El litigio estructural como forma de activismo judicial Un camino hacia la protección de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales Por Juan Pablo Falcón1 I.- Introducción Alexander Bickel planteaba el hecho que los tribunales constituían una fuerza contramayoritaria dentro del sistema institucional norteamericano. Mas allá de destacar la importancia en la justificación del control judicial, planteaba la paradoja de como las decisiones de los órganos políticos democráticamente elegidos podían ser invalidadas por los jueces, quienes son designados de por vida y no cuentan con legitimación popular en las urnas. 2 La expansión de las fronteras del control judicial, abarcando cuestiones que antes no eran parte de su objeto y adoptando nuevas formas, siempre fue vista con cierto recelo por parte de los poderes políticos. Todavía aquella frase de Montesquieu: “los jueces no son ni mas ni menos que la boca que pronuncia la ley, seres inanimados que no puede mitigar la fuerza y el rigor de la ley misma” se mantiene férreamente en el pensamiento de muchos operadores jurídicos que niegan que el derecho pueda ser creado a partir del ejercicio de la magistratura. Mas allá de las posturas encontradas, la función creadora de los jueces resulta clave en un sistema en donde impera la interpretación dinámica de las normas. Hay muchos casos de institutos jurídicos que fueron elaborados por los tribunales para luego ser consagrados legislativamente; así por ejemplo del amparo encuentra a los fallos “Siri” y “Kot” como sus progenitores. Visto desde la otra óptica, las limitaciones creadas al ejercicio de la función jurisdiccional, especialmente por la Corte Suprema de Justicia ante determinados contextos políticos, fueron paulatinamente abandonadas permitiendo el mayor activismo judicial en ciertas áreas.3 1 Abogado (U.B.A.). Diploma de Honor. Alumno de la Maestría en Derecho Administrativo y Administración Pública de la Universidad de Buenos Aires. Auxiliar docente de la materia “Elementos de Derecho Administrativo” y “Elementos de Derecho Procesal Civil y Comercial” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. BICKEL, Alexander M. “The least dangerous branch-The Supreme Court at the bar of the Politics”, Yale University Press, New Heaven and London, 1986, pág. 16 y ss. 2 Nos referimos, por ejemplo, a las llamadas “cuestiones políticas no justiciables”, (“Cullen c/Llerena” CSJN, Fallos, 53:420) lucubración que lentamente ha comenzado a ser dejada de lado en los últimos tiempos por el Máximo Tribunal de la Nación. 3 1 Actualmente, la función creadora de los jueces vuelve ser protagonista, en este caso intentando brindar una protección a los siempre abandonados derechos económicos sociales y culturales y generando, al mismo tiempo, renovados interrogantes acerca de los límites de este tipo de activismo. El otorgamiento de jerarquía constitucional de Tratados Internacionales continentes de esta clase de derechos, la dificultades que presentan su plena configuración sociológica ante la ausencia de una vía coactiva que garantice su exigibilidad y los déficits que se encuentran en las burocracias estatales a la hora de diseñar políticas públicas tendientes a darle satisfacción, han resultado ser factores detonantes en el nacimiento del llamado litigio estructural, también denominado litigación compleja o reforma estructural; figura a través del cual el magistrado coadyuva en el diseño e implementación de políticas públicas, generando así una situación que hasta hace no mucho hubiese sido calificada como una flagrante violación a la zona de actuación de los otros poderes. Este fenómeno no solo ha reavivado el debate sobre el rol contramayoritario de los jueces, al momento en que aquel activismo es interpretado como una interferencia dentro del sistema de división de poderes, sino que también ha generado una necesaria reformulación del proceso, rompiendo con los moldes tradicionales y creando numerosos interrogantes en torno a la utilidad de la sentencia dictada. ¿Hasta que punto los jueces poseen legitimidad para incidir directamente en el diseño e implementación de políticas publicas? ¿Que remedios judiciales son los que garantizan la exigibilidad de los derechos económicos sociales y culturales? ¿De que manera se logra compatibilizar la reforma estructural encarada por el Poder Judicial con la clásica división de poderes? ¿Cuáles son los problemas y las ventajas que presentan este tipo de litigación? Estos son solo algunos de los interrogantes que servirán de guía a lo largo del presente trabajo. II.-Los derechos económicos, sociales y culturales; el problema de su exigibilidad La reforma de 1994 otorgó jerarquía constitucional a numerosos Tratados de Derechos Humanos a través de la letra del artículo 75 inciso 22. El Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y el Protocolo de San Salvador resultan ser dos pilares fundamentales en el reconocimiento de esta clase de derechos. Estos instrumentos apuntan a una realización progresiva de las prerrogativas en ellos contenidos, al colocar en cabeza del Estado obligaciones que tiendan a su concreción. Así el primero de los mencionados dispone en su artículo 2 inciso 1 que "Cada uno de los Estados Partes en el presente Pacto se compromete a adoptar medidas, tanto por separado como mediante la asistencia y la cooperación internacionales, especialmente económicas y técnicas, hasta el máximo de los recursos de que disponga, para lograr progresivamente, por todos los medios apropiados, inclusive en particular la adopción de medidas legislativas, la plena efectividad de los derechos aquí reconocidos" 2 Ese aspecto de progresividad y la expresión “hasta el máximo de los recursos disponibles”, ha servido de basamento para la elaboración de diferentes teorías que niegan la exigibilidad de los derechos económicos, sociales y culturales. 4 En este orden de ideas, la no exigibilidad de estos últimos reposa en diversas doctrinas que, lejos de explicar la naturaleza de los Derechos Humanos terminan, paradójicamente, desnaturalizándolos. La idea de una protección integral al individuo basado en la complementariedad de todo el abanico de derechos, se quiebra aparatosamente al clasificarlos en consonancia con la supuesta (in)actividad estatal requerida para su satisfacción. La distinción que se basa entre derechos operativos y programáticos o también llamados negativos y positivos, se construye a partir de una errónea concepción del papel del Estado, pues esta explicación sugiere que la satisfacción de los primeros, en donde se encuentra los derechos civiles y políticos, se logra a partir de la abstención no interfiriendo en su goce mientras que los segundos, en donde se encuentran comprendidos los derechos económicos sociales y culturales, requieren acciones positivas y con ello, el necesario diseño e implementación de políticas, creación de burocracias gubernamentales y claro esta, la siempre ineludible erogación de gastos. Los que esta posturas olvidan, según siguiere la retórica de la clasificación, es que todos los derechos cuestan dinero y requieren, por ende, acciones positivas del Estado. Es imposible protegerlos o exigirlos sin fondos y apoyo público; en resumidas cuentas el derecho a la libertad de contratar o la propiedad privada suponen costos, no menos que la atención médica, el derecho a la libertad de expresión o el derecho a una vivienda decente. 5 La incidencia de aquellas posiciones ha sido tal que el tema de los derechos sociales es uno de los que mas hace tropezar con dificultades a la teoría de la fuerza normativa de la Constitución. Cuando hablamos de los derechos de las personas, cualquiera sea su naturaleza o categoría, acudimos de inmediato a la idea que tiene que existir una vía garantista o un medio de exigibilidad para que el sujeto pasivo cumpla con su obligación frente al sujeto activo. No es fácil que en todos y en cada uno de los derechos sociales estemos en condiciones de descubrir, señalar o proponer una vía de exigibilidad coactiva, con lo que, aun si una Constitución los declara -acaso- operativos, queda la impresión de que la imposibilidad de aquella vía desmiente –o al menos frustra- la fuerza normativa de la Constitución que contiene a los derechos sociales, dejándolos en una posición de inferioridad respecto de los derechos civiles y políticos.6 PINTO, Mónica, “Temas de Derechos Humanos”, Buenos Aires, Editores del Puerto, 1997, Pág. 52. 4 HOLMES, Stephen y SUNSTEIN Cass. R, “El costo de los derechos. Porque la libertad depende de los impuestos”, Siglo veintiuno Editores, Colección Derecho y Política, Buenos Aires, 2011. Pág. 33 y ss. 5 SOLÁ, Juan Vicente, “Tratado de Derecho Constitucional” Tomo II, Editorial La Ley, Buenos Aires, 2009. Pág. 232 y ss. 6 3 Como se puede apreciar, una de las principales cuestiones que rodea el tema de los derechos económicos, sociales y culturales es la existencia de un proceso y una estructura garantista que los vuelva exigibles. En este sentido, resultan sumamente ilustrativas las palabras empleadas por Luigi Ferrajoli al sostener que existen dos principios aplicables a todos los derechos, el de legalidad y el de jurisdicción, este último presupone que “para las lesiones de los derechos fundamentales, tanto liberales como sociales, sean sancionadas y eliminadas, es necesario que tales derechos sean todos justiciables, es decir, accionables en juicio frente a los sujetos responsables de su violación, sea por comisión o por omisión”7 En su momento, la incorporación del amparo y los derechos de incidencia colectiva en el artículo 43 de la Constitución Nacional, fueron vistos como un progreso notable en materia de exigibilidad de derechos económicos sociales y culturales. Pero las limitaciones de esa vía procesal; su acotado ámbito cognoscitivo sumando a la todavía pendiente reglamentación de un proceso que encauce derechos de incidencia colectiva, resultan factores que impiden darle al problema una solución a nivel estructural.8 En este sentido, los desafíos que enfrenta hoy la mayoría de los derechos económicos, sociales y culturales son los mismos que podrían afectar a los derechos civiles y políticos que no contaran con las burocracias necesarias sobre la cual sustentarse. La principal diferencia que radica entre ambos es que, mientras en la actualidad el Estado ya cuenta con una estructura para garantizar el derecho a la propiedad -posee la estructura de la justicia civil y penal, agencias policiales, registro de la propiedad inmueble, registros de automotor, etc- no cuenta en cambio como una estructura similar para garantizar, por ejemplo, el derecho a la vivienda.9 Frente a tal circunstancia, se hace necesario que exista el auxilio instrumental de un mecanismo externo que imponga y asegure la exigibilidad de la Constitución, o bien que asegure que las normas constitucionales adquieren o conserven su vigencia sociológica, 7 FERRAJOLI, Luigi, “Derecho y razón” Editorial Trotta, 1995. 8 Los datos que nos brindan los índices elaborados para medir la situación social de nuestro país son elocuentes, así por ejemplo el índice Gini empeoró desde un 0,44 en 1994 hasta un 0,51 en la actualidad. Según el Observatorio de la Deuda Social Argentina, elaborado por la Pontificia Universidad Católica Argentina, demuestra que en el año 2004 el 10,4% de la población del país habitaba en viviendas en situación irregular mientras que en 2010 ese porcentaje subió al 17%. THEA, Federico G. “La reforma estructural en la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación” Ediciones RAP. Año XXXIV Nº 400. Pág. 70 y ss. En el mismo sentido Gil Domínguez entiende que una de las principales y hasta quizás esencial cuestión que rodea a los derechos económicos, sociales y culturales es la existencia de un proceso y una estructura garantista que los vuelva exigibles. En principio, parecían que no se ha producido los medios idóneos, que garanticen los derechos sociales, como el Estado Liberal ideó para los derechos individuales. (GIL, DOMÍNGUEZ, Andrés. “El amparo económico” LA LEY 1998-D-1016) 9 4 pues cuando la fuerza normativa de la Constitución sufre retraimiento, es el control el último resorte al cual acudir para imprimir la aceleración de su carácter normativo. Dicho control no debe quedar despojado de la necesaria conexión que debe guardar con las posibilidades materiales, pues por elogiables que sean las intenciones del sentenciante, su falta de consideración del sistema económico y de los problemas estructurales que afectan la plena satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, corre riesgos de descuidar la indispensable concreción material sin la cual todo el discurso pierde sentido y valor jurídico.10 III.- El litigio estructural, análisis y desafíos de una nueva forma de activismo judicial Resulta ser un hecho observable que los ciudadanos tienden a acudir a los tribunales para lograr satisfacción a pretensiones que perciben que no son suficientemente atendidas por el sistema político. Como lucidamente explica Abramovich “(l)a debilidad de las instituciones democráticas de representación y el deterioro de los espacios tradicionales de mediación social y política han contribuido a trasladar a la esfera judicial conflictos colectivos que eran dirimidos a otros ámbitos o espacios públicos o sociales, lo que en ocasiones ha reditado la vieja polémica sobre los márgenes de actuación de las instancias judiciales con relación a las instancias políticas” 11 La insatisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales por parte de las burocracias estatales reflejado en un deficiente diseño de políticas públicas, ha servido como caldo de cultivo para que, de manera cada vez más constante, las cuestiones que los involucran se resuelvan ante los tribunales de justicia. 12 GORDILLO, Agustín y Gregorio Flax, “Derechos Humanos”, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires, Cap IX Pág. 2, citando a RIVERO, Jean, “Les libertés publiques” t.1, Les droits de ´homme, P.U.F., París, 1981. Pág. 132-134. En este sentido, debemos destacar que a través de la Acordada 36/2009 la Corte Suprema de Justicia de la Nación decidió crear una “Unidad de Análisis Económico” que sin bien a la actualidad aun no ha sido puesta en funcionamiento, se implementó para realizar los “estudios de índole económica necesarios para atender los requerimientos en la materia y la evaluación de los efectos que podrían producirse en las variables económicas, como consecuencias de las decisiones que eventualmente pudieran adoptarse en expedientes en trámite ante el Tribunal” 10 ABRAMOVICH, Víctor. “Acceso a la justicia y nuevas formas de participación en la esfera política” JA 2006-11-1177. 11 12 En este sentido, se puede apreciar como las cuestiones que involucran derechos sociales ha sido atendidos de una manera cada vez más creciente por los Tribunales de Justicia brindándonos importantes precedentes jurisprudenciales al respecto. Así por ejemplo en “Asociación Benghalensis y otros contra Estado Nacional” (C.S.J.N. 1/6/2000 Fallos 5 Recientemente, la tendencia jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación a partir de los precedentes “Verbistky” y “Mendoza”, ha comenzado a receptar la necesidad de diseñar un remedio judicial que tienda a dar una solución colectiva a los problemas socioeconómicos a través de la cual el juez emprende una reforma de las burocracias estatales. 13 En este sentido y como ilustra Owen Fiss, la reforma estructural “se funda en la noción de que la amenaza primaria a los valores constitucionales en la sociedad 323:1323) la mayoría de la Corte confirmó las ordenes al Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación de “dar acabado cumplimiento a su obligación de asistencia, tratamiento y, en especial, al suministro de medicamentos –en forma regular, oportuna y continua- a los enfermos de SIDA que se encuentra registrados en los hospitales y efectores sanitarios del país”. De la misma forma en el precedente “Campodónico de Beviacqua, Ana contra Estado Nacional” (C.S.J.N. 24/10/2000, JA 2001-I-464) el Máximo Tribunal de la Nación ordenó la prestación del tratamiento de la enfermedad de Kostman a través del Banco Nacional de Drogas Antineoplásicas, que había sido suspendido por el MSASN. Podemos seguir mencionado otros casos como “Defensoría de Menores Nº3” (Cam. Civil de Neuquén, Sala I, 10/3/1998, Expte. 77/ca 1998) en donde se confirmo la orden del Gobierno Provincial de crear o cubrir permanentemente tres cargos de enfermería mediante la contratación de personal para una unidad de cuidados intensivos del hospital de la zona. En materia de vivienda el reciente fallo de la Corte “Q.C., S. Y. c/Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires s/Amparo” establece que “el esfuerzo estatal realizado para garantizar los derechos económicos, sociales y culturales que las normas constitucionales garantizan a la señora S. Y. Q. C. y su hijo no es suficiente o adecuado, ya que ni siquiera atiende a las mínimas necesidades que la situación del grupo familiar demandante requiere. Si bien puede admitirse que no hay una única manera de responder el derecho de vivienda, lo cierto es que las alternativas implementadas por la ciudad no dan una respuesta acabada, definitiva y acorde a las extremas circunstancias que debe afrontar el recurrente.” (Considerando Nº 13) 13 Aparte de los precedentes mencionados, podemos referirnos, a titulo de ejemplo, al caso “Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires” (Trib. Crim. Nro 3 de Mar del Plata, 4/6/2002). En el mencionado precedente, un juez de Mar del Plata intimó al gobierno provincial a: “(a) dar cumplimiento al mandato legal de descentralizar dos hospitales públicos locales en el plazo de 180 días que debían comenzar a contar a partir de las 24 horas de la notificación de la decisión judicial, (b) notificar a los funcionarios designados por el Poder Ejecutivo a fin de implementar la descentralización, (c) prever para el próximo ejercicio fiscal las partidas presupuestarias correspondientes en el rubro de entidades descentralizadas (d) proveer en forma constante e inmediata los insumos hospitalarios, medicamentos, cargos médicos y de auxiliares necesarios para el normal funcionamiento de los hospitales, y (e) asignar a la caja chica de los hospitales una suma constante de $20.000 para la compra de insumos y medicamentos.” 6 contemporánea deriva de la operación de organizaciones burocráticas y confía al juez el deber de dirigir la reconstrucción de las mismas” 14 Este fenómeno, que se presenta como un nuevo paradigma en materia de activismo judicial, no solo nos abre un esquema de interrogantes sobre el cual nos detendremos a continuación, sino que nos obliga a reinterpretar la función del juez frente a los derechos sociales que han sido tan postergados por los órganos políticos. III.A) Principales características del litigio estructural Como destacamos en los puntos anteriores, la estructura y el funcionamiento de este tipo de litigio quiebra los moldes tradicionales del proceso; aquel esquema bipolar compuesto por actor y demandado en donde se hacen valer derechos individuales sufre un importante proceso de complejización, en donde no solo se colocan bajo la lupa los límites y alcances de las decisiones judiciales, sino también aquel ortodoxo rol del juez dentro del marco procesal, especialmente en lo concerniente al sistema dispositivo y el principio de congruencia. La primera particularidad a resaltar es el ámbito de negociación que se da entre todas las partes. Como destacamos en el párrafo precedente, el litigio tradicional tiene una arquitectura bipartita, el litigio que emprende una reforma estructural, en cambio, al existir multiplicidad de partes15 la negociación representa un factor medular entre todos ellas, pues es una manera de captar una mayor cantidad de voces en pos de la satisfacción de derechos involucrados armonizando los esfuerzos conjuntos de todos los poderes del Estado. Este fenómeno, representa el aumento de la cuota democrática dentro de la esfera judicial, pues la celebración de audiencias publicas o mesas de dialogo para oír distintas voces resulta una nota tipificante de este tipo de casos. Esta circunstancia la expresa con prístina claridad Gargarella, quien entiende que “a través de la constitución de mesas de diálogo; la celebración de audiencias públicas; la convocatoria a los múltiples actores involucrados, el reconocimiento de este tipo de problemas (carcelarios, ambientales) no se FISS, Owen, “El derecho como razón pública”, Editorial Marcial Pons, Madrid, 2007. Pág. 18. 14 15 Un claro ejemplo de esta multiplicidad de partes lo podemos encontrar en el precedente de la Corte Suprema “Mendoza Beatriz Silvia y Otros c/ Estado Nacional y otros s/Daños y Perjuicios” (Fallo 239:2316 y fallo 331:1622). En él, la demanda fue iniciada por un grupo de 17 (diecisiete) vecinos, ejerciendo derechos propios y algunos de ellos en representación de sus hijos menores contra el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el Gobierno de la Nación y el de la Provincia de Buenos Aires. También se demandó a 44 (cuarenta y cuatro) empresas que, según se sostenía, ocasionaban la contaminación en la cuenca Matanza-Riachuelo. Luego, se presentaron espontáneamente diversas organizaciones protectoras del ambiente y se admitió la intervención del Defensor del Pueblo. 7 resuelven con un “si” o con un “no” pronunciado en una sentencia, sino con un largo proceso de toma de decisiones” 16 La segunda característica más saliente, se refiere al carácter continuado de la intervención judicial en la ejecución de sentencia. Dependiendo del objeto del proceso y de la reforma emprendida sobre las burocracias estatales, el periodo podrá variar considerablemente pudiendo ir desde meses, años, lustros o en otras ocasiones, décadas. 17 La fijación de objetivos, su cumplimiento gradual, el control ejercido por el magistrado durante el proceso de ejecución de sentencia sumando a una administración pública que se caracteriza por ser lenta en el cumplimiento de sus obligaciones, ya sea por desidia o por la puesta en marcha de los mecanismos administrativos necesarios para la toma y ejecución de decisiones, resultan ser los factores que justifican la intervención prolongada de la justicia como órgano de supervisión ya que, a diferencia del proceso tradicional, no actúa retrospectivamente, sino que lo hace fijando conductas hacia futuro. La transparencia resulta ser otras de las particularidades que presenta esta expresión del activismo judicial. La multiplicidad de partes que suelen involucrar esta clase de procesos y el carácter deliberativo y público que se le imprime (convocatorias a audiencias públicas, mesas de diálogo, relevancia mediática) son factores determinantes en la mayor transparencia que impera en este tipo de litigios. 18 Del análisis de los pleitos que emprenden reformas estructurales sobre las burocracias administrativas, se puede apreciar como la actuación del juez sufre una reformulación hacia un mayor activismo que se refleja principalmente, en dos cuestiones a saber (i) la flexibilización del principio procesal de congruencia (ii) la implementación de un sistema en donde el magistrado adopta un papel mas activo como director del proceso, abandonando el típico sistema dispositivo. A través del principio de congruencia, se persigue el dictado de una sentencia congruente con la pretensión de los litigantes, pues los límites sobre los cuales el juez debe pronunciarse son fijados por las alegaciones de las partes. En el marco de un proceso de reforma estructural y atento a la magnitud y cantidad de decisiones que se deben tomar GARGARELLA, Roberto. “Justicia y derechos sociales: lo que no dice el argumento democrático” en “Teoría y Crítica del Derecho Constitucional” Tomo II, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos Aires. 2008. Pág. 972 16 En este sentido ver nota publicada en el Diario “La Nación” del domingo 12 de febrero de 2012 titulada “Llevaría 20 años limpiar el Riachuelo”. 17 Con relación a las particularidades expuestas ver THEA, Federico. “La reforma estructural en la jurisprudencia de la Corte Suprema…” Ob. Cit. En el mismo sentido ver THEA, Federico G. “Hacia nuevas formas de justicia administrativa: apuntes sobre el litigio estructural en la Ciudad de Buenos Aires” comentario a “Acuña, Maria Soledad c/GCBA s/Amparo” (CamCAyT Sala I del 23/12/2008) Publicado en La ley Sup. Adm. 2010 (febrero) 17. 18 8 como así también la trascendencia de los derechos involucrados y la imperiosa necesidad de brindar una solución colectiva al problema objeto del proceso, aquellos límites se distorsionan sin desaparecer completamente, abandonando la búsqueda de la tradicional verdad formal e intentando dar un paso hacia la verdad material. La segunda cuestión mencionada, por su parte, implica colocar al juez en un papel mucho mas activo en cuanto las facultades de dirección del proceso evitando, de esta manera, su paralización. En virtud del principio dispositivo que impera en un proceso clásico, el impulso procesal corresponde a las partes; ellas no solamente son dueñas de la acción, a la que dan vida con la pretensión de la demanda, pudiendo extinguirla en cualquier momento, fijando las términos de las litis, aportando el material de conocimiento y paralizando o activando la marcha del proceso. Se advierte, de esta manera, que el principal efecto del sistema dispositivo es la limitación de los poderes del juez: este no procede de oficio (ne iudex procedat ex officio) y solo conoce del litigio en la extensión que las partes quieran hacerle conocer, de tal manera que los hechos incontrovertidos deben ser admitidos como ciertos y las afirmaciones y las pruebas aportadas por las partes constituyen los únicos fundamentos de la sentencia.19 Dejar de lado el tradicional sistema dispositivo y adoptar un esquema en donde el magistrado adquiere un rol mucho mas activo, encuentra uno de sus principales fundamentos en que los derechos involucrados trascienden el mero interés privado de las partes, poniendo en cuestión el funcionamiento de una política pública. 20 ALSINA, Hugo, “Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial”, Editorial Ediar. Buenos Aires. 1963. Pág. 448 y ss. 19 20 Clara expresión del flexibilización del principio dispositivo en el marco de un proceso de reforma estructural resultó ser la asunción, por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el precedente “Mendoza Beatriz Silvia y Otros c/ Estado Nacional y otros s/Daños y Perjuicios” (Fallo 329:2316), de las facultades ordenatorias e instructorias previstas en el articulo 32 de la Ley Nº 25.675 en donde se dispone, en su parte pertinente, que “[E]l juez interviniente podrá disponer todas las medidas necesarias para ordenar, conducir o probar los hechos dañosos en el proceso, a fin de proteger efectivamente el interés general. Asimismo, en su Sentencia, de acuerdo a las reglas de la sana crítica, el juez podrá extender su fallo a cuestiones no sometidas expresamente su consideración por las partes.” En el mismo orden de ideas del análisis de la línea jurisprudencial que involucra litigios de derecho público se desprende la magnitud de los intereses involucrados. Así por ejemplo en “Asociación Argentina Expuestos al Amianto -ASAREAc/ GCBA s/Amparo” (EXP Nº 25.906) se perseguía la adecuada remoción de los techos de la viviendas construidas con amianto por la Ex Municipalidad de Buenos Aires en el barrio Presidente Illia. En el caso “Barragán José Pedro y otros c/GCBA s/Amparo” (EXP Nº 3059) se perseguía la mitigación del impacto ambiental proveniente de la Autopista 25 de Mayo. En “Lebatón, Ester c/Poder Judicial de la Nación”, del 25/09/96, la Sala V de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, ordenó al Estado Nacional “ejecutar las obras necesarias que permitan la remoción de las barreras 9 III.B) Los desafíos de esta forma de activismo judicial Las cuestiones que se suscitan en torno a esta nueva forma de activismo judicial nos abren un nuevo abanico de interrogantes. Como se puede advertir del análisis realizado, la principal dificultad (y resistencia) que genera en algunos sectores este tipo de procesos radica en el hecho de que inciden sobre la ejecución de políticas públicas. A menudo, los tribunales ha restringido la legitimación a fin de evitar se conviertan en un nuevo foro en el que se debaten cuestiones que, se afirman, deben ser tratadas por otras causes deliberativos. En resumidas cuentas, la principal objeción que se erigen contra este tipo de procesos radica en la existencia de una afectación al principio de división de poderes. Sin embargo, no podemos obviar que luego de la reforma constitucional de 1994, el reconocimiento de los derechos de incidencia colectiva, la jerarquización a nivel constitucional de numerosos Tratados de Derechos Humanos entre los cuales se encuentran instrumentos que reconocen Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la deuda social de nuestro país, no ha encontrado una respuesta eficaz por parte de la iniciativa de los órganos políticos, lo que ha obligado a los jueces a actuar de una manera mas activa para asegurar la efectividad de políticas contenidas en la ley fundamental. 21 Este fenómeno, que canaliza una nueva forma de activismo judicial, no solo pone en crisis la concepción tradicional de proceso, sino que lleva a replantear los alcances y finalidad de la división de poderes. En este sentido, nociones como la de discrecionalidad o la de cuestiones políticas no justiciables, si bien no han desaparecido del discurso judicial, tienden a reducirse considerablemente en la medida que gana aceptación la idea que todos los órganos estatales están sujetos al control judicial cuando exista la afectación de un derecho fundamental. Dentro de este esquema de ideas, la nota definitoria que permite arquitectónicas en [las dependencias judiciales], fijando un plazo a tal fin y para la presentación del cronograma de obras”. En “Verbitsky Horacio s/Habeas Corpus” (Fallo 328:1146), la Corte Suprema de Justicia de la Nación hizo lugar a la acción de habeas corpus correctivo y colectivo promovida por el actor, a raíz de las condiciones de detención de las personas en comisarias y establecimientos penales superpoblados en establecimientos penales. En “Viceconte M. c/Estado Nacional” del 2/6/98, la Sala IV de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, ordeno al Estado Nacional a cumplir “estrictamente y sin demoras” un cronograma que estaba presentado en la causa, para la fabricación de la vacuna contra el mal de los rastrojos. TREACY, Guillermo F. “El litigio de Derecho Público en los Tribunales: Poder Judicial y Políticas Públicas” Disertación presentada en las “I Jornadas de Derecho Constitucional del GCBA” organizadas por el Centro Federal de Estudios de Derecho Público y el Instituto Superior de la Carrera del GCBA, celebradas los días 29 y 30 de noviembre de 2011 en el Salón San Martín de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. 21 10 distinguir las situaciones propias del conocimiento de los jueces de aquellas que no lo son, radica en la existencia de una violación de derechos. 22 A la hora de desentrañar los límites de la actividad judicial, resultan sumamente ilustrativas las palabras de Balbín, quien sostiene que “[l]os jueces no pueden diseñar las políticas públicas por el postulado de la división de poderes […] El poder político –es decir el legislador y el ejecutivo- es quien debe planificar y ejecutar las políticas públicas por mandato constitucional y en razón de su legitimidad de carácter democrático. […] De todos modos, el juez si puede y debe establecer los lineamientos básicos de las políticas públicas en términos de objetivos –reconocimiento y respeto de los derechos- pero no de su contenido” 23 Mas allá de aquella fundada crítica referida a la invasión a facultades que corresponden a los órganos políticos, también debemos destacar que el Poder Judicial no puede mantenerse pasivo ante los incumplimientos sistemáticos por parte de los otros poderes, pues su inacción es igual de grave que la de aquellos. Una magistratura pasiva, que haga caso omiso a los tratados de derechos humanos que ha ratificado el país, es susceptible de ocasionar que el Estado incurra en responsabilidad internacional, toda vez que cualquier acto u omisión de este, por parte de cualquiera de sus órganos, independientemente de su jerarquía, en violación de una obligación internacional –en este caso, de obligaciones impuestas en tratados de derechos humanos-, genera la responsabilidad del Estado en cuestión. 24 Retomando el análisis de los desafíos que esta forma de activismo emprende, es de destacar que el juez debe redoblar su pericia en el decisorio, pues se trata de medidas judiciales que generan un importante efecto económico, razón por la cual un análisis de esta índole resulta fundamental a los fines de garantizar la utilidad de la sentencia dictada. Finalmente, la capacidad técnica o científica del magistrado no es la misma que poseen los órganos políticos quienes cuentan con expertos en las más diversas áreas de decisión. El Poder Judicial se encuentra compuesto solo por abogados, motivo por el cual la necesidad de contar con un asesoramiento técnico calificado resulta menester a fin de evitar que la decisión adoptada por el juez no sea peor que la inacción demostrada por la administración. 22 TREACY, Guillermo F. “El litigio de Derecho Público en los Tribunales…” Ob. Cit. BALBIN, Carlos F. “Curso de derecho administrativo” Tomo I. Buenos Aires. La Ley. 2007. Pág. 521 y ss. 23 THEA, Federico. “La reforma estructural en la jurisprudencia de la Corte Suprema…” Ob. Cit. 24 11 IV.- Conclusiones y propuestas Como analizamos a lo largo del presente trabajo, la reforma estructural emprendida desde el Poder Judicial, es un avance sumamente importante en materia de derechos económicos, sociales y culturales. La evolución jurisprudencial de diferentes Tribunales y en especial de la Corte Suprema de Justicia, son el vivo relato de como el espectro de control de ha ido expandiendo de manera paulatinamente. En la actualidad no nos encontramos con mas que un nuevo estadio de aquel control; el litigio estructural encauza una nueva forma de activismo judicial destinado a dotar de contenido aquellos derechos que han sido tan rezagados por el sistema político. El fenómeno aquí analizado, se erige como un nuevo paradigma en materia de actividad jurisdiccional, y como toda cuestión novedosa se encuentra plagada de interrogantes e incertidumbres que lentamente irán siendo precisadas por los operadores del derecho. Mas allá de las dificultades, las que han sido enumeradas y brevemente desarrolladas a lo largo de este trabajo, no podemos más que recibir con beneplácito el papel que los jueces lentamente van asumiendo en la sociedad democrática, no solo a fin de garantizar los derechos sociales, sino también a efectos de brindarles una solución de carácter colectiva. Crear un adecuado cauce procesal y desentrañar lentamente y caso por caso los limites a los cuales se deberá sujetar la decisión del juez a fin de mantener incólume el principio de división de poderes, serán los desafíos mas importantes que esta forma de activismo judicial deberá emprender a fin que los derechos sociales pasen a transformarse en una realidad y dejen de ser solo una expresión de deseo. 12 V.- Bibliografía - ABRAMOVICH, Víctor. “Acceso a la justicia y nuevas formas de participación en la esfera política” JA 2006-11-1177. - ALSINA, Hugo. “Tratado Teórico Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial” Editorial Ediar. Buenos Aires. 1963. - BALBIN, Carlos F. “Curso de derecho administrativo” Tomo I. Buenos Aires. La Ley. 2007. -BERGALLO, Paola. “Apuntes sobre justicia y experimentalismo en los remedios frente al Litigio de Derecho Público”, SJA 21/6/2006-JA 2006-II-1165 - BICKEL, Alexander M. “The least dangerous branch-The Supreme Court at the bar of the Politics”, Yale University Press, New Heaven and London, 1986 - FERRAJOLI, Luigi. “Derecho y razón” Editorial Trotta. 1995. - FISS, Owen. “El derecho como razón pública” Madrid. Ed. Marcial Pons. 2007 - GARGARELLA, Roberto. “Justicia y derechos sociales: lo que no dice el argumento democrático” - GORDILLO, Agustín y Gregorio Flax. “Derechos Humanos” - HOLMES, Stephen y SUNSTEIN Cass. R. “El costo de los derechos. Porque la libertad depende de los impuestos” Siglo veintiuno Editores. Colección Derecho y Política. 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