Viernes 3 de Febrero del 2012 - E L NORT E L O CA L 7 Repara la familia Acosta Luján su casa destrozada por balas de militares Tienen un duro regreso a casa d A cinco meses de que un joven inocente fuera asesinado por marinos, su familia vuelve a la vivienda de la tragedia para seguir a la espera de justicia Daniel de la Fuente La modesta casa de la familia Acosta Luján ubicada sobre la Calle Margaritas, en la Colonia Jardines de San Andrés, en Apodaca, poco a poco va recobrando la imagen que tenía antes del 1 de septiembre del año pasado. Ya no hay vidrios rotos, las paredes lucen más o menos pintadas, la puerta y reja de la entrada no aparecen devastadas y, lo más notorio, ya no hay tantos hoyos descomunales provocados por armas de alto poder. La madrugada de ese día en esta casa había pedazos de concreto volados por las balas, vidrios y salpicaduras de sangre. Lo peor: una vida menos. EL NORTE publicó el 2 de septiembre del año pasado que Gustavo Acosta Luján, de 30 años, y padre de un hijo pequeño, fue abatido por elementos de la Marina en su domicilio en el que presuntamente había armas y droga, y del cual salieron disparos contra los efectivos castrenses. Ese día como un mes después, Gustavo Acosta Reyes, padre del fallecido, rechazó las acusaciones y narró que por la madrugada su hijo estaba a su lado en la sala viendo televisión cuando una serie de disparos hacia la vivienda hizo que la esposa de Acosta Reyes, María Eva, sus dos hijos y una nieta menor de edad se arrojaran al suelo en el segundo piso. En la planta baja, el joven Acosta fue a atender los golpes a la puerta, pero al abrirla un infante de Marina, que aún no ha sido identificado y que llevaba pasamontañas, le dio un tiro en la frente. Pensionado, Acosta Reyes, quien en ese momento se recuperaba de una operación en la rodilla,dijoquelosefectivosdeMarina los trataron como delincuentes y, a golpes y groserías, hicieron destrozos en la casa en busca de armas y droga que nunca hallaron. Al comprobar también quede esa casa no habían salido disparos contra ellos, los marinos obligaron al hijo más chico de Acosta Reyes a tomar un arma que pre- viamente accionaron hacia afuera de la vivienda, como si él la hubiese disparado desde adentro, y adjuntaron en el expediente de la PGR fotos de envoltorios con droga sobre muebles que ni siquiera hay en esa casa. Respaldada por la Cadhac, la familia interpuso una denuncia en la PGR contra el operativo de la Marina y una queja en la CNDH. Dadas las condiciones de la vivienda, se fueron a la casa de un familiar, pero la madrugada del 25 de diciembre algunas pertenencias, entre ellas el televisor inservible por los disparos, fueron saqueadas, por lo que decidieron volver el 17 de enero de este año al que fue su hogar no sin antes repararlo y pintarlo. Todo con sus recursos, de la misma forma que hicieron para sepultar a Gustavo, empleado de una discoteca en Nuevo Laredo, ciudad de la que paradójicamente huyó por la inseguridad. La familia ha corrido con todos los gastos: endeudándose y echando mano de ahorros, pagaron unos 50 mil pesos en el sepelio y la reconstrucción de su casa. “No habíamos vuelto porque nadie nos había dicho si podíamos regresar o qué”, comenta Gustavo, quien ya luce mejor de su pie, aunque no de espíritu. Cuando volvieron, debieron sacudir y ordenar cosas, sacar los vidrios rotos, ocultar la rasgadura de lado a lado de la sala nueva y comprar un refrigerador nuevo, porque las balas de los marinos echaron a perder el anterior. Hacer el intento por reconstruir su vida. Enfrentar los fantasmas. EL HONOR DE LOs ACOsTA La noche del 17 de enero fue la primera en la casa después del crimen del joven de 30 años, el pasado 1 de septiembre. “Desde que llegamos aquí tenemos una veladora encendida donde cayó mi hijo”, afirma Gustavo y guarda silencio. María Eva dice que el terror por aquel asalto le impide retirar la vista de las huellas de las balas. “Te quedas viendo y vuelves a Recomiendan impulsar desaparición forzada por vía extrajudicial Ángel Charles Ante la omisión del Congreso local para tipificar la desaparición forzadaenelCódigoPenal,losfamiliares delasvíctimasylosorganismosciudadanos deben recurrir a la vía extrajudicial y buscar un amparo paraqueeltemasealegislado,aseguró ayer el abogado Mario Salinas. El especialista en derechos humanos afirmó que, por la falta de voluntad política, el Poder Legislativonohaqueridoprocesarestas reformas,porloquedebebuscarse la protección federal para obligarlos a que legislen en la materia. “Ha faltado voluntad política para que esto se concrete”, aseguró Salinas, “pero lo que tiene que hacer la sociedad es exigir por las vías legales al Poder Legislativo, que se apeguen a los convenios y tratados que ya han sido firmados por el Gobierno mexicano. El también abogado litigante detalló que un primer paso es buscar un amparo de la justicia federal por la omisión legislativa. En caso de que la autoridad federal no obligue al Poder Legislativo a incluir el delito de desaparición forzada de personas en la legislación local, una segunda instancia para recurrir a una queja es ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. septiembre del 2011 febrero del 2012 d Gustavo Acosta Reyes y María Eva Luján sostienen el retrato de su hijo d La fachada de la vivienda de los Acosta Luján, en la Colonia Jardines de San Andrés, en Apodaca, fue destrozada por las balas de alto poder de los infantes de Marina cuando buscaban armas y droga. muerto en un operativo de la Marina en su casa en septiembre del 2011. lo mismo, a esa noche”, dice. Sólo de ver hacia la ventana, la misma por la que entró la lluvia de balas como respuesta a un ataque que nunca sucedió, hace estremecer a esta mujer robusta, más encanecida que hace meses y de una tristeza serena. La pareja, acompañada de los hijos que les quedan, comenta que nadie del gobierno se ha acercado a ellos. “Como si nosotros fuéramos los delincuentes”, dice ella. La familia cuenta que, al día siguiente del ataque a su domicilio, los efectivos castrenses anduvieron preguntando entre los ve- cinos sobre su honorabilidad. “¡Al día siguiente! ¡Cuando ya me habían matado a mi hijo!”, expresa María Eva. “Que a qué nos dedicábamos, que cuántos éramos. Mis vecinos estaban aterrados porque los marinos llegaron entre maldiciones, prepotentes. “Quiero saber dónde están, dónde están los que mataron a mi hijo y se fueron dejándonos como si nada hubiera pasado”. Pasaron una Navidad desoladora, cuentan, porque aunque no fuera en el año Gustavo nunca faltaba el 24 de diciembre. Antes, estuvieron una semana con su nuera y su nieto en Chi- huahua, donde residen. El niño, quien cumplirá 4 años en abril, tiene la versión de que, por trabajo, su papá no puede visitarlo. El último día del año, Gustavo habló con el nieto, pero el niño creyó que hablaba con su padre. Conmovido, el abuelo no le quitó la ilusión y escuchó al niño conversar sobre lo bien que la había pasado días antes con los abuelos. “¿Cuándo vienes, papi?”, preguntó. “Pronto,m’ijo”,contestóelhombre con un nudo en la garganta. Sin apoyo de ninguna autoridad local, sin que la Marinadéuna explicación y repare los daños, y sin atención ya de la CNDH, cuya Visitadora Adjunta Marisol Rosales Rueda ya ni siquiera la atiende telefónicamente, la familia Acosta Luján se prepara para recorrer los aniversarios luctuosos. Los días sin su hijo… y sin justicia.