Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

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Revista del Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales
Asuntos Sociales
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Revista del Ministerio
de Trabajo y Asuntos Sociales
Asuntos Sociales
SUMARIO
EDITORIAL, Carmen Alemán Bracho, 7
I. ESTUDIOS
Política social e inclusión social. Luis Vila López,
13
Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas. José Félix Tezanos,
35
Procesos de exclusión social: redes que dan protección e inclusiones desiguales. Daniel La Parra y José María Tortosa, 55
Marginación y pobreza. Margarita Campoy Lozar,
Cárcel y exclusión. Pedro José Cabrera Cabrera,
67
83
Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración. Félix M. Herrador Buendía, 121
II. INFORMES
«Las familias ya no podemos más». Riesgos de exclusión social de las familias que cuidan de enfermos crónicos graves. Mª Asunción Martínez Román, 145
Trabajo social experimental aplicado al estudio descriptivo de la exclusión social. Rosario Conde Megías e Ignacio Pereda Pérez, 167
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3
Nuevos derechos en la Comunidad de Madrid para las personas socialmente excluidas. José María Alonso Seco, 185
III. RECENSIONES Y BIBLIOGRAFÍA
RECENSIONES
La tolerancia en la vida cotidiana: el arte de saber respetar, Amalia Gómez Gómez,
199
Los orígenes de la intervención estatal en los problemas sociales, Manuel Herrera
Gómez, 201
La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas, José Félix Tezanos, 204
La sociedad multiétnica. Pluralismo, multipluralismo y extranjeros, Giovanni Sartori,
206
Pobreza y perspectiva de género, José María Tortosa (Coord.),
Las cárceles de la miseria, Loïc Wacquant,
210
213
El nuevo régimen jurídico de la inmigración en España, Carlos Espluges Mota y Manuel de Lorenzo Segrelles, 216
Economía social y empleo en la Unión Europea, Varios autores,
219
«Huéspedes del aire». Sociología de las personas sin hogar en Madrid, Pedro José
Cabrera Cabrera, 225
BIBLIOGRAFÍA
Exclusión social,
229
IV. BOLETÍN LEGISLATIVO SOBRE ACCIÓN SOCIAL, 243
4
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Editorial
Editorial
CARMEN ALEMÁN BRACHO *
E
l papel de las sociedades desarrolladas como lugar de destino de inmigrantes de tantos
países en situaciones de verdadera necesidad, hacen ocultar muchas veces la presencia
de la pobreza, la exclusión y las necesidades en la sociedad de la abundancia, que es el tema
que abordamos en este número.
Si la exclusión ha sido, lamentablemente, un fenómeno siempre presente en la historia, a
comienzos del siglo XXI presenta sin embargo numerosos rasgos peculiares. Su primera peculiaridad tal vez sea la mencionada, que se produce en el contexto de la sociedad de la abundancia, que hace más visible y lacerante las situaciones de exclusión.
Pero las sociedades desarrolladas están sometidas a numerosas transformaciones que afectan al funcionamiento de sus mecanismos de previsión. Entre tantos otros cabría destacar:
a) Los desequilibrios demográficos. En todos los países de la vieja Europa, la reducción de la
tasa de natalidad ha comportado un aumento de las tasas de envejecimiento y, por tanto, de los
índices crecientes de dependencia, y ha provocado otros desequilibrios en los perfiles de las
estructuras y de los comportamientos familiares (sobre las que también inciden las separaciones y los divorcios). Todos estos fenómenos afectan al modelo de familia nuclear estable con
hijos, y que durante tanto tiempo ha actuado como cámara de compensación y solidaridad entre
generaciones.
b) La desaceleración del desarrollo económico. El crecimiento de empleo se ha visto afectado
por la desaceleración del crecimiento económico. Y sus repercusiones se producen no sólo en el
aumento del paro sino en otros parámetros con repercusión en la calidad de los empleos: descienden los contratos indefinidos.
c) La desindustrialización y las consiguientes modificaciones en la estratificación social. En
los países avanzados se reduce el sector primario (agricultura) y el sector secundario (industria),
mientras se desarrollan el sector terciario (servicios) y el sector cuaternario (actividades tecnológicas más avanzadas). Las consecuencias son muchas, destacando, la disminución cuantitativa de la clase obrera tradicional y el menor peso de los sindicatos tradicionales.
* Catedrática E.U. de Ciencias Políticas de la Administración. Universidad Complutense de Madrid.
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EDITORIAL
d) Las nuevas patologías de la modernidad. En los países avanzados aumentan los estados
de malestar psico-físicos, las tóxicodependencias, las patologías relacionales y las nuevas epidemias (como el SIDA); más en general, la sociedad se convierte en una sociedad siempre «más
arriesgada» por factores no ligados al trabajo.
e) El individualismo y el privativismo. Los estilos de vida centrados en el consumo privado
pueden producir una disminución del consenso de algunos estratos sociales respecto a políticas
de solidaridad hacia los más débiles (transferencias de recursos de los ocupados a los desocupados, de los sanos a los enfermos, de los ciudadanos a los emigrantes...).
f) Las nuevas migraciones. Crece el número de inmigrantes, que sin inserción laboral generan bolsas de pobreza y exclusión agravada, en muchos casos, por las dificultades en vivienda,
educación o incluso en el dominio del idioma con que se encuentran para afrontar con éxito su
integración social.
Estos fenómenos plantean en términos distintos la exclusión en las sociedades avanzadas,
donde persisten regiones subdesarrolladas y bolsas de pobreza. De estos aspectos se ocupa el
presente número de la revista en el que, desde diferentes perspectivas y posiciones, se aborda
esta importante dimensión de las sociedades complejas: la inclusión y la exclusión social.
El presente número se abre con un artículo del profesor Luis Vila López. En él se abordan
buena parte de los temas y desafíos anteriormente apuntados. Tras un interesante análisis
sobre el lugar que ocupa la inclusión dentro de la política social, el profesor Vila aboga por el
mantenimiento de políticas de carácter paliativo o simplemente facilitadoras de acceso a los
bienes y servicios. Ahora bien, es necesario avanzar hacia nuevas formulaciones que eviten el
mantenimiento y la emergencia de diferentes niveles de ciudadanía. Las conclusiones de estas
páginas nos dibujan un estimulante e imaginativo futuro. Se propone la coexistencia de dos
tipos de sociedades: la «compasiva» y la «incluyente». El denominador común de ambas es la presencia de estrategias de valoración de lo político, cultura de participación, nueva ciudadanía,
diálogo de culturas, primacía de la educación y movilización de todos los actores políticos para el
acuerdo sobre un nuevo pacto social.
El artículo del profesor Tezanos, «Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas», se adentra en el nuevo tipo de sociedades que está surgiendo como consecuencia de la revolución tecnológica. El horizonte que vislumbra el profesor Tezanos está marcado por la emergencia de nuevos sistemas de estratificación en los que se agudizan los componentes desigualitarios y dualizadores. Para afrontar los riesgos que podrían derivarse del caminar hacia unas
sociedades divididas y fragmentadas, Tezanos defiende la necesidad de impulsar políticas de
integración y asistencia que estén respaldadas por un amplio consenso social.
Los profesores La Parra y Tortosa, tras un sugestivo análisis, nos presentan los diferentes
niveles que se esconden tras los procesos de exclusión social (individual, hogar, grupal, social, sistema mundial, ecosistema). Estos niveles son el resultado, según los profesores La Parra y Tortosa, de la estructuración de las relaciones que definen el acceso a los recursos de los diferentes
grupos. Al hilo de esta argumentación, se concluye que la pobreza, fenómeno y realidad presente
en todas las sociedades de todas las épocas, no se resuelve mediante la implementación de nuevas vías para el acceso a una serie de recursos materiales, sino mediante la configuración de un
contexto social sostenible, un contexto que permita y promocione la autonomía y la participación.
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CARMEN ALEMÁN BRACHO
La profesora Margarita Campoy, por su parte, analiza dos conceptos clásicos en toda formulación atenta a los problemas sociales. Nos referimos a los conceptos de marginación y pobreza.
Tras un detallado recorrido en el que se analizan minuciosamente las aportaciones de Park y
Simmel, la profesora Campoy nos traslada a nuestras sociedades económicamente avanzadas y
políticamente plurales. En ellas, ambos fenómenos, marginación social y pobreza, adquieren
nuevos matices, matices que deben tenerse presentes a la hora de llevar a cabo una política
social que permita la inclusión.
El apartado dedicado a Estudios termina con dos artículos en los que se analizan dos casos
muy concretos de exclusión social: por una parte, la exclusión ligada a la reclusión carcelaria y,
por otra, la exclusión vinculada al fenómeno del desempleo.
En el primero de ellos, elaborado por el profesor Cabrera, una vez analizado el concepto de
exclusión como proceso y los factores que contribuyen a generarlo, se nos presenta un creativo
estudio sobre la cárcel en cuanto sistema sancionador y excluyente. En unas sugestivas páginas,
el profesor Cabrera nos revela las dificultades de este sistema cuyo resultado, por lo general, ha
consistido en una intensificación de la exclusión social.
Por su parte, el profesor Herrador, en su artículo titulado «Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración», nos enmarca ante uno de los grandes
desafíos que tienen ante sí las sociedades del bienestar: garantizar el empleo y su protección.
Afrontar este reto, según el profesor Herrador, implica activar una reforma del mercado de trabajo, reforma que tenga como rasgo distintivo la flexibilidad.
En la sección de Informes se incluyen tres trabajos. El primero de ellos, elaborado por la
profesora Martínez Román, se adentra en la realidad familiar y los cuidados que dicha realidad proporciona a sus miembros. Centrándose en el caso concreto de las familias que tienen a
su cargo enfermos crónicos graves, la autora detecta e identifica alguna de las lagunas de las
políticas sociales, revela como las familias que tienen que atender estas situaciones potencialmente se ubican en una situación de exclusión social, y plantea la necesidad de adecuar las
medidas que se adopten a las específicas necesidades de las personas a las que van dirigidas.
No resulta arriesgado decir que son unas páginas en las que se da voz a las familias, concluyendo que la sociedad no sólo debe promover la inclusión social de las personas con enfermedades crónicas, sino que, además, arrastra actualmente a las familias a una situación de riesgo de exclusión.
El Informe de los profesores Conde y Pereda es una aportación que en una publicación de
estas características no podía faltar. En el se demuestra la gran aportación del Trabajo Social
experimental: por una parte, la utilidad de los razonamientos del individuo para realizar objetivos ambiciosos que permitan superar las situaciones de malestar social a partir de la auto-evaluación de sus necesidades y posibilidades materiales; por otra, las actuaciones técnicas que promocionen esta capacidad, como aportación concreta al bienestar individual y social.
Por último nos encontramos con el Informe elaborado por José María Alonso sobre la Ley de
Renta Mínima de la Comunidad de Madrid, una de las mayores apuestas legislativas en materia social hecha por esta Comunidad en la presente legislatura. Nos encontramos ante un análisis serio y profundo sobre un instrumento jurídico que ha cerrado, para completarlo en las
lagunas que presentaba, el sistema de protección social que tenemos en España ante la inactividad laboral forzada por las circunstancias.
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EDITORIAL
El número se cierra con varias recensiones en torno a las publicaciones más recientes sobre
exclusión social, de gran utilidad para todos aquellos que se acerquen a este apasionante tema
del mundo académico, científico, político o de las Administraciones públicas.
El presente volumen se acompaña de una detallada bibliografía que permitirá al lector interesado profundizar en las investigaciones sobre exclusión, y una relación sobre la legislación,
por Comunidades Autónomas, sobre salario social, inserción y marginación social.
Valorados en su conjunto, los trabajos que se presentan en este número ofrecen una visión
amplia, variada y sustantiva de la exclusión social en las sociedades avanzadas. Una cuestión
que el tercer milenio tendrá que seguir abordando con profundidad para hacer frente a las formas, siempre cambiantes, de la necesidad y de la exclusión social.
10
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I. Estudios
Política social e inclusión
social
LUIS VILA LÓPEZ *
INTRODUCCIÓN
E
l reciente Plan Nacional de Acción
para la Inclusión Social del Reino de
España, Junio 2001-Junio 2003 es
la oportunidad de este artículo que, a la vez,
se beneficia y/o perjudica por mi seguimiento
de estas cuestiones desde hace unos veinte
años. Trataré el contexto teórico que ofrece
mi disciplina (Política Social) y los compromisos políticos representados en el ámbito de
la Unión Europea y de España en su calidad
de Estado miembro.
Dejo de lado la consideración de la pobreza en el mundo. Diría, con el Banco Mundial,
que Nuestro sueño es un mundo libre de pobreza (Banco Mundial, 2001). Y sin embargo
ese escenario mundial está continuamente
presente, aunque no se cite 1. Tampoco quiero
Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad Complutense de Madrid.
1
Las estrategias para el alivio de la pobreza experimentan una evolución que es válida no solamente para
los países en desarrollo, sino que resulta aplicable también a países en estadios más avanzados. El informe del
Banco Mundial señala las sucesivas estrategias que han
marcado la orientación de las políticas de desarrollo.
Señala un primer momento de inversiones de gran envergadura en capital físico e infraestructuras, que fue el
modelo dominante en los cincuenta y sesenta; con posterioridad se asiste a una preocupación adicional por
las mejoras en salud y educación que caracterizó la es*
sacar excesivo partido (oportunismo) de los
recientes atentados terroristas de septiembre de 2001 aunque, ciertamente, es la falta
de inclusión para las naciones y para los individuos un buen caldo de cultivo del terrorismo 2. Luchar contra niveles de desigualdad que traen consigo el desprecio, la
marginación y cualquier forma de ciudadanía de «segunda clase» es ya una forma de
asegurar nuestras sociedades. Resulta realista aludir a esas convulsiones sociales en la
medida que introducen la preocupación por
la inclusión en la agenda política.
trategia de los años setenta; luego fue el momento de la
mejora de la gestión económica, dando rienda suelta a
las fuerzas del mercado y esa fue la moda predominante en los ochenta; por último, las teorías del «buen gobierno» y la atención al sector institucional, así como las
cuestiones relativas a la vulnerabilidad de la población
son la nota que predominó en los noventa. La actual estrategia recomendada por el Banco Mundial se apoya
en tres objetivos:1º facilitar las oportunidades, 2º el
empoderamiento (empowerment) a través de la interacción de los procesos políticos, sociales e institucionales,
3º la seguridad, o reducción de la vulnerabilidad. (BANCO MUNDIAL, 2001, 6).
2
Cuando estoy terminando este artículo leo titulares de prensa del siguiente estilo: «El Reino Unido propone un Plan Marshall contra la pobreza mundial”.
Añade el texto: Según manifestó Tony Blair, de manera
quizás un poco mesiánica, son las diferencias de la riqueza y el soportar regímenes corruptos lo que ha permitido la eclosión del terrorismo internacional, por ahora básicamente islámico pero que podría llegar de
cualquier parte. (Diario ABC, de 18-12-01, pág.24).
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ESTUDIOS
EL LUGAR QUE OCUPA LA
INCLUSIÓN DENTRO DE LA
POLÍTICA SOCIAL
La inclusión social es una exigencia dentro de una sociedad que quiera merecer ese
nombre: es la sociedad que ni excluye, ni
margina, ni desfavorece, ni «des-privilegia»,
ni empobrece. O sea, que el que es miembro
de esa sociedad forma parte de ella y, por
consiguiente, ni es excluido, ni marginado, ni
desfavorecido, ni carente de privilegios, ni
pobre, ni mísero. Hasta aquí todo normal. Pero resulta que, desde siempre, en toda sociedad humana aparece no ya la desigualdad,
sino frecuentemente la «excesiva» desigualdad. Nos hemos acostumbrado a que la organización política de la sociedad haga algo al
respecto. Y llamamos Política Social a ese
ejercicio del gobierno de la polis que se preocupa de «hacer sociedad», es decir, garantizar
que todos los que están en ella sean realmente miembros de la misma, con una condición
de miembro dotada de las características
consideradas «normales». Hoy no entendemos un gobierno que no tenga Política Social,
que no se ocupe de «hacer» y re-hacer (volver
a hacer) sociedad, cada vez que ésta se fragmenta o diluye en exceso. Toda Política Social está inevitablemente orientada hacia la
inclusión y dispondrá de variados instrumentos para lograrla. Se llama al conjunto de
esos instrumentos «políticas de inclusión social». Pero, además, se tendrá que llegar a un
acuerdo sobre «cuánta inclusión social se
quiere», así como si ésta debe distribuirse
igualitaria o equitativamente entre todos los
actualmente excluidos que hay que incluir.
Una distribución igualitaria es de corte universalista, mientras que una distribución
equitativa tiene en cuenta la dimensión de
proporcionalidad: no son todos iguales.
Deseo aludir a la inclusión desde el terreno de los principios inspiradores de la misma
y hay que subrayar que esta consideración
de la inclusión en términos de «principios» es
tan relevante como la atención a la eficacia
14
de los «instrumentos» elegidos para hacer
operativos dichos principios. La razón es clara: si aquí y ahora nos ocupamos de los instrumentos que producen inclusión (políticas
coyunturales, planes de inclusión) no podemos dejar de lado la perspectiva del proyecto
a largo plazo (consideración privilegiada de
los principios) que tiene, como objetivo último, la creación de una sociedad incluyente.
Esta realización de la sociedad incluyente sería el sentido más propio de la Política Social, mientras que la referencia a las «políticas sociales de inclusión» atañe directamente
a los instrumentos y actuaciones pormenorizados en un plan de inclusión (Askonas,
2001:297).
Los que estaban peor situados en el abanico de la desigualdad social han sido centro
de atención en los últimos cinco lustros y
han sido objeto de denominaciones diversas.
El término clásico es el de «pobres», objetivo
tanto del Estado como de la Sociedad civil e,
incluso, de los «mejor situados que ellos» en
la escala de estratificación social para buscar alivio a esas situaciones. Conviene tener
presente el momento en que la percepción
social de la miseria fue objeto de sondeos 3 y
3
Véase COMMISSION DES COMMUNAUTÉS EUROPEENNES
(1977). Entre otros factores éste fue un determinante
del primer programa europeo de lucha contra la pobreza. En efecto, en 1981 la Comisión envía un Informe al
Consejo sobre el «Primer programa de proyectos y estudios pilotos para combatir la pobreza» [COM (81) 769
final]. Cada uno de los Estados miembros tenía realizado su estudio, bajo diferente metodología, para estimar
el número de pobres. España se sumó a este compromiso desde dos vías diferentes e inicialmente coordinadas: la que se realizaba en el Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social del Ministerio de Trabajo
y la que la D.G. de Acción Social de mismo Ministerio
financiaba a Caritas y realizaba la empresa EDIS. Los
dos equipos trabajamos sobre idéntico cuestionario pero diferente metodología y muestra. En 1984 Caritas
publica su famoso informe y el del Ministerio (tengo la
satisfacción de considerarme entre sus promotores, autor de la redacción final y defensor de sus conclusiones)
no ve la luz pública, por mucho que estuviese sobre las
mesas de muchos políticos y sindicalistas. El Instituto ya
había desaparecido y el protagonismo lo llevaba la D.G.
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LUIS VILA LÓPEZ
produjo un resultado que fue a la vez crudo y
estimulante, porque la distribución de recursos era de tal tipo que la pobreza apenas
era visible, a excepción de aquellos que la
experimentaban en su propia existencia. Política y, a la vez, socialmente se descubrió
que era mucha la población que estaba «fuera» y ése fue el detonante de una lucha contra la pobreza que se pretendió más organizada y científica. Volvió a revivir una
antigua tradición investigadora –no entro
en si era movida por la compasión o por otro
tipo de sentimientos morales sobre cuya teoría nos ilustró A. Smith- acerca de qué es pobreza, el número de pobres existente y las
medidas para reducir la pobreza (lo que se
puede hacer para que sean menos pobres
que, por supuesto, no es lo mismo que pretender que sean ricos). Hoy hemos llegado a
saber mucho sobre la pobreza, pero sigue habiendo pobres. El conocimiento todavía no
ha llegado a la transformación de la sociedad. Toda sociedad tiene, hoy como siempre,
su porcentaje de pobres.
Si seguimos con la perspectiva histórica
hay que señalar cómo, en los mediados setenta despunta una denominación que hoy
nos resulta más familiar: al lado de la pobreza –los que no tenían, los que estaban «privados de»- aparecieron los excluidos, que eran
una forma de inventariar los colectivos de
gente que «estaba fuera» y que estaba mal,
no necesariamente por penurias financieras.
De tal forma que podría decirse que debemos
los pobres a los ingleses, los excluidos a los
franceses y los de la infra-clase a los norteamericanos 4.
de Acción Social, portadora entonces de otros proyectos políticos más que del debate y defensa intelectual
del trabajo que habíamos hecho con la suficiente asesoría internacional (universidad de Amberes). Por esta razón no aparece en ninguna de las revisiones bibliográficas sobre estudios de pobreza en España, la última la de
CANTÓ et al. (2001:25-94).
4
La obra reciente, coordinada y dirigida por MAYES,
BERCHMAN & SALAIS (2001) documenta y amplía en sus
capítulos 2, 4 y 10 la aparición del concepto de exclu-
Esta nueva terminología no impedía que
«pobre», en España, fuera durante mucho
tiempo sinónimo de mendigo callejero y solicitante de ayudas ajenas, incluso con localizaciones urbanas determinadas. Puede comprenderse, cuando se revisa la historia de la
investigación, que ningún gobierno en España iba a permitir que se le contabilizaran como pobres a aquellos que no eran «pobres de
verdad». Quizá se recuerde la antigua y estéril polémica entre Gobierno y representantes
de la sociedad civil en torno a los ocho millones de pobres. Lo cierto es que finalmente los
denominados «pobres» desaparecieron del escenario político-administrativo para dar paso a los excluidos.
El último acto al que asistimos es la aparición continua, en todas las reivindicaciones
sociales y en muchas propuestas políticas, de
los «includendos»: los que «hay que incluir»
(¡perdón por el barbarismo!). Es una presencia continua que se formula como una preocupación por segmentos de población que deberían ser incluidos, pero también como una
especie de placebo moral ya que, a la postre y
como consuelo para los intranquilos, siempre
habrá formas y niveles de inclusión para todos los gustos. La inclusión se presenta como
algo graduable, dentro de una escala que no
llegará a modificar excesivamente la desigualdad generada por una sociedad que decide ser universalmente protectora (derechos
y titularidades para todos los que vivan en
ella) pero con niveles diferenciados de seguridad y protección. En la historia de la acción
social es un tema recurrente el del mérito,
los que «merecen» ser ayudados y los que
prácticamente deben ser dejados a su suerte
porque, simplemente, pagan des-inversiones
de su vida pasada.
sión y sus desarrollos conceptuales franceses y anglosajones, que emplean el concepto con contenidos diferentes. En los capítulos que esta obra dedica a los enfoques adoptados en los Estados miembros respecto a la
exclusión social no aparece el caso español, como es
costumbre.
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15
ESTUDIOS
Los últimos balances de final de siglo y
principio de milenio destacan la incapacidad,
después de cien años de Estado protector y
tutelar, para dar seguridad a todos. A medida que el pacto social de la posguerra envejecía, volvían a aparecer los gigantes o fantasmas contra los que Beveridge quiso luchar.
Por ejemplo, el paro, aunque ya no el hambre
o la enfermedad (al menos en la Unión Europea); también se hacían cada vez más visibles las muchedumbres excluidas del tren
del bienestar, lo mismo que las desigualdades crecientes entre nosotros (primer mundo) y los demás mundos.
En resumen, por eso preocupa tanto la inclusión, puesto que es la tarea no cumplida
que hoy, entre otras demandas pero también
como síntesis de la mismas, se presenta como una exigencia ante los políticos y administradores sociales. Lo que en otro tiempo
fue tema residual se ha convertido en foco de
atención de la política social 5.
Y sin embargo no es la primera vez que la
inclusión se propone como operación política
5
Es muy indicativa la abundancia de literatura sobre el tema de la pobreza y la exclusión en los últimos
años. Ya no tiene mérito hacer acopios bibliográficos, sino la revisión de la agobiante literatura obtenida. Hay
revistas específicamente dedicadas al tema (Journal of
poverty, por ejemplo), y equipos de trabajo en muchos
centros de investigación y gabinetes ministeriales (dos
referencias inglesas: el Centre for Analysis of Social Exclusion en la London School de Economía http://
rlab.Isc.ac.uk/CASE.asp y el Social Exclusion Unit para
ayudar la acción de gobierno contra la exclusión
http://www.cabinet-office.gov.uk/seu/index). Quiero hacer referencia al IV Programa Marco de investigación en
la Unión europea; bajo el título «Exclusión social y protección social: el futuro papel de la Unión Europea», el
TSER (Targeted Socio-Economic Research) ha trabajado
en torno a qué ayuda a combatir la exclusión social y
cómo incardinar las propuestas políticas para promover
la inclusión dentro de una visión de más alcance que la
sugerida por el binomio bienestar y empleo. El proyecto, financiado por la UE, se articula sobre tres ejes: conceptos y valores, procesos y políticas. Es de esperar que
por la línea 1 del recientemente aprobado programa
quinquenal comunitario llegaremos a saber mucho más
sobre la exclusión.
16
de gran alcance. Un antecedente español de
la moderna inclusión puede considerarse, a
principios del siglo pasado, la voluntad de
abrir el acceso de las nuevas masas a la vida
política y social 6, por una exigencia de justicia, gracias a la cual se puso en marcha la
moderna legislación de protección del obrero,
embrión de la futura protección social y de lo
que más adelante se llamará Estado de bienestar. Se comenzaba a originar lentamente
una preocupación política que no pretendía
crear una fuente bien surtida de recursos
frente a todas las necesidades (suministro de
recursos siempre agotables, característico
del «welfarismo»), sino que perseguía un
planteamiento reformista acerca de qué sociedad había que alumbrar para enfrentarse
a ese reto de las nuevas masas sociales y
también qué tipo de ciudadano era condición
imprescindible para lograrlo 7.
Hoy, agotadas las provisiones (prestaciones, bienes o servicios) o en trance de estarlo
(debido a la multiplicación de las titularidades o «entitlements») la mirada se vuelve hacia los primeros planteamientos reformistas,
sin abandonar las provisiones que deban seguir suministrándose, dado que «la urgencia
apremia». Probablemente habrá que dejar el
sueño universalista y concentrarse en la necesidad probada (means test o prueba de re6
Este problema, esta gran crisis, es producida por el
nacimiento de una clase a una nueva vida, por el advenimiento del cuarto estado a la vida social en todas sus
manifestaciones. Así es la frase textual de GUMERSINDO
DE AZCÁRATE (1840-1917), destacado representante del
reformismo español y alma del Instituto de Reformas
Sociales, precedente del Ministerio de Trabajo. (AZCÁRATE, 1933:36 y 201-282).
7
En la vida económica se manifiesta la decadencia
moral en el predominio casi exclusivo en ella del egoísmo individual. Parte por la propagación de los principios
de cierta escuela, parte por la preocupación reinante
que en este orden impera, casi en absoluto, el interés
personal, la verdad es que las consideraciones morales
no se toman en cuenta sino como un elemento de conveniencia para el logro ulterior de las empresas económicas... El interés es un móvil en verdad legítimo, pero a
condición de que se someta y subordine en todo caso a
la razón y al deber (AZCÁRATE 1967:233-235).
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LUIS VILA LÓPEZ
cursos), porque no se puede llegar a todos por
igual, ni cuantitativa ni cualitativamente.
Ciertamente es y será, mientras tanto, una
sociedad «dura» y difícil, de lógicas revueltas
de los que pierden su seguridad y necesitan
provisiones y que nadie va a negar en las democracias industriales, pero cuya cuantía es
de temer que sea inversamente proporcional
al incremento de beneficiarios. El ruido de la
calle y las lunas reventadas, que nos traen
los medios de comunicación hasta nuestra
sala de estar, no requieren sofisticados razonamientos teóricos.
Allegar suministros o facilitar recursos
evidencia diariamente que la provisión resulta cara, pero tampoco la reforma –la otra
alternativa- es inmediata o fácilmente previsible. Hay que buscarla en los rincones de la
ou-topía (el «no-lugar») porque lo que hoy no
tiene «topos» (lugar) habrá de traerse desde
el pasado... o desde donde sea, para hacerle
un topos aquí y ahora. La tarea es muy imaginativa y se le denomina hoy de muchas
maneras: el nuevo contrato social, las condiciones de la ciudadanía en un contexto global, la reanimación de los valores políticos, la
prioridad de los suministros de educación, la
búsqueda de lucidez ante el acoso consumista y las distorsiones del valor de uso. Basten
estos ejemplos como test de actualidad de
nuestro planteamiento.
En estas páginas introducimos los «planes
nacionales de inclusión» y queremos responder de otra manera a las contestaciones, tantas veces suministradas, de que «mejor es eso
que nada», porque ante ese fatalismo o resignación creemos que debe quedar en el aire
otra pregunta que, ya al formularla, apunta
la existencia de respuesta alternativa. Me refiero al deseo, que puede expresarse de muchas formas y en muchos contextos, y que
sencillamente dice: «¿y no hay otra cosa?» 8.
Una interesante historia, creo que todavía por escribir, narrará algún día el crudo travestismo de la imagen social de la pobreza y sus antídotos hasta llegar a las
8
LAS POSIBLES PROPUESTAS
POLÍTICAS DE INCLUSIÓN
La gestión de lo político suele ir de la mano de los intereses económicos, asumiendo
como propios de la sociedad los intereses que
derivan de los postulados económicos. La política, en este supuesto, apoyará medidas
protectoras que hagan compatibles los intereses mayoritarios de la población, que ve
amenazada su seguridad debido a su fragilidad social y económica, con los intereses de
otra parte de la población que quiere una
competitividad para la que resulta conveniente arrojar lastre. Aparece en el debate
político un tema de «proporciones»: no puede
eliminarse todo lo que limita, hay que pagar
unos costes que, como siempre, se querrán
minimizar. En cierto sentido, esa liberación
de carga y el aligeramiento producido se invocarán para justificar medidas crecientes
de asistencialización como única vía para
asegurar el futuro.
Pero, a sensu contrario, la política puede
también llevar de la mano a los representantes de los intereses económicos. Cuando ambos poderes son globales es más sencillo, pero si únicamente se globalizan los poderes
económicos mal lo tendrán los poderes políticos, vulnerables ante la opinión y sometidos
a la perentoriedad de los plazos electorales.
Y, sin embargo, «debe haber» políticas y políticos con voluntad de autonomía respecto al
poder de la economía. Debe ser posible sintonizar con demandas crecientes de participa-
actuales formas de inclusión limitada, en los últimos
veinticinco años. En esa historia aparecerán nombres
(políticos, partidos, instituciones de la vida social y ciudadana, asociaciones de perjudicados, grupos de presión o de intereses púdicamente escondidos o vergonzosamente exhibidos), fechas, datos, análisis, ensayos
microsociales de laboratorio que servirán para entender
mejor lo que tenemos e ilustrarnos sobre lo que se puede hacer y lo que ya no se puede esperar. No descarto
de esta historia que destaque e ilustre el permanente
acoso a tradición altruista y benéfica (caridad), nunca
entendida y más malévolamente vulgarizada.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
17
ESTUDIOS
ción y articular ese apoyo, con un empeño
educativo grande, para una mayor promoción del demos, para una intensificación de
la democracia. La política es, en este último
caso, la característica de aquellas redes supranacionales capaces de aglutinar todo tipo
de organizaciones con liderazgo, sin ningún
tipo de complejos, sin hipotecas del pasado.
El romanticismo revolucionario, lo mismo
que la pretensión de pureza en materia de
prejuicios históricos, no sirven frente a la
claridad de una cuenta de resultados.
Estas dos propuestas posibles (política
que secunda a la economía y política que gobierna a la economía) ayudan a ver el contexto en que se toman las iniciativas para la inclusión, dependiendo de la situación en que
se encuentren la Unión Europea y España, a
la hora de postularse como sociedades de inclusión. Reviste igualmente un gran interés
conocer la disposición del ciudadano español
y europeo a «pagar la cuenta» en favor de esa
autonomía de la propuesta política. La solidaridad presenta con mucha frecuencia una
costosa factura.
Tenemos muy cercano el ejemplo del más
ambicioso proyecto de inclusión: la ampliación de la Unión Europea hacia el Este.
Cuando el Consejo de Niza (diciembre 2000)
lanzó un debate sobre el futuro de la Unión 9
estaba invitando a definir el tipo de Unión
que se deseaba. Las recientes quejas de la
presidencia belga (noviembre 2001) sobre el
distanciamiento popular respecto al proyecto europeo reflejan los debates inevitables
en cualquier sociedad que quiere poner énfasis en la inclusión: hasta dónde y a qué precio.
A partir de un planteamiento basado en
los intereses económicos como motor de empuje de las decisiones políticas el resultado
es la decepción de unos (falta de entusiasmo
9
El futuro de Europa- Debate, en http://europa.eu.
int/futurum/index_es.htm.
18
en gran parte de los ciudadanos de los Estados miembros) y la desilusión de otros (conciencia de los costes humanos y sociales de la
integración con los «ricos» materialistas occidentales).
Desde el planteamiento de los intereses
políticos, con plena conciencia de la carga
económica que se asume, la «inclusión» nueva puede promocionarse como un enriquecimiento que trae la diversidad étnica, cultural y espiritual del continente, en lugar de la
homogeneidad a que daría lugar la imposición de los estándares occidentales. Es un
enriquecimiento «costoso», porque la cohesión social exige tomarse en serio la vida en
solidaridad, como instrumento para atenuar
las desigualdades y las diferencias excesivas
de nivel de vida. Un modelo realmente inclusivo no encaja bien con políticas de «dos velocidades», ni con divisiones entre los triunfadores y los fracasados. La solidaridad
característica del modelo europeo tiene un
precio. Un objetivo simple, como sería la mera ampliación del mercado, puede ahorrarse
ese coste 10.
10
En su momento JACQUES DELORS puso en marcha
un modesto proyecto denominado «Un alma para Europa», dentro de su Célula de Prospectiva. Determinadas
alergias fueron reduciendo con posterioridad el proyecto. Hoy hay que estar al tanto del Grupo de Asesores
<http://europa.eu.int/comm/dgs/policy_advisers/index_en.htm> del Presidente de la Comisión, concretamente en el área «Diálogo con las religiones y humanismos». He dicho intencionadamente «alergias», porque
hay páginas poco consultadas sobre temas europeos y
que sin embargo recogen una influencia nada desdeñable en millones de europeos. Aludo al sitio de la Conferencia de las Iglesias Europeas (<http://www.ceckek.org>) y al del Consejo de Conferencias Episcopales
Europeas (episcopados de la Iglesia Católica <www.
kath.ch/ccee/>). Hay más. Pero temas referentes a cuestiones europeas y que están cargados de valores no pueden ignorarse. Por ejemplo, para comprender mejor las
reacciones de muchos europeos ante la ampliación de
la UE y la necesidad de cohesión social, pueden leerse
las orientaciones del reciente documento de la Conferencia de Iglesias Europeas (CONFERENCE DES ECLISES EUROPEENNES 2001). O sobre la Inmigración, o sobre el diá-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
LUIS VILA LÓPEZ
Eso es precisamente lo que subrayan muchos analistas sociales contemporáneos
(Touraine, A. 1994 y 1999; Castells, M. 19971999; Dahrendorf, R. 1962, 1991, Habermas,
J. 1997, 1999) al reclamar un énfasis en la
centralidad de la política 11. La inclusión social tendrá que ir mucho más lejos que donde
la llevan las curas paliativas de una sociedad
excluyente que nada más busca que mejorar
sus resultados. No deseo aludir a los tópicos sin posibilidad de réplica debido a las coyunturas emocionales que despiertan- lanzados
en tantas arengas populistas: el sistema económico sin sentimientos, el neoliberalismo
que nos invade, la perfidia del mercado, el
satanismo del Imperio y otros desahogos verbales semejantes. Con mucha más sencillez
propongo el sencillo descubrimiento de que
las políticas sociales contra la exclusión están
enquistando en el cuerpo de la sociedad diferentes grados de pertenencia social de tal forma que podría decirse que la exclusión aparece más como un fatum que como un factum
(Aganzo y Renes, 2001:35-36).
Algún día veremos cómo las tendencias
económicas mundializadas (globalización)
terminarán por ser acreedoras del nuevo hacer de los políticos, pues están logrando situar los problemas cotidianos de la gestión
político administrativa a un nivel superior
(el de los principios y valores que sostienen
la inclusión). Será ése el nivel en que las
cuestiones de inclusión no se solucionan sencillamente haciendo más accesible la cesta
de bienes y servicios; se requerirá el cultivo
de la identidad, la seguridad, la pertenencia.
Un nivel político superior que significa «prestar atención a» y no sólo remediar problemas
«derivados de». En consecuencia puede decirse que estamos cada vez más ante una política real de inclusión que ya no es solamente
logo con el Islam en Europa y otros asuntos de responsabilidad común.
11
Será éste uno de los «pilares» que presentaremos
en las conclusiones. (Vid. RODRÍGUEZ CASTEDO 2000:2627).
competencia del gobierno que corresponda,
sino una tarea inexcusable de ciudadanía activa. La política de inclusión desborda así la
etiqueta de «problema del gobierno».
LA PROPUESTA RECIENTE DE LA
UNIÓN EUROPEA
Las conclusiones de la Presidencia, en el
Consejo Europeo de Lisboa (23-24 de marzo
de 2000), no mencionan la «inclusión». Se dice que, ante la mundialización y para una
economía basada en el conocimiento, la
Unión Europea debe determinar los cambios
en coherencia con los valores y conceptos de
la sociedad. Determinar qué cambios es lo
mismo que buscar la modernización del bienestar social y de los sistemas educativos... emprender reformas sociales y económicas, combinando competitividad y cohesión social.
Atención al propósito: es necesario, para crecer económicamente con más y mejores empleos y con mayor cohesión social, modernizar el modelo social europeo mediante la
inversión en capital humano y la lucha contra la exclusión social (Consejo Europeo de
Lisboa, Conclusiones de la Presidencia, números 1, 2, 4 y 5).
La Unión Europea entiende que la lucha
contra la exclusión caracteriza el modelo social modernizado. (La referencia al «modelo
social» 12 es repetitiva en los documentos comunitarios, por más que a la hora de concretar en qué consista no se va más allá de
generalizaciones sobradamente conocidas).
Modernizar el modelo europeo es una condición para crecer y, además, una garantía para
hacerlo de forma cohesionada. El modelo social europeo –se dice- tiene como distintivo un
sistema muy desarrollado de protección social, gracias al cual se puede pensar ya en el
12
Una documentación muy reciente la que se ha
producido durante la presidencia belga dentro de sus
prioridades «Social Ambitions for Europe». Vid. VANDERBROUCKE, F. (2001).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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19
ESTUDIOS
paso a una economía basada en el conocimiento. (Hay que diferenciar si se está hablando
del modelo social que caracteriza a los Estados miembros de la Unión –que es ciertamente un modelo europeo- o si se hace la referencia al modelo de la Unión Europea «en cuanto
tal», porque este último, en la medida en que
puede considerarse real, es mucho más tímido
en alcance y en sus perspectivas de desarrollo).
Con los matices anteriores sí que se puede
afirmar que la modernización de la protección social, se vincula a un Estado activo de
bienestar. Y un Estado «activo» no es un Estado pasivo o «subvencionador», sino aquel
que recompensa el trabajo, garantiza su viabilidad ante el envejecimiento, promueve la
integración social. Es decir, integra por el
trabajo y mira continuamente al empleo 13.
La promoción de la integración social resulta urgente, además, por el inaceptable número de personas que viven en la Unión por
debajo del umbral de pobreza y excluidas socialmente. Ese número inaceptable está en
contradicción con el modelo social anunciado;
por ello conduce a promover un acceso más
amplio a los conocimientos y oportunidades y
luchar contra el desempleo: la mejor salvaguardia contra la exclusión social es un trabajo (Conclusiones... números 31-34).
miembros y de sus autoridades nacionales,
regionales y locales, en conexión con el conjunto de agentes interesados, especialmente
los interlocutores sociales y las organizaciones no gubernamentales. Estos objetivos son:
1) fomento de la participación en el empleo y
del acceso a los recursos, derechos, bienes y
servicios por parte de todos; 2) prevención de
los riesgos de exclusión; 3) actuación a favor
de los más vulnerables; y 4) movilización de
todos los agentes. Para instrumentar dichos
objetivos los Estados miembros son invitados, antes de junio de 2001, a presentar un
plan de acción bianual donde queden reflejadas las prioridades de cada Estado miembro
conforme a esos objetivos. La Comisión elaborará un Informe Conjunto a partir de los
planes nacionales identificando las buenas
prácticas y los enfoques innovadores.
El Informe de síntesis es la Comunicación
de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones. Proyecto de informe
conjunto sobre la integración social14, que debe ser completado con la lectura de los planes nacionales y suministra claves para
ajustar la importancia de dichos planes nacionales y la que les confiere su utilización
por la Unión, dentro de su estrategia de cooperación. Algunas de estas claves serían las
siguientes:
El Consejo de Ministros (Empleo y Política Social), en su reunión de 17 de octubre de
2000, remitió al Consejo Europeo de Niza los
objetivos adecuados para luchar contra la
exclusión social y eliminar la pobreza, a partir de las orientaciones de los Consejos Europeos de Lisboa y Feira, proponiendo cuatro
objetivos, sin perjuicio de que quedase bien
claro que la lucha contra la exclusión social
es ante todo responsabilidad de los Estados
1.º Los Planes nacionales de acción sobre
la inclusión social (NAPincl) se presentan como el nuevo hermano «gemelo» de los Planes
nacionales de acción sobre el empleo (NAPempl) (Bruselas, comunicado de prensa de
23 de febrero 2001).
El empleo dista mucho de ser toda la solución,
como señalan muchos analistas. La dinámica laboral se
convierte frecuentemente en factor de exclusión. La inseguridad y precariedad reducen el desempleo, pero
no solucionan la exclusión. Véanse textos de la cita 23.
Llama la atención que mientras que la primera
página del documento es Informe conjunto sobre Inclusión Social, COM(2001)565, en la segunda página del
texto resulta que el informe trata sobre la integración
social.
13
20
2.º Dentro de la función de fomento de la
cooperación, la articulación de los planes y
de los actores será el «nuevo método abierto
14
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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LUIS VILA LÓPEZ
de coordinación para promover la inclusión
social» o el «método abierto de coordinación
en materia de integración social» (traducción
oficial en español).
3.º Se considera que se ha dado un «avance significativo en la elaboración de indicadores comunes para medir la pobreza y la exclusión en todos los Estados miembros»
4.º No se evalúa la eficacia de los sistemas
ya en funcionamiento, sino que se analizan
simplemente los planteamientos de los Estados miembros, prestando atención a la «calidad del análisis, la claridad de los fines y objetivos y la existencia de un planteamiento
estratégico e integrado».
5.º En el nuevo método abierto de coordinación se insta a trabajar juntos para la integración social de las políticas aplicadas al
empleo, la protección social, la salud, la vivienda, la educación.
6.º Gracias a los planes y a los indicadores elaborados para conocer, medir y combatir la exclusión se promoverá el intercambio
de buenas prácticas y el aprendizaje a nivel
comunitario.
7.º A partir de 2002 se pondrá en marcha
un programa quinquenal de acción comunitaria sobre integración social. (Vid. más adelante).
8.º Para que los Estados miembros constituyan sociedades integradoras «debe mejorar
considerablemente el reparto de recursos y
oportunidades en la sociedad para garantizar la integración y participación social de
todos los ciudadanos, así como el respeto de
sus derechos fundamentales».
9.º Con el reparto aludido se incluye otra
aspiración. La mayoría de los planes nacionales «tienden a concentrarse en medidas y
programas políticos existentes, en lugar de
exponer nuevos planteamientos políticos»
(itálicas mías).
10.º No debe perderse de vista que, de
cara a la elaboración de una futura estrategia de promoción de la integración, es fundamental tener en cuenta las limitaciones
financieras (el aumento de las inversiones
debe estudiarse en el contexto de los compromisos presupuestarios nacionales, de las
Orientaciones generales de política económica, del Pacto de estabilidad y crecimiento y,
también, de las Directrices de empleo). O
sea, unas limitaciones y condicionamientos
que, no por esperadas, dejan de dificultar paralelamente los enunciados (supra) como posibles nuevos planteamientos políticos.
Quienquiera que acostumbre a seguir estos temas desde hace tiempo seguramente
concederá que poca cosa nueva hay en todo lo
anterior. Más aún, no logrará evitar un posible disgusto ante la lectura de «su» plan nacional y los comentarios que acompañaron su
aparición 15. Pero, sobre todo, se persuadirá
15
Imagino que habrá más manifestaciones de este
estilo, pero una propuesta explícita de principios éticos
es inevitable si se formula una alternativa social más integradora y niveladora de diversidades. Más que «facilitar» las vías de acceso a los retrasados, la última intención es que no sean necesarias esas vías o atajos...
porque apenas hay quienes se retrasen en una sociedad
«diferente». No es accidental que los promotores de esa
«sociedad diferente» sean siempre los que apenas
cuentan en el modelo vigente. Por ello, la propuesta explícita de principios éticos y, por consiguiente, el criticismo más radical ante los planteamientos conservadores de los planes de inclusión de tipo insertista (facilitar
el acceso) se encuentran en publicaciones marginales,
en la periferia de los centros de poder y decisión. En
boletines y revistas de difusión muy minoritaria se encuentran estas voces. Por ejemplo, los comentarios de
la revista de los jesuitas españoles, RAZÓN Y FE (editorial
«El Plan nacional para la inclusión social», julio-agosto
2001, 27-32). También un boletín mensual de una Caritas diocesana («Plan de acción para la Inclusión social», en CRÓNICA DE LA SOLIDARIDAD, Caritas de Valencia,
nº 44, junio 2001, pág. 3). No me resisto a hacer accesibles dos citas sobre manifestaciones y causas de la exclusión.
• La pobreza y la exclusión son enfermedades del
cuerpo social. Los pobres no son fruto natural de
la digestión social que hay que segregar en lugares
higiénicos por razones de salud y estéticas. No son
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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21
ESTUDIOS
del papel absolutamente residual que juegan
estas cuestiones de la inclusión social, la pobreza, la exclusión –o como se las quiera llamar– en la agenda política real, al margen
de las declaraciones más o menos solemnes.
Como resumen, creo que no se avanza, la
agenda política cambia en cada Consejo y, de
relleno, aparecen los temas de siempre a los
que ningún político responsable puede volver
la espalda cara a su electorado. En este momento está en marcha el «debate sobre el futuro de Europa», Niza fue el reparto de poder
en la Unión ampliada y su «agenda social»
deja poco espacio a la innovación.
El Consejo Europeo de finales del 2001, en
Laeken, tenía que llevar una cartera de encargos muy abultada, al menos por los compromisos que se le habían ido fijando en estas materias sociales. Las conclusiones de la
Presidencia en el Consejo Europeo de Laeken (14 y 15 de diciembre de 2001) hacen
una referencia al modelo social europeo (nn.
órganos enfermos de los que se pueda prescindir
... la pobreza y la exclusión son, como la fiebre, un
síntoma. Se pueden disminuir sus molestias sin
erradicar la enfermedad del organismo, del sistema social. Medidas a concretar para facilitar la inclusión por el trabajo, el acceso a la vivienda, a la
educación, a la asistencia sanitaria ...-líneas de actuación previstas en el plan- pueden ser cubitos de
hielo para evitar que el malestar de los excluidos
nos moleste. (revista de Caritas-Valencia).
• Este plan es profundamente insertista y las pruebas están en que el amplio diagnóstico que se realiza no pregunta por las causas de la exclusión, sino que simplemente presenta a personas que «no
pueden acceder». La palabra exclusión ha sido reducida a un nuevo asistencialismo desde la clave
de la inserción: se trata de crear cuotas para la
participación de los «excluidos« en el sistema, no
de revisar el sistema ni parar la producción de excluidos. Este nuevo asistencialismo ya no busca
sólo dar «ayudas» sino «dar posiciones» a los excluidos dentro del sistema general. (revista RAZÓN
Y FE).
• Todavía me atrevo, en la enésima corrección del
manuscrito, a citar la reciente viñeta del El Roto (EL
PAÍS, 22 de enero de 2002) que dibuja, en su irrepetible estilo, el desagüe de excluidos del sistema.
22
25-30) diciendo que hay que concretarlo y sugiriendo dichos puntos necesitados de precisión: la legislación social, los servicios de interés general, el principio de igualdad, la
erradicación programada de la pobreza, la
coordinación de regímenes de seguridad social 16.
EL PLAN DE INCLUSIÓN DEL REINO
DE ESPAÑA
El texto del Plan va inserto, me dicen, en
la Documentación de este número de la revista. Es lo que me deja las manos libres para no tener que hacer ningún resumen o presentación detallada. Pero quiero de entrada
preguntarme, a pesar de la desilusión de algunos y los cruces de críticas de otros, ¿qué
hubiera sucedido sin la invitación comunitaria a elaborar los planes nacionales de inclusión?
Afirmamos de antemano que España, como todos los Estados de la Unión, dispone ya
de instrumentos para facilitar la inclusión y
evitar la pobreza o la exclusión. El propio
texto del Plan, sin embargo, ya subraya el
carácter poco usual que reviste la propuesta
política de inclusión que dio lugar al Plan,
porque no hay precedentes de planes de este
estilo, bien porque las acciones referidas se
consideraban propias de los planes de empleo, bien por la atomización administrativa
de las competencias o, incluso, por la gestión
local o autonómica de muchas actuaciones.
Se hace esta precisión porque yendo al conteEl Anexo I de las Conclusiones de la Presidencia
es una declaración sobre el futuro de la Unión. De cara
a la preocupación por un modelo de sociedad más cargado de algunos valores quiero destacar alguna de sus
afirmaciones: 1) «Europa debe asumir su responsabilidad en la gestión de la globalización»; 2) Europa debe
ser «una potencia que quiere enmarcar éticamente la
mundialización, es decir, ponerla en un entorno de solidaridad y desarrollo sostenible»; 3) el ciudadano europeo «pide resultados en el ámbito del empleo y la lucha
contra la pobreza y la exclusión social, así como en el
ámbito de la cohesión económica y social».
16
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35
LUIS VILA LÓPEZ
nido, más que a la novedad de la presentación «conjunta», una somera revisión de la
lucha contra la pobreza y exclusión nos llevaría a mencionar para el caso de España las
pensiones no contributivas (con la ambición
de «cerrar» el Sistema de Seguridad Social),
las iniciativas autonómicas para una garantía universalista de ingresos mínimos y de
itinerarios de inserción, el Plan concertado
de servicios sociales básicos, la red autonómica de servicios sociales tanto generales como especializados 17. Por consiguiente, ¿qué
más podía esperarse, respecto a los contenidos, en este nuevo Plan de inserción?
La referencia –no me atrevo a hablar de
«debate», si delimito esa referencia a los comentarios en nuestro país– a la exclusión e
inclusión es muy copiosa, debido a la confluencia de los intereses de los políticos con
las demandas de tantos que, fuera de las estructuras políticas tradicionales, hacen de la
lucha contra la pobreza su logotipo de marca.
En la sociedad civil la protesta contra la pobreza ha constituido un elemento que aglutina las organizaciones más heterogéneas. En
el período más reciente hemos presenciado
en el amplificador mediático sus manifestaciones visibles y algo –muy poco- de sus contenidos. Valdría recordar el dicho popular
(«Mucho ruido y pocas nueces») porque, aunque todo contribuye a hacer ruido, caen muy
pocas nueces: el dueño del nogal no lo permite y, además, tiene muchas formas de impedirlo. Por ejemplo, todo el apoyo político y
publicitario prestado a cuestiones de pobreza
y exclusión, en la dirección marcada por los
objetivos comunitarios, resulta «rentable»: se
airea una preocupación política por la población excluida y se desvía la mirada de las
causas de esa exclusión, como es el modelo de
crecimiento y la distribución del poder 18. El
17
Puede verse el informe del CES (2001:cap. 3).
También, sobre el papel de los servicios sociales en la
lucha contra la exclusión, ROLDÁN GARCÍA, E. (2001) y
GUTIÉRREZ RESA, A. (2001).
18
Para potenciar la creación de más y mejores empleos es necesario apostar por un modelo de crecimien-
apoyo mediático también puede servir para
esconder cómo el tradicional y soñado Estado
de bienestar se transmuta en un humilde y
no confeso Estado asistencial y discriminador. Es igualmente útil para no tener que
responder a los retos que, en el futuro, presentará la mundialización a lo que quede del
Estado social 19.
Se ha hablado muy poco del Plan, ni por
parte de sus promotores (el Gobierno) ni por
sus críticos e ignoro a qué se debe esa estrategia, bien sea por sencillez, por conciencia de
que sus planteamientos son evidentes, por
urgencia de otras prioridades, por ausencia
de una contestación preocupante de tipo político o civil. En definitiva, no lo sé y mis conjeturas no tienen excesivo valor, aunque haga a
continuación algunas precisiones, a partir de
los enunciados que se contienen en el Plan.
El marco conceptual y político al que se
dedican las primeras páginas del Plan español destaca algunos elementos que dicen mucho más que su tenor literal o contexto. Por
ejemplo, la exigencia de abordaje integral
más que tratamiento unidimensional de la
to que, en contraste con el actualmente vigente, pueda
generar más puestos de trabajo y redistribuir de manera
más armónica y equitativa la riqueza, potenciando niveles adecuados de bienestar social. El problema del actual
modelo económico no es si funciona o no, el problema
es que puede funcionar «eficientemente» para algunos
(a los que cada vez «les va mejor») y, al mismo tiempo,
funcionar pésimamente para otros (a los que cada vez
«les va peor»). Hay que entender, por lo tanto, que la
bondad de un modelo no descansa sólo en unos resultados impersonalizados reflejados en las cuentas del balance del capital, sino en la capacidad para generar condiciones de vida más satisfactorias, en sociedades más
estables y con mayor capacidad para mantener un desarrollo sostenible (TEZANOS 2000:30).
19
Coincido con la tesis de MARTÍNEZ DE PISÓN
(2001). Es un tema muy tratado el de la relación entre
globalización y Estado de bienestar puesto que afecta a
los derechos de ciudadanía y, en general, a todos los
equilibrios que son menester entre las exigencias económicas y los valores propios del modelo social europeo (SYKES et al. 2001; VANDERBERG, A. 2000; DELANTY,
G. 2000; KLEINMAN, M. 2002).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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23
ESTUDIOS
exclusión. Como contrapunto, la dificultad
para identificar y promocionar el potencial
reformista de los excluidos: es difícil generar
procesos de movilización y emancipación porque los colectivos marginados no son un sujeto homogéneo de cambio histórico (afirmación ésta que, por discutible, debería originar
otro trabajo paralelo). La propia realidad de
la población excluida lleva al fatalismo (inevitabilidad para las sociedades avanzadas
del siglo XXI) y a la clásica estigmatización
(la marginación como falta de adaptación del
individuo).
A partir de las expresiones del Plan español, así como del ya referido Informe de síntesis de la Comisión se plantea la pregunta,
ya insinuada hasta la saciedad: ¿cuál es la
causa por la que las visibles manifestaciones
de «gran desigualdad» (expresión que utilizo
como equivalente a pobreza, exclusión, etc.)
se manifiestan en los ejes o ámbitos citados
por el Plan español? Creo que aludir a los
ámbitos monetarios, laborales, educativos, de
alojamiento, sanitarios, marginalizadores, de
acceso a la justicia, y a las nuevas tecnologías
está repitiendo lo que ya todos conocen sobradamente. Pero estos ámbitos no son más que
el reflejo de modelos de sociedad, con una determinada combinación de valores y objetivos
(¡prioridades!) que son lo que marca la dirección, la velocidad, la ubicación, el consumo
que se hará visible en los citados ejes. El eje
no es culpable de nada, solamente transmite
la energía que recibe. Y es ahí donde hay que
actuar para lograr una auténtica sociedad de
inclusión. Este plan quiere encauzar una preocupación social, responder al desafío que tiene nuestro vigente modelo social europeo para
independizarse coherentemente de un modelo
económico no discutido. Aquí se fundamenta
la crítica tanto al plan español como, en general, a la política comunitaria por la inclusión:
¿hay otras respuestas y, si las hay, por qué se
ha elegido ésta que se nos presenta? 20.
20
Tenemos un modelo económico asumido y no
cuestionado y así la política de inclusión será siempre
24
En las condiciones de partida que se dan
no pueden esperarse grandes novedades nacionales. Hay pocas cosas nuevas en los objetivos, en los actores, en las estrategias. (Con
todo, no siempre hay que decir cosas nuevas
cada vez que se adopta una posición). Es ya
un importante toque de atención que la
Unión Europea y los Estados miembros traten la prevención de la exclusión. Poco más
puede considerarse relevante. Quien se detiene ante un andamiaje como éste (envergadura física del Plan) puede pensar si tras él
se está simplemente adecentando la fachada
(o sea, retoques asistenciales), pero también
puede sospechar que al mismo tiempo se está
modificando la estructura y la distribución
del espacio (tocar lo que causa las exclusiones del empleo, la educación, la vivienda, las
rentas mínimas, etc.). A la postre, con actuaciones de este estilo se esclarece qué se entiende en la práctica por modernización del
modelo social europeo: las actuaciones imprescindibles para tranquilizar a la mayoría
de los actores sociales sin alterar en demasía
la organización social y económica en la que
vivimos.
El Consejo Económico y Social (CES) de
España, órgano consultivo del Gobierno (en
el que están representadas organizaciones
sociales directamente implicadas en las medidas de los planes de inclusión) recibe en
enero de 2001 el documento base del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. El Informe del CES (Consejo Económico y Social,
2001) remite a su anterior documento (Consejo Económico y Social, 1996) preguntándose qué ha sucedido desde este diagnóstico de
1996. Reconociendo un avance en estos años
en la respuesta a la pobreza, el CES conside-
una muy modesta política que se ocupa de los «efectos»
que son inevitables. No es una Política Social sino políticas sociales subordinadas. Viene a ser, se señala
(AGANZO y RENES, 2001:37), una manifestación más de
la inicial desconexión entre las políticas sociales y las
políticas económicas: mientras las primeras intentan taponar los flujos que llevan a la exclusión, las segundas
abren nuevas vías de agua.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
LUIS VILA LÓPEZ
ra de utilidad poner de manifiesto los puntos
débiles observados en las principales vertientes de la acción pública que repercuten
en la pobreza y la exclusión social: educación, empleo, sanidad, vivienda, servicios sociales y garantía de recursos, para terminar
con unas reflexiones sobre el papel de la iniciativa ciudadana en las políticas de integración social (Consejo Económico y Social,
2001:27). Con otras palabras, el CES reconoce que determinados derechos y consumos,
propios de nuestro modelo de sociedad, quedan insuficiente e insatisfactoriamente garantizados para toda la población española.
Cuando el CES compara nuestra situación
con otros Estados de la Unión dice que hay
que gastar más y destaca que en servicios sociales y rentas mínimas España está en el
0,2% del PIB mientras la media comunitaria
es del 0,4%. «La efectividad del futuro Plan
para la inclusión social –cuya dotación presupuestaria, de momento, se desconoce– (itálicas mías) obliga a un mayor esfuerzo en este campo». (Consejo Económico y Social,
2001:73).
EL PROGRAMA QUINQUENAL DE
ACCIÓN COMUNITARIA QUE SIGUE
A LOS PLANES NACIONALES DE
INCLUSIÓN
Corresponde ahora, dentro del guión histórico descriptivo que enhebra nuestros comentarios, pasar al último momento que es
este programa quinquenal. Es el apoyo prometido por la Unión, como fase posterior a la
elaboración de los Planes nacionales de inclusión y al Informe Conjunto de la Comisión
y el Consejo. La Decisión establece 21 un programa de acción a fin de fomentar la cooperación entre los Estados miembros para luchar
contra la exclusión social para que la Unión y
21
Decisión 50/2002/PE-CONS de 7 de diciembre
de 2001 (DOLE 12 de enero de 2002).
los Estados miembros consigan un impacto
decisivo en la erradicación de la pobreza y la
exclusión social.
El objetivo general del programa es fomentar la cooperación entre los Estados
miembros para luchar contra la exclusión social en el período comprendido entre el 1 de
enero de 2002 y el 31 de diciembre de 2006
(art. 1). Trátase de una iniciativa no aislada,
sino que forma parte del nuevo método abierto de coordinación, una estrategia que impulsará decisivamente la eliminación de la exclusión social por la fijación de objetivos
comunitariamente adecuados, con un carácter aditivo a los planes de actuación nacionales. Es una forma de comprender mejor la exclusión, de integrar la lucha contra ella
dentro de otras políticas comunitarias y nacionales y, finalmente, la oportunidad para
dar cabida a la experiencia acumulada: la de
cada Estado miembro, la de las personas excluidas, la de los interlocutores sociales, la
de las organizaciones no gubernamentales y
del voluntariado, la de todos los agentes que
participan en la lucha contra la exclusión social y la pobreza (art. 2).
El objetivo general de coordinación se desdobla en tres objetivos, cada uno de los cuales dará lugar a diferentes acciones. Esos
tres objetivos son mejorar la comprensión de
la exclusión social, organizar intercambios
sobre la ejecución de las políticas pertinentes y promover la innovación mediante la
creación de redes y el fomento del diálogo
entre todos los implicados. Pueden ya deducirse sin dificultad las acciones comunitarias: 1) «Análisis e investigación« (identificación de indicadores apropiados, cuantitativa
y cualitativamente); 2) «Cooperación política
e intercambio de información y de las mejores prácticas» (apoyo de reuniones con dimensión europea para evaluación, supervisión, producción y distribución de un estudio
anual de la Unión Europea sobre la exclusión social); y 3) «Promoción de un diálogo en
el que participen los diferentes interesados y
apoyo al establecimiento de redes» (artículos
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ESTUDIOS
3 y 4). Lo ya dicho resume la especificación
de medidas para ser apoyadas en un marco
transnacional y que se articulan en torno a
los tres ejes aludidos (Su especificación aparece en el Anexo de la Decisión comunitaria).
Si se efectuara un análisis comparativo
con otras actuaciones comunitarias anteriores y de índole semejante se evidenciarían
muchos parecidos. Es cierto que se evita cuidadosamente cualquier burda repetición de
contenidos y peculiaridades. Como ejercicio
sugeriría analizar, por una parte, las expresiones contenidas en la Decisión y, por otra,
a modo de ejemplo, la interpretación que han
hecho algunos policy-makers acerca de la necesidad y naturaleza de la iniciativa.
Respecto a lo primero (contenidos del Programa de Acción) llamo la atención sobre algunos puntos, con su pequeño comentario
crítico.
• Se insiste en que las acciones no se solaparán con otras actividades comunitarias (actuaciones de los Fondos Estructurales, programas de Igualdad de
Oportunidades) sino que, más bien, tratarán de incrementar el efecto inclusivo
de otros instrumentos comunitarios
(itálicas mías). Se responde de esta manera a la acusación frecuente de los
enemigos de este tipo de programas,
justificando su oposición por la existencia de otras líneas de acción comunitarias que inciden sobre el mismo tema.
• El programa se centra completamente
en el apoyo a la cooperación entre los
Estados miembros, dentro del nuevo
método abierto de coordinación en la inclusión social. Este «método abierto»,
tan nombrado y citado, se entiende como la base para el desarrollo de las políticas sociales de inclusión 22.
22
Este método aparece en las conclusiones de la
Presidencia de la cumbre de Lisboa: Dicho objetivo
26
• La decisión anuncia, además, que no se
financiarán proyectos in situ para hacer
frente a la exclusión a nivel local, puesto
que ésa es la responsabilidad de los Estados miembros, ni apoyará cooperaciones
transnacionales ya cubiertas por otras
acciones (por ejemplo, la lucha contra la
discriminación en el lugar de trabajo).
• La lucha contra la exclusión social se
integrará en todas las políticas comunitarias generales, incluida la acción en
el marco de los Fondos Estructurales.
Es un punto bien conocido cuyo tenor
reza más o menos así: «se incluirá una
(convertirse en la economía basada en el conocimiento
más competitiva y dinámica del mundo...) se logrará
mejorando los procesos existentes, introduciendo un
nuevo método abierto de coordinación a todos los niveles, que irá acompañado de una función de guía y coordinación más firme por parte del Consejo Europeo,
para garantizar así una dirección estratégica más coherente y un control efectivo de los trabajos...(nº 7).
El «método abierto», tal como se formula en estos
momentos, no dice gran cosa, aunque pueda prometer
mucho. En el terreno de las promesas es bueno soñar
con líneas maestras y objetivos específicos propuestos a
los Estados miembros, informe conjunto (Comisión y
Consejo) y recomendaciones a los Estados miembros
basadas en la información sobre resultados nacionales y
los intercambios de buenas prácticas. Se utilizó para el
empleo, se pretende para las pensiones (documentos
de la presidencia belga, en VANDERBROUCKE, 2001) y se
quiere extender a otros campos de la protección social
(exclusión) e incluso enseñanza o sanidad.
Algo crítica es la lectura que hace CHASSARD
(2001:299) para quien se trata de un nuevo enfoque
que busca más la coordinación de las políticas que la
mera armonización, más la identificación de estándares
basados en buenas prácticas que el mero seguimiento
de medidas tomadas en el campo del empleo. Puede
ser. De hecho hoy lo veo como una manifestación de
coparticipación (partnership) para organizar una acción
conjunta de cooperación e introducir el «valor añadido
comunitario» en campos en que los gobiernos nacionales son bien sensibles.
El «método abierto» puede llegar a constituirse en
una forma inédita de hacer política comunitaria. Aunque también exista el riesgo de no pasar de una simple
legitimación de la Unión ante muchos ciudadanos expectantes. Habrá que esperar para identificar el árbol y
el fruto de tal semilla.
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LUIS VILA LÓPEZ
ficha sobre exclusión en cualquiera de
las actuaciones...» y eso vale igualmente para la igualdad, la cohesión social o
cualquier otra prioridad comunitaria.
• La enumeración de los sujetos con cuya
experiencia quiere contarse sugiere si
queda alguien por convocar. Es decir,
que dentro de los principios del partenariado que últimamente profesa la
Unión queda en pie si se trata de respeto por la subsidiariedad y el diálogo civil o si, además, se pretende satisfacer
intereses variados.
fleja su sensibilidad ante el problema, ante
las demandas ciudadanas, ante la percepción
y estrategia que adopta respecto a las mismas. Es un ejemplo clásico en el análisis de
las políticas públicas que, en la presente situación, intento adivinar, como un botón de
muestra, en algunas intervenciones del Parlamento Europeo. Sucedieron estas intervenciones en la sesión del 15 de noviembre de
2001 al debatir la oportunidad del programa
citado y las incorporo como nota final para
no distorsionar el equilibrio de este escrito 23.
Sr. GONZÁLEZ ALVAREZ:
• Creo que en el documento figuran palabras preciosas ... se recuerda que el Consejo considera inaceptables los niveles de pobreza que aún hay en la UE,
pero corremos el riesgo de que aplicar este plan de
acción ... sea como poner una tirita en una herida
mientras, por otra lado, dejamos que ésta se desangre ... En el debate anterior se ha hablado de las virtudes de mercado para sostener las compañías aéreas, pero se habla menos de los 12.000 empleos
de Sabena. Podemos correr el riesgo de perder mucha sangre mientras tapamos con una tirita la herida. Pero de todos modos ... sea bienvenido este
plan.
Sr. LAMBERT:
• El Parlamento ha insistido en la necesidad de que
la sociedad civil se comprometa en el programa
mismo y en su evaluación. Este compromiso es crítico. Está claro que no han funcionado las políticas
top-down y la ilusión de que el crecimiento económico podrá de alguna manera, superar la pobreza y elevar a los pobres. Parte de la solución es
el propio compromiso de la gente. Esperamos sin
embargo que la investigación y los programas financiados con este modesto aumento de dinero
... no se concentren en las políticas, sino también
en el proceso de formulación de las políticas y las
decisiones de financiación, lo cual ya es en si mismo una dimensión innovadora ... Espero igualmente que las actividades financiadas no se concentren en el trabajo, como respuesta a la
exclusión. No es la solución, si el trabajo es pobremente remunerado y es además explotador.
Sr. ROCARD:
• (Dirigiéndose a la Comisaria de Asuntos Sociales
y Empleo, alaba el método de la cooperación
abierta, el intercambio de prácticas y la responsabilidad y el deber de Europa de experimentar y
ejemplarizar las innovaciones y los proyectos piloto). Termina: Señora Comisaria, tanto usted co23
• No extraña excesivamente el énfasis en
los análisis y la mejora de los indicadores, máxime cuando ése es uno de los
campos en los que el valor añadido comunitario es más evidente y por el que
más se define usualmente la sensibilidad social de cualquier gobierno de un
Estado miembro.
• Creo que, además, hay algo mucho más
hondo que subyace en el contenido de la
acción propuesta y que exige cautela;
me refiero a que, aparte la subsidiariedad (no invadir campos ajenos), lo social no tiene marcha atrás, no es fácil
retroceder y eso es lo mismo que decir
que cualquier paso adelante que Comunitariamente se da no es sencillo revocarlo.
• Los intercambios de información y de
prácticas, la supervisión, la evaluación,
el establecimiento de redes de ONG activas en la lucha contra la exclusión social y diálogo entre actores forman parte de los contenidos clásicos de estos
programas.
La segunda reflexión anunciada gira en
torno a algunos de los policy-makers europeos
y se fundamenta en las explicaciones y argumentos sobre la conveniencia de un programa, así como sobre su alcance y definición. El
político, en sus declaraciones explícitas, re-
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ESTUDIOS
DOS MODELOS SOCIALES
Al acabar la secuencia de las actuaciones
políticas que últimamente han perseguido el
objetivo de la inclusión, expondré la tesis que
constituye el poso de la experiencia evocada
en esas actuaciones o, con otras palabras, el
fondo que sedimenta tras las continuas avenidas y caudales que han discurrido por el
cauce de la Política Social.
Mi primera afirmación consiste en una
simple evidencia descriptiva: el buen acceso
de toda la ciudadanía a la satisfacción de los
derechos que se consideran definitorios de la
condición de ciudadano pleno no está plenamente logrado. Lo cual significa, por consiguiente, que se dan dinamismos sociales que
funcionan de tal manera que no resultan incluyentes para todos, sino que resultan excluyentes para algunos. Por eso hace falta inclusión.
Dos desafíos derivan de la constatación
anterior y son: a) si se puede ayudar a superar las barreras divisorias entre incluidos y
excluidos y, b) si se puede eliminar la misma
existencia de estas barreras, quedando a salvo la heterogeneidad y la diferencia naturales. Creo que ambos desafíos, el a) y el b), son
perfectamente asumibles y hasta con posibilidades de éxito.
mo nosotros somos políticos. ¿Cómo puede imaginar por un instante que nosotros vendamos a
nuestros electores la idea que, tratándose de un
problema tan duro y tan presente como la exclusión social, Europa no financiará más que estudios
y no hará nada concreto? Este tipo de cosas es suicida para la imagen de Europa y de ahí los enfoques y aproximaciones de innovación que finalmente usted aceptó. Usted dispone felizmente de
otros instrumentos, pero con el título de combatir
la exclusión era necesario incluir esta preocupación ... Nosotros queremos la garantía de que habrá dinero para las experiencias innovadoras; de la
misma manera hace falta que las ONG puedan
trabajar y no tengan que buscar improbables patrocinadores exteriores.
28
Ante el primer desafío propongo una sociedad compasiva, mientras que para el segundo desafío me inclino por una sociedad
incluyente. Como quiera que esta última es
más lenta y costosa abogaré, desde el principio por la coexistencia de ambas, una más
desarrollada y la otra en forma embrionaria. Podrían estas sociedades ser llamadas
de otra manera –sociedad igualitaria y sociedad samaritana, sociedad paliativa y sociedad reparadora– pero me quedo con mi
denominación –compasiva e incluyente–
que es mucho más agresiva axiológicamente
y no neutral (Pemberton, A. 1990:284; Tezanos, J.F. 2000:28) 24. Comienzo con algunas
definiciones descriptivas, más que esencialistas.
24
Aunque la expresión «sociedad compasiva» es
mía, hago referencia a un antiguo artículo aparecido en
el Journal of Social Policy cuyo autor es ALEC PEMBERTON
(PEMBERTON , 1990) y que toca muy de cerca un tema
que continúo trabajando. Forma ya un lugar común hablar de la acción social «caritativa» como algo superado
y además ofensivo para el que es ayudado. PEMBERTON
defiende el principio del buen samaritano, que es diferente del principio de justicia social, y que tiene un papel en el Estado de bienestar moderno. Una consideración más amplia –aquí vale la cita de prestigio– nos
conduce hasta TITMUSS: el don (gift) gratuito es el fundamento del Estado de bienestar, siendo las políticas sociales «agentes de oportunidades altruistas». Mayores
reflexiones no caben en esta nota, y la polémica está
servida sobre las relaciones entre dones y derechos, o
«caridad y justicia» en términos más clásicos.
Coincido con PEMBERTON: My purpose, however, is
not to negate arguments for a commitment to «justice»
as such. Rather, it is my intention to carve out a role for
Samaritanism alongside justice. My point is that while a
concern about deep-seated structural sources of poverty
in indispensible, such a focus requires to be balanced
within the advanced industrial societies by Good Samaritanism which, I hope to show, is neither reducible to
nor antithetical to a commitment to justice (pg. 284).
De alguna manera está en la misma línea el esfuerzo
actual por re-encontrar los fundamentos axiológicos de
los sistemas modernos de protección social (si los cambios en los valores sociales se relacionan con los cambios en las políticas sociales y esa relación permite una
comprensión más adecuada del factor cultural en el
cambio del bienestar) (CLASEN, J. & VAN OORSCHOT, W.
2001).
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LUIS VILA LÓPEZ
1) Una sociedad compasiva va más allá de
la justicia, no se conforma con lo justo, es de
tal manera generosa que siempre puede inventar formas nuevas, aspectos innovadores
en las clásicas políticas de bienestar (educación, empleo, sanidad...) para que lleguen a
todos los ciudadanos y en condiciones «aceptables». No es una sociedad atada por la responsabilidad de devolver a cada uno lo suyo.
2) Una sociedad compasiva es aquella en
la que el derecho a ser ayudado de cada uno
es un «derecho abierto» y que no condiciona
en modo alguno el posible altruismo de otros
miembros de esa sociedad, porque no trabaja
sobre mínimos, sino con la garantía de que
esos mínimos están ya asegurados, aunque
pueden incrementarse.
3) Una sociedad compasiva aleja todo
riesgo de aleatoriedad, precisamente por el
aseguramiento de esos mínimos. La benevolencia científica de Toynbee satisface la demanda de Hobbes y responde a los temores
de Hegel 25.
4) Una sociedad compasiva es el simétrico social, por ejemplo, de la Economía del
don de Perroux (1964), del gift relationship
de Titmuss (1970), de la Metaeconomía de
Sampedro (1985), del anti-utilitarismo de
Caillé (1996), entre otros. Es el resultado de
sacar a la luz cómo, por la desigualdad en las
recompensas sociales que es inevitable en
25
Tratando la forma como el seguro obligatorio,
gracias al poder fiscal del Estado, se aplica al campo de
los riesgos sociales, ALONSO OLEA cita a los clásicos señalados:
Esta fue la opción para ‘organizar y hacer científica la
benevolencia’ (Toynbee) o la forma como el soberano
cumplió con el deber que, a juicio de HOBBES, tenía respecto de los incapacitados de ‘no abandonarlos al azar
de la caridad incierta de las personas privadas’ o como
la sociedad se ha impuesto el deber de ‘descubrir la necesidad y sus remedios’ y organizó la provisión de éstos,
sin abandonar ni el descubrimiento ni su remedio ‘a la
doble contingencia de que exista un sentimiento generoso y de que quien lo tiene conozca la necesidad’, como
dijera Hegel. (ALONSO OLEA, M. 1982:108).
democracia, es valiosa y necesaria la existencia de contrapesos, como puede ser el de la
compasión.
5) Una sociedad compasiva subsiste, pese
a su ostracismo oficial, tanto en las mazmorras de la sospecha como a la luz del sol, en
este último caso vestida de «organización no
gubernamental», realidad social que se autoreproduce en una constelación de asociaciones en que el ciudadano encuentra todos los
campos imaginables para el despliegue de su
sentido pro-social, mentalidad altruista o
conciencia solidaria 26.
6) La sociedad compasiva entiende que
sus miembros, aun en su más absoluta individuación, no dejan de ser solidarios ya que
forman un «solidum», puesto que aspiran a
«padecer con» y no sólo «actuar con» (pasión/acción, la conocida dualidad filosófica).
Vivir «compasivamente» es vivir apasionadamente contigo, experimentar contigo, padecer (pathos) contigo: no es simplemente «verlo».
7) La sociedad compasiva, por último, es
la que ha logrado la meta de que sus miembros sientan unos con otros, no que coexistan
o vivan «al lado de».
Y ahora, volviendo a la alegoría de la mazmorra de la sospecha que acabo de nombrar,
¿qué puede hacerse para que el ciudadano
pueda ser compasivo sin tener que buscar un
escondrijo o un disfraz? Estimo que entramos en una amplia operación de recuperar
crédito a través de conceptos más exactos y
menos prejuiciados por los residuos y basuras de tantos aluviones pasados. Todo ciudadano compasivo es justo (ius suum cuique
26
La denominación «organización no gubernamental», así como la de «asociación sin fines de lucro» o la
ordinal de «tercer sector» pretenden separar lo que ni
es Administración ni es tampoco Empresa mercantil. La
separación no es satisfactoria, pues lo que denomina
con más propiedad nunca es lo referencial, sino lo
esencial.
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29
ESTUDIOS
tribuire, de Ulpiano) pero... puede ser mucho
más que justo (ius meum quoque tuum).
Vuelvo a la idea ya expuesta. El derecho a la
ayuda ni está encerrado en formulaciones legales ni condiciona una voluntad compasiva
(estamos pagando la factura de haber olvidado el origen moral –y no sólo legal– de los deberes). Para terminar, ni el trueque ni el mérito agotan la relación social, porque
también existe –¡felizmente!– el don o regalo.
Una revitalización de la sociedad compasiva es verdaderamente funcional: podría
producir una sociedad de más calidad -y más
cálida- que ya no depende del Gobierno ni del
Estado para existir. Pero, ¿puede ambicionarse algo más, a largo plazo? Ésa es la oportunidad de una sociedad incluyente, la que
sin abandonar el mantenimiento perfeccionado de las políticas clásicas de protección
social, intenta ir más allá de esas políticas de
alivio, ya mejoradas con la sociedad compasiva pero que buscan, en el derrotero de la antigua reforma social, olvidada tras medio siglo
de «welfarismo», la ruptura de las dependencias respecto al modelo económico.
La sociedad incluyente es la ambición de
una Política Social que no sé cómo calificar
porque, al igual que las cosas más bellas,
existen mejor en el ensueño; la bella durmiente necesita su príncipe y su beso. De todas maneras, mientras ella espera, la reivindicación de la sociedad compasiva y la
propuesta gradual de una sociedad incluyente merecen algo más que aguardar. Entro en
mis «conclusiones», que son estrategias no
muy complicadas y que, además, van haciendo camino porque son vías que, igualmente,
podían inspirar esas «otras respuestas» a las
que me he referido en páginas anteriores.
CONCLUSIONES QUE SIRVEN PARA
ÉSTE Y PARA OTRO PLAN DE
INCLUSIÓN
Un Plan de Inclusión Social, por consiguiente, forma parte del diseño de una deter-
30
minada sociedad que no debe perder su dimensión compasiva, independientemente del
nivel de logro en que se sitúe dentro de su
ambición de sociedad incluyente. Todavía diré más: la exigencia de una sociedad incluyente, donde y cuando la haya, necesita la
compañía inseparable de una sociedad compasiva. Ésta es la que da sabor, la que rebosa
y desborda, la que «globaliza» cualquier pretensión de sociedad incluyente cuando ésta
se entiende a sí misma como «sólo para los
suyos». La sociedad compasiva es mundializadora: por eso hace tanta falta.
Un Plan de Inclusión Social debe sustentarse sobre cinco pilares, cuatro en las esquinas y uno central que soporta el peso fundamental, como un palo de sombrilla, mientras
los otros cuatro mantienen la fachada, mucho
más liviana. Dejo que el lector elija el que
cree que debe ser el pilar central. Mi ordenación, pues, va a ser alfabética con el fin de hacer más interactiva la formulación de estas
conclusiones: invito a jugar a arquitectos y
espero que no se nos desplome el edificio.
Mis pilares son civilidad, densidad social,
educación, interculturalidad y responsabilidad.
El pilar de la civilidad se refiere a la promoción de una ciudadanía basada en los derechos civiles, sociales, políticos y económicos
más que en los «derechos de propiedad» que
acaban justificando el acaparamiento de consumos y la diferenciación en el acceso a las
provisiones (Alonso Benito, E. 1999:71-95).
La civilidad legitima una sociedad compasiva
y una sociedad incluyente, como objetivo final. Apoyar la civilidad como pilar equivale a
sustituir la hegemonía económica.
El pilar de la densidad social se relaciona
con lo tupidas que deben ser las redes sociales, lo que se ha llamado por muchos la «densificación del tejido social». Esto equivale al
fomento de una cultura de la participación y
de la asociación, tanto en el terreno de la solidaridad civil, religiosa o de cualquier tipo.
Este pilar implica la multiplicación de tareas
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realmente incluyentes, innovadoras, flexibles, de cercanía. Con otras palabras, no hay
civilidad mientras no hay explosión de redes
sociales y coordinación de las mismas.
El pilar de la educación es que absorbe
gran parte de la atención, porque es como un
agujero descubierto en el subsuelo y cuyo taponamiento y refuerzo puede tragarse todas
las inversiones y todos los esfuerzos de una
intensa tarea educativa. Escuelas, familias,
asociaciones de todo tipo, iglesias y comunidades de convicción, etc. no pueden desentenderse del fomento de actitudes de búsqueda de valores comunes, algo cada vez más
frágil y menos estimado. De esa fragilidad y
minusvaloración se aprovecha la constelación de intereses económicos que cada día
aparece más poderosa, precisamente por su
concentración. Dado que la sociedad civil y la
sociedad política tienen su punto de apoyo en
las convicciones de la ciudadanía, sólo la inversión en convicciones para la ciudadanía
presionará hacia un nuevo pacto o contrato
social.
El pilar de la interculturalidad es el reconocimiento del otro, muchas veces en su diversidad ingrata (no agradecida), que es fruto de la educación moral y cada vez más se va
a manifestar en diálogo de culturas que necesita ser auténtico. Con este pilar nos hemos topado y es el que afecta a las minorías
mayoritarias en los países occidentales.
Quiero hacer referencia a ese marco y mucho
más allá de las diferencias raciales visibles,
porque hay que entrar en el basamento de
los valores culturales que coexisten, a fin de
asumir e integrar 27. No nos conformamos
con verificar la evidencia de que ciudadanías
de segunda clase, vergonzantes y ocultas, vivan en sus ghettos o mezclados con los demás, que tengan más o menos peso político
27
Sugestivo el artículo de JEREMY RIFKIN, presidente
de la Fundación sobre Tendencias Económicas de Washington D.C. La gran conversación, EL PAÍS, 17 de noviembre de 2001, pg. 23.
basado en su singularidad. Sin ese diálogo
estaríamos introduciendo, cada vez más un
caballo en Troya, en lugar de atender a elementos de la cultura y valores ajenos que enriquecen en su heterogeneidad –y por tanto
en su dificultad– «nuestra» (la de los que se
la hayan podido apropiar) cultura de acogida.
Por último, el pilar de la responsabilidad
que es el que toca a los que «tiene que responder de», a los que «tienen que responder
ante»: es la re-fundamentación de la política
y de lo político, la renovación que sitúa adecuadamente los valores que guían el comportamiento en la polis, tanto de los profesionales de la política como de todos los actores
políticos, que en una sociedad de la participación somos todos. Volver a descubrir y
prestigiar lo político quiere decir que no es
posible que los valores de la polis se subordinen a las exigencias mercantiles no controladas. Se necesita descubrir en todo ciudadano
–mucho antes que en todo consumidor- al homo politicus que llevamos dentro. «Políticos
del mundo, ¡uníos!» es muchísimo más que
acuerdos post-electorales, porque requiere
procesos múltiples de negociación por parte
de todos los actores políticos. Se ha demostrado hasta la saciedad que los actores políticos tradicionales y profesionalizados «son necesarios pero no son suficientes».
¿Qué pilar ponemos en el centro?
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ESTUDIOS
RESUMEN: Las democracias industriales europeas contemporáneas disponen de una Política Social que
asegura y garantiza los valores (igualdad, justicia, democracia, libertad, imperio de la ley) de
su modelo social. Por ello cae de su naturaleza su compromiso con la inclusión social.
El envejecimiento de las estructuras protectoras del Estado presta creciente urgencia a la
necesidad de inclusión social. Por otra parte los imperativos económicos presionan hacia unas
políticas de inclusión de carácter paliativo o simplemente facilitador de acceso a los bienes y
servicios. El autor aboga por el mantenimiento de este tipo de políticas de inclusión pero sin
perder de vista el paso hacia transformaciones políticas más radicales que eviten el enquistamiento de diferentes niveles de ciudadanía. Esta línea de aceptación pero también de mantenimiento de objetivos más exigentes está en la base de las críticas a las políticas de la UE manifestada en los planes nacionales de inclusión.
En sus conclusiones propone la coexistencia de dos tipos de sociedades, la «compasiva» y la
«incluyente». Ambas comparten estrategias de valoración de lo político, cultura de la participación, nueva ciudadanía, diálogo de culturas, primacía de la educación y movilización de
todos los actores políticos para el acuerdo sobre un nuevo pacto social *.
*
El manuscrito ha sido leído y criticado con amable sinceridad por mis colegas Ana M. Guillén (Universidad de
Oviedo) y Carlos Pla (Universidad Complutense), así como por Juan A. Peredo (Ministerio de Asuntos Exteriores, Secretaría de Estado de Asuntos Europeos). Les doy las gracias por su interés pero, no obstante, la responsabilidad de este escrito no la comparto con ellos.
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Desigualdad y exclusión social en
las sociedades tecnológicas
JOSÉ FÉLIX TEZANOS *
L
a revolución tecnológica en curso nos
está situando ante el tercer gran ciclo de transformaciones sociales que
han tenido lugar en la historia de la humanidad. El primer ciclo fue la «revolución neolítica» que a través de un conjunto de evoluciones paulatinas condujo al modelo de
sociedades agrarias. El segundo fue la «revolución industrial» que dio lugar a un curso de
cambios intensos y relativamente rápidos
que se plasmaron en un nuevo tipo de sociedades industriales, conllevando modificaciones en prácticamente todos los ámbitos de la
vida social.
En la perspectiva general de esta evolución de los sistemas productivos y de los modelos de sociedad, en nuestros días está teniendo lugar un gran ciclo de cambios que
prefiguran una revolución tecnológica de amplio alcance que está dando lugar también a
un nuevo paradigma de sociedad. Los principales procesos de innovación que están teniendo lugar son la microelectrónica y sus
desarrollos informacionales (sociedad de la
información), la microgenética, con enormes
impactos posibles en la vida de los seres humanos, y la física cuántica y los cambios relacionados con los nuevos materiales, las
*
Catedrático de Sociología UNED. Director de la
Revista Temas para el Debate.
nuevas fuentes de energía, los nuevos artilugios, etc.
LA ACELERACIÓN DE LOS
CAMBIOS SOCIALES
El nuevo tipo de sociedad que está surgiendo bajo el impulso de la revolución tecnológica conlleva un haz muy diverso de modificaciones en las formas de trabajar, de
estudiar, de enseñar, de comunicarnos, de
interactivar con los demás e, incluso de pensar. Es decir, están cambiando nuestras formas de estar y actuar en sociedad. Y lo importante es que estas transformaciones se
están produciendo de una manera extraordinariamente rápida e intensa, sin que a veces
exista una conciencia precisa del alcance y
de la aceleración de los cambios.
Para tener una verdadera medida del ritmo de las transformaciones sociales y de la
amplitud de los planos en los que inciden habría que ser capaces de establecer –aunque
sólo sea mentalmente– un paréntesis temporal de quince o veinte años y comparar los
efectos producidos en una misma sociedad
–aquella en la que nosotros vivimos– durante ese eventual «salto teórico» en el tiempo.
Por ejemplo, una persona que hubiera permanecido inconsciente o en shock durante
un período de tiempo similar, al «despertar»
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ESTUDIOS
se encontraría con un tipo de sociedad muy
diferente sin necesidad de moverse de sitio.
¡Con cuántas cosas se toparía que le resultaría difícil interpretar o entender a primera
vista!
Pero la cuestión que se suscita en el curso
actual de los cambios sociales no es únicamente la que concierne a la intensidad y la
amplitud de las transformaciones que afectan nuestra vida cotidiana en el trabajo, el
ocio, el hogar, etc., sino el contexto general
en el que se producen, que también es un
contexto enormemente dinámico. En pocos
años, nuestro Planeta se está viendo sometido a un ritmo de mutaciones extraordinario.
Desde 1960 a finales del siglo XX la población se ha multiplicado por dos, pasando de
tres mil millones de habitantes a seis mil millones. Al mismo tiempo, la riqueza se ha
multiplicado por nueve durante la segunda
mitad del siglo XX. La impresión general,
efectivamente, es que la riqueza global está
creciendo considerablemente. Pero, sin embargo, no existe la misma impresión en lo
que respecta a la evolución del bienestar social de la mayoría de la población. Los índices de evolución del PIB en los países más ricos se presentan de manera exultante, pero
los índices de desarrollo humano que elabora
la ONU (PNUD), o los datos sobre pobreza y
carencias sociales que se recogen en los últimos informes del Banco Mundial no permiten llegar a las mismas conclusiones optimistas.
LA POBREZA EN LA CIVILIZACIÓN
TECNOLÓGICA
Vivimos, por lo tanto, en una coyuntura
compleja y paradójica en la que muchas veces los diferentes datos de la situación no se
ponen en común, no se intentan casar para
elaborar un balance global de las circunstancias en las que nos encontramos y de las
perspectivas de evolución que se dibujan.
Formamos parte de una civilización tecnológica capaz de poner en el ciclo una estación
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espacial tremendamente avanzada, una estrella artificial que podemos contemplar con
nuestros ojos por la noche desde la placidez
de nuestras casas. Hemos logrado terminar
de desentrañar la secuencia del Genoma Humano –el misterio de nuestra vida– antes de
los plazos previstos. Estamos dando pasos de
ciencia-ficción en ingeniería genética y en
otros campos científicos. Pero, sin embargo,
al mismo tiempo, no somos capaces de evitar
que todos los días una media de 30.000 niños
mueran a causa de insuficiencias alimenticias. La nuestra, por lo tanto, es una civilización que puede «lo más grande», pero no
puede –o no quiere– resolver cuestiones aparentemente «pequeñas» y de sentido común
que están al alcance de nuestras manos, como garantizar el derecho a la existencia de
todos, o las posibilidades de vivir en condiciones de suficiente dignidad humana. ¿Cómo
se puede explicar esta contradicción tan
grande? ¿Cómo podemos sostener en estas
condiciones que nuestra civilización promueve el progreso científico, humano y social a la
vez?
El último Informe sobre desarrollo humano de la ONU nos acaba de recordar que «11
millones de niños menores de 5 años mueren
cada año (30.000 niños cada día) por causas
evitables», que 350 millones de niños no asisten a la escuela, que 1.200 millones de personas tienen que arreglárselas para vivir con
menos de un dólar al día, que «de los 4.600
millones de habitantes» de los países menos
desarrollados «más de 850 millones son analfabetos», que la tasa de analfabetización de
adultos en Asia Meridional es del 55% y en el
África subsahariana del 60%; que en algunas
zonas del planeta –en África y en la Europa
Oriental– se están produciendo retrocesos en
los niveles de ingresos, en las tasas de matriculación escolar e, incluso, en la esperanza
media de vida 1.
1
PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001,
Mundi Prensa, Madrid, 2001, p. 11 y ss.
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CUADRO 1. PRIVACIÓN GRAVE EN MUCHOS ASPECTOS DE LA VIDA
Fuente: Smeeding 2001b; ONUSIDA 2000a; UNESCO 2000b; Banco Mundial 2000b, 2001b, 2001c, 2001f; OMS 1997; OCDE y Statistics Canada 2000 (Vid., PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001, Mundi-Prensa, Madrid, 2001, pág.
11).
En su conjunto, el mapa de «privaciones»
que nos presenta la ONU revela gran parte
de las contradicciones y carencias que se están manifestando en nuestra avanzada y
próspera civilización (Vid cuadro 1).
Sin embargo, las desigualdades y las carencias no afectan sólo al mundo subdesarrollado, sino que también en las naciones más
prósperas se están abriendo brechas dualizadoras. En concreto, en los países de la OCDE,
es decir, los más prósperos y ricos de este
planeta, «más de 130 millones de personas
padecen pobreza de ingresos, 34 millones se
encuentran desempleados y la tasa media de
analfabetismo funcional de adultos alcanza
el 15%» 2.
des más desarrolladas, lo cierto es que la
principal brecha desigualitaria es la que
marca las distancias entre un reducido grupo
de países ricos y el resto de los habitantes del
Planeta. Analistas rigurosos como Ernst Von
Weizsäcker han ejemplificado estas diferencias de raíz, advirtiendo que si el nivel de vida medio de un norteamericano o de un canadiense se extendiera al resto del planeta,
la huella ecológica que requiere el mantenimiento de sus niveles de consumo haría preciso el tamaño de seis planetas como el nuestro. O cuatro planetas como la Tierra para
garantizar a todos el nivel de consumo de un
europeo medio3.
Es decir, estamos ante problemas y dilemas que sólo pueden ser entendidos de una
Aunque la pobreza y las carencias están
también presentes en el seno de las sociedaERNST VON WEIZSÄCKER, «El siglo del medio ambiente», Temas, nº 62, enero 2000, págs. 24-27. Vid, también, La política de la Tierra, Editorial Sistema, Madrid,
1992.
3
2
Ibid, p. 12. Vid, también, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La sociedad dividida, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001.
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manera correcta si «casamos» las diferentes
piezas que forman parte del conjunto de
nuestra situación actual. Y lo cierto es que,
cuando se empiezan a casar estas diferentes
piezas se constata que el nivel desmesurado
de prosperidad y de consumo de unos cuantos –tal como hoy en día están las cosas– sólo
es posible que pueda sostenerse al precio de
mantener las carencias y las miserias de
otros. De ahí la necesidad de comprender los
problemas de nuestra civilización actual en
su verdadero alcance global. Esta es la verdadera globalización a la que habría que
prestar atención prioritaria: la de las posibilidades del planeta y la de las necesidades de
todos los seres humanos que lo poblamos.
¿Qué ocurrirá dentro de medio siglo si
continua el actual ritmo de crecimiento de la
población del planeta y si se mantienen las
actuales estructuras y parámetros de desigualdad? ¿Podremos disponer sin límites de
bienes y recursos para todos, o estos tenderán a ser «repartidos» de manera cada vez
más desigual en función de las posibilidades
de disposición general? ¿Serán habitables en
un futuro no lejano las sociedades «divididas» que se están perfilando? ¿Qué tensiones
se generarán en nuestro planeta debido a las
actuales estructuras desigualitarias?
El riesgo de avanzar hacia un tipo de «sociedades divididas» afecta, pues, a más componentes de nuestro futuro de los que a primera vista pudiera parecer. De momento los
datos fehacientes disponibles y las variables
políticas de las que se tiene constancia revelan que estamos inmersos ante un proceso de
cambio que presenta dos caras: una de carácter sociológico y otra de carácter político:
— En términos sociológicos, los hechos
constatables revelan que estamos ante
un cambio del modelo social y que está
perfilándose un nuevo tipo de sociedades tecnológicas avanzadas que ya no
responden a los mismos parámetros
que las sociedades industriales clásicas.
38
— A su vez, en término socio-políticos,
hay que ser conscientes de que el nuevo paradigma de sociedad emergente
se está viendo afectado de manera importante por un cambio en el modelo
de bienestar social.
Esta conjunción de factores sociológicos y
políticos están abriendo una deriva desigualitaria que tiende a reactualizar la atención a
la «cuestión social» en la Sociología, en esta
ocasión teñida por el influjo de múltiples manifestaciones específicas de «malestar social».
TENDENCIAS DE REGRESIÓN
SOCIAL
Las principales tendencias que traducen y
enmarcan esta situación son básicamente
cuatro: dos de ellas se relacionan con el contexto político y las otras dos hacen referencia
a parámetros más concretos de la evolución
social, tanto desde el punto de vista de la objetividad social, como desde las percepciones
subjetivas.
La primera tendencia que se está registrando en la mayor parte de los países desarrollados es la regresión en las políticas de
protección social. De manera específica en
los países de la Unión Europea desde el año
1993 se está reduciendo la proporción del
PIB destinado a gastos de protección social,
habiendo pasado del 29,1% del PIB en la media de la UE en 1993 a un 28,4% en 1997
(Vid gráfico 1). Las disminuciones han sido
mayores no siempre en los países donde los
niveles de gastos sociales más altos pudieran
hacer factible un mayor grado de ajuste o
economización de gastos, sino en algunos de
los países donde eran menores, como Irlanda, donde se ha pasado del 21% al 17,8% del
PIB, o en España, donde se ha bajado del
24% al 21,4% en 1997 4.
4
Eurostat, Yearbook 2001, Bruselas, 2001, p. 234.
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JOSÉ FÉLIX TEZANOS
GRÁFICO 1. GASTO EUROPEO EN PROTECCIÓN SOCIAL EN PORCENTAJE DEL PIB
Fuente: Eurostat. ESSPROS (1996 Manual ESSPROS) y Yearbook 2001, Bruselas, 2001, pág. 234.
En España, en concreto el gasto social se
sitúa actualmente en un 20,2% del PIB, es
decir un 20% menos que en 1993. Esta cifra
resulta aún más significativa, si tenemos en
cuenta que la media de gasto social en Europa a finales del siglo XX era de un 28% del
PIB (8 puntos más en promedio que en España). Estas diferencias dan lugar a que en España la proporción de empleados en servicios
de bienestar sea sólo de un 5,6% de la población activa, en comparación con un 10% de la
media europea, al tiempo que los gastos en
pensiones representan un 8,7% del PIB, respecto a un 11% en la media de la UE, y los
gastos en sanidad sólo son un 5,8%, respecto
a un 7,3% en la UE 5.
En términos comparativos internacionales las regresiones sociales experimentadas
en España han dado lugar a que se haya descendido desde el puesto número 9 en el ranking del índice de desarrollo humano de la
ONU en 1995, al puesto número 21 en el In-
Vid, VICENÇ NAVARRO, «El Estado de Bienestar en
España», Temas para el Debate, nº 81-82, agosto-septiembre 2001, Dossier nº 1, pp. II y ss.
forme del año 2001, y de una puntuación del
0,939 en dicho índice a mediados de los 90 a
un 0,908 a finales de siglo. Estos retrocesos
se deben de manera especial a la menor inversión en gastos de salud en dicho período
(se ha bajado del 6,5% del PIB al 5,6%), así
como a los retrocesos relativos experimentados en gastos públicos en Educación (del
5,6% al 5% del PIB) 6 (Vid gráfico 2).
Un aspecto significativo de las tendencias
de regresión social es el que tiene que ver con
las ayudas internacionales al desarrollo. En
este sentido las ayudas aportadas por el Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD)
de la OCDE han retrocedido desde unas
magnitudes que representaban en 1990 el
0,34% del PNB de los países miembros a un
0,24% a finales de siglo, se situaban bastante
lejos del modesto objetivo del 0,7% (y alejándose).
Esta tendencia general, como puede entenderse, implica un riesgo de fragilización
5
6
PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, varios
años, op.cit.
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GRÁFICO 2. EVOLUCIÓN DE LA POSICIÓN DE ESPAÑA EN EL ÍNDICE DE
DESARROLLO HUMANO DE LA ONU
Fuente: PNUD, Informes sobre Desarrollo Humano, ONU, varios años.
de las estructuras de Seguridad Social, especialmente en los países en las políticas de
bienestar se encuentran menos desarrolladas, junto a un debilitamiento de los flujos de
solidaridad internacional con los países que
más lo necesitan.
La segunda tendencia-marco es la que se
refiere a la presión política organizada que se
está ejerciendo en el mundo para promover
una mayor regresión en las políticas sociales.
Esta presión se hace notar básicamente desde
tres perspectivas: en primer lugar a partir del
predominio de las concepciones neoliberales y
de los planteamientos propios de la «nueva
economía», cuya influencia se ha extendido
incluso a sectores socialdemócratas, y que supone una afirmación de criterios extremos de
individualismo insolidario y de búsqueda del
lucro y la codicia. La prevalencia de estos enfoques está conduciendo a una nueva experiencia de lo social que se traduce, como luego
veremos, en un aumento notable de los procesos de desigualdad y de exclusión social. En
segundo lugar, opera también a favor de esta
tendencia regresiva la influencia que se ejerce
a través de determinados organismos internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo
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Monetario Internacional, la OCDE, etc., que
actúan como una especie de «intelectuales orgánicos» de la nueva situación, haciéndose
portavoces explícitos de los sectores políticos
más proclives a las políticas de recortes sociales. La recomendación que hizo la OCDE a
principios del verano de 2001 para evitar los
«derroches de gastos de pensiones en España»
es un buen ejemplo, quizás un poco pintoresco
por lo extremo, pero muy expresivo, de este
proceder que generalmente causa una mezcla
de estupor y perplejidad en la opinión pública,
sobre todo entre los ancianos que cobran pensiones públicas raquíticas, como se pudo comprobar en las encuestas que con dicha ocasión
realizaron algunos medios de comunicación
social en España. En tercer lugar, también es
un factor explicativo de estas inflexiones la
práctica inexistencia –hasta el presente– de
una resistencia política organizada suficientemente firme y fuerte y doctrinalmente fundamentada que pueda oponer eficazmente a dichas regresiones sociales.
Estas dos tendencias políticas forman
parte de un contexto general que, lógicamente, presenta más matices que los que aquí podemos indicar, y que en su conjunto respon-
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JOSÉ FÉLIX TEZANOS
de a un orden general en el que cada vez se
está globalizando en mayor grado la economía, y también la pobreza, pero en el que no
se está globalizando la manera de resolver
los problemas sociales. Lo cual está haciendo
patente una crisis importante de la Política y
su subordinación total, no tanto a la lógica de
la Economía –lo cual no sería tampoco correcto– como a la lógica del poder económico–
lo cual está resultando claramente erosivo
para el bien común.
drían quedar reducidas a unos márgenes pequeños. Es decir, una sociedad socialmente
justa –si ello es posible a priori– requeriría
pocas políticas sociales y podría permitir reducir los gastos dedicados a este fin. Pero,
¿es este el caso que nos ocupa? ¿Qué indican
los hechos sociales concretos? Lo que indican
los hechos resulta bastante explícito y se relaciona con las otras dos tendencias básicas a
las que hice referencia al principio.
Las regresiones sociales que han tenido
lugar y las perspectivas que se pueden augurar de mayores regresiones a corto plazo, podrían ser interpretadas, en principio y de
manera descontextualizada, como un eventual indicador de que ya se habría alcanzando una situación de bienestar social razonable para una amplia mayoría de la población,
que, por lo tanto, ya no necesitaría con tanta
premura de las políticas asistenciales públicas. Posiblemente, en un modelo de sociedad
justa, bien integrada y articulada de acuerdo
a criterios de equidad y reciprocidad, las necesidades de intervención compensatoria y
de apoyo social de los poderes públicos po-
LAS DEMANDAS Y LAS
NECESIDADES SOCIALES
La tercera tendencia en la que nos debemos fijar, por lo tanto, es la que se refiere a
la propia sensibilidad social de la población.
En este sentido los datos procedentes de la
investigación sobre Tendencias Sociales de
Nuestro Tiempo que venimos realizando un
amplio grupo de profesores desde 1995, demuestran que existe una acusada sensibilidad de la opinión pública por las cuestiones
sociales. En concreto, cuando a los ciudadanos se les pregunta cuáles serán los principales problemas de una sociedad como la espa-
GRÁFICO 3. EVOLUCIÓN DE LA PERCEPCIÓN SOBRE LOS GRANDES
PROBLEMAS DE ESPAÑA
Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, varios años.
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ñola dentro de diez años, las cuestiones que
se mencionan más destacadamente son el
desempleo, las desigualdades y las carencias
y otros asuntos que también tienen una indudable raíz social, como los problemas de
las drogas y de la violencia y la delincuencia,
refiriéndose a gran distancia los problemas
económicos y políticos (Vid gráfico 3).
Igualmente cuando se pregunta por los
problemas del mundo en el escenario de una
década, los problemas sociales, las desigualdades, el hambre, etc. aparecen subrayados
aún de manera más destacada (Vid gráfico 4),
revelando que la matriz de preocupaciones
sobre el futuro que la mayoría de la gente
tiene en mente presenta un claro matiz social.
La preocupación general de la población
por las cuestiones sociales y el carácter recurrente con que se hace mención prioritaria a
determinados problemas, como el paro, revelan que para muchas personas las cosas no
van tan bien como machaconamente se repite y como se pretende que «parezca» mediante el manejo simplificado de algunos indica-
dores economicistas que no reflejan todos los
matices, ni la verdadera complejidad de la
evolución social concreta.
Una vez llegados a este punto, y poniendo
en relación las tres tendencias básicas a las
que hasta ahora nos hemos referido, la primera conclusión a la que se puede llegar es
que existe una contradicción importante entre el plano de las decisiones políticas y el de
la subjetividad social. O si queremos plantearlo en otros términos, lo que habría que
preguntar, a partir de estos datos es: ¿están
situadas en la agenda política las preocupaciones de la población en el mismo nivel de
prioridad en que lo sitúan la mayoría de los
ciudadanos?, ¿evolucionan las tendencias
políticas en la misma dirección, y con la misma intensidad, que las percepciones de la
mayoría de la opinión pública? Para cualquier analista objetivo, yo creo que las respuestas a estas preguntas son evidentemente negativas. Lo cual nos lleva a formular
una pregunta aun más peliaguda: ¿por qué
ocurre esto así? Y, como corolario, ¿cuáles
pueden ser los efectos de esta contradicción
de base?
GRÁFICO 4. PRINCIPALES PROBLEMAS DEL MUNDO DENTRO DE 10 AÑOS (%)
Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, 2000.
42
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JOSÉ FÉLIX TEZANOS
Algunos analistas bienintencionados aún
podrían responder a estas preguntas intentando explicar tales contradicciones en términos de un eventual desfase existente entre
los planos de la objetividad y de la subjetividad social. Es decir, podría argüirse que las
percepciones de la mayoría de los ciudadanos
son erróneas y están desenfocadas y que los
hechos objetivos contradicen sus apreciaciones debido a que las necesidades sociales no
aumentan, sino que disminuyen. ¿Se podría
sostener con algún fundamento esta interpretación? Un conjunto muy amplio de hechos parecen indicar que tal interpretación
no es plausible ni de lejos. Lo cual lleva directamente a la última tendencia a la que me
quería referir aquí.
a una inflexión coyuntural y más o menos casual de la evolución social, sino que tiene su
origen en las propias caracterizaciones estructurales del modelo de sociedad que se está prefigurando en el curso de la revolución
tecnológica y bajo el influjo de ciertos factores de contexto a los que luego me referiré.
Pero lo que aquí me interesa subrayar, de
entrada, es que estamos evolucionando, por
causas estructurales, hacia un tipo de sociedades que presentan mayores componentes
de dualización social, como he demostrado en
La sociedad dividida y en El trabajo perdido.
EL AUMENTO DE LAS
DESIGUALDADES SOCIALES
En primer lugar estamos asistiendo a un
crecimiento de las desigualdades en el conjunto del planeta. Las diferencias entre los
países más ricos y más pobres tienden a
acentuarse (Vid gráfico 5), al tiempo que
también aumentan las diferencias de rentas
entre los ciudadanos de los países desarrollados.
La cuarta tendencia general muestra que
estamos asistiendo a un aumento de las necesidades sociales, como consecuencia de
procesos sociales que están afectando a la
propia evolución de nuestra organización societaria. Los procesos sociales que enmarcan
esta evolución y que explican el curso desigualitario y precarizador en el que nos encontramos inmersos han sido objeto de varios análisis concretos y se encuentran
avalados por los datos de un buen número de
informes recientes de la ONU (PNUD,
UNESCO, etc.), de la OIT, de la OCDE y hasta del Banco Mundial. A todo ello me he referido con cierto detalle, en un marco de explicación sociológico más amplio, en mi trilogía
sobre la «desigualdad, el trabajo y la democracia», sobre todo en los dos primeros libros
(La sociedad dividida y El trabajo perdido,
Biblioteca Nueva, Madrid, 2001).
Aunque aquí no es posible entrar en mayores detalles sobre estas cuestiones, en
cualquier caso hay que tener presente que la
actual deriva desigualitaria, con todas sus
implicaciones sociales y políticas, no obedece
De cara al hilo del análisis que aquí estamos realizando los principales datos que evidencian que estamos inmersos en una dinámica desigualitaria que amplía y acentúa las
necesidades sociales son los siguientes:
En segundo lugar, en paralelo a lo anterior y como corolario de ello, el poder y la riqueza está tendiendo a concentrarse en pocas manos. En pocos años los datos de la
ONU han pasado de hablar de cerca de 400
millonarios que concentraban tanta riqueza
prácticamente como la mitad de la población
mundial a una cifra de sólo 200, algunos de
ellos vinculados por relaciones familiares entre sí: con casos extremos como los de los tres
grandes multimillonarios cuya fortuna personal es superior al Producto Interior Bruto
conjunto de los 48 países menos desarrollados de este planeta en los que viven 600 millones de personas. Un caso singular es el de
Bill Gates, cuya fortuna se calcula en 12 ó 14
billones de pesetas, es decir más que el PIB
de un país como Irlanda. Si Bill Gates decidiera no trabajar nunca más y retirar su dinero de la Bolsa y no ingresar ni un dólar
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GRÁFICO 5. EVOLUCIÓN DE LAS DIFERENCIAS MUNDIALES DE INGRESOS
ENTRE EL 20% DE LA POBLACIÓN QUE VIVE EN LOS PÁISES MÁS RICOS
Y EL 20% QUE VIVE EN LOS PAÍSES MÁS POBRES
Fuente: ONU, Informes sobre Desarrollo Humano, varios años (Vid., por ejemplo, Informe 1999, pág. 36-37)..
adicional en lo que le queda de vida, y en el
supuesto de que tuviera una edad media de
vida de 85 años, para disponer de su fortuna
tendría que ser capaz de gastar mil millones
de pesetas diarias. ¿Somos capaces de imaginar la desmesura que esto significa, mientras millones de seres humanos carecen de lo
más imprescindible para poder sobrevivir?
Pero la concentración de riqueza no se
produce sólo en términos dinerarios, sino que
tiene una proyección institucional y económica mucho mayor. Así, en la nueva economía
globalizada están floreciendo grandes empresas multinacionales que refuerzan las
tendencias de concentración de poder y de riqueza en pocas manos. No me refiero sólo al
grado de control que las grandes empresas
multinacionales tienen sobre cuotas sustantivas del mercado mundial, a veces superiores al 50%, sino al hecho, por ejemplo, de que
las 200 grandes empresas multinacionales
están controladas por un grupo de apenas
44
150 personas que se concentran en cinco de
los países más prósperos (Estados Unidos,
Japón, Alemania, Canadá y Reino Unido).
Estas empresas mueven unos recursos superiores al PIB conjunto de los 150 países que
no forman parte de la OCDE. Es decir, se
trata de mega-corporaciones controladas por
muy pocas personas que en ocasiones tienen
mayor poder económico –y muchas veces
también político– que los propios Estados nacionales: que además se ven constreñidos por
limitaciones, desregulaciones y pérdidas de
competencia y de ámbitos efectivos de incidencia, como consecuencia de los procesos de
globalización 7.
En tercer lugar, estamos asistiendo también a un aumento de las situaciones de ca-
7
Vid, en este sentido, el tercer libro de la ya indicada trilogía sobre «la desigualdad, el trabajo y la democracia»: JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La democracia incompleta.
El futuro de la democracia postliberal (en prensa).
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JOSÉ FÉLIX TEZANOS
rencia y de necesidad prácticamente en todo
el mundo, como ya hemos subrayado (Vid
cuadro 1). Uno de los datos más expresivos
de esta evolución es la cifra de 1.200 millones
de seres humanos que tienen que vivir con
sólo un dólar al día, o 2.400 que deben hacerlo con el equivalente de sólo dos dólares. El
fenómeno trágico de las hambrunas que se
llevan por delante millones de vidas, mientras muchas personas viven obsesionadas
por el colesterol –por el exceso de alimentación– en el mundo desarrollado marca uno de
los límites extremos de una forma incomprensible de organizar la vida en este planeta.
En cuarto lugar, hay que ser conscientes
de que, aunque en términos generales el desarrollo económico está aliviando las situaciones de partida en algunos países, hay zonas
muy extensas en las que se están experimentando regresiones sociales, especialmente en
África, y en algunas partes de Asia y del Este de Europa. En África por ejemplo está disminuyendo la tasa de escolarización de los
niños, los niveles de nutrición y las esperanzas media de vida. En concreto, según refieren los informes de la ONU, hay 18 países
que se encuentran inmersos en un proceso de
regresión social que se llega a traducir en
una disminución de las edades medias de vida.
Finalmente, un quinto aspecto de la involución social al que quería referirme aquí es
el aumento del paro y de la precarización laboral. Según los datos de la OIT a finales del
año 2000 la cifra total de parados y subempleados en el mundo ascendía a más de mil
millones de personas, es decir un tercio de la
población activa mundial. En concreto, la cifra de parados era de 160 millones de personas, de ellos muchos son jóvenes (460 millones entre parados y subempleados) y 50
millones viven en los países desarrollados
(incluida Europa del Este y Central). Además 500 millones de trabajadores tienen que
vivir con menos de un dólar diario y muchos
otros carecen de trabajo estable y de una mínima seguridad 8.
La situación que se vive en el trabajo en
los países más desarrollados, especialmente
por los jóvenes, las mujeres, las minorías y
los inmigrantes, es uno de los rasgos que
mejor caracterizan la evolución que se está
produciendo en los sistemas de organización
social y los efectos exclusógenos y precarizadores a que da lugar.
La creciente robotización industrial y la
automatización de tareas en los servicios,
junto al desarrollo de nuevas formas de organización flexible y descentralizada del trabajo en redes, está dando lugar a mutaciones
sustantivas del trabajo, con un aumento de
procesos de flexibilización, movilidad, precarización, vulnerabilidad, desregulación, etc.
Los nuevos sistemas de organización del
trabajo están dando lugar a un conjunto de
tendencias laborales de indudable alcance
social y cultural, que he analizado con algún
detalle en El trabajo perdido y de las que
aquí me gustaría destacar cuatro. En primer
lugar, está produciéndose una segmentación
ocupacional que obedece a que los modelos
de producción económica emergentes requieren para su funcionamiento de dos tipos de
trabajos muy diferentes entre sí; por un lado,
una minoría de ejecutivos, expertos y técnicos de alto nivel que organizan, diseñan, programan, etc., y que son muy necesarios para
el sistema –lo que algunos analistas como
Robert Reich han calificado como los «analistas simbólicos» 9– y, por otra parte, una masa
de asalariados indiferenciados, intercambiables, «descualificados», «devaluados» y «prescindibles» que realizan tareas menos «importantes» para la funcionalidad del sistema
como tal –lo que otros analistas como Ma-
8
OIT, World Employment Report 2001. Life and
work in the Informational Economic, Ginebra, 2001.
9
ROBERT REICH, El trabajo de las naciones, Vergara,
Madrid, 1993; edición en inglés de 1991.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
45
ESTUDIOS
nuel Castells han calificado como la «mano
de obra genérica»– 10. Lo importante sociológicamente es que la polarización entre estos
dos sectores ocupacionales está conduciendo
a una notable dualización de ingresos, oportunidades vitales, estilos de vida, etc., hasta
el punto que la estratificación por el trabajo
(también como «carencia») está convirtiéndose en uno de los principales factores de estratificación social.
En segundo lugar, está teniendo lugar un
aumento muy significativo del paro estructural que se conecta con lo anterior y que tiene
su manifestación más extrema en la sustitución del trabajo de hombres por robots industriales y por sistemas automáticos de trabajo. En tercer lugar, las nuevas coordenadas
de la producción en una economía crecientemente mundializada están generando también un deterioro de las condiciones de trabajo y un aumento de la precarización laboral,
debido entre otras cosas a la pérdida de monopolio de la fuerza de trabajo por parte de la
población asalariada (con ejemplos incluso
de fábricas altamente robotizadas prácticamente sin obreros), a la dinámica desreguladora y a los fenómenos de deslocalización
empresarial, que han acabado mermando el
poder de presión y negociación de los sindicatos y las mismas posibilidades prácticas de
actuación compensadora de las organizaciones representativas de los trabajadores. La
situación a la que se ha llegado como consecuencia de esta evolución sociolaboral ha dado lugar a un aumento significativo de los
contratos laborales precarios, inestables y/o
de baja calidad, especialmente entre los jóvenes y las mujeres, de forma que en muchos
países la proporción de personas que se encuentran en paro, que tienen empleos temporales, a media jornada o en condiciones de
«bajo salario» representan la mayoría del
conjunto de la población activa (Vid tabla 1).
MANUEL CASTELLS, La sociedad red. La era de la información. Vol 1, Alianza Editorial, Madrid, 1997. Vid,
por ejemplo, pp. 293 y ss.
Es decir, lo «anómalo» está tendiendo a convertirse en lo habitual, en lo predominante,
con todos los efectos sociales y humanos que
de ello se derivan, sobre todo para las nuevas
generaciones.
Finalmente, y en relación con todo lo anterior, esta dinámica implica un surgimiento
de nuevas facetas de asimetría y un reforzamiento de los componentes desigualitarios
en las estructuras sociales, que se añaden a
las propias potencialidades dualizadoras implícitas en algunos aspectos de la lógica de la
revolución tecnológica. Lo cual ha permitido
hablar de «tecnopobres», de «infra-desarrollados tecnológicos», de «analfabetos tecnológicos», e incluso ha dado lugar a que se formulen hipótesis sorprendentes, como las de
Silver, sobre la posibilidad de que los sectores más ricos de la sociedad utilicen los avances de la ingeniería genética para enriquecer
articifialmente los componentes genéticos de
sus descendientes. Lo que, en opinión de Silver, podría dar lugar a una «genocracia» o a
unas «geno-clases», en las que las desigualdades se pudieran acabar traduciendo en el
substrato físico de las personas 11.
Las resistencias de algunos analistas a
«entender» y «reconocer» estas tendencias de
evolución socio-laboral está dando lugar a fenómenos sorprendentes de manipulación y
distorsión estadística, uno de cuyos ejemplos
es el cambio de los métodos muestrales y de
la redacción de las preguntas de la Encuesta
de Población Activa en España, con la finalidad de «lograr» una reducción significativa
del número «oficial» de parados; como así ha
sido efectivamente. Lo que resultaba dudoso
es que esta manera de fabricar «artificialmente éxitos» estadísticos pueda producir a
medio plazo una distorsión estable en la conciencia social de los ciudadanos. El hecho de
que la gran mayoría de la población piense
que el paro continúa siendo el problema
10
46
11
LEE M. SILVER, Vuelta al Edén, Taurus, Madrid,
1998; edición en inglés de 1997.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
JOSÉ FÉLIX TEZANOS
(1) Cifras de 1997.
(2) Los datos se refieren a trabajadores a tiempo completo, con salarios inferiores a dos tercios de las garantías medias del
grupo. Año de referencia 1994 (panel de hogares 1994).
Fuentes: Ministerio de Trabajo, Anuarios de Estadísticas Laborales y Asuntos Sociales 1997 y 1998, op.cit.; OCDE, Perspectivas del Empleo 1998, Madrid, 1998, p. 135; y OIT, Anuarios de Estadísticas del Trabajo, varios años. Elaboración propia.
principal revela que los hechos concretos, inmediatos y vividos por muchas personas en
forma de desempleo, precarización o inestabilidad laboral, pesan más en la conciencia
colectiva que las operaciones de maquillaje
estadístico ideadas por algunos «analistasavestruces».
El resultado general de todos los procesos
que aquí estamos analizando es un aumento
de las situaciones de vulnerabilidad y de «exclusión social». Nuestras sociedades en muchos aspectos están recreando viejas condiciones de dualidad social y están dando lugar
a un modelo de doble ciudadanía, en el que
se perfila diferenciadamente la posición, por
un lado, de quienes están razonablemente
integrados en la sociedad y tienen vivienda,
relaciones familiares y sociales estables y
gratificantes y cuentan con ingresos regula-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
47
ESTUDIOS
res y/o trabajo estable y razonablemente remunerado que permite mantener un nivel de
existencia digno y una perspectiva vital satisfactoria. Y, por otra parte, están todos
aquellos que son «prescindibles» o «intercambiables», que no tienen un trabajo digno, seguro, bien remunerado y con perspectivas de
futuro y deben «aceptar» lo que encuentran,
trabajando a salto de mata, aceptando los
sueldos que les dan y las condiciones precarias e inestables que les ofrecen, pasando
largos períodos sin empleo, viviendo de sus
padres, de la beneficencia, o de las prestaciones sociales. Y en el peor de los casos deslizándose por la pendiente de la «vulnerabilidad social», con riesgo de quiebra de los lazos
sociales y de las oportunidades de integración en «su» sociedad, que les trata como si
fueran «invitados advenedizos» y extraños o
«realquilados forzosos», a los que no se considera en igualdad de condiciones que a otros
ciudadanos.
De alguna manera, lo que está ocurriendo
obliga a considerar a nuestras sociedades no
como conjuntos integrados, sino como un mo-
delo de círculos concéntricos, en el que el máximo nivel de integración y de pertenencia
sólo es alcanzable por los ciudadanos plenos
que se sitúan en el núcleo o esfera central de
la sociedad, mientras que en las zonas periféricas se conforman distintos grados de pertenencia y de oportunidades sociales y vitales
hasta llegar, en una serie de círculos o estratos, a aquellos que quedan arrojados en las
fronteras exteriores del sistema, donde quedan desdibujadas las condiciones de ciudadanía y no se reconocen prácticamente muchas
de las conquistas de la modernidad (Vid gráfico 6).
El continuo inclusión-exclusión viene delimitado, de esta manera, por un conjunto de
variables de carácter laboral, familiar, social,
habitacional y, en su caso, asistencial o reintegrador, que dan lugar a que en nuestras sociedades, junto a las zonas negras de la exclusión social, se estén perfilando espacios grises
donde se hace presente la vulnerabilidad social, hacia la que se deslizan millones de personas, con el riesgo consiguiente de que, si no
se hace nada para remediarlo, mucha gente
GRÁFICO 6. DIFERENTES ZONAS DE INTEGRACIÓN Y EXCLUSIÓN EN LAS
SOCIEDADES ACTUALES
48
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
JOSÉ FÉLIX TEZANOS
puede ir deslizándose progresivamente desde
la vulnerabilidad hacia la exclusión social,
con todos los riesgos de surgimiento de enconamientos, y de fracturas sociales que de ello
se pueden derivar (Vid gráfico 7).
Las investigaciones sobre exclusión social
que realizamos en 1998-99 en el marco del
estudio sobre Tendencias Sociales de Nuestro
Tiempo reveló que la población española y
los expertos en estas materias están muy
preocupados por las perspectivas de intensificación de la exclusión social. La mayoría
piensan que la exclusión es un problema grave y que tiende a aumentar y a empeorar
(Vid gráfico 8).
GRÁFICO 7. LOS RIESGOS DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL
Fuente: ONU, Comission of the European Communities. Observatory of national policies to combat social exclusion. Third
Annual Report, Bruselas, 1994, pág. 51. Versión adaptada incluyendo las dos últimas columnas (vivienda y relaciones sociales).
GRÁFICO 8. PERCEPCIONES GENERALES SOBRE LA EXCLUSIÓN SOCIAL
(Porcentajes)
Fuente: GETS, Encuesta sobre Exclusión Social, 1998 y Estudio Delphi sobre exclusión social 1998.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
49
ESTUDIOS
GRÁFICO 9. PERCEPCIÓN DE LOS RIESGOS DE QUEDAR EN UNA SITUACIÓN
DE EXCLUSIÓN SOCIAL. AHORA Y DENTRO DE DIEZ AÑOS
Fuente: GETS, Encuesta sobre exclusión social, op. cit..
Pero, posiblemente, lo más significativo
que reveló nuestro investigación fue que la
identificación de los riesgos personales de exclusión nos sitúa ante una magnitud en torno a un 20% de la población que manifiesta
miedo a verse afectado personalmente por la
exclusión social (Vid gráfico 9). Lo cual, como
venimos subrayando, implica una alta conciencia de riesgos de verse arrojado hacia los
límites exteriores del sistema social, en una
forma que pone en cuestión muchos de los
supuestos y los valores en los que hasta ahora se habían venido asentando nuestras sociedades. Este es en el fondo el gran problema de la exclusión social y de la crisis del
trabajo, con todos los efectos que lo acompañan: la impugnación del modelo, y de la misma idea, de una sociedad razonablemente
armónica de seres humanos iguales en oportunidades, modos de existencia y trayectorias vitales.
50
La nueva lógica del poder, el deterioro de
las condiciones de vida y de trabajo de muchas personas, el aumento de las desigualdades y de los riesgos de exclusión, la pérdida
de horizontes –y esperanzas– de futuro de
muchos jóvenes, el deterioro de las formas de
convivencia, la crisis de los valores de la solidaridad, de la reciprocidad y el altruismo y
hasta la misma difuminación de la idea del
bien común, están conduciendo a una deriva
social en la que se hecha en falta la presencia
de elementos que tiendan a la búsqueda de
nuevos equilibrios, ajustes y compensaciones
sociales. El nuevo tipo de sociedades que se
están desarrollando, muestra que hay demasiados engranajes que giran fuera de control,
que hay muchas frustraciones, carencias y
pesimismos que acabarán estallando por algún lado y, a su vez, que algunos de los instrumentos políticos heredados del pasado se
muestran desfasados o incapaces de equilibrar los procesos sociales en curso.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
JOSÉ FÉLIX TEZANOS
Y, por encima de todo, se hace palpable la
«ausencia» de sistemas de valores y creencias suficientemente arraigados y creíbles,
que puedan servir como acicate y como guía
de orientación para emprender el camino de
la recuperación de los equilibrios sociales y
de la reconstrucción de unos componentes
mínimos de equidad y armonía social. La metáfora de Giddens sobre «un mundo desbocado», en el que nadie sabe muy bien a dónde
vamos, ni quién lleva las riendas de la evolución social, responde a un estado de ánimo y
a unas percepciones colectivas bastante difundidas, tal como evidencian muchas de las
investigaciones concretas realizadas en el
marco del Programa de estudio sobre Tendencias Sociales de Nuestro Tiempo, al que
antes me he referido 12.
Probablemente no tardarán en producirse
reacciones sociales contundentes contra el
estado de cosas hacia el que evolucionamos.
Algunas ya han empezado a producirse en
una forma que está dejando perplejos a muchos ciudadanos y notablemente desorientados a determinados núcleos de poder. Pero es
muy posible que lo que hasta ahora hemos
visto sea sólo un pálido anticipo de lo que está por venir.
La acentuación de los climas de protesta,
de violencia, de delincuencia, de apatía y distanciamiento político, vendrá a superponerse
a los procesos de deterioro interno del actual
ANTHOY GIDDENS, Un mundo desbocado, Taurus,
Madrid, 2000; edición inglesa de 1999. Sobre la investigación de Tendencias Sociales, puede verse en especial, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, JOSÉ MANUEL MONTERO, JOSÉ ANTONIO DÍAZ (eds.), Tendencias de futuro en la sociedad
española. Primer foro sobre tendencias sociales, Editorial
Sistema, Madrid, 1997; JOSÉ FÉLIX TEZANOS, ROSARIO
SÁNCHEZ MORALES (eds.), Tecnología y sociedad en el
nuevo siglo. Segundo foro sobre Tendencias sociales,
Editorial Sistema, Madrid, 1998; JOSÉ FÉLIX TEZANOS
(ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social. Tercer foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema,
Madrid, 1999; JOSÉ FÉLIX TEZANOS (ed.), Escenarios del
nuevo siglo. Cuarto foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema, Madrid, 2000.
12
sistema económico, debido a todos los problemas funcionales que están señalando los
analistas. No me refiero sólo a los riesgos de
estallido de la burbuja financiera, de recesión, de congestión de la capacidad de consumo debido a las propias regresiones sociales,
de esteoporosis cívica, o de entropía del sistema, sino también a la propia erosión de fondo que implica la lógica de un modelo que sólo es capaz de alentar un patrón de actuación
en el que las unidades de actuación económica (empresas) únicamente «miran por sí mismas». Como recordaba un conocido analista,
operar y multiplicarse sólo para su propio fin
es la filosofía de la célula cancerígena 13.
En las comunidades primitivas de las que
tenemos rastros arqueológicos se han encontrado fósiles que demuestran que nuestros
antepasados tuvieron fracturas óseas graves
que requirieron cuidados permanentes del
grupo durante mucho tiempo, lo cual implicaba riesgos y limitaciones de permanecer
mucho tiempo en el mismo lugar, o de trasladarse con mayor lentitud o dificultad. Pero lo
importante es que en aquellos grupos primitivos de cazadores-recolectores, en los que la
humanidad hunde sus raíces, no se dejaba
abandonados a los congéneres cuando caían
heridos o necesitaban la solidaridad del grupo. Y esto muchas veces no es lo que ocurre
en las sociedades de nuestros días. Algunos
quedan abandonados en la cuneta mientras
otros viven en la mayor opulencia que se
pueda imaginar.
Pero no se trata sólo del ejemplo de algunos arqueológicos aislados, sino que las propias prácticas de cuidado de los ancianos y
los niños, del respeto a los muertos, de los
primitivos enterramientos rituales, o el propio sentido de la maternidad en nuestra especie, como un caso paradigmático de generosidad y altruismo consciente y querido, que
13
RICHARD M. COHEN, «The corporate take over of
news», en Eric Barknouw et al, Conglomerates and the
Media, The New Press, New York, 1997, p. 59.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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51
ESTUDIOS
implica dar algo de sí a otro ser y volcarse en
su cuidado durante mucho tiempo, todo eso
significa, en suma, una cultura de la solidaridad y del apoyo mutuo que se encuentra en
las antípodas de algunas de las tendencias
que están teniendo lugar en las sociedades
de nuestro tiempo.
las cuatro tendencias generales que enuncié
al principio de este texto: hacer las políticas
sociales que se derivan de las «demandas» y
las «percepciones» ciudadanas y de las propias necesidades objetivas, en atención a las
dos últimas tendencias, y en contradicción
con las dos primeras.
Por ello, no es aventurado afirmar que las
tensiones en torno a la igualdad y el trabajo
van a ser elementos centrales del debate social y político de los próximos lustros. La insolidaridad, la exclusión y la dualización social extrema no es, sin duda, el mejor espejo
de la humanidad en el que a muchas personas nos gustaría vernos reflejadas. Para muchos de nosotros una de las dimensiones fundamentales del progreso de la civilización es
la que tiene que ver con la capacidad para el
altruismo y la reciprocidad. Por eso el debate
sobre estas cuestiones irá adquiriendo una
dimensión cada vez más global, orientada a
buscar las políticas efectivas de las necesidades humanas y sociales objetivas. Esa es precisamente la resultante que se desprende de
la segunda gran contradicción implícita en
Avanzar en el reforzamiento de las políticas sociales supone no sólo una mayor congruencia con lo que indican los datos objetivos y las percepciones ciudadanas, sino que
implica situarse en una perspectiva de más
amplio alcance, que tiene el significado de
una apuesta humana por avanzar en el modelo de civilización y de cultura en el que
hundimos nuestras raíces más genuinas. Por
ello, no es exagerado concluir afirmando que,
en la medida que «civilización es solidaridad», la lucha contra la precarización laboral
y contra la exclusión y la vulnerabilidad social es un empeño civilizador que merecería
un esfuerzo de «consenso social» por parte de
todos los que están animados por sentimientos de «buen corazón» y de lógico sentido común.
52
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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JOSÉ FÉLIX TEZANOS
RESUMEN: La evolución de los modelos sociales está siguiendo un curso paradójico: el especta-
cular desarrollo tecnológico contrasta con las dificultades, o la falta de voluntad,
para hacer frente a las necesidades sociales y vitales de amplios sectores de población. Por esta razón, el nuevo tipo de sociedad que está surgiendo al hilo de la revolución tecnológica se caracteriza por la emergencia de nuevos sistemas de estratificación social, en los que se acentúan los componentes desigualitarios y dualizadores. Las principales tendencias relacionadas con esta problemática revelan que las
asimetrías tienden a agudizarse y que las percepciones de la opinión pública cada
vez se distancian más de los diagnósticos y los tratamientos que se realizan desde
las esferas del poder, con el resultado de un aumento progresivo de la exclusión
social, por un lado, y de los climas de apatía política y deterioro social, por otro. De
ahí la necesidad de prevenir los riesgos de evolución hacia «sociedades divididas»
mediante políticas de integración y de asistencia que estén basadas en un amplio
consenso social.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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53
Procesos de exclusión social:
redes que dan protección
e inclusiones desiguales *
DANIEL LA PARRA**
JOSÉ MARÍA TORTOSA**
L
a investigación social sobre la pobreza se ha preocupado de forma prioritaria por cuantificar el número de pobres y señalar qué colectivos se ven más
afectados por dicha situación. Se sabe que los
hogares encabezados por mujeres, los que
tienen más niños o los que están compuestos
por personas mayores están con más frecuencia por debajo de la línea de la pobreza,
definida como la mitad de la media o de la
mediana de los ingresos (Smeeding, 1997).
Mucho menos frecuente es encontrar explicaciones sobre los mecanismos por los cuales
pertenecer a un determinado género o tener
una cierta edad se convierten en una desventaja en términos económicos.
El concepto de exclusión social puede ser
útil para describir los motivos por los cuales
unos colectivos sufren una situación de falta
de satisfacción de las necesidades humanas
básicas, mientras que otros grupos sociales
cuentan con mayores niveles de protección.
Agradecimientos: El contenido de este artículo
se enmarca dentro del proyecto de investigación
«Indicadores dinámicos para el estudio del empobrecimiento de las mujeres», IM-0003, financiado
por el Instituto de la Mujer a quienes agradecemos
su apoyo.
**
Universidad de Alicante.
*
El interés de concepto de exclusión social se
deriva de que pone el énfasis no tanto en
cuantificar o identificar a quienes viven en la
pobreza, sino en los procesos por los que se
llega a carecer del acceso a los recursos más
esenciales. Así, por exclusión social, se suele
entender el conjunto de procesos estructurales, pautas ideológicas y culturales, tendencias sociales y mecanismos que producen el
empobrecimiento personal o colectivo. La
primera aportación del concepto de exclusión
social es, por tanto, el insistir sobre el funcionamiento relacional de los factores que producen la pobreza (véase Sen, 2000). En segundo lugar, destaca que dentro de esta
perspectiva la pobreza no se entiende como
un proceso que tiene su origen en el comportamiento del individuo, sino más bien en procesos sociales más amplios: en la interacción
interpersonal, en las oportunidades que ofrece el medio social (por ejemplo, el mercado de
trabajo, los servicios públicos, las políticas
sociales o el propio ordenamiento de la economía mundial).
El cambio de perspectiva del individuo hacia los procesos sociales plantea, no obstante,
el riesgo de que se acabe olvidando que la exclusión social afecta a los individuos, los cuales pueden padecer, entre otros, mayor mortalidad, carencia de bienes básicos (vivienda,
alimento), menores oportunidades de desa-
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55
ESTUDIOS
rrollo educativo, falta de participación en las
distintas instituciones sociales, desempleo o
empleo precario. En la medida que los individuos ven disminuido su bienestar en virtud
de los procesos de exclusión procede contestar a la pregunta sobre cuáles son los mecanismos por los que los procesos de exclusión
social se convierten en factores personales de
empobrecimiento.
DIMENSIONES DE LA POBREZA
Para contestar esta cuestión es preciso
precisar qué es vivir en situación de pobreza.
En principio, por pobreza se entiende la insatisfacción de las necesidades humanas básicas (Doyal y Gough, 1994). Esta situación de
insatisfacción puede producirse por la carencia de medios económicos para adquirir bienes básicos. Pero, aunque esta afirmación
describe de forma clara una de las principales dimensiones de la pobreza, no podemos limitarnos a ella sin caer en una visión reduccionista de las necesidades humanas.
Se encuentra, en efecto, que las necesidades humanas no son exclusivamente de tipo
material. Doyal y Gough, señalan que la satisfacción de las necesidades personales, precisan que el individuo sea autónomo, esto es,
que tenga capacidad de tomar opciones informadas sobre lo que hacer y cómo llevarlo a
cabo. Por supuesto, la disponibilidad de medios económicos será un mecanismo para
asegurar la autonomía personal, pero también poseer un determinado nivel de conocimientos y participar de un entorno social que
permita actuar libremente y expresar las
opiniones personales.
La reducción de la definición de la pobreza
a la falta de ingreso presenta además la dificultad añadida de no considerar la importancia en la adquisición de bienes y servicios, de
las formas de intercambio no mercantiles y
de las donaciones. El trabajo de Boulding
(1976, 1978 y 1992) es esencial para comprender el peso de las donaciones en la confi-
56
guración del sistema económico y la satisfacción de necesidades. Por donaciones entiende
la transferencia unidireccional de bienes económicos. Donaciones son por tanto: la ayuda
al desarrollo, las herencias, la educación, la
nutrición y cuidados de salud que se da a los
niños y personas dependientes, los impuestos, las subvenciones, los regalos, los subsidios o el trabajo doméstico. Como se puede
observar instituciones como la familia o el
Estado serían inconcebibles sin este tipo de
relación. La ausencia de recursos no mercantiles, por ejemplo, la falta de familiares que
puedan prestar cuidados de salud cuando se
es una persona anciana puede suponer una
reducción dramática de la calidad de vida.
De acuerdo con estas aportaciones la pobreza se relaciona con la carencia de libertad, de democracia y con estar excluido de
las donaciones e intercambios no mercantiles. A esta lista se podría añadir, la falta de
posibilidades para el desarrollo personal que
se derivan de habitar un medio social en el
que se produce violencia, sea esta directa o
indirecta, personal o estructural. Cuando se
vive bajo la amenaza producida de forma directa o indirecta (por ejemplo, cuando uno se
sitúa en la parte baja de una jerarquía) se limita al individuo el rango de opciones posibles para satisfacer sus necesidades.
Así, tal y como se propone, la pobreza se
puede conceptuar no únicamente en términos de carencia de ingreso, sino atendiendo a
la diversidad de necesidades del ser humano.
Al proceder de esto modo, la visión de la pobreza se aleja de una percepción centrada en
el individuo y su organismo, para destacar la
dimensión social de la existencia del ser humano. La pobreza no es una circunstancia
que afecta al organismo (por falta de alimento o de protección frente al clima), sino que
incide sobre la capacidad de relación de las
personas. La posibilidad de relacionarse de
forma autónoma, de intercambiar con los
otros y el no estar sometido a amenazas ni
violencia es la garantía para satisfacer las
necesidades humanas. Este tipo de concepto
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA
de pobreza permite observar con toda claridad que la satisfacción de las necesidades
humanas depende del ingreso, pero también
de la posibilidad de contar con acceso a otros
recursos: educación, derechos políticos, empleo e, incluso, apoyo de familiares o amigos.
La solución del problema de la pobreza
pasa así de la esfera individual, a la esfera
social y es ahí donde gana relevancia el concepto de exclusión social. Se observa de forma inmediata que la pobreza no se resuelve
mediante el acceso a una serie de recursos
concretos (una determinada cantidad de aire, agua, ingresos, alimentos sanos, vestidos
y una buena casa), sino que depende de la
propia organización social. Para evitar la pobreza el medio social debe promover la actuación de forma autónoma, sin presiones y
que las personas tengan elementos que intercambiar de forma mercantil o que darse
de forma altruista. La exclusión social sería
el término para describir cualquier transformación del medio social que tenga como efecto limitar a cualquier grupo social el acceso a
los recursos necesarios para satisfacer las
necesidades básicas.
ACCESO RELACIONAL A LOS
RECURSOS
El grado de acceso a los recursos depende
del modo en que se organizan las relaciones
sociales en un determinado contexto social,
por ello el acceso a los recursos no se produce
a partir de compartimentos estancos. La posibilidad de acceso a un recurso concreto se
relaciona con la posibilidad de acceso al resto
de recursos. Así, el mercado de trabajo no
proporciona únicamente empleo, sino que
también es la forma de acceso a todo tipo de
ventajas sociales incluidas la seguridad social, un mayor prestigio, capacidad de influencia sobre los miembros del hogar y muchos más. De igual modo, la educación puede
ser la puerta para el empleo, establecer lazos
duraderos de amistad, llevar un estilo de vi-
da saludable o para merecer más ayudas económicas para seguir estudiando. La posesión
de la ciudadanía da derecho a ejercer el voto,
a ser protegido de forma más amplia por la
legislación laboral, a la asistencia sanitaria o
a un mayor grado de protección por la justicia. La compra de una vivienda permite desgravar en la declaración de la renta, formar
parte de una comunidad de propietarios, pedir crédito o tener un espacio adecuado en el
que desarrollar la vida familiar.
Si bien el acceso a un determinado recurso
se convierte en una forma de asegurar el acceso a nuevos recursos, existe la contrapartida de que la pérdida de un recurso se convierte en una probable pérdida de bienestar en
otras dimensiones. Ello se puede ilustrar a
partir de la situación con la que se puede encontrar una persona joven que llega a un país
remoto. En primer lugar, se observará que no
podrá seguir formándose debido a que, lejos
de la red familiar, no podrá costear los costes
directos e indirectos que supone dedicarse al
estudio. Así las cosas habrá de volcar sus esfuerzos en la búsqueda de empleo. No obstante, para encontrar empleo se encuentra con la
dificultad de que desconoce el mercado de
trabajo y de que sus familiares no le pueden
emplear o ayudarle a través de la red familiar para ponerse en contacto con los empleadores. Aun en el caso de que encuentre un
empleo con contrato se encontraría con dificultades para el acceso al crédito por carecer
de bienes inmuebles y de avalistas (función
que habitualmente cumplen los familiares).
En caso de enfermedad su situación se vería
dificultada por el hecho de no poder contar
con los cuidados de salud familiares, de este
modo, sólo le quedaría el apoyo de los servicios sociales, sanitarios, los amigos o el voluntariado. Si la enfermedad afecta a su capacidad de trabajo, perderá la única fuente de
ingresos disponible. Si se imagina además
que esta persona inmigrante es mujer, entonces habrá que añadir la posible dificultad que
supone el centrarse en un mercado de trabajo
con menores niveles de remuneración (el tra-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
57
ESTUDIOS
bajo doméstico), quizá incluso tenga que
mantener a unos hijos en su país de origen o
en el de destino y, si vive en pareja, probablemente asumirá además una gran parte de las
tareas domésticas.
vir sólo es el deterioro de la propia salud. Los
datos de mortalidad muestran que las personas solteras, las separadas, las viudas y las
divorciadas tienen mayores niveles de mortalidad que las casadas (Burgoa et al, 1998).
El ejemplo sirve para destacar la importancia del entorno (familiar, laboral, legislativo, sanitario) en la configuración de las
oportunidades vitales de una persona. Se observa que su bienestar va más allá de lo que
alcanza individualmente (por su trabajo). Su
seguridad ante acontecimientos adversos como el desempleo o los problemas de salud dependerán del grado en el que estén desarrollados los sistemas de seguridad social y de si
puede beneficiarse de ellos siendo extranjero.
Su nivel de ingreso estará en relación con la
unidad doméstica en la que se inserta. Se observa incluso que la aportación al bienestar
derivada de compartir vida con otros familiares depende de la situación de resto de los familiares. Esto se evidencia al comparar hogares con un solo perceptor de ingresos y
hogares con dos perceptores de ingresos. En
los segundos se cuenta con una mayor cantidad de recursos económicos y mayor estabilidad financiera (por ejemplo, si uno de los dos
miembros atraviesa una fase de desempleo),
de manera que resultan más protegidos frente al empobrecimiento (Gornick, 1997 y 1998).
La ilustración informa de igual modo sobre
el carácter relacional de los diferentes recursos. Siguiendo con el ejemplo, entendemos fácilmente que la situación no sólo sería menos
dramática, sino que contaría con más alternativas si la persona extranjera posee nivel educativo elevado o cuenta con una nacionalidad
que no presenta trabas para ser regularizado.
La ilustración también sirve para entender la importancia de un recurso informal como el hogar. Los hogares pueden ser una garantía económica, una fuente de apoyo
emocional con efectos positivos en la autoestima, la identidad y el fortalecimiento de la
personalidad, garantía de atención y cuidados en caso de enfermedad y, según el género,
lugar en el que se recibe o se realizan todo tipo de trabajos domésticos (higiene, alimentación, limpieza). Este recurso es esencial para
personas sin ningún tipo de ingresos (por
ejemplos, los niños, los jóvenes) quienes pueden disfrutar de un determinado nivel de
consumo siempre y cuando estén insertados
en un determinado hogar y, en general, para
cualquiera. De hecho, uno de los efectos de vi-
58
Por otro lado, se descubre que ningún recurso en concreto es esencial para la satisfacción de las necesidades. Personas sin mucho
apoyo familiar pueden compensar perfectamente esta carencia por otros medios. Los
hogares formados por una madre sola con hijos o hijas en países como Suecia, por ejemplo, cuentan con niveles de bienestar equiparables a los de los hogares nucleares y mucho
mejores a los detectados para los hogares monoparentales en países como Italia o Inglaterra. Ello es debido a que las mujeres suecas
en dicha situación cuentan con mayores posibilidades de acceso a ayudas económicas, pero sobre todo al empleo (Solera, 1998).
Lo que determina el grado de acceso a los
recursos no es únicamente la participación
en redes sociales, sino cómo se produce dicha
participación. La inclusión de las mujeres
dentro de un hogar no supone el mismo tipo
de beneficios que para un varón. Dentro de
los hogares se procede habitualmente a una
distribución de las actividades, las responsabilidades, los beneficios y las posiciones en
función del género. En concreto se encuentra
con frecuencia que la responsabilidad sobre
el trabajo doméstico y los cuidados de los hijos es asumida de forma principal por las
mujeres, incluso cuando se ha producido una
importante incorporación de la mujer al trabajo remunerado. Las mujeres que realizan
trabajo remunerado amplían sus obligaciones (también sus opciones vitales), sin que se
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DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA
produzca un proceso paralelo de ampliación
de las responsabilidades familiares de los varones dentro del hogar. Incluso en aquellos
casos en los que las mujeres se han convertido en las principales proveedoras de ingresos
en sus hogares, debido al paro masculino, no
se asiste a una inversión de los roles como ingenuamente se podía haber esperado (Morris, 1999; Chales y Kerr, 1999). Este tipo de
inclusión poco beneficiosa tiene que ver con
el tipo de relación que se establece entre los
miembros de la pareja (Kaufmann, 1994),
pero también con factores como el valor salarial del trabajo femenino, la existencia de
una segmentación por género de las profesiones, la mayor o menor protección de las condiciones laborales, el desarrollo de servicios
de guardería, centros de día, residencias,
servicios de asistencia a domicilio o las políticas de apoyo a la maternidad. Roman y Vogler (1999), al comparar hogares suecos y
británicos, describen cómo los hogares suecos cuentan con una mayor participación de
la mujer en el mercado de trabajo, lo que se
corresponde con un mayor grado de igualdad
en la distribución del ingreso y en la toma de
decisiones y una cultura menos sexista. Los
autores relacionan tal diferencia con la existencia en el caso sueco de un mercado laboral
favorecedor del empleo femenino, además de
otros factores de tipo ideológico y cultural.
Por supuesto se pueden encontrar situaciones mixtas en las que aumentar el acceso
a un determinado recurso supone pérdidas
de otros. Es lo que ocurre cuando una persona decide trabajar más horas para incrementar su ingreso a pesar de que ello le suponga
perder relaciones de amistad, deteriorar sus
relaciones afectivas o poner en riesgo su propia salud. También se puede encontrar que
la pérdida de un determinado recurso se manifieste en ganancias de otro tipo de recursos
vitales: la jubilación supone una pérdida en
algunos campos (ingresos, prestigio), pero
ganancias en otros (tiempo, descanso).
La descripción sobre el modo en que se
concatena el acceso a los recursos debido a
que este se produce a través de las interacciones entre actores sociales, hace oportuno
un comentario sobre el significado de las variables utilizadas para la medición de la pobreza o la desigualdad. El uso de indicadores
como los años de escolarización, ocupar un
determinado puesto de trabajo o el nivel de
consumo es útil para clasificar al individuo
en una determinada posición socioeconómica, sin embargo, a la hora de comprender cómo se relaciona esa posición económica con
la capacidad de acción del individuo o con su
nivel de acceso a los recursos, lo esencial es
comprender que éste no depende de las categorías que ocupan los individuos, sino de las
relaciones sociales que sustentan tales posiciones. El bienestar disfrutado por una persona con altos ingresos no depende de la
cantidad de bienes que puede comprar la
persona con su dinero, sino también de la
mayor capacidad que dicha persona tiene
para afrontar cualquier otro tipo de necesidad, incluidas las no monetarias. Por ejemplo, en el interior de los hogares se observa
que a igual nivel de ingresos del hogar, las
mujeres que trabajan de forma remunerada
(por tanto las que más dinero aportan a la
economía doméstica) tienen mayor propensión a visitar un dentista privado (Guillén,
1991). En este caso no es la posición (poseer
una determinada cantidad de ingreso), sino
el tipo de relación (trabajar de forma remunerada y estar contribuyendo en gran medida a la economía doméstica) la que explica el
grado de acceso a un recurso: visitar un dentista privado.
REDES PROTECTORAS
Hasta el momento se ha insistido sobre el
componente relacional de los procesos de exclusión, siempre utilizando el individuo como
punto de partida para el análisis. No obstante, la forma en la que se estructuran las
interacciones concretas entre individuos no
se pueden considerar de forma aislada del
contexto social en el que se generan. Así, el
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ESTUDIOS
tipo de hogar en el que se vive, está en relación con la estructura de hogares propia del
entorno social que se habita; el empleo, factor de primer orden en la determinación del
grado de acceso a los recursos en el nivel individual, depende de la configuración del
mercado de trabajo y, más precisamente, de
la estructura económica; el acceso a recursos
tales como la educación, la asistencia sanitaria, las ayudas económicas o la vivienda son
totalmente dependientes de las iniciativas
en materia de política educativa, sanitaria o
social del Estado.
La estructura de hogares, el mercado de
trabajo, la administración pública (supranacional, estatal, regional, municipal) y, en general, el conjunto de instituciones sociales
(asociaciones, sindicatos, voluntariado, iglesias, los ejércitos, las redes de amistad, vecindad, empresas...) pueden actuar como redes que protegen a los individuos frente a las
adversidades y organizan el modo en que se
produce el acceso a los recursos. El marco de
existencia y actuación de las redes sociales
se puede llevar a niveles aún más «macro», si
se considera el papel de las instituciones políticas y militares de alcance continental o
mundial y las relaciones económicas internacionales y transnacionales. Incluso, si se
adopta una perspectiva más amplia del entorno en el que vive la población humana, entonces habrá que incluir la propia red de vida que componen el conjunto de seres vivos,
el ecosistema, como red de la que en última
instancia depende el bienestar de los seres
humanos.
Se puede hablar de redes sociales en cualquier nivel de la realidad social. Las actuaciones políticas, económicas, militares o culturales que se produzcan en cualquiera de
estos niveles (ecosistema, sistema mundial,
social, grupal, hogar, individual) pueden ser
tanto promotoras como inhibidoras de los
procesos de exclusión. Así, la participación
en la economía mundial es una forma de garantizar el acceso a ciertos recursos (circunstancia que se evidencia cuando un país sufre
60
un bloqueo económico o un período autárquico), pero integrarse desde una posición de dependencia puede producir el efecto contrario:
la progresiva pérdida de recursos de la economía nacional (Amin, 1988).
En los casos en los que se acumulan sistemas de protección contra los procesos de exclusión social se podrá encontrar una mayor
igualdad en el acceso a los recursos y una
menor proporción de la población excluida
del acceso a los bienes más básicos. Es interesante en este sentido comparar países tan
dispares como los Estados Unidos, Finlandia, Suecia y España. Estados Unidos es uno
de los países de la OCDE con mayores niveles de pobreza y desigualdad. En este país
aproximadamente uno de cada seis habitantes vive con la mitad de la mediana de los ingresos. Países como Finlandia y Suecia son
muy igualitarios y en ellos menos de una
persona de cada quince se encuentra en dicha situación. En una situación intermedia
se encontrarían países como España en el
que aproximadamente uno de cada diez ciudadanos se encuentra baja la línea de pobreza así definida. Para explicar los motivos que
originan estas diferencias en la distribución
de ingresos se habrán de considerar una
multitud de aspectos. Uno de los que se usa
con mayor frecuencia es el nivel de desempleo. Para estos países se encuentra que el
nivel de paro más alto afecta a España, los
niveles medios y bajos a Suecia y Finlandia y
los niveles más bajos de desempleo afectan a
los Estados Unidos.
Surge por tanto una paradoja, pese a que
el mercado de trabajo es uno de los principales mecanismos de inclusión, allí donde hay
menores niveles de desempleo no se encuentra un mayor nivel de igualdad. Para explicarlo habría que hablar de otros sistemas de
protección. En concreto países como Suecia y
Finlandia dedican una gran parte de su producto interno al gasto social. Así, sus moderados niveles de desempleo y su amplio gasto
redistributivo explicarían sus bajos niveles
de desigualdad. Quedaría por explicar por
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DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA
qué España teniendo unos niveles tan elevados de desempleo y un gasto social menos generoso se encuentra mejor situado que los
Estados Unidos en cuanto a porcentaje de
hogares bajo la línea de pobreza. En este caso un aspecto esencial es el peso de la estructura familiar. Si España contara con la distribución de personas por hogar de los
Estados Unidos su número absoluto de hogares pobres se vería incrementado en al menos un 16%, más de un 25% si contara con la
distribución de personas por hogar de Finlandia (La Parra, 2000). A esto habría que
añadir los efectos de otras políticas, por
ejemplo, la importancia del distinto tratamiento recibido por los distintos grupos raciales en la política pública de los Estados
Unidos (Manza, 2000), en especial, ya que los
grupos raciales en dicho país son numerosos
y ello puede verse reflejado en los indicadores medios. En el caso de España a pesar de
que similares pautas de distribución puedan
afectar a la población gitana o inmigrante,
éstas no serían visibles en las estadísticas
generales debido a que su peso en la población total todavía es escaso.
La acumulación de sistemas de protección
en los países nórdicos explicaría su mayor nivel de igualdad y el menor número de grupos
excluidos. Una muestra de que la ausencia de
redes se traduce en desigualdad se puede observar en los casos de Inglaterra y Estados
Unidos durante el período de Thatcher y Reagan. En Inglaterra el porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza pasó de 9,2 en 1979 a
14,6 en 1991. En los Estados Unidos de 15,8 a
17,5 en los mismos años 1. El proceso coincide
en el tiempo con los recortes y la reorientación
de la política social de ambos gobiernos. En
otros países, sin embargo, durante ese período
fue posible reducir el número de personas bajo
la línea de pobreza. En España el porcentaje de
hogares bajo la llamada línea de pobreza paso
de 12,2 al 10,1 en la década de los ochenta.
1
Datos del Luxembourg Income Study. http://lisweb.ceps.lu/keyfigures/povertytable.htm.
Se observa que la existencia de redes de
protección es un primer requisito para evitar
los procesos de exclusión. Pero, aunque existan redes de protección, éstas pueden no ser
igualmente protectoras para todos los sectores de la población. Una fase económica expansiva puede parecer beneficiosa para el
conjunto de la población, entre otras razones,
porque se reduce el nivel de desempleo. No
obstante, es igualmente relevante el tipo de
integración que se produce en el empleo. Si
una gran parte de la población que se incorpora a los nuevos empleos lo hace en trabajos
marcados por la precariedad, la ausencia de
posibilidades de formación o en condiciones
que ponen en riesgo su salud, cuando se produzca una etapa de recensión económica serán los primeros en padecer la crisis económica. Esto ocurre habitualmente con las
mujeres, quienes con frecuencia cuentan con
peores relaciones contractuales, menores niveles de remuneración, menores tasas de actividad y por ello son las más perjudicadas
ante una situación de crisis.
La importancia de los criterios de distribución de las redes existentes en la producción de desigualdad se puede observar también en el caso de los sistemas de protección
ante la enfermedad. Además del seguro médico, uno de los principales mecanismos de
protección en caso de padecer una enfermedad crónica o discapacidad que dificulta o
imposibilita el trabajo es la consecución de
una pensión de discapacidad. En España la
Seguridad Social prevé dos modalidades de
protección: la contributiva y la no contributiva. La primera es la propia de la población
activa y la segunda de la población inactiva.
Solamente las personas que han cotizado
1.800 días en los diez años anteriores tienen
derecho a la protección por incapacidad de tipo contributivo (Lorente, 1997). La cantidad
percibida dependerá del tipo de incapacidad
reconocido y el nivel de salario. La modalidad no contributiva está reservada para
aquellos que no tienen derecho a la protección contributiva, desde el año 1990 (Ley
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ESTUDIOS
26/1990). La cantidad establecida para el
año 2000 por este concepto fue de 40.260
ptas/mes (242 ?/mes).
Este sistema hace depender el grado de
protección recibido del tipo de situación en el
mercado de trabajo. Ello implica que aquellos grupos de población que tienen un menor
grado de participación en la población activa
o cuya integración en el mercado de trabajo
se produce en peores condiciones (en cuanto
a niveles salariales y duración de los contratos) se encuentran con un menor grado de
protección en caso de enfermedad. En la
práctica el sistema de protección social acaba
discriminando a la población femenina y a la
perteneciente a los estratos más desfavorecidos. Por ejemplo, en el año 1994, para el grupo de personas que ha tenido un empleo anteriormente, la cantidad media recibida por
una mujer con estudios universitarios en
concepto de prestación social por motivos de
salud es de un 1.772.000 ptas/año, frente a
las 2.114.000 ptas/año recibidas por un varón con estudios universitarios. La remuneración desciende en los varones con estudios
primarios a 869.520 ptas/año, y aún más en
las mujeres con estudios primarios quienes
cuentan con 652.000 ptas/año de media 2.
Se encuentra que la asignación de recursos
no es neutra pese a ser un dispositivo previsto
en principio para proteger a cualquier persona ante la contingencia de tener un problema
de salud. Beneficia en mayor medida a los
grupos sociales que concentran más riqueza.
Si el sistema de protección ante la enfermedad crónica y la discapacidad tiene estas
características, ello es debido a la acumula-
2
Elaboración propia a partir del fichero de microdatos del Panel Europeo de Hogares para España en
1994 proporcionado por el INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA. Se han utilizado pesos transversales para garantizar la representatividad estadística. Se han incluido a
aquellas personas que reciben alguna cantidad en concepto de prestación social por motivos de salud y que
han tenido un empleo anteriormente.
62
ción de una serie de decisiones guiadas por
unos determinados criterios ideológicos. En
países como España dichos sistemas se establecieron a partir de las aportaciones realizadas por los trabajadores a través de sus
salarios y ya, en los años noventa, se introdujeron algunas modificaciones para beneficiar a los grupos de población no activos. Sin
embargo, en los países nórdicos europeos sobre todo bajo los periodos de gobierno socialdemócratas se desarrollaron fórmulas de
protección basadas en principios más universalistas (Navarro y Shi, 2001).
Por lo general cualquier sistema de protección social puede tener sus efectos distributivos negativos para determinados grupos
de la población, desde el sistema sanitario
(Hart, 1970), hasta el sistema educativo (Bourdieu, 1994). De manera que el grado de desigualdad en una determinada sociedad depende tanto de la existencia de redes de protección, como de que éstas no orienten los
recursos de forma preferente hacia los grupos sociales más poderosos.
CONCLUSIÓN: DE LA EXCLUSIÓN
A LA PARTICIPACIÓN CON
EQUIDAD
Llegados a este punto es interesante hacer una recapitulación sobre los aspectos
esenciales descritos en el nivel individual y
los descritos en el nivel social. En el nivel individual, la única forma de garantizar que
todas las personas puedan satisfacer sus necesidades humanas, con independencia de
cuál sea su cultura y personalidad, es que
cuenten con un suficiente grado de autonomía para poder satisfacerlas. Dicha autonomía depende de tener la capacidad de tomar
decisiones informadas (y, por tanto, de la
educación), de tener capacidad física y emocional para realizar las acciones necesarias
(del nivel de salud), de tener medios económicos para intercambiar (de forma mercantil
o no) por los bienes que necesite y de no estar
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DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA
sometido a amenazas o violencia que condicionen sus decisiones.
Por otra parte, en el nivel social, factores
como la evolución de la economía transnacional, internacional o nacional, la transformación de las estructuras de parentesco, las políticas sociales, las guerras o los sistemas
jerárquicos pueden estructurar el acceso a
los recursos de los distintos grupos sociales.
El reto para la consecución de un mayor
nivel de igualdad consiste en incrementar la
capacidad de los individuos y las sociedades
para reducir la vulnerabilidad ante la pobreza y promover la autonomía de las personas.
La consecución de ese objetivo significa varios retos en las actuaciones, en especial, en
las de tipo político. El primero de ellos la revisión de todas aquellas decisiones institucionales que de forma explícita o implícita
obedecen a pautas discriminatorias en la
asignación de recursos hacia grupos como las
mujeres, los estratos sociales más desfavorecidos, migrantes o personas pertenecientes a
minorías étnicas. El segundo, es dirigir las
actuaciones hacia la creación de redes de seguridad y protección o fortalecer las ya existentes. En este sentido se debe considerar
que ello no siempre supone un incremento
del gasto público, sino aumentar la efectividad del gasto realizado. Por ejemplo, puede
resultar más económico prevenir el fracaso
escolar que idear sistemas de integración o
de control para las personas que han sido expulsadas o han abandonado el sistema educativo. En tercer lugar, uno de los mecanismos más eficaces para evitar una asignación
sesgada de los recursos hacia los grupos con
más poder es garantizar que todos los grupos
de la población toman parte en la toma de
decisiones. Puesto que, cómo se ha señalado,
los mecanismos de exclusión se pueden producir en cualquier nivel de interacción, éstos
mecanismos de participación deben introducirse en cualquier tipo de relación. Desde la
consulta particular, hasta la organización de
la seguridad social, pasando por la planificación sanitaria, educativa o en política social,
incluso llegando a las relaciones económicas
transnacionales. Este desarrollo democrático
implica que todos los grupos de la población
contribuyan no sólo en la toma de decisiones,
sino también en la creación de opinión, en la
evaluación de intervenciones, que sean incluidos entre los criterios de planificación o,
al menos, en que sean preguntados para que
puedan dar a conocer sus situaciones y problemas. Un último criterio, pero no por ello
menos importante, es que las actuaciones
que se desarrollen no comprometan el futuro, erosionando la cantidad de recursos actualmente disponible. Este principio de sostenibilidad, además de la evidente referencia
a la atención a los recursos limitados del planeta, se refiere a evitar el desgaste de otro tipo de recursos como pueda ser el que se produce en el capital humano cuando se somete
a períodos largos de desempleo o cuando importantes grupos de población están sometidos de forma crónica a la pobreza.
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DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA
RESUMEN: Los procesos de exclusión social, esto es, las transformaciones sociales que tienen
como resultado limitar el grado de acceso de un determinado grupo social a los
recursos necesarios para satisfacer las necesidades humanas básicas, pueden originarse en los diferentes niveles de la realidad social (individual, hogar, grupal,
social, sistema mundial, ecosistema). En cada uno de dichos niveles es el modo en el
que se estructuran las relaciones sociales el que define el acceso a los recursos de los
diferentes grupos. La participación en redes sociales puede reducir la vulnerabilidad frente a la pobreza, especialmente, cuando las actuaciones políticas, económicas, militares y culturales persiguen la protección de la ciudadanía. Sin embargo,
tan determinante como la existencia de redes protectoras (por ejemplo, un mercado
de trabajo amplio, diversificado y estable) son los criterios de distribución que definen dichas instituciones. Se concluye que la pobreza no se resuelve mediante el
acceso de la población pobre a una serie de recursos materiales concretos, sino en un
contexto social sostenible, sin violencia estructural ni directa, que garantice la autonomía y la participación y en el que las personas cuenten con bienes para intercambiarlos o transmitirlos de forma unidireccional.
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Marginación y pobreza
MARGARITA CAMPOY LOZAR *
C
uando, en 1928, Robert Park publica
su artículo «La migración humana y
el hombre marginal», aparecido en
el volumen XXXIII del American Journal of
Sociology, entra en escena un concepto que
habrá de tener, posteriormente, una larga
trayectoria en el análisis de ciertos fenómenos característicos de la sociedad moderna.
Hay que advertir, sin embargo, desde el primer momento, que sólo a través de un amplio
proceso de extensión y dispersión semántica,
llegará a tener las connotaciones con las que
actualmente se emplea.
Las referencias usuales al artículo de
Park que acabamos de citar, suelen aludir al
hecho de que, a consecuencia de la emigración, surgen híbridos culturales que son el
fruto de la fusión de formas de vida y de tradiciones de dos pueblos distintos. No obstante, el punto de partida de las tesis de Park
remite a un tema de gran calado: lo que a él
le preocupa es la discusión de las principales
doctrinas que intentan explicar, a partir de
una causa dominante, las diferencias culturales que existen entre las razas y los pueblos.
De Montesquieu se deriva la escuela que
pretende explicar tales diferencias a partir
de las peculiaridades del clima y del contorno físico. De igual modo, será Gobineau (La
desigualdad de las razas humanas), el punto
*
se.
Profesora de Sociología. Universidad Compluten-
de partida de la escuela que atribuye las diferencias culturales a rasgos innatos de las
razas, transmitidos por herencia biológica.
Pero a Park le resulta más atractiva, por
atenerse mejor a la enorme diversidad de los
hechos de experiencia y permitir la explicación de un número mucho mayor de situaciones, la que él llama «teoría catastrófica de la
civilización», que tendría su origen en Hume,
en Inglaterra y en Turgot, en Francia. Según
tal teoría, más importante que las razas y la
conservación de sus rasgos, será el contraste,
la mezcla, incluso el antagonismo entre las
mismas. En este contexto da entrada Park al
tema de los movimientos migratorios, junto
con las guerras y las revoluciones.
Pero para él –pensador de una sociedad
formada por poblaciones de aluvión-, la emigración tiene una importancia especial y no
debe ser estudiada únicamente en sus aspectos más gruesos y externos, que se refieren a
los cambios en la moral y en las costumbres,
sino que debe ser enfocada, también, en sus
aspectos subjetivos. Esto es, será necesario
prestar atención a los cambios que la emigración introduce en los tipos de personalidad.
«Cuando la organización de la sociedad
tradicional –dice Park– se rompe como
resultado del contacto y colisión con una
nueva cultura invasora, el efecto es, por
así decirlo, la emancipación del individuo.
Las energías que antes estaban controladas por las costumbres y las tradiciones se
liberan».
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ESTUDIOS
El resultado es la emancipación del individuo que, de algún modo, se convierte en extranjero y cosmopolita, ocupando la secularización el lugar de la antigua mentalidad
sagrada. Obvio es decir que, en este punto,
aparece la referencia a Simmel –su antiguo
maestro–, por lo que se refiere al estudio del
extranjero y, junto a ella, el análisis, todavía
embrionario, del judío que abandona el gueto.
En esta primera elaboración del concepto de
«hombre marginal» destacan los siguientes
rasgos: se trata de un hombre que, a consecuencia de la emigración, se encuentra entre
dos razas, pueblos y/o culturas, emancipado
respecto de la suya y libre frente a la nueva
y, por tanto, en una peculiar situación de relativa independencia, que puede estimular la
aparición de respuestas creadoras.
Tres años más tarde, en 1931, volverá Park
sobre «el hombre marginal», en su artículo
«Personalidad y conflicto cultural», afirmando ahora que el hombre marginal típico es la
persona con herencia racial mezclada.
Pero mayor importancia tiene la aparición, en 1937, del libro de E. V. Stonequist,
El hombre marginal 1, dedicado al desarrollo
e ilustración del concepto acuñado por Park.
Precisamente, en la «Introducción» a dicho libro, hace Park especial hincapié en los efectos desorganizadores de la marginalidad:
«El hombre marginal ..., dice, es aquel a
quien el destino ha condenado a vivir en
dos sociedades y en dos culturas, no meramente distintas, sino antagónicas».
Stonequist, por su parte, caracterizará y
ejemplificará cuatro tipos de hombre marginal: el emigrante extranjero, el emigrante de
segunda generación, el judío emancipado del
ghetto y el mestizo. También menciona otros
tipos de marginalidad, como el parvenu, el
desclasado, el emigrante del campo a la ciudad y la mujer que asume papeles nuevos,
pero apenas si dedica atención a estos casos.
1
68
CHARLES SCRIBNER´S Sons, New York, 1937.
La introducción del concepto de «hombre
marginal» por Park y su desarrollo efectivo
por Stonequist, permitirá, como analiza
Martín López 2, a Barber y Merton, precisar
uno de los significados de la ambivalencia sociológica, la que surge en quienes han vivido
en dos o más sociedades, viniendo a orientarse por valores diferentes; es decir, un caso típico de doble socialización, cuyo ejemplo más
ilustrativo resultan ser los emigrantes.
La reconsideración, a la luz de la teoría
del hombre marginal, de los estudios que
Thomas y Znaniecki habían publicado, en
1918, sobre El campesino polaco en Europa y
en América 3, tuvo como consecuencia que, en
los años siguientes a la publicación del libro
de Stonequist, se centrara la atención de los
sociólogos sobre la segunda generación de los
emigrantes, como el grupo marginal más distintivo. Favorecían esta caracterización datos como el índice de criminalidad, relativamente alto; la desorganización de las
familias y las perturbaciones emocionales de
los individuos.
Las investigaciones posteriores tendieron
a poner de relieve que la marginalidad no está conectada intrínsecamente con situaciones étnicas y raciales, que lleven aparejada
la subordinación. Así, Golovensky, en un artículo publicado en Social Forces en 19524
critica las connotaciones evaluativas de la
marginalidad y el hecho de que el término se
aplique restrictivamente a los grupos étnicos, cuando en una sociedad pluralista y
compleja existen otros muchos tipos de hombre marginal. En el mismo sentido, apuntan
las críticas de A. W. Green 5 , quien muestra
cómo el análisis interno descubre variables
analíticas olvidadas por Stonequist. Así, el
Cf. Diccionario de las Ciencias Sociales, Instituto
de Estudios Políticos, Madrid, 1975.
3
BAGDER, Boston, 1918.
4
«The Marginal Man Concept, An Analysis and Critique», vol. 30, 1951-1952.
5
«A Re-examination of the Marginal Man Concept, Social Forces, vol. 26, 1947-1948.
2
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monto del conflicto cultural, los esfuerzos por
salirse del grupo étnico y los factores situacionales de rechazo.
Más recientemente el concepto de marginalidad se ha aplicado a miembros de los
más diversos grupos y estratos sociales, como, por ejemplo, en los estudios de David
Riesmann6.
Mas, como hemos adelantado al principio
de esta exposición, ha sido necesario un notable desplazamiento semántico para llegar
a las acepciones que actualmente reviste, en
Sociología, el término marginalidad. No deja
de ser significativo que el Diccionario de la
Real Academia de la Lengua Española, de la
palabra «marginación» sólo refiera como significado la “acción y el efecto de marginar”.
Ahora bien, el verbo «marginar» incluye, como una de sus acepciones, la de «preterir a
alguien, dejarlo al margen de alguna actividad, prescindir o hacer caso omiso de alguien», además de la de «poner o dejar a una
persona o grupo en condiciones sociales de
inferioridad». A lo cual hay que añadir la locución adverbial «al margen», que se emplea
para «indicar que una persona o cosa no tiene intervención en el asunto de que se trata».
Estas definiciones de uso coinciden en señalar la existencia de dos mundos, personales o
6
DAVID RIESMANN en Individualismo, marginalidad y
cultura popular (Paidós, Buenos Aires, 1954), lamenta
que la actitud sociológica predominante hacia la marginación, sea de desagrado y añoranza, como si en los sistemas sociales del pasado cada cual estuviera arraigado
y que, por lo tanto, sólo tienda a considerar los aspectos
negativos de la misma. Se asemejarían así los problemas
de la marginación con la alineación. Una profundización sobre esta atractiva cuestión puede verse en nuestro trabajo «Alteraciones organizativas producidas por
el cambio social: la marginación social», en: Cuadernos
de Trabajo Social, 8 (1995), pp. 34-37 y en la que probablemente resulte la obra más célebre de Riesmann,
La muchedumbre solitaria (Paidós, Buenos Aires, 1964),
donde queda de manifiesto que la generalización del
«hombre dirigido por otros» podría expandir la aspiración a ser diferente, ausente en otras épocas en las que
la conformidad era más rígida.
grupales, que en parte coinciden y en parte
no, produciéndose la separación y el distanciamiento de los miembros de uno de ellos,
por obra del otro, quienes, de ese modo, quedan en situaciones de inferioridad social o
cultural. Un uso figurado del término «margen», como «ocasión, oportunidad, holgura,
espacio para un acto o suceso», deja la puerta
abierta para incluir cierto tipo de marginalidad, producto del «derecho a la disidencia»,
que aparece en las sociedades económicamente desarrolladas e ideológicamente plurales.
En sentido próximo a las definiciones de
uso se mueven los intentos de conceptualización de dos sociólogos: Gino Germani 7 y Valverde Molina 8.
Con Gino Germani podemos definir la
marginalidad como «la falta de participación
de individuos y grupos en aquellas esferas en
las que de acuerdo con determinados criterios les correspondería participar o deberían
participar».
Valverde Molina define como marginal
aquel individuo que por algún motivo y en un
área más o menos concreta se encuentra al
margen de la «normalidad» de un grupo. Con
este autor, el concepto de marginación social
cobra algunas precisiones. En primer lugar,
se exige la referencia a un grupo concreto, ya
que el individuo marginado revela una carencia con respecto a las demandas de ese
grupo. De otra parte, tal grupo de referencia
es normativo, ya que establece pautas de
conducta que serán consideradas normales.
Igualmente, el grupo habrá de disponer, por
imprecisa que sea, de una estructura de poder desde el cual conceptualizar al marginado en función de la distancia que guarde con
el grupo normativo. Por último, la marginación equivale a una situación en la que se enEl concepto de marginalidad, Nueva Visión, Buenos Aires, 1973.
8
El proceso de inadaptación, Popular, Madrid,
1988.
7
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ESTUDIOS
cuentra el individuo de forma pasiva, sin que
intervengan, por lo general, su propia decisión o sus intereses.
Con todo, reconoce el autor que es un concepto indeterminado por cuanto puede englobar a sujetos muy diferentes, dependiendo
de los criterios que se utilicen para definir la
situación de marginación: bien la edad –no
está integrado ni el individuo que aún no ha
alcanzado la madurez (independencia económica y afectiva) ni quien haya pasado a ser
un elemento pasivo, por haber dejado de tener una vida productiva en el cuerpo social–,
bien la economía –las épocas de crisis, cual el
momento actual, tendrían como consecuencia
un incremento de marginación o, a la inversa,
una reducción del período en que el individuo
está plenamente integrado–, el sexo, la pertenencia a una minoría étnica, la pobreza o las
deficiencias mentales y físicas.
Se desprende, por lo tanto, que con el concepto de marginación puede aludirse a realidades muy diferentes que tienen como denominador común una cierta o al menos parcial
exclusión de la consideración de normalidad
de un determinado sistema social, generándose así un distanciamiento con respecto a
las normas comportamentales predominantes. Y lo que quizás resulte más interesante
es que el autor distingue nítidamente dicho
concepto de otros, como inadaptación y delincuencia, en demasiadas ocasiones usados de
manera confusa.
La inadaptación equivaldría al fracaso ante
los estímulos que el medio ofrece. Consecuentemente resulta más apropiado para calificar a
aquellos sujetos que no sólo se encuentran al
margen, sino que además manifiestan un comportamiento discrepante respecto a lo considerado normal en un contexto dado, de modo que
la tolerancia del sistema hacia el inadaptado
estará en función de las siguientes variables:
la distancia y/o proximidad al grupo normativo
prevaleciente, características personales y reconocimiento social de la valía aportada, y del
modo como la sociedad aborde su control, se-
70
gún la mayor o menor intensidad de la amenaza que suponga para el sistema.
Mientras tanto, la delincuencia pone ante
todo de relieve el carácter jurídico del delito.
Así, denota aquellos actos relacionados con
unos parámetros legales que, a su vez, pueden considerarse como una modalidad de inadaptación social. Desde esta perspectiva, la
delincuencia incorpora al concepto de inadaptación los efectos de la institucionalización represiva.
Las relaciones entre marginación y delincuencia resultan complejas. Puede llegarse a
la marginación tras la comisión de un delito.
Entonces, éste actúa como causa. Pero también pueden engrosarse las filas de la marginación como derivación de las privaciones socioeconómicas sufridas y equivaldría, por lo
tanto, a una consecuencia. Sea como fuere, la
ley y sus efectos integradores preside el fenómeno. Con todo, la marginalidad penal no es
absoluta por cuanto no todo delincuente es
marginal. Es decir, marginación y delito no
guardan una relación de causa-efecto; por el
contrario, requieren el concurso de otros factores, de los que no son de menor importancia los motivos que inspiren la transgresión y
los fines perseguidos. De aquí, que se imponga, de una parte, diferenciar la delincuencia
apoyada en un sustrato de conformismo –obtener un resultado al precio de un delito–, de
la de aquellos que consciente y deliberadamente rechazan la sociedad y de la de quienes por pasividad o pobreza no están identificados con el orden social. Pero, por otra
parte, se impone también contemplar el problema de la delincuencia a la luz del contexto
general de anomía y desintegración, por el
cual se produce una suplantación de los valores espirituales por los materiales. Modalidades todas que no pueden por menos que recordar la tipología de conducta adaptativa
elaborada por Robert K. Merton9, según la
9
Cf. Teoría y estructura sociales, Fondo de Cultura
Económica, México, 1974.
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MARGARITA CAMPOY LOZAR
disposición con la que los sujetos se sitúen
frente a las metas y los medios institucionalizados10.
En lo que sí inciden convergentemente,
una y otra vez, la literatura y la investigación sociológicas es en observar la profunda
influencia de los procesos de modernización
–industrialización, urbanización, secularización, etc–, en el fenómeno de la marginación social. Porque sin que haya la menor
sombra de duda sobre el hecho de que en
cualquier sociedad de cualquier tiempo y lugar haya existido un volumen de población
marginada –del mismo modo que en todos
los órdenes sociales ha habido que contar
con un volumen de conducta desviada–, en
las sociedades industriales parecen actuar
unos dispositivos y mecanismos que transforman su presencia en realidad peculiar y
sui generis.
Así lo pone de manifiesto, en primer lugar, el argumento que desarrolla Ruesch 11
en los siguientes términos: cuando la energía
muscular y las habilidades individuales
constituían el fundamento de la producción,
quien no podía participar en las actividades
productivas –ciegos, mutilados, retrasados,
etc.–, quedaba también privado de los beneficios. Actualmente, la automatización ha
cambiado la concepción y ética tradicionales
del trabajo y, con ellas, los criterios valorativos: más que la aportación activa, se valora
lo que se consume.
Desde tal óptica, el comportamiento marginal resulta menos evidente, puesto que las
actividades se han dispersado y asistimos a
10
Un intento de clarificación terminológica y conceptual del fenómeno de la desviación social desde la
perspectiva sociológica está contenido en: CAMPOY LOZAR, Mª M., «La conducta desviada: aspectos sociológicos», en: Anuario Jurídico Escurialense, XXIV (1992), pp.
493-515.
11
«La incapacidad social: el problema de la inadaptación a la sociedad», en: BASAGLIA, F., La mayoría marginada, Laía, Barcelona, 1973.
una pérdida de eficacia en lo que al control y
enjuiciamiento de la conducta se refiere. En
otros términos, estamos inmersos en un momento de transformación de la severidad en
tolerancia y de la responsabilidad personal
en estatal: enfermos, incapacitados y marginados, otrora protegidos por el grupo de parientes o por las instituciones caritativas religiosas, han pasado a ser competencia de las
organizaciones asistenciales del Estado. Y
comoquiera que la población de las sociedades más desarrolladas está organizada en
torno a un grupo central –donde se ubican el
gobierno, la industria, las finanzas, las actividades científicas y técnicas, el ejército y la
educación– a cuyo alrededor proliferan los
consumidores de bienes y servicios, quedan
para la periferia todos cuantos no dispongan
de una función significativa que desempeñar: los marginados. Unos porque se oponen
a la organización oficial de la vida –caso de
los hippis–, otros porque exigen mayor participación, incluso recurriendo a comportamientos destructivos –cual sería el caso de
los activistas–, los más porque son realmente
inhábiles y, en esa misma medida, marginados. Pero, ¿quiénes son los que verdaderamente engrosan sus filas? La respuesta es
obvia: los incapacitados, los enfermos, los
analfabetos y cuantos por la persistencia de
la crisis económica sufren la escasez de empleo, los parados. En líneas generales, todos
aquellos que bien por una circunstancia personal –disfuncionalidades físicas, psicológicas y sociales–, bien por la naturaleza de su
situación –carencia de los requisitos exigidos–, son conducidos a la exclusión de los
ámbitos del trabajo, la vida familiar o la diversión, por la presencia de alguno o algunos
de los siguientes factores:
– Alteración de las convenciones en el uso
del tiempo (por ejemplo, con el absentismo laboral),
– infracción del uso del espacio y la propiedad,
– irregularidad en la distribución de los
recursos económicos disponibles,
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ESTUDIOS
– ineptitud para aplicar la propia energía
a las diferentes actividades,
– incapacidad para establecer y manejar
adecuadamente los mecanismos e instrumentos de la comunicación,
– ineficacia del propio comportamiento en
vistas a alcanzar las metas propuestas,
y
– éxito por parte del entorno en la calificación de la perturbación.
De cualquier modo, el proceso que culmina en tal exclusión puede producirse por una
doble vía: porque se han establecido requisitos previos a la admisión y el marginado no
los reúne o a causa de la valoración negativa,
al menos no lo suficientemente atractiva, de
las prestaciones aportadas tras haber formado parte del conjunto.
Así pues, el grupo de los marginados sociales se nutre de individuos que han sufrido
traumas o enfermedades, presentan deficiencias sensoriales o motrices, o están aquejados por alguna forma de neurosis o psicosis. A este grueso se agregan todos aquellos
que por razones culturales, educativas y económicas se han visto y se ven entregados a
privaciones sociales sin estar, a mayor abundamiento, en condiciones de usar los servicios técnicos y simbólicos de que dispone
nuestra sociedad.
Y lo que pudiera resultar aún más grave.
La descripción comporta la advertencia de
un riesgo: en la misma medida en que continúen desarrollándose las potencialidades del
conocimiento, será cada vez mayor el número
de los que no puedan acomodarse a las circunstancias sociales vertiginosamente cambiantes.
Las Jornadas Internacionales sobre la
Reinserción Social del Transeúnte, celebradas en Granada en 1986, vuelven a insistir
de modo reiterado en que las crisis económicas que amordazan a los países occidentales
han llevado y continúan llevando a muchos
72
ciudadanos a situaciones de pobreza y marginación, y aunque sus principales puntos de
mira son los indigentes, mendigos y transeúntes, consiguen establecer tanto una caracterización subcultural como una tipología de
alcance general para el fenómeno global de
la marginación social.
Por lo que a la delimitación del fenómeno
concierne, cabe enumerar el siguiente abanico de rasgos:
— Buena parte de esta población, alrededor del 50 %, presenta algún problema
psicológico originado por una escisión
interior entre el «yo ideal», estructurado sobre el deber ser y sustentado en la
interiorización de los valores del primer proceso de socialización, y el «yo
externo», arrojado a una situación de
hecho absolutamente divergente de
aquél.
— El alcoholismo resulta ser un componente inseparable del proceso de marginación: debilita las capacidades, tanto físicas como intelectuales, sin que
pueda dilucidarse si la conducta alcohólica es causa o consecuencia de dicha
marginación.
— Tres cuartas partes de la población a
la que aquí nos venimos refiriendo, está compuesta por varones, puesto que
en nuestra sociedad sigue siendo el
hombre el principal responsable del
destino del grupo familiar.
— Procede de la emigración rural que no
ha conseguido integrarse en la vida urbana ni, por lo tanto, plasmar los objetivos que motivaron la salida de su entorno de origen. En el mejor de los
casos, se emplearon como peones de la
industria y la construcción de modo inestable y sin pertenecer a la Seguridad
Social.
— Por todo ello, se ven envueltos en situaciones variables, inseguras, de es-
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casa remuneración. Condiciones todas
que, huelga añadir, obstaculizan el
proceso de arraigo social, en tanto en
cuanto se torna imposible la materialización de sus expectativas.
— Por último, un sector bastante significativo está constituido por personas jóvenes en período laboral.
En cuanto a las características subculturales del mundo de la marginación, según los
trabajos de Pascual i Esteve presentados en
las Jornadas mencionadas, vienen a ser derivaciones del paulatino relegamiento de la valoración del trabajo y la autodisciplina, la familia, la corrección, el orden y la limpieza, la
inteligencia y la vida intelectual, la posposición de las gratificaciones o deseos de aspiración cada vez más elevados. Por el contrario,
la resocialización en la inadaptación genera
acusado sentido de la impotencia –la realidad queda definida como algo inalterable–,
primacía del presente –la pérdida del control sobre sus actos y su vida deviene también en pérdida de las perspectivas futuras–,
búsqueda de gratificaciones inmediatas, carencia de pautas de comportamiento reguladas –lo cual se traduce con harta frecuencia
en resistencia a la responsabilidad individual–, ausencia de participación, pasividad e
incluso servilismo en el trato con la «autoridad» y marcada tendencia al aislamiento
–no conceden crédito a las creencias y convicciones de los demás, sino solamente a las de
su propio mundo–.
Por todo lo anterior, se advierte de nuevo
el equívoco anteriormente mencionado, que
supondría no deslindar nítidamente marginación y delincuencia. A nuestro juicio, el
mundo del delito, especialmente el de la delincuencia juvenil, dispone de un ambiente
de referencia en el que aprender las técnicas
e ideología de su actitud y comportamiento.
El ámbito de la marginación y del desarraigo
se sufre en soledad, a lo sumo y en el mejor
de los casos, con la familia.
En los trabajos recogidos por las Jornadas
a que aquí nos referimos y adoptando como
criterio el grado de ruptura con la realidad
que el sujeto muestre, se deslindan tres categorías de marginados: puntuales, precrónicos o carenciales y crónicos o instaurados.
El perfil de los primeros nos retrata a un
colectivo que se encuentra, laboralmente, en
situación de paro, aunque, eso sí, no demasiado prolongada –han trabajado recientemente–, inmigrados a la ciudad, con problemática familiar –puede tratarse de jóvenes
fugados de casa o de mujeres que huyen del
marido o los padres–. El deterioro de su personalidad aún no reviste gravedad, por cuanto que la problemática resulta estar localizada y es conocida por el propio individuo.
Suelen conservar todavía bastantes amistades que contrarrestan así el vacío producido
por la ruptura, en la mayoría de los casos recientes, con la familia.
Los marginados precrónicos o carenciales, como su propio nombre indica, muestran
carencias significativas en sus relaciones sociales y en algún aspecto de su personalidad:
emotivas, de aprendizaje, etc. Con posibilidades de encontrar algún trabajo eventual o
«marginal» (venta ambulante, carga y descarga, etc.), destaca su actitud de vivir al
día, disfrutar lo que se pueda y gastar lo que
se tenga. Los vínculos familiares, ya rotos,
todavía cobijan sentimientos de afecto para
alguno de sus miembros, pero rechazan la
posibilidad de reintegrarse en tal grupo. Esporádicamente recurren a las instituciones
de beneficencia y acogida, mostrando también como rasgo sobresaliente pocas amistades.
Los marginales crónicos o instaurados han
interiorizado plenamente este modo de vida.
Son los propiamente denominados mendigos
o indigentes, puesto que la mendicidad y la
beneficencia son su medio de vida. Pueden
definir su marginalidad de forma trágica y
proceden de las capas más bajas de la clase
trabajadora. Rechazan intensamente la vida
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en las instituciones, aunque acuden a ellas
en busca de recursos y protección. Su acusado
deterioro físico y psíquico se complementa
con un comportamiento cínico y ridículo, propio de los catalogados como «hombres desgraciados». Disponen de antecedentes en hospitales psiquiátricos, han roto absolutamente
con su núcleo familiar y su muy prolongada
situación de desempleo les impedirá insertarse en el mundo productivo, ni siquiera de manera eventual.
El proceso de extensión y dispersión semántica que quedó señalado al comienzo de
esta exposición, culmina en la oferta de un
nuevo término y concepto: la exclusión. Los
trabajos más recientes de Tezanos12 albergan en ellos las realidades y fenómenos que
hasta ahora han quedado referidos.
«... podemos considerar –afirma Tezanos–, que una de las virtudes del concepto
moderno de exclusión social es que, de alguna manera, recoge en una nueva síntesis elementos de los tres bloques de conceptos a los que aquí nos hemos referido.
Es decir, tiene una dimensión cultural (como las nociones de segregación, marginación, etc.), una dimensión o unos efectos
económicos (como la pobreza) y, a su vez,
permite situar el análisis actual de la
cuestión social en la perspectiva de procesos sociales concretos relacionados con la
problemática del trabajo como mecanismo
fundamental de inserción social (al igual
que en la teoría de la alineación, pero en
12
Cf., Tendencias en exclusión social en las sociedades tecnológicas. El caso español, Fundación Sistema,
Madrid, 1999; TEZANOS, J. F. (ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social, Sistema, Madrid, 1999, especialmente pp. 11-54; TEZANOS, J. F., La sociedad dividida. Estructura de clases y desigualdades en las
sociedades tecnológicas, Biblioteca Nueva, Madrid,
2001, pp. 137-200.
También se sirven del término exclusión GAVIRIA, M.;
AGUILAR, M. Y LAPARRA, M., «Sociología de la exclusión»,
en: ALMARAZ, J.; GAVIRIA, M.; MAESTRE, J., Sociología para
el trabajo social, Universitas, Madrid, 1996, pp. 449-479.
74
un sentido distinto). De hecho, esta concurrencia de perspectivas analíticas confiere
al concepto de exclusión social una densidad teórica y una riqueza analítica mayor
de la que pudiéramos imaginar a primera
vista, haciéndolo más útil y pertinente para focalizar una problemática cada vez
más acuciante en las sociedades de nuestro tiempo».
Convertido en un término de moda, hace
referencia al debilitamiento de las fuerzas
cohesivas e integradoras que las sociedades
occidentales desarrolladas extendieron en
los últimos lustros del siglo XX y, consecuentemente, se aplica para la identificación de
todos cuantos se encuentran fuera de las
oportunidades vitales que definen a una ciudadanía plena y propia del Estado del Bienestar. Su definición, marcadamente negativa, por alusión a aquello de lo que se carece,
implica una imagen dual de la sociedad, un
modelo de doble condición ciudadana, que
ubica a los excluidos en la base de la configuración de unas nuevas infraclases y revela
una concepción de la sociedad en perspectiva
de «deber ser». Es decir, se trata de un concepto dinámico que denota un fenómeno estructural en expansión, de naturaleza multidimensional, en íntima relación con procesos
sociales, que denota carencias no atendibles
por la lógica del mercado y difunde sentimientos de vulnerabilidad, apartamiento y
pérdida de sentido. Situaciones, en suma,
que postergan en los planos económico y social, cuestionan la capacidad integradora del
trabajo y nutren la descalificación de los individuos de los ámbitos cívico y político.
De lo expuesto en el intento de acotar conceptualmente el fenómeno de la marginación, se desprende que el volumen de población marginal parece guardar una íntima
vinculación con la distribución de las oportunidades vitales. Por ello, nada ha de sorprendernos que, por una parte, la marginación
sea tratada como consecuencia de la pobreza,
e incluso identificada con ella y, por otra, que
sean las ciencias sociales de los países subde-
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sarrollados, especialmente del ámbito hispanoamericano, las que vengan prestándole
una atención más decisiva y sostenida.
Pero procedamos ordenadamente. Anticipándose 20 años a Park, Simmel13, quien
considera la sociedad como una reciprocidad
de seres dotados de derechos morales, jurídicos y convencionales, advierte el dualismo
existente entre las categorías sociológicas y
las éticas. Dualidad que, entre otras cuestiones, examina a través de las diversas concepciones que inspiran la asistencia a los pobres.
Parte Simmel de la convicción del mendigo a tener derecho a la limosma. Entonces, la
pertenencia del necesitado al grupo constituye el fundamento del derecho al socorro, aún
cuando no esté clarificado a quién haya de
dirigirse la demanda del pobre. Cuando el
pobre sienta su situación como el resultado
de un orden injusto, pedirá remedio y hará
responsable a cualquier individuo que se encuentre en mejor situación.
Otro matiz adopta la cuestión cuando se
analiza desde la perspectiva del deber de
quien da, en virtud del significado que éste le
atribuya. Así, la limosna cristiana está motivada en la «buena obra» que contribuye a determinar el destino eterno del donante, pero
la deja inmersa en un rotundo talante de arbitrariedad. Limitación que se esfuma cuando es la entidad colectiva la que aconseja la
asistencia al pobre. Ejercida voluntariamente o impuesta por la ley, su propósito sería
evitar que el pobre se convierta en un enemigo activo que, a la postre, supusiera alguna
suerte de amenaza para el mantenimiento
del statu quo social. En tanto que institución
pública, se dirige a la totalidad de los individuos y se desentiende de las obligaciones morales entre el rico y el pobre. Por ello, afirma
13
«El pobre», en: Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, Alianza, Madrid, 1886, pp. 479520.
Simmel, el pobre socorrido se encuentra en
similar situación a la del extraño, aunque
con la peculiaridad de pertenecer a la totalidad, al igual que las clases propietarias. Y,
precisamente, en su situación paradójica –es
objeto de exclusión por parte de la comunidad que le socorre–, estriba lo más característico del papel que desempeña dentro de la
sociedad. El socorro al que está obligada la
comunidad, pero que el pobre no tiene derecho a reclamar, le convierte en objeto de la
actividad del grupo, sin dejar de situarle a
cierta distancia de la totalidad.
Una peculiaridad más procede de la intervención de la conciencia moral, cuando la colectividad y las personas acomodadas sienten
que al pobre le corresponde un mínumum de
existencia. Es el caso de la beneficencia moderna que, en la correlación deber del donante-derecho del receptor, subraya el primero
de los elementos. Sobre esta dimensión del
asunto, agrega Simmel algo en las páginas
que dedica a una digresión. A su juicio, el socorro al pobre, limitado al mínumum, dispone
de un carácter objetivo, puesto que es posible
determinar objetivamente lo que se necesita
para salvar a alguien de la miseria física,
aunque intervenga algún grado de arbitrio
subjetivo en la oscilación entre no dar demasiado ni demasiado poco.
Por todo ello, la relación que mantiene
una colectividad con sus pobres, resulta tan
socializante como la que guarda con sus contribuyentes o sus funcionarios, ya que por
muy integrado que esté un sujeto en la vida
del grupo y por más que su vida personal se
desarrolle en los ciclos establecidos por la vida colectiva, también está, simultáneamente, frente a la totalidad.
En cualquier caso, lo que acaba de referirse no es aplicado por Simmel a los pobres en
general, sino sólo a aquellos que reciben algún grado de socorro. Y puesto que resulta
evidente que todos los pobres no son socorridos, deriva de aquí nuestro autor el carácter
relativo del concepto de pobreza. En primer
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lugar, porque resultan objetivos y claros los
fines que la naturaleza impone en el orden
de las necesidades de alimentación, vestido y
vivienda, pero nunca cabe determinar con
exactitud la medida de dichas necesidades. Y
también porque, subjetivamente hablando,
puede ocurrir que alguien, absolutamente
pobre, no perciba la discrepancia entre sus
recursos y sus necesidades; e inversamente,
que el más rico se proponga empeños superiores a los de su clase y sus recursos, hasta
el punto de sentirse psicológicamente pobre.
David Matza en su trabajo «Los pobres
despreciables», tras definirlos como un colectivo sin empleo o empleados sólo casualmente, que viven en el desprecio y no se pueden
reformar ni rehabilitar, puesto que son resistentes y recalcitrantes, recoge media docena
de términos y/o expresiones que designan el
fenómeno de la pobreza, por lo demás hecho
harto habitual en las ciencias sociales. El
concepto corriente considera y define a «los
pobres despreciables» –despreciables en sentido distintivo, más que descriptivo, porque
el autor no ignora el estigma asociado a la
pobreza y porque únicamente son despreciables una proporción de los que se pueden
considerar pobres–, desde una perspectiva
de ventaja administrativa, como material
humano que se puede moldear y ayudar con
la esperanza de que se transforme. Como colectivo, se nos presentan desunidos, existen
en los márgenes de la sociedad y simbolizan
una notable discriminación. En segundo lugar y en atención a una carencia absoluta de
prestigio, los pobres equivalen a la clase baja
más baja. Igualmente sugerente resultaría
la expresión «familia problemática». Este
concepto contiene, a su vez, dos dimensiones:
que los pobres son costosos, fastidiosos, y sugiere que coleccionan problemas. Obviamente, no podría faltar el término lumpenproletariat que, sin aclarar ni desarrollar, se
refiere a la suciedad o basura que habita los
órdenes bajos. No es una clase trabajadora
industrial; por el contrario, es una masa heterogénea de trabajadores irregulares y casuales, que no se adapta a la organización de
protesta política o económica. Hasta la expresión de T. Veblen «clase ociosa», entregada a sentimientos y comportamientos voraces, por el hecho de vivir en la sociedad
industrial sin pertenecer funcionalmente a
ella, resulta por ello parásita, inútil, bárbara, amargada y resentida. Finalmente, el
concepto de pauper se caracteriza por su apatía respecto a su propia condición, nos salen
al paso como gentes menos miserables e infelices que los pobres, porque se han adaptado
a su pobreza.
En nuestro trabajo, ya citado, «Alteraciones organizativas ...», se encuentran considerados otros factores
fundamentales que guardan concomitancia con el fenómeno de la marginación: enfermedad, edad, género,
minusvalías...
15
BENDIX, R.; LIPSET, S. M., Clase, status y poder, II,
Euramérica, Madrid, 1972, pp. 239-273.
En cualquier caso, mientras que en las sociedades preindustriales, las relaciones de
parentesco y vecindad, propias de las comunidades primarias, sentían el deber de proveer
a aquellos miembros incapaces de mantenerse a sí mismos, dejando un cierto espacio para las ideologías que ensalzan la pobreza co-
Desde esta perspectiva, auspiciada por el
formalismo sociológico de Simmel, quedan en
evidencia los siguientes aspectos de la pobreza: existen pobres en todas las capas de la sociedad, en muchas ocasiones la pobreza no es
socorrida y, por consiguiente, la pobreza no
puede definirse como un estado o situación
cuantitativa, sino más bien en función de la
reacción social que produce.
Trataré en las siguientes páginas de ocuparme de las complejas relaciones entre
marginación y pobreza14 . En cuanto tal, y
según puede concluirse del análisis de Simmel, la significación social del pobre y de la
pobreza se define por las convenciones de la
sociedad y presupone desvalimiento, baja posición en la jerarquía social e inferioridad
personal15 .
14
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mo ideal, la revolución industrial abre en éste, como en tantos otros asuntos, una nueva
era.
Alejandro Lasser 16 nos ofrece las siguientes perspectivas de explicación:
En primer lugar, la tesis ecológica, asimila la marginación con barriadas periféricas y
miserables de las grandes ciudades, habitadas por migrantes de las áreas rurales.
Equivaldría a lo que en la obra de Adler de
Lomnitz 17 se analiza como perspectiva urbanística, según la cual bastaría con reemplazar las barriadas por hábitat modernos para
que se solucionara el problema de la marginalidad. Pero es evidente que la residencia
en barriadas no basta para definir la marginalidad. Y, relacionada con este posicionamiento, está la argumentación que sostiene
que las barriadas y la marginación instalada
en ellas son solamente una etapa transitoria
acarreada por el movimiento migratorio: el
marginado sería un campesino todavía no integrado en la clase obrera urbana que, antes
o después, terminará absorbiéndolo. Es decir, la marginación sería, según esto, un aspecto puntual y transitorio de la migración.
Sin embargo, la existencia de marginados
nacidos en la ciudad desmienten tal razonamiento.
En segundo término, la tesis desarrollista
sostiene que este hecho social se origina en
las contradicciones del crecimiento económico: las insuficiencias del desarrollo agrícola,
industrial y tecnológico, junto a la escasez de
mano de obra cualificada y las desventajas del
comercio exterior, terminan por traducirse en
desempleo prolongado, estructural. Presenta, a nuestro juicio, la dificultad de identificar la marginación social con los desempleados de larga duración. En relación con los
16
Marginalidad social, justicia social y otros ensayos, Lisbona, Madrid, 1982.
17
Cómo sobreviven los marginados, Siglo XXI, México, 1987.
efectos del desarrollo económico presentan
mayor interés las tesis, ya clásicas, de Costa
Pinto sobre la marginalidad estructural, como propia de una sociedad de transición en
la que lo residual arcaico, aunque todavía
permanezca, ya no domina, en tanto que lo
emergente, aunque sólo esté presente, todavía no predomina. Tal marginalidad es la
manifestación dinámica de las sociedades en
transición, de sus dualidades, asimetrías y
discontinuidades: entre las zonas rurales y
las zonas urbanas; entre el artesanado y la
gran industria; entre la vida parroquial de
las aldeas atrasadas y las regiones metropolitanas modernizadas; entre las clases más
pobres y menos educadas y las élites cosmopolitas de esas sociedades, etc. Sin embargo,
los planteamientos macrosociológicos y estructurales de Costa Pinto desbordan nuestros intereses actuales 18.
Una tercera concepción, denominada histórico-cultural, contempla la cuestión de la
población marginal como un problema de
excedente demográfico. Aquella, consecuentemente, se genera por la imposibilidad de
insertarse en el sistema de producción, especialmente si se trata de sistemas capitalistas dependientes. Además, adquiere perfiles más graves por cuanto que en tales
sistemas hay que contar con una acusadísima concentración de la riqueza. Cabe objetar aquí no sólo que la marginación también
existe en las sociedades de capitalismo autónomo, sino igualmente que el factor económico no agota su causalidad, pudiendo intervenir otros como el político, el religioso o el
étnico.
Resulta posible acudir, en cuarto lugar, a
la teoría anglosajona del etiquetaje. La marginación es contemplada desde la atención a
«lo diferente» para, simultáneamente, negarle el derecho a la diferencia. Así, la primera
consecuencia de tal proceso es la estigmati-
18
Cf. Desarrollo económico y transición social, Revista de Occidente, Madrid, 1969.
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77
ESTUDIOS
zación social, una especie de penalización,
que deviene en marginación de hecho; la segunda, una penalización jurídica, frente a la
cual cabe únicamente proponer la tolerancia.
En cualquier caso, ni existe una exclusiva
modalidad de marginación, ni un singular
factor que la produzca. Es más, observada su
existencia en todas las épocas y sociedades,
el denominador común resulta ser la diferenciación, explicitada sociológicamente en estratificación y económicamente en desigual
distribución de la riqueza. De este modo concebida, la marginación se asemeja, sin llegar
a identificarse, con la discriminación. Recordemos a este respecto el estudio sobre el estigma y la estigmatización de Goffman 19.
Las formulaciones de R. Vekemans, más
conocidas por las del Instituto Desal, resultan especialmente adecuadas para comprender la marginalidad del mundo hispano,
pues remite hasta la época de la conquista
española el problema de la marginación. Los
conquistadores habrían impuesto externamente su cultura y tal imposición se tornó
subjetiva tras la emancipación, dando lugar
a la yuxtaposición de dos sociedades separadas al tiempo que paralelas: la participante
en el poder y la marginal y dominada, entre
cuyos rasgos sobresalen un sentimiento de
desarraigo, que se suele transformar en apatía, desintegración interna, envolver todas
las dimensiones de la existencia, incapacidad
para superar la situación y revestir gravedad
o urgencia extremas.
Resulta imprescindible agregar a los anteriores discursos, el análisis de Oscar Lewis 20.
Según el investigador norteamericano, la pobreza, dada por supuesta como parte natural de las sociedades más primitivas, adquiere en las modernas sociedades industriales
connotaciones propias: crea, por su misma
dinámica, una subcultura que supera los líCf. Estigma, Amorrortu, Buenos Aires, 1970.
Antropología de la pobreza, Fondo de Cultura
Económica, México, 1961.
19
20
78
mites nacionales. La disparidad de ingresos,
los desequilibrios regionales, la escasez de
puestos de trabajo, la dependencia económica
del exterior, el hacinamiento, el equipamiento insuficiente de las viviendas y la desorganización familiar de la que nos ocuparemos
posteriormente, y que se concreta en la abrumadora presencia de uniones libres, el predominio de la figura masculina y los lazos
emocionales de los hijos más estrechos con la
figura materna. Todo esto conduce a Lewis a
identificar la marginación con la «cultura de
la pobreza». Sin embargo, siendo cierto que
la pobreza económica, el origen rural y la residencia en barriadas denotan marginalidad,
habrá que admitir con Adler de Lomnitz, que
algunos marginados ganan más que un obrero industrial y que hay marginados que no
viven en barriadas y no son emigrantes. Por
todo ello, erigir en «cultura de la pobreza» al
conjunto de racionalizaciones y mecanismos
de defensa diversos a los ideales de la cultura dominante, equivale a culpar a los pobres
de su pobreza. No hay que olvidar, por otra
parte, que desde no hace muchos años y como consecuencia del comienzo de la crisis del
Estado de Bienestar, se ha empezado a hablar en Europa de la «nueva pobreza», aludiendo Franz Kaufmann a un grupo marginal que padece de «inseguridad social» y que,
en 1977, la Comisión de las Comunidades
Europeas publicó un informe titulado La percepción de la miseria en Europa.
Si continuamos en esta misma línea propuesta por Lomnitz, la marginación, en sus
dimensiones contemporáneas, no sólo viene
a ser un fenómeno socioeconómico reciente,
sino hasta un estrato nuevo de las sociedades en vías de industrialización. Y no faltan
razones a la Doctora Adler por cuanto que en
sus análisis dedica una minuciosa atención a
los mecanismos de subsistencia / supervivencia de la población marginada. Aquéllos se
basan en un intercambio precario de mano
de obra por dinero, en torno a actividades intersticiales como servicio doméstico o reciclaje de desechos. Estos generan un peculiar
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MARGARITA CAMPOY LOZAR
sistema de relaciones sociales cimentado tanto en la transcendencia que encierra la seguridad económica –asunto de vida o muerte–,
como en las redes de asistencia mutua que
llegan a funcionar como un sistema económico informal, caracterizado siempre por el
aprovechamiento de los recursos sociales y
que actúa sobre el intercambio entre iguales.
La marginalidad asegura su supervivencia
mediante la reciprocidad –intercambio de
favores como parte integrante de una relación social– entre parientes y vecinos, que
suplen la carencia de seguridad económica y
social. Pero no sólo desempeñan una función
económica. Del mismo modo, configuran una
ideología de ayuda mutua reforzada por el
recurso a «instituciones tradicionales» como
parentesco, vecindad o compadrazgo y apoyada en dos aspectos decisivos: la cercanía física y la confianza. La una, porque las mismas condiciones de vida dan lugar a una
sucesión inagotable de emergencias imprevistas y la ayuda requiere de dicha cercanía
para resultar eficaz. La otra, porque, al suponer capacidad y deseo para entablar la relación, voluntad de cumplir con las obligaciones implícitas y familiaridad suficiente como
para no ser rechazado, está conectada con
una imperceptible distancia social y, de este
modo, se tornan más fluidas las relaciones
sobre la condición previa de la igualdad.
La comprensión de las funciones que cumplen dichos mecanismos informales de subsistencia –alojar y alimentar a los nuevos
emigrantes durante el período inicial de su
adaptación, mantener a los iguales en las
épocas de desempleo o incapacitación y otorgar apoyo emocional y moral–, requiere no
perder de vista que, al tratarse de una población emigrante, contar con la presencia previa de un pariente resulta decisivo. E igualmente no soslayar que los frecuentes
cambios de residencia van atados al propio
sistema de parentesco que, a mayor abundamiento, refleja que los individuos comparten
ocupaciones similares, si no es que idénticas:
trabajos manuales no cualificados cuyo deno-
minador común ya ha sido contemplado como falta de seguridad económica y social.
Trabajan a tanto por jornada, no están adscritos a organizaciones públicas o privadas,
tienen bajo nivel de ingresos y limitadas posibilidades de consumo. Es decir, ausencia de
un rol económico articulado con el sistema de
producción industrial, lo cual muestra una
doble dimensión: el marginado puede resultar una carga social y entonces, por eso mismo, sería susceptible de transformarse en
una cuestión sociopolítica, sin dejar de ser,
por ello, un símbolo de atraso. En cualquiera
de los casos, nunca equiparable de manera
exclusiva con la pobreza y mucho menos
identificada ésta con una situación de ingresos escasos.
En suma, el proceso de industrialización
abre un abismo tan infranqueable entre los
participantes en el proceso de producción y
los excluidos, que confiere al fenómeno de la
marginación un carácter estructural. Una dinámica imparable que encadena al desarrollo tecnológico, la complejidad de las organizaciones, la especialización, la concentración
del poder y del control económico-político,
culmina en la tendencia a relegar grupos sociales cada vez mayores, cuantitativa y cualitativamente hablando. A su vez, tal tendencia resulta tanto más arraigada cuanto más
acelerado sea el ritmo hacia el desarrollo.
Por ello, mientras en las sociedades más
avanzadas se intenta paliar el problema con
tecnologías que procuran incorporar la «población sobrante», en las más atrasadas marginalidad y pobreza pueden llegar a confundirse. En otros términos, la producción
industrial moderna requiere cualificación y
conocimientos actualizados que sólo están
disponibles para sectores privilegiados. Para
los marginados, emigrantes rurales que salieron de sus lugares de origen por un sinfín
de razones –explosión demográfica, agotamiento de las tierras, baja productividad
agrícola, rudimentaria tecnología rural, carencia de inversiones en el campo, creciente
atractivo por los servicios sanitarios, educa-
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79
ESTUDIOS
tivos, etc., de la ciudad y mejora de las vías
de comunicación, por mencionar las más
destacadas–, sólo quedan las ocupaciones
manuales sin cualificar en la construcción,
limpieza, vigilancia, reparación o servicio doméstico. He aquí por qué la marginación no
es un fenómeno transitorio de corta duración.
Los efectos de las situaciones así acotadas
se dejan sentir, como anteriormente anunciábamos, en una peculiar estructura familiar. No poder incorporarse a la ciudad ni
querer el regreso a los lugares de origen supone experimentar un choque cultural en el
que se engendra una nueva mentalidad que
no se reduce a poseer un lenguaje, valores,
costumbres y visiones del mundo propias. Como señalan las investigaciones de Garza,
Mendiola y Rábago 21 se debilitan la autoridad y el prestigio paternos, irrumpen conflictos generacionales, se produce una alteración
de las pautas reguladoras de las relaciones
sexuales y la función de la mujer se torna
más activa.
Las condiciones y salubridad de las viviendas, hechas de materiales perecederos y
vulnerables a los fenómenos metereológicos,
indeterminación del espacio para las diversas funciones, carencia de privacidad, paupérrimo equipamiento, inadecuada ventilación,
hacinamiento, etc., además de guardar obvia
relación con altos índices de mortalidad infantil, suelen traer aparejada la promiscuidad y la exposición de todos los miembros de
la familia a los acontecimientos de la más diversa naturaleza: relaciones sexuales, nacimiento, muerte o conflictos paternos.
El elevado índice de natalidad, –pues la
maternidad es un valor fuertemente arraigado–, implica una delegación de funciones en
la hija mayor, cuya autoridad es aceptada
por sus hermanos, pero que priva a la mayo-
21
Adolescencia marginal e inhalantes, Trillas, México, 1983.
80
ría de una escolaridad regular. Y aunque
existe un relativo avance en la escolaridad
recibida en la ciudad en comparación con la
que recibieron los padres en el campo, el
analfabetismo persiste de modo harto generalizado. Además, las posibilidades de educarse requieren una mínima infraestructura
–comida, ropa, zapatos y, cuanto menos, lápiz y cuaderno– que demasiadas familias no
pueden sostener y, mucho menos, sistemáticamente, por no mencionar sino de paso que
la insuficiente, al mismo tiempo que inadecuada alimentación, los padecimientos físicos ocasionados por una pésima atención al
parto y la deficiente calidad de la enseñanza,
neutralizan las esperanzas educativas que se
transforman en deserción escolar.
En tales circunstancias, la manifestación
del afecto tiene también un significado peculiar. Un padre es bueno si es capaz de aportar el sustento básico para satisfacer las necesidades elementales. Por ello, la forma de
mostrar cariño es luchar contra las condiciones adversas. El rol masculino no incluye ser
afectuoso con la esposa y los hijos; su actitud
es, por el contrario, distante y, al menos aparentemente, de indiferencia. Tampoco son
extraños los malos tratos físicos y psíquicos
que resultan, en cualquier caso, preferibles
al abandono.
El tránsito de la niñez a la edad adulta se
produce de modo casi imperceptible. El hecho de que el padre se dedique a trabajos inciertos y de alto riesgo provoca la ocupación
de los hijos varones en el cuidado y limpieza
de coches, como limpiabotas o en actividades
cercanas a la delincuencia. Para las hijas,
que desde muy pronto asumieron responsabilidades en las tareas domésticas, queda
emplearse en el servicio doméstico. A cualquiera de ellos se le recriminará violentamente la actitud de pereza o se le hará sentir
que es una carga. Si en este punto agregamos que la legislación prohibe el trabajo a los
menores, ¿qué proyecto de vida queda para
la adolescencia marginada?
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35
MARGARITA CAMPOY LOZAR
En suma, los efectos de la emigración y la
pobreza en la peculiar vida familiar de los
marginados y la marginación en general
pueden sintetizarse tal como lo hace David
Matza en su ensayo sobre «los pobres despreciables» 22. Dice así:
«La gente frecuentemente acude a la violencia en la educación de los niños y en las
discusiones de asentamientos; el pegar a
la esposa, la prematura iniciación del sexo
y las uniones libres o matrimonios consensuales son frecuentes y las incidencias de
madres y niños abandonados altas ... Las
relaciones entre los padres frecuentemente se caracterizan por constantes disensiones y la ausencia de afecto y confianza
mutua. Como resultado, la disolución de
la familia es frecuente y hay una presión
clara hacia una familia centrada en la madre: una versión desorganizada de lo que
los antropólogos llaman monogamia serial
con un gobierno de base feminista. La disposición al autoritarismo paternal es fuerte, pero, puesto que con frecuencia se ve
desafiada la autoridad paterna, su cumplimiento requiere una demostración de
poder y fuerza ... Además, la familia es extremadamente compleja. Puede contener
hijos de diversos padres... De modo que
las manifestaciones normales de rivalidad
de los hijos están quizá aumentadas».
Y tras este recorrido sobre la reflexión sociológica a propósito de las relaciones entre
marginación y pobreza, alcanzamos a concluir en lo siguiente:
— Desde las primeras formulaciones de
Park y las referencias a ellas más usuales, hasta las de Stonequist, pasando
por la reconsideración de Thomas y
Znaniecki y las críticas de Golovensky o
Green, teniendo igualmente en consideración los desarrollos más recientes del
conocimiento y la investigación sociológicas, cabe identificar como hombre
marginal a quien haya vivido o viva, sucesiva o simultáneamente, en dos o más
sociedades, orientándose por valores diferentes, o que acepte valores de grupos
de los cuales no es miembro, pero aspira a pertenecer a ellos.
— En estrecha conexión con lo anterior,
se impone, a la hora de analizar sociológicamente la marginación social, tener presente un amplio espectro de
factores: raciales y étnicos, ecológicos,
ideológicos, culturales, económicos y
políticos, educativos y profesionales,
de género y edad ..., que, de converger
fatalmente con una situación de pobreza, conducen a que la posición ocupada
en el sistema de estratificación, en los
ordenamientos espaciales o en los universos simbólicos contribuyan a una
exclusión sistemática de los cauces de
participación de personas o grupos en
la vida social.
22
Recogido por BENDIX; LIPSET, Clase, status y poder
..., cit. nota 15.
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81
ESTUDIOS
RESUMEN: Los orígenes y desarrollos sociológicos de la expresión marginación social, son considerados a
la luz de uno de los factores más relevantes que conducen a ella: la pobreza.
El análisis de ambos conceptos se aborda desde las más originarias exposiciones que la teoría
sociológica elaborara sobre ellos – R. Park en el caso de la marginación y G. Simmel, en el
asunto de la pobreza–, así como desde las diferencias y relaciones que guardan con otros, tales como delincuencia, desviación e inadaptación.
Por otra parte, y desde el supuesto de que ambos fenómenos han existido siempre, este trabajo incide en aquellos aspectos y peculiaridades que, en las sociedades económicamente desarrolladas y políticamente plurales, les imprimen una naturaleza peculiar y una dinámica
propia.
82
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Cárcel y exclusión
PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA *
1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO
HABLAMOS DE EXCLUSIÓN
E
l uso creciente del término exclusión
en detrimento del más tradicional de
pobreza, no ha conseguido aún eliminar las ambigüedades e inconsistencias
con las que a menudo es empleado. Probablemente el empeño por clarificar hasta el extremo el alcance de ambos conceptos sea de
todo punto imposible e innecesario en estos
momentos, sin embargo, conviene establecer
algunos límites mínimos a su utilización. En
general, se acepta que podemos reservar la
palabra «pobreza» para referirnos preferentemente a las situaciones de carencia económica y material, mientras que al optar por el
uso de la expresión «exclusión social», estamos designando más bien un proceso de carácter estructural, que en el seno de las sociedades de abundancia termina por limitar
sensiblemente el acceso de un considerable
número de personas a una serie de bienes y
oportunidades vitales fundamentales, hasta
el punto de poner seriamente en entredicho
su condición misma de ciudadanos.
llevan implícitamente la referencia contraria
a la igualdad económica como aspiración y
consecuencia lógica, así tenemos también
que, en cambio, la exclusión social, encuentra su negación en el privilegio, y puesto que
ambos se originan en una desigual asignación de derechos y prerrogativas, resulta inevitable que la fractura social que conllevan,
encuentre su superación en la afirmación de
la ciudadanía, en tanto que expansión universalista de los derechos civiles, políticos y
sociales entre todos y cada uno de los integrantes de una misma sociedad.
De la misma forma en que pobreza remite,
por oposición, a riqueza, y, en la medida en
que ambas se generan a partir de la desigual
distribución de la renta y el patrimonio, con-
Tras un largo período de crecimiento económico y avances sociales, las últimas dos
décadas han visto emerger en muchos países
europeos una «doble condición ciudadana»
(Tezanos, 2001) que sin estar sancionada por
las leyes, sin embargo, separa de forma muy
efectiva y real, a quienes tienen un trabajo
estable, a tiempo completo, bien remunerado
y prestigioso, que les permite mantener un
mundo de vínculos y relaciones sociales sólidas, significativas y gratificantes («los integrados»), de aquellos otros ciudadanos de segunda clase que carecen de empleo, o bien
deben conformarse con subempleos, subremunerados y precarios, lo que, con frecuencia, se acompaña de un debilitamiento e incluso de una pérdida completa de su entorno
relacional y afectivo («los excluidos»).
*
Departamento de Sociología y Trabajo Social. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Universidad
Pontificia Comillas de Madrid.
La crisis general del empleo ha puesto de
relieve los débiles fundamentos en los que se
asentaba la garantía del acceso a bienes y
servicios básicos como la vivienda, la sani-
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83
ESTUDIOS
dad, o la educación. En una sociedad masivamente salarizada y de consumo, cuando se
pierde la condición de asalariado-consumidor
al carecer de ingresos regulares y suficientes, vía salario, nos encontramos con que la
condición misma de ciudadano se ve gravemente puesta en entredicho (Castel, 1997).
1.1. Origen del concepto
De hecho, cuando se empieza a hablar de
exclusión social, en Francia allá por los años
70 (Lenoir, 1974), está en sus comienzos la
llamada crisis del petróleo, cuyos efectos sobre el mercado de trabajo, acabarán arrojando un saldo millonario de personas que, desde un punto de vista económico, social y
político, resultan perfectamente prescindibles. Los excluidos pasan a ser no sólo los
que están «debajo» en la escala económica,
sino sobre todo, cuantos se quedan «fuera»
del bienestar general. A la crisis del mercado
de trabajo, se le vienen a sumar los recortes
en políticas sociales que hacen más difícil poder compensar a lo largo de la vida los desequilibrios ya existentes en el origen biográfico.
Por doquier se instala una cierta conciencia de escasez, que al grito de «no hay para
todos» acabará por rediseñar los espacios de
integración-exclusión de nuestras sociedades
occidentales, y andando el tiempo permitirá
que vuelvan a tomar nuevos bríos los viejos
mecanismos que habían sido severamente
criticados durante los años sesenta. Mecanismos e instituciones que a lo largo de la
historia habían permitido gestionar políticamente el «exceso inútil» de población, la
«gente que sobra» de la que ya habló Malthus
hace siglos, la gente que podía ser puesta
aparte y afuera, mediante la pura eliminación física (pena de muerte), su transporte a
tierras lejanas (colonias) 1 o su simple reclu-
En España contamos con el ejemplo curioso de
Bernardo Ward que en su Proyecto económico (1782)
1
84
sión: dentro del manicomio, el hospicio, y/o la
cárcel. La desinstitucionalización psiquiátrica, el trabajo social comunitario, las medidas
alternativas a la prisión, que habían sido el
fruto más palpable de la crítica sociológica a
las instituciones totales inaugurada por
Goffman (1970) son puestos en solfa una y
otra vez desde mediados de los setenta por
los críticos más conservadores, y sus eventuales excesos y defectos se magnifican hasta
el abuso en los medios de comunicación para
intentar desacreditarlas ante la opinión pública.
1.2. Factores de exclusión
En cuanto a los factores que influyen más
directamente en la aparición, crecimiento y
también, eventualmente, en el descenso de
los niveles de exclusión social en las sociedades más ricas, hay que señalar en primer lugar las modificaciones experimentadas por el
mercado de trabajo. Hablar de exclusión social en los países desarrollados es hablar del
proceso creciente de degradación de la «ciudadanía social» al que asistimos a partir de
la crisis de empleo que se abre con la crisis
económica de mediados de los setenta. En la
sociedad de la información, en la sociedad
red, la mano de obra genérica pierde importancia al ser fácilmente sustituible por la
máquina, lo que trae como consecuencia «la
exclusión social de un segmento significativo
de la sociedad compuesto por individuos desechados, cuyo valor como productores/consumidores se ha agotado y de cuya importancia
como personas se prescinde» (Castells,
1998:380).
La llamada crisis del empleo ha significado para muchas personas encontrarse en paro durante largos períodos de su vida activa;
abogaba por una solución final al problema de los gitanos y nómadas que vivían sin trabajar ni ocuparse en
nada útil: su idea consistía en enviarlos al Orinoco a
ocuparse en factorías piscícolas.
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35
PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
para otras, en especial para las más jóvenes,
ha supuesto tener que acceder a empleos
precarios, a tiempo parcial o estacionales, en
régimen de contratación temporal; empleos
mal remunerados, con escasas posibilidades
de promoción, e incapaces de sustentar un
recorrido laboral y profesional de largo alcance sobre el que edificar un proyecto de vida autónomo; subempleos que, si bien pueden proteger de la exclusión extrema, acaban
por generar una biografía «estabilizada en la
precariedad» 2.
En una sociedad que había edificado sobre
la condición de trabajador asalariado la mayor parte de las credenciales de acceso al resto de bienes, servicios y titularidades de los
que es posible disfrutar hoy en día, la crisis
del salariado ha venido acompañada de severos ataques al sistema de bienestar que se
venía construyendo en Europa al menos desde finales de la segunda guerra mundial. La
reducción de los niveles de protección social allí donde éstos habían alcanzado sus
cotas más elevadas, y la ralentización de su
implantación en países como España en los
que el welfare seguía siendo a principios de
los años ochenta un sueño más que una realidad, se convirtió también en un factor generador directo de exclusión. La supresión de
los subsidios por desempleo, una vez agotado
el período de recepción de los mismos, la
práctica desaparición de las ayudas a la vivienda social, la privatización de ciertas
prestaciones sanitarias, la parquedad en los
incrementos de las pensiones, etc, se vieron
acompañadas por la implantación de unos
ingresos mínimos encaminados a hacer posible la pura y simple subsistencia de amplias
capas de población, que se hallaban excluidas tanto del empleo tradicional, como de la
2
Resulta muy ilustrativo el reciente cuaderno de
Cristianisme i Justicia titulado Trabajo Basura (2001:nº
107), en él se recogen abundantes testimonios personales en los que se cuenta en primera persona las condiciones de explotación y precariedad en las que han
de trabajar muchas personas en la actualidad.
buena y amplia protección social que había
venido siendo habitual hasta entonces.
La reducción de ingresos, cuando no la
carencia absoluta de ellos, así como su inestabilidad e inseguridad, o en otros casos, las
condiciones sociales, culturales y simbólicas
que entraña su recepción, según se trate de
un salario en sentido estricto o de un ingreso
social «para excluidos» con toda la carga de
estigma que éste último conlleva, se convierte así en un tercer factor excluyente de inusitada fuerza en una sociedad en la que la inclusión social plena pasa por la posibilidad
de poder hacer un uso efectivo y cotidiano del
status de consumidor solvente.
Naturalmente, las dificultades relativas
al empleo, los agujeros en la protección social, y la insuficiencia de los ingresos, no se
distribuyen aleatoriamente entre toda la población sino que tienen una incidencia muy
diferente en razón de variables como la clase,
el género, el grupo étnico de pertenencia, o la
edad. En general, se puede afirmar que los
miembros de la clase trabajadora, las mujeres, las minorías étnicas y los jóvenes constituyen grupos negativamente privilegiados
entre los que crecen los casos de exclusión
social. Finalmente, para acabar de cerrar el
ciclo que permite seleccionar a los candidatos a la exclusión, nos encontramos con que,
a los aspectos estructurales, se añaden las
biografías de los propios excluidos, que con
frecuencia han quedado marcadas por elementos marginalizadores que incrementan y amplifican la exclusión social que ya
padecían. Así, por ejemplo, es mayor la incidencia y el destrozo que causan en sus vidas
las minusvalías y enfermedades incapacitantes, la presencia de abusos y malos tratos, el
alcoholismo y las toxicomanías, el decaimiento psicológico y las actitudes negativas
de apatía, resignación, pesimismo, e incluso
violencia, que proveen de un equipaje psicológico menos apropiado para competir en la
sociedad actual. Finalmente, el encuentro
con el sistema penal viene a añadir una definitiva nota identitaria para la construcción
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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ESTUDIOS
social de los colectivos excluidos, al marcarlos para el resto de sus días con el estigma
que representan los «antecedentes penales».
1.3. Los espacios de la exclusión
Es bien sabido que en todas las sociedades, los que difieren de la condición modal y
mayoritaria están a un paso de convertirse
en excluidos, eso sí, siempre que carezcan de
los recursos o del poder necesario para evitarlo, ya que en tal caso, ese mismo poder les
permitirá mantener su hecho diferencial y
convertirlo incluso en un signo de distinción
y exclusividad frente a la mayoría. Sin embargo, en muchos otros supuestos, la inevitable organización social de las diferencias se
concreta a menudo en la rechazable segregación espacial y simbólica de los excluidos.
Los espacios de la exclusión se concretan
por ejemplo, en los llamados barrios desfavorecidos, que en la trama urbana son el lugar
específico en el que han de habitar y confinarse los grupos marginados. Del mismo modo,
existen multitud de espacios institucionales
diseñados específicamente para segregar y
excluir. César Manzanos (1991:88) ha tratado de sistematizar lógicamente lo que llama
la «red de espacios segregativos», teniendo
en cuenta que «cada ámbito de la vida social
desarrolla sus propios espacios segregativos
encargados de retirar de la circulación y de
aparcar a los sujetos que, por diversas circunstancias, han de ser apartados temporal o
definitivamente: aquellos que necesitan un refuerzo reeducativo de tipo disciplinar; los que
han de ser aislados por razones de salud pública y peligrosidad social; o quienes simplemente estorban debido a que no cumplen función
social alguna y su conducta es anormal e incómoda». Así, se pueden identificar diferentes
lugares de segregación (exclusión) en todos y
cada uno de los principales campos de la administración social, y todos ellos en conjunto
constituirían lo que denomina el «subsistema
institucional de control formalizado»:
86
(Manzanos Bilbao, 1991:85)
De entre todos los espacios segregados
(manicomio, hospicio, hospital, etc), la cárcel
es sin duda el lugar privilegiado en el que la
exclusión social se quintaesencia y condensa
hasta sus últimas consecuencias. Por su misma naturaleza, el encarcelamiento consiste
en una exclusión. Como señala Rostaing
(1996:355): «la prisión es un lugar de exclusión temporal que imprime sobre los detenidos la marca de un estigma». La persona encarcelada es puesta aparte, segregada del
contacto social, y confinada en los estrechos
límites de una celda, al interior de una institución que, a partir de entonces, tasará cada
minuto, cada objeto, cada intercambio que
establezca con el mundo exterior. Recordemos que el concepto de exclusión no se puede
entender sin una referencia a «aquello de lo
que se es excluido, es decir, del nivel de vida
y del modo de inserción laboral y social propio de un sistema de vida civilizado y avanzado» (Tezanos, 2001:146).
La persona encarcelada, queda pues excluida de la relación y la vida social que ha
conocido hasta entonces, y pasa a convertirse
en el habitante de un mundo aparte en el que
su vida y su tiempo le han sido arrebatados.
La paradoja se completa con el hecho empírico de que la exclusión, como tratamiento y
profilaxis, se aplica esencialmente a los integrantes de las categorías más excluidas de la
población. En una muestra salvaje y brutal
del llamado «efecto Mateo», según el cual, al
que más tiene se le da todavía más, y al que
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
menos posee se le arrebata incluso lo poco
que aún conserva, nos encontramos con que,
a los ya excluidos socialmente, se les excluye
aún más, encerrándoles en prisión.
El complejo proceso por el cual un procedimiento aparentemente objetivo e imparcial,
como es el que pretende llevar a cabo el sistema judicial, termina por reclutar a los clientes de nuestras cárceles entre los grupos más
marginados de la sociedad, y algunas de las
consecuencias que todo esto acarrea, ha sido
constatado una y otra vez por los diferentes
autores que se han ocupado de estos temas
(Valverde Molina, 1993; Álvarez Uría, 1992;
Torrente, 2001). Nuestro objetivo en este artículo consistirá únicamente en proporcionar
algunos datos que abunden aún más si cabe
en el sinsentido que supone pretender administrar y combatir la exclusión social mediante el fomento y la expansión de instituciones y dispositivos excluyentes, como son
las cárceles.
2. LA CÁRCEL COMO DISPOSITIVO
SANCIONADOR EXCLUYENTE
Obviamente, «la prisión es la forma más
categórica de exclusión que permite la ley»
(Smith y Stewart, 1996:106), y aunque el
artículo 25.2 de la Constitución dice claramente que «las penas privativas de libertad
y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social», sin embargo, el hecho cierto es que en
la cárcel coexisten y entran en contradicción dos principios difícilmente conciliables: el punitivo, con su énfasis en la seguridad y el control, y el rehabilitativo, que
aboga por la reeducación social del preso.
En función de este último han de programarse actividades formativas y laborales
que, siquiera formalmente, permitan dar
legitimidad moral e ideológica al encierro
institucional, puesto que por lo general, el
ingreso en las instituciones totales tal y como fueron descritas por Goffman, se justifi-
ca siempre apelando al posterior retorno a
la sociedad; supuestamente en mejores condiciones que cuando se entró. Se ingresa en
ellas para poder ser reajustado, reparado,
reeducado, etc. Todo sugiere la vuelta de
nuevo al ámbito social de donde se fue extirpado; sin embargo, lo cierto es que el ingreso en estas instituciones segregativas
conlleva un proceso inevitable de desidentificación y desocialización, que acaba haciendo mucho más difícil el retorno a una
vida socialmente integrada.
Podemos comprender las implicaciones
exclusógenas de la estancia en prisión desde
el modelo que presenta César Manzanos, en
el que se resumen y sistematizan las aportaciones de otros muchos autores (Valverde,
Clemente, Munne) que han hablado de los
grandes momentos del proceso de reeducación desocializadora que se pone en marcha
con el ingreso en la cárcel. Según Manzanos
(1991:106-124), se podrían distinguir hasta
cinco etapas:
a) Ruptura con el mundo exterior: que conlleva la separación física, con la consiguiente
privación de estímulos físicos, visuales, auditivos, olfativos. El preso se interna en un
mundo pequeño, de colores planos y uniformes, olores omnipresentes, en donde no es posible lanzar lejos la mirada por la interposición constante de un muro o una pared. Y no
sólo el mundo exterior se aleja físicamente,
también se distancian las referencias personales, los medios de comunicación, los mensajes y valores presentes en el exterior, todo lo
cual genera un fuerte sentimiento de debilidad y desamparo.
b) Desadaptación social y desidentificación personal: mediante una compleja y variada sucesión de momentos y situaciones rituales de despojo y expoliación, la persona
presa experimenta una verdadera «mutilación del yo», que le hace perder su identidad
de partida y experimentar un proceso de despersonalización y desindividualización que
le conduce a integrarse como un elemento
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ESTUDIOS
más (un número) dentro de un colectivo masificado, amorfo y sin perfiles particulares.
Entre las técnicas más frecuentes de mortificación y despersonalización se encuentran: el aislamiento, que hace de la soledad
física la condición de partida para lograr la
sumisión más absoluta; o la contaminación
física que implica la vida en condiciones de
hacinamiento: la pérdida de intimidad, el
contacto inevitable y forzado como paso previo y obligado para la contaminación moral,
etc. Las ceremonias degradantes, como los
cacheos totalmente desnudos, las formaciones para pasar lista, los registros nocturnos;
la reglamentación de las más nimias actividades cotidianas, la comida, el sueño, el ocio.
Se trata de técnicas programadas que tienen
como consecuencia la infantilización de la
persona presa y una sensible merma de la
responsabilidad personal del preso, por lo
que no es raro que aparezcan alteraciones de
la personalidad junto a cuadros depresivos,
apatía, ansiedad, stress, trastornos digestivos, etc.
c) Adaptación al medio carcelario: como
mecanismo de defensa para intentar salvar
los restos del naufragio personal se produce
una readaptación al nuevo contexto físico y
relacional, que algunos han llamado proceso
de prisionización. Se redefinen actitudes y
valores, se produce una incorporación a la
subcultura carcelaria, que, no lo olvidemos,
está atravesada completamente por las relaciones de dominación, opresión y autoritarismo, tanto en relación al personal funcionario, como entre los propios internos, en los
que la violencia física y la coacción de unos
pocos sobre el resto reproducen y amplifican
las condiciones brutales de su encierro. En
estas condiciones, la desconfianza, el recelo,
la sospecha, no son tanto patologías psicológicas, como meros requisitos básicos e indispensables para la supervivencia.
d) Desvinculación familiar: a la dificultad
para el contacto y el encuentro interpersonal
que supone estar encarcelado suele añadirse
88
la lejanía del lugar de internamiento, los
traslados frecuentes, el aislamiento geográfico de las cárceles, que suelen construirse en
lugares apartados y con malas comunicaciones, etc. Todo ello, sumado a los aspectos psicológicos y sociales, acarrea una serie de repercusiones sobre la malla de relaciones
familiares que van desde las más leves y coyunturales (como puedan ser la preocupación, la falta de apoyo, la intranquilidad), a
otras mucho más graves (rechazo social, problemas económicos, tensiones, riñas) o incluso irreparables (abandono o pérdida de los
hijos, divorcio, ruptura de relaciones con los
padres, problemas psiquiátricos, etc).
e) Desarraigo social: la salida de la cárcel
se ve envuelta en una pérdida de posibilidades de cara al empleo por efecto del estigma
que implica la condición de ex presidiario, y
también como consecuencia de la descualificación que acarrea el período de internamiento. Junto a ello suelen aparecer trastornos psicológicos de insomnio, sentimientos
de ser perseguido, o una fuerte inseguridad.
También es cierto que el mayor acoso policial
a quienes ya tienen antecedentes, la presión
del ambiente y el contacto con antiguos compañeros de cárcel hacen que con frecuencia el
desarraigo social y posteriormente el encapsulamiento dentro de un submundo delincuencial sean casi efectos obligatorios tras la
estancia en prisión. De la cárcel no se sale
siendo un hombre libre, sino convertido en
un ex presidiario, con todo lo que esto implica.
2.1. La selección de la clientela:
el proceso de criminalización
Por lo general, las cárceles seleccionan su
clientela entre personas que han cometido
algún delito, o que al menos se sospecha que
lo han cometido. Por supuesto, la comisión de
un delito no le convierte a uno sin más en delincuente, y mucho menos se puede sostener
el presupuesto de que todos cuantos se en-
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
cuentran encarcelados son delincuentes.
También está claro, para quien conozca siquiera levemente el funcionamiento real del
sistema judicial y penal, que no todos los que
cometen delitos van a la cárcel. Tal y como
dice D. Torrente (2001:74 y 75), «la delincuencia como fenómeno y el delito como manifestación, son el resultado de una construcción social» en la que intervienen múltiples
actores. De manera que un suceso llega a
percibirse o no como desviado (o como delito),
en función «de variables tan dispares como el
contexto de la situación, la clase social del
desviado, su relación con la víctima (si la
hay), los valores de la persona que juzga, la
biografía del sujeto», etc.
Si repasamos brevemente las estadísticas sobre delitos cometidos en nuestro país, conviene recordar, que cuando se manejan datos oficiales hay que tener en cuenta
que «las estadísticas son informaciones oficiales elaboradas a través de canales burocráticos y orientadas por objetivos políticos.» ... «responden a las necesidades y
estructura de la institución y no necesariamente a criterios de investigación científica»... y únicamente...«reflejan el comportamiento desviado reconocido oficialmente por
las agencias de control social» (Torrente,
2001:171). A pesar de todo, y con todas estas
reservas, resulta ilustrativo echar un vistazo
a la clasificación de los delitos que llegan a
ser conocidos por los cuerpos de seguridad
del Estado.
Las estadísticas de la policía y la guardia
civil (ver gráfico sig.), nos muestran que durante 1999 (último año para el que se dispone de datos) de un total de 918.053 delitos, el
85% fueron delitos contra el patrimonio
(779.740), mientras que los delitos contra las
personas (18.200) representaron el 1,98%, y
los delitos contra la libertad sexual (7.198)
supusieron únicamente el 0,8% del total. Es
decir, que, como no deja de ser lógico en una
sociedad marcada por la desigualdad económica, los delitos contra el patrimonio constituyen la inmensa mayoría de los delitos que
se cometen, o al menos de los que llegan a conocimiento de la policía. Esto no es obstáculo
para que, entretanto, las páginas de los diarios y las imágenes de la televisión provean
de abundante información relativa a asesinatos y violaciones, con la que se alimenta
un sentimiento de inseguridad entre los ciudadanos que posteriormente podrá canalizarse hacia una demanda de mayores medidas de control y rigor por parte de jueces y
policías.
CLASIFICACIÓN DE LOS DELITOS
(C.N. Policía y Guardia Civil. Año 1999)
Patrimonio
Seguridad colectiva
Libertad
Personas
Orden público
Falsedades
Relaciones familiares
Libertad sexual
Administración jurídica
Resto
Fuente: Ministerio del Interior.
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ESTUDIOS
Pero es más, si analizamos los delitos contra el patrimonio (ver gráfico sig.), podremos
comprobar lo que supone el complejo proceso
de invisibilización de los llamados delitos de
guante blanco. Así, nos encontramos con que
se tuvo noticia de 405.772 robos con fuerza
en las cosas, 129.317 sustracciones de vehículos, 98.689 robos con violencia o intimidación, y 86.124 hurtos. En total 719.902 delitos entre estas cuatro categorías, que por lo
general engloban la totalidad de la actividad
de los pequeños delincuentes. Frente a estas
cifras abultadas, la policía nacional y la
guardia civil dan cuenta únicamente de 73
delitos de blanqueo de capitales, 61 delitos
societarios, y 50 insolvencias punibles durante el mismo período de tiempo.
Es evidente por tanto que, para empezar,
no todos los delitos llegan a conocerse, (especialmente los delitos cometidos por los miembros de las capas más altas de la sociedad), y
que muchos actos delictivos permanecen
ocultos incluso para las propias víctimas. Es
el caso de los llamados delitos sin víctima, en
los que se ponen claramente de relieve las conexiones entre la ley y la moral, la realidad
penal y la política. Pensemos por ejemplo en
los delitos contra la salud pública por manipulación fraudulenta de alimentos, que son
consumidos por todas las víctimas sin conciencia alguna de que se trata de alimentos
adulterados; en los juegos de apuestas no legalizados, en ciertos comportamientos sexuales, o en las infracciones de tráfico.
Otros delitos, a pesar de ser conocidos, no
llegan a denunciarse, ni se comunican a la policía. Con frecuencia, es el caso de la violencia
doméstica, o de muchos delitos económicos,
cuya simple denuncia podría acarrear quebrantos aún mayores a las propias víctimas.
En el caso de ser denunciados ante la policía, ésta no siempre se moviliza con la misma
celeridad y diligencia, sino que, con mucha
frecuencia, la actuación policial no pasa de
ser una tramitación burocrática y rutinaria.
DELITOS CONTRA EL PATRIMONIO (1999)
90
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
Si la policía llega a actuar e investiga, sólo una ínfima proporción de los delitos denunciados son finalmente esclarecidos. Y en
una proporción aún menor es posible llegar a
conocer la identidad del delincuente y se consigue detenerlo.
largo proceso cuyo resultado último será que
la inmensa mayoría de las personas que se
encuentran actualmente en prisión se acaban reclutando entre unos cuantos miles de
familias que arrastran una larga historia de
pobreza y exclusión social.
A partir del momento en que el autor de
un delito es puesto a disposición judicial, el
ingreso en prisión con carácter preventivo no
sólo depende de la naturaleza del delito, sino
que la prisión preventiva se aplicará con mucha mayor frecuencia en los casos en los que
no se disponga de un buen abogado defensor,
y, además, en la decisión del juez de enviarle
a prisión preventivamente, intervendrán variables como la categoría social del detenido,
sus relaciones sociales y económicas, su condición o no de reincidente, etc.
Esto no quiere decir que el delito sea una
nota característica y exclusiva de las clases
bajas. Es más, tal y como se ha demostrado a
partir del desarrollo de las encuestas de victimización, lo que se puede concluir es que
son precisamente las clases menos pudientes, pobres y desempleadas, las que sufren,
como víctimas, la mayoría de los delitos que
se cometen (A. Platt cit. por Torrente,
2001:66). Por otro lado, los estudios en los
que se indaga por la autoinculpación, muestran que son precisamente los más ricos
quienes cometen sus delitos más impunemente. Es decir, aunque hay delitos característicos de las distintas clases sociales, el delito se encuentra presente y repartido entre
todas ellas, siendo precisamente el sistema
penal el que, tal y como ha explicado Jeffrey
Reiman, se encarga de discriminar entre
unos y otros impidiendo que los delitos de las
diferentes clases se mezclen al interior del
sistema penal, y en última instancia es el
responsable último de que la mayoría de la
gente comparta el prejuicio según el cual las
personas que cometen delitos son negros (gitanos en nuestro país), jóvenes, varones y pobres.
Finalmente, en el caso de llegar a ser juzgado, la probabilidad de recibir una condena
será mucho más habitual en el caso de que el
abogado sea de oficio, no haya llegado a estudiar detenidamente el sumario, o no conozca
ni de lejos a su defendido como ocurre con
muchos presos comunes. En este punto, el
momento dramático del juicio juega un papel
crucial, para Garfinkel los juicios son «ceremonias de degradación» merced a las cuales
se transforma a una persona en un condenado. Esa persona suele ser alguien socialmente ya excluido.
Por último, estas mismas variables intervendrán para marcar nuevas diferencias entre unas personas y otras, de manera que incluso en el supuesto de delitos idénticos, la
pena de prisión será mayoritariamente utilizada con ciertas personas, mientras que
otras obtendrán con más facilidad una condena no carcelaria, en forma de arrestos de
fin de semana, multas, indemnizaciones, etc.
Así pues, este complejo y laborioso proceso
de criminalización se encuentra condicionado en cada una de sus etapas, por variables
sociales, culturales y económicas, que serán
las responsables del enorme sesgo final. Un
2.1.1. La cárcel como etapa final del
proceso de construcción social del
delito y del delincuente
La cárcel es el dispositivo último en el que
fragua definitivamente el proceso de construcción social de la identidad delincuente.
Pasar por la cárcel significa ser, para siempre y de forma definitiva, un «delincuente».
Una sociedad que encarcela a muchos de sus
miembros será también, por tanto, una sociedad capaz de estigmatizar y apartar de la re-
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91
ESTUDIOS
lación social «normal» a un gran número de
personas, encerrándolas en el estrecho e incómodo calificativo de ex presidiario. Por lo
general, esta masa sobrante e incómoda estará masivamente integrada por los miembros más empobrecidos de la sociedad.
a) El auge de la cárcel en
Norteamérica
El proceso de criminalización de la miseria y la pobreza que según Wacquant está expandiéndose internacionalmente desde sus
orígenes en EE.UU acaba por deglutir el trabajo asalariado precario al interior de un archipiélago penitenciario en continuo crecimiento desde mediados de los años setenta.
En este gran proyecto de carácter conservador confluyen a un tiempo tres propuestas:
«difuminación del Estado económico, debilitamiento del Estado social, fortalecimiento y
glorificación del Estado penal» (2000:12), de
manera que son los mismos representantes
del pensamiento ultraliberal que claman
contra el exceso de intervención estatal en el
terreno del welfare y la política social, los
que paradójicamente demandan un crecimiento cada vez mayor de las instituciones
de control social y penitenciarias.
De acuerdo con esta visión penalizadora,
la actuación de la policía pasa a ser guiada
por la que se ha dado en llamar «política de
tolerancia cero» frente a los pequeños delitos
e infracciones, política que se traduce en una
multiplicación de los arrestos y detenciones
de pequeños traficantes, prostitutas y delincuentes menores, es decir, aquella parte de
la delincuencia que se muestra más visiblemente, en plena calle, y resulta por lo tanto
especialmente incómoda a los ojos de la clase
media. En EE. UU. el resultado ha sido un
incremento constante de la población pobre
encarcelada, que, a la vez que ha visto cómo
se recortaban las ayudas sociales, ha pasado
a verse entre rejas en una altísima proporción. La población norteamericana encarce-
92
lada se redujo al mínimo en 1975, cuando
triunfaban las ideas sobre las alternativas a
la prisión, las penas sustitutorias, etc, hasta
el punto de que incluso se llegó a hablar de
alcanzar el objetivo de una «nación sin prisiones», ya que por aquella época los detenidos eran «sólo» 380.000. Diez años más tarde, en cambio, eran ya 740.000; superaron el
millón y medio en 1995, y llegaron a rozar los
dos millones en 1998. El caso de California
es especialmente significativo de esta moderna tendencia a encarcelar en Norteamérica.
En las prisiones estatales californianas, la
evolución fue la siguiente: 1975: 17.300 detenidos; 1985: 48.300; 1998: más de 160.000; si
se le suman los internos en centros de detención de las ciudades y condados californianos, se alcanzan las 200.000 personas detenidas sobre una población total de 33
millones de habitantes. Cuatro veces más
presos que en España, para una población
con siete millones de habitantes menos. Esto
se explica únicamente por el encierro de los
pequeños delincuentes, y muy particularmente de los toxicómanos.
Según esta perspectiva conservadora que
alienta la penalización de la miseria, el crimen y la pobreza no son fruto de las condiciones sociales y económicas, sino del comportamiento irresponsable, poco inteligente,
inmoral o vicioso de los propios pobres. Por
eso mismo, el trabajo social, lejos de perseguir reformas estructurales que están fuera
de su alcance y que probablemente sean irrelevantes como estrategia para reducir el crimen, debe empeñarse en corregir las conductas mal adaptadas. En lógica consecuencia,
las explicaciones estructurales de la pobreza
pierden credibilidad, y se las tacha de mero
«sociologismo». Si la pobreza está generada
por el comportamiento poco eficiente de los
propios pobres, claro está, que es ése comportamiento lo que hay que cambiar, y no la sociedad. Para los conservadores norteamericanos, igual que para sus epígonos europeos,
los empeños en explorar las raíces sociales
del delito, no son otra cosa que «excusas so-
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
ciológicas» que se esgrimen para debilitar la
llamada a la responsabilidad individual del
delincuente. Así lo formulaba el presidente
Bush (padre) cuando en una alocución a estudiantes argumentaba diciendo: «tenemos
que alzar la voz y corregir una tendencia insidiosa, consistente en atribuir el delito a la
sociedad más que al individuo [...] En lo que
me toca, creo, como la mayoría de los norteamericanos, que podremos empezar a construir una sociedad más segura si nos ponemos ante todo de acuerdo en cuanto a que la
sociedad en sí misma no es responsable del
crimen: los criminales son responsables del
crimen» (cit por Wacquant, 2000:61). Por lo
tanto, lo que corresponde es encerrar y encarcelar a cuantos más «delincuentes» mejor.
Los argumentos sociales y económicos los
intentan rebatir los conservadores, arguyendo que la comisión de un delito implica
siempre una decisión individual que es la
que permite atribuir la responsabilidad moral y penal a los individuos, mientras que,
por el contrario, los contextos, las estructuras, no son susceptibles de ser inculpadas,
ni, por supuesto, castigadas. Las asociaciones evidentes entre pobreza, aparición de
conflictos familiares serios, penetración del
consumo de drogas ilegales, residencia en
espacios segregados, importancia de los encuentros con la policía y los agentes de control social, etc, no parecen hacer mella entre
los partidarios de la responsabilidad individual del delito.
Entre otras ventajas adicionales de esta
política de tolerancia cero, que multiplica las
detenciones e ingresos en prisión, nos encontramos con que, de paso, esta inflexión represiva ha permitido hacer crecer la industria
penitenciaria hasta convertirla en uno de los
negocios más florecientes en estos momentos
en Norteamérica. Tras el nacimiento de las
cárceles privadas en 1983, la industria penitenciaria se había hecho en 1997 con el 7%
de toda la población encarcelada, disponiendo de 137.000 plazas repartidas en unos
ciento cuarenta establecimientos que gestio-
naban o eran propiedad de 17 empresas privadas. En última instancia nos encontramos
con que, tal y como afirma Wacquant, actualmente en Estados Unidos la desregulación
económica camina a la par que la sobrerregulación penal, con lo cual, al mismo tiempo
que se deja de invertir en acción social, se
han de multiplicar las inversiones en cárceles y centros de internamiento.
En España, el proceso de privatización de
la prisión está en sus comienzos, pero curiosamente las grandes empresas multinacionales de seguridad van haciendo su entrada
en el sector siguiendo un camino bastante
similar al recorrido en EE. UU, y posteriormente, en Inglaterra. Se comienza con la
privatización de algunos servicios de mantenimiento (comedor, limpieza de oficinas, lavandería, talleres, etc), se continúa subcontratando la gestión de algunos centros de
detención de menores con empresas privadas. Más recientemente se ha fallado el concurso 3 que ha puesto en marcha el control
remoto mediante pulseras telemáticas, para
lo cual se pedía a la empresa que ganara el
concurso que tuviera capacidad para implantarlo en 80 cárceles diferentes y que su
sistema hubiera sido implantado con éxito
en tres países, uno de los cuales debía ser
de la Unión Europea. Finalmente, ya comienza a hablarse de entregar ciertos servicios de vigilancia en las cárceles a empresas
privadas, sustituyendo a la guardia civil por
los guardias de seguridad privados. El paso
siguiente dentro de esta lógica será implan-
3
En el BOE de 4 de julio de 2001 se publicó la resolución de la DGIP por la que se anunciaba la apertura de un concurso público abierto para la adjudicación
de un «servicio de monitorización (vigilancia remota) de
internos ingresados en centros penitenciarios dependientes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias». En el BOE de 11 de julio de 2001 se abre el
concurso para adjudicar el «servicio de alimentación de
los internos del centro penitenciario de Valencia cumplimiento» sobre un presupuesto base de licitación de
700 pts por interno/día, etc.
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ESTUDIOS
tar en nuestro país la cárcel totalmente privada 4.
Según Wacquant (2000:96 y ss.), la lógica
profunda que subyace en este vuelco que va
de lo social a lo penal, se puede resumir en
tres componentes principales:
1. En primer lugar, el sistema penal colabora de manera directa en la regulación de los segmentos inferiores del
mercado de trabajo: hace bajar la tasa
de paro y además genera empleo en el
subsector de bienes y servicios carcelarios. Además, contribuye al crecimiento de los empleos más precarios y desprotegidos, al hacer crecer la mano de
obra integrada por ex detenidos que no
pueden sino aspirar a trabajos degradados y mal pagados.
2. Contribuye al mantenimiento del orden racial, sustituyendo al gueto como
instrumento de encierro y exclusión de
una población considerada peligrosa y
supérflua tanto en términos económicos como políticos, puesto que apenas
votan.
3. Por último, hay una íntima relación
entre prisión y asistencia social. Por un
lado, la visión panóptica y punitiva que
caracteriza a la cárcel tiende a impregnar los objetivos e instituciones encargadas de la asistencia social. Por otro
lado, «las cárceles, quiéranlo o no, de-
4
Resulta muy ilustrativa la visita a la página web de
Corrections Corporation of America, una de las grandes
empresas privadas del sector en Norteamérica
(http://www.correctionscorp.com/), por la calidad de la
misma y por los contenidos que se presentan en ella,
destinados a un público heterogéneo para el que se han
dispuesto hasta cinco secciones: visitantes, profesionales del sector, medios de comunicación, solicitantes de
empleo (a comienzos de septiembre se anunciaban 470
ofertas de trabajo) y posibles inversores. Para estos últimos, se ofrecen las memorias y la evolución bursátil de
la compañía, con resultados francamente espectaculares.
94
ben hacer frente, urgentemente y con
los medios disponibles, a las dificultades sociales y médicas que su ‘clientela’
no pudo resolver en otra parte: actualmente, en las metrópolis norteamericanas, la principal vivienda social y la
institución en que se brindan cuidados
y atención sanitaria accesibles a los
más indigentes es la prisión del condado». Considerándolo desde un punto de
vista cínico, todas estas circunstancias
vuelven «rentables» a los presos, tanto
en términos económicos como ideológicos, lo que lleva a Wacquant a hablar
de un «complejo comercial carcelarioasistencial», cuya «misión consiste en
vigilar y sojuzgar, y en caso de necesidad castigar y neutralizar, a las poblaciones insumisas al nuevo orden económico según una división sexuada del
trabajo, en que su componente carcelaria se ocupa principalmente de los
hombres, en tanto que la componente
asistencial ejerce su tutela sobre (sus)
mujeres e hijos»
b) Las cárceles europeas y
españolas
El caso de España presenta bastantes paralelismos, aunque desde luego cuenta con
elementos específicos que convierten en peculiar la evolución seguida por nuestro «archipiélago carcelario» en los últimos 25 años.
De entrada, conviene tener presente que en
este momento, somos el tercer país de la
Unión Europea con más personas encarceladas por habitante, siendo superados tan sólo
por Portugal e Inglaterra, país que se ha convertido en el impulsor europeo de las corrientes norteamericanas que abogan por el abandono del Estado providencia en aras del
Estado penitencia 5.
5
Esta es la fórmula con la que se refiere Wacquant
al reemplazo del Estado social y benefactor por un Estado punitivo y encarcelador.
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
EVOLUCIÓN MEDIA DE LA POBLACIÓN RECLUSA
Fuente: DGIP. Datos a 31-8-2001
En todo caso, aunque estamos a bastante
distancia de los 648 presos por cada 100.000
habitantes que existen en EE.UU., también
entre nosotros se está produciendo desde hace años una expansión de la cárcel. Este incremento de la población encarcelada, se alimenta cada vez en mayor medida con
trabajadores precarios y desempleados, extranjeros inmigrantes, y personas con adicción a drogas. Pensemos que a comienzos de
los años ochenta no llegaban a diecinueve
mil las personas presas en España (ver gráf.
sig.), y que una vez salvado el descenso provocado en 1983 con ocasión de la reforma de
la Ley de Enjuiciamiento Criminal (siendo
ministro Ledesma) 6, el número de presos no
6
Esta reforma consistía en limitar los períodos máximos de estancia en prisión preventiva, lo que se tradujo en un importante descenso del número de presos
preventivos.
cesó de crecer hasta rozar los cincuenta mil
en 1994, y en este momento, tras un leve descenso, fruto de las últimas reformas penales,
volvemos a estar en torno a las cuarenta y
ocho mil personas presas.
También a nivel europeo, los trabajos de
Pierre Tournier para el Consejo de Europa
permiten hablar de una importante inflación
y superpoblación carcelaria en la mayor parte de los países europeos, que en mayor o menor grado viven parecidas situaciones de hacinamiento en sus cárceles. El alargamiento
de las penas y el crecimiento del número de
inmigrantes que se encuentran en prisión,
están en el origen de este crecimiento de la
población reclusa, ante el cual sólo caben dos
alternativas: aumentar el número de plazas
en las cárceles, o bien desarrollar las alternativas a la prisión (Béthoux, 2000). De hecho, si consideramos la evolución seguida por
los países de la Unión Europea durante los
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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ESTUDIOS
años 90 (ver tabla sig.), es claro que salvo en
tres países (Luxemburgo, Noruega y Suecia)
en los que la tasa de encarcelamiento permanece estable, y otros tres en los que desciende ligeramente (Austria, Dinamarca y Francia, este último tan sólo desde los dos últimos
años), en los nueve países restantes la tasa
ha crecido entre 12 y 38 puntos desde 1992
hasta ahora.
Como ya hemos dicho, España es el tercer
país de la UE que más gente tiene entre re-
96
jas, en proporción a su población, y uno de los
cinco en los que la tendencia a encarcelar ha
experimentado un mayor crecimiento durante los años noventa. Sin que hasta el momento la tendencia parezca haber tocado techo
en nuestro país, como en cambio sí parece estar ocurriendo ya en Reino Unido y en Portugal. Este último país, a pesar de continuar
ostentando el liderazgo en porcentaje de población encarcelada, ha visto reducir su tasa
muy sensiblemente en los últimos tres años.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
Este crecimiento de la población encarcelada en Europa no se ha acompañado siempre de un incremento del número de plazas,
lo que se acaba traduciendo en un importante grado de hacinamiento (ver Tabla sig.). Si
nos atenemos exclusivamente a las cifras oficiales respecto del total de personas presas y
del número de plazas oficiales con que cuenta el sistema penitenciario, España es el
quinto país de la UE en cuanto al grado de
hacinamiento oficialmente reconocido. Esto
no quiere decir que el hacinamiento no sea
mayor en la realidad, puesto que, como es sa-
bido, al menos en nuestro país, el número de
plazas oficiales aumenta de facto por el expeditivo método de incluir una nueva cama en
una celda que ha sido construida para albergar a un solo individuo, lo que constituye un
incumplimiento flagrante de lo establecido
por la legislación penitenciaria, pero incluso
así, estamos en los puestos de cabeza en lo
que a hacinamiento se refiere. En este punto
los países mediterráneos (Grecia, Italia, Portugal y España, junto con el caso excepcional
de Bélgica) muestran una pauta claramente
regresiva.
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ESTUDIOS
Por otro lado, en lo que respecta al número total de plazas que se necesitarían, esto
es, considerando los datos anteriores en cifras absolutas, ocupamos la tercera posición,
con un déficit oficialmente reconocido de
–3.238 plazas, tras Italia (-10.863) y Alemania (-3.262). Y no sólo eso, sino que ocupamos
el primer puesto en el ránking del tamaño
medio de las cárceles, nuestras prisiones son
las más grandes de Europa: mientras que la
media de plazas por prisión en el conjunto de
la Unión Europea es de 275, el promedio de
presos por cárcel en España, alcanza la cifra
de 537 (ver anexo).
Llegados a este punto caben sólo dos posibilidades, o bien seguir construyendo macrocárceles en descampado y lejos de los núcleos de población, tal y como se ha venido
haciendo desde la puesta en marcha del
Plan de Amortización y Creación de Centros
Penitenciarios, o por el contrario, utilizar
menos la pena de prisión. Esto último puede
lograrse con un mayor desarrollo de las penas alternativas, paro lo cual podría ser
muy pedagógico, adoptar un numerus clausus que forzara a los jueces a ser más imaginativos a la hora de dictar sentencia. Esta
propuesta, aunque pueda sonar algo descabellada, no lo es tanto si pensamos en las terribles consecuencias, tanto sociales como en
términos de sufrimiento humano, que acarrea la actual superpoblación carcelaria. Por
lo demás, tampoco es novedosa; esta política
de intolerancia absoluta a la sobresaturación ya se practica en Holanda y Finlandia,
y, entre otras ventajas, fuerza a una mayor
colaboración entre los jueces y la administración penitenciaria (Observatoire Internationale des Prisons, 2000:13). En cuanto a
las ventajas presupuestarias de tal política
reduccionista son evidentes: encarcelar
cuesta caro (según nuestras estimaciones,
actualmente en España el coste por persona
y año ronda los 3,2 millones de pesetas) y a
la larga no es un buen negocio, salvo para
las compañías constructoras que edifican las
nuevas cárceles, pero que, en cualquier caso,
98
podrían construir centros sociales, escuelas,
hospitales...
2.2. ¿Quiénes están presos?
Es de sobra conocida la relación existente
entre pobreza y delincuencia. Utilizando datos franceses de mediados de los años 90, podemos afirmar que la probabilidad de llegar
a ser encarcelado en el país vecino es mucho
mayor si se trata de un varón (90% de los
presos), joven (80% menos de 40 años) y que
apenas cuenta con un nivel estudios primarios (60%), todo lo cual, en la mayoría de los
casos, significa estar desempleado, lo que les
lleva a la comisión de pequeños delitos contra la propiedad, que en gran parte están
vinculados al consumo de drogas ilegales.
Hay que tener en cuenta que, en la práctica,
«la cárcel no tiene por función principal detener a los criminales, sino más bien gestionar los delincuentes: sanciona esencialmente las infracciones contra la propiedad (40%
de los detenidos condenados), y las infracciones de la legislación sobre estupefacientes
(20% de los penados), mientras que las ofensas a las personas (asesinatos, disparos o heridas voluntarias) no afectan sino al 15% de
los condenados. Administra sobre todo penas cortas: el 40% de los condenados debe
purgar una pena inferior a un año» (Rostaing, 1996:355). En general, se puede constatar en todos los países occidentales la relación existente entre desempleo y delito. Pero
además, resulta que, a igualdad de comportamiento delictivo, el peculiar funcionamiento del sistema (policía, jueces, funcionarios de prisiones) hace que una misma
conducta se traduzca en la práctica en una
sobrecondena mayor para aquellos individuos que se encuentran marginados del
mercado laboral convencional. Esto afecta
particularmente a ciertas categorías de población como por ejemplo: la población joven
sin oficio ni beneficio, los inmigrantes pobres, y ciertas minorías étnicas.
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35
PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
POBLACIÓN RECLUSA EN LAS CÁRCELES ESPAÑOLAS
POR GRUPOS DE EDAD Y SEXO
Fuente: DGIP. Datos actualizados a 30-06-2001
Si nos atenemos a los datos que se presentan en el gráfico anterior, hemos de reconocer que en una abrumadora proporción, el
sistema penal encarcela a los jóvenes: casi
la mitad de las personas que se encuentran
encarceladas en España (el 47%) tienen
treinta años o menos. Sin embargo, tal y como sabemos a través de los resultados que
arrojan las encuestas de autoinculpación y
victimización, es sabido que, en comparación
con los adultos, los jóvenes: a) cometen delitos menos serios; b) hieren menos gravemente; c) actúan más en grupo; d) sus delitos están menos planeados; e) conjugan más la
emoción; f) dejan menos beneficio económico,
y g) eligen sobre todo víctimas de su edad
(Torrente, 2001:121).
No obstante, tal y como vemos por los
datos anteriores, el sistema acaba castigando con la cárcel, fundamentalmente a
los más jóvenes. Entre otras cosas, esto está originado por la estrecha correlación
existente entre cárcel y drogadicción, que
se muestra especialmente importante en el
caso de los más jóvenes. Baste con el dato
ofrecido por Instituciones Penitenciarias
en informes recientes según el cual, algo
más del 50% de las personas que ingresan
en prisión admite ser drogodependiente: el
60% a la heroína y la cocaína, un 25% sólo
a la heroína y un 6% únicamente a la coca
(La Verdad, 15-05-2000). En nuestro estudio (Ríos y Cabrera, 1998: 85 y ss.) encontramos que el 56% de los presos encuestados eran drogodependientes, existiendo
además una relación estrechísima entre
droga y reincidencia.
En segundo lugar, cada vez se encarcela
más a los extranjeros e inmigrantes pobres. En toda Europa, los extranjeros y las
personas de color se encuentran sobrerrepresentadas entre la población encarcelada. En
el conjunto de la Unión Europea, los extranjeros suponen el 22,45% de toda la población
encarcelada. En Inglaterra, los negros procedentes de las colonias caribeñas van siete veces más a prisión que los blancos. En Alemania ocurre algo parecido con los gitanos
rumanos (20 veces más), los marroquíes (8
veces) y los turcos (3-4 veces). Ante una misma infracción, se recurre más a la condena
de cárcel cuando se trata de extranjeros, y
además el ingreso en prisión se hace efectivo
en mayor medida.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
99
ESTUDIOS
Dejando a un lado el caso atípico de Luxemburgo por la peculiar configuración demográfica y espacial de este pequeñísimo
país, es evidente el importante peso que representan los extranjeros dentro de los países de la UE, donde en promedio, vienen a
representar un 22% de la población encarcelada, siendo así que su peso entre la población se puede estimar en torno a un 2,6%
(ver Lora-Tamayo, 2001) . España, ocupa de
100
momento una posición intermedia, aunque
la tendencia al alza está creciendo muy rápidamente.
Muchos ingresan en prisión simplemente
por infringir las leyes de permanencia en el
país. Hay una especie de decisión deliberada que busca reprimir la inmigración ilegal
mediante la cárcel, o en todo caso, mediante
la reclusión forzada. En todos los países de
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
la Unión Europea se multiplican, las «zonas
de espera», los lugares de internamiento y
de retención, que tal y como se recoge en los
informes de Amnistía Internacional, al no
ser cárceles, no cuentan ni siquiera con el
marco jurídico regulador que proporciona la
Ley Orgánica General Penitenciaria. Los informes de Amnistía Internacional han denunciado los «frecuentes informes de brutalidad policial y el aumento de denuncias de
malos tratos a inmigrantes» en nuestro país.
En Francia funcionan alrededor de treinta
centros, que «son otras tantas prisiones que
no se atreven a pronunciar su nombre»
(Wacquant, 2000:112), en España, los letrados Ignacio Alarcón Mohedano y Luis Vidal
de Martín Sanz realizaron un trabajo que
fue premiado por el Colegio de Abogados de
Madrid y publicado como separata de la revista Otrosí en febrero de 1999, en el que se
ponían de relieve los fallos y excesos que se
producían en los Centros de Internamiento
de Extranjeros (CIE), de manera que el nivel de garantía de derechos en que se encontraban los allí internados era incluso
inferior al establecido por el régimen penitenciario en cuanto a «instalaciones, servicio médico y de asistencia social, visitas y
comunicaciones, asistencia letrada, régimen disciplinario y derecho de alegaciones,
discrecionalidad, y ausencia de control jurisdiccional» (pág 38) Todo ello permite hablar de una verdadera «criminalización de
los inmigrantes» mediante la cual, el extranjero se convierte en el enemigo incómodo, que resume, simboliza y se convierte en
blanco de todos los miedos y ansiedades de
la sociedad.
En el caso español, estas nuevas poblaciones que contribuyen a «colorear» la población
carcelaria vienen a añadirse a la que tradicionalmente ha sido nuestra minoría étnica
marginada por excelencia: el pueblo gitano.
Aunque no existen cifras que permitan dar
porcentajes sobre su presencia dentro de las
cárceles, por tratarse de datos inexistentes
desde el punto de vista oficial, es amplia-
mente conocido por todos cuantos frecuentan
el universo penitenciario su presencia masiva en las cárceles españolas. Lo que confirma
la tendencia general que habla de un proceso
de selección penal que tiende a castigar con
la cárcel de forma desproporcionada a los
miembros de ciertos grupos étnicos minoritarios.
A pesar de que en los datos oficiales no se
recoge el grupo étnico de pertenencia de las
personas presas en España, algunos estudios nos permiten ofrecer algunos datos empíricos. Así por ejemplo, en el informe Barañí sobre «criminalización y reclusión de
mujeres gitanas», se estima que «la representación de este colectivo tras los muros de
la cárcel llega a ser 20 veces mayor a su representación entre la población general», de
manera que aproximadamente la cuarta
parte de las reclusas en España son gitanas.
En general, la pauta de conducta que subyace a su ingreso en prisión habla de una fuerte marginalidad social que se expresa en
una importante interrelación entre la drogadicción (la mitad de las mujeres gitanas entrevistadas son o han sido consumidoras de
drogas y el 60% están presas por delitos contra la salud pública), y los delitos contra la
propiedad (hasta un 40% de la muestra), lo
que se traduce en una importante reincidencia que hace de la estancia en prisión algo
habitual en sus vidas: el 61% de las mujeres
encuestadas en el proyecto Barañí eran
reincidentes.
En cuanto a los varones, un estudio realizado por el Secretariado General Gitano a
mediados de los años 90, estimaba en un
10% su presencia en las cárceles madrileñas,
siendo así que «el numero de españoles y españolas gitanos/as puede estar entre 500.000
y 650.000 personas, según datos recientes
del Secretariado General Gitano, lo que representa el 1,4% del total de la población española» (cit. en Barañí), esto significa que se
les encarcela en una proporción que es más
de 7 veces la que les correspondería según su
peso demográfico.
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35
101
ESTUDIOS
2.2.1. Origen social y familiar
Pueden multiplicarse los datos procedentes de diferentes países que muestran cómo
las personas que llegan a ser identificadas
por las agencias de control como autores de
algún delito, y acaban etiquetadas por tanto
como «delincuentes», tienden a ser personas
que previamente se encuentran ya viviendo
en situación de exclusión, entendida ésta no
sólo en términos económicos o de desempleo,
sino también culturales, educativos y relacionales. Así por ejemplo, Smith y Stewart
(1997) con datos del Reino Unido procedentes de quienes se encuentran en libertad vigilada (probation service), ponen de relieve
que por lo común se trata de personas cuya
fuente de ingresos es especialmente irregular y atípica (trabajos esporádicos, desempleo, garantías sociales, etc). Con lo cual, su
nivel de ingresos es muy bajo, lo que permite
hablar estrictamente de pobreza (económica)
en una altísima proporción. Además el empobrecimiento ha ido en aumento desde los
años 60 para acá, entre otras causas, como
consecuencia del aumento de la tasa de desempleo (el 64% de los usuarios del probation
service en 1993 estaban en paro). Lo mismo
cabe decir de la desproporcionada presencia
de fracaso escolar. El nivel de estudios alcanzado es muy bajo: el 80% dejaron el sistema
educativo sin conseguir obtener ningún título, y el 16% dejó la escuela antes de la edad
mínima legalmente establecida. En el caso
de Francia, Anne-Marie Marchetti, profesora
de sociología en la universidad de Amiens,
autora entre otros libros de la obra titulada
Pauvreté en prison, durante el transcurso de
una encuesta realizada por el Senado afirmó
con rotundidad que «la prisión es la pena del
pobre. La mayor parte de la población encarcelada es de origen socialmente desfavorecido»... «En Francia, la prisión está prevista
sobre todo para la delincuencia del pobre», y
terminó su testimonio diciendo: «cada vez
que realizo una encuesta en una prisión de
Francia, personalmente, siento vergüenza de
ser francesa».
102
Con frecuencia son personas que han vivido situaciones familiares problemáticas: conflictos de pareja, malos tratos, abandonos; lo
que en una buena parte de los casos ha supuesto haber tenido que pasar a depender de
los servicios sociales: el 26% de los usuarios
del servicio británico de probation han tenido la experiencia de vivir en algún momento
de su infancia bajo la tutela de los servicios
sociales (local authority care), frente a solamente un 2% entre la población general. A
menudo, todo esto suele haber estado ligado
a problemas de alojamiento y vivienda. Por
último, también es desproporcionadamente
alto entre ellos el porcentaje de discapacidades, enfermedades o adicciones, con todos los
efectos exclusógenos que conllevan.
En nuestro país, es difícil encontrar estudios que analicen el origen social de las personas presas y dispongan de datos empíricos
fiables sobre el mismo. El estudio de C. Manzanos (1991), aunque es de hace unos años y
se centra en las personas internas en cárceles del País Vasco y sus familias, tiene la
ventaja de proporcionar una visión global e
integrada de la sociodemografía carcelaria
en conexión con una sociología de la marginación. Según los datos obtenidos en una encuesta que llevó a cabo entre 435 familias de
personas que estaban o habían estado presas
entre 1982 y 1989, el 46,7% de las personas
presas referenciadas en la muestra no habían llegado a superar los estudios primarios, y sólo el 1.8% llegaron a la Universidad.
El 61% carecía de experiencia laboral alguna. Y más de la mitad de los presos (51,2%)
unía a esta falta de experiencia laboral, una
desescolarización temprana que les impidió
completar los estudios primarios. Es decir,
las personas presas se reclutan masivamente entre la población joven desempleada y sin
estudios.
Otro dato adicional que da idea de las dificultades de integración social padecidas por
las personas encarceladas es el que se refiere
a la institucionalización infantil. Si bien únicamente el 0,4% de los menores de 14 años se
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
encuentran en instituciones de acogida, en
cambio, hasta un 25,4% de los presos de la
muestra habían vivido durante su infancia la
experiencia de haber sido institucionalizados.
En cuanto a la condición socioeconómica
de las familias afectadas por la cárcel en la
Comunidad Autónoma Vasca, Manzanos encontró que:
— El 63% eran familias emigrantes -de
fuera de la CAV-, cuando para el total
de la población residente en el País
Vasco, sólo el 15,6% es emigrante. Ello
quiere decir que se encuentran sobrerrepresentados hasta cuatro veces su
peso real.
— Se trataba de familias de gran tamaño:
el 64% eran familias de seis miembros
o más.
— Con muy bajo nivel educativo: el 60%
de las personas principales de la familia carecían de estudios.
Por lo que se refiere al nivel de ingresos
del hogar, Manzanos encontró que un 49,5%
vivían en situación de pobreza (el 29,5% de
sus hogares contaban con unos ingresos
mensuales comprendidos entre 40 y 79.000
pts) o miseria (menos de 40.000 pts). Aunque
cuando se utilizaban las líneas de pobreza
que se habían empleado en los estudios generales sobre pobreza económica realizados en
el País Vasco más o menos por aquellas fechas por el Dpto. de Trabajo del Gobierno
Vasco, entonces la práctica totalidad de las
familias afectadas por la pena de prisión (el
98,6%) caían por debajo del umbral de pobreza, entendida ésta como «los ingresos mínimos necesarios para llegar a fin de mes». De
ellas, el 64% estaban en situación de estricta
miseria económica, cuando esta situación
afectaba únicamente al 5% de los hogares de
la CAV.
Según estos datos (ver tabla ant.), los hogares de las familias de los presos representaban el 36,4% de todos los hogares del País
Vasco en situación de miseria económica, y el
3,5% de los hogares en situación de pobreza
económica. Mientras que la proporción de
hogares no pobres (es decir, los que se sitúan
por encima del umbral o línea de pobreza)
entre las familias de presos es prácticamente
irrelevante, ya que suponen únicamente el
0,06% del total de hogares no pobres del País
Vasco. La cárcel se nutre esencialmente de
los miembros de las familias más pobres. La
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35
103
ESTUDIOS
penalización de la miseria adquiere así todo
su significado. Más aún si tenemos en cuenta
que una de cada cuatro de estas familias de
presos (25%) tenía más de un familiar preso
o arrastrando problemas penales.
Naturalmente esto no significa afirmar
que la criminalidad sea un patrimonio de las
clases desfavorecidas, sino reconocer el filtro
que las instituciones de control, persecución
y sanción carcelaria del delito ejercen. Hasta
el punto de que, sencillamente, para la policía y los jueces, pasan desapercibidas (no se
«ven»), otras formas de delincuencia que son
más frecuentes entre las clases sociales más
altas (los llamados delitos de cuello blanco), o
bien no las persiguen con el mismo ardor, o,
finalmente, no las llegan a castigar con penas de prisión. El resultado de todo ello es
que la cárcel acaba siendo un destino que
abre sus puertas casi en exclusiva para atrapar a los miembros de los hogares pobres y
excluidos.
a) Laboral
La condición de excluidos de gran parte de
los presos se refleja fielmente en su posición
subordinada dentro del mercado laboral. Los
datos que arrojaba la encuesta Mil voces presas del 98, reflejaban que, al menos un 14%
de los presos carecían por completo de cualquier experiencia laboral previa, circunstancia que afectaba al menos al 30% de los presos menores de treinta años. Por lo demás
aquellos que sí habían desempeñado algún
trabajo antes de entrar en prisión, lo habían
hecho mayoritariamente en empleos manuales y poco cualificados (55%). Traducidos estos antecedentes laborales a una estratificación en clases ocupacionales, tenemos que
las 4/5 partes de los presos proceden de la
clase trabajadora manual con baja o nula
cualificación. Esto significa, que si comparamos la estructura de clases de procedencia
de las personas presas, con la estructura de
clases española, se puede decir que en nuestro país la posibilidad de ir a la cárcel es 10
veces mayor entre la clase trabajadora que
entre la clase media 7.
Abundando en la baja cualificación laboral de las personas presas, tenemos que entre las mujeres gitanas encuestadas dentro
del proyecto Barañí, únicamente el 13% se
podía considerar que tenían un oficio reglado dentro de los estándares generales de la
sociedad actual, el resto se dedicaba a la venta ambulante (38%), o a tareas tradicionales
de muy baja condición, como cestería, feriantes, etc. (10%), se declaraban amas de casa
(21%) o bien dijeron no tener oficio alguno
(14%).
7
104
Ver el Cap 2.3 del V Informe Foessa pp. 231-271.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
No obstante, podría pensarse que, dada
esta situación de partida, el tiempo que pasan en la cárcel podría estar siendo aprovechado para adquirir una experiencia laboral
de la que muchos han carecido hasta ese instante. De hecho, el Gobierno aprobó el pasado 6 de julio un Real Decreto que reconoce a
los reclusos que trabajen, el derecho a la protección de la Seguridad Social, lo que les permitirá gozar de sus prestaciones en caso de
maternidad, de accidentes de trabajo o de jubilación, así como acceder a los subsidios de
paro a su salida de la cárcel. Hasta el momento esto no ha sido así y hay serias dudas
de que pueda convertirse en algo general. En
prisión, los salarios suelen ser muy bajos, entre 26.000 y 50.000 ptas, en el caso de los talleres que gestiona la propia cárcel, y de
unas 70.000 ptas cuando se trata de talleres
que trabajan para empresas de fuera 8. Por
todo ello, el trabajo remunerado dentro de la
cárcel, dado el escaso número de plazas disponibles y la situación de indigencia que padecen muchos presos, puede ser utilizado como un medio para recompensar la docilidad
frente a la dirección; y esto cuando no se usa
como un puro elemento de chantaje, para
conseguir la sumisión de los presos. Así quedaba reflejado de forma pavorosamente cándida en la información de prensa que publicó
el diario Ideal (19-08-2001) el mismo día en
que se hizo eco de la noticia anterior. Tras
las declaraciones de la subdirectora de la prisión madrileña de Soto del Real, que explicaba que en su centro había colas para acceder
a una plaza, por lo que se habían visto obligados a «motivar a los reclusos para que realicen actividades de carácter no laboral ante
la imposibilidad de colocar a todos», se continuaba diciendo que: «para convertirse en uno
de los afortunados asalariados, los internos
deben primero promocionarse y demostrar
su voluntad de colaborar con las labores del
8
En estos casos se trata de empresas que, además
de pagar sueldos por debajo del salario mínimo, se encuentran con las instalaciones y la electricidad gratis.
centro. Así, sólo quienes comienzan desde
abajo, con tareas de limpieza en los módulos,
sirviendo la comida a sus compañeros o en
labores de mantenimiento, consiguen que la
dirección de la cárcel se fije en su comportamiento y les asigne una plaza en talleres» 9.
De hecho, con el Real Decreto de julio se
incorporaron al régimen general de la Seguridad Social 8.200 presos, que sobre un total
de 46.883 a finales de junio, representan escasamente un 17,5%. Esencialmente se trata
de actividades de manipulado, muy básicas y
elementales que no cualifican laboralmente.
Es muy difícil, por no decir imposible acceder
a las nuevas herramientas y tecnologías. Según los datos de nuestra encuesta (Ríos y Cabrera 1998), el 81% de las personas presas
dicen no tener posibilidad de realizar actividades. El tiempo de la cárcel es un tiempo
clausurado e inútil presidido por el aburrimiento y la inactividad. Solamente una minoría puede acceder a actividades de formación profesional y laboral.
b) Económico
Claro que, aun siendo malas y faltas de
transparencia las condiciones de trabajo en
prisión, esto no quita para que sea peor aún
la inactividad forzada a la que se ven condenados la mayor parte de los detenidos. En
Francia, A.M. Marchetti habla de que un
9
Por el contrario, unos meses antes, el periódico
electrónico La corriente alterna (29-01-2001) publicaba
lo siguiente:“Las irregularidades en el trabajo de los penados son «el pan de cada día», asegura rotundamente
Sor Carmen, coordinadora de la asociación de ayuda a
los presos Marillac. Sólo el 20 por ciento de las 44.000
personas que componen la población reclusa realiza
una actividad laboral, tanto remunerada como formativa. Y la falta de transparencia sobre la gestión de los
puestos de trabajo, salarios y compensaciones a las empresas privadas que colaboran con los centros penitenciarios es la norma”, y continuaba más adelante quejándose de los bajos salarios, la imposibilidad de
reclamar o denunciar abusos por parte del empleador,
etc.
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ESTUDIOS
60% de la población carcelaria está desocupada por completo, lo que teniendo en cuenta
que no pueden acceder al RMI (Ingreso mínimo de inserción) hace que se multipliquen
las situaciones de indigencia y pobreza extrema dentro de las cárceles, con la consiguiente secuela de violencia y delincuencia intracarcelaria que esto genera. Más aún, si
tenemos en cuenta que el régimen arcaico y
obsoleto del economato hace que todo pueda
y deba ser comprado, desde productos alimenticios, hasta tabaco, y a unos precios que
muchas veces están fijados de forma artificial, cuando no claramente abusiva. En la
cárcel todo cuesta dinero, por ejemplo, en un
informe elaborado por el Senado francés el
pasado año con el expresivo título de «Prisons: une humiliation pour la République»,
se denunciaba que el alquiler de una televisión en la cárcel de La Santé costaba 65 francos por semana, esto es, 270 francos al mes
(más de cinco mil pesetas), siendo así que la
empresa proveedora cobraba únicamente 70
francos por mes. En nuestro país, la Audiencia Provincial de Madrid condenó en marzo
del año 2000 al gerente, al tesorero y a un directivo de Trabajos Penitenciarios por urdir
«un plan para enriquecerse con las transacciones comerciales que efectuó este organismo en los primeros años de la década de los
90» (El País, 29-03-2000) mediante la constitución de empresas ficticias para canalizar
las compras y las ventas que se realizaron
durante aquellos años.
La cárcel no sólo atrapa sobre todo a los
más pobres, sino que además les supone un
empobrecimiento económico adicional, al hacerles perder ingresos y obligarles a incurrir
en gastos adicionales. En el estudio de Manzanos (1991), que ya hemos citado anteriormente, se analizaban los gastos que suponía
para las familias tener a alguien en prisión.
A comienzos de los años noventa, siendo los
ingresos medios mensuales de las familias de
los presos en la CAV, de unas 50-55.000 pts.,
el gasto ordinario que les suponía por término medio tener que atender al familiar preso
106
venía a ser de unas 12.000 pts mensuales. Es
decir, que la rémora económica que implicaba tener un familiar en prisión se llevaba alrededor del 22% de los ingresos de estas familias, que siendo por lo general familias por
debajo del umbral de pobreza, se veían así
doblemente empobrecidas. A esto habría que
añadir los gastos extraordinarios que representaban los viajes para realizar las visitas a
presos en cárceles situadas fuera de la Comunidad Autónoma, circunstancia que venía
a afectar a la tercera parte de las familias de
presos durante un período de tiempo medio
de unos nueve meses. Estos gastos extraordinarios para viajes y desplazamientos venían
a ser de unas 28.000 pts al mes, lo que significaba una verdadera ruina para unas economías domésticas ya muy precarias. Y sólo
hay que pensar que, de acuerdo con los datos
obtenidos en la encuesta a presos que realizamos hace un par de años (Ríos y Cabrera,
1998), alrededor del 50 % de las personas en
prisión encuestadas declaraban estar en cárceles situadas en otra provincia diferente a
la de su domicilio familiar.
c) Educativo
Desde el punto de vista educativo, la exclusión originaria se refleja en el bajísimo nivel de estudios completados por las personas
presas. Según datos de Instituciones Penitenciarias, aproximadamente el 10% de las
personas presas son analfabetos totales, y el
19% analfabetos funcionales, siendo así que
entre la población española con edades comprendidas entre 16 y 65 años el analfabetismo ha sido prácticamente erradicado. En el
informe Mil voces presas (1998), incluso tratándose de una muestra sesgada al alza desde el punto de vista educativo, ya que había
que cumplimentar un cuestionario por escrito - lo que dejaba fuera a quienes no supieran
escribir salvo que algún compañero les ayudara a responder-, nos encontramos con que
más de la mitad (51%) apenas si contaban
con estudios primarios o de FP de primer
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
grado (14%), y un 8% carecía por completo de
estudios.
Entre las mujeres gitanas de la encuesta
Barañí, la situación es especialmente dramática: el 32% no sabían leer ni escribir, el
28% sabían leer aunque no escribir, y el 25%
tenían incompletos los estudios primarios; lo
que hace un total de un 85% sin ningún certificado escolar mínimo.
Sobre esta base de partida, el tiempo de
estancia en la cárcel no supone ninguna mejora sustantiva. Bien es verdad que resulta
difícil valorar lo que representa la oferta formativa disponible en las prisiones españolas
como vía para elevar el déficit educativo del
que parten las personas presas al ingresar,
ya que no resulta fácil disponer de datos oficiales, puesto que los que se publican son
muy escasos e incompletos. Sin embargo, todo sugiere un tremendo fracaso de los programas educativos que se imparten al interior de las cárceles. Por ejemplo, las cifras
que proporciona la Dirección General de Instituciones Penitenciarias en su última memoria recogen la cifra del número total de
alumnos que o bien asisten a clase o simplemente están matriculados, pero no se ofrece
ninguna información sobre el porcentaje de
ellos que logra terminar sus estudios. En todo caso, las cifras de matriculados tampoco
representan gran cosa. En general, se trata
de personas matriculadas en los niveles de
enseñanza más básica: aproximadamente
la mitad de todos los 14.324 presos «estudiantes» a lo largo del curso 98/99, cursaban estudios por debajo del nivel de certificado escolar (alfabetización, neolectores,
etc); únicamente 526 presos cursaban el bachillerato o el COU; y en estudios universitarios se hallaban matriculadas 694 personas,
de las cuales más de 300 estudiaban en la
Universidad del País Vasco, correspondiendo
por tanto casi en su totalidad a presos de
ETA, que claramente disponen de un perfil
muy diferente al del resto de los presos comunes. Por lo tanto, el preso estudiante, que
aprovecha el tiempo en prisión para estudiar
una carrera, es sencillamente un mito que
apenas si recoge la situación de menos del
1% de los presos españoles. En cuanto a los
datos relativos a la Formación Profesional que podría pensarse que se trata de un tipo
de estudios más accesibles e interesantes de
cara a la reinserción social, dado el penoso
recorrido escolar seguido por las personas
presas-, nos encontramos con una realidad
aún más dramática: tan sólo 169 personas se
encontraban matriculadas en algún módulo
de Formación Profesional en las cárceles españoles, sobre un promedio anual de casi
40.000 personas encarceladas 10.
d) Salud
Instituciones penitenciarias admite que
un 19% de los presos son portadores del virus
del sida. Porcentaje que probablemente es
mayor, ya que un 10% del total de internos
no se ha podido realizar las pruebas.
En general, las condiciones higiénicas de
las cárceles no siempre son las adecuadas.
Además de las quejas contínuas de los propios presos, tenemos el testimonio de los propios funcionarios que, de tarde en tarde, para dar más fuerza a sus reclamaciones en los
momentos de conflicto, acompañan sus quejas laborales con las denuncias sobre las deficientes condiciones sanitarias de las prisiones. Así por ejemplo, a finales de febrero de
La cifra total de personas que estuvieron ingresadas en algún momento del año no está publicada, pero
incluso así, si referimos las cifras de matriculación al
promedio anual, nos encontramos con que apenas un
tercio se matriculó de alguna cosa. A pesar de todo, el
dato más interesante sería el que nos indicara el fracaso
escolar, es decir, el porcentaje de presos que no consiguen superar el curso, pero ésta es una cifra que tampoco se hace pública. Del mismo modo, en la memoria
citada, se ofrece la cifra de alumnos que inician los cursos de preparación para la inserción laboral en el año
1999 (en total, 12.502, repartidos en 724 cursos), pero
no se ofrece el dato de cuántos de ellos consiguieron
terminarlos.
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ESTUDIOS
este mismo año, el personal de la cárcel de
Villabona (El Comercio 27-2-2001), para forzar a una mesa de diálogo con la dirección
del centro, denunciaba la existencia de una
plaga de ratas y mosquitos que atribuían a la
insalubridad de la cárcel, y se extendía en
argumentos alarmistas acerca de los peligros
que esto entrañaba al tratarse de un lugar
en el que abundaban las enfermedades contagiosas «como el sida o la tuberculosis».
Por lo que se refiere a la salud mental, nos
encontramos con que, por ejemplo, el Defensor del Pueblo Andaluz ha denunciado la
existencia de unos 400 enfermos mentales en
las cárceles andaluzas –lo que representa alrededor de un 4% del total de la población
encarcelada–, que prácticamente carecen de
atención especializada: mientras en Jaén y
Almería, 80 enfermos recibían la visita de un
psiquiatra cada quince días, en Almería, 50
enfermos recibían una visita al mes, y los
otros 240 enfermos mentales, repartidos por
las demás cárceles andaluzas, sencillamente
no contaban con ningún psiquiatra.
Particularmente doloroso es el caso de los
disminuidos psíquicos, que en una gran mayoría ni siquiera han sido detectados como
tales, debido a la situación de marginación y
pobreza que normalmente acompaña sus vidas, lo que les ha impedido contar con una
defensa legal apropiada que hubiera permitido su diagnóstico y una exploración reposada. De hecho, en el informe elaborado por el
Defensor del Pueblo Andaluz (2000:65), de
un total de 82 disminuidos psíquicos, sólo 17
(el 21%) habían sido evaluados como tales.
3. LA VIDA EN LA CÁRCEL Y SUS
CONSECUENCIAS
Vivir en prisión no implica únicamente la
falta de libertad, también conlleva la pérdida
de relaciones y contactos sociales, la abstinencia total, o casi, de relaciones heterosexuales, la falta de seguridad personal, la imposibilidad de acceder a muchos servicios y
108
recursos de todo tipo (culturales, educativos,
de ocio y tiempo libre), la exposición a riesgos
importantes para la salud física y mental,
etc. Ahora bien, «tal como señala la Constitución, al preso no se le debe privar de aquellos
otros derechos que no vengan ya limitados
en la propia condena, el sentido de la pena y
la ley penitenciaria. Por tanto, el derecho a
la vida, a la integridad física, y a la dignidad
supone un derecho que en modo alguno debe
ser mermado por su estancia en un establecimiento penitenciario» (Casas, 1991:258-259).
Sin embargo, en la práctica, las personas
presas han de cumplir su condena en tales
condiciones, que el ejercicio efectivo de estos
otros derechos se ve considerablemente mermado.
Para empezar, la persona que ingresa en
prisión es sometida a una serie de rituales de
desposesión que tienden a poner de relieve la
suspensión de su identidad por un tiempo indefinido. A este abandono de la identidad anterior colabora muy eficazmente la insegura
perspectiva que se abre ante ella. Cuando se
entra en la cárcel no puede saberse cuándo
llegará el momento de salir de ella; en muchos casos aún se está pendiente de juicio por ejemplo, en estos momentos, el 27% de
las personas encarceladas en España, lo están como preventivos-, e incluso después de
haber sido juzgado y condenado, la pena
efectiva puede depender de imponderables
que escapan por completo al preso; circunstancias como la eventualidad de una sanción,
la refundición o no de penas, etc, pueden
alargar hasta el infinito el período de encarcelamiento. En la práctica carcelaria real, el
tratamiento disciplinario de las personas
presas termina por «convertir una condena
determinada, establecida por el poder judicial, en condena indeterminada» cuyo final
previsible es imposible conocer de antemano
de forma precisa (Manzanos, 1991:70).
En prisión la exclusión y separación física
continúa hasta traducirse en un verdadero
despojo de sí mismo que se consuma día a
día. El detenido no puede preservar su inti-
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
midad, ya que continuamente es observado,
mirado, vigilado (expuesto a una permanente «contaminación física» en expresión de
Goffman), y obligado a compartir espacios
con otros, en un régimen de promiscuidad
permanente, en el trabajo, el patio, la celda
(«contaminación moral»), de manera que todo es conocido por todos. No hay un lugar al
que poder retirarse solo para cambiar la
«máscara» y gestionar la propia identidad.
Las consecuencias terribles de la vida carcelaria han sido expuestas en muchas ocasiones (Valverde, 1993), fijémonos ahora brevemente en algunos aspectos que tienden a
traducirse en un agravamiento de la exclusión inicial.
3.1. Consecuencias para la salud
Es conocida la alta incidencia de enfermedades contagiosas entre la población encarcelada (hepatitis, tuberculosis, VIH), y en
nada puede beneficiar el hacinamiento, la
masificación y las deficientes condiciones higiénicas, alimentarias y sanitarias de las
cárceles para lograr contener su propagación. En la cárcel, hay muchos enfermos y
existe una alta probabilidad de enfermar. En
ese sentido conviene recordar que en nuestra
sociedad «el sistema sanitario es el entramado institucional responsable de satisfacer las
necesidades sociales básicas relacionadas
con la salud en todos sus aspectos. Por ello,
las personas enfermas física o psíquicamente
a las que se les imputa la responsabilidad de
haber cometido un hecho delictivo no son
una excepción a la regla. Tienen un problema de salud y por tanto han de ser atendidas
por las instituciones sanitarias correspondientes, ya que en el origen de su comportamiento existen problemas de enfermedad,
problemas que motivan, en ocasiones, la propia comisión de delitos» (Casas, 1991: 267),
como es el caso de muchas adicciones o de
determinadas patologías mentales. Sin embargo, actualmente la atención sanitaria
que se presta a los presos se encuentra se-
gregada del régimen general y depende directamente del Ministerio de Interior. Por
eso mismo se multiplican las demandas del
personal sanitario, –375 médicos, 384 diplomados en enfermería y 331 auxiliares–, que
trabaja en las cárceles dependientes del Ministerio de Interior (todas salvo las catalanas) pidiendo ser incorporados al Sistema
Nacional de Salud.
La falta de medios e instalaciones de que
dispone esta especie de sanidad paralela a la
del resto de los ciudadanos se traduce en un
empeoramiento de la atención sanitaria que
reciben los reclusos. En un reciente informe
de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria se admiten las deficiencias «de este
servicio asistencial, tanto en eficiencia como
en equidad» a pesar de los 13.000 millones de
coste anual que le supone a Interior de los que
prácticamente la mitad corresponden a gastos
de personal (Diario médico, 29-6-2001 11).
Claro que las demandas de los médicos de
prisiones en las que se ponen de relieve las
deficientes condiciones sanitarias de la población encarcelada no están motivadas sólo
por la preocupación que les suscita la salud
de los presos, sino que sus quejas también
expresan su aislamiento respecto del resto
de profesionales del Sistema Nacional de Salud, «lo que crea dificultades de coordinación
con otros servicios asistenciales, así como
una limitación de la carrera profesional». En
cierta forma, la cárcel no sólo excluye a los
que apresa, sino también a quienes trabajan
en ella.
En definitiva, acogiendo a una población
en gran medida enferma, las cárceles son a
su vez «generadoras de enfermedades tanto
físicas como psíquicas que no debieran recaer
sobre una población ya castigada a la privación de libertad y doblemente castigada a soportar las condiciones en que se encuentran
los centros penitenciarios» (Casas, 1991:269).
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http://www.diariomedico.com/sanidad/informepenitenciaria290601.pdf.
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3.2. Consecuencias para la relación
social
Estar en prisión supone antes que nada
estar excluido de la comunicación. Los intercambios con el exterior, con la familia, los
amigos, la pareja, se vuelven difíciles y escasos, cuando no imposibles, debido a la distancia, al coste económico que acarrean, a la
frustración que les acompaña, etc. La comunicación con el exterior, si bien se acepta en
la legislación penitenciaria como algo necesario y conveniente de cara a la posterior
vuelta a la sociedad, sin embargo, en la práctica, ha de realizarse en tales condiciones y
envuelta en tal cúmulo de restricciones, que
se pervierte hasta el extremo: horarios limitados, periodicidad escasísima, ruido ambiental que obliga a hablar a gritos, ambiente frío e inhóspito en el caso de las
comunicaciones íntimas, urgencia y limitación de tiempo asignado... El pasado mes de
julio, el Colegio de Abogados de Zaragoza denunciaba que en la ultramoderna macrocárcel recién inaugurada y destinada a albergar
hasta unos 1.500 presos, únicamente disponían de tres locutorios para comunicar con
sus clientes (El periódico, 03-07-2001).
a un tiempo tasado y desarrollada en un medio artificial, extraño y completamente despersonalizado.
Aunque en el artículo 12.1 de la LOGP se
señala que «se procurará» que «cada área
territorial» cuente con el número suficiente
de prisiones como para «satisfacer las necesidades penitenciarias y evitar el desarraigo
social de los penados», lo cierto es que sólo
una pequeña parte de las personas presas se
encuentran cumpliendo condena cerca de su
domicilio, con las negativas consecuencias
que esto entraña, al debilitar el arraigo social, entorpecer la comunicación con el exterior y la vinculación familiar, y por tanto dificultar la reinserción posterior. Cumplir
condena lejos del domicilio familiar supone
gastos considerables para la familia (viaje,
alojamiento, alimentación) que se añaden a
la pérdida de ingresos que normalmente ha
experimentado el grupo familiar con el ingreso en la cárcel de uno de sus miembros. Esto
se traduce en una reducción del número de
visitas y contactos.
En la práctica cotidiana, las posibilidades
de la administración penitenciaria para sancionar mediante una reducción o supresión
temporal de las comunicaciones, someterlas
a controles adicionales, o a censura, son tan
amplias, que el derecho a comunicar se
transforma en un privilegio graciable y sujeto a mil posibles arbitrariedades con el que
juega la Administración para recompensar,
castigar, regular, modular y, en definitiva,
someter el comportamiento de las personas
presas.
Igualmente, la labor de mediación y enlace con la red relacional que se debería hacer
desde el servicio de trabajo social penitenciario se hace mucho más difícil por no decir
imposible. Los permisos a los que se tiene
derecho, muchas veces no pueden disfrutarse por no tener medios para desplazarse o
lugar en donde alojarse. Lo mismo cabe decir de la posibilidad de conseguir un empleo
cuando se está en tercer grado. Naturalmente, todos estos inconvenientes inciden particularmente entre aquellos reclusos que provienen de medios sociales con menos
recursos. Con lo que se añade exclusión a los
más excluidos.
Naturalmente, las consecuencias de estas
posibilidades limitadas de contacto y comunicación las padece en primer lugar el preso,
pero también su familia ya que, por ejemplo,
tan insuficiente y escaso resulta para el preso como para su pareja tener que limitar el
contacto sexual a una visita al mes, sometida
Así pues, la cárcel no sólo reduce el capital
económico, la cualificación laboral y la salud
física, sino que corta y debilita las relaciones
sociales, de parentesco y amistad del preso.
Con frecuencia este capital relacional constituye el recurso más importante, cuando no el
único, de que dispone la persona encarcela-
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PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
da, y su desaparición dificulta al máximo la
integración social a la salida de la cárcel:
«La prisión constituye una vida artificial,
una ‘vida fuera de la vida social’. El hecho
de someter a un individuo a una segregación prolongada tiene necesariamente sobre él un efecto despersonalizador y desocializante. No habría que olvidar que esta exclusión es temporal. Pero sea cual
sea su duración, el encarcelamiento crea
un agujero en la historia social. Es frecuente que las personas liberadas no reencuentren intactas sus familias, sus parejas, su medio ambiente, su trabajo. Los
antecedentes penales representan siempre un obstáculo para encontrar un empleo o un alojamiento, incluso aunque la
pena haya sido purgada. La prisión estigmatiza, tanto más cuanto que las poblaciones afectadas son excluidas socialmente o vivían ya en la marginalidad antes de
su encarcelamiento» (Rostaing, 1996:361)
4. LA SALIDA DE LA CÁRCEL: LA
EXCLUSIÓN INTENSIFICADA
— finalmente, un 10% de las personas excarceladas se encontrará literalmente
sin domicilio.
El núcleo más abandonado y vulnerable lo
constituirá el 3% de personas presas que se
encuentran en estado de total abandono, ya
que al salir de la cárcel no tienen ni trabajo, ni
relaciones afectivas, ni domicilio al que dirigirse. Por lo demás, tampoco esto es original y
privativo de nuestro país; en Francia, el 60%
de las personas que salen de la cárcel carecen
de empleo, el 12% no cuenta con una vivienda
y a casi una tercera parte no los espera nadie
(Wacquant, 2000:150). La cárcel, lejos de reducir la exclusión, normalmente la habrá intensificado; no sólo no se habrán cubierto los
agujeros que había en sus vidas sino que, por
lo general, se habrán profundizado.
Por eso, no es raro que, cuando se les pregunta a los familiares de los presos, qué creen
que necesitaría la persona en prisión para conseguir una reinserción social efectiva (ver tabla sig.), aparezca en primer lugar el empleo,
seguido del apoyo de la familia, y del abandono de la droga. Igualmente, cambiar de amigos, y contar con ayuda profesional parecen
importantes, a bastante distancia del hecho
Según Manzanos, a la salida de la cárcel
son tres las necesidades más básicas y urgentes a cubrir: a) tener alguien que te espere; b) disponer de una vivienda o lugar en el
que residir, y c) contar con un trabajo que te
permita ganarte la vida.
Frente a estas tres demandas esenciales y
según los datos que él maneja, el resultado
obtenido al final del encarcelamiento es el siguiente:
— el 80% de los presos salen desempleados, es decir, no han podido obtener o
conservar un trabajo durante su estancia en prisión;
— aunque la mayoría tiene a alguien que
aguarda su salida, hay casi un 12%
que no tiene a nadie esperándoles;
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simple de disponer de dinero. Evidentemente,
en la óptica de quien vive el problema de cerca,
la prevención del delito pasa por mejorar las
condiciones sociales, económicas y laborales
de las personas que delinquen y no tanto por
aumentar las medidas de control policial.
En el mismo sentido, los datos de la encuesta Barañí a mujeres gitanas muestran que el
principal deseo que expresaban para cuando
llegara el momento de salir de la cárcel era
«trabajar y volver con la familia» (63%), y en
cuanto a las demandas prioritarias, se concretaban en trabajo (32%), formación (14%) y vivienda (10%); tres aspectos que remiten al deseo de superar la situación de marginalidad y
exclusión laboral, educativa y residencial.
5. CONCLUSIÓN
Desde nuestra perspectiva, la exclusión y
la desigualdad están en el origen de la criminalidad, al ser la expresión más inequívoca
de la quiebra de los vínculos de solidaridad,
intercambio y reciprocidad. Los recortes en
política social hacen aún más difíciles las
condiciones de vida de los grupos más empobrecidos. Por ello, las clases populares acaban siendo las más afectadas por el delito (ya
sea como víctimas o como autores detectados
y penados) con lo que añaden una desventaja
más a las que ya de por sí padecen.
La cárcel, como destino de los miserables y
fábrica de miseria ella misma, corre el riesgo
de convertirse a comienzos del tercer milenio
en una escoba destinada a barrer y hacer desaparecer –invisibilizándola–, la precariedad
y la pobreza de los más excluidos:
«la institución penitenciaria no se conforma con recoger y amontonar a los (sub)
proletarios tenidos por inútiles, indeseables o peligrosos, y ocultar así la miseria y
neutralizar sus efectos más desestabilizadores; con demasiada frecuencia se olvida
que ella misma contribuye activamente a
extender y perennizar la inseguridad y el
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desamparo sociales que la alimentan y le
sirven de aval. Institución total concebida
para los pobres, medio criminógeno y desculturante modelado por el imperativo (y
el fantasma) de la seguridad, la cárcel no
puede sino empobrecer a quienes le son
confiados y a sus allegados al despojarlos
un poco más de los magros recursos con
que cuentan cuando ingresan en ella, suprimir bajo la etiqueta infamante de ‘preso’ todos los estatus susceptibles de otorgarles una identidad social reconocida
(como hijos, maridos, padres, asalariados o
desocupados, enfermos, marselleses o madrileños, etc.) y sumergirlos en la espiral
irresistible de la pauperización penal, cara
oculta de la ‘política social’ del Estado hacia los más desfavorecidos, naturalizada a
continuación por el discurso inagotable sobre la ’reincidencia’ y la necesidad de endurecer los regímenes de detención (con el
tema obsesivo de las ‘cárceles de tres estrellas’) hasta que por fin se demuestren
disuasivos» (Wacquant, 2000:148-149).
Ante este panorama, se vuelve más urgente que nunca diseñar alternativas a la cárcel
que sirvan para reducir el impacto de la tendencia creciente a custodiar, encerrar y aislar que implican las sentencias de cárcel, y
abran el abanico de posibilidades sancionadoras más allá de las penas de prisión que
actualmente tienden a monopolizar el castigo. Bien es verdad, que la implantación de
estas alternativas no siempre se ha traducido en una verdadera alternativa, sino que
por la carga de estigma y la limitación de derechos que encierran, en ocasiones han pasado a ser un mero complemento, cuando no
una ampliación modificada del mismo archipiélago carcelario, al que se suponía que debían sustituir.
En todo caso, aunque no sean la panacea,
pueden reclamarse sobre todo aquellas alternativas a la prisión que favorezcan más la
descarcelación y reduzcan el uso excesivo de
la prisión preventiva, estén más lejos de los
aspectos punitivos y más centradas en la re-
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solución de conflictos, como ocurre, por ejemplo, con la mediación. Esto significa abogar
por una justicia más reparadora o restauradora, expresada en prácticas de mediación,
trabajo comunitario, apoyo familiar, programas de trabajo social con jóvenes, de ayuda a
las víctimas, desarrollo de actividades educativas encaminadas a aumentar la empleabilidad, y programas de salud comunitaria que
reduzcan la marginación y mejoren la accesibilidad a los servicios, de toxicómanos enfermos y otros colectivos específicos. Todo esto
además es lógico, si tenemos en cuenta que,
como defiende Torrente (2001:185), «en realidad los tribunales están mal preparados para procesar disputas» y conflictos; más bien
«los tribunales (y en particular los penales)
hay que entenderlos en términos de reafirmación del orden social y legal, como definidores de doctrina legal, y como administradores de los recursos punitivos» de la sociedad.
Entregar a los tribunales el monopolio de la
gestión del conflicto social que se expresa en
el delito y todo lo que éste entraña y desencadena es un error y una irresponsabilidad inaceptable a comienzos del siglo XXI.
Igualmente es plausible pedir el establecimiento de un límite, de un número máximo
de personas que nuestra sociedad está dispuesta a encarcelar, bien sea mediante el establecimiento de un numerus clausus, o a través de una moratoria en la construcción de
cárceles (Larrauri, 1991:214). Sería deseable
poder hacer la justicia más accesible a las
propias víctimas, aumentando su participación en todo el proceso. Conseguir implicar a
un número mayor de profesionales de diversas especialidades, educadores, monitores de
tiempo libre, trabajadores sociales, que, actuando en red con el conjunto de los servicios
sociales y no encapsulados al interior del sistema carcelario, puedan implicarse mucho
más en los objetivos de la reinserción. Todo
ello con vistas a lograr una mayor diversificación de la respuesta penal (Manzanos,
1991: 242), un reducción de la capacidad de
estigmatización del sistema penal (Torrente,
2001:217), y una mayor implicación del resto
de la sociedad en la resolución de los conflictos que subyacen al delito, evitando que crezcan el miedo y las reacciones defensivas y
autoritarias entre la ciudadanía (Smith y
Stewart, 1996).
Con una política semejante quizás se consiguiera que, tal y como sugiere C. Manzanos, (1991: 242 y ss) más que hablar de la
reinserción del preso, pudiéramos empezar a
hablar de la necesidad de reinsertar en la sociedad a la misma estructura penitenciaria,
que actualmente está toda ella encapsulada
en sí misma y segregada del resto de la sociedad, para lo cual sería necesario alterar radicalmente su diseño y funcionamiento.
El hecho es que, hoy por hoy, el discurso
oficial en torno a la reinserción opera sobre
la base de ensalzar las virtudes del tratamiento penitenciario (valoración criminológica a cargo de equipos multiprofesionales, clasificación, plan de actividades, progresión y/o
regresión de grado), y busca, mediante técnicas más o menos sofisticadas de modificación
de conducta, corregir o reorganizar aquellos
aspectos de la personalidad del recluso que
se supone están en la base de su comportamiento desviado o criminógeno. A pesar de
todo, la causa que origina la mayor parte de
los delitos que acaban purgándose en la cárcel no se encuentra en ninguna alteración de
la personalidad que deba ser reformada, sino
en la marginación social de origen que padecen los propios presos y sus familias, y más
bien serían estas condiciones sociales de partida las que habría que modificar y transformar de raíz. Pero, claro está, en este nivel,
nada puede pretender hacer la Administración penitenciaria actual. Esto explica que,
en la práctica, el tratamiento penitenciario y
la reinserción social, que deberían ser el objetivo principal a perseguir, se conviertan de
hecho en simples medios, y terminen por ser
usados como instrumentos al servicio del
único objetivo al que se puede aspirar de forma «realista»: el mantenimiento del orden, la
seguridad y la disciplina dentro de la cárcel.
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DISTRIBUCIÓN DE LOS RECURSOS HUMANOS DE LAS
CÁRCELES CLASIFICADOS POR OBJETIVOS
Un dato que muestra el carácter secundario de los objetivos sociales frente a los de seguridad es el que se refiere a la evidente desproporción entre el personal con funciones de
vigilancia y el que se ocupa de la resocialización. Para el País Vasco, las cifras que aporta César Manzanos (1991:425) son las siguientes: vigilancia (69,8%), asistencia
(11,6%), administrativo (14,9%) y mantenimiento (3,6%). Si descontamos el personal
sanitario que se incluye en ese 11,6% tenemos que únicamente un 7,9% del personal se
dedica específicamente a tareas de tratamiento y resocialización. Y con datos globales, extraídos del Informe General 1998 elaborado por la DGIP y publicado el año
pasado, nos encontramos con que el personal
que se ocupa de labores de retención y custodia representa el 79%, mientras que los destinados a reeducación y reinserción apenas
son el 9%. Con el agravante de que la situación de este personal es cada vez más precaria, encontrándose una buena parte de los
educadores, trabajadores sociales y psicólo-
114
gos, trabajando como contratados, mientras
que la posición más estable de funcionario se
reserva para las labores de vigilancia.
Este énfasis en la seguridad convierte la
reinserción en una pura cuestión de marketing, una especie de «ideal» que es sistemáticamente negado por la propia práctica de la
institución penitenciaria: no se cuenta con
medios, ni con personal, a los funcionarios
casi no se les ofrece formación, y prácticamente no mantienen ninguna relación de intercambio con los que, viniendo «desde fuera», entran en las cárceles como miembros
y/o profesionales pertenecientes a asociaciones y ONGs, para actuar en programas de
reinserción social en favor de las personas
presas. Desde tales planteamientos, la cárcel, mecanismo excluyente por excelencia, a
la que afluyen los grupos más excluidos y
marginales de nuestra sociedad, lejos de reducir la exclusión social, no hace sino colaborar activamente a consolidarla, intensificarla y reproducirla día tras día.
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ANEXO
POBLACIÓN RECLUSA TOTAL
POR GRUPOS DE EDAD
(Penados y preventivos)
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35
119
ESTUDIOS
RESUMEN: El artículo, tras repasar brevemente el concepto de exclusión en tanto que proceso y los factores que contribuyen a generarlo, pasa a estudiar el caso de la cárcel como espacio exclusógeno
por excelencia. Como sistema sancionador y excluyente, la cárcel es el resumen de todo un largo periplo que atraviesa el conjunto de las instituciones de control social y acaba por seleccionar la clientela carcelaria, fundamentalmente, entre los grupos, colectivos y clases más desposeídas. En este momento, la cárcel, como etapa final del proceso de construcción social del
delito y el delincuente, está experimentando un considerable auge tanto en EE. UU, como en
Europa. Esta expansión de las prisiones corre en paralelo con los movimientos de privatización
de los servicios públicos y la reducción de los sistemas de protección social. Sin embargo, el
hecho es que la cárcel ha fracasado completamente como dispositivo para intentar conseguir
la reinserción social de los excluidos, y el resultado obtenido a la salida de la cárcel consiste,
por lo general en una intensificación de la exclusión (laboral, económica, educativa, sanitaria
y relacional) que ya se padecía en el momento del ingreso.
120
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35
Aproximación teórica al fenómeno
del desempleo: el caso del desempleo
de larga duración
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA *
INTRODUCCIÓN
E
l fenómeno del desempleo de larga
duración (o, lo que también se conoce como paro de larga duración, aunque con connotaciones distintas en los términos de desempleo y paro –como se verá más
adelante–), se plantea, actualmente, en el
contexto de la industrialización, no solamente, como uno de los mayores problemas sino
también como uno de los grandes desafíos
que –en el contexto de la desocupación productiva y laboral del factor trabajo (recursos
humanos)–, deben afrontar los países desarrollados 1 para poder seguir manteniendo
lo que se conoce como Welfare State 2 (Estado
*
Profesor de Política Social del Departamento de
Ciencia Política y de la Administración II, en la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid).
1
Cuando se utiliza el término de países desarrollados o industrializados se hace referencia a los Estados occidentales pertenecientes al ámbito de la Organización
para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
2
El profesor GARCÍA COTARELO lo define como:
«aquel Estado que detrae una proporción importante
del excedente social para financiar actividades que solucionen situaciones colectivas (pero no necesariamente generales) que son objetables desde el punto de vista
de las convicciones compartidas por la mayoría cuyo
fundamento último es el sentido de igualdad» (GARCÍA
COTARELO, 1983; 20-21).
de Bienestar) o «estructuras del bienestar» 3,
a través del mantenimiento e incremento de
los niveles generales de crecimiento económico en términos de productividad, de generación de riqueza y de empleo.
Específicamente, el fenómeno del desempleo de larga duración, en el conjunto global
del desempleo y/o paro, afecta a las categorías
de activos que poseen especiales dificultades
de acceso o reinserción en el mercado de trabajo debido a sus características particulares
que hacen que estos colectivos se circunscriban 4, generalmente, a los colectivos de muje-
3
No se puede olvidar que el calificativo de «bienestar» que se le coloca al concepto de Estado (Estado de
Bienestar) deriva del hecho de un mayor o menor grado
de potenciación por parte de los poderes públicos de lo
que se conoce como «estructuras del bienestar» (sobre
todo, la mejora del sistema de relaciones laborales y del
mercado de trabajo –en sus niveles de empleo y de
protección social–).
Este fortalecimiento de las estructuras del bienestar
(empleo y protección social, sanidad, acceso a la vivienda...), va a depender, en última instancia, de las políticas económicas gubernamentales de los Estados industrializados y de sus esfuerzos presupuestarios sociales
reflejados en el gasto público (% PIB) en función de sus
niveles de crecimiento y de renta nacional (OCDE,1993).
4
En el caso español, las políticas activas de empleo
combaten, específicamente, el desempleo juvenil en el
conjunto del desempleo de larga duración, ya que:
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121
ESTUDIOS
res (que acceden por primera vez al mercado
laboral o que intentan reincorporarse tras un
periodo fuera del mismo, por diferentes motivos, entre los que destacan, las circunstancias familiares), de jóvenes (menores de 25
años, que acceden por primera vez al mundo
laboral, y mayores de 25 años, que se reintegran al mismo), de adultos mayores de 45
años (que han perdido su empleo y que tienen que competir fuertemente con el colectivo de los jóvenes menores y mayores de 25
años), y de minusválidos (físicos y psíquicos)
(OCDE,1991).
La importancia que tiene esta categoría
de desempleo para el conjunto de los Estados
desarrollados, en un marco de creciente industrialización, es, no solamente, de naturaleza económica sino también social (que, tradicionalmente, ha venido siendo el aspecto
que la ciencia económica no ha diferenciado y
analizado suficientemente).
Ello supone por un lado, la infrautilización y desperdicio de recursos humanos (factor trabajo) que ello implica para el conjunto
potencial de creación de riqueza de un país; y
por otro lado, el perjuicio social que se deriva, a largo plazo, sobre la persona ya que el
desempleado o parado de larga duración corre el riesgo de entrar en una situación de
«exclusión laboral» (situación de desempleo
estructural «crónico», que hace muy difícil la
empleabilidad de la persona, y que puede hacerle caer fuera de la vida activa (mercado
laboral) como consecuencia del desfase formativo del mismo y, consecuentemente, de la
falta de motivación y atractivo que para el
empresario pudiera tener la hipotética contratación del mismo, que entre otras cosas, le
supondría un coste laboral poco rentable a
efectos de la inversión fija que tendría que
realizar en recualificación y readaptación
productiva del individuo.
«(…), casi un tercio de los parados tienen menos de 25
años y más de la mitad llevan al menos 1 año parados»
(ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999:21).
122
En el caso de que la situación de desempleo de larga duración se mantuviera para la
persona (en unas circunstancias en las que
la unidad familiar no pudiera mantener y cubrir, al menos, la satisfacción de sus necesidades más primarias o básicas), este podría
caer también fuera del sistema, no solo laboral sino también social, quedando en una situación de pobreza, de marginalidad social,
de «exclusión social», que en términos económicos supondría certificar la pérdida o desaprovechamiento irrecuperable, por parte
del conjunto de un sistema económico nacional, de la potencialidad de crecimiento que
pudiera aportar un recurso productivo (factor trabajo).
Si bien es cierto, que desde hace años esta
posibilidad se combate, eficazmente, en el nivel de los países industrializados mediante lo
que se denomina la potenciación y puesta en
práctica de políticas activas de mercado de
trabajo o de mano de obra que fomentan,
promocionan, generan y crean posibilidades
de empleo, ante todo, en los colectivos con
mayores dificultades de encontrar un puesto
de trabajo (señalados anteriormente), y que
son los más susceptibles de desembocar en
estas situaciones, sino se toman las medidas
adecuadas.
Los Estados desarrollados (caso español)
y, muy especialmente, respecto a estos grupos, diseñan y reelaboran todas aquellas acciones adecuadas que faciliten la incorporación y reinserción de los mismos en el
mercado de trabajo, consiguiendo así el
aprovechamiento del mayor número posible
de personas, de tal forma que beneficie, en
primer lugar, al propio individuo y, por ende, al sistema social y económico, en su conjunto.
Consecuentemente, es imprescindible mejorar la capacidad de inserción profesional y
para ello, los poderes públicos de los países
desarrollados industrializados trabajan en la
captación de la confianza empresarial (en
muy diversos sectores productivos) y en la
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35
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
búsqueda de nuevos yacimientos de empleo 5
(donde sea factible la creación de nuevos
puestos de trabajo, y donde sea posible la
empleabilidad de los trabajadores), a través
de lo que se conoce como fomento de la contratación con incentivos económicos.
Porque quien crea riqueza y empleo «ad
hoc», no son los gobiernos de los países desarrollados sino sus empresarios; y que son
los propios gobiernos quienes establecen las
condiciones adecuadas de confianza y estabilidad política, económica y social, ofreciendo
los incentivos económicos y laborales necesarios para que los empresarios inviertan sus
capitales.
Sin embargo: «Para reducir el paro de larga duración, la mejor política es la preventiva. Por eso, las actuaciones que se proponen
se centran en los parados que se acercan a
un determinado umbral en su singladura por
el tormentoso camino del paro» (Alba, Álvarez, Pagán,1999:21).
No obstante, y a diferencia de la OCDE, la
Unión Europea fija la prioridad: «(...), en los
parados jóvenes (de menos de 25 años) que se
acerquen al sexto mes de paro, y en los parados adultos (de 25 o más años) que se aproximen a su décimosegundo mes en el paro» 6.
En este sentido, y dentro del colectivo de los desempleados de larga duración: «(…) habría que señalar
la existencia de colectivos (fundamentalmente jóvenes,
pero no sólo jóvenes: inmigrantes, ex-drogadictos, mujeres solas con cargas familiares, ex-presidiarios, etc.)
que tienen notables problemas de inserción laboral y
social y la toma de consciencia por parte de capas crecientes de la población, de organizaciones sin ánimo de
lucro y de algunas administraciones en lo inaceptable
que es que nuestra sociedad genere estos núcleos de
marginación y exclusión social» (CACHÓN y Fundación
Tomillo,1999;117).
6
Los autores ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, en su informe
técnico titulado «Parados de Larga Duración» de 1999,
remiten el establecimiento de esta prioridad en política
de fomento de empleo, a la resolución del Consejo Europeo de la Unión Europea «sobre las directrices para el
empleo en 1998» –Documento 13200/97. Bruselas,1997– (ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999).
5
EL DESEMPLEO, DEFINICIÓN Y
TIPOS: EL DESEMPLEO DE
LARGA DURACIÓN
Para aproximarse a la naturaleza del fenómeno del desempleo de larga duración es
indispensable establecer una serie de aclaraciones conceptuales que permitan garantizar
una imagen clara y nítida acerca de las causas y repercusiones que este fenómeno tiene
sobre las personas que se encuentran en dicha situación, y que, de entrada, se sobreentiende que son particularmente dependientes económicamente de terceros (unidad
familiar, parentesco, asistencialidad estatal,
menesterosidad, ...).
Quizás, conceptos como desempleo o paro 7
7
Se entiende por «desempleo», el ocio involuntario
de una persona que desea trabajo a los tipos de salarios
reales y que no puede encontrarlo y también se puede
entender por «desempleo» la prestación que otorga el
sistema público de protección social (en el caso español, la Seguridad Social garantiza a todos los ciudadanos, mediante la Constitución española de 1978, satisfacer sus necesidades básicas en el supuesto de pérdida
de puesto de trabajo).
Por otro lado, se entiende por «paro», la situación
en la que se encuentran los individuos que desearían
encontrar un empleo: la inactividad forzosa de la mano
de obra (MCCONELL y BRUE,1996). Las dos definiciones
coinciden en que la situación obliga al individuo a la inactividad, sin embargo el concepto de desempleo recoge, además, la cara o perspectiva de la compensación
económica de dicha realidad que es la protección de la
misma a través del abono estatal de una prestación económica en función de las circunstancias individuales de
los desocupados. No obstante, en este trabajo se opta
por el término de desempleo, más ajustado a la protección económica y social que realmente necesita la persona en una situación de grave necesidad, como es la
que supone estar más de un año inactiva.
En cuanto al concepto de «paro», la teoría clásica lo
concibe como un desequilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo habida cuenta de los precios del
mercado (salarios). La vuelta al equilibrio exigiría la variación de los salarios reales, pero las rigideces del mercado se oponen a ello y el desequilibrio persiste. Sin
embargo, para la teoría keynesiana, el paro resulta de
la insuficiencia de las salidas ofrecidas a las empresas y
–a diferencia del paro clásico– por la existencia de un
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ESTUDIOS
y empleo o trabajo 8 sean iguales y no necesiten aclaración alguna. Pero, no es así. Cuando se trata del trabajador o factor trabajo
(ocupado o desocupado, este aún con más incidencia) existe la tentación de aproximarse
al mismo desde una visión sesgada y parcial,
estrictamente economicista, de manera que
se ha tendido, tradicionalmente, a asemejar
uniformemente todos los recursos productivos (tierra, trabajo y capital) y todos los mer-
desequilibrio del mercado de bienes: exceso de la
oferta. Solo el aumento de la demanda global nacional
e interior permite resolver el paro keynesiano (MCCONELL y BRUE, 1996).
8
El término «empleo» hace referencia a una concepción, que desde el punto de vista de los organismos
internacionales y, concretamente, desde la óptica de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), abarca
tres dimensiones: a) supone hablar del ejercicio de una
actividad productiva; b) a través de esta noción se implican unos ingresos para el hombre que realiza esa actividad; y c) mediante el empleo, el hombre adquiere
socialmente un determinado status que deriva del ejercicio de esa tarea en un ámbito social específico.
La noción de empleo posee cierta carga de ambigüedad y relatividad porque parece que invita a una
utilización del mismo con carácter individualista ya que
hablamos de un individuo empleado o desempleado
como aquel que entra o sale de la vida laboral. Sin embargo, la realidad debe ser contemplada desde la perspectiva de la unidad económica y no sólo desde una visión individualista. Con lo que la tasa de actividad se
calcula como el resultado del cociente entre población
activa y la población total.
En cuanto al término «trabajo», este se utiliza como
concepción más amplia que lo que significa el término
«empleo» o «puesto de trabajo». El «trabajo» incluye la
idea de empleo asalariado, independiente y a domicilio. También incluye la gama de actividad de la economía informal. Se trata, por lo tanto, de una noción de
gran amplitud que corresponde a la imagen que se tiene de que el «trabajo decente» es una aspiración universal de toda persona (OIT, 2000).
Con lo que se observa que el «trabajo» se constituye en: «(…), existencia humana: es un medio para sustentar la vida y satisfacer las necesidades básicas pero
es también la actividad mediante la cual las personas
afirman su propia identidad, tanto ante sí mismas como ante quienes les rodean. El trabajo es crucial para
el ejercicio de opciones personales, para el bienestar
de la familia y para la estabilidad de la sociedad» (OIT,
2000: ).
124
cados denominados tradicionales (de bienes y
servicios, productos y mercancías, y trabajo).
Ha sido en periodos de recesión económica
cuando se ha constatado el hecho de que la
infrautilización del factor trabajo (mano de
obra-trabajador) y su desempleo, como recurso ocioso en un mercado de trabajo regulado
rígidamente (bajo el funcionamiento estricto
del mecanismo de la oferta y la demanda), ha
hecho necesario que se diferenciaran los recursos productivos tradicionales (tierra y capital) y los mercados tradicionales (bienes y
servicios, productos y mercancías) respecto
del recurso productivo (trabajo) y del mercado tradicional (mercado de trabajo), ya que el
trabajador por su especificidad como ser humano junto con su ámbito físico de obtención
de un puesto de trabajo (mercado de trabajo
o mercado físico de puestos de trabajo) (Kerr,
1985), poseen una doble perspectiva económica y social.
Es decir, el trabajador como ser humano
no puede ser agrupado simplemente al mismo nivel de consideración que el conjunto de
los demás factores productivos tradicionales,
puesto que su idiosincrasia, evidentemente,
no tiene que ver nada con los demás: entre
otras cuestiones, siente y padece las condiciones inadecuadas de un puesto de trabajo
que no se acomode ni a sus características físicas ni formativas.
El trabajador tiene la obligación y el derecho de progresar profesionalmente y, además, su marco de promoción y mejora (mercado de trabajo) se comporta de manera
diferente a los de otros mercados tradicionales porque en función del nivel de oferta y demanda que exista en una coyuntura determinada podrá, incluso, pactar el precio del
arrendamiento de su fuerza de trabajo a contraprestación de un salario (en un contexto
en el que el mecanismo de asignación del trabajo, que en una economía de libre mercado y
de visión neoclásica de la realidad económica, – como es la que impera en el global de los
países de la OCDE–, es el precio).
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FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
Paralelamente, se aprecia que los fenómenos del desempleo/paro 9 y empleo/trabajo se
constituyen como dos caras distintas pero
complementarias de una misma «moneda»
que es el valor del empleo (la posibilidad de
obtener y conservar un puesto de trabajo).
Es decir, el desempleo 10 y, concretamente,
el de larga duración se puede considerar teó-
9
En los países comunitarios, el desempleo se mide
a través de una encuesta relevante con definición y método científico consensuado por los expertos, que se
denomina Encuesta de Población Activa (EPA), que cada país tiene, y que en España es realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) perteneciente al Ministerio de Economía. Se considera desempleada o
parada a una persona de 16 años o más que durante la
semana de referencia haya estado: sin trabajo (que no
haya tenido un trabajo por cuenta ajena o propia); en
busca de trabajo (que haya tomado medidas concretas
para buscar un trabajo por cuenta ajena o haya hecho
gestiones para establecerse por su cuenta durante el
mes precedente); o disponible para trabajar (en condiciones de comenzar a hacerlo en un plazo de dos semanas a partir de la fecha de la entrevista); y se considera una persona desempleada de larga duración
cuando lleva un año o más tiempo en paro –las concepciones coinciden con las recogidas por los países
desarrollados– (Véanse, los Informes Técnicos de OCDE, 1991 y MTAS, 2000).
En España existen dos instrumentos estadísticos que
cuantifican el paro; por una parte, lo que se conoce como «paro registrado» –dependiente de las autoridades
laborales de la Administración Central Estatal–, que
contabiliza el número de demandantes de empleo que
están inscritos y registrados en las oficinas del Instituto
Nacional de Empleo (INEM) y que, por lo tanto, se encuentran en situación legal de desempleo; y por otro lado, la EPA (vista anteriormente) dependiente de las autoridades económicas, también, de la administración
central estatal.
10
En política económica existen dos grandes explicaciones sobre las causas del desempleo que pueden
derivar y acentuar el desempleo de larga duración. De
un lado, están los argumentos de las corrientes de pensamiento económico ortodoxo (clásicos o monetaristas)
que hacen hincapié en el hecho de que las causas del
paro hay que buscarlas en el funcionamiento del mercado laboral y en el deseo de los trabajadores de recibir
unos salarios excesivamente elevados. Esta actitud de
los trabajadores se ve motivada por la legislación que
introduce normativas como los salarios mínimos y por
las presiones de los sindicatos para conseguir unas retri-
ricamente como una consecuencia negativa y
como un fracaso (en mayor o menor medida)
de las políticas económicas y de empleo de los
países industrializados, que tiene su reflejo
en el funcionamiento del mercado de trabajo
–produciendo a su vez un desajuste o disfunción entre la oferta y demanda de mano de
obra por motivos de desaceleración o estancamiento de la actividad económica internacional–, en el insuficiente crecimiento económico nacional, y en una escasa actuación de la
confianza e inversión empresarial del capital,
buciones más elevadas. Desde esta perspectiva clásica
o monetarista, se mantiene que si el nivel de desempleo se sitúa por encima del nivel de desempleo friccional es «desempleo voluntario», y se debe a una política
de salarios inadecuada. Cuando los salarios son altos,
las empresas demandarán una cantidad menor de mano de obra que en el caso de que dichos salarios fuesen
más bajos. Si el salario es excesivamente elevado (si es
superior al salario de equilibrio, aparecerá un cierto número de trabajadores que no encontrarán un puesto de
trabajo). También mantiene esta corriente de pensamiento que el desempleo puede deberse al propio
comportamiento de los trabajadores, cuando en determinadas circunstancias rehusan trabajar, debido a que
el seguro de desempleo es alto y les compensa más que
el estar activamente buscando empleo. Concluyen, los
pensadores neoclásicos, que el funcionamiento del
mercado de trabajo no es diferente al de cualquier otro
mercado tradicional.
De otro lado, y dentro de las corrientes críticas de
pensamiento económico, (los keynesianos, en general)
postulan que el fenómeno del desempleo está originado, básicamente, por el escaso nivel de la demanda
agregada de bienes y servicios (de forma sucinta, se
puede decir que es el gasto total de la economía en su
conjunto). Es decir, el empleo solo aumentará si se incrementa el gasto total de la economía y para ello se
debería estimular el consumo de las economías domésticas, los gastos de inversión de las empresas, el gasto
público o las exportaciones. Desde esta postura keynesiana se defiende la tesis de que el fenómeno del desempleo, por encima del desempleo friccional, es «desempleo involuntario», y se debe a que el nivel de la
demanda agregada es insuficiente. Se reconoce que
aunque se aumente el gasto público no necesariamente
se generará mucha más cantidad de empleo ya que dicho gasto podría canalizarse hacia bienes importados
del extranjero o se podría trasladar a los precios, al tratar las empresas de aumentar sus beneficios (Véase, LAYARD, NICKELL y JACKMAN, 1994).
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ESTUDIOS
que afecta directa e irreversiblemente al
bienestar del individuo y del colectivo social.
Con ello, los poderes públicos de los países
desarrollados han de esforzarse por salvaguardar y mejorar el pilar fundamental de
cualquier estructura del bienestar, que es el
de la protección del empleo (el fomento, la generación, y la promoción del empleo, y la garantía de la cobertura económica y social del
mismo), si estos desean seguir manteniendo
un modelo de Estado de Bienestar (Welfare
State) caracterizado por la posibilidad de que
el individuo pueda aspirar a satisfacer sus
necesidades, no solamente primarias sino
también las relacionadas con su promoción y
progreso económico, social y cultural; y ello
solo será posible si se defiende y garantiza el
derecho que tienen las personas a tener un
empleo digno 11.
Sin embargo, el término «empleo» presenta una pluralidad de aspectos (económicos,
políticos, sociales y culturales) que reclaman
un tratamiento pluridisciplinar puesto que
del mismo se podrán extraer consecuencias
que expliquen, en determinados momentos,
su ausencia y, en muchos casos, prolongada
(el fenómeno del desempleo de larga duración); y la estrecha interrelación, conexión y
coordinación entre las medidas generales de
política económica y política social (con acciones propias de la política de fomento y protección empleo).
En esta línea, ya en 1948, el artículo nº 3 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos establece una definición de principios donde toda persona
tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y
a la protección contra el desempleo (OIT, 2001). Además, también en el ámbito de la doctrina social internacional es indispensable mencionar el artículo nº 6 del
«Pacto Internacional de los Derechos económicos, sociales y culturales» de 1966 en el que los Estados partes
en el presente pacto reconocen el derecho a trabajar,
que comprende el derecho de toda persona de tener la
oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado y tomar las medidas
adecuadas para garantizar este derecho (OIT, 2001).
11
126
Como se ha señalado anteriormente, esto
constituye una exigencia para que se haga
posible la mayor cobertura del derecho legítimo de todas las personas al empleo y al
mantenimiento estable del mismo. Con ello,
el objetivo de cualquier política pública estatal económica y social es la consecución a
medio plazo del «pleno empleo» u «ocupación
plena» 12.
Si bien es cierto, resulta difícil registrar
estadísticamente una definición o noción de
«pleno empleo» 13 en razón de la existencia de
12
La existencia de «pleno empleo» u «ocupación
plena» no significa que no se dé, en un tiempo determinado, niveles de desocupación en la población activa.
Se habla de «ocupación plena» cuando la oferta global
de empleo iguala o se acerca al volumen de mano de
obra disponible, o se mantengan las expectativas de reempleo de los parados a corto plazo. En este caso se alcanzarían niveles óptimos de empleo, aún con la reserva existente de trabajadores desocupados que roten en
situaciones de ocupación y paro. Se considera como
«nivel de paro normal o técnico» el límite del 3% (que
implica la existencia de lo que se conoce como «tasa de
desempleo del pleno empleo») y que, técnicamente,
supone una situación de «pleno empleo» del conjunto
de la población activa y, aunque esto es relativo, resulta
indicativo y depende de las circunstancias de las economías de los Estados (SAMUELSON y NORDHAUS, 1993).
13
La doctrina social internacional refleja la importancia del fenómeno del «pleno empleo» u «ocupación
plena» en el artículo nº 1.1.2 del Convenio nº122 de la
OIT de 1964, cuando prescribe la formulación y aplicación del mismo como un objetivo de la mayor importancia para una política activa destinada a fomentar el
pleno empleo y que la misma debería tender a garantizar que habrá trabajo para todas las personas disponibles y que busquen trabajo (OIT, 2001).
Por otro lado, la doctrina social europea comunitaria también se pronuncia acerca de este fin deseable de
los Estados desarrollados a través del artículo nº 1 de la
«Carta Social Europea» de 1961, cuando destaca que el
«pleno empleo» es un derecho capital de los individuos
que se consigue mediante el derecho al trabajo de los
mismos, comprometiendo a las Partes Contratantes, en
orden a asegurar el ejercicio efectivo de este derecho,
al reconocimiento (como uno de sus principales objetivos y responsabilidades) de la realización y mantenimiento del nivel más elevado y más estable posible del
empleo, para poder realizar el pleno empleo y a proteger de manera eficaz el derecho del trabajador de ga-
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FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
ciertos colectivos cuya situación bascula entre la inactividad y la actividad que se configura, en definitiva, como una inactividad relativa 14.
Como se puede constatar, el fenómeno del
desempleo y/o paro no es unívoco en su concepción puesto que la «disfuncionalidad»
(desde el punto de vista técnico) que supone
la falta de empleo o de puestos de trabajo
afecta de forma diferente a los individuos y
al conjunto de activos porque para unas categorías de trabajadores el tiempo de estancia
en una situación de inactividad será más
prolongada que para otros, en función de sus
características.
narse su vida mediante un trabajo libremente emprendido (OIT, 2001).
Finalmente, destacar lo que la Constitución española de 1978 dispone acerca del fenómeno del «pleno
empleo». Para ello es necesario acudir, sobre todo, al
artículo 40.1 que expresa que: «Los poderes públicos
promoverán las condiciones favorables para el progreso
social y económico y para una distribución de la renta
regional y personal más equitativa en el marco de una
política de estabilidad económica. De manera especial
realizarán una política orientada al pleno empleo».
14
Se hace conveniente establecer una relación inequívoca entre los conceptos de trabajo y población. Se
puede definir el trabajo como el factor productivo que
se configura como aquella parte de la población que
desarrolla las tareas productivas y la población como el
conjunto de seres humanos que viven en un área determinada.
Dicha población se divide entre activos e inactivos.
Los activos (son los que intervienen en el proceso productivo. Se diferencian entre «ocupados en sentido estricto», que tienen un trabajo remunerado aunque se
hallen de baja por enfermedad; «activos marginales»,
que realizan un trabajo remunerado pero durante un
tiempo inferior a lo normal, los que tienen un empleo
estacional; y «parados», que son los que reúnen las
condiciones de edad y capacidad física y mental para
realizar un trabajo remunerado y no lo encuentran). Los
inactivos (son los que realizan solo las funciones de consumo. Entre los mismos se encuentran los colectivos de
«jubilados retirados», «escolares y estudiantes», «amas
de casa», «personas que no trabajan y aunque puedan
hacerlo no buscan empleo», e «incapacitados para trabajar») (Véase, MOCHÓN, 1993).
Para ello, es necesario diferenciar los distintos tipos de desempleo que se pueden generar, en el conjunto de las economías desarrolladas, y que pueden derivar en el
fenómeno del desempleo y/o paro de larga
duración 15.
El caso del desempleo de larga duración se
asocia a lo que se conoce como «desempleo estructural» 16, de esta manera su origen hay
que buscarlo en las continuas redistribuciones de recursos resultantes de los cambios
que se producen en la demanda de productos, mercancías, bienes y servicios que tienen
lugar en todo proceso de crecimiento económico.
15
Además del desempleo estructural (y del desempleo de larga duración), los tipos de desempleo pueden
ser: desempleo friccional (originado porque algunos trabajadores dejan sus puestos de trabajo antiguos para
buscar uno mejor, porque algunas empresas puedan estar atravesando una crisis o porque los nuevos miembros de la fuerza laboral emplean un cierto tiempo buscando empleo. Se puede decir, que la existencia de un
cierto nivel de «desempleo friccional» es normal pues la
movilidad de la mano de obra de unos puestos de trabajo a otros requiere un cierto tiempo; y lo mismo ocurre con las personas que se incorporan por primera vez
al mercado de trabajo. Lo lógico es que la mayor parte
de estos desempleados no tarden mucho tiempo en
volver a ser empleados. Es decir, este tipo de desempleo resulta de una movilidad insuficiente de los trabajadores. Entre dos empleos, una persona puede encontrarse algunas semanas sin empleo, sin que esta
situación suponga necesariamente que no haya trabajo
en el mercado; desempleo técnico (es de naturaleza
temporal y se debe a una interrupción técnica de la
producción, como sucede a causa de la insuficiencia de
cuadros, averías y huelgas); desempleo estacional (es el
que surge sistemáticamente en determinadas épocas
del año y es causado por los cambios en la demanda de
trabajo en momentos diferentes del año: ejemplo sector servicios y turismo); y, por último, el desempleo cíclico (es el que está ligado a las alteraciones del ritmo
de la actividad económica durante las fluctuaciones de
la economía. En fases de recesión económica, la tasa de
desempleo aumenta y en fases de recuperación y expansión, disminuye) (STIGLITZ, 1992).
16
Y es así, puesto que los desempleados o parados
en una situación estructural son aquellos trabajadores
que, por razones de cualificación, no se corresponden
con las necesidades reveladas por la demanda.
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ESTUDIOS
Realmente, el fenómeno del «desempleo
estructural» se debe a desajustes producidos
entre la cualificación o la localización de la
fuerza de trabajo y la cualificación o localización requerida por el empleador.
Además, los factores de renovación tecnológica y automatización hacen que, dadas las
nuevas condiciones de producción, la capacitación y la experiencia de ciertos trabajadores, no sean estas ya las deseadas (es en estas
circunstancias –en este «caldo de cultivo»–
donde encuentra su máximo exponente y
plasmación el fenómeno del desempleo de larga duración, sobre todo, en aquellos colectivos que después de un año de paro no poseen
el grado de cualificación o recualificación necesario para reinsertarse en la vida activa y
que pueden caer en una situación, cuando
menos, de exclusión laboral).
Consecuentemente, la estrecha relación
entre el desempleo estructural y el desempleo de larga duración reside en el hecho de
que, a diferencia del «desempleo friccional»,
no se considera que un trabajador se encuentre en situación transitoria entre dos empleos
porque éste solo va a disponer de dos opciones
de elección: o se enfrenta a un periodo de
desempleo de un año o más duración, ó cambia, drásticamente, de ocupación. Con lo que,
el fenómeno del desempleo de larga duración
se convierte así en el tipo de paro que identifica, caracteriza y sobrestima, el «desempleo
estructural».
Además, el «desempleo estructural» (desempleo de larga duración) y el «desempleo
friccional» configuran lo que, genéricamente,
se conoce como «desempleo o paro involuntario» 17. Lo que es evidente es que el desempleo de larga duración se constituye en una
situación que penaliza los efectos perniciosos
17
En cuanto representan un conjunto de trabajadores que desean emplearse al salario real vigente y que,
no obstante, no encuentran un empleo o puesto de trabajo.
128
que conlleva el paro en los individuos y sus
circunstancias y entornos, y varía entre los
distintos Estados industrializados, en cuanto
al nivel, volatilidad y composición del mismo:
Dentro de la composición del desempleo se
esconde un mal aún más preocupante que
puede llegar a convertirse en crónico y de
difícil solución en muchos países desarrollados: es el desempleo de larga duración
«el que se prolonga más de 12 meses» (Alba, Álvarez y Pagán, 1999; 27).
De esta manera, se observa que la definición sobre el fenómeno del desempleo de larga duración, en el conjunto de los países occidentales industrializados y desarrollados, se
encuentra sistematizada y consensuada, y
es: «La situación de las personas que no tienen trabajo y llevan un año o más buscando
empleo» (OCDE, 1988; 169).
Por otro lado, el problema del desempleo
es un fenómeno que viene persistiendo en el
conjunto de estos países y, especialmente, en
los de la Unión Europea (UE) desde la década de los años 80 y 90 del siglo pasado, y en
capas sociales muy definidas:
(...), parece que el desempleo está bastante concentrado en una minoría de la población activa, incluidos los países en los
que los periodos prolongados de desempleo tienen una escasa incidencia (...), el
desempleo de larga duración continua
siendo un grave problema en muchos países miembros, especialmente en Europa.
Aunque ha afectado a todos los grupos demográficos, la probabilidad de que una
persona en paro entre en las filas de los
parados de larga duración es mayor en el
caso de los varones de edad avanzada y los
adultos (OCDE, 1988; 197).
En este sentido, se asegura que dado que
la probabilidad media de encontrar trabajo
diminuye con la duración del periodo de desempleo, es básico saber si esa relación se debe a las características personales de los tra-
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FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
bajadores o a la experiencia misma del desempleo. Si se demuestra que son importantes las características personales, parece que
sería viable identificar a los individuos más
amenazados en una fase temprana de su periodo de paro.
Lo que ocurre, es que es difícil detectar a
los grupos con mayor riesgo de paro, sobre
todo, cuando la tasa global de paro es elevada, con lo que en esta situación es factible
que la duración del desempleo sea una variable clave de las diferencias existentes entre
las personas (OCDE, 1988).
Con lo que, el conjunto de los desempleados de un año o más, tienen muchas menos
posibilidades que otros «parados no estructurales» de conseguir un puesto de trabajo.
Aún así, resulta indispensable para diagnosticar y actuar en consecuencia, conocer:
la cantidad de tiempo que estas personas pasan en inactividad; el grado de concentración
o de dispersión del paro; y el tipo de puesto
de trabajo que pueda encontrar (-aunque en
la mayor parte de los casos suele ser de naturaleza temporal precaria o a tiempo parcial–), pudiéndose producir en un momento
concreto que este tipo de empleo se convierta
en una vía para acceder a un trabajo más
permanente, por parte de los colectivos que
se encuentren en mejor situación dentro de
la precariedad que caracteriza a los desempleados de larga duración.
Paralelamente, el volumen de los flujos de
entrada y salida de la población activa, en el
caso de los parados de un año o más tiempo
en paro, agrava el problema de las acciones
que debieran implementarse.
También, se comprueba que este fenómeno del desempleo de larga duración está muy
concentrado en una minoría de activos desocupados que sufren periodos repetidos de
inactividad y varía en la manera en que se
manifiesta de un país a otro con lo que con
pautas tan diferentes en la manifestación de
este fenómeno, exigen la adopción de medidas heterogéneas (OCDE, 1988).
Concretando, es en este contexto del desempleo estructural de larga duración donde
el binomio conceptual «exclusión laboral-exclusión social» se convierte en un serio problema para el conjunto de los países desarrollados ya que estos necesitan de todos los
recursos productivos para generar más riqueza y, por ende, fortalecer así las estructuras del bienestar por la vía del «pleno empleo».
CAUSAS Y EFECTOS DEL
DESEMPLEO DE LARGA
DURACIÓN
En cuanto a la relación con las causas y
efectos, no resulta fácil elaborar un orden
sistematizado de cuáles pueden ser, a la hora
de generar a medio y largo plazo en los Estados industrializados occidentales 18, lo que se
conoce como desempleo y/o paro de larga duración.
En una primera aproximación general a las causas del fenómeno del desempleo de larga duración, se
observa que las mismas tienen que ver en un primer
momento con cuestiones, por ejemplo, como: las leyes
de protección del empleo; el sistema de prestaciones
económicas por desempleo prolongado estructural; y la
pérdida de motivación y estigmatización de los desempleados de larga duración. Es decir: «Las soluciones que
den al problema del paro de larga duración han de reflejar la naturaleza de este problema y sus causas (…),
las diferencias entre los países (…), tal vez se deban en
parte a algunos factores que afectan tanto a las ofertas
de trabajo a que tienen acceso los parados de larga duración como a su disposición y capacidad para aceptar
estos puestos. Las ofertas de trabajo a que pueden acceder (…), pueden verse reducidas por la legislación referente a la seguridad de empleo y por una baja demanda agregada. Por otra parte, los parados de larga
duración pueden no encontrarse en condiciones para
competir eficazmente por los puestos de trabajo, debido en parte a su bajo nivel de cualificación y a sus pocos incentivos para buscar trabajo a causa de ciertos aspectos del sistema de prestaciones por desempleo que
genera dependencia» (OCDE, 1993; 280).
18
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ESTUDIOS
Sin embargo, se aprecia que existen de entrada cuatro causas o factores básicos, nítidamente diferenciados que influyen sobremanera en la aparición de dicho fenómeno, y
que son: la tradicional existencia, en mayor o
menor medida 19, del predominio de los mer-
La necesidad de flexibilizar y/o adaptabilizar los
mercados de trabajo se encamina a romper con la rigidez en la estructuración y funcionamiento de los mismos, en el sentido de que el concepto de flexibilidadadaptabilidad reclama (en el nivel macroeconómico),
una capacidad de adaptación de las economías desarrolladas y de sus mercados de trabajo, en general, y
de los sistemas productivos de las empresas, en particular (en el nivel microeconómico), a las nuevas exigencias productivas marcadas con la incorporación de las
nuevas tecnologías. Ello, lógicamente, alterará la producción (en relación a qué producir, cómo y cuánto:
así, se aumentará y se diversificará el consumo, se incrementará la producción y el empleo –obligándose a
la ampliación y modificación del campo de la contratación hacia nuevos contratos indefinidos incentivados y
temporales de fomento del empleo-), siempre y cuando
se dé un contexto de estabilidad y crecimiento. Estudios efectuados sobre la flexibilidad del mercado de
trabajo venían privilegiando las modalidades externas
de flexibilidad relacionadas con la evolución del propio
mercado y las relaciones entre las unidades de producción y el mercado de trabajo (OCDE, 1990).
Sin embargo, actualmente, se incide, especialmente,
en lo que se conoce como formas internas de flexibilidad: «(…), aquellas a través de las cuales las empresas,
enfrentadas a los cambios económicos, tecnológicos y
sociológicos de los años ochenta, se esfuerzan por flexibilizar la utilización de la fuerza de trabajo» (OCDE,
1991; 261).
Actualmente: «La flexibilidad se transforma (…), en
un concepto cosificado que se mueve entre los salarios,
los sistemas de producción, la competencia del mercado y una “transformación general de todas las formas
de organización –y no sólo las relaciones salariales/laborales”» (BOYER, 1988; 265).
En definitiva, la búsqueda de la flexibilidad responde entre otras preocupaciones a la consecución de una
mayor competitividad de las unidades económicas de
producción en el mercado, a una reducción de los costes laborales (salariales), y a un aumento del beneficio
con la incorporación de las nuevas tecnologías. De manera que: «(…), los gerentes de empresa ven en la flexibilidad una respuesta indispensable a la incertidumbre,
al encarecimiento del capital, al acortamiento del ciclo
de negocios y a la internacionalización de los mercados» (OCDE, 1991; 265).
19
130
cados de trabajo rígidos o poco flexibles; la
aparición e implantación de las nuevas tecnologías y sus influencias sobre los sistemas
productivos; el factor demográfico; y, por último, el factor migratorio 20.
La primera causa o factor, de la existencia
de mercados de trabajo nacionales rígidos o
poco flexibles en los niveles macro y microeconómico, ha generado el diseño de unos
mercados de mano de obra crecientemente
regulados.
De esta forma, en el plano macroeconómico, se ha venido produciendo rigidez e inflexibilidad en los aspectos normativos contractuales relacionados con los requisitos de las
entradas y salidas de los trabajadores del
mercado laboral y, dentro de este, con los movimientos físicos y/o de circulación de los mismos de un puesto de trabajo a otro (dentro de
los segmentos internos y externos, y entre los
mismos); y en el plano microeconómico –de
empresa–, no se ha favorecido la empleabilidad de los desempleados (sobre todo, de los
que mayores dificultades pueden tener «desempleados estructurales de larga duración»,
a la hora de una posible inserción o reinserción en el mercado de trabajo), debido –en un
contexto de rigidez normativa laboral–, al
elevado coste empresarial del despido y de la
contratación del factor trabajo y, consecuentemente, a la inexistencia de incentivo económico alguno hacia nuevas contrataciones, por
parte de los poderes públicos de los países
desarrollados (aunque los grados de mayor o
menor existencia de rigidez y de incentivaciones a la contratación en los mercados laborales, varían de un país a otro) (OCDE,1991).
Es decir, la existencia de mercados de trabajo rígidos o poco flexibles (que han venido
Aún siendo importantes, los factores demográfico
y migratorio en el devenir del fenómeno del desempleo
(desempleo de larga duración), este trabajo se va a centrar, específicamente, en las dos primeras causas y factores que de forma más directa influyen en este fenómeno.
20
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caracterizando, más o menos, a los países industrializados desde los años sesenta del siglo pasado), conlleva una necesaria modificación de las reglas y regulaciones a través de
mecanismos de fijación de salarios; legislación sobre el empleo y despidos; y ordenación
del tiempo de trabajo.
Por otro lado, es en el ámbito de los Estados industrializados donde, particularmente,
resulta importante la influencia que va a tener sobre el fenómeno del desempleo de larga
duración todo lo que se relaciona con la evolución de los mecanismos de fijación de los
salarios (ya que, este campo se encuentra relacionado directamente con la política de salarios y rentas, e indirectamente con la política de ajuste de la mano de obra; y ello es
clave para la recuperación y la promoción del
parado de larga duración).
En cuanto a las modificaciones que se producen en este campo, estas se encaminan en
la dirección de mejorar la evolución de los salarios relativos de manera que se pueda crear un mecanismo de fijación de los salarios.
Igualmente, se necesitaba modificar la centralización de las negociaciones salariales hacia una descentralización junto con la relación
entre salarios y aumentos de productividad.
Respecto a la legislación en materia de
empleo y despido, la legislación relativa a
empleo ha influido notablemente de forma
negativa limitando, directa o indirectamente,
la libertad de los empresarios para contratar
mano de obra, y no ha incentivando la recuperación de los recursos ociosos más desprotegidos, con lo que se ha perjudicado claramente a los desempleados de larga duración.
De manera que 21 sus efectos sólo han sido
indirectos:
«Hay ejemplos de efectos directos en la legislación todavía vigente en ciertos países que excluyen de
ciertos empleos categorías de trabajadores como los jóvenes o las mujeres. Otro tipo de legislación general
21
(...), la legislación sobre la jornada laboral,
que estipula que las horas trabajadas por
encima de determinados límites deben ser
remuneradas a tasas superiores a lo normal, limitándose el número anual de horas extraordinarias (...), también la legislación sobre las vacaciones remuneradas,
el permiso remunerado para formación y
la edad a la que se permite el acceso al
trabajo remunerado (OCDE, 1988; 42-43).
Es decir, también, la legislación en materia de despidos colectivos ha limitado la libertad de los empresarios en el contexto de
los países desarrollados para poder despedir
a los trabajadores a su antojo. Sin embargo,
"España y Portugal se cuentan entre los países que más han hecho para aumentar las
posibilidades de contratación por un plazo
determinado ya que (...), esto constituye un
medio rentable de reaccionar ante las fluctuaciones de la demanda de productos» (OCDE, 1988; 47).
Finalmente, en el aspecto de la ordenación de trabajo se ha necesitado, igualmente,
un cambio o modificación que, en última instancia, permitiera recuperar la mano de obra
potencialmente desaprovechada.
En las ordenaciones de trabajo se muestran
ciertas contradicciones puesto que los Estados
necesitan la desregulación para que el trabajo
pueda realizarse según imperativos del mercado (ello aumentará la flexibilidad potencial
de mano de obra y reforzará los medios discrecionales de que disponen los empresarios para
adaptar su plantilla a la evolución de las condiciones del mercado, a la vez que esta tendencia puede mejorar con frecuencia la igualdad
de acceso al empleo o producir cambios estructurales que dejen su validez a las restricciones
anteriormente vigentes).
prohibe cualquier práctica discriminatoria en contratación o en el empleo por motivo de raza, sexo, color o
religión (algunos países prohiben asimismo la discriminación basada en las convicciones políticas o en el origen social)» (OCDE, 1988; 43).
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ESTUDIOS
De igual manera, los trabajadores y sus
representantes aspiran siempre a una reducción del tiempo de trabajo individual, sin que
la remuneración disminuya proporcionalmente): se piensa que así podrán ofrecer salidas a los desempleados, sobre todo de larga
duración.
Se puede concluir, con que la ordenación
del trabajo ha venido adoptándose en el marco de las legislaciones nacionales aunque las
principales iniciativas se han adoptado en el
marco de las negociaciones colectivas (OCDE, 1988).
En cuanto a la segunda causa o factor de
desempleo (desempleo de larga duración),
que viene dada con la irrupción e implantación de las nuevas tecnologías (tecnologías
de la información) en el mercado de trabajo,
es lógico que desplacen a ciertas categorías
de trabajadores de sus puestos hacia una situación de desempleo o inactividad, ahorrando al empresario coste laboral (sobre todo,
vía salarial) y aumentando su beneficio mediante unos sistemas productivos computerizados que van a producir con más velocidad y
calidad mayores cantidades de productos y
mercancías.
dos y apetecibles para los empresarios que,
desde el punto de vista de la formación de
primera mano, les pueden ofrecer una formación adecuada a los códigos de funcionamiento de sus empresas.
Con lo que estos trabajadores se convierten en un colectivo susceptible, sino se toman las medidas necesarias por parte de los
poderes públicos, de caer en situación de desempleo de larga duración.
A pesar de todo:
(...), el análisis de los principales mecanismos de transmisión induce a pensar que
la oleada actual de tecnologías, como muchas de las que han precedido, elevará el
potencial productivo de las economías y
sentará así las bases para un crecimiento
duradero de la producción, el empleo y las
ganancias reales (OCDE, 1988; 439).
De todas formas, el grado en que este potencial se plasma en un crecimiento real de
la producción en su conjunto, del empleo y
del beneficio no está en función sólo del cambio tecnológico, ya que este pone en marcha
un conjunto de reacciones contradictorias:
(...), por lo que el resultado neto, especialmente para el empleo, depende fundamentalmente de una serie de parámetros
y de su poder relativo (...), parece que no
existe una relación única y predeterminada entre cambio tecnológico y el comportamiento del empleo (OCDE, 1988; 442).
Consecuentemente, las nuevas tecnologías
exigirán de aquellos trabajadores que llevan
un año o más de inactividad, o de aquellas
otras personas que no han accedido todavía
por primera vez al mercado de trabajo, unos
crecientes niveles de cualificación profesional y una adaptación y puesta al día para su
incorporación o reinserción al mundo laboral, que no poseen.
Aunque es cierto, que el cambio técnico o
tecnológico 22 influye, apreciablemente, en la
Por ejemplo, en este proceso actual de
cambio tecnológico (cambio técnico iniciado
en los años sesenta), se observa como el mismo ha influido e influye de manera especialmente negativa en los trabajadores con un
tramo de edad de más de 45 años que son
despedidos, ya que tienen muy difícil volver
a ser contratados porque han de competir
con activos jóvenes crecientemente cualifica-
22
La heterogeneidad del cambio técnico o tecnológico deriva del carácter de la nueva tecnología (microelectrónica) a medida que se desarrolla y difunde, se
modifica continuamente y se adapta a un número creciente de aplicaciones en productos y procesos afectando a diversidad de campos profesionales respecto al fenómeno del cambio técnico o tecnológico (postura
determinista). No obstante, la adquisición de conocimientos tecnológicos como base es incoherente porque
132
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asignación del empleo entre los individuos,
las ocupaciones y los sectores productivos.
trabajo tienen que competir duramente (como se apuntó anteriormente).
Concretamente, las tecnologías de la información tienen algunas consecuencias determinantes para la distribución sectorial
del empleo ya que algunos de los sectores de
alta tecnología son los que están obteniendo
mejores resultados en cuanto a la empleabilidad de trabajadores en paro (aunque no en
relación a los desempleados de larga duración) (OCDE, 1988).
Con la aparición e implantación de las
nuevas tecnologías en los sistemas productivos, y su influencia determinante en el mantenimiento o generación del fenómeno del
desempleo de larga duración, lo que, realmente, se está estableciendo es una relación
directa y clara entre empleo y tecnología.
Es obvio, que la introducción de las nuevas tecnologías en los procesos productivos
generan un proceso de reasignación de los
puestos de trabajo en cada sector de la economía (en función, de que se trate de intensidad tecnológica media o alta), y una alteración de las necesidades formativas de los
empleados de las unidades de producción
(OCDE, 1990).
Concretando: ante un cambio técnico o
tecnológico, quienes sufren sus consecuencias perniciosas (tanto para entrar como para salir del mercado de trabajo), son las personas que se sitúan fuera del mercado
laboral en una situación de prolongada inactividad (12 meses o más) que necesitan un
puesto de trabajo pero que no lo encuentran
sino se regeneran formativamente pero en
unas circunstancias de precariedad económica o física y psicológica, y aquellos activos
empleados mayores de 45 años que son despedidos por razones tecnológicas (paro tecnológico), y que para regresar a un puesto de
la nueva tecnología influye en determinados campos
profesionales (postura no determinista). Para los demás,
la tecnología se incorpora en complejos sistemas pluritecnológicos donde el problema reside en dominarlos.
A pesar de ello, se contempla que el factor técnico o
tecnológico (nuevas tecnologías) supone un cambio de
carácter técnico unido a la idea de innovación de productos y de procesos, e implica la ampliación y extensión de los mercados (la sociedad de la información; es
decir, la nueva economía, transportes e infraestructuras), que, por ende, conlleva (competitividad, empleo y
demanda-consumo) (OCDE,1996).
Dicha relación es uno de los aspectos básicos dentro del debate actual que se produce
acerca de los niveles de desempleo (que afecta, sobremanera, a los colectivos ubicados en
lo que se conoce como el «desempleo estructural»), y de las capacidades de los países industrializados para generar empleo.
Con lo que, la variable tecnológica es la
clave para el proceso continuado de crecimiento y de creación de empleo; es decir, se
convierte así, en la «piedra angular» que permite que aumenten la productividad, las rentas reales y las posibilidades de empleabilidad de los desempleados de larga duración.
Pero, a pesar de ello, hoy en día, en que se
considera que el cambio tecnológico es particularmente rápido y global, y que el crecimiento es lento, se apunta con frecuencia hacia la tecnología como la causa de la
generación de altas tasas de desempleo ya
que, en cierto sentido, ha existido y existe un
temor evidente a que las nuevas tecnologías
puedan provocar pérdidas potenciales de
puestos de trabajo en todos los sectores productivos de las economías de los países desarrollados 23.
Aunque, se ha demostrado, en acontecimientos posteriores, que la aparición de un
23
Según SCHUMPETER, el «cambio técnico» es un
proceso de «destrucción creativa» que consiste en un
proceso de destrucción neta de puestos de trabajo en
algunas antiguas ocupaciones, empresas y sectores; y
en un proceso paralelo de «creación neta» de puestos
de trabajo en los nuevos sectores y ocupaciones (STIGLITZ, 1992).
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elevado nivel de «paro tecnológico» no ha sido
tal y; además, ha sido cierto que la aplicación
de una nueva tecnología siempre ha ido
acompañada de un apreciable nivel de paro,
a pesar de que los puestos de trabajo adicionales creados, directa o indirectamente, han
resultado ser insuficientes, no sólo para sustituir a los que se han perdido sino, igualmente, para elevar la empleabilidad de forma sustancial.
De hecho, la preocupación internacional
actual por la influencia de las nuevas tecnologías reside en salvaguardar las posibilidades potenciales del empleo (y su afectación
en los colectivos activos más desprotegidos),
puede atribuirse al carácter de las mismas.
La incertidumbre o el malestar, sobre todo, entre los activos respecto al factor tecnológico radica en la «creencia científico-técnica
divulgativa» de que dado que las tecnologías
pueden ahorrar trabajo y coste empresarial,
y tienen numerosas aplicaciones, su rápida
utilización podría generar –a diferencia de lo
ocurrido hasta ahora–, nada más que unos
cuantos nuevos empleos y provocar, sin embargo, elevados niveles de «desempleo estructural» (dentro del cual se perjudicaría
notoriamente, entre otros, a los desempleados de un año o más tiempo).
Lo evidente, es que tanto la naturaleza de
la competencia internacional como su ritmo
se invocan como argumentos en el debate sobre el nivel y estructura del paro en su relación con la variable tecnológica.
La actual situación de «globalización industrial» pone de relieve, cada vez de forma
más nítida, la dimensión tecnológica del comercio internacional y la necesidad que tienen las empresas de adoptar los mejores métodos internacionales. Con lo que dada la
importancia de la formación y de la cualificación en general, las diferencias internacionales existentes en la pauta de empleo y desempleo van a depender en gran medida de la
capacidad de las economías nacionales para
134
innovar y asimilar la nueva tecnología por
medio de cambios estructurales.
Por otro parte, la literatura teórica sobre
tecnología y empleo sugiere que el acontecimiento del cambio técnico o tecnológico (al
reducir cantidad necesaria de recursos por
unidad de producción o al crear nuevos productos) permite producir más con una cantidad menor de recursos o elevar la demanda,
lo que aumentaría a la vez, las ganancias y el
empleo, de una forma duradera.
De esta manera se desemboca en el planteamiento apuntado: cabe preguntarse si,
hoy en día, el potencial de creación de empleo que tienen las nuevas tecnologías se traducirá realmente en puestos de trabajo que
ayude a los desempleados de larga duración
a volver al mercado laboral; en qué medida
este proceso se autorregula; y si va a aumentar la demanda en la misma medida que la
capacidad productiva.
La contestación no es sencilla ya que habría que observar el efecto de las nuevas tecnologías en un periodo de transición, a corto
y medio plazo, y a largo plazo, cuando se haya producido el ajuste a un determinado
cambio tecnológico 24.
24
Por ejemplo, las nuevas tecnologías del transporte y de las comunicaciones han redefinido constantemente las fronteras efectivas de los mercados de trabajo
locales, nacionales e internacionales. La tecnología de
la información y de la comunicación hacen del teletrabajo una alternativa cada vez más viable a las modalidades más tradicionales del trabajo, alterando la pauta
de oferta local y global del trabajo ya que es factible
que entren en el mercado de trabajo nuevas categorías
de trabajadores; pero aún así, con ello no se hará más
que seguir perjudicando al «desempleo estructural»
(desempleados de larga duración), que por sus especiales circunstancias carecen de medios económicos para
adecuarse a todo este contexto, ya que en este marco
de producción, las nuevas tecnologías exigirán la cualificación a todos los recursos por igual, sin entrar a analizar las circunstancias de los mismos.
Signifíquense colectivos como: los jóvenes que todavía no han accedido por primera vez al trabajo, las
mujeres que quieren acceder al empleo que nunca han
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Las relaciones tecnología-empleo y las influencias tecnológicas vía desempleo de larga
duración son complejas y heterogéneas, y
uno de los efectos más espectaculares de la
tecnología en el empleo de los países industrializados puede ser indirecto y tener su
causa en las consecuencias del proceso de
globalización y de apertura de mercados, que
a la vez, puede significar para las empresas
un crecimiento altísimo de la oferta de trabajo y de la mano de obra barata, pero no necesariamente carente de cualificación alguna
(OCDE, 1996).
De esta manera se puede deducir que las
causas o factores que sobreestiman el fenómeno del desempleo de larga duración, son:
En primer lugar, la composición de la
fuerza laboral (a raíz del cambio drástico del
perfil del desempleo desde 1960 en adelante), con una proporción de jóvenes y mujeres,
muy superior a la de hace 20 años, que conforman lo que se denomina «desempleo estructural» (también, de larga duración) ya
que presentan mayores dificultades de acceso a la actividad y siempre representan una
mayor tasa de paro (se les unen parados mayores de 45 años y parados de larga duración
sin cualificación).
En segundo lugar, el hecho de que para figurar como desempleado basta manifestar,
solamente, que una persona se encuentra
buscando activamente empleo (aunque, realmente, no lo esté buscando).
En tercer lugar, el hecho de que el interés
por buscar empleo puede haberse reducido
tenido, las personas sin ningún tipo de cualificación de
hecho, personas con minusvalías físicas y psíquicas,...
En este sentido, tampoco, los trabajadores de más de
45 años desplazados por la innovación tecnológica lo
tienen más asequible para volver a la vida activa, como
se ha señalado anteriormente, como tampoco lo tienen
fácil los jóvenes y mujeres que un día estuvieron en activo y que salieron del mercado laboral por diferentes
causas y que ahora desean reincorporarse al mismo
(OCDE, 1990).
por la generalización del seguro de desempleo en los últimos veinte años.
Y, por último, el dato de que en la mayoría de las economías buena parte del producto nacional –Producto Interior Bruto (PIB)–
y de la actividad económica real general en
los países desarrollados escapa a las cifras
oficiales porque la aparición de una economía oculta o sumergida supone la existencia
de unos empleos cuya importancia es difícil
de cuantificar, pero que debe ser, aproximadamente el 20% PIB en el conjunto de los
países industrializados occidentales (OCDE,
1997).
En cuanto a la primera causa de desempleo de larga duración, y que tiene que ver
con los efectos negativos para el empleo que
han tenido y tienen los mercados de trabajo
rígidos o poco flexibles –en el contexto de
países industrializados, desde la década de
los años noventa del siglo pasado–, los Estados han venido combatiendo el mismo con
diversas acciones de fomento de empleo que
tienen como misión general la de intentar
frenar o atenuar los efectos perniciosos económicos y sociales que conlleva, sobre todo,
este fenómeno del paro de naturaleza estructural.
La consecuencia negativa que tiene dicha
situación para la economía de estos países es
que se pierden para siempre estos recursos
ociosos y, ello supone, el desaprovechamiento
del potencial productivo. Aquí se observa el
primer coste económico para la sociedad: recursos (incomes) no utilizados y bienes y productos (outcomes) no producidos u obtenidos
por tener mano de obra sin ocupar y en situación de inactividad prolongada.
Además, desde la perspectiva social, es
evidente que el mayor coste, el más grave recae en los individuos que se encuentran en
dicha situación de desprotección. Los seguros de desempleo no son suficientes ni en
cantidad económica (su cuantía suele ser inferior al salario normal en el conjunto de es-
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tos países) ni en cobertura (y no toda la población laboral está acogida a dicho seguro
de desempleo, y menos algunos colectivos de
larga duración que no han trabajado anteriormente), es decir, no sirven como sustitución de renta, no les evita todos los perjuicios
ocasionados por su inactividad.
Se considera que el desempleo (específicamente, el de un año o más) se configura como
el primer elemento determinante del grado
de pobreza o de falta de bienestar de una sociedad, donde la exclusión laboral puede encaminar a un individuo a la marginalidad
empujado por circunstancias de desesperanza y de acuciante necesidad.
Estos problemas suelen localizarse en colectivos de «desempleo estructural» y, con
mayor frecuencia, en parados (de un año o
más en esta situación) como consecuencia de
periodos de recesión de las economías occidentales industrializadas donde el porcentaje de personas en esta situación aumenta significativamente 25.
Como contrapartida, en el conjunto de las
economías desarrolladas, los efectos de este
fenómeno recaen sobre los activos ocupados
que tienen que pagar un alto precio por la
falta de trabajo o por su defectuosa gestión y
se ven obligados a abonar parte de los costes
del desempleo, en general, a través de cotizaciones sociales o impuestos más elevados.
Con lo que el seguro de desempleo queda
configurado con las cotizaciones al sistema
de la seguridad social de trabajadores y empresas y, en parte, de las contribuciones del
sector público.
Consecuentemente, cuando el nivel de
desocupación prolongada aumenta, los tra-
25
En los países con menor grado de flexibilidad en
su mercado de trabajo y con mayor rigidez en las plantillas de sus empresas, el porcentaje de desempleo de
larga duración es mayor que en los países con mayor
flexibilidad y menor rigidez en su mercado laboral (Véase, LAYARD, NICKELL y JACKMAN, 1994).
136
bajadores empleados tendrán que contribuir
a financiar los mayores costes derivados del
abono del seguro de desempleo vía cotizaciones o impuestos.
Ni que decir tiene que los costes sociales
del desempleo prolongado sobre los activos
ocupados son muy elevados, de manera que
resulta imprescindible destacar la desigual
distribución que tiene entre la población activa, constatando que determinados colectivos sociales padecen con mayor intensidad
este fenómeno del paro de carácter estructural 26.
En relación con la segunda causa del desempleo de larga duración, hay que destacar
que los efectos de las nuevas tecnologías sobre el empleo han producido cambios considerables en las relaciones industriales tradicionales.
También es una realidad, el hecho de que
la aparición y difusión de las nuevas tecnologías (electrónica, telemática, cibernética) están logrando conseguir que el tipo de cualificaciones requeridas sea de un nivel de
instrucción de base cada vez más amplio, polivalente y elevado (de cultura técnica generalizada) que va a hacer cada vez más difícil
la recuperación para el mercado de trabajo de
aquellos recursos activos desocupados y
abandonados en el tiempo (sobre todo, los
desempleados de larga duración sin cualificación y con un desfase formativo evidente respecto a dichos conocimientos que se requieren
y que les hacen no encontrar un empleo) 27.
La razón reside en que son ciertas características
personales y ocupacionales las que determinan que la
probabilidad de algunos grupos de encontrarse en paro
sea muy superior a la media de la población activa. Los
más afectados por el desempleo prolongado son los colectivos que se vienen señalando (OCDE, 1996).
27
Hoy en día, con la incorporación de las nuevas
tecnologías se evoluciona hacia un sistema de organización del trabajo en el que el modelo de organizar la
producción requiere una mayor cooperación técnica
de todos los recursos humanos que van a utilizar el sistema técnico (propio del contexto tecnológico influyen26
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
ACTUACIONES: LAS POLÍTICAS
ACTIVAS DE FOMENTO DEL
EMPLEO
A lo largo de la década de los años noventa del siglo pasado, los Estados industrializados y desarrollados occidentales han venido
adoptando un conjunto de políticas de mercado de trabajo basadas en una serie de medidas de carácter estructural para lograr reducir las altas tasas de desempleo en los
mismos, sobre todo, el de larga duración que
demandaba de profundas reformas de los
mercados de trabajo, ya que: «Una política de
mercado de trabajo bien diseñada tiene con
frecuencia la ventaja de responder simultáneamente a los objetivos de eficiencia y de
equidad» (OCDE, 1991; 18).
Sin embargo, las políticas activas de mercado de trabajo 28 han venido diseñando y
aplicando medidas de choque contra tres de
los fenómenos, que ya se han apuntado anteriormente, que vienen alterando negativamente los mercados laborales, y que son: la
evolución demográfica; las nuevas tecnologí-
te) y que exige una creciente y puesta al día de cualificación profesional que los desempleados estructurales
no poseen, incluso en el caso de los trabajadores mayores de 45 años (OCDE, 1993).
28
Respecto a las «políticas activas de fomento de
empleo» y/o «de la contratación» o denominadas, también, «políticas activas de mercado de trabajo», y/o «de
mano de obra» cabe decir que se trata de actuaciones
públicas en el ámbito de la política social (como una de
las dos políticas públicas básicas, junto con la política
económica, que diseñan la acción de gobierno en cualquier Estado). Este concepto, aunque con diferentes voces, es unívoco, y es utilizado por las políticas gubernamentales de estos países desarrollados para el fomento
de la contratación entre los empresarios, ante todo de
aquellos colectivos en una situación de inactividad prolongada (desempleados de larga duración). Es un concepto: «(…), utilizado en otro tiempo por la OCDE, tiene un carácter híbrido. La palabra “activa” proviene del
concepto sueco de “política activa de mercado de trabajo”, que se forjó en los primeros años de la década de
los cincuenta a causa de la insatisfacción motivada por la
política de moderación salarial (OCDE, 1991; 29).
as; y las presiones crecientes, originadas por
el cambio estructural, sobre los puestos de
trabajo y su diversificación según las condiciones del trabajo y la cualificación exigida.
Actualmente, en el ámbito de los Estados
desarrollados occidentales, las acciones de
toda política de mercado que esté bien diseñada destacan por su ventaja y facilidad de
dar respuesta, simultánea, a los objetivos de
eficiencia y de equidad.
Si se desea que la acción gubernamental de
estos países incida realmente en el conjunto
de la oferta de la mano de obra, las medidas
especiales a favor de las demandas dirigidas a
los desempleados de larga duración deberán
actuar de acuerdo con los objetivos sociales de
toda política social y, concretamente, de la política del mercado laboral que conduzca a la
posibilidad de obtener un tipo de empleo estable para los mismos (OCDE, 1991).
Las políticas activas de fomento del empleo y/o de la contratación se basan en acciones o actuaciones dirigidas a la recuperación,
ante todo, de ese «desempleo estructural» (de
activos desocupados de larga duración) para
devolverlo al grupo de población de los activos ocupados.
Además, para que dichas políticas sean
efectivas se siguen una serie de tareas, entre
las que destacan, sobre todo: la movilización
de los recursos humanos, ya que la «sociedad
activa» se distingue por el favorecimiento del
desarrollo de los mercados y la actividad de
todos los colectivos sociales para evitar, en la
medida de los posible, la aparición de fenómenos como la pobreza, la dependencia económica de los individuos y la exclusión laboral y social.
Para ello:
Debe concederse prioridad a medidas activas como la formación, los programas de
colocación y de reinserción destinados a
los desempleados, los inactivos y los beneficiarios de la ayuda social, de forma que
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
137
ESTUDIOS
se rompa el círculo de dependencia, se reduzcan las desigualdades en el acceso al
empleo y, en general, se introduzca a los
trabajadores en la gran corriente de las
actividades productivas. Esas prioridades
debieran reflejarse en la asignación de los
recursos (OCDE, 1991; 19).
Por otro lado, estas políticas activas de fomento del empleo y/o de la contratación desarrollan unas formaciones profesionales más
elevadas y adaptables para que los individuos con mayores dificultades para volver al
mercado de trabajo puedan acceder al nuevo
tipo de empleo:
Para evitar la aparición o el agravamiento
del «déficit de personal cualificado», que
tendría graves repercusiones en los resultados económicos, hay que desarrollar lazos nuevos con el sistema de enseñanza y
reforzar el papel primordial desempeñado
por el sector privado en la formación de los
trabajadores y en la mejora de las cualificaciones de los mismos (OCDE, 1991; 20).
Con lo cual, se necesita que la política activa de mercado de trabajo se encuentre correctamente coordinada con las políticas de
enseñanza y de formación, y: «(...), que para
fomentar la formación se cree una estructura
adaptada y estimulante en la que participen
los empleadores, los asalariados y los grupos
desfavorecidos» (OCDE, 1991; 21).
Finalmente, hay que subrayar la tarea de
la promoción de un espíritu de búsqueda activa de empleo, especialmente, entre los desempleados de larga duración favoreciendo dicha tarea a través de la potenciación de los
Servicios Públicos de Empleo (SPEs) en sus
funciones de orientación y asesoramiento individual y colectivo, y de formación profesional ocupacional 29.
29
Ya que: «Para evitar que las personas desempleadas que desean acceder nuevamente a un puesto de
trabajo se deslicen paulatinamente hacia una situación
de desempleo de larga duración, conviene conceder
138
En este sentido:
Será conveniente aumentar la eficiencia
del mercado de trabajo prestando una amplia gama de servicios a los diversos participantes en el mercado de trabajo, tanto si
se trata de demandantes de empleo como si
se trata de empresas que buscan personal
con determinadas cualificaciones; esos servicios no debieran responder solamente a
objetivos inmediatos, a corto plazo, sino
contribuir a largo plazo al desarrollo profesional de los trabajadores y a la gestión con
vistas al futuro de los recursos humanos de
las empresas (OCDE, 1991; 22).
Las soluciones que ofrecen los poderes públicos de los Estados desarrollados para combatir el desempleo de larga duración deben
tener en cuenta dos aspectos distintos de este tipo de paro: por un lado, el aspecto flujo
que tiene que ver con las variaciones marginales a lo largo del tiempo y, por otro lado, el
aspecto stock 30.
Es precisamente, en esta tarea de cambio
de la tradicional y excesiva dependencia del
individuo respecto del Estado-paternal hacia
el fortalecimiento de la cultura laboral de
búsqueda activa de empleo, donde estos países han venido aunando sus esfuerzos para
conseguir reducir las elevadas tasas de «desempleo estructural» 31.
prioridad a los servicios orientados al mercado y rápidamente eficaces, como la orientación profesional, y a los
servicios apropiados para aumentar la motivación para
el trabajo, estimular los esfuerzos de búsqueda de empleo y mejorar la aptitud para el trabajo. Si esos servicios fracasan, habrá que pensar en formas de intervención más intensivas por parte de los poderes públicos,
como las subvenciones a la formación y al empleo»
(OCDE, 1991; 23).
30
Es decir: «Cuando empeoran las condiciones económicas, es de esperar que algunos parados de corta duración se sumen a las filas de los parados de larga duración (el aspecto flujo). El problema del stock surge cuando
el flujo de salida de este grupo es pequeño, incluso aunque mejore la situación económica» (OCDE, 1993; 280).
31
«Los desempleados de larga duración constituyen
actualmente el principal objetivo de medidas intensivas.
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35
FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA
Y, es imprescindible hacer mención al actual diseño, en el caso español, de las políticas activas de fomento del empleo 32, que se
constituyen en :
(...), un eje director de las medidas emprendidas, de las que se derivan objetivos operativos entre los que se pueden destacar los
siguientes: a) Potenciación de la transparencia del mercado de trabajo, b) Desarrollo de la Estabilidad en el Empleo, c)
Optimización de los Recursos Humanos,
d) Adaptabilidad y Flexibilidad para la
creación del empleo y e) Atención a los Colectivos Desfavorecidos (MTAS, 2001; 99).
En cuanto a la atención de los colectivos
desfavorecidos, entre los que se recoge a los
En numerosos países el SPE ha establecido procedimientos especiales para asegurar que todos (…), sean convocados a una entrevista y se les estimule vivamente a hacer frente a sus propios problemas. Esos procedimientos
reciben asimismo nombres diversos (…), “entrevista del
decimotercer mes“ (Francia). En la mayoría de los casos,
estas entrevistas son obligatorias al término de determinado periodo de desempleo» (OCDE, 1991; 65-66).
También, al hilo de lo argumentado, estos SPEs promocionan la idea de movilidad geográfica para encontrar un puesto de trabajo entre las personas inmersas en
este tipo de desempleo prolongado. Además, la formación profesional no es una solución, a corto plazo, de
los problemas que tiene el desempleado de larga duración, sino que se considera más bien como una inversión en capital humano para el futuro, cuando menos a
medio plazo (OCDE, 1991).
32
«La orientación general de las medidas de la política de empleo en España se fundamenta en el desarrollo de la Constitución; la Concertación Social entre
Agentes y de estos y el Gobierno; el proceso de Convergencia con la Unión Europea, los Tratados Internacionales en materia laboral y, finalmente, el desarrollo
de las Políticas Activas para una optimización de los recursos humanos y un proceso de adaptación y modernización del sistema productivo» (MTAS, 2001; 97).
En este caso véanse que: «Los artículos 40, 41, y 42
contemplan los Principios Rectores de la Política Social
y Económica, la orientación de las políticas hacia el Pleno Empleo, los sistemas de Protección Social, el Derecho a la Formación Profesional o a la Seguridad e Higiene en el Trabajo, la limitación de la jornada laboral y los
derechos de los trabajadores españoles en el extranjero». (MTAS, 2001; 97).
desempleados de larga duración
que:
33
, se dice
La cohesión social a través del empleo exige, a su vez, la atención prioritaria sobre
los colectivos más vulnerables del mercado de trabajo, como son los inmigrantes,
los discapacitados, los amenazados de exclusión, los parados de larga duración y
aquellos otros colectivos con dificultades
en el proceso de inserción en el mercado
de trabajo (MTAS, 2001; 100-101).
A MODO DE CONCLUSIÓN
Para terminar, y en relación con un fenómeno tan complejo como es el del desempleo de larga duración, cabe decir que es
necesario establecer cuáles pueden ser las
grandes orientaciones de las políticas activas de mercado de trabajo en su objetivo de
fomentar, sobre todo, el empleo y/o la contratación para la categoría del desempleo
estructural.
En este sentido, se aboga por profundizar
e insistir en las siguientes pautas de conducta para progresar:
En primer lugar, ahondar en la posibilidad de promoción de unos recursos humanos
crecientemente cualificados que consigan au-
33
Las medidas activas de fomento del empleo para
el colectivo de los desempleados de larga duración, que
se utilizan en el caso español, se resumen, sucintamente, de la siguiente manera: para Formación, acciones a
través del Nuevo Programa de Formación Profesional,
de programas de formación ocupacional, y de formación mediante el acercamiento entre sistema formativo
y la práctica en la empresa; y para Empleo, acciones de
incentivación de los contratos de duración indefinida
para desempleados de larga duración, y de contratación de desempleados para sustituir temporalmente a
trabajadores en excedencia por cuidado de familiares
(Véase, el Informe Técnico del MTAS, titulado: «La Política de Empleo en España. Informe de base sobre instituciones, procedimientos y medidas de política de empleo», 2001).
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139
ESTUDIOS
mentar el crecimiento económico, –ya que,
tradicionalmente, el paro de larga duración
ha ido unido, indefectiblemente, a un bajo
crecimiento de la producción en los últimos
treinta años-; crear riqueza; y generar el empleo más estable posible.
En segundo lugar, equilibrar, consecuentemente, la inflación y el desempleo de tal
manera que se estabilice el empleo en periodos de coyunturas económicas menos favorables para el crecimiento y evitando los «cuellos de botella» que se producen en los
mercados laborales cuando existen periodos
de expansión de la actividad.
En tercer lugar, que, sobre todo, los Servicios Públicos de Empleo (SPEs) o, lo que es lo
mismo, la intermediación laboral pública de
estos países desarrollados mejoren, en mayor
o menor medida, la gestión de estos servicios
sociales prestando más atención y dedicación
a los desempleados de carácter estructural, a
través del ofrecimiento de ayuda para la búsqueda activa de empleo con el fortalecimiento de la orientación y el asesoramiento individual de los demandantes de empleo, y,
siempre, en función de sus capacidades y posibilidades profesionales, para permitir conocer la casuística de cada uno de ellos.
Y, en cuarto lugar, conjugar eficiencia y
flexibilidad de los mercados de trabajo (conjuntamente, con la mayor protección y garantía del especial derecho, que por su situación tienen, los colectivos de desempleados
de larga duración, ante todo, los menos cualificados y los que aún no han podido acceder
por primera vez al empleo: jóvenes, mujeres
y minusválidos), y con la potenciación de la
inversión en capital humano para responder
adecuadamente a la evolución demográfica y
tecnológica.
140
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141
ESTUDIOS
RESUMEN: En un contexto económico de globalización –de apertura de mercados y de creciente
competitividad– se hace indispensable seguir manteniendo y potenciando las
estructuras de bienestar en los países industrializados y desarrollados para poder
dar respuesta a las necesidades y bienestar de los individuos y del conjunto del
colectivo social.
Es evidente, que el primer planteamiento para salvaguardar las estructuras del
bienestar en estos Estados tiene que ver con el hecho de garantizar el empleo y su
protección, pero no como hasta ahora –dentro de unos mercados de trabajo rígidos,
escasamente flexibles y poco adaptados a las nuevas necesidades productivas–, sino en un entorno de necesaria reforma flexibilizadora de los mismos que combata,
sobre todo, el desempleo de tipo estructural, y que tiene que ver directamente con el
fenómeno del desempleo de larga duración.
142
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II. Informes
«Las familias ya no podemos más».
Riesgos de exclusión social de las
familias que cuidan de enfermos
crónicos graves
Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN *
L
as enfermedades crónicas suponen el
problema que requiere mayor atención en los países desarrollados, tanto por parte del sistema de salud como de
otros sistemas relacionados con el bienestar
social. Podemos congratularnos por el logro
del aumento de la esperanza de vida y la supervivencia de gran número de personas con
enfermedades hasta hace poco tiempo mortales, sin embargo, la mayor posibilidad de supervivencia puede suponer enfrentarse a numerosas dificultades durante el resto de su
vida y pagar un alto coste tanto la persona
directamente afectada como su familia. Hablaremos de enfermedades crónicas graves
que tienen como consecuencia importantes
discapacidades que obligan a las personas
afectadas a depender en gran manera de
otras personas para la realización de las actividades cotidianas.
Las directrices de las políticas de salud de
los países desarrollados, además de intentar
aumentar la supervivencia, persiguen el objetivo marcado por la ONU de «dar más vida
a los años que se han agregado a la vida» y
*
Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de Alicante.
no sólo lograr una mayor longevidad. Este
objetivo es igualmente aplicable en el caso de
menores, jóvenes o adultos que se ven afectados por una enfermedad crónica grave y que
si bien se benefician de los avances de la medicina, en España, se sienten olvidados por
las políticas públicas que tienden a ignorar
sus necesidades, escudándose en la solidaridad familiar. La realidad es que la mayoría
de estas familias asume la responsabilidad
de cuidar a sus miembros enfermos con escaso apoyo público, llegando a hipotecar sus
propios proyectos vitales e incluso con merma de su salud, lo que resulta socialmente
injusto y les coloca en situación de riesgo o de
franca exclusión social (Martínez Román, Mª
A., 2001). Estamos ante un tema de actualidad, el tema de la dependencia que parece
preocupar más en el caso de las personas
mayores pero que afecta también a todas las
edades.
«Dar más vida a los años que se han agregado a la vida» implica proporcionar oportunidades para un desarrollo humano, poder
realizar un proyecto vital de desarrollo personal y significa tanto la calidad de vida de
la persona con la enfermedad crónica como la
calidad de vida de las personas de su entorno
vital que se ocupan de su cuidado. Las des-
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145
INFORMES
igualdades sociales en este ámbito son especialmente injustas y como una injusticia social lo viven las familias entrevistadas, porque son muy conscientes de que una parte
importante de sus dificultades cotidianas se
podría evitar o aliviar si se tuvieran en cuenta las condiciones de vida específicas de cada
persona enferma y si estuviera disponibles
una adecuada oferta de servicios y apoyos
públicos para hacer más llevaderas sus condiciones de vida (Martínez Román, Mª A.,
Mira-Perceval, Mª T. y Redero, H., 1992).
LAS ENFERMEDADES
RESPIRATORIAS CRÓNICAS QUE
ORIGINAN DISCAPACIDADES
SUPONEN UN RIESGO DE
EXCLUSIÓN SOCIAL
Nos referiremos a enfermedades respiratorias crónicas graves, por ejemplo, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC)
con oxigenoterapia domiciliaria, cifoescoliosis, enfermedades neuromusculares (miopatías, ELA, esclerosis múltiple). Mortalidad y
morbilidad están asociadas con desarrollo
económico y social, también las desigual-dades sanitarias reflejan las desigualdades sociales existentes. El máximo de desigualdad
social viene asociado a dependencia, calidad
de vida mínima, adicción, pobreza, vejez, discapacidad y, sobre todo, morbilidad crónica y
deteriorante. En las clases altas muchos de
los problemas de salud no llegan a convertirse
en crónicos o no originan discapacidades, por
el contrario, una persona de un nivel socioeconómico bajo tiene muchas probabilidades no
sólo de enfermar más, sino también de que derive a una enfermedad crónica y, consecuentemente, de que suponga una disminución de su
ya menor calidad de vida. (De Miguel, J.,
1994). Hay una relación de interdependencia
entre enfermedad crónica y situación socioeconómica pudiendo ser causa o consecuencia
de empeoramiento de la enfermedad y la discapacidad de las personas en peor situación
socioeconómica (Burström, B. et al.).
146
Los organismos internacionales vienen
destacando la existencia de estrechos vínculos entre las dificultades de salud y la exclusión social, en cuanto pueden suponer obstáculos que impiden la integración social.
Cuando Naciones Unidas habla de desarrollo
humano destaca como una de las opciones
fundamentales el «vivir una vida larga, sana
y creativa», es decir, no sólo sobrevivir sino
tener calidad de vida que incluye la participación o integración en la vida social (Naciones Unidas, 2000). Sin embargo, los obstáculos al desarrollo humano debido a problemas
de salud son también uno de los riesgos de
exclusión social en Europa 1. Las enfermedades crónicas graves originan discapacidades
(OMS, 1983) que afectan a las actividades de
la vida diaria derivando hacia la dependencia de terceras personas, por lo que hay que
tener en cuenta las consecuencias familiares
y sociales de la enfermedad. Este nuevo enfoque amplía la intervención al entorno social,
que es el que determina la situación de minusvalía, para promover la igualdad de oportunidades y el máximo de autonomía (Comisión Europea, 1996). Lo opuesto a exclusión
social es integración social, que es un derecho de todo ciudadano, y no hay calidad de
vida, por mucha autonomía que se consiga,
sin integración social.
El derecho a la calidad de vida de las personas con enfermedades crónicas se enmarca
en el contexto más amplio del reconocimiento
de los derechos humanos (políticos, sociales,
económicos y culturales). No tiene sentido
dedicar importantes recursos humanos y financieros a evitar la mortalidad de la población si esa mayor supervivencia no se ve
Junto al desempleo de larga duración o el empleo
de baja calidad, ingresos bajos, falta de vivienda o vivienda precaria, problemas de salud, falta de cualificación o fracaso escolar, otras discriminaciones (raza,
edad, género) ,crecer en familia vulnerable, adicciones,
habitar en zona con múltiples carencias. Con frecuencia se establece un círculo, siendo confuso efectuar la
distinción entre causas y consecuencias.
1
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Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN
acompañada de unas políticas sociales que
permitan su integración social, sin que los
restantes miembros de las familias tengan
que hipotecar sus proyectos de vida (Martínez Román, M. A. y Guillén, E., 1996). Como
ya hemos indicado, las familias no se niegan
a cuidar, se trata de lograr «un equilibrio entre los derechos individuales y las obligaciones sociales de la atención..., asegurando la
oferta de servicios y encontrando el modo de
distribuir socialmente el costo de la carga de
las tareas de cuidado equitativamente entre
hombres y mujeres, entre Estado, familia,
comunidad y sector privado» (Programa de
Naciones Unidas para el Desarrollo, 1999),
no se puede mantener la noción tradicional
de que la familia debe encargarse del cuidado integral de todos sus miembros así como
su capacidad para hacerlo (Naciones Unidas,
2001). La falta de tiempo debida a la responsabilidad de cuidar de alguien excluye a la
gente de opciones fundamentales de un desarrollo humano como, por ejemplo, la oportunidad de realizar un trabajo remunerado que
genere derechos a la protección social (Martínez Román, M. A., 2001) y participar en las
actividades sociales necesarias para la integración social (Gordon, D., Townsend, P. et
al., 2000).
El creciente número de personas que sobreviven pero no tienen curación y que precisan cuidados de salud continuos e integrales,
preferentemente en el domicilio, plantea el
desafío de nuevas políticas que integren los
cuidados formales e informales en función de
las necesidades de las personas con enfermedades crónicas y también de las necesidades
de sus familias (Iglesias de Ussel, J., 2001;
Philipsen, H. y Stevens, F.,1997; Smith, C. et
al., 1991; Campbell, M., Stockdale-Woolley,
R. y Nair, S., 1991; Van der Boom, G. et al,
1998) Sin embargo, es más frecuente presuponer la disponibilidad del cuidado informal,
dando por supuesto que tienen que asumir la
responsabilidad principal y como si tuvieran
los medios, conocimientos, habilidades y destrezas que se precisan. Se han realizado es-
tudios sobre las enfermedades crónicas que
afectan a las personas mayores y muy mayores, sin embargo, también hay muchos menores, jóvenes y adultos jóvenes que se encuentran en estas situaciones y sus familiares
cuidadores suelen ser también jóvenes. En
ambos casos, la edad influye en las dificultades para el desarrollo personal y social, así
como en las relaciones familiares y, por lo
tanto, plantea diferentes demandas a las que
hay que buscar respuesta desde las políticas
públicas.
Desde la medicina, las tendencias actuales internacionales en el tratamiento de las
enfermedades crónicas marcan como metas
no sólo la reducción de los síntomas sino también el incremento de la capacidad funcional,
y la mejora de la calidad de vida (Curtis et al.,
1994). La calidad de vida está directamente
relacionada con la capacidad funcional, por lo
que parece útil la propuesta de reconceptualización de la noción de enfermedad crónica
realizada por Hamonet que incluye, por una
parte, cambiar el concepto de enfermedad
crónica por el de «personas con discapacidades» y, por otra parte, introducir la noción de
calidad de vida que supone la percepción
subjetiva del estado de salud como bienestar
físico, psíquico y social (Hamonet, 1993).
Las enfermedades crónicas pueden ser de
muy diferente etiología presentando una serie de características comunes que atañen a
la duración temporal de la enfermedad; la
causación de discapacidades funcionales; la
influencia en la calidad de vida; y el carácter
evolutivo del proceso de la enfermedad. Una
enfermedad crónica puede generar cambios
funcionales importantes ya sea en la esfera,
física, psíquica o social y, en la mayoría de
los casos, se plantean dificultades en todas
ellas dada la interdependencia entre las tres,
con diferencias significativas dependiendo
del tipo y grado de discapacidad (Dimond,
1984).
Retomando la propuesta de Hamonet, si
consideramos las discapacidades tendremos
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147
INFORMES
como marco de referencia no sólo las actuaciones de asistencia sino también las de prevención, rehabilitación e igualdad de oportunidades, accesibilidad (Naciones Unidas, 1983).
En cuanto a la calidad de vida, consideramos
la existencia de una interdependencia entre
la calidad de las condiciones de vida de la persona afectada y la calidad de vida de las personas de su familia que le prestan cuidados
(Hooyman, N.R. y Gonyea, J.G., 1999; Bazo,
Mª T., 1998; Pérez-Díaz, V., 1998; IMSERSOCIS, 1996). En España se ha comenzado a valorar el desarrollo de instrumentos de medición de la calidad de vida de las personas
afectadas por enfermedades respiratorias crónicas, incluyendo algunos aspectos socioambientales y familiares, pero no se suele valorar la calidad de vida de la familia cuidadora.
Por ello, partimos de la hipótesis de que
las familias españolas prestan cuidados pagando un alto precio por insuficiencia de apoyos públicos, hasta el punto de que se pueden
considerar uno de los grupos sociales en riesgo de exclusión social y en la mayoría de los
casos los cuidados se asignan a una mujer.
Mediante entrevistas en profundidad y aplicación de cuestionarios por correo y teléfono
se ha tratado de conocer la opinión de familias cuidadoras de personas con enfermedades respiratorias graves, en la Comunidad
Valenciana, con el fin de conocer la calidad
de vida percibida, es decir, la valoración subjetiva de la idoneidad de las propias condiciones de vida y sus propuestas de mejora. Esto
permite identificar tanto las lagunas de las
políticas sociales como adoptar nuevas medidas más adecuadas a las necesidades específicas de las personas a las que van dirigidas,
incluyendo a las personas cuidadoras.
FACTORES QUE CONDICIONAN
LA CALIDAD DE VIDA DE LAS
FAMILIAS CUIDADORAS
Ante una enfermedad crónica grave, el
sistema de salud responde con una serie de
148
actuaciones desde el nivel primario, secundario y terciario siempre tratando de mantener a la persona enferma en su propio domicilio, para lo que se da por sentado la
implicación directa de la familia en el sistema de cuidados. Los enfermos que pueden contar con un ambiente familiar positivo, con estabilidad afectiva y modos
adecuados de enfrentarse a los problemas
cotidianos, pueden adaptarse de modo más
positivo a las crisis que supone el proceso
de su enfermedad, con la ayuda del resto
de la familia.
No nos referimos únicamente a la familia
nuclear tradicional, sino a todas las modalidades a las que han dado lugar las transformaciones sociales y culturales recientes de la
institución familiar. Sin embargo, aunque
estas transformaciones incluyen la incorporación de la mujer a la vida laboral, lo cierto
es que la atención de las familias a sus
miembros enfermos todavía significa, con pequeñas excepciones, hablar de las mujeres de
la familia. Los países escandinavos tienen
mayor tradición en cuanto a promoción de la
igualdad de oportunidades entre hombres y
mujeres, sin embargo, no es el caso de otros
muchos países, entre ellos España, en donde
persiste una desigualdad por razón de género, ya que las mujeres asumen la responsabilidad principal de los cuidados de los miembros enfermos de la familia, hipotecando con
ello su propio desarrollo humano cuando, como podremos corroborar en las entrevistas,
el hombre puede ejercer esas mismas tareas
de forma igualmente satisfactoria. Naciones
Unidas ( PNUD, 1999) ha destacado recientemente la falta de valoración en el desarrollo humano del trabajo de atención y cuidado
con las personas dependientes, cuando es un
factor esencial del bienestar humano y que
son las mujeres las que soportan la principal
responsabilidad al identificarse las actividades de cuidado con el trabajo no remunerado
de la mujer en el hogar o con actividades extradomésticas de carácter voluntario ( por lo
tanto, tampoco remuneradas) de tal modo
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN
que la familia actual constituye un pequeño
Estado benefactor 2.
En consecuencia, las mujeres que asumen
la responsabilidad principal de prestar los
cuidados que demandan los miembros dependientes de sus familia tienen muchas
probabilidades de encontrarse en situación
de pobreza «humana» tal como se define por
Naciones Unidas 3, debido a las desiguales
oportunidades sociales entre los géneros a lo
largo de toda la vida que se manifiestan en
mayor medida en la vejez (Naciones Unidas,
2001). Cuando se reconoce esta discriminación de las mujeres, el estudio de la pobreza
y la exclusión ha de analizar, además del modo de distribución de los recursos de la familia entre sus miembros o el modo de toma de
decisiones, la asignación de las funciones de
cuidado de los miembros dependientes (con
las horas invertidas en dichos cuidados) y las
oportunidades de acceso al mercado laboral,
sin olvidar la distribución del tiempo personal en tanto determinante de las oportunidades para participar activamente en la vida
social y política (Martínez Román, Mª A.,
2001).
Esta perspectiva pone de manifiesto el
precio (emocional, físico, económico y social)
que la mujer cuidadora ha de pagar por realizar largas jornadas de atención a la persona enferma, en muchos casos, incluyendo la
noche y el fin de semana y sin recibir remuneración por ello de modo que, además, estas
2
El Informe sobre Desarrollo Humano-1995 de
Naciones Unidas ya estimaba que las mujeres dedicaban dos tercios de sus horas de trabajo a actividades no
remuneradas (los hombre sólo un cuarto), siendo la mayoría de esas horas un trabajo de cuidadora: «la familia
patriarcal tradicional y los prejuicios de género en la sociedad que limitan las oportunidades de las mujeres
fuera del papel de cónyuges y madres han constituido
la forma tradicional de resolver este problema. Pero esto no constituye la solución».
3
«Pobreza humana» es la privación de opciones
básicas en años de vida, salud, vivienda, conocimientos, participación social y medio ambiente.
mujeres se encuentran en situación de dependencia de su grupo familiar. Estos obstáculos tienen mayores repercusiones cuanto
más joven es la mujer, por ejemplo, es el caso
de aquellas mujeres que se ven obligadas a
dedicarse al cuidado de las personas dependientes de la familia y que, seguramente sin
saberlo, están labrando su propia dependencia futura ya que dedican su vida a un trabajo que no es reconocido como tal y, en consecuencia, les priva del derecho a la protección
social ante cualquiera de las contingencias
reconocidas por la Seguridad Social, incluyendo la posibilidad de una pensión al llegar
a la vejez. Esto es altamente injusto cuando
tradicionalmente la mujer española ha tenido que asumir por imperativo sociocultural
el cuidado de los miembros del hogar, lo que
ha supuesto un importante ahorro al gasto
público (Marí-Klose, M. et al., 1998; Martínez Román, Mª A., 2001). El derecho a un
desarrollo humano implica tener la oportunidad de elegir libremente si quiere ejercer ese
rol de cuidadora, contando con apoyos públicos y teniendo acceso a los beneficios del sistema de protección social tanto en compensación y reconocimiento social a su trabajo
como para prevenir posibles situaciones de
pobreza o exclusión social en el futuro.
Hay una gran diversidad en cuanto al modo como afecta la enfermedad crónica a la calidad de vida de los enfermos y sus familias;
cada situación es única pero siempre es un
problema familiar porque repercute en la vida individual de cada uno de los miembros y
también en todos ellos como conjunto o grupo, con la particularidad de que la enfermedad crónica es para siempre. Las investigaciones muestran las diferencias existentes
entre familias que cuidan de sus miembros
dependiendo de factores como el modo de
irrumpir la enfermedad en la familia (súbito
o gradual), el curso de la enfermedad (progresivo, constante, episódico), el pronóstico
de supervivencia y el tipo y grado de discapacidades (Roland, J.S., 1994). También influyen las experiencias anteriores y el aprendi-
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INFORMES
zaje de actitudes en el seno de la familia de
origen, ya que cada familia transmite su peculiar modo de vivir y reaccionar ante situaciones relacionadas con la enfermedad y la
pérdida de salud. No se puede medir la carga
de los cuidados sin tener en cuenta sus vivencias emocionales (Lázarus, R.S y Folkman, S., 1984).
La familia, sin haberlo previsto, tiene que
aceptar (sin otra opción posible) la responsabilidad del cuidado del miembro enfermo y
adaptarse a un nuevo modo de vida impuesto por las exigencias de la prestación de cuidados a medio, largo o muy largo plazo. Son
enfermedades que plantean diferentes problemas según las características de la enfermedad, según cada una de las etapas de su
curso, según los obstáculos o apoyos del entorno lo que a su vez depende de las condiciones
previas de las relaciones familiares, sociales,
económicas, culturales, etc... Entonces la familia se encuentra con muchas dificultades
que exigen la reorganización y la introducción
de cambios en la vida diaria en función de las
nuevas demandas del familiar enfermo. Se
puede producir tensión y angustia en los
miembros sanos de la familia y esto influye y
condiciona el modo de respuesta en los cuidados originando strés, sufrimiento, pena, inseguridad, miedo... (Hymovich, D. y Hagopian, G.,
1992). A menudo se desconoce y se infravalora
el sufrimiento de las familias que se encuentran en estas situaciones sin apoyo cuando se
les obliga a cuidar las 24 horas del día, durante todos los días del año y sin el necesario apoyo. (Martínez Román, Mª A., 1992; Castaño, R.
Martinez Román, Mª A. et al., 1995; Hughes,
S. et al., 1999; Karp, D. y Tanarugsachock, V.,
2000; Gutierrez Resa, A., 2001).
La política sanitaria actual se basa en la
denominada «atención comunitaria», evitando o disminuyendo al mínimo las estancias
hospitalarias por su alto coste económico y
porque la calidad de vida de los enfermos aumenta en sus domicilios, presuponiendo que
eso es lo que considera mejor la persona enferma y que hay una familia que asume la
150
responsabilidad principal de los cuidados.
Esta filosofía se ha adoptado de modo incompleto ya que evitar la hospitalización o la institucionalización supone contar con una serie
de equipamientos alternativos, una oferta
suficiente y adecuada de equipamientos sociosanitarios y sociales que faciliten la integración social de las personas afectadas y de
sus familias. La realidad es que la familia
acaba supliendo la carencia de estos dispositivos intermedios y haciendo las veces de
hospital de día, de hospital de media estancia, de centro de día, etc, y, por supuesto,
hospital de larga estancia... teniendo que
prestar cuidados que requieren formación
previa sin que, generalmente, se les forme
adecuadamente ni se les supervise..., también tienen que sustituir a una grúa o las labores de profesionales como auxiliares de
ayuda a domicilio o asistentes personales...
Las familias insisten en que no quieren desentenderse de sus miembros enfermos y dependientes, pero es socialmente injusto adjudicarles la responsabilidad del cuidado sin
elección posible y sin apoyos públicos.
Los cuidados de larga duración agotan a
los cuidadores y es que puede resultar muy
difícil la vida diaria; las personas con enfermedades crónicas graves pueden llegar a ser
muy dependientes, en la convivencia la persona enferma puede reaccionar ante la enfermedad con ansiedad, tristeza, depresión,
sentimiento de ser una carga, irritabilidad,
retraimiento, problemas en las relaciones sexuales, aislamiento social, sentimiento de soledad, etc. y, con frecuencia, ambivalencia de
sentimientos porque las dificultades se acumulan y encadenan. La pérdida de capacidades funcionales es muy difícil de asumir por
la persona afectada, originando tristeza y,
con frecuencia, aparece un sentimiento de
desesperanza y de incertidumbre ante la
sensación de falta de control de la situación.
La pérdida de la condición de activo laboral
es uno de los factores más traumáticos porque suele implicar no sólo un descenso de los
ingresos sino también una pérdida de rol so-
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cial. (Wingate, et al. 1997; Kaufmann, A.
1990; Partidgre, M.R., 1982). Hay una tendencia al aislamiento social que tiene el riesgo, más tarde, de ser vivido como abandono
por parte de los demás, lo que puede desarrollar un sentimiento de soledad. Estas posibles reacciones originan la reacción de los
miembros de la familia, especialmente la
persona sobre la que recae la responsabilidad principal. Sin embargo, no hay dos casos
iguales, cada persona y cada familia son únicas y reaccionan en función de sus propios
valores por lo que hay que conocer sus valoraciones ante las dificultades originadas por
la enfermedad (Drummond, N., 2000).
Generalmente, ante estas situaciones vitales tan difíciles, la familia suele ser el mayor
apoyo de la persona afectada, mucho más que
cualquier otro apoyo externo, hasta el punto
de que la calidad de las relaciones que se establecen entre la familia que cuida y la persona que recibe los cuidados tiene importantes
repercusiones en el propio proceso de la enfermedad y, en definitiva, en la vida de toda la
familia (Hatchett, L., 1997; Gutierrez León, A.
et al, 1999) . La homeostasis actúa para que
el sistema familiar trate de encontrar el mejor ajuste entre las necesidades del miembro
enfermo y el resto del sistema familiar, buscando el equilibrio entre prestar los mejores
cuidados al enfermo y, si es posible, salvaguardar la vida personal, familiar, social y laboral del resto de la unidad de convivencia.
La búsqueda y acceso a los servicios y recursos que se precisan ante la nueva situa-ción
puede suponer un gran esfuerzo para el sistema familiar y la cronici-dad puede hacer que
los recursos de la familia, tanto económicos
como físicos y emocionales, se agoten (Hatch,
S. y Hinton, T., 1986).
LA OPINIÓN DE LAS FAMILIAS
CUIDADORAS: SUS DESEOS Y
SENTIMIENTOS
En primer lugar, cabe destacar el interés
con que han colaborado en el presente estu-
dio, mostrando extrañeza y agrado por el hecho de que alguien se preocupara por conocer
sus condiciones de vida y expresando su esperanza de que dando a conocer las dificultades con las que se encuentran pueda contribuir a que las políticas públicas no les
ignoren. Las personas entrevistadas han expresado mayoritariamente un sentimiento
de abandono social junto al convencimiento
de que la responsabilidad principal no es de
las familias sino social y la necesidad de que
se adopten medidas políticas para hacer más
llevaderas sus dificultades que, en muchos
casos, les llegan a ocasionar impotencia, desesperación, frustración y angustia. Hay que
recordar que hablamos del cuidado familiar
de personas dependientes, en su mayor parte
totalmente dependientes para toda actividad. Sienten mayoritariamente que su cariño no es suficiente para atender las numerosas necesidades que surgen a lo largo del
día considerando que las políticas públicas
no pueden olvidarles y demandan igualdad
de oportunidades como ciudadanos (Alemán, C. y Pérez, M., 2000). Unas veces desconocen si es posible recibir algún tipo de
ayuda y, otras, conocen la existencia de medios para ayudarles a sobrevivir como familia pero no están a su alcance y demandan
la oportunidad de tener accesibles esos apoyos. Sienten que tienen derecho a recibir
apoyo público 4.
«Las familias ya no podemos más porque
nunca se nos ha ayudado y estos procesos
largos te agotan. Si te apoyaran desde el
principio seguramente se evitaría este agotamiento».
«Si no luchas por conseguir alguna ayuda
te ignoran, si te quejas puedes conseguir algo, poco, pero algo»
4
AZNAR señala la falta de delimitación de los derechos de los usuarios en el campo de los servicios sociales, en los que destaca la insuficiencia de los dispositivos prestacionales y la falta de precisión del contenido
de las prestaciones.
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INFORMES
Mujer de 42 años, vive con esposo, dos hijos y sus padres (madre ELA, muy dependiente) Ha tenido que dejar su trabajo para poder cuidar a la madre: «La situación
económica ha empeorado mucho, es muy
difícil llegar a fin de mes. La vivienda no
está adaptada para la silla de ruedas y
hay barreras también en el edificio y en
las calles. Hay demasiada burocracia, demasiados papeles que rellenar, ninguna
ayuda por parte de la Administración. Las
asociaciones no pueden ayudarte lo suficiente y las respuestas tardan mucho...
me siento muy, muy desamparada por todas partes menos por mi familia... Desearía que todo fuera más rápido y que la
ayuda, si la hubiere, llegara a tiempo, a
mí y a todos los afectados...».
Mujer de 68 años, vive con su esposo de 75
y dos hijos de 40 (distrofia muscular, muy
dependiente) y 30 años. Se muestra agobiada por la situación económica, la falta
de ayuda pública, la falta de adaptación
de la vivienda y la imposibilidad de tiempo libre o de ocio, además de falta de salud
«Hay una gran dificultad a la hora de pedir ayudas a la Administración, por los
baremos que establecen en cuanto a ingresos máximos de la familia, sobre todo en
las ayudas domiciliarias. Se necesita estar
en la indigencia para tener derecho».
Varón de 45 años, convive con esposa de
56 , un hijo de 22 y otro de 16 años (distrofia muscular- Duchenne), dependiente para la vida cotidiana: «Gracias a la empresa en la que trabajo y por el convenio que
tenemos tengo ayuda económica, pero necesito más... Tenemos el grandísimo problema de que la Administración no pone
las medidas oportunas para solucionar los
problemas que tenemos con nuestro hijo».
Mujer de 52 años, convive con esposo de
60, un hermanastro de 52 (distrofia muscular) y dos hijos de 26 y 23 años (diabetes). Necesitan silla de ruedas, ayudas
económicas, SAD, adaptación de la vivien-
152
da, calefacción, transporte público adaptado a la silla de ruedas. Ella dice que
quiere trabajar pero no puede salir de casa para cuidar del hermano. Se queja de
falta de atención por los servicios sociales:
«Pienso que todas las familias no llegamos
a fin de mes sobradas pues tenemos préstamos y enfermos en casa con la libertad
cortada y que a tu pareja no le guste salir
a pasear o colaborar poco en casa ... y tener que llevar la carga de la casa una sola... y la edad que cada día se siente más y
los hijos, que con la edad se alejan al montar su vida... sería muy largo todo lo que
afecta a la calidad de vida...Espero que este cuestionario les sirva y hagan más estudios porque a estos enfermos hay muchas cosas que les hacen falta, como
medios de transporte y las ayudas para sillas con batería u otras ayudas físicas que,
se diga lo que se diga en noticias y prensa,
es muy difícil de conseguir. Deben contar
más con las opiniones del propio enfermo
que sabe su necesidad mejor que nadie,
como bordillos que se siguen haciendo dejando un pequeño borde, conductores que
no respetan los pasos y que la policía multe a todo el que ve en una rampa ocupada,
bueno, como es muy largo el tema seguiremos haciendo fuerza..».
Mujer de 40 años, vive con esposo de 42
años, dos hijos de 12 y 7 y una hermana a
la que cuida (miopatía mitocondrial): «Estas enfermedades musculares son poco conocidas, hay pocos tratamientos efectivos
para ellas. Estos enfermos necesitan mucha ayuda en todos los sentidos, ya que esta enfermedad es progresiva, es importante sentirse queridos y no un estorbo, como
ocurre con mi hermana, debido a que mi
relación con mi marido no es muy buena
le afecta y tiene que estar en casa a disgusto porque no tiene medios económicos
para vivir en otra parte. La Administración debería dar ayudas a estas personas
que se encuentran desprotegidas porque
dependen de los demás. Yo no quiero ni
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pensar el día de mañana, que pasará con
mi hermana cuando se sienta peor y necesite una silla de ruedas y prefiero no pensar...».
sos permite recurrir a apoyos externos, la familia puede adaptarse mejor a la enfermedad sin renunciar totalmente a sus proyectos
vitales:
Varón de 45 años, convive con esposa de
40 años, un hijo de 20 y otro de16 años enfermo (distrofia muscular- Duchenne), en
silla de ruedas, con inmovilidad casi total:
«Nuestra vida está condicionada por la enfermedad, a cada paso que doy tengo que
contar con el enfermo. Considero escasas
las ayudas económicas y materiales de la
Administración o Seguridad Social, por
ejemplo, en el caso del vehículo adaptado
dan alguna ventaja fiscal en coches hasta
1.900 cc. Tuve que comprar un Mercedes
Benz V 230 turbodiesel de segunda mano
pues no pude hacerlo con uno nuevo y entonces no tuve ayuda porque tiene 2.300
cc., siendo el único que se adapta a mis necesidades. Construí una rampa de acceso
a la vivienda y diversas adaptaciones, no
tuve ayudas ni las pedí ante el papeleo y
los dudosos resultados. No hay ayudas en
la Seguridad Social para aparatos para facilitar el manejo del enfermo: grúa, camas, baño... la silla de ruedas eléctrica
tardaron 3 años en dármela. Con todo,
agradecido por las ayudas recibidas.
Mujer de 22 años, madre enferma ELA,
conviven con otro hermano y dos hermanos más, casados que apoyan.:«Es mi madre la que ha elegido qué ayuda quería y
cómo, es su vida...».
Las familias entrevistadas transmiten,
salvo raras excepciones, desorientación, desinformación, dificultades de acceso a recursos que resultan insuficientes. Aunque las
quejas por la escasez de recursos responden
a la realidad, también es cierto que hay algunos recursos de apoyo que muchas familias
no conocen, siendo determinante el acceso a
la información sobre las posibilidades de
ayudas técnicas o de apoyo personal y cómo
hay que hacer para conseguirlo y resulta evidente que no existe suficiente información ni
clara delimitación sobre las prestaciones que
son competencia de salud o de servicios sociales. De todos modos, la información puede
no ser suficiente si no se dispone de medios
económicos para realizar el pago inicial.
Cuando hay información y el nivel de ingre-
Habla la madre: «Cuando necesitas algo,
casi siempre tienes que ir por delante, pagarlo y luego solicitas el reembolso. La silla de ruedas eléctrica (renovable cada
tres años), si te la deniegan, con la denegación lo pides a la ONCE y te lo conceden
casi siempre si no el total, un 90%, eso sí,
mucho papeleo. Las adaptaciones de vivienda, el elevador en la vivienda, se puede financiar, si no todo, mucho... desde el
Ayuntamiento con un proyecto de adaptación de aseo te dan una parte.... depende
de cada Ayuntamiento y la trabajadora
social, a veces no hacen caso, pero mucho
papeleo... La pensión no contributiva con
tercera persona, depende mucho de cada
Ayuntamiento... Una persona ha tenido la
posibilidad de que el Ayuntamiento le
cambie de vivienda porque vivía en cuesta
... y hasta le han puesto una rampa en la
acera en la puerta de la casa...en cambios
en otros municipios... nada. La pensión de
gran invalidez a veces se deniega pero hay
que recurrir... la persona que me levanta
es del Servicio de Ayuda a Domicilio del
Ayuntamiento, viene una hora diaria, pero otros enfermos me han dicho que en
otros municipios no hay ese servicio por
baremos más estrictos... yo tengo suerte y
en mi Ayuntamiento están muy sensibilizados con las personas con discapacidades. Hemos adaptado la vivienda, hay una
rampa, se ha cambiado de lugar el dormitorio, hay elevador en el aseo... todos hemos ido relajándonos y empezando a vivir
con algo que NO SE VA A IR. Cuando alguien tiene una enfermedad que es de
unos meses pues te vas apañando «no»,
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INFORMES
pero cuando es algo que no se va a ir en
unos meses pues ya vas poniendo aquellas
cosas que necesitas... Mis hijos todos estudian, trabajan... cuando llegó (la enfermedad) estudiaban la mayoría y pensamos
que teníamos que darle solución... pues,
una persona por la mañana y ya cada uno
hace su camino... esta persona viene, tiene
la llave y es la que viene a levantarme, ducharme y prepararme el desayuno... y este
año hemos añadido otra persona para que
haga la comida porque era un caos... y
ahora, estamos bien... mis hijos están en
casa a la hora de acostarme y entonces ya
no viene nadie... los fines de semana mis
hijos se han organizado, está cada uno
pendiente un fin de semana porque el fin
de semana no vienen ninguna de las dos
personas contratadas, así es que cada cuatro semanas le toca a uno y nos vamos a
pasear o quedamos... y así lo llevamos...».
Se aconseja que sea la propia persona
afectada la que realice la valoración de sus
necesidades y elija la forma de resolverlas,
permitiendo así que no pierda el control de
su propia vida, teniendo en cuenta las necesidades del conjunto de miembros de la familia:
Hija que cuida a madre con ELA: «La persona enferma es quien lleva realmente la
carga, es quien tiene las necesidades y
quien se busca cómo resolverlas. Mi madre es la que ha buscado a las personas
que la ayudan... si ella necesita una persona nosotros no la hemos buscado, la busca
ella... que si para las mañanas... para levantarla... nosotras no hemos buscado
ningún tipo de ayuda, es ella la que lo lleva todo para adelante... porque es ella, ni
más ni menos, nosotros estamos aquí y le
echamos una mano para el aseo o para lo
que sea, pero realmente quien lleva su vida y sus necesidades es ella y, claro, en
otros casos yo creo que el enfermo hace de
enfermo, la familia intenta ayudar pero
como realmente quien tiene las necesidades es el enfermo... el que tiene que ir por
154
delante es el enfermo, yo creo que es fundamental, que es el caso de mi madre, «yo
estoy enferma pero quiero seguir teniendo
mi vida independiente». Tiene esta silla
eléctrica porque antes era independiente
total, entraba y salía, y quería seguir teniendo esa vida, así es que la silla se la
buscó también ella... y eso a nosotros nos
beneficia porque ella está así más tranquila porque es su vida y lleva su vida y a
nosotros nos quita un montón de peso porque, claro, yo estoy estudiando, mis hermanas están casadas, mi hermano está
trabajando y entonces hay cosas que no
podemos hacer, la que lleva la batuta es
ella... «Por qué tener un trato de compasión», porque no es bueno ni para ella ni
para la familia, es algo más que hay que
aceptar y ya está, en lugar de ir andando
va en silla de ruedas... y tiene otras necesidades, por supuesto... pero siempre tiene que ser el enfermo el que exprese lo
que necesita porque tú no puedes entrar
en su mente y lo que necesite lo tiene que
expresar, no puedes estar preguntando
constantemente si necesita ésto o lo otro...
es la persona enferma la que tiene que decir necesito ésto y como no puedo hacerlo
tengo que buscar una alternativa...».
Las enfermedades crónicas afectan a menores, adultos, mayores y muy mayores. La
edad de las personas cuidadoras guarda relación con el parentesco y edad de los familiares a quienes cuidan. Hemos encontrado que
las madres ejercen como cuidadoras principales de los hijos, con ayuda de los padres y
de los demás hijos. También suelen ser mujeres las principales cuidadoras de sus esposos, de sus padres o de sus hermanos. Y también hay varones que ejercen como
principales cuidadores cuando se trata de
sus esposas y comparten la responsabilidad
de los cuidados con su madre para cuidar a
su padre. Las relaciones familiares previas
tienen una gran influencia en el modo de reaccionar ante la enfermedad. Una pareja con
buenas relaciones puede verse reforzada
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mientras que, en el caso de otra inestable, la
enfermedad puede ser causa de problemas
en las relaciones o el detonante de una separación. Hermanos que sienten que se les
abandona o no se les presta toda la atención
necesaria; parejas que ven interferida su relación por la necesidad de cuidar a padres o
hermanos... En todos lo casos, se trata de
personas que se han visto obligadas a readecuar su modo de vida en torno a la exigencias
que plantea la enfermedad, con muchas dificultades personales:
Varón de 45 años, cuida a su esposa: «Mi
vida cambió por completo desde que a ella
se le diagnosticó la enfermedad. Como ha
sido una enfermedad progresiva (ELA), yo
he ido asumiendo todas sus necesidades
que al principio eran muy pocas pero, ahora, son todas».
Mujer de 42 años, vive con esposo de 48 y
dos hijos de 20 y 17 años (distrofia muscular): «Él nos necesita para todo.. Mi marido y yo vivimos para y por él... creo que lo
más importante es vivir en una casa adaptada para el minusválido y la mayoría de
las personas no la tenemos. Nosotros para
ducharle nos tenemos que salir de casa e
ir a una cochera en la que tenemos un
cuarto de aseo para poderle duchar y luego, en el pueblo hay bastantes barreras,
no puede ir a todos los sitios...», pero siempre con mucho cariño:
«He contado muchos problemas y cosas
negativas, porque es muy difícil vivir así,
pero también quiero decir que me lo paso
muy bien con ella hablando de muchísimas cosas, porque la quiero muchísimo y
me da miedo el día que nos deje y nos deje
a todos, que pienso que no tardará mucho
porque la enfermedad la va consumiendo
poco a poco...».
«Me haría falta más tiempo para estar con
mi marido... entre semana aprovechamos,
cuando su turno de trabajo lo permite,
mientras está nuestro hijo en el Centro
Ocupacional, salimos a hacer un recado o
tomar un café en un bar... esos momentos
me llenan... La verdad es que dejas de salir
más de lo que debería el matrimonio... como rutina, porque tienes que movilizar a
toda la familia y lo dejas... pero digo, es que
hace falta, porque piensas... pero, como sabes que está bien, pues ya está ... es difícil,
él es el primero que dice «¿a qué tenéis que
ir?» y no le hace gracia, pero también se
acostumbra y luego, tan contento...».
«La hermana se queja de que le mimamos
mucho... ella era pequeña y también tenía
necesidades y yo tenía que dedicarme a su
hermano enfermo... pero es muy buena
chica... a veces bromeamos de las situaciones... a veces pienso qué pensarán ellos,
mi hija ha tenido momentos de depresión,
es normal... pues yo le decía, ya pasará...».
«Si uno se está lamentando todo el día...
hay gente que no lo acepta y entonces se
pasa muy mal... no tiene culpa él, ni tengo
culpa yo ni tiene culpa nadie... está ahí y
ya está... ».
Las posibilidades de las familias de asumir los cuidados son muy variables y el menor tamaño actual es un elemento que dificulta aún más las ya difíciles situaciones, en
especial, hay que destacar las difíciles circunstancias de las familias monoparentales
que cuidan de una persona dependiente, incluso, teniendo limitaciones por discapacidades las propias personas cuidadoras.
Mujer de 40 años, con 61% de minusvalía
por secuelas de poliomelitis, camina con
muletas, separada, cuida sola de un hijo
con distrofia muscular con un 77% de minusvalía que tiene necesidad de cuidados
de otra persona para todas las actividades
de la vida diaria: «mi familia reside fuera,
no me puede ayudar salvo situaciones graves».
Mujer de 68 años, vive sola con un hijo de
42 (ELA): «Por motivos de su enfermedad
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y falta de movilidad mi situación es agobiante, necesito ayuda para acostarlo, levantarlo y tener que hacérselo todo... mi
edad y estado de ánimo influyen mucho en
no poder atenderlo... Mi situación persiste
desde hace veinte años. A raíz de tanto esfuerzo mis huesos están bastante afectados con muchos dolores y malestares, estoy muy deprimida... lo veo todo
negativo...».
Mujer de 24 años, convive con madre de
57 años, enferma (ELA) y abuela de 90
años: «Estoy muy deprimida por tantos
problemas, económicos, de vivienda, de
barreras en el barrio, de falta de tiempo
para mí misma y para estar con mis amistades....» Su madre, la enferma, se preocupa por su hija y también por su futuro incierto: «Mi hija que actualmente cuida de
mi se casará dentro de un año... tengo 57
años y no puedo realizar las tareas del día
a día.. en el momento en que mi hija se case el problema se agravará porque estaré
sola para cuidarme yo y cuidar de mi madre de 90 años... las ayudas que me ofrecen son buenas pero no son suficientes...»
Hay familias con más de un miembro dependiente y también cuidadores que a su vez
están enfermos.
Varón de 33 años, convive con padres de
65 años y 3 hermanos de 30,29 y 23 años,
dos de ellos enfermos (distrofia muscular
progresiva) muy dependientes. Destaca la
necesidad de ayuda técnica sobre adaptación de vivienda, biomecánica». Se queja
de los servicios sociales municipales del
pueblo: «falta de información por los servicios sociales del municipio y falta de seguimiento».
Mujer de 38 años, viuda, convive con compañero de 38 y cinco hijos de 22, 19, 17, 15
y 5 años. Dos de los hijos enfermos con hipotonía muscular, retraso psicomotor, medianamente dependientes: «Con dos personas minusválidas en casa todo está
156
condicionado a ella», muchas dificultades
para llegar a fin de mes».
Padres de 50 años con dos hijos enfermos
de 29 años (Ataxia de Friedrich, en silla de
ruedas) y 26 años (discapacidad psíquica).
La madre: «He tenido que dejar de trabajar
para cuidar a mis hijos, tenemos menos ingresos y más necesidades, problemas de
adaptación de la vivienda y muchas barreras físicas por el barrio que impiden pasear. Nuestra vida está determinada, no podemos tener planes ni del futuro».
Mujer enferma 40 años, cuida de su esposo enfermo (ELA): «Estoy esperando hace
más de un año... vino la trabajadora social
a ver la casa porque no reúne condiciones
... hemos tenido que cortar tres puertas...
yo me he operado hace poco del corazón y
le tengo que sacar del dormitorio y dejar
la silla dentro y sacarle .. el aseo tampoco
está adaptado, han venido varios a hacer
presupuesto... pero no lo arreglan.... no
nos queda mas remedio que aguantar... en
el aseo la silla no entra, hay que dejar la
silla en la cocina y echármelo a cuestas...
Ni aseo, ni rampa, ni puertas... no hay nada..... Ahora hemos visto en casa de otro
enfermo que hay una clase de silla que estás sentado, la pones en la ducha y no tienes que levantarlo ni acostarlo, que para
el aseo lo sientas ahí, lo metes dentro y no
tienes ni que levantarlo porque está abierto por abajo.... y una cama que tiene un
mando para incorporarse y lleva un hierro
que puede agarrarse y aunque sea poquita
fuerza pues ... pero nosotros todavía no
hemos llegado a eso... No es porque no lo
necesite, porque verdaderamente lo necesita porque él no se puede mover en la cama, entonces si yo estoy durmiendo y lo
dejo de un lado, si él quiere volverse... como no puede, entonces me llama a mí y yo
tengo que ayudarle para darle la vuelta...
entonces si yo tuviera otra clase de cama
que fuese más fácil, entonces me costaría
menos... vamos a ver si podemos hablar
con el médico y él a ver si nos lo puede dar
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Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN
o no... a mí me ha dicho que eso no es por
el médico, que eso lo ha comprado él pero
nosotros no tenemos medios porque dependemos de la paga de él.... yo no trabajo
porque no tengo fuerza en los brazos, estoy operada tres veces por una fractura, ni
la cadera ni el tobillo... me pongo a pelar
patatas y se me duermen las manos, tengo
que dejarlo porque no puedo... cojo la aguja para coser y me pasa igual... como son
cosas obligadas hacerlas las voy haciendo
a ratos, pero no puedo ir a trabajar ni
tampoco puedo dejarle a él porque tendría
que pagar a una persona para que se quede con él y eso no tendría lógica... entonces
tengo que estar aquí con él... pero con
60.000 pts que cobra al mes..
Los cuidados continuos que exige la enfermedad crónica generan problemas de salud
en los miembros de la familia, tanto de índole
física como de tipo emocional sin que, generalmente, el sistema sanitario se ocupe de
adoptar medidas de prevención, lo que redunda negativamente también en la calidad de
los cuidados que se prestan. Las quejas de las
familias se manifiestan más en los aspectos
emocionales que en los físicos, por difíciles
que estos segundos resulten, manifestando
que la prolongación temporal de las situaciones junto al agravamiento de la salud de la
persona a quien se cuida genera una gran
tristeza y un sentimiento de impotencia, al
ver que el final del proceso se acerca.
Mujer de 42 años, vive con esposo y dos hijos, uno de ellos enfermo (distrofia muscular-Duchenne): «No estoy enferma porque
no puedo permitírmelo. Por las noches nos
turnamos (con el padre) , hace años que no
sé lo que es dormir de un tirón toda la noche, gracias a que soy una persona que
duermo fácil y no me desvelo... pero cuesta... se despierta muchísimas veces, igual
se despierta diez veces en una noche... para darle la vuelta, para aspirarle... a veces
le digo, ya está bien y luego pienso que él
también se sentirá mal por llamarme...
nos turnamos pero, al final, soy yo la que
me levanto más. Desde que tenemos la
máquina (ventilación mecánica) se despierta más... al principio él nos decía ««y si
se para la máquina y no me oís» ... dormimos pendientes todos...
Varón, 46 años, cuida a su esposa con
ELA: «El problema que tengo ahora es que
mi esposa no permite que le ayude nadie
para nada, a no ser que yo no esté, que es
raro porque mi profesión me permite dedicarle mucho tiempo. Lo hago con mucho
gusto y me apetece, pero hay momentos
en que estoy muy cansado porque quizás
llevo sin dormir dos o tres noches y me
desespero... se me pone mal humor y ella
se deprime... Cuando llegan esos momentos, para mí son muy difíciles porque no
tengo a nadie que tenga confianza para
decirle que cuide de mi mujer esa noche y
yo poder descansar. Cuidar de ella una
noche supone levantarte cada hora o dos
horas para darle la vuelta, aproximadamente 10 ó 15 minutos cada vez que lo
tengo que hacer. Además, cada día antes
de ir al trabajo tengo que madrugar más
para levantarla, darle la medicación y dejarla sentada. Muchos días se deprime y
me marcho al trabajo hecho polvo... Al mediodía vuelvo para asearla y darle la comida (come muy despacio y no puede hacerlo
sola) y al mismo tiempo como yo. No permite que le de la comida otro familiar...
Vuelvo al trabajo y al finalizar la jornada
laboral tengo que volver corriendo porque
me está esperando para llevarla al
aseo...El problema fundamental es que
tiene problemas de comunicación verbal, a
veces no entiendo lo que me quiere decir y
ella se enfada conmigo... y a mi me duele
porque yo lo he dejado todo por ella... ».
Mujer de 45 años, cuida a su esposo de 60
años (ELA), muy dependiente: «Me siento
mal a nivel emocional y psicológico, en tratamiento por depresión. La situación económica ha empeorado mucho llegando a fin
de mes con mucha dificultad, no hay posibilidades de hacer proyectos, no me siento
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capaz de salir de casa más de unas horas...
Existe una necesidad imperiosa de apoyo
psicológico oficial para las familias en las
que hay algún afectado de ELA, en especial
para la persona enferma. Tengo la impresión de que, dado que se trata de una enfermedad que afecta a un número relativamente reducido de personas, no existen
profesionales de psicología que estén lo suficientemente formados como para poder
aportar el apoyo necesario que es muchísimo y muy importante, a mi entender, para
una evolución positiva así como para poder
disfrutar de una calidad de vida aceptable.
Pues se trata de una enfermedad que lo
único que deja disponible en la persona
afectada es precisamente aquello que más
influye en su estado anímico y emocional:
sus facultades intelectuales y su capacidad
sexual, lo cual hace mucho mayor su sufrimiento y el de sus seres queridos más cercanos. En nuestro caso, el núcleo familiar
se reduce a nosotros dos. Pueden pues, tal
vez, imaginarse cómo la situación afecta,
además de a nivel físico, a nivel psíquico.
Así mismo quiero hacerles partícipes (por
si puede servir para algo) de la idea que
tengo de que, en el caso de enfermedades
del sistema nervioso tales como Parkinson,
Alzheimer, esclerosis múltiple, ELA, está
muy bien que se investigue a nivel biológico, genético y farmacológico, pero también
hay que investigar a otros niveles como
emocional o psicológico para dar con el remedio esas tan crueles enfermedades».
Madre, 40 años, cuidadora principal: «Se
ha acostumbrado a que le haga yo las cosas, cuando se las hacen los demás dice
que se las hacen mal. El domingo que su
padre no trabaja yo le digo, olvídate de mí,
como si no estuviera y su padre se enfada
también a veces, le está haciendo su padre
las cosas y él diciendo «mamá, mamá»,
siempre mamá.. se ha acostumbrado a
mamá y tiene que ser siempre mamá.
Aunque luego se queda con su hermana y
protesta la mitad que conmigo, pero cuan-
158
do estoy yo... ya hay que decirle «para! y él
lo reconoce también y se enfada él también y yo me enfado, pero bueno... hay que
enfadarse y decirle: ya está bien, es que
me tienes todo el día. A veces le digo, déjame sólo cinco minutos para sentarme en el
sofá, sólo cinco minutos sin llamarme...,
justico llega a los cinco minutos, depende
demasiado, los médicos nos dicen a los padres siempre lo mismo, que los protegemos demasiado, pero yo digo que me enseñen a hacerlo de otra manera..».
Sin embargo, hay lógicas diferencias dependiendo de las características de la enfermedad y su evolución. El tipo y grado de dependencia son factores determinantes que
marcan los modos de. La disponibilidad de
vida de estas familias en función de sus posibilidades de encontrar respuestas a las dificultades los medios necesarios se relaciona
directamente con el nivel de renta de la familia. Contratar a una persona para que ayude
a cuidar es muy caro y difícil encontrar a alguien cualificado:
«Es caro y difícil porque la persona que
venga ha de ser una persona que sepa manejar sus aparatos, es delicado... si son voluntarios no siempre viene la misma persona... en el Centro Ocupacional hemos
enseñado a los profesores a manejar el aspirador... no puedes dejarle con cualquier
persona...».
En cuanto a la atención sanitaria que reciben las familias, éstas destacan que se trata
de enfermedades de difícil diagnóstico y que
los tratamientos especializados suponen desplazamientos a Valencia y Barcelona. En general, se muestran satisfechos con la atención recibida aunque también manifiestan
que quieren tener mayor participación en la
elección de las actuaciones terapéuticas pues
no siempre se les consulta y consideran que
si están ocupándose día a día del enfermo deberían tenerse en cuenta sus sugerencias o
preguntas. También señalan la dificultad para establecer el diagnóstico inicialmente, la
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falta de coordinación entre especialidades y
entre éstas y la atención primaria, así como
la tardía incorporación de la neumología, que
las familias de enfermos neuromusculares
valoran como muy positiva 5.
«Para algunos médicos los enfermos son
como máquinas, aplican al enfermo lo que
han estudiado y con todos hay que hacer
lo mismo de una misma manera... les falta
implicarse más en cómo es cada enfermo...
pero, claro, como no tienen tiempo.... Por
ejemplo, cuando hay que cambiarle la cánula, eso corresponde al otorrino... viene
corriendo... no me da tiempo ni a decirle lo
que pensaba a la enfermera... no me puedo quejar, pero... a veces, enseguida lo
quieren ingresar y eso es lo que no queremos... por eso procuramos ir lo mínimo...
yo comprendo que ellos tienen muchos pacientes y tú eres uno más, pero tú necesitas que te traten como único...».
«Si claro, en el hospital muy bien, pero
sales del hospital, sí, te explican..., pero...
llegas a casa y no sabes... y un poco sí que
se te cae el mundo encima, entonces... parecía que se iba a ahogar en cualquier momento... y entonces.. ¡ay!... cuando empezaba a llamar y decía "aspírame", yo decía
¿qué hago?... sí que costó... Luego, te acostumbras y no hay problema, bueno,... también pasas tus ratos... no es todo tan fácil... un catarro "que me ahogo, que me
ahogo"...lo pasa él mal... lo pasamos mal...»
Se quejan de la falta de atención para rehabilitación cuando la fisioterapia mejora la
calidad de vida de los enfermos. Las familias
mejor informadas valoran este servicio y lo
costean privadamente porque lo consideran
un gasto prioritario pero se quejan del alto
coste, lo que suele limitar su uso. Muchas familias ni siquiera conocen las posibilidades
de la fisioterapia.
5
VERA
Las experiencias pioneras de los neumólogos E. SER(Valencia) y J. ESCARABILL (Barcelona)
«En el Centro de Salud denegaron la rehabilitación porque decían que no estaba
justificada una mejora... tengo que pagar
yo y es caro pero muy necesario...».
Manifiestan desorientación y desconocimiento de medios y ayudas técnicas que podrían aliviar las dificultades de movilidad de
las personas enfermas. Hay carencias de información, de medios económicos para adquirirlas y de adaptación a la situación personal
de cada caso particular:
«Esto de las adaptaciones... tienes que
buscarte la vida... el médico dice "esto es
lo que hay" y a él no le va bien, porque se
lo he puesto y no le va bien... y al final,
terminas tu cogiéndole por aquí y por allí
y apañándolo a tu manera, la mayoría de
las veces... sobre todo ahora... la última
vez que le hicieron un respaldo... se quedaba así y yo le iba poniendo apaños y al
final en la ortopedia, decía mira por
aquí... es difícil adaptarle, también lo decía el mismo de la ortopedia...».
Mujer sola cuidando a su hijo: «Mi hijo
dispone de silla de ruedas eléctrica, grúa,
vehículo adaptado... pero económicamente
es muy difícil llegar a fin de mes porque la
falta de ayudas económicas hay que suplirlas con préstamos y la nómina no da
mas de sí».
Y si uno de los indicadores de exclusión
social es el desempleo o el trabajo precario no
podemos obviar que la enfermedad puede suponer el fin de la vida laboral de la persona
afectada pero también puede afectar de rebote a quien le cuide. En nuestras entrevistas
nos dicen que, para poder cuidar, tienen que
renunciar a trabajar, reducir su jornada,
cambiar de trabajo, cambiar turnos... todo
ello significa consecuencias tanto económicas, (disminución o pérdida de ingresos) como de realización laboral y personal (renuncia a promoción o mejora laboral y pérdida de
redes sociales). Estas renuncias en la vida laboral se viven como pérdidas vitales impor-
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tantes y, como ya se ha dicho, las mas perjudicadas suelen ser las mujeres de la familia
que sacrifican su bienestar presente y futuro. Quienes pueden compaginar el cuidado
con alguna actividad laboral, por pequeña
que sea, valoran su beneficio no sólo como
modo de mejorar los ingresos sino, además,
como modo de «darse un respiro» para poder
seguir cuidando:
«Trabajo dos días por semana limpiando
en una casa y me viene muy bien porque,
aunque haga lo mismo que en casa, ya es
un trabajo, para no estar las 24 horas con
lo mismo... porque, si no, cuando se acumula mucho, les doy cuatro gritos... me
desahogo... mi marido, en cambio, es de
los que se callan... hay que buscar ratos de
descanso porque es bueno para todos...»
«Conforme avanza la enfermedad más
gastos, más necesidades. La prestación
por hijo a cargo minusválido no cubre en
absoluto los gastos extras que conlleva la
atención a un discapacitado ¿se puede elevar al Congreso una moción con firmas
para que la prestación por hijo a cargo sea
de la misma cuantía que para los 18 años
cuando la minusvalía crónica es degenerativa y se necesita ayuda de tercera persona? Debería equipararse en cuantía sin
tener en cuenta la edad a partir de los 6
años para todos lo menores discapacitados
con un grado de minusvalía superior al
65%, cuando necesitan ayuda de tercera
persona ya que hay que afrontar una serie
de gastos como, por ejemplo, psicólogo, fisioterapia, ayudas técnicas, personas de
apoyo y gastos extraordinarios no cubiertos por el sistema público».
En otros casos asumen que su vida está
condicionada incluso en el aspecto económico
y parecen aceptarlo con resignación, como si
no hubiera otra posibilidad:
«¿Problemas económicos?... mi marido tiene un sueldo normal y nosotros no aspiramos a nada especial... te ajustas a lo que
160
tienes... hay otras personas que quieren
tener más cosas... pero es difícil. Intentamos poco a poco poner lo mejor, por ejemplo, la cama ya va graduable, el baño, se
puede poner una bañera en la cama, más
o menos...»
Las relaciones sociales se tornan difíciles o
imposibles. Las vacaciones fuera de casa solo
están al alcance de una minoría que cuenta
con familiares que les acojan o pueden disponer de una segunda vivienda adaptada a sus
necesidades. La mayoría dice carecer de medios económicos para poder salir de vacaciones una semana y los que podrían afrontar el
gasto dicen que no encuentran lugares accesibles:
«Cuando queremos planificar algunas vacaciones no podemos elegir a dónde queremos ir, tenemos que conformarnos y
adaptarnos a lugares accesibles, es una
odisea..., todo son obstáculos...».
«Me restringe el tiempo de ocio y las relaciones sociales. Afecta psicológicamente
ya que las enfermedades degenerativas en
la pubertad suponen una crisis muy fuerte en el afectado y en los padres»
«Es verdad que pierdes los amigos, los de
antes de novios se casan y se dispersan.
Porque con un problema así ¿a qué casa
puedes ir? (hijo en silla de ruedas totalmente dependiente) Bueno, a casa de un
hermano sí, pero de un amigo... bueno, es
que a la mayoría de los sitios no puedes ir
porque o hay trabas en la escalera o no
hay ascensor... no podemos hacer muchas
cosas que puede hacer un matrimonio solo, sí, te quita muchas cosas..., sí...».
Las viviendas no suelen ser accesibles para una persona que se desplaza en silla de
ruedas y además suele haber problemas de
accesibilidad para entrar en el edificio. Ante
la falta de posibilidades de cambiar de vivienda y la insuficiencia de medios económicos para realizar las adaptaciones, las fami-
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Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN
lias buscan estrategias con ingenio pero describen muchas dificultades que condicionan
el bienestar de toda la familia, por ejemplo,
quitar las puertas, ponerle ruedecitas a una
silla corriente para poder trasladar a la persona enferma, adaptaciones "caseras" del
cuarto de baño realizadas personalmente por
la familia, subir y bajar a la persona sentada
en una silla por falta de ascensor...:
«Antes vivíamos en un 5º piso sin ascensor, había que subirlo en brazos, a los 1415 años cuando ya no podíamos más, dijimos, hay que salir de aquí como sea... y
entonces con ayuda de la familia y ayuda
de la empresa de mi marido, cambiamos
de casa en la misma barriada, los hijos no
querían separarse del entorno, tenían los
amigos...».
No siempre los vecinos colaboran para
adaptar el acceso del edificio, sin tener en
cuenta que a medio o largo plazo pueden necesitarlo también.
«Hay vecinos que causan problemas, no
dejan poner rampa... aún pagando nosotros... es que estos problemas no los vive
la gente de fuera... la gente de fuera solo
ve "qué pena, qué familia más desgraciada" y no es así ni muchos menos, no es así.
Yo me considero muy normal igual que
cualquiera, es decir, tenemos un problema
de estos, pues lo tenemos y ya está...».
Salvo alguna excepción, todas las familias
se quejan de las barreras arquitectónicas en
nuestras ciudades:
«Hay muchas barreras físicas en las calles
y mi hijo (12 años) debe circular con la silla de ruedas entre los coches y la calzada
por falta de rampas, con el consiguiente
peligro».
Cuando la persona enferma está en edad
escolar, las familias manifiestan que hay
centros escolares no adaptados, dificultades
por falta de apoyo para comida, para llevarles al aseo, par acompañarles a actividades
extraescolares... en definitiva, suelen estar
lejos de tener las mismas oportunidades que
otro niño de su edad:
«En el colegio también tenía que tener
apoyo y los colegios no estaban preparados, ponían todo de su parte pero no estaban preparados. Era día a día, siempre
había dificultades... como le veían el más
débil los niños también le hiperprotegían ,
tampoco eso es bueno... después depende
siempre de los demás... y luego cuando sale del colegio a los 14-15 años había que
tomar una decisión, no había ningún colegio preparado para él, llevaba ya la silla
de ruedas eléctrica... entonces se decidió
un colegio especial y allí la adaptación fue
muy buena, aunque la mayoría eran muy
profundos y pocos con distrofia... llegas a
un sitio de esos con chicos con esos problemas... te choca todo, sobre todo la cara de
esos chicos, pero bueno, como ya ibas pensando... vas siempre diciendo, bueno, tengo que hacerlo porque es lo mejor y ya está ¿no? Y allí hasta los 18 años y otra vez
el problema ¿a dónde? Entonces pasó al
Centro Ocupacional, lo recogen en la misma puerta...».
Los servicios sociales generan muchas
quejas: inadecuada información; falta de flexibilidad para individualizar las situaciones;
insuficiencia de la oferta y dificultades de acceso de la ayuda a domicilio; piden que se entienda la prioridad de las ayudas de dependencia ante procesos de evolución rápida en
enfermedades graves, (llegan tarde); consideran que falta conocimiento de las necesidades de las personas con enfermedades crónicas y sus familias. No saben qué demanda
deben plantear ante los servicios sociales o
ante los servicios de salud. Consideran injusto que, en algunos municipios, los servicios
sociales sean sólo para rentas muy, muy bajas cuando en otros se oferta a más población
aunque coparticipando en el costo del servicio. Se quejan del tiempo de espera para valorar sus demandas ...
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«No dispongo de Servicio de Ayuda a domicilio por superar el baremo económico
establecido, por eso he tenido que recurrir
a ofrecer compartir la vivienda a cambio
de ayudarme con mi hijo».
«Porque le subieron 5000 pts. los ingresos
dejamos de recibir el servicio del SAD»
Muchas de las familias manifiestan su
preocupación por la falta de alojamientos alternativos como pisos compartidos o miniresidencias, que se utilizarían como alojamiento temporal o permanente, según los casos.
Valoran muy negativamente su inexistencia
que obliga a algunas personas jóvenes a estar residiendo en instituciones para personas dependientes muy mayores.
El Asociacionismo se valora como una
gran ayuda en cuanto a información y, especialmente, cuando inicialmente no se sabe
qué hacer ni a dónde acudir. Poder hablar
con otras personas que pasan por situaciones
similares les produce alivio, pero también se
puede vivir mal la asistencia y hay etapas
del proceso de la enfermedad en que sólo acuden los familiares. Las personas que colaboran más directamente en la asociaciones se
quejan de que, a veces, sólo se acude a ellas
buscando ayuda y solución para los problemas personales y pocos están dispuestos a
trabajar como colectivo en actividades de
sensibilización social, búsqueda de recursos,
etc.
«Los padres íbamos como desesperados
buscando alguna información... después
nos organizamos, han creado grupos de jóvenes, de deporte, el que llaman de ayuda
mutua de los padres... organizan encuentros de deporte adaptado, están muy
bien... hasta algún viaje fuera...».
«A veces es duro ir porque conoces a otras
personas igual... y que se mueren... hemos
visto bastantes que han desaparecido... se
pasa mal... muy mal... cuando ves a otros
peor que tú sabes lo que te va a pasar...».
162
LAS CONDICIONES DE VIDA DE
LAS FAMILIAS ESPAÑOLAS
CUIDADORAS SON
INSOSTENIBLES
En conclusión, las familias entrevistadas
que cuidan de personas con enfermedades
crónicas graves no tienen las mismas oportunidades para su desarrollo humano que el
resto de la población. La sociedad no sólo no
promueve la inclusión social de las personas
con enfermedades crónicas graves sino que,
además, arrastra a las familias a una situación igualmente de riesgo de exclusión. Esto
es así porque establece la obligación social de
los cuidados sin corresponder a las familias
con la oferta de los necesarios apoyos que garanticen los derechos individuales de todos
los miembros, incluyendo la persona afectada. Han hablado de problemas relacionados
con salud, empleo, vivienda, servicios sociales, educación, seguridad social... derechos
reconocidos en nuestra Constitución. Son enfermedades para toda la vida, algo que "no se
va a ir", y la larga duración temporal produce agotamiento. Las familias no se niegan a
cuidar con mucho cariño pero manifiestan
haber llegado al límite de su fuerzas por
abandono político y social.
Las familias han dibujado un panorama
muy duro destacando los factores que determinan las dificultades de inclusión social de
las familias cuidadoras y, por tanto, el riesgo
de iniciar procesos de exclusión social, especialmente, en el caso de las personas que
asumen la responsabilidad principal, aunque con repercusiones en el conjunto:
• Tienen muchas dificultades para acceder o mantener un empleo, y en la mayoría de los casos, se dedican las 24 horas, los 365 días del año, al cuidado de
su familiar.
• Realizan un duro trabajo que no es remunerado ni está protegido ante situaciones como enfermedad, invalidez, vejez, etc., ni reconocido socialmente.
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• El cuidado prolongado y la falta de apoyos merma la salud física y psíquica de
las personas cuidadoras, sin que se intente evitarlo con medidas preventivas
sociosanitarias.
• Las demandas de cuidado de la persona
dependiente; la falta de apoyo para sustituirles, aunque sea parcialmente y la
falta de accesibilidad del medio físico
les impide mantener relaciones sociales, disfrutar de un tiempo de ocio y limita (incluso impide) su derecho a participación social.
• Hay manifiestas desigualdades entre
las condiciones de vida de las familias
cuidadoras dependiendo del nivel cultural y socioeconómico.
• Los servicios de salud y los servicios sociales no tienen en cuenta las condiciones de vida de las personas afectadas
por enfermedades crónicas graves ni las
de sus familias. Asignan a las familias
mayor responsabilidad de la exigible
razonadamente, pero no les suelen
prestar un trato acorde a esa designación de responsabilidad y las personas
no quieren perder el control sobre sus
vidas. Pocas veces se tiene en cuenta la
opinión de los enfermos y las familias
para valorar sus necesidades y encontrar el mejor modo de atenderlas, en
esa familia. Faltan políticas integrales
sociosanitarias y, cuando las hay, suelen estar diseñadas olvidando que el colectivo afectado no es sólo el de personas muy mayores. Falta información.
• Hay importantes necesidades sin cubrir
en relación a accesibilidad en el medio
físico, tanto en la vivienda como en el
acceso al edificio, calles, servicios, etc.
así como en materia de transporte. No
es suficiente con tener una vivienda
adaptada si no se puede salir de ella por
barreras externas, pero es que son raras las viviendas que reúnen condicio-
nes de habitabilidad cuando hay una
persona muy dependiente. Una mínima
calidad de vida exige una vivienda digna.
• Hay situaciones doblemente excluyentes como es el caso de familias que cuidan de varios de sus miembros o las familias monoparentales o las familias en
que la persona que ejerce los cuidados
está afectada a su vez por una enfermedad crónica.
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35
165
Trabajo social experimental
aplicado al estudio descriptivo
de la excluisón social
ROSARIO CONDE MEGÍAS *
IGNACIO PEREDA PÉREZ **
ASPECTOS CONCEPTUALES
GENERALES
E
l término «Trabajo Social» «es utilizado para denominar la disciplina y
la actividad profesional dedicadas al
desarrollo del bienestar humano en los procesos de cambio social individuales y sectoriales» (Conde Megías, 1998, pág. 23). El
Trabajo Social precientífico o tradicional, en
nuestro País, «nunca se ocupó de producir
una teoría social propia, o al menos de forma
sistemática, ni, en consecuencia, de desarrollar una acción social fundamentada en un
conocimiento científico específico de la realidad. Sólo cuando se apropió del método científico, al igual que otras disciplinas sociales,
se convirtió en una disciplina científica autónoma y moderna».
«En la Escuela Universitaria de Trabajo
Social de Granada, surgió entonces su rama
científica básica: el «Trabajo Social Experimental». «que comenzó a estructurarse y a
desarrollarse acumulando sistemáticarnente
un conjunto de fenómenos objetivables, repe-
Profesora Titular de «Trabajo Social» de la Escuela
Universitaria de Trabajo Social de Granada.
**
Diplomado universitario en Trabajo Social, Licenciado en Derecho, Presidente de la Fundación «Escuela
de Solidaridad».
*
tibles, comunicables y, por ello, racionalmente transmisibles, acerca de: a) la naturaleza
de la realidad social, y b) la naturaleza de los
procesos de transformación de la misma,
desde la especialidad profesional» (Conde
Megías, 1999, pág. 29).
El objeto de conocimiento científico específico del Trabajo Experimental es «la realización del ser humano como sujeto activo del
bienestar social en su área porticular de actividad y entorno habitual», considerando
siempre la doble naturaleza social del individuo: consumidora y productora de condiciones estables, o relativamente estables, de
bienestar.
En este sentido, según lo expresado en
nuestro manual de Trabajo Social Experimental, «el ser humano, además de consumidor de recursos sociales como beneficiario de
las políticas y servicios institucionales existentes en su medio social habitual, es, ante
todo, productor racional de bienes sociales,
condiciones humanas y materiales de vida:
salud, manutención, cultura, recreación, etc.,
en su área particular de actividad: familia,
trabajo, grupos de amistad, organizaciones
asociativas, vecindad... y, por consiguiente,
generador de realidad social (para sí y para
los demás)». En consecuencia, para la Disciplina, la realización social del ser humano, se
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
167
INFORMES
produce como consecuencia del desarrollo
adecuado de sus dos roles individuales fundamentales: el rol de consumidor y el rol de
productor del bienestar.
comprenderla de forma global e integrada,
valiéndose de la definición de tres tipos de
núcleos diagnósticos: de necesidad, de dependencia y de riesgo social.
En líneas generales, establecidas las fronteras epistemológicas con otras ciencias sociales (Ver en Conde Megías, 1998, Cap.
I.3.1) puede afirmarse que los dominios o
campos de investigación específica del Trabajo Social Experimental son:
C) Teoría Prospectiva de los Procesos de
Cambio Social, que expone la contribución
realizada por la especialidad profesional, a
la realización del ser humano como sujeto
activo (productor y consumidor) del bienestar social, a través de dos tipos de intervención específica: autonomista-promocional y
asistencialista-prestacional.
1) Las diversas problemáticas o «situaciones de malestar social reales o potenciales»
que motivan la formulación de las demandas
de ayuda profesional especializada en nuestras instituciones sociales.
2) Los «cambios situacionales» que, inducidos y orientados por el profesional, es necesario producir para superarlas (1998, pág.
23).
Tras una larga trayectoria de estudio empírico de la realidad social marginal y de las
posibilidades transformadoras de la misma,
trabajando sistemáticamente con el ser humano como sujeto activo del bienestar social,
hemos podido crear un sistema metodológico
de investigación científica específica, así, como identificar, definir y sistematizar el material obtenido, para formular las teorías
científicas básicas del Trabajo Social Experimental:
A) Teoría Descriptiva de la Naturaleza
de la Realidad Social que estudia las variables contextualizadoras de cualquier realidad social, individual o sectorial, que pueda
considerarse objeto de evaluación e intervención profesional específica: a) históricas, b)
físico-geográficas, c) económicas, d) infraestructurales, e) culturales, f) convivenciales,
g) político-administrativas, y h) perceptivoconductuales.
B) Teoría Diagnóstica de las Situaciones
de Malestar Social, que se ocupa de determinar la problemática situacional a tratar, a
modo de síntesis interpretativa, para poder
168
Ambas intervenciones tienen un solo objetivo central, que según lo indicado en nuestro «Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las Instituciones
Sociales» (2001), es: «la promoción, mantenimiento o restauración de la operatividad del
ser humano, como sujeto activo del bienestar
social, para renovar las condiciones de su entorno ambiental, potenciando, movilizando y
utilizando, de forma consciente y deliberada,
todos los recursos a su alcance» (Conde Megías, 2001, pág. 4).
* De acuerdo a lo señalado en el Diccionario de Sociología (1980), la expresión «exclusión social» es sinónima de «marginación social» o «marginalidad»: «Posición marginal o
fuera de lugar de una persona dentro de un
grupo o la posición marginal de un grupo
dentro de un colectivo mayor» (1980, pág.
151).
En este sentido, en el Diccionario de Trabajo Social (1994), la exclusión, marginación,
o marginalidad social, significa, en esencia,
estar «separado de», «cortado de», «a la orilla
de», «aparte de», y, más concretamente, «situación en la que un individuo o un grupo
quedan excluidos de un determinado sector
de la convivencia social».
En América Latina, el término fue usado
para designar «la falta de participación en la
vida política, económica y social del país» y
«la separación de la sociedad global pertene-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
ciendo a ella, como característica específica
del subdesarrollo». En España, «con un alcance un tanto diferente, la expresión es utilizada para caracterizar la situación de determinados colectivos o sectores sociales,
como los gitanos, los homosexuales, los ancianos, etc., que viven una situación de no integración con el resto de la sociedad» (1994,
págs. 189 y 190).
En coherencia lógica con todo lo dicho hasta ahora, la exclusión social como objeto de
conocimiento científico específico del Trabajo
Social Experimental, puede definirse como:
«una situación que, de forma puntual, obstaculiza el proceso natural de evolución social
del individuo, y que éste desea superar de
forma activa, consciente y deliberada, de
acuerdo con sus recursos, aspiraciones y expectativas de bienestar».
* En este sentido, de acuerdo a lo indicado en nuestro citado Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las
Instituciones Sociales, los núcleos de problemática social que originan situaciones de exclusión social, son, básicamente:
a) Problemática social asociada a la ancianidad: situaciones de malestar real o potencial, de las personas de avanzada edad
que, afectadas por su deterioro físico y/o
mental, no pueden valerse por sí mismos (de
forma parcial o total) para desenvolverse con
normalidad en su entorno ambiental habitual.
b) Problemática social asociada a la discapacidad física: situaciones de malestar real o
potencial, de las personas con minusvalías físicas (genéticas o adquiridas por accidente o
enfermedad) que dificultan u obstaculizan su
interacción con otros individuos, y con el entorno ambiental en general.
c) Problemática social asociada a la discapacidad psíquica: situaciones de malestar real o potencial, de las personas con minusvalías psíquicas (retraso mental, trastornos del
desarrollo psicológico, trastornos del comportamiento, de las emociones y del conocimiento habitual) que dificultan u obstaculizan su
interacción con otros individuos, y con el entorno ambiental en general.
d) Problemática social asociada a la drogodependencia: situaciones de malestar real
o potencial, de las personas con adicciones
tóxicas de diversa etiología (alcohol, cannabis, cocaína, drogas de diseño, heroína, psicofármacos, y tabaco, fundamentalmente), detectadas y atendidas en las instituciones
especializadas.
e) Problemática social asociada a la infancia y a la adolescencia: situaciones de malestar real o potencial, de las personas menores de edad (de acuerdo al código civil, las
que no han cumplido los 18 años) con problemas de desamparo y especial vulnerabilidad
a las dependencias y exposición a los riesgos
sociales en general.
f) Problemática social asociada a la insolvencia básica: situaciones de malestar real o
potencial, de las personas que carecen de medios económicos para solventar las necesidades materiales de su vida, y se encuentran
expuestos por ello a una mayor incidencia de
problemas carenciales, de dependencia y de
riesgo social en general.
g) Problemática social asociada a la reclusión penitenciaria: situaciones de malestar
real o potencial, de las personas privadas de
libertad (internos de los centros penitenciarios, liberados condicionales adscritos a los
mismos, condenados a arrestos de fin de semana, penados con medidas de seguridad,
penados a trabajo en beneficio de la comunidad), y de las familias afectadas.
h) Problemática social asociada al rechazo
convivencial: situaciones de malestar real o
potencial, de las personas marginadas del
grupo de relación habitual, de forma generalizada (colectivos de etnia gitana, de gays, de
lesbianas, de refugiados, de asilados y de in-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
169
INFORMES
migrantes extranjeros, básicamente) o de forma particular (parejas, hijos, familiares disminuidos, y otras personas dependientes de
maltratadores habituales) (2001, págs. 3 y 4).
a) Valores fundamentadores: dignidad
humana, autodeterminación y libre actuación en base a las capacidades personales.
* En relación con estos núcleos problemáticos, los factores implicados en la transformación de la realidad que contextualiza y explica cualquier situación de exclusión social,
son, básicamente:
b) Objetivo: autodeterminación de las personas marginadas, como forma específica de contribución profesional a la
evolución del hombre como ser social y
a su participación activa en los procesos
sociales de cambio situacional.
A) «La capacidad de respuesta racional
para enfrentar el malestar social creado en
tomo a las presiones, problemáticas o limitaciones surgidas en su área particular de actividad», en términos de dificultades para el
desarrollo de las «facultades» inherentes a
dicha capacidad, y, en definitiva, de dificultades para el desarrollo del «rol generador de
condiciones de bienestar» (que procuramos
optimizar desde una intervención autonomista-promocional, de alta especialización
profesional).
B) «La accesibilidad a la burocracia administrativa del bienestar social para satisfacer necesidades generadas por las deficiencias de calidad de vida percibidas en el medio
o entorno social habitual», en términos de dificultades de acceso a las «posibilidades»
existentes a nivel de las áreas administrativas generales, de los servicios sectoriales y
de los servicios comunitarios o vecinales, y,
en definitiva, en términos de dificultades para el desarrollo del «rol consumidor de bienes, recursos o servicios sociales» (que procuramos optimizar desde una intervención
asistencialista-prestacional, de alta especialización profesional) (1998, págs. 68 y 69).
* Como acabamos de mencionar, existen
dos tipos de intervención profesional en las
situaciones de exclusión social, que también
son objeto de conocimiento, en este caso de
carácter operativo, del Trabajo Social Experimental:
A) La intervención autonomista-promocional, se concreta en lo siguiente:
170
c) Rol profesional: asesor/educador social
en el desarrollo de capacidades y habilidades sociales.
B) La intervención asistencialista-prestacional, se concreta en lo siguiente:
a) Valores fundamentadores: justicia social, no discriminación y reparto equitativo de los bienes sociales.
b) Objetivo: facilitar el acceso a los bienes
sociales básicos (salud, alimentación,
vivienda, recreación, salario, educación, trabajo) que no pueden conseguirse por los cauces normales, como forma
específica de contribución profesional a
la participación de la población en los
resultados prácticos del desarrollo social.
c) Rol profesional: diseñador e implementador de políticas sociales (1998, pág.
231).
PRINCIPIOS ESTABLECIDOS
POR EL TRABAJO SOCIAL
EXPERIMENTAL PARA EL
ESTUDIO CIENTÍFICO DE LA
REALIDAD SOCIAL
Como hemos apuntado ya, el Trabajo Social Experimental, como disciplina científica
autónoma, nace y se desarrolla para investigar, sistematizar y comunicar el objeto y la
actividad de los trabajadores sociales de alto
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
nivel de especialidad, es decir, de alto nivel
de exclusividad competencial en el ejercicio
profesional. En este sentido, trata de romper
y de superar la visión obsoleta y simplista de
la realidad, característica de un Trabajo Social precientífico o tradicional. Para ello, como cualquier otra ciencia empírica, establece
dos tipos de criterios para el control científico
de la práctica profesional en general para poder comprobar, verificar, reforzar, reformular, y, en definitiva, desarrollar, su cuerpo de
conocimientos en general:
A) Fundamentos y criterios de control teórico, referidos a las condiciones del estudio
evaluativo de la realidad social, en lo que se
refiere a fuentes y formas de obtención de los
datos, categorías de análisis, y claves interpretativas de los mismos.
B) Fundamentos y criterios de control metodológico, referidos a la reproducibilidad del
proceso de transformación situacional, mediante el que se realizan las principales demostraciones de base.
Estos son los aspectos más significativos
que diferencian la observación científica experimental del Trabajo Social de alto grado de
especialidad, de la observación intuitiva ordinaria del Trabajo Social precientífico o tradicional. En este sentido, en nuestro primer
manual de Trabajo Social Experimental, afirmamos que, desde la perspectiva científica de
esta Disciplina, «cualquier estudio empírico
específico es un acto de análisis sistemático de
la realidad social en condiciones preestablecidas y cuidadosamente controladas que, repetidas por cualquier otro investigador, le permiten rehacer el proceso metodológico y obtener
los mismos resultados» (1998, pág. 110).
Según lo expresado en nuestro texto de
Trabajo Social Experimental, los principios
para el estudio científico de la realidad social
son, fundamentalmente: a) el principio de
funcionalidad analítica de la realidad social,
b) el principio de constancia de categorías
descriptivas de la realidad social, c) el princi-
pio de globalidad, y d) el principio de autoevaluación situacional.
a) El principio de funcionalidad analítica de la realidad social, puede formularse
del modo siguiente: todo trabajo de investigación especializada es funcional, es decir,
está en función de las posibilidades de intervención en la transformación situacional
posterior.
En este sentido, «como fase previa del proceso metodológico general, el estudio de las
situaciones de malestar social se justifica
considerando que, metodológicamente, es necesario delimitar dónde y con quiénes se va a
trabajar, no sólo por establecer el ámbito del
estudio, sino también la competencia profesional. Los mismos resultados del estudio
previo son los que delimitan el ámbito de trabajo al dejar patente dónde se producen los
problemas o existen las necesidades concretas que requieren la intervención del profesional del Trabajo Social».
b) El principio de constancia de categorías descriptivas de la realidad social, en el
texto citado, queda formulado en los puntos
siguientes:
«La realidad social constituye un conjunto
de variables situacionales que aparecen con
regularidad. En consecuencia, las casuísticas
sociales se configuran como campos de atención limitada de estas variables, en distintos
episodios de la trayectoria de vida social de
los seres humanos (a nivel individual o sectorial), Esta consideración epistemológica singular, nos permite acotar y enfocar, con base
científica específica, el estudio de las más diversas situaciones de malestar social con fines evaluativos y, en definitiva, de intervención profesional para superarlas».
«..., consideramos, como argumento central de nuestra tesis, el principio de constancia de categorías descriptivas, capaces de definir, como unidades de atención específica,
las diversas situaciones o casuísticas atendi-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
171
INFORMES
das por los trabajadores sociales en su ejercicio profesional habitual y de contextualizarlas adecuadamente en el marco global de la
realidad social».
«El principio de constancia de categorías
descriptivas dice que, en el contexto amplio de
la realidad social, diferentes problemáticas o
situaciones de malestar social, que afectan a
personas con características funcionales y de
status social (en relación comparativa con su
medio habitual) también diferentes, contienen siempre los mismos aspectos o elementos
combinados, aunque en distintas proporciones. Estos configuran un campo de fuerzas positivas y negativas, favorecedoras y obstaculizadoras de los cambios necesarios para la
consecución del bienestar social».
«La propia experiencia nos dice que, definiendo estas variables en el contexto general
de la realidad social, podemos describir la estructura básica de todas las situaciones sociales específicas que puedan presentarse.
Esto es así porque se reflejan regularmente
de forma global e integrada, aunque cada
una mantenga su peculiaridad. (Algo parecido a como nos devolverían la misma imagen
total las partes separadas de un gran espejo
roto, independientemente del tamaño y de la
limpieza ocasional de cada una)».
c) El principio de globalidad, en el mismo
libro de texto, se describe del modo siguiente:
... sea cual fuere el nivel de atención a las
personas que requieren nuestro servicio profesional –individual o sectorial–, el estudio
de las situaciones de malestar social ha de
contemplar la generalidad de la realidad social, por lo que habrá de integrar todos sus
aspectos.
... consideramos que una de las características de nuestra profesión es el estudio y la
atención de las situaciones de malestar social de forma global e integrada, es decir,
contemplando o atendiendo todas sus facetas
o aspectos concurrentes».
172
«En este sentido, en la propia investigación experimental hemos podido comprobar
que la totalidad de los datos respecto a las
variables configuradoras de la realidad social que contextualizan de forma puntual las
diferentes casuísticas sociales, deben procesarse, analizarse y sistematizarse, clasificándolos en los diversos marcos o aspectos
básicos siguientes:
— El marco histórico, tiene correspondencia directa con la génesis de la situación
de malestar social, es decir, con las condiciones de origen y con las de evolución de los
acontecimientos que han influido en el proceso hasta llegar a su estado actual.
— Al marco físico-geográfico, pertenecen
todos los aspectos que podemos captar en la
experiencia sensorial, es decir, por los sentidos físicos.
— Al marco económico corresponden las
variables de producción de los aspectos materiales. Abarca las fuentes y cuantías de ingresos, así como las actividades que se desarrollan para su obtención.
— El marco infraestructural se corresponde con los recursos sociales, básicamente
con las políticas y las instituciones de derecho público existentes para dar respuesta a
las necesidades.
— El marco cultural contiene una faceta
informativa, de niveles de instrucción en relación con la educación formal o enseñanza
reglada, y una faceta formativa, en relación
con el aprendizaje del individuo a través de
su experiencia de vida, que también implica
todo el marco normativo de valores, leyes,
usos, costumbres y tradiciones socialmente
aprendidas.
— Al marco convivencial corresponderían
las dinámicas relacionales vinculadas al desarrollo de los roles básicos en el área particular de actividad social: familiares, vecinales,
etc.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
— El marco político-administrativo se refiere a todos los aspectos relacionados con la toma de decisiones: posibilidades y limitaciones,
personas que las toman y formas de hacerlo.
— Al marco perceptivo-conductual corresponde la totalidad de manifestaciones y
expresiones de la subjetividad, es decir, las
respuestas emocionales, intelectuales y físicas, en términos de posiciones, actitudes y
conductas adoptadas (Ver en Conde Megías,
1998, págs. 245-252).
d) EI principio de autoevaluación situacional, se encuentra estrechamente vinculado a
la tesis evolucionista del Trabajo Social Experimental, según la cual, el ser humano posee
la «capacidad de evolucionar obteniendo un
aprendizaje experimental y acumulativo, de
todos los procesos de cambio situacional (hacia el bienestar), que haya de protagonizar en
su trayectoria de vida social», a la par que
una capacidad intrínseca para modificar la
realidad renovando las condiciones de su entorno ambiental.
En este sentido, el Trabajo Social Experimental estudia «la utilidad del propio raciocinio del individuo para realizar objetivos superadores de situaciones de malestar social,
a partir de la autoevaluación de necesidades
y posibilidades materiales, así como de los
procedimientos técnicos que incrementan esta capacidad natural» (1998, 64 y 65).
EXPERIENCIA PRÁCTICA: EL
ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA
EXCLUSIÓN SOCIAL EN LA
FUNDACIÓN «ESCUELA DE
SOLIDARIDAD»
* La Fundación «Escuela de Solidaridad»,
con domicilio en la Zubia (Granada), Camino
de Enmedio, nº 7, y N.I.F. G. 18459685, está
inscrita en el Registro de Entidades, Servicios y Centros de Servicios Sociales de la Consejería de Asuntos Sociales de la Junta de
Andalucía, con el número AS.ATNI/E/3.028,
y clasificada como de Asistencia Social según
Resolución de 1 de junio de 1998, del Instituto Andaluz de Servicios Sociales.
Es un Centro colaborador con la Universidad de Granada, donde desarrollan las prácticas profesionales sus alumnos, entre los que
se encuentran los de la Escuela Universitaria
de Trabajo Social. Gracias a la oportunidad
de investigar empíricamente la realidad social y las posibilidades transformadoras de la
misma, que, entre otros, nos viene brindando
este Centro, hemos podido desarrollar gran
parte de los sistemas teóricos y metodológicos
del Trabajo Social Experimental.
En la actualidad acoge a sesenta personas
distribuidos en tres casas situadas en La Zubia (Granada), Brácana (Granada) y Valverde del Camino (Huelva).
En su primer Boletín Informativo (JulioSeptiembre 2000), se destacan, como características principales de «una familia llamada solidaridad», las siguientes:
– Un proyecto integrador.
– Acogida de personas necesitadas del
sentido familiar, autoestima y habilidades sociales.
– Aprendizaje de tareas. Talleres ocupacionales, campos de trabajo nacionales
e internacionales.
– Club deportivo, actividades lúdicas y recreativas, intercambios culturales con
otras comunidades.
En el mismo documento se señala que tienen su puerta abierta en la Fundación:
– Abuelos y abuelas que necesitan la
compañía, el afecto y la ternura de los
demás. Se encuentran solos y necesitan
compartir su existencia con alguien.
– Mujeres jóvenes que quedan embarazadas y no tienen espacio ni medios para
hacer familia.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
173
INFORMES
– Madres con hijos que viven en situaciones de emergencia y necesitan apoyo
para evitar que sus hijos acaben en centros de menores.
– Jóvenes que cumplen 18 años en otros
centros de menores y deben abandonarlo. Aquí pueden sentir el grupo familiar
que los acoge e integra.
– Jóvenes adultos que se encuentran desamparados, sin familia, desorientados y
sin medios económicos suficientes para
la independencia.
– Jóvenes que sufren alguna minusvalía
física o psíquica, además del abandono
de su propia familia. Es urgente que
sientan la pertenencia a un grupo familiar que los quiera, los defienda y los integre.
– Adolescentes de 14 a 18 años que son
rechazados por su problemática conducta. Las familias necesitan ayuda para
trabajar con ellos y acuden a la Fundación en busca de acogida.
– Todo menor que necesite protección,
cuidado y atención.
– De igual forma, todas aquellas personas
que quieran ser parte activa de este
proyecto esencialmente solidario.
En la actualidad, en correspondencia con
los fines estatutarios, los objetivos de la Fundación se concretan en once programas:
– «Obrador de confitería».
– «Operaciones financieras».
* Cuando decidimos estudiar el fenómeno
de la exclusión social en la Fundación «Escuela de Solidaridad» desde la perspectiva
científica específica del Trabajo Social Experimental, pudimos realizar nuestro estudio
con facilidad, gracias a que la información
del perfil social de todas las personas acogidas se encontraba actualizada y organizada
en un fichero diseñado desde la misma perspectiva (al final del trabajo incluimos la ficha
básica).
Nos bastó seleccionar veinte fichas de las
sesenta existentes en la Fundación, en la actualidad, y analizar el material empírico ya
estandarizado, para poder realizar, con el
control científico necesario, el estudio que
presentamos, ofreciendo las suficientes garantías de representatividad, rigor y objetividad, y, en consecuencia, validez científica en
general. En todo momento procuramos ser lo
más fieles posibles a la propia expresión de
los pensamientos, recuerdos y proyectos de
las personas entrevistadas.
Siguiendo las pautas de investigación experimental que venimos señalando, sistematizamos la información de las veinte situaciones de exclusión social, organizándola en los
siguientes apartados:
1) Datos de identificación general.
– «Mejor con mamá».
– «Intervención socio-educativa con menores de edad».
– «Intervención integral con jóvenes mayores de edad».
– «Formación y aprendizaje laboral (Ejecución y desarrollo de oficios)».
– «Atención primaria».
– «Obras de adaptación de inmuebles».
– «Promoción del voluntariado».
– «Centro de actividades».
– «Cursos de formación permanente».
174
2) Variables autodescriptivas del control
situacional inicial.
3) Variables autodescriptivas del malestar social de origen material: físico-geográficos, económico, e infraestructural.
4) Variables autodescriptivas del malestar
social de origen intelectual: cultural,
convivencial y político-administrativo.
5) Variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual: afectivo y racional.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
Exponemos el caso nº 10 a modo de ejemplo ilustrativo.
– De esta cantidad dona voluntariamente
10.000 pesetas mensuales a la Fundación.
Acogido nº10
D) Variables autodescriptivas del malestar
social de origen intelectual: cultural,
convivencial y político-administrativo
A) Datos de identificación general
– Nacido en Jaén, en 1978.
– Reside en un hogar funcional de la Fundación «Escuela de Solidaridad» desde
1981.
– El presidente de la Fundación lo encontró con tres años abandonado en una
granja de caballos y lo acogió en los
«Hogares de Nazaret».
– Su nivel cultural es bajo, aunque tiene
algunos estudios de jardinería, encuadernación, y albañilería.
– Aunque sus amigos y compañeros lo encuentran muy sociable, el dice que se
lleva mal con «Ios de afuera» como «Jesús el Gitano».
– Padece oligofrenia, con una minusvalía
del 67%.
E) Variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual: afectivo y racional
– Dice que no tiene a donde ir porque su
madre murió de un infarto cuando el tenía tres años.
– Se muestra inseguro y temeroso de la
sociedad.
B) Variables autodescriptivas de control
situacional inicial
– Aspira a trabajar en una imprenta de
encuadernador para vivir, «pero no salir de la Fundación». De forma que lo
que haría es «colaborar más» con esta.
– Su principal obstáculo cree que es la ignorancia: desconoce los recursos existentes y afirma que «todo lo que conoce
le llega a través de la Fundación».
– Cree que puede demostrar «lo que es capaz» dentro de la Fundación.
– Está dispuesto a seguir formándose y
colaborando con la Fundación.
C) Variables autodescriptivas del malestar social de origen material: físico-geográfico, económico e infraestructural
– No tiene domicilio, estaba abandonado
en el campo.
– Sus únicos recursos económicos consisten en una pensión de 45.000 pesetas
mensuales que cobra por discapacidad
psíquica.
– Se confiesa ignorante de los recursos y
posibilidades del entorno ambiental.
A) Datos de identificación general
En primer lugar hemos analizado los datos
referentes al lugar y fecha de nacimiento del
grupo de acogidos (en estudio) en la Fundación «Escuela de Solidaridad» y los hemos dividido en dos grandes categorías: A) los nacidos en España y B) los nacidos en otros países.
a) En España han nacido catorce, y, concretamente en Granada: 1) en 1981, 6) en
1975, 13) en 1976 y 17) en 1978; En Baza,
provincia de Granada: 7) en 1976, 11) en
1950, 12) en 1960 y 15) en 1966; En otras
provincias andaluzas: 8) Almería, en 1949;
10) Jaén, en 1978; 20) Cádiz, en 1964; En
otras provincias españolas: 4) Albacete, en
1978; 18) Barcelona, en 1981; 19) Palma de
Mallorca, en 1978.
b) En otros países han nacido seis: 2) Malabo, (Guinea Ecuatorial), en 1975; 3) El Sáhara, en 1967; 5) Pavía (Italia), en 1970; 9)
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175
INFORMES
Toulouse (Francia), en 1980; 14) Casablanca
(Marruecos), en 1978; 16) Beni Mellal (Marruecos), en 1973.
La media de edad de las catorce personas
nacidas en España es de treinta años, y la de
las seis personas nacidas en otros países es
de veintiocho, aproximadamente.
En relación con las fechas de acogida en la
Fundación, el grupo de personas en estudio
puede ordenarse, en base a la antigüedad, de
la forma siguiente: 10) desde 1981; 4) desde
1990; 1) desde 1991; 19) desde 1995; 17) y 2)
desde 1997; 3), 5), 6) y 14) desde 1999; 7), 8),
9), 11), 12), 13) y 16) desde 2000; y 2), 15) y
18) desde el 2001.
Respecto a los motivos de la acogida, por
lo que hemos podido comprobar, las personas
que viven en los hogares funcionales de la
Fundación «Escuela de Solidaridad» padecen, o han padecido con anterioridad situaciones extremas de rechazo y abandono familiar, así como de rechazo y marginación
social en general. En consecuencia, necesitan
del acogimiento que les brinda la Fundación,
para poder cubrir las graves carencias, tanto
físicas como convivenciales, que les impiden
experimentar, aún a sus niveles más básicos,
la sensación de seguridad y bienestar.
Para matizar y concretar esta motivación
inicial, como variables destacadas podemos
citar:
a) Problemática social asociada a la insolvencia básica: falta de recursos económicos
para la subsistencia, inmigrantes, transeúntes y personas sin hogar, en diez casos: 2), 3),
5), 7),13), 14), 15),16), 17) y 20).
b) Problemática social asociada al rechazo convivencial, malos tratos a menores, a
mujeres, y relaciones familiares deficientes
en general, en ocho casos: 1), 4), 6), 9), 11),
12), 18) y 19).
c) Problemática social asociada a la discapacidad física y psíquica, a la drogodepen-
176
dencia y a la enfermedad en general, en seis
casos: 2), 3), 5), 7), 8) y 10).
Por último, nos parece interesante destacar aquí que, además de las razones señaladas, la necesidad de ocupación personal, en
un voluntariado social, en la formación, y/o
en la práctica profesional, constituye una de
las motivaciones básicas para la permanencia en la Fundación «Escuela de Solidaridad», al menos en nueve casos declarados: 9),
13), 14), 15), 16), 17), 18), 19) y 20).
B) Variables autodescriptivas del
control situacional inicial
Por lo que hemos podido comprobar, los
veinte acogidos en la Fundación «Escuela de
Solidaridad», cuya casuística de exclusión
social hemos estudiado, han demostrado conocer sus aspiraciones, objetivos e intereses
personales, definiéndolos con claridad. Citándolos por orden de aparición, podemos
resumirlos en los siguientes apartados:
a) Lo que quieren ser: feliz, activo, independiente, responsable, buen profesional.
b) Lo que quieren hacer: estudiar, desarrollar una actividad profesional, ayudar a
los necesitados, colaborar en la Fundación
«Escuela de Solidaridad».
c) Lo que quieren tener: carnet de conducir, coche, vivienda propia, formación personal y profesional, trabajo estable, tranquilidad, seguridad económica, familia biológica,
empresa o negocio propio.
Los principales obstáculos que tendrían
que salvar para satisfacer las aspiraciones y
los intereses personales que acabamos de citar, en orden de aparición, podemos resumirlos del modo siguiente:
Obstáculos ambientales: acceso a una vivienda en propiedad o alquilada, conseguir
un trabajo estable, ser admitido en un centro
de discapacitados, adquirir la nacionalidad
española (los inmigrantes).
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ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
Obstáculos personales: adquirir la formación personal y profesional adecuada, superar las pruebas de admisión en instituciones
recreativas, aprobar exámenes, conocer los
recursos existentes, aprender el idioma español (los inmigrantes), adquirir experiencia
de vida en general, superar la adicción a las
drogas, solucionar conflictos internos para
poder tomar decisiones, afrontar separaciones familiares necesarias, elevar la autoestima, superar sentimientos depresivos, superar hábitos de incidencia negativa, superar
la adicción a los juegos de azar.
Además de los de la Fundación «Escuela
de Solidaridad», como recursos que podrían
movilizar y utilizar para alcanzar sus objetivos, los acogidos reconocen los siguientes:
Recursos ambientales: becas, programa de
acceso a la universidad para mayores de
veinticinco años, pensiones no contributivas,
otras ayudas económicas para la manutención básica, «Salario Social», asociaciones de
minusválidos, Centro Municipal de Drogodependencias, clubes deportivos, trabajo en el
obrador del hogar funcional que tiene la
Fundación en Valverde del Camino, todas
las oportunidades de formación y promoción
personal que la Fundación brinda, especialmente los Programas de taller (de velas, de
forja, de cobre), «Programa de Voluntariado
Europeo», trabajadores sociales profesionales, amigos, personas que tengan los mismos
intereses.
Recursos personales: la propia capacidad
de trabajo.
Por último, en relación con las actividades
y esfuerzos que estarían dispuestos a realizar
para el desarrollo de sus proyectos, todas las
personas componentes del grupo estudiado
tienen claro su cometido y están dispuestas a
asumir su autoridad y su responsabilidad al
respecto.
Las expresiones verbales más utilizadas
para expresar esta disposición personal con-
cretada a cada caso en particular, por orden
de aparición, son: trabajar, estudiar, solicitar ayudas económicas, ahorrar, cambiar el
«estilo de vida» y adquirir hábitos más saludables, desplazarse a donde haga falta, luchar, «poner todo su empeñó», «hacer lo que
haga falta», ser más constante.
C) Variables autodescriptivas del
malestar social de origen
material
Por lo que respecta a las variables físicogeográficas intervinientes en la casuística
social estudiada en la Fundación «Escuela
de Solidaridad», catorce personas manifiestan tener problemas de vivienda, diez por
malas condiciones de habitabilidad: 1), 3),
6), 7), 8), 14), 15), 16), 19) y 20); y cuatro vivían en la calle por carecer de ella: 2), 10),
11) y 13).
En lo que se refiere a las variables económicas, los veinte acogidos reconocen carecer
de recursos económicos para independizarse
de la Fundación. Sólo trece tienen o han tenido algún tipo de ingresos, entre los cuales,
provienen de la mendicidad: 1), 2), 13) y 20),
del trabajo como empleados de hogar: 12),
15) y 16), del trabajo de jornalero: 14), del
trabajo de monitor en campamentos de verano: 3), de una pensión (34.700 pts.): 8), de
prestaciones sociales por discapacidad
(45.000 y 50.000 pts.): 7) y 10).
Dos personas reconocen tener gastos adicionales ocasionados por las drogadicciones:
1) y 20).
Ninguno de los acogidos reconoce la existencia de variables infraestructurales asociadas a su problemática social. Lo cual puede
explicarse si tenemos en cuenta que la mayoría piensa que los recursos institucionales,
instalaciones, equipamientos y servicios más
necesarios, se los ofrece ya la Fundación «Escuela de Solidaridad».
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177
INFORMES
D) Variables autodescriptivas del
malestar social de origen
intelectual
para tomar decisiones y para elaborar iniciativas de cambio situacional.
Del grupo de acogidos estudiado en la
Fundación «Escuela de Solidaridad», sólo
cuatro personas no reconocen la influencia
de variables culturales problemáticas en sus
situaciones de problemática social: 3), 7), 9) y
16). Los dieciséis restantes, en general, afirman tener un nivel educativo muy bajo.
E) Variables autodescriptivas del
malestar social de origen
perceptivo-conductual
Hay un analfabeto, el 12); Doce personas
no llegaron a terminar la E.G.B.: 1), 4), 5), 6),
8), 10), 11), 13), 14), 15), 19) y 20); Dos han
cursado el graduado escolar: 2) y 17) y otro
ha terminado la E.G.B., el 18).
Nueve personas poseen otros conocimientos: 1) jardín de infancia e informática, 2) habilidades sociales y decoración de escayola,
6) fontanería y electricidad, 10) jardinería,
encuadernación, y albañilería, 11) albañilería, 13) albañilería y forja, 14) cobre, forja y
albañilería, 17) formación en mecánica, y 18)
reparación de electrodomésticos.
En sólo seis casos no existen variables convivenciales reconocidas que concurran en las
diversas situaciones de problemática social:
4), 5), 6), 7) , 9) y 16), el resto afirman tener
experiencias muy negativas, sobre todo debido a la incidencia de ciertos factores agravantes: adicción a la heroína, abandono de menores, pérdida de contacto con los padres por
diversos motivos, desde muy temprana edad,
separación matrimonial, deserción del hogar,
falta de sociabilidad con «los de afuera», falta
de comunicación y de vínculos familiares estables en general, malos tratos físicos y psicológicos, falta de familia biológica, núcleo familiar desestructurado, irresponsabilidad a
la hora de asumir roles familiares básicos, y
pérdida de la custodia de los hijos.
No se reconocen variables político-administrativas intervinientes en la problemática
social objeto de estudio. Los acogidos se sienten con libertad para evaluar su realidad,
178
Seis personas del grupo de acogidos en la
Fundación «Escuela de Solidaridad» reconocen
la existencia de variables afectivas y racionales
que dificultan el proceso de cambio situacional: el 2) duda de su capacidad para definir y
realizar sus aspiraciones sociales, el 5) duda de
su capacidad para terminar con éxito el programa de drogodependencia que sigue, y tiene
conflictos internos, para definir sus proyectos
de vida, con los que le resulta difícil luchar, el
9) confiesa ser una persona «muy agresiva», el
10) se muestra inseguro y temeroso de la sociedad, y se confiesa ignorante de los recursos y
posibilidades del entorno ambiental, el 12)
presenta depresión y baja autoestima, y el 15)
reconoce tener bajo el nivel de autoestima y el
de seguridad en sí mismo.
Como se puede comprobar, las variables
autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual aparecen con un
nivel de frecuencia muy inferior al de las variables materiales e intelectuales que acabamos de analizar. En sólo seis casos de los
veinte analizados, se aprecian indicadores de
alguna dificultad personal, afectiva o racional, para la participación activa, consciente y
deliberada, en la renovación de las condiciones del entorno ambiental.
COMENTARIOS Y
CONSIDERACIONES FINALES
Como hemos mencionado ya, el objeto de
conocimiento científico específico del Trabajo
Social Experimental es: «La realización del
ser humano como sujeto activo (consumidor y
productor) del bienestar social en su área
particular de actividad y medio habitual».
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ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ
En nuestro estudio del fenómeno de la exclusión social en la Fundación «Escuela de
Solidaridad», hemos asumido este objeto de
conocimiento en la medida en que hemos investigado a fondo el funcionamiento social
autónomo de las personas acogidas, es decir,
su autocracia intelectual natural para observar, interpretar y transformar su realidad
social a nivel de base, o a nivel microsocial.
En el primer apartado del presente trabajo definimos el fenómeno de la exclusión social, desde la perspectiva científica específica
del Trabajo Social Experimental, en los términos siguientes: «una situación que, de forma puntual, obstaculiza el proceso natural
de evolución social del individuo, y que éste
desea superar de forma activa, consciente y
deliberada, de acuerdo con sus recursos, aspiraciones y expectativas de bienestar».
Pues bien, tras el análisis de los datos obtenidos en nuestro estudio de la realidad social
en la Fundación «Escuela de Solidaridad», en
contraste con estas bases conceptuales generales, la conclusión más general que cabe formular, es la siguiente: todas las personas
acogidas padecen una clara situación de exclusión social en la actualidad, debido a que,
un gran número de obstáculos, materiales, intelectuales y/o perceptivo-conductuales, se interponen en su evolución social natural, de
manera totalmente ajena a su voluntad, y a
pesar de que poseen los elementos suficientes
para intervenir, de forma activa y controlada,
en sus propios procesos de cambio situacional.
Según expresamos también en el primer
apartado, el Trabajo Social Experimental establece, como principales núcleos de exclusión social, los siguientes: 1) problemática
social asociada a la ancianidad, 2) problemática social asociada a la discapacidad física,
3) problemática social asociada a la discapacidad psíquica, 4) problemática social asociada a la drogodependencia, 5) problemática
social asociada a la infancia y a la adolescencia, 6) problemática social asociada a la insolvencia básica, 7) problemática social aso-
ciada a la reclusión penitenciaria, y 8) problemática social asociada al rechazo convivencial.
Pues bien, en base a esta tipología establecida por el Trabajo Social Experimental,
podemos caracterizar la situación de exclusión social que afecta a los acogidos en la
Fundación «Escuela de Solidaridad», catalogándola en dos núcleos: el núcleo nº 6 y el núcleo nº 8:
Núcleo nº 6, de problemática social asociada a la insolvencia básica, que hemos definido en los siguientes términos: «situaciones
de malestar real o potencial, de las personas
que carecen de medios económicos para solventar las necesidades materiales de su vida,
y se encuentran expuestas por ello a una mayor incidencia de problemas carenciales, de
dependencia y de riesgo social en general».
En efecto, a la vista de los datos expuestos
con anterioridad, se observa claramente que
el grupo de acogidos carece de los recursos
económicos suficientes para hacer frente a
sus necesidades básicas de subsistencia. Predominan además las situaciones de desempleo y de subempleo o desarrollo de trabajos
marginales mal remunerados, lo cual condiciona y explica también la existencia de otras
variables descriptivas del malestar social de
naturaleza material: entornos urbanísticos
marginales de procedencia, con deficientes
instalaciones y equipamientos en general, viviendas insalubres y en deficientes condiciones de habitabilidad: escasa superficie, estados ruinosos, humedad, falta de luz y de
agua potable, etc.
Núcleo nº 8, de problemática social asociada al rechazo convivencial, que hemos definido en los siguientes términos: «situaciones
de malestar real o potencial, de las personas
marginadas del grupo de relación habitual,
de forma generalizada (colectivos de etnia gitana, de gays, de lesbianas, de refugiados, de
asilados y de inmigrantes extranjeros, básicamente) o de forma particular (parejas, hi-
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INFORMES
jos, familiares disminuidos, y otras personas
dependientes de maltratadores habituales)».
Como hemos podido comprobar en los datos recabados, las personas acogidas en la
Fundación «Escuela de Solidaridad», en su
gran mayoría, son víctimas de la falta de patrones de conducta adaptados a las necesidades de convivencia humana, de la falta de
desarrollo de los roles familiares básicos, de
la deserción del hogar, del abandono, de la
desestructuracion familiar, del maltrato físico y psicológico, del separatismo y del aislamiento social en general.
En nuestro estudio descriptivo del fenómeno de la exclusión social en la Fundación
«Escuela de Solidaridad», hemos asumido
plenamente los principios metodológicos establecidos por el Trabajo Social Experimental para la investigación científica específica
de la realidad social, en los términos siguientes:
A–Hemos asumido el «principio de funcionalidad analítica de la realidad social», en la
medida en que hemos recopilado y estudiado
los datos descriptivos de cada situación social personal en función de las necesidades
básicas de conocimiento, para poder cumplir
con eficacia el objetivo básico del trabajo profesional: «la promoción, mantenimiento o
restauración de la operatividad del ser humano, como sujeto activo del bienestar social, para renovar las condiciones de su entorno ambiental, potenciando, movilizando y
utilizando, de forma consciente y deliberada,
todos los recursos a su alcance». Lo cual supone asumir los objetivos implícitos en los
dos tipos de intervención profesional especializada: autonomista-promocional y asistencialista-prestacional:
a) En la intervención autonomista-promocional: la promoción, mantenimiento o
restauración de la capacidad de respuesta,
de las personas acogidas en la Fundación,
para enfrentar las situaciones de malestar
social con la suficiente autonomía personal,
180
en términos de: a) superación de problemas y
necesidades, b) realización de aspiraciones y
finalidades, c) movilización de recursos y posibilidades, y d) reducción de limitaciones y
dificultades.
b) En la intervención asistencialistaprestacional: la promoción, mantenimiento o
restauración de las posibilidades de acceso,
de las personas acogidas en la Fundación, a
la burocracia administrativa del bienestar
social, para satisfacer sus necesidades y cubrir las deficiencias en su calidad de vida, en
términos de: a) acceso a la prestación estatal,
b) acceso a la prestación comunitaria, c) acceso a la prestación provincial, y d) acceso a
la prestación municipal (Conde Megías,
2001, pág. 24).
B–Hemos asumido el «principio de constancia de categorías descriptivas de la realidad social», en la medida en que hemos investigado, cualitativa y cuantitativamente
hablando, los mismos aspectos descriptivos
de la realidad en todos los casos individuales.
C–Hemos asumido el «principio de globalidad», estrechamente relacionado con el anterior, en la medida en que hemos investigado el fenómeno de la exclusión social desde
una perspectiva integraI, es decir, contemplando la totalidad de los aspectos implicados: materiales, intelectuales, y perceptivoconductuales, según al sistema de variables
establecido por el Trabajo Social Experimental en su «Teoría Descriptiva de la Naturaleza de la Realidad Social».
D–Hemos asumido el «principio de autoevaluación situacional», en la medida en que
hemos aplicado también los principios contenidos en la tesis evolucionista del Trabajo
Social Experimental, que son en gran parte
innovadores de la metodología de investigación tradicional:
Principio de autonomía descriptiva de la
realidad social: hemos cambiado el punto de
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referencia descriptiva de la realidad social
utilizado en la metodología tradicional, en la
medida en que hemos centrado nuestra atención en primer lugar en «la conciencia situacional del ser humano como sujeto activo del
bienestar social» (persona acogida), pasando
a un segundo lugar «la adversidad manifiesta en su entorno social actual» (situación
marginal observable en la actualidad), admitiendo en todo momento el propio discurso
descriptivo de cada sujeto experimental.
Principio de autonomía interpretativa de
la realidad social: hemos cambiado el punto
de referencia interpretativa de la realidad
social utilizado en la metodología tradicional
en relación con la causalidad o esencia primigenia de las diversas situaciones de exclusión social, en la medida en que hemos asumido la perspectiva personal, individual e
intransferible, de cada una de los afectados.
Para lo cual, como se puede comprobar, hemos comenzado atendiendo a los cuatro «planos de conciencia situacional» que definen su
control operativo inicial: a) aspiraciones, objetivos, e intereses personales, b) limitaciones y obstáculos que tendría que salvar para
satisfacerlos, c) expectativas respecto a los
recursos que podría movilizar y utilizar, y d)
actividades y esfuerzos que estaría dispuesto
a realizar.
A modo de recapitulación de lo expuesto
hasta ahora, creemos poder afirmar que, en
general, las principales aportaciones del Trabajo Social Experimental al estudio científico
de la exclusión social, son básicamente:
• Una tesis de partida sólidamente argumentada, que trabaja con el ser humano como verdadero sujeto activo del bienestar,
desarrollando sus facultades naturales para
evaluar y transformar la realidad social. Lo
cual aporta un nuevo prisma desde el que po-
der estudiar el fenómeno de la exclusión social: el de la participación personal en la causalidad, en la misma medida que en el control operativo del cambio situacional.
También aporta una nueva perspectiva para
estudiar los sistemas técnicos adecuados para enfrentar el mismo fenómeno con la suficiente eficacia profesional.
• Un sistema teórico válido y original, de
producción (y verificación) científica propia,
a utilizar como marco de referencia para
analizar con la suficiente objetividad la realidad que contextualiza y explica las situaciones particulares de exclusión social.
• Un sistema metodológico eficaz para
recorrer el proceso investigador de esta misma realidad en la forma más rigurosa, organizada, y, en definitiva «avanzada», que conocemos y que somos capaces de aplicar en
la actualidad, desde nuestra especialidad
científica y profesional.
Por último, a modo de resumen, nos parece interesante reafirmar una vez más nuestro ya expresado convencimiento de que:
« ... en el marco de las Ciencias Sociales, el
gran descubrimiento del Trabajo Social Experimental es, en el fondo:
La utilidad del propio raciocinio del individuo (observador, calculador, creativo y
práctico) para realizar objetivos superadores
de las situaciones de malestar social, a partir
de la autoevaluación de sus necesidades y
posibilidades materiales.
Los procedimientos técnicos que incrementan esta capacidad natural, como contribución específica al progreso humano y bienestar social en general» (Conde Megías,
1998, pág. 65).
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INFORMES
BIBLIOGRAFÍA
– (1999): Gerontología y Trabajo Social, en MANUEL
ANDER-EGG, E. (1994): Diccionario del Trabajo Social. Edit. Humanitas. Buenos Aires. Argentina.
BOLETÍN INFORMATIVO DE LA FUNDACIÓN ESCUELA DE
SOLIDARIDAD (2000): Año 1, nº 1. Julio-Septiembre 2000. Editado por la Fundación Escuela de
Solidaridad. Granada.
MARTÍN GARCÍA Y RAMONA RUBIO HERRERA
(comp.): «Alzheimer, un Nuevo Reto Social en el
silgo XXI». Colección «Biblioteca para el Bienestar Social». Edit. Ayuntamiento de Granada,
Área del Bienestar Social. Granada.
– (2001): Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las Instituciones Sociales. Edit. Método Ediciones. Granada.
CONDE MEGÍAS, R. (1998): Trabajo Social Experimental. Kental. Colección «Políticas de Bienestar
Social», nº 4. Edit. Tirant lo Blanch. Valencia.
184
STROBL, W. (1980): Sociología, «Diccionario Rioduero». Ediciones Rioduero. Madrid.
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Nuevos derechos en la Comunidad
de Madrid para las personas
socialmente excluidas.
Breve apunte sobre la Ley de Renta
Mínima de la Comunidad de Madrid
JOSÉ MARÍA ALONSO SECO *
L
a Asamblea de Madrid ha aprobado
recientemente la Ley 15/2001, de 27
de diciembre, de Renta Mínima de
Inserción de la Comunidad de Madrid 1. Una
ley que ha sido el resultado convergente de
una decisión política tomada al comienzo de
la legislatura, con ocasión de la evaluación
de los diez años de aplicación del ingreso madrileño de integración (anterior programade
renta mínima), de la muy reciente legislación europea sobre protección de las personas socialmente excluidas, de la mejora del
bienestar en la sociedad madrileña, de la voluntad manifestada por representantes sindicales y organizaciones empresariales y, especialmente, del deseo de extender, con las
necesarias garantías jurídicas, los sistemas
públicos de protección social hacia personas
que no estaban incluidas en el ámbito protector de la Seguridad Social, en su modalidad
contributiva o no contributiva. Estas líneas
sólo pretenden ser un glosa escueta –dejo para más adelante el comentario, cuando esté
*
Viceconsejero de Servicios Sociales. Comunidad
de Madrid.
1
La ley ha sido publicada en el B.0.C.M. núm.
310, de 31 de diciembre de 2001.
publicado el reglamento de desarrollo de la
ley– sobre dicha disposición, y sobre el alcance que tiene en el contexto de la protección
social pública 2.
Que la Comunidad de Madrid promulgue
una ley sobre renta mínima no significa, en
principio, una especial novedad en relación
con otros ordenamientos autonómicos. Con
anterioridad otras comunidades autónomas
habían legislado también sobre la materia 3.
Pero quizá sea esta reciente ley de la Comu-
2
Estas líneas han de entenderse como complemento al análisis de rentas mínimas de inserción autonómicas que ya hice en el libro La asistencia social y los servicios sociales en España, Madrid, 2000, BOE, 2ª ed.,
págs. 431-487. Me remito a él para un análisis conjunto de la normativa autonómica al respecto.
3
Así, por ejemplo, Aragón, Ley 1/1993, de 19 de
febrero, de medidas básicas de inserción y normalízación social; Asturias, Ley 6/1991, de 5 de abril, del Ingreso Mínimo de Inserción; Castilla-La Mancha, Ley
5/1995, de 23 de mayo, de Solidaridad en Castilla-La
Mancha; Cataluña, Ley 10/1997, de 3 de julio, de la
Renta Mínima de Inserción; Galicia, Ley 9/1991, de 9
de octubre, Gallega de Medidas Básicas de Inserción
Social, modificada por la Ley 1/1999, de 5 de febrero;
Navarra, Ley Foral 9/1999, de 6 de abril, para un Carta
de Derechos Sociales; País Vasco, Ley 10/2000, de 27
de diciembre, de Carta de Derechos Sociales.
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INFORMES
nidad de Madrid la que, además de elevar de
rango normativo su anterior reglamentación,
refleje de manera más visible la existencia
de un derecho personal, inserto en la categoría de los llamados derechos subjetivos perfectos, a una prestación económica periódica,
así como el derecho a apoyos personalizados
para la inserción de quienes, queriendo y no
pudiendo trabajar por la situación de exclusión social en que se encuentran, están situados en la marginalidad y en la pobreza. La
Seguridad Social se había ocupado, mediante
el establecimiento de las pensiones no contributivas de invalidez y de jubilación, así como
del subsidio de desempleo, de la asistencia a
las personas inactivas laboralmente por causa de la discapacidad, de la edad, o de la pérdida del puesto de trabajo. Quedaba un sector
de población, heterogéneo y de composición
compleja, que, aun estando en edad laboral,
no accedía al mercado laboral a causa de los
impedimentos de una exclusión educativa,
social, laboral, económica en general. Para
ellos las comunidades autónomas habían establecido prestaciones temporales de renta
mínima (llamadas al comienzo en lenguaje
común, con bastante impropiedad, «salarios
sociales»), concebidas por lo general como auxilios económicos para necesidades básicas
mientras pudieran encontrar empleo remunerado. Madrid fue una de las primeras comunidades autónomas en establecer dichas
prestaciones, en 1990, por Decreto, que fue
objeto de modificación parcial en 1992 4. Lo
que acaba de hacer ahora no ha sido una modificación, sino una reforma sustancial de
aquella norma, con dimensión de futuro, estableciendo una nueva prestación de derecho
subjetivo. Tiene la intención explícita de ir
cerrando el sistema público de protección so-
4
La importancia que tuvo la Comunidad de Madrid
en el inicio de la implantación de prestaciones de renta
mínima para la inserción sociolaboral ha sido puesta de
relieve por varios autores. Entre ellos véase MARTÍNEZ
ROMÁN, M.A., «Política social, pobreza y exclusión social», en ALEMÁN BRACHO, C., GARCÉS FERRER, J. (Coord.)
Política Social, McGraw-Hill, Madrid, 1997, pág. 498.
186
cial para los pobres y excluidos que quedaban fuera de él, y también para quienes no
tenían cabida en los sistemas públicos estatales por no reunir todos los requisitos exigidos, hasta tanto cumplan estos últimos.
La promulgación de la ley que se comenta
viene precedida de una amplia experiencia de
diez años en la aplicación del ingreso madrileño de integración, y de una notable expansión
social y económica en la Comunidad de Madrid, cuyo factor más visible ha sido la progresiva creación de empleo 5. Por una parte ha
existido una intención pretendida y manifiesta, impulsada también por las organizaciones
sociales presentes en el Consejo de Madrid
para el Desarrollo, el Empleo y la Formación,
para que el cambio social alcance al sector de
las personas socialmente excluidas, al igual
que al de las personas mayores, con discapacidad, infancia y al de otros ámbitos de los
servicios sociales. Por otro lado, el significativo crecimiento del empleo en la Comunidad
de Madrid, generado por constantes políticas
activas de empleo, ha hecho posible estos
cambios. El empleo ha producido mayor riqueza, ésta ha aumentado el bienestar social,
pero a la vez se ha hecho patente la necesidad
de establecer, desde la Administración, medi-
5
La evaluación de los diez años de aplicación del
ingreso madrileño de integración se contiene en una
publicación de carácter interno, Memoria de gestión
1999 del Programa Ingreso Madrileño de Integración
(IMI), Consejería de Servicios Sociales, Madrid, 2000.
Publicación indispensable para conocer el desarrollo
histórico de esta prestación en la Comunidad de Madrid. Sin duda su mejor conclusión fue la decisión de la
propia Consejería de encargar un nuevo estudio sobre
la exclusión social en la Comunidad de Madrid, que ha
dado como resultado, además de un importante estudio sociológico elaborado por expertos, la aprobación
de la Ley que ahora se comenta y del Plan contra la Exclusión Social de la Comunidad de Madrid, de próxima
publicación. Véase dicho estudio en AGUILAR, M., LAPARRA, M., PÉREZ, B., Investigaciones de base para la elaboración del Plan de Lucha contra la Exclusión Social en la
Comunidad de Madrid, Universidad Pública de Navarra
y Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de
Madrid, septiembre de 2001.
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das que eliminen el desarraigo, la exclusión
social, pues elemento indispensable del bienestar es la existencia de cohesión social, la
vertebración de una sociedad sin diferencias
demasiado ostensibles, y porque, en definitiva, una sociedad que tiende al pleno empleo
pone más en evidencia sus carencias cuando
en su seno subsisten personas cuya pobreza
las sitúa en una vulnerabilidad indefensa 6,
cuando el Estado de Bienestar se encuentra
con nuevos «Estados del malestar», utilizando la expresión de Alemán Bracho y García
Serrano 7.
Ha influido, asimismo, la reciente evolución normativa europea sobre la materia, a
la que la Comunidad de Madrid ha venido
prestando singular atención en su desarrollo
para adaptar su legislación al entorno jurídico europeo del que nunca puede prescindir.
Cabe recordar, al respecto, el impulso que se
Como acertadamente se dice en el Segundo Informe sobre la cohesión económica y social en la Unión Europea, «la cuestión de la cohesión social ha sido un motivo de creciente preocupación en los últimos años. Las
diferencias entre los grupos sociales y la dispersión global de la renta parece que aumentaron en los años 80 y
principios de los 90, lo cual suele atribuirse a las tendencias económicas, en particular, a la globalización, al
aumento de la competencia en los mercados mundiales, a la revolución de la información y a la consiguiente reestructuración de la economía, así como a las tendencias demográficas y a los cambios de la sociedad.
Parece que esta tendencia se ha desacelerado o incluso
se ha invertido desde mediados de los años 90, pero las
disparidades entre los grupos sociales continúan siendo
inaceptablemente altas». Añade asimismo que, en la
Unión Europea, existen seis grupos de personas que corren especiales riesgos de tener un nivel de renta inferior al umbral de la pobreza: los parados, las familias
monoparentales, las personas que tienen un bajo nivel de estudios, los jubilados, las familias numerosas y
las personas en edad activa que tienen empleo. véase
COMISIÓN EUROPEA, Unidad de Europa, Solidaridad de
los pueblos, Diversidad de los territorios. Segundo informe sobre la Cohesión económica y social, vol. 1, Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, Bélgica, 2001, págs. 23 a 27.
7
ALEMÁN BRACHO, C., GARCIA SERRANO, M., Fundamentos de bienestar social, Tirant lo Blanch, Valencia,
1999, pág. 26.
6
dio a la lucha contra la exclusión social en el
Consejo Europeo de Lisboa, en marzo de
2000, y especialmente las modificaciones introducidas en el Tratado constitutivo de la
Comunidad Europea por el Tratado de Niza
de 26 febrero de 2001 8. Mención especial de-
Tras convertir la lucha contra la exclusión social en
uno de los objetivos de la política social de la Unión Europeo, el Consejo Europeo de Lisboa admitió la necesidad de adoptar medidas contundentes para erradicar la
pobreza en el primer decenio del siglo XXI. Admitió
también que las políticas de los Estados miembros para
combatir la exclusión social deberían fundamentarse en
un método abierto de coordinación que combine objetivos comunes, planes nacionales de acción, y un programa presentado por la Comisión Europea para promover la cooperación en este ámbito. El Tratado de
Niza, siguiendo la línea ya iniciada con anterioridad por
el Tratado de Anisterdam de 2 de octubre de 1997, modifica el artículo 137 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, que pasa a tener la siguiente redacción: «Para la consecución de los objetivos del artículo
136, la Comunidad apoyará y completará la acción de
los Estados miembros en los siguientes ámbitos: ... h) la
integración de las personas excluidas del mercado laboral, sin perjuicio del artículo 150.... j) la lucha contra la
exclusión social ... ». Esta disposición ha motivado que
cada Estado miembro haya elaborado su Plan nacional
de acción contra la pobreza y la exclusión social, en el
que se recogen sus prioridades en la lucha contra la pobreza en un período de dos años; incluyen, asimismo,
una descripción detallada de las medidas políticas aplicadas o previstas para cumplir los objetivos comunes de
la Unión Europea. En Niza todos los Estados miembros
se comprometieron a desarrollar sus prioridades políticas en la lucha contra la pobreza y la exclusión social en
el marco de cuatro objetivos acordados: 1) permitir que
todo el mundo tenga acceso al empleo y se beneficie
de los recursos, los derechos, los bienes y los servicios;
2) prevenir los riesgos de exclusión; 3) ayudar a los más
vulnerables; y 4) movilizar a todas las fuerzas del sector.
Una descripción sobre el estado de cumplimiento de
los objetivos acordados puede verse en el Informe conjunto sobre la integración social, del CONSEJO DE LA
UNIÓN EUROPEA, Bruselas 12 de diciembre de 2001. Según se dice en el preámbulo del mismo, se trata del primer documento político sobre la pobreza y la exclusión
social que respalda la Unión Europea. Ha de apuntarse,
en cualquier caso, que este nuevo enfoque de la política social europea, que persigue la conquista de una
mayor cohesión social dentro de la Unión, no puede
deslindarse de su interacción con la estrategia por el
empleo; de hecho, la mayoría de los Estados miembros
8
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187
INFORMES
be hacerse también a lo dispuesto en el artículo 34 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, según el cual
el ciudadano de la Unión Europea tiene el
derecho a un apoyo social para combatir la
exclusión social y la pobreza, con el fin de garantizarle una existencia digna 9.
Lo primero que cabe manifestar sobre la
Ley que se comenta es la oportunidad de su
promulgación. La Comunidad de Madrid se
encuentra inmersa en un proceso evidente de
transformación de sus servicios sociales. No
sólo se ha creado una Consejería específica
para el sector, o se han aumentado de manera muy notable los créditos, sino que, por la
vía de los hechos más que de la promulgación
de normas legales, y sobre la base de un genuino concepto de lo que significa la noción
de cambio social adaptado a cada circunstancia y a cada momento, se están revisando las
distintas actuaciones que se llevan a cabo en
los distintos ámbitos que constituyen las materias específicas de los servicios sociales:
personas mayores, personas con discapacidad, infancia y familia, inmigración, personas en situación o con riesgo de exclusión, y
similares. En la Comunidad de Madrid se está produciendo un cambio sustancial en la
concepción, dinámica y desarrollo de los servicios sociales. Sigue vigente la Ley de Servicios Sociales de 1984, modelo en su día para
otras leyes autonómicas del ramo, pero la realidad social desborda ya los planteamientos
presentes en ella; el dinamismo que se está
dando a dicha transformación ha hecho que
reconocen, en sus planes contra la pobreza y la exclusión social, el papel fundamental de las directrices de
empleo en la lucha contra la exclusión.
9
La Carta de los Derechos Fundamentales de la
Unión Europea es un documento proclamado conjuntamente por el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión, en Niza, el 7 de diciembre de 2000. No ha sido
objeto todavía de ratificación por los países miembros,
pero marca, sin embargo, una tendencia cierta en el
ámbito del Derecho comunitario. De ahí su oportunidad de su referencia, al igual que el Tratado de Niza, en
la exposición de motivos de la Ley.
188
se haya dado primacía a la normación por
vía reglamentaria. Las políticas de servicios
sociales en sus ámbitos más característicos
tienen su soporte en Planes administrativos
plurianuales, aprobados buena parte de ellos
en la Asamblea de Madrid, los cuales no son
meras declaraciones de principios, sino que
contienen objetivos específicos, medidas concretas, evaluables, cuantificadas anualmente. Basta, para comprobarlo, con dirigir una
mirada al Plan de Mayores de la Comunidad
de Madrid (1998-2006), al Plan de Acción para Personas con Discapacidad (1999-2003),
al Plan Regional para la Inmigración (20012003), al Plan contra la Exclusión Social
(2002-2005), al Plan Estratégico de Servicios
Sociales (2001-2003), al Plan de la Infancia,
el III Plan de Igualdad Hombre Mujer, al
próximo Plan de Cooperación al Desarrollo.
Por todo ello es de gran oportunidad que una
innovación tan profunda, como supone la
nueva atención social que se va a dar a las
personas excluidas socialmente, se rija por
una Ley, por ser el instrumento más idóneo
para regular derechos, sin perjuicio de que
exista también un Plan de Lucha contra la
Exclusión Social. Innecesario es decir que,
junto a esa acción decidida por cambiar modos de actuación para que los servicios sociales respondan a las necesidades del momento,
se encuentra también, y muy especialmente,
la promulgación de leyes y reglamentos de
desarrollo que sirvan de soporte jurídico a las
acciones emprendidas, y que otorguen a los
servicios sociales de la Comunidad de Madrid
una configuración consistente y sólida como
sistema jurídico público 10.
10
Ha de reiterarse, a fin de deshacer cualquier posible equívoco, que esta necesidad de conferir un soporte legal adaptado a nuestros tiempos constituye una
de las tareas prioritarias de la Consejería de Servicios
Sociales, pues trata de conseguir lo que siempre debe
acometer una Administración pública, la consecución
de un sistema jurídico público de servicios sociales, residenciado en el ámbito competencial de la comunidad
autónoma de conformidad con las competencias constitucional y estatutariamente atribuidas. Se actúa, ciertamente, a través de una gestión incesante que persigue
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Entrando ya en el análisis de fondo de la
ley aprobada, hay que decir, antes de seguir
con cualquier otra consideración, que no se
trata sólo de una norma legal que conceda
una prestación económica reglada. Reconoce,
aunque con distinta intensidad jurídica, dos
derechos diferenciados, aunque lógicamente
uno y otro pueden, y en la generalidad de las
ocasiones también deben, conexionarse entre
sí. El primero es el derecho a una prestación
económica periódica a la que, por seguir el
nombre más común en la actual doctrina jurídico-social, se la llama renta mínima de inserción. El segundo es el derecho a apoyos
personalizados para la inserción laboral y social. Los dos títulos principales de la Ley se
refieren, precisamente, a regular cada uno
de dichos derechos11.
La renta mínima de inserción es una prestación económica periódica, subsidiaria y
complementaria de las prestaciones del Siste-
resultados, pero sin olvidar en absoluto que deben existir normas de rango suficiente que sustenten y den permanencia a esa gestión. A tal efecto se están elaborando, para su aprobación en el año 2002, una nueva Ley
de Servicios Sociales, una nueva Ley de Control y Calidad en Centros de Servicios Sociales, y una Ley de Protección a la Familia, a las que seguirán de inmediato sus
correspondientes reglamentos de desarrollo.
11
El establecimiento de rentas mínimas autonómicas comenzó en sus inicios dando una gran preponderancia a una prestación económica de carácter temporal, que estaba asociada, en todos los sistemas, a la
ejecución por el perceptor de aquélla de las medidas
de inserción social, dirigidas fundamentalmente a la
formación y búsqueda de empleo. La evolución en su
aplicación hizo que un importante sector de la doctrina
social abogara por la conveniencia de separar la prestación económica de las medidas de inserción social, en
cuanto derechos de distinta naturaleza y distinta aplicación. Así lo recomendaba también el CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, en su informe sobre La pobreza y la exclusión social en España, de 2 7 de noviembre de 1996,
cuando afirmaba: «El CES entiende que el derecho a
unos recursos mínimos debe constituir un derecho pleno, exigible cuando se cumplan los requisitos para su
concesión, y configurarse en la doble acepción de derecho a unos ingresos mínimos y derecho a la inserción
social» (pág. 92).
ma de la Seguridad Social u otro régimen público de protección social sustitutivo o equivalente (clases pasivas del Estado, mutualismo administrativo de los funcionarios de la
Administración del Estado, pensiones especiales de guerra, pensiones extraordinarias
motivadas por actos de terrorismo, sistemas
de protección de grupos específicos) 12.
Se la llama renta mínima porque su finalidad es atender las necesidades básicas de
subsistencia de la persona que la recibe, y ha
de cumplir, según se señala explícitamente
en la Ley, la misma finalidad de la obligación
de alimentos entre parientes establecida en
el artículo 142 y concordantes del Código Civil, pero sin que sustituya, extinga o modifique en modo alguno a ésta (art. 3). Se la apellida «de inserción» porque su finalidad es
12
No ignoro la tendencia de un sector doctrinal a
considerar las prestaciones autonómicas de renta mínima como materia de Seguridad Social. Lo he analizado
con cierto detenimiento en La asistencia social y los servicios sociales en España, págs. 112 a 122. A los autores
allí mencionados he de añadir ahora, aunque utilice las
mismas fuentes de referencia, el criterio de GARCÍA ROMERO, M.B., Rentas mínimas garantizadas en la Unión
Europea, CES, Colección Estudios, Madrid, 1999, págs.
260 a 277. Sigo sosteniendo, no obstante, que el hecho
de que la Seguridad Social deba tener, entre otras, una
explícita connotación asistencial según lo establecido
en el artículo 41 de la Constitución, no justifica por sí
solo que las rentas mínimas autonómicas deban formar
parte del sistema de Seguridad Social. La asistencia social es una noción jurídica válida en sí misma, cuya diferencia con la de Seguridad Social se encuentra claramente establecida por el Tribunal Constitucional. Nada
obsta para que Estado y comunidades autónomas confluyan sobre realidades diferentes de una misma materia, sobre todo cuando la asistencia social es competencia propia y exclusiva de las comunidades autónomas.
Que las prestaciones de Seguridad Social constituyan
derechos subjetivo y que las de asistencia social deban
ser residuales me parece minorar la función de la nueva
asistencia social alumbrada por la Constitución. Por todo ello, me parece muy acertado que la Comunidad de
Madrid, bajo el título competencial de asistencia social
que le corresponde por derecho propio, haya establecido unas prestaciones exigibles en Derecho, subsidiarias
y complementarías –no residuales– de las de Seguridad
Social.
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conseguir la integración social y laboral de la
persona perceptora. Es decir, no se trata de
una prestación más de asistencia social, sino
de una prestación económica que se encuentra condicionada a la inexistencia de personas obligadas civilmente a prestar alimentos
(noción jurídica en la que se incluyen el sustento, la habitación, el vestido, la asistencia
médica, así como la educación del alimentis
ta mientras sea menor de edad y aun después,
cuando no haya terminado su formación por
causa que no le sea imputable), y a la inexistencia de derecho a prestaciones de la Seguridad Social o de otro régimen público sustitutivo o equivalente (art. 4). En este último sentido
ha de decirse, con verdadera propiedad, que esta prestación viene a cerrar los sistemas públicos estatales de protección social, en la medida
que situaciones de vulnerabilidad no cubiertas
por éstos conforman los supuestos de hecho de
aplicación de la Ley aprobada: personas en situación de desvalimiento que no tienen derecho a prestaciones no contributivas de la Seguridad Social, personas en edad laboral que no
pueden trabajar y que son víctimas de la exclusión social. En definitiva, aquellas personas
que se encuentran en situación de pobreza severa y extrema 13.
13
AYALA CAÑÓN analiza las tres principales opciones
para el establecimiento de un nuevo modelo de rentas
mínimas: la profundización en los modelos contributivos tradicionales mediante la introducción de una mayor selectividad en las prestaciones, la transformación
radical de los programas de mantenimiento de rentas a
través de la incondicionalidad, o, como vía intermedia,
la apuesta por un modelo de rentas mínimas que enfatice las medidas activas de inserción, combinado con
ciertos cambios en el sistema de Seguridad Social (AYALA CAÑÓN, L., Las rentas mínimas en la reestructuración
de los Estados de Bienestar. Un análisis económico desde una perspectiva comparada, CES, Colección Estudios, Madrid, 2000, págs. 75 a 85). Siguiendo ese esquema, ha de decirse que la ley promulgada por la
Comunidad de Madrid no ha optado por un modelo
contributivo, ya que la prestación de renta mínima de
inserción que establece no es de base previsional o aseguradora; tampoco se ha decidido por la incondicionalidad, pues la renta mínima no se concede a todo ciu-
190
Pero la ley ha dado un paso más adelante,
al incluir, junto al principio de subsidiariedad respecto de prestaciones económicas públicas, el de complementariedad respecto de
los recursos económicos de que se disponga
(art. 4.3). De este modo la subsidiariedad con
relación a unas prestaciones no equivale a incompatibilidad con la percepción de ellas, hecho que ocasionaría problemas concretos de
dificil y posiblemente injusta solución. Por
otra parte, se confiere a la prestación su sentido genuino de renta mínima, pues mientras
la subsidiariedad supone que no puede percibirse la renta mínima de inserción mientras
se tenga derecho a otra prestación pública, la
complementariedad opera sobre todo tipo de
recursos económicos, y limita la concesión de
la prestación sólo hasta el importe al que alcance la diferencia entre los recursos económicos disponibles y la cuantía que corresponda de la prestación de renta mínima. Así
pues, las prestaciones de asistencia social
que otorgan las comunidades autónomas, adquieren una dimensión impensable hace tan
sólo unos años, porque tiene carácter complementario de las prestaciones estatales. Estas
últimas llevan camino de quedar configuradas como prestaciones básicas, mientras que
la asistencia social de las comunidades autónomas no se reduce sólo a proteger situaciones paliativas, generalmente de emergencia
social, sino que también puede complementar, en la medida que así lo decidan sus respectivos legisladores, la cuantía de las prestaciones estatales. Esto puede suceder,
especialmente, en relación con las pensiones
no contributivas de la Seguridad Social y con
el subsidio de desempleo en sus diversas formas, si su importe es inferior al que las comunidades autónomas puedan establecer como
dadano por el hecho de serlo, sino que exige como requisito ineludible la comprobación de recursos o prueba de la necesidad. Ha elegido la vía de una renta mínima de inserción porque, utilizando palabras del citado
autor, «vincula la cobertura del riesgo de pobreza a la
provisión de medios para mantener los vínculos con el
mercado de trabajo» (pág. 85).
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renta mínima. ¿Significa, de algún modo, la
quiebra del principio de igualdad de todos los
españoles en el ejercicio de los derechos que
reclamaría la aplicación del artículo 149. 1. 1ª
de la Constitución?. Esta pregunta no tiene fácil respuesta, y sólo queda aquí apuntada,
pues analizarla desbordaría el alcance limitado de estas páginas.
La prestación económica de renta mínima
se configura como un derecho personal (art.
9.1), pero se otorga en beneficio de todos los
miembros de la unidad de convivencia que
ha constituido el usuario (art. 5). Aun siendo
un derecho personal no pierde, sin embargo,
ese carácter familiar que ha presidido desde
sus inicios la regulación de las rentas mínimas en los distintos ordenamientos autonómicos 14. El hecho que mejor denota ese carácter
es la diferente cuantía de la prestación en
función del número de miembros de la unidad de convivencia (art. 10.1). Nótese que este aspecto no aparece tan explícito en las
pensiones no contributivas de la Seguridad
Social, en las que la unidad de convivencia
–unidad económica es su nombre exacto en
dichas prestaciones– se toma como referencia para el cómputo de ingresos que determinen si existe o no necesidad, pero no para determinar cuantía de la prestación. En la
renta mínima de inserción de la Comunidad
de Madrid, el reconocimiento del derecho, y
sus correlativas obligaciones, recae en quien
ostenta la titularidad de la unidad de convivencia, pero es esta última en definitiva la
destinataria de la renta mínima.
Al tratarse de un derecho personal, los requisitos exigidos son fundamentalmente de
índole personal. El primero de ellos es el de
residencia legal. Se ha abandonado el requisito de nacionalidad, presente en la anterior
La existencia del citado carácter familiar en los
distintos sistemas autonómicos puede verse en ALONSO
SECO, J.M.; GONZALO GONZÁLEZ, B., La asistencia social y
los servicios sociales en España, 2ª ed., B.O.E., Madrid,
2000, pág. 448 y sigs.
14
regulación del ingreso madrileño de integración, para exigir únicamente el de residencia
legal en la Comunidad de Madrid, aspecto
que marca una importante inflexión y que
permitirá mitigar situaciones de exclusión
social de personas no nacionales, y sus respectivas unidades de convivencia, que se encuentran en la Comunidad de Madrid en situación administrativa regular; en este
sentido, la nueva regulación puede, y debe,
servir de estímulo eficaz para solventar las
necesidades básicas mientras dichas personas encuentran empleo. En este punto se ha
seguido el criterio de las pensiones no contributivas de la Seguridad Social, para las que
no se exige el requisito de nacionalidad, sino
el de residencia legal en territorio nacional,
requisito que se acredita mediante la residencia efectiva en el domicilio legal 15. Aunque la residencia legal suele predicarse, por
lo común, respecto de los extranjeros, dado
que los españoles, en virtud de lo establecido
en los artículos 19 y 139.2 de la Constitución
tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional,
no obstante, la noción de residencia legal,
por la conexión que en algunos casos pueda
tener con la de domicilio legal, puede ser
aplicable también en determinadas ocasio-
15
Véanse los artículos 144. 1.b), para la pensión no
contributiva de invalidez, y el artículo 167.2, -Para la
pensión no contributiva de jubilación, ambos de la Ley
General de la Seguridad Social. También el artículo 10
del Real Decreto 357/1991, de 15 de marzo. Es nota
común, por otra parte, en los ordenamientos autonómicos que tienen regulada la renta mínima por Ley. También lo es en aquellos cuya regulación se rige por Decreto, pero el problema de estos últimos es que la Ley
de Servicios Sociales correspondiente suele exigir la nacionalidad junto con la residencia. En cualquier caso,
en la Comunidad de Madrid se ha seguido la tónica dominante y más reciente de exigir sólo la residencia legal.
No tendría, por lo demás, mucho sentido el requisito de
la nacionalidad, pues a los extranjeros que tienen residencia legal en España se les reconocen, en materia de
servicios sociales, los mismos derechos que a los españoles, conforme a lo dispuesto en la Ley Orgánica 4/2000,
de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, art. 14.2.
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nes a los nacionales 16. Al requisito de residencia legal se le añade también el de empadronamiento en un municipio de la Comunidad de Madrid y la residencia efectiva por el
tiempo que se determine reglamentariamente, nunca inferior al año inmediatamente anterior a la formulación de la solicitud.
Los restantes requisitos se refieren, en
primer lugar, a la edad, que se establece entre el rango de veinticinco años y sesenta y
cinco años, aunque se regulan importantes
excepciones, relativas a personas por debajo
o por encima de dicho rango que carecen de
recursos económicos y necesitan, por su vulnerabilidad, la prestación económica de renta mínima al no tener derecho a otra de la
Seguridad Social. La constitución de una
unidad de convivencia es otro de los requisitos
exigidos, aunque relativo porque también una
persona que vive sola puede formar unidad de
convivencia. ¿sta se define en la ley como la
formada por la persona solicitante y quienes
viven con ella en una misma vivienda o alojamiento, ya sea por unión matrimonial o unión
de hecho, por parentesco de consanguinidad o
afinidad hasta el cuarto y segundo grado respectivamente, por adopción, tutela o acogimiento familiar 17. No tienen la considera-
16
Los funcionarios públicos, por ejemplo, deben residir en el término municipal donde radique la oficina,
dependencia o lugar donde presten sus servicios (Ley de
Funcionarios Civiles del Estado, 1964, art. 77.1).
17
En la evolución de los ordenamientos autonómicos, primero se puso el énfasis en la unidad familiar,
más tarde en la unidad de convivencia; existían también
otras nociones como la de hogar. Por lo general, la unidad de convivencia era considerada como la constituida
por dos o más personas unidas por matrimonio u otra
relación estable análoga a la conyugal. En la ley que se
comenta se mencionan a las uniones matrimoniales y a
las uniones de hecho, con independencia de otras personas vinculadas con los solicitantes por razón de parentesco, afinidad, adopción, tutela o acogimiento.
Téngase en cuenta, al respecto, que la Comunidad de
Madrid ha aprobado la Ley 11/2001, de 19 de diciembre, de Uniones de Hecho de la Comunidad de Madrid, la cual reconoce jurídicamente como tales «a las
personas que convivan en pareja, de forma libre, públi-
192
ción de alojamiento, a efectos de constituir
unidad de convivencia, los establecimientos
colectivos de titularidad pública de estancia
permanente. Se contempla, asimismo, la posibilidad de que, dentro de una unidad de
convivencia, puedan existir, excepcionalmente, otras unidades de convivencia independientes; esta previsión de la norma se ha
pensado para aquellas familias monoparentales, y situaciones análogas, que mantienen
independencia de la unidad de convivencia
acogedora. Se trata también de una medida
innovadora, con claro afán protector del núcleo familiar.
La carencia de recursos económicos es requisito imprescindible para el acceso a la
prestación económica. El baremo que se establece en la ley toma como referencia la cuantía de las pensiones no contributivas de la
Seguridad Social, y tiene en cuenta también
otras variables, en especial el número de integrantes de la unidad de convivencia; concede distinto tratamiento a los miembros que
sean titulares de pensiones públicas. Si el
valor del patrimonio de la unidad de convivencia fuera superior al que se establezca en
el reglamento de desarrollo de la ley, se considera que existen suficientes recursos económicos. La carencia de recursos, en suma, o
que la prestación se encuentre sometida a
prueba de necesidad, sigue siendo característica esencial de la renta mínima de inserción
regulada en la Comunidad de Madrid, lo cual
la aleja del modelo de renta mínima garanti-
ca y notoria, vinculadas de forma estable, al menos durante un tiempo ininterrumpido de doce meses, existiendo una relación de afectividad, siempre que voluntariamente decidan someterse a la misma mediante la
inscripción en el Registro de Uniones de Hecho de la
Comunidad de Madrid» (art. 1.1). La Ley de Renta Mínima de Inserción, sin embargo, no establece expresamente que las uniones de hecho citadas deban referirse
necesariamente a las que regula la Ley 11/2001, de 19
de diciembre, aunque probablemente ésa fuera su intención, ya que la expresión «unión de hecho» fue objeto de enmienda parlamentaria mientras se tramitaban
en la Asamblea de Madrid ambas leyes.
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JOSÉ MARÍA ALONSO SECO
zada universal, o incondicionada según la
terminología utilizada por otros autores.
El importe de la prestación de renta mínima de inserción se establece por la Ley de
Presupuestos Generales de la Comunidad de
Madrid (art. 10.2), y varía en función de los
miembros de la unidad de convivencia, como
ya se dijo antes. Para el ejercicio 2002 se fija
en 293,86 euros el importe de la prestación
mensual básica de la renta mínima, en 73,47
euros la cuantía por el primer miembro adicional de la unidad de convivencia, y 44,08
euros por cada uno de los miembros restantes. Al importe de la prestación se le descuentan los ingresos que tenga el beneficiario (art. 10.3). Se sigue, en ambos aspectos, el
mismo criterio que el existente para las pensiones no contributivas de la Seguridad Social. En ningún caso puede ser superior al salario mínimo interprofesional, en cómputo
mensual, vigente en cada momento (art.
10.4), criterio equivalente con el establecido
para los subsidios de desempleo. Se hace hincapié en estas comparaciones porque ha sido
intención del legislador no crear distorsiones
entre prestaciones asistenciales, las de la Seguridad Social y la de renta mínima, que
cumplen finalidades similares. La renta mínima deja de tener carácter temporal; la ley,
al respecto, tiene una dicción inversa a la
existente hasta ahora: la prestación no se
agota transcurrido cierto tiempo, sino que se
prolonga su percepción mientras el titular
reúna los requisitos establecidos para su
concesión. Innecesario es decir que se trata,
también, de una modificación verdaderamente sustantiva de la prestación.
Tomando como modelo el sistema de prestaciones asistenciales por desempleo, la suspensión y extinción de la renta mínima de inserción proceden cuando concurren las
causas tipificadas legalmente, o bien cuando
se incumplen las obligaciones establecidas
por la ley. Ahora bien, la responsabilidad en
el incumplimiento de las obligaciones tiene
que ser determinada, según lo dispuesto en
la ley, mediante la apertura de expediente
sancionador. La ley se preocupa, al efecto, de
tipificar las infracciones y sus correspondientes sanciones. Se trata de una importante
modificación con respecto al sistema anterior; ya no puede decirse que la extinción en
la percepción de la prestación constituya un
acto discrecional de la Administración, sino
perfectamente reglado, al igual que lo es –ya
lo era anteriormente– el procedimiento de
concesión.
Pasando, en este breve repaso por la ley
promulgada, al segundo de los derechos que
reconoce, el de apoyos personalizados para la
inserción laboral y social, prestación de carácter técnico, servicio social en el sentido
más propio de esta noción, ha de decirse, en
primer lugar, que se exige como requisito
único el de residencia habitual en la Comunidad de Madrid. Ello comporta que los extranjeros, aunque no tengan aún residencia legal, pueden recibir estas prestaciones, lo
cual no se opone a lo establecido en la Ley
Orgánica 4/2000, de 11 de enero, de derechos
y libertades de los extranjeros en España y
su integración social 18. EI derecho a esos
apoyos personalizados para la inserción ha
de quedar plasmado en un documento, el
18
Conviene recordar que el artículo 14. 3 de dicha
Ley establece que los extranjeros, cualquiera que sea su
situación administrativa en España, tienen derecho a los
servicios y prestaciones sociales básicas. En el concepto
de servicios sociales básicos, de base, generales, comunitarios o de atención primaria, términos sinónimos en
la legislación autonómica sobre acción social y servicios
sociales (en la Ley de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid reciben el nombre de servicios sociales
generales) tienen cabida los apoyos personalizados para
la inserción a que se refiere la Ley de Renta Mínima de
Inserción, aunque no se quedan reducidos a él, pues
cuando los apoyos para la inserción se refieren a medidas de salud, educativas y de inserción laboral, son de
aplicación también otros artículos de la mencionada
Ley. En cualquier caso, una de las tareas de la nueva Ley
de Servicios Sociales ha de consistir, sin duda, en articular la oportuna correspondencia entre los derechos sociales que reconoce la Ley de Renta Mínima de Inserción, la de Servicios Sociales, con la específica para
extranjeros.
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programa individual de inserción. A diferencia de lo que ha sido pauta bastante general
en la normativa autonómica, por influencia
directa del revenu minimum d’insertion francés de 1988, que establecía un contrato de inserción, la regulación madrileña ahora aprobada abandona la noción de contrato, dado
que este instituto jurídico no es de aplicación
a lo que se quería significar con el antes llamado contrato de inserción o de integración 19.
En su lugar se habla de programa de inserción, elaborado por el centro municipal de
servicios sociales, salvo supuestos excepcionales, y que ha de contar con la participación
y consentimiento del usuario.
Al contrario de lo que sucedía en la anterior regulación del ingreso madrileño de integración, y de la normativa general presente en los ordenamientos autonómicos, se
trata de un derecho que no necesariamente
va unido a la percepción de la prestación económica de renta mínima. Sin embargo, a
quienes son titulares de ésta se les obliga a
realizar un pograma individual de inserción
(art. 31.3), a no ser que por las especiales circunstancias personales o de la unidad de
convivencia concurrentes al efecto se considere que no tiene viabilidad su realización
(art. 33.2), en cuyo caso se concede únicamente la prestación económica sin quedar
vinculada a la realización de medidas de inserción social. La propia ley crea una Comisión de Valoración cuya finalidad es determinar los beneficiarios de la prestación de
renta mínima de inserción que, a causa de
sus especiales circunstancias personales y
19
«En nuestro país es claro que el denominado
contrato de inserción no es un contrato en sentido estricto. En efecto, no existe vínculo causal entre las diferentes prestaciones, ni verdadera reciprocidad, ni interdependencia de las obligaciones ( ... ) el beneficiario de
la prestación no asume de ningún modo la posición de
obligado a una contraprestación, es decir, la realización
por éste de las acciones orientadas a su inserción no son
la contrapartida de la percepción del ingreso mínimo,
por lo que no nos encontramos ante una relación sinalagmática» (GARCÍA ROMERO, M.B., op. cit., pág. 338).
194
sociales, deban quedar exentos de la obligación de realizar el programa de inserción
(art. 42).
El contenido del programa individual de
inserción consiste en reuniones periódicas
para el seguimiento de la situación social de
la persona, participación en programas de
los servicios sociales dirigidos a la promoción
personal o social y en programas de formación, reconversión profesional y empleo, acceso a servicios de salud, educación, búsqueda de empleo adecuado, escolarización de los
hijos en los niveles educativos obligatorios y,
en general, cuantas acciones vayan dirigidas
a prevenir la exclusión social. En este punto
la ley sólo traza grandes rasgos. El Reglamento de desarrollo, cuyo proyecto ya ha sido
objeto de elaboración, contiene una descripción mucho más minuciosa de estas acciones,
hasta el punto de que va a constituir el eje
vertebral normativo de la actuación de los
servicios sociales municipales en lo que se refiere a servicios sociales de apoyo a la integración social.
La ley se refiere también a medidas complementarias, tales como los proyectos de integración, consistentes en actividades organizadas, promovidas por Corporaciones
locales o entidades sociales sin ánimo de lucro, dirigidas a la promoción personal de un
grupo de personas, Planes contra la Exclusión, el primero de los cuales, a nivel autonómico, ya ha sido aprobado por el Consejo de
Gobierno el mismo día de promulgación de la
ley; contiene medidas de carácter transversal en materia de sanidad, educación, empleo, vivienda y servicios sociales. Distribuye
las competencias que, sobre la materia, tienen la comunidad autónoma y los ayuntamientos, y crea, además de la ya citada Comisión de Valoración otras de Seguimiento y
de Coordinación. Prevé también la firma de
convenios de reciprocidad con otras comunidades autónomas.
En suma, la Comunidad de Madrid, en línea con la política de mejora de su sistema
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
JOSÉ MARÍA ALONSO SECO
de servicios sociales, y con el ánimo de establecer progresivamente derechos en lo que
antaño eran concesiones económicas o, como
mucho, subvenciones de carácter graciable
que no podían sustraerse a la discrecionalidad administrativa, ha dado un paso decisivo para incorporar al sistema público de protección social a las personas económicamente
débiles, a los excluidos socialmente, a las
personas sin hogar, a las mujeres víctimas
de la violencia de género que no pueden liberarse por falta o insuficiencia de recursos
económicos, a las familias monoparentales
con carencia de medios, a los desempleados
de larga duración, a las personas mayores
desprovistas de sistema jurídico de protección. Lo ha hecho a través de un proceso participativo, modélico por su carácter constructivo, con las organizaciones de sindicatos y
empresarios más representativas. Con la
promulgación de esta ley el Gobierno Regional se ha hecho una apuesta consigo mismo,
pero sobre todo con la sociedad. Ello no va a
significar que decaiga en el afán prioritario
de estos últimos años por crear empleo cada
vez más cualificado, para madrileños, personas procedentes de otras regiones de España
e inmigrantes extranjeros; pero tiene muy
claro que el notable progreso alcanzado en
estos años sólo será real y verdadero cuando
deje de existir ese fuerte contrapeso de la pobreza y de la exclusión. Quiere situarse a la
cabeza en la política europea contra la exclu-
sión social, en línea también con actuaciones
similares emprendidas recientemente por algunas comunidades autónomas. Y lo ha hecho del mejor modo posible, mediante el establecimiento de una prestación de derecho
subjetivo, subsidiaria y complementaria de
las de Seguridad Social, y estableciendo los
mecanismos para que toda la población que
lo necesite reciba apoyos personalizados para la inserción social y laboral desde los servicios sociales, de los educativos, de los de
empleo. Cree firmemente en la apuesta que
ha hecho, pero también sabe que la experiencia de aplicación de la ley será la que en verdad marcará el camino a seguir. La colaboración de la comunidad autónoma con los
ayuntamientos para conseguir la finalidad
de la ley es del todo necesaria, y así lo ha entendido en la ley promulgada.
Por lo mismo, estas líneas deberán ser escritas de nuevo cuando, publicado el Reglamento de desarrollo y pasados unos meses de
su aplicación, deba hacerse una primera evaluación de la ley. Pero, de momento, ahí tenemos un instrumento jurídico que ha cerrado, para completarlo en las lagunas que
presentaba, el sistema de protección social
que tenemos en España ante la inactividad
laboral forzada por las circunstancias. Ha
merecido la pena el esfuerzo por tener una
ley como ésta. Lo merecerán aún más los pasos que se den para su aplicación efectiva.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
195
III. Recensiones y bibliografía
Recensiones
«LA TOLERANCIA EN LA VIDA
COTIDIANA: EL ARTE DE SABER
RESPETAR»
AMALIA GÓMEZ GÓMEZ
Ediciones Martínez Roca
2001
De cuando en cuando es necesario que nos
recuerden la importancia y valor de cada minuto de nuestras vidas. En muchas ocasiones
es conveniente que nos hagan sentir con intensidad nuestra condición de seres humanos. Siempre debemos recibir con satisfacción las reflexiones de quienes, como la
autora del libro, desean dar un sentido profundo, desde el respeto mutuo, a las cotidianas relaciones con nuestros semejantes.
En numerosas ocasiones, especialmente
ligadas a grandes catástrofes o a acontecimientos trágicos –inundaciones, huracanes,
agresiones motivadas por racismo o xenofobia, etc.–, conceptos tan grandilocuentes como solidaridad y tolerancia cobran especial
significado. Sin embargo, con demasiada frecuencia olvidamos que las diversas manifestaciones que se esconden tras dicha expresión podemos llevarlas a cabo en nuestra
vida cotidiana.
El libro «La tolerancia en la vida cotidiana: el arte de saber respetar», nos pone ante
nuestros ojos que es posible practicar la tolerancia en nuestro quehacer diario, ya sea en
el entorno familiar, ya sea en nuestras relaciones de vecindad o de trabajo, ya sea en
nuestros numerosos contactos sociales con
personas que precisan un especial respeto
(mayores, discapacitados, inmigrantes, etc.).
Amalia Gómez desarrolla el tema central
del ejercicio de la tolerancia a lo largo de los
diversos apartados en que se divide el libro.
Tras unas consideraciones de carácter general, que le permiten reflexionar sobre la tolerancia como valor fundamental que debemos
aprender desde niños, para luego convivir
con él a lo largo de toda nuestra vida, la autora dedica capítulos específicos al ejercicio
de esa tolerancia en la familia, en las relaciones intergeneracionales y de género, en relación con el fenómeno de la inmigración, en el
respeto a las personas discapacitadas, etc.
Desde su experiencia como Secretaria General de Asuntos Sociales, Amalia Gómez va
salpicando de recuerdos y anécdotas ilustrativas, vividas en el ejercicio de dicha responsabilidad política, sus pensamientos y reflexiones.
El libro finaliza con unas «breves sugerencias para ser tolerante», por tratarse en palabras de la autora, de «orientaciones elementales, a modo de recetas, que poseen la
ventaja de no tener fecha de caducidad»: la
paciencia como camino hacia la tolerancia;
poner el apasionamiento al servicio de las
causas y no contra las personas; la rutina del
asentimiento conduce a la indiferencia; la
palabra como puente y no como arma arrojadiza; la prepotencia como enemiga de la tolerancia y, finalmente, la tolerancia en el hogar, pues somos muchos los que nos
esforzamos en ser o en parecer tolerantes en
la vida civil, y en casa no intentamos ni lo
uno ni lo otro.
A mi juicio, dos ideas básicas conforman el
núcleo central sobre el que giran los diversos
capítulos del libro: la primera, que la tolerancia es algo más que urbanidad, no es sólo
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199
RECENSIONES
permisividad o cesión de posiciones para evitar discrepancias; la segunda, la posibilidad
y, por añadidura, necesidad de practicar la
tolerancia en el día a día, es decir, vivir la tolerancia con una actitud permanente e intrínseca a nuestra condición humana. Ambas ideas quedarían englobadas en una
reflexión general que da sentido a dichas
ideas principales: la tolerancia como valor y
como instrumento para facilitar la convivencia y la comunicación en todos los niveles de
la vida.
la discrepancia con una raya en el tiempo y
no buscar en la descalificación el sustituto de
las razones o argumentos.
Como dice Pilar Cernuda en el prólogo del
libro, «sobre la tolerancia hay mucha demagogia. Se confunde permanentemente con la
aceptación de los hechos diferenciales, incluso se confunde con la aceptación de los defectos ajenos». Es precisamente esa idea que podemos llamar pasiva de la tolerancia, la que
se rechaza expresamente en el libro. En efecto, como pone de manifiesto Amalia Gómez,
«en ocasiones se empieza a detectar un fenómeno social preocupante y es el rechazo de la
discrepancia en sí. Es como si se rehuyera la
posibilidad de contrastar opiniones, zanjando las cuestiones desde posiciones irreductibles, sin darle oportunidad a los razonamientos».
«El aprendizaje de la tolerancia es un ejercicio continuado de asumir la posibilidad de
discrepar. Pero, sobre todo, hay que hacerlo
tratando de comprender las razones que llevan a nuestro interlocutor a posiciones distintas y distantes de las propias… La tolerancia tiene precisamente su razón de ser en
relación con la discrepancia y como ejercicio
de libertad», apostilla Amalia Gómez.
¿En qué consistiría una idea «activa» de la
tolerancia? En palabras de la propia autora,
«discrepar desde la tolerancia es discutir y
mantener posiciones, pero sin el rechazo de
las opiniones contrarias. Hay que evitar que
una divergencia se convierta en un enfrentamiento que puede deteriorar la convivencia
entre personas, ya sean familiares o compañeros de escuela o trabajo».
No tendría sentido hablar de tolerancia o
respeto si ello no fuera referido a circunstancias o relaciones de confrontación o conflicto.
Se tolera o respeta aquello que no se comparte o de lo que se discrepa, y siempre desde el
eje de la propia visión del hecho o cuestión.
En todos los casos hay que salvar siempre lo
que nos hace humanos: no tirar las palabras
por la borda de la intransigencia, no romper
200
Como he indicado anteriormente, estas
ideas se ven reforzadas a lo largo del libro
con ejemplos de los múltiples ámbitos, privados y sociales, en los que podemos poner en
práctica la tolerancia activa: en el seno de la
familia; en la escuela; en la comunidad de vecinos; en el lugar de trabajo; en el trato diario.
La segunda idea que está presente a lo
largo de los diversos capítulos del libro es la
necesidad de aprender a ser tolerantes y de
ejercitar permanentemente esa tolerancia.
Ello requiere, sin lugar a dudas, que la tolerancia sea asumida y vivida desde nuestra
infancia como un valor irrenunciable y un
principio rector de toda nuestra existencia.
Se trata de una tolerancia mucho más cotidiana, sin grandilocuencias, una tolerancia
de letras minúsculas, pero tan profundamente arraigada que brotará por sí misma en todo momento y no sólo en circunstancias excepcionales.
Cada persona, sea cual sea su edad y situación, tiene que aportar a la causa de la tolerancia la cuota diaria de su disponibilidad… Con demasiada frecuencia se observa
que el ejercicio de la tolerancia es más una
cuestión de opiniones y gestos que de actitudes. Es más, se percibe una excesiva preocupación por la formalidad de la tolerancia en
relación con lo opinable. Tal vez estemos ante una sociedad de grandes gestos y no de valores íntimamente asumidos.
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
RECENSIONES
En España hemos conocido cómo, cuando
se producen catástrofes naturales o hechos
de especial gravedad, todo el mundo se vuelca en prestar su ayuda y colaboración; ahora
bien, tras pasar ese efecto de inmediatez,
terminamos olvidándonos del problema que
generó esa eclosión tan unánime de solidaridad. Este es un rasgo muy propio del cáracter español, que vive la solidaridad de una
forma muy profunda ante tales acontecimientos, pero por cortos períodos de tiempo.
Por ello es tan importante la educación en
valores de tolerancia y solidaridad, enseñados ya desde la escuela e interiorizados como
compromiso personal y social que podemos y
debemos ejercitar constantemente.
Educar para la tolerancia. Esta es la clave
para afrontar con optimismo el futuro. La escuela - a través de su contexto como comunidad abierta y tolerante- y particularmente a
través de sus maestros y profesores, debe ser
un espacio relevante y trascendental para la
formación de esas actitudes de tolerancia y
de esos valores de igualdad y solidaridad,
fundamentos en última instancia de toda sociedad democrática, y de máxima importancia en el mundo del futuro, cada vez más interdependiente, pluricultural y sin fronteras.
Es muy importante que la solidaridad sea
una actividad habitual en la vida diaria, porque esto será un indicio claro de que el mundo empieza a cambiar para mejor, no volviendo la espalda a los que la propia sociedad
se la vuelve. Un campo con enorme futuro en
nuestro país para desarrollar esa solidaridad
es el voluntariado, pues, como señala Amalia
Gómez, «no se nace voluntario pero, menos
los que se autoexcluyen, todo el mundo puede
llegar a serlo… Cada ser humano aporta lo
mejor de sí mismo, incluso hace aflorar cualidades que no sospechaba tener y que, a partir
de detectarlas, aplica a su propia vida».
Por su permanente y desgraciada actualidad y gravedad, especial mención merecen
los capítulos dedicados a la violencia contra
las mujeres y a la inmigración, máxime vi-
niendo de una persona que dedicó una buena
parte de su actividad política al desarrollo de
medidas y actuaciones encaminadas a erradicar de nuestra sociedad actitudes tan contrarias a los derechos fundamentales como la
violencia de género o las agresiones por motivos de racismo o xenofobia.
Muy duras, y necesarias a mi entender,
son las reflexiones que la autora dedica a la
violencia sobre las mujeres, destacando que
«la violencia, como expresión de la peor forma
de intolerancia, se ha instalado en la cultura
de muchos hombres que siguen considerando
a la mujer como objeto de su propiedad… La
intolerancia más atroz subyace en estos tratos vejatorios que algunos hombres infligen a
las mujeres, y ante estas situaciones la sociedad no puede mirar para otro lado».
Por lo que se refiere a la inmigración, tras
recordar que en los últimos veinte años Europa se ha convertido en el destino preferente
de muchas personas, atraídas por la estabilidad económica, las posibilidades de empleo
fácil, el acceso a prestaciones sociales inexistentes en sus países de origen y la garantía
de los derechos humanos que supone el Estado de Derecho de los países de la Unión Europea, Amalia Gómez nos recuerda que los inmigrantes son personas que merecen todo
nuestro respeto, porque los derechos humanos se derivan de la propia condición humana
y no de la nacionalidad de los individuos.
PEDRO EXTREMO CASADO
«LOS ORÍGENES DE LA
INTERVENCIÓN ESTATAL EN LOS
PROBLEMAS SOCIALES»
MANUEL HERRERA GÓMEZ
Escuela Libre Editorial
Madrid, 1999
681 páginas
El objetivo de esta extensa obra es realizar un recorrido por una historia que cubre
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35
201
RECENSIONES
más de cien años, donde el Estado al final
termina controlando una serie de parcelas de
bienestar social, como son la pobreza, la educación y la salud pública. A través de sus muchas páginas nos muestra el profesor Herrera los cambios producidos en el pensamiento,
la legislación, los sentimientos y las vivencias de los hombres ilustrados de nuestro siglo XVIII, que es lo mismo que hablar de sus
herederos los liberales gaditanos, padres de
la Constitución de 1812. Funciones que hasta el siglo XVIII eran marginales en los intereses del Estado se transforman en funciones que atañen a la base de su estructura,
quitando así el protagonismo que hasta la fecha había tenido la Iglesia en materias relacionadas con la vieja tradición de la caridad.
Poco a poco crecen las responsabilidades del
Estado en el sector de los servicios públicos,
convirtiendo la caridad pública en beneficencia y ésta, a su vez, en bienestar social.
Pobreza, educación y sanidad son los tres
grandes capítulos del libro. Cada tema es
tratado de formá monográfica. De esta forma
se consigue un mayor rigor y precisión histórica, ofreciendo al lector la oportunidad de
ver con más profundidad los posibles cambios y mutaciones que sufrieron estas cuestiones a lo largo del período estudiado.
Los tres capítulos aparecen con una estructura similar. Al comienzo de cada uno de
ellos se dibuja una panorámica de cada tema
en el siglo XVIII. El objetivo de esta panorámica en el tema de la pobreza, educación y
salud es facilitarnos una mejor comprensión
de las reformas que empiezan a producirse
durante el período liberal. Seguidamente se
estudian las diferentes soluciones ofrecidas a
los problemas planteados, examinando con
detenimiento las principales medidas legales
de política benéfico-asistencial, educativa y
sanitaria que tuvieron lugar durante el siglo
XVIII.
La segunda parte de cada capítulo toma
como eje vertebrador el Diario de Sesiones
de las Cortes de Cádiz. De esta forma se
202
ofrece una mejor comprensión de la legislación emanada del período constituyente gaditano. El autor intenta desvelar cómo lo sucedido en las Cortes de Cádiz no es flor de
un día. Estamos ante la culminación de una
etapa que se desarrolla a lo largo del siglo
XVIII y del inicio de otra que traerá consigo
el desarrollo de España en tiempos posteriores. Los instrumentos utilizados para el estudio de este proceso son los textos legales,
las monografías existentes durante ese período y otra serie de textos específicos que permiten al autor reconstruir el contexto histórico investigado.
Quizás uno de los temas más interesantes
analizados sea el tema de la pobreza. Sobre
todo por las oscilaciones históricas que ha
sufrido. Una de ellas fueron las medidas desamortizadoras de Carlos IV que, aunque
duraron muy poco tiempo, fue lo suficiente
para que influyera de manera decisiva en la
historia política y social de la España del siglo XIX. Sin embargo, el cambio más importante que se produce en este período es la visión política que se tiene de la pobreza. A lo
largo del primer capítulo va mostrando el autor cómo poco a poco el mundo de la necesidad material es visto como un obstáculo para
el desarrollo económico y un riesgo potencial
para los posibles desarrollos sociales. Se
pierde la anterior visión caritativa de la pobreza que veía detrás de cada pobre la imagen de Cristo. Como resultado de esta perspectiva, el Estado intervendrá en el mundo
de la pobreza. Desde ahora será un mundo
que intentará ordenar, insistiendo en el empleo, en el trabajo de esas personas y no en la
caridad, como medida para salir de esa situación de marginación y contribuir de esta forma al desarrollo del país.
El tema de la educación es otra de las
cuestiones fundamentales en el proceso de
transformación que se produce en España en
el siglo XIX. Pasará de ser una cuestión que
preocupaba solamente a la persona y que era
impartida por instituciones casi siempre de
carácter confesional, a ser un problema que
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35
RECENSIONES
preocupe e interese al Estado. La educación
será contemplada como un foco de transformación social y progreso.
Durante todo el siglo XVIII el mundo educativo capta la atención de los poderes públicos. Emanan una serie de disposiciones legales que intentan poner orden y reformar cada
uno de los niveles educativos. Ahora bien, todo queda en pequeñas medidas puntuales
que sientan las bases del Dictamen y Proyecto de Decreto sobre la Instrucción Pública de
1814. Como consecuencia se produce el Primer Plan Nacional de la historia de la educación española.
Los objetivos de este Plan eran la homogeneización y planificación de la enseñanza, la
incorporación de nuevas materias y enseñanzas, y la ordenación y mejora del magisterio.
Otro de los aspectos llamativos del plan será
el descubrimiento de la mujer como sujeto de
atención pedagógica ¿Por qué es tan importante la educación? Para los liberales el progreso de la humanidad aparece ligado al progreso de la instrucción. La igualdad a la que
se aspira es la igualdad ante las luces. La
desigualdad atenta contra la libertad, pues
no es libre el que por su ignorancia coloca su
destino en manos de otro. Lo que se esconde
detrás de todo este pensamiento es una nueva visión del hombre, concretado en la figura
del ciudadano libre y responsable. Por tanto,
la educación para los hombres de Cádiz no
sólo era un instrumento de reforma social y
prosperidad de la nación, sino sobre todo era
el elemento esencial de una pedagogía de la
democracia.
A lo largo de todo el capítulo segundo podemos ver cómo la educación va adquiriendo
unos nuevos matices. Se sustentará en cuatro pilares fundamentales nacidos en el período liberal y en el período revolucionario francés. Nos referimos al carácter universal, la
uniformidad y la configuración pública y gratuita de la enseñanza. Estos principios serán, las bases sobre los que se asiente el Plan
General de Enseñanza.
El tercer y último capítulo del libro versa
sobre la salud pública. Pero previamente, para entender cómo estos ilustrados tratan el
tema de la sanidad, hay que partir de su nueva concepción racional del hombre: la enfermedad no es un castigo divino sino un fenómeno observable, explicable y a erradicar.
La enfermedad atenta contra el orden social y contra la propia población, base de la
riqueza del Estado. En virtud de esto se realizan transformaciones en tres campos: en el
terreno administrativo, las reformas sanitarias tendrán rasgos centralistas y unificadores; en el campo legislativo se desarrollarán
una serie de medidas higiénicas preventivas
y por último la enseñanza médica se enfocará de una forma más práctica. Sin embargo
estas reformas, como era de esperar, se encontraron con la fuerte oposición de gremios
y colegios profesionales. Además tuvo que
enfrentarse a dos obstáculos muy importantes, los escasos recursos económicos y la oposición de la Iglesia.
Debido a la nueva visión que tienen los liberales de la enfermedad, poco a poco van
germinando las bases del Proyecto de Código Sanitario de 1822 que, a su vez, asentarán los principios de la Ley de Sanidad de
1855. Estas reformas constituirán un nuevo
sistema basado en la intervención administrativa cuando la enfermedad afecte a la comunidad (enfermedades trasmisibles); prestándose especial hincapié en el carácter
preventivo.
La obra del profesor Herrera muestra el
paso a la modernidad en España en el tema
de los servicios sociales. La nueva visión de
cada una de las parcelas tratadas, tiene en
común el ser concebidas como cuestiones que
repercuten en la prosperidad individual y colectiva. Esto unido a los propios fines atribuidos al Estado, dieron la justificación a la intervención y apropiación estatal de tareas
ubicadas con anterioridad al margen de sus
intereses. Parece que la identificación entre
lo social, lo público y lo estatal encuentra
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203
RECENSIONES
aquí sus orígenes. Lo que preside su función
no sería el beneficio sino el servicio. Es decir,
en el siglo XVIII en España asistimos a las
primeras manifestaciones de lo que serían
los servicios públicos, entendidos como actividades que deben ser controladas, supervisadas, enmarcadas normativamente, incentivadas y gestionadas directamente por el
Estado. La centuria ilustrada es la puerta
del acrecentamiento progresivo del papel y
de la responsabilidad estatal en los campos
político, económico y social. Intervención cada vez mayor del Estado ilustrado porque
con ella se pretendía fomentar la felicidad
individual y social de los ciudadanos y, de
esta forma, se justificaba también la omnipotencia interventora de la autoridad y la
cada vez mayor extensión de la burocracia
estatal.
RAFAEL MARTÍNEZ MARTÍN
«LA SOCIEDAD DIVIDIDA.
ESTRUCTURAS DE CLASES Y
DESIGUALDADES EN LAS
SOCIEDADES TECNOLÓGICAS»
JOSÉ LUIS TEZANOS
Biblioteca Nueva
Madrid, 2001
Resultado de una investigación sobre las
tendencias sociales actuales del último quinquenio del siglo XX, el libro ha sido realizado
con el fin de analizar y elaborar un marco teórico sobre los elementos de desagregación
social de las sociedades tecnológicamente
avanzadas en sus primeras fases de desarrollo. El autor se centra en la realidad tecnológica y en lo que está sucediendo en las sociedades desarrolladas, que no se puede explicar
exclusivamente haciendo referencia al crecimiento del sector servicios o a la emergencia
de determinados grupos ocupacionales, sino
que conviene profundizar en las alteraciones
profundas, en procesos concretos que atañen
a numerosas personas, a sus trayectorias vi-
204
tales, a sus oportunidades o falta de oportunidades y a sus perspectivas futuras y, por lo
tanto, afectan a la lógica general de los sistemas productivos.
El libro forma parte de una trilogía que
analiza la democracia, el trabajo y la desigualdad desde la perspectiva crítica del impacto de la revolución tecnológica en la estructura social. El autor analiza las nuevas
manifestaciones de desigualdad social, la inquietud generalizada acerca del devenir social, así como las transformaciones durante
la etapa de transición tecnológica y percibe
con cierto pesimismo su reflejo en términos
de empleo, de disposición de tiempo libre, de
nivel de consumo, de formas de vida, etc. En
este sentido indica la tendencia hacia la precariedad laboral creciente y la polarización
social.
Tezanos manifiesta la inquietud de la ciudadanía ante el futuro incierto respecto a las
oportunidades laborales a causa del desarrollo de los nuevos sistemas productivos, así
como las tendencias sociales de nuestro tiempo, desde una perspectiva empírica y un análisis pormenorizado de diversos fenómenos
sociales, y pretende proporcionar un marco
de interpretación teórica sobre los elementos
de desagregación social.
Los modelos emergentes perfilan unos
contornos de fronteras sociales con categorías, no sólo exclusivas de clase, sino étnicoculturales, de género o generacionales, que
se agregan y determinan las mayores o menores posibilidades de traspasar el umbral
de la exclusión social, para dar origen a nuevas formas de pobreza, exclusión y precariedad social que competirán con las viejas situaciones de marginación.
La categoría de extrema pobreza, pobreza
inútil en términos de clase la denomina «infraclase» y está actualmente muy vinculada
a las nuevas formas de desarrollo tecnológico y a las nuevas formas de estructurarse el
poder. Es por lo tanto un término más am-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
RECENSIONES
plio que el que pretende reducirlo al más
abstracto de «marginación social», porque
comprende no sólo a los usuarios de Servicios Sociales personales, sino también a las
situaciones de desigualdad en función del
género, etnia, generación y discapacidad.
Esta categoría considera además que el recurso a los Servicios de bienestar a la larga
alimentan la pasividad de los usuarios y
contribuyen a perpetuar su situación «asistencial» y la precaridad en el empleo se alimenta de mano de obra femenina o procedente de las minorías étnicas, lo que
favorece la perpetuidad de una situación incluso para que se involucren las organizaciones sindicales.
De ahí que el autor considere que hay que
profundizar en las causas que producen la
exclusión y no limitarse a interpretaciones limitativas, que carecen del suficiente rigor y
no hay una evidencia probatoria entre la
existencia de una relación automática entre
las desigualdades de nivel de vida, las diferenciaciones sociales y las segregaciones que
impliquen posiciones sociales diferenciadas
en unos u otros sectores de la economía. La
frontera que señala fundamentalmente las
diferencias es el sistema que limita el acceso
a la igualdad de oportunidades a amplios
sectores sociales, de quienes se puede prescindir sin grandes riesgos, más allá del contexto social de procedencia.
Mientras el avance tecnológico afecta casi
exclusivamente al bloque de países más ricos
y desarrollados, en esta primera fase de
transición, su influencia se está dejando sentir ya también en el resto del mundo con una
fuerza disgregadora cada vez mayor.
Lo específico de los sistemas de desigualdad emergentes, es la existencia de una línea
de demarcación de posiciones sociales y oportunidades bastante diferenciadas para todos
los que se sitúan fuera del mercado del trabajo entendido éste como trabajo normal o
regularizado. No significa, sin embargo, que
los sistemas sociales emergentes se estén
simplificando, más bien lo contrario, pues se
procede hacia nuevas formas más complejas
de estructuración social en las que los elementos duales presentan manifestaciones
variadas y heterogéneas: desde los conflictos
clásicos de raíz económica, hasta las contraposiciones de carácter laboral, pasando por
los nuevos focos de contradicción de raíz generacional, por las diferencias de género, de
etnia y cultura, teniendo presente la particularidad del ámbito rural en contraste con el
espacio urbano y metropolitano.
El pensamiento occidental trató de poner
en práctica el humanismo y la democracia;
luego ha buscado superar las desigualdades
básicas de condición y de poder, avanzando
paulatinamente desde la noción de dignidad
personal y de igualdad ante la ley hacia la
democracia política parlamentaria, evolucionó posteriormente hacia la democracia social. Actualmente nos hallamos en el punto
de asentamiento de las conquistas alcanzadas y vamos progresando en términos de
equidad social, participación y corresponsabilidad democrática.
Este es el sentido del progreso histórico
que, desde que se extendió la educación a
amplios sectores de la población, ha llevado
al desarrollo tecnológico y científico y ha permitido que se pueda empezar a hablar, por lo
menos en algunos países, de avance práctico
de los ideales de solidaridad y democracia, a
partir de los ideales que movieron en el pasado a algunos grupos en favor del progreso,
anhelo de desarrollo social y del avance democrático. La crisis teórica actual revela no
sólo la crisis interna del paradigma socialista, sino la falta de oportunidades porque no
se ha prestado la suficiente atención a las referencias y posibilidades subyacentes de dinamismo social; porque subraya de forma
convincente mucho más los fracasos que los
logros alcanzados y por tanto el paradigma
neoliberal ha podido argumentarse con cierta fuerza el paradigma neoliberal del valor
de la seguridad y la estabilidad que proporciona el «orden conocido», frente a cualquier
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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205
RECENSIONES
otra posible experiencia novedosa o revolucionaria, que engendra violencia y desgarro
humano.
Sin embargo las posibilidades de continuar el avance del pensamiento social derivan de potenciar las políticas de libertad,
igualdad y equilibrio medioambiental, facilitando respuestas plausibles a demandas y
necesidades específicas y a problemas reales.
Es necesaria una redefinición no sólo del progreso sino del modo como se ha de volver a
plantear. Se trata de hacer operativos valores y criterios que no generen desigualdades,
dominaciones, dependencias, alienaciones,
exclusiones o carencias que chocan con el nivel de exigencias personales y con la propia
moral alcanzada.
El triunfo de un sistema social y económico complejo no se mide por la mayor habilidad de neutralizar a los competidores,
sino por la capacidad de hallar soluciones
para los problemas reales de convivencia y
dignidad humana. Los retos que hay que
afrontar son la creación de un orden social
estable con una cierto grado de armonía social; resolver las necesidades de seguridad
de la existencia humana digna, así como la
creación de empleo que sea capaz de generar recursos; teniendo presente la necesidad de salvaguardar el medioambiente. Si
se consigue una redistribución de los recursos de todo tipo, se reducirá la pobreza y la
exclusión social, además de que se propiciará la participación y la integración ciudadana.
El autor contribuye a impulsar la reflexión sobre el progreso futuro facilitando sugerencias alentadoras de manera didáctica y
de lectura estimulante, a las que acompañan
unas tablas y cuadros sinópticos que facilitan su comprensión y facilita una bibliografia exhaustiva y de referencias relativamente recientes.
TERESA GARCÍA GIRÁLDEZ
206
«LA SOCIEDAD MULTIÉTNICA.
PLURALISMO,
MULTICULTURALISMO Y
EXTRANJEROS»
GIOVANNI SARTORI
Editorial Taurus
Madrid, 2001
De la Sociedad multiétnica de Giovanni
Sartori se pueden tener distintas e incluso
opuestas opiniones, pero antes que nada habrá que convenir que es una obra original
que traspasa la convencionalidad. Eso la hace que no pase desapercibida a la vez que se
muestra muy oportuna; aparece en un momento crucial de la presencia masiva de inmigrantes en los países del Sur de Europa,
justo cuando se enciende la fragua del debate
social sobre la convivencia multicultural.
Sartori, con el olfato del que está atento y conoce la realidad, se aventura a tomar parte
en la polémica cuando está en pleno fragor, y
desde su contundente discurso contribuye a
enriquecerlo aun cuando no deja por ello de
inflamarlo. Por eso decimos que su trabajo
no puede pasar desapercibido, porque apuesta, desde su personal percepción política y
moral, suscita y compromete la reflexión de
aquellos que lo leen, aportando argumentos
obtenidos en hechos de la realidad actual. Y
ese es su principal valor: su apuesta por tesis
claras y sin ambages. Se puede –y yo diría se
debe, en sus excesos– discrepar con él; pero
para ello hay que conocer la densidad de los
argumentos y su textura para poder entablar
las condiciones de la discusión.
En los foros que tratan de cuestiones de
inmigración, de multiculturalidad y similares, se vierten opiniones en ocasiones sobre
la obra de Sartori que suelen mostrar una
oposición visceral a sus tesis. Es frecuente
también que en dichas intervenciones se haga una lectura precipitada de sus contenidos.
Bien es cierto que no es fácil comprender algunas de las afirmaciones que se exponen en
el libro, sobre todo cuando se afirman incom-
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RECENSIONES
patibilidades muy cerradas entre culturas;
pero al contextualizar y ver cuales son las
posturas contrarias en el debate, al saber
quiénes son sus interlocutores, se comprende
enseguida que la postura de Sartori se haga
beligerante sobre todo con cierto comunitarismo «neo- romántico» que muestra en sus
entrañas un ingenuo, por excesivo, relativismo que resulta insostenible. Por tal razón, la
crítica del presente texto es deudora del contexto más de lo que es habitual en otras ocasiones. Además, por la naturaleza del tema las obras sociales de actualidad-, el diálogo
contextual es especialmente relevante debido a que los modelos de análisis que venían
rigiendo están en revisión desde una doble
perspectiva: desde la hermenéutica, el ya
prolongado debate sobre «texto-contexto» de
la relación normativa de la acción; y desde el
tipo de alcance que se manifiesta en el continuo «particularismo-universalismo».
Bajo estas determinaciones conviene, en
suma, que las obras de pensamiento con intención propositiva se sitúen y se entiendan
desde su intrahistoria, desde la búsqueda del
sentido que encierra la tradición de la que todo texto compromete su significado. En nuestro caso, la obra trata en su intención de cómo mantener los logros históricos que ha
alcanzado la civilización occidental, de las
condiciones de reproducción –de socialización– de nuestro marco sociocultural. En
nuestra tradición, como todos sabemos, los
planteamientos sobre socialización tienden a
tomar sentido en el mito del «reino pacífico»,
al llevar todo sistema social en su intención
una ciudad de Utopia como finalidad no
siempre confesada. Los sabios clásicos aspiraban a alcanzar la ataraxia social, así como
los romanos prefiguraron la civitas imperial
bajo un criterio legal; los cristianos por su lado creyeron (en los tiempos actuales menos)
en la fraternidad universal mientras que los
marxistas in genere idearon la sociedad comunista (hoy en crisis de identidad también); los demócratas de distintas filiaciones,
por lo demás, aspiran a alcanzar una socie-
dad afincada en el reino universal de los Derechos Humanos. Sin duda, una misma intención, la armonía social, buscada por distintos medios pero sustentada en distintas
creencias. Esta sería la intrahistoria del pensamiento y de las ilusiones que han tomado
asiento en Occidente y que de manera acrisolada han dado lugar a lo que Harold Bloom
llama el «Canon occidental». En torno a él se
manifiestan distintas filiaciones de pensamiento entre las que se sitúa la obra de Sartori.
Es razonable pensar que la confrontación
de posiciones se da por que el «reino pacífico»
de Occidente no se ha conseguido, ni será fácil de alcanzar en la medida que forma parte
de un mito. El conflicto y la polaridad social,
consustanciales al modelo de organización
social y cultural que hasta ahora ha producido el hombre, son debidas precisamente a las
distintas formas de concebir la «manera pacífica» de estar y de convivir. George Simmel
encuentra la causa de este antagonismo en
la misma naturaleza de lo social. Entiende
que en las teorías de las relaciones entre personas se dan dos fuerzas: las que constituyen
una unidad, o sea, las sociales en sentido estricto, y aquellas otras que actúan en contra
de la unidad. «Ambas son necesarias porque
ninguna unidad social (sociedad) es conocida
en que las direcciones convergentes de los
elementos presentes no estén inseparablemente mezcladas con otras divergentes» 1
Son diferencias asentadas en las distintas
formas de proceder y de conducirse los pueblos –la cultura identitaria, u objetiva que
llama Simmel– que en su ensimismamiento
generan entre ellas falta de entendimiento.
Paradójicamente, la cultura, que emerge desde la propia acción humana justamente para
hacer más fácil las rutinas y el entendimiento entre los convivientes de una realidad sociohistórica concreta, resulta ahora que, bajo
una interpretación de cortas miras, se con-
1
GEORGE SIMMEL, Sociología. Las formas de la socialización, 2 vols., 1977, (Vol I: 266).
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RECENSIONES
vierte en un obstáculo para progresar hacia
la arcadia pretendida.
Dicha cohesión social, que daría a entender un paso adelante en el consenso normativo, vista desde la dinámica global de Occidente, se muestra sin embargo como una
paradoja; sería la paradoja que se desprende
del hecho del multiculturalismo. Como señala Pierpaolo Donati, cuanto más se difunde
el proceso de mundialización más se debilita
el universalismo que lleva implícito el mito
de la modernidad, dado que se afirman viejas
y nuevas diferencias culturales ligadas a
culturas autóctonas y locales, incluso tribalismos y fundamentalismos.2 En efecto, en
cierto modo así es como surge la actual dicotomía entre posiciones relativistas que defienden el reconocimiento institucional de
las minorías culturales, sin tener en cuenta
«el grado de desarrollo humano general» y
sin atender al grado de implicación solidaria
que demandaría la mayor pluralidad; en la
confrontación aparecen los que apuestan políticamente por reforzar los valores occidentales que, entendidos como productos históricos obtenidos, no sin desgarros, alcanzan
mayores cuotas de sofisticación humana.
Bloom argumenta en apoyo de esta postura
que «si pudiésemos concebir un canon universal, multicultural y polivalente, su libro
esencial no sería una escritura, ya fuera la
Biblia, el Corán, ni un texto oriental, sino
Shakespeare, que es representado y leído en
todas partes, en todos los idiomas y circunstancias.» 3
En similares términos, la obra de Sartori
toma postura decidida a favor del «Canon».
Lo afirma ya desde las primeras líneas del
texto: «Este es un libro de teoría de la buena
sociedad. Buena sociedad que es para mí (...)
2
PIERPAOLO DONATI, «El desafío del universalismo en
una sociedad multicultural», Revista Internacional de
Sociología, nº 17, Tercera Época, 1997.
3
HAROLD BLOOM, El canon occidental, Barcelona,
Anagrama, 2001 (e.o. 1994).
208
la sociedad pluralista», asociada sin dudas a
Occidente. La declaración más elocuente de
su sentimiento de pertenencia y de las claves
culturales a las que se adhiere se expresan
avanzado ya el libro, cuando dice en el epílogo: «Siento mi tiempo como un tiempo de divergencia creciente entre la buena sociedad
que buscamos y los modos y medios para conseguirla (...) es así porque hemos creado un
mundo cada vez más complicado que cada
día logramos menos comprender (p. 131). Y
en efecto, el desatino con que se trata el fenómeno del multiculturalismo muestra esa divergencia. El postmodernismo, como movimiento filosófico que aglutina el pensamiento
escéptico y «desilusionado», en respuesta a la
crisis de los grandes sistemas de pensamiento dogmático, han favorecido un clima mayor
de incertidumbre. El postmodernismo, en su
«descreencia», aísla al individuo en su contexto inmediato al tiempo que contribuye a
la negación de los valores universalistas más
que a su actualización. Tal deriva hacia lo
particular no implica más al individuo en lo
íntimo y lo diferente que supone el abstracto
universal; más bien al contrario. Los teóricos
postmodenistas proclaman (con Foucault y
Derrida) la «muerte del sujeto» en tanto que
agencia autónoma y pensante. Sus claves teóricas tratan de la decodificación textual de
los discursos racionales desde la ironía, la
descreencia y desde la desarticulación de
cualquier compromiso social asumido. Y en
este contexto, la teoría del multiculturalismo
en boga que se pretende crítico, adopta estos
argumentos (contra-argumentos), dando la
impresión de que lo común ha dejado de tener sentido por lo que hay que buscarlo en
cada particularidad cultural.
Ante este pensamiento es frente al que reacciona, de modo beligerante, el texto de la
Sociedad multiétnica de Sartori, por lo que
en ocasiones aparecen también aquí excesos
opuestos con ribetes etnocéntricos.
Es la posición que defiende cierto liberalismo democrático que se alinea con las tesis
de Rawls. El trabajo de Sartori se puede si-
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RECENSIONES
tuar en la órbita de un movimiento que intenta restituir la «razón comprensiva» en el
análisis de la realidad social. Representa un
nuevo discurso modernizador que recoge
aportaciones de pensadores diversos, algunos procedentes de la sociología crítica aunque la mayoría pertenece a generaciones
nuevas que aspiran a consensuar un horizonte axiomático innovador, al menos como
método para establecer discursos parangonables. La modernización se toma aquí de
ejemplo pero en versión renovada, porque,
como dice Eisenstadt, «(...) a causa de que la
modernización casi siempre combinó aspectos y fuerzas económicas e ideología, su impacto fue, con mucho, el de más envergadura». Diríamos con este autor que la
modernización se presenta como un modelo
versátil susceptible de alumbrar nuevas vías, nuevas formas 4. Ahora bien, la nueva
versión moderna de la sociedad se caracteriza menos por atender lo que tiene en común,
o por la estructuración unívoca de las exigencias universales, que por el hecho de su implicación en la preocupación de la ‘universalización’ como tal, que diría F. Borricaud.
En este nuevo sentido es como la sociedad
multiétnica resulta ejemplar en la implicación que adopta, porque está armado sin renunciar a ningún argumento significativo: ni
de carácter teórico-conceptual (véase la parte
primera del texto, que trata de la idea del
pluralismo con toda profundidad, cerrando el
concepto como un instrumento analítico primordial para el desarrollo subsiguiente de la
tesis que defiende, todo un alarde del conocimiento de teoría política que domina el autor), ni a un planteamiento ideológico-normativo, pues cree en el pluralismo pero de
tono «anti-multicultural» al entender que el
pluralismo es de por sí asimilacionista y no
homogeneizador (p. 62). Y tampoco renuncia
a valorar las evidencias que se dan en la so-
4
E.N. EISENSTADT (1989) citado por J. ALEXANDER, Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas, Barcelona, Anthropos, 2000, p. 105.
ciedad actual, en las que constata contradicciones existenciales fundamentales debido a
un mal enfoque de la multiculturalidad: frecuentes disputas sobre los derechos de los
inmigrantes, de las minorías culturales autóctonas, así como otras disputas que cuestionan muchos de los supuestos que han gobernado la vida política hasta ahora.
Por ello, los retos multiculturales que refiere, los resuelve Sartori con la pasión de un
«ilustrado» occidental que en su radicalidad
llega a negar el propio principio liberal de la
universalidad. Compruébese esto cuando se
enfrenta al quién, al cómo y el por qué de la
integración del inmigrante en las sociedades
occidentales, desde donde inicia un peculiar
recorrido de los tipos y naturaleza de las minorías étnicas que acceden a los países receptores, para desde ellos concluir unas reflexiones discriminatorias que no están lejos
de algunos de los argumentos que sirven de
base a Huntington para pronosticar el Conflicto entre civilizaciones. Así, cuando distingue entre inmigrantes próximos o asimilables, que son los que se diferencian de la
población receptora sólo en el idioma y en
las tradiciones, de los inmigrantes no asimilables, que se distinguen por las creencias
religiosas y por ciertos rasgos étnicos (especialmente los afroárabes), afirma sin contemplaciones que de estos segundos no es
posible pensar siquiera en la integración. El
juicio rotundo de Sartori no carece sin embargo de razones objetivas, que dan pie a
cierta desazón, si miramos las dificultades
que se aprecian para alcanzar un contexto
intercultural. Así, cuando aduce que «la imposibilidad aumenta (...) cuando el inmigrado pertenece a una cultura fideísta o teocrática que no separa el Estado civil del Estado
religioso y que identifica al ciudadano con el
creyente, esto se entiende mejor. En los ordanamientos occidentales se es ciudadano
por descendencia, por ius sanguinis, o por
ius soli (...) En cambio, el musulmán reconoce la ciudadanía optimo iure, a pleno título,
sólo a los fieles: y a esa ciudadanía está con-
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textualmente conectada la sujeción a la ley
coránica» (p.113).
Sartori, una vez más, sin despegar los pies
de la realidad, toma postura por la confrontación frente aquellos que pretenden reinstaurar una versión comunitarista del multiculturalismo como Ch.Taylor o Mcyntaire, e
incluso, en cietos aspectos el propio Kylimcka. En concreto, ante la «política del reconocimiento» de Taylor, Sartori descubre que la
base argumental de sus propuestas son
cuando menos discutibles, al menos en las
referencias que toma de la Ilustración, especialmente en relación a Rousseau. Claro que
Rousseau es en ocasiones tan versátil como
ocurrente ante la contingencia que aborda,
pero lo cierto es que el autor ilustrado tiene
pocos principios tan arraigados como el respeto universal a la ley y a la propiedad privada. De ahí que Sartori muestre la imposibilidad del respeto a la ley si se legitimara una
política de acción afirmativa que pusiera en
pie de igualdad los distintos criterios normativos de toda cultura y subcultura, porque
así sólo conseguiría generalizar la excepcionalidad y con ello anularía la eficacia de toda
Ley. Por eso, por el tono que alcanza el debate, el texto de Sartori es contundente, y consistente en la mayoría de sus argumentos.
Pero no por ello, y saliéndonos ahora del contexto de confrontación que da sentido a su
obra, el texto que comentamos puede ser leído y asumido como una verdad canónica. Entre otras razones porque, vista como obra
que trata en su conjunto de la realidad social
actual, aborda un análisis lleno de interpretaciones ideológicamente condicionadas que
en nada benefician, a la postre, al rigor intelectual del autor. La realidad multicultural
que se le presente a los países industrializados de Occidente no plantea la cuestión de si
es conveniente la inmigración o no, sino por
el contrario qué hacer con la creciente pluralidad de culturas diversas que acompaña el
imparable proceso de concentración de poblaciones procedentes de territorios dispares. Y a este imparable reto Sartori hace caso
210
omiso desde una postura excluyente. Quizá
la manifestación más negativa de sus posiciones intelectuales e ideológicas la muestre
cuando ataca in genere a los defensores del
multiculturalismo como herederos del marxismo y de Foucault (pp. 64-659), entre quienes se dan quienes piensen así, pero en otros
muchos no; esto impide, además, la discusión
amplia que reconozcan otras propuestas de
interés susceptibles de alcanzar.
En definitiva, ante la sobrevenida sociedad multicultural, se preveen grosso modo
dos salidas razonables: o armar políticas convergentes desde el interior de la propia sociedad de recepción, para efectuar procesos de
integración aceptables por todos lo colectivos,
o buscar soluciones para que los procesos migratorios se frenen en el origen (solución utópica a corto plazo). Habría una tercera: sería
la confrontación entre culturas, pero esa no
es objeto de una reflexión social que se precie. Sartori no es ajeno a este dilema: a la necesidad de buscar cauces de entendimiento;
de hecho muestra como una de las vías de la
asimilación la interculturalidad en los términos de Karnoouh. Pero su interpretación en
este aspecto es roma, no se extiende favoreciendo el riesgo de una mala interpretación
de su pensamiento restrictiva y excluyente,
lo que sería antitético con el propio concepto
de la libertad que en el fondo defiende en esta obra y en su pensamiento en general.
FELIPE MORENTE MEGÍA
«POBREZA Y PERSPECTIVA DE
GÉNERO»
JOSÉ MARÍA TORTOSA (Coord.)
Editorial Icaria. Sociedad y opinión
Barcelona, 2001
293 páginas
La presente obra que publica la editorial
Icaria aborda el tema de la pobreza desde la
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RECENSIONES
perspectiva de género. Se trata de un trabajo
conjunto elaborado por un equipo de profesoras y profesores de la Universidad de Alicante, al que suman los aportes de autores latinoamericanos provenientes de la Universidad
Autónoma de México, de la Escuela Andina
de Postgrado, y del Centro Bartolomé de Las
Casas de Cuzco, Perú y del Centro de Estudios Sociológicos, el Colegio de México. La coordinación del libro ha estado a cargo del catedrático de Sociología de la Universidad de
Alicante José María Tortosa, autor del prólogo y de uno los capítulos.
Hoy en día y a pesar de los avances tecnológicos, la pobreza sigue estando en la agenda
de la política-social con más fuerza si cabe,
por el impacto que su existencia y permanencia tiene para todos los ámbitos de la vida humana.
Pero la pobreza ha sido motivo de debate
en casi todos los tiempos. Desde los aportes
innovadores de Juan Luis Vives en De subventione pauperum y los debates entre Fray
Domingo de Soto y Juan de Medina sobre la
conveniencia o no de controlar a los pobres,
siguiendo con los planteamientos surgidos
sobre la pobreza en los albores del capitalismo, han ido surgiendo diversos estudios, encuestas, publicaciones y propuestas que poco
a poco han permitido perfilar como respuesta
las opciones que oscilan entre revolución o
reforma. Resultará indispensable entonces
recordar, tal y como se recoge en el comienzo
de la obra que aquellas formulaciones y debates se arrastran a lo largo de los siglos demostrando que el conocimiento de la historia
pasada nos hace entender el presente.
El aporte del libro que aquí reseñamos, introduce el corte transversal en el estudio de
la pobreza desde la perspectiva de género.
Esta obra surge como primer fruto de la investigación «Indicadores dinámicos para el
estudio del empobrecimiento de las mujeres»
financiado por el Instituto de la Mujer y de la
cual se nos prometen más resultados para el
futuro.
En tal sentido consideramos la condición
de «mapa conceptual» atribuible a la obra, nos
ayuda a adentrarnos en el análisis de la pobreza analizada y explicada desde la perspectiva de género. Al valor del trabajo de investigación ha de sumarse el interés didáctico que
la obra representa al recoger antecedentes
históricos, desarrollo conceptual y datos comparativos.
Desde el prólogo se destaca la importancia
del aporte que, desde el feminismo, se ha hecho para entender la diferencia entre una visión androcéntrica de las problemáticas sociales y otra nacida desde una visión de
género que entienda y comprenda las particulares circunstancias que la condición de la
mujer implica para el desarrollo personal y
social. La posibilidad de analizar desde la visión de las mujeres la realidad de la pobreza
aporta nuevas dimensiones del fenómeno. A
la vez, la obra incluye un matiz que favorece
el análisis comparativo de la mano de los
aportes que nos dan tres capítulos elaborados por autores iberoamericanos.
El libro se encuentra dividido en tres bloques, titulados Pobreza y exclusión, Pobreza
y género y Referentes.
Dentro del bloque Pobreza y exclusión, en
el primer capítulo, José María Tortosa se
ocupa de los temas referidos a las Medidas
de la pobreza. Seguimos así el proceso vivido
desde los orígenes de la utilización del PIB
(Producto Interior Bruto) como índice de medida de la pobreza (representante del criterio
economicista del desarrollo) a sus actuales
aplicaciones. A su vez, en el capítulo se realiza una distinción —útil una vez más por su
alto valor didáctico— entre la pobreza y sus
respectivos indicadores, abordando el difícil
tema de su elaboración y de los contenidos
ideológicos que motivan las diferencias de
criterios con que se explican y utilizan.
La concepción del desarrollo humano se
perfila desde el epígrafe «Opciones» donde se
alerta de que la pobreza no es un indicador y
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RECENSIONES
se distingue entre las necesidades y los diferentes satisfactores. De interés para el tema
de marras resulta la propuesta de diferenciar entre la feminización de la pobreza y la
perspectiva de género sobre la pobreza. En
esta línea destaca el señalamiento sobre la
necesidad de partir desde los (y las) protagonistas para proceder a la construcción de indicadores que reflejen la multidimensionalidad y el dinamismo del fenómeno de la
pobreza como forma de favorecer el «empowerment» (apoderamiento).
El segundo capítulo Desigualdad, Pobreza
y Exclusión: Conceptos, medidas y Alternativas metodológicas elaborado por Miguel Angel Mateo incluye un análisis comparativo de
los estudios realizados sobre la pobreza desde diversas disciplinas del campo social incluyendo una taxonomía de los mismos configurada a partir de dos ejes: 1) niveles de
agregación de las variables y unidades y 2)
diversas dimensiones de la pobreza
En el tercer capítulo Género, pobreza y Exclusión Social: Diferentes Conceptualizaciones y Políticas Públicas, Mª Asunción Martínez Román nos propone un análisis de las
distintas definiciones de la pobreza concebidas cada una desde una fundamentación ideológica que configura y determina su forma
de luchar contra la pobreza. Aquí se destaca
el papel de las mujeres como grupo omnipresente, aunque no siempre visualizado ni mucho menos considerado, tanto en las definiciones tradicionales de la pobreza como en lo
que ha dado en llamarse la «nueva pobreza».
Es a partir de estas definiciones que pueden
entenderse las distintas formas de intervención social a que cada una da lugar.
Entendidas la pobreza y la exclusión social (término cuyo origen, desarrollo y paradigmas son descritos por la autora, resultando de interés para contextualizar y
operativizarlo) dentro de la perspectiva del
Desarrollo Humano, se las define como formas de violencia estructural en las cuales la
razón de género constituye una de las fuen-
212
tes que incrementan la vulnerabilidad social.
El segundo bloque entra de lleno en el tema que centra la obra «Pobreza y género».
Este bloque dividido también en tres capítulos se inicia con las aportaciones de Mª José
González Río en el capítulo Algunas reflexiones en torno a las diferencias de género y la
pobreza. El capítulo incluye un breve resumen de las actividades a favor de las mujeres, formuladas por diversos organismos internacionales que resulta de utilidad para
situarnos en el desarrollo histórico de la relación entre los estudios de la pobreza y los de
género. Pero no se trata de un mero análisis
descriptivo, sino que se fundamentan las
vinculaciones de la feminización de la pobreza con el aumento de la vulnerabilidad social
asociado a la condición de género. Se analizan también perspectivas para la elaboración de instrumentos de análisis como el enfoque Hombre-Mujer y Desarrollo (H-M y D)
Mª José Frau se ocupa a lo largo del capítulo Trabajo Femenino y Procesos de empobrecimiento de las mujeres de la relación entre las mujeres y el trabajo como uno de las
causas de la pobreza femenina.
La participación de las mujeres en las estructuras productivas y sus roles tradicionales dentro de la reproducción biológica (y social) así como los aspectos relativos a la
división sexual del trabajo como factores favorecedores de la desigualdad son analizados
utilizando ejemplos de las políticas sociales
en el ámbito nacional e internacional.
Cerrando este segundo bloque Daniel La
Parra trata en el capítulo Vida Familiar y
empobrecimiento sobre los factores que llevan a consolidar el papel de la familia como
un factor de protección frente a la pobreza.
En el mismo se analizan las relaciones entre
mercado, Estado y familia anticipándonos
como hipótesis para la continuidad de este
trabajo la vinculación entre los niveles de garantía del bienestar asignados a la familia y
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RECENSIONES
el mayor o menor grado de desigualdad de
género en términos de pobreza. Este capítulo
incluye también tablas comparativas que
ilustran los planteamientos teóricos.
El tercer bloque nos sitúa en el contexto
de los referentes latinoamericanos desarrollados a través de tres capítulos que describen la situación mexicana en «Pobreza y género» en el contexto mexicano realizado por
Natalia Ixchel Vázquez y José Guadalupe
Figueroa, el texto permite un acercamiento
a la cuestión de la pobreza y sus distintos
matices, causas y modalidades en el devenir
histórico del país americano. Tras esta inmersión pormenorizada, se analizan las relaciones entre género y pobreza dentro de
aquel contexto deteniéndose en una descripción de las distintas variables, indicadores y
construcciones teórico-metodológicas desde
las que se trata el tema.
El capítulo Globalización y exclusión. La
mujer en el Perú de los noventa presentado
por Oscar Ugarteche nos sitúa en el ámbito
de la globalización partiendo del análisis de
siete elementos que han producido una modificación en las posibilidades de integración
económica a escala mundial de África y América Latina, desde donde describe la situación de la pobreza y en particular retrata la
imagen de la pobreza en el Perú en la mujer
campesina de los Andes.
El último aporte iberoamericano lo hace
Julio Boltvinik con un capítulo dedicado a la
Evolución heterogénea de la pobreza en México 1970-1995. En este punto se explican las
fuentes del bienestar para hogares y personas realizando una vinculación entre los aspectos económicos y sociológicos que las mismas representan según su condición de
sustituibilidad y de especificidad. A partir de
aquí nos conduce a la elaboración de un Índice de Progreso Social (A. Sen). La pormenorizada descripción de la metodología nos sitúa
de lleno en la situación del país americano y
permite entender dentro de ese marco la situación de la mujer.
Como colofón de una obra cuya recensión
detallamos capítulo a capítulo para poder
dar cuenta del nutrido y variado contenido
que justifica, a nuestro modo de ver, su utilidad tanto para el conocimiento conceptual
del tema como para su aplicación en la docencia universitaria por lo descriptivo y didáctico, encontramos el capítulo IV Pobreza y
Género: Selección y comentario de Bibliografía, en el cual Eva Espinar Ruiz de la Universidad de Alicante ha realizado una clasificación de la bibliografía disponible sobre el
tema de la pobreza, que otorga un valor agregado a las cualidades ya descritas del contenido de la obra.
CLARISA RAMOS FEIJÓO
«LAS CÁRCELES DE LA MISERIA»
LOÏC WACQUANT
Alianza Editorial
Madrid, 2000
Loïc Wacquant, profesor de Sociología en
la Universidad de California-Berkeley y discípulo de Pierre Bourdieu, es miembro fundador de la asociación intelectual –y asimismo
editorial «comprometida»– Raisons d´agir
[Razones para actuar]. Es también colaborador habitual de Le Monde Diplomatique y
ejerce notable influencia en la nueva izquierda latinoamericana, especialmente, en Argentina y Brasil, donde ha impartido cursos
y mantenido presencia en los medios de comunicación. Especializado en la exclusión
social, sus causas y manifestaciones, acaba
de publicar «Parias urbanos» (2001), aún no
editado en España, en el que amplia y profundiza en el tratamiento del tema objeto del
libro que nos ocupa y que tendrá continuación en «Castigar a los pobres», de inminente
publicación.
El núcleo de la obra de Wacquant es la denuncia de la progresiva implantación de una
«gestión policial de la miseria», de una «pe-
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nalización de la pobreza», en la que los excluidos sociales –subocupados, trabajadores
precarios, parados, inmigrantes– son criminalizados por el poder político a la vez que
resultan desamparados por un Estado de
Bienestar en regresión. Esta situación supone la imparable transferencia de recursos de
las políticas asistenciales a las represivas y
da lugar a una espiral viciosa, excluyente y
criminógena que el autor sintetiza en el
enunciado: «Difuminación del Estado económico, debilitamiento del Estado social, fortalecimiento y glorificación del Estado penal».
En paralelo a ello, denuncia el salto cualitativo en la acción represiva del poder en las
últimas décadas y el riesgo que ello supone
para los derechos fundamentales de las minorías, en deterioro de los fundamentos mismos del Estado de Derecho.
La primera parte del libro se dedica al
análisis del principio de «tolerancia cero» con
la delincuencia, avalado intelectualmente por
Charles Murray en su obra. Losing Ground:
American Social Policy 1950/1980 (1984), casi coetánea de la celebérrima Wealth and Poverty, de George Gilder (1981) con cuya concepción social se vincula argumentalmente y
precedente directo de Beyond Entitlement:
The Social Obligations of Citizenship (1986),
obra ésta del politólogo de la Universidad de
Nueva York , Lawrence Mead, que propugna
el tránsito del welfare al workfare, y la vinculación entre el trabajo social y el trabajo policial. Tales planteamientos, amplificados por
una red de think tanks conservadores (tertulias, entrevistas televisivas, etc.), utilizados y
convertidos en bandera electoral (Rudolph
Giuliani, entonces Fiscal de New York y su
Jefe de Policía William Bratton, que tras ser
cesado pasó a ser incansable propagandista)
se centran en combatir la pequeña delincuencia con rigor e introducir técnicas de management y gestión por objetivos en las comisarías
y la actividad policial.
Sostiene Wacquant que entre 1975 y 1985
se realizó la zapa intelectual de las nociones
y políticas keynesianas en el frente económi-
214
co y social, dando ocasión a una política de
descompromiso social que tuvo como primer
exponente la «teoría de la ventana rota», de
James Wilson y George Kelling (1982), según
la cual los pequeños desórdenes cotidianos
dan paso a las grandes patologías criminales, adaptación ésta –ironiza Wacquant– del
dicho francés de «quien roba un huevo, roba
una vaca». La mundialización de estos planteamientos fue fulminante. Desde la advertencia del Ministro del Interior escocés Henry
MeLeish –«la gente debe reconquistar la calle
( ... ) el vandalismo insensato, los grafitti y los
desperdicios desfiguran nuestras ciudades (
... ) El mensaje es que, de aquí en adelante,
este comportamiento ya no será tolerado»
hasta la denominada «Cruzada nacional contra el crimen» del Presidente de México, pasando por la «tercera vía» neolaborista de
Tony Blair y el ministro Straw, y alcanzando
al socialismo francés, cuyo dirigente y Presidente de Gobierno, Jospin, recordó cómo «cada uno sigue siendo responsable de sus actos.
Mientras se admitan excusas sociológicas
(...) estas cuestiones no se resolverán» al
tiempo que la ministra de Justicia, Guigou,
denunció la «cultura de la indulgencia que
desrresponsabiliza a los individuos» se ha
constatado la rápida difusión del planteamiento originario.
El autor parte de la premisa de que «La
tolerancia cero es más cara que un plan social» carece de otra justificación que la prefabricada a base de exageraciones mediáticas y
no es sino una intolerancia selectiva (con los
más desfavorecidos), constituyendo de facto
una nueva formulación de la añeja «mano
dura» con el pequeño delincuente. Con ella
no se ha conseguido sino abrir «un abismo de
desconfianza (y, en el caso de los más jóvenes, de desafío) entre la comunidad afroamericana y las fuerzas del orden, lo que no deja
de recordar las relaciones que mantenían en
la época de la segregación», siendo además
patentes los abusos policiales, con elementos
racistas incorporados, como los maltratos a
un detenido gravados por un videoaficiona-
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RECENSIONES
do, abusos sexuales en centros de detención y
frecuentes escándalos de corrupción interna
en la policía neoyorkina. Wacquant reconoce,
no obstante, el «efecto escaparate» del referido principio y su atractivo mimético, por más
que, científicamente carezca de fundamento
y parta de meras «impresiones y temores»
sin que pueda soportar un análisis estadístico serio. Amén de ellos, ni siquiera existe
consenso en EEUU, sino que se ha constatado cómo grandes ciudades obtienen mejores
resultados combinando medidas sociales y de
reinserción con la represivas.
La segunda parte de la obra, de abrumador soporte estadístico, se refiere al colapso
judicial y a la «hipertorfia» o «hiperinflación
carcelaria» consecuencia de la política represiva, situación que Wacquant, expresivamente, denomina «bulimia carcelaria», subrayando el hecho de que, en EEUU, se haya
triplicado en los últimos 15 años la población
penitenciaria, poniendo de manifiesto los datos el altísimo porcentaje relativo de los
afroamericanos entre los reclusos, «desproporcionalidad racial» ésta que es aún más
marcada entre los delincuentes jóvenes. Con
todo, los presupuestos aumentan mientras
se estancan los de políticas sociales, situación a la que no resultan ajenos los intereses
empresariales y de empleo y de la que resultan tributarios los planteamientos mercantilizadores implantados en la gestión carcelaria. La situación penitenciaria actual de
EEUU resulta extrema, con casi 6 millones
de penados, de los cuales más de la mitad se
hallan en situación de suspensión de pena,
casi 2 millones de internos y cerca de 700 mil
en libertad condicional. El 75% de ellos son
drogodependientes y pequeños delincuentes.
Por su parte, los contratistas de las prisiones
privadas como un sector económico relevante, que ha llegado a cotizar en bolsa; trabajan
700 mil empleados.
De la dinámica señalada estima Wacquant que existe correlato en Europa, donde
es patente el endurecimiento penitenciario y
un peso cada vez más notorio de los inmi-
grantes en la población reclusa. Para el autor, la «política de lucha contra la droga sirve de pantalla a una guerra contra los integrantes de la población percibidos como los
menos útiles y potencialmente los más peligrosos, desocupados, sin techo, indocumentados, mendigos y otros marginales». Tras
analizar la situación en los diferentes países
de la Unión Europea concluye con el fenómeno de la asunción de la represión penal como
nuevo valor «de izquierda», tal como ha enunciado con entusiasmo Régis Debray, otrora
ideólogo del 68 y como imperativo de «responsabilidad» en la administración demócrata
Clinton, mostrando a Inglaterra como «caballo de Troya de la norteamericanización de lo
penal».
El libro se cierra con una entrevista al autor, que sintetiza sus planteamientos, que
constituye un epítome en sí mismo de las líneas argumentales expuestas.
Wacquant, que sigue la línea de su maestro Bourdieu en lo que a la denuncia de modos
subyacentes de dominación se refiere y, en
particular, desenmascara la genealogía de los
nuevos tópicos sobre el orden y la seguridad
públicos, emplea en su obra un singular tono
irónico y polémico (se refiere a sus oponentes
como «intelectuales mercenarios», «predicadores», «amateurs», etc. y a las afirmaciones de
éstos como «patrañas», «consignas», «estribillos», etc.) en el límite de lo académico y dentro de la mejor tradición del pamphlet. Indudablemente continuador de la criminología
contracultural de los años 70 (Foucault, Baratta), desarrolla una argumentación rigurosa impugnando tesis dominantes y desvelando las contradicciones implícitas en las
mismas. Con todo, un enfoque politológico que
integrará en el análisis las implicaciones de la
presente crisis de legitimidad del Estado podría explicar fenómenos planteados por Wacquant por más que le privara de parte de su
innegable fuerza polémica.
CARLOS PLÁ BARNIOL
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
215
RECENSIONES
«EL NUEVO RÉGIMEN JURÍDICO
DE LA INMIGRACIÓN EN
ESPAÑA. Análisis de la LO 8/2000,
de 22 de diciembre, de reforma de la
LO 4/2000, de 11 de enero, sobre
derechos y libertades de los
extranjeros en España
y su integración social»
CARLOS ESPLUGES MOTA
MANUEL DE LORENZO SEGRELLES
Tirant lo Blanch
Valencia, 2001
La LO 4/2000, de 11 de enero, y su posterior modificación por la LO 8/2000, de 22 de
diciembre, sobre derechos y libertades de los
extranjeros en España y su integración social, están produciendo un amplio debate no
sólo social, sino jurídico, sobre su oportunidad y corrección constitucional en ámbientes
profesionales. De ello se ha derivado la publicación inmediata de un buen número de comentarios a la Ley Orgánica, tanto la originaria, como su reforma, producto de la
actualidad e importancia del tema de la extranjería en España. A ello se ha unido la
controversia surgida por la desafortunada
rapidez de su reforma, ya anunciada en el
momento en que el originario Proyecto de
Ley fue rechazado por el Grupo Popular del
Senado.
A pesar de lo dicho, nos encontramos con
un libro que guarda algunas singularidades
respecto a otros. En primer lugar en cuanto a
su metodología, ya que no se trata de un simple comentario de los diversos artículos de la
Ley sino que los autores, a partir de los Títulos y Capítulos de la Ley, agrupan temáticamente los puntos a tratar intentando dar
una cierta exhaustividad y sistematicidad al
estudio del regímen de extranjeria en nuestro país. Destaca como se extiende su contenido al estudio de la regulación especial de
los nacionales de los Estados miembros de la
Unión Europea, o el planteamiento de los
216
Derechos y Libertades de los extranjeros
más allá de los tratados en la Ley, la incidencia que tiene la normativa particular para
los refugiados o desplazados o la importancia
del Acuerdo de Schengen en la situación de
los extranjeros en España. Siguiendo en este
punto, conviene decir que el libro sigue un
tratamiento muy didactico, siendo aconsejable en este punto a los fines de servir de guía
para aquellos estudiantes o profesionales
que desean aproximarse al Derecho de Extranjería en nuestro país. Y ello dado que no
se detiene a la realidad actual normativa sino que parte, en cada uno de los puntos, de la
realidad normativa anterior –especialmente
en el tratamiento surgido a partir de la
Constitución Española, la primera LO
7/1985, de 1 de julio, el Reglamento de 2 de
febrero de 1996–, de las concordancias existentes en la Convenios y Tratados Internacionales– que, con independencia de su función normativa, ayudan a interpretar el
tenor de nuestras Leyes, como declara el art.
10.2 de la C.E. y 3.2 de la Ley de Extranjeriay de una amplia exposición de las decisiones
de los Tribunales, tanto ordinarios –no deteniéndose en la jurisprudencia del Tribunal
Supremo– sino también la Constitucional o
del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Conviene decir que la jurisprudencia consta
separadamente y en letra reducida al final
de cada sección o punto tratado a modo de
ilustración de la exposición temática, recogiendo no sólo la doctrina, sino el caso; cuestión muy acertada desde el punto de vista
técnico, ya que permite ilustrarse más adecuadamente sobre su valor. También decimos que su tratamiento es sin duda educativo cuando evita las notas a pie de página y
dar una amplia doctrina, contentándose con
una bibliografia sumaria al final del libro y
con aludir a los autores de determinadas opiniones, sin otra menciones.
En segundo lugar, dentro de los estrictos
términos del tratamiento técnico jurídico, el
libro es crítico con la nueva regulación de la
inmigración en España. Lo es lógicamente,
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
RECENSIONES
por cuanto los autores ponen de manifiesto
que el legislador no se ha preocupado en corregir algunas normas oscuras o defectuosas
técnicamente que aparecían en la redacción
originaria, como es el caso de la definición de
algunos actos de discriminación [art. 23.2.c)
de la Ley], los familiares que pueden ser reagrupados [art. 17.1.a) de la Ley]; la alusión a
la medida ya derogada de alejamiento de
frontera o núcleo de población [art. 53 d) de
la Ley]. Pero también por cuanto los autores
no están conformes con la reforma operada a
la Ley 4/2000, de 11 de enero, que «buscaba
alcanzar los máximos niveles de equiparación entre los españoles y extranjeros», ya
que la modificación altera profundamente
los objetivos y soluciones del texto original ,
sin pretender actualmente tal igualación. Se
ha vuelto, por otra parte a distinguir entre
inmigración legal e ilegal a los efectos de la
titularidad y ejercicio de los derechos y libertades. Desde ese punto de vista aparece, a mi
entender injustamente, algunas críticas a la
Exposición de Motivos, sobre todo cuando los
autores no consideran real el efecto llamada
que se produjo por el anuncio y comprobación del texto originaril de la Ley y la crisis
que se produjo en nuestro Gobierno que
apartaron de la vida política, curiosamente,
a aquellos que estaban a favor del texto originario de la Ley, Sr. Pimentel y Sra. Gomez,
Ministro de Trabajo y Secretaria de Estado
de Asuntos Sociales, respectivamente. Tampoco entienden la reforma a partir de los
compromisos suscritos por nuestro país con
relación a la Unión Europea, tratando de hacernos ver como los textos compromisarios
no desdecían en absoluto el contenido de la
nueva Ley Orgánica 4/2000. Pero una cosa es
la crítica al tratamiento técnico júridico del
texto y otro el estudio de la realidad política,
contingente, llena de meandros que cualquier jurista dificilmente ve.
No obstante, se está de acuerdo en una de
las conclusiones: «la invalidez de esta Ley,
tal como está hoy redactada, para hacer frente a la grave, creciente poliforme realidad de
la emigración en España». Más que invalidez, me gustaría decir insuficiencia e inadecuación de la Ley. Insuficiencia como medio
de control del flujo migratorio que se ve operativamente todos los días en las aguas del
Estrecho o de nuestras Islas Canarias, y que
deja sin solución algunos problemas graves
como es la situación de los inmigrantes con
orden de expulsión, retorno o devolución
cuando no es posible su ejecución, y transcurre el límite de los cuarenta días de internamiento; sobre todo a raiz de la derogación del
art. 107.3 del Reglamento de 1996 –problema en que los autores se detienen–. Solución
que, sólo, específicamente se plantea a través del recurso de los Convenios bilaterales
relativos a la Regulación y Ordenación de los
flujos migratorios: como el suscrito con Ecuador el 29 de mayo del 2001 (BOE 10-7-2001);
Colombia el 21 de mayo del 2001 (BOE 4-72001) y los que se pretenden con Marruecos,
Polonia o Rumania. Inadecuación ya que la
integración social del inmigrante no opera
efectivamente cuando frente a un grupo de
inmigración residente legal, sin problemas
para ser titulares de derechos, aparece una
inmigración residente ilegal que, por las condiciones de marginalidad a los que les condena el difícil proceso de legalización de su residencia y su acceso a las redes de economía
sumergida, difícilmente son vistos como ciudadanos de pleno derecho por el resto de la
población sino en ocasiones con no poco temor u hostilidad. Fenómenos que se extienden no sólo a la masa de irregulares sino a
aquellos que viven aparentemente integrados en nuestro entorno.
En este punto, destacan los comentarios
de los autores del libro a determinados aspectos de nuestra regulación legal: la crítica
a la desconexión que hay entre estancia y residencia, de forma que agotado el primer periodo se tendrán que iniciar ex novo los trámites para obtener la residencia –problema
actualmente falto de solución–; el estudio a
la justificación de los medios de vida; el estudio de la residencia temporal concedida ex-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
217
RECENSIONES
cepcionalmente a aquellos que hubieran agotado sin renovación tal permiso y los que permanezcan en nuestro territorio ilegalmente
durante un periodo de tiempo simplemente o
por razones humanitarias o arraigo (art. 31.3
y 4 de la LO); el tratamiento que se da a los
problemas o situación de los apátridas o indocumentados subsaharianos –que resulta
premonitoria de la regulación actual contenida en el art. 56.4 del Reglamento–; la evolución histórica del sistema de contingentes,
desde su configuración implicita como sistema de regularización hasta convertirse en un
medio de control del flujo migratorio previa
la entrada en nuestro territorio; las alteraciones sufridas en el Derecho Sancionador en
matería de Extranjería, especialmente el
desarrollo de los principios del Derecho Administrativo Sancionador que recogía originariamente la Ley 30/92, de 26 de noviembre; la situación de estancia irregular a los
efectos de aplicación del Derecho Sancionador; la distinción entre entrada ilegal consumada o no, a los efectos de la aplicación del
procedimiento de expulsión o de devolución.
No obstante, a partir del Reglamento nuevo
de la Ley, RD 864/2001, de 20 de julio, aparecen ciertos comentarios que resultan actualmente superados: así cuando considera que
la prórroga de estancia podrá concederse
posteriormente a la expiración de la autorización (no tiene sentido a partir de la dicción
del art. 36.1); o considera que la pendencia
de un procedimiento sancionador no es bastante para la denegación del permiso de residencia (art. 51.2); o critica la falta de previsión de la adquisición automática de la
residencia por menor nacido en España (art.
41.6), la aparente distinción entre permiso y
autorización para trabajar, según se realice
trabajos por cuenta propia o ajena (art. 66.1),
la legitimación del trabajador para la solicitar la concesión inicial del permiso de trabajo (art. 80).
Como se ha dicho el libro que comentamos, esperamos por su calidad, que vaya a
ser objeto de una nueva edición para ade-
218
cuarlo a la entrada en vigor del Reglamento
a la Ley vista, RD 864/2001, de 20 de julio,
así como el Reglamento de Reconocimiento
del Estatuto de Apatridas, RD 865/2001, de
20 de julio. No sólo para modificar las referencias al Reglamento de 2 de febrero de
1996, sino para dar un tratamiento doctrinal
a las amplias novedades del Reglamento, así
entre otros: la regulación del Numero de Enlace de Visado (art. 9), la nueva tipología de
los permisos de residencia (arts 40 a 42) y la
diferenciación de los documentos a requerir
según clases de permisos o renovaciones
(arts. 43 a 48), la autorización de trabajo a
aquellos estudiantes extranjeros que sean
compatibles con el régimen lectivo (art.
79.1.a), la complementación de las normas
procedimentales de garantía en la expedición de visado ( notificaciones y requerimientos del art. 15; motivación de la resolución y
medios de impugnación del art 19), las prohibiciones de salida (art.34.2), prorroga de estancia (art. 37.3), concesión de los permisos
de residencia y su renovación (art. 51.3 y 8),
la derogación del sistema anterior de preferencias por uno basado en el establecimiento
de supuestos en donde no se considera la situación nacional de empleo para la concesión
del permiso de trabajo (art. 71), la posibilidad
de complementar autorizaciones para trabajar por cuenta ajena y por cuenta propia,
siempre que sean compatibles las actividades
(art. 88), la amplia extensión de la regulación
de permisos de trabajo de temporada (art. 78)
o el nuevo permiso de trabajo en el marco de
prestaciones transnacionales de servicios
(art. 77), el certificado individual o colectivo
de inexistencia de demandantes de empleo
(art. 65 y 70), la necesidad de conocer cual es
el procedimiento que debe aplicarse para la
expulsión de los extranjeros inculpados o procesados en procedimientos por delitos castigados con penas privativas en libertad inferiores a seis años (art. 100.2.c), la incidencia
en el procedimiento de devolución y retorno
de los derechos de asistencia jurídica gratuita, asistencia de interprete, efectos y causas
de las medidas (arts. 137.2 y 138.2).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
35
RECENSIONES
Recientemente, en una entrevista al Filósofo Paul Ricoeur sobre los nuevos desafios
éticos y a raiz de una pregunta sobre la nueva identificación de la persona, nos dice que
el otro es constitutivo de la personalización,
recalcando: «A Europa llegan extranjeros
provenientes de toda Africa, sobre todo septentrional, de Oriente y de la Europa balcánica. Si queremos de verdad acogerlos, más
allá de las justas, necesarias y prioritarias
reglas a establecer. No debemos buscar sólo
comprenderlos o penetrar en su mentalidad,
su psicología, su civilización, sino poner en
acto una autentica inversión de la perspectiva comunicativa, es decir, ponerse en condiciones de hacernos comprender, en suma , de
hacernos reconocer. Entonces, aceptar a los
otros significa reconstruir también en nosotros el sentido de una pertenencia humana.... Naturalmente no estoy sugiriendo la
fusión, la limitación de la identidad, sino la
conciencia de que la corresponsabilidad comporta el mutuo reconocimiento. Si nos ponemos en la condición de hacernos comprender,
los otros estarán automáticamente investidos de la responsabilidad de comprendernos.
Esto vale naturalmente para todos los ámbitos de la convivencia humana, social y política».
Hace ahora dos siglos, operó en la construcción de la Teoría General del Derecho y
el Derecho Civil Continental Europeo, una
lucha filosófica y, por que no decirlo, ideológica, sobre el concepto de persona como sujeto de derecho, sin necesidad de aditamentos
o características mayores que no se agotaba
en la relación jurídica privada sino que tenía
un profundo significado político. Actualmente, desde la perspectiva del Derecho de Extranjería en el ámbito supranacional en el
que nos encontramos también se pretende el
reconocimiento de derechos del extranjero
por la propia calidad del sujeto, como simple
persona, como una exigencia de nuestra cultura política y jurídica. No se entiende, salvo
desde una cierta hipocresía, que Europa se
entienda paladin de los derechos y libertades
de sus ciudadanos y, frente a la inmigración
descontrolada, fije una serie de normativas
de control del flujo que lleve a la marginación a una parte de una población que es imposible de expulsar. Marginación que, si bien
es aprovechado por una serie de mafias, también implica en el extranjero ilegal una total
desvinculación con el Estado «receptor», sus
intituciones y personas. De ahí que se deba
recalcar que los procedimientos y cauces de
legalización del inmigrante ilegal no deben
tener la excepcionalidad y discrecionalidad
que se predica en la nueva Ley, sino estar basados en un procedimiento regular de reconocimiento del esfuerzo de integración en
nuestro país de sujetos que, sin haber obtenido permisos ni autorizaciones, desarrollen o
hayan desarrollado un trabajo por cuenta
ajena o propia en nuestro país que les permita su estancia. De ahí las sabias palabras de
Ricoeur en el sentido de que sólo quien se hace comprender logra del otro una corresponsabilidad en la comunidad en la que vive.
JOAQUÍN MARÍA RIVERA ÁLVAREZ
«ECONOMÍA SOCIAL Y
EMPLEO EN LA UNIÓN
EUROPEA»
VV.AA.
CIRIEC. Valencia, 2000
820 páginas
Presentamos una obra que refleja el resultado de un amplio estudio, originado desde la
preocupación por el empleo en los quince países de la Unión Europea, y se desarrolla dentro del marco de la Acción Piloto «Tercer Sistema y empleo». Su realización se debe a uno
de los dos equipos de investigación integrado
por seis directores y veintisiete investigadores al que han dedicado casi tres años (1997 98-99). El reconocimiento de la importancia
de esta obra lo expresa el patrocinio con el
que ha contado para su publicación por parte
de la propia Dirección General de Fomento
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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219
RECENSIONES
de la Economía Social y por el Fondo Social
Europeo del Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales de España. El resultado es un trabajo centrado en el papel de la Economía Social; caracterizada ésta por una finalidad de
servicio a los miembros o a la colectividad,
por la primacía de las personas sobre el capital, por el funcionamiento democrático y por
la autonomía en la gestión respecto a los poderes públicos.
La relación de la economía social con el
empleo no es un fenómeno reciente. La economía social tiene sus antecedentes en los
gremios, las comunidades y las cofradías.
Sus orígenes desde finales del siglo XIX
arrancan de aportaciones teóricas y prácticas. Entre las primeras cabe recordar a pensadores como Owe (1771-1857), Saint Simon
(1760-1825) o Le Play (1806-1862), por citar
solo algunos y que se plantean el control de
la economía a favor del hombre a través de
algunas reglas como la democracia interna,
la búsqueda del precio justo, la implantación
de circuitos cortos. En esos mismos años encontramos experiencias y realizaciones concretas: la cooperativa de consumo multifuncional de Rochedale fundada en 1844 con la
instauración del principio «un hombre un voto» y la creación de fondos de formación.
También en estos años Raffeisen en 1864 llega a crear una caja de crédito basada en el
concepto de solidaridad ilimitada para evitar
la usura. Schuelxe Delitzch crea en 1850 una
caja de seguros de enfermedad y un organismo de crédito popular. Paralelamente a estas
iniciativas encontramos a los mutualistas
creadores de numerosas sociedades de socorro, mutuas de agricultores fundadores de
seguros agrícolas, cajas de crédito, de cooperativas, asociaciones.
A través de las primeras experiencias de
Economía Social, desde motivos y formas diversas, se constata que nace vinculada a lo
local y desde principios similares, plurales y
flexibles relacionados con la solidaridad, la
democracia y la responsabilidad. Se concreta
en el marco organizativo de asociaciones,
220
mutualismo, cooperativismo, comunitarismo
y sindicalismo. De hecho, en el mundo obrero
y en agrícola no es infrecuente encontrar la
correlación entre sindicalistas, cooperativistas y mutualistas, apoyados frecuentemente
por entes territoriales que se han mostrado
aliados naturales de la Economía Social.
Con el avance de la división del trabajo, se
experimenta un marcado refuerzo desde distintas formas de cooperación de usuarios
(ahorro, crédito, consumo...) y de productores
(empresarios individuales y trabajadores
asociados). Actualmente se originan formas
de Economía Social a través de modalidades
de cooperación multisectorial y transversal.
Las modalidades concretas varían, bien se
trate de Economía Social a través del trabajo
independiente (pp. 51-56), en el sector servicios, con una amplia variedad y relevancia
en casi todos los Estado miembros (pp. 5675), o a través de las cooperativas de trabajo
asociado, con una trayectoria diferente en cada uno de los Estados miembros, influido el
proceso muchas veces por el respaldo de las
políticas públicas.
Esta trayectoria explica los enfoques plurales de la Economía Social, que es un término más preciso que la atribuido al Tercer
Sector y más amplio que el correspondiente
tanto a la llamadas «economía solidaria» o
«economía alternativa». La convergencia de
los diferentes enfoques de la Economía Social se encuentra en torno a los principios
presentes en cooperativas, mutuas, asociaciones y organizaciones y que cabe resumir
en las siguientes: relaciones y agrupaciones,
lo que hoy conocemos como redes, libre adhesión, democracia, ausencia de beneficio individual, desarrollo integral de la persona e independencia ante otros organismos
En algunos países se circunscribe la Economía Social al ámbito del Tercer Sector, situado, por tanto, entre el espacio de la economía mercantil y el Estado. Los autores del
informe final han preferido utilizar el término «Tercer Sistema», como ámbito o campo
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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RECENSIONES
de trabajo, aún reconociendo que las fronteras aparecen borrosas (pp.15-21). El Tercer
Sistema, se considera aquí integrado principalmente por cooperativas, mutualidades,
organismos de voluntariado, asociaciones,
fundaciones. Se trata, por tanto, de organizaciones e instituciones que no pertenecen al
sector público, y que no persiguen exclusivamente el fin de lucro. Presentan algunas dinámicas que caracterizan el talante y la tendencia del Tercer Sistema: a) flexibilidad de
las organizaciones, interna , como la diversidad de horarios, por ejemplo, y externa, manifestada en pluralidad de actividades; b) la
emergencia de nuevos empleos apoyados por
una mezcla de voluntariado y apoyo público
para velar por la dinámica de los empleos
creados; y c) la consolidación que se refleja
en el desarrollo de la normativa que regula
las actividades de este Sistema (pp. 183188).
tos territoriales. Cuando unos y otros quedan
«desclasificados» de la dura competición por
el acceso a los puestos de trabajo escasos, la
Economía Social puede representar una medida u oportunidad de respuesta laboral, como se nos muestra en esta obra a través de
los múltiples ejemplos en los sucesivos países de la Unión Europea.
La obra en su conjunto se divide en dos
partes. En la primera de ellas se incluye el
informe final y en la segunda los informes
nacionales de los quince Estados miembros
de la Unión Europea. Ofrece además, al final
del libro, un apartado en el que se recoge el
compendio relativo al reconocimiento en el
marco de la Unión Europea sobre la Economía Social a partir de la década de los años
setenta.
En cualquier caso, se trata de un campo
cuyo interés, en términos de empleo, se pone
de manifiesto en el volumen que representa
el 8% de empleo a tiempo completo equivalente –TCE– (tal como nos especifica la tabla
1 de las páginas 25-26).
Iniciar la lectura del texto desde el informe final, nos proporciona las claves que nos
orientan en la diversidad de situaciones sobre la Economía Social en cada uno de los Estados miembros. De hecho, en esta primera
parte, se nos describe el campo de estudio y
su importancia en términos de empleo real
creado, así como el reconocimiento por parte
de la sociedad de la que se trate; cómo está
evolucionando la Economía Social en el Tercer Sistema; con qué estructuras de apoyo
cuenta en Europa o en los diversos Estados
de la Unión, así como las recomendaciones
que se derivan de la situación general.
Pero la importancia del dato no es sólo
cuantitativa. Se trata de resaltar el interés
que tienen algunas de estas iniciativas al incluir, en el proceso productivo, personas que
difícilmente encontrarían ocupación en el
mercado. Como es sabido, en la sociedad actual, marcada por un proceso de cambio acelerado, no es infrecuente que personas en
edad laboral y capacitadas para el trabajo no
logren encontrar ocupación. La no participación en el mundo del trabajo, representa un
evidente riesgo de exclusión social, y se puede concretar en colectivos específicos –mujeres, jóvenes–, o también en contextos o ámbi-
No obstante las imprecisiones conceptuales, lo que dificulta el rigor metodológico en
el proceso de investigación, particularmente
cuando se pretende comparar unos países
con otros, la evolución del empleo generado
en el Tercer Sistema aparece como una de
las claves que indica, en términos cuantitativos y cualitativos, su interés y relevancia en
la dinámica de empleo. De hecho, el informe
en su conjunto, nos muestra una serie de tablas en las que resulta evidente el peso y tendencia que está teniendo la Economía Social.
A la luz de la evolución y resultados de la situación actual, se dan algunas claves para el
En la obra se reconoce la dificultad de saber si existe una conciencia o reconocimiento
de un sector alternativo en relación al Sector
Público y al Sector de la empresas mercantiles y privadas (p. 20 y pp. 37-46).
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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221
RECENSIONES
proceso de consolidación a través de la orientación legislativa y reglamentadora, a través
del reconocimiento de la función del empleador, y también a través de la importancia de
la profesionalización, y no sólo a través de la
formación o del tipo de apoyo mas eficaz y
oportuno en este campo (pp. 79, 174 y 183188).
En el tercer apartado del informe final se
presta una atención especial a los organismos de apoyo y a las funciones que desempeñan, poniendo de manifiesto las experiencias
más exitosas e innovadoras, en las que además de la descripción de datos, se resaltan
los puntos fuertes y débiles y se señalan claves de funcionamiento de los organismos de
apoyo (p. 127) para el avance de modelos que
favorezcan las buenas prácticas.
Como cabe esperar, la tradición, el dinamismo económico y la capacidad de dialogo
social influyen en la realidad de la Economía
Social. En cualquier caso, las políticas públicas sobre la Economía Social y Empleo, representan un impacto positivo bien se trate
de incidencia directa, sobre el empleo en el
sector, o de políticas que afectan a las estructuras del sector, con efectos indirectos sobre
el empleo. A través del apartado 4 del informe final se resalta que en aquellos países con
mayor trayectoria en Economía Social se
cuenta con una riqueza de dispositivos y políticas públicas directas e indirectas en este
ámbito . En otros países con experiencia más
corta, las medidas específicas dirigidas al
sector de empleo son aún escasas y con frecuencia inducidas por dispositivos supranacionales.
Tal como se recoge en el último apartado
del informe final, desde la flexibilidad interna y externa de las experiencias, el aumento
del empleo desde la Economía Social tiene
lugar en unidades pequeñas centradas en los
servicios, en la experimentación y en los nichos de producción. Otra dinámica destacable tiene que ver con la emergencia de los
nuevos empleos relacionados con el surgir de
222
nuevas necesidades y nuevo público, casi
siempre desde la importancia de lo local, es
decir a través de experiencias centradas en
el territorio. La tercera clave a resaltar está
relacionada con la consolidación necesaria
que favorezca la solvencia económica de las
actividades y la profesionalización del personal para el enriquecimiento de los recursos
humanos.
En la segunda parte de esta obra se recogen los quince informes nacionales correspondientes a los respectivos Estados
miembros de la Unión Europea. Tanto la
concepción como las principios en la Economía Social se encuentran permeados por un
enfoque dinámico de la sociedad y las características específicas de contextos. Así, por
ejemplo, cabe deducir, de la lectura de los sucesivos informes que, en el contexto anglosajón, prevalece la traducción de una dinámica
vinculada a la práctica, mientras que en la
sociedad latina se refleja más la incidencia
de los principios.
Pero además, tenemos, en primer lugar,
que la especificidad de cada nación, con sus
precedentes históricos, políticos y culturales
se refleja también en la Economía Social del
conjunto de la Unión. En el marco de esta diversidad, se constata la abundancia de iniciativas que muestran un intento común de
vincular la solidaridad en el proceso económico, en un ambiente marcado por la competitividad y el esfuerzo necesario para llegar a
la meta tal como parece sugerirnos la foto de
la portada de esta obra.
Como cabría esperar, en los diversos países, existe una tendencia congruente entre
reconocimiento interno entre los miembros
de los integrantes de las respectivas organizaciones, el reconocimiento mediático y/o
conceptual y el reconocimiento de los poderes
públicos. De aquí podemos deducir que la
Economía Social está mas establecida en
Francia, Bélgica y España; experimenta un
realidad menos sólida en Dinamarca, Finlandia, Grecia, Italia, Suecia, Irlanda, Portu-
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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RECENSIONES
gal y Reino Unido. En otros países, permanece vinculada al Tercer Sector representado
por el sector no lucrativo y el sector voluntario como ocurre en Alemania, Austria, Luxemburgo y Holanda.
En varios de los informes, de Austria, Finlandia, Grecia..., se constata que no se puede
hablar con propiedad de una Economía Social
puesto que falta el sentimiento de unidad entre cooperativas, asociaciones, mutuas, etc,
aunque exista este tipo de empresas y representen una realidad económica considerable,
si bien en algunos casos, su funcionamiento,
no se distancia mucho de la economía tradicional (p. 246).
El empleo que se estructura en torno al
Tercer Sistema, en la mayoría de los países
de la UE está claramente diferenciado, desde
un área central de trabajos con seguridad social y cualificados a otros trabajos sin seguridad social, a menudo de duración limitada.
Se nos muestra un detallado análisis sobre
las particularidades y formas en las que se
expresa en cada uno de los países miembros
de la U.E. Con diferencias. Eso sí, entre diversos países que van del 16,64% en Holanda, el 15,89% en Irlanda y el 13,85% en Dinamarca, al 3,50% en Portugal, el 4,60% en
Luxemburgo y el 5,83% en Suecia. En España encontramos un valor ligeramente superior a la media con el 9,97%. (referencia tabla 1 pp. 25-26 y pp. 183-184).
Las diferencias son patentes entre los diversos países. La tendencia común de la Economía Social parece destacar en el sector sanitario y social, por ser éste, tal como se nos
indica en el informe nacional alemán, un
campo de expansión de los derechos sociales,
y por la atención a las consecuencias derivadas de la sociedad dual que exige respuesta a
necesidades básicas de aquellos que carecen
de seguros y cobertura social. De este modo
puede afirmarse que, una parte importante
de las organizaciones del Tercer Sector que
emplea mano de obra, funciona como una rama del Estado del Bienestar. También en-
contramos otra parte integrada en las economías de mercado en el servicio al consumidor.
Se constata en éste ámbito la importancia
del trabajo independiente desarrollado por
agricultores o comerciantes, el sector servicios, las cooperativas de trabajo o de servicios o asociaciones o fundaciones que centran
su actividad en servicios directos a personas,
en la gestión, formación o asesoramiento,
programas o servicios de inclusión social de
colectivos diversos. Con menor incidencia,
pero en evolución progresiva, aparecen también los servicios de proximidad a través de
servicios de ayuda a domicilio, movimientos
de auto-ayuda, servicios de guardería... En
algunos países, como Bélgica, por ejemplo, se
incluye también la presencia en el medio ambiente.
Parece relevante para el concepto, contenido y desarrollo de la Economía Social, el
cómo se organizan las diversas iniciativas
existentes: en Dinamarca, por ejemplo, en diversas ciudades aparecen los «proyectos de
organización en red»; en España (pp. 373415), las empresas del sector de mercado de
la Economía Social se encuentran bien estructuradas, tanto en el ámbito autonómico
como estatal, a través de Federaciones, y
también algunas asociaciones con amplia
trayectoria histórica, otras asociaciones que
han surgido en los últimos años, vinculadas
generalmente a la lucha contra la exclusión
social o desarrollando actividades de inserción para el trabajo no han alcanzado un nivel organizativo deseable (pp. 410-411).
Las asociaciones tienen una mayor relevancia como nos indican los informes referentes a Dinamarca, Bélgica, Francia...; si bien,
también las cooperativas de trabajo asociado,
u otras modalidades, cuentan con una presencia muy marcada en países como Italia y
España. También en Suecia están adquiriendo importancia las nuevas empresas cooperativas y las agencias de desarrollo cooperativo
(pp. 803-804). Sin embargo, tal como se des-
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RECENSIONES
taca en el informe belga, las cooperativas como tales, en particular las de ahorro, crédito
o de seguros para mantener el nivel exigido
por la economía competitiva, muestran un
claro debilitamiento de sus principios fundadores (p. 308). Pero si las diversas iniciativas
de Economía Social no son competitivas, y
para ello necesitan «hacer cuentas con el
mercado» no tienen fácil su pervivencia a no
ser que dispongan de otros fondos. Casi todos
los informes de los respectivos países plantean la necesidad de reforzar las relaciones entre las iniciativas de Economía Social y las
Administraciones Públicas. Ello puede influir
en su independencia como se nos indica en el
informe danés (p. 369), si bien otros opinan
que no tiene porqué ir mas allá de una conveniente y sana colaboración pero sin que llegue a considerarse como extensión de la política social gubernamental. Tampoco faltan
casos, como en Finlandia en el que se indican
las dificultades con las que se pueden encontrar los gobiernos en la práctica de apoyo a
las empresas del Tercer Sector por parte de
las organizaciones de los trabajadores o con
los reglamentos que regulan el sistema fiscal
o las prestaciones por desempleo (p. 439).
Estos y otros obstáculos que se describen
en la obra no restan interés y actualidad a la
Economía Social. Las mismas directrices comunitarias del empleo para 2001, a través de
la Comisión Europea, instan a los Estados
miembros de la UE a desarrollar estrategias
que potencien la creación de empleo en el ámbito local. Para ello se sugiere el esfuerzo de
administraciones públicas, regionales y locales y la alianza con diversos agentes presentes en el territorio. Se persigue, en definitiva,
potenciar enfoques integrados por agentes
públicos, sociales, locales o regionales en la
promoción del empleo. Y se pretende esta dinámica desde una perspectiva europea en la
que encontramos múltiples y diversas experiencias canalizables a través de la Economía
Social. En todas ellas se detecta, como característica, la importancia de los recursos humanos en la producción de pequeñas iniciati-
224
vas y realidades emprendedoras, sin perder
de vista el marco económico más amplio y general.
La lectura de esta obra nos evoca la posibilidad de potenciar, también desde la economía, la relación Yo-Tu frente a la relación
Yo-Cosas. Y esto cuando se admite la dimensión social y no sólo la mercantil. Es así como
nos situamos en el principio de Martin Buber, para asegurar que el fundamento de la
«buena sociedad» reside en el principio de
que las personas son fines y no medios, y que
también desde este enfoque, es posible encontrar en la globalización del «capitalismo
desorganizado» nuevos yacimientos de empleo desde estilos, no únicamente mercantilistas, que nos acerquen a globalizaciones
solidarias. Tales referencias están en consonancia con la Tercera Vía, aunque tal vez no
tanto como vocación socio- política (A. Gidens) y más cercana al enfoque que aboga
por el acercamiento entre agentes implicados
en la buena sociedad de la que habla recientemente A. Etzioni.
Concluyendo, la lectura de esta obra nos
aporta amplias informaciones y muchas sugerencias. Para que éstas puedan ser provechosas, se necesita continuar con investigaciones
capaces de producir resultados que contribuyan, a su vez, a una mayor concreción conceptual y operativa de la Economía Social en toda
la Unión Europea. Del conjunto de reflexiones
provocadas nos parece poder destacar dos. Por
una parte, en esta obra se muestra que existen
«huecos de empleo» y posibilidades económicas que, adecuadamente organizadas desde la
Economía Social, pueden facilitar el trabajo a
personas que tienen dificultades de integración en el mundo laboral. Por otra parte, se indica que, en la época de la globalización económica, caben y son necesarias dinámicas que,
desde el potenciamiento de lo comunitario (cooperación, mutualismo, asociacionismo), equilibren el protagonismo del Estado y del mercado enriqueciendo así la realidad social.
NATIVIDAD DE LA RED VEGA
REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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RECENSIONES
«HUÉSPEDES DEL AIRE»
SOCIOLOGÍA DE LAS PERSONAS
SIN HOGAR EN MADRID
PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA
Departamento de Publicaciones de la
Universidad Pontificia de Comillas
Colección Políticas, Trabajo y Servicios
Sociales, nº 7
Madrid, 1998
Resulta muy meritorio hacer un trabajo
sociológico sobre cualquier colectivo social invisible y oculto. Esta es la compleja y excelente tarea que ha realizado D. Pedro Cabrera Cabrera en este libro.
El colectivo de Personas Sin Hogar (P.S.H.,
a partir de ahora), conforma uno de los grupos
sociales que presenta uno de los mayores grados de dificultad en su estudio. La ocultación
social que sufren, el rechazo a acudir a los
Centros de Atención, la movilidad «residencial» para alcanzar la subsistencia, su invisibilidad en los datos y estadísticas oficiales, etc.
son factores que favorecen la dificultad real y
objetiva para delimitar cuantitativa y cualítativamente el fenómeno del «Sin Hogarismo».
Este libro constituye un esfuerzo riguroso
por acercarse al grupo social de P.S.H. que
deambulan por las calles de una ciudad como
Madrid, la cual, por su tamaño y por otras
razones que no son objeto de explicar en este
trabajo, se constituye hoy en el núcleo urbano de nuestro país que cuenta en sus calles
con el mayor número de P.S.H. El autor señala, para 1995, una estimación de unas
3.161 personas que deambulan por la ciudad
de Madrid. Otras fuentes estadísticas sitúan
las cifras en unos 5.000 ciudadanos que conforman este grupo social. En todo caso, existe
un consenso generalizado en reconocer que
los datos generales de P.S.H. se sitúan en 1%
de la población.
El libro cuenta con dos partes claramente
diferenciadas. En primer lugar, realiza una
presentación conceptual, histórica y sociológica sobre las P.S.H, y las respuestas asistenciales proporcionadas hasta ahora. Plantea claramente una relación directa entre las
teorías de la exclusión social y el fenómeno
del «Sin Hogarismo». Por tanto, rompe con
un tópico extendido entre la población en general. Las P.S.H. son algo más que pobres.
Se trata de personas que sufren procesos de
exclusión multi-causal y que presentan problemáticas añadidas diversas.
En esta primera parte, se realiza igualmente un recorrido históríco sobre la conceptualización del fenómeno social de las P.S.H.
y de los diversos modelos de respuesta social.
Cabe señalar, en este caso, que muchas afirmaciones y consideraciones que se hacían
anteriormente aún están vigentes. Por ejemplo, existe todavía la tendencia a personalizar y a culpabilizar los procesos de exclusión. En el ámbito asistencial, aún muchos
recursos mantienen su lógica de respuesta
temporal y de atención sólo a las necesidades básicas, careciendo en muchos casos de
programas de intervención integral y de estrategias coordinadas para la inserción.
La segunda parte del libro se refiere al estudio propiamente sociológico del colectivo
de P.S.H. en Madrid. Comienza presentando
la metodología de trabajo utilizada. En este
sentido, la primera dificultad que se encuentra es la de definir y acotar la muestra del estudio, teniendo en cuenta su difícil cuantificación, su heterogeneidad y dispersión. En
este caso la muestra es de 170 personas, lo
que significa un tamaño muestral adecuado.
Sin embargo, como déficít de la misma, hay
que señalar que quedan fuera un grupo muy
importante desde su trascendencia en lo que
se refiere a las características de orden psicosocial y de desarraigo. Me refiero al colectivo
de crónicos de la calle, es decir, aquellos que
rechazan en muchos casos la atención. Hay
que indicar que la muestra está seleccionada
sobre personas qué de alguna forma tienen
contacto con las redes de atención social. Por
tanto, son usuarios de comedores, Centros de
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RECENSIONES
Acogida, perceptores del Ingreso Madrileño
de Integración, y de otros recursos. En definitiva, se trata de personas que acceden de
una u otra forma a los recursos asistenciales,
presentando éstos unos perfiles distintos al
colectivo social que conforma el sub-colectivo
social que se viene denominando como «crónicos de la calle».
En relación con el trabajo sociológico, hay
que señalar que se va realizando un recorrido detallado y preciso de las diversas características sociodemográficas del colectivo de
P.S.H. (edad, sexo, estado civil, educación,
etc...). Como principales elementos y/o conclusiones que se presentan, podemos señalar
los siguientes aspectos que pueden ser muy
útiles conocerlos para identificar con claridad la situación actual de este complejo colectivo social. Los varones siguen siendo mayoritarios. Sin embargo, resulta cada vez
más importante la presencia de mujeres, las
cuales, en número y en situaciones personales de desarraigo conviene estudiar. Con respecto a la edad, el numero mayor de P. S. H.
se sitúa entre el tramo comprendido entre
los 31-50 años, son datos muy similares a los
estudios realizados en otros países. En este
apartado, hay que llamar la atención sobre
un dato muy significativo, consiste en el bajo
porcentaje de personas mayores de 65 años
que conforman el colectivo de P.S.H. Se rompe así una tendencia clásica, ya que tradicionalmente las «personas mayores» constituían un grupo muy numeroso dentro de este
grupo social altamente excluido. No cabe duda, que las políticas de protección social desarrolladas en los últimos veinte años con este segmento de población, han tenido una
clara incidencia en la progresiva reducción
de ancianos en las calles o en los Albergues.
La soledad, tal y como se refleja en el estudio, es la principal característica de las
P.S.H. La mayoría son solteros (55%) o bien,
se encuentran divorciados o separados (30%).
Solo un 9% de estas personas cuentan aun
con algún tipo de relación de pareja (casados
o en pareja). Sin lugar a dudas, la carencia
226
de vínculos y redes familiares constituyen un
factor clave que favorece su vulnerabilidad y
sobre todos dificulta aun más que estas personas puedan salir de su situación de marginación.
En la misma línea, hay que señalar que el
bajo nivel educativo y, la falta de capacitación laboral son factores que favorecen los
procesos de exclusión que generan como resultado el desarraigo y la pérdida de vínculos
familiares y sociales.
El estudio, en uno de sus apartados, presenta claramente el proceso de exclusión de
las P.S.H. entendiendo éste como el resultado de diversos factores que van actuando en
el itinerario personal del sujeto, donde además, operan y están presentes diversos factores estructurales, tales como; déficit en el
desarrollo de políticas sociales de vivienda,
mercado laboral precario, etc... Por tanto, se
puede afirmar que las P.S.H. son el resultado de la actuación de factores personales exclusógenos que actúan en colectivos socialmente vulnerables. Ello supone, tal y como
se refleja en el estudio, que existen diversas
tipologías de este colectivo social según el estado y/o proceso de exclusión en que se encuentre el sujeto (leve, moderado y crónico).
Las problemáticas añadidas, es decir, el
alcoholismo, los trastornos mentales y las
dependencias a otras drogas, constituyen
elementos presentes en los itinerarios personales de las P.S.H. En unos casos, constituyen la causa precipitante de los referidos
procesos. En otros, se convierten en la consecuencia directa de encontrarse en una situación de destrucción y abandono personal.
Desde el punto de vista asistencial, resulta interesante la información y valoración
que hacen los propios usuarios de los recursos que utilizan. Sin duda, se realizan muchas afirmaciones que son muy interesante
tener presente de cara al diseño y definición
de algunos dispositivos especializados de
atención en particular y, de la red asistencial
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RECENSIONES
en general. Hay que reconocer que la misma
es muy deficitaria y heterogénea, respondiendo aún, en muchos casos, a criterios de
intervención de épocas anteriores. Constituye hoy una asignatura pendiente de los diferentes responsables políticos, afrontar de
forma global las políticas generales contra la
exclusión y en particular, la respuesta a los
grupos mas excluidos, entre los que encontramos a las P.S.H.
Para finalizar, resultan muy interesante
los apartados del estudio donde se viene a
demostrar, como afirma el autor que «algunas obviedades, a pesar de reconocerlas, son
olvidadas». En primer lugar, las P.S.H. viven
en nuestro mundo, no son de «otro mundo»,
es decir, no son ajenos a las distintas circunstancias cotidianas que se producen en
nuestra sociedad. Son personas que tienen
ideología política, deseos y expectativas como
el resto de la población. Por tanto, no es cierto, como algunos afirman, que «en el fondo
les gusta vivir así». No se trata de una opción
personal elegida. Por el contrario, constituye
una situación impuesta que al final, por diversas razones, en algunos casos, se asumen
y se integra como algo cotidiano. Son perso-
nas que viven en el mundo, en sus márgenes,
pero están presentes en nuestra realidad social, lo que nos obliga a desarrollar las estrategias activas de intervención e inclusión.
Del mismo modo, son personas, por tanto sujetos de derecho, en nuestro caso podríamos
afirmar de derechos sociales.
En definitiva, el libro nos presenta una
compleja realidad social, que está conformada por un grupo de personas que suman un
importante número de «catástrofes personales silenciosas». En nuestra mano está romper con este fatalismo individual y a su vez,
con el olvido y/o negación social, comenzando
a dar pasos para el reconocimiento social de
las P.S.H. y por tanto, garantizar sus derechos sociales y el desarrollo de las políticas
de inclusión que requieren.
Se puede afirmar, que estamos ante un interesante y comprometido estudio, que ha
buscado, a mi juicio, hacer visible en lo humano y en lo sociológico, a un colectivo social
gravemente excluido y en muchos casos,
oculto y de difícil definición.
DARÍO PÉREZ MADERA
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La presente bibliografía ha sido elaborada por el Centro Estatal de Documentación
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CANARIAS
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CASTILLA Y LEÓN
GALICIA
* Decreto 24/2001, 25 de enero (aprueba el
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MADRID
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* Ley 15/2001, 27 de diciembre (de Renta
Mínima de Inserción).
BOCM, 31-12-2001
MURCIA
* Decreto 65/1998, 5 de noviembre (ayudas,
prestaciones y medidas en materia de inserción y protección social).
BORM, 7-11-98
NAVARRA
* Decreto Foral 120/1999, 19 de abril (regula
la renta básica).
BON, 3-5-99
* Orden Foral 58/1999, 17 de agosto (desarrolla el Decreto 120/1999, 19 de abril).
BON, 10-9-99
* Decreto Foral 130/1999, 26 de abril (se regulan las ayudas económicas para el desarrollo de los programas de incorporación sociolaboral destinados a personas en situación
de exclusión social.
BON, 7-6-99
* Decreto 198/1999, 20 de abril (regula el ingreso mínimo de inserción).
BOPV, 20-5-99
* Decreto 199/1999, 20 de abril (se regulan
las ayudas de emergencia social).
BOPV, 20-5-99
* Decreto 1/2000, 11 de enero (se regulan los
convenios de inserción).
BOPV, 31-1-2000
* Decreto 182/2000, 19 de septiembre (se
articula el programa AUZOLAN, para la
inserción laboral de las personas en situación o riesgo de exclusión).
BOPV, 29-9-2000
* Ley 8/2000, 10 de noviembre (modifica la
Ley contra la exclusión social).
BOPV, 2-1-2001
* Ley 9/2000, 10 de noviembre (modifica la
Ley contra la exclusión social).
BOPV, 2-1-2001
LA RIOJA
* Decreto 24/2001, 20 de abril (se regulan las
prestaciones de inserción social).
BOR, 26-4-2001
VALENCIA
PAÍS VASCO
* Ley 12/1998, 22 de mayo (medidas contra
la exclusión social).
BOPV, 8-6-98
* Decreto 171/1999, 5 de octubre (modifica el
Decreto 132/1990, 23 de julio, del plan de
medidas de inserción social).
DOGV, 21-20-99
La presente selección de normativa ha sido elaborada por el Centro Estatal de
Documentación e Información de Servicios Sociales (CEDISS), Subdirección General
de Estudios e Informes Socioeconómicos
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REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES
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