Técnicas de comunicación y relación de ayuda en ciencias de la salud Técnicas de comunicación y relación de ayuda en ciencias de la salud Luis Cibanal Juan Catedrático de Enfermería en Salud Mental y Relación de Ayuda, Escuela Universitaria de Enfermería de Alicante; Licenciado en Filosofía; Enfermero Especialista en Salud Mental; Doctor en Psicología; Diplomado en Terapia Gestalt, Sofrología, Psicoanálisis y Terapia Sistémica y Familiar María del Carmen Arce Sánchez Licenciada en Psicología; Psicoterapeuta; Diplomada en Terapia Sexual y de Pareja María del Consuelo Carballal Balsa Diplomada en Enfermería; Licenciada en Psicología; Supervisora de Formación Continuada, Complejo Hospitalario Arquitecto Marcide y Prof. Novoa-Santos, A Coruña; Vicepresidenta de la Asociación Española de Enfermería en Salud Mental; Directora de Técnicas Psicodramáticas y Grupales; Magister en Drogodependencias 2.a edición A nuestra hija Sara por su colaboración Índice de capítulos Prólogo a la segunda edición ............................................................................ José Luis Jurado Moyano IX Prólogo a la primera edición............................................................................. José Carlos Bermejo XI Introducción........................................................................................................ XIII SECCIÓN I: Algunos aspectos de la comunicación...................... 2 Capítulo 1. Generalidades sobre la comunicación............................................... 3 Capítulo 2. Importancia de una buena observación para una comunicación adecuada.......................................................................................... 23 Capítulo 3. La comunicación no verbal............................................................... 35 SECCIÓN II: Hacia una comunicación clara y transparente.... 53 Introducción: Importancia de la comunicación.................................................. 55 Capítulo 4. Consideraciones generales................................................................ 57 Capítulo 5. El esquema de la comunicación........................................................ 59 Capítulo 6. Obstáculos a la comunicación o recepción del mensaje.................... 97 Capítulo 7. La comunicación en situaciones de conflicto.................................... 105 Capítulo 8. Puntos importantes que se deben tener en cuenta al relacionarnos con el paciente................................................................................. 117 VIII Índice de capítulos SECCIÓN III: La relación de ayuda. ..................................................... 129 Introducción........................................................................................................ 131 Capítulo 9. Generalidades sobre la relación de ayuda......................................... 133 Capítulo 10. Primera fase de la relación de ayuda: la acogida................................ 149 Capítulo 11. Segunda fase de la relación de ayuda: clarificación y definición del problema.................................................................................... 157 Capítulo 12. Tercera fase de la relación de ayuda: la confrontación y la reestructuración......................................................................... 183 Capítulo 13. Cuarta fase de la relación de ayuda: establecer con el paciente un plan de acción............................................................................. 201 Capítulo 14. Quinta fase de la relación de ayuda: la separación............................ 211 Capítulo 15. Evaluación....................................................................................... 217 SECCIÓN IV: comunicación grupal...................................................... 221 Introducción........................................................................................................ 223 Capítulo 16. Comunicación grupal....................................................................... 225 Capítulo 17. Sensibilización de técnicas grupales para aplicar a los profesionales de la salud........................................................................................ 247 Autoevaluación..................................................................................................... 285 Conclusiones........................................................................................................ 297 Índice alfabético................................................................................................... 301 Prólogo a la segunda edición La comunicación es una necesidad humana básica que se inicia en el encuentro con otra persona. En las profesiones sanitarias, la relación y la comunicación son elementos esenciales en la interacción profesional-cliente/paciente, de los que dependerá la calidad de los procesos que llevemos a cabo en los diversos ámbitos relacionados con la salud, sean o no asistenciales. Ser conscientes de ello nos dirige hacia la búsqueda de conocimientos que permitan mejorar nuestro estilo relacional, ofreciéndonos la oportunidad de vivir el encuentro con el otro de forma auténtica, más humana; dando lo mejor de nosotros mismos en cada acercamiento, en cada acogida; respetando su dignidad y mostrando actitudes de ternura ante la vulnerabilidad en la que se encuentra la persona necesitada de ayuda; considerándola ser autónomo e independiente y haciéndole protagonista de su proceso de salud/ enfermedad; proporcionándole escucha, comprensión y el apoyo que necesite, sin olvidar que sólo cuando se impregnan los cuidados de conocimiento científico, habilidad técnica y humanidad, se está en condiciones de atender todas y cada una de las necesidades de la persona, para lo que es preciso adaptarse a sus necesidades como el agua se adapta al cántaro que llega a cada rincón y humedece cada uno de sus poros. Como profesionales de las ciencias de la salud, estamos en un lugar privilegiado que nos permite cuidar al ser humano desde su concepción hasta el final de su vida: estamos presentes en el período de su gestación y escuchamos su primer llanto; le educamos para el cuidado de su salud, tratamos su enfermedad e intervenimos cuando sufre un accidente; acogemos su desnudez al realizar los cuidados y rehabilitamos su discapacidad; aliviamos el dolor en la noche y le acompañamos en su agonía y muerte. Todo ello justifica plenamente la necesidad de formarnos como profesionales altamente cualificados que, desde la perspectiva holística, nos permita responder a la persona necesitada de ayuda desde el compromiso ético de respeto a la dignidad humana. Todo esto requiere, además, un crecimiento personal que, mediante la integración de valores y actitudes, nos dirija hacia la competencia emocional, el autoconocimiento, la motivación, la empatía y la asertividad. Inevitablemente, tarde o temprano, los seres humanos nos enfrentamos a situaciones que nos producen sufrimiento, ocasionado no sólo como síntoma inherente a múltiples enfermedades, sino también como resultado de la respuesta humana que surge al vivir en primera persona la pérdida de la salud, descubriéndonos como seres frágiles. Ante esta evidencia, nuestro mundo emocional se conmueve, despertando sentimientos que pueden fluir hacia el exterior o quedar sumergidos en lo más profundo de nuestro ser; así, el miedo, la tristeza, la rabia o la culpa, entre otros, invaden nuestros pensamientos, afectando el estado de ánimo y ocultando los recursos a los que podríamos recurrir para afrontar la adversidad. Pero la enfermedad no es la única causa de sufrimiento; también pueden despertarlo las múltiples pérdidas o crisis que van marcando nuestra biografía y si no encontramos formas saludables de vivirlas, pueden llevarnos a la enfermedad, sin olvidar que una vivencia similar, e incluso a veces más dolorosa y profunda, nos conmueve cuando los afectados son nuestros seres queridos. Si bien es verdad que para el sufrimiento físico la ciencia nos proporciona un arsenal de medicamentos capaces de aliviar o eliminar el dolor, para «el otro sufrimiento» sólo disponemos de un remedio: los propios seres humanos que, movidos por un sentimiento de ternura hacia las desgracias de los demás, responden desde el corazón, con actitudes cuidadoras, encaminadas a ayudar a la persona que se encuentra afectada por el padecimiento. Esas actitudes y ges- X Índice de capítulos tos que constituirán la verdadera ayuda sólo surgen en el momento en que seamos capaces de sumergirnos en el sufrimiento del otro sin diluirnos en él, y estarán en la línea de mirar, sentir, aceptar, escuchar, comprender, abrazar, ofrecer, esperar, acompañar, dejar hacer, transmitir comprensión o simplemente mantener un respetuoso silencio que permita al otro escucharse en su interior y encontrar esos recursos ocultos que le permitan iniciar acciones para la superación del conflicto o vivir lo inevitable de forma saludable. A Luis Cibanal, al que presentaré sólo como enfermero, maestro de la comunicación y gran amigo mío, empecé a admirarlo hace unos veinte años, cuando mi primera profesora de Relación de Ayuda hizo referencia a él en un curso que se impartía en Ronda. Quién me iba a decir, en aquellos tiempos, que llegaríamos a ser compañeros en el Departamento de Enfermería de la Universidad de Alicante y que hoy me sienta honrado escribiendo este prólogo para su libro, en el que nos adentra en un paradigma que nos permite descubrir parte del misterio del ser humano, presentando de forma clara generalidades, técnicas, definiciones, conceptos, principios, esquemas, modelos y métodos que versan sobre la comunicación y la relación de ayuda; ilustrando los contenidos con multitud de ejemplos, que desde el humanismo y la consideración hacia el otro surgen de sus propias vivencias y de su forma sencilla y humana de acompañar en el padecimiento y la dificultad, siendo un valioso modelo del que obtener pistas para mejorar nuestro propio estilo relacional y poder tratar así «el otro sufrimiento». A pesar de su frase célebre «lo que está claro para mí, sólo lo está para mí», con sus publicaciones consigue que lo que está claro para él, también lo esté para los demás. José Luis Jurado Moyano Master en Ciencias de la Enfermería Responsable de la Formación Continuada en el Hospital de San Juan de Alicante Prólogo a la primera edición Interesarse por el tema de la comunicación interpersonal es un acto de humanidad. Quien lo hace –escribiendo o leyendo un libro sobre el tema, como éste– muestra su pasión por construir un mundo más humano, un mundo mejor, donde las relaciones interpersonales sean a la medida del hombre. No todas las relaciones son a la medida del hombre, porque no es lo mismo ser humano que vivir humanamente. Vivir humanamente comporta entablar relaciones donde uno para otro sea un próximo que interpela la capacidad de escucha y de verdadero interés por cuanto le habita, donde se creen puentes que permitan atravesar las distancias y barreras que existen o creamos entre nosotros. Podría parecer que interesarse por las técnicas de comunicación supusiera, en cierta medida, desnaturalizar las relaciones interpersonales e introducir la técnica en la humanidad, arriesgando incluso que se produjera un proceso más de deshumanización. Sin embargo, las técnicas de comunicación, cuando son el despliegue de actitudes interiorizadas por los profesionales (y por cualquiera), se convierten en un modo de cualificar y de humanizar los encuentros. En realidad no es fácil que entre dos o más personas se produzca verdadero encuentro. Ni siquiera en la proximidad íntima se da siempre el verdadero encuentro humano. Encontrarse con el otro significa correr el riesgo del descubrimiento de la propia vulnerabilidad, apasionarse por la diversidad –de la que tendemos más bien a huir–, dejarse sorprender por la alteridad, apostar por caminar junto al otro por sus terrenos ora pantanosos, ora secos, ora selváticos, ora soleados. Comunicarse humanamente significa salir de sí para entrar en el mundo ajeno, dejar que el mundo ajeno entre en el propio, apasionarse por la proximidad respetando la distancia, empeñarse en la fusión salvando la propia identi- dad, dejarse seducir por lo extraño sin perder la brújula. Relacionarse a la medida de nuestra condición de seres humanos tiene una valencia preventiva, estimuladora, sanadora, de sentido. Sin relaciones humanas somos animales racionales sin horizonte, capaces de destruirnos a nosotros mismos y a los demás. El deseo de humanizar todos los ámbitos de nuestra vida, reclamado por todos los rincones, pasa inevitablemente por cualificar las relaciones interpersonales. Con ellas, basadas en la piedra angular de la auténtica escucha, podemos crecer como individuos y como grupos, respetarnos en la diversidad, enriquecernos, aprender de la vulnerabilidad, y dejar que nazca en lo más hondo de nuestro corazón el deseo de salir al paso unos de otros, ayudarnos y levantarnos en los momentos de fragilidad, de oscuridad, de enfermedad, de confusión, de soledad o de cualquier otra circunstancia de la vida en que sentimos la necesidad de ser en relación. Luis Cibanal, doctor en psicología, muy buen conocedor de la condición humana y de la riqueza de la comunicación, contribuye con este libro a humanizar las relaciones. Su talante humano y el rigor y precisión de sus conocimientos se unen para dar a luz un texto que será referente para quienes deseen comprender la naturaleza de las relaciones interpersonales en general y de ayuda en particular. La inclusión de casos concretos, fragmentos de interacción entre personas «en vivo» favorece la comprensión de las habilidades o técnicas a las que se refiere. No es sólo un modo de explicarse (poner ejemplos), sino que constituye un modo de hacer teoría a partir también de la experiencia y de la reflexión sobre ésta. Teoría y práctica entran así en un círculo que, a modo de espiral, genera reflexión y conocimiento que no puede no ser compartido. XII Prólogo Por eso, desde el Centro de Humanización de la Salud, conscientes de la necesidad de promover la capacitación de todos los profesionales de la salud, de la intervención social y psicológica, para humanizar la asistencia, así como para prevenir y trabajar más eficazmente en grupo, agradecemos esta obra, admiramos el gran esfuerzo que hay detrás y la señalamos como referente humanizador. José Carlos Bermejo Director del Centro de Humanización de la Salud Introducción Con bastante frecuencia, en nuestra vida cotidiana encontramos dificultades para comunicarnos de forma clara y transparente. Cuando nos comunicamos tenemos la impresión de que nuestra comunicación es nítida sin embargo, observamos cómo nuestro interlocutor ha captado, comprendido o interpretado cosas distintas. Esto nos muestra que en nuestra comunicación comprendernos no es tan fácil ni tan evidente. Esto nos puede llevar a evitar entrar en contacto con ciertas personas, sobre todo si éstas están viviendo situaciones difíciles. Si a pesar de todo tenemos que comunicarnos, bastantes veces resulta no ser abierta y espontánea, pues intentamos ocultar lo que realmente pensamos y, aún más, ocultamos nuestros verdaderos sentimientos, dando lugar a una comunicación no auténtica ni sincera ni espontánea, que al ser percibida así por nuestro interlocutor da como resultado que se corte la relación. Por otra parte, evitamos con cierta frecuencia conocer gente nueva, o entrar en contacto con ella, porque tenemos miedo de no saber cómo comenzar una relación, o bien porque pensamos que nos pueden encontrar ridículos o pobres. Otras veces nos abstenemos de hacer preguntas por temor al qué dirán o qué pensarán sobre nosotros. Todas estas dificultades, sabemos hoy día que se pueden evitar trabajando la comunicación o la forma de comunicarnos. A este propósito, se han publicado bastantes estudios cuya finalidad es ayudar a las personas a mejorar su capacidad de relacionarse y, sobre todo, a ser capaces de expresar sus sentimientos en el transcurso de la comunicación. Así, tenemos las técnicas sobre asertividad (assertion training), entrenamiento de la expresión de sentimientos (training in emotional freedom), desarrollo de ha- bilidades sociales (social skills training), terapia de aprendizaje estructurado (structured learning therapy), entrenamiento sobre la eficacia personal (training in personal effectiveness), etc. También nosotros con este libro queremos facilitar a los profesionales la manera de comunicarse con los pacientes, con el fin de evitar o disminuir su sufrimiento, y también, en muchos casos, favorecer la comprensión, la aceptación y la operatividad del tratamiento. Esto implica detenernos a revisar cómo es nuestra comunicación con la pareja, la familia, los amigos…, así como con los pacientes y sus familias, etc. Las técnicas que proponemos, basadas en la comunicación humanista, nos han confirmado que son eficaces. Ahora bien, en un mundo en el que todo va muy rápido, no basta con ensayarlas algunas veces, es necesario ser constantes y perseverar en ellas. Creemos que uno de los problemas principales a la hora de aplicar los contenidos que aquí vamos a exponer es la falta de constancia y perseverancia. Si queremos ser eficaces creemos que es necesario tener en cuenta estos tres puntos: 1. En primer lugar, definir de forma muy concreta los comportamientos o las actitudes que queremos cambiar o mejorar. 2. En segundo lugar, observar nuestro comportamiento para saber de dónde partimos; de este modo, a medida que avanzamos, nos iremos dando cuenta del proceso de cambio e iremos verificando si vamos consiguiendo lo que nos habíamos planificado conseguir. 3. En tercer lugar, es necesario practicar, y practicar mucho; sabemos que esto es la base del éxito en cualquier aprendizaje. Esta práctica debe ser bien concreta y es- XIV Introducción tructurada (cómo, cuándo, dónde, de qué manera, con quién, etc.); si no es concreta y continuada no conseguiremos lo que nos hemos propuesto. Al comenzar un aprendizaje o crecimiento personal corremos el peligro de abandonar dicho proyecto cuando comenzamos a encontrar dificultades. Por ello, creemos importante recordar algunas de las más frecuentes que debemos evitar: Evitar hacernos reproches Esto quiere decir que, una vez que he programado lo que quiero cambiar o llevar a la práctica, debo tener una actitud de experimentador, y no de moralizador. Por ejemplo, debo evitar culparme diciéndome: «te habías propuesto hablar con tal paciente y no lo has hecho; nunca lo vas a conseguir, siempre dices lo mismo, te propones cosas que no eres capaz de llevar a cabo…». Por el contrario, debo detenerme y preguntarme: ¿cuáles son las ventajas o las insatisfacciones que me proporciona el hacerlo o no?. Lógicamente, si no lo hago me sentiré más insatisfecho, deprimido, alejado de los otros, etc. Por tanto, me permito ensayar nuevas actitudes en la comunicación y el cambio, no porque moralmente piense que «debo comunicarme con los otros», sino porque me siento más feliz, en paz y contento en mis relaciones con los otros. Evitar la creencia irracional de que no puedo o soy incapaz de cambiar Podemos, y en muchos casos debemos, estar abiertos al cambio, sabiendo que éste es posible si nos lo proponemos. Por tanto, si partimos del sentimiento de que siempre es posible el cambio, lo cual no quiere decir que no cueste, entonces, aunque sea lentamente, se irá produciendo. Esto lleva consigo descartar ciertas teorías muy deterministas, o populares, que parecen sostener que es imposible cambiar, como si la persona fuera inamovible. Lógicamente, si creemos que no podemos cambiar, ya nos predisponemos a no hacerlo, mediante excusas tales como: «esto es muy difícil», «yo soy así», «yo ya tengo demasiados años», etc. Descartemos, pues, toda excusa o etiqueta, la cual no hará más que empeorar nuestra relación y la de los que nos rodean. Evitar culpabilizar a los otros de no poder conseguir lo que nos proponemos Es una realidad, ya plasmada a través de los mitos, como el del paraíso: «Adán, ¿qué has hecho?», «Yo nada… la mujer que Tú me diste…». Es decir, es una constante el no querer asumir nuestra responsabilidad y echar la culpa a los otros, y para ello empleamos las excusas que sean necesarias, culpando a los demás de lo que nos pasa o queremos conseguir y no podemos. Evitar las explicaciones fáciles de nuestros comportamientos Tenemos a veces la impresión de tener «intuiciones» que nos parecen justas sobre la causa de nuestros sentimientos y comportamientos. Buscamos la razón de esto en explicaciones que hemos aprendido y que damos por verdaderas, aunque muchas veces no lo son, sino que son ideas erróneas o irracionales. Por tanto, es de gran utilidad e interés tener una actitud escéptica y cuestionarnos sobre la causa de dichos sentimientos y comportamientos. Pongamos un ejemplo: a ciertos padres que tienen problemas con sus hijos les oímos decir con frecuencia: «durante años no paro de gritarle a alguno de mis hijos, por su comportamiento, delante de sus hermanos, y a veces amigos, sin que parezca enterarse y, sobre todo, cambiar. Ya no sé qué hacer. A veces le castigo y es peor». Sin embargo, algunos investigadores como O’Leary, D.D. Kaufman y otros (1970) afirman que las críticas hechas en voz alta delante de gente, así como los castigos, tienden a reforzar dichos comportamientos. Por tanto, estos padres toman una solución que, lejos de ser tal, se convierte en causa de los problemas. Esto nos tiene que llevar a cuestionarnos la(s) forma(s) de comunicar que no nos dan resultados y que, sin embargo, seguimos practicando. Ser muy concretos en la definición de nuestras dificultades Introducción Es importante detenerse para reconocer cuáles son nuestras dificultades, y esto de la manera más precisa posible. Reconocer que en tal o cual situación tenemos esta u otra dificultad, y ello no para juzgarnos o condenarnos, sino para saber exactamente lo que queremos cambiar de nuestro comportamiento. Por ejemplo, quiero modificar ciertas conductas como: ser menos tímido, o menos agresivo, o más asertivo, etc. Esto ya es un comienzo al ser capaz de tomar conciencia, pero no es suficiente para cambiar, pues no concreto en qué quiero variar. Es necesario conocer exactamente cómo la agresividad, la timidez o la falta de asertividad se manifiestan de forma concreta en nuestro caso. Determinar con exactitud qué sentimientos o comportamientos se manifiestan como desagradables. Qué comportamientos de la gente me suscitan conductas o sentimientos agradables o desagradables. A modo de ejemplo, le presentamos alguna de las formas de poder llevar a cabo lo que acabamos de afirmar: 1. Hacer una parrilla de las situaciones y personas con las que quiero cambiar mi comportamiento. 2. Anotar regularmente nuestras observaciones. Al menos durante una semana es conveniente anotar: a)Exactamente en qué situaciones encuentro dificultad o éxito en la comunicación. b) Cuáles son mis comportamientos en dichas situaciones. Describa lo que hace o dice de forma concreta y observable. Por ejemplo, decir «me siento ansioso o lleno de cólera» es demasiado amplio, pues esto no da suficiente información para poder cambiar algo. Indique más concretamente y de forma precisa lo que hace. Por ejemplo, en lugar de decir estoy agresivo, anote las palabras que ha dicho, el tono de voz y la expresión facial y gestual empleada. XV 3. Anotar lo que físicamente siento realmente en ese momento. 4. Anotar lo que pienso y lo que me digo a mí misma en esta situación. 5. Anotar los resultados que obtengo y las consecuencias obtenidas tanto para mí como para los otros. 6. Anotar qué otros comportamientos me gustaría tener hacia el futuro cuando se me presenten situaciones parecidas. Éstas son algunas observaciones que es necesario que nos hagamos, lo más inmediatamente posible, después de que se ha producido el comportamiento que deseo modificar. Esto evitará que me olvide de muchos de los detalles importantes y de sustituirlos por interpretaciones erróneas. Estas observaciones inmediatas me permitirán saber mejor dónde se sitúan mis dificultades y lo que suscitan las emociones o comportamientos que quiero cambiar. Todo esto no basta con hacerlo algunas veces, es necesario insistir al menos durante dos semanas para comenzar a ir viendo ciertos resultados. 7. Anotar nuestras observaciones de forma sistemática. Se trata de calcular el número de veces que realizo una acción (p. ej., el número de veces por día que muestro o digo palabras cariñosas a mi pareja) o bien el tiempo que dura este comportamiento (p. ej., durante cuánto tiempo converso con mi pareja, o amigos, cuánto tiempo le dedico al paciente., etc,). Conviene apuntarlo, no dejarlo a la memoria, pues se nos olvidará y nos costará más verificar el cambio que vamos haciendo. Escriba inmediatamente en su agenda o libreta sus observaciones. Espero que este preámbulo nos ayude a adentrarnos juntos en las reflexiones de este libro. L. Cibanal Juan