Jurisprudencia Arbitraje - Árbitros - Atribuciones - Control de constitucionalidad Asimilación al juez - Norma de orden público - 14/03/2012El Tribunal Superior de Justicia de la Provincia de Córdoba, sala civil y comercial, en los autos “Oliva, Oscar S v. v. Disco SA y otro - ordinario – cumplimiento / resolución de contrato - recurso de apelación - recurso de casación” rechazó el planteo casatorio interpuesto por la actora, con fundamento en que la interposición de un planteo de inconstitucionalidad no provoca, por regla, la incompetencia del Tribunal arbitral, ni invalida la cláusula compromisoria voluntariamente pactada por los contratantes En estos actuados el actor interpuso demanda contra Disco S.A. y otro, procurando se declare judicialmente la resolución contractual operada por la falta de cumplimiento de las obligaciones a cargo de la entidad accionada. Ello lo hizo por ante justicia (y no frente a un Tribunal arbitral, como estaba pactado) en el entendimiento de que, por existir un planteo de inconstitucionalidad de la normativa de emergencia sobre pesificación, la cuestión no resultaba arbitrable. La Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Primera Nominación de Córdoba había sostenido en su auto interlocutorio que resultaba transable la cuestión vinculada a la validez constitucional de una norma. Contra dicha resolución, el actor interpuso recurso de casación, sosteniendo que la Cámara habría interpretado erróneamente la normativa procesal relativa a las cuestiones que pueden ser sometidas a arbitraje. Siendo ello así, indicó que el thema decidendum radicaba en determinar si los árbitros pueden analizar y declarar la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una ley de orden público. En tal sentido, señaló el recurrente que la jurisdicción del juez no sería igual a la del árbitro, y que el origen del arbitraje (un acuerdo de partes y no el Estado) limitaría su accionar toda vez que no podría irse más allá de lo que las propias partes tenían como potestad o facultad. Añadió que contrariamente a lo decidido, sólo se desplazaría la competencia arbitral, tornándose nula la cláusula compromisoria, en los casos en que el planteo de inconstitucionalidad fuera necesario para la resolución del conflicto. El Tribunal Superior señaló que el núcleo de la controversia radicaba en determinar si una cláusula compromisoria (en la que la partes pactan someter los conflictos de un negocio determinado al juzgamiento de un Tribunal arbitral) pierde (o no) vigencia, operatividad o validez frente al planteo de inconstitucionalidad que formule uno de los co-contratantes. Dicho de otro modo, debía establecerse si el "control de constitucionalidad" es o no materia que excluye per se la competencia funcional del Tribunal arbitral. En primer lugar, el Tribunal Superior enfatizó que aun cuando los árbitros no pertenezcan al Poder Judicial, constituyen "verdaderos jueces", con facultades decisorias y potestad de resolver definitivamente un conflicto de intereses entre particulares. Es decir, están dotados por ley de idénticas potestades y funciones que los magistrados oficiales (con excepción de la coertio y de la executio). Seguidamente, indicó que aun cuando el sometimiento de un conflicto a la competencia de un Tribunal arbitral puede tener un origen contractual o convencional, la función que desempeñará el mismo será de carácter eminentemente jurisdiccional. En este sentido, afirmó que el arbitraje representa un sistema de resolución de conflictos con carácter jurisdiccional, toda vez que procura la observancia mínima de las pautas necesarias para el desarrollo del debido proceso legal, y porque los árbitros tienen la potestad de hacer actuar la voluntad de la ley para crear la norma individual que decida una determinada contienda (iuris-dictio). El pronunciamiento que se obtiene en el proceso arbitral tiene aptitud para erigirse en cosa juzgada para las partes. El Tribunal Superior remarcó también que existe consenso en la comunidad jurídica en orden a que la jurisdicción es “la potestad de decir el derecho a través de los procedimientos previstos legalmente al efecto”. Sostuvo que dicha facultad no se encuentra hoy monopolizada ni centrada exclusivamente en el Estado, sino que cede en casos puntuales en otros organismos o autoridades nacionales e internacionales. Y es así como la jurisdicción asiste claramente a los árbitros, quienes deben decidir las contiendas con ajuste y sustento en el ordenamiento jurídico vigente. En esta línea, los árbitros son verdaderos jueces, cuya función (al igual que la de los magistrados del Poder Judicial) es dar solución a un conflicto, declarando el derecho y definiendo la justa composición que asegure entre las partes la paz y la justicia. Y, siendo que los jueces ejercen el monopolio del control de constitucionalidad, es claro que los árbitros se hallarán también dotados de competencia para ejercer dicho control, en tanto la cuestión incida en la relación contractual específica que debe ser juzgada. En base a la normativa procesal local que establece que en el arbitraje voluntario los árbitros deben fallar la causa como los tribunales ordinarios, a menos que los interesados convinieran lo contrario, el Tribunal Superior manifestó que les corresponden a los árbitros (bajo pena de nulidad) los mismos deberes de fundamentación lógica y legal, que el rito prevé para los jueces. Ello conlleva la exigencia de examinar las leyes en el caso concreto que se trae a su decisión, determinar su aplicabilidad y compararlas con el texto de la Constitución que es la ley de mayor raigambre en nuestro ordenamiento jurídico vigente. En consecuencia, afirmó que el Tribunal arbitral puede, dentro del marco de lo que ha sido sometido a su juzgamiento, resolver sobre la constitucionalidad de una norma, ya que, al igual que los jueces, deben aplicar todo el derecho que es una realidad sistemática y que encuentra en su cúspide a la Constitución Nacional. Por ello, indicó que resultaría una contradicción imponer a los árbitros que fallen conforme a derecho, pero impedirles aplicar la propia Constitución. Ello resulta demostrativo de la facultad que asiste a los árbitros para ejercitar el control de constitucionalidad. Para más, la regla de derecho es que todo es materia susceptible de ser sometida a un Tribunal de árbitros, no existiendo más límite a la autonomía de la voluntad que aquello que sea expresamente vedado por la ley civil para ser objeto de transacción. En consecuencia, salvo las cuestiones de estado de familia, orden público sucesorio, acción penal, las cosas fuera del comercio y los derechos no disponibles, toda otra materia entre partes es (en principio) arbitrable. Si bien es cierto, según el Tribunal Superior, que la declaración de inconstitucionalidad de una norma constituye un acto de suma gravedad institucional (lo que podría, eventualmente, emparentar la cuestión con la noción de orden público), no es menos cierto que existen circunstancias que deben ser tenidas en cuenta para determinar si la materia es o no arbitrable. En primer lugar, debe estarse al conflicto sustancial que vincula a las partes, y es donde debe analizarse si la materia es disponible por las partes. En segundo lugar, la cuestión se vincula con los poderes-deberes que incumben a los jueces privados, y que, de un modo análogo a lo exigido a los jueces, implica la necesidad de que la decisión se encuentre fundada en el ordenamiento jurídico vigente. En este aspecto, la exclusión de materia arbitrable nada tiene que decir, ni siquiera frente a normas autocalificadas de "orden público". El Tribunal Superior indicó que el orden público de tal ley no es una materia en sí misma excluible de la competencia de los árbitros, sino una característica de ciertas normas cuya constatación debe hacer el intérprete que debe aplicarlas. Así, cuando el árbitro aplica y decide conforme a derecho, se entiende que debe aplicar toda la realidad jurídica en su conjunto y por encima de todo, la Constitución. En el particular, el Tribunal Superior consideró que la materia objeto del pleito era claramente disponible por las partes: un presunto conflicto suscitado en el cumplimiento del contrato celebrado entre las partes. La gran mayoría de las consideraciones vertidas por el actor aludían al negocio, a la interpretación de sus cláusulas y a la determinación de un eventual incumplimiento de la adversaria. La cuestión constitucional fue mínimamente planteada y sólo a título de "exclusión" del régimen de emergencia. También se agregó una referencia al sistema de control difuso de constitucionalidad que rige en nuestro país, en cuya virtud todos los jueces se hallan habilitados para formular esa declaración y la sentencia que se dicte en ese sentido produce efectos únicamente entre las partes. En consecuencia, si los árbitros están dotados por ley de idénticas potestades y funciones que los jueces, no existe ninguna razón válida para privarlos del ejercicio del control de constitucionalidad de las normas con incidencia en el caso concreto sometido a juzgamiento. Asimismo, recordó la importancia de la autonomía de la voluntad. Son los particulares quienes deciden comprometer en árbitros su caso, y tal compromiso comporta para los intervinientes una especie de convención que los obliga como la ley misma. Y es en el caso donde las partes se sometieron por una convención explícita a la jurisdicción de un Tribunal arbitral, para que éste resuelva el conflicto laudando, diciendo cuál es el derecho aplicable con la más amplia extensión. Por ello, no corresponde admitir que tal pacto ceda y quede inoperante sólo porque una de los contendientes formuló un planteo de inconstitucionalidad. El Tribunal Superior concluyó entonces que el Tribunal arbitral, cuando está ante un asunto que es de su competencia y que fue sometido por las partes a su jurisdicción, no tiene limitación o reserva alguna para asumir y definir la constitucionalidad de las normas en que fundamentará su laudo. Así, la interposición de un planteo de inconstitucionalidad no provoca la invalidez de la cláusula compromisoria ni la incompetencia del Tribunal arbitral. En consecuencia, confirmó el acogimiento de la excepción de incompetencia articulada por la parte demandada y rechazó el recurso.