4 economistes nº 337 · 1ª quincena octubre 2007 Principios básicos y axiomas sobre el control de gestión, el control presupuestario y el control estratégico (I) “Deberemos ser capaces de reportar a la gerencia cómo debemos de cambiar, no sólo cómo estamos” “La importancia de nuestra tarea es encontrar el ratio que toda empresa tiene, definirlo y ser capaces de convencer a quienes tienen la capacidad de acción para mejorarlo” Éste es el primer capítulo (de dos) extraído de una sesión de trabajo que el economista, Gonzalo Boronat Ombuena, impartió en el Colegio de Economistas de Valencia. En él se repasan aquellos principios básicos y axiomas necesarios a todo sistema de control de gestión, de control presupuestario y de control estratégico, que pretenden ser merecedores de la utilidad requerida; y de las diferentes etapas, herramientas y metodologías que han ido llegando y conformando el “acervo actual doctrinal”, tal y como expresó el ponente, de una disciplina, que tan poco desarrollo ha merecido hasta la fecha -fuera de las grandes corporaciones- y que actualmente tanto potencial se augura para el colectivo de los economistas. El ponente, el economista Gonzalo Boronat, comenzó su intervención realizando un sucinto repaso de los aspectos previos a tener en cuenta a la hora de abordar el problema del establecimiento de sistemas de control. Así, deberán ser consideradas la necesidad de determinar la finalidad pretendida con el control a desarrollar; el alcance y las limitaciones coste-efectivas para llevarlo cabo; las tendencias de datos históricos y de entorno (sin que tengan por qué suponer la base única de determinación de tendencias futuras); la estructura organizativa de la empresa y su adecuación a la finalidad de la función de control pretendida (departamental, por actividad; producto…); el momento adecuado para la toma más representativa de datos (no necesariamente el último día del mes, y/o al 31 de diciembre) y la adecuación a los procesos existentes de la actividad. En lo tocante al papel del responsable económico-financiero, en su faceta de responsable del/los sistema/s de control, se destaca la necesidad de que aparte de ser el agente del área propia financiera (gestión del pasivo=financiación) se le tenga en una mayor participación en el control de lo económico (gestión del activo=inversión) recordando la importancia del axioma “la empresa se cuadra con el pasivo, pero se debe arreglar por el activo” y ser capaces de modificar el enfoque principal desde el análisis de la cuenta de resultados como representación del qué se ha hecho y/o qué se quiere hacer, hacia el de la revisión del balance de situación como expresión del cómo se han hecho las cosas y/o cómo se quieren hacer. Y por lo que al momento del tiempo se refiere, el alcance de los sistemas elaborados por el responsable de la función de control deberá extenderse tanto al ámbito de lo ya ocurrido y al de las situaciones presentes (control orientado a la mejora), como al de las futuras (control orientado a la toma de decisiones), mediante el establecimiento y seguimiento de indicadores de alerta, en prevención de sucesos que puedan condicionar la consecución de los objetivos estratégicos establecidos en el plan director a largo plazo, cuantificados en los presupuestos anuales financieros y desarrollados en los de cada una de las áreas de decisión-responsabilidad. En este punto, se hace necesaria la introducción de la definición de la función de control como aquella función gerencial básica que interactuando, tanto a priori como a posteriori, sobre lo establecido por cada una de las otras funciones gerenciales básicas, la de planificación, de organización y la de ejecución, contrasta los datos derivados de la realidad propia y del resto de competidores, con los nuestros planeados, utilizando para ello los instrumentos definidos en el sistema de control diseñado para la estructura, el proceso productivo y sistema de información adecuado de cada empresa, con la finalidad de cuantificar, analizar y proponer acciones de mejora tendentes a asegurar la consecución de los objetivos y estrategias formuladas. Esta afirmación queda resumida en la frase del ponente, “sin objetivos no hay control y sin actuaciones, pierde todo valor como instrumento de gestión”. Además, esa función de control así definida, si quiere entenderse en su faceta más actual, no puede o debe detenerse sólo en contrastar el grado de consecución de los resultados obtenidos, sino que mediante la emisión de un diagnóstico dentro de un proceso de aprendizaje, gestionar el cambio y no la mera continuidad. Según subrayó el ponente, “deberemos ser capaces de reportar a la gerencia cómo debemos de cambiar, no sólo cómo estamos” y “la importancia de nuestra tarea es encontrar el ratio que toda empresa tiene, definirlo y ser capaces de convencer a quienes tienen la capacidad de acción para mejorarlo”. No conviene olvidar, llegados aquí, que al no ser los gestores directos de las acciones correctoras del sistema de gestión, deberemos contar con el apoyo de la dirección gerencial y cumplir con unos principios básicos a todo control: formular indicadores que resuman de forma fiable los resultados (Objetividad); centrar los puntos críticos de cada área (Relevancia); congruencia entre los puntos establecidos en cada área; establecer un responsable de evaluar lo que se pretenda controlar (Controlabilidad); establecer las prioridades en aquellos aspectos cuyas desviaciones sean más significativas (Excepción); ser adaptable a las necesidades (Flexibilidad), y finalmente, desarrollarse para servir de flujo de información (Comunicación). La función de control, si al horizonte temporal de aplicación nos atenemos, queda definida en tres tipos. El control estratégico, que evalúa el grado de alcance de los objetivos que emanan de la planificación estratégica, enmarcada en el largo plazo (y por largo conviene no extenderse más allá de tres años o ejercicios), debe centrar su atención en los procesos de adaptación de la empresa al entorno (objetivos, estrategias y políticas). El control de gestión (para otros autores control de desarrollo), orientado a implementar la estrategia con perspectiva integral de la empresa en el horizonte anual de planificación y control (medio plazo) para que cada departamento logre sus objetivos con eficacia (a tiempo) y eficiencia (de la mejor forma posible). Y el control operativo, que tratará de asegurar la adecuación de las tareas específicas de cada puesto asignadas por la planificación operativa en el corto plazo (el día a día). El control de gestión, así definido, se mueve entre dos dimensiones, la dimensión estratégica, que atiende a temas como los cambios de posicionamiento de la empresa en relación al entorno, como rupturas o saltos cualitativos, y la dimensión operativa, que lo hará sobre temas de vías de mejoramiento incremental y que está dirigida al reforzamiento del posicionamiento estratégico de la empresa. Para conseguir ser eficaz, nuestro control de gestión deberá, según Boronat, ser sencillo (“de nada nos servirá nuestra grandiosa hoja de cálculo, a la que incluso llegamos a creer que sólo le falta que se eleve y nos bese, si luego no hay nadie más que sea capaz de poderla entender”) y que sea, a su vez, bien gestionado. Para esto último será importante que el control sea diseñado conforme a lo establecido por la planificación y la organización; que sea objetivo, es decir, de acuerdo a estándares apropiados y reales; capaz de detectar desviaciones con suficiente anticipación para una corrección eficaz; que atienda a los puntos donde los efectos sean más importantes, y ser económico, es decir, justificar su utilidad a un coste no superior al beneficio que ofrece. Al desarrollar nuestro control de gestión, deberemos empezar por reducir las limitaciones del control de gestión clásico basado en la información generada por una contabilidad financiera sistematizada, que se demora en la obtención y presentación de los resultados contables, se muestra incapaz de suministrar información sobre la causalidad de los gastos, y manifiesta ausencias sobre la información de intangibles o sobre la producción en curso. Tampoco sobre la generada en base a una contabilidad de costes tradicionales exhaustiva, con sistemas complejos y costosos de imputación de costes basados en secciones homogéneas con criterios de reparto arbitrarios, con análisis de desviaciones que no conducen a las causas de las mismas, y el inadecuado tratamiento de costes de oportunidad y de calidad. Para el ponente, seis son los puntos que resaltan las limitaciones de control de gestión tradicional a evitar: 1. Toma de decisiones basadas exclusivamente en indicadores financieros. 2. No evaluar los efectos a largo plazo y limitarse a la preparación y evaluación del corto. 3. Convertirse en mero control del presupuesto incremental. 4. No promover la motivación del individuo y su identificación con la empresa. 5. Enfocar una visión cuantitativa, ocupándose poco de la calidad y la responsabilidad social, y 6. No disponer de una información adecuada a cada una de las diferentes unidades de negocio. En contraposición a los puntos anteriores el nuevo control de gestión se debe caracterizar por: 1. Contar con procedimientos contables flexibles de adaptación al entorno. 2. Utilizar una contabilidad de costes con criterios de imputación adaptados (direct costing, del coste objetivo, just in time, etcétera) o que tomen en consideración otros costes (coste basado en la actividad o ABC). 3. Considerar controles operacionales sobre la idea de dirigir las acciones a partir de indicadores cualitativos y cuantitativos, además de los financieros. 4. Suministrar en plazos breves, a coste reducido, información fiable para la toma de decisiones. 5. Estar orientado hacia la planificación y evaluación del largo plazo, potenciando nº 337 · 1ª quincena octubre 2007 aspectos motivacionales, de cultura organizativa y de profesionalización. 6. Contener procesos de presupuestación flexible, con alternativas previstas, adaptable en caso de contingencias importantes no previstas, y en continua crítica con los presupuestos elaborados en los años anteriores. 7. La adecuación de los dirigentes a las adecuadas competencias de análisis, aptitud para la motivación y capacidad de comunicación. 8. Prestar atención tanto al entorno interno: fabricación, actividades, costes comerciales y administrativos, como al entorno externo: competidores, clientes, medioambiente, y 9. Intentar efectuar mediciones de índole interna y externa de aspectos no financieros como el capital intelectual. Las empresas que inicien el proceso de cambio hacia ese modelo de control renovado, deberán combinar las funciones claves, como los aspectos financieros y los no financieros, los recursos humanos –en un clima de alto nivel de motivación– y una estrategia ambiciosamente desarrollada hacia el cambio, con el fin de lograr la continua adaptación a las distintas circunstancias a las que pueda llegar a enfrentarse en el futuro la organización. Para la medición de los aspectos financieros en general se cuenta con los indicadores financieros, y de la herramienta principal, el presupuesto, se encarga en su fase de elaboración, el proceso presupuestario, y tras ella, el control presupuestario. En cuanto a la medición de los aspectos no financieros, si bien no se llega a determinar cuantificación de importe exacto, las herramientas del cuadro de mando integral o estratégico y los métodos de capital intelectual pueden llegar a analizar cómo se produce una evolución de los mismos. Tras abordar una visión general sobre la definición, ubicación, los aspectos a tener en cuenta, las limitaciones y las nuevas perspectivas que está tomando la función de control de gestión, que nos deberá ir permitiendo responder a las preguntas del ¿cómo vamos?, para pasar a intentar responder a las de ¿a dónde vamos?, y finalmente abordar la más importante, ¿vamos como queremos?, se aborda el proceso desde su inicio, esto es, desde el proceso de planificación y la subsiguiente fase de la preelaboración del presupuesto. Para la toma en consideración de la necesaria conveniencia de iniciar un proceso de planificación en la empresa, baste el dato obtenido de la fuente de estadística pública sobre causas de la quiebra de las empresas en España, donde el 52% están dentro del capítulo de problemas claros de gestión, como causa determinante de las mismas, y un 18% lo están dentro del capítulo de circunstancias del entorno previsibles y que, en los primeros lugares de la escala a mayor desglose, aparecen los aspectos concretos directamente relacionados con la gestión, como baja temporal de demanda, falta de adaptación gerencial, estrategia inadecuada, insuficiente formación técnica, desacuerdo directivo, determinación precio-coste, pérdida de clientes, determinación del precio de venta, y obsolescencia del economistes material productivo, quedando muy al final las causas externas como siniestros, desarrollo de la competencia, obsolescencia tecnológica o alza de precios de materias primas. El proceso de planificación, -entendido como aquel proceso para establecer objetivos ambiciosos pero alcanzables, diseñar estrategias sobre escenarios más probables y determinar acciones a futuro basadas en la selección de alternativas menos probables aunque posibles-, requerirá del esfuerzo colectivo de toda la organización, para así poder llegar a determinar aspectos tan importantes y difíciles de identificar como los puntos fuertes, los débiles y los normales, entendidos como aquéllos que deberíamos tener “en comparación con”. Para ello, se señala la conveniencia de acudir a las fuentes de acceso público de información (Banco de España, Registro Mercantil, INE, D&B, informa, informes sectoriales, etcétera) para poder efectuar tanto comparaciones con el entorno, como poder saber cómo nos ven los demás. Herramientas éstas que nos ayudarán en el proceso de diagnosticar con mayor rigor el punto del que partimos, con el apoyo de un análisis de nuestra evolución histórica y sus causas y adonde deberíamos por lo menos intentar llegar. Este proceso, por tanto, para ser de utilidad, necesitará de las características de ser factible, objetivo, cuantificado, flexible, integrado y participado. Tras la enumeración según las diferentes tipologías de presupuestos, entendidos como plasmación cuantificada de los planes en sus distintos niveles de responsabilidad, (estratégico, táctico, operativo, de operaciones, de capital, financiero, tradicional, base cero, flexible, por actividades, rolling budget, etcétera), hay que enfatizar en la importancia de que al elaborarse, deben cumplir los siguientes objetivos: convertir la ejecución en unidades de medida comparables, proponer metas a los departamentos, coordinarlos, servir de medio de control de las operaciones, facilitar la identificación de desviaciones, asignar responsabilidades, determinar los gastos por actividad, detectar ineficiencias de tiempo y materiales, ser referencia de control, incitar a la decisión y ayudar en el análisis de ratios. Utilizaremos aquéllos que mejor se adecúen a nuestra capacidad de control, ya que no podemos olvidar que “no se puede presupuestar lo que no se vaya a ser capaz de controlar” y que siempre se tendrá en cuenta que “el proceso presupuestario debe conseguir que el sistema genere la liquidez adecuada que permita de forma simultánea la obtención de la rentabilidad necesaria”, en evitación de crecimientos que pongan en peligro la empresa por una mala financiación. En el próximo capítulo se analizará el “cómo estará nuestra empresa en 2008”, en consonancia con los objetivos derivados del mapa y las líneas estratégicas diseñadas. Jorge Rufino Guinot. Colegiado nº 2.100 5 “El proceso presupuestario debe conseguir que el sistema genere la liquidez adecuada que permita de forma simultánea, la obtención de la rentabilidad necesaria”