integración y supranacionalidad sin considerar los

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“INTEGRACIÓN Y SUPRANACIONALIDAD SIN CONSIDERAR LOS
DESARROLLOS EUROPEOS RECIENTES, BASES CONSTITUCIONALES
Y LÍMITES. LA EXPERIENCIA DEL MERCOSUR”
por Daniel Alberto Sabsay
Presentación del Dr. Daniel A. Sabsay en el Simposio "Process of European and
Global Constiutionalization", llevado a cabo en Berlín el 15 de mayo de 1999, en
ocasión del 50º Aniversario de la Constitución alemana.
I.- INTRODUCCION
La voluntad de los países americanos de integrarse a través de diferentes modalidades y para
diversos propósitos no es un objetivo novedoso, han sido numerosas las iniciativas de esa
naturaleza emprendidas desde el Siglo XIX. Sin embargo un balance de las mismas no arroja
resultados demasiado alentadores. En el presente documento comenzaremos observando esos
antecedentes, en particular aquellos que responden a una noción cercana a la idea actual de
integración. Luego, analizaremos al Mercosur en particular a la luz de los instrumentos jurídicos que
regulan su régimen jurídico. Ello nos permitirá, entre otras consideraciones, definir la estructura
orgánica, la distribución de competencias, el proceso para la toma de decisiones, el sistema de
incorporación de las normas y decisiones dictadas por los órganos regionales a los ordenamientos
jurídicos nacionales, los procedimientos para la resolución de posibles controversias, entre otros
caracteres institucionales relevantes. A partir de los elementos que surjan de lo anterior podremos
establecer el tipo de integración que importa el proceso del Mercosur.
A continuación, trataremos de determinar, a la hora actual y más allá de lo contemplado en los
instrumentos jurídicos, cuál es el estado de avance del proceso integrador. ¿Se han cumplido las
metas fijadas en los acuerdos?, ¿qué lugar ocupa el Mercosur en la agenda pública de los países
miembros y qué expectativas y finalidades persigue a través de él cada uno de ellos?, ¿de qué
manera es seguido el proceso desde las opiniones públicas nacionales?, entre otros interrogantes.
Estas cuestiones por su importancia merecen un tratamiento específico, pues su dilucidación
completa el análisis de los componentes institucionales. De este modo se combina lo jurídico con
las vivencias que se derivan de los procesos políticos y de las realidades sociológicas.
Un punto especial estará consagrado al análisis de las constituciones nacionales. Ello, tanto desde
una óptica interpretativa de los textos, como así también a fin de ubicar la importancia que ocupa
este factor constitucional propio a las realidades nacionales internas en la facilitación de la evolución
integradora.
La comparación Unión Europea-Mercosur, merece un tratamiento especial ya que la iniciativa
sudamericana, desde su inicio se vio reflejada y buscó referencias en el proceso europeo de
integración. Creemos que desde el exterior se tiene la tendencia a sobredimensionar la profundidad
de la integración del cono sur sudamericano. Un cotejo que se lleve a cabo a partir de ciertos
aspectos institucionales y políticos permitirá ubicar la adecuada y verdadera magnitud del
Mercosur.
Por último nos concentraremos en a algunas consideraciones que a manera de conclusiones
puedan poner de relieve los principales aspectos derivados de los análisis previos, como así
también efectuar una prospectiva que nos lleve a identificar posibles escenarios futuros.
II.- ANTECEDENTES
Como señalábamos en la introducción el deseo de los jóvenes países latinoamericanos de
encontrar un destino común, se remontan a los comienzos de sus respectivos procesos de
independencia. Bolívar fue sin lugar a dudas el más destacado ideólogo y propulsor de dicha
concepción. Pero, desde una consideración político-cultural más que económica que tuvo una visión
típica de su siglo, hija de la Revolución Francesa y del Iluminismo y con la influencia de la cultura
ibérica. El proyecto nunca superó el nivel de un sueño y aún los países que él había liberado luego
se escindieron en diferentes naciones (Baptista. 1998:25)
A partir de la década del 60 y a tono con la dinámica integradora que se produce en distintos lugares
del mundo, en particular en Europa, en América se producen diversas acciones que le dan un nuevo
ímpetu a la voluntad integradora que estaba latente desde tiempos lejanos. Ahora bien, en esta
oportunidad las iniciativas estarán centradas en el área económica. Esta necesidad ya había sido
manifestada desde mediados de la década del 50 por la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL).
En un principio se trató de proyectos que tuvieron un alcance muy limitado y que no pueden ser
considerados como verdaderamente exitosos. Creemos que un primer antecedente del Mercosur se
produjo con la celebración del tratado de Montevideo de 1960, a través del cual se creó la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (A.L.A.L.C.), a la que en su inicio adhirieron
Argentina, Brasil, Chile, México, Paraguay, Perú y Uruguay y a la que con posterioridad se sumaron
Colombia, Ecuador, Venezuela y Bolivia. Esta asociación propendió a la formación de una zona de
libre comercio a la que se debía llegar en un plazo de 12 años.
A raíz del escaso avance obtenido por medio de la A.L.A.L.C., en 1980 fue firmado un nuevo tratado
en Montevideo, que constituyó la Asociación Latinoamericana de Integración (A.L.A.D.I.), que tenía
por objeto la conformación de un mercado común al que se debía llegar de un modo progresivo.
Asimismo, se determinaba en dicho convenio que el mismo debía propender a la construcción de un
proceso de integración que permitiese promover al desarrollo económico y social armónico y
equilibrado de la región.
Otros países latinoamericanos también emprendieron el mismo camino y así a fines de los sesenta
se conformó el Grupo Andino con la firma del acuerdo de Cartagena que fue celebrado por Bolivia,
Chile, Ecuador, Colombia y Perú. En América Central en 1960, al que se integra Venezuela con
posterioridad (1973) y del que se retira Chile (1976). El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua
firman el Tratado General de Integración Centro-Americana al que luego adhiere Costa Rica .
Asimismo, en 1965 se crea en el Caribe la Asociación de Libre Comercio del Caribe, formada por
Antigua, Barbados y Guaina, la que luego se transforma en la Comunidad del Caribe y en el
Mercado Común del Caribe (C.A.R.I.C.O.M.) que está integrado por casi todos los estados del
Caribe.
En América, a todas estas iniciativas se suman, por una parte, el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (1982) del que son parte Canadá, Estados Unidos de Norte América y México
que tiene como grandes objetivos eliminar las barreras comerciales, promover las condiciones para
una competencia justa, incrementar las oportunidades de inversión y fomentar la cooperación
trilateral, regional y multilateral, entre otras acciones. Por último, no podemos dejar de hacer
mención al proyecto acordado en la Cumbre de las Américas que reunió en 1994, en Miami, a 34
jefes de estado americanos que tiene por finalidad la creación del Area de Libre Comercio de las
Américas (A.L.C.A.). Esta iniciativa se propone el establecimiento de una zona de libre comercio
desde Alaska hasta la Patagonia, la que debería entrar en funcionamiento en el año 2015; no
obstante lo cual, los signatarios asumieron el compromiso de negociar el calendario respectivo
hasta el 2005. El proyecto se propone promover las prosperidad a través de la integración
económica y el libre comercio, combatir la corrupción y el narcotráfico, erradicar la pobreza,
fortalecer la democracia y proteger el medio ambiente.
Nos parece importante tener en cuenta que el Mercosur ha nacido y se desarrolla en el marco de
una tendencia hacia la integración que abarca a todo el continente americano. Dentro de este
ímpetu, la experiencia de los estados del sur de América se destaca por su voluntad -como ya
veremos- de constituir un Mercado Común, característica que como queda visto, la convierte junto al
caso de América Central, en las dos únicas empresas americanas de estas características.
III.- ¿QUE ES EL MERCOSUR?
1) Proceso de formación. Instrumentos constitutivos
Los antecedentes a que se ha hecho referencia influyeron en la creación del MERCOSUR Pero
como bien nos recuerda Moncayo el origen inmediato del Mercado Común del Sur se encuentra en
una serie de documentos y conductas del gobierno argentino y brasileño manifestadas a partir de
1985, luego del acceso al poder de gobiernos democráticos, que tendieron a la formación de un
mercado común. Sus instancias principales fueron:
-
la Declaración de Foz de Iguazú (30/XI/85) que creó una Comisión Mixta de Alto Nivel para la
Integración;
el Acta para la Integración argentino-brasileña y el Programa de Integración y Cooperación
Económica (29/VII/86);
el Acta de Amistad argentino-basileña denominada "Democracia, Paz y Desarrollo (10/XII/86);
el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo entra la República Argentina y la República
Federativa de Brasil (29/XI/98) que dispone la creación de un "espacio económico común"
mediante la remoción de todos los obstáculos tarifarios y no tarifarios al comercio de bienes y
servicios "en un plazo máximo de diez años".
En el período 1984/89 ambos países firmaron 24 protocolos bilaterales. Este proceso dinámico de
integración se confirmó mediante el Acta de Buenos Aires (16/VII/1990), (Menem-Collor de Mello),
por el que se decidió crear un mercado común que debía quedar conformado el 31/XII/94, para lo
que se estableció el Grupo Común Binacional. Poco después, Argentina y Brasil suscribieron y
registraron en la ALADI un Acuerdo de Complementación Económica en el que profundizaron y
sistematizaron los acuerdos bilaterales preexistentes (Moncayo. 1999:5)
Los Estados Partes decidieron constituir un mercado común denominado "Mercado Común del Sur"
(MERCOSUR) con la finalidad de asegurar la libre circulación de bienes, servicios y factores
productivos; el establecimiento de un arancel exterior común y la adopción de una política comercial
común; la coordinación de políticas macroeconómicas y sectoriales entre los Estados Partes y el
compromiso de armonizar sus legislaciones en las áreas pertinentes para fortalecer el proceso de
integración.. El régimen jurídico inicial del MERCOSUR estuvo constituido por un Tratado y cinco
anexos. Estos seis instrumentos internacionales deben ser interpretados armónicamente.
El Tratado de Asunción fija como gran objetivo el de ampliar la dimensión de los mercados
nacionales a través de la integración. Enuncia los Propósitos y Principios del Mercosur (Capítulo I).
Define su Estructura Orgánica. Describe sus órganos, todos ellos intergubernamentales, y sus
funciones (Capítulo II). Determina su vigencia, por tiempo indefinido (Capítulo III). Admite la
adhesión de los demás países miembros de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI),
sujeta a la decisión unánime de los Estados Partes (Capítulo IV) y contempla la posibilidad de
denuncia unilateral (Cap. V).
Contiene disposiciones materiales desarrolladas en los cinco Anexos que regulan un "Programa de
Liberación Comercial" (Anexo I); un "Régimen General de Origen" (Anexo II); la "Solución de
Controversias" (Anexo III); "Cláusula de Salvaguardia" (Anexo IV) y que establecen "Subgrupos de
Trabajo del Grupo Mercado Común" (Anexo V).
2) Marco Normativo
El Tratado de Asunción contempla un período de transición hasta el 31 de diciembre de 1994. El
marco normativo de la integración se completa con la firma de protocolos. El de Ouro Preto
consagró la estructura jurídica del Mercosur y le otorgó personería jurídica internacional, el de
Brasilia estableció el sistema para la resolución de controversias con el propósito declarado por los
firmantes de contribuir al fortalecimiento de las relaciones entre las partes, sobre la base de la
justicia y de la equidad. Este instrumento consagra que las controversias que surjan entre los
Estados partes sobre la interpretación, aplicación o el incumplimiento de las disposiciones
contenidas en el Tratado de Asunción, de los acuerdos celebrados en el marco del mismo, así como
de las decisiones del Consejo del Mercado Común y de las resoluciones del grupo Mercado Común,
serán sometidos a los procedimientos de solución establecidos en dicho protocolo.
Se consagran tres etapas sucesivas en el camino hacia la solución de las controversias:
a) las negociaciones directas;
b) la intervención del grupo Mercado Común; y
c) el procedimiento arbitral.
El marco jurídico básico quedaría incompleto si no hiciéramos referencia a la denominada “cláusula
democrática”. Se trata de una disposición que fue primero objeto de una declaración de los
Presidentes de los países del Mercosur, formulada en San Luis, Argentina y que luego fue objeto de
un acuerdo internacional entre dichos estados lo que le concede al instituto carácter vinculante: A
través de ella se establece que todo país que hubiere abandonado el sistema democrático de
gobierno queda inmediatamente excluido del Mercosur. La modalidad tuve su origen en una seria
crisis institucional ocurrida en el Paraguay y respecto de la cual el claro compromiso de los máximos
mandatarios del Mercosur operó como un importante factor de disuasión para la resolución de la
crisis sin que se viera afectado el sistema político. En el presente año acontecimientos de gravedad
aún mayor que afectaron a ese mismo país, nuevamente encontraron en esta cláusula un
trascendente elemento de contención de las tentaciones totalitarias de nostálgicos de un pasado no
muy lejano que asoló a la nación guaraní.
3) Estructura Orgánica
El Protocolo de Ouro Preto que define la estructura institucional definitiva del siguiente modo:
a) Organos con poder de decisión:
• Consejo del Mercado Común (CMC)
Es el órgano máximo que tiene a su cargo la conducción política del Mercosur y las decisiones
necesarias para la profundización del proceso de integración. Está formado por los Ministros de
Relaciones Exteriores y de Economía, o sus equivalentes de los Estados parte. Sus funciones
principales son:
- Formula políticas y promueve las acciones necesarias para la conformación del mercado
común;
- Crea los órganos que estime pertinentes, los modifica y los suprime;
- Adopta decisiones en materia financiera o presupuestaria;
- Vela por el cumplimiento del Tratado de Asunción, de sus Protocolos y de los acuerdos firmados
en su marco;
- Ejerce la titularidad de la personalidad jurídica del Mercosur;
- Negocia y firma acuerdos, en nombre del Mercosur;
- Se pronuncia sobre las propuestas que le sean elevadas por el GMC;
- Designa al Director de la Secretaría Administrativa del Mercosur;
- Homologa el Reglamento Interno del GMC.
Este órgano tiene ciertos puntos en común con el Consejo de Ministros de la Unión Europea. En
efecto, ambos son de carácter intergubernamental, supranacional y de conducción política ya que
mediante sus atribuciones, son capaces de determinar e influir sobremanera al resto de los órganos
(Pizzolo. 1998:279)
• Grupo Mercado Común (GMC)
Desde el Tratado de Asunción está compuesto por cuatro miembros titulares y cuatro miembros
alternos por cada país, designados por sus respectivos gobiernos, entre los que deben haber
obligatoriamente representantes de los Ministerios de Relaciones Exteriores y de Economía y de los
Bancos Centrales. Funciones Principales:
- Promover proyectos de decisión al CMC;
- Tomar las medidas necesarias para el cumplimiento de las decisiones adoptadas por el CMC;
- Firmar programas de trabajo que aseguren avances para el establecimiento del mercado
común;
- Crear, modificar o suprimir órganos tales como subgrupos y reuniones especializadas;
- Intervenir en el proceso de solución de controversias;
- Resolver sobre los reclamos de particulares;
• Comisión de Comercio del Mercosur (CCM)
Está formada por cuatro miembros titulares y cuatro suplentes por cada estado parte y es
coordinada por los Ministerios de Relaciones Exteriores. Son sus funciones más importantes:
- Asistir al GMC.
- Velar por la aplicación de los instrumentos comunes de política comercial tanto al interior del
Mercosur como con terceros países, con organismos internacionales y convenios comerciales.
- Debe pronunciarse sobre las solicitudes presentadas por los Estados partes relativas a la
aplicación y al cumplimiento del arancel externo común y de los demás instrumentos de política
comercial común.
- Informa y propone al GMC sobre la evolución de la aplicación de los instrumentos comunes,
como así también sobre proyectos de nuevas normas o de posibles modificaciones a las
existentes.
b) Organo de Representación Parlamentaria
• Comisión Parlamentaria Conjunta
Se trata del órgano que representa a los poderes legislativos de los Estados partes y que está
integrado por parlamentarios designados por sus respectivos órganos de conformidad con los
procedimientos existentes en ellos. Debe coordinar la actividad comunitaria con la de legislación
interna y en tal sentido debe hacer lo necesario para agilizar la más rápida puesta en vigencia a
nivel nacional de las normas emanadas de los órganos del Mercosur.
c) Organo Consultivo
• Foro Consultivo Económico-social
Lo integran representantes de los sectores económicos y sociales en un número igual por cada
estado parte. Es su principal función pronunciarse por medio de recomendaciones que son elevadas
al GMC
d) Organo de Apoyo
• Secretaría Administrativa del Mercosur
Tiene a su cargo fundamentalmente los aspectos logísticos y de apoyo administrativo a los
restantes órganos de la organización. Está establecida de forma permanente en la ciudad de
Montevideo, República Oriental del Uruguay.
4) Modelo de integración
El Acuerdo de Montevideo crea instituciones fundamentalmente intergubernamentales. No adopta ni
define ningún órgano comunitario (Moncayo. 1999:7). Esta primera apreciación resulta útil para
entender que el Mercosur no alumbra un orden comunitario. Por otra parte, otra señal importante
para entender este singular proceso de integración está dado por el modo evolutivo que como ya se
ha visto sus miembros le han impreso. En tal sentido, es de destacar que la constitución del
mercado común a que refiere el art´1º del tratado de Asunción es sólo una meta, cuyo plazo se
había determinado para 1994 y que pasados ya cinco años de cumplimiento de dicho plazo, no sólo
éste no ha sido llevado a cabo, sino que es imposible poder vaticinar en la hora actual, una fecha
previsible para que ello ocurra. De alguna manera hoy podríamos decir que nos encontramos frente
a una unión aduanera imperfecta y a una zona de libre comercio incompleta. Estas dos notas que
son mencionadas por la casi totalidad de los responsables gubernamentales, académicos
relacionados con el tema de la integración y demás actores que gravitan en torno a ella, lo único
que hace es describir la más estricta realidad.
La base intergubernamental constituyó una de las notas esenciales que permitió que se diera
nacimiento al Mercosur Todo cambio que se le desee efectuar a este aspecto tan crucial del sistema
necesita de una modificación jurídica profunda que compromete la revisión del Tratado de Asunción.
La misma genera serios temores de que se avance hacia la temática de la supranacionalidad, en
particular de parte del Brasil, gran socio de la coalición. Tal es así que en el lenguaje de los
negociadores se ha preferido emplear el término transnacional, en lugar de supranacional, en la
convicción de que este último importa una clara pérdida de soberanía nacional no querida.
Aclarado pues que el Mercosur conlleva un proceso de integración de características limitadas al
campo de lo intergubernamental, debe necesariamente deducirse de ello, que ninguna de las
normas que le dan sustento, producen una transferencia de atributos propios de la soberanía estatal
a favor de una estructura ubicada por encima de los gobiernos de los estados parte.
5) Mercosur y Unión Europea
La sola lectura de lo expresado en el punto anterior sobre el tipo de integración que importa el
Mercosur, permite por si misma percibir, por la mera oposición, sus diferencias fundamentales con la
Unión Europea. Para entender a la Unión Europea se debe asumir previamente que cada uno de
sus estados miembros han adherido a un modelo integrado de organizaciones internacionales
compuesto por las Comunidades europeas y, por supuesto, a las consecuencias de tamaña
decisión. Es decir, la existencia de un orden jurídico comunitario autónomo, que puede ser invocado
por los particulares y que prima por sobre el derecho interno (de Berranger. 1995: 7).
Por lo tanto las decisiones comunitarias luego de un largo recorrido a nivel de los derechos
constitucionales de sus Estados miembros, tienen una aplicación directa en el interior de los
mismos. Es de destacar que dichas decisiones sólo pueden versar sobre las materias acordadas en
los instrumentos que dan sustento a la comunidad y que en definitiva esas delegaciones de
soberanía son el producto de la voluntad de aquellos mismos que se pronuncian de manera
concomitante, a favor de una merma de los atributos propios, al menos del concepto tradicional de
soberanía estatal.
A partir de los caracteres mencionados se forja una estructura orgánica cuyas decisiones son
tomadas por mayoría y no por consenso o unanimidad como es el caso del Mercosur. Dicha
estructura responde al principio de separación de poderes que debe imperar dentro de toda
democracia constitucional, ya que está integrada por tres órganos independientes y suficientemente
equilibrados en cuanto a prerrogativas y controles recíprocos. En tal sentido, es de destacar la
existencia de un tribunal jurisdiccional de la Unión Europea cuyas potestades le permiten primar por
sobre la jerarquía judicial de cada Estado miembro, como así también, el logro de una jurisprudencia
que va construyendo una interpretación homogénea de la normativa que da vida a la Unión.
Asimismo, la Unión cuenta con un órgano legislativo, el Parlamento Europeo, cuyos legisladores
desde hace más de dos décadas son elegidos de manera directa a través del sufragio de los
electorados de los Estados miembros. Queremos resaltar que a partir de un inicio en que las
facultades del Parlamento fueron francamente débiles, se ha producido una permanente evolución
favorable al crecimiento de las mismas, que hoy le posibilitan contar con un número respetable de
prerrogativas. A nuestro criterio la Comisión Parlamentaria Conjunta del Mercosur, ni siquiera puede
ser considerada como una primera etapa hacia la existencia de un Parlamento, ya que nada tiene
en común con el concepto e implicancias que caracterizan a un órgano de esta naturaleza.
Como descripción de modelo de integración debemos recordar que como bien sostiene Moncayo,
“en el Mercosur no hay transferencia de potestades soberanas. No existen órganos comunitarios en
cuyo seno se verifique una renuncia y atribución de competencias estatales. Existe sí, acuerdo en
ejercer esos atributos soberanos a través de los órganos del Mercosur en modo concentrado y,
podría decirse, simultáneo. El Mercosur no está dotado de órganos supranacionales; no existen en
él instituciones u órganos que posean poderes propios y autónomos. Actúan por medio de
representantes de los Estados Partes y tienen dependencia orgánica y funcional de los entes
estatales. La voluntad y el interés nacional de cada Estado Parte, adecuado y conformado con el de
los otros Estados, se expresa en normas que emanan de los distintos órganos. Todos ellos revisten
carácter "intergubernamental". Esta clara descripción general pone de manifiesto las diferencias con
los aspectos analizados de la Unión.
Una última reflexión comparativa comprende aspectos que se desprenden de la realidad sociológica
de cada uno de los fenómenos que estamos observando. Es decir de qué modo están
comprometidas las comunidades nacionales de los Estados miembros en el curso de acción que
van tomando las respectivas experiencias integradoras, y como ellas entienden que ellas gravitan
sobre sus existencias. Al respecto, creemos que la distancia entre lo que sucede en uno y otro
proceso se ensancha todavía más. Los europeos viven a la Unión como una dimensión que está
muy presente en lo cotidiano de sus vidas. Esto es tan cierto que sus implicancias, en cuanto a
evoluciones institucionales o inclusive a políticas comunes, constituyen temas salientes de las
agendas político-electorales de los respectivos países. Los Estados del Mercosur exhiben una
realidad absolutamente diferente. Lo que acontece con el proceso de integración es una cuestión de
gobiernos, de relaciones exteriores y en última instancia de tecnócratas que negocian, pero que de
ninguna manera provoca pasiones a nivel de las poblaciones y que por lo tanto no está incluido en
las preocupaciones de los políticos, ni entre los temas de interés electoral.
IV.- EL MERCOSUR Y LAS CONSTITUCIONES DE SUS ESTADOS MIEMBROS
1) La dimensión de la cuestión
La problemática que vamos a desarrollar atañe a uno de los aspectos fundamentales del derecho
público de un país, cual es el vínculo entre el derecho interno del mismo y el derecho internacional.
Al respecto, como es bien sabido, se contraponen dos teorías disímiles, el monismo y el dualismo.
La primera ha sido hasta el presente más una aspiración que una realidad, en la medida que
supone la existencia de un único sistema jurídico universal, el derecho internacional, al que los
derechos nacionales deben subordinarse. Mientras que la segunda se pronuncia por la autonomía
de los derechos nacionales en relación con el derecho internacional, imponiéndose un
procedimiento de incorporación específico para que las normas de este último puedan introducirse
en los primeros.
En la actualidad las soluciones que el derecho de los diferentes países democráticos aportan a
nuestra cuestión parecieran situarse en un justo punto medio. Ello como resultado de distintos
procesos que han llevado desde las estructuras estatales a una tendencia favorable a la integración
de las mismas en amplios espacios continentales. Este fenómeno ha traído aparejado un
debilitamiento de la noción tradicional de soberanía, pues la integración desde la óptica del derecho
importa forzosamente la delegación de potestades nacionales a favor de ámbitos supraestatales.
Asimismo, el derecho internacional de los derechos humanos, como producto de una sostenida
labor convencional que se ha venido acentuando desde la finalización de la segunda guerra
mundial, ha adquirido tal virtualidad que muchos de sus contenidos son hoy un sustrato común de la
gran mayoría de los estados del planeta.
Así las cosas, de una primera observación de la situación en cada uno de los cuatro países
miembros del Mercosur, surge una situación de falta de harmonía entre los regímenes
constitucionales de cada uno de ellos. En efecto, es factible efectuar una clasificación que
comprenda a dos grupos. El primero, integrado por Argentina y Paraguay, contempla en sus leyes
fundamentales recientemente reformadas -1994 en Argentina y 1992 en Paraguay- la supremacía
de los tratados por sobre la leyes nacionales, por una parte, y por la otra, disposiciones especiales
a fin de facilitar los procesos de integración regional, de conformidad con las particularidades que
luego veremos. El régimen respectivo de ambos países exhibe prácticamente las misma
modalidades. El segundo grupo de estados se conforma por el Brasil y por Uruguay, países cuyas
cartas magnas no prevén el sistema constitucional mencionado para sus dos socios del Mercosur. A
nuestro entender esta suerte de “piso constitucional” no compartido, constituye uno de los escollos
más importante en la profundización del proceso de integración. Ello dados los desequilibrios,
desconfianzas e inseguridad jurídica en general que el mismo provoca. que nos llevan a dedicarle
una especial extensión al tratamiento de esta materia. Dada nuestra nacionalidad el análisis más
detallado estará reservado al caso argentino.
2) Argentina
La constitución argentina en su versión histórica presentaba una típica concepción decimonónica,
respetuosa de una noción de soberanía estatal propia de aquella época. Sin embargo el transcurrir
del tiempo sin que se produjeran modificaciones formales, había provocado un importante esfuerzo
jurisprudencial, que haciendo pie en una interpretación dinámica de la ley fundamental había
intentado "aggiornar" su texto, pero no sin contradecir, de hecho, algunas de sus disposiciones. La
temática en juego encierra la necesidad de definir aspectos básicos de la organización estatal y de
su derecho. Son ellos la determinación del orden de prelación interno de las normas y actos de
gobierno, la responsabilidad internacional del Estado, la recepción de la evolución que ha sufrido el
concepto de soberanía en el marco de las nuevas relaciones internacionales que llevan a cabo los
diferentes gobiernos, entre otros. Queremos destacar que en la materia la constitución argentina ha
sido objeto de una enmienda mayor. Así, una mera comprobación cuantitativa nos permite apreciar
que la constitución del 53/60 consagraba siete disposiciones a la presente temática, mientras que
hoy ella exhibe once cláusulas sobre este particular.
Comenzaremos con una recapitulación de la situación preexistente a la reforma, para luego analizar
las modificaciones que ella ha materializado. Después trataremos de encontrar principios de
interpretación que permitan compatibilizar las nuevas disposiciones contenidas en la parte orgánica
de la constitución con los artículos que, en la materia, presenta la hoy denominada por algunos
especialistas parte dogmática "antigua", es decir la contenida en los artículos 1 a 35 del texto
constitucional. La cuestión relativa a la jerarquía de los tratados internacionales está prevista en los
artículos 31 y 27. El primero dispone el orden de prelación de las normas cuando expresa que:
"Esta Constitución, la leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso y los
tratados con las potencias extranjeras son la ley suprema de la Nación...", para luego determinar la
preeminencia del derecho federal por sobre el de las provincias. El artículo 27, por su parte,
establece que "El Gobierno federal está obligado a afianzar sus relaciones de paz y comercio con
las potencias extranjeras, por medio de tratados que estén en conformidad con los principios de
derecho público establecidos en esta Constitución".
El derecho comparado exhibe tres posturas en el tratamiento de la presente cuestión, son ellas:
a) Preeminencia de los tratados sobre el derecho interno. Son los casos, entre otros, de las
constituciones de Holanda (arts. 63 y 66), Guatemala (art. 43), Honduras (art. 16) y Colombia en
materia de derechos humanos(art. 93).
b) Preeminencia de los tratados, exclusivamente sobre las leyes internas. Entre muchos otros,
podemos citar a Alemania, Italia, Francia, Grecia, Portugal, España, El Salvador, Costa Rica y Chile.
Sin embargo para los países miembros de la Unión Europea, la evolución del proceso de integración
ha venido de alguna manera a extender esta categoría, posibilitando que el derecho comunitario
prevalezca sobre el texto de las constituciones nacionales.
c) Igualdad de jerarquía de leyes y tratados internacionales. Esta es la solución que presentan los
derechos internos de USA, Venezuela, México y era la que surgía de los textos constitucionales
citados de la ley fundamental argentina.
• El aporte de la jurisprudencia
La jurisprudencia, por su parte, también sufrió una importante evolución. En una primera etapa
aplicó a rajatabla los principios sostenidos por la doctrina mayoritaria de conformidad con lo
expresado con anterioridad. Como leading case de la aplicación del principio de igualdad entre leyes
y tratados podemos citar a los casos "S.A. Martín y Cía. Ltda. v. Nación Argentina" (Fallos de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, 202-356). Allí la Corte dijo que las leyes y los tratados son
calificados en la constitución como "ley suprema de la Nación y no existe fundamento normativo
para acordar prioridad de rango a ninguno (...) que rige, respecto de ambas clases de normas, en
cuanto integrantes del ordenamiento jurídico interno de la República, el principio con arreglo al cual
las posteriores derogan a las anteriores...". Pero, en 1992, la jurisprudencia del máximo tribunal da
un gran vuelco al decidir la primacía de los tratados por sobre las leyes de derecho interno. Se trató
del hoy célebre fallo Ekmekdjián c/ Sofovich (El Derecho, Tomo 148, página 338). Entre otros
considerados la Corte establece "que ... la violación de un tratado internacional puede acaecer tanto
por el establecimiento de normas internas que prescriban una conducta manifiestamente contraria,
cuanto por la omisión de establecer disposiciones que hagan posible su cumplimiento. Ambas
situaciones resultarían contradictorias con la previa ratificación internacional del tratado; dicho de
otro modo, significarían el incumplimiento o repulsa del tratado, con las consecuencias perjudiciales
que de ello pudieran derivarse". Luego se expresa "que la Convención de Viena sobre el derecho de
los tratados -aprobada por ley 19.865- confiere primacía al derecho internacional convencional
sobre el derecho interno. Ahora esta prioridad de rango integra el ordenamiento jurídico argentino.
La convención es un tratado internacional, constitucionalmente válido, que asigna prioridad a los
tratados internacionales frente a la ley interna en el ámbito del derecho interno, esto es, un
reconocimiento de la primacía del derecho internacional por el propio derecho interno. Esta
convención ha alterado la situación que el ordenamiento jurídico argentino contempla en los
precedentes (...), pues ya no es exacta la proposición jurídica según la cual no existe fundamento
normativo para acordar prioridad al tratado frente a la ley. Tal fundamento normativo radica en el art.
27 de la Convención de Viena..." Luego manifiesta "que la necesaria aplicación del art. 27 de la
Convención de Viena impone a los órganos del Estado argentino asignar primacía al tratado ante un
eventual conflicto con cualquier norma interna contraria o con la omisión de dictar disposiciones
que, en sus efectos, equivalgan al incumplimiento del tratado internacional en los términos del citado
art. 27." Luego del anterior se dictan tres nuevas sentencias que no hacen sino confirmar el cambio
operado en la doctrina de la Corte Suprema. Son ellos los casos "Fibraca Constructora..." (ED, 154161) y "Hagelin..." (ED, 158-130). Por último, ya con posterioridad a la reforma se dicta la sentencia
caratulada "Cafés La Virginia S.A."(13/12/94).
Las modificaciones producidas en la convención constituyente del 94 consagran en el texto
constitucional la señalada evolución ocurrida en la jurisprudencia. Para ello se reforma el orden de
prelación de las normas. Asimismo, la realidad actual a nivel de estructuras gubernamentales,
tendiente a asegurar la conformación de grandes espacios supraestatales por la vía de la
integración de las naciones que los conforman, también es objeto de tratamiento. A continuación
desarrollamos los nuevos contenidos por separados:
• Orden de prelación de las normas
Consideramos que se produce un trascendente cambio en nuestra "pirámide jurídica" a partir de la
modificación que sufre el rango que en la misma ocupan los tratados internacionales. Se trata de los
nuevos textos contenidos en dos incisos del art. 75, consagrado a las atribuciones del poder
legislativo. En efecto, una primera prescripción establece el principio general en la materia cuando
expresa que "los tratados y concordatos tienen jerarquía superior a las leyes". Es evidente que esta
disposición se contradice con el ya citado artículo 31 y en particular con el artículo 27. Ello, en razón
que en estos dos últimos artículos, como viéramos, el constituyente se pronuncia por una aplicación
lisa y llana del dualismo (Sabsay. 1995). Esta dicotomía que hoy exhibe nuestra ley fundamental ha
sido la resultante de un proceso de reforma que desde su punto de partida exhibió una notable
contradicción sobre la suerte que correría la parte dogmática. Así en la ley declaratoria de la
necesidad de la reforma, dictada por el Congreso como paso previo a la reunión de la convención
constituyente, determinaba que serían nulas de nulidad absoluta todas las reformas de que pudiese
ser objeto la parte dogmática (artículos 1 a 35). No obstante ello, entre los puntos habilitados para la
reforma se señalaban una serie de cuestiones propias a dicha parte, como el reconocimiento de
nuevos derechos, de partidos políticos y por último, lo relativo a la jerarquización de tratados.
Frente a esta suerte de directivas cruzadas el constituyente se ocupó de la mayor parte de los
puntos señalados, pero al momento de volcarlos al texto constitucional utilizó una singular técnica
legislativa. Entendió que la incorporación lisa y llana en la parte donde correspondía hacerlo, la
doctrinaria, no era posible pues a ello se oponía la ya mencionada prohibición. Por lo tanto, se
decidió a concretarlas en la parte orgánica, entre las atribuciones del poder legislativo. Así a partir
de la facultad que siempre tuvo el Congreso de aprobar o desechar tratados, se establecieron las
nuevas características de los mismos, en relación a las restantes normas del ordenamiento jurídico
nacional. Ahora bien, como tampoco fue posible compatibilizar los artículos pertinentes de la parte
dogmática con los que estamos comentando, ello lleva a una abierta contradicción entre unos y
otros. Si nos atenemos a la disposición citada en este acápite, la cuestión de saber quien es
superior, una ley o un tratado, queda zanjada. En tal sentido creemos que la solución radica en
considerar que este nuevo contenido completa la redacción del artículo 31 de modo que hoy se
deben intercalar a los tratados entre la Constitución y las leyes para determinar la jerarquía de los
mismos.
• Rango especial reservado para ciertos tratados atinentes a derechos humanos
El constituyente ha seguido una corriente que se impone en el derecho constitucional comparado
tendiente a la internacionalización de los derechos humanos. Se trata del fenómeno que Capeletti
ha considerado como la "dimensión transnacional del derecho y la justicia". En tal sentido el ya
citado inciso 22 del artículo 75, se continúa con una lista de dos declaraciones y nueve
convenciones internacionales, todos ellos referentes a cuestiones relativas a derechos humanos.
Así entre otras encontramos a la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, a
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, etc. Pues bien, todos ellos "tienen jerarquía constitucional".
Estos tratados sólo podrán ser denunciados por medio de un procedimiento particular. El mismo
inciso dispone al respecto que "sólo podrán ser denunciados, en su caso, por el Poder Ejecutivo
nacional, previa aprobación de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros de cada
Cámara". Asimismo, el constituyente establece la posibilidad de que otros tratados sobre derechos
humanos puedan adquirir el mismo rango constitucional que los que especialmente enumera. Para
ello, se impone que una vez que sean "aprobados por el Congreso", se los someta a una nueva
votación en la cual será necesario el "voto de las dos terceras partes de la totalidad de los miembros
de cada Cámara para gozar de la jerarquía constitucional". De este modo se le dio jerarquía
constitucional en 1997 al tratado sobre desaparición forzada de personas que se sumó a la
mencionada lista del inciso 22 del artículo 75.
• Delegación de competencias a organizaciones supranacionales a través de
tratados de integración.
El artículo 75 en su inciso 24 dispone la aprobación por parte del Congreso de "tratados de
integración que deleguen competencias y jurisdicción a organizaciones supraestatales en
condiciones de reciprocidad e igualdad, y que respeten el orden democrático y los derechos
humanos. Las normas dictadas en su consecuencia tienen jerarquía superior a las leyes". Esta
disposición tiene en cuenta la evolución operada en el mundo en materia de integración en grandes
espacios económicos. En nuestro caso trata de darle andamiento al Mercosur. Consideramos que la
poco feliz redacción da lugar a dudas sobre el tipo de normas a que se hace referencia en la última
parte de la disposición transcripta. Puede tratarse tanto de las decisiones que tomen las
jurisdicciones supranacionales, en cuyo caso no vemos porque necesariamente todas ellas deban
tener jerarquía supralegal. También podría estarse aludiendo a las normas internas necesarias para
poner en vigencia las normas internacionales. Es de destacar que la mayor parte de los autores
entiende que estaríamos frente a las "resoluciones y medidas" emanadas de los organismos
supranacionales.
La segunda parte del inciso que se comenta se refiere al régimen de aprobación y de denuncia de
este tipo de tratados. En cuanto a lo primero distingue entre los celebrados con Estados de
Latinoamérica o con otras naciones. Para el primer caso la aprobación requiere "la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara". Por el contrario en tanto se trate de
otros Estados, "el Congreso de la Nación, con la mayoría absoluta de los miembros presentes en
cada Cámara, declarará la conveniencia de la aprobación del tratado y sólo podrá ser aprobado con
el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, después de ciento
veinte días del acto declarativo". Más allá de la plausibilidad o no de la casuística planteada,
creemos que el segundo tipo de tratados produce una duda sobre aquellos que sean celebrados
entre países de la primera área y de la segunda. Es de destacar que no se trata de una hipótesis de
probeta, ya que es precisamente la situación que se plantea con una eventual entrada de la
Argentina al NAFTA, organización que cuenta en su interior con la combinación de países de ambas
áreas geográficas.
Por último se determina para la denuncia de este tipo de tratados "la previa autorización de la
mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara". Esta exigencia nos parece
lógica pues guarda una perfecta relación con el sistema de aprobación de estos acuerdos
internacionales.
• Compatibilización de las nuevas disposiciones de la parte orgánica con la de la
"vieja" parte dogmática
La cuestión gira en torno de la vigencia del orden internacional en el orden jurídico interno. Es decir
con qué rango han quedado incorporados los tratados internacionales. Consideramos que el nuevo
orden de prelación de las normas en el orden jurídico interno argentino, ha quedado constituido de
conformidad con los niveles de jerarquía que se establecen en el gradiente que a continuación
transcribimos:
1º.- La Constitución nacional y los tratados sobre derechos humanos enumerados en el inciso 22 del
artículo 75 y los que en lo sucesivo se incorporen de conformidad con el procedimiento especial que
a esos efectos prevé la mencionada cláusula. Respecto a esta categoría es necesario establecer si
se trata de la Constitución misma o si por el contrario, tienen su misma jerarquía, pero sin integrar
su articulado. De todos modos se debe tener en cuenta que ellos integran el derecho interno "en
sus condiciones de vigencia". Es decir que se deben tener en cuenta las reservas planteadas en su
momento, como así mismo la evolución de la citada normativa en el ámbito internacional. Además
de ello el constituyente manifiesta que estas convenciones "no derogan artículo alguno de la
primera parte de esta Constitución y deben entenderse complementarios de los derechos y
garantías por ella reconocidos".
2º.- Los tratados y concordatos en general del inciso 22, 1º parte del artículo 75, como así también
los convenios de integración y las normas que en su consecuencia se dicten, con el alcance que la
jurisprudencia establezca para esta última.
3º.- La legislación nacional
Hasta acá hemos ubicado el orden en que se encuentran las normas federales. En tal sentido, la
reforma aclara la situación imperante en la relación tratado internacional - ley. Ahora, queda claro
que lo dispuesto en el artículo 75, ordena la interpretación del artículo 31 al decidir un nivel superior
de prelación de los tratados por sobre las leyes, estableciendo al mismo tiempo que cierto tipo de
tratados están en el mismo rango que la propia ley fundamental.
4º.- Las constituciones, los convenios internacionales celebrados por las provincias y las leyes
provinciales.
3) Brasil
Brasil reformó su constitución en 1988, poco después de iniciado el proceso de transición a la
democracia de ese país. Si bien para aquel entonces ya se había firmado, como se ha visto, la
Declaración de Foz de Iguazú entre el Brasil y la Argentina, en el que se expresa “la firme voluntad
política de acelerar el proceso de integración bilateral”( Punto 18), faltaban todavía 3 años para la
firma del Tratado de Asunción. Sin embargo los reformadores no previeron normas explícitas en
materia de integración que facilitaran este tipo de procesos, ya sea modificando el orden de
prelación de sus normas internas, dando la posibilidad a órganos internos para delegar facultades
en un orden regional o bien estableciendo un procedimiento que aliviara la incorporación de las
normas que se deriven de decisiones tomadas por una estructura regional.
La observación del texto constitucional pone de manifiesto una situación contradictoria que podría
superar las limitaciones existentes para dar satisfacción al objetivo integrador a partir de una
interpretación dinámica. Así, el art. 4 determina que “La República Federativa de Brasil buscará la
integración económica, política, social y cultural de los pueblos de América Latina, aprobando la
formación de una Comunidad Latinoamericana de Naciones” Ahora bien, a pesar de este gran
principio integrador en otras partes aparecen disposiciones que limitan con vigor la apertura de
mercados. Ello, en razón de que la constitución determina el monopolio nacional en áreas tan
importantes como la minería, el transporte, una gran cantidad de servicios y otras materias y
actividades enumeradas en los arts. 177 y 178.
A esto se suma que en los arts. 22 a 24, consagrados a la distribución de competencias entre los
órganos estatales, no se les confiere a ninguno de ellos la facultad de transferir sus competencias a
órganos supranacionales o comunitarios. Esto hace que en la actualidad la participación del Brasil
en un proceso de integración debe estar necesariamente limitado a una estructura
intergubernamental y no a un sistema de tipo comunitario. Por último, el máximo tribunal
jurisdiccional brasileño y encargado del control de constitucionalidad, el Superior Tribunal Federal,
ha mantenido una jurisprudencia constante de conformidad con la cual sostiene un criterio dualista
por el que se afirma que, internamente prevalece el derecho nacional por sobre el derivado del
Mercosur, en caso de contradicción entre ambos.
Así ha ocurrido en una muy conocida sentencia en la cual el tribunal no hizo lugar a un pedido de
embargo de mercaderías e interdicción de un buque que se encontraba en el puerto de Belén.
Como recuerda Rimoldi de Ladmann, la medida cautelar había sido solicitada en base al protocolo
firmado en diciembre de 1994, que había sido aprobado por el Congreso pero que no fue
promulgado por el presidente. De esta manera ha quedado puesto en evidencia la inseguridad
jurídica del sistema que compromete importantes derechos que están en juego.
4) Paraguay
La nueva constitución paraguaya de 1992, como ya hemos considerado al clasificar a los miembros
del Mercosur con este tema, fija principios muy similares a los de Argentina, que podríamos resumir
en:
-
Primacía de los tratados por sobre la leyes
La constitución impide que el derecho convencional adquiera jerarquía constitucional o
supraconstitucional
Organo concentrado de control de constitucionalidad de tratados y leyes a diferencia de la
Argentina, éste sistema podría favorecer una interpretación dinámica para el proceso integrador.
En lo que hace a los procesos de integración el artículo 145 contempla la posibilidad cuando
sostiene que: la República del Paraguay, en condiciones de igualdad con otros Estados, admite
un orden jurídico supranacional que garantice la vigencia de los derechos humanos, de la paz,
de la justicia, de la cooperación y del desarrollo, en lo político, económico, social y cultural.
Dichas decisiones sólo podrán ser adoptadas por la mayoría absoluta de cada Cámara del
Congreso.
5) Uruguay
Su constitución de 1966 es la más antigua de las cuatro, al menos en lo relativo a este tipo de
cuestiones. Las bases del sistema son las siguientes:
-
-
No está resuelta la relación entre leyes y tratados
Se determina el monopolio en materia de legislación a favor del estado nacional
Se estimula la integración en los campos social y económico para Latinoamérica pero se
establece que la participación del Uruguay se limita a procesos de tipo asociativos y de
cooperación. Se contempla que este país no puede aceptar el carácter imperativo de actos
normativos emanados de órganos supranacionales, lo que contraviene lo previsto en el
Protocolo de Ouro Preto.
Una cláusula determina la defensa que deben dárseles en todo proceso de integración a los
productos y servicios nacionales.
V.- CONSIDERACIONES FINALES
Una primera reflexión nos obliga a convenir de que a pesar de todas las debilidades que ha
manifestado el proceso integrador, como así también de las falencias de su marco jurídico y de la
ausencia de un “piso común” en materia constitucional, la idea integradora en el marco del Mercosur
pareciera no tener retorno.
Esta primera impresión se apoya en las numerosas situaciones críticas que ha logrado sortear la
iniciativa integradora, entre las cuales la última, derivada de la crisis ocurrida en el Brasil a inicios de
1999, puso seriamente en dudas la capacidad de continuidad del proceso. No obstante ello, a
penas apaciguadas las aguas y despejada de sus mayores riesgos la situación económica del
Brasil, todas las voces, en particular la de este país, se alzaron para manifestar la voluntad
inalterada de continuar con el Mercosur.
Ahora bien, estas últimas dificultades ponen de manifiesto con todo vigor la inexistencia de una
estrategia clara que se refleje en normas comunes, susceptibles de poder enfrentar y alertar sobre
situaciones tan graves como es la coordinación de las políticas macroeconómicas de los estados
miembros.
A los temores que existen, en particular en el Brasil, sobre eventuales traspasos de soberanía, debe
aclararse que resulta muy difícil construir escenarios regionales integrados sin que a largo o
mediano plazo dichas transferencias deban tener lugar. Además, es necesario aceptar que dado el
estado mundial actual de organización en bloques comerciales y económicos, las empresas
conjuntas lejos de disminuir las capacidades de los países que las integran, las aumentan. Por lo
tanto si soberanía es el equivalente de fortalecimiento nacional, en nuestra época y para muchas
cuestiones, la transferencia de soberanía vigoriza la protección de los intereses de cada país y su
posición negociadora, lejos de debilitarla.
Sobre esto último creemos que tal como afirma el constitucionalista vasco Jáuregui, la idea de
Estado de Derecho, entendido como abstracción última del poder, sigue siendo perfectamente
válida y continúa plenamente vigente, pero se trata ahora de un Estado de Derecho no asentado
exclusivamente en el Estado-nación. La mutua interrelación entre Derecho comunitario, Derecho
estatal, Derecho regional o federal y Derecho transnacional (por no hablar de Derecho Internacional)
hacen que el poder y la soberanía se compartan entre las diversas instancias y sujetos en función
de los ámbitos materiales de competencia asignados a cada uno de ellos. En este marco el Estado
nacional deja de tener la exclusividad en cuanto soporte de la legitimación y aplicación del Estado
de Derecho.
Creemos que los países del Mercosur deben todavía discutir mucho para aceptar la premisa anterior
y de ese modo poder avanzar. A partir de allí se impone, igualmente comprender, que todo proceso
integrador para que sea exitoso se compone de etapas que llevan a una evolución de las
instituciones comunes y del alcance de la cuestiones a tratar. Dado lo cual, ya que no estamos
frente a un proceso estático, necesariamente, los políticos, pensadores, académicos y demás
actores del proceso de integración, deben reflexionar en todo momento sobre las mejores
modalidades que permitan que se vaya adelantando.
Cierto es que tanto las prioridades de cada país como así también los móviles que han llevado y
llevan a cada uno de ellos a constituir el Mercosur y a proseguir en su marcha se sitúan en distintos
terrenos. Pero, son precisamente esas diferencias las que deben operar como desafíos para
proseguir la marcha.
En el campo institucional regional, resulta de primera prioridad, continuar con las modificaciones que
perfeccionen la autonomía de los órganos del Mercosur, de sus relaciones, como así también del
destino de sus decisiones. La traslación a dicho nivel de los principios que hacen a los fundamentos
del Estado de Derecho, como son la independencia de los poderes y su separación, la concepción
de un orden jurisdiccional propio, entre otros, obligan a redoblar los esfuerzos para que no se
continúe con tamañas desarmonías entre lo que ocurre en el orden regional y en los órdenes
internos. Máxime cuando a estos últimos, a través de la “cláusula democrática”, se les exige
necesariamente un régimen político republicano de corte constitucional.
Asimismo, la búsqueda de un procedimiento permanente para la resolución de conflictos es otra
aspiración que debe tener una resolución que no debería prolongarse demasiado en el tiempo. El
especialista paraguayo González critica con justa razón la precariedad del sistema adoptado en el
Protocolo de Ouro Preto y señala que no constituye la forma más idónea de buscar la solución a las
múltiples controversias que forzosamente se suscitan en un proceso integrador. En primer lugar, es
de destacar el larguísimo procedimiento que debe seguirse ante el Tribunal Arbitral, siempre que las
dos etapas anteriores hayan sido exitosas. En segundo término es indispensable resaltar la total
ausencia de imperio de dicho tribunal y la curiosa solución a la cual llega el Protocolo para la
hipótesis en que uno de los estados no cumpliera el laudo dictado, al disponer que los otros estados
podrán adoptar medidas compensatorias temporarias, tales como suspensión de concesiones u
otras equivalentes, tendientes a obtener su cumplimiento. Esta virtual Ley del Talión resulta
totalmente inapropiada y en particular desventajosa para los países más pequeños.
Al interior de los estados, urge armonizar los sistemas de incorporación de las normas al derecho de
cada uno de ellos, como así también su agilización. La inexistencia de un umbral constitucional
similar entre todos los estados miembros, constituye un elemento cuya modificación no puede
dilatarse de manera indefinida en el tiempo.
Un taller de reflexión convocado en abril de 1999, por el Consejo Argentino para las Relaciones
Internacionales, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, permitió reunir a responsables
gubernamentales del más alto nivel de los cuatro países del Mercosur, conjuntamente con
empresarios y académicos. El documento en el que se recogieron las principales consideraciones
comienza ocupándose del futuro del proceso en si mismo. Allí se expresa que antes de decidir qué
hacer con las instituciones del Mercosur se debe definir una concepción estratégica conjunta del
proyecto. Si se acuerda que es simplemente un proceso de cooperación económica, hay que
trabajar en el perfeccionamiento de las instancias administrativas y de aplicación en los Estados
parte. En cambio si se piensa que el Mercosur debe profundizarse como un proceso de unión
económica e integración política, evidentemente la estructura orgánica funcional actual no es
suficiente y debe darse una reforma cualitativa que profundice la institucionalización.
El impulso que comienzan a tener en los subgrupos de trabajo cuestiones como la del medio
ambiente y la de la calidad de vida, respecto de las cuales se trabaja en propuestas que permitan
dar solución a problemas compartidos, como los son todos los derivados del problema
transfronterizo, permite abrigar esperanzas para el futuro y para otros ámbitos.
El esfuerzo interamericano al que han adherido, entre otros, todos los miembros del Mercosur,
consiste en la conformación de un orden americano común en materia de derechos humanos, que
con la creación de órganos de aplicación, facilita todo el proceso. En efecto, es de destacar que la
Convención Americana de Derechos Humanos, prevé para su aplicación a la Comisión y a la Corte
Americanas, cuyas opiniones y decisiones están generando un ámbito compartido que fomenta la
construcción del Estado Derecho, tanto en sus partes doctrinarias como en el modo de ejercicio del
poder.
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