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Penas de Amor
¿Por qué sufrimos si amamos a alguien? ¿Por qué nos cuesta tanto superar una
ruptura de pareja? ¿Cómo de pronto un afecto que pareció ser profundo y sincero
parece transformarse en odio y resentimiento? Ya en el Siglo XIV el poeta
renacentista Petrarca cantaba al amor y a los efectos que producía en el alma
humana, escribiendo a manera de profecía estos versos: “Si no es amor, ¿qué es
pues lo que en mí siento?/ Mas si es amor, por Dios, ¿qué cosa y cuál?/ Si es
buena, ¿por qué es áspera y mortal? /Si mala, ¿por qué es dulce su tormento?”.
Enamorarnos nos brinda una sensación de plenitud; de haber encontrado algo
valioso que nos complementa y nos otorga, casi de forma mágica, una felicidad
que hasta entonces no era alcanzable sin esa compañía. Entonces, de manera
oculta en los complejos mecanismos de la psique humana, opera el apego y una
voz interna nos dice que ese ser valioso debe ser siempre mi posesión porque ha
producido un efecto satisfactorio en mi vida. Luego se agrega la ilusión que
proyecta en el tiempo el idilio amoroso a través de una vida en común que, en
ocasiones, se materializa en una convivencia juntos, hijos, bienes materiales, etc.
El término de una relación nos confronta con un despertar doloroso: la pérdida de
lo que se quiere y que me hace feliz. Y a su vez, la sensación de pérdida genera
una emoción básica instintiva: la pena. Esa tristeza de perder lo que quiero, a
quien quiero y que nos lleva al aislamiento mientras logramos recuperarnos del
vacío que genera lo que no está en mi vida.
Por un lado esta pena estará mediatizada por factores como el tiempo que se
estuvo junto a alguien, la calidad, la intensidad de la relación, la actitud de los
demás y la forma del rompimiento; y por otro, por elementos psicológicos más
profundos como las vivencias tempranas de vínculo afectivo con los padres,
experiencias de abandono o aceptación, autoestima, temperamento, carácter y
madurez emocional. Para un adolescente, la ruptura de una relación que apenas
duró unos meses puede ser algo devastador, en cambio el término de un noviazgo
de años, puede ser mejor asimilado por una persona con vivencias afectivas bien
integradas. Aunque el dolor de la pérdida sea intenso en ambos casos.
¿Qué podemos hacer frente al desamor de pareja entonces?
Como primera actitud aceptar la ruptura como algo posible e inherente a toda
relación de pareja. Esto implica vencer la ilusión que a veces nos proyecta de
manera irracional e invencible en el tiempo. Si bien el amor es una vivencia pura,
hermosa y trascendente, la vivencia del amor entre dos seres humanos es limitada
y dañable. En otras palabras, se puede acabar y a veces es lo mejor que puede
suceder para cada uno.
Lo segundo es no juzgar lo que fue la relación por el hoy ya contaminado por el
dolor. Si uno revisa y reflexiona verá que hubo buenos momentos y aprendizajes
que de no haber estado “ese otro” no habrían ocurrido. Con frecuencia se juzga
con dureza e injusticia desde la decepción y se llega a decir “nunca me quiso”
“jugó con mis sentimientos” “siempre me mintió”, pero lo habitual es que esa
persona si nos quería y se embarcó en la aventura al igual que nosotros y con
similar ilusión. Pero estaba aprendiendo al igual que yo en el delicado mundo de
los afectos, hasta que llegó el momento de separar los caminos porque estar
juntos no era motivo de felicidad y plenitud como al principio. La intensidad, el
compromiso o la entrega pueden naturalmente diferir entre los amantes.
Con relación a lo anterior y como una tercera actitud, dejar que la introspección
nos conduzca a la gratitud. Que más apropiado puede ser un “ya no te quiero”, “no
es lo mismo que antes” o “no logré enamorarme más de ti” si esa es la verdad
que, queramos o no, impone la vida como resultado de esa determinada
experiencia de pareja. Gracias porque luego la caída sería más fuerte, las heridas
más profundas y la decepción más grande. Yo puedo querer y seguir queriendo,
pero sin correspondencia se vuelve un autoengaño y un deseo egoísta que se
desea imponer a la otra persona.
Finalmente, confiar en los procesos y experiencias de la vida que nos permiten un
aprendizaje determinado. Probablemente, cada relación de pareja sea parte de
nuestra búsqueda de felicidad hasta que, en el momento justo y con la persona
adecuada, la alcancemos de forma plena. Un día el verdadero amor nos dejará en
el alma mucho más de lo que se lleve…
Hernán Díaz Bustamante
Psicólogo - Terapeuta
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