Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Asuntos Sociales DIRECTOR Luis Martínez-Sicluna Sepúlveda SUBDIRECTOR Francisco Javier Andrés González COORDINADORAS DE LA SERIE Carmen Alemán Bracho Emma Rubí Azorín SECRETARÍA Subdirección General de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Agustín de Bethencourt, 11 28003 Madrid Telf.: 91 363 23 45 Fax: 91 363 23 49 Correo electrónico: [email protected] Internet: http://www.mtas.es COMITÉ DE REDACCIÓN Gerardo Camps Devesa Juan Pedro Chozas Pedrero Concepción Dancausa Treviño Marino Díaz Guerra Alicia Domínguez Martín José Manuel González Huesa La Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales no se responsabiliza de las opiniones expresadas por los autores en la redacción de sus artículos. Se permite la reproducción de los textos siempre que se cite su procedencia. RET: 02-2.034 Edita y distribuye: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Subdirección General de Publicaciones Agustín de Bethencourt, 11. 28003 Madrid NIPO: 201-02-001-2 ISSN: 1137-5868 Depósito legal: M-12.168-1998 Diseño cubierta: CSP Diseño interior: C & G Imprime: Solana e Hijos, A.G., S.A. Telf. 91 610 90 06 Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales Asuntos Sociales SUMARIO EDITORIAL, Carmen Alemán Bracho, 7 I. ESTUDIOS Política social e inclusión social. Luis Vila López, 13 Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas. José Félix Tezanos, 35 Procesos de exclusión social: redes que dan protección e inclusiones desiguales. Daniel La Parra y José María Tortosa, 55 Marginación y pobreza. Margarita Campoy Lozar, Cárcel y exclusión. Pedro José Cabrera Cabrera, 67 83 Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración. Félix M. Herrador Buendía, 121 II. INFORMES «Las familias ya no podemos más». Riesgos de exclusión social de las familias que cuidan de enfermos crónicos graves. Mª Asunción Martínez Román, 145 Trabajo social experimental aplicado al estudio descriptivo de la exclusión social. Rosario Conde Megías e Ignacio Pereda Pérez, 167 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 3 Nuevos derechos en la Comunidad de Madrid para las personas socialmente excluidas. José María Alonso Seco, 185 III. RECENSIONES Y BIBLIOGRAFÍA RECENSIONES La tolerancia en la vida cotidiana: el arte de saber respetar, Amalia Gómez Gómez, 199 Los orígenes de la intervención estatal en los problemas sociales, Manuel Herrera Gómez, 201 La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas, José Félix Tezanos, 204 La sociedad multiétnica. Pluralismo, multipluralismo y extranjeros, Giovanni Sartori, 206 Pobreza y perspectiva de género, José María Tortosa (Coord.), Las cárceles de la miseria, Loïc Wacquant, 210 213 El nuevo régimen jurídico de la inmigración en España, Carlos Espluges Mota y Manuel de Lorenzo Segrelles, 216 Economía social y empleo en la Unión Europea, Varios autores, 219 «Huéspedes del aire». Sociología de las personas sin hogar en Madrid, Pedro José Cabrera Cabrera, 225 BIBLIOGRAFÍA Exclusión social, 229 IV. BOLETÍN LEGISLATIVO SOBRE ACCIÓN SOCIAL, 243 4 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Editorial Editorial CARMEN ALEMÁN BRACHO * E l papel de las sociedades desarrolladas como lugar de destino de inmigrantes de tantos países en situaciones de verdadera necesidad, hacen ocultar muchas veces la presencia de la pobreza, la exclusión y las necesidades en la sociedad de la abundancia, que es el tema que abordamos en este número. Si la exclusión ha sido, lamentablemente, un fenómeno siempre presente en la historia, a comienzos del siglo XXI presenta sin embargo numerosos rasgos peculiares. Su primera peculiaridad tal vez sea la mencionada, que se produce en el contexto de la sociedad de la abundancia, que hace más visible y lacerante las situaciones de exclusión. Pero las sociedades desarrolladas están sometidas a numerosas transformaciones que afectan al funcionamiento de sus mecanismos de previsión. Entre tantos otros cabría destacar: a) Los desequilibrios demográficos. En todos los países de la vieja Europa, la reducción de la tasa de natalidad ha comportado un aumento de las tasas de envejecimiento y, por tanto, de los índices crecientes de dependencia, y ha provocado otros desequilibrios en los perfiles de las estructuras y de los comportamientos familiares (sobre las que también inciden las separaciones y los divorcios). Todos estos fenómenos afectan al modelo de familia nuclear estable con hijos, y que durante tanto tiempo ha actuado como cámara de compensación y solidaridad entre generaciones. b) La desaceleración del desarrollo económico. El crecimiento de empleo se ha visto afectado por la desaceleración del crecimiento económico. Y sus repercusiones se producen no sólo en el aumento del paro sino en otros parámetros con repercusión en la calidad de los empleos: descienden los contratos indefinidos. c) La desindustrialización y las consiguientes modificaciones en la estratificación social. En los países avanzados se reduce el sector primario (agricultura) y el sector secundario (industria), mientras se desarrollan el sector terciario (servicios) y el sector cuaternario (actividades tecnológicas más avanzadas). Las consecuencias son muchas, destacando, la disminución cuantitativa de la clase obrera tradicional y el menor peso de los sindicatos tradicionales. * Catedrática E.U. de Ciencias Políticas de la Administración. Universidad Complutense de Madrid. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 7 EDITORIAL d) Las nuevas patologías de la modernidad. En los países avanzados aumentan los estados de malestar psico-físicos, las tóxicodependencias, las patologías relacionales y las nuevas epidemias (como el SIDA); más en general, la sociedad se convierte en una sociedad siempre «más arriesgada» por factores no ligados al trabajo. e) El individualismo y el privativismo. Los estilos de vida centrados en el consumo privado pueden producir una disminución del consenso de algunos estratos sociales respecto a políticas de solidaridad hacia los más débiles (transferencias de recursos de los ocupados a los desocupados, de los sanos a los enfermos, de los ciudadanos a los emigrantes...). f) Las nuevas migraciones. Crece el número de inmigrantes, que sin inserción laboral generan bolsas de pobreza y exclusión agravada, en muchos casos, por las dificultades en vivienda, educación o incluso en el dominio del idioma con que se encuentran para afrontar con éxito su integración social. Estos fenómenos plantean en términos distintos la exclusión en las sociedades avanzadas, donde persisten regiones subdesarrolladas y bolsas de pobreza. De estos aspectos se ocupa el presente número de la revista en el que, desde diferentes perspectivas y posiciones, se aborda esta importante dimensión de las sociedades complejas: la inclusión y la exclusión social. El presente número se abre con un artículo del profesor Luis Vila López. En él se abordan buena parte de los temas y desafíos anteriormente apuntados. Tras un interesante análisis sobre el lugar que ocupa la inclusión dentro de la política social, el profesor Vila aboga por el mantenimiento de políticas de carácter paliativo o simplemente facilitadoras de acceso a los bienes y servicios. Ahora bien, es necesario avanzar hacia nuevas formulaciones que eviten el mantenimiento y la emergencia de diferentes niveles de ciudadanía. Las conclusiones de estas páginas nos dibujan un estimulante e imaginativo futuro. Se propone la coexistencia de dos tipos de sociedades: la «compasiva» y la «incluyente». El denominador común de ambas es la presencia de estrategias de valoración de lo político, cultura de participación, nueva ciudadanía, diálogo de culturas, primacía de la educación y movilización de todos los actores políticos para el acuerdo sobre un nuevo pacto social. El artículo del profesor Tezanos, «Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas», se adentra en el nuevo tipo de sociedades que está surgiendo como consecuencia de la revolución tecnológica. El horizonte que vislumbra el profesor Tezanos está marcado por la emergencia de nuevos sistemas de estratificación en los que se agudizan los componentes desigualitarios y dualizadores. Para afrontar los riesgos que podrían derivarse del caminar hacia unas sociedades divididas y fragmentadas, Tezanos defiende la necesidad de impulsar políticas de integración y asistencia que estén respaldadas por un amplio consenso social. Los profesores La Parra y Tortosa, tras un sugestivo análisis, nos presentan los diferentes niveles que se esconden tras los procesos de exclusión social (individual, hogar, grupal, social, sistema mundial, ecosistema). Estos niveles son el resultado, según los profesores La Parra y Tortosa, de la estructuración de las relaciones que definen el acceso a los recursos de los diferentes grupos. Al hilo de esta argumentación, se concluye que la pobreza, fenómeno y realidad presente en todas las sociedades de todas las épocas, no se resuelve mediante la implementación de nuevas vías para el acceso a una serie de recursos materiales, sino mediante la configuración de un contexto social sostenible, un contexto que permita y promocione la autonomía y la participación. 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 CARMEN ALEMÁN BRACHO La profesora Margarita Campoy, por su parte, analiza dos conceptos clásicos en toda formulación atenta a los problemas sociales. Nos referimos a los conceptos de marginación y pobreza. Tras un detallado recorrido en el que se analizan minuciosamente las aportaciones de Park y Simmel, la profesora Campoy nos traslada a nuestras sociedades económicamente avanzadas y políticamente plurales. En ellas, ambos fenómenos, marginación social y pobreza, adquieren nuevos matices, matices que deben tenerse presentes a la hora de llevar a cabo una política social que permita la inclusión. El apartado dedicado a Estudios termina con dos artículos en los que se analizan dos casos muy concretos de exclusión social: por una parte, la exclusión ligada a la reclusión carcelaria y, por otra, la exclusión vinculada al fenómeno del desempleo. En el primero de ellos, elaborado por el profesor Cabrera, una vez analizado el concepto de exclusión como proceso y los factores que contribuyen a generarlo, se nos presenta un creativo estudio sobre la cárcel en cuanto sistema sancionador y excluyente. En unas sugestivas páginas, el profesor Cabrera nos revela las dificultades de este sistema cuyo resultado, por lo general, ha consistido en una intensificación de la exclusión social. Por su parte, el profesor Herrador, en su artículo titulado «Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración», nos enmarca ante uno de los grandes desafíos que tienen ante sí las sociedades del bienestar: garantizar el empleo y su protección. Afrontar este reto, según el profesor Herrador, implica activar una reforma del mercado de trabajo, reforma que tenga como rasgo distintivo la flexibilidad. En la sección de Informes se incluyen tres trabajos. El primero de ellos, elaborado por la profesora Martínez Román, se adentra en la realidad familiar y los cuidados que dicha realidad proporciona a sus miembros. Centrándose en el caso concreto de las familias que tienen a su cargo enfermos crónicos graves, la autora detecta e identifica alguna de las lagunas de las políticas sociales, revela como las familias que tienen que atender estas situaciones potencialmente se ubican en una situación de exclusión social, y plantea la necesidad de adecuar las medidas que se adopten a las específicas necesidades de las personas a las que van dirigidas. No resulta arriesgado decir que son unas páginas en las que se da voz a las familias, concluyendo que la sociedad no sólo debe promover la inclusión social de las personas con enfermedades crónicas, sino que, además, arrastra actualmente a las familias a una situación de riesgo de exclusión. El Informe de los profesores Conde y Pereda es una aportación que en una publicación de estas características no podía faltar. En el se demuestra la gran aportación del Trabajo Social experimental: por una parte, la utilidad de los razonamientos del individuo para realizar objetivos ambiciosos que permitan superar las situaciones de malestar social a partir de la auto-evaluación de sus necesidades y posibilidades materiales; por otra, las actuaciones técnicas que promocionen esta capacidad, como aportación concreta al bienestar individual y social. Por último nos encontramos con el Informe elaborado por José María Alonso sobre la Ley de Renta Mínima de la Comunidad de Madrid, una de las mayores apuestas legislativas en materia social hecha por esta Comunidad en la presente legislatura. Nos encontramos ante un análisis serio y profundo sobre un instrumento jurídico que ha cerrado, para completarlo en las lagunas que presentaba, el sistema de protección social que tenemos en España ante la inactividad laboral forzada por las circunstancias. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 9 EDITORIAL El número se cierra con varias recensiones en torno a las publicaciones más recientes sobre exclusión social, de gran utilidad para todos aquellos que se acerquen a este apasionante tema del mundo académico, científico, político o de las Administraciones públicas. El presente volumen se acompaña de una detallada bibliografía que permitirá al lector interesado profundizar en las investigaciones sobre exclusión, y una relación sobre la legislación, por Comunidades Autónomas, sobre salario social, inserción y marginación social. Valorados en su conjunto, los trabajos que se presentan en este número ofrecen una visión amplia, variada y sustantiva de la exclusión social en las sociedades avanzadas. Una cuestión que el tercer milenio tendrá que seguir abordando con profundidad para hacer frente a las formas, siempre cambiantes, de la necesidad y de la exclusión social. 10 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 I. Estudios Política social e inclusión social LUIS VILA LÓPEZ * INTRODUCCIÓN E l reciente Plan Nacional de Acción para la Inclusión Social del Reino de España, Junio 2001-Junio 2003 es la oportunidad de este artículo que, a la vez, se beneficia y/o perjudica por mi seguimiento de estas cuestiones desde hace unos veinte años. Trataré el contexto teórico que ofrece mi disciplina (Política Social) y los compromisos políticos representados en el ámbito de la Unión Europea y de España en su calidad de Estado miembro. Dejo de lado la consideración de la pobreza en el mundo. Diría, con el Banco Mundial, que Nuestro sueño es un mundo libre de pobreza (Banco Mundial, 2001). Y sin embargo ese escenario mundial está continuamente presente, aunque no se cite 1. Tampoco quiero Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad Complutense de Madrid. 1 Las estrategias para el alivio de la pobreza experimentan una evolución que es válida no solamente para los países en desarrollo, sino que resulta aplicable también a países en estadios más avanzados. El informe del Banco Mundial señala las sucesivas estrategias que han marcado la orientación de las políticas de desarrollo. Señala un primer momento de inversiones de gran envergadura en capital físico e infraestructuras, que fue el modelo dominante en los cincuenta y sesenta; con posterioridad se asiste a una preocupación adicional por las mejoras en salud y educación que caracterizó la es* sacar excesivo partido (oportunismo) de los recientes atentados terroristas de septiembre de 2001 aunque, ciertamente, es la falta de inclusión para las naciones y para los individuos un buen caldo de cultivo del terrorismo 2. Luchar contra niveles de desigualdad que traen consigo el desprecio, la marginación y cualquier forma de ciudadanía de «segunda clase» es ya una forma de asegurar nuestras sociedades. Resulta realista aludir a esas convulsiones sociales en la medida que introducen la preocupación por la inclusión en la agenda política. trategia de los años setenta; luego fue el momento de la mejora de la gestión económica, dando rienda suelta a las fuerzas del mercado y esa fue la moda predominante en los ochenta; por último, las teorías del «buen gobierno» y la atención al sector institucional, así como las cuestiones relativas a la vulnerabilidad de la población son la nota que predominó en los noventa. La actual estrategia recomendada por el Banco Mundial se apoya en tres objetivos:1º facilitar las oportunidades, 2º el empoderamiento (empowerment) a través de la interacción de los procesos políticos, sociales e institucionales, 3º la seguridad, o reducción de la vulnerabilidad. (BANCO MUNDIAL, 2001, 6). 2 Cuando estoy terminando este artículo leo titulares de prensa del siguiente estilo: «El Reino Unido propone un Plan Marshall contra la pobreza mundial. Añade el texto: Según manifestó Tony Blair, de manera quizás un poco mesiánica, son las diferencias de la riqueza y el soportar regímenes corruptos lo que ha permitido la eclosión del terrorismo internacional, por ahora básicamente islámico pero que podría llegar de cualquier parte. (Diario ABC, de 18-12-01, pág.24). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 13 ESTUDIOS EL LUGAR QUE OCUPA LA INCLUSIÓN DENTRO DE LA POLÍTICA SOCIAL La inclusión social es una exigencia dentro de una sociedad que quiera merecer ese nombre: es la sociedad que ni excluye, ni margina, ni desfavorece, ni «des-privilegia», ni empobrece. O sea, que el que es miembro de esa sociedad forma parte de ella y, por consiguiente, ni es excluido, ni marginado, ni desfavorecido, ni carente de privilegios, ni pobre, ni mísero. Hasta aquí todo normal. Pero resulta que, desde siempre, en toda sociedad humana aparece no ya la desigualdad, sino frecuentemente la «excesiva» desigualdad. Nos hemos acostumbrado a que la organización política de la sociedad haga algo al respecto. Y llamamos Política Social a ese ejercicio del gobierno de la polis que se preocupa de «hacer sociedad», es decir, garantizar que todos los que están en ella sean realmente miembros de la misma, con una condición de miembro dotada de las características consideradas «normales». Hoy no entendemos un gobierno que no tenga Política Social, que no se ocupe de «hacer» y re-hacer (volver a hacer) sociedad, cada vez que ésta se fragmenta o diluye en exceso. Toda Política Social está inevitablemente orientada hacia la inclusión y dispondrá de variados instrumentos para lograrla. Se llama al conjunto de esos instrumentos «políticas de inclusión social». Pero, además, se tendrá que llegar a un acuerdo sobre «cuánta inclusión social se quiere», así como si ésta debe distribuirse igualitaria o equitativamente entre todos los actualmente excluidos que hay que incluir. Una distribución igualitaria es de corte universalista, mientras que una distribución equitativa tiene en cuenta la dimensión de proporcionalidad: no son todos iguales. Deseo aludir a la inclusión desde el terreno de los principios inspiradores de la misma y hay que subrayar que esta consideración de la inclusión en términos de «principios» es tan relevante como la atención a la eficacia 14 de los «instrumentos» elegidos para hacer operativos dichos principios. La razón es clara: si aquí y ahora nos ocupamos de los instrumentos que producen inclusión (políticas coyunturales, planes de inclusión) no podemos dejar de lado la perspectiva del proyecto a largo plazo (consideración privilegiada de los principios) que tiene, como objetivo último, la creación de una sociedad incluyente. Esta realización de la sociedad incluyente sería el sentido más propio de la Política Social, mientras que la referencia a las «políticas sociales de inclusión» atañe directamente a los instrumentos y actuaciones pormenorizados en un plan de inclusión (Askonas, 2001:297). Los que estaban peor situados en el abanico de la desigualdad social han sido centro de atención en los últimos cinco lustros y han sido objeto de denominaciones diversas. El término clásico es el de «pobres», objetivo tanto del Estado como de la Sociedad civil e, incluso, de los «mejor situados que ellos» en la escala de estratificación social para buscar alivio a esas situaciones. Conviene tener presente el momento en que la percepción social de la miseria fue objeto de sondeos 3 y 3 Véase COMMISSION DES COMMUNAUTÉS EUROPEENNES (1977). Entre otros factores éste fue un determinante del primer programa europeo de lucha contra la pobreza. En efecto, en 1981 la Comisión envía un Informe al Consejo sobre el «Primer programa de proyectos y estudios pilotos para combatir la pobreza» [COM (81) 769 final]. Cada uno de los Estados miembros tenía realizado su estudio, bajo diferente metodología, para estimar el número de pobres. España se sumó a este compromiso desde dos vías diferentes e inicialmente coordinadas: la que se realizaba en el Instituto de Estudios Laborales y de Seguridad Social del Ministerio de Trabajo y la que la D.G. de Acción Social de mismo Ministerio financiaba a Caritas y realizaba la empresa EDIS. Los dos equipos trabajamos sobre idéntico cuestionario pero diferente metodología y muestra. En 1984 Caritas publica su famoso informe y el del Ministerio (tengo la satisfacción de considerarme entre sus promotores, autor de la redacción final y defensor de sus conclusiones) no ve la luz pública, por mucho que estuviese sobre las mesas de muchos políticos y sindicalistas. El Instituto ya había desaparecido y el protagonismo lo llevaba la D.G. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ produjo un resultado que fue a la vez crudo y estimulante, porque la distribución de recursos era de tal tipo que la pobreza apenas era visible, a excepción de aquellos que la experimentaban en su propia existencia. Política y, a la vez, socialmente se descubrió que era mucha la población que estaba «fuera» y ése fue el detonante de una lucha contra la pobreza que se pretendió más organizada y científica. Volvió a revivir una antigua tradición investigadora –no entro en si era movida por la compasión o por otro tipo de sentimientos morales sobre cuya teoría nos ilustró A. Smith- acerca de qué es pobreza, el número de pobres existente y las medidas para reducir la pobreza (lo que se puede hacer para que sean menos pobres que, por supuesto, no es lo mismo que pretender que sean ricos). Hoy hemos llegado a saber mucho sobre la pobreza, pero sigue habiendo pobres. El conocimiento todavía no ha llegado a la transformación de la sociedad. Toda sociedad tiene, hoy como siempre, su porcentaje de pobres. Si seguimos con la perspectiva histórica hay que señalar cómo, en los mediados setenta despunta una denominación que hoy nos resulta más familiar: al lado de la pobreza –los que no tenían, los que estaban «privados de»- aparecieron los excluidos, que eran una forma de inventariar los colectivos de gente que «estaba fuera» y que estaba mal, no necesariamente por penurias financieras. De tal forma que podría decirse que debemos los pobres a los ingleses, los excluidos a los franceses y los de la infra-clase a los norteamericanos 4. de Acción Social, portadora entonces de otros proyectos políticos más que del debate y defensa intelectual del trabajo que habíamos hecho con la suficiente asesoría internacional (universidad de Amberes). Por esta razón no aparece en ninguna de las revisiones bibliográficas sobre estudios de pobreza en España, la última la de CANTÓ et al. (2001:25-94). 4 La obra reciente, coordinada y dirigida por MAYES, BERCHMAN & SALAIS (2001) documenta y amplía en sus capítulos 2, 4 y 10 la aparición del concepto de exclu- Esta nueva terminología no impedía que «pobre», en España, fuera durante mucho tiempo sinónimo de mendigo callejero y solicitante de ayudas ajenas, incluso con localizaciones urbanas determinadas. Puede comprenderse, cuando se revisa la historia de la investigación, que ningún gobierno en España iba a permitir que se le contabilizaran como pobres a aquellos que no eran «pobres de verdad». Quizá se recuerde la antigua y estéril polémica entre Gobierno y representantes de la sociedad civil en torno a los ocho millones de pobres. Lo cierto es que finalmente los denominados «pobres» desaparecieron del escenario político-administrativo para dar paso a los excluidos. El último acto al que asistimos es la aparición continua, en todas las reivindicaciones sociales y en muchas propuestas políticas, de los «includendos»: los que «hay que incluir» (¡perdón por el barbarismo!). Es una presencia continua que se formula como una preocupación por segmentos de población que deberían ser incluidos, pero también como una especie de placebo moral ya que, a la postre y como consuelo para los intranquilos, siempre habrá formas y niveles de inclusión para todos los gustos. La inclusión se presenta como algo graduable, dentro de una escala que no llegará a modificar excesivamente la desigualdad generada por una sociedad que decide ser universalmente protectora (derechos y titularidades para todos los que vivan en ella) pero con niveles diferenciados de seguridad y protección. En la historia de la acción social es un tema recurrente el del mérito, los que «merecen» ser ayudados y los que prácticamente deben ser dejados a su suerte porque, simplemente, pagan des-inversiones de su vida pasada. sión y sus desarrollos conceptuales franceses y anglosajones, que emplean el concepto con contenidos diferentes. En los capítulos que esta obra dedica a los enfoques adoptados en los Estados miembros respecto a la exclusión social no aparece el caso español, como es costumbre. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 15 ESTUDIOS Los últimos balances de final de siglo y principio de milenio destacan la incapacidad, después de cien años de Estado protector y tutelar, para dar seguridad a todos. A medida que el pacto social de la posguerra envejecía, volvían a aparecer los gigantes o fantasmas contra los que Beveridge quiso luchar. Por ejemplo, el paro, aunque ya no el hambre o la enfermedad (al menos en la Unión Europea); también se hacían cada vez más visibles las muchedumbres excluidas del tren del bienestar, lo mismo que las desigualdades crecientes entre nosotros (primer mundo) y los demás mundos. En resumen, por eso preocupa tanto la inclusión, puesto que es la tarea no cumplida que hoy, entre otras demandas pero también como síntesis de la mismas, se presenta como una exigencia ante los políticos y administradores sociales. Lo que en otro tiempo fue tema residual se ha convertido en foco de atención de la política social 5. Y sin embargo no es la primera vez que la inclusión se propone como operación política 5 Es muy indicativa la abundancia de literatura sobre el tema de la pobreza y la exclusión en los últimos años. Ya no tiene mérito hacer acopios bibliográficos, sino la revisión de la agobiante literatura obtenida. Hay revistas específicamente dedicadas al tema (Journal of poverty, por ejemplo), y equipos de trabajo en muchos centros de investigación y gabinetes ministeriales (dos referencias inglesas: el Centre for Analysis of Social Exclusion en la London School de Economía http:// rlab.Isc.ac.uk/CASE.asp y el Social Exclusion Unit para ayudar la acción de gobierno contra la exclusión http://www.cabinet-office.gov.uk/seu/index). Quiero hacer referencia al IV Programa Marco de investigación en la Unión europea; bajo el título «Exclusión social y protección social: el futuro papel de la Unión Europea», el TSER (Targeted Socio-Economic Research) ha trabajado en torno a qué ayuda a combatir la exclusión social y cómo incardinar las propuestas políticas para promover la inclusión dentro de una visión de más alcance que la sugerida por el binomio bienestar y empleo. El proyecto, financiado por la UE, se articula sobre tres ejes: conceptos y valores, procesos y políticas. Es de esperar que por la línea 1 del recientemente aprobado programa quinquenal comunitario llegaremos a saber mucho más sobre la exclusión. 16 de gran alcance. Un antecedente español de la moderna inclusión puede considerarse, a principios del siglo pasado, la voluntad de abrir el acceso de las nuevas masas a la vida política y social 6, por una exigencia de justicia, gracias a la cual se puso en marcha la moderna legislación de protección del obrero, embrión de la futura protección social y de lo que más adelante se llamará Estado de bienestar. Se comenzaba a originar lentamente una preocupación política que no pretendía crear una fuente bien surtida de recursos frente a todas las necesidades (suministro de recursos siempre agotables, característico del «welfarismo»), sino que perseguía un planteamiento reformista acerca de qué sociedad había que alumbrar para enfrentarse a ese reto de las nuevas masas sociales y también qué tipo de ciudadano era condición imprescindible para lograrlo 7. Hoy, agotadas las provisiones (prestaciones, bienes o servicios) o en trance de estarlo (debido a la multiplicación de las titularidades o «entitlements») la mirada se vuelve hacia los primeros planteamientos reformistas, sin abandonar las provisiones que deban seguir suministrándose, dado que «la urgencia apremia». Probablemente habrá que dejar el sueño universalista y concentrarse en la necesidad probada (means test o prueba de re6 Este problema, esta gran crisis, es producida por el nacimiento de una clase a una nueva vida, por el advenimiento del cuarto estado a la vida social en todas sus manifestaciones. Así es la frase textual de GUMERSINDO DE AZCÁRATE (1840-1917), destacado representante del reformismo español y alma del Instituto de Reformas Sociales, precedente del Ministerio de Trabajo. (AZCÁRATE, 1933:36 y 201-282). 7 En la vida económica se manifiesta la decadencia moral en el predominio casi exclusivo en ella del egoísmo individual. Parte por la propagación de los principios de cierta escuela, parte por la preocupación reinante que en este orden impera, casi en absoluto, el interés personal, la verdad es que las consideraciones morales no se toman en cuenta sino como un elemento de conveniencia para el logro ulterior de las empresas económicas... El interés es un móvil en verdad legítimo, pero a condición de que se someta y subordine en todo caso a la razón y al deber (AZCÁRATE 1967:233-235). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ cursos), porque no se puede llegar a todos por igual, ni cuantitativa ni cualitativamente. Ciertamente es y será, mientras tanto, una sociedad «dura» y difícil, de lógicas revueltas de los que pierden su seguridad y necesitan provisiones y que nadie va a negar en las democracias industriales, pero cuya cuantía es de temer que sea inversamente proporcional al incremento de beneficiarios. El ruido de la calle y las lunas reventadas, que nos traen los medios de comunicación hasta nuestra sala de estar, no requieren sofisticados razonamientos teóricos. Allegar suministros o facilitar recursos evidencia diariamente que la provisión resulta cara, pero tampoco la reforma –la otra alternativa- es inmediata o fácilmente previsible. Hay que buscarla en los rincones de la ou-topía (el «no-lugar») porque lo que hoy no tiene «topos» (lugar) habrá de traerse desde el pasado... o desde donde sea, para hacerle un topos aquí y ahora. La tarea es muy imaginativa y se le denomina hoy de muchas maneras: el nuevo contrato social, las condiciones de la ciudadanía en un contexto global, la reanimación de los valores políticos, la prioridad de los suministros de educación, la búsqueda de lucidez ante el acoso consumista y las distorsiones del valor de uso. Basten estos ejemplos como test de actualidad de nuestro planteamiento. En estas páginas introducimos los «planes nacionales de inclusión» y queremos responder de otra manera a las contestaciones, tantas veces suministradas, de que «mejor es eso que nada», porque ante ese fatalismo o resignación creemos que debe quedar en el aire otra pregunta que, ya al formularla, apunta la existencia de respuesta alternativa. Me refiero al deseo, que puede expresarse de muchas formas y en muchos contextos, y que sencillamente dice: «¿y no hay otra cosa?» 8. Una interesante historia, creo que todavía por escribir, narrará algún día el crudo travestismo de la imagen social de la pobreza y sus antídotos hasta llegar a las 8 LAS POSIBLES PROPUESTAS POLÍTICAS DE INCLUSIÓN La gestión de lo político suele ir de la mano de los intereses económicos, asumiendo como propios de la sociedad los intereses que derivan de los postulados económicos. La política, en este supuesto, apoyará medidas protectoras que hagan compatibles los intereses mayoritarios de la población, que ve amenazada su seguridad debido a su fragilidad social y económica, con los intereses de otra parte de la población que quiere una competitividad para la que resulta conveniente arrojar lastre. Aparece en el debate político un tema de «proporciones»: no puede eliminarse todo lo que limita, hay que pagar unos costes que, como siempre, se querrán minimizar. En cierto sentido, esa liberación de carga y el aligeramiento producido se invocarán para justificar medidas crecientes de asistencialización como única vía para asegurar el futuro. Pero, a sensu contrario, la política puede también llevar de la mano a los representantes de los intereses económicos. Cuando ambos poderes son globales es más sencillo, pero si únicamente se globalizan los poderes económicos mal lo tendrán los poderes políticos, vulnerables ante la opinión y sometidos a la perentoriedad de los plazos electorales. Y, sin embargo, «debe haber» políticas y políticos con voluntad de autonomía respecto al poder de la economía. Debe ser posible sintonizar con demandas crecientes de participa- actuales formas de inclusión limitada, en los últimos veinticinco años. En esa historia aparecerán nombres (políticos, partidos, instituciones de la vida social y ciudadana, asociaciones de perjudicados, grupos de presión o de intereses púdicamente escondidos o vergonzosamente exhibidos), fechas, datos, análisis, ensayos microsociales de laboratorio que servirán para entender mejor lo que tenemos e ilustrarnos sobre lo que se puede hacer y lo que ya no se puede esperar. No descarto de esta historia que destaque e ilustre el permanente acoso a tradición altruista y benéfica (caridad), nunca entendida y más malévolamente vulgarizada. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 17 ESTUDIOS ción y articular ese apoyo, con un empeño educativo grande, para una mayor promoción del demos, para una intensificación de la democracia. La política es, en este último caso, la característica de aquellas redes supranacionales capaces de aglutinar todo tipo de organizaciones con liderazgo, sin ningún tipo de complejos, sin hipotecas del pasado. El romanticismo revolucionario, lo mismo que la pretensión de pureza en materia de prejuicios históricos, no sirven frente a la claridad de una cuenta de resultados. Estas dos propuestas posibles (política que secunda a la economía y política que gobierna a la economía) ayudan a ver el contexto en que se toman las iniciativas para la inclusión, dependiendo de la situación en que se encuentren la Unión Europea y España, a la hora de postularse como sociedades de inclusión. Reviste igualmente un gran interés conocer la disposición del ciudadano español y europeo a «pagar la cuenta» en favor de esa autonomía de la propuesta política. La solidaridad presenta con mucha frecuencia una costosa factura. Tenemos muy cercano el ejemplo del más ambicioso proyecto de inclusión: la ampliación de la Unión Europea hacia el Este. Cuando el Consejo de Niza (diciembre 2000) lanzó un debate sobre el futuro de la Unión 9 estaba invitando a definir el tipo de Unión que se deseaba. Las recientes quejas de la presidencia belga (noviembre 2001) sobre el distanciamiento popular respecto al proyecto europeo reflejan los debates inevitables en cualquier sociedad que quiere poner énfasis en la inclusión: hasta dónde y a qué precio. A partir de un planteamiento basado en los intereses económicos como motor de empuje de las decisiones políticas el resultado es la decepción de unos (falta de entusiasmo 9 El futuro de Europa- Debate, en http://europa.eu. int/futurum/index_es.htm. 18 en gran parte de los ciudadanos de los Estados miembros) y la desilusión de otros (conciencia de los costes humanos y sociales de la integración con los «ricos» materialistas occidentales). Desde el planteamiento de los intereses políticos, con plena conciencia de la carga económica que se asume, la «inclusión» nueva puede promocionarse como un enriquecimiento que trae la diversidad étnica, cultural y espiritual del continente, en lugar de la homogeneidad a que daría lugar la imposición de los estándares occidentales. Es un enriquecimiento «costoso», porque la cohesión social exige tomarse en serio la vida en solidaridad, como instrumento para atenuar las desigualdades y las diferencias excesivas de nivel de vida. Un modelo realmente inclusivo no encaja bien con políticas de «dos velocidades», ni con divisiones entre los triunfadores y los fracasados. La solidaridad característica del modelo europeo tiene un precio. Un objetivo simple, como sería la mera ampliación del mercado, puede ahorrarse ese coste 10. 10 En su momento JACQUES DELORS puso en marcha un modesto proyecto denominado «Un alma para Europa», dentro de su Célula de Prospectiva. Determinadas alergias fueron reduciendo con posterioridad el proyecto. Hoy hay que estar al tanto del Grupo de Asesores <http://europa.eu.int/comm/dgs/policy_advisers/index_en.htm> del Presidente de la Comisión, concretamente en el área «Diálogo con las religiones y humanismos». He dicho intencionadamente «alergias», porque hay páginas poco consultadas sobre temas europeos y que sin embargo recogen una influencia nada desdeñable en millones de europeos. Aludo al sitio de la Conferencia de las Iglesias Europeas (<http://www.ceckek.org>) y al del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (episcopados de la Iglesia Católica <www. kath.ch/ccee/>). Hay más. Pero temas referentes a cuestiones europeas y que están cargados de valores no pueden ignorarse. Por ejemplo, para comprender mejor las reacciones de muchos europeos ante la ampliación de la UE y la necesidad de cohesión social, pueden leerse las orientaciones del reciente documento de la Conferencia de Iglesias Europeas (CONFERENCE DES ECLISES EUROPEENNES 2001). O sobre la Inmigración, o sobre el diá- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ Eso es precisamente lo que subrayan muchos analistas sociales contemporáneos (Touraine, A. 1994 y 1999; Castells, M. 19971999; Dahrendorf, R. 1962, 1991, Habermas, J. 1997, 1999) al reclamar un énfasis en la centralidad de la política 11. La inclusión social tendrá que ir mucho más lejos que donde la llevan las curas paliativas de una sociedad excluyente que nada más busca que mejorar sus resultados. No deseo aludir a los tópicos sin posibilidad de réplica debido a las coyunturas emocionales que despiertan- lanzados en tantas arengas populistas: el sistema económico sin sentimientos, el neoliberalismo que nos invade, la perfidia del mercado, el satanismo del Imperio y otros desahogos verbales semejantes. Con mucha más sencillez propongo el sencillo descubrimiento de que las políticas sociales contra la exclusión están enquistando en el cuerpo de la sociedad diferentes grados de pertenencia social de tal forma que podría decirse que la exclusión aparece más como un fatum que como un factum (Aganzo y Renes, 2001:35-36). Algún día veremos cómo las tendencias económicas mundializadas (globalización) terminarán por ser acreedoras del nuevo hacer de los políticos, pues están logrando situar los problemas cotidianos de la gestión político administrativa a un nivel superior (el de los principios y valores que sostienen la inclusión). Será ése el nivel en que las cuestiones de inclusión no se solucionan sencillamente haciendo más accesible la cesta de bienes y servicios; se requerirá el cultivo de la identidad, la seguridad, la pertenencia. Un nivel político superior que significa «prestar atención a» y no sólo remediar problemas «derivados de». En consecuencia puede decirse que estamos cada vez más ante una política real de inclusión que ya no es solamente logo con el Islam en Europa y otros asuntos de responsabilidad común. 11 Será éste uno de los «pilares» que presentaremos en las conclusiones. (Vid. RODRÍGUEZ CASTEDO 2000:2627). competencia del gobierno que corresponda, sino una tarea inexcusable de ciudadanía activa. La política de inclusión desborda así la etiqueta de «problema del gobierno». LA PROPUESTA RECIENTE DE LA UNIÓN EUROPEA Las conclusiones de la Presidencia, en el Consejo Europeo de Lisboa (23-24 de marzo de 2000), no mencionan la «inclusión». Se dice que, ante la mundialización y para una economía basada en el conocimiento, la Unión Europea debe determinar los cambios en coherencia con los valores y conceptos de la sociedad. Determinar qué cambios es lo mismo que buscar la modernización del bienestar social y de los sistemas educativos... emprender reformas sociales y económicas, combinando competitividad y cohesión social. Atención al propósito: es necesario, para crecer económicamente con más y mejores empleos y con mayor cohesión social, modernizar el modelo social europeo mediante la inversión en capital humano y la lucha contra la exclusión social (Consejo Europeo de Lisboa, Conclusiones de la Presidencia, números 1, 2, 4 y 5). La Unión Europea entiende que la lucha contra la exclusión caracteriza el modelo social modernizado. (La referencia al «modelo social» 12 es repetitiva en los documentos comunitarios, por más que a la hora de concretar en qué consista no se va más allá de generalizaciones sobradamente conocidas). Modernizar el modelo europeo es una condición para crecer y, además, una garantía para hacerlo de forma cohesionada. El modelo social europeo –se dice- tiene como distintivo un sistema muy desarrollado de protección social, gracias al cual se puede pensar ya en el 12 Una documentación muy reciente la que se ha producido durante la presidencia belga dentro de sus prioridades «Social Ambitions for Europe». Vid. VANDERBROUCKE, F. (2001). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 19 ESTUDIOS paso a una economía basada en el conocimiento. (Hay que diferenciar si se está hablando del modelo social que caracteriza a los Estados miembros de la Unión –que es ciertamente un modelo europeo- o si se hace la referencia al modelo de la Unión Europea «en cuanto tal», porque este último, en la medida en que puede considerarse real, es mucho más tímido en alcance y en sus perspectivas de desarrollo). Con los matices anteriores sí que se puede afirmar que la modernización de la protección social, se vincula a un Estado activo de bienestar. Y un Estado «activo» no es un Estado pasivo o «subvencionador», sino aquel que recompensa el trabajo, garantiza su viabilidad ante el envejecimiento, promueve la integración social. Es decir, integra por el trabajo y mira continuamente al empleo 13. La promoción de la integración social resulta urgente, además, por el inaceptable número de personas que viven en la Unión por debajo del umbral de pobreza y excluidas socialmente. Ese número inaceptable está en contradicción con el modelo social anunciado; por ello conduce a promover un acceso más amplio a los conocimientos y oportunidades y luchar contra el desempleo: la mejor salvaguardia contra la exclusión social es un trabajo (Conclusiones... números 31-34). miembros y de sus autoridades nacionales, regionales y locales, en conexión con el conjunto de agentes interesados, especialmente los interlocutores sociales y las organizaciones no gubernamentales. Estos objetivos son: 1) fomento de la participación en el empleo y del acceso a los recursos, derechos, bienes y servicios por parte de todos; 2) prevención de los riesgos de exclusión; 3) actuación a favor de los más vulnerables; y 4) movilización de todos los agentes. Para instrumentar dichos objetivos los Estados miembros son invitados, antes de junio de 2001, a presentar un plan de acción bianual donde queden reflejadas las prioridades de cada Estado miembro conforme a esos objetivos. La Comisión elaborará un Informe Conjunto a partir de los planes nacionales identificando las buenas prácticas y los enfoques innovadores. El Informe de síntesis es la Comunicación de la Comisión al Consejo, al Parlamento Europeo, al Comité Económico y Social y al Comité de las Regiones. Proyecto de informe conjunto sobre la integración social14, que debe ser completado con la lectura de los planes nacionales y suministra claves para ajustar la importancia de dichos planes nacionales y la que les confiere su utilización por la Unión, dentro de su estrategia de cooperación. Algunas de estas claves serían las siguientes: El Consejo de Ministros (Empleo y Política Social), en su reunión de 17 de octubre de 2000, remitió al Consejo Europeo de Niza los objetivos adecuados para luchar contra la exclusión social y eliminar la pobreza, a partir de las orientaciones de los Consejos Europeos de Lisboa y Feira, proponiendo cuatro objetivos, sin perjuicio de que quedase bien claro que la lucha contra la exclusión social es ante todo responsabilidad de los Estados 1.º Los Planes nacionales de acción sobre la inclusión social (NAPincl) se presentan como el nuevo hermano «gemelo» de los Planes nacionales de acción sobre el empleo (NAPempl) (Bruselas, comunicado de prensa de 23 de febrero 2001). El empleo dista mucho de ser toda la solución, como señalan muchos analistas. La dinámica laboral se convierte frecuentemente en factor de exclusión. La inseguridad y precariedad reducen el desempleo, pero no solucionan la exclusión. Véanse textos de la cita 23. Llama la atención que mientras que la primera página del documento es Informe conjunto sobre Inclusión Social, COM(2001)565, en la segunda página del texto resulta que el informe trata sobre la integración social. 13 20 2.º Dentro de la función de fomento de la cooperación, la articulación de los planes y de los actores será el «nuevo método abierto 14 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ de coordinación para promover la inclusión social» o el «método abierto de coordinación en materia de integración social» (traducción oficial en español). 3.º Se considera que se ha dado un «avance significativo en la elaboración de indicadores comunes para medir la pobreza y la exclusión en todos los Estados miembros» 4.º No se evalúa la eficacia de los sistemas ya en funcionamiento, sino que se analizan simplemente los planteamientos de los Estados miembros, prestando atención a la «calidad del análisis, la claridad de los fines y objetivos y la existencia de un planteamiento estratégico e integrado». 5.º En el nuevo método abierto de coordinación se insta a trabajar juntos para la integración social de las políticas aplicadas al empleo, la protección social, la salud, la vivienda, la educación. 6.º Gracias a los planes y a los indicadores elaborados para conocer, medir y combatir la exclusión se promoverá el intercambio de buenas prácticas y el aprendizaje a nivel comunitario. 7.º A partir de 2002 se pondrá en marcha un programa quinquenal de acción comunitaria sobre integración social. (Vid. más adelante). 8.º Para que los Estados miembros constituyan sociedades integradoras «debe mejorar considerablemente el reparto de recursos y oportunidades en la sociedad para garantizar la integración y participación social de todos los ciudadanos, así como el respeto de sus derechos fundamentales». 9.º Con el reparto aludido se incluye otra aspiración. La mayoría de los planes nacionales «tienden a concentrarse en medidas y programas políticos existentes, en lugar de exponer nuevos planteamientos políticos» (itálicas mías). 10.º No debe perderse de vista que, de cara a la elaboración de una futura estrategia de promoción de la integración, es fundamental tener en cuenta las limitaciones financieras (el aumento de las inversiones debe estudiarse en el contexto de los compromisos presupuestarios nacionales, de las Orientaciones generales de política económica, del Pacto de estabilidad y crecimiento y, también, de las Directrices de empleo). O sea, unas limitaciones y condicionamientos que, no por esperadas, dejan de dificultar paralelamente los enunciados (supra) como posibles nuevos planteamientos políticos. Quienquiera que acostumbre a seguir estos temas desde hace tiempo seguramente concederá que poca cosa nueva hay en todo lo anterior. Más aún, no logrará evitar un posible disgusto ante la lectura de «su» plan nacional y los comentarios que acompañaron su aparición 15. Pero, sobre todo, se persuadirá 15 Imagino que habrá más manifestaciones de este estilo, pero una propuesta explícita de principios éticos es inevitable si se formula una alternativa social más integradora y niveladora de diversidades. Más que «facilitar» las vías de acceso a los retrasados, la última intención es que no sean necesarias esas vías o atajos... porque apenas hay quienes se retrasen en una sociedad «diferente». No es accidental que los promotores de esa «sociedad diferente» sean siempre los que apenas cuentan en el modelo vigente. Por ello, la propuesta explícita de principios éticos y, por consiguiente, el criticismo más radical ante los planteamientos conservadores de los planes de inclusión de tipo insertista (facilitar el acceso) se encuentran en publicaciones marginales, en la periferia de los centros de poder y decisión. En boletines y revistas de difusión muy minoritaria se encuentran estas voces. Por ejemplo, los comentarios de la revista de los jesuitas españoles, RAZÓN Y FE (editorial «El Plan nacional para la inclusión social», julio-agosto 2001, 27-32). También un boletín mensual de una Caritas diocesana («Plan de acción para la Inclusión social», en CRÓNICA DE LA SOLIDARIDAD, Caritas de Valencia, nº 44, junio 2001, pág. 3). No me resisto a hacer accesibles dos citas sobre manifestaciones y causas de la exclusión. La pobreza y la exclusión son enfermedades del cuerpo social. Los pobres no son fruto natural de la digestión social que hay que segregar en lugares higiénicos por razones de salud y estéticas. No son REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 21 ESTUDIOS del papel absolutamente residual que juegan estas cuestiones de la inclusión social, la pobreza, la exclusión –o como se las quiera llamar– en la agenda política real, al margen de las declaraciones más o menos solemnes. Como resumen, creo que no se avanza, la agenda política cambia en cada Consejo y, de relleno, aparecen los temas de siempre a los que ningún político responsable puede volver la espalda cara a su electorado. En este momento está en marcha el «debate sobre el futuro de Europa», Niza fue el reparto de poder en la Unión ampliada y su «agenda social» deja poco espacio a la innovación. El Consejo Europeo de finales del 2001, en Laeken, tenía que llevar una cartera de encargos muy abultada, al menos por los compromisos que se le habían ido fijando en estas materias sociales. Las conclusiones de la Presidencia en el Consejo Europeo de Laeken (14 y 15 de diciembre de 2001) hacen una referencia al modelo social europeo (nn. órganos enfermos de los que se pueda prescindir ... la pobreza y la exclusión son, como la fiebre, un síntoma. Se pueden disminuir sus molestias sin erradicar la enfermedad del organismo, del sistema social. Medidas a concretar para facilitar la inclusión por el trabajo, el acceso a la vivienda, a la educación, a la asistencia sanitaria ...-líneas de actuación previstas en el plan- pueden ser cubitos de hielo para evitar que el malestar de los excluidos nos moleste. (revista de Caritas-Valencia). Este plan es profundamente insertista y las pruebas están en que el amplio diagnóstico que se realiza no pregunta por las causas de la exclusión, sino que simplemente presenta a personas que «no pueden acceder». La palabra exclusión ha sido reducida a un nuevo asistencialismo desde la clave de la inserción: se trata de crear cuotas para la participación de los «excluidos« en el sistema, no de revisar el sistema ni parar la producción de excluidos. Este nuevo asistencialismo ya no busca sólo dar «ayudas» sino «dar posiciones» a los excluidos dentro del sistema general. (revista RAZÓN Y FE). Todavía me atrevo, en la enésima corrección del manuscrito, a citar la reciente viñeta del El Roto (EL PAÍS, 22 de enero de 2002) que dibuja, en su irrepetible estilo, el desagüe de excluidos del sistema. 22 25-30) diciendo que hay que concretarlo y sugiriendo dichos puntos necesitados de precisión: la legislación social, los servicios de interés general, el principio de igualdad, la erradicación programada de la pobreza, la coordinación de regímenes de seguridad social 16. EL PLAN DE INCLUSIÓN DEL REINO DE ESPAÑA El texto del Plan va inserto, me dicen, en la Documentación de este número de la revista. Es lo que me deja las manos libres para no tener que hacer ningún resumen o presentación detallada. Pero quiero de entrada preguntarme, a pesar de la desilusión de algunos y los cruces de críticas de otros, ¿qué hubiera sucedido sin la invitación comunitaria a elaborar los planes nacionales de inclusión? Afirmamos de antemano que España, como todos los Estados de la Unión, dispone ya de instrumentos para facilitar la inclusión y evitar la pobreza o la exclusión. El propio texto del Plan, sin embargo, ya subraya el carácter poco usual que reviste la propuesta política de inclusión que dio lugar al Plan, porque no hay precedentes de planes de este estilo, bien porque las acciones referidas se consideraban propias de los planes de empleo, bien por la atomización administrativa de las competencias o, incluso, por la gestión local o autonómica de muchas actuaciones. Se hace esta precisión porque yendo al conteEl Anexo I de las Conclusiones de la Presidencia es una declaración sobre el futuro de la Unión. De cara a la preocupación por un modelo de sociedad más cargado de algunos valores quiero destacar alguna de sus afirmaciones: 1) «Europa debe asumir su responsabilidad en la gestión de la globalización»; 2) Europa debe ser «una potencia que quiere enmarcar éticamente la mundialización, es decir, ponerla en un entorno de solidaridad y desarrollo sostenible»; 3) el ciudadano europeo «pide resultados en el ámbito del empleo y la lucha contra la pobreza y la exclusión social, así como en el ámbito de la cohesión económica y social». 16 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ nido, más que a la novedad de la presentación «conjunta», una somera revisión de la lucha contra la pobreza y exclusión nos llevaría a mencionar para el caso de España las pensiones no contributivas (con la ambición de «cerrar» el Sistema de Seguridad Social), las iniciativas autonómicas para una garantía universalista de ingresos mínimos y de itinerarios de inserción, el Plan concertado de servicios sociales básicos, la red autonómica de servicios sociales tanto generales como especializados 17. Por consiguiente, ¿qué más podía esperarse, respecto a los contenidos, en este nuevo Plan de inserción? La referencia –no me atrevo a hablar de «debate», si delimito esa referencia a los comentarios en nuestro país– a la exclusión e inclusión es muy copiosa, debido a la confluencia de los intereses de los políticos con las demandas de tantos que, fuera de las estructuras políticas tradicionales, hacen de la lucha contra la pobreza su logotipo de marca. En la sociedad civil la protesta contra la pobreza ha constituido un elemento que aglutina las organizaciones más heterogéneas. En el período más reciente hemos presenciado en el amplificador mediático sus manifestaciones visibles y algo –muy poco- de sus contenidos. Valdría recordar el dicho popular («Mucho ruido y pocas nueces») porque, aunque todo contribuye a hacer ruido, caen muy pocas nueces: el dueño del nogal no lo permite y, además, tiene muchas formas de impedirlo. Por ejemplo, todo el apoyo político y publicitario prestado a cuestiones de pobreza y exclusión, en la dirección marcada por los objetivos comunitarios, resulta «rentable»: se airea una preocupación política por la población excluida y se desvía la mirada de las causas de esa exclusión, como es el modelo de crecimiento y la distribución del poder 18. El 17 Puede verse el informe del CES (2001:cap. 3). También, sobre el papel de los servicios sociales en la lucha contra la exclusión, ROLDÁN GARCÍA, E. (2001) y GUTIÉRREZ RESA, A. (2001). 18 Para potenciar la creación de más y mejores empleos es necesario apostar por un modelo de crecimien- apoyo mediático también puede servir para esconder cómo el tradicional y soñado Estado de bienestar se transmuta en un humilde y no confeso Estado asistencial y discriminador. Es igualmente útil para no tener que responder a los retos que, en el futuro, presentará la mundialización a lo que quede del Estado social 19. Se ha hablado muy poco del Plan, ni por parte de sus promotores (el Gobierno) ni por sus críticos e ignoro a qué se debe esa estrategia, bien sea por sencillez, por conciencia de que sus planteamientos son evidentes, por urgencia de otras prioridades, por ausencia de una contestación preocupante de tipo político o civil. En definitiva, no lo sé y mis conjeturas no tienen excesivo valor, aunque haga a continuación algunas precisiones, a partir de los enunciados que se contienen en el Plan. El marco conceptual y político al que se dedican las primeras páginas del Plan español destaca algunos elementos que dicen mucho más que su tenor literal o contexto. Por ejemplo, la exigencia de abordaje integral más que tratamiento unidimensional de la to que, en contraste con el actualmente vigente, pueda generar más puestos de trabajo y redistribuir de manera más armónica y equitativa la riqueza, potenciando niveles adecuados de bienestar social. El problema del actual modelo económico no es si funciona o no, el problema es que puede funcionar «eficientemente» para algunos (a los que cada vez «les va mejor») y, al mismo tiempo, funcionar pésimamente para otros (a los que cada vez «les va peor»). Hay que entender, por lo tanto, que la bondad de un modelo no descansa sólo en unos resultados impersonalizados reflejados en las cuentas del balance del capital, sino en la capacidad para generar condiciones de vida más satisfactorias, en sociedades más estables y con mayor capacidad para mantener un desarrollo sostenible (TEZANOS 2000:30). 19 Coincido con la tesis de MARTÍNEZ DE PISÓN (2001). Es un tema muy tratado el de la relación entre globalización y Estado de bienestar puesto que afecta a los derechos de ciudadanía y, en general, a todos los equilibrios que son menester entre las exigencias económicas y los valores propios del modelo social europeo (SYKES et al. 2001; VANDERBERG, A. 2000; DELANTY, G. 2000; KLEINMAN, M. 2002). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 23 ESTUDIOS exclusión. Como contrapunto, la dificultad para identificar y promocionar el potencial reformista de los excluidos: es difícil generar procesos de movilización y emancipación porque los colectivos marginados no son un sujeto homogéneo de cambio histórico (afirmación ésta que, por discutible, debería originar otro trabajo paralelo). La propia realidad de la población excluida lleva al fatalismo (inevitabilidad para las sociedades avanzadas del siglo XXI) y a la clásica estigmatización (la marginación como falta de adaptación del individuo). A partir de las expresiones del Plan español, así como del ya referido Informe de síntesis de la Comisión se plantea la pregunta, ya insinuada hasta la saciedad: ¿cuál es la causa por la que las visibles manifestaciones de «gran desigualdad» (expresión que utilizo como equivalente a pobreza, exclusión, etc.) se manifiestan en los ejes o ámbitos citados por el Plan español? Creo que aludir a los ámbitos monetarios, laborales, educativos, de alojamiento, sanitarios, marginalizadores, de acceso a la justicia, y a las nuevas tecnologías está repitiendo lo que ya todos conocen sobradamente. Pero estos ámbitos no son más que el reflejo de modelos de sociedad, con una determinada combinación de valores y objetivos (¡prioridades!) que son lo que marca la dirección, la velocidad, la ubicación, el consumo que se hará visible en los citados ejes. El eje no es culpable de nada, solamente transmite la energía que recibe. Y es ahí donde hay que actuar para lograr una auténtica sociedad de inclusión. Este plan quiere encauzar una preocupación social, responder al desafío que tiene nuestro vigente modelo social europeo para independizarse coherentemente de un modelo económico no discutido. Aquí se fundamenta la crítica tanto al plan español como, en general, a la política comunitaria por la inclusión: ¿hay otras respuestas y, si las hay, por qué se ha elegido ésta que se nos presenta? 20. 20 Tenemos un modelo económico asumido y no cuestionado y así la política de inclusión será siempre 24 En las condiciones de partida que se dan no pueden esperarse grandes novedades nacionales. Hay pocas cosas nuevas en los objetivos, en los actores, en las estrategias. (Con todo, no siempre hay que decir cosas nuevas cada vez que se adopta una posición). Es ya un importante toque de atención que la Unión Europea y los Estados miembros traten la prevención de la exclusión. Poco más puede considerarse relevante. Quien se detiene ante un andamiaje como éste (envergadura física del Plan) puede pensar si tras él se está simplemente adecentando la fachada (o sea, retoques asistenciales), pero también puede sospechar que al mismo tiempo se está modificando la estructura y la distribución del espacio (tocar lo que causa las exclusiones del empleo, la educación, la vivienda, las rentas mínimas, etc.). A la postre, con actuaciones de este estilo se esclarece qué se entiende en la práctica por modernización del modelo social europeo: las actuaciones imprescindibles para tranquilizar a la mayoría de los actores sociales sin alterar en demasía la organización social y económica en la que vivimos. El Consejo Económico y Social (CES) de España, órgano consultivo del Gobierno (en el que están representadas organizaciones sociales directamente implicadas en las medidas de los planes de inclusión) recibe en enero de 2001 el documento base del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. El Informe del CES (Consejo Económico y Social, 2001) remite a su anterior documento (Consejo Económico y Social, 1996) preguntándose qué ha sucedido desde este diagnóstico de 1996. Reconociendo un avance en estos años en la respuesta a la pobreza, el CES conside- una muy modesta política que se ocupa de los «efectos» que son inevitables. No es una Política Social sino políticas sociales subordinadas. Viene a ser, se señala (AGANZO y RENES, 2001:37), una manifestación más de la inicial desconexión entre las políticas sociales y las políticas económicas: mientras las primeras intentan taponar los flujos que llevan a la exclusión, las segundas abren nuevas vías de agua. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ ra de utilidad poner de manifiesto los puntos débiles observados en las principales vertientes de la acción pública que repercuten en la pobreza y la exclusión social: educación, empleo, sanidad, vivienda, servicios sociales y garantía de recursos, para terminar con unas reflexiones sobre el papel de la iniciativa ciudadana en las políticas de integración social (Consejo Económico y Social, 2001:27). Con otras palabras, el CES reconoce que determinados derechos y consumos, propios de nuestro modelo de sociedad, quedan insuficiente e insatisfactoriamente garantizados para toda la población española. Cuando el CES compara nuestra situación con otros Estados de la Unión dice que hay que gastar más y destaca que en servicios sociales y rentas mínimas España está en el 0,2% del PIB mientras la media comunitaria es del 0,4%. «La efectividad del futuro Plan para la inclusión social –cuya dotación presupuestaria, de momento, se desconoce– (itálicas mías) obliga a un mayor esfuerzo en este campo». (Consejo Económico y Social, 2001:73). EL PROGRAMA QUINQUENAL DE ACCIÓN COMUNITARIA QUE SIGUE A LOS PLANES NACIONALES DE INCLUSIÓN Corresponde ahora, dentro del guión histórico descriptivo que enhebra nuestros comentarios, pasar al último momento que es este programa quinquenal. Es el apoyo prometido por la Unión, como fase posterior a la elaboración de los Planes nacionales de inclusión y al Informe Conjunto de la Comisión y el Consejo. La Decisión establece 21 un programa de acción a fin de fomentar la cooperación entre los Estados miembros para luchar contra la exclusión social para que la Unión y 21 Decisión 50/2002/PE-CONS de 7 de diciembre de 2001 (DOLE 12 de enero de 2002). los Estados miembros consigan un impacto decisivo en la erradicación de la pobreza y la exclusión social. El objetivo general del programa es fomentar la cooperación entre los Estados miembros para luchar contra la exclusión social en el período comprendido entre el 1 de enero de 2002 y el 31 de diciembre de 2006 (art. 1). Trátase de una iniciativa no aislada, sino que forma parte del nuevo método abierto de coordinación, una estrategia que impulsará decisivamente la eliminación de la exclusión social por la fijación de objetivos comunitariamente adecuados, con un carácter aditivo a los planes de actuación nacionales. Es una forma de comprender mejor la exclusión, de integrar la lucha contra ella dentro de otras políticas comunitarias y nacionales y, finalmente, la oportunidad para dar cabida a la experiencia acumulada: la de cada Estado miembro, la de las personas excluidas, la de los interlocutores sociales, la de las organizaciones no gubernamentales y del voluntariado, la de todos los agentes que participan en la lucha contra la exclusión social y la pobreza (art. 2). El objetivo general de coordinación se desdobla en tres objetivos, cada uno de los cuales dará lugar a diferentes acciones. Esos tres objetivos son mejorar la comprensión de la exclusión social, organizar intercambios sobre la ejecución de las políticas pertinentes y promover la innovación mediante la creación de redes y el fomento del diálogo entre todos los implicados. Pueden ya deducirse sin dificultad las acciones comunitarias: 1) «Análisis e investigación« (identificación de indicadores apropiados, cuantitativa y cualitativamente); 2) «Cooperación política e intercambio de información y de las mejores prácticas» (apoyo de reuniones con dimensión europea para evaluación, supervisión, producción y distribución de un estudio anual de la Unión Europea sobre la exclusión social); y 3) «Promoción de un diálogo en el que participen los diferentes interesados y apoyo al establecimiento de redes» (artículos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 25 ESTUDIOS 3 y 4). Lo ya dicho resume la especificación de medidas para ser apoyadas en un marco transnacional y que se articulan en torno a los tres ejes aludidos (Su especificación aparece en el Anexo de la Decisión comunitaria). Si se efectuara un análisis comparativo con otras actuaciones comunitarias anteriores y de índole semejante se evidenciarían muchos parecidos. Es cierto que se evita cuidadosamente cualquier burda repetición de contenidos y peculiaridades. Como ejercicio sugeriría analizar, por una parte, las expresiones contenidas en la Decisión y, por otra, a modo de ejemplo, la interpretación que han hecho algunos policy-makers acerca de la necesidad y naturaleza de la iniciativa. Respecto a lo primero (contenidos del Programa de Acción) llamo la atención sobre algunos puntos, con su pequeño comentario crítico. • Se insiste en que las acciones no se solaparán con otras actividades comunitarias (actuaciones de los Fondos Estructurales, programas de Igualdad de Oportunidades) sino que, más bien, tratarán de incrementar el efecto inclusivo de otros instrumentos comunitarios (itálicas mías). Se responde de esta manera a la acusación frecuente de los enemigos de este tipo de programas, justificando su oposición por la existencia de otras líneas de acción comunitarias que inciden sobre el mismo tema. • El programa se centra completamente en el apoyo a la cooperación entre los Estados miembros, dentro del nuevo método abierto de coordinación en la inclusión social. Este «método abierto», tan nombrado y citado, se entiende como la base para el desarrollo de las políticas sociales de inclusión 22. 22 Este método aparece en las conclusiones de la Presidencia de la cumbre de Lisboa: Dicho objetivo 26 • La decisión anuncia, además, que no se financiarán proyectos in situ para hacer frente a la exclusión a nivel local, puesto que ésa es la responsabilidad de los Estados miembros, ni apoyará cooperaciones transnacionales ya cubiertas por otras acciones (por ejemplo, la lucha contra la discriminación en el lugar de trabajo). • La lucha contra la exclusión social se integrará en todas las políticas comunitarias generales, incluida la acción en el marco de los Fondos Estructurales. Es un punto bien conocido cuyo tenor reza más o menos así: «se incluirá una (convertirse en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo...) se logrará mejorando los procesos existentes, introduciendo un nuevo método abierto de coordinación a todos los niveles, que irá acompañado de una función de guía y coordinación más firme por parte del Consejo Europeo, para garantizar así una dirección estratégica más coherente y un control efectivo de los trabajos...(nº 7). El «método abierto», tal como se formula en estos momentos, no dice gran cosa, aunque pueda prometer mucho. En el terreno de las promesas es bueno soñar con líneas maestras y objetivos específicos propuestos a los Estados miembros, informe conjunto (Comisión y Consejo) y recomendaciones a los Estados miembros basadas en la información sobre resultados nacionales y los intercambios de buenas prácticas. Se utilizó para el empleo, se pretende para las pensiones (documentos de la presidencia belga, en VANDERBROUCKE, 2001) y se quiere extender a otros campos de la protección social (exclusión) e incluso enseñanza o sanidad. Algo crítica es la lectura que hace CHASSARD (2001:299) para quien se trata de un nuevo enfoque que busca más la coordinación de las políticas que la mera armonización, más la identificación de estándares basados en buenas prácticas que el mero seguimiento de medidas tomadas en el campo del empleo. Puede ser. De hecho hoy lo veo como una manifestación de coparticipación (partnership) para organizar una acción conjunta de cooperación e introducir el «valor añadido comunitario» en campos en que los gobiernos nacionales son bien sensibles. El «método abierto» puede llegar a constituirse en una forma inédita de hacer política comunitaria. Aunque también exista el riesgo de no pasar de una simple legitimación de la Unión ante muchos ciudadanos expectantes. Habrá que esperar para identificar el árbol y el fruto de tal semilla. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ ficha sobre exclusión en cualquiera de las actuaciones...» y eso vale igualmente para la igualdad, la cohesión social o cualquier otra prioridad comunitaria. • La enumeración de los sujetos con cuya experiencia quiere contarse sugiere si queda alguien por convocar. Es decir, que dentro de los principios del partenariado que últimamente profesa la Unión queda en pie si se trata de respeto por la subsidiariedad y el diálogo civil o si, además, se pretende satisfacer intereses variados. fleja su sensibilidad ante el problema, ante las demandas ciudadanas, ante la percepción y estrategia que adopta respecto a las mismas. Es un ejemplo clásico en el análisis de las políticas públicas que, en la presente situación, intento adivinar, como un botón de muestra, en algunas intervenciones del Parlamento Europeo. Sucedieron estas intervenciones en la sesión del 15 de noviembre de 2001 al debatir la oportunidad del programa citado y las incorporo como nota final para no distorsionar el equilibrio de este escrito 23. Sr. GONZÁLEZ ALVAREZ: Creo que en el documento figuran palabras preciosas ... se recuerda que el Consejo considera inaceptables los niveles de pobreza que aún hay en la UE, pero corremos el riesgo de que aplicar este plan de acción ... sea como poner una tirita en una herida mientras, por otra lado, dejamos que ésta se desangre ... En el debate anterior se ha hablado de las virtudes de mercado para sostener las compañías aéreas, pero se habla menos de los 12.000 empleos de Sabena. Podemos correr el riesgo de perder mucha sangre mientras tapamos con una tirita la herida. Pero de todos modos ... sea bienvenido este plan. Sr. LAMBERT: El Parlamento ha insistido en la necesidad de que la sociedad civil se comprometa en el programa mismo y en su evaluación. Este compromiso es crítico. Está claro que no han funcionado las políticas top-down y la ilusión de que el crecimiento económico podrá de alguna manera, superar la pobreza y elevar a los pobres. Parte de la solución es el propio compromiso de la gente. Esperamos sin embargo que la investigación y los programas financiados con este modesto aumento de dinero ... no se concentren en las políticas, sino también en el proceso de formulación de las políticas y las decisiones de financiación, lo cual ya es en si mismo una dimensión innovadora ... Espero igualmente que las actividades financiadas no se concentren en el trabajo, como respuesta a la exclusión. No es la solución, si el trabajo es pobremente remunerado y es además explotador. Sr. ROCARD: (Dirigiéndose a la Comisaria de Asuntos Sociales y Empleo, alaba el método de la cooperación abierta, el intercambio de prácticas y la responsabilidad y el deber de Europa de experimentar y ejemplarizar las innovaciones y los proyectos piloto). Termina: Señora Comisaria, tanto usted co23 • No extraña excesivamente el énfasis en los análisis y la mejora de los indicadores, máxime cuando ése es uno de los campos en los que el valor añadido comunitario es más evidente y por el que más se define usualmente la sensibilidad social de cualquier gobierno de un Estado miembro. • Creo que, además, hay algo mucho más hondo que subyace en el contenido de la acción propuesta y que exige cautela; me refiero a que, aparte la subsidiariedad (no invadir campos ajenos), lo social no tiene marcha atrás, no es fácil retroceder y eso es lo mismo que decir que cualquier paso adelante que Comunitariamente se da no es sencillo revocarlo. • Los intercambios de información y de prácticas, la supervisión, la evaluación, el establecimiento de redes de ONG activas en la lucha contra la exclusión social y diálogo entre actores forman parte de los contenidos clásicos de estos programas. La segunda reflexión anunciada gira en torno a algunos de los policy-makers europeos y se fundamenta en las explicaciones y argumentos sobre la conveniencia de un programa, así como sobre su alcance y definición. El político, en sus declaraciones explícitas, re- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 27 ESTUDIOS DOS MODELOS SOCIALES Al acabar la secuencia de las actuaciones políticas que últimamente han perseguido el objetivo de la inclusión, expondré la tesis que constituye el poso de la experiencia evocada en esas actuaciones o, con otras palabras, el fondo que sedimenta tras las continuas avenidas y caudales que han discurrido por el cauce de la Política Social. Mi primera afirmación consiste en una simple evidencia descriptiva: el buen acceso de toda la ciudadanía a la satisfacción de los derechos que se consideran definitorios de la condición de ciudadano pleno no está plenamente logrado. Lo cual significa, por consiguiente, que se dan dinamismos sociales que funcionan de tal manera que no resultan incluyentes para todos, sino que resultan excluyentes para algunos. Por eso hace falta inclusión. Dos desafíos derivan de la constatación anterior y son: a) si se puede ayudar a superar las barreras divisorias entre incluidos y excluidos y, b) si se puede eliminar la misma existencia de estas barreras, quedando a salvo la heterogeneidad y la diferencia naturales. Creo que ambos desafíos, el a) y el b), son perfectamente asumibles y hasta con posibilidades de éxito. mo nosotros somos políticos. ¿Cómo puede imaginar por un instante que nosotros vendamos a nuestros electores la idea que, tratándose de un problema tan duro y tan presente como la exclusión social, Europa no financiará más que estudios y no hará nada concreto? Este tipo de cosas es suicida para la imagen de Europa y de ahí los enfoques y aproximaciones de innovación que finalmente usted aceptó. Usted dispone felizmente de otros instrumentos, pero con el título de combatir la exclusión era necesario incluir esta preocupación ... Nosotros queremos la garantía de que habrá dinero para las experiencias innovadoras; de la misma manera hace falta que las ONG puedan trabajar y no tengan que buscar improbables patrocinadores exteriores. 28 Ante el primer desafío propongo una sociedad compasiva, mientras que para el segundo desafío me inclino por una sociedad incluyente. Como quiera que esta última es más lenta y costosa abogaré, desde el principio por la coexistencia de ambas, una más desarrollada y la otra en forma embrionaria. Podrían estas sociedades ser llamadas de otra manera –sociedad igualitaria y sociedad samaritana, sociedad paliativa y sociedad reparadora– pero me quedo con mi denominación –compasiva e incluyente– que es mucho más agresiva axiológicamente y no neutral (Pemberton, A. 1990:284; Tezanos, J.F. 2000:28) 24. Comienzo con algunas definiciones descriptivas, más que esencialistas. 24 Aunque la expresión «sociedad compasiva» es mía, hago referencia a un antiguo artículo aparecido en el Journal of Social Policy cuyo autor es ALEC PEMBERTON (PEMBERTON , 1990) y que toca muy de cerca un tema que continúo trabajando. Forma ya un lugar común hablar de la acción social «caritativa» como algo superado y además ofensivo para el que es ayudado. PEMBERTON defiende el principio del buen samaritano, que es diferente del principio de justicia social, y que tiene un papel en el Estado de bienestar moderno. Una consideración más amplia aquí vale la cita de prestigio nos conduce hasta TITMUSS: el don (gift) gratuito es el fundamento del Estado de bienestar, siendo las políticas sociales «agentes de oportunidades altruistas». Mayores reflexiones no caben en esta nota, y la polémica está servida sobre las relaciones entre dones y derechos, o «caridad y justicia» en términos más clásicos. Coincido con PEMBERTON: My purpose, however, is not to negate arguments for a commitment to «justice» as such. Rather, it is my intention to carve out a role for Samaritanism alongside justice. My point is that while a concern about deep-seated structural sources of poverty in indispensible, such a focus requires to be balanced within the advanced industrial societies by Good Samaritanism which, I hope to show, is neither reducible to nor antithetical to a commitment to justice (pg. 284). De alguna manera está en la misma línea el esfuerzo actual por re-encontrar los fundamentos axiológicos de los sistemas modernos de protección social (si los cambios en los valores sociales se relacionan con los cambios en las políticas sociales y esa relación permite una comprensión más adecuada del factor cultural en el cambio del bienestar) (CLASEN, J. & VAN OORSCHOT, W. 2001). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ 1) Una sociedad compasiva va más allá de la justicia, no se conforma con lo justo, es de tal manera generosa que siempre puede inventar formas nuevas, aspectos innovadores en las clásicas políticas de bienestar (educación, empleo, sanidad...) para que lleguen a todos los ciudadanos y en condiciones «aceptables». No es una sociedad atada por la responsabilidad de devolver a cada uno lo suyo. 2) Una sociedad compasiva es aquella en la que el derecho a ser ayudado de cada uno es un «derecho abierto» y que no condiciona en modo alguno el posible altruismo de otros miembros de esa sociedad, porque no trabaja sobre mínimos, sino con la garantía de que esos mínimos están ya asegurados, aunque pueden incrementarse. 3) Una sociedad compasiva aleja todo riesgo de aleatoriedad, precisamente por el aseguramiento de esos mínimos. La benevolencia científica de Toynbee satisface la demanda de Hobbes y responde a los temores de Hegel 25. 4) Una sociedad compasiva es el simétrico social, por ejemplo, de la Economía del don de Perroux (1964), del gift relationship de Titmuss (1970), de la Metaeconomía de Sampedro (1985), del anti-utilitarismo de Caillé (1996), entre otros. Es el resultado de sacar a la luz cómo, por la desigualdad en las recompensas sociales que es inevitable en 25 Tratando la forma como el seguro obligatorio, gracias al poder fiscal del Estado, se aplica al campo de los riesgos sociales, ALONSO OLEA cita a los clásicos señalados: Esta fue la opción para organizar y hacer científica la benevolencia (Toynbee) o la forma como el soberano cumplió con el deber que, a juicio de HOBBES, tenía respecto de los incapacitados de no abandonarlos al azar de la caridad incierta de las personas privadas o como la sociedad se ha impuesto el deber de descubrir la necesidad y sus remedios y organizó la provisión de éstos, sin abandonar ni el descubrimiento ni su remedio a la doble contingencia de que exista un sentimiento generoso y de que quien lo tiene conozca la necesidad, como dijera Hegel. (ALONSO OLEA, M. 1982:108). democracia, es valiosa y necesaria la existencia de contrapesos, como puede ser el de la compasión. 5) Una sociedad compasiva subsiste, pese a su ostracismo oficial, tanto en las mazmorras de la sospecha como a la luz del sol, en este último caso vestida de «organización no gubernamental», realidad social que se autoreproduce en una constelación de asociaciones en que el ciudadano encuentra todos los campos imaginables para el despliegue de su sentido pro-social, mentalidad altruista o conciencia solidaria 26. 6) La sociedad compasiva entiende que sus miembros, aun en su más absoluta individuación, no dejan de ser solidarios ya que forman un «solidum», puesto que aspiran a «padecer con» y no sólo «actuar con» (pasión/acción, la conocida dualidad filosófica). Vivir «compasivamente» es vivir apasionadamente contigo, experimentar contigo, padecer (pathos) contigo: no es simplemente «verlo». 7) La sociedad compasiva, por último, es la que ha logrado la meta de que sus miembros sientan unos con otros, no que coexistan o vivan «al lado de». Y ahora, volviendo a la alegoría de la mazmorra de la sospecha que acabo de nombrar, ¿qué puede hacerse para que el ciudadano pueda ser compasivo sin tener que buscar un escondrijo o un disfraz? Estimo que entramos en una amplia operación de recuperar crédito a través de conceptos más exactos y menos prejuiciados por los residuos y basuras de tantos aluviones pasados. Todo ciudadano compasivo es justo (ius suum cuique 26 La denominación «organización no gubernamental», así como la de «asociación sin fines de lucro» o la ordinal de «tercer sector» pretenden separar lo que ni es Administración ni es tampoco Empresa mercantil. La separación no es satisfactoria, pues lo que denomina con más propiedad nunca es lo referencial, sino lo esencial. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 29 ESTUDIOS tribuire, de Ulpiano) pero... puede ser mucho más que justo (ius meum quoque tuum). Vuelvo a la idea ya expuesta. El derecho a la ayuda ni está encerrado en formulaciones legales ni condiciona una voluntad compasiva (estamos pagando la factura de haber olvidado el origen moral –y no sólo legal– de los deberes). Para terminar, ni el trueque ni el mérito agotan la relación social, porque también existe –¡felizmente!– el don o regalo. Una revitalización de la sociedad compasiva es verdaderamente funcional: podría producir una sociedad de más calidad -y más cálida- que ya no depende del Gobierno ni del Estado para existir. Pero, ¿puede ambicionarse algo más, a largo plazo? Ésa es la oportunidad de una sociedad incluyente, la que sin abandonar el mantenimiento perfeccionado de las políticas clásicas de protección social, intenta ir más allá de esas políticas de alivio, ya mejoradas con la sociedad compasiva pero que buscan, en el derrotero de la antigua reforma social, olvidada tras medio siglo de «welfarismo», la ruptura de las dependencias respecto al modelo económico. La sociedad incluyente es la ambición de una Política Social que no sé cómo calificar porque, al igual que las cosas más bellas, existen mejor en el ensueño; la bella durmiente necesita su príncipe y su beso. De todas maneras, mientras ella espera, la reivindicación de la sociedad compasiva y la propuesta gradual de una sociedad incluyente merecen algo más que aguardar. Entro en mis «conclusiones», que son estrategias no muy complicadas y que, además, van haciendo camino porque son vías que, igualmente, podían inspirar esas «otras respuestas» a las que me he referido en páginas anteriores. CONCLUSIONES QUE SIRVEN PARA ÉSTE Y PARA OTRO PLAN DE INCLUSIÓN Un Plan de Inclusión Social, por consiguiente, forma parte del diseño de una deter- 30 minada sociedad que no debe perder su dimensión compasiva, independientemente del nivel de logro en que se sitúe dentro de su ambición de sociedad incluyente. Todavía diré más: la exigencia de una sociedad incluyente, donde y cuando la haya, necesita la compañía inseparable de una sociedad compasiva. Ésta es la que da sabor, la que rebosa y desborda, la que «globaliza» cualquier pretensión de sociedad incluyente cuando ésta se entiende a sí misma como «sólo para los suyos». La sociedad compasiva es mundializadora: por eso hace tanta falta. Un Plan de Inclusión Social debe sustentarse sobre cinco pilares, cuatro en las esquinas y uno central que soporta el peso fundamental, como un palo de sombrilla, mientras los otros cuatro mantienen la fachada, mucho más liviana. Dejo que el lector elija el que cree que debe ser el pilar central. Mi ordenación, pues, va a ser alfabética con el fin de hacer más interactiva la formulación de estas conclusiones: invito a jugar a arquitectos y espero que no se nos desplome el edificio. Mis pilares son civilidad, densidad social, educación, interculturalidad y responsabilidad. El pilar de la civilidad se refiere a la promoción de una ciudadanía basada en los derechos civiles, sociales, políticos y económicos más que en los «derechos de propiedad» que acaban justificando el acaparamiento de consumos y la diferenciación en el acceso a las provisiones (Alonso Benito, E. 1999:71-95). La civilidad legitima una sociedad compasiva y una sociedad incluyente, como objetivo final. Apoyar la civilidad como pilar equivale a sustituir la hegemonía económica. El pilar de la densidad social se relaciona con lo tupidas que deben ser las redes sociales, lo que se ha llamado por muchos la «densificación del tejido social». Esto equivale al fomento de una cultura de la participación y de la asociación, tanto en el terreno de la solidaridad civil, religiosa o de cualquier tipo. Este pilar implica la multiplicación de tareas REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 LUIS VILA LÓPEZ realmente incluyentes, innovadoras, flexibles, de cercanía. Con otras palabras, no hay civilidad mientras no hay explosión de redes sociales y coordinación de las mismas. El pilar de la educación es que absorbe gran parte de la atención, porque es como un agujero descubierto en el subsuelo y cuyo taponamiento y refuerzo puede tragarse todas las inversiones y todos los esfuerzos de una intensa tarea educativa. Escuelas, familias, asociaciones de todo tipo, iglesias y comunidades de convicción, etc. no pueden desentenderse del fomento de actitudes de búsqueda de valores comunes, algo cada vez más frágil y menos estimado. De esa fragilidad y minusvaloración se aprovecha la constelación de intereses económicos que cada día aparece más poderosa, precisamente por su concentración. Dado que la sociedad civil y la sociedad política tienen su punto de apoyo en las convicciones de la ciudadanía, sólo la inversión en convicciones para la ciudadanía presionará hacia un nuevo pacto o contrato social. El pilar de la interculturalidad es el reconocimiento del otro, muchas veces en su diversidad ingrata (no agradecida), que es fruto de la educación moral y cada vez más se va a manifestar en diálogo de culturas que necesita ser auténtico. Con este pilar nos hemos topado y es el que afecta a las minorías mayoritarias en los países occidentales. Quiero hacer referencia a ese marco y mucho más allá de las diferencias raciales visibles, porque hay que entrar en el basamento de los valores culturales que coexisten, a fin de asumir e integrar 27. No nos conformamos con verificar la evidencia de que ciudadanías de segunda clase, vergonzantes y ocultas, vivan en sus ghettos o mezclados con los demás, que tengan más o menos peso político 27 Sugestivo el artículo de JEREMY RIFKIN, presidente de la Fundación sobre Tendencias Económicas de Washington D.C. La gran conversación, EL PAÍS, 17 de noviembre de 2001, pg. 23. basado en su singularidad. Sin ese diálogo estaríamos introduciendo, cada vez más un caballo en Troya, en lugar de atender a elementos de la cultura y valores ajenos que enriquecen en su heterogeneidad –y por tanto en su dificultad– «nuestra» (la de los que se la hayan podido apropiar) cultura de acogida. Por último, el pilar de la responsabilidad que es el que toca a los que «tiene que responder de», a los que «tienen que responder ante»: es la re-fundamentación de la política y de lo político, la renovación que sitúa adecuadamente los valores que guían el comportamiento en la polis, tanto de los profesionales de la política como de todos los actores políticos, que en una sociedad de la participación somos todos. Volver a descubrir y prestigiar lo político quiere decir que no es posible que los valores de la polis se subordinen a las exigencias mercantiles no controladas. Se necesita descubrir en todo ciudadano –mucho antes que en todo consumidor- al homo politicus que llevamos dentro. «Políticos del mundo, ¡uníos!» es muchísimo más que acuerdos post-electorales, porque requiere procesos múltiples de negociación por parte de todos los actores políticos. Se ha demostrado hasta la saciedad que los actores políticos tradicionales y profesionalizados «son necesarios pero no son suficientes». ¿Qué pilar ponemos en el centro? REFERENCIAS AGANZO, A. y RENES, V. (2001): Plan de inclusión social. Propuestas de Caritas, Revista de Servicios Sociales y Política Social, 55(33-54). ALONSO OLEA, M. (1982): Cien años de Seguridad Social, Papeles de Economía Española, 12/13, 107-116. ASKONAS, P. & S TEWART, A. (Ed) (2000): Social Inclusion: Possibilities and tensions, MacMillan, London. AZCÁRATE, G. de (1933): Estudios sobre el problema social, el problema social y las leyes del trabajo, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 31 ESTUDIOS Estudios Sociales, Madrid, Sucesora de M. Minuesa (cito por la edición seleccionada y prologada por Luis Marichalar, Vizconde de Eza; la primera edición es de 1876, con el título general de Estudios económicos y sociales). DELANTY, G. 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El autor aboga por el mantenimiento de este tipo de políticas de inclusión pero sin perder de vista el paso hacia transformaciones políticas más radicales que eviten el enquistamiento de diferentes niveles de ciudadanía. Esta línea de aceptación pero también de mantenimiento de objetivos más exigentes está en la base de las críticas a las políticas de la UE manifestada en los planes nacionales de inclusión. En sus conclusiones propone la coexistencia de dos tipos de sociedades, la «compasiva» y la «incluyente». Ambas comparten estrategias de valoración de lo político, cultura de la participación, nueva ciudadanía, diálogo de culturas, primacía de la educación y movilización de todos los actores políticos para el acuerdo sobre un nuevo pacto social *. * El manuscrito ha sido leído y criticado con amable sinceridad por mis colegas Ana M. Guillén (Universidad de Oviedo) y Carlos Pla (Universidad Complutense), así como por Juan A. Peredo (Ministerio de Asuntos Exteriores, Secretaría de Estado de Asuntos Europeos). Les doy las gracias por su interés pero, no obstante, la responsabilidad de este escrito no la comparto con ellos. 34 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Desigualdad y exclusión social en las sociedades tecnológicas JOSÉ FÉLIX TEZANOS * L a revolución tecnológica en curso nos está situando ante el tercer gran ciclo de transformaciones sociales que han tenido lugar en la historia de la humanidad. El primer ciclo fue la «revolución neolítica» que a través de un conjunto de evoluciones paulatinas condujo al modelo de sociedades agrarias. El segundo fue la «revolución industrial» que dio lugar a un curso de cambios intensos y relativamente rápidos que se plasmaron en un nuevo tipo de sociedades industriales, conllevando modificaciones en prácticamente todos los ámbitos de la vida social. En la perspectiva general de esta evolución de los sistemas productivos y de los modelos de sociedad, en nuestros días está teniendo lugar un gran ciclo de cambios que prefiguran una revolución tecnológica de amplio alcance que está dando lugar también a un nuevo paradigma de sociedad. Los principales procesos de innovación que están teniendo lugar son la microelectrónica y sus desarrollos informacionales (sociedad de la información), la microgenética, con enormes impactos posibles en la vida de los seres humanos, y la física cuántica y los cambios relacionados con los nuevos materiales, las * Catedrático de Sociología UNED. Director de la Revista Temas para el Debate. nuevas fuentes de energía, los nuevos artilugios, etc. LA ACELERACIÓN DE LOS CAMBIOS SOCIALES El nuevo tipo de sociedad que está surgiendo bajo el impulso de la revolución tecnológica conlleva un haz muy diverso de modificaciones en las formas de trabajar, de estudiar, de enseñar, de comunicarnos, de interactivar con los demás e, incluso de pensar. Es decir, están cambiando nuestras formas de estar y actuar en sociedad. Y lo importante es que estas transformaciones se están produciendo de una manera extraordinariamente rápida e intensa, sin que a veces exista una conciencia precisa del alcance y de la aceleración de los cambios. Para tener una verdadera medida del ritmo de las transformaciones sociales y de la amplitud de los planos en los que inciden habría que ser capaces de establecer –aunque sólo sea mentalmente– un paréntesis temporal de quince o veinte años y comparar los efectos producidos en una misma sociedad –aquella en la que nosotros vivimos– durante ese eventual «salto teórico» en el tiempo. Por ejemplo, una persona que hubiera permanecido inconsciente o en shock durante un período de tiempo similar, al «despertar» REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 35 ESTUDIOS se encontraría con un tipo de sociedad muy diferente sin necesidad de moverse de sitio. ¡Con cuántas cosas se toparía que le resultaría difícil interpretar o entender a primera vista! Pero la cuestión que se suscita en el curso actual de los cambios sociales no es únicamente la que concierne a la intensidad y la amplitud de las transformaciones que afectan nuestra vida cotidiana en el trabajo, el ocio, el hogar, etc., sino el contexto general en el que se producen, que también es un contexto enormemente dinámico. En pocos años, nuestro Planeta se está viendo sometido a un ritmo de mutaciones extraordinario. Desde 1960 a finales del siglo XX la población se ha multiplicado por dos, pasando de tres mil millones de habitantes a seis mil millones. Al mismo tiempo, la riqueza se ha multiplicado por nueve durante la segunda mitad del siglo XX. La impresión general, efectivamente, es que la riqueza global está creciendo considerablemente. Pero, sin embargo, no existe la misma impresión en lo que respecta a la evolución del bienestar social de la mayoría de la población. Los índices de evolución del PIB en los países más ricos se presentan de manera exultante, pero los índices de desarrollo humano que elabora la ONU (PNUD), o los datos sobre pobreza y carencias sociales que se recogen en los últimos informes del Banco Mundial no permiten llegar a las mismas conclusiones optimistas. LA POBREZA EN LA CIVILIZACIÓN TECNOLÓGICA Vivimos, por lo tanto, en una coyuntura compleja y paradójica en la que muchas veces los diferentes datos de la situación no se ponen en común, no se intentan casar para elaborar un balance global de las circunstancias en las que nos encontramos y de las perspectivas de evolución que se dibujan. Formamos parte de una civilización tecnológica capaz de poner en el ciclo una estación 36 espacial tremendamente avanzada, una estrella artificial que podemos contemplar con nuestros ojos por la noche desde la placidez de nuestras casas. Hemos logrado terminar de desentrañar la secuencia del Genoma Humano –el misterio de nuestra vida– antes de los plazos previstos. Estamos dando pasos de ciencia-ficción en ingeniería genética y en otros campos científicos. Pero, sin embargo, al mismo tiempo, no somos capaces de evitar que todos los días una media de 30.000 niños mueran a causa de insuficiencias alimenticias. La nuestra, por lo tanto, es una civilización que puede «lo más grande», pero no puede –o no quiere– resolver cuestiones aparentemente «pequeñas» y de sentido común que están al alcance de nuestras manos, como garantizar el derecho a la existencia de todos, o las posibilidades de vivir en condiciones de suficiente dignidad humana. ¿Cómo se puede explicar esta contradicción tan grande? ¿Cómo podemos sostener en estas condiciones que nuestra civilización promueve el progreso científico, humano y social a la vez? El último Informe sobre desarrollo humano de la ONU nos acaba de recordar que «11 millones de niños menores de 5 años mueren cada año (30.000 niños cada día) por causas evitables», que 350 millones de niños no asisten a la escuela, que 1.200 millones de personas tienen que arreglárselas para vivir con menos de un dólar al día, que «de los 4.600 millones de habitantes» de los países menos desarrollados «más de 850 millones son analfabetos», que la tasa de analfabetización de adultos en Asia Meridional es del 55% y en el África subsahariana del 60%; que en algunas zonas del planeta –en África y en la Europa Oriental– se están produciendo retrocesos en los niveles de ingresos, en las tasas de matriculación escolar e, incluso, en la esperanza media de vida 1. 1 PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001, Mundi Prensa, Madrid, 2001, p. 11 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS CUADRO 1. PRIVACIÓN GRAVE EN MUCHOS ASPECTOS DE LA VIDA Fuente: Smeeding 2001b; ONUSIDA 2000a; UNESCO 2000b; Banco Mundial 2000b, 2001b, 2001c, 2001f; OMS 1997; OCDE y Statistics Canada 2000 (Vid., PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano 2001, Mundi-Prensa, Madrid, 2001, pág. 11). En su conjunto, el mapa de «privaciones» que nos presenta la ONU revela gran parte de las contradicciones y carencias que se están manifestando en nuestra avanzada y próspera civilización (Vid cuadro 1). Sin embargo, las desigualdades y las carencias no afectan sólo al mundo subdesarrollado, sino que también en las naciones más prósperas se están abriendo brechas dualizadoras. En concreto, en los países de la OCDE, es decir, los más prósperos y ricos de este planeta, «más de 130 millones de personas padecen pobreza de ingresos, 34 millones se encuentran desempleados y la tasa media de analfabetismo funcional de adultos alcanza el 15%» 2. des más desarrolladas, lo cierto es que la principal brecha desigualitaria es la que marca las distancias entre un reducido grupo de países ricos y el resto de los habitantes del Planeta. Analistas rigurosos como Ernst Von Weizsäcker han ejemplificado estas diferencias de raíz, advirtiendo que si el nivel de vida medio de un norteamericano o de un canadiense se extendiera al resto del planeta, la huella ecológica que requiere el mantenimiento de sus niveles de consumo haría preciso el tamaño de seis planetas como el nuestro. O cuatro planetas como la Tierra para garantizar a todos el nivel de consumo de un europeo medio3. Es decir, estamos ante problemas y dilemas que sólo pueden ser entendidos de una Aunque la pobreza y las carencias están también presentes en el seno de las sociedaERNST VON WEIZSÄCKER, «El siglo del medio ambiente», Temas, nº 62, enero 2000, págs. 24-27. Vid, también, La política de la Tierra, Editorial Sistema, Madrid, 1992. 3 2 Ibid, p. 12. Vid, también, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La sociedad dividida, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 37 ESTUDIOS manera correcta si «casamos» las diferentes piezas que forman parte del conjunto de nuestra situación actual. Y lo cierto es que, cuando se empiezan a casar estas diferentes piezas se constata que el nivel desmesurado de prosperidad y de consumo de unos cuantos –tal como hoy en día están las cosas– sólo es posible que pueda sostenerse al precio de mantener las carencias y las miserias de otros. De ahí la necesidad de comprender los problemas de nuestra civilización actual en su verdadero alcance global. Esta es la verdadera globalización a la que habría que prestar atención prioritaria: la de las posibilidades del planeta y la de las necesidades de todos los seres humanos que lo poblamos. ¿Qué ocurrirá dentro de medio siglo si continua el actual ritmo de crecimiento de la población del planeta y si se mantienen las actuales estructuras y parámetros de desigualdad? ¿Podremos disponer sin límites de bienes y recursos para todos, o estos tenderán a ser «repartidos» de manera cada vez más desigual en función de las posibilidades de disposición general? ¿Serán habitables en un futuro no lejano las sociedades «divididas» que se están perfilando? ¿Qué tensiones se generarán en nuestro planeta debido a las actuales estructuras desigualitarias? El riesgo de avanzar hacia un tipo de «sociedades divididas» afecta, pues, a más componentes de nuestro futuro de los que a primera vista pudiera parecer. De momento los datos fehacientes disponibles y las variables políticas de las que se tiene constancia revelan que estamos inmersos ante un proceso de cambio que presenta dos caras: una de carácter sociológico y otra de carácter político: — En términos sociológicos, los hechos constatables revelan que estamos ante un cambio del modelo social y que está perfilándose un nuevo tipo de sociedades tecnológicas avanzadas que ya no responden a los mismos parámetros que las sociedades industriales clásicas. 38 — A su vez, en término socio-políticos, hay que ser conscientes de que el nuevo paradigma de sociedad emergente se está viendo afectado de manera importante por un cambio en el modelo de bienestar social. Esta conjunción de factores sociológicos y políticos están abriendo una deriva desigualitaria que tiende a reactualizar la atención a la «cuestión social» en la Sociología, en esta ocasión teñida por el influjo de múltiples manifestaciones específicas de «malestar social». TENDENCIAS DE REGRESIÓN SOCIAL Las principales tendencias que traducen y enmarcan esta situación son básicamente cuatro: dos de ellas se relacionan con el contexto político y las otras dos hacen referencia a parámetros más concretos de la evolución social, tanto desde el punto de vista de la objetividad social, como desde las percepciones subjetivas. La primera tendencia que se está registrando en la mayor parte de los países desarrollados es la regresión en las políticas de protección social. De manera específica en los países de la Unión Europea desde el año 1993 se está reduciendo la proporción del PIB destinado a gastos de protección social, habiendo pasado del 29,1% del PIB en la media de la UE en 1993 a un 28,4% en 1997 (Vid gráfico 1). Las disminuciones han sido mayores no siempre en los países donde los niveles de gastos sociales más altos pudieran hacer factible un mayor grado de ajuste o economización de gastos, sino en algunos de los países donde eran menores, como Irlanda, donde se ha pasado del 21% al 17,8% del PIB, o en España, donde se ha bajado del 24% al 21,4% en 1997 4. 4 Eurostat, Yearbook 2001, Bruselas, 2001, p. 234. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS GRÁFICO 1. GASTO EUROPEO EN PROTECCIÓN SOCIAL EN PORCENTAJE DEL PIB Fuente: Eurostat. ESSPROS (1996 Manual ESSPROS) y Yearbook 2001, Bruselas, 2001, pág. 234. En España, en concreto el gasto social se sitúa actualmente en un 20,2% del PIB, es decir un 20% menos que en 1993. Esta cifra resulta aún más significativa, si tenemos en cuenta que la media de gasto social en Europa a finales del siglo XX era de un 28% del PIB (8 puntos más en promedio que en España). Estas diferencias dan lugar a que en España la proporción de empleados en servicios de bienestar sea sólo de un 5,6% de la población activa, en comparación con un 10% de la media europea, al tiempo que los gastos en pensiones representan un 8,7% del PIB, respecto a un 11% en la media de la UE, y los gastos en sanidad sólo son un 5,8%, respecto a un 7,3% en la UE 5. En términos comparativos internacionales las regresiones sociales experimentadas en España han dado lugar a que se haya descendido desde el puesto número 9 en el ranking del índice de desarrollo humano de la ONU en 1995, al puesto número 21 en el In- Vid, VICENÇ NAVARRO, «El Estado de Bienestar en España», Temas para el Debate, nº 81-82, agosto-septiembre 2001, Dossier nº 1, pp. II y ss. forme del año 2001, y de una puntuación del 0,939 en dicho índice a mediados de los 90 a un 0,908 a finales de siglo. Estos retrocesos se deben de manera especial a la menor inversión en gastos de salud en dicho período (se ha bajado del 6,5% del PIB al 5,6%), así como a los retrocesos relativos experimentados en gastos públicos en Educación (del 5,6% al 5% del PIB) 6 (Vid gráfico 2). Un aspecto significativo de las tendencias de regresión social es el que tiene que ver con las ayudas internacionales al desarrollo. En este sentido las ayudas aportadas por el Comité de Asistencia para el Desarrollo (CAD) de la OCDE han retrocedido desde unas magnitudes que representaban en 1990 el 0,34% del PNB de los países miembros a un 0,24% a finales de siglo, se situaban bastante lejos del modesto objetivo del 0,7% (y alejándose). Esta tendencia general, como puede entenderse, implica un riesgo de fragilización 5 6 PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano, varios años, op.cit. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 39 ESTUDIOS GRÁFICO 2. EVOLUCIÓN DE LA POSICIÓN DE ESPAÑA EN EL ÍNDICE DE DESARROLLO HUMANO DE LA ONU Fuente: PNUD, Informes sobre Desarrollo Humano, ONU, varios años. de las estructuras de Seguridad Social, especialmente en los países en las políticas de bienestar se encuentran menos desarrolladas, junto a un debilitamiento de los flujos de solidaridad internacional con los países que más lo necesitan. La segunda tendencia-marco es la que se refiere a la presión política organizada que se está ejerciendo en el mundo para promover una mayor regresión en las políticas sociales. Esta presión se hace notar básicamente desde tres perspectivas: en primer lugar a partir del predominio de las concepciones neoliberales y de los planteamientos propios de la «nueva economía», cuya influencia se ha extendido incluso a sectores socialdemócratas, y que supone una afirmación de criterios extremos de individualismo insolidario y de búsqueda del lucro y la codicia. La prevalencia de estos enfoques está conduciendo a una nueva experiencia de lo social que se traduce, como luego veremos, en un aumento notable de los procesos de desigualdad y de exclusión social. En segundo lugar, opera también a favor de esta tendencia regresiva la influencia que se ejerce a través de determinados organismos internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo 40 Monetario Internacional, la OCDE, etc., que actúan como una especie de «intelectuales orgánicos» de la nueva situación, haciéndose portavoces explícitos de los sectores políticos más proclives a las políticas de recortes sociales. La recomendación que hizo la OCDE a principios del verano de 2001 para evitar los «derroches de gastos de pensiones en España» es un buen ejemplo, quizás un poco pintoresco por lo extremo, pero muy expresivo, de este proceder que generalmente causa una mezcla de estupor y perplejidad en la opinión pública, sobre todo entre los ancianos que cobran pensiones públicas raquíticas, como se pudo comprobar en las encuestas que con dicha ocasión realizaron algunos medios de comunicación social en España. En tercer lugar, también es un factor explicativo de estas inflexiones la práctica inexistencia –hasta el presente– de una resistencia política organizada suficientemente firme y fuerte y doctrinalmente fundamentada que pueda oponer eficazmente a dichas regresiones sociales. Estas dos tendencias políticas forman parte de un contexto general que, lógicamente, presenta más matices que los que aquí podemos indicar, y que en su conjunto respon- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS de a un orden general en el que cada vez se está globalizando en mayor grado la economía, y también la pobreza, pero en el que no se está globalizando la manera de resolver los problemas sociales. Lo cual está haciendo patente una crisis importante de la Política y su subordinación total, no tanto a la lógica de la Economía –lo cual no sería tampoco correcto– como a la lógica del poder económico– lo cual está resultando claramente erosivo para el bien común. drían quedar reducidas a unos márgenes pequeños. Es decir, una sociedad socialmente justa –si ello es posible a priori– requeriría pocas políticas sociales y podría permitir reducir los gastos dedicados a este fin. Pero, ¿es este el caso que nos ocupa? ¿Qué indican los hechos sociales concretos? Lo que indican los hechos resulta bastante explícito y se relaciona con las otras dos tendencias básicas a las que hice referencia al principio. Las regresiones sociales que han tenido lugar y las perspectivas que se pueden augurar de mayores regresiones a corto plazo, podrían ser interpretadas, en principio y de manera descontextualizada, como un eventual indicador de que ya se habría alcanzando una situación de bienestar social razonable para una amplia mayoría de la población, que, por lo tanto, ya no necesitaría con tanta premura de las políticas asistenciales públicas. Posiblemente, en un modelo de sociedad justa, bien integrada y articulada de acuerdo a criterios de equidad y reciprocidad, las necesidades de intervención compensatoria y de apoyo social de los poderes públicos po- LAS DEMANDAS Y LAS NECESIDADES SOCIALES La tercera tendencia en la que nos debemos fijar, por lo tanto, es la que se refiere a la propia sensibilidad social de la población. En este sentido los datos procedentes de la investigación sobre Tendencias Sociales de Nuestro Tiempo que venimos realizando un amplio grupo de profesores desde 1995, demuestran que existe una acusada sensibilidad de la opinión pública por las cuestiones sociales. En concreto, cuando a los ciudadanos se les pregunta cuáles serán los principales problemas de una sociedad como la espa- GRÁFICO 3. EVOLUCIÓN DE LA PERCEPCIÓN SOBRE LOS GRANDES PROBLEMAS DE ESPAÑA Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, varios años. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 41 ESTUDIOS ñola dentro de diez años, las cuestiones que se mencionan más destacadamente son el desempleo, las desigualdades y las carencias y otros asuntos que también tienen una indudable raíz social, como los problemas de las drogas y de la violencia y la delincuencia, refiriéndose a gran distancia los problemas económicos y políticos (Vid gráfico 3). Igualmente cuando se pregunta por los problemas del mundo en el escenario de una década, los problemas sociales, las desigualdades, el hambre, etc. aparecen subrayados aún de manera más destacada (Vid gráfico 4), revelando que la matriz de preocupaciones sobre el futuro que la mayoría de la gente tiene en mente presenta un claro matiz social. La preocupación general de la población por las cuestiones sociales y el carácter recurrente con que se hace mención prioritaria a determinados problemas, como el paro, revelan que para muchas personas las cosas no van tan bien como machaconamente se repite y como se pretende que «parezca» mediante el manejo simplificado de algunos indica- dores economicistas que no reflejan todos los matices, ni la verdadera complejidad de la evolución social concreta. Una vez llegados a este punto, y poniendo en relación las tres tendencias básicas a las que hasta ahora nos hemos referido, la primera conclusión a la que se puede llegar es que existe una contradicción importante entre el plano de las decisiones políticas y el de la subjetividad social. O si queremos plantearlo en otros términos, lo que habría que preguntar, a partir de estos datos es: ¿están situadas en la agenda política las preocupaciones de la población en el mismo nivel de prioridad en que lo sitúan la mayoría de los ciudadanos?, ¿evolucionan las tendencias políticas en la misma dirección, y con la misma intensidad, que las percepciones de la mayoría de la opinión pública? Para cualquier analista objetivo, yo creo que las respuestas a estas preguntas son evidentemente negativas. Lo cual nos lleva a formular una pregunta aun más peliaguda: ¿por qué ocurre esto así? Y, como corolario, ¿cuáles pueden ser los efectos de esta contradicción de base? GRÁFICO 4. PRINCIPALES PROBLEMAS DEL MUNDO DENTRO DE 10 AÑOS (%) Fuente: GETS, Encuestas Tendencias Sociales, 2000. 42 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS Algunos analistas bienintencionados aún podrían responder a estas preguntas intentando explicar tales contradicciones en términos de un eventual desfase existente entre los planos de la objetividad y de la subjetividad social. Es decir, podría argüirse que las percepciones de la mayoría de los ciudadanos son erróneas y están desenfocadas y que los hechos objetivos contradicen sus apreciaciones debido a que las necesidades sociales no aumentan, sino que disminuyen. ¿Se podría sostener con algún fundamento esta interpretación? Un conjunto muy amplio de hechos parecen indicar que tal interpretación no es plausible ni de lejos. Lo cual lleva directamente a la última tendencia a la que me quería referir aquí. a una inflexión coyuntural y más o menos casual de la evolución social, sino que tiene su origen en las propias caracterizaciones estructurales del modelo de sociedad que se está prefigurando en el curso de la revolución tecnológica y bajo el influjo de ciertos factores de contexto a los que luego me referiré. Pero lo que aquí me interesa subrayar, de entrada, es que estamos evolucionando, por causas estructurales, hacia un tipo de sociedades que presentan mayores componentes de dualización social, como he demostrado en La sociedad dividida y en El trabajo perdido. EL AUMENTO DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES En primer lugar estamos asistiendo a un crecimiento de las desigualdades en el conjunto del planeta. Las diferencias entre los países más ricos y más pobres tienden a acentuarse (Vid gráfico 5), al tiempo que también aumentan las diferencias de rentas entre los ciudadanos de los países desarrollados. La cuarta tendencia general muestra que estamos asistiendo a un aumento de las necesidades sociales, como consecuencia de procesos sociales que están afectando a la propia evolución de nuestra organización societaria. Los procesos sociales que enmarcan esta evolución y que explican el curso desigualitario y precarizador en el que nos encontramos inmersos han sido objeto de varios análisis concretos y se encuentran avalados por los datos de un buen número de informes recientes de la ONU (PNUD, UNESCO, etc.), de la OIT, de la OCDE y hasta del Banco Mundial. A todo ello me he referido con cierto detalle, en un marco de explicación sociológico más amplio, en mi trilogía sobre la «desigualdad, el trabajo y la democracia», sobre todo en los dos primeros libros (La sociedad dividida y El trabajo perdido, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001). Aunque aquí no es posible entrar en mayores detalles sobre estas cuestiones, en cualquier caso hay que tener presente que la actual deriva desigualitaria, con todas sus implicaciones sociales y políticas, no obedece De cara al hilo del análisis que aquí estamos realizando los principales datos que evidencian que estamos inmersos en una dinámica desigualitaria que amplía y acentúa las necesidades sociales son los siguientes: En segundo lugar, en paralelo a lo anterior y como corolario de ello, el poder y la riqueza está tendiendo a concentrarse en pocas manos. En pocos años los datos de la ONU han pasado de hablar de cerca de 400 millonarios que concentraban tanta riqueza prácticamente como la mitad de la población mundial a una cifra de sólo 200, algunos de ellos vinculados por relaciones familiares entre sí: con casos extremos como los de los tres grandes multimillonarios cuya fortuna personal es superior al Producto Interior Bruto conjunto de los 48 países menos desarrollados de este planeta en los que viven 600 millones de personas. Un caso singular es el de Bill Gates, cuya fortuna se calcula en 12 ó 14 billones de pesetas, es decir más que el PIB de un país como Irlanda. Si Bill Gates decidiera no trabajar nunca más y retirar su dinero de la Bolsa y no ingresar ni un dólar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 43 ESTUDIOS GRÁFICO 5. EVOLUCIÓN DE LAS DIFERENCIAS MUNDIALES DE INGRESOS ENTRE EL 20% DE LA POBLACIÓN QUE VIVE EN LOS PÁISES MÁS RICOS Y EL 20% QUE VIVE EN LOS PAÍSES MÁS POBRES Fuente: ONU, Informes sobre Desarrollo Humano, varios años (Vid., por ejemplo, Informe 1999, pág. 36-37).. adicional en lo que le queda de vida, y en el supuesto de que tuviera una edad media de vida de 85 años, para disponer de su fortuna tendría que ser capaz de gastar mil millones de pesetas diarias. ¿Somos capaces de imaginar la desmesura que esto significa, mientras millones de seres humanos carecen de lo más imprescindible para poder sobrevivir? Pero la concentración de riqueza no se produce sólo en términos dinerarios, sino que tiene una proyección institucional y económica mucho mayor. Así, en la nueva economía globalizada están floreciendo grandes empresas multinacionales que refuerzan las tendencias de concentración de poder y de riqueza en pocas manos. No me refiero sólo al grado de control que las grandes empresas multinacionales tienen sobre cuotas sustantivas del mercado mundial, a veces superiores al 50%, sino al hecho, por ejemplo, de que las 200 grandes empresas multinacionales están controladas por un grupo de apenas 44 150 personas que se concentran en cinco de los países más prósperos (Estados Unidos, Japón, Alemania, Canadá y Reino Unido). Estas empresas mueven unos recursos superiores al PIB conjunto de los 150 países que no forman parte de la OCDE. Es decir, se trata de mega-corporaciones controladas por muy pocas personas que en ocasiones tienen mayor poder económico –y muchas veces también político– que los propios Estados nacionales: que además se ven constreñidos por limitaciones, desregulaciones y pérdidas de competencia y de ámbitos efectivos de incidencia, como consecuencia de los procesos de globalización 7. En tercer lugar, estamos asistiendo también a un aumento de las situaciones de ca- 7 Vid, en este sentido, el tercer libro de la ya indicada trilogía sobre «la desigualdad, el trabajo y la democracia»: JOSÉ FÉLIX TEZANOS, La democracia incompleta. El futuro de la democracia postliberal (en prensa). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS rencia y de necesidad prácticamente en todo el mundo, como ya hemos subrayado (Vid cuadro 1). Uno de los datos más expresivos de esta evolución es la cifra de 1.200 millones de seres humanos que tienen que vivir con sólo un dólar al día, o 2.400 que deben hacerlo con el equivalente de sólo dos dólares. El fenómeno trágico de las hambrunas que se llevan por delante millones de vidas, mientras muchas personas viven obsesionadas por el colesterol –por el exceso de alimentación– en el mundo desarrollado marca uno de los límites extremos de una forma incomprensible de organizar la vida en este planeta. En cuarto lugar, hay que ser conscientes de que, aunque en términos generales el desarrollo económico está aliviando las situaciones de partida en algunos países, hay zonas muy extensas en las que se están experimentando regresiones sociales, especialmente en África, y en algunas partes de Asia y del Este de Europa. En África por ejemplo está disminuyendo la tasa de escolarización de los niños, los niveles de nutrición y las esperanzas media de vida. En concreto, según refieren los informes de la ONU, hay 18 países que se encuentran inmersos en un proceso de regresión social que se llega a traducir en una disminución de las edades medias de vida. Finalmente, un quinto aspecto de la involución social al que quería referirme aquí es el aumento del paro y de la precarización laboral. Según los datos de la OIT a finales del año 2000 la cifra total de parados y subempleados en el mundo ascendía a más de mil millones de personas, es decir un tercio de la población activa mundial. En concreto, la cifra de parados era de 160 millones de personas, de ellos muchos son jóvenes (460 millones entre parados y subempleados) y 50 millones viven en los países desarrollados (incluida Europa del Este y Central). Además 500 millones de trabajadores tienen que vivir con menos de un dólar diario y muchos otros carecen de trabajo estable y de una mínima seguridad 8. La situación que se vive en el trabajo en los países más desarrollados, especialmente por los jóvenes, las mujeres, las minorías y los inmigrantes, es uno de los rasgos que mejor caracterizan la evolución que se está produciendo en los sistemas de organización social y los efectos exclusógenos y precarizadores a que da lugar. La creciente robotización industrial y la automatización de tareas en los servicios, junto al desarrollo de nuevas formas de organización flexible y descentralizada del trabajo en redes, está dando lugar a mutaciones sustantivas del trabajo, con un aumento de procesos de flexibilización, movilidad, precarización, vulnerabilidad, desregulación, etc. Los nuevos sistemas de organización del trabajo están dando lugar a un conjunto de tendencias laborales de indudable alcance social y cultural, que he analizado con algún detalle en El trabajo perdido y de las que aquí me gustaría destacar cuatro. En primer lugar, está produciéndose una segmentación ocupacional que obedece a que los modelos de producción económica emergentes requieren para su funcionamiento de dos tipos de trabajos muy diferentes entre sí; por un lado, una minoría de ejecutivos, expertos y técnicos de alto nivel que organizan, diseñan, programan, etc., y que son muy necesarios para el sistema –lo que algunos analistas como Robert Reich han calificado como los «analistas simbólicos» 9– y, por otra parte, una masa de asalariados indiferenciados, intercambiables, «descualificados», «devaluados» y «prescindibles» que realizan tareas menos «importantes» para la funcionalidad del sistema como tal –lo que otros analistas como Ma- 8 OIT, World Employment Report 2001. Life and work in the Informational Economic, Ginebra, 2001. 9 ROBERT REICH, El trabajo de las naciones, Vergara, Madrid, 1993; edición en inglés de 1991. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 45 ESTUDIOS nuel Castells han calificado como la «mano de obra genérica»– 10. Lo importante sociológicamente es que la polarización entre estos dos sectores ocupacionales está conduciendo a una notable dualización de ingresos, oportunidades vitales, estilos de vida, etc., hasta el punto que la estratificación por el trabajo (también como «carencia») está convirtiéndose en uno de los principales factores de estratificación social. En segundo lugar, está teniendo lugar un aumento muy significativo del paro estructural que se conecta con lo anterior y que tiene su manifestación más extrema en la sustitución del trabajo de hombres por robots industriales y por sistemas automáticos de trabajo. En tercer lugar, las nuevas coordenadas de la producción en una economía crecientemente mundializada están generando también un deterioro de las condiciones de trabajo y un aumento de la precarización laboral, debido entre otras cosas a la pérdida de monopolio de la fuerza de trabajo por parte de la población asalariada (con ejemplos incluso de fábricas altamente robotizadas prácticamente sin obreros), a la dinámica desreguladora y a los fenómenos de deslocalización empresarial, que han acabado mermando el poder de presión y negociación de los sindicatos y las mismas posibilidades prácticas de actuación compensadora de las organizaciones representativas de los trabajadores. La situación a la que se ha llegado como consecuencia de esta evolución sociolaboral ha dado lugar a un aumento significativo de los contratos laborales precarios, inestables y/o de baja calidad, especialmente entre los jóvenes y las mujeres, de forma que en muchos países la proporción de personas que se encuentran en paro, que tienen empleos temporales, a media jornada o en condiciones de «bajo salario» representan la mayoría del conjunto de la población activa (Vid tabla 1). MANUEL CASTELLS, La sociedad red. La era de la información. Vol 1, Alianza Editorial, Madrid, 1997. Vid, por ejemplo, pp. 293 y ss. Es decir, lo «anómalo» está tendiendo a convertirse en lo habitual, en lo predominante, con todos los efectos sociales y humanos que de ello se derivan, sobre todo para las nuevas generaciones. Finalmente, y en relación con todo lo anterior, esta dinámica implica un surgimiento de nuevas facetas de asimetría y un reforzamiento de los componentes desigualitarios en las estructuras sociales, que se añaden a las propias potencialidades dualizadoras implícitas en algunos aspectos de la lógica de la revolución tecnológica. Lo cual ha permitido hablar de «tecnopobres», de «infra-desarrollados tecnológicos», de «analfabetos tecnológicos», e incluso ha dado lugar a que se formulen hipótesis sorprendentes, como las de Silver, sobre la posibilidad de que los sectores más ricos de la sociedad utilicen los avances de la ingeniería genética para enriquecer articifialmente los componentes genéticos de sus descendientes. Lo que, en opinión de Silver, podría dar lugar a una «genocracia» o a unas «geno-clases», en las que las desigualdades se pudieran acabar traduciendo en el substrato físico de las personas 11. Las resistencias de algunos analistas a «entender» y «reconocer» estas tendencias de evolución socio-laboral está dando lugar a fenómenos sorprendentes de manipulación y distorsión estadística, uno de cuyos ejemplos es el cambio de los métodos muestrales y de la redacción de las preguntas de la Encuesta de Población Activa en España, con la finalidad de «lograr» una reducción significativa del número «oficial» de parados; como así ha sido efectivamente. Lo que resultaba dudoso es que esta manera de fabricar «artificialmente éxitos» estadísticos pueda producir a medio plazo una distorsión estable en la conciencia social de los ciudadanos. El hecho de que la gran mayoría de la población piense que el paro continúa siendo el problema 10 46 11 LEE M. SILVER, Vuelta al Edén, Taurus, Madrid, 1998; edición en inglés de 1997. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS (1) Cifras de 1997. (2) Los datos se refieren a trabajadores a tiempo completo, con salarios inferiores a dos tercios de las garantías medias del grupo. Año de referencia 1994 (panel de hogares 1994). Fuentes: Ministerio de Trabajo, Anuarios de Estadísticas Laborales y Asuntos Sociales 1997 y 1998, op.cit.; OCDE, Perspectivas del Empleo 1998, Madrid, 1998, p. 135; y OIT, Anuarios de Estadísticas del Trabajo, varios años. Elaboración propia. principal revela que los hechos concretos, inmediatos y vividos por muchas personas en forma de desempleo, precarización o inestabilidad laboral, pesan más en la conciencia colectiva que las operaciones de maquillaje estadístico ideadas por algunos «analistasavestruces». El resultado general de todos los procesos que aquí estamos analizando es un aumento de las situaciones de vulnerabilidad y de «exclusión social». Nuestras sociedades en muchos aspectos están recreando viejas condiciones de dualidad social y están dando lugar a un modelo de doble ciudadanía, en el que se perfila diferenciadamente la posición, por un lado, de quienes están razonablemente integrados en la sociedad y tienen vivienda, relaciones familiares y sociales estables y gratificantes y cuentan con ingresos regula- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 47 ESTUDIOS res y/o trabajo estable y razonablemente remunerado que permite mantener un nivel de existencia digno y una perspectiva vital satisfactoria. Y, por otra parte, están todos aquellos que son «prescindibles» o «intercambiables», que no tienen un trabajo digno, seguro, bien remunerado y con perspectivas de futuro y deben «aceptar» lo que encuentran, trabajando a salto de mata, aceptando los sueldos que les dan y las condiciones precarias e inestables que les ofrecen, pasando largos períodos sin empleo, viviendo de sus padres, de la beneficencia, o de las prestaciones sociales. Y en el peor de los casos deslizándose por la pendiente de la «vulnerabilidad social», con riesgo de quiebra de los lazos sociales y de las oportunidades de integración en «su» sociedad, que les trata como si fueran «invitados advenedizos» y extraños o «realquilados forzosos», a los que no se considera en igualdad de condiciones que a otros ciudadanos. De alguna manera, lo que está ocurriendo obliga a considerar a nuestras sociedades no como conjuntos integrados, sino como un mo- delo de círculos concéntricos, en el que el máximo nivel de integración y de pertenencia sólo es alcanzable por los ciudadanos plenos que se sitúan en el núcleo o esfera central de la sociedad, mientras que en las zonas periféricas se conforman distintos grados de pertenencia y de oportunidades sociales y vitales hasta llegar, en una serie de círculos o estratos, a aquellos que quedan arrojados en las fronteras exteriores del sistema, donde quedan desdibujadas las condiciones de ciudadanía y no se reconocen prácticamente muchas de las conquistas de la modernidad (Vid gráfico 6). El continuo inclusión-exclusión viene delimitado, de esta manera, por un conjunto de variables de carácter laboral, familiar, social, habitacional y, en su caso, asistencial o reintegrador, que dan lugar a que en nuestras sociedades, junto a las zonas negras de la exclusión social, se estén perfilando espacios grises donde se hace presente la vulnerabilidad social, hacia la que se deslizan millones de personas, con el riesgo consiguiente de que, si no se hace nada para remediarlo, mucha gente GRÁFICO 6. DIFERENTES ZONAS DE INTEGRACIÓN Y EXCLUSIÓN EN LAS SOCIEDADES ACTUALES 48 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS puede ir deslizándose progresivamente desde la vulnerabilidad hacia la exclusión social, con todos los riesgos de surgimiento de enconamientos, y de fracturas sociales que de ello se pueden derivar (Vid gráfico 7). Las investigaciones sobre exclusión social que realizamos en 1998-99 en el marco del estudio sobre Tendencias Sociales de Nuestro Tiempo reveló que la población española y los expertos en estas materias están muy preocupados por las perspectivas de intensificación de la exclusión social. La mayoría piensan que la exclusión es un problema grave y que tiende a aumentar y a empeorar (Vid gráfico 8). GRÁFICO 7. LOS RIESGOS DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL Fuente: ONU, Comission of the European Communities. Observatory of national policies to combat social exclusion. Third Annual Report, Bruselas, 1994, pág. 51. Versión adaptada incluyendo las dos últimas columnas (vivienda y relaciones sociales). GRÁFICO 8. PERCEPCIONES GENERALES SOBRE LA EXCLUSIÓN SOCIAL (Porcentajes) Fuente: GETS, Encuesta sobre Exclusión Social, 1998 y Estudio Delphi sobre exclusión social 1998. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 49 ESTUDIOS GRÁFICO 9. PERCEPCIÓN DE LOS RIESGOS DE QUEDAR EN UNA SITUACIÓN DE EXCLUSIÓN SOCIAL. AHORA Y DENTRO DE DIEZ AÑOS Fuente: GETS, Encuesta sobre exclusión social, op. cit.. Pero, posiblemente, lo más significativo que reveló nuestro investigación fue que la identificación de los riesgos personales de exclusión nos sitúa ante una magnitud en torno a un 20% de la población que manifiesta miedo a verse afectado personalmente por la exclusión social (Vid gráfico 9). Lo cual, como venimos subrayando, implica una alta conciencia de riesgos de verse arrojado hacia los límites exteriores del sistema social, en una forma que pone en cuestión muchos de los supuestos y los valores en los que hasta ahora se habían venido asentando nuestras sociedades. Este es en el fondo el gran problema de la exclusión social y de la crisis del trabajo, con todos los efectos que lo acompañan: la impugnación del modelo, y de la misma idea, de una sociedad razonablemente armónica de seres humanos iguales en oportunidades, modos de existencia y trayectorias vitales. 50 La nueva lógica del poder, el deterioro de las condiciones de vida y de trabajo de muchas personas, el aumento de las desigualdades y de los riesgos de exclusión, la pérdida de horizontes –y esperanzas– de futuro de muchos jóvenes, el deterioro de las formas de convivencia, la crisis de los valores de la solidaridad, de la reciprocidad y el altruismo y hasta la misma difuminación de la idea del bien común, están conduciendo a una deriva social en la que se hecha en falta la presencia de elementos que tiendan a la búsqueda de nuevos equilibrios, ajustes y compensaciones sociales. El nuevo tipo de sociedades que se están desarrollando, muestra que hay demasiados engranajes que giran fuera de control, que hay muchas frustraciones, carencias y pesimismos que acabarán estallando por algún lado y, a su vez, que algunos de los instrumentos políticos heredados del pasado se muestran desfasados o incapaces de equilibrar los procesos sociales en curso. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS Y, por encima de todo, se hace palpable la «ausencia» de sistemas de valores y creencias suficientemente arraigados y creíbles, que puedan servir como acicate y como guía de orientación para emprender el camino de la recuperación de los equilibrios sociales y de la reconstrucción de unos componentes mínimos de equidad y armonía social. La metáfora de Giddens sobre «un mundo desbocado», en el que nadie sabe muy bien a dónde vamos, ni quién lleva las riendas de la evolución social, responde a un estado de ánimo y a unas percepciones colectivas bastante difundidas, tal como evidencian muchas de las investigaciones concretas realizadas en el marco del Programa de estudio sobre Tendencias Sociales de Nuestro Tiempo, al que antes me he referido 12. Probablemente no tardarán en producirse reacciones sociales contundentes contra el estado de cosas hacia el que evolucionamos. Algunas ya han empezado a producirse en una forma que está dejando perplejos a muchos ciudadanos y notablemente desorientados a determinados núcleos de poder. Pero es muy posible que lo que hasta ahora hemos visto sea sólo un pálido anticipo de lo que está por venir. La acentuación de los climas de protesta, de violencia, de delincuencia, de apatía y distanciamiento político, vendrá a superponerse a los procesos de deterioro interno del actual ANTHOY GIDDENS, Un mundo desbocado, Taurus, Madrid, 2000; edición inglesa de 1999. Sobre la investigación de Tendencias Sociales, puede verse en especial, JOSÉ FÉLIX TEZANOS, JOSÉ MANUEL MONTERO, JOSÉ ANTONIO DÍAZ (eds.), Tendencias de futuro en la sociedad española. Primer foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema, Madrid, 1997; JOSÉ FÉLIX TEZANOS, ROSARIO SÁNCHEZ MORALES (eds.), Tecnología y sociedad en el nuevo siglo. Segundo foro sobre Tendencias sociales, Editorial Sistema, Madrid, 1998; JOSÉ FÉLIX TEZANOS (ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social. Tercer foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema, Madrid, 1999; JOSÉ FÉLIX TEZANOS (ed.), Escenarios del nuevo siglo. Cuarto foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema, Madrid, 2000. 12 sistema económico, debido a todos los problemas funcionales que están señalando los analistas. No me refiero sólo a los riesgos de estallido de la burbuja financiera, de recesión, de congestión de la capacidad de consumo debido a las propias regresiones sociales, de esteoporosis cívica, o de entropía del sistema, sino también a la propia erosión de fondo que implica la lógica de un modelo que sólo es capaz de alentar un patrón de actuación en el que las unidades de actuación económica (empresas) únicamente «miran por sí mismas». Como recordaba un conocido analista, operar y multiplicarse sólo para su propio fin es la filosofía de la célula cancerígena 13. En las comunidades primitivas de las que tenemos rastros arqueológicos se han encontrado fósiles que demuestran que nuestros antepasados tuvieron fracturas óseas graves que requirieron cuidados permanentes del grupo durante mucho tiempo, lo cual implicaba riesgos y limitaciones de permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, o de trasladarse con mayor lentitud o dificultad. Pero lo importante es que en aquellos grupos primitivos de cazadores-recolectores, en los que la humanidad hunde sus raíces, no se dejaba abandonados a los congéneres cuando caían heridos o necesitaban la solidaridad del grupo. Y esto muchas veces no es lo que ocurre en las sociedades de nuestros días. Algunos quedan abandonados en la cuneta mientras otros viven en la mayor opulencia que se pueda imaginar. Pero no se trata sólo del ejemplo de algunos arqueológicos aislados, sino que las propias prácticas de cuidado de los ancianos y los niños, del respeto a los muertos, de los primitivos enterramientos rituales, o el propio sentido de la maternidad en nuestra especie, como un caso paradigmático de generosidad y altruismo consciente y querido, que 13 RICHARD M. COHEN, «The corporate take over of news», en Eric Barknouw et al, Conglomerates and the Media, The New Press, New York, 1997, p. 59. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 51 ESTUDIOS implica dar algo de sí a otro ser y volcarse en su cuidado durante mucho tiempo, todo eso significa, en suma, una cultura de la solidaridad y del apoyo mutuo que se encuentra en las antípodas de algunas de las tendencias que están teniendo lugar en las sociedades de nuestro tiempo. las cuatro tendencias generales que enuncié al principio de este texto: hacer las políticas sociales que se derivan de las «demandas» y las «percepciones» ciudadanas y de las propias necesidades objetivas, en atención a las dos últimas tendencias, y en contradicción con las dos primeras. Por ello, no es aventurado afirmar que las tensiones en torno a la igualdad y el trabajo van a ser elementos centrales del debate social y político de los próximos lustros. La insolidaridad, la exclusión y la dualización social extrema no es, sin duda, el mejor espejo de la humanidad en el que a muchas personas nos gustaría vernos reflejadas. Para muchos de nosotros una de las dimensiones fundamentales del progreso de la civilización es la que tiene que ver con la capacidad para el altruismo y la reciprocidad. Por eso el debate sobre estas cuestiones irá adquiriendo una dimensión cada vez más global, orientada a buscar las políticas efectivas de las necesidades humanas y sociales objetivas. Esa es precisamente la resultante que se desprende de la segunda gran contradicción implícita en Avanzar en el reforzamiento de las políticas sociales supone no sólo una mayor congruencia con lo que indican los datos objetivos y las percepciones ciudadanas, sino que implica situarse en una perspectiva de más amplio alcance, que tiene el significado de una apuesta humana por avanzar en el modelo de civilización y de cultura en el que hundimos nuestras raíces más genuinas. Por ello, no es exagerado concluir afirmando que, en la medida que «civilización es solidaridad», la lucha contra la precarización laboral y contra la exclusión y la vulnerabilidad social es un empeño civilizador que merecería un esfuerzo de «consenso social» por parte de todos los que están animados por sentimientos de «buen corazón» y de lógico sentido común. 52 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ FÉLIX TEZANOS RESUMEN: La evolución de los modelos sociales está siguiendo un curso paradójico: el especta- cular desarrollo tecnológico contrasta con las dificultades, o la falta de voluntad, para hacer frente a las necesidades sociales y vitales de amplios sectores de población. Por esta razón, el nuevo tipo de sociedad que está surgiendo al hilo de la revolución tecnológica se caracteriza por la emergencia de nuevos sistemas de estratificación social, en los que se acentúan los componentes desigualitarios y dualizadores. Las principales tendencias relacionadas con esta problemática revelan que las asimetrías tienden a agudizarse y que las percepciones de la opinión pública cada vez se distancian más de los diagnósticos y los tratamientos que se realizan desde las esferas del poder, con el resultado de un aumento progresivo de la exclusión social, por un lado, y de los climas de apatía política y deterioro social, por otro. De ahí la necesidad de prevenir los riesgos de evolución hacia «sociedades divididas» mediante políticas de integración y de asistencia que estén basadas en un amplio consenso social. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 53 Procesos de exclusión social: redes que dan protección e inclusiones desiguales * DANIEL LA PARRA** JOSÉ MARÍA TORTOSA** L a investigación social sobre la pobreza se ha preocupado de forma prioritaria por cuantificar el número de pobres y señalar qué colectivos se ven más afectados por dicha situación. Se sabe que los hogares encabezados por mujeres, los que tienen más niños o los que están compuestos por personas mayores están con más frecuencia por debajo de la línea de la pobreza, definida como la mitad de la media o de la mediana de los ingresos (Smeeding, 1997). Mucho menos frecuente es encontrar explicaciones sobre los mecanismos por los cuales pertenecer a un determinado género o tener una cierta edad se convierten en una desventaja en términos económicos. El concepto de exclusión social puede ser útil para describir los motivos por los cuales unos colectivos sufren una situación de falta de satisfacción de las necesidades humanas básicas, mientras que otros grupos sociales cuentan con mayores niveles de protección. Agradecimientos: El contenido de este artículo se enmarca dentro del proyecto de investigación «Indicadores dinámicos para el estudio del empobrecimiento de las mujeres», IM-0003, financiado por el Instituto de la Mujer a quienes agradecemos su apoyo. ** Universidad de Alicante. * El interés de concepto de exclusión social se deriva de que pone el énfasis no tanto en cuantificar o identificar a quienes viven en la pobreza, sino en los procesos por los que se llega a carecer del acceso a los recursos más esenciales. Así, por exclusión social, se suele entender el conjunto de procesos estructurales, pautas ideológicas y culturales, tendencias sociales y mecanismos que producen el empobrecimiento personal o colectivo. La primera aportación del concepto de exclusión social es, por tanto, el insistir sobre el funcionamiento relacional de los factores que producen la pobreza (véase Sen, 2000). En segundo lugar, destaca que dentro de esta perspectiva la pobreza no se entiende como un proceso que tiene su origen en el comportamiento del individuo, sino más bien en procesos sociales más amplios: en la interacción interpersonal, en las oportunidades que ofrece el medio social (por ejemplo, el mercado de trabajo, los servicios públicos, las políticas sociales o el propio ordenamiento de la economía mundial). El cambio de perspectiva del individuo hacia los procesos sociales plantea, no obstante, el riesgo de que se acabe olvidando que la exclusión social afecta a los individuos, los cuales pueden padecer, entre otros, mayor mortalidad, carencia de bienes básicos (vivienda, alimento), menores oportunidades de desa- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 55 ESTUDIOS rrollo educativo, falta de participación en las distintas instituciones sociales, desempleo o empleo precario. En la medida que los individuos ven disminuido su bienestar en virtud de los procesos de exclusión procede contestar a la pregunta sobre cuáles son los mecanismos por los que los procesos de exclusión social se convierten en factores personales de empobrecimiento. DIMENSIONES DE LA POBREZA Para contestar esta cuestión es preciso precisar qué es vivir en situación de pobreza. En principio, por pobreza se entiende la insatisfacción de las necesidades humanas básicas (Doyal y Gough, 1994). Esta situación de insatisfacción puede producirse por la carencia de medios económicos para adquirir bienes básicos. Pero, aunque esta afirmación describe de forma clara una de las principales dimensiones de la pobreza, no podemos limitarnos a ella sin caer en una visión reduccionista de las necesidades humanas. Se encuentra, en efecto, que las necesidades humanas no son exclusivamente de tipo material. Doyal y Gough, señalan que la satisfacción de las necesidades personales, precisan que el individuo sea autónomo, esto es, que tenga capacidad de tomar opciones informadas sobre lo que hacer y cómo llevarlo a cabo. Por supuesto, la disponibilidad de medios económicos será un mecanismo para asegurar la autonomía personal, pero también poseer un determinado nivel de conocimientos y participar de un entorno social que permita actuar libremente y expresar las opiniones personales. La reducción de la definición de la pobreza a la falta de ingreso presenta además la dificultad añadida de no considerar la importancia en la adquisición de bienes y servicios, de las formas de intercambio no mercantiles y de las donaciones. El trabajo de Boulding (1976, 1978 y 1992) es esencial para comprender el peso de las donaciones en la confi- 56 guración del sistema económico y la satisfacción de necesidades. Por donaciones entiende la transferencia unidireccional de bienes económicos. Donaciones son por tanto: la ayuda al desarrollo, las herencias, la educación, la nutrición y cuidados de salud que se da a los niños y personas dependientes, los impuestos, las subvenciones, los regalos, los subsidios o el trabajo doméstico. Como se puede observar instituciones como la familia o el Estado serían inconcebibles sin este tipo de relación. La ausencia de recursos no mercantiles, por ejemplo, la falta de familiares que puedan prestar cuidados de salud cuando se es una persona anciana puede suponer una reducción dramática de la calidad de vida. De acuerdo con estas aportaciones la pobreza se relaciona con la carencia de libertad, de democracia y con estar excluido de las donaciones e intercambios no mercantiles. A esta lista se podría añadir, la falta de posibilidades para el desarrollo personal que se derivan de habitar un medio social en el que se produce violencia, sea esta directa o indirecta, personal o estructural. Cuando se vive bajo la amenaza producida de forma directa o indirecta (por ejemplo, cuando uno se sitúa en la parte baja de una jerarquía) se limita al individuo el rango de opciones posibles para satisfacer sus necesidades. Así, tal y como se propone, la pobreza se puede conceptuar no únicamente en términos de carencia de ingreso, sino atendiendo a la diversidad de necesidades del ser humano. Al proceder de esto modo, la visión de la pobreza se aleja de una percepción centrada en el individuo y su organismo, para destacar la dimensión social de la existencia del ser humano. La pobreza no es una circunstancia que afecta al organismo (por falta de alimento o de protección frente al clima), sino que incide sobre la capacidad de relación de las personas. La posibilidad de relacionarse de forma autónoma, de intercambiar con los otros y el no estar sometido a amenazas ni violencia es la garantía para satisfacer las necesidades humanas. Este tipo de concepto REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA de pobreza permite observar con toda claridad que la satisfacción de las necesidades humanas depende del ingreso, pero también de la posibilidad de contar con acceso a otros recursos: educación, derechos políticos, empleo e, incluso, apoyo de familiares o amigos. La solución del problema de la pobreza pasa así de la esfera individual, a la esfera social y es ahí donde gana relevancia el concepto de exclusión social. Se observa de forma inmediata que la pobreza no se resuelve mediante el acceso a una serie de recursos concretos (una determinada cantidad de aire, agua, ingresos, alimentos sanos, vestidos y una buena casa), sino que depende de la propia organización social. Para evitar la pobreza el medio social debe promover la actuación de forma autónoma, sin presiones y que las personas tengan elementos que intercambiar de forma mercantil o que darse de forma altruista. La exclusión social sería el término para describir cualquier transformación del medio social que tenga como efecto limitar a cualquier grupo social el acceso a los recursos necesarios para satisfacer las necesidades básicas. ACCESO RELACIONAL A LOS RECURSOS El grado de acceso a los recursos depende del modo en que se organizan las relaciones sociales en un determinado contexto social, por ello el acceso a los recursos no se produce a partir de compartimentos estancos. La posibilidad de acceso a un recurso concreto se relaciona con la posibilidad de acceso al resto de recursos. Así, el mercado de trabajo no proporciona únicamente empleo, sino que también es la forma de acceso a todo tipo de ventajas sociales incluidas la seguridad social, un mayor prestigio, capacidad de influencia sobre los miembros del hogar y muchos más. De igual modo, la educación puede ser la puerta para el empleo, establecer lazos duraderos de amistad, llevar un estilo de vi- da saludable o para merecer más ayudas económicas para seguir estudiando. La posesión de la ciudadanía da derecho a ejercer el voto, a ser protegido de forma más amplia por la legislación laboral, a la asistencia sanitaria o a un mayor grado de protección por la justicia. La compra de una vivienda permite desgravar en la declaración de la renta, formar parte de una comunidad de propietarios, pedir crédito o tener un espacio adecuado en el que desarrollar la vida familiar. Si bien el acceso a un determinado recurso se convierte en una forma de asegurar el acceso a nuevos recursos, existe la contrapartida de que la pérdida de un recurso se convierte en una probable pérdida de bienestar en otras dimensiones. Ello se puede ilustrar a partir de la situación con la que se puede encontrar una persona joven que llega a un país remoto. En primer lugar, se observará que no podrá seguir formándose debido a que, lejos de la red familiar, no podrá costear los costes directos e indirectos que supone dedicarse al estudio. Así las cosas habrá de volcar sus esfuerzos en la búsqueda de empleo. No obstante, para encontrar empleo se encuentra con la dificultad de que desconoce el mercado de trabajo y de que sus familiares no le pueden emplear o ayudarle a través de la red familiar para ponerse en contacto con los empleadores. Aun en el caso de que encuentre un empleo con contrato se encontraría con dificultades para el acceso al crédito por carecer de bienes inmuebles y de avalistas (función que habitualmente cumplen los familiares). En caso de enfermedad su situación se vería dificultada por el hecho de no poder contar con los cuidados de salud familiares, de este modo, sólo le quedaría el apoyo de los servicios sociales, sanitarios, los amigos o el voluntariado. Si la enfermedad afecta a su capacidad de trabajo, perderá la única fuente de ingresos disponible. Si se imagina además que esta persona inmigrante es mujer, entonces habrá que añadir la posible dificultad que supone el centrarse en un mercado de trabajo con menores niveles de remuneración (el tra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 57 ESTUDIOS bajo doméstico), quizá incluso tenga que mantener a unos hijos en su país de origen o en el de destino y, si vive en pareja, probablemente asumirá además una gran parte de las tareas domésticas. vir sólo es el deterioro de la propia salud. Los datos de mortalidad muestran que las personas solteras, las separadas, las viudas y las divorciadas tienen mayores niveles de mortalidad que las casadas (Burgoa et al, 1998). El ejemplo sirve para destacar la importancia del entorno (familiar, laboral, legislativo, sanitario) en la configuración de las oportunidades vitales de una persona. Se observa que su bienestar va más allá de lo que alcanza individualmente (por su trabajo). Su seguridad ante acontecimientos adversos como el desempleo o los problemas de salud dependerán del grado en el que estén desarrollados los sistemas de seguridad social y de si puede beneficiarse de ellos siendo extranjero. Su nivel de ingreso estará en relación con la unidad doméstica en la que se inserta. Se observa incluso que la aportación al bienestar derivada de compartir vida con otros familiares depende de la situación de resto de los familiares. Esto se evidencia al comparar hogares con un solo perceptor de ingresos y hogares con dos perceptores de ingresos. En los segundos se cuenta con una mayor cantidad de recursos económicos y mayor estabilidad financiera (por ejemplo, si uno de los dos miembros atraviesa una fase de desempleo), de manera que resultan más protegidos frente al empobrecimiento (Gornick, 1997 y 1998). La ilustración informa de igual modo sobre el carácter relacional de los diferentes recursos. Siguiendo con el ejemplo, entendemos fácilmente que la situación no sólo sería menos dramática, sino que contaría con más alternativas si la persona extranjera posee nivel educativo elevado o cuenta con una nacionalidad que no presenta trabas para ser regularizado. La ilustración también sirve para entender la importancia de un recurso informal como el hogar. Los hogares pueden ser una garantía económica, una fuente de apoyo emocional con efectos positivos en la autoestima, la identidad y el fortalecimiento de la personalidad, garantía de atención y cuidados en caso de enfermedad y, según el género, lugar en el que se recibe o se realizan todo tipo de trabajos domésticos (higiene, alimentación, limpieza). Este recurso es esencial para personas sin ningún tipo de ingresos (por ejemplos, los niños, los jóvenes) quienes pueden disfrutar de un determinado nivel de consumo siempre y cuando estén insertados en un determinado hogar y, en general, para cualquiera. De hecho, uno de los efectos de vi- 58 Por otro lado, se descubre que ningún recurso en concreto es esencial para la satisfacción de las necesidades. Personas sin mucho apoyo familiar pueden compensar perfectamente esta carencia por otros medios. Los hogares formados por una madre sola con hijos o hijas en países como Suecia, por ejemplo, cuentan con niveles de bienestar equiparables a los de los hogares nucleares y mucho mejores a los detectados para los hogares monoparentales en países como Italia o Inglaterra. Ello es debido a que las mujeres suecas en dicha situación cuentan con mayores posibilidades de acceso a ayudas económicas, pero sobre todo al empleo (Solera, 1998). Lo que determina el grado de acceso a los recursos no es únicamente la participación en redes sociales, sino cómo se produce dicha participación. La inclusión de las mujeres dentro de un hogar no supone el mismo tipo de beneficios que para un varón. Dentro de los hogares se procede habitualmente a una distribución de las actividades, las responsabilidades, los beneficios y las posiciones en función del género. En concreto se encuentra con frecuencia que la responsabilidad sobre el trabajo doméstico y los cuidados de los hijos es asumida de forma principal por las mujeres, incluso cuando se ha producido una importante incorporación de la mujer al trabajo remunerado. Las mujeres que realizan trabajo remunerado amplían sus obligaciones (también sus opciones vitales), sin que se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA produzca un proceso paralelo de ampliación de las responsabilidades familiares de los varones dentro del hogar. Incluso en aquellos casos en los que las mujeres se han convertido en las principales proveedoras de ingresos en sus hogares, debido al paro masculino, no se asiste a una inversión de los roles como ingenuamente se podía haber esperado (Morris, 1999; Chales y Kerr, 1999). Este tipo de inclusión poco beneficiosa tiene que ver con el tipo de relación que se establece entre los miembros de la pareja (Kaufmann, 1994), pero también con factores como el valor salarial del trabajo femenino, la existencia de una segmentación por género de las profesiones, la mayor o menor protección de las condiciones laborales, el desarrollo de servicios de guardería, centros de día, residencias, servicios de asistencia a domicilio o las políticas de apoyo a la maternidad. Roman y Vogler (1999), al comparar hogares suecos y británicos, describen cómo los hogares suecos cuentan con una mayor participación de la mujer en el mercado de trabajo, lo que se corresponde con un mayor grado de igualdad en la distribución del ingreso y en la toma de decisiones y una cultura menos sexista. Los autores relacionan tal diferencia con la existencia en el caso sueco de un mercado laboral favorecedor del empleo femenino, además de otros factores de tipo ideológico y cultural. Por supuesto se pueden encontrar situaciones mixtas en las que aumentar el acceso a un determinado recurso supone pérdidas de otros. Es lo que ocurre cuando una persona decide trabajar más horas para incrementar su ingreso a pesar de que ello le suponga perder relaciones de amistad, deteriorar sus relaciones afectivas o poner en riesgo su propia salud. También se puede encontrar que la pérdida de un determinado recurso se manifieste en ganancias de otro tipo de recursos vitales: la jubilación supone una pérdida en algunos campos (ingresos, prestigio), pero ganancias en otros (tiempo, descanso). La descripción sobre el modo en que se concatena el acceso a los recursos debido a que este se produce a través de las interacciones entre actores sociales, hace oportuno un comentario sobre el significado de las variables utilizadas para la medición de la pobreza o la desigualdad. El uso de indicadores como los años de escolarización, ocupar un determinado puesto de trabajo o el nivel de consumo es útil para clasificar al individuo en una determinada posición socioeconómica, sin embargo, a la hora de comprender cómo se relaciona esa posición económica con la capacidad de acción del individuo o con su nivel de acceso a los recursos, lo esencial es comprender que éste no depende de las categorías que ocupan los individuos, sino de las relaciones sociales que sustentan tales posiciones. El bienestar disfrutado por una persona con altos ingresos no depende de la cantidad de bienes que puede comprar la persona con su dinero, sino también de la mayor capacidad que dicha persona tiene para afrontar cualquier otro tipo de necesidad, incluidas las no monetarias. Por ejemplo, en el interior de los hogares se observa que a igual nivel de ingresos del hogar, las mujeres que trabajan de forma remunerada (por tanto las que más dinero aportan a la economía doméstica) tienen mayor propensión a visitar un dentista privado (Guillén, 1991). En este caso no es la posición (poseer una determinada cantidad de ingreso), sino el tipo de relación (trabajar de forma remunerada y estar contribuyendo en gran medida a la economía doméstica) la que explica el grado de acceso a un recurso: visitar un dentista privado. REDES PROTECTORAS Hasta el momento se ha insistido sobre el componente relacional de los procesos de exclusión, siempre utilizando el individuo como punto de partida para el análisis. No obstante, la forma en la que se estructuran las interacciones concretas entre individuos no se pueden considerar de forma aislada del contexto social en el que se generan. Así, el REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 59 ESTUDIOS tipo de hogar en el que se vive, está en relación con la estructura de hogares propia del entorno social que se habita; el empleo, factor de primer orden en la determinación del grado de acceso a los recursos en el nivel individual, depende de la configuración del mercado de trabajo y, más precisamente, de la estructura económica; el acceso a recursos tales como la educación, la asistencia sanitaria, las ayudas económicas o la vivienda son totalmente dependientes de las iniciativas en materia de política educativa, sanitaria o social del Estado. La estructura de hogares, el mercado de trabajo, la administración pública (supranacional, estatal, regional, municipal) y, en general, el conjunto de instituciones sociales (asociaciones, sindicatos, voluntariado, iglesias, los ejércitos, las redes de amistad, vecindad, empresas...) pueden actuar como redes que protegen a los individuos frente a las adversidades y organizan el modo en que se produce el acceso a los recursos. El marco de existencia y actuación de las redes sociales se puede llevar a niveles aún más «macro», si se considera el papel de las instituciones políticas y militares de alcance continental o mundial y las relaciones económicas internacionales y transnacionales. Incluso, si se adopta una perspectiva más amplia del entorno en el que vive la población humana, entonces habrá que incluir la propia red de vida que componen el conjunto de seres vivos, el ecosistema, como red de la que en última instancia depende el bienestar de los seres humanos. Se puede hablar de redes sociales en cualquier nivel de la realidad social. Las actuaciones políticas, económicas, militares o culturales que se produzcan en cualquiera de estos niveles (ecosistema, sistema mundial, social, grupal, hogar, individual) pueden ser tanto promotoras como inhibidoras de los procesos de exclusión. Así, la participación en la economía mundial es una forma de garantizar el acceso a ciertos recursos (circunstancia que se evidencia cuando un país sufre 60 un bloqueo económico o un período autárquico), pero integrarse desde una posición de dependencia puede producir el efecto contrario: la progresiva pérdida de recursos de la economía nacional (Amin, 1988). En los casos en los que se acumulan sistemas de protección contra los procesos de exclusión social se podrá encontrar una mayor igualdad en el acceso a los recursos y una menor proporción de la población excluida del acceso a los bienes más básicos. Es interesante en este sentido comparar países tan dispares como los Estados Unidos, Finlandia, Suecia y España. Estados Unidos es uno de los países de la OCDE con mayores niveles de pobreza y desigualdad. En este país aproximadamente uno de cada seis habitantes vive con la mitad de la mediana de los ingresos. Países como Finlandia y Suecia son muy igualitarios y en ellos menos de una persona de cada quince se encuentra en dicha situación. En una situación intermedia se encontrarían países como España en el que aproximadamente uno de cada diez ciudadanos se encuentra baja la línea de pobreza así definida. Para explicar los motivos que originan estas diferencias en la distribución de ingresos se habrán de considerar una multitud de aspectos. Uno de los que se usa con mayor frecuencia es el nivel de desempleo. Para estos países se encuentra que el nivel de paro más alto afecta a España, los niveles medios y bajos a Suecia y Finlandia y los niveles más bajos de desempleo afectan a los Estados Unidos. Surge por tanto una paradoja, pese a que el mercado de trabajo es uno de los principales mecanismos de inclusión, allí donde hay menores niveles de desempleo no se encuentra un mayor nivel de igualdad. Para explicarlo habría que hablar de otros sistemas de protección. En concreto países como Suecia y Finlandia dedican una gran parte de su producto interno al gasto social. Así, sus moderados niveles de desempleo y su amplio gasto redistributivo explicarían sus bajos niveles de desigualdad. Quedaría por explicar por REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA qué España teniendo unos niveles tan elevados de desempleo y un gasto social menos generoso se encuentra mejor situado que los Estados Unidos en cuanto a porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza. En este caso un aspecto esencial es el peso de la estructura familiar. Si España contara con la distribución de personas por hogar de los Estados Unidos su número absoluto de hogares pobres se vería incrementado en al menos un 16%, más de un 25% si contara con la distribución de personas por hogar de Finlandia (La Parra, 2000). A esto habría que añadir los efectos de otras políticas, por ejemplo, la importancia del distinto tratamiento recibido por los distintos grupos raciales en la política pública de los Estados Unidos (Manza, 2000), en especial, ya que los grupos raciales en dicho país son numerosos y ello puede verse reflejado en los indicadores medios. En el caso de España a pesar de que similares pautas de distribución puedan afectar a la población gitana o inmigrante, éstas no serían visibles en las estadísticas generales debido a que su peso en la población total todavía es escaso. La acumulación de sistemas de protección en los países nórdicos explicaría su mayor nivel de igualdad y el menor número de grupos excluidos. Una muestra de que la ausencia de redes se traduce en desigualdad se puede observar en los casos de Inglaterra y Estados Unidos durante el período de Thatcher y Reagan. En Inglaterra el porcentaje de hogares bajo la línea de pobreza pasó de 9,2 en 1979 a 14,6 en 1991. En los Estados Unidos de 15,8 a 17,5 en los mismos años 1. El proceso coincide en el tiempo con los recortes y la reorientación de la política social de ambos gobiernos. En otros países, sin embargo, durante ese período fue posible reducir el número de personas bajo la línea de pobreza. En España el porcentaje de hogares bajo la llamada línea de pobreza paso de 12,2 al 10,1 en la década de los ochenta. 1 Datos del Luxembourg Income Study. http://lisweb.ceps.lu/keyfigures/povertytable.htm. Se observa que la existencia de redes de protección es un primer requisito para evitar los procesos de exclusión. Pero, aunque existan redes de protección, éstas pueden no ser igualmente protectoras para todos los sectores de la población. Una fase económica expansiva puede parecer beneficiosa para el conjunto de la población, entre otras razones, porque se reduce el nivel de desempleo. No obstante, es igualmente relevante el tipo de integración que se produce en el empleo. Si una gran parte de la población que se incorpora a los nuevos empleos lo hace en trabajos marcados por la precariedad, la ausencia de posibilidades de formación o en condiciones que ponen en riesgo su salud, cuando se produzca una etapa de recensión económica serán los primeros en padecer la crisis económica. Esto ocurre habitualmente con las mujeres, quienes con frecuencia cuentan con peores relaciones contractuales, menores niveles de remuneración, menores tasas de actividad y por ello son las más perjudicadas ante una situación de crisis. La importancia de los criterios de distribución de las redes existentes en la producción de desigualdad se puede observar también en el caso de los sistemas de protección ante la enfermedad. Además del seguro médico, uno de los principales mecanismos de protección en caso de padecer una enfermedad crónica o discapacidad que dificulta o imposibilita el trabajo es la consecución de una pensión de discapacidad. En España la Seguridad Social prevé dos modalidades de protección: la contributiva y la no contributiva. La primera es la propia de la población activa y la segunda de la población inactiva. Solamente las personas que han cotizado 1.800 días en los diez años anteriores tienen derecho a la protección por incapacidad de tipo contributivo (Lorente, 1997). La cantidad percibida dependerá del tipo de incapacidad reconocido y el nivel de salario. La modalidad no contributiva está reservada para aquellos que no tienen derecho a la protección contributiva, desde el año 1990 (Ley REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 61 ESTUDIOS 26/1990). La cantidad establecida para el año 2000 por este concepto fue de 40.260 ptas/mes (242 ?/mes). Este sistema hace depender el grado de protección recibido del tipo de situación en el mercado de trabajo. Ello implica que aquellos grupos de población que tienen un menor grado de participación en la población activa o cuya integración en el mercado de trabajo se produce en peores condiciones (en cuanto a niveles salariales y duración de los contratos) se encuentran con un menor grado de protección en caso de enfermedad. En la práctica el sistema de protección social acaba discriminando a la población femenina y a la perteneciente a los estratos más desfavorecidos. Por ejemplo, en el año 1994, para el grupo de personas que ha tenido un empleo anteriormente, la cantidad media recibida por una mujer con estudios universitarios en concepto de prestación social por motivos de salud es de un 1.772.000 ptas/año, frente a las 2.114.000 ptas/año recibidas por un varón con estudios universitarios. La remuneración desciende en los varones con estudios primarios a 869.520 ptas/año, y aún más en las mujeres con estudios primarios quienes cuentan con 652.000 ptas/año de media 2. Se encuentra que la asignación de recursos no es neutra pese a ser un dispositivo previsto en principio para proteger a cualquier persona ante la contingencia de tener un problema de salud. Beneficia en mayor medida a los grupos sociales que concentran más riqueza. Si el sistema de protección ante la enfermedad crónica y la discapacidad tiene estas características, ello es debido a la acumula- 2 Elaboración propia a partir del fichero de microdatos del Panel Europeo de Hogares para España en 1994 proporcionado por el INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA. Se han utilizado pesos transversales para garantizar la representatividad estadística. Se han incluido a aquellas personas que reciben alguna cantidad en concepto de prestación social por motivos de salud y que han tenido un empleo anteriormente. 62 ción de una serie de decisiones guiadas por unos determinados criterios ideológicos. En países como España dichos sistemas se establecieron a partir de las aportaciones realizadas por los trabajadores a través de sus salarios y ya, en los años noventa, se introdujeron algunas modificaciones para beneficiar a los grupos de población no activos. Sin embargo, en los países nórdicos europeos sobre todo bajo los periodos de gobierno socialdemócratas se desarrollaron fórmulas de protección basadas en principios más universalistas (Navarro y Shi, 2001). Por lo general cualquier sistema de protección social puede tener sus efectos distributivos negativos para determinados grupos de la población, desde el sistema sanitario (Hart, 1970), hasta el sistema educativo (Bourdieu, 1994). De manera que el grado de desigualdad en una determinada sociedad depende tanto de la existencia de redes de protección, como de que éstas no orienten los recursos de forma preferente hacia los grupos sociales más poderosos. CONCLUSIÓN: DE LA EXCLUSIÓN A LA PARTICIPACIÓN CON EQUIDAD Llegados a este punto es interesante hacer una recapitulación sobre los aspectos esenciales descritos en el nivel individual y los descritos en el nivel social. En el nivel individual, la única forma de garantizar que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades humanas, con independencia de cuál sea su cultura y personalidad, es que cuenten con un suficiente grado de autonomía para poder satisfacerlas. Dicha autonomía depende de tener la capacidad de tomar decisiones informadas (y, por tanto, de la educación), de tener capacidad física y emocional para realizar las acciones necesarias (del nivel de salud), de tener medios económicos para intercambiar (de forma mercantil o no) por los bienes que necesite y de no estar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 DANIEL LA PARRA Y JOSÉ MARÍA TORTOSA sometido a amenazas o violencia que condicionen sus decisiones. Por otra parte, en el nivel social, factores como la evolución de la economía transnacional, internacional o nacional, la transformación de las estructuras de parentesco, las políticas sociales, las guerras o los sistemas jerárquicos pueden estructurar el acceso a los recursos de los distintos grupos sociales. El reto para la consecución de un mayor nivel de igualdad consiste en incrementar la capacidad de los individuos y las sociedades para reducir la vulnerabilidad ante la pobreza y promover la autonomía de las personas. La consecución de ese objetivo significa varios retos en las actuaciones, en especial, en las de tipo político. El primero de ellos la revisión de todas aquellas decisiones institucionales que de forma explícita o implícita obedecen a pautas discriminatorias en la asignación de recursos hacia grupos como las mujeres, los estratos sociales más desfavorecidos, migrantes o personas pertenecientes a minorías étnicas. El segundo, es dirigir las actuaciones hacia la creación de redes de seguridad y protección o fortalecer las ya existentes. En este sentido se debe considerar que ello no siempre supone un incremento del gasto público, sino aumentar la efectividad del gasto realizado. Por ejemplo, puede resultar más económico prevenir el fracaso escolar que idear sistemas de integración o de control para las personas que han sido expulsadas o han abandonado el sistema educativo. En tercer lugar, uno de los mecanismos más eficaces para evitar una asignación sesgada de los recursos hacia los grupos con más poder es garantizar que todos los grupos de la población toman parte en la toma de decisiones. Puesto que, cómo se ha señalado, los mecanismos de exclusión se pueden producir en cualquier nivel de interacción, éstos mecanismos de participación deben introducirse en cualquier tipo de relación. Desde la consulta particular, hasta la organización de la seguridad social, pasando por la planificación sanitaria, educativa o en política social, incluso llegando a las relaciones económicas transnacionales. Este desarrollo democrático implica que todos los grupos de la población contribuyan no sólo en la toma de decisiones, sino también en la creación de opinión, en la evaluación de intervenciones, que sean incluidos entre los criterios de planificación o, al menos, en que sean preguntados para que puedan dar a conocer sus situaciones y problemas. Un último criterio, pero no por ello menos importante, es que las actuaciones que se desarrollen no comprometan el futuro, erosionando la cantidad de recursos actualmente disponible. Este principio de sostenibilidad, además de la evidente referencia a la atención a los recursos limitados del planeta, se refiere a evitar el desgaste de otro tipo de recursos como pueda ser el que se produce en el capital humano cuando se somete a períodos largos de desempleo o cuando importantes grupos de población están sometidos de forma crónica a la pobreza. BIBLIOGRAFÍA AMIN, S. (1988): La desconexión : hacia un sistema mundial policéntrico. Madrid: Iepala. BOULDING, K. E. (1976): La economía del amor y el temor. Madrid: Alianza. — (1978): Ecodynamics. A New Theory of Societal Evolution. London: Sage. — (1992): Towards a New Economics. Critical Essays on Ecology, Distribution and Other Themes. Worcester: Edward Elgar. BOURDIE, P. y PASSERON, J. C. (1970): La reproduction. Élements pour une théorie du système d’enseignement. Paris: editions de Minuit. BOURDIEU, P. (1994): Stratégies de reproduction et modes de dominacion. Actes de la Recherche en Sciences Sociales, 105: 3-12. 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En cada uno de dichos niveles es el modo en el que se estructuran las relaciones sociales el que define el acceso a los recursos de los diferentes grupos. La participación en redes sociales puede reducir la vulnerabilidad frente a la pobreza, especialmente, cuando las actuaciones políticas, económicas, militares y culturales persiguen la protección de la ciudadanía. Sin embargo, tan determinante como la existencia de redes protectoras (por ejemplo, un mercado de trabajo amplio, diversificado y estable) son los criterios de distribución que definen dichas instituciones. Se concluye que la pobreza no se resuelve mediante el acceso de la población pobre a una serie de recursos materiales concretos, sino en un contexto social sostenible, sin violencia estructural ni directa, que garantice la autonomía y la participación y en el que las personas cuenten con bienes para intercambiarlos o transmitirlos de forma unidireccional. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 65 Marginación y pobreza MARGARITA CAMPOY LOZAR * C uando, en 1928, Robert Park publica su artículo «La migración humana y el hombre marginal», aparecido en el volumen XXXIII del American Journal of Sociology, entra en escena un concepto que habrá de tener, posteriormente, una larga trayectoria en el análisis de ciertos fenómenos característicos de la sociedad moderna. Hay que advertir, sin embargo, desde el primer momento, que sólo a través de un amplio proceso de extensión y dispersión semántica, llegará a tener las connotaciones con las que actualmente se emplea. Las referencias usuales al artículo de Park que acabamos de citar, suelen aludir al hecho de que, a consecuencia de la emigración, surgen híbridos culturales que son el fruto de la fusión de formas de vida y de tradiciones de dos pueblos distintos. No obstante, el punto de partida de las tesis de Park remite a un tema de gran calado: lo que a él le preocupa es la discusión de las principales doctrinas que intentan explicar, a partir de una causa dominante, las diferencias culturales que existen entre las razas y los pueblos. De Montesquieu se deriva la escuela que pretende explicar tales diferencias a partir de las peculiaridades del clima y del contorno físico. De igual modo, será Gobineau (La desigualdad de las razas humanas), el punto * se. Profesora de Sociología. Universidad Compluten- de partida de la escuela que atribuye las diferencias culturales a rasgos innatos de las razas, transmitidos por herencia biológica. Pero a Park le resulta más atractiva, por atenerse mejor a la enorme diversidad de los hechos de experiencia y permitir la explicación de un número mucho mayor de situaciones, la que él llama «teoría catastrófica de la civilización», que tendría su origen en Hume, en Inglaterra y en Turgot, en Francia. Según tal teoría, más importante que las razas y la conservación de sus rasgos, será el contraste, la mezcla, incluso el antagonismo entre las mismas. En este contexto da entrada Park al tema de los movimientos migratorios, junto con las guerras y las revoluciones. Pero para él –pensador de una sociedad formada por poblaciones de aluvión-, la emigración tiene una importancia especial y no debe ser estudiada únicamente en sus aspectos más gruesos y externos, que se refieren a los cambios en la moral y en las costumbres, sino que debe ser enfocada, también, en sus aspectos subjetivos. Esto es, será necesario prestar atención a los cambios que la emigración introduce en los tipos de personalidad. «Cuando la organización de la sociedad tradicional –dice Park– se rompe como resultado del contacto y colisión con una nueva cultura invasora, el efecto es, por así decirlo, la emancipación del individuo. Las energías que antes estaban controladas por las costumbres y las tradiciones se liberan». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 67 ESTUDIOS El resultado es la emancipación del individuo que, de algún modo, se convierte en extranjero y cosmopolita, ocupando la secularización el lugar de la antigua mentalidad sagrada. Obvio es decir que, en este punto, aparece la referencia a Simmel –su antiguo maestro–, por lo que se refiere al estudio del extranjero y, junto a ella, el análisis, todavía embrionario, del judío que abandona el gueto. En esta primera elaboración del concepto de «hombre marginal» destacan los siguientes rasgos: se trata de un hombre que, a consecuencia de la emigración, se encuentra entre dos razas, pueblos y/o culturas, emancipado respecto de la suya y libre frente a la nueva y, por tanto, en una peculiar situación de relativa independencia, que puede estimular la aparición de respuestas creadoras. Tres años más tarde, en 1931, volverá Park sobre «el hombre marginal», en su artículo «Personalidad y conflicto cultural», afirmando ahora que el hombre marginal típico es la persona con herencia racial mezclada. Pero mayor importancia tiene la aparición, en 1937, del libro de E. V. Stonequist, El hombre marginal 1, dedicado al desarrollo e ilustración del concepto acuñado por Park. Precisamente, en la «Introducción» a dicho libro, hace Park especial hincapié en los efectos desorganizadores de la marginalidad: «El hombre marginal ..., dice, es aquel a quien el destino ha condenado a vivir en dos sociedades y en dos culturas, no meramente distintas, sino antagónicas». Stonequist, por su parte, caracterizará y ejemplificará cuatro tipos de hombre marginal: el emigrante extranjero, el emigrante de segunda generación, el judío emancipado del ghetto y el mestizo. También menciona otros tipos de marginalidad, como el parvenu, el desclasado, el emigrante del campo a la ciudad y la mujer que asume papeles nuevos, pero apenas si dedica atención a estos casos. 1 68 CHARLES SCRIBNER´S Sons, New York, 1937. La introducción del concepto de «hombre marginal» por Park y su desarrollo efectivo por Stonequist, permitirá, como analiza Martín López 2, a Barber y Merton, precisar uno de los significados de la ambivalencia sociológica, la que surge en quienes han vivido en dos o más sociedades, viniendo a orientarse por valores diferentes; es decir, un caso típico de doble socialización, cuyo ejemplo más ilustrativo resultan ser los emigrantes. La reconsideración, a la luz de la teoría del hombre marginal, de los estudios que Thomas y Znaniecki habían publicado, en 1918, sobre El campesino polaco en Europa y en América 3, tuvo como consecuencia que, en los años siguientes a la publicación del libro de Stonequist, se centrara la atención de los sociólogos sobre la segunda generación de los emigrantes, como el grupo marginal más distintivo. Favorecían esta caracterización datos como el índice de criminalidad, relativamente alto; la desorganización de las familias y las perturbaciones emocionales de los individuos. Las investigaciones posteriores tendieron a poner de relieve que la marginalidad no está conectada intrínsecamente con situaciones étnicas y raciales, que lleven aparejada la subordinación. Así, Golovensky, en un artículo publicado en Social Forces en 19524 critica las connotaciones evaluativas de la marginalidad y el hecho de que el término se aplique restrictivamente a los grupos étnicos, cuando en una sociedad pluralista y compleja existen otros muchos tipos de hombre marginal. En el mismo sentido, apuntan las críticas de A. W. Green 5 , quien muestra cómo el análisis interno descubre variables analíticas olvidadas por Stonequist. Así, el Cf. Diccionario de las Ciencias Sociales, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1975. 3 BAGDER, Boston, 1918. 4 «The Marginal Man Concept, An Analysis and Critique», vol. 30, 1951-1952. 5 «A Re-examination of the Marginal Man Concept, Social Forces, vol. 26, 1947-1948. 2 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR monto del conflicto cultural, los esfuerzos por salirse del grupo étnico y los factores situacionales de rechazo. Más recientemente el concepto de marginalidad se ha aplicado a miembros de los más diversos grupos y estratos sociales, como, por ejemplo, en los estudios de David Riesmann6. Mas, como hemos adelantado al principio de esta exposición, ha sido necesario un notable desplazamiento semántico para llegar a las acepciones que actualmente reviste, en Sociología, el término marginalidad. No deja de ser significativo que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, de la palabra «marginación» sólo refiera como significado la “acción y el efecto de marginar”. Ahora bien, el verbo «marginar» incluye, como una de sus acepciones, la de «preterir a alguien, dejarlo al margen de alguna actividad, prescindir o hacer caso omiso de alguien», además de la de «poner o dejar a una persona o grupo en condiciones sociales de inferioridad». A lo cual hay que añadir la locución adverbial «al margen», que se emplea para «indicar que una persona o cosa no tiene intervención en el asunto de que se trata». Estas definiciones de uso coinciden en señalar la existencia de dos mundos, personales o 6 DAVID RIESMANN en Individualismo, marginalidad y cultura popular (Paidós, Buenos Aires, 1954), lamenta que la actitud sociológica predominante hacia la marginación, sea de desagrado y añoranza, como si en los sistemas sociales del pasado cada cual estuviera arraigado y que, por lo tanto, sólo tienda a considerar los aspectos negativos de la misma. Se asemejarían así los problemas de la marginación con la alineación. Una profundización sobre esta atractiva cuestión puede verse en nuestro trabajo «Alteraciones organizativas producidas por el cambio social: la marginación social», en: Cuadernos de Trabajo Social, 8 (1995), pp. 34-37 y en la que probablemente resulte la obra más célebre de Riesmann, La muchedumbre solitaria (Paidós, Buenos Aires, 1964), donde queda de manifiesto que la generalización del «hombre dirigido por otros» podría expandir la aspiración a ser diferente, ausente en otras épocas en las que la conformidad era más rígida. grupales, que en parte coinciden y en parte no, produciéndose la separación y el distanciamiento de los miembros de uno de ellos, por obra del otro, quienes, de ese modo, quedan en situaciones de inferioridad social o cultural. Un uso figurado del término «margen», como «ocasión, oportunidad, holgura, espacio para un acto o suceso», deja la puerta abierta para incluir cierto tipo de marginalidad, producto del «derecho a la disidencia», que aparece en las sociedades económicamente desarrolladas e ideológicamente plurales. En sentido próximo a las definiciones de uso se mueven los intentos de conceptualización de dos sociólogos: Gino Germani 7 y Valverde Molina 8. Con Gino Germani podemos definir la marginalidad como «la falta de participación de individuos y grupos en aquellas esferas en las que de acuerdo con determinados criterios les correspondería participar o deberían participar». Valverde Molina define como marginal aquel individuo que por algún motivo y en un área más o menos concreta se encuentra al margen de la «normalidad» de un grupo. Con este autor, el concepto de marginación social cobra algunas precisiones. En primer lugar, se exige la referencia a un grupo concreto, ya que el individuo marginado revela una carencia con respecto a las demandas de ese grupo. De otra parte, tal grupo de referencia es normativo, ya que establece pautas de conducta que serán consideradas normales. Igualmente, el grupo habrá de disponer, por imprecisa que sea, de una estructura de poder desde el cual conceptualizar al marginado en función de la distancia que guarde con el grupo normativo. Por último, la marginación equivale a una situación en la que se enEl concepto de marginalidad, Nueva Visión, Buenos Aires, 1973. 8 El proceso de inadaptación, Popular, Madrid, 1988. 7 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 69 ESTUDIOS cuentra el individuo de forma pasiva, sin que intervengan, por lo general, su propia decisión o sus intereses. Con todo, reconoce el autor que es un concepto indeterminado por cuanto puede englobar a sujetos muy diferentes, dependiendo de los criterios que se utilicen para definir la situación de marginación: bien la edad –no está integrado ni el individuo que aún no ha alcanzado la madurez (independencia económica y afectiva) ni quien haya pasado a ser un elemento pasivo, por haber dejado de tener una vida productiva en el cuerpo social–, bien la economía –las épocas de crisis, cual el momento actual, tendrían como consecuencia un incremento de marginación o, a la inversa, una reducción del período en que el individuo está plenamente integrado–, el sexo, la pertenencia a una minoría étnica, la pobreza o las deficiencias mentales y físicas. Se desprende, por lo tanto, que con el concepto de marginación puede aludirse a realidades muy diferentes que tienen como denominador común una cierta o al menos parcial exclusión de la consideración de normalidad de un determinado sistema social, generándose así un distanciamiento con respecto a las normas comportamentales predominantes. Y lo que quizás resulte más interesante es que el autor distingue nítidamente dicho concepto de otros, como inadaptación y delincuencia, en demasiadas ocasiones usados de manera confusa. La inadaptación equivaldría al fracaso ante los estímulos que el medio ofrece. Consecuentemente resulta más apropiado para calificar a aquellos sujetos que no sólo se encuentran al margen, sino que además manifiestan un comportamiento discrepante respecto a lo considerado normal en un contexto dado, de modo que la tolerancia del sistema hacia el inadaptado estará en función de las siguientes variables: la distancia y/o proximidad al grupo normativo prevaleciente, características personales y reconocimiento social de la valía aportada, y del modo como la sociedad aborde su control, se- 70 gún la mayor o menor intensidad de la amenaza que suponga para el sistema. Mientras tanto, la delincuencia pone ante todo de relieve el carácter jurídico del delito. Así, denota aquellos actos relacionados con unos parámetros legales que, a su vez, pueden considerarse como una modalidad de inadaptación social. Desde esta perspectiva, la delincuencia incorpora al concepto de inadaptación los efectos de la institucionalización represiva. Las relaciones entre marginación y delincuencia resultan complejas. Puede llegarse a la marginación tras la comisión de un delito. Entonces, éste actúa como causa. Pero también pueden engrosarse las filas de la marginación como derivación de las privaciones socioeconómicas sufridas y equivaldría, por lo tanto, a una consecuencia. Sea como fuere, la ley y sus efectos integradores preside el fenómeno. Con todo, la marginalidad penal no es absoluta por cuanto no todo delincuente es marginal. Es decir, marginación y delito no guardan una relación de causa-efecto; por el contrario, requieren el concurso de otros factores, de los que no son de menor importancia los motivos que inspiren la transgresión y los fines perseguidos. De aquí, que se imponga, de una parte, diferenciar la delincuencia apoyada en un sustrato de conformismo –obtener un resultado al precio de un delito–, de la de aquellos que consciente y deliberadamente rechazan la sociedad y de la de quienes por pasividad o pobreza no están identificados con el orden social. Pero, por otra parte, se impone también contemplar el problema de la delincuencia a la luz del contexto general de anomía y desintegración, por el cual se produce una suplantación de los valores espirituales por los materiales. Modalidades todas que no pueden por menos que recordar la tipología de conducta adaptativa elaborada por Robert K. Merton9, según la 9 Cf. Teoría y estructura sociales, Fondo de Cultura Económica, México, 1974. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR disposición con la que los sujetos se sitúen frente a las metas y los medios institucionalizados10. En lo que sí inciden convergentemente, una y otra vez, la literatura y la investigación sociológicas es en observar la profunda influencia de los procesos de modernización –industrialización, urbanización, secularización, etc–, en el fenómeno de la marginación social. Porque sin que haya la menor sombra de duda sobre el hecho de que en cualquier sociedad de cualquier tiempo y lugar haya existido un volumen de población marginada –del mismo modo que en todos los órdenes sociales ha habido que contar con un volumen de conducta desviada–, en las sociedades industriales parecen actuar unos dispositivos y mecanismos que transforman su presencia en realidad peculiar y sui generis. Así lo pone de manifiesto, en primer lugar, el argumento que desarrolla Ruesch 11 en los siguientes términos: cuando la energía muscular y las habilidades individuales constituían el fundamento de la producción, quien no podía participar en las actividades productivas –ciegos, mutilados, retrasados, etc.–, quedaba también privado de los beneficios. Actualmente, la automatización ha cambiado la concepción y ética tradicionales del trabajo y, con ellas, los criterios valorativos: más que la aportación activa, se valora lo que se consume. Desde tal óptica, el comportamiento marginal resulta menos evidente, puesto que las actividades se han dispersado y asistimos a 10 Un intento de clarificación terminológica y conceptual del fenómeno de la desviación social desde la perspectiva sociológica está contenido en: CAMPOY LOZAR, Mª M., «La conducta desviada: aspectos sociológicos», en: Anuario Jurídico Escurialense, XXIV (1992), pp. 493-515. 11 «La incapacidad social: el problema de la inadaptación a la sociedad», en: BASAGLIA, F., La mayoría marginada, Laía, Barcelona, 1973. una pérdida de eficacia en lo que al control y enjuiciamiento de la conducta se refiere. En otros términos, estamos inmersos en un momento de transformación de la severidad en tolerancia y de la responsabilidad personal en estatal: enfermos, incapacitados y marginados, otrora protegidos por el grupo de parientes o por las instituciones caritativas religiosas, han pasado a ser competencia de las organizaciones asistenciales del Estado. Y comoquiera que la población de las sociedades más desarrolladas está organizada en torno a un grupo central –donde se ubican el gobierno, la industria, las finanzas, las actividades científicas y técnicas, el ejército y la educación– a cuyo alrededor proliferan los consumidores de bienes y servicios, quedan para la periferia todos cuantos no dispongan de una función significativa que desempeñar: los marginados. Unos porque se oponen a la organización oficial de la vida –caso de los hippis–, otros porque exigen mayor participación, incluso recurriendo a comportamientos destructivos –cual sería el caso de los activistas–, los más porque son realmente inhábiles y, en esa misma medida, marginados. Pero, ¿quiénes son los que verdaderamente engrosan sus filas? La respuesta es obvia: los incapacitados, los enfermos, los analfabetos y cuantos por la persistencia de la crisis económica sufren la escasez de empleo, los parados. En líneas generales, todos aquellos que bien por una circunstancia personal –disfuncionalidades físicas, psicológicas y sociales–, bien por la naturaleza de su situación –carencia de los requisitos exigidos–, son conducidos a la exclusión de los ámbitos del trabajo, la vida familiar o la diversión, por la presencia de alguno o algunos de los siguientes factores: – Alteración de las convenciones en el uso del tiempo (por ejemplo, con el absentismo laboral), – infracción del uso del espacio y la propiedad, – irregularidad en la distribución de los recursos económicos disponibles, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 71 ESTUDIOS – ineptitud para aplicar la propia energía a las diferentes actividades, – incapacidad para establecer y manejar adecuadamente los mecanismos e instrumentos de la comunicación, – ineficacia del propio comportamiento en vistas a alcanzar las metas propuestas, y – éxito por parte del entorno en la calificación de la perturbación. De cualquier modo, el proceso que culmina en tal exclusión puede producirse por una doble vía: porque se han establecido requisitos previos a la admisión y el marginado no los reúne o a causa de la valoración negativa, al menos no lo suficientemente atractiva, de las prestaciones aportadas tras haber formado parte del conjunto. Así pues, el grupo de los marginados sociales se nutre de individuos que han sufrido traumas o enfermedades, presentan deficiencias sensoriales o motrices, o están aquejados por alguna forma de neurosis o psicosis. A este grueso se agregan todos aquellos que por razones culturales, educativas y económicas se han visto y se ven entregados a privaciones sociales sin estar, a mayor abundamiento, en condiciones de usar los servicios técnicos y simbólicos de que dispone nuestra sociedad. Y lo que pudiera resultar aún más grave. La descripción comporta la advertencia de un riesgo: en la misma medida en que continúen desarrollándose las potencialidades del conocimiento, será cada vez mayor el número de los que no puedan acomodarse a las circunstancias sociales vertiginosamente cambiantes. Las Jornadas Internacionales sobre la Reinserción Social del Transeúnte, celebradas en Granada en 1986, vuelven a insistir de modo reiterado en que las crisis económicas que amordazan a los países occidentales han llevado y continúan llevando a muchos 72 ciudadanos a situaciones de pobreza y marginación, y aunque sus principales puntos de mira son los indigentes, mendigos y transeúntes, consiguen establecer tanto una caracterización subcultural como una tipología de alcance general para el fenómeno global de la marginación social. Por lo que a la delimitación del fenómeno concierne, cabe enumerar el siguiente abanico de rasgos: — Buena parte de esta población, alrededor del 50 %, presenta algún problema psicológico originado por una escisión interior entre el «yo ideal», estructurado sobre el deber ser y sustentado en la interiorización de los valores del primer proceso de socialización, y el «yo externo», arrojado a una situación de hecho absolutamente divergente de aquél. — El alcoholismo resulta ser un componente inseparable del proceso de marginación: debilita las capacidades, tanto físicas como intelectuales, sin que pueda dilucidarse si la conducta alcohólica es causa o consecuencia de dicha marginación. — Tres cuartas partes de la población a la que aquí nos venimos refiriendo, está compuesta por varones, puesto que en nuestra sociedad sigue siendo el hombre el principal responsable del destino del grupo familiar. — Procede de la emigración rural que no ha conseguido integrarse en la vida urbana ni, por lo tanto, plasmar los objetivos que motivaron la salida de su entorno de origen. En el mejor de los casos, se emplearon como peones de la industria y la construcción de modo inestable y sin pertenecer a la Seguridad Social. — Por todo ello, se ven envueltos en situaciones variables, inseguras, de es- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR casa remuneración. Condiciones todas que, huelga añadir, obstaculizan el proceso de arraigo social, en tanto en cuanto se torna imposible la materialización de sus expectativas. — Por último, un sector bastante significativo está constituido por personas jóvenes en período laboral. En cuanto a las características subculturales del mundo de la marginación, según los trabajos de Pascual i Esteve presentados en las Jornadas mencionadas, vienen a ser derivaciones del paulatino relegamiento de la valoración del trabajo y la autodisciplina, la familia, la corrección, el orden y la limpieza, la inteligencia y la vida intelectual, la posposición de las gratificaciones o deseos de aspiración cada vez más elevados. Por el contrario, la resocialización en la inadaptación genera acusado sentido de la impotencia –la realidad queda definida como algo inalterable–, primacía del presente –la pérdida del control sobre sus actos y su vida deviene también en pérdida de las perspectivas futuras–, búsqueda de gratificaciones inmediatas, carencia de pautas de comportamiento reguladas –lo cual se traduce con harta frecuencia en resistencia a la responsabilidad individual–, ausencia de participación, pasividad e incluso servilismo en el trato con la «autoridad» y marcada tendencia al aislamiento –no conceden crédito a las creencias y convicciones de los demás, sino solamente a las de su propio mundo–. Por todo lo anterior, se advierte de nuevo el equívoco anteriormente mencionado, que supondría no deslindar nítidamente marginación y delincuencia. A nuestro juicio, el mundo del delito, especialmente el de la delincuencia juvenil, dispone de un ambiente de referencia en el que aprender las técnicas e ideología de su actitud y comportamiento. El ámbito de la marginación y del desarraigo se sufre en soledad, a lo sumo y en el mejor de los casos, con la familia. En los trabajos recogidos por las Jornadas a que aquí nos referimos y adoptando como criterio el grado de ruptura con la realidad que el sujeto muestre, se deslindan tres categorías de marginados: puntuales, precrónicos o carenciales y crónicos o instaurados. El perfil de los primeros nos retrata a un colectivo que se encuentra, laboralmente, en situación de paro, aunque, eso sí, no demasiado prolongada –han trabajado recientemente–, inmigrados a la ciudad, con problemática familiar –puede tratarse de jóvenes fugados de casa o de mujeres que huyen del marido o los padres–. El deterioro de su personalidad aún no reviste gravedad, por cuanto que la problemática resulta estar localizada y es conocida por el propio individuo. Suelen conservar todavía bastantes amistades que contrarrestan así el vacío producido por la ruptura, en la mayoría de los casos recientes, con la familia. Los marginados precrónicos o carenciales, como su propio nombre indica, muestran carencias significativas en sus relaciones sociales y en algún aspecto de su personalidad: emotivas, de aprendizaje, etc. Con posibilidades de encontrar algún trabajo eventual o «marginal» (venta ambulante, carga y descarga, etc.), destaca su actitud de vivir al día, disfrutar lo que se pueda y gastar lo que se tenga. Los vínculos familiares, ya rotos, todavía cobijan sentimientos de afecto para alguno de sus miembros, pero rechazan la posibilidad de reintegrarse en tal grupo. Esporádicamente recurren a las instituciones de beneficencia y acogida, mostrando también como rasgo sobresaliente pocas amistades. Los marginales crónicos o instaurados han interiorizado plenamente este modo de vida. Son los propiamente denominados mendigos o indigentes, puesto que la mendicidad y la beneficencia son su medio de vida. Pueden definir su marginalidad de forma trágica y proceden de las capas más bajas de la clase trabajadora. Rechazan intensamente la vida REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 73 ESTUDIOS en las instituciones, aunque acuden a ellas en busca de recursos y protección. Su acusado deterioro físico y psíquico se complementa con un comportamiento cínico y ridículo, propio de los catalogados como «hombres desgraciados». Disponen de antecedentes en hospitales psiquiátricos, han roto absolutamente con su núcleo familiar y su muy prolongada situación de desempleo les impedirá insertarse en el mundo productivo, ni siquiera de manera eventual. El proceso de extensión y dispersión semántica que quedó señalado al comienzo de esta exposición, culmina en la oferta de un nuevo término y concepto: la exclusión. Los trabajos más recientes de Tezanos12 albergan en ellos las realidades y fenómenos que hasta ahora han quedado referidos. «... podemos considerar –afirma Tezanos–, que una de las virtudes del concepto moderno de exclusión social es que, de alguna manera, recoge en una nueva síntesis elementos de los tres bloques de conceptos a los que aquí nos hemos referido. Es decir, tiene una dimensión cultural (como las nociones de segregación, marginación, etc.), una dimensión o unos efectos económicos (como la pobreza) y, a su vez, permite situar el análisis actual de la cuestión social en la perspectiva de procesos sociales concretos relacionados con la problemática del trabajo como mecanismo fundamental de inserción social (al igual que en la teoría de la alineación, pero en 12 Cf., Tendencias en exclusión social en las sociedades tecnológicas. El caso español, Fundación Sistema, Madrid, 1999; TEZANOS, J. F. (ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social, Sistema, Madrid, 1999, especialmente pp. 11-54; TEZANOS, J. F., La sociedad dividida. Estructura de clases y desigualdades en las sociedades tecnológicas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001, pp. 137-200. También se sirven del término exclusión GAVIRIA, M.; AGUILAR, M. Y LAPARRA, M., «Sociología de la exclusión», en: ALMARAZ, J.; GAVIRIA, M.; MAESTRE, J., Sociología para el trabajo social, Universitas, Madrid, 1996, pp. 449-479. 74 un sentido distinto). De hecho, esta concurrencia de perspectivas analíticas confiere al concepto de exclusión social una densidad teórica y una riqueza analítica mayor de la que pudiéramos imaginar a primera vista, haciéndolo más útil y pertinente para focalizar una problemática cada vez más acuciante en las sociedades de nuestro tiempo». Convertido en un término de moda, hace referencia al debilitamiento de las fuerzas cohesivas e integradoras que las sociedades occidentales desarrolladas extendieron en los últimos lustros del siglo XX y, consecuentemente, se aplica para la identificación de todos cuantos se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen a una ciudadanía plena y propia del Estado del Bienestar. Su definición, marcadamente negativa, por alusión a aquello de lo que se carece, implica una imagen dual de la sociedad, un modelo de doble condición ciudadana, que ubica a los excluidos en la base de la configuración de unas nuevas infraclases y revela una concepción de la sociedad en perspectiva de «deber ser». Es decir, se trata de un concepto dinámico que denota un fenómeno estructural en expansión, de naturaleza multidimensional, en íntima relación con procesos sociales, que denota carencias no atendibles por la lógica del mercado y difunde sentimientos de vulnerabilidad, apartamiento y pérdida de sentido. Situaciones, en suma, que postergan en los planos económico y social, cuestionan la capacidad integradora del trabajo y nutren la descalificación de los individuos de los ámbitos cívico y político. De lo expuesto en el intento de acotar conceptualmente el fenómeno de la marginación, se desprende que el volumen de población marginal parece guardar una íntima vinculación con la distribución de las oportunidades vitales. Por ello, nada ha de sorprendernos que, por una parte, la marginación sea tratada como consecuencia de la pobreza, e incluso identificada con ella y, por otra, que sean las ciencias sociales de los países subde- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR sarrollados, especialmente del ámbito hispanoamericano, las que vengan prestándole una atención más decisiva y sostenida. Pero procedamos ordenadamente. Anticipándose 20 años a Park, Simmel13, quien considera la sociedad como una reciprocidad de seres dotados de derechos morales, jurídicos y convencionales, advierte el dualismo existente entre las categorías sociológicas y las éticas. Dualidad que, entre otras cuestiones, examina a través de las diversas concepciones que inspiran la asistencia a los pobres. Parte Simmel de la convicción del mendigo a tener derecho a la limosma. Entonces, la pertenencia del necesitado al grupo constituye el fundamento del derecho al socorro, aún cuando no esté clarificado a quién haya de dirigirse la demanda del pobre. Cuando el pobre sienta su situación como el resultado de un orden injusto, pedirá remedio y hará responsable a cualquier individuo que se encuentre en mejor situación. Otro matiz adopta la cuestión cuando se analiza desde la perspectiva del deber de quien da, en virtud del significado que éste le atribuya. Así, la limosna cristiana está motivada en la «buena obra» que contribuye a determinar el destino eterno del donante, pero la deja inmersa en un rotundo talante de arbitrariedad. Limitación que se esfuma cuando es la entidad colectiva la que aconseja la asistencia al pobre. Ejercida voluntariamente o impuesta por la ley, su propósito sería evitar que el pobre se convierta en un enemigo activo que, a la postre, supusiera alguna suerte de amenaza para el mantenimiento del statu quo social. En tanto que institución pública, se dirige a la totalidad de los individuos y se desentiende de las obligaciones morales entre el rico y el pobre. Por ello, afirma 13 «El pobre», en: Sociología. Estudios sobre las formas de socialización, Alianza, Madrid, 1886, pp. 479520. Simmel, el pobre socorrido se encuentra en similar situación a la del extraño, aunque con la peculiaridad de pertenecer a la totalidad, al igual que las clases propietarias. Y, precisamente, en su situación paradójica –es objeto de exclusión por parte de la comunidad que le socorre–, estriba lo más característico del papel que desempeña dentro de la sociedad. El socorro al que está obligada la comunidad, pero que el pobre no tiene derecho a reclamar, le convierte en objeto de la actividad del grupo, sin dejar de situarle a cierta distancia de la totalidad. Una peculiaridad más procede de la intervención de la conciencia moral, cuando la colectividad y las personas acomodadas sienten que al pobre le corresponde un mínumum de existencia. Es el caso de la beneficencia moderna que, en la correlación deber del donante-derecho del receptor, subraya el primero de los elementos. Sobre esta dimensión del asunto, agrega Simmel algo en las páginas que dedica a una digresión. A su juicio, el socorro al pobre, limitado al mínumum, dispone de un carácter objetivo, puesto que es posible determinar objetivamente lo que se necesita para salvar a alguien de la miseria física, aunque intervenga algún grado de arbitrio subjetivo en la oscilación entre no dar demasiado ni demasiado poco. Por todo ello, la relación que mantiene una colectividad con sus pobres, resulta tan socializante como la que guarda con sus contribuyentes o sus funcionarios, ya que por muy integrado que esté un sujeto en la vida del grupo y por más que su vida personal se desarrolle en los ciclos establecidos por la vida colectiva, también está, simultáneamente, frente a la totalidad. En cualquier caso, lo que acaba de referirse no es aplicado por Simmel a los pobres en general, sino sólo a aquellos que reciben algún grado de socorro. Y puesto que resulta evidente que todos los pobres no son socorridos, deriva de aquí nuestro autor el carácter relativo del concepto de pobreza. En primer REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 75 ESTUDIOS lugar, porque resultan objetivos y claros los fines que la naturaleza impone en el orden de las necesidades de alimentación, vestido y vivienda, pero nunca cabe determinar con exactitud la medida de dichas necesidades. Y también porque, subjetivamente hablando, puede ocurrir que alguien, absolutamente pobre, no perciba la discrepancia entre sus recursos y sus necesidades; e inversamente, que el más rico se proponga empeños superiores a los de su clase y sus recursos, hasta el punto de sentirse psicológicamente pobre. David Matza en su trabajo «Los pobres despreciables», tras definirlos como un colectivo sin empleo o empleados sólo casualmente, que viven en el desprecio y no se pueden reformar ni rehabilitar, puesto que son resistentes y recalcitrantes, recoge media docena de términos y/o expresiones que designan el fenómeno de la pobreza, por lo demás hecho harto habitual en las ciencias sociales. El concepto corriente considera y define a «los pobres despreciables» –despreciables en sentido distintivo, más que descriptivo, porque el autor no ignora el estigma asociado a la pobreza y porque únicamente son despreciables una proporción de los que se pueden considerar pobres–, desde una perspectiva de ventaja administrativa, como material humano que se puede moldear y ayudar con la esperanza de que se transforme. Como colectivo, se nos presentan desunidos, existen en los márgenes de la sociedad y simbolizan una notable discriminación. En segundo lugar y en atención a una carencia absoluta de prestigio, los pobres equivalen a la clase baja más baja. Igualmente sugerente resultaría la expresión «familia problemática». Este concepto contiene, a su vez, dos dimensiones: que los pobres son costosos, fastidiosos, y sugiere que coleccionan problemas. Obviamente, no podría faltar el término lumpenproletariat que, sin aclarar ni desarrollar, se refiere a la suciedad o basura que habita los órdenes bajos. No es una clase trabajadora industrial; por el contrario, es una masa heterogénea de trabajadores irregulares y casuales, que no se adapta a la organización de protesta política o económica. Hasta la expresión de T. Veblen «clase ociosa», entregada a sentimientos y comportamientos voraces, por el hecho de vivir en la sociedad industrial sin pertenecer funcionalmente a ella, resulta por ello parásita, inútil, bárbara, amargada y resentida. Finalmente, el concepto de pauper se caracteriza por su apatía respecto a su propia condición, nos salen al paso como gentes menos miserables e infelices que los pobres, porque se han adaptado a su pobreza. En nuestro trabajo, ya citado, «Alteraciones organizativas ...», se encuentran considerados otros factores fundamentales que guardan concomitancia con el fenómeno de la marginación: enfermedad, edad, género, minusvalías... 15 BENDIX, R.; LIPSET, S. M., Clase, status y poder, II, Euramérica, Madrid, 1972, pp. 239-273. En cualquier caso, mientras que en las sociedades preindustriales, las relaciones de parentesco y vecindad, propias de las comunidades primarias, sentían el deber de proveer a aquellos miembros incapaces de mantenerse a sí mismos, dejando un cierto espacio para las ideologías que ensalzan la pobreza co- Desde esta perspectiva, auspiciada por el formalismo sociológico de Simmel, quedan en evidencia los siguientes aspectos de la pobreza: existen pobres en todas las capas de la sociedad, en muchas ocasiones la pobreza no es socorrida y, por consiguiente, la pobreza no puede definirse como un estado o situación cuantitativa, sino más bien en función de la reacción social que produce. Trataré en las siguientes páginas de ocuparme de las complejas relaciones entre marginación y pobreza14 . En cuanto tal, y según puede concluirse del análisis de Simmel, la significación social del pobre y de la pobreza se define por las convenciones de la sociedad y presupone desvalimiento, baja posición en la jerarquía social e inferioridad personal15 . 14 76 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR mo ideal, la revolución industrial abre en éste, como en tantos otros asuntos, una nueva era. Alejandro Lasser 16 nos ofrece las siguientes perspectivas de explicación: En primer lugar, la tesis ecológica, asimila la marginación con barriadas periféricas y miserables de las grandes ciudades, habitadas por migrantes de las áreas rurales. Equivaldría a lo que en la obra de Adler de Lomnitz 17 se analiza como perspectiva urbanística, según la cual bastaría con reemplazar las barriadas por hábitat modernos para que se solucionara el problema de la marginalidad. Pero es evidente que la residencia en barriadas no basta para definir la marginalidad. Y, relacionada con este posicionamiento, está la argumentación que sostiene que las barriadas y la marginación instalada en ellas son solamente una etapa transitoria acarreada por el movimiento migratorio: el marginado sería un campesino todavía no integrado en la clase obrera urbana que, antes o después, terminará absorbiéndolo. Es decir, la marginación sería, según esto, un aspecto puntual y transitorio de la migración. Sin embargo, la existencia de marginados nacidos en la ciudad desmienten tal razonamiento. En segundo término, la tesis desarrollista sostiene que este hecho social se origina en las contradicciones del crecimiento económico: las insuficiencias del desarrollo agrícola, industrial y tecnológico, junto a la escasez de mano de obra cualificada y las desventajas del comercio exterior, terminan por traducirse en desempleo prolongado, estructural. Presenta, a nuestro juicio, la dificultad de identificar la marginación social con los desempleados de larga duración. En relación con los 16 Marginalidad social, justicia social y otros ensayos, Lisbona, Madrid, 1982. 17 Cómo sobreviven los marginados, Siglo XXI, México, 1987. efectos del desarrollo económico presentan mayor interés las tesis, ya clásicas, de Costa Pinto sobre la marginalidad estructural, como propia de una sociedad de transición en la que lo residual arcaico, aunque todavía permanezca, ya no domina, en tanto que lo emergente, aunque sólo esté presente, todavía no predomina. Tal marginalidad es la manifestación dinámica de las sociedades en transición, de sus dualidades, asimetrías y discontinuidades: entre las zonas rurales y las zonas urbanas; entre el artesanado y la gran industria; entre la vida parroquial de las aldeas atrasadas y las regiones metropolitanas modernizadas; entre las clases más pobres y menos educadas y las élites cosmopolitas de esas sociedades, etc. Sin embargo, los planteamientos macrosociológicos y estructurales de Costa Pinto desbordan nuestros intereses actuales 18. Una tercera concepción, denominada histórico-cultural, contempla la cuestión de la población marginal como un problema de excedente demográfico. Aquella, consecuentemente, se genera por la imposibilidad de insertarse en el sistema de producción, especialmente si se trata de sistemas capitalistas dependientes. Además, adquiere perfiles más graves por cuanto que en tales sistemas hay que contar con una acusadísima concentración de la riqueza. Cabe objetar aquí no sólo que la marginación también existe en las sociedades de capitalismo autónomo, sino igualmente que el factor económico no agota su causalidad, pudiendo intervenir otros como el político, el religioso o el étnico. Resulta posible acudir, en cuarto lugar, a la teoría anglosajona del etiquetaje. La marginación es contemplada desde la atención a «lo diferente» para, simultáneamente, negarle el derecho a la diferencia. Así, la primera consecuencia de tal proceso es la estigmati- 18 Cf. Desarrollo económico y transición social, Revista de Occidente, Madrid, 1969. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 77 ESTUDIOS zación social, una especie de penalización, que deviene en marginación de hecho; la segunda, una penalización jurídica, frente a la cual cabe únicamente proponer la tolerancia. En cualquier caso, ni existe una exclusiva modalidad de marginación, ni un singular factor que la produzca. Es más, observada su existencia en todas las épocas y sociedades, el denominador común resulta ser la diferenciación, explicitada sociológicamente en estratificación y económicamente en desigual distribución de la riqueza. De este modo concebida, la marginación se asemeja, sin llegar a identificarse, con la discriminación. Recordemos a este respecto el estudio sobre el estigma y la estigmatización de Goffman 19. Las formulaciones de R. Vekemans, más conocidas por las del Instituto Desal, resultan especialmente adecuadas para comprender la marginalidad del mundo hispano, pues remite hasta la época de la conquista española el problema de la marginación. Los conquistadores habrían impuesto externamente su cultura y tal imposición se tornó subjetiva tras la emancipación, dando lugar a la yuxtaposición de dos sociedades separadas al tiempo que paralelas: la participante en el poder y la marginal y dominada, entre cuyos rasgos sobresalen un sentimiento de desarraigo, que se suele transformar en apatía, desintegración interna, envolver todas las dimensiones de la existencia, incapacidad para superar la situación y revestir gravedad o urgencia extremas. Resulta imprescindible agregar a los anteriores discursos, el análisis de Oscar Lewis 20. Según el investigador norteamericano, la pobreza, dada por supuesta como parte natural de las sociedades más primitivas, adquiere en las modernas sociedades industriales connotaciones propias: crea, por su misma dinámica, una subcultura que supera los líCf. Estigma, Amorrortu, Buenos Aires, 1970. Antropología de la pobreza, Fondo de Cultura Económica, México, 1961. 19 20 78 mites nacionales. La disparidad de ingresos, los desequilibrios regionales, la escasez de puestos de trabajo, la dependencia económica del exterior, el hacinamiento, el equipamiento insuficiente de las viviendas y la desorganización familiar de la que nos ocuparemos posteriormente, y que se concreta en la abrumadora presencia de uniones libres, el predominio de la figura masculina y los lazos emocionales de los hijos más estrechos con la figura materna. Todo esto conduce a Lewis a identificar la marginación con la «cultura de la pobreza». Sin embargo, siendo cierto que la pobreza económica, el origen rural y la residencia en barriadas denotan marginalidad, habrá que admitir con Adler de Lomnitz, que algunos marginados ganan más que un obrero industrial y que hay marginados que no viven en barriadas y no son emigrantes. Por todo ello, erigir en «cultura de la pobreza» al conjunto de racionalizaciones y mecanismos de defensa diversos a los ideales de la cultura dominante, equivale a culpar a los pobres de su pobreza. No hay que olvidar, por otra parte, que desde no hace muchos años y como consecuencia del comienzo de la crisis del Estado de Bienestar, se ha empezado a hablar en Europa de la «nueva pobreza», aludiendo Franz Kaufmann a un grupo marginal que padece de «inseguridad social» y que, en 1977, la Comisión de las Comunidades Europeas publicó un informe titulado La percepción de la miseria en Europa. Si continuamos en esta misma línea propuesta por Lomnitz, la marginación, en sus dimensiones contemporáneas, no sólo viene a ser un fenómeno socioeconómico reciente, sino hasta un estrato nuevo de las sociedades en vías de industrialización. Y no faltan razones a la Doctora Adler por cuanto que en sus análisis dedica una minuciosa atención a los mecanismos de subsistencia / supervivencia de la población marginada. Aquéllos se basan en un intercambio precario de mano de obra por dinero, en torno a actividades intersticiales como servicio doméstico o reciclaje de desechos. Estos generan un peculiar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR sistema de relaciones sociales cimentado tanto en la transcendencia que encierra la seguridad económica –asunto de vida o muerte–, como en las redes de asistencia mutua que llegan a funcionar como un sistema económico informal, caracterizado siempre por el aprovechamiento de los recursos sociales y que actúa sobre el intercambio entre iguales. La marginalidad asegura su supervivencia mediante la reciprocidad –intercambio de favores como parte integrante de una relación social– entre parientes y vecinos, que suplen la carencia de seguridad económica y social. Pero no sólo desempeñan una función económica. Del mismo modo, configuran una ideología de ayuda mutua reforzada por el recurso a «instituciones tradicionales» como parentesco, vecindad o compadrazgo y apoyada en dos aspectos decisivos: la cercanía física y la confianza. La una, porque las mismas condiciones de vida dan lugar a una sucesión inagotable de emergencias imprevistas y la ayuda requiere de dicha cercanía para resultar eficaz. La otra, porque, al suponer capacidad y deseo para entablar la relación, voluntad de cumplir con las obligaciones implícitas y familiaridad suficiente como para no ser rechazado, está conectada con una imperceptible distancia social y, de este modo, se tornan más fluidas las relaciones sobre la condición previa de la igualdad. La comprensión de las funciones que cumplen dichos mecanismos informales de subsistencia –alojar y alimentar a los nuevos emigrantes durante el período inicial de su adaptación, mantener a los iguales en las épocas de desempleo o incapacitación y otorgar apoyo emocional y moral–, requiere no perder de vista que, al tratarse de una población emigrante, contar con la presencia previa de un pariente resulta decisivo. E igualmente no soslayar que los frecuentes cambios de residencia van atados al propio sistema de parentesco que, a mayor abundamiento, refleja que los individuos comparten ocupaciones similares, si no es que idénticas: trabajos manuales no cualificados cuyo deno- minador común ya ha sido contemplado como falta de seguridad económica y social. Trabajan a tanto por jornada, no están adscritos a organizaciones públicas o privadas, tienen bajo nivel de ingresos y limitadas posibilidades de consumo. Es decir, ausencia de un rol económico articulado con el sistema de producción industrial, lo cual muestra una doble dimensión: el marginado puede resultar una carga social y entonces, por eso mismo, sería susceptible de transformarse en una cuestión sociopolítica, sin dejar de ser, por ello, un símbolo de atraso. En cualquiera de los casos, nunca equiparable de manera exclusiva con la pobreza y mucho menos identificada ésta con una situación de ingresos escasos. En suma, el proceso de industrialización abre un abismo tan infranqueable entre los participantes en el proceso de producción y los excluidos, que confiere al fenómeno de la marginación un carácter estructural. Una dinámica imparable que encadena al desarrollo tecnológico, la complejidad de las organizaciones, la especialización, la concentración del poder y del control económico-político, culmina en la tendencia a relegar grupos sociales cada vez mayores, cuantitativa y cualitativamente hablando. A su vez, tal tendencia resulta tanto más arraigada cuanto más acelerado sea el ritmo hacia el desarrollo. Por ello, mientras en las sociedades más avanzadas se intenta paliar el problema con tecnologías que procuran incorporar la «población sobrante», en las más atrasadas marginalidad y pobreza pueden llegar a confundirse. En otros términos, la producción industrial moderna requiere cualificación y conocimientos actualizados que sólo están disponibles para sectores privilegiados. Para los marginados, emigrantes rurales que salieron de sus lugares de origen por un sinfín de razones –explosión demográfica, agotamiento de las tierras, baja productividad agrícola, rudimentaria tecnología rural, carencia de inversiones en el campo, creciente atractivo por los servicios sanitarios, educa- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 79 ESTUDIOS tivos, etc., de la ciudad y mejora de las vías de comunicación, por mencionar las más destacadas–, sólo quedan las ocupaciones manuales sin cualificar en la construcción, limpieza, vigilancia, reparación o servicio doméstico. He aquí por qué la marginación no es un fenómeno transitorio de corta duración. Los efectos de las situaciones así acotadas se dejan sentir, como anteriormente anunciábamos, en una peculiar estructura familiar. No poder incorporarse a la ciudad ni querer el regreso a los lugares de origen supone experimentar un choque cultural en el que se engendra una nueva mentalidad que no se reduce a poseer un lenguaje, valores, costumbres y visiones del mundo propias. Como señalan las investigaciones de Garza, Mendiola y Rábago 21 se debilitan la autoridad y el prestigio paternos, irrumpen conflictos generacionales, se produce una alteración de las pautas reguladoras de las relaciones sexuales y la función de la mujer se torna más activa. Las condiciones y salubridad de las viviendas, hechas de materiales perecederos y vulnerables a los fenómenos metereológicos, indeterminación del espacio para las diversas funciones, carencia de privacidad, paupérrimo equipamiento, inadecuada ventilación, hacinamiento, etc., además de guardar obvia relación con altos índices de mortalidad infantil, suelen traer aparejada la promiscuidad y la exposición de todos los miembros de la familia a los acontecimientos de la más diversa naturaleza: relaciones sexuales, nacimiento, muerte o conflictos paternos. El elevado índice de natalidad, –pues la maternidad es un valor fuertemente arraigado–, implica una delegación de funciones en la hija mayor, cuya autoridad es aceptada por sus hermanos, pero que priva a la mayo- 21 Adolescencia marginal e inhalantes, Trillas, México, 1983. 80 ría de una escolaridad regular. Y aunque existe un relativo avance en la escolaridad recibida en la ciudad en comparación con la que recibieron los padres en el campo, el analfabetismo persiste de modo harto generalizado. Además, las posibilidades de educarse requieren una mínima infraestructura –comida, ropa, zapatos y, cuanto menos, lápiz y cuaderno– que demasiadas familias no pueden sostener y, mucho menos, sistemáticamente, por no mencionar sino de paso que la insuficiente, al mismo tiempo que inadecuada alimentación, los padecimientos físicos ocasionados por una pésima atención al parto y la deficiente calidad de la enseñanza, neutralizan las esperanzas educativas que se transforman en deserción escolar. En tales circunstancias, la manifestación del afecto tiene también un significado peculiar. Un padre es bueno si es capaz de aportar el sustento básico para satisfacer las necesidades elementales. Por ello, la forma de mostrar cariño es luchar contra las condiciones adversas. El rol masculino no incluye ser afectuoso con la esposa y los hijos; su actitud es, por el contrario, distante y, al menos aparentemente, de indiferencia. Tampoco son extraños los malos tratos físicos y psíquicos que resultan, en cualquier caso, preferibles al abandono. El tránsito de la niñez a la edad adulta se produce de modo casi imperceptible. El hecho de que el padre se dedique a trabajos inciertos y de alto riesgo provoca la ocupación de los hijos varones en el cuidado y limpieza de coches, como limpiabotas o en actividades cercanas a la delincuencia. Para las hijas, que desde muy pronto asumieron responsabilidades en las tareas domésticas, queda emplearse en el servicio doméstico. A cualquiera de ellos se le recriminará violentamente la actitud de pereza o se le hará sentir que es una carga. Si en este punto agregamos que la legislación prohibe el trabajo a los menores, ¿qué proyecto de vida queda para la adolescencia marginada? REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 MARGARITA CAMPOY LOZAR En suma, los efectos de la emigración y la pobreza en la peculiar vida familiar de los marginados y la marginación en general pueden sintetizarse tal como lo hace David Matza en su ensayo sobre «los pobres despreciables» 22. Dice así: «La gente frecuentemente acude a la violencia en la educación de los niños y en las discusiones de asentamientos; el pegar a la esposa, la prematura iniciación del sexo y las uniones libres o matrimonios consensuales son frecuentes y las incidencias de madres y niños abandonados altas ... Las relaciones entre los padres frecuentemente se caracterizan por constantes disensiones y la ausencia de afecto y confianza mutua. Como resultado, la disolución de la familia es frecuente y hay una presión clara hacia una familia centrada en la madre: una versión desorganizada de lo que los antropólogos llaman monogamia serial con un gobierno de base feminista. La disposición al autoritarismo paternal es fuerte, pero, puesto que con frecuencia se ve desafiada la autoridad paterna, su cumplimiento requiere una demostración de poder y fuerza ... Además, la familia es extremadamente compleja. Puede contener hijos de diversos padres... De modo que las manifestaciones normales de rivalidad de los hijos están quizá aumentadas». Y tras este recorrido sobre la reflexión sociológica a propósito de las relaciones entre marginación y pobreza, alcanzamos a concluir en lo siguiente: — Desde las primeras formulaciones de Park y las referencias a ellas más usuales, hasta las de Stonequist, pasando por la reconsideración de Thomas y Znaniecki y las críticas de Golovensky o Green, teniendo igualmente en consideración los desarrollos más recientes del conocimiento y la investigación sociológicas, cabe identificar como hombre marginal a quien haya vivido o viva, sucesiva o simultáneamente, en dos o más sociedades, orientándose por valores diferentes, o que acepte valores de grupos de los cuales no es miembro, pero aspira a pertenecer a ellos. — En estrecha conexión con lo anterior, se impone, a la hora de analizar sociológicamente la marginación social, tener presente un amplio espectro de factores: raciales y étnicos, ecológicos, ideológicos, culturales, económicos y políticos, educativos y profesionales, de género y edad ..., que, de converger fatalmente con una situación de pobreza, conducen a que la posición ocupada en el sistema de estratificación, en los ordenamientos espaciales o en los universos simbólicos contribuyan a una exclusión sistemática de los cauces de participación de personas o grupos en la vida social. 22 Recogido por BENDIX; LIPSET, Clase, status y poder ..., cit. nota 15. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 81 ESTUDIOS RESUMEN: Los orígenes y desarrollos sociológicos de la expresión marginación social, son considerados a la luz de uno de los factores más relevantes que conducen a ella: la pobreza. El análisis de ambos conceptos se aborda desde las más originarias exposiciones que la teoría sociológica elaborara sobre ellos – R. Park en el caso de la marginación y G. Simmel, en el asunto de la pobreza–, así como desde las diferencias y relaciones que guardan con otros, tales como delincuencia, desviación e inadaptación. Por otra parte, y desde el supuesto de que ambos fenómenos han existido siempre, este trabajo incide en aquellos aspectos y peculiaridades que, en las sociedades económicamente desarrolladas y políticamente plurales, les imprimen una naturaleza peculiar y una dinámica propia. 82 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Cárcel y exclusión PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA * 1. DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE EXCLUSIÓN E l uso creciente del término exclusión en detrimento del más tradicional de pobreza, no ha conseguido aún eliminar las ambigüedades e inconsistencias con las que a menudo es empleado. Probablemente el empeño por clarificar hasta el extremo el alcance de ambos conceptos sea de todo punto imposible e innecesario en estos momentos, sin embargo, conviene establecer algunos límites mínimos a su utilización. En general, se acepta que podemos reservar la palabra «pobreza» para referirnos preferentemente a las situaciones de carencia económica y material, mientras que al optar por el uso de la expresión «exclusión social», estamos designando más bien un proceso de carácter estructural, que en el seno de las sociedades de abundancia termina por limitar sensiblemente el acceso de un considerable número de personas a una serie de bienes y oportunidades vitales fundamentales, hasta el punto de poner seriamente en entredicho su condición misma de ciudadanos. llevan implícitamente la referencia contraria a la igualdad económica como aspiración y consecuencia lógica, así tenemos también que, en cambio, la exclusión social, encuentra su negación en el privilegio, y puesto que ambos se originan en una desigual asignación de derechos y prerrogativas, resulta inevitable que la fractura social que conllevan, encuentre su superación en la afirmación de la ciudadanía, en tanto que expansión universalista de los derechos civiles, políticos y sociales entre todos y cada uno de los integrantes de una misma sociedad. De la misma forma en que pobreza remite, por oposición, a riqueza, y, en la medida en que ambas se generan a partir de la desigual distribución de la renta y el patrimonio, con- Tras un largo período de crecimiento económico y avances sociales, las últimas dos décadas han visto emerger en muchos países europeos una «doble condición ciudadana» (Tezanos, 2001) que sin estar sancionada por las leyes, sin embargo, separa de forma muy efectiva y real, a quienes tienen un trabajo estable, a tiempo completo, bien remunerado y prestigioso, que les permite mantener un mundo de vínculos y relaciones sociales sólidas, significativas y gratificantes («los integrados»), de aquellos otros ciudadanos de segunda clase que carecen de empleo, o bien deben conformarse con subempleos, subremunerados y precarios, lo que, con frecuencia, se acompaña de un debilitamiento e incluso de una pérdida completa de su entorno relacional y afectivo («los excluidos»). * Departamento de Sociología y Trabajo Social. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Universidad Pontificia Comillas de Madrid. La crisis general del empleo ha puesto de relieve los débiles fundamentos en los que se asentaba la garantía del acceso a bienes y servicios básicos como la vivienda, la sani- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 83 ESTUDIOS dad, o la educación. En una sociedad masivamente salarizada y de consumo, cuando se pierde la condición de asalariado-consumidor al carecer de ingresos regulares y suficientes, vía salario, nos encontramos con que la condición misma de ciudadano se ve gravemente puesta en entredicho (Castel, 1997). 1.1. Origen del concepto De hecho, cuando se empieza a hablar de exclusión social, en Francia allá por los años 70 (Lenoir, 1974), está en sus comienzos la llamada crisis del petróleo, cuyos efectos sobre el mercado de trabajo, acabarán arrojando un saldo millonario de personas que, desde un punto de vista económico, social y político, resultan perfectamente prescindibles. Los excluidos pasan a ser no sólo los que están «debajo» en la escala económica, sino sobre todo, cuantos se quedan «fuera» del bienestar general. A la crisis del mercado de trabajo, se le vienen a sumar los recortes en políticas sociales que hacen más difícil poder compensar a lo largo de la vida los desequilibrios ya existentes en el origen biográfico. Por doquier se instala una cierta conciencia de escasez, que al grito de «no hay para todos» acabará por rediseñar los espacios de integración-exclusión de nuestras sociedades occidentales, y andando el tiempo permitirá que vuelvan a tomar nuevos bríos los viejos mecanismos que habían sido severamente criticados durante los años sesenta. Mecanismos e instituciones que a lo largo de la historia habían permitido gestionar políticamente el «exceso inútil» de población, la «gente que sobra» de la que ya habló Malthus hace siglos, la gente que podía ser puesta aparte y afuera, mediante la pura eliminación física (pena de muerte), su transporte a tierras lejanas (colonias) 1 o su simple reclu- En España contamos con el ejemplo curioso de Bernardo Ward que en su Proyecto económico (1782) 1 84 sión: dentro del manicomio, el hospicio, y/o la cárcel. La desinstitucionalización psiquiátrica, el trabajo social comunitario, las medidas alternativas a la prisión, que habían sido el fruto más palpable de la crítica sociológica a las instituciones totales inaugurada por Goffman (1970) son puestos en solfa una y otra vez desde mediados de los setenta por los críticos más conservadores, y sus eventuales excesos y defectos se magnifican hasta el abuso en los medios de comunicación para intentar desacreditarlas ante la opinión pública. 1.2. Factores de exclusión En cuanto a los factores que influyen más directamente en la aparición, crecimiento y también, eventualmente, en el descenso de los niveles de exclusión social en las sociedades más ricas, hay que señalar en primer lugar las modificaciones experimentadas por el mercado de trabajo. Hablar de exclusión social en los países desarrollados es hablar del proceso creciente de degradación de la «ciudadanía social» al que asistimos a partir de la crisis de empleo que se abre con la crisis económica de mediados de los setenta. En la sociedad de la información, en la sociedad red, la mano de obra genérica pierde importancia al ser fácilmente sustituible por la máquina, lo que trae como consecuencia «la exclusión social de un segmento significativo de la sociedad compuesto por individuos desechados, cuyo valor como productores/consumidores se ha agotado y de cuya importancia como personas se prescinde» (Castells, 1998:380). La llamada crisis del empleo ha significado para muchas personas encontrarse en paro durante largos períodos de su vida activa; abogaba por una solución final al problema de los gitanos y nómadas que vivían sin trabajar ni ocuparse en nada útil: su idea consistía en enviarlos al Orinoco a ocuparse en factorías piscícolas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA para otras, en especial para las más jóvenes, ha supuesto tener que acceder a empleos precarios, a tiempo parcial o estacionales, en régimen de contratación temporal; empleos mal remunerados, con escasas posibilidades de promoción, e incapaces de sustentar un recorrido laboral y profesional de largo alcance sobre el que edificar un proyecto de vida autónomo; subempleos que, si bien pueden proteger de la exclusión extrema, acaban por generar una biografía «estabilizada en la precariedad» 2. En una sociedad que había edificado sobre la condición de trabajador asalariado la mayor parte de las credenciales de acceso al resto de bienes, servicios y titularidades de los que es posible disfrutar hoy en día, la crisis del salariado ha venido acompañada de severos ataques al sistema de bienestar que se venía construyendo en Europa al menos desde finales de la segunda guerra mundial. La reducción de los niveles de protección social allí donde éstos habían alcanzado sus cotas más elevadas, y la ralentización de su implantación en países como España en los que el welfare seguía siendo a principios de los años ochenta un sueño más que una realidad, se convirtió también en un factor generador directo de exclusión. La supresión de los subsidios por desempleo, una vez agotado el período de recepción de los mismos, la práctica desaparición de las ayudas a la vivienda social, la privatización de ciertas prestaciones sanitarias, la parquedad en los incrementos de las pensiones, etc, se vieron acompañadas por la implantación de unos ingresos mínimos encaminados a hacer posible la pura y simple subsistencia de amplias capas de población, que se hallaban excluidas tanto del empleo tradicional, como de la 2 Resulta muy ilustrativo el reciente cuaderno de Cristianisme i Justicia titulado Trabajo Basura (2001:nº 107), en él se recogen abundantes testimonios personales en los que se cuenta en primera persona las condiciones de explotación y precariedad en las que han de trabajar muchas personas en la actualidad. buena y amplia protección social que había venido siendo habitual hasta entonces. La reducción de ingresos, cuando no la carencia absoluta de ellos, así como su inestabilidad e inseguridad, o en otros casos, las condiciones sociales, culturales y simbólicas que entraña su recepción, según se trate de un salario en sentido estricto o de un ingreso social «para excluidos» con toda la carga de estigma que éste último conlleva, se convierte así en un tercer factor excluyente de inusitada fuerza en una sociedad en la que la inclusión social plena pasa por la posibilidad de poder hacer un uso efectivo y cotidiano del status de consumidor solvente. Naturalmente, las dificultades relativas al empleo, los agujeros en la protección social, y la insuficiencia de los ingresos, no se distribuyen aleatoriamente entre toda la población sino que tienen una incidencia muy diferente en razón de variables como la clase, el género, el grupo étnico de pertenencia, o la edad. En general, se puede afirmar que los miembros de la clase trabajadora, las mujeres, las minorías étnicas y los jóvenes constituyen grupos negativamente privilegiados entre los que crecen los casos de exclusión social. Finalmente, para acabar de cerrar el ciclo que permite seleccionar a los candidatos a la exclusión, nos encontramos con que, a los aspectos estructurales, se añaden las biografías de los propios excluidos, que con frecuencia han quedado marcadas por elementos marginalizadores que incrementan y amplifican la exclusión social que ya padecían. Así, por ejemplo, es mayor la incidencia y el destrozo que causan en sus vidas las minusvalías y enfermedades incapacitantes, la presencia de abusos y malos tratos, el alcoholismo y las toxicomanías, el decaimiento psicológico y las actitudes negativas de apatía, resignación, pesimismo, e incluso violencia, que proveen de un equipaje psicológico menos apropiado para competir en la sociedad actual. Finalmente, el encuentro con el sistema penal viene a añadir una definitiva nota identitaria para la construcción REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 85 ESTUDIOS social de los colectivos excluidos, al marcarlos para el resto de sus días con el estigma que representan los «antecedentes penales». 1.3. Los espacios de la exclusión Es bien sabido que en todas las sociedades, los que difieren de la condición modal y mayoritaria están a un paso de convertirse en excluidos, eso sí, siempre que carezcan de los recursos o del poder necesario para evitarlo, ya que en tal caso, ese mismo poder les permitirá mantener su hecho diferencial y convertirlo incluso en un signo de distinción y exclusividad frente a la mayoría. Sin embargo, en muchos otros supuestos, la inevitable organización social de las diferencias se concreta a menudo en la rechazable segregación espacial y simbólica de los excluidos. Los espacios de la exclusión se concretan por ejemplo, en los llamados barrios desfavorecidos, que en la trama urbana son el lugar específico en el que han de habitar y confinarse los grupos marginados. Del mismo modo, existen multitud de espacios institucionales diseñados específicamente para segregar y excluir. César Manzanos (1991:88) ha tratado de sistematizar lógicamente lo que llama la «red de espacios segregativos», teniendo en cuenta que «cada ámbito de la vida social desarrolla sus propios espacios segregativos encargados de retirar de la circulación y de aparcar a los sujetos que, por diversas circunstancias, han de ser apartados temporal o definitivamente: aquellos que necesitan un refuerzo reeducativo de tipo disciplinar; los que han de ser aislados por razones de salud pública y peligrosidad social; o quienes simplemente estorban debido a que no cumplen función social alguna y su conducta es anormal e incómoda». Así, se pueden identificar diferentes lugares de segregación (exclusión) en todos y cada uno de los principales campos de la administración social, y todos ellos en conjunto constituirían lo que denomina el «subsistema institucional de control formalizado»: 86 (Manzanos Bilbao, 1991:85) De entre todos los espacios segregados (manicomio, hospicio, hospital, etc), la cárcel es sin duda el lugar privilegiado en el que la exclusión social se quintaesencia y condensa hasta sus últimas consecuencias. Por su misma naturaleza, el encarcelamiento consiste en una exclusión. Como señala Rostaing (1996:355): «la prisión es un lugar de exclusión temporal que imprime sobre los detenidos la marca de un estigma». La persona encarcelada es puesta aparte, segregada del contacto social, y confinada en los estrechos límites de una celda, al interior de una institución que, a partir de entonces, tasará cada minuto, cada objeto, cada intercambio que establezca con el mundo exterior. Recordemos que el concepto de exclusión no se puede entender sin una referencia a «aquello de lo que se es excluido, es decir, del nivel de vida y del modo de inserción laboral y social propio de un sistema de vida civilizado y avanzado» (Tezanos, 2001:146). La persona encarcelada, queda pues excluida de la relación y la vida social que ha conocido hasta entonces, y pasa a convertirse en el habitante de un mundo aparte en el que su vida y su tiempo le han sido arrebatados. La paradoja se completa con el hecho empírico de que la exclusión, como tratamiento y profilaxis, se aplica esencialmente a los integrantes de las categorías más excluidas de la población. En una muestra salvaje y brutal del llamado «efecto Mateo», según el cual, al que más tiene se le da todavía más, y al que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA menos posee se le arrebata incluso lo poco que aún conserva, nos encontramos con que, a los ya excluidos socialmente, se les excluye aún más, encerrándoles en prisión. El complejo proceso por el cual un procedimiento aparentemente objetivo e imparcial, como es el que pretende llevar a cabo el sistema judicial, termina por reclutar a los clientes de nuestras cárceles entre los grupos más marginados de la sociedad, y algunas de las consecuencias que todo esto acarrea, ha sido constatado una y otra vez por los diferentes autores que se han ocupado de estos temas (Valverde Molina, 1993; Álvarez Uría, 1992; Torrente, 2001). Nuestro objetivo en este artículo consistirá únicamente en proporcionar algunos datos que abunden aún más si cabe en el sinsentido que supone pretender administrar y combatir la exclusión social mediante el fomento y la expansión de instituciones y dispositivos excluyentes, como son las cárceles. 2. LA CÁRCEL COMO DISPOSITIVO SANCIONADOR EXCLUYENTE Obviamente, «la prisión es la forma más categórica de exclusión que permite la ley» (Smith y Stewart, 1996:106), y aunque el artículo 25.2 de la Constitución dice claramente que «las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social», sin embargo, el hecho cierto es que en la cárcel coexisten y entran en contradicción dos principios difícilmente conciliables: el punitivo, con su énfasis en la seguridad y el control, y el rehabilitativo, que aboga por la reeducación social del preso. En función de este último han de programarse actividades formativas y laborales que, siquiera formalmente, permitan dar legitimidad moral e ideológica al encierro institucional, puesto que por lo general, el ingreso en las instituciones totales tal y como fueron descritas por Goffman, se justifi- ca siempre apelando al posterior retorno a la sociedad; supuestamente en mejores condiciones que cuando se entró. Se ingresa en ellas para poder ser reajustado, reparado, reeducado, etc. Todo sugiere la vuelta de nuevo al ámbito social de donde se fue extirpado; sin embargo, lo cierto es que el ingreso en estas instituciones segregativas conlleva un proceso inevitable de desidentificación y desocialización, que acaba haciendo mucho más difícil el retorno a una vida socialmente integrada. Podemos comprender las implicaciones exclusógenas de la estancia en prisión desde el modelo que presenta César Manzanos, en el que se resumen y sistematizan las aportaciones de otros muchos autores (Valverde, Clemente, Munne) que han hablado de los grandes momentos del proceso de reeducación desocializadora que se pone en marcha con el ingreso en la cárcel. Según Manzanos (1991:106-124), se podrían distinguir hasta cinco etapas: a) Ruptura con el mundo exterior: que conlleva la separación física, con la consiguiente privación de estímulos físicos, visuales, auditivos, olfativos. El preso se interna en un mundo pequeño, de colores planos y uniformes, olores omnipresentes, en donde no es posible lanzar lejos la mirada por la interposición constante de un muro o una pared. Y no sólo el mundo exterior se aleja físicamente, también se distancian las referencias personales, los medios de comunicación, los mensajes y valores presentes en el exterior, todo lo cual genera un fuerte sentimiento de debilidad y desamparo. b) Desadaptación social y desidentificación personal: mediante una compleja y variada sucesión de momentos y situaciones rituales de despojo y expoliación, la persona presa experimenta una verdadera «mutilación del yo», que le hace perder su identidad de partida y experimentar un proceso de despersonalización y desindividualización que le conduce a integrarse como un elemento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 87 ESTUDIOS más (un número) dentro de un colectivo masificado, amorfo y sin perfiles particulares. Entre las técnicas más frecuentes de mortificación y despersonalización se encuentran: el aislamiento, que hace de la soledad física la condición de partida para lograr la sumisión más absoluta; o la contaminación física que implica la vida en condiciones de hacinamiento: la pérdida de intimidad, el contacto inevitable y forzado como paso previo y obligado para la contaminación moral, etc. Las ceremonias degradantes, como los cacheos totalmente desnudos, las formaciones para pasar lista, los registros nocturnos; la reglamentación de las más nimias actividades cotidianas, la comida, el sueño, el ocio. Se trata de técnicas programadas que tienen como consecuencia la infantilización de la persona presa y una sensible merma de la responsabilidad personal del preso, por lo que no es raro que aparezcan alteraciones de la personalidad junto a cuadros depresivos, apatía, ansiedad, stress, trastornos digestivos, etc. c) Adaptación al medio carcelario: como mecanismo de defensa para intentar salvar los restos del naufragio personal se produce una readaptación al nuevo contexto físico y relacional, que algunos han llamado proceso de prisionización. Se redefinen actitudes y valores, se produce una incorporación a la subcultura carcelaria, que, no lo olvidemos, está atravesada completamente por las relaciones de dominación, opresión y autoritarismo, tanto en relación al personal funcionario, como entre los propios internos, en los que la violencia física y la coacción de unos pocos sobre el resto reproducen y amplifican las condiciones brutales de su encierro. En estas condiciones, la desconfianza, el recelo, la sospecha, no son tanto patologías psicológicas, como meros requisitos básicos e indispensables para la supervivencia. d) Desvinculación familiar: a la dificultad para el contacto y el encuentro interpersonal que supone estar encarcelado suele añadirse 88 la lejanía del lugar de internamiento, los traslados frecuentes, el aislamiento geográfico de las cárceles, que suelen construirse en lugares apartados y con malas comunicaciones, etc. Todo ello, sumado a los aspectos psicológicos y sociales, acarrea una serie de repercusiones sobre la malla de relaciones familiares que van desde las más leves y coyunturales (como puedan ser la preocupación, la falta de apoyo, la intranquilidad), a otras mucho más graves (rechazo social, problemas económicos, tensiones, riñas) o incluso irreparables (abandono o pérdida de los hijos, divorcio, ruptura de relaciones con los padres, problemas psiquiátricos, etc). e) Desarraigo social: la salida de la cárcel se ve envuelta en una pérdida de posibilidades de cara al empleo por efecto del estigma que implica la condición de ex presidiario, y también como consecuencia de la descualificación que acarrea el período de internamiento. Junto a ello suelen aparecer trastornos psicológicos de insomnio, sentimientos de ser perseguido, o una fuerte inseguridad. También es cierto que el mayor acoso policial a quienes ya tienen antecedentes, la presión del ambiente y el contacto con antiguos compañeros de cárcel hacen que con frecuencia el desarraigo social y posteriormente el encapsulamiento dentro de un submundo delincuencial sean casi efectos obligatorios tras la estancia en prisión. De la cárcel no se sale siendo un hombre libre, sino convertido en un ex presidiario, con todo lo que esto implica. 2.1. La selección de la clientela: el proceso de criminalización Por lo general, las cárceles seleccionan su clientela entre personas que han cometido algún delito, o que al menos se sospecha que lo han cometido. Por supuesto, la comisión de un delito no le convierte a uno sin más en delincuente, y mucho menos se puede sostener el presupuesto de que todos cuantos se en- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA cuentran encarcelados son delincuentes. También está claro, para quien conozca siquiera levemente el funcionamiento real del sistema judicial y penal, que no todos los que cometen delitos van a la cárcel. Tal y como dice D. Torrente (2001:74 y 75), «la delincuencia como fenómeno y el delito como manifestación, son el resultado de una construcción social» en la que intervienen múltiples actores. De manera que un suceso llega a percibirse o no como desviado (o como delito), en función «de variables tan dispares como el contexto de la situación, la clase social del desviado, su relación con la víctima (si la hay), los valores de la persona que juzga, la biografía del sujeto», etc. Si repasamos brevemente las estadísticas sobre delitos cometidos en nuestro país, conviene recordar, que cuando se manejan datos oficiales hay que tener en cuenta que «las estadísticas son informaciones oficiales elaboradas a través de canales burocráticos y orientadas por objetivos políticos.» ... «responden a las necesidades y estructura de la institución y no necesariamente a criterios de investigación científica»... y únicamente...«reflejan el comportamiento desviado reconocido oficialmente por las agencias de control social» (Torrente, 2001:171). A pesar de todo, y con todas estas reservas, resulta ilustrativo echar un vistazo a la clasificación de los delitos que llegan a ser conocidos por los cuerpos de seguridad del Estado. Las estadísticas de la policía y la guardia civil (ver gráfico sig.), nos muestran que durante 1999 (último año para el que se dispone de datos) de un total de 918.053 delitos, el 85% fueron delitos contra el patrimonio (779.740), mientras que los delitos contra las personas (18.200) representaron el 1,98%, y los delitos contra la libertad sexual (7.198) supusieron únicamente el 0,8% del total. Es decir, que, como no deja de ser lógico en una sociedad marcada por la desigualdad económica, los delitos contra el patrimonio constituyen la inmensa mayoría de los delitos que se cometen, o al menos de los que llegan a conocimiento de la policía. Esto no es obstáculo para que, entretanto, las páginas de los diarios y las imágenes de la televisión provean de abundante información relativa a asesinatos y violaciones, con la que se alimenta un sentimiento de inseguridad entre los ciudadanos que posteriormente podrá canalizarse hacia una demanda de mayores medidas de control y rigor por parte de jueces y policías. CLASIFICACIÓN DE LOS DELITOS (C.N. Policía y Guardia Civil. Año 1999) Patrimonio Seguridad colectiva Libertad Personas Orden público Falsedades Relaciones familiares Libertad sexual Administración jurídica Resto Fuente: Ministerio del Interior. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 89 ESTUDIOS Pero es más, si analizamos los delitos contra el patrimonio (ver gráfico sig.), podremos comprobar lo que supone el complejo proceso de invisibilización de los llamados delitos de guante blanco. Así, nos encontramos con que se tuvo noticia de 405.772 robos con fuerza en las cosas, 129.317 sustracciones de vehículos, 98.689 robos con violencia o intimidación, y 86.124 hurtos. En total 719.902 delitos entre estas cuatro categorías, que por lo general engloban la totalidad de la actividad de los pequeños delincuentes. Frente a estas cifras abultadas, la policía nacional y la guardia civil dan cuenta únicamente de 73 delitos de blanqueo de capitales, 61 delitos societarios, y 50 insolvencias punibles durante el mismo período de tiempo. Es evidente por tanto que, para empezar, no todos los delitos llegan a conocerse, (especialmente los delitos cometidos por los miembros de las capas más altas de la sociedad), y que muchos actos delictivos permanecen ocultos incluso para las propias víctimas. Es el caso de los llamados delitos sin víctima, en los que se ponen claramente de relieve las conexiones entre la ley y la moral, la realidad penal y la política. Pensemos por ejemplo en los delitos contra la salud pública por manipulación fraudulenta de alimentos, que son consumidos por todas las víctimas sin conciencia alguna de que se trata de alimentos adulterados; en los juegos de apuestas no legalizados, en ciertos comportamientos sexuales, o en las infracciones de tráfico. Otros delitos, a pesar de ser conocidos, no llegan a denunciarse, ni se comunican a la policía. Con frecuencia, es el caso de la violencia doméstica, o de muchos delitos económicos, cuya simple denuncia podría acarrear quebrantos aún mayores a las propias víctimas. En el caso de ser denunciados ante la policía, ésta no siempre se moviliza con la misma celeridad y diligencia, sino que, con mucha frecuencia, la actuación policial no pasa de ser una tramitación burocrática y rutinaria. DELITOS CONTRA EL PATRIMONIO (1999) 90 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA Si la policía llega a actuar e investiga, sólo una ínfima proporción de los delitos denunciados son finalmente esclarecidos. Y en una proporción aún menor es posible llegar a conocer la identidad del delincuente y se consigue detenerlo. largo proceso cuyo resultado último será que la inmensa mayoría de las personas que se encuentran actualmente en prisión se acaban reclutando entre unos cuantos miles de familias que arrastran una larga historia de pobreza y exclusión social. A partir del momento en que el autor de un delito es puesto a disposición judicial, el ingreso en prisión con carácter preventivo no sólo depende de la naturaleza del delito, sino que la prisión preventiva se aplicará con mucha mayor frecuencia en los casos en los que no se disponga de un buen abogado defensor, y, además, en la decisión del juez de enviarle a prisión preventivamente, intervendrán variables como la categoría social del detenido, sus relaciones sociales y económicas, su condición o no de reincidente, etc. Esto no quiere decir que el delito sea una nota característica y exclusiva de las clases bajas. Es más, tal y como se ha demostrado a partir del desarrollo de las encuestas de victimización, lo que se puede concluir es que son precisamente las clases menos pudientes, pobres y desempleadas, las que sufren, como víctimas, la mayoría de los delitos que se cometen (A. Platt cit. por Torrente, 2001:66). Por otro lado, los estudios en los que se indaga por la autoinculpación, muestran que son precisamente los más ricos quienes cometen sus delitos más impunemente. Es decir, aunque hay delitos característicos de las distintas clases sociales, el delito se encuentra presente y repartido entre todas ellas, siendo precisamente el sistema penal el que, tal y como ha explicado Jeffrey Reiman, se encarga de discriminar entre unos y otros impidiendo que los delitos de las diferentes clases se mezclen al interior del sistema penal, y en última instancia es el responsable último de que la mayoría de la gente comparta el prejuicio según el cual las personas que cometen delitos son negros (gitanos en nuestro país), jóvenes, varones y pobres. Finalmente, en el caso de llegar a ser juzgado, la probabilidad de recibir una condena será mucho más habitual en el caso de que el abogado sea de oficio, no haya llegado a estudiar detenidamente el sumario, o no conozca ni de lejos a su defendido como ocurre con muchos presos comunes. En este punto, el momento dramático del juicio juega un papel crucial, para Garfinkel los juicios son «ceremonias de degradación» merced a las cuales se transforma a una persona en un condenado. Esa persona suele ser alguien socialmente ya excluido. Por último, estas mismas variables intervendrán para marcar nuevas diferencias entre unas personas y otras, de manera que incluso en el supuesto de delitos idénticos, la pena de prisión será mayoritariamente utilizada con ciertas personas, mientras que otras obtendrán con más facilidad una condena no carcelaria, en forma de arrestos de fin de semana, multas, indemnizaciones, etc. Así pues, este complejo y laborioso proceso de criminalización se encuentra condicionado en cada una de sus etapas, por variables sociales, culturales y económicas, que serán las responsables del enorme sesgo final. Un 2.1.1. La cárcel como etapa final del proceso de construcción social del delito y del delincuente La cárcel es el dispositivo último en el que fragua definitivamente el proceso de construcción social de la identidad delincuente. Pasar por la cárcel significa ser, para siempre y de forma definitiva, un «delincuente». Una sociedad que encarcela a muchos de sus miembros será también, por tanto, una sociedad capaz de estigmatizar y apartar de la re- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 91 ESTUDIOS lación social «normal» a un gran número de personas, encerrándolas en el estrecho e incómodo calificativo de ex presidiario. Por lo general, esta masa sobrante e incómoda estará masivamente integrada por los miembros más empobrecidos de la sociedad. a) El auge de la cárcel en Norteamérica El proceso de criminalización de la miseria y la pobreza que según Wacquant está expandiéndose internacionalmente desde sus orígenes en EE.UU acaba por deglutir el trabajo asalariado precario al interior de un archipiélago penitenciario en continuo crecimiento desde mediados de los años setenta. En este gran proyecto de carácter conservador confluyen a un tiempo tres propuestas: «difuminación del Estado económico, debilitamiento del Estado social, fortalecimiento y glorificación del Estado penal» (2000:12), de manera que son los mismos representantes del pensamiento ultraliberal que claman contra el exceso de intervención estatal en el terreno del welfare y la política social, los que paradójicamente demandan un crecimiento cada vez mayor de las instituciones de control social y penitenciarias. De acuerdo con esta visión penalizadora, la actuación de la policía pasa a ser guiada por la que se ha dado en llamar «política de tolerancia cero» frente a los pequeños delitos e infracciones, política que se traduce en una multiplicación de los arrestos y detenciones de pequeños traficantes, prostitutas y delincuentes menores, es decir, aquella parte de la delincuencia que se muestra más visiblemente, en plena calle, y resulta por lo tanto especialmente incómoda a los ojos de la clase media. En EE. UU. el resultado ha sido un incremento constante de la población pobre encarcelada, que, a la vez que ha visto cómo se recortaban las ayudas sociales, ha pasado a verse entre rejas en una altísima proporción. La población norteamericana encarce- 92 lada se redujo al mínimo en 1975, cuando triunfaban las ideas sobre las alternativas a la prisión, las penas sustitutorias, etc, hasta el punto de que incluso se llegó a hablar de alcanzar el objetivo de una «nación sin prisiones», ya que por aquella época los detenidos eran «sólo» 380.000. Diez años más tarde, en cambio, eran ya 740.000; superaron el millón y medio en 1995, y llegaron a rozar los dos millones en 1998. El caso de California es especialmente significativo de esta moderna tendencia a encarcelar en Norteamérica. En las prisiones estatales californianas, la evolución fue la siguiente: 1975: 17.300 detenidos; 1985: 48.300; 1998: más de 160.000; si se le suman los internos en centros de detención de las ciudades y condados californianos, se alcanzan las 200.000 personas detenidas sobre una población total de 33 millones de habitantes. Cuatro veces más presos que en España, para una población con siete millones de habitantes menos. Esto se explica únicamente por el encierro de los pequeños delincuentes, y muy particularmente de los toxicómanos. Según esta perspectiva conservadora que alienta la penalización de la miseria, el crimen y la pobreza no son fruto de las condiciones sociales y económicas, sino del comportamiento irresponsable, poco inteligente, inmoral o vicioso de los propios pobres. Por eso mismo, el trabajo social, lejos de perseguir reformas estructurales que están fuera de su alcance y que probablemente sean irrelevantes como estrategia para reducir el crimen, debe empeñarse en corregir las conductas mal adaptadas. En lógica consecuencia, las explicaciones estructurales de la pobreza pierden credibilidad, y se las tacha de mero «sociologismo». Si la pobreza está generada por el comportamiento poco eficiente de los propios pobres, claro está, que es ése comportamiento lo que hay que cambiar, y no la sociedad. Para los conservadores norteamericanos, igual que para sus epígonos europeos, los empeños en explorar las raíces sociales del delito, no son otra cosa que «excusas so- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA ciológicas» que se esgrimen para debilitar la llamada a la responsabilidad individual del delincuente. Así lo formulaba el presidente Bush (padre) cuando en una alocución a estudiantes argumentaba diciendo: «tenemos que alzar la voz y corregir una tendencia insidiosa, consistente en atribuir el delito a la sociedad más que al individuo [...] En lo que me toca, creo, como la mayoría de los norteamericanos, que podremos empezar a construir una sociedad más segura si nos ponemos ante todo de acuerdo en cuanto a que la sociedad en sí misma no es responsable del crimen: los criminales son responsables del crimen» (cit por Wacquant, 2000:61). Por lo tanto, lo que corresponde es encerrar y encarcelar a cuantos más «delincuentes» mejor. Los argumentos sociales y económicos los intentan rebatir los conservadores, arguyendo que la comisión de un delito implica siempre una decisión individual que es la que permite atribuir la responsabilidad moral y penal a los individuos, mientras que, por el contrario, los contextos, las estructuras, no son susceptibles de ser inculpadas, ni, por supuesto, castigadas. Las asociaciones evidentes entre pobreza, aparición de conflictos familiares serios, penetración del consumo de drogas ilegales, residencia en espacios segregados, importancia de los encuentros con la policía y los agentes de control social, etc, no parecen hacer mella entre los partidarios de la responsabilidad individual del delito. Entre otras ventajas adicionales de esta política de tolerancia cero, que multiplica las detenciones e ingresos en prisión, nos encontramos con que, de paso, esta inflexión represiva ha permitido hacer crecer la industria penitenciaria hasta convertirla en uno de los negocios más florecientes en estos momentos en Norteamérica. Tras el nacimiento de las cárceles privadas en 1983, la industria penitenciaria se había hecho en 1997 con el 7% de toda la población encarcelada, disponiendo de 137.000 plazas repartidas en unos ciento cuarenta establecimientos que gestio- naban o eran propiedad de 17 empresas privadas. En última instancia nos encontramos con que, tal y como afirma Wacquant, actualmente en Estados Unidos la desregulación económica camina a la par que la sobrerregulación penal, con lo cual, al mismo tiempo que se deja de invertir en acción social, se han de multiplicar las inversiones en cárceles y centros de internamiento. En España, el proceso de privatización de la prisión está en sus comienzos, pero curiosamente las grandes empresas multinacionales de seguridad van haciendo su entrada en el sector siguiendo un camino bastante similar al recorrido en EE. UU, y posteriormente, en Inglaterra. Se comienza con la privatización de algunos servicios de mantenimiento (comedor, limpieza de oficinas, lavandería, talleres, etc), se continúa subcontratando la gestión de algunos centros de detención de menores con empresas privadas. Más recientemente se ha fallado el concurso 3 que ha puesto en marcha el control remoto mediante pulseras telemáticas, para lo cual se pedía a la empresa que ganara el concurso que tuviera capacidad para implantarlo en 80 cárceles diferentes y que su sistema hubiera sido implantado con éxito en tres países, uno de los cuales debía ser de la Unión Europea. Finalmente, ya comienza a hablarse de entregar ciertos servicios de vigilancia en las cárceles a empresas privadas, sustituyendo a la guardia civil por los guardias de seguridad privados. El paso siguiente dentro de esta lógica será implan- 3 En el BOE de 4 de julio de 2001 se publicó la resolución de la DGIP por la que se anunciaba la apertura de un concurso público abierto para la adjudicación de un «servicio de monitorización (vigilancia remota) de internos ingresados en centros penitenciarios dependientes de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias». En el BOE de 11 de julio de 2001 se abre el concurso para adjudicar el «servicio de alimentación de los internos del centro penitenciario de Valencia cumplimiento» sobre un presupuesto base de licitación de 700 pts por interno/día, etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 93 ESTUDIOS tar en nuestro país la cárcel totalmente privada 4. Según Wacquant (2000:96 y ss.), la lógica profunda que subyace en este vuelco que va de lo social a lo penal, se puede resumir en tres componentes principales: 1. En primer lugar, el sistema penal colabora de manera directa en la regulación de los segmentos inferiores del mercado de trabajo: hace bajar la tasa de paro y además genera empleo en el subsector de bienes y servicios carcelarios. Además, contribuye al crecimiento de los empleos más precarios y desprotegidos, al hacer crecer la mano de obra integrada por ex detenidos que no pueden sino aspirar a trabajos degradados y mal pagados. 2. Contribuye al mantenimiento del orden racial, sustituyendo al gueto como instrumento de encierro y exclusión de una población considerada peligrosa y supérflua tanto en términos económicos como políticos, puesto que apenas votan. 3. Por último, hay una íntima relación entre prisión y asistencia social. Por un lado, la visión panóptica y punitiva que caracteriza a la cárcel tiende a impregnar los objetivos e instituciones encargadas de la asistencia social. Por otro lado, «las cárceles, quiéranlo o no, de- 4 Resulta muy ilustrativa la visita a la página web de Corrections Corporation of America, una de las grandes empresas privadas del sector en Norteamérica (http://www.correctionscorp.com/), por la calidad de la misma y por los contenidos que se presentan en ella, destinados a un público heterogéneo para el que se han dispuesto hasta cinco secciones: visitantes, profesionales del sector, medios de comunicación, solicitantes de empleo (a comienzos de septiembre se anunciaban 470 ofertas de trabajo) y posibles inversores. Para estos últimos, se ofrecen las memorias y la evolución bursátil de la compañía, con resultados francamente espectaculares. 94 ben hacer frente, urgentemente y con los medios disponibles, a las dificultades sociales y médicas que su ‘clientela’ no pudo resolver en otra parte: actualmente, en las metrópolis norteamericanas, la principal vivienda social y la institución en que se brindan cuidados y atención sanitaria accesibles a los más indigentes es la prisión del condado». Considerándolo desde un punto de vista cínico, todas estas circunstancias vuelven «rentables» a los presos, tanto en términos económicos como ideológicos, lo que lleva a Wacquant a hablar de un «complejo comercial carcelarioasistencial», cuya «misión consiste en vigilar y sojuzgar, y en caso de necesidad castigar y neutralizar, a las poblaciones insumisas al nuevo orden económico según una división sexuada del trabajo, en que su componente carcelaria se ocupa principalmente de los hombres, en tanto que la componente asistencial ejerce su tutela sobre (sus) mujeres e hijos» b) Las cárceles europeas y españolas El caso de España presenta bastantes paralelismos, aunque desde luego cuenta con elementos específicos que convierten en peculiar la evolución seguida por nuestro «archipiélago carcelario» en los últimos 25 años. De entrada, conviene tener presente que en este momento, somos el tercer país de la Unión Europea con más personas encarceladas por habitante, siendo superados tan sólo por Portugal e Inglaterra, país que se ha convertido en el impulsor europeo de las corrientes norteamericanas que abogan por el abandono del Estado providencia en aras del Estado penitencia 5. 5 Esta es la fórmula con la que se refiere Wacquant al reemplazo del Estado social y benefactor por un Estado punitivo y encarcelador. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA EVOLUCIÓN MEDIA DE LA POBLACIÓN RECLUSA Fuente: DGIP. Datos a 31-8-2001 En todo caso, aunque estamos a bastante distancia de los 648 presos por cada 100.000 habitantes que existen en EE.UU., también entre nosotros se está produciendo desde hace años una expansión de la cárcel. Este incremento de la población encarcelada, se alimenta cada vez en mayor medida con trabajadores precarios y desempleados, extranjeros inmigrantes, y personas con adicción a drogas. Pensemos que a comienzos de los años ochenta no llegaban a diecinueve mil las personas presas en España (ver gráf. sig.), y que una vez salvado el descenso provocado en 1983 con ocasión de la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (siendo ministro Ledesma) 6, el número de presos no 6 Esta reforma consistía en limitar los períodos máximos de estancia en prisión preventiva, lo que se tradujo en un importante descenso del número de presos preventivos. cesó de crecer hasta rozar los cincuenta mil en 1994, y en este momento, tras un leve descenso, fruto de las últimas reformas penales, volvemos a estar en torno a las cuarenta y ocho mil personas presas. También a nivel europeo, los trabajos de Pierre Tournier para el Consejo de Europa permiten hablar de una importante inflación y superpoblación carcelaria en la mayor parte de los países europeos, que en mayor o menor grado viven parecidas situaciones de hacinamiento en sus cárceles. El alargamiento de las penas y el crecimiento del número de inmigrantes que se encuentran en prisión, están en el origen de este crecimiento de la población reclusa, ante el cual sólo caben dos alternativas: aumentar el número de plazas en las cárceles, o bien desarrollar las alternativas a la prisión (Béthoux, 2000). De hecho, si consideramos la evolución seguida por los países de la Unión Europea durante los REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 95 ESTUDIOS años 90 (ver tabla sig.), es claro que salvo en tres países (Luxemburgo, Noruega y Suecia) en los que la tasa de encarcelamiento permanece estable, y otros tres en los que desciende ligeramente (Austria, Dinamarca y Francia, este último tan sólo desde los dos últimos años), en los nueve países restantes la tasa ha crecido entre 12 y 38 puntos desde 1992 hasta ahora. Como ya hemos dicho, España es el tercer país de la UE que más gente tiene entre re- 96 jas, en proporción a su población, y uno de los cinco en los que la tendencia a encarcelar ha experimentado un mayor crecimiento durante los años noventa. Sin que hasta el momento la tendencia parezca haber tocado techo en nuestro país, como en cambio sí parece estar ocurriendo ya en Reino Unido y en Portugal. Este último país, a pesar de continuar ostentando el liderazgo en porcentaje de población encarcelada, ha visto reducir su tasa muy sensiblemente en los últimos tres años. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA Este crecimiento de la población encarcelada en Europa no se ha acompañado siempre de un incremento del número de plazas, lo que se acaba traduciendo en un importante grado de hacinamiento (ver Tabla sig.). Si nos atenemos exclusivamente a las cifras oficiales respecto del total de personas presas y del número de plazas oficiales con que cuenta el sistema penitenciario, España es el quinto país de la UE en cuanto al grado de hacinamiento oficialmente reconocido. Esto no quiere decir que el hacinamiento no sea mayor en la realidad, puesto que, como es sa- bido, al menos en nuestro país, el número de plazas oficiales aumenta de facto por el expeditivo método de incluir una nueva cama en una celda que ha sido construida para albergar a un solo individuo, lo que constituye un incumplimiento flagrante de lo establecido por la legislación penitenciaria, pero incluso así, estamos en los puestos de cabeza en lo que a hacinamiento se refiere. En este punto los países mediterráneos (Grecia, Italia, Portugal y España, junto con el caso excepcional de Bélgica) muestran una pauta claramente regresiva. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 97 ESTUDIOS Por otro lado, en lo que respecta al número total de plazas que se necesitarían, esto es, considerando los datos anteriores en cifras absolutas, ocupamos la tercera posición, con un déficit oficialmente reconocido de –3.238 plazas, tras Italia (-10.863) y Alemania (-3.262). Y no sólo eso, sino que ocupamos el primer puesto en el ránking del tamaño medio de las cárceles, nuestras prisiones son las más grandes de Europa: mientras que la media de plazas por prisión en el conjunto de la Unión Europea es de 275, el promedio de presos por cárcel en España, alcanza la cifra de 537 (ver anexo). Llegados a este punto caben sólo dos posibilidades, o bien seguir construyendo macrocárceles en descampado y lejos de los núcleos de población, tal y como se ha venido haciendo desde la puesta en marcha del Plan de Amortización y Creación de Centros Penitenciarios, o por el contrario, utilizar menos la pena de prisión. Esto último puede lograrse con un mayor desarrollo de las penas alternativas, paro lo cual podría ser muy pedagógico, adoptar un numerus clausus que forzara a los jueces a ser más imaginativos a la hora de dictar sentencia. Esta propuesta, aunque pueda sonar algo descabellada, no lo es tanto si pensamos en las terribles consecuencias, tanto sociales como en términos de sufrimiento humano, que acarrea la actual superpoblación carcelaria. Por lo demás, tampoco es novedosa; esta política de intolerancia absoluta a la sobresaturación ya se practica en Holanda y Finlandia, y, entre otras ventajas, fuerza a una mayor colaboración entre los jueces y la administración penitenciaria (Observatoire Internationale des Prisons, 2000:13). En cuanto a las ventajas presupuestarias de tal política reduccionista son evidentes: encarcelar cuesta caro (según nuestras estimaciones, actualmente en España el coste por persona y año ronda los 3,2 millones de pesetas) y a la larga no es un buen negocio, salvo para las compañías constructoras que edifican las nuevas cárceles, pero que, en cualquier caso, 98 podrían construir centros sociales, escuelas, hospitales... 2.2. ¿Quiénes están presos? Es de sobra conocida la relación existente entre pobreza y delincuencia. Utilizando datos franceses de mediados de los años 90, podemos afirmar que la probabilidad de llegar a ser encarcelado en el país vecino es mucho mayor si se trata de un varón (90% de los presos), joven (80% menos de 40 años) y que apenas cuenta con un nivel estudios primarios (60%), todo lo cual, en la mayoría de los casos, significa estar desempleado, lo que les lleva a la comisión de pequeños delitos contra la propiedad, que en gran parte están vinculados al consumo de drogas ilegales. Hay que tener en cuenta que, en la práctica, «la cárcel no tiene por función principal detener a los criminales, sino más bien gestionar los delincuentes: sanciona esencialmente las infracciones contra la propiedad (40% de los detenidos condenados), y las infracciones de la legislación sobre estupefacientes (20% de los penados), mientras que las ofensas a las personas (asesinatos, disparos o heridas voluntarias) no afectan sino al 15% de los condenados. Administra sobre todo penas cortas: el 40% de los condenados debe purgar una pena inferior a un año» (Rostaing, 1996:355). En general, se puede constatar en todos los países occidentales la relación existente entre desempleo y delito. Pero además, resulta que, a igualdad de comportamiento delictivo, el peculiar funcionamiento del sistema (policía, jueces, funcionarios de prisiones) hace que una misma conducta se traduzca en la práctica en una sobrecondena mayor para aquellos individuos que se encuentran marginados del mercado laboral convencional. Esto afecta particularmente a ciertas categorías de población como por ejemplo: la población joven sin oficio ni beneficio, los inmigrantes pobres, y ciertas minorías étnicas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA POBLACIÓN RECLUSA EN LAS CÁRCELES ESPAÑOLAS POR GRUPOS DE EDAD Y SEXO Fuente: DGIP. Datos actualizados a 30-06-2001 Si nos atenemos a los datos que se presentan en el gráfico anterior, hemos de reconocer que en una abrumadora proporción, el sistema penal encarcela a los jóvenes: casi la mitad de las personas que se encuentran encarceladas en España (el 47%) tienen treinta años o menos. Sin embargo, tal y como sabemos a través de los resultados que arrojan las encuestas de autoinculpación y victimización, es sabido que, en comparación con los adultos, los jóvenes: a) cometen delitos menos serios; b) hieren menos gravemente; c) actúan más en grupo; d) sus delitos están menos planeados; e) conjugan más la emoción; f) dejan menos beneficio económico, y g) eligen sobre todo víctimas de su edad (Torrente, 2001:121). No obstante, tal y como vemos por los datos anteriores, el sistema acaba castigando con la cárcel, fundamentalmente a los más jóvenes. Entre otras cosas, esto está originado por la estrecha correlación existente entre cárcel y drogadicción, que se muestra especialmente importante en el caso de los más jóvenes. Baste con el dato ofrecido por Instituciones Penitenciarias en informes recientes según el cual, algo más del 50% de las personas que ingresan en prisión admite ser drogodependiente: el 60% a la heroína y la cocaína, un 25% sólo a la heroína y un 6% únicamente a la coca (La Verdad, 15-05-2000). En nuestro estudio (Ríos y Cabrera, 1998: 85 y ss.) encontramos que el 56% de los presos encuestados eran drogodependientes, existiendo además una relación estrechísima entre droga y reincidencia. En segundo lugar, cada vez se encarcela más a los extranjeros e inmigrantes pobres. En toda Europa, los extranjeros y las personas de color se encuentran sobrerrepresentadas entre la población encarcelada. En el conjunto de la Unión Europea, los extranjeros suponen el 22,45% de toda la población encarcelada. En Inglaterra, los negros procedentes de las colonias caribeñas van siete veces más a prisión que los blancos. En Alemania ocurre algo parecido con los gitanos rumanos (20 veces más), los marroquíes (8 veces) y los turcos (3-4 veces). Ante una misma infracción, se recurre más a la condena de cárcel cuando se trata de extranjeros, y además el ingreso en prisión se hace efectivo en mayor medida. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 99 ESTUDIOS Dejando a un lado el caso atípico de Luxemburgo por la peculiar configuración demográfica y espacial de este pequeñísimo país, es evidente el importante peso que representan los extranjeros dentro de los países de la UE, donde en promedio, vienen a representar un 22% de la población encarcelada, siendo así que su peso entre la población se puede estimar en torno a un 2,6% (ver Lora-Tamayo, 2001) . España, ocupa de 100 momento una posición intermedia, aunque la tendencia al alza está creciendo muy rápidamente. Muchos ingresan en prisión simplemente por infringir las leyes de permanencia en el país. Hay una especie de decisión deliberada que busca reprimir la inmigración ilegal mediante la cárcel, o en todo caso, mediante la reclusión forzada. En todos los países de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA la Unión Europea se multiplican, las «zonas de espera», los lugares de internamiento y de retención, que tal y como se recoge en los informes de Amnistía Internacional, al no ser cárceles, no cuentan ni siquiera con el marco jurídico regulador que proporciona la Ley Orgánica General Penitenciaria. Los informes de Amnistía Internacional han denunciado los «frecuentes informes de brutalidad policial y el aumento de denuncias de malos tratos a inmigrantes» en nuestro país. En Francia funcionan alrededor de treinta centros, que «son otras tantas prisiones que no se atreven a pronunciar su nombre» (Wacquant, 2000:112), en España, los letrados Ignacio Alarcón Mohedano y Luis Vidal de Martín Sanz realizaron un trabajo que fue premiado por el Colegio de Abogados de Madrid y publicado como separata de la revista Otrosí en febrero de 1999, en el que se ponían de relieve los fallos y excesos que se producían en los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE), de manera que el nivel de garantía de derechos en que se encontraban los allí internados era incluso inferior al establecido por el régimen penitenciario en cuanto a «instalaciones, servicio médico y de asistencia social, visitas y comunicaciones, asistencia letrada, régimen disciplinario y derecho de alegaciones, discrecionalidad, y ausencia de control jurisdiccional» (pág 38) Todo ello permite hablar de una verdadera «criminalización de los inmigrantes» mediante la cual, el extranjero se convierte en el enemigo incómodo, que resume, simboliza y se convierte en blanco de todos los miedos y ansiedades de la sociedad. En el caso español, estas nuevas poblaciones que contribuyen a «colorear» la población carcelaria vienen a añadirse a la que tradicionalmente ha sido nuestra minoría étnica marginada por excelencia: el pueblo gitano. Aunque no existen cifras que permitan dar porcentajes sobre su presencia dentro de las cárceles, por tratarse de datos inexistentes desde el punto de vista oficial, es amplia- mente conocido por todos cuantos frecuentan el universo penitenciario su presencia masiva en las cárceles españolas. Lo que confirma la tendencia general que habla de un proceso de selección penal que tiende a castigar con la cárcel de forma desproporcionada a los miembros de ciertos grupos étnicos minoritarios. A pesar de que en los datos oficiales no se recoge el grupo étnico de pertenencia de las personas presas en España, algunos estudios nos permiten ofrecer algunos datos empíricos. Así por ejemplo, en el informe Barañí sobre «criminalización y reclusión de mujeres gitanas», se estima que «la representación de este colectivo tras los muros de la cárcel llega a ser 20 veces mayor a su representación entre la población general», de manera que aproximadamente la cuarta parte de las reclusas en España son gitanas. En general, la pauta de conducta que subyace a su ingreso en prisión habla de una fuerte marginalidad social que se expresa en una importante interrelación entre la drogadicción (la mitad de las mujeres gitanas entrevistadas son o han sido consumidoras de drogas y el 60% están presas por delitos contra la salud pública), y los delitos contra la propiedad (hasta un 40% de la muestra), lo que se traduce en una importante reincidencia que hace de la estancia en prisión algo habitual en sus vidas: el 61% de las mujeres encuestadas en el proyecto Barañí eran reincidentes. En cuanto a los varones, un estudio realizado por el Secretariado General Gitano a mediados de los años 90, estimaba en un 10% su presencia en las cárceles madrileñas, siendo así que «el numero de españoles y españolas gitanos/as puede estar entre 500.000 y 650.000 personas, según datos recientes del Secretariado General Gitano, lo que representa el 1,4% del total de la población española» (cit. en Barañí), esto significa que se les encarcela en una proporción que es más de 7 veces la que les correspondería según su peso demográfico. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 101 ESTUDIOS 2.2.1. Origen social y familiar Pueden multiplicarse los datos procedentes de diferentes países que muestran cómo las personas que llegan a ser identificadas por las agencias de control como autores de algún delito, y acaban etiquetadas por tanto como «delincuentes», tienden a ser personas que previamente se encuentran ya viviendo en situación de exclusión, entendida ésta no sólo en términos económicos o de desempleo, sino también culturales, educativos y relacionales. Así por ejemplo, Smith y Stewart (1997) con datos del Reino Unido procedentes de quienes se encuentran en libertad vigilada (probation service), ponen de relieve que por lo común se trata de personas cuya fuente de ingresos es especialmente irregular y atípica (trabajos esporádicos, desempleo, garantías sociales, etc). Con lo cual, su nivel de ingresos es muy bajo, lo que permite hablar estrictamente de pobreza (económica) en una altísima proporción. Además el empobrecimiento ha ido en aumento desde los años 60 para acá, entre otras causas, como consecuencia del aumento de la tasa de desempleo (el 64% de los usuarios del probation service en 1993 estaban en paro). Lo mismo cabe decir de la desproporcionada presencia de fracaso escolar. El nivel de estudios alcanzado es muy bajo: el 80% dejaron el sistema educativo sin conseguir obtener ningún título, y el 16% dejó la escuela antes de la edad mínima legalmente establecida. En el caso de Francia, Anne-Marie Marchetti, profesora de sociología en la universidad de Amiens, autora entre otros libros de la obra titulada Pauvreté en prison, durante el transcurso de una encuesta realizada por el Senado afirmó con rotundidad que «la prisión es la pena del pobre. La mayor parte de la población encarcelada es de origen socialmente desfavorecido»... «En Francia, la prisión está prevista sobre todo para la delincuencia del pobre», y terminó su testimonio diciendo: «cada vez que realizo una encuesta en una prisión de Francia, personalmente, siento vergüenza de ser francesa». 102 Con frecuencia son personas que han vivido situaciones familiares problemáticas: conflictos de pareja, malos tratos, abandonos; lo que en una buena parte de los casos ha supuesto haber tenido que pasar a depender de los servicios sociales: el 26% de los usuarios del servicio británico de probation han tenido la experiencia de vivir en algún momento de su infancia bajo la tutela de los servicios sociales (local authority care), frente a solamente un 2% entre la población general. A menudo, todo esto suele haber estado ligado a problemas de alojamiento y vivienda. Por último, también es desproporcionadamente alto entre ellos el porcentaje de discapacidades, enfermedades o adicciones, con todos los efectos exclusógenos que conllevan. En nuestro país, es difícil encontrar estudios que analicen el origen social de las personas presas y dispongan de datos empíricos fiables sobre el mismo. El estudio de C. Manzanos (1991), aunque es de hace unos años y se centra en las personas internas en cárceles del País Vasco y sus familias, tiene la ventaja de proporcionar una visión global e integrada de la sociodemografía carcelaria en conexión con una sociología de la marginación. Según los datos obtenidos en una encuesta que llevó a cabo entre 435 familias de personas que estaban o habían estado presas entre 1982 y 1989, el 46,7% de las personas presas referenciadas en la muestra no habían llegado a superar los estudios primarios, y sólo el 1.8% llegaron a la Universidad. El 61% carecía de experiencia laboral alguna. Y más de la mitad de los presos (51,2%) unía a esta falta de experiencia laboral, una desescolarización temprana que les impidió completar los estudios primarios. Es decir, las personas presas se reclutan masivamente entre la población joven desempleada y sin estudios. Otro dato adicional que da idea de las dificultades de integración social padecidas por las personas encarceladas es el que se refiere a la institucionalización infantil. Si bien únicamente el 0,4% de los menores de 14 años se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA encuentran en instituciones de acogida, en cambio, hasta un 25,4% de los presos de la muestra habían vivido durante su infancia la experiencia de haber sido institucionalizados. En cuanto a la condición socioeconómica de las familias afectadas por la cárcel en la Comunidad Autónoma Vasca, Manzanos encontró que: — El 63% eran familias emigrantes -de fuera de la CAV-, cuando para el total de la población residente en el País Vasco, sólo el 15,6% es emigrante. Ello quiere decir que se encuentran sobrerrepresentados hasta cuatro veces su peso real. — Se trataba de familias de gran tamaño: el 64% eran familias de seis miembros o más. — Con muy bajo nivel educativo: el 60% de las personas principales de la familia carecían de estudios. Por lo que se refiere al nivel de ingresos del hogar, Manzanos encontró que un 49,5% vivían en situación de pobreza (el 29,5% de sus hogares contaban con unos ingresos mensuales comprendidos entre 40 y 79.000 pts) o miseria (menos de 40.000 pts). Aunque cuando se utilizaban las líneas de pobreza que se habían empleado en los estudios generales sobre pobreza económica realizados en el País Vasco más o menos por aquellas fechas por el Dpto. de Trabajo del Gobierno Vasco, entonces la práctica totalidad de las familias afectadas por la pena de prisión (el 98,6%) caían por debajo del umbral de pobreza, entendida ésta como «los ingresos mínimos necesarios para llegar a fin de mes». De ellas, el 64% estaban en situación de estricta miseria económica, cuando esta situación afectaba únicamente al 5% de los hogares de la CAV. Según estos datos (ver tabla ant.), los hogares de las familias de los presos representaban el 36,4% de todos los hogares del País Vasco en situación de miseria económica, y el 3,5% de los hogares en situación de pobreza económica. Mientras que la proporción de hogares no pobres (es decir, los que se sitúan por encima del umbral o línea de pobreza) entre las familias de presos es prácticamente irrelevante, ya que suponen únicamente el 0,06% del total de hogares no pobres del País Vasco. La cárcel se nutre esencialmente de los miembros de las familias más pobres. La REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 103 ESTUDIOS penalización de la miseria adquiere así todo su significado. Más aún si tenemos en cuenta que una de cada cuatro de estas familias de presos (25%) tenía más de un familiar preso o arrastrando problemas penales. Naturalmente esto no significa afirmar que la criminalidad sea un patrimonio de las clases desfavorecidas, sino reconocer el filtro que las instituciones de control, persecución y sanción carcelaria del delito ejercen. Hasta el punto de que, sencillamente, para la policía y los jueces, pasan desapercibidas (no se «ven»), otras formas de delincuencia que son más frecuentes entre las clases sociales más altas (los llamados delitos de cuello blanco), o bien no las persiguen con el mismo ardor, o, finalmente, no las llegan a castigar con penas de prisión. El resultado de todo ello es que la cárcel acaba siendo un destino que abre sus puertas casi en exclusiva para atrapar a los miembros de los hogares pobres y excluidos. a) Laboral La condición de excluidos de gran parte de los presos se refleja fielmente en su posición subordinada dentro del mercado laboral. Los datos que arrojaba la encuesta Mil voces presas del 98, reflejaban que, al menos un 14% de los presos carecían por completo de cualquier experiencia laboral previa, circunstancia que afectaba al menos al 30% de los presos menores de treinta años. Por lo demás aquellos que sí habían desempeñado algún trabajo antes de entrar en prisión, lo habían hecho mayoritariamente en empleos manuales y poco cualificados (55%). Traducidos estos antecedentes laborales a una estratificación en clases ocupacionales, tenemos que las 4/5 partes de los presos proceden de la clase trabajadora manual con baja o nula cualificación. Esto significa, que si comparamos la estructura de clases de procedencia de las personas presas, con la estructura de clases española, se puede decir que en nuestro país la posibilidad de ir a la cárcel es 10 veces mayor entre la clase trabajadora que entre la clase media 7. Abundando en la baja cualificación laboral de las personas presas, tenemos que entre las mujeres gitanas encuestadas dentro del proyecto Barañí, únicamente el 13% se podía considerar que tenían un oficio reglado dentro de los estándares generales de la sociedad actual, el resto se dedicaba a la venta ambulante (38%), o a tareas tradicionales de muy baja condición, como cestería, feriantes, etc. (10%), se declaraban amas de casa (21%) o bien dijeron no tener oficio alguno (14%). 7 104 Ver el Cap 2.3 del V Informe Foessa pp. 231-271. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA No obstante, podría pensarse que, dada esta situación de partida, el tiempo que pasan en la cárcel podría estar siendo aprovechado para adquirir una experiencia laboral de la que muchos han carecido hasta ese instante. De hecho, el Gobierno aprobó el pasado 6 de julio un Real Decreto que reconoce a los reclusos que trabajen, el derecho a la protección de la Seguridad Social, lo que les permitirá gozar de sus prestaciones en caso de maternidad, de accidentes de trabajo o de jubilación, así como acceder a los subsidios de paro a su salida de la cárcel. Hasta el momento esto no ha sido así y hay serias dudas de que pueda convertirse en algo general. En prisión, los salarios suelen ser muy bajos, entre 26.000 y 50.000 ptas, en el caso de los talleres que gestiona la propia cárcel, y de unas 70.000 ptas cuando se trata de talleres que trabajan para empresas de fuera 8. Por todo ello, el trabajo remunerado dentro de la cárcel, dado el escaso número de plazas disponibles y la situación de indigencia que padecen muchos presos, puede ser utilizado como un medio para recompensar la docilidad frente a la dirección; y esto cuando no se usa como un puro elemento de chantaje, para conseguir la sumisión de los presos. Así quedaba reflejado de forma pavorosamente cándida en la información de prensa que publicó el diario Ideal (19-08-2001) el mismo día en que se hizo eco de la noticia anterior. Tras las declaraciones de la subdirectora de la prisión madrileña de Soto del Real, que explicaba que en su centro había colas para acceder a una plaza, por lo que se habían visto obligados a «motivar a los reclusos para que realicen actividades de carácter no laboral ante la imposibilidad de colocar a todos», se continuaba diciendo que: «para convertirse en uno de los afortunados asalariados, los internos deben primero promocionarse y demostrar su voluntad de colaborar con las labores del 8 En estos casos se trata de empresas que, además de pagar sueldos por debajo del salario mínimo, se encuentran con las instalaciones y la electricidad gratis. centro. Así, sólo quienes comienzan desde abajo, con tareas de limpieza en los módulos, sirviendo la comida a sus compañeros o en labores de mantenimiento, consiguen que la dirección de la cárcel se fije en su comportamiento y les asigne una plaza en talleres» 9. De hecho, con el Real Decreto de julio se incorporaron al régimen general de la Seguridad Social 8.200 presos, que sobre un total de 46.883 a finales de junio, representan escasamente un 17,5%. Esencialmente se trata de actividades de manipulado, muy básicas y elementales que no cualifican laboralmente. Es muy difícil, por no decir imposible acceder a las nuevas herramientas y tecnologías. Según los datos de nuestra encuesta (Ríos y Cabrera 1998), el 81% de las personas presas dicen no tener posibilidad de realizar actividades. El tiempo de la cárcel es un tiempo clausurado e inútil presidido por el aburrimiento y la inactividad. Solamente una minoría puede acceder a actividades de formación profesional y laboral. b) Económico Claro que, aun siendo malas y faltas de transparencia las condiciones de trabajo en prisión, esto no quita para que sea peor aún la inactividad forzada a la que se ven condenados la mayor parte de los detenidos. En Francia, A.M. Marchetti habla de que un 9 Por el contrario, unos meses antes, el periódico electrónico La corriente alterna (29-01-2001) publicaba lo siguiente:Las irregularidades en el trabajo de los penados son «el pan de cada día», asegura rotundamente Sor Carmen, coordinadora de la asociación de ayuda a los presos Marillac. Sólo el 20 por ciento de las 44.000 personas que componen la población reclusa realiza una actividad laboral, tanto remunerada como formativa. Y la falta de transparencia sobre la gestión de los puestos de trabajo, salarios y compensaciones a las empresas privadas que colaboran con los centros penitenciarios es la norma, y continuaba más adelante quejándose de los bajos salarios, la imposibilidad de reclamar o denunciar abusos por parte del empleador, etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 105 ESTUDIOS 60% de la población carcelaria está desocupada por completo, lo que teniendo en cuenta que no pueden acceder al RMI (Ingreso mínimo de inserción) hace que se multipliquen las situaciones de indigencia y pobreza extrema dentro de las cárceles, con la consiguiente secuela de violencia y delincuencia intracarcelaria que esto genera. Más aún, si tenemos en cuenta que el régimen arcaico y obsoleto del economato hace que todo pueda y deba ser comprado, desde productos alimenticios, hasta tabaco, y a unos precios que muchas veces están fijados de forma artificial, cuando no claramente abusiva. En la cárcel todo cuesta dinero, por ejemplo, en un informe elaborado por el Senado francés el pasado año con el expresivo título de «Prisons: une humiliation pour la République», se denunciaba que el alquiler de una televisión en la cárcel de La Santé costaba 65 francos por semana, esto es, 270 francos al mes (más de cinco mil pesetas), siendo así que la empresa proveedora cobraba únicamente 70 francos por mes. En nuestro país, la Audiencia Provincial de Madrid condenó en marzo del año 2000 al gerente, al tesorero y a un directivo de Trabajos Penitenciarios por urdir «un plan para enriquecerse con las transacciones comerciales que efectuó este organismo en los primeros años de la década de los 90» (El País, 29-03-2000) mediante la constitución de empresas ficticias para canalizar las compras y las ventas que se realizaron durante aquellos años. La cárcel no sólo atrapa sobre todo a los más pobres, sino que además les supone un empobrecimiento económico adicional, al hacerles perder ingresos y obligarles a incurrir en gastos adicionales. En el estudio de Manzanos (1991), que ya hemos citado anteriormente, se analizaban los gastos que suponía para las familias tener a alguien en prisión. A comienzos de los años noventa, siendo los ingresos medios mensuales de las familias de los presos en la CAV, de unas 50-55.000 pts., el gasto ordinario que les suponía por término medio tener que atender al familiar preso 106 venía a ser de unas 12.000 pts mensuales. Es decir, que la rémora económica que implicaba tener un familiar en prisión se llevaba alrededor del 22% de los ingresos de estas familias, que siendo por lo general familias por debajo del umbral de pobreza, se veían así doblemente empobrecidas. A esto habría que añadir los gastos extraordinarios que representaban los viajes para realizar las visitas a presos en cárceles situadas fuera de la Comunidad Autónoma, circunstancia que venía a afectar a la tercera parte de las familias de presos durante un período de tiempo medio de unos nueve meses. Estos gastos extraordinarios para viajes y desplazamientos venían a ser de unas 28.000 pts al mes, lo que significaba una verdadera ruina para unas economías domésticas ya muy precarias. Y sólo hay que pensar que, de acuerdo con los datos obtenidos en la encuesta a presos que realizamos hace un par de años (Ríos y Cabrera, 1998), alrededor del 50 % de las personas en prisión encuestadas declaraban estar en cárceles situadas en otra provincia diferente a la de su domicilio familiar. c) Educativo Desde el punto de vista educativo, la exclusión originaria se refleja en el bajísimo nivel de estudios completados por las personas presas. Según datos de Instituciones Penitenciarias, aproximadamente el 10% de las personas presas son analfabetos totales, y el 19% analfabetos funcionales, siendo así que entre la población española con edades comprendidas entre 16 y 65 años el analfabetismo ha sido prácticamente erradicado. En el informe Mil voces presas (1998), incluso tratándose de una muestra sesgada al alza desde el punto de vista educativo, ya que había que cumplimentar un cuestionario por escrito - lo que dejaba fuera a quienes no supieran escribir salvo que algún compañero les ayudara a responder-, nos encontramos con que más de la mitad (51%) apenas si contaban con estudios primarios o de FP de primer REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA grado (14%), y un 8% carecía por completo de estudios. Entre las mujeres gitanas de la encuesta Barañí, la situación es especialmente dramática: el 32% no sabían leer ni escribir, el 28% sabían leer aunque no escribir, y el 25% tenían incompletos los estudios primarios; lo que hace un total de un 85% sin ningún certificado escolar mínimo. Sobre esta base de partida, el tiempo de estancia en la cárcel no supone ninguna mejora sustantiva. Bien es verdad que resulta difícil valorar lo que representa la oferta formativa disponible en las prisiones españolas como vía para elevar el déficit educativo del que parten las personas presas al ingresar, ya que no resulta fácil disponer de datos oficiales, puesto que los que se publican son muy escasos e incompletos. Sin embargo, todo sugiere un tremendo fracaso de los programas educativos que se imparten al interior de las cárceles. Por ejemplo, las cifras que proporciona la Dirección General de Instituciones Penitenciarias en su última memoria recogen la cifra del número total de alumnos que o bien asisten a clase o simplemente están matriculados, pero no se ofrece ninguna información sobre el porcentaje de ellos que logra terminar sus estudios. En todo caso, las cifras de matriculados tampoco representan gran cosa. En general, se trata de personas matriculadas en los niveles de enseñanza más básica: aproximadamente la mitad de todos los 14.324 presos «estudiantes» a lo largo del curso 98/99, cursaban estudios por debajo del nivel de certificado escolar (alfabetización, neolectores, etc); únicamente 526 presos cursaban el bachillerato o el COU; y en estudios universitarios se hallaban matriculadas 694 personas, de las cuales más de 300 estudiaban en la Universidad del País Vasco, correspondiendo por tanto casi en su totalidad a presos de ETA, que claramente disponen de un perfil muy diferente al del resto de los presos comunes. Por lo tanto, el preso estudiante, que aprovecha el tiempo en prisión para estudiar una carrera, es sencillamente un mito que apenas si recoge la situación de menos del 1% de los presos españoles. En cuanto a los datos relativos a la Formación Profesional que podría pensarse que se trata de un tipo de estudios más accesibles e interesantes de cara a la reinserción social, dado el penoso recorrido escolar seguido por las personas presas-, nos encontramos con una realidad aún más dramática: tan sólo 169 personas se encontraban matriculadas en algún módulo de Formación Profesional en las cárceles españoles, sobre un promedio anual de casi 40.000 personas encarceladas 10. d) Salud Instituciones penitenciarias admite que un 19% de los presos son portadores del virus del sida. Porcentaje que probablemente es mayor, ya que un 10% del total de internos no se ha podido realizar las pruebas. En general, las condiciones higiénicas de las cárceles no siempre son las adecuadas. Además de las quejas contínuas de los propios presos, tenemos el testimonio de los propios funcionarios que, de tarde en tarde, para dar más fuerza a sus reclamaciones en los momentos de conflicto, acompañan sus quejas laborales con las denuncias sobre las deficientes condiciones sanitarias de las prisiones. Así por ejemplo, a finales de febrero de La cifra total de personas que estuvieron ingresadas en algún momento del año no está publicada, pero incluso así, si referimos las cifras de matriculación al promedio anual, nos encontramos con que apenas un tercio se matriculó de alguna cosa. A pesar de todo, el dato más interesante sería el que nos indicara el fracaso escolar, es decir, el porcentaje de presos que no consiguen superar el curso, pero ésta es una cifra que tampoco se hace pública. Del mismo modo, en la memoria citada, se ofrece la cifra de alumnos que inician los cursos de preparación para la inserción laboral en el año 1999 (en total, 12.502, repartidos en 724 cursos), pero no se ofrece el dato de cuántos de ellos consiguieron terminarlos. 10 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 107 ESTUDIOS este mismo año, el personal de la cárcel de Villabona (El Comercio 27-2-2001), para forzar a una mesa de diálogo con la dirección del centro, denunciaba la existencia de una plaga de ratas y mosquitos que atribuían a la insalubridad de la cárcel, y se extendía en argumentos alarmistas acerca de los peligros que esto entrañaba al tratarse de un lugar en el que abundaban las enfermedades contagiosas «como el sida o la tuberculosis». Por lo que se refiere a la salud mental, nos encontramos con que, por ejemplo, el Defensor del Pueblo Andaluz ha denunciado la existencia de unos 400 enfermos mentales en las cárceles andaluzas –lo que representa alrededor de un 4% del total de la población encarcelada–, que prácticamente carecen de atención especializada: mientras en Jaén y Almería, 80 enfermos recibían la visita de un psiquiatra cada quince días, en Almería, 50 enfermos recibían una visita al mes, y los otros 240 enfermos mentales, repartidos por las demás cárceles andaluzas, sencillamente no contaban con ningún psiquiatra. Particularmente doloroso es el caso de los disminuidos psíquicos, que en una gran mayoría ni siquiera han sido detectados como tales, debido a la situación de marginación y pobreza que normalmente acompaña sus vidas, lo que les ha impedido contar con una defensa legal apropiada que hubiera permitido su diagnóstico y una exploración reposada. De hecho, en el informe elaborado por el Defensor del Pueblo Andaluz (2000:65), de un total de 82 disminuidos psíquicos, sólo 17 (el 21%) habían sido evaluados como tales. 3. LA VIDA EN LA CÁRCEL Y SUS CONSECUENCIAS Vivir en prisión no implica únicamente la falta de libertad, también conlleva la pérdida de relaciones y contactos sociales, la abstinencia total, o casi, de relaciones heterosexuales, la falta de seguridad personal, la imposibilidad de acceder a muchos servicios y 108 recursos de todo tipo (culturales, educativos, de ocio y tiempo libre), la exposición a riesgos importantes para la salud física y mental, etc. Ahora bien, «tal como señala la Constitución, al preso no se le debe privar de aquellos otros derechos que no vengan ya limitados en la propia condena, el sentido de la pena y la ley penitenciaria. Por tanto, el derecho a la vida, a la integridad física, y a la dignidad supone un derecho que en modo alguno debe ser mermado por su estancia en un establecimiento penitenciario» (Casas, 1991:258-259). Sin embargo, en la práctica, las personas presas han de cumplir su condena en tales condiciones, que el ejercicio efectivo de estos otros derechos se ve considerablemente mermado. Para empezar, la persona que ingresa en prisión es sometida a una serie de rituales de desposesión que tienden a poner de relieve la suspensión de su identidad por un tiempo indefinido. A este abandono de la identidad anterior colabora muy eficazmente la insegura perspectiva que se abre ante ella. Cuando se entra en la cárcel no puede saberse cuándo llegará el momento de salir de ella; en muchos casos aún se está pendiente de juicio por ejemplo, en estos momentos, el 27% de las personas encarceladas en España, lo están como preventivos-, e incluso después de haber sido juzgado y condenado, la pena efectiva puede depender de imponderables que escapan por completo al preso; circunstancias como la eventualidad de una sanción, la refundición o no de penas, etc, pueden alargar hasta el infinito el período de encarcelamiento. En la práctica carcelaria real, el tratamiento disciplinario de las personas presas termina por «convertir una condena determinada, establecida por el poder judicial, en condena indeterminada» cuyo final previsible es imposible conocer de antemano de forma precisa (Manzanos, 1991:70). En prisión la exclusión y separación física continúa hasta traducirse en un verdadero despojo de sí mismo que se consuma día a día. El detenido no puede preservar su inti- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA midad, ya que continuamente es observado, mirado, vigilado (expuesto a una permanente «contaminación física» en expresión de Goffman), y obligado a compartir espacios con otros, en un régimen de promiscuidad permanente, en el trabajo, el patio, la celda («contaminación moral»), de manera que todo es conocido por todos. No hay un lugar al que poder retirarse solo para cambiar la «máscara» y gestionar la propia identidad. Las consecuencias terribles de la vida carcelaria han sido expuestas en muchas ocasiones (Valverde, 1993), fijémonos ahora brevemente en algunos aspectos que tienden a traducirse en un agravamiento de la exclusión inicial. 3.1. Consecuencias para la salud Es conocida la alta incidencia de enfermedades contagiosas entre la población encarcelada (hepatitis, tuberculosis, VIH), y en nada puede beneficiar el hacinamiento, la masificación y las deficientes condiciones higiénicas, alimentarias y sanitarias de las cárceles para lograr contener su propagación. En la cárcel, hay muchos enfermos y existe una alta probabilidad de enfermar. En ese sentido conviene recordar que en nuestra sociedad «el sistema sanitario es el entramado institucional responsable de satisfacer las necesidades sociales básicas relacionadas con la salud en todos sus aspectos. Por ello, las personas enfermas física o psíquicamente a las que se les imputa la responsabilidad de haber cometido un hecho delictivo no son una excepción a la regla. Tienen un problema de salud y por tanto han de ser atendidas por las instituciones sanitarias correspondientes, ya que en el origen de su comportamiento existen problemas de enfermedad, problemas que motivan, en ocasiones, la propia comisión de delitos» (Casas, 1991: 267), como es el caso de muchas adicciones o de determinadas patologías mentales. Sin embargo, actualmente la atención sanitaria que se presta a los presos se encuentra se- gregada del régimen general y depende directamente del Ministerio de Interior. Por eso mismo se multiplican las demandas del personal sanitario, –375 médicos, 384 diplomados en enfermería y 331 auxiliares–, que trabaja en las cárceles dependientes del Ministerio de Interior (todas salvo las catalanas) pidiendo ser incorporados al Sistema Nacional de Salud. La falta de medios e instalaciones de que dispone esta especie de sanidad paralela a la del resto de los ciudadanos se traduce en un empeoramiento de la atención sanitaria que reciben los reclusos. En un reciente informe de la Subdirección General de Sanidad Penitenciaria se admiten las deficiencias «de este servicio asistencial, tanto en eficiencia como en equidad» a pesar de los 13.000 millones de coste anual que le supone a Interior de los que prácticamente la mitad corresponden a gastos de personal (Diario médico, 29-6-2001 11). Claro que las demandas de los médicos de prisiones en las que se ponen de relieve las deficientes condiciones sanitarias de la población encarcelada no están motivadas sólo por la preocupación que les suscita la salud de los presos, sino que sus quejas también expresan su aislamiento respecto del resto de profesionales del Sistema Nacional de Salud, «lo que crea dificultades de coordinación con otros servicios asistenciales, así como una limitación de la carrera profesional». En cierta forma, la cárcel no sólo excluye a los que apresa, sino también a quienes trabajan en ella. En definitiva, acogiendo a una población en gran medida enferma, las cárceles son a su vez «generadoras de enfermedades tanto físicas como psíquicas que no debieran recaer sobre una población ya castigada a la privación de libertad y doblemente castigada a soportar las condiciones en que se encuentran los centros penitenciarios» (Casas, 1991:269). 11 http://www.diariomedico.com/sanidad/informepenitenciaria290601.pdf. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 109 ESTUDIOS 3.2. Consecuencias para la relación social Estar en prisión supone antes que nada estar excluido de la comunicación. Los intercambios con el exterior, con la familia, los amigos, la pareja, se vuelven difíciles y escasos, cuando no imposibles, debido a la distancia, al coste económico que acarrean, a la frustración que les acompaña, etc. La comunicación con el exterior, si bien se acepta en la legislación penitenciaria como algo necesario y conveniente de cara a la posterior vuelta a la sociedad, sin embargo, en la práctica, ha de realizarse en tales condiciones y envuelta en tal cúmulo de restricciones, que se pervierte hasta el extremo: horarios limitados, periodicidad escasísima, ruido ambiental que obliga a hablar a gritos, ambiente frío e inhóspito en el caso de las comunicaciones íntimas, urgencia y limitación de tiempo asignado... El pasado mes de julio, el Colegio de Abogados de Zaragoza denunciaba que en la ultramoderna macrocárcel recién inaugurada y destinada a albergar hasta unos 1.500 presos, únicamente disponían de tres locutorios para comunicar con sus clientes (El periódico, 03-07-2001). a un tiempo tasado y desarrollada en un medio artificial, extraño y completamente despersonalizado. Aunque en el artículo 12.1 de la LOGP se señala que «se procurará» que «cada área territorial» cuente con el número suficiente de prisiones como para «satisfacer las necesidades penitenciarias y evitar el desarraigo social de los penados», lo cierto es que sólo una pequeña parte de las personas presas se encuentran cumpliendo condena cerca de su domicilio, con las negativas consecuencias que esto entraña, al debilitar el arraigo social, entorpecer la comunicación con el exterior y la vinculación familiar, y por tanto dificultar la reinserción posterior. Cumplir condena lejos del domicilio familiar supone gastos considerables para la familia (viaje, alojamiento, alimentación) que se añaden a la pérdida de ingresos que normalmente ha experimentado el grupo familiar con el ingreso en la cárcel de uno de sus miembros. Esto se traduce en una reducción del número de visitas y contactos. En la práctica cotidiana, las posibilidades de la administración penitenciaria para sancionar mediante una reducción o supresión temporal de las comunicaciones, someterlas a controles adicionales, o a censura, son tan amplias, que el derecho a comunicar se transforma en un privilegio graciable y sujeto a mil posibles arbitrariedades con el que juega la Administración para recompensar, castigar, regular, modular y, en definitiva, someter el comportamiento de las personas presas. Igualmente, la labor de mediación y enlace con la red relacional que se debería hacer desde el servicio de trabajo social penitenciario se hace mucho más difícil por no decir imposible. Los permisos a los que se tiene derecho, muchas veces no pueden disfrutarse por no tener medios para desplazarse o lugar en donde alojarse. Lo mismo cabe decir de la posibilidad de conseguir un empleo cuando se está en tercer grado. Naturalmente, todos estos inconvenientes inciden particularmente entre aquellos reclusos que provienen de medios sociales con menos recursos. Con lo que se añade exclusión a los más excluidos. Naturalmente, las consecuencias de estas posibilidades limitadas de contacto y comunicación las padece en primer lugar el preso, pero también su familia ya que, por ejemplo, tan insuficiente y escaso resulta para el preso como para su pareja tener que limitar el contacto sexual a una visita al mes, sometida Así pues, la cárcel no sólo reduce el capital económico, la cualificación laboral y la salud física, sino que corta y debilita las relaciones sociales, de parentesco y amistad del preso. Con frecuencia este capital relacional constituye el recurso más importante, cuando no el único, de que dispone la persona encarcela- 110 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA da, y su desaparición dificulta al máximo la integración social a la salida de la cárcel: «La prisión constituye una vida artificial, una ‘vida fuera de la vida social’. El hecho de someter a un individuo a una segregación prolongada tiene necesariamente sobre él un efecto despersonalizador y desocializante. No habría que olvidar que esta exclusión es temporal. Pero sea cual sea su duración, el encarcelamiento crea un agujero en la historia social. Es frecuente que las personas liberadas no reencuentren intactas sus familias, sus parejas, su medio ambiente, su trabajo. Los antecedentes penales representan siempre un obstáculo para encontrar un empleo o un alojamiento, incluso aunque la pena haya sido purgada. La prisión estigmatiza, tanto más cuanto que las poblaciones afectadas son excluidas socialmente o vivían ya en la marginalidad antes de su encarcelamiento» (Rostaing, 1996:361) 4. LA SALIDA DE LA CÁRCEL: LA EXCLUSIÓN INTENSIFICADA — finalmente, un 10% de las personas excarceladas se encontrará literalmente sin domicilio. El núcleo más abandonado y vulnerable lo constituirá el 3% de personas presas que se encuentran en estado de total abandono, ya que al salir de la cárcel no tienen ni trabajo, ni relaciones afectivas, ni domicilio al que dirigirse. Por lo demás, tampoco esto es original y privativo de nuestro país; en Francia, el 60% de las personas que salen de la cárcel carecen de empleo, el 12% no cuenta con una vivienda y a casi una tercera parte no los espera nadie (Wacquant, 2000:150). La cárcel, lejos de reducir la exclusión, normalmente la habrá intensificado; no sólo no se habrán cubierto los agujeros que había en sus vidas sino que, por lo general, se habrán profundizado. Por eso, no es raro que, cuando se les pregunta a los familiares de los presos, qué creen que necesitaría la persona en prisión para conseguir una reinserción social efectiva (ver tabla sig.), aparezca en primer lugar el empleo, seguido del apoyo de la familia, y del abandono de la droga. Igualmente, cambiar de amigos, y contar con ayuda profesional parecen importantes, a bastante distancia del hecho Según Manzanos, a la salida de la cárcel son tres las necesidades más básicas y urgentes a cubrir: a) tener alguien que te espere; b) disponer de una vivienda o lugar en el que residir, y c) contar con un trabajo que te permita ganarte la vida. Frente a estas tres demandas esenciales y según los datos que él maneja, el resultado obtenido al final del encarcelamiento es el siguiente: — el 80% de los presos salen desempleados, es decir, no han podido obtener o conservar un trabajo durante su estancia en prisión; — aunque la mayoría tiene a alguien que aguarda su salida, hay casi un 12% que no tiene a nadie esperándoles; REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 111 ESTUDIOS simple de disponer de dinero. Evidentemente, en la óptica de quien vive el problema de cerca, la prevención del delito pasa por mejorar las condiciones sociales, económicas y laborales de las personas que delinquen y no tanto por aumentar las medidas de control policial. En el mismo sentido, los datos de la encuesta Barañí a mujeres gitanas muestran que el principal deseo que expresaban para cuando llegara el momento de salir de la cárcel era «trabajar y volver con la familia» (63%), y en cuanto a las demandas prioritarias, se concretaban en trabajo (32%), formación (14%) y vivienda (10%); tres aspectos que remiten al deseo de superar la situación de marginalidad y exclusión laboral, educativa y residencial. 5. CONCLUSIÓN Desde nuestra perspectiva, la exclusión y la desigualdad están en el origen de la criminalidad, al ser la expresión más inequívoca de la quiebra de los vínculos de solidaridad, intercambio y reciprocidad. Los recortes en política social hacen aún más difíciles las condiciones de vida de los grupos más empobrecidos. Por ello, las clases populares acaban siendo las más afectadas por el delito (ya sea como víctimas o como autores detectados y penados) con lo que añaden una desventaja más a las que ya de por sí padecen. La cárcel, como destino de los miserables y fábrica de miseria ella misma, corre el riesgo de convertirse a comienzos del tercer milenio en una escoba destinada a barrer y hacer desaparecer –invisibilizándola–, la precariedad y la pobreza de los más excluidos: «la institución penitenciaria no se conforma con recoger y amontonar a los (sub) proletarios tenidos por inútiles, indeseables o peligrosos, y ocultar así la miseria y neutralizar sus efectos más desestabilizadores; con demasiada frecuencia se olvida que ella misma contribuye activamente a extender y perennizar la inseguridad y el 112 desamparo sociales que la alimentan y le sirven de aval. Institución total concebida para los pobres, medio criminógeno y desculturante modelado por el imperativo (y el fantasma) de la seguridad, la cárcel no puede sino empobrecer a quienes le son confiados y a sus allegados al despojarlos un poco más de los magros recursos con que cuentan cuando ingresan en ella, suprimir bajo la etiqueta infamante de ‘preso’ todos los estatus susceptibles de otorgarles una identidad social reconocida (como hijos, maridos, padres, asalariados o desocupados, enfermos, marselleses o madrileños, etc.) y sumergirlos en la espiral irresistible de la pauperización penal, cara oculta de la ‘política social’ del Estado hacia los más desfavorecidos, naturalizada a continuación por el discurso inagotable sobre la ’reincidencia’ y la necesidad de endurecer los regímenes de detención (con el tema obsesivo de las ‘cárceles de tres estrellas’) hasta que por fin se demuestren disuasivos» (Wacquant, 2000:148-149). Ante este panorama, se vuelve más urgente que nunca diseñar alternativas a la cárcel que sirvan para reducir el impacto de la tendencia creciente a custodiar, encerrar y aislar que implican las sentencias de cárcel, y abran el abanico de posibilidades sancionadoras más allá de las penas de prisión que actualmente tienden a monopolizar el castigo. Bien es verdad, que la implantación de estas alternativas no siempre se ha traducido en una verdadera alternativa, sino que por la carga de estigma y la limitación de derechos que encierran, en ocasiones han pasado a ser un mero complemento, cuando no una ampliación modificada del mismo archipiélago carcelario, al que se suponía que debían sustituir. En todo caso, aunque no sean la panacea, pueden reclamarse sobre todo aquellas alternativas a la prisión que favorezcan más la descarcelación y reduzcan el uso excesivo de la prisión preventiva, estén más lejos de los aspectos punitivos y más centradas en la re- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA solución de conflictos, como ocurre, por ejemplo, con la mediación. Esto significa abogar por una justicia más reparadora o restauradora, expresada en prácticas de mediación, trabajo comunitario, apoyo familiar, programas de trabajo social con jóvenes, de ayuda a las víctimas, desarrollo de actividades educativas encaminadas a aumentar la empleabilidad, y programas de salud comunitaria que reduzcan la marginación y mejoren la accesibilidad a los servicios, de toxicómanos enfermos y otros colectivos específicos. Todo esto además es lógico, si tenemos en cuenta que, como defiende Torrente (2001:185), «en realidad los tribunales están mal preparados para procesar disputas» y conflictos; más bien «los tribunales (y en particular los penales) hay que entenderlos en términos de reafirmación del orden social y legal, como definidores de doctrina legal, y como administradores de los recursos punitivos» de la sociedad. Entregar a los tribunales el monopolio de la gestión del conflicto social que se expresa en el delito y todo lo que éste entraña y desencadena es un error y una irresponsabilidad inaceptable a comienzos del siglo XXI. Igualmente es plausible pedir el establecimiento de un límite, de un número máximo de personas que nuestra sociedad está dispuesta a encarcelar, bien sea mediante el establecimiento de un numerus clausus, o a través de una moratoria en la construcción de cárceles (Larrauri, 1991:214). Sería deseable poder hacer la justicia más accesible a las propias víctimas, aumentando su participación en todo el proceso. Conseguir implicar a un número mayor de profesionales de diversas especialidades, educadores, monitores de tiempo libre, trabajadores sociales, que, actuando en red con el conjunto de los servicios sociales y no encapsulados al interior del sistema carcelario, puedan implicarse mucho más en los objetivos de la reinserción. Todo ello con vistas a lograr una mayor diversificación de la respuesta penal (Manzanos, 1991: 242), un reducción de la capacidad de estigmatización del sistema penal (Torrente, 2001:217), y una mayor implicación del resto de la sociedad en la resolución de los conflictos que subyacen al delito, evitando que crezcan el miedo y las reacciones defensivas y autoritarias entre la ciudadanía (Smith y Stewart, 1996). Con una política semejante quizás se consiguiera que, tal y como sugiere C. Manzanos, (1991: 242 y ss) más que hablar de la reinserción del preso, pudiéramos empezar a hablar de la necesidad de reinsertar en la sociedad a la misma estructura penitenciaria, que actualmente está toda ella encapsulada en sí misma y segregada del resto de la sociedad, para lo cual sería necesario alterar radicalmente su diseño y funcionamiento. El hecho es que, hoy por hoy, el discurso oficial en torno a la reinserción opera sobre la base de ensalzar las virtudes del tratamiento penitenciario (valoración criminológica a cargo de equipos multiprofesionales, clasificación, plan de actividades, progresión y/o regresión de grado), y busca, mediante técnicas más o menos sofisticadas de modificación de conducta, corregir o reorganizar aquellos aspectos de la personalidad del recluso que se supone están en la base de su comportamiento desviado o criminógeno. A pesar de todo, la causa que origina la mayor parte de los delitos que acaban purgándose en la cárcel no se encuentra en ninguna alteración de la personalidad que deba ser reformada, sino en la marginación social de origen que padecen los propios presos y sus familias, y más bien serían estas condiciones sociales de partida las que habría que modificar y transformar de raíz. Pero, claro está, en este nivel, nada puede pretender hacer la Administración penitenciaria actual. Esto explica que, en la práctica, el tratamiento penitenciario y la reinserción social, que deberían ser el objetivo principal a perseguir, se conviertan de hecho en simples medios, y terminen por ser usados como instrumentos al servicio del único objetivo al que se puede aspirar de forma «realista»: el mantenimiento del orden, la seguridad y la disciplina dentro de la cárcel. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 113 ESTUDIOS DISTRIBUCIÓN DE LOS RECURSOS HUMANOS DE LAS CÁRCELES CLASIFICADOS POR OBJETIVOS Un dato que muestra el carácter secundario de los objetivos sociales frente a los de seguridad es el que se refiere a la evidente desproporción entre el personal con funciones de vigilancia y el que se ocupa de la resocialización. Para el País Vasco, las cifras que aporta César Manzanos (1991:425) son las siguientes: vigilancia (69,8%), asistencia (11,6%), administrativo (14,9%) y mantenimiento (3,6%). Si descontamos el personal sanitario que se incluye en ese 11,6% tenemos que únicamente un 7,9% del personal se dedica específicamente a tareas de tratamiento y resocialización. Y con datos globales, extraídos del Informe General 1998 elaborado por la DGIP y publicado el año pasado, nos encontramos con que el personal que se ocupa de labores de retención y custodia representa el 79%, mientras que los destinados a reeducación y reinserción apenas son el 9%. Con el agravante de que la situación de este personal es cada vez más precaria, encontrándose una buena parte de los educadores, trabajadores sociales y psicólo- 114 gos, trabajando como contratados, mientras que la posición más estable de funcionario se reserva para las labores de vigilancia. Este énfasis en la seguridad convierte la reinserción en una pura cuestión de marketing, una especie de «ideal» que es sistemáticamente negado por la propia práctica de la institución penitenciaria: no se cuenta con medios, ni con personal, a los funcionarios casi no se les ofrece formación, y prácticamente no mantienen ninguna relación de intercambio con los que, viniendo «desde fuera», entran en las cárceles como miembros y/o profesionales pertenecientes a asociaciones y ONGs, para actuar en programas de reinserción social en favor de las personas presas. Desde tales planteamientos, la cárcel, mecanismo excluyente por excelencia, a la que afluyen los grupos más excluidos y marginales de nuestra sociedad, lejos de reducir la exclusión social, no hace sino colaborar activamente a consolidarla, intensificarla y reproducirla día tras día. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA ANEXO POBLACIÓN RECLUSA TOTAL POR GRUPOS DE EDAD (Penados y preventivos) REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 115 ESTUDIOS 116 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA . REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 117 ESTUDIOS BIBLIOGRAFÍA ÁLVAREZ URÍA, Fernando, «De la policía de la pobreza a las cárceles del alma», El Basilisco, julio, 1979. BÉTHOUX, Élodie, «La prison: recherches actuelles en sociologie (note critique)», Terrains & travaux (1): 71-89, 2000. CASAS, Mikel. (1991). Condiciones materiales y sanitarias en las prisiones vascas: cuestiones prioritarias y urgentes para la intervención. En Control social del delito: críticas y alternativas. Salhaketa, Bilbao. CASTEL, Robert (1997) Las metamorfosis de la cuestión social: una crónica del salariado. Paidós, Buenos Aires. 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Esta expansión de las prisiones corre en paralelo con los movimientos de privatización de los servicios públicos y la reducción de los sistemas de protección social. Sin embargo, el hecho es que la cárcel ha fracasado completamente como dispositivo para intentar conseguir la reinserción social de los excluidos, y el resultado obtenido a la salida de la cárcel consiste, por lo general en una intensificación de la exclusión (laboral, económica, educativa, sanitaria y relacional) que ya se padecía en el momento del ingreso. 120 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Aproximación teórica al fenómeno del desempleo: el caso del desempleo de larga duración FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA * INTRODUCCIÓN E l fenómeno del desempleo de larga duración (o, lo que también se conoce como paro de larga duración, aunque con connotaciones distintas en los términos de desempleo y paro –como se verá más adelante–), se plantea, actualmente, en el contexto de la industrialización, no solamente, como uno de los mayores problemas sino también como uno de los grandes desafíos que –en el contexto de la desocupación productiva y laboral del factor trabajo (recursos humanos)–, deben afrontar los países desarrollados 1 para poder seguir manteniendo lo que se conoce como Welfare State 2 (Estado * Profesor de Política Social del Departamento de Ciencia Política y de la Administración II, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid). 1 Cuando se utiliza el término de países desarrollados o industrializados se hace referencia a los Estados occidentales pertenecientes al ámbito de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE). 2 El profesor GARCÍA COTARELO lo define como: «aquel Estado que detrae una proporción importante del excedente social para financiar actividades que solucionen situaciones colectivas (pero no necesariamente generales) que son objetables desde el punto de vista de las convicciones compartidas por la mayoría cuyo fundamento último es el sentido de igualdad» (GARCÍA COTARELO, 1983; 20-21). de Bienestar) o «estructuras del bienestar» 3, a través del mantenimiento e incremento de los niveles generales de crecimiento económico en términos de productividad, de generación de riqueza y de empleo. Específicamente, el fenómeno del desempleo de larga duración, en el conjunto global del desempleo y/o paro, afecta a las categorías de activos que poseen especiales dificultades de acceso o reinserción en el mercado de trabajo debido a sus características particulares que hacen que estos colectivos se circunscriban 4, generalmente, a los colectivos de muje- 3 No se puede olvidar que el calificativo de «bienestar» que se le coloca al concepto de Estado (Estado de Bienestar) deriva del hecho de un mayor o menor grado de potenciación por parte de los poderes públicos de lo que se conoce como «estructuras del bienestar» (sobre todo, la mejora del sistema de relaciones laborales y del mercado de trabajo en sus niveles de empleo y de protección social). Este fortalecimiento de las estructuras del bienestar (empleo y protección social, sanidad, acceso a la vivienda...), va a depender, en última instancia, de las políticas económicas gubernamentales de los Estados industrializados y de sus esfuerzos presupuestarios sociales reflejados en el gasto público (% PIB) en función de sus niveles de crecimiento y de renta nacional (OCDE,1993). 4 En el caso español, las políticas activas de empleo combaten, específicamente, el desempleo juvenil en el conjunto del desempleo de larga duración, ya que: REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 121 ESTUDIOS res (que acceden por primera vez al mercado laboral o que intentan reincorporarse tras un periodo fuera del mismo, por diferentes motivos, entre los que destacan, las circunstancias familiares), de jóvenes (menores de 25 años, que acceden por primera vez al mundo laboral, y mayores de 25 años, que se reintegran al mismo), de adultos mayores de 45 años (que han perdido su empleo y que tienen que competir fuertemente con el colectivo de los jóvenes menores y mayores de 25 años), y de minusválidos (físicos y psíquicos) (OCDE,1991). La importancia que tiene esta categoría de desempleo para el conjunto de los Estados desarrollados, en un marco de creciente industrialización, es, no solamente, de naturaleza económica sino también social (que, tradicionalmente, ha venido siendo el aspecto que la ciencia económica no ha diferenciado y analizado suficientemente). Ello supone por un lado, la infrautilización y desperdicio de recursos humanos (factor trabajo) que ello implica para el conjunto potencial de creación de riqueza de un país; y por otro lado, el perjuicio social que se deriva, a largo plazo, sobre la persona ya que el desempleado o parado de larga duración corre el riesgo de entrar en una situación de «exclusión laboral» (situación de desempleo estructural «crónico», que hace muy difícil la empleabilidad de la persona, y que puede hacerle caer fuera de la vida activa (mercado laboral) como consecuencia del desfase formativo del mismo y, consecuentemente, de la falta de motivación y atractivo que para el empresario pudiera tener la hipotética contratación del mismo, que entre otras cosas, le supondría un coste laboral poco rentable a efectos de la inversión fija que tendría que realizar en recualificación y readaptación productiva del individuo. «( ), casi un tercio de los parados tienen menos de 25 años y más de la mitad llevan al menos 1 año parados» (ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999:21). 122 En el caso de que la situación de desempleo de larga duración se mantuviera para la persona (en unas circunstancias en las que la unidad familiar no pudiera mantener y cubrir, al menos, la satisfacción de sus necesidades más primarias o básicas), este podría caer también fuera del sistema, no solo laboral sino también social, quedando en una situación de pobreza, de marginalidad social, de «exclusión social», que en términos económicos supondría certificar la pérdida o desaprovechamiento irrecuperable, por parte del conjunto de un sistema económico nacional, de la potencialidad de crecimiento que pudiera aportar un recurso productivo (factor trabajo). Si bien es cierto, que desde hace años esta posibilidad se combate, eficazmente, en el nivel de los países industrializados mediante lo que se denomina la potenciación y puesta en práctica de políticas activas de mercado de trabajo o de mano de obra que fomentan, promocionan, generan y crean posibilidades de empleo, ante todo, en los colectivos con mayores dificultades de encontrar un puesto de trabajo (señalados anteriormente), y que son los más susceptibles de desembocar en estas situaciones, sino se toman las medidas adecuadas. Los Estados desarrollados (caso español) y, muy especialmente, respecto a estos grupos, diseñan y reelaboran todas aquellas acciones adecuadas que faciliten la incorporación y reinserción de los mismos en el mercado de trabajo, consiguiendo así el aprovechamiento del mayor número posible de personas, de tal forma que beneficie, en primer lugar, al propio individuo y, por ende, al sistema social y económico, en su conjunto. Consecuentemente, es imprescindible mejorar la capacidad de inserción profesional y para ello, los poderes públicos de los países desarrollados industrializados trabajan en la captación de la confianza empresarial (en muy diversos sectores productivos) y en la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA búsqueda de nuevos yacimientos de empleo 5 (donde sea factible la creación de nuevos puestos de trabajo, y donde sea posible la empleabilidad de los trabajadores), a través de lo que se conoce como fomento de la contratación con incentivos económicos. Porque quien crea riqueza y empleo «ad hoc», no son los gobiernos de los países desarrollados sino sus empresarios; y que son los propios gobiernos quienes establecen las condiciones adecuadas de confianza y estabilidad política, económica y social, ofreciendo los incentivos económicos y laborales necesarios para que los empresarios inviertan sus capitales. Sin embargo: «Para reducir el paro de larga duración, la mejor política es la preventiva. Por eso, las actuaciones que se proponen se centran en los parados que se acercan a un determinado umbral en su singladura por el tormentoso camino del paro» (Alba, Álvarez, Pagán,1999:21). No obstante, y a diferencia de la OCDE, la Unión Europea fija la prioridad: «(...), en los parados jóvenes (de menos de 25 años) que se acerquen al sexto mes de paro, y en los parados adultos (de 25 o más años) que se aproximen a su décimosegundo mes en el paro» 6. En este sentido, y dentro del colectivo de los desempleados de larga duración: «( ) habría que señalar la existencia de colectivos (fundamentalmente jóvenes, pero no sólo jóvenes: inmigrantes, ex-drogadictos, mujeres solas con cargas familiares, ex-presidiarios, etc.) que tienen notables problemas de inserción laboral y social y la toma de consciencia por parte de capas crecientes de la población, de organizaciones sin ánimo de lucro y de algunas administraciones en lo inaceptable que es que nuestra sociedad genere estos núcleos de marginación y exclusión social» (CACHÓN y Fundación Tomillo,1999;117). 6 Los autores ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, en su informe técnico titulado «Parados de Larga Duración» de 1999, remiten el establecimiento de esta prioridad en política de fomento de empleo, a la resolución del Consejo Europeo de la Unión Europea «sobre las directrices para el empleo en 1998» Documento 13200/97. Bruselas,1997 (ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN, 1999). 5 EL DESEMPLEO, DEFINICIÓN Y TIPOS: EL DESEMPLEO DE LARGA DURACIÓN Para aproximarse a la naturaleza del fenómeno del desempleo de larga duración es indispensable establecer una serie de aclaraciones conceptuales que permitan garantizar una imagen clara y nítida acerca de las causas y repercusiones que este fenómeno tiene sobre las personas que se encuentran en dicha situación, y que, de entrada, se sobreentiende que son particularmente dependientes económicamente de terceros (unidad familiar, parentesco, asistencialidad estatal, menesterosidad, ...). Quizás, conceptos como desempleo o paro 7 7 Se entiende por «desempleo», el ocio involuntario de una persona que desea trabajo a los tipos de salarios reales y que no puede encontrarlo y también se puede entender por «desempleo» la prestación que otorga el sistema público de protección social (en el caso español, la Seguridad Social garantiza a todos los ciudadanos, mediante la Constitución española de 1978, satisfacer sus necesidades básicas en el supuesto de pérdida de puesto de trabajo). Por otro lado, se entiende por «paro», la situación en la que se encuentran los individuos que desearían encontrar un empleo: la inactividad forzosa de la mano de obra (MCCONELL y BRUE,1996). Las dos definiciones coinciden en que la situación obliga al individuo a la inactividad, sin embargo el concepto de desempleo recoge, además, la cara o perspectiva de la compensación económica de dicha realidad que es la protección de la misma a través del abono estatal de una prestación económica en función de las circunstancias individuales de los desocupados. No obstante, en este trabajo se opta por el término de desempleo, más ajustado a la protección económica y social que realmente necesita la persona en una situación de grave necesidad, como es la que supone estar más de un año inactiva. En cuanto al concepto de «paro», la teoría clásica lo concibe como un desequilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo habida cuenta de los precios del mercado (salarios). La vuelta al equilibrio exigiría la variación de los salarios reales, pero las rigideces del mercado se oponen a ello y el desequilibrio persiste. Sin embargo, para la teoría keynesiana, el paro resulta de la insuficiencia de las salidas ofrecidas a las empresas y a diferencia del paro clásico por la existencia de un REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 123 ESTUDIOS y empleo o trabajo 8 sean iguales y no necesiten aclaración alguna. Pero, no es así. Cuando se trata del trabajador o factor trabajo (ocupado o desocupado, este aún con más incidencia) existe la tentación de aproximarse al mismo desde una visión sesgada y parcial, estrictamente economicista, de manera que se ha tendido, tradicionalmente, a asemejar uniformemente todos los recursos productivos (tierra, trabajo y capital) y todos los mer- desequilibrio del mercado de bienes: exceso de la oferta. Solo el aumento de la demanda global nacional e interior permite resolver el paro keynesiano (MCCONELL y BRUE, 1996). 8 El término «empleo» hace referencia a una concepción, que desde el punto de vista de los organismos internacionales y, concretamente, desde la óptica de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), abarca tres dimensiones: a) supone hablar del ejercicio de una actividad productiva; b) a través de esta noción se implican unos ingresos para el hombre que realiza esa actividad; y c) mediante el empleo, el hombre adquiere socialmente un determinado status que deriva del ejercicio de esa tarea en un ámbito social específico. La noción de empleo posee cierta carga de ambigüedad y relatividad porque parece que invita a una utilización del mismo con carácter individualista ya que hablamos de un individuo empleado o desempleado como aquel que entra o sale de la vida laboral. Sin embargo, la realidad debe ser contemplada desde la perspectiva de la unidad económica y no sólo desde una visión individualista. Con lo que la tasa de actividad se calcula como el resultado del cociente entre población activa y la población total. En cuanto al término «trabajo», este se utiliza como concepción más amplia que lo que significa el término «empleo» o «puesto de trabajo». El «trabajo» incluye la idea de empleo asalariado, independiente y a domicilio. También incluye la gama de actividad de la economía informal. Se trata, por lo tanto, de una noción de gran amplitud que corresponde a la imagen que se tiene de que el «trabajo decente» es una aspiración universal de toda persona (OIT, 2000). Con lo que se observa que el «trabajo» se constituye en: «( ), existencia humana: es un medio para sustentar la vida y satisfacer las necesidades básicas pero es también la actividad mediante la cual las personas afirman su propia identidad, tanto ante sí mismas como ante quienes les rodean. El trabajo es crucial para el ejercicio de opciones personales, para el bienestar de la familia y para la estabilidad de la sociedad» (OIT, 2000: ). 124 cados denominados tradicionales (de bienes y servicios, productos y mercancías, y trabajo). Ha sido en periodos de recesión económica cuando se ha constatado el hecho de que la infrautilización del factor trabajo (mano de obra-trabajador) y su desempleo, como recurso ocioso en un mercado de trabajo regulado rígidamente (bajo el funcionamiento estricto del mecanismo de la oferta y la demanda), ha hecho necesario que se diferenciaran los recursos productivos tradicionales (tierra y capital) y los mercados tradicionales (bienes y servicios, productos y mercancías) respecto del recurso productivo (trabajo) y del mercado tradicional (mercado de trabajo), ya que el trabajador por su especificidad como ser humano junto con su ámbito físico de obtención de un puesto de trabajo (mercado de trabajo o mercado físico de puestos de trabajo) (Kerr, 1985), poseen una doble perspectiva económica y social. Es decir, el trabajador como ser humano no puede ser agrupado simplemente al mismo nivel de consideración que el conjunto de los demás factores productivos tradicionales, puesto que su idiosincrasia, evidentemente, no tiene que ver nada con los demás: entre otras cuestiones, siente y padece las condiciones inadecuadas de un puesto de trabajo que no se acomode ni a sus características físicas ni formativas. El trabajador tiene la obligación y el derecho de progresar profesionalmente y, además, su marco de promoción y mejora (mercado de trabajo) se comporta de manera diferente a los de otros mercados tradicionales porque en función del nivel de oferta y demanda que exista en una coyuntura determinada podrá, incluso, pactar el precio del arrendamiento de su fuerza de trabajo a contraprestación de un salario (en un contexto en el que el mecanismo de asignación del trabajo, que en una economía de libre mercado y de visión neoclásica de la realidad económica, – como es la que impera en el global de los países de la OCDE–, es el precio). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA Paralelamente, se aprecia que los fenómenos del desempleo/paro 9 y empleo/trabajo se constituyen como dos caras distintas pero complementarias de una misma «moneda» que es el valor del empleo (la posibilidad de obtener y conservar un puesto de trabajo). Es decir, el desempleo 10 y, concretamente, el de larga duración se puede considerar teó- 9 En los países comunitarios, el desempleo se mide a través de una encuesta relevante con definición y método científico consensuado por los expertos, que se denomina Encuesta de Población Activa (EPA), que cada país tiene, y que en España es realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) perteneciente al Ministerio de Economía. Se considera desempleada o parada a una persona de 16 años o más que durante la semana de referencia haya estado: sin trabajo (que no haya tenido un trabajo por cuenta ajena o propia); en busca de trabajo (que haya tomado medidas concretas para buscar un trabajo por cuenta ajena o haya hecho gestiones para establecerse por su cuenta durante el mes precedente); o disponible para trabajar (en condiciones de comenzar a hacerlo en un plazo de dos semanas a partir de la fecha de la entrevista); y se considera una persona desempleada de larga duración cuando lleva un año o más tiempo en paro las concepciones coinciden con las recogidas por los países desarrollados (Véanse, los Informes Técnicos de OCDE, 1991 y MTAS, 2000). En España existen dos instrumentos estadísticos que cuantifican el paro; por una parte, lo que se conoce como «paro registrado» dependiente de las autoridades laborales de la Administración Central Estatal, que contabiliza el número de demandantes de empleo que están inscritos y registrados en las oficinas del Instituto Nacional de Empleo (INEM) y que, por lo tanto, se encuentran en situación legal de desempleo; y por otro lado, la EPA (vista anteriormente) dependiente de las autoridades económicas, también, de la administración central estatal. 10 En política económica existen dos grandes explicaciones sobre las causas del desempleo que pueden derivar y acentuar el desempleo de larga duración. De un lado, están los argumentos de las corrientes de pensamiento económico ortodoxo (clásicos o monetaristas) que hacen hincapié en el hecho de que las causas del paro hay que buscarlas en el funcionamiento del mercado laboral y en el deseo de los trabajadores de recibir unos salarios excesivamente elevados. Esta actitud de los trabajadores se ve motivada por la legislación que introduce normativas como los salarios mínimos y por las presiones de los sindicatos para conseguir unas retri- ricamente como una consecuencia negativa y como un fracaso (en mayor o menor medida) de las políticas económicas y de empleo de los países industrializados, que tiene su reflejo en el funcionamiento del mercado de trabajo –produciendo a su vez un desajuste o disfunción entre la oferta y demanda de mano de obra por motivos de desaceleración o estancamiento de la actividad económica internacional–, en el insuficiente crecimiento económico nacional, y en una escasa actuación de la confianza e inversión empresarial del capital, buciones más elevadas. Desde esta perspectiva clásica o monetarista, se mantiene que si el nivel de desempleo se sitúa por encima del nivel de desempleo friccional es «desempleo voluntario», y se debe a una política de salarios inadecuada. Cuando los salarios son altos, las empresas demandarán una cantidad menor de mano de obra que en el caso de que dichos salarios fuesen más bajos. Si el salario es excesivamente elevado (si es superior al salario de equilibrio, aparecerá un cierto número de trabajadores que no encontrarán un puesto de trabajo). También mantiene esta corriente de pensamiento que el desempleo puede deberse al propio comportamiento de los trabajadores, cuando en determinadas circunstancias rehusan trabajar, debido a que el seguro de desempleo es alto y les compensa más que el estar activamente buscando empleo. Concluyen, los pensadores neoclásicos, que el funcionamiento del mercado de trabajo no es diferente al de cualquier otro mercado tradicional. De otro lado, y dentro de las corrientes críticas de pensamiento económico, (los keynesianos, en general) postulan que el fenómeno del desempleo está originado, básicamente, por el escaso nivel de la demanda agregada de bienes y servicios (de forma sucinta, se puede decir que es el gasto total de la economía en su conjunto). Es decir, el empleo solo aumentará si se incrementa el gasto total de la economía y para ello se debería estimular el consumo de las economías domésticas, los gastos de inversión de las empresas, el gasto público o las exportaciones. Desde esta postura keynesiana se defiende la tesis de que el fenómeno del desempleo, por encima del desempleo friccional, es «desempleo involuntario», y se debe a que el nivel de la demanda agregada es insuficiente. Se reconoce que aunque se aumente el gasto público no necesariamente se generará mucha más cantidad de empleo ya que dicho gasto podría canalizarse hacia bienes importados del extranjero o se podría trasladar a los precios, al tratar las empresas de aumentar sus beneficios (Véase, LAYARD, NICKELL y JACKMAN, 1994). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 125 ESTUDIOS que afecta directa e irreversiblemente al bienestar del individuo y del colectivo social. Con ello, los poderes públicos de los países desarrollados han de esforzarse por salvaguardar y mejorar el pilar fundamental de cualquier estructura del bienestar, que es el de la protección del empleo (el fomento, la generación, y la promoción del empleo, y la garantía de la cobertura económica y social del mismo), si estos desean seguir manteniendo un modelo de Estado de Bienestar (Welfare State) caracterizado por la posibilidad de que el individuo pueda aspirar a satisfacer sus necesidades, no solamente primarias sino también las relacionadas con su promoción y progreso económico, social y cultural; y ello solo será posible si se defiende y garantiza el derecho que tienen las personas a tener un empleo digno 11. Sin embargo, el término «empleo» presenta una pluralidad de aspectos (económicos, políticos, sociales y culturales) que reclaman un tratamiento pluridisciplinar puesto que del mismo se podrán extraer consecuencias que expliquen, en determinados momentos, su ausencia y, en muchos casos, prolongada (el fenómeno del desempleo de larga duración); y la estrecha interrelación, conexión y coordinación entre las medidas generales de política económica y política social (con acciones propias de la política de fomento y protección empleo). En esta línea, ya en 1948, el artículo nº 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos establece una definición de principios donde toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo (OIT, 2001). Además, también en el ámbito de la doctrina social internacional es indispensable mencionar el artículo nº 6 del «Pacto Internacional de los Derechos económicos, sociales y culturales» de 1966 en el que los Estados partes en el presente pacto reconocen el derecho a trabajar, que comprende el derecho de toda persona de tener la oportunidad de ganarse la vida mediante un trabajo libremente escogido o aceptado y tomar las medidas adecuadas para garantizar este derecho (OIT, 2001). 11 126 Como se ha señalado anteriormente, esto constituye una exigencia para que se haga posible la mayor cobertura del derecho legítimo de todas las personas al empleo y al mantenimiento estable del mismo. Con ello, el objetivo de cualquier política pública estatal económica y social es la consecución a medio plazo del «pleno empleo» u «ocupación plena» 12. Si bien es cierto, resulta difícil registrar estadísticamente una definición o noción de «pleno empleo» 13 en razón de la existencia de 12 La existencia de «pleno empleo» u «ocupación plena» no significa que no se dé, en un tiempo determinado, niveles de desocupación en la población activa. Se habla de «ocupación plena» cuando la oferta global de empleo iguala o se acerca al volumen de mano de obra disponible, o se mantengan las expectativas de reempleo de los parados a corto plazo. En este caso se alcanzarían niveles óptimos de empleo, aún con la reserva existente de trabajadores desocupados que roten en situaciones de ocupación y paro. Se considera como «nivel de paro normal o técnico» el límite del 3% (que implica la existencia de lo que se conoce como «tasa de desempleo del pleno empleo») y que, técnicamente, supone una situación de «pleno empleo» del conjunto de la población activa y, aunque esto es relativo, resulta indicativo y depende de las circunstancias de las economías de los Estados (SAMUELSON y NORDHAUS, 1993). 13 La doctrina social internacional refleja la importancia del fenómeno del «pleno empleo» u «ocupación plena» en el artículo nº 1.1.2 del Convenio nº122 de la OIT de 1964, cuando prescribe la formulación y aplicación del mismo como un objetivo de la mayor importancia para una política activa destinada a fomentar el pleno empleo y que la misma debería tender a garantizar que habrá trabajo para todas las personas disponibles y que busquen trabajo (OIT, 2001). Por otro lado, la doctrina social europea comunitaria también se pronuncia acerca de este fin deseable de los Estados desarrollados a través del artículo nº 1 de la «Carta Social Europea» de 1961, cuando destaca que el «pleno empleo» es un derecho capital de los individuos que se consigue mediante el derecho al trabajo de los mismos, comprometiendo a las Partes Contratantes, en orden a asegurar el ejercicio efectivo de este derecho, al reconocimiento (como uno de sus principales objetivos y responsabilidades) de la realización y mantenimiento del nivel más elevado y más estable posible del empleo, para poder realizar el pleno empleo y a proteger de manera eficaz el derecho del trabajador de ga- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA ciertos colectivos cuya situación bascula entre la inactividad y la actividad que se configura, en definitiva, como una inactividad relativa 14. Como se puede constatar, el fenómeno del desempleo y/o paro no es unívoco en su concepción puesto que la «disfuncionalidad» (desde el punto de vista técnico) que supone la falta de empleo o de puestos de trabajo afecta de forma diferente a los individuos y al conjunto de activos porque para unas categorías de trabajadores el tiempo de estancia en una situación de inactividad será más prolongada que para otros, en función de sus características. narse su vida mediante un trabajo libremente emprendido (OIT, 2001). Finalmente, destacar lo que la Constitución española de 1978 dispone acerca del fenómeno del «pleno empleo». Para ello es necesario acudir, sobre todo, al artículo 40.1 que expresa que: «Los poderes públicos promoverán las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la renta regional y personal más equitativa en el marco de una política de estabilidad económica. De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo». 14 Se hace conveniente establecer una relación inequívoca entre los conceptos de trabajo y población. Se puede definir el trabajo como el factor productivo que se configura como aquella parte de la población que desarrolla las tareas productivas y la población como el conjunto de seres humanos que viven en un área determinada. Dicha población se divide entre activos e inactivos. Los activos (son los que intervienen en el proceso productivo. Se diferencian entre «ocupados en sentido estricto», que tienen un trabajo remunerado aunque se hallen de baja por enfermedad; «activos marginales», que realizan un trabajo remunerado pero durante un tiempo inferior a lo normal, los que tienen un empleo estacional; y «parados», que son los que reúnen las condiciones de edad y capacidad física y mental para realizar un trabajo remunerado y no lo encuentran). Los inactivos (son los que realizan solo las funciones de consumo. Entre los mismos se encuentran los colectivos de «jubilados retirados», «escolares y estudiantes», «amas de casa», «personas que no trabajan y aunque puedan hacerlo no buscan empleo», e «incapacitados para trabajar») (Véase, MOCHÓN, 1993). Para ello, es necesario diferenciar los distintos tipos de desempleo que se pueden generar, en el conjunto de las economías desarrolladas, y que pueden derivar en el fenómeno del desempleo y/o paro de larga duración 15. El caso del desempleo de larga duración se asocia a lo que se conoce como «desempleo estructural» 16, de esta manera su origen hay que buscarlo en las continuas redistribuciones de recursos resultantes de los cambios que se producen en la demanda de productos, mercancías, bienes y servicios que tienen lugar en todo proceso de crecimiento económico. 15 Además del desempleo estructural (y del desempleo de larga duración), los tipos de desempleo pueden ser: desempleo friccional (originado porque algunos trabajadores dejan sus puestos de trabajo antiguos para buscar uno mejor, porque algunas empresas puedan estar atravesando una crisis o porque los nuevos miembros de la fuerza laboral emplean un cierto tiempo buscando empleo. Se puede decir, que la existencia de un cierto nivel de «desempleo friccional» es normal pues la movilidad de la mano de obra de unos puestos de trabajo a otros requiere un cierto tiempo; y lo mismo ocurre con las personas que se incorporan por primera vez al mercado de trabajo. Lo lógico es que la mayor parte de estos desempleados no tarden mucho tiempo en volver a ser empleados. Es decir, este tipo de desempleo resulta de una movilidad insuficiente de los trabajadores. Entre dos empleos, una persona puede encontrarse algunas semanas sin empleo, sin que esta situación suponga necesariamente que no haya trabajo en el mercado; desempleo técnico (es de naturaleza temporal y se debe a una interrupción técnica de la producción, como sucede a causa de la insuficiencia de cuadros, averías y huelgas); desempleo estacional (es el que surge sistemáticamente en determinadas épocas del año y es causado por los cambios en la demanda de trabajo en momentos diferentes del año: ejemplo sector servicios y turismo); y, por último, el desempleo cíclico (es el que está ligado a las alteraciones del ritmo de la actividad económica durante las fluctuaciones de la economía. En fases de recesión económica, la tasa de desempleo aumenta y en fases de recuperación y expansión, disminuye) (STIGLITZ, 1992). 16 Y es así, puesto que los desempleados o parados en una situación estructural son aquellos trabajadores que, por razones de cualificación, no se corresponden con las necesidades reveladas por la demanda. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 127 ESTUDIOS Realmente, el fenómeno del «desempleo estructural» se debe a desajustes producidos entre la cualificación o la localización de la fuerza de trabajo y la cualificación o localización requerida por el empleador. Además, los factores de renovación tecnológica y automatización hacen que, dadas las nuevas condiciones de producción, la capacitación y la experiencia de ciertos trabajadores, no sean estas ya las deseadas (es en estas circunstancias –en este «caldo de cultivo»– donde encuentra su máximo exponente y plasmación el fenómeno del desempleo de larga duración, sobre todo, en aquellos colectivos que después de un año de paro no poseen el grado de cualificación o recualificación necesario para reinsertarse en la vida activa y que pueden caer en una situación, cuando menos, de exclusión laboral). Consecuentemente, la estrecha relación entre el desempleo estructural y el desempleo de larga duración reside en el hecho de que, a diferencia del «desempleo friccional», no se considera que un trabajador se encuentre en situación transitoria entre dos empleos porque éste solo va a disponer de dos opciones de elección: o se enfrenta a un periodo de desempleo de un año o más duración, ó cambia, drásticamente, de ocupación. Con lo que, el fenómeno del desempleo de larga duración se convierte así en el tipo de paro que identifica, caracteriza y sobrestima, el «desempleo estructural». Además, el «desempleo estructural» (desempleo de larga duración) y el «desempleo friccional» configuran lo que, genéricamente, se conoce como «desempleo o paro involuntario» 17. Lo que es evidente es que el desempleo de larga duración se constituye en una situación que penaliza los efectos perniciosos 17 En cuanto representan un conjunto de trabajadores que desean emplearse al salario real vigente y que, no obstante, no encuentran un empleo o puesto de trabajo. 128 que conlleva el paro en los individuos y sus circunstancias y entornos, y varía entre los distintos Estados industrializados, en cuanto al nivel, volatilidad y composición del mismo: Dentro de la composición del desempleo se esconde un mal aún más preocupante que puede llegar a convertirse en crónico y de difícil solución en muchos países desarrollados: es el desempleo de larga duración «el que se prolonga más de 12 meses» (Alba, Álvarez y Pagán, 1999; 27). De esta manera, se observa que la definición sobre el fenómeno del desempleo de larga duración, en el conjunto de los países occidentales industrializados y desarrollados, se encuentra sistematizada y consensuada, y es: «La situación de las personas que no tienen trabajo y llevan un año o más buscando empleo» (OCDE, 1988; 169). Por otro lado, el problema del desempleo es un fenómeno que viene persistiendo en el conjunto de estos países y, especialmente, en los de la Unión Europea (UE) desde la década de los años 80 y 90 del siglo pasado, y en capas sociales muy definidas: (...), parece que el desempleo está bastante concentrado en una minoría de la población activa, incluidos los países en los que los periodos prolongados de desempleo tienen una escasa incidencia (...), el desempleo de larga duración continua siendo un grave problema en muchos países miembros, especialmente en Europa. Aunque ha afectado a todos los grupos demográficos, la probabilidad de que una persona en paro entre en las filas de los parados de larga duración es mayor en el caso de los varones de edad avanzada y los adultos (OCDE, 1988; 197). En este sentido, se asegura que dado que la probabilidad media de encontrar trabajo diminuye con la duración del periodo de desempleo, es básico saber si esa relación se debe a las características personales de los tra- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA bajadores o a la experiencia misma del desempleo. Si se demuestra que son importantes las características personales, parece que sería viable identificar a los individuos más amenazados en una fase temprana de su periodo de paro. Lo que ocurre, es que es difícil detectar a los grupos con mayor riesgo de paro, sobre todo, cuando la tasa global de paro es elevada, con lo que en esta situación es factible que la duración del desempleo sea una variable clave de las diferencias existentes entre las personas (OCDE, 1988). Con lo que, el conjunto de los desempleados de un año o más, tienen muchas menos posibilidades que otros «parados no estructurales» de conseguir un puesto de trabajo. Aún así, resulta indispensable para diagnosticar y actuar en consecuencia, conocer: la cantidad de tiempo que estas personas pasan en inactividad; el grado de concentración o de dispersión del paro; y el tipo de puesto de trabajo que pueda encontrar (-aunque en la mayor parte de los casos suele ser de naturaleza temporal precaria o a tiempo parcial–), pudiéndose producir en un momento concreto que este tipo de empleo se convierta en una vía para acceder a un trabajo más permanente, por parte de los colectivos que se encuentren en mejor situación dentro de la precariedad que caracteriza a los desempleados de larga duración. Paralelamente, el volumen de los flujos de entrada y salida de la población activa, en el caso de los parados de un año o más tiempo en paro, agrava el problema de las acciones que debieran implementarse. También, se comprueba que este fenómeno del desempleo de larga duración está muy concentrado en una minoría de activos desocupados que sufren periodos repetidos de inactividad y varía en la manera en que se manifiesta de un país a otro con lo que con pautas tan diferentes en la manifestación de este fenómeno, exigen la adopción de medidas heterogéneas (OCDE, 1988). Concretando, es en este contexto del desempleo estructural de larga duración donde el binomio conceptual «exclusión laboral-exclusión social» se convierte en un serio problema para el conjunto de los países desarrollados ya que estos necesitan de todos los recursos productivos para generar más riqueza y, por ende, fortalecer así las estructuras del bienestar por la vía del «pleno empleo». CAUSAS Y EFECTOS DEL DESEMPLEO DE LARGA DURACIÓN En cuanto a la relación con las causas y efectos, no resulta fácil elaborar un orden sistematizado de cuáles pueden ser, a la hora de generar a medio y largo plazo en los Estados industrializados occidentales 18, lo que se conoce como desempleo y/o paro de larga duración. En una primera aproximación general a las causas del fenómeno del desempleo de larga duración, se observa que las mismas tienen que ver en un primer momento con cuestiones, por ejemplo, como: las leyes de protección del empleo; el sistema de prestaciones económicas por desempleo prolongado estructural; y la pérdida de motivación y estigmatización de los desempleados de larga duración. Es decir: «Las soluciones que den al problema del paro de larga duración han de reflejar la naturaleza de este problema y sus causas ( ), las diferencias entre los países ( ), tal vez se deban en parte a algunos factores que afectan tanto a las ofertas de trabajo a que tienen acceso los parados de larga duración como a su disposición y capacidad para aceptar estos puestos. Las ofertas de trabajo a que pueden acceder ( ), pueden verse reducidas por la legislación referente a la seguridad de empleo y por una baja demanda agregada. Por otra parte, los parados de larga duración pueden no encontrarse en condiciones para competir eficazmente por los puestos de trabajo, debido en parte a su bajo nivel de cualificación y a sus pocos incentivos para buscar trabajo a causa de ciertos aspectos del sistema de prestaciones por desempleo que genera dependencia» (OCDE, 1993; 280). 18 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 129 ESTUDIOS Sin embargo, se aprecia que existen de entrada cuatro causas o factores básicos, nítidamente diferenciados que influyen sobremanera en la aparición de dicho fenómeno, y que son: la tradicional existencia, en mayor o menor medida 19, del predominio de los mer- La necesidad de flexibilizar y/o adaptabilizar los mercados de trabajo se encamina a romper con la rigidez en la estructuración y funcionamiento de los mismos, en el sentido de que el concepto de flexibilidadadaptabilidad reclama (en el nivel macroeconómico), una capacidad de adaptación de las economías desarrolladas y de sus mercados de trabajo, en general, y de los sistemas productivos de las empresas, en particular (en el nivel microeconómico), a las nuevas exigencias productivas marcadas con la incorporación de las nuevas tecnologías. Ello, lógicamente, alterará la producción (en relación a qué producir, cómo y cuánto: así, se aumentará y se diversificará el consumo, se incrementará la producción y el empleo obligándose a la ampliación y modificación del campo de la contratación hacia nuevos contratos indefinidos incentivados y temporales de fomento del empleo-), siempre y cuando se dé un contexto de estabilidad y crecimiento. Estudios efectuados sobre la flexibilidad del mercado de trabajo venían privilegiando las modalidades externas de flexibilidad relacionadas con la evolución del propio mercado y las relaciones entre las unidades de producción y el mercado de trabajo (OCDE, 1990). Sin embargo, actualmente, se incide, especialmente, en lo que se conoce como formas internas de flexibilidad: «( ), aquellas a través de las cuales las empresas, enfrentadas a los cambios económicos, tecnológicos y sociológicos de los años ochenta, se esfuerzan por flexibilizar la utilización de la fuerza de trabajo» (OCDE, 1991; 261). Actualmente: «La flexibilidad se transforma ( ), en un concepto cosificado que se mueve entre los salarios, los sistemas de producción, la competencia del mercado y una transformación general de todas las formas de organización y no sólo las relaciones salariales/laborales» (BOYER, 1988; 265). En definitiva, la búsqueda de la flexibilidad responde entre otras preocupaciones a la consecución de una mayor competitividad de las unidades económicas de producción en el mercado, a una reducción de los costes laborales (salariales), y a un aumento del beneficio con la incorporación de las nuevas tecnologías. De manera que: «( ), los gerentes de empresa ven en la flexibilidad una respuesta indispensable a la incertidumbre, al encarecimiento del capital, al acortamiento del ciclo de negocios y a la internacionalización de los mercados» (OCDE, 1991; 265). 19 130 cados de trabajo rígidos o poco flexibles; la aparición e implantación de las nuevas tecnologías y sus influencias sobre los sistemas productivos; el factor demográfico; y, por último, el factor migratorio 20. La primera causa o factor, de la existencia de mercados de trabajo nacionales rígidos o poco flexibles en los niveles macro y microeconómico, ha generado el diseño de unos mercados de mano de obra crecientemente regulados. De esta forma, en el plano macroeconómico, se ha venido produciendo rigidez e inflexibilidad en los aspectos normativos contractuales relacionados con los requisitos de las entradas y salidas de los trabajadores del mercado laboral y, dentro de este, con los movimientos físicos y/o de circulación de los mismos de un puesto de trabajo a otro (dentro de los segmentos internos y externos, y entre los mismos); y en el plano microeconómico –de empresa–, no se ha favorecido la empleabilidad de los desempleados (sobre todo, de los que mayores dificultades pueden tener «desempleados estructurales de larga duración», a la hora de una posible inserción o reinserción en el mercado de trabajo), debido –en un contexto de rigidez normativa laboral–, al elevado coste empresarial del despido y de la contratación del factor trabajo y, consecuentemente, a la inexistencia de incentivo económico alguno hacia nuevas contrataciones, por parte de los poderes públicos de los países desarrollados (aunque los grados de mayor o menor existencia de rigidez y de incentivaciones a la contratación en los mercados laborales, varían de un país a otro) (OCDE,1991). Es decir, la existencia de mercados de trabajo rígidos o poco flexibles (que han venido Aún siendo importantes, los factores demográfico y migratorio en el devenir del fenómeno del desempleo (desempleo de larga duración), este trabajo se va a centrar, específicamente, en las dos primeras causas y factores que de forma más directa influyen en este fenómeno. 20 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA caracterizando, más o menos, a los países industrializados desde los años sesenta del siglo pasado), conlleva una necesaria modificación de las reglas y regulaciones a través de mecanismos de fijación de salarios; legislación sobre el empleo y despidos; y ordenación del tiempo de trabajo. Por otro lado, es en el ámbito de los Estados industrializados donde, particularmente, resulta importante la influencia que va a tener sobre el fenómeno del desempleo de larga duración todo lo que se relaciona con la evolución de los mecanismos de fijación de los salarios (ya que, este campo se encuentra relacionado directamente con la política de salarios y rentas, e indirectamente con la política de ajuste de la mano de obra; y ello es clave para la recuperación y la promoción del parado de larga duración). En cuanto a las modificaciones que se producen en este campo, estas se encaminan en la dirección de mejorar la evolución de los salarios relativos de manera que se pueda crear un mecanismo de fijación de los salarios. Igualmente, se necesitaba modificar la centralización de las negociaciones salariales hacia una descentralización junto con la relación entre salarios y aumentos de productividad. Respecto a la legislación en materia de empleo y despido, la legislación relativa a empleo ha influido notablemente de forma negativa limitando, directa o indirectamente, la libertad de los empresarios para contratar mano de obra, y no ha incentivando la recuperación de los recursos ociosos más desprotegidos, con lo que se ha perjudicado claramente a los desempleados de larga duración. De manera que 21 sus efectos sólo han sido indirectos: «Hay ejemplos de efectos directos en la legislación todavía vigente en ciertos países que excluyen de ciertos empleos categorías de trabajadores como los jóvenes o las mujeres. Otro tipo de legislación general 21 (...), la legislación sobre la jornada laboral, que estipula que las horas trabajadas por encima de determinados límites deben ser remuneradas a tasas superiores a lo normal, limitándose el número anual de horas extraordinarias (...), también la legislación sobre las vacaciones remuneradas, el permiso remunerado para formación y la edad a la que se permite el acceso al trabajo remunerado (OCDE, 1988; 42-43). Es decir, también, la legislación en materia de despidos colectivos ha limitado la libertad de los empresarios en el contexto de los países desarrollados para poder despedir a los trabajadores a su antojo. Sin embargo, "España y Portugal se cuentan entre los países que más han hecho para aumentar las posibilidades de contratación por un plazo determinado ya que (...), esto constituye un medio rentable de reaccionar ante las fluctuaciones de la demanda de productos» (OCDE, 1988; 47). Finalmente, en el aspecto de la ordenación de trabajo se ha necesitado, igualmente, un cambio o modificación que, en última instancia, permitiera recuperar la mano de obra potencialmente desaprovechada. En las ordenaciones de trabajo se muestran ciertas contradicciones puesto que los Estados necesitan la desregulación para que el trabajo pueda realizarse según imperativos del mercado (ello aumentará la flexibilidad potencial de mano de obra y reforzará los medios discrecionales de que disponen los empresarios para adaptar su plantilla a la evolución de las condiciones del mercado, a la vez que esta tendencia puede mejorar con frecuencia la igualdad de acceso al empleo o producir cambios estructurales que dejen su validez a las restricciones anteriormente vigentes). prohibe cualquier práctica discriminatoria en contratación o en el empleo por motivo de raza, sexo, color o religión (algunos países prohiben asimismo la discriminación basada en las convicciones políticas o en el origen social)» (OCDE, 1988; 43). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 131 ESTUDIOS De igual manera, los trabajadores y sus representantes aspiran siempre a una reducción del tiempo de trabajo individual, sin que la remuneración disminuya proporcionalmente): se piensa que así podrán ofrecer salidas a los desempleados, sobre todo de larga duración. Se puede concluir, con que la ordenación del trabajo ha venido adoptándose en el marco de las legislaciones nacionales aunque las principales iniciativas se han adoptado en el marco de las negociaciones colectivas (OCDE, 1988). En cuanto a la segunda causa o factor de desempleo (desempleo de larga duración), que viene dada con la irrupción e implantación de las nuevas tecnologías (tecnologías de la información) en el mercado de trabajo, es lógico que desplacen a ciertas categorías de trabajadores de sus puestos hacia una situación de desempleo o inactividad, ahorrando al empresario coste laboral (sobre todo, vía salarial) y aumentando su beneficio mediante unos sistemas productivos computerizados que van a producir con más velocidad y calidad mayores cantidades de productos y mercancías. dos y apetecibles para los empresarios que, desde el punto de vista de la formación de primera mano, les pueden ofrecer una formación adecuada a los códigos de funcionamiento de sus empresas. Con lo que estos trabajadores se convierten en un colectivo susceptible, sino se toman las medidas necesarias por parte de los poderes públicos, de caer en situación de desempleo de larga duración. A pesar de todo: (...), el análisis de los principales mecanismos de transmisión induce a pensar que la oleada actual de tecnologías, como muchas de las que han precedido, elevará el potencial productivo de las economías y sentará así las bases para un crecimiento duradero de la producción, el empleo y las ganancias reales (OCDE, 1988; 439). De todas formas, el grado en que este potencial se plasma en un crecimiento real de la producción en su conjunto, del empleo y del beneficio no está en función sólo del cambio tecnológico, ya que este pone en marcha un conjunto de reacciones contradictorias: (...), por lo que el resultado neto, especialmente para el empleo, depende fundamentalmente de una serie de parámetros y de su poder relativo (...), parece que no existe una relación única y predeterminada entre cambio tecnológico y el comportamiento del empleo (OCDE, 1988; 442). Consecuentemente, las nuevas tecnologías exigirán de aquellos trabajadores que llevan un año o más de inactividad, o de aquellas otras personas que no han accedido todavía por primera vez al mercado de trabajo, unos crecientes niveles de cualificación profesional y una adaptación y puesta al día para su incorporación o reinserción al mundo laboral, que no poseen. Aunque es cierto, que el cambio técnico o tecnológico 22 influye, apreciablemente, en la Por ejemplo, en este proceso actual de cambio tecnológico (cambio técnico iniciado en los años sesenta), se observa como el mismo ha influido e influye de manera especialmente negativa en los trabajadores con un tramo de edad de más de 45 años que son despedidos, ya que tienen muy difícil volver a ser contratados porque han de competir con activos jóvenes crecientemente cualifica- 22 La heterogeneidad del cambio técnico o tecnológico deriva del carácter de la nueva tecnología (microelectrónica) a medida que se desarrolla y difunde, se modifica continuamente y se adapta a un número creciente de aplicaciones en productos y procesos afectando a diversidad de campos profesionales respecto al fenómeno del cambio técnico o tecnológico (postura determinista). No obstante, la adquisición de conocimientos tecnológicos como base es incoherente porque 132 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA asignación del empleo entre los individuos, las ocupaciones y los sectores productivos. trabajo tienen que competir duramente (como se apuntó anteriormente). Concretamente, las tecnologías de la información tienen algunas consecuencias determinantes para la distribución sectorial del empleo ya que algunos de los sectores de alta tecnología son los que están obteniendo mejores resultados en cuanto a la empleabilidad de trabajadores en paro (aunque no en relación a los desempleados de larga duración) (OCDE, 1988). Con la aparición e implantación de las nuevas tecnologías en los sistemas productivos, y su influencia determinante en el mantenimiento o generación del fenómeno del desempleo de larga duración, lo que, realmente, se está estableciendo es una relación directa y clara entre empleo y tecnología. Es obvio, que la introducción de las nuevas tecnologías en los procesos productivos generan un proceso de reasignación de los puestos de trabajo en cada sector de la economía (en función, de que se trate de intensidad tecnológica media o alta), y una alteración de las necesidades formativas de los empleados de las unidades de producción (OCDE, 1990). Concretando: ante un cambio técnico o tecnológico, quienes sufren sus consecuencias perniciosas (tanto para entrar como para salir del mercado de trabajo), son las personas que se sitúan fuera del mercado laboral en una situación de prolongada inactividad (12 meses o más) que necesitan un puesto de trabajo pero que no lo encuentran sino se regeneran formativamente pero en unas circunstancias de precariedad económica o física y psicológica, y aquellos activos empleados mayores de 45 años que son despedidos por razones tecnológicas (paro tecnológico), y que para regresar a un puesto de la nueva tecnología influye en determinados campos profesionales (postura no determinista). Para los demás, la tecnología se incorpora en complejos sistemas pluritecnológicos donde el problema reside en dominarlos. A pesar de ello, se contempla que el factor técnico o tecnológico (nuevas tecnologías) supone un cambio de carácter técnico unido a la idea de innovación de productos y de procesos, e implica la ampliación y extensión de los mercados (la sociedad de la información; es decir, la nueva economía, transportes e infraestructuras), que, por ende, conlleva (competitividad, empleo y demanda-consumo) (OCDE,1996). Dicha relación es uno de los aspectos básicos dentro del debate actual que se produce acerca de los niveles de desempleo (que afecta, sobremanera, a los colectivos ubicados en lo que se conoce como el «desempleo estructural»), y de las capacidades de los países industrializados para generar empleo. Con lo que, la variable tecnológica es la clave para el proceso continuado de crecimiento y de creación de empleo; es decir, se convierte así, en la «piedra angular» que permite que aumenten la productividad, las rentas reales y las posibilidades de empleabilidad de los desempleados de larga duración. Pero, a pesar de ello, hoy en día, en que se considera que el cambio tecnológico es particularmente rápido y global, y que el crecimiento es lento, se apunta con frecuencia hacia la tecnología como la causa de la generación de altas tasas de desempleo ya que, en cierto sentido, ha existido y existe un temor evidente a que las nuevas tecnologías puedan provocar pérdidas potenciales de puestos de trabajo en todos los sectores productivos de las economías de los países desarrollados 23. Aunque, se ha demostrado, en acontecimientos posteriores, que la aparición de un 23 Según SCHUMPETER, el «cambio técnico» es un proceso de «destrucción creativa» que consiste en un proceso de destrucción neta de puestos de trabajo en algunas antiguas ocupaciones, empresas y sectores; y en un proceso paralelo de «creación neta» de puestos de trabajo en los nuevos sectores y ocupaciones (STIGLITZ, 1992). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 133 ESTUDIOS elevado nivel de «paro tecnológico» no ha sido tal y; además, ha sido cierto que la aplicación de una nueva tecnología siempre ha ido acompañada de un apreciable nivel de paro, a pesar de que los puestos de trabajo adicionales creados, directa o indirectamente, han resultado ser insuficientes, no sólo para sustituir a los que se han perdido sino, igualmente, para elevar la empleabilidad de forma sustancial. De hecho, la preocupación internacional actual por la influencia de las nuevas tecnologías reside en salvaguardar las posibilidades potenciales del empleo (y su afectación en los colectivos activos más desprotegidos), puede atribuirse al carácter de las mismas. La incertidumbre o el malestar, sobre todo, entre los activos respecto al factor tecnológico radica en la «creencia científico-técnica divulgativa» de que dado que las tecnologías pueden ahorrar trabajo y coste empresarial, y tienen numerosas aplicaciones, su rápida utilización podría generar –a diferencia de lo ocurrido hasta ahora–, nada más que unos cuantos nuevos empleos y provocar, sin embargo, elevados niveles de «desempleo estructural» (dentro del cual se perjudicaría notoriamente, entre otros, a los desempleados de un año o más tiempo). Lo evidente, es que tanto la naturaleza de la competencia internacional como su ritmo se invocan como argumentos en el debate sobre el nivel y estructura del paro en su relación con la variable tecnológica. La actual situación de «globalización industrial» pone de relieve, cada vez de forma más nítida, la dimensión tecnológica del comercio internacional y la necesidad que tienen las empresas de adoptar los mejores métodos internacionales. Con lo que dada la importancia de la formación y de la cualificación en general, las diferencias internacionales existentes en la pauta de empleo y desempleo van a depender en gran medida de la capacidad de las economías nacionales para 134 innovar y asimilar la nueva tecnología por medio de cambios estructurales. Por otro parte, la literatura teórica sobre tecnología y empleo sugiere que el acontecimiento del cambio técnico o tecnológico (al reducir cantidad necesaria de recursos por unidad de producción o al crear nuevos productos) permite producir más con una cantidad menor de recursos o elevar la demanda, lo que aumentaría a la vez, las ganancias y el empleo, de una forma duradera. De esta manera se desemboca en el planteamiento apuntado: cabe preguntarse si, hoy en día, el potencial de creación de empleo que tienen las nuevas tecnologías se traducirá realmente en puestos de trabajo que ayude a los desempleados de larga duración a volver al mercado laboral; en qué medida este proceso se autorregula; y si va a aumentar la demanda en la misma medida que la capacidad productiva. La contestación no es sencilla ya que habría que observar el efecto de las nuevas tecnologías en un periodo de transición, a corto y medio plazo, y a largo plazo, cuando se haya producido el ajuste a un determinado cambio tecnológico 24. 24 Por ejemplo, las nuevas tecnologías del transporte y de las comunicaciones han redefinido constantemente las fronteras efectivas de los mercados de trabajo locales, nacionales e internacionales. La tecnología de la información y de la comunicación hacen del teletrabajo una alternativa cada vez más viable a las modalidades más tradicionales del trabajo, alterando la pauta de oferta local y global del trabajo ya que es factible que entren en el mercado de trabajo nuevas categorías de trabajadores; pero aún así, con ello no se hará más que seguir perjudicando al «desempleo estructural» (desempleados de larga duración), que por sus especiales circunstancias carecen de medios económicos para adecuarse a todo este contexto, ya que en este marco de producción, las nuevas tecnologías exigirán la cualificación a todos los recursos por igual, sin entrar a analizar las circunstancias de los mismos. Signifíquense colectivos como: los jóvenes que todavía no han accedido por primera vez al trabajo, las mujeres que quieren acceder al empleo que nunca han REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA Las relaciones tecnología-empleo y las influencias tecnológicas vía desempleo de larga duración son complejas y heterogéneas, y uno de los efectos más espectaculares de la tecnología en el empleo de los países industrializados puede ser indirecto y tener su causa en las consecuencias del proceso de globalización y de apertura de mercados, que a la vez, puede significar para las empresas un crecimiento altísimo de la oferta de trabajo y de la mano de obra barata, pero no necesariamente carente de cualificación alguna (OCDE, 1996). De esta manera se puede deducir que las causas o factores que sobreestiman el fenómeno del desempleo de larga duración, son: En primer lugar, la composición de la fuerza laboral (a raíz del cambio drástico del perfil del desempleo desde 1960 en adelante), con una proporción de jóvenes y mujeres, muy superior a la de hace 20 años, que conforman lo que se denomina «desempleo estructural» (también, de larga duración) ya que presentan mayores dificultades de acceso a la actividad y siempre representan una mayor tasa de paro (se les unen parados mayores de 45 años y parados de larga duración sin cualificación). En segundo lugar, el hecho de que para figurar como desempleado basta manifestar, solamente, que una persona se encuentra buscando activamente empleo (aunque, realmente, no lo esté buscando). En tercer lugar, el hecho de que el interés por buscar empleo puede haberse reducido tenido, las personas sin ningún tipo de cualificación de hecho, personas con minusvalías físicas y psíquicas,... En este sentido, tampoco, los trabajadores de más de 45 años desplazados por la innovación tecnológica lo tienen más asequible para volver a la vida activa, como se ha señalado anteriormente, como tampoco lo tienen fácil los jóvenes y mujeres que un día estuvieron en activo y que salieron del mercado laboral por diferentes causas y que ahora desean reincorporarse al mismo (OCDE, 1990). por la generalización del seguro de desempleo en los últimos veinte años. Y, por último, el dato de que en la mayoría de las economías buena parte del producto nacional –Producto Interior Bruto (PIB)– y de la actividad económica real general en los países desarrollados escapa a las cifras oficiales porque la aparición de una economía oculta o sumergida supone la existencia de unos empleos cuya importancia es difícil de cuantificar, pero que debe ser, aproximadamente el 20% PIB en el conjunto de los países industrializados occidentales (OCDE, 1997). En cuanto a la primera causa de desempleo de larga duración, y que tiene que ver con los efectos negativos para el empleo que han tenido y tienen los mercados de trabajo rígidos o poco flexibles –en el contexto de países industrializados, desde la década de los años noventa del siglo pasado–, los Estados han venido combatiendo el mismo con diversas acciones de fomento de empleo que tienen como misión general la de intentar frenar o atenuar los efectos perniciosos económicos y sociales que conlleva, sobre todo, este fenómeno del paro de naturaleza estructural. La consecuencia negativa que tiene dicha situación para la economía de estos países es que se pierden para siempre estos recursos ociosos y, ello supone, el desaprovechamiento del potencial productivo. Aquí se observa el primer coste económico para la sociedad: recursos (incomes) no utilizados y bienes y productos (outcomes) no producidos u obtenidos por tener mano de obra sin ocupar y en situación de inactividad prolongada. Además, desde la perspectiva social, es evidente que el mayor coste, el más grave recae en los individuos que se encuentran en dicha situación de desprotección. Los seguros de desempleo no son suficientes ni en cantidad económica (su cuantía suele ser inferior al salario normal en el conjunto de es- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 135 ESTUDIOS tos países) ni en cobertura (y no toda la población laboral está acogida a dicho seguro de desempleo, y menos algunos colectivos de larga duración que no han trabajado anteriormente), es decir, no sirven como sustitución de renta, no les evita todos los perjuicios ocasionados por su inactividad. Se considera que el desempleo (específicamente, el de un año o más) se configura como el primer elemento determinante del grado de pobreza o de falta de bienestar de una sociedad, donde la exclusión laboral puede encaminar a un individuo a la marginalidad empujado por circunstancias de desesperanza y de acuciante necesidad. Estos problemas suelen localizarse en colectivos de «desempleo estructural» y, con mayor frecuencia, en parados (de un año o más en esta situación) como consecuencia de periodos de recesión de las economías occidentales industrializadas donde el porcentaje de personas en esta situación aumenta significativamente 25. Como contrapartida, en el conjunto de las economías desarrolladas, los efectos de este fenómeno recaen sobre los activos ocupados que tienen que pagar un alto precio por la falta de trabajo o por su defectuosa gestión y se ven obligados a abonar parte de los costes del desempleo, en general, a través de cotizaciones sociales o impuestos más elevados. Con lo que el seguro de desempleo queda configurado con las cotizaciones al sistema de la seguridad social de trabajadores y empresas y, en parte, de las contribuciones del sector público. Consecuentemente, cuando el nivel de desocupación prolongada aumenta, los tra- 25 En los países con menor grado de flexibilidad en su mercado de trabajo y con mayor rigidez en las plantillas de sus empresas, el porcentaje de desempleo de larga duración es mayor que en los países con mayor flexibilidad y menor rigidez en su mercado laboral (Véase, LAYARD, NICKELL y JACKMAN, 1994). 136 bajadores empleados tendrán que contribuir a financiar los mayores costes derivados del abono del seguro de desempleo vía cotizaciones o impuestos. Ni que decir tiene que los costes sociales del desempleo prolongado sobre los activos ocupados son muy elevados, de manera que resulta imprescindible destacar la desigual distribución que tiene entre la población activa, constatando que determinados colectivos sociales padecen con mayor intensidad este fenómeno del paro de carácter estructural 26. En relación con la segunda causa del desempleo de larga duración, hay que destacar que los efectos de las nuevas tecnologías sobre el empleo han producido cambios considerables en las relaciones industriales tradicionales. También es una realidad, el hecho de que la aparición y difusión de las nuevas tecnologías (electrónica, telemática, cibernética) están logrando conseguir que el tipo de cualificaciones requeridas sea de un nivel de instrucción de base cada vez más amplio, polivalente y elevado (de cultura técnica generalizada) que va a hacer cada vez más difícil la recuperación para el mercado de trabajo de aquellos recursos activos desocupados y abandonados en el tiempo (sobre todo, los desempleados de larga duración sin cualificación y con un desfase formativo evidente respecto a dichos conocimientos que se requieren y que les hacen no encontrar un empleo) 27. La razón reside en que son ciertas características personales y ocupacionales las que determinan que la probabilidad de algunos grupos de encontrarse en paro sea muy superior a la media de la población activa. Los más afectados por el desempleo prolongado son los colectivos que se vienen señalando (OCDE, 1996). 27 Hoy en día, con la incorporación de las nuevas tecnologías se evoluciona hacia un sistema de organización del trabajo en el que el modelo de organizar la producción requiere una mayor cooperación técnica de todos los recursos humanos que van a utilizar el sistema técnico (propio del contexto tecnológico influyen26 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA ACTUACIONES: LAS POLÍTICAS ACTIVAS DE FOMENTO DEL EMPLEO A lo largo de la década de los años noventa del siglo pasado, los Estados industrializados y desarrollados occidentales han venido adoptando un conjunto de políticas de mercado de trabajo basadas en una serie de medidas de carácter estructural para lograr reducir las altas tasas de desempleo en los mismos, sobre todo, el de larga duración que demandaba de profundas reformas de los mercados de trabajo, ya que: «Una política de mercado de trabajo bien diseñada tiene con frecuencia la ventaja de responder simultáneamente a los objetivos de eficiencia y de equidad» (OCDE, 1991; 18). Sin embargo, las políticas activas de mercado de trabajo 28 han venido diseñando y aplicando medidas de choque contra tres de los fenómenos, que ya se han apuntado anteriormente, que vienen alterando negativamente los mercados laborales, y que son: la evolución demográfica; las nuevas tecnologí- te) y que exige una creciente y puesta al día de cualificación profesional que los desempleados estructurales no poseen, incluso en el caso de los trabajadores mayores de 45 años (OCDE, 1993). 28 Respecto a las «políticas activas de fomento de empleo» y/o «de la contratación» o denominadas, también, «políticas activas de mercado de trabajo», y/o «de mano de obra» cabe decir que se trata de actuaciones públicas en el ámbito de la política social (como una de las dos políticas públicas básicas, junto con la política económica, que diseñan la acción de gobierno en cualquier Estado). Este concepto, aunque con diferentes voces, es unívoco, y es utilizado por las políticas gubernamentales de estos países desarrollados para el fomento de la contratación entre los empresarios, ante todo de aquellos colectivos en una situación de inactividad prolongada (desempleados de larga duración). Es un concepto: «( ), utilizado en otro tiempo por la OCDE, tiene un carácter híbrido. La palabra activa proviene del concepto sueco de política activa de mercado de trabajo, que se forjó en los primeros años de la década de los cincuenta a causa de la insatisfacción motivada por la política de moderación salarial (OCDE, 1991; 29). as; y las presiones crecientes, originadas por el cambio estructural, sobre los puestos de trabajo y su diversificación según las condiciones del trabajo y la cualificación exigida. Actualmente, en el ámbito de los Estados desarrollados occidentales, las acciones de toda política de mercado que esté bien diseñada destacan por su ventaja y facilidad de dar respuesta, simultánea, a los objetivos de eficiencia y de equidad. Si se desea que la acción gubernamental de estos países incida realmente en el conjunto de la oferta de la mano de obra, las medidas especiales a favor de las demandas dirigidas a los desempleados de larga duración deberán actuar de acuerdo con los objetivos sociales de toda política social y, concretamente, de la política del mercado laboral que conduzca a la posibilidad de obtener un tipo de empleo estable para los mismos (OCDE, 1991). Las políticas activas de fomento del empleo y/o de la contratación se basan en acciones o actuaciones dirigidas a la recuperación, ante todo, de ese «desempleo estructural» (de activos desocupados de larga duración) para devolverlo al grupo de población de los activos ocupados. Además, para que dichas políticas sean efectivas se siguen una serie de tareas, entre las que destacan, sobre todo: la movilización de los recursos humanos, ya que la «sociedad activa» se distingue por el favorecimiento del desarrollo de los mercados y la actividad de todos los colectivos sociales para evitar, en la medida de los posible, la aparición de fenómenos como la pobreza, la dependencia económica de los individuos y la exclusión laboral y social. Para ello: Debe concederse prioridad a medidas activas como la formación, los programas de colocación y de reinserción destinados a los desempleados, los inactivos y los beneficiarios de la ayuda social, de forma que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 137 ESTUDIOS se rompa el círculo de dependencia, se reduzcan las desigualdades en el acceso al empleo y, en general, se introduzca a los trabajadores en la gran corriente de las actividades productivas. Esas prioridades debieran reflejarse en la asignación de los recursos (OCDE, 1991; 19). Por otro lado, estas políticas activas de fomento del empleo y/o de la contratación desarrollan unas formaciones profesionales más elevadas y adaptables para que los individuos con mayores dificultades para volver al mercado de trabajo puedan acceder al nuevo tipo de empleo: Para evitar la aparición o el agravamiento del «déficit de personal cualificado», que tendría graves repercusiones en los resultados económicos, hay que desarrollar lazos nuevos con el sistema de enseñanza y reforzar el papel primordial desempeñado por el sector privado en la formación de los trabajadores y en la mejora de las cualificaciones de los mismos (OCDE, 1991; 20). Con lo cual, se necesita que la política activa de mercado de trabajo se encuentre correctamente coordinada con las políticas de enseñanza y de formación, y: «(...), que para fomentar la formación se cree una estructura adaptada y estimulante en la que participen los empleadores, los asalariados y los grupos desfavorecidos» (OCDE, 1991; 21). Finalmente, hay que subrayar la tarea de la promoción de un espíritu de búsqueda activa de empleo, especialmente, entre los desempleados de larga duración favoreciendo dicha tarea a través de la potenciación de los Servicios Públicos de Empleo (SPEs) en sus funciones de orientación y asesoramiento individual y colectivo, y de formación profesional ocupacional 29. 29 Ya que: «Para evitar que las personas desempleadas que desean acceder nuevamente a un puesto de trabajo se deslicen paulatinamente hacia una situación de desempleo de larga duración, conviene conceder 138 En este sentido: Será conveniente aumentar la eficiencia del mercado de trabajo prestando una amplia gama de servicios a los diversos participantes en el mercado de trabajo, tanto si se trata de demandantes de empleo como si se trata de empresas que buscan personal con determinadas cualificaciones; esos servicios no debieran responder solamente a objetivos inmediatos, a corto plazo, sino contribuir a largo plazo al desarrollo profesional de los trabajadores y a la gestión con vistas al futuro de los recursos humanos de las empresas (OCDE, 1991; 22). Las soluciones que ofrecen los poderes públicos de los Estados desarrollados para combatir el desempleo de larga duración deben tener en cuenta dos aspectos distintos de este tipo de paro: por un lado, el aspecto flujo que tiene que ver con las variaciones marginales a lo largo del tiempo y, por otro lado, el aspecto stock 30. Es precisamente, en esta tarea de cambio de la tradicional y excesiva dependencia del individuo respecto del Estado-paternal hacia el fortalecimiento de la cultura laboral de búsqueda activa de empleo, donde estos países han venido aunando sus esfuerzos para conseguir reducir las elevadas tasas de «desempleo estructural» 31. prioridad a los servicios orientados al mercado y rápidamente eficaces, como la orientación profesional, y a los servicios apropiados para aumentar la motivación para el trabajo, estimular los esfuerzos de búsqueda de empleo y mejorar la aptitud para el trabajo. Si esos servicios fracasan, habrá que pensar en formas de intervención más intensivas por parte de los poderes públicos, como las subvenciones a la formación y al empleo» (OCDE, 1991; 23). 30 Es decir: «Cuando empeoran las condiciones económicas, es de esperar que algunos parados de corta duración se sumen a las filas de los parados de larga duración (el aspecto flujo). El problema del stock surge cuando el flujo de salida de este grupo es pequeño, incluso aunque mejore la situación económica» (OCDE, 1993; 280). 31 «Los desempleados de larga duración constituyen actualmente el principal objetivo de medidas intensivas. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 FÉLIX M. HERRADOR BUENDÍA Y, es imprescindible hacer mención al actual diseño, en el caso español, de las políticas activas de fomento del empleo 32, que se constituyen en : (...), un eje director de las medidas emprendidas, de las que se derivan objetivos operativos entre los que se pueden destacar los siguientes: a) Potenciación de la transparencia del mercado de trabajo, b) Desarrollo de la Estabilidad en el Empleo, c) Optimización de los Recursos Humanos, d) Adaptabilidad y Flexibilidad para la creación del empleo y e) Atención a los Colectivos Desfavorecidos (MTAS, 2001; 99). En cuanto a la atención de los colectivos desfavorecidos, entre los que se recoge a los En numerosos países el SPE ha establecido procedimientos especiales para asegurar que todos ( ), sean convocados a una entrevista y se les estimule vivamente a hacer frente a sus propios problemas. Esos procedimientos reciben asimismo nombres diversos ( ), entrevista del decimotercer mes (Francia). En la mayoría de los casos, estas entrevistas son obligatorias al término de determinado periodo de desempleo» (OCDE, 1991; 65-66). También, al hilo de lo argumentado, estos SPEs promocionan la idea de movilidad geográfica para encontrar un puesto de trabajo entre las personas inmersas en este tipo de desempleo prolongado. Además, la formación profesional no es una solución, a corto plazo, de los problemas que tiene el desempleado de larga duración, sino que se considera más bien como una inversión en capital humano para el futuro, cuando menos a medio plazo (OCDE, 1991). 32 «La orientación general de las medidas de la política de empleo en España se fundamenta en el desarrollo de la Constitución; la Concertación Social entre Agentes y de estos y el Gobierno; el proceso de Convergencia con la Unión Europea, los Tratados Internacionales en materia laboral y, finalmente, el desarrollo de las Políticas Activas para una optimización de los recursos humanos y un proceso de adaptación y modernización del sistema productivo» (MTAS, 2001; 97). En este caso véanse que: «Los artículos 40, 41, y 42 contemplan los Principios Rectores de la Política Social y Económica, la orientación de las políticas hacia el Pleno Empleo, los sistemas de Protección Social, el Derecho a la Formación Profesional o a la Seguridad e Higiene en el Trabajo, la limitación de la jornada laboral y los derechos de los trabajadores españoles en el extranjero». (MTAS, 2001; 97). desempleados de larga duración que: 33 , se dice La cohesión social a través del empleo exige, a su vez, la atención prioritaria sobre los colectivos más vulnerables del mercado de trabajo, como son los inmigrantes, los discapacitados, los amenazados de exclusión, los parados de larga duración y aquellos otros colectivos con dificultades en el proceso de inserción en el mercado de trabajo (MTAS, 2001; 100-101). A MODO DE CONCLUSIÓN Para terminar, y en relación con un fenómeno tan complejo como es el del desempleo de larga duración, cabe decir que es necesario establecer cuáles pueden ser las grandes orientaciones de las políticas activas de mercado de trabajo en su objetivo de fomentar, sobre todo, el empleo y/o la contratación para la categoría del desempleo estructural. En este sentido, se aboga por profundizar e insistir en las siguientes pautas de conducta para progresar: En primer lugar, ahondar en la posibilidad de promoción de unos recursos humanos crecientemente cualificados que consigan au- 33 Las medidas activas de fomento del empleo para el colectivo de los desempleados de larga duración, que se utilizan en el caso español, se resumen, sucintamente, de la siguiente manera: para Formación, acciones a través del Nuevo Programa de Formación Profesional, de programas de formación ocupacional, y de formación mediante el acercamiento entre sistema formativo y la práctica en la empresa; y para Empleo, acciones de incentivación de los contratos de duración indefinida para desempleados de larga duración, y de contratación de desempleados para sustituir temporalmente a trabajadores en excedencia por cuidado de familiares (Véase, el Informe Técnico del MTAS, titulado: «La Política de Empleo en España. Informe de base sobre instituciones, procedimientos y medidas de política de empleo», 2001). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 139 ESTUDIOS mentar el crecimiento económico, –ya que, tradicionalmente, el paro de larga duración ha ido unido, indefectiblemente, a un bajo crecimiento de la producción en los últimos treinta años-; crear riqueza; y generar el empleo más estable posible. En segundo lugar, equilibrar, consecuentemente, la inflación y el desempleo de tal manera que se estabilice el empleo en periodos de coyunturas económicas menos favorables para el crecimiento y evitando los «cuellos de botella» que se producen en los mercados laborales cuando existen periodos de expansión de la actividad. En tercer lugar, que, sobre todo, los Servicios Públicos de Empleo (SPEs) o, lo que es lo mismo, la intermediación laboral pública de estos países desarrollados mejoren, en mayor o menor medida, la gestión de estos servicios sociales prestando más atención y dedicación a los desempleados de carácter estructural, a través del ofrecimiento de ayuda para la búsqueda activa de empleo con el fortalecimiento de la orientación y el asesoramiento individual de los demandantes de empleo, y, siempre, en función de sus capacidades y posibilidades profesionales, para permitir conocer la casuística de cada uno de ellos. Y, en cuarto lugar, conjugar eficiencia y flexibilidad de los mercados de trabajo (conjuntamente, con la mayor protección y garantía del especial derecho, que por su situación tienen, los colectivos de desempleados de larga duración, ante todo, los menos cualificados y los que aún no han podido acceder por primera vez al empleo: jóvenes, mujeres y minusválidos), y con la potenciación de la inversión en capital humano para responder adecuadamente a la evolución demográfica y tecnológica. 140 BIBLIOGRAFÍA ALBA, ÁLVAREZ y PAGÁN (1999): Parados de Larga Duración. MTAS, Madrid. BOYER, R. (1988): The Search for Labour Market Flexibility: The European Economies in Transition. Clarendon Press, Oxford. – (1986): La Flexibilidad del Trabajo en Europa. MTSS, Madrid. CACHÓN, L. y FUNDACIÓN TOMILLO (1999): Nuevos Yacimientos de Empleo en España. Potencial de crecimiento y desarrollo futuro. MTAS, Madrid. FISCHER, S.; DORNBUSCH, R. y SCHMALENSEE, R. (1990): Economía. McGraw Hill. 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HERRADOR BUENDÍA ORGANIZACIÓN PARA LA COOPERACIÓN Y DESARROLLO ECONÓMICO (OCDE) (1988): Perspectivas del Empleo. MTSS, Madrid. Evidencia y explicaciones. PARTE I. Tenden- – (1990): Las Nuevas Tecnologías en la década de los Noventa. Una estrategia socioeconómica. MTSS, Madrid. – (1997): Estudio de la OCDE sobre el Empleo. – (1991): Políticas de Mercado de Trabajo en los Noventa. MTSS, Madrid. – (1993): Perspectivas del Empleo. MTSS, Madrid. – (1996): Estudio de la OCDE sobre el Empleo. cias del mercado de trabajo y fuerzas subyacentes de cambio. MTAS, Madrid. PARTE II. El potencial de ajuste del mercado de trabajo. MTAS, Madrid. SAMUELSON, P.A. y NORDHAUS, W.D. (1993): Economía. McGraw Hill. STIGLITZ, J.E. (1992): Economía. McGraw Hill. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 141 ESTUDIOS RESUMEN: En un contexto económico de globalización –de apertura de mercados y de creciente competitividad– se hace indispensable seguir manteniendo y potenciando las estructuras de bienestar en los países industrializados y desarrollados para poder dar respuesta a las necesidades y bienestar de los individuos y del conjunto del colectivo social. Es evidente, que el primer planteamiento para salvaguardar las estructuras del bienestar en estos Estados tiene que ver con el hecho de garantizar el empleo y su protección, pero no como hasta ahora –dentro de unos mercados de trabajo rígidos, escasamente flexibles y poco adaptados a las nuevas necesidades productivas–, sino en un entorno de necesaria reforma flexibilizadora de los mismos que combata, sobre todo, el desempleo de tipo estructural, y que tiene que ver directamente con el fenómeno del desempleo de larga duración. 142 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 II. Informes «Las familias ya no podemos más». Riesgos de exclusión social de las familias que cuidan de enfermos crónicos graves Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN * L as enfermedades crónicas suponen el problema que requiere mayor atención en los países desarrollados, tanto por parte del sistema de salud como de otros sistemas relacionados con el bienestar social. Podemos congratularnos por el logro del aumento de la esperanza de vida y la supervivencia de gran número de personas con enfermedades hasta hace poco tiempo mortales, sin embargo, la mayor posibilidad de supervivencia puede suponer enfrentarse a numerosas dificultades durante el resto de su vida y pagar un alto coste tanto la persona directamente afectada como su familia. Hablaremos de enfermedades crónicas graves que tienen como consecuencia importantes discapacidades que obligan a las personas afectadas a depender en gran manera de otras personas para la realización de las actividades cotidianas. Las directrices de las políticas de salud de los países desarrollados, además de intentar aumentar la supervivencia, persiguen el objetivo marcado por la ONU de «dar más vida a los años que se han agregado a la vida» y * Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales. Universidad de Alicante. no sólo lograr una mayor longevidad. Este objetivo es igualmente aplicable en el caso de menores, jóvenes o adultos que se ven afectados por una enfermedad crónica grave y que si bien se benefician de los avances de la medicina, en España, se sienten olvidados por las políticas públicas que tienden a ignorar sus necesidades, escudándose en la solidaridad familiar. La realidad es que la mayoría de estas familias asume la responsabilidad de cuidar a sus miembros enfermos con escaso apoyo público, llegando a hipotecar sus propios proyectos vitales e incluso con merma de su salud, lo que resulta socialmente injusto y les coloca en situación de riesgo o de franca exclusión social (Martínez Román, Mª A., 2001). Estamos ante un tema de actualidad, el tema de la dependencia que parece preocupar más en el caso de las personas mayores pero que afecta también a todas las edades. «Dar más vida a los años que se han agregado a la vida» implica proporcionar oportunidades para un desarrollo humano, poder realizar un proyecto vital de desarrollo personal y significa tanto la calidad de vida de la persona con la enfermedad crónica como la calidad de vida de las personas de su entorno vital que se ocupan de su cuidado. Las des- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 145 INFORMES igualdades sociales en este ámbito son especialmente injustas y como una injusticia social lo viven las familias entrevistadas, porque son muy conscientes de que una parte importante de sus dificultades cotidianas se podría evitar o aliviar si se tuvieran en cuenta las condiciones de vida específicas de cada persona enferma y si estuviera disponibles una adecuada oferta de servicios y apoyos públicos para hacer más llevaderas sus condiciones de vida (Martínez Román, Mª A., Mira-Perceval, Mª T. y Redero, H., 1992). LAS ENFERMEDADES RESPIRATORIAS CRÓNICAS QUE ORIGINAN DISCAPACIDADES SUPONEN UN RIESGO DE EXCLUSIÓN SOCIAL Nos referiremos a enfermedades respiratorias crónicas graves, por ejemplo, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) con oxigenoterapia domiciliaria, cifoescoliosis, enfermedades neuromusculares (miopatías, ELA, esclerosis múltiple). Mortalidad y morbilidad están asociadas con desarrollo económico y social, también las desigual-dades sanitarias reflejan las desigualdades sociales existentes. El máximo de desigualdad social viene asociado a dependencia, calidad de vida mínima, adicción, pobreza, vejez, discapacidad y, sobre todo, morbilidad crónica y deteriorante. En las clases altas muchos de los problemas de salud no llegan a convertirse en crónicos o no originan discapacidades, por el contrario, una persona de un nivel socioeconómico bajo tiene muchas probabilidades no sólo de enfermar más, sino también de que derive a una enfermedad crónica y, consecuentemente, de que suponga una disminución de su ya menor calidad de vida. (De Miguel, J., 1994). Hay una relación de interdependencia entre enfermedad crónica y situación socioeconómica pudiendo ser causa o consecuencia de empeoramiento de la enfermedad y la discapacidad de las personas en peor situación socioeconómica (Burström, B. et al.). 146 Los organismos internacionales vienen destacando la existencia de estrechos vínculos entre las dificultades de salud y la exclusión social, en cuanto pueden suponer obstáculos que impiden la integración social. Cuando Naciones Unidas habla de desarrollo humano destaca como una de las opciones fundamentales el «vivir una vida larga, sana y creativa», es decir, no sólo sobrevivir sino tener calidad de vida que incluye la participación o integración en la vida social (Naciones Unidas, 2000). Sin embargo, los obstáculos al desarrollo humano debido a problemas de salud son también uno de los riesgos de exclusión social en Europa 1. Las enfermedades crónicas graves originan discapacidades (OMS, 1983) que afectan a las actividades de la vida diaria derivando hacia la dependencia de terceras personas, por lo que hay que tener en cuenta las consecuencias familiares y sociales de la enfermedad. Este nuevo enfoque amplía la intervención al entorno social, que es el que determina la situación de minusvalía, para promover la igualdad de oportunidades y el máximo de autonomía (Comisión Europea, 1996). Lo opuesto a exclusión social es integración social, que es un derecho de todo ciudadano, y no hay calidad de vida, por mucha autonomía que se consiga, sin integración social. El derecho a la calidad de vida de las personas con enfermedades crónicas se enmarca en el contexto más amplio del reconocimiento de los derechos humanos (políticos, sociales, económicos y culturales). No tiene sentido dedicar importantes recursos humanos y financieros a evitar la mortalidad de la población si esa mayor supervivencia no se ve Junto al desempleo de larga duración o el empleo de baja calidad, ingresos bajos, falta de vivienda o vivienda precaria, problemas de salud, falta de cualificación o fracaso escolar, otras discriminaciones (raza, edad, género) ,crecer en familia vulnerable, adicciones, habitar en zona con múltiples carencias. Con frecuencia se establece un círculo, siendo confuso efectuar la distinción entre causas y consecuencias. 1 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN acompañada de unas políticas sociales que permitan su integración social, sin que los restantes miembros de las familias tengan que hipotecar sus proyectos de vida (Martínez Román, M. A. y Guillén, E., 1996). Como ya hemos indicado, las familias no se niegan a cuidar, se trata de lograr «un equilibrio entre los derechos individuales y las obligaciones sociales de la atención..., asegurando la oferta de servicios y encontrando el modo de distribuir socialmente el costo de la carga de las tareas de cuidado equitativamente entre hombres y mujeres, entre Estado, familia, comunidad y sector privado» (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, 1999), no se puede mantener la noción tradicional de que la familia debe encargarse del cuidado integral de todos sus miembros así como su capacidad para hacerlo (Naciones Unidas, 2001). La falta de tiempo debida a la responsabilidad de cuidar de alguien excluye a la gente de opciones fundamentales de un desarrollo humano como, por ejemplo, la oportunidad de realizar un trabajo remunerado que genere derechos a la protección social (Martínez Román, M. A., 2001) y participar en las actividades sociales necesarias para la integración social (Gordon, D., Townsend, P. et al., 2000). El creciente número de personas que sobreviven pero no tienen curación y que precisan cuidados de salud continuos e integrales, preferentemente en el domicilio, plantea el desafío de nuevas políticas que integren los cuidados formales e informales en función de las necesidades de las personas con enfermedades crónicas y también de las necesidades de sus familias (Iglesias de Ussel, J., 2001; Philipsen, H. y Stevens, F.,1997; Smith, C. et al., 1991; Campbell, M., Stockdale-Woolley, R. y Nair, S., 1991; Van der Boom, G. et al, 1998) Sin embargo, es más frecuente presuponer la disponibilidad del cuidado informal, dando por supuesto que tienen que asumir la responsabilidad principal y como si tuvieran los medios, conocimientos, habilidades y destrezas que se precisan. Se han realizado es- tudios sobre las enfermedades crónicas que afectan a las personas mayores y muy mayores, sin embargo, también hay muchos menores, jóvenes y adultos jóvenes que se encuentran en estas situaciones y sus familiares cuidadores suelen ser también jóvenes. En ambos casos, la edad influye en las dificultades para el desarrollo personal y social, así como en las relaciones familiares y, por lo tanto, plantea diferentes demandas a las que hay que buscar respuesta desde las políticas públicas. Desde la medicina, las tendencias actuales internacionales en el tratamiento de las enfermedades crónicas marcan como metas no sólo la reducción de los síntomas sino también el incremento de la capacidad funcional, y la mejora de la calidad de vida (Curtis et al., 1994). La calidad de vida está directamente relacionada con la capacidad funcional, por lo que parece útil la propuesta de reconceptualización de la noción de enfermedad crónica realizada por Hamonet que incluye, por una parte, cambiar el concepto de enfermedad crónica por el de «personas con discapacidades» y, por otra parte, introducir la noción de calidad de vida que supone la percepción subjetiva del estado de salud como bienestar físico, psíquico y social (Hamonet, 1993). Las enfermedades crónicas pueden ser de muy diferente etiología presentando una serie de características comunes que atañen a la duración temporal de la enfermedad; la causación de discapacidades funcionales; la influencia en la calidad de vida; y el carácter evolutivo del proceso de la enfermedad. Una enfermedad crónica puede generar cambios funcionales importantes ya sea en la esfera, física, psíquica o social y, en la mayoría de los casos, se plantean dificultades en todas ellas dada la interdependencia entre las tres, con diferencias significativas dependiendo del tipo y grado de discapacidad (Dimond, 1984). Retomando la propuesta de Hamonet, si consideramos las discapacidades tendremos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 147 INFORMES como marco de referencia no sólo las actuaciones de asistencia sino también las de prevención, rehabilitación e igualdad de oportunidades, accesibilidad (Naciones Unidas, 1983). En cuanto a la calidad de vida, consideramos la existencia de una interdependencia entre la calidad de las condiciones de vida de la persona afectada y la calidad de vida de las personas de su familia que le prestan cuidados (Hooyman, N.R. y Gonyea, J.G., 1999; Bazo, Mª T., 1998; Pérez-Díaz, V., 1998; IMSERSOCIS, 1996). En España se ha comenzado a valorar el desarrollo de instrumentos de medición de la calidad de vida de las personas afectadas por enfermedades respiratorias crónicas, incluyendo algunos aspectos socioambientales y familiares, pero no se suele valorar la calidad de vida de la familia cuidadora. Por ello, partimos de la hipótesis de que las familias españolas prestan cuidados pagando un alto precio por insuficiencia de apoyos públicos, hasta el punto de que se pueden considerar uno de los grupos sociales en riesgo de exclusión social y en la mayoría de los casos los cuidados se asignan a una mujer. Mediante entrevistas en profundidad y aplicación de cuestionarios por correo y teléfono se ha tratado de conocer la opinión de familias cuidadoras de personas con enfermedades respiratorias graves, en la Comunidad Valenciana, con el fin de conocer la calidad de vida percibida, es decir, la valoración subjetiva de la idoneidad de las propias condiciones de vida y sus propuestas de mejora. Esto permite identificar tanto las lagunas de las políticas sociales como adoptar nuevas medidas más adecuadas a las necesidades específicas de las personas a las que van dirigidas, incluyendo a las personas cuidadoras. FACTORES QUE CONDICIONAN LA CALIDAD DE VIDA DE LAS FAMILIAS CUIDADORAS Ante una enfermedad crónica grave, el sistema de salud responde con una serie de 148 actuaciones desde el nivel primario, secundario y terciario siempre tratando de mantener a la persona enferma en su propio domicilio, para lo que se da por sentado la implicación directa de la familia en el sistema de cuidados. Los enfermos que pueden contar con un ambiente familiar positivo, con estabilidad afectiva y modos adecuados de enfrentarse a los problemas cotidianos, pueden adaptarse de modo más positivo a las crisis que supone el proceso de su enfermedad, con la ayuda del resto de la familia. No nos referimos únicamente a la familia nuclear tradicional, sino a todas las modalidades a las que han dado lugar las transformaciones sociales y culturales recientes de la institución familiar. Sin embargo, aunque estas transformaciones incluyen la incorporación de la mujer a la vida laboral, lo cierto es que la atención de las familias a sus miembros enfermos todavía significa, con pequeñas excepciones, hablar de las mujeres de la familia. Los países escandinavos tienen mayor tradición en cuanto a promoción de la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, sin embargo, no es el caso de otros muchos países, entre ellos España, en donde persiste una desigualdad por razón de género, ya que las mujeres asumen la responsabilidad principal de los cuidados de los miembros enfermos de la familia, hipotecando con ello su propio desarrollo humano cuando, como podremos corroborar en las entrevistas, el hombre puede ejercer esas mismas tareas de forma igualmente satisfactoria. Naciones Unidas ( PNUD, 1999) ha destacado recientemente la falta de valoración en el desarrollo humano del trabajo de atención y cuidado con las personas dependientes, cuando es un factor esencial del bienestar humano y que son las mujeres las que soportan la principal responsabilidad al identificarse las actividades de cuidado con el trabajo no remunerado de la mujer en el hogar o con actividades extradomésticas de carácter voluntario ( por lo tanto, tampoco remuneradas) de tal modo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN que la familia actual constituye un pequeño Estado benefactor 2. En consecuencia, las mujeres que asumen la responsabilidad principal de prestar los cuidados que demandan los miembros dependientes de sus familia tienen muchas probabilidades de encontrarse en situación de pobreza «humana» tal como se define por Naciones Unidas 3, debido a las desiguales oportunidades sociales entre los géneros a lo largo de toda la vida que se manifiestan en mayor medida en la vejez (Naciones Unidas, 2001). Cuando se reconoce esta discriminación de las mujeres, el estudio de la pobreza y la exclusión ha de analizar, además del modo de distribución de los recursos de la familia entre sus miembros o el modo de toma de decisiones, la asignación de las funciones de cuidado de los miembros dependientes (con las horas invertidas en dichos cuidados) y las oportunidades de acceso al mercado laboral, sin olvidar la distribución del tiempo personal en tanto determinante de las oportunidades para participar activamente en la vida social y política (Martínez Román, Mª A., 2001). Esta perspectiva pone de manifiesto el precio (emocional, físico, económico y social) que la mujer cuidadora ha de pagar por realizar largas jornadas de atención a la persona enferma, en muchos casos, incluyendo la noche y el fin de semana y sin recibir remuneración por ello de modo que, además, estas 2 El Informe sobre Desarrollo Humano-1995 de Naciones Unidas ya estimaba que las mujeres dedicaban dos tercios de sus horas de trabajo a actividades no remuneradas (los hombre sólo un cuarto), siendo la mayoría de esas horas un trabajo de cuidadora: «la familia patriarcal tradicional y los prejuicios de género en la sociedad que limitan las oportunidades de las mujeres fuera del papel de cónyuges y madres han constituido la forma tradicional de resolver este problema. Pero esto no constituye la solución». 3 «Pobreza humana» es la privación de opciones básicas en años de vida, salud, vivienda, conocimientos, participación social y medio ambiente. mujeres se encuentran en situación de dependencia de su grupo familiar. Estos obstáculos tienen mayores repercusiones cuanto más joven es la mujer, por ejemplo, es el caso de aquellas mujeres que se ven obligadas a dedicarse al cuidado de las personas dependientes de la familia y que, seguramente sin saberlo, están labrando su propia dependencia futura ya que dedican su vida a un trabajo que no es reconocido como tal y, en consecuencia, les priva del derecho a la protección social ante cualquiera de las contingencias reconocidas por la Seguridad Social, incluyendo la posibilidad de una pensión al llegar a la vejez. Esto es altamente injusto cuando tradicionalmente la mujer española ha tenido que asumir por imperativo sociocultural el cuidado de los miembros del hogar, lo que ha supuesto un importante ahorro al gasto público (Marí-Klose, M. et al., 1998; Martínez Román, Mª A., 2001). El derecho a un desarrollo humano implica tener la oportunidad de elegir libremente si quiere ejercer ese rol de cuidadora, contando con apoyos públicos y teniendo acceso a los beneficios del sistema de protección social tanto en compensación y reconocimiento social a su trabajo como para prevenir posibles situaciones de pobreza o exclusión social en el futuro. Hay una gran diversidad en cuanto al modo como afecta la enfermedad crónica a la calidad de vida de los enfermos y sus familias; cada situación es única pero siempre es un problema familiar porque repercute en la vida individual de cada uno de los miembros y también en todos ellos como conjunto o grupo, con la particularidad de que la enfermedad crónica es para siempre. Las investigaciones muestran las diferencias existentes entre familias que cuidan de sus miembros dependiendo de factores como el modo de irrumpir la enfermedad en la familia (súbito o gradual), el curso de la enfermedad (progresivo, constante, episódico), el pronóstico de supervivencia y el tipo y grado de discapacidades (Roland, J.S., 1994). También influyen las experiencias anteriores y el aprendi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 149 INFORMES zaje de actitudes en el seno de la familia de origen, ya que cada familia transmite su peculiar modo de vivir y reaccionar ante situaciones relacionadas con la enfermedad y la pérdida de salud. No se puede medir la carga de los cuidados sin tener en cuenta sus vivencias emocionales (Lázarus, R.S y Folkman, S., 1984). La familia, sin haberlo previsto, tiene que aceptar (sin otra opción posible) la responsabilidad del cuidado del miembro enfermo y adaptarse a un nuevo modo de vida impuesto por las exigencias de la prestación de cuidados a medio, largo o muy largo plazo. Son enfermedades que plantean diferentes problemas según las características de la enfermedad, según cada una de las etapas de su curso, según los obstáculos o apoyos del entorno lo que a su vez depende de las condiciones previas de las relaciones familiares, sociales, económicas, culturales, etc... Entonces la familia se encuentra con muchas dificultades que exigen la reorganización y la introducción de cambios en la vida diaria en función de las nuevas demandas del familiar enfermo. Se puede producir tensión y angustia en los miembros sanos de la familia y esto influye y condiciona el modo de respuesta en los cuidados originando strés, sufrimiento, pena, inseguridad, miedo... (Hymovich, D. y Hagopian, G., 1992). A menudo se desconoce y se infravalora el sufrimiento de las familias que se encuentran en estas situaciones sin apoyo cuando se les obliga a cuidar las 24 horas del día, durante todos los días del año y sin el necesario apoyo. (Martínez Román, Mª A., 1992; Castaño, R. Martinez Román, Mª A. et al., 1995; Hughes, S. et al., 1999; Karp, D. y Tanarugsachock, V., 2000; Gutierrez Resa, A., 2001). La política sanitaria actual se basa en la denominada «atención comunitaria», evitando o disminuyendo al mínimo las estancias hospitalarias por su alto coste económico y porque la calidad de vida de los enfermos aumenta en sus domicilios, presuponiendo que eso es lo que considera mejor la persona enferma y que hay una familia que asume la 150 responsabilidad principal de los cuidados. Esta filosofía se ha adoptado de modo incompleto ya que evitar la hospitalización o la institucionalización supone contar con una serie de equipamientos alternativos, una oferta suficiente y adecuada de equipamientos sociosanitarios y sociales que faciliten la integración social de las personas afectadas y de sus familias. La realidad es que la familia acaba supliendo la carencia de estos dispositivos intermedios y haciendo las veces de hospital de día, de hospital de media estancia, de centro de día, etc, y, por supuesto, hospital de larga estancia... teniendo que prestar cuidados que requieren formación previa sin que, generalmente, se les forme adecuadamente ni se les supervise..., también tienen que sustituir a una grúa o las labores de profesionales como auxiliares de ayuda a domicilio o asistentes personales... Las familias insisten en que no quieren desentenderse de sus miembros enfermos y dependientes, pero es socialmente injusto adjudicarles la responsabilidad del cuidado sin elección posible y sin apoyos públicos. Los cuidados de larga duración agotan a los cuidadores y es que puede resultar muy difícil la vida diaria; las personas con enfermedades crónicas graves pueden llegar a ser muy dependientes, en la convivencia la persona enferma puede reaccionar ante la enfermedad con ansiedad, tristeza, depresión, sentimiento de ser una carga, irritabilidad, retraimiento, problemas en las relaciones sexuales, aislamiento social, sentimiento de soledad, etc. y, con frecuencia, ambivalencia de sentimientos porque las dificultades se acumulan y encadenan. La pérdida de capacidades funcionales es muy difícil de asumir por la persona afectada, originando tristeza y, con frecuencia, aparece un sentimiento de desesperanza y de incertidumbre ante la sensación de falta de control de la situación. La pérdida de la condición de activo laboral es uno de los factores más traumáticos porque suele implicar no sólo un descenso de los ingresos sino también una pérdida de rol so- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN cial. (Wingate, et al. 1997; Kaufmann, A. 1990; Partidgre, M.R., 1982). Hay una tendencia al aislamiento social que tiene el riesgo, más tarde, de ser vivido como abandono por parte de los demás, lo que puede desarrollar un sentimiento de soledad. Estas posibles reacciones originan la reacción de los miembros de la familia, especialmente la persona sobre la que recae la responsabilidad principal. Sin embargo, no hay dos casos iguales, cada persona y cada familia son únicas y reaccionan en función de sus propios valores por lo que hay que conocer sus valoraciones ante las dificultades originadas por la enfermedad (Drummond, N., 2000). Generalmente, ante estas situaciones vitales tan difíciles, la familia suele ser el mayor apoyo de la persona afectada, mucho más que cualquier otro apoyo externo, hasta el punto de que la calidad de las relaciones que se establecen entre la familia que cuida y la persona que recibe los cuidados tiene importantes repercusiones en el propio proceso de la enfermedad y, en definitiva, en la vida de toda la familia (Hatchett, L., 1997; Gutierrez León, A. et al, 1999) . La homeostasis actúa para que el sistema familiar trate de encontrar el mejor ajuste entre las necesidades del miembro enfermo y el resto del sistema familiar, buscando el equilibrio entre prestar los mejores cuidados al enfermo y, si es posible, salvaguardar la vida personal, familiar, social y laboral del resto de la unidad de convivencia. La búsqueda y acceso a los servicios y recursos que se precisan ante la nueva situa-ción puede suponer un gran esfuerzo para el sistema familiar y la cronici-dad puede hacer que los recursos de la familia, tanto económicos como físicos y emocionales, se agoten (Hatch, S. y Hinton, T., 1986). LA OPINIÓN DE LAS FAMILIAS CUIDADORAS: SUS DESEOS Y SENTIMIENTOS En primer lugar, cabe destacar el interés con que han colaborado en el presente estu- dio, mostrando extrañeza y agrado por el hecho de que alguien se preocupara por conocer sus condiciones de vida y expresando su esperanza de que dando a conocer las dificultades con las que se encuentran pueda contribuir a que las políticas públicas no les ignoren. Las personas entrevistadas han expresado mayoritariamente un sentimiento de abandono social junto al convencimiento de que la responsabilidad principal no es de las familias sino social y la necesidad de que se adopten medidas políticas para hacer más llevaderas sus dificultades que, en muchos casos, les llegan a ocasionar impotencia, desesperación, frustración y angustia. Hay que recordar que hablamos del cuidado familiar de personas dependientes, en su mayor parte totalmente dependientes para toda actividad. Sienten mayoritariamente que su cariño no es suficiente para atender las numerosas necesidades que surgen a lo largo del día considerando que las políticas públicas no pueden olvidarles y demandan igualdad de oportunidades como ciudadanos (Alemán, C. y Pérez, M., 2000). Unas veces desconocen si es posible recibir algún tipo de ayuda y, otras, conocen la existencia de medios para ayudarles a sobrevivir como familia pero no están a su alcance y demandan la oportunidad de tener accesibles esos apoyos. Sienten que tienen derecho a recibir apoyo público 4. «Las familias ya no podemos más porque nunca se nos ha ayudado y estos procesos largos te agotan. Si te apoyaran desde el principio seguramente se evitaría este agotamiento». «Si no luchas por conseguir alguna ayuda te ignoran, si te quejas puedes conseguir algo, poco, pero algo» 4 AZNAR señala la falta de delimitación de los derechos de los usuarios en el campo de los servicios sociales, en los que destaca la insuficiencia de los dispositivos prestacionales y la falta de precisión del contenido de las prestaciones. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 151 INFORMES Mujer de 42 años, vive con esposo, dos hijos y sus padres (madre ELA, muy dependiente) Ha tenido que dejar su trabajo para poder cuidar a la madre: «La situación económica ha empeorado mucho, es muy difícil llegar a fin de mes. La vivienda no está adaptada para la silla de ruedas y hay barreras también en el edificio y en las calles. Hay demasiada burocracia, demasiados papeles que rellenar, ninguna ayuda por parte de la Administración. Las asociaciones no pueden ayudarte lo suficiente y las respuestas tardan mucho... me siento muy, muy desamparada por todas partes menos por mi familia... Desearía que todo fuera más rápido y que la ayuda, si la hubiere, llegara a tiempo, a mí y a todos los afectados...». Mujer de 68 años, vive con su esposo de 75 y dos hijos de 40 (distrofia muscular, muy dependiente) y 30 años. Se muestra agobiada por la situación económica, la falta de ayuda pública, la falta de adaptación de la vivienda y la imposibilidad de tiempo libre o de ocio, además de falta de salud «Hay una gran dificultad a la hora de pedir ayudas a la Administración, por los baremos que establecen en cuanto a ingresos máximos de la familia, sobre todo en las ayudas domiciliarias. Se necesita estar en la indigencia para tener derecho». Varón de 45 años, convive con esposa de 56 , un hijo de 22 y otro de 16 años (distrofia muscular- Duchenne), dependiente para la vida cotidiana: «Gracias a la empresa en la que trabajo y por el convenio que tenemos tengo ayuda económica, pero necesito más... Tenemos el grandísimo problema de que la Administración no pone las medidas oportunas para solucionar los problemas que tenemos con nuestro hijo». Mujer de 52 años, convive con esposo de 60, un hermanastro de 52 (distrofia muscular) y dos hijos de 26 y 23 años (diabetes). Necesitan silla de ruedas, ayudas económicas, SAD, adaptación de la vivien- 152 da, calefacción, transporte público adaptado a la silla de ruedas. Ella dice que quiere trabajar pero no puede salir de casa para cuidar del hermano. Se queja de falta de atención por los servicios sociales: «Pienso que todas las familias no llegamos a fin de mes sobradas pues tenemos préstamos y enfermos en casa con la libertad cortada y que a tu pareja no le guste salir a pasear o colaborar poco en casa ... y tener que llevar la carga de la casa una sola... y la edad que cada día se siente más y los hijos, que con la edad se alejan al montar su vida... sería muy largo todo lo que afecta a la calidad de vida...Espero que este cuestionario les sirva y hagan más estudios porque a estos enfermos hay muchas cosas que les hacen falta, como medios de transporte y las ayudas para sillas con batería u otras ayudas físicas que, se diga lo que se diga en noticias y prensa, es muy difícil de conseguir. Deben contar más con las opiniones del propio enfermo que sabe su necesidad mejor que nadie, como bordillos que se siguen haciendo dejando un pequeño borde, conductores que no respetan los pasos y que la policía multe a todo el que ve en una rampa ocupada, bueno, como es muy largo el tema seguiremos haciendo fuerza..». Mujer de 40 años, vive con esposo de 42 años, dos hijos de 12 y 7 y una hermana a la que cuida (miopatía mitocondrial): «Estas enfermedades musculares son poco conocidas, hay pocos tratamientos efectivos para ellas. Estos enfermos necesitan mucha ayuda en todos los sentidos, ya que esta enfermedad es progresiva, es importante sentirse queridos y no un estorbo, como ocurre con mi hermana, debido a que mi relación con mi marido no es muy buena le afecta y tiene que estar en casa a disgusto porque no tiene medios económicos para vivir en otra parte. La Administración debería dar ayudas a estas personas que se encuentran desprotegidas porque dependen de los demás. Yo no quiero ni REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN pensar el día de mañana, que pasará con mi hermana cuando se sienta peor y necesite una silla de ruedas y prefiero no pensar...». sos permite recurrir a apoyos externos, la familia puede adaptarse mejor a la enfermedad sin renunciar totalmente a sus proyectos vitales: Varón de 45 años, convive con esposa de 40 años, un hijo de 20 y otro de16 años enfermo (distrofia muscular- Duchenne), en silla de ruedas, con inmovilidad casi total: «Nuestra vida está condicionada por la enfermedad, a cada paso que doy tengo que contar con el enfermo. Considero escasas las ayudas económicas y materiales de la Administración o Seguridad Social, por ejemplo, en el caso del vehículo adaptado dan alguna ventaja fiscal en coches hasta 1.900 cc. Tuve que comprar un Mercedes Benz V 230 turbodiesel de segunda mano pues no pude hacerlo con uno nuevo y entonces no tuve ayuda porque tiene 2.300 cc., siendo el único que se adapta a mis necesidades. Construí una rampa de acceso a la vivienda y diversas adaptaciones, no tuve ayudas ni las pedí ante el papeleo y los dudosos resultados. No hay ayudas en la Seguridad Social para aparatos para facilitar el manejo del enfermo: grúa, camas, baño... la silla de ruedas eléctrica tardaron 3 años en dármela. Con todo, agradecido por las ayudas recibidas. Mujer de 22 años, madre enferma ELA, conviven con otro hermano y dos hermanos más, casados que apoyan.:«Es mi madre la que ha elegido qué ayuda quería y cómo, es su vida...». Las familias entrevistadas transmiten, salvo raras excepciones, desorientación, desinformación, dificultades de acceso a recursos que resultan insuficientes. Aunque las quejas por la escasez de recursos responden a la realidad, también es cierto que hay algunos recursos de apoyo que muchas familias no conocen, siendo determinante el acceso a la información sobre las posibilidades de ayudas técnicas o de apoyo personal y cómo hay que hacer para conseguirlo y resulta evidente que no existe suficiente información ni clara delimitación sobre las prestaciones que son competencia de salud o de servicios sociales. De todos modos, la información puede no ser suficiente si no se dispone de medios económicos para realizar el pago inicial. Cuando hay información y el nivel de ingre- Habla la madre: «Cuando necesitas algo, casi siempre tienes que ir por delante, pagarlo y luego solicitas el reembolso. La silla de ruedas eléctrica (renovable cada tres años), si te la deniegan, con la denegación lo pides a la ONCE y te lo conceden casi siempre si no el total, un 90%, eso sí, mucho papeleo. Las adaptaciones de vivienda, el elevador en la vivienda, se puede financiar, si no todo, mucho... desde el Ayuntamiento con un proyecto de adaptación de aseo te dan una parte.... depende de cada Ayuntamiento y la trabajadora social, a veces no hacen caso, pero mucho papeleo... La pensión no contributiva con tercera persona, depende mucho de cada Ayuntamiento... Una persona ha tenido la posibilidad de que el Ayuntamiento le cambie de vivienda porque vivía en cuesta ... y hasta le han puesto una rampa en la acera en la puerta de la casa...en cambios en otros municipios... nada. La pensión de gran invalidez a veces se deniega pero hay que recurrir... la persona que me levanta es del Servicio de Ayuda a Domicilio del Ayuntamiento, viene una hora diaria, pero otros enfermos me han dicho que en otros municipios no hay ese servicio por baremos más estrictos... yo tengo suerte y en mi Ayuntamiento están muy sensibilizados con las personas con discapacidades. Hemos adaptado la vivienda, hay una rampa, se ha cambiado de lugar el dormitorio, hay elevador en el aseo... todos hemos ido relajándonos y empezando a vivir con algo que NO SE VA A IR. Cuando alguien tiene una enfermedad que es de unos meses pues te vas apañando «no», REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 153 INFORMES pero cuando es algo que no se va a ir en unos meses pues ya vas poniendo aquellas cosas que necesitas... Mis hijos todos estudian, trabajan... cuando llegó (la enfermedad) estudiaban la mayoría y pensamos que teníamos que darle solución... pues, una persona por la mañana y ya cada uno hace su camino... esta persona viene, tiene la llave y es la que viene a levantarme, ducharme y prepararme el desayuno... y este año hemos añadido otra persona para que haga la comida porque era un caos... y ahora, estamos bien... mis hijos están en casa a la hora de acostarme y entonces ya no viene nadie... los fines de semana mis hijos se han organizado, está cada uno pendiente un fin de semana porque el fin de semana no vienen ninguna de las dos personas contratadas, así es que cada cuatro semanas le toca a uno y nos vamos a pasear o quedamos... y así lo llevamos...». Se aconseja que sea la propia persona afectada la que realice la valoración de sus necesidades y elija la forma de resolverlas, permitiendo así que no pierda el control de su propia vida, teniendo en cuenta las necesidades del conjunto de miembros de la familia: Hija que cuida a madre con ELA: «La persona enferma es quien lleva realmente la carga, es quien tiene las necesidades y quien se busca cómo resolverlas. Mi madre es la que ha buscado a las personas que la ayudan... si ella necesita una persona nosotros no la hemos buscado, la busca ella... que si para las mañanas... para levantarla... nosotras no hemos buscado ningún tipo de ayuda, es ella la que lo lleva todo para adelante... porque es ella, ni más ni menos, nosotros estamos aquí y le echamos una mano para el aseo o para lo que sea, pero realmente quien lleva su vida y sus necesidades es ella y, claro, en otros casos yo creo que el enfermo hace de enfermo, la familia intenta ayudar pero como realmente quien tiene las necesidades es el enfermo... el que tiene que ir por 154 delante es el enfermo, yo creo que es fundamental, que es el caso de mi madre, «yo estoy enferma pero quiero seguir teniendo mi vida independiente». Tiene esta silla eléctrica porque antes era independiente total, entraba y salía, y quería seguir teniendo esa vida, así es que la silla se la buscó también ella... y eso a nosotros nos beneficia porque ella está así más tranquila porque es su vida y lleva su vida y a nosotros nos quita un montón de peso porque, claro, yo estoy estudiando, mis hermanas están casadas, mi hermano está trabajando y entonces hay cosas que no podemos hacer, la que lleva la batuta es ella... «Por qué tener un trato de compasión», porque no es bueno ni para ella ni para la familia, es algo más que hay que aceptar y ya está, en lugar de ir andando va en silla de ruedas... y tiene otras necesidades, por supuesto... pero siempre tiene que ser el enfermo el que exprese lo que necesita porque tú no puedes entrar en su mente y lo que necesite lo tiene que expresar, no puedes estar preguntando constantemente si necesita ésto o lo otro... es la persona enferma la que tiene que decir necesito ésto y como no puedo hacerlo tengo que buscar una alternativa...». Las enfermedades crónicas afectan a menores, adultos, mayores y muy mayores. La edad de las personas cuidadoras guarda relación con el parentesco y edad de los familiares a quienes cuidan. Hemos encontrado que las madres ejercen como cuidadoras principales de los hijos, con ayuda de los padres y de los demás hijos. También suelen ser mujeres las principales cuidadoras de sus esposos, de sus padres o de sus hermanos. Y también hay varones que ejercen como principales cuidadores cuando se trata de sus esposas y comparten la responsabilidad de los cuidados con su madre para cuidar a su padre. Las relaciones familiares previas tienen una gran influencia en el modo de reaccionar ante la enfermedad. Una pareja con buenas relaciones puede verse reforzada REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN mientras que, en el caso de otra inestable, la enfermedad puede ser causa de problemas en las relaciones o el detonante de una separación. Hermanos que sienten que se les abandona o no se les presta toda la atención necesaria; parejas que ven interferida su relación por la necesidad de cuidar a padres o hermanos... En todos lo casos, se trata de personas que se han visto obligadas a readecuar su modo de vida en torno a la exigencias que plantea la enfermedad, con muchas dificultades personales: Varón de 45 años, cuida a su esposa: «Mi vida cambió por completo desde que a ella se le diagnosticó la enfermedad. Como ha sido una enfermedad progresiva (ELA), yo he ido asumiendo todas sus necesidades que al principio eran muy pocas pero, ahora, son todas». Mujer de 42 años, vive con esposo de 48 y dos hijos de 20 y 17 años (distrofia muscular): «Él nos necesita para todo.. Mi marido y yo vivimos para y por él... creo que lo más importante es vivir en una casa adaptada para el minusválido y la mayoría de las personas no la tenemos. Nosotros para ducharle nos tenemos que salir de casa e ir a una cochera en la que tenemos un cuarto de aseo para poderle duchar y luego, en el pueblo hay bastantes barreras, no puede ir a todos los sitios...», pero siempre con mucho cariño: «He contado muchos problemas y cosas negativas, porque es muy difícil vivir así, pero también quiero decir que me lo paso muy bien con ella hablando de muchísimas cosas, porque la quiero muchísimo y me da miedo el día que nos deje y nos deje a todos, que pienso que no tardará mucho porque la enfermedad la va consumiendo poco a poco...». «Me haría falta más tiempo para estar con mi marido... entre semana aprovechamos, cuando su turno de trabajo lo permite, mientras está nuestro hijo en el Centro Ocupacional, salimos a hacer un recado o tomar un café en un bar... esos momentos me llenan... La verdad es que dejas de salir más de lo que debería el matrimonio... como rutina, porque tienes que movilizar a toda la familia y lo dejas... pero digo, es que hace falta, porque piensas... pero, como sabes que está bien, pues ya está ... es difícil, él es el primero que dice «¿a qué tenéis que ir?» y no le hace gracia, pero también se acostumbra y luego, tan contento...». «La hermana se queja de que le mimamos mucho... ella era pequeña y también tenía necesidades y yo tenía que dedicarme a su hermano enfermo... pero es muy buena chica... a veces bromeamos de las situaciones... a veces pienso qué pensarán ellos, mi hija ha tenido momentos de depresión, es normal... pues yo le decía, ya pasará...». «Si uno se está lamentando todo el día... hay gente que no lo acepta y entonces se pasa muy mal... no tiene culpa él, ni tengo culpa yo ni tiene culpa nadie... está ahí y ya está... ». Las posibilidades de las familias de asumir los cuidados son muy variables y el menor tamaño actual es un elemento que dificulta aún más las ya difíciles situaciones, en especial, hay que destacar las difíciles circunstancias de las familias monoparentales que cuidan de una persona dependiente, incluso, teniendo limitaciones por discapacidades las propias personas cuidadoras. Mujer de 40 años, con 61% de minusvalía por secuelas de poliomelitis, camina con muletas, separada, cuida sola de un hijo con distrofia muscular con un 77% de minusvalía que tiene necesidad de cuidados de otra persona para todas las actividades de la vida diaria: «mi familia reside fuera, no me puede ayudar salvo situaciones graves». Mujer de 68 años, vive sola con un hijo de 42 (ELA): «Por motivos de su enfermedad REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 155 INFORMES y falta de movilidad mi situación es agobiante, necesito ayuda para acostarlo, levantarlo y tener que hacérselo todo... mi edad y estado de ánimo influyen mucho en no poder atenderlo... Mi situación persiste desde hace veinte años. A raíz de tanto esfuerzo mis huesos están bastante afectados con muchos dolores y malestares, estoy muy deprimida... lo veo todo negativo...». Mujer de 24 años, convive con madre de 57 años, enferma (ELA) y abuela de 90 años: «Estoy muy deprimida por tantos problemas, económicos, de vivienda, de barreras en el barrio, de falta de tiempo para mí misma y para estar con mis amistades....» Su madre, la enferma, se preocupa por su hija y también por su futuro incierto: «Mi hija que actualmente cuida de mi se casará dentro de un año... tengo 57 años y no puedo realizar las tareas del día a día.. en el momento en que mi hija se case el problema se agravará porque estaré sola para cuidarme yo y cuidar de mi madre de 90 años... las ayudas que me ofrecen son buenas pero no son suficientes...» Hay familias con más de un miembro dependiente y también cuidadores que a su vez están enfermos. Varón de 33 años, convive con padres de 65 años y 3 hermanos de 30,29 y 23 años, dos de ellos enfermos (distrofia muscular progresiva) muy dependientes. Destaca la necesidad de ayuda técnica sobre adaptación de vivienda, biomecánica». Se queja de los servicios sociales municipales del pueblo: «falta de información por los servicios sociales del municipio y falta de seguimiento». Mujer de 38 años, viuda, convive con compañero de 38 y cinco hijos de 22, 19, 17, 15 y 5 años. Dos de los hijos enfermos con hipotonía muscular, retraso psicomotor, medianamente dependientes: «Con dos personas minusválidas en casa todo está 156 condicionado a ella», muchas dificultades para llegar a fin de mes». Padres de 50 años con dos hijos enfermos de 29 años (Ataxia de Friedrich, en silla de ruedas) y 26 años (discapacidad psíquica). La madre: «He tenido que dejar de trabajar para cuidar a mis hijos, tenemos menos ingresos y más necesidades, problemas de adaptación de la vivienda y muchas barreras físicas por el barrio que impiden pasear. Nuestra vida está determinada, no podemos tener planes ni del futuro». Mujer enferma 40 años, cuida de su esposo enfermo (ELA): «Estoy esperando hace más de un año... vino la trabajadora social a ver la casa porque no reúne condiciones ... hemos tenido que cortar tres puertas... yo me he operado hace poco del corazón y le tengo que sacar del dormitorio y dejar la silla dentro y sacarle .. el aseo tampoco está adaptado, han venido varios a hacer presupuesto... pero no lo arreglan.... no nos queda mas remedio que aguantar... en el aseo la silla no entra, hay que dejar la silla en la cocina y echármelo a cuestas... Ni aseo, ni rampa, ni puertas... no hay nada..... Ahora hemos visto en casa de otro enfermo que hay una clase de silla que estás sentado, la pones en la ducha y no tienes que levantarlo ni acostarlo, que para el aseo lo sientas ahí, lo metes dentro y no tienes ni que levantarlo porque está abierto por abajo.... y una cama que tiene un mando para incorporarse y lleva un hierro que puede agarrarse y aunque sea poquita fuerza pues ... pero nosotros todavía no hemos llegado a eso... No es porque no lo necesite, porque verdaderamente lo necesita porque él no se puede mover en la cama, entonces si yo estoy durmiendo y lo dejo de un lado, si él quiere volverse... como no puede, entonces me llama a mí y yo tengo que ayudarle para darle la vuelta... entonces si yo tuviera otra clase de cama que fuese más fácil, entonces me costaría menos... vamos a ver si podemos hablar con el médico y él a ver si nos lo puede dar REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN o no... a mí me ha dicho que eso no es por el médico, que eso lo ha comprado él pero nosotros no tenemos medios porque dependemos de la paga de él.... yo no trabajo porque no tengo fuerza en los brazos, estoy operada tres veces por una fractura, ni la cadera ni el tobillo... me pongo a pelar patatas y se me duermen las manos, tengo que dejarlo porque no puedo... cojo la aguja para coser y me pasa igual... como son cosas obligadas hacerlas las voy haciendo a ratos, pero no puedo ir a trabajar ni tampoco puedo dejarle a él porque tendría que pagar a una persona para que se quede con él y eso no tendría lógica... entonces tengo que estar aquí con él... pero con 60.000 pts que cobra al mes.. Los cuidados continuos que exige la enfermedad crónica generan problemas de salud en los miembros de la familia, tanto de índole física como de tipo emocional sin que, generalmente, el sistema sanitario se ocupe de adoptar medidas de prevención, lo que redunda negativamente también en la calidad de los cuidados que se prestan. Las quejas de las familias se manifiestan más en los aspectos emocionales que en los físicos, por difíciles que estos segundos resulten, manifestando que la prolongación temporal de las situaciones junto al agravamiento de la salud de la persona a quien se cuida genera una gran tristeza y un sentimiento de impotencia, al ver que el final del proceso se acerca. Mujer de 42 años, vive con esposo y dos hijos, uno de ellos enfermo (distrofia muscular-Duchenne): «No estoy enferma porque no puedo permitírmelo. Por las noches nos turnamos (con el padre) , hace años que no sé lo que es dormir de un tirón toda la noche, gracias a que soy una persona que duermo fácil y no me desvelo... pero cuesta... se despierta muchísimas veces, igual se despierta diez veces en una noche... para darle la vuelta, para aspirarle... a veces le digo, ya está bien y luego pienso que él también se sentirá mal por llamarme... nos turnamos pero, al final, soy yo la que me levanto más. Desde que tenemos la máquina (ventilación mecánica) se despierta más... al principio él nos decía ««y si se para la máquina y no me oís» ... dormimos pendientes todos... Varón, 46 años, cuida a su esposa con ELA: «El problema que tengo ahora es que mi esposa no permite que le ayude nadie para nada, a no ser que yo no esté, que es raro porque mi profesión me permite dedicarle mucho tiempo. Lo hago con mucho gusto y me apetece, pero hay momentos en que estoy muy cansado porque quizás llevo sin dormir dos o tres noches y me desespero... se me pone mal humor y ella se deprime... Cuando llegan esos momentos, para mí son muy difíciles porque no tengo a nadie que tenga confianza para decirle que cuide de mi mujer esa noche y yo poder descansar. Cuidar de ella una noche supone levantarte cada hora o dos horas para darle la vuelta, aproximadamente 10 ó 15 minutos cada vez que lo tengo que hacer. Además, cada día antes de ir al trabajo tengo que madrugar más para levantarla, darle la medicación y dejarla sentada. Muchos días se deprime y me marcho al trabajo hecho polvo... Al mediodía vuelvo para asearla y darle la comida (come muy despacio y no puede hacerlo sola) y al mismo tiempo como yo. No permite que le de la comida otro familiar... Vuelvo al trabajo y al finalizar la jornada laboral tengo que volver corriendo porque me está esperando para llevarla al aseo...El problema fundamental es que tiene problemas de comunicación verbal, a veces no entiendo lo que me quiere decir y ella se enfada conmigo... y a mi me duele porque yo lo he dejado todo por ella... ». Mujer de 45 años, cuida a su esposo de 60 años (ELA), muy dependiente: «Me siento mal a nivel emocional y psicológico, en tratamiento por depresión. La situación económica ha empeorado mucho llegando a fin de mes con mucha dificultad, no hay posibilidades de hacer proyectos, no me siento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 157 INFORMES capaz de salir de casa más de unas horas... Existe una necesidad imperiosa de apoyo psicológico oficial para las familias en las que hay algún afectado de ELA, en especial para la persona enferma. Tengo la impresión de que, dado que se trata de una enfermedad que afecta a un número relativamente reducido de personas, no existen profesionales de psicología que estén lo suficientemente formados como para poder aportar el apoyo necesario que es muchísimo y muy importante, a mi entender, para una evolución positiva así como para poder disfrutar de una calidad de vida aceptable. Pues se trata de una enfermedad que lo único que deja disponible en la persona afectada es precisamente aquello que más influye en su estado anímico y emocional: sus facultades intelectuales y su capacidad sexual, lo cual hace mucho mayor su sufrimiento y el de sus seres queridos más cercanos. En nuestro caso, el núcleo familiar se reduce a nosotros dos. Pueden pues, tal vez, imaginarse cómo la situación afecta, además de a nivel físico, a nivel psíquico. Así mismo quiero hacerles partícipes (por si puede servir para algo) de la idea que tengo de que, en el caso de enfermedades del sistema nervioso tales como Parkinson, Alzheimer, esclerosis múltiple, ELA, está muy bien que se investigue a nivel biológico, genético y farmacológico, pero también hay que investigar a otros niveles como emocional o psicológico para dar con el remedio esas tan crueles enfermedades». Madre, 40 años, cuidadora principal: «Se ha acostumbrado a que le haga yo las cosas, cuando se las hacen los demás dice que se las hacen mal. El domingo que su padre no trabaja yo le digo, olvídate de mí, como si no estuviera y su padre se enfada también a veces, le está haciendo su padre las cosas y él diciendo «mamá, mamá», siempre mamá.. se ha acostumbrado a mamá y tiene que ser siempre mamá. Aunque luego se queda con su hermana y protesta la mitad que conmigo, pero cuan- 158 do estoy yo... ya hay que decirle «para! y él lo reconoce también y se enfada él también y yo me enfado, pero bueno... hay que enfadarse y decirle: ya está bien, es que me tienes todo el día. A veces le digo, déjame sólo cinco minutos para sentarme en el sofá, sólo cinco minutos sin llamarme..., justico llega a los cinco minutos, depende demasiado, los médicos nos dicen a los padres siempre lo mismo, que los protegemos demasiado, pero yo digo que me enseñen a hacerlo de otra manera..». Sin embargo, hay lógicas diferencias dependiendo de las características de la enfermedad y su evolución. El tipo y grado de dependencia son factores determinantes que marcan los modos de. La disponibilidad de vida de estas familias en función de sus posibilidades de encontrar respuestas a las dificultades los medios necesarios se relaciona directamente con el nivel de renta de la familia. Contratar a una persona para que ayude a cuidar es muy caro y difícil encontrar a alguien cualificado: «Es caro y difícil porque la persona que venga ha de ser una persona que sepa manejar sus aparatos, es delicado... si son voluntarios no siempre viene la misma persona... en el Centro Ocupacional hemos enseñado a los profesores a manejar el aspirador... no puedes dejarle con cualquier persona...». En cuanto a la atención sanitaria que reciben las familias, éstas destacan que se trata de enfermedades de difícil diagnóstico y que los tratamientos especializados suponen desplazamientos a Valencia y Barcelona. En general, se muestran satisfechos con la atención recibida aunque también manifiestan que quieren tener mayor participación en la elección de las actuaciones terapéuticas pues no siempre se les consulta y consideran que si están ocupándose día a día del enfermo deberían tenerse en cuenta sus sugerencias o preguntas. También señalan la dificultad para establecer el diagnóstico inicialmente, la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN falta de coordinación entre especialidades y entre éstas y la atención primaria, así como la tardía incorporación de la neumología, que las familias de enfermos neuromusculares valoran como muy positiva 5. «Para algunos médicos los enfermos son como máquinas, aplican al enfermo lo que han estudiado y con todos hay que hacer lo mismo de una misma manera... les falta implicarse más en cómo es cada enfermo... pero, claro, como no tienen tiempo.... Por ejemplo, cuando hay que cambiarle la cánula, eso corresponde al otorrino... viene corriendo... no me da tiempo ni a decirle lo que pensaba a la enfermera... no me puedo quejar, pero... a veces, enseguida lo quieren ingresar y eso es lo que no queremos... por eso procuramos ir lo mínimo... yo comprendo que ellos tienen muchos pacientes y tú eres uno más, pero tú necesitas que te traten como único...». «Si claro, en el hospital muy bien, pero sales del hospital, sí, te explican..., pero... llegas a casa y no sabes... y un poco sí que se te cae el mundo encima, entonces... parecía que se iba a ahogar en cualquier momento... y entonces.. ¡ay!... cuando empezaba a llamar y decía "aspírame", yo decía ¿qué hago?... sí que costó... Luego, te acostumbras y no hay problema, bueno,... también pasas tus ratos... no es todo tan fácil... un catarro "que me ahogo, que me ahogo"...lo pasa él mal... lo pasamos mal...» Se quejan de la falta de atención para rehabilitación cuando la fisioterapia mejora la calidad de vida de los enfermos. Las familias mejor informadas valoran este servicio y lo costean privadamente porque lo consideran un gasto prioritario pero se quejan del alto coste, lo que suele limitar su uso. Muchas familias ni siquiera conocen las posibilidades de la fisioterapia. 5 VERA Las experiencias pioneras de los neumólogos E. SER(Valencia) y J. ESCARABILL (Barcelona) «En el Centro de Salud denegaron la rehabilitación porque decían que no estaba justificada una mejora... tengo que pagar yo y es caro pero muy necesario...». Manifiestan desorientación y desconocimiento de medios y ayudas técnicas que podrían aliviar las dificultades de movilidad de las personas enfermas. Hay carencias de información, de medios económicos para adquirirlas y de adaptación a la situación personal de cada caso particular: «Esto de las adaptaciones... tienes que buscarte la vida... el médico dice "esto es lo que hay" y a él no le va bien, porque se lo he puesto y no le va bien... y al final, terminas tu cogiéndole por aquí y por allí y apañándolo a tu manera, la mayoría de las veces... sobre todo ahora... la última vez que le hicieron un respaldo... se quedaba así y yo le iba poniendo apaños y al final en la ortopedia, decía mira por aquí... es difícil adaptarle, también lo decía el mismo de la ortopedia...». Mujer sola cuidando a su hijo: «Mi hijo dispone de silla de ruedas eléctrica, grúa, vehículo adaptado... pero económicamente es muy difícil llegar a fin de mes porque la falta de ayudas económicas hay que suplirlas con préstamos y la nómina no da mas de sí». Y si uno de los indicadores de exclusión social es el desempleo o el trabajo precario no podemos obviar que la enfermedad puede suponer el fin de la vida laboral de la persona afectada pero también puede afectar de rebote a quien le cuide. En nuestras entrevistas nos dicen que, para poder cuidar, tienen que renunciar a trabajar, reducir su jornada, cambiar de trabajo, cambiar turnos... todo ello significa consecuencias tanto económicas, (disminución o pérdida de ingresos) como de realización laboral y personal (renuncia a promoción o mejora laboral y pérdida de redes sociales). Estas renuncias en la vida laboral se viven como pérdidas vitales impor- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 159 INFORMES tantes y, como ya se ha dicho, las mas perjudicadas suelen ser las mujeres de la familia que sacrifican su bienestar presente y futuro. Quienes pueden compaginar el cuidado con alguna actividad laboral, por pequeña que sea, valoran su beneficio no sólo como modo de mejorar los ingresos sino, además, como modo de «darse un respiro» para poder seguir cuidando: «Trabajo dos días por semana limpiando en una casa y me viene muy bien porque, aunque haga lo mismo que en casa, ya es un trabajo, para no estar las 24 horas con lo mismo... porque, si no, cuando se acumula mucho, les doy cuatro gritos... me desahogo... mi marido, en cambio, es de los que se callan... hay que buscar ratos de descanso porque es bueno para todos...» «Conforme avanza la enfermedad más gastos, más necesidades. La prestación por hijo a cargo minusválido no cubre en absoluto los gastos extras que conlleva la atención a un discapacitado ¿se puede elevar al Congreso una moción con firmas para que la prestación por hijo a cargo sea de la misma cuantía que para los 18 años cuando la minusvalía crónica es degenerativa y se necesita ayuda de tercera persona? Debería equipararse en cuantía sin tener en cuenta la edad a partir de los 6 años para todos lo menores discapacitados con un grado de minusvalía superior al 65%, cuando necesitan ayuda de tercera persona ya que hay que afrontar una serie de gastos como, por ejemplo, psicólogo, fisioterapia, ayudas técnicas, personas de apoyo y gastos extraordinarios no cubiertos por el sistema público». En otros casos asumen que su vida está condicionada incluso en el aspecto económico y parecen aceptarlo con resignación, como si no hubiera otra posibilidad: «¿Problemas económicos?... mi marido tiene un sueldo normal y nosotros no aspiramos a nada especial... te ajustas a lo que 160 tienes... hay otras personas que quieren tener más cosas... pero es difícil. Intentamos poco a poco poner lo mejor, por ejemplo, la cama ya va graduable, el baño, se puede poner una bañera en la cama, más o menos...» Las relaciones sociales se tornan difíciles o imposibles. Las vacaciones fuera de casa solo están al alcance de una minoría que cuenta con familiares que les acojan o pueden disponer de una segunda vivienda adaptada a sus necesidades. La mayoría dice carecer de medios económicos para poder salir de vacaciones una semana y los que podrían afrontar el gasto dicen que no encuentran lugares accesibles: «Cuando queremos planificar algunas vacaciones no podemos elegir a dónde queremos ir, tenemos que conformarnos y adaptarnos a lugares accesibles, es una odisea..., todo son obstáculos...». «Me restringe el tiempo de ocio y las relaciones sociales. Afecta psicológicamente ya que las enfermedades degenerativas en la pubertad suponen una crisis muy fuerte en el afectado y en los padres» «Es verdad que pierdes los amigos, los de antes de novios se casan y se dispersan. Porque con un problema así ¿a qué casa puedes ir? (hijo en silla de ruedas totalmente dependiente) Bueno, a casa de un hermano sí, pero de un amigo... bueno, es que a la mayoría de los sitios no puedes ir porque o hay trabas en la escalera o no hay ascensor... no podemos hacer muchas cosas que puede hacer un matrimonio solo, sí, te quita muchas cosas..., sí...». Las viviendas no suelen ser accesibles para una persona que se desplaza en silla de ruedas y además suele haber problemas de accesibilidad para entrar en el edificio. Ante la falta de posibilidades de cambiar de vivienda y la insuficiencia de medios económicos para realizar las adaptaciones, las fami- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN lias buscan estrategias con ingenio pero describen muchas dificultades que condicionan el bienestar de toda la familia, por ejemplo, quitar las puertas, ponerle ruedecitas a una silla corriente para poder trasladar a la persona enferma, adaptaciones "caseras" del cuarto de baño realizadas personalmente por la familia, subir y bajar a la persona sentada en una silla por falta de ascensor...: «Antes vivíamos en un 5º piso sin ascensor, había que subirlo en brazos, a los 1415 años cuando ya no podíamos más, dijimos, hay que salir de aquí como sea... y entonces con ayuda de la familia y ayuda de la empresa de mi marido, cambiamos de casa en la misma barriada, los hijos no querían separarse del entorno, tenían los amigos...». No siempre los vecinos colaboran para adaptar el acceso del edificio, sin tener en cuenta que a medio o largo plazo pueden necesitarlo también. «Hay vecinos que causan problemas, no dejan poner rampa... aún pagando nosotros... es que estos problemas no los vive la gente de fuera... la gente de fuera solo ve "qué pena, qué familia más desgraciada" y no es así ni muchos menos, no es así. Yo me considero muy normal igual que cualquiera, es decir, tenemos un problema de estos, pues lo tenemos y ya está...». Salvo alguna excepción, todas las familias se quejan de las barreras arquitectónicas en nuestras ciudades: «Hay muchas barreras físicas en las calles y mi hijo (12 años) debe circular con la silla de ruedas entre los coches y la calzada por falta de rampas, con el consiguiente peligro». Cuando la persona enferma está en edad escolar, las familias manifiestan que hay centros escolares no adaptados, dificultades por falta de apoyo para comida, para llevarles al aseo, par acompañarles a actividades extraescolares... en definitiva, suelen estar lejos de tener las mismas oportunidades que otro niño de su edad: «En el colegio también tenía que tener apoyo y los colegios no estaban preparados, ponían todo de su parte pero no estaban preparados. Era día a día, siempre había dificultades... como le veían el más débil los niños también le hiperprotegían , tampoco eso es bueno... después depende siempre de los demás... y luego cuando sale del colegio a los 14-15 años había que tomar una decisión, no había ningún colegio preparado para él, llevaba ya la silla de ruedas eléctrica... entonces se decidió un colegio especial y allí la adaptación fue muy buena, aunque la mayoría eran muy profundos y pocos con distrofia... llegas a un sitio de esos con chicos con esos problemas... te choca todo, sobre todo la cara de esos chicos, pero bueno, como ya ibas pensando... vas siempre diciendo, bueno, tengo que hacerlo porque es lo mejor y ya está ¿no? Y allí hasta los 18 años y otra vez el problema ¿a dónde? Entonces pasó al Centro Ocupacional, lo recogen en la misma puerta...». Los servicios sociales generan muchas quejas: inadecuada información; falta de flexibilidad para individualizar las situaciones; insuficiencia de la oferta y dificultades de acceso de la ayuda a domicilio; piden que se entienda la prioridad de las ayudas de dependencia ante procesos de evolución rápida en enfermedades graves, (llegan tarde); consideran que falta conocimiento de las necesidades de las personas con enfermedades crónicas y sus familias. No saben qué demanda deben plantear ante los servicios sociales o ante los servicios de salud. Consideran injusto que, en algunos municipios, los servicios sociales sean sólo para rentas muy, muy bajas cuando en otros se oferta a más población aunque coparticipando en el costo del servicio. Se quejan del tiempo de espera para valorar sus demandas ... REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 161 INFORMES «No dispongo de Servicio de Ayuda a domicilio por superar el baremo económico establecido, por eso he tenido que recurrir a ofrecer compartir la vivienda a cambio de ayudarme con mi hijo». «Porque le subieron 5000 pts. los ingresos dejamos de recibir el servicio del SAD» Muchas de las familias manifiestan su preocupación por la falta de alojamientos alternativos como pisos compartidos o miniresidencias, que se utilizarían como alojamiento temporal o permanente, según los casos. Valoran muy negativamente su inexistencia que obliga a algunas personas jóvenes a estar residiendo en instituciones para personas dependientes muy mayores. El Asociacionismo se valora como una gran ayuda en cuanto a información y, especialmente, cuando inicialmente no se sabe qué hacer ni a dónde acudir. Poder hablar con otras personas que pasan por situaciones similares les produce alivio, pero también se puede vivir mal la asistencia y hay etapas del proceso de la enfermedad en que sólo acuden los familiares. Las personas que colaboran más directamente en la asociaciones se quejan de que, a veces, sólo se acude a ellas buscando ayuda y solución para los problemas personales y pocos están dispuestos a trabajar como colectivo en actividades de sensibilización social, búsqueda de recursos, etc. «Los padres íbamos como desesperados buscando alguna información... después nos organizamos, han creado grupos de jóvenes, de deporte, el que llaman de ayuda mutua de los padres... organizan encuentros de deporte adaptado, están muy bien... hasta algún viaje fuera...». «A veces es duro ir porque conoces a otras personas igual... y que se mueren... hemos visto bastantes que han desaparecido... se pasa mal... muy mal... cuando ves a otros peor que tú sabes lo que te va a pasar...». 162 LAS CONDICIONES DE VIDA DE LAS FAMILIAS ESPAÑOLAS CUIDADORAS SON INSOSTENIBLES En conclusión, las familias entrevistadas que cuidan de personas con enfermedades crónicas graves no tienen las mismas oportunidades para su desarrollo humano que el resto de la población. La sociedad no sólo no promueve la inclusión social de las personas con enfermedades crónicas graves sino que, además, arrastra a las familias a una situación igualmente de riesgo de exclusión. Esto es así porque establece la obligación social de los cuidados sin corresponder a las familias con la oferta de los necesarios apoyos que garanticen los derechos individuales de todos los miembros, incluyendo la persona afectada. Han hablado de problemas relacionados con salud, empleo, vivienda, servicios sociales, educación, seguridad social... derechos reconocidos en nuestra Constitución. Son enfermedades para toda la vida, algo que "no se va a ir", y la larga duración temporal produce agotamiento. Las familias no se niegan a cuidar con mucho cariño pero manifiestan haber llegado al límite de su fuerzas por abandono político y social. Las familias han dibujado un panorama muy duro destacando los factores que determinan las dificultades de inclusión social de las familias cuidadoras y, por tanto, el riesgo de iniciar procesos de exclusión social, especialmente, en el caso de las personas que asumen la responsabilidad principal, aunque con repercusiones en el conjunto: • Tienen muchas dificultades para acceder o mantener un empleo, y en la mayoría de los casos, se dedican las 24 horas, los 365 días del año, al cuidado de su familiar. • Realizan un duro trabajo que no es remunerado ni está protegido ante situaciones como enfermedad, invalidez, vejez, etc., ni reconocido socialmente. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Mª ASUNCIÓN MARTÍNEZ ROMÁN • El cuidado prolongado y la falta de apoyos merma la salud física y psíquica de las personas cuidadoras, sin que se intente evitarlo con medidas preventivas sociosanitarias. • Las demandas de cuidado de la persona dependiente; la falta de apoyo para sustituirles, aunque sea parcialmente y la falta de accesibilidad del medio físico les impide mantener relaciones sociales, disfrutar de un tiempo de ocio y limita (incluso impide) su derecho a participación social. • Hay manifiestas desigualdades entre las condiciones de vida de las familias cuidadoras dependiendo del nivel cultural y socioeconómico. • Los servicios de salud y los servicios sociales no tienen en cuenta las condiciones de vida de las personas afectadas por enfermedades crónicas graves ni las de sus familias. Asignan a las familias mayor responsabilidad de la exigible razonadamente, pero no les suelen prestar un trato acorde a esa designación de responsabilidad y las personas no quieren perder el control sobre sus vidas. Pocas veces se tiene en cuenta la opinión de los enfermos y las familias para valorar sus necesidades y encontrar el mejor modo de atenderlas, en esa familia. Faltan políticas integrales sociosanitarias y, cuando las hay, suelen estar diseñadas olvidando que el colectivo afectado no es sólo el de personas muy mayores. Falta información. • Hay importantes necesidades sin cubrir en relación a accesibilidad en el medio físico, tanto en la vivienda como en el acceso al edificio, calles, servicios, etc. así como en materia de transporte. No es suficiente con tener una vivienda adaptada si no se puede salir de ella por barreras externas, pero es que son raras las viviendas que reúnen condicio- nes de habitabilidad cuando hay una persona muy dependiente. Una mínima calidad de vida exige una vivienda digna. • Hay situaciones doblemente excluyentes como es el caso de familias que cuidan de varios de sus miembros o las familias monoparentales o las familias en que la persona que ejerce los cuidados está afectada a su vez por una enfermedad crónica. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALEMÁN, C. y PÉREZ, M. (2000): «Nuevas estrategias para el avance de los Servicios Sociales: Nueva gestión, análisis y evaluación», en Díaz, J.A. y Salvador, Mª J. (Coordinadores) Nuevas perspectivas de los Servicios Sociales. Madrid, UNED, págs. 47-70. AZNAR, M. (2000): «Los Derechos Sociales en España y en la Unión Europea: Marco actual y líneas prospectivas», en Díaz, J.A. y Salvador, Mª J. (Coordinadores) Nuevas perspectivas de los Servicios Sociales. Madrid, UNED, págs. 12-43. BAZO, Mª T. (1998): «Vejez dependiente, políticas y calidad de vida». Papers. Revista de Sociología, nº 56, págs. 143-161. 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REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 165 Trabajo social experimental aplicado al estudio descriptivo de la excluisón social ROSARIO CONDE MEGÍAS * IGNACIO PEREDA PÉREZ ** ASPECTOS CONCEPTUALES GENERALES E l término «Trabajo Social» «es utilizado para denominar la disciplina y la actividad profesional dedicadas al desarrollo del bienestar humano en los procesos de cambio social individuales y sectoriales» (Conde Megías, 1998, pág. 23). El Trabajo Social precientífico o tradicional, en nuestro País, «nunca se ocupó de producir una teoría social propia, o al menos de forma sistemática, ni, en consecuencia, de desarrollar una acción social fundamentada en un conocimiento científico específico de la realidad. Sólo cuando se apropió del método científico, al igual que otras disciplinas sociales, se convirtió en una disciplina científica autónoma y moderna». «En la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Granada, surgió entonces su rama científica básica: el «Trabajo Social Experimental». «que comenzó a estructurarse y a desarrollarse acumulando sistemáticarnente un conjunto de fenómenos objetivables, repe- Profesora Titular de «Trabajo Social» de la Escuela Universitaria de Trabajo Social de Granada. ** Diplomado universitario en Trabajo Social, Licenciado en Derecho, Presidente de la Fundación «Escuela de Solidaridad». * tibles, comunicables y, por ello, racionalmente transmisibles, acerca de: a) la naturaleza de la realidad social, y b) la naturaleza de los procesos de transformación de la misma, desde la especialidad profesional» (Conde Megías, 1999, pág. 29). El objeto de conocimiento científico específico del Trabajo Experimental es «la realización del ser humano como sujeto activo del bienestar social en su área porticular de actividad y entorno habitual», considerando siempre la doble naturaleza social del individuo: consumidora y productora de condiciones estables, o relativamente estables, de bienestar. En este sentido, según lo expresado en nuestro manual de Trabajo Social Experimental, «el ser humano, además de consumidor de recursos sociales como beneficiario de las políticas y servicios institucionales existentes en su medio social habitual, es, ante todo, productor racional de bienes sociales, condiciones humanas y materiales de vida: salud, manutención, cultura, recreación, etc., en su área particular de actividad: familia, trabajo, grupos de amistad, organizaciones asociativas, vecindad... y, por consiguiente, generador de realidad social (para sí y para los demás)». En consecuencia, para la Disciplina, la realización social del ser humano, se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 167 INFORMES produce como consecuencia del desarrollo adecuado de sus dos roles individuales fundamentales: el rol de consumidor y el rol de productor del bienestar. comprenderla de forma global e integrada, valiéndose de la definición de tres tipos de núcleos diagnósticos: de necesidad, de dependencia y de riesgo social. En líneas generales, establecidas las fronteras epistemológicas con otras ciencias sociales (Ver en Conde Megías, 1998, Cap. I.3.1) puede afirmarse que los dominios o campos de investigación específica del Trabajo Social Experimental son: C) Teoría Prospectiva de los Procesos de Cambio Social, que expone la contribución realizada por la especialidad profesional, a la realización del ser humano como sujeto activo (productor y consumidor) del bienestar social, a través de dos tipos de intervención específica: autonomista-promocional y asistencialista-prestacional. 1) Las diversas problemáticas o «situaciones de malestar social reales o potenciales» que motivan la formulación de las demandas de ayuda profesional especializada en nuestras instituciones sociales. 2) Los «cambios situacionales» que, inducidos y orientados por el profesional, es necesario producir para superarlas (1998, pág. 23). Tras una larga trayectoria de estudio empírico de la realidad social marginal y de las posibilidades transformadoras de la misma, trabajando sistemáticamente con el ser humano como sujeto activo del bienestar social, hemos podido crear un sistema metodológico de investigación científica específica, así, como identificar, definir y sistematizar el material obtenido, para formular las teorías científicas básicas del Trabajo Social Experimental: A) Teoría Descriptiva de la Naturaleza de la Realidad Social que estudia las variables contextualizadoras de cualquier realidad social, individual o sectorial, que pueda considerarse objeto de evaluación e intervención profesional específica: a) históricas, b) físico-geográficas, c) económicas, d) infraestructurales, e) culturales, f) convivenciales, g) político-administrativas, y h) perceptivoconductuales. B) Teoría Diagnóstica de las Situaciones de Malestar Social, que se ocupa de determinar la problemática situacional a tratar, a modo de síntesis interpretativa, para poder 168 Ambas intervenciones tienen un solo objetivo central, que según lo indicado en nuestro «Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las Instituciones Sociales» (2001), es: «la promoción, mantenimiento o restauración de la operatividad del ser humano, como sujeto activo del bienestar social, para renovar las condiciones de su entorno ambiental, potenciando, movilizando y utilizando, de forma consciente y deliberada, todos los recursos a su alcance» (Conde Megías, 2001, pág. 4). * De acuerdo a lo señalado en el Diccionario de Sociología (1980), la expresión «exclusión social» es sinónima de «marginación social» o «marginalidad»: «Posición marginal o fuera de lugar de una persona dentro de un grupo o la posición marginal de un grupo dentro de un colectivo mayor» (1980, pág. 151). En este sentido, en el Diccionario de Trabajo Social (1994), la exclusión, marginación, o marginalidad social, significa, en esencia, estar «separado de», «cortado de», «a la orilla de», «aparte de», y, más concretamente, «situación en la que un individuo o un grupo quedan excluidos de un determinado sector de la convivencia social». En América Latina, el término fue usado para designar «la falta de participación en la vida política, económica y social del país» y «la separación de la sociedad global pertene- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ ciendo a ella, como característica específica del subdesarrollo». En España, «con un alcance un tanto diferente, la expresión es utilizada para caracterizar la situación de determinados colectivos o sectores sociales, como los gitanos, los homosexuales, los ancianos, etc., que viven una situación de no integración con el resto de la sociedad» (1994, págs. 189 y 190). En coherencia lógica con todo lo dicho hasta ahora, la exclusión social como objeto de conocimiento científico específico del Trabajo Social Experimental, puede definirse como: «una situación que, de forma puntual, obstaculiza el proceso natural de evolución social del individuo, y que éste desea superar de forma activa, consciente y deliberada, de acuerdo con sus recursos, aspiraciones y expectativas de bienestar». * En este sentido, de acuerdo a lo indicado en nuestro citado Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las Instituciones Sociales, los núcleos de problemática social que originan situaciones de exclusión social, son, básicamente: a) Problemática social asociada a la ancianidad: situaciones de malestar real o potencial, de las personas de avanzada edad que, afectadas por su deterioro físico y/o mental, no pueden valerse por sí mismos (de forma parcial o total) para desenvolverse con normalidad en su entorno ambiental habitual. b) Problemática social asociada a la discapacidad física: situaciones de malestar real o potencial, de las personas con minusvalías físicas (genéticas o adquiridas por accidente o enfermedad) que dificultan u obstaculizan su interacción con otros individuos, y con el entorno ambiental en general. c) Problemática social asociada a la discapacidad psíquica: situaciones de malestar real o potencial, de las personas con minusvalías psíquicas (retraso mental, trastornos del desarrollo psicológico, trastornos del comportamiento, de las emociones y del conocimiento habitual) que dificultan u obstaculizan su interacción con otros individuos, y con el entorno ambiental en general. d) Problemática social asociada a la drogodependencia: situaciones de malestar real o potencial, de las personas con adicciones tóxicas de diversa etiología (alcohol, cannabis, cocaína, drogas de diseño, heroína, psicofármacos, y tabaco, fundamentalmente), detectadas y atendidas en las instituciones especializadas. e) Problemática social asociada a la infancia y a la adolescencia: situaciones de malestar real o potencial, de las personas menores de edad (de acuerdo al código civil, las que no han cumplido los 18 años) con problemas de desamparo y especial vulnerabilidad a las dependencias y exposición a los riesgos sociales en general. f) Problemática social asociada a la insolvencia básica: situaciones de malestar real o potencial, de las personas que carecen de medios económicos para solventar las necesidades materiales de su vida, y se encuentran expuestos por ello a una mayor incidencia de problemas carenciales, de dependencia y de riesgo social en general. g) Problemática social asociada a la reclusión penitenciaria: situaciones de malestar real o potencial, de las personas privadas de libertad (internos de los centros penitenciarios, liberados condicionales adscritos a los mismos, condenados a arrestos de fin de semana, penados con medidas de seguridad, penados a trabajo en beneficio de la comunidad), y de las familias afectadas. h) Problemática social asociada al rechazo convivencial: situaciones de malestar real o potencial, de las personas marginadas del grupo de relación habitual, de forma generalizada (colectivos de etnia gitana, de gays, de lesbianas, de refugiados, de asilados y de in- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 169 INFORMES migrantes extranjeros, básicamente) o de forma particular (parejas, hijos, familiares disminuidos, y otras personas dependientes de maltratadores habituales) (2001, págs. 3 y 4). a) Valores fundamentadores: dignidad humana, autodeterminación y libre actuación en base a las capacidades personales. * En relación con estos núcleos problemáticos, los factores implicados en la transformación de la realidad que contextualiza y explica cualquier situación de exclusión social, son, básicamente: b) Objetivo: autodeterminación de las personas marginadas, como forma específica de contribución profesional a la evolución del hombre como ser social y a su participación activa en los procesos sociales de cambio situacional. A) «La capacidad de respuesta racional para enfrentar el malestar social creado en tomo a las presiones, problemáticas o limitaciones surgidas en su área particular de actividad», en términos de dificultades para el desarrollo de las «facultades» inherentes a dicha capacidad, y, en definitiva, de dificultades para el desarrollo del «rol generador de condiciones de bienestar» (que procuramos optimizar desde una intervención autonomista-promocional, de alta especialización profesional). B) «La accesibilidad a la burocracia administrativa del bienestar social para satisfacer necesidades generadas por las deficiencias de calidad de vida percibidas en el medio o entorno social habitual», en términos de dificultades de acceso a las «posibilidades» existentes a nivel de las áreas administrativas generales, de los servicios sectoriales y de los servicios comunitarios o vecinales, y, en definitiva, en términos de dificultades para el desarrollo del «rol consumidor de bienes, recursos o servicios sociales» (que procuramos optimizar desde una intervención asistencialista-prestacional, de alta especialización profesional) (1998, págs. 68 y 69). * Como acabamos de mencionar, existen dos tipos de intervención profesional en las situaciones de exclusión social, que también son objeto de conocimiento, en este caso de carácter operativo, del Trabajo Social Experimental: A) La intervención autonomista-promocional, se concreta en lo siguiente: 170 c) Rol profesional: asesor/educador social en el desarrollo de capacidades y habilidades sociales. B) La intervención asistencialista-prestacional, se concreta en lo siguiente: a) Valores fundamentadores: justicia social, no discriminación y reparto equitativo de los bienes sociales. b) Objetivo: facilitar el acceso a los bienes sociales básicos (salud, alimentación, vivienda, recreación, salario, educación, trabajo) que no pueden conseguirse por los cauces normales, como forma específica de contribución profesional a la participación de la población en los resultados prácticos del desarrollo social. c) Rol profesional: diseñador e implementador de políticas sociales (1998, pág. 231). PRINCIPIOS ESTABLECIDOS POR EL TRABAJO SOCIAL EXPERIMENTAL PARA EL ESTUDIO CIENTÍFICO DE LA REALIDAD SOCIAL Como hemos apuntado ya, el Trabajo Social Experimental, como disciplina científica autónoma, nace y se desarrolla para investigar, sistematizar y comunicar el objeto y la actividad de los trabajadores sociales de alto REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ nivel de especialidad, es decir, de alto nivel de exclusividad competencial en el ejercicio profesional. En este sentido, trata de romper y de superar la visión obsoleta y simplista de la realidad, característica de un Trabajo Social precientífico o tradicional. Para ello, como cualquier otra ciencia empírica, establece dos tipos de criterios para el control científico de la práctica profesional en general para poder comprobar, verificar, reforzar, reformular, y, en definitiva, desarrollar, su cuerpo de conocimientos en general: A) Fundamentos y criterios de control teórico, referidos a las condiciones del estudio evaluativo de la realidad social, en lo que se refiere a fuentes y formas de obtención de los datos, categorías de análisis, y claves interpretativas de los mismos. B) Fundamentos y criterios de control metodológico, referidos a la reproducibilidad del proceso de transformación situacional, mediante el que se realizan las principales demostraciones de base. Estos son los aspectos más significativos que diferencian la observación científica experimental del Trabajo Social de alto grado de especialidad, de la observación intuitiva ordinaria del Trabajo Social precientífico o tradicional. En este sentido, en nuestro primer manual de Trabajo Social Experimental, afirmamos que, desde la perspectiva científica de esta Disciplina, «cualquier estudio empírico específico es un acto de análisis sistemático de la realidad social en condiciones preestablecidas y cuidadosamente controladas que, repetidas por cualquier otro investigador, le permiten rehacer el proceso metodológico y obtener los mismos resultados» (1998, pág. 110). Según lo expresado en nuestro texto de Trabajo Social Experimental, los principios para el estudio científico de la realidad social son, fundamentalmente: a) el principio de funcionalidad analítica de la realidad social, b) el principio de constancia de categorías descriptivas de la realidad social, c) el princi- pio de globalidad, y d) el principio de autoevaluación situacional. a) El principio de funcionalidad analítica de la realidad social, puede formularse del modo siguiente: todo trabajo de investigación especializada es funcional, es decir, está en función de las posibilidades de intervención en la transformación situacional posterior. En este sentido, «como fase previa del proceso metodológico general, el estudio de las situaciones de malestar social se justifica considerando que, metodológicamente, es necesario delimitar dónde y con quiénes se va a trabajar, no sólo por establecer el ámbito del estudio, sino también la competencia profesional. Los mismos resultados del estudio previo son los que delimitan el ámbito de trabajo al dejar patente dónde se producen los problemas o existen las necesidades concretas que requieren la intervención del profesional del Trabajo Social». b) El principio de constancia de categorías descriptivas de la realidad social, en el texto citado, queda formulado en los puntos siguientes: «La realidad social constituye un conjunto de variables situacionales que aparecen con regularidad. En consecuencia, las casuísticas sociales se configuran como campos de atención limitada de estas variables, en distintos episodios de la trayectoria de vida social de los seres humanos (a nivel individual o sectorial), Esta consideración epistemológica singular, nos permite acotar y enfocar, con base científica específica, el estudio de las más diversas situaciones de malestar social con fines evaluativos y, en definitiva, de intervención profesional para superarlas». «..., consideramos, como argumento central de nuestra tesis, el principio de constancia de categorías descriptivas, capaces de definir, como unidades de atención específica, las diversas situaciones o casuísticas atendi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 171 INFORMES das por los trabajadores sociales en su ejercicio profesional habitual y de contextualizarlas adecuadamente en el marco global de la realidad social». «El principio de constancia de categorías descriptivas dice que, en el contexto amplio de la realidad social, diferentes problemáticas o situaciones de malestar social, que afectan a personas con características funcionales y de status social (en relación comparativa con su medio habitual) también diferentes, contienen siempre los mismos aspectos o elementos combinados, aunque en distintas proporciones. Estos configuran un campo de fuerzas positivas y negativas, favorecedoras y obstaculizadoras de los cambios necesarios para la consecución del bienestar social». «La propia experiencia nos dice que, definiendo estas variables en el contexto general de la realidad social, podemos describir la estructura básica de todas las situaciones sociales específicas que puedan presentarse. Esto es así porque se reflejan regularmente de forma global e integrada, aunque cada una mantenga su peculiaridad. (Algo parecido a como nos devolverían la misma imagen total las partes separadas de un gran espejo roto, independientemente del tamaño y de la limpieza ocasional de cada una)». c) El principio de globalidad, en el mismo libro de texto, se describe del modo siguiente: ... sea cual fuere el nivel de atención a las personas que requieren nuestro servicio profesional –individual o sectorial–, el estudio de las situaciones de malestar social ha de contemplar la generalidad de la realidad social, por lo que habrá de integrar todos sus aspectos. ... consideramos que una de las características de nuestra profesión es el estudio y la atención de las situaciones de malestar social de forma global e integrada, es decir, contemplando o atendiendo todas sus facetas o aspectos concurrentes». 172 «En este sentido, en la propia investigación experimental hemos podido comprobar que la totalidad de los datos respecto a las variables configuradoras de la realidad social que contextualizan de forma puntual las diferentes casuísticas sociales, deben procesarse, analizarse y sistematizarse, clasificándolos en los diversos marcos o aspectos básicos siguientes: — El marco histórico, tiene correspondencia directa con la génesis de la situación de malestar social, es decir, con las condiciones de origen y con las de evolución de los acontecimientos que han influido en el proceso hasta llegar a su estado actual. — Al marco físico-geográfico, pertenecen todos los aspectos que podemos captar en la experiencia sensorial, es decir, por los sentidos físicos. — Al marco económico corresponden las variables de producción de los aspectos materiales. Abarca las fuentes y cuantías de ingresos, así como las actividades que se desarrollan para su obtención. — El marco infraestructural se corresponde con los recursos sociales, básicamente con las políticas y las instituciones de derecho público existentes para dar respuesta a las necesidades. — El marco cultural contiene una faceta informativa, de niveles de instrucción en relación con la educación formal o enseñanza reglada, y una faceta formativa, en relación con el aprendizaje del individuo a través de su experiencia de vida, que también implica todo el marco normativo de valores, leyes, usos, costumbres y tradiciones socialmente aprendidas. — Al marco convivencial corresponderían las dinámicas relacionales vinculadas al desarrollo de los roles básicos en el área particular de actividad social: familiares, vecinales, etc. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ — El marco político-administrativo se refiere a todos los aspectos relacionados con la toma de decisiones: posibilidades y limitaciones, personas que las toman y formas de hacerlo. — Al marco perceptivo-conductual corresponde la totalidad de manifestaciones y expresiones de la subjetividad, es decir, las respuestas emocionales, intelectuales y físicas, en términos de posiciones, actitudes y conductas adoptadas (Ver en Conde Megías, 1998, págs. 245-252). d) EI principio de autoevaluación situacional, se encuentra estrechamente vinculado a la tesis evolucionista del Trabajo Social Experimental, según la cual, el ser humano posee la «capacidad de evolucionar obteniendo un aprendizaje experimental y acumulativo, de todos los procesos de cambio situacional (hacia el bienestar), que haya de protagonizar en su trayectoria de vida social», a la par que una capacidad intrínseca para modificar la realidad renovando las condiciones de su entorno ambiental. En este sentido, el Trabajo Social Experimental estudia «la utilidad del propio raciocinio del individuo para realizar objetivos superadores de situaciones de malestar social, a partir de la autoevaluación de necesidades y posibilidades materiales, así como de los procedimientos técnicos que incrementan esta capacidad natural» (1998, 64 y 65). EXPERIENCIA PRÁCTICA: EL ESTUDIO DESCRIPTIVO DE LA EXCLUSIÓN SOCIAL EN LA FUNDACIÓN «ESCUELA DE SOLIDARIDAD» * La Fundación «Escuela de Solidaridad», con domicilio en la Zubia (Granada), Camino de Enmedio, nº 7, y N.I.F. G. 18459685, está inscrita en el Registro de Entidades, Servicios y Centros de Servicios Sociales de la Consejería de Asuntos Sociales de la Junta de Andalucía, con el número AS.ATNI/E/3.028, y clasificada como de Asistencia Social según Resolución de 1 de junio de 1998, del Instituto Andaluz de Servicios Sociales. Es un Centro colaborador con la Universidad de Granada, donde desarrollan las prácticas profesionales sus alumnos, entre los que se encuentran los de la Escuela Universitaria de Trabajo Social. Gracias a la oportunidad de investigar empíricamente la realidad social y las posibilidades transformadoras de la misma, que, entre otros, nos viene brindando este Centro, hemos podido desarrollar gran parte de los sistemas teóricos y metodológicos del Trabajo Social Experimental. En la actualidad acoge a sesenta personas distribuidos en tres casas situadas en La Zubia (Granada), Brácana (Granada) y Valverde del Camino (Huelva). En su primer Boletín Informativo (JulioSeptiembre 2000), se destacan, como características principales de «una familia llamada solidaridad», las siguientes: – Un proyecto integrador. – Acogida de personas necesitadas del sentido familiar, autoestima y habilidades sociales. – Aprendizaje de tareas. Talleres ocupacionales, campos de trabajo nacionales e internacionales. – Club deportivo, actividades lúdicas y recreativas, intercambios culturales con otras comunidades. En el mismo documento se señala que tienen su puerta abierta en la Fundación: – Abuelos y abuelas que necesitan la compañía, el afecto y la ternura de los demás. Se encuentran solos y necesitan compartir su existencia con alguien. – Mujeres jóvenes que quedan embarazadas y no tienen espacio ni medios para hacer familia. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 173 INFORMES – Madres con hijos que viven en situaciones de emergencia y necesitan apoyo para evitar que sus hijos acaben en centros de menores. – Jóvenes que cumplen 18 años en otros centros de menores y deben abandonarlo. Aquí pueden sentir el grupo familiar que los acoge e integra. – Jóvenes adultos que se encuentran desamparados, sin familia, desorientados y sin medios económicos suficientes para la independencia. – Jóvenes que sufren alguna minusvalía física o psíquica, además del abandono de su propia familia. Es urgente que sientan la pertenencia a un grupo familiar que los quiera, los defienda y los integre. – Adolescentes de 14 a 18 años que son rechazados por su problemática conducta. Las familias necesitan ayuda para trabajar con ellos y acuden a la Fundación en busca de acogida. – Todo menor que necesite protección, cuidado y atención. – De igual forma, todas aquellas personas que quieran ser parte activa de este proyecto esencialmente solidario. En la actualidad, en correspondencia con los fines estatutarios, los objetivos de la Fundación se concretan en once programas: – «Obrador de confitería». – «Operaciones financieras». * Cuando decidimos estudiar el fenómeno de la exclusión social en la Fundación «Escuela de Solidaridad» desde la perspectiva científica específica del Trabajo Social Experimental, pudimos realizar nuestro estudio con facilidad, gracias a que la información del perfil social de todas las personas acogidas se encontraba actualizada y organizada en un fichero diseñado desde la misma perspectiva (al final del trabajo incluimos la ficha básica). Nos bastó seleccionar veinte fichas de las sesenta existentes en la Fundación, en la actualidad, y analizar el material empírico ya estandarizado, para poder realizar, con el control científico necesario, el estudio que presentamos, ofreciendo las suficientes garantías de representatividad, rigor y objetividad, y, en consecuencia, validez científica en general. En todo momento procuramos ser lo más fieles posibles a la propia expresión de los pensamientos, recuerdos y proyectos de las personas entrevistadas. Siguiendo las pautas de investigación experimental que venimos señalando, sistematizamos la información de las veinte situaciones de exclusión social, organizándola en los siguientes apartados: 1) Datos de identificación general. – «Mejor con mamá». – «Intervención socio-educativa con menores de edad». – «Intervención integral con jóvenes mayores de edad». – «Formación y aprendizaje laboral (Ejecución y desarrollo de oficios)». – «Atención primaria». – «Obras de adaptación de inmuebles». – «Promoción del voluntariado». – «Centro de actividades». – «Cursos de formación permanente». 174 2) Variables autodescriptivas del control situacional inicial. 3) Variables autodescriptivas del malestar social de origen material: físico-geográficos, económico, e infraestructural. 4) Variables autodescriptivas del malestar social de origen intelectual: cultural, convivencial y político-administrativo. 5) Variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual: afectivo y racional. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ Exponemos el caso nº 10 a modo de ejemplo ilustrativo. – De esta cantidad dona voluntariamente 10.000 pesetas mensuales a la Fundación. Acogido nº10 D) Variables autodescriptivas del malestar social de origen intelectual: cultural, convivencial y político-administrativo A) Datos de identificación general – Nacido en Jaén, en 1978. – Reside en un hogar funcional de la Fundación «Escuela de Solidaridad» desde 1981. – El presidente de la Fundación lo encontró con tres años abandonado en una granja de caballos y lo acogió en los «Hogares de Nazaret». – Su nivel cultural es bajo, aunque tiene algunos estudios de jardinería, encuadernación, y albañilería. – Aunque sus amigos y compañeros lo encuentran muy sociable, el dice que se lleva mal con «Ios de afuera» como «Jesús el Gitano». – Padece oligofrenia, con una minusvalía del 67%. E) Variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual: afectivo y racional – Dice que no tiene a donde ir porque su madre murió de un infarto cuando el tenía tres años. – Se muestra inseguro y temeroso de la sociedad. B) Variables autodescriptivas de control situacional inicial – Aspira a trabajar en una imprenta de encuadernador para vivir, «pero no salir de la Fundación». De forma que lo que haría es «colaborar más» con esta. – Su principal obstáculo cree que es la ignorancia: desconoce los recursos existentes y afirma que «todo lo que conoce le llega a través de la Fundación». – Cree que puede demostrar «lo que es capaz» dentro de la Fundación. – Está dispuesto a seguir formándose y colaborando con la Fundación. C) Variables autodescriptivas del malestar social de origen material: físico-geográfico, económico e infraestructural – No tiene domicilio, estaba abandonado en el campo. – Sus únicos recursos económicos consisten en una pensión de 45.000 pesetas mensuales que cobra por discapacidad psíquica. – Se confiesa ignorante de los recursos y posibilidades del entorno ambiental. A) Datos de identificación general En primer lugar hemos analizado los datos referentes al lugar y fecha de nacimiento del grupo de acogidos (en estudio) en la Fundación «Escuela de Solidaridad» y los hemos dividido en dos grandes categorías: A) los nacidos en España y B) los nacidos en otros países. a) En España han nacido catorce, y, concretamente en Granada: 1) en 1981, 6) en 1975, 13) en 1976 y 17) en 1978; En Baza, provincia de Granada: 7) en 1976, 11) en 1950, 12) en 1960 y 15) en 1966; En otras provincias andaluzas: 8) Almería, en 1949; 10) Jaén, en 1978; 20) Cádiz, en 1964; En otras provincias españolas: 4) Albacete, en 1978; 18) Barcelona, en 1981; 19) Palma de Mallorca, en 1978. b) En otros países han nacido seis: 2) Malabo, (Guinea Ecuatorial), en 1975; 3) El Sáhara, en 1967; 5) Pavía (Italia), en 1970; 9) REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 175 INFORMES Toulouse (Francia), en 1980; 14) Casablanca (Marruecos), en 1978; 16) Beni Mellal (Marruecos), en 1973. La media de edad de las catorce personas nacidas en España es de treinta años, y la de las seis personas nacidas en otros países es de veintiocho, aproximadamente. En relación con las fechas de acogida en la Fundación, el grupo de personas en estudio puede ordenarse, en base a la antigüedad, de la forma siguiente: 10) desde 1981; 4) desde 1990; 1) desde 1991; 19) desde 1995; 17) y 2) desde 1997; 3), 5), 6) y 14) desde 1999; 7), 8), 9), 11), 12), 13) y 16) desde 2000; y 2), 15) y 18) desde el 2001. Respecto a los motivos de la acogida, por lo que hemos podido comprobar, las personas que viven en los hogares funcionales de la Fundación «Escuela de Solidaridad» padecen, o han padecido con anterioridad situaciones extremas de rechazo y abandono familiar, así como de rechazo y marginación social en general. En consecuencia, necesitan del acogimiento que les brinda la Fundación, para poder cubrir las graves carencias, tanto físicas como convivenciales, que les impiden experimentar, aún a sus niveles más básicos, la sensación de seguridad y bienestar. Para matizar y concretar esta motivación inicial, como variables destacadas podemos citar: a) Problemática social asociada a la insolvencia básica: falta de recursos económicos para la subsistencia, inmigrantes, transeúntes y personas sin hogar, en diez casos: 2), 3), 5), 7),13), 14), 15),16), 17) y 20). b) Problemática social asociada al rechazo convivencial, malos tratos a menores, a mujeres, y relaciones familiares deficientes en general, en ocho casos: 1), 4), 6), 9), 11), 12), 18) y 19). c) Problemática social asociada a la discapacidad física y psíquica, a la drogodepen- 176 dencia y a la enfermedad en general, en seis casos: 2), 3), 5), 7), 8) y 10). Por último, nos parece interesante destacar aquí que, además de las razones señaladas, la necesidad de ocupación personal, en un voluntariado social, en la formación, y/o en la práctica profesional, constituye una de las motivaciones básicas para la permanencia en la Fundación «Escuela de Solidaridad», al menos en nueve casos declarados: 9), 13), 14), 15), 16), 17), 18), 19) y 20). B) Variables autodescriptivas del control situacional inicial Por lo que hemos podido comprobar, los veinte acogidos en la Fundación «Escuela de Solidaridad», cuya casuística de exclusión social hemos estudiado, han demostrado conocer sus aspiraciones, objetivos e intereses personales, definiéndolos con claridad. Citándolos por orden de aparición, podemos resumirlos en los siguientes apartados: a) Lo que quieren ser: feliz, activo, independiente, responsable, buen profesional. b) Lo que quieren hacer: estudiar, desarrollar una actividad profesional, ayudar a los necesitados, colaborar en la Fundación «Escuela de Solidaridad». c) Lo que quieren tener: carnet de conducir, coche, vivienda propia, formación personal y profesional, trabajo estable, tranquilidad, seguridad económica, familia biológica, empresa o negocio propio. Los principales obstáculos que tendrían que salvar para satisfacer las aspiraciones y los intereses personales que acabamos de citar, en orden de aparición, podemos resumirlos del modo siguiente: Obstáculos ambientales: acceso a una vivienda en propiedad o alquilada, conseguir un trabajo estable, ser admitido en un centro de discapacitados, adquirir la nacionalidad española (los inmigrantes). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ Obstáculos personales: adquirir la formación personal y profesional adecuada, superar las pruebas de admisión en instituciones recreativas, aprobar exámenes, conocer los recursos existentes, aprender el idioma español (los inmigrantes), adquirir experiencia de vida en general, superar la adicción a las drogas, solucionar conflictos internos para poder tomar decisiones, afrontar separaciones familiares necesarias, elevar la autoestima, superar sentimientos depresivos, superar hábitos de incidencia negativa, superar la adicción a los juegos de azar. Además de los de la Fundación «Escuela de Solidaridad», como recursos que podrían movilizar y utilizar para alcanzar sus objetivos, los acogidos reconocen los siguientes: Recursos ambientales: becas, programa de acceso a la universidad para mayores de veinticinco años, pensiones no contributivas, otras ayudas económicas para la manutención básica, «Salario Social», asociaciones de minusválidos, Centro Municipal de Drogodependencias, clubes deportivos, trabajo en el obrador del hogar funcional que tiene la Fundación en Valverde del Camino, todas las oportunidades de formación y promoción personal que la Fundación brinda, especialmente los Programas de taller (de velas, de forja, de cobre), «Programa de Voluntariado Europeo», trabajadores sociales profesionales, amigos, personas que tengan los mismos intereses. Recursos personales: la propia capacidad de trabajo. Por último, en relación con las actividades y esfuerzos que estarían dispuestos a realizar para el desarrollo de sus proyectos, todas las personas componentes del grupo estudiado tienen claro su cometido y están dispuestas a asumir su autoridad y su responsabilidad al respecto. Las expresiones verbales más utilizadas para expresar esta disposición personal con- cretada a cada caso en particular, por orden de aparición, son: trabajar, estudiar, solicitar ayudas económicas, ahorrar, cambiar el «estilo de vida» y adquirir hábitos más saludables, desplazarse a donde haga falta, luchar, «poner todo su empeñó», «hacer lo que haga falta», ser más constante. C) Variables autodescriptivas del malestar social de origen material Por lo que respecta a las variables físicogeográficas intervinientes en la casuística social estudiada en la Fundación «Escuela de Solidaridad», catorce personas manifiestan tener problemas de vivienda, diez por malas condiciones de habitabilidad: 1), 3), 6), 7), 8), 14), 15), 16), 19) y 20); y cuatro vivían en la calle por carecer de ella: 2), 10), 11) y 13). En lo que se refiere a las variables económicas, los veinte acogidos reconocen carecer de recursos económicos para independizarse de la Fundación. Sólo trece tienen o han tenido algún tipo de ingresos, entre los cuales, provienen de la mendicidad: 1), 2), 13) y 20), del trabajo como empleados de hogar: 12), 15) y 16), del trabajo de jornalero: 14), del trabajo de monitor en campamentos de verano: 3), de una pensión (34.700 pts.): 8), de prestaciones sociales por discapacidad (45.000 y 50.000 pts.): 7) y 10). Dos personas reconocen tener gastos adicionales ocasionados por las drogadicciones: 1) y 20). Ninguno de los acogidos reconoce la existencia de variables infraestructurales asociadas a su problemática social. Lo cual puede explicarse si tenemos en cuenta que la mayoría piensa que los recursos institucionales, instalaciones, equipamientos y servicios más necesarios, se los ofrece ya la Fundación «Escuela de Solidaridad». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 177 INFORMES D) Variables autodescriptivas del malestar social de origen intelectual para tomar decisiones y para elaborar iniciativas de cambio situacional. Del grupo de acogidos estudiado en la Fundación «Escuela de Solidaridad», sólo cuatro personas no reconocen la influencia de variables culturales problemáticas en sus situaciones de problemática social: 3), 7), 9) y 16). Los dieciséis restantes, en general, afirman tener un nivel educativo muy bajo. E) Variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual Hay un analfabeto, el 12); Doce personas no llegaron a terminar la E.G.B.: 1), 4), 5), 6), 8), 10), 11), 13), 14), 15), 19) y 20); Dos han cursado el graduado escolar: 2) y 17) y otro ha terminado la E.G.B., el 18). Nueve personas poseen otros conocimientos: 1) jardín de infancia e informática, 2) habilidades sociales y decoración de escayola, 6) fontanería y electricidad, 10) jardinería, encuadernación, y albañilería, 11) albañilería, 13) albañilería y forja, 14) cobre, forja y albañilería, 17) formación en mecánica, y 18) reparación de electrodomésticos. En sólo seis casos no existen variables convivenciales reconocidas que concurran en las diversas situaciones de problemática social: 4), 5), 6), 7) , 9) y 16), el resto afirman tener experiencias muy negativas, sobre todo debido a la incidencia de ciertos factores agravantes: adicción a la heroína, abandono de menores, pérdida de contacto con los padres por diversos motivos, desde muy temprana edad, separación matrimonial, deserción del hogar, falta de sociabilidad con «los de afuera», falta de comunicación y de vínculos familiares estables en general, malos tratos físicos y psicológicos, falta de familia biológica, núcleo familiar desestructurado, irresponsabilidad a la hora de asumir roles familiares básicos, y pérdida de la custodia de los hijos. No se reconocen variables político-administrativas intervinientes en la problemática social objeto de estudio. Los acogidos se sienten con libertad para evaluar su realidad, 178 Seis personas del grupo de acogidos en la Fundación «Escuela de Solidaridad» reconocen la existencia de variables afectivas y racionales que dificultan el proceso de cambio situacional: el 2) duda de su capacidad para definir y realizar sus aspiraciones sociales, el 5) duda de su capacidad para terminar con éxito el programa de drogodependencia que sigue, y tiene conflictos internos, para definir sus proyectos de vida, con los que le resulta difícil luchar, el 9) confiesa ser una persona «muy agresiva», el 10) se muestra inseguro y temeroso de la sociedad, y se confiesa ignorante de los recursos y posibilidades del entorno ambiental, el 12) presenta depresión y baja autoestima, y el 15) reconoce tener bajo el nivel de autoestima y el de seguridad en sí mismo. Como se puede comprobar, las variables autodescriptivas del malestar social de origen perceptivo-conductual aparecen con un nivel de frecuencia muy inferior al de las variables materiales e intelectuales que acabamos de analizar. En sólo seis casos de los veinte analizados, se aprecian indicadores de alguna dificultad personal, afectiva o racional, para la participación activa, consciente y deliberada, en la renovación de las condiciones del entorno ambiental. COMENTARIOS Y CONSIDERACIONES FINALES Como hemos mencionado ya, el objeto de conocimiento científico específico del Trabajo Social Experimental es: «La realización del ser humano como sujeto activo (consumidor y productor) del bienestar social en su área particular de actividad y medio habitual». REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ En nuestro estudio del fenómeno de la exclusión social en la Fundación «Escuela de Solidaridad», hemos asumido este objeto de conocimiento en la medida en que hemos investigado a fondo el funcionamiento social autónomo de las personas acogidas, es decir, su autocracia intelectual natural para observar, interpretar y transformar su realidad social a nivel de base, o a nivel microsocial. En el primer apartado del presente trabajo definimos el fenómeno de la exclusión social, desde la perspectiva científica específica del Trabajo Social Experimental, en los términos siguientes: «una situación que, de forma puntual, obstaculiza el proceso natural de evolución social del individuo, y que éste desea superar de forma activa, consciente y deliberada, de acuerdo con sus recursos, aspiraciones y expectativas de bienestar». Pues bien, tras el análisis de los datos obtenidos en nuestro estudio de la realidad social en la Fundación «Escuela de Solidaridad», en contraste con estas bases conceptuales generales, la conclusión más general que cabe formular, es la siguiente: todas las personas acogidas padecen una clara situación de exclusión social en la actualidad, debido a que, un gran número de obstáculos, materiales, intelectuales y/o perceptivo-conductuales, se interponen en su evolución social natural, de manera totalmente ajena a su voluntad, y a pesar de que poseen los elementos suficientes para intervenir, de forma activa y controlada, en sus propios procesos de cambio situacional. Según expresamos también en el primer apartado, el Trabajo Social Experimental establece, como principales núcleos de exclusión social, los siguientes: 1) problemática social asociada a la ancianidad, 2) problemática social asociada a la discapacidad física, 3) problemática social asociada a la discapacidad psíquica, 4) problemática social asociada a la drogodependencia, 5) problemática social asociada a la infancia y a la adolescencia, 6) problemática social asociada a la insolvencia básica, 7) problemática social aso- ciada a la reclusión penitenciaria, y 8) problemática social asociada al rechazo convivencial. Pues bien, en base a esta tipología establecida por el Trabajo Social Experimental, podemos caracterizar la situación de exclusión social que afecta a los acogidos en la Fundación «Escuela de Solidaridad», catalogándola en dos núcleos: el núcleo nº 6 y el núcleo nº 8: Núcleo nº 6, de problemática social asociada a la insolvencia básica, que hemos definido en los siguientes términos: «situaciones de malestar real o potencial, de las personas que carecen de medios económicos para solventar las necesidades materiales de su vida, y se encuentran expuestas por ello a una mayor incidencia de problemas carenciales, de dependencia y de riesgo social en general». En efecto, a la vista de los datos expuestos con anterioridad, se observa claramente que el grupo de acogidos carece de los recursos económicos suficientes para hacer frente a sus necesidades básicas de subsistencia. Predominan además las situaciones de desempleo y de subempleo o desarrollo de trabajos marginales mal remunerados, lo cual condiciona y explica también la existencia de otras variables descriptivas del malestar social de naturaleza material: entornos urbanísticos marginales de procedencia, con deficientes instalaciones y equipamientos en general, viviendas insalubres y en deficientes condiciones de habitabilidad: escasa superficie, estados ruinosos, humedad, falta de luz y de agua potable, etc. Núcleo nº 8, de problemática social asociada al rechazo convivencial, que hemos definido en los siguientes términos: «situaciones de malestar real o potencial, de las personas marginadas del grupo de relación habitual, de forma generalizada (colectivos de etnia gitana, de gays, de lesbianas, de refugiados, de asilados y de inmigrantes extranjeros, básicamente) o de forma particular (parejas, hi- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 179 INFORMES jos, familiares disminuidos, y otras personas dependientes de maltratadores habituales)». Como hemos podido comprobar en los datos recabados, las personas acogidas en la Fundación «Escuela de Solidaridad», en su gran mayoría, son víctimas de la falta de patrones de conducta adaptados a las necesidades de convivencia humana, de la falta de desarrollo de los roles familiares básicos, de la deserción del hogar, del abandono, de la desestructuracion familiar, del maltrato físico y psicológico, del separatismo y del aislamiento social en general. En nuestro estudio descriptivo del fenómeno de la exclusión social en la Fundación «Escuela de Solidaridad», hemos asumido plenamente los principios metodológicos establecidos por el Trabajo Social Experimental para la investigación científica específica de la realidad social, en los términos siguientes: A–Hemos asumido el «principio de funcionalidad analítica de la realidad social», en la medida en que hemos recopilado y estudiado los datos descriptivos de cada situación social personal en función de las necesidades básicas de conocimiento, para poder cumplir con eficacia el objetivo básico del trabajo profesional: «la promoción, mantenimiento o restauración de la operatividad del ser humano, como sujeto activo del bienestar social, para renovar las condiciones de su entorno ambiental, potenciando, movilizando y utilizando, de forma consciente y deliberada, todos los recursos a su alcance». Lo cual supone asumir los objetivos implícitos en los dos tipos de intervención profesional especializada: autonomista-promocional y asistencialista-prestacional: a) En la intervención autonomista-promocional: la promoción, mantenimiento o restauración de la capacidad de respuesta, de las personas acogidas en la Fundación, para enfrentar las situaciones de malestar social con la suficiente autonomía personal, 180 en términos de: a) superación de problemas y necesidades, b) realización de aspiraciones y finalidades, c) movilización de recursos y posibilidades, y d) reducción de limitaciones y dificultades. b) En la intervención asistencialistaprestacional: la promoción, mantenimiento o restauración de las posibilidades de acceso, de las personas acogidas en la Fundación, a la burocracia administrativa del bienestar social, para satisfacer sus necesidades y cubrir las deficiencias en su calidad de vida, en términos de: a) acceso a la prestación estatal, b) acceso a la prestación comunitaria, c) acceso a la prestación provincial, y d) acceso a la prestación municipal (Conde Megías, 2001, pág. 24). B–Hemos asumido el «principio de constancia de categorías descriptivas de la realidad social», en la medida en que hemos investigado, cualitativa y cuantitativamente hablando, los mismos aspectos descriptivos de la realidad en todos los casos individuales. C–Hemos asumido el «principio de globalidad», estrechamente relacionado con el anterior, en la medida en que hemos investigado el fenómeno de la exclusión social desde una perspectiva integraI, es decir, contemplando la totalidad de los aspectos implicados: materiales, intelectuales, y perceptivoconductuales, según al sistema de variables establecido por el Trabajo Social Experimental en su «Teoría Descriptiva de la Naturaleza de la Realidad Social». D–Hemos asumido el «principio de autoevaluación situacional», en la medida en que hemos aplicado también los principios contenidos en la tesis evolucionista del Trabajo Social Experimental, que son en gran parte innovadores de la metodología de investigación tradicional: Principio de autonomía descriptiva de la realidad social: hemos cambiado el punto de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ referencia descriptiva de la realidad social utilizado en la metodología tradicional, en la medida en que hemos centrado nuestra atención en primer lugar en «la conciencia situacional del ser humano como sujeto activo del bienestar social» (persona acogida), pasando a un segundo lugar «la adversidad manifiesta en su entorno social actual» (situación marginal observable en la actualidad), admitiendo en todo momento el propio discurso descriptivo de cada sujeto experimental. Principio de autonomía interpretativa de la realidad social: hemos cambiado el punto de referencia interpretativa de la realidad social utilizado en la metodología tradicional en relación con la causalidad o esencia primigenia de las diversas situaciones de exclusión social, en la medida en que hemos asumido la perspectiva personal, individual e intransferible, de cada una de los afectados. Para lo cual, como se puede comprobar, hemos comenzado atendiendo a los cuatro «planos de conciencia situacional» que definen su control operativo inicial: a) aspiraciones, objetivos, e intereses personales, b) limitaciones y obstáculos que tendría que salvar para satisfacerlos, c) expectativas respecto a los recursos que podría movilizar y utilizar, y d) actividades y esfuerzos que estaría dispuesto a realizar. A modo de recapitulación de lo expuesto hasta ahora, creemos poder afirmar que, en general, las principales aportaciones del Trabajo Social Experimental al estudio científico de la exclusión social, son básicamente: • Una tesis de partida sólidamente argumentada, que trabaja con el ser humano como verdadero sujeto activo del bienestar, desarrollando sus facultades naturales para evaluar y transformar la realidad social. Lo cual aporta un nuevo prisma desde el que po- der estudiar el fenómeno de la exclusión social: el de la participación personal en la causalidad, en la misma medida que en el control operativo del cambio situacional. También aporta una nueva perspectiva para estudiar los sistemas técnicos adecuados para enfrentar el mismo fenómeno con la suficiente eficacia profesional. • Un sistema teórico válido y original, de producción (y verificación) científica propia, a utilizar como marco de referencia para analizar con la suficiente objetividad la realidad que contextualiza y explica las situaciones particulares de exclusión social. • Un sistema metodológico eficaz para recorrer el proceso investigador de esta misma realidad en la forma más rigurosa, organizada, y, en definitiva «avanzada», que conocemos y que somos capaces de aplicar en la actualidad, desde nuestra especialidad científica y profesional. Por último, a modo de resumen, nos parece interesante reafirmar una vez más nuestro ya expresado convencimiento de que: « ... en el marco de las Ciencias Sociales, el gran descubrimiento del Trabajo Social Experimental es, en el fondo: La utilidad del propio raciocinio del individuo (observador, calculador, creativo y práctico) para realizar objetivos superadores de las situaciones de malestar social, a partir de la autoevaluación de sus necesidades y posibilidades materiales. Los procedimientos técnicos que incrementan esta capacidad natural, como contribución específica al progreso humano y bienestar social en general» (Conde Megías, 1998, pág. 65). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 181 INFORMES 182 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 ROSARIO CONDE MEGÍAS E IGNACIO PEREDA PÉREZ REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 183 INFORMES BIBLIOGRAFÍA – (1999): Gerontología y Trabajo Social, en MANUEL ANDER-EGG, E. (1994): Diccionario del Trabajo Social. Edit. Humanitas. Buenos Aires. Argentina. BOLETÍN INFORMATIVO DE LA FUNDACIÓN ESCUELA DE SOLIDARIDAD (2000): Año 1, nº 1. Julio-Septiembre 2000. Editado por la Fundación Escuela de Solidaridad. Granada. MARTÍN GARCÍA Y RAMONA RUBIO HERRERA (comp.): «Alzheimer, un Nuevo Reto Social en el silgo XXI». Colección «Biblioteca para el Bienestar Social». Edit. Ayuntamiento de Granada, Área del Bienestar Social. Granada. – (2001): Manual para las Prácticas Universitarias de Trabajo Social en las Instituciones Sociales. Edit. Método Ediciones. Granada. CONDE MEGÍAS, R. (1998): Trabajo Social Experimental. Kental. Colección «Políticas de Bienestar Social», nº 4. Edit. Tirant lo Blanch. Valencia. 184 STROBL, W. (1980): Sociología, «Diccionario Rioduero». Ediciones Rioduero. Madrid. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 Nuevos derechos en la Comunidad de Madrid para las personas socialmente excluidas. Breve apunte sobre la Ley de Renta Mínima de la Comunidad de Madrid JOSÉ MARÍA ALONSO SECO * L a Asamblea de Madrid ha aprobado recientemente la Ley 15/2001, de 27 de diciembre, de Renta Mínima de Inserción de la Comunidad de Madrid 1. Una ley que ha sido el resultado convergente de una decisión política tomada al comienzo de la legislatura, con ocasión de la evaluación de los diez años de aplicación del ingreso madrileño de integración (anterior programade renta mínima), de la muy reciente legislación europea sobre protección de las personas socialmente excluidas, de la mejora del bienestar en la sociedad madrileña, de la voluntad manifestada por representantes sindicales y organizaciones empresariales y, especialmente, del deseo de extender, con las necesarias garantías jurídicas, los sistemas públicos de protección social hacia personas que no estaban incluidas en el ámbito protector de la Seguridad Social, en su modalidad contributiva o no contributiva. Estas líneas sólo pretenden ser un glosa escueta –dejo para más adelante el comentario, cuando esté * Viceconsejero de Servicios Sociales. Comunidad de Madrid. 1 La ley ha sido publicada en el B.0.C.M. núm. 310, de 31 de diciembre de 2001. publicado el reglamento de desarrollo de la ley– sobre dicha disposición, y sobre el alcance que tiene en el contexto de la protección social pública 2. Que la Comunidad de Madrid promulgue una ley sobre renta mínima no significa, en principio, una especial novedad en relación con otros ordenamientos autonómicos. Con anterioridad otras comunidades autónomas habían legislado también sobre la materia 3. Pero quizá sea esta reciente ley de la Comu- 2 Estas líneas han de entenderse como complemento al análisis de rentas mínimas de inserción autonómicas que ya hice en el libro La asistencia social y los servicios sociales en España, Madrid, 2000, BOE, 2ª ed., págs. 431-487. Me remito a él para un análisis conjunto de la normativa autonómica al respecto. 3 Así, por ejemplo, Aragón, Ley 1/1993, de 19 de febrero, de medidas básicas de inserción y normalízación social; Asturias, Ley 6/1991, de 5 de abril, del Ingreso Mínimo de Inserción; Castilla-La Mancha, Ley 5/1995, de 23 de mayo, de Solidaridad en Castilla-La Mancha; Cataluña, Ley 10/1997, de 3 de julio, de la Renta Mínima de Inserción; Galicia, Ley 9/1991, de 9 de octubre, Gallega de Medidas Básicas de Inserción Social, modificada por la Ley 1/1999, de 5 de febrero; Navarra, Ley Foral 9/1999, de 6 de abril, para un Carta de Derechos Sociales; País Vasco, Ley 10/2000, de 27 de diciembre, de Carta de Derechos Sociales. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 185 INFORMES nidad de Madrid la que, además de elevar de rango normativo su anterior reglamentación, refleje de manera más visible la existencia de un derecho personal, inserto en la categoría de los llamados derechos subjetivos perfectos, a una prestación económica periódica, así como el derecho a apoyos personalizados para la inserción de quienes, queriendo y no pudiendo trabajar por la situación de exclusión social en que se encuentran, están situados en la marginalidad y en la pobreza. La Seguridad Social se había ocupado, mediante el establecimiento de las pensiones no contributivas de invalidez y de jubilación, así como del subsidio de desempleo, de la asistencia a las personas inactivas laboralmente por causa de la discapacidad, de la edad, o de la pérdida del puesto de trabajo. Quedaba un sector de población, heterogéneo y de composición compleja, que, aun estando en edad laboral, no accedía al mercado laboral a causa de los impedimentos de una exclusión educativa, social, laboral, económica en general. Para ellos las comunidades autónomas habían establecido prestaciones temporales de renta mínima (llamadas al comienzo en lenguaje común, con bastante impropiedad, «salarios sociales»), concebidas por lo general como auxilios económicos para necesidades básicas mientras pudieran encontrar empleo remunerado. Madrid fue una de las primeras comunidades autónomas en establecer dichas prestaciones, en 1990, por Decreto, que fue objeto de modificación parcial en 1992 4. Lo que acaba de hacer ahora no ha sido una modificación, sino una reforma sustancial de aquella norma, con dimensión de futuro, estableciendo una nueva prestación de derecho subjetivo. Tiene la intención explícita de ir cerrando el sistema público de protección so- 4 La importancia que tuvo la Comunidad de Madrid en el inicio de la implantación de prestaciones de renta mínima para la inserción sociolaboral ha sido puesta de relieve por varios autores. Entre ellos véase MARTÍNEZ ROMÁN, M.A., «Política social, pobreza y exclusión social», en ALEMÁN BRACHO, C., GARCÉS FERRER, J. (Coord.) Política Social, McGraw-Hill, Madrid, 1997, pág. 498. 186 cial para los pobres y excluidos que quedaban fuera de él, y también para quienes no tenían cabida en los sistemas públicos estatales por no reunir todos los requisitos exigidos, hasta tanto cumplan estos últimos. La promulgación de la ley que se comenta viene precedida de una amplia experiencia de diez años en la aplicación del ingreso madrileño de integración, y de una notable expansión social y económica en la Comunidad de Madrid, cuyo factor más visible ha sido la progresiva creación de empleo 5. Por una parte ha existido una intención pretendida y manifiesta, impulsada también por las organizaciones sociales presentes en el Consejo de Madrid para el Desarrollo, el Empleo y la Formación, para que el cambio social alcance al sector de las personas socialmente excluidas, al igual que al de las personas mayores, con discapacidad, infancia y al de otros ámbitos de los servicios sociales. Por otro lado, el significativo crecimiento del empleo en la Comunidad de Madrid, generado por constantes políticas activas de empleo, ha hecho posible estos cambios. El empleo ha producido mayor riqueza, ésta ha aumentado el bienestar social, pero a la vez se ha hecho patente la necesidad de establecer, desde la Administración, medi- 5 La evaluación de los diez años de aplicación del ingreso madrileño de integración se contiene en una publicación de carácter interno, Memoria de gestión 1999 del Programa Ingreso Madrileño de Integración (IMI), Consejería de Servicios Sociales, Madrid, 2000. Publicación indispensable para conocer el desarrollo histórico de esta prestación en la Comunidad de Madrid. Sin duda su mejor conclusión fue la decisión de la propia Consejería de encargar un nuevo estudio sobre la exclusión social en la Comunidad de Madrid, que ha dado como resultado, además de un importante estudio sociológico elaborado por expertos, la aprobación de la Ley que ahora se comenta y del Plan contra la Exclusión Social de la Comunidad de Madrid, de próxima publicación. Véase dicho estudio en AGUILAR, M., LAPARRA, M., PÉREZ, B., Investigaciones de base para la elaboración del Plan de Lucha contra la Exclusión Social en la Comunidad de Madrid, Universidad Pública de Navarra y Consejería de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid, septiembre de 2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ MARÍA ALONSO SECO das que eliminen el desarraigo, la exclusión social, pues elemento indispensable del bienestar es la existencia de cohesión social, la vertebración de una sociedad sin diferencias demasiado ostensibles, y porque, en definitiva, una sociedad que tiende al pleno empleo pone más en evidencia sus carencias cuando en su seno subsisten personas cuya pobreza las sitúa en una vulnerabilidad indefensa 6, cuando el Estado de Bienestar se encuentra con nuevos «Estados del malestar», utilizando la expresión de Alemán Bracho y García Serrano 7. Ha influido, asimismo, la reciente evolución normativa europea sobre la materia, a la que la Comunidad de Madrid ha venido prestando singular atención en su desarrollo para adaptar su legislación al entorno jurídico europeo del que nunca puede prescindir. Cabe recordar, al respecto, el impulso que se Como acertadamente se dice en el Segundo Informe sobre la cohesión económica y social en la Unión Europea, «la cuestión de la cohesión social ha sido un motivo de creciente preocupación en los últimos años. Las diferencias entre los grupos sociales y la dispersión global de la renta parece que aumentaron en los años 80 y principios de los 90, lo cual suele atribuirse a las tendencias económicas, en particular, a la globalización, al aumento de la competencia en los mercados mundiales, a la revolución de la información y a la consiguiente reestructuración de la economía, así como a las tendencias demográficas y a los cambios de la sociedad. Parece que esta tendencia se ha desacelerado o incluso se ha invertido desde mediados de los años 90, pero las disparidades entre los grupos sociales continúan siendo inaceptablemente altas». Añade asimismo que, en la Unión Europea, existen seis grupos de personas que corren especiales riesgos de tener un nivel de renta inferior al umbral de la pobreza: los parados, las familias monoparentales, las personas que tienen un bajo nivel de estudios, los jubilados, las familias numerosas y las personas en edad activa que tienen empleo. véase COMISIÓN EUROPEA, Unidad de Europa, Solidaridad de los pueblos, Diversidad de los territorios. Segundo informe sobre la Cohesión económica y social, vol. 1, Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, Bélgica, 2001, págs. 23 a 27. 7 ALEMÁN BRACHO, C., GARCIA SERRANO, M., Fundamentos de bienestar social, Tirant lo Blanch, Valencia, 1999, pág. 26. 6 dio a la lucha contra la exclusión social en el Consejo Europeo de Lisboa, en marzo de 2000, y especialmente las modificaciones introducidas en el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea por el Tratado de Niza de 26 febrero de 2001 8. Mención especial de- Tras convertir la lucha contra la exclusión social en uno de los objetivos de la política social de la Unión Europeo, el Consejo Europeo de Lisboa admitió la necesidad de adoptar medidas contundentes para erradicar la pobreza en el primer decenio del siglo XXI. Admitió también que las políticas de los Estados miembros para combatir la exclusión social deberían fundamentarse en un método abierto de coordinación que combine objetivos comunes, planes nacionales de acción, y un programa presentado por la Comisión Europea para promover la cooperación en este ámbito. El Tratado de Niza, siguiendo la línea ya iniciada con anterioridad por el Tratado de Anisterdam de 2 de octubre de 1997, modifica el artículo 137 del Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea, que pasa a tener la siguiente redacción: «Para la consecución de los objetivos del artículo 136, la Comunidad apoyará y completará la acción de los Estados miembros en los siguientes ámbitos: ... h) la integración de las personas excluidas del mercado laboral, sin perjuicio del artículo 150.... j) la lucha contra la exclusión social ... ». Esta disposición ha motivado que cada Estado miembro haya elaborado su Plan nacional de acción contra la pobreza y la exclusión social, en el que se recogen sus prioridades en la lucha contra la pobreza en un período de dos años; incluyen, asimismo, una descripción detallada de las medidas políticas aplicadas o previstas para cumplir los objetivos comunes de la Unión Europea. En Niza todos los Estados miembros se comprometieron a desarrollar sus prioridades políticas en la lucha contra la pobreza y la exclusión social en el marco de cuatro objetivos acordados: 1) permitir que todo el mundo tenga acceso al empleo y se beneficie de los recursos, los derechos, los bienes y los servicios; 2) prevenir los riesgos de exclusión; 3) ayudar a los más vulnerables; y 4) movilizar a todas las fuerzas del sector. Una descripción sobre el estado de cumplimiento de los objetivos acordados puede verse en el Informe conjunto sobre la integración social, del CONSEJO DE LA UNIÓN EUROPEA, Bruselas 12 de diciembre de 2001. Según se dice en el preámbulo del mismo, se trata del primer documento político sobre la pobreza y la exclusión social que respalda la Unión Europea. Ha de apuntarse, en cualquier caso, que este nuevo enfoque de la política social europea, que persigue la conquista de una mayor cohesión social dentro de la Unión, no puede deslindarse de su interacción con la estrategia por el empleo; de hecho, la mayoría de los Estados miembros 8 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 187 INFORMES be hacerse también a lo dispuesto en el artículo 34 de la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, según el cual el ciudadano de la Unión Europea tiene el derecho a un apoyo social para combatir la exclusión social y la pobreza, con el fin de garantizarle una existencia digna 9. Lo primero que cabe manifestar sobre la Ley que se comenta es la oportunidad de su promulgación. La Comunidad de Madrid se encuentra inmersa en un proceso evidente de transformación de sus servicios sociales. No sólo se ha creado una Consejería específica para el sector, o se han aumentado de manera muy notable los créditos, sino que, por la vía de los hechos más que de la promulgación de normas legales, y sobre la base de un genuino concepto de lo que significa la noción de cambio social adaptado a cada circunstancia y a cada momento, se están revisando las distintas actuaciones que se llevan a cabo en los distintos ámbitos que constituyen las materias específicas de los servicios sociales: personas mayores, personas con discapacidad, infancia y familia, inmigración, personas en situación o con riesgo de exclusión, y similares. En la Comunidad de Madrid se está produciendo un cambio sustancial en la concepción, dinámica y desarrollo de los servicios sociales. Sigue vigente la Ley de Servicios Sociales de 1984, modelo en su día para otras leyes autonómicas del ramo, pero la realidad social desborda ya los planteamientos presentes en ella; el dinamismo que se está dando a dicha transformación ha hecho que reconocen, en sus planes contra la pobreza y la exclusión social, el papel fundamental de las directrices de empleo en la lucha contra la exclusión. 9 La Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea es un documento proclamado conjuntamente por el Parlamento Europeo, el Consejo y la Comisión, en Niza, el 7 de diciembre de 2000. No ha sido objeto todavía de ratificación por los países miembros, pero marca, sin embargo, una tendencia cierta en el ámbito del Derecho comunitario. De ahí su oportunidad de su referencia, al igual que el Tratado de Niza, en la exposición de motivos de la Ley. 188 se haya dado primacía a la normación por vía reglamentaria. Las políticas de servicios sociales en sus ámbitos más característicos tienen su soporte en Planes administrativos plurianuales, aprobados buena parte de ellos en la Asamblea de Madrid, los cuales no son meras declaraciones de principios, sino que contienen objetivos específicos, medidas concretas, evaluables, cuantificadas anualmente. Basta, para comprobarlo, con dirigir una mirada al Plan de Mayores de la Comunidad de Madrid (1998-2006), al Plan de Acción para Personas con Discapacidad (1999-2003), al Plan Regional para la Inmigración (20012003), al Plan contra la Exclusión Social (2002-2005), al Plan Estratégico de Servicios Sociales (2001-2003), al Plan de la Infancia, el III Plan de Igualdad Hombre Mujer, al próximo Plan de Cooperación al Desarrollo. Por todo ello es de gran oportunidad que una innovación tan profunda, como supone la nueva atención social que se va a dar a las personas excluidas socialmente, se rija por una Ley, por ser el instrumento más idóneo para regular derechos, sin perjuicio de que exista también un Plan de Lucha contra la Exclusión Social. Innecesario es decir que, junto a esa acción decidida por cambiar modos de actuación para que los servicios sociales respondan a las necesidades del momento, se encuentra también, y muy especialmente, la promulgación de leyes y reglamentos de desarrollo que sirvan de soporte jurídico a las acciones emprendidas, y que otorguen a los servicios sociales de la Comunidad de Madrid una configuración consistente y sólida como sistema jurídico público 10. 10 Ha de reiterarse, a fin de deshacer cualquier posible equívoco, que esta necesidad de conferir un soporte legal adaptado a nuestros tiempos constituye una de las tareas prioritarias de la Consejería de Servicios Sociales, pues trata de conseguir lo que siempre debe acometer una Administración pública, la consecución de un sistema jurídico público de servicios sociales, residenciado en el ámbito competencial de la comunidad autónoma de conformidad con las competencias constitucional y estatutariamente atribuidas. Se actúa, ciertamente, a través de una gestión incesante que persigue REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ MARÍA ALONSO SECO Entrando ya en el análisis de fondo de la ley aprobada, hay que decir, antes de seguir con cualquier otra consideración, que no se trata sólo de una norma legal que conceda una prestación económica reglada. Reconoce, aunque con distinta intensidad jurídica, dos derechos diferenciados, aunque lógicamente uno y otro pueden, y en la generalidad de las ocasiones también deben, conexionarse entre sí. El primero es el derecho a una prestación económica periódica a la que, por seguir el nombre más común en la actual doctrina jurídico-social, se la llama renta mínima de inserción. El segundo es el derecho a apoyos personalizados para la inserción laboral y social. Los dos títulos principales de la Ley se refieren, precisamente, a regular cada uno de dichos derechos11. La renta mínima de inserción es una prestación económica periódica, subsidiaria y complementaria de las prestaciones del Siste- resultados, pero sin olvidar en absoluto que deben existir normas de rango suficiente que sustenten y den permanencia a esa gestión. A tal efecto se están elaborando, para su aprobación en el año 2002, una nueva Ley de Servicios Sociales, una nueva Ley de Control y Calidad en Centros de Servicios Sociales, y una Ley de Protección a la Familia, a las que seguirán de inmediato sus correspondientes reglamentos de desarrollo. 11 El establecimiento de rentas mínimas autonómicas comenzó en sus inicios dando una gran preponderancia a una prestación económica de carácter temporal, que estaba asociada, en todos los sistemas, a la ejecución por el perceptor de aquélla de las medidas de inserción social, dirigidas fundamentalmente a la formación y búsqueda de empleo. La evolución en su aplicación hizo que un importante sector de la doctrina social abogara por la conveniencia de separar la prestación económica de las medidas de inserción social, en cuanto derechos de distinta naturaleza y distinta aplicación. Así lo recomendaba también el CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, en su informe sobre La pobreza y la exclusión social en España, de 2 7 de noviembre de 1996, cuando afirmaba: «El CES entiende que el derecho a unos recursos mínimos debe constituir un derecho pleno, exigible cuando se cumplan los requisitos para su concesión, y configurarse en la doble acepción de derecho a unos ingresos mínimos y derecho a la inserción social» (pág. 92). ma de la Seguridad Social u otro régimen público de protección social sustitutivo o equivalente (clases pasivas del Estado, mutualismo administrativo de los funcionarios de la Administración del Estado, pensiones especiales de guerra, pensiones extraordinarias motivadas por actos de terrorismo, sistemas de protección de grupos específicos) 12. Se la llama renta mínima porque su finalidad es atender las necesidades básicas de subsistencia de la persona que la recibe, y ha de cumplir, según se señala explícitamente en la Ley, la misma finalidad de la obligación de alimentos entre parientes establecida en el artículo 142 y concordantes del Código Civil, pero sin que sustituya, extinga o modifique en modo alguno a ésta (art. 3). Se la apellida «de inserción» porque su finalidad es 12 No ignoro la tendencia de un sector doctrinal a considerar las prestaciones autonómicas de renta mínima como materia de Seguridad Social. Lo he analizado con cierto detenimiento en La asistencia social y los servicios sociales en España, págs. 112 a 122. A los autores allí mencionados he de añadir ahora, aunque utilice las mismas fuentes de referencia, el criterio de GARCÍA ROMERO, M.B., Rentas mínimas garantizadas en la Unión Europea, CES, Colección Estudios, Madrid, 1999, págs. 260 a 277. Sigo sosteniendo, no obstante, que el hecho de que la Seguridad Social deba tener, entre otras, una explícita connotación asistencial según lo establecido en el artículo 41 de la Constitución, no justifica por sí solo que las rentas mínimas autonómicas deban formar parte del sistema de Seguridad Social. La asistencia social es una noción jurídica válida en sí misma, cuya diferencia con la de Seguridad Social se encuentra claramente establecida por el Tribunal Constitucional. Nada obsta para que Estado y comunidades autónomas confluyan sobre realidades diferentes de una misma materia, sobre todo cuando la asistencia social es competencia propia y exclusiva de las comunidades autónomas. Que las prestaciones de Seguridad Social constituyan derechos subjetivo y que las de asistencia social deban ser residuales me parece minorar la función de la nueva asistencia social alumbrada por la Constitución. Por todo ello, me parece muy acertado que la Comunidad de Madrid, bajo el título competencial de asistencia social que le corresponde por derecho propio, haya establecido unas prestaciones exigibles en Derecho, subsidiarias y complementarías no residuales de las de Seguridad Social. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 189 INFORMES conseguir la integración social y laboral de la persona perceptora. Es decir, no se trata de una prestación más de asistencia social, sino de una prestación económica que se encuentra condicionada a la inexistencia de personas obligadas civilmente a prestar alimentos (noción jurídica en la que se incluyen el sustento, la habitación, el vestido, la asistencia médica, así como la educación del alimentis ta mientras sea menor de edad y aun después, cuando no haya terminado su formación por causa que no le sea imputable), y a la inexistencia de derecho a prestaciones de la Seguridad Social o de otro régimen público sustitutivo o equivalente (art. 4). En este último sentido ha de decirse, con verdadera propiedad, que esta prestación viene a cerrar los sistemas públicos estatales de protección social, en la medida que situaciones de vulnerabilidad no cubiertas por éstos conforman los supuestos de hecho de aplicación de la Ley aprobada: personas en situación de desvalimiento que no tienen derecho a prestaciones no contributivas de la Seguridad Social, personas en edad laboral que no pueden trabajar y que son víctimas de la exclusión social. En definitiva, aquellas personas que se encuentran en situación de pobreza severa y extrema 13. 13 AYALA CAÑÓN analiza las tres principales opciones para el establecimiento de un nuevo modelo de rentas mínimas: la profundización en los modelos contributivos tradicionales mediante la introducción de una mayor selectividad en las prestaciones, la transformación radical de los programas de mantenimiento de rentas a través de la incondicionalidad, o, como vía intermedia, la apuesta por un modelo de rentas mínimas que enfatice las medidas activas de inserción, combinado con ciertos cambios en el sistema de Seguridad Social (AYALA CAÑÓN, L., Las rentas mínimas en la reestructuración de los Estados de Bienestar. Un análisis económico desde una perspectiva comparada, CES, Colección Estudios, Madrid, 2000, págs. 75 a 85). Siguiendo ese esquema, ha de decirse que la ley promulgada por la Comunidad de Madrid no ha optado por un modelo contributivo, ya que la prestación de renta mínima de inserción que establece no es de base previsional o aseguradora; tampoco se ha decidido por la incondicionalidad, pues la renta mínima no se concede a todo ciu- 190 Pero la ley ha dado un paso más adelante, al incluir, junto al principio de subsidiariedad respecto de prestaciones económicas públicas, el de complementariedad respecto de los recursos económicos de que se disponga (art. 4.3). De este modo la subsidiariedad con relación a unas prestaciones no equivale a incompatibilidad con la percepción de ellas, hecho que ocasionaría problemas concretos de dificil y posiblemente injusta solución. Por otra parte, se confiere a la prestación su sentido genuino de renta mínima, pues mientras la subsidiariedad supone que no puede percibirse la renta mínima de inserción mientras se tenga derecho a otra prestación pública, la complementariedad opera sobre todo tipo de recursos económicos, y limita la concesión de la prestación sólo hasta el importe al que alcance la diferencia entre los recursos económicos disponibles y la cuantía que corresponda de la prestación de renta mínima. Así pues, las prestaciones de asistencia social que otorgan las comunidades autónomas, adquieren una dimensión impensable hace tan sólo unos años, porque tiene carácter complementario de las prestaciones estatales. Estas últimas llevan camino de quedar configuradas como prestaciones básicas, mientras que la asistencia social de las comunidades autónomas no se reduce sólo a proteger situaciones paliativas, generalmente de emergencia social, sino que también puede complementar, en la medida que así lo decidan sus respectivos legisladores, la cuantía de las prestaciones estatales. Esto puede suceder, especialmente, en relación con las pensiones no contributivas de la Seguridad Social y con el subsidio de desempleo en sus diversas formas, si su importe es inferior al que las comunidades autónomas puedan establecer como dadano por el hecho de serlo, sino que exige como requisito ineludible la comprobación de recursos o prueba de la necesidad. Ha elegido la vía de una renta mínima de inserción porque, utilizando palabras del citado autor, «vincula la cobertura del riesgo de pobreza a la provisión de medios para mantener los vínculos con el mercado de trabajo» (pág. 85). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ MARÍA ALONSO SECO renta mínima. ¿Significa, de algún modo, la quiebra del principio de igualdad de todos los españoles en el ejercicio de los derechos que reclamaría la aplicación del artículo 149. 1. 1ª de la Constitución?. Esta pregunta no tiene fácil respuesta, y sólo queda aquí apuntada, pues analizarla desbordaría el alcance limitado de estas páginas. La prestación económica de renta mínima se configura como un derecho personal (art. 9.1), pero se otorga en beneficio de todos los miembros de la unidad de convivencia que ha constituido el usuario (art. 5). Aun siendo un derecho personal no pierde, sin embargo, ese carácter familiar que ha presidido desde sus inicios la regulación de las rentas mínimas en los distintos ordenamientos autonómicos 14. El hecho que mejor denota ese carácter es la diferente cuantía de la prestación en función del número de miembros de la unidad de convivencia (art. 10.1). Nótese que este aspecto no aparece tan explícito en las pensiones no contributivas de la Seguridad Social, en las que la unidad de convivencia –unidad económica es su nombre exacto en dichas prestaciones– se toma como referencia para el cómputo de ingresos que determinen si existe o no necesidad, pero no para determinar cuantía de la prestación. En la renta mínima de inserción de la Comunidad de Madrid, el reconocimiento del derecho, y sus correlativas obligaciones, recae en quien ostenta la titularidad de la unidad de convivencia, pero es esta última en definitiva la destinataria de la renta mínima. Al tratarse de un derecho personal, los requisitos exigidos son fundamentalmente de índole personal. El primero de ellos es el de residencia legal. Se ha abandonado el requisito de nacionalidad, presente en la anterior La existencia del citado carácter familiar en los distintos sistemas autonómicos puede verse en ALONSO SECO, J.M.; GONZALO GONZÁLEZ, B., La asistencia social y los servicios sociales en España, 2ª ed., B.O.E., Madrid, 2000, pág. 448 y sigs. 14 regulación del ingreso madrileño de integración, para exigir únicamente el de residencia legal en la Comunidad de Madrid, aspecto que marca una importante inflexión y que permitirá mitigar situaciones de exclusión social de personas no nacionales, y sus respectivas unidades de convivencia, que se encuentran en la Comunidad de Madrid en situación administrativa regular; en este sentido, la nueva regulación puede, y debe, servir de estímulo eficaz para solventar las necesidades básicas mientras dichas personas encuentran empleo. En este punto se ha seguido el criterio de las pensiones no contributivas de la Seguridad Social, para las que no se exige el requisito de nacionalidad, sino el de residencia legal en territorio nacional, requisito que se acredita mediante la residencia efectiva en el domicilio legal 15. Aunque la residencia legal suele predicarse, por lo común, respecto de los extranjeros, dado que los españoles, en virtud de lo establecido en los artículos 19 y 139.2 de la Constitución tienen derecho a elegir libremente su residencia y a circular por el territorio nacional, no obstante, la noción de residencia legal, por la conexión que en algunos casos pueda tener con la de domicilio legal, puede ser aplicable también en determinadas ocasio- 15 Véanse los artículos 144. 1.b), para la pensión no contributiva de invalidez, y el artículo 167.2, -Para la pensión no contributiva de jubilación, ambos de la Ley General de la Seguridad Social. También el artículo 10 del Real Decreto 357/1991, de 15 de marzo. Es nota común, por otra parte, en los ordenamientos autonómicos que tienen regulada la renta mínima por Ley. También lo es en aquellos cuya regulación se rige por Decreto, pero el problema de estos últimos es que la Ley de Servicios Sociales correspondiente suele exigir la nacionalidad junto con la residencia. En cualquier caso, en la Comunidad de Madrid se ha seguido la tónica dominante y más reciente de exigir sólo la residencia legal. No tendría, por lo demás, mucho sentido el requisito de la nacionalidad, pues a los extranjeros que tienen residencia legal en España se les reconocen, en materia de servicios sociales, los mismos derechos que a los españoles, conforme a lo dispuesto en la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, art. 14.2. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 191 INFORMES nes a los nacionales 16. Al requisito de residencia legal se le añade también el de empadronamiento en un municipio de la Comunidad de Madrid y la residencia efectiva por el tiempo que se determine reglamentariamente, nunca inferior al año inmediatamente anterior a la formulación de la solicitud. Los restantes requisitos se refieren, en primer lugar, a la edad, que se establece entre el rango de veinticinco años y sesenta y cinco años, aunque se regulan importantes excepciones, relativas a personas por debajo o por encima de dicho rango que carecen de recursos económicos y necesitan, por su vulnerabilidad, la prestación económica de renta mínima al no tener derecho a otra de la Seguridad Social. La constitución de una unidad de convivencia es otro de los requisitos exigidos, aunque relativo porque también una persona que vive sola puede formar unidad de convivencia. ¿sta se define en la ley como la formada por la persona solicitante y quienes viven con ella en una misma vivienda o alojamiento, ya sea por unión matrimonial o unión de hecho, por parentesco de consanguinidad o afinidad hasta el cuarto y segundo grado respectivamente, por adopción, tutela o acogimiento familiar 17. No tienen la considera- 16 Los funcionarios públicos, por ejemplo, deben residir en el término municipal donde radique la oficina, dependencia o lugar donde presten sus servicios (Ley de Funcionarios Civiles del Estado, 1964, art. 77.1). 17 En la evolución de los ordenamientos autonómicos, primero se puso el énfasis en la unidad familiar, más tarde en la unidad de convivencia; existían también otras nociones como la de hogar. Por lo general, la unidad de convivencia era considerada como la constituida por dos o más personas unidas por matrimonio u otra relación estable análoga a la conyugal. En la ley que se comenta se mencionan a las uniones matrimoniales y a las uniones de hecho, con independencia de otras personas vinculadas con los solicitantes por razón de parentesco, afinidad, adopción, tutela o acogimiento. Téngase en cuenta, al respecto, que la Comunidad de Madrid ha aprobado la Ley 11/2001, de 19 de diciembre, de Uniones de Hecho de la Comunidad de Madrid, la cual reconoce jurídicamente como tales «a las personas que convivan en pareja, de forma libre, públi- 192 ción de alojamiento, a efectos de constituir unidad de convivencia, los establecimientos colectivos de titularidad pública de estancia permanente. Se contempla, asimismo, la posibilidad de que, dentro de una unidad de convivencia, puedan existir, excepcionalmente, otras unidades de convivencia independientes; esta previsión de la norma se ha pensado para aquellas familias monoparentales, y situaciones análogas, que mantienen independencia de la unidad de convivencia acogedora. Se trata también de una medida innovadora, con claro afán protector del núcleo familiar. La carencia de recursos económicos es requisito imprescindible para el acceso a la prestación económica. El baremo que se establece en la ley toma como referencia la cuantía de las pensiones no contributivas de la Seguridad Social, y tiene en cuenta también otras variables, en especial el número de integrantes de la unidad de convivencia; concede distinto tratamiento a los miembros que sean titulares de pensiones públicas. Si el valor del patrimonio de la unidad de convivencia fuera superior al que se establezca en el reglamento de desarrollo de la ley, se considera que existen suficientes recursos económicos. La carencia de recursos, en suma, o que la prestación se encuentre sometida a prueba de necesidad, sigue siendo característica esencial de la renta mínima de inserción regulada en la Comunidad de Madrid, lo cual la aleja del modelo de renta mínima garanti- ca y notoria, vinculadas de forma estable, al menos durante un tiempo ininterrumpido de doce meses, existiendo una relación de afectividad, siempre que voluntariamente decidan someterse a la misma mediante la inscripción en el Registro de Uniones de Hecho de la Comunidad de Madrid» (art. 1.1). La Ley de Renta Mínima de Inserción, sin embargo, no establece expresamente que las uniones de hecho citadas deban referirse necesariamente a las que regula la Ley 11/2001, de 19 de diciembre, aunque probablemente ésa fuera su intención, ya que la expresión «unión de hecho» fue objeto de enmienda parlamentaria mientras se tramitaban en la Asamblea de Madrid ambas leyes. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ MARÍA ALONSO SECO zada universal, o incondicionada según la terminología utilizada por otros autores. El importe de la prestación de renta mínima de inserción se establece por la Ley de Presupuestos Generales de la Comunidad de Madrid (art. 10.2), y varía en función de los miembros de la unidad de convivencia, como ya se dijo antes. Para el ejercicio 2002 se fija en 293,86 euros el importe de la prestación mensual básica de la renta mínima, en 73,47 euros la cuantía por el primer miembro adicional de la unidad de convivencia, y 44,08 euros por cada uno de los miembros restantes. Al importe de la prestación se le descuentan los ingresos que tenga el beneficiario (art. 10.3). Se sigue, en ambos aspectos, el mismo criterio que el existente para las pensiones no contributivas de la Seguridad Social. En ningún caso puede ser superior al salario mínimo interprofesional, en cómputo mensual, vigente en cada momento (art. 10.4), criterio equivalente con el establecido para los subsidios de desempleo. Se hace hincapié en estas comparaciones porque ha sido intención del legislador no crear distorsiones entre prestaciones asistenciales, las de la Seguridad Social y la de renta mínima, que cumplen finalidades similares. La renta mínima deja de tener carácter temporal; la ley, al respecto, tiene una dicción inversa a la existente hasta ahora: la prestación no se agota transcurrido cierto tiempo, sino que se prolonga su percepción mientras el titular reúna los requisitos establecidos para su concesión. Innecesario es decir que se trata, también, de una modificación verdaderamente sustantiva de la prestación. Tomando como modelo el sistema de prestaciones asistenciales por desempleo, la suspensión y extinción de la renta mínima de inserción proceden cuando concurren las causas tipificadas legalmente, o bien cuando se incumplen las obligaciones establecidas por la ley. Ahora bien, la responsabilidad en el incumplimiento de las obligaciones tiene que ser determinada, según lo dispuesto en la ley, mediante la apertura de expediente sancionador. La ley se preocupa, al efecto, de tipificar las infracciones y sus correspondientes sanciones. Se trata de una importante modificación con respecto al sistema anterior; ya no puede decirse que la extinción en la percepción de la prestación constituya un acto discrecional de la Administración, sino perfectamente reglado, al igual que lo es –ya lo era anteriormente– el procedimiento de concesión. Pasando, en este breve repaso por la ley promulgada, al segundo de los derechos que reconoce, el de apoyos personalizados para la inserción laboral y social, prestación de carácter técnico, servicio social en el sentido más propio de esta noción, ha de decirse, en primer lugar, que se exige como requisito único el de residencia habitual en la Comunidad de Madrid. Ello comporta que los extranjeros, aunque no tengan aún residencia legal, pueden recibir estas prestaciones, lo cual no se opone a lo establecido en la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, de derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social 18. EI derecho a esos apoyos personalizados para la inserción ha de quedar plasmado en un documento, el 18 Conviene recordar que el artículo 14. 3 de dicha Ley establece que los extranjeros, cualquiera que sea su situación administrativa en España, tienen derecho a los servicios y prestaciones sociales básicas. En el concepto de servicios sociales básicos, de base, generales, comunitarios o de atención primaria, términos sinónimos en la legislación autonómica sobre acción social y servicios sociales (en la Ley de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid reciben el nombre de servicios sociales generales) tienen cabida los apoyos personalizados para la inserción a que se refiere la Ley de Renta Mínima de Inserción, aunque no se quedan reducidos a él, pues cuando los apoyos para la inserción se refieren a medidas de salud, educativas y de inserción laboral, son de aplicación también otros artículos de la mencionada Ley. En cualquier caso, una de las tareas de la nueva Ley de Servicios Sociales ha de consistir, sin duda, en articular la oportuna correspondencia entre los derechos sociales que reconoce la Ley de Renta Mínima de Inserción, la de Servicios Sociales, con la específica para extranjeros. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 193 INFORMES programa individual de inserción. A diferencia de lo que ha sido pauta bastante general en la normativa autonómica, por influencia directa del revenu minimum d’insertion francés de 1988, que establecía un contrato de inserción, la regulación madrileña ahora aprobada abandona la noción de contrato, dado que este instituto jurídico no es de aplicación a lo que se quería significar con el antes llamado contrato de inserción o de integración 19. En su lugar se habla de programa de inserción, elaborado por el centro municipal de servicios sociales, salvo supuestos excepcionales, y que ha de contar con la participación y consentimiento del usuario. Al contrario de lo que sucedía en la anterior regulación del ingreso madrileño de integración, y de la normativa general presente en los ordenamientos autonómicos, se trata de un derecho que no necesariamente va unido a la percepción de la prestación económica de renta mínima. Sin embargo, a quienes son titulares de ésta se les obliga a realizar un pograma individual de inserción (art. 31.3), a no ser que por las especiales circunstancias personales o de la unidad de convivencia concurrentes al efecto se considere que no tiene viabilidad su realización (art. 33.2), en cuyo caso se concede únicamente la prestación económica sin quedar vinculada a la realización de medidas de inserción social. La propia ley crea una Comisión de Valoración cuya finalidad es determinar los beneficiarios de la prestación de renta mínima de inserción que, a causa de sus especiales circunstancias personales y 19 «En nuestro país es claro que el denominado contrato de inserción no es un contrato en sentido estricto. En efecto, no existe vínculo causal entre las diferentes prestaciones, ni verdadera reciprocidad, ni interdependencia de las obligaciones ( ... ) el beneficiario de la prestación no asume de ningún modo la posición de obligado a una contraprestación, es decir, la realización por éste de las acciones orientadas a su inserción no son la contrapartida de la percepción del ingreso mínimo, por lo que no nos encontramos ante una relación sinalagmática» (GARCÍA ROMERO, M.B., op. cit., pág. 338). 194 sociales, deban quedar exentos de la obligación de realizar el programa de inserción (art. 42). El contenido del programa individual de inserción consiste en reuniones periódicas para el seguimiento de la situación social de la persona, participación en programas de los servicios sociales dirigidos a la promoción personal o social y en programas de formación, reconversión profesional y empleo, acceso a servicios de salud, educación, búsqueda de empleo adecuado, escolarización de los hijos en los niveles educativos obligatorios y, en general, cuantas acciones vayan dirigidas a prevenir la exclusión social. En este punto la ley sólo traza grandes rasgos. El Reglamento de desarrollo, cuyo proyecto ya ha sido objeto de elaboración, contiene una descripción mucho más minuciosa de estas acciones, hasta el punto de que va a constituir el eje vertebral normativo de la actuación de los servicios sociales municipales en lo que se refiere a servicios sociales de apoyo a la integración social. La ley se refiere también a medidas complementarias, tales como los proyectos de integración, consistentes en actividades organizadas, promovidas por Corporaciones locales o entidades sociales sin ánimo de lucro, dirigidas a la promoción personal de un grupo de personas, Planes contra la Exclusión, el primero de los cuales, a nivel autonómico, ya ha sido aprobado por el Consejo de Gobierno el mismo día de promulgación de la ley; contiene medidas de carácter transversal en materia de sanidad, educación, empleo, vivienda y servicios sociales. Distribuye las competencias que, sobre la materia, tienen la comunidad autónoma y los ayuntamientos, y crea, además de la ya citada Comisión de Valoración otras de Seguimiento y de Coordinación. Prevé también la firma de convenios de reciprocidad con otras comunidades autónomas. En suma, la Comunidad de Madrid, en línea con la política de mejora de su sistema REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 JOSÉ MARÍA ALONSO SECO de servicios sociales, y con el ánimo de establecer progresivamente derechos en lo que antaño eran concesiones económicas o, como mucho, subvenciones de carácter graciable que no podían sustraerse a la discrecionalidad administrativa, ha dado un paso decisivo para incorporar al sistema público de protección social a las personas económicamente débiles, a los excluidos socialmente, a las personas sin hogar, a las mujeres víctimas de la violencia de género que no pueden liberarse por falta o insuficiencia de recursos económicos, a las familias monoparentales con carencia de medios, a los desempleados de larga duración, a las personas mayores desprovistas de sistema jurídico de protección. Lo ha hecho a través de un proceso participativo, modélico por su carácter constructivo, con las organizaciones de sindicatos y empresarios más representativas. Con la promulgación de esta ley el Gobierno Regional se ha hecho una apuesta consigo mismo, pero sobre todo con la sociedad. Ello no va a significar que decaiga en el afán prioritario de estos últimos años por crear empleo cada vez más cualificado, para madrileños, personas procedentes de otras regiones de España e inmigrantes extranjeros; pero tiene muy claro que el notable progreso alcanzado en estos años sólo será real y verdadero cuando deje de existir ese fuerte contrapeso de la pobreza y de la exclusión. Quiere situarse a la cabeza en la política europea contra la exclu- sión social, en línea también con actuaciones similares emprendidas recientemente por algunas comunidades autónomas. Y lo ha hecho del mejor modo posible, mediante el establecimiento de una prestación de derecho subjetivo, subsidiaria y complementaria de las de Seguridad Social, y estableciendo los mecanismos para que toda la población que lo necesite reciba apoyos personalizados para la inserción social y laboral desde los servicios sociales, de los educativos, de los de empleo. Cree firmemente en la apuesta que ha hecho, pero también sabe que la experiencia de aplicación de la ley será la que en verdad marcará el camino a seguir. La colaboración de la comunidad autónoma con los ayuntamientos para conseguir la finalidad de la ley es del todo necesaria, y así lo ha entendido en la ley promulgada. Por lo mismo, estas líneas deberán ser escritas de nuevo cuando, publicado el Reglamento de desarrollo y pasados unos meses de su aplicación, deba hacerse una primera evaluación de la ley. Pero, de momento, ahí tenemos un instrumento jurídico que ha cerrado, para completarlo en las lagunas que presentaba, el sistema de protección social que tenemos en España ante la inactividad laboral forzada por las circunstancias. Ha merecido la pena el esfuerzo por tener una ley como ésta. Lo merecerán aún más los pasos que se den para su aplicación efectiva. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 195 III. Recensiones y bibliografía Recensiones «LA TOLERANCIA EN LA VIDA COTIDIANA: EL ARTE DE SABER RESPETAR» AMALIA GÓMEZ GÓMEZ Ediciones Martínez Roca 2001 De cuando en cuando es necesario que nos recuerden la importancia y valor de cada minuto de nuestras vidas. En muchas ocasiones es conveniente que nos hagan sentir con intensidad nuestra condición de seres humanos. Siempre debemos recibir con satisfacción las reflexiones de quienes, como la autora del libro, desean dar un sentido profundo, desde el respeto mutuo, a las cotidianas relaciones con nuestros semejantes. En numerosas ocasiones, especialmente ligadas a grandes catástrofes o a acontecimientos trágicos –inundaciones, huracanes, agresiones motivadas por racismo o xenofobia, etc.–, conceptos tan grandilocuentes como solidaridad y tolerancia cobran especial significado. Sin embargo, con demasiada frecuencia olvidamos que las diversas manifestaciones que se esconden tras dicha expresión podemos llevarlas a cabo en nuestra vida cotidiana. El libro «La tolerancia en la vida cotidiana: el arte de saber respetar», nos pone ante nuestros ojos que es posible practicar la tolerancia en nuestro quehacer diario, ya sea en el entorno familiar, ya sea en nuestras relaciones de vecindad o de trabajo, ya sea en nuestros numerosos contactos sociales con personas que precisan un especial respeto (mayores, discapacitados, inmigrantes, etc.). Amalia Gómez desarrolla el tema central del ejercicio de la tolerancia a lo largo de los diversos apartados en que se divide el libro. Tras unas consideraciones de carácter general, que le permiten reflexionar sobre la tolerancia como valor fundamental que debemos aprender desde niños, para luego convivir con él a lo largo de toda nuestra vida, la autora dedica capítulos específicos al ejercicio de esa tolerancia en la familia, en las relaciones intergeneracionales y de género, en relación con el fenómeno de la inmigración, en el respeto a las personas discapacitadas, etc. Desde su experiencia como Secretaria General de Asuntos Sociales, Amalia Gómez va salpicando de recuerdos y anécdotas ilustrativas, vividas en el ejercicio de dicha responsabilidad política, sus pensamientos y reflexiones. El libro finaliza con unas «breves sugerencias para ser tolerante», por tratarse en palabras de la autora, de «orientaciones elementales, a modo de recetas, que poseen la ventaja de no tener fecha de caducidad»: la paciencia como camino hacia la tolerancia; poner el apasionamiento al servicio de las causas y no contra las personas; la rutina del asentimiento conduce a la indiferencia; la palabra como puente y no como arma arrojadiza; la prepotencia como enemiga de la tolerancia y, finalmente, la tolerancia en el hogar, pues somos muchos los que nos esforzamos en ser o en parecer tolerantes en la vida civil, y en casa no intentamos ni lo uno ni lo otro. A mi juicio, dos ideas básicas conforman el núcleo central sobre el que giran los diversos capítulos del libro: la primera, que la tolerancia es algo más que urbanidad, no es sólo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 199 RECENSIONES permisividad o cesión de posiciones para evitar discrepancias; la segunda, la posibilidad y, por añadidura, necesidad de practicar la tolerancia en el día a día, es decir, vivir la tolerancia con una actitud permanente e intrínseca a nuestra condición humana. Ambas ideas quedarían englobadas en una reflexión general que da sentido a dichas ideas principales: la tolerancia como valor y como instrumento para facilitar la convivencia y la comunicación en todos los niveles de la vida. la discrepancia con una raya en el tiempo y no buscar en la descalificación el sustituto de las razones o argumentos. Como dice Pilar Cernuda en el prólogo del libro, «sobre la tolerancia hay mucha demagogia. Se confunde permanentemente con la aceptación de los hechos diferenciales, incluso se confunde con la aceptación de los defectos ajenos». Es precisamente esa idea que podemos llamar pasiva de la tolerancia, la que se rechaza expresamente en el libro. En efecto, como pone de manifiesto Amalia Gómez, «en ocasiones se empieza a detectar un fenómeno social preocupante y es el rechazo de la discrepancia en sí. Es como si se rehuyera la posibilidad de contrastar opiniones, zanjando las cuestiones desde posiciones irreductibles, sin darle oportunidad a los razonamientos». «El aprendizaje de la tolerancia es un ejercicio continuado de asumir la posibilidad de discrepar. Pero, sobre todo, hay que hacerlo tratando de comprender las razones que llevan a nuestro interlocutor a posiciones distintas y distantes de las propias… La tolerancia tiene precisamente su razón de ser en relación con la discrepancia y como ejercicio de libertad», apostilla Amalia Gómez. ¿En qué consistiría una idea «activa» de la tolerancia? En palabras de la propia autora, «discrepar desde la tolerancia es discutir y mantener posiciones, pero sin el rechazo de las opiniones contrarias. Hay que evitar que una divergencia se convierta en un enfrentamiento que puede deteriorar la convivencia entre personas, ya sean familiares o compañeros de escuela o trabajo». No tendría sentido hablar de tolerancia o respeto si ello no fuera referido a circunstancias o relaciones de confrontación o conflicto. Se tolera o respeta aquello que no se comparte o de lo que se discrepa, y siempre desde el eje de la propia visión del hecho o cuestión. En todos los casos hay que salvar siempre lo que nos hace humanos: no tirar las palabras por la borda de la intransigencia, no romper 200 Como he indicado anteriormente, estas ideas se ven reforzadas a lo largo del libro con ejemplos de los múltiples ámbitos, privados y sociales, en los que podemos poner en práctica la tolerancia activa: en el seno de la familia; en la escuela; en la comunidad de vecinos; en el lugar de trabajo; en el trato diario. La segunda idea que está presente a lo largo de los diversos capítulos del libro es la necesidad de aprender a ser tolerantes y de ejercitar permanentemente esa tolerancia. Ello requiere, sin lugar a dudas, que la tolerancia sea asumida y vivida desde nuestra infancia como un valor irrenunciable y un principio rector de toda nuestra existencia. Se trata de una tolerancia mucho más cotidiana, sin grandilocuencias, una tolerancia de letras minúsculas, pero tan profundamente arraigada que brotará por sí misma en todo momento y no sólo en circunstancias excepcionales. Cada persona, sea cual sea su edad y situación, tiene que aportar a la causa de la tolerancia la cuota diaria de su disponibilidad… Con demasiada frecuencia se observa que el ejercicio de la tolerancia es más una cuestión de opiniones y gestos que de actitudes. Es más, se percibe una excesiva preocupación por la formalidad de la tolerancia en relación con lo opinable. Tal vez estemos ante una sociedad de grandes gestos y no de valores íntimamente asumidos. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES En España hemos conocido cómo, cuando se producen catástrofes naturales o hechos de especial gravedad, todo el mundo se vuelca en prestar su ayuda y colaboración; ahora bien, tras pasar ese efecto de inmediatez, terminamos olvidándonos del problema que generó esa eclosión tan unánime de solidaridad. Este es un rasgo muy propio del cáracter español, que vive la solidaridad de una forma muy profunda ante tales acontecimientos, pero por cortos períodos de tiempo. Por ello es tan importante la educación en valores de tolerancia y solidaridad, enseñados ya desde la escuela e interiorizados como compromiso personal y social que podemos y debemos ejercitar constantemente. Educar para la tolerancia. Esta es la clave para afrontar con optimismo el futuro. La escuela - a través de su contexto como comunidad abierta y tolerante- y particularmente a través de sus maestros y profesores, debe ser un espacio relevante y trascendental para la formación de esas actitudes de tolerancia y de esos valores de igualdad y solidaridad, fundamentos en última instancia de toda sociedad democrática, y de máxima importancia en el mundo del futuro, cada vez más interdependiente, pluricultural y sin fronteras. Es muy importante que la solidaridad sea una actividad habitual en la vida diaria, porque esto será un indicio claro de que el mundo empieza a cambiar para mejor, no volviendo la espalda a los que la propia sociedad se la vuelve. Un campo con enorme futuro en nuestro país para desarrollar esa solidaridad es el voluntariado, pues, como señala Amalia Gómez, «no se nace voluntario pero, menos los que se autoexcluyen, todo el mundo puede llegar a serlo… Cada ser humano aporta lo mejor de sí mismo, incluso hace aflorar cualidades que no sospechaba tener y que, a partir de detectarlas, aplica a su propia vida». Por su permanente y desgraciada actualidad y gravedad, especial mención merecen los capítulos dedicados a la violencia contra las mujeres y a la inmigración, máxime vi- niendo de una persona que dedicó una buena parte de su actividad política al desarrollo de medidas y actuaciones encaminadas a erradicar de nuestra sociedad actitudes tan contrarias a los derechos fundamentales como la violencia de género o las agresiones por motivos de racismo o xenofobia. Muy duras, y necesarias a mi entender, son las reflexiones que la autora dedica a la violencia sobre las mujeres, destacando que «la violencia, como expresión de la peor forma de intolerancia, se ha instalado en la cultura de muchos hombres que siguen considerando a la mujer como objeto de su propiedad… La intolerancia más atroz subyace en estos tratos vejatorios que algunos hombres infligen a las mujeres, y ante estas situaciones la sociedad no puede mirar para otro lado». Por lo que se refiere a la inmigración, tras recordar que en los últimos veinte años Europa se ha convertido en el destino preferente de muchas personas, atraídas por la estabilidad económica, las posibilidades de empleo fácil, el acceso a prestaciones sociales inexistentes en sus países de origen y la garantía de los derechos humanos que supone el Estado de Derecho de los países de la Unión Europea, Amalia Gómez nos recuerda que los inmigrantes son personas que merecen todo nuestro respeto, porque los derechos humanos se derivan de la propia condición humana y no de la nacionalidad de los individuos. PEDRO EXTREMO CASADO «LOS ORÍGENES DE LA INTERVENCIÓN ESTATAL EN LOS PROBLEMAS SOCIALES» MANUEL HERRERA GÓMEZ Escuela Libre Editorial Madrid, 1999 681 páginas El objetivo de esta extensa obra es realizar un recorrido por una historia que cubre REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 201 RECENSIONES más de cien años, donde el Estado al final termina controlando una serie de parcelas de bienestar social, como son la pobreza, la educación y la salud pública. A través de sus muchas páginas nos muestra el profesor Herrera los cambios producidos en el pensamiento, la legislación, los sentimientos y las vivencias de los hombres ilustrados de nuestro siglo XVIII, que es lo mismo que hablar de sus herederos los liberales gaditanos, padres de la Constitución de 1812. Funciones que hasta el siglo XVIII eran marginales en los intereses del Estado se transforman en funciones que atañen a la base de su estructura, quitando así el protagonismo que hasta la fecha había tenido la Iglesia en materias relacionadas con la vieja tradición de la caridad. Poco a poco crecen las responsabilidades del Estado en el sector de los servicios públicos, convirtiendo la caridad pública en beneficencia y ésta, a su vez, en bienestar social. Pobreza, educación y sanidad son los tres grandes capítulos del libro. Cada tema es tratado de formá monográfica. De esta forma se consigue un mayor rigor y precisión histórica, ofreciendo al lector la oportunidad de ver con más profundidad los posibles cambios y mutaciones que sufrieron estas cuestiones a lo largo del período estudiado. Los tres capítulos aparecen con una estructura similar. Al comienzo de cada uno de ellos se dibuja una panorámica de cada tema en el siglo XVIII. El objetivo de esta panorámica en el tema de la pobreza, educación y salud es facilitarnos una mejor comprensión de las reformas que empiezan a producirse durante el período liberal. Seguidamente se estudian las diferentes soluciones ofrecidas a los problemas planteados, examinando con detenimiento las principales medidas legales de política benéfico-asistencial, educativa y sanitaria que tuvieron lugar durante el siglo XVIII. La segunda parte de cada capítulo toma como eje vertebrador el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz. De esta forma se 202 ofrece una mejor comprensión de la legislación emanada del período constituyente gaditano. El autor intenta desvelar cómo lo sucedido en las Cortes de Cádiz no es flor de un día. Estamos ante la culminación de una etapa que se desarrolla a lo largo del siglo XVIII y del inicio de otra que traerá consigo el desarrollo de España en tiempos posteriores. Los instrumentos utilizados para el estudio de este proceso son los textos legales, las monografías existentes durante ese período y otra serie de textos específicos que permiten al autor reconstruir el contexto histórico investigado. Quizás uno de los temas más interesantes analizados sea el tema de la pobreza. Sobre todo por las oscilaciones históricas que ha sufrido. Una de ellas fueron las medidas desamortizadoras de Carlos IV que, aunque duraron muy poco tiempo, fue lo suficiente para que influyera de manera decisiva en la historia política y social de la España del siglo XIX. Sin embargo, el cambio más importante que se produce en este período es la visión política que se tiene de la pobreza. A lo largo del primer capítulo va mostrando el autor cómo poco a poco el mundo de la necesidad material es visto como un obstáculo para el desarrollo económico y un riesgo potencial para los posibles desarrollos sociales. Se pierde la anterior visión caritativa de la pobreza que veía detrás de cada pobre la imagen de Cristo. Como resultado de esta perspectiva, el Estado intervendrá en el mundo de la pobreza. Desde ahora será un mundo que intentará ordenar, insistiendo en el empleo, en el trabajo de esas personas y no en la caridad, como medida para salir de esa situación de marginación y contribuir de esta forma al desarrollo del país. El tema de la educación es otra de las cuestiones fundamentales en el proceso de transformación que se produce en España en el siglo XIX. Pasará de ser una cuestión que preocupaba solamente a la persona y que era impartida por instituciones casi siempre de carácter confesional, a ser un problema que REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES preocupe e interese al Estado. La educación será contemplada como un foco de transformación social y progreso. Durante todo el siglo XVIII el mundo educativo capta la atención de los poderes públicos. Emanan una serie de disposiciones legales que intentan poner orden y reformar cada uno de los niveles educativos. Ahora bien, todo queda en pequeñas medidas puntuales que sientan las bases del Dictamen y Proyecto de Decreto sobre la Instrucción Pública de 1814. Como consecuencia se produce el Primer Plan Nacional de la historia de la educación española. Los objetivos de este Plan eran la homogeneización y planificación de la enseñanza, la incorporación de nuevas materias y enseñanzas, y la ordenación y mejora del magisterio. Otro de los aspectos llamativos del plan será el descubrimiento de la mujer como sujeto de atención pedagógica ¿Por qué es tan importante la educación? Para los liberales el progreso de la humanidad aparece ligado al progreso de la instrucción. La igualdad a la que se aspira es la igualdad ante las luces. La desigualdad atenta contra la libertad, pues no es libre el que por su ignorancia coloca su destino en manos de otro. Lo que se esconde detrás de todo este pensamiento es una nueva visión del hombre, concretado en la figura del ciudadano libre y responsable. Por tanto, la educación para los hombres de Cádiz no sólo era un instrumento de reforma social y prosperidad de la nación, sino sobre todo era el elemento esencial de una pedagogía de la democracia. A lo largo de todo el capítulo segundo podemos ver cómo la educación va adquiriendo unos nuevos matices. Se sustentará en cuatro pilares fundamentales nacidos en el período liberal y en el período revolucionario francés. Nos referimos al carácter universal, la uniformidad y la configuración pública y gratuita de la enseñanza. Estos principios serán, las bases sobre los que se asiente el Plan General de Enseñanza. El tercer y último capítulo del libro versa sobre la salud pública. Pero previamente, para entender cómo estos ilustrados tratan el tema de la sanidad, hay que partir de su nueva concepción racional del hombre: la enfermedad no es un castigo divino sino un fenómeno observable, explicable y a erradicar. La enfermedad atenta contra el orden social y contra la propia población, base de la riqueza del Estado. En virtud de esto se realizan transformaciones en tres campos: en el terreno administrativo, las reformas sanitarias tendrán rasgos centralistas y unificadores; en el campo legislativo se desarrollarán una serie de medidas higiénicas preventivas y por último la enseñanza médica se enfocará de una forma más práctica. Sin embargo estas reformas, como era de esperar, se encontraron con la fuerte oposición de gremios y colegios profesionales. Además tuvo que enfrentarse a dos obstáculos muy importantes, los escasos recursos económicos y la oposición de la Iglesia. Debido a la nueva visión que tienen los liberales de la enfermedad, poco a poco van germinando las bases del Proyecto de Código Sanitario de 1822 que, a su vez, asentarán los principios de la Ley de Sanidad de 1855. Estas reformas constituirán un nuevo sistema basado en la intervención administrativa cuando la enfermedad afecte a la comunidad (enfermedades trasmisibles); prestándose especial hincapié en el carácter preventivo. La obra del profesor Herrera muestra el paso a la modernidad en España en el tema de los servicios sociales. La nueva visión de cada una de las parcelas tratadas, tiene en común el ser concebidas como cuestiones que repercuten en la prosperidad individual y colectiva. Esto unido a los propios fines atribuidos al Estado, dieron la justificación a la intervención y apropiación estatal de tareas ubicadas con anterioridad al margen de sus intereses. Parece que la identificación entre lo social, lo público y lo estatal encuentra REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 203 RECENSIONES aquí sus orígenes. Lo que preside su función no sería el beneficio sino el servicio. Es decir, en el siglo XVIII en España asistimos a las primeras manifestaciones de lo que serían los servicios públicos, entendidos como actividades que deben ser controladas, supervisadas, enmarcadas normativamente, incentivadas y gestionadas directamente por el Estado. La centuria ilustrada es la puerta del acrecentamiento progresivo del papel y de la responsabilidad estatal en los campos político, económico y social. Intervención cada vez mayor del Estado ilustrado porque con ella se pretendía fomentar la felicidad individual y social de los ciudadanos y, de esta forma, se justificaba también la omnipotencia interventora de la autoridad y la cada vez mayor extensión de la burocracia estatal. RAFAEL MARTÍNEZ MARTÍN «LA SOCIEDAD DIVIDIDA. ESTRUCTURAS DE CLASES Y DESIGUALDADES EN LAS SOCIEDADES TECNOLÓGICAS» JOSÉ LUIS TEZANOS Biblioteca Nueva Madrid, 2001 Resultado de una investigación sobre las tendencias sociales actuales del último quinquenio del siglo XX, el libro ha sido realizado con el fin de analizar y elaborar un marco teórico sobre los elementos de desagregación social de las sociedades tecnológicamente avanzadas en sus primeras fases de desarrollo. El autor se centra en la realidad tecnológica y en lo que está sucediendo en las sociedades desarrolladas, que no se puede explicar exclusivamente haciendo referencia al crecimiento del sector servicios o a la emergencia de determinados grupos ocupacionales, sino que conviene profundizar en las alteraciones profundas, en procesos concretos que atañen a numerosas personas, a sus trayectorias vi- 204 tales, a sus oportunidades o falta de oportunidades y a sus perspectivas futuras y, por lo tanto, afectan a la lógica general de los sistemas productivos. El libro forma parte de una trilogía que analiza la democracia, el trabajo y la desigualdad desde la perspectiva crítica del impacto de la revolución tecnológica en la estructura social. El autor analiza las nuevas manifestaciones de desigualdad social, la inquietud generalizada acerca del devenir social, así como las transformaciones durante la etapa de transición tecnológica y percibe con cierto pesimismo su reflejo en términos de empleo, de disposición de tiempo libre, de nivel de consumo, de formas de vida, etc. En este sentido indica la tendencia hacia la precariedad laboral creciente y la polarización social. Tezanos manifiesta la inquietud de la ciudadanía ante el futuro incierto respecto a las oportunidades laborales a causa del desarrollo de los nuevos sistemas productivos, así como las tendencias sociales de nuestro tiempo, desde una perspectiva empírica y un análisis pormenorizado de diversos fenómenos sociales, y pretende proporcionar un marco de interpretación teórica sobre los elementos de desagregación social. Los modelos emergentes perfilan unos contornos de fronteras sociales con categorías, no sólo exclusivas de clase, sino étnicoculturales, de género o generacionales, que se agregan y determinan las mayores o menores posibilidades de traspasar el umbral de la exclusión social, para dar origen a nuevas formas de pobreza, exclusión y precariedad social que competirán con las viejas situaciones de marginación. La categoría de extrema pobreza, pobreza inútil en términos de clase la denomina «infraclase» y está actualmente muy vinculada a las nuevas formas de desarrollo tecnológico y a las nuevas formas de estructurarse el poder. Es por lo tanto un término más am- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES plio que el que pretende reducirlo al más abstracto de «marginación social», porque comprende no sólo a los usuarios de Servicios Sociales personales, sino también a las situaciones de desigualdad en función del género, etnia, generación y discapacidad. Esta categoría considera además que el recurso a los Servicios de bienestar a la larga alimentan la pasividad de los usuarios y contribuyen a perpetuar su situación «asistencial» y la precaridad en el empleo se alimenta de mano de obra femenina o procedente de las minorías étnicas, lo que favorece la perpetuidad de una situación incluso para que se involucren las organizaciones sindicales. De ahí que el autor considere que hay que profundizar en las causas que producen la exclusión y no limitarse a interpretaciones limitativas, que carecen del suficiente rigor y no hay una evidencia probatoria entre la existencia de una relación automática entre las desigualdades de nivel de vida, las diferenciaciones sociales y las segregaciones que impliquen posiciones sociales diferenciadas en unos u otros sectores de la economía. La frontera que señala fundamentalmente las diferencias es el sistema que limita el acceso a la igualdad de oportunidades a amplios sectores sociales, de quienes se puede prescindir sin grandes riesgos, más allá del contexto social de procedencia. Mientras el avance tecnológico afecta casi exclusivamente al bloque de países más ricos y desarrollados, en esta primera fase de transición, su influencia se está dejando sentir ya también en el resto del mundo con una fuerza disgregadora cada vez mayor. Lo específico de los sistemas de desigualdad emergentes, es la existencia de una línea de demarcación de posiciones sociales y oportunidades bastante diferenciadas para todos los que se sitúan fuera del mercado del trabajo entendido éste como trabajo normal o regularizado. No significa, sin embargo, que los sistemas sociales emergentes se estén simplificando, más bien lo contrario, pues se procede hacia nuevas formas más complejas de estructuración social en las que los elementos duales presentan manifestaciones variadas y heterogéneas: desde los conflictos clásicos de raíz económica, hasta las contraposiciones de carácter laboral, pasando por los nuevos focos de contradicción de raíz generacional, por las diferencias de género, de etnia y cultura, teniendo presente la particularidad del ámbito rural en contraste con el espacio urbano y metropolitano. El pensamiento occidental trató de poner en práctica el humanismo y la democracia; luego ha buscado superar las desigualdades básicas de condición y de poder, avanzando paulatinamente desde la noción de dignidad personal y de igualdad ante la ley hacia la democracia política parlamentaria, evolucionó posteriormente hacia la democracia social. Actualmente nos hallamos en el punto de asentamiento de las conquistas alcanzadas y vamos progresando en términos de equidad social, participación y corresponsabilidad democrática. Este es el sentido del progreso histórico que, desde que se extendió la educación a amplios sectores de la población, ha llevado al desarrollo tecnológico y científico y ha permitido que se pueda empezar a hablar, por lo menos en algunos países, de avance práctico de los ideales de solidaridad y democracia, a partir de los ideales que movieron en el pasado a algunos grupos en favor del progreso, anhelo de desarrollo social y del avance democrático. La crisis teórica actual revela no sólo la crisis interna del paradigma socialista, sino la falta de oportunidades porque no se ha prestado la suficiente atención a las referencias y posibilidades subyacentes de dinamismo social; porque subraya de forma convincente mucho más los fracasos que los logros alcanzados y por tanto el paradigma neoliberal ha podido argumentarse con cierta fuerza el paradigma neoliberal del valor de la seguridad y la estabilidad que proporciona el «orden conocido», frente a cualquier REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 205 RECENSIONES otra posible experiencia novedosa o revolucionaria, que engendra violencia y desgarro humano. Sin embargo las posibilidades de continuar el avance del pensamiento social derivan de potenciar las políticas de libertad, igualdad y equilibrio medioambiental, facilitando respuestas plausibles a demandas y necesidades específicas y a problemas reales. Es necesaria una redefinición no sólo del progreso sino del modo como se ha de volver a plantear. Se trata de hacer operativos valores y criterios que no generen desigualdades, dominaciones, dependencias, alienaciones, exclusiones o carencias que chocan con el nivel de exigencias personales y con la propia moral alcanzada. El triunfo de un sistema social y económico complejo no se mide por la mayor habilidad de neutralizar a los competidores, sino por la capacidad de hallar soluciones para los problemas reales de convivencia y dignidad humana. Los retos que hay que afrontar son la creación de un orden social estable con una cierto grado de armonía social; resolver las necesidades de seguridad de la existencia humana digna, así como la creación de empleo que sea capaz de generar recursos; teniendo presente la necesidad de salvaguardar el medioambiente. Si se consigue una redistribución de los recursos de todo tipo, se reducirá la pobreza y la exclusión social, además de que se propiciará la participación y la integración ciudadana. El autor contribuye a impulsar la reflexión sobre el progreso futuro facilitando sugerencias alentadoras de manera didáctica y de lectura estimulante, a las que acompañan unas tablas y cuadros sinópticos que facilitan su comprensión y facilita una bibliografia exhaustiva y de referencias relativamente recientes. TERESA GARCÍA GIRÁLDEZ 206 «LA SOCIEDAD MULTIÉTNICA. PLURALISMO, MULTICULTURALISMO Y EXTRANJEROS» GIOVANNI SARTORI Editorial Taurus Madrid, 2001 De la Sociedad multiétnica de Giovanni Sartori se pueden tener distintas e incluso opuestas opiniones, pero antes que nada habrá que convenir que es una obra original que traspasa la convencionalidad. Eso la hace que no pase desapercibida a la vez que se muestra muy oportuna; aparece en un momento crucial de la presencia masiva de inmigrantes en los países del Sur de Europa, justo cuando se enciende la fragua del debate social sobre la convivencia multicultural. Sartori, con el olfato del que está atento y conoce la realidad, se aventura a tomar parte en la polémica cuando está en pleno fragor, y desde su contundente discurso contribuye a enriquecerlo aun cuando no deja por ello de inflamarlo. Por eso decimos que su trabajo no puede pasar desapercibido, porque apuesta, desde su personal percepción política y moral, suscita y compromete la reflexión de aquellos que lo leen, aportando argumentos obtenidos en hechos de la realidad actual. Y ese es su principal valor: su apuesta por tesis claras y sin ambages. Se puede –y yo diría se debe, en sus excesos– discrepar con él; pero para ello hay que conocer la densidad de los argumentos y su textura para poder entablar las condiciones de la discusión. En los foros que tratan de cuestiones de inmigración, de multiculturalidad y similares, se vierten opiniones en ocasiones sobre la obra de Sartori que suelen mostrar una oposición visceral a sus tesis. Es frecuente también que en dichas intervenciones se haga una lectura precipitada de sus contenidos. Bien es cierto que no es fácil comprender algunas de las afirmaciones que se exponen en el libro, sobre todo cuando se afirman incom- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES patibilidades muy cerradas entre culturas; pero al contextualizar y ver cuales son las posturas contrarias en el debate, al saber quiénes son sus interlocutores, se comprende enseguida que la postura de Sartori se haga beligerante sobre todo con cierto comunitarismo «neo- romántico» que muestra en sus entrañas un ingenuo, por excesivo, relativismo que resulta insostenible. Por tal razón, la crítica del presente texto es deudora del contexto más de lo que es habitual en otras ocasiones. Además, por la naturaleza del tema las obras sociales de actualidad-, el diálogo contextual es especialmente relevante debido a que los modelos de análisis que venían rigiendo están en revisión desde una doble perspectiva: desde la hermenéutica, el ya prolongado debate sobre «texto-contexto» de la relación normativa de la acción; y desde el tipo de alcance que se manifiesta en el continuo «particularismo-universalismo». Bajo estas determinaciones conviene, en suma, que las obras de pensamiento con intención propositiva se sitúen y se entiendan desde su intrahistoria, desde la búsqueda del sentido que encierra la tradición de la que todo texto compromete su significado. En nuestro caso, la obra trata en su intención de cómo mantener los logros históricos que ha alcanzado la civilización occidental, de las condiciones de reproducción –de socialización– de nuestro marco sociocultural. En nuestra tradición, como todos sabemos, los planteamientos sobre socialización tienden a tomar sentido en el mito del «reino pacífico», al llevar todo sistema social en su intención una ciudad de Utopia como finalidad no siempre confesada. Los sabios clásicos aspiraban a alcanzar la ataraxia social, así como los romanos prefiguraron la civitas imperial bajo un criterio legal; los cristianos por su lado creyeron (en los tiempos actuales menos) en la fraternidad universal mientras que los marxistas in genere idearon la sociedad comunista (hoy en crisis de identidad también); los demócratas de distintas filiaciones, por lo demás, aspiran a alcanzar una socie- dad afincada en el reino universal de los Derechos Humanos. Sin duda, una misma intención, la armonía social, buscada por distintos medios pero sustentada en distintas creencias. Esta sería la intrahistoria del pensamiento y de las ilusiones que han tomado asiento en Occidente y que de manera acrisolada han dado lugar a lo que Harold Bloom llama el «Canon occidental». En torno a él se manifiestan distintas filiaciones de pensamiento entre las que se sitúa la obra de Sartori. Es razonable pensar que la confrontación de posiciones se da por que el «reino pacífico» de Occidente no se ha conseguido, ni será fácil de alcanzar en la medida que forma parte de un mito. El conflicto y la polaridad social, consustanciales al modelo de organización social y cultural que hasta ahora ha producido el hombre, son debidas precisamente a las distintas formas de concebir la «manera pacífica» de estar y de convivir. George Simmel encuentra la causa de este antagonismo en la misma naturaleza de lo social. Entiende que en las teorías de las relaciones entre personas se dan dos fuerzas: las que constituyen una unidad, o sea, las sociales en sentido estricto, y aquellas otras que actúan en contra de la unidad. «Ambas son necesarias porque ninguna unidad social (sociedad) es conocida en que las direcciones convergentes de los elementos presentes no estén inseparablemente mezcladas con otras divergentes» 1 Son diferencias asentadas en las distintas formas de proceder y de conducirse los pueblos –la cultura identitaria, u objetiva que llama Simmel– que en su ensimismamiento generan entre ellas falta de entendimiento. Paradójicamente, la cultura, que emerge desde la propia acción humana justamente para hacer más fácil las rutinas y el entendimiento entre los convivientes de una realidad sociohistórica concreta, resulta ahora que, bajo una interpretación de cortas miras, se con- 1 GEORGE SIMMEL, Sociología. Las formas de la socialización, 2 vols., 1977, (Vol I: 266). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 207 RECENSIONES vierte en un obstáculo para progresar hacia la arcadia pretendida. Dicha cohesión social, que daría a entender un paso adelante en el consenso normativo, vista desde la dinámica global de Occidente, se muestra sin embargo como una paradoja; sería la paradoja que se desprende del hecho del multiculturalismo. Como señala Pierpaolo Donati, cuanto más se difunde el proceso de mundialización más se debilita el universalismo que lleva implícito el mito de la modernidad, dado que se afirman viejas y nuevas diferencias culturales ligadas a culturas autóctonas y locales, incluso tribalismos y fundamentalismos.2 En efecto, en cierto modo así es como surge la actual dicotomía entre posiciones relativistas que defienden el reconocimiento institucional de las minorías culturales, sin tener en cuenta «el grado de desarrollo humano general» y sin atender al grado de implicación solidaria que demandaría la mayor pluralidad; en la confrontación aparecen los que apuestan políticamente por reforzar los valores occidentales que, entendidos como productos históricos obtenidos, no sin desgarros, alcanzan mayores cuotas de sofisticación humana. Bloom argumenta en apoyo de esta postura que «si pudiésemos concebir un canon universal, multicultural y polivalente, su libro esencial no sería una escritura, ya fuera la Biblia, el Corán, ni un texto oriental, sino Shakespeare, que es representado y leído en todas partes, en todos los idiomas y circunstancias.» 3 En similares términos, la obra de Sartori toma postura decidida a favor del «Canon». Lo afirma ya desde las primeras líneas del texto: «Este es un libro de teoría de la buena sociedad. Buena sociedad que es para mí (...) 2 PIERPAOLO DONATI, «El desafío del universalismo en una sociedad multicultural», Revista Internacional de Sociología, nº 17, Tercera Época, 1997. 3 HAROLD BLOOM, El canon occidental, Barcelona, Anagrama, 2001 (e.o. 1994). 208 la sociedad pluralista», asociada sin dudas a Occidente. La declaración más elocuente de su sentimiento de pertenencia y de las claves culturales a las que se adhiere se expresan avanzado ya el libro, cuando dice en el epílogo: «Siento mi tiempo como un tiempo de divergencia creciente entre la buena sociedad que buscamos y los modos y medios para conseguirla (...) es así porque hemos creado un mundo cada vez más complicado que cada día logramos menos comprender (p. 131). Y en efecto, el desatino con que se trata el fenómeno del multiculturalismo muestra esa divergencia. El postmodernismo, como movimiento filosófico que aglutina el pensamiento escéptico y «desilusionado», en respuesta a la crisis de los grandes sistemas de pensamiento dogmático, han favorecido un clima mayor de incertidumbre. El postmodernismo, en su «descreencia», aísla al individuo en su contexto inmediato al tiempo que contribuye a la negación de los valores universalistas más que a su actualización. Tal deriva hacia lo particular no implica más al individuo en lo íntimo y lo diferente que supone el abstracto universal; más bien al contrario. Los teóricos postmodenistas proclaman (con Foucault y Derrida) la «muerte del sujeto» en tanto que agencia autónoma y pensante. Sus claves teóricas tratan de la decodificación textual de los discursos racionales desde la ironía, la descreencia y desde la desarticulación de cualquier compromiso social asumido. Y en este contexto, la teoría del multiculturalismo en boga que se pretende crítico, adopta estos argumentos (contra-argumentos), dando la impresión de que lo común ha dejado de tener sentido por lo que hay que buscarlo en cada particularidad cultural. Ante este pensamiento es frente al que reacciona, de modo beligerante, el texto de la Sociedad multiétnica de Sartori, por lo que en ocasiones aparecen también aquí excesos opuestos con ribetes etnocéntricos. Es la posición que defiende cierto liberalismo democrático que se alinea con las tesis de Rawls. El trabajo de Sartori se puede si- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES tuar en la órbita de un movimiento que intenta restituir la «razón comprensiva» en el análisis de la realidad social. Representa un nuevo discurso modernizador que recoge aportaciones de pensadores diversos, algunos procedentes de la sociología crítica aunque la mayoría pertenece a generaciones nuevas que aspiran a consensuar un horizonte axiomático innovador, al menos como método para establecer discursos parangonables. La modernización se toma aquí de ejemplo pero en versión renovada, porque, como dice Eisenstadt, «(...) a causa de que la modernización casi siempre combinó aspectos y fuerzas económicas e ideología, su impacto fue, con mucho, el de más envergadura». Diríamos con este autor que la modernización se presenta como un modelo versátil susceptible de alumbrar nuevas vías, nuevas formas 4. Ahora bien, la nueva versión moderna de la sociedad se caracteriza menos por atender lo que tiene en común, o por la estructuración unívoca de las exigencias universales, que por el hecho de su implicación en la preocupación de la ‘universalización’ como tal, que diría F. Borricaud. En este nuevo sentido es como la sociedad multiétnica resulta ejemplar en la implicación que adopta, porque está armado sin renunciar a ningún argumento significativo: ni de carácter teórico-conceptual (véase la parte primera del texto, que trata de la idea del pluralismo con toda profundidad, cerrando el concepto como un instrumento analítico primordial para el desarrollo subsiguiente de la tesis que defiende, todo un alarde del conocimiento de teoría política que domina el autor), ni a un planteamiento ideológico-normativo, pues cree en el pluralismo pero de tono «anti-multicultural» al entender que el pluralismo es de por sí asimilacionista y no homogeneizador (p. 62). Y tampoco renuncia a valorar las evidencias que se dan en la so- 4 E.N. EISENSTADT (1989) citado por J. ALEXANDER, Sociología cultural. Formas de clasificación en las sociedades complejas, Barcelona, Anthropos, 2000, p. 105. ciedad actual, en las que constata contradicciones existenciales fundamentales debido a un mal enfoque de la multiculturalidad: frecuentes disputas sobre los derechos de los inmigrantes, de las minorías culturales autóctonas, así como otras disputas que cuestionan muchos de los supuestos que han gobernado la vida política hasta ahora. Por ello, los retos multiculturales que refiere, los resuelve Sartori con la pasión de un «ilustrado» occidental que en su radicalidad llega a negar el propio principio liberal de la universalidad. Compruébese esto cuando se enfrenta al quién, al cómo y el por qué de la integración del inmigrante en las sociedades occidentales, desde donde inicia un peculiar recorrido de los tipos y naturaleza de las minorías étnicas que acceden a los países receptores, para desde ellos concluir unas reflexiones discriminatorias que no están lejos de algunos de los argumentos que sirven de base a Huntington para pronosticar el Conflicto entre civilizaciones. Así, cuando distingue entre inmigrantes próximos o asimilables, que son los que se diferencian de la población receptora sólo en el idioma y en las tradiciones, de los inmigrantes no asimilables, que se distinguen por las creencias religiosas y por ciertos rasgos étnicos (especialmente los afroárabes), afirma sin contemplaciones que de estos segundos no es posible pensar siquiera en la integración. El juicio rotundo de Sartori no carece sin embargo de razones objetivas, que dan pie a cierta desazón, si miramos las dificultades que se aprecian para alcanzar un contexto intercultural. Así, cuando aduce que «la imposibilidad aumenta (...) cuando el inmigrado pertenece a una cultura fideísta o teocrática que no separa el Estado civil del Estado religioso y que identifica al ciudadano con el creyente, esto se entiende mejor. En los ordanamientos occidentales se es ciudadano por descendencia, por ius sanguinis, o por ius soli (...) En cambio, el musulmán reconoce la ciudadanía optimo iure, a pleno título, sólo a los fieles: y a esa ciudadanía está con- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 209 RECENSIONES textualmente conectada la sujeción a la ley coránica» (p.113). Sartori, una vez más, sin despegar los pies de la realidad, toma postura por la confrontación frente aquellos que pretenden reinstaurar una versión comunitarista del multiculturalismo como Ch.Taylor o Mcyntaire, e incluso, en cietos aspectos el propio Kylimcka. En concreto, ante la «política del reconocimiento» de Taylor, Sartori descubre que la base argumental de sus propuestas son cuando menos discutibles, al menos en las referencias que toma de la Ilustración, especialmente en relación a Rousseau. Claro que Rousseau es en ocasiones tan versátil como ocurrente ante la contingencia que aborda, pero lo cierto es que el autor ilustrado tiene pocos principios tan arraigados como el respeto universal a la ley y a la propiedad privada. De ahí que Sartori muestre la imposibilidad del respeto a la ley si se legitimara una política de acción afirmativa que pusiera en pie de igualdad los distintos criterios normativos de toda cultura y subcultura, porque así sólo conseguiría generalizar la excepcionalidad y con ello anularía la eficacia de toda Ley. Por eso, por el tono que alcanza el debate, el texto de Sartori es contundente, y consistente en la mayoría de sus argumentos. Pero no por ello, y saliéndonos ahora del contexto de confrontación que da sentido a su obra, el texto que comentamos puede ser leído y asumido como una verdad canónica. Entre otras razones porque, vista como obra que trata en su conjunto de la realidad social actual, aborda un análisis lleno de interpretaciones ideológicamente condicionadas que en nada benefician, a la postre, al rigor intelectual del autor. La realidad multicultural que se le presente a los países industrializados de Occidente no plantea la cuestión de si es conveniente la inmigración o no, sino por el contrario qué hacer con la creciente pluralidad de culturas diversas que acompaña el imparable proceso de concentración de poblaciones procedentes de territorios dispares. Y a este imparable reto Sartori hace caso 210 omiso desde una postura excluyente. Quizá la manifestación más negativa de sus posiciones intelectuales e ideológicas la muestre cuando ataca in genere a los defensores del multiculturalismo como herederos del marxismo y de Foucault (pp. 64-659), entre quienes se dan quienes piensen así, pero en otros muchos no; esto impide, además, la discusión amplia que reconozcan otras propuestas de interés susceptibles de alcanzar. En definitiva, ante la sobrevenida sociedad multicultural, se preveen grosso modo dos salidas razonables: o armar políticas convergentes desde el interior de la propia sociedad de recepción, para efectuar procesos de integración aceptables por todos lo colectivos, o buscar soluciones para que los procesos migratorios se frenen en el origen (solución utópica a corto plazo). Habría una tercera: sería la confrontación entre culturas, pero esa no es objeto de una reflexión social que se precie. Sartori no es ajeno a este dilema: a la necesidad de buscar cauces de entendimiento; de hecho muestra como una de las vías de la asimilación la interculturalidad en los términos de Karnoouh. Pero su interpretación en este aspecto es roma, no se extiende favoreciendo el riesgo de una mala interpretación de su pensamiento restrictiva y excluyente, lo que sería antitético con el propio concepto de la libertad que en el fondo defiende en esta obra y en su pensamiento en general. FELIPE MORENTE MEGÍA «POBREZA Y PERSPECTIVA DE GÉNERO» JOSÉ MARÍA TORTOSA (Coord.) Editorial Icaria. Sociedad y opinión Barcelona, 2001 293 páginas La presente obra que publica la editorial Icaria aborda el tema de la pobreza desde la REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES perspectiva de género. Se trata de un trabajo conjunto elaborado por un equipo de profesoras y profesores de la Universidad de Alicante, al que suman los aportes de autores latinoamericanos provenientes de la Universidad Autónoma de México, de la Escuela Andina de Postgrado, y del Centro Bartolomé de Las Casas de Cuzco, Perú y del Centro de Estudios Sociológicos, el Colegio de México. La coordinación del libro ha estado a cargo del catedrático de Sociología de la Universidad de Alicante José María Tortosa, autor del prólogo y de uno los capítulos. Hoy en día y a pesar de los avances tecnológicos, la pobreza sigue estando en la agenda de la política-social con más fuerza si cabe, por el impacto que su existencia y permanencia tiene para todos los ámbitos de la vida humana. Pero la pobreza ha sido motivo de debate en casi todos los tiempos. Desde los aportes innovadores de Juan Luis Vives en De subventione pauperum y los debates entre Fray Domingo de Soto y Juan de Medina sobre la conveniencia o no de controlar a los pobres, siguiendo con los planteamientos surgidos sobre la pobreza en los albores del capitalismo, han ido surgiendo diversos estudios, encuestas, publicaciones y propuestas que poco a poco han permitido perfilar como respuesta las opciones que oscilan entre revolución o reforma. Resultará indispensable entonces recordar, tal y como se recoge en el comienzo de la obra que aquellas formulaciones y debates se arrastran a lo largo de los siglos demostrando que el conocimiento de la historia pasada nos hace entender el presente. El aporte del libro que aquí reseñamos, introduce el corte transversal en el estudio de la pobreza desde la perspectiva de género. Esta obra surge como primer fruto de la investigación «Indicadores dinámicos para el estudio del empobrecimiento de las mujeres» financiado por el Instituto de la Mujer y de la cual se nos prometen más resultados para el futuro. En tal sentido consideramos la condición de «mapa conceptual» atribuible a la obra, nos ayuda a adentrarnos en el análisis de la pobreza analizada y explicada desde la perspectiva de género. Al valor del trabajo de investigación ha de sumarse el interés didáctico que la obra representa al recoger antecedentes históricos, desarrollo conceptual y datos comparativos. Desde el prólogo se destaca la importancia del aporte que, desde el feminismo, se ha hecho para entender la diferencia entre una visión androcéntrica de las problemáticas sociales y otra nacida desde una visión de género que entienda y comprenda las particulares circunstancias que la condición de la mujer implica para el desarrollo personal y social. La posibilidad de analizar desde la visión de las mujeres la realidad de la pobreza aporta nuevas dimensiones del fenómeno. A la vez, la obra incluye un matiz que favorece el análisis comparativo de la mano de los aportes que nos dan tres capítulos elaborados por autores iberoamericanos. El libro se encuentra dividido en tres bloques, titulados Pobreza y exclusión, Pobreza y género y Referentes. Dentro del bloque Pobreza y exclusión, en el primer capítulo, José María Tortosa se ocupa de los temas referidos a las Medidas de la pobreza. Seguimos así el proceso vivido desde los orígenes de la utilización del PIB (Producto Interior Bruto) como índice de medida de la pobreza (representante del criterio economicista del desarrollo) a sus actuales aplicaciones. A su vez, en el capítulo se realiza una distinción —útil una vez más por su alto valor didáctico— entre la pobreza y sus respectivos indicadores, abordando el difícil tema de su elaboración y de los contenidos ideológicos que motivan las diferencias de criterios con que se explican y utilizan. La concepción del desarrollo humano se perfila desde el epígrafe «Opciones» donde se alerta de que la pobreza no es un indicador y REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 211 RECENSIONES se distingue entre las necesidades y los diferentes satisfactores. De interés para el tema de marras resulta la propuesta de diferenciar entre la feminización de la pobreza y la perspectiva de género sobre la pobreza. En esta línea destaca el señalamiento sobre la necesidad de partir desde los (y las) protagonistas para proceder a la construcción de indicadores que reflejen la multidimensionalidad y el dinamismo del fenómeno de la pobreza como forma de favorecer el «empowerment» (apoderamiento). El segundo capítulo Desigualdad, Pobreza y Exclusión: Conceptos, medidas y Alternativas metodológicas elaborado por Miguel Angel Mateo incluye un análisis comparativo de los estudios realizados sobre la pobreza desde diversas disciplinas del campo social incluyendo una taxonomía de los mismos configurada a partir de dos ejes: 1) niveles de agregación de las variables y unidades y 2) diversas dimensiones de la pobreza En el tercer capítulo Género, pobreza y Exclusión Social: Diferentes Conceptualizaciones y Políticas Públicas, Mª Asunción Martínez Román nos propone un análisis de las distintas definiciones de la pobreza concebidas cada una desde una fundamentación ideológica que configura y determina su forma de luchar contra la pobreza. Aquí se destaca el papel de las mujeres como grupo omnipresente, aunque no siempre visualizado ni mucho menos considerado, tanto en las definiciones tradicionales de la pobreza como en lo que ha dado en llamarse la «nueva pobreza». Es a partir de estas definiciones que pueden entenderse las distintas formas de intervención social a que cada una da lugar. Entendidas la pobreza y la exclusión social (término cuyo origen, desarrollo y paradigmas son descritos por la autora, resultando de interés para contextualizar y operativizarlo) dentro de la perspectiva del Desarrollo Humano, se las define como formas de violencia estructural en las cuales la razón de género constituye una de las fuen- 212 tes que incrementan la vulnerabilidad social. El segundo bloque entra de lleno en el tema que centra la obra «Pobreza y género». Este bloque dividido también en tres capítulos se inicia con las aportaciones de Mª José González Río en el capítulo Algunas reflexiones en torno a las diferencias de género y la pobreza. El capítulo incluye un breve resumen de las actividades a favor de las mujeres, formuladas por diversos organismos internacionales que resulta de utilidad para situarnos en el desarrollo histórico de la relación entre los estudios de la pobreza y los de género. Pero no se trata de un mero análisis descriptivo, sino que se fundamentan las vinculaciones de la feminización de la pobreza con el aumento de la vulnerabilidad social asociado a la condición de género. Se analizan también perspectivas para la elaboración de instrumentos de análisis como el enfoque Hombre-Mujer y Desarrollo (H-M y D) Mª José Frau se ocupa a lo largo del capítulo Trabajo Femenino y Procesos de empobrecimiento de las mujeres de la relación entre las mujeres y el trabajo como uno de las causas de la pobreza femenina. La participación de las mujeres en las estructuras productivas y sus roles tradicionales dentro de la reproducción biológica (y social) así como los aspectos relativos a la división sexual del trabajo como factores favorecedores de la desigualdad son analizados utilizando ejemplos de las políticas sociales en el ámbito nacional e internacional. Cerrando este segundo bloque Daniel La Parra trata en el capítulo Vida Familiar y empobrecimiento sobre los factores que llevan a consolidar el papel de la familia como un factor de protección frente a la pobreza. En el mismo se analizan las relaciones entre mercado, Estado y familia anticipándonos como hipótesis para la continuidad de este trabajo la vinculación entre los niveles de garantía del bienestar asignados a la familia y REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES el mayor o menor grado de desigualdad de género en términos de pobreza. Este capítulo incluye también tablas comparativas que ilustran los planteamientos teóricos. El tercer bloque nos sitúa en el contexto de los referentes latinoamericanos desarrollados a través de tres capítulos que describen la situación mexicana en «Pobreza y género» en el contexto mexicano realizado por Natalia Ixchel Vázquez y José Guadalupe Figueroa, el texto permite un acercamiento a la cuestión de la pobreza y sus distintos matices, causas y modalidades en el devenir histórico del país americano. Tras esta inmersión pormenorizada, se analizan las relaciones entre género y pobreza dentro de aquel contexto deteniéndose en una descripción de las distintas variables, indicadores y construcciones teórico-metodológicas desde las que se trata el tema. El capítulo Globalización y exclusión. La mujer en el Perú de los noventa presentado por Oscar Ugarteche nos sitúa en el ámbito de la globalización partiendo del análisis de siete elementos que han producido una modificación en las posibilidades de integración económica a escala mundial de África y América Latina, desde donde describe la situación de la pobreza y en particular retrata la imagen de la pobreza en el Perú en la mujer campesina de los Andes. El último aporte iberoamericano lo hace Julio Boltvinik con un capítulo dedicado a la Evolución heterogénea de la pobreza en México 1970-1995. En este punto se explican las fuentes del bienestar para hogares y personas realizando una vinculación entre los aspectos económicos y sociológicos que las mismas representan según su condición de sustituibilidad y de especificidad. A partir de aquí nos conduce a la elaboración de un Índice de Progreso Social (A. Sen). La pormenorizada descripción de la metodología nos sitúa de lleno en la situación del país americano y permite entender dentro de ese marco la situación de la mujer. Como colofón de una obra cuya recensión detallamos capítulo a capítulo para poder dar cuenta del nutrido y variado contenido que justifica, a nuestro modo de ver, su utilidad tanto para el conocimiento conceptual del tema como para su aplicación en la docencia universitaria por lo descriptivo y didáctico, encontramos el capítulo IV Pobreza y Género: Selección y comentario de Bibliografía, en el cual Eva Espinar Ruiz de la Universidad de Alicante ha realizado una clasificación de la bibliografía disponible sobre el tema de la pobreza, que otorga un valor agregado a las cualidades ya descritas del contenido de la obra. CLARISA RAMOS FEIJÓO «LAS CÁRCELES DE LA MISERIA» LOÏC WACQUANT Alianza Editorial Madrid, 2000 Loïc Wacquant, profesor de Sociología en la Universidad de California-Berkeley y discípulo de Pierre Bourdieu, es miembro fundador de la asociación intelectual –y asimismo editorial «comprometida»– Raisons d´agir [Razones para actuar]. Es también colaborador habitual de Le Monde Diplomatique y ejerce notable influencia en la nueva izquierda latinoamericana, especialmente, en Argentina y Brasil, donde ha impartido cursos y mantenido presencia en los medios de comunicación. Especializado en la exclusión social, sus causas y manifestaciones, acaba de publicar «Parias urbanos» (2001), aún no editado en España, en el que amplia y profundiza en el tratamiento del tema objeto del libro que nos ocupa y que tendrá continuación en «Castigar a los pobres», de inminente publicación. El núcleo de la obra de Wacquant es la denuncia de la progresiva implantación de una «gestión policial de la miseria», de una «pe- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 213 RECENSIONES nalización de la pobreza», en la que los excluidos sociales –subocupados, trabajadores precarios, parados, inmigrantes– son criminalizados por el poder político a la vez que resultan desamparados por un Estado de Bienestar en regresión. Esta situación supone la imparable transferencia de recursos de las políticas asistenciales a las represivas y da lugar a una espiral viciosa, excluyente y criminógena que el autor sintetiza en el enunciado: «Difuminación del Estado económico, debilitamiento del Estado social, fortalecimiento y glorificación del Estado penal». En paralelo a ello, denuncia el salto cualitativo en la acción represiva del poder en las últimas décadas y el riesgo que ello supone para los derechos fundamentales de las minorías, en deterioro de los fundamentos mismos del Estado de Derecho. La primera parte del libro se dedica al análisis del principio de «tolerancia cero» con la delincuencia, avalado intelectualmente por Charles Murray en su obra. Losing Ground: American Social Policy 1950/1980 (1984), casi coetánea de la celebérrima Wealth and Poverty, de George Gilder (1981) con cuya concepción social se vincula argumentalmente y precedente directo de Beyond Entitlement: The Social Obligations of Citizenship (1986), obra ésta del politólogo de la Universidad de Nueva York , Lawrence Mead, que propugna el tránsito del welfare al workfare, y la vinculación entre el trabajo social y el trabajo policial. Tales planteamientos, amplificados por una red de think tanks conservadores (tertulias, entrevistas televisivas, etc.), utilizados y convertidos en bandera electoral (Rudolph Giuliani, entonces Fiscal de New York y su Jefe de Policía William Bratton, que tras ser cesado pasó a ser incansable propagandista) se centran en combatir la pequeña delincuencia con rigor e introducir técnicas de management y gestión por objetivos en las comisarías y la actividad policial. Sostiene Wacquant que entre 1975 y 1985 se realizó la zapa intelectual de las nociones y políticas keynesianas en el frente económi- 214 co y social, dando ocasión a una política de descompromiso social que tuvo como primer exponente la «teoría de la ventana rota», de James Wilson y George Kelling (1982), según la cual los pequeños desórdenes cotidianos dan paso a las grandes patologías criminales, adaptación ésta –ironiza Wacquant– del dicho francés de «quien roba un huevo, roba una vaca». La mundialización de estos planteamientos fue fulminante. Desde la advertencia del Ministro del Interior escocés Henry MeLeish –«la gente debe reconquistar la calle ( ... ) el vandalismo insensato, los grafitti y los desperdicios desfiguran nuestras ciudades ( ... ) El mensaje es que, de aquí en adelante, este comportamiento ya no será tolerado» hasta la denominada «Cruzada nacional contra el crimen» del Presidente de México, pasando por la «tercera vía» neolaborista de Tony Blair y el ministro Straw, y alcanzando al socialismo francés, cuyo dirigente y Presidente de Gobierno, Jospin, recordó cómo «cada uno sigue siendo responsable de sus actos. Mientras se admitan excusas sociológicas (...) estas cuestiones no se resolverán» al tiempo que la ministra de Justicia, Guigou, denunció la «cultura de la indulgencia que desrresponsabiliza a los individuos» se ha constatado la rápida difusión del planteamiento originario. El autor parte de la premisa de que «La tolerancia cero es más cara que un plan social» carece de otra justificación que la prefabricada a base de exageraciones mediáticas y no es sino una intolerancia selectiva (con los más desfavorecidos), constituyendo de facto una nueva formulación de la añeja «mano dura» con el pequeño delincuente. Con ella no se ha conseguido sino abrir «un abismo de desconfianza (y, en el caso de los más jóvenes, de desafío) entre la comunidad afroamericana y las fuerzas del orden, lo que no deja de recordar las relaciones que mantenían en la época de la segregación», siendo además patentes los abusos policiales, con elementos racistas incorporados, como los maltratos a un detenido gravados por un videoaficiona- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES do, abusos sexuales en centros de detención y frecuentes escándalos de corrupción interna en la policía neoyorkina. Wacquant reconoce, no obstante, el «efecto escaparate» del referido principio y su atractivo mimético, por más que, científicamente carezca de fundamento y parta de meras «impresiones y temores» sin que pueda soportar un análisis estadístico serio. Amén de ellos, ni siquiera existe consenso en EEUU, sino que se ha constatado cómo grandes ciudades obtienen mejores resultados combinando medidas sociales y de reinserción con la represivas. La segunda parte de la obra, de abrumador soporte estadístico, se refiere al colapso judicial y a la «hipertorfia» o «hiperinflación carcelaria» consecuencia de la política represiva, situación que Wacquant, expresivamente, denomina «bulimia carcelaria», subrayando el hecho de que, en EEUU, se haya triplicado en los últimos 15 años la población penitenciaria, poniendo de manifiesto los datos el altísimo porcentaje relativo de los afroamericanos entre los reclusos, «desproporcionalidad racial» ésta que es aún más marcada entre los delincuentes jóvenes. Con todo, los presupuestos aumentan mientras se estancan los de políticas sociales, situación a la que no resultan ajenos los intereses empresariales y de empleo y de la que resultan tributarios los planteamientos mercantilizadores implantados en la gestión carcelaria. La situación penitenciaria actual de EEUU resulta extrema, con casi 6 millones de penados, de los cuales más de la mitad se hallan en situación de suspensión de pena, casi 2 millones de internos y cerca de 700 mil en libertad condicional. El 75% de ellos son drogodependientes y pequeños delincuentes. Por su parte, los contratistas de las prisiones privadas como un sector económico relevante, que ha llegado a cotizar en bolsa; trabajan 700 mil empleados. De la dinámica señalada estima Wacquant que existe correlato en Europa, donde es patente el endurecimiento penitenciario y un peso cada vez más notorio de los inmi- grantes en la población reclusa. Para el autor, la «política de lucha contra la droga sirve de pantalla a una guerra contra los integrantes de la población percibidos como los menos útiles y potencialmente los más peligrosos, desocupados, sin techo, indocumentados, mendigos y otros marginales». Tras analizar la situación en los diferentes países de la Unión Europea concluye con el fenómeno de la asunción de la represión penal como nuevo valor «de izquierda», tal como ha enunciado con entusiasmo Régis Debray, otrora ideólogo del 68 y como imperativo de «responsabilidad» en la administración demócrata Clinton, mostrando a Inglaterra como «caballo de Troya de la norteamericanización de lo penal». El libro se cierra con una entrevista al autor, que sintetiza sus planteamientos, que constituye un epítome en sí mismo de las líneas argumentales expuestas. Wacquant, que sigue la línea de su maestro Bourdieu en lo que a la denuncia de modos subyacentes de dominación se refiere y, en particular, desenmascara la genealogía de los nuevos tópicos sobre el orden y la seguridad públicos, emplea en su obra un singular tono irónico y polémico (se refiere a sus oponentes como «intelectuales mercenarios», «predicadores», «amateurs», etc. y a las afirmaciones de éstos como «patrañas», «consignas», «estribillos», etc.) en el límite de lo académico y dentro de la mejor tradición del pamphlet. Indudablemente continuador de la criminología contracultural de los años 70 (Foucault, Baratta), desarrolla una argumentación rigurosa impugnando tesis dominantes y desvelando las contradicciones implícitas en las mismas. Con todo, un enfoque politológico que integrará en el análisis las implicaciones de la presente crisis de legitimidad del Estado podría explicar fenómenos planteados por Wacquant por más que le privara de parte de su innegable fuerza polémica. CARLOS PLÁ BARNIOL REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 215 RECENSIONES «EL NUEVO RÉGIMEN JURÍDICO DE LA INMIGRACIÓN EN ESPAÑA. Análisis de la LO 8/2000, de 22 de diciembre, de reforma de la LO 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social» CARLOS ESPLUGES MOTA MANUEL DE LORENZO SEGRELLES Tirant lo Blanch Valencia, 2001 La LO 4/2000, de 11 de enero, y su posterior modificación por la LO 8/2000, de 22 de diciembre, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social, están produciendo un amplio debate no sólo social, sino jurídico, sobre su oportunidad y corrección constitucional en ámbientes profesionales. De ello se ha derivado la publicación inmediata de un buen número de comentarios a la Ley Orgánica, tanto la originaria, como su reforma, producto de la actualidad e importancia del tema de la extranjería en España. A ello se ha unido la controversia surgida por la desafortunada rapidez de su reforma, ya anunciada en el momento en que el originario Proyecto de Ley fue rechazado por el Grupo Popular del Senado. A pesar de lo dicho, nos encontramos con un libro que guarda algunas singularidades respecto a otros. En primer lugar en cuanto a su metodología, ya que no se trata de un simple comentario de los diversos artículos de la Ley sino que los autores, a partir de los Títulos y Capítulos de la Ley, agrupan temáticamente los puntos a tratar intentando dar una cierta exhaustividad y sistematicidad al estudio del regímen de extranjeria en nuestro país. Destaca como se extiende su contenido al estudio de la regulación especial de los nacionales de los Estados miembros de la Unión Europea, o el planteamiento de los 216 Derechos y Libertades de los extranjeros más allá de los tratados en la Ley, la incidencia que tiene la normativa particular para los refugiados o desplazados o la importancia del Acuerdo de Schengen en la situación de los extranjeros en España. Siguiendo en este punto, conviene decir que el libro sigue un tratamiento muy didactico, siendo aconsejable en este punto a los fines de servir de guía para aquellos estudiantes o profesionales que desean aproximarse al Derecho de Extranjería en nuestro país. Y ello dado que no se detiene a la realidad actual normativa sino que parte, en cada uno de los puntos, de la realidad normativa anterior –especialmente en el tratamiento surgido a partir de la Constitución Española, la primera LO 7/1985, de 1 de julio, el Reglamento de 2 de febrero de 1996–, de las concordancias existentes en la Convenios y Tratados Internacionales– que, con independencia de su función normativa, ayudan a interpretar el tenor de nuestras Leyes, como declara el art. 10.2 de la C.E. y 3.2 de la Ley de Extranjeriay de una amplia exposición de las decisiones de los Tribunales, tanto ordinarios –no deteniéndose en la jurisprudencia del Tribunal Supremo– sino también la Constitucional o del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Conviene decir que la jurisprudencia consta separadamente y en letra reducida al final de cada sección o punto tratado a modo de ilustración de la exposición temática, recogiendo no sólo la doctrina, sino el caso; cuestión muy acertada desde el punto de vista técnico, ya que permite ilustrarse más adecuadamente sobre su valor. También decimos que su tratamiento es sin duda educativo cuando evita las notas a pie de página y dar una amplia doctrina, contentándose con una bibliografia sumaria al final del libro y con aludir a los autores de determinadas opiniones, sin otra menciones. En segundo lugar, dentro de los estrictos términos del tratamiento técnico jurídico, el libro es crítico con la nueva regulación de la inmigración en España. Lo es lógicamente, REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES por cuanto los autores ponen de manifiesto que el legislador no se ha preocupado en corregir algunas normas oscuras o defectuosas técnicamente que aparecían en la redacción originaria, como es el caso de la definición de algunos actos de discriminación [art. 23.2.c) de la Ley], los familiares que pueden ser reagrupados [art. 17.1.a) de la Ley]; la alusión a la medida ya derogada de alejamiento de frontera o núcleo de población [art. 53 d) de la Ley]. Pero también por cuanto los autores no están conformes con la reforma operada a la Ley 4/2000, de 11 de enero, que «buscaba alcanzar los máximos niveles de equiparación entre los españoles y extranjeros», ya que la modificación altera profundamente los objetivos y soluciones del texto original , sin pretender actualmente tal igualación. Se ha vuelto, por otra parte a distinguir entre inmigración legal e ilegal a los efectos de la titularidad y ejercicio de los derechos y libertades. Desde ese punto de vista aparece, a mi entender injustamente, algunas críticas a la Exposición de Motivos, sobre todo cuando los autores no consideran real el efecto llamada que se produjo por el anuncio y comprobación del texto originaril de la Ley y la crisis que se produjo en nuestro Gobierno que apartaron de la vida política, curiosamente, a aquellos que estaban a favor del texto originario de la Ley, Sr. Pimentel y Sra. Gomez, Ministro de Trabajo y Secretaria de Estado de Asuntos Sociales, respectivamente. Tampoco entienden la reforma a partir de los compromisos suscritos por nuestro país con relación a la Unión Europea, tratando de hacernos ver como los textos compromisarios no desdecían en absoluto el contenido de la nueva Ley Orgánica 4/2000. Pero una cosa es la crítica al tratamiento técnico júridico del texto y otro el estudio de la realidad política, contingente, llena de meandros que cualquier jurista dificilmente ve. No obstante, se está de acuerdo en una de las conclusiones: «la invalidez de esta Ley, tal como está hoy redactada, para hacer frente a la grave, creciente poliforme realidad de la emigración en España». Más que invalidez, me gustaría decir insuficiencia e inadecuación de la Ley. Insuficiencia como medio de control del flujo migratorio que se ve operativamente todos los días en las aguas del Estrecho o de nuestras Islas Canarias, y que deja sin solución algunos problemas graves como es la situación de los inmigrantes con orden de expulsión, retorno o devolución cuando no es posible su ejecución, y transcurre el límite de los cuarenta días de internamiento; sobre todo a raiz de la derogación del art. 107.3 del Reglamento de 1996 –problema en que los autores se detienen–. Solución que, sólo, específicamente se plantea a través del recurso de los Convenios bilaterales relativos a la Regulación y Ordenación de los flujos migratorios: como el suscrito con Ecuador el 29 de mayo del 2001 (BOE 10-7-2001); Colombia el 21 de mayo del 2001 (BOE 4-72001) y los que se pretenden con Marruecos, Polonia o Rumania. Inadecuación ya que la integración social del inmigrante no opera efectivamente cuando frente a un grupo de inmigración residente legal, sin problemas para ser titulares de derechos, aparece una inmigración residente ilegal que, por las condiciones de marginalidad a los que les condena el difícil proceso de legalización de su residencia y su acceso a las redes de economía sumergida, difícilmente son vistos como ciudadanos de pleno derecho por el resto de la población sino en ocasiones con no poco temor u hostilidad. Fenómenos que se extienden no sólo a la masa de irregulares sino a aquellos que viven aparentemente integrados en nuestro entorno. En este punto, destacan los comentarios de los autores del libro a determinados aspectos de nuestra regulación legal: la crítica a la desconexión que hay entre estancia y residencia, de forma que agotado el primer periodo se tendrán que iniciar ex novo los trámites para obtener la residencia –problema actualmente falto de solución–; el estudio a la justificación de los medios de vida; el estudio de la residencia temporal concedida ex- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 217 RECENSIONES cepcionalmente a aquellos que hubieran agotado sin renovación tal permiso y los que permanezcan en nuestro territorio ilegalmente durante un periodo de tiempo simplemente o por razones humanitarias o arraigo (art. 31.3 y 4 de la LO); el tratamiento que se da a los problemas o situación de los apátridas o indocumentados subsaharianos –que resulta premonitoria de la regulación actual contenida en el art. 56.4 del Reglamento–; la evolución histórica del sistema de contingentes, desde su configuración implicita como sistema de regularización hasta convertirse en un medio de control del flujo migratorio previa la entrada en nuestro territorio; las alteraciones sufridas en el Derecho Sancionador en matería de Extranjería, especialmente el desarrollo de los principios del Derecho Administrativo Sancionador que recogía originariamente la Ley 30/92, de 26 de noviembre; la situación de estancia irregular a los efectos de aplicación del Derecho Sancionador; la distinción entre entrada ilegal consumada o no, a los efectos de la aplicación del procedimiento de expulsión o de devolución. No obstante, a partir del Reglamento nuevo de la Ley, RD 864/2001, de 20 de julio, aparecen ciertos comentarios que resultan actualmente superados: así cuando considera que la prórroga de estancia podrá concederse posteriormente a la expiración de la autorización (no tiene sentido a partir de la dicción del art. 36.1); o considera que la pendencia de un procedimiento sancionador no es bastante para la denegación del permiso de residencia (art. 51.2); o critica la falta de previsión de la adquisición automática de la residencia por menor nacido en España (art. 41.6), la aparente distinción entre permiso y autorización para trabajar, según se realice trabajos por cuenta propia o ajena (art. 66.1), la legitimación del trabajador para la solicitar la concesión inicial del permiso de trabajo (art. 80). Como se ha dicho el libro que comentamos, esperamos por su calidad, que vaya a ser objeto de una nueva edición para ade- 218 cuarlo a la entrada en vigor del Reglamento a la Ley vista, RD 864/2001, de 20 de julio, así como el Reglamento de Reconocimiento del Estatuto de Apatridas, RD 865/2001, de 20 de julio. No sólo para modificar las referencias al Reglamento de 2 de febrero de 1996, sino para dar un tratamiento doctrinal a las amplias novedades del Reglamento, así entre otros: la regulación del Numero de Enlace de Visado (art. 9), la nueva tipología de los permisos de residencia (arts 40 a 42) y la diferenciación de los documentos a requerir según clases de permisos o renovaciones (arts. 43 a 48), la autorización de trabajo a aquellos estudiantes extranjeros que sean compatibles con el régimen lectivo (art. 79.1.a), la complementación de las normas procedimentales de garantía en la expedición de visado ( notificaciones y requerimientos del art. 15; motivación de la resolución y medios de impugnación del art 19), las prohibiciones de salida (art.34.2), prorroga de estancia (art. 37.3), concesión de los permisos de residencia y su renovación (art. 51.3 y 8), la derogación del sistema anterior de preferencias por uno basado en el establecimiento de supuestos en donde no se considera la situación nacional de empleo para la concesión del permiso de trabajo (art. 71), la posibilidad de complementar autorizaciones para trabajar por cuenta ajena y por cuenta propia, siempre que sean compatibles las actividades (art. 88), la amplia extensión de la regulación de permisos de trabajo de temporada (art. 78) o el nuevo permiso de trabajo en el marco de prestaciones transnacionales de servicios (art. 77), el certificado individual o colectivo de inexistencia de demandantes de empleo (art. 65 y 70), la necesidad de conocer cual es el procedimiento que debe aplicarse para la expulsión de los extranjeros inculpados o procesados en procedimientos por delitos castigados con penas privativas en libertad inferiores a seis años (art. 100.2.c), la incidencia en el procedimiento de devolución y retorno de los derechos de asistencia jurídica gratuita, asistencia de interprete, efectos y causas de las medidas (arts. 137.2 y 138.2). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES Recientemente, en una entrevista al Filósofo Paul Ricoeur sobre los nuevos desafios éticos y a raiz de una pregunta sobre la nueva identificación de la persona, nos dice que el otro es constitutivo de la personalización, recalcando: «A Europa llegan extranjeros provenientes de toda Africa, sobre todo septentrional, de Oriente y de la Europa balcánica. Si queremos de verdad acogerlos, más allá de las justas, necesarias y prioritarias reglas a establecer. No debemos buscar sólo comprenderlos o penetrar en su mentalidad, su psicología, su civilización, sino poner en acto una autentica inversión de la perspectiva comunicativa, es decir, ponerse en condiciones de hacernos comprender, en suma , de hacernos reconocer. Entonces, aceptar a los otros significa reconstruir también en nosotros el sentido de una pertenencia humana.... Naturalmente no estoy sugiriendo la fusión, la limitación de la identidad, sino la conciencia de que la corresponsabilidad comporta el mutuo reconocimiento. Si nos ponemos en la condición de hacernos comprender, los otros estarán automáticamente investidos de la responsabilidad de comprendernos. Esto vale naturalmente para todos los ámbitos de la convivencia humana, social y política». Hace ahora dos siglos, operó en la construcción de la Teoría General del Derecho y el Derecho Civil Continental Europeo, una lucha filosófica y, por que no decirlo, ideológica, sobre el concepto de persona como sujeto de derecho, sin necesidad de aditamentos o características mayores que no se agotaba en la relación jurídica privada sino que tenía un profundo significado político. Actualmente, desde la perspectiva del Derecho de Extranjería en el ámbito supranacional en el que nos encontramos también se pretende el reconocimiento de derechos del extranjero por la propia calidad del sujeto, como simple persona, como una exigencia de nuestra cultura política y jurídica. No se entiende, salvo desde una cierta hipocresía, que Europa se entienda paladin de los derechos y libertades de sus ciudadanos y, frente a la inmigración descontrolada, fije una serie de normativas de control del flujo que lleve a la marginación a una parte de una población que es imposible de expulsar. Marginación que, si bien es aprovechado por una serie de mafias, también implica en el extranjero ilegal una total desvinculación con el Estado «receptor», sus intituciones y personas. De ahí que se deba recalcar que los procedimientos y cauces de legalización del inmigrante ilegal no deben tener la excepcionalidad y discrecionalidad que se predica en la nueva Ley, sino estar basados en un procedimiento regular de reconocimiento del esfuerzo de integración en nuestro país de sujetos que, sin haber obtenido permisos ni autorizaciones, desarrollen o hayan desarrollado un trabajo por cuenta ajena o propia en nuestro país que les permita su estancia. De ahí las sabias palabras de Ricoeur en el sentido de que sólo quien se hace comprender logra del otro una corresponsabilidad en la comunidad en la que vive. JOAQUÍN MARÍA RIVERA ÁLVAREZ «ECONOMÍA SOCIAL Y EMPLEO EN LA UNIÓN EUROPEA» VV.AA. CIRIEC. Valencia, 2000 820 páginas Presentamos una obra que refleja el resultado de un amplio estudio, originado desde la preocupación por el empleo en los quince países de la Unión Europea, y se desarrolla dentro del marco de la Acción Piloto «Tercer Sistema y empleo». Su realización se debe a uno de los dos equipos de investigación integrado por seis directores y veintisiete investigadores al que han dedicado casi tres años (1997 98-99). El reconocimiento de la importancia de esta obra lo expresa el patrocinio con el que ha contado para su publicación por parte de la propia Dirección General de Fomento REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 219 RECENSIONES de la Economía Social y por el Fondo Social Europeo del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de España. El resultado es un trabajo centrado en el papel de la Economía Social; caracterizada ésta por una finalidad de servicio a los miembros o a la colectividad, por la primacía de las personas sobre el capital, por el funcionamiento democrático y por la autonomía en la gestión respecto a los poderes públicos. La relación de la economía social con el empleo no es un fenómeno reciente. La economía social tiene sus antecedentes en los gremios, las comunidades y las cofradías. Sus orígenes desde finales del siglo XIX arrancan de aportaciones teóricas y prácticas. Entre las primeras cabe recordar a pensadores como Owe (1771-1857), Saint Simon (1760-1825) o Le Play (1806-1862), por citar solo algunos y que se plantean el control de la economía a favor del hombre a través de algunas reglas como la democracia interna, la búsqueda del precio justo, la implantación de circuitos cortos. En esos mismos años encontramos experiencias y realizaciones concretas: la cooperativa de consumo multifuncional de Rochedale fundada en 1844 con la instauración del principio «un hombre un voto» y la creación de fondos de formación. También en estos años Raffeisen en 1864 llega a crear una caja de crédito basada en el concepto de solidaridad ilimitada para evitar la usura. Schuelxe Delitzch crea en 1850 una caja de seguros de enfermedad y un organismo de crédito popular. Paralelamente a estas iniciativas encontramos a los mutualistas creadores de numerosas sociedades de socorro, mutuas de agricultores fundadores de seguros agrícolas, cajas de crédito, de cooperativas, asociaciones. A través de las primeras experiencias de Economía Social, desde motivos y formas diversas, se constata que nace vinculada a lo local y desde principios similares, plurales y flexibles relacionados con la solidaridad, la democracia y la responsabilidad. Se concreta en el marco organizativo de asociaciones, 220 mutualismo, cooperativismo, comunitarismo y sindicalismo. De hecho, en el mundo obrero y en agrícola no es infrecuente encontrar la correlación entre sindicalistas, cooperativistas y mutualistas, apoyados frecuentemente por entes territoriales que se han mostrado aliados naturales de la Economía Social. Con el avance de la división del trabajo, se experimenta un marcado refuerzo desde distintas formas de cooperación de usuarios (ahorro, crédito, consumo...) y de productores (empresarios individuales y trabajadores asociados). Actualmente se originan formas de Economía Social a través de modalidades de cooperación multisectorial y transversal. Las modalidades concretas varían, bien se trate de Economía Social a través del trabajo independiente (pp. 51-56), en el sector servicios, con una amplia variedad y relevancia en casi todos los Estado miembros (pp. 5675), o a través de las cooperativas de trabajo asociado, con una trayectoria diferente en cada uno de los Estados miembros, influido el proceso muchas veces por el respaldo de las políticas públicas. Esta trayectoria explica los enfoques plurales de la Economía Social, que es un término más preciso que la atribuido al Tercer Sector y más amplio que el correspondiente tanto a la llamadas «economía solidaria» o «economía alternativa». La convergencia de los diferentes enfoques de la Economía Social se encuentra en torno a los principios presentes en cooperativas, mutuas, asociaciones y organizaciones y que cabe resumir en las siguientes: relaciones y agrupaciones, lo que hoy conocemos como redes, libre adhesión, democracia, ausencia de beneficio individual, desarrollo integral de la persona e independencia ante otros organismos En algunos países se circunscribe la Economía Social al ámbito del Tercer Sector, situado, por tanto, entre el espacio de la economía mercantil y el Estado. Los autores del informe final han preferido utilizar el término «Tercer Sistema», como ámbito o campo REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES de trabajo, aún reconociendo que las fronteras aparecen borrosas (pp.15-21). El Tercer Sistema, se considera aquí integrado principalmente por cooperativas, mutualidades, organismos de voluntariado, asociaciones, fundaciones. Se trata, por tanto, de organizaciones e instituciones que no pertenecen al sector público, y que no persiguen exclusivamente el fin de lucro. Presentan algunas dinámicas que caracterizan el talante y la tendencia del Tercer Sistema: a) flexibilidad de las organizaciones, interna , como la diversidad de horarios, por ejemplo, y externa, manifestada en pluralidad de actividades; b) la emergencia de nuevos empleos apoyados por una mezcla de voluntariado y apoyo público para velar por la dinámica de los empleos creados; y c) la consolidación que se refleja en el desarrollo de la normativa que regula las actividades de este Sistema (pp. 183188). tos territoriales. Cuando unos y otros quedan «desclasificados» de la dura competición por el acceso a los puestos de trabajo escasos, la Economía Social puede representar una medida u oportunidad de respuesta laboral, como se nos muestra en esta obra a través de los múltiples ejemplos en los sucesivos países de la Unión Europea. La obra en su conjunto se divide en dos partes. En la primera de ellas se incluye el informe final y en la segunda los informes nacionales de los quince Estados miembros de la Unión Europea. Ofrece además, al final del libro, un apartado en el que se recoge el compendio relativo al reconocimiento en el marco de la Unión Europea sobre la Economía Social a partir de la década de los años setenta. En cualquier caso, se trata de un campo cuyo interés, en términos de empleo, se pone de manifiesto en el volumen que representa el 8% de empleo a tiempo completo equivalente –TCE– (tal como nos especifica la tabla 1 de las páginas 25-26). Iniciar la lectura del texto desde el informe final, nos proporciona las claves que nos orientan en la diversidad de situaciones sobre la Economía Social en cada uno de los Estados miembros. De hecho, en esta primera parte, se nos describe el campo de estudio y su importancia en términos de empleo real creado, así como el reconocimiento por parte de la sociedad de la que se trate; cómo está evolucionando la Economía Social en el Tercer Sistema; con qué estructuras de apoyo cuenta en Europa o en los diversos Estados de la Unión, así como las recomendaciones que se derivan de la situación general. Pero la importancia del dato no es sólo cuantitativa. Se trata de resaltar el interés que tienen algunas de estas iniciativas al incluir, en el proceso productivo, personas que difícilmente encontrarían ocupación en el mercado. Como es sabido, en la sociedad actual, marcada por un proceso de cambio acelerado, no es infrecuente que personas en edad laboral y capacitadas para el trabajo no logren encontrar ocupación. La no participación en el mundo del trabajo, representa un evidente riesgo de exclusión social, y se puede concretar en colectivos específicos –mujeres, jóvenes–, o también en contextos o ámbi- No obstante las imprecisiones conceptuales, lo que dificulta el rigor metodológico en el proceso de investigación, particularmente cuando se pretende comparar unos países con otros, la evolución del empleo generado en el Tercer Sistema aparece como una de las claves que indica, en términos cuantitativos y cualitativos, su interés y relevancia en la dinámica de empleo. De hecho, el informe en su conjunto, nos muestra una serie de tablas en las que resulta evidente el peso y tendencia que está teniendo la Economía Social. A la luz de la evolución y resultados de la situación actual, se dan algunas claves para el En la obra se reconoce la dificultad de saber si existe una conciencia o reconocimiento de un sector alternativo en relación al Sector Público y al Sector de la empresas mercantiles y privadas (p. 20 y pp. 37-46). REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 221 RECENSIONES proceso de consolidación a través de la orientación legislativa y reglamentadora, a través del reconocimiento de la función del empleador, y también a través de la importancia de la profesionalización, y no sólo a través de la formación o del tipo de apoyo mas eficaz y oportuno en este campo (pp. 79, 174 y 183188). En el tercer apartado del informe final se presta una atención especial a los organismos de apoyo y a las funciones que desempeñan, poniendo de manifiesto las experiencias más exitosas e innovadoras, en las que además de la descripción de datos, se resaltan los puntos fuertes y débiles y se señalan claves de funcionamiento de los organismos de apoyo (p. 127) para el avance de modelos que favorezcan las buenas prácticas. Como cabe esperar, la tradición, el dinamismo económico y la capacidad de dialogo social influyen en la realidad de la Economía Social. En cualquier caso, las políticas públicas sobre la Economía Social y Empleo, representan un impacto positivo bien se trate de incidencia directa, sobre el empleo en el sector, o de políticas que afectan a las estructuras del sector, con efectos indirectos sobre el empleo. A través del apartado 4 del informe final se resalta que en aquellos países con mayor trayectoria en Economía Social se cuenta con una riqueza de dispositivos y políticas públicas directas e indirectas en este ámbito . En otros países con experiencia más corta, las medidas específicas dirigidas al sector de empleo son aún escasas y con frecuencia inducidas por dispositivos supranacionales. Tal como se recoge en el último apartado del informe final, desde la flexibilidad interna y externa de las experiencias, el aumento del empleo desde la Economía Social tiene lugar en unidades pequeñas centradas en los servicios, en la experimentación y en los nichos de producción. Otra dinámica destacable tiene que ver con la emergencia de los nuevos empleos relacionados con el surgir de 222 nuevas necesidades y nuevo público, casi siempre desde la importancia de lo local, es decir a través de experiencias centradas en el territorio. La tercera clave a resaltar está relacionada con la consolidación necesaria que favorezca la solvencia económica de las actividades y la profesionalización del personal para el enriquecimiento de los recursos humanos. En la segunda parte de esta obra se recogen los quince informes nacionales correspondientes a los respectivos Estados miembros de la Unión Europea. Tanto la concepción como las principios en la Economía Social se encuentran permeados por un enfoque dinámico de la sociedad y las características específicas de contextos. Así, por ejemplo, cabe deducir, de la lectura de los sucesivos informes que, en el contexto anglosajón, prevalece la traducción de una dinámica vinculada a la práctica, mientras que en la sociedad latina se refleja más la incidencia de los principios. Pero además, tenemos, en primer lugar, que la especificidad de cada nación, con sus precedentes históricos, políticos y culturales se refleja también en la Economía Social del conjunto de la Unión. En el marco de esta diversidad, se constata la abundancia de iniciativas que muestran un intento común de vincular la solidaridad en el proceso económico, en un ambiente marcado por la competitividad y el esfuerzo necesario para llegar a la meta tal como parece sugerirnos la foto de la portada de esta obra. Como cabría esperar, en los diversos países, existe una tendencia congruente entre reconocimiento interno entre los miembros de los integrantes de las respectivas organizaciones, el reconocimiento mediático y/o conceptual y el reconocimiento de los poderes públicos. De aquí podemos deducir que la Economía Social está mas establecida en Francia, Bélgica y España; experimenta un realidad menos sólida en Dinamarca, Finlandia, Grecia, Italia, Suecia, Irlanda, Portu- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES gal y Reino Unido. En otros países, permanece vinculada al Tercer Sector representado por el sector no lucrativo y el sector voluntario como ocurre en Alemania, Austria, Luxemburgo y Holanda. En varios de los informes, de Austria, Finlandia, Grecia..., se constata que no se puede hablar con propiedad de una Economía Social puesto que falta el sentimiento de unidad entre cooperativas, asociaciones, mutuas, etc, aunque exista este tipo de empresas y representen una realidad económica considerable, si bien en algunos casos, su funcionamiento, no se distancia mucho de la economía tradicional (p. 246). El empleo que se estructura en torno al Tercer Sistema, en la mayoría de los países de la UE está claramente diferenciado, desde un área central de trabajos con seguridad social y cualificados a otros trabajos sin seguridad social, a menudo de duración limitada. Se nos muestra un detallado análisis sobre las particularidades y formas en las que se expresa en cada uno de los países miembros de la U.E. Con diferencias. Eso sí, entre diversos países que van del 16,64% en Holanda, el 15,89% en Irlanda y el 13,85% en Dinamarca, al 3,50% en Portugal, el 4,60% en Luxemburgo y el 5,83% en Suecia. En España encontramos un valor ligeramente superior a la media con el 9,97%. (referencia tabla 1 pp. 25-26 y pp. 183-184). Las diferencias son patentes entre los diversos países. La tendencia común de la Economía Social parece destacar en el sector sanitario y social, por ser éste, tal como se nos indica en el informe nacional alemán, un campo de expansión de los derechos sociales, y por la atención a las consecuencias derivadas de la sociedad dual que exige respuesta a necesidades básicas de aquellos que carecen de seguros y cobertura social. De este modo puede afirmarse que, una parte importante de las organizaciones del Tercer Sector que emplea mano de obra, funciona como una rama del Estado del Bienestar. También en- contramos otra parte integrada en las economías de mercado en el servicio al consumidor. Se constata en éste ámbito la importancia del trabajo independiente desarrollado por agricultores o comerciantes, el sector servicios, las cooperativas de trabajo o de servicios o asociaciones o fundaciones que centran su actividad en servicios directos a personas, en la gestión, formación o asesoramiento, programas o servicios de inclusión social de colectivos diversos. Con menor incidencia, pero en evolución progresiva, aparecen también los servicios de proximidad a través de servicios de ayuda a domicilio, movimientos de auto-ayuda, servicios de guardería... En algunos países, como Bélgica, por ejemplo, se incluye también la presencia en el medio ambiente. Parece relevante para el concepto, contenido y desarrollo de la Economía Social, el cómo se organizan las diversas iniciativas existentes: en Dinamarca, por ejemplo, en diversas ciudades aparecen los «proyectos de organización en red»; en España (pp. 373415), las empresas del sector de mercado de la Economía Social se encuentran bien estructuradas, tanto en el ámbito autonómico como estatal, a través de Federaciones, y también algunas asociaciones con amplia trayectoria histórica, otras asociaciones que han surgido en los últimos años, vinculadas generalmente a la lucha contra la exclusión social o desarrollando actividades de inserción para el trabajo no han alcanzado un nivel organizativo deseable (pp. 410-411). Las asociaciones tienen una mayor relevancia como nos indican los informes referentes a Dinamarca, Bélgica, Francia...; si bien, también las cooperativas de trabajo asociado, u otras modalidades, cuentan con una presencia muy marcada en países como Italia y España. También en Suecia están adquiriendo importancia las nuevas empresas cooperativas y las agencias de desarrollo cooperativo (pp. 803-804). Sin embargo, tal como se des- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 223 RECENSIONES taca en el informe belga, las cooperativas como tales, en particular las de ahorro, crédito o de seguros para mantener el nivel exigido por la economía competitiva, muestran un claro debilitamiento de sus principios fundadores (p. 308). Pero si las diversas iniciativas de Economía Social no son competitivas, y para ello necesitan «hacer cuentas con el mercado» no tienen fácil su pervivencia a no ser que dispongan de otros fondos. Casi todos los informes de los respectivos países plantean la necesidad de reforzar las relaciones entre las iniciativas de Economía Social y las Administraciones Públicas. Ello puede influir en su independencia como se nos indica en el informe danés (p. 369), si bien otros opinan que no tiene porqué ir mas allá de una conveniente y sana colaboración pero sin que llegue a considerarse como extensión de la política social gubernamental. Tampoco faltan casos, como en Finlandia en el que se indican las dificultades con las que se pueden encontrar los gobiernos en la práctica de apoyo a las empresas del Tercer Sector por parte de las organizaciones de los trabajadores o con los reglamentos que regulan el sistema fiscal o las prestaciones por desempleo (p. 439). Estos y otros obstáculos que se describen en la obra no restan interés y actualidad a la Economía Social. Las mismas directrices comunitarias del empleo para 2001, a través de la Comisión Europea, instan a los Estados miembros de la UE a desarrollar estrategias que potencien la creación de empleo en el ámbito local. Para ello se sugiere el esfuerzo de administraciones públicas, regionales y locales y la alianza con diversos agentes presentes en el territorio. Se persigue, en definitiva, potenciar enfoques integrados por agentes públicos, sociales, locales o regionales en la promoción del empleo. Y se pretende esta dinámica desde una perspectiva europea en la que encontramos múltiples y diversas experiencias canalizables a través de la Economía Social. En todas ellas se detecta, como característica, la importancia de los recursos humanos en la producción de pequeñas iniciati- 224 vas y realidades emprendedoras, sin perder de vista el marco económico más amplio y general. La lectura de esta obra nos evoca la posibilidad de potenciar, también desde la economía, la relación Yo-Tu frente a la relación Yo-Cosas. Y esto cuando se admite la dimensión social y no sólo la mercantil. Es así como nos situamos en el principio de Martin Buber, para asegurar que el fundamento de la «buena sociedad» reside en el principio de que las personas son fines y no medios, y que también desde este enfoque, es posible encontrar en la globalización del «capitalismo desorganizado» nuevos yacimientos de empleo desde estilos, no únicamente mercantilistas, que nos acerquen a globalizaciones solidarias. Tales referencias están en consonancia con la Tercera Vía, aunque tal vez no tanto como vocación socio- política (A. Gidens) y más cercana al enfoque que aboga por el acercamiento entre agentes implicados en la buena sociedad de la que habla recientemente A. Etzioni. Concluyendo, la lectura de esta obra nos aporta amplias informaciones y muchas sugerencias. Para que éstas puedan ser provechosas, se necesita continuar con investigaciones capaces de producir resultados que contribuyan, a su vez, a una mayor concreción conceptual y operativa de la Economía Social en toda la Unión Europea. Del conjunto de reflexiones provocadas nos parece poder destacar dos. Por una parte, en esta obra se muestra que existen «huecos de empleo» y posibilidades económicas que, adecuadamente organizadas desde la Economía Social, pueden facilitar el trabajo a personas que tienen dificultades de integración en el mundo laboral. Por otra parte, se indica que, en la época de la globalización económica, caben y son necesarias dinámicas que, desde el potenciamiento de lo comunitario (cooperación, mutualismo, asociacionismo), equilibren el protagonismo del Estado y del mercado enriqueciendo así la realidad social. NATIVIDAD DE LA RED VEGA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES «HUÉSPEDES DEL AIRE» SOCIOLOGÍA DE LAS PERSONAS SIN HOGAR EN MADRID PEDRO JOSÉ CABRERA CABRERA Departamento de Publicaciones de la Universidad Pontificia de Comillas Colección Políticas, Trabajo y Servicios Sociales, nº 7 Madrid, 1998 Resulta muy meritorio hacer un trabajo sociológico sobre cualquier colectivo social invisible y oculto. Esta es la compleja y excelente tarea que ha realizado D. Pedro Cabrera Cabrera en este libro. El colectivo de Personas Sin Hogar (P.S.H., a partir de ahora), conforma uno de los grupos sociales que presenta uno de los mayores grados de dificultad en su estudio. La ocultación social que sufren, el rechazo a acudir a los Centros de Atención, la movilidad «residencial» para alcanzar la subsistencia, su invisibilidad en los datos y estadísticas oficiales, etc. son factores que favorecen la dificultad real y objetiva para delimitar cuantitativa y cualítativamente el fenómeno del «Sin Hogarismo». Este libro constituye un esfuerzo riguroso por acercarse al grupo social de P.S.H. que deambulan por las calles de una ciudad como Madrid, la cual, por su tamaño y por otras razones que no son objeto de explicar en este trabajo, se constituye hoy en el núcleo urbano de nuestro país que cuenta en sus calles con el mayor número de P.S.H. El autor señala, para 1995, una estimación de unas 3.161 personas que deambulan por la ciudad de Madrid. Otras fuentes estadísticas sitúan las cifras en unos 5.000 ciudadanos que conforman este grupo social. En todo caso, existe un consenso generalizado en reconocer que los datos generales de P.S.H. se sitúan en 1% de la población. El libro cuenta con dos partes claramente diferenciadas. En primer lugar, realiza una presentación conceptual, histórica y sociológica sobre las P.S.H, y las respuestas asistenciales proporcionadas hasta ahora. Plantea claramente una relación directa entre las teorías de la exclusión social y el fenómeno del «Sin Hogarismo». Por tanto, rompe con un tópico extendido entre la población en general. Las P.S.H. son algo más que pobres. Se trata de personas que sufren procesos de exclusión multi-causal y que presentan problemáticas añadidas diversas. En esta primera parte, se realiza igualmente un recorrido históríco sobre la conceptualización del fenómeno social de las P.S.H. y de los diversos modelos de respuesta social. Cabe señalar, en este caso, que muchas afirmaciones y consideraciones que se hacían anteriormente aún están vigentes. Por ejemplo, existe todavía la tendencia a personalizar y a culpabilizar los procesos de exclusión. En el ámbito asistencial, aún muchos recursos mantienen su lógica de respuesta temporal y de atención sólo a las necesidades básicas, careciendo en muchos casos de programas de intervención integral y de estrategias coordinadas para la inserción. La segunda parte del libro se refiere al estudio propiamente sociológico del colectivo de P.S.H. en Madrid. Comienza presentando la metodología de trabajo utilizada. En este sentido, la primera dificultad que se encuentra es la de definir y acotar la muestra del estudio, teniendo en cuenta su difícil cuantificación, su heterogeneidad y dispersión. En este caso la muestra es de 170 personas, lo que significa un tamaño muestral adecuado. Sin embargo, como déficít de la misma, hay que señalar que quedan fuera un grupo muy importante desde su trascendencia en lo que se refiere a las características de orden psicosocial y de desarraigo. Me refiero al colectivo de crónicos de la calle, es decir, aquellos que rechazan en muchos casos la atención. Hay que indicar que la muestra está seleccionada sobre personas qué de alguna forma tienen contacto con las redes de atención social. Por tanto, son usuarios de comedores, Centros de REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 225 RECENSIONES Acogida, perceptores del Ingreso Madrileño de Integración, y de otros recursos. En definitiva, se trata de personas que acceden de una u otra forma a los recursos asistenciales, presentando éstos unos perfiles distintos al colectivo social que conforma el sub-colectivo social que se viene denominando como «crónicos de la calle». En relación con el trabajo sociológico, hay que señalar que se va realizando un recorrido detallado y preciso de las diversas características sociodemográficas del colectivo de P.S.H. (edad, sexo, estado civil, educación, etc...). Como principales elementos y/o conclusiones que se presentan, podemos señalar los siguientes aspectos que pueden ser muy útiles conocerlos para identificar con claridad la situación actual de este complejo colectivo social. Los varones siguen siendo mayoritarios. Sin embargo, resulta cada vez más importante la presencia de mujeres, las cuales, en número y en situaciones personales de desarraigo conviene estudiar. Con respecto a la edad, el numero mayor de P. S. H. se sitúa entre el tramo comprendido entre los 31-50 años, son datos muy similares a los estudios realizados en otros países. En este apartado, hay que llamar la atención sobre un dato muy significativo, consiste en el bajo porcentaje de personas mayores de 65 años que conforman el colectivo de P.S.H. Se rompe así una tendencia clásica, ya que tradicionalmente las «personas mayores» constituían un grupo muy numeroso dentro de este grupo social altamente excluido. No cabe duda, que las políticas de protección social desarrolladas en los últimos veinte años con este segmento de población, han tenido una clara incidencia en la progresiva reducción de ancianos en las calles o en los Albergues. La soledad, tal y como se refleja en el estudio, es la principal característica de las P.S.H. La mayoría son solteros (55%) o bien, se encuentran divorciados o separados (30%). Solo un 9% de estas personas cuentan aun con algún tipo de relación de pareja (casados o en pareja). Sin lugar a dudas, la carencia 226 de vínculos y redes familiares constituyen un factor clave que favorece su vulnerabilidad y sobre todos dificulta aun más que estas personas puedan salir de su situación de marginación. En la misma línea, hay que señalar que el bajo nivel educativo y, la falta de capacitación laboral son factores que favorecen los procesos de exclusión que generan como resultado el desarraigo y la pérdida de vínculos familiares y sociales. El estudio, en uno de sus apartados, presenta claramente el proceso de exclusión de las P.S.H. entendiendo éste como el resultado de diversos factores que van actuando en el itinerario personal del sujeto, donde además, operan y están presentes diversos factores estructurales, tales como; déficit en el desarrollo de políticas sociales de vivienda, mercado laboral precario, etc... Por tanto, se puede afirmar que las P.S.H. son el resultado de la actuación de factores personales exclusógenos que actúan en colectivos socialmente vulnerables. Ello supone, tal y como se refleja en el estudio, que existen diversas tipologías de este colectivo social según el estado y/o proceso de exclusión en que se encuentre el sujeto (leve, moderado y crónico). Las problemáticas añadidas, es decir, el alcoholismo, los trastornos mentales y las dependencias a otras drogas, constituyen elementos presentes en los itinerarios personales de las P.S.H. En unos casos, constituyen la causa precipitante de los referidos procesos. En otros, se convierten en la consecuencia directa de encontrarse en una situación de destrucción y abandono personal. Desde el punto de vista asistencial, resulta interesante la información y valoración que hacen los propios usuarios de los recursos que utilizan. Sin duda, se realizan muchas afirmaciones que son muy interesante tener presente de cara al diseño y definición de algunos dispositivos especializados de atención en particular y, de la red asistencial REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 RECENSIONES en general. Hay que reconocer que la misma es muy deficitaria y heterogénea, respondiendo aún, en muchos casos, a criterios de intervención de épocas anteriores. Constituye hoy una asignatura pendiente de los diferentes responsables políticos, afrontar de forma global las políticas generales contra la exclusión y en particular, la respuesta a los grupos mas excluidos, entre los que encontramos a las P.S.H. Para finalizar, resultan muy interesante los apartados del estudio donde se viene a demostrar, como afirma el autor que «algunas obviedades, a pesar de reconocerlas, son olvidadas». En primer lugar, las P.S.H. viven en nuestro mundo, no son de «otro mundo», es decir, no son ajenos a las distintas circunstancias cotidianas que se producen en nuestra sociedad. Son personas que tienen ideología política, deseos y expectativas como el resto de la población. Por tanto, no es cierto, como algunos afirman, que «en el fondo les gusta vivir así». No se trata de una opción personal elegida. Por el contrario, constituye una situación impuesta que al final, por diversas razones, en algunos casos, se asumen y se integra como algo cotidiano. Son perso- nas que viven en el mundo, en sus márgenes, pero están presentes en nuestra realidad social, lo que nos obliga a desarrollar las estrategias activas de intervención e inclusión. Del mismo modo, son personas, por tanto sujetos de derecho, en nuestro caso podríamos afirmar de derechos sociales. En definitiva, el libro nos presenta una compleja realidad social, que está conformada por un grupo de personas que suman un importante número de «catástrofes personales silenciosas». En nuestra mano está romper con este fatalismo individual y a su vez, con el olvido y/o negación social, comenzando a dar pasos para el reconocimiento social de las P.S.H. y por tanto, garantizar sus derechos sociales y el desarrollo de las políticas de inclusión que requieren. Se puede afirmar, que estamos ante un interesante y comprometido estudio, que ha buscado, a mi juicio, hacer visible en lo humano y en lo sociológico, a un colectivo social gravemente excluido y en muchos casos, oculto y de difícil definición. DARÍO PÉREZ MADERA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 35 227 Bibliografía: Exclusión social ACCIONES contra la exclusión social: I Foro de Trabajo Social; del 25 al 27 de marzo de 1998; organizado por la Escuela Universitaria de Trabajo Social de la Universidad Pontificia de Comillas. Madrid: Universidad Pontificia de Comillas, 1999. 310 p. BRAITHWAITE, Jeanine; GROOTAERT, Christian; MILANOVIC, Branko. Poverty and social assistance in transition countries. London: MacMillan, 2000. XI, 188 p. ACTIONS de réinsertion: mettre en place de nouveaux services: culture et lutte contre l’exclusion / UNIOPSS (Union nationale interfédérale des oeuvres et organismes privés sanitaires et sociaux). Issy-les-Molineaux: ESF, 2000. 168 p. 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BOJA, 26-10-99 * Decreto 12/2002, 15 de enero (modifica el Decreto 143/1996, 17 de diciembre, de desarrollo del ingreso mínimo de solidaridad y de las ayudas de emergencia social). DOCM, 18-1-2002 ASTURIAS CATALUÑA * Resolución 18 octubre 2001 (se aprueba el * Decreto 306/1998, 1 de diciembre (des- Plan General de Inserción para 2002). BOPA, 9-11-2001 BALEARES * Decreto 117/2001, 28 de septiembre (renta mínima de inserción). BOIB, 6-10-2001 arrolla la Ley 10/1997, 3 de julio de la renta mínima de inserción). DOGC, 11-12-98 * Decreto 118/2001, 2 de mayo (modifica el Decreto 306/1998, 1 de diciembre). DOGC, 17-5-2001 * Decreto 316/2001, 20 de noviembre (modifica el Decreto 306/1998, 1 de diciembre). DOGC, 11-12-2001 CANARIAS EXTREMADURA * Decreto 13/1998, 5 de febrero (ayudas eco- * Decreto 28/1999, 23 de febrero (se regulan nómicas básicas). BOCA, 2-3-98 las ayudas para la integración en situaciones de emergencia social. (A I.S.E.S.)) DOE, 2-3-99 CASTILLA Y LEÓN GALICIA * Decreto 24/2001, 25 de enero (aprueba el * Ley 1/1999, 5 de febrero (modifica l Ley Plan Regional Sectorial de acciones frente a la exclusión social). BOCL, 31-1-2001 9/1991, 2 de octubre de medidas básicas para la inserción social). DOG, 22-2-99 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 245 BOLETÍN LEGISLATIVO SOBRE ACCIÓN SOCIAL MADRID * Decreto 72/2000, 27 de abril (modifica el Decreto 73/1990, 19 de julio del ingreso madrileño de integración). BOCM, 10-5-2000 * Ley 15/2001, 27 de diciembre (de Renta Mínima de Inserción). BOCM, 31-12-2001 MURCIA * Decreto 65/1998, 5 de noviembre (ayudas, prestaciones y medidas en materia de inserción y protección social). BORM, 7-11-98 NAVARRA * Decreto Foral 120/1999, 19 de abril (regula la renta básica). BON, 3-5-99 * Orden Foral 58/1999, 17 de agosto (desarrolla el Decreto 120/1999, 19 de abril). BON, 10-9-99 * Decreto Foral 130/1999, 26 de abril (se regulan las ayudas económicas para el desarrollo de los programas de incorporación sociolaboral destinados a personas en situación de exclusión social. BON, 7-6-99 * Decreto 198/1999, 20 de abril (regula el ingreso mínimo de inserción). BOPV, 20-5-99 * Decreto 199/1999, 20 de abril (se regulan las ayudas de emergencia social). BOPV, 20-5-99 * Decreto 1/2000, 11 de enero (se regulan los convenios de inserción). BOPV, 31-1-2000 * Decreto 182/2000, 19 de septiembre (se articula el programa AUZOLAN, para la inserción laboral de las personas en situación o riesgo de exclusión). BOPV, 29-9-2000 * Ley 8/2000, 10 de noviembre (modifica la Ley contra la exclusión social). BOPV, 2-1-2001 * Ley 9/2000, 10 de noviembre (modifica la Ley contra la exclusión social). BOPV, 2-1-2001 LA RIOJA * Decreto 24/2001, 20 de abril (se regulan las prestaciones de inserción social). BOR, 26-4-2001 VALENCIA PAÍS VASCO * Ley 12/1998, 22 de mayo (medidas contra la exclusión social). BOPV, 8-6-98 * Decreto 171/1999, 5 de octubre (modifica el Decreto 132/1990, 23 de julio, del plan de medidas de inserción social). DOGV, 21-20-99 La presente selección de normativa ha sido elaborada por el Centro Estatal de Documentación e Información de Servicios Sociales (CEDISS), Subdirección General de Estudios e Informes Socioeconómicos 246 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34