MI VERANEO

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MI VERANEO
ODO
Feo
Veo
Ya,
Y que el
Viento
Lento
Va.
Tristeza
Traidora
Devora
Mi ser
LAURA BUSTOS
Volviendo
Desdicha
Mi dicha
Y placer
¡Y amarguras
Me rodean
Y estropean
Sin razón,
Las que tienen
Confundido
Mi afligido
Corazón!
Y de tristeza
Yo llevo el sello
Que a Chillán bello
Voy a dejar:
Y las montañas,
Las cordilleras
Y las praderas
Iré a cruzar.
Queridas amigas
Estoy sin consuelo,
Pues ya emprendo el vuelo
¡Amigas, adiós!
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RIMAS DE
Qué causa de olvido
El viaje no fuere
A quien tanto quiere
Honor para vos.
Diciembre diez y seis
A las siete del día
Dejé la compañía
De que gocé en Chillán;
Llegamos a San Carlos
Y en su estación estaba
Un coche que esperaba
Llevarme a San Fabián. (I)
Mi papá me acompañaba:
Y seguimos caminando,
Los árboles admirando
De una gran fertilidad;
Había grandes alturas
Que ascendimos y bajamos,
Y a las cinco allá llegamos
Sin ocurrir novedad.
(I)
Hasta aquí, fue redactado el mismo día que la autora salió
de Chillán, dando forma a su pensamiento de irle mal. Lo demás de
la composición, lo hizo a su vuelta. – (N. del E).
LAURA BUSTOS
Donde el señor Juan Villegas
Con gusto nos recibieron,
Alegres nos atendieron
Y bastante regular,
Allí entre las señoritas
Finas, amables y hermosas,
Por entre un vergel de rosas
Parecíame cruzar.
Y la estimable señora
En extremo bondadosa,
Una madre cariñosa
Ella fue, pues para mí.
Y sus hijas: Clara y Rosa,
María, Julia y Clarisa,
Todas perfuman la brisa,
Y entre ellas lo pasé allí.
Y fue tanta allí mi dicha,
Y tanta fue mi alegría
Que nadie lo creería
Que mis males olvidé;
Y como agradecimiento,
Recuerdo imperecedero,
En mi corazón sincero
De ellas siempre guardaré.
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RIMAS DE
A don Manuel Jesús Concha
Le hicimos una visita,
Y una de las señoritas
Allí nos acompañó.
Es amable el señor Concha,
En su familia estimable,
Y su señora honorable
Con gusto nos atendió.
Las señoritas Henríquez,
Vecinas de aquella plaza
Nos ofrecieron su casa
Que imposible aceptar fue;
Y hacerles una visita
Sólo pude darme un gozo,
Y su estilo cariñoso
Muy presente lo tendré.
Como en San Fabián no me hizo
Muy bien el temperamento,
Tuvimos el sentimiento
Por precisión que dejar.
Y mi mamá que hasta entonces
Allá en Chillán atendía,
A mi hermano, que tenía
Sus exámenes que dar.
LAURA BUSTOS
También con éste hizo el viaje
Para ir a acompañarnos
Y todos juntos marcharnos
Al fundo la Mortandad:
El señor Juan Montecinos
Nos ofreció sin demora
Su servicio, y su señora
Lució su amabilidad.
Allí, como en todas partes,
Voluntad y esmero hallamos;
Pero tampoco encontramos
Lo que íbamos a buscar:
Por lo que, hizo en esos días
Mi papá tan bondadoso,
Un viaje largo y penoso
Hasta Los Andes cruzar.
Salvó gigantescas rocas,
Cruzó ríos caudalosos,
Precipicios espantosos
Y a la Argentina llegó:
Reconoció en Las Lagunas
Un puesto muy conveniente
El que generosamente
Don Pancho Henrique ofreció.
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RIMAS DE
El quiso marchar a su vuelta
Pero ello ejecutar fue imposible,
Porque de manera increíble
El tiempo empezó a refrescar
Muy pronto por pequeña lluvia;
Y como el calor declinara,
Dispuso sólo al fundo Lara
Y no a la Argentina, llegar.
Medio mes estuvimos en Lara
Que tanto grato panorama ostenta
Pues que, en la confluencia se encuentra
De dos ríos de mucho caudal:
Por el sur se halla el río Ñuble
Y Lara se halla al nor-oeste;
Y su causa principal, decente,
De altos, da frente al camino real.
Fueron tres meses sin provecho alguno
Los que nosotros por allá estuvimos,
Y terminados ellos, resolvimos
Luego a San Carlos, al pueblo tornar.
En San Carlos pasamos seis días
Reposando casi tranquilamente,
Y mi papá creyó muy conveniente
De allí a su fundo Quimpeumo, marchar.
LAURA BUSTOS
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De aquí doy mis gracias a todos aquellos
Los que sus servicios con gusto prestaron,
Que sin conocernos ellos se ofertaron
En todo lo que útil pudiérannos ser.
Y en nombre de todos los que me escoltaban
Mi agradecimiento también muy sincero,
Pues que yo, en mi pecho, un recuerdo quiero
De aquellos yo siempre, yo siempre tener.
A pesar que la aldea de San Fabián no es pobre,
Y el fundo la Mortandad es bueno y extenso,
Y también Lara, y productivos, según pienso,
Cada uno con sus dos mil cuadras de extensión
Y elevadas cordilleras y exquisitas aguas,
Con inmensos árboles… para los dolientes
No bastan a satisfacer inconvenientes,
No tienen nada que les dé la salvación.
A nadie yo aconsejo que marche a esos lugares
Aunque la gente sea cariñosa y amable,
Porque allí no falta privación insuperable,
Porque allí solo reina tristeza y soledad.
Y también desapruebo con razón justísima
Las pinturas fantásticas que allá marchar me hicieron,
Porque aquellos consejos y animaciones fueron
Dictados como a oscuras, sin práctica y verdad.
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RIMAS DE
No es exacto que es San Fabián ni en el Valle de Alico
Sea benéfico a los enfermos el temperamento,
Que sufren del pulmón su mal, sus penas, su lamento:
Pues en verano es ardiente, lo afirmo sin pasión,
Y extremado en todo tiempo, aunque parezca increíble,
Y lo digo con conocimiento de causa entero,
Ya que por mí se hizo, en todo, lo mejor y primero,
Cumpliendo las instrucciones de más aceptación.
Lo prueba evidentemente la razón incontestable,
De que allí en aquel lugar varios tísicos han muerto,
Habiéndole allí adquirido su grave padecimiento.
Y, a que el aire es sin virtudes, le debemos agregar
La circunstancia sin réplica, de que allí estamos privados
De aquellas comodidades que en nuestra casa tenemos
Y por eso, los enfermos en Alico, no podemos
Con pobre temperamento nuestros males minorar.
¡Modifiquen, pues señores, los médicos y profanos
(Que sólo hablan por hablar), sus no buenas condiciones
De un lugar que no conocen de dar recomendaciones:
Y de los pobres enfermos, señores, tened piedad!...
Del fundo de mi papá, ubicado a cinco leguas
Al poniente de San Carlos, distinguir a veces suelo
Cuando está clara la atmósfera y se encuentra limpio el cielo
Las cordilleras de Alico, de Lara y la Mortandad.
LAURA BUSTOS
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De allí mi mente recuerda agradables emociones
A través de aquellos sitios, de unos ratos especiales,
Que pasados a la sombra de unos robles colosales
Del Fundo Lara en el patio se les ve su frente alzar;
De allí que se enfrenta al fundo tan extenso como bueno
Del señor don E. Mellafe, que se dibuja grandioso
A la derecha del valle de Alico, que es tan frondoso
¡Mi débil y triste lira solía allí despertar!
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