XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre La potestad punitiva de la Contraloría General de Perú como garante del principio a la buena administración pública Nimrod Enciso Ordóñez La ética y la buena administración pública En principio, toda institución requiere para el cumplimiento de sus metas y la buena gestión, no solo de adecuada planificación, organización, ejecución y evaluación; sino que además, el regirse por un estándar mínimo de valores éticos y comportamientos aceptados por la mayoría de agentes vinculados a ella, como válidos y correctos, a fin de encausar su conducta por la senda que los lleve al cumplimiento honesto de sus fines institucionales. Si ello es así, más aún resulta necesario que en la administración pública, cuyo fin último es alcanzar el bienestar general, corra una fuerte dosis de ética en cada uno de los agentes públicos que colaboran en las distintas entidades que la conforman, pues caso contrario, no se lograría alcanzar una buena administración pública comprometida con el bienestar de la ciudadanía. Contreras (2013) señala que es un requisito sine qua non que el personal que forma parte de la Administración Pública, sea consciente del valor e importancia de contar con una buena administración pública, precisando que en dicha concientización del referido personal “juega un papel importante la ética ya que la buena administración exige, a su vez, determinados comportamientos de los agentes públicos en la forma de tratar los asuntos que son de su competencia.” La ética de la función pública está conformada por los valores morales que permiten al funcionario o un servidor adoptar decisiones y tener un comportamiento correcto en las actividades que le compete realizar en determinado contexto1; en ese sentido, la ética y la buena administración pública, se encuentran vinculados pues la carencia de la primera, indiscutiblemente no permitiría la obtención de una administración pública correcta y eficiente, sea cual fuere la forma de gobierno donde se encuentra estructurado. El entonces Defensor del Pueblo Europeo, Diamandouros (2013), ha señalado que “para que la administración pública sea eficiente necesita una dimensión ética”. En otras palabras, el comportamiento de los funcionarios en su trato diario con los ciudadanos y otros funcionarios afecta profundamente a la cultura administrativa, por medio del cual el Estado se relaciona y se compromete con la sociedad. Por ello se requiere que los administradores públicos sean hallados leales, no a sus propios intereses, sino al interés público en estricto, de modo que para alcanzarlo necesariamente sigan los valores éticos que les permitan guiar su conducta al fin colectivo y respeto al ordenamiento jurídico que les resulta aplicable, trabajando legítimamente como servidores idóneos al buen funcionamiento de la organización pública al cual sirven, sin aprovecharse de su cargo en beneficio propio o de terceros. 1 Respecto a las nociones básicas que se debe tener sobre la ética, Hernández (2011, 82), señala que etimológicamente la palabra ética tiene su origen en la palabra griega ethos, que viene a expresar la costumbre, el modo habitual de obrar, y desde un punto de vista sustantivo, la ética se refiere al estudio filosófico de la acción y la conducta humana analizada en su conformidad o no con la recta razón; de modo que lo define como el conjunto de principios y normas morales que regulan las actividades humanas de acuerdo a la recta razón, transformándose luego a un principio rector tanto de la función pública, como de la vida de las personal en cualquier sociedad democrática. 1 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Ahora bien, para darle carácter de coercibilidad, los valores éticos que rigen la función pública han sido recogidos en textos normativos denominados códigos de ética de la función pública2, que son un sistema de principios, deberes y prohibiciones éticos de carácter obligatorio que regula la conducta de los servidores públicos a fin de que actúen con probidad durante el desempeño de su función. A un mayor nivel, el artículo 2° de la Constitución Política de la República de Venezuela de 1999, señala que como un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de la ética. Asimismo, la Constitución de la República de Colombia de 1991, en su artículo 209° señala que la función administrativa del Estado está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con fundamento en determinados valores supremos, como son los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía, celeridad, imparcialidad y publicidad3. Lo anterior nos permite afirmar que la ausencia de ética en el sector público, se manifiesta en la presencia de corrupción y carencia de resultados dentro de las instituciones, lo cual deriva en negativas consecuencias para la sociedad. Pero la promoción de un trabajo ético y responsable no solo se debe restringir a las administraciones Estatales e infra Estatales, sino en aquellas organizaciones internacionales, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de quien se ha comentado la necesidad de un cambio estructural para hacerlo más efectiva. Al respecto, Yuri G. Mantilla, profesor en Derecho Internacional de Liberty University School of Law, afirmó este 11 de febrero de 2015, en una transmisión radial en Centroamérica, que uno de los más grandes escándalos de corrupción de este siglo ocurrió en el programa de la ONU denominado Petróleo por Alimentos de las Naciones Unidas (PPA) para Irak, donde altos funcionarios fueron acusados de corrupción, al hablarse de más de 20 millones de dólares usados para sobornar a funcionarios. En ese sentido, es cierto aseverar, que en todo trabajo humano, individual u organizacional, el fundamento ético es esencial para el éxito de las naciones, y cuanto más para las entidades públicas que la integran, cualquiera fuera el nivel de gobierno que se ubican. No olvidemos que aquellos quienes se encuentran a cargo de los órganos de gobierno y/o dependen funcional o administrativamente de ella, no solo ostentan puestos de poder, sino que además de servicio, de modo tal que los ciudadanos y organizaciones civiles demandan de ellas, un correcta administración pública, no solo entendida como un bien jurídico digno de tutela jurisdiccional en el fuero penal, civil o cuasi jurisdiccional, sino que elevándose, es reconocida como un principio de orden constitucional y derecho fundamental. De modo que si algún ciudadano quiere ingresar al servicio público, debe presentar sus aptitudes y habilidades al servicio de la nación, siguiendo un código de ética; en otras palabras, sometiéndose como servidor a la obediencia de las normas y principios que rigen la buena administración pública. 2 En el Perú, mediante Ley Nº 27815 del 12 del agosto de 2002, se promulgó la Ley del Código de Ética de la Función Pública. En Argentina la Oficina Nacional de Ética Pública crea el Código de Ética de la Función Pública, aprobada por Decreto Nº 41/1999 del 27 de enero de 1999. Asimismo está la Ley 25.188 – Ley Nacional de Ética Pública del 29 de setiembre de 1999. En Venezuela, mediante Gaceta Oficial 40.314 de 12 de diciembre de 2013 se emitió el Código de Ética de las Servidoras y Servidores Públicos. 3 Con similar criterio, la Constitución de la República del Ecuador, precisa en su artículo 120°, respecto a la función pública, que aquella constituye un servicio a la colectividad, que exigirá capacidad, honestidad y eficiencia. 2 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre En efecto, es de vital importancia considerar que el ejercicio de una administración pública correcta, no solo deba preocupar al gobierno, sino al ciudadano y a la población en su conjunto, quienes voluntariamente cedieron poder – parte de ella – al Estado, para que los gobierne, administre, juzgue y legisle su diario vivir. Dicho elemento humano del Estado, por un lado espera que quienes sirvan en la administración pública lo hagan con eficiencia y honestidad, reprochando todo acto de corrupción, asimismo, otra facción otorga apoyo a la prevención y lucha en forma eficaz de este flagelo. En sí, esta labor de combate contra la corrupción en la administración pública, sigue siendo un problema complejo y organizado, que no solo requiere del papel activo del gobierno, a través de sus órganos de control y prevención del delito, sino que necesita de la participación y cooperación conjunta de la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales y comunitarias, para que sumen esfuerzos en combatir este mal mundial4. El derecho a una buena administración pública no es una expresión romántica, insustancial ni una entelequia, sino un concepto jurídico reconocido en varios ordenamientos normativos del globo, y que genera una serie de obligaciones jurídicas, susceptibles de ser tuteladas en caso de ser vulnerados, así como de exigir su cumplimiento por diversas vías legítimamente establecidas. Cabe resaltar que la Unión Europea ha consagrado el derecho a la buena administración en el artículo 41° en la Carta de Derechos Fundamentales, escrito de la siguiente manera: “Artículo 41 – Derecho a una buena administración 1. Toda persona tiene derecho a que las instituciones y órganos de la Unión traten sus asuntos imparcial y equitativamente y dentro de un plazo razonable. 2. Este derecho incluye en particular: - el derecho de toda persona a ser oída antes de que se tome en contra suya una medida individual que le afecte desfavorablemente, - el derecho de toda persona a acceder al expediente que le afecte, dentro del respeto de los intereses legítimos de la confidencialidad y del secreto profesional y comercial, la obligación que incumbe a la administración de motivar sus decisiones. 3. Toda persona tiene derecho a la reparación por la Comunidad de los daños causados por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de conformidad con los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros. 4. Toda persona podrá dirigirse a las instituciones de la Unión en una de las lenguas de los Tratados y deberá recibir una contestación en esa misma lengua.” Asimismo en España, tal como afirma el profesor Solé (2012, 309), de manera implícita se encuentra reconocida el deber jurídico de la buena administración en la Constitución de 1978, en los arts. 9.3 (principio de interdicción de la arbitrariedad), 31.2 (principios de economía y eficiencia en el gasto público) y 103.1 (principios de objetividad, coordinación y eficacia) y que afecta a todo desarrollo de la función administrativa. Por su parte, la Ley 26/2010, de 3 de agosto, sobre el Régimen Jurídico y de Procedimiento de las Administrativas Públicas de Cataluña, recoge explícitamente en su artículo 22° un derecho a una buena Administración. 4 Cabe resaltar que en el caso peruano, el equipo de PROÉTICA creó la Red Nacional Anticorrupción - RNA, que está conformada por ciudadanos y organizaciones que realizan acciones en prevención de la corrupción en sus distintas localidades, para lo cual forma líderes en cada región del Perú en la Escuela Nacional Anticorrupción; además del acompañamiento y asesoramiento de núcleos regionales en sus iniciativas locales contra la corrupción, así como el otorgamiento de cierto financiamiento. Este trabajo se da como respuesta a la desconfianza, indiferencia y falta de formación que se manifiesta en la sociedad civil frente a la lucha contra la corrupción. Para una mayor información de sus labores y logros, puede revisar el libro denominado “Uno más uno. Red Nacional Anticorrupción en el Perú”, cuya versión digital se puede obtener de la página web: www.proetica.org.pe. 3 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre En Latinoamérica, si bien las Constituciones de los países que la conforman no han recogido de forma expresa el derecho a la buena administración y el deber jurídico derivada del mismo para la Administración; no obstante ello, se puede desprender del contenido de las normas que desarrollan el funcionamiento y organización de sus propias Administraciones Públicas. En el caso Chileno, el artículo 38° de la Constitución Política dispone que toda persona que es lesionado en sus derechos por una mala práctica de la administración pública, tiene la facultad de reclamar ante los tribunales que determine la ley, sin perjuicio de la responsabilidad que pudiere afectar al funcionario que hubiere causado el daño, de donde se puede colegir el derecho de la ciudadanía de contar una administración pública eficiente y a la reparación de los daños ocasionados por sus actuaciones. En la Constitución del Ecuador, prescribe como deber primordial del Estado garantizar la administración pública libre de corrupción5. En cuanto a la Constitución Política del Perú, en el Capítulo IV del Título I, consagra la buena administración como un principio constitucional, implícitamente reconocido y necesario del propio Estado de Derecho para asegurar una paz jurídica duradera6. En efecto, en el Derecho nos encontramos con “principios no positivizados”, que no se encuentran recogidas en normas escritas, sino en las reglas del Derecho Natural, de modo que pertenecen de forma imperiosa a cualquier ordenamiento jurídico digno de tal nombre. En palabras Del Vecchio, citado por Lopez (1992) estos principios son “elementos lógicos y éticos de derecho, que por ser racionales y humanos, son virtualmente comunes a todos los pueblos”. El principio constitucional de buena administración pública, en específico se encuentra en el artículo 39º de la Constitución Política del Perú, que señala: “Todos los funcionarios y trabajadores públicos están al servicio de la Nación...”, de modo que se encuentran censuradas todas aquellas actuaciones que pongan en peligro el regular cumplimiento de los deberes funcionales de los servidores públicos y el buen funcionamiento de la administración pública, para con el órgano de la administración, la comunidad y el Estado, en donde prevalece el principio de buena administración. Sostiene por tanto el Tribunal Constitucional en su Sentencia recaída en el Expediente Nº 00017-2011PI/TC de 3 de mayo de 2012, que este “Tribunal ha entendido que detrás de las disposiciones de dicho capítulo de nuestra Constitución y en especial del artículo 39º de la Constitución (…), subyace el principio de “buena administración” (Cfr. Exps. Nsº 2235-2004-AA/TC; 2234-2004-AA/TC).” 5 Constitución Política de la República del Ecuador Art. 3.- Son deberes primordiales del Estado: - Fortalecer la unidad nacional en la diversidad. - Asegurar la vigencia de los derechos humanos, las libertades fundamentales de mujeres y hombres, y la seguridad social. - Defender el patrimonio natural y cultural del país y proteger el medio ambiente. - Preservar el crecimiento sustentable de la economía, y el desarrollo equilibrado y equitativo en beneficio colectivo. - Erradicar la pobreza y promover el progreso económico, social y cultural de sus habitantes. - Garantizar la vigencia del sistema democrático y la administración pública libre de corrupción. 6 En ese sentido, Ponce (2007, 243) ha señalado que el Tribunal de Primera Instancia Europeo en su sentencia del 30 de enero de 2002 (Caso T-54/99, Max. mobil Telekommunikation Service GmbH. v. Commission), precisó que el derecho a una buena administración es “uno de los principios generales que son observados en un Estado de Derecho (governed by the rule of Law) y son comunes a las tradiciones constitucionales de los Estados miembros”, de conformidad al mencionado artículo 41 de la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, que reconoce expresamente el derecho a la buena administración. 4 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre A su vez, agrega dicha sentencia en su fundamento 16 que “… no solo cabe considerar que el buen funcionamiento de la Administración Pública constituye un bien de índole constitucional cuya protección podría justificar la intervención del Derecho penal, sino que el propio combate contra toda forma de corrupción goza también de protección constitucional, lo que este Tribunal ha deducido de los artículos 39º y 41º de la Constitución…” Lo expuesto se encuentra en estrecha relación con el Preámbulo de la Convención Interamericana contra la corrupción, la cual establece que: “la Democracia representativa, condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región, por su naturaleza, exige combatir toda forma de corrupción en el ejercicio de las funciones públicas, así como los actos de corrupción específicamente vinculados con tal ejercicio”. La corrupción, entendida en un sentido amplio, atenta frontalmente contra el principio a la buena administración, ya que los malos servidores, en colusión con empresas privadas, grupos políticos, particulares y organizaciones civiles, soslayan el mismo desviando los recursos públicos para sus interés particulares u otros fines al cual han sido destinados, o aprovechándose de sus atribuciones, se valen para favorecer indebidamente a ciertos agentes de gobierno, dar ventajas ilícitas a los particulares vinculados con ellos, en las operaciones y procedimientos que dirigen. Sin embargo la corrupción no es una patología oriunda de las administraciones de Latinoamérica, sino, constituye un fenómeno amplio y global que comprende tanto las actividades de los particulares como los agentes públicos, en una red compleja, y no simplemente un tosco saqueo de los fondos públicos por parte de ciertos empleados públicos, como comúnmente se estila definirla. Sobre el respecto, el historiados peruano Quiroz (2013), define la corrupción, luego de análisis concienzudo de diversos juicios emitidos por estudiosos sobre la materia, como “el mal uso del poder político-burocrático por parte de camarillas de funcionarios, coludidos con mezquinos intereses privados, con el fin de obtener ventajas económicas o políticas contrarias a las metas del desarrollo social mediante la malversación o el desvió de recursos públicos, junto con la distorsión de políticas e instituciones”. Con relación a tales funcionarios y servidores públicos, tenemos que han abandonado su primer deber, que es ejercer la función pública de manera honesta y leal, siguiendo el debido procedimiento, como garantía del ciudadano al derecho de una buena administración7. El control de la administración pública La teoría del control de la Administración Pública, es una institución del cual se ocupa, entre otras ramas de las ciencias sociales, el Derecho Público, y en particular el Derecho Administrativo 8. Dentro de la administración pública, cumple el sistema de control un rol resaltante, de modo que la función contralora actúa en buena medida como factor de garantía de las responsabilidades que tiene el Estado en las diferentes manifestaciones del uso del poder, es un promotor de una eficiente y transparente administración. 7 El debido procedimiento, es un principio comúnmente reconocido por las legislaciones; y en el Perú, se encuentra literalmente consagrado por el numeral 1.2 del artículo IV de la Ley Nº 27444-Ley del Procedimiento Administrativo General, el cual establece que los administrados gozan de todos los derechos y garantías inherentes al debido procedimiento administrativo, comprendiendo este derecho a exponer sus argumentos, a ofrecer y producir pruebas y a obtener una decisión motivada sujeta a derecho. 8 La Ciencia Política, a través del estudio del control del poder público; así como la Economía, la Sociología, entre otras ramas de las Ciencias Sociales, tienen entre sus áreas de estudio el control de las actuaciones del Estado. 5 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre En ese sentido, si bien la Administración ejerce distintas funciones administrativas como expresión del poder público, a través de los funcionarios y servidores que la conforman, es también cierto que ello no significa una autarquía por parte de éstas, sino por el contrario, que solo podrán realizar actuaciones que se encuentren expresamente delegadas (manifestación positiva del principio de legalidad), y de otro lado, la discrecionalidad administrativa en los casos en que una norma los faculte; por tanto, deberán conducirse de manera armónica a los fines estatales, y regir sus decisiones – en todo tiempo – en beneficio de la colectividad, así como responder por sus decisiones. Quien monitorea el cumplimiento de lo anteriormente expuesto, evidentemente cae en primer lugar en las propias entidades, mediante el uso del control interno, dirigido por los respectivos Titulares de cada entidad administrativa. En relación a dicho tema, Vidal (2005) estudiando el enfoque de los autores franceses Guy Braibant, Nicole Questiaux y Céline Wiener sobre el control de la administración y la protección de los ciudadanos, señala que el punto central del control es impedir la arbitrariedad administrativa, toda vez que las Administraciones Públicas se encuentran sujetas a determinadas reglas de acción que al mismo tiempo, se convierten como garantías de los ciudadanos, frente al abuso de poder público y el buen funcionamiento de los servicios públicos. No obstante, la afectación al derecho a la buena Administración Pública ha evolucionado, de modo que servidores y funcionarios públicos amantes de sí mismo, de ganancias deshonestas y/o intereses de interpósita persona, se apresuraron en innovar formas complejas y organizadas para aquejarla, y en vez de fortalecer la correcta administración, se apartan de ella. Asimismo, se advierte que con el fin de emitir actos que defraudan los intereses públicos, han generado el advenimiento de nuevas fenómenos que merman el buen funcionamiento de la Administración Pública, de modo que el control no solo debe enfocarse en arbitrariedades administrativas, sino en aquellos actos que con apariencia de legalidad, vulneren los derechos y valores supremos que guían la convivencia pacífica y armónica de la población, cuyos intereses tutela el Estado. En consecuencia, el control en la administración pública no puede quedarse con los brazos cruzados; por el contrario, toca a aquellos que tienen poder de decisión, aplicar nuevas políticas públicas y emitir cuerpos normativos eficientes y más audaces para sanarla; otorgando facultades suficientes a las instituciones que tienen potestad de realizar la función de control, con el fin de tutelar el principio y derecho de la buena administración. En ese sentido, no solo se necesita de instituciones que alcen su voz fuerte para aconsejar y protestar, sino de instituciones con potestad punitiva para sancionar a los funcionarios y servidores públicos, cualquiera fuere su régimen de contratación o vinculación con el Estado, cuando comprueben su responsabilidad administrativa, civil o penal, en hechos no lícitos9. En virtud de lo expuesto, tengamos en cuenta que el Estado tiene una “función contralora” de sus propios actos, que consiste en la supervisión y fiscalización de las decisiones, actuaciones materiales, contratos, concesiones, uso de los recursos públicos, actos de administración interna, y demás expresiones y actuaciones administrativas realizadas por las entidades públicas. 9 Los particulares, en calidad de ciudadanos, administrados, contratistas o beneficiarios, también podrían ser pasibles de sanción si sus conductas coadyuvaron o generaron afectación a la correcta administración pública, como se advierte en el fuero penal, en delitos comunes contra la administración pública donde el sujeto activo no deba ser calificado (usurpación de funciones; ostentación indebida de distintivos de función pública, grado académico, titulo profesión u honores; violencia o resistencia a la autoridad; cohecho, etc.). 6 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Linares (2007) ha señalado con relación a la función contralora, que esta consiste en la vigilancia traducida en actos administrativos y de administración, sobre actos de conducta de la Administración, o de los administrados que se encontraban vinculados o relacionados por éstas, a fin de verificar la legalidad, oportunidad o conveniencia de tales actos. En base a las consideraciones anteriormente expuestas, cabe acotar que dentro de la concepción de un Estado de Derecho, la Administración Pública en el cumplimiento de sus funciones, de manera concreta la función administrativa, se encuentra sujeta a frondosos mecanismos de control10, entre estos, las que ejercer las Entidades Fiscalizadoras Superiores (EFS), quienes realizan el control gubernamental de las entidades públicas. El control gubernamental es una expresión del principio de rendición de cuentas (accountability) al que se encuentran constreñidas las Administraciones Públicas. Sobre el respecto, Guichot (2012, 314) al analizar el derecho administrativo global, precisa que existe principios comunes a las instituciones administrativas, como es la transparencia, la participación, el control y sobre todos, el de redición de cuentas. En razón de dicho principio, es deber de los funcionarios y servidores públicos, dar cuenta ante las autoridades competentes y la ciudadanía por el uso de los fondos y bienes del Estado a su cargo, así por el cumplimiento de los objetivos institucionales; en síntesis, exigir que se dé una explicación de lo que se ha hecho o dejado de hacer. En ese sentido, considerando que es necesario contar con una buena gestión pública, la transparencia en la utilización de los recursos públicos y la recta actuación de los funcionarios en el uso de sus potestades administrativas, se ha creado en la mayoría de los países del globo, las Entidades Fiscalizadoras Superiores con denominaciones particulares, como Contralorías de la República o Tribunales de Cuentas11, con la finalidad de ser los entes rectores del control gubernamental de índole administrativo-financiero, que consistente en la supervisión, vigilancia y verificación externa de los actos resultados de la gestión pública y el buen uso de los recursos públicos. La existencia del órgano de control externo es señal de un mayor grado de evolución democrática, dado que un Estado no fiscalizado en un Estado antidemocrático, que esconde a la ciudadanía la gestión que ha realizado de los recursos públicos y los fondos provenientes de las contribuciones de la población. Es así que por ejemplo, el 5 de mayo de 1928, mediante Ley Orgánica, es creada la Contraloría General de la República en Bolivia12, en aplicación de las reformas sugeridas por la banca neoyorquina, a través de la comisión Kemmerar. 10 Al respecto, Guzmán (2013, 21 y 22) señala, que la función pública se encuentra sometida a múltiples mecanismos de control, de los cuales el Poder Judicial y el Parlamento son las que desempeñan funciones matrices de control. Sin perjuicio, añade la labor de control administrativo que realiza la Contraloría General de la República, entre otras instituciones, y el control social o ciudadano, ambos importantes modalidades de control como los primeros. 11 En el libro “Historia de la Contraloría en Bolivia”, págs. 119 y 120, Editora Presencia, agosto de 2012, el autor indica sobre las Contralorías u Órganos de Control en América Latina, que coexisten tres (3) formas de Control Gubernamental o Fiscalización, están los Tribunales de Cuentas como órganos independientes, están las Contralorías con sus competencias definidas y separadas del ejecutivo y finalmente están los Órganos Mixtos que no son tribunales y tampoco Contralorías. Países como Paraguay, México, Ecuador, Panamá, Cuba, Nicaragua, Chile, Venezuela y Colombia, mantiene las características de Contraloría, en cambio Brasil, Honduras, Argentina, Uruguay, El Salvador, tienen Tribunales de Cuentas o modalidades aproximadas a ello. De acuerdo a la particularidad de sus legislaciones algunas de las entidades de Control Gubernamental tiene sistemas mixtos con combinaciones que exponen el destino de sus informes hacia el ejecutivo o hacia sus congresos. 12 El Congreso Nacional del Estado de Bolivia decretó en el artículo primero de dicha Ley Orgánica del 5 de mayo de 1928: “Créase una oficina de contabilidad, estadística y contralor fiscales que se denominará “Contraloría General”. Esta oficina administrativa será independiente de todos los ministerios y de las demás oficinas del Estado; pero sujeta al Presidente de la República.” 7 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre En cuando al Estado peruano, de la misma manera que en el caso boliviano y otros países de Latinoamérica, mediante Decreto Supremo de 26 de setiembre de 1929 se creó la Contraloría General de la República, como una instancia de supervigilancia de todas las operaciones financieras del Estado. Teniendo como base dicho cuerpo normativo, el 28 de febrero de 1930, el legislativo promulgó la Ley Nº 6784, que oficializó la creación de la Contraloría General de la República, como dependencia del entonces Ministerio de Hacienda, siendo nombrado como primer contralor general, Ricardo Madueño y Rosas. Actualmente el ente rector de control se rige por la Ley N° 27785 – Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control y de la Contraloría General de la República. El gobierno venezolano con el apoyo de Colombia, quien siguiendo las recomendaciones de la comisión Kemmerar instituyó su entidad contralora, paso a crear la Contraloría General de la Nación a través de Ley Orgánica de Hacienda Nacional de 15 de junio de 1938. Posteriormente se pasó a denominar también Contraloría General de la República, siendo que la vigente norma emitida por el legislador venezolano ha establecido que los órganos que conforman el Sistema Nacional de Control Fiscal tienen como finalidad el buen funcionamiento de la Administración Pública, entre otros13. El control interno y externo Respecto a la clasificación del control de la Administración Pública, no existe una forma pétrea, sino que puede ser clasificado desde diversos ángulos y enfoques; en tanto para el presente trabajo, lo hemos dividido en virtud a la vinculación del ente contralor y sobre los cuales realizará control; es decir: i) control interno y ii) control externo14, agrupando de esta manera a todos los actores que realizan dicha función contralora. Con similar criterio, pero con sus particulares matices, Araujo-Juárez (2012, 68-80), indica sobre la teoría del Control Público de la Administración del Estado, que la clasificación del control puede realizarse, entre otras modalidades, por la relación de los órganos entre los cuales se establece la actividad de control. Así tenemos desde dicho punto de vista: Control intraórgano, control interórgano, y control extraórgano15. Por su parte, Abruña (2010) en una importante obra sobre le delimitación jurídica de la Administración Pública en el ordenamiento peruano, señala que toda Administración Pública del Estado democrático se encuentra sometida al control, entre las cuales ha previsto que realizan el control externo el Parlamento mediante el control político, y el Poder Judicial, con el control jurídico; además de dos organismos constitucionales que controlan externamente la Administración Pública, que es la Defensoría del Pueblo y la Contraloría General de la República; e internamente cada administración pública cuenta con órganos especializados para realizar esta tarea. 13 Artículo 4 de la Ley Orgánica de la Contraloría General de la Republica y el Sistema Nacional de Control Fiscal, Gaceta Oficial Nº 6.013, de 23 de diciembre de 2010. 14 Sobre este sub tema, cabe aclarar que esta división del control en la Administración Pública, ha tomado como referencia la clasificación utilizada comúnmente por el Entidad Fiscalizados Superiores-EFS, en la labor de control administrativafinanciera, que realizan: control interno y control externo; no obstante, en cuanto a la segunda forma, para el presenta análisis resultaría más amplia dado que abarcaría todas aquellas instituciones (de competencia nacional e internacional) que cumplen la labor de control, no solo financiero, sino en todas sus modalidades. 15 Dicha clasificación se puede resumir en los siguientes términos: a) Control intraórgano, que hace referencia a los controles internos o que operan dentro de una misma estructura orgánica; b) control interórgano, que resulta de las relaciones que se establecen entre diversos sistemas orgánicos cooperantes en la gestión pública, pero ya no en el interior del órgano, como el Defensor del Pueblo; y c) Control extraórgano, que se da desde afuera de los diversos sistema orgánicos. 8 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre i. Control Interno El control interno es el conjunto de acciones, actividades, planes, políticas, normas, registros, organización, procedimientos y métodos, incluyendo la actitud de las autoridades y el personal, organizada en cada entidad del Estado, y utilizada para proporcionar una garantía razonable del cumplimiento de los objetivos institucionales establecidos por el titular o funcionario designado16. En ese sentido, no podría considerarse al Control Interno como un fin en sí mismo, pero si como un medio para el alcance de los objetivos de cada entidad pública, en tanto que la ausencia de control interno conllevaría inevitablemente al fracaso de los mismos. Por lo expuesto, resulta de suma importancia que los funcionarios públicos, deben implantar un sistema de control interno adecuado y efectivo en sus organizaciones, así como su continuo monitoreo, dado que es su responsabilidad el gestionar adecuadamente la entidad o unidad orgánica encargada, de tal manera que garantice la materialización y alcance de los objetivos institucionales en el tiempo oportuno, la cual responde a una gestión por resultados. El control interno se encuentra básicamente a cargo de las propias entidades integrantes de la administración pública, dirigido por: a) Los titulares y los superiores jerárquicos sobre los órganos de nivel inferior; b) Los mismos funcionarios y servidores responsables de sus respectivos órganos o unidades orgánicas (ver el organigrama del cada entidad) que la conforman, y c) El control por órganos o agentes inferiores al controlado, como el caso de denuncias hechas por servidores públicos a sus superiores jerárquicos de actos que mutilan derechos o afectan el interés de la colectividad17. Dicho control se realiza mediante mecanismos de prevención, lineamientos, procedimientos, capacitación, investigación y detección de deficiencia y desviaciones de conductas que vulneran el buen gobierno, los valores éticos públicos, el alcance de las metas institucionales y cumplimiento del orden normativo, implantando correctivos para su mejoramiento. Sobre el respecto, es importante indicar que en la XXIV Asamblea General de la Organización Latinoamericana y del Caribe de Entidades Fiscalizadores Superiores - OLACEFS (2014), realizado en la capital arqueológica de América, se desarrollaron importantes temas técnicos sobre el control y fiscalización de los recursos público, entre estos, sobre el control interno desde la perspectiva de transparencia y la rendición de cuentas, donde se explicó que existe consenso entre las Entidades Fiscalizadoras Superiores, que la implantación del sistema de control interno es responsabilidad de las entidades, considerando como principal referencia el modelo COSO 2013 y sus consecuentes modificaciones18. 16 En similar sentido, los Lineamientos para las Normas de Control Interno del INTOSAI, señalan referente al control interno que: “… es una herramienta gerencial usada para brindar una seguridad razonable de que los objetivos gerenciales están siendo alcanzados”. 17 Tengamos en cuenta que también las instituciones que conforman el Sistema Nacional de Control, dirigidos por la Contraloría General, al realizar el control externo del uso de los fondos públicos, evalúan el sistema de control interno de la entidad controlada a fin de detectar las debilidades de control y recomendar acciones con el objeto de fortalecer el control y mejorar las operaciones institucionales. Al respecto la Organización Internacional de Entidades Fiscalizadora SuperioresINTOSAI ha señalado en un trabajo denominado “Control Interno. Brindando las bases para la rendición de cuentas en el Gobierno” (2001, 4), que: “La mayoría de las entidades gubernamentales también son auditadas por una entidad de auditoría externa. Este auditor externo le informa y es designado a menudo por el cuerpo de vigilancia al cual la entidad le deberá rendir cuentas. Este auditor externo puede examinar y sugerir mejoras el control interno de una entidad gubernamental”. 18 El modelo COSO de los Estado Unidos, es un enfoque del marco del control interno aplicable a cualquier tipo de instituciones, de modo que estas puedan evaluar sus sistemas de control y decidir cómo mejorarlas. Es aplicado por el Banco Mundial, entre otros, y extensivo también para el control de las propias entidades públicas. El modelo establece cinco 9 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Para implementar el sistema de control interno es necesario reforzar y potenciar aspectos como liderazgo, comunicación, capacitación, monitoreo y evaluación. En el caso peruano, con la promulgación de la Ley N° 28716 “Ley de Control Interno de las entidades del Estado”, desarrollada en la Resolución N° 320-2006-CG de 3 de noviembre de 2006, dictada por la Contraloría General de la República, se cambia el enfoque del control interno centrado en el aspecto financiero, por el control gubernamental de enfoque panorámico, con el propósito de cautelar y fortalecer los sistemas administrativos y operativos con acciones y actividades de control previo, simultáneo y posterior, sobre los actos y prácticas indebidas, propendiendo al debido, eficiente y transparente gestión, para el logro de los fines, objetivos y metas institucionales. Constituyen componentes del sistema de control interno en las entidades del Estado: a) el ambiente de control, b) la evaluación de riesgos, c) actividades de control gerencial, d) las actividades de prevención y monitoreo, e) los sistemas de información y comunicación, f) el seguimiento de resultados, y g) los compromisos de mejoramiento. En el caso colombiano, cabe resaltar que la figura del control interno se encuentra incorporada en el artículo 209º de la Constitución Política de 1991, que señala lo siguiente: “... La administración pública, en todos sus órdenes, tendrá un control interno que se ejercerá en los términos que señale la ley.”. En virtud de dicha norma constitucional, se emitió la Ley 87 de 1993, que establece reglas para el ejercicio del control interno, y la Ley 489 dispuso la creación del Sistema Nacional de Control Interno. ii. Control Externo En relación al control externo, en primer lugar es menester señalar que la función contralora se encuentra distribuida en diversos actores quienes fiscalizan y supervisan a las entidades que ejercen función administrativa, gozando para dicha labor de autonomía e independencia, no subordinados a la entidad controlada, a fin de ser efectivos y desempeñar sin presión alguna, la labor de control de la administración pública. En ese sentido, Morón (2013, 15), señala que: “No se concibe dentro de un Estado, la existencia de un organismo contralor exclusivo del accionar de control, en sus diversas modalidades. Hacerlo sería convertirlo en un supraorganismo. Más bien, se ha considerado conveniente distribuir la potestad de control en diversos órganos, atendiendo a sus modalidades”. En consecuencia, el control externo no se agotaría en la labor que realizan las Entidades Fiscalizadoras Superiores, como órganos de control de índole financiera-administrativa, sino que además comprende todas aquellas instituciones, que se encuentran investidas de la potestad de efectuar el control de la gestión, actividades y decisiones que adopta la Administración Pública en el ejercicio de sus funciones. El Dr. Roque (1999), señala que la existencia del control externo en los Estados Democráticos (siguiendo la común división de las Entidades Fiscalizadoras Superiores), se encuentra en el control de índole financiera y presupuestaria de la Administración Pública practicada por los Tribunales de Cuentas y Contralorías, órgano externo a la propia Administración Pública con la misión de fiscalizar la buena gestión del dinero público. Por tanto, concluye que es una gran polémica ubicar a los órganos de control y fiscalización en la estructura del Estado. (5) componentes: a) Ambiente de control, b) Análisis de riesgo, c) Actividades de control, d) Información y comunicación, y e) Monitoreo; orientado a tres (3) objetivos gerenciales: i) Eficiencia y Eficacia, ii) Confiabilidad en la Información; y iii) Cumplimiento de la Ley. 10 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre No obstante, consideramos que quedaría muy corto reducirse solo a las Entidades Fiscalizadoras Superiores, como entes que ejercen el control externo, cuando la labor contralora no se agota en el control financiero; sino que la ejercen distintas entidades, entre estas, las que constituyen al Estado, titulares de las realización de las funciones matrices (función legislativa, ejecutiva y judicial). Sentada dichas premisas, y en virtud del principio y derecho a la buena administración pública y su tutela frente a cualquier lesión, ejercen el control externo: a) Las organizaciones supranacionales cuya misión es la lucha contra la corrupción dentro de la administración pública; como es la OLAF (Oficina Europea de Lucha contra el Fraude) que realiza un control externo del correcto uso de los fondos del presupuesto de la Unión Europea, teniendo una triple misión: i.- Proteger los intereses financieros de la Unión Europea investigando el Fraude, la corrupción y otras actividades ilegal; ii.- Realizar investigaciones (a las instituciones europeas y organismos financiados por la UE) de casos graves relacionado con el desempeño de actividades profesionales por parte de sus miembros y personal, que puedan dar lugar a procedimientos disciplinarios o penales; y iii.- Colaborar con instituciones de la Unión Europea, en la elaboración y aplicación de la normativa y las políticas de lucha contra el fraude. Asimismo, la INTERPOL (Organización Policial Internacional) tiene la función de combatir un haz de hechos delictivos, y entre sus áreas criminales prioritarias, la investigación y lucha de los delitos contra la administración pública, cuyas iniciativas incluyen el apoyo en la recuperación de los fondos públicos robados a los países víctimas, con la colaboración de socios estratégicos para combatir la corrupción a nivel mundial. b) El control jurisdiccional, ejercido por los Jueces y Magistrados que conforman el Poder Judicial, con potestad aún de ir más allá de texto de las normas, mediante el ejercicio del control difuso. En virtud al principio de interdicción a la arbitrariedad administrativa, no existe actividad administrativa que sea inmune al control judicial, tal como lo sostienen las importantes tesis de Tomás R. Fernández (1994) y García de Enterría (1983). En ese sentido, el control de la administración se ejerce también a través de la función jurisdiccional del Estado; es decir de resolución de situaciones contenciosas a través de la creación de órganos especializados en resolver tales conflictos, cuyos miembros indispensablemente deben contar con autonomía, sin recibir órdenes ni instrucciones, con independencia y neutralidad. Este tipo de órgano lo podemos encontrar por ejemplo en el Conseil D҆État o Consejo de Estado Francés, que es el juez administrativo supremo; es decir, en su función jurisdiccional, ostenta la calidad de ser el máximo juez de las actividades del poder ejecutivo, de las colectividades territoriales, de las autoridades independientes y de los establecimientos públicos administrativos o de los organismos que disponen de prerrogativas del poder público. En nuestro sistema jurídico, contamos básicamente con el Juez Penal, quien se encuentra investido de la potestad de sancionar, en última ratio, aquellos casos más graves que vulneran el normal, correcto y transparente desenvolvimiento o desempeño de la administración pública. Asimismo, el Juez Contencioso Administrativo, quien tiene las funciones de administrar la justicia en materia contenciosa administrativa, de plena jurisdicción; es decir, resuelve los conflictos surgidos en vía administrativa, en sede jurisdiccional, con prerrogativas más allá de un mero operador de la legalidad, sino de la cautela de los derechos y valores fundamentales que rigen la administración pública. 11 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre También el Juez Constitucional, protector de la Constitución Política como norma de normas, a través de los procesos constitucionales. Finalmente, en relación a la reparación por el daño causado a la Administración Pública, tenemos el Juez Civil, competente para conocer los casos que se advierta responsabilidad civil de los funcionarios o servidores por el uso indebido de los recursos públicos. c) El control administrativo-financiero realizada por aquellas Entidades Fiscalizadora Superiores, las mimas que reciben una denominación particular en los respectivos países, como Contraloría Generales de la República y Tribunales de Cuenta. Dichas instituciones ejercen el control gubernamental a las entidades públicas, la cual se orienta hacia la rendición de cuentas, la lucha contra la corrupción, la transparencia en la ejecución de los recursos públicos, así como el cumplimiento de las normas legales y lineamientos políticos; de modo tal que de conocer – luego de examinar las actuaciones públicas y obtener evidencia suficiente competente y relevante – presuntas acciones que infrinjan el ordenamiento jurídico y causan algún perjuicio al Estado, recomiendan a las autoridades competentes que inicien el deslinde de responsabilidades a los funcionarios y servidores que resultaron implicados, pudiendo ser pasibles de ser sancionados civil, penal o administrativamente. d) El control estrictamente administrativo realizado por los Tribunales Administrativos y autoridades con potestades de ejercer la supervisión y la revisión de los actos efectuados por otras entidades que ejercen función administrativa, así como de los funcionarios y empleados públicos, en el ejercicio de sus facultades. Por ejemple, el Órgano Supervisor de las Contrataciones Públicas, respecto del sistema de abastecimiento; Tribunal de Servir, respecto del sistema de recursos humanos; etc. e) El control político, a cargo del Parlamento o Congreso de la República, quienes tiene la facultad fiscalizadora de las autoridades que conforman el Poder Ejecutivo y su gestión, como por ejemplo a través de la censura al Presidente de Consejo de Ministro o al Gabinete Ministerial. En los gobiernos locales, un caso similar puede verse en la facultad fiscalizadora que tiene el Concejo Municipal, sobre la gestión del Alcalde, las cuales deben responder a los acuerdos y planes aprobados en sesión del Concejo Municipal. Entre las funciones de fiscalización que ostenta dicho órgano de gobierno local en Perú, está el declarar la vacancia o suspensión de los cargos de alcalde y regidor; así como la fiscalización de los funcionarios de la Municipalidad, según lo establece la Ley N° 27972, Ley Orgánica de Municipalidades. f) El Ombudsman o el Defensor del Pueblo, quien también ejerce el control de la administración pública, velando por la no vulneración de los derechos constitucionales y fundamentales de los ciudadanos19 por parte de la administración en el ejercicio de las funciones que realiza. En cuanto al Ombudsman, Vidal (2005, 73-74) en un importante estudio indica que dicha institución aparece en Suecia en 1713 y en la Constitución de 1809, extendiéndose después en Finlandia, Noruega y Dinamarca. 19 Debemos hacer de conocimiento, que de acuerdo a los artículos 16° y 17° de la Constitución Política del Perú, y el artículo 1° de la Ley N° 26520, la Defensoría del Pueblo es un organismo constitucional autónomo, atribuida de facultades para ejercer la defensa de los derechos constitucionales y fundamentales de los persona y la comunidad; para lo cual supervisa el cumplimiento de los deberes de la Administración Pública y la adecuada prestación de los servicios públicos. 12 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Fuera del territorio Escandinavo, el Ombudsman se ha trasladado a países anglosajones como Nueva Zelanda y Gran Bretaña. En provincias de Canadá se ha utilizado el nombre de “protector del ciudadano”, los cuales se acercan al nombre empleado en Iberoamérica, como Perú, México, Colombia, España entre otros, donde al igual que Francia, se ha creado la figura del “Defensor del Pueblo”. g) El control social o ciudadano, realizado por la sociedad civil, organizada y no organizada, a través de las denuncias20, quejas, acceso a la información pública, rendición de cuentas o presupuestos participativos, entre otros ejercidos a través de los mecanismos legalmente establecidos. La potestad punitiva por responsabilidad administrativa funcional Habiendo reflexionado sobre el control gubernamental, no cabe duda, que aún con todo ello, no hemos agotado ofrecer una garantía de que en el futuro encontraremos una administración estatal eficaz y regida en derecho. Debemos tener presente que existe como categoría esencial en el Derecho Administrativo, ligada al control, la responsabilidad de los funcionarios y servidores que lo conforman, de tal manera en el ejercicio de sus atribuciones y el poder público, deberán rendir cuentas por el cumplimiento de las funciones delegadas y el alcance de las metas institucionales, aún por el abuso del poder, el actuar negligente o en contra de ordenamiento jurídico vigente. En consecuencia, tal como señala Rodríguez (2012, 17-57) la idea de control viene atada a la de la responsabilidad, y son una unidad, como un maridaje que resulta en la complementariedad ineludible entre ambas, de modo tal que la responsabilidad es el presupuesto necesario para poder pensar en la existencia de mecanismos de control sobre los sujetos de derecho capaz de poder involucrarse en relaciones jurídicas con otros sujetos. La responsabilidad entendida como el compromiso u obligación que se asume como consecuencia de realizar o no una conducta o actividad, carecería de relevancia sino viene con mecanismos prácticos para su correspondiente retribución; entonces, los procesos para su identificación y posterior imposición de la consecuencia jurídica por el acaecimiento de responsabilidad de los agentes públicos, son también expresiones de control sobre su actuación o conducta, la misma que podemos clasificar en función al tipo de responsabilidad del cual se trate; es decir responsabilidad civil, penal o administrativa. En cuanto a esta última, responsabilidad administrativa de los servidores públicos, coexisten en el ordenamiento jurídico peruano, la responsabilidad administrativa disciplinaria y la responsabilidad administrativa funcional, ambas que serían determinadas por parte de la autoridad sancionadora competente en ejercicio de su potestad punitiva. 20 El derecho del ciudadano de presentar denuncias ante las autoridades administrativas, se encuentra reconocida en el artículo 105 de la Ley N° 27444, Ley de Procedimiento Administrativo General, que señala que todo administrado está facultado para comunicar a la autoridad competente aquellos hechos que conociera contrarios al ordenamiento, sin necesidad de sustentar la afectación inmediata de algún derecho o interés legítimo, ni que por esta actuación sea considerado sujeto del procedimiento. Añade que la comunicación debe exponer claramente la relación de los hechos, las circunstancias de tiempo, lugar y modo que permitan su constatación, la indicación de sus presuntos autores, partícipes y damnificados, el aporte de la evidencia o su descripción para que la administración proceda a su ubicación, así como cualquier otro elemento que permita su comprobación. Su presentación obliga a practicar las diligencias preliminares necesarias y, una vez comprobada su verosimilitud, a iniciar de oficio la respectiva fiscalización. El rechazo de una denuncia debe ser motivado y comunicado al denunciante, si estuviese individualizado. En el ámbito del gobierno local, se encuentra recogido en el artículo 118° de la Ley N° 27972, Ley Orgánica de Municipalidades, la cual establece que los vecinos cuentan con facultades de formular denuncias por escrito sobre infracción al ordenamiento legal; y respecto a ello, la obligación de las entidades ediles en dar respuesta por escrito en un plazo no mayor de 30 días hábiles, bajo responsabilidad directa del funcionario, regidor o alcalde, según sea el caso; así como de imponer sanciones correspondientes, en caso pertinente, a declarar de manera fundamentada la improcedencia de la denuncia ciudadana. 13 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Sobre la responsabilidad administrativa disciplinaria, cabe indicar que ésta tiene como finalidad que el Estado empleador disuada y reprima todas aquellas acciones u omisiones realizadas por las personas que prestan servicios en las distintas entidades públicas, denominados servidores civiles, en términos de la nueva Ley del Servicio Civil- Ley N° 30057, consideradas como infracción o falta de carácter disciplinario, producto de un acto de negligencia o intencionalidad, perpetrado mientras ejerce determinadas funciones dentro de la Administración Pública; por ende no lo podría cometer cualquier ciudadano; sino todos aquellos que se encuentra ejerciendo labores en la administración pública, aún los trabajadores, servidores, obreros, pese a que no se encuentren comprendidos dentro de la Ley del Servicio Civil; ya que de conformidad a su primera disposición complementaria final, prescribe que el régimen disciplinario y el procedimiento sancionador de manera supletoria le resultan aplicables; es decir, en todo aquello que no se encuentre previsto en sus normas especiales. En cuanto a la responsabilidad administrativa funcional, acorde al nuevo enfoque del control, tiene como finalidad contribuir a la mejora de la Administración Pública, eficiente y transparente, para lo cual los órganos que ejercen el control gubernamental evalúan que el factor humano auditado, ejerza sus funciones siguiendo el debido procedimiento para la obtención de resultados propuestos, en favor del desarrollo y bienestar general; por consiguiente, incurrirán en este tipo de responsabilidad los servidores y funcionarios por haber contravenido el ordenamiento jurídico administrativo y las normas internas de la entidad a la que pertenecen, se encuentre vigente o extinguido el vínculo laboral o contractual al momento de su identificación durante el desarrollo de la acción de control. Dicha responsabilidad funcional surge como consecuencia de haber practicado conductas u omisiones consideraras como infracción administrativa a la función pública, en la administración y uso de los recursos públicos, y en la realización de una gestión pública deficiente, vulnerando además el principio de la buena Administración Pública, tal como lo ha sustentado el Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas en su Acuerdo Plenario Nº 01-2013-CG/TSRA de 27 de noviembre de 2013, lo cual explicaremos en el último tema del presente artículo. Fundamentos de la potestad punitiva de la contraloría general de Perú Una vez más, es menester indicar que es un derecho fundamental de todo ciudadano el goce de una buena administración pública, para lo cual es requisito indispensable que los servidores quienes la conforman, se encuentren comprometidos al cumplimiento de las metas institucionales y el interés general, de modo tal que solo se logrará tener una buena administración pública y eficiente, si detrás de sus actuaciones se encuentren operados por servidores y funcionarios que actúen acorde a las códigos y estatutos de la buena conducta administrativa; así como de la legislación aplicable y las obligaciones asumidas en los contratos administrativos. Si bien, es verdad que cada servidor público posee intereses propios, no es menos cierto que en el cumplimiento de sus funciones necesariamente tiene que satisfacer los intereses públicos, de modo que deberá adecuar su conducta de tal manera que aún dobleguen sus intereses particulares para el cumplimiento del interés general. En efecto, si la Administración Pública, se encuentra compuesta por funcionarios y servidores públicos, la misma que ha crecido exponencialmente estos últimos años, también es cierto que su relación de servicio se encuentra ligada a una serie de deberes públicos con una determinada ética que deben seguir al realizar sus actividades inherente a sus cargo; por tanto, su accionar indiscutiblemente debe encontrarse acorde a los fines institucionales, y ejerciendo sus funciones de la forma prevista en la Constitución y las normas que le resulten aplicables. 14 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Pero para garantizar ello, es necesario adoptar otras medidas como el capacitar, orientar, defender y otorgar derechos y beneficios a los empleados públicos; y como correlato a ello, en caso se identifique responsabilidad, sancionar a aquello quienes con su accionar u omisión han lesionado el buen funcionamiento de la administración pública, mediante mecanismos efectivos para su punición y represión. Sabemos bien que existe mecanismos en el sector justicia que combaten todas aquellas formas que vulneran la buena administración pública, dirigidos por el Poder Judicial, el Ministerio Público y la Policía Nacional del Perú, quienes gozan de autonomía e independencia frente a las instituciones controladas, asimismo, como un garante de la buena administración pública, realiza una actuación importante el Defensor del Pueblo, como defensor de los derechos ciudadanos frente a la actuación de las autoridades públicas, entre otras instituciones que ejercen la función contralora. No obstante, en sede administrativa, si bien cada Administración Pública posee de la potestad disciplinaria con el objeto de asegurar el cumplimiento de la prestación de los servicios a cargo de la entidades que la conforman, junto con la moralidad, responsabilidad y conducta correcta de los funcionarios públicos; lamentablemente por muchos años, tal como lo detallaremos líneas abajo, no se ha visto resultados notables de sanciones administrativas justa y efectivas para aquellos malos funcionarios y servidores públicos que defraudaron los interés del Estado para satisfacer los suyos o de interpósita persona, o su accionar negligente en perjuicio del Estado; pese a que su inconducta funcional ha sido revelada en los Informes de Auditoría. Expuesto dichas consideraciones preliminares, cabe señalar que con relación a la potestad sancionadora, de acuerdo a la jurisprudencia del Tribunal Español, citado por Danós (1995, 149) existe determinado fundamentos prácticos que sustenta la facultad de determinadas entidades para establecer infracciones y punir a los responsables, como es: a) La conveniencia de no recargar en exceso las actividades de la Administración de Justicia con ilícitos de gravedad menor; b) la conveniencia de dotar de mayor eficacia al aparato represivo en relación con este tipo de ilícitos; y c) la conveniencia de mayor inmediación de la autoridad sancionadora respecto de los hechos sancionados. i) La conveniencia de no recargar en exceso las actividades de la Administración de Justicia con ilícitos de gravedad menor En prima facie, mediante Ley Nº 29622 de 7 de diciembre de 2010, aprobado en el seno del Congreso de la República, la Contraloría recuperó la facultad de ejercer la potestad sancionatoria, toda vez que décadas atrás, mediante el proceso de determinación de responsabilidades, regulado en el entonces Reglamento de la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control, aprobado mediante Decreto Supremo Nº 001-72-CG de 7 de marzo de 1972, de forma primigenia se estableció el régimen del ejercicio de la potestad sancionadora al ente rector del control21. 21 El 16 de noviembre de 1971 se promulgó el Decreto Ley Nº 19039, Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control de la Actividad Pública, dispositivo que amplió las función que aquel entonces poseía el ente rector del control, otorgando la potestad de declarar responsabilidad en que hubieran podido incurrir los servidores del sector público en el ejercicio de sus funciones, así como el aplicar sancionas de índole administrativa; delegando al funcionario Superior de Control, el dictar resolución definitiva en vía administrativa declarando responsabilidad de los servidores públicos en caso de revelar reparos en los informes de auditoría. Dicho procedimiento fue desarrollado en el Reglamento de la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Control, aprobado mediante Decreto Supremo Nº 001-72-CG de 7 de marzo de 1972, que contemplo un capítulo referido al proceso de determinación de responsabilidades y las sanciones que debía aplicarse. 15 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Es decir, no es una novedad en nuestro ordenamiento jurídico que el Órgano Superior de Control, ostente potestades tales que permita sancionar las infracciones efectuadas por los agentes públicos. Mediante la Ley Nº 29622, nuevamente se le da dicha potestad, pero de forma más restringida que el primigenio; esto es, solo en los casos de infracción grave o muy grave tipificados en la tabla de transgresiones, los cuales difieren de las conductas mucho más lesivas a la correcta administración pública, tipificados como delitos penales. En otras palabras, solo en casos de cierta envergadura, el ente rector de Sistema Nacional de Control, a cargo del órgano instructor y sancionador, en primera instancia, y el Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas, en segunda instancia, será competente de investigar y sancionar a funcionarios y servidores públicos incursos en actos de responsabilidad funcional. Existe, por tanto, un residualidad de dicha potestad sancionadora, pues difiere de aquellas conductas tipificadas como delito penal22. Por lo expuesto, se evidencia, que dichas infracciones administrativas no recargarían, dada su gravedad menor, la administración de justicia ejercido por los jueces, cuando muy bien sabemos que en ultima ratio, solo los casos sustancialmente graves podrían verse en sede judicial. Danós señala que “La selección entre sanción penal o administrativa dependerá de la entidad y de la trascendencia ético-social de la conducta ilícita que se pretenda castigar, de tal modo que por regla general se considera que las controversias menores o “ilícitos bagatela” – como los denomina la doctrina europea – deben ser objeto de punición menor mediante sanciones administrativas”. Con ello, no debería interpretarse que el procedimiento administrativo sancionador conducido por la Contraloría General es menos importante que el proceso penal; toda vez que ambos cumplen el fin de control externo, desde sus respectivos flancos; y además, podría darse el caso que los resultados del procedimiento administrativo sean más eficaces y céleres que el proceso penal, al tener plazos reducidos y fugaces en sus dos instancias administrativas (órgano instructor y el Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas), de modo que el procedimiento sancionador, vista desde determinadas aristas, tendría sus beneficios. Sin perjuicio de ello, podrá acaecer y resultaría totalmente válido, que un mismo hecho cometido por un mismo sujeto, pueda ser investigado y posteriormente sancionado tanto en sede judicial y administrativa, o ser sancionado administrativamente y por el contrario determinarse que no resulta ser objeto de punición en la vía penal (lo cual no invalidarían la sanción administrativa de plano), cuando el fundamento que sustenta el ilícito administrativo y el penal difieren entre sí, sin conformar una vulneración al principio de non bis in idem, al no establecerse la triple identidad de elementos esenciales para sustentarla23. 22 Debemos tener presente que un mismo bien jurídico pueda ser protegido tanto en la vía penal y administrativa; pero en virtud de la gravedad del hecho, el legislador siempre elegirá que las perturbaciones más graves a la administración pública sean protegidas mediante un mecanismo de punición penal, y los cuales se les ha denominado delitos contra la administración pública tipificadas así en el Código Penal Peruano. 23 Respecto al principio de non bis in iden, aquel establece que no se puede sancionar dos veces a un mismo sujeto (Ejemplo: dos sanciones administrativas o una administrativa y otra penal), por los mismos hechos y por los mismos fundamentos; pues bien, siguiendo dicha concepción, el Tribunal Constitucional en la sentencia recaída en el Expediente N° 2050-2002-AA, fundamento 19, ha señalado que “En su formulación material, el enunciado según el cual, «nadie puede ser castigado dos veces por un mismo hecho», expresa la imposibilidad de que recaigan dos sanciones sobre el mismo sujeto por una misma infracción, puesto que tal proceder constituiría un exceso del poder sancionador, contrario a las garantías propias del Estado de Derecho. Su aplicación, pues, impide que una persona sea sancionada o castigada dos (o más veces) por una misma infracción cuando exista identidad de sujeto, hecho y fundamento” 16 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre ii) La conveniencia de dotar de mayor eficacia al aparato represivo en relación con este tipo de ilícitos Sobre el respecto, cabe señalar que la Contraloría General brinda servicios de control, entre otros, mediante la Auditoría de Cumplimiento, a las entidades públicas controladas, luego del cual, en caso de advertir presuntas irregularidades y de recibir los comentarios y aclaraciones a las desviaciones de cumplimiento, emite los denominados Informes de Auditoría, pudiendo recomendar – si existe suficiente evidencia – el inició de procedimiento administrativo sancionador, a fin de deslindar las responsabilidades de los funcionarios que se encuentran implicados en los hechos revelados en el Informe de Auditoría. Con respecto al resultado de dicha recomendación, antes del 6 abril de 2011, cuando aún no entraba en vigencia las potestades sancionatorias otorgadas en virtud de la Ley Nº 29622, nótese que en muchos de los procedimientos disciplinarios respecto del cual los órganos que conforman el Sistema Nacional de Control solicitaron su inicio, no culminaron en la emisión de una decisión sobre el fondo del asunto al que estaba implicado los funcionarios y servidores públicos; y no necesariamente luego de conducir un debido procedimiento; sino por la inercia y pasividad de la autoridad sancionadora en iniciar el procedimiento disciplinario dentro del plazo legal, lo que generó la prescripción de la acción, cuando bien se sabe que la apertura de todo procedimiento sancionador en general, de conformidad al artículo 233° de la Ley N° 2744424, Ley de Procedimiento Administrativo General, está sujeto a plazos de prescripción establecidos por ley25. Asimismo, se daba el caso que luego de “evaluar” un procedimiento disciplinario, la autoridad sancionadora competente, según sea el régimen laboral o contractual aplicable al servidor o funcionario investigado, consideraba no haber mérito para sancionar, cuando ni siquiera habría ordenado la realización de pruebas de oficio, o la práctica de actos que resulten convenientes para el esclarecimiento de los hechos observados; sino que decidían archivarlo. Por tanto, llama la atención que de acuerdo a lo informado por la Contraloría, durante la última década del 2001 al 2010, de las recomendaciones para deslinde de responsabilidades funcionales, solo el 23% han tenido algún tipo de sanción; es decir, el 77% de dichos casos no tuvieron ninguna sanción, lo cual resulta ser, vista desde cualquier ángulo, una medida totalmente infructífera para mejorar el normal y eficiente funcionamiento de la administración pública, cuando lo que se buscaba con dicho tipo de recomendaciones, claro está luego de seguir un debido procedimiento, es punir a los agentes públicos que han cometidos falta a sus deberes y al servicio público26. 24 Ley N° 27444, Ley de Procedimiento Administrativo General Artículo 233.- Prescripción "233.1 La facultad de la autoridad para determinar la existencia de infracciones administrativas, prescribe en el plazo que establezcan las leyes especiales, sin perjuicio del cómputo de los plazos de prescripción respecto de las demás obligaciones que se deriven de los efectos de la comisión de la infracción. En caso ello no hubiera sido determinado, dicha facultad de la autoridad prescribirá a los cuatro (4) años." 25 Sobre la prescripción en materia disciplinaria, Isaza (2009, 233 y 234) utilizando jurisprudencia constitucional de Colombia, señala que representa una limitación que extingue el ejercicio del poder sancionador de la administración por inercia de los órganos titulares de este; pero también como secuela del paso del tiempo de los plazos preclusivos; a fin de dar seguridad y paz jurídica, pues no puede un sujeto quedar de manera indefinida en un proceso disciplinario, lo que vulneraría el derecho a un debido proceso y el interés de la propia administración de que los procesos disciplinarios concluyan. 26 Con lo mencionado, no pretendo desacreditar a los buenos servidores y funcionarios quienes ostentan potestades para disciplinar a los agentes públicos, y cuya labor lo hacen con respeto a las instituciones públicas y la firmeza que se requiere, luego de haber conducido un procedimiento con todas la garantías de ley; pero también es verdad que quienes emiten los 17 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Tengamos en cuenta, que con el nuevo enfoque del control, los servicios de control posterior, entre otros, se enmarcan en la Auditoría de Cumplimiento, que es un examen objetivo, técnico y profesional de las operaciones, procesos y actividades financieras, presupuestales y administrativas, que tiene como propósito determinar en qué medida las entidades sujetas al ámbito del Sistema Nacional de Control, han observado la normativa aplicable, disposiciones internas y las estipulaciones contractuales establecidas, en el ejercicio de la función o la prestación del servicio público y en el uso y gestión de los recursos del Estado. De modo, que de advertir desviaciones de cumplimiento, las cuales no han sido aclaradas o desvirtuadas por los presuntos responsables, deberán formularse recomendaciones, señalando el tipo de responsabilidad y los agentes públicos involucrados. En caso de incurrir en presunta responsabilidad funcional, corroborada por la autoridad sancionadora, se espera que adopte una decisión represiva de aquellas conductas contrarias al derecho y el normal funcionamiento de la Administración Pública antes vulnerado por la acción del transgresor, y asimismo producir un efecto disuasorio, lo que en la última década obviamente no se ha conseguido en su gran mayoría, con la potestad disciplinaria en manos de las propias entidades controladas, como podemos desprender de las cifras porcentuales citadas. Por ello, compartiendo lo señalado por Isaza (2009), si el servidor y funcionario público se aparta de la Constitución y el ordenamiento normativo, ofende con su conducta el juramento por medio del cual ha prometido cumplir con estas y con sus deberes funcionales, pues le da preeminencia al interés particular sobre el interés general, olvidando la razón, una de las tareas esenciales que le ha trazado, de manera general, el Estado, consistente en servirle a este y a la comunidad; por ende, ya que todos los funcionarios y servidores públicos se someten a control, consiguientemente serían pasibles de ser castigados administrativamente. Ahora, sabiendo que no se debe tolerar todo acto que atenta contra el normal funcionamiento de la Administración Pública, y de otro lado, que la ciudadanía espera los resultados de las acciones de control gubernamental, ante casos de corrupción, irregularidades o negligencia por parte de los agentes públicos; por tanto, para nuestra realidad resulta ser justificado que el legislador haya investido a la Contraloría General de potestades sancionatorias, a fin de que luego de corroborar si lo revelado en los informes de auditoría tiene asidero legal, fáctico, más perjuicio al Estado, sancione a los funcionarios y servidores públicos, por los hechos tipificado como infracción grave o muy grave; para hacer efectivo la potestad punitiva; ya que si la medida desfavorable no cumplieran con su función represiva y disuasiva, no tendría razón de gastar horas hombre, dinero público y esfuerzo en realizar servicios de control, y por ende, recomendaciones de inicio de procedimientos disciplinarios, pues devendría en convertirse en un mero engaña muchachos y en un desgaste intelectual sin frutos. Por otro lado, sabemos que a inicios de ésta década aún se encuentra en formación una gestión del personal del Estado eficiente; sobre todo en los gobiernos locales, que conforman la mayoría de entidades públicas del Estado, donde muchas veces priman las afinidades políticas que la buen gestión pública. Informes de Auditoría, producto del trabajo de meses de campo, se encuentra conformado por un cuerpo de auditores y profesionales especialistas, de ser necesario; quienes luego de obtener evidencia apropiada y suficiente, recomiendan al titular de la entidad o funcionario con atribuciones suficientes, disponer el inicio de acciones administrativas, aunque es verdad que no siempre los resultados de su trabajo son incuestionables, pero no hasta un 77% de los casos auditados. 18 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Asimismo, si en la última década el 77% de las recomendaciones para deslinde de responsabilidad funcional no ha tenido ningún tipo de sanción, que nos aseguraría que este dato no cambiaria sustancialmente en los siguiente años. Quiero acotar que si bien tenemos un Tribunal de Servicio Civil, que con independencia funcional en última instancia administrativa revisa las decisiones emitidas por las propias entidades públicas en materia disciplinaria, también es verdad, que si propia entidad pública en primera instancia no han decidido sancionar o lo han hecho de forma desproporcional (sanción leve) a lo que corresponde, en virtud del principio de la prohibición de la “reformatio in peius”27, el Tribunal de Servicio Civil no podría imponer una medida aflictiva mayor que la primigenia, pese a que se evidencie que no refleja una decisión justa. En ese sentido, desde dicho punto de vista, hay razones para otorgar potestades sancionadoras a otra entidad externa a la controlada, la cual con independencia e imparcialidad debe actuar; a fin de incrementar la eficiencia en la Administración Pública. iii) La conveniencia de mayor inmediación de la autoridad sancionadora respecto de los hechos sancionados Sobre el particular, de forma concisa expondremos la labor realizada por la autoridad sancionadora de la Contraloría luego de recibir Informe de Auditoría, que es un producto elaborado por la Comisión de Auditoría en el ejercicio de la Auditoría de Cumplimiento. La Comisión Auditora remite todos los actuados obtenidos en su labor de control, que sustentó recomendar el inicio del procedimiento sancionador por responsabilidad funcional, a fin de que el órgano instructor en primera instancia, revise de manera directa los mismos, realizando además el requerimiento de nuevos medios probatorios, u otras actuaciones necesarias para el examen de los hechos, sin perjuicio de solicitar obligatoriamente sus descargos a los presuntos funcionarios y servidores responsables, en uso del ejercicio fundamental de su derecho de defensa, para recabar datos e información relevante para la determinación de responsabilidad susceptible de sanción. Asimismo, en segunda instancia, el Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas, como órgano adscrito a la Contraloría General de la República, que posee independencia técnica y funcional en las materias de su competencia y autonomía en sus decisiones, evaluara y conoce los recursos de apelación contra las resoluciones emitidas en la primera instancia, con facultad de disponer actuaciones complementarias para resolver las apelaciones y solicitar a las entidades, funcionarios y personas, la información, documentación u opiniones que se consideren necesarias para la solución de los asuntos materia de su competencia; así como el deber de escuchar los informes orales de los administrados en la audiencia correspondiente. De lo expuesto, en ambas instancias del procedimiento administrativo sancionador se observa mayor inmediación de la autoridad sancionadora, pues se encuentra asegurada el contacto e intervención directa con la actividad probatoria y con las partes investigadas. 27 En el fundamento 26 de la sentencia del Tribunal Constitucional Peruano, recaído en el Expediente Nº 1803-2004AA/TC, indica que: “En este sentido, este Tribunal declara que la garantía constitucional de la prohibición de reforma peyorativa o reformatio in peius debe entenderse como una garantía que proyecta sus efectos también en el procedimiento administrativo sancionador y, en general, en todo procedimiento donde el Estado ejercite su poder de sanción y haya establecido un sistema de recursos para su impugnación”. 19 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Por consiguiente, existe razones pragmáticas suficientes que sustentan la potestad sancionadora otorgada a la Contraloría General de la República, del cual ya se ve resultados, tal como lo informa el Boletín Nº 7 del mes de marzo del 2015 de la Contraloría General, donde avisa que al 31 de enero del 2015 un total de 301 funcionarios y servidores han sido sancionados por infracciones administrativas graves y muy graves, siendo el monto involucrado solo en 9 de estos casos superior a S/. 22 millones de nuevos soles, las cuales ha quedado firme; es decir han agotado la vía administrativa; por ende inimpugnables en sede administrativa. Estos resultados, son la evidencia que cabe privilegiar el uso de la potestad sancionadora de la Contraloría General, a fin de garantizar una buena administración pública y asegurar el correcto uso de los recursos y bienes del Estado. Así lo prescribe el artículo 5º de Reglamento de la Ley Nº 29622, que regula la prevalencia de la competencia de la Contraloría General para la determinación de responsabilidad administrativa funcional: “El inicio del procedimiento sancionador por responsabilidad administrativa funcional a cargo de la Contraloría General, determina el impedimento para que las entidades inicien procedimientos para el deslinde de responsabilidades por los mismos hechos que son materia de observación en los informes, cualquiera sea la naturaleza y fundamento en dichos procedimientos”. Sin perjuicio de lo expuesto, no pretendo concluir que ya se alcanzó todo. El ejercicio de dicha potestad sancionadora puede mejorar, de modo que la Contraloría debe proseguir en cumplir la importante función encomendada en la Constitución, sin dejar de poner su mirada en los principios que rigen la potestad sancionadora y la buena administración pública. La potestad sancionadora funcional como garante del principio a la buena administración pública Tal como lo hemos sostenido, siguiendo la jurisprudencia del máximo intérprete de la Constitución, el principio a la buena administración pública se encuentra implícitamente reconocido en nuestra Carta Magna, en su artículo 39º, de modo que si los funcionarios y servidores públicos se encuentran al servicio de la Nación; por ende, en el cumplimiento de sus atribuciones, deberán entregar talento y esfuerzo para ejercer sus labores de forma eficiente y el uso de los recursos público orientados a atender las necesidades de los ciudadanos, de acuerdo a la normativa aplicable, disposiciones internas y estipulaciones contractuales. En ese sentido, si en los Informes de Auditoría emitidos por los órganos que conforman el Sistema Nacional de Control, se identifica la comisión de faltas graves y/o muy graves por parte de los servidores y funcionarios de las entidades auditadas (tengan vigente o extinguido el vínculo laboral o contractual), más el perjuicio a los intereses del Estado, sea o no económico, (elemento trascendental para establecer responsabilidad28), por el desarrollo una gestión deficiente o contravenir el ordenamiento jurídico administrativo y las normas internas de la entidad a la que pertenecen; entonces incurrirán en responsabilidad administrativa funcional. 28 El Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas, en su Resolución Nº 005-2015-CG/TSRA aclara que con relación al perjuicio a los intereses del Estado es un elemento necesario para la determinación de responsabilidad administrativa funcional en todas las infracciones previstas en el artículo 46º de la Ley Nº 27785, modificada por Ley Nº 29622. 20 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Siento ello así, atañe la apertura del procedimiento administrativo sancionador conducido por la Contraloría General; a fin de garantizar el principio constitucional de la buena administración pública en las entidades contraladas; que implica el aseguramiento de contar imperiosamente con una administración pública eficiente y recta, manifestada en la conducta de los funcionarios y servidores por la gestión de los recursos públicos que se le han encomendado utilizar, con respeto a las disposiciones legales. De modo que de conocer tales infracciones y luego de un debido procedimiento, cabe punir a dichos funcionarios o servidores infractores. Por ello, no tan solo es la adición de un calificativo a la administración pública, sino que es un principio esencial y un derecho fundamental que consolida nuestro Estado Social y Constitucional de Derecho, cuya protección realizado a través de la potestad sancionadora, prevista en la Ley Nº 27785, modificada por la Ley Nº 28622, refina la labor contralora que practica la Contraloría General29. En similar sentido, el pleno del Tribunal Superior de Responsabilidades Administrativas fijó en su primer precedente de observancia obligatoria, recogido en el Acuerdo Plenario Nº 01-2013-CG/TSRA de 27 de noviembre de 2013, que la Contraloría, dentro del ámbito de control gubernamental, ejerce facultad sancionadora para determinar responsabilidad administrativa funcional a los funcionarios o servidores públicos que por gestionar recursos públicos, se encuentran al servicio de los derechos e intereses legítimos de la ciudadanía y con ello, asumen un deber de cuidado de los mismos, lo que implica que responden no solo por el cumplimiento de sus funciones, sino además por la debida diligencia en el ejercicio de aquellas. Agrega que se debe recordar que la actuación y funcionamiento de la Administración se rige por el Principio de la Buena Administración, el cual tiene una doble dimensión. Por un lado, implica el cumplimiento de una serie de principios y reglas por parte de la Administración Pública en su relación con el ciudadano, tales como: servicio objetivo a los ciudadanos, juridicidad, racionalidad, igualdad de trato, eficacia, entre otros. Por el otro, se concretiza en derechos subjetivos de los administrados, tales como: el derecho a servicios públicos y de interés general de calidad, derecho a conocer las obligaciones y compromisos de los servicios de responsabilidad administrativa, derecho a exigir el cumplimiento de las responsabilidades del personal al servicio de la Administración, entre otros. Por tanto, dicho Tribunal precisa que el Órgano Superior de Control, en tanto titular de la potestad administrativa sancionadora cautela el interés público respecto al funcionamiento de la Administración Pública, en estricta observancia a los parámetros que impone el Principio de la Buena Administración, de conformidad con lo establecido en los artículos 39º y 82º de la Constitución Política, a favor de una actuación de los funcionarios y servidores públicos que se traduzca en legítimo y adecuado servicio a los ciudadanos, en el marco de un Estado Constitucional de Derecho. Bibliografía Canónico Sarabia, Alejandro (2012), “El Control y la Responsabilidad en la Administración Pública”, Coordinador del IV Congreso Internacional de Derecho Administrativo Margarita 2012, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas. 29 Constitución Política del Perú de 1993 Artículo 82.- La Contraloría General de la República es una entidad descentralizada de Derecho Público que goza de autonomía conforme a su ley orgánica. Es el órgano superior del Sistema Nacional de Control. Supervisa la legalidad de la ejecución del Presupuesto del Estado, de las operaciones de la deuda pública y de los actos de las instituciones sujetas a control. 21 XX Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Lima, Perú, 10 - 13 nov. 2015 Documento libre Contraloría General de la República (2013), “La Contraloría cuenta su Historia”, primera edición, Empresa Editora El Comercio, Lima. 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Reseña biográfica Nimrod Enciso Ordóñez Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con estudios de Especialización en Derecho Administrativo por la Universidad ESAN. Becario por el Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Justicia del Banco Mundial en convenio con el Instituto de Gobierno de la Universidad San Martín de Porres, para cursar el Diplomado en Gestión Pública para el Sector Justicia. Al presente, estudio el último módulo de la Maestría en Gestión Pública con mención en Contratación Pública, en la Escuela de Postgrado de la Universidad San Ignacio de Loyola. En cuanto a mi experiencia laboral, colaboré como Especialista Legal en el Sétimo Juzgado Contencioso Administrativo de la Corte Superior de Justicia de Lima, proyectando sentencias en dicha materia; siendo actualmente abogado en la Contraloría General de la República, participando en auditorías ejecutadas a los gobiernos locales de Lima Metropolitana. 23