Santo Domingo y sus símbolos

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Santo Domingo y sus
símbolos
Normalmente se representa a los santos
con símbolos que son indicativos de sus
principales
características.
Así,
por
ejemplo, se representa a San Pedro con
"las llaves", simbolizando el poder que le
concedió el Señor. San Vicente Ferrer es
representado por "alas", porque está
considerado
como
el
"ángel
del
Apocalipsis", y así sucesivamente. Santo
Domingo de Guzmán está representado
frecuentemente con un báculo en su mano
derecha, de la que cuelga un guión con el
emblema de la Orden de Predicadores
junto con el rosario, y un perro con una
antorcha encendida. Frecuentemente se
añaden una lila blanca en su mano
izquierda y una estrella en su frente. Todo
ello se refiere a aspectos o sucesos de la
vida de Santo Domingo. Veamos su
significado.
Santo Domingo de
Guzmán está
representado frecuentemente con un
báculo en su mano derecha, de la que
cuelga un guión con el emblema de la
Orden de Predicadores junto con el rosario,
y un perro con una antorcha encendida. Frecuentemente se añaden una azucena blanca en
su mano izquierda y una estrella en su frente. Todo ello se refiere a aspectos o sucesos de la
vida de Santo Domingo. Veamos su significado.
El Perro
La Leyenda (primera biografía de Santo Domingo) narra una visión que su madre, la Beata
Juana de Aza, tuvo antes de que Santo Domingo naciera. Soñó que un perrito salía de su
vientre con una antorcha encendida en su boca. Incapaz de comprender el significado de su
sueño, decidió buscar la intercesión de Santo Domingo de Silos, fundador de un famoso
monasterio Benedictino de las cercanías. Hizo una peregrinación al monasterio para pedir al
Santo que le explicara el sueño. Allí comprendió que su hijo iba a encender el fuego de
Jesucristo en el mundo por medio de la predicación. En agradecimiento, puso a su hijo por
nombre Domingo, como el santo de Silos. Es un nombre muy apropiado, por cuanto Domingo
viene del Latín Dominicus, que significa "del Señor". De Dominicus (Domingo) viene
Dominicanus (Dominico, que es el nombre de la Orden de Santo Domingo). No obstante,
utilizando un juego de palabras, se dice que Dominicanus es un compuesto de Dominus
(Señor) y canis (perro), significando "el perro del Señor" o el vigilante de la viña del Señor)
En su carta Domingo del 4 de Febrero de 1221 a todos los obispos de la Iglesia
recomendando la Orden de Santo, el Papa Honorio III dijo que Domingo y sus seguidores
habían sido "nombrados para la evangelización del mundo entero". Y en otra carta, esta vez
dirigida a Domingo (18 de Enero de 1221), el Papa les llamaba pugiles fidei (caballeros de la
fe, defendiéndola contra todo el que se oponga a ella). Esto es lo que Domingo hizo durante
toda su vida, defender la fe con el ejemplo de su vida y con su predicación incesante contra
los herejes del Languedoc en el sur de Francia, y con su deseo de ser misionero entre los nocristianos.
La Estrella
Se nos dice en la misma Leyenda que durante el bautismo de Domingo apareció una estrella
sobre su frente. Por medio de su vida y predicación, Domingo fue como un faro guiando almas
hacia Cristo. Desde sus años de estudiante en Palencia, España, donde vendió sus valiosos
libros para conseguir dinero para ayudar a los pobres que estaban sufriendo por una gran
sequía, y donde llegó a ofrecerse él mismo a ser vendido como esclavo para redimir a
cristianos cautivos por los Moros, a aquella noche, en un viaje a Dinamarca, que pasó en
conversación con el hospedero hereje, atrayéndole por fin otra vez a la fe verdadera, a su
etapa en el Languedoc, donde pasó los mejores años de su vida, hasta su enseñanza y
predicación, hasta la fundación de su Orden, Santo Domingo fue siempre una estrella brillante
que atrajo almas perdidas a Cristo.
La azucena Blanca
En mis lecturas he encontrado una bellísima descripción de la azucena que me gustaría
compartir con vosotros:
La pureza es comparada con la azucena blanca de los campos. ¡Cuántas veces han
descansado tus ojos en su blanco cáliz, deleitándote con su dulce aroma! Hay tres cosas que
distinguen a esta preciosa flor de las demás. La azucena se yergue como una princesa; su
limpia corola celosamente tiende a abrirse solo a los ojos del sol brillante y las estrellas,
luchando por distanciarse de la sórdida tierra para elevar toda su fragancia a los cielos. La
azucena es extremadamente sensible. Una mota de polvo es suficiente para ensuciar su
blancura, y esto es precisamente lo que la convierte en inimaginablemente bella. La azucena
expide un aroma tan delicado y encantador que perfuma todo lo que está a su alrededor. ¡Así
es el perfume de un alma pura!
Bellísimo, ¿verdad? Sin embargo lamento tener que decir que no puedo indicar la fuente de
esta cita.
El amor por la pureza de Domingo fue tan perfecto que en su lecho de muerte, al hacer una
Confesión pública en frente de sus hermanos, pudo decir: "Gracias a Dios, cuya misericordia
me ha conservado en perfecta virginidad hasta este día; si deseáis guardar la castidad, evitad
todas las conversaciones peligrosas y vigilad vuestros corazones". Y entonces, sintiendo
remordimiento, dijo a Fray Ventura, Prior de Bolonia: "Padre, temo que he pecado hablando
de esta gracia delante de los hermanos". La pureza de su alma y el deseo de que sus hijos le
imitasen le llevaron a hacer esa revelación.
La Cruz, el Estandarte, el Rosario
La Cruz de dos brazos (llamada "patriarcal") es un símbolo de los fundadores de grandes
familias religiosas ("patriarcas") o de importantes comunidades cristianas que han dado origen
a otras muchas. Se usa para Santo Domingo porque él fue el primero en sacar al monje del
monasterio a la ciudad, convirtiéndole en apóstol: un religioso sin dejar de ser un monje. Otras
órdenes fueron fundadas inmediatamente después de los Dominicos o casi simultáneamente,
como los Franciscanos, y todos siguieron la misma pauta. Fue mucho después, en el siglo
XVI, cuando aparecieron las Congregaciones dedicadas al trabajo apostólico, pero sin
observancias monásticas.
El Estandarte con el emblema Dominicano es el "escudo de armas" de Santo Domingo.
Blanco y negro: pureza y penitencia, muerte y resurrección, combinando el ideal Dominicano
de mortificación y alegría, renuncia al mundo y posesión de Cristo.
En cuanto al Rosario, la explicación es obvia. Santo Domingo fue el fundador del Rosario, un
regalo de María para ayudarle en su trabajo para la conversión del mundo.
Otros Dos Símbolos: Un Libro y una Iglesia
En algunas representaciones, Santo Domingo sostiene un libro en su mano derecha. El libro
representa la Biblia, que era la fuente de la predicación y espiritualidad de Domingo. Era
conocido como el Maestro Domingo por el grado académico que obtuvo en la universidad de
Palencia, España. Sus contemporáneos nos dicen que en sus viajes por Europa siempre
llevaba consigo el Evangelio de San Mateo y las Cartas de San Pablo. Esto hace referencia a
la visión que tuvo en una de sus noches de vigilia. Mientras Domingo oraba, los Santos Pedro
y Pablo se le aparecieron. San Pedro llevaba consigo el Evangelio, y Pablo sus Cartas, con
este mensaje: "Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio". Esta visión le
reafirmó en su vocación de continuar siendo un "Predicador Itinerante", no solo en el sur de
Francia sino también en todo el mundo por medio de su Orden, la "Orden de Predicadores".
A veces, sobre el libro hay una iglesia. Esta iglesia representa la Basílica Laterana, la "Madre
Iglesia" universal.
Santo Domingo tuvo que enfrentarse con muchos obstáculos legales para que el Papa
aprobara su nueva Orden. De acuerdo con la leyenda, el Papa Inocencio III, Santo Domingo y
San Francisco tuvieron un sueño. Cada uno de ellos vio que la Basílica Laterana estaba
comenzando a derrumbarse, y a dos frailes, uno en hábito blanco y el otro en un hábito
marrón, colocándose ellos mismos como columnas para evitar el colapso total. Domingo se
reconoció a sí mismo como el fraile del hábito blanco, pero no sabía quién era el otro fraile. De
igual modo, Francisco de Asís se reconoció a sí mismo como el fraile del hábito marrón, pero
desconocía quién era el del hábito blanco. Para Inocencio III el sueño era un rompecabezas y
un misterio. El día siguiente, cuando Domingo iba a ver al Papa sobre la aprobación de su
Orden, se encontró a un fraile joven vestido con un hábito marrón. Mirándose mutuamente,
cada uno reconoció al otro como el compañero que ayudaba a soportar la Basílica Laterana, y
se abrazaron en medio de la calle. Después fueron juntos a ver al Papa, y éste comprendió
inmediatamente el significado de su sueño: "Las Órdenes de estos dos gran hombres serán
como columnas que salvarán a la Iglesia de su destrucción".
Fr. Maximiliano Rebollo OP.
Este artículo ha sido publicado en Life Today, Agosto 1998
El "verdadero rostro"
En 1935, con ocasión del VII Centenario de su
Canonización, el relicario de Santo Domingo fue
trasladado de Bolonia a Roma para presidir los
actos religiosos, del 29 de mayo al 3 de junio.
El 3 de septiembre de 1939 Francia e Inglaterra
declaran la guerra a Alemania. Ésta, a su vez,
firma un pacto con Italia. Rápidamente se
extiende la guerra por toda Europa y por el resto
del mundo. Es la 20 Guerra Mundial, que durará
hasta 1945.
El 3 de mayo de 1943, ante los bombardeos que
sufre Italia, en Bolonia, para prevenir posibles
desastres bélicos, se extrajeron las reliquias de
N. P. Santo Domingo de su sepulcro y se
procedió, a su vez, al desmontaje del Arcasarcófago.
Con tal motivo, la antigua caja de ciprés que
contenía sus restos fue sometida a un examen
radiológico por profesores de la Universidad de
Bolonia, sin ser abierta.
Se realizó una reconstrucción del "verdadero rostro" de Santo Domingo, según los datos
obtenidos del estudio del cráneo. El escultor Carlo Pini, basándose en esos datos, realizó su
busto en mármol blanco, que se encuentra en la Capilla, junto a su sepulcro.
El 15 de septiembre de 1946, bajo la presidencia del cardenal Nasalli Rocca di Cornegliano,
Legado Pontificio, y con ocasión del Capítulo General de Bolonia, las sagradas reliquias de
Santo Domingo fueron, de nuevo depositadas en el Arca-sepulcro reconstruido.
Con ocasión del Capítulo General de Bolonia de 1998 se restaura el relicario de Santo
Domingo.
El Rosario
El Rosario es el último de los atributos
iconográficos añadidos a Santo Domingo; desde
su aparición en el arte cristiano, hasta nuestros
días, es su símbolo inseparable. Suelen presentar
a Santo Domingo con el rosario en la mano,
colgado del cinturón, recibiéndolo de la Virgen o
entregándoselo; incluso colgado del cuello de
santo.
Este atributo nace sin ninguna vinculación a las
fuentes hagiográficas. Arranca de una leyenda
medieval, posiblemente de la época en que
Domingo predicaba en los alrededores de la aldea
de Prulla, en Francia. Los artistas cristianos han
asumido de la tradición popular el atributo
iconográfico y lo han aplicado a Santo Domingo,
propagando la idea de que la Virgen se le
apareció con un rosario en la mano y le
encomienda su rezo y su difusión. Aunque
históricamente nada se sabe de tal aparición, sí
es manifiesto su amor ferviente a María, así
consta en los testimonios para su canonización y
en sus primeros biógrafos.
La utilización del atributo rosariano por parte de
los artistas, debe conectarse con la propagación
de la plegaria mariana a través de la fundación de
las Cofradías y Hermandades del Rosario. Entre
los dominicos que más contribuyeron a la difusión de esta devoción y plegaria mariana están
Alano de Rupe (1418-1475) y Santiago Sprenger (1436-1495).
La cruz de calatrava
Se utiliza en la Orden de Calatrava, en la Orden de Montesa, en la Orden de predicadores y
posteriormente en el Colegio Mayor del Rosario como símbolo central. Es una cruz griega, ya
que tiene sus cuatro brazos iguales.
Fray Cristóbal recibió autorización de Felipe IV para fundar la universidad y decidió usar en
honor a su comunidad (los dominicos), la cruz de calatrava, como el símbolo de mayor
importancia en el Colegio Mayor.
Es el símbolo familiar de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden de predicadores,
una de las más importantes del catolicismo. Para los predicadores es un elemento genérico de
su escudo que se precisa por la inclusión de la flor de lis y además por sus campos blanco
(plata) y negro (sable) que representan los colores de los hábitos de los mismos.
Fue elaborada hace más de mil años por los cruzados de la orden militar de calatrava.
A través del tiempo han ido cambiando los colores de la cruz, ya que originalmente se usaba
rojo y después empezó a usarse blanco y negro, debido a que Domingo de Guzmán, hijo de
un caballero de Calatrava quiso cambiarlas en honor a los colores del hábito de la orden.
La cruz tiene 4 flores de lis divididas por la mitad en color blanco y negro inscritas en un óvalo
por el rosario que en la parte inferior tiene una cruz.
Retrato de Domingo
0. Introducción. Sus retratos.
Toda reflexión sobre la vida de santo Domingo conviene que se realice teniéndole presente,
ante una imagen que nosotros hayamos formado en nuestra mente. Se consigue así evitar
una reflexión, tal vez profunda y piadosa, pero que pierda de vista a la persona que nos
interesa. Sin esa referencia cognoscitiva nos costaría conseguir lo que es intención de estas
reflexiones: acercarnos a la persona de Domingo de Guzmán, sentirle cerca para sentir el
estímulo de su misma presencia.
Tenemos la suerte de contar con descripciones plenamente creíbles de su perfil humano y
religioso: una debida a la sensibilidad femenina de una amiga suya, Sor Cecilia, monja que le
conoció bien y escribió ampliamente sobre él; y otra de quien fue por él recibido en la Orden y
luego le sucedería en el cargo de Maestro de la Orden, Jordán de Sajonia. No por proceder de
personas que se sintieron subyugadas por la personalidad de Domingo de Guzmán merecen
menos crédito
Un retrato siempre es el modo de ver de una persona a otra. El retrato no tiene por qué ser
una simple fotografía de carnet. Ni debe serlo. Unos para los otros no somos simples
fotografías: nos vemos a nuestro modo. El retrato real es el que está en la mente de quien
conoce a la persona. Porque de acuerdo con ese conocimiento se diseña la presencia en su
vida.
1. Domingo seductor
Domingo es hombre que emerge de la seca y árida Castilla. Conocer Caleruega es esperar
ver en Domingo al curtido labrador, o al aguerrido guerrero, de principios claros, de honradez
a cualquier precio, de mirada clara y franqueza en el hablar. Es un retrato tópico de lo mejor
de un castellano. Por eso nos sorprende el retrato que hace de él la Beata Cecilia.
Físicamente, "el color bermejo de sus cabellos y barba suavemente rubios", no corresponde a
la descripción que se puede esperar de un hombre de la meseta. Pero es su psicología lo más
peculiar: su carácter alborozado y risueño; su capacidad de seducción, que conducía no tanto
a sus ideas como a su amor y respeto. También el beato Jordán habla de su poder de
atracción. Él mismo lo experimentó. Poder de atracción que lo cifra en gran parte en la alegría
que brotaba de él, en su rostro risueño. Dice así el beato Jordán: Y como la alegría brillase
siempre en su cara, fiel testimonio de su buena conciencia…con ella se atraía fácilmente el
afecto de todos; cuantos le miraban quedaban de él prendados.
2. La alegría de Domingo
Esta alegría es subrayada tanto por el beato
Jordán como por sor Cecilia: alegría de su mismo
semblante, expresión, como dice el beato Jordán,
de su mundo interior; y que subraya también sor
Cecilia. Y como el corazón alegre alegra el
semblante, la hilaridad y la benignidad del suyo
trasparentaban la placidez y el equilibrio del
hombre interior. Y ciertamente no le faltaron
motivos en la vida a santo Domingo para turbar
esa alegría. No se puede decir que su predicación
hubiera sido plena de éxitos, ni que sus frailes y
monjas no le dieran motivos de preocupación, que
su Orden no fuera rechazada en diversos lugares.
Incluso su sensibilidad le hacía reconocerse
pecador y sufrir interiormente por su proprio
pecado. Por eso, el ver que mantenía esa alegría
tan manifiesta, y, por ello, tan resaltada en
quienes
le
conocieron,
constituye
una
peculiaridad relevante de su carácter.
3. La ecuanimidad
El beato Jordán de Sajonia destaca en Domingo la ecuanimidad, el equilibrio, que brotaban de
una profunda vida interior. Su centro de gravedad estaba en el interior de su ser. No era
persona que le trastornaran los acontecimiento de cada momento, como cuando se vive en un
equilibrio inestable. Por el contrario, lo que se desprendía de su semblante era la placidez. Sin
duda que los frailes apreciaron ese equilibrio para que, a pesar de la insistencia del santo en
dejar de ser Maestro de la Orden, le obligaran a continuar siéndolo.
4. El santo del abrazo
La leyenda habla del encuentro entre santo Domingo y san Francisco. Es verosímil, aunque no
haya comprobación histórica. Lo importante es que quienes le conocieron y se impregnaron de
su estilo de vida vieron algo lógico el abrazo entre los dos patriarcas. Veían en ellos hombres
de abrazo. Son muchos los testigos de canonización y otros biógrafos que en santo Domingo
destacan el cariño que tenía a los religiosos de otras órdenes. Hay que subrayar no sólo su
fidelidad a la Iglesia, fidelidad que se realiza en el intento de reformar y dar nuevo impulso a la
predicación, sino también esas relaciones cordiales con otros miembros significados de la
Iglesia. Santo Domingo fundó una Orden, no una secta. No necesitaba cerrarse en sí misma,
dedicar tiempo a defenderse o a valorarse frente a otras instancias, sino abrazarse a ellas,
colaborar con ellas, mantener cordiales relaciones entre los miembros de distintas órdenes o
grupos de Iglesia. La historia nos dice que es necesario destacar este hecho porque más de
una vez han surgido entre los institutos, movimientos, organizaciones eclesiásticas disputas
poco evangélicas, celotipia y, sobre todo, propósitos poco eclesiales en la pastoral, en el
intento de cultivar cada uno su huerto. ¡Qué lejos todo eso del estilo de santo Domingo!
5. Hombre compasivo
5.1. Pero esa ecuanimidad, dice Jordán, se turbaba ante el dolor ajeno. La compasión, la
misericordia se apoderaban de él. Entonces podíamos decir que la angustia ante el dolor le
podía. Su ecuanimidad era inalterada, a no ser cuando se turbaba por la compasión y la
misericordia hacia el prójimo.
5.2. Sólo las penas del prójimo quebraban ese carácter risueño. El hacer suyo el dolor del otro
es algo que sobresale en las descripciones de sus contemporáneos. Deberíamos detenernos
en esa, llamemos, sensibilidad de Domingo hacia el otro: sensibilidad que le llevaba a padecer
con él y a alegrarse con él, a disfrutar de la presencia de los suyos, frailes y monjas.
5.3. Domingo lloró mucho, dicen sus biógrafos. Siempre en el silencio y en la soledad de la
oración, oración espiada por sus frailes. Quizás también esto rompa el tópico del duro
castellano, acostumbrado en su tiempo a la lucha contra una naturaleza, tantas veces ingrata,
y a saber de guerras y privaciones. Las lágrimas, que se encuentra en personas de alta
sensibilidad espiritualidad, son para muchos tratadistas de la mística un don de Dios. Cuando
Domingo llora, manifiesta, efectivamente, su sensibilidad exquisita por el motivo de sus
lágrimas: los pecados de los demás y sus propios pecados. Y, en efecto, tener esa delicadeza
interior de quien se duele de la falta de fidelidad, propia y la de los demás, al plan amoroso de
Dios hacia los hombres, retrata un modo de ser. Nada humano le es ajeno, y, lo menos de
todo, aquello que degrada la condición humana, el pecado.
6. La delicadeza.
Podíamos hablar, también, de la humanidad de
Domingo, que se deduce de lo que acabamos de
decir: de su espíritu compasivo. Jordán de
Sajonia habla de la afabilidad de trato: "durante el
día nadie más accesible y afable que él en el
trato con los frailes y los acompañantes". Esa
cercanía a todos brotaba, testigo el mismo
Jordán, de su sencillez. Algo que le hacía ser
amado por todos. Domingo recorre el dormitorio
de su frailes cubriendo a los que se habían
destapado durante la noche, dicen las primeras
leyendas de la Orden. Viene de España cargando
con cucharas de ciprés para regalárselas a sus
monjas del convento romano de San Sixto. A
veces tiene que amonestar a los frailes, incluso
aplicarles alguna de las penas que entonces
estaban previstas para las diferentes infracciones
de las constituciones, "sin embargo les imponía
las penas con tanta amabilidad y dulzura de
palabras, que los frailes las sobrellevaban con
paciencia", dice uno de los testigos del proceso
de canonización. "Concedía fácilmente dispensas
a los frailes - de las constituciones -, pero él no se
dispensaba nada", dice otro testigo. Juan de
Navarra, en sus declaraciones en el proceso de canonización, apunta algo que es ejemplo de
delicadeza: "Igualmente dijo que siempre le vio estar alegre en presencia de los hombres,
pero en sus oraciones con frecuencia lloraba. Y esto lo sabe porque lo vio, y oyó llorar".
7. Decidido
El repaso que vengo haciendo de los rasgos del carácter de Domingo podía dar a entender
que sólo brillaban en él los rasgos que, de manera incorrecta, podríamos calificar de pasivos.
En realidad, si los he destacado es porque Domingo ha pasado más bien a la historia como
hombre emprendedor, predicador infatigable, fundador y organizador de una Orden, que
pronto se extendió por el mundo. Y ciertamente fue un hombre decidido: rompió con la digna
vida de canónigo en Osma para lanzarse al campo enemigo e incorporarse a la "santa
predicación". Arrebató a los cátaros las jóvenes que tenían sometidas y se encargó de
atenderlas; intervino decididamente ante el papa para que fuera aprobada su Orden, a pesar
de la prohibición de fundar órdenes nuevas del reciente concilio IV de Letrán. En contra del
parecer de personas como el conde Monfort o el obispo de Tolosa y el arzobispo de Narbona,
disolvió la primera comunidad de frailes dispersándolos por los centros universitarios de
entonces. Se opuso decididamente a que los frailes mantuvieran posesiones en el sur de
Francia o en Bolonia, haciendo frente a la generosidad de quienes se las ofrecían. Jordán
dice "tal constancia mostraba en aquellas cosas que entendía ser del agrado divino que, una
vez deliberada y dada la orden, apenas se conocerá un caso en que se retractase"
Conclusión: hombre de profundos afectos
Domingo se muestra como persona de una gran riqueza afectiva. Se desprende de lo dicho,
de los rasgos que he destacado. A título de resumen y para finalizar, recojo dos textos del
Beato Jordán:
"Consideraba un deber suyo alegrarse con los que se alegran y llorar con los que
lloran y, llevado de su piedad, se dedicaba al cuidado de los pobres y desgraciados"
"Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón y, amándolos a
todos, de todos era amado."
Juan José de León Lastra, OP
os lemas y la Biblia
Los lemas ofrecen un interesante tema de reflexión, pues son breves y estimulan el
pensamiento. Comencemos por el lema de los benedictinos. Su Orden no nació con un lema,
pero en el transcurso del tiempo llegaron a adquirir al menos uno: Quaerite faciem eius
semper, "buscad siempre su rostro". Procede de los salmos, como conviene, dado que los
monjes recitan semanalmente todo el salterio. El lema expresa la búsqueda de Dios y el deseo
del monje de vivir con Él, en un amor espiritual. Su fuente se encuentra en el salmo 104,
versículo 4, que debe ser cotejado con Sal 24,6 ("Éste es el grupo que busca al Señor") y 26,8
("Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro"),
según la numeración hebrea.
El lema de los jesuitas es muy conocido: Ad maiorem Dei gloriam, A.M.D.G., "(hacedlo todo)
para la mayor gloria de Dios". Hace mucho tiempo, Pablo exhortaba a la cristianos de Corinto
diciéndoles: "Por tanto, ya comáis, ya bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para
mayor gloria de Dios" (1 Co 10,31). Y la primera carta de Pedro (4,11) añade: "Si alguno
presta un servicio, hágalo en virtud del poder recibido de Dios, para que Dios sea glorificado
en todo por Jesucristo". Esta referencia añade una nota cristológica importante, que conviene
a una orden llamada "Sociedad de Jesús". Lo que falta, no obstante, es el magis (el más),
característico del ejercitamiento de la voluntad en San Ignacio de Loyola, a fin de que ésta dé
su todo, e incluso más. Podemos encontrar esta especificación en la magnífica oración de San
Pablo: "Que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo
discernimiento" (Fil 1,19). Dice también: "Os exhortamos, hermanos, a que continuéis
practicándolo más y más" (1 Tes 4,10).
VÉRITAS, lema de los dominicos y de Harvard
Si dirigimos ahora nuestra mirada hacia los tres lemas dominicanos, nos encontramos en
primer lugar con VÉRITAS (la Verdad). Es un tema que encontramos especialmente en San
Juan (y en San Pablo) dentro del Nuevo Testamento, aunque está presente en todo él,
excepto en el Apocalipsis (donde, sin embargo, el adjetivo alethinos, "verídico", se encuentra
diez veces). Hay que decir que, entre los numerosos textos que han podido inspirar esa
selección de los dominicos de aquella época (queremos ser selectivos), un punto de partida
evidente es el versículo que une verdad y libertad: "Vosotros conoceréis la verdad y la verdad
os hará libres" (Jn 8,32). Este versículo tiene raíces fuera de la Biblia, en la filosofía estoica;
más tarde será un texto apreciado por la "Filosofía ilustrada". Thomas Jefferson, por ejemplo,
lo eligió como inscripción (en griego) para el pórtico de entrada de la biblioteca de la
Universidad de Virginia, cuyo programa académico y diseño arquitectónico habían sido
establecidos personalmente por él.
Veritas es un lema que la Orden legó a la Universidad de Harvard,
en Cambridge (Massachusetts), aunque de modo indirecto. He aquí
cómo. La casa de los dominicos ingleses de Cambridge, o
Blackfriars, había sido fundada en 1238. Durante la Reforma, los
frailes fueron expulsados, y el edificio pasó a llamarse Colegio del
Emmanuel. A lo largo de los siglos XVI y XVII, ese colegio se
convirtió, en la variedad del protestantismo inglés, en un colegio
puritano. Conservó el lema dominicano Veritas. Algunos de
sus graduados se encontraron entre los Padres Peregrinos que, en
tiempos de la persecución real, se refugiaron en Massachusetts y fundaron en 1634 la
Universidad de Harvard en una ciudad que llamaron Cambridge, en los alrededores de
Boston. Dieron a la universidad (que inicialmente era un modesto colegio) el lema que habían
heredado del Colegio del Emmanuel en Cambridge, Inglaterra. Es así como Harvard y la
Orden dominicana llegaron a compartir un mismo lema.
En la base de la Constitución de los Estados Unidos
El vínculo que establece San Juan (8,32) entre verdad y libertad es importante en un contexto
dominicano a causa de la naturaleza de nuestras Constituciones, signo temprano de la
democracia representativa. Los frailes eran libres para elegir a sus superiores, así como a los
delegados en el capítulo provincial y en el general. Según una obra de sir Ernest Barker,
especialista inglés en ciencias políticas, esas Constituciones fueron estudiadas por el
entonces arzobispo de Cantorbery, Stephan Langton (vivió entre aproximadamente 11501228), que las tomó como modelo para la Convocatoria (Sínodo) de la Iglesia de Inglaterra.
(En razón de su influencia sobre la Carta Magna, Langton es llamado el Padre de las
libertades inglesas.) Cuando la Inglaterra de la Edad Media se esforzó en proyectar la Cámara
de los Comunes como futuro Parlamento (frecuentemente llamado “madre” de todos los
posteriores parlamentos), se tomó el modelo de la Convocatoria. Y así fue como las
Constituciones de los dominicos contribuyeron a la formación del primer parlamento de Europa
(ver Ernest Barker, L'Ordre dominicain et la Convocation, Londres 1913). Cuando en 1554 los
protestantes reformados de Francia se reunieron por primera vez en Sínodo nacional, también
ellos tomaron como modelo las Constituciones de los dominicos (ver J.T. McNeill, Histoire du
calvinisme, New York, 1954.) El modelo británico influyó en la formación de la democracia
estadounidense, así como en la de las otras colonias británicas anteriores.
Predicar sin desvariar
Consideremos aún algunos otros textos bíblicos. Regresemos, nuevamente en San Juan, a la
oración de Jesús por la unidad: "Conságralos en la verdad: tu palabra (logos, ¿Cristo?) es
verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos
me consagro a mí mismo, para que también ellos sean consagrados en la verdad" (Jn 17,1719). El Cristo de Juan ruega dos veces para que sus discípulos sean consagrados en la
verdad. Para Juan, esta verdad es una persona, el propio Cristo, revelación definitiva del
Padre. El versículo intermedio habla de misión, de evangelización. Jesús es enviado al mundo
por su Padre. Cuando él se prepara para dejar este mundo, ruega para que su misión sea
prolongada, en el espacio y en el tiempo, por sus discípulos. Esta idea de una misión para
proclamar y testimoniar la verdad es la que impide que los versículos próximos sucumban a
una inercia intemporal y estática. El conjunto del pasaje puede aplicarse a todos los discípulos
de Cristo, pero se aplica particularmente a los dominicos en razón del acento específico de su
vocación de predicadores. A esto podemos añadir la afirmación de Jesús ante Pilatos: "Para
esto he nacido yo y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad" (Jn
18,37). Tomás de Aquino, en su pequeña autobiografía al comienzo de la Summa contra
Gentiles (1,2), aplica ese versículo a su propia vocación y para definirse a sí mismo. ¡Pues
nada, manos a la obra!
Mencionemos aún el texto de Efesios 4,15: "Siendo sinceros en la verdad y el amor,
crezcamos en todo hasta Aquel es es la Cabeza, Cristo..." (La Vulgata traduce el participio
introductorio por "haciendo la verdad", lo cual pone el acento más bien sobre el acto moral que
sobre la predicación.) Aquí la misión de anunciar o de predicar la verdad, que es la misión
central de los dominicos, es puesta en contacto con ese valor esencial del cristianismo que es
la caridad, añadiéndole una relación con el proceso de maduración psicológica y espiritual.
Predicar el evangelio de la verdad debe integrarse con esos otros valores, si no se quiere
desvariar y terminar en una academicismo estéril e inhumano.
CONTEMPLAR Y PROCLAMAR
Llegamos ahora al segundo lema: Contemplari et contemplata aliis trádere, "contemplar y dar
a los otros el resultado de nuestra contemplación". La fuente es bien conocida. La fórmula
procede de Tomás de Aquino, en su breve tratado sobre el proyecto de vida dominicana
(Summa theologiae II-II, q. 188, a. 6): "¿Es superior una Orden religiosa dedicada a la vida
contemplativa a aquella otra que se consagra a las obras de la
vida activa?". Santo Tomás responde: "Es másperfecto
comunicar a los otros lo que se ha contemplado que
únicamente contemplar". Esto es muy conocido, pero hasta el
momento presente no se ha buscado el fundamento bíblico de
este ideal de vida. El propio Tomás no cita ningún texto bíblico
para apoyar su postura. Pero está impregnada de literatura
joánica. Resulta evidente, cuando las cosas se ven
detenidamente, que la célebre fórmula de Tomás no es sino
una condensación, quizás inconsciente, de los versículos que
abren la primera carta de Juan: "Lo que existía desde el
principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros
ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca
de la Palabra de vida -pues la vida se manifestó, y nosotros la
hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida
eterna, que estaba con el Padre y que se nos manifestó-, lo
que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también
vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros
estamos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,1-3). Tenemos ante
nuestros ojos los elementos esenciales de la fórmula de Santo Tomás: contemplación y
proclamación, en este orden. Ni Tomás ni Juan utilizan aquí la palabra técnica para referirse a
la predicación, Keryssein, pero el sentido está claro.
Juan Bautista como modelo
Otro pasaje que puede aportar alguna luz a este lema es del Benedictus (Lc 1,76-79), donde
Zacarías se dirige directamente a Juan Bautista: "Y tú, niño, serás llamado profeta del
Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos (cf. Lc 3,4 y Is 40,3) y dar a
su pueblo conocimiento de salvación por el perdón de los pecados..., a fin de iluminar a los
que se hallan sentados en tinieblas y sombra de muerte y guiar nuestros pasos por el caminos
de la paz". Este pasaje puede ser aplicado a todo predicador de la salvación. Los primeros
dominicos consideraban a Domingo como un nuevo Bautista, un predicador cuya tarea
consistía en llamar al pueblo a arrepentirse y a preparar el camino para que los hombres
pudiesen acoger a Cristo en su vida. (La reflexión previa o contemplación puede encontrarse
en el versículo 66, así como en Lc 2,19 y 2,51.) Cada dominico o dominica puede hacer de
ese pasaje una oración y un programa personal, considerando tales palabras como dirigidas a
él personalmente.
San Pablo cita el salmo 116,10: "Creí, por eso hablé". Y añade: "También nosotros creemos,
por eso hablamos" (2 Cor 4,13). También ahora tenemos, en primer lugar, creer/contemplar, y
después, como una consecuencia necesaria para un apóstol, hablar. Esta palabra que
expresa la fe es una forma de predicación.
ALABAR, BENDECIR, PREDICAR
El tercer lema es: Laudare, benedicere, praedicare, "alabar, bendecir, predicar"; lo que
significa que nos preparamos para predicar a través de una vida de oración y de la liturgia.
También la fuente directa de este lema es muy conocida:
procede del prefacio de la bienaventurada Virgen
María. Hasta donde yo he podido saber, la fórmula no
aparece tal cual en la Biblia. Resultó difícil encontrar para
ella un fundamento bíblico. Pero la idea era sencilla y
fundamental para la religión de la Biblia. Los salmos
rebosaban alabanza, especialmente los cinco últimos. Los
salmos 148 y 150 son puras alabanzas. El eco bíblico
más cercano que yo he podido encontrar respecto de este
lema se encuentra en el salmo 145. En hebreo es un
salmo acróstico. Tenemos, en su orden, las tres palabras
claves: "Todos los días te bendeciré por siempre jamás,
alabaré tu nombre..., edad a edad encomiará tus obras,
pregonará tus proezas" (Sal 145 2,4). El salmo continúa
(vv. 11-13) hablando del Reino de Dios, tema extraño en
el salterio e incluso en todo el Antiguo Testamento, excepto en Daniel, pero de importancia
capital para los evangelios apócrifos, y particularmente para Mateo. La mención del reino es
habitualmente interpretada como signo de un salmo tardío, aunque esto esté lejos de constituir
una certeza. A continuación el salmo habla del Señor que alimenta a los hambrientos (vv 1516), en unos versículos comúnmente utilizados en la oración clásica de acción de gracias
antes de la comida, y nos conduce hacia el final con un versículo que nos asegura la
proximidad del Señor para "todos los que le invocan con verdad" (v. 18). Lo cual nos remite a
nuestro primer lema.
LA COHERENCIA DE LOS TRES LEMAS
Podemos reflexionar brevemente, a modo de conclusión, sobre la unidad o la coherencia de
esos tres lemas. Podemos hacerlo en términos de objeto, de sujeto y de acción o de respuesta
social. La verdad, en sentido dominicano, es el fin o el objeto de nuestra búsqueda de
sabiduría de vida y de nuestra comprensión de la realidad. A través de la razón y de la fe,
llegamos a Dios como fundamento de todo cuanto existe, como creador, sostén y redentor de
su mundo. El acceso más directo a esta presencia-ausencia de Dios lo encontramos en la
palabra explícita que Él nos dirige, Jesucristo, y en la revelación que le anuncia y le presenta.
Tanto Comtemplari como Laudare, benedicere describen nuestra primera respuesta subjetiva
a ese don objetivo. En él depositamos nuestra mirada, lo estudiamos, reflexionamos sobre él,
lo memorizamos, le cantamos, le alabamos a través de nuestras palabras, nuestros gestos,
nuestros ritos, y, lo que es más, a través de todo nuestro estilo de vida. Sin embargo, esta
apropiación personal de la verdad no nos resulta suficiente. Necesitamos proclamarla,
predicarla "desde los terrados" (cf. Mt 10,27). Se trata de nuestra misión de predicadores, de
nuestra acción hacia los demás, de nuestra caridad fraterna. Entendidos de este modo, los
tres lemas describen el amplio contorno del carisma y del modo de vida de los dominicos, que
en ellos pueden encontrar, por lo tanto, la unidad y la coherencia de ese carisma y de ese
modo de vida.
Benedict Thomas Viviano op,de USA,
Profesor de Sgda. Escritura-NT en la Universidad de Friburgo.
Publicado en “Sources et vie dominicanine”, marzo-abril 1999, nº 2.
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