Fisiología de la Atención

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Evaluación de la Atención en la Infancia y la Adolescencia. Santiago Batlle Vila Introducción. La falta de atención es uno de los constantes problemas durante la infancia. Los niños
y niñas afectados no son capaces de prestar atención durante un tiempo prolongado, y
por ello sólo dedican escaso tiempo a actividades constructivas. No son constantes
con los juegos, les cuesta entretenerse con juguetes y más aún realizar tareas por las
que no se hallan excesivamente motivados (como por ejemplo sus responsabilidades
en casa o sus tareas escolares). Normalmente cambian constantemente de una tarea
sin concluir a otra, de forma que tampoco aprenden todo lo que deberían.
Estos niños y niñas etiquetados con frecuencia como distraídos y desorganizados
cuando no de “pasotas”, “despreocupados” o “gandules y vagos” sufren las
consecuencias de un desajuste en sus capacidades de atención.
Aunque la disfunción atencional (inatención y/o desatención) es un síntoma central del
Trastorno hipercinético, también puede presentarse de forma independiente, a la vez
que estar presente en otros trastornos. También se reconoce la relación entre los
problemas de aprendizaje y los de déficit de atención (Krupski 1986), ya sea desde
una relación causal o en comorbilidad.
Es por este motivo que en el presente capítulo pretendemos abordar las dificultades
de atención de una forma independiente que nos permita evitar confusiones y
comprender mejor ante que dificultades nos encontramos. Para ello utilizaremos el
término Disfunción (tal y como aparece en los trabajos recientes de Eric Taylor) en
lugar de Déficit, dado que la etiqueta Déficit de Atención, está estrechamente ligada en
el ámbito conceptual con el Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad
y nosotros no vamos a centrarnos en éste.
Concepto de Atención William James (1890, pp. 403-404) afirmaba: “Todo el mundo sabe lo que es la
atención. Es tomar posesión de la mente, de una forma clara y vivida, de uno de los
que parecen ser diferentes objetos o líneas de pensamiento que suceden de forma
simultánea. Su esencia son la localización y la concentración de la conciencia. Implica
dejar de lado algunas cosas para poder tratar de forma efectiva otras”.
Contrariamente al optimismo de James, y de acuerdo con Johnston y Dark (1982) no
existe una definición clara y universal del concepto de atención. Existen tres
dificultades básicas a la hora de acotar los estudios sobre ésta. Tales dificultades
corresponden a: a) su definición conceptual divergente basándose en los diferentes
fenómenos que engloba, b) la multiplicidad de teorías que pueden dar cuenta de unos
mismos datos empíricos, y c) la apelación frecuente a metáforas frente a la
imposibilidad de una definición conceptual simple.
“Prestar atención” implica tener la habilidad de focalizar el esfuerzo mental en
determinados estímulos, y al mismo tiempo, excluir otros. La atención es un fenómeno
complejo, presente en todas nuestras actividades, de carácter polifacético que engloba
los procesos por los cuales el organismo utiliza las estrategias metódicas para
identificar la información del entorno y los distribuye adecuadamente para llevar a cabo
de forma óptima tareas específicas.
Existen dos dimensiones básicas de atención en función del carácter intensivo o
selectivo de ésta (Davies, Jones y Taylor, 1984; Parasuraman y Davies, 1984) y que
dan lugar a diferentes tipos de atención: la dimensión selectiva a las dos modalidades
de atención selectiva o focalizada y atención dividida; y la dimensión intensiva a la
atención sostenida o vigilancia.
La atención selectiva o focalizada es la capacidad para atender a uno o dos estímulos
relevantes sin confundirse ante el resto de estímulos que actúan como distractores
(Russell, 1975; Johnston y Dark, 1986; van Zomeren, Brower, 1992). Responde a la
siguiente pregunta: ¿Cómo podemos centrar nuestra atención en un único estímulo,
dada la gran cantidad de información que recibimos al mismo tiempo?. Este concepto
conlleva entender la atención como un mecanismo de capacidad limitada, siendo su
función la de asegurar un adecuado procesamiento perceptual del flujo sensorial de
los mensajes. También tiene como función asegurar la ejecución adecuada de la
acción más importante.
En la atención selectiva se investiga fundamentalmente el procesamiento diferencial
de clases distintas de información, simultánea normalmente. Aunque el origen de la
información puede ser interno (memoria) o externo (ambiente), el campo de la
atención selectiva se ha centrado tradicionalmente en las fuentes externas (Johnston y
Dark, 1986).
En ocasiones se ha matizado una diferenciación entre atención focalizada y atención
selectiva considerando la primera como la capacidad para responder a los estímulos, y
la segunda como la capacidad para mantenerse ajeno a los distractores (Sohlberg y
Mateer, 1989; Junqué, Bruna y Mataró, 1998).
Cuando un sujeto se orienta hacia los aspectos irrelevantes del entorno nos referimos
a su actitud como ausencia de concentración o distracción.
La atención dividida es la capacidad para responder, al menos, a dos tareas al mismo
tiempo (Kahneman, 1973; Navon y Gopher, 1979; Navon, 1985). El énfasis en los
estudios de este tipo de atención no recae en el procesamiento de la información -qué
es lo seleccionado- sino en los recursos de que se dispone para poder ser repartidos
de modo eficiente en las tareas a realizar. Esta segunda cuestión es justamente la
opuesta, ¿cómo es que podemos hacer dos cosas, o más, al mismo tiempo? ¿En que
circunstancias podemos hacer más de una cosa al mismo tiempo? ¿Cómo se ve
perjudicada nuestra ejecución por el hecho de hacer más de una cosa al mismo
tiempo?.
La atención dividida está dirigida fundamentalmente al estudio de los déficits como
consecuencia de la presentación simultánea de información o de la realización
concurrente de varias actividades. Desde un punto de vista teórico, el enfoque es de
capacidad o de recursos (Duncan, 1980), de conseguir los procesos o mecanismos
que optimizarían el procesamiento o la ejecución concurrente.
La atención sostenida (Parasuraman, 1984) consiste en la habilidad de mantener la
atención y permanecer en estado de vigilancia durante un periodo determinado de
tiempo a pesar de la frustración y el aburrimiento. En este sentido, la atención
sostenida es necesaria cuando un niño o niña debe trabajar en una misma tarea
durante un intervalo tiempo determinado.
Adicionalmente encontramos en la literatura (Sohlberg y Mateer, 1989; Posner, 1992)
el concepto de atención alternante, entendida ésta como la capacidad que permite al
sujeto cambiar el foco atencional de una tarea a otra.
Gráfico 1. Principales tipos de Atención
DIMENSIÓN
DIMENSIÓN
ATENCIÓN
INTENSIVA
SELECTIVA
ATENCIÓN
SOSTENIDA
ATENCIÓN
SELECTIVA
O FOCAL
ATENCIÓN
DIVIDIDA
Persistencia del
rendimiento de la
atención lo largo
del tiempo.
Procesar estímulos
diversos y dar
respuesta a sólo
uno de ellos.
Procesar estímulos
diversos y dar
respuesta a dos o
más de ellos.
SELECCIÓN
CAPACIDAD
VIGILANCIA
De acuerdo con lo expuesto hasta el momento, cuando pedimos a un niño o a una
niña que presten atención a alguna tarea, le estamos pidiendo que: a) responda a
unos estímulos determinados a la vez que debe ignorar otros menos relevantes
(atención selectiva); b) respondiendo a diferentes tareas que se le presentan de forma
simultánea, intentando que todas éstas funcionen obteniendo un rendimiento óptimo
(atención dividida); y c) que la concentración en las tareas que realiza persista el
tiempo suficiente como para conseguir de forma eficiente el objetivo propuesto
(atención sostenida).
Así, su capacidad de atención dependerá del correcto funcionamiento de cada una de
estas áreas, y cualquier disfunción en estos sistemas evidenciará la presencia de un
déficit de atención dificultándoles el atender a actividades u objetos por periodos de
tiempos determinados. De esta forma, su atención divaga rápidamente de una cosa a
otra, acompañados estos cambios de foco atencional, por fallos en la captación o
percepción de detalles, pudiendo perderse aspectos sutiles de diferentes situaciones o
contextos.
Etiología La capacidad de atención de los niños y niñas es un aspecto del temperamento. Este
temperamento varía a lo largo de un amplio rango basado en aspectos genéticos,
teniendo también un peso importante la influencia de la intervención del ambiente y el
contexto en el que el niño o la niña interactúan.
Además en los niños y niñas, su capacidad selectiva, su persistencia y su habilidad
para compartir tareas; tendrán valores característicos de los diferentes periodos
evolutivos dependientes de su edad. Por este motivo, la evaluación de la atención
deberá realizarse desde un punto de vista evolutivo.
Los componentes genéticos de los problemas o desórdenes de atención se ponen de
relevancia en función de su alta frecuencia en parientes de primer grado (Deustch et
al., 1990; Gillis et al., 1992), así como en la alta concordancia en la incidencia de
hermanos gemelos, superior en los monozigóticos que en los dizigóticos (Sherman,
McGue y Iacono, 1997).
Además estos desórdenes están asociados también con déficits en el funcionamiento
del Sistema Nervioso Central, al encontrarse asociados con disfunción atencional,
desde retrasos del habla y del lenguaje a retrasos en habilidades cognitivas y
adaptativas.
La memoria de trabajo y la motivación son aspectos que están íntimamente
relacionados con la capacidad para estar y permanecer atento. Para atender a una
tarea, el primer requisito es tener la “intención”, es decir, la motivación de realizarla y
el segundo tener la capacidad para recordar claramente las instrucciones que nos
dirigen hacia la tarea (memoria de trabajo).
Fisiología de la Atención Aún no es posible, especificar por completo, el mapa atencional del cerebro; pero los
estudios por imagen (Tomografía por Emisión de Positrones y Resonancia Magnética
Funcional) nos permiten conocer que existen diferentes redes neuronales encargadas
de las tres principales funciones de la atención (Mirsky et al., 1991) y que se
corresponden con los Sistemas Atencionales Anterior y Posterior, y de Alerta (Posner
y Petersen, 1990; Posner, 1992; Posner, 1995).
La atención selectiva depende del sistema posterior: cortex parietal posterior, el
colículo superior y el núcleo pulvinar del tálamo (Orienting Network). El lóbulo parietal
desengancha el foco atencional de la tarea previa, el colículo superior nos permite
dirigir la atención hacia el área del nuevo objetivo, a la vez que el pulvinar restringe la
entrada de información en el área indicada.
La capacidad para atender diferentes tareas simultáneamente y ejercer un control
voluntario sobre la capacidad atentiva para realizar tareas cognitivas complejas, tiene
su correlato anatómico en las áreas frontales del cerebro (sistema anterior): el cortex
cingulado anterior y los gánglios basales (Executive Network). Cuando estos fallan la
dispersión es fácil y aparece el reflejo de orientación de forma potenciada por el
funcionamiento de la atención involuntaria.
La atención sostenida está íntimamente ligada al concepto de alerta: a mayor alerta
aumenta la rapidez en la detección de los objetivos de la tarea propuesta. Pacientes
con lesiones en áreas frontales derechas tienen dificultades para mantener
concentrada su atención y persistir en las tareas encomendadas. La Norepinefrina es
el neurotransmisor que parece responsable de tales dificultades (Morrison y Floote,
1988; Witte, Gordon-Lickey y Marrocco, 1992).
Estas redes, no funcionan de forma individual y separadas entre sí; sino como un todo.
Variaciones normales de la Atención vs Disfunción Atencional Como señalábamos anteriormente, en el estudio de la disfunción de atención deben
considerarse aquellos aspectos que suponen una variación propia de cada periodo en
el proceso evolutivo del desarrollo de la atención normal. Un niño o una niña tendrán
cortos periodos de atención que irán aumentando a medida que vaya madurando
(Wolraich, ed., 1996). Niveles determinados de inatención pueden ser apropiados para
niveles determinados del desarrollo madurativo (ver tabla 1).
Los estudios sobre atención normal durante los dos primeros años de vida están
dirigidos hacia el reflejo de orientación (medidos por cambios en ritmo cardiaco, el
reflejo de succión o el tiempo de fijación en el estímulo). Estos estudios evidencian que
la atención está dirigida por los estímulos con preferencia inicial por los sencillos y
posteriormente hacia los más complejos. Hacia el final del segundo año puede situarse
la aparición del control voluntario del proceso atencional.
Antes de los cinco años los elementos sobresalientes del contexto captan la atención
del niño y la niña, y raramente son capaces de atender selectivamente a rasgos
específicos siguiendo una estrategia. A partir de los seis, aparece un cambio en el
control cognitivo de la atención utilizando una estrategia sistemática en la ejecución de
la tarea (actúan más reflexivamente).
Tabla 1: Diferencias entre atención normal y patológica
Normal
Patológico
Lactancia
La
atención
varía
dependiendo
de
la No se observa un adecuado progreso en
relevancia del estímulo (reflejo de orientación), atender selectivamente a expresiones faciales
así como de las diferencias intrapersonales en de sus cuidadores, ni a juguetes apropiados
la habilidad para procesar patrones auditivos para su edad.
visuales y motores.
El niño o la niña son incapaces de completar
La capacidad para mantener la atención varía pequeñas tareas: gatear hacia un objeto, o
de los 5 o 10 segundos durante los primeros colocar uno o dos cubos en una caja (no por
meses hasta los pocos minutos al final del deficiente habilidad); ni persiste cuando come,
primer año.
mostrando más interés por otros objetos o
actividades a su alcance.
Primera Infancia
El preescolar tiene dificultades para atender, No es capaz de concluir juegos o actividades
excepto brevemente a un cuento o a una tarea sin ser distraído, incluso tampoco de concluir
en la que deba estar quieto como dibujar o juegos de compañía con niños y niñas de su
colorear.
misma edad. Atiende a actividades sólo
durante un periodo de tiempo muy cortos para
seguidamente fijar su atención en otro objeto o
tarea.
Estos síntomas están presentes en el grado de
causar dificultades familiares, escolares y/o
sociales.
Segunda Infancia
Le cuesta permanecer atento a tares que no Con
frecuencia
pierde
instrucciones
y
quieren realizar y para las cuales no se halla explicaciones en clase, inicia gran número de
motivado. Éstas son la lectura, las tareas actividades que luego no completan. Tiene
escolares; así como tampoco en tareas que dificultades en acabar juegos con otros
requieran una excesiva concentración.
compañeros y compañeras, e incluso con los
adultos. Se distrae, tiende a renunciar con
facilidad, no completa con éxito actividades
novedosas. Además tiene dificultades de
relación social y no captan indicadores sutiles
del contexto en el que se relaciona.
Patología relacionada con la disfunción atencional La disfunción atencional se halla presente en múltiples trastornos neurológicos y
psiquiátricos tales como traumatismo craneoencefálico, depresión, ansiedad,
esquizofrenia, trastorno por déficit de atención con hiperactividad, retraso mental.
En la infancia la presencia más relevante de disfunción atencional se presenta en el
Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) según el DSM-IV (APA,
1994) o Trastorno de la Actividad y de la Atención según la CIE-10 (OMS, 1992); cuya
característica esencial es un patrón persistente de desatención y/o hiperactividadimpulsividad. Estudios epidemiológicos con criterios DSM-IV evidencias una incidencia
variable en función del subtipo diagnóstico que se utilice: con predominio hiperactivoimpulsivo (3,9%), con predominio del déficit de atención (9%) y del tipo combinado
(4,8%). (Baumgaertel, Wolraich y Dietrih, 1995).
Se valoran principalmente los siguientes síntomas de inatención que deben persistir al
menos durante 6 meses y con una intensidad incoherente o desadaptativa en relación
con el nivel de desarrollo.
Tabla 2: Síntomas de desatención en el TDAH según la DSM-IV (APA, 1994)
a) A menudo no presta atención suficiente a los detalles o incurre en errores por descuido en
sus responsabilidades o en otras actividades.
b) A menudo tiene dificultades para mantener la atención en tareas o en actividades lúdicas.
c) A menudo parece no escuchar cuando se le habla directamente.
d) A menudo no sigue instrucciones y no finaliza tareas u obligaciones en casa o escuela (no
por comportamiento negativista o incapacidad para comprender instrucciones).
e) A menudo tiene dificultades para organizar tareas y actividades.
f) A menudo evita, le disgusta o es renuente en cuanto a dedicarse a tareas que requieren un
esfuerzo mental sostenido.
g) A menudo extravía objetos necesarios para tareas o actividades (ejercicios, lápices, libros).
h) A menudo se distrae fácilmente por estímulos irrelevantes.
i) A menudo es descuidado en las actividades diarias.
Aún así, lo más importante es que un niño o una niña con disfunción de atención
(independientemente de cual sea su diagnóstico) presentará dificultades en el
seguimiento académico normal, no teniendo un rendimiento ajustado a sus
capacidades (Dykman et al., 1971; Rosenberger, 1991; Hinshaw, 1992; Faraone et al.,
1993). Estos problemas de aprendizaje evidentes, se centran en las áreas de lectura,
ortografía y matemáticas (Saffer y Allen, 1976; Cantwell y Saterfield, 1978; Conners,
1980), constituyéndose en déficits instrumentales que irán dificultando la adquisición
de nuevos conocimientos incluso una vez solucionado el déficit de atención.
Por este motivo la evaluación temprana de la disfunción atencional es primordial para
permitir paliar sus consecuencias negativas ofreciendo estrategias cognitivas,
educativas y sociales.
Evaluación de la atención en la infancia Existen múltiples pruebas estandarizadas que evalúan los diferentes subtipos que
engloban el concepto de atención: tareas de laboratorio con tests computerizados
(Gronwall, 1977; Greenberg y Waldman, 1993), pruebas de papel y lápiz (Ayuda,
1960; Zazzo, 1971; Brickenkamp, 1981; Toulouse y Pieron, 1986; Ruff, Evans y Light,
1986; Thurstone y Yela, 1988; Thurstone, 1990), subtests de baterías como las WISCR (Wechsler, 1993) o las MSCA (McCarthy, 1977), cuestionarios de conducta como los
de Achenbach (Achenbach y Edelbrock, 1983), , Conners (Conners, 1994; Conners et
al., 1998; Conners et al., 1998b) o Edelbrock (en Dulcan y Popper, 1991; y adaptada
por Tomàs y Bielsa, 1996) y medidas de observación directa (Abikoff, Gittelman-Klein
y Klein, 1977; Jacob, O’Leary y Rosenblad, 1978; Achenbach, 1986).
Tabla 2: Tests más comúnmente utilizados
Autor/es
Test
Grenberg y Crosby, 1992
Gronwall, 1977
Stroop, 1935
Wechsler, 1974
Wechsler, 1974
Wechsler, 1974
McCarthy, 1977
McCarthy, 1977
Das, Kirby y Jarman, 1979
Toulouse y Piéron, 1986
Thurstone y Yela, 1988
Zazzo, 1971
Ayuda, 1960
Ayuda, 1960
Ayuda, 1960
Kraepelin (en Ayuda, 1960)
Rupp (en Ayuda, 1960)
Thurstone, 1990
Lewis, Rennick, 1979
Brickenkamp, 1981
Ruff, Evans y Light, 1986
Trenerry et al, 1990
Test of Variables of Attention (TOVA)
Paced Auditory Serial AdditionTest (PASAT)
Stroop Test
Subtest de Aritmética
Subtest de Claves
Subtest de Dígitos
Subtest de Dígitos
Subtest de Secuencia de Golpeo
Atención receptiva de letras y dibujos (PASS)
Test de percepción y atención
Test de percepción de diferencias (CARAS)
Test de doble tachado
Test de atención 101-3
Test de atención 105-3
Test de Números
Sumas de Kräppelin
Prueba de Rupp
Cuadrados de letras
Trail Making Test
Concentration Endurance Test (d2 Test)
Two and Seven Test
Visual Search and Attention Test
Los cuestionarios de conducta aplicados a padres y profesores constituyen un buen
instrumento de recogida de datos, si bien debe considerarse que en la actualidad
estos tienen una valoración global para todas las edades y pueden confundir a quienes
no tengan en cuenta el carácter evolutivo y las variaciones normales del desarrollo de
la atención (por ejemplo: un niño de tres años puede fácilmente obtener puntuaciones
significativas cuando se le compara con uno de edad más avanzada. En la actualidad
empiezan a realizarse estudios que buscan establecer puntos de corte para las
diferentes edades en los cuestionarios de conducta, así como en la utilización de los
criterios diagnósticos de la DSM-IV.
Al igual que los cuestionarios de conducta (aplicados a padres y maestros), también
están recibiendo una atención especial los tests de laboratorio computerizados de
rendimiento continuo (CPT) que miden tiempos de reacción, por considerarse que
obtienen medidas de elevada fiabilidad.
Aún así, quienes estamos en contacto con niños con déficit de atención sabemos que
incluso ellos pueden, durante un tiempo limitado, rendir satisfactoriamente,
especialmente cuando el contexto no les es familiar. Por este motivo se considera que,
por su artificialidad, los CPT carecen de una adecuada validez ecológica. Además los
tests de laboratorio no correlacionan satisfactoriamente con el rendimiento en las aulas
(DuPaul, Anastopoulos y Shelton, 1992).
Es por este motivo que por su mayor sencillez, menor coste y la posibilidad de ser
aplicadas en el aula (importante para su validez ecológica), consideramos que las
pruebas de papel y lápiz son más asequibles como pruebas de cribado; siendo las
pruebas computerizadas de los CPT una medida de elección que nos permitirá, a
posteriori, confirmar los datos obtenidos.
En el desarrollo histórico de las pruebas de papel y lápiz para evaluar la atención se
ha recurrido a material perceptivo de mínima dificultad intrínseca, pero con elevado
nivel de material distractivo; o tareas visomotoras simples, repetitivas y monótonas en
las que la principal exigencia es identificar unas figuras o letras en función del modelo
establecido por la prueba. Este tipo de pruebas reciben el nombre genérico de Tests
de Cancelación. La dificultad de éstos tests es variable y depende del tipo de
estímulos relevantes (ítem-objetivo), de la distancia entre los ítems presentados y del
número de ítems-distractores existentes entre los ítems-objetivo (Diller et al., 1974).
La mayoría de los tests de papel y lápiz de que disponemos para valorar la atención
no se han demostrado como instrumentos demasiado útiles para la infancia y la
adolescencia, por utilizar tareas complejas escasamente interiorizadas y en las que
interviene de forma determinante el factor habilidad (como por ejemplo: cálculo de
pares de números, tachado de letras o identificación de figuras con rotación espacial)
que se constituyen en elementos y artefactos de contaminación que dificultan
diferenciar que variación de los resultados corresponde a la disfunción de la atención y
cual es la responsable de la propia dificultad de la tarea en el sujeto evaluado.
Aún así los más utilizados son el test de percepción de diferencias (aplicable a partir
de los 6 años) y el test de doble tachado de Zazzo, obtenido a partir de variaciones en
el tamaño y el procedimiento de aplicación del test de percepción y atención de
Toulouse-Pieron (aplicable a partir de los 9 años).
Los datos obtenidos hasta la actualidad en relación con las disfunciones atencionales
que se hallan presentes en el TDAH son contradictorios; si bien tales contradicciones
en muchos casos son consecuencia de la diferente conceptualización de los términos
de atención y de la diversidad de técnicas de evaluación utilizadas para un mismo
propósito. Así, Douglas y Peterson (1979) indican que la incapacidad para sostener la
atención e inhibir las respuestas impulsivas constituye uno de los grandes impedimentos
del ajuste social y escolar de los pacientes que presentan TDAH. Speen, Risser y Edgell
(1995) confirman esta apreciación al señalar que los niños con TDAH tienden a cometer
más errores de omisión y de comisión en una tarea de ejecución continuada. Los test de
rendimiento continuo, no ponen en evidencia un descenso del rendimiento en la tarea
realizada, con el paso del tiempo, en los niños y niñas con TDAH; aspecto que nos puede
hacer pensar que la atención selectiva es la deficitaria.
De hecho, el no poder identificar de forma consistente un déficit de atención específico en
el TDAH, lleva a autores como Taylor (1994) a señalar que los factores implicados en el
TDAH responden más a déficits en el procesamiento cognitivo superior que a déficits
básicos de atención; y a otros como Barkley (1990) a destacar como aspectos básicos
del trastorno la motivación y la regulación conductual.
En función de lo expuesto parece necesario sistematizar esfuerzos para conseguir una
mejor evaluación y un diagnóstico más específico de la disfunción atencional. En este
sentido se están llevando a cabo, en los últimos años, diferentes proyectos
encaminados a obtener datos fiables y normativos con nuevos tests y pruebas de
rendimiento continuo. Entre éstos, citar un nuevo Test de Atención Selectiva y
Sostenida, TASS (Batlle y Tomás, 1998, 1999) destinado tanto a valorar la capacidad
de estar atento como su persistencia y constancia en el tiempo.
Descripción del TASS Con el objetivo de que tanto estímulos relevantes como los estímulos distractores sean
sencillos e interiorizados en edades tempranas de la infancia, el TASS se ha diseñado
con figuras geométricas al estilo del subtest de Claves de la WISC-R (Wechsler, 1993)
combinándolas en diferentes colores. El reconocimiento de conceptos de tamaño,
forma y color es factible a partir de los 3 años y 6 meses (Deaño y Vidal, 1992), tal y
como se desprende de los resultados obtenidos en el subtest de Formación de
Conceptos de las escalas MSCA (McCarthy, 1977). Además, a partir de los 4 años
utilizamos patrones referenciales sensoriales que nos permiten estimar las
propiedades de los objetos, sus relaciones y sus diferencias (Mújina, 1985).
El TASS está constituido por 5 formas y 4 colores combinados, obteniendo 20 figuras,
las cuales se han distribuido aleatoriamente en cada una de las filas que componen el
test. Se ha dividido en dos formas de presentación acordes a los grupos de edad
comprendidos entre 4-7 años (TASS-A) y de 8 años en adelante (TASS-B).
Con el objetivo de simplificar la tarea para las edades más tempranas, en el TASS-A
las filas son de 10 figuras y cada dos filas completa el conjunto total de 20. Además las
figuras son de mayor tamaño, están más separadas y la tarea de cancelación es más
sencilla (ajustada a las capacidades del grupo de edad al que está dirigida). El tiempo
de aplicación y el número total de filas que componen la prueba son también
diferentes: 8 minutos y 54 filas para el TASS-A, y 10 minutos y 75 filas para el TASSB.
Para evitar el sesgo producido por la memoria de trabajo, los ítems relevantes se han
dispuesto de forma repetida en el margen izquierdo del protocolo con el objetivo de
minimizar el tiempo de búsqueda en caso de que el sujeto deba volver a visualizarlos
por no recordarlos.
El TASS contabiliza y obtiene datos en diferentes variables (tanto en valores parciales
por minutos, como en totales) que nos permitirán concluir una puntuación directa.
Estas variables tienen un valor propio en el análisis de los datos y deben ser
analizadas de forma independiente para una interpretación descriptiva del test.
El total de las variables que se pueden obtener son:
Cantidad:
total de figuras marcadas (Fn).
Velocidad:
figuras revisadas cada segundo.
Aciertos:
figuras marcadas que se corresponden con los modelos (An).
Omisiones: figuras no marcadas que se corresponden con los modelos (On).
Errores:
figuras marcadas que no se corresponden con los modelos (En).
E. Corregidos:figuras marcadas que no se corresponden con los modelos, y que han
sido corregidas de forma espontánea e inmediata (ECn).
Calidad:
cociente simplificado de la fórmula de calidad de los tests de J. Ayuda
es igual a 1 cuando las omisiones y los errores son iguales a cero.
P. Directa:
aciertos ponderados por el cociente de calidad.
Intervención La intervención de las disfunciones atencionales viene pautada por el tipo de trastorno
al que se hallen asociadas (hiperactividad, esquizofrenia, retraso mental, traumatismo,
etc). El défict atencional en el trastorno hipercinético mejora considerablemente con la
administración de fármacos estimulantes: metilfenidato, dextroanfetaminas o pemolina
(Taylor et al., 1987) , al tiempo que también los síntomas de déficit de atención
reactivos a un estado emocional disfórico evolucionan satisfactoriamente con la
administración de atidepresivos.
Aún así, aquí no queremos centrarnos en los tratamientos específicos de cada
trastorno, sino en las actitudes comunes que deben tenerse en cuenta en la
intervención de lo que es común en estos trastornos: la disfunción de la atención.
En el caso de la infancia, es preciso destacar una serie de intervenciones en pautas de
conducta, tanto en casa como en el aula, que no por frecuentes son más útiles.
Debemos evitar “motivar” al niño o la niña con frase como: ¿Por qué no lo intentas con
más interés?, o ¡Por Dios, quieres hacer el favor de concentrarte de una vez y dejar de
mirar las musarañas! Llamarles la atención de esta manera no les será de gran ayuda,
sino al contrario facilitará la presencia de un sentimiento de frustración y una mayor
presión que puede dificultarles más el estar atento; cuando no, a largo, plazo potenciar
la presencia de alteraciones en el estado de ánimo, además de las ya presentes
dificultades de rendimiento académico.
Los niños con disfunción atencional no pueden evitar despistarse y distraerse ante
estímulos ajenos a la tarea-objetivo (precisamente porque su capacidad de atención y
concentración no funciona adecuadamente), así que apenas conseguiremos unos
pequeños instantes de atención con una actitud imperativa a la vez que incidimos
negativamente sobre su motivación y por tanto conseguiremos a largo plazo su
impersistencia en la tarea propuesta e incluso su negativa a realizarla.
Por mucho que intentemos aislarlos de estímulos distractores, ellos seguirán
distrayéndose a la más mínima perturbación que aparezca a su alrededor.
Las estrategias más positivas comprenden una actitud comprensiva ante el
PROBLEMA, y adaptar el tipo de enseñanza y las pautas educativas para estos niños
y niñas. Por ejemplo: en clase, es conveniente dividir las tareas a aprender en
pequeños pasos para que pueda irlos aprendiendo en sus cortos periodos de atención,
dándoles la oportunidad de descansar unos instantes entre periodos. Es conveniente
también que las instrucciones tanto en el aula como en casa (con las
responsabilidades) sean directas y centradas en lo realmente significativo e
importante.
En el ámbito terapéutico la intervención debe centrarse en el aprendizaje o la
reeducación de las disfunciones atentivas, estimulando con pasos graduales la
maduración de tales capacidades, tanto al nivel de concentración (atención selectiva),
de persistencia (atención sostenida), como de realizar diferentes tareas al mismo
tiempo (atención dividida). Son instrumentos útiles el establecimiento de recompensa a
medida que se consiguen periodos de atención más amplios, y la utilización de
estrategias cognitivas del tipo autoinstrucción a partir de las que los niños y niñas van
marcando qué pasos necesitan hacer en cada momento (por ejemplo: “antes de actuar
pienso”, “¿qué clase de problema es este?, ¿Cuál es el siguiente paso?, etc”). Existen
programas terapéuticos orientados en este sentido, dos de los cuales son: el
<<Programa de Intervención educativa para Aumentar la Atención y la Reflexividad.
PIAAR-R>> de TEA Ediciones, y el realizado por el grupo Albor-Cohs bajo el proyecto
Magallanes.
Otro sistema de intervención que se ha mostrado útil es la utilización de programas de
entrenamiento computerizados (Sturm et al., 1997) o de rendimiento continuo como
instrumentos de entrenamiento en atención.
En este punto me parece de interés destacar el programa de intervención de múltiples
niveles que se aplica tanto en el Neurobehavioral Institute of Miami como en el Instituto
Neuroconductual de Santo Domingo, en los que se ha elaborado un programa de
rehabilitación neurocognitiva con procedimientos informatizados que se presentan
someramente a continuación. Para intervenir en el nivel de déficits de atención
relacionados con el proceso de enfocar y ejecutar eficientemente, se utilizan los módulos
de Desarrollo de Atención y Coordinación Oculo-Motriz del Captain's Log Cognitive
Training System. Se utilizan, también, los ejercicios de tiempo de reacción del programa
Mental Math Games, desarrollado por el Waterford Institute de Utah y los ejercicios de
Digit Symbol Rx, Rhythm Rx y Tapping Rx y Trail Rx, contenidos en el programa
Cognitive Prescription. En el nivel de déficits de atención relacionados con el proceso de
sostener la atención, se utilizan ejercicios tales como Tower of Hanoi, Progressive
Attention Training, el ejercicio de Digit Span Rx del programa Cognitive Prescription y el
módulo Numérico y de Memoria del Captain's Log Cognitive Training System. El uso del
neurofeedback o EEG biofeedback constituye parte importante de los procedimientos de
intervención a este nivel. La intervención en el nivel de déficits de atención relacionados
con el proceso de cambiar la atención adaptativamente y resistir la perseveración, se
utiliza el módulo de Desarrollo Conceptual del Captain's Log Cognitive Training System y
los ejercicios de resolución de problemas del programa Mental Math Games (Herrera,
García y Quintero, 1998)
Por último acentuar que el trabajo más importante que debe realizarse es de tipo
preventivo, pues en la mayoría de las ocasiones una intervención poco ajustada
potenciará la aparición de déficits instrumentales y dificultades en el rendimiento
académico con posible fracaso escolar.
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