujante, colaborador habitual de Solidaridad Obrera, La Batalla, etc... y
condenado a muerte por la dictadura de Primo de Rivera. El escrito, firmado por Ramón Acín y otros oscenses, lleva por título Por el indulto del artista condenado a muerte Juan Bautista Acher “El Poeta”:
Miles de españoles se han interesado por la vida de este joven artista: Aragón se ha sumado a ese noble
deseo y envía al jefe del Directorio la exposición que a continuación copiamos y que va firmada por centenares de aragoneses:
“Al excelentísimo presidente del Directorio militar:
Señor:
Respetuosamente, los firmantes de estas líneas pedimos a V. E. Se digne aconsejar a S. M. el Rey don
Alfonso XIII la gracia del indulto para Juan Bautista Acher “El Poeta”. Es un artista; un humorista; un niño
aún; no ha mucho que dejó tras de sí la florida edad de los veinte años.
De los artistas, dice Macaulay, que son unos seres situados entre la locura y la razón.
Ruskin dice de ellos que son unos eternos niños.
Baroja dice que es anarquista el humor.
Señor:
¿No será una atenuante el concepto barojiano del humor, para el humorista y anarquista Acher? ¿No lo será
asimismo doblemente por su arte y por su edad en el concepto ruskiniano? ¿Situado como artista entre la
locura y la razón, con un poco de buena voluntad, no se le podrá conceder la atenuante de semiloco?
En Madrid, comenzando por Concha Espina que es todo corazón y por Santiago Ramón y Cajal que es
todo sabiduría, una pléyade de gentes generosas se han interesado por la vida del condenado a muerte.
Señor:
Aragón no podía permanecer indiferente y en el nombre de Goya padre del humor, artista, rebelde y siempre joven, solicita el indulto de Juan Bautista Acher.
Ramón Acín
Mariano Añoto
Eduardo Batalla
Silvio Kossti
Victoriano Rivera
Manuel Banzo Echenique
Ricardo del Arco
Luis López Allué
Francisco Ena
Paulino Usón
Miguel Sánchez de Castro
(Siguen las firmas)”
Aquí en Huesca, hace unos años, levantóse un patíbulo para ajusticiar a un desgraciado que asesinó a su
madre para robarle unas monedas. Al escuchar nuestros oídos los martillos que levantaban el triste tablado,
todos solicitamos el indulto y a pesar de ser el crimen más grande de los crímenes, el indulto llegó.
Ahora no es en nuestra ciudad, sino en Barcelona. Si a nuestros oídos no llega el macabro martilleo, a
nuestros corazones debe llegar el dolor que salva las distancias. Unamos nuestras voces a las voces de la
España culta y sentimental.
Por el mismo motivo, días después, el 11 de abril, Acín publica un artículo en El Diario de Huesca titulado
Por estética y por humanidad:
Ramón Gómez de la Serna, en un homenaje dedicado a Bagaría, habló sobre lo que podía esperarse de
definitivo en el comentario del artista si llegara a verse en el patíbulo.
Ahora tenemos en ese trance a un artista de la traza de Bagaría. ¿Conocéis los dibujos estilizados, bellos, intencionadas, rítmicos de Juan Bautista Acher “el Poeta”, que firma sus monos con el pseudónimo de
“Shum”? También este artista del humor tendría en el patíbulo, con el gaznate metido en la corbata de hierro,
un comentario que sería goyesco y definitivo, pero somos muchos cientos, muchos miles los interesados en
que ese instante no llegue por definitivo y goyesco que pudiera ser. Ni el feo garrote se presta, ni estamos en
los tiempos en que era chic entregar el cogote a la cuchilla de la luiseta y zambullir con orgullo la testa en el
cesto de virutas rizadas por manos callosas de carpintero parisién.
Hay que librar del patíbulo a Juan Bautista Acher, el joven artista condenado a muerte: por humanidad
y por estética. Como hombre, por humanidad; no hay derecho a segar una vida joven y llena de promesas.
Como artista, por estética hay que librarle de las feas contorsiones de los ajusticiados. Un humorista y anarquista del temple de Acher, no sentiría tanto el ver cómo se le escapaba la vida, como el tener que sacar la
lengua con arreglo a la ley.
Regularmente no te ajusticiarán, camarada “Shum”. Somos muchos cientos, muchos miles los que decimos, a medias suplicantes y rabiosos, a la Parca que maneja el copo de tu existencia: Ten cuidado, ten cuidado, buena hilandera; hila con todo mimo el hilo precioso de la vida de “Shum”.
*Mas si llega para ti ese instante que dieron en llamar duro los blandos de ánimo, escucha: Cuando a Julio
César, Bruto le apuñaló, cubrióse el rostro con la toga para ocultar sus muecas de moribundo. Si el indulto
no llega, camarada, cubre tu rostro, si otra cosa no tienes a mano más ad hoc, con la faldeta de la camisa;
importa más en ese trance tapar la cara que lo otro, y ¿acaso no es una trágica risotada el humor...?
Pues al humor, con el humor, camarada “Shum”.
“Shum” conseguirá el indulto a final de 1924 y será definitivamente amnistiado con el advenimiento de la
República. Pero a consecuencia de este escrito Ramón Acín será encarcelado unos días. Cuando Acín sale en
libertad publica en El Diario de Huesca, el 20 de abril de 1924, el artículo Arca de Noé:
Éstas y otras cosas pertenecen a un libro inédito; inédito, quizá, por los siglos de los siglos.—Amén.
Un loro
Jaime, un peluquero amigo, barbudo y popular en la ciudad, llevóme un día a su casa para que viese un
retrato que habíanle pintado con hábito de fraile y de traza más o menos zurbaranesca. Abrió el hombre la
puerta con su llavín y enfiló pasillo adelante guiándome por los andurriales de la habitación. En una de las
estancias porque atravesé, había un loro ante el cual desfilé sin decir oste ni moste.
—Buenas tardes, amigo —me dijo el pajarraco con un tonillo que tenía su punta de socarronería.
—Buenas tardes... Perdón... No había reparado... —contesté un tanto azorado por la lección recibida de
urbanidad.
Desde entonces, no hay bicho viviente que se quede sin mi más expresivo saludo: —¿Cómo va, hermano
gato...? —Muy buenas tardes, doña gallina de corral...
El cuervo y la paloma
Al cuervo lo envió Noé fuera del arca para ver si había terminado de llover (tan fácil como le era, para
cerciorarse, asomar la mano por un ventanucho), mas el cuervo no regresó por quedarse a comer la carne
muerta de los ahogados. La paloma, que luego en el mismo sentido fue enviada, volvió, alegre y presurosa,
con un ramo de olivo en el pico. Andando el tiempo, la paloma se dedicó a chismorrear en los oídos de Mahoma, y el cuervo, quizá queriendo reivindicar la clase, alegre y presuroso llevaba en el pico el pan de cada
día a San Antonio Abad.
El Tobi
Yo tuve un perro a quien llamaba Tobi; menudo, ratonero, saltarín y de un negro azabache su color. Era po-
pular en la ciudad como los tontos de capirote y los oradores de medio pelo. Como el perro de San Roque no
tenía cola; era rabón. Para que las gentes hablasen de mí, pensé más de una vez en pegarle donde la espalda
pierde el nombre, un rabo postizo esponjoso y níveo de perro de Pomerania. Cuentan que Alcibíades, ilustre
y victorioso general, para que Atenas se ocupase de él, cortó la cola al can que era su acompañante fiel por
los jardines de Academos y lo que no eran jardines de Academos. Yo le quería con todo calor; como Byron,
cuanto más conocía a los hombres, más quería a mi perro. El bozo no lo podía resistir el Tobi; de jovial y
saltarín, tornábase mohíno y cabizbajo; se ponía a morir. Un día tomé un pincel pringado en color de cuero y
en el negro azabache de su cabeza le pinté un bozo con todo primor. Y mi perro Tobi, sin perder la jovialidad
ni dejar de correr y saltar, fue respetado por los laceros de la ciudad.
Mi gato
Mi gato, en los días frescos de primavera, se arrebuja junto al brasero sin lumbre; el animal, debe notar
por sugestión calor. Yo, de tanto en tanto, no sé si por caridad o por humor, levanto la alambrera, empuño la
paleta y echo una firma en la ceniza blanca y fría de mi brasero. Y vuelvo a poner con todo cuidado la alambrera, no fuera cosa que por sugestión, mi felino pudiera quemarse su atigrada y sedosa piel.
Libertad con arroz
Pusieron en libertad a un revolucionario y al salir de la cárcel abrió la jaula a un gorrión y llevó al río un
pez que tenía en la pecera vivito y coleando. Desde aquel momento comenzaron los tres a luchar desesperadamente para vivir.
Un día, el revolucionario salió de la ciudad y tumbóse a la orilla del río. El pez y el gorrión que le vieron
acercáronse al revolucionario. El gorrión añoraba los cañamones de la jaula, y el pez añoraba el piscidín que
le servían de alimento. El revolucionario añoraba también el rancho de la prisión, mediano o malo, de judías
y arroz. Y vino en pensar, que la libertad que hoy se defiende, es otra de la libertad que defendieron nuestros
abuelos.
Y el 25 de abril, también en El Diario de Huesca, Con mayúsculas están peor:
Días pasados, al salir de la cárcel (¡oh, paradoja, habíamos perdido la libertad por amor a la libertad!),
decíamos que la libertad que hoy se defiende es otra de la libertad que defendieron nuestros abuelos.
Hoy vamos a decir otro tal de la igualdad y el día menos pensado habremos de decirlo de la fraternidad.
Libertad. Igualdad. Fraternidad:
Bellas y enmayusculadas palabras que el Cristianismo escribió en las nubes de todos los cielos y la Revolución francesa escribió en los libros de todos los pueblos y que ya va siendo hora que sean algo más que
palabras y den señales de vida con o sin mayúscula, en las tripas de los ciudadanos.
*
Ha pasado un automóvil a mi vera y me ha enlodado con sus salpicaduras. Sin odio alguno, he dicho para
mí: Cuando yo vaya en auto, no me salpicarán los autos de los demás.
Un día Champhort, nuestro irónico abuelo, dijo: “No creeré en la igualdad ni en las conquistas revolucionarias, mientras una carroza pueda salpicarme de barro en las calles de París”.
La igualdad de nuestros abuelos consistía en caminar todos a pie. Nuestra igualdad es otra: tiende a que
todos vayamos en carroza. (Ya al tranvía, caricatura de carroza, se le llamó la carroza del pueblo.)
Los sans-culottes de la revolución del 93, quitaban la camisa a los nobles; querían ser todos iguales; todos
sans-culottes. Los descamisados de hoy, quieren llevar camisa; si no tocamos a camisa por barba tocaremos
a media camisa; se partirán por gala en dos, como la capa de San Martín.
“No queremos socializar la miseria, sino el bienestar”.
Como la libertad, la igualdad que hoy se defiende, es otra de la igualdad que defendieron nuestros abuelos.
Llamábamos hace unos días a la nueva libertad, libertad con arroz; la igualdad de hoy, podemos decir que
es una igualdad de carroza y camisa limpia.
El día menos pensado nos ocuparemos de la fraternidad (allí hay tajo) y habremos repasado, una por una,
las tres palabras rimbombantes, enmayusculadas y huecas hasta hoy, que en los tiempos heroicos nuestros
abuelos escribieron en banderas de mil colores y pasearon al son de las músicas y al tronar del cañón.
Es firme pretensión de los revolucionarios de hoy, hombres sin Marsellesas ni bandericas ni prejuicios de
ortografía, incorporar a la realidad de la vida unas palabras libertadas de la turbamulta del diccionario.
Estos mismos artículos serán reproducidos días más tarde en Revista Nueva, publicación barcelonesa. En
Revista Nueva publicará también, el 24 de mayo de 1924, Los nietos de Incitato, aunque con algunas líneas
censuradas. Aquí se transcribe completo gracias a las anotaciones manuscritas por Acín al pie del recorte que
se conserva:
- Vamos a pasar a la Historia, amigos -dijo un caballo a otros caballos comentando la decadencia que la
civilización impone a la clase caballar-. Los camiones y los tractores jubilaron a los caballos de labor; los
“Hispanos” de 40 H P, han arrinconado a las diligencias cascabeleras y el Rolly dio de lado al lujoso landeau; el “Ford”, feo y práctico, está acabando con la andante tartanería, y el ímpetu de acero de los tanques
blindados acabará en las guerras con el ímpetu de carne y hueso de la caballería militar; los poetas olvidan el
Pegaso clásico; D’Annuncio lleva un Farman de alas de lona, tendones de alambre y corazón de seis cilindros... España, la patria ex-heroica y ex-idealista de Rocinante y de Babieca nos ofrecerá el último refugio
como caballos de picar..
- Sí. Están desmontando a Clavileño, para levantar con sus maderas carcomidas el catafalco de sus funerales –dijo un caballo pesimista y romántico.
- No hay que desesperar –dijo un lejano nieto de Incitato, el caballo que fue nombrado por Calígula cónsul
de Roma - ... tengo esperanzas de que echen mano para gobernadores civiles de la clase caballar.
El 15 de junio de 1924 publica un artículo en El Diario de Huesca en el que propone la creación de un Museo Diocesano y rechaza la idea de Silvio Kossti de que se guarden las piezas en el palacio del obispo. Lleva
por título Museo, Museo y Museo:
Silvio Kossti, días pasados ocupábase de las bellas arquetas que guarda la Catedral oscense, doliéndose de
la poca, o mejor dicho, ninguna vigilancia nocturna del templo y del riesgo que por tanto pueden correr esas
y otras joyas de arte y de valor, y apuntaba la idea de que muy bien podían ser guardadas en el palacio del
señor obispo o creando el Museo diocesano, guardadas en él con la visualidad y seguridad necesarias y que
bien dignas de ellas son.
Yo me atrevo a indicar (los amantes del arte no podemos quedar en silencio cuando de cosas de arte se
trata), que adonde deben ir las arquetas acompañadas de lo mucho de interés que atesora la Catedral y otras
muchas cosas, que sin ser de la Catedral irían o debieran ir también, es al Museo diocesano, que debe crearse
lo antes y lo mejor posible.
Cierto que el actual obispo de Huesca, según referencias, es sincero amigo del arte y de elevada cultura
artística, pero no todos poseen ambas cualidades, y algunos ni la una ni la otra, y pues que los obispos no
siempre permanecen en una misma diócesis, y si así acontece, mortales al fin, se mueren y otros les reemplazan, que hereda el báculo pero no las aficiones y el saber, lo mejor será crear el tal Museo diocesano, que
habría de quedar como uno de los buenos de la nación, y que sería honra y prez de la Catedral y de la ciudad.
El Cabildo catedralicio, integrado por elementos cultos y guardadores de sus reliquias, verán con agrado
la formación del Museo diocesano, y usted, Kossti amigo, sé de sobra aceptará y perdonará mis reparos a lo
que no sea creación de tal Museo.
Ofrézcale a usted el actual obispo el no abandonar la diócesis, y concedan al obispo de ahora, San Pedro o
San Juan, el don de la inmortalidad y rectifico; y si no, no. Usted sabe muy bien lo que hubo aquí que espolear para retirar de la estación del ferrocarril, por encima de todas las ínfulas de una mirra, un retablo que
dijeron enviaban fuera... para restaurar.
El 6 de julio de 1924, de nuevo en El Diario de Huesca, publica Los amigos comentando los nuevos libros
que han publicado Ramón Gómez de la Serna, Felipe Alaiz y Luis Mur Ventura:
Estos días me han enviado unos amigos los últimos libros que publicaron. Primeramente “Pombo, por Ramón”. Este Ramón, aunque hay otros Ramones, no puede ser otro, tratándose de Pombo, que Ramón Gómez
de la Serna. Después, “Fulano de Tal”, una breve novela de la colección “La Novela Ideal”, por Felipe Alaiz.
Y recientemente, “La división del regadío” de Luis Mur Ventura.
Siempre que se puede y se puede casi siempre, creo deben estudiarse las cosas no aisladas sino relacionándolas con otras que, aunque muchas veces esa relación no aparezca de un modo claro, tiénenla en general;
es una relación de continuidad. Puntos verdaderamente alejados, están más cerca que otros más próximos.
Demostración de lo que parece indemostrable. Está más cerca de Huesca Madrid, que las Vilas de Turbón o
que Bielsa que son de la propia provincia y que parecen hallarse a un paso de la capital.
Y es que un hecho, una obra, un lugar, es un punto de una línea, de un camino, mejor.
Y esa relación de las cosas y de los hechos y de las ideas, se establece de un modo natural o más o menos
forzadamente -así los caminos también- y yo creo que de un modo natural y más que ateniéndose a sus obras
últimas en cuanto al desplazamiento general de las actividades en los autores, veo esa línea, ese camino, ese
estado de continuidad, en los amigos Mur, Alaiz y Gómez de la Serna.
Luis Mur dedica su principal actividad a los asuntos de riegos; por extensión del concepto, no creo sea ello
forzar la cosa, sino deseo de generalizar, diremos dedica su principal actividad a la producción.
Felipe Alaiz, su actividad principal se desarrolla como organizador de trabajadores; en último caso un
problema de distribución -organizar es caminar a la igualdad- y la igualdad no es más sino armonía y lógica
de la distribución.
Gómez de la Serna desenvuelve su actividad principal en las esferas del arte por el arte; un problema de
estética, de belleza, de recreo espiritual, la sal del vivir.
Y así Mur, desde el Consejo provincial de Fomento predica uno y otro día la mejora de la tierra y pide
agua para la tierra. Y Alaiz pregonaba ayer desde las plazas y hoy desde la cárcel y mañana desde la horca
si es preciso, la tierra hay que trabajarla bien y regarla bien, pero la tierra es del que la trabaja y la riega y
solamente mientras la riega y la trabaja; la tierra es de todos y de nadie, como el aire y como el sol y como
el mar. Y Gómez de la Serna canta, a la belleza de las cosas todas, grandes y menudas, justificando la obligación de trabajar y el deseo de vivir, desde su torre de marfil; un torreoncete de una morada madrileña, pleno
de juguetes, objetos de arte, bagatelas y chucherías antiguas y antiquísimas y modernas y modernísimas;
canta a la belleza de las cosas todas, grandes y menudas; las libélulas, que son como aviones diminutos, y
los aviones, que son como grandes libélulas. Atento al proceso tragicómico de un corazón enamorado y atento al grotesco y desesperante garrapatear de un escarabajo panza arriba.
El uno diríamos que representa el campo; la tierra en sazón. El otro las espigas; el trabajo recompensado.
El otro las amapolas, que son la gracia de los trigales. Técnica, trabajo y sensibilidad.
Un campo todo de amapolas sería estéril; el Parnaso debe ser una casa estúpida; una especie de casa de
Orates. Las espigas no nacen en la tierra por arte de encantamiento, por fértil que ella sea. Ni vale trabajar y
sudar y sembrar en roca viva. En la armonía de todo está todo. Preparar bien la tierra; trabajarla con amor y
no temer el sacrificio, que no es sacrificio, es sacrificar unas espigas a cambio de la belleza encendida y roja
como corazones, de unas amapolas.
Lo malo es el técnico sólo técnico. Si tras el hombre especializado en tierras y riegos no hubiera más, sería
frío y baldío como un libro cerrado. El hortera no es el que tiene comercio, sino el que sólo tiene comercio.
El malo es el trabajador, el revolucionario, sólo trabajador o sólo revolucionario sin cultura y sin sensibilidad
o deseo de ellas. Lo malo es el artista sólo artista, despreciador de la realidad y sordo a los anhelos y lamen-
tos de sus semejantes...
Luis Mur, Felipe Alaiz, Gómez de la Serna, conocida es la obra de todos ellos, son hombres especializados, pero con la mirada a todos los mundos y con las velas prontas a todos los vientos.
El 21 de agosto de 1924 otro artículo en El Diario de Huesca que lleva por título El foot-ball. Ni ética, ni
estética, una irónica crítica sobre el fútbol como espectáculo:
En la última Olimpiada parece que no hemos hecho muy lucido papel; pero, en cambio, nos hemos evitado
de ese modo las animosidades de los diversos nacionalismos de Europa y América, y es hasta probable que
nuestra ineptitud atlética nos haya ganado la simpatía de todos.
LUIS ARAQUISTAIN.
Nacional y localmente la providencia nos protege. La derrota nuestra en la Olimpiada de París ha resultado ser una suerte. Esa misma providencia que nos concedió en París la gracia de la derrota, que nos permite
conservar el aprecio internacional, ha velado por nuestra población haciendo que los dos equipos rivales
¡rivalismos! de por acá, quedasen empatados en los dos encuentros habidos días pasados, llevando con ello
un poco de paz a los espíritus y llegando hasta abrigar la dorada esperanza de una tregua entre los que iban
camino de ser capuletos y montescos o güelfos y gibelinos.
De que la providencia intervenga en estos menesteres futbolísticos no debe causarnos extrañeza, pues viene obligada a intervenir en las cosas de mucha monta y nada hay sobre la planta de la tierra que más monte,
hoy por hoy, que esto del fútbol, pues hasta en nuestro pueblo flamenco y resandunguero, que cuando las
guerras de Cuba y Filipinas aplaudía las estocás del Guerra y las primeras espantás del Gallo, hoy, ante la
guerra de Marruecos, aplaude impasible y sandio las estiradas de Zamora y los shoot de Monjardín. Además,
que quién sabe si esos pobres astros que corren y vuelan en el inmenso estadium sideral no son sino grandes
balones que como los famosos personajes pirandellianos van en busca del autor de una buena patada...
Mas, comenzamos con el fútbol y nos fuimos por las nubes, sin tener en cuenta como apunta tan bien y
finamente Eugenio d´Ors, a poco que uno se fije, adivina es juego este, en que todo se desarrolla a ras de
tierra.
La humanidad no tiene en mucho ni en poco las sentencias de sus sabios. Aquélla de guarda medida, de
Cléobulo de Lindos, uno de los siete famosos de Grecia, no se tiene en cuenta para nada. De lo que es a lo
sumo deporte, y aún veremos si deporte lo es, se ha hecho espectáculo de primera categoría. De una cosa sin
ética ni estética se ha querido hacer un motivo de educación, de cultura, de belleza y de gracia. Y gracia es
ritmo y ritmo no le hay. Y belleza es serenidad y no la hay. Y educación es freno de pasiones y de animalidad y el fútbol es fomento de ellos. Y cultura es la armonía de todas tres presididas por la sabiduría o por el
deseo al menos de saber.
El fútbol es cosa para quitarse el frío en los pueblos fríos y nada más. En lugar de correr y saltar solamente
como hacen los animales, el hombre, que por algo se dice rey de ellos, ha buscado un motivo para las corridas y los saltos que le hagan entrar en reacción y ancestral y salvaje todavía se encara en lucha singular para
partirse las mandíbulas o ponerse de una puñada en el cogote la nariz (boxeo) o se enfrontan en cuadrilla con
capitán y toda la pesca (fútbol), en busca del calor por el camino de la pasión de la lucha y de la vanidad de
triunfar.
Y se da el caso, en esta pseudo civilización que padecemos imitativa, trastocada y cursi, de que en los pueblos menos fríos se toma este deporte, o lo que fuere, con mucho más calor.
¿Camino de mejorar la especie? ¿Regeneración del individuo y de la raza? Monsergas y monsergas. Podrán llevar a ellos esas fiestas gimnásticas en que cantan y se mueven con rima y ritmo y donde cientos y
cientos son actores y media docena los mirones. No esos espectáculos donde dos onces justos y cabales y
el bastonero que maneja el baile toman parte en la cosa, mientras miles y miles de espectadores coflados o
derechos a la sombra o al sol, desde la barrera, los azuzan y los apasionan y los enardecen. Espectáculo eterno de circo de feria donde se contempla embobados al salvajote que tronza con los dientes una herradura,
mientras los demás enclenques y degenerados no podemos cascar las nueces con los nuestros.
Por ese camino de las patadas, va la raza camino de ser capitis diminucio, en el doble sentido de tamaño y
meollo; con las extremidades bajas de percherón coceador y las altas, cortas y torpes como aletas de pingüino. Los pies serán de a metro y las cabezas habrá que buscarlas con lupa.
La especie va para atrás; los abuelos tenían cuatro manos; inutilizamos dos de ellas y ahora en el fútbol
nos estorban las que nos quedan. Como esto siga así, la humanidad va a ser una birria: los referées, cien ojos
como Argos, los delanteros, medios y defensas por atrofia, todos mancos, y los porteros los cien brazos que
dicen tenía Briareo. Si un día resucitasen Fidias y Policleto, creerían hallarse en un mundo nuevo y feo.
El fútbol, o si queréis, en general, el deporte sacado de quicio, en lugar de ser un motivo de fraternidad
universal, es todo lo contrario. “En olimpiadas anteriores -dice Araquistaín, en La Voz, donde hace una
buena campaña- se ha hecho ya patente el salvajismo nacionalista, pero no había alcanzado las hotentóticas
proporciones de ahora”. Nacionalmente sucede lo propio, ahondando más que alisando las asperezas regionales y aun dentro de la región y de la ciudad acontece de la misma manera, fomentando pasiones y rencillas, siendo corriente el caso de salir el equipo forastero (bonita muestra de hospitalidad) custodiado por la
Guardia civil y siendo verdaderamente rarísimo el equipo que, en llegando a una localidad, se interese por su
historia, sus bellezas, su industria. Entran los equipiers en una ciudad nueva para ellos; aterrizan en un cabaret o en un bar; trasiegan unas copas; marchan luego al campo donde dan y reciben cuatro patadas y levantan
poco después el vuelo sin llevar a su tierra más recuerdos que en los oídos el sonsonete de unos insultos y el
las pantorrillas el morado cárdeno de unas moraduras.
De los equipos que han llegado por acá -he procurado informarme-, solamente uno ha mostrado deseos de
contemplar con pausa el perfil bravío de la sierra de Guara, el fuerte modelado del altar de Forment, el sótano legendario de la Campana de Don Ramiro...
En un festival celebrado para la creación de un campo de deportes, pronuncié unas palabras de diatriba
contra las corridas de toros, y, refiriéndome a nuestro circo taurino derruido a la sazón, decía en tono levantado y fuerte; “esa plaza derruida no debe levantarse, esa plaza no se levantará jamás. En su lugar levantaremos un campo de deportes, y el calor y el color y el movimiento y la alegría y la pasión y la energía brutal
de los cosos taurinos, ese esfuerzo inútil, ese esfuerzo por el esfuerzo mismo, será reemplazado por una
pasión y una energía más nobles y elevadas”.
Al inaugurarse aquí el campo que dijeron de deportes y que luego resultó ser de patadones, voces mal
sonantes, enemistades y pantorrillas rotas, el Heraldo de Zaragoza, comentando mis palabras del festival,
dábame la enhorabuena por haber acertado en mis vaticinios y en mis deseos. Mas si así va la cosa, si los
niños coleccionan estampas con patadas de Alcántara y explicaciones de off-sides; si las muchachas no han
de cantar y bailar alegres y frescas sobre el césped; si los jóvenes no han de ser ágiles y bellos a un tiempo
y cultos además; si aquéllas no han de seguir el ejemplo de las jovencitas de Salamina y de Mileto y éstos
no han de seguir los buenos consejos de Aristófanes; si todos con un deseo de renacimiento no echamos la
mirada hacia atrás y tomamos lo mucho de gracioso y fuerte, de noble y bello que se puede tomar de los
pueblos maestros; si la cosa sigue así, con semejante fetichismo y tales muestras de bárbara pasión, vamos
a tener que declararnos amantes de nuestras corridas de toros sin importarnos un ardite los pujos hipócritamente zoófilos de una sociedad que se amilana ante la cornada a un caballo y deja dormir los niños en los
quicios de los portales y los paseos, tristes y tuberculosos, en las ristras uniformadas de hospicianos y tolera
y fomenta, ésta es la palabra, un vaho de miseria por encima del oro falso de su civilidad.
El 27 de junio de 1925 en La Voz de Aragón contesta a un cuestionario sobre su profesión. Aparece una
foto suya y se titula Galería de Profesionales. Ramón Acín:
¿Cuándo y cómo empezó su carrera? ¿Qué alegrías y qué tristezas le ha proporcionado el ejercicio de su
profesión? ¿Qué habría preferido ser?
Aznar Navarro escribe diciéndome que teniendo el propósito de que desfilen por las columnas de LA VOZ
DE ARAGÓN todas las notabilidades aragonesas, le remita un retrato y unas cuartillas, contestación a un
corto cuestionario que acompaña.
Desde luego que, respecto a mí, le han informado mal; mas si no para esta sección de notabilidades, para
la otra, que supongo vendrá después, de no notabilidades, allá van las cuartillas.
Primera pregunta: ¿Cuándo y cómo empezó su carrera?
De chiquitín, dibujaba en las puertas y en los zócalos de las paredes. Más tarde, estudiando en Zaragoza la
carrera (que no terminé) de Ciencias Químicas, en las clases, pongo a Rocasolano por testigo, seguía dibujando en las márgenes de los libros de texto. Hoy sigo emborronando papel y ya tengo dispuesto en mi testamento (un testamento que de bienes ni hablar) que me entierren con unas resmas de papel y muchas docenas
de lapiceros. Soy de los muchos que, algo al modo de los dineros del sacristán, dibujando vienen al mundo y
dibujando se van; y a mí aún me queda la esperanza de dibujar después de haberme marchado.
Pregunta número dos: ¿Qué alegrías y qué tristezas le ha proporcionado el ejercicio de su profesión?
Ahora sería el tiempo de llegar las unas y las otras: mas ni las alegrías ni las tristezas habrán de ir más allá
de lo prudente en mi vida de artista. Si hago algo bien o dicen que está bien, que no es lo mismo, no olvidaré que hay y ha habido muchos que lo hacen mejor, y si hago algo que me sale mal o que dicen que no
está bien, cosa que no es igual, para consuelo me diré o les diré aquellas palabras de Bias de Priene, uno de
los siete de Grecia: “Peor lo hacen muchos”. Y así los triunfos, si llegaren, no habrán de enfatuarme, ni los
fracasos, más seguros que aquellos, habrán de traerme mucho desespero.
Tercera y última: ¿Qué habría preferido ser?
Obispo. Cuando de niños jugábamos a “capillas”, pedía prestado a mi buena madre un anillo de perlas y
amatista y con la mano diestra, con gesto elegante y pausado, echaba la bendición a mis amiguitos. Más tarde, en el Instituto, al segundo suspenso en latín, comprendí que la cosa se ponía mal para mis aficiones. Pasó
el tiempo, y cada vez podía explicarme menos el misterio de la Santísima Trinidad. Torpe para la lengua
de Virgilio y, poco dado a las cosas de tejas arriba, desistí, comprendiendo que, para ser obispo, entre otras
cosas, hacían falta mucho latín y un poco de fe.
Adjúntole el retrato que me pide. Como ve, bajo esa cabeza cerruda y ceñuda, se esconde un hombre de
buen humor. Esa cara la tengo desde la llegada del Directorio. Cada uno protesta como puede.
Suyo afectísimo, dibujante y sus derivados; humorista, pintor y escultor, pero no notabilidad, palabra de
honor.
El 15 de julio de 1925, recuperando el título que utilizaba para sus colaboraciones en Solidaridad Obrera,
publica en la revista barcelonesa Vértice Florecicas:
Esta frase es de Shakespeare: “El silencio es el heraldo de la alegría”. Pero hay dos clases de silencio; el
silencio por no querer hablar y el silencio por no poder hablar. Y el silencio por no poder hablar, lo diga
Shakespeare o dígalo el hijo del Verbo, nunca podrá ser el heraldo de la alegría.
Hay un silencio de camposanto. ¿Nos habremos muerto? Y si alguien habla es con cantinela de cartujo:
—“Hermano, morir habemos”— “Hermano, ya lo sabemos”.
¡Ya lo sabemos, ya, de sobra; pero morir así, tan callando! Pobres diablos, nos hemos metido a frailes sin
haber probado la carne.
Hay que hablar; con palabras o con gestos; como sea, pero hay que hablar.
Todos conocéis el cuento aquél de una mujer que llamaba piojoso a su marido. No pudiendo salir con ella,
la tiró al mar. La mujer, en tanto pudo siguió gritando ¡piojoso; piojoso! Y cuando ya la cabeza sumergida en
el agua no podía hablar, las manos en alto, con los dedos pulgares hacía ademán de matar bichos.
Hay que hablar; con gestos, con palabras o como sea y si nos echan al mar, de un modo o de otro hemos de
seguir gritando: ¡piojosos! ¡piojosos!
Han proyectado en la pantalla de cine de mi pueblo la película “Los diez mandamientos” que no es del
caso comentar. Después han proyectado una de Pamplinas. Los muchachos al anuncio de ella comenzaron a
aplaudir con algarabía de chiquillos. Los niños enmendaron la plana demostrando de un modo jovial y decidido que falta un mandamiento, quizá el principal: “Estad alegres”
Los mandamientos podrán dar lección de bondad y de sabiduría, de todo lo que se quiera menos de modestia. Dios, el primero en todo, es también el primer ególatra; comienzan sus mandamientos, como sabéis, con
este: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.
Y no sólo se dejó el de la alegría, sino también el de la limpieza. “Estad alegres”. “Sed limpios”. Porque
nada puede haber completo sin alegría y sin jabón.
También en la revista Vértice de 6 de agosto de 1925 vuelve a publicar otras Florecicas:
Palabras de Giner
He pensado muchas veces en estas palabras ciertas y desconsoladoras del nunca bien y bastante ponderado
Francisco Giner: “No he podido explicarme jamás –decía el maestro- cómo siendo los niños tan inteligentes
son tan necios los hombres.”
Lección de maltusianismo
A los veinte meses de nacer el primero de mis hijos me ha nacido el segundo. A Jaimín, un cuñadín de
cinco años, al comunicarle la grata nueva, dicen que contestó: -¿Para qué habrá encargado un nuevo nene, si
hace poco encargó otro y no es rico?
Todos han reído la gracia del pequeño tío de los críos que yo fabrico. Todos menos yo, que, silencioso, he
jurado no desaprovechar la lección de maltusianismo salida de labios del mejor maltusiano; un maltusiano
que, por los cinco años que cuenta de edad, ni tan siquiera ha podido oír hablar de Maltus...
Lo uno y lo otro
Ana María, Katia (Katiuska). La mayor de mis dos nenas, dengue para comer, no quiere tomar las sopitas
si su madre no se sienta al piano y entona, no es exigente, la canción de moda o un capricho de Korsakof.
Parece como si dijera que no sólo de pan se debe vivir.
Hace años, recuerdo que estudiaba el piano mi hermana y andaba por las vueltas Paquito, un muchachote
contrapariente coloradote y revoltoso a más no poder. Mi hermana, en una de las pausas a que le obligaban
las travesuras del rapaz, preguntóle: “¿En tu casa no tenéis piano?” “No –contestó Paquito con su media
charla-; en casa no tenemos piano, pero tenemos tocino”.
Verdaderamente, no sólo de música se puede vivir. A Paquito, para hacerle pasar en silencio un estudio de
Schuman, hubo que darle a mascullar un trozo de jamón.
Paréntesis
No son cuentos los que anteceden ni los que luego vendrán. Son anécdotas. Su valor no está en el modo de
exponerlas yo, sino en la manera de ellos decirlas. No son invenciones mías; son cosas de chiquitines inteligentes que no han tenido todavía tiempo de estudiar para necios.
Madrugadores como pájaros
La hora feliz entre las felices de los niños es la hora del desayuno. Han pasado la noche durmiendo como
un lirón, suponiendo que sea el lirón el prototipo de los durmientes. Se han sentado en la cama tempranito –no son todavía hombres para haber perdido el buen hábito de madrugar-. Para acallar las prisas de sus
hambres menudas, antes que el desayuno se les sirve el cestito de los juguetes. Ellos le sacan los ojos a la
muñeca para enterarse de cómo los abría y los cerraba, y ellos han probado el temple del sable haciendo un
ovillejo con su hoja de lata. Entre travesura y travesura, han comenzado su natural deseo de saber.
¿Terquedad? Carácter y firmeza
Enriquetina, mi sobrina, desayunábase con unos buñuelos que mojaba pausada y ricamente en su taza de
chocolate. Abstraída de todo, ceremoniosamente, como los sacerdotes que tronchan meticulosos, siempre
por igual y en los mismos fragmentos el círculo blanco de sus divinas formas, así mi sobrina, siempre meticulosa, a diario partía por igual los rubios rodetes de los buñuelos aceitosos.
Una mañana presentáronle los buñuelos ya cortados. ¡Nunca lo hicieran! En aquella ocasión resonó en la
casa la más grande “pita” que vieron los siglos.
Como la llovina iba en crescendo y había cesado ya el trabajo en las buñolerías de la ciudad, su abuelita,
mi madre, con la aguja y el hilo de sus costuras empalmó los trozos de buñuelo tornándoles, por obra y gracia de unas pasadas de hilo, a su prístina redondez.
Enriquetina, triunfante y chemecosa aún, indiferente al engarce indigesto de las puntadas, todo ceremoniosa, con sus manecitas de rosa partió los buñuelos restaurados, en los trocitos de costumbre. Yo creo que esto
de romper los círculos siempre por igual, responde a un principio desconocido de geometría psicológica.
Pirandelismo
Marianín, sobrino de aquel Paquito de los estudios de Schuman con jamón, contaban no ha mucho sus propios que no encontraban modo alguno para conseguir ponerlo al orinalito para que en él haga sus cositas. Se
acocha donde bien le parece y el orinalito que no tolera bajo sus nalgas menuditas han de ponérsele ante sus
ojos vivarachos. No hay manera de que el nene haga sobre el orinal, sino a la vista del orinal.
Después de escuchar las propagandas maltusianas de mi cuñadín, he llegado a creer si, en estos tiempos
relativistas y desconcertantes de los Einsteins y Pirandello, no será Marianín un caso de perfecto –pase la
frase- einsteninismopirandeliano.
Otro paréntesis
No es pecador el que peca sino el que se regodea en el pecar, ni es criminal el que mata sino el que tiene
provecho y siente jactancia en el matar. Como no es sucio el que nombra o maneja cosas sucias, sino el que
las nombra y se revuelca en suciedad sin sacar de ello una lección o practicar un bien. En los diccionarios todas las palabras tienen igual preferencia. En los laboratorios no se tiene en más el oro que el sulfídrico. Los
cirujanos, igual hurgan en el cerebro que en el más grueso del los intestinos. Sin nombrar el orinal en líneas
anteriores, no habríamos podido nombrar las altas y nobles y nuevas mentalidades de Einstein y Pirandello...
Así tiene que ser
Mari, otra de mis sobrinas estaba haciendo “pipí” en su orinalito. Mari, no era, por tanto, einstenianopirandelista como Marianín, En tal actitud, por extensión quizá de la acción, se encaró conmigo la sobrina y me
dijo: Los angelitos que son muy chiquitines tendrán unos orinalitos chiquitines también, y Dios que es muy
grande tendrá un orinal muy grande, ¿verdad, tío Ramón? Yo asentí al criterio de mi sobrina Mari, admitamos en plan ortodoxo que nosotros seamos a imagen y semejanza de Dios, o sigamos a Empédocles –“Si los
caballos tuviesen Dios, un caballo sería su Dios”- y que Dios sea a imagen y semejanza nuestra, en los dos
casos tiene que hacer “pipí”.
Otros coleccionan sellos
He coleccionado una serie de porquerías más o menos célebres o graciosas. Aquella de Cambrone, el heroico general francés que no quería rendirse. La de Verlaine, el bohemio miserioso y grande. Otra de Rabelais de mucho sabor en boca de un fraile. La que pisó el Cristo de Calatorao. Una en diminutivo saladísima y
dolorosa de Lafuente, amigo mío, pintor y paralítico. Y entre otras más, una en tono mayor en las columnas
de LA IRA, semanario barcelonés, que por el año trece tuvo la osadía de llegar al segundo número. Al primero, menudearon las multas y abundaron los procesos. Al segundo, rechinaron los cerrojos de las prisiones.
Si sale el tercero, ya en prensa, ¡pum! ¡pum! nos fusilan a los diez minutos en la Rambla de Canaletas.
Se enriquece la colección
He aquí que he sumado una nueva porquería en jerga infantil a mi copiosa colección de porquerías más o
menos célebres o graciosas. Unas porquerías que perdieron ya lo feo de su olor y de su color al pasar por el
filtro maravilloso del heroísmo, del dolor, de la picardía o de la gracia.
Luisito, pariente de unos vecinos míos, familia linajuda y muy de por arriba, lleváronlo, ya por sus propios
pies, a cumplir con el sacramento de la Confirmación. Uno a uno desfilaban los niños ante el empingorotado obispo asustados y llorosos los más. Cuando el turno le llegó a nuestro nene, cuentan que después de la
consabida bofetadita de su ilustrísima, encaróse con él y con una entereza y un desparpajo impropio de sus
pocos años, le dijo: -¡Obispo, caca!
Yo no creo haya superado al pequeño Luisito ningún gran heresiarco...
Los malos caminos
Sí, maestro Giner. Estos niños, algunos tan fuertes de ánimo; tan perspicaces los más; todos tan inteligentes, van acercándose a los hombres por caminos de necedad.
El 21 de agosto de 1925 la revista Vértice publica un escrito firmado por Ramón Acín, Silvio Kossti, Sánchez Ventura y José Ignacio Mantecón, en el que expresan su disconformidad con el hecho de que a Benlliure se le haya encargado hacer una escultura de Joaquín Costa. Su título es Protestamos:
Hemos leído en la revista mensual “Aragón” que se publica en Buenos Aires, un artículo encabezado con
el título “Protestamos” y firmado por Ramón Acín, Rafael Sánchez Ventura, Silvio Kossti y José Ignacio
Mantecón.
Partidarios de apreciar justamente el valor del espíritu creador de los hombres, mientras viven, y contrarios
a levantar monumentos a los muertos, no podemos resistir, empero, la tentación de reproducir parte de lo
que los firmantes del escrito dicen acerca del encargo que el “escultor ayuno de sensibilidad” señor Benlliure
tiene de modelar el monumento al eminente sabio y polígrafo aragonés Joaquín Costa.
Dice así:
“PROTESTAMOS
“A Costa, que en vida se le residenció de un modo ingrato, de muerto se le zarandea de la manera más
ignominiosa. Cuando trinaba y tronaba, no se atrevían a llegar por su madriguera; hoy, ya en el silencio del
más allá, le desentierran de su fosa y le muerden como chacales y le desvalijan como saltatumbas; y todo un
hormiguero de medianías aprovechadas, trasiegan presurosas y desaprensivas el grano de oro de sus enseñanzas a lo hondo de sus propios graneros.
“Si pronto no se remedia, Benlliure, el fabricante de monumentos, va a fabricar para Zaragoza uno más
como recuerdo y reverencia, eso dicen, del Maestro.
“A un hombre todo cerebro y todo corazón, va a modelarlo, a zarandearlo, esa es la palabra, un escultor
ayuno de sensibilidad y de talento que todo su saber y su sabor está en el hábil manejo de los palillos que
mueven fácilmente sus dedos tan inconscientemente mañosos como los de una telonera de “varietés”.
“Podrá Benlliure, no lo dudamos -no somos hombres de pasión, sino de comprensión- modelar, sin ninguna inquietud interior, un friso de niños mofletudos y alegres. Podrá modelar una fuente decorativa para un
jardín de nuevo rico. Podrá modelar todo lo bien que se quiera un retrato de encargo donde los padres muestren a los hijos el lobanillo en la mejilla, o la nariz respingona del abuelo difunto. Podrá, con flexible espinazo, modelar majestuosa —por lo reales— degeneraciones. Lo que no podrá modelar, porque le viene ancho
y largo el cargo y chica la cabeza y menudo el corazón —imposibles de compensar con el hábil bailoteo de
unas manos diestras— es el monumento a Costa.
“Sabemos de sobra lo que dará de sí. Conocemos sus monumentos...
“Aquel en Granada a los Reyes Católicos, montón informe de bronce sin gracia ni concepto, ilustración
de epítome de historia narrativa y simple. Conocemos en Madrid su monumento a Castelar, con su levita
impecable en actitud quizá de contestar al canónigo Manterola. Un desnudo femenino en desperezo que
igual puede representar la libertad que el libertinaje; dos artilleros y un medio cañón y de remate, tres desnudos, no sabemos si las hijas de Elena o la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. Conocemos en Zaragoza su
monumento a Agustina de Aragón. A la mujer sencilla y heroica la plantó carnavalesca y en traza de opereta
con charreteras de general.
“Como sabemos que al boceto de Costa no le dedicó más minutos de reflexión que si se tratase de un monumento a un caciquillo de villorrio, protestamos.
Como vemos que la idea del boceto lo mismo puede valer para Costa el polígrafo macho, que para un
político de pocos vuelos o para una poetisa sentimental, que para un filántropo de treinta mil pesetas, protestamos.
“Y como en el boceto no se atisba por lado alguno la grandeza de Costa, ni nos recuerda para nada la grandeza gemela del Turbón y la Maladeta y el Pirineo todo (¡qué sabe Benlliure de Geografía si no es Geografía de “sleeping car”!) y vemos que representa su política hidráulica por dos chorros de agua y esperamos
represente luego la famosa escuela por un libro y una esfera terrestre. y la famosa despensa por un jamón de
Avilés, protestamos y pedimos que se saque la obra a concurso nacional o de ser modesta la consignación, se
encargue el monumento al último cantero de la tierra, que tosco y rudo, a lo menos hará la obra con fiebre,
con amor y con pudor y habrá de estrujarse el cerebro y habrá de latirle el corazón. — Ramón Acín.—Rafael
Sánchez Ventura.—Silvio Kossti.—José Ignacio Mantecón.
El 12 de agosto de 1925 se inaugura en el Círculo Oscense una Exposición de obras de Félix Lafuente;
organizada por Acín junto con otros amigos del pintor, como homenaje y con el propósito de vender los
cuadros y recaudar fondos para aliviar su situación económica, ya que Lafuente se encuentra paralítico desde
hace un tiempo. Con motivo de la organización de esta Exposición Ramón Acín publicará un escrito en El
Diario de Huesca el 22 de julio de 1925, que también será publicado en La Tierra, con el título Exposición
de obras del pintor Félix Lafuente:
La prensa local al ocuparse del pintor nuestro paisano Félix Lafuente, con un cariño digno de todo reconocimiento y llevada de un deseo de pleitesía merecidísima al notable artista, ha ido más allá de lo que, no
diremos comisión, sino grupo de amigos íntimos proyectamos, teniendo en cuenta la modestia del pintor.
Se trata sencilla llanamente de celebrar una exposición de cuadros de Félix Lafuente. Se ha abusado de los
homenajes, y no nos propusimos organizar uno más. Claro está que el homenaje, en cuanto esto signifique
reconocimiento y ensalzamiento de la obra y del arte de Félix Lafuente viene como de la mano con la exposición.
Por sus obras los conoceréis, dice el Galileo, y por sus obras (no las mejores, con ser tan buenas) lo conocerán; unas obras plenas de belleza, de sinceridad y de elevada pasión por su arte y por su tierra, pues recorrió todo Aragón cuando sus piernas, paralíticas hoy, le llevaron garbosas y ligeras a mojar sus pinceles para
sus acuarelas luminosas en todos los ríos y todas las fuentes claras y serenas del Alto y bajo Aragón.
Se ha lanzado en la prensa, varias veces la idea, como acordada ya de antemano de una suscripción pública. Creemos dado el número de suscripciones habidas en nuestra ciudad y lo violento y forzadas que ellas
resultan las más de las veces, que no deben llevarse a cabo. Uno o más festivales organizados permitirán
contribuir a quien lo desee con unas monedas a la adquisición de una obra para el Museo Provincial. A cambio de esas monedas, hallará en aquellos un rato de solaz. El simpático «toma y te daré», el más lógico procedimiento en la norma del vivir. Adquiriendo una obra del pintor, el que pueda y desee desembolso mayor,
por unos duros tendrá en la obra adquirida solaz grato y duradero contemplando a diario la gracia siempre
renovada de las obras bellas.
Mas, por otro lado, esa suscripción pública anunciada que tan clara y amablemente significa deseo de
todos a contribuir a la obra de reconocimiento y apoyo al artista que pintó tan bien y que ya no puede pintar,
creemos puede llevarse a cabo de una manera indirecta y más práctica y menos gravosa por mejor repartida. La Excelentísima Diputación provincial adeuda a Félix Lafuente desde sus tiempos mozos de pensionado la cantidad de 2.000 pesetas. Varias obras posee esa entidad que atestiguan el reconocimiento juvenil
y animoso del entonces futuro pintor. Nosotros estamos seguros que la Diputación integrada por gentes
comprensivas y cultas, sin estímulos de ninguna clase al celebrarse la exposición habría acordado sencilla y
humanamente pagar la deuda que, podríamos decir, prudente y generosa había guardado para los años viejos
del ex-pensionado, tan corto en fortuna como largo en saber. Se le adeuda a Lafuente y es sagrado que se
pague: además será del gusto de toda la provincia que paso a paso recorrió y ensalzó en sus obras cuando
sus piernas largas y fuertes le llevaron de Ansó a los Monegros y del Somontano a las Cinco Villas. Ábranse
listas donde respetuosamente, con cariño se solicite el pago de dicha deuda por la Excelentísima Diputación
provincial, no porque ella necesite el ruego, sino que para tranquilidad del buen administrador, no estará de
más el plácet de sus administrados.
Zaragoza, donde Lafuente pasó lo mejor de su vida y dejó lo mejor de su rato, se dispone asimismo a tomar parte activa y práctica en todo aquello que Huesca organice en su honor y en su favor. Amigos y admiradores tiene en la ciudad hermana que siguen atentos la marcha de todo. Ellos allí como nosotros aquí, saben
mejor que nadie lo que deben hacer y pueden hacer.
Por la C. Exposición Félix Lafuente,
RAMÓN ACÍN.
Esta misma Exposición de homenaje a Félix Lafuente se celebrará a finales de diciembre en el Casino
Mercantil de Zaragoza. Acín hará la presentación que será transcrita en el número de enero de 1926 de la
recién creada revista Aragón, junto con algunas reproducciones de obras de Lafuente, con el título Venta de
cuadros del pintor Lafuente:
Cosa poco corriente en la vida es hablar con sinceridad. Pero al menos una vez en la nuestra hemos sentido la emoción de oír hablar claramente a un corazón. En un salón del Casino Mercantil de Zaragoza se
han puesto a la venta las obras de un pintor aragonés, que los aragoneses no podemos dejar abandonado. Al
abrirse la venta, otro artista, muy nuestro, hizo vibrar nuestros espíritus con palabras de sinceridad, llenas de
fervor y cariño. ARAGÓN recoge estas palabras, y al reproducirlas, brinda a los aragoneses la idea de abrir
una suscripción ilimitada en cantidad para adquirir el cuadro “Los Mallos de Riglos”, con destino al Museo
de Bellas Artes de Aragón, rindiendo así un homenaje popular de afecto al querido Lafuente. ARAGÓN
encabeza la suscripción con 25 pesetas, pudiendo hacerse entregas en las oficinas del Sindicato de Iniciativa
y en las Redacciones de los periódicos; y ahora escuchad lo que el artista dijo:
No es mi intención estudiar la obra llena, tan llena de bellezas, ni la vida tan plagada de anécdotas, tristezas y alegrías de Lafuente.
Ni está lo suficientemente muerto para que le sea llegada la hora de las alabanzas y los panegíricos, ni lo
suficientemente vivo para que mis palabras, aunque modestas, sinceras, pudieran servirle de estímulo o de
lección. Si los párpados no se cerraron del todo, las manos no le quieren tener el pincel.
Además para el catálogo de la exposición celebrada en Huesca, escribí una cuartilla sobre la vida y la obra
de nuestro pintor.
En una cuartilla caben los diez mandamientos, y los diez mandamientos, eso dicen, es la obra de todo un
Dios.
En una sola cuartilla caben los derechos del hombre, y los derechos del hombre, eso dicen, es la obra de
todos los hombres.
En una sola cuartilla escribí la obra del pintor Lafuente que con ser grande, claro está, no es como la obra
de todos los hombres, ni es como la obra de todo un Dios. Dice así:
“UNAS PALABRAS.— El pintor Félix Lafuente nació en Huesca. Comenzó latines, que pronto abandonó
por los pinceles. Culminó como escenógrafo. Estudió en Madrid, y educado artísticamente en la mala época
de los “cuadros de historia” pretenciosos y falsos, cauteloso y vidente, refugióse en la algarabía de los escenarios y en la quietud de las iglesias. Y cuando no pintó monumentos ni decorados, ajeno a los maniquíes, a
los epítomes de historia y a los manuales de indumentaria, salía al campo a pintar hombres de carne y hueso
y piedras de verdad.
Enamorado de su tierra, abandonó Madrid, habiendo residido lo mejor de su vida en Zaragoza, donde dejó
lo mejor de su arte.
Recorrió Aragón de oriente a poniente y de norte a sur, dejando como recuerdo de sus andanzas la gracia
alegre y fresca de sus acuarelas luminosas.
En su vida y en su arte fue siempre sencillo y bueno como un niño. Ha llegado a viejo con pocos honores y
menos dinero por causa de lo que fue su principal virtud y que ha constituido, a la larga su principal defecto:
la sinceridad. Porque tarde lo habrás visto, maestro; la vida tiene mucho de mentira y el arte tiene mucho de
convencional.
Sus amigos hemos organizado una exposición con las obras que le restan. Las piernas no le quieren tener,
le tiemblan las manos, los párpados se le caen y queremos llevarle a su rostro un poco de alegría y ponerle
un óbolo en el bolsillo. Siquiera que mañana, cuanto más mañana, mejor, no le falte para el pago a Caronte,
el fatídico barquero de la Estigia.
Estas frases, aunque tristemente veraces, no amilanarán a Lafuente. Hombre de recio temple y de buen
humor, desde el espoliarium de su sillón se chancea de estos retratos mozos de las barbas negras y la mirada
altiva...
Sus paisanos, que tienen el deber de hablar y algo más que de hablar, tienen la palabra”.
Fijaos bien en el ultimo párrafo de la cuartilla:
“Sus paisanos, que tienen el deber de hablar y algo más que de hablar, tienen la palabra”.
Y lo mismo que dije a sus paisanos los oscenses con motivo de la exposición que se celebró en Huesca,
repito a sus paisanos los zaragozanos con motivo de esta exposición que se celebra en Zaragoza.
Porque Félix Lafuente, es tan de vosotros los zaragozanos, como de nosotros los oscenses: más vuestro
que nuestro diré.
Cuando supo andar solo por los caminos de la vida y del arte, abandonó su ciudad y ambuló, como todo
artista por esos mundos de Dios. Cuando llegó a la plenitud de su saber y de su vigor, instalóse aquí, en esta
ciudad fuerte y bella del Ebro legendario y las torres graciosas. Cuando las piernas le flaquearon, tornó de
nuevo a su ciudad a dar los últimos pasos por las callejas que le vieron dar los primeros.
Y allí lo tenéis débil y quieto en un sillón, sin poderse valer, como niño en cuna, esperando los afectos y
los cuidados de las almas buenas.
Dicen que quien siembra vientos recoge tempestades.
Lógicamente, quien sembró afectos y desinterés y sembró simpatías y bellezas, debe recoger óptima cosecha de todo ello.
El pintor Lafuente en los años de su vida aquí, fue pródigo sembrador de todas sus buenas cualidades
como hombre, y de todas sus buenas cualidades como artista.
Esta buena tierra de Zaragoza que riega el Ebro, yo sé bien que es pródiga siempre, para aquellos que la
sembraron con largueza y con amor.
Ello me ahorra el dedicaros a los zaragozanos una frases de estímulo que no necesitáis.
Pero, es que no solamente vienen a esta exposición cuadros para algunos zaragozanos amigos de la pintura
y para algunos amigos del pintor.
Hay un cuadro, ese de los mallos de Riglos, ingentes monolitos, que son como centinelas de nuestro Pirineo, que debe ser un cuadro para todo Zaragoza, mejor aún, para todo Aragón.
El Museo Regional, sea como fuere, debe adquirir esa obra fuerte y delicada, como muestra de la pintura
aragonesa y como pago merecido a una vida de trabajo, de honradez artística y de desgracia de un pintor
aragonés que ciertamente merecía un mañana mejor.
Yo estoy seguro que la idea habréis de acogerla con todo calor.
En cuanto a la forma de llevarlo a cabo de la mejor manera, vosotros veréis.
Dicen que más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena. Figuraos aquí, donde, en galantería y en
verdad, si alguno es merecedor de la casa de Orates no es otro sino yo.
Al despedirme de Lafuente le pregunté: ¿Qué queréis, maestro, para los zaragozanos? Y el pintor Lafuente,
que tan poca salud tiene me contestó: Di a los zaragozanos que con toda el alma les deseo salud.
En la cuartilla del catálogo de la exposición oscense habéis visto que digo así:
“Las piernas no le quieren tener; le tiemblan las manos, los párpados se le caen...”
Y ello no es una pintura en negros tonos, exagerando el natural para ayuda de lástimas. Ni él habría de
consentirlo, ¡genio y figura al fin! ni yo he nacido para ponderador de las desdichas.
Así está, y así hay que presentarlo.
Algunos de vosotros le habéis visto en la ciudad vecina y hermana.
Lo han visto: Castán Palomar, de El Noticiero, Mefisto y Casanova, del Heraldo; Aznar Navarro, de La
Voz de Aragón.
Ellos dirán: qué queda de Lafuente, de sus piernas garbosas, de sus manos diestras, de sus ojos escrutadores; no queda nada.
En aquel sillón, no queda de Lafuente más que la lucecita del corazón.
Cuando visito al pintor Lafuente en su casa, en su sillón siempre, con los dolores que le atenazan, unos
dolores que por malos que son no consiguen vencer su buen humor, me recuerdo del Oswaldo de Ibsen,
también pintor y paralítico.
A falta de su madre, la madre que siente tres veces el dolor de los hijos, a sus tres hermanas, tristes y santas
como tres Marías, Lafuente les suplica a cada instante la pócima que le libre de los saetazos de su mal.
No más que para esto viene a vender, que no a pedir, nuestro amigo el pintor.
Y yo he venido a estimular la venta, para que a este Oswaldo de verdad, helado y en tinieblas, siquiera no
le falte la aspirina que mitiga el dolor... Porque, un poco de aspirina, es para Lafuente como un rayo de sol.
En junio de 1926 Acín viaja por vez primera a París donde permanecerá unos meses. A su vuelta retornará
a colaborar en prensa. Así el 11 de diciembre de 1926 publica en El Diario de Huesca Mantoncicos baturros:
A Miguel Alarcón Giménez de Cisneros, trotamundos, pintor y otras cosas más:
He recibido, procedente de la alta montaña, un obsequio cumplido y delicado de un buen amigo que va de
pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad dejando en cada uno el grato recuerdo de su simpatía inagotable y
la gracia de sus pinceles alegres y sencillos. En Huesca, como en todos los sitios por donde pasa, conócesele
por el trotamundos, el pintor, el bohemio, el explorador (así aludiendo al modo de su vestir), nombres que
acepta con modestia y jovialidad, él, que de nombre se llama Miguel, como Cervantes y Unamuno, y después lleva el Alarcón de ringorrango y luego el rimbombante y castizo Giménez de Cisneros.
***
Miguel Alarcón Giménez de Cisneros, mi colega el pintor, me ha enviado el rico presente de tres primorosos mantoncitos de seda, de esos mantoncitos gayos y suaves que lucían las baturricas de cara redonda y
colorada como los malacatones antes de calzar tacón Luis XV y de soñar con tocarse a lo garsone. Tres mantoncitos; uno entonado en oros, echarpe gracioso que será para la compañera de mi vida y dos mantoncitos
más, abigarrados y pimpantes, lindo comienzo del futuro trouseau de mis dos chiquillas Ana Maria y Maria
Sol.
***
Tres mantoncitos y un chaleco. Un chaleco con el color del fondo de un morado rojizo en el que campan
unas rosetas de un rojo amoratado, como prodigio de sencilla y noble entonación.
Mi amigo Miguel, que nació a la sombra, a la buena sombra de la Giralda sevillana, canta en su carta a
mi chaleco de terciopelo semimorado y cuasi rojo, con todo el lirismo de su fantasía y con todo el amor que
siente y es mucho, por el Altoaragón, y le llama coraza de nobleza y dice acarició la culata del trabuco en
defensa de la patria, que percibió el roce de los turgentes senos de garrida moza, que descansó en él blanda-
mente el guitarro rondadero...
***
Amigo pintor poeta y trotamundos: hombre sin casa y sin rumbo porque se hacen tuyas todas las casas
y haces tu rumbo de todos los rumbos; hombre cuyos zapatos saben de todos los caminos y cuyo corazón
conoce todas las emociones y cuyos ojos vieron todos los paisajes; que después de rodar por el mundo todo,
has encontrado como su cogollo esta nuestra tierra del Alto Aragón; donde quiera que te halles, por estas
columnas de EL DIARIO te agradezco el obsequio de tus mantones baturricos con todo cariño y con toda
emoción.
Y el 14 de diciembre de 1926, también en El Diario de Huesca, El valor moral, los futbolistas y los futbolaires:
En el número anterior de EL DIARIO escribí un corto artículo; algunos me han preguntado el por qué no
escribía con más frecuencia (voy a poner como botón de muestra a Luisito Fuentes) porque, según dicen, lo
hago muy bien.
Yo no sé si lo hago muy bien, pero si sé que no lo hago del todo mal. ¿Es inmodestia hablar así? Es cosa
ésta que no me interesa, pero, a ver; el que no tenga pizca de vanidad que levante el dedo; porque yo bien
me sé, que la modestia no pasa de ser una vanidad, la más aristocrática de la vanidades si queréis, pero al fin
vanidad. Hasta en los Santos que fueron prototipo de modestia en este mundo, obedecía su modestia a poder
saborear en el otro la gran vanidad (hablo en jerga católica) de estar sentados por los siglos de los siglos a la
vera de Dios Nuestro Señor.
Por otro lado, el secreto, si no para escribir del todo bien, cuando menos para no escribir del todo mal, está
al alcance de todos: consiste en escribir solamente cuando la bilis nos ahoga o cuando nos salta el corazón.
Y ayer escribía yo mi artículo ex abundantia cordis y hoy escribo el que escribo porque la bilis me atosiga la
garganta y no puedo vivir de desazón.
*
Os he dado el secreto, mas bien sé yo que no escribiréis mucho a pesar de ello. Con abundancia de corazón
poco podréis; escasean tanto los motivos para ello en esta pobre vida.., y con mucha bilis yo os aconsejo por
experiencia, que aunque tajo no os habría de faltar, no lo hagáis; cada artículo que yo escribí indignado, aunque fuera santa y justa la indignación y no echase en olvido la eubolia o ciencia del buen decir, se me negó
un saludo, me silenció un periódico para siempre, o se me abrió un proceso o una puerta a cal y canto se me
cerró. Pecata minuta todo ello; la verdad, la verdad por delante y la justicia; el valor moral, sin fanfarria y sin
beatería, y jovial por encima de todos los valores. Una vida humilde, perseguida, misteriosa si fuere preciso, pero que al echarle a uno en la fosa, la tierra al caer canturree sobre el ataúd: fue un hombre, y como tal,
cumplió con su deber,... Epitafio éste sencillo y al alcance de todos los mortales, que va siendo como mirlo
blanco, como rara avis en la fauna alada de los cementerios...
*
Vamos a predicar un instante en el desierto desconsolador de la multitud que tiene oídos y no quiere oír.
Una vez más, unos cientos de futbolistas, futboleros y futbolaires, llámense así o como se llamen los que
juegan al fútbol y los que ven jugar, han regresado de Zaragoza con las orejas gachas y el rabo caído ante la
derrota del Huesca F. C., equipo dicen que oscense, integrado por once muchachos forasteros adquiridos en
las subastas de la andante futbolería.
Nuevamente la Junta y sus secuaces, ante eso que llaman campeonato, como buenos cazurros, no aragoneses ni baturros siquiera, han querido clavar el clavo con la cabeza al revés. Con sus cabezas habrán de
martillar y allá ellos si la ley les ampara y el bolsillo se les permite y la conciencia se les tolera; pero es que
la cosa no termina allí, y no uno ni dos, ni diez, sino cien y cien, quieren que los oscenses todos lloremos
con ellos su derrota y compartamos su indignación y su luto riguroso echando cuando menos un crespón de
seda a nuestras mangas y unas gasas a nuestros chambergos. Y no uno, ni dos, ni diez, sino esos cien y cien
van diciendo a voz en grito que no puede ser uno buen oscense sin sentir la derrota de su Club y como tanto
se van ligando las palabras oscense y futbolista o futbolero o futbolaire y como nos tenemos por tan oscenses como el que más y creemos que tal como se han puesto las cosas no sólo es compatible sino necesario
alegrarse de la derrota del Huesca F. C., venimos a decir no a los cuatro vientos solamente, sino a todos los
vientos de la rosa de los vientos, y no a media voz sino en el altavoz de un diario, que hay un oscense, tan
oscense como el que más, y tras él muchos oscenses tan oscenses como él, que se alegran con toda la fuerza
de su alma y pregonan con toda la fuerza de sus pulmones su alegría infinita por la derrota del Huesca F.C.,
cuyo dinero empleado en vencer o perder es digno de mejor empleo y cuya indignación, la santa indignación
que tan escasa va, podía ser digna de mucho mejor causa.
¿Queréis muchachos alegres y fuertes? Emplead esas pesetas en las cantinas escolares, lo más noble y
simpático de nuestra ciudad, donde unas docenas de chiquillos, no todos por desgracia los que debieran ser,
esmirriados y tristes se les ve comer animadamente viendo cómo se animan bocado a bocado las lucecillas
semiapagadas de sus ojillos juveniles. Unas criaturas que si no por las cantinas, como los pájaros en días de
nevada, habrían de acostarse a medio comer.
¿Queréis raza fuerte? Emplead vuestra indignación, la santa y escasa indignación, no en si un réfere saltimbanqui, por cuartos o no cuartos pita penalty sin deberlo pitar perdiendo nuestro pueblo la gloria mezquina de un campeonato de asalariados, sino porque un vivero forestal, nido de pájaros y fuente de salud,
que concedía el Estado al pueblo que ofreciese no más de diez hectáreas de terreno, lo pierde la ciudad, por
abandono de su Diputación y su Concejo, más pobres todavía de espíritu que de dinero, y por la apatía de
una juventud de futbolistas y futboleros y futbolaires, habituada a hacer las cosas del ombligo para abajo
en lugar de hacerlas de cejas arriba y con el puntito del corazón. Una juventud que debió reunir esas diez
hectáreas de tierra vaciando los tiestos de flores de sus novias y llevándosela a puñados de las heredades de
los ricachos sórdidos; que debió haber echado mano hasta de la tierra de las sepulturas de sus mayores, que
a gusto habrían tenido al aire libre sus santos huesos, mondos y lirondos, si habría de ser para alegría y salud
de sus propios nietos.
Después de este artículo, ¿se me negará algún saludo o alguna puerta se me cerrará? Deseo y espero que
no, mas si así fuese, qué le hemos de hacer. Cuanto más nos aíslan, más nos acercamos a nosotros mismos;
más amigos de la justicia y la verdad; más se templa nuestro valor moral, este valor moral que sin fanfarria,
sin beatería y con jovialidad nos acompaña hace tantos años y al que le pedimos en la mañana de cada día
que no nos abandone hasta que con los pies para adelante nos lleven allá bajo al criadero de los gusanos.
Yo, al escribir no hago literatura; escribo sujetándome el hígado o apretándome el corazón. Si canto suave
o fuerte, canto sin saberlo, como los buenos árboles cuando les sopla el céfiro o les azota el aquilón.
El 18 de diciembre de 1926 se celebra en el teatro Olimpia de Huesca un acto de hermanamiento Hispanoportugués en el que, además de actuaciones musicales, ofrece una conferencia el escritor lusitano Nobre.
Ramón Acín no se encuentra en Huesca, pero a su vuelta y con motivo de este acto escribirá un largo artículo que divide en dos partes. El primero sale publicado en El Diario de Huesca el 11 de enero de 1927 con el
título Huesca y sus forasteros con un prólogo cuasi comunista:
Unos días en un pueblo, en Berbegal, acompañando a mi hermano Santos en la división de unos terrenos.
Mi hermano toma rumbos y distancias con su brújula y yo me dedico a la alineación de banderetas; unas
banderetas de palo recto y trapo colorado que el viento las bambolea sin cesar. Tenía mucha gracia el ver a
un comunista como yo metido en oficios de parcelador. Y a mucha honra, amigos. Primero hay que parcelar;
más tarde la gente trabajará en común cuando vea que es un mal negocio eso de la parcelación.
Un terreno plano como la palma de la mano, va a dividirse en tantas parcelas como vecinos tiene el pueblo.
En márgenes y caminos se irá una parte no chica de la tierra. Después, cada vecino llevará su vertederica
y de la besana hasta el último surco, paso a paso de yunta y jota va, jota viene, tras larga labor de sol a sol,
dejará la tierra en condiciones para la sementera. Luego después, de nuevo paso a paso andará a lo largo
de su parcela echando a voleo las pepitas de oro del trigo de sembrar. Al estío si los vientos fueron bien y
las lluvias a punto y el calor en sus grados, correrán de nuevo los berbegalinos sus parcelas de cabo a rabo,
hoz en ristre, cortando las cabelleras de oro de los trigales y dejando sus parcelas a lo garsone. (También las
modas influyen en las lenguas enriqueciéndolas con nuevas imágenes).
Siega que segarás, encorvado bajo el sol de castigo, el hombre de la parcela, de gabilla en gabilla irá
haciendo sus fajos de mies; esos fajos de mies desperdigados por campos que semejan corderos de oro
pastando a la largo de las rastrojeras. Terminada la siega en carros de pugas o en mulos con baste y afilados
ganchones, dejando en el camino, en zarzas y tapiales una buena parte de su granazón, llevarán esos fajos
a la era para formar las garbas áureas pistas donde las bestias, como los caballos del sol, trazan sus órbitas
luminosas arrastrando los trillos legendarias, sencillas carrozas de la salud y de la vida...
Trillada ya la mies, aprovechando los momentos de ventolera, el hombre de la parcela la echará a lo alto
con el manoteo de sus horcas y la dueña y la moza con mandrias y zarandas espurgarán el trigo con el garboso mover de sus brazos y al compás cadencioso del contoneo de sus caderas...
Nuevos argonautas, estos hombres de las parcelas, tras los esfuerzos de todo un año habrán conseguido a
la postre su vellón de oro; un vellón de oro que habrán de partir con el médico, el boticario, el albeitar, el
menistrante, el contrebucionero.
El terreno dividido en parcelas a los berbegalinos es llano como la palma de la mano. Un solo hombre, con
tractor y brabant de tres rejas labraríalo todo en poco más tiempo que tardará en labrar cada berbegalino su
parcela con su vertederica.
Un sólo hombre con una sembradora “Internacional” tardaría en sembrarlo todo poco más que tardará cada
berbegalino en sembrar su parcela a voleo y paso a paso. Un sólo hombre con una segadora tardaría poco
más en segar todo el terreno que un berbegalino tardará en segar su parcela, hoz en ristre, encorvado bajo el
sol. Una trilladora aventadora empacadora ensacadora, con ventoleras o sin ella, despacharía la mies de toda
la cosecha en poco más tiempo que el hombre, la dueña y la moza emplearán en el trillado, aventadura y
zarandeo de las mieses de una sola parcela.
Un sólo hombre, con su tractor y su brabant y su sembradora y su segadora y su trilladora aventadora,
en ese terreno llano y emparcelado de Berbegal, recogería el fruto de la cosecha en poco más tiempo que
emplearán en recoger la suya en su parcela cada berbegalino; y todavía quiero aquí recordaros un invento de
un español: el telequino de Torres Quevedo, por el cual un barco sin ninguna tripulación es dirigido desde la
orilla y evoluciona a gusto y capricho del manipulador. Llegará día en que se habrá hecho carne viva y palpitante el mito de San Isidro Labrador, que como sabéis, los ángeles le labraban el campo mientras el santo se
estaba tumbado a la sombra de una olivera...
¿Utopía? No podemos hablar de utopías los que hoy por la radio ponemos nuestros relojes al sonar en
nuestros propios oídos la hora de Londres o New York y los que, todavía como quien dice, en los mares aún
la estela de las carabelas de Colón, hemos presenciado el vuelo de mundo a mundo de la libélula de acero
del Plus Ultra. No olvidemos que las utopías de hoy son las realidades de mañana, como las realidades de
hoy no son sino las utopías del ayer. Marconi se da la mano con Graham Bell; en la peluca de Colón anidaron los pájaros volanderos de los bravos mozos del largo raid; Torres Quevedo tiende la mano a los espacios
esperando al perfeccionador de su telequino; en su barba hirsuta anidan los pájaros de nuevos inventores; en
el runruneo de los tractores y las trilladoras de hoy, hay dormido un nuevo runrun; en la savia de cada berbegalino de las parcelas, no lo dudéis, hay un futuro comunista de Berbegal...
*
Unas cuartillas en blanco son como un cesto de cerezas y la pluma es como una mano que metemos en él;
no sacamos la cereza o las cerezas que queremos, sino que nos salen las cerezas que nos salen. He aquí que
dijimos al comienzo de este artículo, un comienzo ya lejano, y lo que te rondaré morena; decíamos que tenía
mucha gracia ver a un comunista como yo metido en oficios de parcelador; y añadíamos: a mucha honra,
y como comunista y parcelador, parecen términos antitéticos, y por otro lado tenemos en mucho nuestras
ideas, no con ánimo de propaganda ni de lección, sino por motivos de claridad en los conceptos, diremos
que hay dos clases de comunismo: el comunismo de arriba abajo y el comunismo de abajo arriba; el comunismo de imposición y el comunismo de comprensión; el comunismo de estado, como el ruso, en el que una
minoría de idealistas (cuidado con tomar idealismo por utopía, sino más justamente como cultura y buena fe
pero sin base práctica) impone el comunismo a la mayoría de la nación; un comunismo sostenido no por los
comunistas, sino por la checa, imponiéndolo a golpe de bayonetas al mujik; y el otro comunismo, el libertario, individualista, sin que en estos términos haya antítesis, un comunismo sostenido y defendido por ver y
palpar las bondades del comunismo, un comunismo de ex parceladores que labraron las márgenes por ver y
palpar ruinosa la parcelación.
*
Estamos todavía a mitad del artículo y lo más prudente será partirlo por gala en dos, dejando para el próximo número de EL DIARIO la mitad restante. Si lo breve bueno dicen que es dos veces bueno, hagamos las
cosas breves, más fácil de conseguir que hacer las buenas, que a falta de mayor virtud tendrán la virtud de la
brevedad.
Y aquí termina el prólogo cuasi comunista. Un prólogo que se hizo largo por olvido de aquella recomendación de Quevedo en una de sus obras: “Dios te libre, lector, de prólogos largos”... Que me perdone el resaladísimo poeta y perdone el lector, a quien, la verdad, no me atrevo a llamar también resaladísimo...
Y al día siguiente, 12 de enero, publica la segunda parte de Huesca y sus forasteros con un prólogo cuasi
comunista:
Osca, Osca; no naginta et novem turres habes; alienos amplecteris et propios despicis.
Con este artículo, mejor dicho, este medio artículo de hoy, escrito hace días, me pregunté más de una vez:
¿lo publico? ¿no lo publico? Si nos hallásemos en la época de las margaritas, al modo del ¿me quiere? ¿no
me quiere? de los enamorados se lo habría preguntado a las margaritas.
Como un dependiente cualquiera del ramo de comestibles, tengo mis arcas llenas de dramas y comedias
esperando el actor que las lance o el editor que las dé a luz. Mis artículos, que tan buena acogida les guarda
el director de este diario, no es cosa queden también inéditos y haya de sumarlos al mamotreto de mis papelotes sin editar.
A nadie podrá enojar este artículo, pleno de equilibrio y serenidad, cuya publicación puede que se deba a la
falta de margaritas.
*
Los forasteros son la sal de los pueblos todos. De la más grande ciudad al último villorrio necesitan de
ellos; de su inquietud, su exotismo, su cultura curiosa y andariega, su osadía. Lo más elevado de París no es
parisién. De todos los climas llegan como falernas al resplandor de la ciudad luz. Llegaron con el ceceo de
cien lenguas distintas y todos aprendieron el parisién para entenderse y trabajar en la babel de la ciudad y
cada uno fue un parisién más en la vida compleja y amable de París. La fuerte y bella luz que irradia al mundo la ciudad-luz, es de la hoguera de falernas de la forastería.
Madrid es lo que es, no por lo que es en sí, sino por obra y gracia de los provincianos de toda la España
que acuden a la capital al calor amable de la simpatía inagotable del pueblo madrileño y al cobijo de sus museos, sus academias, sus teatros. Los forasteros prestan a la ciudad el valor de su cultura curiosa y andariega,
su inquietud, su exotismo, su osadía de hombres de otros cielos y otras costumbres, y la ciudad presta a sus
forasteros el pregón a los cuatro vientos de sus obras en los museos, en las academias, en los teatros...
Y Huesca necesita de la forastería que nos trae sus exotismos y su cultura y su inquietud; unos se hacen
nuestros y se quedan por siempre a la sombra amable de la Catedral y otros se llevan nuestras mocicas para
que vean hay mundo más allá de las canteras de Almudébar y la sierra de Guara y luzcan fuera de aquí nuestras paisanas, su gracia venusina y bien plantada.
Y como Huesca y Madrid y París, en el pueblo de Berbegal los forasteros son la sal de él. Maestro, farmacéutico, veterinario, médico; todos forasteros, llevaron también a los berbegalinos la cultura y la salud con la
inquietud exótica de su forastería.
*
Todo el rodeo del medio artículo de ayer por los campos de Berbegal y hoy de nuevo por Berbegal y lo
que no es Berbegal, para decir que no me encontraba en Huesca el día en que en el teatro Olimpia de nuestra
ciudad celebróse una fiesta de aproximación hispano-portuguesa, y en la cual, un forastero sin más título que
su forastería, había de tomar parte en ella, movilizándose por este motivo toda la ciudad con la hidalguía y
buen acogimiento que es su característica y su mejor timbre de honor. Todo ello en grado superlativo en este
caso, pues al portugués y su parienta (cuyos pies beso; no es cosa de desentonar), faltóles tan solo un golpe
de magnesio y la bendición de mi ilustre amigo el obispo Fray Mateo Colom.
*
En los umbrales de las carreteras de nuestro pueblo, como en la ciudad de Siena, habría que poner en caracteres grandes y de oro: “Extranjero, Huesca te abre su corazón”.
No es la primera vez que de esto me he vanagloriado ni es la última ni dejo de vanagloriarme en estos
momentos. Por mi nacimiento, soy oscense, y por mis ideales, soy de la Patria grande que va de Polo a Polo
y de mar a mar, no puedo menos de sentir ese regocijo por el buen acogimiento de mi ciudad al que llega
de fuera, sea quien sea y venga de donde viniere. Pero en todas las cosas hay que guardar la debida medida.
¡Guarda medida! recomienda uno de los siete de Grecia. Tanto se peca de más como de menos. En el punto
justo está la justeza de las cosas. A la función de comer, tan humana y natural, le está acechando el vicio de
la gula. La procreación, santificada por todos y por todo, un punto más es el vicio de la lujuria. La virtud de
la caridad, llevada más allá de lo prudente, no se hace una virtud quintaesenciada, sino que entra de lleno en
el campo de los vicios; no mejoran en nada las cosas de la pobreza teniendo que atender un pobre más.
Bien está el recibir y agasajar a la gente que llega de valía con arreglo a su valer; bien está albergar en lo
hondo de nuestro corazón a la gente que nos llega de todo corazón; bien está celebrar las gracias de la gente
graciosa que nos llegue hasta aquí, en todo lo que sus gracias signifique, y bien está que después que los
conozcamos y lo merezcan los llevemos a nuestra diestra y les hagamos pasar primero todos los umbrales
y sean entre nosotros un oscense más, pero de eso a que abramos la espita de nuestras alabanzas y abramos
la gaveta de los dineros, tan parcos que somos entre nosotros, al primer charlatán, trabucaire o santivulero
que caiga por aquí y se le reciba poco menos que con los danzantes y los gigantes, pues la ciudad no gana
con ello; antes pierde, pues lo que ella califique de hospitalaria, los propios hospitalizados (pase la palabra)
calificarán de mentecatez.
*
“Oh, Huesca, Huesca, la de las noventa y nueve torres; a los extraños abrazas y desprecias a tus hijos”. El
latinajo del comienzo del artículo es de vieja existencia en la ciudad. Que se aplique a todos el mismo rasero
no es mucho pedir. Abrácese norabuena, pero guárdese medida al abrazar.
Tres días después, el 15 de enero de 1927, en El Diario de Huesca publica Tríptico en el que hace una aclaración, a modo de epílogo, de sus dos escritos publicados días antes, habla de la enfermedad de su amigo y
periodista Mariano Añoto (que morirá tres días después) y comenta la necesidad de celebrar el Centenario de
Beethoven con audiciones de sus obras en Huesca. Dice así:
Un cabo por atar
El latinajo que puse al comienzo de mi último artículo, púsele en latín para indicar la ancianidad de la
frase, no por alarde de latinidad, que bien a pesar mío, para traducir una página de Juvenal o de Virgilio, aun
con la ayuda del Diccionario y el Santo Espíritu, me cuesta no pocos apuros de primerizo. En mi haber de
latinista cuento no más con la poca gracia de dos suspensos en el latín del Instituto; bien es verdad que nos
hacen estudiar el latín en la edad de trepar a los árboles; por ello, ahora que, de baja el divino tesoro de la juventud, le faltan a uno ánimos y ganas de trepar a los árboles, hemos decidido enriquecer nuestro menguado
caudal de latín. Nos veremos cumplidos, si en llegando el trance que llaman duro los blandos de ánimo, nos
despedimos de la vida en dísticos latinos. Humor no creo nos falte para ello.
No me agrada ser un simulador, ni suelo tratar de la ciencia del arquitrabe, que como todos sabéis, consiste
en hablar de lo que uno no sabe. Ni me es grato tampoco dejar un solo cabo por atar.
Y ya con la pluma en la mano, con motivo de esta especie de epílogo a mi último artículo, aquel artículo
del prólogo cuasi comunista, no estará de más la explicación que verá el que siguiere leyendo.
El Tostado y yo, dos
En pocos días llevo publicados muchos artículos en este periódico y ello es cosa que necesita una explicación, pues yo bien me sé, que si la perdiz dicen que cansa a diario, el plato que yo sirvo, que no pasa de ser
grajo viejo, habrá de cansar antes con antes. Mi amigo, más que amigo hermano, Mariano Añoto, el Cirineo
de López Allué para llevar la cruz de este portavoz altoaragonés, se halla enfermo hace días, y el querido
don Luis carga él solo con el peso de ella.
Yo me he prestado gustoso a llenar unas galeradas con mis prosas; teniendo a mucho honor el ser un poco
Cirineo de don Luis y verme muy cumplido, sintiendo el motivo, claro está, de llenar, provisionalmente, un
poco el hueco del querido Mariano, un periodista que se halla en el puesto modesto, que está por su modestia
(vale mucho más de lo que aparenta) y por su jovialidad. A la gente jovial y poco etiquetera no se nos tomará
en serio nunca, amigo mío. Un periodista, modelo de periodistas; un periodista que no cuenta en su haber,
con el chantaje de media peseta, ni se le escapó nunca en ningún periódico, un solo adjetivo de adulación.
Nieto auténtico de Murger, pasea su bohemia de buena ley con simpatía y dignidad. En el marco estrecho
de ciudad provinciana, lleva un vivir de grande urbe.
Yo tengo muchas anotaciones, que no quedarán inéditas, sobre este nieto de Murger...
El Centenario de Beethoven
En Marzo de este año se cumple el aniversario de la muerte, en Viena, de Luis Beethoven.
Todas las ciudades del mundo que se precien de cultas, deben celebrarlo con arreglo a sus medios y a sus
entusiasmos.
En Huesca, como en todos los sitios donde haya constituidas Juntas para el Centenario de Goya, debían
éstas encargarse de la celebración del Centenario.
Mejor comienzo para honrar al autor de “Las Majas” que la interpretación de unas sonatas del músico de
Boon, no podrán hallarlo.
Son genios no solamente compatibles, sino necesarios. ¡Ay del que no le diga nada la obra de Goya! pero
¡ay también del que no le diga nada la obra de Beethoven, todo corazón...! Goya y Beethoven son gemelos,
no solamente en cuanto al tiempo, sino también en cuanto a su grandeza y universalidad; hasta físicamente.
Si en vida fueran sordos ambos, lejos ya del mundo de los vivos, contemplamos la semejanza de sus mascarillas.
Goya y Beethoven. He aquí dos vidas paralelas para un nuevo Plutarco.
Los músicos oscenses tienen la palabra. Una audición bien ensayada de obras de Beethoven, no es mucho
pedir; pónganse al habla para ello con don Pedro Montaner, que en cosas de Beethoven, en nuestro pueblo,
es su profeta.
El 5 de mayo de 1927 El Diario de Huesca publica Un parque en la ciudad, artículo en el que Acín rectifica su idea de instalar el Parque en la Alameda y apoya la idea de López Allué de afincarlo detrás del Casino
Oscense:
Las aguas, las escuelas, los árboles: He aquí los tres problemas capitales de la ciudad.
Todo para los niños; la higiene, la cultura, la alegría y la salud.
Los niños son la única esperanza de un mañana mejor...
Decía Selgas, que había dos cosas que nunca le cansaban: el correr de un arroyo y el reír de un niño.
Llenemos la ciudad con las risotadas de los niños. Pero un niño para reír ha de estar alegre y sano y para
que la risa de un niño nos agrade ha de ser de un niño educadito y limpio.
Sembremos de arroyos la ciudad y los alrededores de la ciudad.
Estoy en un todo conforme con el artículo de López Allué sobre el emplazamiento del futuro Parque, y
puede que no haya voto, sino de más calidad, más desapasionado que el mío en este asunto. Enamorado
de la Alameda, asiduo concurrente yo y los míos, cuando estoy en la ciudad y constante suspirador de sus
paisajes y recuerdos cuando me hallé mundo adelante y cegado por el cariño a ella, no encontraba lugar
alguno para todo lo que significase esparcimiento y plantación de arbolado. Lo primero por considerar que
lugar alguno en Huesca tiene el magnífico fondo de la Sierra de Guara con su Salto del Roldán y sus tozales
de Las Mártires y su silueta de la ciudad. Lo segundo por saber que los Parques o núcleos de arbolado en
las ciudades deben estar situados en el lado opuesto a donde deben y suelen situarse los cementerios, y por
tanto, en donde por la dirección de los vientos reinantes puedan traernos éstos lo mucho bueno de los buenos
árboles. En este sentido, como la Alameda, decididamente no hay sitio mejor.
Pero en un Parque no es suficiente, con ser mucho, que se den cita los sanos vientos y los bellos paisajes,
sino que han de llegar a él también cómoda y prontamente los ciudadanos, para cuyo recreo y salud se hacen
los tales Parques, y por esta razón con todo dolor renuncié a mi deseo (el deseo es el único poder de los que
no pueden). Me hago en este caso un poco Guzmán el Bueno arrojando la daga para decapitar a esta Alameda que amo como a una hija.
Y no encuentro mejor lugar para el Parque que el indicado por López Allué y por muchos más con quienes
comenté el asunto, técnicos entre ellos: arquitectos, y verdaderamente que no hay más que echar una ojeada
al plano y ver que naturalmente todos tienen que ir a parar a tal lugar y bastante se ha legislado a espaldas
de la Geografía, mi querido alcalde profesor de esta ciencia, para que sigamos teniendo en poco o en nada el
lugar geográfico y por ende los planos, que son el espejo de él.
Desde luego, creo no sólo compatibles sino necesarios el Parque como Parque y la Alameda como paseo
adquiriendo los terrenos de uno y otro lado del Isuela y haciendo plantaciones cuando las posibilidades económicas lo permitan.
Con lo que no estoy conforme en todo ni en nada es con lo de tirar el Teatro Principal por muy destartalado
que se encuentre.
Yo, si en mí estuviera, haría del teatro Principal la Casa de los niños; ya se encargarán ellos de echarlo abajo con sus estruendos jericanos (pase la palabra que alude a los gritos de la toma de Jericó) y con el piernoteo inquieto y constante de sus pocos años.
Piqueta más simpática no podrá echar a tierra ningún caserón.
Allí debe ser primeramente el cine de los niños, porque es vergonzoso que los niños asistan a las películas
de los mayores, y es una cosa fuera de la lógica, de la pedagogía más pedestre y del concepto alto de moral y
de humanidad, que las sesiones que llaman de niños consistan... en las mismas sesiones de los mayores con
un tanto por cien de rebaja en los precios.
Si yo fuese empresario de cine regularmente haría lo propio, pero las autoridades, los maestros y no hay
que decir los que son a un tiempo maestros y autoridad, deben ver las cosas en un plano mucho más elevado
que un empresario.
No podrá tachárseme a mí de moralista mezquino y vulgar.
En los periódicos se ven a diario noticias verdaderamente desconsoladoras de niños que influenciados por
películas que no llamaré inmorales sino inoportunas a la edad de ellos, cometen actos impropios de su edad
y anunciadores de una funesta torcedura en el natural y buen camino que todo ciudadano debe seguir.
No insistiré más en esto, y yo sentiría de todas veras que todo quedase en unas líneas de contestación de
mi querido amigo Luis Mur, con quien desde hace años sostenemos un diálogo de predicadores en desierto
sobre esta materia y que, como si tratásemos de la luna nadie terció en contra ni en pro de asunto tan claro
como el cine infantil.
*
Se intentó crear una escuela al aire libre en San Jorge y se desistió, con muy buen acuerdo, de su implantación. En tanto los niños sigan naciendo sin alas no creo oportuna la implantación de una escuela en un
altozano a tres kilómetros de la ciudad, pero ¿no podría ensayarse en el futuro parque? No son muchos los
días en que en Huesca no puedan darse estas clases y para eso tendrían bien cerca los niños su casa, el teatro,
y con calefacción instalada.
Mas esto lo dejaremos para tratarlo otro día, haciendo constar de antemano que por mis pocos conocimientos del asunto no haré más que indicaciones y aun éstas siempre dispuesto a rectificarlas, pues a mí siempre
me fue grato rectificar cuando creí a los otros por mejor camino del que pudiera ir yo.
Tornando de nuevo al Parque, recordaré que en grandes ciudades del extranjero, en los Parques públicos,
hay algunos espacios acotados con pequeñas empalizadas, donde los niños, sin necesidad de familiares ni
niñeras, juegan al cuidado de una mujer, regularmente pagada por el Concejo de la ciudad.
¿No podría hacerse esto aquí en el Parque futuro si el tal Parque está como dentro de la población? Esto es
más fácil que lo del huevo de Colón; un pequeño suelo y unos metros de empalizada y a cambio de tan poco
el crecido interés de los niños alegres, sanos... y sin riesgo de ser atropellados por las calles públicas.
*
Escrito este artículo me entero del publicado por don Adolfo Muguerza en defensa de la instalación del
Parque en la Alameda y me es muy grato el coincidir con él en los cariños a tan bellos lugares, pero vea
el plano de la capital y estudie el acceso más fácil y el riesgo menor para los niños en cada uno de los dos
sitios. Rectificar es de hombres comprensibles y cultos de fina sensibilidad.
Técnicos y no técnicos deben intervenir en asunto de tanta importancia. Así lo esperamos.
El 9 de octubre de 1927 muere su amigo y maestro el pintor Félix Lafuente. El día 11, El Diario de Huesca dedica la portada completa a este suceso, en el centro de la cual hay una xilografía realizada por Acín de
Lafuente muerto. Además se inserta un escrito suyo titulado El amado maestro:
Unos muchachos trepaban, como monos enjaulados, por la verja de la Catedral. Otros tiraban las gorras a
lo alto para luego, como aquellos cazadores tartarinescos, cazarlas a pedradas. Otros, encorvados los unos
y los otros trepando sobre ellos, jugaban a burriquillo falso. Un grupo aparecía atropellado y jadeante por
alguna calleja de las que desembocan en la plaza y tras ellos, a grandes zancadas y con el bastón en alto,
aparecía bigote zorra, un guardia municipal a quien el grupo de chiquillos habíale mentado en alta voz su remoquete o que venía a castigar con mano dura a quienes en descarga cerrada habían apedreado la cristalería
de una farola de su jurisdicción. (La ciudad, a la sazón, se alumbraba todavía con las farolas de petróleo. De
entonces acá ha llovido mucho hasta en las tierras, siempre secas, de los Monegros...)
De pronto se oía una voz: ¡El maestro; ya viene el maestro! Toda la chiquillería abandonaba sus improvisados deportes, enfilando sus ojos juveniles a la empinada cuesta de las procesiones, por donde ligero, con sus
barbas negras y sus piernas largas y garbosas, aparecía don Félix Lafuente. Tras él entrábamos por el Patio
de Santiago hacia unos salones grandes, decorados con lienzos del Cartujo Bayeu, donde se hallaban instaladas las clases de dibujo. Poco a poco iban llegando obreros ya mozos que, luego de la diaria labor, venían a
perfeccionar sus artes en la fuente inagotable de las enseñanzas del buen maestro.
***
Yo era el más joven de sus discípulos y fui también su discípulo amado. Para aquel maestro yo era el San
Juan de sus discípulos. Discípulo amado que en todo un cuarto de siglo no abandonó al amado maestro en el
camino suave y florido hacia Jerusalén ni el espinoso y empinado de su calvario.
***
No solamente fue maestro en la pintura cuando pudo pintar, sino que llegada la hora del dolor, en sus diez
años de paralítico, fue un maestro en el sacrificio. Siempre moderno y alentador, sus dolencias no le bastó
llevarlas con resignación que las llevó con jovialidad.
Las visitas de los amigos, más que obras de misericordia, traducíanse en obras de egoísmo. En aquel sillón
arrinconado del maestro, cantaba un manantial de fortaleza y de alegría.
Ante el espectáculo de la patria desalentada, él, viejo y con los brazos y las piernas muertas, era todo un
símbolo ante toda una juventud de futbolistas.
***
¡Maestro, maestro! Yo he procurado ser digno de ti; como dibujante, en tu lecho de muerte yo te hice un
dibujo donde campan el parecido de tus rasgos y está como viva tu muerte; como hombre, no me ha temblado el pulso, me ha temblado solamente el corazón...
***
Con la muerte de Lafuente, para los amigos del pintor no ha terminado todo; él se fue, pero las tres hermanas que desvalido no le abandonaron, en lo alto del Calvario quedan solas, tristes y santas, como tres Marías.
El 1 de noviembre de 1927 El Diario de Huesca publica Un Congreso sin castelarinos en el que Acín señala la necesidad de un control del tiempo en los discursos que se realizan en los Congresos. Dos días antes, en
la primera sesión plenaria de la Asamblea Nacional, el protagonista del acto fue el tiempo que debían emplear los oradores. Dice el artículo de Acín:
Unos meses antes del golpe de Estado del 13 de Septiembre, en uno de mis artículos con que semanalmente colaboraba en “Solidaridad Obrera” de Barcelona, escribía sobre la conveniencia de limitar en congresos,
asambleas, reuniones y demás lugares donde hubieran de reunirse varias personas para algo más práctico
que un torneo oratorio.
Aunque referíame, claro está, a una asamblea o congreso de trabajadores, ello puede referirse a cualquier
congreso o asambleas políticas, consultivas, económicas, futbolísticas o lo que fueren.
Como según la Prensa, en la inauguración de la Asamblea Nacional, en lo relativo a la duración de las
intervenciones de los asambleístas hubo algunas discrepancias y no pocas dificultades, brindo al presidente
de la Asamblea, desinteresadamente, mi invento. Tendría mucha gracia que en el reglamento de la Asamblea
Nacional, colaborase un sindicalista a secas; quiero decir, un sindicalista ni libre ni católico. Decía así:
Urge celebrar el Congreso nacional de la Confederación; pero menos gente, menos delegados de los que
suelen acudir a estos Congresos y que haya tiempo de decir y pensar, y meditar y volver a decir; y sobre
todo, ya que no podrá ser organizar un Congreso al que no asistan castelarinos, que sea un Congreso donde
se limite el tiempo a los castelarinos, que no siempre el que sabe decir bien las cosas es el que tiene cosas interesantes que decir. Los discursos, las arengas, están fuera de lugar en los Congresos de trabajadores. El día
de la revolución, los castelarinos que se suban en plena calle a un velador de café como el Desmoulíns del
noventa y tres francés y que peroren y se desgañiten en la recluta de revolucionarios. Tasar el tiempo, medir el tiempo (“Mide el tiempo” dice uno de los sabios de Grecia) a los que toman la palabra; diez minutos,
veinte, treinta, los que sean, y pasados éstos, el presidente toca la campanilla, el orador ha de callar en seco,
la asamblea, si tan interesante fuere lo que dice, levanta los brazos y el orador, mejor dicho, el delegado, que
ninguna obligación tiene de ser orador, prosigue la exposición de sus ideas y la cadena de sus razonamientos. No hay un sólo castelarino que, interrumpido con campanilla a mitad de un párrafo altisonante, obligado
a callar en esa mitad, en espera de que los brazos se levanten, no hay un sólo castelarino que en estas circunstancias no se turbe y se siente y se calle, que es precisamente lo que se trataba demostrar.
Habría que ver al mismo Castelar teniendo que aguantar un campanillazo y hacer una pausa a mitad del
párrafo de grande es el Dios del Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, etc...
A Einstein, no le turbará un silencio obligado de tanto en tanto al exponer sus teorías, que al decir de la
gentes cultas son nobles y elevadas; a Einstein, a pesar de su sabiduría y firmeza de ánimo, quizá le vendrían
de perlas esas pausas para pensar y medir y volver a medir y a pensar la exposición de sus ideas y la buena
marcha de sus razonamientos.
*
Un viejo amigo divide a los hombres en bárbaros y helenos. Aquéllos levantarían los brazos para que Castelar diera fin a su parrafada, terminase de quemar su bengala e intentase de nuevo el salto fallido de su potro
oratorio; pero sería tarde ya y la parrafada habría quedado inconclusa sin perjuicio grande para la historia.
A Einstein, las bárbaros haríanle enmudecer con su huelga de brazos caídos, pero Einstein podía esperar
cachazudo y esperando un mañana mejor en que los helenos diéranle la razón. Cuando los barbarotes de la
Inquisición condenaron a Galileo por sostener que la Tierra se movía e hiciéronle callar por hereje, contestó:
“A pesar de todo la Tierra se mueve”. Y vino luego una generación de helenos que, no habiendo echado en
falta las parrafadas altisonantes que pudieron fracasar, levantando los brazos, aplaudió a Galileo.
El 31 de diciembre (no hay certeza de que sea de este año) en El Diario de Huesca aparece el artículo titulado Pepe Porta:
Tanto como Pepito, no; pero José, tampoco. Pepe Porta: así está en su punto. Es el mismo de siempre;
nervioso y simpático y baturro; más aún; requetenervioso; requetesimpático; y requetebaturro. Sobre todo,
requetebaturro. Está casado con una suiza-alemana y nos decía él que su mujer tiene acento aragonés y dice
alparcera y jolín; en su casa, dijo, se hablaba castellano; por la traza debe ser castellano de Sariñena. Lo que
no dijo es si allá en Suiza, donde reside, come salmorrejo y sopas de ajo, una vez por semana.
Con un lleno completo dentro y fuera, pues mucha gente quedóse sin entrar, celebró en el Teatro Principal de Zaragoza un concierto enorme Pepe Porta. Hablar de su técnica violinística y de su talento musical
y temperamento macho de artista sería descubrir una vez más el Mediterráneo; tanto más, habiéndosele de
escuchar prontamente en nuestra capital.
Porque muy pronto se le escuchará en Huesca a Pepe Porta. Luego del concierto se organizó un banquete
por los socios de la Agrupación Artística Aragonesa, que fue la entidad que tuvo el buen gusto de llevarle a
la ciudad del Ebro.
Terminado el banquete, y al despedirse para Madrid, diónos un abrazo para Huesca, un abrazo nervioso,
simpático, baturro, y encargónos el organizar con sus buenos amigos de aquí un concierto benéfico, pues él
habría de tocar gratis et amore.
Y por hoy no decimos más, que con lo dicho ya es bastante decir.
Sobre este mismo tema, el 11 de febrero de 1928 El Diario de Huesca publica un artículo de Acín titulado
Pregón de turismo y en el que destaca algunas zonas del Alto Aragón como de gran interés turístico:
¡Adelante, adelante, hombres y mujeres; la puertas de Turismo del Alto Aragón están abiertas de par en
par: ¡Una peseta al mes! La Junta en pleno, comenzando por el presidente Cajal, que es el primero, terminando por mí, que soy el último, todos actuamos como pregoneros de feria, ante las barracas de los viejos
cosmoramas de las bellas vistas y de los paisajes de ensueño y la leyenda vistos y vividos unos instantes tras
los agujeros encristalados de las barracas, de donde todos salíamos sonrientes y satisfechos del momento pasado, en tanto el garitero, satisfecho y sonriente también, sonaba en su escarcela un dinero ganado del único
modo que satisface ganarlo; cambiando por él un poco de felicidad para los demás.
¡Adelante, adelante; hay que levantar el gran cosmorama del Alto Aragón; que las gentes de todos los pueblos y de todos los colores y de todas las hablas, gocen a lo largo de sus carreteras, las primeras de España,
de la selva milenaria de Oza, del románico de Siresa; de la gracia única de Fraga, pórtico del Mediterráneo
la llamó Alaiz; de la gigante Catedral de la vieja Osca, estuche de joya formentiana; de la emoción fuerte del
siglo XV, vivo y coleando en la arquitectura, indumento y costumbres de Ansó; a donde llegan en el silencio
de la noche, como una paradoja de los siglos, desde la fábrica de aluminio de Sabiñánigo, el canto futurista
de sus grandes máquinas; de los ríos pirenaicos corriendo y triscando por caprichosos cauces y amansados
luego y hechos luz y vida por obra y gracia de las magnas obras de ingeniería; de la variedad de su clima,
que pasea el termómetro de arriba a abajo; de la Fauna y Flora de este Alto Aragón que comienza en las
nieves perpetuas de la Maladeta y termina en las llanuras inmensas, sin agua y con ventolera de simoum de
los Monegros!
¡Adelante, adelante, y que por poco dinero (la avaricia rompe el saco, fondistas, posaderos, garagistas y
guías, espanta-turistas por lo general), que por poco dinero las gentes de todos los pueblos puedan gozar de
este cosmorama de los hombres de carne y hueso y los árboles y las piedras de verdad, que no solamente es
recreo de la vista, sino de todos los sentidos que dan fuerza al cuerpo y levantan los espíritus!
¡Pregón éste dirigido a la provincia en general y en especial a nuestra Huesca, que no tiene hoy por hoy
más fuentes de riqueza que el turismo y un poco de hortaliza; que debe interesarle conozcan los de fuera la
caricia de su sol y la belleza graciosa de sus mocicas; que cuando la nombren lejos de aquí no les hielen los
huesos pensando en sus nevadas ni les silben en los oídos el aullar de los lobos por sus callejas!
¡Adelante, adelante, hombres y mujeres; las puertas del Turismo del Alto Aragón están abiertas de par en
par. Hay que hacer mucho y hay que hacerlo entre muchos para hacerlo bien!
Unos días después, el 18 de febrero, Acín junto con Portolés, Fondevilla, Jarne, Rubio, Rodríguez, Baso,
Campos, Torqué, Castán y Gabarre salen de viaje en tren hacia Barcelona para asistir a la inauguración de
una Exposición de fotografías turísticas aragonesas en el Centro Aragonés de Barcelona. La Exposición se
inaugura el 19 febrero y se clausurará el 1 marzo. El 26 de febrero sale publicado en El Diario de Huesca
una reseña sobre las palabras que pronunció Acín en la inauguración de la Exposición, con el título El Alto
Aragón en Barcelona. Unas palabras de Ramón Acín:
En la inauguración de la Exposición de Fotografías que el Turismo del Alto Aragón ha organizado en el
Centro Aragonés de Barcelona, pronunció Ramón Acín y como representando al Turismo, unas palabras que
reproducimos. Ramón Acín, que dibujaba y escribía, hace ahora también de tanto en tanto sus correrías por
el campo de la palabra hablada.
Le presentó el presidente del Centro Aragonés, don Rafael Ulled, con los elogios de rigor y la elocuencia
en él acostumbrada.
He aquí las palabras de Ramón Acín:
Paisanos y amigos míos:
Me es muy grato se inaugure esta Exposición de Fotografías en un terreno de intimidad, pues ello me permitirá suprimir todo énfasis a las palabras y dejarlas solamente un valor de cordialidad y de humor que irá
mejor con mi modo de ser y de pensar.
Si el presidente de este Centro, mi buen amigo Rafael Ulled, hubiese sabido el mal rato que yo pasaba escuchando sus palabras de elogio al presentarme a vosotros, seguramente habría suprimido sus loas y ditirambos en mi honor. Y no por razones de modestia; yo no creo en la modestia; yo soy más o menos vanidosillo
como cada cual.
El mal rato es debido, a que parece encontrarse uno en estos casos como de cuerpo presente y que con la
hora de la muerte ha llegado, como es de rigor, la hora de las alabanzas.
Y ahora, amigo y paisano mío: pues que dicen que amor con amor se paga, vais a ser vos el que aguante
mi suelta de adjetivos, que no por bien merecidos que los tengáis dejarán de tener su tufillo de cadaverina.
Más pensándolo bien, creo que hacer tan siquiera mención de las dotes buenas que os adornan, sería, en este
Centro donde tanto se os conoce y admira, algo así como venir a Barcelona a descubrirle su Mediterráneo...
Hemos llegado esta madrugada de Huesca, y, como veis, ya tenemos instalada nuestra Exposición de Turismo. Es, pues, una instalación improvisada, y esta charla mía va a ser, asimismo improvisada también, va a
ser una improvisación con la agravante de ser una improvisación de quien no sabe improvisar. Confío en que
de buen grado me perdonaréis.
De toda la Junta del Turismo del Alto Aragón, en cuanto a cultura y actividad, soy el último para traer a
Barcelona la representación que se me encomendó. En cuanto al afecto a esta ciudad; en cuanto a ligadura
espiritual y material con ella, no cedo a nadie de la Junta del Turismo del Alto Aragón, mi puesto de primero.
El año 13, vine por primera vez a Barcelona. Venía de paso para París. Me había largado de casa con
mucha melena en la cabeza y pocos cuartos en los bolsillos, y por todo equipaje, la “Vida de Pedro Saputo
el de Almudébar” (pues me habían encargado unos dibujos de este libro) y un par de calcetines. A mi amigo
Ángel Samblancat le hizo mucha gracia este equipaje, que algo le faltaba y le sobraba algo para ser el equipaje de don Fermín, que, como sabéis, consistía en un gorro y un calcetín. (Le sobraba, como es lógico, un
calcetín y la “Vida de Pedro Saputo”, y le faltaba el gorro).
Samblancat me hizo quedar para fundar un periódico. El primer número cayó como una bomba; Francos
Rodríguez, gobernador de Barcelona a la sazón, dudando si llevarnos al manicomio o a la cárcel, son pa-
labras suyas, nos dejó en libertad. Al segundo optaron, sin dudar, por llevarnos a la cárcel; si sale el tercer
número, ya en prensa, ¡pum, pum!, nos fusilan, con trinos de dulces pajaritos, en mitad de la Rambla de las
Flores. Desde luego un bello morir, mas mejor es poderlo contar.
De entonces acá, desde mi rincón de Huesca, más o menos activamente, no he dejado de tomar parte en las
inquietudes de esta bella y grande ciudad. Y por si ello era poco, al afecto de los muchos amigos y los miles
de camaradas, se sumó el de la compañera de mi vida, que es nacida aquí, a la vera de este Mare Nostrum.
Mis dos nenas, rubias como soles, llevan en sus venas, mitad por mitad, sangre catalana y sangre de Aragón.
Y así estoy ligado a Barcelona en general, con esta Casa, con este Centro, lo estoy también muy fuertemente.
Don Hermenegildo Gorría, presidente y alma que fue durante muchos años, era tío mío; un tío digno de
mejor sobrino; Gorría fue un hombre muy sabio, muy bueno y muy trabajador... Yo sé que en estos momentos, aquéllos que le trataron, sienten la emoción de un buen recuerdo en lo hondo de sus corazones.
...
Venimos los representantes del Alto Aragón primeramente a traeros un saludo de vuestros paisanos; un
saludo no más; un saludo cordial pero sencillo; un ¡hasta luego!; un ¡pasiuve! (¿está bien pronunciado?), de
gentes que se ven y se cruzan con frecuencia en su camino.
...
A Juan Coshut, que luchó denodadamente por la independencia de su patria, Hungría, cuando hubiéronle
desterrado por sus campañas, algunos de sus compatriotas lleváronle en una urna, tierra de su tierra.
A Blasco Ibáñez, como sabéis, muerto lejos de su país, sus paisanos llevaron a su entierro flores y más
flores de su Valencia.
Nosotros no os traemos tierra ni flores de Aragón; vivir aquí es poco menos que vivir allá; ni el cielo ni el
suelo; ni el pensar ni el hablar tienen indicación de dónde comienzan y dónde terminan una y otra. Los días
de ventolera, si sopla el Oeste, estos vientos traen de Aragón hasta las Ramblas barcelonesas tierra de nuestra tierra y polen fecundante de nuestras florecicas silvestres. Como los ríos nuestros vienen a este mar, así
las gentes nuestras vienen a esta Barcelona de los ochenta mil aragoneses.
...
Hemos venido a saludaros y a montar este cosmorama del Alto Aragón; estas fotografías altamente evocadoras para el que conoce esos lugares y altamente incitadoras de curiosidad y estudio a los que no tengan la
dicha de conocerlas; estas fotografías de Ansó y de Hecho, que más que el siglo XV, vivo y coleando, es un
resurgimiento de auténtico iberismo (esas damas de Hecho son la viva encarnación de la Dama de Elche).
Esa Fraga con su gracia siempre clásica y siempre renovada (pórtico del Mediterráneo la llamó Alaiz). Ese
Alquézar con su colegiata que es un museo de arte enclavado en una maravilla de naturaleza; ese parque
de Ordesa como un escenario auténticamente Wagneriano; ese castillo de Loarre por el cual parece que han
pasado los siglos como de puntillas; esa Catedral de Huesca; ese Graus; ese Sigena y cien y cien sitios más.
Piedras inmensas caprichosamente amontonadas por la Naturaleza, y piedras amorosamente labradas por
los hombres, ordenadas una a una con gracioso ritmo arquitectónico como al son de la mágica gaita de un
Orfeo. Piedras unas y otras que van despertando de un sueño milenario al canto estrepitoso y futurista de las
grandes fábricas.
Hemos venido a inaugurar esta Exposición y a estimular a todos que visiten, sin demora de tiempo, los
lugares y las cosas de que estas fotografías son su vera efigie. El Alto Aragón está en ese punto interesante y
único de la curva donde son igual por igual los recuerdos y las esperanzas; con las piedras que se desmoronan de los viejos paredones que nos dicen lo que fue, levantamos las presas de los pantanos y los puentes de
los canales que nos dicen lo que será.
Amigos y paisanos: Que Goya nos valga y que la salud sea con todos.
El 15 de abril de 1928 El Diario de Huesca publica En el Centenario de Goya. Unos minutos de silencio
donde Acín critica la labor pomposa de algunas personas en los actos de conmemoración del Centenario de
Goya:
Para honrar la memoria de los muertos que merecen honrarse, se ha hecho corriente el guardar por las multitudes unos minutos de silencio.
Para honrar la memoria de Goya, nuestro muerto que merece honrarse tanto como el muerto que más, bien
podemos guardar esos minutos de silencio.
“Las palabras son plata y el silencio es oro”. Llevamos dos años nada menos, despreciando el oro magnífico de lo que pudo haber sido el silencio goyesco, por la plata, plata Meneses, en general, de los conferenciantes; unos conferenciantes que, los más, santa simplícitas, no han tenido temor a que el Maestro los
incluya en aquel magistral capricho de los loros que lleva este pie: “¡Qué picos de oro!”
Si muchas veces al callar puede llamarse Sancho, otras, en cambio, callando, callando se va uno como
acercando a Don Quijote...
Cábenos el placer de haber tenido la voluntad suficiente para haber permanecido silencioso en medio de
la palabrería goyesca. Aquí, en la ciudad, han sido varios los que, por mi calidad de pintor, pintor metido de
lleno en el humor, y por mi afición a enristrar palabras y conceptos, me estimularon a dar una conferencia
sobre el gran pintor, padre y maestro del humor. Isidoro Comas, el escritor “Almogávar”; almogávar por su
pseudónimo y por su temple de luchador por la causa aragonesista, invitóme en carta para dar una conferencia sobre Goya en el Centro Aragonés de Barcelona. Manuel Albar, secretario de la Unión General de Trabajadores de Zaragoza, invitóme asimismo para que en la lista de conferenciantes, lista famosa con su Rocasolano, Lorenzo Pardo, Royo Villanova, Giménez Soler, figurase mi nombre para la conferencia que hubiera
de darse sobre Goya en la dicha entidad.
El tema no era como para tenerle miedo... a no ser moralmente. Poca cultura habrá de tener y con poca
fantasía habrá de contar quien no pueda urdir una hora de charla sobre figura tan polifacética como Goya,
que a nadie habrá de negarle la faceta que más acomode a su lucimiento para presentar al Maestro no como
fue, sino como quieren que fuera; no para ser reflejo del Maestro, sino para hacer al Maestro, desconsideradamente, en general, a imagen y semejanza del conferenciante.
Mas, por fortuna, Kempis y Perogrullo lo han dicho:
“Lo que eres, eso eres”
Por sus obras los conoceréis. Por tus obras te conocerán, Maestro, quienes te quieran conocer en este siglo
y en los siglos que vendrán tras de él.
Unos minutos de silencio en honor a Goya: El silencio, ha dicho Shakespeare, es el heraldo de la alegría.
Si bien hay dos clases de silencio: el silencio por no querer hablar, y el silencio por no poder hablar; y el
silencio por no poder hablar, dígalo Shakespeare o lo diga el hijo del Verbo, no será jamás el heraldo de la
alegría.
Un grupo de artistas aragoneses, modestos, eso sí (el maestro exprimió para varias centurias el arte de
la tierra que le vio nacer), pero los más indicados para honrar a su gran colega pretendimos hacer algo por
nuestra cuenta y riesgo. Zuloaga, esa luna que refleja la luz de tres soles (Goya, Velázquez, Greco), nos
animó un día, pero antes de anunciar el gallo el alba del siguiente nos había negado tres veces, apagando el
poco calor de los tibios, que siempre son los más.
De todos modos, por encima de los picos de oro, de las percalinas, de los gori-gori, de sus funerales pomposos, de los cohetes (a los cuales estará él bien ajeno; sus huesos están en Madrid, su mausoleo en Zaragoza, pero su espíritu continúa en Burdeos), quedará como ofrenda de un puñado de artistas aragoneses que
lo patrocinó y lo impuso, ese edificio, sencillo y bello, dos veces bello, que el arquitecto Mercadal, nuevo,
tectónico, cubista, hijo de su tiempo y como Goya más allá de su tiempo, levantó en Zaragoza, en el Rincón
de Goya (rinconcico y gracias, Maestro), en el Gran Parque de Primo de Rivera.
Huesca y en el día del primer centenario del óbito del Maestro.
Y en abril publica también en la revista El Ebro ¿Centenario de Goya?, artículo crítico-satírico sobre el
desenvolvimiento de los actos en el Centenario de Goya:
“Le Matin”, de París, con motivo del centenario de Goya, y, claro está, en su honor, publica en folletón “La
novela de Goya”, por Fraubourgeois.
Goya, cuando apenas cuenta dieciséis años, cuidando una manada de puercos en Fuendetodos, con la carabina al hombro, distrae sus ocios cantando esta vieja canción popular:
La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa,
que quiere ser capitana
de la tropa, de la tropa,
de la tropa aragonesa.
¡Ave María!
De pronto se le escapa un cerdo de la manada. El perro corre tras él y los dos animales tropiezan con una
niña gentil que cae al suelo y resulta ser la condesita de Huesca, hija del marqués de Vallorbe...
Etcétera, etcétera...
“Heraldo de Aragón”, en Zaragoza; “El Sol”, en Madrid, que yo sepa, quizá otros más, protestan de todo
ello. No veo el motivo. Mucho peor que las españoladas de los franceses son las españoladas de los propios
españoles. Me han dicho que se piensa proyectar en Burdeos la película “Nobleza baturra”. Allí verán nuestros vecinos cómo los baturros se abrazan a los puercos en la “zolleta”, se calientan a la vuelta del trabajo al
calor de una mesa-camilla y verán también, caminando por los rieles del ferrocarril, al famoso baturro del
“¡chufla, chufla; como no t´apartes tú!”
Algo peor es todo esto que lo Fraubourgeois, pues si Goya, de mocico, no cuidó puercos en Fuendetodos,
cuidaría vacas o corderos; por todas las tierras de Aragón pudieron correr, tras la libélulas, condesitas de
precioso atavío, y todos los pastorcicos cantaron su copla, sino a la Pilarica, antes a cualquiera de las once
mil vírgenes, capitanas o no.
Aquí todo se nos va en despotricar contra Merimée y los que nos miran a través del cristal de Merimée,
pero cuando se quiere hacer algo “bien español”, buena honra se nos hace el echar mano del tal Merimée.
Ni se ama a Goya, integralmente me refiero, ni se le comprende; o, lo que es peor, no se le quiere comprender. Contrasta la valentía y desenfado de él con la cobardía beata de los más panegiristas. No le presentan
como es, sino como quieren que sea. Antes que aceptar su rebeldía no dudan en presentarlo como inconsciente de sus juicios extremos. Pero: “Lo que eres, eso eres”.
El Centenario de Goya debió haberse celebrado en silencio. Se le ha despertado y va a creer que se celebra
el primer aniversario de su muerte. Va a creerse que estamos todavía en 1829. En Zaragoza, uno tras otro,
tres ajusticiados (uno de ellos, por cierto, puso el pie, bien goyesco, de su propio aguafuerte: “¡Madre mía,
qué bárbaro es esto!”). En las plazas de toros, se sigue pidiendo caballos y más caballos. Arriba y abajo,
caras conocidas: los nietos de sus abuelos...
Como no echen triple llave a su sepulcro de San Antonio de la Florida, Goya se nos va otra vez a Burdeos.
Al mes siguiente, en junio de 1928, Acín edita un manifiesto titulado Fuendetodos. Marzo, 1746 – Bourdeaux. Abril 1928 -manifiesto que en un principio iban a firmar los artistas aragoneses pero que finalmente
firmará él solo- en el que vuelve a criticar la organización del Centenario de Goya y donde defiende el recién
inaugurado Rincón de Goya, obra del arquitecto Fernando García Mercadal:
Recibí el encargo de redactar un manifiesto para ser firmado por los artistas aragoneses, que fijará claramente la posición de éstos ante el Centenario de Goya, y sobre todo, ante el tan comentado Rincón del
Arquitecto García Mercadal.
Cuando el manifiesto se hallaba camino de quienes habían de estampar sus firmas para darse a la publicidad, las cosas cambiaron bruscamente de rumbo; García Mercadal da una conferencia en Zaragoza en defensa de su obra arquitectónica, y en el reparto de palos que a diestra y siniestra lanza el arquitecto aragonés,
no nos libramos los artistas que formamos parte de la Junta del Centenario, de quienes dijo que éramos unos
pobres diablos. Por tal motivo, me anuncian que no será firmado el manifiesto cuya redacción se me encomendó. El motivo no es para tanto; pongámonos la mano en el pecho y veremos que verdaderamente somos
unos pobres diablos, no solamente los artistas que formamos parte de la Junta del Centenario y los artistas
que no forman parte de ella, sino que aquí en Aragón, desgraciadamente, todos somos unos pobres diablos.
Al menor sacrificio, a la menor valentía que se nos exija echamos para atrás, a la más pequeña vanidad, al
menor lucro que se nos ofrezca, echamos para adelante.
Aragón termina con el Partido Aragonés del Conde de Aranda y compañía. De entonces acá, no queda más
que el nombre; Aragón suena bien. Después del Partido Aragonés se inventan la Jota y la Pilarica y no se
salvan más que un Goya, un Costa que se queman vivos en su propio fuego, ante la frialdad de los demás.
Pero no está en nuestro ánimo enjuiciar a los otros, sino defenderse uno mismo y no nos creemos con autoridad, autoridad moral, sí de sobras, para arrremangarnos los hábitos y subirnos a la predicadera como un
Savonarola.
El caso escueto es éste: Un manifiesto redactado con todo fervor; unos que no lo firman, otros que quizá lo
firmarían lejos y desparramados por la península y fuera de ella, y yo, por desgracia, el último en valer, mas
por fortuna y quizá como compensación, el primero en valor, con el manifiesto en alto, declarando que se
salve quien quiera y quien pueda.
Y ya, puestos a pecar, pecar en gordo; dicen que de ir al infierno, hacerlo en coche; de hacerlo, pues, aunque sea a costa de largura, hacerlo bien.
En el diario madrileño “El Sol”, del día 16 de Abril de 1926 apareció publicado lo que sigue:
ARAGÓN GOYA Y LOS ARTISTAS ARAGONESES
(Notas de la Redacción)
“De vez en cuando nos enteramos de una nueva gestión realizada por las corporaciones de Zaragoza en
la tarea minuciosa y lenta de organizar el centenario de Goya. La última, el día 14 del actual, ha sido una
reunión de artistas aragoneses, bajo la presidencia del rector de la Universidad, señor Royo Villanova, en la
que aquéllos ofrecieron su incondicional adhesión a los trabajos de la Junta, y eligieron a los compañeros
que habían de representarles en el seno de dicho organismo. La elección recayó en el escultor aragonés José
Bueno, y, atendiendo, sin duda, a las frecuentes ausencias de este artista, se designó, como suplente, a Ramón Acín, que será quien contenderá -si hay contienda, que no lo creemos- con el criterio oficial, en representación de los inquietos artistas de Aragón.
Era ésta una gestión obligada: Veíamos desde hace un año trabajar y desenvolverse con plausible actividad
a los que, como miembros de las corporaciones locales y luego de la Junta del centenario, sienten amor por
Aragón y por la tradición artística aragonesa, pero faltaba en estas gestiones el fervor emocionado de los que
estaban mejor dispuestos por temperamento a penetrar el sentido de la obra goyesca: los artistas. Se ha salvado la omisión inexplicable. Y se ha salvado con plausible exceso, llevando a la Junta del Centenario a José
Bueno y a Ramón Acín. De José Bueno poco queda decir, y menos a sus paisanos. De Ramón Acín está todo
por hablar y no es ésta la oportunidad mejor para hacerlo. En el caso que nos ocupa, basta la satisfacción de
pensar que el buen criterio común de la Junta contará con un elemento sin el que a veces pudiera perderse en
el gris torbellino oficioso el justo matiz ponderativo de hechos tan susceptibles de desproporción como estos
centenarios conmemorativos. El criterio de Ramón Acín, un poco fosco y sombrío de forma, sorprendente y
estupendo de contenido, dará a los acuerdos de la Junta su grano de sal altoaragonesa.”
No asistí más que a una Junta del Centenario, a la que se llevó el proyecto de Mercadal y en la cual, como
se fantaseara por todo lo alto sobre una lotería que autorizaría el Gobierno y con cuyos millones se levantaría la derruida Torre Nueva y se construirían las que faltan al Pilar y se compraría el Patio de la Infanta,
etc., etc., yo hube de parar el carro, y con mi criterio más fosco y sombrío de forma, aunque quizá menos
estupendo de contenido de lo que suponía el redactor de “El Sol”, dije que nosotros los artistas íbamos a
pedir solamente del lobo un pelo y que bien que se hiciera todo lo anunciado, pero que nosotros exigíamos,
así, exigíamos para ingresar en la Junta, que el proyecto de Mercadal se hiciera “lo primero, y con el primer
dinero que se contase”. Así lo ofrecieron y así lo cumplieron, justo es reconocerlo y alabarlo.
El Patio de la Infanta sigue en París a orillas del Sena, como las cenizas de Napoleón.
La Torre Nueva habrá de esperar lo de la vieja canción:
“Si se ha caído,
que la levanten,
dinero tienen
los estudiantes.”
El Pilar sigue a dos torres, como una mesa panza arriba a la que faltaran dos patas.
En tanto, el Rincón, terminado ya, espera la fiesta alegre de las rosas frescas y pimpantes.
Recapacite el buen amigo Mercadal y vea que ha sido algo injusto con sus defensores, esperando de su
jovialidad que a lo menos nos libre de la mitad del sambenito, agradeciéndole, por mi parte, que me suprima
lo de pobre, aun a trueque de quedar con lo de diablo.
Era ésa mi única actuación en la Junta Magna del centenario, en la cual conservé mi modesto cargo de
“reserva” únicamente por cariño a lo que esperaba del Rincón de Mercadal.
En cuanto a mi actuación en el Centenario en general, cuento en mi haber con poco, pero sano. Presentar
en mi ciudad al gran goyista Ramón Gómez de la Serna en su conferencia sobre Goya; unos dibujos alusivos
al Centenario, inéditos aún y para largo, según pintan las cosas; un artículo para la revista aragonesista de
Barcelona “El Ebro”, y este otro artículo que aquí va publicado, en “El Diario de Huesca”, el día del centenario de la muerte del Maestro.
UNOS MINUTOS DE SILENCIO
Para honrar la memoria de los muertos que merecen honrarse, se ha hecho corriente el guardar por las multitudes unos minutos de silencio.
Para honrar la memoria de Goya, nuestro muerto, que merece honrarse tanto como el muerto que más, bien
podemos guardar esos minutos de silencio.
“Las palabras son plata y el silencio es oro”. Llevamos dos años, nada menos, despreciando el oro magnífico de lo que pudo haber sido el “silencio goyesco”, por la plata,”plata Meneses”, en general, de los conferenciantes; unos conferenciantes que, los más, “santa simplícitas”, no han tenido temor a que el Maestro los
incluya en aquel magistral “capricho” de los loros que lleva este pie: “¡Qué pico de oro!”.
Si muchas veces al callar puede llamarse Sancho, otras, en cambio, callando, callando, se va uno como
acercando a Don Quijote.
Cábenos el placer de haber tenido la voluntad suficiente para haber permanecido silenciosos en medio de
la palabrería goyesca. Aquí, en la ciudad, han sido varios los que, por mi calidad de pintor, pintor metido de
lleno en el humor, y por mi afición a enristrar palabras y conceptos, me estimularon a dar una conferencia
sobre el gran pintor, padre y maestro del humor, Isidoro Comas, el escritor “Almogávar”; almogávar por su
pseudónimo y por su temple de luchador por la causa aragonesista, invitóme en carta para dar una conferencia sobre Goya en el Centro Aragonés de Barcelona. Manuel Albar, secretario de la Unión General de Trabajadores de Zaragoza, invitóme asimismo para que en la lista de conferenciantes, lista famosa con su Rocasolano, Lorenzo Pardo, Royo Villanova, Giménez Soler, figurase mi nombre para la conferencia que hubiera
de darse sobre Goya en la dicha entidad.
El tema no era como para tenerle miedo… a no ser moralmente. Poca cultura habrá que tener y con poca
fantasía habrá de contar quien no pueda urdir una hora de charla sobre figura tan polifacética como Goya,
que a nadie habrá de negarle la faceta que más acomode a su lucimiento para presentar al Maestro no como
fue, sino como quieren que fuera; no para ser reflejo del Maestro, sino para hacer al Maestro, desconsideradamente, en general, a imagen y semejanza del conferenciante.
Mas, por fortuna, Kempis y Perogrullo lo han dicho:
“Lo que eres, eso eres”
Por sus obras los conoceréis. Por tus obras te conocerán, Maestro, quienes te quieran conocer en este siglo
y en los siglos que vendrán tras de él.
Unos minutos de silencio en honor a Goya. El silencio, ha dicho Shakespeare, es el heraldo de la alegría.
Si bien hay dos clases de silencio: el silencio por no querer hablar, y el silencio por no poder hablar; y el
silencio por no poder hablar, dígalo Shakespeare o lo diga el hijo del Verbo, no será jamás el heraldo de la
alegría.
De todos modos, por encima de los picos de oro, de las percalinas, de los gori-gori de sus funerales pomposos, de los cohetes (a todo lo cual estará él bien ajeno; sus huesos están en Madrid, su mausoleo en Zaragoza, pero su espíritu continúa en Burdeos), quedará como ofrenda de un puñado de artistas aragoneses que
lo patrocinó y lo impuso, ese edificio, sencillo y bello, que el arquitecto Mercadal, nuevo, tectónico, cubista,
hijo de su tiempo y como Goya más allá de su tiempo, levantó en Zaragoza, en el Rincón de Goya (rinconcico y gracias, Maestro), en el Gran Parque de Primo de Rivera.
Huesca y en el día del primer centenario del óbito del maestro.
Perdóneseme, en pago al mucho silencio de dos años, el mucho hablar de estos momentos, y perdóneseme,
sobre todo, que hable tanto en nombre mío, cuando mi deseo ferviente había sido hablar menos y en camaradería y perdido mi nombre entre los nombres de los demás.
Y aquí va, todo llega en la vida, el manifiesto que redacté y no he de advertir al paciente lector que aquí
llegare, que aunque va en nombre de los artistas, para no quitar una tilde de su prístina intención, no más lo
firmo y lo afirmo yo y yo cargo a solas con lo que hubiere de responsabilidad.
LOS ARTISTAS ARAGONESES EN EL CENTENARIO DE GOYA
Ya quemado el último cohete de las fiestas del Centenario de Goya, los artistas aragoneses vamos a decir
cuatro palabras acerca de nuestra participación en él.
De hacerlo antes, hubiérasenos tachado de aguafiestas en esta primavera, ya de sí lluviosa. Hacémoslo ahora dispuestos a que se nos llame como quieran; creemos un deber el fijar claramente nuestra posición ante el
Centenario; nuestra modestia en el campo del arte, antes que motivo de silencio, es acicate para levantar la
voz; la honradez es de tanto más valer cuanto más pobre es la gente honrada.
Los artistas aragoneses, aquéllos que siquiera de tanto en tanto nos pasamos el plumero por el cerebro y
llevamos un interrogante de futuro en el puntito del corazón, pensamos celebrar el Centenario de Goya al
margen de toda cosa oficial. Se contó con el pintor Zuloaga como aragonés honorario; Zuloaga nos escribió
una carta asintiendo a nuestra idea de independencia, llenándonos de buenos ánimos para nuestra empresa y
ofreciendo un cuadro para allegar a los primeros gastos que se originasen: pero antes de que el gallo anunciara el nuevo día, Zuloaga nos había negado tres veces, dejando sin ánimo a los cortos de ánimo y desarmando a los animosos para que no fuera tomado como petulancia el gesto rebelde de unos pocos.
(Zuloaga en el pecado llevó la penitencia: su cuadro, esa moza de tronío que enviada a nosotros, al fin y a
la postre gente joven, hubiera tenido buena aceptación; enviada a la Junta del Centenario, no encontró quien
le diera un solo duro por su cuerpo gitano).
Nuestro propósito, nuestro programa, era modesto y sencillo, como nosotros: Unas conferencias, pocas,
más que por gente de erudición por gente de emoción y de devoción. Exponer nuestras obras, nuestras modestas obras; el que hace lo que puede no está obligado a más; quizás, quizás, nuestra pequeñez sea debida
a que el Maestro exprimió para varias centurias el arte de su tierra, una tierra, triste es confesarlo, pobre de
recursos y de ideales, que es peor, más pobre aún.
Y además de las conferencias y la exposición, con el esfuerzo de todos, habiendo hecho de nosotros una
como nueva orden de mendicantes, levantar unas paredes que, desteñidas las percalinas del centenario oficial, apagados sus cohetes, aventadas las palabras de las conferencias, esfumado el incienso de sus funerales,
esas paredes guardaran el calor de unos días y el recuerdo que unos modestos artistas de este siglo XX, tan
lleno de esperanzas, legaban al siglo venidero.
Ingresamos en la Junta oficial del Centenario. Ella tenía en proyecto muchas conferencias; organizar muchas exposiciones, amontonar muchas piedras y muchos ladrillos; toda una ciudad, o poco menos, surgiría
al conjuro del Centenario. Nosotros los artistas, gentes por fama excesivamente fantasiosos, no nos dejamos
llevar de tanta fantasía y exigimos, así, exigimos, para entrar en la Junta magna del Centenario, que lo primero que había de hacerse y con el primer dinero que se contara, era levantar esas paredes de que hablábamos y cuyo arquitecto había de ser precisamente García Mercadal.
No pretendemos hacer una crítica del Centenario; pasamos por alto sus corridas, sus conferencias, sus
bailes, sus kermeses, su exposición de Goya y su época, más que de Zaragoza, digna de una ciudad de cuarto
orden; queremos que estas líneas estén llenas de comedimiento y exentas de pasión.
Si Goya en el más allá dispusiera de planchas y buriles, seguramente habría de ampliar su colección de
“LOS DISPARATES”, que hartos motivos se le dieron.
EL RINCÓN DEL ARQUITECTO GARCÍA MERCADAL Y NOSOTROS
El Rincón de Goya está, puede decirse, terminando y éste es el motivo casi único de este manifiesto.
Ante las opiniones verdaderamente cazurras, de una cazurrería sabihonda, que es peor, de muchos, nos
interesa hacer constar que por los artistas aragoneses se escogió al arquitecto Mercadal, precisamente, para
que hiciera lo que hizo, una cosa dentro de su orientación estética la cual conocíamos perfectamente; que
estamos plenamente satisfechos de la obra, una obra que no vamos a defenderla porque se defenderá ella
sola y cada día que pase ganará una nueva batalla; que no vamos a explicarla porque no es un teorema; estas
cosas no se explican, se sienten o no, allá cada cual con su grado de sensibilidad.
Se ha dicho que la obra de Mercadal es un furgón de cola, un 40 H.P... bien, muy bien, eso parece y eso
debe parecer, aquéllos que protestan de ello, a estas fechas estarán preparando los actos, las conferencias,
los artículos, las alabanzas en suma, para el centenario de Taine y la adhesión espiritual a su “Filosofía del
Arte”, donde aprendieron y repetirán seguramente como loros, porque como a éstos, las ideas no les habrán
pasado del pico, aquello de “la correspondencia exacta y necesaria que se encuentra siempre entre una obra
y su medio ambiente”.
No vamos a tener la petulancia de hacer un recorrido ni tan siquiera calzando botas de siete leguas, por la
arquitectura de todos los tiempos y ver cómo en todos ellos respondió a las ideas predominantes, a las costumbres, al vestir, a los medios de locomoción, a la vida en suma, a las necesidades económicas del momento y a la estética que en cada época se fue imponiendo por encima de los muchos cazurros que en el mundo
han sido.
Nuestra época que nace con una fuerte potencialidad y personalidad, comienza a buscar su arquitectura
que responda a sus ideas claras y concisas, a sus costumbres de aire libre, a su vestir práctico, sencillo, higiénico, sin adornos que cuesten caros, son embarazosos y luego huelen mal, su locomoción rápida, que no
da tiempo para más que contemplar el equilibrio de las masas y la armonía de los colores; a las necesidades
económicas del momento actual (las 70.000 pesetas del Rincón de Goya las necesitan los más de los arquitectos para los cimientos de sus anguallas) de la estética nueva que nació al tráfago de las grandes máquinas.
Si la prensa zaragozana, que como tal prensa tenía el deber de informarse antes de informar, no hubiera
tomado parte en las diatribas contra el Rincón, si un periódico tan al tanto de las cosas y tan bien orientado
como “El Sol”, con gran extrañeza nuestra, no hubiera dado cabida en sus columnas a las cazurrerías de su
corresponsal en Zaragoza (a no ser que “El Sol” para ser más sol, quiera tener también sus manchas…) los
artistas aragoneses no habrían salido de su modesta y silenciosa actitud.
El “tectonismo” en arquitectura no es nuevo, es tan viejo como la arquitectura misma, cada época tuvo su
tectonismo peculiar. La nuestra busca el suyo. Los artistas aragoneses sentimos gran placer en haber puesto
el primer jalón en España con este Rincón de Goya, que con los insultos y pedradas que recibe de la estulticia andante, es el San Esteban, el protomártir de la nueva arquitectura española.
CON ESTE MANIFIESTO TERMINA EL CENTENARIO DE GOYA
¡Maestro Goya! Cuando llegue otro centenario (ya sé que tembláis pensando en ello, mas, como decía Renán, los centenarios no son culpa de nadie. No se puede evitar que un siglo tenga cien años). Cuando llegue
otro centenario, Maestro, si alguna hoja de éstas se salva y llega a puerto, que vean las gentes de entonces
que entre tanto pobre diablo había en Aragón un pobre diablo, más pobre y más diablo que los demás, pero
que sabía callar y sabía levantar la voz.
RAMÓN ACÍN
Huesca, Junio de 1928
El 26 de julio de 1928 muere su amigo Luis López Allué. Acín se encuentra de viaje en los valles del Pirineo y cuando regresa a Huesca Allué ya está enterrado. El 29 de julio publica en El Diario de Huesca Entierro de mortijuelo:
Tres días de viaje en auto de 32 caballos; estos autos, hijos legítimos de aquellas yeguas de la Tracia que
las paría el viento... Tres días en auto de 32 caballos que cunden cuando menos por nueve de aquellos días
no muy lejanos, cuasi muy novecientos, de las tartanas y las diligencias y el landeau; tres días, o nueve si
queréis en Torres del Obispo, en Graus, en Perarrúa, en Campo, en Seira, en Benasque, haciendo nuevos
amigos. El que hace un viaje y no hace una amistad ha perdido el viaje. Viajar, podíamos definir, es ir a la
caza de nuevos amigos. Yo no he estado en un sólo lugar que a mi marcha le haya faltado el aleteo como de
paloma de un pañuelo que se despide...
*
En plena noche salimos de la falda de nuestro Pirineo con dirección a la capital.
El 32 HP, como un dragón huyendo de su San Jorge, se arrastra por la tierra con sus ojos de lumbre.
En tanto la noche, como una ariadna, va hilando con sus dedos sutiles el hilo blanco de la carretera.
El día ha nacido y comienza a caminar, poniendo sus plantas de lo alto de los altos hasta lo más hondo de
las hondonadas. Nos encontramos en pleno Somontano. ¿Qué sucede a estas tierras que están más rojas y a
estos verdes que están más pimpantes? ¿Qué sucede a estos olivos y a estas vides que parecen otros que hace
tres días? ¿A qué se debe esta alegría de Mayo florido y fresco en los umbrales del Agosto caluroso y seco?
¿Qué cosa grande acontece en este Somontano que está situado en el cogollo del Alto Aragón?
*
Habíamos regresado de nuestro viaje; habíamos terminado de nuestra caza de amigos, pero mientras, silenciosamente, como de puntillas, un viejo amigo había emprendido el viaje, de irás y no volverás. Luis López
Allué se había marchado al Somontano, de donde salió. Y era esa la alegría sencilla y grande del Somontano,
que así como en sus lugares, en el entierro de los niños, de los mortijuelos, se visten como de fiesta con sus
mejores galas, también él, el Somontano vestía sus mejores prendas para recibir al niño grande; porque don
Luis, pese a su don, a su edad, a sus defectos grandes y chicos, a sus pasiones y a sus luchas, nunca dejó de
ser un niño, ni su entierro fue más, sino un entierro de mortijuelo.
El 25 de agosto de 1928 El Diario de Huesca publica el artículo Zaragoza y López Allué, sobre el homenaje que en Zaragoza se va a realizar a Luis López Allué:
La figura literaria y el recuerdo amistoso y personal del que fue nuestro querido director don Luis López
Allué no son, por fortuna para todos, de aquéllos que se esfuman pasados los primeros llantos: decimos esto,
para justificar nuestro silencio ante la suscripción iniciada a raíz de su muerte y que el Ayuntamiento, sin
perjuicio de lo que por su cuenta haga en su día, inició en una de sus últimas sesiones. Ausentes algunos elementos de este periódico, en espera de acuerdo de la Diputación que sabemos animada de buenos deseos, de
veraneo algunos de sus íntimos, prontamente abriremos la suscripción y sirvan estas líneas de contestación a
los muchos que nos preguntan sobre el particular.
El recuerdo de don Luis López Allué vivirá a diario y por mucho en el espíritu de la ciudad del Alto Aragón.
Hoy publicamos unas cuartillas de Ramón Acín sobre el homenaje de Zaragoza:
EL DIARIO de ayer publica unas líneas sobre el emplazamiento del monumento a López Allué en el Parque de Buena Vista de la ciudad de Zaragoza.
Creo obligado decir algo sobre esto en las columnas de EL DIARIO DE HUESCA, pues todo aquello que
se refiera a nuestro novelista es cosa de interés para los muchos amigos y admiradores que dejó entre los
vivos al morir aquél.
Primeramente, hacer constar la completa, rotunda adhesión espiritual de Zaragoza a la obra de López
Allué, reconocida unánimemente como la más justa y sencilla representación de la tierra.
Su homenaje, pues, no es uno en que lanzada la idea por alguien es llevado a la práctica como a remolque.
Su homenaje es algo que está en el sentir de todos.
Después de la entrevista con el alcalde señor Allué Salvador, quien después de elogiar grandemente la obra
del autor de “Pedro y Juana”, dijo hacía suya con todo placer la idea del señor Armisén, alcalde en ausencia
suya al fallecer López Allué, el secretario del Ayuntamiento señor Berdejo y yo, nos trasladamos al Parque
de Buena Vista para escoger el lugar que pareciera más adecuado para el emplazamiento del recuerdo que
proyectaba dedicarse.
Quedó escogido, provisionalmente, el lugar que ayer la Prensa dio como definitivo, pues hallándose ausente a la sazón el ingeniero director del Parque señor Augustí, dependía la resolución definitiva de si se construía o no en lugar cercano un lago de unos cuarenta metros de diámetro aprovechando una hondonada de
terreno y que de ser así habría de dar más importancia y vistosidad al lugar escogido para el emplazamiento
de la biblioteca—monumento de nuestro llorado paisano.
Como es natural, la maqueta debía venir condicionada al lugar del emplazamiento; sabido ya éste, ahora
me dedicaré a tal trabajo, pudiendo adelantar que en armonía con su modo de ser será cosa sencilla, pues no
llevará como motivo escultórico más que el relieve que en vida suya (en 1922), modelé ante aquella cabeza
de romano perfil, ojos vivos, inquietos y cerebro privilegiado, que fue como fino tamiz por donde sólo pasó,
como oro molido, lo mejor de lo mucho bueno de nuestra tierra.
El 25 de septiembre de 1928 El Diario de Huesca publica Fraternidad con aduanas artículo de Acín sobre
la celebración de una fiesta de fraternidad para solemnizar la inauguración del ferrocarril hacia Canfranc:
El Béarn y Aragón celebran aquí hoy, como ayer celebraron allá, una fiesta de fraternidad para solemnizar
la inauguración del Canfranc.
En lo alto de los Pirineos había un poste con dos carteles, como unos brazos extendidos, que decía: “Francia” en uno, en el otro “España”. Los bearneses y los aragoneses, como queriéndose fundir en un solo pueblo
y para librarse de contemplar el poste que les recordaba su distinta nacionalidad, echaron a hurgar cada uno
por su lado en las entrañas duras de la montaña de corazón de mármol.
El monte cedió al tesón de los dos pueblos y a tientas, en la oscuridad emocionante del túnel se abrazaron.
Los corazones de los dos pueblos temblaron de emoción. Allá arriba, en lo alto de la montaña, quedaba burlado el poste de los brazos extendidos, siempre extendidos y que nunca abrazaban.
Los bearneses vinieron hacia Aragón y los aragoneses fueron hacia el Béarn para celebrar y cantar la ale-
gría de aquel momento en que el hombre había vencido una vez más a la naturaleza.
A la salida de cada boca de túnel, esperaban los aduaneros, decomisando los de aquí a los bearneses los
presentes que traían a sus hermanos de Aragón, y decomisando los de allá a los aragoneses los presentes que
les llevaban a sus hermanos del Béarn.
Así, hoy por hoy, nuestra fraternidad es una fraternidad con aduaneros y no será, por tanto, una Fraternidad con mayúscula, en tanto la humanidad no haya aceptado el librecambio y haya levantado en el lugar del
poste de los brazos siempre extendidos, un monumento a los contrabandistas.
El 6 de octubre de 1928 El Diario de Huesca publica un artículo de Acín con motivo de la muerte del jesuita y pintor oscense Martín Coronas. Su título es El hermano Coronas:
Hoy se han celebrado en esta capital los funerales por la muerte del Hermano Martín Coronas, oscense y
pintor recientemente fallecido.
Fue en vida un hombre estudioso y gran trabajador, cualidades éstas que unidas a sus condiciones de pintor, habríanle hecho destacar en su arte y ser mucho más de lo que fue, a no ser por el medio en que desde
muy joven hubo de desenvolverse, tan hostil a las artes plásticas, pues solamente en contacto con la vida,
con sus luchas, sus pasiones, la asiduidad a los estudios, frente al natural, sintiendo el desnudo no como
pecado, sino como la maravilla del arte, puede exaltarse el temperamento del artista.
Nos unía alguna amistad, si no íntima, por sus cortas estancias en la capital, la suficiente para dedicarle un
recuerdo en estos días en que sus pinceles esperan en vano la mano amable que con tanto cariño los acarició.
El 10 de octubre de 1928 se cumple el primer aniversario de la muerte de Félix Lafuente. Con este motivo
El Diario de Huesca publica el artículo de Acín En memoria del pintor Félix Lafuente:
El tiempo, que tiene buenas tragaderas, se come los años como si fuesen de bizcocho.
Van pasados ya quince primaveras y otros quince otoños—parecen los años menos años si se les cuenta en
dos mitades— desde que de niño acudía uno a recibir las primeras lecciones de dibujo del maestro difunto.
Lafuente tenía a la sazón piernas fuertes, barba negra, ojos vivarachos, pulso firme y buen humor.
Años más tarde, llegó una enfermedad, y todo ello se le desmoronó. Todo menos el humor.
Pasará todo, dijo el apóstol, y sólo quedara el amor. En Lafuente todo pasó y sólo quedó el humor; el humor que, a la postre, puede que no sea más que la quinta esencia del amor.
Hace un año que murió el hombre, pero hace once lo menos que murió el pintor. Y lo trágico no es morir;
lo trágico es sobrevivirse. Y Lafuente durante diez años, se sobrevivió.
Hacer de muerto es cosa fácil y poco dolorosa; lo difícil es vivir a medio morir, en que uno va cavando su
propia fosa al compás de su dolor.
El hombre inquieto y andariego, que no se sentaba apenas para comer, estuvo condenado durante una década, a posarse la vida entre la cama y el sillón. No se amilanó; cuando no pudo ir hacia la montaña, a fuerza
de imaginación y de entereza, hizo que la montaña fuese a él. Cuando perdió sus órbitas múltiples, se hizo
centro de sistema y todo orbitó a su alrededor.
***
El arte español llevaba media centuria de retraso, descontadas Cataluña y Vasconia —Irún y Port Bou—;
Aragón llevaba algún retraso más; veremos si el Canfranc nos pone pronto y bien, en contacto con lo nuevo;
sin paradoja, de la vieja Europa.
Lafuente, un día se puso a tono con el arte de su tiempo y pintó su cuadro “La Catedral de Huesca” . Y ya
no pudo pintar más. Como Moisés, pasando el mar Rojo de la bohemia, no más llegó a contemplar la tierra
de promisión. Pero en tanto Moisés una vez vista la deseada tierra se dedicó a hacer de difunto, tan sencillo
y poco doloroso, en Lafuente se dio la tragedia de contemplar, durante diez años, la suspirada tierra, ni vivo
ni muerto; a medio morir.
El 22 de noviembre de 1928 El Diario de Huesca publica un artículo de Acín titulado Al margen de una
conferencia en el que habla de la conferencia “Labor social-agraria de la Confederación Hidrográfica del
Ebro”, celebrada el día 20 en el teatro Olimpia e impartida por Máximo Escuer y José Cruz Lapazarán:
En el teatro cine Olimpia, de nuestra ciudad, ha tenido lugar una conferencia de propaganda de lo mucho que hizo de lo muchísimo que tiene por hacer la Confederación Hidrográfica del Ebro. Proyectóse una
película mostrando lo que son las tierras hoy y lo que, merced al agua, mañana serán. Hablaron don Máximo
Escuer y don José Cruz Lapazarán. Aquél con los resabios de la vieja y grandilocuente oratoria de quien
llegó a escuchar los liders del repúblico Castelar y el canónigo Manterola; Lapazarán, con atisbos de lo que
habrá de ser la nueva oratoria... Lo que se va sin haberse ido aún, y lo que llega sin haber llegado todavía,
como de la mano en ese momento del presente; ese presente que no es más que pasado cuando no le anima
un fuerte espíritu de futuro.
Comienzan en Huesca estos actos de propaganda; que no terminen hasta que el último villorrio haya visto
con sus propios ojos y haya escuchado con sus propios oídos; es más fácil desplazar un orador y una película
a un pueblo, que movilizar todo un pueblo a donde estén una película y un orador.
Y además de predicar, llevadles trigo a esas gentes de los secanos; se lo merecen todo; no escatiméis un
poco de felicidad en la tierra a los que tienen ganado de sobra el cielo; como los grandes santos, viven en el
desierto a medio comer y se pasan la vida mirando a lo alto, al cielo azul que sólo por descuido y muy de
tarde en tarde les envía el fruto fecundo de sus nubes.
Se piensa, con muy buen acuerdo, fundar un poblado en la estación de Almudébar. Preguntar uno a uno en
toda la zona regable y fuera de la zona regable cómo se habrá de llamar y os contestarán indefectiblemente:
“La ciudad de Joaquín Costa”, porque un poblado en la estación de Almudébar con los Riegos en explotación, será pronto populoso en extremo y habrá de bastarle llevar el nombre de Costa para que tenga timbre y
honores de gran ciudad.
Al pie de los picachos pirenaicos, en Graus, el río Ésera y Joaquín Costa, los dos con la mirada puesta en
los llanos secos, inhóspitos y tristes, entonaban sus cantos de vida y de esperanza. Con las aguas del Ésera,
debemos llevar a esos llanos el recuerdo de su Profeta.
El 1 de diciembre de 1928 muere su amigo Manuel Bescós “Silvio Kossti”. Para comprender la gran
amistad que mantenía Manuel Bescós con Ramón Acín y el tamaño moral de este personaje, transcribimos
a continuación su testamento político escrito unos meses antes de morir. Temeroso Silvio Kossti de que al
acercarse su hora final la familia lo recluyese en casa rodeado de crucifijos y sotanas, como así sucedió, y
que tergiversaran sus últimos momentos diciendo que se había arrepentido de sus ideas extravagantes y acatado el catolicismo, Kossti escribe un testamento espiritual que envía a sus dos mejores amigos, Ramón Acín
y Manuel Marraco, para que en caso necesario lo saquen a la luz. Dice así:
A los Señores D. Manuel Marraco y D. Ramón Acín
Mis queridos amigos:
Por circunstancias especiales que ustedes no ignoran es probable que la Iglesia Católica Apostólica y Romana, pretenda dar a mi tránsito de la vida los caracteres de una conversión a sus doctrinas y dogmas, con
abjuración de las que yo he mantenido como verdades relativas trascendentes al progreso humano y asequibles dentro de la limitación de nuestros sentidos y facultades.
Si tal sucede y hay quien tira de la cuerda y pretende que yo he confesado, dicho y deferido a ritos y credos
contrarios a mis convicciones científicas, yo les ruego que den la debida publicidad a estas líneas y ese será
el mejor homenaje que su vieja y leal amistad pueda tributar a mi memoria.
No tengo vocación de mártir, pero si de confesor ya que juzgo como un noble e ineludible deber del hom-
bre el aportar su grano de arena a la obra perenne del progreso humano, afirmando y dando público testimonio a las generaciones venideras de las verdades por él adquiridas.
Es pues mi voluntad libérrima y consciente, morir y muero manteniendo firmes mis convicciones científicas, filosóficas, político-económicas y sociales, planteadas, enunciadas y defendidas en mis libros “Las
Tardes del Sanatorio” y “Epigramas”; si es que la vida mía no se dilata lo suficiente para que yo resuma y
propugne en un último libro todas las verdades por mi adquiridas como transcendentes, dentro de su relatividad humana.
“Nada se crea y nada se aniquila”
Muero unitario y no dualista ni creacionista.
“Espacio Tiempo Masa” – Mi inteligencia no concibe nada más grande ni que pueda abarcar y estar por
encima de estos mis primeros y últimos conceptos de las cosas y del Universo todo.
Mi religión pues, tiene por símbolo en lugar de la cruz de los cristianos el C.G.S. (centímetro, gramo, segundo) clave y emblema de toda ciencia positiva y fecunda.
Creo que las religiones, sectas y ritos varios que invocan la omnipotencia y representación en la tierra de
uno a más Dioses y que giran letras de felicidad y de justicia pagaderas en una vida futura donde no han de
ser protestadas, son el anestésico del dolor humano y el estupefaciente de los perseguidos y explotados en
esta vida terrestre, única de que disponemos y en la que debemos pagar nuestras deudas y realizar la Justicia.
En política muero republicano considerándome español de la primera mitad del siglo XX y desde tal punto
de vista, republicano de urgencia y dada nuestra estructura nacional de variedad grande y profunda, republicano partidario de una República Ibérica donde pudieran integrarse en una gran confederación de Pueblos,
Regiones y Estados de hablas Ibéricas todos los de la América del sur y Méjico, Antillas, Portugal y España
con sus regiones autónomas. Tal fuera el medio de conseguir que nuestra raza Ibérica fuera respetada y pesara en los destinos del mundo, en esta edad histórica en que la política mundial cristaliza en grandes grupos
de Estados poderosos que se unen y alían con carácter ofensivo y defensivo. Base firme de tal Confederación
la unión aduanera de todos los Estados Confederados.
En economía muero convencido y ferviente libre-cambista y unitribuista (sic) partidario del impuesto único sobre el valor del suelo libre de mejoras según las doctrinas de Henri George.
Y digo a los hombres que me sobrevivan: mientras la producción y distribución mundial de la riqueza no
pueda organizarse con libertad absoluta, sin más leyes ni trabas que las naturales de oferta y demanda y de
mínimo costo con máximo rendimiento, mientras existan aranceles y aduanas entre Estados soberanos, la
humanidad vivirá en estado de guerra, ya sea guerra en latencia (guerra de tarifas con frentes arancelarios,
con sus secuelas de carestía de la vida, explotación capitalista, miseria, depauperación y muerte del proletariado, de la masa oprimida y vencida) o bien guerra en virulencia: de cañones, gases asfixiantes, bloqueos,
etc. que a tanto monta y abrevia el padecer.
El estado de paz relativa y duradera que puede alcanzar la humanidad, solo puede advenir por la cordura
y perfecta solidaridad de las mayorías de proletarios y pequeños burgueses, que se impongan a las minorías
plutocráticas gobernantes y militares para hacer saltar los frentes arancelarios en todos los países y no acudir
cuando sean llamados a los frentes de batalla.
Se hace preciso para ello que la mentalidad del hombre se moldee de nuevo y modifique de manera que el
concepto de Patria y Nacionalidad no se extienda ni refiera más que a lo lingüístico, geográfico, jurídico y
artístico-literario y en manera alguna a lo económico cuyo estatuto debe ser mundial, sin patria ni fronteras;
con lo que la producción y distribución de la riqueza en el mundo se organizaría automáticamente según la
ley natural de mecánica transcendente “obtener con el mínimo costo o esfuerzo el máximo provecho o rendimiento”.
Yo digo al morir a todos los proletarios: estableced el libre cambio en el mundo y lo demás os llegará automáticamente de añadidura. Lo demás, es el bienestar de cada ciudadano multiplicado por cien.
La igualdad no es posible entre todos los hombres; pero un más alto grado de justicia sí y una mayor estabilidad de la paz entre Estados soberanos también; pero tales bienes solo vendrán, solo pueden venir, me-
diante la libertad económica establecida de buena fe entre todos los Pueblos de la Tierra.
He aquí la grande y transcendente Revolución que está por hacer.
Huesca a 29 de febrero de 1928
Manuel Bescós. “Silvio Kossti”
(Posdata manuscrita)
De este escrito,especie de testamento espiritual, guardo las cuartillas originales escritas de mi piuño y letra
en mis carpetas y firmo al margen cada una de las tres hojas de las copias a máquina, compulsadas y autorizadas por mí.
M. Bescós
Al día siguiente de la muerte de Manuel Bescós, el 2 de diciembre de 1928, aparece publicado en El Diario de Huesca un artículo de Acín con el título Don Manuel Bescós ha muerto. ¡Viva “Silvio Kossti”!:
En estos momentos, el dolor por la suerte del amigo se sobrepone al dolor por la desaparición del literato y
del pensador.
Será, pues, el corazón y no el pensamiento, quien dicte estas cuartillas en recuerdo del pensador; serán
estas cuartillas, sin literatura, el homenaje póstumo en honor del literato. Primero, dejemos el cuerpo en el
criadero de gusanos; a la vuelta, ya releeremos a las gentes su obra y desplegaremos su bandera, en la cual,
como un pájaro bajo el ala, el amigo, el literato y el pensador, cobijaron no más por un momento la cabeza...
Veinte años de amistad, una amistad sin lagunas, sin nubes, es mucha amistad para que no deje en uno
honda huella de dolor. En mi casa y en mi estudio, porque su confianza y su asiduidad llenaban tanto la una
como el otro, durante su enfermedad se ha notado un vacío callado que sólo lo intentaban llenar vanamente
la sombra de su recuerdo y la débil campanita de las esperanzas.
Cuando don Manuel llegaba, y llegaba cada dos días y a veces el de en medio, aun esperado siempre, era
una novedad para todos su presencia.
Él, a diario, con la misma agradable novedad, a mi pobre estudio sin verdosos laureles, llamabálo oasis
amable en el desierto seco de la ciudad. Con las sonrisas que traía para todos, pocas veces dejaba de sacar un
par de caramelos para nuestras nenas; no en balde don Manuel, con nuestras hijas, se había entrenado a ser el
abuelo de sus nietos... No ha muchos días, escuchando a mi mujer unos estudios de Schuman, ofreció recordar sus buenos tiempos haciendo dúo con su violoncello, tan viejo, decía, desclavijado y achacoso como él.
Porque don Manuel hacía días que iba notando sus achaques y hacía unos meses que como él decía, se iba
viendo poco a poco morir.
El pobre don Manuel, no ha tenido ni el consuelo de otros en su caso, que no sabiendo latín no entienden
lo que les cantan, pero “Silvio Kossti”, gran latinista, no tardará en contestar a los latines en claro y castizo
castellano.
El recuerdo de tan grande hombre, cuya grandeza sólo los muy íntimos hemos podido apreciar en su larga
extensión y en su fino matiz, habrá de acompañarnos toda nuestra vida.
El 6 enero de 1929 Acín publica un artículo en El Diario de Huesca exigiendo que la Junta de Protección
a los Animales de señales de vida en estos días navideños y también les pide que, ante la inminente construcción de la nueva Plaza de Toros, estén muy atentos a las “charlotadas y otros toreros humorísticos” que
hacen sufrir a los animales. El escrito se titula Palabras. Hermanos:
Aquí, en Huesca, se constituyó, no ha mucho, una Junta de protección a los animales y esperábamos que
en estos días, en que los animales veríanse más necesitados de protección que en el resto del año, la actua-
ción de esa Junta habría dado señales de vida.
No vamos a proponer que en la fiestas de Navidad y Pascuas y lo que no son Pascuas ni Navidad ni fiestas, se perdone la vida a los que ostentan la representación comestible de nuestra fauna variadísima, más o
menos bella y sobre todo ¡ay dolor! (dolor para ella) sabrosísima fauna altoaragonesa.
La Humanidad, lleva para largo el hacerse vegetariana, si no es que, por razones de estómago, llegue a lo
que no fue por razón de conciencia...
No es lo peor el privarles de la vida, con no ser poco, lo que estos días sucede a los inocentes y en general
simpáticos animalitos; es el tormento de las hambres y de la sed; de los fríos, de los traqueteos y prensaduras
y sobre todo de los atadijos que les sierran sus patitas febles, sin que les valgan los constantes lamentos, que,
si cada cual los lanza en su jerga peculiar, todos tienen un mismo y claro timbre de dolor.
Hay gallo y gallina que sale del corral vendido en seis pesetas, pongamos por precio, y después de rodar la
Ceca y la Meca, y de Perico a Zaramandico, por no decir de Herodes a Pilatos (siempre atado), satisfaciendo
en cada nuevo dueño la vanidad del anterior, hasta que una cocinera da fin a su calvario con el consabido
golletazo, previo el local desplumeo de la nuca, que tiene algo de la previa tonsura de los guillotinados. Y
del mal el menos; peor es cuando luego de dar vuelta a la rueda de la tortura, rueda grande y de lento rodar, vuelven de nuevo al corral, a mitad de precio, claro está, sin plumas y cacareando y con el miedo a una
nueva tournée, con los huesos casi mondos y las patas a medio serrar, decididos, eso sí, a no poner un sólo
huevo, caso de ser gallina, ni si es gallo, hacerlos poner, aunque los ceben con granos, pastos y pasturas de
las mejores marcas.
Dice Pappini en su libro Vida de Jesús, que “en el nacimiento del Niño Dios, fueron los animales de toda
especie los primeros que le adoraron y luego los hombres”, y aunque la Humanidad siguió engullendo animalitos sin más inquietud que antes, hasta el siglo XIII, en que San Francisco de Asís los llamó hermanos,
y aunque del XIII acá seguimos engullendo a los hermanos animalitos sin mayor inquietud, no será mucho
pedir a la Junta de protección a los animales, que en recuerdo de aquellos lejanos días de Belén, se libre a los
inocentes animalitos, no de la muerte, que en realidad es mucho pedir en cuanto a sacrificio en los demás, y
poco pedir, según hemos visto, en favor de ellos, sino del suplicio de las ataduras que, según referencias, han
sido terminantemente prohibidas en Inglaterra y algún estado más, sino más humanitarios que el nuestro,
que cubren algo más las apariencias de humanidad.
Y ya con la pluma en la mano, ante el seguro y pronto levantamiento de un circo taurino en nuestra capital,
vamos a ocuparnos de algo que creemos entra de lleno en las atribuciones humanitarias y de buen ver encomendadas a la Junta de protección a los animales.
Se trata de los charlots, toreros humorísticos como suelen llamarse, y que no suelen tener pizca de torería
ni noción del humor, y que ante inocentes e inofensivos animales se arriesgan con piculinadas de mal gusto
durante la lidia y, lo que es peor aún, los matan malamente, acompañando su agonía con burlas y cuchufletas, reídas por un público que no tiene en cuenta que, no la agonía de un animal tan bello y noble como un
torete joven, sino la agonía de un sapo es digna de más respeto. Bien es verdad, que para respetar le agonía
de los animales, primeramente habría que comenzar a respetar la agonía de los hombres y no sumar amargor
a la amargura que ya lleva en sí semejante trance.
Considerando que pedir que no se mate a los animales es mucho pedir a las Juntas de su protección, esperamos que no sería para ellas mucho conceder el librarles del dolor de los atadijos y de la grosería de las
burlas.
Y de no ser así, presentar la dimisión, pues siendo los cargos honoríficos no les da para los garbanzos, y el
no proteger a sus supuestos protegidos, no creo sea cosa que les dé mucho honor.
Ramón Acín
Ciudad, en el día de los Reyes Magos.
El 19 de febrero de 1929 El Diario de Huesca publica su escrito El Cantábrico-Mediterráneo. Levantemos
nuestra copa. Artículo entusiasta ante los primeros grandes proyectos de autovías y ferrocarriles en España:
Aragón constituye, principalmente, la región ístmica de nuestra península. Recostado en la dura almohada
de los Pirineos -de espaldas a Europa-. Los brazos tendidos hacia Cataluña y Vasconia. La mirada puesta en
Castilla, duro es, pero hay que decirlo, más atenta a las alforjas de Sancho que a la adarga de Don Quijote...
*
El Cantábrico, en el golfo de Gascuña, y el Mediterráneo, en el de Lión, con sus zarpas de espuma vienen
siglos y más siglos arañando la tierra para abrazarse y sumar su ruido y su verdor sin el rodeo de Gibraltar;
el fuerte malecón de los Pirineos les impide su intento de prisa fraternal. Los hombres, incapaces de un Suez
o un Panamá, les ofrecen el consuelo menudo, pero consuelo al fin, de un ferrocarril.
Por sus rieles, siempre paralelos, como dos vidas paralelas, resbalarán las brisas de dos mares. En el hueco
estrepitoso de sus vagones, como en un caracol, irá escondido ruido marino. De un mar a otro mar llegará
siquiera el último suspiro del pescado de plata y nácar.
*
En Huesca, lugar privilegiado en la región ístmica de nuestra península, se coloca hoy la primera piedra espiritual del Cantábrico-Mediterráneo. Echemos a lo alto nuestros baturros cachirulos de gayos colores que ya
los chapel aundi y los chapel chiqui vasco-navarros han echado al viento sus gorras negras y al aire fueron
también las rojas barretinas catalanas. Y levantemos nuestra copa silenciosamente, por don Telmo Lacasa,
que tiene la suerte de actuar de redentor en este ágape sin Judas.
El 17 de marzo de 1929 publica en El Diario de Huesca un artículo -que incluye un retrato xilográfico del
escultor Felipe Coscolla- en el que anima a sus paisanos a que el mejor homenaje que pueden hacer a Coscolla es encargarle más pasos de la Semana Santa. El articulo se titula Felipe Coscolla. El mejor homenaje:
“Tierra Aragonesa” lanzó la simpática idea de homenajear al escultor Felipe Coscolla. La Prensa local,
unánimemente recogió con toda simpatía idea tan simpática.
Verdaderamente, Felipe Coscolla, con su nuevo “paso” para la procesión del Viernes Santo, se ha hecho
merecedor a mucho. Ahora, lo que falta es decir en qué ha de consistir el homenaje, y el mejor homenaje
para Coscolla es encargarle un nuevo paso y que trabaje en él sin corromperle las oraciones, con tranquilidad
y bien pagado. Una paella, por bien surtida que se encuentre; unas coplas, por bien cantadas que estén; unos
discursos, por elocuentes y ditirámbicos que fueren, con ser mucho, no lo dudamos, serán muy poco para el
artista que ha corrido medio mundo y se le ha caído el pelo de tanto trabajar.
Coscolla querría que la procesión del Viernes Santo de Huesca fuese “su procesión”: dejar aquí todo el
empuje de su buen arte en plena madurez.
Tratándose de Huesca, este artista se supera a sí mismo y no mide el trabajo con el rasero de las pesetas,
sino con la varita mágica del entusiasmo, así cada nuevo “paso” que nos presenta es un enorme paso en su
camino de escultor y en ese último, que si en conjunto es admirable, en detalles es una maravilla, no se le
ha pagado esa figura vuelta de espaldas a la escena de la crucifixión, ese judío que, mientras los otros clavan
prestos —la prisa en el obrar es la única caridad de los verdugos— piensa, valga la paradoja que no es paradoja, piensa sin pensar, con la tranquilidad serena y clásica de un Fidias; piensa con la inquietud renacentista
de un “pensieroso” de Miguel Ángel, con la grandiosidad víctor-huguesca del “penseur” de Rodín y más
acá aún; más moderno, escultor si de ayer –el arte sin tradición no es nada- escultor de hoy –el arte tampoco
es nada sin modernidad- que si Rodín decía “¿Es que siempre hemos de estar a merced de nuestro abuelo
Fidias y nuestro padre Miguel Ángel?”. Coscolla dice: “¿Es que siempre hemos de estar a merced de nuestro
bisabuelo Fidias y nuestro abuelo Miguel Ángel y nuestro padre Rodín?”...
El mejor homenaje es dar trabajo a este hombre que parodiando al clásico podemos decir que hasta su
descanso es trabajar.
El 19 abril de 1929 sale un escrito en El Diario de Huesca sobre el libro recién publicado “Efemérides
oscenses” de Luis Mur. El artículo lo encabeza una xilografía de Acín y su título es Hojeando un libro:
Luis Mur ha publicado un nuevo libro: “Efemérides oscenses”.
Como una hormiga, ha ido este hombre llenando grano a grano —noticia a noticia— el grueso volumen
—como granero de vacas gordas— de sus “Efemérides”.
Más que un libro, es zumo de libros o apuntes para nuevos libros. En cada efeméride, está compendiado un
libro viejo, o es como leit—motiv para escribir uno nuevo.
Historia escueta y verdadera de dos y dos son cuatro. Historia homeopática , sustanciosa y de poco volumen, sin ganga que la alargue y amargue. Historia sin historiador, donde cada uno puede suplir y superar con
su propia fantasía más o menos filosófica, la filosofía más o menos fantástica de un historiador.
No es libro para leído de una vez y luego alinearlo en la estantería, sino libro para leerlo y saborearlo en
veces y ponerlo en nuestros cuartos de labor sujeto a una tablita como las gallofas de las sacristías.
Es libro para pasar una hoja en la mañana de cada día al echar a volar la hoja del almanaque, incorporando
el desfile de las efemérides de la ciudad, a la procesión de los días, al paso de los santos, las fases de la luna
y la marcha de las estaciones. Pan nuestro espiritual de cada día, porque cada día nos sirve el manjar de un
recuerdo, de una experiencia o de una lección. Pantalla de cine por donde pasa el ayer de la ciudad y que
debe ponernos en guardia, como ciudadanos de hoy, porque mañana también pasarán ante las generaciones
venideras nuestros actos, individualmente destacados o sumados a la colectividad, y quizá, quizá, que el
futuro coleccionador de efemérides oscenses no será tan piadoso, tan pecadoramente piadoso como este Luis
Mur, que, al modo de los relojes de sol, no cuenta en su libro más que las horas de luz de la ciudad.
¡Jóvenes! ¡Jóvenes oscenses! ¡Jóvenes sin juventud, porque la juventud es inquietud y vosotros no tenéis
ninguna inquietud! Leed en la mañana de cada día las efemérides del libro de Luis Mur, a ver si con el recuerdo y la experiencia y la lección del ayer, echáis la mirada al mañana; ese mañana, que, como decía Zola,
a pesar de todo y por encima de todo tendrá la razón.
El 15 de junio de 1929 se publica en El Diario de Huesca su artículo ¡40 Artistas! ¡16 Bellas señoritas!, en
referencia al Circo Maravillas. El escrito y las alusiones al desnudo generaron una gran polémica, alimentada en gran parte por el periódico reaccionario Montearagón.
Todos los números del Circo son admirables; ya lo dice el programa y el programa de un circo siempre
dice la verdad; una verdad ingenua, infantil, aspaventera y jovial.
“Circo Maravillas con su nueva compañía circense, única en España. ¡Cuarenta artistas, entre ellos dieciséis bellas y elegantes señoritas!”.
Eso de los cuarenta artistas con sus dieciséis bellezas intercaladas, va en los programas con sendas admiraciones; son ellos los primeros admirados de tanto artista y de que sea verdad tanta belleza.
Claro está que para reunir los cuarenta artistas hubo que contar a los que tienden y recogen las alfombras
-artistas, por qué no, del buen plegar- y en las dieciséis bellezas del Circo entran las en activo y las bellezas
jubiladas ya.
Todo lo del Circo es bueno, mas como sólo entre lo bueno está lo mejor, lo mejor del Circo son Volo y
Leonila.
*
Leonila, que bien merece el nombre de la Venus del Circo, sale con indumento de botones de gran hotel.
Se la imagina a esta venus de los recados allá en el Olimpo, mientras Hebe escancia el vino y las Parcas
hilan, hacerle los recados a Júpiter; pongamos por recado llevar a Vulcano los famosos rayos para que les dé
una buena templadura.
Leonila aparece en la pista con Volo, famoso payaso que si no es inglés -Inglaterra, patria de buenos
clowns- merece serlo.
El porte y el gesto de Volo no sabemos si es de pícaro redomado o de abuelo paternal.
No acertamos si Volo acaba de raptar a Leonila, en un gran bosque público, o fue por ella al colegio de
monjas, donde el abuelo paga a Leonila estudios de mecanografía y contabilidad.
Esta incertidumbre nos durará mientras estén en la pista Volo y Leonila, porque Volo es todo humor, y el
humor, para ser humor, ha de estar henchido de picardía y de bondad.
*
Leonila, como una sirena que hubiera picado en el anzuelo -¿en el anzuelo de Volo pescador de sirenas?-,
sujeta por los dientes a una cuerda, súbenla a ocho metros de altura. Leonila tira el gorro, se quita los zapatos, se descalza las medias, se desviste una prenda y otra prenda, y otra prenda más. El público espera que se
quede sin prenda alguna la Venus del Circo, pero así como la mejor palabra es la que está por decir, la mejor
prenda queda por quitar.
*
¿Por qué Leonila no se desnuda del todo cuando, a ocho metros del suelo, cuelga de un alambre? La piedra
de toque para la cultura de un público está en contemplar el desnudo con emoción y con tranquilidad. A ocho
metros de altura, sin temor a más zarpas que a lo sumo a las zarpas de las miradas, esa Venus del Circo, que
cual la Venus clásica nació de las aguas parecería que nacía de los aires, debería quitarse el último vestido
para certeza de la cultura de nuestro público; para enseñanza de que lo grosero no está en las formas bellas,
sino en los gestos torpes, para que todos se cerciorasen de que el pecado del desnudo se funda solamente en
la costumbre de tapar.
Y podría iniciarse en nuestra ciudad la liga contra los vestidores de esculturas desnudas, tan tristemente
numerosos en España; gentes que no saben que se conserva aún la silla donde el sabio y santo León XIII
-que tanto sabía de emoción y de tranquilidad- sentábase a contemplar el desnudo absoluto de una de las más
bellas venus del Vaticano; gentes caricatura de San Antonio, incapaces de resistir la tentación de mármoles
y bronces de traza femenina; gentes sin duda, que, así como las Medusas tornaban de piedra a quienes las
miraban, deben los vestidores de esculturas tornar torpemente de carne y hueso a las estatuas de piedra que
ellos miran.
El 18 de junio de 1929, en recuerdo de la Universidad de Huesca que fue suprimida en 1845, escribe en El
Diario de Huesca En recuerdo de lo que fue. Los caminos cortos y los buenos caminos:, escribe en El Diario
de Huesca En recuerdo de lo que fue. Los caminos cortos y los buenos caminos:
En los primeros días de Junio cerróse la que podremos llamar Universidad de invierno de Zaragoza. En los
primeros días de Julio se abrirá en Jaca su veraniega Universidad. Aquí, en nuestra ciudad, invierno y verano, sigue cerrada a cal y canto y con siete sellos y con triple llave, la que fue urbi et orbi, famosa y gloriosa
Universidad.
No seremos nosotros, por razones de mucha y poca monta, quienes pretendan resucitar el centro de cultura que en la antigua Osca rivalizara con las escuelas de Atenas y de Roma y más tarde, el Osca Huesca ya,
rivalizara de nuevo con las Universidades de Bolonia, Tolosa y Montpellier.
No seremos nosotros quienes pidan a vuestro Alfonso XIII la protección concedida por Julio César y por
Augusto en la Osca ilergete, y más tarde, en la Huesca de la reconquista, siguieron otorgándole Pedro IV y
Juan II de Aragón, Fernando el Católico, Carlos V y casi todos los monarcas Felipes que en España han sido.
No seremos nosotros quienes pidan en serio ni tocados de humor, que llenéis este paréntesis de Junio a Julio -sin frío ni calor- con una Universidad de entretiempo entre la Universidad de la llana y soleada Zaragoza
y la alta y fresca jacetana Universidad.
No más pedimos, y allá vosotros en concederlo o no, que dediquéis no un día, unas horas tan sólo -de tren
a tren- al recuerdo y loa de la que fue por varios siglos, urbi et orbi, nuestra famosa y gloriosa Universidad.
El pasado año, sin uso aún el alcorce Zuera-Turuñana, los que fuimos alumnos de la Universidad Sertoriana -sendamente retratados en su Teatro o Paraninfo- conformábamonos escuchando el run-run y el pitar del
tren que os conducía a Jaca, diciendo para nuestros lienzos coloreados: Ahora pasan los sucesores de nuestros maestros; cada uno irá asomado a una ventanilla mirando estos viejos muros que nos cobijan amorosamente; todos irán recordando las glorias de nuestra Universidad, que a la postre no son más que gloria de su
Universidad; todos en medio del estrépito del ferrocarril nos están dedicando el fino homenaje de su silencio...
Hoy, en uso ya el alcorce Zuera-Turuñana, ante la pena que haya de causarnos el alejamiento de vuestro
paso -con el olvido consiguiente-, teniendo en cuenta que la cultura no es mercancía que deba seguir caminos cortos, sino buenos caminos, considerando que el retraso de unas horas no es mucho pedir -en pago a lo
que vosotros sois y en recuerdo de lo que ella fue-, reunámonos todos al calor de un mismo amor.
Unas palabras que sean más que palabras -orientación, proyecto, estimulante- en este recinto que fue un
día altavoz, como diríais hoy, de la cultura aragonesa, y una comida íntima, frugal, frailuisleonesca dice
bien, servida en una de estas cátedras, que en recuerdo y como contrapeso de los muchos comedores que
se hicieron cátedra -de la cena de los apóstoles, a la comida de Sancho con el doctor de Tirteafuera-, bien
podremos hacer una vez al año de una cátedra un comedor.
Tenéis la palabra Royo Villanova, rector de la Universidad de Zaragoza, que no sólo tiene aquí ascendientes universitarios, sino familiares también.
El decano Miral, aragonés de todo Aragón, y todos y cada uno del Claustro universitario.
Aquí en la ciudad, Baratech, director de un Instituto, si no heredero, sucesor modesto, pero digno, de la
Universidad Sertoriana -con discípulos tan esclarecidos- y todos los elementos culturales. Por la ciudad Vicente Campo, que para ser un Sertorio –así vuelve de arriba abajo la ciudad- no le falta nada y aun le sobra
un ojo; Sertorio era tuerto, como sabéis.
Estas cuartillas, las firma por nosotros, que no podemos escribir, Ramón Acín, tras grandes protestas de
modestia por falta de méritos para ello -cosa muy en su punto en honor a la verdad-; mas sin duda alguna,
por razón de su oficio de pinta lienzos, solamente con él hemos podido entendernos en la jerga especial de
los lienzos pintados.
Por don Pedro Ric y Egea, por don Bartolomé Leonardo de Argensola, por el cardenal Bardaxí, por el conde de Aranda y demás retratos.
Ramón Acín
En Osca y Huesca a 18 de junio de 1929.
El 29 de junio de este mismo año, ante la noticia de la desaparición en el Océano Atlántico del avión “Dornier 16” publica en El Diario de Huesca Consumatum est. A los tripulantes del “Dornier 16”:
Franco, barrenando con la hélice de su “Plus Ultra”, abrió un túnel en el aire para comunicarse Europa con
América. Colón había abierto camino en el mar con el arado de la quilla de su “Santa María” —tejer y destejer como la tela de Penélope; los caminos del mar los borran las esponjas del agua y los caminos del cielo
los barren las escobas del aire. Cada barco tiene que abrir una nueva senda; cada avión tiene que horadar un
nuevo túnel.
El viaje fácil y seguro de los barcos de hoy, se debe a las muchas carabelas hundidas en el mar que asoman
las puntas de sus palos, como índices amables que señalan la mejor ruta.
El viaje seguro y fácil de los aviones de mañana, se deberá a los muchos aviones caídos al mar, que como
amables boyas, indicarán a lo largo de los Océanos el camino mejor.
A vosotros, los tripulantes del “Dornier 16”
Porque en vuestro deseo de subir y en vuestro anhelo de luz, el Sol habrá fundido la soldadura metálica
de vuestras alas como fundió la soldadura de cera de las alas de Icaro. Porque sois hijos de Wilburg Wrais,
el del primer vuelo magnífico y menudo —vuelo de gorrión— de los cincuenta y nueve segundos. Porque
con vuestros altos vuelos sois padres de los aviadores nuevos que se saldrán de la órbita de nuestro mundo
para pasear por las órbitas de todos los mundos. Porque con vuelo de águila de los Alpes y de cóndor de los
Andes erais en vuestro viaje como palomica sin hiel.
Porque llevabais a la nueva América, por todo llevar, en vuestros brazos, el rico presente de millones de
abrazos, y porque pensabais traer, a la vieja Europa, por todo traer, en las frentes, la huella de millones de
besos. Porque echabais flores y saludos a vuestro paso, en lugar de —como los aviones de la Gran Guerra—
lanzar metralla y sembrar dolor —¡oh, excremento de golondrina que cegó al bueno de Tobías!— Por todo,
yo os dedico, bravos tripulantes del “Dornier 16”, el homenaje de mis palabras.
...
Todo se ha terminado. El “Dornier 16”, que como pájaro muerto mecerán las olas en la inmensidad de los
Océanos, será una boya más indicadora del nuevo y seguro camino que los aviones de mañana habrán de
seguir.
Pero al día siguiente, 30 de junio de 1929, al ser desmentida su desaparición, Acín, rectificando su anterior
escrito, publica Resurrexit. Los tripulantes del “Dornier 16” en el que muestra su alegría por el rescate de los
cuatro tripulantes del avión, el comandante Franco, Gallarza, Ruiz de Alda y Madariaga:
Por vez primera voy a rectificar unas palabras mías. Antes de escribir miro lo que escribo. Se debe escribir
lo que se puede sostener, cueste lo que cueste. Si cuesta el único y modesto cargo de uno, como si uno tuviera, como muchos, siete cargos bien retribuidos. Si cuesta la vida humilde de uno, como si uno tuviera las
siete de los gatos todas empingorotadas y flamantes. Mas si alguna vez se nos olvida la “eubolia” o ciencia
del buen decir y se nos va la pluma ayuna de justicia o ahíta de pasión, el valor estará en rectificar noblemente; en echar a las brasas, si no la mano como el romano Mucio Scévola, al menos la pluma que es más
llevadero.
Así se puede caminar, llevando alta la frente, y parece que toda la tierra hace de plinto nuestro y el Sol
existe para alumbrar nuestro camino y las nubes no tienen más objeto que refrescar nuestras cabezas.
***
Ayer, llenos de pesimismo y de congoja, escribíamos un consumatum est. Hoy, con el corazón como una
campanilla, escribimos optimistas y jubilosos un resurrexit.
Todos dábamos por muertos ayer a los tripulantes del “Dornier l6”. A las aguas saladas del mar comenzaba
a llegar el agua y la sal de muchas lágrimas.
Todos tenemos hoy por resucitados a esos bravos mozos, que aún les han de nacer nuevas alas para nuevos
vuelos de paz.
La humedad de ocho días de las nieblas atlánticas van a secarse al calor de miríadas de corazones; esos
corazones que en los días largos y las noches eternas por los hilos sutiles de todos los meridianos y todos los
paralelos han llevado nuevos ánimos al temple de acero de los aviadores.
El 11 de julio de 1929 nuevo artículo en El Diario de Huesca en el que, ante el próximo homenaje que
se va a dispensar al músico Albéniz, Acín propone a la Comisión de Fiestas cómo organizarlo. El título del
escrito es El homenaje al músico Albéniz:
Firmadas por «Un Oscense» —en cuyo estilo se adivina un oscense de verdad—apareció un buen artículo en EL DIARIO DE HUESCA del martes último proponiendo a la Comisión de fiestas de San Lorenzo
un número que supongo habrá sido acogido con todo buen deseo. Se trata de un homenaje a la memoria de
Albéniz, cuyo nombre hace innecesario todo comentario de elogio, sobre todo en estas líneas, pues dando
por aceptada la idea, no tienen más intención que, teniendo en cuenta las muchas cosas a que la Comisión de
fiestas ha de atender, dar una norma de lo que pudiera ser el homenaje.
A poder ser, todos los números de música de Albéniz, tomando parte:
—La Banda afamada que el Ayuntamiento tiene intención le contratar para las fiestas.
—La Banda militar de nuestra ciudad.
—Fermina Atarés, feliz intérprete de Albéniz.
—Don Enrique Coronas, representante y superviviente de una dinastía de músicos oscenses, pianista notable digno en su vejez, animoso y alegre, de recibir el afecto y reconocimiento de sus paisanos y nunca mejor
que ese momento que se proyecta de cordialidad y buenos recuerdos.
—El nuevo Orfeón, como momento oportuno para su debut.
—Una orquesta, integrada por todos o los más elementos de la ciudad, dirigida por el señor Llauradó,
maestro Capilla de la Catedral, e íntimo de la familia Albéniz.
(Cada uno de estos elementos ejecutará uno o dos números—lo que previamente se acuerde—, sin poderse
repetir ningún número, a excepción del señor Coronas. En festivales de esta índole, si el primer número repite, es una indelicadeza el que no repitan los demás, y si todos repiten, la indelicadeza es para con el público,
que en lugar de salir satisfecho y distraído, la largura del espectáculo le molesta y aburre. Hay que evitar el
desfile de virtuosos, generalmente sin la suficiente virtud.)
A los números musicales, pueden sumarse unas palabras alusivas al acto, por una o dos personas, que más
que decir bien sepan decir corto; mejor si corto y bien.
Los periódicos del siguiente día pueden dedicar su primera página a Albéniz y a narrar su homenaje.
Si alguien muere en la localidad el día aquel, que su esquela pase a segunda página.
En esta clase de homenajes algunos suelen estar bien de intención, pocos de distinción y casi ninguno de
proporción, y en éste—en todos debemos tender los oscenses por los demás y por nosotros mismos— ya que
de intención no puede estar mejor, procuremos que esté bien de distinción, que no es cosa para improvisada
y de proporción, que no es cosa para conseguida, si no se tiene en cuenta el guarda medida de uno de los
siete de Grecia.
Conocedores de las altas cualidades de la familia Albéniz, tan ajena a los actos aparatosos, creemos que en
la selección y en la sencillez habrán de hallar el mejor de los homenajes.
El 26 de julio de 1929, en el primer aniversario de la muerte de López Allué, Acín publica un artículo en
El Diario de Huesca recordando las últimas conversaciones con él. También se incluye la fotografía del relieve de la cabeza Allué y el proyecto del futuro monumento, ambos realizados por Acín. El artículo se titula
El último día y la última baturrada de don Luis:
Noche de fin de Julio; de esas noches -diez o quince, por fortuna, cuando más cada verano- en que se siente calor angustioso de mediodía. Don Luis López Allué y yo, en un velador del bar “Gilé”.
Don Luis está poco hablador; la cara un tanto desencajada. Solamente sus ojillos conservan la viveza y la
inquietud de siempre. Pasan una hora, y otra, y otra... Han sonado ya las dos de la madrugada.
—Don Luis, habrá que pensar en retirarse.
—Me da pereza subir la cuesta; es pronto aún.
Yo decido acompañar a don Luis, hágase la hora que se haga.
Don Luis esta haciendo grandes esfuerzos para esputar.
—Esto está mal Ramón — me dice —. Ya no puedo echar la bolomaga.
Yo no hablo palabra. Estoy llorando por dentro y atontado por fuera: Verdaderamente, aquello está muy
mal.
—La bolomaga — me dice don Luis — es una mala planta de raíces muy hondas; hay que picar mucho, y
aún así no siempre se consigue librar a los campos de la mala hierba. Por eso nuestros baturros — al nombrar los baturros se le avivan más los ojillos y se le alegra el rostro y le bailan las manos — con el ingenio
y justeza de lenguaje suyo, cuando uno esputa con dificultad, como yo, ahora, dicen que la cosa va mal, y
cuando uno ha muerto y preguntan de qué, contestan que no ha podido sacar la bolomaga.
Se ha animado un poco y esta más decidor. Luego hace proyectos —proyectos de moribundo— de si en tal
balneario, si con este régimen y aquel género de vida...
Por fin se ha decidido a subir la cuesta que conduce a su domicilio del barrio de la Catedral. Asciende penosamente y silencioso. Yo, atontado por fuera y lloroso por dentro, no me atrevo a ofrecer mi brazo a aquel
hombre que, viejo y a medio morir, tenía que hacerse la ilusión de juventud y fortaleza.
Al llegar a la puerta de mi casa y notar que sigo a su lado me dice:
—No me acompañes, no. Aquí ya terminó la cuesta fuerte; de aquí a casa es poco menos que llano el camino; ya ves cómo voy; y, ciertamente garboso, con un garbo que era su último garbo, se alejó calle arriba don
Luis.
Mis ojos le acompañaron hasta la vuelta de la próxima esquina y mí espíritu siguió acompañándole de la
esquina para allá...
***
Salí de viaje en aquella misma madrugada hacia nuestro Pirineo. Al regresar el tercer día don Luis estaba
ya enterrado. Los cucos se estaban comiendo a López Allué, a “Juan del Triso” y al “siñó Custodio”: padre,
hijo y espíritu fuerte de nuestra tierra.
***
Cuando murió, hacía unos meses que yo había modelado un relieve de don Luis. Me apenaba que aquella
inteligencia privilegiada, escondida en aquella cabeza de traza tan auténticamente romana, quedara sin plasmar en una materia dura que superviviera a la materia que por ley fatal y fatalmente pronto por su edad tenía
que desaparecer, y un buen día, amasé un poco de barro y más que con los dedos, con el corazón, modelé el
relieve del viejo amigo López Allué. Esa fue mi primera obra de escultura.
De tanto en tanto subía don Luis a mi estudio para verse, como él decía, y un día apareció con dos almireces de bronce, último resto de su simpática, decente y poco afortunada chamarilería, y mirando a su vera
efigie, vaciada en yeso a la sazón, me dijo:
—Estos almireces para que fundan con ellos mi cabeza.
Aquel hombre que en vida desdeñó todos los homenajes -aceptan homenajes en vida los que saben que
muertos no les han de llegar- me entregó los almireces que al tintinear en ellos sus mangos, como badajos de
campana, a un tiempo repicaban a pascua y doblaban a funeral.
El relieve en bronce va en el banco—monumento que la ciudad de Zaragoza dedica al mejor cantor de
Aragón.
Ramón Acín.
Huesca.— En el primer aniversario de la muerte de López Allué.
El 1 de diciembre de 1929, escribe un breve artículo en El Diario de Huesca recordando a “Silvio Kossti”
en el primer aniver¬sario de su muerte. Encabeza el artículo un dibujo, grabado en boj por Aventín Llanas a
partir de un relieve de Ramón Acín. Su título es En el primer aniversario de la muerte de Silvio Kossti:
“He amado, he servido lealmente los
altos intereses de la Especie; he vivido, pues, y ya puedo morir”.
“Silvio Kossti”
“Las tardes del Sanatorio”
La pluma tiembla en nuestra mano como un puñal ante una vida serena -la vida pura y blanca de una cuartilla sin palabras.
Yo no querría escribir hoy -quizá por lo mucho que tengo que escribir mañana -querría dejar sobre la cuartilla mi propio corazón -este apretado y menudo corazón que tan pocos saben comprender -y que se desparramase como una gota de aceite -aliño y luz -por la cuartilla blanca.
Ha pasado un año ya, y parece que hace un instante que le besé en la frente-. El frío de su muerte, sumóse
en mis labios al frío de mis muertos queridos.
A “Silvio Kossti” -que amó tan lealmente “los altos intereses de la Especie” que una prole bella y numerosa como de patriarca bíblico no le permitió vivir su vida ni morir su muerte-, a “Silvio Kossti” le acompañan
la alegría de las nueve musas y la cáustica ironía de Marcial.
En esta pobre bola del mundo, el recuerdo vigilante y prometedor de sus amigos.
Del 6 al 20 de diciembre de 1929 Ramón Acín realiza su primera exposición individual en las vanguardistas Galerías Dalmau de Barcelona, obteniendo un gran éxito de la crítica. Durante los días de la exposición
cena con los compañeros de Solidaridad a los que propone, y estos aceptan, que su publicación en vez de
llamarse “Revista Obrera” pase a llamarse “Mañana”. En el primer número de esta revista, de junio de 1930,
cuya portada también es diseño suyo, Acín publica este escrito con el título de Mañana:
En el primer número del semanario Acción, apareció este entrefilete:
“REVISTA OBRERA
El camarada y amigo Ramón Acín hizo una proposición al Grupo “Solidaridad” para que se cambiara el
nombre de Revista Obrera. El Grupo estudió dicha proposición y adoptó el título definitivo de MAÑANA
para nuestra Revista. Lo comunicamos a todos los camaradas en general y, en particular, a los suscriptores
de la Revista.
Grupo Solidaridad.”
A raíz de mi exposición de arte en las galerías Dalmau de Barcelona, algunos camaradas invitáronme a
cenar con ellos. Cada uno por su lado fue acudiendo al bar-restaurant donde se había preparado el ágape. Yo
fui llevado en taxi y hoy, solo, sin guía, no sabría acudir nuevamente a aquel lugar. Entonces, aún la dictadura, para reunirse en Barcelona dos docenas de sindicalistas para comer una chuleta de vaca y tres pasteles
había que hacerlo clandestinamente.
El comedor del bar, limpio, alegre; de una limpieza muy moderna y de una alegría muy pimpante. Los
comensales, pulcros y joviales; con el mejor traje y la mejor sonrisa. Entre todos no se reunía un solo piojo
ni un gesto feroche.
Yo guardo buen recuerdo de aquella cena sin Redentores y sin Judas con que celebraba mi exposición
aquella gente, pulcra y jovial, que ha tenido, tiene y tendrá en jaque a la burguesía de las Españas.
Se habló de que había el proyecto de editar una revista de la organización sindicalista; ya se tenía el título,
algo es algo: Revista Obrera. Yo disentí del título por demasiado largo y demasiado significativo. Debía ser,
a juicio mío, una revista de la organización, más principalmente para los que no están en la organización;
más que para convencidos, para convencer. El obrerismo de la revista no tenía que proclamarlo la portada
de la revista sino el interior de la revista. Lo que define, generalmente limita, y no siempre es oportuna la
limitación. Los obreros de la organización, pronto se enterarán de cuál es la revista de la organización; lo
esencial es no restar un solo lector a la revista.
Hay aún otra razón y, si cabe, más razón; el título Revista Obrera es largo, como Solidaridad Obrera, diario
de la organización, lo es también, y así, de dos palabras tan llenas, tan significativas como obrerismo y solidaridad, degeneró, por alto imperativo de acortamiento en La Soli; como la Pepa y la Pili, palabras lindantes
al caló.
Por la misma razón de acortamiento y generalización de las iniciales, Revista Obrera pronto veríamosla
convertida en R. O.
Tendría gracia, nosotros, enemigos del Estado, haciendo nuestras cosas siempre de Real Orden.
La revista lleva el título de MAÑANA. La palabra, no sé si en aquella cena la lancé yo o quién la lanzó,
la creo oportunísima. Nosotros que hoy somos hombres de mañana, mañana lo seremos también. Siempre
seremos hombres de mañana, porque como decía Zola, el mañana tendrá la razón.
En enero de 1930, con motivo de la muerte de su amigo Pedro Aznar -a causa de una enfermedad que estaba estudiando- publica en El Diario de Huesca, el 19 de enero, Las víctimas de la ciencia. Pedro Aznar:
Hace unos pocos años que en el café de La Rotonda, de París, solíamos encontrarnos, entre otros camaradas, el doctor Perico Aznar, Luis Buñuel el cineasta, y yo; los tres aragoneses. Llegábamos al café de los
museos, de los laboratorios, de los estudios, de las galerías de arte. En nuestro carnet de Europa, cada día
habíamos anotado un nuevo saber y una nueva inquietud y cada día teníamos más fe en nuestra firmeza y en
nuestros caminos. Cada uno fue por su lado y ya no habíamos vuelto a reunirnos los tres para recordar los
momentos de La Rotonda.
*
En “La Voz de Aragón” del día 15 del actual apareció una fotografía del doctor Aznar con la noticia de su
muerte gloriosa por contagio de la enfermedad que trataba estudiar. En “La Voz de Aragón” del siguiente día
apareció un fotograbado con un plano de la película de Luis Buñuel, El perro andaluz, que ha obtenido un
éxito rotundo, y una fotografía y comentarios a una exposición mía, en que “La Voz de Aragón”, quizá con
más cariño que verdad, encabezaba con grandes titulares: “El triunfo de Ramón Acín en Barcelona”.
*
He aquí que como en las mesas amables de La Rotonda, en las acogedoras columnas de “La Voz de Aragón”, hemos coincidido los tres paisanos. Los tres, sosteniendo la fe en nuestra firmeza y en nuestros caminos, bien ajenos al galardón oficial y de Real orden; con el legítimo deseo de “subir”, pero con repugnancia
de “trepar”.
Pedro Aznar, muriendo gloriosamente “cumpliendo su deber de hombre en un laboratorio, en el que no tenía remuneración alguna”. Luis Buñuel, produciendo en su ansia renovadora, cine independiente sin un solo
empresario que lo proyecte y renunciando por razón de ideas, la colaboración del músico Stravinski, el más
famoso de los músicos de hoy. Yo, en Barcelona, exponiendo para no vender (alguna vez venderemos sin
tener que venderse uno antes) y preparando nuevas salidas, de arte independiente, sin conceder más transigencias, ni esperar mejor fortuna.
*
Pedro Aznar ha encontrado la muerte antes de llegar, pero la muerte le ha cogido en su camino recto. Sencillo, humano, que vale tanto como haber llegado.
Amigo Buñuel: Tornémonos nidos de gusanos, antes que torcer nuestros comenzados caminos; caminos
rectos, sencillos, henchidos de independencia y de humanidad.
El mitin de afirmación sindicalista en el Principal
El 27 de abril de 1930, en el Teatro Principal oscense, se celebra un mitin de afirmación nacional organizado por la Sociedad de Peones y Panaderos de Huesca y en el que Valeriano San Agustín lee una carta de
Acín disculpándose por no poder estar en este acto. Dos días después El Diario de Huesca publica un resumen del mitin en el que se incluye la carta escrita por Acín:
A las diez de la mañana del domingo se celebró en el Teatro Principal el anunciado mitin de afirmación
sindical, organizado por la Sociedad de Peones y Panaderos de esta capital.
El teatro aparecía totalmente ocupado por numeroso público, en su mayoría elemento obrero.
Presidió el acto obrero Miguel Sauras quien dirigió breves palabras de salutación en nombre de la Sociedad citada, haciendo la presentación de los compañeros que habían de precederle en el uso de la palabra.
El representante del Comité Regional de Aragón, Navarra y Rioja, Valeriano San Agustín, antes de pronunciar su discurso leyó la siguiente cuartilla de Ramón Acín:
“Camaradas peones y panaderos de Huesca:
Al organizar vosotros este mitin, y ser yo invitado a tomar parte en él, invitación que acepté muy gustoso,
recordaréis que hice la salvedad de que podría darse el caso de que a esa misma hora tuviese yo que estar en
Zaragoza en otro acto tan importante y tan subversivo en el mundo de las artes, como este acto de Huesca en
el mundo de las ideas.
La coincidencia ha llegado y como yo no tengo el don de la “oblicuidad”, como decía un senador; como
yo no puedo estar en dos sitios a la vez, como nuestro San Jorge que a la misma hora se le vio pelear en los
campos de Alcoraz y en las llanuras de Antioquía; como yo no puedo estar a las once de la mañana de hoy
en el acto de Huesca y en el acto de Zaragoza, me veo privado de estar en persona con vosotros, aunque esté,
como bien lo sabéis, espiritualmente.
Estoy con vosotros: con los panaderos, con los peones, con los zapateros, con los sastres, con los carpinteros. Yo bien querría estar también con los médicos, con los funcionarios, con los farmacéuticos, con los
ingenieros, con los maestros, con los catedráticos; pero todos éstos, pese a su cultura, que no es cultura, sino
a lo más conocimientos y saber, o se desentienden en absoluto de las cosas de la vida como ajenos a ella, o
cuando más ofrecen sus espaldas para que trepen por ellas los políticos, o se dedican a políticos buscando
espaldas por donde trepar.
No soy más extenso, porque primeramente, nada nuevo había yo de sumar a lo que los camaradas Mascarell y San Agustín han de decirnos.
Segundo, porque hay que acortar el acto. Tenéis que ir a escuchar al teatro Odeón a don Vicente de Piniés
y otras hierbas; el dictador sin dictadura; el autor del proyecto de reforma del Código Penal, que en medio de
un canto a la Libertad, trae a Huesca la fórmula salvadora del Alto Aragón.”
Leídas por V. San Agustín las cuartillas que anteceden, acto seguido comienza por saludar a todos en nombre del Comité que representa y del suyo y expone a grandes rasgos la organización y postulado de la Confederación Nacional del Trabajo.
Combate los Comités Paritarios, que fueron creados –dice- para contrarrestar las eficacias de las Comisiones mixtas.
...
A continuación hizo uso de la palabra M. Mascarell, de Barcelona, representando a la Confederación Nacional del Trabajo.
Comienza por pedir excusas por no dominar la lengua castellana, y, por tanto, le será difícil exponer en
castellano lo que el pensamiento discurre en catalán.
...
Ambos oradores fueron calurosamente aplaudidos.
El presidente da fin al mitin agradeciendo la asistencia y atención que han dispensado a los oradores y
diciendo que van a cursarse telegramas al jefe de Gobierno pidiendo una amnistía para los presos sociales.
Ese “acto tan importante y tan subversivo en el mundo de las artes” al que acude Acín en Zaragoza, y el
cual le impide estar en el mitin de Huesca, no es otro que la primera sesión de constitución de un Cine Club
en Zaragoza, celebrado en el cine Alhambra y cuyo promotor, entre otros, es Tomás Seral y Casas. Sesión
en la que se proyectará “La dama de las camelias”, una película sueca de brujas y el estreno de “Un perro
andaluz” de Buñuel.
El 25 de mayo de 1930 inaugura una Exposición individual en el Rincón de Goya de Zaragoza. En el
díptico-catálogo, diseñado por él, escribe:
Expongo en el Rincón de Goya, porque en Zaragoza no encontré marco mejor para mis obras; arquitectura
y obras hijas de nuestro tiempo; un tiempo no sé yo si mejor o no que los otros, pero distinto afortunada-
mente, con llena y activa y fecunda personalidad. Me es grato también exponer en el Rincón por lo que
éste tiene de homenaje al maestro de Fuendetodos, aunque, si bien mi corazón va con Goya, hoy por hoy mi
cabeza va con Leonardo. -
Exponer en el Rincón de Goya, a media legua de Zaragoza, habrá de restarme un noventa por cien quedo
corto quizá de visitantes: lo sé. Todos saldremos ganando. Ese noventa por cien, porque se ahorrará el ver
mis obras; el diez restante porque las verá mejor; y yo, porque no tendré que ver a los que no tienen por qué
verlas y veré que las ven bien los que las deben ver. Mi arte no es de iniciación; no es para los que van
al arte, sino para los que están de vuelta. Si llueve, me quedo sin el diez por cien de visitantes. Me veré
cumplido contemplando yo solo mis obras, modestas, pero mías, en el recogimiento del Rincón de Goya;
envueltas en su luz. Próximamente celebraré una exposición de humor humor que es amor; abundancia
de corazón: Goya, exposición de humor, no de caricatura, que es el escamoteo del humor. Exposición no
extra-Zaragoza, como hoy, sino dentro de Zaragoza, para que un diez por ciento sonría y al noventa por cien
restante procurar iniciarle en sonreír.
El 6 de junio de 1930, con motivo de la III Exposición de caricaturas de Manolo del Arco en el Nuevo
Casino de Huesca, Acín publica un escrito en El Diario de Huesca con el título El joven artista Manolo del
Arco:
CARICATURA
La caricatura va desde la deformación de una persona (como si el caricaturista al modo de los espejos
cilíndricos, cóncavos o convexos devolviera su imagen), hasta lo que podríamos llamar más que deformación una nueva formación tanto en lo físico como en lo moral. Va, pues, desde la sátira que es burla, hasta el
humor que es cordialidad. En el primer caso, los defectos los exalta complacido el caricaturista; en el segundo los muestra como doliéndose de ellos y precisamente para, a poder ser, librarle de ellos.
En un caso dijérase que el caricaturista va tirando pieles de naranja ante los pies del caricaturizado para
hacerle caer y reír en la caída. En el otro caso, parece como si le hiciese acompañar por un Ángel Custodio
que le detuviera ante el precipicio, ante el ridículo.
Entre estos dos extremos va desarrollándose toda la gama de la caricatura.
ÉL
Manolo del Arco está celebrando en uno de los salones del Nuevo Casino, su tercera exposición de caricaturas personales.
Esta tercera exposición está mejor que las dos anteriores y ya estas dos anteriores estaban muy bien. Manolo del Arco es un formidable caricaturista.
Por sus dos ojillos, par de ventanitas como los dos objetivos de una estereoscópica, se fijan las imágenes
de las personas en la placa sensible de su cerebro —un cerebro con muchas vueltas y revueltas porque Manolo del Arco es muchacho de talento—, que al ser trasladadas luego al papel, aparecen aquellas imágenes
traducidas con una visión personalísima.
TÉCNICA
Si como psicólogo Manolo del Arco es de primer orden, como plasmador de esas psicologías, como técnico, es de una seguridad, de una justeza y de una pulcritud poco comunes a su edad, pero me atreveré a decir,
por el afecto que le tengo y no en plan de dómine, que su valor psicológico está muy por encima de su técnica, segura y pulcra, pero de una geometría que podemos llamar elemental; lenguaje pobre para lo mucho
que él puede decir, pues su psicología de primera clase, necesita expresarse, no en esa geometría elemental,
sino en curvas más allá del cuarto grado; en una geometría tan quintaesenciada que se haya emancipado de
la propia geometría.
Posee del Arco raras condiciones de talento; seriedad, una seriedad jovial, claro está, y una cordialidad tan
compresiva y tan moderna y una simpatía personal tan grande, que cuando consiga un lenguaje suyo —una
técnica— con que pueda expresar esos valores, Manolo del Arco será en el mundo del arte un gran valor.
Yo tengo grandes esperanzas —y grandes deseos— de que esto llegue; Manolo del Arco, a aquellas cualidades que antes apuntábamos, suma la mejor cualidad: la juventud; no ha mucho que dejó tras de sí, la
florida edad de los veinte años.
RECUERDO
Cuando Manolo del Arco visitó mi estudio, le mostré entre los objetos que tengo en mayor estima, un sello
de mi padre, grabado en boj, en el que orlando las letras de su nombre y título profesional, van taquímetros,
pantómetras, miras, cintas, cadenas y toda clase de instrumentos de agrimensura, grabados con justeza y
primor, con una navajita por todo instrumental, por el padre de Manolo del Arco, a la sazón muy jovencito,
siendo mocé, creo que en Araguás del Puerto, donde vivía la familia. Mi padre, al descubrir las raras cualidades del chico, estimuló a la familia para que lo pusieran en condiciones de desenvolver sus actividades. El
muchacho salió de Araguás, haciendo una carrera, que si no en consonancia con sus aficiones, o mejor actitudes, que no es lo mismo (artista quizá no hubiera sido, pero sí un formidable grabador para quien el difícil
oficio no hubiese tenido secretos); puso ante él más amplios horizontes que el reducido de Araguás.
Si Manolo del Arco necesitase de estímulos para proseguir su bien comenzado camino, no seré yo quien se
los regatee; por el afecto de mi padre hacia el suyo, y por mi afecto hacia Manolo del Arco, muchacho pleno
de inquietudes y de jovialidad.
El 29 de junio de 1930, en El Diario de Huesca, Ramón Acín da su opinión sobre las obras de pintura que
se van a realizar en el templo de San Lorenzo de Hues¬ca. El título del escrito es La pintura del templo de
San Lorenzo:
El siguiente artículo teníalo escrito hace días y sin haberlo publicado. En el número de ayer de EL DIARIO DE HUESCA, aparece un llamamiento a todos los oscenses para asesorar a su muy culto cura párroco
don Antonio Laporta en lo referente a la pintura del templo dedicado a San Lorenzo. Como oscense-pintor,
ya que no como oscense-feligrés, me permito publicar el artículo antes aludido, confiando en el buen juicio y
sana cultura del señor Laporta.
El ilustrísimo señor obispo de la diócesis, fray Mateo Colom, tiene el propósito de pintar la iglesia de San
Lorenzo. Como yo no he de pertenecer a la Junta asesora ni presentar bocetos -pues entre el señor obispo y
yo, tendríamos que saldar previamente tres cuentas pendientes de difícil saldar- en calidad, no sé si de artista
pero sí de amigo de las artes, me decido a dar mi opinión sobre el asunto.
Hay tres caminos a seguir a juicio mío: 1º. Una pintura de brocha gorda, pero dirigida por una fina sensibilidad. Aclararemos esto; o, mejor, concretando: El arquitecto oscense Luis Lacasa, podía proyectar y dirigir
la pintura del templo de cuya obra material debía encargarse algún industrial pintor de la ciudad. Se da la
buena circunstancia de que el arquitecto Lacasa, por razón de dirigir unas obras en la ciudad, suele venir con
frecuencia.
Este camino de la brocha gorda y la fina sensibilidad directora, sería cosa de relativamente pocos cuartos.
Otro camino sería, contando de veinticinco mil duros para arriba, buscar el artista que la decorase ampliamente. Hace cuatro años, vi expuestas en París las pinturas de Sert para la Catedral de Vich; creo importaban
tales pinturas cincuenta mil duros. No es el caso, opinar sobre estas pinturas.
Entre estos dos caminos extremos, el primero de los pocos cuartos y el segundo de los muchos cuartos,
podía tirarse por el camino de en medio. Sumando a la pintura de brocha gorda dirigida por el arquitecto,
unos plafones alusivos a la vida de San Lorenzo pintados por Antonio Arribas, pintor oscense, jesuita hoy en
Roma, ciudad donde del santo oscense tantas y tantas alusiones pictóricas se guardan.
En calidad de oscense y religioso, nadie como Antonio Arribas habría de poner más entusiasmo en pintar
las escenas representativas de la vida del mártir oscense. Además, por razón de su situación de religioso, con
nadie como con él habría de resultar un rendimiento artístico de tal valor en condiciones tan económicas.
El 26 de julio de 1930 publica otro artículo en El Diario de Huesca en el segundo aniversario de la muerte
de López Allué con el título López Allué. Dos días o dos siglos después de morir:
Hace dos años que murió López Allué; mas parece que hace menos de dos días o más de dos siglos.
Su recuerdo es fresco y verde como si hiciera no más un instante que lo hubiésemos dejado allá abajo en el
criadero de gusanos.
O parece, también, como si hiciese más de dos siglos que hubiera desaparecido de entre los mortales.
Porque tiene el perfume siempre fresco de la vieja solera de un Gracián o un Cervantes, pues, como éstos,
a fuerza de pasado y de futuro, estará siempre en presente nuestro López Allué.
***
En los pueblos altoaragoneses, viven y se mueven los que fueron modelos vivos de sus obras maestras.
Trabajan y se afanan por la vida. Ríen en las fiestas y lloran en las tronadas. Guardan sus rencillas los “Capuletos” y los “Montescos”. Llenan de decires y de agudezas los campos y las eras y las plazas pueblerinas.
Los Pedros y las Juanas, espejos vivos de su “Pedro y Juana”, se hacen el amor camino de las fuentes claras.
El Alto Aragón sigue dando vueltas como en vida de su cantor, pero lo hace silenciosamente; como una
campana gesticulera pero sin badajo; porque López Allué era como lengua de esa campana; Verbo del Alto
Aragón.
***
Aquí en la ciudad, en Huesca, el “Señó Custodio” busca afanoso a “Juan del Triso”, ese “Juan del Triso”
que en esta Florencia caricaturescamente podrida y cobarde, sería el Savonarola —Savonarola del humor—
que, subido a la predicadera de sus “Coplas y más coplas” nos llamase puercos y cobardes, -caricaturescamente puercos y cobardes, que es peor- a los florentinos de hoy.
El 18 de septiembre de 1930 sale publicada en El Diario de Huesca una noticia cuyo titular dice así: “Andrés Nin, al regresar a Barcelona, da amplios detalles de la vida de los soviets”. Al día siguiente, el 19 de
septiembre, en el mismo diario aparece un artículo de Acín con el título Recuerdos. Diez años atrás:
EL DIARIO DE HUESCA de ayer reproduce una “intervieu” con Andrés Nin, recién llegado a Barcelona,
después de una estancia de nueve años en la Rusia soviética, donde fue comisario del pueblo y lugarteniente
de Trotski, y como tal, a la postre, desterrado como aquél.
La “intervieu” con Nin me trae a la memoria momentos de hace ya diez años; diez años que si siempre son
diez años -vaya perogrullada- los últimos diez años vividos no parecen diez, sino muchos más, pues en este
lapso de tiempo, si ha llovido mucho en las calles, ha llovido más aún en nuestros corazones.
Con Andrés Nin, nos conocimos en Madrid cuando el Congreso Sindicalista celebrado en el teatro de la
Comedia. Nin representaba algunos Sindicatos barceloneses y yo representaba algunos Sindicatos del Alto
Aragón. Después nos vimos alguna vez en Barcelona y luego hicimos una campaña de propaganda por la ribera del Cinca en compañía de Joaquín Maurín que también ha estado largas temporadas en Rusia y también
Trotskista como Nin.
Yo era presentado en los mitins con nombre supuesto (como yo no había estado nunca en Fraga, Torrente
de Cinca, ni pueblo alguno de esa ribera era entonces cosa fácil), pues a la sazón me hallaba procesado por
el fuero de guerra, teniendo que presentarme cada quince días en la Comandancia de la guardia civil y sin
poderme alejar de la capital.
Por cierto, que sería curioso explicar de cómo de un modo a medias romántico y a medias amoroso -en
esto del romanticismo fui siempre a medias solamente y casi siempre a medias en lo del amor...- me vi libre,
sin arte ni parte mía, de una condena de seis meses, y el pico, de prisión mayor, de la cual, al decir de algu-
nos periodistas zaragozanos que se habían interesado en el asunto, no me libraba ni el Verbo.
Andrés Nin y Maurín marcharon a Rusia, al país de Lenin, Trotski y Stalin.
Andrés Nin y Joaquín Maurín se hicieron comunistas; comunistas rusos que es decir comunistas de Estado;
yo seguí con el comunismo libertario.
Con Andrés Nin, a quien me une una buena amistad y Joaquín Maurín, con quien me une una amistad más
que buena fraternal, de hermano, hoy por hoy somos sin paradoja, enemigos irreconciliables.
Soy hombre a quien quizá le pesen demasiado los conceptos de amistad y de tolerancia; el mundo a que yo
aspiro es un mundo de tolerancia y amistad y cargo gustoso con la responsabilidad moral a que esos conceptos me hagan acreedor en el mundo de ahora en tanto llega el mundo de después.
Enemigo irreconciliable de Nin en ideas, me es grato saber de su buena salud.
El 14 de noviembre de 1930 El Diario de Huesca publica un artículo de Acín titulado Pensiones sin guitarra, en el que apoya la idea, propuesta en la prensa unos días antes, para que Huesca le conceda una beca de
ampliación de estudios al escultor oscense José María Aventín:
José María Aventín Llanas, solícita ser pensionado por la Diputación provincial de Huesca para continuar
sus estudios en el arte escultórico.
José María Aventín, tiene cualidades que raras veces se reúnen: grande afición a su arte; voluntad firme
para el trabajo y condiciones innatas de artista. No le falta, pues, sino adquirir cultura y trabajar sin el ahogo
de tener que buscar el pan de cada día.
José María Aventín, debe salir de Huesca. Aquí no tiene más maestros que yo, que es poco menos que
decir que no tiene ninguno. La entidad que lo pensione no se arrepentirá de ello. Lo que hoy produce este
nuevo artista tiene ya un valor muy estimable en sí, pero más aún por lo que promete para mañana.
Debe, pues, apoyársele y debe apoyársele con largueza. Yo fui pensionado por la Diputación provincial
con mil pesetas anuales, y como no sabía tocar la guitarra para ayudarme en mis estudios, todavía no me he
puesto al corriente de los cocidos retrasados de mis tiempos de pensionado. Eso ya pasó, y hasta puede que
por aquello de que el hambre cuando no mata aviva el ingenio, deba yo a entonces el poco ingenio que hoy
pueda tener. Mas las entidades deben pagar con largueza a sus pensionados, pues es preferible sacrificar en
parte el ingenio de éstos a cargar la entidad con el Sambenito de la tacañería.
Yo, de todos modos, he de decir, sin pizca de humor, que estoy agradecido a la Diputación por las mil del
ala, pues aunque fuere a costa del retraso cocidil, me sacaron en los años mozos—los más críticos—de esta
Huesqueta de nuestros pecados, y conste que va lo de Huesqueta con el fondo de cordialidad de todo diminutivo y aun con más.
Conocidas en José María Aventín, sus grandes dotes de infatigable trabajador, entusiasmo ilimitado y
constantes ansias de superación, la Diputación provincial debe apoyarle ampliamente para que continúe sus
estudios en las mejores condiciones posibles.
El 12 de diciembre de 1930 se produce la llamada “Sublevación de Jaca”. Ramón Acín, como miembro
destacado de la CNT en Huesca, es el encargado de organizar una huelga obrera y si triunfa la sublevación
ocupar el cargo de alcalde. Ésta fracasa y Galán y García son fusilados el día 14. Acín tiene que huir y exiliarse en París.
El 5 de abril de 1931 se celebra en Huesca un homenaje a Galán y García Hernández organizado por los
ferroviarios españoles. Por la tarde, una gran manifestación recorre las calles y se dirige al cementerio donde
se hace lectura de una carta de Ramón Acín enviada desde París. En El Diario de Huesca del 7 de abril se
hace eco del acto y transcribe la carta de Acín:
A la puerta del cementerio católico, el significado republicano señor Lóres, leyó las siguientes cuartillas de
Ramón Acín, fechadas en París:
Palabras a los ferroviarios españoles ante la tumba de Galán.
Ferroviarios:
Estáis junto a la tumba de Fermín Galán, ese hombre que, como un símbolo, naciendo en Cádiz, cuna de
viejas libertades, vino a morir a la provincia de Huesca, cuna de más viejas libertades aún. Huesca y Cádiz;
como polos de un pueblo que había perdido todo sentido de libertad.
Estáis junto a la tumba de Fermín Galán, al que, si de otro modo hemos de llamarle, ha de ser el de los
grandes sacrificios, pues se hizo el sacrificio de su vida por salvar a sus camaradas; hizo, que era más hacer, el sacrificio de su ideario por salvar la revolución; por que en este hombre, tan henchido de presente
como de futuro, había dos hombres: el Galán que vemos hoy en este momento histórico, y el Galán que se
verá mañana en la Historia de todos los momentos. Este hombre, que si perdió la batalla en el campo de las
armas, la ganó de pleno en el mundo de los corazones. Las estrellas de su boca-manga de capitán derrotado,
alumbran esta noche española anunciando una buena aurora.
Ferroviarios:
Una huelga parcial vuestra en la región aragonesa, habría compensado, con creces, las deficiencias del
movimiento de Galán. Una huelga general vuestra en toda la nación, habrá de compensar luego las deficiencias que imprescindiblemente habrán de presentarse en el futuro movimiento. Por paradoja de las cosas, el
progreso y la vida habrán de venir esta vez con el paro de las locomotoras. Su silencio será el mejor homenaje que mañana podréis ofrendar a Galán.
Ferroviarios:
Prometedlo con las manos puestas sobre su tumba: hoy son nuestros Evangelios las cenizas de Galán.
Ramón Acín.
París, Abril de 1931.
Con la proclamación de la República, el 14 de abril, Acín regresa a España y se reincorpora a su cátedra en
la Normal de Huesca. Del 11 al 16 junio de 1931 Acín asiste, en el Conservatorio de Madrid, al III Congreso
de la CNT como representante de los Sindicatos del Alto Aragón, aprovechando la ocasión para exponer sus
obras en el Ateneo. En el catálogo de su Exposición escribe:
Expongo unas chapas de metales baratos animadas por sencillas dobleces y expongo unos cartones de embalar ligeramente coloreados y encuadrados –como dijo un amigo- con varetas de baulero. Poca cosa todo,
pero no es el material sino el espiritual, como diría Unamuno...
La chapa o el cartón más modernos, tienen vejez de dos años. Dos años -precedidos de un cuarto de siglo
de rebeldías modestas pero continuadas– en que uno no hizo más, si no estar alerta al momento español.
De vuelta de la emigración en París, presento en el Ateneo -¿dónde mejor?- la obra que hice y en espera
de la que haré no sé cómo ni cuando, porque más que ser artista, en estos momentos altamente humanos,
importa ser grano de arena que se sume al simoun que todo lo barrerá.
No he venido a Madrid para exponer: no merecía la molestia y los cuartos que ello supone. Como delegado al Congreso de la Confederación Nacional del Trabajo, he venido representando a los Sindicatos del Alto
Aragón. Con mi billete de delegado, junto al pijama y el cepillo de dientes, he facturado estas cosas de arte
semiburgués...
En diciembre de 1931 muere en Salamanca José Sánchez Rojas. Este escritor había sido confinado en
Huesca durante la dictadura de Primo de Rivera y al finalizar su destierro, en abril de 1926, había preferido
permanecer en esa ciudad que regresar a Salamanca. El 3 de enero de 1932, con motivo de su muerte, Acín
publica en El Diario de Huesca En la muerte del oscense José Sánchez Rojas:
A Ramón J. Sender autor de
“El Verbo se hizo sexo”.
Ha fallecido en Salamanca; su tierra, el escritor José Sánchez Rojas.
Cuando Sánchez Rojas, en tiempos de Primo de Rivera, llegó a Huesca como desterrado, yo escribí unas
cuartillas de bien venida, cuartillas que la censura no permitió se publicaran en estas columnas de EL DIARIO DE HUESCA.
Ahora que Sánchez Rojas se va definitivamente de Huesca -Sánchez Rojas tenía que morir para dejar de
llamarse vecino de Huesca- voy a dedicarle otras cuartillas.
Habrá pocas personas que después de una relativamente corta estancia en una ciudad, guarde un recuerdo
tan hondo, tan cordial, tan comprensivo y de fino matiz como Sánchez Rojas guardaba de la nuestra.
Encontrar un oscense, era una fiesta para él. Con aquellos ojos desorbitados, con aquellas palabras atropelladas, con aquellos ademanes destartalados, aquel bohemio en cuarto grado preguntaba por todo y por
todos, contaba anécdotas, hacia juicios, recitaba versos alusivos a las lindas muchachas de Huesca, de las
que estaba enamorado y a las que no pudiéndolas hacer sus novias -con aquellos ojos y aquellas palabras y
aquellos ademanes y aquella su bohemia en último grado- las hizo graciosamente sus sobrinas...
A su gran pasión de poeta por los grandes héroes y los grandes místicos castellanos, había sumado, como
un niño oscense más -Sánchez Rojas era un niño grande- el sonsonete de nuestros danzantes; el redoble monótono de nuestros romanos. El silbido de la flauta que acompaña al paso de la cena -flauta de encantador de
serpientes- tenía encantado a Sánchez Rojas.
Sánchez Rojas, enamorado de Santa Teresa, al entrar en el otro mundo -sin ojos ya y sin palabras y sin
gestos y sin bohemia- habrá sido recibido cordialmente por su Santa Favorita, que también en el otro mundo
habrá tornado ya su sexo en Verbo, amigo Sender.
El 1 de marzo de 1932 El Diario de Huesca publica el escrito de Acín En la muerte de Santiago López y en
memoria del tipógrafo Valenzuela y el periodista Añoto:
Ha fallecido Santiago López. Santiago López era zaragozano y hacía muchos años que residía en Huesca,
donde él se encontraba a las mil maravillas al igual de algunos oscenses que llevando muchos años en Zaragoza se encuentran también a las mil maravillas con los zaragozanos. Y es que la jovialidad y la simpatía de
las ciudades y de los vecinos de la ciudad, dependen de nuestra propia simpatía y de nuestra propia jovialidad. Las gentes que van como huyendo de los pueblos y de los hombres, son gentes que van como escapando de sí mismos; gentes descontentas con ellas que quieren engañarse y engañarnos, alardeando descontento
con los demás. No saben, o no quieren saber, que en la vida, como en los mesones antiguos, no se sirve plato
alguno, sino que no se hace más que adobar lo que nosotros podamos llevar...
Santiago López llegó a nuestro pueblo con un gran caudal de jovialidad, de simpatía y de juventud. Hombre generoso, prodigó tan preciado caudal en el mundo de los negocios y en el mundo de las amistades
—ambientes entre los cuales se desenvolvía— con laboriosidad ponderada y humana y con afable y cordial
sencillez.
Muchos tiempos enfermo, diríase que iba cambiando sus carnes por fiebre. Flaco y calenturiento cada día
más, Santiago se veía, poco a poco, morir. Un día con el dolor del que se ve que se muere, pero con la tranquilidad relativa de ver que no se muere aún me dijo: “Te entregaré para que la guardes, una fotografía en
que estamos Gregorio Valenzuela, Mariano Añoto y yo”. Triste fotografía de tres amigos que en pocos años
se han muerto de esta enfermedad enque uno se ve morir y en la cual parece broma la muerte.
Recluido ya en casa, nos faltó valor para visitar al amigo; faltó valor para arrostrar la escena que veíamos
venir; la entrega de aquella fotografía —con dos muertos ya y el tercero a medio morir—, viendo al amigo
que le temblaba el pulso; que las lágrimas le saltaban por los ojos; que el alma se le escapaba ya porque ya
se iba parando el corazón.
Ahora sí guardaré la fotografía de aquellos tres amigos, los tres ya en el reino de las calaveras, donde habrán recobrado su juventud, su simpatía y su jovialidad, y donde al llegar el tercer amigo a la cita que nunca
falla habrán brindado, gente de buen humor, en copas que, como lord Byron, habrán fabricado de cráneos de
fraile cuyos sesos se llevó el diablo.
Los amigos de aquí correspondemos con el homenaje de nuestro fervoroso recuerdo.
El 18 de diciembre de 1932 publica en El Diario de Huesca el artículo De la llegada de fray Mateo Colom.
El banquete que se está organizando para obsequiar a su ilustrísima, en el que habla sobre el futuro Museo
diocesano e incluye una carta que el obispo le envío a Ramón Acín en septiembre de 1926:
La Prensa anuncia la llegada a su diócesis del ilustrísimo prelado de la ídem de fray Mateo Colón. Las
gentes parece que comienzan a poner “el grito en el cielo”. Hacen mal; en primer lugar, porque es de temer,
muy fundadamente, tratándose de un obispo, que en el cielo no hagan caso alguno de sus gritos, y en segundo lugar, porque en realidad la cosa no es para tanto; fray Mateo viene sencillamente para hacer su vida
limpia y sencilla de costumbre; bien podremos decir, tratándose de un hombre de coro, para ir “del coro al
caño” (repítase la frase muchas veces y muy deprisa, que es como adquiere su debido sabor).
Además vendrá seguramente a ver cumplidos sus deseos de siempre, gran amigo que es de la arqueología,
de organizar el Museo diocesano de la localidad, y que malas lenguas, que nunca faltan, decían estaba organizando con sus ventas en la fabulosa Norte América, cosa no cierta del todo, pues en honor a la verdad, aún
queda algo en la diócesis que merece la pena.
Y para aquellos de poca fe que dudasen de sus buenos propósitos, pueden pasar la vista por la siguiente
carta recibida por mí en nuestros tiempos, ya lejanos de amistad particular:
Huesca 23 de Septiembre de 1926.
Señor don Ramón Acín.
Mi querido artista y amigo: No he podido contestar a usted tan pronto como hubiera sido mi gusto, por las
múltiples atenciones de estos días.
Conforme de toda conformidad con cuanto usted indica; pero le hago presente que ninguno de los pueblos
de los que han desaparecido las joyas que usted indica, pertenecen a esta diócesis: son de Jaca y Barbastro.
La formación del Museo diocesano es una de mis pesadillas: falta dinero; cuando disponga de él lo haré al
punto, si usted conoce algún medio de proporcionarlo, se anticipará la obra.
Mil gracias por su felicitación. Amigo afectísimo,
Fray Mateo, Obispo de Huesca.
(Rubricado. Hay un membrete que dice: El Obispo de Huesca. Sobre estas palabras, un escudo con el sombrero, mitra, báculo y borlas que le rodean; dentro del escudo una candorosa palomita con un ramo de olivo
en el pico.)
Esta carta, además de informarnos sobre el próximo Museo diocesano y de hacernos ver que su ilustrísima
viene padeciendo desde el año 26 con la tremenda pesadilla, del tal Museo, tiene gran valor de descubrirnos
una faceta más de las muchas que adornan a nuestro prelado: es la de humorista. ¡Mira, lector, que preguntarme a mí, pobre de mí, cómo sacar cuartos él, que entre las muchas dotes con que el Señor se dignó favorecerle no es precisamente la de sacar cuartos la menos relevante!
Compórtense las gentes como el caso lo merece; déjense de gritos, que por otro lado, como anuncia el
Tenorio, podrían pagarlos caros y súmense los oscenses todos al banquete con que a su llegada piensan obsequiar a su amante pastor los curas rurales; banquete que, dicho sea de paso, ha sido encargado al simpático
industrial don Antonio Vilas, al cual encarecieron muy repetidamente fuese condimentado en aquellos cacharros de cobre que estuvieron a punto de envenenar al ilustre general Primo de Rivera, que en gloria esté.
El 21 de diciembre de 1932 publica en El Diario de Huesca un escrito dedicado a la memoria de su amigo
y periodista Julián Mariano Allué “Luzbito”, que acaba de morir en Zaragoza. El escrito lleva por título In
Memoriam:
Ha muerto en Zaragoza, en el hospital, Julián Mariano Allué; el “Luzbito” que más de una vez años ha
avaloró estas páginas de EL DIARIO con su ingenio y con su sal. Nuestro corazón, esa víscera que todavía,
en estos momentos fuertes y decisivos que vivimos, responde a las cosas del sentimiento, parece se ahoga,
pleno de emoción, en lo hondo de nuestro ser.
Siempre la muerte de un amigo nos causa un profundo dolor que nos hace tomar la pluma pretendiendo,
quizá, repartir dolor del nuestro entre los demás, con el egoísmo de que se alivie y acorte nuestro dolor.
¿Por qué la muerte de este amigo, ni más ni menos amigo que otros íntimos amigos que murieron nos
produce, si no más dolor un mayor deseo de manifestar nuestro dolor? ¿Por qué si siempre en la muerte de
los buenos amigos vaciamos todo el caudal de nuestras más grandes emociones y de nuestras palabras más
sentidas, en la muerte de este amigo se nos desborda más alocadamente la emoción y querríamos encontrar
el sentido más noble y más cordial y más humano de las palabras?
Es, sencillamente, que llevamos varios días de emociones menudas, por los hechos menudos y los hombres
menudos que los produjeron y hubimos de emplear, para estar a tono, palabras plebeyas, tajantes y sangrantes. Es que llevamos días, y lo más doloroso es que tendremos que llevar más, ocupándonos de gentes y de
hechos sin cordura ni altura. Es que hemos vivido unos días que podríamos llamar de cintura para abajo, en
que ante los hechos y las personas y las palabras, tuvo uno que bajarse las bragas y acocharse y decir después ¡ahí queda eso! y naturalmente, esta otra mitad mía, la más mía de mis dos mitades, de cintura para
arriba, del pecho y de los brazos altos y la cabeza erguida y del corazón, pugnaba por saltar y cantar. Y salta
y canta, dolorida, de tenerlo que hacer por la muerte de un amigo, pero gozosa de encontrar algo elevado y
digno de ser tratado con estas palabras y con esta emoción.
Julián Mariano Allué, menudito él, sencillo, inteligente, rebelde, ha muerto triste y pobre, en un hospital,
con el cuerpo deshecho y deshechos sus ideales.
Salvador Goñi, gran amigo también de “Luzbito”, en “El Radical”, de Zaragoza, le dedica un documentado
y cordial artículo en que sus ideas, sus cualidades, sus esperanzas, sus fracasos, sus anécdotas, mucho de lo
mucho interesante de “Luzbito”, desfila con calor de amigo y salsa de escritor.
A Julián Mariano Allué por su tamaño de niño y su corazón de niño también debió encerrársele a su muerte
en la caja blanca de los mortijuelos y debió ser enterrado con los ojos abiertos; aquellos ojos desmesuradamenre abiertos siempre, como admirados de que en la vida pudiera caber tanta injusticia y tanta maldad.
El 7 de marzo de 1933, en la portada de El Diario de Huesca, aparece un artículo de Acín sobre Julio Alejandro Castro y la publicación de su nuevo libro de poemas “La voz apasionada”. Está encabezado por una
original tipografía en la que leemos Un oscense poeta y marinero:
Julio Castro nace en Huesca, donde pasa sus primeros años, esos años en los que apuntan las actitudes y
las aficiones de cada uno. En ese tiempo estrena un traje de marinero –todos en esos años hemos sido un
poco marineros-, pantalón acampanado, jersey de rayas azules y blancas, como el mar, una gorrita graciosa
y redonda y en su cinta aquello de “Carlos V” o la “Numancia”. Como todos los niños, va a jugar al Isuela
–cuando deja el Isuela pasa al Manzanares-, tan “aprendiz de río” el uno como el otro -¿por modestos que
sean estos, no resultan de hilar delgado el gran copo el mar?-. Echa barquitos de papel; uno suyo, quizá, de
río en río y de mar en mar llegó hasta lo más ancho y hondo del Pacífico... Julio Castro hizo la carrera de
marino y navegando navegando, como aquel otro navegador, oscense famoso, Arturo Bernard –descubridor
de nuevas estrellas- se nos hizo astrónomo, este otro navegador –descubridor de nuevas imágenes- se nos ha
hecho poeta. Ha publicado un tomo: “La voz apasionada”. En el cielo de la literatura hay una nueva luz.
El 25 de agosto de 1933 se publica en El Diario de Huesca Una aclaración, escrito en el que Acín defiende
la actuación de José Jarne tras la fallida sublevación de Jaca, en diciembre de 1930. Unos días antes el diario
oscense ¡Radical! había dado a entender que Jarne aprovechó la sublevación de Fermín Galán para pasar la
frontera y así escapar de la justicia por turbios asuntos en sus negocios:
A la vuelta de un pueblecito del Pirineo, leyendo la Prensa retrasada de la ciudad, en “¡¡Radical!!” del 19
del corriente y en unas líneas dedicadas a José Jarne, se da a entender que éste, aprovechando la sublevación
de Fermín Galán pasó la frontera escapando de la justicia por motivos de sus negocios en trance de apuro.
En otra ocasión, se le hizo en la Prensa la misma alusión que, por lo velada, creí oportuno no ocuparme de
ella.
Al insistirse nuevamente y pretendiendo dejar de una vez, a raja tabla, para siempre, las cosas en su punto,
he de decir que la tarde en que Galán y los suyos debieron llegar a Huesca, yo, que asumía la dirección del
movimiento en la capital, tenía individuos desplazados en los puntos y forma que creí más conveniente.
Uno de ellos era José Jarne y con él me hallaba (como antes con otros y después lo hubiese estado con
otros también) cuando, por motivos especiales que no son del caso tuve necesidad de tomar un taxi para salir
al encuentro de la columna de Galán, acompañándome Jarne, como antes o después lo hubieron hecho otros
y no él y dependiendo la salida de mi decisión exclusiva y por tanto bien ajena a sus intereses particulares a
que se alude en las nombradas líneas de “¡¡Radical!!”.
Creo también sinceramente, que todo negocio como el de Jarne, llevado sin grandes recursos y desatendido en circunstancias parecidas, habría de encontrarse prontamente en inminente quiebra por encima de los
deseos del propio interesado.
En recuerdo de los días de emigración, creo un deber ineludible aclarar este punto de un modo rotundo y
no podrá en modo alguno achacárseme que esta elemental aclaración obedezca a indicaciones del interesado ni a motivos de amistad; será todo lo doloroso que se quiera, pero Jarne y yo llevamos varios meses sin
cruzarnos una sola palabra.
Esta circunstancia, lamentable, avaloraría mis palabras, si mis palabras, por mías, no fuese innecesario
avalorar.
El 22 de febrero de 1935 El Diario de Huesca publica El monumento a los mártires de la Libertad. Un remitido de Ramón Acín, en el que manifiesta su disgusto por el reciente acuerdo tomado en el Ayuntamiento
de Huesca para que el militar y escultor Virgilio Garrán levante el monumento a Los Mártires de la Libertad,
olvidando que ya el Concejo anterior había encargado a Acín este mismo proyecto:
Sr. Director de EL DIARIO DE HUESCA
Ciudad.
Muy señor mío: Es la primera vez que envío a toda la Prensa local unas cuartillas, carta, comunicado o lo
que fuere, para su publicación, esperando que no me supondrá usted tan indelicado que haga resaltar este detalle para hacerle fuerza para publicarse, sino solamente indicar que nunca doy gran importancia a las cosas
pequeñas y todas las mías no son de más monta que haya necesidad de lanzarlas “orbi et orbe”, pero como
las reseñas de las sesiones del Ayuntamiento se publican en todos los periódicos y hoy me interesa referirme a uno de los últimos acuerdos del Concejo, ese es el motivo de solicitar en su periódico un espacio que
procuraré sea lo más reducido posible.
Gracias anticipadas de su afectísimo s. s.
q. e. s. m.
Ramón Acín.
En la reseña que EL DIARIO DE HUESCA del 13 del actual hace de la sesión celebrada el día anterior,
se mencionaba una moción para erigir un monumento en recuerdo de los mártires de la Libertad, presentada
por los señores Pellicer, Labad, Montaner, Lorés, Ferrer Gracia y Ayerbe, personándome yo dicho día en el
Ayuntamiento para comunicar, con más detalle que ya en la citada sesión la hiciera el concejal señor Lacasa,
el encargo que se me hizo por el anterior Concejo del proyecto de monumento que en Huesca se erigiese a
los mártires de la Libertad, examinándose en la Secretaría de dicho Ayuntamiento el acta en que consta el
acuerdo tomado por unanimidad, así como la copia del oficio que se me remitió notificándome oficialmente dicho encargo, que llevé a la práctica, que expuse en el Círculo Oscense en el mes de Mayo de 1932, a
donde se trasladó el Ayuntamiento y más tarde fue expuesto en mi clase de la Escuela Normal y del que se
ha ocupado la Prensa repetidamente según números que guardo en mi poder y del cual no se han publicado
fotografías e informaciones porque yo no he querido publicarlas.
Ante mis observaciones se acordó que la Comisión de Policía Urbana se trasladase al estudio donde yo
tenía mis trabajos, como así lo hizo en la tarde del miércoles 20 del actual, no solamente la citada Comisión, sino también el alcalde y otros concejales, donde si no apreciar, al menos vieron tres proyectos: uno de
monumento-mausoleo, proyecto al calor de los primeros tiempos de la República, con presupuesto ultimado
y que por elevado que fuese debió haber quedado bajo en aquellas circunstancias, bajando luego el diapasón
de las pesetas y proyectando otros dos sin presupuesto ultimado porque ello dependía del dinero a gastar,
desde las cuatro mil pesetas en escayola revestido de cemento, que no sería el primero ni quizá el último,
hasta 20.000 duros en mármol traído del Pentélico, podría gastarse; además que, según el lugar de emplazamiento habría de ser la proporción y no se conocía tal lugar, no así el primer proyecto por levantarse en una
plaza proyectada por mí.
Fueron, pues, tres; tres, señor Montaner, los proyectos presentados por mí: el monumento-mausoleo, un
obelisco para una plaza o el final del Coso de Galán y un estanque con tres estelas para la plaza redonda del
Parque. Las tres maquetas se dejaban ver -la más pequeña suma más de dos metros de longitud- y yo me
dejo oír; a no ser que ya vinieran al estudio a no oír ni ver, para lo cual se podían haber ahorrado ellos el
viaje y a mí la molestia.
No sé a santo de qué tanta prisa en levantar en cuatro días el monumento a Galán y a la Libertad, pues luego se os juzgará no por las piedras que amontone el bizarro artista e inspirado teniente coronel señor Garrán,
sino por los hechos que vosotros hayáis ido amontonando si están o no en consonancia con el espíritu de la
libertad y con el de Galán.
Hay que hacer punto y final; la cosa no es para extrañarse, ni para tomada muy en serio, ni para sacar a
cuento el oscensismo, el forasterismo, lo de incomprendido y demás zarandajas que no me interesan; son
cosas éstas que pasan en todas las ciudades y con todas las gentes y no iba a ser una excepción esta ciudad
de tercera y estas gentes de cuarta.
En cuanto a mi proyecto de Biblioteca a López Allué a que aludía la reseña de la sesión, no tienen por mí
que desvelarse mucho; de la mayoría del actual Concejo no acepto ni el saludo, dejando bien sentado que no
se me escapa habrán de dar a esta actitud mía la poca importancia que yo le doy.
El 14 de mayo de 1935, publica en El Diario de Huesca A José María en su dolor, escrito dedicado a José
María Lacasa tras la muerte de su joven esposa:
A José María Lacasa Coarasa, ahijado
de mi padre, de quien, si no lo hubiese
heredado de sus padres con creces, habría
recibido del mío aliento de tolerancia y de bondad.
En una conferencia, decía yo el pasado sábado, que las ideas eran como fuentes inagotables y que los hombres de ideas eran como vasos donde las linfas de esas fuentes se acomodaban y eran servidas a la mesa del
vivir.
Pero las ideas son, naturalmente, lo que son, como el hombre es, naturalmente lo que es – lo que eres, eso
eres, dice el Kempis- y así como hay vasos tallados en maderas o piedras venenosas que llevan a los líquidos
su veneno, y hay vasos neutros, inofensivos, más o menos fuertes, más o menos transparentes, más o menos
graciosos o más o menos bellos nada más, hay vasos también tallados como en el cuerno del unicornio fabuloso que anulan el veneno que en ellos se pueda verter.
He aquí que José María Lacasa Coarasa, con unas ideas o con otras – que no se trata aquí de aquilatar
ideas, todas igualmente buenas para unos y que para otros no lo son- es uno de esos hombres, de esos pocos hombres, limpios de venenos y limpiadores de venenos además, que cuando siente un dolor se dice con
justeza que todos se suman a su dolor.
Este José María creador del Orfeón, que así como al nacer San Julián abrió la manecita derecha bendiciendo como los obispos, al nacer él, abrió también su manecita iniciando con ademán de maestro un compás de
tres por cuatro.
Este José María, aturdido hoy mirando hacia arriba, mirando hacia el cielo según unos, mirando hacia el
aire, según otros, preguntando por su palomica, palomica sin hiel que se fue de su nido para no volver.
Con las esquelas de tantos negros, guarda también para tu hijo cuando sea mozo, esta esquelita de los niños que cantan y la cítara hueca y la bola del mundo, porque aquí todos somos niños: lo es tu José Antonio y
lo era tu Consuelo y lo eres tú y hasta puede que lo sea también yo...
El 20 y 21 de julio de 1935 se celebra en Huesca, en la Escuela Normal, el II Congreso de la Técnica de
la Imprenta en la Escuela o Técnica de Freinet. Con este motivo Acín publica en El Diario de Huesca, el día
21, el artículo Un Congreso y unos congresistas; el escrito está ilustrado por un grabado realizado por un
alumno de la escuela de Plasencia del Monte, dirigida por el maestro Simeón Omella, uno de los organizadores del Congreso:
Aquí en nuestra ciudad, al igual que hace unos veinte años un grupo, en su mayoría catalanes, vinieron
a celebrar el II Congreso de Historia de la Corona de Aragón, ha llegado un grupo, también en su mayoría
catalanes, para celebrar el II Congreso de la Técnica de la Imprenta en la Escuela.
Y así como aquellos congresistas pasearon a toda pompa por la ciudad las cenizas de Alfonso el Batallador,
quizás no estuviese ahora del todo mal pasear por la ciudad las cenizas de Larumbe, primer impresor de la
ciudad.
Porque, ¡oh, paradoja de la civilización! estas máquinas de imprimir que trae esta gente con tanta algazara
y que recibimos todos con tanta algarabía, tienen la misma sencillez y son tan por igual ingenuas y calmosas
—en estos tiempos de las trafagosas rotativas— como el tórculo de la primera imprenta que el citado impresor Larumbe estableció aneja a nuestra añeja Universidad.
Y en verdad que estos trabajos de niños salidos de estas máquinas como de juguete, tienen un poco la emoción de los incunables.
Y este Freinet, creador y animador de la imprenta escolar, tiene un mucho como de reencarnación del Gutemberg de cinco siglos atrás.
(Freinet es Mahoma en esto de la imprenta escolar, y Almendros, capitán de esta expedición, es su profeta
aquí en España.)
Signo de los tiempos esta paradoja imprenteril, pareja a la moda de los baños de sol, en que las gentes parecen como enterados por primera vez del astro famoso que punto menos que desapercibido llevaba miles de
siglos dando vueltas en nuestro derredor con el ligero paréntesis de Josué allá en Gabaón.
Un día llegará también, en que los hombres, plenamente civilizados, prendan fuego a las pretenciosas y
grandes fábricas de harinas, escamoteadoras de vitaminas, para establecer en nuestras propias casas pequeños molinos de piedra como de juguete también, que, movidos por el salto minúsculo de un grifo, nos
proporcione el moreno y sustancioso pan de pueblo.
Y en las escuelas, esas escuelas con imprentilla a lo Freinet, sin libros de texto, caros y pretenciosos, donde
se dibujará en las paredes como antes en las cuevas y se contará con piedrecitas y se intuirá en los deditos el
sistema decimal; en esas escuelas, cuando las gentes todas se desplacen en aviones a quinientos por hora, se
dará como premio a la aplicación las viejas cometas fabricadas con dos palmos de percalina y cuatro cañas;
dos cañas en forma de aspa y dos en forma de cruz.
Porque la civilización es una complejidad al servicio de una simplificación.
***
Decía Francisco Giner que nunca se había podido explicar cómo siendo los niños tan inteligentes son los
hombres tan necios.
Ante estos maestros congresistas y los métodos de estos maestros, he llegado a concebir alguna esperanza
de que algún día la inteligencia de los niños no tenga que perderse por caminos de necedad; día llegará, en
que no se juzgue el valer de un niño por h más o menos, por una coma en decimales, a la altura del último
tendero en ocho días de práctica o por un pretérito pluscuamperfecto que toda la gente de alto saber ha tenido pronto el buen gusto de olvidar.
En agosto de este año, en el nº 6 de la revista “Colaboración. La imprenta en la escuela” (Boletín de la
Cooperativa española de la técnica Freinet) se reproduce este mismo escrito de Acín incluyendo una foto de
los congresistas.
En septiembre de 1935, ante la crisis municipal que se vive en Huesca, Acín, que se encuentra de veraneo
en La Pobla de Montornés (Tarragona), envía un irónico escrito a El Diario de Huesca, que éste publicará el
día 15, con el título Ramón Acín se ofrece para alcalde de la ciudad:
Desde aquí, un pueblecito de la provincia de Tarragona, sigo con el interés que se merece y con el corazón
acongojado el desarrollo de la crisis alcalderil de mi pueblo. El último número, 12 de Septiembre, de EL
DIARIO DE HUESCA, al ocuparse de la crisis municipal dice con grandes titulares que ha entrado ésta en
una fase francamente lamentable.
Ante tal situación y aunque muchos, como a Séneca, me consideren ciudadano del mundo y digan tengo de
oscense lo que el Dante decía tener de florentino: “el aire y el sol”; ante tan grave situación y por si antes de
ver la luz estas cuartillas no se solucionó el asunto, quiero comunicar a mis paisanos que no tengo inconveniente en sacrificarme —¿no se dice así en jerga política?— y ocupar la presidencia del cabildo municipal,
pues no cabe duda que si a mí me había de venir grande la Casa de la Ciudad, a otros muchos que alcaldes
fueron les debió venir bastante más holgada.
Me sacrifico con todas las consecuencias y siguiendo al clásico:
“Hay alcalde que de balde
Tan sólo por ser alcalde
Nos hará de San Lorenzo.”
Dispuesto inclusive, no sólo a que me tuesten vivo, sino a morir de hambre en la cárcel por mi pueblo
como el alcalde de Kor por el suyo y a enfrentarme con la justicia como un Pedro Crespo y tomar alguna
resolución como el de Móstoles famoso... siempre confiando y no es mucho pedir que en mi óbito, se le dé
mi nombre a alguna callecica de la ciudad.
De méritos puede que ande solamente a medias, pero no olvidéis que Sertorio, el alcalde de entonces
podría decirse, era tuerto y quizás por ello en tierra de ciegos, rey; y no quiero decir con esto que yo, que no
ando bien de méritos, pida la Alcaldía, porque los demás anden de ellos mal del todo...
Termino; el tiempo apremia y ardo en deseo de acabar vuestras congojas. Si al leer estas líneas no tenéis
alcalde, enviadme el nombramiento con los maceros —en pequeña velocidad para tener tiempo de ultimar
mis asuntos de aquí— y preparar con todo detalle la primera sesión del concejo donde con gran énfasis y
empuñando la simbólica vara tengo ya estudiado lo que habré de decir:
Ciudadanos: Un emperador romano cuyo nombre no recuerdo –lamentando vivamente que un alcalde
vuestro no recuerde el nombre de todos y cada uno de los emperadores de Roma y de fuera de ella— un
emperador romano, al tomar posesión del imperio, empuñó su espada como yo esta vara y entregándola a
un representante del pueblo, díjole: “Tomad esta espada; defendedme con ella si lo hago bien; dadme con
ella si lo hago mal”. Tomad esta vara, diré yo también al tomar posesión de la ciudad; defendedme con ella
si lo hago bien; tundidme con ella si lo hago mal. Y entregaré la vara simbólica de la ciudad vencedora a
Benjamín que debe tener poca fuerza y aun mejor será, ya que a tales extremos llegó eso de la vara, que se la
guarde Benjamín definitivamente para varear los colchones de su abundante y simpática chiquillería.
Ramón Acín
Pobla de Montornés 13 de Septiembre –aniversario de la dictadura de Primo de Rivera; recuerdo hecho sin
intención alguna- de 1935.
Escrito al que responderá en el mismo diario, dos días después, María Cruz Bescós con una “Carta abierta”:
Amigo Ramón Acín: Cuando un poeta y pensador (como usted es) se va haciendo viejo, perdida la esperanza de poder tomar las cosas de la vida en serio, impregna de humorismo todo cuanto hace, dice o escribe.
Así su artículo de ayer, pidiendo la vara de alcalde de Huesca, que es humor fino al principio y carcajada al
final, cuando tan bonitamente deja en pulida vara de pelaire el histórico bastón de mando.
Usted verá la cosa en broma, pero yo he pensado en serio. ¡Qué buen alcalde de Huesca haría Ramón
Acín! En qué momento tan oportuno íbamos a llevar un artista a regir el Concejo de un pueblo que tiene sus
arcas exhaustas.
Artista, genio creador, forjador de ilusiones, hombre de imaginación.
Allí donde nada hay, es donde se siente la necesidad de lanzar la fantasía al reino de las esplendorosas
quimeras, y usted sería como el otro poeta, también portentoso creador de ilusiones, que se llamó Edgard
Poe, que sabía decir a los poderosos de la tierra en tono compasivo: “Vosotros, mis pobres amigos, os creéis
ricos”. Pues bien, quiero describiros la puerta que habría de poner a la entrada de mi villa, si para construirme una villa tuviese dinero bastante. Y describió una puerta de tal manera fabulosa, que la fortuna de Creso
no era bastante a construirla. Ahora, concluyó con una sonrisa, imaginad la magnificencia de mi casa, cuando lo que os he descrito no era más que la puerta. Y tenía razón. El hombre que tiene millares de millones, si
le falta la fantasía, no será más que un mendigo.
¿No estaría entonces bien, ya que en las arcas de nuestro Concejo faltan los millares de millones, tener por
lo menos sobra de fantasía y de imaginación? Pues pongamos al frente a un artista, a un fabricante de quimeras, que pondrá un claro-oscuro, un relieve en este nuestro vivir plano y triste de todos los días.
¡Qué cosas bellas planearía Acín para su pueblo! No serían vulgares palacios de cemento, serían palacios
deslumbradores, tallados en cristal refulgente. Serían fabulosos jardines, más fragantes que el de las Hespérides, que nos darían frutos de oro.
Y de la colina de San Jorge haría, no una colina, sino siete colinas como las de la Roma Inmortal, o mejor
aún, la Siete Columnas, que es como decir el Ara del Mundo.
Eso haría Ramón Acín, si lo nombráramos alcalde de Huesca, y como además Acín tiene un corazón de
oro, cuando el pueblo se cansase de la fantasía (que los pueblos prefieren la prosa), de un zarpazo le arrancaríamos su corazón de oro de 18 quilates y lo empeñaríamos para salir de apuros.
Mal que para usted no desea su buena amiga, Mª Cruz Bescós.
Acín le contestará 15 días después, el 2 de octubre de 1935, también en El Diario de Huesca y con el mismo título de Carta abierta:
Señorita María Cruz Bescós.
Ciudad.
Amiga María Cruz: Regresé a la ciudad y ante los comentarios que todavía se hacen sobre la Alcaldía y mi
artículo que a tal asunto hacía referencia, me encuentro verdaderamente admirado de que yo y ella valgamos
la pena de tanta recordación, pues ciertamente que la vacante de alcalde y mis ofrecimientos para cubrirla no
habrían tenido ninguna importancia a no haber dado motivo para que usted tomase de la espetera la bien cortada pluma que a la muerte de su padre de usted quedó abandonada con gran dolor de las musas que todavía
y para largo andan de duelo por tan triste suceso.
Es de esperar, y será de agradecer, que no cuelgue nuevamente la pluma, pues si con motivos tan de poca
monta como somos yo y la Alcaldía -así, cajistas, así- escribe una carta que si no es de un Pablo, ni tenía por
qué serlo, es más gratamente de una madame de Sevigné, cuando el asunto lo merezca de veras, habrá de
hacernos usted el regalo de un buen presente literario, ya que así lo hace suponer su primera aparición en la
Prensa, que no pudo ser más afortunada, a pesar de la poca fortuna en la elección del momento que yo hube
de prestarle y que más se merecía torpezas y titubeos de aprendiz que palabras de gran maestro.
No le cause sorpresa mi tardanza en contestarle y si en lugar de ser una carta abierta la suya lo es cerrada,
se queda sin contestación, pues ha de saber, buena amiga, que con todo el que me escribe -ya van siendo pocos- sostengo una correspondencia a medias solamente, como Isabel II con su esposo don Francisco de Asís,
que se deshacía en misivas durante sus ausencias y ella no le contestaba jamás.
Como usted ve, mucho se miran lo de mi nombramiento y no poco pesan el pro y el contra y puede que
hasta pidieran prestada para ello la balanza a San Miguel, que es quien posee la más fiel balanza, mas por si
ello pudiera decidirles de una vez, ya que no me es grato vivir entre Pinto y Valdemoro y quiero estar pronto
en el charco o en Zaragoza, habré de decir a quien lo necesite que en otra ocasión estuvo ya en un tris, pues
fue la cosa en horas, el actuar yo de alcalde o cosa así de la ciudad, pues de entrar Galán y su columna a las
tres de la tarde del 12 de Diciembre, como se había quedado y como debió ser, a las tres y cinco estoy yo en
Huesca como Pío Díaz en Jaca, aunque, claro está, no necesito decir que yo no soy Pío Díaz ni cosa que se
le parezca.
¡Lo que es la vida, amiga María Cruz! Aquí me tiene usted a mí mendigando más que pidiendo la Alcaldía
de una ciudad de tercera con ribetes de cuarta y entrampada de añadidura, y mi buen amigo don Pío, alcalde
de todas las ciudades y villas y villorrios de la nación, circunstancia ésta por la cual suponía yo que vendría
a hacerse cargo de la Alcaldía ínterin se resuelve la cosa, por creer firmemente que eso de alcalde honorario
era algo así como alcalde suplente para cuando algún Concejo lo hubiera de menester.
Mucho se presta el tema que motivó mi artículo y su carta y puede que haya que insistir para ver de encontrar una vara que tendrá que ser, cuando menos, par de la de Jacob y la de Josué, y tan milagrosa como la
de Moisés y más florida que la de San José, si con ella se han de solucionar los problemas locales y la crisis
económica de la hacienda municipal, pero esto será en otra ocasión y no en esta carta, o más bien que carta
simple acuse de recibo y deseo de no quedar en las cartas abiertas a la altura de una Isabel cualquiera, como
acontece en las cerradas.
Y termino mi carta sin contestar a la suya, ya que una elemental modestia me lo impide. Corazón de 18
quilates decía usted que era mi corazón. Quite usted quilates, buena amiga, y no olvide que no siempre es
oro todo lo que reluce y, sobre todo, que es difícil ser bueno, por muy de oro que se tenga el corazón, si no
se dispone de una onza de oro por cada hora que dé el reloj, contando los cuartos, como dicen disponía el
toledano cardenal Mendoza, llamado en su tiempo el tercer rey católico, si no recuerdo mal.
Agradeciendo sus buenos deseos y perdonando sus muchas lisonjas, queda suyo buen amigo, Ramón Acín.
El domingo 29 de septiembre de 1935, en el teatro Olimpia de Huesca, durante la proyección cinematográfica del complemento cómico “Colón traicionado” se producen unos incidentes de tono patriótico-reaccionario que obligan a la empresa a sacar una nota en los periódicos lamentando dichos sucesos. Con motivo
de estos incidentes y la persistente crisis municipal, el 6 de octubre Acín publica en El Diario de Huesca La
guerra, Isabel la Católica y otras menudencias:
Ha empezado la guerra. Los hijos de Mussolini, los hijos del lobo —Rómulo y Remo en avión—, han sido
los pioneers de la matanza bombardeando los poblados abisinios. Muchos miles, quizás muchos millones
de hombres, de mujeres, de niños, pasarán a mejor vida para que el Duce pueda pasar a mejor historia. ¡Qué
asco!
1914—1918. Aquello al parecer, no debió ser gran cosa, porque hoy estamos enteramente igual que entonces. Y nada eficaz se hizo para que así no aconteciera.
Hace unos días leí un artículo del astrónomo José Comas Solá sobre la reforma del calendario, porque
habréis de saber, que así como a otros les da por ir majos, a mí me dio por coleccionar almanaques y relojes
de sol, no dejando de tener cierta gracia, por el contraste, el que yo, que tan en poco tengo aquella máxima
de Pitaco de Mitilene, uno de los siete de Grecia: “Mira el tiempo”, me haya dado por instrumentos que le
miden. Decía Comas y Solá, después, naturalmente, de ocuparse de la pretendida reforma del calendario,
que aceptada esta unidad cronológica por las naciones civilizadas y aun por las de tipo primitivo, tal vez
constituyera un medio para contribuir a la paz entre los pueblos. Con intentos así, si algún intento hubo, para
largo va eso de la paz mundial; una paz que no podrá jamás ser un hecho real, hasta que no se encuentre una
fórmula económica de auténtica eficacia universal. El estómago, es el motivo de las guerras, aunque para
mover y alucinar a las gentes, sobre todo en los pueblos embotados de héroes y de historia, se busque un
pretexto de raza o sentimental.
Por ello es peligroso jalear a los mitos nacionales cuando se pasa hambre, por ser medio de que se echa
mano para acallarla o lanzarla a conquistas desesperadas.
Y por tal motivo, estos días me encontraba yo un poco alarmado, aquí en mi pueblo, que ante la crisis
económica por que atravesamos y la crisis alcalderil, con motivo de una película humorística de la que eran
protagonistas Isabel primera y Cristóbal Colón, comenzó a armarse un revuelo patriotero muy peligroso en
tiempos de hambres y de guerras.
No vi la película de referencia ni escuché por radio las apocalípticas palabras lanzadas a todos los vientos
de la rosa de los vientos, por el spiquer que debió lanzarlas, por como decían salían de tenebrosos, tocado de
férrea armadura, con tizona y ametralladora quizá, para estar también a tono de los tiempos y que no todo
fuera antigualla.
Claro está, que si yo supiera más historia de la que sé, que sé tan poca que no me da para más que para
sonreírme de los historiadores —la cantidad que dice Girodoux que ha de saberse de latín para sonreírse de
los latinistas— habría terciado en la cosa, no en busca de polémica, pues de antemano en duelo así me doy
por muerto, sino para indicar que por muy grande y muy Aquiles que se sea se tiene su talón vulnerable y
aun en muchas ocasiones casi todo es talón, y por lo menos la tal reina tenía el derecho y el izquierdo, a los
cuales gentes certeras dirigieron sus dardos y nunca falta algún irreverente, por pobrete que sea éste, que
le arremangue las faldas y muestre sangrantes las heridas a los que no quieren ver sino las prendas que las
cubren, no todas dignas de mostrarse, pues, como sabéis, y de ello se hizo gala, la camisa que Isabel primera
no se quitó hasta la toma de Granada debía oler y no a ámbar precisamente, rasgo éste que unos lo califican
de entereza de ánimo, y otros, que saben que luego en Granada se prohibieron los baños, lo califican simplemente de marranería.
De si el dinero para la empresa colombina era aragonés o resultado de empeñar la reina sus joyas, joyas
que anteriormente se encontraban depositadas, como garantía, para la conquista de Granada; o si el dinero
era de los hermanos Pinzones que lo pusieron además de dos barcos —por saber éstos, como el prior de la
Rábida y como Colón la aventura ocurrida al piloto Alonso Sánchez de Huelva, que deja a Colón en situación como para no protestar tan fuerte por unas bromicas en la pantalla—. Habría que hablar de la unidad
hispana que no se ha visto por parte alguna, pues hispanismo no es catolicidad, y habría que hablar todavía
más de si la grandeza española comienza con la expulsión de los hebreos y mahometanos o si se inicia por el
contrario su decadencia y su ruina y no digamos nada, por lo mucho que habría que decir, de esa fruslería, a
la que tanto amó la reina y que se llamo la Inquisición, de la cual si hubiéramos de hacer historia desde aquel
Prisciliano que fue su primera víctima hasta el maestro Ripal que fue la última, habría para hablar cuarenta
días con sus cuarenta noches del reguero de sangre de dolor y de vergüenza que supone la tal Inquisición.
De cómo vivió la reina lo sabemos; de qué murió, si no lo sabéis, preguntárselo al Padre Mariana o a Gon-
zalo de Reparaz.
Noli me tangere. Isabel. Noli me tangere. Colón.
De aquí a varias centurias, cuando se haya borrado la tinta de los periódicos —a las tintas actuales les dan
los técnicos cincuenta años de vida— y a fuerza de civilización y de progreso se hayan quemado o volado
la mayor parte de las bibliotecas y se guarde alguna referencia del raid del Dornier 16, en que Ramón Franco actuó de Colón del siglo XX, las gentes de entonces dirán también: Ramón Franco. Noli me tangere, y
Ramón Franco, personalmente, no pasa de ser un perfecto botarate; os lo dice uno que convivió con él en
París. Algo podría darse hoy por tener referencias directas de alguien que conviviera con Colón en Génova,
o Barcelona, o Pontevedra, o Huesca, porque habréis de saber, paisanos, que Cristóbal Colón no solamente
fue italiano y catalán y gallego, sino aragonés también, y de añadidura de Huesca, según mi culto amigo don
Lorenzo Navas; circunstancia ésta de ser oscense que, a no desconocerla los asistentes al cine Olimpia el
pasado domingo, habrían quemado en su propio celuloide al propietario y empresario don Antonio Pié.
La mayor parte de las cosas es peor menearlas; se quiso reivindicar hace unos años de la copla famosa a la
ciudad de Calatayud y a su Dolores, que no necesitaban reivindicarse, y todo ello quedó en cargar el alcalde
bilbilitano con otra copla que de tan famosísima que es, no se ha podido hacer famosa.
Finalmente, el 11 de octubre de 1935, se logra en el Ayuntamiento llegar a un acuerdo y nombrar como
alcalde a Juan Ferrer Gracia. Unos días después, el 16 de octubre, El Diario de Huesca publica un artículo de
Acín titulado Al nuevo alcalde de la ciudad. La vara fulminante o misteriosa, incluyendo una sencilla xilografía, y en el que da algunos consejos en clave de humor al nuevo alcalde:
He visto en la Prensa que ha sido nombrado don Juan Ferrer Gracia alcalde de la ciudad, cargo para el cual
me había yo ofrecido y, por qué no decirlo -flaquezas humanas a la postre y al fin- me había formado alguna
esperancilla y hasta con vistas al mejor desempeño de tan difícil encomienda iba tomando mis medidas, la
primera de las cuales, por ser la más principal de todas, consistió en dar, ya que no con la vara misteriosa o
fulminante, que no otras de menor cuantía y poder han de bastar para regir nuestro empeñado y embrollado
Concejo, sí con la fórmula que permita hacerse con tan preciado como imprescindible talismán. Fórmula que
llevada adelante, como luego verá, exige algún pequeño sacrificio por parte de usted y que usted como uno
más, habrá de llevarlo con agrado con tal de poder dar honra y prez a la ciudad.
Quizá le extrañe que tan desinteresadamente me desprenda, para aprovechada por usted de tan preciosa
fórmula, pues no dejará de reconocer para sus adentros que en no muy lejana ocasión anduvo algún tanto
desconsiderado conmigo teniendo en cuenta, además de algún otro detalle, una vieja amistad que obligaba,
cuando menos, a cierta elegancia espiritual. Pero cada uno es como es y yo soy así; no de esos que dicen ser
muy buenos hasta que los tocan en algo, pues creo hay que demostrar ser bueno precisamente cuando a uno
le tocan...
A nadie se le escapará y a usted mucho menos por lo cerca que le ha de tocar, que la vara que tradicionalmente se venía empuñando por sucesivos alcaldes no ha de bastar para los tiempos que llevamos, vara por
otro lado supongo que en poder de Benjamín y convertida en pulida vara de pelaire como decía, con frase
bien silviokosstista, María Cruz Bescós.
Una vara que como la de Moisés, que sacaba agua de la peñas -suspirada vara por don Jorge Cajal para
solución de los Altos Riegos-, saque oro molido, o sin moler, acuñado mejor, con que poder poner en marcha
la hacienda municipal, tan en bancarrota, que va llegar un día en que no se les pueda dar a los gigantes y cabezudos de la comparsa, el cuartal de judías que desde niños sabemos les dan para comer los días de su tradicional desfile por las calles de la capital. Yo tengo la fórmula, que desinteresadamente ofrezco a usted, para
dar con la vara fulminante o misteriosa que le proporcionará poder y el tesoro que permitirá nivelar nuestra
hacienda municipal y el paro obrero y la mendicidad y terminar la carretera de Arguis y comprar la Plaza de
Toros y aún le quedará sobrante para cambiar la ciudad del revés y dejar de mármol a Huesca, como Trajano
a Roma, la que fue de ladrillo y aún de cascote mejor. Adviértole, amigo alcalde, eso sí, que la fórmula ha de
seguirse al pie de la letra, pues de otro modo se expone usted a tener que entregar su alma al diablo, aunque,
seguramente, esto no habrá de parecerles gran cosa a los que ya la tienen entregada a Lerroux.
He aquí la fórmula con la cual, siguiendo al gran Salomón, podréis dar con la vara fulminante, vara que
no es cosa de tres al cuarto, pues entre otros muchos menesteres sirvió, nada menos, que para armar Dios al
Ángel que expulsó a Adán y Eva del Paraíso terrenal, aquella especie de Parque de Miguel Servet, un poco
más grande pero con menos árboles de la Ciencia del Bien y del Mal.
Expondré la fórmula:
Pasaréis un cuarto de luna entero sin frecuentar mujeres, doncellas ni casadas, a fin de no caer en impureza, y no comeréis más que dos veces al día. Os acostaréis sin desnudaros mientras dure el expresado cuarto
de luna. El lugar destinado a las conjuraciones habrá de ser solitario para que nadie os interrumpa. Creo
que el secano iría bien. Compraréis un cabrito negro virgen, al que adornaréis con una guirnalda de verbena
atada al cuello con una cinta verde, llevándole en seguida al lugar de la aparición, donde con el brazo derecho desnudo hasta el hombro, armado con un cuchillo de puro acero y teniendo una hoguera encendida con
madera blanca, degollaréis a la víctima y la despojaréis de su piel, primera operación ésta -bueno es comenzar las cosas con buen pie- que habréis de hacer a maravilla por pertenecer a simpática familia de cortadores
tan oscense y tradicional.
Pondréis la carne del cabrito al fuego reduciéndola a cenizas, las que recogeréis y arrojaréis hacia levante,
y cuidaréis bien de conservar la piel del cabrito virgen, para formar con ella el círculo cabalístico, en el que
os colocaréis el día de vuestra gran empresa, la víspera de la cual iréis a buscar una vara de avellano silvestre
que no haya dado fruto, de diez y nueve pulgadas y media de largo y terminada en horquilla, la cual miraréis
y no tocaréis esperando cortarla al día siguiente de la conjuración de los espíritus, operación de cortar la vara
que ejecutaréis a la salida del Sol pronunciando unas palabras pidiendo al grande y poderoso Adonay que la
vara cortada tenga la fortaleza y virtud de la de Jacob, de Moisés y de Josué y esté encerrada en ella la fuerza
de Sansón, la cólera de Emanuel y los rayos de Zariatnatmik; este Zariatnatmik, que ni usted ni yo conocemos tan siquiera de oídas.
Al concluir estas terribles palabras, teniendo siempre la vista fija a levante, llevaréis la vara de avellano a
casa de un herrero -el cual no se especifica si ha de ser también virgen y negro- para que con la hoja del mismo cuchillo que ha servido para degollar a la víctima haga una contera a cada una de las puntas. Necesitará
también usted amigo Ferrer Gracia, tome buena nota de ello, una piedra imán, otra hematites, dos coronas de
verbena, dos candelabros nuevos, dos cirios de cera virgen, aunque no sea negra, un eslabón, dos piedras de
chispa, un poco de yesca, media botella de espíritu de vino, alcanfor e incienso, y cuatro clavos que hayan
servido en el ataúd de un niño, Todo ello le será a usted algo difícil encontrarlo, pero no hay más remedio si
ha de salir bien eso de la gran empresa consistente en hacerse con el gran tesoro. Lástima grande que haya
levantado la tienda su vecina doña Juliana Miravé, en cuyo famoso escaparate habría encontrado usted de
todo lo necesario.
Al siguiente día, con todo lo antedicho y empuñando la vara fulminante, saldrá usted al secano con la piel
del cabrito virgen -siempre suelen ser vírgenes y mártires los cabritos- para formar el círculo cabalístico
como se indica en la adjunta figura.
Naturalmente que todas las anteriores operaciones y las que luego siguen van acompañadas de sendas
oraciones a Adonay, Elón, Ariel, Jehovan, Mathom y demás espíritus superiores, oraciones que no incluyo
aquí por no alargar demasiado esta ya demasiada larga escritura y porque si todo lo digo a todos, todos todo
lo sabrán y en pensando en eso de los grandes tesoros pronto habría en Huesca más varas de avellano que
arenitas tiene el mar, tanto más en que se enterasen que la tal misteriosa vara sirve también para hacerse
amar de doncellas y casadas.
Pero vamos a lo del círculo cabalístico, porque hace rato le he dejado a usted en mitad del secano empuñando la vara fulminante y ya van siendo frescas estas noches otoñales.
Formaréis un círculo con la piel del cabrito como la describe el adjunto dibujo; piel que sujetaréis en los
cuatro clavos indicados.
Con la piedra hematites describiréis un triángulo en medio del círculo cuyo extremo superior esté hacia
levante. Trazaréis en él el óvalo (A), puesto que tiene que ocupar el Karcist; el Karcist será usted no hay más
remedio; los dos pequeños círculos (a b), en donde se colocarán los testigos si los hay; también trazaréis la
línea X que será el camino que se tiene que seguir para salir del círculo y dirigirse al tesoro que el espíritu
os descubrirá. Al pie del triángulo pondréis el sagrado nombre de Jesús (-J-H.S.), a fin de que los espíritus
no puedan ofenderos por la espalda. En seguida colocará los candelabros con sus coronas de verbena y en
un braserillo nuevo encenderá carbón de leña de sauce poniendo en él una parte del espíritu de vino, incienso y alcanfor reservando el resto para alimentar el fuego mientras dure la gran operación durante la cual,
siempre muy armado usted de valor, de fortaleza y de prudencia después de varias oraciones pronunciará la
primera apelación emplazando al Emperador Lucifer y si no acudiese a la primera le soltará la segunda y si
no compareciere tampoco, antes de leer la tercera apelación poned al fuego los dos extremos de la vara para
atormentarle, no habiendo de asustaros cuando ejecutáis esta operación de los alaridos que se oigan, pues
mientras dure el ruido leeréis la tercera apelación y ante el temor de ser atormentado con la vara fulminante,
aparecerá el espíritu de Lucifer que os entregará el rico tesoro con el que podréis hacer la felicidad de vuestro pueblo que, naturalmente habrá de constituir, a la par, vuestra gran felicidad.
Desde luego que el espíritu os obligará a que guardéis secreto de todo, a que seáis caritativo con los pobres
y a que le entreguéis una moneda de oro o de plata, no es mucho pedir, el primer día de cada mes, pues caso
de faltar a tal compromiso en cuerpo y en alma pasaríais a ser propiedad de Lucifer, el cual, por si las moscas, os hará firmar en un pergamino virgen:
Aprobado. Me conformo con tu propuesta. (Firma del Karcist). Juan Ferrer Gracia.
Porque ya hemos quedado más arriba, que el Karcist, señor alcalde de la ciudad, es usted.
El 25 de noviembre de 1935 se celebra un homenaje a López Allué en el teatro Olimpia, donde se representa su obra “Pedro y Juana”, cerrando el acto los discursos de Ricardo del Arco, Manolo Casanova y Ramón Acín. El 27 de noviembre sale publicado en El Diario de Huesca un extracto del discurso de Acín con el
título Unas palabras de Ramón Acín pronunciadas en el homenaje a Luis López Allué:
En el programa anunciador de este homenaje, se lee esto: “Tomarán parte el distinguido escritor y afamado
publicista don Ricardo del Arco y el notable escultor nuestro paisano don Ramón Acín”.
Se me ha asignado aquí y no he sido yo el que lo indiqué, un doble papel como paisano de don Luis y
como escultor de López Allué.
Cuando Danton, el famoso tribuno francés subió al patíbulo, le dijo al verdugo: “Enseñarás mi cabeza al
pueblo, que vale la pena”.
Yo también podría decir que vengo a enseñar al pueblo, porque también vale la pena, la cabeza de López
Allué.
Un día, viendo yo que don Luis decaía físicamente, viéndole poco a poco morir, aun no habiendo modelado nunca, decidí hacer una medalla que perpetuase a las generaciones venideras la fisonomía del cantor de
Aragón. Luis López, quizá viéndose también poco a poco morir, aunque nunca había servido de modelo, se
dejó modelar.
Cuando terminé el trabajo, apareció un día en mi estudio López Allué con un par de almireces de bronce,
para que fundieran en ese metal el relieve que tenía yo en escayola, porque don Luis, no engreído de su valer, pero sí sabedor de su valor, aun conociendo como nadie a su tierra, suponía que, cuando menos después
de muerto, habrían de prodigarle los homenajes y los bronces, y nunca debió creer que habría de ser precisamente él, como la piedra de toque de la desidia de su pueblo; esta desidia en mostrar y enaltecer sus valores
y que hace que cuando tiene un gesto levantado como el del Monte Pano, se conozca a San Juan de la Peña
como el Covadonga aragonés; y cuando surge un escritor de la fibra de un López Allué, se le conozca como
el Pereda aragonés, como si Luis López y San Juan de la Peña hubieran necesitado de Covadongas y Peredas para ser lo que son, y Aragón necesitase de otros pueblos para ser lo que es, y sus hijos para dejar de ser
segundones aquí hubiesen de necesitar que de fuera nos digan que son de primera, como acontece hoy con
Félix de Azara, el naturalista que nació aquí cerca, en el pueblecito de Barbuñales, y que murió más cerca de
aquí todavía, en la placetica que lleva su nombre en la ciudad y que ahora nos dicen los eruditos y los sabios
que el tal naturalista que previó las leyes de la evolución y de la transformación de las especies, resulta ser
un darwinista muchos años antes de que naciese el mismo Darwin.
Muere Félix Lafuente que añadió al arco iris un nuevo color y aquí no pasa nada.
Y muere Pepe Porta, músico ya en el vientre de su madre, como Leonardo fue pintor ya en el vientre de la
suya, y aquí no pasa nada.
Y muere “Silvio Kossti”, mi llorado “Silvio Kossti”, y las musas le llevan brazaletes de luto y le llora Marcial, y aquí no pasa nada.
Y muere Ramón y Cajal que con la carabela de su microscopio descubre un nuevo mundo en el campo
de la investigación, y aquí no pasa nada. Y muere el médico astrónomo Arturo Bernad que encuentra una
estrella nueva en la inmensidad estelar, y aquí no pasa nada. Y llega no ha mucho el centenario de la Prensa
oscense y pronto llegará el centenario de la muerte de su famosa Universidad, y aquí no pasa nada; solamente, y es bien poco pasar, un recuerdo hecho barro de Ramón Acín, o unas palabras hechas verbo, de Ramón
Acín, precisamente el valor más modesto de la tierra, precisamente, como paradoja y quizá como castigo, el
más iconoclasta y de añadidura el menos tradicional.
Pero yo no vengo de aponderador, empleando palabra muy nuestra; no vengo de aponderador, no me lo
perdonaría jamás, de mi tierra y de sus hombres. Yo soy muy oscense, y muy aragonés, y muy hispano:
porque yo digo con Unamuno hispanismo y no españolismo. Yo, como el poeta belga Beraherem, amo violentamente el lugar en que nací, pero amo también apasionadamente el lugar en que nacieron los demás. Mi
oscensismo, mi aragonesismo, mi hispanismo, tienen un tope; terminan a raja tabla, cuando no son compatibles con un sentimiento universal y humano de las personas y de los hechos y de las cosas.
Pero no divaguemos. No divaguemos ni alarguemos.
Yo he venido aquí solamente a decir, que el homenaje a López Allué, no debe quedar, no puede quedar reducido al recuerdo cordial de unos sobrinos carnales y al recuerdo emocionado de unos sobrinos espirituales
como Ricardo del Arco y Ramón Acín.
¿Es que López Allué después de muerto, como el Cid ganaba batallas, no será capaz de ganar entusiasmos? ¿Es que no hay manera de que el homenaje iniciado hoy quede establecido de una manera periódica y
popular? ¿Es que sus libros no deben llevarse de lectura en las escuelas altoaragonesas? ¿Es que no se puede
incorporar a nuestras fiestas de Agosto el calor y el recuerdo de López Allué, instituyendo un premio, celebrando un acto, una fiesta, una romería, lo que fuera, en que vibre y se exalte el pueblo exaltando y recordando a su egregio cantor?
Y yo no pretendo, porque a mí se me podrá llamar idealista, pero no podrá motejárseme de iluso; no pretendo sostener lo insostenible, ni detener lo que el tiempo se llevará para no volver; yo no pretendo embalsamar unas costumbres y unos tipos y unos sentimientos. “Lo que pasó, pasó, dice Hamlet, no hay que helarse
con el beso de los difuntos”.
Bien muerto lo que muere, sobre todo, que no muere del todo nunca, aquello que tuvo un gran cantor.
(Fragmento de las palabras pronunciadas por Ramón Acín)
El 1 de diciembre de 1935 el piloto de vuelo sin motor Valentín Izquierdo bate el record de España de
permanencia en el aire, estableciéndolo en cinco horas, 13 minutos y seis segundos. En Huesca se disponen a ofrecerle una comida-homenaje a la que es invitado Ramón Acín. Éste declina la invitación y el 11 de
diciembre publica en El Diario de Huesca un artículo titulado Envío de Ramón Acín al banquete de Valentín
Izquierdo:
El banquete homenaje a tu magnífico vuelo de cinco horas y pico en aparato sin motor, no debías haberlo
celebrado en el Restaurant Flor, que por muy flor que sea no deja de estar montado a una cuarta del suelo,
sino en una nube de esas que nunca faltan en esta estación de si llueve o no llueve.
Montado tú en los cuatro listones y seis varas de tela —poca tela y pocos listones más que una «cometa» de niño— sube que subirás, dejabas en la nube el primer comensal, y luego bajabas y sube que subirás
de nuevo, dejabas en la nube el segundo comensal y así una y otra vez hasta dejar el último, que hubiera
sido yo, después de cerciorarme bien de que a todos los habías dejado sanos y salvos en la nube-restaurant,
servida, naturalmente, por los ángeles mofletudos y alados que hemos visto tan lindamente tranquilos en las
pinturas y en las tallas de los retablos.
Aunque no se me escapa el motivo de celebrar la cena en el Restaurant Flor en lugar de hacerlo en la nuberestaurant, pues en ésta habríase tenido que servir agua en lugar de vino por lo peligroso de un traspiés, ya
que, aunque tú, previsor, les hubieras provisto a todos y cada uno del consiguiente paracaídas, seguramente
no habrían estado los comensales para cuentos y hubiérales faltado la precisa serenidad para en caso preciso
contar en plena atmósfera uno, dos, tres, cuatro, cinco, y luego tirar de la cuerdecita que abriese a punto las
lonas salva vidas.
Yo os pido, si la buena cena y el mejor vino de Lorenz os lo permiten, guardar unos segundos de silencio
en recuerdo de Aben Firmás, que ensayó el primer aparato volador por los aires de Córdoba, y en recuerdo
de Groaf, el mecánico holandés que se rompió el cráneo, y del relojero vienés Degén, que fracasó lleno de
vergüenza, y en recuerdo de Blanchard con su máquina voladora, y de Tatin el del pájaro mecánico, y de
Liental el de las alas sencillas, y de Clamunt el de las alas múltiples, y de Vinci, el gran Leonardo el del
helicóptero, y de tantos y tantos más que soñaron y estudiaron y murieron para llegar a los vuelos sin motor
de hoy, como otros soñarán y estudiarán y morirán para llegar a los vuelos sin motor de mañana, en que los
hombres irán por los espacios siderales de mundo en mundo, como las abejas van hoy de flor en flor.
Lamentando no poder acompañarle al banquete, por no celebrarlo en las nubes, donde yo al decir de las
gentes vivo, te abraza y te desea nuevos éxitos, Ramón Acín.
El 11 de junio de 1936 muere su hermana Enriqueta. Unos días después, el 14 de junio, El Diario de Huesca publica Mi hermana Enriqueta, última colaboración en prensa de Ramón Acín:
Ha muerto mi hermana Enriqueta. Yo estoy admirado y loco como si la muerte la hubieran inventado anteayer, once de Junio de mil novecientos treinta y seis. Había visto morir a mis padres, pero mis padres morían
cuando por sus muchos años y sus muchos doIores iban a vestirse con los pingajos de la vejez. Había visto
morir a muchos amigos. ¡Qué buenos amigos se me han muerto! pero algunos estaban ya en camino triste de
senectud y a todos, hombres al fin, les faltaba ternuras de mujer.
Mi hermana era un gran corazón; un gran corazón con el lastre temperamental de un par de abuelos —el
abuelo Martín y el abuelo Ramón— formidablemente interesantes y absurdos a la par. Un gran corazón que
se formó en la linde de un siglo que viene otro que se va. Esa época alrededor del 1900 que, cuanto más
tiempo pase, más interesante se ha de ver. Formidable época en que mueren los últimos quinqués al compás
del “Vals de las olas” y los hermanos Wright, con alas de lona y tendones de acero, comienzan sus vuelos
menudos bajo un cielo surcado de globos redondos que, un siglo antes, habían echado al viento los también
hermanos Montgolfier como niños que jugasen o las pompas de jabón.
Una época en que pesaban todavía grandes prejuicios y se inician ya grandes atrevimientos y que en medio
de una vida de farandulería era como pecaminoso dedicarse a la auténtica y noble farándula del teatro, donde
mi hermana Enriqueta con sus dotes, con su simpatía y sus talentos, hubiera podido ser cantando una Barrientos y bailando una Duncan.
Mi hermana Enriqueta guardaba, del primero al último, todos los recortes de mis artículos, cosa que, más
quizá por sobra de abandono que por falta de vanidad, no la hacía yo. Había que tener el cariño sin límites
que ella me tenía, para ser guardador de cosas de tan poca monta. Cuando yo necesitaba alguno, después de
luchar, entregábamelo poco menos que a cambio de formal recibo de devolución. Yo quiero guardar también, pequeña, pero emocional manera de corresponder, los recortes que la Prensa de pasados días —recortes poco menos que de obligado y luctuoso cliché— dedicaba a Ella que, tantos como la Duncan y la
Barrientos, pudo tener. Y quiero sumar el recorte de estas línea mías en recuerdo de su corazón; un corazón
que nadie como yo lo ha podido ver, porque yo lo he visto siempre más allá de la línea de 1900; más allá del
abuelo Martín; más allá del abuelo Ramón.
Cuando la vida termine en la faz de esta pobre Tierra, fallado por todos los soles y todos los mundos que
alumbren y rueden, debería celebrarse un concurso que premiara a los buenos hermanos. Y todos veríais en
el más allá, que la sombra de mi hermana Enriqueta y la sombra mía, cogidos los dos de sus manos de sombra, avanzaban tranquilas, serenas, seguras, recogiendo el mejor galardón.
RAMÓN ACÍN.
Huesca 13 Junio 1936.
El 19 de julio de 1936 los sublevados fascistas toman Huesca y el 6 de agosto Acín es detenido y conducido a las tapias del cementerio oscense; allí unos ruidosos traquidos silenciarán su pluma in perpétuum.
APÉNDICES
Entre los documentos que componen el legado de Ramón Acín, que se conservan en el Museo de Huesca,
hay varios escritos inéditos que transcribimos en estos apéndices.
APÉNDICE 1
Hacia 1921-1923 Ramón Acín escribe este capítulo de novela, del que sólo se conserva un original manuscrito, y que en su libro Las corridas de toros en 1970 hace el anuncio de su próxima publicación. Su título es
GALLOPINCHO, Capítulo de la novela inédita aragonesa, ROSICA LA VIUDA VIRGEN Y MÁRTIR, R.
I. P.:
Una cocina de lugar. En una habitación próxima, don Benito, solterón y rico humanitario a quien todos los
vecinos del Puebloseco le deben grandes favores, se encuentra en cama gravemente enfermo.
El médico- Mal está, creo yo que al alba no llega. Se va acabando poco a poco como un candil que se le
terminara el aceite. (Se va hacia la puerta de salida) Me quedaría, pero desgraciadamente la ciencia no puede
ya remediar nada.
El cura- Sea lo que Dios quiera, don Fernando.
El médico- Buenas noches a todos.
Las mujeres- Con Dios, señor médico.
El médico- (A Rosica que solloza) ¡Ánimo, hija, ánimo!
Rosica- ¿Quiere usted llevarse la linterna?
El médico- Gracias, gracias. La noche está oscura pero conozco las calles a palmos; además, poco nos
queda ya; de aquí a un mes tendremos la luz eléctrica en Puebloseco.
El cura- A descansar don Fernando.
El médico- Buenas noches a todos.
(Rosica pasa por entre las mujeres sin mirarlas siquiera y entra en el cuarto de don Benito)
El cura- (A las mujeres que le rodean) Mal está, mal. Ya habéis escuchado al médico, de esta noche no
pasa.
La señá Antonia- ¡Probe don Benito!
La señá Remedios- Igual icía el año pasau cuando cayó en cama pa la fiesta pequeña; s´acaba poquico a
poco, como la lumbre de un candil que se le rematara el aceite...
La señá Colasa- Y como tomó güenos caldicos y no escatimaron melecinas y cudiaus qu´era como echale
aceite a un candil que s´apaga, no se murió.
La señá Antonia- Pues por la pinta que hace, me paice que d´ahora no pasa, porque lo que s´acaba al candil
es la torcidica qu´es de pior arreglo.
Veturián- (Entrando en la cocina) Güenas noches. Muy solicas están; ¿no s´ha visto nengun hombre?
La señá Colasa- L´alcalde está dentro; El señó Félix s´ha ido a dar un guelta por el (...) que le paicía plantaba mala traza.
La Inacia- Y el tio Cabila que s´enfué por tres jarros de vino pa quemar.
Veturián- (Sentándose) No está mal pensau, porque hace una miaja de frescacho; antiparti, que la velada
s´hace una miaja larga sin unos traguicos.
La señá Colasa- ¿Sus paice que rematemos el rosario?
La señá Pilar- ¿Ande himos quedau?
La señá Colasa- No m´acuerdo; lo mejor será escomenzar otra vez.
La Inacia- Nada se pierde. Que el Siñor nos ascuche.
La señá Colasa comienza el rosario. Aparecen el tio Cabila y el señó Félix y Rumaldo que trae un botico
de vino.
El señó Félix- Ya sus lo hicía yo; ni rezan ni mermuran.
Rumaldo- Me paice que rezan.
El señó Félix- Fácil será que se nos haiga agüau la melada, tio Cabila.
El tio Cabila- Ahora lo sabremos. ¿S´ha muerto don Benito?
Veturián- No s´ha muerto. ¿No véis que rezan las mujeres sin chemecos?
El señó Félix- Pues alcanza una cazuela mondonguera pa quemar esta miaja de vino.
Rumaldo- Y qu´es de cosechero.
El tio Cabila- Y sin pizca de agua; con esto del sequero todos lo dan sin amerar.
Veturián- (Cogiendo la cazuela más grande del aparador) Esta cazuelica será muy aparente pa el caso.
El señó Félix- Unas manzanicas no estarían mal pa capuzalas aentro la cazuela.
Rumaldo- Y unas billotas pa el rescoldo.
La señá Colasa- ¿Pero habéis venido a velar a don Benito? Porque paice mesmamente qu´estáis preparando la colación de Nochebuena.
Mariané- (En brazos de su madre la Inacia) Máma, quiero agua.
La Inacia- ¿Otra vez? ¡Con críos ni al cielo, remoler!
La señá Remedios- (Suspirando) ¡Probe don Benito! Tan templau que s´alcontraba hace pocos días.
El señó Félix- (Dando vueltas al vino con un cucharón de madera) ¿Si tendrá arreglaus los papeles?
La señá Colasa- Cuando la otra vez estuvo pa marchar al otro mundo, llamó al notario de Villa Vieja.
¡Güeno es don Benito pa dejar ningún cabo sin atar!
La señá Antonia- ¿Y se ice a quién deja los cuartos y el rebaño y la casa?
La señá Remedios- Y el palomar y las ancas y las gallinas, porque a don Benito no se l´había conocido
familia ni l´ha nombrau nunca.
La señá Pilar- Pues los cuartos ya los tendrá la Rosica bien enfuricaus en algún aujero.
El tio Cabila- ¿Y Gallopincho? ¿A quién dejará Gallopincho?
Veturián- ¡Esa si qu´es otra! Menudo baile se va a armar en cuanto don Benito cierre los ojos, porque todos
queremos a Gallopincho más que a nuestros mocetes.
La Inacia- ¡Como que hay que ver a Gallopincho con la coda negra, negra y los alones royos y la pechuga
verde verde y todo el plumerío reluciente que paice que l´untan con aceite!
Rumaldo- Y lo rufo qu´encorre a las gallinas con la cresta colorada y tiesa dando unas garradas largas,
largas, que paice un cevil que t´encorre cuando vas de caza con la licencia en las alpargatas.
Veturián- Cuando da gozo es a punto del día. Se planta en el cobalto de la jarmentera y abre el pico asinas
y canta con juerza que s´esgañita:¡Kikiriki!...
La señá Remedios- Como que un animalico de la fachenda de Gallopincho na más en casa de don Benito
puede alcontrase tranquilico sin que lo roben ni l´hagan cualquier fechoría.
Veturián- Por eso me paice ami qu´hemos de mirar el modo y manera d´evitar custiones y líos, porque
todos semos muy brutos en Puebloseco y si no alcordaros de lo que pasó con la bandera de la romería de la
Virgen de la Manzanera que todo el pueblo la quería llevar y s´armó un estrapalucio de mil diablos con tres
defuntos y una porción con sangoneras y cuqueras.
El tio Cabila- Por eso lo mejor será entrar a ver a don Benito antes que pierda el habla y la conocencia pa
preguntale a quién deja el gallo u que piensa hacer con el animalico.
Rumaldo- Muy bien pensau; usté siempre alcuentra una salidica por defícil que sea la cosa.
El tio Cabila- ¡Otra que Dios; pa eso me llaman el tio Cabila!
Mariané- Mamá, canta otra vez la lechuza; tengo miedo.
La Inacia- ¡No tengas miedo, recristianos, qu´está aquí tu madre!
El señó Félix- Aquí sale el alcalde; a ver que le paice la ideica del tio Cabila.
La señá Antonia- Señó Genaro ¿Cómo s´alcuentra don Benito?
El señó Genaro- Talcualico namás. Allí lo tenéis acurrucau, acurrucau lo mesmo que un pájaro y tranquilico que paice un santo. Con una mano s¨agarra al cobertor de la cama como pa no caerse al otro mundo y en
l´otra mano entre los dedos secos y rugaus como fajuelos, sustiene un rosario de cuentecicas negras y relucientes que paice un racimico de garnacha; con los ojos que paice que te los clava en la entraña, paice que
te dice: Ser güenos, ser güenos y no sus afanéis por la hacienda más de lo preciso, yo hi sido güeno y mira
como m´agarro al cobertor y apreto el rosario y ascucho las letanías y los rezos...
La señá Colasa- ¡Eso de tenerse que morir!
Mariané- Máma, canta más cerca la lechuza; tengo miedo; icen que se comen los ojos de los muertos.
La señá Remedios- No tiengas miedo, Mariané, eso son diyendas.
Rumaldo- Por si no son diyendas voy a ver si l´arrimo un zarquinazo que ya apunta el día y podré ver el
bulto de la lechuza que me paice que está por la jarmentera.
(Entra la Rosica en la cocina con un brasero en las manos; sin hablar palabra se dirige al hogar, aparta sin
miramiento la cazuela del vino, coge unas paletadas de brasa y se va de nuevo al cuarto de don Benito)
La señá Antonia- ¿Habis reparau que cara nos planta la Rosica?
La señá Pilar- ¡Le paicerá que todos vamos a enviudar como ella!
El tio Cabila- ¿Ya escomenzamos a mermurar, señá Pilar?
Veturián- Déjela, tio Cabila, que mermure; ice ella mesma que si no alcagüetía no pue dormise.
La señá Colasa- Tiene razón la señá Pilar, al fin y al cabo, la Rosica, hija de su madre, que nadie como yo
que l´he tubido de vecina más de tres años pude icir lo chorradera y alparcera qu´es la señá Juana; y puerca
no hay en el lugar; con dicir que los tocinos, con perdón, se le mueren de escrupúlo, y namás que de escrúpulo...
La señá Pilar- Y en cuanto a lotro...; bueno, ahora no, porque s´alcuentra esgalichada y más negra que un
tizón, que de moza y aun en vida del señó Cornelio, güena se puso de calzoniar...
El cura- (Apareciendo en la puerta de la habitación de don Benito) Hijos míos, don Benito acaba de morir;
como un santo; sin darnos cuenta nosotros mismos. Ya podéis comenzar a llora a quien fue en vida nuestro
protector.
(En la puerta de la cocina aparece también Rumaldo con Gallopincho en alto, sangrante de la herida que
tomándole por la lechuza le causaron al subir a la jarmentera para anunciar el nuevo día a los vecinos de
Puebloseco)
El señó Félix- ¡Redios que juada, Rumaldo!
(Todos, sin atender al cura que permanece como de piedra en el umbral de la puerta, rodean a Rumaldo y
acarician a Gallopincho)
La señá Remedios- ¡Probe Gallopincho!
En la habitación solloza la Rosica abrazada al cadáver de don Benito y en lo alto de la jarmentera, sisea la
lechuza que, según Mariané, va a comerse los ojos del muerto.
APÉNDICE 2
El 30 de noviembre de 1931 se estrena en Huesca, por el Orfeón oscense, la obra de teatro ¡¡COMO SAN
BARTOLOMÉ!! (entremeses de costumbres altoaragonesas) original de Ramón Acín. Esto anota Acín en la
portada del documento mecanografiado que se conserva en su legado, aunque no se han encontrado referencias de su estreno en la prensa local de esos días.
¡¡ COMO SAN BARTOLOMÉ !!
Entremés de costumbres aragonesas original de D. Ramón Acín.
PERSONAJES.- El Sr.Celipe y el Sr.Genaro.¬
CEL- (Entrando en el patio) ¡L’himos amolau! ¡Ya s’han rasurau tos los del lugar! ¡Güeno me pondrá Genaro por venir tan entrau el dia! (Llamando por la escalera) ¡Genaro! ¡¡Genaro!!
GEN- (Desde la casa) !Ascape bajo!
CEL- (Cogiendo el sillón de junto a la pared y poniéndolo en el centro de la escena) Una miaja mi ha
engañau el tiempo, pero no es cosa dir mudau y llevar estos pelos en tozuelo y cara (Pausa. Se sienta. Pausa)
Y qu’en Pueblo Seco como semos tan tozudos y tan brutos dende que la Fiesta es de las qu’hicen quitadas
se hace más fachenda y se come más carne que pa la. Fiesta mayor qu’es pa S. Blas, a prencipios de Febrero
(se levanta rápido y va hacia la escalera) ¡¡Genaro!! ¡¡¡Genaro!!!
GEN- (Desde arriba) ¡Redios que no semos sordos! ¡Ascape bajo qu’estoy rematando de almorzar!
GEL.-
(El Sr. Felipe cogiendo el sillón entre las manos) ¡Como cambean los tiempos! En este casilicio tan grande vivía en tiempo d’os moros un. señor d’esos que llaman fiudales y que viajeaban con una
orca y un cuchillo y que s’acostaban con las mocetas mas majas de o lugar tres u cuatro días antes de casasen (Pausa). A lo presente na más vive Genaro el ministrante que antiparte de ministrante tiene un café ande
acuden los que votan pa la republica. Lo que cambean los tiempos y lo que toca ver a los que s’hacen viejos
como yo y Antón de Pelaire y Juan de casa l’estozau, porque los tres somos os más viejos de o lugar. (Pausa)
Me paice que me se va hiciendo una miaja tarde (Se asoma a la plaza y hace ademán de mirar) Ya pega el
sol en la campana del fosal; yan dau las ocho y aun tengo que mudame pa dir a misa, porque sino canto yo la
Epistóla ya no la canta naide del lugar (Va a la escalera) ¡Genaro! (Impaciente) !!! Genaro!!!
GEN- ¡Rediós aura mesmo bajo! (Aparece en la escalera con un trozo de pan en la mano) ¡El mesmo el
señor Celipe! en cuanto hi escuchau gritos en el patio m’hi dicho: El señor Felis u el seño Celipe. Siempre te
lo verás. Cuanto pior pagadores más desigentes.
CEL- Las barberías de Güesca y na más que las barberías de Güesca son la causa de mi roina (Pausa) Me
paice que s’ha puesto de mal talante el menistrante por llegar una miaja tarde. Pues na más le debo dos años
de conduta u sease seis cuartales de trigo, mal medidos. Si fuese como el seño Felis que no l’ha. pagau un
grano dende que se casó segunda. vez, que va pa siete años...
GEN.- (Bajando la escalera con la maquinilla en la mano) Deprisica andará la cosa, seño Celipe. Cuando
hi entrau en la cocina por la máquina, va y me ice la dueña: ¿Ya t’acuerdas que tienes qu’ir antes de misa a
poner la indición a la maistra?
CEL.- Aunque dejes alguna escalerica no minporta que aunque m’hi de mudar de ropa no m’hi de retratar.
GEN.- Guarde la maquina que primero voy a esbrozar un poco los pelos (el barbero saca un peine del bol-
sillo y comienza a peinar con muchos aparatos y estirones que se notan en la cara del Sr. Felipe)
CEL.- Redios arripara lo qu’haces (pausa) (Huele la maquinilla) Por la ulor me paice qu’estaba en el
cajoncico del clavillo u del perejil (haciendo funcionar la máquina) Atiende Genaro asi mesmamente son las
maquínas segaderas; dos peinecicos de yerro afilaus que s’abren y se cierran y cojen la garba en medio y la
cuertan ni más ni menos que si los campos fuesen tozuelos grandes de pelo royo y tieso.
GEN.- Dejese de comparanzas y deme la maquina (empieza a cortar tirando mechones de pelo)
CEL.- Y mesmamente los mesmo qu’esa maquina tira al suelo los zarpaus de pelo asi va hechando al
restojo la segadera gavillicas y gavillicas de garba... (pausa) Aguarda un istante, Genaro, que m’añudo
el moquero al cuello por que sino dimpues pican los pelos que paicen listras d’ordio y no hago otra cosa
qu’escotolar (se mueve...)
GEN.- ¡Rediez que delicau! Otro día habrá qu’hechale encima algún mandil como esos que ponen en las
barberías de Güesca.
CEL.- Otra que te pego Redios t’hi dicho en denantes que no me nombrases las barberías de Güesca por
que me se pone mal talante y paice que me se regüelve el cuerpo.
GEN.- Algun vetuperio gordo le habrá pasau pa rezar d’ese modo. A lo menos algun alpendriz de peluquero le cuertaria alguna onza carne d’alguna cuchillada.
CEL.- ¡Pior que pior! ¡Mejor hubia querido que m’hubiera espelletau qu’haceme lo que m’hizo aquel mesache!
GEN.- ¿Y ande fue la ición; en la barberia d’entrando a los Porches u en otra que l’hicen de Juliané?
CEL.- Ni m’acuerdo ni quiero alcordarme, que si m’acordase y cojiera aquí aquel mesache aunque a lo
presente sea más grande y más recio qu’un mallo, le daba un tozolón contra los zaborros de a calle.
GEN.- ¡Amos seño Celipe! ¡Rediez como se pone usté!
CEL.- La cosa no es pa menos. Hasta entonces mi casa paicia una balsa d’aceite y dend’entonces paice
que los brujos andan sueltos dende el tejau hasta las bodegas. Amos te lo voy a contar, aunque a naide se l’hi
contau por que me se pudre la sangre solo de nombralo. (Pausa. Afeita...) Bajemos a ferias de San Andrés
Nicolás de Bartolo y yo. Nicolás bajaba a feriar un macho por que habia tenido que matar uno royo de resultas de una enrejada en salva sea la parte (en el tobillo) y bajaba yo pa vender tres cochinos y un berraco, con
perdón sea dicho, y como nos pasemos lo menos una semana sin arreglase p’al macho Nicolás ni alcontrar
yo un comprador en comenencia pa los animalicos y como Nicolás era mas fachendoso y pijaito altonces
que a lo presente, es el chico el sastre, s’empeñó quieras que no que nos habiamos de resurar. Yo ya hice
juerza pa no dir por que pagando de conduta tres cuartalicos de trigo (ademán de Genaro) por que altonces
sus llevavais menos los menistrates.
GEN.- Seño Celipe que va pa dos años que me debe usté la conduta.
CEL.- Todo llegará hombre, todo llegará, y dejame ahora rematar de contalo. Como t’icia, yo me resistia
a entrar en la barberia por que pagando conduta en el lugar ninguna nesecida tenia de gastarme un rial, pero
como Nicolás me llamo roñoso tres u cuatro veces y antiparte me picaba la barba como si fuera piojina de
gallo, pues qu’entremos en una de esas barberias llenica d’espejos y de señoricos esperando. Y va un mocé y
nos da una medallica con un numéro en cuenta de santo y dimpues d’esperar sentaus lo menos una hora, por
lo cual que me s’habia puesto una mielsa que no me cojia aentro el cuerpo, gritan mi numero y m’a sientan y
m’afeitan y dicho sea de paso me dejaran la cara lisica como un campo rocien atablau.
GEN.- Amos que segun su esplicativa me paice que se queja por quejase seño Celipe.
CEL.- ¡Aguarde Genaro, que ahura viene el prencipio de lo güeno! na más quel prencipio. (Pausa) Y va el
mesache, ¡no se como m’alcuentro con fuerzas pa contalo! y va el mesache y recoje los trastos de jaboname
y la navaja y m’hecha un mandil por lo güembros y escomienza dimpues a rugiarme el tozuelo con un aguatico aparente al de sulfatar las viñas y los olivos. Altonces aun me dio gustico en el pescuezo aquel frescor
y aquella ulor (suspira) pero lo ques ahora cuando m’acuerdo... (pausa). Total que dimpues de bien rujiau
engancha un peine y me peina los pelos y me pide un rial y le doy el rial sin regatiale miaja y nos enfuemos
Nicolás y yo. Dende el dia de casame pal año el cólera no me habia güelto a peinar hasta altonces.
GEN.- ¡Rediez que salidica seño Celipe! Aqui esperando que paicia qu‘hiba a contar saber que...
CEL.- Ten paciencia que ahura biene lo gordo. Amos que pa dir a un sitio por lejos se necesita caminar
pasico a pasico. ¡Pues ices que no paso nada! Más me hubia valido en lugar de casame que m’hubia cojido
el cólera aquel año y me se hubiera llevau a juerza de garrampas en as garras y de retorcigones en as triapas.
¡Dende altonces es esgraciau el seño Celipe y dende altonces escomienza la roina de la hacienda y de los
habrios de casa Cenón. Atiende Genaro.
GEN.- Rediez ya hace que atiendo un buen ratico.
CEL.- Aquella mesma mañana de resuranos llegamos al ferial y va Nicolás y merca un macho tordillo en
dieciseis onzas y media y dos duros más encima y voy yo y ferio ascape los cochinos, con perdón, que me
los pagaron de caros mesmamente que si habian sido lechales. Y va y almorcemos en la posada Fajarnés y
nos fuemos cara al lugar más contentos qu’un guitarro Nicolás dencima el macho y yo montau en... as alpargatas con los cuartos de los cochinos, con perdón, guardaus en o ceñidor. Y va nos alcontramos a la seña
Engracia ¡amos ya sabes tu quien es la seña Engracia de alparcera y lambrota!
GEN.- Eso ahora que no pue ser otra cosa que de jovenes segun dijendas...
CEL.- Dimelo ami, por supuesto que de buen pueblo vino la seña Engracia, de Labuerda qu’hice el dicho
que hasta los santos fueron putaneros: S. Pedro Arbués que segun dijendas lo mató un chitano por custión de
sayas y la Malena que ya sabes las veces que s’esbarizó antes de caer en los brazos de Disos nuestro siñor.
Y va y como icia nos alcontramos a la seña Engracia y nos para y nos dice ¿No sus habeis muerto? Pues tu
Celipe güena tines a l’Amparo ice que güenos sus habreis puesto de lifariar y juar al guiñote y....lo que sus
haiga paicido hacer qu’eso vusotros lo sabreis.(pausa) Y dimpues llego a casa y m’alcuentro a l’Amparo
con una miaja de sueño en la cara y le pregunto por los abríos y por los mocetes y s’acerca como siempre pa
dame un beso que siempre que reculaba de camino me daba aqui junto al flequillo y va y s’acerca y antes de
dame el beso enfurica la nariz en los pelos y hecha a golerva aprisa y s’aparta y se pone como una gripia y
escomienza a esberrecar y a icime mal hombre y mal padre y aroina casas y que m’habia pasau los días en
Güesca con las mujerachas y na más que con las mujerachas.
GEN.- Redios seño Celipe.
CEL.- Y yo venga calmala i dicile que la ulor era de la barberia y ver de hacerle venir a güenas por las güenas y visto que no dejaba de hechar por la boca sapos culebras y cergallanas y que cociaba que paicia una
mula guita, engancho un mango jada y l’arreo unos zarquinazos que casi la eslomo.
GEN.- (Braceando mucho) Y mu bien hecho seño Celipe, y el que se deje apoderar de las mujeres na más
es la risión de todos.
CEL.- Dende entonces me mira la dueña que paice una fuina (acongojado) y de trabajedora y ahurradera
qu’era antes, s’güelto puerca y alparcera y malgastadera y lambrite y más aspra qu’una cerolla verde (sentimental) y antes era más dulce que la bresca...
GEN.- ¡No se ponga triste seño Celipe!
CEL.- Con que ya sabes Genaro, desde entonces no se puede nombrar al seño Celipe las barberías de
Güesca que son la causa de su esgracia y de su roina y al nombramelas me se regüelve el cuerpo.
GEN.- Amos que eso de alcontrar una mujer a satisficion y comenencia de uno, es más dificil que cojer tres
años de güena cosecha u sease sin sequero y sin pedregada ni filoseras ni negrillones ni vallaucas.
CEL.- (Aún triste) Bien pueser que tengas razón Genaro. Mientras cortejan todas paicen cordericas de
mansas, pero en cuanto sus juñen, sacan las uñas y enseñan los dientes de las varillas y de cordericas se
güelven pior que lobos. (Genaro se va hacia la escalera y el Sr. Felipe le dice) ¿Ande vas Genaro?
GEN.- A por una miajica d’agua (se va)
CEL.- No ha tubido mala ocurrencia Genaro al dir por el rajo que charrando chaarrando paice que me s’ha
hecho una miaja de reseco y paice que siento carraspera en la molleja (carraspea) Mia que nombrame las
barberias de Güesca...
GEN.- Aun s’acuerda seño Celipe (por la escalera)
CEL.- ¡Y lo que me alcordaré Genaro! (entra Genaro con la bacinilla llena de agua) ¡Rediós que juada!
¿ande está o rajo?
GEN.- ¡S’iba por agua templadica pa jabonalo!
CEL.- Podias bajate el rajo en un istante...
GEN.- ¿Aun más desigencias seño Celipe? Con lo escasica que llevamos el agua.
CEL.- Pos en casa si que no va escasica el agua ¡más escasa que as onzas y quél buen genio! ¡Con dicir
que la dueña me da el vino sin amerar! Icen.
GEN.- Pues saquese la cuenta. Como que si sigue sin llover... Como me llamo Genaro que afeito en seco u
no afeito (le da la bacinilla para que la tenga mientras saca la navaja)
CEL.- El tiempo no lleva trazas de mudar por que ha entrau la luna en mingua y no se ve ni una nube por
Monte alto ni pa un remedio, ni s’alcuentra un zapo ni se ascucha el canto de culebras u esparabeles ni suben
os caracoles por las tapias ni m’hacen mal los callos ni se quejan las mujeres de que les pican las pulgas con
mas juerza. (Bebe con la bacinilla)
GEN.- Y el tiempo de siembre ya s’hachau encima hace dias.
CEL.- (Con aspavientos) ¡Con que templadica eh!
GEN.- Si hubia sabido que iba a beber le hubia puesto unos terroncicos.
CEL.- No te chufles encima que con azucar esta pior. ¡Por seis cuartales de trigo mal mididos que uno debe
los vetuperios que tiene que pasar! (Pausa un poco larga, empieza a afeitar el ministrante) Pues en la balsa
ende beben los abríos y nos abrevamos las presonas, u viciversa, por mejor esplicame, l’agua se remata y na
más hay un pozo de cienego que luego no se podrá cojer un rajo de agua.
GEN.- ¿Se pue callar un ratico? Luego cuando hay que jabonalos a quejase si lo cuertan... (pequeña pausa
y mientras limpia Genaro la navaja en el paño al hombro del Sr. Felipe éste continúa hablando)
CEL.-
Dende que escomenzaron los riegos andamos pior que pior en tocante a las aguas en el pueblo. Al menos antes a juerza de rezos y letanias y velas de sebo y caminar escalzos por las aliagas pa dir a la
ermita de Sta.Basilisa y dimpues de pasiar en rogativa a S. Nemesio, y a Sta. Veturiana aun caia a la postre
algun aguacero pa poner tempero, pero ahura, al paicer s’han encarrañau los santos con eso del canal y va
pa tres años que no envía el cielo una rugiada ni pa sembrar patatas.(Escupe que le entra jabón) Y el canal
ya tengo dicho que no lo veremos nusotros rematau ni lo veran nuestros mocetes por que los gubiernos y los
politícos son unos embusterachos y lo que habiamos d’hacer con esa gentecica (escupe jabón) amos no qui
esbarrar (se calla mientras jabona)
GEN.- ¡Ya l’himos amolau! En cuanto el Seño Celipe escomienza con la custión del sequero a sacar estrofas y dijendas respective al vino, ya sus podeis poner la lengua ande que sus coja por que ya no sus deja
meter baza (parándose frente con mal talante con la brocha y la navaja) Dende que estuvo usté soldau de
barco le paice que tol mundo ha de ser una balsa de agua y todos nos himos de volver largartos... Paice usté
de Güesca (le coje la mano el Sr. Felipe y se lo mira...) No se ponga así seño Celipe que no le nombro las
barberías... y paice usté de Güesca qu’icen que dimpues del diluvio se alcontró S. Pedro a un labrador con la
jada al hombro y va y le dice: ¿Ande vas con la jada al hombro? y va y le contesta: ¡Ande hi de ir, a regar!
CEL.- Unas miajas desagerau t’has güelto Genaro.
GEN.- Desagerau... (pausa mirandose a la puerta) Ya pega el sol en la frontera de casa o medíco y aun
tengo que preparar la jeringa pa la indición de la maistra y... mientras me mudo unas miajas... tan y mientras
me preparo, jabonese unas miajas más, que tiene unos pelos que paicen un restojo de mal año. (Le entrega la
brocha y el Sr. Felipe se lo mira con la brocha en una mano y la bacinilla en la otra mientras Genaro sube la
escalera)
CEL.- .Las cosas que se ve uno por seis cuartales mal mididos. ¡Pa luego tenese que jabonar y ascuchase
güenos vetuperios! (pausa) y no m’e hi pasame la mano pol tozuelo por que no se que habrá hecho tanto
rato con la tigerica y no se por que me paice que cuando cante la epistola voy a ser la risión de tol coro... (le
ha cortado el pelo como a un fraile) Dende que Genaro ha dejau la labranza y ha güelto a peluquero, como
de cuando mocé, y ha ahurrau cuatro perras vendiendo cafesses a los republicanos s’ha güelto más fiudal
qu’el señor fiudal que vivía aqui en tiempo d’os moros (pausa se jabona) ¿Que hablo del sequero y del vino?
¿Pues de que voy hablar ahura que san pasau los años de as mozas? (mirando a la escalera) ¡Negame un trago de agua! (se jabona) por supuesto que en Pueblo Seco este año da más gana dar una gallina que un trago
de agua (escupe jabón) Pa chanza la que me pasó ayer noche con la moceta de casa, que sirve en Bercelona
ya va pa cinco años con un boticario soltero y sin crios. Me devanto a metá noche con una carraspera y un
reseco que me afogaba como si me hubian atacau las calenturas y voy derecho al rajo y que si quies gota de
agua, enfilo drecho al cantarar y miaja de agua y miro en la tinaja y lo mesmo y se me ocurre asomame al
cuarto de la moceta por que vide que ardia el candil y veo que se estaba devantando pa dir a punto dir ta fiesta Coscullano y que estaba dandose firmes capucetes de agua en una jofaina llenica de agua (deja en el suelo
la bacinilla y la brocha) Si me dejo llevare del genio (se levanta) l’engancho de las patas y la estozo contra
las losas del cuarto (pausa) y na más hice qu’enganchala del moño que se lo habia rizau como una esquerola
y la aparto de la jofaina (hace ademán de esto) y voy y le digo: Sal d’alli fachendosa más que fachendosa,
estrupicio más que estrupicio, pijaita más que pijaita. De majencias y perifollos habrás aprendido con el
boticario, arruina haciendas, pierde casas. Sabes tu que tu agüela no s’hace sopas de ajo y a tu padre no le
hacen salmorrejo por falta de agua y la esperdicias (Aparece en la escalera Genaro comiendo un pedazo de
pan. El Sr. Felipe no lo ve) tu de ese modo, fachendosa más que fachendosa. (Ademán de pegar) Cuando has
visto a tu padre u a tu madre malmeter el agua d’ese modo ni lavase la cara si no es pa la vesita del Obiso u
pa cumplir con parroquia. Y voy y mientras la Doviges en las losas s’esvolutraba como un macho y esgramucaba como una burra cojo la jofaina y de un trago me engullo la metá y la otra metá voy y la vacio en o
rajo (El ministrante bajando sin darse cuenta el Sr. Felipe) y me lo escondo en la cabecera de la cama entre
la paré y el colchon la almada...
GEN.- Me paice seño Celipe que si l’he de afeitar habrá que trabalo como a los güeis cuando les dan las
melecinas.
CEL.- (Sentándose y jabonándose de nuevo) ¡Genaro! ¡Genaro! podias haber buscau una comparanza más
aparente... Afeitame pronto por que llevo aqui no se cuanto y me voy a quedar yo sin pacencia y en la Iglesia
sin epistola.
GEN.- Por eso no s’apure seño Celipe.
CEL.- Como tu vives con esos judios de republicanos.
GEN.- (sacando la navaja y pasándola por la palma de la mano) Jabonese seño Celipe, jabonese que tengo
dir a poner la indición a señá maistra (empieza a afeitar y el Sr. Felipe hace aspavientos de dolor)
CEL.- ¡Genaro arrepara lo que haces que la navaja va una miaja fuerte!
GEN.- No le estrañe que la navaja es nueva. ¡Alguna vez la tenía que estrenar!
CEL.- ¡Redios! ¡Podias haber esperau a estrenala con algún defunto! (hace aspavientos) Afila si quies la
navaja en esa correica que paice una tarria pequeñica de macho. (Saca una correa de esas que se apoyan de
un extremo en un clavo o cosa así, la sujeta al sillón, sigue afeitando y siguen los aspavientos)
GEN.- Que delicau s’ha güelto seño Celipe. (Pausa)
CEL.- Antes ponías una nuez dentro la boca y s’afeitaba mejor.
GEN.- En un trimestre me se comieron un almú de nueces. Dimpues las puese cucadas y tambien me se las
comieron (aspavientos Felipe)
CEL.- Me estoy alcordando ahora mismo de un cuadro del altar mayor junto a la frontera ande unos estan
espelletando vivo a S. Bartolomé.
GEN.-
(Con sorna) Acuerdese seño Celipe que aun fue pior lo que le pasó en la barberia de Güesca
(recoje los trastos tira el azumbre en la bacinilla y se dispone a salir) Saparte el sillón pa la paré y suba arriba
los trastos que tenso prisa pa la indicion de la maistra y se de prisica que se va a quedar sin epistola. (sale el
minisirante y se lo mira al marcharse) ¡Adios seño Celipe!
CEL.-
¡Adios seño fiudal! (Comienza a sacudir la brocha, de pronto se toca la cara y se nota sangre)
Mialo, mialo, ¡espelletau como S.Bartolomé! y na más que por que le debo seis cuartales de conduta y no
me gasto os dineros en cafeses y no hi votau pa los republicanos (tira los chismes por el suelo. Se dirije al
público) ¡Dende hoy... sus lo juro, u aprendo a afeitarme solo u me dejo las barbas como un choto u como un
fraile desos que venian denantes pal cumplimiento parroquial.
TELÓN
En “Lucrecia” hay manuscrita a lápiz una cruz y al lado “Cleopatra”
Manuscrito “al Ebro”
Corrección manuscrita a lápiz de Acín: cien
Corrección manuscrita a lápiz de Acín: Huesca va a quedar en nada
Corrección manuscrita a lápiz de Acín: Real
Corregido por Ramón Acín, que tacha “fino”
En la Hemeroteca Municipal de Barcelona se conserva en microfilm este periódico. El original de donde
está fotografiado presenta algunas deficiencias que impiden apreciar la totalidad de lo expuesto en sus páginas.
Manuscrito a lápiz: “... y popó...”.
Manuscrito a lápiz por Ramón Acín “este Oswaldo, de verdad...”
Manuscrito a lápiz por Ramón Acín: “página”, y tachada la palabra “hoja”
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