SUJECIONES FÍSICAS Y FARMACOLÓGICAS EN LA ATENCIÓN RESIDENCIAL DE ANCIANOS Y DERECHOS FUNDAMENTALES AFECTADOS. CRITERIOS DE CONCILIACIÓN. Juan Luis Beltrán Aguirre Doctor en Derecho Asesor Jefe del Defensor del Pueblo de Navarra SUMARIO: I. EL USO DE SUJECIONES FÍSICAS Y FARMACOLÓGICAS EN LA ATENCIÓN RESIDENCIAL DE ANCIANOS. II. NORMATIVA REGULADORA DE ESTE TIPO DE MEDIDAS COERCITIVAS. III. DERECHOS FUNDAMENTALES AFECTADOS. 1. Determinación. 2. Posibles límites a los derechos fundamentales. 3. Razones para que la aplicación de sujeciones a ancianos sean legítimas. IV. GARANTÍAS A LAS QUE DEBEN SOMETERSE LAS SUJECIONES FÍSICAS Y FARMACOLÓGICAS FUNDAMENTALES PARA CONCILIARLAS AFECTADOS. 1. La CON prescripción LOS DERECHOS facultativa. 2. El consentimiento informado o la autorización judicial. 3. La supervisión: control interno y externo. V. NECESIDAD DE SU REGULACIÓN CON RANGO NORMATIVO ADECUADO. I. EL USO DE SUJECIONES FÍSICAS Y FARMACOLÓGICAS EN LA ATENCIÓN RESIDENCIAL DE ANCIANOS. Las sujeciones físicas y farmacológicas se utilizan con relativa frecuencia en los siguientes ámbitos: hospitales generales y, en espacial, hospitales psiquiátricos, instituciones penitenciarias, centros de atención de adolescentes con trastornos de conducta, y residencias de ancianos. En coherencia con el título de la ponencia, centro este trabajo en los ancianos, si bien muchas de las consideraciones que hago son trasladables al resto de colectivos de personas respecto de los que también se utilizan estos medios coercitivos. 1 Según un reciente estudio realizado por la Confederación Española de Organizaciones de Mayores1 existe un 25% de ancianos dependientes ingresados en residencias, que son sometidos a sujeciones físicas. En algunos centros el porcentaje es del 7%, pero en otros alcanza el 90%. Señala el estudio que si el recuento se centra en los ancianos residentes con demencia, ya sea por Alzhéimer u otras enfermedades, la proporción de los sometidos periódicamente a sujeciones se eleva al 60%. De ello se deriva que en nuestro país el uso de sujeciones físicas en ancianos ha sido y es muy superior al de otros países de nuestro entorno socioeconómico. Así, según el estudio, Francia tiene un porcentaje del 17.1%, Italia del 16,6 %, Suecia del 15,2 %, Reino Unido del 4%, Dinamarca del 2,2 %. Las razones para la utilización de sujeciones físicas son o pueden ser: a) por disciplina, esto es, para castigar una conducta; b) por conveniencia, es decir, para controlar o mantener a una persona residente con menor esfuerzo y no para su beneficio, y por razones de orden interno; c) como medida terapéutica preventiva (tratamiento de una enfermedad), esto es, para prevenir lesiones a la misma persona y para evitar alteraciones del programa terapéutico (retirada de vías intravenosas, sondas nasogástricas, etc.); d) por razones de seguridad, esto es, para prevenir lesiones a la misma persona o a terceros. En cualquier caso, las sujeciones físicas y farmacológicas son muy negativas para los ancianos que las sufren. Los efectos negativos documentados del uso de las sujeciones físicas o mecánicas son2: a) físicos: úlceras por presión, infecciones, incontinencias, disminución de apetito, estreñimiento, atrofia y debilidad; b) psicológicos: miedo, vergüenza, ira, agresividad, depresión, apatía, aislamiento social. Los efectos potenciales documentados del uso de fármacos psicotrópicos tranquilizantes son: delirium, deterioro de la función cognitiva, deterioro de la comunicación, depresión, deshidratación, marcha inestable con riesgo de caídas, etc. 1 Guía para personas mayores y familiares. Uso de sujeciones físicas y químicas con personas mayores y enfermos de alzhéimer. CEOMA y Fundación Iberdrola, 2005, pp. 16 y 17. 2 Guía para personas mayores y familiares. Uso de sujeciones físicas y químicas con personas mayores y enfermos de alzhéimer. CEOMA y Fundación Iberdrola, 2005, pp. 17 a 19. Personas mayores 2 De ahí que la mayoría de las leyes autonómicas de Servicios Sociales de última generación establecen como uno de los derechos de las personas usuarias de los Servicios Sociales el de no ser sometidas a ningún tipo de inmovilización o de restricción física o farmacológica, sin prescripción facultativa y supervisión, salvo que exista peligro inminente para la seguridad física del usuario o de terceros 3. Algunas de las referidas leyes establecen a modo de garantía, que las actuaciones se justificarán documentalmente y constarán en el expediente del usuario, debiendo ser comunicadas al Ministerio Fiscal. II. NORMATIVA REGULADORA DE ESTE TIPO DE MEDIDAS COERCITIVAS. El legislador español no ha regulado de una forma suficiente el empleo de los medios coercitivos que nos ocupan. El ámbito donde tradicionalmente se han utilizado estos medios, aparte de las instituciones penitenciarias4 y de atención de menores con trastornos de conducta5, es el de los hospitales psiquiátricos y generales. Empero, en la vigente legislación sanitaria no existe mención directa a estas técnicas coercitivas. Algunos hospitales disponen de protocolos para su uso, pero carecen valor normativo. vulnerables: maltrato y abuso. Libro colectivo dirigido por GANZENMÜLLER, C. y SÁNCHEZ CARAZO, C., Consejo General del Poder Judicial, 2010, p. 77. 3 Así, la Ley Foral 15/2006, de 14 de diciembre, de Navarra, de Servicios Sociales, art. 8.1.k); Ley 2/2007, de 27 de marzo, de Cantabria, de Servicios Sociales, art. 6.s); Ley 12/2007, de 11 de octubre, de Cataluña, de Servicios Sociales, art. 12.1.p); Ley 12/2008, de 5 de diciembre, del País Vasco, de Servicios Sociales, que no lo regula como un derecho, pero sí lo tipifica como infracción muy grave, art. 91. e); Ley 4/2009, de 11 de junio, de Baleares, de Servicios Sociales, art. 9.1.n); Ley 5/2009, de 30 de junio, de Aragón, de Servicios Sociales, art. 7.1.o); Ley 7/2009, de 14 de diciembre, de La Rioja, de Servicios Sociales, que no lo regula como un derecho, pero sí lo tipifica como infracción muy grave, art. 85. b). 4 El art. 45 de la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria, prevé la utilización de medios coercitivos, comunicando su utilización al Juez de Vigilancia Penitenciaria. El art. 72 del Reglamento Penitenciario enumera los siguientes medios coercitivos: “el aislamiento provisional, la fuerza física personal, las defensas de goma, los aerosoles de acción adecuada y las esposas”, estableciendo que “su uso será proporcional al fin pretendido, nunca supondrá una sanción encubierta, y sólo se aplicarán cuando no exista otra manera menos gravosa para conseguir la finalidad perseguida y por el tiempo estrictamente necesario” (principios de legalidad, necesidad y proporcionalidad). La Dirección General de Instituciones Penitenciarias dictó la Instrucción 18/2007 sobre sujeciones mecánicas, en la que se insiste en la necesidad de “comunicación de su utilización al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria.” Sobre el uso de sujeciones en prisiones, véase BARRIOS FLORES, L. F., “El empleo de medios coercitivos en prisión”, Revista de Estudios Penitenciario, núm. 253, 2007, pp. 61-100. 5 El Decreto 355/2003, de 16 de diciembre, de Andalucía (arts. 43 y 46), y el Decreto 131/2008, de 8 de julio, del País Vasco (arts. 99 y 100), ambos sobre la atención residencial de menores, contemplan medidas de inmovilización física personal y de aislamiento. También las contempla el Real Decreto 1774/2004, de 30 de junio, por el que se aprueba el reglamento de la Ley Orgánica 5/2000 de responsabilidad penal de menores (art. 55). 3 De lo que sí disponemos es de una normativa procesal reguladora del procedimiento a seguir para al internamiento involuntario de enfermos mentales (artículo 763 de la Ley de Enjuiciamiento Civil), que sirve por analogía o supletoriedad, en lo sustantivo y en lo procedimental, para el internamiento forzoso de ancianos en residencias, así como para la utilización de las medidas coercitivas que nos ocupan en pacientes y usuarios de centros de servicios sociales. En el ámbito de la Unión Europea tenemos la Recomendación Rec (2004)10, de 22 de septiembre de 2004, del Comité de Ministros del Consejo de Europa a los Estados Miembros, relativa a la protección de los derechos y de la dignidad de las personas con enfermedades mentales, en la que se regulan las sujeciones mecánicas, aunque no las sujeciones farmacológicas6. En lo que hace al derecho de autodeterminación, el artículo 10.6 de la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad, reconoció a los pacientes el derecho a la libre elección entre las distintas opciones terapéuticas, y más tarde, la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica, regula el previo consentimiento informado directo (artículo 8) o por representación (artículo 9.3.a y b), estableciendo que todo paciente tiene derecho a negarse al tratamiento, excepto en los casos determinados por la Ley, a la par que legitima al facultativo para intervenir sin consentimiento del paciente cuando exista un riesgo inmediato grave para su integridad física o psíquica y no es posible conseguir autorización (artículo 9.2.b). Finalmente, la única normativa que directamente alude a estas técnicas coercitivas es la ya citada de servicios sociales, esto es, las cinco leyes de servicios sociales que establecen como uno de los derechos de las personas usuarias el de no ser sometidas a ningún tipo de inmovilización o de restricción física o farmacológica. Lo regulan, en general, de la siguiente forma: “Derecho a no ser sometido a ningún tipo de inmovilización o de restricción física o tratamiento farmacológico sin prescripción facultativa y supervisión, salvo que exista 6 En la Recomendación Rec.1235 (1994) además de la sujeción mecánica, también se regulaba el empleo de fármacos como instrumento de contención. 4 peligro inminente para la seguridad física del usuario o de terceros. En este último caso, las actuaciones efectuadas se justificarán documentalmente y constarán en el expediente del usuario, en la forma que se establezca reglamentariamente. Asimismo, se comunicarán al Ministerio Fiscal.” Empero, hasta ahora esta exigua normativa legal no ha sido objeto de desarrollo reglamentario alguno. Con nivel reglamentario, pero no en desarrollo de disposición legal expresa, solo he encontrado el Decreto 79/2002, de 13 de junio, de Asturias, que aprueba el Reglamento de Centros de Atención de Servicios Sociales. Su artículo 17.2 dispone lo siguiente: “c) Medidas de sujeción mecánica aplicadas a las personas usuarias: Al efecto de evitar autolesiones, dichas medidas deberán contar con la debida indicación facultativa o técnica documentada. No obstante, esta medida también podrá ser aplicada ante casos excepcionales y situaciones de emergencia con la autorización del director o directora o del responsable autorizado para atender a eventualidades, registrando documentalmente la aplicación y dando cuenta ulteriormente al correspondiente facultativo o técnico responsable para que decida sobre su prescripción. Los elementos utilizados para la sujeción mecánica serán de tipo homologado y cuando a una persona usuaria se le apliquen estas medidas será preciso intensificar la función de acompañamiento y de observación por parte del personal asistencial.” III. DERECHOS FUNDAMENTALES AFECTADOS. 1. Determinación. El sometimiento de un anciano a sujeciones físicas o farmacológicas incide muy directamente en sus derechos fundamentales a la integridad física7, sin que pueda ser sometido a tratos inhumanos o degradantes (artículo 15 CE), y a la libertad física, esto es, a la libertad y capacidad de deambular (artículo 17.1 CE). Afecta también a su dignidad personal (artículo 10.1 CE), valor o principio este que cimienta todos los 7 La STC 120/1990, de 27 de junio, ya dijo que resulta vulnerador del derecho a la integridad física utilizar esos medios coercitivos en personas internadas en situaciones distintas a los presos. Un voto particular de esta sentencia afirma esa vulneración incluso en el caso de los presos. 5 derechos fundamentales. Incide, además, en el derecho de autodeterminación individual (artículo 8 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre), concretado en este ámbito en la libertad de aceptar o rechazar la aplicación de una sujeción tenga o no fines terapéuticos; derecho de autodeterminación que, según ha precisado el Tribunal Constitucional (STC 120/1990, de 27 de junio), no está incluido en la esfera del artículo 17.1 CE, cuyo ámbito es exclusivamente la “libertad física”, sino que tiene su cobertura en el artículo 1.1 CE (STC/341/1993, de 18 de noviembre), que consagra la libertad como valor superior del ordenamiento jurídico, lo que implica el reconocimiento, como principio inspirador del mismo, de la autonomía del individuo para elegir entre las diversas opciones vitales que se le presenten, de acuerdo con sus propios intereses y preferencias (STC 132/1989, de 18 de julio, FJ 6)8. Se aúnan, pues, el derecho a la libertad deambulatoria y el derecho a la libertad de decidir. Sobre estas libertades (física y volitiva) ha dicho el TC que en un Estado social y democrático de Derecho, donde rigen derechos fundamentales, la libertad de los ciudadanos es la regla general y no la excepción, de modo que aquéllos gozan de autonomía para elegir entre las diversas opciones vitales que se les presentan (STC 82/2003, de 5 de mayo). 2. Posibles límites a los derechos fundamentales. Pero no existen derechos absolutos e ilimitados. El TC ya señaló tempranamente que “la Constitución no sanciona derechos ilimitados. Todo derecho tiene sus límites, que en relación a los derechos fundamentales establece la Constitución por sí misma en algunas ocasiones. En otras ocasiones el límite del derecho deriva de la Constitución sólo de una manera mediata o indirecta, en cuanto que ha de justificarse por la necesidad de proteger o preservar no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes constitucionales protegidos.” (SSTC 11/1981, de 8 de abril, y 2/1982, de 17 de enero). La STC 62/82, de 15 de octubre, también recordó que “que la 8 En efecto, una cosa es la libertad física protegida por el artículo 17 CE, y otra el derecho general de libertad del artículo 1.1 CE. Esta diferencia no es algo teórica, sino que tiene repercusión en el plano de las garantías, pues el principio general de libertad del artículo 1.1 CE sólo tiene la protección del recurso de amparo en aquellas concretas manifestaciones a las que la CE les concede la categoría de derechos fundamentales, como son las libertades a que se refieren los artículos 16.1, 17,1, 18.1, 19 y 20 CE (STC 120/1990, de 27 de junio, FJ 11), lo que cabe extender al principio de reserva formal de ley, que ya no orgánica. 6 ley puede fijar límites siempre que su contenido respete el contenido esencial del derecho.” Y para la fijación de tales límites el TC se remite al artículo 53.1 CE en cuanto dispone la regulación por ley de los derechos fundamentales. Caben, por tanto, limitaciones establecidas por ley que han de respetar los siguientes presupuestos: a) Que tengan por fundamento proteger otros derechos o bienes constitucionales (STC 43/1983, de 27 de mayo). En el ámbito que nos ocupa tienen por objeto proteger la vida, la integridad física y la salud de los ancianos. b) Que las limitaciones sean necesarias para conseguir el fin perseguido (STC 13/1985, de 31 de enero). c) Que sean proporcionadas a ese fin (STC 37/1989, de 11 de febrero). d) Que no menosprecien la dignidad de la persona (STC 181/2004, de 2 de noviembre). e) Que respeten el contenido esencial del derecho fundamental (STC 11/1981, de 8 de abril). 3. Razones para que la aplicación de sujeciones a ancianos sean legítimas. Las razones para la utilización de sujeciones físicas son o pueden ser: a) Por disciplina, esto es, para castigar una conducta; b) Por conveniencia, es decir, para controlar o mantener a una persona residente con menor esfuerzo y no para su beneficio (como sustitutivo de la vigilancia por motivos de carencias de personal cuidador), y por razones de orden interno; c) Como medida terapéutica preventiva (tratamiento de una enfermedad), esto es, para evitar alteraciones del programa terapéutico (retirada de vías intravenosas, sondas nasogástricas, etc.), y para prevenir lesiones a la misma persona o a terceros; 7 d) Por razones de seguridad, esto es, para prevenir lesiones a la misma persona o a terceros9. Las dos primeras razones antes señaladas (disciplina y conveniencia) carecen de justificación constitucional alguna ya que no tienen por objeto proteger otros derechos o bienes constitucionales, por lo que deben estar tajantemente proscritas al ser vulneradoras de los derechos fundamentales a la libertad personal y a la integridad física10. Las segunda y tercera razones (terapia y seguridad) normalmente se confunden y combinan en su aplicación a enfermos mentales y a ancianos, no así a menores y reclusos, y encuentran legitimación constitucional en cuanto tengan por objeto proteger los derechos a la vida, a la integridad física y a la salud. La razón de seguridad, en mi criterio, no cabe extenderla, aunque normalmente así se hace en los protocolos sanitarios existentes11, a la integridad del entorno, esto es, 9 En el ámbito penitenciario se diferencian razones terapéuticas y razones de seguridad. Así, la Instrucción 18/2007 de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, sobre sujeciones mecánicas, diferencia la aplicación de estas sujeciones por causa de alteración regimental y por causas sanitarias. Señala al respecto lo siguiente: La necesidad de aplicación a una persona de contención o sujeción mecánica puede ser consecuencia de una alteración regimental o deberse a causas derivadas de alguna patología. Tanto en los casos derivados de alteración regimental como de causa médica, la sujeción mecánica constituye una medida excepcional que se emplea ante una situación de urgencia, cuya duración ha de ser limitada en el tiempo y objeto de un seguimiento exhaustivo por parte del personal correspondiente. a) Desde el punto de vista regimental se entiende que puede ser susceptible de aplicación de una medida de sujeción o contención mecánica una persona que presenta una actitud violenta y agresiva, de manera que haya causado o pueda causar daño a sí mismo, a terceras personas o a los medios materiales e instalaciones de su entorno si no se actúa adecuadamente. b) Desde el punto de vista sanitario, puede ser objeto de aplicación de esta medida la persona que se halla en un estado de agitación psicomotriz grave de etiología orgánica o psíquica, o cuya actitud, no necesariamente violenta, puede dificultar o imposibilitar un programa terapéutico (administración de medicamentos, retirada de sondas o catéteres, etc.). Se entiende por agitación psicomotriz grave aquel estado de hiperactividad en el que el paciente haya causado daño a sí mismo, a terceras personas o a los objetos de su entorno, o exista peligro de que pueda llegar a provocarlo en un plazo corto si no se actúa adecuadamente. Una sujeción mecánica tiene el carácter de actuación médico-terapéutica cuando así lo establece un profesional médico o, en su defecto, un diplomado en enfermería. En estos casos, la sujeción mecánica constituye un acto médico que se aplica a pacientes. 10 La Sentencia del TEDH, de 24 de septiembre de 1992, admitió que la utilización de medios coercitivos puede formar parte del tratamiento de un enfermo mental, pero consideró que en ningún caso es lícito recurrir a ellos para solventar problemas de falta de personal. Así pues, por razones de conveniencia. 11 Por ejemplo, según el protocolo elaborado por el Servicio Andaluz de Salud en Diciembre de 2005, la sujeción física de un paciente se puede utilizar como medida extrema para evitar daños al propio paciente, a otras personas y al entorno físico que lo rodea. Igualmente, la Comisión Deontológica del Colegio Oficial de Enfermería de Barcelona, en el documento elaborado sobre sujeciones en el año 2006. El Decreto 131/2008, de 8 de julio, del País Vasco, regulador de los recursos de acogimiento residencial para la infancia y la adolescencia en situación de desprotección social, en su artículo 99, también contempla como motivo para el uso de medidas de contención el de impedir daños en las instalaciones del recurso de acogimiento residencial, pero la única medida de inmovilización personal que admite es la 8 a la protección de instalaciones y mobiliario, pues aunque la propiedad sea un derecho constitucional y las instalaciones o mobiliario tengan un valor económico, la medida sería claramente desproporcionada al fin perseguido. Admito que esta consideración que hago es más teórica que práctica, ya que una persona agitada y en situación estresante (delirium, cuadro psicótico, etc.) que descontroladamente arremete contra el mobiliario y las instalaciones, es evidente que también incurre en un serio peligro de autolesionarse o lesionar a terceras personas, por lo que, de facto, difícilmente pueden separarse una razón de las otras. No obstante, desde un posicionamiento ético-legal creo aconsejable que en la normativa reguladora, protocolos, etc., de atención a ancianos y pacientes no se haga expresa referencia a la protección de instalaciones y mobiliario como razón justificativa por sí sola para el uso de sujeciones mecánicas. He dicho que razones de terapia y seguridad se confunden. En efecto, en el ámbito de la psiquiatría, la “inmovilización terapéutica” se define como el “uso de procedimientos físicos o mecánicos dirigidos a limitar los movimientos de parte o de todo el cuerpo de un paciente a fin de controlar sus actividades físicas y protegerlo de las lesiones que pudiera infringirse a sí mismo o a otros”12. Por tanto, la razón última es la seguridad dentro de una terapia. Entiendo que la conceptuación que la psiquiatría hace de la inmovilización terapéutica es trasladable a los ancianos dado que los sometidos a sujeciones también son enfermos (alzhéimer, demencias, etc.), algunos de ellos con ingreso forzoso en la residencia previa valoración médica e intervención judicial, y, por ende, la sujeción por razones de seguridad es simultáneamente una medida terapéutica preventiva13. No obstante, creo conveniente precisar que la utilización de sujeciones como medida de “terapia-seguridad” solo está legitimada en casos extremos y en casos puntuales (soportes vitales imprescindibles por fracturas o deformidades, utilización de sujeción directa del niño por otra u otras personas, sin que en ningún momento pueda recurrirse a la ayuda de objeto alguno a tal fin. En suma, rechaza el uso de sujeciones mecánicas. La sujeción directa de un anciano por otras personas, que es momentánea, para evitar daños al entorno, entiendo que puede ser proporcional al fin perseguido, pero no así el uso de sujeciones mecánicas por periodos más prolongados. 12 Recogida de la Joint Commission on the Acreditatión of Health care Organizations por BARRIOS FLORES, L. F., “La respuesta judicial ante la enfermedad mental”, Estudios de Derecho Judicial, núm. 92, 2006, p. 323. 13 Otra cosa es que la “inmovilización terapéutica” sea algo distinto al “tratamiento médico indicado”, aunque para ambos se utilice el mismo psicotrópico. 9 sondas o vías intravenosas, actitudes violentas. etc.), no estando, por el contrario, legitimado su uso diario y continuado para prevenir sin más hipotéticas caídas y lesiones. El uso diario de las sujeciones con fines meramente preventivos de caídas lo sitúo en el ámbito de la “conveniencia”, no en el de la “terapia-seguridad”. En definitiva, el uso de sujeciones por esta razón es rechazable y desaconsejable incluso aunque medie consentimiento expreso del anciano. Cuando el uso de sujeciones lo es sin consentimiento expreso del anciano o, en su caso, de los familiares, o en contra de su voluntad -algo que es relativamente frecuente-, y sin que medien excepcionales razones que lo justifiquen -urgencia y gravedad-, entonces ya no estamos ante una limitación más o menos legítima de los derechos fundamentales citados, sino ante una vulneración cierta y flagrante de los mismos. Sin embargo, a pesar de su frecuente uso, no existen en nuestro país pronunciamientos judiciales que aborden directamente la negativa afectación de las sujeciones físicas o farmacológicas a los derechos fundamentales citados. El Tribunal Constitucional todavía no ha tenido ocasión de pronunciarse sobre esta cuestión. En la Sentencia 120/1990, de 27 de junio, se pronunció sobre un tema cercano a este, la alimentación forzosa de reclusos para la que se utilizó sujeciones mecánicas, que en aquél caso justificó constitucionalmente la alimentación forzosa en base a la relación de sujeción especial existente. Por su parte, los Tribunales de justicia se han pronunciado algunas veces respecto del uso de sujeciones, pero no analizando la constitucionalidad de su incidencia en los derechos afectados, sino exclusivamente desde la óptica de la responsabilidad patrimonial de la Administración por el daño producido (así, la STSJ de Madrid, de 30 de septiembre de 2010 –JUR/2010/374270-). Por el contrario, respecto al consentimiento informado para recibir asistencia sanitaria existe abundante jurisprudencia desentrañando el contenido y alcance del derecho de autodeterminación o, como dice esta jurisprudencia, del derecho a la autonomía decisoria (por toda, STS de 30 de junio de 2009 –RJ/2009/4323-), jurisprudencia plenamente aplicable al consentimiento informado que también debe otorgar libremente el anciano y de forma expresa para ser sometido a sujeciones físicas o farmacológicas. 10 IV. GARANTÍAS A LAS QUE DEBEN SOMETERSE LAS SUJECIONES FÍSICAS Y FARMACOLÓGICAS PARA CONCILIARLAS CON LOS DERECHOS FUNDAMENTALES AFECTADOS. 1. La prescripción facultativa. De entrada, conviene señalar que la atención residencial de ancianos en general, y más particularmente de los dependientes (discapacitados y enfermos de alzhéimer), se sitúa en el campo de la asistencia sociosanitaria. Los ancianos son, además, el principal y mayoritario colectivo dependiente necesitado de atención sociosanitaria, siendo, con gran diferencia, las enfermedades propias de la edad la causa principal de su dependencia. Así pues, la aplicación de sujeciones físicas y farmacológicas a los mismos ha de situarse en la vertiente sanitario-asistencial, no en la social, ello a pesar de que las residencias de ancianos sean una prestación técnica de los servicios sociales y, por tanto, no pertenezcan al Sistema Nacional de Salud. Desde esta perspectiva, las leyes de servicios sociales que contemplan las sujeciones físicas y farmacológicas, someten su utilización a prescripción facultativa. Y la expresión “prescripción facultativa” hace referencia a médicos y lo relacionado con la profesión médica, por lo que condicionarlas a previa prescripción facultativa alude necesariamente a una “indicación médica”. Así, la Instrucción 18/2007, de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, sobre sujeciones mecánicas, afirma que “Una sujeción mecánica tiene el carácter de actuación médico-terapéutica cuando así lo establece un profesional médico o, en su defecto, un diplomado en enfermería. En estos casos, la sujeción mecánica constituye un acto médico que se aplica a pacientes.” Sin embargo, en el ámbito de los ancianos, preciso es señalar que la razón o motivo principal de su uso no son tanto razones médico-clínicas como de seguridad, aunque cierto es, como hemos visto, que la seguridad es un componente de la terapia médica. Empero, cabe diferenciar razones terapéuticas y razones de seguridad, y así se ha hecho, como ya hemos visto, en el ámbito penitenciario. Se dice por los responsables de las residencias de ancianos que se usan para evitar accidentes a las personas con riesgo de caerse, extraviarse o acceder a lugares u objetos peligrosos, o en ancianos, 11 enfermos o no, con conductas agresivas que pueden suponer peligro para sí mismo, para terceros o para el entorno. Razones predominantes de seguridad, por tanto. Incluso no es inusual que se utilicen, indebidamente, por razones de mera conveniencia, o dicho de otra forma, de orden interno14. Asumido lo anterior y atendiendo a las propias características de las residencias de ancianos, y, en concreto, partiendo de que la mayoría de ellas no tienen médico geriatra en plantilla, ni tan siquiera a tiempo parcial, es plausible plantear la oportunidad y necesidad de la “prescripción facultativa” como requisito garantista para todos los casos y supuestos en los que ha de aplicarse una sujeción. Para la utilización de fármacos psicotrópicos, aunque la razón última sea de seguridad y no estrictamente terapéutica, no tengo duda de que es necesaria la previa prescripción facultativa. Pero cuando la utilización de sujeciones físicas o mecánicas lo es por razones de seguridad personal o de terceros, cabe replantear la necesidad de previa prescripción facultativa en el sentido de que necesariamente sea indicada por un médico y no por un diplomado en enfermería15. Se aduce que con la incorporación de la exigencia de prescripción facultativa a las leyes citadas se pretende garantizar que no se usan para otros fines poco aceptables desde el punto de vista asistencial o de cuidados. Pero cabe responder que cuidar de que su uso sea adecuado, oportuno y proporcional al fin de seguridad o seguridad-terapia perseguido, puede estar perfectamente en manos del propio equipo asistencial del centro en el que, normalmente, no hay un facultativo, pero sí terapeutas y diplomado en enfermería. Así, como ya he indicado, la Instrucción 18/2007 de la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, habilita para ello a los diplomados en enfermería. En suma, solo creo que se justifica la intervención de facultativo cuando se aplican sujeciones farmacológicas (psicotrópicos). Pero cuando se aplican sujeciones 14 Según el citado estudio del CEOMA, p. 27, las sujeciones físicas se usan en los momentos de mayor trabajo del personal de atención directa, es decir, en el momento de levantar a los residentes, durante los desayunos, las comidas y las cenas, al acostar a los pacientes y, en general, durante toda la noche, pues suele ser el turno peor dotado de personal. 15 Existe la especialidad de enfermería geriátrica, y la Ley 29/2006, de 26 de julio, de garantías y uso racional de los medicamentos y productos sanitarios, conforme a la modificación introducida por la Ley 28/2009, de 30 de diciembre, establece en su artículo 77.1 que “los enfermeros de forma autónoma, podrán indicar, usar y autorizar la dispensación de todos aquellos medicamentos no sujetos a prescripción médica y los productos sanitarios, mediante la correspondiente orden de dispensación.” Se 12 físicas o mecánicas a ancianos en no pocos casos el fin primario no es el sanitario sino el de seguridad. En estos casos, convendría estudiar la sustitución del requisito de previa “prescripción facultativa” por el de “decisión valorada y pautada por el equipo asistencial” del centro, o por el de “prescripción facultativa o no facultativa”. En fin, por lo razonado, en mi criterio es desproporcionado exigir que en la utilización de sujeciones físicas siempre medie prescripción facultativa. Realmente, no tiene por qué recaer en un medico la responsabilidad de velar por la bondad de la utilización de un medio de contención física por razones de seguridad personal o de terceros, que no son pocos los casos. Entiendo que debe ser una responsabilidad del equipo asistencial del centro, en el que sí debe haber, al menos, un diplomado en enfermería. Así debería reflejarse en la correspondiente normativa reguladora. 2. El consentimiento informado o la autorización judicial. A. Consentimiento informado. Las leyes de servicios sociales reconocen a los usuarios de los servicios sociales el derecho a recibir información previa en relación con cualquier intervención que les afecte, a fin de que puedan dar su consentimiento específico y libre; derecho que, por supuesto, es predicable de las sujeciones físicas y farmacológicas. Para la administración por prescripción médica de fármacos, sean o no con fines de sujeción, también está sancionado por el artículo 8 y la disposición adicional quinta16 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica17. legaliza así la posibilidad de que el personal de enfermería realice “indicaciones terapéuticas”, esto es, en lo que aquí importa, prescriba la utilización de productos sanitarios o productos terapéuticos. 16 Señala esta disposición que las reglas establecidas en la Ley son de aplicación a la prescripción y uso de medicamentos o productos sanitarios durante los procesos asistenciales. Sobre el alcance de esta disposición, véase DOMÍNGUEZ LUELMO, A., Derecho sanitario y responsabilidad médica (comentarios a la Ley 41/2002, de 14 de noviembre), Editorial Lex Nova, 2007, pp. 739 a 746. 17 También deriva del artículo 13.1 del Real Decreto 1015/2009, de 19 de junio, sobre disponibilidad de medicamentos en situaciones especiales, en que se establece que “la utilización de medicamentos autorizados en condiciones diferentes a las establecidas en su ficha técnica, tendrá carácter excepcional y se limitará a las situaciones en las que se carezca de alternativas terapéuticas autorizadas para un determinado paciente, respetando en su caso las restricciones que se hayan establecido ligadas a la prescripción y/o dispensación del medicamento y el protocolo terapéutico asistencial del centro 13 Obviamente, este derecho no se extiende a la prescripción de cualquier tratamiento farmacológico, pues entenderlo así sería una medida excesiva por desproporcionada, pero comprende, sin duda, la prescripción de medicamentos psicotrópicos por los importantes efectos secundarios y riesgos que conllevan su administración 18. Estas leyes de servicios sociales excluyen la necesidad de consentimiento informado cuando exista peligro inminente para la seguridad física del usuario o de terceros. No especifican más. En la medida en que estamos ante un ámbito sanitarioasistencial, esta normativa de servicios sociales debe complementarse con lo dispuesto en el artículo 9.2 de Ley 41/2002, de 14 de noviembre, donde también se regulan los límites al consentimiento informado. Concretamente, respecto del límite que nos ocupa, señala que los facultativos podrán llevar a cabo las intervenciones clínicas indispensables en favor de la salud del paciente, sin necesidad de contar con su consentimiento, cuando existe riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del enfermo y no es posible conseguir su autorización, consultando, cuando las circunstancias lo permitan, a sus familiares o a las personas vinculadas de hecho a él. Por tanto, la situación ha de ser urgente y grave y, si es posible, ha de consultarse a los familiares. Dándose estos supuestos, urgencia y gravedad19, el personal responsable estaría amparado por la eximente de “estado de necesidad” cuyo fundamento gira en torno a la posibilidad que el Derecho otorga a la persona de dañar un bien jurídico determinado (en este caso, el derecho a la autodeterminación) con el objetivo de salvar otro bien jurídico de igual o mayor trascendencia jurídica (la vida o integridad física). No es ocioso recordar aquí que el uso cotidiano de sujeciones con el fin de prevenir sin más hipotéticas caídas y lesiones, no se justifica en absoluto aunque se haya sanitario. El médico responsable del tratamiento deberá justificar convenientemente en la historia clínica la necesidad del uso del medicamento e informar al paciente de los posibles beneficios y los riesgos potenciales, obteniendo su consentimiento conforme a la Ley 41/2002, de 14 de noviembre.” 18 La Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona, de 20 de noviembre de 2006 JUR/2007/104931-, declaró responsable a un médico por incumplir el requisito de obtener el consentimiento informado en la administración del fármaco “Adriamicina” sin advertir de los riesgos cardiológicos. La sentencia afirma la obligación profesional que pesa sobre el médico en relación con la información que hay que proporcionar al paciente para obtener su consentimiento en las debidas condiciones, en especial cuando se trata de procedimientos que comportan riesgos e inconvenientes notorios y previsibles, susceptibles de repercutir en la salud del paciente. 19 Conceptos jurídicos indeterminados, que solo admiten una única solución justa. Es decir, la interpretación y aplicación de estas expresiones no permita distintas soluciones todas ellas igualmente justas, sino una única solución justa. La facultad discrecional de la Administración es la que admite diversas soluciones, todas ellas igual de justas, pero no los conceptos jurídicos indeterminados. 14 obtenido consentimiento expreso del anciano o de sus familiares. Se trata de una mala praxis asistencial. Las leyes de servicios sociales también establecen que el consentimiento de las personas incapacitadas se otorgará conforme al procedimiento legalmente establecido para ello. Debemos acudir nuevamente a la Ley 41/2002, de 14 de noviembre. Su artículo 9.3 dispone que se otorgará el consentimiento por representación cuando el paciente esté legalmente incapacitado y cuando no sea capaz (en sentido vulgar, no jurídico) de tomar decisiones, a criterio del médico responsable de la asistencia, o su estado físico o psíquico no le permita hacerse cargo de su situación, añadiendo que si el paciente carece de representante legal, el consentimiento lo prestarán las personas vinculadas a él por razones familiares o de hecho20. La mayoría de los ancianos no están incapacitados legalmente, pero la mayor parte de ellos, por incapacidad natural derivada de su estado, no comprenden en qué consiste la sujeción, sus riesgos, cómo debe prepararse para ella, etc., por lo que es inútil informarles y pedirles su consentimiento. Entonces, le sustituyen sus familiares. En cualquier caso, es necesaria la constancia documental del consentimiento otorgado por el anciano o, en su caso, por los familiares, sin que tal consentimiento pueda en ningún caso presumirse. El artículo 8.2 de la Ley 41/2002, establece que el consentimiento será verbal por regla general, pero que se prestará por escrito en los casos siguientes: intervención quirúrgica, procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, aplicación de procedimientos que supongan riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre la salud del paciente. Y es indubitado que el uso de sujeciones supone riesgos de notoria y previsible repercusión negativa sobre la salud del anciano. B. Autorización judicial. Y qué ocurre cuando el anciano, los familiares o el representante legal, rechazan el uso de sujeciones. 20 Las leyes autonómicas determinan los familiares a los que debe acudirse en la siguiente forma: se dará preferencia al cónyuge o persona vinculada al enfermo por análoga relación de afectividad, y, en su defecto, a los familiares de grado más próximo y dentro del mismo grado a los de mayor edad. 15 El uso de sujeciones físicas sin consentimiento expreso del anciano o, en su caso, de sus familiares, o en contra de su voluntad expresamente manifestada, salvo la excepción de urgencia y gravedad, supone un acto de abuso-violencia, un acto de maltrato hacia el anciano, por lo que vulnera sus derechos fundamentales a la libertad y a la integridad física, quedando sometido a un trato degradante. Las sujeciones farmacológicas son técnicas que implican siempre unos riesgos físicos y psíquicos notorios, por lo que utilizarlas sin consentimiento del anciano, además de su derecho de autodeterminación, también vulnera su derecho fundamental a la integridad física. Ambas suponen, además, un atentado a la dignidad del anciano. Y no es posible una intervención coactiva amparada solamente en la existencia de una relación de sujeción especial, pues según el criterio mantenido por la STC 120/1990 resulta vulnerador del derecho a la integridad física utilizar esos medios coercitivos en personas internadas en situaciones distintas a los presos. Entiendo, por tanto, que ante la negativa a otorgar el consentimiento, salvo que concurra la situación de urgencia y gravedad, deberán buscarse otras alternativas terapéuticas o asistenciales, que en la inmensa mayoría de los casos las hay. Simplemente, una atención y cuidado del anciano mejor organizados. En efecto, algunas experiencias recientes han demostrado que para reducir drásticamente el uso de sujeciones no es necesario dotar a la residencia de más personal cuidador, sino que en la mayoría de los casos es suficiente con una adecuada reorganización del sistema de cuidados. En cualquier caso, no es razón aducir que la residencia carece de personal suficiente para estas labores, porque la decisión discrecional de la Administración de asignaciones presupuestarias, que es una decisión económico-administrativa, mal se compadece, cuando la lleva aparejada, con la restricción de derechos fundamentales de una forma tan directa como lo son las sujeciones. En fin, frente a derechos fundamentales mal argumento es aducir ahorros económicos. Como ya he señalado antes, una Sentencia del TEDH, de 24 de septiembre de 1992, admitió que la utilización de medios coercitivos puede formar parte del tratamiento de un enfermo mental, pero consideró que en ningún caso es lícito recurrir a ellos para solventar problemas de falta de personal. 16 A falta de otras opciones terapéuticas o asistenciales de tipo organizativo y de persistir la negativa al consentimiento, en el ámbito hospitalario se propone al paciente el alta voluntaria, y ante su negativa a dicha alta voluntaria, conforme dispone el artículo 21.2 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, puede disponerse el alta forzosa, y si tampoco es aceptada por el paciente, debe entonces recabarse autorización judicial para que el juez confirme o revoque el alta forzosa, señalando, en su caso, el tratamiento a seguir21. Sin embargo, la solución del alta voluntaria o forzosa no parece viable en el caso de los ancianos, pues su estancia en la residencia no es temporal como en un hospital, sino definitiva hasta su muerte. La residencia pasa a ser su domicilio. Entonces, parece que lo procedente es solicitar al Juez directamente autorización para el uso de sujeciones. 21 El Auto 135/2007 de 25 julio, -AC/2007/2389-, de la Audiencia Provincial de Cádiz, ha interpretado el artículo 21.2 en los siguientes términos: “En el recurso de reforma y subsidiaria apelación se argumentó en primer lugar la falta de competencia del Juzgado de Instrucción para resolver sobre la cuestión planteada. En realidad, lo que apreciamos es un incorrecto planteamiento de la cuestión. Nos parece totalmente lógica y respetable la actitud de los facultativos que ante el problema médico y de conciencia consideraron necesario acudir al Juzgado de Instrucción de Guardia para intentar obtener una solución. Nos parece también lógico que ante la urgencia del caso y estando en juego la vida de una persona el Juzgado de Instrucción optase por autorizar la transfusión con la mayor urgencia. Sin embargo, en esta segunda instancia, actuando sin las premura con que tuvieron que hacerlo tanto los facultativos como el señor Juez de Guardia, hemos de señalar que en nuestra opinión la solución legal la proporcionaba el artículo 21 de la Ley 41/2002, "Ley básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y obligaciones en materia de información y documentación clínica." Ese artículo dice: Artículo 21. El alta del paciente 1. En caso de no aceptar el tratamiento prescrito, se propondrá al paciente o usuario la firma del alta voluntaria. Si no la firmara, la dirección del centro sanitario, a propuesta del médico responsable, podrá disponer el alta forzosa en las condiciones reguladas por la Ley. El hecho de no aceptar el tratamiento prescrito no dará lugar al alta forzosa cuando existan tratamientos alternativos, aunque tengan carácter paliativo, siempre que los preste el centro sanitario y el paciente acepte recibirlos. Estas circunstancias quedarán debidamente documentadas. 2. En el caso de que el paciente no acepte el alta, la dirección del centro, previa comprobación del informe clínico correspondiente, oirá al paciente y, si persiste en su negativa, lo pondrá en conocimiento del juez para que confirme o revoque la decisión. La aplicación de esa disposición legal nos lleva a revocar el auto recurrido, pues la Ley 41/2002, de 24 de noviembre, supone que la cuestión no se deba plantear en términos de autorizar o no una transfusión sino que por el Hospital se debió proponer a la paciente que firmase el alta voluntaria y sólo en caso de que se hubiese negado podría haberse solicitado del Juez la confirmación o la revocación de la decisión de alta, pues se trataba de una paciente mayor de edad y sin limitaciones de capacidad. Con independencia de la opinión personal que pueda tenerse sobre esa regulación y su mayor o menor aplicabilidad en la práctica, así es como indica la Ley que debe resolverse el conflicto. En el presente caso además consta en las actuaciones que la paciente estaba consciente y en condiciones de decidir y aun comprendiendo que para los facultativos pueda resultar difícil dar el alta voluntaria a una persona cuya dolencia consideran susceptible de tratamiento, hemos de estimar el recurso de apelación contra el auto recurrido, que he hemos de dejar sin efecto.” 17 A efectos de esa autorización judicial, la jurisprudencia viene aplicando supletoriamente el procedimiento establecido en el artículo 763 LEC22 para el caso de ancianos ingresados en residencias, por cuanto este artículo, al traer causa del artículo 17 de la CE, que reconoce el derecho fundamental a la libertad personal, acoge también a los ancianos dependientes ingresados sin su expreso consentimiento. Dispone este artículo que la autorización será recabada del tribunal del lugar donde resida la persona afectada por el internamiento, y que, en los casos de internamientos urgentes, la competencia para la ratificación de la medida corresponderá al tribunal del lugar en que radique el centro donde se haya producido el internamiento. El Tribunal competente es el Juzgado de Primera Instancia. Conviene recordar aquí y ahora que también es necesaria autorización judicial para el ingreso “voluntario” de personas de avanzada edad que, por razón de un proceso degenerativo, no pueden prestar su consentimiento y son ingresadas en una residencia, siendo el presupuesto de partida para la aplicación del artículo 763 que la persona a internar no pueda decidir por sí mismo por razón de demencia senil y, en suma, no pueda prestar válidamente su consentimiento en el momento de ingresar ni durante el tiempo que dura el internamiento, pues dicho internamiento será involuntario desde el momento en el que la persona afectada no puede prestar válidamente su consentimiento al mismo, y faltando dicho consentimiento se hace necesaria la intervención judicial para controlar el internamiento, en aras de la protección de las personas con discapacidad psíquica, sean enfermos mentales o ancianos con demencia senil (Así literalmente, el Auto 333/2010, de 15 octubre, -JUR/ 2011/23175-, de la Audiencia Provincial de Madrid). 22 El artículo 763 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, regula las intervenciones coercitivas en psiquiatría, es decir, la posibilidad, previa autorización judicial, de decidir y efectuar el internamiento involuntario de enfermos mentales para su tratamiento psiquiátrico, en beneficio del propio paciente y en defensa de la sociedad frente a la potencial peligrosidad social del mismo. El TC, en Sentencia 132/2010, de 2 de diciembre, ha declarado inconstitucionales los incisos iniciales de los párrafos primero y segundo, pero no nulos, por lo que siguen vigentes. Los declara inconstitucionales por ser tal medida constitutiva de una privación de la libertad personal garantizada por el artículo 17.1 CE, por lo que solo puede regularse mediante ley orgánica. La declaración de inconstitucionalidad no lo es por razones sustantivas, es decir, el TC no cuestiona los contenidos de esos incisos, que considera correctos constitucionalmente, sino que lo es por razones formales; concretamente, por no tener esos incisos el rango normativo necesario para regular derechos fundamentales. 18 Por último, importa resaltar que la autorización judicial a la que aquí aludo es independiente de la “comunicación” al Ministerio Fiscal de que hablan las leyes de servicios sociales. Y es que la labor de los fiscales no es autorizar limitaciones del derecho fundamental a la libertad (internamientos involuntarios, sujeciones, etc.), competencia exclusiva de los jueces, sino supervisar su correcta aplicación. En nuestro actual sistema jurídico el papel del juez es “autorizar”, y el papel del fiscal es, en este caso y en el marco de las funciones que tiene asignadas por el artículo 3 de la Ley 50/1981, de 30 de diciembre, por la que se regula el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal, controlar el uso de las sujeciones para evitar abusos23, es decir, velar por las personas desvalidas y sus derechos fundamentales, y por que la función jurisdiccional se ejerza eficazmente. En suma, el rechazo activo del anciano y/o de sus familiares a las sujeciones, exige, cuando no hay otra alternativa terapéutica o asistencial, obtener autorización judicial para su aplicación forzosa al anciano. 3. La supervisión: control interno y externo. El uso de sujeciones físicas y farmacológicas en cuanto limiten derechos fundamentales, ha de estar sometido a un riguroso control interno por el propio equipo asistencial y órganos inspectores, pero también a un control externo a través del Ministerio Fiscal. A. Control interno. Documentación de actuaciones. Debe existir en cada centro un Registro del uso de sujeciones. Además, debe registrarse en la historia clínica cuando el uso lo prescriba un facultativo. Cuando no lo prescriba, sin perjuicio de su constancia en la historia clínica cuando el facultativo realice la supervisión, la actuación debe hacerse constar mediante un registro específico en el Plan de Atención Individual del anciano o en documento similar. 23 Una Instrucción de 7 de mayo de 1990, del Fiscal General de Estado, encargó a los fiscales que realizasen visitas a las residencias de ancianos en aras a evitar abusos. 19 Por el equipo asistencial conforme a protocolos de actuación establecidos. El control interno ha de comenzar por un examen completo del caso, que incluya la valoración de la medida y de las posibles alternativas. Seguidamente, la persona sometida a una sujeción física debe ser vigilada frecuentemente para evitar la aparición de complicaciones. Por ello, deben existir protocolos que establezcan los procedimientos de valoración, aplicación y supervisión, a seguir en cada caso. En algunos protocolos de hospitales psiquiátricos se recomienda que las personas con sujeción mecánica estén bajo supervisión cada quince minutos24. Según la situación y actitud de cada anciano, el espacio de tiempo podrá ser mayor o menor, pero, en cualquier caso, en cada residencia de ancianos debe estar disponible un protocolo de actuación y control. Por la autoridad administrativa inspectora. El artículo 16.3 de la Ley 41/2002, de 14 de noviembre, habilita para el acceso a las historias clínicas al personal sanitario debidamente acreditado como inspector en cumplimiento de sus funciones de comprobación de la calidad de la asistencia, el respeto de los derechos del paciente o cualquier otra obligación del centro en relación con los pacientes y usuarios. En consecuencia, al no exigir este artículo la adscripción orgánica de los inspectores a salud, tanto el personal sanitario de inspección de servicios sociales como el de salud podrán acceder a los registros mencionados para las referidas comprobaciones. B. Control externo. El control externo, esto es, por órganos de fuera de la propia Administración, conforme establecen las leyes de servicios sociales, corresponde al Ministerio Fiscal. La Fiscalía Provincial de Barcelona, interpretando la Ley de Servicios Sociales de Cataluña, en una circular remitida a los fiscales en febrero de 2010 considera que deben comunicarse las “inmovilizaciones y restricciones de la capacidad física o intelectual por medios mecánicos o farmacológicos que se impongan a las personas ingresadas.” Se pide a las residencias la comunicación de todas las sujeciones, debiendo repetirse cada seis meses cuando continúen. Consecuentemente con esta circular, debe entenderse 24 La Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, de 30 de septiembre de 2010 –JUR/2010/374270-, declara la responsabilidad patrimonial de la 20 que no es necesario comunicar al Ministerio Fiscal las sujeciones que no se impongan, esto es, las que han sido voluntariamente aceptadas mediando consentimiento informado escrito y prescripción facultativa o indicación del equipo asistencial. Y, en efecto, en mi criterio, la intervención del Ministerio Fiscal solo resulta oportuna cuando no hay consentimiento libre y consciente del anciano capaz. Y es que, ni del artículo 763 LEC, ni de la Ley 41/2002, ni de las leyes de servicios sociales, se desprende que las sujeciones que sean voluntaria, consciente y expresamente consentidas por el afectado, hayan de ser autorizadas o ratificadas por los jueces y hayan comunicarse al Ministerio Fiscal a efectos de supervisión. Por el contrario, cuando hay expreso consentimiento de los familiares de un anciano con demencia senil para una sujeción, pero rechazo del anciano, entiendo que, aunque al anciano se le tenga por incapaz, es exigible, como mínimo, comunicarlo al Ministerio Fiscal. Es función del Ministerio Fiscal velar porque se respete y preserve en todo momento la dignidad del anciano, así como los derechos fundamentales afectados, controlando y valorando para ello tanto la necesidad como la proporcionalidad de la medida de sujeción en cada caso aplicada, y, muy en concreto, velando porque no haya maltrato del anciano. V. NECESIDAD DE SU REGULACIÓN CON RANGO NORMATIVO ADECUADO. Dada la directa incidencia del uso de sujeciones físicas y farmacológicas en los derechos fundamentales a la libertad física, a la integridad física, y a la autodeterminación, su uso precisa de una habilitación legal que lo ampare (STC 49/1999, de 5 de abril), es decir, resulta constitucionalmente exigible su regulación en norma con rango de ley. Incluso es plausible plantearse si, al menos para posibilitar sujeciones físicas aplicadas coercitivamente, es necesaria ley orgánica por las razones que seguidamente expongo. Administración por la muerte de un paciente psiquiátrico sometido a una sujeción mecánica porque no se cumplió el protocolo del centro hospitalario, que exige un control cada quince minutos. 21 En el ámbito de la protección de la salud pública, las medidas coercitivas o ablatorias sobre personas están contempladas en ley orgánica. En efecto, la Ley Orgánica 3/1986, de 14 de abril, de Medidas Especiales en materia de Salud Pública, habilita directamente a las autoridades sanitarias de las distintas Administraciones Públicas para el reconocimiento, tratamiento, hospitalización o control de personas cuando se aprecie indicios racionales que permitan suponer la existencia de peligro para la salud de la población debido a la situación sanitaria concreta de una persona o grupo de personas o por las condiciones sanitarias en que se desarrolle una actividad. Se complementa esta habilitación con el artículo 8.6 de la Ley 29/1998, de 13 de julio, Reguladora de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, en cuanto dispone que: “Corresponderá a los Juzgados de lo Contencioso-Administrativo la autorización o ratificación judicial de las medidas que las autoridades sanitarias consideren urgentes y necesarias para la salud pública e impliquen privación o restricción de la libertad o de otro derecho fundamental.” Respecto de medidas de contención física que se pueden imponer a los presos, el artículo 45 de la Ley Orgánica 1/1979, de 26 de septiembre, General Penitenciaria, prevé la utilización de medios coercitivos, comunicando su utilización al Juez de Vigilancia Penitenciaria En lo que hace a enfermos mentales, el artículo 763 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento Civil, regula las intervenciones coercitivas en psiquiatría, es decir, la posibilidad, previa autorización judicial, de decidir y efectuar el internamiento involuntario de enfermos mentales para su tratamiento psiquiátrico, en beneficio del propio paciente y en defensa de la sociedad frente a la potencial peligrosidad social del mismo. Y, como ya he señalado supra, El TC, en Sentencia 132/2010, de 2 de diciembre, ha declarado inconstitucionales, aunque no nulos, los incisos iniciales de los párrafos primero y segundo, al ser el internamiento forzoso constitutivo de una privación de la libertad personal garantizada por el artículo 17.1 CE, por lo que solo puede regularse mediante ley orgánica. Citando la STC 1999/129, de 1 de julio, recuerda esta sentencia que la ley orgánica es precisa para la norma que permite el internamiento forzoso, no así respecto de las reglas procedimentales para la conformación de la decisión judicial de internamiento. 22 En efecto, la STC 1999/129 puntualizó que “requiere ley orgánica únicamente la regulación de un derecho fundamental o de una libertad que <<desarrolle>> la Constitución de manera directa y en elementos esenciales para la definición del derecho fundamental, ya sea en una regulación directa, general y global del mismo o en una parcial o sectorial, pero igualmente relativa a aspectos esenciales del derecho y no, por parcial, menos directa o encaminada a contribuir a la delimitación y definición legal del derecho (STC 127/1994, fundamento jurídico 3º). Desarrollar no puede equipararse a simplemente afectar. Aplicando esta doctrina al caso aquí enjuiciado no cabe duda de que las reglas procedimentales contenidas en el párrafo segundo del art. 211 CC no contienen una regulación directa del derecho a la libertad personal encaminada a la delimitación y definición del mismo y, en consecuencia, dicha regulación no puede considerarse incluida en el ámbito reservado a la ley orgánica.” En mi criterio, las sujeciones físicas, al igual que un internamiento forzoso, son constitutivas de una privación del derecho fundamental de los ancianos a la libertad física, a su libertad de movimientos y de deambular. Incluso su aplicación a ancianos que ya tuvieron un ingreso forzoso con autorización judicial implica un significativo plus de restricción del derecho fundamental25. Entiendo, por lo tanto, que la norma que con carácter coactivo habilite a la utilización de sujeciones físicas está haciendo una regulación sectorial de un aspecto esencial del derecho fundamental. De ser así, las aplicadas en contra de la voluntad del anciano y de sus familiares, aunque lo sea por razones de terapia-seguridad (evitar daños a su persona o a terceros), además de autorización judicial, en puridad, también necesitarían habilitación en ley orgánica. Supuesto lo anterior, quizás fuera bueno que en la nueva regulación que ha de hacerse del artículo 763 LEC por ley orgánica, se contemplen estos supuestos de medidas coercitivas en ancianos y adolescentes. Las sujeciones farmacológicas, quizás podría considerarse que solo afectan al derecho de autodeterminación en cuanto son un tratamiento terapéutico, no al derecho fundamental de libertad física (no hay una compulsión física que impida al anciano de BARRIOS FLORES, L. F., participa de este criterio. Véase su trabajo “Uso de medios coercitivos en psiquiatría: retrospectiva y propuesta de regulación.”, en Revista Derecho y Salud, volumen 11, 2003, p.157. 25 23 una forma directa la libertad de deambular por la residencia), no siendo, en tal caso, necesaria la ley orgánica, sino que es suficiente su habilitación por ley ordinaria. En cualquier caso, el empleo de sujeciones físicas y farmacológicas en ancianos, como medida terapéutica y de seguridad, tiene una cobertura legal mínima en algunas leyes de servicios sociales26; las ya citadas. En las Comunidades Autónomas donde la Ley de Servicios Sociales las contempla, estableciendo unos requisitos mínimos para su uso, cabe un desarrollo reglamentario por los respectivos gobiernos autonómicos27; desarrollo reglamentario que conviene realizar cuanto antes. Por el contrario, en otras muchas Comunidades Autónomas, al no estar expresamente contempladas en sus leyes de servicios sociales, ni tan siquiera tienen esa cobertura legal mínima. Entonces, como quiera que la utilización de estos medios coercitivos también afecta a otros colectivos (tratamientos involuntarios de enfermos mentales, menores, reclusos) respecto de los cuales tampoco existe una suficiente legislación que regule específicamente su uso, parece del todo conveniente que se elabore y promulgue una ley estatal aplicable a enfermos mentales, reclusos, menores, ancianos y pacientes en general, en la que, con carácter básico, se regulen los requisitos y garantías que deben presidir la utilización de estos medios coercitivos (normativa sustantiva), a la par que se establezca, con el carácter de competencia exclusiva del Estado, la normativa procesal dirigida a la supervisión judicial y del Ministerio Fiscal. La legislación que regule las sujeciones físicas y farmacológicas debe someter su uso a los siguientes principios y criterios: a) proporcionalidad e idoneidad del medio utilizado; b) temporalidad de la medida; c) vigilancia suficiente de la persona inmovilizada; d) evaluación de los efectos y resultados; e) documentación de actuaciones; e) autorización judicial en las medidas impuestas; f) fiscalización. 26 De impugnarse las habilitaciones contenidas en estas leyes al Tribunal Constitucional por el mismo motivo que el artículo 763 LEC, posiblemente, el TC las declarase inconstitucionales, pero no nulas. 27 Así, el Gobierno de Navarra, en el mes de diciembre de 2010, sometió a información pública un anteproyecto de Decreto Foral regulando las sujeciones físicas y farmacológicas. 24