DISCERNIMIENTO COMUNITARIO El discernimiento comunitario forma parte de las actividades propias de una comunidad de creyentes, más aun, representa un modo muy concreto y eficaz de expresión de la fe y del crecimiento en la fe de dicha comunidad. El discernimiento comunitario es un modo de buscar –primero personalmente, después, todos juntos- la voluntad de Dios; no se trata de una dinámica de grupo que sirva para todo. Su objeto y finalidad son de naturaleza trascendente. Con el discernimiento comunitario se trata de entrar –con todos los esfuerzos que ello implica- en el misterioso mundo de los designios y deseos de Dios; no tiende simplemente a determinar la posición más conveniente, ni pretende garantía alguna de infalibilidad en la toma de decisión a través de un atajo democrático. Su modelo metodológico no es, ciertamente parlamentarismo con sus vanas discusiones llevadas hasta el extremo, ni la negociación entre las partes acerca de un mínimo denominador común, sino el modelo de “compartir la fe” para alcanzar la plenitud de la verdad. El discernimiento comunitario crea responsabilidad para con uno mismo, para con los demás para con Dios, en lugar de la contraposición dialéctica o la cerrazón autosuficiente. En este proceso las decisiones no se toman necesariamente como consecuencia de mayorías opuestas a minorías derrotadas, sino en virtud de otros criterios, entre los que desataca la libertad interior de reconocer la voluntad de Dios en la palabra del hermano. Quien aprende a discernir con sus hermanos aprende a valorar la comunidad y a obedecer también al hermano, no sólo al superior. En cualquier caso, el discernimiento comunitario no excluye en absoluto el papel del superior como quien debe tomar la decisión final, sino que –a lo sumo- pretende ayudar al responsable de la comunidad precisamente a ejercer mejor este cargo y, a los demás miembros de la comunidad, a vivir a fondo –esto es, de modo responsable- su papel en el grupo (que no es simplemente le de pasivos ejecutores de órdenes). El discernimiento pretende convertir a todos en constructores de la comunidad, no en “consumidores” de la misma. Por eso, el discernimiento comunitario se convierte en escuela de vida cristiana, en un camino para desarrollar el amor mutuo, la corresponsabilidad, la inserción en el mundo comenzando por el propio territorio. Edifica la Iglesia como comunidad de hermanos iguales en dignidad, pero con dones y tareas diversas, modelando su figura que, sin caer en “democratismos” y sociologismos impropios, resulta creíble en la actual sociedad democrática”. He aquí algunas definiciones de discernimiento comunitario: “El discernimiento de los espíritus es el conocimiento íntimo de la acción de Dios en el corazón de los hombres, don del Espíritu Santo, fruto de la caridad”. “Es cualquier modo de búsqueda en común de la voluntad de Dios con estilo evangélico”. “Es una búsqueda de la voluntad de Dios hecha por un grupo reunido, y participando todos en la reflexión conducente a identificar los signos que indican la dirección en que mueve el Espíritu”. “Constituye ante todo, el estilo de vida evangélica cotidiana propio de una comunidad de peregrinos y buscadores de Dios; en cuanto instrumento formal de búsqueda se ejercita, en sus momentos fuertes cuando este grupo se encuentra tomando decisiones concretas acerca del modo concreto de vivir la fe y la consagración en la Iglesia y en la sociedad. en este caso, el sujeto que discierne no es la persona individual, ni la suma de los individuos, sino el grupo en su unidad. En cualquier caso, el discernimiento del individuo es siempre una operación previa e indispensable para el discernimiento comunitario. Cuando se lleva a cabo un discernimiento se sabe de dónde se parte, pero no se sabe a dónde se va a llegar. Por este motivo, siempre resulta indispensable entrar en su dinámica con espíritu de contemplación, espíritu libre, para dejarse conducir por el Espíritu, imaginación desbordante y comedida de Dios, viento que, precisamente, “sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va”. El presupuesto fundamental del discernimiento comunitario ha de ser el discernimiento personal. El discernimiento comunitario no sustituye en absoluto el trabajo individual. También metodológicamente, el discernimiento personal es anterior al comunitario. El discernimiento comunitario no puede concebirse como un método de rehuir la propia responsabilidad, descargando sobre el grupo el esfuerzo y la angustia de la toma de decisión.. Por otro lado, en una comunidad religiosa el discernimiento nunca puede ser del todo privado. Nadie puede considerarse autosuficiente hasta el punto de no necesitar de la palabra y la sabiduría de los hermanos. Cuando se toma la decisión de hacer un discernimiento comunitario, se establece una especie de pacto previo entre sus miembros: “No sabemos qué decisión vamos a tomar, ni qué línea vamos a seguir, pero de una cosa estamos seguros: en cualquier caso seguiremos unidos; sea cual sea la opinión que reconozcamos como expresión de la voluntad de Dios y por muy duro que sea el camino que nos lleve a este reconocimiento, nuestra comunidad va a permanecer firme y compacta. La diversidad de opiniones no nos llevará, en modo alguno, a divisiones entre nosotros”. El discernimiento se hace para buscar lo que Dios quiere, no para afirmar la propia verdad confundiendo las propias opiniones con la verdad objetiva. cada miembro debe tener conciencia que su decisión personal representa algo subjetivo y relativo, no es “la “ verdad en absoluto. Esto supone vivir siempre dispuesto a la constante desinstalación, lo que equivale a ser pobre, a vivir en una permanente y peregrinación hacia la Verdad. Expreso públicamente mi opinión para hacer mi aportación al esfuerzo de todos, no para imponer mi punto de vista. Emplearé por tanto un tono suave, un estilo discreto de comunicación, dialogante. No adoptaré actitudes autoritarias o impositivas y manipuladoras.. Estaré muy atento a la verdad débil y humilde presente en las palabras de cada hermano. Es necesaria una actitud orante porque el discernimiento es esencialmente oración. El que discierne busca ante todo a Dios; y antes de la toma de decisión le pide que se revele y que desvele su verdad, su gracia y su voluntad. Por esta razón, el tiempo de oración antes de la reunión de discernimiento es esencial y ha de ser un momento consistente, porque es un tiempo de purificación personal de los narcisismos siempre presentes, de los deseos de destacar como sabio o espiritual; porque es ya un tiempo de confrontación con la verdad del Evangelio y de sus criterios. Entonces el clima de oración crea inevitablemente un clima de sinceridad y objetividad, de distensión y de paz, de disponibilidad para la escucha y búsqueda de lo esencial, que es la verdad, Dios mismo. Cuando, por el contrario, falta este espíritu de oración, entonces cabe esperar que el encuentro se convierta en un enfrentamiento interminable de opiniones, un conflicto irremediable de intereses, instrumento de grupos de presión que imponen sus propias ideas, del que grita más fuerte o sabe expresarse mejor... Es fundamental la libertad en los que toman la decisión. Esta libertad tiene dos tipos de enemigos, uno exterior y otro interior a la persona. El externo es todo lo que se opone y tiene poder para obstaculizar su actividad normal. Por ejemplo un ambiente comunitario pesado, lleno de sospechas, venenos, temores y recelo. Un superior especialmente autoritario, que infunde miedo psicológico... Hay otro enemigo que habita dentro de nosotros. Se trata de nuestra consabida contradicción. Por ejemplo nuestras inconsistencias e infantilismos, nuestros miedos, la pretensión de ver satisfechas nuestras necesidades, o las expectativas irreales con respecto a uno mismo o a los demás, la pretensión de saberlo todo, los prejuicios con los demás, los pesimismos que privan toda posibilidad y esperanza de cambio positivo. Todo esto, hasta llegar a la actitud de indiferencia cristiana, originada no por pasividad y frialdad, sino por la posición de centralidad cada vez más marcada que Dios está asumiendo en la vida y en el discernimiento del creyente. Esta actitud da paso a las preferencias evangélicas, las preferencias de Jesús, las preferencias del Reino. Un discernimiento espiritual y comunitario, llevado a cabo desde la verdad y con un corazón libre, crea, por su propia naturaleza, una actitud responsable y, al mismo tiempo, la exige: responsabilidad ante Dios y ante la comunidad. Todo lo anterior, en la caridad y para el incremento de la caridad. Es tanto como decir que el discernimiento no es una cuestión de inteligencia o perspicacia intuitiva, de capacidad de análisis entre posturas dispares; sino que es cuestión de corazón, de afectos ordenados según el Espíritu. Tomado del libro: CENCINI, A., Como Ungüento precioso. Instrumentos para la integración comunitaria del bien y del mal, San Pablo, Madrid, 2000.