Jóvenes hoy, transformar la realidad construyendo dignidad

Anuncio
03
PROPUESTAS
POLÍTICAS
PARA SUPERAR
LA CRISIS,
DESDE LOS
JÓVENES
Jóvenes hoy, transformar
la realidad construyendo
dignidad
“Tuve hambre y no me disteis de comer” (Mt 25, 42).
Los jóvenes constituyen un colectivo especialmente afectado y empobrecido por la crisis, y
desde su pobreza y debilidad juzgan nuestro mundo, al tiempo que nos ofrecen importantes
claves para su transformación.
Jóvenes hoy, transformar la realidad construyendo dignidad.
“Tuve hambre y no me disteis de comer” (Mt 25, 42).
La Iglesia de Zaragoza dedica este año el “Gesto Diocesano contra la Crisis” a la realidad
de los jóvenes. “Los jóvenes, un espejo en que mirarnos” ha sido la frase que ha orientado
la primera fase del gesto: mirar la realidad de la crisis a través de los jóvenes.
Esa mirada a la realidad de la crisis desde la perspectiva de los jóvenes confirma la
comprensión de la crisis que veníamos realizando gestos anteriores: “el problema de
fondo de la actual crisis es de tipo espiritual: divinización del dinero, al que todo está
sometido” 1. A través de los jóvenes hemos comprobado como el “mercado” ha invadido
toda la economía y, desde ella, invade todos los campos de la existencia humana, y
desplaza a la persona del centro de la vida, lugar que hoy ocupan los intereses
económicos. Pues como ellos denuncian, el dinero tiene más derechos que las personas,
más derechos que los propios jóvenes.
En sus aportaciones descubrimos, además, la peligrosidad de esta forma de idolatría,
que cada día exige más sacrificios, y ahí están las victimas de la crisis, entre las que se
encuentran ellos y su sufrimiento, para evidenciarlo. Una visión que nos parece
especialmente importante a la hora de comprender y abordar la crisis:
•
Desde una perspectiva bíblica, los jóvenes, como parte de los pobres con los que se
identifica Jesús, se convierten en jueces de las naciones, que serán juzgadas por sus
víctimas (Mt. 25, 31-45). Desde una perspectiva social los jóvenes, los pobres, se
convierten en el indicador más claro de la calidad de nuestra vida social y política,
de nuestra democracia e instituciones y, también, de nuestro compromiso personal.
•
La experiencia de los jóvenes nos confirman que las políticas y las medidas
adoptadas, hasta el momento, son injustas ya que se insertan en esa clave idolátrica
y obedecen a los intereses de los grandes grupos financieros y empresariales,
haciendo recaer el peso de la crisis sobre los trabajadores, autónomos y pequeños
empresarios. Medidas amparadas en un marco de legalidad que no pueden olvidar
aquella denuncia: “la verdad ha sido hecha prisionera de la injusticia” (Rom 1,18).
•
Tras su desafección de la política descubrimos el sometimiento de la acción política
a la economía; del bien común a los intereses económicos de determinados grupos
económicos, lo que constituye la raíz profunda de la enorme corrupción, así como
del enorme déficit de “ética pública” y de “liderazgo moral”.
"La comunidad política nace, pues, para buscar el bien común, en el que encuentra su
justificación plena y su sentido y del que derivan su legitimidad primigenia y propia"
(GS 74).
1
Material de Reflexión “La crisis, tiempo de esperanza y alternativas”. Pág. 2
http://dl.dropbox.com/u/3206792/doc_crisis_v2.pdf Gesto Diocesano 2010
•
Los jóvenes con su falta de confianza y de esperanza nos recuerdan que no es
posible salir de la crisis confiando su solución a los que tienen el poder, ni con
medidas, reformas y recortes adoptados desde esa lógica idolátrica de los mercados
que está en la raíz de crisis. Desconfían también de que baste con cumplir unos
objetivos macroeconómicos (equilibrios presupuestarios, competitividad,…) o con
relanzar la economía desde la mentalidad predominante. Será difícil recuperar su
ilusión y su esperanza sin un cambio moral que oriente la economía hacia otro
modelo más solidario y humanizador, que tenga en cuenta las necesidades
concretas de las personas, especialmente las más desfavorecidas,.
•
Esa inevitable “renovación espiritual” y ese cambio de valores que nos saque de la
cultura de la mercantilización y del beneficio que nos ha conducido y mantiene en
la crisis, esa cultura del amor y la gratuidad, encuentra en el Evangelio y en la
Doctrina Social de la Iglesia una importante fuente de inspiración. A ello responden
tanto la revisión y el compromiso que proponemos a nuestra Iglesia diocesana, y
como las propuestas que realizamos a continuación, y que tienen en cuenta las
aportaciones de los jóvenes (sus angustias y sus esperanzas), pero sobre todo ese
grito que lanzan a la sociedad:
Nuestro ser Joven nos pide asumir un papel protagonista en la sociedad para que las
personas jóvenes no estemos excluidos y construyamos futuro de manera activa.
Nuestro ser Cristiano nos compromete a tener presente que la persona está por delante del
capital económico, a mirar la realidad desde el lugar del sufrimiento, a denunciar las
situaciones de injusticia que oprimen a las personas y a ponernos en acción para anunciar la
esperanza y que el reino de Dios se vaya haciendo visible.
No podemos concluir esta reflexión sin señalar una experiencia fundamental que nos
ha aportado este proceso: los jóvenes constituyen un colectivo especialmente afectado y
empobrecido por la crisis, y desde su pobreza y debilidad juzgan nuestro mundo, al
tiempo que nos ofrecen importantes claves para su transformación.
Claves políticas para superar la crisis, desde los jóvenes
1. Compromiso decidido de lucha contra la crisis, combatiendo sus raíces y sus
consecuencias, desde una perspectiva solidaria frente a la mercantilización actual,
asegurando a los jóvenes, y a todas las personas, condiciones para una vida digna.
Se trata de una perspectiva global para establecer como prioridad a las víctimas de
la crisis, y en particular a los jóvenes, reorientando las medidas económicas y
sociales desde el principio de solidaridad, a la atención de necesidades básicas y la
creación de empleo, adoptando medidas urgentes, ágiles y eficaces.
«La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar
nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las
negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un
modo nuevo» (Benedicto XVI, Caritas in veritatis, 21).
2. Una economía al servicio de la persona, que la sitúe en el centro de la economía e
incorpore nuevos indicadores que vayan más allá del PIB y tengan en cuenta
elementos como el trabajo, la vivienda, la salud y la educación.
“la economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una
ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona» (Benedicto XVI, La caridad en
la verdad, 45).
3. Una política al servicio del bien común. La política institucional no debe estar
subordinada a los mecanismos económicos, sino que ha de regularlos y
estimularlos para que estén al servicio del bien común.
“La solidaridad debe captarse, ante todo, en su valor de principio social ordenador de las
instituciones, según el cual las «estructuras de pecado», que dominan las relaciones
entre las personas y los pueblos, deben ser superadas y transformadas en estructuras de
solidaridad, mediante la creación o la oportuna modificación de leyes, reglas de mercado,
ordenamientos. (CDSI 193)
4. Frente a la precariedad laboral y el desempleo masivo, un trabajo decente. Los
jóvenes ven como se aplican reformas laborales que no sólo no solucionan la
escandalosa cifra de desempleo juvenil sino que sigue aumentando, así como la
precariedad de sus contratos. Por eso vemos urgentes la adopción de medidas que
salvaguarden y promuevan el acceso al empleo, en particular de los jóvenes,
mediante fórmulas que garanticen el reparto del trabajo existente, en tanto se
promueve un nuevo modelo productivo sostenible social y ecológiamente.
“La falta de trabajo y la precariedad del mismo atentan contra la dignidad del hombre,
creando no sólo situaciones de injusticia y de pobreza, que frecuentemente degeneran en
desesperación, criminalidad y violencia, sino también crisis de identidad en las personas.
Es urgente, pues, que surjan por doquier medidas eficaces, planteamientos serios y
atinados, así como una voluntad inquebrantable y franca que lleve a encontrar caminos
para que todos tengan acceso a un trabajo digno, estable y bien remunerado, mediante el
cual se santifiquen y participen activamente en el desarrollo de la sociedad”. (Benedicto
XVI, Mensaje al II Congreso Nacional de la Familia. Ecuador 9-12 noviembre 2011)
5. Derecho a techo. Materializar el derecho constitucional que reconoce el acceso a la
vivienda digna, y protegerlo con medidas sociales de apoyo a los jóvenes y a las
familias y, en su caso, con medidas como la dación en pago. Las dificultades para
adquirir o alquilar una casa digna, y para poder hacer frente al pago de la hipoteca
o el alquiler, no pueden ser consideradas como un problema individual, sino que es
consecuencia, por una parte, de los altos costos del mercado de la vivienda y, por
otra, de los excesivamente bajos salarios, de la precariedad y el paro, resultado de
considerar el trabajo como una mercancía entre las muchas que acceden al
mercado. Sin embargo, el trabajo debe proporcionar al que lo realiza medios
suficientes para satisfacer sus necesidades y las de las personas que
económicamente dependen de él. Una de estas necesidades esenciales —conviene
recordarlo— es la vivienda digna.
Los actuales problemas con la vivienda han de ser vistos “como un escándalo, y una
prueba más de la injusta distribución de los bienes que originariamente están destinados a
todos( Gaudium et Spes, 69)
6. Una educación orientada a la formación de personas responsables, libres y críticas.
No es de recibo un modelo educativo sometido al mercado laboral, y una
educación cada vez más orientada a que los jóvenes asumamos como normal la
precariedad laboral: prácticas no remuneradas, becarios que sustituyen puestos de
trabajo, movilidad (Erasmus...)
Todos los sectores implicados en la misma deber realizar, desde su competencia y
responsabilidad, el mayor esfuerzo para lograr una educación que asegure el éxito
en valores humanos, en autonomía de pensamiento, en competencia personal y
social y en conocimientos académicos.
“La Educación consiste en ser el hombre cada vez más hombre; en que él pueda ser más y no
solamente que pueda tener más; y en consecuencia a través de todo lo que tiene, todo lo que
posee, sepa él cada vez más plenamente ser hombre” (JUAN PABLO II. Discurso a la
UNESCO, noviembre de 1982).
7. Medidas orientadas a superar la dinámica mercantilizadora del ocio y el tiempo
libre que incita a los jóvenes al consumo y los instrumentaliza en meros clientes,
para conseguir que sean un tiempo de transmisión de valores y construcción de
ciudadanía. Ello requiere de espacios culturales y de ocio de gestión pública, entre
los que los institutos y centros educativos pueden ocupar un lugar importante, y
revalorizar los espacios públicos (plazas, parques…) y potenciando su
aprovechamiento como escenarios culturales y de ocio en los que se desarrollen
actividades accesibles para los ciudadanos…
Los jóvenes denuncian como el ocio y el tiempo libre se han convertido en una
mercancía, en un instrumento que utiliza la sociedad de mercado para obtener
grandes beneficios económicos, y cuya finalidad es hacerles evadir de la realidad y
desactivar su espíritu crítico.
“… disfruten todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cultivar a
vida familiar, cultural, social y religiosa” (Gaudium et spes 67).
8. Derechos sociales básicos y servicios públicos, Los jóvenes observamos atónitos
esa carrera por ver quien propone más recortes en políticas sociales, y que nos está
dejando un escandaloso y terrible el panorama en educación y sanidad, por no
hablar de las pensiones, que parece se van a convertir en artículo de lujo al que casi
ninguno podremos acceder. Asistimos a una grave inmoralidad, ya que los
derechos sociales se están sacrificando en el altar de los beneficios de una minoría
de personas muy poderosas que imponen su voluntad en las decisiones políticas.
Es preciso manifestar con firmeza en el momento actual que la defensa de los
derechos sociales es un deber de justicia. Un deber vinculado a la afirmación de un
principio básico de humanidad: el destino universal de los bienes, que Juan Pablo II
concretó de una forma que tiene hoy un gran valor para orientar nuestra vida y
acción:
«Las necesidades de los pobres deben tener preferencia sobre los deseos de los ricos; los
derechos de los trabajadores, sobre el incremento de los beneficios» (Juan Pablo II,
Toronto, 14 de septiembre de 2004).
9. Regeneración de la vida y la práctica política, mediante el impulso de la
democracia participativa y el combate a la corrupción
Apatía, pasividad, indiferencia… son las etiquetas más utilizadas para definir a
unos jóvenes vistos más como un problema que como una verdadera fuerza de
futuro. Compartimos esa indignación de tantos jóvenes, y compartimos con ellos
que es hora de tomar la palabra y denunciar una democracia que ha dejado de servir
al bien común y una práctica política salpicada de corrupción.
Consideramos que sus denuncias apuntan a importantes y necesarios cambios en el
funcionamiento de nuestras instituciones y de nuestra democracia, apuntan a una
verdadera participación social y política donde la sociedad, y en particular los
jóvenes, recuperen el protagonismo. De otra manera, estaremos construyendo un
futuro donde los jóvenes seguirán siendo los invisibles perjudicados de la crisis.
10. Otra cultura y otros valores para una forma de vivir más humanizadora. Un
sistema basado en el individualismo competitivo e insolidario, en el
consumismo,… hace que los jóvenes vivan en un pesimismo generalizado, en una
sensación continua de inseguridad y desencanto que acaba con su ilusión y
autoestima, y va deshumanizando hasta hacer ignorar el dolor, el suyo propio y el
ajeno. Por ello, aunque el cambio tiene una importante dimensión de opción y
compromiso personal, instamos al gobierno autonómico a apoyar e impulsar
aquellas iniciativas transformadoras en dirección al consumo responsable,
comercio justo, economía solidaria, mercado social, …
Trabajar por una nueva conciencia, una nueva cultura, una nueva manera de
pensar, sentir y actuar, que contrarreste el ambiente de desmotivación, de
alienación y de miedo que viven las personas trabadoras y las personas
empobrecidas.
Es propio de la persona humana no poder acceder a la verdadera y plena humanidad más
que a través de la cultura, es decir, cultivando los bienes y valores de la naturaleza. Por
consiguiente, siempre que se trata de la vida humana, naturaleza y cultura están en la
más íntima conexión. (Gaudium et spes, 53)
Descargar